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Modulo 1 - La Selección de Personal PDF
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1. LA SELECCIÓN DE PERSONAL
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SELECCIÓN DE PERSONAL
Es por ello que nos parece más adecuado y, sobretodo, completo, esbozar una definición
como la siguiente:
Nuestra visión acerca del técnico de selección resulta mucho más amplia que la
definición que planteábamos de inicio. Un seleccionador, o el departamento en su
conjunto, deben tener la capacidad no solamente de realizar adecuadamente los
procesos de captación e incorporación de personal, sino también de decidir sobre la
manera cómo estos se estructuran.
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Con el objetivo de iniciar este curso sobre los procesos de selección de personal en las
organizaciones, resulta sumamente interesante acotar primero el terreno conceptual,
social e histórico sobre el cual se asientan los orígenes de estos procesos. De este modo
realizaremos un breve recorrido por ámbitos como la sociología de la empresa, las
relaciones laborales o la historia de los sistemas de producción para poder comprender
mejor el contexto en el que se desarrollan los procesos de selección tal y como los
conocemos hoy en día. Para tal fin, hemos escogido diversos autores y bibliografía que
aportarán las bases teóricas necesarias al curso que nos ocupa.
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Para comprender las distintas dinámicas que configuran el ámbito de los recursos
humanos dentro la empresa y, más concretamente, la selección de personal, es
estrictamente necesario entender el modelo de organización del trabajo en el que se
adscriben. Y dicho modelo pasa por conocer los diferentes sistemas económicos de
producción y sus distintas necesidades a lo largo de la historia. En este apartado
diferenciaremos principalmente entre tres paradigmas: la sociedad agrícola, la sociedad
industrial y la sociedad postindustrial. Hay que matizar que, como clasificación, cada uno
de estos tres paradigmas comprende un período histórico muy amplio que a su vez
integra una gran diversidad de procesos políticos, económicos y sociales. A nivel general,
esta división puede parecer demasiado reduccionista pero, teniendo en cuenta el
objetivo particular de este apartado, consideramos que estos tres paradigmas resultan
perfectamente explicativos.
El primer factor destacable de este período es que la mayor parte de la población vivía
en el campo. El principal sector productivo era la agricultura y, por lo tanto, el trabajo
se articulaba alrededor de las distintas tareas que conforman la actividad agrícola. De
forma generalista, podemos afirmar también que las estructuras sociales eran de
carácter más simple y rígido que las correspondientes a etapas posteriores. La jerarquía
social, las relaciones de poder y la adscripción al grupo derivaban, en muchos casos, de
la propiedad de la tierra. Al ser esta de naturaleza familiar o heredada, se configura un
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Por lo tanto, nos encontramos con una estructura social formada por un conjunto de
grupos, castas o clases muy bien definidas, separadas entre sí y bastante dualizadas.
Podemos observar un grupo dominante o élite conformado por la nobleza, la iglesia y
algunos terratenientes, mientras que la gran masa de campesinos, parceleros y obreros
se mantienen en una relación de servilismo respecto a los primeros. Como hemos dicho,
el principal criterio de división social respecto al trabajo lo conforma la propiedad de la
tierra, que se adquiere únicamente por derechos divinos o de sangre. Esta situación
refleja un panorama poco favorable al cambio, donde la posición social del individuo, su
estatus en el estrato social y el trabajo que va a realizar se define desde el nacimiento.
El hijo del campesino, con toda probabilidad, será campesino y a su vez, el hijo del noble
será noble toda su vida. Paralelamente, la religión juega también un papel determinante
en la constitución de este horizonte. La Iglesia, especialmente la católica, no sólo
participa activamente de este sistema de estructuración social, sino que apuntala las
bases de la dominación de la élite social a través de su discurso. La doctrina religiosa
justificará las desigualdades sociales bajo el manto de la voluntad divina.
Debemos ubicarnos, por lo tanto, en una cosmovisión muy distinta a la visión del mundo
contemporánea. El grupo, con su correspondiente líder en su escalafón social, era el
referente para el individuo. Se trata de una sociedad sumamente gregaria, en la que el
peso del grupo o comunidad ejerce una gran presión sobre la conducta individual. Las
relaciones sociales vienen marcadas desde arriba: la ley divina, la élite dirigente y la
comunidad. El trabajo también responde a esta lógica descendente. Se define desde
arriba, ya sea por sangre o designio divino, y se ejecuta desde abajo. La noción de
desarrollo personal asociado al trabajo, tal y como se entiende hoy en día, se encuentra
a kilómetros de distancia.
Por otro lado, cabe destacar el papel de las organizaciones gremiales como una forma
distinta de conceptualizar el trabajo y las profesiones. En esta época, los gremios son los
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La primera idea que hay que entender es que la revolución industrial determina cambios
esenciales en las relaciones laborales existentes hasta la época. La profunda
transformación que experimentan las formas y relaciones de producción, así como las
estructuras de relación social resultantes, condicionan un nuevo paradigma en materia
de trabajo. Aunque estos cambios no se producen de igual forma en el conjunto del
mundo occidental, podemos afirmar que existe un cierto proceso socio-económico que
deriva en las transformaciones antes mencionadas. Al mismo tiempo, debemos matizar
que este proceso no se desarrolla de forma lineal, sino que es la confluencia de varios
factores la que nos permite entender el origen de este nuevo modelo: cabe contemplar
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Max Weber, en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo establece las
bases culturales de este proceso. Para este autor alemán, el dogma religioso
protestante, luterano y calvinista, constituye un caldo de cultivo idóneo para el
surgimiento de una nueva forma de conceptualizar la relación entre el individuo y el
trabajo. Para la corriente protestante, la plena dedicación a la actividad laboral
constituye en sí misma una forma de ejercicio religioso. De este modo, el trabajo diario
pasa a ser considerado una forma de acercamiento a la divinidad mediante en el que se
establece una relación directa entre el individuo y Dios. Al mismo tiempo, el
enaltecimiento de valores como la austeridad, el ahorro o el éxito profesional
contribuirán a constituir el catalizador perfecto para la conformación del nuevo modelo
económico capitalista. No es por casualidad que países de tradición protestante como
EEUU, Alemania o Inglaterra sean el marco donde se inician las primeras fases de la
revolución industrial. De forma sintética, pues, se puede afirmar que el discurso
protestante contribuye en gran medida a la creación de un poso cultural determinante
para la aparición de una cierta predisposición, actitud o moral que Weber denominará
el “espíritu del capitalismo”. Estas pautas de conducta serán cruciales para el desarrollo
de un sistema de relaciones de trabajo basadas en el mercado.
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Este modelo de producción capitalista, aunque de forma desigual en los distintos países
occidentales, marcará el tipo de relaciones de trabajo características de nuestras
sociedades. Sin embargo, muchos elementos de este mecanismo son el resultado de una
lenta evolución a lo largo de los años hasta adoptar la forma bajo la cual los conocemos
hoy en día. Es evidente que mucho ha llovido desde finales del siglo XIX hasta nuestros
tiempos. Solo hace falta echar un vistazo a los numerosos ensayos que denuncian las
paupérrimas condiciones de trabajo en las cuales vivían, a finales del siglo XIX, las
familias obreras de ciudades industriales como Manchester. La ausencia de
reglamentación en materia de seguridad, las marcadas condiciones de insalubridad, las
jornadas laborales de 12 horas, el trabajo infantil y las altas tasas de mortalidad laboral
son solo algunos de los elementos característicos de la época. Se trata de una era
marcada por una gran conflictividad social que trasciende más allá de los mismos
centros de trabajo. Los movimientos sociales y las organizaciones sindicales toman
forma en este período como actores clave en la renegociación y transformación de estas
relaciones laborales de producción.
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modo, el estado se constituye como el agente encargado de limitar el poder del mercado
frente al individuo y, por tanto, como el gran mediador social en materia de relaciones
laborales. En este período toman forma distintas leyes destinadas a regular asuntos tan
cruciales como la jornada laboral, el salario mínimo, las condiciones de los centros de
trabajo o la prevención de riesgos laborales. Al mismo tiempo, se reviste al trabajador
de una serie de derechos básicos como son la salud, la educación, la vivienda o el
derecho a mantener una vida digna.
En este aparatado recuperaremos el hilo argumental abierto unos párrafos más arriba
al hablar de los autores clásicos de la organización científica del trabajo. El objetivo será
repasar la evolución de los estudios y las prácticas con origen en la era industrial que
han asentado las bases para el actual desarrollo de las técnicas de integración de
personal en las organizaciones.
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Tal y como los define Peña Baztán, se trata de hombres “amables” que tenían
encomendada la función de mantener alta la motivación de los trabajadores para que,
al sentirse valorados, produjeran más.
Después de las dos guerras mundiales, a mediados de siglo, se producen fuertes avances
en materia organizacional de la empresa. Frente a la problemática de tener que acelerar
la producción para cubrir las inmensas necesidades materiales de la postguerra y la
necesaria incorporación de nuevos sectores de mano de obra, como serían las mujeres,
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Los Recursos Humanos se consolidan como una función empresarial a tener muy en
cuenta y posibilitan la aparición de diversos métodos para la selección de trabajadores.
Los más característicos son las pruebas profesionales, los test, las entrevistas en general
y de modo más selectivo, las pruebas grafológicas. A todos estos habría que añadir los
exámenes médicos, evaluaciones psicológicas y otros métodos de tipo más
paracientífico, como la fisiognomía.
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La crisis económica de los setenta se inicia alrededor de 1973 con la negativa de los
países productores a vender petróleo a los estados occidentales aliados de Israel en la
guerra de Yom Kippur. Esto provocará un encarecimiento de las materias primas y
especialmente del crudo, que se había configurado como el motor energético principal
del modelo de producción en masa y, por tanto, del desarrollo económico
experimentado durante los sesenta. Con el encarecimiento del proceso de fabricación
industrial empiezan a desmoronarse también las bases del modelo de producción
fordista. En consecuencia, lo que inicialmente parecía ser una crisis puramente
económica, originada por la subida de precio del petróleo, acaba por convertirse en una
crisis de las formas de producción industrial.
Hacia mitad de los años 70, el modelo fordista y taylorista de organización del trabajo
parece no ser capaz de seguir manteniendo los niveles de rentabilidad anteriores. Hay
que tener presente que un sistema de producción como el fordista se basaba en la
explotación expansiva de mercados de consumo vírgenes o aún por abrir. Un ejemplo
paradigmático es el del caso del emblemático Ford T, producido en masa para que la
población trabajadora pudiera acceder a comprarlo también en masa. Pero a mediados
de los años 70 llega un momento en que las nuevas clases medias ya poseen todos
aquellos bienes de consumo disponibles en el mercado: electrodomésticos, coches,
muebles de diseño, etc. Esto desembocará en una saturación del mercado que acabará
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por causar una caída global en el nivel de ventas. De este modo, el ciclo económico de
crecimiento se ve drásticamente frenado entrando así en una fase de recesión.
A finales de los años 70, con la crisis del sistema fordista de producción, se suceden una
serie de transformaciones a nivel mundial respecto al modelo de organización del
trabajo. De esta manera, en la década de los 80, entramos de lleno en una carrera hacia
la flexibilización e integración del trabajo y los procesos productivos. Este tipo de
producción más flexible se basa en la concepción de que los consumidores son
potencialmente distintos y que, por tanto, existen segmentos de demanda muy
diferenciados a los cuales hay que adaptarse fabricando de forma más especializada.
Aparecen nuevos sistemas de producción, denominados postfordistas, que intentarán
satisfacer las demandas de un mercado mucho más articulado. Desde esta nueva
perspectiva, el mercado de consumo deja de entenderse como un todo homogéneo al
que hay que responder fabricando un paquete homogéneo de bienes. Durante este
período, el mercado se conceptualizará como un aglomerado de distintos sectores o
segmentos a los cuales hay que adaptarse de forma personalizada con unos
determinados bienes y servicios muy específicos.
A partir de los primeros años 90, aparece un factor que condiciona todos los estudios de
los procesos económicos y laborales, que es, sin duda, la globalización. La globalización
se caracterizará principalmente por la integración de los mercados locales en una
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Tal y como hemos visto, la división jerárquica del trabajo cada vez queda más
desdibujada. Las distintas fases del proceso de fabricación quedan fragmentadas y
repartidas entre el conjunto de la plantilla de la empresa. El trabajador gana en
autonomía para tomar decisiones acerca del diseño y ejecución de las tareas propias de
su puesto de trabajo. Cada vez resulta más imprescindible la participación del trabajador
en la función organizativa y racional del trabajo: debe aportar sus capacidades tanto
físicas como psicológicas a la tarea que desempeña. De su buen hacer y criterio
profesional dependerán los resultados finales del conjunto de la empresa. Aparecen, así,
un sinfín de mandos intermedios y profesiones liberales altamente especializados en sus
funciones dentro de cada organización. La empresa pasa a entenderse como un ente
dinámico configurado por una suma de aportaciones individuales coordinadas entre sí.
De hecho, en los años 70 ya encontramos la primera corriente teórica que aboga por la
profundización en todos estos procesos dentro la empresa. Se trata del denominado
enfoque sociotécnico o democracia industrial, muy característico de países nórdicos
como Noruega o Suecia. Como alternativa a las características organizacionales del
enfoque tradicional, característico del paradigma anterior, este enfoque pone el acento
en una serie elementos que lo diferencian de su antecesor: las necesarias relaciones
sistémicas de las distintas unidades operativas dentro de la empresa, la adaptación
inteligente a las herramientas tecnológicas, el trabajo en grupos autónomos o la
flexibilidad participativa de los miembros de la organización, entre otros.
En este contexto la vertiente emocional, humana y psicológica del trabajo gana cada vez
más terreno en la organización de las empresas. Los recursos humanos y sus funciones
de selección, formación e integración resultan ya cruciales para el buen funcionamiento
del grupo. Con la consolidación de las primeras técnicas de selección y la constatación
de sus resultados, se impulsa una nueva oleada de investigaciones y actuaciones
destinadas al avance y mejora de los procedimientos existentes. Se incorporan los test
proyectivos, las pruebas de personalidad, la especialización en las distintas técnicas de
entrevista, las pruebas de grupo, los ejercicios de simulación, los biodatos, la gestión de
competencias, etc. Al mismo tiempo se optimizan distintos instrumentos ya existentes
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En este apartado hemos querido introducir una breve reflexión con el fin de entender la
selección de personal en toda su amplitud. Esto implica conceptualizar esta función
empresarial no como un ente aislado, sino como un elemento sumamente
interconectado que mantiene relaciones sistémicas con otras áreas, tanto de la empresa
como del entorno social. Para tal fin, nos serviremos de la Teoría General de Sistemas.
El modelo inicial de dicha teoría fue propuesto por Ludwig Von Bertalanffy y
posteriormente desarrollado por otros autores como Blauberg, Judin, Laszlo o Rapoport.
Según esta teoría, toda realidad puede ser diseccionada en diferentes subsistemas que
mantienen un alto grado de interdependencia entre sí. Para entender el todo, que en
nuestro caso es la empresa, hay que entender las distintas partes que lo componen,
entendiendo también la interconectividad funcional que existe entre ellas. Así, las
organizaciones se configuran como un sistema orgánico y dinámico, integrado dentro
de un determinado sistema social y compuesto por distintos departamentos que se
retroalimentan en sus funciones. Observamos cómo el sistema es considerado desde un
punto de vista holístico, que está por encima de la simple comprensión atomista de las
distintas partes. El sistema funciona gracias al funcionamiento interdependiente de
todas las partes que lo componen.
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Un sistema puede ser tan amplio como podamos concebir, pero tomando como foco de
análisis la selección de personal dentro de las organizaciones, hemos propuesto el
modelo ilustrativo que se presenta a continuación:
SISTEMA SOCIAL
ENTORNO ORGANIZACIONAL
CONTRATACIONES
ORGANIZACIÓN EMPRESARIAL
DESPIDOS
DEPARTAMENTO DE RECURSOS HUMANOS
ÁREA DE SELECCIÓN DE PERSONAL
SELECCIONADOR
PROCESO DE SELECCIÓN
Dentro del sistema que configura una sociedad determinada se distinguen una gran
multiplicidad de subsistemas diferenciados, pero altamente relacionados entre sí. Uno
de estos subsistemas podría ser el configurado por el entorno económico y
organizacional. Es evidente que el modelo económico del que participa una determinada
sociedad, así como elementos como la tasa de paro o las ayudas a la creación de
empresas, influirán en la manera en que sus empresas y organizaciones se componen y
estructuran. A su vez, uno de los subsistemas de este entorno económico podría ser la
organización empresarial. La empresa, sus jerarquías, la política de contrataciones, el
sector de actividad o el tamaño de la misma son elementos clave para entender los
distintos subsistemas que dependen de ella. Paralelamente, este tipo de organizaciones
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seno de una organización. Así vemos como la selección de personal, como input del
sistema, garantiza la elección del candidato que mejor encaja con el puesto ofertado.
A partir de aquí, se deben poner en marcha toda una serie de mecanismos propios de la
gestión integrada de los recursos humanos que garanticen el éxito del proceso: los
planes iniciales de acogida del candidato, el seguimiento y evaluación de su desempeño
laboral, los procesos de formación que garanticen su evolución como profesional, los
planes de promoción interna acorde con dicha evolución y, finalmente, los planes de
sucesión u outplacement derivados de la jubilación del trabajador.
Aunque sería ideal aplicar todos estos mecanismos, debido a la alta flexibilización del
mercado laboral, en muchos casos es imposible el cumplimiento de todo el ciclo en una
misma empresa. Los trabajadores, cada vez más especializados y flexibles, deben ser
capaces de adaptarse a un entorno laboral cambiante.
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Como hemos dicho, la selección de personal garantiza la elección del candidato idóneo,
pero el resto de funciones o subsistemas deben completar el ciclo. De lo contrario, la
eficacia de la selección acabará siendo nula, al no verse apoyada por el resto de
procedimientos propios de una gestión integrada de los recursos humanos.
Desde la perspectiva que aporta la Teoría General de Sistemas, queremos introducir una
nueva visión que permita armonizar mejor el funcionamiento de la empresa. En primer
lugar, hay que destacar la idea de consenso como objetivo último que permitirá un
mejor funcionamiento de las organizaciones. Como hemos visto, absolutamente todas
las piezas de cualquier empresa se encuentran sumamente interconectadas entre sí. Las
unas dependen de las otras y sin el funcionamiento óptimo de todas ellas, los resultados
globales son muy difíciles de obtener, de modo que, a riesgo de sonar un poco idealista
o incluso ingenuo, desde el departamento de recursos humanos es muy importante
fomentar este sentimiento orgánico o de comunidad dentro de la organización. En este
sentido, la coordinación de objetivos comunes, mediante el establecimiento de una
línea de funcionamiento consensuada entre las distintas partes, es vital. Y, tal vez, sea
la única manera de lograr resolver las contradicciones y conflictos que se pueden llegar
a generar entre los distintos grupos humanos que conforman cualquier organización.
Así, el proyecto de la misma empresa debe ser un proyecto común, compartido por
todos los departamentos, trabajadores y áreas que la componen. O, al menos, este debe
ser el objetivo de la “buena praxis” empresarial.
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Para poder establecer este modelo base del proceso de selección, hemos realizado una
propuesta de un sistema integrado de selección ideal compuesto por tres partes. A su
vez, cada una de estas partes se encuentra constituida por una serie de sub-fases o
tareas concretas.
Las tres grandes etapas en las que se sustenta el proceso de selección son:
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los planes de formación, los períodos de prueba o los ciclos de entrenamiento que
acaban de completar la adecuación entre la persona, la empresa y el puesto.
Estas tres fases que acabamos de describir configuran, de forma general y a través de
distintas pequeñas tareas, lo que podríamos denominar un sistema integrado de
selección. En el esquema que exponemos a continuación se presentan
cronológicamente los pasos concretos a seguir en un proceso de selección completo. El
esquema será desarrollado a lo largo de toda la asignatura, pero por ahora nos
limitaremos a conocer sus elementos más básicos. Se debe tener en cuenta que este
esquema contiene todos los pasos posibles, pero que en la práctica, y al tratarse de un
proceso exhaustivo, seguramente no será necesario desarrollarlos en todos sus puntos.
Un buen seleccionador debe discernir qué técnicas y herramientas se ajustan mejor a
cada proceso.
RECOGIDA DE DATOS
-Sobre la empresa -Sobre el perfil de candidato
CAPTACIÓN DE CANDIDATOS
CONCERTACIÓN DE ENTREVISTAS
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ENTREVISTA DE SELECCIÓN
ELABORACIÓN DE INFORMES
ENTREVISTA FINAL
PLAN DE ACOGIDA
SEGUIMIENTO
Existe un buen margen de flexibilidad para que el seccionador adapte el proceso a las
necesidades de personal concretas surgidas en cada momento. En este sentido, resulta
crucial la preparación profesional del proceso y el análisis riguroso de las características
específicas del puesto a cubrir. Es evidente que no todas las fases que aparecen en el
esquema anterior son estrictamente necesarias. De hecho, dependiendo del proceso
nos podemos encontrar con que diversos de los pasos que aparecen en nuestro modelo
pueden ser intercambiados cronológicamente, realizados simultáneamente o
sustituidos unos por otros. Se trata de un modelo ideal exageradamente completo, una
herramienta para que cada seleccionador escoja aquellos elementos que más encajen
con la naturaleza del proceso que deba realizar en cada ocasión.
Otra consideración a tener en cuenta acerca de nuestro esquema es que nos hemos
ceñido únicamente a la descripción de un proceso de selección realizado con candidatos
externos a la organización. Esta es solo es una modalidad de las dos posibles en selección
de personal. De hecho, recomendamos encarecidamente evaluar primero las
posibilidades de promocionar y cubrir los puestos vacantes con los profesionales de la
empresa. En este sentido, la realización de una bolsa interna de trabajo puede resultar
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muy interesante, al mismo tiempo que contribuye a mejorar el clima laboral. Por lo
tanto, primero se deben considerar los trabajadores de la casa y, en caso de no poder
cubrir la vacante, buscar fuera. Aun así, en esta asignatura nos centraremos
principalmente en los canales externos.
Esta es una breve descripción de cada una de las fases que serán tratadas en
profundidad los apartados posteriores:
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Recogida de datos
En muchos casos este apartado puede resultar complementario al anterior y, por
lo tanto, se puede realizar de forma conjunta. Se trata de ampliar la información
disponible acerca del proceso, añadiendo algunos elementos más allá de las
características funcionales del puesto a cubrir. Así, podemos intentar ampliar la
información disponible acerca de la empresa, el perfil del candidato, los factores
de rendimiento o sobre otras características del puesto.
Captación de candidatos
Una vez acabada la fase previa al proceso propiamente dicho, se debe elegir la
forma de captación o reclutamiento más adecuada. En función del tipo de puesto
a cubrir y de la mayor o menor disponibilidad de candidatos, utilizaremos una u
otra fuente de reclutamiento. Estas pueden ser de naturaleza tan diversa como
las oficinas de empleo, los anuncios de prensa, plataformas de Internet, colegios
profesionales o centros educativos. La elección de uno o varios de estos métodos
dependerá de las especificidades del puesto.
Preselección de curriculum vitae
Generalmente -y más hoy en día-, en los procesos se dispone de una gran
pluralidad de candidatos. La magnitud de esta variedad de candidaturas puede
ser tal que resulte necesario aplicar el primer filtro de selección nada más recibir
los documentos curriculares de los candidatos. En principio, todos merecen ser
considerados y para ello se procede a determinar cuáles son aquellas
candidaturas que cumplen los requisitos mínimos a nivel académico, de
experiencia o disponibilidad.
Concertación de entrevistas
Esta fase se encarga de cubrir varios objetivos simultáneamente. El primero y
más evidente es comunicar al candidato su preselección y citarle para una futura
entrevista. El segundo es aclarar cualquier duda existente por cualquiera de las
dos partes y motivar al candidato a participar en el proceso. En este sentido, hay
que estudiar cada candidatura y preparar cada llamada con el fin de poder
aclarar todos aquellos elementos que sean necesarios.
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