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Minería ilegal se extendió en 6.

000 hectáreas más en 2019


Empresas legales buscan sacudirse del estigma de efectos dañinos que genera la actividad
ilícita.

Minería informal en el municipio de Buriticá en el 2013. La población sufrió altos niveles de


vulnerabilidad social. Foto: Cortesía Continental Gold

Por: María Camila Pérez y Mauricio Galindo


22 de febrero 2020, 11:06 p.m.

La extracción ilícita de minerales no requiere de consultas previas ni de licencias. Por


ejemplo, “en la carretera Panamericana, en Santander de Quilichao, ha habido explotación
ilícita frente a todo el mundo, a todas las autoridades”, dice Juan Camilo Nariño, presidente
de la Asociación Colombiana de Minería (ACM).
Sin consultas ni convocatorias sociales para rechazarla, el área de extracción ilícita de oro
de aluvión en tierra avanzó 6,5 por ciento en el último año, de acuerdo con la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Un avance mayor que el 2 por ciento
de la producción total del sector de minas y canteras en el PIB, que creció por primera vez
en seis años.
Para las comunidades, la actividad ilegal les lleva condiciones de trabajo irregulares, les
niega las regalías y los impuestos y trae violencia. Para el ambiente, destruye bosques,
fuentes de agua y no restaura el paisaje, una vez la actividad ilegal termina.
En oro, de acuerdo con la UNODC, en el año 2019 se llegó a 98.000 hectáreas
explotadas a cielo abierto. Sobre la actividad ilegal subterránea no hay cálculos.
De ese total, el 51 por ciento está en zonas excluibles, como reservas forestales o parques
naturales. En zonas de minería restringida está el 10 por ciento.
El total del 2019 superó las 92.000 hectáreas del 2018, es decir que creció 6,5 por ciento,
o 6.000 hectáreas en el año. Más de 16 hectáreas por día, o un área cercana a unas 32
canchas de fútbol cada 24 horas.
Entre tanto, el barequeo, una actividad popular realizada por habitantes de terrenos
aluviales (como en las vegas de los ríos) que lavan arenas a través de medios
exclusivamente manuales, equivale al 44 por ciento de la producción nacional, según
UNODC.
Mientras algunos actúan sin ser molestados por las autoridades, en años recientes,
habitantes de municipios como Piedras o Cajamarca, en el Tolima, votaron en contra de la
minería en sus territorios.
Más allá de si es o no constitucional que un municipio prohíba esta actividad, esas
manifestaciones pusieron de presente percepciones sobre la minería como una actividad
dañina para la sociedad y el ambiente, mientras que compañías que operan desde hace
años tratan de mostrar, con sus prácticas, que dichas percepciones se originan en las
consecuencias que trae la extracción ilegal y no en las actividades que se hacen con
respeto a las normas.
Por ejemplo, Luis Germán Meneses, presidente de Continental Gold, cuenta cómo hacia el
2013, en Buriticá, Antioquia, la población había pasado de 6.000 a 13.000 habitantes,
por la minería ilegal de oro, propiciando fenómenos como la prostitución, en buena parte
de menores, drogadicción y criminalidad.

Este es parte del panorama ambiental que se observa como consecuencia de la minería practicada
de forma ilegal. Foto: Archivo particular.
Seis años después, el panorama ha cambiado con la formalización de la operación, que ha
permitido encadenamientos productivos que involucran al 75 por ciento de las empresas
del municipio.
En Muzo, Boyacá, Charles Burgess, presidente de Minería Texas Colombia, recuerda que
antes de que se formalizara la operación actuaban 12 buldóceres, con los que se arrasaron
los bosques en busca de las esmeraldas. Luego de que comenzó a formalizarse la
actividad, hubo una invasión de la mina en el 2013, por mineros ilegales, y el debilitamiento
que tenía la montaña permitió un derrumbe en el que murieron tres personas.
Actualmente, la operación ya no es a cielo abierto sino subterránea, lo que ha
permitido recuperar los bosques.
La extracción de oro es en donde generalmente se registran los mayores índices de
ilegalidad. De acuerdo con cifras del Ejército Nacional, 170 municipios fueron afectados en
2018 por la explotación ilícita de este mineral.
De hecho, en numerosas ocasiones, la actividad ilegal ocurre en las mismas zonas en las
que hay minería formal: “Permanentemente tenemos entre 30 y 100 invasiones en
nuestra mina. Cuando se presenta una invasión, solicitamos un amparo administrativo,
hablamos con las autoridades y les informamos a las personas que están operando
ilegalmente en nuestro territorio, pero no podemos hacer más que eso”, aseguró Andrés
Restrepo Isaza, presidente de Mineros S. A.
La perturbación de los títulos legales de explotación o de las áreas cercanas a estos es
recurrente, según la Brigada contra la Minería Ilegal del Ejército, porque ya hay una certeza
de que en esa zona está el mineral, lo cual genera recurrentes fricciones entre formales e
informales.
La persistencia de la actividad ilegal obedece a razones como ausencia estatal o
rentabilidad. La brigada señala que un kilo de oro vendido informalmente cuesta 90
millones de pesos, y el valor asciende a 135 millones de pesos si es exportado.
Informes de la brigada determinan que en la explotación ilegal con retroexcavadora, el costo
mensual de cada máquina llega a 18 millones de pesos y se puede obtener una
producción bruta mensual de entre 135 y 225 millones de pesos, y una ganancia neta
de 86 por ciento.
La rentabilidad estimula la extracción ilícita de yacimientos mineros, un delito contemplado
en el artículo 244 del Código Penal, que prohíbe cualquier tipo de captación de minerales
de propiedad nacional y privada sin el correspondiente título minero o autorización del titular
de la propiedad.
Varios observadores coinciden en que la persistencia de la ilegalidad también es producto
de significativas falencias institucionales. Aunque la Agencia Nacional de Minería (ANM) es
una de las entidades donde se puede solicitar el amparo de títulos –figura de protección de
las propiedades–, la única autoridad que cuenta con la competencia para autorizar a la
Policía a ejecutar la suspensión de actividades irregulares es el alcalde de cada municipio.
En este sentido, fuentes presentes en los territorios sostienen que en determinadas zonas
del país, los amparos no se ejecutan dada la negación de los funcionarios, por los vínculos
con los mineros informales.
Parte de la planta de Minería Texas Colombia, que formalizó la extracción de esmeraldas en el
municipio de Muzo, en Boyacá. Foto: Cortesía Minería Texas Colombia.

Estudios de más de una década, antes de actuar sobre el ambiente


¿Cuál es la diferencia, en relación con el ambiente, entre la actividad legal y la ilegal? “La
diferencia –dice Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería
(AMC)– es que la minería sí tiene relación con el ambiente, a diferencia de la extracción
ilícita”. Y complementa: “La única relación de la extracción ilícita de minerales con el
ambiente es que lo destruye”.
Cada proyecto de la actividad legal, dice, puede tener 14 años de investigación, antes de
arrancar, en los que se analiza cómo generar los menores impactos posibles, cómo
prevenir, compensar y restaurar.
Según la asociación, en el 2018 se destinaron 368.000 millones de pesos a árboles,
cuencas, guardabosques y en iniciativas en las que el primer rubro es el agua.
La otra cara muestra que en el último año, además del aumento de la explotación ilícita de
oro de aluvión en tierra, que pasó de 92.000 a 98.000 hectáreas, se evidenció un nuevo
fenómeno de profundización de las zonas ya afectadas, según el monitoreo de la Oficina
de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Hoyos de hasta 20 metros de profundidad, además de afectar significativamente el suelo,
están poniendo en riesgo a comunidades y alterando el curso de los ríos del país.
“Las retroexcavadoras son el elemento que más ha impactado contra el
medioambiente, siendo el principal responsable de la deforestación para la
explotación minera no autorizada en tierra”, afirmó Sandra Rodríguez, analista de
UNODC.
Según la Brigada contra la Minería Ilegal, el pasivo ambiental en las 10.000 hectáreas en
las que ha intervenido para recuperación en los últimos 4 años puede valer 1 billón de
pesos. Si ese costo se lleva a toda la explotación ilegal, se estaría hablando de 10
billones de pesos.
El informe de UNODC destaca que, además de esta problemática, es preocupante el daño
que se está generando en los ríos con la utilización de dragas, en donde es mucho más
difícil calcular el impacto.
Antioquia y Chocó son los departamentos más afectados por la explotación ilícita de oro en
tierra, con una participación del total nacional del 40 y 38 por ciento, respectivamente, y la
Orinoquia y el Amazonas son los que más están en riesgo por la explotación en agua, con
el agravante de que en estos departamentos la minería se está ejecutando o en zonas
excluibles de minería o en las zonas exentas de minería.
Las excluibles hacen referencia a territorios donde se prohíbe cualquier tipo de explotación
como todos los contemplados en la ley segunda (páramos, selvas, etc.). Las segundas
están asociadas con zonas donde habitan comunidades de gran valor cultural, como
indígenas y afros.
Adicional a lo anterior, preocupa el ascenso de la utilización del mercurio para la aceleración
del proceso que separa el oro de la arena en las actividades de barequeo tradicional. La
Brigada del Ejército contra la Minería Ilegal explica que cuando se desperdicia el
mercurio líquido y cae a los ríos, este se metaliza y produce metilmercurio, que es el
que se acumula en los tejidos de los peces, con el riesgo de ser consumidos por las
personas. Si bien en la actualidad se prohíbe la venta libre de mercurio, salvo para unas
excepciones médicas, el uso de este elemento para la minería informal sigue creciendo.
De acuerdo con las Naciones Unidas, en el 2019 solo el 19 por ciento de la explotación
minera contaba con el aval del título, mientras que el porcentaje de actores con licencias
ambientales tan solo fue del 8 por ciento.
Entre padecer violencia o avanzar en atender las necesidades básicas
De acuerdo con la ACM, el índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) es menor en
los municipios mineros que en los que no lo son, mientras que los niveles de educación
están por encima. Así, por ejemplo, las NBI en los municipios mineros pasaron de 61 por
ciento en 1993 a 54,7 por ciento en el 2011, y a 33,2 por ciento en el 2018. Por su parte, la
cobertura en educación pasó del 84,4 por ciento en el 2005 al 97,4 por ciento en el 2018.
Y más allá de los pagos de regalías, hay 127.000 millones de pesos en otro tipo de
aportes, según la asociación. “¿Cómo generar eso?: con riqueza. Con pobreza no se
puede”, dice su presidente, Juan Camilo Nariño.
Por su parte, Charles Burgess, presidente de Minería Texas Colombia en Muzo, Boyacá,
señala que antes de la operación de esa compañía, los trabajadores no eran empleados,
buscaban las esmeraldas que les entregaban a los patrones, y les daban media hora al día
para buscar algo para ellos, a manera de pago. En la actualidad, los trabajadores son
formales, con remuneraciones a partir de tres salarios mínimos.
En contraste, uno de los mayores impactos de la actividad ilegal es la violencia. Desde
principios de la década del 2000 empezó a originarse el fenómeno de financiamiento de
grupos ilegales a través de la producción aurífera.
Según el informe del 2018 de la Defensoría del Pueblo sobre economías ilegales, el
aumento de los precios internacionales del oro, los esfuerzos del Estado por combatir el
fenómeno del narcotráfico y la incapacidad institucional para regular la explotación de
minerales fueron algunas de las causas de la unión entre estas actividades. Cifras del
Ejército Nacional muestran más de 4.000 puntos donde se hace extracción ilegal, y
corresponden a 141 municipios.

En muchas zonas donde se hace minería ilegal hay un daño ambiental irreparable. Foto: Cortesía
Séptima División del Ejército.
“Cuando uno hace la comparación con cultivos de coca, la coca es ilegal desde el
comienzo, en cualquier momento que descubran la coca es ilegal, el oro no. Yo puedo
tener mi anillo de oro, y puedo tener mis gramos de oro, pero eso no es ilegal”,
destacó Sandra Rodríguez, analista sénior de procesamiento digital de imágenes satelitales
de UNODC.
En este sentido, si bien no se puede aseverar que todas las situaciones apunten a que hay
una correspondencia entre los mineros de los municipios y los grupos ilegales, sí se han
encontrado evidencias de que existe una relación entre estos, ya sea voluntaria u obligada.
Fuentes consultadas en los territorios advierten que para un minero pobre es más fácil
pagarle a un ilegal para que lo proteja de las autoridades que cumplir con los requisitos
legales. Terminan pagando una vacuna al Eln u otros grupos para que los protejan de la
autoridad.
La complicada ruta a la formalización en el país
En el último censo minero, en el 2011, el 63 por ciento de las 14.357 unidades de producción
minera encuestadas (UPM) no contaban con un título minero. En oro, el porcentaje
llegaba al 87 por ciento.
Hace algunos años, la producción legal solo representaba entre el 20 y 30 por ciento de la
actividad nacional, pero actualmente la producción legal del oro alcanza el 40 por ciento del
total nacional, dice Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería
(ACM).

El avance, dice, obedece no solamente a factores como la apertura de nuevas minas que
aceleran la producción, sino también a que “viene existiendo un marco regulatorio que
ha estrechado las posibilidades y el espacio de la ilegalidad”.
En este sentido, mecanismos implementados por el Gobierno, como el Registro Único de
Comercializadores (Rucom), el Registro Único Tributario (RUT) y, recientemente, la
plataforma Sistema Integral de Gestión Minera (ANNA Minería) han contribuido a registrar
y controlar la actividad minera en el país.
“Tenemos una meta de formalizar 27.000 mineros que no están actualmente en la legalidad.
En este momento están haciendo tránsito 10.000, y en la medida en que ellos estén en la
legalidad podemos fiscalizarlos y acompañarlos”, dijo recientemente Carolina Rojas,
viceministra de Minas.
Sin embargo, pequeños mineros aseguran que aún hacen falta normas diferenciadas que
contemplen las distintas escalas de hacer minería en Colombia. Juan, minero de Chocó,
manifiesta que “exigirle una certificación de contador a un pequeño minero de
subsistencia es obligarlo a pagar y a llevar contabilidad de algo que simple y
llanamente le está dando es para sobrevivir”.
No podemos decir que el Gobierno no ha hecho esfuerzos por simplificar la formalización,
lo que podemos decir es que esos procesos no han sido tan exitosos como deberían ser
Andrés Restrepo Isaza, presidente de Mineros S. A., concuerda con esta afirmación al
exponer el trabajo de acompañamiento que la compañía realiza con dos comunidades, a
las que les concedieron parte de su título, las cuales están en sendos procesos de
formalización.
“La Empresa de Mineros de Jobo Medio (Emijom) –dice Restrepo– lleva más de 6 años
tratando de formalizarse y no ha podido cumplir con los requisitos porque son comunidades
en donde generalmente no tienen ni un bachillerato, y les llegan con unos requisitos que
ellos no pueden cumplir. No podemos decir que el Gobierno no ha hecho esfuerzos por
simplificar la formalización, lo que podemos decir es que esos procesos no han sido tan
exitosos como deberían ser”.
‘La minería que se hace con las manos no produce para sobrevivir’: pequeño minero
Juan* es un veterano minero del Chocó, que cuenta que la minería siempre ha sido una
actividad tradicional del municipio donde nació, pero que los pequeños extractores hoy se
sienten fuertemente estigmatizados.
Desde 1959, recuerda, el Estado colombiano confinó gran parte del territorio del Pacífico
para que hiciera parte de la ley segunda, una norma que protege las zonas forestales del
país prohibiendo cualquier intervención económica, pero sin tener en cuenta la actividad
tradicional de las personas que vivían en la región. De acuerdo con el monitoreo de la
Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), el 95 por ciento de
las 35.194 hectáreas del Chocó son zonas en donde está prohibido hacer minería o está
fuertemente restringida la actividad.

Los materiales que se usan para la extracción de oro son mercurio, cianuro, entre otras sustancias
peligrosas. Foto: Cortesía Policía Nacional.
“Tengo la claridad suficiente para explicar por qué la mayoría de los mineros del Chocó hoy
no tenemos un título minero. Obviamente, el Gobierno considera la minería sin títulos como
una minería criminal, como una minería amiga de la delincuencia organizada, lo cual no es
cierto, pero parte de la culpa la tiene el Estado por su lentitud, su incapacidad y falta de
política clara para atender situaciones como esta”, asegura Juan.
Asimismo, es enfático en que el Código de Minas debería actualizar su glosario puesto que
algunos términos allí consignados van en contravía de lo que es la actual actividad minera
a pequeña escala.
“La minería que se hace en el departamento del Chocó es la minería de hace 500 años,
una actividad esclavista. Esta minería se hace con las manos y sin ningún tipo de
herramienta mecanizada. No le produce al ciudadano ni siquiera para sobrevivir, y
tiene que mecanizarse de alguna manera porque la máquina es necesaria para poder
escarbar y abrir sitios de hasta 5 o 6 metros de donde esté el depósito”.
Asegura que no se puede juzgar con el mismo rasero a una retroexcavadora que a una
pequeña motobomba que se utiliza para manejar un malacate, o que tiene algo de
mecanización.
Juan, así como muchos otros mineros a pequeña escala en Chocó, pide que se cumplan
los compromisos planteados por el Gobierno desde el 2012 para resolver su situación de
formalización que en la actualidad los mantiene en un limbo.
Se refiere al replanteamiento de los límites de la ley segunda, un código de minas
diferenciado que permita la inclusión de pequeños mineros y la suspensión de operativos
de intervención de la Fuerza Pública; todos, algunos de los reclamos de las comunidades
en los municipios chocoanos.
Términos claves de la minería
Extracción ilícita de minerales: actividad de extracción que se realiza sin ser legalmente
propietario del suelo, sin los títulos ni permisos correspondientes. Puede estar asociada con
organizaciones criminales.
Minería de subsistencia o ancestral: actividad de extracción de metales preciosos
realizada por una persona o grupo de personas que utilizan herramientas manuales hasta
de tres metros de longitud que les permita generar ingresos como medio de supervivencia.
Barequeo: actividad popular de los habitantes de terrenos aluviales. Se limita al lavado de
arenas por medios manuales, sin ayuda de maquinarias, con el objeto de separar metales
preciosos de dichas arenas.
Zonas excluibles de minería: lugares donde está prohibido realizar actividades de
extracción, como páramos, parques naturales y reservas forestales.
Zonas de minería restringida: lugares que requieren autorización especial para ser
explotados. Están incluidas las zonas de especial interés arqueológico, histórico o cultural.
MARÍA CAMILA PÉREZ GODOY Y MAURICIO GALINDO CABALLERO
REDACCIÓN ECONOMÍA

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