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WALKSCAPES. EL ANDAR COMO PRÁCTICA ESTÉTICA


Francesco Careri, Gustavo Gili. Barcelona, 2002

La arquitectura de la estirpe de Yabel o jan –aquel científico hindú que, aislado del
las virtudes de la historia manifiesto mundo, igualó los resultados de varios siglos
de estudios matemáticos antes de descubrir
Recientemente, la siempre lúcida edito- su retraso–, Careri está tan bien informado
rial GG, ha tenido a bien publicar en versión que se permite el lujo de dedicar tres cuartas
bilingüe –inglés y castellano– uno de los tex- partes de su obra a la historia del andar
tos que, sin duda, mejor definen la postura como práctica estética –habla del nomadis-
adoptada por el grupo Stalker en el más re- mo primitivo, de los menhires como marcas
ciente panorama internacional de las ideas en el paisaje, del Ka egipcio, de las excur-
estéticas; el que, con el título Walkscapes. El siones dadá, del lachez tout de Breton, de la
andar como práctica estética, firma el arqui- Internacional Situacionista, del Land Art…–.
tecto romano Francesco Careri. Consciente de sus limitaciones –le interesan
especialmente determinados periodos–, en
El andar como práctica estética no se de- algún momento abre las puertas a la coletilla
dica, como en principio podrían pensar los (p.67), y, de hecho, a lo que él aporta se po-
lectores de Balzac o de Chesterton, a estu- drían añadir mil datos –los ensayos de Addi-
diar la psicología y el buen arte de mujeres y son y el desarrollo de las teorías sobre el jar-
ladrones a través de su forma de caminar dín pintoresco; la fenomenología y la
–algún día habrá que estudiar también esto–. aplicación de sus ideas a esa corriente de la
El andar como práctica estética se preocupa, psicología que se ha dado en llamar “psico-
más bien, de valorar el Walkscape, es decir, logía ambiental”, corriente que, en su aplica-
el errabundeo capaz de convertir el territorio ción al urbanismo, ha encontrado un buen
y la ciudad en paisaje. defensor en Kevin Lynch; las hilarantes pá-
ginas que, hace poco, Julian Barnes dedicó
Como todo lo que tiene que ver con el al imposible encuentro dadá en la estación
placer, la idea de vincular el paseo con la de Marrant-sur-Cère…–. Sin embargo, al
fruición estética resulta tan atractiva que in- margen de exhibir la erudición del que firma,
cluso algunos doctores han sabido reco- todo esto no nos mostraría lo nuevo, lo ge-
mendarla a tiempo. Lo que parecería un nuino, esa intuición de Careri que, en princi-
poco inoportuno es que, a estas alturas, al- pio, debería ser sólo suya.
guien formado entre artistas escribiese un li-
bro con el mismo propósito. ¿Acaso no hace En definitiva, ¿qué es lo que nos ofrece
doscientos años que Rousseau se confesó este libro? ¿Cuál es su objetivo? ¿Qué em-
Promeneur? Y, por componer una rima, pujó a alguien que se dice cuerdo a realizar
¿acaso no hace ciento cincuenta que Bau- la siempre ingrata tarea de escribir doscien-
delaire disfrutó como Flâneur? tas páginas si sabía que parte de lo que iba
a exponer ya había sido sugerido o expues-
Por supuesto, en este aspecto Careri no to? ¿Acaso estamos ante otro Menard, autor
intenta ser original. A diferencia de Ramanu- del Quijote?

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La respuesta, creo, podemos encontrar- estos, con los años, darían paso, primero a
la al principio y al final. Como se deduce de los menhires, después a los edificios y, fi-
ambas partes, el interés de la obra de Care- nalmente, al urbanismo. En resumen, el ori-
ri estriba en el papel que Stalker pretende gen de la arquitectura estaría vinculado, no
desempeñar en el panorama de las teorías sólo con el estar y el edificar, sino también,
arquitectónicas y urbanísticas contemporá- y fundamentalmente, con el andar y el ima-
neas, o, en otros términos, en la aplicación ginar.
del método Walkscape al problema Ciudad
(p.190). Esto, como decimos, queda claro desde el
principio. Pero, ¿por qué Careri habría de re-
La postura tradicional sobre el origen de currir a la arqueología para defender una idea
la arquitectura y la urbe sostiene que ambas de la arquitectura más moral que real y una
nacieron con Caín, asociadas a la agricultu- idea del arte más ideal que material? ¿Qué
ra y a las primeras sociedades sedentarias. perseguía con esta defensa de la estirpe de
Si esta suposición se tuvo en pie durante si- Yabel –ascendiente, según la Biblia, de todos
glos esto se debió a la propia caracterización los pastores nómadas–? Si lo que acabamos
de la arquitectura. A todas luces, lo construi- de resumir se encuentra en el primer capítu-
do tenía una cualidad de la que podían pre- lo, la respuesta, en este caso, debemos bus-
ciarse muy pocos: su presencia era tan os- carla en el último, el titulado Transurbancia.
tensible como su ausencia. Era algo sólido,
algo físico, en fin, algo tan intraspasable y El grupo Stalker, al que pertenece Fran-
opaco como el cuerpo de Orson Welles. No cesco Careri, se ha preocupado desde su for-
en vano, si, siguiendo la famosa división aris- mación por ese enorme problema que es la
totélica entre forma y materia, se hablase de ciudad contemporánea. Pensando en él, in-
artes de la forma y artes de la materia, el pa- formándose mucho acerca de las últimas ten-
recer más extendido consideraría a la arqui- dencias artísticas, y explorando in situ algu-
tectura como magnífica representante de las nas de las urbes más importantes del planeta,
últimas. hace unos años el grupo se propuso fomen-
tar la idea que sirve de título al capítulo, la
Frente a esa caracterización, frente a la idea de Transurbanza.
idea sedentaria y matérica de la arquitectu-
ra, Careri levantará su manifiesto nómada. La transurbancia es una invitación a recu-
Al principio estaba el errabundeo. Con él, al perar la dimensión del viaje y del descubri-
tiempo que nuestros antepasados nómadas miento en el interior de la gran ciudad; esa
daban sus primeros pasos en busca de ali- ciudad que, como diría Calvino, empieza a ser
mento, floreció la primera vinculación entre ciudad continua. Para ello se convida al nue-
el hombre y el territorio. Dada nuestra natu- vo turista a explorar esos recorridos periféri-
raleza imaginaria, antes ya de construirlo, cos, llenos de contradicciones estridentes y
ese territorio sufrió una transformación, una de dramas terribles que, a veces, componen
mutación invisible, en la que los simples ob- armonías inéditas. Como los paseos por el
jetos –colinas, ríos…– se fueron convirtien- campo del promeneur dieciochesco, o como
do en símbolos. Tratando de mejorar ese los vagabundeos urbanos del flâneur decimo-
mapa simbólico, en un momento dado los nónico, lo que, en principio, se estimula es,
signos naturales fueron sustituidos por ele- únicamente, la experiencia estética, el placer
mentos artificiales –mojones, linderos…–. Y por el placer. Sin embargo, a diferencia del

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auténtico esteta –éste sólo piensa en sí mis- Hace años tuve la suerte de pasar unos
mo–, para Careri y los suyos esa experiencia, meses en una escuela de arquitectos en
en apariencia gratuita, tiene una razón de ser. Santiago de Chile. Aunque ya licenciado en
Historia, era joven y, por tanto, casi todo era
La estimulación del andare a Zonzo, que nuevo para mí. Si algo me llamó la atención
es como los italianos se refieren a “perder el desde el principio esto fue el modo de ver la
tiempo vagando sin objetivo” (p.186), en el historia que tenían los arquitectos. A diferen-
fondo, tiene objetivos. En primer lugar, con él cia de lo que había aprendido, ellos no se di-
se trata de hacer visible a todo el mundo, y rigían al pasado para valorarlo en sí mismo.
no sólo a unos pocos, lo que, durante años, Recurrían a las artes y a la historia para bus-
sólo vieron los desheredados y los pioneros car en su interior elementos aplicables. Para
como Smithson. Y, en segundo lugar, se in- mi sorpresa, en Chile descubrí que los urba-
tenta fomentar la lúdica transformación del nistas leían a Italo Calvino buscando ideas
espacio recorrido del mismo modo que Abel, para su trabajo.
Yabel y sus descendientes comenzaron la
transformación del mundo allá en el principio No creo que, como afirma el autor de la
de los tiempos. Éste es el meollo de la cues- introducción al libro de Careri –Gilles Tiberg-
tión y en esto reside la originalidad de esta hien–, importe poco que una idea sea histó-
obra. ricamente cierta con tal de que sea operati-
va. Ese tipo de manipulaciones ha generado
Finalmente, ¿qué podemos los profesio- demasiados monstruos como para dejarlas
nales de la historia sacar en claro de tan pasar sin problema –pienso ahora en la raza
amenas páginas? En principio, parece obvio. aria–. Lo que sí acepto con agrado, es que
Los especialistas en el mundo contemporá- haya gente capaz de escribir historia pen-
neo un documento de época; y los especia- sando en los problemas del presente. Esto
listas en la historia del paisaje y en la histo- es precisamente lo que intenta y, en princi-
ria urbana, muchas noticias de interés. No pio, logra Careri. Y esta es otra de las razo-
obstante, creo que todavía se puede extraer nes por las que considero su libro aconseja-
otra lección. ble. Espero que lo disfruten.

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