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Tendencias y aplicaciones en

la investigación arqueológica

Encuentros de Jóvenes Investigadores 2006-2007


Universidad de Sevilla

García Fernández, F.J. y Rodríguez Gutiérrez, O. (eds.)


Reservados todos los derechos. El contenido de este libro no podrá ser reproducido,
ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito de los titulares del copyright.

Esta edición ha sido posible merced a un incentivo para actividades de carácter


científico y técnico de las Universidades y Organismos de investigación de
Andalucía, de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de
Andalucía, de acuerdo a la convocatoria por Orden de 26 de mayo de 2006
(convocatoria 3/2007) en resolución de 13 de mayo de 2008.

El Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla ha


colaborado en la edición del presente volumen.

© Francisco José García Fernández / Oliva Rodríguez Gutiérrez (editores), 2009


© De los textos, los autores

ISBN: 978-84-613-1984-8
Depósito Legal: SE-3839-2009
Composición e impresión: Fénix-Edi S.L.
info@fenixeditora.com

Impreso en España – Printed in Spain


INDICE

Prólogo: Mª L. de la Bandera Romero. ........................................................................................... 7

Bloque I:
Territorio y sociedad en Arqueología prehistórica

S. Ortiz Moreno
Aproximación al significado y concepto de Menhir en la Península Ibérica. ......................... 13

D. García Rivero
“Mi tesoro…” Preciado campaniforme para el liderazgo. ..................................................... 23

M.E. Costa Caramé


Introducción teórica y metodológica a la investigación arqueometalúrgica. . ........................ 43

P. Garrido González
Arqueología del territorio y arqueología histórica. ................................................................. 51

Síntesis: O. Arteaga Matute


Territorio y sociedad en arqueología prehistórica. . ................................................................ 63

Bloque II:
Estudios sociales en Prehistoria y Protohistoria

M. Delgado Canela
Energía e información: área de captación y visibilidad en el estudio de los orígenes de
la complejidad social. .............................................................................................................. 81

R. Taylor
El conjunto cerámico del Tholos de Palacio III, Almadén de la Plata, Sevilla. Caracte-
rísticas físicas como claves interpretativas. . ........................................................................... 91

R. Carrillo González
Estudios sociales sobre Tartessos durante la segunda mitad del siglo XX. ............................. 101

M. Fernández Götz
La sociedad hallsttática: modelos teóricos y realidad arqueológica. ..................................... 111

Síntesis: V. Hurtado Pérez


Estudios sociales en Prehistoria y Protohistoria. .................................................................... 123
Bloque III:
Protohistoria en Sevilla y su provincia

M. Casado Ariza
Nuevas perspectivas para el estudio de la cerámica a mano con decoración geométrica
durante el Hierro I en el ámbito del suroeste andaluz. ............................................................ 131

A. Fernández Flores
Sobre Tarteso y la colonización oriental: Reflexiones a partir de las nuevas intervenciones
en El Carambolo, (Camas, Sevilla). . ....................................................................................... 147

S. Contreras Rastrojo
El edificio singular de Montemolín (Marchena, Sevilla). La implantación fenicia
en la campiña sevillana a través de la cerámica figurativa. . .................................................. 163

C. García Morillo
Metodología para el estudio de la iconografía de la diosa Astarté. ........................................ 177

Síntesis: J.L. Escacena Carrasco


A propósito de cuatro trabajos sobre Protohistoria. . .............................................................. 187

Bloque IV:
Avances en el estudio de la ciudad de Sevilla en la Antigüedad

F.J. García Fernández


Redescubriendo la Sevilla protohistórica. ............................................................................... 195

D. González Acuña
Propuestas metodológicas para un acercamiento científico al urbanismo de la Sevilla
romana....................................................................................................................................... 213

J. Vázquez Paz
La cerámica de mesa en la Antigüedad Tardía de Hispalis: una aportación al estudio de la
Terra Sigillata Hispánica Tardía Meridional. . ........................................................................ 221

Síntesis: J. Beltrán Fortes


Avances en el estudio de la Arqueologia de Hispalis. . ............................................................ 233

Bloque V:
Intervenciones y modelos de gestión en la arqueología de la
provincia de Sevilla

J.I. Ruiz Cecilia


Osuna: intervenciones arqueológicas y modelos de gestión patrimonial. . ............................. 249

M.A. Gavira Verdugo


Marchena arqueológica: pasado, presente y perspectivas de futuro. ...................................... 265

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R. Moure García
Las cartas arqueológicas municipales de Los Palacios y Dos Hermanas: presión urbanística
y gestión del Patrimonio Arqueológico rural en la zona sur de Sevilla. ................................. 275

Síntesis: E. García Vargas


Arqueología en la provincia de Sevilla: una historia de propósitos y despropósitos............... 285

Bloque VI:
Nuevas tendencias y métodos de la investigación
arqueológica
A. León Gómez
Análisis del uso de las representaciones gráficas de monumentos antiguos en los
inicios de la arqueología española durante la Ilustración. ..................................................... 293

A.R. Bobillo Lobato


Aportaciones metodológicas para el estudio de las necrópolis fenicio-púnicas de la Península
Ibérica. ..................................................................................................................................... 303

U. López Ruiz
Economía de la Bética romana entre los siglos III a.C. y I d.C. a través de los datos
numismáticos. ........................................................................................................................... 317

C. Odriozola Lloret
Los límites de la interacción: identidad técnica en la cuenca media
del Guadiana durante el III milenio ANE. ............................................................................... 329

Síntesis: O. Rodríguez Gutiérrez


Datos, investigación y resultados: reflexiones en torno a la disciplina arqueológica. . .......... 345

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REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

Francisco José García Fernández 

Resumen: Presentamos los resultados parciales de un reciente estudio sobre el fenómeno urbano
en la ciudad de Sevilla durante la Antigüedad. Para ello se han revisado las excavaciones arqueológicas
llevadas a cabo en distintos puntos del casco urbano desde inicios de los años ochenta hasta la actu-
alidad, prestando especial atención a las estructuras constructivas, los niveles de ocupación y los con-
textos de consumo. En esta ocasión nos centraremos en la etapa prerromana, para la que contamos con
evidencias muy parciales procedentes generalmente de sondeos estratigráficos. Trataremos de definir
la secuencia de ocupación, la estructura del hábitat, así como el desarrollo de la antigua Spal como
emporio comercial durante la Edad del Hierro. En este sentido, el estudio de los contextos cerámicos
permite reconstruir el tráfico comercial de la Spal turdetana con el ámbito púnico del Estrecho y con el
Mediterráneo Central desde finales del siglo IV a.C.
Abstract: We present some results of a recent research about the urban development of Seville
during Antiquity. To obtain these results has been necessary to check all the archaeological excavations
carried out in the city from the eighties until today, focusing on the frames, the occupation levels, and
the consumption context. In this occasion we will center on the pre-roman period. The findings
for this period are not conclusives and come from stratigraphic tests. We will try to specify
the occupational sequence, the habitational structures as well as the development of Spal as
an emporion during the Iron Age. In this respect, the study of pottery lead us to reconstruct the
trade between Spal and the punic sphere in the Estrecho and the Central Mediterranean at the end of
IV Century B.C.
Palabras clave: Sevilla, Edad del Hierro, Urbanismo, Cerámica, Comercio, Arqueología Urbana.
Key words: Seville, Iron Age, Urbanism, Pottery, Trade, Rescue Archaeology.

La participación en esta monografía nos ha servido de excusa para presentar parte de los
resultados de un estudio, todavía en elaboración, sobre el fenómeno urbano en la ciudad de
Sevilla durante la Antigüedad y en el que nos hemos visto implicados varios miembros del De-
partamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla. Así pues, antes de entrar

. Profesor Ayudante Doctor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevi-


lla, en el marco del Proyecto “Paisaje y Sociedad: análisis arqueológico del poblamiento rural en el sur
de la Península Ibérica (siglos VIII a.C.-II d.C.)” (DGICYT HUM2005-07623/Hist), dentro del Grupo
de Investigación “De la Turdetania a la Bética” (HUM-152), y “Repensando Tarteso desde el prisma de
la identidad: el componente fenicio” (HUM2007-63419/HIST).

–193–
Francisco José García Fernández

en materia, será preciso advertir que esta intervención se inserta en un proyecto más amplio y
que todo lo aquí vertido es fruto de la colaboración de los miembros que integran este equipo.
Las razones que nos han llevado a abordar un estudio de estas características parten del
limitado conocimiento que se tenía hasta ahora de la Hispalis romana, principalmente de su
trama urbana, de la distribución de las áreas funcionales y su evolución hasta finales de la
Antigüedad. Este desconocimiento se hacía aún más evidente cuando nos adentrábamos en
los periodos protohistóricos, para los cuales apenas contábamos con contextos de ocupación
claros, procedentes en todo caso de antiguas excavaciones arqueológicas. Como ha puesto
de relieve recientemente González Acuña (2005), las sucesivas reconstrucciones de la ciudad
antigua llevadas a cabo desde finales de los años setenta adolecen inevitablemente de un
excesivo componente especulativo, debido tanto a la carencia de bases materiales como a la
rigidez de los modelos urbanos ideales utilizados como arquetipo (Collantes de Terán 1977;
Blanco 1984; Campos 1986, 1989 y 1993; Corzo 1997).
Esta situación responde en buena medida a la escasez de intervenciones sistemáticas y
al carácter parcelario de la documentación, resultado de un sinnúmero de actividades pre-
ventivas realizadas casi siempre sobre solares de pequeña o mediana extensión. Asimismo
hay que tener en cuenta las propias particularidades de la arqueología urbana en una ciudad,
como Sevilla, donde el potente sustrato antrópico y la presencia de un manto freático a escasa
profundidad dificultan enormemente el registro en extensión de los niveles de ocupación de
época antigua. A ello habría que añadir la disparidad existente entre unas intervenciones y
otras, no sólo en lo que se refiere a la superficie excavada, sino también a la propia calidad
del registro estratigráfico, sin olvidar las limitaciones inherentes al método de excavación
tradicional, empleado en la ciudad de Sevilla hasta principios de los años noventa (González
2005). Por otro lado, se han venido observando una serie de carencias e imprecisiones que se
repiten con frecuencia en los informes y memorias de excavación, y que responden en buena
medida al escaso conocimiento que se tenía hasta hace relativamente poco de los repertorios
materiales de época turdetana y romano-republicana.
Por lo que se refiere a la Sevilla protohistórica, la ausencia de excavaciones en extensión,
la profundidad de los restos y el carácter desigual del registro estratigráfico, procedente en
su mayor parte de intervenciones antiguas, nos ha obligado a efectuar una revisión detalla-
da de la documentación existente con la ayuda de los contextos materiales depositados en
los fondos del Museo Arqueológico Provincial. No obstante, hemos contado también con el
apoyo de algunas excavaciones preventivas llevadas a cabo en los últimos años en el casco
urbano de la ciudad, que nos han brindado la oportunidad de definir las secuencias culturales
de época prerromana y ajustar sus cronologías.

. Se trata de Daniel González Acuña, Enrique García Vargas y Jacobo Vázquez Paz, además del que
suscribe. Los resultados parciales de este estudio han sido ya expuestos en varios foros y revistas cien-
tíficas (García y González 2007; Ferrer y otros, e.p.), siendo además objeto de la Tesis Doctoral de D.
González, “Forma Urbis Hispalensis. El urbanismo de la ciudad romana de Hispalis a través de los
testimonios arqueológicos” (Sevilla, 2007).
. Nos estamos refiriendo a los sondeos estratigráficos llevados a cabo en la antigua Escuela Francesa,
situada en los números 41 y 43 de la calle Abades (Jiménez 2002; Jiménez y otros 2007), así como a

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REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

Con objeto de facilitar este trabajo se han seleccionado aquellas unidades estratigráficas
(o niveles arbitrarios, en el caso de intervenciones antiguas) que apriorísticamente pueden
aportar mayor información desde el punto de vista cronológico y cultural en relación con los
procesos de ocupación del suelo urbano.
- Unidades que componen la fábrica de las estructuras exhumadas y que contienen mate-
rial cerámico en su interior (pavimentos y sus preparados, muros y cimentaciones).
- Unidades deposicionales amortizadas directamente por estructuras posteriores.
- Unidades deposicionales que amortizan estructuras precedentes.
A partir de la revisión de estos datos se ha llevado a cabo una serie de planos de dispersión
espacial y funcional (tanto de los restos constructivos como de los repertorios materiales y las
actividades a ellos asociados) que permitirán analizar el proceso de ocupación y desarrollo
urbano de la ciudad de forma diacrónica. Hasta ahora nuestro estudio se ha centrado en dos
aspectos fundamentales (García y González 2007):
- Por un lado, la definición de los contextos materiales característicos de este período, es-
tableciendo una secuencia de tipos cerámicos y sus procedencias como base para un estu-
dio del tráfico comercial y su conexión con el proceso de ocupación del solar hispalense.
- Por el otro, el análisis la dinámica de crecimiento urbano y la delimitación de áreas
funcionales –o polifuncionales– a partir de las actividades desarrolladas en los ámbitos
documentados.

1. Análisis de las secuencias estratigráficas


Como puede verse en la figura 1, las intervenciones que han ofrecido niveles de ocupa-
ción de época protohistórica se concentran en la parte más alta de la ciudad, donde supues-
tamente se situaría el primitivo núcleo urbano, ocupando un extremo de la terraza baja del
Guadalquivir por su margen izquierda (Borja y Barral 2005). Esa topografía, que parcialmen-
te se perpetúa hoy día, a pesar de los cambios de cota sufridos desde la Antigüedad, vendría
marcada aproximadamente por las calles Mateos Gago, Federico Rubio, Muñoz y Pavón,
Cuesta del Rosario, Francos y Placentines.

Cuesta del Rosario esquina con calle Galindos (2012)


La intervención llevada a cabo por F. Collantes de Terán a finales de los años cuarenta
del pasado siglo en la Cuesta del Rosario, la primera excavación con metodología arqueo-
lógica efectuada en la ciudad de Sevilla, puso al descubierto dos muros de mampostería de
cronología prerromana (Collantes de Terán 1977). A este nivel de ocupación se superponía

las excavaciones realizadas en los sótanos del Palacio Arzobispal (Mora y Romo 2003). Agradecemos
desde aquí a sus excavadores la amabilidad al ofrecernos el estudio de sus resultados.
. Código de la intervención asignado durante el proceso de estudio (véase Figura 1). Las diferentes
secuencias se presentan en orden cronológico según la fecha de ejecución.

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Francisco José García Fernández

Figura 1: Intervenciones en las que se han documentado niveles de ocupación de época turdetana
(siglos IV al II a.C.).

un estrato de tierra quemada fechado entre los años 236 y 206 a.C. gracias a la aparición de
un tesorillo de monedas púnicas. La cronología de este tesorillo fue posteriormente revisada
por Fernández Chicarro, llevándolo a los años 210-205 a.C. (Fernández Chicarro 1952), lo
que situaría al supuesto nivel de destrucción en la 2ª Guerra Púnica.
Las revisiones posteriores de esta estratigrafía, llevadas a cabo por Blanco (1989), Vera
(1987) y Escacena (1983 y 1987) a partir de los datos consignados por Collantes, aportaron
mayor precisión cronológica, aunque no hay que perder de vista que se trata de una excava-

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REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

ción antigua en la que el sistema de registro era aún muy limitado, por lo que resulta imposi-
ble verificar la secuencia propuesta por el excavador, así como la relación entre los materiales
y la estratigrafía.
Argote de Molina, 7 (2081)
Ya a principios de los años ochenta J. Campos tuvo oportunidad de documentar restos de
varias edificaciones de época prerromana en un solar de la calle Argote de Molina (fig. 2). La
más antigua (nivel 31) estaba formada por un muro de mampostería y cantos rodados y fue
fechada por su excavador a finales del siglo V a.C. (Campos 1986: 22). Posteriormente, sobre
varios depósitos de amortización apareció otro muro de mampostería, asociado esta vez a
un pavimento de arcilla roja apisonada (niveles 27-26). Campos fechó esta fase a finales del
siglo IV a.C. (Campos 1986: 22). No obstante, si atendemos a los contextos publicados por el
propio arqueólogo, así como a otros materiales inéditos procedentes supuestamente del nivel
26 y depositados en los fondos del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, podríamos
situar la amortización de esta estructura en el último tercio del siglo III o inicios del II a.C.
San Isidoro, 21-23 (147)
En la excavación llevada a cabo en la calle San Isidoro el contexto de ocupación más anti-
guo lo tenemos en el nivel 24, donde se documenta un pavimento de tierra apisonada y restos de
adobe, al que se asocia un hogar formado por una acumulación de ceniza mezclada con restos
de fauna (fig. 3). La ausencia de estructuras constructivas no impidió a los arqueólogos identifi-
carla con una vivienda de época orientalizante (Campos y otros 1988: 19). La cronología pro-
puesta, que iría desde mediados del siglo VIII a la primera mitad del siglo VII a.C., se sustenta

Figura 2: Estratigrafía obtenida en el número 7 de la calle Argote de Molina –sondeo 2–


(Campos 1986: 29-30).

–197–
Francisco José García Fernández

Figura 3: Estratigrafía obtenida en el número 21-23 de la calle San Isidoro


(Campos y otros 1988: 14)

en la presencia predominante de cerámica a mano, que comparece junto con las especies a torno
características de este periodo: cerámicas grises, ánforas fenicias, platos de engobe rojo, etc.
El siguiente nivel de ocupación (nivel 17) abarca tanto los restos de un pavimento rojizo
de adobe como los depósitos que lo colmatan. En su interior aparecieron numerosos frag-
mentos de ánforas de tradición púnica y turdetana con un arco cronológico que iría de finales
del siglo IV a finales del III a.C. Por su parte, la cerámica pintada presenta claras analogías
con los repertorios exhumados en los niveles 9 al 7 de Cerro Macareno (Pellicer y otros
1983: figs. 29-34) o en el estrato XXVIII de Vico (Bandera y Ferrer 2002: figs. 16-18). No
creemos, por tanto, que esta fase pueda fecharse entre los siglos VI y V, como proponen sus
excavadores (Campos y otros 1988: 16-17), sino más bien a finales del siglo IV o durante
primera mitad del III a.C.
En el nivel 12 se documenta una nueva estructura, formada por un muro de mampuesto
irregular y restos de adobe calcinados. Esta estructura se encuentra amortizada por un estra-
to de incendio que abarca toda la superficie del solar (nivel 11). En su interior se hallaron
asimismo numerosos fragmentos de adobe y bloques de piedra ennegrecidos por el fuego,
procedentes probablemente de la destrucción del edificio. Los excavadores fecharon su ocu-
pación en la primera mitad del siglo III a.C. a partir de los materiales contenidos en el nivel
12 (Campos y otros 1988: 15). No obstante, y dado que la excavación se llevó a cabo por
niveles artificiales, cabe advertir sobre la posibilidad de que en este estrato se encuentren
mezclados materiales procedentes tanto del momento de construcción como de amortización
de esta estructura. En cualquier caso, la aparición de un asa de ánfora de tradición ítalica per-
mite rebajar la cronología de su destrucción a finales del siglo III o inicios del II a.C.

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REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

Mármoles, 9 (35)
Los contextos prerromanos documentados en esta intervención son sumamente confusos,
debido sobre todo a las numerosas intrusiones procedentes de varias fosas de expolio efec-
tuadas a principios de la Edad Media, que alteraron parcialmente los primitivos niveles de
ocupación (Escudero y Vera 1988). Asimismo, la metodología arqueológica empleada, con
base en niveles artificiales, ha dificultado en gran medida la identificación de unidades de
estratificación y la adscripción de los materiales asociados a ellas.
Destacan los niveles 7 y 6, que corresponden a sendos depósitos asociados a un muro
de mampuestos irregulares y los restos de un fuego. El nivel más antiguo podría fecharse a
finales del siglo IV o durante la primera mitad del siglo III a.C. si atendemos a la aparición
de un borde de ánfora tipo Tiñosa (T-8.1.1.2 en la clasificación de Ramón), un fragmento de
ánfora greco-itálica, así como algunos recipientes de cerámica común cuya producción se
inicia o se generaliza en este momento. Por su parte, el nivel 6 presenta frecuentes intrusiones
provenientes tanto de las fosas antedichas como del rebaje practicado para la construcción
de un edificio monumental, ya en época romana. A pesar de ello, la cerámica a torno pintada
documentada en este estrato es bastante coherente con las producciones típicas del siglo III
a.C. Del mismo modo, encontramos un borde de ánfora perteneciente a la forma D de Pellicer
y un fragmento atípico de cerámica tipo Kuass que nos sitúan probablemente en la segunda
mitad de esta centuria. La aparición de un borde de lebrillo decorado perteneciente al mismo
recipiente que otro fragmento registrado en el nivel anterior nos advierte de la posibilidad de
que ambos niveles correspondan en realidad a un mismo depósito sobre amortización efec-
tuado a mediados o finales del siglo III a.C.
Aire, 12 (108)
La escasa información contenida en el informe de esta excavación (Fernández Ruiz 1988)
no permite reconstruir de forma verosímil la secuencia estratigráfica, como tampoco orga-
nizar ni asignar los materiales depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla.
Asimismo, los estratos registrados, en ocasiones de más de metro y medio de potencia, com-
prenden estructuras de distintas épocas, así como los niveles deposicionales resultantes de
sus fases de construcción y amortización, por lo que resulta sumamente arriesgado cualquier
ensayo de interpretación.
Muñoz y Pabón, 8 (2090)
Lo mismo puede decirse de la intervención arqueológica llevada a cabo en la calle Mu-
ñoz y Pavón. En el informe emitido por sus excavadores (Mejías 2001 y 2002) se señalan
únicamente las unidades constructivas, pero no las deposicionales, lo que obviamente impide
asociar los materiales procedentes de los niveles de ocupación o abandono a la secuencia edi-
licia. Por otro lado, no contamos con relaciones estratigráficas ni referencias cronológicas.

. Debemos advertir que los restos depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla co-
rresponden exclusivamente a unidades estratigráficas deposicionales que no aparecen mencionadas en
los informes presentados en la Administración de Cultura de la Junta de Andalucía, donde, como se ha
dicho, se presta únicamente atención a los expedientes constructivos.

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Francisco José García Fernández

Únicamente se afirma haber registrado dos fases constructivas consecutivas, fechadas entre
los siglos IV y III a.C. (Mejías 2002): una primera formada por tres muros, dos de mampos-
tería y uno de adobe, y otra fase en la que únicamente se detecta un muro de mampostería
similar a los anteriores.
Abades, 41-43 -sondeo 15A- (2026)
La secuencia obtenida en el antiguo edificio de la Escuela Francesa es la más completa
y compleja con la que contamos hasta el día de hoy (Jiménez y otros 2006). Abarca ininte-
rrumpidamente desde finales del siglo IV a.C. hasta el siglo IV d.C. A pesar de su reducida
extensión –apenas 4 m2–, que fue disminuyendo a medida que se avanzaba en profundidad,
proporcionó para el periodo que nos ocupa una sucesión de estructuras domésticas de sumo
interés, ya que mantenían a grandes rasgos las mismas técnicas constructivas y la misma
alineación desde inicios del siglo III a.C. hasta el cambio de era (fig. 4).
El primer contexto (denominado por nosotros Estructura 1) está formado únicamente por
un murete de mampostería caliza trabada con barro (UE 430) al que se asocia un pavimento
de arcilla y cal (UE 431). En su lado oriental se documentó una pequeña fosa excavada en
el propio pavimento (UE 500), con las paredes y el fondo endurecidos y cristalizados por
la acción del fuego. Sus excavadores lo interpretaron como un crisol de fundición, dada la
aparición de escorias de bronce en su interior, junto con ceniza, tierra y huesos de animales
calcinados. El depósito de nivelación sobre el que se asienta tanto el pavimento como la fosa
(UE 432) proporcionó un borde de ánfora Mañá-Pascual A4, correspondiente a la variante T-
12.1.1.1 de Ramón, lo que permite fechar este expediente constructivo a partir de la segunda
mitad del siglo IV a.C. En cuanto a la función de este espacio, si atendemos a su tamaño y su
ubicación en la zona excavada, bien pudo tratarse de una actividad metalúrgica de carácter
doméstico (Jiménez 2002: 131).
Esta estructura está amortizada por dos depósitos consecutivos destinados a dar asiento a
la siguiente fase constructiva (UE 429 y 428). Están constituidos por desechos domésticos,
escorias, ceniza, carbón y fragmentos de cerámica. En su interior aparecieron restos de una
tobera de arcilla parcialmente vitrificada procedente de la misma actividad industrial. La
cerámica es abundante en estos niveles, aunque muy poco elocuente desde el punto de vista
cronológico. No obstante, su posición estratigráfica con respecto a la siguiente fase nos sitúa
a finales del siglo IV o inicios del III a.C.
La Estructura 2 se compone de un muro de mampostería caliza y con alzado de adobe
(UE 424) asociado a un pavimento de arcilla roja con huellas de sucesivas reparaciones (UE
426). Sobre el pavimento se ubicó un hogar, posiblemente doméstico, realizado mediante
la acumulación de guijarros y piedras alcorizas trabadas con barro. Todo ello ha permitido
interpretar esta estructura como un ámbito residencial cubierto. Los materiales asociados a su
nivel de uso están compuestos por restos de cerámica a torno con decoración pintada, ánforas
de tradición púnica y fragmentos residuales de cerámica fabricada a mano. Se trata de un
conjunto bastante afín a los repertorios domésticos documentados en otros lugares del Bajo
Guadalquivir entre finales del siglo IV y el siglo III a.C.

–200–
REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

Figura 4: Estratigrafía obtenida en el número 41-43 de la calle Abades –sondeo 15A– (a partir de
Jiménez 2002: 131-133).

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Francisco José García Fernández

De nuevo el final de esta estructura se ve acompañada por varios niveles de relleno (UE
423, 422 y 420), que pueden interpretarse bien como vertidos de abandono, bien como depó-
sitos de nivelación para la construcción del siguiente edificio. Los restos cerámicos asociados
a estas unidades, principalmente las ánforas de producción gaditana, así como los morteros
de tradición púnica y algunos recipientes a torno con decoración pintada, permiten fechar la
amortización de la Estructura 2 entre el primer y el segundo cuarto del siglo III a.C.
La siguiente fase edilicia (Estructura 3) está representada únicamente por un muro de
guijarros y mampostería caliza careada unida con barro (UE 418). Este muro se encuentra
amortizado por un depósito de colmatación con abundantes residuos domésticos (UE 417).
Ambos ofrecen conjuntos muy heterogéneos de materiales en los que se entremezclan restos
de otras épocas (cerámica a mano, cerámica gris orientalizante, ánforas, etc.) con produccio-
nes características del siglo III, como es el caso de la cerámica tipo Kuass, las ollas de cocina
realizadas a torno o los cuencos de borde biselado, similares a los hallados en la última fase
de Montemolín (García y otros 1989: 224).
El último nivel de ocupación de cronología prerromana corresponde a la Estructura 4 y
está constituido por dos muros dispuestos en forma de T, realizados con mampuestos irre-
gulares de caliza y pizarra trabados con barro (UE 381 y 405). El primero, de mayor grosor,
podría pertenecer al cierre exterior del edificio, mientras que el segundo compartimentaría
el interior en dos estancias bien diferenciadas (Jiménez 2002: 134). A ambos lados de este
último muro aparecieron dos pavimentos de arcilla tostada de similares características y a la
misma cota, que se acababan uniendo junto al perfil del corte (UE 382 y 410). Ello permitió
presumir a los excavadores la existencia de un vano de comunicación entre ambas estancias.
La cerámica asociada a esta estructura nos lleva ya a finales del siglo III a.C. o inicios del
II, coincidiendo con la 2ª Guerra Púnica, como demuestra la aparición de un fragmento de
cerámica Campaniense A correspondiente a la forma M.2154 (Jiménez y otros 2006: 295).
Esta estructura se amortizó mediante un depósito homogéneo de tierra arcillosa con pie-
dras, ceniza y abundante material cerámico (UE 380), sobre el que se estableció una nueva
fase edilicia ya en la primera mitad del siglo II a.C. (Estructura 5). Los materiales sobre los
que se sustenta esta cronología son un borde de ánfora correspondiente a la forma D de Pelli-
cer y un fragmento atípico de Campaniense A correspondiente a la forma M. 3131 (Jiménez
y otros 2006: 296).
Palacio Arzobispal, sector Archivos -sondeo 2- (2113)
Las excavaciones llevadas a cabo entre los años 2002 y 2003 en los sótanos del Palacio
Arzobispal han permitido documentar niveles de ocupación de época prerromana, así como
actividades industriales vinculadas probablemente al primitivo enclave portuario (Mora y
Romo 2003). En esta ocasión nos centraremos en el sondeo 2, ya que es el único hasta la
fecha que hemos tenido oportunidad de estudiar con detenimiento (fig. 5).
La primera fase constructiva corresponde a un muro de adobe que atraviesa el sondeo en
dirección norte-sur (UE 97). Hacia el este se le asocia un pavimento de guijarros (UE 90),
mientras que al oeste encontramos una lechada de arcilla roja (UE 107). Los excavadores
fecharon esta estructura a partir de un depósito supuestamente asociado a la construcción del

–202–
REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

Figura 5: Estratigrafía obtenida en la excavación llevada a cabo en Palacio Arzobispal –sondeo


2– (Mora y Romo 2003: figs. 9 y 10)

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Francisco José García Fernández

muro (UE 91); no obstante, si atendemos a su posición estratigráfica parece tratarse más bien
de un relleno de colmatación que amortizaría el nivel de ocupación original de la vivienda, no
detectado en el sondeo. Los materiales registrados en este depósito son poco elocuentes, ya
que aparece abundante cerámica de época orientalizante mezclada con producciones propias
de los siglos V y IV a.C. Destacan dos bordes de ánforas de procedencia gaditana, pertene-
cientes a la familia de las Mañá-Pascual A4: la primera corresponde a la variante T-11.2.1.4
de Ramón, que viene fechándose a finales del siglo V o durante el IV, mientras que la segunda
respondería a una variante más tardía (T-12.1.1.1.), cuya producción se desarrolla a partir de
mediados del siglo IV a.C. La aparición de tales recipientes permite fechar la amortización
de este primer nivel de ocupación en la segunda mitad del siglo IV a.C.
A un segundo momento pertenecen dos muros de piedra y guijarros trabados con barro
(UE 114 y 83). No ha sido posible definir el nivel de uso original de esta estructura, ya que
parece haber sido parcialmente arrasada para la construcción de una fase posterior (UE 66 y
82). Sus excavadores han fechado esta ocupación en el siglo III a.C. a partir de las cerámicas
contenidas en el depósito UE 81, principalmente cuencos de borde biselado, cuencos lucerna
y un borde de ánfora Pellicer B-C, con paralelos en el nivel 9 de Cerro Macareno (Pellicer
1978: fig. 4, 1640), de principios de esta centuria. Sin embargo, de nuevo parece tratarse de
un nivel de amortización destinado a dar asiento a la siguiente estructura y no de uso, como
se indica en el informe de la excavación. De ser así los materiales permitirían efectivamente
situar el final de esta fase en la primera mitad del siglo III a.C.
La tercera fase de ocupación correspondería al muro UE 66, que reutilizaría la estructura
anterior como cimentación, y al muro UE 82, que se le adosa en dirección este-oeste. El nivel
de uso estaría definido por la interfacie UE 94, aunque no se indica la existencia de pavimento
o tratamiento alguno. No obstante, a partir de su posición estratigráfica podemos atribuir a la
ocupación de esta estructura una cronología que abarcaría la segunda mitad del siglo III a.C.
Esta fecha viene confirmada por los materiales asociados a su nivel de amortización (UE 80),
principalmente un borde de ánfora de tradición púnica asimilable al tipo 9.1.1.1 de Ramón,
cuya producción se inicia no antes de finales del siglo III, aunque es frecuente sobre todo en
los contextos del siglo II a.C. Junto a este recipiente aparecieron abundantes fragmentos de
cerámica común a torno: urnas, lebrillos y cuencos de borde biselado que armonizan bien con
los repertorios habituales de esta etapa de transición.

2. Conclusiones
En realidad, estamos aún lejos de poder definir la estructura urbana de la Sevilla prerro-
mana, su topografía, sus áreas funcionales, así como su relación con el territorio circundante.
Las escasas excavaciones realizadas hasta la fecha, casi siempre sondeos estratigráficos de
poca entidad, la profundidad de los restos, en la mayoría de los casos a más de 5 metros
bajo la cota rasante, y la omnipresencia del manto freático en el subsuelo arqueológico de
la ciudad sólo han permitido documentar expedientes constructivos de forma muy parcial
y sólo en ocasiones asociados claramente a niveles de ocupación. A ello habría que unir la
propia dinámica urbana en una ciudad, como Sevilla, donde se suceden continuamente fases

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REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

edilicias con niveles de abandono, amortización, reutilización, superposición y/o expolio de


las estructuras constructivas.
Sin embargo, ello no es óbice para avanzar algunas propuestas sobre el origen del primi-
tivo núcleo urbano y su desarrollo a lo largo de la II Edad del Hierro. Asimismo, el estudio
de los contextos materiales nos permitirá analizar más de cerca la evolución de Spal como
emporio comercial, no sólo a nivel económico o político, sino también desde el punto de vista
social y cultural.
Para empezar, no contamos con evidencias que permitan hablar de una ocupación ante-
rior al periodo orientalizante. Como ya pusiera de manifiesto hace algunos años Collantes de
Terán (1977: 44-49), el origen de Sevilla debió estar estrechamente ligado a la colonización
fenicia, ocupando un emplazamiento privilegiado junto a la antigua desembocadura del Gua-
dalquivir, a caballo entre las feraces tierras de la campiña y las comarcas mineras de Sierra
Morena. Si bien se ha constatado en el corte de San Isidoro un nivel formado exclusivamente
por cerámicas a mano (Campos y otros 1988: 19-20), su cronología no sería anterior a me-
diados del siglo VIII a.C., coincidiendo ya con los inicios de la presencia oriental en la Baja
Andalucía. De hecho, las recientes excavaciones llevadas a cabo en El Carambolo han puesto
al descubierto lo que a todas luces parece ser un santuario fenicio, cuyo origen se encontraría
ligado probablemente a la fundación de Spal (Belén y Escacena 1997: 113). La primera fase
de este santuario (Carambolo V) se ha fechado por carbono 14 calibrado entre 1020 y 810
a.C. Esto nos obliga a retrotraer la implantación colonial en esta zona, como muy tarde, a
finales del siglo IX a.C. (Fernández y Rodríguez 2007: 103-104).
A pesar de ello, no existen bases sólidas que permitan definir el carácter y mucho menos
la extensión del asentamiento en este periodo, ya que la mayor parte de los testimonios se
limitan a depósitos de relleno, sin conexión alguna con expedientes constructivos. Es el caso
de los niveles registrados en la excavación de Cuesta del Rosario (Collantes de Terán 1977;
revisado en Escacena 1983: 56), en la calle Fabiola (Escudero y otros 1990) o en el sondeo
realizado junto a la muralla del Alcázar, en la calle Joaquín Romero Murube (Tabales 1999).
Por su parte, los niveles orientalizantes documentados en la calle San Isidoro se circunscriben
a un pavimento, algunas piedras y los restos de un hogar. Aunque sus excavadores plantearon
la posibilidad de que se tratara de una vivienda de planta rectangular, debido a la influencia
de los colonizadores fenicios (Campos y otros 1988: 21), no hay ninguna evidencia hasta el
momento que permita demostrarlo.
La información es aún más parca si cabe para la etapa que se extiende entre el siglo VI y
mediados del IV a.C. Como se ha expuesto recientemente (Ferrer y otros, e.p.), es probable
que después de un periodo de pujanza económica, coincidiendo con el desarrollo de la em-
presa colonial fenicia, el emporio decayera en importancia, como resultado de los desajustes
económicos y sociopolíticos que se desencadenaron durante la denominada “crisis del siglo
VI”. No sabemos si se produjo un abandono completo del hábitat, ni durante cuánto tiempo,
aunque sí conocemos procesos similares en establecimientos cercanos, como es el caso del
Carambolo o del barrio fenicio de Caura (Escacena 2002: 70-71). La recuperación no se ini-
ció hasta finales del siglo V o más probablemente durante el siglo IV a.C., como ocurre tam-

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bién en otros enclaves del Bajo Guadalquivir (Escacena 1993). De hecho, salvando una vez
más el nivel 24 de San Isidoro, no encontramos evidencias de una ocupación estable anterior
al siglo IV, sólo estratos de colmatación más o menos heterogéneos donde se entremezclan
materiales de los siglos VII y VI a.C. con producciones cerámicas que se adentran ya en la
II Edad del Hierro.
A partir de mediados del siglo IV a.C. la reactivación económica y demográfica de Spal
ya es un hecho, como demuestra la dinámica edilicia que se inicia sobre el antiguo enclave
orientalizante y el auge en las importaciones, sobre todo productos envasados en ánforas de
procedencia gaditana, que no cesará hasta el cambio de era.
Por lo que respecta a este último punto, el análisis de los contextos cerámicos está permi-
tiendo reconstruir el tráfico comercial con el ámbito púnico, que se desarrolla en toda la comar-
ca a finales del siglo IV a.C. (Ferrer y otros, e.p.). A las ánforas de producción local, represen-
tadas por las formas B-C y D de Pellicer, hay que unir a partir de este momento las variantes
evolucionadas del ánfora Mañá-Pascual A4, producidas en el entorno de Cádiz y destinadas al
transporte de salazones y salsas de pescado. En los siglos IV y III a.C. se introducen también
las ánforas tipo Tiñosa o T-8.1.1.2 (Ramón 1995: 222), procedentes de la campiña de Jerez y
orientadas probablemente a la comercialización de aceite (Carretero 2005); así como las tipo
Carmona o T-8.2.1.1 (Ramón 1995: 225-226), cuya producción está documentada tanto en los
talleres gadiritas como en el interior. Aunque en origen pudieron estar también relacionadas
con el transporte de productos agrícolas, su frecuente aparición en contextos industriales del
ámbito de la bahía de Cádiz apunta a que su principal función fue la de contener salazones
(Sáez y otros 2004: 113). De hecho, éste es el cometido de las ánforas T-9.1.1.1 (Ramón 1995:
226-227), una evolución del ánfora tipo Carmona, cuya producción se desarrolla entre finales
del siglo III y mediados I a.C. Otro grupo lo componen las ánforas greco-itálicas, que trans-
portaban vino de Campania y del sur de Italia, aunque serán luego sustituidas por los primeros
recipientes romanos (Dressel 1). Por último, después de la conquista cartaginesa y durante la
2ª Guerra Púnica, se asiste a la llegada de importaciones centromediterráneas, principalmente
los tipos Maña D (T-5.2.3.1) y Mañá C2 (T-7.2.1.1), esta última imitada y producida también
en los talleres gaditanos hasta finales del siglo I a.C.
Los paralelismos existentes entre el repertorio anfórico de Spal y el de otras zonas inte-
gradas en el “Círculo del Estrecho”, obviamente la ribera del antiguo Golfo Tartesio, pero
también la costa de Huelva, el Algarbe portugués o el norte de Marruecos, nos llevan a
suponer que todas estas áreas debieron compartir una misma estructura comercial liderada
por Cádiz, en la que una serie de centros de segundo orden, como Huelva, Castro Marim
o la propia Spal actuarían como redistribuidores en sus respectivas áreas de influencia y
como consumidores de productos (aceite, vino y salazones) de procedencia gadirita (Ferrer
y otros, e.p.). Estas analogías observadas en la procedencia y distribución de los recipientes
de transporte son extensibles, aunque en menor medida, a la vajilla de lujo, representada
por la cerámica tipo Kuass (Niveau 2003: 245-246), y a algunos recipientes de cocina o de
mesa, como es el caso de los morteros, los platos de pescado, las cazuelas de borde ranurado
o las jarras monoansadas, producidas también en los talleres del entorno de Cádiz (García y
González 2007).

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REDESCUBRIENDO LA SEVILLA PROTOHISTÓRICA

Esta nueva etapa de bonanza económica que vive el puerto de Sevilla tiene también su
reflejo en un considerable aumento de la actividad constructiva. La mayor parte de los niveles
de hábitat documentados hasta la fecha se inician, como hemos tenido oportunidad de com-
probar, a finales del siglo IV o inicios del III a.C. Entre ellos, la secuencia edilicia registrada
en la calle Abades es la que trasluce de forma más meridiana este proceso de consolidación
del espacio urbano. Vemos cómo a lo largo de los siglos III y II a.C. van sucediéndose pe-
riódicamente una serie de fases constructivas que se inician siempre con la destrucción y
amortización de las estructuras precedentes (Jiménez y otros 2006). El mantenimiento de las
mismas técnicas edilicias, de las mismas alineaciones y de la misma orientación de los muros
evidencia una continuidad espacial y, probablemente, también una continuidad residencial
que abarca varias generaciones. Este panorama puede ser extrapolable a otras excavaciones,
como la de la calle San Isidoro 21-23 o el Palacio Arzobispal, si bien en estos últimos casos
la secuencia estratigráfica era mucho más limitada.
Sin embargo, apenas tenemos datos que contribuyan a reconstruir la trama urbana de
la ciudad turdetana. La fragmentariedad de los restos, la ausencia de testimonios sobre su
perímetro defensivo y la indefinición funcional de las estructuras, que repiten sin grandes
variantes el mismo esquema constructivo, no permiten una aproximación, siquiera somera,
a la articulación y organización del espacio urbano. El resultado de las intervenciones que
acabamos de reseñar sólo apuntan a la existencia de estructuras de planta ortogonal, a veces
compartimentada, realizadas con muros de adobe sobre zócalos de piedra y pavimentaciones
a base de arcilla roja batida, alternadas en ocasiones con capas de cal.
Por lo que respecta a la función de estos restos, resultaría atrevido, dado el tamaño de los
cortes y la atonía de los contextos exhumados, atribuir un papel específico a los niveles de
ocupación, más allá de su mera definición como espacios de hábitat. Incluso en aquellos luga-
res donde se han identificado claramente actividades productivas, como puede ser el caso del
crisol de fundición registrado en la excavación de la calle Abades, no es posible hablar aún,
con los datos que contamos, de áreas industriales propiamente dichas, pues podría tratarse
también de un taller metalúrgico de carácter doméstico. Lo más probable es que la mayor
parte de estas estructuras cumplieran una función múltiple, alternando o yuxtaponiendo las
tareas domésticas con los espacios de almacenamiento y las actividades de carácter artesanal
o comercial (García y González 2007: 528).
González Acuña (2007) ha tratado de reconstruir cuál sería el relieve sobre el que se asen-
tó la ciudad turdetana, situando sobre él las estructuras documentadas hasta la actualidad. La
imagen resultante sería la de un promontorio alargado en el que, a pesar de lo defendido hasta
el momento, el hábitat no se ceñiría únicamente a su cima, sino que se extendería ladera abajo
hasta la orilla del río, como han puesto de manifiesto las estructuras exhumadas reciente-
mente en el Palacio Arzobispal (Mora y Romo 2003). La orientación de los restos mantiene,
grosso modo, la de los ejes cardinales, sobre todo en el sector más occidental. Sólo en la zona
oriental más elevada se observa una desviación con respecto a los mismos, condicionada
probablemente por la topografía de la terraza aluvial (González Acuña 2007).
En definitiva, poco puede decirse a día de hoy sobre organización espacial de la Sevilla
prerromana, sus límites exactos, que vendrían definidos por el perímetro defensivo, y la ar-

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ticulación funcional de las zonas de hábitat. No sólo son necesarias nuevas intervenciones,
sino, lo que resulta aún más complicado, excavaciones con la extensión suficiente para regis-
trar expedientes constructivos completos, así como áreas de circulación o espacios públicos.
Asimismo, el estudio del fenómeno urbano debe entenderse como una labor de equipo, donde
converjan especialistas en diferentes ámbitos, desde la paleogeografía hasta la producción
cerámica, sin olvidar la arquitectura o la economía.
Las recientes actuaciones llevadas a cabo en la calle Abades y el Palacio Arzobispal han
puesto de relieve no sólo la complejidad de la dinámica edilicia que se inicia en Spal a finales
del siglo IV, sino también el incremento de su tráfico comercial, lo que trasluce claramente
el florecimiento de la ciudad en los momentos previos a la conquista romana. En cualquier
caso, la conformación urbana de Sevilla no es un fenómeno aislado, sino que constituye una
manifestación más de la reactivación económica que viven las localidades ribereñas del Bajo
Guadalquivir (Cerro Macareno, Alcalá del Río o la propia Itálica) y de la costa atlántica
andaluza (Huelva, La Tiñosa, Mesas de Asta) en época turdetana, como resultado de su par-
ticipación activa en los circuitos comerciales liderados por Gadir.

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