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¿EDUCACIÓN E-LEARNING, A DISTANCIA, NO PRESENCIAL, EN LÍNEA,

VIRTUAL O DIGITAL?

Prof. Christian Reyes G.

Mayo de 2019

Hasta hoy, se utilizan diversas denominaciones para lo que, en síntesis, podría

definirse como aplicación de las TIC a procesos formativos, a través de internet. Se

opta aquí por llamarla “educación digital”, no solo por la ontología y naturaleza de

los signos que la componen, sino porque se trata de una modalidad educativa que

no podría ser posible sin la cultura digital; esta advino con los avances tecnológicos

y sus efectos en la cultura humana desde que internet sembró una revolución en la

percepción del tiempo, el espacio y la difusión del conocimiento: “Las tecnologías

no sólo transforman al mundo, sino que influyen en la percepción que los sujetos

tienen de ese mundo” (Scolari, 2008, p. 273).

Así, a pesar de ese cambio paradigmático de percepción, se identificó o

asoció la educación totalmente mediada con recursos TIC casi de manera exclusiva

con la posibilidad de formación a distancia que viabilizaron los medios tecnológicos

a través de la Red Global. Es decir, se entendió —y seguramente aún hay quienes

así lo entienden— que aquellas tecnologías, las TIC, hacían posible lo mismo que

en una sala de clases o de reuniones, pero posibilitando la interacción educativa sin

la presencia física de las y los participantes. Como consecuencia, se sumaba a esa

posibilidad el hecho de que quienes eran partícipes de una experiencia de formación

no presencial, lo podían hacer en los momentos y con la organización que cada uno

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y cada una estimara pertinente, a sola condición de ajustarse a los plazos de inicio

y término que fijara el programa, curso o acción formativa.

Sin embargo, existe hoy una opinión ampliamente difundida y sólidamente

evidenciada de que aquella constituye una mirada al menos parcial o incompleta de

la educación mediante TIC. De aquí deviene el hecho de que en la actualidad se

esté dejando lado la denominación “a distancia” o “en línea”, crecientemente

reemplazada por “educación digital”; esto, porque resulta más integral y adecuada

al estado actual de los recursos involucrados y al paradigma educativo que estos

relevan. En cuanto a la expresión “e-learning”, además de constituir un barbarismo,

el español proporciona suficientes términos para denominar esta realidad sin recurrir

a su versión anglosajona.

Es evidente, además, que “La era digital, como cimiento y a la vez cimentada

sobre la sociedad de la información, se está imbricando de forma cada vez más

profunda en nuestro sistema educativo, desde primaria a la universidad” (Muñoz,

2013, p. 1). De este modo, es posible caracterizar desde los recursos educativos

con creciente presencia en las aulas (pocas clases se dan hoy sin el apoyo de una

presentación audiovisual, y resulta cada vez más frecuente la discusión sobre si se

debe o no permitir el uso de teléfonos móviles en el aula) hasta las posibilidades

que ofrece una plataforma educativa donde se pueden incluir recursos y actividades

de diversa índole, de manera autoinstruccional, o bien, con el apoyo sincrónico y/o

asíncrono de una acción tutorial. En suma, estamos hablando de una realidad que

va mucho más allá de posibilitar la ausencia de contacto físico entre las y los

estudiantes y con las y los docentes. Como señala también Muñoz (2013), la

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educación de aula cambia su rol y se constituye cada vez más en una experiencia

que adquiere nuevos sentidos: en algunos casos, se trata del espacio donde se

habilita, motiva u orienta la exploración y construcción del saber que está entregada

a la tarea de quien estudia; en otros, el aula o espacio físico adecuado hace posible

la discusión propia de los trabajos colaborativos; y en una tercera posibilidad, el aula

misma se virtualiza para constituirse en un espacio no material donde estudiantes,

docentes, actividades, materiales y objetos de aprendizaje conviven e interactúan a

base de los objetivos declarados y a través de dispositivos digitales que hacen parte

de la vida cotidiana (principalmente, teléfonos móviles y computadores personales).

Se trata de espacios formativos virtuales que, a su vez, pueden expresarse desde

básicos repositorios de materiales hasta completas plataformas educativas.

Por todo lo dicho, una noción actual de educación digital necesariamente

debe incluir esa superación presencial-no presencial que caracterizó distinguir la

educación con recursos TIC y, asimismo, una comprensión o especificación del

modelo educativo al cual tributarán esos recursos en función formativa. Núñez

(2013) propone entender por educación digital “la educación presencial y a distancia

que hace uso de tecnologías digitales y que tiene como objetivo la adquisición de

competencias y habilidades para aprender a aprender, tanto de profesores como de

estudiantes, en un proceso de formación permanente.”. De aquí, el mismo autor

mencionado, deriva las notas propias de la educación digital (véase la figura 1).

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Desaparece la distinción entre educación a distancia y
educación presencial.

La educación digital conlleva un cambio paradigmático


que se expresa en ir desde la era industrial a la del
conocimiento; de la inflexibilidad al hipertexto, de la
trasmisión de la información (“educación bancaria”, si
usamos la terminología freiriana) al aprender a
aprender.

El rol docente vive una revolución copernicana: deja de


ser el astro rey que “ilumina” al transmitir su
conocimiento, y pasa a acompañar el aprendizaje cuyo
rol protagónico es ahora de quien estudia en contacto
directo con los objetos de aprendizaje, y con valoración
de su historia, contexto y experiencias para construir
críticamente ese saber, además de reconocer su
pertinencia, su aplicación y sus posibilidades de
innovación y cambios.

Se terminan las restricciones de tiempo y espacio. La


educación digital está disponible en cualquier momento
y lugar.

Figura 1. Especificidades de la educación digital.


Fuente: elaboración propia, a base de Núñez (2013).

En su informe sobre el tópico, la Unesco (2011, p. 5) constata que

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Los diversos países de América Latina y el Caribe están realizando

ingentes esfuerzos para incorporar las Tecnologías de la

Información y las Comunicaciones (TIC) a sus sistemas educativos,

y consideran estrategias tan variadas como dotar a sus

establecimientos escolares de infraestructura digital, conectar a las

escuelas, incorporar sistemas computacionales de gestión escolar,

revisar las currículum nacionales (incorporando en ellos nuevas

competencias digitales y de orden superior) o combinaciones de las

anteriores.

De la citada constatación surgen todas las preguntas inherentes y esperables

de quienes tienen atribuciones para decidir, dirigir y hacer tanto en la praxis

educativa como en la formación del magisterio.

Algunas de esas preguntas, sin agotar sus posibilidades de formulación y

contenido, pueden ser las consignadas en la figura 2.

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¿Cómo incide la formación digital
de las y los educadores y otros
actores/as del sistema educativo?

¿Qué modelo
tecnopedagógico
enmarca las
¿Cuáles son los
acciones de
contenidos
formación
esenciales de esa
continua en
formación?
educación digital
y a través de
ella?

¿Cuál es el estado actual de dicha


formación, tanto en la formación
inicial como en la continua?

Figura 2. Preguntas para gestionar la educación digital.


Fuente: creación propia.

Estudios sobre competencias digitales, uso efectivo de las TIC en la

docencia, necesidades de formación, y además la implementación de una

educación digital coherente con un modelo educativo, entre otros ámbitos y

acciones posibles, son solo algunos de los desafíos que implica la decisión

estratégica de imbricar la educación digital en la formación y generación de

conocimiento.

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Referencias

Muñoz, M. (2013). La educación digital y el futuro de las formas de enseñar y

aprender. En

https://avances.adide.org/index.php/ase/article/download/117/114/ase19_m

ono04.pdf

Núñez, A. (2013). La educación digital. En

http://moodle2.unid.edu.mx/dts_cursos_mdl/pos/ED/AN/AM/08/Congreso_in

ternacional_de_tecnologia.pdf

Scolari, C. (2008). Hipermediaciones. Elementos para una teoría de la comunicación

digital interactiva. Barcelona, Gedisa.

UNESCO (2011). Educación de calidad en la era digital. Santiago de Chile: Oficina

Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO

Santiago).

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