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de victoria
1. EL MANA DEL DESIERTO. (Juan 6:47-59)
-Las ciudades de refugio fueron esparcidas por todo el país, para que nadie estuviese
demasiado lejos de alguna de ellas. Los caminos que conducían a estas ciudades debían
estar en buenas condiciones, en todo el camino había señalizaciones para ayudar al fugitivo.
La mayor parte de ellos estaban en los montes, para que fuesen visibles y las puertas de esas
ciudades siempre estaban abiertas.
1. Si las ciudades de refugio eran solamente para quienes pecaron sin intención ¿Cómo
puede ser aplicado a nosotros? Aquí tenemos algo realmente maravilloso.
En la cruz, el Señor Jesús puso todos nuestros pecados en la categoría de no intencionales,
su oración fue: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc.23:34). Esta es la
gracia y la misericordia de Dios, eso nos califica para encontrar refugio en Cristo. Ese
refugio es para todos nosotros.
2. De esta forma todos los pecadores son invitados hoy, para entrar en ese refugio que
es Cristo y ser librados de las manos del vengador. El Señor Jesús fue llamado
“amigo de pecadores”. Él es nuestro refugio, donde nos libramos del juicio que
vendrá sobre toda la tierra. El vengador es la justicia de Dios. Dios tiene placer en
amarnos, pero también Él es un Dios justo y todo pecado debe ser castigado. Un día
la justa ira de Dios vendrá sobre el mundo, pero nosotros estaremos seguros y salvos
en nuestra ciudad de refugio que es Cristo (Romanos 5:9-10). Esto me recuerda
también a la salida de Israel de Egipto, el ángel de la muerte pasaría por Egipto y
donde no había la señal de la sangre se produciría la muerte, incluso la Biblia dice
que el cordero sacrificado, de quien se usó la sangre, tenía que ser comido por cada
familia, asado y no crudo, ni hervido (Éxodo 12).
3. Las ciudades de refugio pertenecían a los sacerdotes y levitas, en aquel tiempo eran
ellos quienes servían a Dios a tiempo integral. Hoy, sin embargo, todos nosotros
fuimos hechos sacerdotes, Cristo nos hizo sacerdotes. Los sacerdotes y levitas en esas
ciudades adoraban a Dios con música e instrumentos, vestían la mejor ropa, comían
la mejor comida. El refugiado disfrutaba de todo eso hasta la muerte del sumo
sacerdote y después retornaba a su ciudad. Cristo es nuestro sumo sacerdote hoy y
vive eternamente, si nuestro sumo sacerdote vive para siempre, entonces somos
bendecidos eternamente, nuestro refugio nunca cesa (Hebreos 6:20).