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La Cultura del Trabajo. (Mayo de 2001)

      Como todos los años, Mayo comenzó poniendo sobre la mesa el tema del
trabajo. Concentraciones masivas y actos públicos en todos los países del mundo
plantearon en esta ocasión, como en las anteriores celebraciones del día de los
trabajadores, el malestar que los embarga, la situación desmedrada e injusta en
que se encuentran, y la voluntad de luchar por sus derechos y aspiraciones.

      En estas manifestaciones hemos podido escuchar y percibir la distancia


inmensa que separa la cultura del trabajo de la cultura económico-social
predominante en nuestras sociedades.

      Los trabajadores han hablado de la "explotación del trabajo", mientras los


medios muestran que trabajar se ha convertido en un "privilegio", dada la grande y
creciente cantidad de desocupados.

      Los trabajadores han hablado del trabajo como un "derecho", al que se


asocian otros derechos inalienables como el del salario justo y el de asociación
sindical, mientras los economistas se refieren al trabajo como a un factor
productivo como cualquier otro, que se transa en el mercado al precio que éste
determina conforme a la oferta y la demanda.

      Los trabajadores destacan la "dignidad" del trabajo humano, mientras los


empresarios lo llaman "mano de obra" instrumental.

      Los trabajadores defienden la "estabilidad laboral", mientras se demanda


desde todos lados "flexibilidad", en un contexto de avanzada "precarización" del
empleo.

      Los trabajadores destacan la importancia de las organizaciones sindicales que


defienden los derechos y conquistas históricas, mientras la preocupación de los
mercados es someter el trabajo a los dictados de la libre competencia, que se
establece de modo perfecto cuando se dan condiciones de atomización, movilidad
y libre entrada (y sobretodo, libre salida) al mercado. Golpea la distancia y la
oposición que se manifiesta entre ambos "discursos" y culturas. Pero golpea
también una especie de obsolescencia, de reiteración de conceptos y fórmulas
que se han ido vaciando de contenidos, de incapacidad de motivar y entusiasmar
a los trabajadores, por parte de unos planteamientos e ideas asentados
históricamente en los movimientos de trabajadores, que se reiteran con cierta
ritualidad que parece exterior, y que no son suficientes para rescatar el trabajo y
volverlo al sitial que le corresponde en la economía y en la cultura. Es como si la
cultura del trabajo se hubiera quedado atrás, detenida en la defensa cada vez más
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www.economiasolidaria.net/articulosdereflexión/; consultado 2006
impotente de posiciones adquiridas en el pasado, con un discurso que utiliza un
lenguaje que está siendo olvidado o que es desconocido para las generaciones
más jóvenes.

      El hecho es que la realidad del trabajo ha experimentado cambios notables, en


el contexto de las grandes transformaciones que están ocurriendo en la cultura, la
política y la economía. Y no se trata de que los conceptos expuestos en la
celebración del día del trabajo no sean válidos, verdaderos, y que mantengan
vigencia en las nuevas condiciones de la economía actual. Pero tenemos la
impresión de que la cultura del trabajo se ha ido desdibujando, disgregando,
anquilosando; que no se ha puesto a la altura de los grandes problemas y
desafíos que surgen actualmente frente a los trabajadores, organizados y no.
Sobre todo, no basta denunciar, exigir, presionar; es necesario tener propuestas y
ofrecer alternativas.

      Los datos sobre la realidad del trabajo en América Latina son impactantes:
alrededor de un 15 % de la fuerza laboral se encuentra desempleada; del 85 %
considerada ocupada conforme a un criterio que considera trabajando al que haya
tenido ingresos por apenas algunas horas de trabajo semanal, cerca de la mitad
se desenvuelve en la llamada economía informal. Y una parte considerable de los
trabajadores dependientes, carece de contrato y no accede a los beneficios
sociales que la ley establece en cada país. Los trabajadores sindicalizados
constituyen una pequeña minoría.

      Urge recomponer, renovar, fortalecer la cultura del trabajo, para hacer posible
la participación activa de los trabajadores en la recuperación de los espacios
perdidos, la reafirmación y el reconocimiento de la dignidad del trabajo, el logro de
condiciones justas que proporcionen a los trabajadores una vida que merezca al
menos el calificativo de humana, el desarrollo de formas nuevas de trabajo en que
éste pueda expresarse creativamente y conforme a sus potencialidades.

      La simple reafirmación de los antiguas ideas y conceptos no es en absoluto


suficiente. Por cierto, no se trata de aceptar el dircurso neo-liberal predominante,
ni de asimilar pasivamente sus consignas economicistas como señal de
adaptación a los cambios experimentados por la economía oficial. Creemos que,
por el contrario, es necesaria una elaboración nueva, y que a ella ofrece y puede
continuar efectuando contribuciones decisivas, la perspectiva teórica y las
potencialidades prácticas de la economía de solidaridad, que es en realidad
"economía de solidaridad y trabajo".

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