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fue cimentaron el modus Vivendi .
Pao hoe Bee ralcoc me heele =
y el Estado mexicano
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Dereon acon Tees Rote eee
Cee ee ete cn een tem et a
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Cee cee eC a ene
an eer a ec cee to ae ee eae
entre esas dos fuerzas condicionaria la posicién de los movimien:
tos de la derecha cat6lica en el acontecer sociopolitica del México
enn
El conflicto cristero puso en tensidn la estabilidad social y poli
tica del régimen callista. Durante 1927 y 1928, el
tabilizé la vida regional del centro-occidente de México, poniendo
enue eo aren ret
luna guerra regional: se haba convertido en una nacional e interna
ional, pues su desenvolvimiento ocasion6 el enfrentamiento entre
Coe a Reon one eed
men del presidente Plutarco Elias Calles.
een
ica. Ya no era
Division entre los catélicos
Durante 1928, la disposicién de la jerarquia eclesidstica, represen.
tada en el Comité Episcopal por Pascual Diaz y Barreto obispo
Coe eer ena een tea es
-arzobispo de Morelia
Treen eee Seen
Sra ee eR Oe coe Cee
estadounidense y ¢l presidente Calles, para acabar con la guerra
ee one ee ee are a
negociacién no estaban acordes con los deseos de los adversarios,
sobre todo en lo que se referia a la aplicacién de la ley anticlerical
a Ue meen ee eer ee
divisién que existia entre el Comité Episcopal, apoyado por el Vati-
ae ce oor ya ee
Cee een crane eee rer ee eer et
del enfrentamiento violento que se estaba levando a cabo. El sector
transigente deseaba un acuerdo con el gobierno: que suspendiera la
guerra para la reanudacion del culto, sin importar el cumplimiento
dle las demandas eclesiales originales. Mientras que el sector intran
sigente deseaba la continuacién de la guerra para el logro de esas
Cee oat rete
Dee Nene ec etn en ee ere
sido ocasionado por el Comité Episcopal, cuyos representantes esta
han convencidos de que con la violencia no se lograrfa nada y que,
por el contrario, esto redundaria en una pérdida mayor de influen
cia para la Iglesia en México. El miedo a esta posible circunstancia
hizo que los miembros del Comité Episcopal buscaran el apoyo di
recto del Vaticano y de los catélicos estaclounidenses, para presionar
ee ener ene
Eee mene tee er rE eo eet om
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a Nel et een ae eR er
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eeal gobierno callista con una solucién adecuada, Sin
embargo, esto produjo el enfrentamiento con los di:
rigentes de la Liga y con los combatientes cristeros
que, segtin ellos, tenian aseguradbo el triunfo contra el
“callismo ateo”
En busca de un modus vivendi
En la posibilidad de un arreglo, el Estado vefa la opor
tunidad para sojuzgar definitivamente a ta Iglesia
y acabar con la guerra absurda que, sin duda, seria
ganada por el ejército del gobierno en un mediano
plazo. Otra serie de circunstancias coyunturales pro-
piciaron la disposicién del gobierno callista para pac-
tar con la Iglesia: una de estas fueron las elecciones
presidenciales, que estaban por celebrarse en julio de
1929, pues el candidato de la oposicidn, José Vascon-
celos, podria establecer una alianza “beneficiosa” con
los cristeros y la Iglesia, que afectarfa al grupo en el
poder. Era indispensable negociar, pues de Io contra-
rio el candidato del Partido Nacional Revolucionario,
Pascual Ortiz Rubio, perderia las elecciones.
‘Tanto Calles como el presidente provisional Portes,
Gil aceleraron el camino de la negaciacién a princi-
pios de 1929, con la colaboracién del embajador esta-
dounidense Dwight Morrow y el padre John J. Burke,
prominente catdlico de la jerarquia norteamericana,
El paso se acelerd, atin mas, cuando el levantamiento
del general Gonzalo Escobar vislumbraba una posible
nin entre las fuerzas cristeras y los militares rebel
des en la regién de los Altos de Jalisco.
El grupo transigente del episcopado vio la oportuni-
dad para la negociacidn con el gobierno entre febrero
¥y marzo de 1929, cuando ya pareeia concretarse la po-
sibilidad de un arreglo aceptable para amnbas partes. La
presién diplomatica del Vaticano y Estados Unidos, se
pensaba, estaba a favor de la jerarquia y las demandas
{que esta tenia con el gobierno. Lo cierto fue que el sec-
tor transigente, lo que queria, era terminar de una vez.
por todas con una guerra que de antemano sabia perdi
da, Lo que se intentaba negociar era que la posicién de
la Iglesia, en los ramos de su actividad, no quedara afec-
tada con la guerra. El adversario revolucionario conocia
ese objetivo, que aproveché para mantener su posicién,
de que con guerra o sin ella, la actividad eclestéstica
quedarfa sujeta al mandato constitucional
Lo cierto es que los negociadores del gobierno que-
rian firmar el acuerdo para la pacificacién sin satis
facer ninguna demanda eclesial. De tal manera que
el éxito del movimiento cristero quedaria coartado a
favor del propio gobierno. El objetivo del arreglo seria
73
lose ISTORIAS on nin
linicamente para terminar el conflicto armado sin lle-
gar a una modificacién de fondo en la relacién Iglesia
Estado, Lo que se buscaba era un modus vivendi que
permitiera a ambos adversarios dejar en impasse el
conflicto de fondo. De hecho, esto fue lo que se logré
con los arteglos de junio de 1929 entre el sector tran-
sigente de la Iglesia y el gobierno de Emilio Portes Gil.
Sin cambios constitucionales
De abril a junio de 1929 se celebraron las pliticas en-
tre los representantes transigentes de la jerarquia y
el presidente Portes Gil, en el Castillo de Chapulte-
pec de Ciudad de México. Manter
discusiones fueron conocidas hasta fines de junio y
principios de julio. E] punto principal de la discusién
fueron los preceptos constitucionales que los catdli-
cos querian derogar y los revolucionarios aplicar. Ya
desde principios del afio, el embajador Morrow habia
insistido ante la jerarquia que era imposible suprimir
esos preceptos, por lo que, para llegar a un acuerdo
viable, era indispensable que la demanda se modifi-
cara pidiendo solo que el gobierno diera garantias a
los catélicos para que oelebraran, sin perturbaciones,
el ejercicio de su culto, Esta actitud permed el énimo
de las discusiones, por parte de la jerarquia, lo que
iba en contra de los objetivos de los combatientes y
irigentes de la Liga, que deseaban imponer ‘el reino
de Cristo Rey” a toda costa
El 5 de junio, Ruiz y Flores y Pascual Diaz conver
saron largamente con el presidente Portes Gil. Esta re-
unién habia sido decisiva, pues se acordé que pronto
se reanudaria el culto, se devolverian los templos y
accesorios de la Iglesia y se decretaria la amnistia a
los cristeros levantados. E] 12 de junio hubo otra reu
nién, donde ambas partes quedaron en presentar, al
dia siguiente, las bases del acuerdo. Asf sucedié el dia
14, en el que Portes Gil presenté una proposicién que
segufa manteniendo la postura de Calles en todos sus
puntos. Los prelados, entonces, consideraron que tal
proposicién debfa ser analizada por las autoridades
del Vaticano, pues en realidad no se consegufa nada.
El arreglo se demoré hasta el 21 de junio, cuando
se publicaron las declaraciones oficiales que daban
fin a la guerra cristera. El cariz de las negociaciones
de junio de 1929 habia sido el mismo de la celebra
das entre Ruiz y Flores y el presidente Calles en 1928,
por la intermediacién de Morrow y Burke. El aparato
gubernamental no estaba dispuesto a ceder un a
influido por la vacilacin de los representantes del
episcopado. El propio Ruiz y Flores declaré el 25 de
is en secret, lasjunio de 1929, que la buena disposi-
Gin de Portes Gil habia conducido
al arteglo que solo se concretaba a
concluir la guerra y no a cuestiones
que la jerarquia hubiera deseado
arreglat, como la separacién amis-
tosa entre la Iglesia y el Estado y la
restitucidn de la personalidad juri-
dica de la primera
De acuerdo con esa declaracién,
el sector transigente de la jerarquia
deseaba “buscar un arreglo, que
permitiendo a los fieles de la Igle
sia profesar su creencia religiosa y
practicarilicitamente nuestro culto
catélico remediara los males que la
suspension de este ha acarreado y
Jos mayores que acarrearia hasta en
las costumbres y moral publica’. Si
la Iglesia no poseia legalmente una
personalidad juridica, entonces lo
que se busearia, y consiguid, era el
reconocimiento oficial de su exis
tencia, que le permitiera cierta li
bertad de accién. Con la aprobacién
del papa, los acuerdos conducirian,
segin Ruiz y Flores, a una etapa
de conciliacién con el gobierno de
México, para que la Iglesia siguie-
ra actuando en el campo social sin
mezclarse en asuntos econémicos
y politicos que eran del campo de
accién del Estado, La cooperacién
con el gobierno debia centrarse en
el mejoramiento social, De esta for
ma, la Iglesia no perderia su prin-
cipal fuente de dominio, Tal fue la
posicién que sostuvo la jerarquia
en las conversaciones del 12, 13 y 21
de ju
Traicion a la lucha
de los catélicos
Por otra parte, el jefe del Ejecuti
declaré que no era el Anim del go-
bierno y de la Constitucién la inter-
venci6n en las “funciones espiritua
Jes" de la iglesia. Esto motivé que el
sector intransigente, representado
por la Liga Nacional Defensora de
la Libertad. Religiosa
y los cristeros, decla
raran a la prensa que
Jas negociaciones re-
presentaban una regre-
sidn a la situacién que
la Ley Calles de 1926
habia creado, por lo
que el sector transigen-
te estaba traicionando
la lucha del pueblo ca
télico. En respuesta,
el delegado apostéli
co alegé que lo que se
queria con los arreglos
era que la Iglesia te
viera libertad para su
aceién en el campo
social, ya que no era
interés del papa y de
la jerarquia mexicana,
que se recuperara una
posicién perdida con
Ja Constitucién misma
y, mucho menos, que
se permitiera la par
ticipacién politica de
los catdlicos en esferas
propias del Estado.
Bajo estas declaraciones se jus-
tificaron los puntos del acuerdo a
fines de junio de 1929. El triunfo
perteneci6, sin duda, a Ios revolu
cionarios en el poder. La firma de
los arreglos fue una solucién deco:
1084 al conflicto religioso, asi como
un resultado satisfactorio para el
sector conformista de la jerarquia.
No importaba que miles ée vidas se
hubieran perdido en el curso de la
guerra, sino el rescate de la posicién,
de la institucién catélica en la vida
de México. Los revolucionarios no
cedieron un Apice en ninguno de
los principios de la carta magna,
lo que demosiraba la capacidad
politica del grupo en el poder para
lograr un acuerdo sumamente fa.
vorable para la estabilidad del ré
gimen, Los jerarcas catélicos no
79
loo MISTORIAS en
gobierno calisa (1824-1928)
‘enfrent emis de aration
cisteray su etapa mas dgida,
‘pate de que no puso lowrar
‘una nagociacion que permiiers
‘oltindola guera,
pudieron conseguir ninguna pre-
rrogativa a favor, lo que tambié
demostré la poca capacidad para
negociar, y la aceptacién de que la
Iglesia habia quedado subyugada,
finalmente, al poder del Estado, Lo
que ahora importaba era que la ac-
tividad eclesial se reanudara para,
de esta manera, seguir luchando
en ciertas esferas de la sociedad
que permitieran continuar con el
dominio catélico.Con los arreglos no quedaron
solucionadas las diferencias entre
la Iglesia y el Estado, tales como la
cuestidn de la educacién, la injeren-
cia de los catdlicos en la esfera por
litica, la manifestacién piiblica del
culto, el registro de sacerdotes ante
las autoridades gubernamentales y
los derechos para poseer bienes por
parte de la Iglesia. Los problemas
de fondo quedaron deslindados de
la mesa de negociaciones, pues la
modlificacién de la ley no era mate.
ria de discusién. Lo importante era
terminar con la guerra cristera, por
medio de un acuerdo que, para el
gobierno, representaba una conce
sin de libertad de accién para la
Iglesia y los catélicos.
EL revuelo ocasionado por los
arreglos sucedié en ambos bandos.
Por un lado, el general Adalberto
Tejeda declaré que no era posible
pactar con el enemigo, por exceler:
Ga, de lay instituciones revolucio:
narias y que el bienestar nacional
estaba primero que un pacto que
beneficiaria a los eatélicos. Por otro
lado, los ditigentes de la Liga Nacio-
nal Defensora de la Libertad Rel
giosa declararon el 22 de junio que
la accién del episcopado era ajena
al espiritu de los combatientes crs.
ter0s yal misno tiempo exhortaba
alos catélicos levantados a parar la
lucha belica,
El fracaso de la rebelion
Las huestes cristeras de la regién
centro occidente lel pais comenza
ron a ser apaciguadas, lo que pro
dhujo un desencanto de los militan:
tes catdlicos que no entendieron a
raz6n de los arreglos. En el mes de
septiembre, Pascual Dfaz y Barreto
En lunie de 1029 ol
presente interno Ero
Portes Gi inguts las
regoclaciones con la Iglesia
Caldiea que confimeron
la dorsnancia del Estado
‘mexicano. Aflos despues,
cure ates cargos
(ubemsmentais y se
Secloo a la dplomacia,
fue nombrado arzobispo de Méxi
co, y Leopoldo Ruiz y Flores dele-
gado apostélico. Con esto, segiin la
Liga, se aseguré el éxito de la fac
cién moderada de a jerarquia y,
por ende, el fracaso de la lucha cris,
tera sostenida por la Liga, Los di
rigentes exhortaron a sus efectivos
a abandonar la lucha armada, para
actuar en otras esferas de la accion
catélica, de cardcter pacifico.
EI fracaso del movimiento era
concebido como una obra de Diaz y
Ruiz y Flores, apoyados por el
Vaticano y los jerarcas eclesias
ticos de Estados Unidos, que
no consideraron el saerificio
que los catélicos:mexieanos
estaban realizando para cons
tituir “el reino de Cristo Rey’
La disputa entre la Iglesia y
el Estado, iniciada en 1917,
‘Buena pate de los rebeldes
Csteros consiceré que los
fcuerdos enve a Iglesia
y el Estaco represeniaban
tna tac au lucha, aunque
al final muches tambien aceptaron
Terminar con queraquedé solucionada aparentemente
Sin embargo, serian los catélicos in:
transigentes con los arreglos, los que
revivirian, en diferentes momentos,
aquella disput.
La continuacion de la lucha de
los catélicas siguié manifestandose
de todas maneras, con movimientos
que buscaban no solo revivir aquel
desacuerdo, sino lograr que los ca
Aolicos pudieran_intervenit en Ta
vida politica del pats. Fue bajo esta
orientacién general que la disputa
Iglesia Estado-catslicos se seguiria
reinta
expresando durante los aio
y de donde surgiria el sinarquismo
como movimiento social opuesto del
régimen,
La pacificacidn de los cristeros fue dificil, sobre todo
cen Jalisco, Guanajuato y Michoacén, donde el sector
intransigente de los catdlicos era muy fuerte. A pesar
de la reanudacién del culto,a fines de 1929, los levanta
nilitarmente, Aunque
dos cristeros segufan actuando
Ja persecucidn disminuy6 hasta diciembre del mismo
aito, los enfrentamientos con el ejército gobiernista se
guian dindose local y regionalimente. El sentimiento
cristero, independientemente de su subjetivismo, se
encontraba exacerbado contra los que habian acorda
do con los “tiranos’,y estaba dispuesto a continuar en
la lucha,
La conciencia cristera, el espiritu catdlico regional
fue algo que no se pudo arreglar en junio de 1929,
por lo que los militantes catdlicos se encontraban dis,
puestos a movilizarse hasta lograr que los objetivos
cristeros se hicieran realidad. FI inconformisino caté:
lico por los arreglos se presenté en 1930, cuando la re
presidn del gobierno de los levantados se recrudecio.
La aplicacion de la ley anticlerical en Ios estados de la
Repiilica,
especialmente en los del centro, puso en
evidencia que la actividad catélica seguirfa atin mas
controlada. Las expectativas para la libertad religiosa
no eran nada halagiiefias, segtin cl sector intransigen
te de los cat6licos, por lo que se debja actuar de otra
forma. De hecho, esta reaccién fue producida por la
aplicacién que de la Ley Calles dle 1926 se estaba Ile-
vando a cabo en varias entidades del pais, De 1930
8.1932, las autoridades estatales hicieron efectiva esa
ley, Io que puso en evidencia la violacién de los arre-
oocual Daz y Barreto, un de os principals atifioes de fos,
‘ecuerdos con el gobieme de Portes Glen 1829, seria nombrado
‘ar20bisp0 de México en septiembre de e9e mismo afo.
los y la demostracién de que toda actividad catélica
estaria restringida
Los inconformes de la Liga Nacional Defensora
de la Libertad Religiosa, la Asociacién Catdlica de la
Juventud Mexicana y de la mista jerarquia habian
aceptado los arreglos por la presién del episcopado
y por la situacién de agotamiento en que se encon
taba la lucha. Pero, ahora, en 1930 y 293}
persccucién desatada por el gobierno y la violacién
ame la
de los acuerdos, planeaba actuar de otta manera, no
violenta, por la misma causa. Esta reaccién se perc:
ba en la regién centro-occidente con mayor fuerza,
lo que motivaria un ordenamiento organizativo de
los inconformes, alejados de la tendencia conformista
que deses
da y organizacién fueron la tnica que los catdlicos
adoptaron después de 1930. En tanto, las autoridades
eclesidsticas intentaban desmembrar a las organiza
iones, como la Liga Nacional Defensora de la Liber-
tad Religiosa y la Asociacién Catélica de la Juventud
Mexicana, para orientarlas el campo de la aecién civi-
cosocial
ba cumplir con los arreglos. La propagan-
La tregua de 1929 no duraria mas que algunos
meses, ya que los catdlicos continuaron actuando en
el campo de la oposicién regional, hasta que en 1932
el conflicto renaceria durante el gobierno de Abelardo
L. Rodriguez, cuento de otra historia,