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todo lo mío es tuyo; pero solamente el Hijo puede decir, y lo tuyo mío"
(Lutero, citado por FLG). Los pronombres no son del género masculino,
sino del neutro. Siempre habían tenido en común todas las cosas. En esto
Jesús afirma otra vez la inseparable unidad de su conocimiento, voluntad y
acción con el Padre (AH). Las palabras incluyen absolutamente todo, y
aseveran la absoluta comunidad de todas las cosas con el Padre (HWW).
Lo que se puede saber de Cristo viene por medio de los apóstoles
inspirados. Cristo ha sido glorificado por los Hechos de los apóstoles. Los
apóstoles eran (y a través de su palabra siguen siendo) los testigos
verdaderos de Cristo (15:26; Hech. 1:8), sus embajadores (2 Cor. 5:20). Por
eso, la iglesia debe perseverar en su enseñanza, Hech. 2:42; 1 Jn. 4:6.
Cuando Jesús escogió a Judas para el apostolado él no era "el hijo de
perdición". "Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad
sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera ... Los nombres de
los doce apóstoles son estos: ... y Judas Iscariote, el que también le
entregó" (Mat. 10:1-4). Judas podía echar fuera demonios, pero si él ya era
un diablo (6:70), entonces Satanás echaba fuera a Satanás (Mat. 12:26).
Junto con los otros once apóstoles Judas fue dado por el Padre al Hijo,
Cristo lo había guardado y enseñado pero, a pesar de toda la ayuda que
Cristo dio a sus apóstoles (enseñanza, ejemplo, poder milagroso), él cayó.
Los calvinistas están muy equivocados con respecto a Judas, porque
no es cierto que él era un diablo desde el principio, sino que después cayó y
llegó a ser un diablo. (Compárense 12:6, "era un ladrón" y 13:27, "Satanás
entró en él").
-- para que la Escritura se cumpliese. -- 13:18. "Aun el hombre de
mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el
calcañar" (Sal. 41:9; este texto probablemente se refiera al caso de
Ahitofel, íntimo amigo de David que llegó a ser consejero de Absalón, 2
Sam. 17:15. Este caso -- u otro semejante -- era tipo de la traición de
Judas).
17:13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan
mi gozo cumplido en sí mismos (15:11; 16:22, 24). -- El gozo de Cristo
era el gozo de perfecto amor, de perfecta pureza y de perfecta unidad con el
Padre. El quería que sus apóstoles tuvieran este mismo gozo.
"¡Cuan maravilloso fue que Jesús pudiera hablar de gozo poco antes
del beso traidor de Judas, el arresto, la condenación, los insultos ... el
sangrado azotamiento, la corona de espinas y la cruz! Como el de los
apóstoles nuestro gozo ha de ser encontrado en Jesucristo para que con
Pablo podamos decir, 'Regocijaos en el Señor siempre' (Fil. 3:1; 4:4) (FP).
17:15 No ruego que los quites del mundo, -- Jesús pronto terminaría su
trabajo aquí en el mundo, pero el trabajo principal de los apóstoles les
esperaba (Mat. 28:19; Mar. 16:15; Hech. 1:8). El "autor de la salvación de
ellos" era perfeccionado por aflicciones (Heb. 2:10); por eso, era necesario
que ellos también se quedaran en el mundo para que de la misma manera
ellos también se perfeccionaran.
Si los hubiera quitado del mundo, habría sido por medio de la muerte
(Hech. 12:1, 2), y Pablo dijo que para él la muerte hubiera sido "muchísimo
mejor" (Fil. 1:23) para evitar tanta persecución, pero si los apóstoles se
hubieran quitado del mundo, ¿qué habría pasado con el mundo de
pecadores que urgentemente necesitaban del evangelio?
"El mundo es bendecido por la presencia del cristiano (Mat. 5:13-
16), y el vivir en el mundo le da al cristiano la oportunidad de la conquista
y la recompensa (Rom. 8:37; Apoc. 2:26 3:21)" (JWM).
"La oración de nuestro Señor por los apóstoles es, por eso, una
petición triple: a saber, que ellos fueran guardados en unidad, que fueran
guardados del mundo y del diablo, y que fueran consagrados y equipados
para el servicio evangélico" (JWM).
17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han
de creer en mí por la palabra de ellos (Hech. 15:7; Rom. 10:17), --
Primero ruega por sí mismo (el autor de la salvación, Heb. 5:9) y por los
apóstoles (sus embajadores, los vasos que llevarían el tesoro, 2 Cor. 4:7) y,
por último, ruega por el objeto de esta obra, los que aceptarían la palabra
para ser salvos.
17:21 para que todos sean uno (Hech. 4:32, "de un corazón y un alma";
Efes. 4:3-6 en "una fe"); como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti -- El Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo están perfectamente unidos en el mismo
propósito en la misma obra. 8:19; 14:7 (los que conocieron a Cristo
conocieron al Padre); 12:45; 14:9 (los que vieron a Cristo vieron al Padre);
12:44 (los que creyeron en Cristo creyeron en el Padre); 14:21-24 (los que
aman a Cristo aman al Padre); 13:20 (los que reciben a Cristo reciben al
Padre); 5:23 (los que honran a Cristo honran al Padre); 15:23 (los que
rechazan a Cristo rechazan al Padre).
-- que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo
crea que tú me enviaste. -- ¿Ruega Jesús solamente por la unidad de sus
discípulos entre sí? No, sino que seamos uno en el Padre y en el Hijo.
Muchos grupos están unidos entre sí, y se jactan de esa "unidad", pero la
oración de Jesús no tiene nada que ver con la unidad de religiones
humanas.
Cristo no oró por la unión de las muchas denominaciones porque son
iglesias establecidas por los hombres. Son humanas en todo sentido: en
nombre, en organización, en doctrina, en culto y en propósito (obra). En
realidad los fundadores y proponentes de tales iglesias ni siquiera buscan la
unidad. No creen que sea posible ni deseable. Cada religión defiende su
derecho de existir y de trabajar para su crecimiento. No creen que la
doctrina sea la base de la unidad, y creen que su organización eclesiástica
es cosa insignificante. En cuanto al culto creen que hay completa
flexibilidad y libertad, pues todo grupo simplemente hace lo que agrade a
sus feligreses y lo que les pueda ayudar a ganar más miembros. La religión
más popular del tiempo moderno es el pentecostalismo, porque el llamado
"culto" es nada más una libre expresión de las emociones. La oración de
Jesús en este capítulo no tiene nada que ver con alguna supuesta unidad de
tales grupos.
Pero esta oración sí tiene que ver con la necesidad de unidad entre
los miembros de la iglesia de Cristo. Durante los pocos años del ministerio
de este servidor ha habido divisiones amargas causadas por la enseñanza de
las doctrinas y mandamientos de los hombres: p. ej., (1) el establecimiento
de instituciones e "iglesias patrocinadoras" que se encargan del dinero de
muchas (potencialmente todas) las congregaciones para hacer obras de
edificación, evangelismo y benevolencia; (2) varios aspectos del
calvinismo con respecto al pecado y al plan de salvación; (3) el llamado
"individualismo" que niega la existencia de la iglesia local; (4) la doctrina
de que el adulterio mencionado por Cristo en Mat. 19:9 no es sexual, sino
sólo los trámites legales para divorciarse y volver a casarse; y (5) la
doctrina de que al venir al mundo Cristo se despojó a sí mismo de sus
atributos divinos. Todas estas cuestiones afectan la comunión y causan
divisiones en la iglesia.
Los hermanos liberales son los que no respetan la autoridad de Cristo
y los apóstoles con respecto a la naturaleza, organización y obra de la
iglesia y otras prácticas (no conservan el patrón apóstolico, 2 Tim. 1:13).
Es triste leer los comentarios de estos mismos hermanos acerca de la
división: p. ej., "Cuando los hombres siguen sus propias opiniones y
enseñanzas, hacen barreras entre los creyentes" (FP). "Es precisamente en
la cuestión de división que la iglesia de Dios está más indefensa en el
tiempo presente. Ninguna cosa produce más infidelidad e injusticia que las
doctrinas conflictivas de los profesados seguidores de Cristo. Por medio de
multiplicar las divisiones, Satanás ha evitado que innumerables millones
obedezcan al evangelio" (JBC). "El espíritu de esta oración es totalmente
ajeno al espíritu faccioso que frecuentemente caracteriza a los miembros de
la iglesia; y los que promueven partidos, facciones y divisiones en el
cuerpo del Señor son culpables del pecado grave ... Dos de las cinco
peticiones son por la unidad del pueblo del Señor, y mientras que las
divisiones que ahora desgarran el cuerpo de Cristo evitan la consumación
de su sincero deseo para su pueblo, esperemos y oremos y trabajemos con
el fin de que todos los que lleven el nombre de Cristo algún día puedan ser
uno y que todos los cismas, divisiones, contenciones, enajenaciones, con
toda la rivalidad y amargura, terminen para siempre, y que los que profesan
ser sus seguidores ¡manifiesten delante del mundo la bendita unidad por la
cual El oró!" El autor de esta última cita (Guy N. Woods) era el campeón,
el debatista principal, que por muchos años defendió las innovaciones
principales -- la "iglesia patrocinadora" y las instituciones de la iglesia --
que causaron tantos "cismas, divisiones, contenciones, enajenaciones ... y
amargura" entre hermanos".
Para promover la unidad es necesario que todo cristiano practique las
exhortaciones en cuanto a la relación correcta los unos con los otros (13:34,
35; Rom. 12:10; 1 Cor. 12:25; Gál. 5:13-15, 26; 6:2; Efes. 4:2, 32; 1 Tes.
5:11; Heb. 10:24; Sant. 4:11; 5:9, 16).
17:22 La gloria que me diste (1:14), yo les he dado (1:12; 1 Jn. 3:1),
para que sean uno, (unidos en una familia espiritual, Efes. 2:19) así como
nosotros somos uno. -- La gloria de la cual Jesús habla en este texto es la
unidad de los discípulos, los unos con los otros en el Padre y el Hijo, por
medio de la perfecta revelación del Padre por Cristo. Para enfatizar la
unidad de los cristianos Pablo habla de la iglesia como el cuerpo de Cristo
("son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo", 1 Cor. 12:20).
Cristo ha dado la gloria que El recibió del Padre a su iglesia, pues
"amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de
presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni
arruga ni cosa semejante" (Efes. 5:25-27).
Por medio de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, la iglesia tiene
comunión con el Padre y con el Hijo (1 Jn. 1:1-4, 7), y se hace participante
de la naturaleza divina: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a
la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento
de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales
nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis
a ser participantes de la naturaleza divina" (2 Ped. 1:3, 4).