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17:10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; -- "Todo hombre puede decir,

todo lo mío es tuyo; pero solamente el Hijo puede decir, y lo tuyo mío"
(Lutero, citado por FLG). Los pronombres no son del género masculino,
sino  del neutro. Siempre habían tenido en común todas las cosas. En esto
Jesús afirma otra vez la inseparable unidad de su conocimiento, voluntad y
acción con el Padre (AH). Las palabras incluyen absolutamente todo, y
aseveran la absoluta comunidad de todas las cosas con el Padre (HWW).

          -- y he sido glorificado en ellos. -- Porque habían reconocido y


habían confesado que El es el Hijo de Dios, y llevarían este mensaje a todas
las naciones. Por esta causa Jesús pide al Padre que los guarde.

          Lo que se puede saber de Cristo viene por medio de los apóstoles
inspirados. Cristo ha sido glorificado por los Hechos de los apóstoles. Los
apóstoles eran (y a través de su palabra siguen siendo) los testigos
verdaderos de Cristo (15:26; Hech. 1:8), sus embajadores (2 Cor. 5:20). Por
eso, la iglesia debe perseverar en su enseñanza, Hech. 2:42; 1 Jn. 4:6.

17:11 Y ya no estoy en el mundo; -- Ahora especifica la circunstancia que


le mueve a hacer esta petición. Habla proféticamente como si ya hubiera
ascendido al cielo, pero habla de esta manera porque cuando Dios piensa
hacer algo, su cumplimiento es seguro y, por eso, aun antes de que suceda
ya es una realidad. Al volver al Padre Cristo todavía estaría en el mundo en
la persona del Espíritu Santo (14:18; Mat. 28:20)

-- mas éstos están en el mundo, (15:18-21, en el mundo hostil,


perseguidor, seductor y cruel) y yo voy a ti. Padre santo, (17:1, 4, 11,
"Padre"; 17:11, "Padre santo"; 17:25, "Padre justo") a los que me has
dado, guárdalos en tu nombre, (guárdalos en tu nombre, el nombre que
me has dado, LBLA) -- 17:12, "yo los guardaba en tu nombre" (Hech.
4:12; Fil. 2:9). Cristo pidió que el Padre guardara a los apóstoles en su
nombre, porque al salir Jesús de la tierra, habría peligro de que otra vez
fueran esparcidos. "Líbranos del mal (o del malo, LBLA, margen)" (Mat.
6:13). Serían expuestos al odio del mundo (15:18-21) y, por eso, el cuidado
especial del Padre sería muy necesario, mayormente durante los próximos
tres días (cuando Jesús sería prendido, "juzgado", crucificado, y sepultado).
Para estos días difíciles -- y para todo el tiempo de su ministerio -- Jesús los
pone en los brazos del Padre.
          -- para que sean uno, así como nosotros. --        "Ruego ... por los
que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que sean uno; como tú,
oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros" (17:20,
21). Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo son tres personas,
pero son uno en comunión, en propósito y en todo aspecto de la obra, y esta
unidad era el modelo perfecto para los apóstoles, y lo es para todos los
discípulos. La única manera de mantener esta unidad es por medio de
permanecer en la esfera de la verdad y la comunión con Dios. Mantenemos
esta unión con Dios por medio de seguir oyendo, enseñando y practicando
las palabras que el Padre dio al Hijo y que el Hijo y el Espíritu Santo dieron
a los apóstoles (17:8, 14; 1 Cor. 2:9-14; 2 Tim. 3:16, 17).

         

17:12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba (eteroun,


vigilar sobre, proteger, preservar de daño) en tu nombre (en la esfera de la
comunión con Dios, dirigiéndoles conforme a la voluntad de Dios revelada
en las palabras de Dios. Jesús, el Buen Pastor, los guardaba por medio del
ejemplo de su perfecta vida personal, su enseñanza, vers. 8, 14, sus
exhortaciones, advertencias y reprensiones y sus maravillosas obras); a los
que me diste (17:6, notas), yo los guardé (ephulaxa, Jesús era su guarda o
centinela, Hech. 5:23), y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de
perdición, -- El término hijo tiene varios usos en el Nuevo Testamento. En
este texto se refiere a la consecuencia (el fin o destino) de cierta clase de
vida; es decir, a los que llevan una vida perdida les espera la perdición. Los
"hijos de desobediencia" (Efes. 2:2, es decir, esa clase de gente) son
también "hijos de ira" (Efes. 2:3) o "hijos de perdición". Véase 2 Tes. 2:3.

          Cuando Jesús escogió a Judas para el apostolado él no era "el hijo de
perdición". "Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad
sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera ... Los nombres de
los doce apóstoles son estos: ... y Judas Iscariote, el que también le
entregó" (Mat. 10:1-4). Judas podía echar fuera demonios, pero si él ya era
un diablo (6:70), entonces Satanás echaba fuera a Satanás (Mat. 12:26).
Junto con los otros once apóstoles Judas fue dado por el Padre al Hijo,
Cristo lo había guardado y enseñado pero, a pesar de toda la ayuda que
Cristo dio a sus apóstoles (enseñanza, ejemplo, poder milagroso), él cayó.

          Los calvinistas están muy equivocados con respecto a Judas, porque
no es cierto que él era un diablo desde el principio, sino que después cayó y
llegó a ser un diablo. (Compárense 12:6, "era un ladrón" y 13:27, "Satanás
entró en él").
          -- para que la Escritura se cumpliese. -- 13:18. "Aun el hombre de
mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el
calcañar" (Sal. 41:9; este texto probablemente se refiera al caso de
Ahitofel, íntimo amigo de David que llegó a ser consejero de Absalón, 2
Sam. 17:15. Este caso -- u otro semejante -- era tipo de la traición de
Judas).

          Esto no quiere decir que su condenación era predestinada, sino


simplemente que cuando él cayó, cumplió esta Escritura. El "anticipado
conocimiento" de Dios (Hech. 2:23) no afecta el libre albedrío del hombre.
De su propia voluntad Judas entregó al Señor. Voluntariamente "cayó por
transgresión, para irse a su propio lugar" (Hech. 1:25).

17:13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan
mi gozo cumplido en sí mismos (15:11; 16:22, 24). -- El gozo de Cristo
era el gozo de perfecto amor, de perfecta pureza y de perfecta unidad con el
Padre. El quería que sus apóstoles tuvieran este mismo gozo.

          Los apóstoles escuchaban esta oración, y estas palabras estarían en su


mente durante los días siguientes para fortalecerles y traerles gozo. Jesús
los dejaría solos esa misma noche por "un poco" de tiempo; durante ese
tiempo sería muy necesaria la protección del Padre porque las pruebas
serían severas. De lo que se puede leer de ellos durante ese tiempo el gozo
vino después de la resurrección de Jesús.

          "¡Cuan maravilloso fue que Jesús pudiera hablar de gozo poco antes
del beso traidor de Judas, el arresto, la condenación, los insultos ... el
sangrado azotamiento, la corona de espinas y la cruz! Como el de los
apóstoles nuestro gozo ha de ser encontrado en Jesucristo para que con
Pablo podamos decir, 'Regocijaos en el Señor siempre' (Fil. 3:1; 4:4) (FP).

17:14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no


son del mundo (el dominio o reino de Satanás, Col. 1:13), como tampoco
yo soy del mundo. -- 15:18-21. Por esta causa Jesús pidió que el Padre los
guardara. El mundo aborrece el mensaje apostólico; por eso los persiguió, y
todavía persigue a los que enseñan el mismo mensaje. Todos los que
reciban el mensaje de Dios serán odiados por el mundo.

 
17:15 No ruego que los quites del mundo, -- Jesús pronto terminaría su
trabajo aquí en el mundo, pero el trabajo principal de los apóstoles les
esperaba (Mat. 28:19; Mar. 16:15; Hech. 1:8). El "autor de la salvación de
ellos" era perfeccionado por aflicciones (Heb. 2:10); por eso, era necesario
que ellos también se quedaran en el mundo para que de la misma manera
ellos también se perfeccionaran.

          Si los hubiera quitado del mundo, habría sido por medio de la muerte
(Hech. 12:1, 2), y Pablo dijo que para él la muerte hubiera sido "muchísimo
mejor" (Fil. 1:23) para evitar tanta persecución, pero si los apóstoles se
hubieran quitado del mundo, ¿qué habría pasado con el mundo de
pecadores que urgentemente necesitaban del evangelio?

          "El mundo es bendecido por la presencia del cristiano (Mat. 5:13-
16), y el vivir en el mundo le da al cristiano la oportunidad de la conquista
y la recompensa (Rom. 8:37; Apoc. 2:26 3:21)" (JWM).

17:16 No son del mundo, -- La palabra mundo significa: (1) el universo,


1:10; 17:5; (2) la tierra habitada, Mat. 24:14; (3) la humanidad, 1:29; 3:16;
(4) el mundo pecador que persigue a Cristo y sus discípulos, 15:19, y (5) el
mundo de los deseos malos; en su primera carta (1 Jn. 2:15-17) Juan
explica el significado de la palabra mundo al decirnos "lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne (que se muestran en las obras de la carne,
Gál. 5:19-21), los deseos de los ojos (los deseos carnales que emplean la
vista para satisfacerse, Gén. 3:6; Josué 7:21; 2 Sam. 11:2; Job 31:1; Mat.
5:28, 29; el instrumento principal para satisfacer los deseos carnales de los
ojos es la televisión), la vanagloria de la vida" (la arrogancia, la jactancia,
Sant. 4:13-16; así es el humanismo, que enseña que no se necesita la
dirección divina). El cristiano se separa del mundo (Rom. 12:2; Efes. 2:2;
Sant. 1:27; 4:4).

          Debemos esforzarnos para que el Señor diga lo mismo de nosotros


("No son del mundo"). Los que no son del mundo no están bajo el dominio
de Satanás; no pertenecen al príncipe del mundo maligno y hostil. No son
de él porque son de Dios. En su actitud, su conducta, su habla y en toda
actividad y relación de la vida son diferentes, pues son extranjeros y
peregrinos en este mundo (1 Ped. 1:17; 2:11). Su "ciudadanía está en los
cielos" (Fil. 3:20).

          Los discípulos de Cristo no tendrán poder para convertir al mundo si


imitan al mundo. Si el mundo no puede ver una diferencia clara entre los
que profesan ser cristianos y los del mundo, éstos no tendrán ningún deseo
de cambiar.
          Otro aspecto del mundo es la mundanalidad "respetable". Los que
practican esto no van al baile y no toman licor, pero no buscan
primeramente el reino de Dios, sino que lo primero en su vida es el trabajo
(o el negocio) o el placer (el juego de pelota, la pesca, etc.) que en sí no son
malos. Compárese Luc. 8:14, "La que cayó entre espinos, éstos son los que
oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los
placeres de la vida, y no llevan fruto". Las bendiciones materiales son de
Dios, pero pueden llegar a ser ídolos (Col. 3:5; 1 Tim. 6:9, 10). En la
parábola de la gran cena (Luc. 14:15-20), los que no fueron a la cena no
eran borrachos, sino que fueron detenidos por la hacienda, por cinco yuntas
de bueyes, y por el matrimonio. Estos también son del mundo.

          -- como tampoco yo soy del mundo. -- 15:19; 17:14. Jesús se


asociaba con los pecadores para salvarlos, pero nadie podía probar que
había pecado alguno en El (8:46).

17:17 Santifícalos en (en la esfera de) tu verdad; tu palabra es verdad.


-- Cristo no solamente pide que Dios los guarde del maligno, sino que los
santifique para la obra (2 Cor. 5:18-20). Básicamente la palabra santificar
no quiere decir purificar, pues se usa de Cristo también (10:36 "al que el
Padre santificó y envió al mundo"; 17:19, "yo me santifico a mí mismo").
Más bien, significa consagrar o dedicar enteramente al servicio de Dios.
Compárese Ex. 40:13. Jesús ya había dicho que "tuyos eran, y me los diste"
(17:6) y que no son del mundo; por eso, se habían apartado para los usos de
Dios, es decir, para el ministerio de la palabra (17:8, 14; Mat. 28:19, 20;
Mar. 16:15; Luc. 24:47-49; Hech. 1:8). Habían de dedicar su vida a esta
Gran Comisión. Desde luego, la santificación requería que se abstuvieran
de todo mal, pero básicamente tenía que ver con su dedicación a la obra.
Como ya habían dejado todo por Cristo, ahora llevarían a cabo su
ministerio (Luc. 14:33; Mat. 19:27; Mar. 10:29, 30).

          Como los apóstoles fueron santificados en la esfera de la verdad,


también todos los discípulos son santificados en la esfera de la verdad,
porque no es posible santificarnos para Dios fuera de la palabra de Dios (2
Tes. 2:13). Muchísimos religiosos se santifican no en la esfera de la verdad,
sino en la esfera de la doctrina humana (los mandamientos, especulaciones,
teorías y opiniones de los hombres). Los que se santifican en la enseñanza
humana no son santificados para Dios, sino para los hombres.

          Por medio de la palabra nos consagramos al servicio de Dios y


evitamos la contaminación del mundo (Tito 2:11, 12). "Y el mismo Dios de
paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo,
sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1
Tes. 5:23). "Llegamos a ser todo lo que el Señor quiere que seamos por
medio de la fiel obediencia a su palabra. Esta es la santificación por la cual
Jesús oró" (GNW).

17:18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.


-- La comisión de Jesús era divina, y también la comisión de los apóstoles
era divina, pues fueron escogidos y enviados por Cristo.

17:19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo,  para que también ellos


sean santificados en la verdad. -- En Cristo se ve la perfecta santificación
o entrega total de la vida como el sacrificio por los pecados del mundo
(Heb. 9:14), y en base a la santificación de El, los apóstoles podían ser
santificados en la esfera de esa verdad para predicarla al mundo.

          "La oración de nuestro Señor por los apóstoles es, por eso, una
petición triple: a saber, que ellos fueran guardados en unidad, que fueran
guardados del mundo y del diablo, y que fueran consagrados y equipados
para el servicio evangélico" (JWM).

17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han
de creer en mí por la palabra de ellos (Hech. 15:7; Rom. 10:17), --
Primero ruega por sí mismo (el autor de la salvación, Heb. 5:9) y por los
apóstoles (sus embajadores, los vasos que llevarían el tesoro, 2 Cor. 4:7) y,
por último, ruega por el objeto de esta obra, los que aceptarían la palabra
para ser salvos.

17:21 para que todos sean uno (Hech. 4:32, "de un corazón y un alma";
Efes. 4:3-6 en "una fe"); como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti -- El Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo están perfectamente unidos en el mismo
propósito en la misma obra. 8:19; 14:7 (los que conocieron a Cristo
conocieron al Padre); 12:45; 14:9 (los que vieron a Cristo vieron al Padre);
12:44 (los que creyeron en Cristo creyeron en el Padre); 14:21-24 (los que
aman a Cristo aman al Padre); 13:20 (los que reciben a Cristo reciben al
Padre); 5:23 (los que honran a Cristo honran al Padre); 15:23 (los que
rechazan a Cristo rechazan al Padre).
          -- que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo
crea que tú me enviaste. -- ¿Ruega Jesús solamente por la unidad de sus
discípulos entre sí? No, sino que seamos uno en el Padre y en el Hijo.
Muchos grupos están unidos entre sí, y se jactan de esa "unidad", pero la
oración de Jesús no tiene nada que ver con la unidad de religiones
humanas.

          El ser uno en el Padre y en el Hijo requiere la sumisión a la


enseñanza de Cristo y los apóstoles que está registrada en los veintisiete
libros del Nuevo Testamento, es decir, no solamente la enseñanza acerca de
Cristo mismo en Mateo, Marcos, Lucas y Juan, sino también la enseñanza y
el ejemplo de los apóstoles en Hechos de los Apóstoles y en las epístolas y
en el Apocalipsis (1 Cor. 2:11-13; 2 Ped. 3:1; 1 Jn. 4:6). Los que se apartan
de la verdad se apartan de Dios y también de los discípulos fieles. Cuando
los discípulos de Cristo se extravían y no perseveran en la doctrina de
Cristo (2 Jn. 9), se alejan de Dios, e ineludiblemente se alejan los unos de
los otros y, al hacerlo, ya no promueven la causa de Cristo, sino la causa de
Satanás.

          Pablo explica cómo evitar y cómo corregir la división: "cuando


recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como
palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios" (1 Tes.
2:13); "que habléis todos una misma cosa" (1 Cor. 1:10); "Solícitos en
guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un
Espíritu ... una misma esperanza ... un Señor, una fe, un bautismo, un Dios
y Padre" (Efes. 4:3-6).

          Cristo no oró por la unión de las muchas denominaciones porque son
iglesias establecidas por los hombres. Son humanas en todo sentido: en
nombre, en organización, en doctrina, en culto y en propósito (obra). En
realidad los fundadores y proponentes de tales iglesias ni siquiera buscan la
unidad. No creen que sea posible ni deseable. Cada religión defiende su
derecho de existir y de trabajar para su crecimiento. No creen que la
doctrina sea la base de la unidad, y creen que su organización eclesiástica
es cosa insignificante. En cuanto al culto creen que hay completa
flexibilidad y libertad, pues todo grupo simplemente hace lo que agrade a
sus feligreses y lo que les pueda ayudar a ganar más miembros. La religión
más popular del tiempo moderno es el pentecostalismo, porque el llamado
"culto" es nada más una libre expresión de las emociones.    La oración de
Jesús en este capítulo no tiene nada que ver con alguna supuesta unidad de
tales grupos.

          Muchos religiosos -- hasta miembros de la iglesia del Señor -- dicen


que la doctrina no es la base de la unidad. Entonces, si la base de la unidad
no es la doctrina, ¿cuál será? Si no importan las diferencias en cuanto al
culto, la organización y la obra de la iglesia, ¿qué cosas tendrán
importancia? Puesto que la unidad tiene que ver con la comunión, ¿en qué
otras cosas habrá comunión? La verdad es que precisamente en estas cosas
(la doctrina, el culto, la organización y la obra de la iglesia) debe haber
unidad, pero no puede haber unidad entre las denominaciones porque no la
quieren.

          Pero esta oración sí tiene que ver con la necesidad de unidad entre
los miembros de la iglesia de Cristo. Durante los pocos años del ministerio
de este servidor ha habido divisiones amargas causadas por la enseñanza de
las doctrinas y mandamientos de los hombres: p. ej., (1) el establecimiento
de instituciones e "iglesias patrocinadoras" que se encargan del dinero de
muchas (potencialmente todas) las congregaciones para hacer obras de
edificación, evangelismo y benevolencia; (2) varios aspectos del
calvinismo con respecto al pecado y al plan de salvación; (3) el llamado
"individualismo" que niega la existencia de la iglesia local; (4) la doctrina
de que el adulterio mencionado por Cristo en Mat. 19:9 no es sexual, sino
sólo los trámites legales para divorciarse y volver a casarse; y (5) la
doctrina de que al venir al mundo Cristo se despojó a sí mismo de sus
atributos divinos. Todas estas cuestiones afectan la comunión y causan
divisiones en la iglesia.

          Los hermanos liberales son los que no respetan la autoridad de Cristo
y los apóstoles con respecto a la naturaleza, organización y obra de la
iglesia y otras prácticas (no conservan el patrón apóstolico, 2 Tim. 1:13).
Es triste leer los comentarios de estos mismos hermanos acerca de la
división: p. ej., "Cuando los hombres siguen sus propias opiniones y
enseñanzas, hacen barreras entre los creyentes" (FP). "Es precisamente en
la cuestión de división que la iglesia de Dios está más indefensa en el
tiempo presente. Ninguna cosa produce más infidelidad e injusticia que las
doctrinas conflictivas de los profesados seguidores de Cristo. Por medio de
multiplicar las divisiones, Satanás ha evitado que innumerables millones
obedezcan al evangelio" (JBC). "El espíritu de esta oración es totalmente
ajeno al espíritu faccioso que frecuentemente caracteriza a los miembros de
la iglesia; y los que promueven partidos, facciones y divisiones en el
cuerpo del Señor son culpables del pecado grave ... Dos de las cinco
peticiones son por la unidad del pueblo del Señor, y mientras que las
divisiones que ahora desgarran el cuerpo de Cristo evitan la consumación
de su sincero deseo para su pueblo, esperemos y oremos y trabajemos con
el fin de que todos los que lleven el nombre de Cristo algún día puedan ser
uno y que todos los cismas, divisiones, contenciones, enajenaciones, con
toda la rivalidad y amargura, terminen para siempre, y que los que profesan
ser sus seguidores ¡manifiesten delante del mundo la bendita unidad por la
cual El oró!" El autor de esta última cita (Guy N. Woods) era el campeón,
el debatista principal, que por muchos años defendió las innovaciones
principales -- la "iglesia patrocinadora" y las instituciones de la iglesia --
que causaron tantos "cismas, divisiones, contenciones, enajenaciones ... y
amargura" entre hermanos".

          Aparte de las divisiones causadas por el error doctrinal, también ha


habido muchas divisiones a causa de la carnalidad de los miembros (1 Cor.
3:1-4). Las obras de la carne (Gál. 5:19-21) no solamente destruyen la
unidad de la iglesia, sino también a la iglesia misma: "acerca de las cuales
os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios". La unidad es uno de los temas
dominantes de las epístolas (p. ej., Rom. 12:16; Efes. 2:16; Fil. 1:27; 2:1-
4). Lucas describe la unidad que existió entre los apóstoles y otros
discípulos (1:14; 2:1, 46; 2:46; 4:32).

          Para promover la unidad es necesario que todo cristiano practique las
exhortaciones en cuanto a la relación correcta los unos con los otros (13:34,
35; Rom. 12:10; 1 Cor. 12:25; Gál. 5:13-15, 26; 6:2; Efes. 4:2, 32; 1 Tes.
5:11; Heb. 10:24; Sant. 4:11; 5:9, 16).

         

17:22 La gloria que me diste (1:14), yo les he dado (1:12; 1 Jn. 3:1),
para que sean uno, (unidos en una familia espiritual, Efes. 2:19) así como
nosotros somos uno. -- La gloria de la cual Jesús habla en este texto es la
unidad de los discípulos, los unos con los otros en el Padre y el Hijo, por
medio de la perfecta revelación del Padre por Cristo. Para enfatizar la
unidad de los cristianos Pablo habla de la iglesia como el cuerpo de Cristo
("son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo", 1 Cor. 12:20).

          Cristo ha dado la gloria que El recibió del Padre a su iglesia, pues
"amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de
presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni
arruga ni cosa semejante" (Efes. 5:25-27).

          Por medio de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, la iglesia tiene
comunión con el Padre y con el Hijo (1 Jn. 1:1-4, 7), y se hace participante
de la naturaleza divina: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a
la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento
de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales
nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis
a ser participantes de la naturaleza divina" (2 Ped. 1:3, 4).

          En consecuencia de esta naturaleza gloriosa, la iglesia fiel y unida es


el reflejo de Dios. Pablo predicó el evangelio de Cristo "para que la
multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la
iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales ... A él sea
gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los
siglos. Amén". (Efes. 3:10, 21).

17:23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para


que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos
como también a mí me has amado. -- "Solícitos en guardar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz" (Efes. 4:3). ¿Por qué? Para que el mundo
conozca que Dios envió a Cristo para salvarnos, y que en verdad Dios los
ha amado (3:16). Si la unidad produce este fruto precioso, ¿qué fruto lleva
la división?

          La unidad de la iglesia le da mucha influencia y fuerza para convertir


al mundo. Sin lugar a dudas, las muchas divisiones de la iglesia son el
obstáculo más grande en la obra del Señor.

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