Crítica Solecito PDF

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Solecito, una pequeña ventana a la sinceridad

Vivir se ha convertido poco a poco en algo tortuoso para muchos. Con ocupaciones aquí y allá,
con muy poco tiempo para sentarse a disfrutar del sol, el viento, el sonido del silencio y una
buena conversación con si mismo. Estas meditaciones afloran una conexión con el ser interior,
puede no ser alegre, puede ser una conexión triste o melancólica, pero encontrarse a uno
mismo, es encontrar tranquilidad. Muchas veces esa tranquilidad emana por contarnos a
nosotros mismos la verdad, la verdad de lo que sentimos y allí aparecen los suspiros:

-Ay Maiquitol
-Ay Camilita

Así termina “Solecito” con el reencuentro de un amor, pero no cualquier amor: Un juvenil,
descuadrado, iluso y hasta ingenuo amor. Esta pareja: Maicol y Camila, han vuelto a estar juntos
por un motivo oculto y al mismo tiempo evidente: El cine.

La película empieza con un largo plano de entrevista a Camila. Una adolescente que relata su
triste y enredada historia de amor, a un anónimo interlocutor. La verdad con la que Camila
cuenta su experiencia se siente en la pantalla, con dudas, con tristezas, alegrías y sentimientos
encontrados. Aunque esto ya de por si es emotivo, la emoción aumenta cuando Maicol llega a
contar su propia versión.

A pesar del anonimato del entrevistador, sus preguntas ayudan a Maicol y a Camila, a contarse
una verdad en voz alta a si mismos (y de paso a la película y al espectador): Se extrañan y
seguramente todavía sienten cosas mutuamente.

Ver esta secuencia es recordar cualquier historia de amor cercana a nosotros, escuchar a los
amigos hablar de sus novias, de sus goces y sus deslices. Estar ahí en la entrevista sin cortes es
una experiencia cercana a la realidad, que deja ser un poquito más sincera esta historia.

Posteriormente ya en escenas ficcionadas, vemos el día a día de Maicol y Camila, sin saber lo
que el cine les depara. Una silenciosa pero evidente fuerza les ha propuesto sin que sepamos,
hacer un cortometraje para reencontrase. La intención de fondo es muy simple, volver a hablar
sinceramente entre ellos, pero el medio (el cortometraje) implica dejarle ver a la cámara ese
proceso.

Medio mentira medio verdad. Pero en este caso al detenernos en una conversación sin
planeación. Donde la cámara falla, donde improvisa para alcanzar los gestos importantes, nos
damos cuenta que aflora la sinceridad de la escena: dos jóvenes, que están reunidos allí porque
se quieren, pero que no pueden rendirse tan fácil entre ellos, donde cada uno tiene que
demostrarle al otro que lo extraña, sin caer rendido a sus pies. un amor complicado, pero
sincero, que quiere superar esas frustraciones del pasado.

La vida es eso mismo una conversación constante entre los deseos y los impedimentos. Charlar,
escribir, reflexionar, pintar, escuchar música y entre tantas otras cosas como hacer cine, ayudan
a encontrar la verdad y la solución entre la pugna “Deseo/obstáculo”

En este caso Solecito ha abierto una pequeñísima puerta hacia una pequeñísima verdad, que no
debe ser entendida como una sentencia absoluta si no como una experiencia sincera con el cine,
los sentimientos, los personajes y el espectador, un cortometraje donde todos salen ganando,
todos se sienten tranquilos y todos se encuentran a si mismos.

Sergio Ruiz

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