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de los pueblos indígenas u originarios; algunas de estas son que el indígena debe
permanecer culturalmente correcto, apegado a la tradición y a su pasado, y no adaptarse
al cambio, ser campesino y no vivir en las ciudades, conservar su lengua autóctona, y no
utilizar un lenguaje politizado, el que se encuentra dentro de la violencia a la que siempre
están sujetos los pueblos indígena, el que es diferente y que por lo tanto no está en una
situación de igualdad.
En dos demandas de la CIDH los Estados impugnaron la identidad del sujeto, sosteniendo
que no había lugar para la reclamación de derechos colectivos que ampara el Convenio
169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), puesto que los demandantes no
satisfacían las características de pueblos indígenas.
Como parte de los argumentos se mencionó que no hablaban una lengua autóctona sino
la nacional, eran adeptos al cristianismo y no a una religión originaria, existían
matrimonios mixtos y no endogámicos, explotaban minas y comercializaban productos al
exterior y un largo etcétera. Para responder a estas impugnaciones, Kirsch, un profesor
de antropología, el cual presento en sus peritajes en dicho caso, contra dice dichos
argumentos al no autenticar, purificar o idealizar una cultura como si estuviera estancada
en el tiempo.
Para poder proteger de manera adecuada a los pueblos indígenas no se debe basar en la
descripción estricta de sus características, sino en la traducción de la argumentación y
reclamación que emana de los propios interesados. Dicha traducción que pretende hacer
el ministerio público frente al juzgado debe de ir más allá de la cultura para preguntarse si
la aparente ausencia de factor cultural en un juicio invalida los informes periciales
antropológicos.
Sale a luz la necesidad de investigar no sólo al sujeto activo, que supuestamente comete
un ilícito o realiza un reclamo, sino también los usos y costumbres que lo rodean, así
como sus características esenciales, no para eliminarlas, sino para replantearlas en el
contexto de una investigación en diálogo con los actores y el campo judicial. En
consecuencia, muy aparte de las preferencias teóricas o metodológicas adoptadas,
permanece el imperativo de la interpretación y la traducción. Una interpretación que dé
testimonio de los mundos de significado y los universos de discurso.
En el amicus curiae, que por definición es “persona física o jurídica que sin estar
legitimada como parte o como tercero en un litigio interviene voluntariamente ante un
tribunal para colaborar con este aportando información objetiva”, también es un género en
el que la experiencia de la antropología puede ser protagonista dentro de la justicia.
Inicio señalando que la figura de perito en antropología tiene referentes de hace por lo
menos una década y media en diferentes países y se les conoce con diferentes
denominaciones; expertaje en Guatemala, peritazgo en Colombia, pericia en Argentina,
laudo en Uruguay y expert testimony en Estados Unidos.
El peritaje tiene diferentes funciones: es un medio y una prueba que implica el uso de
técnicas y métodos concretos aplicados a un hecho o suceso específico y elaborado por
un especialista en alguna ciencia, arte u oficio.
Para poder llevar a cabo estos estudios y poder resolver los conflictos que se presentan
entre las culturas se debe “dilucidar” elementos claves: “el grado de conciencia étnico; el
grado de preservación cultural de un sujeto; y el grado de incorporación a la cultura
nacional.
Para enfrentar estos elementos, el peritaje antropológico sólo sería uno de los caminos
que se puede realizar. El otro sería realizar una interpelación cultural mediante una
comunicación con miembros de la cultura, por medio de sus asambleas, instituciones
tradicionales, etc., la cual es más complicada porque al ser la cultura dinámica, es posible
que ciertas tradiciones hayan desaparecido. Esto nos sirve para determinar que personas
se pueden realizar un peritaje y que es lo que se debe buscar
El perito frente a las diferentes realidades, busca explicar a la autoridad el significado que
el hecho implica en la integralidad de una cultura que le es ajena.
Un sujeto va a ser juzgado como transgresor de las normas culturales de una sociedad
puede conseguir que su acción le sea o no imputada; sin embargo, para poder llegar a
una conclusión intercultural, desde la jurisdicción ordinaria se hace necesaria la
confrontación con otros saberes, mediante evidencias fundadas en criterios diferentes que
permitan estudiar las conductas y profundizar en los distintos campos complejos e
interrelacionados que conducen a una distinta explicación de la juzgada contravención
cometida contra las normas de convivencia de la sociedad, si ello puede demostrarse,
pero desde el marco de la propia cultura a la que pertenece el acusado.