Está en la página 1de 140

Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por y

para fans. Ninguna otra traducción de este libro es considerada oficial salvo
ésta.
Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones en
las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados con
alguna editorial u otros ajenos.
Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de
los staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea
de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están adentrándose
y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda apoyar al autor/a
de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu localidad.
Índice
Staff
Sinopsis
¿Q uieres tener otra oportunidad en el amor? ¿O simplemente
quieres un amigo con beneficios?

Sus pasados desgarradores te conmoverán. Su pasión te hará sonrojar.


Sus travesuras te harán reír en voz alta.

Natalie Davenport, de veinticinco años, carga con un gran peso. Novio


tras otro han sido un desastre total, dejando a Natalie desconfiando de la
población masculina en general. Por eso, cuando Colin Hampton cruza en
su camino, ella es cautelosa. Su corazón (¡y algunas otras partes del cuerpo!)
le animan a ello, mientras que su cabeza le dice que corra lejos.

Colin es uno de esos tipos magníficos que atraen a las mujeres, sin
importar la edad o el estado civil. Con una exitosa carrera en una estación
de radio popular de Seattle, su cuerpo musculoso, y su encantadora
personalidad, es el paquete completo. Pero algo oscuro se esconde en los
rincones de su alma, algo de experiencia turbia que le ha cambiado... tal vez
para mejor, pero tal vez a peor.

¿Le robará el corazón a Natalie y lo destruirá al igual que los otros chicos
lo hicieron?

¿Le dejará entrar en su mundo fuertemente fortificada pesar de sí misma?

¿O estarán en el punto medio, establecimiento límites emocionales para


protegerlos de caer en el amor?

Almost Bad Boy #1


Capítulo 1
"Es la elección, no la oportunidad, lo que determina tu
destino.”
Jean Nidetch
Traducido por Nanami27& katiliz94
Corregido por Pily

E stoy sudando como Snooki en sus videos de cardio de YouTube.


Ugh. Mi nuevo top de seda se está empapando. Echo un vistazo
hacia mis tetas. Saltan hacia arriba y abajo con el ritmo de mis pies
golpeando el pavimento. Manchas húmedas florecen grandes alrededor de
mi escote de corte bajo y abajo de mis axilas. ¡Mierda! ¡Mierda! No hay
manera de que pueda llegar a tiempo a la oficina.

Estúpido auto. Ayer dejé las luces encendidas durante la noche como
una idiota, y la batería decidió morir. Mi despertador no sonó esta mañana,
lo cual fue también mi maldita culpa. Me olvidé de configurarlo antes de
estrellarme en la cama la noche anterior. Milagrosamente, en realidad llegué
a la cama, en lugar de derrumbarme en el sofá. Salir con las chicas en la
noche del miércoles nunca había sido un problema, aunque nos
quedáramos pasadas las 1:00 a.m. Suelo operar a cinco horas de sueño de
todos modos. No hay problema. Pero anoche realmente me pateó el trasero.
Y esta mañana no se perfila mejor.

Todavía estoy mentalmente dolorida de la semana pasada. Mi auto-


llamado novio, Ray, me dejó como un mal hábito. Mi problema no es que él
hizo, porque tarde o temprano lo habría terminado yo misma. Se me había
enfrentado dos veces en una fila. ¡Dos veces! Y sus excusas eran tan tontas
que sospecho que es un completo idiota. Bueno, lo es, pero esa es otra
historia. Así que el sábado pasado, después de que lo perdoné, estábamos
finalmente en mi apartamento, teniendo sexo y todas esas cosas buenas.

Cuando termina, me dice: No quiero sonar como un idiota, pero esto


(hace un gesto entre él y yo, atrás y adelante, atrás y adelante, atrás y
adelante, como si su maldita muñeca estuviera hecha de goma flexible) no
está funcionando para mí.

Amigo, ¿qué demonios? Acabamos de tener sexo. Eso no es tan genial.


Si quieres romper conmigo, hazlo como una persona civilizada. Estaba
echando humo, pero me esforcé por mantener la calma. No es una cosa fácil
de hacer cuando estás desnuda en la cama con un tipo que simplemente te
usó y ahora camina sobre ti. Finalmente dije, Olvídalo. Lárgate. Pude haberle
llamado un nombre o dos. ¡Oye, se lo merecía!

Así que mis amigas —Caroline, Ali, y Jena— me sacaron para


animarme. No pudimos reunirnos hasta la noche del miércoles, pero estaba
bien. Tuve tres días completos para sacar la mayor parte de la ira y la
decepción de mí, así que no sería tan perra cuando finalmente saliéramos.
Solo me siento mal por Ali. Es mi socia, y trabajamos juntas, por lo que
había estado expuesta a mi actitud cabreada por un tiempo. Pero es una
buena chica. Además, tiene la personalidad más olvida-el-mundo en el
universo, así que sé que puede manejar mi estado de ánimo.

El taxi que tomé desde su casa esta mañana se quedó atascado en el


tráfico a pocas cuadras de mi oficina. Hubo un accidente desagradable,
bloqueando todos los carriles. Pagué el conductor y salí, convencida de que
iba a llegar a trabajar más rápido caminando que esperando a que este lío
se disperse. Ahora estoy corriendo y sudando. Genial.

Me detengo en el paso de peatones, jadeando y secándome la frente


con el dorso de mi mano. Me siento como una mierda; luzco probablemente
aún peor. Echo un vistazo a mi reloj. La reunión en la oficina comienza en
quince minutos. ¡Quince malditos minutos!

—Vamos, vamos —susurro, golpeando impacientemente mi pie y


ajustando la correa de mi bolso Louis Vuitton de segunda mano sobre mi
hombro.

Mi teléfono celular vibra, y luego suena con alguna desagradable


melodía metal pesado en contra de mi caja torácica. Tengo que cambiar ese
riff. Es insoportable. Pesco el teléfono de mi bolso y miro la pantalla. Es Ali.
Se enganchó con ese chico nerd pero lindo en el bar Black Horned Beast
anoche. Este es su día libre, ¿por qué en los cielos me llama antes de las
8:00 a.m.?

—Ali —respiro en el teléfono celular. La luz finalmente cambia a verde,


y doy un paso fuera de la acera y hacia el paso de peatones.

—¡Oye, preciosa! ¿Dónde carajo estás, Natalie? Apuesto mi trasero a


que te quedaste dormida.

Sí, así es Ali. Su estilo es suavizar una acusación con un cumplido.

—Estoy a una cuadra de la oficina. —Jadeo—. ¿Por qué estás


despierta tan temprano en tu día libre?

—Estaba sin café.

—Sí. ¿Y la verdadera razón? —pregunto.

Resopla.

—El perdedor que llevé a casa anoche no pudo siquiera levantarlo.


Pasé dos horas seduciéndolo, y finalmente me rendí. Cuando se fue,
llevando el escudo de la vergüenza, me sentí tan mal que dormí durante un
par de horas. Finalmente, tuve que salir de la casa.

No puedo reprimir una carcajada.

—¿Hablas en serio? ¿Qué demonios? Le gustabas mucho, chica.

—¿Tú crees? Una completa pérdida de tiempo. De todos modos, te lo


diré durante el almuerzo. Estoy en la oficina, por cierto. Y tú no estás. Así
que traer tu lindo trasero aquí rápido, Davenport.

—Pensé que estabas llamando desde tu casa. ¿Por qué has venido a
trabajar en tu día libre? —Eso no es normal. Trabajamos hasta el cansancio,
construyendo Strong Connections, nuestra pequeña empresa, y sin duda
necesita un descanso. Demonios, necesito un descanso, pero ahora no es el
momento de considerarme a mí misma.
—No estaría aquí si no quisiera hacerlo. La gente de la estación de
radio KZIX está en la sala de conferencias ya. Les daré mierda por un
momento antes de llegar aquí. ¡Pero date prisa, amiga!

Me siento totalmente culpable. El marketing de Strong Connection es


mi trabajo. Ali tiene suficiente en su plato con las operaciones de la
Compañía. Siempre es fiable y confiable. Y aquí estoy, tarde para mi reunión
con KZIX. Había organizado que sus chicas publicitarias vinieran a nuestra
oficina para discutir la reserva de un bloque de algunos anuncios
ingeniosos. Quiero apuntar a nuestra potencial clientela, jóvenes y solteros
profesionales demasiado ocupados, o demasiado quemados para encontrar
citas y más.

—Estoy dando vuelta a la esquina, pero tengo que cambiarme. Mi


blusa está empapada de sudor —me las arreglo para decirlo entre
respiraciones cortas. Corro tan rápido como mis tacones me lo permiten.
Afortunadamente, son solo de alrededor de dos pulgadas. Me doy una
palmadita mental en la espalda por no utilizar ninguno de mis tacones de
aguja de cinco pulgadas esta mañana.

—Encantador.

Sé que hace una mueca. Puedo sentirlo en su voz. Y quién no, al oír
tal anuncio poco apetecible.

—Sí, también te amo —añado sardónicamente—. Ve a entretenerlos,


¿por favor?

—Te veo en un rato —cuelga.

Meto el teléfono en mi bolso y alcanzo la puerta de cristal rotatorio


hacia el pequeño edificio de oficinas cerca de una milla al sur de la plaza
Bellevue. Strong Connections arrienda un espacio en la planta superior.
Estamos atrapados entre una oficina de arquitecto y un bufete de abogados.
Este es nuestro tercer año en el negocio, y mientras nos habíamos estado
convirtiendo en un pequeño beneficio para más de diecisiete meses
consecutivos, todavía no estamos listos para movernos a un local en el
centro de Seattle. Pero ese es nuestro sueño y nuestro plan para, con suerte,
el próximo año.
No me arriesgaré a ir a nuestra oficina luciendo como lo hago ahora.
En su lugar, entro en el cuarto de baño del primer piso, justo al lado del
ascensor. Corrijo mi maquillaje corrido, cepillo y ato mi cabello en una
ordenada cola de caballo baja, y tanteo mis axilas, pecho y estómago con
toallas de papel. Siempre llevo un desodorante de tamaño viaje, el que aplico
con prontitud frente al espejo.

Ahora tengo que entrar de puntillas a mi oficina y cambiarme. Tanto


Ali como yo conservamos un par de trajes limpiados en seco en nuestros
armarios. La sala de conferencias está al final de ese pasillo, y rezo para que
Ali haya cerrado la puerta, así nadie me verá entrando a hurtadillas.

La puerta del ascensor se abre con un silbido, y me arrastro hacia la


puerta de cristal de nuestra oficina. “STRONG CONECCTIONS” se exhibe
orgulloso en grandes letras rojas.

Miro a la puerta y pienso, Por favor no chirríen, presionando muy


lentamente el mango. Pero la maldita puerta deja escapar un chirrido, como
siempre. El escritorio de la recepcionista, situado al otro lado de la sala de
espera, está vacío. Dos muchachas de la universidad, Ellen y Molly,
comparten los deberes de una recepcionista. Ellen está prevista esta
mañana, y me pregunto si está aquí. Sería mejor que esté.

Voy corriendo hacia la puerta de mi oficina en el extremo opuesto del


pasillo de la sala de conferencias. La puerta de la sala de conferencias está
ligeramente entreabierta, pero no lo suficiente para que las personas en el
interior me noten. Estoy a punto de entrar en mi oficina, cuando la puerta
del baño se abre y Ellen, una chica china esbelta, apenas luciendo de sus
diecinueve años, da un paso en el pasillo.

—¡Natalie! —Chilla, una enorme sonrisa en su cara redonda.

—¡Shhh! —La callo, mis dedos abiertos, con los labios estirados en
una fea mueca, dientes apretados.

Debo lucir como una loca, porque su expresión cambia


inmediatamente en la de un niño regañado.

—Lo siento, Ellen. —Sonrío en tono de disculpa, agachándome hacia


mi oficina—. Voy a estar bien. No digas nada.
Sus oscuros ojos están bien abiertos, y asiente con la cabeza
lentamente. Cierro la puerta y me arranco el top sudoroso. Solo en mi
sujetador sexy de color rosa y una mini falda, le envío un texto a Ali:
Cambiándome en mi oficina. Hay un closet pequeño como una escoba en mi
oficina donde guardo ropa de repuesto y zapatos. Abro la puerta y me
congelo. Dos de los tops de Ali, pantalones negros y un traje de falda de
color beige cuelgan en él, todavía envueltos en una bolsa de plástico de la
tintorería abajo por la calle. Deslizo frenéticamente las perchas de un lado
a otro, como si eso fuera a revelar mi ropa. ¡No está allí! Argh. Soy talla
cuatro, y Ali de un tamaño de catorce años. ¿Cómo puedo sacar esto
adelante? No hay manera en que pueda.

Miro alrededor de mi oficina, pero no veo nada ni remotamente cerca


de la ropa que podría llevar. Presa del pánico le doy un vistazo al reloj de la
pared. Nueve cero siete, estoy siete minutos tarde ya. Pienso en enviarle un
texto a Ali de nuevo, pero está ocupada con las chicas de la estación KZIX.
Es mejor dejárselo.

Ando de puntillas hasta mi puerta, la abro con un crujido, y miro a


ver si puedo conseguir llamar a Ellen. Ella podría comprobar mis cosas en
la oficina de Ali. Trajo la ropa de la tintorería ayer. Apuesto a que los puso
en las oficinas equivocadas. Ellen está en ningún lugar a la vista. Mi corazón
late demasiado rápido, y empiezo a sudar de nuevo.

Alzo la cabeza para conseguir una mejor vista de la mesa de recepción


y siseo—: Ellen.

Nada.

—Ellen —repito un poco más alto.

Nop. No está ahí. La oficina de Ali está al otro lado del área de
recepción, más cerca de la sala de conferencia. Si solo pudiese llegar ahí…
sí, puedo. No hay nadie alrededor, así que correré ahí y me meteré dentro.
Pan comido.

Y lo hago. Tan pronto como extiendo la mano hacia el manillar de la


puerta de Ali, la puerta de la conferencia se abre, y un chico en un bonito y
holgado abrigo deportivo sale. Nuestros ojos se encuentran, y trago. Una
sonrisa lenta y perezosa se expande por sus labios. Sus ojos se deslizan por
mi cara hasta mi abalconado-sujetador-cubre pechos.
¡Mierda! No puedo moverme. Nunca he estado tan mortificada y
paralizada por la culpa como lo estoy ahora. No porque haya algo extraño
con mi cuerpo. Lo ejercito diligentemente unas cuantas veces a la semana,
nado y corro los fines de semana, y cuido obsesivamente mi dieta. Y llevo
copas del tamaño D, la cuales emparejadas con mi estructura de cinco-seis
no es nada por lo que estar infeliz.

El chico sin prisa camina en mi dirección, se detiene de forma


demasiado cercana a mí, y abre la puerta de Ali, gesticulando en silencio
para que entre. Genial. Ahora me siento como una intrusa en mi propia
oficina.

—Gracias —murmuro, sintiendo un caliente escarlata trepar por mi


cara.

—No lo menciones —susurra.

Entro en la habitación y cierro la puerta detrás de mí.

—Oh, no —me quejo muy en silencio—. No, no, no, no, no. —
Obviamente no tengo que explicar cómo me siento. Mi boca sigue
silenciosamente formando una palabra, una y otra vez: Joder.

¿Quién diablos es ese tipo? Melinda y Sabrina son dos reporteras de


propaganda en KZIX con las que trabajo. Estaban programadas para venir
a la reunión de esta mañana. Solo las dos. Lo sé porque lo habían
confirmado. Debía haber habido un cambio de último minuto o algo.

Encuentro mis ropas en el armario de Ali, como sospechaba. Quiero


estrangular a Ellen, pero eso tiene que esperar. Rápidamente me pongo mi
top color crema con cuello en V y con un vistazo rápido al diminuto espejo
en el escritorio de Ali me dirijo a mi muerte. ¡Al diablo con los tacones!

Entro y me disculpo por llegar tarde. Tanto Melinda como Sabrina me


saludan con grandes sonrisas en los rostros. Ali me pregunta si quiero café,
señalando la inoxidable garrafa de acero en la mesa. Ojala me ofreciese un
trago de vodka. O dos. La puerta se abre, y el tipo entra.

—¿Qué me perdí? —Un resquicio de su boca se eleva en una sonrisa


torcida, y sus ojos encuentran los míos.
Trago.

—Natalie, este es Colin Hampton, nuestro jefe —anuncia Sabrina,


gesticulando hacia él—. Colin, conozca a Natalie Davenport, la compañera
de negocios de Allison.

Se acerca a la mesa, lentamente como un depredador persiguiendo a


su presa. Sus malévolos ojos nunca dejan los míos, y extiende la mano hacia
mí.

—Un placer conocerla, Señorita Davenport. —Su tono es bajo y


educado, y su agarre firme pero gentil. Eso a la par con el cómico brillo en
sus ojos y la pequeña sonrisa secreta me hace querer huir de la habitación,
gritando. Declarar que estoy avergonzada es una sutileza de masiva
proporción.

—Igualmente —me las arreglo para sofocar.

Sostiene mi mano un segundo demasiado largo, y la aparto. Trago un


vaso de agua y con cautela bajo mi trasero en una silla. Colin se sienta frente
a mí, sonriendo suavemente. Ali y la estación de radio de chicas están
hablando y riendo, al parecer —gracias a dios— inconscientes de algo
extraño ocurriendo entre Colin y yo. Él remarca algo que Sabrina dice, y las
tres mujeres estallan a reír. No tengo idea de lo que incluso se ha dicho. Mi
corazón finalmente para de acelerarse.

Doy una rápida mirada a Colin. Atrapa mi mirada de nuevo, y al


instante aparto la mirada. Pero puedo ver en mi visión periférica que ladea
la cabeza a un lado y me observa con una vaga y torcida sonrisa.

Es un bastardo atractivo, alto y de hombros amplios, con brillantes


ojos azules enmarcados en gruesas y oscuras pestañas. Su cara tiene esa
cualidad cincelada. Pelo oscuro y cejas son una perfecta combinación con
su coloreada piel mil. Tiene una barba incipiente de dos días,
cuidadosamente acicalada en líneas precisas. Hay una cicatriz dentada en
su frente cerca de la raíz y brevemente me pregunto cómo lo consiguió.

Tomo un sorbo de agua. Mis manos están temblando, e intento no


derramarla. Eso sería el último sorbo, por lo que hago un esfuerzo extra en
prevenir tal desastre. Se siente como una pequeña victoria cuando me las
arreglo para poner el vaso en la mesa sin crear una piscina alrededor. Creo
que en realidad exhalo un suspiro de alivio. Colin levanta una ceja hacia mí.
Observa cada movimiento mío. Esto se está volviendo insoportable. Tomo
unos pocos sorbos de agua más, y él rellena mi vaso desde la colorida jarra
de cerámica comprada por mis padres el último verano de sus vacaciones
en Sicilia.

Esta vez sonríe ampliamente y me guiña un ojo. Mi corazón da un


pequeño vuelvo, y casi escupo el agua. Tiene una sonrisa preciosa. Apuesto
a que es uno de esos tipos con los que las mujeres están obsesionadas. Y
estoy segura de que lo sabe. Vale, es hora de hablar de negocios antes de
que mi mente pierda el control. Por todo lo que sé está casado —espera, no
hay anillo de boda— o tiene una novia. O un novio. Aunque no me parece
que encaje como gay. Por amor de dios, suficiente de eso, Natalie. ¿Qué
diablos me está ocurriendo?

Otro sorbo de agua; otra pequeña victoria al poner el vaso en la mesa.


Abro la carpeta que dejé en la mesa de conferencia ayer para este encuentro.
Esta conversación de inmediato se tuerce en la tarea en mano. Discutimos
unas posibles opciones para los anuncios, la programación, y finalmente el
precio. Strong Connections había funcionado con los anuncios antes pero
con una diferente estación de radio. KZIX es muy nueva pero ya ha ganado
amplia popularidad, especialmente entre la audiencia que es cliente del
objetivo de Strong Connections: jóvenes ejecutivos que prefieren nuestra
entallada proximidad a un sitio online de citas o una escena de bar.

Después de aproximadamente una hora, tenemos una muy buena


idea sobre la estructura de la publicidad. Melinda promete conseguirme el
contrato final la siguiente mañana. Unas pocas sacudidas de manos más
tarde Ali y yo caminamos con las tres personas del KZIX hasta la puerta.
Colin gesticula a Melinda y Sabrina para que salgan, mientras sostiene la
puerta para ellas. Marchándose, ellas todavía hablan y ríen con Ali. Colin
me observa como si estuviera esperando por algo. ¿Ahora qué? ¿Puede esto
ponerse más extraño?

Pero en serio, me observa por completo. Y esa pequeña y sexy sonrisa


está de regreso. ¿Qué se supone que le diga a un tipo que accidentalmente
me vio medio desnuda? Así que decido cerrar la boca y evitar su mirada. Si,
muy inmaduro de mi parte, pero la vergüenza tiene sus derechos.
—Fue un auténtico placer conocerte —dice muy en bajo por lo que
solo yo puedo escucharlo.

—Uhm… lo mismo. —Caliente, espinoso carmín vuelve a mi cara.

Después de que nos marchamos, con prisa meto a Ali en su oficina,


cierro la puerta por lo que Ellen no nos escuchará, y le cuento sobre mi
pequeño incidente. Se ríe fuerte, en realidad llora, manchando su máscara
en una perfecta imitación de mirada de mapache.

—No es divertido —protesto, pero no hay que contárselo. Así que cedo
y también estallo en risas.

—Ahora lo entiendo. —Se limpia los ojos con un clínex.

—¿Qué?

—Porqué te miraba todo el tiempo. El pobre tipo no podía concentrarse


en nada más que tu escote. Apuesto a que estamos consiguiente un trato
increíble con la estación. —Sonríe.

—¿A qué hombre en su derecho no le importaría?

—Oh, podría nombrar unos pocos. Ray El Imbécil sin duda. O,


¿recuerdas a Marc? —Levanto las cejas hacia ella, retándola a recordar a
alguien con el que salí unos pocos meses atrás.

—¿Marc? ¿El banquero de inversión? ¿El trasplante de Nueva York,


verdad? Era un rudo estúpido. —Ali se aplica con cuidado el pintalabios rojo
brillante, presiona juntos los labios, y examina el efecto en su pequeño
espejo. Se ve genial en pintalabios rojo; algo que soy incapaz de sacar a
pesar de mi naturalmente brillante pelo rojo y ojos verdes. Tiene el pelo tan
negro como el carbón, perfecta piel bronceada, y hermosa e invitadora
sonrisa. Ali es también una chica grande, pero su innegable sexapil
garantiza que nunca pasa una noche sola, a menos que elija hacer eso. Los
hombres son atraídos a Ali como una polilla a una llama.

—Sip, ese. ¿Alguna vez te he dicho porque me deshice de él? —hago


una cara de pocos amigos, recordando.
—Era un mamón. Dime que debería soltar algo de peso. —Pone los
ojos en blanco—. Oh, ¿te refieres a que había más?

—Podía exhibirme entorno a Marc, desnuda, y eso lo haría ponerse de


cuclillas. Simplemente no se preocupaba por mí, o tal vez por ninguna otra
mujer. En serio, tenía que frotarse a sí mismo durante un tiempo para
ponerse duro. Como uno cuantos minutos. Así que ahí lo tienes, no todos
los chicos disfrutan de mis pechos al descubierto.

—Nunca entendí porque saliste con Marc en primer lugar. —Ali


sacude la cabeza, mirándome.

—No lo hice. —Me encojo de hombros—. No era salir. Salimos unas


cuatro veces y tuvimos sexo seis cada dos. Tiemblo solo al pensar en esas
veces.

Ali ríe.

—Al igual que mi friki la noche anterior. Pero, al menos, él era lindo y
amable; tan nervioso, educado incluso.

—Nop. Te lo dije, fue una pérdida de tiempo. No estoy en


entrenamiento. Y él seguía disculpándose la mitad de la noche. Estoy
cansada y caliente, y eso es una mala combinación. —Suspira y se recuesta
en la silla.

Rio.

—Sobre eso. Ve a casa, chica. Toma una siesta, mira alguna tontería
en la televisión, ten una cita con tu vibrador. Te lo debo por esta mañana.

—Oh, por favor, Nat. —Ali me descarta con un gesto impaciente.

—Me estoy sintiendo culpable. Y no estás haciéndolo mejor al


quedarte ahí de pie en tu día libre.

Ladea la cabeza a un lado y sonríe.

—¿Qué? —pregunto.

Ali se pone en pie.


—Natalie, somos compañeras de negocio. Y somos amigas. Vamos a
mantenerlo de esta forma. Tenemos que respaldar a la otra, y no hay culpa.
Me has salvado el culo muchas veces. Además, nunca llegas tarde- esta es
solo una de esas locas mañanas que le puede ocurrir a cualquiera.

—Sí, sí. Si tu discurso termina pronto entonces lárgate, hermana.

—Brian Hudson me envió un mensaje esta mañana. En realidad, me


ha estado escribiendo todo el día. —Levanta la ceja hacia mí, mirando la
pantalla de su teléfono. Teclea con los pulgares a una velocidad increíble.

—¿Estás escribiendo? —La sonrío—. Jena dice que el concepto de un


compañero de sexo está tristemente subestimado.

—Tiene razón en eso. —Ali para de escribir y me mira—. Brian es el


mejor compañero sexual con el que una chica podría soñar, sin ataduras en
absoluto. Es fácil enrollarse con él. Y fácil para zafase.

—¿Zafarse? ¿Es esa la nueva jerga fresca de los niños?

—Es mi jerga.

—Estoy tan corta de préstamo. Vale, enróllate con tu colega de follar.


Tengo que ir a por algunos perfiles de clientes. —Me levanto con una sonrisa
y camino hacia la puerta.

—Nat, cariño. Necesitas un colega de follar. Confía en mí. Es bueno


para el alma.
Capítulo 2
“Pronto estaremos deslizándonos por la hoja de afeitar
de la Vida.”
Tom Lehrer
Traducido por Key
Corregido por Pily

U nos días más tarde salgo de la oficina y voy al gimnasio.


Después de mi entrenamiento estoy de vuelta en la autopista.
El tráfico es asesino. Todo el mundo en Seattle parece estar en la I-5, en
dirección norte. La tarde está todavía caliente, pero no tan incómoda que
necesitaría poner funcionar el aire acondicionado en el coche. En lugar de
ello, tengo todas mis ventanas abajo y el techo solar abierto. Quizás no sea
la mejor opción, mientras estoy sentada en medio de todos esos motores en
marcha. Honestamente, no puedo cuidar de los humos ahora. Estoy
excepcionalmente cansada hoy, después de todo el día en la oficina, y mi
dolor de cabeza está de vuelta.

—¡Oye! ¡Natalie! —Oigo que alguien llama desde el coche a mi


izquierda.

Me vuelvo. Suceden dos cosas a la vez, mi latido del corazón aumenta


a un nivel peligroso, y los sonidos de mi cerebro en un mensaje de auxilio.
Estoy lejos la mayoría de las veces indecisa, pero ahora no puedo, por mi
vida, decidir qué hacer.

Por lo tanto, me siento, mis ojos estúpidamente amplios,


contemplando el magnífico absolutamente ejemplar macho, increíblemente
sexy que me sonríe desde el coche en el carril de al lado del mío. El tráfico
se congela, por lo que los coches no se están moviendo en este momento.
Me mira desde detrás de unas gafas de sol, a la espera de una señal de
reconocimiento de mi parte.

¡Es él! El hombre que me encontré la semana pasada mientras estaba


vestida solo con una mini falda, zapatos, y un sostén que dejaba poco a la
imaginación.

¿He mencionado la señalización de auxilio de mi cerebro? Atornillo el


cerebro. Me gusta lo que mi corazón está diciendo que es mucho mejor. Y
¿por qué estoy preocupada acerca de las intenciones de Colin? Si no quería
llamar mi atención, no lo haría. Pero lo hizo. Deliberadamente me llamó,
saludando y sonriendo.

—¡Hola, Colin! —Envío cautelosamente de vuelta—. Guao, qué


casualidad. —Sí, esa soy yo, la reina de lo obvio. Nunca trato de ser
sofisticada u ostentosa. Una cosa que había aprendido en los veinticinco
años es ser yo misma y no esforzarme demasiado para complacer a nadie.
Olvídate de las presiones del mundo exterior es más o menos mi mantra.

—Es tan bueno verte, Natalie. —Definitivamente suena sincero. No


hay matices ocultos, ni significados sugestivos. Solo el bueno, viejo es
agradable verte.

Me gusta eso. En realidad, me gusta un poco demasiado. Tanto que


hay una sensación inconfundible caliente en mi estómago, extendiéndose
hacia arriba a mi pecho y abajo... bueno, allí abajo. ¿Qué diablos es eso?
Debería estar avergonzada, recordando nuestro primer muy desafortunado,
encuentro. ¡Pero no! Mi vagina, decide que es perfectamente normal para
actuar lista. Vagina estúpida. Realmente debe haber un dicho, que, como
los hombres, pensando con sus penes algunas chicas piensan con sus
coños. Yo calificaría. Me gustaría obtener una membresía de nivel platino.
Bueno, mis tres mejores amigas serían demasiado, por lo que sería un
puntazo de un club.

—El tráfico está de locos, ¿no es así? —Estoy estancada, tratando de


ver cómo Colin continuará esta conversación. Los coches están a punto de
empezar a moverse, por lo que solo dirá adiós.

—Lo sé. Incluso podría tener sentido tomar la siguiente salida y


esperar en algún lugar. Tiene que haber algún bar o un restaurante
agradable alrededor.
Guao. ¿Está tratando de conseguir que me una a él? No voy a ir a por
ello. Lindo o no, ni siquiera lo conozco.

—Te escucho. —Esa es una respuesta lo suficientemente seguro.

Colin lleva una muy blanca camisa de vestir muy crujiente, con las
mangas enrolladas sobre sus codos. Su corbata está cubierta sobre la
chaqueta azul marino que cuelga en la parte posterior del asiento del
pasajero. Varios botones de su camisa se deshacen, y cuando se tuerce la
parte superior del cuerpo lejos del volante y hacia mí, me honra con una
visión de su pecho liso. Sin pelo, como a mí me gusta. ¿Y es eso un tatuaje,
remolinándose desde algún lugar alrededor de su pezón y hacia su hombro?
Es difícil decir con su camisa apenas permitiendo un vistazo de su parte
superior del torso.

De pronto, quiero ver lo que el tatuaje está representando. No, tacha


eso. Es mi vagina la que quiere saber. Y ella quiere hacer algunas cosas
malas para ese el tatuaje. Que vergonzoso. Ali está en lo correcto, necesito
un compañero para follar y mantener mis fantasías en la bahía.

Aparto la mirada, tratando de ponerme bajo control con dos


respiraciones profundas. Y entonces me doy cuenta de que mi propia camisa
desabrochada está demasiado baja. ¡Hola chicas! Mis tetas se están pegando
con curiosidad la cabeza, tratando de ver de lo que la vagina está tan sin
aliento hablando.

Mi mano va automáticamente a mi pecho, tratando de poner los


botones de nuevo en sus agujeros, pero me quedo a mitad de camino,
pensando que esto parecería suficiente y excesivamente tímida para que me
diera en realidad la verdadera razón de sonrojarme.

Ah, boto eso.

—¿A dónde vas? —pregunto, con tono casual.

—De vuelta a casa. Trabajo, pero mi camiseta de gimnasio estaba


demasiado sudorosa demasiado desgastada, por lo que me decidí por poner
mi camisa de trabajo de nuevo. —Hace un gesto a su camisa blanca.

Me pregunto si cambió de pantalones de gimnasia en sus pantalones


de traje. Pero no puedo ver por debajo de su pecho.
—Oh, también estaba en el gimnasio. ¿A dónde vas?

—Emerald Bay.

Emerald Bay es un gimnasio de dos pisos con múltiples ubicaciones


en toda la metrópoli de Seattle. Es el gimnasio más caro en la ciudad.
Muchas de las fuertes conexiones clientes son miembros. Había conseguido
un paso de semana libre hace unos meses de una de ellas, así que sé lo bien
que el gimnasio es.

—¿Qué ubicación? —pregunto, realmente interesada. Había ido a la


ciudad de Seattle y solo había dos balnearios, un restaurante, una oficina
de un dermatólogo (también conocido como salón de Botox), un bar de
zumos, y algunas otras amenidades. No me sorprendería si tenían un
servicio de acompañantes de alto perfil también disponible.

—Tengo una membresía multi-ubicación, ya que nunca sé dónde voy


a terminar después del trabajo. Tenemos reuniones por toda la ciudad. Pero
esta noche me fui al de Lincoln Square en Bellevue. —Me deslumbra con
esa sonrisa perfecta: Dientes blancos y todo—. No muy lejos de tu oficina,
en realidad.

—Eh. ¿Así que ahí es de dónde vienes? —La parte superior de mi


cabeza pica, y decido desecharlo. Espero que no se dé cuenta o puede
empezar a preguntarse si tengo una mala higiene personal. Que
definitivamente no es el caso.

—Sí. Se suponía que debía tomar un trago con un amigo mío después
del gimnasio. Pero su novia tenía algún tipo de emergencia, por lo que no
podía llegar. —Colin lleva sus gafas de sol fuera. Sus ojos son tan azules
como el cielo sobre nosotros. Un cliché, lo sé. Pero realmente lo son. Es como
un maldito dios joven, todo perfecto y sexy.

Lamo mis labios y miro hacia delante en el tráfico en frente de mi


coche. Los semáforos rojos en la camioneta blanca delante de mí parpadean,
y el vehículo perezosamente avanza. Echo un vistazo atrás a Colin. Ya existe
una gran brecha entre su coche y el vehículo delante de él. Está esperando
claramente por mí... ¿para qué?

—¡Los coches se están moviendo! —Exclamo. Una vez más, la reina


de lo obvio ha hablado. Ugh. Suave, muy suave, Natalie.
—¡Oye, Natalie! —Llega a través de su asiento del pasajero hacia la
ventana. Hay una tarjeta de presentación en la mano.

Lo tomo de él y miro, dejando que mi pie pise el pedal del freno. Ya


tengo una de nuestro primer encuentro, pero no estoy a punto de señalar
eso. La tarjeta tiene su nombre, título, dos números de teléfono, dirección
de correo electrónico, y la dirección del sitio web de la estación de radio KZIX
impreso bajo el logotipo de la emisora.

—¿Me puedes llamar pronto? El segundo número es mi teléfono


celular. —De repente, se ve niño. Su coche avanza. Sigue mirándome con
esos hermosos ojos azules enmarcados por espesas pestañas negras.

¿Cómo puedo decir —no— a esto? Sería una locura dejar tal dios
masculino escapar sin dejar rastro. Las palabras de Ali vienen a la mente:
Necesitas un compañero para follar. Confía en mí. Es bueno para el alma. Eh.
¿Por qué no? Esa es su manera de no esperar demasiado, lo que, a su vez,
debe garantizar no hacerse daño, ¿verdad?
Capítulo 3
“Yo no soy tu tipo. Mis pechos son reales."
Janeane Garofalo

Traducido por Nanami27 y katiliz94


Corregido por Pily

M i mejor amiga, Caroline Ford, sufre de un desagradable caso


de autodesprecio. Caroline es de mi edad, 1.70 cm., con un
cabello corto clásico de forma perfecta y de color rubio trigo, piernas
kilométricas y pecho plano.

El pecho plano es la mayor preocupación de Caroline en el


departamento de atractivo sexual femenino. Hoy parece tener un momento
especialmente duro con ello.

—Así que, tuve una consulta con un cirujano plástico, y creo que
podría hacerlo —dice, tratando de morder un trozo de cutícula alrededor de
su dedo meñique izquierdo.

—Estás loca —declaro.

—Oh, vamos, Nat. Mírame. —Señala ostentosamente a sus pechos


que no existen—. ¿Recuerdas la última vez que fuimos de compras? La
mujer en el departamento de lencería no pudo meterme en su talla más
pequeña de sujetador. Entonces, ¿qué sugirió?

—Que tal vez podrías seguir con los sujetadores deportivos —contesto,
impasible.

—Sí, a la mierda eso. Tengo más sujetadores deportivos de los que ella
tenía en sus estantes. Y no está funcionando. ¿Sabes lo vergonzoso que es
cuando un tipo te desnuda, todo duro y listo, y se encuentra con un maldito
sujetador deportivo debajo de la ropa? ¿Con nada en él?

Me temo que Caroline comenzará a echar espuma por la boca. A veces


se puede estresar en serio. Puedo entender su frustración, pero vamos,
conseguir senos falsos no es una buena opción. Me pregunta por qué no lo
es y, honestamente, no puedo llegar a una respuesta creíble. Pero
simplemente no me parece correcto hacer rellenar tu pecho con algún
material hecho por el hombre.

—¿Qué pasa si se filtran? —Decido un enfoque sobre la salud


consciente. Caroline es muy particular acerca de su dieta, no bebe mucho,
nunca ha fumado o, Dios no lo quiera, consumido alguna droga. Sería
totalmente calificada como una "chica granola" si no fuera por mí, Ali, y
nuestra otra amiga, Jena Simon. Juntas, nos aseguramos de que Caroline
no se vaya por la borda con el estilo de vida saludable maníaca.

Caroline hace un desdeñoso sonido —algo como “pffftt”— y lo corona


con un rostro de “¿en serio?”

—¿Estamos viviendo en los años ochenta? No, normalmente no se


filtran. Pero incluso si lo hicieran por alguna extraña razón, estoy eligiendo
salina por sobre silicona. La salina no daña a nadie.

—Aun así. Caroline, no seas estúpida. No quieres senos falsos —


protesto.

Se cruza de brazos acaloradamente sobre el pecho, sin doble sentido,


y me da una mirada condescendiente.

—En realidad, Natalie, sí. Los quiero. Quiero tener escote. Quiero usar
un bikini y tener a los chicos salivando por mis senos. Quiero lucir y
sentirme sexy.

Oh, chico. No hay conversación con ella. De ninguna manera puedo


convencerla por mi cuenta. Saco mi teléfono celular y le envío un texto tanto
Ali como a Jena. Necesitamos una reunión de intervención de emergencia.

—Voy a conseguir un poco de jugo. ¿Quieres un poco? —Caroline


camina hacia su pequeña cocina.
—No, gracias. ¿Tiene una Coca-Cola? ¿De dieta?

—Sí.

—¿En serio? Realmente compras soda, ¿tú, friki consciente de la


salud? —Me río.

—Solo la compro para ti y las otras dos locas —grita desde la cocina.
Se refiere a Ali y Jena.

La oigo abrir el congelador, sacar cubos de hielo de la bandeja y


ponerlos en los vasos.

Ali envía un texto en respuesta. ¡No puedes hablar en serio!

Texteo que en realidad sí, Caroline es seria, y que quiero a Ali y Jena
aquí para convencer a mi mejor amiga que no necesita las tetas de Pamela
Anderson para ser —o sentirse— hermosa. Las tres enviamos textos juntas,
pero Jena no ha respondido.

Como en el momento justo, Ali pregunta: ¿Dónde está Jena?

Estoy aquí. El texto de Jena finalmente llega. Denme una hora. Estoy
en el cuarto de baño, preparándome para mi chico sexy.

¿Eh? Jena está a punto de tener sexo. Perra. Ruedo los ojos
interiormente.

Ali llama a mi teléfono celular, riéndose:

—¡Jena anota otra vez! —Grita. Su voz está distorsionada de alguna


manera, como si estuviera comiendo.

—Qué graciosa. Trae tu trasero aquí. Caroline está teniendo una grave
crisis teta-inducida.

—En camino.

—¿Qué estás comiendo?

—Un bollo de arándanos de Garnelli —dice con la boca llena de


comida—. Voy a traer un poco. Conseguí una caja entera aquí.
La panadería Garnelli es la mejor de la ciudad. No parece mucho desde
el exterior, pero mientras pasas por el umbral, te sientes como si fueras
transportado a la campiña italiana. Las paredes están cubiertas de lienzos
que representan paisajes de Toscana, viñedos, cipreses altos, y bosques de
olivos, casas de paredes blancas y monasterios.

¡Y el olor! Una vez que experimentas la mezcla perfecta de dulce y


salado en los productos horneados con el aroma del café expreso fuerte,
siempre se queda contigo.

Chasqueo fuera de mi fantasía con comida y me doy cuenta de que mi


estómago está gruñendo, exigiendo un poco de atención. Llamo a Caroline,
todavía bulliciosa en la cocina.

—Ali estará aquí con bollos de arándanos de Garnelli. Pero vamos a


ordenar pizza también. Estoy seriamente hambrienta.

Cojo el teléfono celular, marco a Pizzas Papa John abajo en la calle, y


les doy mi pedido de tres pizzas grandes, cada una con diferentes
ingredientes. Sé cada una de las preferencias de mis amigas, así que es una
rápida llamada telefónica.

Caroline sale de la cocina con un vaso de jugo de manzana y otro vaso


lleno de hielo para mí. Sosteniendo una lata de Coca Cola presionada entre
su torso y la parte interior de su brazo, pone todo sobre la mesa pequeña de
café y con nostalgia, dice:

—Me encantan los bollos de Garnelli. ¿Se nos unirá Jena?

—Está ocupada teniendo sexo. Pero sí, supongo que lo hará. Con el
tiempo. —Sonrío.

—¿Otra vez? —Los ojos de Caroline se ruedan—. Lo juro, esa mujer


tiene sexo todos los días. ¿A quién está viendo ahora?

—Perdí la cuenta. Estuvo con ese modelo Carlos por un tiempo. Pero
regresó a Milán el mes pasado. —Me encojo de hombros—. Me pregunto qué
demonios estaba haciendo en Seattle en primer lugar. No es que se trate de
algún lugar de modelaje caliente.
Jena es una estudiante universitaria impresionante. A los veintidós
años es la más joven de nuestro grupo. Vive cerca del campus de la
Universidad de Washington y no cree en la posesión de un vehículo. Monta
su bicicleta a todas partes. Eso es realmente extraño, sobretodo en invierno.
Aunque rara vez tenemos nieve en Seattle, los inviernos suelen ser fríos, y
por lo general muy lluviosos, lo que nunca disuade a Jena de sus vías
peculiares de trayecto. Sin embargo, todos le hacemos bromas por no tener
problemas con tomar taxis muy a menudo, aunque no es la compra de su
propio auto el principio de la preocupación por el medio ambiente.

El timbre anuncia que alguien quiere venir de arriba hasta el


apartamento. Caroline presiona el botón en la pared junto a la puerta, y la
voz de Ali llega a través del antiguo intercomunicador:

—Cerdito, cerdito, déjame entrar.

Caroline se ríe a carcajadas.

—Sube, loca maniática. —Le zumba a Ali y espera con la puerta


abierta a su apartamento.

—¿Cuándo diablos conseguirás un ascensor aquí? —Escucho a Ali


gruñir.

—Vamos a seguir deseando. —Caroline abraza Ali de lado, con


cuidado de no aplastar la caja grande de color blanco con el logotipo de
Garnelli.

—¿Por qué siquiera vives en este antiguo edificio? Huele como si


alguien hubiera muerto y estuviera medio comido por sus gatos. —Ali pone
la caja en la pequeña mesa de centro y me sonríe—. Oye, preciosa.

—Este edificio está cerca de un centenar de años de edad. Es una


hermosa pieza de arquitectura. —Caroline siempre defiende su decisión de
vivir en un lugar así—. Y fue testigo de una gran cantidad de historia.

—Sí, mucha, me temo. El olor en los pasillos dice todo tipo de


historias. —Resopla Ali.

El edificio es realmente genial, con ladrillo rojo, grandes ventanales y


una gran entrada enmarcada por altas columnas de mármol a ambos lados
de escalones semicirculares. Me gusta mucho, pero Ali prefiere la
arquitectura moderna y se encoge ante la sola idea de vivir en una
estructura mayor de veinte años.

Caroline se abre la caja de pasteles e inhala, cerrando los ojos.

—Oh, hombre. Esto es el cielo. —Se arma de uno de los bollos y toma
un bocado gigante, gimiendo de placer.

Me río y le digo a Ali, señalando con la barbilla a Caroline:

—Tenemos el privilegio de ser testigo de los sonidos orgásmicos de


Caroline de primera mano sin ni siquiera ser lesbianas. Ahora eso es algo
que celebrar.

—Tú lo has dicho, amiga. —Ali toma dos bollos de la caja y me pasa
uno. Muerde a su pastelería y coincide con el suspiro de satisfacción de
Caroline. Bueno, ella exagera por supuesto.

Hago lo mismo. Caroline se echa a reír, trozos de comida volando fuera


de su boca. Ella se ríe tan fuerte, al vernos a mí y a Ali lamer y fingir besar
nuestros bollos, que empieza a tener hipo.

—Ustedes, idiotas —dice entre hipos.

—Al mío le gusta duro —dice Ali con un gruñido en su voz, y con saña
muerde en su bollo.

Caroline y yo aullamos de la risa. Me limpio los ojos, el rímel impotente


corriendo por mis mejillas.

—Señor, si Jena estuviera aquí, lo perdería y me haría pis en los


pantalones. Ella siempre lo supera todo. —Me siento en el suelo al lado de
Caroline y pongo mi cabeza en su hombro, sin dejar de reír.

Ali se une a nosotras en el suelo, trayendo la caja de Garnelli para


ponerla entre nosotros. Toma otro bollo, lo mira, una mirada pretende
disgusto en su rostro, y dice con una voz con acento francés profundo:

—Oh, Monseñor, me pregunto dónde esa boca suya ha estado. —Hace


unos tsks un par de veces, teatralmente ondea la mano, y añade, aun
manteniendo el fuerte acento—: Realmente no me importa una voladora
mierda.

Siento el flujo de rímel por mi rostro desde mis pestañas negras, rayas
poco atractivas. Esta vez casi me hago pis en mis pantalones. Corro al baño,
cierro la puerta detrás de mí, y, haciendo un pequeño baile, me las arreglo
para quitar mi ropa interior de mi trasero, justo a tiempo. Me siento
rápidamente en el inodoro para aliviarme y empezar a limpiar el lío con
máscara de mi rostro con papel higiénico. Suspiro en voz alta, maravillada
ante la idea de lo bien que se siente vaciar mi vejiga desbordante. Una cosa
tan pequeña puede hacer que una se sienta tan apaciguada.

Después de que he terminado, me dirijo al lavabo, el ajuste perfecto


en el baño microscópico de Caroline. Mi sonrisa se desvanece. En la parte
superior del lavabo, en su total y gloriosa exhibición se alza un brillante,
rosa y enorme consolador. Sin recogerlo, lo inspecciono. No tenía idea de que
el tamaño de preferencia de mi mejor amiga se cernía en mega sección.
¡Vaya, vaya! Me encanta el color, sin embargo. Esto debe haber tomado su
tiempo de encontrar. Trato de imaginar a Caroline en la tienda Alcoba de los
Amantes, eligiendo y alborotándose en torno a diferentes estilos y colores,
estableciéndose finalmente en esta belleza. Nah, probablemente lo compró
en línea. Con un nombre falso y una caja P.O. Claro que sí, eso suena más
como mi buena Caroline.

Levanto el consolador del lavabo, aplicando algo de músculo de chica,


ya que tiene una ventosa como soporte. ¡Guao! Elegante. Sosteniendo el
gigante y brillante rosa en una mano, pongo la otra mano en la cadera y,
silbo Make Me Feel Like A Natural Woman de Aretha Franklin, entro en la
sala, donde Ali y Caroline mordisquean los bollos.

Levanto el consolador, sosteniéndolo cerca de mis labios como un


micrófono de simulación, y entono la melodía. Estoy obsesionada con el
trabajo de Aretha Franklin en general, pero esta pista es mi favorita.

La boca de Ali se abre en un silencioso, “Oh”, y luego se sacude de la


risa, apuntando al objeto en mi mano.

—¡De ninguna manera! ¿Dónde conseguiste este color?


Los ojos de Caroline se vuelven redondos, y está realmente
sonrojándose. Consigue superar el shock inicial, y sonríe. Antes de que diga
algo, Ali sigue rugiendo de risa:

—Nat, no tenía ni idea llevabas esto contigo. Eso explica por qué
favoreces a esos bolsos tamaño equipaje.

Una mirada perpleja debe estar cruzando mi rostro, porque Caroline


rompe en risas.

—¡Es mío! Lo encontró en el baño.

Ali mira a Caroline, todavía riéndose.

—¿Por qué demonios lo mantendrías en el baño, chica? Oh, está bien.


Exceso de información. —Eleva la mano para detener a Caroline de dar
cualquier explicación.

—Eso no es lo peor de todo —declaro, girando la cosa alrededor en mi


mano, hipnotizada por el resplandor brillante—. Lo tenía en exhibición.
Justo en su lavabo.

—Caroline. —Ali niega con la cabeza—. Necesitas un novio.

Señalo el pene de goma color rosa en mi mano hacia ella y digo:

—Tienes un punto.

—Oye, se parece a una espada. —Ali cambia de tema, señalando el


consolador.

Lo escudriño y lentamente digo:

—Sí. Se parece un poco. La espada de una princesa. Todo rosa y


brillante.

Ali salta desde el suelo, corre a la cocina, y regresa un momento


después, armada con una barra de pan francés. Toma una impresionante
postura de esgrima con un brazo doblado y levantado detrás de su cabeza,
el otro sujetando la baguette dirigido hacia mí como si fuera un sable. Dobla
sus rodillas, las piernas separadas, los pies en los ángulos apropiados. El
padre de Ali es un instructor de esgrima, y ha pasado años practicando con
él.

Caroline se empuja hacia atrás sobre su trasero, gritando:

—¡Los opositores asumen sus posiciones! En sus marcas, prepárate...


listos... esperar a que... esperar a que...

Tomo una postura similar a Ali, con una sonrisa de alegría. Ali
pretende concentrarse.

Caroline se pega dos dedos en la boca, silba en voz alta, y luego grita:

—¡Fuera!

—¿Qué tipo de silbidos comienza el partido? —resoplo.

Ali toma ventaja de mí no prestando atención y me golpea en el pecho


con la baguette.

—Ah-hah. Tienes tetas.

—Marcador para Ali —anuncia Caroline, levantando un dedo. Se pone


de pie, manos en las caderas.

—No es justo. Su espada es más grande que la mía —objeto—. La mía


en realidad es demasiado tambaleante. —Le doy una violenta sacudida.

—Lo siento, saltarín. Esa fue tu arma de elección —regaña Ali.

—Bien. Te mostraré lo que esta belleza puede hacer. —Paso la mano


por una hebra de pelo colgando en mi frente—. ¡A-yah! —Cargo y empujo.

Ali y yo bailamos hacia adelante y atrás, atacando y retrocediendo,


cruzando nuestras “armas,” y golpeándolas la una con la otra. Chillamos y
gritamos, riendo.

Ali corre hacia atrás, y después viene adelante, baguette ya lista.


Golpea, bloqueo; golpea de nuevo, me hago una chapuza. Nos enfrentamos,
y golpea su codo en mis costillas.
—¡Heeyyyyy! —chillo, retorciéndome. Intento pescar su pierna con la
mía, pero ella esquiva, y casi pierdo el equilibrio—. Solo espera, señorita.

—Perdóneme, su alteza, pero no aceptaré este consejo en particular.


—Sonríe y golpea una y otra vez.

Desvío y bloqueo, esquivando. Ponemos fin, y Ali salta hacia atrás.


Embisto, y bloquea. Embisto de nuevo. Se agacha, curvando su rodilla
delantera. Se desliza dentro de mi muslo, su pierna trasera enderezada.

—Eso sería tu arteria femoral. Estás en el suelo, retorciéndote de


dolor. Y sangrando hasta la muerte.

—Y esa sería tu carótida —digo, presionando suavemente el vibrador


en el lado del cuello de Ali—. La sangre está bombeando de tu herida en un
poderoso y rítmico chorro.

—Touché. —Se inclina. Pero entonces carga de nuevo—. Pero soy una
villana. Juego sucio.

—Ambas apestan. —Ríe Caroline.

Me defiendo, forzando a Ali a retroceder. Golpeo el pene de coma


contra la baguete, poniendo algo de fuerza en ello. La baguette se rompe en
dos, una parte volando a un lado y golpeando a Caroline en el hombro.

Ali brama como un bárbaro, blandiendo los restos de su espada, su


desmoronado extremo dentado. Lo sacude en el aire, como si fuera una
autentica arma, y entonces lo lleva a su boca y da un fiero mordisco, ojos
abrasadores.

Colapso en el suelo, fingiendo estar cansada por la lucha. Caroline


choca los cinco conmigo. Ali mastica su baguette, una amplia sonrisa en su
cara.

—La ganadora es la última en estar de pie —anuncia.

Abro la puerta para objetar, pero entonces suena el timbre y Ali se


acerca a la puerta. Presiona el botón intercomunicador.

—¿Quién es? —canta.


Escuchamos la voz de Jena.

—Caperucita Roja. ¿Quién diablos si no?

—¿Trajiste la cestita de dulces a tu abuelita? —continúa Ali, agitando


a Jena.

—Sí, la tengo justo aquí, Abuelita —bufa Jena.

Caroline y yo nos movemos del suelo al sofá y nos acomodamos. El


vibrador rosa descansa en mi regazo. Quiero ver la reacción de Jena cuando
lo note.

Jena entra al apartamento y detiene sus huellas, viendo el objeto rosa


multiuso.

—Uhm… ¿es ese el siguiente escenario de nuestra hermandad o algo?

—Algo. —Caroline la sonríe—. ¿Quieres unirte a nosotras, cariño?

Palmeo el sofá a mi lado, deslizando la lengua sugerentemente sobre


mi labio inferior.

—Ja, ja. —Jena sacude la cabeza—. Cualquier cosa que se estén


fumando, también quiero algo.

—Como desees, hermana —bromea Ali.

—¿Hay algo de licor en esta casa? —pregunta Jena, caminando hacia


la cocina.

—¿De verdad necesitas preguntar? O solo te gusta el sonido de tu voz


—grita Caroline.

—Si te arrojo una rama, ¿la cogerás? —Viene de la cocina.

—Si das con sinceridad tu opinión, estarás sin palabras —dispara


Caroline.

Ambas tenían todo un arsenal de insultos regresando, y solo estaban


siendo sorprendidas, así que intervengo para acallarlas.
—Vale, vale, las dos. Son listas, divertidas, e ingenuas, pero tienen
gustos terribles en hombres.

Caroline y Jena se ríen. Ali permanece fuera de esto, mirando por


encima una revista y sonriendo en bajo. Este no es el primer intercambio
entre Caroline y Jena, pero todas sabemos que lo hacen solo para patear.
En verdad, son muy cariñosas la una con la otra.

Jena rebusca en la nevera.

—Oye, finalmente tuviste algo de sentido mientras comprabas comida,


Caroline. —Entró en la habitación con cuatro botellas de Pike Place Ale en
las manos—. O tal vez echaste un polvo, y la euforia de la experiencia se
tradujo en una calidad de compra de cervezas.

Ali y yo vitoreamos en apreciación.

—Gracias a Dios, no esa mierda de Busch. —Muevo el vibrador de mi


regazo y me pongo de pie para coger una botella de Jena.

—Así que, querida. —Jena mira sobriamente a Caroline mientras


abre, y después le pasa la botella de cerveza—. ¿No eres infeliz con tus
chicas?

Caroline toma un sorbo de cerveza, traga, y hace una mueca, mirando


la etiqueta.

—Esto es pesado.

—¿Después de beber ese meado de cerveza la auténtica te abruma?


—ofrezco.

Se encoge de hombros.

—Podría conseguir acostumbrarme.

—No evitas mi pregunta. —Jena se sienta de piernas cruzadas frente


a Caroline—. Tus tetas están bien.

Caroline resopla y alza su plano pecho, señalando:


—¿Llamas a esto bien? ¡No existen! Como si hubieran olvidado crecer.
O tal vez están esperando a que la pubertad llegue. Bueno, llegó a los
catorce.

Todas murmuramos algo incoherente, sin querer discutir otra cosa,


ya que ella da en el clavo. Pero su decisión no nos sienta bien a algunas de
nosotras, por lo que tuvimos que intentarlo.

—¿Qué pasa si algo va mal? Si, no sé, ¿una teta es más alta que la
otra? —comienzo.

—¿O si una es mucho más pequeña que la otra? —sustenta Ali.

—Oh, eso es estúpido. —Caroline nos mira como si fuéramos un grupo


de idiotas—. El cirujano plástico que vi ha hecho seiscientos de esos
procedimientos. Me explicó todo el proceso, incluyendo cualquier posible
complicación. Tengo una lista de pacientes felices a los que tengo intención
de contactar. Y sí, hice todas esas preguntas con las que me bombardearon.
Me aseguró que serán del mismo tamaño y apropiadamente proporcionadas.

—Pero nunca sabes. Las cosas ocurren… —Ali intenta apelar, pero
Caroline la interrumpe.

—En realidad terminé mi trabajo. Pasé dos meses buscando a los


doctores y los procedimientos. Sé más sobre implantes de pechos que sobre
cómo se hace el maldito queso Suizo, a pesar de comerlo todo el tiempo.

Jena y Ali tienen miradas desconcertadas en las caras. Era la


comparación del queso Suizo.

—No sabía que comías queso todo el tiempo. ¿Sabes cuanta grasa y
sal hay en eso? —digo, de alguna manera estúpidamente.

Caroline me mira como si comerciase tres cuartos de mi IQ por una


caja de tampones. Pero Ali y Jena están asintiendo en acuerdo. Sé que Ali
come queso con todo, desde sus hamburguesas favoritas a pasta con
algunos grasientos bucles de queso. Pero no estoy a punto de señalar eso.

—Ugh —gruñe Caroline insatisfecha—. ¿Por una vez me dejarían


hacer lo que quiera, chicas?
—Pero cariño… —intento, pero no me deja terminar.

—Esto es lo que siempre ocurre, quiero hacer algo con mucha


desesperación, pero las tres, jodidas del Destino, siempre tienen que
derrumbarme con sus razonamientos.

—¿Está eso relacionado con la mitología griega? —pregunto,


intentando decidir si nos acaba de insultar o no.

—Se refiere a las Tres Hermanas Fatídicas en Macbeth. —Jena


rechina, guiñando—. Las putas de la profecía.

—¡Oh, oh! —dice Ali con emoción—. ¿Recuerdan la adaptación de


Orson Welles? Las brujas estaban ahí en el vudú haitiano…

El timbre del piso de arriba interrumpe el animado recuerdo de Ali.


Mira a Caroline.

—¿Estamos esperando chicos?

—Sí. Uno. Probablemente uno lleno de granos de dieciséis años. No tu


tipo, espero. La pizza está aquí. —Me levanto y desfilo para dejar que el
repartidor entre.

Dejamos el tema de los implantes de Caroline por ahora, y en su lugar


nos damos el gusto de comer la grasienta diosa llamada pizza. Jena nos
habla sobre su cita con Jeff, su coleguilla de sexo. Jeff asiste a algunas de
las mismas clases en la UW como Jena. Se habían conocido unos meses
antes, pero permanecieron como buenos amigos hasta recientemente,
después de que Jena rompiera con el último novio psicópata.

—Tú y Ali probablemente lo están haciendo bien —dice Caroline en


torno a un mordisco de pizza—. Sin compromisos, ni celos, ni control de
novios frikis. Pero no creo que pudiera hacer eso. Me enamoro de ellos con
demasiada facilidad. No funcionaría.

—Lo harías, si no estuvieras esperando nada a cambio, solo gran sexo


y amistad. Quiero decir, tienes que ser amiga del chico, que realmente te
guste… ya sabes, como una buena amiga —explica Ali—. Brian y yo
podemos ver la tele, jugar al ajedrez, pasear a su perro, por ejemplo. No
tenemos que terminar en la cama si solo queremos salir. Aunque siempre
terminamos en la cama. —Sonríe—. Pero el punto es, esto es temporáneo, y
ambos lo sabemos. Si uno de nosotros encuentra a alguien más… no otro
coleguilla de sexo, sino alguien con el que tener una relación de verdad, no
hay drama. Estuvimos de acuerdo. Y sabemos que esperar del otro.

—Aun así, no estoy construida de esa forma. —Suspira Caroline.

Bajo un pedazo de pizza con un largo sorbo de cerveza.

—Yo tampoco. Así que tú y yo nos retorcemos en vida, mientras Ali y


Jena se divierten.

—Está todo en sus mentes, chicas. —Jena se chupa los dedos y


extiende el brazo por la tercera rodaja de pizza—. Necesitan recuperarse de
esa mentalidad adolescente, de que el primer amor es el único y mierdas
como esa. Tomen la vida por los cuernos, o lo que sea que se diga, ¿saben?

Por supuesto Ali no sería Ali si no sopesase la oportunidad de cambiar


la discusión en algo para hacer reír. Pone los dedos en rectos cuernos sobre
sus sienes, fuerza el aire tres veces por su nariz, y finge patear la suciedad
con su pie como hacen los toros. Entonces empuja a Caroline con los dedos
todavía posicionados como cuernos.

Caroline grita. Su pedazo de pizza termina al otro lado de la cabeza de


Ali. Se desliza, dejando pedazos de queso de cabra, albahaca, y tomate
cortado en dardos atrapados en su pelo. Jena y yo jadeamos, y entonces
estallamos en risas. Ali no está contenta, y Caroline intenta limpiar el caos
en su pelo con una servilleta.

—Oh, para. Necesito lavarme el pelo en este instante. Esto es


asqueroso —resopla Ali. Sale de la habitación y entra en el baño. Pronto
escuchamos la ducha funcionando.

Caroline pone abajo su cerveza.

—Espero que no esté demasiado molesta conmigo.

—Estará bien. El queso de cabra no puede ser demasiado malo para


el pelo. —Sacudo la mano restando importancia.
—Así que, Caroline —Jena muerde su pizza de champiñones y
salchicha italiana—. ¿Estás completamente segura de que quieres pasar por
debajo del cuchillo? Después de todo, es una cirugía mayor.

Caroline descansa la cabeza en sus manos, codos sobre las rodillas.


Suspira en alto y susurra algo en voz baja. Sospecho que una sarta de
blasfemias.

Me muevo más cerca de ella en el sofá y pongo los brazos a su


alrededor.

—Vamos a decir que continúas y lo haces. ¿Qué pasa si no estás feliz


con tu nuevo aspecto?

Jena se involucra, tomando otro inmenso mordisco de su pizza.

—Podrías comenzar a sentirte meticulosa sobre la forma que tus tetas


sobresalen de repente.

Caroline da una risa amarga.

—¿Como si no fuera consciente de como mis tetas se desmoronan


ahora? Quiero decir, mírenme —señala dramáticamente con ambas manos
a sus pechos—, ¿ven? Esto es con lo que tengo que lidiar cada día. Ni
siquiera puedo atraer a un chico medio decente, porque todos quieren al
menos una copa B.

—Eso es un puñado de mierda —comenta Jena—. Hay muchos chicos


a los que les gustarías sin el distintivo pecho de Dolly Parton.

—No todos los chicos del planeta buscan chicas pechugonas.


Disfrutan de otras partes del cuerpo —añado. Erm, eso sonaba… bueno, no
muy útil.

Caroline bufa.

—Mi terreno de entre-las-piernas podría conseguirme algunos puntos


de brownie, sin duda. Vamos, eso no es lo que primero ven ellos. ¡Por dios!

Jena ríe.
—No, espera. Eso es a lo que Nat se refiere: “Hola, encantada de
conocerte también. Oh, ¿mi ropa es demasiado reveladora, dices? Eso es
porque mi vagina debe competir con las tetas medio expuestas de otras
mujeres, ya que las mías no tendría ninguna posibilidad.”

Jena pone la mano en la rodilla de Caroline.

—Cariño, eres guapa, lista, educada, remunerada. Eres divertida, e


increíble al salir. Vale, necesitas una apariencia distinta. Bien. Conseguir
una permanente o, mejor aún, una peluca. Unas pocas pelucas…

—¿En serio, Jena? —espeta Caroline, sentándose erguida—. ¿No crees


que eso es solo… solo… un mal consejo?

Me quejo.

—No estamos ayudando demasiado. Ha tomado una decisión, y nada


va a sacárselo de la mente. —Miro a mi amiga y considero retomar el tema
del otro día de nuevo.

Caroline tiene una expresión severa en la cara. Conozco esa mirada,


no hay forma en el infierno de que vayamos a cambiar su opinión; ni siquiera
si nos las arreglamos para congelar permanentemente el infierno.

Jena parece preocupada pero piensa mejor en continuar nuestra


batalla perdida y permanece en silencio. ¿Fallamos? ¿Tendremos que
permitir que nuestra amiga se ponga debajo del cúter? Tiemblo de solo
pensar eso.

Ali sale del baño, frotándose el pelo húmedo con una toalla. El agua
hace que su pelo negro azabache se vea más oscuro de lo normal.

Jena dice:

—De acuerdo, Caroline. Vamos a emborracharnos. Es viernes por la


noche después de todo.

—Algunas de nosotras mañana tenemos que trabajar. Pero siento que


como que me voy a ir —comento.

Ali se ríe de mí.


Caroline sacude la cabeza.

—Las dos son unas jodidas adictas al trabajo. ¿No pueden tomarse
un día libre para variar?

—Tenemos días libres —protesta Ali.

Jena se pone de pie y recoge nuestras botellas vacías.

—Nunca he conocido a nadie que trabaje tanto.

—Cuando tengas tu propio negocio, mejor trabaja o patéate el trasero


con las competencias. —Bostezo y me estiro—. No es algo grande. Ali y yo
apenas trabajamos pasadas las cinco de la tarde. Mantenemos nuestras
horas regulares de oficina.

—Sí, sí, lo que sea. —Jena vuelve de la cocina—. ¿A dónde vamos?


¿Blue Fin?

—¡Blue Fin, sí! —Ali es la primera en ponerse de pie.

Tengo una muy buena idea oculta tras la razón de Ali. La razón está
en la forma del guapo camarero.
Capítulo 4
“No hay nada bueno ni malo, sino que el pensamiento lo
hace así.”
William Shakespeare

Traducido por Nanami27


Corregido por AldiiCipriano :3

E s sábado por la tarde, y me acabo de despertar de una siesta. Miro


a la tarjeta de visita de Colin en mi mano, sumida en mis
pensamientos, contemplando las posibilidades. En realidad, no las buenas
posibilidades, sino mayormente las más locas. Siento el peso de mis
relaciones pasadas, y todo el equipaje con que he sido dejada. Los chicos
con los que había salido eran en su mayoría extraños como Lee, quien no
mencionó que prefería a los hombres, pero quería experimentar, como él
mismo admitió después del hecho. Ese experimento me dejó perpleja, sobre
todo cuando decidió (y así lo dijo) que yo no valía nada en la cama. Sí, bueno,
perdóname por no desarrollar una polla en la demanda.

Algunos tenían una racha media como Ray El Cabrón o Marc El Pirado
Banquero; algunos de los chicos solo querían tener algo de una noche. Tal
vez eso no sería tan malo, dadas las circunstancias. Pero me hacían sentir
utilizada y desechada por no ser honestos y frontales, como Vamos-A-Follar-
Rápido-Y-Seguir-Con-Nuestras-Vidas Ted. Y luego estuvo Rich. Ah, sí, el
tipo del que me enamoré perdidamente. Rich en realidad estaba casado,
pero nunca lo admitió hasta que me encontré con él y su esposa en el
restaurante Flying Fish en el Lake Union. ¿Soy un imán total de idiotas?
Hasta ahora he sido exclusivamente terreno de juego de los cabrones.
Ugh, ¿alguna vez he salido con un chico bueno y normal? No espero
mucho. Solo quiero a alguien que esté realmente interesado en mí; alguien
que quiera pasar el rato sin drama, mentiras y engaños. ¿Es eso mucho
pedir? ¿O tal vez yo vivo en la ciudad equivocada, tal vez Seattle está lleno
de imbéciles? Nah. Estadísticamente hablando, eso no es posible. No se
puede generalizar a toda la maldita ciudad.

La realidad es ridícula. Soy copropietaria de una compañía ejecutiva


de citas. Una exitosa compañía ejecutiva de citas. Emparejo toneladas de
profesionales todos los meses. Consigo tarjetas de agradecimiento e incluso
regalos de las parejas felices que nunca se habrían conocido si no fuera por
mí o mi socia Ali. Pero mi vida privada de salidas apesta totalmente.

¿Y ahora qué? ¿Debo llamar a Colin? No quiero lidiar con otra


decepción, sin embargo. ¿Y si es como los tipos de mi pasado? ¿Tiene Ali
algo de razón cuando sugiere que encuentre un compañero sexual? Por
mucho que esa idea tenga sentido, no soy el material adecuado. No soy como
Ali o Jena. No, soy más como Caroline, romántica y sentimental. ¿O soy yo?

Pongo la tarjeta hacia abajo, miro el teléfono, abro mi laptop, la cierro,


y cojo de nuevo la tarjeta.

—Ugh. ¡Jodida mierda! —Golpeo la mano en el mostrador de la cocina.


Eso duele. Me desplomo, apoyando la cabeza sobre mis puños, los codos
apoyados en el mostrador.

—¿Pero qué si me enamoro de éste también? —pregunto a la foto de


mi madre pegada en la puerta de la nevera, en medio de muchas otras
instantáneas—. No quiero pasar por esto otra vez. No quiero ser un desastre.

Mamá solo sigue sonriéndome desde la fotografía, un vaso de vino


tinto en la mano. El brazo de un hombre se envuelve alrededor de sus
hombros, y aunque el resto de su cuerpo no es visible, sé que es mi papá.
Rara vez pasamos tiempo juntos, ya que viajan en exceso, siempre volando
a algún lugar, o yendo en un crucero. Me gustaría poder llamarlos ahora
mismo y ver lo que dicen. Pero están en algún lugar de la costa de Costa
Rica, por lo que ni siquiera deseo molestar. Si solo tuviera un hermano, una
hermana, tal vez las cosas serían más fáciles de manejar.

Las palabras de sabiduría de mis padres son justo lo que daría la


bienvenida ahora, porque ya sé el consejo de mis amigas. Siempre es más o
menos lo mismo. Ali y Jena: ¿con qué te estás obsesionado? Ve por él, chica.
Diviértete. Caroline: No lo sé, tal vez debas pensar en lo que realmente
quieres en primer lugar. ¿Recuerdas la última vez?

Sí, hay demasiadas últimas veces en mi pasado. Todas ellas apestan.

Sé lo que quiero. Quiero ser feliz a cambio, y no cargar con angustias


y decepciones. Por una vez, necesito un descanso. Todos esos perdedores
con que he cruzado caminos, me han drenado hasta dejarme vacía de mi
energía positiva. Se llevaron todo el bien optimista justo fuera de mí y me
dejaron sobre-analizando la posibilidad de las citas alguna vez. ¿Soy
realmente una metedura de pata tal? O tal vez simplemente no pertenezco
al mismo mundo que todos los chicos. Entonces, ¿dónde pertenezco?

Exhalo un suspiro largo que termina con algo parecido a un gruñido.


Descanso mi frente en el frío mostrador de la cocina y pongo la tarjeta de
visita plana de Colin en la parte superior de mi cabeza. Está bien, si cae con
su nombre y número de teléfono hacia arriba, voy a llamar. Si no lo hace,
bueno, entonces no. Decido. Pienso en nuestro primer encuentro, él, vestido
con esa frialdad indiferente, y yo, en mi pequeño sujetador y un mal ejemplo
de una mini falda. Gimo interiormente. Está bien, concéntrate en su tarjeta.

Sacudo la cabeza y espío a través de mi cabello. La tarjeta yace, me


mira fijamente a los ojos con sus letras negras. El destino ha hablado.
Espero que no me vaya a arrepentir.

Saco el teléfono celular de mi bolso y marco. El tono de llamada es


casi intimidante. La llamada se dirige al correo de voz. Cuelgo. Dejar un
mensaje parecería demasiado desesperado. No estaba destinado a ser,
después de todo. El destino está riéndose detrás de mis espaldas ahora. Lo
que sea. Marco el número de Caroline. Lo coge en el segundo timbre.

—Hola, Natalie —dice en voz baja.

—¿Dónde estás? ¿Puedes hablar?

—Uhm... no realmente. Yo... bueno, estoy en la iglesia —susurra.

—¿Iglesia? ¿Qué está pasando? —Caroline es católica, pero no es


realmente una practicante. Va a misa dos veces al año, para Navidad y
Pascua. Eso es todo. Ninguno de estos días de fiesta se acerca pronto.
—Espera. Déjame caminar fuera —susurra de nuevo.

—Bueno. Estoy empezando a preocuparme. ¿Debería?

—Shhh. —Unos momentos más tarde oigo el ruido de una puerta


pesada cerrándose, y Caroline viene a la línea—. Se trata de la boda de
Mallory. Sabes que quiere casarse en la iglesia.

Mallory es la hermana menor de Caroline. Fue aceptada en la


Universidad de Columbia en Nueva York unos años antes, y fue entonces
cuando se mudó de Seattle a Nueva Jersey con sus padres. Mallory está
planeando su boda en Nueva York, y Caroline va a ser su dama de honor.
Lo que está en contra de los deseos de la propia Caroline. Pero no podía
negarse. Sospecho que chantajeó a Mallory con invitar a (su mejor amiga) y
Ali (la compañera) a la boda. ¿Por qué? Debido a Caroline está demasiado
estresada acerca de las maneras egoístas de Mallory. Sé que necesita a sus
mejores amigas con ella o va a tener un colapso en medio de la ceremonia.

—Oh, mierda. Me había olvidado por completo. ¿Tengo que ir a la


confesión o algo así?

—No, idiota. No eres la que se casa, ¿recuerdas? —Puedo verla sacudir


la cabeza y rodar los ojos.

—Así que ¿por qué estás tú en la iglesia? No estás enganchándote,


tampoco. —Aún no lo entiendo.

—Porque. Mallory quiere tener esta boda católica en toda regla. Soy
su dama de honor, pero no tengo ni idea de qué hacer y cómo actuar durante
la boda. Así que fui a hablar con un sacerdote y ver si hay alguna maldita
clase para nosotros, los desinformados.

—¿No puedes buscarlo en Google? ¿Qué averiguaste?

—Me explicó un poco cómo funciona esto y lo que se necesita de mí.


Como que no tengo bastante que hacer. —Resopla, airadamente.

—Oye, ¿por qué no vienes? Te haré una margarita. Podemos ver


alguna película ñoña también. —Sé que necesita ventilarse, y soy la persona
indicada para escuchar. Pero también tengo mis propios motivos para la
compañía de Caroline, no puedo conseguir sacar a Colin de mi cabeza y
quiero tener su opinión sobre lo que debo hacer.
Capítulo 5
“La gran pregunta… que nunca he sido capaz de
responder, a pesar de mis 30 años de investigación sobre
el alma femenina, es ‘¿Qué quiere una mujer?’”
Sigmun Freud

Traducido por Jazmin & katiliz94


Corregido por AldiiCipriano :3

E stoy en mi oficina, hablando por teléfono con uno de nuestros


clientes asiduos cuando mi teléfono celular suena. Miro la
pantalla. El número me parece familiar, pero no puedo ubicarlo. Un
momento después, el correo de voz suena anunciando un nuevo mensaje.

Ali asoma la cabeza en mi oficina y articula:

—¿Estás cerca de acabar?

Asiento, señalando el teléfono y articulando de vuelta:

—Esther Bosarge.

Ali pone sus ojos en blanco. Esther es una de nuestros primeros


miembros. Ella sigue siendo miembro. Hemos sido cuidadosas en
emparejarla seis veces diferentes, pero Esther nunca está satisfecha.

Garabateo en mi bloc de notas: “¿Vamos por algo de comer?” y se lo


muestro a Ali.

Me levanta dos pulgares.


Esther sigue quejándose en mi oído en su fuerte acento francés. Le
aseguro que su última pareja, de la que ella está muy descontenta con Dios
sabe qué razón, de hecho tiene una Maestría en Economía, y que siempre
verificamos toda la información proporcionada por nuestros miembros. Así
que no, su educación no es algo que él acaba de hacer. Le digo que nuestro
programa buscará a través de los perfiles de nuevo y vamos a encontrar una
buena pareja esta o la próxima semana, ya que tenemos nuevos caballeros
suscribiéndose diariamente. Es mi cliente personal, oh, jodida alegría, sí que
busco a través de todos los perfiles que coinciden con los de ella, escogiendo
los mejores posibles elegidos.

Cuando Esther finalmente me deja ir, le grito a Ali—: No sé qué hacer


con Esther. Es demasiado exigente.

Ali entra a mi oficina, cartera en mano, sacudiendo la cabeza.

—Puede ser que tengas que ponerla en la “'Lista A.”

La lista A significa la ''Lista Ardua''. Es nuestro nombre para los


miembros de un sabor muy particular, que son extremadamente difíciles de
emparejar. Es como si, en el fondo, en realidad no quisieran conocer a
alguien que pudiera hacerles perder la cabeza, sino que prefieren ser
exigentes e interminablemente atendidos.

—Sí, estaba pensando lo mismo —digo, poniendo mi teléfono celular


en mi oído para escuchar el correo de voz de hace unos pocos minutos.

Ali se sienta en la silla, sus piernas estiradas.

—Date prisa. Tengo mucha hambre.

—Oh, mi. —Sonrío al correo de voz en mi teléfono.

—¿Qué es? —Ali se anima.

—Colin llamó. Espera. —Levanto la mano deteniéndola para que


pueda escuchar el final de su mensaje.

Ali me mira como si tratara de leer mi expresión.


—¿Y bien? —pregunta, ansiosamente, cuando cuelgo el teléfono y no
digo nada.

—Bueno, dijo que vio mi número en su lista de llamadas perdidas y


lamentó no estar ahí para responder.

—¿Eso es todo? —Ali parece decepcionada.

—Quiere llevarme a cenar. Así que funcionó bastante bien, justo como
Caroline sugirió.

—¿Qué te dijo?

—Que no lo llamara después de esa vez. Dijo que vería la llamada


perdida y si realmente estaba interesado, llamaría.

—Esa chica es un genio. —Se burla Ali.

Resoplo.

—Aunque tenía razón. Lo voy a llamar de nuevo desde el restaurante.


De esta manera nos podemos reunir para tomar una copa. Más informal y
menos tiempo invertido en caso de que resulte no ser lo que esperaba.

—Buen plan —concuerda Ali—. Tengo la sensación de que podría ser


bueno.

Suspiro.

—Sí, también dijiste eso sobre Rich. —Mi voz tiene una nota
acusatoria, e interiormente me castigo. No es culpa de Ali que Rich resultara
ser un mentiroso y un tramposo.

—Lo sé, y lo siento. Es un total idiota.

Nos decidimos por Rudolfo’s, un pequeño restaurante italiano en el


centro de Bellevue, a pocos minutos en coche de nuestra oficina. Es el
restaurante más pequeño que he conocido, así que estamos tomando
nuestras posibilidades de agarrar una mesa sin reserva durante la hora de
la cena. Tenemos la suerte de ver una mesa vacía en la esquina. Se está
poniendo oscuro afuera, y la fuerte lluvia que había comenzado unos seis
días antes, continúa su ataque sobre la ciudad.
—Odio este clima. —Hago pucheros, abriendo el menú.

—Sí. Yo también —murmura Ali, analizando el suyo.

—Honestamente, este tipo de clima es solo bueno para una cosa, estar
adentro para sexo. —Trato de decidir entre el linguini Alfredo y lasaña de
pollo.

—¿Cómo de diferente es del sexo al aire libre? —pregunta Ali,


impasible.

—Dudo que alguien en esta aburrida ciudad alguna vez haya tenido
sexo al aire libre. Hablando hipotéticamente, ¿alguna vez has visto a alguien
hacerlo en Alki Beach o en la playa de Golden Gardens?

Ali me da una mirada dudosa.

—Bueno, para empezar eso calificaría como una actividad ilegal. En


segundo lugar, los hombres de Seattle en general lo verían como una idea
absurda. Solamente eso no se hace aquí. Aún si tiene un balcón muy privado
o terraza, apuesto a que sería casi imposible encontrar a un chico que en
realidad disfrutara de algo tan loco como el sexo al aire libre. Y no estoy
hablando de vagabundos o adolescentes, obviamente.

—Obviamente —concuerdo—. Y tú tienes ese derecho. Esta ciudad es


aburrida. Mudémonos a Los Ángeles o Nueva York. Ya sabes, podríamos
totalmente abrir otro local en otro lugar y que alguien maneje la oficina de
Seattle.

—Tal vez. Si encontramos una persona sólida y capacitada para cubrir


el mercado de Seattle, no debería ser demasiado difícil manejar dos locales.

—Te lo estoy diciendo, más y más de nuestros clientes serán como esa
mujer Esther: ellos jodidamente no saben lo que realmente quieren. Sus
propias inseguridades les impiden abrirse a los demás.

—Es una chiflada. No podemos satisfacer sus necesidades. Ni siquiera


ella misma sabe cuáles son.

Un camarero de veintidós años de edad, Giuseppe, camina a nuestra


mesa. Hay una sincera sonrisa en su rostro.
—¡Ali! ¡Natalie! ¡Qué maravilloso es verlas! —exclama. No es un chico
super-grande o particularmente precioso. Pero su ceñida-de-pecho-y-
hombros camiseta negra no puede ocultar el hecho de que tiene un esbelto,
firme cuerpo. Y hay algo electrizante e innegablemente sexy sobre él.

Vierte el agua en nuestros vasos de una enorme jarra de cristal.

—Las extrañé, señoritas. Ha pasado mucho tiempo. —Giuseppe se


refiere al perder a Ali.

Ali y Giuseppe tienen un pasado muy caliente. Se terminó hace unos


meses, después de que él quería pasar más tiempo con ella y seguía
invitándola a sus reuniones familiares. Ali no estaba lista para sentar cabeza
y no le importaban tanto sus ruidosos, parientes odiosamente curiosos. Se
separaron de una manera civilizada y quedaron algo cercano a amigos.

—Es bueno verte también, cariño. —Ali se levanta y lo abraza.


Permanece más de lo que normalmente haría.

Me he dado cuenta de que su sonrisa desaparece, reemplazada por


una expresión de anhelo. Se desvanece tan pronto como Ali se aleja.

Él se aclara la garganta y dice:

—Les daré un minuto para decidirse, a menos que estén listas.

—Oh, estamos listas. —Río—. Para pedir, quiero decir.

Sus cejas se alzan, y sus ojos brillan de alegría.

—Eso no lo dudo. —Sofoca la risa.

Ordenamos y Giuseppe camina hacia la cocina. No puedo dejar de


mantener los ojos fijos en su pequeño y muy apretado culito.

—Es una lástima que hayas salido con él —le digo a Ali, tratando de
contener el repentino deseo en mi voz.

Bebe su agua y balbucea algo que suena como un “¿por qué?” en su


copa, sus ojos se agrandan.
—Porque es una completa ricura. No me importaría explorar esa
delicia —comento de manera casual.

Ali se encoge de hombros con indiferencia. Pero cuando dice—:


Adelante. No me importa, ya lo sabes —no escucho la suficiente convicción
puesta en esa declaración.

—Oh, muñeca. Realmente sería extraño. De ninguna forma voy a


hacerlo con un chico con el que tuviste una cosa antes. Conoces las reglas.

Ella explota una frambuesa.

—Esa cosa terminó. Y al diablo con las reglas. Si te gusta…

—Nah —interrumpo—. Era mi vagina hablando y no mi cerebro.

Sonríe.

—Davenport, necesitas acostarte. Esta noche.

—Siempre necesito acostarme. —Le devuelvo la sonrisa.

—Oye, ¿no se supone que debes llamar al chico de la estación de


radio?

—Oh. Casi lo olvidaba. Bueno, no quiero ser grosera y llamar ahora…

Hace un gesto desdeñoso y un sonido “pfftt.”

—Por favor. Mojigata difícilmente es tu naturaleza. Llámale, rápido.

Tomo mi teléfono móvil y marco. Esperar que Colin lo coja es


inquietante. Estoy a punto de colgar cuando escucho su voz suavemente
áspera.

—¿Hola?

—Hola, Colin. —Me aseguro de hablar más que indiferente, como si


mi corazón no estuviese acelerándose a cien millas por hora.

—Natalie. —Oh, Señor, de verdad suena completamente complacido y


sorprendido. Vale, punto para moi.
—Bueno, sí… que bien escuchar tu voz. —Esa es una frase
completamente sincera de mi parte—. ¿Qué está pasando contigo?

—No lo creerías. —No, no podía creer que unas pocas palabras en una
conversación, y el chico me hagan sentir tan complacida, tan… bueno, como
si nos conociéramos el uno al otro y habláramos todo el tiempo. Guau—.
Estaba pensando en ti. Me temía que no me llamarías, así que en realidad
estaba de los nervios por llamarte.

—¿De verdad? ¿Tienes mi número? Oh, espera. Lo viste en tu listado


de llamadas perdidas, ¿verdad?

—Erm… bueno. Sí, lo hice. —Ríe—. Pero lo saqué del contrato de


anuncio de la radio. —Suena culpable.

—Oh, no te preocupes. —Es mi momento de reír—. Tramposo, sin


embargo. —Guiño a Ali.

—Sí, lo sé. ¿Qué estás haciendo? ¿Quieres ir por algo de comer?

—Estoy cenando con Ali. ¿Qué hay de una bebida más tarde? —digo,
en lo que espero sea un animado, pero no demasiado entusiasta, tono.

—Claro. ¿A qué hora te viene bien? —No parece decepcionado. Uf,


bien.

—En dos horas o así. Todavía estamos en Bellevue, y tengo que


conducir de regreso a casa en Seattle. ¿Tienes algún lugar en mente? —Le
dejo decidir.

—Vamos a ver… ¿Conoces el Motto Bar and Grill en el centro?

—Escuché de él, pero nunca he estado.

—Creo que podría gustarte. Gente genial, buenas personas e


increíbles cervezas.

—Suena bien. —Me encojo de hombros.

—Eso en realidad es su lema. ¿Sabes? ¿Motto Bar and Grill? Y es lo


que está escrito sobre el bar —explica.
Sonrío.

—De ninguna forma.

—Lo digo en serio. Así que si está bien, ¿dónde debería recogerte?

—Bueno… —Me entretengo—. Conduciré por mí misma. O preferiría


tomar un taxi desde casa ya que no conduzco después de beber.

Hay un breve silencio. Breve, pero lo noto, porque de repente la


temperatura parece caer veinte grados a mi alrededor. Él se recupera con
rapidez.

—Eso es una regla extraordinaria. En realidad yo también estoy de


acuerdo.

—Pero sugeriste que me recogerías. Entonces, ¿no estabas planeando


beber esa increíble cerveza que anuncian?

—Estaba planeando recogerte en un taxi. Nunca bebo y conduzco. —


Colin suena… ¿retraído? Definitivamente serio, incluso frío. Pero hay algo
más en su voz. Eso me detiene durante un momento, pero decido no
preocuparme por eso en este momento.

Hago señas a Ali para darme su teléfono.

—Eso es bueno de saber —digo, inclinando la cabeza, como si él


pudiese verme en realidad. Tecleo “Motto Bar and Grill” en Google en el
teléfono de Ali para tomar la dirección.

—Estoy esperando verte esta noche. —Hay un cambio en su voz de


nuevo. Se vuelve un poco aterciopelada. ¿O es eso mi imaginación? Tal vez
mi vagina intercambió lugar de nuevo con mis orejas. Eso es muy posible.

Ali y yo terminamos nuestra cena, y me levanto para marcharme. Ella


decide quedarse un poco más.

La sonrío y digo:

—No estás colada por él.


—Oh, sí. Lo estoy. Al menos en el sentido en el que tú estás
insinuando —susurra en mi oído mientras me da un abrazo.

—Entonces, ¿qué estás haciendo? —pregunto, mirándola a los ojos.

Aparta la mirada, una pequeña sonrisa reproduciéndose en sus


labios. Cuando me mira, intenta sonreír pero falla. En su lugar, su cara está
triste.

—¿Qué está mal? ¿Ali? —Me siento.

Ali también se sienta. Se muerde el labio.

—Brian conoció a alguien. Dice que va en serio, así que nosotros… ya


sabes, no podemos continuar nuestra pequeña relación.

—¿Tu colega de sexo Brian? —susurro, mirando alrededor. El


restaurante es muy pequeño, y no quiero arriesgarme a otros clientes
escuchándonos. Pero un chico en la mesa justo a nuestro lado levanta la
mirada y presiona los labios juntos, intentando contener una sonrisa. Oh,
genial.

—Sip. El mismo.

—Pareces molesta. Ali, se suponía que eso era una cosa práctica
basada en sexo. ¿Una cosa divertida y emocionante con reglas definidas y
límites fuertes, verdad? Eso es lo que siempre me dices. —Me siento,
sintiendo mis cejas juntarse en preocupación.

Infla las mejillas y exhala.

—Sí, lo es. Lo era. No estaba lista para dejarle ir. No estoy involucrada
emocionalmente…

—Ajá, veo que no lo estás —interrumpo.

—Nat, no es eso. De verdad no lo es.

—Entonces, ¿qué está pasando?

Ali toma un profundo respiro y exhala con fuerza. Mira alrededor y


después a mí.
—Mira, nada emocional. Al menos no como algo de amor. No, no con
Brian. Solo… no quiero lidiar con esta mierda. Era cómodo; me gustaba él y
confiaba en él. Encontrar a alguien como Brian es realmente difícil.

—¿Estás preocupada porque el siguiente candidato podría no ser tan


fácil de encontrar?

—Algo así. Odio el proceso. Son inseguros. Y son una mierda en la


cama. O… no lo sé… me hace querer más, y eso es de lo que tengo miedo.

Tomo su mano en las mías y aprieto.

—Eso es, Ali. Creo que eso es exactamente lo que es. Necesitas
enfrentarte a tus demonios. Tienes miedo del compromiso. El resto es solo
suave relleno para hacerte pensar lo contrario.

Sus profundos ojos castaños se amplían, y sus labios se separan.


Logro lo imposible, hacer que mi extrovertida, bocazas, autosegura amiga
quedarse sin palabras. Bueno, eso es para lo que están las amigas, ¿verdad?
Escuché y llegué a una conclusión. Ahora ella necesita confiar en mi
observación. Creo que va a convertirla en una reaparición inteligente, o
burlarse de mí. Pero en realidad frunce el ceño, en profundo pensamiento.
Guau.

—¿De verdad crees eso? —Aspira.

Asiento y Ali suspira.

—Bueno, lo sospecho. Estoy jodida, ¿verdad?

—Sip. Pero no más que muchas de nosotras. —Sonrío—. Dale a


Giuseppe otra oportunidad. Pero esta vez pon las reglas. Dile lo que te
ahuyento la ultima vez, ¿sí?

—Eh, no lo sé. No es un compañero material de follar. —Sacude la


cabeza—. Pero es extrañamente adorable.

—No quiero predicar ni nada. Pero no rompas su dulce corazón


italiano de nuevo, Ali. Puedes poner tus cartas sobre la mesa o seguir
adelante.
—Sí, señora. —Saluda con un bufido—. Adelante, lárgate, Davenport.
Colin está esperándote. Y quiero un informe completo.

—Lo tendrás, y lo sabes. —Me levanto de la silla y beso su mejilla—.


Nos vemos, cariño. Intenta no pensar demasiado en esto.
Capítulo 6
“El café y el amor saben mejor calientes.”
Proverbio Alemán

Traducido por Jazmin & Key


Corregido por AldiiCipriano :3

D espués de una ducha rápida, me visto, hago mi maquillaje y


cabello, y llamo a un taxi. El Motto Bar & Grill no está
demasiado lejos de mi apartamento, por lo que me toma solo unos diez
minutos llegar allí.

Entro, miro los alrededores, y procedo a sentarme en el bar. El lugar


es totalmente fresco, y sí, está el lema que Colin mencionó: las letras en el
bloque negro-brillante enlucidas en la pared de la derecha sobre la zona del
bar, un pie más o menos por debajo del techo. Hablando de ese techo, encaja
perfectamente con el resto de la decoración, fornido, registros sin terminar
se deslizan hacia arriba, y cosas cuelgan del: viejas jarras de cobre, marcos
de algunas imágenes vacías, una gran cesta de tela metálica, y dos
diminutos taburetes de bar de madera pintados en blanco.

Me inclino sobre el elegante bloque de madera que sirve como bar y


señalo al camarero. Me frunce el ceño, murmurando algo en respuesta, y
me da la espalda. Bi-en, no es gran cosa, tal vez está teniendo un mal día.
O tal vez es un imbécil malhumorado cada minuto de su vida. Tomo mi
teléfono celular y reviso el correo electrónico y mensajes de texto. Hay un
mensaje de Jena. Pregunta si podríamos reunirnos. Cualquier otra noche
diría "sí", pero no esta noche.
Estoy ocupada, escribiendo la respuesta a Jena y no presto atención
a lo que está sucediendo a mi alrededor. El Grumpy Dickhead1 se para
delante de mí, puliendo un vaso de cerveza, su boca se encuentra en una
línea sombría.

—¿Entonces, que va a ser?

Me sobresalta, y salto, dejando caer mi teléfono sobre el bar. Mierda.


Mi corazón pulsa en el fondo de mi garganta. El Grumpy Dickhead sigue
mirándome como si maté a su primogénito. Bueno, si su primogénito es tan
desagradable como él, probablemente merece morir. No, sinceramente, no
creo eso.

—Uhm... appletini2, por favor. —Trago.

Gruñe algo y se vuelve a mezclar mi bebida. Decido verlo. Nunca se


sabe. Tal vez su otro trabajo es entregar correo. Él parece estar a punto
estallar en el trabajo. Estiro mi cuello para vigilar lo que pasa exactamente
en mi bebida. Siento una palmadita en el hombro. Salto de nuevo. ¡Caray!
¿Qué carajo? ¿Estoy destinada a un ataque al corazón hoy?

Es Colin. Su sonrisa es nada menos que radiante. Mi corazón hace un


pequeño giro que conozco demasiado bien. Tranquilízate, me digo.
Tranquilízate, chica.

—Te ves bien —dice Colin, sentándose en el taburete junto al mío.

—Gracias —murmuro, horrorizada por el efecto que ya tiene en mí.

—¿Has estado esperando mucho tiempo? —Mira su reloj—. No llego


tarde, ¿cierto?

—Nah, acabo de llegar.

El Grumpy Dickhead golpea mi bebida en frente de mí. El contenido


casi se desborda. Lo ignoro. Toma la orden de Colin y se va.

1Grumpy Dickhead: Gruñón idiota.


2Appletini: Coctel hecho con vermut seco y dulce y con vodka, aunque también puede
hacerse con ginebra.
—¿Qué estás bebiendo? —pregunta Colin.

—Appletini. Parece que siempre me quedo con appletinis. A menos


que beba cerveza. O a veces vino tinto. No mucho el vino blanco, sin
embargo. No, no me importaría vino blanco. —Bien, estoy balbuceando. Es
el momento de cerrar mi boca y poner mis labios en mi trago.

—Genial. —Colin levanta las cejas en apreciación—. Tengo que


probarlo la próxima vez.

—Puedes probar el mío ahora. —¡Guau! ¿De dónde vino eso? Esa no
era mi boca hablando. Fue otra parte de mi cuerpo, la que siempre esta tan
estúpidamente entusiasmada y no se preocupa por las consecuencias.

Colin envuelve sus largos, delgados dedos alrededor del eje de vidrio
y sin prisas lo lleva a su boca. Mantiene sus ojos en los míos mientras toma
un pequeño sorbo. Es demasiado sensual para que mantenga la calma. Me
tiemblan las manos y también lo hacen mis muslos. Y siento que mi boca se
seca. Maldita sea, Natalie. No te alteres.

Asiente con la cabeza en reconocimiento.

—Sabe muy bien. Suave pero con una patada.

—Sí. —Me río un poco demasiado ruidoso. Ugh, ¿estoy de vuelta en la


escuela secundaria? Respira profundo, sí, así. Una más.

—Así que, tu compañía, ¿cuánto tiempo lleva abierta? —Apoya el codo


en el mostrador, mirándome.

El Grumpy Dickhead trae la cerveza de Colin y suavemente —lo juro,


suavemente— la coloca frente a él.

—Ali y yo hicimos toda la planificación y la investigación en la


universidad. Así que cuando nos graduamos, tuvimos todo el marketing en
el lugar, los préstamos bancarios asegurados, el programa de computadora
ejecutándose, y tal. Nuestros padres nos prestaron algo de dinero también.
Por último, alquilamos la oficina, y los clientes empezaron a llegar casi de
inmediato. Ha sido sin parar realmente.
—Eso es un concepto tan inimitable. ¿A quién se le ocurrió eso? —
Señor, esos ojos azules no han dejado mi rostro, deslizándose de mis propios
ojos a mi boca.

—Se me ocurrió la idea al azar. Siempre me llegan esos correos basura


de servicios de citas, de fiar y los que no. Y eso me hizo pensar, profesionales
que trabajan largas horas o viajan mucho que no tienen tiempo o la
inclinación a buscar citas. Y también fue esa vieja película que Ali y yo
vimos, Pretty Woman. ¿La conoces?

Ríe.

—Sí. Es una película divertida. Me gusta.

—Richard Gere interpreta a un exitoso hombre de negocios y termina


con el personaje de Julia Roberts. Recuerdo haberle dicho a Ali que en lugar
de sentar cabeza con una prostituta, debería haber probado algún servicio
de intermediación para los millonarios. Y así es como la idea comenzó a
crecer.

—¿Y aún sigues soltera? ¿Con todos esos exitosos jóvenes


profesionales? —Una esquina de su boca se levanta en una pequeña sonrisa.
¿Está husmeando o está burlándose de mí?

Lentamente sacudo mi cabeza.

—Nosotras no nos involucramos con los clientes. Va en contra de la


política de la empresa. —Allí. Eso es lo suficientemente evasivo.

—¿Quieres otra? —Hace un gesto a mi copa vacía. Mierda, me


apresure demasiado rápido.

—Uhm, tal vez en un momento. Soy buena —digo. Otra bebida


definitivamente calmaría mis nervios, sin embargo.

¿Por qué diablos está haciéndome revolver y derretir mi interior de


esta manera? No es normal; ni siquiera lo conozco.

Empiezo a sentir pánico por dentro. Quizás Colin es otro bonito, chico
malo que le encantará meterme en su cama sin intenciones de nada más
allá de eso. ¿No he tenido suficiente con la cadena continua de angustias?
De pronto, no estoy segura de qué hacer.

Tal vez debería solo largarme de aquí y dejar de hacer el tonto de mí


misma. Pero lo último que necesito es actuar como una completa demente.
Y corriendo del bar sería precisamente eso. Así que sigo con mi trasero en
la silla y trato muy duro de aparecer imperturbable.

Maldita sea, tal vez exagero. ¿Y si solo quiere ser amigos? Sí, como el
infierno que lo hace. ¿A quién estoy engañando? Ningún chico quiere ser
solo amigos. A no ser que sean amigos con beneficios. Ajá, aquí está de
nuevo, la idea que puso Ali en mi cabeza. Sé por qué me lo sugirió. Es muy
consciente de todos los pendejos jodidos que de alguna manera me asenté
en los últimos años. No había ni un buen chico ahí. ¡Ni siquiera uno! Ella
tenía experiencias similares. Así que su solución es mantener los límites,
pero no renunciar a la diversión. El resultado: un compañero para follar.
¿Pero sería Colin una buena opción? No, esa no es la verdadera pregunta
aquí. La verdadera pregunta es la siguiente: ¿estoy hecha del material
correcto para hacerlo?

De cualquier manera, no tengo que decidirlo esta noche. Tengo que


calmarme y simplemente disfrutar de su compañía. Después de todo, él no
está haciendo nada malo. Son mis hormonas las que deciden tomar el
asiento del conductor en su presencia. Y no puedo culpar a los cabrones.
Colin es de gran apariencia y parece ser totalmente tolerante y divertido.
Oh, demonios.

—Tierra a Natalie. —Oigo la voz de Colin.

Mierda, me espabilo mientras tengo un acalorado debate conmigo


misma.

—Oh, lo siento. —Me sonrojo—. Tal vez voy a tomar otro de esos. —
Señalo a mi copa vacía. Sonríe esa pequeña sonrisa sexy—, y un poco de
agua con hielo también —agrego rápidamente. Sí, un gran cubo de
suficiente agua helada, así puedo poner toda mi cabeza en ella.

Colin ordena para mí. Esta vez, Grumpy Dickhead tiene mi bebida
preparada en tiempo récord. Me excuso y voy al baño. En la pared junto al
baño de las mujeres esta un enorme pizarrón enmarcado. Decenas de frases
están escritas sobre él en marcadores de colores, cada uno en diferente letra.
Un pequeño cartel al lado del marco establece lo siguiente:

NO MIERDA. NO INFORMACIÓN DE CONTACTO. SOLO FRESCAS


CITAS PERMITIDAS. PUNTO.

Huh. Empiezo a leer. Algunas son hilarantes, algunas profundas, y


otras... bueno, solo normales.

"ERES UN HÁBITO QUE QUIERO GOLPEAR, CON AMBOS PIES'' o


''¡LA BELLEZA ESTÁ EN EL OJO DEL ESPECTADOR, Y PUEDE SER
NECESARIO DE VEZ EN CUANDO DARLE UNA ESTÚPIDO O MAL
ASESORADO ESPECTADOR UN OJO NEGRO! SEÑORITA PIGGY''

Doy un paso atrás, tomo mi teléfono celular, y tomo una foto que
rápidamente envío en un texto a Ali, Jena, y Caroline. Miro a la pared detrás
de mí, al lado del baño de los hombres, y veo una tabla doble enmarcada
con un montón de citas sobre ella. Les envío una foto de aquel a mis amigas
también. Sé que se valorarán especialmente este:

''CASARSE PARA CONSEGUIR SEXO ES COMO COMPRAR UNOS 747


DE CACAHUATES. JEFF FOXWORTHY.''

Y una ''pareja'' sobre la tabla de las mujeres: ''LOS HOMBRES DEBEN


SER COMO KLEENEX: SUAVES, FUERTES, Y DESECHABLES. CHER''

Me río de mí misma y sacudo la cabeza. Caroline textea de vuelta,


preguntando dónde estoy. Le hablo de mi cita con Colin. Ali y Jena textean
cuando estoy en el interior del cuarto de baño, lavándome las manos. ¿Por
qué no me sorprende que cada una desee que yo anote alto? Están bajo la
impresión de que voy a echar un polvo esta noche. Aún no he decidido si
quiero probar la idea de compañero sexual que Ali y Jena sugieren, pero
incluso así, yo no tendría sexo con Colin en la primera cita. Está bien, tal
vez suene como una mojigata, pero bueno, una chica tiene que tener
algunas reglas. Mi regla es esperar hasta la cita cuatro. Sí, lo sé, esto es de
la muy vieja escuela. Pero es una marca reglamentaria nueva, y tengo que
probarlo. Bueno, él prácticamente me vio semidesnuda la primera vez en la
oficina, pero eso no cuenta.

—¿Has visto las tablas de cotización de los baños? —le pregunto a


Colin mientras que subo en mi taburete.
—Sí, este lugar es famoso por ello. Algunas personas lo toman en
serio. Buscan en Internet y en las bibliotecas las mejores frases para escribir
allí. —Esa pequeña sonrisa sexy está de vuelta.

—Escucha, acerca de nuestro primer encuentro... —Empiezo,


metiendo un pelo suelto detrás de la oreja y mordiéndome el labio inferior.

Colin frunce los labios, tratando de reprimir una sonrisa más grande.
Espera a que continúe.

Ruedo los ojos.

—Adelante, ríe —digo exasperada y desdeñosa.

Y así lo hace, echando la cabeza hacia atrás. No puedo evitar sonreír.


No solo me pone a gusto, sino que también se ve sexy como el diablo. Le
palmeo en el brazo.

—Está bien, lo siento. —Todavía ríe—. Tienes que admitir, que fue el
mejor primer encuentro de la vida.

—No, para mí no lo fue. Fue humillante.

Colin inclina la cabeza y me mira desde debajo de los párpados


entrecerrados.

—Eres hermosa. No hay nada de qué avergonzarse. Pero entiendo que


interceptar a un extraño y parcialmente vestida en tu oficina probablemente
no te hizo sentir muy bien.

—Estás en lo correcto. —Aprieto los labios juntos—. En fin...

—De todos modos, he soñado con ese sujetador que llevabas y lo que
está en él. Más de una vez. —Se ríe.

Mi boca se abre, y no puedo recordar exactamente cómo cerrarla.


Cuando por fin encuentro la manera de trabajar mis músculos de la
mandíbula, me sonríe y deja el vaso de appletini en mi mano. Levanta su
vaso de cerveza y dice:

—Vamos, Natalie. Debes tener un mejor sentido del humor que eso.
—Si eso fuera una situación de comedia, te habría arrojado esta
bebida en tu regazo. —Me tomo un pequeño sorbo.

—Apuesto a que sí, tú mujer diabólica-temperamental.

—¿Es eso una palabra?

—Claro que lo es. —Se encoge de hombros—. Sabes... Tengo la


sensación de que piensas que soy una de esas escorias que solo quieren
entrar en tus pantalones, y luego alejarse.

—¿No quieres entrar en mis pantalones? —Pretendo estar asombrada.

Me mira por un momento en silencio muy largo, sus labios se


encrespan suavemente hacia arriba. Toma mi mano en la suya y besa mis
nudillos. ¡Besa mis nudillos!

—Quiero conocerte, Natalie Davenport, antes de permitirme


proponerte algo tan deliciosamente inapropiado.

¡Infierno sobre ruedas! Mi corazón está boing-boing entre el estómago


y la garganta. Oh.dios.mío, estoy tan maldito aturdida, que
momentáneamente me olvido de cualquier aprehensión que tengo con
relacionarse con hombres.

Y justo así empiezo a relajarme. No del todo, claro está, pero lo


suficiente para disfrutar de la noche. Realmente espero que él no sea un
mentiroso encantador sin embargo. Resuelvo ser cauta y ver a dónde van
las cosas antes de ir demasiado lejos y demasiado rápido. Después de todo,
él no podría ser un verdadero chico malo, pero sí un chico casi malo. Y eso
puede ser potencialmente peligroso.

Colin pone mi mano sobre el mostrador y la cubre con la suya. Todavía


está en mis ojos y sonriendo, dice:

—Entonces, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre, además de


exponerte a medio vestir con extraños?

Lo miro intensamente y palmeo su brazo de nuevo.

—Te vas a regodear en eso para siempre, ¿no?


—Para siempre es mucho tiempo. Parecías suficiente ese día para
chuparse los dedos para que necesitara un poco de agua fría sobre mi rostro.

—Podrías haber tomado una ducha fría. Tenemos una en nuestra


oficina. —Señalo.

—No hubo tiempo antes de la reunión. Y no vi ninguna toalla de baño.


—Se acerca más y empuja un pedazo de mi cabello detrás de mi oreja. Sus
dedos rozan la piel sensible de mi oído, y mi estómago se aprieta de esa
deliciosa manera que envía escalofríos por debajo de mi falda.

Mi cerebro se une de inmediato al desfile del tonto y produce visiones


de Colin desnudo cubriendo mi cuerpo igualmente desnudo en la cama, su
rodilla empujando mis piernas abiertas, con las manos levantando mis
muslos hasta que las rodillas dobladas descansen sobre sus hombros.
Bueno, Natalie, saca tus pensamientos de la cuneta. Suprimo un escalofrío
y tomo un sorbo ocasional de mi vaso de agua. No tengo ni idea de por qué
su toque me afecta así, pero voy a ser maldita por hacerle saber.

—¿Así que quieres saber lo que me gusta hacer? Bueno, hago ejercicio
casi todos los días en el gimnasio, corro los fines de semana, leo, paso
mucho tiempo con mis amigas, cosas así. Y tejo, también.

—¿Cómo calcetines? —Me mira desconcertado.

—No. Como suéteres. Y bufandas bonitas. Bueno, yo tejí un calcetín


de Navidad una vez, por lo que sí, calcetines. ¿Qué hay de ti?

—No tejo, pero estoy dispuesto a aprender. —Pretende ser taaaan


serio. Tengo que admitir, eso es una buena actuación.

Me entero de que toca la guitarra y el piano y le gusta el fútbol. ¿A qué


chico no le gusta el fútbol? También sabe bailar, y eso es una muy buena
perspectiva para una cita. Si va a haber otra cita.

Los dos tenemos que trabajar al día siguiente, así que declaramos que
el tiempo de diversión termina a las 10 pm., Colin no se opone, solo sonríe
y asiente con la cabeza. Llama a un taxi, y cuando llega, abre la puerta del
pub para mí y la mantiene hasta que salgo. Guau, un caballero. Me gusta
eso. En realidad me gustan todas esas pequeñas cosas que muchas mujeres
desaprueban. Tal vez se sienten despojadas de su personalidad feminista.
Pero yo no tengo ese problema. En realidad me gusta cuando un hombre
abre la puerta para mí; o me ayuda a ponerme el abrigo; o abre la puerta
del coche para mí; cosas por el estilo. Tal vez es de la vieja escuela, pero eso
es solo la forma en que soy una romántica-indefensa. Lo cual no quiere decir
que si un hombre hace algo absolutamente desagradable para mí no tendría
el descaro de darle un puñetazo en la cara. Dos veces.

Justo antes de que el taxi se detenga en mi edificio, me dirijo a Colin


y le digo:

—Fue muy agradable. Gracias. Tuve un buen momento.

Toma mi mano en la suya, la voltea así mi palma está hacia arriba, y


la besa. Largo. Dios, es un beso largo, y mis entrañas se conviertan en
papilla. Mi vagina canta ¡Aleluya! y mis pulmones se olvidan temporalmente
de cuál es su principal función, hasta que la cara se me vuelve de color roja
y me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración.

Todavía inclinado sobre mi mano, Colin me mira. Una esquina de su


boca se levanta muy ligeramente. Oh.mi.dios, se parece a algún maldito dios
de la lujuria. Eros, Himeros, Pothos, Peitho ¿Cómo diablos puedo incluso
recordar todos los nombres de esos traviesos dioses griegos en este
momento?

—¿Puedo llamarte alguna vez? —susurra.

¿Puedes? Sí. ¡Sí! ¿Realmente necesita preguntar?

—Claro. —Sonrío dulcemente—. Tienes mi número.

Cuando el taxi se detiene en mi destino, Colin todavía sostiene mi


mano. Aprieto, y la deja ir. Salta fuera del vehículo, corre alrededor de la
parte posterior, y abre la puerta para mí. ¡De ninguna manera! Él realmente
lo hace. Mi boca por lo general tiene una mente propia, por lo que se abre
ahora, pero no dice nada. La cierro, regañando a mi cerebro por no controlar
la situación, ya que está descrito en su descripción de trabajo.

Colin me abraza a la ligera, y mi pulso llega a la zona roja. Infierno


sobre ruedas, ya sea mis hormonas están fuera de control, o el hombre es
irresistible para mí. No recuerdo nunca estar atraída de tal manera hacia
nadie antes.
—Duerme bien —susurra en mi pelo. Huele un poco a algo de colonia-
sensual dulce y ahumada con matices similares al cuero. La fragancia es
increíble, y creo que es justo como Colin, complejo y misterioso.

—Tú también. —Me deshago de su abrazo, tratando de mirar a


cualquier lugar menos a él. Porque si lo hago, no voy a ser capaz de pararme
de besarlo. Y mi marca reglamentaria dice: no hasta la cita número cuatro.
Bueno, eso es sobre el sexo, pero sospecho que si nos besamos, vamos a
terminar desnudos en la cama de inmediato.

Camino a la puerta del edificio de apartamentos, introduzco el código


en un pequeño teclado en la pared, y entro. El pasillo tiene una luz tenue, y
le doy la bienvenida a la falta de brillo. Mis ojos se sienten cansados, y decido
ir a la cama de inmediato. Subo dos tramos de escaleras como siempre, ya
que nunca me molesto con el ascensor.

Poco después me deslizo debajo de las sábanas. Suspiro fuertemente


cuando mi mejilla descansa sobre la tela fresca de mi almohada. Enciendo
la lámpara lateral y cierro los ojos. Y entonces suena mi teléfono celular.

—¡Gaaaah! —gruño—. ¿Y ahora qué? —Considero no contestar. Sea


quien sea, podría esperar hasta mañana. Era una idea estúpida dejar el
teléfono en mi mesita de noche.

Pero tiendo la mano y cojo la maldita cosa. No reconozco el número


que aparece en la pantalla.

—¿Hola? —Grazno.

—Natalie. —¡Es Colin!

Estoy completamente despierta en una fracción de segundo.

—Lo siento. ¿Te desperté? —pregunta, en tono de disculpa.

—No. —Ahogo un bostezo—. Está bien.

—Solo quería desearte buenas noches. —Ahí está, esa voz


aterciopelada con un poco de bordes bruscos.
—Eso es dulce. Gracias. —Me las arreglo para mantener mi propia voz
firme. Quiere temblar, a juego con mi palpitante corazón.

—Te llamaré mañana. Buenas noches, hermosa Natalie.

—Buenas noches. —Ahogo en respuesta. No puedo recordar a


cualquier tipo llamándome hermosa. Caliente, linda, atractiva, pero no
hermosa. Nunca. ¡Humo Santo!
Capítulo 7
La persona que está buscando su propia felicidad
debería extraer la flecha que ha hundido en sí mismo, la
punta de la flecha de la pena, del deseo, de la
desesperación.
Pali Tripitaka

Traducido por Jazmin


Corregido por Nanami27

D os días después de los tragos en el Motto Bar & Grill, que


técnicamente era nuestra primera cita, nos encontramos en el
Museo de Arte de Seattle para ver una flamante exposición fotográfica. Las
imágenes en blanco y negro de las ''personas comunes'' me fascinan. Hay
algo familiar y natural en la forma en que muchas de ellas son capturadas.
Colin y yo solamente tomamos fotos con nuestros teléfonos celulares, pero
estoy con ganas de comprar una cámara real y tomar una o dos clases.

—Mira esta. —Colin agarra mi mano y me jala hacia un mural con


seis fotografías que se muestran en dos filas. Señala a una de ellas.

La imagen representa a una pequeña niña. Tal vez de ocho; como


mucho nueve años. Sus ojos son enormes; oscuros, como si sus pupilas se
apoderaran de los irises. Su cara redonda está manchada con tierra, y su
cabello negro cuelga flojo y suelto alrededor de sus hombros estrechos. Está
vestida con lo que parece ser un vestido, solo que el vestido es más como un
desecho andrajoso que apenas cubre su pequeño cuerpo. La niña está en
cuclillas con un niño pequeño, que está envuelto alrededor de un sucio
perrito. La sonrisa del niño es contagiosa, ya que a pesar de la evidente
pobreza que estos niños viven, parece ser muy feliz. Le sonrío a la escena
frente a mí, pero algo tira de mi corazón.

—Son tan pequeños —oigo mi propia voz salir, apenas por encima de
un susurro—. Y tan enfermos a la vista. Deben tener hambre y tal vez
incluso frío.

En mi visión periférica veo a Colin asentir, sus ojos en la fotografía.


Giro la cabeza para mirarlo. Sus ojos están abiertos como platos, y sus
labios están separados. Está mirando a la niña, y me pregunto lo que pasa
por su mente. Parece estar tan lejos.

Toco su brazo:

—¿Colin?

Se vuelve hacia mí y sonríe, y lo juro, esa sonrisa es... desolada.

—¿Qué pasa?

—¿Hmm? —Murmura distraídamente.

—Parecías muy absorto, mirando esa fotografía —le digo en voz baja.

Colin pone su brazo a mí alrededor y exhala con fuerza. Me tira más


cerca de él. Y luego susurra en mi oído:

—Es una foto triste, ¿no te parece? —Besa mi sien. Desearía que
besara mis labios.

Alzo mi rostro para mirar en sus ojos. Colin inclina la cabeza, y su


boca está sobre la mía. Me presiona hacia él y envuelve sus brazos a mí
alrededor. El beso es suave y dulce. Se aparta y me sonríe.

—¿Primer beso? —Suelto una risita.

Asiente, sus ojos centellando.

—Nuestro primero. Pero espero que este sea solo el principio.

—También lo espero.
Caminamos por el museo, parando a menudo para examinar diversas
fotografías y leer los nombres de los fotógrafos y los países de origen en las
etiquetas además de las imágenes. Son de todo el mundo, los fotógrafos y
los sujetos. Es fascinante ver cómo de visionarios son muchos de ellos al
mismo tiempo que capturan la esencia de la naturaleza humana.

Después de más de una hora de leer detenidamente, dejamos la


exposición y caminamos hasta Harbor Steps. Este es uno de mis lugares
favoritos en Seattle. Nos tomamos de las manos, y echo un vistazo a los
transeúntes, los edificios y los autos. En la parte superior de las escaleras
Colin me tira hacia él y envuelve un brazo a mí alrededor. Su otra mano
empuja suavemente un mechón de cabello detrás de mi oreja, luego acaricia
mi mejilla y la línea de mi mandíbula. Ahueca mi barbilla y se acerca más
para besarme. Yo medio cierro los ojos e inclino mi rostro hacia el suyo.

Sus labios tocan los míos, y mi boca se abre. Siento su esculpido


cuerpo duro presionándose sobre mí. Rodeo su cuello con mis brazos y me
paro de puntillas, deseando usar tacones hoy. La lengua de Colin se desliza
suavemente entre mis labios, y un escalofrío recorre mi pecho, continuando
hacia el sur, todo el camino hasta entre mis muslos. Doy la bienvenida a
esta dulce sensación sensual que me está dando. Sus dedos se entrelazan
en mi cabello, en la parte posterior de mi cabeza, y su otra mano acaricia
lentamente entre mis omóplatos.

Besar a Colin es como nada que he experimentado jamás con nadie.


Su beso es suave, pero con firmeza subyacente que despierta el deseo
caliente dentro de mí. Es una promesa de lo que me espera pronto, y,
sinceramente, estoy considerando romper mi regla de cuatro citas. Ahora
mismo, aquí mismo. Guau, ¿de dónde diablos salió eso, Natalie?
Recomponte antes de avergonzarlos a ambos.

Termino este increíblemente sensual beso y le sonrío a Colin. Él sonríe


y susurra secretamente:

—Quiero llevarte a un lugar mañana.

—¿Oh? —Sonrío—. ¿Dónde?

—Pensaré en algo divertido.


—Espera, ¿quieres ir a algún lugar mañana, pero no tienes ni siquiera
una idea de dónde? —Río. ¿Cuál es la urgencia?

—Sip. Quiero llegar a superar la tercera cita, para que podamos pasar
a tener la cuarta. —Su sonrisa es malvada. ¡Totalmente malvada!

—Ah, eso. —Sonrió y ruedo mis ojos. Pero en este momento me siento
casi contenta de que esté tratando de apresurar las cosas.

—Sí. Eso. No puedo pensar nada más que en ti —afirma.

Guau, esta confesión es un poco impactante.

Sonríe, probablemente en respuesta a mi expresión atónita.

—¿Es eso tan escandaloso?

Pongo mis manos en su pecho cincelado, sintiendo la deliciosa rigidez


bajo su camisa. Y entonces su corazón se suma a la sensación deliciosa.
Dios, quiero deshacer sus botones justo aquí. ¡Natalie! Me regaño a mí
misma y tomo una profunda respiración para recomponerme. Caray, todo
esto es nuevo para mí. No recuerdo a alguien afectándome con solo el más
mínimo detalle.

—¿Escandaloso? Por qué, Señor Hampton. Casi ni lo conozco. —Finjo


indignación.

Lanza su cabeza hacia atrás y ríe. No puedo evitar reírme con él.
Cuando me mira hay algo tan cargado de sexualidad en su mirada que mis
rodillas están a punto de ceder. Pero me sostiene fuerte, así que, gracias a
Dios, no voy a hacer el ridículo.

—Sí, Señorita Davenport, tiene un buen punto. Quiero remediar ese


pequeño obstáculo y pasar más tiempo con usted, así podremos sentirnos
cómodos el uno con el otro para nuestra cuarta cita.

—Hmm. Ya veo. —Asiento, fingiendo considerarlo—. Eso suena como


un plan.
—Me alegro de que lo vea de esa manera. —Colin inclina la cabeza.
Una esquina de su boca se levanta solo un poco. Oh-uoh, ahí está, esa
pequeña sonrisa sexy que me hace derretir por dentro. ¿Cómo me hace eso?

—Encontremos un buen lugar para comer. —Toma mi mano en la


suya.

—¿Wild Ginger, posiblemente? —Sugiero.

—No es una mala opción —concuerda.

Caminamos hasta el restaurante y conseguimos una mesa casi


inmediatamente. Por suerte. El lugar huele de maravilla, como siempre, y
me doy cuenta de que estoy hambrienta. Hay demasiados cosas en el menú
que atraen a mi gusto hoy, así que elijo rápidamente las lubinas de curry
con ensalada de mango y un vaso de Pinot Noir. Colin se decide por canela
y especias de anís con pato más una salsa dulce de ciruela y emparejado
con una copa del más pesado Cabernet.

Empiezo a sentir ansiedad. ¿Nos movemos demasiado rápido? ¿Estoy


cometiendo otro error? Lo último que quiero es salir lastimada de nuevo. Me
gusta Colin. Realmente me gusta mucho, pero espero que no esté tomando
mi broma de antes, acerca de la tercera cita, como un ''ve y hazlo'' para
mover las cosas más rápido.

Como si hubiera leído mi mente toma mi mano y me besa los nudillos.


Dice:

—Espero que ahora sepas cómo de crudo es mi sentido del humor.


Cuando dije que quiero superar la próxima cita para llegar a la cuarta, no
fue porque todo lo que quiero de ti es sexo. Estoy realmente atraído hacia ti.
Quiero conocerte, y quiero que te sientas cómoda y segura conmigo. Nunca
haría nada para arriesgar eso.

Miro a Colin. Es tan hermoso, no solo guapo, sino que hermoso, con
sus ojos azules y largas pestañas, con su cabello negro como el carbón,
descuidadamente peinado, con sus anchos hombros y fuerte cuerpo. Sus
labios son suaves y sensuales, y sus pómulos altos. Y quiere ser mío; ¡solo
mío! Sé que quiero esto. Quiero que estemos juntos; que seamos felices.
Entonces, ¿por qué siempre hay algo raro que me molesta en la esquina de
mi mente? Me doy cuenta de que soy paranoica por todas mis últimas malas
experiencias con chicos, pero no puedo mantener ese muro a mi alrededor.
Tengo que dejar a Colin entrar; tengo que aprovechar esta oportunidad.

Aprieto su mano y digo:

—Realmente me gustas también. Quiero tratar... pero estoy... —Argh.


Y ahí está, ese horrible miedo de lastimarme nuevamente. ¡Detenlo, Natalie!
Interiormente me castigo y continuo, tratando de detener a mi voz de
temblar. Fallo. Sueno asustada y estoy tan malditamente insegura de mí
misma cuando le digo—: No es que no quiera que las cosas funcionen. Y
entiendo que estás tratando de hacer las cosas divertidas y fáciles para mí.
Me agrada mucho. Pero solo ten paciencia conmigo. Permíteme dar
pequeños pasos, así hacemos esto bien.

Toma mis manos en las suyas. Nuestros codos están sobre la mesa, y
estamos cara a cara. Reposo mi frente contra nuestras manos agarradas.
Mis dedos están fríos, pero los suyos están calientes contra mi piel. Le doy
la bienvenida a la sensación calmante de ese calor. Me hace sentir querida
y apreciada. Su caliente piel...

Levanto la cabeza y lo miro. Una pequeña sonrisa adorna sus labios y


sus ojos brillan en la luz de las velas. Asiente y deja ir mis manos.
Momentáneamente siento la pérdida, pero rápidamente se estira y acerca
mi rostro hacia el suyo.

Cuando nuestras frentes se tocan, le oigo decir en voz muy baja:

—Entiendo. Y voy a hacer exactamente cómo quieras que haga esto.


Toma la iniciativa, Natalie. Quiero que confíes en mí tanto como yo quiero
siempre confiar en ti.

Llevo mis manos a ambos lados de su rostro y lo beso


apasionadamente. Inhala fuertemente y profundiza el beso. Todo dentro de
mí son giros y espirales, y mi corazón empieza a martillar en mi pecho.
Quiero a este hombre tanto, pero debo ser cautelosa. Siento que puedo
confiar en él; que todo lo que acaba de decir es cierto; pero los viejos hábitos
tardan en morir, así que no puedo presionar demasiado rápido más allá de
mis límites. Lo haremos a mi manera, y estoy agradecida de que entienda y
esté de acuerdo.
El camarero trae nuestro vino, y nos apartamos de nuestro beso. Colin
me besa en la mano una vez más, y luego me entrega mi vaso. Chocamos
nuestros vasos y nos sonreímos.

—Por la segunda cita —dice.

—Y para todo lo que sigue —agrego con timidez.


Capítulo 8
“[El baile es] una expresión perpendicular de un deseo
horizontal.”
George Bernard Shaw

Traducido SOS por Moonsdaughter


Corregido por Nanami27

E stoy nerviosa, pero feliz. Esta va a ser mi cuarta cita con Colin. ¡LA
CUARTA! Y, hasta ahora, no hay señales de que alguna cosa salga
mal. Ha sido cortés y perspicaz, nunca descarado o exigente. Me gusta eso
realmente. Así como me lo prometió la semana pasada después de que
visitamos la exposición de fotografía, que no haría nada para incomodarme
o apresurarme. Me empiezo a sentir cada vez más relajada con él. Di un
pequeño paso adelante, después lo próximo será dejarlo entrar en mi
mundo. Pero eso tomará más que la cita número cuatro y cómo se supone
que termine.

Nuestra tercera cita fue totalmente casual. Cenamos en el restaurante


Seastar en Belltown, y luego nos dirigimos al cine The Harvard Exit en
Capitol Hill, a poca distancia a pie de mi apartamento. Fue mi idea, y a Colin
le encantó. Nunca había estado en el The Harvard Exit. El cine es viejo y sin
duda tiene carácter, a diferencia de los convencionales. Compramos algo de
palomitas para compartir, y nos vino con mantequilla real y no con alguna
porquería artificial. Llevé a Colin arriba, donde están los balcones. Había
muchos asientos en la fila de adelante del balcón, y terminamos con nadie
cerca. Él me tomó de la mano y dibujó círculos lentos con sus dedos sobre
ella, lo que causó que mi ritmo cardíaco se acelere, y mi concentración en la
película de alguna manera flaqueó.
Esta noche me invitó a su casa. Está preparando la cena. Eso es
impresionante, porque no sé cocinar nada, excepto un huevo duro o
espaguetis con salsa de lata. Pero por lo que sé, podríamos comer espaguetis
con salsa comprada en la tienda esta noche. Y está bien por mí. No espero
que prepare nada elaborado. Solo estoy tan emocionada de pasar tiempo
con él.

Manejé a la dirección que me dio y aparqué delante de la que supuse


era su casa. Bastante bien, una casa de dos pisos en Newcastle, no muy
grande, pero genial, con un césped bien cuidado y una capa reciente de
pintura en las paredes. Toco el timbre, y Colin abre la puerta.

—Viniste. Pasa. —Sonríe y me tira en un fuerte abrazo.

—Hola. Magnífica casa. —Paso el umbral. Una música suave está


sonando en algún lugar detrás.

Me ayuda a quitarme el abrigo y lo cuelga en un armario junto a la


puerta.

—Gracias. ¿Cuánto tiempo has estado viviendo aquí?

—Un poco menos de un año. Me cansé de vivir en mi apartamento en


Edmonds. El viaje todos los días al trabajo me estaba matando.

Caminamos a la cocina. Huelo algo delicioso, como algo de carne


asada con verduras. Me dice que preparó pollo con castañas y miel, y arroz
silvestre con salsa de albahaca, además de verduras asadas acarameladas.

—Guau. Estoy impresionada —admito. Realmente lo estoy.

—No, no es nada. Me gusta cocinar, pero no es divertido cocinar solo


para mí. —Hace señas con su mano en un gesto desdeñoso—. ¿Qué te
gustaría tomar?

—¿Qué me recomiendas?

—Definitivamente vino. Dijiste que no eras una aficionada del vino


blanco, así que, ¿qué te parece el tinto? ¿Cabernet o Pinot? —Colin levanta
dos botellas para mostrarme. No estoy familiarizada con ninguno de ellos,
pero elijo Pinot. La etiqueta blanca dice Marimar Estate—. Buena elección.
Éste sigue siendo denso, pero no tan rico como el Aurielle. —Señala la
botella de Cabernet—. Debería ir bien con nuestra cena.

Descorcha el vino y vierte el líquido de color rojo oscuro intenso en


dos grandes copas. Me da una y toma la segunda para él.

Nos sonreímos el uno al otro. Mi corazón decide dar vuelcos y dejarse


caer, y luego rebotar, causando que mis manos tiemblen. Apoyo mi espalda
contra la barra de la cocina, e inhalo el apetitoso aroma de mi vino. Colin
bebe el suyo con sus ojos puestos en mí. Tomo un sorbo también.

—Delicioso —admito.

El sabor explota en mi boca con notas delicadas de granada y cereza


negra con toques de cáscara de naranja. El líquido aterciopelado
suavemente pasa por mi garganta, haciéndome querer probar más.

—Me alegro de que te guste, Natalie.

La forma en que pronuncia mi nombre me hace temblar expectante.


Mierda, esta es nuestra cuarta cita.

De repente, me siento casi como una adolescente virgen, toda nerviosa


y poco segura de sí misma. Creo que Colin se da cuenta. Procede a explicar
cómo preparó el plato de pollo y la salsa. Esta debe ser su forma de tratar
de hacerme sentir menos tensa. Y está funcionando. Escucho con interés
mientras explica la elaboración.

Me lleva hasta la mesa, y me siento. Colin enciende las velas y atenúa


las luces de arriba. Regresa a la cocina y pronto trae dos platos con comida:
trozos de pollo con miel, espolvoreados con castañas. El pollo está puesto
sobre pequeños montículos de arroz silvestre. Unos trozos de zanahorias
asadas, calabacín verde y amarillo, y creo que las papas dulces le añaden
color a la ya muestra para aguarse la boca. Diablos, ¡el hombre sabe cocinar!

Estoy hambrienta. Debería de haber almorzado hoy, pero estaba


demasiada ocupada en la oficina. Si lo hubiera planeado mejor, podría haber
traído las sobras de casa. El vino ya está bailando felizmente en mi cabeza.
Mejor voy más despacio.

—Adelante. —Colin se sienta cerca de mí y apunta a mi plato.


—Esto se ve y huele como el cielo. —Inhalo, cerrando los ojos por un
breve momento.

Vuelve a llenar mi copa de vino.

—Esperemos que sepa tan bueno como luce.

—Honestamente, no tengo dudas de que lo hace. Pero te lo haré saber


—le digo, cargando mi tenedor con arroz y pollo.

El primer bocado confirma que esta es una de las mejores cenas que
he tenido en mucho tiempo.

Colin levanta las cejas y ladea la cabeza hacia un lado, como si


estuviera esperando a que confesara.

—Oh, hombre. Está realmente increíble —hablo con la boca llena,


tapándomela con una servilleta de tela. Sí, ¡tiene servilletas de tela!
Mentalmente me regaño por quedarme corta en la sección culinaria.

—Bien. —Sus labios se mueven nerviosamente y muestra una sonrisa


maliciosa.

Bebo mi vino. Nuestros ojos se encuentran y no puedo apartar la


mirada. Su mirada es hipnotizante. Oh, no, estoy en problemas. Juego con
mi tenedor. Mi corazón late demasiado rápido. Me doy cuenta de cómo los
músculos de su pecho se tensan contra la tela de su camiseta negra. Cómo
sus bíceps marcados se incrementan mientras levanta su copa. Tengo un
impulso discutible de pasar mis manos sobre su brazo y su pecho.

—¿Te gustan las rosas? —pregunta en voz baja, señalando al jarrón


con el ramo de rosas de color rojo oscuro situado en el centro de la mesa.

—Sí. Son preciosas. —Me pongo de pie y las huelo.

—No estaba seguro de qué flores te gustan, así que pensé que las rosas
rojas son generalmente seguras. —Sonríe.

—Colin, no necesitas preocuparte por eso. Aunque agradezco el


detalle.

Se encoge de hombros un poco y toma mi mano.


—Quería hacer esta noche especial. —Su voz es baja. ¿Seductora?

Santa Madre de Dios, estoy a punto de empezar a hiperventilar. El


calor se mueve en mi vientre y perezosamente empapa todo el camino hasta
mi ropa interior. Estos brillantes ojos azules medio cubiertos bajo sus
párpados me dicen exactamente lo que está pensando. Mi mente asiente
ansiosamente en aprobación. Miro sus labios y de inmediato los imagino
sobre los míos, en mi cuello, a lo largo de mi clavícula. Oh, no, eso no me
ayuda a mantener el control.

Está tan cerca de mí, y luego se para, poniéndome de pie.

—Ven.

¿Qué está pasando? Obedezco, manteniendo mis ojos en Colin. Sonríe


y apaga las velas. Caminamos a la sala de estar, donde el compás débil de
la música salsa sale del estéreo.

—¿Bailas salsa? —Se pone de pie frente a mí, sosteniendo mis manos
en las suyas.

—Algo. —Me río y sigo su ejemplo.

Los movimientos de Colin son fluidos y sensuales. Tiene un excelente


sentido del ritmo. No puedo dejar de sonreír, mientras mis ojos se mantienen
revoloteando de su balanceo al ritmo de las caderas. Guau, sabe cocinar y
sabe bailar.

Me atrae más hacia él y nos gira dos veces. Le grito y suplico a mis
pies que no tropiecen. He tomado clases de salsa hace unos años, pero me
falta práctica.

Colin nos hace girar, una vez más. Me hace girar por mi cuenta bajo
su brazo, una, dos, tres veces. Río y me doy cuenta de que no es el vino el
que me hace sentir feliz y despreocupada. Es Colin.

La canción termina, y está tentadoramente cerca de mí. Se ve tan


simpático y sexy con el pelo despeinado y los ojos brillando traviesos. Otra
canción empieza, pero no estamos bailando. La mano de Colin se desliza
hacia arriba, a la parte de atrás de mi cabeza, y luego sus labios están sobre
los míos. Al principio me besa suavemente, como si probara mi reacción.
Pero no me alejo. Me inclino hacia él y le correspondo el beso. Sus labios se
separan, y siento su lengua deslizarse a lo largo de mi labio inferior.
Suavemente me provoca por un momento, y luego mi boca está bajo su
mando, tentadora y obediente. Me derrito en él.

Mi cuerpo, dirigido por Queen V-Jay-Jay, decide traicionar mi


determinación de prudente con los hombres. Traición en toda regla. Estoy
oficialmente derretida por Colin. Y ahora me doy cuenta de que el maldito
consejo amistoso de Ali sale por la ventana en un santiamén. Sabía que iba
a ser así.

—¿Qué voy a hacer contigo? —dice, mordisqueando suavemente el


lóbulo de mi oreja. Su voz es baja y seductora.

—¿Qué te gustaría hacer? —Lo desafío. Sé exactamente lo que estoy


dispuesta a hacerle hacer, y es lo mismo que quiere. Me aparto para mirar
esos claros ojos azules.

Colin toma mi mano y me lleva hacia la escalera.

—Entonces déjame mostrarte el piso de arriba.

—¿Esta es tu frase seductora? —Finjo sospecha.

—Creo que ya pasamos la etapa de la frase seductora. —Resopla, y


luego me sonríe.

No puedo evitar reírme. Me hace sentir despreocupada. Quiero creer


que es algo bueno.

Subimos las escaleras hasta su dormitorio. El lugar entero es


meticuloso. Nunca he visto que la casa de un hombre se vea tan ordenada
como la de Colin. Diablos. La lista de puntuación está creciendo
rápidamente, sabe cocinar, bailar, besar, y mantiene su lugar ordenado. Y
tengo la impresión de que es increíble en la cama. Bien, es hora de
averiguarlo.
Capítulo 9
Camina, sigue adelante, con esperanza en tu corazón y
nunca caminarás solo.
Oscar Hammerstein II

Traducido por l.yanin931


Corregido por Nanami27

— No puedo creer que haya estado saliendo con Colin por dos meses
—medito, encendiendo mi computadora.

—Finalmente encontraste tu chico perfecto, amiga. —Sonríe Ali


aprobadoramente—. Estoy muy feliz por ti.

—Gracias. Tenías razón, él es un tesoro.

—¡Ja! Te lo dije. —Sonríe con suficiencia—. Así que, ¿estás segura que
puedes hacerte cargo del problema del sitio web?

—Sí. Deja de fastidiarme. Anda a tu cita con el dentista. —Sacudo al


aire frente a mí en un gesto universal de anda, fuera, largo de aquí—. Voy a
hacer que Michael le eche un vistazo a esto. Normalmente toma un email
para que él salte y empiece a trabajar. Ese chico es un genio.

—Y le pagamos una suma considerable también —añade Ali.

—Eso también, pero vale cada centavo. Soy una inútil en cualquier
cosa técnica.
—Yo también. Bueno, regresaré en un par de horas. —Se despide con
la mano y se va.

Mi teléfono suena, notificando un nuevo mensaje de texto. Miro la


pantalla. Es Colin.

—¿Te gustaron? —Leo.

Miro asombrada, sin entender a qué se está refiriendo. ¿Tal vez se


estaba escribiendo con alguien más y me lo envió por error? ¿Pero quién?
¿Y sobre qué? Miro el mensaje sospechosamente.

En ese momento escucho a Ellen, nuestra recepcionista, hablar con


alguien. Unos segundos después golpea la puerta de mi oficina y entra. O
más bien un inmenso buqué de rosas rojas, salpicado con flores blancas de
Aliento de Bebé,3 entra primero seguido de cerca por Ellen.

—¡Guau! —Exclamo—. ¿Qué es eso?

—¡Son para ti! —Chilla Ellen entusiasmadamente. Coloca el arreglo


en la pequeña mesa en la esquina de mi oficina y se gira para mirarme. Una
enorme sonrisa divide su cara—. Huelen muy bien.

Me levanto y camino para examinar la tarjeta adjunta. Agradezco a


Ellen mientras sale de mi oficina. La tarjeta dice: SESENTA ROSAS POR
CADA UNO DE LOS MÁGICOS SESENTA DÍAS CONTIGO.

¡Dios mío! No hay nada mejor que un chico que no tenga miedo de
mostrar su lado romántico. Sonrío como una idiota, enterrando mi nariz en
las flores, Sí, huelen fantástico. Recuerdo el mensaje de texto y corro a mi
escritorio. Toco la pantalla de mi teléfono y respondo.

—Son absolutamente magníficas. Como tú.

Su texto llega casi inmediatamente.

—Te extraño terriblemente. Esperando el viernes.

3Aliento de Bebé: La Gypsophila, llamada comúnmente Aliento o Suspiro de Bebé es una


planta tupida y ramificada que tiene pequeñas flores delicadas, utilizado principalmente
para arreglos florales.
Escribo:

—Yo también xxoo.4

Este viernes nos encontraremos con Caroline y su último chico,


Patrick. Una doble cita es algo que nunca he hecho antes, y —francamente
hablando— no estoy realmente emocionada por esto. Es solamente extraño,
pero fue idea de Caroline y quiero hacerla feliz. Sé que le gusta mucho
Patrick, así que necesito mostrar mi apoyo. Lo he visto dos veces y parece
realmente genial, un tipo estupendo. Es el gerente de una compañía de
construcción en Seattle. Una vez bromeé que Caroline necesitaba hacer que
use su cinturón de herramientas y absolutamente nada más para ella. Dijo
que es exactamente lo que está planeando para una de sus citas en su
departamento.

Colin está totalmente de acuerdo con ir a una cita doble con ellos
mañana. Estamos planeando tener una cena y bebidas, y tal vez ver una
película después. Sonrío ante la idea de pasar tiempo con mi mejor amiga y
Colin, pero alejo esto de mi mente por ahora para concentrarme en el
trabajo.

Justo antes de salir a almorzar, Colin me escribe de nuevo. Está cerca


de Bellevue5 y quiere tener un almuerzo rápido conmigo. Esto es tan
inesperado y me encuentro sonriendo todo el camino a Good Eats Guys6 en
Bellevue Way. Aparco mi auto y lo veo caminar rápidamente hacia mí. Él
abre mi puerta de un tirón y me jala en un abrazo. Sin decir una palabra,
me besa apasionadamente, como si su vida dependiera de ello. Guau.

—Dios, Natalie. Te extrañé —susurra contra mi cabello y luego siento


la punta de su lengua deslizándose sobre el borde de mi oreja.

—Así veo. —Me río.

Su sonrisa juvenil derrite mis entrañas. Luce tan joven y


despreocupado; tan esperanzadoramente feliz. Santa Madre del Niño Jesús,
estoy perdidamente enamorada de este maravilloso hombre. Lo abrazo
ferozmente y susurro:

4xxoo:Besos y abrazos
5Bellevue:Ciudad periférica de Seattle, ubicada en el condado de King, Washington.
6Good Eats Guys: Restaurante de comida rápida.
—Te deseo. Ahora.

Lo escucho tomar aire bruscamente y mi pulso se acelera.

—Siempre te deseo —murmura, perforándome con su intensa


mirada—. ¿Tienes hambre?

—Solo de ti. —¿Qué? Esa fue mi otra boca hablando.

—Bueno. Pero eso tendrá que esperar un poco. Tengo una reunión en
una hora. A menos… —Mueve sus cejas y ríe.

—¿A menos qué? —Me río.

—A menos que vayamos a una habitación de hotel por un ratito. Pero


no hay manera de que vaya a dejarte ir en menos de una hora.

Suspiro.

—Eso suena a una idea divertida. Pero tengo una teleconferencia


pronto. No puedo faltar.

—Apesta, ¿verdad? —Se burla.

Le doy un codazo en las costillas,

—Auch. ¿Por qué fue eso? —Me agarra y me da vueltas.

Grito como una colegiala.

—Bájame. Eh, tomaré un vale canjeable.7

—Trato. Vamos a agarrar algo de comer. Estoy hambriento. —Coge mi


mano y caminamos dentro de Good Eats Guys.

El lugar está lleno, pero la recepcionista nos dice que no debería tomar
más de diez minutos. Una mesa queda disponible pronto y ella nos lleva al
fondo del restaurante. Colin sostiene mi mano mientras la seguimos. Nos
sentamos en una cabina, uno frente al otro. La mesera aparece casi

7Vale canjeable: Se refiere a que pospone la ida al hotel para otra ocasión.
inmediatamente y toma nuestra orden de hamburguesas con papas fritas y
Coca Cola de dieta.

Abro mi boca para decir algo, pero la expresión en la cara de Colin me


detiene. Sus ojos están entrecerrados y mira intensamente a algún lugar
sobre mi hombro izquierdo. Me giro para ver a una chica rubia en una
cabina cercana, comiendo una ensalada. Tiene los audífonos en sus oídos y
mueve su cabeza probablemente por la música que está escuchando. Hay
un libro abierto frente a ella, parece completamente inmersa en él.

—¿Quién es? —pregunto.

—Alguien de mi pasado —murmura y aparta sus ojos de ella—. Mierda


—agrega calladamente.

—Es malo, ¿eh?

No responde por unos segundos. Cuando me mira, su feliz y


despreocupado comportamiento se ha ido.

—No es nadie. Solo una amiga de una amiga.

—Bueno, lucías como si vieras un zombie sangriento —sonrío.

—Solo digamos que me trae algunos recuerdos dolorosos —dice. Sus


cejas se juntan y una profunda arruga marca su frente lisa.

Muerdo mi lengua antes que suelte algo muy mordaz.

—¿Quieres ir a algún otro lugar? Todavía tenemos tiempo.

—No, está bien. —Mira por la ventana. Parece perdido en sus


pensamientos. Toco su mano, pero no parece notarlo.

—Oye —digo amablemente—. Habla conmigo.

Me mira fijamente y el fantasma de una sonrisa toca sus labios.


Aprieto su mano.

Colin sacude la cabeza como para aclarar sus profundos


pensamientos y suspira.
—Todos tenemos algunas malas experiencias, ¿verdad? Lo que está
en el pasado, es mejor que permanezca en el pasado. —Pienso que trata de
sonar optimista, pero su cara lo traiciona.

Hay mucho dolor grabado en sus apuestos rasgos, que todo lo que
quiero es abrazarlo y decirle que estoy aquí para ayudar, sin importar qué.

No pretendo husmear, pero es mi novio y siento que tengo derecho a


saber qué pasó. Así que espero.

Colin suspira y luego dice:

—Su nombre es Anna. La conozco de UCLA8… antes de que me


transfiriera a la UW9. Había una chica con la que salía, Faith. Anna era su
mejor amiga. —Se detiene y frota la mano contra su barbilla. Mira por la
ventana y su mandíbula se tensa y afloja.

Aprieto su mano gentilmente. Los ojos de Colin me encuentran y


continúa.

—Faith murió en un accidente automovilístico. Y yo fui testigo de su


muerte.

Jadeo. Mi corazón da tumbos en mi pecho. Colin baja la mirada a la


mesa y sus cejas se juntan.

—Lo siento —susurro—. Eso es horrible.

Levanta la cabeza. Sus ojos están llenos de tristeza.

—Ha sido un largo tiempo.

La mesera trae nuestra comida, pero perdí el apetito. Colin parece que
tampoco va a comer. Está picando pequeños pedazos del pan de su
hamburguesa y luego los deposita en la mesa. Me levanto y camino a su
lado de la mesa. Me siento a su lado, lo rodeo con mis brazos y beso su
mejilla. Se apoya en mí e inhala profundamente. Miro a la cabina donde la

8UCLA: Universidad de California, Los Ángeles.


9UW: Universidad de Washington, ubicada en Seattle.
chica misteriosa estaba sentada, pero una pareja de mediana edad la ocupa
ahora.

—Realmente lo siento. Y estoy aquí para ti si necesitas hablar de esto.


—Espero que lo haga; si no es ahora, espero que algún día.

Colin acaricia lentamente mi espalda con su mano. Siento su corazón


latiendo rápido contra mi palma. Su respiración acelerada.

—¿Estás bien? —Lo miro alarmada.

—Vámonos de aquí. ¿Quieres tomar tu comida para llevar? —Coloca


veinticinco dólares en la mesa.

—No, está bien. No tengo hambre realmente.

Dejamos el edificio. El aire afuera está frío y me estremezco.

Colin lo nota e inmediatamente me atrae hacia él, envolviendo sus


brazos protectoramente alrededor de mí. Besa la cima de mi cabeza y en voz
baja dice:

—Lo siento… No quería arruinar nuestra cita para el almuerzo.

—Está bien —murmuro contra su abrigo. Levanto mi rostro hacia él y


miro en sus ojos—. ¿Colin?

Nos detenemos en mi auto y él me mira esperando que continúe.

—No me dejes fuera. Estoy aquí para ti. Siempre.

Colin asiente.

—Bien.

Lo abrazo, pero siento que su mente está lejos de mí. Decido no


presionarlo. Necesita espacio y puedo esperar a que se abra. Lo beso y entro
en mi auto. Colin cierra mi puerta, pero un momento después me hace señas
para que baje la ventana. Se inclina doblando su cintura y sonriendo
tristemente. Sus ojos azules buscan en los míos. Se acerca, apoyando sus
antebrazos en la ventana. Inclino mi cuerpo hacia él y pongo mis manos a
los lados de su cara. Su barba de un día pica en mis manos. Colin se mueve
más cerca y nos besamos, primero lenta y gentilmente, pero luego más
urgente. Sus dedos encuentran su camino a la parte de atrás de mi cabeza
y se entierran en mi cabello.

—¿Puedo verte mañana? —pregunta Colin contra mis labios—. Me


gustaría llevarte a cenar.

—Por supuesto. Pero solo si realmente quieres. No te sientas obligado


porque no almorzamos hoy.

—Cariño, ¡para! —Colin sacude su cabeza con exasperación.

Ugh, despacio Natalie. No quieres molestarlo.

—Yo siempre quiero pasar tiempo contigo. No importa si es una cena,


película, caminar, tú dilo. Quiero estar a tu alrededor, boba. Y lo siento por
lo de hoy. Eso fue…

—Shh. —Pongo mi mano sobre sus labios.

La besa.

—Estamos bien —le digo—. Solo prométeme una cosa, si todavía te


sientes mal después del trabajo porque viste a esa chica y me necesitas, por
favor, llámame. No te contengas. ¿Por favor?

Colin sonríe con tristeza. Asiente y se aleja de mi auto, con las manos
en los bolsillos de sus pantalones.

Prendo el motor y me alejo, echando una mirada por el retrovisor para


ver a Colin todavía parado y viéndome ir.

Después del trabajo voy al gimnasio, aunque lo único que quiero hacer
es arrastrarme a la cama y dormir. Pero sé que el esfuerzo físico será bueno
para mí.

Colin me escribe justo cuando saco mi auto del estacionamiento del


gimnasio.

—Gracias por ser tú. Te extraño.

¿Cómo puedo no enamorarme de él?


Capítulo 10
No puedes elegir cómo vas a morir, solo cómo vas a vivir.
Joan Baez

Traducido SOS por l.yanin931


Corregido por mariabluesky

A lrededor de dos semanas después del incidente en Good Eats


Guys, me quedo donde Colin. Despierto por la mañana con el
olor de café recién hecho flotando desde la cocina. Me levanto y me pongo
mi camiseta. Después de una rápida visita al baño, sigo el aroma divino del
café. Encuentro a Colin en la cocina con una taza en su mano. Está apoyado
contra la encimera leyendo el Seattle Times. ¡Qué deliciosa escena es él! Está
sin camisa y sus bóxers cuelgan exquisitamente de sus caderas. Ese tatuaje
sobre su pecho luce especialmente sexy esta mañana.

—Oye, nena—Me sonríe, baja la taza y el periódico, y abre sus brazos


para mí.

Rápidamente me echo en su abrazo. Ah, aquí es donde pertenezco.

Besa la cima de mi cabeza.

—¿Estás lista para tu café?

Murmuro algo parecido a seguro que lo estoy tanto como puedo


pronunciar con mi boca presionando contra sus fuertes pectorales. Siento
su risa retumbar en su pecho.
—¿Cuál es el plan para hoy? —pregunto tomando una taza de dulce
calor, de sus manos.

—Vamos a leer en la cama, dormir, tener sexo, leer de nuevo, dormir,


tener sexo, hazte a la idea. —Se encoge de hombros.

Sonrío.

—Buen plan. ¿Vamos a meter la comida en este horario?

—Seguro. Por qué no.

Me paro de puntillas y beso sus labios. Se inclina hacia mí y me


sostiene contra él, haciendo el beso más largo.

—Quiero que uses ese sujetador de nuevo. —Guiña.

—¿Qué sujetador? —Estoy confundida. Tengo un montón de


sujetadores.

—El sujetador. El que tenías puesto la primera vez que te vi. —Sonríe
y hay una chispa de picardía en sus ojos.

Estallo en risas.

—¿Estás hablando en serio? —Siento un cosquilleo de rubor


extenderse sobre mi cara. Mierda. Para ahora debería estar completamente
cómoda con Colin, así que, ¿por qué me siento cohibida?

—Oh, vamos bebé. —Me jala hacia él y besa mi cuello. Continúa


trazando besos por todo el camino a mi clavícula—. Te veías deliciosa con
ese sujetador. Solo pensar en eso me pone duro.

—Todo te pone duro —replico, sonriendo con suficiencia y


empujándolo suavemente.

—Todo sobre ti. —Me jala de vuelta y continúa la exploración de mi


cuello y hombro con sus labios y lengua—. Soy serio. Quiero que uses eso
la próxima vez.

Ruedo mis ojos.


—Bien.

—Vamos a desayunar. Huevos y tocino ¿está bien?

Colin disfruta sus habilidades culinarias y estoy más que feliz de


dejarlo hacerse cargo del departamento de cocina. Cocina nuestro
desayuno, silbando felizmente y sonriéndome de vez en cuando. Amo verlo
tan feliz; tan despreocupado.

Cuando los huevos, tocino y piezas de tostada están colocados en dos


platos, los lleva al dormitorio y me hace señas para que lo siga. Llevo
nuestras tazas de café y unas cuantas servilletas. Coloca los platos en la
mesita de noche y quita los cobertores.

—Después de ti, querida —anuncia, haciendo gestos a la cama con


un ademán.

Obedezco felizmente y pronto estamos teniendo un clásico desayuno


en la cama. Me sorprendo de nuevo por el hecho de que Colin no tiene una
televisión en su cuarto. Ninguno de mis novios anteriores ha seguido esa
regla.

—Soy más sensato sobre poner una donde ocurre la magia —me dijo
una vez, sonriendo sugestivamente. No puedo estar más de acuerdo.

Nos acurrucamos después de poner los platos vacíos de vuelta a la


mesita de noche. Siento la creciente erección de Colin contra mi cuerpo,
pero lo estamos tomando con calma. No hay prisa. O tal vez estoy
engañándome a mí misma. De todas maneras tenemos todo el día. Y toda la
noche también.

—Así que, ¿qué pasó por tu cabeza cuando me viste la primera vez…
ya sabes… en la oficina?

Se aleja para mirarme. Su expresión está llena de regocijo.

—Veamos. Pensé, oye, esa chica sabe cómo divertirse.

Eso le hace ganar un golpe en el hombro. Ríe y me frena, sujetando


mis brazos sobre mi cabeza y trepando sobre mí. Su rodilla suavemente
fuerza a mis piernas a abrirse, y pronto su duro pene presiona sobre mi
sexo. Aunque no entra en mí, en su lugar atormenta mi dolorido clítoris con
la cabeza de su erección. Alzo mis caderas para presionar contra él, pero se
retira, sonriendo.

—Todavía no —se burla.

Gruño en pretendida frustración. Honestamente, esto no es pretender,


como me gustaría que parezca.

Me besa ligeramente en los labios y luego en la punta de mi nariz.


Rueda lejos de mí y se recuesta sobre su lado apoyado en su codo doblado.
Sus dedos quitan los cabellos sueltos de mi cara y su toque resuena por
todo mi cuerpo. Me estremezco involuntariamente.

—Había algo vulnerable sobre ti, nena. —La voz de Colin es más baja
y rasposa de lo normal, sus ojos sobre los míos—. No puedo negar o reprimir
la necesidad de venir a tu ayuda… para protegerte. Suena extraño
probablemente, pero eso es exactamente cómo me sentí cuando te encontré
medio vestida en tu oficina. —Sonríe.

—Hmm —medito.

—No había experimentado nada como esto por años. No desde antes
de haber conocido a Faith. Y nunca después de que ella murió. —Su sonrisa
desaparece e inmediatamente lo miro y pongo mis brazos alrededor de él.

Se recupera rápidamente sin embargo. Se tumba sobre su espalda y


me jala para descansar mi cabeza sobre su corazón.

—Habían muchas mujeres, pero ninguna de ellas significó mucho. Por


más que había intentado. Dios sabe que lo he intentado. Ninguna de ellas
me hizo sentir como tú lo haces. Tocaste algo muy profundo dentro de mí.
Despertaste mi corazón.

Estoy sin palabras. Totalmente, innegablemente, estúpidamente sin


palabras. ¿Qué le dices a esto? Es tan inesperado y tan hermoso al mismo
tiempo. Pero mi boca es conocida por tener mente propia, por supuesto, así
que dice:

—Abriste mi corazón. —Creo que esta vez estoy de acuerdo con mi


boca para variar.
Levanto mi cabeza y lo miro. Sus labios se abren y su expresión es de
sorpresa y luego lentamente cambia a satisfecha.

—Nunca me dijiste si hay un significado importante para esto. —Trazo


el tatuaje en su pecho con mi dedo.

—Lo tuve después que ella murió. Para recordar y sanar. Solía
significar mucho, pero ahora es solo un… recuerdo —dice calladamente.
Tengo la sensación de que no quiere extenderse, así que no lo presionaré.

El tatuaje representa un delgado ángel con las alas plegadas. Unas


cuantas plumas bajan de las alas y caen por los pies desnudos del ángel.
Su cabello largo se extiende sobre un hombro y su cabeza está inclinada en
oración. Ella sostiene un lirio de agua en sus manos. Gotitas de agua están
reunidas en los pétalos y parecen reflejar luz. Presiono mi mejilla en su
pecho, justo alado de la imagen, como si no quisiera interrumpirla. O tal vez
es porque me hace sentir incomoda saber que siembre habrá el recuerdo de
otra mujer entre nosotros.

Se marcó de por vida debido a ella. No puedo negar que esto provoca
algún incómodo y desagradable sentimiento dentro de mí. Pero me reprendo
a mí misma rápidamente. Soy una niña grande y no me dejaré sentir celos
por su pasado, especialmente por lo horrible que fue.

Como planeamos, pasamos en cama todo el día. Y ningún momento


es aburrido. Hablamos, dormimos, y hacemos el amor una y otra vez.

Quiero a este hombre en mi vida por siempre. Pero por siempre es un


largo tiempo y si espero eso, puedo salir herida de nuevo. ¿Podremos
mantener vivo esto que tenemos? No puedo evitar preocuparme. Ugh, los
viejos hábitos nunca mueren.
Capítulo 11
“Lo que hagas en el dormitorio no tiene importancia
alguna siempre que no lo hagas en la calle y asustes a
los caballos.”
Sra. De Patrick Campbell

Traducido SOS por Fedee Black


Corregido por mariabluesky

M añana es el vigésimo-séptimo cumpleaños de Colin, y no tengo


idea de que voy a darle. ¿Qué se le regala a un chico por su
cumpleaños que no sea cursi como una corbata o algo parecido? No soy
buena en eso. Le pregunté a Ali en el trabajo, pero ella estaba totalmente
preocupada con una clasificación sobre los nuevos perfiles de clientes, por
lo que su consejo no era original en absoluto:

—Solo vístete como una criada francesa y ata sus muñecas a la cama
con las medias. —Sí, sí, y lo amordazaré con mi liguero, como si no pudiera
pensar eso por mi cuenta. Sinceramente, no creo que amordazar Colin sea
mejor opción. O vestirse con un traje de sirvienta francesa.

Le envié un mensaje a Jena, pero está en clase y no puede hablar.


Llamé a Caroline, pero me contestó su contestador. ¿Dónde están tus
amigos cuando los necesitas? Abro la nevera y contemplo el contenido:
leche, cruasanes, yogur de vainilla sin grasa, zanahorias. Bueno, hay
algunos otros artículos como las gaseosas y pechuga de pavo, pero mi mente
está vagando, y no puedo concentrarme en los alimentos. Así que cierro la
nevera y cojo de un tirón la revista People del mostrador de la cocina. Una
foto me llama la atención, una modelo en lencería muy interesante, tacones,
y el sombrero de un cocinero, sosteniendo en alto un cupcake en la palma
de la mano.

Esa imagen toca las grandes-campanas en mi cabeza. Cuanto más


estudio la foto, más claro resulta lo que voy a hacer para el cumpleaños de
Colin. Tomo mi bolso, me pongo los zapatos y el abrigo, y me voy a mi coche.
Voy a conducir a la panadería de Garnelli. Sus tartas de cumpleaños son
para morirse.

Garnelli está lleno de gente. O más bien parece que ya que el lugar es
pequeño, un par de clientes hacen una multitud dentro. El señor Garnelli y
su esposa están tomando órdenes y se mueven con una gracia y velocidad
normalmente reservada para las personas de cincuenta años más jóvenes
que estos dos sicilianos diminutos.

Cuando llega mi turno, la señora Garnelli me sonríe ampliamente. La


sonrisa hace que las profundas arrugas alrededor de sus ojos sean aún más
largas y profundas.

—Ah, Natalie, querida —dice ella con el más grueso acento italiano—
. ¿Qué te gustaría? Prueba estas Tartufi al cioccolato. —Hace un gesto a las
pequeñas trufas de chocolate que aparecen detrás de ella.

Mis glándulas salivales ya están trabajando horas extra, y muy pronto


podría empezar a babear. Y mi estómago decide apretar y gimotear. Soy una
cavernícola.

—Sí, voy a tomar una docena. No, que sean dos.

Me sonríe y me entrega una servilleta con una trufa para probarla.


Soy persuadida fácilmente, por supuesto, así que inmediatamente meto el
chocolate en la boca. Mis sentidos estallan, y experimentan un caso breve
pero satisfactorio de orgasmo culinario. Inmediatamente me veo a mí misma
en casa, cortinas, puertas cerradas, comiendo una trufa tras otra, y
disparando miradas nerviosas alrededor de profunda resolución de no
compartir esta creación celestial con nadie más.

—Ohh, esto es bueno —gimo.

—La mia ricetta preferita. —Se ríe.


—¿Su receta favorita? —Mi italiano está un poco oxidado, pero
entiendo eso.

—Sí, de Sicilia. Desde la tía por parte del padre de Benito. —Apunta a
su esposo, Benito, que está gritando algo en rápido italiano en el teléfono de
disco de aspecto antiguo.

Asiento con la cabeza.

—Oh, tengo que pedir una tarta. Una tarta de cumpleaños. ¿Qué
sugieres?

—¿Para la señorita Allison?

—No, para... uhm... para mi novio. —¿Por qué tengo tantas


dificultades en admitir que en realidad tengo un novio? Los viejos hábitos
no mueren fácilmente. Maldigo a todos los hombres locos con los que he
salido en el pasado que me hicieron ser demasiado cautelosa.

—Ah, pastel napolitano de naranja entonces. O Cassata Alla Siciliana.


Voy a hacer una para ti con mi extracto de almendra especial. —Se frota las
manos pequeñas y marrones juntas, excitación brillando en sus ojos.

—Sé lo que es la tarta napolitana, ¿pero qué es la Cassata Alla


Siciliana? —pregunto.

—A él le encantará. —Agita su mano indistintamente y procede a


explicar cuáles son los ingredientes que utilizará.

Suena muy bien, y pago por la Cassata Alla Siciliana. Relleno de ricota
y frutas confitadas, es la opción perfecta para mi plan. Además de una
cobertura de chocolate negro. Mhmm.

Al día siguiente salgo del trabajo temprano y voy al gimnasio. Mientras


abuso de mis tríceps con una mancuerna de quince libras, me decido a
buscar un conjunto de diminutos vasos de cristal en Macy’s para el
cumpleaños de Colin. Después de una breve parada en la plaza Bellevue,
estoy sobre la 405, en dirección a Seattle. Encuentro un lugar para
estacionar cerca de Garnelli y prácticamente corro allí para obtener mi
pastel. La señora Garnelli me entrega la caja con una cinta de raso rojo
atado en un arco en la parte superior.
—Guao, esto se ve perfecto —digo e interiormente lamento que Colin
nunca verá su pastel tan bellamente envuelto. Me olvido de la punzada de
decepción y regaño a mí misma por esos pensamientos femeninos. Lo que
tengo en mente es mucho mejor.

Se supone que Colin va a reunirse conmigo en mi apartamento a las


seis en punto. Le dije que iba a dejar la puerta abierta, por lo tenía que
caminar e ir directamente a mi dormitorio. Me hizo prometer que llevaría
alguna lencería sexy para él. Me sonrió, diciendo que teníamos una reserva
para cenar y que tendríamos que irnos justo después de que él llegue. Lo
hice por supuesto, ya que la reserva es para las siete y media. Malo, malo,
Natalie. Pero esa es la parte de mi gran sorpresa. Dudo que él llegue incluso
cerca de sospechar lo que le espera esta noche.

Corro a casa y tomo una ducha. Después de lograr que mi pelo


cooperara y acomodarlo de la manera en que quiero, aplico un poco de
maquillaje, y luego me puse la ropa interior roja de chica-traviesa con las
medias de red negras y tacones de aguja. Me planto frente al espejo,
frunciendo los labios y bato mis pestañas como un idiota. Eso me golpea y,
a pesar de tener que admitir que me veo totalmente caliente, ruedo los ojos.

—Eres tan inmadura —le digo a mi reflejo.

Una botella de champán fría espera en el cubo sobre mi cama, y


música suave juega de fondo. Enciendo algunas velas y echo un vistazo
alrededor, mentalmente acariciándome en la parte posterior por la creación
de un ambiente muy romántico. El pastel de cumpleaños está todavía en su
bonita caja en la cocina. Voy a desenvolverlo, coloco una pequeña vela en el
centro, y lo llevo aún en la caja a la habitación junto con un encendedor.
Pongo la tarta y el encendedor al lado del champán, y luego tiro el edredón
de la cama, y los puse debajo.

—Está bien, entonces —murmuré para mí misma—, ahora nosotros


esperamos. —No estoy segura de quiénes somos nosotros, pero suena mejor
que “ahora espero.” De alguna manera, 'espero' parece solo y desesperado.
Y no me estoy sintiendo como dos tampoco.

Subo a mi cama y me tumbo sobre mi espalda, con las rodillas


dobladas. Estoy medio reclinada contra la almohada detrás de mí. Los
tacones se hunden en la sábana como si tratara de perforar todo el camino
a través del colchón. Levanto una pierna, enderezándola para examinar mis
medias de red y liguero. No llevo bragas, y el babydoll de encaje termina
justo donde el liguero abraza a mis caderas. Perfecto.

Mi trasero pica. No quiero rascarme, temiendo que mis uñas dejaran


ronchas rojas en la piel. No es sexy; no es bueno para la imagen global que
he creado. Así que froto mi trasero sobre la sábana un par de veces hasta
que la quemazón se detiene.

En la pantalla de mi reloj despertador se leen las 5:54. Seis minutos


más. Colin debería estar aquí en cualquier momento. Mi corazón late en mi
pecho cuando alcanzo el pastel. Cuidadosamente lo dejé sobre mi pubis y
muy lentamente bajo mi espalda sobre la cama. Mis abdominales gritan en
ese movimiento, pero no puedo reclinarme más rápido

—Paciencia, Natalie. Paciencia —susurro, mordiéndome el labio


inferior. Cuando siento que mi espalda toca la sábana, exhalo de alivio.

Oigo un fuerte golpe en la puerta principal. Al fin.

—¡Ven adentro! —Le grito.

La puerta se abre con un pequeño crujido, y hay pasos en mi piso de


madera. Levanto la cabeza y miro al alrededor una vez más para ver si todo,
en especial el pastel, se ve bien. Lo hace. Ufff.

Y entonces oigo la vieja señora Yeng.

—Natalie, cariño. ¿Dónde estás? El cartero puso de nuevo tus cartas


en mi buzón. —Su anciana voz suena como un heraldo chillón de fatalidad.

—¡Joder! —susurro. Mi primer pensamiento es levantarme y agarrar


mi bata del cuarto de baño. Pero recuerdo el pastel. Si me levanto, se
deslizará fuera y sobre la cama. O en el suelo.

—Joder —repito en voz muy baja, y luego le grito—: Señora. Yeng, solo
póngalas sobre la mesa de pasillo. Yo... uhm... ¡estoy en la ducha! —La
mentira viene a mí curiosamente rápido. En serio necesito evaluar mi lado
oscuro.

—¿Qué? —La señora Yeng tiene noventa y tres años, y su audición es


terrible. Vive dos pisos por debajo de mí. A menudo le echo una mano y llevo
los comestibles de su coche. Sí, todavía conduce, y Dios ayuda a cualquier
persona que pasa a conducir cerca de ella. Es una señora oriental muy
dulce, sin embargo, que por lo general piensa en su propio negocio.

Si me encuentra aquí... así... una mierda. ¿Qué iba a decir incluso a


ella? Rápido, tengo pensar en algo. A continuación, oigo otro golpe en la
puerta, y me imagino que, de toda la gente en el mundo, es el cartero idiota
quien entra en mi apartamento. Chillo en voz muy baja, tratando de levantar
el pastel sin dañarlo. Pero ya está pegado a la parte interior de mis muslos
y mi entrepierna. Santa Madre del dulce Jesús. Mi única esperanza es que
no vayan a abrir la puerta de mi dormitorio.

Empiezo a sudar, bastante. Alcanzo, muuuy despacio y con cuidado,


a mi lado de la mesa cajón y saco una toallita. Doy pequeños toquecitos en
mi frente, axilas, y estómago con el tejido de la toalla. Se siente demasiado
áspera y hago una nota mental para comenzar a utilizar suavizante.

Oigo la voz de un hombre. ¡Oh, no! ¿Quién coño es? ¿El cartero? Eso
es solo la idea más estúpida. Pero mantiene un remolino en mi cabeza y se
niega a disolverse en la nada. Espere. ¡Colin! ¡Sí, Colin! Oh, maldito Dios, es
él.

Al principio, no sé lo que están diciendo. Pero un momento después


oigo la voz temblorosa de la señora Yeng peligrosamente cerca de la puerta
de mi habitación.

—Ella está ahí. Estaba llamando, pero mi audición es tan mala, que
no podía entender lo que quería. Creo que está herida. Tenemos que
ayudarla.

Caray, mujer. ¿Dónde demonios has sacado una idea tan brillante?
Vete. ¡Ahora! Frenéticamente miro de nuevo, la esperanza de un destello de
energía genio para mi cerebro.

—Voy a comprobar. Quédese aquí —La voz de Colin nunca había


sonado tan maravillosa.

—Sí, comprueba, ella se queda allí —me susurro severamente.


Presiono el paño por la cara y el cuello, limpiando las gotas de sudor—. Dios
mío, por favor, no me avergüences así. Voy a hacer una donación a las
Monjas Estranged o algo así. Eso sí, no dejes que la señora Yeng me vea
ahora. —Nunca he oído hablar de las Monjas Estranged en realidad. Es mi
cerebro, haciendo mierda sin razón o la lógica.

—Joven, si Natalie está sentada allí herida, tal vez incluso a medio
vestir, no tienes nada que hacer en verla degradada. Sería más mortificante
para una dama soltera ser vista por un hombre en su estado indecente. —
¡Oh no, oh no, oh no! Estoy a punto de morir. La señora Yeng probablemente
cree que sigo siendo virgen. Tengo que tomar una rápida decisión de
quedarme así y sufrir las consecuencias, o volcar el pastel y esconderme.
Ah, y meter la pata. Pagué un buen dinero por el pastel. Y es de Garnelli por
amor de Dios. Sería un sacrilegio dejar que esta belleza de Sicilia se
desperdicie.

—Vamos a preguntarle —dice Colin en un tono agradable y


respetuoso—. ¿Natalie? ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. Por favor, no abras la puerta. Estoy... estoy... Acabo
de salir de la ducha. Me estoy vistiendo.

—¿Ves? —La señora Yeng probablemente menea su dedo artrítico a


Colin—. Te lo dije.

—Usted dijo que estaba acostada allí, herida. —Colin ríe—. ¿Qué tal
si dejamos que se vista en paz? ¿Puedo acompañarla a su apartamento?
¿Dónde vive usted, señora?

Niego con la de los nervios y la hiperventilación. Eso fue demasiado.


Me concentro en respirar normalmente y ralentizar los latidos de mi corazón.
Y me antoja azúcar. Siempre se me antoja el azúcar cuando estoy nerviosa
o asustada. Ese pastel nunca se vio mejor. Meto mi dedo en el glaseado cerca
de mi muslo, con cuidado de no arruinar la superficie aún sin defectos del
chocolate. Lo chupo de mi dedo, casi olvidándome de la compañía fuera de
la puerta de mi dormitorio. Ellos se han ido. Estoy segura de que la señora
Yeng está totalmente prendada de Colin. La edad no hace ninguna
diferencia, las mujeres se derriten cuando él quiere.

Y el pastel se está derritiendo lentamente también. Siento una llovizna


corriendo por mis pliegues y mis nalgas. Estoy cubierta en chocolate suave.
¿Dónde está Colin? Ugh. Espero que la señora Yeng no haga que se quede
con ella para un legendario té de jazmín. Tomo otro poco en mi mano de la
cobertura de chocolate. Yum, es tan sabroso.
Oigo mi puerta abierta de nuevo, y Colin grita:

—¡Oye, Nat! ¿Estás en el dormitorio?

—¡Bloquea la puerta de entrada antes de que más vecinos entren! —


Le grito, lamiendo mi dedo limpio. Alcanzo el más ligero y espero.

Él entra y se congela. Una sonrisa perezosa empieza a florecer en sus


labios.

—Hmm, ¿qué tenemos aquí?

Lo miro a los ojos y prendo la luz lentamente de la vela.

—Pide un deseo, tipo grande.


Capítulo 12
Es mejor que olvides y sonrías, a que recuerdes y te
aflijas.
Christina Rossetti

Traducido por L.yanin931


Corregido por Mariabluesky

E s la noche del viernes y estoy pasando la noche donde Colin. Ayer


compré un grueso libro de cocina italiana en la librería de la
Universidad en Bellevue. Sí, tengo momentos de locura, pero
afortunadamente, no pasan muy a menudo. Bueno, por lo menos pienso
que no lo hacen. Así que insisto en hacer la cena en la cocina de Colin. Él
sonríe ampliamente y me da sus mejores deseos. Definitivamente los
necesito; aunque nunca admitiré a nadie cuán nerviosa me pone cocinar.
Pero es tiempo de ponerme las bragas de niña grande y mostrarle al mundo
de qué estoy hecha. Supongo que si hay bastantes chefs famosos, ese
trabajo no puede ser del todo difícil, ¿no?

Estudié el libro de cocina ayer, hice una lista de los ingredientes a


comprar y llegué donde Colin con tres bolsas repletas de comestibles.
Cuando le expliqué mi idea, ¡la expresión en su cara no tenía precio! Me
miró como si no estuviese seguro de qué hacer, insistir en desviarme de mi
plan, reír, o correr al teléfono y marcar a la pizzería Papa John’s para pedir
a domicilio.

Pero después del shock inicial, Colin empieza a desempacar los


comestibles y toma algunas ollas y sartenes de la alacena. Lo detengo y le
pido retirarse a la sala. En su lugar, me levanta, me da vueltas y me besa
suavemente en los labios. Grito de regocijo y Colin ríe.

—Abriré el vino. —Señala la botella que traje. Es un Pinot Noir


recomendado para mi receta, por el chico que estaba abasteciendo los
estantes de vinos en el supermercado anoche.

Colin me entrega una copa medio llena. El rico color borgoña del vino
es profundo. Tomo un pequeño sorbo, relamo mis labios de pura
apreciación. Colin inclina su cabeza después de degustar el vino.

—Buena elección —concuerda.

—Toca algo para mí. —Palmeo su trasero pícaramente y río.

—¿Qué te gustaría? ¿Algo alegre? —Camina a la sala y recoge su


guitarra.

—Toca ese género de flamenco que me gusta. —Pongo mi libro de


cocina extendido sobre la encimera de la cocina y lo abro en la página que
marqué ayer en casa. La receta ALBÓNDIGAS CON QUESO PARMESANO Y
FETTUCCINI10 EN SALSA ALFREDO me mira felizmente desde arriba de una
bastante editada foto de un plato apetitoso. Puedo hacer esto.

—Nuevo flamenco. Gran elección, nena. —Colin asiente y un momento


después las anhelantes notas de Lydia de Russ Hewitt me hace sonreír.

Echo un vistazo a Colin. Se reclina en su enorme sillón con la guitarra


apoyada contra su cuerpo. Me mira, luciendo contento, sus dedos se
mueven rápido sobre las cuerdas de metal. Leo la receta y voy a través de
los pasos, cuidadosamente de no perderme nada. Se siente raro porque no
tengo idea de qué diablos estoy haciendo. Siguiendo la receta, mezclo carne
molida con otros ingredientes y comienzo a formar las albóndigas. Hasta
ahora, todo bien. Pronto las albóndiga y la salsa Alfredo se están cocinando
a fuego lento. Sigo agitando la salsa, preocupándome de que podría pegarse
al fondo de la olla. Hiervo un poco de agua para los linguini11 y limpio mis
manos en una toalla de papel, robando otra mirada a Colin. Sus ojos están
cerrados y sus cejas están juntas. La música es relajante y hermosa. Pero,

10 Fettuccini: es un tipo de pasta que tiene forma de cintas.


11 Linguini: tipo de pasta similar al espagueti.
luce tenso y… ¿dolido? Mi corazón da tumbos y quiero ir hacia él. Pero algo
me detiene, la música tal vez. Parece como si evocara algo oscuro y
amenazante en él y no sé si debería intervenir. ¿Por qué demonios no? Ahora
no entiendo mi propio razonamiento. Ah, al diablo.

—Colin —digo calladamente.

Abre sus ojos y me sonríe. Y así de repente está de vuelta; está


conmigo.

—La cena estará lista en unos minutos. Estoy arreglando la ensalada.


—Apago la salsa y comienzo colocando las coloridas hojas de una lechuga
bebé y tomates uva12 en dos pequeños tazones. Los llevo a la mesa y luego
regreso a la cocina.

Colin baja la guitarra, reclinándola contra el lado del sillón. Camina a


la cocina y me abraza desde atrás. Cuando siento sus manos en mi
estómago, moviéndose lentamente hacia mis pechos, una cálida, deliciosa
sensación despierta dentro de mí y sonrío. Pongo una mano sobre la suya,
mientras revuelvo los fettuccini con mi otra mano. No digo nada. Solo siento
y me maravillo con su toque y lo que esto me hace.

Besa mi cuello y luego mordisquea el lóbulo de mi oreja. Siento su


sólida erección presionar contra mi espalda baja. Colin ahueca mis pechos
y los amasa suavemente. Gimo e inclino mi cabeza para exponer el lado de
mi cuello a sus labios.

—Te deseo, pero también estoy realmente hambriento —susurra.

—Vamos a encargarnos de tu hambre de comida primero, ¿de


acuerdo? —Me giro para mirarlo y pongo mis palmas sobre su duro pecho.
Siento su latido debajo de mi mano derecha y le sonrío.

Colin me sonríe de vuelta y luego me besa rápidamente en la mejilla.

—No voy a discutir con eso, aunque debería.

—Vamos. —Lo cojo de la mano y lo conduzco hacia la mesa.

12 Tomates uva: variedad de tomates pequeños, parecido a los tomates cherry, pero más
alargados.
Se sienta y llevo nuestras copas de vino. Regreso a la cocina para
escurrir los fettuccini sobre el fregadero. El vapor caliente me golpea en la
cara y jadeo, instintivamente moviendo mi cabeza a un lado. Cocinar es un
negocio peligroso, ¡Jesús! Apago las albóndigas y me uno a Colin en la mesa.
Se inclina y pone sus brazos alrededor de mi cuello, jalándome hacia él. Su
boca está sobre la mía y me besa fuerte. Su lengua separa mis labios y la
dejo entrar libremente. Mis manos encuentran el camino al cabello de Colin
y lo acerco. ¡No puedo tener suficiente de este hombre!

Se retira del beso y me sonríe avergonzadamente. Sé que quiere comer


pero no quiere parecer demasiado ansioso.

—Esto se ve delicioso. —Hace gestos hacia la ensalada.

—Gracias. Vamos a comer entonces. El plato principal está listo


también.

—¿Más vino? —Alza la botella y sus cejas.

—Sí, por favor. —Acerco mi copa hacia él.

Los fettuccini está bien, solo un poco demasiado salados. Trato de


recordar si puse la cantidad necesaria de sal dos veces ¿o tres? Argh.

—Lo siento… uhm, esto está demasiado salado —digo, culpablemente.

—Está bien —me asegura—. Lo hiciste realmente bien. Gracias por


cocinar para mí.

—De nada. Pero no te acostumbres. —Sonrío con suficiencia.

Me sonríe y alza su copa de vino.

Después de la cena lavamos los platos y tiramos las sobras. Nos


trasladamos hacia la sala para descansar junto a la chimenea. Mis ojos se
vuelven pesados. Colin se sienta con las piernas cruzadas en el piso, tocando
el repertorio de Pink Floyd con su guitarra. Estoy acurrucada en una
acolchada manta, enroscada al lado de él. Sus dedos se mueven
incesantemente sobre las cuerdas y me maravillo de cómo de delgados y
bien proporcionados son. Algunos hombres tienen dedos pequeños y
regordetes, pero Colin no.
Las notas son silenciosas, anhelantes de algún modo. Cierro mis ojos
y caigo dormida por un momento. Cuando lo miro de nuevo, contempla la
distancia y su expresión es triste; realmente triste. Este es otro de esos
momentos cuando se retira del presente y deja su mente ir a algún lugar
inaccesible para mí.

Cuando empezamos a salir no había presenciado nada de este exilio


autoimpuesto. Ahora, a medida que pasa el tiempo, lo encuentro cerrándose
más y más. Me preocupo y no porque él sea como esos emocionalmente
agobiantes, manipuladores chicos de mi pasado. No, él no lo es, realmente
se preocupa por mí. Pero hay algo sobre él que me inquieta. En realidad,
“inquieta” es un eufemismo.

Cuando comienza a tocar y silenciosamente a cantar “Goodbye Cruel


World” de Pink Floyd, toco su brazo y me mira con ojos ciegos. Unos pocos
segundos pasan y el fantasma de una sonrisa vacila en sus labios.

—Colin —digo suavemente, moviendo mi mano arriba y abajo por su


antebrazo.

—¿Hmm? —Sale de su ensueño y me sonríe tristemente.

—¿Qué es? —susurro. No estoy segura de por qué susurro. Tal vez
muy dentro de mí, soy aprensiva de traerlo de vuelta a mí muy
abruptamente.

Colin parece perdido. Quiero sostenerlo y decirle que cualquiera cosa


que invade su normalmente feliz forma de ser pasará. Pero no puedo hacer
eso, porque no sé si eso es verdad. No sé qué le causa retraerse más y más
cada día. ¿Es la chica que vio morir? Pero esto fue años atrás y me dijo que
ella solo es un vago recuerdo. ¿O es ella?

—Luces triste y… ausente… en alguna otra parte —apunto.

Sus labios se abren y toma una profunda respiración. Pero luego el


momento se ha ido. Colin me sonríe con su encantadora sonrisa, golpea un
sonido de staccato13 en la guitarra unas cuantas veces y comienza a tocar
“Over the Rainbow”. Es su propia versión y me gusta aún más que mi versión
favorita de Israel Kamakawiwo’ole. Colin sabe cómo poner una sonrisa en

13 Staccato: forma de ejecución, en que se marca la separación entre las notas.


mi cara. Así que le sonrío y beso su brazo. Pero no me siento cómoda. Decido
preguntarle pronto. Ahora está de vuelta y quiero que permanezca de esta
manera un poco más.

Me enderezo y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Sin un


momento de vacilación Colin baja la guitarra al suelo. Me jala hacia él y se
acuesta. Me siento a horcajadas sobre él y me inclino para besar sus labios.

Amo besar a Colin. Es probablemente el mejor besador que jamás he


encontrado, hábil y lo más probable, bien experimentado, lo cual está bien
para mí, dado que había tenido toda su práctica antes de hacernos pareja.

—Dios, Natalie —habla con voz áspera en mi oreja—, te sientes tan


bien.

No está fingiendo. Siento la prueba de su excitación endurecerse


contra mí. Jalo mi camiseta sobre mi cabeza. Ahueca mi trasero con sus
manos y levanta sus caderas para presionarse contra mí más fuerte. Delineo
su oreja con la punta de mi lengua y muerdo suavemente su lóbulo.

Un pequeño jadeo escapa de él y aprieta sus ojos cerrados. Me ayuda


a quitar su camisa y la lanzo al suelo junto a la mía. Recorro mis dedos
sobre el pecho esculpido de Colin y bajo a las ondas de su estómago,
maravillándome ante la impecable vista debajo de mí.

Me jala y me besa con avidez, su lengua en sincronización con la mía


en perfecta armonía. Su mano encuentra su camino hacia mi nuca y la otra
rápida y eficientemente desabrocha mi sujetador. Nunca interrumpe el beso
mientras me quita el sujetador y lo arroja al suelo. Mis pezones se aprietan
contra la deliciosa piel caliente de su duro pecho. Gentilmente me urge a
moverme arriba y abajo para frotar mis pechos contra él, provocando y
haciéndome querer rogar por más.

—Oh, bebé… esto es… tú eres… esto se siente como el cielo. —No me
importa si estoy pronunciando el más obvio cliché. Mi cerebro felizmente
salta a la parte trasera cuando la vagina está en el asiento del conductor. Y
eso está bien para mí.

Colin nos hace rodar hasta que está encima de mí. Se cierne sobre mí,
soportando su peso en sus antebrazos y rodillas. Sus ojos arden, pero su
expresión es ferviente. Cierro mis manos en su cabello y aprieta sus dientes
sonriendo de una manera depredadora. Es una de sus sonrisas más sexys
y lo deseo más que nunca. Se endereza y se sienta sobre sus talones,
mirándome como su presa. Lentamente, desabotona sus vaqueros y recorre
la punta de su lengua sobre su labio superior. Toma mi mano en la suya y
la lleva a su hinchada erección.

Siento la esquina de mi boca levantarse en silencioso entendimiento


y bajo el cierre de sus vaqueros. Salta libre e inhala profundamente. Tiro de
sus vaqueros y se levanta. El pantalón cae y soy recompensada con su
innegable gloria: un perfecto paquete de seis abdominales llevando hacia el
triángulo invertido entre sus caderas estrechas. Y ahí está su impresionante
virilidad, soñadoramente endurecida solo para mí.

Lentamente, sin alejar sus ojos de mí, se baja en sus rodillas y levanta
mi falda. Está sobre su estómago ahora y abre mis piernas para posicionarse
entre ellas. Pronto siento su aliento caliente en mi sexo y luego su lengua se
arremolina sobre mis pliegues y mi clítoris. Clamo, incapaz de contener el
grito dentro de mí. Mis manos están en su cabello, tratando de jalarlo más
cerca de mí. Agarra mis caderas y despiadadamente trabaja su lengua y su
boca, llevándome sobre el umbral del placer.

—Eso es, nena. Eso es. Mi hermosa Natalie —murmura mientras


gatea hacia mis pechos, mirándome relajar después de la última sacudida
de mi orgasmo. Sus movimientos, su mirada, su expresión, son todos
deliberadamente sensuales.

Cierra su boca sobre mi pezón y continúa la dulce tortura. Jadeo,


cuando sus dientes rozan mi piel sensible y los succiona, su mano jugando
con mi otro pecho. Me retuerzo debajo de él, apretando mis muslos alrededor
de su torso. Traza besos por todo el camino hacia mis labios. Su boca está
sobre la mía, hambrienta y posesiva.

Pruebo mi propia excitación en su beso y gimo contra su boca. Me


agarro de sus esculpidos hombros y siento su erección presionando sobre
mi sexo. Un renovado fuego se revuelve dentro de mí.

—Te quiero dentro de mí.

Inhala y su aliento silba a través de dientes apretados. En una rápida


embestida entra en mí. Gimo, sintiendo la lujuria apoderarse de mí.
Colin envuelve un brazo alrededor de mis hombros y el otro alrededor
de mi cintura. Me sostiene cerca de él. Lo encuentro empuje por empuje.
Dando la bienvenida a la sensación de plenitud que está dándome. Su mano
se mueve de mi cintura a mi trasero y lo presiona en sincronía con nuestro
ritmo de embestida. Pongo mis palmas a los lados de su cara y me pierdo
en el beso.

Siento otro orgasmo construyéndose, pero lo freno. No estoy lista para


dejarme ir, porque toda la atención de Colin está sobre mí. Su mente no está
divagando en algún oscuro y solitario lugar donde no tengo acceso. Por un
instante me considero egoísta, pero rápidamente descarto ese pensamiento
absurdo. Mi pecho se contrae y la dulzura del momento me hace dar cuenta
de que amo a este hombre. Amo cada cosa sobre él, hasta sus sombríos
secretos, porque son una parte de quién él es.

Abro mi boca para decirle cómo me siento, pero él me gana.

—Te amo —susurra en mi oído y entierra su cara en mi cabello. Sus


palabras son inesperadas y me vengo en un espléndido orgasmo. Colin se
hunde más rápido dentro de mí, su respiración áspera, su mano incursiona
sobre mi pecho. Con un casi indiscernible gruñido encuentra su liberación
y se queda quieto.

Estoy jadeando y mi corazón martillea en mi pecho. Lentamente,


levanta su cabeza y me mira. Luce vulnerable y casi sorprendido.

—También te amo. —Delineo el óvalo de su hermoso rostro con mi


dedo índice y sonrío.

Vacila pero solo por un segundo y luego me sonríe, esa deslumbrante


y torcida sonrisa que adoro.

—Eso fue alucinante —admite.

—No puedo estar más de acuerdo. —Jalo su cara hacia abajo y


reclamo su boca con la mía.
Capítulo 13
“La embriaguez es simplemente demencia voluntaria.”
Seneca

Traducido SOS por L.yanin931


Corregido por Key

D esde nuestra última cita, la de mi experimento culinario, he


estado notando que Colin actúa distraído más a menudo. Han
pasado cuatro días y ahora, indudablemente, hay más lucha interna
pasando en su cabeza que antes. ¿Tiene algo que ver conmigo? ¿Por qué no
dirá nada? ¿Estamos de camino a romper? ¿Lo que tenemos juntos es
demasiado para soportar? Esto me recuerda demasiado mis relaciones
pasadas. Empiezo a preocuparme; real realmente preocuparme.

Ayer tuvimos nuestra primera pelea. Un gran malentendido. Pero aun


así, estábamos peleando. Ruedo mis ojos, pensando en esto. Todo el
conflicto pudo haber sido fácilmente evitado si alguno de nosotros se
esforzaba. Comenzamos a ver alguna estúpida película de ciencia ficción en
su casa. La encontré tan aburrida que me levanté del sofá y fui a la cocina
a revisar mi teléfono. Caroline me dejó un mensaje de voz. Ella solo quería
que salgamos con Ali y Jena algún día cercano. Desde que conocí a Colin,
he estado pasando todo mi tiempo con él, y las chicas empezaron a quejarse
de cómo rara vez las cuatro salíamos juntas.

Llamé a Caroline. La extrañaba mucho. A Jenna también. Veo a Ali


todos los días en el trabajo, y aunque no tenemos mucho tiempo para
socializar en la oficina, es mejor que nada. Pasé probablemente más de
cuarenta minutos en el teléfono con Carolina, y luego mensajeé con Ali y
Jena por otra media hora o más. Cuando la película terminó, Colin estaba
molesto porque yo todavía estaba en el teléfono. Jesús, cálmate, no soy tu
posesión, demonios. Así de una palabra a otra, y terminamos en una
acalorada pelea. Decidí irme a casa para calmarme y darle algo de espacio
para hacer lo mismo.

Pero hoy no escuché de Colin en absoluto. Normalmente hablamos y


mensajeamos varias veces cada día, así que no escuchar de él me pone al
borde. Reviso mi teléfono de nuevo, pero no hay nada de él. Me estoy
poniendo realmente frustrada. Pronto tendré que empezar a buscar algo
para golpear.

Después del trabajo Ali y Caroline llegan a mi apartamento para pasar


el rato un poco. Jena tuvo que cancelar en el último momento, lo cual me
pone triste. ¡No la he visto en más de dos semanas! Ali finalmente baja su
cerveza y se levanta.

—Vamos. Quiero ir a Blue Fin.

Caroline dice que solo desayunó, así que no me sorprende cuán rápido
sale de mi apartamento. Me vendría bien algo de comer también.

El clima está seco, y decidimos caminar. Blue Fin Sports Bar está solo
a tres cuadras de mi casa. No nos toma tiempo llegar allí.

Ali insiste en sentarse en la barra.

—Ash está aquí. —Señala con su barbilla hacia la barra, una sonrisa
se extiende en su cara.

Tiene el más grande enamoramiento por Ashton Duncan, el camarero


que ha estado trabajando en Blue Fin desde que recuerdo. Está finalizando
en la Universidad de Washington para obtener su título en leyes. Ash
siempre ha sido muy amistoso y amable con nosotras, pero nada más. Ali
ha intentado toda clase del especial encanto, Ali en él sin ningún resultado.

—Te estoy diciendo, él es secretamente gay. —Caroline se mantiene


diciéndole cada vez que la cara de Ali decae como resultado de la nada
menos que (pero nada más que eso) conducta fraternal de Ash hacia ella.

“Tonterías” es la respuesta común de Ali. Caroline se encoge de


hombros, probablemente no convencida por completo de ninguna manera,
pero estoy de acuerdo con Ali. En mi opinión, Ash es tan heterosexual como
puede serlo. Pero ninguna de nosotras puede descifrarlo; no importa cuánto
nos esforcemos.

Caroline y yo ordenamos appletinis, pero Ali no puede decidirse sobre


la elección de bebida.

Ash pone algún brebaje de aspecto delicioso frente a ella.

—Éste va por la casa —anuncia y su tímida sonrisa derrite nuestros


corazones.

Sonreímos en deleite.

—Oh, niña —murmuro, batiendo mis pestañas a Ali.

Me rueda sus ojos, y entonces se apoya con osadía sobre la barra para
decir algo a Ashton. Sus senos reaccionan y se empujan, y hacen lo que
cualquier par de senos hacen cuando es necesario. Veo la reacción de Ash,
lista para analizar todas sus expresiones faciales y lenguaje corporal. Sus
ojos se abren solo un poco más amplios, pero lo suficiente para notarlo. Se
lame los labios. ¡Él realmente se lame los labios! Oh, este es el día de Ali de
seguro.

Codeo a Caroline. Me cuesta contener mi excitación por Ali. Ash


presiona otra rodaja de naranja en la orilla del vaso de Ali y le dice sobre su
último viaje de navegación con sus amigos. Toda la atención de ella está en
él. No necesito decir nada a Caroline. Solo me guiña, y discretamente nos
levantamos y nos giramos para caminar hacia el baño de mujeres.

En el baño Caroline y yo explotamos en un acalorado debate sobre el


repentino cambio de corazón de Ash.

—Ella va a anotar esta noche —anuncio, polveando mi nariz y frente.


Hay pequeñas gotas de sudor encima de mis labios. Las quito con Kleenex
de la caja sobre la encimera. Mi teléfono timbra, anunciando la llegada de
un mensaje: ¡ME PIDIÓ SALIR!

—Oh. Dios. Mío —chillo y le muestro a Caroline el texto de Ali—. Te lo


dije. —Señalo con mi dedo a mi mejor amiga, como tratando de convencerla
que tuvo algunas dudas. Lo cual, sospecho, que lo hizo.
Caroline sonríe.

—Bien por ella. Ha estado babeando por ese chico por demasiado
tiempo.

—Es demasiado maldito tiempo —concuerdo.

Estoy empezando a escribirle de vuelta a Ali, cuando la puerta del


baño se abre con un golpe contra la pared, y Ali irrumpe dentro, una gran
sonrisa en su cara.

—¡Yay! —Caroline alza los cinco a Ali.

Ali choca la mano de Caroline y camina alrededor del baño,


balanceando sus caderas a los lados. Nos hace un gesto de “adelante”. Y
reímos y aplaudimos de placer mientras continúa su modelaje, manos sobre
las caderas, labios fruncidos cómicamente.

Cruzo mis brazos debajo de mis pechos y sonrío. En mi visión


periférica veo a Caroline contemplando el paisaje redondo de mi pecho. Giro
mi cabeza hacia ella y noto una mirada nostálgica en su linda cara.
Instintivamente, mis brazos bajan a mis lados. Caroline muerde su labio,
pero sonríe un poco cuando nuestros ojos se encuentran. Ali es
completamente ignorante de nuestra breve, silenciosa charla de senos.
Mierda, Caroline no puedes hablar en serio sobre esos implantes.

—Así que, ¿cuál es el plan? —pregunto a Ali.

—Me invitó a comer sushi en la residencia universitaria. Está libre la


noche de mañana —dice Ali excitadamente, sacando un brillo de labios rojo
de su pequeño bolso de mano. Lo aplica y luego utiliza un lápiz de labios a
juego alrededor del contorno de sus labios, perfeccionando el look.

Caroline y Ali hablan sobre la comida en la Villa Sushi, pero mis


pensamientos se desvían a Colin. ¿Por qué no está llamando o
mensajeándome? Esto no es como él. La pelea de anoche no es la razón. No
puedo creer que pueda ser eso. Así que, ¿qué está pasando?

Volvemos y ordenamos hamburguesas y papas fritas. Caroline y yo


nos vamos a una cabina, pero Ali permanece en la barra y flirtea
abiertamente con Ash. Él parece estar disfrutando inmensamente eso.
¡Guau, qué cambio! Me tomo mi bebida de golpe de alguna manera
distraídamente, meditando sobre Colin, a pesar del parloteo de Caroline.
Decido tomar una cerveza.

—¿Mezclando? —Caroline alza sus cejas hacia mí.

Suspiro y me encojo de hombros.

—¿Qué está mal? —Se detiene de masticar y baja su hamburguesa,


mirándome.

—Realmente no sé. Colin ha estado actuando raro últimamente.


Está… retraído, más de lo normal.

—¿No están peleando, verdad? —pregunta.

—Sí, tuvimos una pelea ayer, pero… no sé. Nunca quiere hablar
mucho sobre lo que le molesta. Pero es como si la vida alrededor de él se
detiene, y pasa por encima de una puerta invisible. Creo que debe ser un
lugar muy oscuro donde va.

Caroline suspira.

—Está loco por ti, Nat.

—Lo sé. Solo deseo que hable conmigo.

Una mesera pone mi vaso de cerveza frente a mí.

—Ahí lo tienes.

—Gracias. —Sonrío y tomo un largo trago del líquido de color ámbar.


Sabe maravilloso. Me giro hacia Caroline e inclino mi vaso.

—Salud.

Sacude su cabeza y rueda sus ojos.

—Despacio. Todavía tienes que caminar de vuelta a casa.

Mi teléfono suena, anunciando un mensaje de texto. Inmediatamente


lo levanto de la mesa, pero mi cara decae. Es Clair, mi amiga del club de
lectura, preguntando si puede tomar un aventón conmigo para nuestra
reunión de la próxima semana. “Claro” le respondo.

Alejo mi plato, repentinamente incapaz de comer otro bocado. Termino


mi cerveza y llamo la atención de nuestra mesera. Cuando ordeno un
appletini, las cejas de Caroline se juntan. Me mira sospechosamente, pero
le digo que está bien. Empiezo a tener un zumbido y esto me ayuda a
esclarecerme. He estado tan preocupada desde anoche por Colin sin
llamarme, que agradezco esta sensación relajante.

El segundo appletini va directo a mi cabeza. Caroline habla sobre los


recientes problemas de salud de su mamá. No puedo concentrarme en sus
palabras. Tecleo “¿Dónde estás?” en mi teléfono y presiono el botón enviar.
El mensaje se va al teléfono de Colin con un pequeño sonido de silbido.

—Necesito hacer pis —le digo a Caroline, tratando de sonar sobria. Me


levanto y mi cabeza gira un poco. Vaya. Ahora tengo que tratar de caminar
sobria también. Mierda. Lo manejo, pero cuando estoy en el baño, las
paredes se balancean a mí alrededor, y tengo que estabilizarme,
agarrándome del lavabo.

En mi camino de vuelta le doy una mirada a Ali. Está riendo por algo
que Ash le dice mientras sirve un vaso de vino a otro cliente. Estoy feliz por
ella. Necesita alguien mejor que un amigo con derecho, no importa qué se
diga a sí misma.

Colapso sobre el asiento de mi cabina y reviso mi teléfono de nuevo.


No responde. ¿Qué diablos? Le envío otro mensaje, insistiendo en una
llamada telefónica. Un momento después me llama.

—¿Qué te tomó tanto? —Trato de mantener el tono acusatorio en mi


voz. En su lugar, arrastro las palabras terriblemente.

—¿Natalie? ¿Estás bien? ¿Dónde estás? —demanda Colin.

—Estoy en la cabina y tú no. —Palmeo el asiento alado mío.

Caroline rueda sus ojos y sacude su cabeza.

—Voy a llevarte a casa —articula silenciosamente, pero la ignoro.


Dejo caer el teléfono por accidente y maldigo. Éste golpea el suelo
debajo de la mesa. Intento alcanzarlo, pero me tambaleo y casi caigo fuera
del asiento.

—Mierda —me quejo.

Caroline gatea debajo de la mesa y recupera mi teléfono.

—En serio, Nat. No te he visto así de borracha desde tu cumpleaños


dieciocho. Vamos a casa.

—¡No!

—Shhh —me silencia.

Presiono mi teléfono en mi oreja y susurro gravemente:

—Colin, ¿estás allí?

—Siiii. —Suena sospechoso—. ¿Por qué estás susurrando? ¿Dónde


estás?

—Blue F… —hipo—. Lo siento.

—¿Estás borracha? —La voz de Colin se vuelve ansiosa


instantáneamente.

—Tienes que venir aquí —demando. ¿Por qué soy tan mandona? Debe
ser el trago.

—Por favor dime dónde estás. —Guau, está… ¿alarmado?

Suspiro y digo:

—Estamos en el Blue Fin. ¿Vas a venir? —Intento un tono coqueto


pero tengo un mal rato controlando el balbuceo.

—De camino. Quédate donde estás. Por favor. —Cuelga. Jesús,


cálmate. Está bien, está bien. Me quedo aquí. Hipo de nuevo.

Caroline quiere saber si Colin viene. Si no, insiste en llevarme a casa


inmediatamente.
Le hago un ademán.

—¿Por qué todo el mundo está de mal humor? —Me encojo de


hombros.

—No lo estoy. —Caroline imita mi encogimiento—. ¿Algo mal con


Colin?

Reclino la parte trasera de mi cabeza contra la cabina y exhalo


lentamente a través de mi boca, desinflando mis mejillas.

—Está enloquecido, creo que… no sé qué se le metió.

—Mi suposición es que no le gusta que bebas, novia. No más trago


para ti. —Caroline limpia sus manos en una servilleta con el logo de Blue
Fin.

Veinte minutos después veo a Colin caminar decididamente hacia mí.


Y no está feliz. Mierda.
Capítulo 14
“El placer no es nada más que el intermedio del dolor.”
John Selden

Traducido SOS por L.yanin931


Corregido por Key

— Hola, bebé. —Trato de saludarlo, pero mi mano no me obedece


demasiado—. ¿Cómo llegaste aquí tan rápido?

Luce preocupado. Guau, nunca lo había visto así, casi… ¿qué?


¿Asustado? Mierda. ¿Las novias borrachas tienen ese efecto en él? Me sentí
riendo, pero incluso en mi estado de ebriedad, sé que eso no sería sensato.
Así que presiono ambas manos en mi boca para parar la risa.

—Hola, Colin —lo saluda Caroline.

—Caroline. —Asiente hacia ella y luego me intimida con su mirada


penetrante—. ¿Cuánto has bebido?

—¿Qué? —¿Qué diferencia hace? Mi cabeza palpita y solo quiero ir a


casa—. Creo que quiero ir a casa ahora —digo, aunque no hay convicción
en mi voz, así que aclaro mi garganta e intento de nuevo—, sí, estoy lista.

—Déjame llamar un taxi. —Colin toca mi cabello y sus ojos se ponen


más tristes. Saca su teléfono del bolsillo de su chaqueta.

—Llámame si necesitas cualquier cosa —susurra Caroline, cogiendo


mi mano sobre la mesa.
—Sabes que lo haría. —Sonrío estúpidamente—. Oye, no lleves
ningún hombre extraño a casa —mascullo y ella tose una risa corta, sin
humor.

Me ayuda a levantarme y me abraza, murmurando en mi cabello:

—Muéstrame solo uno que no sea extraño.

—Tienes razón —murmuro, reclinándome en ella por apoyo. Mi cabeza


da vueltas. Guao, detesto esta sensación.

Colin me estabiliza con su brazo alrededor de mi cintura mientras


finaliza la llamada telefónica.

—El taxi estará aquí en un momento —me dice. Su voz es demasiado


tranquila. Hay algo aún más raro que nunca antes, pasando con él.

—¿Vas a estar bien? —pregunta Caroline.

—Sí. Sr. Correcto, por allí —Apunto a Colin, tratando de hacerlo


sonreír con mi comentario—, está llevándome a casa. —Mi insulto es
ofensivo incluso a mis propios oídos.

Caroline asiente. Ella no bebió mucho hoy, gracias a Dios. Estoy


perdida. Estaba de un buen humor, pero ahora comienzo a preocuparme
por Colin. Otra vez.

El viaje en taxi es silencioso. Odio eso. Odio sentir como si no tenemos


nada de qué hablar. Eso nunca ha pasado antes con Colin. Algo
definitivamente está pasando con él esta noche, más que nunca. No creo
que pueda sacarlo de mi mente como normalmente lo hago. Maldición.

Lo miro y veo doble. Trato de tragar pero mi boca está seca.

—¿Estás bien? —Suena preocupado. Su rostro está sombrío. ¿Por qué


está infeliz? ¿Porque había bebido una copa de más? Oh, vamos, estaré
sobria pronto, así que, ¿cuál es el gran problema?

Me reclino y pongo mi cabeza sobre su hombro. Cierro mis ojos, pero


mi cerebro salta en algún loco carrusel, y tengo que forzar mis párpados a
abrirse. No me estoy sintiendo muy bien.
—Oh, Colin, no estés enfadado conmigo —mascullo.

Besa la cima de mi cabeza.

—Shh. Estoy llevándote a casa. Necesitas ir derecho a la cama.

—¿Te quedas conmigo? —Levanto mi cabeza de su hombro para


mirarlo, y realmente no me gusta lo que veo. Colin no está diciendo nada,
solo apretando su mandíbula. Veo remordimiento mezclado con melancolía
supurando de sus rasgos. ¡Es tan molesto! ¿Qué diablos hice para merecer
esto?

—¿Colin?

Cierra sus ojos y respira profundamente. Cuando los abre, veo algo
nuevo, ¿culpa? ¿Resignación? ¿Dolor? Bueno, aún veo doble, así que no
puedo estar segura cuán malo es esto, pero puedo sentirlo también.

—Natalie… no.

—¿No qué? —Giro para mirarlo. Oh, eso fue un error. El contenido de
mi estómago amenaza con dispararse hacia arriba y cubro mi boca.

—Mierda —sisea y agarra mi barbilla.

Me las arreglo para mantenerlo abajo e inclino mi cabeza contra el


respaldo. Colin toca mi sudada frente y agradezco la sensación de sus dedos
fríos en mi piel. El taxi para y la luz de la cabina se enciende. Asumo que
llegamos a mi apartamento. Colin para al conductor y sale. Camina
alrededor para abrir mi puerta y toma mi bolso de mi mano. Me levanta
como a un niño y me lleva hacia el edificio. Envuelvo mis brazos alrededor
de su cuello y presiono mi mejilla en su hombro.

Huele tan bien, como una mezcla de alguna colonia masculina con
ligeros tonos de jabón y su tibia piel. Estoy volviéndome toda sentimental
por dentro. Si empiezo a llorar podría ser la estupidez más grande. Ugh. ¿Por
qué me siento de esa manera? Debería estar feliz, no sensible. ¿Tal vez es el
efecto del alcohol? No me siento bien en absoluto.

—Colin —jadeo—. Yo… no estoy… haciéndolo bien. Creo que…


necesito vomitar.
Me baja, justo en la puerta del edificio de apartamentos y resoplo.

—No aquí, por el amor de Dios. Llévame arriba. ¡Por favor!

Sin un comentario, Colin me levanta de nuevo y me lleva al ascensor.


Cuando finalmente llegamos a la puerta de mi apartamento, me baja,
sosteniéndome con mi espalda contra él y toma las llaves de mi bolso.
Después de bloquear la puerta detrás de nosotros, me lleva al baño. Es el
momento indicado.

Me doblo sobre el inodoro. Envuelve un brazo a mi alrededor y


sostiene mi cabello con su otra mano. Vomito incontrolablemente y respiro
con dificultad en medio de las arcadas.

—Está bien. —Oigo la suave voz de Colin. Su mano está extendida con
destreza encima de mi estómago, justo debajo de mis pechos, con su pulgar
plano contra mi esternón. Estoy agradecida de que no esté presionando más
abajo, o podría vomitar aún más intensamente. Definitivamente sabe lo que
está haciendo. Me pregunto si esto viene de sus experiencias pasadas con
gente intoxicada. Y luego me regaño a mí misma por tener pensamientos
estúpidos.

Cuando he terminado y estoy seca de vómito, Colin limpia mi boca


con pañuelos Kleenex.

—¿Mejor? —Suena imperturbable.

Asiento y suspiro de alivio.

—Lo siento —murmuro.

Estoy tan cansada. Mis ojos se siguen cerrando y no estoy segura


cuánto tiempo seré capaz de pelear contra esta repentina fatiga. Pone pasta
dental en mi cepillo de dientes y me lo da. Murmuro mis gracias y
obedientemente cepillo mis dientes.

—Voy a llevarte a la cama —dice Colin calladamente.

Me levanta y me lleva a mi habitación, donde me mete debajo de las


mantas. Cierro mis ojos e inmediatamente me duermo.
Me despierto y miro el reloj. Son las 6:00 a.m. Lentamente, los eventos
de la noche anterior vienen a mí. Infierno sobre ruedas, ¿realmente estaba
tan borracha? ¿Qué está mal conmigo? ¿Una pelea con Colin y corro a
ahogar mis problemas en alcohol?

Colin entra y se sienta en la cama cerca de mí y me tiende un vaso de


agua.

—Hey —dice. No sonríe.

—Hey —grazno—. Estoy tan sedienta. Gracias —digo, tomando el vaso


de sus manos y tragando agua como loca. Pongo esto sobre la mesita de
noche.

—Te daré algunos Tylenol, pero necesitas comer primero. No quiero


que los tomes con el estómago vacío.

¿Comer? ¿Está loco? Siento nauseas solo de pensar en comida.

—No creo que pueda comer nada.

—Solo unas pocas galletas saladas. Estaré de vuelta enseguida. —Se


levanta y va a mi cocina.

Regresa un momento después con una caja de galletas. Gimo y me


alejo de él. Colin se sienta al lado mío y sacude la caja. Las galletas se agitan
dentro y lo miro sobre mi hombro. Levanta sus cejas y sonríe. Entonces
toma una galleta de la caja y la sostiene frente a mi nariz. ¿Qué, soy un
perro? Pero eso me hace reír. Tomo la galleta y comienzo a mordisquearla.

—No estuvo tan malo, ¿verdad? —susurra en mi oído.

Otra galleta aparece frente a mí y como esa también. De repente me


siento hambrienta, así que como más galletas y bebo algo de agua. Colin me
da tres píldoras blancas de Tylenol y las trago sin quejarme.

—Te daré un baño —dice.

Hmm, un baño. Eso suena estupendo.

—Gracias. —Agarro su mano—. Lo siento, no quiero ser un dolor en


el trasero.
Una esquina de su boca se levanta en esa sexy sonrisa que amo.
Pronto escucho el agua corriendo en mi baño. Colin regresa y me toma de
la mano. Me lleva fuera del cuarto y hacia la bañera. Me desnuda y doy un
paso dentro de la espumosa, tibia agua. Ahhhh. Se siente maravilloso.

Colin se arremanga su camisa. Moja una toallita en el baño y aprieta


un poco de jabón líquido sobre ésta. Lo miro en silencio. Cuidadosamente
levanta mi brazo y lo lava completamente después se mueve a mi hombro y
cuello.

Esto se siente sensual pero también protector. Me siento tan relajada,


que mis ojos comienzan a cerrarse, pero lucho contra la somnolencia y me
concentro en Colin. Después que ha terminado de lavar mis brazos, cuello
y cara, frota algo de champú en mi cabello y luego lo enjuaga, sosteniendo
la barra de la ducha en una mano y sosteniéndome debajo de mis brazos
con la otra. Su camisa blanca está empapada y se pega a su pecho y
abdominales. Puedo ver claramente el contorno de su esbelto cuerpo y algo
deliciosamente cálido se revuelve en la boca de mi estómago. Le sonrío
débilmente y susurro:

—Gracias, me siento mucho mejor.

Detiene lo que está haciendo y me mira. Una diminuta sonrisa baila


en la esquina de sus labios pero no llega a sus ojos. Suspiro.

—¿No vas a hablar? ¿Por qué estás molesto conmigo? —pregunto.

—No estoy molesto en realidad. —Lentamente sacude su cabeza de


lado a lado.

—¿Entonces qué? —Levanto mis brazos sobre mi cabeza cuando él


comienza a enjabonarme de nuevo con la toallita jabonosa.

Lentamente, mueve la toallita sobre mis pechos y mis pezones se


contraen. Jadeo y un pequeño gemido se me escapa.

Colin no detiene la dulce tortura y no estoy segura cuánto de esto


puedo soportar. Entre los restos de un dolor de cabeza, el cansancio y ahora
la excitación, mi cuerpo grita en protesta. O tal vez aplaude ansiosamente
en aprobación. Realmente no lo sé.
Envuelvo mis brazos jabonosos alrededor de su cuello y beso sus
labios. Se pone rígido, pero solo por un corto momento y luego me besa
suavemente en la esquina de mi boca. La toallita viaja de mis pechos sobre
mi estómago y baja entre mis piernas. El calor explota en el área sensible e
inhalo bruscamente.

La toallita se ha ido y siento los largos y delgados dedos de Colin


acariciándome, torturándome de la más exquisita manera. Inmediatamente
susurro su nombre una y otra vez. Su boca se mueve por mi pecho, dejando
pequeños besos por todo el camino a mi seno izquierdo. Sus labios se cierran
alrededor de mi pezón y siento su lengua bailando en círculos sobre él.
Muerde ligeramente y me pierdo, olvidando nuestra pelea y su decepción al
encontrarme borracha anoche. Nada más importa. Solo somos él y yo, y el
conocimiento de que estoy balanceándome al borde del orgasmo más
delicioso.

Colin desliza dos dedos dentro de mí y presiona la palma de su mano


sobre mi clítoris. Sus dedos se mueven dentro y fuera, haciéndome gemir.

—Déjalo ir, nena. Ahora —murmura sobre mi pecho, su lengua


continuando su dulce asalto.

Mis músculos se contraen alrededor de sus dedos y me dejo ir,


gritando incoherentemente. O tal vez estoy gritando su nombre. No lo sé y
no importa. Agua caliente salpica en mi rostro, pero no importa tampoco.
La mano de Colin continúa su misión y siento otro orgasmo contrayéndose
dentro de mí. Pero se detiene y me jala fuera de la bañera, me sienta sobre
el borde de ésta y dice:

—Pon tus brazos abajo y sostente de la bañera por un momento.

Obedezco y lo miro, mordiendo mi labio en anticipación. Desabrocha


y baja la cremallera de sus vaqueros para revelar su erección. Me asombro
por el hecho que no está usando ropa interior. Otra vez. Esta es la vista más
erótica. Colin empuja sus pantalones hacia abajo y sale de ellos. Me levanta
sobre él. Envuelvo mis piernas a su alrededor y me sostengo de su cuello.
Extiende sus manos sobre mis nalgas y se hunde dentro de mí, sus dientes
rechinando.

Grito un corto chillido impulsado por la satisfacción.


Colin empuja fuerte dentro de mí, moviéndose rápido dentro y fuera,
y estoy tan cerca de venirme otra vez.

—Córrete para mí, Natalie —exhala en mi oído.

Sus dientes rozan el lóbulo de mi oreja una y otra vez, y es todo lo que
puedo soportar.

—¡Ahora! —Grito.

Colin presiona mi espalda contra la fría pared y me estremezco por el


contacto. Me sostiene con sus manos presionadas en mi trasero. Sus
embestidas son aún más profundas, inclinado cada vez más desde el fondo
y hacia arriba. Su respiración es desigual. Siento sus dedos doblándose
sobre mis nalgas como garras. Pero no me hacen daño. Sin embargo, mi
espalda comienza a protestar. Se está poniendo dolorida por el roce contra
la pared, pero en ese momento Colin gruñe y se queda quieto por un
momento.

Me jala lejos de la pared, da la vuelta y me sienta junto al lavabo.


Continúa moviéndose dentro y fuera de mí, pero lentamente, provocando.

Miro a sus ojos. Descansa su frente contra la mía y exhala. Lo abrazo


fuerte y permanecemos así por un largo tiempo, solo respirando
profundamente. Después de lo que se siente una eternidad, los labios de
Colin encuentran los míos. Su lengua se desliza sobre mis labios como
pidiendo permiso para entrar. Mi boca sabe qué hacer, sin pensarlo. Ésta se
abre y nuestras lenguas acogen una a la otra. El beso es largo y sensual,
tranquilo. No quiero que esto termine. Me siento agotada, satisfecha y
completa.

Se desliza fuera de mí, dejándome ya con ganas de él. Sus rasgos no


son los mismos que siempre son después de hacer el amor. Esta vez no hay
sonrisa, ninguna señal de su infantil felicidad. En su lugar, hay algo oscuro,
doblándose detrás de la máscara de preocupación.

Busco su rostro, pero desvía sus ojos.

—¿Colin? ¿Qué pasa? —Trato de mantener mi voz firme, pero me


traiciona y tiembla un poco. Mierda.
Sonríe, pero si tuviera que categorizar esa sonrisa, no dudaría en
ponerla en la carpeta PRIMA TRISTE DE LA DEPRESIÓN. Levanto mis cejas
en una expresión de “vamos”. Suspira y se pone de vuelta sus vaqueros. ¿De
verdad? ¿Eso es todo lo que obtengo? ¿Ninguna explicación? ¿Nada?

Toma una toalla del gabinete y la envuelve alrededor de mí.

Aprecio esto, pero no lo dejaré arruinarme el encontrar qué lo está


consumiendo. Así que agarro su brazo y lo hago mirarme.

—Habla —ordeno.

—Necesitas dormir más y luego comer un desayuno de verdad.


Arreglaré algo para nosotros pronto.

—¿Colin? —Mi voz adquiere un tono de incredulidad.

Suspira de nuevo y hago una mueca. Ruedo mis ojos también, porque
no puedo evitarlo.

—Te llevaré a la cama ahora. Quiero que duermas. Hablaremos


después. Lo prometo. —Suena impaciente.

No hay manera de persuadirlo. Así que me resigno en una actitud de


“lo que tú quieras” para no llevar el problema más lejos. Ni siquiera estoy
segura de cuál es el problema. Me deslizo fuera de la encimera del baño y
voy a mi habitación. Me sigue y se sienta conmigo en la cama. Frota la toalla
sobre mi piel y cabello, y agradezco su gesto de cariño. Se siente como mi
Colin real. Mi corazón se ensancha y envuelvo mis brazos alrededor de él,
enterrando mi cara en su camisa mojada.

—Sácate esto. Estás empapado —digo.

Desabotona su camisa y mi corazón se salta un latido. Los dioses de


la lujuria me jalan de los brazos, invitándome a bailar de nuevo. Eros,
Himeros, Pothos, Peitho, ¿en serio? ¿De nuevo? Ah, qué diablos.

Me inclino hacia él y lamo la esquina de su boca solo con la punta de


mi lengua. Responde inmediatamente, empujándome sobre mi espalda y
colocándose encima de mí. Su boca está sobre la mía, besándome fuerte,
urgentemente, como si fuese la última vez. Siento su aliento acelerándose y
pronto está jadeando y jalando su media desabotonada camisa sobre su
cabeza.

Mis piernas se envuelven alrededor de su cintura y aprieta sus


dientes.

—No puedo tener suficiente de ti, Natalie. Quiero hacerte el amor una
y otra vez.

—Yo también —digo contra su boca—. Hazlo. Ahora.

Saca sus vaqueros en un tiempo récord. Los lanza hacia el suelo.


Siento su firme erección presionándome. Y luego está dentro de mí. Grito
por la conmoción inicial. Pero entonces un calor abrasador y la humedad
me hacen derretir en él, y nos movemos juntos, golpeando uno contra otro
duro y rápido. Ambos gemimos y gritamos cuando las olas de delicia nos
inundan al mismo tiempo. No puedo parar. Esto sigue y sigue, y no quiero
que pare. Nunca.

Sé que Colin debe estar sintiendo lo mismo. Sus mandíbulas están


tensas y sus dientes están descubiertos. Está jadeando, golpeando en mí
continuamente, fuerte, llevándome hacia el borde de la cama. Mis piernas
están temblando de cansancio, y finalmente desacelera, solo pulsando
tiernamente dentro de mí. Me besa suavemente, como disculpándose por el
asalto anterior. Pero amo ser asaltada por él de esta forma.

Entierra su rostro en mi cuello, respirando fuerte. Su pecho firme


presiona contra mis pechos. Agradezco esa cercanía. Envuelvo mis brazos y
piernas alrededor de él y lo sostengo fuerte. Quiero que se abra a mí. Y
quiero decirle también. Pero estoy indecisa, ¿qué si esto es algo para lo que
no está preparado? ¿Qué si no quiere o no sabe cómo hacerlo? Ha estado
distanciándose de mí últimamente. Poco a poco, lentamente, como tratando
de introducir la idea, en lugar de ir de lleno con… ¿qué? ¿Irse? Quiero hablar
con él, pero no capta la indirecta. Y estoy tan cansada ahora.

Caigo dormida con Colin todavía dentro de mí. En algún punto siento
a través de la pesada neblina de mi sueño que él se desliza fuera de mí y me
cubre con el edredón.
Capítulo 15
“¿No hay forma de salir de la mente?”
Sylvia Plath

Traducido SOS por Fedee Black


Corregido por Key

M e sacudo despierta. La cabeza me duele como un hijo de puta,


y suprimo un gemido. El alcohol y yo nunca seremos amigos.
¿Qué demonios me poseía al tomar un trago tras otro, añadiendo una
cerveza a la mezcla? Me siento en la oscuridad e inmediatamente, caigo de
nuevo. Me vuelvo para ver si Colin está dormido a mi lado, pero no está aquí.
Estoy usando una camiseta. Colin debió ponerla sobre mí sin que me
despertara.

Mi corazón se tambalea cuando me acuerdo de la última noche. ¿Por


qué se puso tan nervioso? Él no es así. Y yo no soy de emborracharme.
Repito los hechos desde el momento en que lo llamé y me estremezco ante
los recuerdos. Caray, hablando de reaccionar exageradamente.

Puedo estar perdiéndolo. Poco a poco. Definitivamente hay cierta


hostilidad entre nosotros, que no viene de mí. Incluso aunque él solo ha
estado preocupándose, hacer el amor sigue siendo increíble. Pero en el fondo
tengo la sensación de que está disconforme. Algún extraño dolor emana de
Colin, y está creciendo y mostrando su horrible cabeza más y más a menudo
últimamente.

No sé cómo traerlo de vuelta sin actuar como una novia demasiado


posesiva. Desprecio a la gente sobre-posesiva. Si no quiere quedarse
conmigo, bueno, voy a dejar que se vaya. Incluso si se me rompe el corazón,
no le voy a rogar para quedarse.

Estoy tumbada sobre mi costado, frente a la ventana, con las rodillas


flexionadas y cerca de mi estómago. El colchón se hunde por el peso de
Colin. Se sube a la cama y se sitúa detrás de mí, envolviendo su brazo
alrededor de mi cintura y moldeando su cuerpo al mío. Sonrío y me relajo.
Lo último que siento antes de dormirme es su cálido, suave aliento en mi
pelo.

Una alarma de coche en algún lugar fuera de mi ventana me despierta.


Mi dormitorio está tranquilo. La respiración rítmica de Colin y el tic-tac del
viejo reloj de mi abuelita en mi biblioteca son los únicos sonidos que
reconozco al principio. Entonces oigo el correr del agua en las tuberías, como
uno de los vecinos usando su baño. El retumbante ruido de un helicóptero
en el cielo de Seattle se hace más fuerte y una estridente risa se oye en el
pasillo del apartamento en algún lugar justo afuera de mi puerta principal.
La vida todavía es fuerte a nuestro alrededor. Pero algo entre Colin y yo está
muriendo, y solo espero que podamos guardarlo en el tiempo.

La mano de Colin agarra mi camiseta y la presiona contra mi


estómago, como si quisiera asegurarse de que no voy a dejarlo sin
despertarlo. Envuelvo mis dedos alrededor de su mano y acaricio su piel
caliente. Se agita y hace un pequeño sonido dormido. Mi despertador
muestra las 9:11 am en números digitales rojos. No quiero levantarme.
Quiero quedarme así para siempre, con Colin perfectamente acunándome,
sosteniéndome cerca, respirando tranquilamente en mi pelo.

Vuelvo a caer dormida.

Cuando siento sus labios en mi mejilla, abro mis ojos. Se inclina sobre
mí en la cama, apoyándose en sus brazos y rodillas.

—Hey —susurra.

—Oye —le susurro de regreso y miro el reloj de alarma en mi mesita


de noche, ¿Son más de las once de la mañana ya? ¿Dormimos todo este
tiempo?

—Vuelve a dormir. Debo irme.


—¿Por qué? Puedes quedarte el resto del fin de semana. —Bostezo y
me estiro.

Sonríe, pero no llega a sus ojos.

Frunzo el ceño. ¿Eso es todo? ¿Hemos terminado?

—Háblame.

—No he sido honesto contigo, Natalie…

Mi corazón se tambalea en mi pecho, y me siento.

—¿De qué estás hablando? —¿Está engañándome? No otro más,


maldita sea. ¡No Colin!

Se sienta sobre sus talones y se pasa los dedos por el pelo. Su


mandíbula se tensa. Espero, sin palabras. ¿Se supone que debo saber? ¿O
soy tan estúpida como para enamorarme de él a pesar de todas mis malas
experiencias del pasado? ¿Qué diablos está pasando? ¿Por qué simplemente
no puedo encontrar un tipo en el que pueda confiar?

—¿Qué quieres decir con que no has sido honesto conmigo? —digo
finalmente—. ¿Hay alguien más?"

—No. ¡No! Nunca —Claramente, no esperaba tal reacción de mi parte.


¿Qué, pues?

La culpa me corroe. ¿Por qué iba yo a saltar inmediatamente a esa


conclusión? Colin nunca me ha dado ninguna vibración extraña. Sé que no
sería capaz de engañarme. No es del tipo que engaña.

Colin me acaricia con el pulgar en la mejilla y el labio inferior. Su


rostro se relaja, y la sombra de una sonrisa triste se desliza sobre su
hermoso rostro. Toma mi cara entre sus manos y presiona un fuerte beso
en mis labios. El beso se siente voraz, casi contundente. Envuelvo mis
brazos alrededor de su cuello y lo beso de nuevo. Su lengua roza alrededor
de mi labio inferior. Abro la boca y lo dejo entrar, Colin me besa con tanta
ansiedad como si no me hubiese besado por días; como si no me hubiese
visto desde hace meses. Hay tanta pasión en el beso y en la forma en que
sus manos vagan por mi espalda, el cuello y los hombros como si su vida
dependiera de ello.

Pero necesito saber lo que le está pasando, así que me alejo.

—Háblame. ¿Qué está pasando?

Me acuesto y Colin se acerca flotando por encima de mí, apoyando su


peso sobre sus antebrazos. Siento sus dedos rozar alrededor del nacimiento
del cabello. Es un toque familiar. Me encanta. Me encanta Colin. Se da la
vuelta a un lado y se apoya sobre su espalda, cubriéndose los ojos con el
hueco de su brazo flexionado. Espero.

Después de un minuto de silencio mueve el brazo de su cara. Su voz


está más áspera que nunca; y muy tranquila.

—Cuando tenía veintiún años... estaba en el penúltimo año en la


UCLA14, había una chica que te mencioné. Faith...

Me muevo a mi lado para poder ver su expresión. Y lo que veo me


asusta, su rostro se retuerce de dolor y pena. Traga saliva, su nuez de adán
subiendo y bajando.

—Era una estudiante de primer año, apenas de dieciocho años, recién


salida de la escuela. Su madre seguía bebiendo llevándose a sí misma al
olvido hasta que, una tarde después de la escuela, Faith la encontró muerta
en el porche delantero, botella en mano. No quería hablar mucho de eso,
pero una vez algo se le escapó. —Toma una respiración profunda.

Siento que mis cejas se juntan, pero no interrumpo. El brazo de Colin


se remonta sobre sus ojos. Es tan difícil verlo sentir tal dolor. Quiero
expresar mi apoyo, por lo que le toco el hombro y suavemente lo acaricio.

Toma otra respiración lenta, profunda, y las palabras salen.

—El padre de Faith era un fanático del control. No la dejaría ir a


ningún lugar, incluso con sus mejores amigos. No le permitía salir de la casa
después de caminar de regreso de la escuela hasta que él regresara del
trabajo. E incluso entonces solo podía ir a la tienda de comestibles. Todo lo

14
Universidad de California, Los Ángeles, conocida también por su acrónimo, UCLA.
demás estaba conduciendo a una distancia de su pequeña ciudad. Ella no
tenía coche. Su padre la llevaba a la biblioteca o si necesitaba ir de compras.
Faith fue aceptada en cinco colegios, entre ellos uno de la Ivy League. Pero
su padre no quería oír hablar de ella alejándose de California. Su única
opción era la UCLA. Ahí es donde nos encontramos, en una fiesta. Fue el
primer partido de su vida, y ella estaba asustada. Era tan ingenua y tan...
pura. Había algo diferente en ella, algo... que tienen los niños. Estaba
fascinada con todo lo que veía. Le pregunté, y se puso tan tímida, no podía
mirarme a los ojos. Pero empezamos a salir... lentamente. Faith era... bueno,
ya sabes... era virgen; nunca había estado con nadie.

Colin deja de hablar, y estoy esperando, porque no quería hacer


cualquier pregunta. Demonios, no tengo idea de qué preguntar. Parece tan
frágil, tan vulnerable. Nunca lo había visto así. Es como si se transformara
en un completo extraño justo en frente de mis ojos. Mi descarado, divertido,
sexy Colin se ha ido. Y en su lugar es este chico triste, roto. Pero es Colin, y
eso es lo que me asusta. Me doy cuenta de que no conozco a mi novio en
absoluto.

Gira la cabeza para mirarme y toma mi mano en la suya. Presiona los


labios en mis nudillos. Creo que esta es su manera de calmarse.

—Después de un tiempo, Faith comenzó a emborracharse en todas las


fiestas que fuimos. Muy borracha, hasta el punto de perder el conocimiento.
También trató con drogas. No pensé mucho en eso. Infierno, ninguno lo hizo.
—Cierra los ojos y niega con la cabeza, como si no creyera sus propias
palabras.

Ahora empiezo a entender su reacción en cuanto a que me


emborrachase. Me siento horrible. Espero por él para seguir adelante.

—Primero fue un poco de éxtasis y marihuana, pero pronto se trasladó


al crack y la metanfetamina. Escondió eso de mí. O tal vez yo era tonto como
el culo y no lo hizo... joder, ¡no tenía ni idea! No tenía idea de que podía estar
tan metida en esta mierda. Cambió muy rápido, la niña inocente y dulce que
conocía desapareció. Faith se volvió mala y confundida. Agresiva también.
No podía dormir. Estaba perdiendo peso rápidamente. Era una pequeña
cosa, para empezar. Pronto parecía un esqueleto de un niño. Y no quiso
escuchar. Se escapaba fuera del colegio, faltaba a clases, lanzaba ataques
violentos, cosas por el estilo.
Me muevo cerca de él y cubre cuidadosamente mi brazo alrededor de
su pecho. Descanso una rodilla doblada sobre su muslo, en un intento de
calmarlo.

—Lo siento. Estos recuerdos están todavía muy vivos ¿verdad?

Colin asiente y se pasa la mano por el pelo. Su mandíbula trabaja, y


su nariz se ensancha.

—Un día llegó completamente borracha... diablos, debería haberlo


sabido... Siempre intentaba vigilarla, pero ella encontraría la manera de
colarse en alguna mierda. Era joven y estúpido. No me desviaba en el alcohol
y las drogas. Estábamos en una fiesta, y esta vez se había emborrachado
muy rápido. Comenzó a irse con un tipo. Me enojé y le pegué en la nariz. Se
rió en mi cara y salió corriendo. La perseguí, pero me golpeó con una botella,
y me desmayé. Saltó al coche y comenzó a manejar. Tuve la oportunidad de
entrar. Traté de detenerla, pero estaba demasiado enojada, totalmente
psicótica. Era como si algo la poseyera. Debió haber tomado algunas drogas
fuertes. Se desvió del tráfico y…

Colin comienza a respirar muy profundo y muy rápido.

Doy un salto y agarro sus brazos.

—¿Qué es? Colin, ¿qué está pasando? —Lo sostengo.

Está temblando, sus dientes comienzan a castañear, sus ojos están


desenfocados. Joder, ¿es que está en las drogas? ¡Colin odia las drogas
ahora! Me dijo eso. ¡Hablamos más de una vez!

—Cariño, relájate. Te tengo, te tengo —le susurro y me presiono sobre


él, tratando de detenerlo. Estoy asustada. Tal vez debería llamar a una
ambulancia.

Colin gruñe y sigue hiperventilando. Inclina la cabeza hacia atrás y


grita con los dientes apretados.

—Dios, ¿qué está pasando? ¿Qué puedo hacer? ¿Tomaste algo de


mierda? ¡Háblame! —Frenética, miro a mi alrededor como si pudiera
encontrar una solución en mi dormitorio. Sus ojos se dilatan. Todavía está
temblando, pero su respiración se ralentiza un poco. Agarro el teléfono de
mi mesilla y marco el número 911.

La calma del operador, una voz profesional me pregunta acerca de la


naturaleza de mi emergencia. Les explico lo que le está sucediendo a Colin,
le doy su edad, y mi dirección. Ella dice que la ambulancia está en camino.
Pronto hay un golpe en la puerta. Para entonces Colin está inmóvil,
respirando todavía rápido, sus puños presionando a sus ojos. Salto sobre él
y corro hacia la puerta. Dos paramédicos. Me los llevo a mi habitación. Colin
está ahora sentado en la cama, meciéndose hacia adelante y hacia atrás.

Me arrodillo junto a él y lo sostengo fuerte.

—Los paramédicos están aquí —le susurro—. Diles lo que está


pasando, cariño.

—Estoy teniendo un ataque de pánico —dice Colin entre respiraciones


profundas.

Los paramédicos están hablando con él, dándole instrucciones,


comprobando su presión arterial y el pulso. Pronto, balancea sus piernas
hacia abajo de la cama y se desploma con los pies en el suelo. Me coloco
junto a él, dispuesta a ayudar, aunque no tengo ni idea de cómo. Oigo decir
a los médicos de que sus ataques de pánico comenzaron en la universidad
después del accidente de coche que le quitó la vida de su amiga. Tuvo el
PTSD por algunas semanas, que aprendo es el trastorno de estrés post-
traumático. No sé mucho de esas cosas, pero estoy segura de que esto es
serio.

El rostro de Colin está más relajado ahora. Su piel ha perdido ese color
ceniciento raro y ahora vuelve a su estado normal, saludable. Le aliso el pelo
y beso la parte superior de su cabeza. Toca mi brazo y me mira. No estoy
segura de cómo interpretar su expresión, pero veo una mezcla de gratitud,
temor y vergüenza.

—Hey —susurro, de cuclillas frente a él y agarrando sus manos en las


mías. Sonrío, con la esperanza de ponerlo a gusto—. Estoy aquí. Está bien.
Lo que está sucediendo, está bien. —Aprieto su mano y aprieta la mía de
regreso.
Cuando los paramédicos se van, cierro la puerta y encuentro a Colin
sumido en sus pensamientos.

—¿Puedo traerte un vaso de agua? —le digo suavemente.

—Sí, eso sería genial. —Su voz es tranquila, y no me está mirando.

Vuelvo de la cocina con un vaso de agua helada y se lo doy a Colin.


Bebe la mitad de un solo sorbo.

—Por lo tanto, un ataque de pánico —empiezo con cautela.

Asiente con la cabeza un par de veces. Junta sus cejas, y un pliegue


profundo se forma entre ellas. Me acuesto sobre mi lado.

—Ven aquí. Ven a mi lado.

Colin obedece en silencio y un momento después cruza sus brazos


bajo la parte posterior de su cabeza. Está mirando hacia el techo.

—Eso es lo que quise decir cuando dije que no he sido honesto contigo.

¿Qué? Y ahí estaba yo, de inmediato acusándolo de engañarme en mi


cabeza. Soy una perra. Ugh. Me siento como una mierda ahora.

—Cariño, ¿por qué incluso creo que esto es algo deshonesto?

—Porque debería habértelo dicho. Los ataques de pánico acabaron


hace mucho tiempo. No he tenido ningún problema en años sin retrocesos,
sin trastorno del sueño, sin medicamentos o terapia necesaria. Pero
tampoco dejo acercarse a nadie desde que Faith murió en ese accidente
automovilístico.

—¿No hubo nadie en todos estos años?

—Había mujeres. Muchas de ellas realmente. Pero a pesar de que lo


intenté, no pude involucrarme con nadie.

Abro la boca pero las palabras no salen. No estoy segura de lo que


debo y lo que no debo decir. Así lo espero para continuar.

Aprieta los ojos y niega con la cabeza antes de decir:


—Me separé de todo el mundo en mi vida. Incluso de los dos miembros
más cercanos de la familia que tomaron el lugar de mis padres muertos, mi
abuela y mi bisabuela. Lo único que pude hacer fue estudiar. Como un loco.
Completé todos los cursos universitarios requeridos en un tiempo récord. Y
entonces hice mi maestría. Poco a poco, los malos recuerdos fueron
disminuyendo, tuve la oportunidad de salir de las medicinas, y detener la
terapia. Todo parecía volver a la normalidad. Tenía mi trabajo ideal con la
estación de radio más guay de la ciudad. Hice nuevos amigos. No tenía
problemas. —Se muerde el labio inferior.

Lo miro.

—¿Y luego? ¿Lo que desencadenó este ataque de pánico?

—Hubo dos antes de éste. Ambos en esta semana —dice con seriedad.

—¿Cómo este? ¿Después de unos años sin problemas? ¿Qué crees que
los causó? —pregunto, pero estoy muy asustada de oír la respuesta. No sé
por qué, pero tengo la sensación de que esto tiene algo que ver conmigo.

Colin gira su cuerpo al mío, y nos enfrentamos el uno al otro. Se


acerca y apoya su frente contra la mía. Y luego dice:

—Tú lo hiciste.

—¿Qué? —Mi corazón salta en mi pecho, y me ruborizo. Normalmente,


tengo algunas respuestas sarcásticas en lista, pero este no es el momento
para cualquiera de mis firmes insinuaciones de buen humor.

Lo observo. Creo que está tratando de poner buena cara, pero puedo
leerlo como un libro abierto, es muy duro para él. Hay tanto dolor detrás de
esos ojos azules, sexys, y me doy cuenta de que solo conozco a Colin en la
superficie.

Besa mi nariz, y trata de sonreír, pero solo logra una mueca triste.

—No quiero perderte, Natalie. Eres lo mejor que me ha pasado.


Siempre.
Almost Broken Up
¿C uan lejos irías para
proteger a quien te ama?

Los terrores del pasado de


Colin son revelados y aceptados por
Natalie. Sus dudas sobre permitirle
entrar en su vida finalmente son
desvanecidas y reemplazadas por
una sensación de seguridad y
compromiso. Pero Natalie no sabe
que el pasado de Colin esconde más
oscuros secretos desconocidos
incluso por él.

Cuando un ilusorio psicópata


amenaza la vida de Colin, las cosas
se vuelven rápidamente
complicadas. El difícil carácter y
deseo de Natalie por patear traseros
no le permitirá hacerse a un lado y
permitir que las autoridades lidien
con el peligro. Se enreda con
rufianes, se hace amiga de novias
mantenidas de gangster, y se vuelve una experta en asegurar y ocultar
evidencias.
Sobre la Autora
A. O. Peart Peart es una autora
que escribe en varios géneros
como comedia romántica,
suspenso romántico, paranormal, y
fantasía urbana. Vive en el área de Seattle
con su familia y un gato Canela
crónicamente curioso que se comporta
como un perro. A menudo se la puede
divisar en uno de los innumerables lugares
de Seattle Starbucks, febrilmente
escribiendo en su computadora y bebiendo
café con crema, o más bien, la crema con
un poco de café en ella. No te sorprendas
si cuando pides un libro de bolsillo llega "decorado" con café y manchas de
chocolate (¡es broma!)

Resist Me and Reclaim Me ha estado catalogado como # 1 en varias


categorías de Amazon y en las listas de libros más vendidos, incluyendo
Movers & Shakers.

Los libros de su serie contemporánea de comedia romántica Almost


Bad Boys fueron nominados por la Indie Romance Convention 2014 para
cuatro categorías diferentes, incluyendo Mejor Próxima Serie India,
mientras que Angela fue nominada como Mejor Autora India del Año 2014.

Almost Matched fue votado como # 36 entre “Los 50 mejores libros


que merecen ser leídos en 2014.”
Traducido, Corregido
y Diseñado:

También podría gustarte