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ElMesias de Las Escrituras
ElMesias de Las Escrituras
Tanto Mesías, calco del hebreo y del arameo, como Cristo, trascrito del griego,
significan «ungido». Esta apelación vino a ser en la época apostólica el nombre propio
de Jesús y se ha apropiado el contenido de los otros títulos reivindicados por él. Por lo
demás, subrayaba acertadamente el nexo profundo que enlazaba a su persona con la
esperanza milenaria del pueblo judío, centrada en la espera del Mesías, hijo de David.
Sin embargo, los empleos de la palabra ungido en el AT y luego en el judaísmo no
comportaban todavía la riqueza de sentido que el NT dio a la palabra Cristo. Hay que
remontarse hasta los orígenes de este vocabulario para ver la transformación que le
hizo sufrir el NT proyectando en él la luz de una revelación inscrita en las palabras y
en la historia de Jesús.
AT
En el AT la palabra ungido se aplica ante todo al rey; pero también designó a otros
personajes, particularmente a los sacerdotes. No obstante, el primer uso es el que
dejó más huellas en la escatología y en la esperanza judía.
Los salmos anteriores al exilio ponen en evidencia el puesto de este Mesías regio
en la vida de fe de Israel. La unción que ha recibido es signo de cierta preferencia
divina Sal 45,8; ha hecho de él el hijo adoptivo de Yahveh Sal 2,7 2Sa 7,14. Así está cierto
de la protección de Dios Sal 18,51 20,7 28,8. Rebelarse contra él es una locura Sal 2,2,
pues Dios no dejará de intervenir para salvarle Hab 3,13 y «exaltar su cuerno» 1Sa 2,10.
Sin embargo, se ora por él Sal 84,10 132,10. Pero fundándose en las promesas hechas a
David, se espera, sí, que Dios no dejará nunca de perpetuar su dinastía Sal 132,17. Así
es grande el desconcierto de los espíritus cuando, después de la caída de Jerusalén,
el ungido de Yahveh es hecho prisionero por los paganos Lam 4,20: ¿por qué ha
desechado Dios así a su Mesías, de modo que todos los paganos le
ultrajen Sal 89,39.52? La humillación de la dinastía davídica es una prueba para la fe,
1
Léon-Dufour, X., Vocabulario de Teología Bíblica, Barcelona 2009; pp.
prueba que subsiste aun después de la restauración postexílica. En efecto, la
esperanza del restablecimiento dinástico suscitada un momento por Zorobabel es
pronto decepcionada: Zorobabel no será nunca coronado (a pesar de Zac 6,9-14) y ya no
volverá a haber Mesías regio a la cabeza del pueblo judío.
Los profetas, con frecuencia severos con el Ungido reinante, al que juzgaban infiel,
orientaron la esperanza de Israel hacia el rey futuro, al que, sin embargo, no dan
nunca el título de Mesías. A partir de sus promesas se desarrolló el mesianismo regio
después del exilio. Los salmos regios, que en otro tiempo hablaban del Ungido
presente, se cantan ahora en una nueva perspectiva que los hace referirse al Ungido
futuro, Mesías en el sentido fuerte del término. Describen anticipadamente su gloria,
sus luchas Sal 2, sus victorias, etc. La esperanza judía enraizada en estos textos
sagrados es extremadamente viva en la época del NT, particularmente en la secta
farisea. El autor de los salmos de Salomón (63 antes de J.C.) invoca la venida del
Mesías, hijo de David Sal 17 18. El mismo tema es frecuente en la literatura rabínica. En
todos estos textos el Mesías se sitúa en el mismo plano que los antiguos reyes de
Israel. Su reinado ocupa un puesto en el marco de las instituciones teocráticas, pero
se comprende de una manera muy realista que acentúa el aspecto político de su
función.
También como «profetas de Yahveh» se llama una vez a los miembros del pueblo
de Dios sus ungidos (Sal 105,15; quizá Sal 28,8 Hab 3,13). Pero todos estos empleos de la
palabra son sólo ocasionales.
2. Los sacerdotes ungidos.
Ningún texto anterior al exilio habla de unción de los sacerdotes. Pero después del
exilio, el sacerdocio ve aumentar su prestigio. Ahora que ya no hay rey, el sumo
sacerdote es el jefe de la comunidad. Entonces es cuando, para consagrarlo a su
función, se le confiere la unción. Los textos sacerdotales tardíos, para subrayar la
importancia del rito, lo hacen remontarse hasta Aarón Ex 29,7 30,22-33 Sal 133,2. La
unción, por lo demás, se extiende luego a todos los sacerdotes Ex 28,41 30,30 40,15. A
partir de esta época el sumo sacerdote es el sacerdote ungido Lev 4,3.5.16 2Mac 1,10, por
tanto, un «mesías» actual como lo era antiguamente el rey Dan 9,25. Prolongando
ciertos textos proféticos que asocian estrechamente realeza y sacerdocio en la
escatología Jer 33,14-18 Ez 45,1-8 Zac 4,1-14 6,13, algunos ambientes aguardan incluso en
los últimos tiempos la venida de dos Mesías: un Mesías sacerdote que tendrá la
preeffiinencia y un Mesías rey encargado de los asuntos temporales (testamentos de
los doce patriarcas, textos de Qumrán). Pero esta forma particular de la esperanza
mesiánica parece restringirse a los círculos esenios marcados por un influjo sacerdotal
preponderante.
3. Escatología y mesianismo.
NT
2. Actitud de Jesús.
Así Jesús adopta en este particular una actitud reservada. Salvo en Jn 4,25s (donde
el término traduce sin duda en lenguaje cristiano una expresión de la fe samaritana) no
se da a sí mismo nunca el título de Mesías. Se deja llamar hijo de David, pero prohibe
a los endemoniados que declaren que es el Mesías Lc 4,41. Acepta las confesiones de
fe, pero después de la de Pedro recomienda a los doce que no digan que es el
Mesías Mt 16,20. Por lo demás, a partir de este momento, pone empeño en purificar la
concepción mesiánica de sus discípulos. Su carrera de Mesías comenzará como la
del siervo doliente; Hijo del hombre, entrará en su gloria por el sacrificio de su
vida Mc 8,31 p 9,31 p 10,33s p. Sus discípulos están desconcertados, como lo estarán los
judíos cuando les hable de la «elevación del Hijo del hombre» Jn 12,34.
Así pues, a la luz de pascua la Iglesia naciente atribuye a Jesús este título de
Mesías Cristo, ahora ya despojado de todo equívoco. Sus razones son apologéticas y
teológicas. Hay que mostrar a los judíos que Cristo, objeto de su esperanza, ha venido
en la persona de Jesús. Esta demostración reposa sobre una teología muy segura que
subraya la continuidad de las dos alianzas y ve en la segunda la realización,
el cumplimiento de la primera. Jesús aparece así como el verdadero hijo de
David Mt 1,1 Lc 1,27 2,4 Rom 1,3 Act 2,29s 13,23, destinado desde su concepción a recibir el
trono de David su padre Lc 1,32, para llevar a término la realeza israelita estableciendo
en la tierra el reino de Dios. La resurrección es la que lo ha entronizado en su gloria
regia: «Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús al que vosotros
crucificasteis» Act 2,36. Pero esa gloria es del orden de la nueva creación; la gloria
temporal de los antiguos ungidos de Yahveh no era sino una lejana figura de la misma.