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El Perú es un país de civilizaciones muy antiguas, que comenzaron su desarrollo

hace más de diez milenios en las frías punas altoandinas.


 
Caral es la culminación de un primer proceso cultural al que se le denomina
Periodo Inicial, cuyas principales características son la construcción de templos
escalonados de adobe, plazas circulares y pequeñas aldeas alrededor de los
centros de culto y administración. A esta etapa pertenecen sitios arqueológicos
notables como Sechín, en la costa de Áncash, y el Templo de las Manos
Cruzadas de Kotosh, en Huánuco.
 
Unos mil años más tarde surgió Chavín, en los Andes norcentrales, en el
departamento de Áncash.
 
Hacia el 700 a. C. apareció en la costa central otra cultura fascinante, los
primeros grandes pobladores del desierto: Paracas, cuyos pobladores fueron
hábiles tejedores –sus grandes telares de intrincados diseños han dado la vuelta
al mundo– y destacaron por la forma de enterrar a sus muertos.
 
Durante los primeros siglos de nuestra era y tras la hegemonía Chavín,
aparecieron diversos señoríos a lo largo del territorio; entre ellos destacan los
Mochica, que extendieron su dominio por casi toda la costa norte del Perú.
 
Tras este primer desarrollo, apareció lo que se denomina el primer imperio
regional: Wari, hacia el 550 d. C. Como una continuación de la cultura
Tiahuanaco, forjada en el altiplano de Perú y Bolivia, los Wari dominaron un
territorio extenso y configuraron lo que luego se convertiría en el
Tahuantinsuyo. Fueron ellos quienes comenzaron con el trazo de los grandes
caminos prehispánicos y sentaron las bases de la administración social y del
territorio que luego heredarían los Incas del Cusco.
 
Con la desaparición de Wari, aproximadamente en 1 200 d. C. comienza el
periodo Intermedio Tardío, una segunda oleada de desarrollos regionales donde
se destacan los Chimú, quienes edificaron la extensa ciudad de Chan Chan, la
construcción de adobe más grande del mundo.
 
Este es también el tiempo de los Chachapoyas, los ‘hombres de las nubes’,
habitantes de los exuberantes bosques de neblina de Amazonas, donde
levantaron las más alucinantes ciudades y mausoleos mediante excavaciones
en filosos acantilados.

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