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L

DÉLAS

ISLAS CANARIAS
POR

AGUSTÍN MILLARES
socio correspondiente de la J{. ^cademia de la jUistoria.

TOMO PRIMERO

LAS PALMAS
IMPRENTA DE LA VERDAD DE I. MIRANDA
CAU.E DB LOS REMEDIOS NÚM. 1 0 .

1893
BASES DE LA PUBLICACIÓN.

I.'' La obra se publica por tomos eiicua-


dernados á la rástica i5fe ^50 á 350
páginas eu 8." mayor, y constará de
7 á 8 tomos.
2.* Su precio es el s^uiente- ^^^ ^
En la Provincia. , , . . . 3 »
En la Península y extrangero. 3 50
En Ultramar ^, . 4 »
3.* Sp reparte un tomo cada dos meses.

Se admiten suscripciones en Las Palmas de Gran


Canaria, imprenta de D. Isidro Miranda (Remedios
10) y eu casa del autor (Gloria 21).
s •

filSTOKU GENERAL

DE LAS

ISLAS CANARIAS.

B!3L!0TEC/i i;::r/:r:;TARíA
LAS PALMAD ÍJE^G C A N A R J A

N.^DuciünunU).
N.° Gí!-.!a J2M2XX
DE LAS

ISLAS CANARIAS
pon

ACTUSTÍN MILLARES
socio correspondiente de la Ji^. (Academia de la ^Historia.

TOMO PRIMERO

LAS PALMAS
IMPRENTA DE LA YERBAD DE I. MIRANDA
CALLE DE LOS nEMEDlOS NÚM. 10

1893
VI nlSTOKIA DK LAS ISLAS CANARIAS.

lución se busca con afán en el detenido exa-


men de las alternas capas, que constituyen
su macizo.
También ofrecen las Ca;narias, un palpi-
tante interés, bajo el punto de vista antro-
pológico y etnográfico, si tenemos en cuen-
ta el rápido desenvolvimiento que estos es-
tudios han recibido con la aparición casi si-
multánea de esos restos prehistóricos, que
han venido á revelar épocas ignoradas de la
infancia del hombre, y á descubrir, de una
manera racional y científica," el enlace, cru-
zamiento y filiación del tipo que ha consti-
tuido la especie.
.El movimiento civilizador del Archipiéla-
go, desde ese momento histórico, en que la
conquista lo eslabona á la vida universal,
ofrece, asimismo, un cuadro digno de razo-
nada crítica, si se pretende investigar el des-
arrollo que las ciencias, las letras y las ar-
tes, la agricultura, el comercio y la indus-
tria, los usos, los hábitos y las costumbres
han experimentado en el trascurso de estas
últimas centurias, escudriñando para ello las
AL LECTOR. VII

causas que lian dado movimiento y existen-


cia á esos indispensables elementos de todo
progreso social.
El conocimiento, pues, de lo pasado, para
enseñanza de lo presente, y advertencia de
lo porvenir, nunca podrá ser bastante aplau-
dido, por más modesta que sea la obra, que
venga á contribuir á su desenvolvimiento.
Las Islas Afortunadas, apesar de la hu-
milde posici(Sii que ocupan entre sus herma-
nas, las provincias españolas, sentían, mu-
cho tiempo há, la imperiosa necesidad de
poseer una historia propia, que recordase su
vida pasada, su actual organismo, y sus fu-
turas aspiraciones.
Los materiales abundaban, pero la histo-
i'ia no existía. Así es que, con frecuencia,
cuando algún viajero, atraído por el poético
renombre de este Archipiélago, por la be-
nignidad de su clima, ó por la curiosidad de
interrogar los vestigios, que aiin nos restan,
de su prehistoria, se ha detenido en sus pla-
yas, y recoriendo sus pintorescos valles y
abruptas montañas, su primer deseo ha sido
Vni HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

siempre obtener un libro, que resuma, en


pocas y correctas páginas, la última palabra
de la ciencia sobre el origen, costumbres y
lenguaje de la raza que pobló estas Islas,
las leyendas de su pasado, sus luchas con
las huestes conquistadoras, su vida actual, y
las promesas que su suelo guarda para el
porvenir.
La obra que hoy ofrecemos al público,
intenta responder á esas diversas interroga-
ciones, hasta donde alcancen las fuerzas de
su autor.
Pero, entretanto, y sea cual fuere el re-
sultado de sü modesto trabajo, permítasele
consignar aquí, que no cree inútil esta ten-
tativa Hteraria, porque indudablemente des-
pertará en los Canarios la afición á una cla-
se de estudios, con cuyo auxiho se consegui-
rá algún dia llevar un recuerdo de la olvida-
da patria, á los centros ilustrados de España
y del extranjero, ensanchando, al mismo
tiempo, la senda hoy tan difícil y escabrosa
de las investigaciones científicas.
Sólo de este modo otros ingenios, con ma-
AL LBCTOK. IX

y01' acierto y copia de datos, podrán satisfa-


cer cumplidamente el deseo, cada dia más
vivo y.ardiente, de los que anhelan conocer
la historia de su país, para elevarlo á la altu-
ra que merece, tanto por la variada riqueza
de sus productos naturales, cuanto por su
envidiable posición marítima.
En efecto, hállase este archipiélago á las
puertas de ese codiciado Continente, que, si-
tiado por la civilización, no tardará en entre-
gar sus maravillosos secretos á la ciencia. A
tan favorable circunstancia deben las Cana-
rias la honra de servir de vanguardia á esa
noble falange de mártires, cuyas generosas y
atrevidas excursiones llevan por enseña ,el
culto de la inteligencia, y el perfeccionamien-
toindefinidodela Humanidad.
Cuando la civilización tome carta de natu-
raleza en ese desconocido suelo, tan rico en
promesas, las Islas Canarias serán el puente
echado entre la Europa y el Sahara, y servi-
rán de depósito general á sus variados pro-
ductos, dentro de esa extensa zona, que com-
prende las dos vertientes del Atlas, desde las
X HISTORIA DE LAS ISLAS CANAEIAS.

orillas del Mediterráneo y del Atlántico, has-


ta los últimos confines del gran Desierto. En-
tonces estas Islas serán llamadas las Antillas
de ese nuevo mundo, que será el último en
despertar á la voz irresistible del progreso.
INTRODUCCIÓN.

I.

La historia de las Islas Canarias no se ha


escrito todavía. ¿Es digna de escribirse?
En ese movimiento, eterna ley de la vida,
lucha que en el hombre se revela por una
vehemente aspiración hacia un perfecciona-
miento sin límites definidos, no hay esfuer-
zo alguno que se juzgue enteramente inútil,
ni investigación que se considere ociosa, por
más modesto que sea el fin que se proponga
alcanzar.
Pequeño era, sin duda, el pueblo que ha-
bitaba las Canarias, cuando la Europa lo ató
al carro de su triunfante civilización. Más,
¿qué importa? Averiguar el origen de aque-
lla raza indómita; recoger los perdidos res-
tos de su lenguaje, religión y costumbres;
penetrar en el curioso arcano de su apari-
ción; ofrecer un cuadro exacto de su cultura
intelectual, antes que fatalmente se fu^idiera
2 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

en la raza vencedora; observar luego sus len-


tos progresos, hasta llegar á la época actual;
seguir paso á paso la ascensión de su nivel
sobre la superficie ilustrada del Globo; escu-
driñar las causas que han parahzado, retro-
gradado ó impehdo ese movimiento; estu-
diar, en fin, el pasado, presente y porvenir
de esas Islas, tarea es ésta, que no será cali-
ficada de impertinente, si recordamos el con-
junto armónico, el maravilloso enlace, el mu-
tuo apoyo, que en su ascendente marcha se
prestan hoy entre sí todas las ciencias.
Ha llegado el momento en que no hay
fronteras para la inteligencia. Un lazo univer-
sal une á los j)ueblos, fundiéndolos en un in-
terés común.
La historia particnlar de cada agrupación,
será de hoy niáp el lazo invisible que eslabo-
ne cada raza, cada nación, cada pueblo, á la
historia general de la humanidad, cuadro in-
menso, cuyas verdaderas formas crítico-lite-
rarias principian solo á bosquejarse, allá en
los indecisos horizontes de las ciencias emi-
nentemente filosóficas.
La historia no ha sido hasta ahora, salvo
rarísimas excepciones, sino una leyenda en-
comiástica de guen-as y conquistas; una se-
rie no interrumpida de hechos fatales; una
biografía de guerreros, reyes y emperado-
INTRODUCCIÓN. 3

res, con sus crímenes, ambiciones y absurdas


genealogías, sin que haya alcanzado esa al-
tura, desde la cual, olvidando los odios y
antagonismos de nacionalidad, religión y ra-
za, , nos enseñe de donde viene el hombre y
adonde vá, su misión individual y colectiva,
las leyes que rigen el murido moral, tan ne-
cesarias é inmutables como las del orden fí-
sico, las rudas luchas del espíritu, el lento y
continuo desarrollo de la razón, la emanci-
pación paulatina del hombre por la ciencia,
el perfeccionamiento cada dia más visible de
las condiciones sociales, el progreso, en fin,
qué, latente y sin interrupción, vá infiltrán-
dose en el corazón de la humanidad para
enaltecerla y vigorizarla; y como digno co-
ronamiento á obra tan portentosa, la demos-
tración plena, indubitada y concluyente, de
que el hombre no marcha al acaso por las
sendas de la vida, ni es regido por leyes cie-
gas é inconscientes, sino que, inteligente, H-,
bre y progresivo, cumple, bajo la acción
Providencial, una misión de perfecciona-
miento en ésta su rápida existencia, eslabón
misterioso de esa «adena infinita de evolu-
ciones, cuyo principio y fin se oculta á toda
disquisición humana.
HISTORIA DE LAS ISLAS CANAEIAS.

. II.

La existencia de las Islas Canarias nunca


fué desconocida á la vieja Europa.
Desde los primeros albores de la historia
, aparece su recuerdo envuelto en las oscuras
leyendas de los sacerdotes egipcios, viéndo-
se su fama pregonada por los poetas más in-
signes de aquellas remotísimas edades.
Descubiertas, luego, por los pueblos co-
merciantes del litoral mediterráneo, visita-
das por eUos, y por ellos tal vez coloniza-
das, llegó á perderse su memoria, en medio
dé los repetidos eclipses que nublaron tan-
tas veces las civilizaciones europeas. .
Ese vago .recuerdo, ahogado á intervalos
bajo las sucesivas oleadas de los pueblos in-
vasores, se vé, al fin, sobrenadar y salvarse
de la ignorancia de los siglos, medios, apare-
ciendo espléndido y glorioso en la época del
Renacimiento, bajo la triple aureola con que
lo envuelve la leyenda, lapo'esia y la reli-
gión.
Yá fuese por su situación excepcional en
las fronteras del mundo (jonocido, más aUá
de esas misteriosas columnas, terror de los
más osados navegantes; yá por la creencia,
cada vez más arraigada en la conciencia uni-
INTRODUCCIÓN. 5

versal, de que la mansión prometida á los


justos se encontraba en esas codiciadas Is-
las, dónde, bajo una priinavera eterna, se al-
zaba oculto y maravilloso el paraíso terre-
nal, el archipiélago recibió el nombre de
Afortunado, multiplicándose de siglo en si-
glo tan poéticas fábulas, y siendo decorado
su suelo con todas las bellezas que la fanta-,
sía era capaz de inventar, yá le prestase el
Paganismo su mágica paleta, yá .el Cristia-
nismo lo envolviese en su místico ropage.
Llega, entretanto, esa época, en que una
nueva savia viene á dar impulso á las cien-
cias, las letras y las artes, época de general
trasformación, cuna de la edad presente, en
la que el pensamiento, dispuesto á lanzarse
por sendas inexploradas, sacude el polvo del
pasado, y mira sin temor al porvenir. IBn-
tónces las Canarias vuelven á s ú i ^ de las
nieblas de la fábula, y principian á ^ r visi-
tadas por esos aventureros de tpdás' las n ^
clones, piratas luego ennoblecidos, que de
playa en playa van' saqueando pueblos y re-
cogiendo prisioneros, para 'reducirlos á la
obligada condición de'siervos.'
Juan de Bethenoourt, caballero francés,
que habia encanecido en el ejercicio de las
armas, asi en tierra como en mar (1| impul-
(1) En las conferencias de Leulinghen, que tuvieroa
b HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

sado por el deseo de correr aventuras y des-


cubrir países desconocidos, y al mismo tiem-
po, lleno de santo ardimiento por convertir
infieles, tarea que dejaba hom'a y provecho
(1), abandona su joven esposa, y las como-
didades con que le brinda su feudo norman-
do, y asociándose á Otro aventurero, llama-
do Gadifer de la SaUe, se lanzan juntos al
inexplorado Océano, é intentan conquistar
las Islas de Canaria, donde ya otros, con me-
nores fuerzas, y sin plan premeditado, se ha-
bían propuesto, aunque sin éxito, realizar
tan arriesgada empresa.
Con el auxiho de D. Juan el segundo de
Castilla, incünado á favorecer á Bethen-
comi;, por complacer á uno de sus más ricos
validos, pariente del noble normando, se de-
clara éste, feudatario de aquella corona, y re-

lugar e l ' 3 de Agosto de 1401, fué acusado el Barón


Normando y Roberto Ganel, con otros franceses, de ha-
berse apoderado, durante las treguas, de un buque en
el canal de la Mancha, cargado de vino y otras diversas
mercancías.
En Agosto de 1402, el Gobierno francés dio al inglés la
contestación siguiente:—«El Sr. de Bethencourt.... ha de-
jado la Francia con c! deseo, según se dice, de ir á las is-
las de Canaria y del Infierno para conquistarlas. Sin em-
bargo, se le citará, si la parte contraria lo exige, á fin de
hacer justicia á los interesados.»
Archives nationales J. 645 A núm. 18.
(1) Bontier y Leverrier dicen en su famosa crónica:—
«entreprit ce voiage á 1' oueur de Dieu et du soutenement
et accroissement de nostre foy.—Le Ganarien, p. 1.
INTRODUCCIÓN. 7

duce fácilmente á la obediencia las tres islas


de Lanzarote, Fuerteventura y Hierro, vi-
niendo solo á quebrantar sus fuerzas en las
playas de la Gran-Canaria, de donde es vigo-
rosamente rechazado, tantas cuantas veces
intenta pisar su libre suelo.
Pasados algunos años de estéril domina-
ción, Bethencourt abandona definitivamen-
te' su efímera conquista, y vá á morir olvi-
dado en su Castillo de Normandía, con -el
disgusto de no dejar sucesor legítimo á su
nombre y Señorío. (1)
El reino de las Canarias, durante la ausen-
cia de Bethencourt, pasa de mano en mano^
vendido, hipotecado, donado y vuelto á ena-
genar, hasta que, un noble sevillano, Diego
Grarcia de Herrera, casado con D.-"^ Inés Pe-
raza, llega sin contradicción á poseerlo, y
creyéndose un verdadero Rey, se traslada
con toda pompa á sus dominios, acuña mo-
neda, levanta subsidios y tropas, y pretende
someter con sus débiles fuerzas las tres islas
principales, sobre cuyo litoral no cesa de
ejercer frecuentes actos de piratería, tan san-
grientos como inútiles.
(1) En 1445 había en Lanzarote una familia, de que era
jefe Floridas de Betancor, hijo natural de Juan de Beth'^n-
court y de ü.* Mariana de Ayala, noble doncella desovi-
lla. Así lo acreditó Floridas en una información de que
hablaremos en otro lugar.
.' TOM. I. 2
8 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Cansado, al fin, de vanas y costosas agre-


siones, acepta la proposición con que le brin-
da la Católica Isabel, y cede en 1478 á la
Corona de Castilla el dominio de aquellas
tres islas, cuya importancia era ya bien co-
nocida de los sabios consejeros de esa Reina,
tan ilustre como emprendedora. (1)
Un cuerpo de tropas, costeado en parte
por el erario de Castilla, se reúne, avitualla,
y sale del puerto de Santa Maria, para des-
embarcar en las costas de la Gran-Canaria,
donde los soldados castellanos, después de
cinco años de rudo batallar, consiguen ren-
dir la indómita fiereza isleña, y reprimir el
espíritu de independencia, que parecía inna-
to en aquellos belicosos corazones.
A esta conquista suceden luego las de Pal-
ma y Tenerife, debidas á la iniciativa par-
ticular de aquellos mismos soldados espa-
ñoles, que habían derramado antes su san-
gre en los valles y montañas de la Gran-
Canaria.
La Religión cristiana apoya entonces su
regeneradora planta sobre el Archipiélago,
catequiza á los vencidos y los desarma, arro-
jándolos, por decirlo así, en el inmenso cáu-
(1) Esta cesión y ftjuste tuvo lugar por docuineiUo pú-
blico, que se celebró en Sevilla ante Bartolomé Sánchez de
Porras, á 15 de Octubre,de 1477.
INTRODUCCIÓN. y

ce que ella misma abre á la civilización uni-


versal.
El orgullo castellano, y el desprecio que
pueblos infieles é idólatras hablan de inspi-
rar á tan fieros conquistadores, fué causa de
que se abandonara, como estéril y pecami-
nosa, toda investigación dirigida á conservar
un recuerdo exacto de las leyes, usos, cos-
tumbres, religión y lenguaje de los aboríge-
nes, y de que fuesen asimismo despreciadas
las tradiciones referentes á su origen, llegan-
do, en fin, á desaparecer todo medio seguro
de profundizar cuestiones, que luego hablan
de adquirir un interés tan vital, para la so-
lución de muchos é interesantes problemas
etnográficos.
Desde entonces, los siglos que precedie-
ron al XV, época de la conquista, son siglos
que pudiéramos considerar, con relación á
estas Islas, como prehistóricos. Remontarse
á épocas anteriores para escudriñar por me-
dio de vagas conjeturas la aparición de la
raza primitiva, sus vicisitudes, emigraciones
y enlaces, secretos son, que sólo el estudio
comparado del lenguaje, en la débil parte
que aún nos resta; ayudado del examen de
los cráneos extraídos de sus túmulos y gru-
tas, donde todavía se conservan algunos, po-
drá con el tiempo revelarnos, teniendo, co-
10 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

mo debe tenerse en cuenta para ello, los rá-


pidos y maravillosos adelantos de las cien-
cias antropológicas, auxiliar tan poderoso
déla historia.
Concluida la conquista, pequeña pero glo-
riosa epopeya, que preludia las gigantescas
luchas de los Corteses y Pizarros, la histo-
ria del Archipiélago no ofrece otro interés,
que el espectáculo tantas veces repetido y
Siempre instructivo y nuevo, de esa batalla
eterna entre el privilegio y la Hbertad, entre
el arte rutinario y el arte ilustrado, entre lá
ignorancia con su fuerza de inercia, y la ra-
zón con su expansiva fuerza, pugnando por
reconquistar sus violados fueros, cualquie-
ra que sea el teatro en que esa lucha se des-
arrolle.
Por esto creemos, quo los modestos ana-
les de las Canarias, son el reflejo exacto de
los de la Península Ibérica, durante esas
cuatro últimas centurias.
En la' esfera gubernamental, el poder ab-
soluto de derecho divino, pesando sobre el
organismo social, y deteniendo su desenvol-
vimiento. En la esfera de las ideas, el poder
absorvente de la inquisición, ahogando toda
manifestación heterodoxa, y paralizando el
vuelo de la ciencia libre.
Asi, pues, una nación, llamada por sus
INTRODUCCIÓN. 11

tradiciones y su envidiable posición geográ-


fica, á ser grande, poderosa é üustrada, se
la vé rápidamente descender, desde una mo-
mentánea altura, á un grado tal d« ignoran-
cia y sumisión, de que encontraremos po-
cos ejemplos en la historia.
Aunque uncidas las Canarias al yugo co-
mún, que pesaba sobre las demás provin-
cias y colonias españolas, alguna vez se atre-
vían á hacer frente al doble absolutismo po-
lítico é inquisistorial, que esterilizaba las
fuerzas productoras é intehgentes de la Na-
ción; y yá fuese por su privilegiada situación
en el Atlántico, donde los buques de todos
los pueblos civilizados se han dado siempre
cita, dejando en sus playas algún eco de ade-
lantos realizados, ó de vagas aspiraciones
hacia eb porvenir; ó bien, que la mezclada
sangre, ibérica y africana, que por las venas
de sus hijos corre, haga á éstos refractarios
á vergonzosas humillaciones, ello es que, en
más de una ocasión, se detuvo impotente en
su suelo la acción inquisistorial, y el muni-
cipio, robustecido por el elemento popular,
neutralizó con su poder moderador el orgu-
llo insolente de los Gefes militares.
12 HISXOBIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

III.

Muchos poetas y filósofos, geógrafos é


historiadores de la antigüedad, y algunos es-
critores de la Edad media, se ocupan en sus
obras, formal ó incidentalmente, de estas
Islas, copiándose con frecuencia, y mez-
clando las breves y contradictorias noti-
cias adquiridas por los mercaderes y nave-
gantes que las visitaban, con las mil y mil
fábulas, que al trasmitirse verbalmente aque-
llas narraciones, se inventaban por la igno-
rancia y la vanidad, ó por esa inclinación á
lo maravilloso, que es propio de nuestra na-
turaleza, siendo, sin embargo, una creencia
generalmente admitida, que en estas Islas
existió el jardín de las Hespérides, el paraí-
so de Adán, la mansión de los Justos, ó por
lo menos una tierra excepcional, sobre cu-
yo suelo se ha complacido el poeta en derra-
mar todas sus galas y el historiador sus le-
yendas más absurdas.
Reproducidos se haUan esos fragmentos
en las diversas crónicas que se han escrito
sobre las Canarias, sin que de ellas aparezca
noticia alguna, que pueda desaliar impune-
mente la moderna crítica.
Pejando á un lado la cuestión de la At-
INTRODUCCIÓN. 13

lántida, que será siempre de difícil solución


para los que quieran estudiarla, consigna-
remos, que la más remota tradiciói^ escrita,
referente al Archipiélago, es aquella que se
encuentra en las obras de Platón.
Después de los diálogos de Solón y Cri-
cias, hallamos también un recuerdo de las
Afortunadas en Homero, Hesiodo, Pindaro
y otros poetas de los siglos heroicos de la
Grecia (1), sin que sus versos hayan con-
seguido esclarecer ninguna cuestión impor-
tante relativa á este Archipiélago, siendo
dudoso si, bajo el nombre de Hespéiides,
Górgonas, Atlánticas, Campos Elíseos, y
otros, quisieron aquellos escritores designar
las Islas de la costa occidental de África, ó
los grupos más lejanos de las Azores, Cabo
Verde y Antillas.
Los historiadores y poetas de la repú-
blica romana, hasta la época de Augusto,
reprodujeron en sus obras esas mismas fá-
bulas, sin detenerse á depurar lo que en
ellas hubiese de verdadero ó falso, de modo
que ningún apoyo sólido podríamos hallar
en sus citas, si seriamente fuésemos á con-
sultarlas.
(l) lliáda. L. 18, V. Gü6. L, 20, v 7.
Odisea. L. 4, v, 563 á 568.
Hesiodo. Opera et Dies, v. 171.
Pindaro. Olymp. 2, Ant. 4, v. 77 y 78.
14 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

No sucede lo mismo con la relación de


Herodoto, cuando, al hablarnos de la expe-
dición que el Rey Ñecos preparó en Egip-
to, de cuya ¡ejecución encargó á los fenicios,
declara que, saliendo los buques del golfo
arábigo, regresaron por las columnas de
Hércules, después de tres años de navega-
ción; añadiendo luego, que un sobrino de
Darío emprendió también otro viaje allende
el estrecho, y habiendo seguido las costas
meridionales del África, doblado el cabo So-
loeis, había visto hombres vestidos con hojas
de palma, que huyeron al descubrirle, refu-
giándose en sus montañas. (1) No es aven-
turado suponer, que ambas expediciones en-
contraran á su paso el grupo oriental de las
Canarias, y descansaran en sus accesibles
playas, porque, no separándose los pilotos
del litoral, debieron necesariamente descu-
brir á Lanzarote y Fuerte ventura, y tal vez
la Gran-Canaria.
Si las obras de Euthimenes y Pytheas de
Marsella se hubieran salvado íntegras de las
injurias del tiempo y del descuido de sus
contemporáneos, pudiéramos esclarecer al-
gunas cuestiones sobre el Archipiélago, por-
que, no es dudoso, que al salir del estrecho

(1) Herodoto. Lib. 4, c¡ip. 42,


INTRODUCCIÓN. 15

recorrieran las costas africanas, impulsados


por los vientos, que con frecuencia reinan
en esas latitudes. (1)
Algunos historiadores nos hablan de los
Etruscos, cuya marina dominó en las aguas
del Mediterráneo por un largo período de
siglos, siendo un hecho averiguado, que, de-
seando extender su comercio y su poder ma-
rítimo hacia lejanos países, llevaron sus
naves al Atlántico, y colonizaron los sitios
más favoraV>les, que junto al Estrecho fue-
ron encontrando.
Otras expediciones se realizaron también
j)or las Repúblicas de Tiro y Cartago,como
condición necesaria de su existencia, exclu-
sivamente comercial, habiéndonos conserva-
do la historia el nombre de Han non, que lle-
gó á fundar varias ciudades en el litoral at-
lántico-africano, al emprender ese famoso
viaje, que tantas interpretaciones ha ofreci-
do después á sus ilustrados comentadores. (2)

(1; Pytheas escribió dos obras: La vuelta al mundo, y


el Océano, que dosgraciadamenlo se han perdido, no que-
(iando de ellas sino fragmcnlos en Strabon y Plinio. Véase,
Pytheas de Marscille ct la Geographie de son teraps, pai'
Lelewel, París, 1836.
(2) Plinio. I.ib. 2, cap. 07.
Entre los varios comentadores del céiebre Pcripio de
Hannon, cuya traducción nos han conservado Polibio y Pli-
nio, podemos citar los siguientes:
—Bochart. Geographia sacra I, 13.
16 IIISTOBIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Cuando Sertorio, dueño de la Iberia, pa-


seaba sus triunfantes legiones hasta las cos-
tas de la Lusitania, seducido por la descrip-
ción que unos navegantes le hicieron de las
Afortunadas, se dice, intentó trasladarse á
ellas, según nos refiere Plutarco (1), lo cual,
aunque parece no llegó á tener efecto, dio
ocasiona este escritor para consignar tan in-
teresante noticia, que es por si sola una prue-
ba evidente del conocimiento que los mari-
nos i'onservaban de la existencia de aque-
llas Islas, y de la facilidad con que se nave-
gaba entonces por el Atlántico.
Conocido era, pues, este archipiélago, cuan-
do Juba, Rey de la Mauritania, se decidió á
enviar una expedición que lo visitase y exa-
minara, sobre cuyo viaje escribió un libro.

—Camponi/iDCs. Antigüftlnd niaritiina de Cailago.


— Dodvvell. Dis.s('italio piiina in goograph. Jiiin
— Bougaioviilc. Memoircs sur les dccoiivuitcs (rJJanuoii,
dans les incmoiri's des Inscrip. t. 26 y "28.
—Gossclin. Heclicrchos .sin- la g-.'o. des aiic'ous T. 1.°.
P. 63.
Rennel. Gco. of llri-ndolus, n. 910.
—Hcei'Oii. D(: la "olitiijue ct dii (iommi'i-co des Fcupics
de rantiquité, T. 4.", p 10!, 19C y 8Í8. En un apéndice
al n)ism() tomo .se halla el texto íntegro.
Cuando Hannoii fué á e.xplorai' las Co.'^ta.s de África, Hi-
railcon recoiiia la pai'te occidental de Europa, según apa-
yece de lo.s fragmentos que de su viagc nos conservan, Pu-
nió, l í , 67, y Festo Aviene en su poema Ora marítima,
V. H 7 y 412.
(I) Sertorio. Ed. de Reiskc t. 3, p. 520 á 523.
INTRODUCCIÓN • 17

que desgraciadamente se ha perdido, pero


del cual nos conserva Plinio algunos precio-
sos fragmentos en su tratado de Historia
Natural. (1)
De ésta ó de las anteriores expediciones
egipcias ó libico púnicas, datan sin duda las
inscripciones que se han encontrado graba-
das en los basaltos y rocas volcánicas del
Hierro, Palma y Gran-Canaria, misteriosas
leyendas, que guardan el secreto de esas
atrevidas excursiones, cuya interpretación
tal vez esté reservada á la ciencia del por-
venir.

IV.

Densas tinieblas envuelven, durante los


primeros siglos de la Edad media, los re-
cuerdos que la antigüedad habia conserva-
do sobre las Afortunadas.
Si algún misionero, en alas de su fé, se
atreve á pisar su suelo; si algún buque,
arrastrado por las corrientes ó por la fuer-
za de los vientos, llega á sus aguas; si los
Vándalos, ú otras hordas salvages del Norte,

(IJ Plinio. Hist. nat. L. 6.", cap, 37.


18 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

empujados en su camino por nuevas falan-


ges de feroces tribus, pasan desde Europa
al África, y desde el África á sus playas,
hechos son, que, aunque probables, no han
dejado vestigios de indubitado origen para
asegurar su certeza histórica. (1)
Sin embargo por los años de 846 y 860,
cuentan las crónicas hispano-arábigas, que
aparecieron sobre las costas de la Lusitania
densas nubes de barquichuelos, armados en
guerra, y regidos por numerosas hordas de
rapaces normandos. Estos piratas, que no

(1) Los autores que en este oscuro periodo hablan de


Lis Canarias son:
Pomponio Mela en su Compendio Gcogiáfico. L. 3.°,
cap. 10.
Ptolomeo, que las coloca en un misino moridimo. L. 4,
cap. 6.»
Agathemcro y Sojino, que copian á Pliuio, y escriben en
el siglo I[I.
Eumenio, que á fin d"i iiiismi) siglo dudaba y.i de la exis-
tencia del Archipiélago.
Dionisio Pcriegetay Marciano dc Ilcraclen, á principios
del IV, y Rufo Festo Avicno, á mediados, del mismo siglo,
afiíman que el Atlántico es innavegable.
Júnior Fhilosopho, en su Desci'ipción de todo el orbe,
asegura, q;ie allende de las coluinna.s de Hercules, se ha-
lla el ñn del mundo.
Sulpicio Severo, escritor del siglo V, duda que las Islas
sean abordables.
Orosio, Julio Honorio, Marciíino Capella y Ethico, re-
producen á riinio con mayor ó menor exactitud.
Prisciano, que escribe en el siglo VI, San Isidoro en el
VII, Dicuil y el anónimo de Rávena en el IX, Tzetcs en el
XII, y Eustaquio en el XIII, copian á Scilax, Dionisio y
Aviene.
INTRODUCCIÓN. 19

conocían freno ni ley, de costumbres sangui-


narias, ó instintos de fiera, sin perdonar sexo,
condición ni edad, incendiaban las ciuda-
des, talaban los campos, y sacrificaban á su
antojo ciianto se oponia á su paso, dejando
por do quiera ancho surco de fuego, sangre
y lágrimas. (1) Creen algunos que en sus au-
daces correrlas pudieron ser arrojados por
los vientos á las costas occidentales de Aft'i-
ca, y que, más de una vez, abordaron á las
Canarias.
Estas y otras invasiones, que con frecuen-
cia se repitieron en aquel siglo, y en los dos
siguientes, obligó á los Califas de Córdoba,
y á los reyezuelos que tiranizaban las cos-
tas meridionales de España, á sostener una
armada, compuesta de pequeños buques,
que defendiesen el abierto Litoral, dando
aviso á las poblaciones marítimas de la
aproximación del nublado, para ponerse en
defensa, reunirse y rechazar la agresión.
El capitán de una de esas naves, llamado
Ben Farroukh, cuenta el historiador árabe
Ibn-al-Qouthía, hallándose en crucero sobre
las costas lusitanas, el año 334 de la Egira,
correspondiente al 999 de nuestra Era, tuvo

(1) Conde. Dominación áv los Árabes en España. Par-


te 2.*, cap/ 45 y 49.
20 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

noticia de que en frente de las regiones del


Atlas existian unas Islas, que los antiguos
habian llamado, por su clima. Afortunadas,
ricas en dones naturales, en belleza y salu-
bridad. Deseando conocerlas, hizo rumbo al
sur, y después de una navegación rápida y
feliz, aportó á la rada de Gando, en la Gran-
Canaria, á la que dio su nombre. Durante
algunos dias recorrió esta Isla, acompañado
de una parte de su tripulación, consignando
interesantes pormenores sobre el gobierno,
usos y costumbres de los insulares, hasta
que, después de haber reconocido el resto
del Archipiélago, regresó á España en el
mismo año, anunciando su feliz descubri-
miento.
Ya se comprenderá cuan grande sea el
valor histórico de este documento, ignorado
de todos los historiadores nacionales y ex-
tranjeros que nos han precedido, por refe-
rirse á una época tan oscura, respecto á la
cual, corría muy válida la opinión de que
los árabes nunca habian reconocido las Ca-
narias.
El manuscrito, encontrado en la Bibliote-
ca Nacional de París, y traducido por Mr.
Etienne, fué publicado con otros de igual
procedencia en 1842, dándolo á conocer en
España el escritor canario D. Manuel Osu-
INTKODUCCIÓN. 21

na, en una obra histórica, que principió á


publicar en Santa Cruz de Tenerife, y que
luego dejó incompleta. (1)
Otro árabe, el célebre El Edrisi, conocido
por el nombre del Geógrafo de la Nubia,
nos refiere en su obra titulada, Recreo del hom-
bre deseoso de conocer á fondo las diferentes
comarcas de la tierra (2), la aventura de ocho
árabes, que embarcándose por el solo deseo
de viajar, visitan varias islas del Atlántico,
cuya descripción hace el autor; y si bien es
casi imposible designar y fijar nombre al-
guno á los diversos paises que sucesivamen-

(1) Este iirfijortantc documento, conocido solo de Osu-


na, nn ha podido ser visto por ninguna otra persona,
aunque han sido muchas las investigaciones que se han
hecho paia descubrirlo. Sin dudar de su veracidad, vera-
cidad que parece reflejarse en la sencillez de su relato, y
en los pormenores con que lo acompaña, cum])le á nuestro
deber, consignar esta maniCostación, ¡amentando la desapa-
lición de una obra, cuyo c.\.ámen sería de una importancia
capital pai'a la historia délas Canarias.
En 1842, año que Osuna cita como el de la publicación
del manuscrito árabe, se ocupaban de estudios relacionados
con estas Islas, entio otros ilusti'es escritores, D' Avezac,
Bertholot, Major, Gravier, Santarcni y Maccdo, j ninguno
que sepamos, cita una publicación, que era todavía más
interesante, que el diario de Boccacio, descubierto por
Ciampien 1827.
Posteiiormente no han sido más felices las pesquisas he-
chas por todos los Canarios, que se ocupan de ilustrar la
literatura patria.
(2) La obra de Edrisi (Abou-abd-Allah-Mohammed El
Edrisi) se concluyó en 1154 de nuestra Eira. Hay una tra-
ducción francesa con una erudita introducción por Mr.
Jaubert, y otras varias en otros idiomas.
22 IIISTOBIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

te van aquellos recorriendo, algunos comen-


tadores han creído, que pueden hallarse
comprendidas las Canarias en esa oscura
relación, aunque otros afirmen, fundándose
en uua crítica razonable, que el viage es una
fábula, sin fundamento real ni valor his-
tórico.
No eran, sin embargo, tan inusitadas es-
tas remotas y arriesgadas expediciones,
porque consta también de ima manera in-
dubitada, por lo que han dejado escrito Jus-
tinianí, Flogietta, Pedro de Albano, Petrar-
ca y otros (1), que en 1291 dos nobles ita-
lianos, Thedisio Doria y Ugolino de Vival-
di, salieron con dos galeras del puerto de
Genova, haciendo rumbo hacia las Indias
por el estrecho de Gibraltar, sin que nunca
sé haya tenido noticia cierta de su destino.
No hay datos, pues', para asegurar, que en
su desconocido itineraiio reconocieran este
Archipiélago.
Al ñn del siglo XIII tuvo sin duda lugar
el viage del geno vés Lanciloto Maroxello á
la Isl-B de Lanzarote, imponiéndole su nom-
bre y construyendo en * sus playas un casti-
llo cuyas ruinas encontró dos siglos des-
(I) Pedro d' Albano. Conciliat. Disscrt. 67.
— Foglieta. Hist. Genuens. Lib. 5."
—Petrarca. Vif. solit. ,
INTKODUCCIÓN. 23

pues el conquistador normando Juan de


Bethencourt. (1)
Otra expedición, que felizmente no se ha-
lla envuelta en dudas ni vacilaciones, em-
prendida por orden de Alfonso IV de Por-
tugal, ha venido luego á arrojar vivísima
luz sobre el estado de estas Islas en el siglo
XIV. El.l." de Julio de 1341, dos buques
mandados por Angiolino del Tegghia de
Corbizzi, salieron de Lisboa, llevando consi-
go uua tripulación compuesta de florenti-
nos, genoveses, castellanos y otros españo-
les, con armas y caballos, y habiendo llega-
do en pocos días á las Canarias, visitaron
sus tripularlos detenidamente • el país, re-
gresando en noviembre á Portugal. Angio-
lino dejó establecidas relaciones de comer-
cio con los isleños, y se apoderó de cuatro
jóvenes naturales de la Gran-Canaria, un
ídolo de piedi-a y diversos animales y pro-
ductos varios, que ofreció al rey ü . Alfon-
so, como prueba evidente de su atrevida
excursión.

(I) En 1339 figuran pop la vez primera las Islas de


Lanzarote y Fuerteventura en el mapade Angelino Duiccrt
de Mallorca que ha dado á conocer recientemente el Doctor
Hamy. Figura la primera con el nombre de ínsula de Lan-
zarotus Marocelus, y la segunda con el de la Forte Ven-
tura. Entre las dos se lee sobre un islote icgi marini—
París—1887,
TOM. I. • 3
24 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

El relato de tan curioso viage se ha en-


contrado en un diario de Boccacio, docu-
mento ignorado y descubierto en la biblio-
teca de los Magliavechi de Florencia por
Sebastian Ciampi, y publicado por éste en
1827 con eruditos comentarios. (1)
Luego que el infante D. Luis déla Cerda
fué nombrado por el Papa Clemente VI, so-
berano del reino afortunado, bajo el nom-
bre de Príncipe de la Fortuna, dispuso una
expedición de reconocimiento hacia sus du-
dosos Estados, con la protección del rey
de Aragón, rival de la Corona de Castilla, y
sabiendo que por su enemigo se alegaban
derechos de preferente conquista sobre el
archipiélago, creía de este modo mortificar
á su poderoso adversario. Consta que en
abril de 1345 el infante zarpó de Cádiz con
rumbo á las Islas en tres pequeñas carave-
las, armadas en corso. De esta notable ex-
ploración, cuyas circunstancias habían per-
manecido en su mayor parte ignoradas, se
han encontrado manuscritos en la bibüote-
ca del Escorial, que ilustran una parte tan
interesante de nuestra antigua historia. (2)
(1) El libro lleva por titulo:
Monumeiiti d' un manuscrito autógrafo de Messer Gio,
Bocacci da Certaldo trovati ed illustrati da Sebastiano
Gianfjpi. Firenze. Per Giuseppe Galleti. 1827, in 8."
(2) Manuscritos de Diego Ordoñez, Cuad, 4 . ' , año de
INTKODÜCCIÓN. 25

A este viage sucedieron otros, de que tam-


bién hay diversas noticias, pero nó empren-
didos con objeto de fijarse en el país, sino
como punto de recalada á las costas de Grui-
nea y Rio del Oro, ó con el propósito deli-
berado de hacer presas en ganados, frutos y
esclavos. (1)
Empero, los verdaderos documentos his-
tóricos no aparecen, sino cuando Juan de
Bethencourt se resuelve á emprender for-
malmente la conquista del archipiélago. Sus
dos capellanes, Pedro Bontier y Juan le
Verrier, escriben entonces la crónica de
aquellos sucesos, precioso manuscrito, que
contiene las primeras auténticas noticias so-
bre el estado social y moral de los isleños,
I.Í8U. liib. Jel Escorial.
Osuna cü su Compendio de Historia de Canarias, es el
primero que cita estos documentos. De esta expedición se
cciipa Mi'. Graverg en sus Anales de Geog., t. ».", p. 219.
(1) Gitarcnios algunas obras donde se hallan esas
noticias:
Sobie el viaje del catalán Jacobo Ferrer en 1346, con-
súltese á Buchón y Tastu. Ilustración del atlas catalán y
sus leyendas.
Zurita en sus Anales, Lib. 20, cap. 39, nos habla de una
líxpedic^ión do dos buques á Ganarla en 1360, que supone
fueron de la escuadrilla del Príncipe de la Fortuna.
Benzoni en su Historia del nuevo mundo. Venecia 1572
p." 179 habla de la misma expedición.
Pueden además consultarse:
Gonzalo de Avila. Historia de Enrique Hí,
Ortiz de Zúñiga, Anales de Sevilla.
Mariana. Historia de España, Lib. 16, cap 14.
Gomara. Historia General de las Indias, cap. 223.
26 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

y la relación sencilla y exacta de una em-


presa, que, sin esa circunstancia, hubiera
permanecido ignorada ó envuelta en las más
groseras fábulas.
Tan curioso manuscrito estuvo, sin em-
bargo, olvidado é inédito muy cerca de 250
años, hasta que. Galeno de Bethencourt,
consejero en el parlamento de Rouen, lo
confió para ser publicado á Mr. Fierre Ber-
gerón, quien lo dio á luz en París, año de
1630 (1). Dos siglos después, en 1874, se re-
produjo esta obra en una nueva edición, más
esmerada y correcta que la primitiva, mejo-
rando otras ediciones, que del mismo texto
se hablan repetido en Francia y en el
extranjero, con cuyo objeto se copiaba es-
crupulosamente el manuscrito, sin supri-
mirle el capítulo que Bergerón y otros edi-
tores habían creído necesario ocultar al pú-
blico, por respeto á la memoria del Barón

(l) Se publicó bajo este título:


ílistoire de la pretniérc Descouverte et Gonquesle des
Cauaries faite des Tan 1402 par Me^sire Jean de Bethen-
court Ghambcllan du Roy Charles VI, escrite du temps
incstnc par Fr. Fierre Bontier Religieux de S. Fraiicois et
Jeaii le Verrier, Preslre, Domestiques dudit Sieur de
Bethencourt et mise en lum¡í?re par M. Gahen de Bethen-
court Gonseiller du Roy en sa Cour de Parlementde Rouen,
plus un traictc do la Navigation et des voyages de Descou-
verte et conqueste modernes et principalemcnt des Fran-
cois. A París. GhezMichel Soly, rué sainct Jaques au Phoe-
íiix. MDGXXX.
INTRODUCCIÓN. 27

normando. Esta última edición, precedida


de un extenso prólogo, y publicada bajo la
protección de la Sociedad Histórica de Nor-
mandia, se debe al celo y reconocida ilustra-
ción de Mr. Gabriel Gravier, quien, además,
la ha enriquecido con una erudita introduc-
ción y varias curiosas notas. (1)
Hasta ahora se habia creido que solo
existia un manuscrito único de esta célebre
crónica, pero recientemente ha adquirido
otro el Museo Británico, que si no es de fe-

(1) Esta obra tiene por título Le Canarien. Livre de la


conquostc et conversión des Canaries por Jean de Bethen-
court Gentil hommo Cauchois. Rouen. Chez Ch. Meterie
1874.
Un ejemplar de esta esms'rada edición nos fué remitido
por la solicita amistad de su erudito comentador.
La crónica de Betheiicourt se tradujo al castellano, aun
que sin Ih'gar á publicarse, por el capitán Servan Grave;
por 1). i>uis Fernandez de Córdova y Arce, y por D. To-
más Marin y Cubas. Hemos tenido ocasión de examinar al-
gunas de estas traducciones. Por último ü . Pedro Mariano
Kamircz hizo otra traducción, que publicó en la Colección
de Historiadores Canarios, dada á luz en Santa Cruz de
Tenerife, Imp. isleña. 1847.—117 páginas en 8.°
En 1855 Mr. Ed. Charton'reprodujo la misma Crónica
en el tomo 3 ° de su obra—Voyageurs anciens et moder-
nos.—Pero, modernisando el texto, é ilustrándolo con algu-
nos grabados que contiene el códice primitivo, de dudosa
autenticidad.
En 1 872 se publicó otra correcta traducción al idioma
inglés, por encargo de la Hakcluyl Society, debida a l a in-
teligente pluma de Mr. Richard Henry Major, con el texto
francés y un retrato de Bethencourt, según Mancornet, un
mapa de las Canarias, y una introducción, escrita con mu-
cha copia de erudición, método y claridad por el mismo
traductor.
28 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

cha anterior al primero, contiene á lo menos


notables variantes que hacen vacilar á los
críticos respecto á su relativa autenticidad.
En el manuscrito de Bethencourt se con-
sidera á éste como investido de la autoridad
suprema, y á Gadifer de la Salle como un
lugarteniente indócil y descontento.
En el manuscrito inédito del Museo Bri-
tánico se invierten los papeles, siendo los
elogios para Gadifer y las faltas para el
Barón normando, (1) á quien se considera
como incapaz por su edad y achaques de
dirigir una expedición guerrera de alguna
importancia.
Muchos hechos que de la crónica publi-
cada se atribuyen á Bethencourt en el ma-
nuscrito inédito aparecen ejecutados por
Gadifer; y entre ellos el de la sumisión pres-
tada por el rey de Lanzarote, que la recibió
el mismo Gadifer y nó Bethencourt.
Los críticos que han tenido ocasión de
examinar tan importante documento, creen
que Le Canerien que conocemos, ha sido
corregido y adulterado por un descendiente
de Bethencourt en 1482, y que tanto por el

(1) En el prefacio se dice:—Gadifer de la Sale et iehan


de Bethencourt, chevaliers, nez du royanme de france, ont en-
trepris ce voyage.
Los autores se llaman Capellanes y servidores de arabos.
INTRODUCCIÓN. 29

estilo, como por la letra y dibujos debe juz-


garse el del Museo como el primordial y au-
téntico. Ya tendremos ocasión de ampliar es
tas noticias cuando tratemos de la expedi-
ción de Bethencourt (1)
Después de la muerte de éste, acaecida
en 1425, acaloradas disputas tuvieron iugar
entre las Cortes rivales de Portugal y Cas-
tilla, sobre el derecho de señorío y conquis-
ta de las Islas de Canaria, cuya solución
fué sometida al arbitrage del Concilio de
Constanza, y luego al de Basilea, según era
entonces de derecho púbhco.
Hallábase representado el reino de Cas-
tilla, en aquella famosísima asamblea, por
el docto hijo del converso Alonso de San-
ta María, el insigne D. Alonso de Cartage-
na, Dean de Santiago y Segovia, y luego
Obispo de Burgos; y en aquellas célebres
sesiones defendió con tan rara elocuencia la
primacía de asiento de los Reyes de Casti-
lla, sobre el de los de Inglaterra, que pro-
dujo en sus ilustrados oyentes una admira-
ción profunda. Foreste tiempo fué, cuando
D. Alonso escribió, de orden de su sobera-

(1) Sería de desear la publicación de ese manuscrito del


cual poseemos algunos extractos.
Véase el artículo que le ha consagrado Mr. Warner en
el Athenceum de 4 de Octubre de 1890.
30 HISTORU DE LAS ISLAS CANARIAS.

no, D. Juan el segundo, tina extensa diser-


tación, que se presentó á los Padres del
Concilio, en la cual probaba con poderosos
argumentos, el derecho exclusivo de la Co-
rona de Castilla á la conquista de las Cana-
rias, Tánger, Fez y Man-uecos, en oposi-
ción, á las pretensiones de los portugueses,
que alegaban una preferencia, fundada en
anteriores descubrimientos. Este interesan-
te opúsculo es digno de consultarse, no solo
para ilustración de la historia de las Cana-
rias, sino también para la general de Es-
paña. (1)
Las frecuentes entradas que sobre el in-
defenso litoral isleño se repitieron, durante
la anarquía que sobrevino bajo el desven-
turado gobierno de Maciot, dieron lugar á
la publicación de algunas relaciones, que
han contribuido también á esclarecer algu-
nos puntos dudosos de nuestra historia.
Entre esas relaciones, merece mencionarse
con marcada preferencia, la que escribió el
veneciano Aloisio de Cadamosto en 1455,
(1) El manuscrito aparece con el siguiente epígrafe:
AÍlegationes factse p, Rcv. Dom. Alfónsum de Caitage-
na Bpiscopum Btirgensora in Concilio Basilensis super con-
questam insularum Canariae contra Portugalensis. Aono
Domini 1435.
Existe el Códice origin»! en la Bibliotcoa escui'ialpnse,
una copia en la de (a Acíideínia de la Historia, c. 136, y
otra en el Vaticano, cod. ^151, ms.
INTRODUCCIÓN. 31

publicada luego por Ramusio, y en .la cual


se refiere su viage á la,s costas occidentales
de África, de orden de D. Enrique, Prínci-
pe de Portugal, recopilando todas las noti-
cias que entonces se conocían sobre las Afor-
tunadas, de cuyas islas visitó las de Gome-
ra y Hierro, sometidas ya á los euro-
peos. (1)
Son dignas también de recordarse, las no-
ticias que nos suministra el célebre histo-
riador lusitano, Gómez Eannes de Azura-
ra, en su famosa crónica, que se creía per-
dida, escrita en 1458 de orden expresa de
Alfonso V de Portugal, apellidado el Afri-,
cano. Esta crónica comprende una relación
exacta de todos los descubrimientos,' que
los portugueses realizaron bajo los auspi-
cios del infante D. Enrique el navegante.
Entre los muchos capítulos de que consta
la obra, hay algunos dedicados exclusiva-
mente á describir los usos y costumbres
de los canarios, y las entradas, que á viva
fuerza ó por sorpresa, hacían las tripulacio-
nes de los buques portugueses, cuando, al

(1) Uelle Settc isole delle Cañarle e delli lore costunrii.


.—Hamusio. par. 3.*, Lib. 2.°, p. 66.
l.a i'<;laf¡6n do Cadamosto .'iparcció por primera vez im-
presa en Venecin, año de 1507, luego se tradujo al alemán
por Jobst Huchamer en fol. 15Ü8. Nurembcrg; y al francés
después por Pedro Redoiier.
32 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

dirigirse ó regresar de Guinea, pasaban á


vista del Arcliipiélago. En estas correrías,
que algunas veces costaban sangre á sus co •
diciosos autores, cargaban las naves de le-
ña, frutos, cueros, animales y esclavos, ob-
teniendo para éstos fácil venta en los mer-
cados de Europa. (1) De estas entradas, y
de otras análogas debió proceder la mer-
cancía que se ofreció al público en 1444,
sobre la costa de Lagos, escena que repro-
duce con vivos colores un escritor contem-
poráneo, en las crónicas caballerescas de
España y Portugal (2), copiándolas literal-
mente de la crónica de Azurara. (3)
Por los años de 1445 y 1469 se practica-
ron en Lanzarote dos notables informacio-
nes, que no carecen de cierta importancia
histórica. Acreditó en la primera Floridas

(1) Ghronica de ücscübiiiDÍcnto o conqui.sta de Guiñé,


escrita por mandado do el Rey D. Alfonso V sob « d i r e o
cao scientífioa o segundo as instiuccoes do ilut,ti'o Infante
Ü Enrique, Pelo Chionista Gomes Eannez de Asurara. Fií-I-
mente trasladada do manusciito oiiginal contemporáneo,
que se conserva na Bibl oteca Real de l'ariz e dada pela
primeira vez á luz per diligencia do Vizconde da C.irreira
enviado extraordinario e Ministro Plenipotenciaiio d e S . Ma-
jestade Fidelisinio nu Coite da Franca, precedida di; urna
introduccao e ilustrada coni algunas notas, pelo Vizconde
de Santareni.—Pariz. J. P. Aillaud, i 8 4 t , un tomo en 8.°
de 474 páginas.
(2) Crónicas caballerescas de España y Portugal por
F . Deniz. París, t. 2 . ' , pag. 45 y siguientes.
(3) Azurara. Crónica Cap. XXV, pag. 132. París 1841.
' INTRODUCCIÓN. 33

de Betancor ser hijo natviral del conquista-


dor Juan de Bethencourt y de D.'^ María
de Ayala, noble dama de Sevilla, afirman-
do doce testigos, que hablan asistido á la
conquista, la exactitud de aquella filiación
ilegítima. Y en la segunda un hijo de Flori-
das, llamado Arríete Perdomo de Betancor,
solicitó se le tuviese por hijodalgo, y se le
guardasen las preeminencias y exenciones
de que entonces disfrutaba la nobleza, cuya
resolución favorable recayó al fin, oyéndose
antes siete testigos mayores de setenta
años. (1)
Las cuestiones suscitadas entre las Cor-
tes de Castilla y Portugal, sobre la pose-
sión de estas Islas, nos suministran asi mis-
mo otro precioso documento ó declaración,
que Juan Iñiguez de Atabe, secuestrario de
Lanzarote por D. Juan el II, y embajador
suyo en la Corte de Lisboa, redactó con to-

(1) La primei-a información contieno una solicitud de


Floridas, presentada al alcalde ma}'of de Lanzarote, Fran-
cisco do Burgos, ante el escribano Fernando de Párraga
(14 de Agosto de 1445). y al tenor de la cual declaran: J á -
conie Rúan, Tomas Guillermo, Rubin Gerson, Tomas Juan,
Juan de Jijón, Brahan Jácomo, Rubin üumpierrez, Pedro
Barba, Juan de Pierres, Arrióte Perdomo, Rafael Marin j
Juan de Vallejo,
En la segunda informaciói), que pasó por ante Pedro Gu-
tieirez el viujo (24 de Junio de 1465), declararon otros sie-
te testigos, respecto á la hidalguía del nieto do Bethencourt.
Algunos dudan d"^ su autenticidad.
34 HISTORIA DE LAS ISLAS GANARÍAS.

da precisión y claridad, y en donde consta


la historia secreta de aquellas negociaciones
y las disputas sobrevenidas entre Diego de
Herrera y sus vasallos. (1)
Otra información de grande interés para
la historia general del Archipiélago fué lle-
vada á feliz término en 1477 por el Pesqui-
sidor ó Juez de residencia Esteban Pérez
de Cabitos, con asistencia de su secretario
ó escribano de diligencias, Diego Fernan-
dez do Olivares, á causa de las reiteradas
quejas de los vecinos de Lanzarote contra
la arbitraria administración y soberanía ab-
soluta de Diego de Hen'era. Esta informa-
ción, ordenada expresamente por los reyes
Católicos, cuyos conatos de centralización
se extendían yá á los puntos más lejanos
de sus vastos dominios, les fué luego envia-
da, por el mismo Juez, y se conserva hoy
entre los interesantes manuscritos del Es-
corial. (2)

V.

Cedido el derecho de señorío de las tres

(1) Hállase este documento en el Archivo de Simancas,


y uha copia auténtica en la Casa-fuerte de Adexe.
(2) Biblioteca del Escorial. II. X . 26.
INTRODUCCIÓN. 35

Islas principales á favor de la Corona de


Castilla, en virtud de un convenio, que lle-
va la fecha de 15 de Octubre de 1477, y con-
quistado éstas sucesivamente en 1483,1493
y 1496 aparecen poco después algunas pe-
queñas crónicas ó relaciones, que por des-
gi'acia han llegado hasta nosotros mutila-
das, corregidas y adicionadas por copistas
ignorantes y comentadores oficiosos, que,
sin el menor escrúpulo, se han apropiado
esos trabajos, previa la adulteración conve-
niente, á ñn de oscurecer el original.
Vamos, pues, á enumerarlas, porque, aun
con esas alteraciones, constituyen la única
fuente auténtica de los sucesos de la con-
quista, y la más exacta relación de los usos
y costumbres de los indígenas.
Merece entre esas crónicas preferente lu-
gar, la que escribió Antonio Sedeño, natu-
ral de Toledo, uno de los conquistadores
que vinieron con Juan Rejón en el tercio
de tropas, que, por el color de su uniforme,
recibieron sus soldados el nombre de Pardi-
llos. Falleció luego este cronista en la inva-
sión de Tenerife, adonde se habia traslada-
do bajo las órdenes de Alonso Fernandez
de Lugo. El estilo es sencillo, y parece na-
rrar los sucesos, según el mismo los iba
presenciando. La obra lleva por título: Con-
36 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

quista de la Isla Oran-Canaria, y es un do-


cumento precioso para todo lo que se refie-
re á aquella época. Al concluir su narración,
dedica algunos capítulos á los usos, costum-
bres y naturaleza de los insulares, en cuyas
páginas se encuentran datos curiosos sobre
la vida pública y privada de aquella raza
primitiva. (1)
Otra crónica, también muy importante,
es la que escribió otro conquistador de la
Gran-Canaria, que vino con Pedro de Vera,

(I) De este Códice tenemos dos copias. La piimei'aestá


fielmente sacada de un manuscrito de letra del siglo XVI o
principios del XVII, que perteneció á D. Tomás Marin y
Cubas, y luego á D. Pedro Agustin del Castillo. Contiene
al margen varias notas de ambos historiadores aclarando ó
impugnando el texto. Su título es: Conguisía de la Ida de
Gran Canaria Al final se leen estas palabras: - Aquí se
acabó lo que en este caso se pudo escribir diciendo verdad,
lo que toca á la conquista y algunas costumbres de los ca-
narios. Escribió Antonio Sedeño, natural de Toledo, uno de
los coRquistadoi-es, que vinieron con Juan Rejón, que lla-
maban los Pardillos. Murió en la conquista de Tenerife,
donde fué con Alonso de Lugo, Adelantado de Canaria.»
La segunda copia que poseemos, lleva por título—«His-
toria de la Conquista de la Isla de Canana,escripta por An-
tonio Cerdeño, natural de Toledo, uno de los conquistado-
res que vinieron con Juan Rejón, el cual murió en la con-
quista de Tenerife, donde fué e.on Alonso de Lugo, Ade-
lantado de Canaria, con la introducción y algunas anotacio-
nes al fin por el Canónigo Pedro Cervantes, natural de di-
cha isla, hechas en el año de 1640, la cual se sacó de un
libro de dicho Sr. Prebendado, año de 1732.»
Es evidente que su verdadero apellido es Sedeño, y no
sabemos si era hermano ó pariente del héroe, cuyas haza-
ñas nos canta Castellanos en sus elegías de Varones ilus-
tres de Indias.
INTRODUCCIÓN. 37

de soldado, según unos, y según otros, de


capellán, llamado Pedro Gómez Escudero.
(1) Esta crónica se ocupa así mismo, aunque
con mucho laconismo, de la conquista de
Palma y Tenerife, y contiene un curioso ca-
pítulo sobre las costumbres de los indíge-
nas que poblaban la Gran-Canaria. Los su-
cesos ocurridos en la rendición de esta Isla,
se hallan narrados con más extensión que
en el manuscrito de Sedeño, y la redacción
parece más esmerada y correcta. (2)
En diversos autores, habíamos leído, que
el alférez Alonso Jáimez de Sotomayor, cu-
ñado de Juan Rejón, que tan justa celebri-
dad alcanzó en la conquista de la Gran-Ca-
naria, habia dejado escrita una relación de
estos sucesos, adicionada después, en 1639,
por el capitán Alonso de Jerez, Cardona.
Muchas é infructuosas investigaciones ha-
bíamos hecho para obtener una copia de tan
curioso manuscrito, hasta que al fin hemos
(1) Mariii y Cubns en su historia manuscrita, de que
luego hablaremos, le llama Pedro Fernandez Escudero, y
añade, que era Alcaide de la Toi're del Real de Las Pal-
mas, situada en lá plaza de San Antón, y que escribió mu-
cho de la conquista Parte 2.*
(2) El ejemplar que poseemos es copia de otro que per-
teneció á Marín y Cubas, y se titula:—Historia de la con-
quista de Gran-Canaria por el Capellán y Licenciado Pe-
dro Gómez Escudero.
Obsérvese que el ser Capellán, no era obstáculo en aque-
llos tiempos para ser soldado.
38 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

creído encontrarle en un códice del siglo


XVII, convenciéndonos al,menos, de que,
sino es el de Sotomayor, es el mismo que
Viera y Clavijo cita en sus Noticias: bajo
el epígrafe de manuscrito antiguo. Esta cró-
nica es un interesante estudio, que, aunque
poco se aparta de lo consignado en las de
Sedeño y Escudero, completa sus citas y las
adiciona á veces, respecto de aquellos acon-
tecimientos, que se relacionan con la ges-
tión de los espinosos asuntos en que inter-
vino R^jón, de quien se muestra defensor
incondicional. (1)
Herían Peraza, castigado por los Reyes
Católicos con la pena de presentarse en per-
sona y acompañado de cierto número de va-
sallos en la Isla de Gran-Canaria, para ayu-
dar á su .completa sumisión, también de-
jó escrito algunos apuntes sobre este su-
ceso, lo mismo que su yerno Diego de He-
rrera. (2) Se dice del mismo modo, que Pe-

(1) El manuscrito tiene por epígrafe:—Conquista de la


Isla de Gran-Canaria iiecha por maindado de los Señores
Reyes Católicos D. Fernando y D . ' Isabel, por el capitán
D. Juan Rejón y el Gobernador Pedro de Vera, con el al-
férez mayor Alonso Jáimezde Sotomayor.
Se custodia en la Biblioteca de la Laguna, y aparece
copiado por-Fray Juan Antonio, franciscano, año de 1666.
Consta la obra de 22 capítulos.
(2) E Q una nota de letra de Marin y Cubas, s.\ margen
del manuscrito de Sedeño, citado anteriormente, se k'e:—
«Yo he visto..,. los escritos de Hernán Peraza, y los de su
INTRODUCCIÓN. 39

dro de Arguello redactó una crónica en la-


tín sobre la conquista de las islas, enmen-
dada y adicionada por el bachiller Hernan-
do Ortiz. Dábase Arguello el título de es-
cribano de la conquista, pero sólo sabemos,
que por los años de 1528, residía en la Vi-
lla de Gáldar. (1)
yerno Diego de Herrerii.»—Tal vez este Diego de Herrera
fuese el Gobernador de Canaria que en 1524 dio un infor-
me, que poseemos original, sobre ciertas perturbaciones
producidas por el Chantre D. Martin Jiménez, Inquisidor
apostólico ([ue era de estas Islas, durante el ejercicio de su
cargo.
(1) Según el Dícionario bibliográfico de D. Tomás Mu-
ñoz, esta crónica tiene el siguiente título:—Crónica de las
Islas de Canaria, en que se refiere como se ganaron de los
naturales dellas, por Pedrode Arguello, primer escribano de
la conquista, enmendada por el Bachiller Hernando Ortiz
en ITiíG —Manuscrito en folio de la Bibliiitcca del Marqués
de Montealegre, según el catAlogo impreso, fol. 108 vuel-
to, líslu librería formó luego parte de la del Marquós de
la Romana, pero no se encuentra j a en ella dicho Códice.
En lit información de hidalguía de D.* Luisa de Betan-
cor, declaraba Arguello como testigo, en 1528, y se decía
vecino de Gáldar.
Consignaremos, por lo que pueda contribuir al hallazgo
de este inanuscrito, que en la—Relación de los libros que
se llevaron al Escorial, procedentes de la Capilla Heal de
Granada—se lee la siguiente nota:
—Otro libro en lalin, escrito de mano, en papel de á
cuarto, encuadernado en tabla, intitulado; «Tratado sobre
la Conquista de las islas de Canana.»
¿Será la obra de Arguello?
Respecto á Hernando • Oi'tiz poseemos algunas curiosas
noticias.
En 15(15 era bachiller de gramática cu Las Palmas, y
leia en la Igiesia de San Antón las lecciones á que estaba
obligado por razón de su oficio, á cuya clase asistían mu-
chos canónigos para aprender latin.
La Inquisición le procesó por proposiciones atrevidas, de
TOM. I. 4
40 HISTORIA DH LAS ISLAS CANARIAS.

La organización feudal y nobiliaria de los


reinos de Castilla, llevada á las playas del
archipiélago por los aventureros de Kejón,
Vera y Lugo, dio desde luego tanta impor-
tancia al elemento müitar, que tan pronto
como feneció la conquista, y comprendieron
los Jefes de ella, que sus proezas iban á que-
dar oscurecidas, sino se perpetuaban de una
manera auténtica en informaciones y actas
notariales, así como su preciosa cualidad de
hijodalgos, que les eximia de pechos, sisas y
alcabalas, y hasta de pagar las deudas mas
legítimas, se apresuraron á formular sus
respectivos hechos y glorias personales en
aquellos actos, que pasaban siempre por an-
te los gobernadores de cada isla, interro-
gando al efecto viejos testigos, que declara-
ban sobre esos mismos hechos, á los cuales,
la excesiva vanidad de los solicitantes, pres-
taba exageradas proporciones.
Doña Margarita, hija de D. Fernando
Guanarteme, que vivía en Gáldar, y había ,
casado con Miguel de Trexo Carvajal, fué
una de las primeras, que pretendió acredi-
saboi' herético. En una ocasión fué denunciado, fxorque ha-
blando re'specto de la humildad, para realzarla, dijo, quu
la Virgen había nacido y vivido en una condición baja
y vil.
Es probable que Arguello solicitara su asistencia para
poner en lengua latina su crónica.
INTRODUCCIÓN. 41

tar su noble ascendencia por medio de una,


información, cuyas diligencias se practica-
ron en 1526, ante el teniente de Grobernador
de Canaria Francisco Pérez Espino ó Espi-
nosa, por delegación de Martin Fernandez
Cerón, Justicia mayor de la isla. Declara-
ron en ella, al tenor del interrogatorio que
encabeza la demanda, nueve testigos que se
habían hallado en lo más recio de la con-
quista, y en sus verídicas contestaciones en-
contramos confirmados muchos de los he-
chos que las crónicas refieren, y menciona-
dos otros que en ellas se oipiten. (1)
Su prima D.* Luisa de Betancor, conoci-
da en nuestra historia con el nombre indí-
gena de Tenesoya Vidina, hija del Guaire
Aymedeyacoan, siendo ya viuda de Maciot
Perdomo, pariente del barón normando, y
hallándose también en Gáldar, solicitó y ob-
tuvo la recepción de testigos para acreditar
su hidalguía' y la de sus hijos, á quienes se'
les iba á embargar por deudas, los pocos
bienes que poseían. Én estas diligencias se
halla una declaración notabíHsima, presta-

fl) De esta información existen varias copias autéoli-


cas. Los. testigos que en ella declararon seilamaban—Her-
nando del Castillo.—Juan Bravo. — Alonso Hernández.—
\M\S, Xinicnez —Feí'nán Álvarez.—Juan de Soria.—Bar-
tolomé de Barrea.—Gonzalo de Aguilar.—Gonzalo de
Fuentes. ,
42 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

da por D.^ Catalina, hija única del Rey Gua-


yasen el Bueno, y prima de Tenesoya, que
por algunos canarios era respetada como la
sola y legítima heredera de la corona isleña.
Contaba entonces esta señora la edad de se-
senta años, y se dice que habia casado tres
veces. (1) La información contiene también
algunos datos importantes sobre la con-
quista.
En Tenerife se hicieron asimismo, y con el
propio objeto, diversas justificaciones, que
contribuyen á esclarecer ciertos hechos de
la época que siguió inmediatamente á la co-
lonización española, y á darnos algunas no-
ticias sobre las fusiones que tuvieron lu-
gar entre las dos razas.
Ibone de Armas, afamado capitán isleño,
que se distinguió en las islas de Palma y
Tenerife, acreditó su hidalguía en 1501,
probando que descendía de Aguamuge, cé-
lebre adivino ó Falcan de la Gomera. (2)
(1) Luisa de Betancor y su lujo Juan Pordomo dieron
poder para esta información ante el escribano de Guia
Alonso de S; Clemente, el 24 de Octubre de 15'¿5, y firma
como testigo Juan C.iirnsco.
Los que declararon en la justificación se llamaban—
Adán Acedo.—Juan do Soria.—Antonio Cerezo.—Her-
nando de Vera.—Cristóbal Rodríguez.—Pedro de Argue-
llo.—Catalina de Guzman.
(2) Bstas diligencias las autorizó Antonio de la Peña,
escribano de la Gomera, y las posee hoy el IJc?nciado
D. José María de las Casas, vecino de la Laguna
INTRODUCCIÓN. 43

Lope Hernández de la Guerra, conquista-


dor también de Tenerife, solicitó otra infor-
mación en 1512, para consignar algunos glo-
riosos hechos de armas, que sin esa circuns-
tancia hubieran quedado oscurecidos. (1)
En años subsiguientes los hijos del heroico
patricio Bernardino de Lescano Muxica, to-
maron acta judicial de las increíbles haza-
ñas de su ilustre ascendiente, quien, en sn
afán por servir á su país, adquirió, armó y
se puso al frente de una escuadrilla, con la
cual ümpió de piratas los mares del Archi-
piélago. (2) Agustín Delgado, descendiente
de los Gruaires de Telde, y soldado de las
• huestes de Lugo, probó también su nobleza
ante las autoridades de la Laguna, y luego
pasó á Indias, donde reaüzó esos prodigios
de valor, que cantó Castellanos en sus Ele-
gías. (3) De esta información extractó nu-
merosos datos el diligente cronista Nuñez de
la Peña.
Otras informaciones sobre captura de he-
reges y delitos contra la fé, practicadas de
(1) Vicr.x cita esta información en sus Noticias.
(2 lista información se custodia en el archivo de los
Síes Condes do la Vega Grande.
(3) Agustín Delgado os el mismo que tantos elogios
mereció ¡i Ju.io de Castellanos en sus Elegías de varones
Ilustres de Indias. Eia nieto del célebre canario Pedro Ma-
ninidra, qae murió peleando bajo las banderas del Adelan-
tado en las costas de Berbería.
44 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

1491 á 1499, por el Provisor déla Diócesis,


y por delegados del Sr. Obispo de Canarias
D. Diego de Muros, y las probanzas que re-
cibió el canónigo D. Bartolomé, López de
Tribaldos, Inquisidor en comisión, nombra-
do por el Arzobispo de Sevilla, de 1504 á
1510, contienen numerosos datos, que se re-
lacionan íntimamente con la manera de ser
de aquella sociedad naciente. (1)
Dignas son también de mencionarse, co-
mo documentos históricos, las constitucio-
nes sinodales dadas á su clero, por el mismo
Sr. Obispo D. Diego de Muros, y de las cua-
les se conservaba una copia en el archivo pa-
rroquial de San Juan Bautista de Telde. En
ellas se contiene una serie de prescripciones
morales, que reflejan poderosamente los
usos y costumbres del país, en aquellos pri-
meros dias que siguieron á la rendición de
los indígenas. (2) Son, asimismo, de grande
importancia histórica otras constituciones si-

fl) Hemos visto y Icido estas diligencias en sus origi-


nales, tal v<3z los más antiguos que se conservan en el Ar-
chipiélago. VA obispo íiniia D\ Episcopus Rubicensis; hay
también firmas originales del adelantado D. Alonso de
Lugo, del Dean D. Juan de Alarcon y de los principales
conquistadores.
(2j Estas sinodales l:is dio A conocer |)or primera voz
ZuasnáVar en su compo ilio histórico. Se dice que ya no
se encuentran en aquel a'ohivo; pero existe una copia en el
secreto de la Catedral de [>as Palmas.
INTRODUCCIÓN. 45

nodales de su sucesor el Iltmo. D. Fernando


de Arce, que en 1514 y 1515 abrió sínodo
en Las Palmas, y enmendó y adicionó las de
Muros, creando al mismo tiempo parroquias
en los pueblos, donde el aumento de pobla-
ción indicaba su necesidad; y por último,
dando reglas para el mejor gobierno espiri-
tual de sus administrados. Estas constitu-
ciones que han permanecido basta ahora
desconocidas, ofrecen numerosos datos so-
bre las costumbres, industria, y cultura in-
telectual de los isleños. (1)
Si examinamos ahora, como documentos
coetáneos, la célebre crónica de los reyes
Católicos, tantas veces citada por todos los
historiadores nacionales y extrangeros, cró-
nica que escribió á fines del siglo XY. el cu-
ra de los Palacios, Andrés Bernaldez, nos
será fácil, con los capítulos que á las Cana-
rias dedica, formar una nueva é interesante
memoria, que completará, corregirá y am-
phará muchas de las noticias que poseemos
sobre estas islas, y que Bernaldez recogió

(1) Hállíise esle documento en el mismo archivo secre-


to de la Catedral do Ijfts Palmas, donde fué descubierto por
Viera y Clavijo, quien lo cita en los apuntos que recogía pa-
ra adicionar sus noticias, pero sin que hubiese llegado á
utilizar su contenido.
Noticias, 2.* edición t . 4.° p. 70 nota. Poseemos un tras-
lado del que Viera copió para su uso particular.
46 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

de los indígenas y soldados conquistadores,


que con frecuencia se detenían en Jerez, Cá-
diz y Sevilla. (1) Estos capítulos fueron yá
reunidos y anotados con el propio objeto,
por el fraile carmelita, Pedro de Quesada
Molina, natural de la Laguna, cuando resi-
día en el convento de San Alberto de Sevi-
lla. (2)
Antes y después de que se escribiera esa
crónica, los historiadores generales y parti-
culares de los reinos de Castilla y Aragón,
y todos los de Indias, consagraban siempre
algunos capítulos al estudio de este archi-
piélago, amphando con mayor ó menor ex-
tensión y exactitud lo que entonces se sabia.

(1) Esta crónica, uno de los monumentos más curiosos


de la historia patria, era solo conocida por las copias manus-
critas que poscian algunos eruditos, hasta que, á mediados
de este siglo, so imprimió en Granada con muchas inco-
rrecciones. En 1869 la Sociedad de Bibliófilos «ndaluces
hizo de ella una esmerada edición en dos tomos, con va-
rios datos biográficos sobre su autor, y un juicio crítico de
la obra, debido á la pluma de D. Fernando de Gabriel y
Ruiz de Apodaca. Por último en 1878 se inserto en la co-
lección de Autores Españoles, que con tanto aplauso ha
publicado Rivadeneyra, depui'ando con esiueio el texlo.
(2) Etnog. de Canarias por Mr. S, Berlhelot, p. 70.
Los capítulos de Bernaldez relativos á Canarias, son los
marcados con los números 64, 65, 66, 07, 132 y 134 —
Bib. de A A . Españoles, tniiio 70.
Apesar de la esmerad • corrección del texto, observamos
que se llama el Arch¡pii'''ago islas <le Canarias, cuando
Bernaldez debió escribir \ .-scribió islas de Canaria.
INTRODUCCIÓN. 47

respecto al estado del país, sus habitantes y


producciones. (1)
Obsérvase con frecuencia, que estos escri-
tores se copian los unos á los otros, incu-
rriendo en groseros ei'rores ó dando crédito
á absurdas fábulas, que han venido repitién-
dose en diccionarios, viages y tratados geo-

(l) Citaiemos algunas de estas obras:


—Gerónimo de Zurita. Anales. Lib. 8.', cap. l . ° y 4."
Lib. 20, cap. 9.
— Salazar de Mendoza. Monarquía de España, cap. 7 y 8
— López de Gomara Historia general de las Indias.
Fol. 121.
—Perei. do Guzuwin Crónica de D. Juan el II. cap. 263 .
—Antonio de Nebrija. Década 2." Lib. 2.", cap. t °
— Juan de Barros. Década 1," Cap. 12.
—Mariana. Historia de España. Lib. 20, cap. 9.
—Marineo Siculo. Lib. 19, cap. " 5 .
—Gil González Dávila. Crónica de Enrique III. cap.
39 y 79.
—Jacobo Mainoldo. Reyes de España, p, 24.
—Jorge Mórula. De Variat. Lib. 5,° cap. 4.
—Camilo Borrero. De Preeslilu Rey. Cath. cap. 46.
—Auberto Mireo in Geog Eccles. Verb. Canaria.
—Morigia. Historiado las Religiones, c. 59
— Hernando de Pulgar. Historia de los Reyes Cató icos.
Parte 2.*, cap. 76 y parte 3.", cap. 18.
—Cobarrubias. Tesoro de la lengua castellana, cap. 17.
—Garibay. Compendio Historial, t. 2.", cap. t.°
— Bartolomé de las Casas. Historia gcnural de las In-
dias. Del 18 al 21 cap.
—Antonio Galauo. Tratado sobre el camino que condu-
ce ii las Indias. Lisboa, 1550
—Thatriara. El libro de las costumbres do todas las gen-
tes del mundo,de las Indias. Amberes. 1556.
—Oviedo. Historia general de las Indias. Madiid. 1853.
—Cordciro. Hi^oria insular. Lisboa. 1717.
—Vida del infante D. Enrique de Portngil, por Cándido
Lusitano. (José Freiré.} Lisboa. 17 58.

"W
48 HISTORIA DE LAS ISLAS CANAEIAS.

gráficos, hasta nuestros dias, con notable


perjuicio de la verdad histórica y descrédi-
to de sus autores.
Desde esa remota época, varios aficiona-
dos á genealogías, que nunca han escaseado
en el país, recogieron las filiaciones de mu-
chas de las familias de los principales jefes
indígenas, conservándonos de ese modo la
historia de sus ahanzas con los conquista-
dores, y hasta la de sus enlaces con los ne-
gociantes y colonos extranjeros, que vinie-
ron á buscar nueva patria en las Canarias,
preciosos datos que hoy son el hilo conduc-
tor que sirve de guia al estudio de las vici-
situdes de esa raza tan olvidada como des-
conocida. (1)

VI.

Entrando ya el siglo XVI, varios nego-


ciantes ingleses principiaron á enviar á las
Canarias algunos comisionistas ó factores,

(l) EnttL' estas Colecciones podemos c^tar la cjtic posee


el Beneficiado D. Domingo Bi'ito y Salazar, y los manus-
critos genealógicos que fueron del infatigable D. Juaii Nu-
ña de la Peña, propiedad hoy de D. Manuel García Áa-
dueza.
INTKOD0CCIÓN. 49

que recorriesen sus principales puertos y po-


blaciones aprovechando los escasos interva-
los de paz, que ambas naciones se permitían;
pero cuidando de evitar aquellos la incansa-
ble vigilancia del Santo Oficio, que yá desde
1504 ejercía sus rigores en las personas, que
por sus actos ó palabras inspiraban sospe-
chas de dudosa sinceridad catóhca.
Uno de estos comisionistas, más ilustrado
ó menos indiferente que los demás, escribió
en 1526 una relación descriptiva del país,
publicada después en la colección de viages
de Hakcluit y Purchas, y reproducida en el
tratado de navegación que Bergeron pubh-
có en 1629, á continuación de su crónica de
Bethencourt. Llamábase su autor Thomas
Nichols ó Midnal, y en su curioso viage re-
fiere todo lo que el mismo observó, consa-
grando á cada isla un párrafo relativo á sus
productos naturales, industria, comercio y
población. (1)
Otro viagero inglés, M. Edmond Scory,
visitó la isla de Tenerife y subió al Teide,
cuyos caracteres geológicos fué uno de los

M) • Véase la colección citada, y el Tratado de navega-


ción de Mi'. P. Bc-rgcron. Paris. Che^ J. de Heuquevi-
lie. 1629.
Tomás Nichols ora factor de tres célebres comerciantos de
Londres,*Tomás Locke, Antonio Hikman y Eduardo Gas-
telin.
50 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

primeros en señalar, aunque con marcadas


inexactitudes, debidas á la imperfección de
los instrumentos, y á los escasos progresos
de las ciencias en aquella época. (1)
En la conquista de Tenerife se liabia dis-
tinguido por su valor y prudencia el capi-
tán Martin de Alarcon, y un pariente suyo,
el P . Pedro de Alarcón, de la Compañía de
Jesús, martirizado luego en el Japón, dejó
escritas algunas noticias que recordaban
aquellos hechos de armas, cuyo manuscrito
poseia el Licenciado Luis Parrado de León,
beneficiado de la parroquia de los Reme-
dios en la Laguna. (2)
En este mismo siglo vivia en Las Palmas
un médico ilustrado y laborioso, llamado el
Doctor Alonso Fiesco, quien dedicó sus
ocios al estudio de las antigüedades de su
país, que para él no eran antiguas todavía.
Sabemos que escribió una larga y curiosa
historia, cuyo manuscrito "ha desaparecido,
sin que hayamos podido averiguar noticia

(1) Sir Eflmoní! S c o i y , (i.iballi'io inglés, dcsciipcióii


particular de TiMicjifi', inoiit.u'ia iii:iiavillos:i, úc las siiign-
lafidacles rio esta isla, CD-sdiiiibics de s u s li diiíanlr-:, L O -
bierno antiguo, idolairía, Ceitiiidad, vinos excelfrttes, ciu-
dad de la í-aguna, G u a n c h e s , Bothoncouil piiuier descu-
bridor, opiniones en la religión, (larüculai' vuelo de a v e s , —
P u r c h a s , t. V.
B e r g e r o n . Viajes. L a Ha^'a. 1 7 3 5 .
(2) Véase Nuñez de la P e ñ a p a g . 112.
INTRODUCCIÓN. 51

alguna sobre tan interesante documento. (1)


Los ingenieros Leonardo Turiani (2) y
Próspero Casóla, de los cuales, el último es-
taba ya domiciliado en las Palmas desde
1586, donde se casó y fué regidor perpetuo
de su municipio, escribieron afines del mis-
mo siglo y principios del siguiente varios

(1) Fr. Alonso de Espinosa en su obra—Del origen y


milagros de N . S. de la Candelaria—dice:—Aunque no fué
mi intento ni el principal motivo de mi escriptura ser histo-
riador desta isla... muéveme... ver, que aunque hay mu-
chos historiadores que de las otras islas escriben, como es
el Dr. Fieseo en Canaria, que va escribiendo una larga y
curiosa historia, y Leonardo Tuiian, ingeniero, que con
subtil ingenio y mucha arte escribe la descripción destas
islas, y otras que no han salido á luz.—Lib. 3.°, p, 51.
El ü r . Fiesco fué recibido médico del Cabildo Ecfesiás-
tico de Canarias, en sesión de 28 de Abril de 1564, que
dice asi:—«Se nombraron por médicos del Cabildo al Dr.
Fiesco y al Licenciado Castro, á cada uno con el salario de
30 doblas y 6 fanegas de trigo.» Extracto de actas. T. i.°,
año de 1564.
Sabemos, además, que en 1581 ejercia el cargo de mé-
dico del Hospital de San Martin, y que en 1588 estaba aún
en Las Palmas, porque aceptó un tributo que le cedía Lo-
renzo de Palenzuela. También consta por otro documento
publico, otorgadt) por él en 1600, que daba poder á un
hermano suyo, Racionero en la Catedral de Cádiz, para
vender algunas fincas.
En 1564 tenia 32 años, y por tanto en 1600 alcanzaba
la edad de 68 años-.
(2) Leonardo Turian ó Tuiiani era en 1595 Veedor Ma-
yor de las Obras Reales, y tan celebrado por su agudo in-
genio, que Camoens lo elogia en uno de sus sonetos. En
la parte 2.* del Templo Militante de Cairasco, edición de
Lisboa, hay unos Tersos en italiano, que Turiani dedica al
poeta isleño. Tal vez fuera hijo del célebre Juan Turiano,
predilecto ingeniero de Garlos V., autor del acueducto de
Toledo. Es indudable que Leonardo visitó el archipiélago.
52 HISTOEIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

informes y memorias sobre estrategia, forti-


ficaciones y topografía de las islas, que se
remitieron á España, y de los cuales algu-
nos se guardan hoy en el Archivo de Si-
mancas (1)
El famoso historiógrafo de Felipe II, D.
Antonio de Herrera en sus discursos mora-
les, políticos é históricos, obra poco conoci-
da, se ocupa en el opúsculo que lleva el nú-
mero XIV, del descubrimiento de las islas
Canarias, y de las diferencias que sobre su
dominio surgieron entre castellanos y por-
tugueses. En el discurso XV nos ofrece una
reseña de los usos, costumbres y religión de
los indígenas, que contribuye á aumentar el
caudal de esas noticias, aunque nada nuevo
(1) Entre las mcmoiias que escribió Casóla^ tenemos
copia de la que dirigió á Felipe II en 8 de Octubre de
1595, sobre la manera de fortificará Fuertevonlura, po-
niéndola á cubierto de las invasiones moriscas.
Viera en la pag. 197 del tomo 3.° de sus Noticias, ha-
blando del Capitán General D. Iñigo Brizuela, que falleció
en Las Palmasen 1636, se expresa en estos térmiiios.—
«Su grande actividad y celo se comprueba con ei libro que
se presentó á Felipe IV de la visita que hiüo de nuestras is-
las, acompañado del ingeniero Próspero Gazoíla.»
Su verdadero apellido e^ Casóla, como puede compro-
barse con sus firmas de que poseemos varios autógrafos.
Creemos que el libro fuese obra del laborioso ingeniero.
En su testamento otorgado en Las Palmas ante Andrés
Hosales, en 9 de Diciembre de 1629, declara ser natural
de Reggio en Lombardía, criado del Rey y su ingeniera
militar, habiendo casado con Doña Isabel de Zurita Impe-
rial de quien tenia sucesión. Volvió á testar en 7 de Mayo
de 1647 ante Juan Baez Golfos.
INTRODUCCIÓN. 53

añada á lo que ya habían dicho sus prede-


cesores. ' (1)
A fines del siglo XVI aparece al ñji la
primera obra impresa de alguna importan-
cia, que contenga una relación ordenada
de la historia de la conquista y de sus pri-
mitivos habitantes, aunque dirigida á otro
objeto muy diverso, que el de ilustrar los
orígenes de la historia isleña. Habíala escri-
to y publicado en Sevilla el P. Fr. Alonso
de Espinosa en 1594, y llevaba por título—
Del origen y milagros de N. S. de Candela-
ria—Divídela su autor en cuatro partes de
las cuales la primera trata—De la descrip-
ción de la isla de Tenerife y de sus cahda-
des y de los naturales de ella y de sus cos-
tumbres y otras cosas.—En la segunda par-
te se ocupa—Del origen y apareciiniento
de la Santa Imagen de Candelaria, y de las
cosas que en este tiempo pasaron.—En la
tercera nos habla de la Isla de Tenerife y
de sus conquistadores.—Y en, la cuarta—

(t) Inédita habia peimanecido esta obra,' hasta que en


1804 se imprimió en iVIadrid bpjo este título.
—Discursos morales, políticos ó históricos de I). Anto-
nio de Herrera, cronista, del Rey D. Felipe II, autor de las
Détadas de Indias. Tomo 1." Madrid, Imprenta de Ruiz—
1804, en 8." '
Vieron la luz por el celo de D. Juan Antonio d'! Za-
macola.
54 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

De los milagros que N.** S / ha obrado por


esta santa reliquia.
El autor se lamenta de la indiferencia que
habia en Tenerife respecto á investigaciones
históricas, y asegura que en las otras islas,
se hablan emprendido notables trabajos so-
bre antigüedades, de los cuales algunos es-
taban ya concluidos, y andaban en manos
de los curiosos. Entretanto, y como para
probar, no yá la indiferencia, sino el odio
hacia toda discusión histórica, la obra del
laborioso Dominicano, aunque impresa, se
vio expuesta á desaparecer del todo, sin de^
jar más huella que el recuerdo de su título.
Una familia poderosa de Tenerife, creyén-
dose ofendida por algunas observaciones que
consignaba el fraile historiador, recogió la
edición, y quemó todos sus ejemplares, es-
capando solo uno de tan inaudito auto de fé,
que, guardado felizmente por un amante
de las glorias patrias, sirvió, tres siglos des-
pués, para reimprimir el texto, y legar á la
posteridad las peregrinas noticias que aque-
lla obra contiene, apesar de la excesiva cre-
dulidad con que se halla escrita, y de la can-
didez de sus numerosos milagros. (1)

(1) La obra fue impresa en esta forma:


— De la aparición y milagros de la santa Imagen de
INTRODUCCIÓN. 55

Otra imagen célebre, que se veneraba en el


convento de San Miguel de la Laguna, dio ,
lugar á otra publicación, que no tiene el va-
lor histórico de la del P. Espinosa, pero qué
no debemos omitir en esta reseña bibliográ-
fica. Nos referimos al^Breve sumario de
los milagros que el Santo Crucifijo de San
Miguel de las Victorias de la ciudad de la
Laguna de la isla de Tenerife ha obrado
hasta el año de 1590, y délos primeros pre-
dicadores de la fé en las islas de Canaria.—
Está escrito por el P. Provincial Er. Luis
de Quirós déla orden de San Francisco. (1)
En los últimos años de este mismo siglo
XVI, tuvo lugar en Las Palmas el ataque ó
invasión de las escuadras inglesa y holande-
sa, al mando respectivamete de Drake y
Vanderdoez, y sobre tan importante acon-
tecimiento se practicaron algunas informa-
ciones, entre las cuales fué la mas notable
la que se recibió á instancia del G-obernador
Antonio de Pamochamoso. También se re-

N. S. de Candelaiia, que apareció en la isla de Tenerife


con la descripción de esta isla. Compuesto por el P. Fr.
Alonso do Espinosa de la orden de Predicadores y Predi-
cador de ella. En Sevilla, \h\li.
Se rciuipriinirt en Santa CIUE de Tenerife, Imprenta y li-
bieria isleña, 1848. Un tomo en 8." El autor era natural de
Alcalá de Henares.
(1) Impreso en Zaragoza por Juan Lanaja, 1612 en 8.°
XOM. I. 5
56 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

dactó un diario por el escribano de Gruia Juan


de Quintana, y se enviaron relaciones á Es-
paña por el Tribunal de la Audiencia, dan-
do cuenta al Rey de uno y otro suceso. (1)
No debemos omitir, para completar esta
reseña, en la parte que corresponde á aquel
siglo, la relación que el italiano Benzoninos
ha dejado de su visita á las islas de Gran-
Canaria y Palma en 1541, al emprender su
viage de exploración al nuevo mundo. Ape-
nas tenia veinte y dos años, cuando al salir
de su patria se detuvo en las Canarias. Ha-
llábanse éstas todavía muy próximas á la
época de su conquista, y por eso es más cu-
riosa su relación. En el tercer libro de su
historia, impresa en Venecia en 1572,nos dá
algunos pormenores sobre los usos y cos-
tumbres de los isleños, manifestando que lo
que refiere lo habia oido á algunos de los
descendientes de aquella primitiva raza. {2}
(1) Poseemos copia de la infoiniacíon do Pamocha-
moso, del diario de Quintana, y de los servicios prestados
por el Capitán Juan liuii. de Alarcon en ambos ataques.
Hay una relación auténtica y documentada de la invasión
de D:-ake enviada por el Tribunal de la Audiencia al Rey
Felipe I[, que posee hoy D. José Sancho Rayón.
('¿) G. Benzoni. La historia del Mondo Nuevo di M. Gi-
rolamo Benzoni Milaneso. La qual tratta delie Isole e mari
nuovamenle ritrovati, et delle nuove ciltá da lui proprio ve-
dute, per acqua et per térra irr cuattordeci anni. Nuova-
mente ristampata et ¡Ilústrala con la giunta d'alcune cose
notabile dell'Isole di Canaria. Venecia ad inalantia di Pietro
et Francesco Tini, fratelli. t575. En 8.°, 179 fol.
INTRODUCCIÓN. 57

VII.

Los primeros años del siglo XVII vieron


llegar al archipiélago algunos individuos de
la yá poderosa Compañía de Jesús, con el
intento de fundar establecimientos perma-
nentes de su instituto en Tenerife y Cana-
ria, para lo cual contaban con valiosos auxi-
liares entre la nobleza, obispos, cabildo y
municipios.
Uno de estos hijos de Loyola, después de
permanecer algunos años en el país, estu-
diándolo y reconociéndolo, escribió un—
Tratado de la historia natural y moral de
las islas de Canaria—que no ha llegado á
publicarse. (1)
Mientras Espinosa, Quirós y Grarcia es-
cribían y daban á luz las obras que de-
jamos mencionadas, dos poetas canarios
de levantada y generosa inspiración, naci-
dos, uno en Las Palmas, y otro en la Lagu-
na, improvisaban á la sombra del Doramas
y del gigantesco Teide, fluidos y armoniosos
versos, que habían de inmortalizar sus nom-
bres, celebrando al mismo tiempo las belle-
(1) Se asegura que cuando se verificó en España la
expulsión de los Jesuitas se hallaba este manuscrito en el
Colegio que teniaii los P . P . en Sevilla.
58 HISTORIA BE LAS ISLAS CANARIAS.

zas de su patria, y los hechos gloriosos que


en su suelo se habian reahzado.
Asi era en efecto. Cairasco de Figueroa
cantaba en su Templo Militante en su Esdni-
júlea j en su Jerusalen, la hermosura incom-
parable de las Afortunadas, enviando hacia
todos los pueblos que entonces hablaban la
hermosa lengua de Castilla, un recuerdo in-
mortal de este archipiélago; (l)en tanto que,
Antonio de Yiana, en su famoso poema so-
bre la conquista de Tenerife, celebraba en
épicas octavas las brillantes hazañas de los
Bencomos y Tinguaros, de los Lugos y Be-
nitez, de los Gruanartemes y Maninidras, re-
cordando en sus versos las riquezas natura-
les de Nivaria, la imponente magestad de su
¡l) La primera odición del Templo Militante se hizo en
Víilladolid por Luis Sánchez, año de 1602, en un tomo en
8.", que comprende los meses de Enero, Febrero y Marzo.
En 1603, se reimprirnió dicha primera parte con la segun-
da, en un tomo en 4.", por el mismo Sánchez en Valla-
dolid. La tercera parte vio la luz en un tomo, año do 1609,
en Madrid, por el mismo impresor: y la cuarta en Lisboa
por Pedro Crasbeck, año de 16ir), reuniendo las cuatro
partes, en dos tomos en folio á dos columnas con el retra-
to del autor grabado en madera.
Posteriormente se han hecho dos tentativas de reimpre-
sión en Las Palmas en 1860 y 1878, que no han alcanza-
do sino el primer trimestre.
En el tomo XLII de la Biblioteca de Autores Españoles
de Rivadoneyra se encuentra una colección de Discursos to-
mados de dicha obra con una noticia biográfica: y en el
Parnaso Españoi que publicó D, Antonio de Sancha en
1771 (tomo 5."} se inserta con grandes elogios uno de sus
cantos .
INTRODUCCIÓN. 59

gigante Teide, y los sencillos amores de Dá-


cil, Rosalva y Griiacimara. (1)
Las cuestiones litigiosas que se promovie-
ron sobre el Señorío y división del Marque-
sado de Lanzarote, cobranza y distribución
de su derecho de quintos y otras alcabalas,
tanto en aquella isla como en la de Fuerte-
ventura, y las diferentes reclamaciones que
sin cesar dirigían al Rey sus vecinos, veja-
dos y atropellados por los que, desde el siglo
anterior, se llamaban sus Señores, dio lugar
á la publicación de extensos Memoriales, en
defensa de los unos y de los otros, que con-
tienen numerosos datos históricos y estadís-
ticos relacionados con todo el archipiéla-
go(2)
(1) El poema de Viana se irtipiimió en Sevilla en 46Ü4
por Biii-tulonié Gómez de Pastrana con el título de—Anti-
güedades de Us Islas Afortunadas de la Gi'an-Canaria,
Conquista de Tenerife y aparecimiento de la Imagen de
Candelaria, en verso suelto y octava rima, dirigido al Capi-
t;iri ü . Juan Guerra de Ayala, Sr. del Mayorazgo del Valle
de Guei'ra.
Esta edición es tan rara, que ignoramos quien posea hoy
un ejemplar. Conocemos algunos manuscritos, copiados de
la mis'na obra impresa. En 1854 se reimprimió el poema
en Santa Cruz de Teuerife con muchas in<íorrecciones, mal
papel y peores tipos, edición que también se halhi agota-
da, volviendo á reimprimirse en 1882
(2) J'uitre estos opúsculos creemos dignos de mencio-
narse los siguientes:
—Memorial ajustado en el Pleito del Estado de Lanza-
rote.
—Derechos de la casa de Herrera á las Islas Cana-
rias 1593.
60 HISTORIA DH LAS ISLAS CANARIAS.

El Licenciado Juan de Betancor, Racione-


ro de la Catedral de Canarias, ayo y maestro
que habia sido del célebre D. Agustín de Ro-
jas, marqués de Lanzarote, al ocuparse tam-
bién del derecho de quintos perteneciente á la
casa de Herrera, escribió unas memorias so-
bre el origen y conquista de estas islas, que
no llegaron á publicarse, pero que fueron
muy conocidas y consultadas por los letra-
dos, que entonces se encargaron de la defen-
sa de aquellos privilegios. (1)
Después que el Sr. Obispo D. Diego de
"Muros habia publicado las constituciones Si-
nodales de que antes hablamos, aquellos
que estaban obligados á su cumplimiento, ó
las olvidaban, ó cohonestaban su falta de

—Memorial ajustado del pleito de quintos.


—Alegación histórica jurídica por el Marques de Bélgi-
da, Conde do la Gomera, en el pleito con el 1.*'' Fiscal del
Tiibunal Supremo de Justicia sobre incorporación á la Co-
rona de las Islas de la Gomera, Hierro, Lanzarote y Fuer-
tcventura, en las Canarias, de que son poseedores, el Mar-
ques de Bélgida de las dos primeras y el Conde de Santa
Coloma, de las otras dos. Madrid. 1846. Iniprenta de ü .
Pedro Mora y Soler.
Citaremos también, aunque de diversa índole, el siguien-
te:
—Memorial por D. Francisco do Franoliy y Alfonso, de-
dicado ¿ la Ciudad de Gran-Canaria, 1G49, por el que se
obtuvo la continuación del Comercio de Indias, suspenso
por R. Orden de 4 de Febrero del mismo año.
(1) Titulábase la obr.i — Del origen y coiiqui-sta do las
Islas de Canaria y del der^x'ho de quintos de los Sres. de
la Casa de Herrera. 1604
INTRODUCCIÓN. 61

observancia con la dificultad de poseer una


copia auténtica de ellas. Estas y otras res-
petables consideraciones movieron al Iltmo.
Sr. D. Cristóbal de la Cámara y Murga, ce-
loso Prelado de la Diócesis, á promover la
convocación de una asamblea sinodal, con el
objeto, no solo de reformar aquellas consti-
tuciones, sino de establecer otras, que estu-
viesen más en armonía con los adelantos y
necesidades de la población.
El resultado de este Sínodo, con el texto
literal de sus nuevas prescripciones, y un
apéndice en que el docto Prelado nos pre-
senta una rápida descripción del ArcMpiéla-
go, recorrido por él en pastoral visita, apa-
rece en un volumen que hizo imprimir en
1631, y del cual dio segunda edición en
1634. (1)

(1) —Constituciones Sinodalos dol Obispado de Cana-


rias, su piinitM-a fundación, traslación, vida de RUS Obis-
pos, y breve lolación de aquellas islas.—Madrid, por Juan
González.—1631.—En 4.»
La viuda del mismo impresor publicó segunda edición
en 1634. Los ejemplares de ambas ediciones son hoy cu-
riosidades bibliográficas.
El Maestio Gil González üávila en su Historia do la vida
y hech(,s del Rey D. Felipe III de Castilla, reproduce L<ts
noticias estadísticas de este Sr. Obispo
Nuestro ilustre historiador D. José de Viera y Clavijo, en
su testamento, otorgado en Telde el 30 de Setiembre de
1811 ante el Notario D. Juan Nepomuceno Pastrana, dice
en una de sus cláusulas:—«Del mismo modo dejo á la Bi-
blioteca Capitular... un ejemplar de las Sinodales de este
62 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Poco después de este Sínodo, un fraile


franciscano, el P. Fr. Juan de Abreu Gallu-
do, aficionado al estudio de las antigüeda-
des del país, recorrido- también por él co-
mo misionero, escribía en 1632 una Histo-
ria de la Conquista de las siete-Islas de Gran-
Canaria, habiendo reunido con ese objeto
gran copia de materiales y de noticias cu-
riosas é interesantes, aunque algunas evi-
dentemente erróneas. La obra se halla divi-
dida en tres libros, tratando en el primero,
de la conquista de las islas menores; en el
segundo, de la Gri'an-Canaria hasta su .ren-
dición; y en el tercero, dé la Palma y Tene-
rife. Algunos datos recogidos en anteriores
códices sobre las costumbres de los aborí-
genes dio mucha importancia al manuscri-
to, que sirvió luego de guía, con manifiesta
parciahdad á í). José de Viera y Clavijo en
sus eruditas Noticias. Sin embargo, no ob-
tuvo por entonces los honores de la publi-
cación, quedando esta obra olvidada en los
archivos de uno de los conventos de su or-
den en la Palma, hasta que, á mediados del
siglo pasado, Jorge Glas, aventurero esco-

Obispado por el Sr. Obispo D. Ciistóbál dp la Cámara y


Murga, por tcndr la i-ocoiiicndación de haber sido el mismo
que tuvo presente el Iltnin. Dávila en las suyas, para las
ediciones y variaciones qui' se hicieron.»
INTRODUCCIÓN. 63

cós, que visitaba las islas coii el deseo de


fundar una factoría en las playas del veci-
no continente, fronterizas á Fuerteventiu'a,
pudo conseguir una copia, con la cual y los
datos que había podido recoger en sus inte-
ligentes excursiones, imprimió un libro en
Londres, que produjo honda irritación en-
tre las Autoridades Canarias, y especial-
mente en el Santo Oficio, que condenó y
persiguió con saña todos los ejemplares que
llegaron á la provincia. La obra de Gahndo
obtuvo, pues, la inesperada honra de ser
leida en Europa, y esta circunstancia con-
tribuyó más que otra alguna á perpetuar
los errores que en el texto se observan,
respecto á algunos sucesos de la conquis-
ta. El manuscrito ha sido al fin impreso
en 1848, y apesar de sus inexactitudes, es
una de las obras más apreciables de nuestra
bibliografía isleña. (1)
En 1645, pubhcaba un viagero francés,
en París, una obra que titulaba—Viages de
Mr. Le Maire á las islas Canarias, Cabo

(I) Ha aparecido bajo el título de—Historia de la Con-


quista de las siete islas de Gran-Canaria, escrita por el
Rev. P . Fr. Juan de Abren Gaiindo del orden del Patriar-
ca San Francisco, hijo de la Provincia de Andalucía. Año
de 1632.
Impresa en Sta. Cruz de Tenerife—1848—Imprenta Isle-
ña, un tomo en 8." de 229 páginas.
64 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Verde, Senegal y Gambía—en cuya obra se


encuentra la frase siguiente.—Puedo asegu-
raros que si algún día tuviese que abando-
nar la Francia seria para vivir en la GraJi-
Canaria.—Esto demuestra el gran aprecio
con que, desde entonces, se miraban las con-
diciones climatológicas de este ai'chipié-
lago. (1)
Yá por ese tiempo la afición á los estu-
dios históricos era general en la provincia,
porque el catálago de las personíi» que se
dedicaban á recoger y escribir esta clase de
noticias se aumentaba diariamente. Entre
esas personas, citaremos en primer lugar
á D. Francisco López de UUoa, que con-
cluía en 1646 una, Historia de la Conquista de
las siete Islas de Canaria, cuyo manuscrito
se conserva inédito en la Biblioteca Nacio-
nal. Consta de 116 folios, y está dedicada á
D. Antonio A los de Rodarte. Al final lleva
una relación del establecimiento del Tribu-
nal de la Audiencia, y una lista de los Obis-
pos de la Diócesis. (2)
Llegamos yá á una obra, que, casi pode-
mos asegui'arlo, produjo una revolución en

[{) Les voyagos du Sii'ur Lc'Míiiro aux i.«les Canaries,


Gap-Verd, Senegal et Ganibie.—Paris. CoJoiiibat. 1645,
p.*39.
(2J Ms. en 4." letra del siglo XVlí, Bib. Nae. J . 131.
INTRODUCCIÓN. 65

la manera de ver y jiizgar ciertos hechos de


mterés local para las islas. El Licenciado
D. Juan Nuñez de la Peña, natural de la
Laguna, sugeto muy aficiojiado á estudios
genealógicos é investigaciones históricas, lle-
gó á coleccionar un gran número de infor-
maciones, documentos, diplomas, reales cé-
dulas y actas, con cuyos materiales, refe-
rentes en su mayoría á la isla de Tenerife,
escribió una historia bajo el título de con-
quista y antigüedades de las islas de la Grran-
Canaria, que imprimió en Madrid en 1676
'(1). La obra está dedicada por su autor á la
Virgen de la Candelaria, y se divide en tres
libros. Trata el primero:—De la antigüedad
y conquista de las islas de Canaria y mila-
grosa aparición de N.^ S.^ de Candelaria.—
El segundo:—De algunas mercedes y privi-
legios, que los católicos Reyes de España
han hecho á la Novilísima isla de Tenerife.
—Y el tercero y último:—De la población
y vecindad de la isla de Tenerife, y de co-
sas notables que han sucedido en estas islas
de Canaria, y otras muchas cosas, curiosas
y milagros de N." S.^ de Candelaria.
Escrita esta obra sin conocer el autor la
crónica de Bethencourt, ni los manuscritos
(I) Madrid. Impronta Real á costa de Florian Anison
mercader de libros. 1676 en 4." á dos columnas.
66 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

de Sedeño, Escudero, Jaizme, Arguello,


Fiesco y Abreu Galindo, incumó en mu-
chos errores y anacronismos, que luego co-
rrigió en unas notas.que destinaba á ver la
luz pública, como adición á su Historia, pe-
ro que no han llegado á imprimirse (1). No
son, sin embargo, esos errores ó inexactitu-
des los mayores defectos que debemos se-
ñalar en su obra. Advertíase por la vez pri-
mera, que en una crónica destinada á dar á
conocor la historia general de estas islas, se
ocupaba su autor de una sola, con preferen-
cia esclusiva y deliberada, dejando en la
sombra alas demás. Y así era en efecto. Nu-
ñez de la Peña consagra su trabajo históii-
co á enaltecer la isla en que había nacido,
llamándola repetidas veces, la más rica, la
más fértil, la más poderosa, y fomentando
con su imprudente predilección el germen
de esa rivalidad funesta, que en el porve-
nir había de dar tan tristes frutos.
La lectura de ese libro, de que circularon
entonces numerosos ejemplares en la pro-
(1) Es de lanii'nt.ir, que los editores que en 1847 pu-
blicraron en Sta. Ci'!iz de Teiieiife una niu'va cdicióii de es-
ta obra, no hubiesen obtenido copia de aquellas Ciuieccio-
nes, depurando con ellas el texto, y cumpiiendu asi la vo-
luntad de su autor.
El manuscrito original se hallaba en la Biblioteca de D.
liOpe Antonio de la Guerra y Peña. Poseemos copiosas no-
tas de esos apuntes.
INTRODUCCIÓN. 67

vincia, produjo un disgusto general en aque-


llos que no eran hijos de Tenerife, dando
ocasión á que se manifestase de una mane-
ra indiscreta la guerra oculta que, respecto
á intereses locales, existia ya entre las dos
islas principales del grupo, revelándose esa
animosidad con más energía, entre los que
se ocupaban de estudios genealógicos é his-
tóricos.
De este número era un fraile de la orden
de San Francisco, llamado el P. Fr. José de
Sosa, que, con el carácter de predicador, ha-
bla recorrido el archipiélago, visitando sus
localidades, haciendo sensatas observacio-
nes, tomando notas, y recogiendo todos los
documentos y noticias, que con la historia
del país se relacionaban.
Era este fraile hijo de Las Palmas, y
amante apasionado de la isla en que habla
nacido, por lo que su indignación creció,
cuando, al leer las impremeditadas páginas
del cronista Licenciado, se convenció del
rango inferior que en ellas se asignaba á
su isla predilecta. Entonces, se dice, que,
empuñando la pluma, se propuso devolver
á la isla rival los agravios que suponía in-
feridos á la Gran-Canaria, pretendiendo en-
mendar asi una falta, con la premeditada
ejecución de otra.
68 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

De este patriótico y leal propósito, aun-


que imprudente é indiscreto en su forma,
nacieron unas apreciables memorias histó-
ricas, que con el significativo título de—To-
pografía de la Isla Fortunada Grran-Canaria,
Cabeza de Partido de toda la Provincia—
escribió y dejó inéditas por los años de 1678.
(1) En ellas se leen frases tan expresivas
como éstas—^Gran-Canaria siempre obtuvo
este nombre, porque, como la había criado
Dios nuestro Señor para cabeza y superior
de las otras seis islas afortunadas, nunca fué
mudable—(2) Sosa nos asegura que tuvo á
la vista memorias é informaciones auténti-
cas, que contaban más de ciento cincuenta
años, sobre cuyos datos habia redactado sus
noticias. (3)

(1) El manuscrito dice así:


'I'opografía do la Isla Afortunada Gran-Canaria Cabeza
d(! Paitido de toda la Provincia, comprensiva do las siete
Islas llamadas vulgarmente Afortunadas, su antigüedad,
conquista é invasiones, sus puertos, playas, inurallas y Cas-
tillos, con cierta relación de sus defensas, escrita en la M.
N. y muy Leal Ciudad Real de Las Palmas por un hijo su-
yo, este año de 1678.
Esta obra permaneció inédita, hasta que se imprimió en
Sta. Cruz de Tenerife, en 1849, imprenta isleña, un tomo
en 8.' de 198 páginas.
Hemos examinado y compulsado el manuscrito original,
que conserva el Sr. D. Juan del Castillo y Westerling en
su Biblioteca particular.
(2; Sosa Topog. p . 8.
(3) Sosa Topog. Prólogo.
INTEODÜCCIÓN. 69

En el siguiente año de 1679, un joven je-


suita, el P. Luis de Anohieta hijo de la Villa
de la Orotava, educado en los colegios de
la Compañía en Jerez, Sevilla y Córdoba,
dotado de mucho ingenio y de una vasta
erudición sagrada y profana, predicador afa-
mado y apasionado amante de los poetas
clásicos de Grrecia y Roma, deseando enal-
tecer las islas donde habia nacido, escribió
un libro con el título de—Excelencias y An-
tigüedades de las siete islas de Canaria, pri-
mera parte en que se comprehenden las ex-
celencias de estas islas, en los renombres que
les dio la antigüedad; dala á luzD. Ciistóbal
Pérez de el Cristo. Dr. en Sagrada Teología
y natural de la isla de Tenerife. (1)
Esta obra, de la cual llegó á publicarse la
primera parte, estaba dedicada al Marques
de Acialcázar y Torrehermosa, decidido pro-
tector de los Jesuítas en Canarias. Ignora-
mos el motivo que impulsó al joven litera-
to á ocultar su nombre en una ocasión tan
honrosa para él, ni como hubo un eclesiás-
(l) Se publicó esta obi-a en Jerez de la Frontera por
Juan Antonio Taruzona, 1679, un tomo en 4."
Aunque apareció con el nombro de Pérez del Cristo, se
averiguó luego el verdadero nombre de su autor que era el
del P. Luis de Ancliietay Abreu. En un manuscrito que de
éste conservaba su sobrino D. José Anchieta se confirma-
ba esta manifestación, manuscrito que examinó 13. Manuel
Osuna, seguu nos dice en su Compendio Histórico p . 6.
70 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

tico que se prestara á este fraude literario;


solo podemos asegurar, que el libro del P.
Anchieta es una recopilación ordenada de
todos los textos, que poetas é historiadores
de la antigüedad y de la Edad media escri-
bieron en obras diferentes, al ocuparse di-
recta ó indirectamente de estas islas. Su au-
tor revela en dicho libro unos conocimientos
poco comunes, que hacen sabrosa y amena
su lectura, siendo sus curiosos" datos de in-
disputable utihdad para la historia isleña.
Cuando en, 1679 aparecía impresa esta obra
en Jerez de la Frontera, yá Anchieta estaba
en Tenerife, enviado por sus superiores pa-
ra apoyar con su elocuente palabra y perso-
nal influencia las fundaciones que aquellos
meditaban en el país.
Sospechamos que las obras impresas de
Espinosa, Quirós, Nunez de la Peña y An-
chieta, los manuscritos que,antes hemos ci-
tado, y oti'os cuya memoria no ha llegado
hasta nosotros, despertó la afición á esta cla-
se de estudios en el Dr. en medicina D. To-
más Marín y Cubas, natural de Telde en la
G-ran-Canaria, y le impulsó á reunii" noticias'
y documentos para escribir una historia so-
bre las antigüedades y conquista de estas
islas, de cuyo trabajo empezó á redactar nu-
merosas apuntaciones desde el año de 1682.
INTRODUCCIÓN. 71

Ello es, que ya en 1687 había concluido una


obra de mucha extensión, que dividió en
tres partes, y daba fin con una lista crono-
lógica de los'gobernadores de Canaria has-
ta 1639 (1) pero, no contento, al parecer,
con este primer ensayo, ó deseando darle
mayoi' amplitud y corrección, comenzó de
nuevo otro traba-jo, conservando la misma
distribución y orden en las materias de que
trataba, cuyo segundo manuscrito concluyó
en 1694, dedicándolo á D. Pedro Ronquillo,
su condiscípulo tal vez, en las Universida-
des de Salamanca ó Alcalá, Embajador en
Londres y Presidente del Consejo de Esta-
do á fines del reinado de Carlos II. (2)
Esta historia, una de las más notables que
conocemos respecto á antigüedades canarias,
es digna de elogio, no solo por la sencillez y
claridad de sn narración, sino por la multi-
tud de hechos nuevos que nos revela, com-
pletando, enmendando y adicionando las di-

(ly Püsóe este precioso cütlice, que parece de letra del


autor, nuestro ilustrado amigo c! 8r. D. Juan del Castillo y
Westcrling.
^2) El título del niaauscritü, deque tenemos copia, dice
asi:
—Historia de las siete islas de Canaria, origen descubri-
miento y eonquista, dividida en tres libros. Compuesta por
1). Tomás Arias Marin y Cubas, natural de Tolde, Ciudad
en \i\ Isla de Canaria, üedicala á Ronquillo. Año de 16'J4.—
TOM. I. 6
72 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

minutas ó erróneas noticias de sus predece-


sores. Conste, sin embargo, que la mayor
parte del primer libro es una traducción de
la crónica de Bethencourt, y el tercero, una
indigesta disei-tación sobre la predicación y
martirio de San Avito en Canaria, con otros
asuntos ágenos completamente al, objeto de
la obra; en cambio, el libro segundo, com-
pensa con exceso estos defectos. Refiérenos
en él nuestro laborioso escritor la conquis-
ta de la Gran-Canaria con un lujo de por-
menores, que en vano buscaríamos en otras
crónicas, y se extiende largamente respecto
á los usos, costumbres y natur.aleza de los in-
dígenas, consagrando en la tercera parte un
curioso capítulo á disertar sobre el origen
del primitivo dialecto isleño, que lo hace de-
rivar del Egipto, Persia, Arabia y otras co-
marcas, cuna de la civilización griega, hipó-
tesis que no se aleja demasiado de las teo-
rías filológicas modernas, sobre la filiación
de los dialectos que se hablan en la vertien-
te occidental del Atlas.
Por ese tiempo ordenaba unos apuntes
para servir á la historia de estas islas el Dr.
D. Sebastian Cubas, natural de la Gomera,
y médico del Cabildo de la Catedral de Las
Palmas, estimulado quizá por los estudios y
laboriosidad de su compañero el Doctor
INTRODUCCIÓN. 73

Marin. (1)
Estos apuntes no han llegado á publi-
carse.

VIII.

El siglo XVIII se inaugura con algunos


viajes científicos al Teide. Mr. J. Edeus ha-
ce su descripción, en 1715 (2); el Padre
Feuillée de la Academia francesa, lo mide €n
1724 (8); el abate La Caille rectifica sus ob-
servaciones algunos años después; y el ofi-
cial D. Manuel Hernández vuelve á inedir
su altura en 1742. (4)
En los primeros años de ese siglo se es-
cribió un opúsculo de autor anónimo, que
contiene una breve relación de las noticias
que de estas islas tuvo la antigüedad, de su
descubrimiento y conquista, de la rehgión,

(1) Hahia sido médico de Villanucva de Sigena, y notn-


bi-ado por el Cabildo de Las Palmasen 13 de Julio de 1648.
(2) Transacciones Filosóficas de la Sociedad regia de
Londres-, 1714 á 1716.
(3) Academia de Ciencias de Paris, tomo correspon-
diente al año d>3 1751. Memorias de Mr. 1'Abbé de la
Caille.
(4) Viera, Noticias, t. 1.°, p . 234.'
74 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

costumbres y leyes de los aborígenes, y del


estado social del archipiélago, cuando dicho
manuscrito se redactó. Llex-^a por título—
Relación histórica de las Islas Canarias—y
se custodia en la Biblioteca Nacional. (1)
También en esos mismos años, un escritor
modesto é incansable, hijo del Hierro, D.
Bartolomé García del Castillo se dedicaba
á reunir y conservar los recuerdos histó-
ricos de aquella pequeña isla, dedicando su
hbro al que era entonces señor del Hierro
y la Gomera, D. J u a n Bautista de Herrera
Ayala y Rojas. Se debe asimismo á su
fecunda pluma un tratado sobre la langosta,
obra donosa, donde se mezcla la política y
la teología con la alqiiimia y el infierno;
una relación de las revueltas que alteraron
la paz de aquella isla en 1718; y unas cu-
riosas ordenanzas, que revelan el estado
económico de aquella parte del archipiélago
en la época en que se recopilaron. (2)
El viage del P. Feuillée á Tenerife y sus
laboriosas investigaciones científicas é his-
tóricas movió el ánimo del ilustrado D.
Pedro José de Mesa y Benitez á redactar
(1) Bib. Nac. Ms. en 4.° 36 fojas de letra moderna.
J . 127. ^
(2) Tenemos copias de las ordenanzas, y del tratado
sobre la Langosta, que contiene datos .sobre la agricultura
herreña.
INTRODUCCIÓN. 75

unas noticias sobre las antigüedades de


estas islas y que dedicó al mismo sabio fran-
cés y que han permanecido inéditas. (1).
En 1735, el Iltmo. Sr. Obispo D. Pedro
Dávila y Cárdenas, deseando modificar las
constituciones sinodales de su antecesor
Cámara y Murga, anunció, preparó y llevó
á efecto im nuevo Sínodo, que se abrió en
Las Palmas en agosto de dicho año, con
asistencia de todas las autoridades, y repre-
sentación de las parroquias de la Diócesis
y delegados de los Municipios. La relación
del Sínodo se publicó en Madrid con algu-
nas noticias estadísticas y datos referentes
á instruííción i)ública, costumbres y morali-
dad de los isleños. (2)
Al siguionte año el P. Matías Sánchez de
la orden de eTesús se dedicó á escribir una
obra bajo el extraño título de Semi-historia
de las fundaciones de su orden en las Cana-
rias, que ha permanecido inédita. De esta
obra copia algunos graciosos fragmentos el

(l) Se asegura que se conserva en el Archivo de 1).


Francisco Urtiisáustegui. Es célebre el D. Pedio por su
obra sobi-i' la ascendencia de Santo Domingo de Guzman.
í'2) —Constituciones y nnov.is adicioni'S Synodales del
()bis|)a(l<. (Ii'l.is (bananas, hechas por el Iltmo, S r . D . Pedro
Manuel Dávil.iy Cárden.as— á lasque hizo el Iltmo. Sr. D.
Cristóbal de la Cámara y Murga. Madrid. En la oficina de
Diego Miguel de Peralta. Año de 1737. Un tomo en 8." de
536 fojas.
76 • HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

historiador Viera y Clavijo, cuya lectura nos


hace sentir vivamente la desaparición del
manuscrito. (1)
No debemos olvidar otra obra, también
manuscrita, debida al ingenio del domini-
cano palmense Fr. Luis Tomás Leal, religio-
so docto y elocuente, sobre la aparición y
milagros de la Virgen de la Candelaria, por
que además de las noticias referentes al ob-
jeto que se propuso tratar, hay otras de no
escaso interés para la historia general del
país. (2)
También recordáremos, porque pertenece
á la misma época, una descripción geográ-
fica de la isla de Tenerife, escrita por el rey
de armas D. Francisco Gómez de Arévalo,
tal Vez por encargo de algún magnate cana-
rio, la cual se conserva inédita en la biblio-
teca de los Duques de Osuna. (3)
Otra descripción, histórica y geográfica,
pero de mayor importancia que la anterior,
concluía en 1739 el eminente patricio D. Pe-

(1) Parece que constaba de tros tomos en 4."—Vicia


poseia una copia, según nos dice el mismo en el prólogo
del tomo 3." de sus Noticias.
(2) Asegura Viera en el tomo 4." de sus Noticias, p .
559, que se custodiaba el manuscrito en eJ convento' de la
Candelaria en Tenerife.
(3) Gómez de Aréval' era ya fallecido en 1717. 8u des-
cripción se halla en el ti ;no 2." de Sumarios de Nobleza.
Véase Muñoz. Dic, BiblioL'
INTRODUCCIÓN. 77

dro Agustín del Castillo, que ya en diferen-


tes ocasiones habia dado repetidas pruebas
de su afición á las letras y de su amor á la
patria. Esta obra, que ha llegado al ñn á pu-
blicarse en 1848, conocida antes por las mu-
chas copias que de ella circulaban en manos
de las personas ilustradas, contiene exten-
sas noticias sobre las siete islas, y especial-
mente sobre la Gran-Canaria, habiendo te-
nido su autor á la vista muchos y peregri-
nos datos é informaciones de sucesos nota-
bles, que hoy no es fácil consultar. (1)
Ya desde 1688, y siendo Castillo aún muy
joven, habia ejercitado su pluma en escri-
bir una descripción de las islas de Canaria,
curioso manuscrito, que, además del texto,
contiene un mapa del archipiélago y de la
vecina costa de África, que ha sido grabado
y publicado recientemente en Madrid en los
anales de la Sociedad Geográfica española,
al tratar esta ilustrada Corporación de ave-

(1 ¡ La obra consta de tres partes, de las cuales la pri-


mera refiere el viage de Bethoiicourt, los usos y costumbres
de lüs Canarios, y una breve noticia de los sucesqres del
Bai'on noi'inaiulo. Li segunda se ocupa de la Conquista de
las tres islas Canaria, l'alma y Tenerife, y en la tercera des-
cribe e! archipiélago y el grupo de la Madera. Un tomo en
4." Imprenta Isleña. Ota. Cruz de Tenerife, 1848.
liemos visto y consultado el manuscrito (iriginal, que se
conserva en el archivo de los SS. Condes de la Vega Gran-
de, descendientes del autor.
78 HISTOKIA DK LAS ISLAS CANARIAS.

riguar el sitio que ocupó en el siglo XV la


fortaleza'de Mar Pequeña. Enriquecen este
Códice varios dibujos hechos discretamente
con la pluma y el pincel, representando al-
gunos puertos, radas y fortalezas de la pro-
vincia, y un plano exacto de la ciudad de
Las Palmas con sus barrios y puerto de la
Luz, tal como existia la población en 1688.
(1) Asimismo escribió otros opúsculos, so-
bre diferentes asuntos relacionados con el
bienestar del país, á cuyo servicio consagró
siempre su incansable actividad y su reco-
nocida ilustración. (2)

(1) El libro lleva la fecha de 25 de Mayo de 1688, y


está dedicado á D. Francisco Bernaido Varona, Capitán
General de las Islas.
(2) Además de las obras que hemos citado, dejó escri-
tos los opiisculos siguientes:
1.° Prevenciones políticas y militares para defensa de
esta Isla de Gran-Canaria.
2.* Relación diaria de las celebraciones qué se tiieíeron
en esta Isla (Gran-Canaria) al nacimiento del Principe
N . 8. D Luis I .
3." Propuesta que el alférez mayor ü . Pedro Á. del
Castillo hizo á su Cabildo sobre los graves perjuicios que
M se ocasionaban al público de estas Islas de tener efecto |0'<
impuestos que se mandaban hacer sobre la eutrada de los
efectos que comerciaran navios neutrales, y se refieren los
privilegios de estas Islas y sus servicios.
4." Consulta hecha á S. M. por el alférez mayor d? es*
ta Isla sobre el mismo asunto.
5 . ' Informe que hizo a\ Sr. D. Fernando' Chacón, Ca-
ballero del orden de Sanli.igo, Gobernador Capitán Gene-
ral de estas Islas y Presi 'ente de su Real Audiencia sobre
si conviene haya en estas Islas universidad do ciencias.
5.° Consulta 6 informe histórico y político al Sr. I). S a -
INTRODUCCIÓN. 79

Al mediar ese mismo siglo aparejó en la


provincia una imprenta, que fué adquirida
para el servicio de las oficinas del Estado,
siendo Capitán General D. Juan de Urbiná.
Una de las primeras obras que en ella se
imprimieron fué, un pequeño tratado sobre
la aparición y milagros de la Imagen de la
Peña en Fuerteventura, debido á la pluma
de Fr. Diego Gordillo, erudito y virtuoso
eclesiástico, natural de la Gran-Canaria, si
bien el libro apareció bajo el nombre de D.
Francisco Goñi. (1) Esta misma afición ^

turniíio Daoiz del Consejo de S . M . , Oidor de la Real Au-


diencia fie Sevilla, Presidente y Visitador desta de Cana-
ria, sobre si conviene el que haya Sr. Regente en esta Real
Audiencia, ó el que vengan á ella los S 8 . Capitanes Ge-
nerales como Presidente^ suyos.
7.° Carta al Excmo. Sr. D. Juan de Mur y Aguirre,
caballero del orden de Santiago, Gobernador Capitán Ge-
neral de estas Islas y Presidente de su Real Audiencia,
dando el Alférez mayor todas las noticias que tiene de la
Isla de San Blandón, y refiere las opiniones que hay sobre
haberla, y las dudas.
8." Consulta jurídica y política qae hizo al Sr. D. Fran-
cisco Román Melende¿ sobre el no admitirse en esta Isla
(Gran-Canariá) á ios pobres peregrinos, que de las otras
Islas vinieron á ésta en lo.s años de necesidad, y remedio
que dá para las futuras.
9.° Consulta que hÍ70 á S. M. etx nombre de esta ciu-
dad (Las Palmas) sobre que se mantengan en estas Islas
las monedas de plata menuda exceptuándolas de la Real
Pragmática en que se mandan recoger.
10. Auto de buen gobierno, que proveyó, estando á su
cargo el de esta Isla (Gran-Canaria), por ausencia en Ma-
drid del Sr. D. Francisco de Valenzuela.
(1) Se imprimió en Santa Cruz de Tenerife por D. Pe-
80 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

las milagrosas tradiciones, que se conserva-


ba intacta en el archipiélago, á pesar de su
creciente cultura, impulsó al P. franciscano
Fr. Diego Henriquez á escribir un tratado
sobre las Imágenes aparecidas en las Cana-
rias, cuyo manuscrito existia en el pasado
siglo en la parroquia principal de Fuerte-
ventura. (1)
Entretanto, un distinguido isleño, que lle-
gó á ser ministro togado del Supremo Con-
sejo do Indias, escribia por encargo especial
de la Academia de la Historia, de que era
individuo, tres disertaciones sobre asuntos
relacionados con la historia de estas islas,
que fueron leidas con aplauso ante aquella
docta asamblea. Sus temas eran los si-
guientes:
Primera disertación. Discurso sobre los
primeros pobladores de las islas de Canaria,
y que país era en los tiempos primitivos,
con la cuestión de la existencia de la isla
Aprósitus, San Brandon ó Encantada.
Segunda. Disertación histórica sobre la
época del primer descubrimiento, expedición
y conquista de las Islas de Canaria.
dro José Pablo Díaz, en 12°, año de 1754.
Lá imprenta funcionaba desde i 751, auncjuo con iiuilii
prctisa y peores tipos. El encargado de ella se llamaba—
Impresor mayor dé Guerra y Marina.
(1} Viera. Noticias .T. 1.', pag. 400.
IÑTRODüCCK^. 81

Tercera. Adición sobre la famosa cuestión


de la existencia del árbol santo de la Isla
del Hierro. (1) .
También por el mismo tiempo otro in-
signe canario, gloria de la literatura españo-
la, el célebre humanista D. Juan de Iriarte
reunía numerosos materiales para escribir
una historia de estas islas, y una Biblioteca
de los escritores que han hecho mención de
ellas en todos tienipos. Desgraciadamente
no llegó á verificarlo, pero los apuntes, ano-
taciones, extractos y valiosos documentos
que había tenido ocasióh de reunir duran
te muchos años, en la posición distinguida,
que, como bibliotecario del Rey, ocupaba
en Madrid, han desaparecido totalmente, no
faltando quien asegure haberlos visto en-
tre los importantes manuscritos españoles
que se custodian en el Museo Británico. (2)
Reconía entonces las costas del Archi-
piélago, con el designio de estudiar el país,
bajo su doble aspecto comercial y marítimo,
un aventurero escocés, de que ya antes he-
mos hecho especial memoria^ llamado Jorge
Glas, hombre de cierta ilustración, obser-

(1) l/a primera disertación lleva la fecha de 1." de Fe"


brero de 1753; la seguoda, la de 5 de Mayo de 1755; sin
tener fecha la tercera.
(2) Véase Osuna. Compendio Histórico de la»Canarias.
82 HISTORIA BE LAS ISLAS CANARIAS.

vador perspicaz y de incansable iniciativa,


quien, desde su juventud navegaba por el
Atlántico, nó sin dirigir codiciosas miradas
hacia las desconocidas costas africanas, que
enfrente del grupo oriental canario se dibu-
jaban, y en cuyo litoral soñaba el atrevido
marino con un rico porvenir. Hablaba Jorge
perfectamente el idioma español, conocien-
do algunas de sus mejores joyas literarias, á
cuy^ lectura era muy aficionado. Entonces
fué, cuando, hallándose un dia cu Santa
Cruz de la Palma, llegó á sus manos el ma-
nuscrito del P. Abren Galludo, olvidado
en el archivo del Convento de San Francis-
co de aquella ciudad, y habiendo consegui-
do sacar una copia, seducido por la sencillez
de su narración, y por el interés que supo
comunicarle el modesto fraile español, con-
cibe el proyecto de traducir aquel manus-
crito al inglés, adicionarlo con el caudal de
sus propias observaciones, y ofrecerlo así á
la nación inglesa, ávida siempre de ensan-
char sus conocimientos marítimos y geo-
gi'áficos.
En efecto, traduce la obra, la adiciona, y
en 1764 la publica en Londres, bajo el títu-
lo de—Historia del descubrimiento y con-
quista de las Islas Canarias, sacada de un
manuscrito español hallado últimamente en
INTRODÜCCIÓK. 83

la Isla de la Palma, con una disertación so-


bre el origen de los antiguos habitantes, á
que se ha añadido una descripción de las Is-
las Canarias, insertando la historia moder-
na de los que las habitan, y una relación de
sus usos, costumbres, comercio etc.—(1) En
la parte que el autor dedica al gobierno epis-
copal, instrucción y morahdad del clero re-
gular y secular de la Diócesis, é influencia
omnímoda de esta clase en el organismo de
la sociedad isleña, describe con tan subidos
colores la ignorancia, lujo, riquezas, ociosi-
dad y vicios de sus individuos, que el Tri-
bunal de la Inquisición, luego que tuvo no-
ticia de aquella obra, por algunos ejempla-
res que llegaron á Las Palmas, formó expe-
diente, hizo traducir los párrafos más agre-
sivos, nombró censores, y con su informe
condenó el libro á ser incluido en el índi-
ce. (2)
Esta obra, apesar de sus muchos errores,
sirvió, no obstante, para dar á conocer á la
Europa, la ignorada historia de los Guan-
(1) The History of the Discovpiy ancl Coiiquest of the
Canai-y Island By Geoi'ge Glas.
UQ tomo en 4." impreso en Londres, año de 1764. JCdi-
ción rara de que poseemos un ejemplar. Existe nna segun-
da edición, también en Londres, año de 1767, én dos vo-
lúmenes, imprenta de A Pope y J. Swft in Ihe Strand
(2) Tenemos copia de estos párrafos, traducidos de
orden del Santo Oficio por D. Juan Salí.
84 • ' HISTORIA DE LAS ISLASA NCARIAS.

ches y Guanartemes, llamando la atención


de la Inglaterra sobre las Costas Occidenta-
les de África, que, en su afán de dominación
comercial, anhela desde entonces poseer. (1)
Cuando en paises de corta extensión lle-
ga á despertarse la afición á estudios litera-
rios, como el campó en que ha de ejercitai'-
se la actividad del aficionado es de tan es-
trechos límites, naturalmente se dirige á
examinar, reunir y coleccionar datos y docu-
mentos relativos al mismo país en que vive,
antes de lanzarse á otras extrañas y mas di-
fíciles especulaciones. Compilador fué, pues,
y de los más laboriosos, el regidor de Tene-
rife I>. José Ancheta de'Alarcón, el cual,
después de registrar durante muchos años
todos los archivos de su patria, dejó escri-
tos diferentes volúmenes por orden alfabé-
tico,' que intituló—Noticias históricas per-
tenecientes á las Canarias—Depósito indi-
gesto para ser leido, pero de gi'an auxilio al

(I) Deseando Glas volver á Inglaterra se embarcó con


su esposa 6 hija en el bnque oscoccs Sandwich, después de'
haber sufrido una arbitraria prisión en un castillo de Tene-
rife por su establecinniento de Mar-Pequefia. En' la travesía
se sublevó una parte de la tripulación, asesinando al capi-
tán, á los marineros que se mantuvieron fieles, y al • infeliz
Jorge, cuya esposa 6 hija, estrechamente abrazadas, lanza-
ron vivas al mar.
Los asesinos fueron a¡ fin descubiertos y ^horcados én
fíScocia.
INTRODUCCIÓN. 86

que con sana crítica y claro ingenio pueda


utilizarlo. (1)
Ya en el último tercio del siglo XVIII,
sentíase en España 0I movimiento precursor
de una próxima restauración litei:aria, que
principiando por serviles imitaciones del
francés, y luego por un rigorismo clásico
exagerado, había de producir primero á los
Benagesis, Gerardos y Butrones, para lle-
gar después á los Moratines, Iriartes y Quin-
tanas. ' •
Había nacido, en tanto, en el humilde
pueblo de los Realejos en Tenerife un joven
que, andando el tiempo, había de ser sacer-
dote, predicador de fama, y escritor infati-
gable. Este joven se hallaba destinado á con-
densar, por decirlo así, en una sola obra,
todos los ensayos, memorias y bocetos his-
tóricos, que antes de él, se habían redactado
sobre las Canarias, y corrían, diseminados
unos, apelillados otros, y escondidos el ma-
yor número, en archivos inaccesibles, don-
de vergonzosas rivalidades ó invencible ig-
norancia los tenían ocultos á la loable y pa
triótica curiosidad de los isleños ilustrados.
Recibido D. José de Viera .y Clavijo (2),
(IJ Poseemos un extracto de sus más iniportantes no-
ticias.
('¿) Su primer apellido era Álamo, con el cual firmabí^
en sus primeros años, como resulta de docutneotas origi-
nales que poseemos.
86 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

que este era el nombre del joven canario,


á pesar de su humilde cuna, en la tertulia
literaria de D. Tomás de Nava, marqués de
Villanueva del Prado, esclarecido patricio,
que se habia declarado protector de las cien-
cias y las letras en su país, dio á conocer en
breve su afición á los buenos estudios, es-
grimiendo allí sus primeras armas, obte-
niendo el aplauso y la amistad de sus oyen-
tes, y cobrando alientos con el estímulo re-
cibido, para emprender obras de más levan-
tado esfuerzo.
Entre las muchas que se presentaban des-
de luego á su claro y agudo ingenio, como
dignas de egercitar sus fuerzas, habia una,
que, más especialmente seducía su viva ima-
ginación. Era ésta la de escribir y publicar
una colección ordenada de noticias históri-
cas sobre este Archipiélago, que recopilase
en correcto estilo, buen método y erudito
criterio los trabajos incompletos y contra-
dictorios de sus antecesores. Por este traba-
jo se decidió, al fin, no sin grandes vacila-
ciones, que la magnitud de la empresa dis-
culpaba.
Para realizar con mejor acierto su pro-
yectado trabajo se trasladó á Madrid, y yá
en la Corte, mientras desempeñaba un des-
cansado y honorífico empleo, que lo emanci-
INTRODUCCIÓN. 87

paba de los cuidados materiales de la vida,


se dedicó á la impresión del primer tomo,
que es fama llevaba escrito desde Tenerife,
y el cual dio á luz en 1772 (1),continuando des-
pués, en los dos años subsiguientes de 1773y
1774 la publicación de los tomos segundo y
tercero, bajo la misma forma y plan que el
primero. (2) El cuarto tomo, último de la obra,
lleva la fecha de 1783, y contiene extensa-
mente las noticias eclesiásticas de la Dióce-
sis, y una curiosa biblioteca de autores ca-
narios, primero é interesante ensayo de una
bibliogi-afía isleña. Fué publicado este cuar-
to tomo, cuando Viera estaba ya nombrado
Arcediano de Fuerteventura, una de las
Dignidades de la Catedral de Canarias, pre-
mio exiguo á su vasta erudición y conoci-

(\) Publicóse esta obra bajo el nombre de—Noticias de


la Historia Gcnci'.\l de las Islas de Canaria—Madrid. Im-
prenta de Blas Román. 1T72, en 4.°
(i) El mismo Viera declara en el prólogo del lomo 3 ",
que para escribir sus Noticias le favorecieron con sus apun-
tes, extractüsy memorias los ilustrados canarios D. Fernan-
do de Molina y Quesada y y ü . Lope de la Guerra y Peña.
Hemos tv-nido ocasión de leer esos documentos origina-
les en la misma forma que le fueron remitidos á Madrid, y
causa verdadero asombro la constancia y desvelo do aque-
llos patricios en un trabajo tan ímprobo y de tan escasa glo-
ria para ellos.
Tenemos copia manuscrita y ordenada de todos esos
.ipuntes en dos lomos en folio, que contienen los principa-
les acuerdos del Municipio de la Laguna, desde 1497 hasta
177 3, y citas de las Reales cédulas custodiadas en sus
archivos.
TOM. I. 7
88 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

mientes, históricos pero notable, si se tiene en


cuenta las preocupaciones nobiliarias de la
época. Debemos lamentar, sin embargo, que
con tan notables dotes de escritor, no se hu-
biese atrevido á emprender una obra más
extensa y acabada sobre la historia de su
país, permaneciendo durante los treinta
años que después vivió en Las Palmas, de-
dicado casi exclusivamente á inútiles tra-
ducciones y pueriles poesías, sin que pensa-
ra en rehacer el plan de sus noticias, de-
jándonos, como pudo hacerlo, en vez de di-
fusas relaciones genealógicas, fundaciones
de conventos y cofradías, mayorazgos y tí-
tulos de nobleza, una razonada y metódica
relación, que reflejase con toda exactitud el
estado social, político y económico de la pro-
vincia en los momentos de espirar el siglo
XVIII, y cuando empezaban ya á alborear
los buenos estudios históricos, adquiriendo
éstos la libertad, amphtud y correlación que
anunciaban en nuestra España á los Tore-
nos. Pídales y Lafueñtes.
No se crea, empero, al decir esto, que tra-
temos de disminuir el mérito de sus intere-
santes Noticias; convencidos estamos de que
serán siempre el monumento más insigne
de buen lenguage, sana crítica y recto jui-
cio, que entre todas las obras publicadas
INTRODUCCIÓN. 89

entonces en España, podríamos citar; pero


también estamos persuadidos, que el lugar
señalado á Viera por su talento y erudición,
no era el de un mero compilador de noti-
cias, sino el de un verdadero y concienzudo
historiador de su patria. (1)
Los estudios topográficos, que desde
Próspero Casóla se hablan continuado en el
archipiélago por personas competentes, en-
contraron en el último tercio de aquel siglo
dignos representantes en D. Miguel Hermo-
silla y D. Andrés Amat de Tortosa. Debe-
mos al primero, durante su residencia en
Las Palmas, una curiosa obra, ósea, como
él la llama, una—Descripción político-mili-
tar de la G-ran-Canaria—en la cual, después
de darnos una relación exacta de la confi-
guración y calidad del suelo, con arreglo á
los conocimientos de la época, nos suminis-
tra interesantes noticias sobre la población,
arbitrios, comercio, y recursos del país, con-
cluyendo con una reseña detallada, de sus
fortalezas, y de los proyectos facultativos

(1) Dice Viei'a en el Prólogo del tomo 1.°:


«Aunque yo no podiú negar que las Cananas tuvípi-on
sus historiadores, me atrevo sin embargo á asegurar, que
su verdadera historia está todavía por formar, y que los
mismos conatos do la obra presente, cuando mucho, solo
podrán servir como de ensayos, memorias ó apuntes para
escribirla bien.»
90 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

para construir otras nuevas. La obra dá


principio por un prólogo, en el cual su'au-
tor se propone demostrar la necesidad ab-
soluta de esas fortificaciones, encareciendo
la importancia de la isla. Después divide
en tres partes su trabajo, recordando en la
primera el título de Grande, .que Canaria
ha merecido siempre de todos los geógra-
fos é historiadores, pasando luego á descri-
bir sus poblaciones, y fijar sus productos
agrícolas é industriales, y el balance de su
importación y exportación. En la segunda
parte, enumera minuciosamente el nombre,
estado y armamento de sus fuertes, torres
y baluartes; y en la tercera, se ocupa de los
nuevos castillos que deben construirse, y de .
los sitios que para ello han de ser elegidos.
El manuscrito lleva numerosos planos, pro-
yectos y alzados de no escaso mérito. (1)
La afición á reunir y compulsar docu-
mentos parroquiales, memorias testamenta-
rías é informaciones de nobleza, no habia
concluido en las Canarias con los Anchetas
y Nuñez de la Peña; quedaba todavia un
digno émulo de estos incansables patriotas
en D. Antonio Romero Zerpa Padilla, na-

zi) La obra fué escrita eii L^s Palmas en 1779. Tene-


mos de ella una copia.
INTilODÜCCIÓN. 91

tural de Las Palmas, y decidido entusiasta


délas glorias de su país. Fruto de su labo-
riosidad es un nobiliario por orden alfabéti-
co, donde inquiere el origen y descendencia
de las principales familias de las siete islas,'
precedido de un notable discurso sobre la
nobleza, en, el cual parece que se propuso
parafrasear aquella filosófica definición de
Cairasco, qne él debia conocer, y que ter-'
minia con estos yersos:
Pues arguye más ánimo y grandeza.
Dar principio que fin h la nobleza.
Al ocuparse de algunas personas, que,
ademas de su abolengo^ reunían el mérito de
haber prestado servicios á su patria, entra
en pormenores, que enlaza con sucesos his-
tóricos, dando con frecuencia á sus investi-
gaciones un valor, que de otro modo no tu-
vieran ya aquellos apuntes. (1) También es
digno de mencionarse el compendio ó rese-
ña de la conquista de la G^ran-Canaria, que
sirve de introducción al Nobiliario, trabajo
que puede considerarse independiente de
éste, y constituye, en efecto, un pequeño
extracto, útil y curioso de aquel aconteci-
miento.
Entretanto, el ilustre Viera, aunque ocu-
(1) üe los 6 tomos en folio que componian esla ubra,
solo hemos visto el 1.' y 6."; los demás se han perdido,
92 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

pando con predilección sus ocios en cultivar


lastimosamente la poesia, aún encontraba
voluntad y tiempo para legar á su país nue-
vas obras de reconocida utüidad, entre las
cuales citaremos, como la más importante,
un—Diccionario de Historia Natural de las
islas canarias, ó Índice alfabético descriptivo
de sus tres reinos animal, vejetal y mine-
ral.—Dedicó el manuscrito á la Sociedad
Económica de Las Palmas, de que era Di-
rector en 1799, cuya sociedad lo publicó, al
fin, en 1866, si bien incompleto, y sin las
ilustraciones que deben acompañar á esta
clase de obras, para ponerlas en armonía
con los rápidos adelantos de las ciencias na-
turales. (1)
Cerraremos el siglo XVIII con la llegada
á Tenerife de Humboldt, que joven y entu-
siasta, se detuvo seis días en aquella isla,
escaló el Teide, estudió las Cañadas, y exa-
minó la configuración geológica de aquel
inmenso cráter, dejándonos algunas pági-

(1) El original se componia de troce cuadernos, de los


cuales habian desaparecido cuatro. Al acordar la Sociedad
su reimpresión, pudo obtenerse copia del 1.° y 2.°. Después
de impresa la obra se encontró el 9.°, que ha permanecido
inédito, ignorándose hasta ahora donde se halle el 1 2 °
El Diccionario está im'i rgo en Las Pahiia.s, inip. de La
Verdad. 2 tomos en 4 . ' cmi el retrato ) un t'ac-símilc del
fiutor. 1866.
INTRODUCCIÓN. 93

ñas, como recuerdo de su paso por las Afor-


tunadas. (1)
Otros ilustres exploradores y viajeros le
habian precedido en tan curiosa investiga-
ción, cuyos nombres no debemos pasar en
silencio.
En efecto, Cook (2) Lord Matcarney (3)
Fleurieu (4) Pingre, Verdun, Borda (5), La-
biliardiére, (6), Anderson (7) Boudin (8)

(1) Véase su viajo á las Regiones equinoxiales.


En el Cosmos habla también de las Canarias. Llegó á
Tenci'ifo á bordo do la Corbeta Pizarro, que mandaba D.
Manuel Cagigal.
(2) C(>ok, en su primer viage, descubrió el 23 de Sep-
tiembre de 1769 el Teide y lo describe. En 1772 recono-
ció la Isla de la Palma, lín 1776 se detuvo cuatro dias en
la rada de Sta. Cruz de Tenerife.
(3) Lord Matcarney en su expedición A la China (1793 á
1794) descansó en Sta. Cruz de Tenerife, y al reseñar Mr.
Ander.son su viage, consagra algunas páginas á esta Isla.
Hay una traducción española en tres tomos Madrid, imp.
de Torres y Brugada. 1798.
(4) Fleurieu estuvo en Tenerife desde el 19 hasta el 28
de Marzo di' 1768, y fijó geográficamente la posición de
la Isla.
(5) Pingre, Verdun de la Crenne y Borda estuvieron en
Teneiife desde el 25 de Diciembre de 1771, hasta el 4 de
Enero do 1772, y levantaron el mapa de la Isla.
(6) Labillardiérepasó por el archipiélago al dirigirse en
busca de Lapeyrouse.
(7) Anderson acompañaba á Cook en su tercer viago
como naturalista.
(8) En 1796 el capitán Boudin, de órdeo del Gobierno
frann's, recorrió el archipiélago, habiendo redactado el via-
yo Mr. Le Üni (Voyage anx ilos de Tenerife la trinité etc.
Paris. 1810.) Véase sobre este escritor, lo que nos decia
el ilustre Berthelot, en carta de 11 de Enero de 1880:
«Ge bon abbé (Mr. Le Dru) était un botaniste erudit.
94 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Broussonet, y el desgraciado Laperouse han


escrito breves notas en la relación de sus
viajes y exploraciones marítimas, que pue-
den ser consultadas con provecho, si se
cuida de expurgarlas de los errores inevi-
tables en que siempre incurre el que no vé
de cerca los objetos que describe, ó los juzga
por preconcebidas ideas ó inexactas rela-
ciones.

IX.

El siglo XIX se abre para las Canarias.

J ' a i possedé de lui un Cathaluguc ccrit de sa main sur uno


double feuille grand vclin, de tous los arbi'os ct piaiilus
exotiques du Jardín d'acciimatation d'Orotavaqui. coiiinie
vous le savez, fut fondé par le Marquis de Villa nueva tlol
Prado, ct dont laplant.ition recente, en 1795 ou 1796, cuaiid
Le ü r u le visita étaitdéjáen prosperilé. Ce Catliiilugue fort
bien rédigé en latin portaii une dcdicace au Marquis en fort
beau style. J ' e n fis cadcau á W e b b . Une des plantes rarcs
de notre Flore Canarienne. la Drusa oppositifolia de Tene-
rifíe, a été dediée á 1' abbé Le Dru par de Gandolle. L' appa-
rition de ce nouveau genre de plante dans la nomenclaturc
botanique, inlrigua plusieurs Phytologues, qui no compri-
rent pas toul d' aboi'd 1'origine do ce nom de Drusa, el iii
effet, e'était assez difficile. Le spirituel profcsseur de Ge-
néve leur donna l'explication de cet' enigine, qui a.urait in-
trigué nos sphinx. «L' abbé Le Dru,disaii en liant de Can:
dolle, était selon lui d'()ii;íine roniainc, et piétendait des-
cendre de r ancienne fam ile dos Drusus. Yoilá pourquoi jo
lui ai dedié le Genre Drusa.»
.%

INTÍIODÜCCIÓÑ. 95

con la publicación de una obra notabilísi-


ma, debida á la pluma de un joven, que lle-
gó después á alcanzar en el estudio de las
ciencias naturales una grande y merecida
reputación, '
Era, ^n fefecto, muy joven Bory de Saint
Vincent, cuando dio á la publicidad su ensa-
yo sobre las islas afortunadas, producto de
sus observaciones en Tenerife, única isla del
grupo que creemos visitó. (1)
Contiene esta obra una breve reseña de la
conquista, en • la que abundan tanto las
inexatitudes, que no sabemos, si llegó á en-
tender á Viera, á quien evidentemente pre-
tendió copiar, ó si soñó lo que escribe. Un
estudio sobre los usos y costumbres, comer-
cio é industria de la provincia, un largo en-
sayo sobre historia natural, una disertación
respecto á la Atlántida, cuya existencia ad-
mite, y otra sobre el origen de la raza indí-
gena, á la que dá el nombre genérico de
guanche,' completan este curioso trabajo.

{])• Esta obra, que os ya por su rareza una curiosidad


bibliogi'dfioa, so titula—Rssais sur les Isles Fortúneos et
I' antiíjue Atlaiitide ou Précis de l'histoire general de l'Ar-
chipel des Canarios, par J- B. G. M. Bpry de S.' Vincent,
officior Trancáis. Paris. Baudouin. Gerniinal an XI (1801)
un tomo en 4."; c a ñ é , con láminas. '
Poseomo.s un ojomplar.
Hay otra obra del mismo autor—Voyage aux quatre prin-
cipales isles d' Afrique—Paris—1804.
96 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Puede afirmarse, que el libro revela, en ge-


neral, la edad del autor, su inexperiencia, la
rapidez de sus observaciones, y el poco tiem-
po que se detuvo en el paás; pero tiene el
mérito indiscutible de haber despertado la
atención de los sabios sobre la flora del ar-
chipiélago, y sobre la formación geológica
de sus rocas.
Tal vez á esa obra se deba que Mr. Cor-
dier fijase por algún tiempo su residencia en
Tenerife, escalara las cañadas, y midiera con
escrupulosa exactitud el gigantesco circo,
que sirve de base al Teide. (1)
Otro sabio, también francés, Mr. le Dru,
publicó en 1810 un viaje á las islas de Te-
nerife, Trinidad y Santo Tomás, emprendi-
do por Mr. Boudin de orden de su go-
bierno, donde emite algunas observaciones
sobre la geología del archipiélago.
Mientras la ciencia procuraba penetrar el
secreto de la primera aparición de estas is-
las, otros escritores, con aspiraciones más
modestas, continuaban el curso de las inves-
tigaciones puramente históricas. En ese nú-
mero es preciso contar, como uno de los
más laboriosos, al que fué digno Fiscal de
la audiencia de Canarias, al estudioso vas-
(1) Víase sobre este viage el Journal do [ihys de cbim,
el d'hist. nat. tomo 57.
INTRODUCCIÓN. 97

congado D. José M.'' Zuasnavar. Este celo-


so funcionario, desde su llegada á Las Pal-
mas, cediendo á la afición que le dominaba
por aquella clase de estudios, escribió y pu-
blicó en el espacio de pocos años, un catálo-
go alfabético de las poblaciones isleñas, unas
noticias Mstórico-legales sobre su audiencia,
y un compendio de la historia de estas islas,
dojide procura rectificar algunos descuidoB
de Viera, ilustrando el texto con una copia
del diario del escribano de Guia, Juan de
Quintana, que presenció la invasión de Van-
derdoez, y con las ignoradas Sinodales de
D. Diego de Muros. (1) Trasladado luego á
(1) —Catálogo de los Pueblos del Distrito de la Real
Audiencia de Cananas, y noticia de su situación, su calidad
y la de sus justicias por D. J . M. Zuasnavar y Francia, Fis-
cal de la fí. Audiencia—Por Francisco de Paula Marina.
1803, un cuaderno en 4.°
—Noticias históiico-legales de la R. Audiencia de Cana-
rias, desde la conquista de aquellas Islas hasta el año de
1735. Extractadas de las leyes de la Recopilación y de otras
varias obras histórico-jurídicas, y colocadas según su orden
cronológico por D JosefM. Zuasnavar y Francia. Madrid.
Imp. que fué de Fuontenebro. 1815—en 4."
—Compendio de la historia de las Canarias, formado en
su principio con la comisión correspondiente para las escue-
las de primeras letras de aquellas Islas, y hoy ilustrado y
comentado notablemente en obsequio de la verdad, por D,
José M, Zuasnavar y Francia del Consejo de S. M. Fiscal
jubilado do su R. Audiencia de Canarias, Madrid. Imp. que
fué de Fuoutenobro. 1816 en 4.*
También hizo un traslado de—La correspondencia de
Ochoa Alvarez de Isásaga, Tesorero de la Reina de Portu-
gal D." María, con la reina y rey D. Fernando, que com-
prende desde 29 de Mayo de 1502 hasta el dia l . " d e cua-
98 HISTOKIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

* España, no se olvidó del país, donde había


residido tantos años, y redactó un opúsculo
sobre los sucesos más notables ocurridos en
él, desde 1796 á 1802, que no ha llegado á
publicarse. (1)
Otro estudioso é inteligente funcionario,
el Doctor D. Francisco Escolar y Serrano,
comisionado expresamente por el Gobierno
para recoger datos, á fin de echar los cimiwi-
tos de una exacta estadística de la provincia,
en cuyo, suelo residió desde 1805 hasta 1820,
impulsado por su decidida afición á las cien-
cias naturales, hizo un examen detenido de
las rocas y lavas del archipiélago, las cla-
sificó con arreglo á la nomenclatura en-
tonces admitida, levantó mapas, y reunió
colecciones de fósiles y plantas, mientras,
cumpliendo con su especial encargo, levan-
taba estados del movimienro de población,
de productos comerciales, industriales y
agrícolas, emitiendo informe sobre demar-

resma de 1509. CopiHcla dv\ lijislado que de ellas ticpc. su


sucesor D. José M. Zunsnavar del Consejo de S. M. en el
de órdenes y ac.idúrnicos ríe la Historia. Año 1831.—
Ms. de U Academia de !a Historia—Los originales se ios
donó el autor al Rey Don Fernando VII.
Contiene esta coriespoiulencia curiosos datos sobre San-
ta Cruz d<? Mar Pecinci'ia.
(1) Varios sucesos de las Islas Canarias por D. José
Zuasnavar y Francia. Mss. El autor habla de esle tiabajo
en sus Memorias. r ,
INTRODUCCIÓN. 99

caciones de partidos judiciales y electorales,


sobre fortificaciones, salubridad y otros mil
asuntos relacionados con el bienestar de la
provincia. Las curiosas é importantes ob-
servaciones de este modesto saHio, duermen
en los archivos de las oficinas del Estado. (1)
Como documento de interés local, enlaza-
do con la historia general del pais, debe-
mos citar con elogio unas noticias 'referentes
á los acontecimientos que tuvieron lugar en
estas islas, y especialmente en Las Palmas,
de 1808 á 1812, obra inédita de D. José
Agustín Alvarez Rixo, donde se consignan
numerosos datos sobre las costumbres de
aquella época, y causas que produjeron la
primera excisión entre Tenerife y Cana-
ria. (2)

(1) El Doctor D. Francisco J'jscolar llegó á Sta. Cruz


de Tenerife en Marzo de 1805, y desde luego dio principio
á sus e.stud¡-os, recoiriendo en varias ocasiones todo el A r -
chipiélago. En 1820 se habia trasladado á la Península, y
creemos que alli murió oo 1826. Habia estudiado en Zara-
goza y era Dootor en Leyes y Medicina,
• Poseemos un .grueso volumen con la descripción estadís-
tica de la Provincia, y un canoso estado ó i'esúmen de to-
dos sus trabajos, fechado en Sta. Cruz el 20 de Diciembre
de 1818, coleccionado lodo por el erudito y laborioso isle--
ño D. Francisco M. de León y Xuarez.
Respecto de sus notas sobre historia natural y Geología,
ae encuentra de ellas algunos extractos en la Historia Natu-
i'al de W e b b y Berthelot, y en otras publicaciones de la
misma índole.
(2) El manuscrito, de que tenemos copia, tiene por ti-
tule—Cuadro histórico de las Islas Canarias ó noticias ge-
100 HISTOEIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

La agricultura, entre tanto, habia llama-


do más de una vez la atención de las pocas
personas de verdadero patriotismo é ilus-
tración de Ja provincia, y con el objeto de
mejorar los cultivos y prácticas rutinarias,
introducir plantas útiles, reformar los tos-
cos instrumentos de labranza, é inculcar en-
tre propietarios y colonos algunas nociones
científicas, aplicables á abonos, semillas y
riegos, se instaló en Las Palmas una escue-
la cuya dirección se confió al Doctor en me-
dicina D. Juan B. Bandini, muy apreciado
por sus variados conocimientos en ciencias
físicas y químicas. (1) Aunque esta cátedra
tuvo al fin que cerrarse por falta de protec-
ción oficial, su digno profesor dio á luz en
1816 unas Lecciones elementales, que contie-
nen algunas interesantes noticias sobre el
clima del archipiélago, estado de su agricul-
tura, precio medio de sus productos, regu-
lado por quinquenios, movimiento comer-

nerales de su estado y acaecimientos más memoi-ívbles, du-


rante los cuatro años de 1808 á 1812, por ü . José Agustín
Alvarez Rixo Uo tomo on fol. de más de 300 paginas
También conocemos de este laborioso isleño una biogra-
fía de D.* M.* Viera y Glavijo, y unos estudios sobre los
orígenes del lenguage canario.
(1) La cátedra se instaló en el Seminario Conciliar 'de
Las Palmas el 4 de Noviembre de 1806; y en Real orden de
Vi de Julio de 1807, el Rey dio las gracias á la Sociedad
Económica de Canaria por la parte que habia tomado en su
creación.
nraEODücoitíN. 101
oial, correspondencia de pesos y medidas en-
tre las islas y la Península, calidad y com-
posición del terreno en sus diversas zonas,
y manera de hacerlos aptos á determinados
cultivos. (1)
Mientras se imprimía en la ciudad de la
Laguna esta obra, recorría las islas Leopoldo
de Buch, sabio berlinés, de elevada reputa-
ción científica, estudiándolas con entusiasta
atención, midiendo de nuevo el Teide, cla-
sificando sus rocas, rectificando su flora, y
haciendo la descripción geológica de Tene-
rife, Canaria, Palma, Lanzarote y Fuerte-
ventura, con una teoría especial sobre la
naturaleza de los fenómenos volcánicos, á
los cuales atribuye exclusivamente la for-
mación del grupo. (2)

(1) Lecciones elementales de agricultura teórica, prácti-


ca y económica, que para la enseñanza de sus discípulos
en las Islas de Canaria ha cuordínado el Doctor D. Juan
B. Bandini, Profesor de la Real Arumda retirado, socio
correspondiente de la Real Academia de las Ciencias de
París, Secretario de la Real Sociedid Económica de Tene-
rife un tomo en 8.' impreso en la Laguna, imp. de Baz/an-
t¡. 1816.
Solo se publicó el torno 1."
(2j Buch recorría las Islas en 1815, su obra se impri-
mió en Berlin en 1825, y fué traducida al francés en 1836,
bajo este titulo—Deseription Pliysique des lies Canaries,
suivie d* une indication des principaux volcans du Globe,
porLeopold de Buch, trad. de I'Allemand p a r C . Boulan-
ger etc. Paris. F . G. Levrault. 1836, un tomo en 8.* pro-
longado, y atlas.
102 HISTOEIA DE LAS ISÍ,AS CANAKIAS.

De orden del Almirantazgo inglés visitó


luego este páis el teniente de navio Arlett,
describiendo algunas dé sus localidades,
levantando el perímetro de sus costas y pu-
blicando una colección de mapas, que han
alcanzado una justa y merecida reputa-
ción. (1)
Llegaba por este tiempo á Tenerife, y se
fijaba en la villa de la Orotava, un joven y
estudioso Mjo de Marsella, nacido en 1794,
que ambicionaba explorar y dar á conocer
al mundo científico un país tan rico en
tradiciones poéticas, y en tesoros no explo-
tados de historia natural. Asocióse para
esta empresa con otro sabio profesor, que
llegaba con el mismo fin y por primera vez
á estas islas, y ambos principiaron sus ex-
cursiones, trepando por las elevadas y
abruptas montañas, desfiladeros, barrancos
y vertiginosas sendas de pastores, que cons-
tituyen el nudo central de cada isla. Algu
nos años emplearon en estas atrevidas ex-
ploraciones, y cargados con un precioso bo-
tín de herbarios, apuntes, albunis, objetos
prehistóricos, plantas, fiores incectos, rocas,
vistas, paisages y copias de tipos indígenas,'
llegaron á París, y emprendieron el ímprobo

(1) Surveyofsome oftheCanary. By L,Arlett,—1834.


INTRODUCCIÓN. 103

trabajo de poner en orden «us notas, cla-


sificarlas y ordenarlas, dándoles una forma
literaria y científica, digna del elevado obje-
to que se proponían.
Eran estos sabios los Sres. Barker Webb
y Sabin Berthelot, cuyos nombres nunca
olvidará el Archipiélago, mientras en él se
rinda verdadero culto á las ciencias históri-
cas y naturales.
Su obra, publicada bajo los auspicios del
Gobierno francés, consta de 106 entregas
en folio, con hermosas láminas, mapas y
atlas, obra que será siempre un monumento
insigne de laboriosidad y estudio, por los
numerosos datos que en ella se encierran,
por las nuevas teorías que desarrolla, por
su estilo correcto, fácil y elegante, por la
exactitud de sus dibujos, y por el lujo de
la impresión; (1)

(1) Esta obra estuvo publicándose desde 1836 á 1850,


y se titula—Histoire Natuielle des lies Canaries pac MM.
P . Barker W e b b ot S. Berthelot.—El primer volumen
comprende las siguientes partes:
I .* La Etnografía y los Anales de la Conquista.
2 . ' Las Misceláneas ó relación del viaje de sus autores
por el Archipiélago.
El segundo volumen contiene:
1.° La Geografía descriptiva y la Geología.
2.° La Zoología, dividida en Introducción, Reptiles,
Ornitología, Ichthyología, Moluscos y Entomología.
, El tercer volumen consta de las partes siguientes:
1.° La Geografía botánica con 24 láminas.
TOM. I. 8
104 HISTORIA DH LAS ISLAS CANARIAS.

En tanto se publicaba esta obra, otro sabio


francés, el célebre Mr. d'Avezac, se ocupaba
también de las Canarias, publicando nume-
rosos estudios, que han ilustrado su anti-
gua geografía, y las expediciones empren-
didas en otro tiempo sobre el vecino Con-
tinente. En un folleto que vio la luz en
1845, expuso algunas noticias sobre los des-
cubrimientos realizados en el Atlántico du-
rante la Edad media; en 1846 disertaba so-
bre la primera expedición de Bethencourt
á las Canarias; y en 1848, año en que se
publicaba el Universo, escribió para esta co-
lección un tomo, bajo el título de Islas de
África^ donde ocupa un lugar distinguido
el grupo de las Afortunadas. (1)
En 1842 el orientalista Mr. Etienne Qua-
tremére (?) habiendo descubierto en la Bi-
blioteca Real de Paris unos manuscritos ára-
2.° La Fitografía en tres secciones con 278 láminas.
3." Las plantas celulares con 9.
(1) Obras de Mr. d'Avezac con relación á las Cana-
rias.
—Notice des Decouvértcs faites au moyen age dans 1'
Ocean allantique anterieuioment aiix grandes explorationa
piirtugaises du XV siécle par M. d' Avezac. París. Inip.
de Fain et Thunot. 1845.
—Note sur le prcmiére expedition de Bethencourt aux
Canaries et sur le degré d' habilité nqutique des Portu-
gais á cette époque. Par M, d' Avezac. París imp. de
Bourgogne et Martinet. 1846.
—lies d' Afrique. P a r M . d' Avezac. París. Fiímin Di-
d o t F r é r e s . 1848.
INTRODUCCIÓN. 105

bes del historiador cordobés Ibn-al-Qouthia,


los tradujo y publicó, encontrándose, en el
que lleva el número 13, una curiosa relación
del capitán de una nave, llamado Ben Far-
rouck, referente al viaje que emprendió éste
el año 999 de nuestra Era á las Canarias,
donde consigna peregrinos datos sobre el es-
tado del país en aquella tan apartada como
desconocida época de nuestra historia. (1)
En 1844 el ilustrado isleño D. Manuel Osu-

(I) En l.í nota que va á ia pág. I'I nos ocupamos de


la desaparrción inexplicable de esta obra. Ahora solo aña-
diromos que, posteiioimcnte, y favorrcidos por la benévola
ofeitH de la Sra. Baronesa d' Eicthal, que lia recomendado
eficazmente nuestra-pelición, nos hemos dirigido al sabio
bibliotecario, que tiene á su cargo la sección de manuscri-
tos ái'abes de la Bib. Nacional de París, Mr. de Zotenber,
quien nos ha contcstado>ascgurándonos lo siguiente:
1.° Ji; ne connais aucun ouvrage poitant le litre indi-
qué par Mr. Millares, ni d' ouvrage portant un titre ana-
logue.
2 ° Jo n' ai pas trouvé dans le texto d' Ibn al-Qouthia
le fait mentionné dans la citation; car le récild' Ibn al-Qou-
thia, ne s' étend, que jusqu' .-i I' an 312 d e l ' hégire.
3." Aucun autre historien árabe ne rapporte le fait en
question,
i.° II n' existe aucun autre ouvrage d' Ibn al-Quothia,
ni dans noti'e Bibliothéque, ni daos une autre.
5.° Si Mr. Millares a la conviction, que la citation d'
Ossuna n' a pas étc íorgée, je I' engage A parcourir les ou-
vragcs d' Etienne Qualremére. Cet auteur avait I' habitudc
de joindre á ses publications une quantité considerable de
notes, se rapportant de prés ou de loin á son sujet. Si. par
hasard I' auteur du nom d' Etienne etait le niéme qu' Etienne
Quatremére, il se pourrait q u ' i l y cut quelque part, dans
un ouvrage de Quatremére, la note que cherche Mr. Mi-
llares. Mais je n' oserais 1' affirmer,
106 HISTORIA DE. LAS ISLAS CANARIAS.

na Saviñon, nacido en medio de una fami-


lia entusiasta por las glorias de su país, des-
pués de ensayar sus fuerzas en folletos y ar-
tículos de periódicos, políticos y literarios,
se decidió á publicar una obra, que. bajo el
modesto título de Compendio, explícase la
historia natural, económica y social de las
Canarias, utilizando todos los i^iateriales an-
teriores, y condensándolos en pocas y correc-
tas páginas. Por desgracia el libro quedó in-
completo desde las primeras entregas, aun-
que, lo poco que vio la luz, puede consul-
tarse con provecho, por algunos nuevos da-
tos qué en sus trabajos de-investigación ha-
. bia sabido recoger. (1)
Algunos años después, en 1847. se inau-
guró en las Canarias un periodo'de actividad
literaria, que dejó provechosa hueUa en la
provincia, Publicáronse entonces de nuevo
(1) El compendio se anunció de este modo—Resumen
do la Geogiafía física y política y de ia historia natural y
civil de las islas Canarias, por D. Manuel Osuna Savjñon.
Santa Cru¿ de Tenerife Imp. de V. Bonnet. 1844. Las en-
tregas salieron como parte de la sección recreativa del pe-
riódico Eí Propagador de los conocimientos útiles. La 1.*
entrega se repartió el sábado 3 de Febrero de 1844.
Osuna escribió, además, las obras siguientes:
—Viage al pico de la Isla de Tenerife en 1834. Barcelo-
na. Imp. de A. Gaspar y C* 1837
—Sinopsis insectoruní iosulae. Tenerife.
—Los Guanches ó la destrucción de las monarquías de
Tenerife.
Solo llegó á publicarse el prospecto, .
DíTRODÜCCIÓN. 107

las obras históricas de Espinosa y Nuñez de


la Peña, y una traducción de la vieja cró-
nica de Bethencourt. (1) Por lá primera
vez se imprimieron también los manuscri-
tos de Sosa, Abren Gaündo y Castillo; una
correcta traducción de la parte etnográfica y
anales de la conquista de la grande obra de
Webb y Berthelot, (2) y una historia mili-
tar de estas Islas, por D. Juan Montero,
Jefe de Estado mayor de la .provincia, re-
producción de la obra de "^iera, sin mérito,
crítica ni utilidad alguna. (3)
D. José M.* Bremon, Jefe político que
habia sido de esta misma provincia; dio á
luz en Madrid en 1847 una serie de artícu-
los, álos que, reunidos luego, dio el nombre
de—Bosquejo histórico y descriptivo de
las IslaB Canarias,—refundición desprovis-
• ta de novedad, que solo podía ser aprecia-
da por una Nación, - donde se ignora casi
completamente el pasado, presente y porve-
nir de este Archipiélago. (4) .
ü n ensayo poético sobre la conquista de
(1) P o i ' ü . Pedro M. Ramírez á cuya ilustración se de-
bió el pensamiento y la publicación de esta Biblioteca.
, (í) Trarlucción de D. Juan Arturo Malibran. Un tomo
en 8.* Sta. Cruz de Tcnorifc. Imp Isleña. 1849. ' .
(3) Un tomo en 8." de 340 páginas, impi-eso eñ Sta.
Cruz de Teoeriio. Solo se publicó el primei- tomo y algunas
entregas del 2."
(4) Madrid. Imp.Nac. un torno en 8,* de 96 páginas,
108 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

Tenerife, escrito por el inspirado poeta ca-


nario D. Ignacio de Negrin, apenas merece
citarse como obra de valor histórico, si bien
tiene su lugar, entre las que constituyen
hoy la escasa literatura isleña. (1)
Los borrascosos debates que sobre capi-
talidad se han sostenido en periódicos y fo-
lletos entre las dos islas principales, desde
que comenzó este siglo, dio lugar á D. Bar-
tolomé Martínez, erudito escritor y nota-
ble jurisconsulto de Las Palmas, para pu-
blicar una compilación de los derechos y
títulos que la Gran-Canaria ostenta como
Capital de la provincia. Contiene algunas
copias de reales cédulas, privilegios y acuer-
dos de interés, cuyo valor aumenta, si se
recuerda que el incendio de las Casas Con-
sistoriales de Las Palmas en 1842, devoró
el rico archivo municipal de la Isla. (2)
En 1855 el Barón de Minutoli pubhcaba
en Alemania el resultado de un viage de
exploración á las Canarias, bajo el título
de—Presente y porvenir de las mismas.

(1) Ensayo poíílico subrc la conquista de Tenerife. Iinp.


Isleña. Sta. Cruz de Tenerife 1847. Un cuadeino en H."
de 43 páginas.
(2) —La Gi'an-Canaiia.^Gompilación de ios deiechos y
títulos que psta Isla posé' como <.apiial de las siete á que
dá nombre.—Las Palmas—Imp. do La Verdad—1855—Un
tomo en 8," de 228 página.-i.
INTRODUCCIÓN. 109

que creemos no haya sido vertido al caste-


llano.
ü n distinguido escritor español, D. Ma-
riano Nougués SecaU, auditor de guerra de
la Capitanía Greneral de la provincia, du-
rante su permanencia en ella, se dedicó á
publicar unas cartas, dirijidas á dar á cono-
cer el país bajo su aspecto estadístico, social
é histórico, para lo cual tuvo á su disposición
los archivos militares, eclesiásticos y guber-
nativos, de donde estractó algunas noticias
útües. (1)
Acabóse de publicar por este tiempo el
Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico
de España y sus posesiones de Ultramar,
escrito por D. Pascual Madoz, y en los ar-
tículos correspondientes á Canarias, se au-
mentan algunos datos, verídicos unos, otros
inexactos, y muchos copiados literalmente
de otras obras, sin citarlas, que no aumen-
tan el caudal de noticias recogidas en los
documentos que van anteriormente descri-
tos. (2)

fl) Caitiis históiioo-filosófico-adniinisli'ativas sobro las


Islas Canarias, escritas por el Dr. D. Mariano Nougués
Secall. —Sta. Cruz Imp. de Salvador Vidal. 1858. Un to-
mo 01) 4.° di! 422 pág.', con algunos toscos grabados.
(2) Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de Es-
paña y sus posesiones de Ultramar por Pascual Madoz.—
Madrid. 1843.
lio HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

De mas importancia nos parece, á lo me-


nos respecto á la topografía marítima, el
derrotero de Mr. Ph. de Kerhallet, dado á
luz en español, y adicionado por el ilustrado
contra-almirante D. Miguel Lobo, de cuya
obra se publicaron dos ediciones con planos
y notas; (1), y el notable Diccionario esta-
dístico-administrativo que en 1865 redactó
en Canarias, é hizo imprimir en Barcelona,
D. Pedro de Olive, por más que los datos
recogidos por este laborioso estadista, hayan
cambiado con el trascurso de los años, y
perdido su oportunidad é importancia. (2)
En el mismo año publicaba también D.
Agustín Diaz Nuñez, Doctor en teología, y
Arcipreste de Güimar, una^—Memoria cro-
nológica del establecimiento, propagación
y permanencia de la rehgión católica, apos-
tólica, romana en las Islas Canarias,—(3)
que poco añade á las extensas noticias ecle-
siásticas de Viera y Clavijo.
(1) Derrotero de las Islas Canarias por Mr. Ch. Ph. de
Kerhallet, trad. de D. Miguel Lobo. Madrid. liib. Esp.
•1858.
La segunda edición se imprimió en Cádiz. Imp. de la
Revista Médica. 1860.
(2) Diccionario estadístico-administrativo de las Islas
Canarias, obra escrita por I). Pedio de Olive, precedida de
un prólogo por D. Gaspar J. Fernandez. Barcelona. Imp.
de Jaime Yepus. 1865.
(3) Madrid. Imp. de l^ Esperanza. 1865. Un tomo en
n de 429 pág.'
INTRODUCCIÓN. 111

Una pequeña colección de voces del anti-


guo dialecto isleño, recogidas por D. Maxi-
miliano Aguilar, viene á aumentar el catá-
logo ya numeroso de estas palabras, de las
cuales no todas reconocen un legítimo orí-
gen.
De 1860 á 1866 publicó el que esto
escribe una historia particular de la Gran-
Canaria, que narra los sucesos hasta la re-
ciente época de la segunda división admi-
nistrativa de la provincia (1); una Q-aleria
biográfica de hijos ilustres de Canarias (2),
de la que se hizo segunda edición en 1879,
aumentada con nuevas biografías, y un bos-
quejo histórico, sobre los progresos de la
civilización en el archipiélago (3); y en ñn,
en 1874, una Historia de la Inquisición,
donde por primera vez fueros publicados
con documentos auténticos los procedimien-
tos, causas y autos de fé de aquel aboHdo
Tribunal. (4)
En una colección de crónicas de todas las
provincias de España, publicada en Madrid,

(1) Las Palmas. Imp. de D. M Colina, 2 tomos en 4.


(2) Biografías de Canarios Céiebrcs. Un tomo Irap. de
Vícior Doipste. Las Palmas. 1872.
(3) Dos tomos en 4." Imp. de P . Martin. Las Palmas.
1878—1879. •
(4) Las Palmas Imp. de La Verdad, 4 tomos en 12.
1874.
112 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

en 1868, se encuentra la de estas islas, es-


crita por D. Waldo Grimenez Romera, en
un tomo en folio de 133 páginas, que no
es sino una reseña indigesta de las Noticias
de Viera, adicionada incorrectamente con
algunos datos recogidos sin conocimiento
alguno del país. (1)
Otra obra se publicó en Francia, al año
siguiente, que adolece de iguales ó mayores
defectos. Es ésta la relación de un viaje,
sin nombre de autor, bajo el título de Les
lies Fortunées, donde el protagonista re-
corre el archipiélago sin salir de Tenerife.
Hablase en ella de la conquista, de los
G-uanches, de la virgen de Candelaria, de
la lepra, del clero, de agricultura, de músi-
ca, de sociedades, de política, de casinos, y
en revuelto caos, y utilizando sin escrúpu-
lo, y sin método, las observaciones y datos
que Mr. Berthelot ha prodigado en sus
obras, compone el anónimo viagero un li-
bro, que dá una idea grotesca y equivocada
del país que supone haber estudiado. (2)
Algunas afinidades de lenguage, y el tipo
i'l) Cróniciis ílf KB|);iñ;i. Ciónicíi <li' las Isiis CiiiiíniiiS.
|)or D. Wiildo GiiiK'iioz RoriH'i-a. iVJiiiliid. Rubii). Grilo y
Vitturi 1868.
(2j Les iifs fortuiu'es oii aioliipci des Ganaiios. P.iiis
A. Lacroi.x, 1869. 1 tomos en 4." Esta obra íipaieoo en los
catálogos bajo el nombre de Mr. Ogler, j está dedicada á
Víctor Hugo.
INTRODUCCIÓN. 113

rubio que poblaba alguna • de las Canarias


al tiempo de la conquista, inspiró al alemán
Frans Von Loeher una obrita ó folleto que
tituló los Germanos en las islas Canarias,
y en el cual, con mas ingenio que fortuna,
trató de probar que los. Vándalos, cruzando
el estrecho, estableciéndose luego en las
faldas del Atlas; y atravesando después el
brazo de mar que separa el archipiélago del
vecino continente, llevaron aUí el tipo ca-
racterístico de su raza, lenguaje y costum-
bres. (1)
Anunciada con anticipación, ypubhcada
con buenos tipos, mapas y excelente papel,
principió a v e r i a luz pública en Las Pal-
mas, el año de 1876, una extensa obra bajo
el título de—Estudios históricos, cHmatoló-
gicos y patológicos de las islas Canarias—
por el Doctor D. Gregorio Chil y Naranjo,
miembro de varias academias científicas, y
literarias y natural de la Gran-Canaria. Es-
tos estudios, destinados á formar una espe-
cie de colección enciclopédico-canaria, don-
de su laborioso autor intenta reunir y com-
pulsar lo más interesante y curioso que se
ha escrito sobre estas islas, será indudable-
mente de grandes ventajas para el porvenir.
(1) Los Geinianos en las Islas Canarias, por Fraas Von
Loeher, Madrid, sin fecha.
114 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Como SU mismo título lo indica, no es és-


ta obra una Ijistoria propiamente dicha,
sino un voluminoso conjunto de materiales,
dispuestos á ser utilizados por el qtie se en-
cuentre con ánimo bastante para empren-
der la espinosa tarea de escribir la historia
de un país, pobre, olvidado y de escasa im-
portancia poHtica y social. El precio de la
obra, el plan complejo que en ella, se desa-
rrolla, y el número de volúmenes de que
nocosariamente constará, la alejan del al-
cance de las modestas fortunas, y del co-
mercio de las clases populares. (1)
Es, sin embargo, una obra digna del pa-
triotismo é ilustración de su autor, defen-
sor ardiente de los progresos de las ciencias
naturales.
Pol* ese mismo tiempo se imprimió en
Sta. Cruz de Tenerife una obra que habla de-
jado escrita D. José/Desiré Dugpur, muy
conocido en la provincia por sus aficiones li-
terarias y su local patriotismo. PubHcose
con él modesto nombre de—Apuntes para
la Historia de Sta. Cruz de Tenerife, desde
su fundación hasta nuestros dias,—y las
noticias que contiene, ofrecen algún interés
(1) EmppzO i publicarse en la Imp. de D. isklio Mi-
randa-el año de 1876, y,solo han visto la luí^ el primero y
segundo volumen en 4," mayor.
INTRODUCCIÓN. 115

en la parte que se relaciona con la pobla-


ción á quién va dedicada. (1)
Hay otraobra, que, relacionada estrecha-
mente con la vida intima del Archipiélago,
merece ocupar un lugar distinguido en esta
reseña bibliográfica. Nos referimos al Nobi-
liario de las Islas Canarias, que pubHca D.
Francisco Fernandez Bethencourt, y cuya
obra puede considerarse como un curioso
inventario de las familias isleñas, donde solo
hallan lugar las que de muy noble alcurnia
proceden.
Con el talento que distingue á su erudito
autor ha formado éste una galería de ape-
llidos, elevado teatro donde vá colocando á
los que él llama, glorias del país, y en cuya
árida nomenclatura de fechas de nacimien-
tos, bautismos y defunciones, títulos de ma-
yorazgos, donaciones y vínculos, ha sabido
con su correcta dicción y fácil palabra dar
un interés, que difícilmente hubiera alcan-
zado otro escritor de menos relevantes cua-
lidades. ,
La ardua tarea que se ha impuesto es dig-
na, pues, de nuestros elogios, por los datos
verdaderamente peregrinos que se hallan
disemiaados en su obra, cuyo valpr histó-
(!) Irap. de J. Benitez y G.» Sta. Cruz de Tenerife.
1875. Un tomo en 4.» de 308 pág.»
116 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

rico es indudable, y por el trabajo ímprobo


que se ha impuesto de soldar y engranar
entre sí tantas y tan repetidas series de as-
cendientes y descendientes, de modo que no
dejen nunca solución de continuidad, unien-
do, siempre que le es posible, á cada nombre
qué cita, una condecoración, título ó empleo
honorífico, circunstancia que le coloca con
frecuencia en serios compromisos y angus-
tiosas situaciones. (1) Las citas de hombres

(t) Consta ya de siete tomos, de los cuales el 1." y 2 . '


se han impreso en Sta. Cruz de Tenerife. Imp. Isleña.—
1878. El tercero en Valencia, imp. de la viuda de Agoldi,
1879. El 4." ón Sta. Cruz 1880 y los restantes en Madrid.
No es ésta la primera obra que se ha publicado sobre la
Nobleza Canaria; muchos son los memoriales históricos y
opúsculos, que para enaltecer y perpetuar sus enlaces, tí-
tulos y preemineacias se han escrito en las tres últimas
centurias. Citaremos algunos de estos documentos.
—Historia áe los Señores de Fuerteventura por D. José
Pellicer de Tobar, cronista mayor de S. M. Madrid. 1646,
—Memorial de la Casa de los Marqueses de Zelada, por
el cronista D. Alonso Nuñe/ de Castro. 1685.
—Relación de la calidad, servicios y distmciones de D.
Bartolomé Benitez de las Cuevas, por su tercero nieto Ü.
Bartolomé Benitez de Ponte y Lngo. Madrid. 1798.
—Relación de los méritos de D. Bartolomé Cayetano
Benitez de Ponte, por D. Antonio Fernandez Portalegre.
Madrid. 1777.
—Memorial de la calidad y servicios de los S S . de la Isla
de Fuerteventura en las Canarias del apellido de Saavedra,
por el cronista D. Alonso Nuñez de Castro. 1680.
—Memorial de la Casa de Nava. 1665.
—Id. de la de Lugo.
—Id. de D Ángel Bautista Vandama.
—Id. del capitán D. Francisco Machado y Fiesco, 1738.
—leí. de D.Fernando de Saavedra, por el cronista D.
Juan Baños de Velasco. 1679,
INTRODÜCCldN. 117

verdaderamente célebres, dentro de esa cla-


se privilegiada, por sus virtudes, servicios
y talento, nos suministran también curiosas
notas para la historia.
Incansable Mr. Berthelot en su tarea de
dar á conocer ventajosamente en el extran-
jero la patria de su adopción, escribió una
nueva obra con el título de Antigüedades
Canarias, que publicó en Paris en 1879.
Los rápidos progresos de las ciencias an-
tropológicas, despertando sucesivamente la
afición del que en otro tiempo había estu-
diado la historia natural y las tradiciones y
leyendas del país, infundió nuevo ahento á
su ilustre autor para tocar el oscuro pro-
blema del origen de la raza autóctona, en-
lazando esta cuestión, y procurando resol-
verla, con el estudio comparado de los mo-
numentos, fósiles, é interesantes geroglífi-
cos isleños. Esta obra ilustrada con una co-
—Descripción genealógica de las casas de Mesa y Pon-
te establecidas en las Islas de Canaria. Por D. Antonio Ra-
mos. Madrid. 1792, un tomo en f."
— Relación genealógica de la ascendencia y descenden-
cia por todas líneas d e D . Francisco de Molina Azoca Que-
sada y Castilla, por el cronista D. Juan Anttfnio de Hoces
Sarmiento. 1708.
—Memorial de ü . Domingo de Herrera. 1765.
—Nobleza 6 hidalguía notoria de las Casas de Campos y
Fonseca, Manuscrito que se custodia en el archivo munici-
pal de la, Palma.
—Memorial de la casa de Sotomayor, por D. José Pelli-
cer y Tobar.
118 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

lección de grabados, ha venido felizmente


á aumentar el caudal ya tan copioso de las
antigüedades canarias, y á dar solución, en
la forma que el elevado criterio de su au-
tor le aconsejó, á esas arduas cuestiones,
objeto hoy de las preferentes miradas de la
ciencia. (1)
Otras publicaciones, de índole esencial-
mente científicas, han llegado asimismo en
estos últimos años á esclarecer puntos con-
cretos de Geología, Paleontología, Antropo-
logía, Geognesia y Filología con aplicación
á este mismo archipiélago, entre cuyas
obras no dudamos citar como más importan-
tes el viaje á Tenerife y las Antillas de 8t.
Claire Deville (2), el de Dumont d' Urville
en la Corbeta Astrolabio (3), los trabajos
del célebre Haeckel en Tenerife y Lanzaro-
te, (4) los de Hartung (5), Piazzi y Lyell
(i) Antiquités Canarieonea. Par S. Berlhelot. París. E.
PlonetC* 1879.
(2) Voy. geo. aux Antilles et aux iles de Teneríffe et
de Fogo. 1849,
(3) Voyage de la Corvette 1' Aslrolabe éxecuté por or-
dre du Roy pendanl les années, 1826. 1827, 1828, 1829,
80US le coraandement de M.Dumont'd' Ui'viile. Histoii-e du
Voyáge. París Tastu. 1830.
(4) Bine zoologische Excursión nach den Canarischen
Inseln (Jenaische Zeitschrift, 1868, t. 3.°, pag. 318) y Eine
Besteigund des Pie von Teneriffe (Berliner geographische
Zeitschrift vol. V, p. 1.
(5) Hartung.—Lanzarote und Faerteventura 1856..—
ios. Gran-Canarie Madeira und Porto Santo.—Dic. geol.
INTRODUCCIÓN. .119

los del Barón Frisch y Reiss (1). Mous-


soii (2). Meimier (3), Sauver (4), y por últi-
•mo, los del joven profesor que fué de his-
toria natural en el instituto de las Palmas,
y hoy distinguido geólogo, D. Salvador Cal-
derón y Arana. (5) .
Posteriormente el Doctor Verneau en-
cargado por el dobierno francés de una
misión científica en estas islas, visitó una
parte del archipiélago en 1876, excursión
que repitió en 1884. De sus estudios, .que
tienen un gran valor antropológico, han re-
sultado algunas obras que. deben consul-
tarse con mucho provecho por los que se
dedican á investigar los orígenes de las

verch. des ins, Lanzarote und Fuerteventura nouv. de la


Soc. helv. Tomo XV. 1851.
(1) Véanse las obras siguientes:
\—Tencriffe, Au Astronomer 's Experiments or speciá-
lities of a residense above the clouds. By C. Piazzi Smith.
London. 1858.
—Principes de Geologfe, tra_d. francaise. Garnier. i873.
—Geol. Beschcr der Insel. Teneriffe. K. Fritsch y
Reiss.. Winterthur. 1868.
(2) A. Mousson—Revisión' de la Faune Malacológique
des Gañanes.
(3) Coinp. reod. de 1' Acad. des sciences. Tomo 79.—
1874. ' - :
(4) Untersuchungen über die phonolitischen .Gesteine
der Ganarischen Inseln;^Zeitschr f. d. ges.—1876.
(5) Reseña de las rocas de la isla volcánica Gran-Ca-
naria, publicada en los Anales de la Sociedad de- Historia
Natural de Madrid. T. 4.°
—La evolución en las rocas volcánicas en general, y en
las de Canarias en particular. ídem. Madrid. T..8.°
. XOM. I. 9
120 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

razas que poblaron el pais antes de su


conquista. (1)
A la extensa enumeración que dejamos
hecha en las páginas anteriores, pudiéra-
mos añadir un voluminoso catálogo de
opúsculos, artículos, folletos y memorias
de menor importancia, que siempre contie-
nen alguna noticia provechosa ó dato utiH-
zable (2); pero, aun omitiendo cotno ociosa
(1) Entre sus obras mas notables relativas á las Cana-
rias citaremos:
—Rapport sur une mission scientifique dans 1'Archipel
Canarien. Un vol. 1887.
—^^L' archipel Canarien, son passé, son present. Broch.
—Les iles Cañarles, leur etat actual, ieur commerce.
Broch.
—De la plurarilé des races anciennes de I' archipel Ca-
narien. Broch.
—Les semites aux iles Cañarles. Broch.
—Les anciens habitaos de la Isleta Broch.
—Las Pintaderas de lá Grande Ganarle. Broch.
—Les inscriptions lapidaires de 1'archipel Canarien.
Broch.
—Cinq anneés de sejour aux líos Ganarles. Un vol. ¡Ilus-
tre.—París.—1 891.
(2) Entre otras podemos citar las siguientes:
García Ramos —Primeras nociones sobre las Islas Cana-
rias—Cádiz—4877.
Busto (D. FiTnando del)—Topografía médica de Cana-
rias. Sevilla—1864.
"Silva Ferro (D Ramón) — Estudios económicos industria-
les y cienlííjcos. respecto á la explotación y riqueza de al-
gunas pesquerías y consumo de sus productos en loa gran-
des mercados, con otros varios informes para servir de
precedentes al proyecto de establecer una factoría de pesca,
y preparación de pescado en la Isla Graciosa, situada s^J
norte en las Canarias.—Londres.—Irap. de Clayton y C
1875.—Un tomo en 4 . ' de 217 páginas con grabados y
mapas.
INTKODUCCIÓN. 121

tan prolongada lista, no debemos sin em-


bargo pasar en silencio otra clase de do-
cumentos, fuente preciosa para el historia-
dor, donde, si los consulta con buen criterio
y paciente laboriosidad, encontrará en
— Hcrllielot (Sabiii)—De la Fc'chtí sur la Cólo occidcntale
d'Afíiqíic—Piíris—1840.
—-Maniiquo y Haavcdi'a (D. Antonio Maiia}—Elementos
de Googr.'ififi ú Historia Natural do las Islas Canarias.— Las
Palmas, Iiiip.de Antonio López. —1873. -Historia de Lan-
zarole y Fiiertevcntura del mismo autor.
— l-'erezdel Tmo ¡D.Felipe) El tabaco canario y las Pes-
querías en África, Apuntes acei'ca déla geografía, historia,
agncnitiiia ele Madrid. 1881. — Kspaña en el Noroeste de
Afi'ica — Madrid. 1892. Por el misino autor con copiosos
datos estadísticos.
— líl viagoro universal.—Colección española, tomo XI,
pag.' desde la 129 hasta la 229.
Aichivo de Simancas—Sala XX.—Cámara de Castilla.
—Meieedos hechas ^ los Conquistadores y primeros pobla-
dores españoles de Cananas, con algunas advertencias so-
bre el íuei'd, plan beneílcial y judicatura de aquellas Islas.
Legajos que comprenden de.sde 1420 á 1546.
—Noticias sobre la Isla del Hierro. Ms. p o r ü . Bartolomé
Garcia del Castillo.
— Colecciones do apuntes, y diai'io de D.Isidoro Romero
y Ceballos, desde ITGO hasta lí?I 6, que contiene numerosos
datos y curiosidades sobre el estado de las islas durante
ese peiíüdo.
— Dcniz (D.Domingo)—Historia de la Conquista de estas
islas, que perrnanece inédita.
—León y Xuarez (D. FranciscoM.'de)—Continuación de
la Historia de las Canarias, desde la fecha á que alcanza la
de Viera y Clavijo, hasta la muerte del autor. M.s. que po-
seía su hijo D. Francisco de León Morales.
—Inscripción de Anaga por I). Manuel Osuna. 188'J.
Jístudios de Mr. S. Berthelot referentes á estas islas,
que también pueden consultarse:
—Observations sur le Dracsena Draco L. Bonn. 1827.
—Excursión au Pie de Ténériffe.—Genéve.—-1831.
—Í3|ynopsis molluscarum terrestriuui et tiuviatilium quas
122 HISTORIA.DE LAS ISLAS CANARIAS,

todas ocasiones las verdaderas eausaS del


retroceso, adelanto ó estancamiento de la
sociedad isleña. Nos referimos á las actas de
los dos principales Municipios de Tenerife
y Canaria, en cuyos documentos, como en
un diario, se recogieron desde los primeros
años de la conquista hasta principios de
este siglo, las disposiciones gubernativas
y económicas de policía é instrucción pú-
blica, de movirniento de riqueza y pobla-
ción, y cuanto hoy corresponde al Gobierno
político de las provincias, formando así
unos curiosos anales, que con los libros
de concesión de datas, reales privilegios,
ordenanzas y repartimientos, que aun se
conservan en algunos archivos, corrigen,
in itineribus per ínsulas Canarias.—Annales des Scieni
Nat. Paris. T. 28. 1833.
—Coup d' oeil sur la chorographie des Ues Fortúnées.—
Bul. de la Soc. de Geo.—Paris. 2.* serie, t. 4.» 1835.
—Description de I' ile de Palma.—Descripiion de I' ile
de Fer.—ídem. T. V. 1837.
—Notice sur les iles de Lancerotte et Fortaventure.—
—Idera.—T. VIH. 1837.
—Fragmens historiqucs sur les anciens habitanls des iles
Fortúnées.—ídem T. 13. 1840.
—Note sur le Mocan, arbre des iles Ganaries. ídem. 3.*
serie. T. V. 1846.
—Notice sur des caracteres hierogjyphiques graves' sur.
des rochers voicaniques auxiles Ganaries. ídem. 6.* sene.
—T. IX. 1875.
—Nouvelle découverte d'inscriptions lapidaires á i'ile
de Fer.—ídem. 6.* serie. T. XII. 1876.
—Memoire sur les Guanches.—Soc. Ethn. Paris. T I y
II. 1841 á 1845. ' .
INTRODUCCIÓN. 123

aclaran y completan las noticias estadísti-


cas del país. (1)
Otra Corporación hay también, que, por
razón de su instituto, ejerció un influjo
poderoso y continuo en todas las manifes-
taciones que constituyen la vida activa de
una sociedad. Esta Corporación fué la del
Iltmo. Cabildo de la Catedral de Canarias,
que residía desde 1485 en Las Palmas, co-
mo capital de la Diócesis, cuya corporación
la componían en general personas doctas,
graves é ilustradas, que disponiendo de
cuantiosos caudales, ejerciendo una exten-
sa jurisdicción espiritual, dejó huellas pro-
fundas de su iniciativa en la administra-
ción y gobierno de las islas, así como en su
educación moral é intelectual. Sus acuerdos
son, por tanto, una fuente segura y abun-
dante de peregi'inas noticias para el histo-
riador. (2)
(1) Poseemos un extracto'de todos los acuerdos del
Municipio de la Laguna desde 1497 hasta 1773.—Dos to-
mos on folio. Y otro de ios acuerdos del Municipio de Las
P'aimts, que comprende solo algunos años del siglo XVIIL
Sabido es que el archivo de Las Palmas pereció en el in-
cendio de 1842. También poseemos notas de los Privilegios
y Keales Cédulas de ambos Municipios.
C?) El sabio é incansable D. José de Viera y Clavijo
dedicó una parte de sus ocios á coleccionar Iqs cuadernos
de actas que estaban ya ilegibles y apolillados, y formo un
extracto en dos volúmenes, que comprenden los principa-
les acuerdos del Cabildo desde 1514 á 1793".
Poseemos copia de esta interesante colección.
124 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

También los libros y correspondencia del


Tribunal de la inquisición, sus procesos,
testificaciones y registros de limpieza de
sangi'e, cuyo examen y lectura modificaría,
si fueran conocidos, las páginas del Nobi-
liario, arrojan mucha luz sobre los usos y
costumbres de los isleños en las tres últimas
centurias, porque penetran en la vida ínti-
ma del hogar, y reñejan las tendencias y
dirección del espíritu, durante aquel triste
y lento periodo de nuestro proceso histó-
rico. (1)
A estos numerosos materiales hay que
agregar todavía los que se desprenden del
cotejo y expurgo de los archivos notariales,
donde hallará el historiador un estado exac-
to del movimiento de la propiedad, precio
de las fincas, relación de sus productos,
cargas y gravámenes, cruzamientos y enlace
de las familias, valor y cualidades de los
esclavos, condiciones de los contratos de
arrendamiento, alza y baja de las especies
monetarias, fundaciones de mayorazgos,
obras pias y censos, salarios del obrero, cons-
trucción de edificios públicos, informacio-

(!) Uno de los más curiosos documcnlos Ae este Tri-


bunal es el Registro gcnr ilógico de las famili.is isleñas, eii-
yo titulo os—Del origen le los apellidos notados jjor el
Santo Oficio de la Iiiquisiei HI de Cananas—
INTKODüCCIÓN. 125

nes de hechos importantes históricos y de


interés particular, y en fin, cuanto puede
constituir la vida pública y privada de una
agrupación social en todas sus diversas y
variadas ramificaciones.

X.

Abundan, piies, los documentos para


escribir una historia completa de la pro-
vincia de Canarins, que puedan contribuir
á ensanchar é ilustrar la general de España,
tan diminuta y errónea en todo lo que se
refiere á las inmensas posesiones de África
y Ultramar, lejanos paises que han forma-
do en otros siglos el vasto imperio de la
grandeza ibérica. Esa historia, inspirándose
en las exigencias de la moderna crítica,
bajo un plan armónico y un estilo levanta-
do y digno, puede condensar en pocas pá-
ginas todo lo que hasta hoy se ha publicado
sobre estas islas, asi en el limitado cam-
po de su historia, como en el mas exten-
so é interesante de sus adelantos en las
ciencias, las artes y las letras, en los pro-
gresos de su comercio; agricultura é indus-
126 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

tria, y en la marcha de su política, 'gobierno


y administración.
Habiendo conseguido, con una perseve-
rancia patriótica é iricansable, reunir la ipaa-
yor parte de las obras y documentos que
extensamente dejamos enumerados, nuestra
afición á esta clase de estudios, y el deseo
de contribuir al desarrollo y progreso de
los elementos literarios del país,-nos han
impulsado á intentar la honrosa y difícil
empresa de escribir una historia general
de las islas canarias. (1)
No desconocemos la magnitud de ésta
(1) Ya hemos recordado lo que Viera y Clavijo dice res-
pecto á Sus Noticins, cuando asegura que la verdadera his-
toria de estas islas está todaiiia por formar. ^Prólogo, to-
mo 1 .") • .
Añadiremos á este propósito lo que el Dr. Chil consigna
en sus Estudios. (Tomo 1." Prefacio, pág. VIII^.
«Mis Estudios son una colección de documentos, antes
que una historia propiamente dicha,^ y si bien á cilios se
puede aplicar todo lo que-decia Juvcnal de los historiado-
res empalagosos, quiero pertenecer á esta clase, con tal i
que suministre los medios para que otros, con mejores con-
diciones que las mias, puedan escribir la Historia do Ca-
narias.»
El Dr. Chil se juzga con demasiada severidad. Su obra,
en la parte que conocemos, es un precioso tesoro de noti-
cias para el país, y si bien su autor, por razones que res-
petarnos, no ha querido seguir el métoáo y foima rigurosa-.
mente históricos, no por eso deja de haber prestado con
su publicación un eminente servicio á su patria.
Nosotros, sin reunir las dotes que exigen Viera y Chil
para acometer tamaña empresa, no hemos \aeilado en acep-
tarla, seguros do qu", en lu-squiera que se.m su.s defectos,
nuestro patriótico ejemplo -abrá encontrar, más felices imi-
tadores en la generación qo • nos sigue.
INTEODüCCIÓN. 127

obra ensayada yá por nosotros, aunque


en más modesta esfera, y cuando no po-
seíamos ninguno de los peregrinos docu-
mentos, que después han venido á enri-
. quecer nuestra biblioteca isleña, y aclarar
muchos puntos- oscuros ó dudosos de la
historia patria.
Muévenos también á eUo la convicción
en que estamos de que el estudio de hoy,
por más insignificante que parezca, no será
inútü al estudio de mañana, antes bien le
servirá de ejemplo y de provechoso estí-
mulo.
La historia, en cada uno de sus diversos
•períodos, no es obra de un solo hombre, ni
• de una sola civilización, es, sí, la obra
constante y sin cesar adicionada de las
generaciones que van sucediéndose en el
tiempo, superposición continua é indefini-
, da, que, trae al 6ampo de la ciencia nuevos
y valiosos elementos, depurados lentamente
por la controversia, la observación y la
crítica.
Ahora bien; la investigación histórica no
se agotará nunca; el choque de las ideas no
concluirá jamás; la exégesis no interrum-
pirá ni un solo instante su trabajo de eli-
minación; la ciencia seguirá imperturbable
su camino,, arrojando á la candente arena
128 HISTORIA BB LAS ISLAS CANAKIAS.

de la polémica sus atrevidas teorías, sueños


de hoy, realidades de mañana; de todos esos
poderosos elementos, fundidos en un crisol
común, surgirán siempre soluciones dife-
rentes, que serán admitidas ó rechazadas
por los hombres ilustrados, que vengan de
distintos campos á sostener la controver-
sia, si bien quedando de cada esfuerzo indi-
vidual, un residuo utilizable, que hará flore-
cer con nueva savia ese árbol cada dia más
arraigado y fructuoso del saber humanó.
Contribuir, pues, á ese adelanto científi-
co, literario é histórico, ardiente aspiración
de nuestra edad, en la parte infinitamente
pequeña que pueda asignársele á este mo-
desto estudio, emprendido, aunque no ten-
ga otro mérito, con celo, imparcialidad y
patriotismo, es el pensamiento que ha ve-
nido á inspirarle, y el único lauro que am-
biciona su autor.
LIBRO PRIMERO.

EL ARCHIPIÉLAGO CANARIO.

FORMACIÓN GEOLÓGICA DEL ARCHIPIÉLAGO

El Archipiélago de las Canarias se le-


vanta en el Océano Atlántico, enfrente de
ese inexplorado mar de arenas, que lleva
por nombre el Sahara, y á pocas leguas
de la costa occidental de África. (1)
Compónese de siete islas habitadas y seis

(1) El Aichipiélago peitenec; geográficamente al África,


teniendo on fíente jos cabos de Jiiby y Nun, y á mayor dis-
tancia los de Ger y Bojadoi". La cordillera del Atlas parece
piolongarse hasta las Cananas, cuyo grnpo se halla situa-
do en la misma dirección, que las últimas estribaciones de
aquella cadena de montañas.
Fucrtcventura, la isla más pi'óxima al Continente, dista
dtí él ciento y un kilómetros.
130 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

isloles desiertos, que ocupan una extensión


de 504 kilómetros en dirección del E. N. E.
al O. S. O, entre los paralelos 27° 37' 33" y
29° 24' 44." de latitud N., y ios meridianos
7° 7' 30", y 11° 57' 30" de longitud O, (1)
pudiendo valuarse su superficie en 7167 ki-
lómetros cuadrados. (2)
El archipiélago se divide en dos grupos
distintos, que se denominan por su misma
situación, oriental y occidental. Fórmase

(1) Las longitudes se hallan referidas al meridiano de


San Fennando, estando Paris al E. 8" 32' 39".
Si tomamos como primer meridiano el de la punta Dche^
sa de la isla del Hierro, tendremos 0°, y 4°, 54' long. O.
Si elegimos,el del Observatorio de Madiid, nos dará 9° 37'
30" y 14° 31' 30" Y si aceptamos el do Paris, tendi^cmos
15» 1'y 20° 3 2 ' 3 0 " .
Los 27° 37' 3 3 " de lat. N. corresponden á l-i punta do
laKestinga. que es la más' meridional d»- la isla del Hierro;
y los 29° 24' 44" coinciden con la punta N de la Alegranza.
. Las longitudes se hallan tonadas desde Roque del"Kslo
á punta Orchilla, que es la más occidental del Hierro.
La mayor distancia, enti'e los dos puntos extremos del
Archipiélago, es la de 504 kilómetros en dirección E. N. E.
á O . S. O.
(2) Estas cifras se descomponen.de la manera siguiente.
Lanzarote con sus islotes 741 k c Fuerteventnra y Lobos,
1722. Gran-Cmaria, 1370. Tenerife. 1946. Palma, 726,
Gomera, 378,Hierio, 278.
Aceptan esta meilida supetílvial, D. Pedro de Olive en
su Diccionnrio Estadíslico-administniíivo de las [«las Cuna-
rías pág 219. I). Antonio M. Manrique y S.iavedra en sus
Elementos de Geografía pág. 2, y el Dr. C'iil en sus Es-
tudios Históricos t. 1." pág. 342.
Apártase de e s t e cOmputo D . J u s t o P . P.irrilla en su
compendio de Geografía General, dando á estas islas 8.'83Ú
kil. cuad. de superficie total. .
LIBRO ^RIMERO. 131

el primero con las islas de Lanzarote, y


sus cinco islotes desiertos, Roque del Este,
Alegranza, Roque del Oeste, Montaña Cla-
ra y Graciosa, con la isla de Fuerteventura,
y su islote Lobos, y la Gran-Canaria; y
constituyen el segundo, las de Tenerife, Go-
mera, Palma y Hierro, Las dos principales
de Canaria y Tenerife ocupan el centro,
teniendo á uno y otro lado sus respectivos
grupos, oriental y occidental.
El archipiélago se halla á poca distan-
cia del' trópico de Cáncer, y bajo su mis-
ma latitud encontramos, dirigiéndonos al
Este .las provincias de Marruecos corres-
pondientes á la región del Sahara y el alto
Egipto. En Asia, el norte del mar Rojo, el
. fondo del golfo pérsico, la India septen-
trional y las provincias meridionales de la
China. En Oceania algunos islotes del ar-
chipiélago de Magallanes: y en America, la
baja California, Méjico y la Florida.
Graves y acalorados debates, cuya solu-
ción definitiva buscaríamos .hoy en vano,
entre las diversas teorías científicas, que so-
bre este Archipiélago se han emitido, rena-
cen diariamente y se discuten por los geó-
logos, respecto al origen, componentes, y
edad de cada una de estas islas, y sus ad-
yacentes islotes.
132 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Los neptunistas, queriendo explicar el


fenómeno de su aparición j disgregación por
la acción única de las aguas, suponen que
las Canarias han formado parte del con-
tinente africano, del cual fueron arranca-
das lentamente por el contacto irresistible
y continuo del Océano, haciendo coincidir
ese movimiento de dislocación, con la épo-
ca remotísima de la evaporación del mar
central del Sahara, y con un descenso gra-
dual en el macizo del Atlas.
Suponen otros, que unidas las islas al
mismo continente, y siendo sus montañas
las últimas estribaciones del Atlas, un pode-
roso sacudimiento volcánico, las desgajó
de aquella cordillera, abriendo los profun-
dos canales que las separan entre sí, y el
brazo de mar que las divide del África.
Despreciando estas hipótesis los vulca-
nistas, atribuyen la formación del archi-
piélago al poder eruptivo del fuego interno,
que empujando hacia arriba la corteza te-
rrestre, en uno de esos movimientos con-
vulsivos, tan frecuentes en la época ter-
ciaria, llevó á la superficie del Atlántico
los primeros contornos de esos aislados
cráteres, que luego, por una fuerza ascen-
cional, que todavía continúa ejerciendo su
presión desde las profundidades del plañe-
LIBRO PHIMERO. 133

ta, vino á constituir la forma irregular y


caprichosa, que revisten hoy las costas y
acantilados de las Afortunadas. (1)
Los poetas, y con ellos buen número de
historiadores y filósofos, creyendo resuel-
tamente en la misteriosa existencia y desa-
parición de la Atlántida, afirman, al ocu-
parse de las Canarias, que sus elevadas
cumbres son restos de ese sumergido con-
tinente, inmortahzado por Platón; y aun-
que desechada con desdén esa teoría por
los más eminentes geólogos de nuestro
siglo, se observa, no obstante, que surge
de vez en cuando, patrocinadas por nom-
bres respetables en las ciencias y las letras,
y -revestida con el ropage seductor que le
prestan lo maravilloso de su origen y lo
dramático de su desgracia. (2)
Sin embargo, las ciencias naturales han
adelantado yá lo suficiente, para señalar las
(1) Los volcanes, dice K. Fuchs, han aparecido en los
últimos períodos del desarrollo terrestre, aunque respecto
é la cronología humana son muy antiguos. Difícil es deter-
minar la época de la aparición de los primeros volcanes, á
causa de la perfecta semejan/a que las lavas actuales pre-
sentan con los basaltos y las traquitas, qne ciertamente son
más antiguas.»
Les volcaos. París. Germer. 1876.
(2) Pueden consultarse sobro la Atlántida, entre otras
obras modernas las siguientes:
— B . Porbes. Mem. of. geol. Survey etc. 1849.
—Bory de S. Vincent. Essai sur lesiles Canaries. Paria,
1801.
134 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

causas verdaderas que, á nuestro juicio, han


dado origen á ese archipiélago; y nosotros;
al considerarlas exactas y fundadas, cree-
mos resuelto el problema, en la forma que
vamos brevemente á exponer, teniendo pa-
ra ello en cuenta los últimos estudios geoló-
gicos, y los peregrinos datos, que nos sumi-
nistran en abundancia esas mismas ciencias.
Al observar el geólogo la estructura y
composición interna del grupo canario; al
leer, por decirlo asi, en sus alternas capas
la historia de su formación; ál sondear su
pasado al través de los cortados valles, hen-
didas montañas, y verticales flancos de su
macizo, se adquiere la convicción profunda
de que estas islas han brotado desde
el fondo de los mares en la época terciaria,
y durante ese período llamado por algunos
mioceno superior, (1)

—P. Gaífarel Btude sur les rapports de 1' Ameriqué etc.


Paris. 1869.
—A. C. Moreau de Jonnés. L' Oceaa des ancieris etlea
peuples prehistóriques. Paris. 4873.
—Roisel. Les Atlantes. Paris. 1874.
—Heer et Gaiídin. Floria tertiase. T. 3."
—Mac Pherson. Bosquejo geológico de la Proviiieia de
Cádiz. 1873.
(1) Lyell en sus Principios de Geología t. 2.* pág. 515
se exprosa de este modo hablando del origen volcánico de
las Islas del Atlántico.
«Podemos afirmar que las primeras erupciones han teni-
do lugar en ese período terciário-medio, que yo he desig-
UBRO PRIMERO. 136

En ese momentio geológico, cada isla de-


bió surgir, destacándose de esa gran masa
submarina sobre la cual- se apoya y descan-
sa el gran continente africano, por efecto de
un sacudimiento poderoso, que fué e\dden-
temente sincrónico con el que elevó los crá-
teres de las Salvages, y los que constituyen
los grupos de la Madera, Cabo-Verde y Fer-
nando Póo, removiendo al mismo tiempo
con terrible empuje las costas andaluzas y
lusitanas, aunque siendo posterior al levan-
tamiento de los Alpes y Pirineos, que yá
lia¡bian hecho su aparición en Eujropa, des-
de los primeros días del período Eoceno. (1)
Al sobrenadar en el Océano el primitivo

nado coo el nombre de Mioceno superior.»


F'rizch y Reiss señalan también el periodo mioceno-medio
ó sea el Helveciano de Mayer. Geologische Beschresbung
der Ins. Teneriffe.
(i) —«Placéns (les iles Ganarles) á la suite les unes des
' autres, jiar leur gisément d' orient en occident, elles sont
conime un prolongement de la chaine de 1' Atlas. Get archi-
pel se rattache ainsi á la massc sous-marine sur laquelle
s' appuie la grande Ierre africaine, et n' est, poqr le géolo-
gue comme pour le guogvaplie, qu' un fragment isolé de ce
Continent.» Beclhelot. AntiquitésCanariennes. París. 1879.
—«En una gran masa plutónicasub-marina, que se extien-
de desde el Continente africano, hasta más allá de las Islas
de Cabo Verde, y forma Velieve en el N. O. de la Penín-
sula, constituyendo el gran macizo de Galicia, se abrieron
paso en la época terciaria los cráteres dispuestos en serie
de Fernando Póo,'Ganarías, Madera y Csbo Verde.»
Calderón. Las Rocas de Canarias, art{culos.públicado8 en
El MuseoCanario t. i." pág. 339. Las Palmas. Imp. Atl.
1880.
lOM. I. 10
136 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

esbozo del Archipiélago, cada isla apareció


subdividida en mil y mil fracciones, sepa-
radas entre sí por golfos y canales, estre-
chos y lagos de caprichosas formas. Un
mar, en efervescente ebullición, se agitaba
sin descanso en medio de esas segregadas
porciones, cual inflamada caldera de hir-
viente vapor.
Las lavas, derramando su materia, líqui-
da é incandescente sobre la superficie de las
agitadas aguas, desde una profundidad, que
no era inferior á 3.000 metros, y obedecien-
do al enipuje ascensión al, que sin interrup-
ción se sostenía y manifestaba, aunque con
secular lentitud, dio ocasión á que él Océa-
no, encontrándose con las crestas solidifica-
das de aquellos nacientes arrecifes, trabase
con ellos singular contienda, que ha venido
prolongándose de siglo en siglo, sin que ce-
se nunca en su "eterno batallar. (1)
El obstáculo; no obstante, que las masas
graníticas oponían sin cesar al libre curso

(1) «Las traquitas primero, después el basalto, capas de


Wacka y laterita, y por último uo grueso conglomerado, que
constituye potentes bancos; y si á estas rocas se agregan
unas erupciones local'zadas más modernas, y algunos de-
pósitos, tanto de acarreo, como de sedimento, de escasa
extención, quedan enumeradas todas las masas componen-
tes de tan curioso país.»
Reseña de las rocas de la Gran-Canaria por D. S. Cal-
derón y Arana, pág. 3.—Madrid. Imp. Portanet—i876.
LIBRO PRIMERO. 137

de las olas, tomaba entonces mayores pro-


porciones, con el furor de los huracanes,
que acudían de todos los puntos del ho-
rizonte á prestar su poderoso auxilio al
mar embravecido, sumando con él sus fuer-
zas invasoras, y dando de este modo al
ataque y la defensa un aspecto verdade-
ramente aterrador.
Entre ese flujo y reflujo continuo, y en-
tre ese incansable embestir de los vientos
y las olas, consiguieron éstas arranear pe-
queños ^ fragmentos de las salientes rocas,
por todos aquellos sitios en que las brechas
ofrecían al ataque algún lado vulnerable,
fragmentos que, precipitándose por su pro-
pio peso al fondo de las futuras playas, aún
nó visibles, que constituían su circuito, y
cómo el cimiento ó placer de cada isla, prin-
cipiaron á formar en revueltas capas, lechos
de cantos rodados, arenas, asperones y con-
glomerados varios, confundidos con nume-
rosos bancos de conchas y detritus marí-
timos. (1)

(1) Dice Lyell:—«Desde que las primeras lavas solidi-


ficadas se alzaron sobre las aguas, se vieron expuestas á la
acción de las olas: fragmentos de rocas volcánicas se des-
prendieron y fueron á colocarse en la ribera, siendo otros
arrastrados á mayores profundidades en el mar adyacente,
formando lechos de cantos rodados, conglomerados, arenas
y asperones, en medio de los cuales quedaron sepultados
138 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARUS.

Continuando de esa manera el nunca in-


terrumpido crecimiento del archipiélago, las
lavas volcánicas fueron paulatinamente al-
canzando progresivas elevaciones, sin dejar
por eso de oponer sus sólidos muros de tra-
quita y basalto, á la acción erosiva del
Océano, y sin que tampoco esta tenas re-
sistencia disminuyese el trabajo de disgre-
gación de los productos lávicos, que hablan
de constituir, andando el tiempo, los se-
dimentos y aglutinados de los terrenos cos-
teros..
Durante ese período de verdadera gesta-
ción, espantosos cráteres, con violentas con-
vulsiones, se abrieron paso en cada isla, for-
mando focos centrales, cual ejes del futuro
sistema orográñco de cada agrupación, y con
tendencias en cierto modo á normalizai* la
dirección y alcance de sus erupciones y de
su esfera de actividad. .
La caldera de Eceró en la Paliha, el circo
de Tirajana en la Gran-Canaria, las Caña-
das del Teide en Tenerife, se levantaron en
medio de aquella confusa masa de desorde-
nados materiales, cómo para dar forma y
modelado á la nueva tierra que surgia.

corales y coachas de especies miocenas »


Principios de Geología, t. 2.° pág. 516.
LIBRO PRIMERO. 139

Movimientos histéricos en el suelo, de-


tonaciones horribles en los aires, espesas
lluvias de hirviente arena,' que oscurecían
la atmósfera, arroyos líquidos de fundida
lava, cruzándose en todas direcciones, dis-
locaciones titánicas, valles, montañas, des-
filaderos y barrancas en confuso desorden,
se presentaban por dó quiera sobre su su-
perficie, que un mar siempre en cólera azo-
taba con violencia, (1)
Entretanto, las capas más elevadas de su
aplacerado circuito, constituidas, según he-
mos dicho, con los despojos disgregados de
sus corroidas lavas, ocultas hasta entonces
por la altura de las aguas, hicieron su
aparición sobre el agitado océano, ó bien
verticalmente ó por un movimiento de
báscula, dejando al descubierto extensos
terrenos sedimentarios y conglomerados
fosilíferos, á cuyas capas siguieron otras,
colocadas en posiciones inferiores, tan pron-
to aquellas fueron alcanzando el mismo

(1) Saint Glaiie Deville, al explicar la formación de es-


tas islas, dice:
«Primeramente aparecieron al exterior las traquitas oli-
goclásicas, con las tobas y conglomerados que le son afi-
nes, constituyendo el núcleo central, luego siguieron los
basaltos, llenando los puntos intermedios, y por último bro-
taron los mil y mil cráteres, cuyos conos cubren el Archi-
piélago, iauadandolo con su$ Iava$.»
140 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

nivel que las primeras. (1)


Estos bancos de conchas y despojos ma-
rítimos de especies h.oy extinguidas, se al-
zaron de aquel modo, sometiéndose á esa
fuerza de levantamiento, que parece laten-
te en las entrañas del Grlobo, y alcanzando
alturas desde el fondo del Océano de 300 á
400 metros sobre su nivel. (2)
En esos bancos de fósiles, verdaderos ge-
rogüficos de la creación, es donde al presen-
te descifra el geólogo, en páginas de con-
chas, la historia pasada de estos archipiéla-
gos y formula con certeza sus científicas
teorías.
A este período de vertiginosa actividad,
sucedió luego otro de tregua ó descanso,
calmándose relativamente la fuerza erupti-

(1) Dice Lyell en su obra ya citada:


«A 4(10 rn. más ó menos al N . de la Ciudad de Las Pal-
mas, y en una localidad denominada de Sta. Catalina, que
se sitúa al N . B. de la Isla, se presenta un banco elevado,
entre la alta escarpa do tobas con conchas miocenas, y la
orilla del mar.»
(2) Kstos fósiles yacen en estratos casi horizontales, al-
ternando con algunas rapas do basalto, y estíin lejos de la
masa volcánica que, en forma de cúpula, cimstituye el nú-
cleo central de Gran-Canaria. Según Lyell, el depc^sito que
los contiene llega en el interior á una altura de 33.5 m. so-
bre el nivel del mar, cüncibiéndose por lo tanto, que aquel,
en un tiempo suelo submnioo, experimentó una elevación
por lo menos igual ;í dici; • cantid.id.»
Estudios paleontológico ñor U. Miguiel Maffiotte. fiev.
de Cananas, t. 1." j ág. Hii,
LIBBO PBIMEEO. 141

va de los grandes centros ígneos. El enfria-


miento de las lavas, la acción vivificadora
de las corrientes atmosféricas, y el acarreo
de las aguas jjluviales,, eran todos elementos
que, desde ese instante, iban á cooperar gra-
dual y simultáneamente á levantar el fondo
de los valles, fijar el curso de los torrentes,
y redondear la aguda silueta de las abruptas
montañas.
Durante ese período de lenta superposi-
ción, debieron formarse grandes lagos sobre
las cerradas cuencas de las altas sierras, ali-
mentados por las espesas lluvias de la época
pliocena, que luego, al desbordarse, abrie-
ron sin duda enormes brechas en los basal-
tos y acantilados de las costas, llevando es-
tos despojos, con el excedente de sus aguas,
á las más próximas orillas. (1)

(1) Dice Kscolar en sus apuntes inéditos:


«La montaña en que está la Cueva del Mediodía, y la
otra en que se halla la Fuente blanca (Gran-Canaria), están
separadas por el barranco de Texeda, que tiene su origen
on lo alto d>í la misma, casi en los bordes del onoime crá-
ter primitivo de la Isla, dentro del cual están la mavor par-
te de los pagos que componen la pairoquia de Tiraxana, y
cuyo diámetro tiene quizás más do dos leguas. Después de
haber atravesado y surcado profundamente éste y los do-
mas bairancos que vienen á parar á él, y las montañas des-
carnadas que hay por el término de Texeda, se abrió .un
paso angosto y profundo por entre estas dos montañas, que
fueron en sus principios una sola, como lo manifiesta la
igualdad del nivel á que están los estratos de las diferentes
rocas que las forman, y la idéntica naturaleza de ellos. Ro-
142 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Trascurrió de este modo incalculable pe-


ríodo de siglos, hasta que hubo uñ momen-
to en que se encalmaron definitivamente
las conyulsiones del suelo, en que cesó el
fragor de las tempestades, y en que el her-'
videro del fuego interno pareció extinguido.
Llegado ese instante, y después de otro lap-
so de tiempo, que escapa á todo cómputo
humano, las aves de los .vecinos continen-
tes principiaron á traer en sus picos, éja sus
alas, y hasta en sus deyecciones, semillaB
de las plantas y frutos que constituían su
alimento, la corriente inter-oceánica dejó en
su trayecto fragmentos vegetales, y el vien-
to, llevando en suspensión gérmenes orgá-
nicos, depositó también en los terrenos de
aluvión, preparados para recibirlas, semi-
llas de aquellas plantas y larvas de aque-
llos insectos, primera manifestación de la

ta esta primera valla, tuvo que romper la otra, .que. en una


época, á mi parecer muj postenor, le opusieron las mnn-'
tañas volcánicas y escarpadas, que son hoy el baluarte en
que el mar revienta con violenta furia; hasta que el barran-
co se abrió este nuevo paso, las avenidas debieron formar
un lago que, subiendo de nivel, se fueron desaguando poi
los parajes más bajos, y arrastrando en sus corrientes los
terrenos menos solidos, hasta abrirse el portillo por donde
hoy entra en el mar. Pero, entretanto, este deposito gran-
de de agua pudo y debió catísar las ruinas y escarpaduras,
que se ven en las montnña.s que la produjeron, es la de
Fuencaliehto, Cuevu del 'h-diodi.i, y el espacio en qué eslá
hoy situado el pueblo de I Í Aldea y la mayor parte de sus
tierras cultivadas.))
LIBRO PBIMJiRO. 143

vida vegetal y animal sobre el suelo de las


futuras Afortunadas.
La fauna y la flora del Archipiélago fué
constituyéndose de este modo lentamente,
aunque sin ninguna interrupción, hasta que
pudo al fin obtener el desarrollo con que
aparecen ambas en el período cuaternario,
y en los tiempos que precedieron á la apa-
rición del hombre sobre esas playas y bos-
ques intertropicales.
Empero, el fuego interno que habia dado
vida á las islas, continuaba á intervalos su
trabajo de erupción, rasga,ndo con frecuen-
cia la dura corteza que ya cubría por todas
partes el suelo. Asi, de siglo en siglo, y de
isla en isla, volcanes imponentes é inespe-
rados han venido á demostrar que el foco
oculto, origen de su formación, está aún
muy lejos de haberse extinguido en sus en-
trañas.
Esa fuerza misteriosa que hace descender
ó alzar los continentes, no ha cesado, pues,
en las Canarias de ejercer su poderosa ac-
ción, como se evidencia con el movimiento
que se revela en sus playas, fenómeno re-
conocido hoy por la ciencia, y cuyo descu-
brimiento se debe al estudio de las costas,
arrecifes y acantilados del Grupo, y al aten-
to examen de los bancos fosilíferos, que se
144 HISTORIA DE LAS ISLAS CANAKIAg.

levantan en su perímetro. (1)


Ese movimiento, aunque común á todo
el macizo del archipiélago, es, sin embargo,
parcial y distinto para cada isla. Á una ó
dos millas aproximadamente, de su respec-
tivo contorno la sonda desaparece, y alcan-
za grandes profundidades, que acusan, pa-
ra cada una, existencias, por decirlo asi, in-
dependientes. Exceptuamos el placer que
sirve de base á Lanzarote y Fuerteventura,
con todos sus islotes adyacentes, que es uno
para ambas, (2) no siendo por consiguiente
imposible, dada su especial configuración,
que en el trascurso de mucbos siglos, y con-
tinuando ese levantamiento gradual, lle-
guen las mismas á formar una sola isla, sir-

(1} Calderón y Arana, en su opúsculo ya citado, dice á


este propósito lo siguiente:
«Lyell obscivii accitcidainontc, que nada lleva á pensar
en la .sumeición temporal de dich.-is capas, y que, por el
contrario, pari'ce que el niovimionto ascensional no ha .sido
interrumpido; mis observaciones indican que, no tan SOID
es esto cierto, sino (|ue en la actualidad Se dá .'i conocer es-
ta influencia en Gr.iii-Canaria, por la invasión constante di'l
mar en unos sitios, y su alejamiento sucesivo en otros,
aunque en geneiul tiende á levantar la Isla.j; pág. 27.
Fritsch y Rciss, hablando de Tenerife se expresan de
este modo:
«Tenerife se ha formado por- .superposiciones sii<esi\:)Sj
y su forma acluül depende del modo conio tuvieron lucrar
ios depósitos de los materiales volcánicos eruptivos y (k:
las nnidiÍJcacíones que en los mismos ocasionó la erosión
durante una ascensión lenta.»
(2) Kerhaliet. Derrotero del archipiélago de Canarias,
2 . ' edictón, pag. 9.*. traducción de D. Miguel Lobo.
LIBRO PRIMERO. ' 145

viéndoles de lazo de unión el islote hoy de-


sierto de Lobos.
Cae, pues, por su base la suposición de
un continente sumergido, de cuyas últimas
alturas fueran las Canarias la prueba indu-
bitada, porque, en efecto, si sondeamos el
atlántico en toda esa inmensa cuenca que
abraza las islas de Cabo Verde, Azores,
Canarias, Salvajes y Madera, y enlazamos
su estudio con el de las costas de Portugal
y Galicia, y las occidentales de África ob-
servaremos, que una extensión continental
en esos mares, implica xm cambio de nivel
de tal magnitud, que se aparta de todas
las conclusiones geológicas de los períodos
terciarios.
Entre las Azores y el Portugal revela la
sonda depresiones, que exceden de 4.500
metros. Junto á la Madera y alrededor de
las Canarias las profundidades varían entre
3.000 y 3.500 metros. Cada una de estas úl-
timas Islas, á excepción de Lanzarote y
Fuerteventura, tienen, como hemos dicho,
un placer distinto, que supone una base
ó cimiento aislado. Los freus ó canales que
las separan entre sí, ofrecen asi mismo un
mar libre y profundo, indicando forma-
ciones independientes, aunque enlazadas
las Islas al mismo macizo submarino, y
146 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS. .

sometidas á las mismas causas ígneas.


La submersión, pues, en el Atlántico, de
tan vasto Continente, es un hecho inad-
misible, si se tiene para ello presente la
estudiada posición y equilibrio de los
continentes actuales, y el examen de las
cuencas oceánicas, respecto al período
prehistórico en que se supone acaecido tan
singular fenómeno.
Permítasenos, por tanto, que en el esta-
do actual de la ciencia rechacemos, como
destituida de todo fundamento serio, la
poética, leyenda de ese colosal hundimien-
to, que nos ha conservado la clásica hte-
ratura griega, y ha inmortalizado el genio
de Platón.
Es pues evidente, por lo que dejamos ex-
puesto, que el Archipiélago Canario debe
su origen á un movimiento ascencional de
la corteza terrestre (1) determinado por

(Ij El De. Chil en sus Enludios, se manifjusta también


partidario de esta teoría cuando dice:
«Es indudable y asi lo ha evidenciado ya la ciencia que
todas estas porciones (Canarias, Azores, Madera, Salvajes)
han salido del fondo de los mares, sufriendo, aun después
de su leváotaniiento, otros accidentes más ó menos impor-
tantes... Las Canarias so pucdií decir, y las observaciones
geológicas confirman esta idea, se han formado por la acción
de dos fuerzas, la actividad volcánica, y la erocion por el
agua, tanto salada como dulce.» T. 1.", pag. 58. 1876.
En la Historia de la Gian-Canaiia, que publicamos eu
1860, consignábamos también nosotros lo siguiente:
MBBO PRIIÍERO. 147

violentas erupciones en su superficie, que


alzando poderosamente numerosos cráteres,
desgarrando el suelo en todas direcciones,
vomitando lavas, cenizas y escorias, cegan-
do valles, elevando cerros, entreabriendo
abismos, rasgando cordilleras, pulverizando
montañas, y fundiendo primitivas rocas,
repulsó al Océano, dibujó el perímetro de
cada isla, y después de uñ titánico batallar
con el furor de los vientos, con el hervi-
dero de los volcanes, y con el terrible em-
puje de las olas, cesó, al fin, en sus "secu-
lares convulsiones, y" modificando su tos-
tada superficie' con el transcurso de las
edades, recibió en su seno, los gérmenes
de la vida, convirtiendo sus negros flan-
cos y estrechos valles en tierra productora,
donde los árboles levantaron sus alegres

oEatretanto la moderna ciencia, al observar ios trastor-


nos que se descubren en todas direccktnes sobre. su que-
brantado suelo, los apagados cráteres de sus numerosos
volcanes, los torrentes de lava, que cruzan sus valles, y los
nuevos respiraderos, que de vez en cuando suelen apare-
cer en su supei'fície, no duda atribuir al fuego subterráneo
el origen de estas Islas. Sus montañas, dicen, revelan por
su configuración geológica, que han sido producto de ascen-
ciones submarinas, efecto de las terribles oscilaciones que
en épocas remotas han elevado gradualmente el terreno
desde el fondo de los mares, para constituir el grupo bajo
las condiciones físicas en que hoy se nos presenta.» T.' 1.»,
pag. 28.
148 HISTOEIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

copas, y las flores derramaron su mágico


perfume.
La ciencia asi lo demuestra con sus eter-
nas é inmutables leyes, y los dislocados
miembros del archipiélago, ruinas de su
caótico pasado, asi también lo revelan con
su mudo é imponente aspecto.
Tal ha sido, el Génesis del grupo afor-
tunado.
LIBBO PRIMERO. 149

II.

LANZAEOTE Y SUS ISLOTES.

La isla de Lanzarote es la más oriental


de las Canarias. Hállase situada entre los
28° 49' y 29° 14' de latitud N. y 7° 12' 30"
y 7 M 0 ' 3 0 " de longitud O.
Su mayor extensión es de 58 kilómetros,
y 18 la de su ancho medio. Corre la isla
en dirección del N. E. al 8. O., y cuenta
741 kilómetros cuadrados de superficie, in-
cluyendo en esta medida la de sus islotes
adyacentes.
Colocándonos en el cabo Fanones, que es
el punto más setentrional de la isla, para
recorrer desde allí el límite de sus costas,
y dirigiéndonos primero hacia la banda
oriental, hallamos sucesivamente las pun-
tas de Mojón blanc() y Aguzada, las de
Arrieta, Usaje y Pasito, y luego las de
Cucharas, Ancones y Charcos,
IBO HISTOKIA DE I.AS ISLAS CANARIAS.

Siguiendo después la curvatura del lito-


ral, que se inclina rápidamente al S. E.,
nos encontramos con los puertos ó fondea-
deros de Naos y Arrecife, que se abren á
derecha é izquierda de la villa capital,
ofreciendo cómodo abrigo á todos los
vientos. Estos puertos serían los mejores
del archipiélago, si su entrada presentase
menos dificultades, y si el movimiento de
las arenas, ó la.ascensión del subsuelo, no
fueran visiblemente disminuyendo su fon-
do. Hay la certidumbre científica de que
en estos últimos cien años se ha elevado
una braza sobre su anterior nivel, (1) ame-
nazando cegar, en tiempo no remoto, los
charcos interiores de la Estila y San Gi-
nés, y los fondeaderos comprendidos entre
los islotes Francés; Cruces y Juan Rejón,
que son los principales que constituyen el
puerto de Naos. (2)

(1) .«Es iüdudable que ¿ estas corrientes (las del 8.) y


á la permaneDcia de los vientos del 1." éuadrantre se de-
be la dismiaucioa del fondo de este puerto, cuya profun-
didad ha disminuido una braza en los últimos cien años y
y acabará por cegarse...»
Derrotero de Canarias por Mr. C. F . de Kerhallet, trad.
de D. M. Lobo, Cádiz. 2.» edición pág. 31.
(2) Dice KerhaUet en su citada obra pág. 29:
«Naos está al N. y Arrecife al S. de la Villa de este úl-
timo nombre, la cual se halla asentada sobre una punta
redonda de terreno áspero y montuoso. Delante de esta
punta existen esparcidos algunos islotes de piedra, uno de
LIBRO PRIMERO. 151

Prosiguiendo la descripción del circuito


de la isla, hallamos luego la ensenada de
Ávila, el cabo de Punta Gorda y el del Pa-
pagayo, extremidad sur de la isla, desde la
cuál, hasta la punta de Pechiguera, donde
hoy se levanta un faro de 4.° orden, se
halla la famosa playa de las Coloradas, y
el distrito de Pubicón, que sirvió de asiento
á la primera población de Lanzarote, y á
la fundación de su catedral. Esta parte de la
costa forma con la de Puerteventura, .que
le es paralela, á cuatro y seis millas de dis-
tancia, el canal de la Bocaina, en medio
del cual se alza el islote desierto de Lobos,
donde al presente hay también un faro.
Doblando ahora la punta de Pechiguera,
para seguir la dirección occidental, que
desde este sitio continúa la costa, van
apareciendo sucesivamente las puntas de-
nominadas Poja, Janubio, Gabiota, el Pió,
Penedo, Grinate y Sahnas, hasta encontrar
de nuevo el cabo Parlones, que cierra el

los cuales, bastante grande, está unido á la población por


medio de un puente levadizo de tres ojos, que dá paso al
fuerte llamado San Gabriel. Los arrecifes que despide ese
islote grande, cuya figura es la de una media luna irregu-
lar, y los de otro que está á un cuarto dóojmo de milla del
anterior, y se llama el Quemado, forman el puerto de A r r e -
cife... Al N. E. de la punta de San Gabriel, y á un cuar-
to de milla de ella, se halla el puerto de Naos, formado
por los islotes Francés y las Cruces.»
TOMO I. 11
162 HISTORIA DB XAS ISLAS CANABIAS.

perímetro recorrido.
Enfrente de este cabo, y separado por un
canal de 1800 meíros de largo, que se deno-
mina el, Rio, ^e levanta la isla de la G-ra-
ciosa, que mide cinco millas de largo por
dos y media de ancho, de terreno montuoso
y elevado. Sobre su pequeña superficie
descuellan cuatro ó . cinco picos, de los
cuales, el nombrado montaña amarilla mi-
de 678 pies de altura, llegando á alcanzar
el macizo que constituye su núcleo central,
hasta 955 pies. (1) •

,(i) D. Ramón de Silva Ferro en sus Estudios sobre la


pesca en las Canarias, describe así este islote.
«Al N. de la Isla de Laozarote, un poco al O. de pun-
ta Faríooea, se encuentra el islote ó poqueñti Isla llamada .
Graciosa. Esta situada entre los 29» n ' 50" y 29» 17' 7"*de
lat. N. y entre los T» l(j' 2" y 7» 20' 32" de long. O. de
San Fernando, H4llase separada de Lanzarote por el estre-
, cho del Rio, que próximamente tiene una milla de ancho, y
forma un magnífico fondeadero con 5 á 15 brazas de fondo.
Tiene de largóla Graciosa en su mayor lorig., desde la
punta de Montaña Amarilla al S. O., hasta la punta de Pe-
dro Barba al N. E. 5 millas; por su mayor ancho no exce-
de mucho de dos millas. En parte se encuentra cubierta de
arena blanca mezclada con gran número «le caracoles tefresJ;
tres, entre los cuales dominan el Helix Sárcostóma. Helix
Pisana, Bulinus decollatus, Cryptella Canaricnsis, y otras
especies mezcladas con. restos de xnoluácos marinos; tam-
bién se hallan concreciones oviformes, huecas y abiertas
por una estreraídad, qoe no son otra cosa que nidos de cier-
tos insectos apiarios del orden de los himenópteros, que
con .mucha frecuencia se encuentran ta.mbien en los países
cálidos de América colgados de los árboles. Por la parte
del S. E. la costa es pedregosa, baja y fácilmente accesi-^
ble, signiendo luego el terreno hacia el N. y S, O. en una
LIBRO PRIMERO. 153

A una milla de distancia de la Graciosa


aparece el islote donominado Montaña Cla-
ra, de forma abrupta y escarpada, y á me-
dia mila escasa de éste, la piedra del In-
fierno ó Roque del Oeste, que es un arre-
cife ,de un tercio de milla de extensión
aproximadamente. (1)
Cinco millas mas al norte, se alza otro is-
lote casi circular llamado Alegranza, volcan
apagado, cuyo cráter tiene 1.1Í81 pies de al-
.tura absoluta COTÍ un diámetro de dos mi-
llas. (2) ".
planicie ligeramente ondulada, en la qae abundan las plan-
tas arborescentfis de la familia Chenopodeoe, tales como el
Chenopodium niaiitimiim, el Gheno odium setigepum y el
Ghcnopodium fruticosum. HAcia el N. O. el litoral és mu-
cho mAs escarpado; grandes piasas dé basalto rodeafl la
ribera, y tres conos volcánicos colocados en fila no dejan
la menor duda respecto á su origen. La Isla Graciosa des-
pués de las UuviaTs de otoño se cubre de plantas herbáceas,
que se (iesarroUan rápidamente-á la sombra de grandes
breñales de Atripplex y Salsola.»
—Esludios Bconómicos.'industriales y científicos.—Por
ü . Ramofl de Silva Ferro. Londres.Irap. de Glayton y C*
—i875, un tomo en 4.* pág. 125. •
(ij El mismo Silva Ferro en la obra precitada, dice:
«Un poco al N'. O. de la Graciosa, como á una milla, se
encuentra el islote Montaña Glara, que éo eleva del mar
hasta la altura de 300 pié». Un pequeño manantial que
corre en dicho islote, atraía en, «tro tiempo una multitud
de canarios: pero Jos pescadores incendiaron la maleza que
crecia en los contornos, y estos hermosos pájaros han des-
aparecido.» p. 126. , '
(2) Hacia el norte existe el único fondeadero de esta
pequeña isla, que es un ancón,'célebre por asegurarse que
en él se detuvo Juan de Bethencourt antes de llegar' á
Lanzarote, cuando por la primera vez aportó «I estas islas.
164 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Por último, el Roque del Este, situado á


diez millas de Montaña Clara, y casi en el
límite de las sondas, completa el grupo de
los cinco islotes desiertos, que rodean como
satélites á Lanzarote, y con la cual aparecen
ellos geológicamente enlazados.
Limpias son las costas de la isla, desatra-
cándose poco de sus orillas, y no ofrecien-
do por lo mismo peligros á la navegación,
algunos bajos y arrecifes, de los cuales los
más importantes son, los que se hallan si-'
tuados respectivamente en las puntas de
Pechiguera, Papagayo, la Tinosa y Charcos.
_ Lanzarote ha sido recientemente comba-
tida por los volcanes, que han rasgado de
nuevo su suelo, destruido sus campos, y
arrasado sus caseríos, alterando profunda-
mente sus condiciones productoras y clima-
tológicas. Por esta causa su sistema orográ-
fico parece envuelto en las ruinas de esas
mismas revoluciones ígneas, sin que pueda
seguirse con facihdad el hilo conductor, que
debiera servirnos de guia en el inextricable
enlace de sus dislocados grupos.
Dos cordilleras se dibujan, sin embargo,
sobre su accidentado suelo, que ofrecen á la
vista una determinada posición. Toma su
origen la primera junto á la antigua viUa de
Teguise, y coyre en dirección N. E., hasta
lilBEO PRIMERO 155

llegar al cabo Fanones, que le sirVe de lí-


mite, enlazándose, al parecer, con el macizo
submarino, de donde brotaron los cráteres
de la Graciosa, Montaña Clara y Alegranza,
cuya línea de alturas se prolonga, siguiendo
la misma dirección. Hacia la vertiente occi-
dental de esa misma cordillera, los cortes
son rápidos y casi verticales, descendiendo
por el costado opuesto en pendientes más
suaves é inclinadas. Descuellan sobre esta
meseta los picos de la Corona, Chache, He-
lechos y Pamára. que son los más elevados
de Lanzarote.
La segunda cordillera, que tiene su naci-
miento en Montaña blanca, situada en el
promedio de la isla, corre en opuesta línea,
y vá á concluir, dividida en dos ramales,
en las puntas de Pechiguera . y del Papaga-
yo, sobre las playas meridionales de las Co-
loradas, y del canal de la Bocaina.
Algunos montes aislados, cráteres de apa-
gados volcanes, y las montañas del fuego,
producto de las últimas erupciones de 1730
en el distrito de Timanfaya, situado hacia el
S, O., completan la configuración interior
de Lanzarote, que, adeniás, contiene exten-
sas llanuras de movediza arena, llamadas
Jabíes en el país, y numerosos rios de pe-
trificada y reciente lava, que se cruzan en
166 HISTORIA DE LkS lÚLAS OANARUS.

todas direcciones, y bajo los cuales se siefate


todavía hervir el fuego, que á poca profundi-
dad sigue labrando las entrañas de la isla.'
Desde el siglo XY desapareció el escaso
. bosque que cubría sus valles, y las vertien-
tes de sus montañas, hallándose por esta
causa, ó por su situación especial, privada
con frecuencia de las Uuvjas, que escasa-
mente vienen á regar su abrasado suelo.
Dos fuentes ó manantiales, llamados de
Chafariz y Aguza, son los únicos que se en-
cuentran en la isla, aunque sin ninguna uti-
lidad para sus vecinos, por háUarse en si-
tios inaccesibles, que hacen su explotación
casi imposible. El agua de que se surten los
habitantes se recojo en invierno, cuando
llueve, en alboreas ó algibes, porque en ge-
' neral, la que suministran los pozos, es salo-
bre y de malas condiciones higiénicas.
En la villa de Tegmse existe un grande •
estanque ó mareta, que es un vasto receptá-
culo de 60Ó metros de circuito, socabado en.
tierra, y con un fondo toscamente cubierto
de piedras. Se llena con las aguas flíuviales,
siendo éstas conducidas por acequias abier-
tas al aire libre, que bajan desdólas alturas
circunvecinas. Este depósito es comunal, te-
niendo todos los vecinos derecho á sertdrse
del agua que en él se conserva.
LIBKO PRIMERO. 157

III

FUERTEVENTÜBA Y EL ISLOTE LOBOS

La isla de Fuerteventura está separada .


de la de Lanzarote por el canal de la Bocai-
na, que cuenta, como ya lo hemos dicho,.seis
millas de ancho.
Enmedio de este canal, pero más próximo
á las costas de Fuerteventura, se alza el is-
lote de Lobos, teniendo de extensión, de
norte á suy, dos miUas, y poco mas de una
de Este á Oeste.
" Hállase situada Fuerteventura entre los
28'' 1' 30" y 28° 45' de latitud N.,v y los 7»-
36' 30" y 8° 19' 30" de longitud O. Mide
cien kilómetros de largo y 25 de ancho, con
una superficie cuadrada de 1722 kilómetros,
incluyendo en esta medida la del expresado
islote de Lobos, que se considera geográfi-
camente como adyacente á ella.
La isla parece dividida en dos porciones
158 HISTORIA DE LAS ISLAS CANABIAS.

desiguales. La mayor, que es la situada hacia


la parte septentrional, es poco montuosa, y
en general contiene extensas y áridas lla-
nuras, interrumpidas por cerros de escasa
elevación; y la menor, que se levanta hacia
la banda meridional, y en frente de la Grran
Canaria, es muy accidentada y de mayor
altura, llevando el nombre de Península de
Jandía, unida á la otra porción de la isla,
por un istmo de cinco kilómetros de ancho,
denominado de la pared ó de matas blan-
cas, cubierto de dunas y de movibles arena-
les, cuya superficie apenas se alza pocos me-
tros sobre el nivel del mar, demostrando su
examen geológico, que, en tiempos prehistó-
ricos, debieron estar^separadas ambas por-
ciones por un estrecho brazo de mar, y cons-
tituir dos islas, que solo el movimiento as-
cendente del subsuelo ha podido reunir.
Situándonos para recorrer su perímetro
en punta Gorda, extremo norle de la Booai-
na, y siguiendo la costa por su banda del
N. O., hallamos primero la punta de Tos-
tón, rodeada de arrecifes, que forman á su
abrigo el fondeadero del mismo nombre.
Destácanse luego, aunque acentuándose li-
geramente, las puntas de Manta, Esguinzo,
Janubio, Molinos y Horadada, encontrán-
donos seguidamente con el fondeadero de
LIBRO PRIMERO. 159

la Peña, por donde desemboca el histórico


barranco de Rio-palmas. Sucédense á conti-
nuación, puerto nuevo y punta de Guada-
lique ó Guadalupe, y la extensa playa de
barlovento de Jandía, hasta llegar á punta
Pesebre, una de las dos extremidades de
aquellia pequeña península, llevando el mis-
mo nombre de Jandía la punta opuesta que
se avanza hacia el S. O., rodeada de peh-
grosos bajos y de pedregosos arrecifes. Do-
blada esta punta nos encontramos con los
mal llamados puertos de la Cruz y la Ceba-
da, que no son más que radas desabrigadas
y abiertas á los vientos que bajan furiosos
desde la elevada sierra de Jandía; luego se
extiende la playa llamada de Sotavento,
hasta el morro de los Canarios, formando
la dilatada bahia de la Pared, y más allá los
fondeaderos de Tarajalejo, Toneles, Pozo
negro y caleta de Fustes, que ofrecen poca
seguridad al navegante.
Colocados yá sobre la costa occidental, se
descubre la rada de puerto de Cabras, don-
de toma asiento el pueblo de su nombre, ca-
pital hoy de la isla, y que hubiera podido
cambiarlo sin dificultad por otro más eufó-
nico. (1) Estar rada ofrece un buen fondea-
(1) Podia hiibvr adoptado el miiiibi'e de Erbania, Cülrio
recuei'do del antiguo nombre indígena de la isla.
160 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

dero, excepto con lo» vientos del 8. E., que


suelen • soplar con violencia en los invier-
nos. Desde este sitio de la costa, vamos en-
contrando sucesivamente las puntas de La-
gos, Roja,'Jáble del Moro, Pozo y Corrale-
jo, que cierran el perímetro recorrido.
El islote Lobos destaca su punta Marti-
no hacia el norte, formando al sur 'un ca-
nal de media milla con la isla á que es
adyacente, que estrechan los bajos y arre-
cifes sembrados en ambas costas.
Una cadena de cerros, sin dirección
fija, ocupa la parte central de Tuerte-
ventura, formando estas alturas hacia el
norte, un grupo de apagados cráteres, entre
los que descuellan los montes de la Muda
y del Cardón al sur. Corre enseguida es-
ta cordillera, entrecortada por valles y lla-
nuras, que interrumpen su eje, hasta el
istmo de, la pared, no sin desprender al-
gunas aisladas montañas en dirección del
litoral S. B., entre las cuales se abren
paso numerosos barrancos, que reciben
los nombres del Diamante, Torre, Janu-
bio. Molinos y Bio-palmas. Las alturas del
Cuchillo, de Tefia y de Betancuria, y la
montaña de Cardones, cerca de Chilegua,
son también notables por su relativa ele-
vación.
liIBRO PRIMERO. 161

Salvado el istmo, la cordillera vuelve


á presentarse, levantándose con rapidez,
y alcanzando alturas dignas de considera-
ción, que forman el macizo central de'la
península dé Jandía, en cuya sierra se
eleva el pico de Orejas de asno, punto el
más culminante de la Isla, que llega á
844 metros de altura absoluta.
Los bosques han desaparecido de Fuer-
teventura (1) lo mismo que de Lanzarote,
produciendo en ambas islas el fenómeno
de la desaparición de las lluvias, que por
ésta- ú otras causas meteorológicas pocas
veces riegan. su suelo en los inviernos.
Algunos escasos manantiales, algibes y
maretas, donde se recoge un agua, no
siempre higiénica, suplen imperfectamente
aquella falta, que se deja sentir anual-
' mente jen las cosechas, haciendo imposible
hoy todo progreso agrícola y forestá.1. (2)

fl) Dícc la Crónica de Bethencourt dcscribieodo esta


isla:—«Hiiy grandes bosques de/aroAays... el país se ha-
lla abundantemente poblado de árboles que dan un jugo me-
diCinal, y de otros de gran hermosura... hay también pal-
mas de dátiles y olivos » Cap. 70, p. 120.
'(2) Silva Ferro en su obra ya citada, dice, hablando de
Lanzarote y Fueitovuntura:
«Las antiguas formaciones de estas dos islas, están cu-
biertas superficialmente de un depósito calcáreo, que pa-
rece, proceder de la infiltración de carbonato de cal en las
cenizas volcánicas, procediendo á su vez el carbonato de la
descomposición de c&racoles terrestres durante un largo pe-
162 HISTOEIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Ya hemos dicho que el islote Lobos divi-


de en dos partes desiguales el estrecho de
la Bocaina, siendo su extensión la de dos
mülas de N. á S., y de una y un tercio de
E. á O. El canal que lo separa de Fuerte-
ventura es solo de media milla, -^ ofrece
muchos peligros para la navegación por los
bajos y arrecifes que se levantan, como an-
tes tenemos indicado, en sus orülas. Hay en
Lobos un faro de 6.° orden.

rioi'o, tuyos iiiüliifccos dcb'n'iLon di' liabcrlo oblciiitld tic- la


materia voloánicii dc-scoiitpncsta en li •'iipcriicio por iigpii-
íes atmosféricos.
Pág. 124.
LIBKO PRIMERO. 163

IV.

GEAN-CANAKIA.

La Gran-Canaria se halla situada en el


centro del Archipiélago, formando parte del
grupo oriental, y se extiende entre los 27"^
44' y 28» 12' de latitud N. y los 9« 8' 30"
y 9° 37' 30" de longitud O.
' Su figura es casi circular, teniendo 56 ki-
lómetros en su mayor diámetro, y 1376 de
superficie cuadrada. Al norte se destaca la
Isleta, pequeña península unida á la isla de
que forma parte por un estrecho istmo de
arena, conocido con el nombre de Guanar-
teme.
La isleta se halla formada por cinco mon-
tañas de origen volcánico, sobre una de las
i cuales se levanta hoy un faro de tercer orden,
siendo estas montañas antiguos conos, que
en tiempos anteriores á toda tradición his-
tórica, han visto correr torrentes de lava por
164 HISTOEU DE LAS ISLAS CANARUS.

SUS costados, ycuyalavase exhibe al presen-


te con sus ennegrecidas y tostadas capas,'
refractarias á toda vegetación, ofreciendo
en los acantilados de su litoral curiosas for-
maciones basálticas, y cortes vei-ticales, que
revelan la brusca ascención del subsuelo y
sus profundas convulsiones.
En el punto de enlace de la isleta con el
istmo de Guanarteme, el recodo ó ensenada'
que de esta unión resulta, abraza un espacio
de mar, que constituye la rada que lleva el
nombre de puerto de lá Luz, principal fon-
deadero de la isla, y el mejor del archipiéla-
go, (1) célebre en la historia por haberlo ele-
gido Colón en su primer viage para reparar
las averías de sus tres famosas Carabelas,
Hoy se levanta en aquellas mismas aguas
un magnífico puerto de Refugio, que, aun-
que en construcción, sirve y^ de abrigo á los
buques de todas las naciones que cruzan es
tas latitudes, dando de este modo á las Ca-
narias una importancia marítima verdadera-
mente excepcional, y cuyos brillantes resijl-
tados han excedido en mucho á las esperan-
zas quesiis más entusiastas admiíadores ha-

(1) Dice Kerhallet, en su Derrotero pág. 47.—«Esta»


bahia es Ja mejor del Archipiélago. Debe esta supremacia
á la circunstancia de que siendo sumamente espaciosa, os
dado fondear en ella, de modo que puede abandonarse con
facilidad si carga un S. E.
LIBRO PRIMERO. 165

bian concebido, al aprobarse el proyecto y


dar principio á las obras.
Contiguo al puerto de la Luz se abre la
ensenada de Las Palmas, que se extiende
enfrente de la Ciudad, capital de la isla, con
su fondo aplacerado, de fácil anclage, y ex-
puesta sólo á los vientos del segundo cua-
drante.
Siguiendo el litoral en la misma dirección
S. E., para recorrer luego su perímetro, en-
contramos primeramente la punta de Mele-
.nara, y después lá de Grándo, que sirve de
abrigo á la ensenada de este nombre y al La-
zareto que allí se ha. construido. Mas allá, y
corriendo al sur, se van sucesivamente pre-
sentando las de Arinaga, Tenefe, Salinas y
Mas-Palomas, donde hoy se levanta im faro
de primer orden, y seguidamente las de Tau-
ro y Arguineguin, resguardando ésta últi-
ma la rada de s|i nombre, célebre en la histo-
ria de la isla. Corriendo hacia el oeste i|e des-
tacan las puntas de Mogan, Venegiiera, Ta-
zarte y la Aldea, que ofrecen radas abiertas
de poca seguridad, pasadas las cuales, y con-
tinuando la curvatura de la costa, que va
rodando al norte, hallamos las puntas' de las
Arenas, Tamadaba y Juncal, la ensenada de
las Nieves de Agaete, con su muelle, la de
Sai'dina, donde la Villa de Gáldar tiene
166 HISTORIA DE LAS ISLAS CANAKIAS.

también un desembarcadero, y la del Rio,


que ofrece á la Ciudad de Guia un pequeño
muelle natural.
Para cerrar la circunferencia de la isla se
doblan las puntas de Silva, Arúcas y Te-
noya, extendiéndose entre ésta y el istmo
de Guanarteme la ensenada del Confital,
que, cuando no existiaaún el puerto de Re-
fugio, y soplaban con violencia los vientos
del segundo cuadrante en la rada de Las
Palmas, ofrecía un excelente y seguro fon-
deadero. (1)
La isla ofrece en su conjunto el aspecto
de una pií'ámide, que, ocultando sus cimien-
tos en el fondo del mar,, va ascendiendo en
progresivos escalones, trepando de monte
en monte, basta llegar á la m^eta central,
extensa terraza de 20 kilómetros de largo
por diez de ancho, aproximadamente, que
corre de N, E. al S. E. dividiendo en dos
partes la isla. (2) Desde esta elevada meseta,
salen, como radios de irregulares dimensio-
nes, numerosas cortaduras ó barrancos, que
(11 «Ésta isla ofrece más fondeaderos que/ninguna otra
del Archipiélago, pues el banco que la rodea sale «lucho
en casi todo el litoral,» Derrotero pág 43.
(2) «En conjunto ofrece Gran-Canaria un núcleo, una
inmensa columna vertebral, de la que parten, á modo do
costillas, una serie de macizos separados por profundas
gargantas, que descienden rápidamente.
Calderón. Reseña de las rocas de la Gran-Canaria, pág. 3.
LIBRO PRIMERO. 167

surcan en direcciones opuestas las vertien-


tes de la sierra ó cumbre, y vienen en rápi-
do descenso unos, y otros en suave corrien-
te á descargar el peso de sus aguas torren-
ciales en las playas del litoral.
Esta meseta, que constituye el nudo cen-
tral del sistema orográfico de la isla, presen-
ta en su parte más elevada alturas y depre-
siones, que reveíanla acción poderosa de las
fuerzas ígneas, origen de su primitiva for-
mación. (1) Casi en su centro, se abre una
brecha, gigantesca cortadura de flancos ver-
ticales, que recibe el nombre de valle de
Tejeda, sembrado en su circuito de preci-
picios espantosos, profundas grietas y pi-
cos inaccesibles, descollando entre éstos el

(1) Calderón en el~opúsculo yá citado, hablando de la


formación de esta isla, dice:—«En la primera (de las tres
eras ó períodos eu que divide dicha formación) aparecieron
al exterior por muchas grietas las traquitas oligoclásicas y
las masas tobáceas y de conglomerado que las acompañan,
las cuales por su consolidación, constituyeron el cimiento,
el núcleo, si vale la palabra, de todo el archipiélago. Máa
tarde, manaron do igual suerte y en semejantes circunstan-
cias los depósitos de basalto, que, corriendo por, su propio
pe.so, llenaron los puntos bajos ó formanm corrientes. Por
último, aún no quí-brantada la energía interior, se abrieron
paso en época moderna, aunque no histórica, los volcanes
con cráter y corriente, que ofrecen los conos tan frecuentes
en el país—á lo que Buch ha prestado un gran interé.s k
científico, describiendo el <le la Palma y ocupándose de
varios de la Isleta—y que en el camino de Las Palmas á
Telde se descubren en crecido número, colocados como en
s(Srie, entre ellos la gran sima de Jinámar.» pág. 24.
TOM. I. 12
168 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Nublo, monolito de traquita de ciento doce


metros, que se eleva sobre el alto nivel de
la cordillera que le sirve de pedestal.
Otra depresión, aún más extensa que
la de Tejeda, se ofrece al sur, interrum-
piendo la gran meseta central, y constitu-
yendo por si sola el inmenso cráter de Ti-
raj ana, circo imponente que desde las al-
turas de Riscos-blancos vá descendiendo
hasta la cordillera de Mas-Palomas, que lo
cierra por el lado opuesto, constituyendo;
según respetables autoridades geológicas, el
eje central de la evolución volcánica, de la.
G-ran-Canaria.
Esa inmensa caldera de cuarenta kilóme-
tros de circunferencia, con sus elevadísi-
mos flancos perpendiculares, sus cortaduras
y precipicios, sus variadas anfractuosida-
des, su accidentado suelo, sus indóciles ba-
rrancos y caprichosos y pequeños valles,
presenta al viajero un espectáculo de indes-
criptible belleza natural, especialmente
si se le contempla desde las alturas de
la sierra, á iml metros sobre los ocho-
cientos á qué ya se encuentra elevado el
. fondo de este cráter, respecto al nivel del
mar.
En dos porciones distintas puede divi-
dirse la ' isla que vamos describiendo, si
LIBRO PKIMEBO. 169

para ello tenemos en cuenta la configura-


ción • y contrafuertes de la cordillera ma-
dre. La porción más importante es aque-
lla que se abre al na.ciente, cortada de
norte á sur por . la serie -de estribaciones
que le sirve de límite en toda su exten-
sión. Forma la segunda,, aquella que se
desarrolla hacia la banda occidental, te-
niendo por frontera la dirección d é l a s
aguas pluviales, que se incKnán á uno y
otro lado de las montañas divisorias, se-
gún sea , la desviación y ' desnivel de sus
planos. •
De estas dos porciones, la primera ofrece
risueños valles, campos de flores, alegres
caseríos, preciosos Vergeles, llanuras, donde
él maíz, la patata y los cereales alternan
con el nopal, el café y el tabaco, y cuyas
oleadas de verdura, que el invierno no
interrumpe jamás, van á confundirse con
la blanca espuma del mar en sus orillas.
La porción occidental, salvo pequeños
oasis, solo presenta á la vista sombríos pi-
nares, peladas rocas, rudos acantilados, mu-
rallas inaccesible^, y tostados promontorioSs,
que concluyen en andenes escarpados, co-
mo los de Gruayedra, Tirma y Veneguera,
cortados á veces por brechas y hendiduras
que interrumpen el paso, y asoníbi'an por
170 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

SU caótica dislocación.
Situados en la cordillera central, y diri-
giéndonos primero al Este, se nos pre-
sentan clara y distintamente cuatro exten-
sas cuencas, que, desde el límite S. B. com-
prenden en vasto semicírculo la parte más
feraz de la Isla.
Dominan por este lado, sobre el ma-
cizo de la cordillera central, los conos de
los Pechos, Pozo de la nieve y Saucillo,
alturas que alcanzan 1951, 1910 y 1850
metros de elevación respectivamente. Des-
de esos altos picos, y principiando nuestra ,
excursión por la cuenca del S. E., encon-
traremos en primer lugar la notable Cal-
dera de los Hárteles, curioso cráter culti-
vado hoy, desde cuyo borde meridional
toma nacimiento el barranco de Guaya-
deque, profunda cortadura, que arrastra
sus aguas al mar, entre las pintas de
Q-ando y Arinaga. Esta cuenca enlaza los
pueblos de Agüimes y del Ingenio, los
pagos de Temisas, Ca-rrizal y Sardina, y las
Uanuras del Polvo, Aldea Blanca y Juan
Garande.
Al pié del Saucillo se desarrolla la se-
gunda cuenca, que pudiéramos llamar de
Telde, donde se abren los valles de Ten-
tenigüada, Tesen y Mocanes, y la expíen-
LIBKO PRIMERO. • 171

dida vega de Telde, que, cual manto de


esmeralda, vá á perderse en las arenas de
Melenara.
La tercera cuenca, corre directamente
al Este y comprende una zona no inte-
rrumpida de risueños valles, desde los ele-
vados de Cuevas Grandes, Lechuza, La-
gunetas y San Mateo, hasta los centrales
del Madroñal, Satautejo y Lentiscal, con
sus adyacentes del Dragonal, Tafira y Gi-
námar, donde se alza el célebre cráter de
Bandama (1), terminando con aquellos que
rodean y coronan la ciudad de Las Pal-
mas.
Estos valles aparecen como otros tantos
jardines, que, en planos inclinados, descien-
den desde las alturas de la cumbre, y for-
man una corriente de perenne verdura, que
vá á confundirse y morir entre las vegas
de Santa Catalina y San José, á uno y otro

(I) UVÁ volcan de Baiulama es quizá el mas notable de'


todos los que se observan en la superficie del globo: su
inmenso cráter es mayor que el del pico de Tenerife, y re-
cuerda por su aspecto y profundidad el lago Je Nemi, ó
más bien el logo de Albano. Una llanura fértil, cubierta de
viñ cdos y de árboles frutales se extiende en el fondo de es-
to abismo. El extremo más elevado del borde del cráteres
conocido con el nombre de Pico de Bandama. Una casa
construida á luoriNa del camino, que serpenteando condu-
ce á la Caldera se halla á 1343 pies de altura; el fondo es-
tá pues á 1030 pi6s del borde superior.» Leopoldo de Buch.
Phis, Besch etc. pag. 262.
172 HISTORIA im LAS mdiS CAITARIAS.

lado de la ciudad capital.


La cuarta cuenca, que demora al N.'E.,
comprende las fértiles llanuras de San Lo-
renzo y Tama^aceite, las productoras ve-
gas de Arúcas y los Bañaderos, y los aisla-
dos valles de Teror, .Vallesecó, Firgas y
Moya, en cu3^a última demarcación sedes-
cubren aún los restos de la famosa selva
de Doramas, de grato é imperecedero re-
cuerdo j>ara los canarios. (1)

(1) Véase como la describe el Iltmo Cámara y Murga


en sus Constituciones Sinodales, pág. 240.
«Es, pues, aquella montaña de Oranias de las grandio-
sas cosas de España: muy cerrada de variedad de árboles,
que mirarlos á lo alto casi se pierde la vista, y puestos á
trechos en unas profundidades y unas ponas, que fué sin-
gular obra de Dios criándolos allí. Hay'uiuchos arroyos y
nacimientos de frescas aguas, y están los árboles tan aco-
pados, que el mayor Sol no baja á la tierra. A mi me es-
pantaba lo que deeian, y visto dé ella lo que pudo, dije nie
tiabian dicho poco.»
Y el poeta Cairasco, en, una comedia escrita en 1581
para solemnizar la llegada á Las Palmas del Iltmo. Sr. Obis-
po ü . Fernando Rueda, so expresa de este modo:
«Este és el bosque umbrífero
Que de Dorámas tiene el nombre célebre,
Y aquestos son los árboles,
Que frisan yá con los del monte LíbanOi *
• ' Y las palmas altísimas
Mucho más que de Egipto las pirámides.
Que los sabrosos diitiles
Producen á su tiempo dulces támaras.
Aqui de varias músicas
Pincheo el aire los pintados pájaros.
La verde yedra errática '
A ios troncos Se enreda con sus circuios.
Y mas que el ycli) frígidas
Salen las fuentes <!e peñascos áridos.-
LBBBO PBIMEfiO. 173

Si tendemos ahora la vista á derecha é


izquierda de la misma cordillera central,
observaremos, que desde los últimos con-
trafuertes, que al 8. O. y N. O. se levantan,
y son como los puntos extremos de dicha
meseta, se abren, á un lado, el cráter ya
descrito de Tirajana con sus pequeños va-
lles de Tunte, Lugarejo, Fatága y Mas-Pa-
lomas, y al lado opuesto, las ricas zonas de
Guía, Gáldar y Agaete, donde se agrupa
una población numerosa.
Colocados de nuevo sobre la cumbre, y
y examinando la isla por la banda occiden-
tal, encontramos, primero, el valle central
de Tejeda, que debió ser en tiempos pre-
históricos el receptáculo de un gran lago; y
luego, el barranco, abierto en su flanco,
el cual, por su extensión, profundidad y
cauce, es el más importante de los que
tienen su origen en la sierra, y que, atra-
vesando los terrenos más escarpados, y
abriéndose paso por entre fragosísimas
Aqui de Apolo Deifico
No puede penetrar el rayo cálido,
Ni del profundo Océauo
Pueden damnificar vapores húmedos.
Aqui con letras góticas
Se escriben epigramas, nombres, títulos,
lín árboles tan fértiles.
Que parece que estuvo recreándose
En ellos el artífice
De la terrena y la celeste fábrica.»
174 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

montañas, desagua en la playa de la aldea


de San Nicolás, después de fertilizar su ex-
tensa vega, dejando á uno y otro lado las
vertientes de Artenara, cubiertas de espe-
sos pinares, y el histórico cerro de Bentai-
ga, refugio de los últimos isleños. Más al
sur, y cruzando por entre vertiginosos pre-
cipicios y sobrepuestas y dislocadas mon-
tañas, se abren algunos valles, que llevan
los nombres del Juncal, Rincón, Mogán y
Arguineguin, y al lado opuesto, los de Tir-
ma. Acusa y Tamadaba.
Numerosos y abundantes manantiales
riegan los campos de esta isla, brotando
unos en la misma Sierra-madre, otros al pié
de sus primeras estribaciones, algunos en
cerros inferiores, y nó pocos en los acanti-
lados y arrecifes del mismo litoral (1)

(1) «Los heredamientos más notables, y que han llama-


do la atención y hecho pensar mucho á los geólogos y via-
geros, son los de Las Palmas y de la Aldea que surgen en
el barranquillo de Juan Francos, casi al pié del tnonolito
del Nublo, y se forman ambos de una infinidad de manan-
tiales que brotan del suelo á manera de sifones; y para que
se comprenda la legitimidad de esa extrañez.H solo diré, que
la gruesa del agua que termina en Las Palmas es de cin-
co azadas de la medida del país, cada una de las cuales
llena en doce horas un depósito de 500 metros cúbicos, de
modo que las cinco eqiiiv.ilen á ?5Ü0 nielios, también cú-
bicos, que hacen un ; i -to de ngua por segundo, por el to-
tal de la gruesa de 0'( ."7,889 metros cúbicos ó de 57'889
litros.»
Chil. Estudios t. I." pág. 364.
LIBKO PRIMERO. 175

Sus progresivas mesetas, que constituyen


la figura piramidal de la isla, producen en
la vegetación el efecto de variados climas,
desde el subtropical ó africano, hasta el
límite de las nieves perpetuas. (1) Así
pues, todos los árboles y plantas del Glo-
bo, se aclimatan y florecen en sus flancos y
planicies, viéndose en sucesiva gradación
levantar sus i^erdes copas, la palma, el dra-
go y la higuera, el olivo el naranjo y el
plátano, el nogal, el castaño y el pino, mez-
clados en grato maridaje con las flores y
arbustos de las más opuestas zonas.

(1) «La grande Canarie est en general inoins elevée que


Tencriffe: le sol est moins tourmenté et plus susceptible de
labour, aussi est il mienx cultivé. Si I' on excepte la partie
céntrale, les talus de Tile son plus accessibles, les ravins
plus largos et moins escarpes: les torrens, au lieu de s' y
precipitar en cascades, les parcourent sans iracas, et les
eaux, micux repaities, viennent faciliter les irrigations. La
naiure méme des tracliytes a produit d' autres aspects; ees
puissantes masses, disposeés en plati^au presentent desfor-
mes plus aiiüiulies, des pentes moins abruptes, et ce con-
cours de circnnslances geognostiques a influé ici sur les
progrés de cultures, I' abondances des ressources alimen-
taires, et meme sur les niueurs et le raractére des habi-
tans.» "Webb y Bert. Hist. nat. des Islés Can. t. i.° p . 345.
176 HISTOKIA DULAS imJiS CANARIAS.

V,

TENEKIFE.

La isla de Tenerife ocupa con la de Gran-


Canaria el centro del archipiélago, y es la
primera de las cuatro que constituyen el
grapo occidental.
Hállase situada entre los 28» 00' 30," y
28° 36' 30" Lat. N., y los 9« 54' y 10» 42'
30" Long. O-, teniendo una figura casi
triangular, cuyos ángulos están formados
por la punta de Anaga al oriente, la de Te
no al occidente, y la de Rasca al mediodía.
Su extención es de 86 kilómetros de longi-
tud, 44 de latitud y 1946 de superficie cua-
drada.
Situándonos en el cabo de Anaga, extre-
mo N. E. de la isla, como punto de partida
para recorrer su perímetro, y siguiendo la
costa por la banda oriental, encontraremos
píimeramente la pitata de Antequera, el Bo-
• LIBRO PBIMBRO. 177

quete y el valle de San Andrés, para pene-


trar luego en' la rada abierta y extensa, que
forma la bahía de Santa Cruz; sobre cuyas
playas se asienta la Ciudad de su nombre,
capital hoy del archipiélago. De esta rada
solo puede considerarse como fondeadero el
espacio comprendido entre la enfilación del
castillo de Paso-alto, y la embocadura de
barranco hondo, que ofrece abrigo á los
vientos del S. O. alN, N. E.por el N. estan-
do expuesta por su escasa curvatura á los
frescos del N. E., y descubierta enteramen-
te, como la rada de Las Palmas, á los temi-
bles deis. E., que suelen soplar con violen-
cia en los inviernos, haciendo peligroso el
anclaje en ambas radas. (1)
lEl muelle, construido en la perpendicu-
lar del segundo cuadrante, tiene bastante
extensión y comodidad, y está alumbrado
por un faro de sexto orden.-
' Continuando la inspección de la costa, en
dirección al sur, iremos descubriendo sucesi-
vamente las puntas Larga, del Socorro y
de Güimar, y el fondeadero de San Blas ó

(1) Don-otero Kerhallet, p . 60-


El puerto de Sta. Cru? ha sido declarado de interés ge-
neral por la última ley de puertos, y habiéndose hecho un
primor estudio qye se ha adicionado después, dándole mas
amplitud se han rematado las obras, estando en ejecución
el prqyeeto.
178 HISTORIA DE tAS ISLAS CANARIAS.

de Candelaria. Desde allí se llega por un li-


toral ligeramente pronunciado, hasta la pun-
ta de Abona, erizada de basaltos; y más aUá
á otra que se denomina Roja, entre las cuales
se encuentran los surgideros ó caletas lla-
madas de los Abrigos, las Cuevas y el Mé-
dano, sobre cuya línea se avanzan amenaza-
dores los contrafuertes de la cordillera cen-
tral, con sus escarpadas rocas, profundos
cortes y torrenciales barrancos.
Llegando al extremo sur de la isla, seña-
lado por la punta Rasca, y doblando este
promontorio, la costa huye hacia el Oeste,
formando la ensenada de los Cristianos, la
caleta de Adeje, y el surgidero de Santiago,
que domina la sombra del Teide, hasta al-
canzar la punta de Teño, que se avanz'a en
figura de península, y es la liiás occidental
de las de Tenerife.
La parte de la costa que acabamos de re-
correr, es aquella que conserva huellas mas
profundas de la acción plutónica.
El número de los fragmentos lávicos, y
el campo de las sembradas escorias vá cre-
ciendo, cual si amenazara desbordarse en
tumultuosas oleadas sobre el mar que baña
sus playas, y pretendiera alejar sus límites,
cegando el fondo del Océano con un diluvio
de arenas, descompuestas rocas, y ños de
lilBBO PRIMERO. 179

espesa lava.
Situados en la punta de Teño, gigantesco
promontorio de columnas basálticas, sobre
cuyas paredes se estrella el mar sin desean-.
so, el litoral se inclina hacia el N. O., pre-
sentando sucesivamente la montaña de Ta-
co, el cono volcánico de Buenavista, y el an-
tiguo-puerto de Garachico, obstruido por
recientes erupciones, pero sobre cuyos te-
rrenos adyacentes aparece dándole vida y
movimiento, la vid, el nopal, la palma' y el
naranjo.
Pasado este puerto, la costa vuelve á er-
guirse con salvaje majestad, y á presentar
sus formidables murallas de basalto, entre
las cuales se abre de vez en cuando alguna
brecha, que forma los surgideros de Icod y
de la Orotava, expuestos al furor de los
vientos del norte, que soplan en casi todos
los meses del año.
Ramales que se desprenden del núcleo
central, y se dirigen al N. E., siguen lanzan-
do sus sobrepuestos cerros sobre el litoral
que vamos recorriendo, hasta llegar á la
punta del Hidalgo, ofreciendo en su trayec-
to, entre agrestes quebradas, los" pintores-
cos valles del Sauzal, Tacoronte y Tegina,
y las inseguras caletas y ensenadas de Ba-
rranco hondo, Acentejo y Madera. Luego,
180 HISTOBIA DE-LAS ISLAS CANARIAS.

desde la punta del Hidalgo hasta los Roques


de Anaga, que se hallan rodeados de rom-
pientes, la costa continúa destacando sus
negras siluetas de perpendiculares flancos y
sus vertiginosas cortaduras, para enlazar-
se con la punta de Anaga, que cierra el re-
corrido perímetro, en cuya altura se alza '
un faro de primer orden, que alumbra un
radio de 35 millas marítimas.
La i^la de Tenerife es célebre en el mun-
do por el pico que se levanta sobro el nudo
central de su sistema orográfico. Un circo
inmenso de 60 kilómetros de circunferencia
y 2.009 metros de altura, conocido por el
nombre de las Cañadas, ocupa la parte más'
elevada de esta terraza enorine, dentro de
cuyo circuito se alza imponente y mages-
tuoso el cono piramidal del Teide, á una
altura absoluta de 3.711 .metros. (1)
(1) En uua obra del célebre Balbi, que lleva por titulo:
—Delle Primarie allitudine del Globo saggio d' ipsometria
generAle del nobile Adriano Balbi.—Milano.—1845.—-Se
encuentra un cuadro de las diversas medidas que se han da-
do al Teide, y que reproducimos como dato curioso, advir-
tiendo que la altura vá reducida á toesas:
Borda y Pingré en 1771 . . . .. 1743
Saviñoa pn 181-5 1896
Borda en 1776 . . . . 1905
El P. Feuillée en 1724 . 2213
Heberden e Crosse en 1752 2408
Hernández en 1742. . . 2658
Johnstone 1899
Manevilette en 1749 . . 2000
LIBKO PEIMBRO. 181
t

Llámase vulgarmente pitón ó pan de azú-


caí á esta última elevación (150 metros) que
es un compuesto de lavas, escorias, piedra
pómez, obsidiana y otros productos volcá-
nicos. La circunferencia del cráter mide
240 metros por treinta de profundidad, ob-
servándose en el fondo azufre cristalizado y
desprendimiento de gases, que se abren pa-
so por entre las rocas y hendiduras de su
agrietada superficie. (1)
ChuiTucaeu 1788 . • 2193
Lamanon en 1785 1902
Cordier en 1803. . . . . . . 1920
El Barón de Humboldt . . . . Í909
Dumoulin. . . . . . . . . 1911
' La toesa tiene 6 pies franceses y 7 apioximados de Bur-
gos. La medida que hemos adoptado en eltexto es la que
dá el Barón Yon Fritsch en su Descripción geoL de Te-
ríerife. 18^8.
(1) Webb y Berthtílol describen así el Teide:
«El Teide ó pico de Tenerife, uno de los más grandes
conos volcánicos conocidos ocupa el centro de una meseta,
cuya base tiene más de diez leguas de circuito, y lanza sú
aguja á más de 1900 toesas sobre el nivel del Océano. Et
cráter que ocupa la cima del pico no es hoy más que una
solfatara de 300 pies de diámetro y 100 de profundidí^d
aproximadamente. Esta chimenea volcánica tiene cerca de
hOO pies de alto, y descansa sobre ün cipturon dfe lavas,
que se ha desbordado en largas corrientes por los costados
de! cono »
Hist. nat. de Canarias •
—Mr. C. Piazzi en su viaje de exploración al pico en 1856
se explica de este modo:
«Nos hallábamos en aquel momento entre el Malpays y el
Pitón, en el'sitio llamado Rambleta, que algunos dieen ser
llano; pero que sin embargo, apenas si nos presentó espa-
cio que sirviera de mesa á nuestro almuerzo. La verdad es,
que el Malpttys, la Rambkta y el Pan de Asúear tienen casi
182 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Desde aquella altura, cuando la atmósfe-


ra sé halla despejada, se descubre todo el
archipiélago, presentando un espectáculo
el mismo declive; al paso que es muy pequeño el ángulo
que forma el terreno central. No obstante lo reducido del
sitio, ai vernos allí experimentamos verdadera satisfacción.
Durante nuestro refrigerio contemplamos, admirados, la ele-
vada y lisa pendiente de piedra pómez, que se levanta cual
mansión de cristal de gigantescas formas y figura cónica.
Concluido el almuerzo,'nos pusimos otra vez en movimien-
to; y llevando acuestas todos nuestros aparatos, emprendi-
mos nuestra última ascensión.
«El ángulo medio del Pan de azúcar es 33°. Su parte
oriental, que es por la que suben todos los viajeros, tiene
unos 437 pies de elevación; mientras que por el lado opues-
to cuenta 711 pies. La Rambleta, que es su base, tiene in-
clinación hacia el O. Al principio, como íbamos por un te-
rreno formado de pedazos sueltos de piedra pómez, echá-
bamos de menos el Malpays; pero cuando llegamos á los
parajes en que, se destacan peñascos de una especie de la-
va roja (but coming to the projecíing points of some red lava
erags), encontramos tan buenos senderos, que bien puede
decirse no ser difícil la ascensión para ningún viajero. Los
agujeros y grietas con que de cuando en cuando tropezá-
bamos, expelían algún calor: y aumentando incesantemen-
te el número y temperatura, percibimos cierto olor de azu-
fre. Dimos algunos pasos más, y nos encontramos en el
cráter culminante, en medio de las columnas de vapor y de
las exhalaciones ácido-sulfurosas que despedía.
«Al aspirar la primer bocanada, nos sentimos inclinados
á retroceder algunos pasos, y con infinito disgusto diriji-
mos la vista al monte, que consideramos como la chimenea
de 13,343 pies de alto de una de las fábricas de la natura-
leza; y que, habiendo sido levantada á tanta costa, era pre-
ciso sacar partido de ella. I^osotros que, llevados de insen-
sata curiosidad, y que con la mayor insistencia hablamos
trepado por sus lados, nos quedamos atónitos, cuando al
hallarnos sobre su boca, vimos que de ella s^lian humos
mefíticos.
«No tardamos en encaramarnos de nuevo sobre el borde,
y al pronunciar hacia abajo algunas palabras, para expeler
¡as mefíticas exhalaciones, vimos que la principal partícula-
tlBBO PRIMERO. 183

que embarga el ánimo y sorprende la ima-


ginación. (1)
Las montañas que constituyen el circo
de las Cañadas y sirven de pedestal al
Teide, pueden considerarse como un anfi-
teatro de anillos concéntricos, donde se
destacan alturas tan considerables como las
que acusan el Pico viejo, Isaña, Chaborra,
y Azulejos. Hacia el oeste y norte el de-
clive de estas montañas es tan rápido, que
el descenso desde su cima al mar,' apenas

ridad del cráter interior (cuyo diámetro es de 338 pies y 76


su profundidad) consistia ea su extremada blancura, de un
blanco como nieve, cuando no se hallaba cubierto de azu-
fre. La anchura del borde era apenas suficiente para per-
manecer en él dos personas: tan estrecho y afilado era el
canto que separaba el declive del lado exterior de la monta-
ña, del de su muralla interior. Elterreno, en el espacio de la
circunferencia que nosotros ocupábamos, estaba caliente y
húmedo, al mismo tiempo que se disglvia, formando una
arcilla blanca, llena de agujeros, que parecían de ratas ("and
fuff of aparent rai-holeí") De estos agujeros era de donde á
cada momento sallan aquellos acidulados vapores, que al
caer sobre las piedras, formaban preciosas incrustaciones
de azufre, figurando agujas; y que al mezclarse y confun-
dirse unas con otras, producían la más brillante confusión.»
(1) Humboldt, que escaló el pico el 22 de Junio de
1799, observa, que hallándose éste á 2 ' 49' del punto más
próximo de la Costa de África, y tomando como medio pa-
ra la refracción de los rayos O, 08, el vértice puede verse
desde una altura de 202 toesas, ó sea desde las montañas
negras situadas cerca del cabo Bojador. Para este cálculo
supone que tiene el pico una elevación absoluta de 1904
toesas.
Cosmos t. 2.0, pág. 391.
TOMO I. 13
184 HISTORIA DH LAS ISLAS CANARIAS.

nos dá una distancia de 13 kilómetax)s. (1)


Varias brechas ó estrechos desfiladeros
sirven de entrada al Circo, distinguiéndose
entre ellos, como ios más notables, el paso
de Ouajara al mediodía, la degollada de
Ucanca al S. O., la de las Arenas al E. y el
Portillo de la Villa al N. (2)
Despréndense de este núcleo dos princi-
pales cordilleras. Corre una en dirección del
N. E., y después de aplanarse para formar
las fértiles llanuras de 1<^ Rodeos y del
Valle de la Laguna, se alza de nuevo, y
constituye una serie de contrafuertes, que
en cortes rápidos y abruptos, alcanza altu-
ras considerables hasta descender al pro-

(1) Según lus cálculos de Hutnboldt el Sol brilla en la


cima del Teide H ' 51" 8" antes de iluminar su base, com-
putándola coa el nivel del mar.
(2) Muchos son los viages al Pico que se han publica-
do, entre los cuales citaremos los siguientes:
—Viage al pico de la Isla de Tenerife en 1834 por D.
Manuel Osuna Savifion, Barcelona imp. de A. Gaspar y C*
1837.
—Viage al Pico de Tenerife por D. José M.* tíili uto en
1824. Sta. Cruz de Tenerife, imp. de Bonnet. 1846.
-—Sucinta noticia de una excursión al pico de Teide por
D. Ramón Masferrer y Arquimbau, publicada en los Ana-
les de la Sociedad Española de Historia Natural. Madrid—
T. 8." 1876.
—Voyage aux iles fortunées. Le pie de Teneriffe et les
Gañanes par J. Leclercq. Paris. E. Plon y C — 1 8 8 0 .
—Viaje al pico por D. Camilo Mojón. 1846.
LIBRO PRIMEBO. 185

montorio de Ajiaga, dejando á uno y otro


lado estrechos valles, escondidos entre sus
profundas gargantas, y numerosas hendi-
duras ó barrancos de perfiladas crestas,
que al tocar en la orilla, dan lugar á algu-
na faja de terreno, donde deja su planta el
labrador, y se levantan alegres caseríos, que
las brisas del norte vienen diariamente á
•refrescar. Ésta cordillera forma por si sola
una elevada sierra de calcinadas montañas,
que tal vez constituyera en la época ter-
ciaria una'isla independiente del macizo del
Teide.
Sepárase la segunda cordillera, ó sea la
que corre en dirección del N. O., del mismo
circo de las Cañadas, y desciende, por de-
cirlo así, con tanta rapidez, que sus flancos
parecen casi verticales. Esta cordillera, que
viene á morir en el promontorio de Teño,
se halla sembrada de multitud de conos
apagados y escorias, dejando tras sí largo
surco de petrificadas lavas. Constituyen el
remate de esta agrupación, crestas de agu-
das rocas, diques gigantescos y elevadas
columnas basálticas, por entre las cuales se
descubren con asombro descarnados filones,
que parecen naurallas ciclópeas y calzadas
de titanes, donde las fuerzas de la natura-
leza han luchado con terrible. energía du-
186 HISTORIA DK LAS ISLAS CANARIAS.

rante esos misteriosos períodos anteriores


á todo recuerdo humano. (1)

(l) La celebridad qué el Xeide ha dado á la ¡ala de Te-


nerife, ha conducido & sus playas á muchos sabios y viage-
los distinguidos, entre los cuates recordaremos los siguien-
tes! '
Edens 17Í5Í —Feuilleé 1724. — Lapeii-ousse 1791.—
Humboldt 1799, 1804. —Cordier 1803.—'Buch 1 8 1 5 . -
Berthelotl825, 1827. 1828.—Webb 1828.-üevilie 1848.
— Lyell 1854. —Hartung 1854.—Piazzi Smyth 1856.—
Frilsch 1863.-iMasferrerl878. .
WBEO PRIMERO. 187

VI.

LA GOMERA.

Un pequeño brazo de mar de 47 kilóme-


tros separa laGiomera ¿e la isla de Teneri-
fe, de modo que la colosal pirámide delTei-
de cubre cori su sombra el antiguo Condado
de los Herreras y Perazas.
Hállase esta isla situada entre los 28**
r 40" y '28° 13' de latitud N. y los 10°
53' 30" y 10° 9' de longitud O. Su figura es
elíptica, teniendo en su mayor diámetro 26
kilómetros, y de superficie cuadrada 378.
Su rada principal constituye el llamado
puerto de San Sebastian (Puerto Hila),, for-
mado por la prolongación de la punta de
San Cristóbal, y la de los Farallones, que
es la más oriental de la isla, hallándose res-
guardado de todos los vientos, excepto de los
del S. E., que son violentos y peligrosos. Es-
ta rada es célebre por los recuerdos qu6 des-
188 HISTORIA DÉ LAS ISLAS CANARIAS.

pierta el nombre de Colón.


Saliendo desde aquí, y principiando la
descripción de su perímetro por la banda
del mediodía, anotaremos primero las pun-
tas que se denominan de los Canarios y Ga-
biota, y la playa de Santiago, que ofrece
abrigo á los vientos del oeste.
Destácase más adelante la punta del Be-
cerro, promontorio desprendido de la escar-
pada montaña de San Salvador, continuan-
do luego la rada Érese, el cabo Falcones,
la ensenada de las Canteras y de la playa
Negra, y las puntas del Trigo y la Calera.
Desde esta última estribación sigue la
costa muy acantilada, hasta llegar al cabo
de Peligros, y de esa manera continúa al
norte para terminar en el Cabo de los Ór-
ganos, que és la más saliente en esa di-
rección. Junto á esta punta se abre la en-
senada de Yallermoso, y más allá las
puntas de Agulo, de Mahona, Pesebres y
del Hocico, con la piedra ó islote sumer-
gido de Bermejo, separado una milla es-
casa del cabo de San Cristóbal, que nos ha
servido de punto de partida para recorrer
la circunferencia de la isla.
A semejanza de la Gran-Canaria, se le-
vanta la Gomera en forma piramidal, alcan-
zando alturas prodigiosas, si atendemos á
LIBRO PRIMERO. 189

SU pequeña extensión.
La meseta ó eje central se halla consti-
tuido por el cerro de Garajona ó Garajo-
nay, que mide 1380 metros de altura ab-
soluta. Desde su cima parten en radios de
irregulares dimensiones en dirección á sus
costas, numerosas y profundas grietas, que
llevan el nombre de barrancos, entre los
cuales hay algunos que se inclinan como
cascadas, y otros que forman planos me-
nos rápidos, dejando á uno y otro lado pe-
queños valles de sorprendente feracidad, re-
gados por abundantes manantiales.
Aunque formada también por los volca-
nes, la Gomera no ofrece huellas recientes
de trastornos en su superficie. Las fuerzas
ígneas han encontrado allí un largo y no in-
terrumpido reposo, que ha permitido al sue-
lo convertirse en tierra vegetal. Extensos y
frondosos bosques han cubierto siempre sus
montañas hasta sus más elevadas cimas, y
las plantas y las ñores han brotado expon-
táneamente en el fondo de sus valles.
190 HISTOKU DE LAS ISLAS CANARUS,

Vil.

LA PALMA.

Al norte del archipiélago se descubre la


isla de la Palma, última del grupo en aque-
lla dirección.
Hállase situada entre los 28» 27'y 28° 52'
de latitud N. y los lO» 30' 30" y 12" IT 30"
de longitud O. Tiene 47 kilómetros de lar-
go, 28 de 'ancho por término medio, y 726
de superficie cuadrada.
Es su figura casi triangular, formando
los tres vértices, punta G-orda al O., punta
Cumplida al N. E. y la de Puencaliente al S.
Situándonos para reconocer su contorno
en punta Cumplida, donde se ha levantado
un faro de 2.° orden, y continuando nues-
tra excursión por el Este, hallaremos suce-
sivamente las puntas de Barlovento y Lla-
na, y la ensenada en cuyo fondo se alza la
capital de la isla, sobre un terreno, que se
IlIBKO PBIMERO. 191

eleva rápidamente, alcanzando á poca dis-


• tancia alturas considerables.
Siguiendo siempre la dirección del Sur,
y dejando atrás las puntas de Tigalate y
otras de menor importancia, rodeadas de
piedras y arrecifes, que velan y hacen peli-
grosa la aproximación á la costa, Uegamos
á la de Fuencaliente, que forma el extremo
meridional de la isla, y junto á la cual se
abrió paso el volcán, que en el siglo XVII
desgarró su suelo, Doblada esta punta para
recorrer ahora la banda occidental, sembra-
da también de roques y de peligrosas bajas,
hallaremos la bahía ó fondeadero de Taza-
corte, que se abre entre el cabo del mismo
nombre y el elevado promontorio denomina-
do de Juan Grage.
Desde Tazacorte á punta Gorda, la costa
se eleva verticalmente cortada á pico, presen-
tando alturas de mas de mil pies, donde el
mar se rompe con furioso empuje; luego obli-
cua al norte hasta punta Muda,, que es la
última tierra de las Afortunadas en esa di-
rección, y torciendo al E.,se doblan el cabo
de Juan Adaly, el Boque Manga, y la punta
de la Gabiota para encontrar de nuevo el
Faro de punta Cumplida, que cierra el tra-
yecto recorrido.
La isla de la Palma es la que, después de
192 HISTORIA DE LAS l8hA& CANARIAS.

Tenerife, ofrece las más considerables ele-


vaciones, causando verdadero asombro ob-
servar esas rápidas alturas en una superficie
tan reducida.
La porción situada al norte constituye por
si sola un sistema de que es eje la famosa
Caldera de Eceró ó de Taburiente, pues con
ambos nombres es conocida, prodigioso crá-
ter de ascensión, que es tal vez el mas no-
table que de su clase se encuentra en el
Globo. Constituye esté cráter una formida-
ble depresión, cuyo borde superior mide una
circunferencia de 12 kilómetros por 5000
pies de profundidad. Sus paredes laterales
se levantan perpendicularmente entre es-
pantosos desfiladeros, precipicios horribles
y dislocaciones titánicas. Una profunda cor-
tadura abre paso á sus aguas, dando naci-
miento al barranco de las Angustias. (1)

fl) «lj;i Piíliiiii se [ircsenta liüv tod;ivia á la vista do-


geó!o¿^o, lo iriismo que liió rii su oiigoii i's tlccii-, soi-ava-
da hiista sus '/inii.'iilos por uno de los ai.^yoiL's ci'áU'io.s co-
nocidos. El fundo df aquel abismo se halld á 2257 pies so-
bie el nivel do! Océano; su diámetro es de cerca de dos
leguas; el cíiculo de montañas que lo lodea forma un po-
deroso macizo, que una erupción submarina de ()rímer or-
den hizo surgir del fondo de los mares; al oprimirse aque-
lla masa hacia el centro dio origen á la Caldera. Probable-
mente en la época de aquella perturbación, y en el momen-
to de aparecer sobre la supei'ficie de las aguas esa forma-
ción espantosa, fué cuando las fuerzas volcánicas, girando
con violencia al rededor de aquel foco rompieron por uno
de los flancos dé la oíontaña, abriéndose el barranco de las
LIBRO PRIMERO 193

Desde este núcleo central se destacan los


picos llamados Roque de los muchachos, de

Angustias, garganta profunda que corre hasta la costa Sud-


Oeste, y divide en dos partes el gran macizo de la Isla,
desde el centro hasta la playa.»
W e b b y Bert. Hist. Nat. t." 2." pág. 122.
Leopoldo de Buch en su Descrip. phis. des I. Can. dice:
«Desde que las Islas Canarias son conocidas, siempre se
ha hablado de la gran Caldera de la Isla de la Palma, co-
mo de una maravilla de la naturaleza, y no ha sido sin un
motivo poderoso, pues es la que la distingue principalmente
de las otras, y la hace una de las más notables é interesan-
tes del Océano.
«Las cimas de la Isla (Palma) están divididas desde la
Caldera'hasta la mar, por un profundo barranco que desem-
boca cerca de Tazacorte, y pormitc descubrir entre sus dos
bordes el interior del gran cráter. Las rocas se elevan des-
de el fondo hasta el borde superior; la cumbre ó alta re-
gión, en vez de formar una cadena continua, se abre in-
teriormente, y los bordes de la Caldera ofrecen idénticos
caracteres á las gargantas de los Alpes, extendiéndose el
vacio que encierra hasta las cabidades mas profundas de
la Isla. El barranco que arranca de este abismo se denomi-
na de las Angustias.... En los puntos en que las rocas están
mas cercanas,corren los arroyos de Agua buena y Aguama-
la, salidos de la Caldera, por dos conductos diferentes, y van
á engrosar mas abajo el torrente principal. Entonces se ha
llegado á la mayor profundidad del barranco, y el suelo que
vuelve á elevarse rápida:nente, conduce á las rocas basál-
ticas del interior de la Caldera.... Masas inaccesibles de mu-
chos miles de pies de elevación la cercan por todas partes;
al pió de los repechos la acumulación de hundimientos ha
formado una pendiente mas dulce, hoy cubierta por selvas
de pinos, laureles, hayas, dragosy palmeras Todo el suelo
está guarnecido de heléchos. La Caldera constituye el gran-
de eje de la Palma: los bordes de la Isla, se desarrollarían
casi circularmente al rededor de éste eje, si una prolonga-
ción de la montaña hacia el lado meridional, no viniera á
modificar la estructura.... Ningún volcan en el mundo pre-
senta un hueco tan considerable, y en ninguna isla existe
un cráter de levantamiento de tan gran circunferencia y de
tan sorprendente profundidad.»
194 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

la Cruz, de Tacande, de Bergoyó y otros,


descendiendo sus flancos casi verticalmente
hasta el mar, dentro del semicírculo com-
prendido de^de la punta de Juan Grage á.
Punta Llana, cual si todo ese'macizo fuese
una sola montaña de anillos concéntricos ó
una pirámide de superpuestas moles.
A la parte del sur se prolonga desde Cijm-
bre-nueva la misma cordillera central, cuyo
dorso sigue casi una línea recta, tendiendo
á uno y otro lado sus brazos, entre los cua-
les se abren numerosos barrancos y se al-
zan conos eruptivos, unos antiguos y otíos
modernos, constituyendo con la acumula-
ción de sus productos las alturas de Cum-
bre-vieja, Bergoyo, Montaña del Azufre y
Quemados.
En sn conjunto esta isla es la mas frago-
sa del archipiélago, y la que, en mas corta
extensión, ofrece como hemos dicho, mayo-
res alturas.
El banco de las sondas apenas se aleja
del htoral, de modo que si pudiéramos des-
cubrir sus cimientos desde la base subma-
rina donde se apoya, veríamos una monta-
ña de inconmensurable altura, cuya cima
rasgando las olas, se eleva 8.50Ü pies sobre
el nivel del Océano.
LIBRO PRIMERO.- 195

VIII.

EL HEBREO.

La más occidental del grupo canario es


la isla del Hierro, famosa por haberse fija-
do en ella desde Ptolomeo el primer me-
ridiano. (1)
Se encuentra situada entre los 27° 37' 33"
y 27« 51' latitud N. y 11° 40' 30" y 11° 57'
30" longitud O., teniendo de largo 29 ki-
lómetros y un ancho irregular, con 278 de
superficie cuadrada.

(1) Creyendo Ptolomeo que la región más occidental


del Globo era aquella donde se sitúan las Islas Afortnna-
dals, y entre estas la del Hierro, hizo pasar por ella el pri-
mer meridiano. Después del descubrimiento de las Amérii
cas principió & notarse cierto desorden en esta demarca-
ción, eligiendo cada Nación el suyo, hasta que, habiendo
el Cardenal Richelieu convocado en París el 25 de Abril de
1634 una asamblea de matemáticos y cosmógrafos se rati-
ficó la designación de Ptolomeo.
Posteriormente ha, vuelto cada Nación á elegir su meri-
diano por el punto donde se hallan situados sus respectivos
observatorios astronómicos.
196 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Su figura es casi triangular, hallándose


los tres vértices, uno en la punta llamada
del Norte, que tiene su orientación al N.
E., otro en la de la Restinga al 8., y el úl-
timo en la de la Orchilla al 8. O., siendo
esta punta la más occidental del archipié-
lago.
Colocándonos ahora en la del Norte, y
avanzando por la banda del Este, encontra-
mos él fondeadero del Hierro (Puerto de la
Estaca) por donde se comunica la villa de Val-
verde con el mar, y las puntas de Tijeretas,
de Rosas y de Niebla. Doblada la de la Jtes-
tinga se halla la ensenada de Naos, que no
ofrece abrigo ni seguridad alguna, y corrien-
do luego al N. O., vamos encontrando suce-
sivamente la punta de la Hoya, la de la Or-
chilla, el puerto de los Reyes y la punta de
la Dehesa. Desde aquí hasta otra punta
próxima á los Roques de Salmore forma la
costa un semicírculo, que recibe el nombre
del Golfo, profunda escotadura que com-
prende el pintoresco valle del mismo nom-
, bre. Desde Salmore, rodeado de islotes y
rompientes, se llega á la punta del Norte,
cerrando de este modo el breve contorno
de la isla.
Una cintura de lavas, que se levanta en
acantilados, rodea casi todo el Hierro, y le
LIBRO PRIMERO. 197

dá el aspecto de una fortaleza inexpugna-


ble. La elevación que desde el litoral alcan-
zan las costas, hace peligroso el acceso á sus
abiertas radas, que por ningún lado presen-
tan cómodo anclaje, ni seguro desembarca-
dero.
Constituye el núcleo de la isla una eleva-
da meseta, que desde la circunferencia se
alza en sobrepuestos cerros, ofreciendo altu-
ras considerables como las de los Picos de
Agando, del Malpaso y Tenerife.
En direcciones inversas se abren camino
algunas hondonadas, que cortan el macizo
central, y abren sus bocas por entre las mu-
rallas basálticas del inhospitalario litoral.
198 HISTORIA Dii lAS ISLAS CANARUS.

IX.

LOS SALVAJES.

Unos islotes desiertos, que se sitúan en-


tre la Madera, Puerto-Santo y las Canarias,
pero más cercanos á este grupo que al pri-
mero, ha recibido el nombre de los Salva-
jes, olvidados roques de desolado aspecto,
de cuya aproxiniación huyen los buques,
temiendo los peHgros de las corrientes,
bajas y arrecifes que los circuyen.
Tres islotes principales forman el gru-
po, y son conocidos por los nombres de
Salvaje grande, y Pitón grande y peque-
ño. Él primero dista de los segundos ocho
millas, y éstos entre sí una milla escasa.
Un gran número de escollos, piedras y
rompientes forman á su alrededor una
especie de diminuto archipiélago, que tie-
ne sus cimientos sobre un banco submarino
de que estos islotes constituyen la parte cul-
LIBRO PRIMERO. 199

minante. Tal vez llegue el dia en qne, con-


tinuando su movimiento de elevación, se
den la mano estos desparramados escollos,
y enlazados entre sí, formen -todos una sola
isla.
El salvaje grande demora á los 30° 7' 51"
de lat. N. y 9° 39' 5" de long. O. y tiene una
milla de extensión. (1) Sus costas son altas,
escarpadas y muy difíciles de abordar, dis-
tinguiéndose sobre su pedregosa superficie
dos alturas, de las cuales la más elevada es
la que se descubre hacia la banda occidental.
Entre las varias ensenadas y sinuosida-
des que su perímetro presenta, se halla con
dificultad un buen anclaje, siendo el único
sitio por donde puede desembarcarse, aun
que siempre con mucho riesgo, la punta que
corre en dirección del S. E.
El pitón grande está formado por una
montaña cónica, cuyas faldas se extienden á
lo largo, apareciendo desde el mar cual si
fuera otro islote.
El pequeño pitón tiene menos altura y
extensión que su gemelo, y ambos se consi-
deran como casi inabordables.

(1) Dista de Lanzai-ote 35 millas, y trata de levantarse


en su parte mas elevada un faro por cucuta del Gobierno
español.
TOM. I. 14
200 HISTORU DS LAS ISIiAS OANARUS.

Sobre estos islotes parece c(ué ostentan


dereehos de propiedad algunos vecinos de
la Madera.
LIBRO PBIMBBO. 201

X.

LA COSTA NOROESTE DE ÁFRICA.

Extiéndese enfrente de las islas afortuna-


das una vasta región de desconocidas pro-
porciones, inhospitalaria y misteriosa, que,
cual un nuevo mundo, envuelto en densas
nubes de arena, espera un Colón, un Cortés
ó un Pizarro, que lo descubra, conquiste y
colonize.
Forma ese inmenso país una parte muy
considerable é importante del continente
africano, porción de tierra de maravillosa
hermosura, que principia ya á entrar bajo
el mágico poder del progreso, y de la in-
fluencia irresistible de la civilización mo-
derna.
La riqueza de vejetación que su seno vir-
gen encierra, sus ricas y variadas minas de
productos naturales, la fecundidad asom-
brosa de su suelo, sus mares interiores, lazo
202 HISTORIA DH LAS ISLAS CANARIAS.

de unión entre sus diversas zonas, sus rios


caudalosos y navegables, arterias que llevan
la vida de una á otra parte de su inmenso
territorio, la situación privilegiada de sus
costas, tocando por uno de sus lados al Me-
diterráneo, lago de la civilización europea,
y bañadas sus playas por mares que surcan
sin descanso los buques de todas las nacio-
nes, con factorías permanentes que sitian su
perímetro, y misioneros incansables de la
ciencia, que avanzan sin tregua á su con-
quista, el África se rendirá en breve á las
reiteradas invasiones de los pueblos civi-
lizados.
El dia en que esto se verifique, la raza
blanca, obedeciendo á las inmutables leyes
de la naturaleza, invadirá aquellos territo-
rios, absorviendo y asimilándose las razas
inferiores, y concluirá por trasformarlas,
imponiéndoles su avanzado perfeccionamien-
to físico y moral. ¿Quién sabe si llegará un
dia en que la luz de la civilización irradie
desde el lago Nianza, las fuentes del Nilo ó
las elevadas mesetas de los montes de la Lu-
na sobre los demás continentes del Globo?
Enfrente, pues, del grupo que forman las
islas del archipiélago canario, se extiende la
costa noroeste de ese maravilloso país, com-
prendido entre el cabo Nun y el de Juby.
LIBRO PRIMERO. 203

Más lejos, y bajando al sur, la misma cos-


ta nos presenta los célebres cabos de Boja-
dor y Blanco, último Kmite de las atrevidas
excursiones de los pescadores isleños, tra-
yecto sin cesar recorrido por sus pequeñas
embarcaciones, durante el largo trascurso
de cuatro siglos.
El imperio de Marruecos y el desierto de
Sahara se dividen entre sí esa extensa zo-
na, si bien los distritos que confinan con
los cabos Nun, Bojador y Blanco, pertenecen
á tribus que no reconocen dependencia al-
guna del Sultán.
El litoral, desde el Cabo Blanco al de Bo-
jador, ofrece á la vista, en una extensión
de más de cien leguas, una constante faja
de blanquecinas arenas, donde apenas rom-
pen la monotonía del paisage algunos gru-.
pos de tabaibas y salados, y una especie de
euforbio, que los naturales llaman Dagmuz,
plantas todas que se arrastran raquíticas y
enfermizas, sin encontrar la tierra y el
agua necesarias para sostener su miserable
existencia.
Reinan por lo regular en esta región vien-
tos bonancibles, por cuanto la dirección
misma de la costa, modificando el ímpetu
de los alisios, quebi*anta su violencia.
Doblado el cabo, llamado por los indi-
204 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

genas Buibixa, y por los geógrafos Juby,


recuerdo tal vez de Juba, el Rey explora-
dor, estamos casi enfrente de la isla de
Fuerteventura, de la cual apena,s dista el
continente 19 leguas, debiéndose advertir,
sin embargo, que llegando por la parte del
sur, no es Fuerteventura, sino la Grán-Ca-
naria, la que presenta más fácil abordaje.
Al sui del cabo Júby, y al abrigo que
proyecta el promontorio que le da forma,
se abre una ensenada, que los canarios lla-
man Matas de San Bartolomé, y los Bere-
beres Tarfaya (hoy Puerto Victoria de los
ingleses). El cabo se halla sembrado de
tarahales, cuyos grupos se descubren desde
el mar, atribuyéndose el nombre de Matas,
al aspecto que estos arbustos presentan.
Existe alguna agua potable.
Hállase el fondeadero resguardado por
una barra de rocas areniscas, que corre en
semicírculo, cubierta en parte por las olas
en la pleamar. La boca que le sirve de en-
trada mide una media milla, y tiene de tres
á cuatro metros de agua en la bajamar.
Su anclí^e es bueno y seguro. Dista de
puerto de Cabras ciento once kilómetros,
y de Arrecife ciento treinta, que pueden
recorrerse con buenas brisas en diez ó do-
ce horas.
UBBO PRIMSEO. 205

Algunos <?reen que este puerto sea el


mismo donde Jorge Glas estableció su des-
graciada factoría.
Subiendo al nordeste, llegamos al sitio
•que los 'marinos canarios denominan Boca
del Bib, qne es el puerto Cansado de las car*
tas modernas, y por los naturales Guad-
fun-Naam. Hay en tierra una pequeña ele-
. vación de 120 metros, denominada mesa de
Derúa.
Una milla adelante princi{»an á levantar-
se varios montecillos de una arena rojiza,
por lo que se llama uno de ellos Gord-El-
Jamar (cdina roja).
• Paralelas á esÍAs colinas se elevan otras
'en el mterior, á una considerable aH^u-
ra, habitadas por kabilas (kabilas Zor-
gien) que se ocupan del pastoreo de nume-
rosos ganados, cuyas colinas se llaman Me-
sas Taulekt.
Desde este puntó de la costa/hasta Bio
de boca grande 6 Guad-Xibika, se recorren
nnas 30 millas de un litoral escarpado, tras
él cual siguen levantándose cordilleras em-
pinadas, que se pierden á lo lejos en el in-
terior del país.
Algunos barrancos sin agua aparecen de
vez en cuando en este trayecto l-ecorri-
do, entre los cuales citaa^emos Rio Zahar,
206 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Rio Udeima Fatma, Umi-es-sebed y Sebba


Jarsa. Nueve millas adelante se llega al
fondeadero del Médano, que los árabes de-
nominan la TJina, defendido por un arrecife
con dos brechas que le sirven de entrada <
El terreno, es pedregoso, sembradp de ar-
bustos y sin agua potable.
Desde este sitio continúa la costa alter-
nando entre arrecifes escarpados j playas,
accesibles, siendo digna de especial mención
la playa que se extiende junto á la boca de
un barranco, llamado por los pescadores ca-
narios Médano de la Boca de los Robalos,
y por los rífenos Uina Sequera, á la que
sigue una rada espaciosa, enrriscada por el
norte y arenosa por el sur, conocida por Rio
Dráa ó Boca de los Robalos, que limita en'
el fondo una cordillera elevada. Cierra la
boca de este barranco una barra apenas ac-
cesible á pequeñas embarcaciones, descu-
briéndose hacia el sur dos colinas cónicas,
aisladas, pero próximas entre sí, como de
noventa metros de elevación.
Algunas millas más adelante se alza un
promontorio de piedra arenisca, que es el
famoso cabo Nun. Los canarios le dan
el nombre de los Morretes, por las corta-
duras que el contiinio batir de las olas ha
abierto en las rocas que le sirven de base.
LIBRO PRIMERO. 207

Un escarpado vertical de cincuenta me-


tros se enlaza con este promontorio, que ter-
mina en Rio de Playa Grande ó Guad Au-
reora, límite, al parecer, del gran desierto.
Extensas colinas de arena siguen, no obs-
tante, hasta Rio Salado, y alternan con
playas blanquecinas, hasta los riscos de
las Garitas, y barranco de Guad-Asgaka.
•Este rio, sin agua en el verano, desem-
boca en una ensenada, que forma dos ca-
bos, cuya entrada se halla defendida por
una barra ó dique de arena. A su espalda
la cordillera se aproxima á la costa, desta-
cándose una montañeta de cien metros,
que á.la derecha se levanta.
Sigue luego un litoral, accidentado en
parte, hasta enlazarse con el cabo Sidi-Vór-
zek, que se alza á una altura aproximada
de cincuenta metros.
Este cabo parece perforado por la acción
de las olas, descubriéndose numerosas ca-
vernas en su base.
Desde aquí hasta Yfní se cuentan diez
millas. Este es un pequeño caserío, situado
junto á la desembocadura de un arroyo de
agua dulce, en una posición ventajosa, ro-
deado de fértiles campos, y con una playa
de peligroso acceso. El sepulcro de un ve-
nerado Santón le sirve de Mezquita. Si-
208 HISTORIA DE IiAS ISLAS CANARIAS.

guiendo la dirección del rio se descubre en


segundo término un' mantecilló redondo,
que llaman Du-Drar, y en el fondo una sie-
rra que corre del S. al N,, llamada por los
naturales Taulaxt.
No creemos necesario continuar esta düs-
cripción, porque el litoral recorrido.es el
que se desarrolla en frente del grupo orien-
tal del archipiélago, y es, por. lo tanto,- el
que nos interesa conocer.
Entre esos numerosos fondeaderos, que
la acción combinada de los vientos, del mar
y de las arenas hace cambiar de forma y de
condiciones marítimas con demasiada fre-
cuencia, se hallan los sitios por doijde Die-
go de Herrera y suS sucesores, y el Adelan-
tado y sus hijos, emprendieron sus famosas
correrlas, y fundaron fortalezas á fines del
siglo XV y principios del XVI,"ComQ l u ^ o
tendremos ocasión de Consignar..
No es fácil determinar hoy con preci-
sión el lugar por donde se efectuaron esos
desembarcos, y tuvieron lugar aquellos
hechos de armas, tan gloriosos para' los
canarios; ni tampoco • es constante la tra-
dición, respecto al emplazamiento del cas-
tillo de Mar-Pequeña, ó fortaleza de que
eran castellanos los gobernadores de la
Gran-Canaria; peik), sin prejuzgar nosote'os
LIBRO-PEIMEEO 209

la cuestión, podemos desde ahora con se-


guridad afirmar, que no fué una sola la
fortaleza construida, ni una la playa que
sirvió de punto de abordaje á los isleños
para emprender y. asegurar el éxito de sus
excursiones sobre el litoral africano, ha-
biendo cambiado estos sitios, según los
medios de ataque, puntos de salida de las
expediciones, situación de los aduares ene-
migos, condiciones de los fondeaderos, siem-
pre yariables por el movimiento de las are-
nas, y otras circunstancias referentes á ví-
veres, leña y aguada.
Restos hay; en varios sitios de la costa,
de edificios que los bereberes atribuyen á
los cristianos, según aseguran respetables
autores y viageros.
Un examen- detenido de esas ruinas tal
vez resolvería la cuestión del verdadero
emplazamiento de Mar-Pequeña.
En dirección de N. O. á S. O. unido al
continente africano por un itsmo de uno
y medio á dos kilómetros de ancho, se le-
vanta la península dé Rio de Oro,, que
mide 22 miUas de largo por 3 en su ma-
yor anchura.
El espacio de mar comprendido entre
esa península y Ik costa, foi*man un her-
moso puerto de 17 miUas de extensión-
210 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

desde la Isla de Herm hacia la entrada,


y cinco de ancho, que en el interior au-
menta hasta siete.
Los arrecifes situados en la boca del
puerto, que se prolongan algunas millas
mar afuera, dejan un canal Hbre de dos
millas por once pies de fondo
En esta península sé ha fundado re-
cientemente una faefc^ia, que se halla hoy
defendida por nuestro pabellón nacional.
LIBRO PRIMERO. 211

XI.

SAN BOEONDON.

Como recuerdo de las fantásticas leyen-


das de la Edad media, nos ha conservado "»
la historia el nombre de una isla incógni-
ta, situada en el paralelo de las Canarias, ^•
que á veces se aparecía á los navegantes
que cruzaban por estas latitudes, y otras se
descubría desde algunos pueblos del Archi-
piélago, desapareciendo después por largo
intervalo de años, sin dejar huella algu-
na de su misteriosa existencia.
Esas periódicas apariciones, repetidas
una y muchas veces en las tres centurias
que siguieron á la conquista, provocó de
parte de las autoridades isleñas algunos
viages de exploración, que, sin embargo,
ningún resultado práctico obtuvieron. La
isla permanecía siempre inaccesible, apesar
de las respetables declaraciones de los que
212 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

aseguraban haber abordado á sus playas y


visitado su litoral.
Diósele á esta isla los nombres de Apró-
situs. Non Trabada, Encubierta, de San
Brandan ó San Borondon, suponiendo que
en ella habia residido y predicado este san-
to mongc irlandés.
Contribuía á sostener despierta la curio-
sidad del público, la circunstancia de su
desaparición periódica, que hacia vacilar á
los más incrédulos, y sostenía el entusiasmo
de los que, inclinados á lo mara-vüloso,
deseaban^ creer en su existeücia.
Desde que las Canarias figuran bosqueja'
das en los rudimentarios mapas de la Edad
media, se encuentra en eUos, con ligeras
excepciones, delineada la isla de San Bran-
dan, situándola siempre al oeste del gru-
po, como si providencialmente anunciara el
descubrimiento en aquella dirección de
otras ignotas y maravillosas tierras. (1)
(1) Los mapas en que aparece la isla de San Borondon
con éste, ó con algunos de los nombres que indicamos en
él texto, son:
1265. Imago m'undi de Robert d' Auxerre.
1367.—EldePicigano.
1424.—-Elde Weimar.
1435.—Elde Beccaria.
1457.—El de Fra Mauro.
Siglo XVI.—El Globo de Behaim.
» El Atlas de Ortelio.
» El de Mercator.
LIBRO PRIMERO. 213

Aunque la cuestión de esta supuesta


isla, y las causas que explican su repetida
aparición, no tienen hoy grande impor-
tancia histórica ni geográfica, probado co-
mo está, que el fenómeno se verifica por
un efecto de espegismo, no hemos creido,
inoportuno consignar estas breves observa-
ciones, al bosquejar la descripción general
del Archipiélago, considerando el lugar que
dicha cuestión ocupó entonces en la aten-
ción púbhca, y reservando la relación de los
viages que en su busca se emprendieron,
para la época en que sucesivamente se fue-
ron aquellos realizando. (1)
Por último, manifestaremos, que se con-
servan algunos dibujos de la misma isla, en
las crónicas y manuscritos que hemos con-
sultado, de cuyos dibujos nos ofrece Viera
una copia exacta en sus Noticias, y Castillo
un mapa de su perímetro, en la curiosa des-
cripción inédita qué de estas islas escribió
en 1686.

(1) IlustraQ esta cuestión, máa de lo que ella merece,


Viera en sus Noticias U 1.* p¿g. 78, y el ür, Ghil en sus
Estuiiot i. 1." pág. 101. El célebre D. Antonio Porlier en
su Disertación histórica, sobre quienes fueron los primeros
pobladores de estas* Islas, que se conserva inédita en* la
Bib.* de la Academia de la Historia, cuenta la Isla de San
Borondon entre las que formaban el Grupo, aunque Pro-
blemática.
214 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

XII.

ASPECTO GENERAL.

Puede decirse que una primavera eterna


se observa constantemente en las Canarias.
La graduación máxima del termómetro en
sus costas no baja en Enero 10° ni sube en
Agosto de 26", salvo algunos casos raros y
excepcionales. (1)
Los vientos alisios ó brisas, que soplan
del N. E., son los que se dejan sentir con
más frecuencia, por hallarse situado este
Archipiélago en la línea que aquellos reco-
rren, si bien en invierno se presentan los del
S. E. que persisten algunas veces y alejan
las lluvias. Cuando en el verano son flojas
aquellas brisas, aparece el viento sur, que
(1) La brújula de inclinación marcaba en 1878, 48° 30',
y la de declinación, que por los años de 1765 se desviaba
de 14 á 15" al O. llegó á su máximun e! año de 1852 de-
clinando 22° 16', y en 1878 solo se desviaba 20° 30' al O.
González.—Apuntes sobre las Canarias.
La aguja avanza en dirección al N. 4' próximamente en
cada año.
lilBRO PRIMERO. 215

produce invariablemente ún calor molesto y


perjudicial á la salud y á los sembrados.
Aunque las elevadas cordilleras del gru-
po detienen las nubes, y las deshacen
en lluvia, hay años en que. éstas escasean,
y son insuficientes para asegurar las cose-
chas, observándose este fenómeno con ma-
yor intensidad en las dos islas de Lanza-
rote y Fuerteventura, que por la poca ele-
vación de sus montañas, y la proximidad de
sus cortas al vecino continente, participan
en más extensa escala de las condiciones cli-
matológi«as de la región del Sahara.
La ausencia casi completa de lluvias en
esa vasta zona, se atribuye hoy á una co-
rriente atmosférica alísea continental y se-
ca, que viene del Este, inclinándose al Sur,
y formando á su paso la faja de desiertos
que se extiende desde las altas planicies del
Asia, y recorre el Turkestan, la Persia, la
Arabia, la Siria, el Egipto y el Sahara, has-
ta alcanzar el Atlántico en el punto donde
se alzan las islas de Cabo Verde. (1)
La configuración misma de las Canarias
dá lugar á que en un corto espacio de terre-
no, se encuentren reunidos los más opues-
tos climas del Globo, y por consiguiente los
(1) • Véase M. G. Rolland. Revue Scientífique. Marzo
de 1881.
TOMO I. 15
216 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

cultivos más variados, y las plantas y árbo-


les de las zonas subtropical, mediterránea y
alpina.
Los eminentes geólogos y botánicos que
han visitado sus valles y montañas, se ha-
llan de acuerdo en dividir su suelo en cin-
co regiones, que clasifican de la manera si-
guiente.
Primera región, subtropical ó de aspecto
africano, análogo al de Egipto ó Berbería:
desde las playas hasta 1.200 pies de eleva-
ción absoluta.
Segunda región, mediterránea ó de culti-
vo europeo; clima semejante al de la Itaha
central ó al mediodia de la Francia: desde
1.200 á 2.500 pies.
Tercera región, que es la de los bosques
siempre verdes, análoga al clima de la Lom-
bardia; desde 2.500 á 4.100 pies.
Cuarta región, que es la de los pinos, se-
mejante al cHma de Escocia, al del Norte de
Francia ó al de Alemania: de 4.100 á 5.900
pies.
Quinta región, llamada de las retamas,
que es la que se eleva desde esa altura has-
ta el Teide.
Así, pues, en una rápida ascención de diez
á veinte kilómetros se van encontrando, las
palmas, las higueras y los dragos, los moca-
LIBRO PRIMEEO. 217

nes, los tilos y laureles, e} pino canariense,


único de su especie en el mundo, y la blan-
ca retama, intrépida compañera de las nie-
ves perpetuas, cuyos olorosos ramilletes sa-
cuden las brisas, y vienen á servir de al-
fombra al Saucillo, el Nublo y las Cañadas.
Raras son las tormentas en estas islas,
notándose el fenómeno de que solo se pre-
sentan en la estación de invierno.
, Sus más grandes mareas no pasan de on-
ce á doce pies. (1)
Hállanse estas islas delineadas en' casi
todos los mapas de los antiguos geógrafos,
desde las cartas de PtolomeO, que sitúan el
arcMpiélago eli un mismo paralelo, hasta
los primeros ensayos, que en 1351 apare-
cen, utilizando para ello los datos de Pli-
nio y Estacio Seboso, á fin de concordar-
los cOn los suministrados por los viageros
italianos y españoles, que ya empezaban á
ocuparse de estas lejanas tierras. El mapa
ó carta marina de Angeüno Dulcert de Ma-
llorca en 1339 (2) de Pizzigani en 1367,
(1) Dice Kerhallet.—Las mayores mareas suben de 11
á 12 pies, y suceden dos dias después de los .novilunios y
plenilunios á las 11 del dia, que es su establecimiento. Guan-
do crecen, y según las localidades de las Costas, van para
^1 N. Jí. y N. y para el S. O. y S. cuando bajan.—Derro-
tero pág. 17.
(2) Publicado por primera vez en 1887 por el Doctor
Hamy.—París, en 8.°
218 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

de Mésia de Viladestes en 1413 (1), de


Weimar en 1424, de Andrea Biancb en
1436 (2) de Gabriel de Valsequa en 1439,
de Bartolomé de Pareto en 1456, de Fra
Mauro en 1460 (3) de Gracioso Benieasa en
1467, de Mercator en 1479, la primera edi-
ción de Ptolomeo en 1486 (4), y el planis-
ferio de Martín Benhaim en 1493 (5) re-
copilan las vacilantes noticias, que circula-
ban yá en aquel siglo sobre las afortuna-
das.
En el siguiente aparecen, la carta de Juan
de la Cosa en 1500, (6) oljfa nueva de Pto-
lomeo publicada en Strasburgo en 1513, un
mapa-mundi iluminado por orden de Enri-
que II de Francia; la carta universal espa-

(IJ Mescia ó Matías de Viladestes dibujó esta carta en


1413. Conservábase en la Cartuja de Val-de-Cristo, hasta
que )a adquirió Libri para la Biblioteca Nacional de Fran-
cia, en 1847, en precio de 800 francos. Aparece en ella el
viage de Jain^e Ferrer en 13"46 á Rio de Oro, j ha sido pu-
blicada en la parte que corresponde á las Cananas, y Costa
occidental de Afíica en el Canarien, Roaea. 1874.
(2) Se publicó en la obra.—Saggio sulla náutica antica
de Veneziani. ,
(3) Publicado por el Cardenal Zurlaen la obra. —Sulle
autichi Mappe lavorate in Venezia.—1818.
(4) ptolomeo G«ographia. Bdit. princ, Venise.—1486.
(f>) Planisferio de Martin de Bohemia, que se conserva
en Nuremberg. Se ve diseñada junto 4 la linea equinoccial
una Isla grande con la siguiente leyenda.—Año 505: San
Brandara llegó con su navio á esta Is'a.
(6) Bs la primefa carta en que aparece Mar-pequeña
á la orilla derecha de un rio grande sin nombre.
LIBRO PRIMEEO.- 219

pola dibujada por un cosmógrafo de Car-


los y en 1527 (1); el Isolario de Bordpne
hecho en Venecia en 1528; la carta de Ja-
ques de Yaulx en 1533; el mapa-mundi de
Sebastián Cabot en 1550; la carta de Juan
Martínez en 1567, la de Guillermo de Tes-
tu, y el atlas de Juan Eiezo á fines del mis-
mo siglo.
r En el XVII pueden citarse, entre otros, el
mapa de Guillermo Lavasseur en 1601, el
de Juan Gueard en 1631, el de Alonso Pé-
rez 1648, el de Próspero Casóla en 1636, y
el de D. Pedro Agustín del Castillo en
1686. (2) • .
En el siglo XVIII aparecen el atlas de
N. de Fer en 1709, la carta del P. Feuillée
en Í724; la del ingeniero español D. Ma-
nuel Hernández en 1746; las de Delisle,
Fleurieu y Borda; la da D. Tomás López
pubhcada en Madrid en 1780, y las de D.
Antonio Rivero, D. Antonio Herrera y D.
Andrés Amat de Tortosa. (3)

(1) Citado por Fernandez Duro en su Memoria sobre la


Costa de África.
(2) Ha sido publicado en el Boletín de Geografía. Ma-
drid 1880.
(3) Según Osuna, so conservan estos últimos mapas en
los archivos de la dirección de fortificaciones de la Provin-
cia; y, añade, que el de Herrera, con planos y vistas de las
Isla^ está grabado en Tenerife en 1786 por un fraile Do-
minico, y dedicado al Marqués de Branciforte.
220 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Pero ya en este siglo encontramos deli-


neados con mayor perfección y exactitud los
contornos de las islas en el mapa publicado
por Bory de S. Vincent en 1801, en el de
Leopoldo de Buch en 1815; en el de D.
Domingo de Mesa en 1824, en los de Webb
y Berthelot en 1829, en los que publicaron
de orden del Almirantazgo inglés el te-
niente Arlett y el capitán Vidal, que go-
zan de merecida reputación científica; en el
de Coello, que acompaña al Diccionario de
Madoz; en los del Dr. K. von Fritsch; en
los de la dirección hidrográfica de Madrid
en 1875, y por último en los que ilustran
los Estudios del Dr. Chil en 1876 (1)
Tales son los principales trabajos que, de
esta clase se han hecho hasta hoy respecto
á estas islas, aunque dejando los mapas
mucho que desear, en cuanto se refiere á
la topografía del terreno, verdadera posi-
ción de los pueblos, y dirección de sus
principales montañas y barrancos, pudien-

Sabemos también que el canario D. Fi'anciseo Machado


y Fiesco, Secretario del Vireinato de Méjico, intendente de
Cuenca y Contador General di'l Consejo de Indias, hizo un
mapa general de estas Islas
(1) Mr. Berthelot hizo en 1846 el relieve de la Isla de
Tenerife, de que exisíon algunos ejennplares en Madrid y
en París, y dos cu Sta. Cnv/. de Teni;rifi'; y algunos años
después, el de las siete i-las, que po " hoy I). J u ^ o P.
Parrilla, ' n
LIBRO PRIMERO. 221

do asegurarse, que sólo existe el trazado


exacto de su perímetro, y el reconocimiento
escrupuloso del banco de sus sondas.
LIBRO SEGUNDO.

EDAD ANTIGUA.

I.
i

FILÓSOFOS Y POETAS.

Entre las obras, que nos ha legado la an-


tigüedad, pocas son las que, al ocuparse de
los sistemas religiosos de aquellos antiguos
pueblos, de su historia civü y poHtica, de su
comercio é industria, de sus colonizaciones
y de sus guerreras empresas, ó al cantar en
sus poemas las maravillosas leyendas de
sus teogonias ó los trixmfos de sus héroes,'
pocas son, repetimos, las que hayan dejado
de hacer especial mención de las islas At-
lántidas ó Afortunadas, conocidas yá por
esos nombres, desde los primeros albores
de la historia.
224 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Nacida sin duda en el Asia, y trasmitida


luego á las naciones, que sirvieron de lazo
de unión á la civilización griega, la idea
de un paraiso, donde las almas alcanzaban
una eterna bienandanza, constituyó la base
de todas las religiones, que, desde Brachma
á Numa subyugaron al mundo antiguo.
Cuando Thales, Solón y Pitágoras visi-
taron el Egipto y los florecientes pueblos
del Asia Menor, yá aquel dogma formaba
parte de un cuerpo de doctrina, que los
sacerdotes veneraban, como fundamento
de la inmortalidad del alma, y afirmación
de un Ser eterno y creador.
Para demostrar con más eficacia la rea-
lidad y existencia de aquel paraiso, oculto
á las miradas de todos los mortales, se
aceptó sin dificultad la hipótesis de que
esa región ocupaba los últimos límites de
la tierra entonces conocida, y que para
llegar á ella se interponía un rio cauda-
loso, rodeado de innumerables peligros,
pasado el cual, se penetraba en el recinto
sagrado de las almas, donde se hallaban
reunidos todos los goces, que puede soñar
nuestra humana naturaleza.
Fácil fué con el trascurso de las edades,
convertir ese rio en mar, y ese mar en pro-
celoso Océano, que se extendía allende las
LIBRO SEGUNDO 225

columnas de Hércules, golfo obscuro, es-


pantoso y preñado de horribles tempes-
tades, que nave alguna se atrevía á surcar.
Relaciones de desconocido origen, rumo-
res de extraviados navegantes, aventuras
de viageros sin nombre, formaron, andan-
do los tiempos, un tejido de fantásticas le-
yendas, que vino al fin á tomar cuerpo y
verdadera forma en las islas, que se le-
vantaban enfrente de las costas occiden-
tales de la antigua Libia, bañadias por un
mar siempre en calma, entoldadas por un
cielo azul, y cubiertas de una vegetación
tropical, donde se disfrutaba en todas es-
taciones de una primavera eterna.
Constituida de este modo la ficción, y
convertida luego en dogma religioso, los
poetas se apoderaron de ella, y la embe-
llecieron con todas las galas de su fantasía,
prestándole el encanto de una versificación
armoniosa.
Asi encontramos en los cantos de Home-
ro la descripción de los Campos Elíseos (1),
en Hesiodo (2) y Pindaro (3) el recuerdo eü-

(1) Iliada. Lib. 18, v. 606.—Lib. 20. v. 7.


Odisea. Lib. 4, v. 563 al 568.—Lib. 10, v. 508.—Lib.
2, V. 154 .i 163. 600 y 638.—Lib. 12, v. 1.
(2) Hesiodi. Opera et Dies, v. 171.
(3) Pindari Olymp. 2. Ant. 4, v. 7T y 78; y Frag. t.
4.», p . 620:
226 HISTORIA DB LAS ISLAS CANABIAS.

tusiasta de las Hespérides ó islas biena-


venturadas, y en Teopompo dé Chio (1) el
nombre de un país remotísimo, poblado
de seres maravillosos, escondido á todas
las miradas, entre las brumas de tenebro-
sos y desconocidos mares.
Pero, entre estas narraciones, ninguna
ha llegado á adquirir la popularidad é im-
portancia de la que se refiere á la Atlántida,
isla cuya existencia y desaparición habían
revelado á la Grecia los sacerdotes egipcios,
allá en los primeros tiempos de su civili-
zación portentosa.
Según nos afirma Platón (2), los encar-
gados de conservar y trasmitir los mis-
terios de la ciencia, en los templos que ba-
ña el Nilo, refirieron un dia á Solón, que
allende ese estrecho, testigo de las haza-
ñas de Hércules, existía en otro tiempo
una comarca más extensa que la Libia y
el Asia reunidas, rodeada por todas partes

Sus palabras son:—«Aquellos que durante su vida han


conservado su alma sin mancilla, demandan á Júpiter las
deleitosas Islas do los Bienaventiirados, donde soplan las
auras del Océano, y brillan flores de oro en árboles hermo-
sos.J>
(1) Teopompo de Chio, copiado por Eliano.
(2) Diálogos.—Tiuieo y Cricias.
No insertamos integi'o este Dialogo, porque hoy las obras '
de Platón andan en manos de todos, y seria hurtar á nues-
tros lectores un gran número de páginas.
LIBRO SEGUNDO. 227

de pi'ofundos mares, y gobernada por re-


yes sabios y poderosos, cuya influencia
alcanzaba á las regiones líbicas, y á una
parte muy considerable de la Europa.
Los inmensos territorios que compren-
dían aquellos reinos, y las populosas ciu-
dades que etí ellos se levantaban, ofre-
cían al viagero tantos objetos de estudio
j admiración, que palidecían á su lado las
civilizaciones de las expléndidas comar-
cas orientales. Los productos de la tierra,
el perfeccionamiento de las artes, los ade-
lantos de las ciencias, y cuanto constituye
en la esfera del progreso humano, el brillo,
poderío y riqueza de una nación, todo se
reunía aUí en armónico consorcio para cau-
tivar el ánimo, seducir la imaginación, y
dar honrosa muestra de la energía intelec-
tual y moral de aquella privilegiada raza.
Pero, llegó un momento, en que las virtudes
de los Atlantes, que tal era el nombre de
aquellos insulares, principiaron á ecHpsarse,
y á tan heroicas acciones, sabias leyes y
patriarcales costumbres, sustituyó el lujo,
el desorden y el vicio, en tales proporciones
y coü tal desenfreno, que Júpiter indignado
decidió castigar tanta depravación, hacien-
do desaparecer la isla en las profundidades
del Océano. En efecto, la Isla desapareció,
228 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

dejando como inscripción lapidaria de su ca-


tástrofe los picos de sus más altas monta-
ñas, que después han llevado los nombres de
Madera, Salvajes, Canarias, Cabo Verde y
Azores.
Desde la lejana época en que Platón nos
dio á conocer esta extraordinaria leyenda,
ha venido sin cesar reproduciéndose y co-
mentándose de mil maneras, poniendo unos
en duda su existencia, y afirmándola otros
con resuelta convicción. Muchos suponen,
que, si esa submersión tuvo lugar, debió
producirse por el movimiento oscilatorio de
una gran dislocación en la corteza terrestre;
otros creen, que en el momento geológico
de la aparición de los Alpes y los Pirineos,
el ma ,que ocupaba aquella inmensa cuenca,
refluyendo en sentido inverso, invadió las
costas y llanuras de la Atlántida; no faltan
algunos que, negando la presencia de esa
isla, en la latitud que le señala Platón, afir-
man que la América es la verdadera y mis-
teriosa Atlántida, y su asombrosa civiliza-
ción, la que hoy yace envuelta en las indes-
cifrables ruinas de Méjico, Yucatán y el
Perú; en fin, el mayor número, refractario
á toda autoridad poética, niega rotunda-
mente la verdad del relato, atribuyéndolo á
invenciones de los sacerdotes egipcios, á
LIBRO SEGUNDO 229

credulidad de Solón, ó á equivocadas inter-


pretaciones del filósofo de Atenas, confir-
mando esta opinión con argumentos cientí-
ficos de innegable fuerza, aun cuando para
combatirlos se hayan inventado ingeniosas
teorías.
Nosotros, ya lo- hemos dicho, no creemos
que las Canarias sean restos de un conti-
nente sumergido. El estudio geológico de
la depresión oceánica, donde toma su asien-
to el archipiélago asi lo demuestra, y la
estructura esencialmente volcánica de sus
rocas, enérgicamente lo confirma. Esa ci-
vihzación exuberante y excepcional, pro-
ducto de la raza Atlántica, que ningún dato
histórico viene á corroborar, es inadmisible
en la escala gradual del progreso humano.
El argumento deducido del examen de los
depósitos lacustres de la península Ibérica
en la época terciaria, y el de las analogías
que acusan la fauna y flora en el mismo
período geológico entre los continentes de
América y Eui'opa, solo revelan el afán de
lanzar al campo de la ciencia nuevas y bri-
llantes hipótesis, que, á ser ciertas, proba-
rían únicamente, que para todas las espe-
cies hubo muchos centros de creación, de
tal manera, que dadas las mismas causas
generadoras, y el mismo medio ambiente,
230 HISTORIA DB LAS ISLAS CANARIAS.

las conchas, plantas y animales que llevan


el sello especial de una edad prehistórica,
pudieron aparecer simultáneamente en di-
ferentes paises, sin necesidad de acudir á
forjar continentes imaginarios, que sirvie-
ran de puente de comunicación al desarro-
llo y propagación de esas mismas espe-
cies. (1) '
Después de Platón, el enciclopédico Aris-
tóteles, en una obra que se le atribuye, y
Diódoro de Sicilia, que escribía su bibliote-
ca histórica en la época de César y Augus-
to, hacen también mención de las afortuna-
das, aunque de una manera breve, confusa
y vaga, que revela falta de conocimientos
y oscuridad en los datos que utiKzaban. (2)
El recuerdo de los campos Elíseos, de la
mansión de los Justos, de las islas Afor-
tunadas y de la Atlántida se mantuvo, sin
embargo, ileso en la mente de los escritores
romanos, herederos é imitadores de la cul-
tura helénica, pero, fundiendo en una aque-
llas diferentes localidades. (3)

(1) Roisel en su obra titulada Los Atlantes, París 1874,


defiende con grande erudición la existencia de la Atlántida
y su maravillosa cultura intelectual.
(2) Aristóteles. Liber de Mirabilibus Auscultationibus,
4.''c. 85, p. 172.
Diódoro Siculo.—Bibli. L. 5, p. 344.
(3) Nuestro insigne poeta Gaifasco, recogiendo estas
LIBRO SEGUNDO 231

Virgilio en el libro sexto de su Eneida,


(1) Horacio en sus Odas, (2) Séneca en su

ideas mitológicas, dice con galana frase:


Otras islas se ven, que blanco velo
Las ciñe en torno, menos elevadas,
Llamólas por su fértil cielo y suelo
La antigüedad las islas fortunadas:
Y tan amigo suyo estimó c-l Cielo,
Que de su voluntad no cultivadas
Las tierras, entendió dar nobles frutos,
Y las incultas vides sus tributos.
Siempre desea florecer la oliva,
Destilar de las peñas miel sabrosa,
Y con murmurio blando la agua viva
Bajar del alto monte presurosa;
Templar el aire la calor estiva,
De suerte que á ninguno sea enojosa,
Y en fin, por su templanza, lauros, palmas,
. 8er los Campos Elíseos de las almas.
' (Templo Militante.)
Y Camoens en el canto 5." de susLusiadas dice:
Fassadas tendo já as Canarias ilhas
que tiverara pernome Fortunadas,
entramos navegando pellas fllhas
do velho Hesperio, Hesp6rides chamadas:
Térras por onde novas maravillas
andaram vendo já nossas armadas;
alli tomamos porto com bom vento
por tomarmos dá térra mantimento.
(I)—Devencre locos lajtos et amcenavireta
Fortunatorum neniorum, sedesque beatas.
(Eneida, lib. 6.")
Llegaron (Eneas y la Sibila) á los alegres lugares y de-
liciosos vergeles de los bosques afortunados, donde los Bie-
naventurados residen.
(2)—Nos manet Oceanus circumvagus; arva, beata
Petamus arva, divites et Ínsulas,
Reddit ubi Cererem tellus inarata quotannis,
Et impútala floret usque vinea,
Germinat et nunquan fallentis termes olivas,
Suamque pulla ficus ornat arborem;
Mella cava níianant exilice; montibus altis
TOM. I. 16
282 HISTORIA DE IPAS ISLAS CANAKIAS.

Medea, Tíbulo en sus Elegías, (1) Plauto en


sus comedias (2), invocan con frecuencia esas
nebulosas regiones, y las describen, colo-
cando en ellas la mansión inaccesible de las
almas, que un rio separa de los que viven
en la tierra.
Aún después del siglo de Augusto, y du-
rante la dominación imperial, el nombre ro-
mano se extendía allende el Estrecho, con-
servando los Emperadores las colonias ad-
quiridas, sosteniendo el comercio y prote-
giendo la navegación; pero sin que aque-
llas fábulas perdiesen la envoltura maravi-
llosa y sobrenatural, que los poetas le ha-

Levis crepante lympha dcsilit pede.


Illic injussse veniunt ad muletea capella?,
Refertque tonta grex amicus libera;
Nec vespertinas circumgetnit ursus ovile
Nec intumescit alta viperis humus.
(Horacio. Epod. Ib A los Romanos.)
«El Océano nos llama sobre sus ondas que nos circun-
dan. Volemos á esos campos, campos fortunados, islas fe-
cundas y felices, donde la tierra sin cultivo piodiga cada
año sus tesoros, donde florece eternamente la viña sin el
auxilio de la hoz, donde el olivo no engaña, donde el rojo
racimo adorna el árbol que le ha visto nacer, donde la miel
se derrama del hueco trouco de las encinas, donde la onda
ligera, lanzándose de lo alto de las montañas, salta en bu-
lliciosas cascadas. Allí, las cabras se ofrecen ellaS mismas
á la mano que ha de ordeñarlas; el ganado sumiso trae del
prado llenos sus ubres, el oso no ronda por la noche los es-
tablos, ni en el suelo se ven venenosos reptiles.»
(1) Tibulo. Elegía 3.»
Sed me, quod facilis tenero sum semper amori. etc.
(2) Plauto in Trinummo.
LIBRO SEGUNDO 283

bian comunicado, y sin que la exploración


de Juba, de que luego hablaremos, adqui-
riese confirmación por medio de nuevos da-
tos posteriores y auténticos, que ñjáran de
una manera indubitada la forma indecisa
y vaga con que aquella relación ha llegado
hasta nosotros. (1)

(1) —Huet. Hist. del Comercio, p. 353.


—Aristides Egipt.
234 ' HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

II.

EGIPCIOS, PERSAS, ETBUSCOS.

La más remota expedición' marítima, que


los anales .'de la historia nos conserva, donde
el nombre de las islas afortunadas pueda
lógicamente figurar, se encuentra en Hero-.
doto, cuando nos refiere el viage emprendi-
do por los fenicios de orden de Ñecos ó
Nechao, que reinaba en Egipto por el año
de.610 antes de nuestra Era.
«La Libia (África), nos dice el padre de
la historia, se halla rodeada de mar por to-
das partes, excepto por el istmo que la une
al Asia. Ñecos, rey de Egipto, fué, según
nuestras noticias, el primero que se propu-
so averiguarlo. Habiendo renunciado á la
empresa de concluir el canal, que debia
unir el Nilo con el golfo Pérsico, envió unas
naves tripuladas por fenicios, que debian
á su regreso entrar pOr las columnas de
LIBEO SEGUNPO 235

Hércules en el mar septentrional, y yolver


de esta manera á Egipto. Embarcados los
fenicios, se hicieron á la vela desde el mar
Britréo, con rumbó al mar austral, y cuen-
tan, que, llegado el otoño, se detuvieroli en
un lugar de la Libia (África), á cuyas pla-
yas el viento los habia arrojado; sembraron
trigo y esperaron su granazón. Luego que.
recogieron su cosecha, volvieron á hacerse
á la vela, y continuaron de este modo dos
años, hasta que, durante el trascurso del
tercero, penetraron en el estrecho de Ser--
cules, y regresaron por ese opuesto camino
á Egipto. Decian los navegantes á su llega-
da, que, al rodear la Libia, habixin visto el
sol á su derecha, lo que no me parece dig-
no de crédito, aunque tal vez lo parezca á
otros. De este modo fué la Libia reconoci-
da por la vez primera.» (1)
Algunos han querido poner en duda la
veracidad de este relato, pero la sencilla re-
flexión de Heródoto, respecto á la posición
del sol, nos garantiza su exactitud.
En efecto, aquellos osados navegantes,
después que atravesáronla línea equinoccial,
debian encontrar el sol á su derecha, cir-
cunstancia que, dudosa para Heródoto, ha
(I) Heródoto. Lib. i" par. 42, p, 294. Larcber. Paris,
lé70. . .
236 HISTORIA BE LAS ISLAS CANARIAS.

venido hoy á confirmar la certeza histórica


de su relación con la autoridad irrecusable
de la ciencia. (1)
Ahora bien, si este viaje no puede racio-
nalüíente ponerse en duda, y se tiene, ade-
más, en cuenta la insuficiencia de los me-
dios, que se empleaban entonces en el arte
de la navegación, no es aventurado suponer,
dando por cierto el deseo de los pilotos de
permanecer junto á las costas que iban reco-
rriendo, para navegar de dia y fondear de
•noche, que, al doblar el cabo Juby, y pene-
trar en el canal, que separa la costa occi-
dental de África del grupo oriental de las
Canarias, descubriesen los marino^ alguna
de estas islas, y descansara la expedición
en sus orillas, con preferencia á los inhos-
pitalarios arenales que les ofrecía el África.
También Herodoto nos suministra otra
noticia, que podemos sin esfuerzo relacio-

(1) Henren en su historia sobre la política y comercio


de los pueblos de la antigüedad, t. 2 ° p. 93, se expresa de
este modo:
«Indagaciones recientes han probado, que el viage al re-
dedor de África, saliendo del golfo arábigo, no está sugeto
á tantas dificultades, como teniendo su punto dt^ partida de
Europa. Todo favoreció á los Fenicios, asi los vientps regu-
lares, que en aquellos mares soplan, como la dirección de
las corrientes, pues do éstas depende casi exclusivamtínte
la navegación costera.»
Véase también á Renur!, Giography of Herodotus, pág.
693; y á Humboldt—Cosmos, t. 2.»
LIBEO SEGUNDO 237

nar con el mismo asunto.


Hablando de los Persas, nos refiere esta
aventura.
«Setaspes, reconocido autor de un estu-
pro en la persona de una hija de Zopiro,
hijo de Megabises, y condenado por Xér-
xes á morir en una cruz, fué indultado por
intercesión de su madre, hermana de Da-
rlo, pero con la condición de que empren-
diera un viaje al rededor de la Libia, vol-
viendo por el Golío Arábigo, apercibido de
mayor rigor, si su empresa se malograba.
Setaspes se dirigió entonces á Egipto, fletó
un buque, lo tripuló con marineros del
país, y habiéndose embarcado, hizo rumbo
á las columnas de Hércules, pasadas las
cuales, dobló el promontorio Soléis (1), y
puso la proa al sur; más, después de surcar
por muchos meses un mar inmenso, viendo
que éste no tenia límites, abandonó la em-
presa, y regresó á Egipto, volviendo á la
Corte de Xérxes. Allí manifestó, que en los
países más remotos que habia recorrido,
habia visto unos hombres de pequeña esta-
tura, vestidos con hojas de palma, que ha-
blan abandonado sus caseríos, y refugiá-

(l) Algunos geógrafos creen que este cabo coi'respou-


de al que hoy lleva el nombre de Espartel, si bien otros
aseguran que era el de Bojador.
•238 HISTORIA DE LAS,ISLAS CANARIAS.

dose en sus montañas, tan pronto recono-


cieron el buque, no habiéndoles hecho otro
d^ño, que apoderarse de sus ganados. Aña-
dió, por último, que no habia continuado
su viaje, porque no fué posible conseguir
que el navio avanzara.» (1)
Hemos citado este curioso fragmento del
célebre historiador, para que se comprenda
que, en aquellas remotas edades, se intentó
más de una vez la arriesgada empresa de pe-
netrar los secretos del Atlántico, y al ve-
rificarlo, siguiendo, como era necesario, el
litoral africano, sus exploradores pudieron
fácilmente conocer y visitar las Canarias,
llevando á otros paises la noticia de su ven-
tajosa posición, de su bonancible clima, y de
sus numerosos i'ecursos naturales. (2)
Foreste tiempo los Etruscos y Pelasgos
de Italia, que hablan progresado en el co-
mercio y la navegación, después de ejercer
la piratería en el mar mediterráneo, Uevan-

(1) Herodoto. Lib. 4.», p. 295. Trad. de Larcher.


(2) Refiere Plinio, bajo fa autoridad de Cornelio Nepo-
te, que en su edad hubo un tal Eudoxo, que huyendo de la.
persecución de Ptolomeo Lathiro Rey de Egipto, se em-
barcó en el golfo arábigo, dio la vuelta al África, y aportó á
Cádiz, después de haber encontrado la proa de una nave
naufragada, con una cab(v i de caballo esculpida, que se re- ,
conoció pertenecer á los J'' nicio-!; (Plinio, lib. 2.°. cap. 67)
y Posidonio cuenta, queei^!c mismo Eudoxo hizo diferentes
excursiones en el Atlántico. (Strab. üb. 17.J
LIBRO SEGUNDO 239

do el terror á todas las poblaciones ribere-


ñas, que á su paso encontraban, se lanza-
ron al Océano, llegando á fundar colonias
en una isla, cuyo nombre ha permanecido
oculto á todas las investigaciones.
No hay datos para asegurar, que descu-
brieran y colonizasen las islas canarias; pe-
ro sí, como está probado, su navegación se
extendía hasta las costas del Báltico é islas
Británicas, no parece inverosímil, que, en
su afán por adelantar su comercio y reco-
nocer nuevos países, siguieran la costa, que
sin interrupción se ofrecía á su vista, como
invitándoles á continuar sus interesadas y
lucrativas exploraciones.
240 HISTORIA DB LAS ISMS CANARIAS,

III.

FENICIA, CARTAGO, MAESELLA,

En las vastas llanuras que se. extienden


desde el Mediterráneo hasta el Tigris, y
desde la punta meridional de la Arabia
hasta el Cáucaso, se habia establecido el
pueblo fenicio, tribu semítica, cuyo"s habi-
tantes eran llamados cananeos por los
judios.
La Fenicia comercial y marítima no ocu-
paba, sin embargo, sino un pequeño terri-
torio, tendido de sur á norte en las costas
de la Siria, cuya longitud no excedía de
cincuenta leguas, por ocho ó diez de latitud.
Favorecido por la naturaleza para las
empresas navales, presentaba este país nu-
merosas bahías, puertos y ensenadas y al-
gunas pequeñas islas, que se apartaban po-
co del Continente, ofreciendo refugio á los
buques y recursos abundantes á sus contí-
LIBRO SEGUNDO 241

nuas expediciones con la fertilidad del sue-


lo y con los bosques que cubrían las altas
montañas de aquella faja de terreno, donde
sus industriosos habitantes se hablan pre-
parado una patria cariñosa y agradecida.
Por muchos siglos dominaron los feni-
cios el Mediterráneo, no habiendo guerra
importante ni empresa marítima de algún
peligro, en que no se solicitara su indis-
pensable cooperación.
Respecto á sus viajes allende el Estrecho,
guardaban una reserva, que era tanto mas
misteriosa, cuanto que de ella dependía el
monopolio de su comercio y de su exclusi-
vo dominio del mar.
Como nación industriosa y colonizadora
no se halla ninguna en la antigüedad, que
verdaderamente la aventaje. Según asegura
Estrabon, pasaron de trescientas las ciuda-
des fundadas por estos atrevidos navegan-
tes sobre las costas de la Libia y de la Ibe-
ria occidental, añadiendo aquel escritor, que
también hacian mención los poetas de las
islas de los Bienaventurados, sabiéndose que
aparecían no muy lejos de la Mauritania, y
enfrente de la populosa Gádes. Estas islas
hablan sido descubiertas por los Fenicios,
que mucho antes de la época en que floreció
Homero, ocupaban ya, una parte muy con-
242 HISTORIA DE LAS ISLAS CANAEIAS. '

siderable del África y España. (1)


Diódoro también, después de escribir las
bellezas sobrenaturales de una isla, que se
alzaba en el Atlántico, se expresa de este
modo—"Investigando los fenicios las re-
giones situadas más aUá del Estrecho, y cos-
teando las playas de la Libia, fueron lanza-
dos por la fuerza de los vientos á gran dis-
tancia en el Océano, y después, combatidos
por las tempestades durante muchos dias,
aportaron á una isla distante largas jorna-
das del continente, en dii-eeoión hacia donde
se pone el sol." (2) .
Entre los objetos mas preciosos del co-
mercio fenicio se contaba la púrpura,, ex-
traída, según unos, de un molusco, según
otros, de la orchilla, planta que se produce
sin cultivo y expontáneamente en las islas
de Lanzarote y Fuerteventura, debiéndose á
esta circunstancia el nombre especial que se
les daba de Purpurinas, nombre que algu-
na vez se hizo extensivo á todo el grupo. (3)

(1) Estrabon. Lib o.", |>. m .


(2) Dio.loio. Sic liib liib f).", l. I.", () Si4.
(3j Vioiii en su Diccionario do Hi.storiü natuüil, dice osi
hablando de I i Orcliillii: •
—Es|ipcip de musgo, q.ió ciiándosc .sobie las peña^ ma-
rílinias de riucsUus Caiiaiias. es una de sus producciones
mas peculiares.... Fué conocida desde luego por los,Kuio-
peos, quienes hicieron de ella uno do los rti.is importantes
ramos de su comercio. Pertenece al género dt; ios Lichens.
LIBKO SEGUNDO 243

Al poder marítimo de los Fenicios, suce-


dió luego con el trascurso de, los siglos, el
de su hija primogénita Cartago, que colo-
cada en el promedio del Mediterráneo, po-
dia extender con mas facilidad su influen-
cia á uno y otro lado . de aquel mar y
del estrecho, reahzando en mayor escala
el vasto sistema de colonización, base de
su política y fundamento de su futura
. grandeza.
Es indudable que sus flotas, al aven-
turarse sobre las, costas líbicas, que baña
el Atlántico, mientras reconocían las de la
Lusitania, y se avanzaban al mar del nor-
te, traficando con los salvajes de las islas
Británicas y del Báltico, bajaron hacia el

Sus ramificaciones son tortuosas ó arqueadas, del grueso


de un hilo de carreto ó bramante, casi redondas, puntiagu-
das, largas ordinariamente de tres pulgadas, bien que hay
también Orchillas de ocho ó nueve, y aun la tengo en mi
gabinete de más de doce, traida de la isla de la Gomera.
Unas tienen el color gris, y otras, que son las mas selec-
tas, lo tienen blanquecino, en sus hebras salpicadas de unas
berrugitas algo cóncavas y pulverulentas de color de ce-
niza— ñed(icese esta preciosa yerba á pasta, moliéndola,
cerniéndola y colocándola en una vasija de vidrio.... El co-
lor natural que comunica la orchilla es el de flor de lino, ti-
rando á violado; pero si se tiñe antes la misma estofa de
un azul más ó menos claro, sacará un color como de flor de
romero, de pensamiento ó de amaranto. Preparada la es-
tofa con zumo de limón, recibe de la orchilla un hermoso
color azul.
Cuaderno 9." del Diccionario de Viera, (no publicado).
Ms. del autor.
244 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

sur, y recorrieron también las Canarias,


que tantos objetos de tráfico ofrecían á
su comercio.
Aunque los autores antes indicados, y
algunos otros, se ocupan de varias islas
desconocidas, situadas en el Atlántico, y
frecuentadas por los cartagineses,' citando
algunos de los edictos en que el Senado
prohibia bajo las más severas penas reve-
lar su posición geográfica reservándose su
explotación, no encontramos noticias par-
ticulares ni descripción alguna, que clara
y distintamente nos designe el grupo afor-
tunado.
Empero, hay entre las expediciones co-
lonizadoras de aquel pueblo, industrioso,
activo y emprendedor, una muy notable,
que ha escapado á las injurias del tiem-
po, y ha sido siempre objeto de estudio
para los geógrafos é historiadores; nos re-
ferimos al viage de Hannon, y á la rela-
ción que del mismo se conserva. Enviado
por la RepúbUca, en la época más ñore-
ciente de su poder marítimo, con el objeto
de reconocer la costa occidental dfe África,
y fundar colonias en los sitios, que ofre-
cieran mayores ventajas á su comercio,
emprendió el viage, llevándolo á feliz tér-
mino, y á su regreso consignó su resultado
LIB80 SKGUNDO 245

en una nota ó extracto, que hizo inscribir


en el templo de Kronos, nota que, traduci-
da al griego, nos ha sido trasmitida por Po-
libio.
Componíase la escuadra de Hannon de
sesenta naves, que llevaban á su bordo 30
mil personas, entre hombres y mujeres, con
armas, víveres, semillas y herramientas pro-
pias para todos los oficios. Después de pa-
sar el Estrecho, la escuadra navegó dos
dias, y Hannon fundó. Junto á una exte^sa
llanura, una ciudad con el nombre de Thy-
materium. Siguiendo luego al Oeste, en di-
rección al cabo Soloes, cubierto de bosques,
elevó sobre este promontorio un templo á
Neptuno, y partiendo de alH, á media jor-
nada de marcha, descubrió un lago, justo
al mar, rodeado de juncos, donde venían á
apagar su sed muchos elefantes y otros ani-
males hervívoros. Fundó en el litoral algu-
nas poblaciones, y continuando el General
su viage hacia adelante, llegó al rio Lixus,
que baja desde las alturas de la Libia, en
cuyas orillas habitaba un pueblo nómada,
que vivía solo del pastoreo de sus ganados,
con el cual los expedicionarios entablaron
relaciones de amistad, pero nó con los que
poblaban el interior del país, que eran etio-
pes salvages, y hombres de extrañas figuras
246 HISTORIA'DE liAS ISLAS CANARIAS.'

llamados trogloditas,- ágiles- en ejercicios


ecuestres.
Habiendo, recogido intérpretes entre los
habitantes del Kio Lixus, siguieron los co-
lonos su viage en la misma dirección de, la
costa por dos dias más, y al tercero pene-
traron en un golfo, donde había una isla pe-
queña, á la que dieron el nombre de Cerne,
calculando Hannon, que desde Cartago al
Estrecho habia igual distancia, que desde el
Estrecho á Cerne. Pasado el Golfo, entra-
ron en un gran rio llamado Cretes, que ter-
minaba en un lago, donde se descubrían
tres islas, y en el fondo altísimas montañas
pobladas de tribus feroces, con vestiduras
de pieles, quienes se opusieron á su desem-
barco. ;
El viage continúo hasta un rio lleno de
hipopótamos y cocodrilos, que les obligó á
retroceder, volviendo á la isla Cerne, donde
descansaron; siguiendo después la, expedi-
ción, y limitándose á reconocer la costa por
espacio de doce dias, sin entender el len-
guage de los Etiopes que la poblaban, y
que huian al descubrirlos. El último dia vie-
ron alzarse unas elevadas sierras, cubiertas
de olorosos bosques, y continuando la nave-
gación por dos dias más, echaron el ancla
en un extenso golfo, cuyas orillas se ilumi-
LIBRO SEGUNDO .^47
Baban de noche con hogueras. Habiendo he-
cho aguada en aquel sitio, se hicieron lue-
go á la vela, penetrando en otra profunda
escotadura, á la que dieron el nombre de
Cuerno del Oeste. En medio de ella se ele-
vaba una isla de gran extensión, y á sií la-
do otra más pequeña. De noche seguían
viendo hogueras y oyendo un ruido infer-
nal de címbalos, flautas y timbales, ame-
drentándoles de tal modo, que por consejo
de los agoreros abandonaron aquellas pla-
yas, y siguieron adelante, pasando Junto á
una tierra llamada Thimamiates, que aiTO-
jaba torrentes de llamas hacia el mar, de
cuyo sitio también se alejaron con terror.
Durante el dia tuvieron á la vista una mon-
taña muy elevada, á la que dieron el nom-
bre de Carro de los Dioses. Tres dias des-
pués entraron en un golfo, denominado
Cuerno del mediodía, y en uno de sus án-
gulos vieron una isla semejante á otra, ya
nombrada, en la cual habia un lago, y lue-
go otra isla poblada de salvajes, cuya ma-
yoría era de mujeres velludas, que los in-
térpretes llamaban Gorillas. Habiendo in-
tentado apoderarse de algunos de estos ha-
bitantes, no fué posible,, porque los varones
huyeron á los montes, defendiéndose con pie-
dras, y aunque tres hembras cayeron en po-
lOM. I. 17
246 , HISTORIA DB itAS ISLAS CANAKIAS.

deí de los -viagerc^, hubo qne laatarlas, des-


pojándolas de la piel, que se llevó áGartego,
á cuyo puerto volvieron las naves, siendo im-
posible continuar la expedición por falta de
víveres.
Ahora bien: ¿algunas de la? comarcas re-
corridas por Haimon, en el breve relato que
hemos extractado, pueden racionaliptente
ser consideradas como parte del archipiéla-
go canario?
Los ilustrados comentadores de esta ins-
cripción célebre, conocida en la historia con
el nombre de Periplo de Hannon, ño se ha-
llan de acuerdo, respecto á la verdadera po^
sición geográfica de los sitios que van enu-
merados, ni sobre la época en que tuvo lu-
gar el viage, si bien autoreSs, que nos mere-
cen crédito, la fijan aproximadamente en el
año 500 antes de J. C (1)
Por las razones que dejamos expuestas,
nos parece difícil que el Jefe cartaginés, ai
doblar el caJt>o Nun, dejara de descubrir la
isla de Lanzarote, ó al menos la de Fuerte-
ventura, situada á ci^i kilómeti?os de aque-
lla oostá^ cuyo litoral se iba réGonodendd,
y esto sin tenw en cuenta k s anteriores ex-
pediciones á estos maíes, ni el recuerdo

(1) Heereo. Be lafc^itíque etc. T. 4.», p, 351.


LIBRO SÉGUKDO 249

que los pilotos neeesariíonente conserva-


rían del archipiélago. Sin embargo, los sa-
bios, comentadores que han ilustrado este
relato, colocan el Cuerno del sur en la Sene-
gambia, y no encuentran analogía alguna
entre las islas canarias y las descritas por
Hannon. (1)
Pudiéramos, con algún esfuerzo y buensí
voluntad, hallar algunas probables semejan-
zas entre la isla que tenia un lago, y la que
posteriormente designa Juba con el nombre
de Ombrios; entre el.Teide en erupción, y el
terror que este fenómeno produjo en los na-
vegantes; pero estas analogías, y otras que
omitimos, con las consecuencias que de ellas
pudieran deducirse, no resolverían de nin-
gim modo la cuestión histórica, cuya solu-
ción tantos han buscado, lanzándonos al
contrario por extraviadas sendas, que lleva-
rían la confusión y la duda al ánimo de los
lectores.
El mismo juicio hemos formado, respecto
á las expediciones marítimas, atribuidas á
Pitheas y Euthimenes de Marsella; pues,

(1) Véanse sobre este asunto:


—CaMpomanes. Antigüedad marítima de la República de
Cartago.
—Bochart. Geographia sacra.
—Gosselin. Recherches sur la geographie des ancieas,
—Renne'n. Geography of Herodotus,
250 HisroBU o£ i^s ISLAS CANABIAS.
si bien está probado, que recorrieron el
Atlántico, en la zona bañada por las costas
cantábrico-lusitanas, las británicas y el mar
Báltico, no hay dato alguno, que nos auto-
rize á afirmar, que reconocieran también
las Canarias, aunque éstas presentasen me-
jores condiciones de colonización, que las
peligrosas comarcas que azotadas- por el
mar del Norte.
LIBRO SEGUNDO 251

IV.

SERTORIO.

Roma no principió á ser conocida como


nación marítima y comercial, sino después
de la ruina y desaparición de Cartago.
Heredera de las colonias fundadas por esta
república sobre las playas que ofrecían ven-
tajas de comodidad y abrigo á sus buques, y
fáciles comunicaciones con el interior del
país, conservó y aumentó aquellos puntos
avanzados, apoyos de su política elterior,
fijando con mayor empeño sus miradas en
las feraces campiñas del África, cuyos re-
yezuelos dominó, haciéndolos tributarios de
su poder.
Durante las guerras que la ambición de
Mario y Sila habia encendido dentro y fue-
ra de Italia, Sertorio, que seguía la par-
cialidad de Mario, se refugió en España, y
después de varias vicisitudes, hallándose
cerca del sitio donde desemboca el Bétis,
252 HISTORIA DÉ LAS ISLAS CANARIAS.

(Guadalquivir), se le presentaron unos ma-


rineros llegados directamente de las islas
atlánticas, y le hicieron de ellas la siguiente
relación:
«Esas islas son dos, separadas entre sí
por un pequeño brazo de mar, y distantes
diez mil estadios del África. Llámanse afor-
tunadas, y son en ellas las lluvias escasas
y serenas. Los vientos soplan sin violen-
cia, derramando provechosos roclos, que dan
fecundidad á la tierra, y la preparan, no
solo para producir todo lo que se quiera
sembrar ó plantar, sino para ofrecer espon-
táneos frutos á un pueblo, que vive en la
abundancia y felicidad de las cosas de la
tierra, exento dé penas y cuidados. El cli-
ma es puro y sano, por no estar sujeto á
bruscas variaciones de temperatura, que
traen consigo las estaciones. Los vientos
del Este y norte, que les envia nuestro Con-
tinente, debiUtados por tan largo trayecto,
pierden su fuerza, antes de llegar á aquellas
playas. Los del sur y oeste llevan consigo
á veces pequeñas lluvias; pero es más fre-
cuente la prodiicceión de vapores, que entol-
dan, refrescan y fecundizan el terreno. Por'
todas estas causas reunidas, se cree, y hasta
aquello® bárbaros lo dicen, que esas islas
son los Caóíp'ós lílíseos canta'dos ^^or Ho-
UBBO SEaUKDO 253

mero, donde habitan las aiwias de los Biena-


venturados.» (1)
Se asegura que feertorio, seducido por la
relación de aquellos marineros, intentó pa-
salr á dichas islasj y colonizarlas; pero sus
soldados, informados de su proyecto, se opu-
sieron tenazmente á que lo realizase, y no lo
dejaron salir de la Bética.
Si «iitudiamos la descripción que antece-
de, solo encontraremos en ella aplicable á
las Canarias, el nombre que se les dá de
^iortunadas, la* bondad del clima, y la fe-
cundidad del suelo, pudiendo racionalmente
dudarse, si los marineros de Seriorio, quisie-
ron referirse en su descripción á aquel gru-
po, ú á otro más ó menos lejano de las cos-
tas de África:
Dos islas separadas por un estrecho brazo
de mar, solo nos recuerda las de Lanzarote
y Fuerteventura; pero, aun prescindiendo
de que su suelo es el más estéril de las Ca-
narias, y no les conviene la entusiasta des-
cripción c^e Plutarco, no es verosímil, que, al
ser exploradas, dejasen de descubrir los
navegantes la cordillera central de Gran-
Canaria, el promontorio de Anaga ó la ele-
vada cima del Téide. (2)
(1) Plutarco. Vida de Sertürio,
(2) £1 piitner vestigio de las Islas Attáatidas lo hallamos
254 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Inútil será, pues, detenernos en comentar


esta aventura, que ningún dato claro y pre-
ciso añade á los ya consignados vagamente
por los poetas griegos y romanos, dejándo-
nos siempre en la misma osouridtad.
Sin embargo, Lucio Floro nos afirma, que
aquel General aportó alas Canarias, cuando
dice: (1)—«que habia penetrado hasta las is-
las Afortunadas al tiempo de emprender sus
navegaciones por el Océano.—» Pero es evi-
dente que estas navegaciones se refieren á
los diversos viages que Sertorio hizo á la
Mauritania, y á las evoluciones de la .escua-
dra, que habia conseguido reunir, y con la
cual se proponia combatir y vencer la de
Annio su adversario.
Dispersa esta escuadra por una horrorosa
tempestad, sobre las costas de la Lusitania,
se asegura que Sertorio aportó á dos peque-
ñas islas del Océano, donde descansó de sus

en un fragmento de Salustio, conservado por Nonio Marce-


lio. Dice así:—«Cujiis duas Ínsulas propinquas inlcr se, et
decem stadium procul a Gadibus sitas, constabat. suopte
ingenio alimenta mortalibus gignere.»—Nonio,—De nume-
ris etcasibus.
Acron, copiando también á Salustio, nos añade: - «lo-
sulee ad quas Saliustius in Historia dicit victum voluisse
iré Sertorium.—»
Edición de Salustio, de Havcrcamp. T. 2 . ' , p . " . ! ! ? y
149.
(1) Missusque inOcen.iura Fortunatas Ínsulas penetra-
vit. Flor6. Hist. Rom. I. 3. c 22.
LIBRO SEGUNDO 255

fatigas y reparó las averias de sus galeras.


Creen también algunos, que estas islas fue-
ran las de Lanzarote y Fuerteventura; pero
la' mayoría de los eruditos designan las de
Madera y Porto Santo, fundándose tal vez
en la latitud donde se hallan éstas colocadas.
256 HISIORU DE LAS ISLAS CANAEIAS.

V. •

JUBA.

Llegamos, por fin, á una época, que ofre-


ce al historiador un dato firme y seguro res-
pecto á la existencia de estas islas, libre de
las nebulosidades que se encuentran en to-
das las relaciones de que antes nos hemos
ocupado.
Entre los reyezuelos que contribuyeron
con su presencia á realzíir el triunfo de
César, cuando éste entró en Roma vence-
dor de Pompeyo, habia un ñipo, heredero
del trono de la Mauritania, Uainado Juba,
como su desheredado padre.
Parece que César fijó en este niño su aten-
ción, y hallándole dotado de una imagina-
ción yiva, de un talento precoz y de una
aplicación superior á sn edad, le facilitó los
medios de recibir una educación científica,
de que el príncipe africano supo aprove-
UBIIO SEGUNDO 257

charsé, antes que le faltara aquella podero-


sa protección.
Andando el tiempo, el joven Juba fué
amigo de Octavio, y éste, vencedor de Mar-
co Antonio, y dueño de los destinos de la
República, le cedió, como recompensa de su
fidelidad y servicios, la corona de Numidia,
que luego le obligó á cambiar por la de la
Mauritania Tingitana, cuando la Numidia
fué incorporada al extenso imperio romano.
Colocado Juba en el trono, continuó con
igual aplicación sus estudios é investigacio-
nes, que le inclinaban al examen de los fe-
nómenos de la naturaleza, y á los progresos
de la G-eografía, nombre que entonces abra-
zaba un campo dilatadísimo de las ciencias
experimentales, llegando al ñn á obtener
una fama tan excepcional entre sus contem-
poráneos, que, en premio de su mérito, lle-
garon á levantarle estatuas.
Deseando este ilustre sabio obtener la ex-
ploración de aquellos paises, hasta entonces
desconocidos, ó cuyo recuerdo parecía olvi-
dado, envió expediciones á las costas occi-
dentales de África, límite por aquél punto
de su vasto imperio, á ñn de que fueran re-
conocidas por tierra y mar, fijando su posi-
ción geográfica, y tomando nota de sus re-
cursos y productos naturales.
258 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

Entre estas expediciones hubo una, que


ha dejado honda huella en la historia de los
adelantos geográficos, conservándonos una
i'ápida noticia de ella el naturalista Phnio.
Esta expedición fué la que Juba envió á
las islas Afortunadas, siendo este .viage el
primero que reviste caracteres de indubita-
da autenticidad, y el que nos suministra da-
tos irrecusables, aunque desgraciadamente
breves ó incompletos, sobre el estado políti-
co social del Archipiélago, en aquellas remo-
tísimas edades.
Al regreso de la misma expedición, y con
las noticias, productos y objetos curiosos, que
sus marinos le ofrecieron, como muestras del
país recorrido, escribió Juba una relación,
de la cual es solo un extracto la que nos
conserva Plinio, por haberse perdido el libro
original.
Transcribiremos por su importancia, y
como base fundamental de la historia de las
Canarias, el fragmento, que, atravesando los
siglos, ha llegado felizmente hasta nosotros.
«Creen algunos, dice Plinio, que allende
el estrecho se encuentran las Afortunadas
y algunas otras islas, de las cuales Seboso
ha fijado el número y la distancia, afirman-
do que Junonia se halla á 750.000 pasos de
Gádes; que las llamadas Pluvialia y Capra-
LIBRO SEGUNDO 259

ria están á igual distancia de Junonia, en


dirección al poniente; que solo hay agua de
lluvia en Pluvialia; que las Afortunadas se
alzan á 250.000 pasos de la costa sudoeste
de la Mauritania; que una de estas islas se
llama Convallis por su figura convexa, otra
Planaria por su mismo aspecto; y por últi-
mo, que la circunferencia de ConvaUis es
de 3.000 pasos, produciendo árboles de 114
pies de altura.»
«Juba averiguó, ademas, respecto de las
Afortunadas, que éstas se sitúan al medio-
día, corriendo hacia el ocaso, distantes
625.000 pasos de la isla Purpurarla, en es-
ta forma: 250.000 pasos hacia el Oeste, y
375.000 al Este.»
Pasando luego á describirlas, añade:
«La primera, llamada Ombrios, no ofrece
vestigio alguno de edificios, tiene en sus
montañas una laguna, y árboles semejantes
á cañahejas, de los cuales se extrae un licor
amargo en los que aparecen de color negro,
y agradable al paladar en los ^ue tienen el
color blanco. Llámase otra isla Junonia, y
en ella se vé un pequeño templo de piedra.
Junto á ésta hay otra del mismo nombre,
pero de menores dimensiones. Viene ense-
guida Capraria, poblada de grandes lagar-
tos, y á la vista de ambas se alza Nivaria,
260 HISTORIA PB LAS ISLAS CANARIAS.

que lleva este nombre por sus nieblas y


perpeitua nieve. Sigue luego Canaria, llama-
da asi por sus perros de gran tamaño, de
los que fueron enviados dos á Juba; se en-
cuentran en ella vestigios de edificios.
Abunda el Archipiélago en árboles frutales,
y en diferentes especies de aves. Las palme-
ras y Los pinos con sus dátiles y pinas, abun-
dan también en Canaria, Hay mucha miel,
y se hallan, además, en sus riachuelos, el
papiro y el esturión. La atmósfera de estas
islas se infesta con la putrefacción de los
animales muertos, que el mar arroja de
oontínuo á sus playas.»(1)
Esta relación que, como hemos dicho, es
la primera legada por la antigüedad hasta
nosotros eon referencia á las Canarias, tiene
toda la importancia, que de su lectura se des-
prende.
De este viage se deduce indubitadamente,
que las islas se hallaban ya habitadas, ha-
biendo en algunas templos y edificios, cu-
yas ruinas se indican. La 'vegetación era
espléndida; las firatas, las aves y los peces
abundaban, y la miel se recogía en sus pe-
ñas y en el hueco de sus árboles.
Mucho se ha discutido en averiguación

(1) Pjinio. Hist. n»t. Lib, 6.», cap. 37.


lilBRO SEftüNDO Mi

de la verdadera oorrespondencia eatre lo»


nombres que los enviadt^ de Juba dieron
á las islas, y los que hoy Eevan, disertación
que, si bien es curiosa, no entraña esa graii
importancia histórica, qu^ después ha que-
rido dársele por algunos de nuestros eroni»-
tas. Indiscutible es que las dos islas princi-
pales se hallan designadas por los nombres
de Canaria y Nivaria, circunstancia impor"
tíaate, que aleja toda sospecha de falsedad,
y no permite dudas respecto á la exactitud
de la narración de Plinio.
Puede, no obstante, as^uraafse, que las
noticias recogidas por Juba, y trasmitidas
hasta nosotros por Estacio Seboso y Plinio
han llegado truncadas, y sin la debida co-
rrelación f esÁAce, ya sea por d^eotode
copistas infieles, ó por ignorancia de sus
mismos comentadores.
Al ocuparse Plinio de las Afortunadas
cita á Estacio, antes que á Juba, lo cual pu-
diera inducimos á error en cuanto á la
fuente donde aquel bebió los datos que
nos suministra, muy dudosos por cierto.
Algunos pretenden que Seboso recogió esas
noticias durante un via,Je que hizo á Cádiz,
sin que hubiese llegado á conocer la rela-
ción de Juba (1); pero oreemos más vero-
f l M i II lili. I II I I •

((] Malte Brun. 1. p . 230 dice:—Statíus Sebostis ro-


262 HISTORIA DE lAS ISLAS CANARIAS.

símil, que consultase la obra de éste, y la


adicionara con todo aquello, que por si mis-
mo pudo averiguar entre los marinos gadi-
tanos. (1)
La colocación arbitraria que Plinio dá á
las islas, y las repeticiones que emplea en
su relato, son indicios vehementes de que
habla de memoria, procurando recordar lo
que ha oido ó leido muchos años antes. La
confusión que también sé advierte en las
distancias, y la nota con que concluye, re-
lativa á la insalubridad del cHma, dándole
por causa la putrefacción de los cadáveres,
que el mar arrojaba á las playas, nos prue-
ba asi mismo, que es preciso admitir con
ciertas reservas sus observaciones.
Sea como fuere, y por más vagas é ine-
xactas que se juzguen esas noticias, noso-
tros las estimamos de grande importancia,
por ser el punto de partida de la verdadera
historia de las Canarias.

cueillit á Gades tous les renseignemens qu' on avait sur les


iles occidentales.—
(1) Macedo. Memoria em que se pertende probar etc.,
p. 23. Lisboa. 1844.
LIBEO SEGUNDO 263

VI.

aiSTORIADORES Y GEÓGRAFOS.

Durante ese brillante período en que la


civilización romana impuso á los pueblos
vencidos, su lenguaje, costumbres, legisla'
oión y literatura, las ciencias históricas y
geográficas, adquirieron un rápido desarro-
llo, siendo objeto preferente de las especu-
laciones de los ingenios más aventajados de
la República y dellmperio.
Ya hemos visto que Juba, filósofo y na-
turalista en la acepción universal que enton-
ces se daba á esta palabra, fué el primero
que obtuvo las noticias más exactas sobre
este archipiélago, siendo evidente que desde
su famosa exploración tomaron estas islas
el nombre de Canarias, ya fuese por los
canes, ingentis magnitudinis, de que nos ha-
bla Plinio, ya por otras diferentes causas,
según otros creen con mejor criterio.
TOMO I. 18
264 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS

Contemporáneo de Juba era, como antes


hemos indicado, Estacio Seboso, quién, al
hablar sobre el mismo asunto, recopiló las
noticias por el mismo adquiridas, y las que
encontró en las obras 4^1 ilustrado monarca
africano.
Ocupábase por ese tiempo Estrabon,
griego de origen, en escribir unos estudios
geográficos, obra importante por ser el resu-
men de todos los conocimientos, que de esa
ciencia poseían en aquella época los roma-
nos, y hablando de las ^ortupadas, dice:
«Los poetas hacen mención de esas islas,
y sabemos que hoy se encuentran no muy
lejanas de la extremidad de la Mauritania,
enfrente de G-ádes»; pero sus datos eran
tan vagos, que ni aún responde de su posi-
ción geográfica (1)
Mas extenso Pomponio Mela, que escri-
bía su compendio geográfico algunos años
después, nos habla del archipiélago en estos
términos.
«Cerca del monte Atlante están las Afor-
tunadas, que abundan en producciones es-
pontáneas, renovadas continuamente para
el sustento de sus habitantes, sin q^e éstos
tengan que cuidar del cultivo de la tierra.

(1) Estr^bop. L. a.», p,' 20A y 224.


IJBRO SEGUNDO 265

como sucede en todos los países, sieodouna


de esas islas muy notable por la circuns-
tancia de poseer dos fuentes, de las cuales,
el agua de la una produce en los que la
beben una hilaridad, terminada por la muére-
te, sin que esta' enfermedad tenga otra cu-
ra, que beber el agua de la segunda fuen-
te.* (1)
Tal vez la leyenda tuviese su origen en
las aguas dulces y amargas de las férulas ó
cañalbejaSj que se encontraban en la isla
Ombriosde Plinio, á las cuales pudo el vul-
go atribuir propiedades extraordinarias.
Ptolomeo, que escribía á mediados del si-
glo II su célebre tratado de Geografía, con
el cual tanta influencia ejerció en los estu-
dios astronómicos, al repetir las noticias
dadas por Juba, cambia sólo los nombres
de algunas de las islas, cuyo número reduce
á seis, colocándolas de norte á sur, y en una
sola línea, sin añadir otra cosa á lo que
antes dejamos mencionado. (2)
Solino, autor del Polyl^istor, extracto de-
(1) Mela. L. 3.". caR. 10.
—Contra (Atlantem) Fortunatse losulee abundant sua
sponte genitis, et subindc alus supet- alus innascentibns
nihil sollicitos alant, bcatius quam alise Urbes excultee. Una
singulariduorum fortium ingenio roaximc insignia, alterum
qui gttstavere, risu solvuntur in mortem; ita adfectis reme-
diam est ex altero bibere —»
(2) Ptolomeo. Lib. 4.», cap. 6.°
266 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

fectuoso de Plinio el viejo; y .Marciano,


gei6grafo griego, que compuso un Periplo,
de cuya obra se han" salvado algunos frag-
mentos, copian ó extractan á Plinió, nó
sieitipre con fidelidad.
Agathemero, autor ó coúipüadoi' de una
geografía, basada en la obra de Ptolomeo,
que vivia á principios del siglo III, asegu-
ra que la tierra más occidental conocida era,
el promontorio Sacro (cabo de San Vicen-
te), pero no habla de las Canarias. (1)
Eumenio en su panegírico á Constantino,
duda de la existencia de las Afortunadas,
tan debilitado se hallaba yá su recuerdo. (2)
A principios del siglo IV,' Seilax, Dioni-
sio Periegeta y Marciano de Heraclea ha-
blaban con incertidumbre de la posición geo-
gráfica del Estrechó, añadiendo el último:
«Se sabe que en la isla de Gádes están
las columnas de Hércules, aunque según al-
gunos, se levantan junto al monte Calpe, en
el mismo estrecho, y otros dicen, que están
junto á dicha isla, como el geógrafo Arte-
midoro.»
Pocos años después escribía Rufo Festo
Avieno, bajo el titulo de—Descripción de
H) Geography Giffici Veteres Minores. T. i.*, p. 158.
(2) Panegírico de Constantino ,Aug,—Panegyrici Vé-
teles.—T. i.», p. 367.^P»ri».—1643. ,
, MBBO SJBSÜNDO 2B7

todo el Orbe,—una obra d^ geografía, en la


cual afirma, que la última tierra habitada
hacia el occidente de África, era la isla Cer- '
ne; y en su otra obra—Ora marítima—ase-
gura, que el Atlántico no era navegable. (1)
Esta opinión se habia generalizado tanto,
que Júnior (2) Servio, y Sulpicio Severo (3),.
escritores todos del siglo IV, hablaban de
las Afortunadas, como de lugares inaccesi-
bles, donde estaba el paraíso prometido á
las' almas, volviendo á recordarnos la leyen-
da de Homero; si bien otros," como Orosio,
copiando á Mela, afirman, que las Afortu-
nadas se hallaban cerca del monte Atlas. (4)
La creciente ignorancia que invadió la
Europa, la desaparición de las bibliotecas,
el abaudono de las colonias marítimas, la
ruina del copaercio y la navegación, y el

(1) üescriplio orbis teirse, es una traducción del griego


en 42 fábulas. Y Ora nriarítima, un poema (geográfico, que
se supone traducido ó imitado de alguna obra púnica.
Poetas latini minores de Wernsdorf.
(2) Júnior Philosopho se expresa así:-
—Después de España se dice que está el Ocíano, cu-
yas aguas aadie ha podido describir, porque túdo es un
yermo solitario, y segua dieen algunos está allí el fin del
mundo.—
Vetus orbis Descriptío. Genova. 1628 p. 17, § 35,
. (3) —Campí Bíysii aut apud Inferos sunt, aut in insulis
Foriunatis; an in lunari circulo.—
(4) UHimus autem flnis ejus (Africse) est mons Atlas,
e t i n s u t e quas Fortunatas vocant,-~Ed. deHavercam.Lugd.
Bat. 1738, p . 12.
268 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS.

eclipse total de las ciencias, acabó de extin-


guir la escasa luz que Juba habia consegui-
do derramar sobre las C&narias. Una losa de
plomo cayó sobre su, nombre, un velo espe-
so envolvió su recuerdo^ y largos siglos de
silencio siguieron á las maravillosas y poé-
ticas relaciones de los atrevidos marinos del
Egipto, Tiro, Fenicia, Cartago y Roma.

FIN DEL TOMO PRIMERO.


ACLARACIONES
Y

DOCUMENTOS.
••?

ACLARACIONES Y DOCÜMEJTOS.

üxtiensióii superficial del Archipiélago.


Long. Lat. KU. Legnas
en kil. en kil. cnadndo* cnadndaB.

Lanzarote y sus islotes. 58 18 741 24'01


Fuerteventura y Lobos. 100 25 1722 65'81
Gran-Canaria. . . . 57 56 1376 44'60
Tenerife . . , . . 86 44 1946 63'07
26 26 378 12*25
47 28 726 23'53
20 20 278 9'01
Total. 394 216 7167 232'28
nrúfenero 9."
Distancias de las Islas entre sí, con Cádiz y
con el Continente Africano
CXDIZ. AFBICA.

195 23 Lan:sarote.

2l0 18 5 Fuerteventura.

330 36 34 15 Canaria.

237 52 46 30 8 Tenerife.

250 60 58 45 22 4 Gomera. - '

259 74 67 57 40 15 10 Palma.

263 68 73 59 36 20 8 12 Hierro.

*:-%-.•.
272 HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS. '

Máméro 3."
Latitud y Longitud de las principales poblacio-
nes del Archipiélago contando la Longitud des-
dé él Olbseryatorío de San Fernando.

'•-^'-«« &. 11: '^ i':


3.^Laa Palmas . . . . i}^'- S ^S" 6; 24"
(Long. O. 9° 12 30
4. ^m.i,ruz(ieienenl&. ^Lo^g Q. iQo 2' 15"
f^* o o , ,. VLat. N. 280 5' 35"
&.-^San Sebastian . . . j j ^ ^ ^ ^ j^» ^^, f^„
Í; « a+ r. J i u i )Lat. N. 28» 40' 3 0 "
6.«-Sta. Cruz de la Palma, j^ong. O ll» 32' 40"

M ú m e r a 4.°
Cuadro de diferencias de longitud.

Punta de, la orchillá (occidenfel


de la Isla del Hierro. . . . 0° 0' 0"
Madrid . 1 4 28 29
San Femando 11 57 26
París 20 30 0
Greenwieh , . 18 9 46
•Pulkova , ., .. .. .. . . . . . 48 29 31
lisboa 9 1 45
9n . . .—, / . . 301 6- M
AOIiARACIONES Y DOCVlÚSmOÜ ,, 273

M ú m e r o &»'
Alturas de las principióles inontaftas, poblaciones
y caseríos de las Canarias sobre él nivel del mar.

LANZAROTE.

MONTAÑAS.

Famára. 684 metros. (1)


Montaña Blanca 598
Cráter de la Corona 591
Hacha graiide 567
M(HÍtáña Roja 207
Graciosa (Isla) . 266
Alegranza (Isla) 287
Montaña Clara (Islote) 94
POBLACIONES.

Teguise 261
San Bartolomé 249
FUERTEVENTURA.

MONTAÑAS.

Orejas de asno 844


La Muda 683
Atalaya 747
Pico del Castillejo 602
Montaña Cardón. . . . . . . 683
Lobos (Meta) 150
POBLACIONES.

OUva 520
(1) Altura absoluta.
274 HISTORIA DB ÜAS ISIAS CAlfABIAS.

Antigua . . . . . . . . . 270 mettos.


Tetír . . . . . . . , ; . . ,260
Pájafa . . . . . . . . . . ,420

GRAN-CANARIA.

MONTAÑAS.
Atalaya (Isleta) 225
Faro (Isleta) 243
Montaña de Agüimes 369
Id. de Tafira 465
Id. de Gáldar 482 . .
Id. de Bandama 560
Pico de Vergara. ; 856
La Lechuzilla 1008
Pilones 1030
Hoya de Bravo 1120
Montaña del Brezo 1270 '
Pan de azúcar 1405
Cruz de los navegantes . . . . 1610
Cuevas del Caballero 1620
Cráter de los Marteles 1706
Saucillo 1850
Nublo 1862
Cascajales 1880
Pozos de la nieve . . . . . . 1910
Los Pechos 1951
POBLACIONES X CASBBÍOS"

• Agaete . 40
Telde . . . 1 2 0
Arúofts • 310
ACURACIONES Y DOCUMENTOS. 275

Agüimes 368 metros.


Tafira . 375
Mogan . . . . . . . . . . . 395
Moya 434
Mócanos (Vega de l o s).... t 477
Santa Brígida . 479
Valsequillo ' . . . . . . . . 558
Teror 590
Vega del M e d i o ' . . . ' . . . . 670
Temisas .• .• 674
Santa Lucia 686
'San Mateo. 783
San Bartolomé 845
Lechuza 923
Texeja 958
Artenara 1279
Cuevas grandes 1300
Monolito del Nublo 112
Azuaje (aguas minerales, fondo del
barranco). 210

TENERIFE.

MONTAÑAS.

Chavique . 1053
Perejil 1383
Montaña negra (Garachico) . . . 1417
Cañadas (apr.) . . . . . . . 2000
Izaña . 2247
Chaborra 2475
Azulejos . . . . . . . . . 2865
276 HisToau DE LAS ISLAS CANARIAS.

Estancia de los Ingleses . . . . 2891 metros.


Pico viejo . 3136
Teide . . . . . ' 3711
POBLACIONES Y CASERÍOS.

Icod 235
Anaga (Faro) , . . 247
Buenavista 257
Realejo bajo 269
Santa Úrsula 27Ó
Victoria 274'
Güimar. 297
Adexe 302
Orotava (villa) 328
Arico 360
Tacoronte 432
Sauzal 454
Matanza 483
Guancha 488
Arafo 495
Laguna 558
Guia. . . 559
San Miguel . . . . . . . . 589
Granadilla 614
Arona 632
Taganana 724
Santiago 962
Vilaflor 1303
Jardín botánico , 200
Agua mansa 1064
ACLAEACIONBS T DOCUMENTOS. 277

PALMA

MOIÍTASAS

Pico de la Cruz . . . . . . . 2358 metros.


Roque de los cquchachos . . . . 2354
Bergoyo 2030
Pino del Cedro 1961
Cabrito. . . ,. : 2015
Tafcande 1449
POBLAeíOÍEg.

Los Llanos. 352


Mazo 400
El Paso. 628
San Andrés . 310
Garafia . . . . "^70
Tijarafe 823
Punta gorda 715
GOMERA-

MONTAÑAS.

Alto de Garajonay 1380


Roque de Agando 1180
Ojila 1000
Fortaleza de Chipude 1245
POBLACIONES.

Valle hermoso 250


Hermigua . . .s 350
Agúlo 240
Alajeró 940
278 HISTOMA DE LAS ISLAS CANARIAS.

HIERRO.

MONTASAS.
Alto de ipal paso. 1416 níetros.
Montaiai de Tenerife . . . . . 1336
Paso de Jinama . . . . . . . 1320
Id. de Tivataje. . 750
Risco de id 1030
Punto culminante, meseta central . 1520'
POBLACIONES.

Valverde . .620
ÍNDICE,

AL LECTOR. " . . . . . • • • • • • • V.
INTRODUCCIÓN I,
LroRO PRIMERO.
EL ARCHIPIÉLAGO CANARIO.

I. Formación geológica del archipiélago. . 129


n . Lanzarote y sus islotes. . . . . . . 149
III. Fuerteventura y el islote Lobos. . . . 157
IV. La Gran-Canaria 163
V. Tenerife 176"
VI. La Gomera 187
VII, La Palma .190
V m . El Hierro .195
EX. Los Salvages 198
X. La Costa noroeste de África . . . . 201
XI. San Borondon 211
X n . Aspecto general 214
LIBRO SEGUNDO.
EDAD ANTIGUA.

I. Filósofos y poetas. 22á


n . Egipcios, Persas, Etruscos. . . . . . 234
n i . Fenicia, Cartago, Marsella S^
IV. Sertorio 251
V. J u b a . 26
PÁG.
VI. Historiadores y Geógrafos. . . ,. • . 263

ACLARACIONES Y DOCUMENTOS.

N." 1.*—Extensión superficial del archipiélago 271


N." 2."—Distancias áe las Islas entre si, con
Cádiz y el Continente africano . . . 271
N." 3^."—Latitud y longitud de las principales
poblaciones del archipiélago. . . . 272
If.» 4.0—Cuadro de diferencias de longitud . . 272
fi.» 5.°—Alturas de las principales montañas,
poblaciones y easearios de las Canarias
sobre el nivel dd DMir . . . . . . 273

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