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Hablamos del materialismo, la idea de que nuestra vida mental emerge de nuestro
cerebro físico. Si escuchas atentamente, si piensas sobre esto, espero que te des
cuenta de que esta es una visión extraña y no natural. No espero que lo creas, al
menos no al principio. De hecho, a la mayoría de la gente le atrae mucho más la
doctrina llamada "dualismo", que es una idea que encontramos en casi todas las
religiones y filosofías, que se hizo explícita por ejemplo en Platón. Pero creo que el
defensor más reflexivo y elocuente del dualismo fue el filósofo René
Descartes. Descartes creía que los animales eran entes materiales; pensaba que la
doctrina materialista era correcta para los animales no humanos. "Pero los
humanos son diferentes" argüía Descartes. En los humanos hay una
dualidad. Nosotros poseemos dos tipos de cosas,
estamos compuestos de dos tipos de cosas. Somos en parte materiales pero
también en parte somos espirituales, independientes, mentales y psicológicos de
alguna manera que no se reduce a lo material. Dio dos argumentos para esto, y
ambos eran razonablemente buenos,
al menos muy persuasivos en su época, y convencieron a muchos y siguen
haciéndolo.
El primer argumento a favor de una naturaleza inmaterial es que los humanos son
capaces de hacer cosas que ninguna máquina o entidad material ha podido
hacer. Puede ser que te sorprenda oir esto, pero Descartes en el s. XVII estaba
familiarizado con los robots. Conocía los jardines reales franceses, una
Disneylandia o Euro Disney del siglo XVII, donde había robots que reaccionaban
cuando te acercabas a ellos o pisabas ciertas piedras.
Por ejemplo, te acercabas a Diana y entonces Neptuno salía de un salto de los
arbustos con un tridente. Esto no estaba hecho con electricidad sino con
agua. Descartes conocía esos robots y se preguntó: "Quizá nosotros somos como
esas cosas, quizá somos solo máquinas que responden al ambiente". Su respuesta
fue que no era posible, quizá sí los animales,
los animales no humanos tal vez, pero el comportamiento humano es mucho más
complejo,
diverso y sutil como para ser explicado de forma tan simple. Volveremos a este
punto más adelante cuando hablemos de Noam Chomsky y su crítica al
behaviorismo, que argumenta que los humanos básicamente responden de una
forma relativamente reflexiva a los estímulos del ambiente. Según Descartes y
Chomsky eso no puede ser, nuestro comportamiento es demasiado complejo para
eso, no podemos ser máquinas. Su segundo argumento esprobablemente más
conocido, y se basa en la intuición. Sostiene que no nos sentimos como
cuerpos. Para decirlo más técnicamente, aplicó la duda metódica. Planteó la
pregunta: ¿Qué sabemos con seguridad y qu´´e podemos cuestionar? Por ejemplo,
puedes creer que naciste en un cierto lugar; puedes estar equivocado, puede que
te hayan engañado. Puedes creer que la Tierra tiene miles de millones de
años, pero puede que haya sido creada hace 100 años
y todos los recuerdos que tus abuelos tienen del pasado han sido
fabricados. Podrías creer, dijo Descartes, que vives en un mundo de cosas, que
estás sentado en una silla o que hay una pared enfrente tuyo o un ordenador
delante. Pero Descartes observa que con frecuencia creemos tales cosas cuando
soñamos, pero nos equivocamos. Observó que los enfermos mentales o
trastornados de alguna forma pueden tener ciertas creencias, pero se equivocan.
Puede que te equivoques al pensar que hay un mundo físico a tu alrededor o que
tienes un cuerpo. Por supuesto es un dilema muy antiguo perfectamente
expresado en la película "The Matrix", que sostiene que creemos que estamos en
el mundo físico cuando en realidad —con la excepción de héroes como Neo y
Trinity— solo estamos conectados a un cierto sistema. Otra versión es que somos
cerebros en una cubeta. Si fueras un cerebro, solo un cerebro colocado en una
cubeta con cables eléctricos que estimulan tus experiencias, no podrías
controlarlo. Quizá tú eres algo así. Los filósofos actuales proponen que es bastante
probable que seamos simulaciones de ordenador. Descartes y sus seguidores
dijeron que hay mucho de lo que no podemos estar seguros, las cosas que
creemos seguras del mundo real pueden ser cuestionadas. Pero —dijo Descartes—
hay una cosa sobre la que no puedes dudar: no puedes dudar tu propia
conciencia ni sobre tu propia existencia. La famosa frase es: "Pienso, luego
existo". Profundizando en esta intuición, partiendo del hecho de que puedes dudar
de que tienes un cuerpo pero no puedes dudar de que tienes una mente,
Descartes escribió: "Supe que era una sustancia cuya esencia o naturaleza es
pensar
y que para ser no necesita ningún lugar ni depende de nada material; es decir, el
alma por la que soy lo que soy es completamente distinta del cuerpo". Esta es la
defensa filosófica del dualismo. Como he dicho, el dualismo surge también del
sentido común. Piensa en cómo describes tu cuerpo, lo haces como si fuera
tuyo: mi brazo, mi corazón, mi cuerpo, mi cerebro, como algo separado que es
tuyo. Piensa en tus intuiciones sobre la identidad personal.
Normalmente, al irse uno haciendo mayor, la conciencia sigue al cuerpo. Cuando
soy 10 años mayor mi mente es 10 años mayor, mi cerebro también, y todo se
conecta, pero, al menos en la ficción, aceptamos que las personas pueden cambiar
de cuerpo. En muchas comedias hay
intercambio de cuerpos; películas en las que alguien se va a dormir siendo una
persona y se despierta siendo otra. Ya entendemos que es ficción, que no es
real, pero le encontramos sentido. Hay una racionalidad intuitiva en eso. No sales
del teatro diciendo: "estoy confundido con todo lo que ha pasado ahí". Más bien,
con una concepción ingenua del "yo", aceptamos al menos que es una
posibilidad que el cambio de cuerpo sea posible. Esto no se limita a películas
actuales; la historia corta más conocida de Franz Kafka comienza con la frase: "Una
mañana, cuando Gregorio Samsa se despertó tras un sueño agitado, se encontró
en su cama transformado en un insecto gigante". La metamorfosis implica ese tipo
de transformación y, mucho antes de eso, en "Ulises" (La Odisea), algunos
personajes son transformados en cerdos por una bruja malvada. Y no solo los
convirtió en cerdos, es mucho peor:
los puso en cuerpos de cerdos. El párrafo dice: "Tenían la cabeza, la voz, las
cerdas y el cuerpo de cerdos, pero sus mentes permanecían intactas. Estaban
encerrados en el corral, llorando". Nuestra idea de que cuerpos y almas están
separados nos permite aceptar la idea de varias personas pueden habitar un
cuerpo. Así es como algunos interpretan los trastornos de personalidad
múltiple, algo a lo que llegaremos al final del curso. También es la raíz de un
concepto que mucha gente mantiene, tanto religiosa como no, que es la idea de
posesión demoníaca: el cuerpo puede ser ocupado por otro. Otra manifestación del
dualismo es que podemos creer en seres inteligentes sin cuerpo. Si mente y
cuerpo están separados surge
la posibilidad de que pueda existir el uno sin el otro. Está claro que hay cuerpos sin
mente. Es lo que es un cadáver. Pero también puede haber mentes sin cuerpo. Es
lo que muchos creen acerca de los dioses o los ángeles, que son seres inmateriales
que pueden pensar, observar,
actuar, pero no tienen cuerpos físicos como los nuestros. Finalmente, y quizás lo
más importante para la gente, es que la idea del dualismo, de que tú no eres tu
cuerpo físico, plantea lo que para muchos es la consecuencia más atractiva, que es
que se puede sobrevivir a la destrucción del cuerpo. Si se pregunta a la
gente, religiosa o no, qué pasará después de que su cuerpo sea destruido, la
respuesta mayoritaria no es que estarán muertos, y ya está, que será el fin de
todo, sino la creencia es más bien que sobrevivirán. Quizás en un mundo
espiritual, tal vez suban al cielo; si tienes mala suerte quizás vayas al infierno, tal
vez te reencarnarás en otro cuerpo, pero la idea es que la destrucción de tu cuerpo
no implica la tuya, porque tú no eres tu cuerpo. Todas estas creencias sobre la
identidad personal, la vida después de la muerte,
la existencia de seres sobrenaturales, sobre Dios: todas descansan, al menos hasta
en una perspectiva dualista. El materialismo, según el cual el dualismo es erróneo,
es una visión audaz y debería ser tratado como tal. No hay que encogerse de
hombros y dejarlo de lado,
sino que hay lidiar con él, tenerlo en cuenta, aceptarlo de mala gana o luchar
contra él.
¿Por qué los psicólogos actuales y los neurocientíficos están tan seguros de que el
dualismo es erróneo? Presenta varios problemas. Uno es que no nos ayuda a
explicar ciertas cuestiones que lo requieren. Recurrir a un mundo y un alma
inmateriales
parece eludir ciertas preguntas que merecen respuesta. En este curso haremos
preguntas tales como: ¿Cómo aprendemos el lenguaje? ¿Qué encontramos
sexualmente atractivo? ¿Cómo funciona la memoria? Son preguntas sobre nosotros
mismos, sobre nuestras mentes. Decir que todo sucede en un reino inmaterial nos
deja sin esperanza a la hora de responderlas.
La segunda preocupación es que en su época Descartes tenía razón al deducir de
las limitaciones de las cosas físicas que nosotros probablemente no somos cosas
físicas.
Pero ahora comprendemos mucho mejor lo que pueden hacer las cosas físicas, lo
que a muchos nos hace posible vernos como tales.
Pienso por ejemplo en los ordenadores y robots. Para Descartes, la idea de que
algo físico pudiera hacer algo tan complicado como jugar al ajedrez sería
absurda. Pero ahora sabemos que cosas físicas —y un ordenador lo es— pueden
hacer eso exactamente. Pueden entender el lenguaje, reconocer
objetos, almacenar cosas en la memoria, hacer deducciones, etc.
Algunas de esas cosas nos las hacen ni de lejos tan bien como una
persona. Cuando hablamos de desarrollo del lenguaje, por ejemplo, vemos que
un niño de dos años usa y entiende el lenguaje mejor que cualquier ordenador.
Hemos de tenerlo en cuenta. Pero ya no es tan absurdo decir que una cosa física
puede hacer todas las cosas diversas y complicadas psicológicamente que hacen
las personas,
lo que significa que hemos de tomar en serio la afirmación de que en realidad
somos entes físicos. La consideración final es que es muy evidente que el cerebro
es la raíz de la vida mental. Dejemos de lado todo esos argumentos
filosóficos, abstractos: la evidencia es abrumadora. En cierto modo siempre ha
existido esa evidencia directa. No hace falta haber nacido en el siglo XX o el
XXI para darse cuenta de que un golpe en la cabeza puede afectar la conciencia o
la memoria, o que enfermedades como la sífilis pueden producir alteraciones de la
voluntad y la conciencia, que la enfermedad de Alzheimer puede quitarte la
racionalidad,
o que el café y el alcohol pueden exacerbar las pasiones. Es evidente en la vida
cotidiana que
los eventos físicos que afectan al cerebro nos pueden afectar a nosotros mismos,
lo que sugiere que, al menos, nuestra vida mental está conectada íntimamente con
el cerebro.
En los últimos años ha ocurrido algo más: hemos desarrollado tecnologías que
permiten observar directamente el cerebro, estudiar su activación y deducir lo que
piensa la gente a partir de los patrones de la activación del cerebro. Es decir,
puedes poner a alguien escáner, hacer una IRM y decir si está pensando en el el
lenguaje, en la música o en el sexo. La tecnología se desarrolla hasta un punto en
el que no será imposible —quizás para algonos, cuando estéis oyendo esto— poner
a alguien durmiendo en el escáner de IMR y saber a partir sus patrones y sus
disparos neuronales lo que está soñando. Resulta difícil tener esto en cuenta y
mantenerse en la idea del dualismo. Aunque el materialismo sea incómodo y
desagradable, es una visión que la ciencia nos obliga a adoptar.
Neuronas
Vamos a hablar de las partes del cerebro y lo que hacen. Tienen funciones que
cumplen distintos fines, hacen cosas diferentes, por lo que los daños en sitios
diferentes tienen efectos diferentes. Por eso, al observar una resonancia
magnética funcional (fMRI), una tomografía (PET) o cualquier registro de la
actividad neuronal, se puede descifrar qué sucede en base a su localización. Si
bien estoy hablando del cerebro, sería más preciso y completo refiriéndome al
cerebro y partes de la médula espinal. No necesitamos el cerebro para todo. Hay
ciertas actividades en las que no interviene, como la succión de un bebé, retirar la
mano ante el dolor o vomitar. Pero, en todo lo demás que vamos a tratar
aquí, hablaremos del cerebro. Algunas estructuras importantes del cerebro,
denominadas subcorticales, están debajo de la corteza, es decir, en el centro del
cerebro. Incluyen partes del cerebro como la médula, que controla funciones
automáticas como el latido cardíaco, la presión arterial, tragar, etc. Incluyen el
cerebelo, con funciones de equilibrio corporal y coordinación muscular, que
contiene unos 30 mil millones de neuronas, que no es poco; El hipotálamo, que
participa en el hambre, el sexo, la sed y otros apetitos. Cuando hablemos de
emociones o deseos viscerales, volveremos a esas partes del cerebro. Para los
aspectos de nuestra psicología específica, la que nos diferencia como
humanos, nos centraremos en la capa externa, la corteza cerebral, que está
completamente plegada. Si tomáramos un cerebro, extrajéramos la corteza y la
extendiéramos, como si fuera la alfombrilla que llevamos en el maletero del
coche, tendría una superficie de unos 45 x 45 cm. Por eso está muy plegada en el
interior del cráneo. Tiene un grosor de unos tres milímetros. Ahí es donde reside la
actividad, al menos la que nos interesa ahí es donde tiene lugar. Es el área del
razonamiento, el lenguaje y la percepción compleja.
Los peces no tienen corteza cerebral, los reptiles y las aves un poco, y los
primates, incluyendo los humanos, tienen mucha corteza cerebral. Si la
observamos se diferencian dos mitades: el hemisferio izquierdo y el
derecho. Observando esas dos mitades, se distinguen en la corteza
cerebral diferentes lóbulos. Desde la frente hacia atrás tenemos primero el lóbulo
frontal, situado en la frente; el lóbulo parietal, el lóbulo occipital y el lóbulo
temporal. Cada uno de estos lóbulos, tiene particularidades, que vamos a
comentar. Otro aspecto muy interesante de la corteza es que incluye mapas, que
son localizaciones topográficas donde lo que está cerca en el cerebro también lo
está en el cuerpo. Hay una área motora que si ha de activarse hay partes del
cerebro y partes del cuerpo que se activan en consecuencia. Como todos
sabemos, el dedo medio está cerca del pulgar, que a su vez está más cerca del
codo. Si están cerca en tu cuerpo también lo están en tu cerebro en un área
somatosensorial primaria, que es el órgano de los sentidos. Si a alguien, en la
mesa de operaciones, le estimulas ese área, experimentará cosas tales como un
sonido, un destello de luz o un impacto. En el lóbulo occipital, hay un mapa para la
visión y en el lóbulo temporal otro para el sonido. Lo genial es que he comentado
que ese mapa es topográfico, pero el tamaño de las áreas del cerebro no
corresponde a las del cuerpo sino más bien a su función sensorial o motora. Se han
dibujado imágenes artísticas de personas con el cuerpo proporcional a las áreas en
el cerebro. Se ve que el tronco del cuerpo es relativamente pequeño, pero las
manos son enormes y la cara también porque en ellas residen muchas
sensaciones. Hay mucha más sensación en la mano que en toda la espalda aunque
esté separada. Parte de la corteza tiene estas áreas espaciales pero es menos de
una cuarta parte. El resto participa en cosas importantes como el lenguaje, el
razonamiento, los pensamientos morales, etc. Surge la pregunta de cómo lo
sabemos, cómo sabemos las funciones de las distintas partes del cerebro, cuáles
están involucradas y por qué. Hay diversas respuestas. La primera es que podemos
escanear el cerebro. Utilizamos resonancia magnética, un campo magnético de
alta frecuencia, para observar la actividad cerebral, qué partes están activas al
hacer cosas diversas. También tenemos los llamados experimentos naturales, que
son tumores, derrames cerebrales o accidentes de moto que dañan parte del
cerebro y podemos preguntarnos qué daño a una cierta parte del cerebro
corresponde a las funciones afectadas. A través de esos diferentes métodos hemos
aprendido sobre las partes del cerebro y sus funciones y podemos hablar sobre
algunos trastornos específicos debidos a un daño cerebral, derrame o trauma. Por
ejemplo, la apraxia, que es la incapacidad de realizar acciones
tales como despedirse con la mano o usar el tenedor para llevar comida a la
boca. No estás paralizado, puedes hacer los movimientos si es necesario, pero no
coordinar movimientos básicos en acciones complejas. También está la
agnosia, que es un trastorno de la percepción. No es que no puedas ver, pero no
puedes reconocer lo que ves. Algunos la denominan ceguera psíquica. Las
personas con agnosia pueden describir las partes de una imagen, pero no pueden
reconocer los objetos representados. Es una forma de agnosia visual.También está
la prosopagnosia específica, que impide reconocer caras. Oliver Sacks escribió
hace años un libro maravilloso titulado "El hombre que confundió a su mujer con
un sombrero" planteando casos de personas con trastornos neurológicos
inusuales. El caso del título del libro se trataba de un hombre incapaz de reconocer
rostros. No podía distinguir la cara de su esposa de un sombrero. Formas más
leves de prosopagnosia que padecen algunas personas — para ser sincero, hay
algunas caras horribles— consisten en reconocer los rostros como tales pero sin
distinguir de quién se trata. Les resulta muy difícil reconocer a las
personas. Existen problemas como el síndrome de inatención que son trastornos
que bloquean una parte del mundo. Puede haber daños en partes del cerebro que
bloquean el lado izquierdo del mundo. No es solo algo físico: por ejemplo, si le
pides a alguien con ese trastorno que dibuje un reloj, pondrá los 12 números en el
lado derecho del reloj. Es como si no pensara en el lado izquierdo del mundo. Tal
vez el problema ni siquiera es sensorial, sino de atención. Hay afasias, que son
trastornos del lenguaje, algunas de las cuales son expresivas como la afasia de
Broca, que imposibilita el habla. Fue famoso el caso de una persona que sólo podía
usar la palabra "tan" (bronceado), decía "tan", "tan","tan", pero no podía decir
nada más. También está la afasia receptiva en la que una persona puede hablar,
pero lo que dice no tiene sentido y le cuesta muchísimo entender a los demás.
Hay muchos otros trastornos. como el que comentamos al hablar de Phineas Gage
y sus variantes, en las que el daño cerebral —es discutible si fue su caso, pero hay
otros en que está mucho más claro— hace perder el sentido moral, de lo correcto y
lo incorrecto,
la capacidad de autocontrol, para reprimir tu conciencia. Hablaremos de todo eso a
lo largo del curso pero la moraleja es que:
a) la función tiene localización, en cierto sentido corresponde a diferentes áreas
del cerebro;
b) es otro argumento contra el dualismo. Lo vemos en cualquiera que defienda que
la mente no es el cerebro y a quien le costaría explicar por qué el daño cerebral
parece afectar aspectos muy íntimos e importantes de nosotros mismos.
Un poco de humildad
Hemos hablado del materialismo, de los motivos y evidencias por los que los
psicólogos lo postulan y hemos hecho un recorrido rápido por el cerebro. Pero
quiero volver al meollo de la cuestión que es que la opinión actual de los
psicólogos, neurólogos y otros científicos respaldada por múltiples evidencias, es
que el dualismo es incorrecto. La mente es el cerebro. No hay dos sustancias, sino
una. Quiero recordar lo radical de esta idea, para que la gente se preocupe, igual
que me preocupa a mí. Puede que creas en seres espirituales,
seres sobrenaturales con conciencia pero sin cuerpos, como dioses. Si el
materialismo está en lo cierto, no es sólo que no tengamos almas, sino que quizá
no existan. Por decirlo de otra forma, no existe vida mental fuera del cuerpo. Más
concretamente, quizás esperes que al morir tu cuerpo cuando seas muy viejo, o te
atropelle un autobús, o lo que sea, seguirás viviendo, irás al cielo, a un mundo
espiritual, o te reencarnarás, o lo que sea. Psicólogos y neurocientíficos, hablando
honestamente, dirían que eso no tiene sentido. Tú, tus recuerdos, tu voluntad, lo
que te hace ser tú mismo es tu cerebro físico, y cuando este se vaya, también tú te
irás. La gente tiene que pensar cómo asumirlo. Sin embargo, con lo que quiero
acabar —porque todo esto suena inquietante y muy arrogante, el que los
científicos pretendan responder a las cuestiones más profundas—, quiero terminar
con dos notas de humildad: la primera es que el concepto de la mente que
encaja con la visión materialista que he presentado es que la mente es un
procesador de información, un ordenador, y tratamos el cerebro como la parte
física, el hardware, y nuestra vida mental las ideas, procesos, nuestra
heurística, nuestros algoritmos, como el software, como los programas que ese
hardware ejecuta. Esta manera de ver las cosas
funciona muy bien cuando se trata de actividades como reconocimiento de caras,
lenguaje, control motor, lógica, etc. Pero queda lo que el filósofo David
Chalmers denomina el difícil problema de la conciencia. La sensación de cerrar de
golpe la puerta de un coche, comer huevos revueltos con salsa picante, o tener un
orgasmo, o apenarse por la muerte deun amigo, etc., etc., etc. Esos sentimientos,
la sensación de cómo es, la experiencia subjetiva que muchos creen imposible de
simular por ordenador y se preguntan si esa podría ser realmente la actividad del
cerebro. Si es cierto, y yo lo creo así, que incluso esas experiencias más
cualitativas son producto de la actividad cerebral, debemos admitir que ignoramos
cómo suceden. Hay una cita de Thomas Huxley: "¿Cómo es posible que algo tan
importante como un estado de conciencia sea el resultado de la alteración del
tejido nervioso? Es una cuestión tan inexplicable como la aparición del genio
cuando Aladino frotó su lámpara.Huxley dice que parece magia. Cómo una
estructura física alterada por neurotransmisores y señales eléctricas moviéndose
adelante y atrás a través de las neuronas puede originar sentimientos es un
misterio, parece magia, y creo que tiene razón. Creo que sabemos que se originan
en el cerebro pero, para ser honestos, no sabemos cómo. La segunda nota de
humildad se refiere al hecho de que el materialismo plantea una concepción
mecanicista de la vida mental, pero a muchos de nosotros, como profesionales y
como personas, nos preocupa lo que podríamos llamar valores humanistas. Valores
como la noción de responsabilidad moral, el libre albedrío,
la idea de que somos responsables de nuestros actos, de que ese concepto existe,
tiene un valor intrínseco, quizás un valor espiritual. Resulta difícil conciliar esto con
la idea de que somos simplemente cerebros y hay dos formas de afrontarlo: una es
simplemente rechazar los valores humanistas, y conozco filósofos y psicólogos que
defienden con convicción que el libre albedrío no existe, ni la moralidad, ni nada
superior o espiritual; conozco muchas más personas que rechazan la ciencia, que
opina que si la neurociencia les dice que sus decisiones y sus actividades no son
más que disparos neuronales, al diablo con la neurociencia. Mi opinión es que
ambas cosas pueden conciliarse. No es fácil, pero creo que es posible conciliar una
concepción mecanicista de la vida humana con los valores humanistas. Volveré
sobre ello una y otra vez durante el curso, y en mi charla final intentaré
presentar con más de detalle lo que quiero decir y cómo se puede defender esa
conciliación.
Freud
El enfoque psicodinámico
Fases de desarrollo
Mecanismos de defensa
Skinner
Condicionamiento clásico
Condicionamiento instrumental
El tercer y último mecanismo de aprendizaje que comentaremos es el
condicionamiento instrumental, también conocido como condicionamiento
operante. Es el aprendizaje de la relación entre acciones y recompensas y
castigos. Es aprender lo que funciona y lo que no, cuáles de tus acciones conducen
a resultados positivos y cuáles no. Es muy diferente del condicionamiento
clásico. El condicionamiento clásico es pasivo. Te sientas y observas cómo
interactúan los estímulos, respondes a ellos, y como resultado de la coincidencia
de, digamos,la campana y la comida, aprendes cosas. El condicionamiento
instrumental u operante se basa en tus propias acciones. Actúas sobre el mundo y
la forma en que el mundo trata tus acciones moldea la naturaleza de tus acciones
futuras. Skinner, aunque no concibió la idea del condicionamiento instrumental, se
basó en él. Su principal programa de investigación teórica y experimental se
enfocó en la medida en que el condicionamiento operante puede dar forma a la
conducta de los humanos y otros animales. Los fundamentos teóricos
del condicionamiento operante fueron establecidos por el psicólogo Edward
Thorndike. Thorndike se dio cuenta, en estudios con animales, que estos no
parecían aprender a través de la percepción inmediata, sino más bien a través de
una serie de actividades al azar que hacían cada vez mejor. Su ejemplo fue poner
un gato en una caja rompecabezas. En este vídeo se explica lo que hizo
Thorndike. >> ¿Cómo se aprende una habilidad nueva? Esa fue una cuestión que
empezó a fascinar a Thorndike. Para responderla, construyó varias cajas
rompecabezas ingeniosas, de las cuales los gatos solo podían escapar accionando
pestillos. >> Ahí te metes...