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ESTADÍSTICA ESPAÑOLA

Vol. 42, Núm. 146, 2000, págs. 189 a 204

El mercado de trabajo y su medición en


España

por
DIEGO CANO SOLER(1)
JOSÉ LUIS CENDEJAS BUENO
CARLOS RUIZ FONSECA
DAVID MARTÍN HEREDERO

Sin menoscabo de la relevancia que tiene la información cuantitativa en cual-


quier ámbito de la actividad humana, la disponibilidad de información completa y
fiable sobre el trabajo resulta de especial importancia dado que la misma muestra
una utilidad inmediata en la evaluación de la toma de decisiones, tanto para la
autoridad económica como para los agentes sociales. Se añade el hecho de que
por constituir el desempleo el principal déficit en convergencia real que muestra la
economía española respecto a las de la Unión Europea, una medida estadística
correcta resulta tanto más necesaria para el análisis económico, la comprensión del
fenómeno y la posterior adopción de medidas.
Esta información cobra mayor protagonismo al tener en cuenta las nuevas con-
diciones en que se desenvuelve nuestra economía tras la integración en la UEM.
En lo referido a la política económica, el hecho de que la soberanía monetaria
resida actualmente en el Banco Central Europeo y la fiscal esté restringida, de
forma coherente con la política monetaria que pretende desarrollarse, a patrones
de déficit nulo y reducción del endeudamiento, obliga a las autoridades nacionales
a un replanteamiento íntegro de las políticas tradicionalmente denominadas del


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“lado de la oferta”. Y en el lado de la oferta ocupa su lugar por excelencia el merca-


do de trabajo junto al resto de mercados de factores productivos. El análisis de las
políticas de oferta se realiza, por su ejecución y por percibir sus consecuencias de
forma inmediata y directa los agentes económicos, en el ámbito microeconómico. A
su vez, en este ámbito, el volumen de información crece exponencialmente con el
grado de desagregación que pretenda alcanzarse. En consecuencia, en un entorno
económico como el que pretende construirse en Europa, y ya de por sí relevante, la
información estadística sobre el trabajo resulta esencial.
Una primera delimitación del tipo de información requerido en el análisis del
mercado de trabajo se puede realizar a partir de los conceptos tradicionales, no
directamente observables, de demanda y oferta que son sustituidos por los precios
y cantidades observadas. Si bien sobre la cantidad, esto es, el nivel de empleo, la
perspectiva es la misma para oferente y demandante, no es así para el precio. En
este sentido hay que distinguir siempre entre percepción salarial recibida por el
trabajador y coste laboral. Ambos lados del mercado perciben, en consecuencia,
distintos precios, algo que no resulta neutral en absoluto en términos de decisiones
de oferta y demanda de trabajo. La consideración adicional de aspectos contrac-
tuales, demográficos, sociales, etc., amplían de forma considerable el conjunto de
información probablemente necesario en determinados análisis. Piénsese también
que el surgimiento continuo de nuevas actividades económicas y, por tanto, de
necesidades laborales nuevas, obliga además, a una actualización permanente de
ese conjunto de información. Como puede intuirse, la medición de magnitudes
agregadas, ligada a una concepción tradicional del análisis macroeconómico y
manteniendo una utilidad indudable, pierde progresivamente importancia relativa en
favor del análisis microeconómico.
Se precisaría entonces, al elaborar estadísticas del trabajo, considerar desde
esta perspectiva los procesos de transformación económica y surgimiento de
nuevas actividades, así como la naturaleza de las relaciones contractuales estable-
cidas entre los agentes que las ejercen, donde la prestación de servicios acogida al
Derecho Mercantil podría resultar en un futuro cercano un sustitutivo a las relacio-
nes laborales que actualmente se acogen al Derecho Laboral.
En lo que sigue, procedemos, en el apartado 1, a una breve descripción de las
estadísticas disponibles en España para el análisis del trabajo, remitiendo a las
publicaciones citadas al lector que desee un mayor detalle. En el apartado 2 reali-
zamos un análisis en sus rasgos agregados del mercado de trabajo en España a
partir de información proporcionada por la Encuesta de Población Activa. Como se
verá, la misma muestra una utilidad indudable en el análisis coyuntural del mercado
de trabajo que relacionaremos con la evolución macroeconómica general de la
economía española durante el periodo 1976-1999. A partir de la EPA y del análisis
EL MERCADO DE TRABAJO Y SU MEDICIÓN EN ESPAÑA 191

realizado, podremos inferir, en especial por la comprensión que permite del desem-
pleo en España, la importancia de información adicional en sentido cuantitativo y
cualitativo. En la misma dirección apuntan las necesidades de evaluación de las
políticas que tratan de influir sobre el mercado de trabajo, la evolución de los resul-
tados de la negociación colectiva, o bien de las actuaciones puntuales y de mayor
calado como las relativas a las reformas de la legislación laboral. De otro lado, los
procesos de introducción de nuevas actividades productivas, que es preciso anali-
zar, orientan asimismo sobre el tipo de estadísticas que se precisarán en un futuro
inmediato. Estos aspectos, a manera de conclusiones, los apuntamos en el aparta-
do 3.

1. MEDICIÓN DE LAS VARIABLES DEL MERCADO DE TRABAJO EN ESPAÑA

Describimos a continuación los principales fuentes disponibles sobre el trabajo


en España. En las mismas conviene atender como primer criterio, a su naturaleza
de encuesta o bien de información obtenida a partir de un registro administrativo,
en cuyo caso existe este filtro adicional que delimita el tipo de información suminis-
trado. En ambos casos hay que considerar si la perspectiva es la del oferente o la
del demandante, de especial relevancia al considerar el precio del trabajo como ya
se indicó.
La Encuesta de Población Activa, fuente estadística por excelencia del mer-
cado de trabajo en España, se elabora a partir de las recomendaciones de la
Conferencia Internacional de Estadísticas del Trabajo (OIT). Su cuestionario se
ajusta a los Reglamentos al respecto de la Unión Europea por lo que resulta apta
para comparaciones internacionales. Su periodicidad y el hecho de que venga
elaborándose trimestralmente desde 1976, la convierten además en magnífico
indicador tanto estructural como coyuntural como se comprobará en el siguiente
apartado de este trabajo.
Merece la pena recordar los conceptos de ocupado y parado que aplica la EPA.
Ocupado es la persona de 16 o más años que ha trabajado al menos una hora
durante la semana de referencia, a cambio de cualquier tipo de remuneración. Por
su parte, parado es quien, durante esa semana, además de no haber trabajado, ha
estado buscando activamente empleo y disponible para trabajar. En el autocalifica-
tivo de parado pesa sin duda la intencionalidad de la respuesta, lo que a veces se
ha alegado para infravalorar la cifra de paro que arroja la EPA, sobre todo cuando
se la compara con la información suministrada por otras fuentes como el INEM. La
información sobre actividad, ocupación y paro se presenta con un nivel de desa-
gregación considerable. Añade la EPA información relativa a variables relacionadas
(sexo, edad, estado civil, nacionalidad, formación, ocupación, actividad del estable-
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cimiento, tipo de contrato, tipo de jornada, etc.) de indudable utilidad en el análisis


de relaciones cruzadas. A partir de la EPA se elaboran anualmente la Encuesta de
Migraciones y bianualmente la Estadística de Flujos. Los Resultados Detallados de
la EPA cuentan con el valor añadido de incorporar información, cruzada con otras
preguntas de la encuesta, relativa al nivel de estudios completado, su orientación y
características. Se ha añadido recientemente un módulo sobre transición de la
educación o formación inicial al mercado laboral. Cabría además pedir a la EPA
una consideración más detallada de los trabajadores extranjeros con independen-
cia de su tiempo de residencia en España.
También de naturaleza coyuntural, periodicidad trimestral y complementaria de
la anterior, la Encuesta de Salarios en la Industria y los Servicios del INE pro-
porciona información sobre el número de horas trabajadas y la ganancia media(),
ambas por trabajador y mes atendiendo al sector y a la categoría profesional.
Todos los pagos se recogen en términos brutos, es decir sin descontar las cotiza-
ciones a la Seguridad Social por parte del trabajador y el Impuesto sobre la Renta
de las Personas Físicas. El ámbito poblacional incluye a los trabajadores por cuenta
ajena en establecimientos de 5 ó más trabajadores. Resulta ser la fuente de infor-
mación salarial coyuntural por excelencia.
De naturaleza coyuntural y periodicidad trimestral, está proyectado para 2001 el
Índice del Precio del Trabajo, que recogerá la evolución de los precios de la mano
de obra por sus distintos componentes (salarios, prestaciones obligatorias y volun-
tarias, etc.) Este índice pasará a formar parte de los indicadores salariales armoni-
zados de la UE.
De naturaleza estructural, la Encuesta de Estructura Salarial() de la que se
dispone la correspondiente a 1995 y de periodicidad cuatrienal, resulta ser la
encuesta de mayor envergadura realizada en España en este ámbito. El hecho de
que se base en la obtención individual de un vector de datos individuales permite
llevar a cabo análisis relativos a la estructura y distribución salarial, ocupación,
antigüedad, tipo de contrato, adscripción a convenio, edad, sexo, nivel de estudios,
etc. Esta constituye la ventaja fundamental de esta encuesta frente a otras fuentes
de información salarial donde se dispone de información agregada o media por
empresas, establecimientos o colectivos homogéneos.
También de naturaleza estructural y periodicidad cuatrienal es la Encuesta de
Coste de la Mano de Obra (o Laboral), siendo la más reciente la correspondiente a
1996. A diferencia de la encuesta anterior, se adopta la perspectiva del otro lado


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EL MERCADO DE TRABAJO Y SU MEDICIÓN EN ESPAÑA 193

del mercado, esto es, del demandante de trabajo. Tiene por objetivo conocer el
nivel, estructura y composición del coste del factor trabajo considerando explícita-
mente los costes no salariales a cargo del empleador. Entre estos últimos merece
la pena recordar, por su importancia en la negociación de eventuales reformas del
mercado de trabajo, los relativos a las cotizaciones a la Seguridad Social a cargo
del empresario y las indemnizaciones en caso de despido. Asimismo resultan de
interés, por su influencia en los costes laborales, las bonificaciones y subvenciones
al empleo, a la formación profesional y otras deducciones fiscales. De forma simul-
tánea a ésta se elabora la Encuesta sobre el Tiempo de Trabajo que recoge
información sobre la jornada pactada, las horas efectivamente trabajadas, las no
realizadas y las perdidas.
De otro lado, en el Registro de Afiliación a la Seguridad Social se encuentran
todas las personas en alta laboral que declaran la realización de una actividad
laboral o su vínculo con una empresa. Su número se correspondería con el número
de puestos de trabajo desde el punto de vista de la empresa. Puede presentar
problemas de duplicación en caso de cotizar como autónomo y como trabajador por
cuenta ajena. En relación a la medida de la ocupación que pueda suministrar, hay
que tener en cuenta que este Registro no considera afiliados a determinados
funcionarios y sí a los que se jubilan anticipadamente. Por ello se utiliza en el
análisis con preferencia la cifra de ocupación suministrada por la EPA y, de forma
complementaria, el número de afiliados a la Seguridad Social.
La Estadística de Empleo del INEM constituye el origen de las cifras de paro
registrado y de la nueva contratación. En relación al desempleo, las discrepancias
entre su registro en el INEM y su medida a través de la EPA son considerables,
especialmente desde 1990, en que se impusieron una serie de requisitos para ser
considerado parado a efectos INEM. Por ejemplo se excluyen de la consideración
de parados los estudiantes y los beneficiarios del PER. Asimismo no toda persona
en situación de paro obviamente se registra como tal. La información sobre nueva
contratación resulta de interés en lo relativo a la valoración de la acogida que tienen
nuevas modalidades de contratación, o bien bonificaciones que eventualmente
entran en vigor con el objetivo de fomentar la contratación de determinados colecti-
vos. La información sobre beneficiarios y prestaciones por desempleo, que también
gestiona este organismo, constituye una fuente imprescindible en los análisis de
incentivos a la búsqueda de empleo.
El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales elabora además un conjunto de
información entre la que se incluyen la Encuesta de Coyuntura Laboral, la Encuesta
de Calidad de Vida en el Trabajo, así como las estadísticas de Mediación, Arbitraje
y Conciliación, de Huelgas y Cierres Patronales, de Permisos de Trabajo a Extran-
jeros, de Regulación de Empleo, de Convenios Colectivos de Trabajo, y de Acci-
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dentes de Trabajo. De este conjunto de estadísticas merece la pena destacar las


relativas a los convenios colectivos. Poniendo en relación los aumentos salariales
acordados con los finalmente registrados, medidos no obstante a partir de otras
fuentes, puede obtenerse una aproximación a los deslizamientos salariales, índice
clave tanto de la inflación imprevista como de la presión de la demanda de trabajo.
Se añade también información sobre la jornada pactada.
La Encuesta de Coyuntura Laboral de periodicidad trimestral y tomando como
sujeto la empresa, recoge la evolución de los efectivos laborales y su composición
según diversas características, información relativa al tiempo de trabajo y su distri-
bución, y sobre el tipo de contratación. Resultan de interés las expectativas empre-
sariales en torno a la evolución de las plantillas. El Ministerio de Trabajo utiliza para
su elaboración el Fichero de Cuentas de Cotización de la Seguridad Social.
Fuentes adicionales son las constituidas por las fuentes fiscales donde cabe
citar la publicación Empleo, salarios y pensiones en las fuentes tributarias. Para el
sector agrícola, desde 1953, se elabora la Estadística de Salarios Agrarios que
contempla diversas categorías laborales por comarcas agrarias homogéneas. Por
su parte, la Central de Balances del Banco de España proporciona información,
para la muestra de empresas que responden a dicha encuesta, sobre la evolución
de los costes laborales desglosando por sus componentes de precio y cantidad.
Esta información puede relacionarse, en este contexto contable, con la evolución
de otros componentes de costes, así como del margen empresarial.
Sin duda el objetivo deseable en la elaboración de estadísticas del trabajo, pero
costoso, es la adopción del punto de vista de determinado agente a partir del cual
obtener un vector de información lo más extenso posible tanto de variables de tipo
económico como social que pueda utilizarse en el análisis de relaciones cruzadas,
de un lado, y en perspectiva temporal de otro. La homogeneidad de la muestra y la
extensión de la cobertura apuntan en la misma dirección de mejora de la informa-
ción suministrada con la contrapartida de un mayor coste. Resultado de este equili-
brio son las estadísticas disponibles que globalmente podemos juzgar como ade-
cuadas.
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2. EL MERCADO DE TRABAJO EN ESPAÑA SEGÚN LA EPA. APROXIMA-


CIÓN MACROECONÓMICA A SU EVOLUCIÓN COYUNTURAL()

Abordamos en este apartado el análisis de la evolución temporal de las magni-


tudes más agregadas de la EPA. Tras un primer análisis descriptivo donde conside-
ramos la oferta de trabajo, la estructura de la ocupación y la del paro, pasamos a
realizar una somera interpretación del comportamiento macroeconómico general
que constituye el principal componente explicativo de dicha evolución.
Comenzando por la oferta de trabajo, el primer análisis descriptivo pasa por las
cifras absolutas agregadas. El primer indicador de la oferta potencial de trabajo
presente en cualquier economía nacional se deriva de la población existente. La
española crece durante los 24 años que van de 1976 a 1999, en 3,3 millones de
personas lo que supone un incremento de un 9%, mientras que la población poten-
cialmente trabajadora, la mayor de 16 años y menor de 64(), lo hace en un 21,6%.
Es decir, 2,4 veces más que el crecimiento total de la población. El elevado creci-
miento demográfico que experimenta España durante los años 60 y buena parte de
los 70, se deja sentir durante todo el periodo, en que una masa de jóvenes de
ambos sexos se incorpora al mercado de trabajo.
Esta disparidad de cifras (9% frente a 21,6%) nos informa, sin duda, de un drás-
tico descenso de la natalidad cuyas consecuencias sobre el mercado de trabajo
son relevantes en el momento presente y lo serán más en un futuro inmediato. El
proceso de paulatino descenso de la tasa de crecimiento de la población total se
manifiesta en que ésta pasa de contar con más de un 1% de crecimiento anual en
1977 a un 0,12% en 1999, muy cercano al 0% del estancamiento. La población en
el intervalo de edad 16 a 64, es decir, la potencialmente activa, crece por encima de
la población total siempre, salvo en 1977 y 1978 en que la natalidad todavía no ha
experimentado su brusco descenso. Los dos últimos años, 1998 y 1999, indican ya
un descenso de la población potencialmente activa. En función de estos datos se
deduce la existencia de una importante presión demográfica sobre el mercado de
trabajo a lo largo del periodo, más importante durante la primera mitad de los años
80, reconocida por la generalidad de los analistas. Esta comienza a desaparecer de
forma brusca en la segunda mitad de los 90 por el descenso agudísimo de la tasa
de natalidad que tiene lugar durante la década de los 80.


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Es obvio que la población potencialmente trabajadora no lo es de forma efectiva.


Por ello, en relación al análisis del mercado de trabajo, es preciso considerar la
población efectivamente activa habida cuenta además de la importancia que puede
revestir el flujo de personas que decide incorporarse al mercado de trabajo en
función de su situación coyuntural. Esta posibilidad hace también que la menciona-
da presión demográfica no se manifieste de forma homogénea sobre el mercado de
trabajo sino “por oleadas” en respuesta a las decisiones voluntarias de búsqueda
de empleo. El crecimiento de la población activa oscila en relación al momento
cíclico de la economía y, haciendo abstracción de dichas oscilaciones cíclicas, es
como se aprecia el aumento neto de dicha población.
La población activa crece durante el periodo 1976-1999 en un 23,5%. Cifra 2,6
veces superior al crecimiento total de la población. El crecimiento de la población
activa cuenta con unos valores más elevados en 1982 y 1983, en el intervalo que
va de 1986 a 1990, y de nuevo, de 1993 a 1999. Se corresponden con periodos
expansivos que constituyen un incentivo para la incorporación a la población activa
de personas, bien desanimadas tras buscar empleo, o que antes no se habían
planteado hacerlo. Si bien este efecto hace que la tasa de paro no se reduzca todo
lo rápido que cabría esperar cuando la economía crece, también tiene por conse-
cuencia aminorar la tasa de aumento del paro cuando la economía va mal.
De este fenómeno resulta también el siguiente hecho. La existencia de un fondo
de población potencialmente trabajadora, aunque no activa, está permitiendo ahora
y lo seguirá haciendo previsiblemente en próximos años, disponer de trabajo cuan-
do parecen apuntarse situaciones, todavía muy localizadas, de exceso de demanda
del mismo. Por ejemplo, en los años 1998 y 1999 la población de 16 a 64 años ha
disminuido, sin embargo la población activa ha aumentado considerablemente (no
obstante ha de tenerse en cuenta que la decisión de trabajar no se produce por lo
común de forma inmediata a los 16 años).
En relación a la evolución y estructura de la ocupación, cabe decir que du-
rante el periodo que va de 1976 a 1985, la población ocupada disminuye en 1,9
millones de personas. La ocupación es en 1985 un 14,8% inferior a la de 1976. La
destrucción neta de empleos arranca precisamente de mediados de los 70, ya que
en la primera mitad de la década, la población ocupada se mantuvo en torno a un
nivel de 13 millones, cifra que no se vuelve a lograr hasta 1998. En efecto, la
recuperación de los niveles de empleo que se inicia en 1986 alcanza un máximo en
1991 con 12,6 millones de ocupados. La posterior recesión que va de 1992 a 1994
disminuye la ocupación en 800.000 personas. Desde 1995 la recuperación de los
niveles de ocupación permite alcanzar máximos en 1999 y 2000 que ya superan las
cifras de inicios de los 70.
EL MERCADO DE TRABAJO Y SU MEDICIÓN EN ESPAÑA 197

En consonancia con lo anterior la tasa de ocupación disminuye progresivamente


hasta 1986, aumenta de 1987 a 1992, y comienza de nuevo a aumentar una vez
superado el bienio 1993-94. En 1999 la tasa de actividad y la de ocupación están
separadas aún por 10 puntos porcentuales, mientras que en 1976 la brecha era de
3 puntos. Tampoco se ha recuperado todavía la tasa de ocupación de 1976 aunque
hay que tener en cuenta que el denominador de la misma ha crecido considerable-
mente durante el periodo. Se deduce, de nuevo, que España aún dispone, a pesar
del reciente descenso de la población en edad de trabajar, de un potencial de
población trabajadora considerable.
En relación a la estructura de la ocupación y comparando la situación al princi-
pio y al final del periodo total (1976-1999) considerado contamos con que:
i) Aumenta el número de asalariados en términos absolutos (2,2 millones de
personas) y relativos (en 10,5 puntos porcentuales). En consonancia, disminuye el
de no asalariados en 1,1 millones de personas perdiendo, lógicamente, un peso de
10,5 puntos porcentuales sobre el número total de ocupados. El descenso del
número de no asalariados es progresivo careciendo de oscilaciones coyunturales.
Este descenso puede ser preocupante en la medida en que sea indicativo de
pérdida de iniciativa empresarial.
ii) Considerado todo el periodo, el aumento del número de asalariados se ha
producido tanto en el sector privado como en el público pero no de la misma forma.
En el primero el aumento neto de la ocupación ha sido de un 17% ganando 4,4
puntos porcentuales. En el sector público el aumento del número de asalariados ha
crecido en un 75% con una ganancia de 6,1 puntos porcentuales. La asalarización
creciente que hemos comentado tiene que ver, en consecuencia, con el crecimiento
del sector público habido en estos años. De todas formas, al final del periodo
(1999), del total de la población ocupada, el 62,1% son asalariados del sector
privado, el 16,3% del sector público y el 21,6% son no asalariados.
iii) El sector agrícola pierde ocupación progresivamente y al margen de las os-
cilaciones cíclicas de la economía. La ocupación agrícola y pesquera es en 1999 el
37% de la que había en 1976. En porcentaje de ocupación hemos pasado de
contar con 1 de cada 5 personas ocupadas en este sector (21,7%) en 1976 a sólo
un 7,3% en 1999, ni 1 de cada 10. De ser una cifra comparativamente alta en 1976
respecto al patrón existente en nuestro entorno europeo, actualmente no existe
apenas diferencia. En los años considerados se ha completado, en consecuencia,
el proceso de pérdida de ocupación agraria iniciado en España en los años 50 y 60.
iv) En el sector industrial se ha producido una pérdida apreciable de ocupación.
La misma ha disminuido en 679.000 personas lo que supone un descenso de un
19,6% respecto a 1976. En puntos porcentuales la industria supone ahora un
198 ESTADÍSTICA ESPAÑOLA

20,1% de la ocupación cuando en 1977 suponía un 27,3%. Para la construcción, y


a diferencia de la agricultura y la industria, el nivel de ocupación no manifiesta una
tendencia decreciente en el periodo considerado.
v) Dada la evolución de la ocupación en la agricultura, la industria y la construc-
ción, ha debido ser el sector servicios el que ha experimentado un aumento de la
misma. En efecto así es, tanto en cifras absolutas con 3,3 millones de personas
más ocupadas en este sector, lo que supone un aumento neto de un 63,5% en el
periodo considerado, como en términos relativos con una destacada ganancia de
20,7 puntos porcentuales. Estos últimos son obviamente los perdidos por la agri-
cultura y la industria. Actualmente el porcentaje de ocupación en servicios es de un
61,9%.
En resumen, se comprueba que los veinticinco años considerados por la EPA
trimestral suponen la finalización del proceso de pérdida de importancia relativa del
sector agrícola en el conjunto del empleo. La pérdida de peso relativo de la indus-
tria y la ganancia en los servicios, o proceso de terciarización, es propio de econo-
mías plenamente desarrolladas. De otro lado, aunque relacionado con el aumento
de la asalarización y el proceso de terciarización, las transformaciones institucio-
nales que han supuesto el crecimiento de las administraciones públicas han deriva-
do en un aumento de la ocupación en el sector público, que, no obstante, parece
estabilizada en el entorno de los 2,2 millones de asalariados.
Por último, en relación a la evolución y estructura del paro por sexos, las ci-
fras absolutas del paro establecen la existencia de un fondo de parados en el
entorno de los 2,5 a los 3,5 millones de personas durante los 17 años que van de
1983 hasta 1999, sin duda unas cifras escandalosas por la magnitud, pero también
por la duración del problema. Las tasa de paro de la economía española ha sido y
sigue siendo la más alta de los países europeos. Ha habido momentos en que una
de cada cuatro personas que manifestaban su deseo de trabajar no encontraba
trabajo. La actual tasa de paro EPA aún se mantiene muy elevada tras una impor-
tante reducción de 5 puntos porcentuales de 1997 a 1999.
Respecto a su evolución temporal, se comprueba que éste es tendencialmente
creciente aunque mejore en los momentos de importante crecimiento, de 1985 a
1990, y desde 1994. Hasta 1985 el paro crece, y en el periodo 1985-88 decrece
pero muy lentamente a pesar de crecer sustancialmente la población ocupada. Esto
está relacionado con el importante aumento de la población activa que hemos
comprobado que se produjo en esos años. El paro solo se reduce de forma rele-
vante de 1988 a 1990, y luego, en el último quinquenio.
Sin que podamos, a partir de estos datos, separar las causas, sin duda en este
aumento continuado del paro que llega hasta 1985 se han de contabilizar gran
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parte de los 1,9 millones de personas que pierden su empleo hasta esa fecha, pero,
sobre todo, una incorporación masiva de jóvenes de ambos sexos, aunque espe-
cialmente mujeres, al mercado de trabajo. El aumento neto de activos correspon-
diente a la población masculina fue, de 1976 a 1999, de 537.000, lo que supone un
aumento en todo el periodo de un 5,7%. La población activa femenina ha aumenta-
do en algo más de 2,5 millones, lo que ha supuesto un aumento de un 65,7%.
Resulta, en consecuencia, fundamental para entender el problema del paro en
España la consideración de la incorporación definitiva de la mujer al mercado de
trabajo, aunque no al empleo.
A partir de las tasas de actividad se observa que en 1976 el 36,3% de las muje-
res en edad de trabajar formaba parte de la población activa, frente a un 92% de
los hombres. Las tasas de ocupación y de paro resultaban peor para las mujeres en
un 1 punto porcentual. Al final del periodo, en 1999, el 50,2% de las mujeres en
edad de trabajar forman parte de la población activa frente a un 78,6% de los
hombres. En tasas de ocupación y de paro la diferencia en contra de las mujeres es
de 11,9 puntos porcentuales y la tasa de paro femenina es más del doble de la
masculina.
El proceso de incorporación al mercado de trabajo no ha resultado homogéneo
a lo largo del periodo y ha estado relacionado con la situación coyuntural siendo
más importante este factor para las mujeres que para los hombres. Como se indicó
ya, la tasa de crecimiento de la población activa femenina ha sido varias veces
superior a la masculina. Todavía al final del periodo, mientras que el crecimiento de
la masculina está próximo al 0%, la femenina continua aumentando (en 1999 la
primera es de un 0,11%, la segunda de un 2,27%). De estas apreciaciones y de lo
apuntado en los párrafos precedentes en torno al paro, se deduce que el potencial
de población activa aún existente en la economía española es principalmente
femenino.
En relación al comportamiento macroeconómico general hay que tener en
cuenta que la evolución de la coyuntura laboral queda delimitada por la producción,
esto es, la posición en el ciclo económico, la estructura de los mercados y los
factores institucionales. Y ésta, a su vez, por un factor condicionante exterior que
hace que la economía española “siga de cerca” las fluctuaciones cíclicas de los
países de su entorno. Para los comentarios que siguen dividiremos el periodo 1976-
1999 en tres subperiodos separados por los años 1985 y 1994 que constituyen
puntos de inicio de expansiones cíclicas.
En el periodo comprendido entre 1976 y 1985 los choques exteriores (petró-
leo), los choques de oferta (salarios y productividad) y los choques de demanda
(tipo de interés) configuraron un escenario económico con destrucción neta de
empleo que llevaron la tasa de paro al 21,5% en 1985.
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El choque del petróleo de 1973 no se repercutió de forma inmediata en nuestro


aparato productivo, lo que provocó que los agentes económicos, en concreto las
unidades de producción, no percibieran la necesidad de readecuar sus procesos
productivos al coste de este factor, con lo que el choque de 1980 acumuló los
efectos ya producidos con anterioridad. El efecto que tiene el aumento del precio de
un factor productivo sobre el resto depende de la capacidad que tengan los agentes
de sustituirlo sin que empeoren sus procesos de producción. La consecuencia del
encarecimiento de esta materia prima fue por tanto una menor demanda del resto
de factores, por consiguiente una menor demanda de empleo.
Con este choque externo confluyó un choque de oferta producido por los au-
mentos salariales reales, es decir, subidas generalizadas de salarios nominales por
encima de la inflación, durante el periodo comprendido entre 1975 y 1985. Los
aumentos salariales no acompañados de incrementos de la productividad se trasla-
daron a una menor demanda de empleo por parte de las empresas.
Considerando al capital como factor productivo, es decir, actuando por el “lado
de la oferta”, puede decirse que un tercer choque de oferta fue la política monetaria
restrictiva que tuvo lugar en ese periodo en que los tipos de interés en términos
reales pasaron a tener valores positivos en un breve plazo de tiempo después de
haber registrado niveles negativos a causa de la inflación. Esto supone un coste
adicional para las empresas que deben tomar sus decisiones de asignación de
factores bajo el panorama descrito de encarecimiento simultáneo de tres factores
productivos. Simultáneamente, la elevación de los tipos de interés constituye un
choque de demanda en la medida en que éstos afectan a las decisiones de consu-
mo e inversión.
Como consecuencia necesaria de esta situación, el mercado de trabajo reflejó
de 1976 a 1985 un balance consistente en un descenso de la ocupación del 14,4%,
es decir, 1,8 millones de personas perdieron su empleo, la mayoría asalariados (1,2
millones, lo que supuso un descenso del 14,92%). Por sectores tanto la agricultura
como la industria fueron los que registraron las mayores pérdidas de ocupación que
se cifraron en 800.000 personas en cada sector aproximadamente. La construcción
con 400.000 fue el sector que mayor variación registró para el periodo, esto es, un
descenso de un 36,0%.

Estos datos confirman no sólo una desfavorable coyuntura en el mercado de


trabajo, sino que también son el punto de inicio de lo que se constituiría en dese-
quilibrio estructural básico del mercado de trabajo español. En efecto, en términos
de paro, en el subperiodo 1976-1985 se registró un aumento de 2,3 millones de
parados, llegando la tasa de paro en 1985 del 21,5%.
EL MERCADO DE TRABAJO Y SU MEDICIÓN EN ESPAÑA 201

A los factores económicos considerados anteriormente, hay que añadir otros,


también lógicamente relevantes como la finalización del proceso de incorporación
de la mujer al mercado laboral, los demográficos ya apuntados, y factores políticos
que impidieron el necesario ajuste salarial.

A partir de 1984 se inicia una importante recuperación económica motivada en


gran medida por el incremento de la inversión que se produjo como consecuencia
de las favorables expectativas que se abrieron con la incorporación de España a
las instituciones comunitarias. El crecimiento económico, no obstante, fue desequi-
librado, con aumentos progresivos de los déficits público y exterior (por cuenta
corriente).
La expansión del gasto público que se produjo a finales de los 80 y principios de
los 90, presionando sobre la demanda, ocasionó un incremento de la inflación que
motivó una política monetaria restrictiva de altos tipos de interés. La entrada consi-
guiente de capital exterior apreció la peseta deteriorando fuertemente nuestra
competitividad. La insostenibilidad en el tiempo de estos desequilibrios desembocó
finalmente en devaluaciones de la peseta en los años 1992 y 1993, y la entrada en
recesión, que no obstante, se produjo también en el resto de Europa.
El aumento de la ocupación de 1986 a 1994 fue escaso (600.000 personas) re-
gistrando un incremento para todo el periodo del 5,6%. La mayor parte de este
crecimiento lo registraron los asalariados en 900.000 personas, es decir, un au-
mento de un 12,4%, lo que implica la disminución del número de no asalariados por
la diferencia.
Por sectores, cabe destacar que el sector servicios fue el que más contribuyó al
aumento de la ocupación (1,2 millones de personas) con un crecimiento del 21,9%.
Le siguió la construcción que registró una variación total en el subperiodo del
24,7% con un 200.000 ocupados más. El comportamiento negativo lo experimenta-
ron la agricultura y la industria que acumularon una pérdida conjunta de 800.000
ocupados, siendo significativa la variación experimentada en la agricultura que
disminuyó su ocupación en un 35,5%. El paro creció en términos netos, de 1986 a
1994 en 700.000 personas, un 26,3%. Este incremento del paro alcanzó su cota
mas significativa en 1994 con una tasa del 24,2%.
A partir de 1994 comienza en España un proceso de recuperación económica,
que se inicia con la determinación de un tipo de cambio real más realista que
contribuyó a la considerable aportación del sector exterior al crecimiento económi-
co, y en segundo lugar con la continua reducción de los tipos de interés debido,
además de a la corrección de la inflación que produjo la recesión, a la política de
convergencia nominal que permitió la participación en la UME desde su comienzo
en 1999.
202 ESTADÍSTICA ESPAÑOLA

Esta fase alcista del ciclo se diferencia de la anterior porque el crecimiento re-
sulta equilibrado y con tasas que superan el 3% anual. La contención monetaria
junto a la ejecución de reformas estructurales, todavía insuficientes, supusieron un
abaratamiento de los costes y una ganancia de competitividad, ventajas que no
obstante, en los dos últimos años (1999 y 2000) parecen agotadas.
Este crecimiento se ha reflejado en el mercado de trabajo en un aumento de la
ocupación de un 14,7% de 1995 a 1999, en niveles 1,7 millones de ocupados más.
Por sectores se señala la favorable situación del empleo en la industria, pues
durante este subperiodo, su nivel de ocupación ha aumentado en 300.000 perso-
nas, y del sector servicios con 1,2 millones ocupados adicionales. La mayor varia-
ción relativa la experimentó la construcción con un aumento de un 28,9%.
En cuanto al desempleo, se ha reducido en casi un millón de personas de 1995
a 1999, lo que supone una tasa de variación del 27,3%. Estas cifras situan la tasa
de paro en el 15,9% en 1999. Esta reducción del desempleo ha favorecido la
reducción del paro estructural de la economía española, contribuyendo a la conver-
gencia real con los países de nuestro entorno, proceso, no obstante, del que queda
todavía un camino por recorrer.

3 ANÁLISIS DE LOS MERCADOS DE TRABAJO Y PROCESOS DE TRANS-


FORMACIÓN ECONÓMICA

En principio, el análisis y medición de las variables del mercado de trabajo en


España no tiene porqué resultar de mayor ni menor dificultad que en otra economía
equiparable a la nuestra, por lo que los comentarios que siguen bien podrían ex-
tenderse a otras. Éstos tienen que ver con las transformaciones previsibles del
mercado de trabajo en España y con las necesidades de medición que traerán
consigo.
Del análisis realizado en el anterior apartado, ha quedado patente el factor ma-
croeconómico que explica en medida considerable la evolución de nuestro mercado
de trabajo contemplado a través de la EPA. Resulta, no obstante, preocupante la
dificultad que ha tenido, y aún tiene la economía española para absorber el desem-
pleo generado, bien por destrucción de ocupación, bien por aumento de la pobla-
ción activa. A su vez, los niveles europeos, a los que pretendemos converger, no
resultan satisfactorios objetivamente. El reto para España resulta doble; de un lado
converger en términos reales hacia la Europa “mejor situada”, pero de otro, en la
Europa “mejor situada” comienza a preocupar el diferencial en crecimiento y crea-
ción de empleo respecto a Estados Unidos, por lo que nuestro proceso de trans-
formación ha de resultar de mayor envergadura.
EL MERCADO DE TRABAJO Y SU MEDICIÓN EN ESPAÑA 203

Se alega que el mayor crecimiento y capacidad de creación de empleo que ha


manifestado la economía de Estados Unidos a los largo de los años 90 respecto a
las economías europea y japonesa, se ha debido a la incorporación sistemática de
las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Esta incorporación
habría sido posible gracias a la existencia de un mercado laboral flexible donde los
desajustes sectoriales se resuelven, constituyendo el desempleo un fenómeno
friccional derivado de procesos de búsqueda con elevada probabilidad de éxito. En
las economías europeas, el entramado institucional vigente, además de estar
segmentado por economías nacionales, habría delimitado un entorno más reacio
en general al cambio tecnológico, tanto más cuanto más rápido tenga lugar éste.
Además de la regulación estrictamente laboral, una fiscalidad más gravosa y
unos mercados de bienes y servicios finales más regulados y menos competitivos,
estarían en el origen de este comportamiento diferencial. Todo ello habría creado
una estructura de incentivos generadora de rigideces, donde ésta se lee en térmi-
nos de ausencia de movilidad entre empresas, funcional, geográfica y salarial. Se
añade la ausencia de una integración real de los mercados de trabajo en Europa,
ya que además de poderosas barreras lingüísticas y culturales, influye el no reco-
nocimiento entre Estados de los derechos pasivos generados.
Se es consciente de que las consecuencias de este cambio tecnológico afectan
de forma íntegra a todos los componentes del proceso productivo. Desde las
formas organizativas, los procedimientos de remuneración, la relación jurídica entre
los agentes involucrados, hasta el tipo de formación requerido, donde este último, a
su vez, afecta al conjunto del sistema educativo y a la empresa en la medida en
que ésta sea la obligada a llevarla a cabo. La exigencia laboral resulta cada vez
mayor para ambos lados del mercado: sobre la empresa recae un compromiso de
formación y sobre el trabajador que se convierta en auténtico empresario de su
capital humano.
En economías de servicios, como así se ha comprobado es la española, con to-
davía una ingente capacidad laboral ociosa, y a pesar de ello, con vacantes secto-
riales localizadas, la exigencia para agentes y autoridad económica es doble. La
reforma del mercado de trabajo en España precisa de un conocimiento lo más
detallado posible de la distribución de contratos vigente, la antigüedad en el puesto
y la formación adquirida, por poner unos ejemplos. Esta información es útil, no sólo
para el cálculo monetario de las reformas o medidas propuestas, sino más impor-
tante, para el análisis de las causas de la rigidez y de la conveniencia de los cam-
bios que eventualmente se introdujeran. Es necesario conocer las capacitación
laboral a un nivel suficiente como para que permita evaluar la capacidad de adap-
tación de un trabajador a otra ocupación, y desde el otro lado del mercado, las
requisitos formativos del puesto de trabajo. Éste último tampoco ha de suponerse
204 ESTADÍSTICA ESPAÑOLA

inalterable ya que las transformaciones productivas rompen una supuesta unión


entre puesto y trabajador.
En definitiva, como quedó apuntado, la prestación laboral deviene cada vez más
en prestación de servicios del capital humano. En este sentido la información de
interés es microeconómica por naturaleza y el vector de características bastante
extenso superando con creces el binomio precio cantidad. Las estadísticas han de
realizar un esfuerzo análogo de ampliación de su contenido informativo, además de
exigírseles transformación constante dentro de la continuidad necesaria para
permitir la comparación intertemporal.

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