En medio de tanto sufrimiento y dolor que vivimos quisiera tratar de ver lo positivo de toda

esta situación: recuperación de la capa de ozono, valoramos aún más a nuestros seres
queridos, nos comunicamos más y con ello estamos más cercanos a pesar de estar
distanciados físicamente y realmente nos ha invitado a poner la mirada en lo que es
esencial:, Dios y la familia.
Esto me recuerda al “escándalo de la cruz”. En medio de tanto dolor y sufrimiento ¿qué
podría salir bueno? La Semana Santa, esta es la ocasión para poner nuestros ojos en el
Crucificado y la situación coyuntural vivida nos invita a poner la mirada en lo esencial.
¿Qué podemos ver en la cruz de esta Semana Santa? Queda un Crucifijo, una Cruz que
parece señalar la derrota definitiva de aquel que había traído la luz a quien estaba sumido
en la oscuridad, de aquel que había hablado de la fuerza del perdón y de la misericordia,
que había invitado a creer en el amor infinito de Dios por cada persona humana.
Pero miremos bien a Jesucristo crucificado entre la tierra y el cielo, contemplémosle con
una mirada más profunda, y descubriremos que la Cruz es el signo luminoso del amor, de la
inmensidad del amor de Dios, algo que nunca habríamos podido pedir, imaginar o esperar.
Dios se ha inclinado sobre nosotros, ha llegado hasta el rincón más oscuro de nuestra vida
para tendernos la mano y alzarnos hacia Él, para llevarnos hasta Él. Dios es capaz de vencer
la muerte, el pecado, el mal, y darnos una vida nueva, resucitada. En la muerte en cruz del
Hijo de Dios, está el germen de una nueva esperanza de vida.
Fijemos nuestra mirada en Jesús crucificado y redescubramos en medio del dolor que
vivimos hoy (de esta cruz) el germen de una nueva esperanza de vida y pidamos en oración:
Ilumina, Señor, nuestro corazón, para que podamos seguirte por el camino de la Cruz; haz
morir en nosotros el «hombre viejo», atado al egoísmo, al mal, al pecado, y haznos
«hombres nuevos», hombres y mujeres santos, transformados y animados por tu amor.
Amén.