Está en la página 1de 16

La historia de la CAPÍTULO

27
macroeconomía

H emos dedicado 26 capítulos a presentar el modelo que utilizan la mayoría


de los economistas para estudiar las cuestiones macroeconómicas y las
principales conclusiones que extraen, así como los temas en los que discrepan. Es
fascinante ver cómo se ha construido este modelo. Esa es la historia que queremos
contar en este capítulo.

El Apartado 27.1 comienza con los inicios de la macroeconomía moderna,


con Keynes y la Gran Depresión.
El Apartado 27.2 pasa a la síntesis neoclásica, que es una síntesis de las
ideas de Keynes y las de economistas anteriores, que dominó la macroecono-
mía hasta principios de la década de 1970.
El Apartado 27.3 describe la crítica de las expectativas racionales, el duro
ataque contra la síntesis neoclásica que llevó a revisar por completo la ma-
croeconomía en las décadas de 1970 y 1980.
El Apartado 27.4 da una idea de las tendencias de las investigaciones actuales
El Apartado 27.5 concluye exponiendo de nuevo las ideas comunes, el con-
junto de proposiciones básicas en las que coinciden la mayoría de los ma-
croeconomistas.

807
27.1 Keynes y la Gran Depresión
La historia de la macroeconomía moderna comienza en 1936, con la publica-
ción de The General Theory of Employment, Interest and Money, de John Ma-
ynard Keynes. Cuando Keynes estaba escribiendo la General Theory, le confe-
só a un amigo: «Creo que estoy escribiendo un libro sobre teoría económica
que revolucionará en gran medida –no creo que enseguida, sino en los próxi-
mos diez años– la forma en que el mundo aborda los problemas económi-
cos».
Keynes estaba en lo cierto. El momento en el que se publicó el libro fue
una de las causas de su éxito inmediato. La Gran Depresión fue no sólo una
catástrofe económica, sino también un fracaso intelectual para los economis-
tas que estudiaban la teoría de los ciclos económicos, como se llamaba en-
John Maynard Keynes tonces a la macroeconomía. Pocos economistas tenían una explicación cohe-
rente de la Gran Depresión, de su profundidad o de su duración. Las medidas
económicas tomadas por la administración Roosevelt en el marco del New
Deal se basaban en el instinto más que en la teoría económica. La General
Theory ofrecía una interpretación de los hechos, un marco intelectual y un
claro argumento a favor de la intervención del Estado.
La General Theory ponía énfasis en la demanda efectiva, es decir, en lo
que actualmente llamamos demanda agregada. Según Keynes, a corto plazo,
la demanda efectiva determina la producción. Aunque esta acabe retornando
a su nivel natural, el proceso es lento en el mejor de los casos. Una de las citas
más famosas de Keynes es: «A largo plazo, todos estaremos muertos».
En el proceso de obtención de la demanda efectiva, Keynes introdujo mu-
chos de los componentes de la macroeconomía moderna:
La relación entre el consumo y la renta y el multiplicador, que explica
cómo pueden magnificarse las perturbaciones de la demanda y provocar
mayores cambios de la producción.
La preferencia por la liquidez (la expresión que utilizó Keynes para referir-
se a la demanda de dinero), que explica cómo puede afectar la política
monetaria a los tipos de interés y a la demanda agregada.
La importancia de las expectativas en el consumo y en la inversión; y la
idea de que los instintos animales (los cambios de las expectativas) consti-
tuyen un importante factor que subyace a las variaciones de la demanda y
de la producción.
La General Theory era mucho más que un tratado para economistas. Tenía
claras implicaciones para la política económica y estaba en sintonía con la
época. Era irresponsable esperar que la economía se recuperara por sí sola. En
medio de una depresión, tratar de equilibrar el presupuesto no sólo era una
estupidez, sino algo peligroso. Era esencial utilizar la política fiscal para que
el país retornara a un elevado empleo.

27.2 La síntesis neoclásica


En pocos años, la General Theory había transformado la economía. No todo
el mundo se convirtió y pocos estaban de acuerdo con toda ella. Pero la ma-
yoría de los debates comenzaron a girar a su alrededor.
A principios de los años cincuenta, había surgido un gran consenso basa-
do en la integración de muchas de las ideas de Keynes y las de los economis-
Paul Samuelson tas anteriores. Este consenso se llamó síntesis neoclásica. Por citar a Paul
Samuelson en la edición de 1955 de su libro de texto Economics, que es el

808 Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica / Olivier Blanchard • Daniel Pérez Enrri
primer manual moderno de economía: «En los últimos años, el 90% de los
economistas estadounidenses han dejado de ser economistas keynesianos o
economistas antikeynesianos y han trabajado en pro de la creación de una
síntesis de lo que hay de valioso en la vieja economía y en las teorías modernas
de la determinación de la renta. El resultado podría denominarse economía
neoclásica y es aceptado, en líneas generales, por todos los autores, salvo por
el 5% de los de extrema izquierda y extrema derecha».
La síntesis neoclásica iba a ser la corriente dominante durante otros veinte
años. Los progresos fueron asombrosos y puede decirse que el periodo com-
prendido entre principios de los años cuarenta y principios de los años setenta
fue la edad de oro de la macroeconomía.

Progresos en todos los frentes


La primera tarea tras la publicación de la General Theory fue formalizar mate-
máticamente lo que quería decir su autor. Aunque Keynes sabía matemáticas,
había evitado utilizarlas en la General Theory. Un resultado fue la aparición
de interminables controversias sobre lo que quería decir y sobre la posibilidad
de que hubiera fallos lógicos en algunos de sus argumentos.
El modelo IS-LM
Se propusieron algunas formalizaciones de las ideas de Keynes. La más influ-
yente fue el modelo IS-LM, desarrollado por John Hicks y Alvin Hansen en los
años treinta y principios de los cuarenta. La versión inicial de este modelo
–que era, de hecho, muy parecida a la que presentamos en el Capítulo 5 de
este libro– se criticó por mutilar muchas de las ideas de Keynes. Las expecta-
tivas no desempeñaban ningún papel y el ajuste de los precios y de los sala-
rios estaba totalmente ausente. Sin embargo, el modelo IS-LM sirvió de base
y como tal tuvo un inmenso éxito. Los debates comenzaron a girar en torno a
las pendientes de las curvas IS y LM, a las variables que faltaban en las dos
relaciones, a las ecuaciones de precios y salarios que debían añadirse al mo-
delo, etcétera.
Las teorías del consumo, la inversión y la demanda de dinero Franco Modigliani

Keynes había subrayado la importancia del comportamiento del consumo y de


la inversión, así como de la elección entre el dinero y otros activos financieros.
Pronto se hicieron grandes progresos en los tres frentes.
En la década de 1950, Franco Modigliani (que entonces era miembro de
la Universidad Carnegie Mellon y, más tarde, profesor del MIT) y Milton Fried-
man (entonces profesor de la Universidad de Chicago y de la Hoover Institu-
tion at Stanford) desarrollaron por separado la teoría del consumo que vimos
en el Capítulo 16. Ambos insistieron en la importancia de las expectativas en
la determinación de las decisiones de consumo.
James Tobin, profesor de la Universidad de Yale, desarrolló la teoría de la
inversión, basada en la relación entre el valor actual de los beneficios y la in-
versión. Esta teoría fue ampliada y contrastada por Dale Jorgenson, profesor de
la Universidad de Harvard. En el Capítulo 16, vimos esta teoría.
Tobin también desarrolló la teoría de la demanda de dinero y, en términos
más generales, la teoría de la elección entre los diferentes activos basada en la
liquidez, el rendimiento y el riesgo. Su obra ha servido de base no sólo para
mejorar el tratamiento de los mercados financieros en macroeconomía, sino
James Tobin
también para elaborar la teoría de las finanzas en general.

Capítulo 27 • La historia de la macroeconomía 809


La teoría del crecimiento
Paralelamente a los estudios sobre las fluctuaciones, resurgió el interés por el
crecimiento. Mientras que las economías habían permanecido estancadas en
el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países
crecieron deprisa en los años cincuenta y sesenta. Aunque experimentaran
fluctuaciones, su nivel de vida aumentó rápidamente. El modelo de crecimien-
to desarrollado en 1956 por Robert Solow, profesor del MIT y que vimos en los
Capítulos 11 y 12, sirvió de marco para estudiar los determinantes del creci-
miento. Fue seguido de multitud de estudios sobre el papel que desempeñan
el ahorro y el progreso tecnológico en la determinación del crecimiento.
Los modelos macroeconométricos
Todas estas aportaciones se integraron en modelos macroeconométricos cada
Robert Solow
vez mayores. El primer modelo macroeconométrico estadounidense, desarro-
llado por Lawrence Klein, profesor de la Universidad de Pensilvania a princi-
pios de los años cincuenta, era una relación IS ampliada con 16 ecuaciones.
Con el desarrollo de la contabilidad nacional (y, por lo tanto, con la existencia
de mejores datos) y de la econometría y los computadores, los modelos se am-
pliaron rápidamente. La labor más importante fue la construcción del modelo
MPS (MPS es la abreviatura de MIT-Penn-SSRC, las dos universidades y el centro
de investigación Social Science Research Council que participaron en su elabo-
ración), desarrollado durante la década de 1960 por un grupo de personas en-
cabezadas por Modigliani. Su estructura seguía siendo el modelo IS-LM amplia-
do más un mecanismo de la curva de Phillips. Pero todos sus componentes –el
consumo, la inversión y la demanda de dinero– reflejaban los tremendos pro-
gresos teóricos y empíricos que se habían realizado desde Keynes.

Keynesianos frente a monetaristas


Con tan rápidos progresos, muchos macroeconomistas –los que se consideran
a sí mismos keynesianos– llegaron a creer que el futuro era prometedor. Cada
vez se comprendía mejor la naturaleza de las fluctuaciones; el desarrollo de
modelos permitió utilizar mejor la política económica. No parecía lejano el
momento en que sería posible ajustar perfectamente la economía y eliminar
Lawrence Klein
las recesiones.
Este optimismo se encontró con el escepticismo de una minoría pequeña pero
influyente, los monetaristas. Su líder intelectual era Milton Friedman. Aunque
Friedman consideraba que estaban haciéndose muchos progresos –y él mismo
fue el padre de una de las grandes aportaciones a la macroeconomía, la teoría
del consumo–, no compartía el entusiasmo general.
Creía que la economía seguía conociéndose muy mal. Ponía en duda los
motivos de los gobiernos, así como la idea de que sabían realmente lo suficien-
te para mejorar los resultados macroeconómicos.
En la década de 1960, los debates entre los keynesianos y los monetaristas
ocuparon los titulares económicos. Los debates giraron en torno a tres cuestio-
nes: (1) la eficacia de la política monetaria en comparación con la fiscal, (2) la
curva de Phillips y (3) el papel de la política económica.
La política monetaria en comparación con la política fiscal

Milton Friedman
Keynes había puesto énfasis en la política fiscal más que en la monetaria para
luchar contra las recesiones. Y esa era la idea que había predominado desde
entonces. Muchos sostenían que la curva IS era bastante inclinada. Las varia-

810 Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica / Olivier Blanchard • Daniel Pérez Enrri
ciones del tipo de interés apenas afectaban a la demanda y a la producción.
Por lo tanto, la política monetaria no daba muy buen resultado. La política
fiscal, que afecta a la demanda directamente, podía influir en la producción
de una manera más rápida y fiable.
Friedman puso firmemente en duda esta conclusión. En un libro publica-
do en 1963 titulado A Monetary History of the United States, 1867-1960,
Milton Friedman y Anna Schwartz pasaron revista concienzudamente a la
evidencia sobre la política monetaria y la relación entre el dinero y la produc-
ción en Estados Unidos durante cien años, y llegaron a la conclusión de que
la política monetaria no sólo era muy eficaz, sino que también podía explicar
la mayoría de las fluctuaciones de la producción. Atribuyeron la Gran Depre-
sión a un enorme error de la política monetaria, a una disminución de la
oferta monetaria provocada por las quiebras bancarias, disminución que el
FED podría haber evitado elevando la base monetaria (en el Capítulo 22 ana-
lizamos esta interpretación).
Las críticas de Friedman y Schwartz fueron seguidas de un acalorado de-
bate y de intensas investigaciones sobre los efectos de la política fiscal y de la
política monetaria. Finalmente, se llegó a un consenso. Tanto la política fiscal
como la monetaria afectaban a la economía. Y si a los responsables de la po-
lítica económica les preocupaba no sólo el nivel de producción sino también
su composición, lo mejor era combinar las dos. Edmund Phelps

La curva de Phillips
El segundo debate giró en torno a la curva de Phillips. Esta no formaba parte
del modelo keynesiano inicial. Pero como era un instrumento tan cómodo (y
aparentemente fiable) para explicar las variaciones de los salarios y de los
precios a lo largo del tiempo, había pasado a formar parte de la síntesis neoclá-
sica. En la década de 1960, basándose en la evidencia empírica que existía
hasta entonces, muchos economistas keynesianos creían que existía un inter-
cambio fiable entre el desempleo y la inflación, incluso a largo plazo.
Milton Friedman y Edmund Phelps (profesor de la Universidad de Colum-
bia) discrepaban por completo. Sostenían que la existencia de ese intercambio
a largo plazo contradecía la teoría económica básica. Afirmaban que el apa-
rente intercambio desaparecería rápidamente si las autoridades económicas
trataban realmente de explotarlo, es decir, trataban de conseguir un bajo des-
empleo aceptando una inflación más elevada. Como vimos en el Capítulo 8
cuando estudiamos la evolución de la curva de Phillips, está claro que Fried-
man y Phelps tenían razón. A mediados de los años setenta, había, de hecho,
unanimidad en que no existía ningún intercambio a largo plazo entre la infla-
ción y el desempleo.
El papel de la política económica
El tercer debate giraba en torno al papel de la política económica. Dudando
de que los economistas supieran lo suficiente para estabilizar la producción y
de que fuera posible confiar en que las autoridades económicas tomarían las
medidas correctas, Friedman era partidario del uso de sencillas reglas, por
ejemplo, un crecimiento constante del dinero (en el Capítulo 25 analizamos
una regla). He aquí lo que dijo en 1958 en una comparecencia ante el Con-
greso de Estados Unidos: «Una tasa constante de crecimiento de la oferta
monetaria no significa una estabilidad absoluta incluso aunque impidiera que
se produjeran las grandes fluctuaciones que se han registrado de vez en cuan-
do en el pasado. Es tentador tratar de ir más allá y recurrir a la realización de

Capítulo 27 • La historia de la macroeconomía 811


cambios monetarios para contrarrestar otros factores que contribuyen a la ex-
pansión y la contracción […] La evidencia existente pone seriamente en duda
la posibilidad de ajustar perfectamente la actividad económica ajustando per-
fectamente la política monetaria, al menos con los conocimientos que hoy
poseemos. Son, pues, muy limitadas las posibilidades de adoptar una política
monetaria discrecional y existen muchos riesgos de que esa política empeore
las cosas en lugar de mejorarlas».
Existen claramente poderosas presiones políticas para que se haga algo
cuando los precios experimentan subidas relativamente leves o cuando los
precios y el empleo experimentan una reducción relativamente pequeña. La
principal moraleja que debe extraerse de las dos observaciones anteriores es
que, si se cede a estas presiones, a menudo se puede empeorar las cosas en
lugar de mejorarlas.
Como vimos en el Capítulo 24, este debate sobre el papel de la política
macroeconómica aún no ha concluido. Los argumentos han cambiado algo,
pero perviven.

27.3 La crítica de las expectativas racionales


A pesar de las batallas entre los keynesianos y los monetaristas, la ma-
croeconomía parecía en 1970 un campo próspero y maduro. Daba la sen-
sación de que conseguía explicar los hechos y servir de guía en la política
económica. La mayoría de los debates se basaban en un marco intelectual
común. Sin embargo, pocos años después, la disciplina se encontraba en
crisis, por dos motivos.
Uno fueron los hechos. A mediados de los años setenta, la mayoría de los
países estaban sufriendo una estanflación, término acuñado en la época para
referirse a la existencia simultánea de un elevado desempleo y de una elevada
inflación. Los macroeconomistas no habían predicho la estanflación. Tras el
hecho y unos años de investigación, se dio una explicación convincente basa-
da en los efectos que producen las perturbaciones negativas de la oferta tanto
en los precios como en la producción (en el Capítulo 7, analizamos los efectos
de esas perturbaciones). Pero era demasiado tarde para reparar el daño que
había sufrido la imagen de la disciplina.
El otro fueron las ideas. A principios de los años setenta, un pequeño gru-
po de economistas –Robert Lucas, de la Universidad de Chicago; Thomas
Sargent, por entonces profesor de la Universidad de Minnesota y actualmente
de la Universidad de Nueva york (senior Fellow) y de la de Stanford; y Robert
Barro, por entonces profesor de la Universidad de Chicago y actualmente de
la de Harvard– encabezaron un duro ataque contra la macroeconomía con-
vencional. No se anduvieron con rodeos. En un artículo publicado en 1978,
Lucas y Sargent declararon «que las predicciones [de la economía keynesiana]
eran absolutamente incorrectas y que la doctrina en la que se basaban fallaba
por su base; es algo que hoy no tiene vuelta de hoja y que no requiere sutileza
alguna de teoría económica. La labor de los estudiosos contemporáneos del
ciclo económico es examinar los restos y averiguar qué rasgos de ese notable
acontecimiento intelectual llamado revolución keynesiana puede salvarse y
usarse y qué otros deben descartarse».
Robert Lucas

812 Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica / Olivier Blanchard • Daniel Pérez Enrri
Las tres implicaciones de las expectativas
racionales
El principal argumento de Lucas y Sargent era que la economía keynesiana
había pasado por alto todas las implicaciones de la influencia de las expecta-
tivas en el comportamiento. Sostenían que lo correcto era suponer que la
gente formaba sus expectativas de la manera más racional posible, basándose
en la información que poseía. El supuesto de que la gente tenía expectativas
racionales poseía tres grandes implicaciones, sumamente perjudiciales todas
ellas para la macroeconomía keynesiana.
La crítica de Lucas
En primer lugar, los modelos macroeconómicos existentes no podían utilizarse
para ayudar a elaborar la política económica. Aunque reconocían que las ex- Thomas Sargent
pectativas influyen en el comportamiento, no las tenían en cuenta explícita-
mente. Se suponía que todas las variables eran funciones de los valores actua-
les y pasados de otras variables, incluidas las de la política económica. Por lo
tanto, lo que recogían los modelos era el conjunto de relaciones entre las va-
riables económicas tales como eran en el pasado, con la política económica
adoptada entonces. Lucas sostenía que, si se cambiaba de política, también
cambiaba el modo en que la gente formaba sus expectativas, lo que hacía que
las relaciones estimadas –y, por implicación, las simulaciones realizadas utili-
zando los modelos macroeconométricos existentes– no fueran una buena guía
de lo que ocurriría con esta nueva política. Esta crítica de los modelos ma-
croeconométricos acabó conociéndose con el nombre de crítica de Lucas.
Poniendo de nuevo como ejemplo la historia de la curva de Phillips, hasta
principios de los años setenta, los datos habían sugerido la existencia de un
intercambio entre el desempleo y la inflación. Cuando las autoridades econó-
micas trataron de explotarla, desapareció.
Las expectativas racionales y la curva de Phillips
La segunda implicación era la siguiente: cuando se introducían las expectati-
vas racionales en los modelos keynesianos, estos llegaban de hecho a conclu-
siones muy poco keynesianas. Por ejemplo, los modelos implicaban que las
desviaciones de la producción con respecto a su tasa natural eran breves, mu-
cho más de lo que sostenían los economistas keynesianos. Este argumento se
basaba en una revisión de la relación de oferta agregada.
En los modelos keynesianos, el lento retorno de la producción a su nivel
natural era el resultado del lento ajuste de los precios y de los salarios a través
del mecanismo de la curva de Phillips. Por ejemplo, un aumento del dinero
provocaba primero un incremento de la producción y una disminución del Robert Barro
desempleo. La disminución del desempleo provocaba entonces un aumento de
los salarios nominales y de los precios. El ajuste proseguía hasta que los salarios
y los precios habían subido en la misma proporción que el dinero nominal,
hasta que el desempleo y la producción retornaban a sus niveles naturales.
Pero este ajuste, según Lucas, dependía extraordinariamente del hecho de
que los encargados de fijar los salarios formaban sus expectativas sobre la in-
flación basándose en el pasado. Por ejemplo, en el modelo MPS, los salarios
sólo respondían a la inflación actual y pasada y al desempleo actual. Pero una
vez que se suponía que los encargados de fijar los salarios tenían expectativas
racionales, era probable que el ajuste fuera mucho más rápido. Las variaciones
del dinero, en la medida en que se previeran, podían no influir en la produc-
ción. Por ejemplo, si los encargados de fijar los salarios preveían que el dinero

Capítulo 27 • La historia de la macroeconomía 813


iba a aumentar un 5% un año más tarde, subirían un 5% los salarios nominales
en los convenios colectivos firmados para el año siguiente. Las empresas subi-
rían, a su vez, los precios un 5%. Como consecuencia, la cantidad real de di-
nero no variaría y tampoco lo haría la demanda o la producción.
Lucas sostenía, pues, que, dentro de la lógica de los modelos keynesia-
nos, lo único que influía en la producción eran las variaciones imprevistas
del dinero. Las variaciones predecibles no afectaban a la actividad econó-
mica. En términos más generales, si los encargados de fijar los salarios te-
nían expectativas racionales, probablemente los desplazamientos de la de-
manda sólo influirían en la producción durante el tiempo para el que se
hubieran fijado los salarios nominales, es decir, durante un año aproxima-
damente. Así pues, el modelo keynesiano no proporcionaba, ni siquiera en
sus propios términos, una teoría convincente de la duradera influencia de la
demanda en la producción.
Control óptimo frente a teoría de los juegos.
Las expectativas racionales implicaban, en tercer lugar, que si la gente y las em-
presas tenían expectativas racionales, era un error concebir la política económica
como el control de un sistema complejo pero pasivo. Lo correcto era concebirla
como un juego entre las autoridades económicas y la economía. El instrumento
acertado no era, pues, el control óptimo, sino la teoría de los juegos. Y la teoría
de los juegos llevaba a ver de una forma distinta la política económica. Un des-
tacado ejemplo era la cuestión de la incoherencia temporal analizada por Finn
Kydland (miembro de la Universidad Carnegie Mellon) y Edward Prescott (enton-
ces en esa misma universidad y actualmente en la Universidad Estatal de Arizo-
na), cuestión que examinamos en el Capítulo 24: las buenas intenciones de las
autoridades económicas podían provocar, en realidad, un desastre.
En suma, cuando se introducían las expectativas racionales:
Los modelos keynesianos no podían utilizarse para decidir la política
económica.
Los modelos keynesianos no podían explicar las persistentes desviaciones
de la producción con respecto a su nivel natural.
Era necesario revisar la teoría de la política económica, utilizando los ins-
trumentos de la teoría de los juegos.

La integración de las expectativas racionales


Como habrá imaginado el lector por el tono de la cita de Lucas y Sargent, el
clima intelectual reinante en la macroeconomía a principios de la década de
1970 era tenso. Pero pocos años después había comenzado el proceso de in-
tegración (de las ideas, no de las personas, ya que la tensión seguía siendo alta)
que iba a predominar en las décadas de 1970 y 1980.
La idea de que las expectativas racionales eran la hipótesis de trabajo co-
rrecta consiguió una amplia aceptación en poco tiempo, no porque todos los
macroeconomistas creyeran que la gente, las empresas y los mercados finan-
cieros siempre forman sus expectativas racionalmente. Pero parece que las
expectativas racionales constituyen un punto de referencia lógico, al menos
hasta que los economistas sepan mejor si y cómo las expectativas reales se
diferencian sistemáticamente de las racionales.
Se comenzó a trabajar entonces sobre los retos que habían planteado Lu-
cas y Sargent.

814 Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica / Olivier Blanchard • Daniel Pérez Enrri
Las implicaciones de las expectativas racionales
En primer lugar, se exploraron sistemáticamente el papel y las implicaciones
de las expectativas racionales en los mercados de bienes, los financieros y los
de trabajo. Hemos presentado en este libro una gran parte de lo que se descu-
brió. Ejemplo:
Robert Hall, por entonces profesor del MIT y actualmente del Hoover Insti-
tute, de la Ameriocan Academy of Arts y de la Universidad de Stanford, de-
mostró que, si los consumidores son muy previsores (en el sentido definido
en el Capítulo 16), las variaciones del consumo son impredecibles. ¡La mejor
predicción del consumo del año que viene es el consumo de éste! En otras
palabras, las variaciones del consumo son muy difíciles de predecir. Esta
conclusión sorprendió a la mayoría de los macroeconomistas de la época,
pero, en realidad, se basa en una simple idea intuitiva. Si los consumidores
son muy previsores, sólo alteran su consumo cuando reciben alguna noticia
sobre el futuro. Pero, por definición, ese tipo de noticias no puede predecir-
se. Esta conducta del consumo, conocida con el nombre de paseo aleatorio
del consumo, ha servido de punto de referencia en las investigaciones sobre Robert Hall
el consumo que se han realizado desde entonces.
Rudiger Dornbusch, quien se desempeñó como profesor del MIT, demostró
que las grandes oscilaciones de los tipos de cambio en los sistemas de tipos
flexibles, que antes se consideraba que eran fruto de la especulación de los
inversores irracionales, eran totalmente coherentes con la racionalidad. En
el Capítulo 21 vimos su razonamiento: la modificación de la política mo-
netaria provoca persistentes variaciones de los tipos de interés nominales;
las variaciones de los tipos de interés nominales actuales y esperados pro-
vocan grandes variaciones del tipo de cambio. El modelo de Dornbusch,
conocido con el nombre de modelo de los tipos de cambio basado en la
sobrerreacción (overshooting), se ha convertido en el punto de referencia
en los análisis de las variaciones de los tipos de cambio.

La fijación de los salarios y de los precios


En segundo lugar, se exploró sistemáticamente la determinación de los salarios
y de los precios, yendo mucho más allá de la relación de la curva de Phillips. Rudiger Dornbusch
Stanley Fischer, profesor del MIT, y John Taylor, por entonces profesor de la
Universidad de Columbia y actualmente de la de Stanford, hicieron dos impor-
tantes aportaciones. Ambos demostraron que el ajuste de los precios y de los
salarios en respuesta a las variaciones del desempleo puede ser lento incluso
con expectativas racionales.
Señalaron una importante característica tanto de la fijación de los salarios
como de la fijación de los precios: las decisiones escalonadas sobre los sala-
rios y los precios. A diferencia de la sencilla historia que hemos contado antes,
en la que todos los salarios y los precios subían simultáneamente en previsión
de un aumento del dinero, las decisiones reales sobre los salarios y los precios
se escalonan. Por lo tanto, no se produce un único ajuste sincronizado ni re-
pentino de todos los salarios y los precios a un aumento del dinero, sino que
probablemente este es un proceso lento en el que los salarios y los precios van
ajustándose en cadena al nuevo nivel de dinero, pero sólo con el paso del
tiempo. Fischer y Taylor demostraron, pues, que la segunda cuestión que plan-
teaba la crítica de las expectativas racionales podía resolverse, que el lento
retorno de la producción a su nivel natural es compatible con la existencia de Stanley Fischer
expectativas racionales en el mercado de trabajo.

Capítulo 27 • La historia de la macroeconomía 815


La teoría de la política económica
En tercer lugar, el análisis de la política económica basado en la teoría de los
juegos dio lugar a multitud de investigaciones sobre la naturaleza de los juegos
no sólo entre los responsables de la política económica y la economía, sino tam-
bién entre ellos mismos, es decir, entre los partidos políticos, o entre el banco
central y el gobierno, o entre los gobiernos de diferentes países. Uno de los prin-
cipales logros de estas investigaciones ha sido el desarrollo de una manera más
rigurosa de enfocar conceptos tan vagos como credibilidad, reputación y com-
promiso. Al mismo tiempo, se ha pasado claramente de analizar lo que deben
hacer los gobiernos a estudiar lo que hacen realmente y, por lo tanto, a centrar la
atención en las restricciones políticas que deben tener en cuenta los economistas
cuando asesoran a los responsables de la política económica.
John Taylor En suma, a finales de los años ochenta, los retos planteados por la crítica
de las expectativas racionales habían llevado a revisar totalmente la macroeco-
nomía. Se había ampliado la estructura básica para tener en cuenta las impli-
caciones de las expectativas racionales o, en términos más generales, la con-
ducta previsora de las personas y de las empresas. De hecho, lo que hemos
presentado en este libro es lo que consideramos la síntesis de lo que ha surgi-
do y constituye actualmente el núcleo de la macroeconomía.
Antes de resumir lo que creemos que es el núcleo de la macroeconomía
–algo que haremos en el último apartado–, examinemos brevemente las inves-
tigaciones actuales, gran parte de las cuales aún son excesivamente especula-
tivas para integrarlas en el libro, pero no cabe duda de que algunas no tardarán
en integrarse.

27.4 Tendencias actuales


Desde finales de los años ochenta, se han destacado tres grupos en el campo
de la investigación: los nuevos clásicos, los nuevos keynesianos y los nuevos
teóricos del crecimiento (obsérvese el generoso uso del término nuevo; los
economistas, a diferencia de los fabricantes de detergentes, no llegan a decir
nuevo y mejorado, pero el mensaje subliminal es el mismo).

La nueva economía clásica y la teoría de los ciclos


económicos reales
La crítica de las expectativas racionales era algo más que una mera crítica a la
economía keynesiana. También tenía su propia interpretación de las fluctua-
ciones. Según Lucas, en lugar de basarse en las imperfecciones de los merca-
dos de trabajo, en el lento ajuste de los salarios y de los precios, etc., para
explicar las fluctuaciones, los macroeconomistas debían ver hasta qué punto
podían atribuir las fluctuaciones a las perturbaciones que sufrían los mercados
competitivos con precios y salarios totalmente flexibles.
Ese es el programa de investigación que han seguido los nuevos clásicos.
Su líder intelectual es Edward Prescott y los modelos que han desarrollado él
y sus seguidores se conocen con el nombre de modelos de los ciclos econó-
micos reales (RBC, del inglés Real Business Cycles). Estos modelos suponen
que la producción siempre se encuentra en su nivel natural. Eso significa que
todas sus fluctuaciones son variaciones del nivel natural de producción, por
oposición a las desviaciones con respecto al nivel natural de producción.
Edward Prescott

816 Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica / Olivier Blanchard • Daniel Pérez Enrri
¿A qué se deben estas variaciones? La respuesta que propone Prescott es
el progreso tecnológico. A medida que se realizan nuevos descubrimientos, la
productividad aumenta, lo cual eleva la producción. El aumento de la produc-
tividad provoca una subida de los salarios, lo cual aumenta el atractivo del
trabajo y lleva a los trabajadores a trabajar más. Así pues, los aumentos de la
productividad elevan tanto la producción como el empleo, como observamos,
de hecho, en el mundo real.
El enfoque de los RBC ha sido criticado en muchos frentes. Como vimos en
el Capítulo 12, el progreso tecnológico es el resultado de muchísimas innova-
ciones, cada una de las cuales tarda mucho en difundirse por toda la economía.
Es difícil entender de qué forma podría generar este proceso las grandes fluc-
tuaciones a corto plazo de la producción que observamos en la práctica. Tam-
bién es difícil pensar que las recesiones son épocas de retroceso tecnológico,
épocas en las que tanto la productividad como la producción disminuyen. Por
último, como hemos visto, existen pruebas muy contundentes de que las varia-
ciones del dinero, que en los modelos de los RBC no influyen en la producción,
en realidad influyen poderosamente en la producción en el mundo real.
Actualmente, la mayoría de los economistas no creen que el enfoque de
los RBC explique de una manera convincente las grandes fluctuaciones de la
producción. Pero ha resultado útil. Ha reforzado la importante idea de que no
todas las fluctuaciones de la producción son desviaciones con respecto a su
nivel natural. En un plano más técnico, ha proporcionado algunas técnicas
nuevas para resolver complejos modelos, que se emplean frecuentemente en
las investigaciones actuales.

La nueva economía keynesiana


El término nuevos keynesianos se refiere a un grupo de investigadores, vaga-
mente relacionados entre sí, que comparten la idea común de que la síntesis
que ha surgido en respuesta a la crítica de las expectativas racionales es esen-
cialmente correcta. Pero también comparten la creencia de que queda mucho
por aprender sobre la naturaleza de las imperfecciones existentes en los dife-
rentes mercados y sobre las implicaciones de esas imperfecciones para la
evolución macroeconómica.
Una de las corrientes de investigación ha centrado la atención en la deter-
minación de los salarios en el mercado de trabajo. En el Capítulo 6, analiza- George Akerlof
mos el concepto de salarios de eficiencia, es decir, la idea de que los salarios,
si son considerados bajos por los trabajadores, pueden inducirlos a no esfor-
zarse, pueden minar su moral, hacer que las empresas tengan dificultades para
reclutar buenos trabajadores y para retenerlos, etcétera. Un influyente investi-
gador en esta área ha sido George Akerlof, profesor de la Universidad de Ber-
keley, que ha analizado el papel de las normas, es decir, de las reglas que se
desarrollan en cualquier organización –en este caso, en la empresa– para va-
lorar lo que es justo o injusto. Esta investigación ha llevado a Akerlof y a otros
autores a analizar cuestiones que antes se dejaban a la sociología y a la psico-
logía, y a examinar sus implicaciones macroeconómicas.
Otra corriente de la nueva investigación keynesiana ha explorado el papel de
las imperfecciones en los mercados crediticios. Salvo en el análisis del papel de
los bancos en la Gran Depresión y en la recesión japonesa actual, en este libro
hemos supuesto generalmente que la política monetaria produce sus efectos a
través de los tipos de interés y que las empresas pueden pedir tantos préstamos
Ben Bernanke

Capítulo 27 • La historia de la macroeconomía 817


como quieran al tipo de interés de mercado. En la práctica, muchas empresas
sólo pueden pedir préstamos a los bancos. Y los bancos a menudo rechazan a
los solicitantes de préstamos, a pesar de su disposición a pagar el tipo de interés
que cobran los bancos. Las causas por las que ocurre esto y su influencia en
nuestra visión del funcionamiento de la política monetaria han sido objeto de
muchas investigaciones, sobre todo de Ben Bernanke (profesor de la Universi-
dad de Princeton y actualmente Bernanke es un gran estudioso de la economía
japonesa, encargado de la Reserva Federal de Estados Unidos).
Otra corriente de investigación son las rigideces nominales. Como hemos
visto antes en este capítulo, Fischer y Taylor han demostrado que, con el esca-
lonamiento de las decisiones sobre los salarios y los precios, la producción
puede desviarse durante mucho tiempo de su nivel natural. Esta conclusión
plantea algunas cuestiones. Si el escalonamiento de las decisiones es responsa-
ble, al menos en parte, de las fluctuaciones, ¿por qué no sincronizan sus deci-
siones los encargados de fijar los salarios y los precios? ¿Por qué no se ajustan
más a menudo los precios y los salarios? ¿Por qué no se modifican todos los
precios y los salarios, por ejemplo, el primer día de la semana? Al abordar estas
cuestiones, Akerlof y N. Gregory Mankiw (profesor de la Universidad de Har-
vard) han llegado a una sorprendente e importante conclusión: la explicación
de las fluctuaciones de la producción basada en los costes de menú.
A cada uno de los encargados de fijar los salarios y los precios le da lo
mismo cuándo y con qué frecuencia modificar su propio salario o su precio (en
el caso de un minorista, los beneficios no varían mucho por modificar diaria o
semanalmente los precios marcados). Por lo tanto, incluso los costes pequeños
que entraña la modificación de los precios –por ejemplo, la impresión de un
nuevo menú– pueden hacer que los precios se ajusten con poca frecuencia y
de una forma escalonada. Como consecuencia de este escalonamiento, el ajus-
te del nivel de precios es lento y la producción agregada experimenta grandes
fluctuaciones en respuesta a las variaciones de la demanda agregada. En suma,
las decisiones que no tienen mucha importancia a escala individual (la frecuen-
cia con que se modifican los precios o los salarios) producen grandes efectos
agregados (un lento ajuste del nivel de precios y desplazamientos de la deman-
da agregada que provocan un gran efecto en la producción).

La nueva teoría del crecimiento


Después de ser uno de los temas más investigados en la década de 1960, la
teoría del crecimiento entró en una crisis intelectual. Sin embargo, desde fina-
les de los años ochenta ha retornado con fuerza. El conjunto de nuevas apor-
taciones se denomina nueva teoría del crecimiento.
Dos economistas, Robert Lucas (el mismo Lucas que encabezó la crítica de
las expectativas racionales) y Paul Romer (entonces profesor de la Universidad
de Berkeley y hoy profesor de la de Stanford), han desempeñado un importante
Paul Romer
papel en la definición de las dos cuestiones fundamentales que quedaron sin
resolver cuando la teoría del crecimiento decayó a finales de los años sesenta.
Una eran los determinantes del progreso tecnológico y la otra era el papel de
los rendimientos crecientes de escala, por ejemplo, si la duplicación del capital
y del trabajo puede provocar realmente una duplicación con creces de la pro-
ducción. Estas son las dos grandes cuestiones en las que ha centrado la aten-
ción la nueva teoría del crecimiento. Los análisis de la influencia de la I+D en
el progreso tecnológico (Capítulo 12) y de la relación entre el progreso

818 Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica / Olivier Blanchard • Daniel Pérez Enrri
tecnológico y el desempleo (Capítulo 13) reflejan algunos de los avances que
han hecho los economistas en este frente. Un ejemplo son los estudios de Phi-
lippe Aghion (profesor de la Universidad de Harvard) y de Peter Howitt (profe-
sor de la Universidad de Brown), que han desarrollado un tema que fue anali-
zado por primera vez por Joseph Schumpeter en los años treinta: la idea de que
el crecimiento es un proceso de destrucción creativa, en el que están introdu-
ciéndose constantemente nuevos productos que dejan obsoletos los viejos.
En resumen, las investigaciones actuales avanzan principalmente en
tres frentes:
Primero (el nuevo enfoque clásico): averiguar en qué medida las fluctua-
ciones pueden concebirse como variaciones del nivel natural de produc-
ción y de la tasa natural de desempleo.
Segundo (el nuevo enfoque keynesiano): averiguar la naturaleza exacta de Philippe Aghion
las imperfecciones del mercado y de las rigideces nominales que hacen
que la producción se desvíe de su nivel natural.
Tercero (la nueva teoría del crecimiento): identificar los factores responsa-
bles del progreso tecnológico y del crecimiento a largo plazo.
Estos tres frentes se solapan cada vez más y las fronteras son cada vez más
difusas. Algunos modelos utilizan técnicas desarrolladas por la nueva economía
clásica, pero tienen en cuenta algunas de las imperfecciones en las que hace
hincapié la nueva economía keynesiana. Otros modelos centran la atención en
los efectos que produce a corto plazo en la producción el proceso de destruc-
ción creativa y en los que ponen el énfasis los nuevos modelos de crecimiento,
integrando así la nueva teoría del crecimiento y la nueva teoría clásica. De
momento, domina la síntesis más que las grandes batallas intelectuales.

27.5 Ideas comunes


Dado que estamos llegando al final de esta breve historia de la macroecono-
mía y al final del libro, formularemos el conjunto básico de proposiciones en
las que están de acuerdo la mayoría de los macroeconomistas:
Peter Howitt
A corto plazo, los desplazamientos de la demanda agregada afectan a la
producción. Un aumento de la confianza de los consumidores, un incre-
mento del déficit presupuestario y una aceleración del crecimiento del di-
nero tienden todos ellos a aumentar la producción y el empleo y a reducir
el desempleo.
A medio plazo, la producción retorna a su nivel natural. Este depende de
la tasa natural de desempleo (que, junto con el tamaño de la población
activa, determina el nivel de empleo), del stock de capital y del estado de
la tecnología.
A largo plazo, dos grandes factores determinan la evolución del nivel de
producción. El primero es la acumulación de capital y el segundo es la tasa
de progreso tecnológico.
La política monetaria afecta a la producción a corto plazo, pero no a medio
y largo plazo. Un aumento de la tasa de crecimiento monetario acaba tra-
duciéndose en un aumento equivalente de la tasa de inflación.
La política fiscal provoca efectos a corto, medio y largo plazo en la produc-
ción. Los aumentos del déficit presupuestario tienden a elevar la produc-
ción a corto plazo. No afectan a la producción a medio plazo y tienden a
reducir la acumulación de capital y la producción a largo plazo.

Capítulo 27 • La historia de la macroeconomía 819


Estas proposiciones dejan margen para las discrepancias:
Una es la duración del corto plazo, es decir, el periodo de tiempo en el que
la demanda agregada afecta a la producción. En un extremo, los teóricos de
los ciclos económicos reales parten del supuesto de que la producción siem-
pre se encuentra en su nivel natural. ¡El corto plazo es muy corto! En el otro,
el estudio de las recesiones y las depresiones (que analizamos en el Capítulo
22) implica que los efectos de la demanda pueden ser extraordinariamente
persistentes y que el corto plazo puede ser, en realidad, muy largo.
Otro es el papel de la política económica. Aunque esta discrepancia es
conceptualmente distinta, está relacionada en gran medida con la anterior.
Los que creen que la producción retorna rápidamente a su nivel natural
normalmente están dispuestos a imponer unas rigurosas reglas tanto a la
política monetaria como a la fiscal, desde un crecimiento constante del
dinero hasta la condición de que el presupuesto esté equilibrado. Los que
creen que el ajuste es lento normalmente creen en la necesidad de adoptar
medidas de estabilización más flexibles.

820 Macroeconomía. Aplicaciones a Latinoamérica


para / Olivier
Latinoamérica Blanchard
/ Olivier • Daniel
Blanchard Pérez
• Daniel EnrriEnrri
Pérez
Resumen

La historia de la macroeconomía moderna comien- persistentes desviaciones de la producción con res-


za en 1936 con la publicación de The General Theory pecto a su nivel natural y (3) la teoría de la política
of Employment, Interest and Money, de John May- económica debía revisarse, utilizando los instrumen-
nard Keynes. Su aportación fue formalizada en el tos de la teoría de los juegos.
modelo IS-LM por John Hicks y Alvin Hansen en los Una gran parte de las décadas de 1970 y 1980 se
años treinta y principios de los cuarenta. dedicó a integrar las expectativas racionales en la
El periodo comprendido entre principios de los años macroeconomía. Tal como queda reflejado en este
cuarenta y principios de los setenta puede conside- libro, actualmente los macroeconomistas son mucho
rarse la edad de oro de la macroeconomía. Entre los más conscientes que hace dos décadas del papel
principales avances se encuentran el desarrollo de las que desempeñan las expectativas en la determina-
teorías del consumo, de la inversión, de la demanda de ción de los efectos de las perturbaciones y de la
dinero y de la elección de la cartera; el desarrollo de política económica, así como de la complejidad de
la teoría del crecimiento y el desarrollo de grandes esta última.
modelos econométricos. Las investigaciones actuales en la teoría macroeco-
El principal debate existente durante la década de nómica se dividen en tres corrientes. Los nuevos
1960 fue el debate entre los keynesianos y los mo- economistas clásicos están analizando en qué medi-
netaristas. Los primeros creían que los avances rea- da es posible explicar las fluctuaciones como varia-
lizados en la teoría macroeconómica permitían con- ciones del nivel natural de producción, por oposición
trolar mejor la economía. Los monetaristas, a las desviaciones con respecto a ese nivel. Los nue-
encabezados por Milton Friedman, eran más escép- vos economistas keynesianos están analizando el
ticos y dudaban de la capacidad de los gobiernos papel de las imperfecciones del mercado en las fluc-
para ayudar a estabilizar la economía. tuaciones. Los nuevos teóricos del crecimiento están
En los años setenta, la macroeconomía sufrió una examinando el papel de la I+D y de los rendimien-
crisis por dos razones. La primera fue la aparición de tos crecientes de escala en el crecimiento.
la estanflación, que sorprendió a la mayoría de los A pesar de las diferencias, existe un conjunto de
economistas. La segunda fue el ataque teórico enca- ideas en las que coinciden la mayoría de los ma-
bezado por Robert Lucas. Lucas y sus seguidores croeconomistas. Dos de estas proposiciones son las
demostraron que, cuando se introducían las expec- siguientes: a corto plazo, los desplazamientos de la
tativas racionales, (1) los modelos keynesianos no demanda agregada afectan a la producción; a medio
podían utilizarse para decidir la política económica, plazo, la producción retorna a su nivel natural.
(2) los modelos keynesianos no podían explicar las

Términos clave

costes de menú nueva teoría del crecimiento


crítica de Lucas nuevos clásicos
decisiones escalonadas sobre los salarios y los nuevos keynesianos
precios
paseo aleatorio del consumo
demanda efectiva
preferencia por la liquidez
keynesianos
rigideces nominales
modelos de los ciclos económicos
reales (RBC) síntesis neoclásica
monetaristas teoría de los ciclos económicos

Capítulo 27 • La historia de la macroeconomía 821


Lecturas complementarias

Dos obras clásicas son las de John Maynard Keynes, Para una serie de ensayos extraordinariamente bien
The General Theory of Employment, Money and escritos sobre muchos economistas y sus ideas, véa-
Interest, Londres, Macmillan Press, 1936, y Milton se David Warsh, Economic Principals: Masters and
Friedman y Anna Schwartz, A Monetary History of Mavericks of Modern Economics, Nueva York, Free
the United States, 1867-1960, Princeton, NJ, Prince- Press, 1993.
ton University Press, 1963. Advertencia: la primera Si el lector desea conocer mejor las cuestiones y la
es de difícil lectura y la segunda es voluminosa. teoría macroeconómicas:
Para una descripción de la macroeconomía de los La mayoría de las revistas de economía contienen mu-
libros de texto desde los años cuarenta, véase Paul chas matemáticas y son de difícil lectura. Pero algunas
Samuelson, «Credo of a lucky textbook author», intentan ser más accesibles. El Journal of Economic
Journal of Economic Perspectives, primavera de Perspectives, en particular, contiene artículos de carác-
1997, págs. 153-160. ter poco técnico sobre investigaciones y cuestiones
En la introducción a Studies in Business Cycle económicas actuales. Los Brookings Papers on Econo-
Theory, Cambridge, MA, MIT Press, 1981, Robert mic Activity, publicados semestralmente, analizan pro-
Lucas expone su enfoque de la macroeconomía y blemas macroeconómicos actuales, al igual que la revis-
proporciona una guía de sus aportaciones. ta Economic Policy, publicada en Europa, que centra
más la atención en cuestiones europeas. En España, una
El artículo que lanzó la teoría de los ciclos económi- revista similar que publica artículos de un nivel accesible
cos reales es el de Edward Prescott, «Theory ahead sobre temas macroeconómicos es Moneda y Crédito.
of business cycle measurement», Federal Reserve La mayoría de los bancos regionales de la Reserva
Bank of Minneapolis Review, otoño de 1986, págs. Federal también publican revistas gratuitas con ar-
9-22. No es fácil de leer. tículos de fácil lectura. Entre ellas se encuentran la
Para más información sobre la nueva economía key- Economic Review, publicada por el Cleveland Fed;
nesiana, véase David Romer, «The new Keynesian la Economic Review, publicada por el Kansas City
synthesis», Journal of Economic Perspectives, invierno Fed; la New England Economic Review, publicada
de 1993, págs. 5-22. por el Boston Fed, y la Review publicada por el
Para más información sobre la nueva teoría del Minneapolis Fed.
crecimiento, véase Paul Romer, «The origins of en- Para un tratamiento más avanzado de la teoría ma-
dogenous growth», Journal of Economic Perspecti- croeconómica actual –que corresponde aproxima-
ves, invierno de 1994, págs. 3-22. Un estudio más damente al nivel de un curso de macroeconomía
completo es el de Charles Jones, An Introduction de primer año de doctorado–, véanse David Ro-
to Economic Growth, Nueva York, W. W. Norton, mer, Advanced Macroeconomics, Nueva York, Mc-
2002. Graw-Hill, 2001, y Olivier Blanchard y Stanley Fis-
cher, Lectures on Macroeconomics, Cambridge,
Para un análisis detallado de la historia de las ideas MA, MIT Press, 1989.
macroeconómicas, con entrevistas en profundidad
a la mayoría de los principales investigadores, véa-
se Brian Snowdon y Howard Vane, Modern
Macroeconomics: its Origins, Development and
Current State, Cheltenham, Edward Elgar, 2005.

822 Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica / Olivier Blanchard • Daniel Pérez Enrri

También podría gustarte