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macroeconomía
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27.1 Keynes y la Gran Depresión
La historia de la macroeconomía moderna comienza en 1936, con la publica-
ción de The General Theory of Employment, Interest and Money, de John Ma-
ynard Keynes. Cuando Keynes estaba escribiendo la General Theory, le confe-
só a un amigo: «Creo que estoy escribiendo un libro sobre teoría económica
que revolucionará en gran medida –no creo que enseguida, sino en los próxi-
mos diez años– la forma en que el mundo aborda los problemas económi-
cos».
Keynes estaba en lo cierto. El momento en el que se publicó el libro fue
una de las causas de su éxito inmediato. La Gran Depresión fue no sólo una
catástrofe económica, sino también un fracaso intelectual para los economis-
tas que estudiaban la teoría de los ciclos económicos, como se llamaba en-
John Maynard Keynes tonces a la macroeconomía. Pocos economistas tenían una explicación cohe-
rente de la Gran Depresión, de su profundidad o de su duración. Las medidas
económicas tomadas por la administración Roosevelt en el marco del New
Deal se basaban en el instinto más que en la teoría económica. La General
Theory ofrecía una interpretación de los hechos, un marco intelectual y un
claro argumento a favor de la intervención del Estado.
La General Theory ponía énfasis en la demanda efectiva, es decir, en lo
que actualmente llamamos demanda agregada. Según Keynes, a corto plazo,
la demanda efectiva determina la producción. Aunque esta acabe retornando
a su nivel natural, el proceso es lento en el mejor de los casos. Una de las citas
más famosas de Keynes es: «A largo plazo, todos estaremos muertos».
En el proceso de obtención de la demanda efectiva, Keynes introdujo mu-
chos de los componentes de la macroeconomía moderna:
La relación entre el consumo y la renta y el multiplicador, que explica
cómo pueden magnificarse las perturbaciones de la demanda y provocar
mayores cambios de la producción.
La preferencia por la liquidez (la expresión que utilizó Keynes para referir-
se a la demanda de dinero), que explica cómo puede afectar la política
monetaria a los tipos de interés y a la demanda agregada.
La importancia de las expectativas en el consumo y en la inversión; y la
idea de que los instintos animales (los cambios de las expectativas) consti-
tuyen un importante factor que subyace a las variaciones de la demanda y
de la producción.
La General Theory era mucho más que un tratado para economistas. Tenía
claras implicaciones para la política económica y estaba en sintonía con la
época. Era irresponsable esperar que la economía se recuperara por sí sola. En
medio de una depresión, tratar de equilibrar el presupuesto no sólo era una
estupidez, sino algo peligroso. Era esencial utilizar la política fiscal para que
el país retornara a un elevado empleo.
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primer manual moderno de economía: «En los últimos años, el 90% de los
economistas estadounidenses han dejado de ser economistas keynesianos o
economistas antikeynesianos y han trabajado en pro de la creación de una
síntesis de lo que hay de valioso en la vieja economía y en las teorías modernas
de la determinación de la renta. El resultado podría denominarse economía
neoclásica y es aceptado, en líneas generales, por todos los autores, salvo por
el 5% de los de extrema izquierda y extrema derecha».
La síntesis neoclásica iba a ser la corriente dominante durante otros veinte
años. Los progresos fueron asombrosos y puede decirse que el periodo com-
prendido entre principios de los años cuarenta y principios de los años setenta
fue la edad de oro de la macroeconomía.
Milton Friedman
Keynes había puesto énfasis en la política fiscal más que en la monetaria para
luchar contra las recesiones. Y esa era la idea que había predominado desde
entonces. Muchos sostenían que la curva IS era bastante inclinada. Las varia-
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ciones del tipo de interés apenas afectaban a la demanda y a la producción.
Por lo tanto, la política monetaria no daba muy buen resultado. La política
fiscal, que afecta a la demanda directamente, podía influir en la producción
de una manera más rápida y fiable.
Friedman puso firmemente en duda esta conclusión. En un libro publica-
do en 1963 titulado A Monetary History of the United States, 1867-1960,
Milton Friedman y Anna Schwartz pasaron revista concienzudamente a la
evidencia sobre la política monetaria y la relación entre el dinero y la produc-
ción en Estados Unidos durante cien años, y llegaron a la conclusión de que
la política monetaria no sólo era muy eficaz, sino que también podía explicar
la mayoría de las fluctuaciones de la producción. Atribuyeron la Gran Depre-
sión a un enorme error de la política monetaria, a una disminución de la
oferta monetaria provocada por las quiebras bancarias, disminución que el
FED podría haber evitado elevando la base monetaria (en el Capítulo 22 ana-
lizamos esta interpretación).
Las críticas de Friedman y Schwartz fueron seguidas de un acalorado de-
bate y de intensas investigaciones sobre los efectos de la política fiscal y de la
política monetaria. Finalmente, se llegó a un consenso. Tanto la política fiscal
como la monetaria afectaban a la economía. Y si a los responsables de la po-
lítica económica les preocupaba no sólo el nivel de producción sino también
su composición, lo mejor era combinar las dos. Edmund Phelps
La curva de Phillips
El segundo debate giró en torno a la curva de Phillips. Esta no formaba parte
del modelo keynesiano inicial. Pero como era un instrumento tan cómodo (y
aparentemente fiable) para explicar las variaciones de los salarios y de los
precios a lo largo del tiempo, había pasado a formar parte de la síntesis neoclá-
sica. En la década de 1960, basándose en la evidencia empírica que existía
hasta entonces, muchos economistas keynesianos creían que existía un inter-
cambio fiable entre el desempleo y la inflación, incluso a largo plazo.
Milton Friedman y Edmund Phelps (profesor de la Universidad de Colum-
bia) discrepaban por completo. Sostenían que la existencia de ese intercambio
a largo plazo contradecía la teoría económica básica. Afirmaban que el apa-
rente intercambio desaparecería rápidamente si las autoridades económicas
trataban realmente de explotarlo, es decir, trataban de conseguir un bajo des-
empleo aceptando una inflación más elevada. Como vimos en el Capítulo 8
cuando estudiamos la evolución de la curva de Phillips, está claro que Fried-
man y Phelps tenían razón. A mediados de los años setenta, había, de hecho,
unanimidad en que no existía ningún intercambio a largo plazo entre la infla-
ción y el desempleo.
El papel de la política económica
El tercer debate giraba en torno al papel de la política económica. Dudando
de que los economistas supieran lo suficiente para estabilizar la producción y
de que fuera posible confiar en que las autoridades económicas tomarían las
medidas correctas, Friedman era partidario del uso de sencillas reglas, por
ejemplo, un crecimiento constante del dinero (en el Capítulo 25 analizamos
una regla). He aquí lo que dijo en 1958 en una comparecencia ante el Con-
greso de Estados Unidos: «Una tasa constante de crecimiento de la oferta
monetaria no significa una estabilidad absoluta incluso aunque impidiera que
se produjeran las grandes fluctuaciones que se han registrado de vez en cuan-
do en el pasado. Es tentador tratar de ir más allá y recurrir a la realización de
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Las tres implicaciones de las expectativas
racionales
El principal argumento de Lucas y Sargent era que la economía keynesiana
había pasado por alto todas las implicaciones de la influencia de las expecta-
tivas en el comportamiento. Sostenían que lo correcto era suponer que la
gente formaba sus expectativas de la manera más racional posible, basándose
en la información que poseía. El supuesto de que la gente tenía expectativas
racionales poseía tres grandes implicaciones, sumamente perjudiciales todas
ellas para la macroeconomía keynesiana.
La crítica de Lucas
En primer lugar, los modelos macroeconómicos existentes no podían utilizarse
para ayudar a elaborar la política económica. Aunque reconocían que las ex- Thomas Sargent
pectativas influyen en el comportamiento, no las tenían en cuenta explícita-
mente. Se suponía que todas las variables eran funciones de los valores actua-
les y pasados de otras variables, incluidas las de la política económica. Por lo
tanto, lo que recogían los modelos era el conjunto de relaciones entre las va-
riables económicas tales como eran en el pasado, con la política económica
adoptada entonces. Lucas sostenía que, si se cambiaba de política, también
cambiaba el modo en que la gente formaba sus expectativas, lo que hacía que
las relaciones estimadas –y, por implicación, las simulaciones realizadas utili-
zando los modelos macroeconométricos existentes– no fueran una buena guía
de lo que ocurriría con esta nueva política. Esta crítica de los modelos ma-
croeconométricos acabó conociéndose con el nombre de crítica de Lucas.
Poniendo de nuevo como ejemplo la historia de la curva de Phillips, hasta
principios de los años setenta, los datos habían sugerido la existencia de un
intercambio entre el desempleo y la inflación. Cuando las autoridades econó-
micas trataron de explotarla, desapareció.
Las expectativas racionales y la curva de Phillips
La segunda implicación era la siguiente: cuando se introducían las expectati-
vas racionales en los modelos keynesianos, estos llegaban de hecho a conclu-
siones muy poco keynesianas. Por ejemplo, los modelos implicaban que las
desviaciones de la producción con respecto a su tasa natural eran breves, mu-
cho más de lo que sostenían los economistas keynesianos. Este argumento se
basaba en una revisión de la relación de oferta agregada.
En los modelos keynesianos, el lento retorno de la producción a su nivel
natural era el resultado del lento ajuste de los precios y de los salarios a través
del mecanismo de la curva de Phillips. Por ejemplo, un aumento del dinero
provocaba primero un incremento de la producción y una disminución del Robert Barro
desempleo. La disminución del desempleo provocaba entonces un aumento de
los salarios nominales y de los precios. El ajuste proseguía hasta que los salarios
y los precios habían subido en la misma proporción que el dinero nominal,
hasta que el desempleo y la producción retornaban a sus niveles naturales.
Pero este ajuste, según Lucas, dependía extraordinariamente del hecho de
que los encargados de fijar los salarios formaban sus expectativas sobre la in-
flación basándose en el pasado. Por ejemplo, en el modelo MPS, los salarios
sólo respondían a la inflación actual y pasada y al desempleo actual. Pero una
vez que se suponía que los encargados de fijar los salarios tenían expectativas
racionales, era probable que el ajuste fuera mucho más rápido. Las variaciones
del dinero, en la medida en que se previeran, podían no influir en la produc-
ción. Por ejemplo, si los encargados de fijar los salarios preveían que el dinero
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Las implicaciones de las expectativas racionales
En primer lugar, se exploraron sistemáticamente el papel y las implicaciones
de las expectativas racionales en los mercados de bienes, los financieros y los
de trabajo. Hemos presentado en este libro una gran parte de lo que se descu-
brió. Ejemplo:
Robert Hall, por entonces profesor del MIT y actualmente del Hoover Insti-
tute, de la Ameriocan Academy of Arts y de la Universidad de Stanford, de-
mostró que, si los consumidores son muy previsores (en el sentido definido
en el Capítulo 16), las variaciones del consumo son impredecibles. ¡La mejor
predicción del consumo del año que viene es el consumo de éste! En otras
palabras, las variaciones del consumo son muy difíciles de predecir. Esta
conclusión sorprendió a la mayoría de los macroeconomistas de la época,
pero, en realidad, se basa en una simple idea intuitiva. Si los consumidores
son muy previsores, sólo alteran su consumo cuando reciben alguna noticia
sobre el futuro. Pero, por definición, ese tipo de noticias no puede predecir-
se. Esta conducta del consumo, conocida con el nombre de paseo aleatorio
del consumo, ha servido de punto de referencia en las investigaciones sobre Robert Hall
el consumo que se han realizado desde entonces.
Rudiger Dornbusch, quien se desempeñó como profesor del MIT, demostró
que las grandes oscilaciones de los tipos de cambio en los sistemas de tipos
flexibles, que antes se consideraba que eran fruto de la especulación de los
inversores irracionales, eran totalmente coherentes con la racionalidad. En
el Capítulo 21 vimos su razonamiento: la modificación de la política mo-
netaria provoca persistentes variaciones de los tipos de interés nominales;
las variaciones de los tipos de interés nominales actuales y esperados pro-
vocan grandes variaciones del tipo de cambio. El modelo de Dornbusch,
conocido con el nombre de modelo de los tipos de cambio basado en la
sobrerreacción (overshooting), se ha convertido en el punto de referencia
en los análisis de las variaciones de los tipos de cambio.
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¿A qué se deben estas variaciones? La respuesta que propone Prescott es
el progreso tecnológico. A medida que se realizan nuevos descubrimientos, la
productividad aumenta, lo cual eleva la producción. El aumento de la produc-
tividad provoca una subida de los salarios, lo cual aumenta el atractivo del
trabajo y lleva a los trabajadores a trabajar más. Así pues, los aumentos de la
productividad elevan tanto la producción como el empleo, como observamos,
de hecho, en el mundo real.
El enfoque de los RBC ha sido criticado en muchos frentes. Como vimos en
el Capítulo 12, el progreso tecnológico es el resultado de muchísimas innova-
ciones, cada una de las cuales tarda mucho en difundirse por toda la economía.
Es difícil entender de qué forma podría generar este proceso las grandes fluc-
tuaciones a corto plazo de la producción que observamos en la práctica. Tam-
bién es difícil pensar que las recesiones son épocas de retroceso tecnológico,
épocas en las que tanto la productividad como la producción disminuyen. Por
último, como hemos visto, existen pruebas muy contundentes de que las varia-
ciones del dinero, que en los modelos de los RBC no influyen en la producción,
en realidad influyen poderosamente en la producción en el mundo real.
Actualmente, la mayoría de los economistas no creen que el enfoque de
los RBC explique de una manera convincente las grandes fluctuaciones de la
producción. Pero ha resultado útil. Ha reforzado la importante idea de que no
todas las fluctuaciones de la producción son desviaciones con respecto a su
nivel natural. En un plano más técnico, ha proporcionado algunas técnicas
nuevas para resolver complejos modelos, que se emplean frecuentemente en
las investigaciones actuales.
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tecnológico y el desempleo (Capítulo 13) reflejan algunos de los avances que
han hecho los economistas en este frente. Un ejemplo son los estudios de Phi-
lippe Aghion (profesor de la Universidad de Harvard) y de Peter Howitt (profe-
sor de la Universidad de Brown), que han desarrollado un tema que fue anali-
zado por primera vez por Joseph Schumpeter en los años treinta: la idea de que
el crecimiento es un proceso de destrucción creativa, en el que están introdu-
ciéndose constantemente nuevos productos que dejan obsoletos los viejos.
En resumen, las investigaciones actuales avanzan principalmente en
tres frentes:
Primero (el nuevo enfoque clásico): averiguar en qué medida las fluctua-
ciones pueden concebirse como variaciones del nivel natural de produc-
ción y de la tasa natural de desempleo.
Segundo (el nuevo enfoque keynesiano): averiguar la naturaleza exacta de Philippe Aghion
las imperfecciones del mercado y de las rigideces nominales que hacen
que la producción se desvíe de su nivel natural.
Tercero (la nueva teoría del crecimiento): identificar los factores responsa-
bles del progreso tecnológico y del crecimiento a largo plazo.
Estos tres frentes se solapan cada vez más y las fronteras son cada vez más
difusas. Algunos modelos utilizan técnicas desarrolladas por la nueva economía
clásica, pero tienen en cuenta algunas de las imperfecciones en las que hace
hincapié la nueva economía keynesiana. Otros modelos centran la atención en
los efectos que produce a corto plazo en la producción el proceso de destruc-
ción creativa y en los que ponen el énfasis los nuevos modelos de crecimiento,
integrando así la nueva teoría del crecimiento y la nueva teoría clásica. De
momento, domina la síntesis más que las grandes batallas intelectuales.
Términos clave
Dos obras clásicas son las de John Maynard Keynes, Para una serie de ensayos extraordinariamente bien
The General Theory of Employment, Money and escritos sobre muchos economistas y sus ideas, véa-
Interest, Londres, Macmillan Press, 1936, y Milton se David Warsh, Economic Principals: Masters and
Friedman y Anna Schwartz, A Monetary History of Mavericks of Modern Economics, Nueva York, Free
the United States, 1867-1960, Princeton, NJ, Prince- Press, 1993.
ton University Press, 1963. Advertencia: la primera Si el lector desea conocer mejor las cuestiones y la
es de difícil lectura y la segunda es voluminosa. teoría macroeconómicas:
Para una descripción de la macroeconomía de los La mayoría de las revistas de economía contienen mu-
libros de texto desde los años cuarenta, véase Paul chas matemáticas y son de difícil lectura. Pero algunas
Samuelson, «Credo of a lucky textbook author», intentan ser más accesibles. El Journal of Economic
Journal of Economic Perspectives, primavera de Perspectives, en particular, contiene artículos de carác-
1997, págs. 153-160. ter poco técnico sobre investigaciones y cuestiones
En la introducción a Studies in Business Cycle económicas actuales. Los Brookings Papers on Econo-
Theory, Cambridge, MA, MIT Press, 1981, Robert mic Activity, publicados semestralmente, analizan pro-
Lucas expone su enfoque de la macroeconomía y blemas macroeconómicos actuales, al igual que la revis-
proporciona una guía de sus aportaciones. ta Economic Policy, publicada en Europa, que centra
más la atención en cuestiones europeas. En España, una
El artículo que lanzó la teoría de los ciclos económi- revista similar que publica artículos de un nivel accesible
cos reales es el de Edward Prescott, «Theory ahead sobre temas macroeconómicos es Moneda y Crédito.
of business cycle measurement», Federal Reserve La mayoría de los bancos regionales de la Reserva
Bank of Minneapolis Review, otoño de 1986, págs. Federal también publican revistas gratuitas con ar-
9-22. No es fácil de leer. tículos de fácil lectura. Entre ellas se encuentran la
Para más información sobre la nueva economía key- Economic Review, publicada por el Cleveland Fed;
nesiana, véase David Romer, «The new Keynesian la Economic Review, publicada por el Kansas City
synthesis», Journal of Economic Perspectives, invierno Fed; la New England Economic Review, publicada
de 1993, págs. 5-22. por el Boston Fed, y la Review publicada por el
Para más información sobre la nueva teoría del Minneapolis Fed.
crecimiento, véase Paul Romer, «The origins of en- Para un tratamiento más avanzado de la teoría ma-
dogenous growth», Journal of Economic Perspecti- croeconómica actual –que corresponde aproxima-
ves, invierno de 1994, págs. 3-22. Un estudio más damente al nivel de un curso de macroeconomía
completo es el de Charles Jones, An Introduction de primer año de doctorado–, véanse David Ro-
to Economic Growth, Nueva York, W. W. Norton, mer, Advanced Macroeconomics, Nueva York, Mc-
2002. Graw-Hill, 2001, y Olivier Blanchard y Stanley Fis-
cher, Lectures on Macroeconomics, Cambridge,
Para un análisis detallado de la historia de las ideas MA, MIT Press, 1989.
macroeconómicas, con entrevistas en profundidad
a la mayoría de los principales investigadores, véa-
se Brian Snowdon y Howard Vane, Modern
Macroeconomics: its Origins, Development and
Current State, Cheltenham, Edward Elgar, 2005.
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