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Y AL PRINCIPIO ERA LA FABRICA...


Una aproximación a la problemática de la identidad socio-cultural en Palpalá.

*(1)Juan Pablo Ferreiro


(2)
Daniel Raúl González
(3)
Susana Argüello

RESUMEN

El presente trabajo constituye el producto de una investigación aplicada, desarrollada durante el


año 1989 bajo el marco de un convenio entre la Municipalidad de la ciudad de Palpalá y la
Universidad Nacional de Jujuy.
El objetivo que guió esta investigación fue comprender y describir, a manera de primera
aproximación al tema, la dinámica del proceso de construcción de identidades colectivas en la
mencionada localidad. A tal efecto y evaluados los recursos y posibilidades con los que
contaban los investigadores, se optó por seleccionar barrios de la ciudad que mostrasen
características específicas que permitieran su diferenciación, y a la vez pudieran ser
comparados entre sí.
El trabajo fue encarado desde la perspectiva de los Estudios Urbanos y requirió, debido a la
naturaleza del tema escogido, de una aproximación metodológica de tipo cualitativo, similar a
la utilizada en otros estudios urbanos en el país.

ABSTRACT

At the beginning was the factory...An approach to the socio-cultural identity problem in
Palpalá

This paper is a product of an applied research developed during year 1989. There was an
agreement between the Municipalidad de la Ciudad de Palpalá and Universidad Nacional de
Jujuy, to do an social and cultural diagnosis.
The main matter that lead this research it was understand and describe, at means of approach to
theme, dynamics of collective identity process construction in that town. For this way valuated
resources and possibilities for the investigators, it chosen for select quarters that show
specifical characteristics that let us to diferentiate and, at same time, to compare it.
The work was to aim from Urban Studies perspective and demand for, because matter of
theme, a cualitative metodological approach, resembling another urban studies in our country.

Palpalá se presenta como un núcleo urbano industrial altamente atomizado en unidades


menores, algunas de las cuales han adquirido una dinámica centrífuga con relación al resto de
la ciudad. Las causas de esta particular dinámica obedecen, sin dudas, a múltiples razones; no
obstante lo cual se puede presumir razonablemente que la forma bajo la cual nació la ciudad
fue, en buena medida, responsable de ésto.
Desde los lejanos tiempos en los que la zona albergaba haciendas hispano-coloniales trabajadas
por mano de obra indígena sujeta a una forma particular de servidumbre -la encomienda-, el
(1)
: FHyCS-UNJu/CONICET.
*Otero 262 - 4600 - S.S. de Jujuy
(2)
: FHyCS-UNJu
(3)
: Estudiante avanzada en la Carrera de Ciencias de la Educación; FHyCS-
UNJu
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área se distinguió por las actividades agropecuarias que en ella se desarrollaban. Aquí se
encontraban la mayor parte de las tierras de "pan llevar" que abastecían a la ciudad de San
Salvador de Velazco desde su fundación en 1593. Esta forma de explotación de los recursos
que perduró por siglos, encuentra su primer manifestación "urbanizada" en una pequeña
localidad, prácticamente una aldea, que hacia fines del siglo XIX era llamada "Pueblo
Bustamante". Hacia el año 1890 este pueblo contaba con 73 manzanas someramente
mensuradas, que lindaban con la estación Palpalá y la finca Alto La Torre por un lado; y los
terrenos de Lasano, Soza y Lucas Alvarado por el otro. Actualmente esta zona corresponde a un
sector del barrio General Belgrano.
Esta vinculación con extensas propiedades particulares dedicadas al pastoreo y en menor
medida a la agricultura (que también servía, eventualmente, como coto de caza), signó la
historia de Palpalá desde sus comienzos, observándose sus efectos hasta la actualidad.
Una vez descubiertas las potencialidades mineralíferas de la zona, y decidido el Gobierno
Nacional a su explotación productiva comienza -a mediados de este siglo- un proceso de
expropiación territorial, loteos y la consecuente expansión del casco urbano. Proceso que no
estuvo exento de contratiempos y tensiones provocadas por la presión sobre la tierra.
Comienza aquí, entonces, la historia de esta ciudad estrechamente vinculada al Alto Horno, a
su enorme valor estratégico, su régimen laboral, sus particularidades y necesidades productivas
por un lado; y por el otro, la lógicamente irregular expansión urbana que avanzaba sobre
terrenos de valor creciente. Decimos que su expansión fue irregular (y por momentos caótica) y
que esto era un proceso que poseía cierta lógica, debido precisamente al régimen de
expropiaciones. La urbanización se iba produciendo allí donde había espacio, y la ocupación de
ese espacio estaba fuertemente condicionada por la disponibilidad territorial provista por
aquellas.
Esta obtención irregular, no planificada y a-periódica de lotes no sólo dificultó el desarrollo,
sino que, y creemos que en buena medida, condicionó la forma que adquirió la ciudad. Una vez
cubierto el terreno disponible por la Dirección de Fabricaciones Militares, comenzó una
segunda etapa de urbanización, a cargo del estado provincial, que se caracterizó por la
construcción de viviendas mediante la implementación de planes de crédito. Esta etapa, que
comenzó a fines de los años '50 y alcanzó su pico durante los '60, se particularizó por dos
hechos fundamentales e íntimamente relacionados. El crecimiento de la infraestructura de la
fábrica, por un lado; y por el otro su consecuencia socio-demográfica, un crecimiento
verdaderamente explosivo que finaliza a fines de la década del '70, con un crecimiento para el
período intercensal cercano al 190%.
El producto socio-espacial de esas veloces y abruptas transformaciones se observan claramente
en la actualidad bajo la forma de extensos espacios vacíos que dificultan, antes que articulan, la
comunicación ciudadana.
La ciudad, entonces, creció a la sombra de dos condicionantes de enorme peso: el "cerco"
establecido por el campo y sus actividades, y el ritmo de la producción metalúrgica. Este tipo
de crecimiento fue decisivo no sólo para la distribución espacial que adquirió el núcleo urbano,
sino también para el carácter que impuso a sus pobladores. Se podría decir, incluso, como
algunos de sus viejos habitantes nos lo manifestara que la vida urbana se movía al compás de
los turnos laborales de la fábrica.
En los primeros años posteriores a la instalación del Alto Horno (década del '50) la ciudad no
era más que un pequeño poblado con pocos habitantes efectivos, que dependía en forma
absoluta de la actividad del Alto Horno. Sus pocos negocios, su única pensión -adonde llegaban
a diario a alimentarse hasta 120 trabajadores-, y sus otras actividades estaban exclusivamente
destinadas a cubrir las necesidades de una enorme población flotante que llegaba diariamente
por vía ferroviaria o automotriz (el legendario micro colectivo "El Chilicote"). Inclusive los
eventos que atraían la actividad social se desarrollaban dentro de las instalaciones de la fábrica;
la escuela, donde también se oficiaba el culto dominical católico; el club, donde anualmente se
realizaba el máximo acontecimiento social el "Baile del Arrabio", además de competencias
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deportivas. El centro de la vida social no escapaba ni al ritmo, ni a la presencia física del


complejo metalúrgico, antes bien, era regulado por éstos.
Palpalá nació, también, bajo el signo de la heterogeneidad social; este hecho, comprobable en
la actualidad, revistió rasgos aún más acusados durante la década del '50. Al constituirse en el
primer centro de la industria pesada en el NOA, y al encontrarse la nación en un proceso de
desarrollo sumamente dinámico, la ciudad se transformó en un polo receptor de población.
Estas masas de trabajadores, empleados y profesionales provenían de cuatro zonas básicas: la
Pampa húmeda (en particular sus grandes conglomerados urbano-industriales) aportó personal
técnico especializado y jerárquico; la región Chaco-litoral; el norte de la provincia, la vecina
Bolivia y el resto de la región NOA aportaron, fundamentalmente, la mano de obra que habría
de abastecer al complejo siderúrgico-minero.
La instalación definitiva de estos trabajadores comienza poco después de la entrada en
funcionamiento del Alto Horno número 1, con la construcción dentro del terreno de la fábrica,
de viviendas familiares para sus trabajadores -aproximadamente unas 20 unidades-; la pequeña
barriada se ubicaba sobre el sector hoy lindero a calle Maipú. Paralelamente se construyeron
locales para los trabajadores solteros en la misma zona; y sobre Avenida Savio se edificaron el
casino y el barrio de los empleados. Poco tiempo después comienza a lotearse Villa La Florida,
y en 1947 lo que luego sería barrio Carolina. Para 1949 ya existían estos dos barrios, más el
desarrollo que comenzaba a darse en las zonas ocupadas por los barrios Martijena y General
Belgrano. Estos habían sido construídos sobre terrenos expropiados en los cuales se fueron
asentando progresivamente trabajadores provenientes del norte de la provincia y de Bolivia. La
zona del barrio Florida, por su parte, recibió un importante contingente de trabajadores de la
zona Chaco-litoral y de Bolivia.
Hacia 1950 el entramado básico de la ciudad ya albergaba habitantes definitivos y el obrador de
los comienzos empezaba a tomar un aire urbano. Sin embargo, aún persistía el "cerco" de
fincas particulares de alto valor económico (en particular aquellas tierras dedicadas a la
producción tabacalera). La zona que empezaría a ocuparse a continuación comprendía,
precisamente, terrenos expropiados a dos fincas vecinas a la ciudad: Alto La Torre y Los
Alisos. Esta zona describía un vasto semicírculo de 2000 mts. de radio, con eje en la chimenea
del Alto Horno y en dirección S.O. Con el tiempo allí surgirían los barrios 25 de Mayo, 9 de
Julio, Güemes, etc.
Con el surgimiento del barrio 9 de Julio comienza, precisamente, la ya mencionada segunda
etapa de población: aquella correspondiente a los planes de vivienda desarrollados por el
Estado provincial. Estos planes cubrieron, a fines de la década del '60, el espacio vacío que
rodeaba a 9 de Julio con una serie de pequeños nuevos barrios como 11 de Octubre,
Hipotecario y San Cayetano. Fuera del mencionado semicírculo la ciudad continuaba
avanzando sobre el monte, los cultivos y las pasturas; de este último proceso surgen
importantes núcleos como el barrio 23 de Agosto, a fines de los '50.
La actividad social del naciente centro urbano encontró rápidamente un espacio adonde
desarrollarse: el centro cultural y deportivo, que a partir del año 1946 funcionó dentro del
predio industrial. Este cubría una extensa y sumamente diferenciada gama de actividades;
desde torneos deportivos hasta el baile anual.
Fuera del predio se iniciaron también actividades con diversa suerte. En Florida, por ejemplo,
un grupo de trabajadores fundó su propio club (General Savio). A pesar de estos intentos la
actividad paralela a la impulsada por la dirección del establecimiento chocó con dos grandes
obstáculos: la falta de espacios y las características laborales sintetizadas en el "turno rotativo".
Se podría decir, entonces, que durante los primeros años las actividades sociales desarrolladas
al margen de la institución se reducían a unos pocos eventos de magnitud variable y de también
disímil poder de convocatoria: los bailes, organizados en un local vecino a la actual escuela
Naveiran; la peregrinación al santuario de la Virgen de Río Blanco (el acontecimiento de mayor
convocatoria de este grupo); y las festividades organizadas por la comunidad boliviana con
motivo de su fecha patria (6 de agosto). Esta colectividad tuvo una participación central en la
construcción de la primer iglesia parroquial de la ciudad: San Cayetano, durante 1963.
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El breve y esquemático bosquejo histórico que proponemos no pretende ser exhaustivo,


quedando tal posibilidad fuera de los alcances de la presente comunicación. Sirve,
simplemente, para ilustrar las dificultades concretas que tuvieron que vencer la ciudad y sus
habitantes a lo largo de su historia. A la vez sirve a los fines expositivos del presente trabajo al
brindar un marco histórico del cual partir para fundamentar nuestra visión del presente.
El desarrollo no planificado y excéntrico de Palpalá, bosquejado en el marco histórico anterior
condujo a la ciudad a lo que hemos denominado su "atomización" urbanística y social. Dicho
fenómeno se observa claramente en la periferia del casco urbano actual -barrios Alto Palpalá y
Savio, Antártida Argentina, San José, La Merced, etc.- y hace referencia al bajo nivel de
articulación que presentan algunas zonas (como las mencionadas) con el resto de la ciudad.
Este fenómeno, aún cuando su condicionamiento central pueda ser de tipo espacial implica y
remite a una problemática social que se manifiesta a través de una utilización diferencial del
territorio. Tal problemática no es patrimonio exclusivo de la periferia ciudadana, por el
contrario, lo ubicamos, aunque con rasgos espaciales menos acusados pero socialmente más
intensos, dentro del casco urbano. Su manifestación más visible se observa en la convivencia, a
menudo conflictiva, de estilos de vida aparentemente contrapuestos. En este caso, la existencia
de un estilo que denominaremos "ciudadano" junto a otro de tipo "rural". Tal coexistencia se
presenta a pocas cuadras del centro comercial, en los barrios Carolina y 23 de Agosto. El
mencionado patrón "rural" se caracteriza por un tipo de construcción particular (casa de bloque
de dos plantas -construída o visiblemente prevista-), huertas familiares cn hortalizas y, en
muchos casos maíz; mantenimiento de ganado -en especial ovino-; disposición de las huertas a
un lado o a los fondos de la vivienda, etc. Este patrón predomina en barrios periféricos como
Ciudadela o Antártida Argentina; y se presenta bajo un aspecto marginal en la cuenca del
arroyo Las Martas, entre Alto Palpalá y Savio. En este último caso tal situación genera
fricciones y disputas entre dos bloques poblacionales de distinta antigüedad, intereses y nivel
adquisitivo; ocupando los habitantes recientes viejos terrenos de pastoreo tradicionalmente
ocupados por el bloque ocupacional antiguo. Situación similar, aunque aparentemente sin ese
grado de conflictividad, pero sí marcando una clara diferencia entre un patrón de vida y otro se
presenta en el extremo norte del céntrico y antiguo barrio General Belgrano; en el cual sólo una
calle -Pedro de Zurita- separa ambos sectores.
Desde una perspectiva específicamente urbana pueden reconocerse diferentes ámbitos socio-
espaciales que reflejan una vez más, el proceso atomístico y centrífugo de la ciudad. A falta de
un centro físico que actúe como eje aglutinador y distribuidor, las necesidades del desarrollo
"espontáneo" impusieron a la población la búsqueda de alternativas viables. Así es que
comienzan, en la actualidad, a generarse centros alternativos de tipo comercial, de flujo de
transeúntes y de actividades sociales sobre grandes vías de comunicación como son las
avenidas Libertad, Juan José Paso, Hipólito Yrigoyen y General Belgrano. A partir de éstas se
generan polos diferenciados que nuclean a barrios y conjuntos de barrios, comenzando a dar
una respuesta (popular y por cierto como el resto de la ciudad, no planificada) a las necesidades
ciudadanas no cubiertas. De esta manera el viejo "centro", comprendido por los barrios
Belgrano, sectores de Martijena y de San Martín, donde se centralizan las oficinas públicas,
reparticiones y el acceso al complejo industrial, comienza a ver relativizado su papel histórico.
Estos polos alternativos surgentes algutinan a dos bloques de barrios socialmente diferenciados.
Uno, comprendido por 9 de Julio, Hipotecario, un sector de 11 de Octubre, San Cayetano y San
Ignacio de Loyola pivota sobre la avenida Paso y representa al sector de mayores recursos
económicos aparentes. El otro, centralizado sobre las avenidas Yrigoyen y Belgrano, nuclea a
23 de Agosto, Carolina y un sector de Florida, representando el polo más popular, y
aparentemente más dinámico. Un posible tercer foco, aunque sin el desarrollo de los dos
anteriores debido tal vez a su posición intermedia, gira alrededor de avenida Libertad
agrupando a un sector de San Martín, 25 de Mayo y Güemes.
A esta diferenciación socio-espacial debe añadírsele la existencia de grandes espacios vacíos,
que lejos de constituir puntos de confluencia o articulación, actúan a manera de barreras
naturales, y eventualmente, campos de disputas territoriales por sectores poblacionales que
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habitan sectores en contacto. Esta particular dinámica socio-espacial se vé reflejada en el


ámbito de las relaciones sociales establecidas por los sectores más movilizados de la población
juvenil. Dichos sectores no sólo se agrupan por barrio, o bloque de barrios, sino que se
diferencian en el manejo del espacio de interacción social con la generación de sus padres. La
diferencia esencial con estos últimos es que el grupo de mayor edad no sólo no creció en la
ciudad, en un relativo alto porcentaje, sino que además sus hábitos y relaciones sociales se
vieron fuertemente moldeados por los requerimientos laborales del complejo industrial; y los
que sí son nativos de la ciudad, vieron transcurrir su juventud en un espacio que recién
comenzaba a diferenciarse socialmente; y aún esa relación correspondía más que a un producto
del crecimiento urbano, a una extrapolación directa de las jerarquías laborales internas de
Zapla. Este manejo del espacio diferencial tiene consecuencias sociales de importancia, ya que
implica la búsqueda de nuevas formas organizativas y creación de liderazgos propios que se
encuentren en directa relación con los intereses, necesariamente nuevos, de los sectores
juveniles locales. Tales formas se plasman en actividades concretas que presentan una marcada
bidireccionalidad (genralización/particularización), a través de la cual puede observarse la
estrecha relación existente entre uso del espacio y diferenciación social. Tal dinámica,
importante per se, que genera tensiones y conflictos (latentes o manifiestos) puede
interpretarse, también, como el proceso de construcción y organización de la diferencia. Esto
es, de un tipo particular de identidad. Este proceso de construcción de sentido es el que
intentaremos poner de manifiesto.
En el proceso de constitución de la ciudad, a la ya mencionada tensión entre fábrica y campo
hay que sumarle un tercer elemento, de fundamental importancia en los últimos años: la
relación con la capital de la provincia, de la cual Palpalá fue un suburbio industrializado hasta
hace muy pocos años.
El crecimiento urbano, con las características ya mencionadas, y la cercanía con San
Salvador fueron dando a Palpalá la configuración de un barrio extremo y periférico de la ciudad
capital. La materialización de esa particular relación podemos verla, por ejemplo, en las
actividades y funciones más importantes que cumplían los centros vecinales de Palpalá en sus
comienzos: realizar trámites para los vecinos en la capital. Tal configuración dio a las distintas
unidades en las que se compone la ciudad una gran autonomía, sustentada en lo que
denominaremos "Ideología de Barrio" (LEFEBVRE, 1973); constituyendo ésta una
manifestación de conciencia que no es otra cosa que el sentido común afincado en una base
territorial discreta, y que considera a esa unidad como la esencia misma de la ciudad, como la
verdadera unidad socio-espacial a escala humana. De hecho, el proceso histórico que sufrió la
ciudad, una típica "ciudad de coque" surgida bajo el influjo de la transformación tecnológica,
valida este tipo de construcción de sentido. Si acordamos con Hannerz que:
"...cuando existe en común algún centro o sentido de las fronteras que impida
que las definiciones de los barrios se conviertan en algo centrado en el ego
[...] las relaciones de vecindad pueden echar a andar con mayor facilidad. Las
colinas o los ríos pueden ser este tipo de confines pero también pueden estar
construídos por el hombre..." (HANNERZ, 1982:293(
no tendremos dificultad en ver que esa forma particular de expansión de la ciudad fortaleció, al
generar límites físicos, los límites sociales constituídos por unidades barriales con identidad
propia (ya sea ésta una identidad positiva o construída por oposición a otra), antes que una
identidad común abarcativa. Otras variables, como la afluencia demográfica multirregional y
pluricultural se insertan en la misma tendencia anterior.
La construcción de la ciudad como un espacio social compartido fue y es, obviamente, una
tarea que tiene como artífices a distintas generaciones que, aunque emparentadas, poseen
diferentes hábitos, usos, intereses y creencias. Las primeras no sólo dependían de la fábrica
para casi todo (culto, educación, trabajo, salud y recreación), sino que además, consideraban a
la ciudad como una mera extensión de funciones del complejo industrial, y no como un centro
urbano, o como nos comentase una vieja pobladora:
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"...aquí no había vecindad, eramos un pueblito muy chiquito, todo era la fábrica, ha pasado
cualquier cosa, era la fábrica..."
De hecho, primero se era trabajador de Zapla y luego, por extensión, se habitaba en Palpalá; lo
cual dado el turno rotativo de trabajo, dejaba muy poco margen para las relaciones extra-
laborales. Luego, con los constantes aportes poblacionales externos la fábrica comenzó a ver
rebasada su capacidad de contención y respuesta a las demandas sociales. En ese momento, que
comienza en la década del '60 y se consolida definitivamente en los '70, la conjunción de
fuerzas de los estados provincial y municipal capitalino empiezan a dar respuesta a tales
necesidades y expectativas. Allí se puede establecer el surgimiento de Palpalá como ciudad.
Algunos de los hechos que sirven para avalar esta postura son la reubicación fuera de la fábrica
de la escuela primaria; la creación de la ENET; la creación de la primer parroquia y su
respectivo templo (1963); la creación posterior de instituciones de enseñanza secundaria no
especializada; y, fundamentalmente, la ejecución de los primeros planes provinciales de
vivienda (1967/8). Paralelamente, la demanda social excede a las soluciones aportadas y, como
lógica consecuencia, comienzan a surgir o a readecuarse instituciones informales (centros
vecinales y clubes).
A mediados de la década siguiente, y en forma acelerada en los '80 comienza un proceso de
progresivo y acelerado deterioro nacional. En Palpalá, aunque esto se manifestó un poco más
tardíamente, las nuevas generaciones, esta vez nativas de la ciudad, comienzan a transformarse
en los nuevos agentes y, a su vez, a transformar socialmente la ciudad. Sus intereses ya no
reconocen a la fábrica como la referencia urbana exclusiva; y como consecuencia, la ciudad
para constituirse como tal no sólo debe diferenciarse del complejo industrial, sino además
negarlo de manera dialéctica. Paralelamente, se observa el mismo tipo de relación con respecto
a la ciudad capital. El flujo entre ambas se acrecienta, pero sobre todo, se diversifica. Los
agentes de tal flujo son, fundamentalmente, de dos tipos: comerciantes (no siempre de origen
local) y estudiantes de nivel medio, terciario y universitarios. Como derivación de este proceso
histórico y de la coyuntura comienza a afirmarse un doble proceso de identificación (que aún se
encuentra en plena etapa formativa) que tiene en "el barrio" su ámbito privilegiado de
desarrollo. Uno de los polos del proceso se basa, obviamente, en la fuerte división espacial de
la ciudad y se manifiesta en la ya mencionada "ideología barrial". El otro polo, cuya definición
opera por oposición, tiene por centro a la ciudad en su conjunto. Decimos que opera por
oposición puesto el proceso sólo se refleja en los momentos en que los habitantes de Palpalá
salen de ella y deben diferenciarse del nuevo medio, o cuando delegaciones foráneas llegan a la
ciudad (p.ej.: para competencias deportivas, fiesta de los estudiantes, etc.). Un ejemplo de esta
situación se dá entre los estudiantes universitarios residentes en Córdoba, donde los originarios
de Palpalá se caracterizan por su autonomía e independencia con relación al resto de sus
comprovincianos).
Decíamos más arriba que Palpalá comienza a constituírse como ciudad manifestándose este
proceso como un movimiento de tipo dialéctico. Con respecto a Zapla, porque ya no forma el
"Escudo Urbano" de la fábrica, sino una entidad cualitativamente distinta, en la cual la mayor
parte de la gente, aunque relacionada indirectamente con el complejo, ya no depende del
régimen laboral de Zapla, y debe resolver sus necesidades independientemente de éste:
"...la gente tampoco hace nada por Palpalá, porque es la costumbre de Zapla, loco, acá es
todo fiado, se han mal acostumbrado al descuento por planilla, al fiado, la mitad ahora, la
mitad a fin de mes..." (Entrevista con un informante de Barrio 9 de Julio, párrafo referido al
comportamiento económico de la generación de los mayores).
El otro polo está constituído por la capital provincial, de la cual la separan unos pocos
kilómetros y una incómoda sensación de dependencia:
"...yo la vez pasada me enojé conmigo mismo, como palpaleño ¿no?, quería comprarme un
par de zapatillas, y me estaba por ir a Jujuy, y digo ¡no!, ¡¿porqué?!, ¡me los voy a comprar
acá!. Me recorrí todas las zapatillerías de Palpalá y no encontré las que buscaba..." (Idem
anterior)
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Muchos palpaleños trabajan o estudian en la ciudad de San Salvador de Jujuy, pero la gran
mayoría, demuestran a través de manifestaciones coyunturales y muy concretas el carácter
opuesto y negativo del otro polo del proceso de identificación, porque sólo se enfatiza la
identificación con la ciudad cuando, en virtud de una situación particular, se enfrentan a la
ciudad capital. Por ejemplo, nos comentaba una joven del barrio 23 de Agosto, haciendo
referencia a la Fiesta Nacional de los Estudiantes:
"...con Jujuy hay una pica tremenda [...] qué bronca que nos tienen, ¡por dios! [...] son muy
injustos los de Jujuy, realmente, los jurados ¿viste?, son muy injustos..."
Este proceso al que hacemos mención no es otra cosa que la manifestación "hacia
afuera", el reverso de la moneda, del proceso de identificación barrial, del cual son agentes
privilegiados los jóvenes:
"...la juventud es la nueva generación. Porque es la generación que nació en Palpalá y
que ya se está dando cuenta. El que llegó a trabajar a Zapla hace treinta años ahora
sigue siendo dependiente de Zapla o jubilado, y para todo recurre a la capital [...] o a
ese viejo sistema, ¿me entendés? [referencia al sistema impuesto por la fábrica]...en
cambio el nuevo prefiere hacer sus cosas por su propia cuenta..." (entrevista con un
informante del barrio 9 de Julio)
Estas nuevas generaciones han "tomado" literalmente los ámbitos privilegiados para el contacto
y la información sociales, como lo son las calles y los juegos (según la óptica de H. Lefebvre);
y a partir de las acciones concretas que ejercen en ambos comienzan a construir su identidad y
generan, en algunos casos por reacción, formas organizativas propias que pueden llegar a
incluir a otros grupos etarios:
"El barrio en sí está hoy mucho más ocupado por los jóvenes de los que muchos creen o
atribuyen. En efecto, 'esos que andan por ahí', 'patoteando', 'haciendo quién sabe qué', son los
que más se ocupan en ser DEL BARRIO..." (GRAVANO, 1989:23)
Uno de estos grupos, "Los Chicos Malos de Parada Uno", pertenecientes al Barrio 9 de Julio,
nos brindan su propia delimitación del barrio, su propio espacio de acción que incluye a un
amplio sector comprendido por 9 de Julio y Barrio Banco Hipotecario; pero que,
paradójicamente, no incluye al vecino San Cayetano, a cuyos jóvenes sólo consideran
"compinches"; ni a 11 de Octubre (también vecino), con cuyos grupos juveniles mantienen una
añeja rivalidad deportiva y, aparentemente, social. Sin embargo, a la hora de responder con
quienes se llevan mejor, su respuesta no deja lugar a muchas dudas:
"...con lo que circunda acá [barrio 9 de Julio]"
nos dicen, refiriéndose a los barrios recién citados, y diferencian, también claramente, la visión
que otros barrios (p.ej.: 23 de Agosto) tienen de ellos, calificando estas últimas opiniones como
provenientes de un falso sentido de inferioridad. Dichas opiniones, o mejor dicho, tales
definiciones (en este caso sobre el territorio barrial y la caracterización social de sus ocupantes)
se mueven dentro de los parámetros de la ideología barrial compartida por grupos
pertenencientes a otros barrios:
"...yo a todo le decía Barrio Hipotecario, después los chicos me dicen ¡no!, yo vivo en barrio
9 de Julio, pero...¿cuál es barrio Hipotecario?, para mí es todo 9 de Julio, yo no entiendo
[...] hasta ahora no sé cual es barrio Hipotecario y cuál es 9 de Julio..." (entrevista con una
joven informante de 23 de Agosto que nació y creció en el barrio)
Este autorreconocimiento, junto al reconocimiento externo, funciona definiendo las identidades
dentro de un proceso interactivo (Barth); o si se prefiere, la identidad social es:
"aquella definición coproducida por los actores sociales, tornando a dichos actores
históricamente reconocibles y coyunturalmente diferenciables. La identidad es socialmente
operativa cuando transmite sentidos (valores, pautas, criterios) relevantes para las distintas
partes de la interacción. Estos sentidos se construyen en un contínuo y complejo entramado de
relaciones sociales en el seno de una estructura social..." (GUBER y DIAZ, 1984:81)
Los atributos socialmente significativos y su relación con la estructura social que define R.
Guber son, precisamente, el meollo de la denominada "ideología barrial" en este caso, ya que
la gente entrevistada de 23 de Agosto, aún a pesar de querer soslayar el fraccionamiento
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urbano de la ciudad, miran con resquemor a sus "pares" de 9 de Julio, con quienes rivalizan a
partir de una definición de identidad que surge, en este caso, de una supuesta posición en la
estructura social urbana:
"...un chico de acá, de 23, tiene un montón de cosas, ponéle, que viste bien, como G., pero
G....¿qué pasa?, ¡el se lo pagó!, ¡¿viste!?; y en cambio en el barrio 9 de Julio vos vas a ver
un chico bien vestido, todo, pero el nunca trabajó, todo siempre fue a costillas de los padres,
¡¿que sé yo!?... esa onda!, que nada que ver con nosotros..." (una informante de 23 de
Agosto)
Dicha identidad atribuída funciona, como ya dijimos, en términos de ideología (esto es en el
sentido clásico, como "veladura" de la realidad); ya que sus contrapartes de 9 de Julio, "los
Chicos Malos", reconocen en los grupos de 23 de Agosto un modelo organizativo a seguir, a la
vez que admiten para ese barrio una mayor variedad de formas de reunión, cohesión y
solidaridad social que en el suyo propio. No obstante, no dejan de aclarar:
"...yo quiero a mi barrio y nada más, no quiero jugar de otro..." (entrevista con informante
de 9 de Julio).
Esa particular dinámica de construcción del sentido y de la diferencia, entre los jóvenes
de ambos barrios, se apoya territorialmente en dos nacientes núcleos de atracción del interés
social en la ciudad. Uno, centralizado en 23 de Agosto sobre la avenida Belgrano, sirve para las
manifestaciones de un amplio sector popular de los barrios adyacentes, en todos los cuales
existe un fuerte componente de población originaria del norte de la provincia y de Bolivia.
Mientras que 9 de Julio orienta sus actividades, junto a un sector de Barrio Santa Bárbara y San
Ignacio de Loyola, hacia el sector de avenida Paso; zona caracterizada como de "clase Media".
Entre ambos bloques de barrios encontramos no sólo áreas urbanizadas y vías de flujo, sino
también, y lo que es característico de la ciudad, amplios descampados que impiden o
condicionan la comunicación; y que parecen coadyuvar en la reproducción de diferencias
sociales generadas en un ámbito distinto y previo al barrio. O, para decirlo en otras palabras,
estas diferenciaciones surgen como uno de los elementos a partir de los cuales se constituyen
los barrios:
"...acá siempre hubo diferencias de clase muy marcadas, si la gente, por ejemplo, que
pertenece a los barrios de Altos Hornos Zapla, ahí viven todos los profesionales; los
profesionales que viven ahí tienen sus propias casas y en lugares bien residenciales [...] y
después están los de la clase media, o sea de la clase obrera que ganó su casa a través de un
plan de vivienda; después está el otro obrero, el más pobre, el más humilde, el que se tuvo
que hacer su casa con sacrificio. Están separados por barrios, por zona, y cada zona te
marca una identidad diferente..." (entrevista con un informante de 9 de Julio)
Estas diferencias sociales y territoriales, explicadas por los mismos actores, provocan fuertes
sentimientos de adhesión hacia adentro del bloque barrial y una obstaculización del acceso
comunicacional hacia afuera:
"...ellos mismos se clasifican y ¡chau!, no hay posibilidades de nada..." [en este caso "ellos"
son los habitantes del bloque de barrios con centro en 23 de Agosto](idem informante anterior).
Tales diferencias, surgidas en la época fundacional, esto es, en la generación de los mayores, se
traslada deformada y potenciada, a los ámbitos juveniles; particularmente a los grupos que
interactúan "cara a cara" (grupos de amigos, equipos deportivos, "patotas", etc.):
"...no hay esquina que no tenga dueño, siempre son grupitos..." (entrevista con informante
de 9 de Julio).
Si a esto sumamos la falta de consenso social de las instituciones más abarcativas (formales o
informales), y las dudas con relación a la situación futura de la ciudad; el resultado coyuntural
apunta no sólo a la atomización de actividades y agrupamientos, sino que, además, no permite
la emergencia de incentivos que cuenten con un consenso urbano global:
"...el hombre, el joven, diríamos, la comunicación que tiene es armar un partido, un motivo
de joda, digamos, nada más..." (entrevista con informante de 9 de Julio)
Para los mismos actores es la situación de "encapsulamiento" antes descrita la que provoca,
entre otras, este tipo de situaciones que son vistas como una desviación de lo socialmente
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deseable: "la vida sana"; y que llevan a relacionar las actividades de muchos grupos juveniles
con el consumo de alcohol y drogas. Otro de los efectos de tal encapsulamiento es el desinterés
provocado por actividades que no responden a los intereses ni a los ámbitos de participación de
los jóvenes (desde luego, esto no implica la ausencia de expectativas generales o individuales):
"...soluciones no hay, pero hay inquietudes..." (entrevista en 9 de Julio).
Este desinterés por las actividades que conciernen a la ciudad es particularmente notorio en los
jóvenes que realizan la mayor parte de sus actividades fuera de la ciudad (p.ej.: estudiantes);
aún en este caso la ideología barrial vuelve a entrar en escena.
Los jóvenes de 23 de Agosto y de 9 de Julio, aún estudiando fuera de la ciudad, parecen tener
cierto contacto con las actividades de su barrio, y en menor medida, con las de la ciudad en su
conjunto. Un caso similar a los ya descritos lo encontramos en Alto Palpalá. Allí, el sector
juvenil del barrio se ha constituído en uno de los factores de "poder" de los jóvenes palpaleños:
"...con 23 de Agosto, con 25 de Mayo y Alto Palpalá se forman los 3 grupos más grandes, y
entre ellos hay bastante discordia..." (entrevista en Alto Palpalá)
Tanto estos jóvenes como el barrio en general se encuentran orientados hacia la ciudad capital
de la provincia más que hacia Palpalá, dada su particular y excéntrica ubicación geográfica.
Este hecho es reforzado por el corte de vías informales de acceso al "centro" tradicional de la
ciudad; como por ejemplo, el alambrado del perímetro del campo de golf de Altos Hornos
Zapla. Al mismo tiempo, y sin duda relacionado con lo comentado, se encuentra un elevado
porcentaje de jóvenes de este barrio que se trasladan a la capital a realizar sus estudios. A pesar
de esta suerte de "ausentismo" de las actividades locales, desempeñan un papel dinámico en la
ciudad:
"...en los jóvenes que estudian hay un pensamiento distinto, siempre quieren hacer algo..."
(entrevista en Alto Palpalá)
mientras que el resto de la población presenta:
"...muy poca relación entre la gente, salvo únicamente cuando hay actividades así...como
festivales, que movilizan un poco, generalmente cada cual hace su trabajo y ¡chau!...(idem
entrevista anterior)
Se podría decir que este barrio y su gente se cierran sobre un espacio propio, dentro del cual
incluyen al Barrio General Savio (sus vecinos):
"...con Savio no era tanta la diferencia sino que más bien Alto Palpalá y Savio formábamos
un solo barrio, como siempre, pero se los llamaba así...a Alto Palpalá y a Savio se los
confundía..." (entrevista en Alto Palpalá).
incluso ya se visualiza a otro barrio vecino: La Merced, como un potencial integrante de dicho
espacio. Dentro de toda esta zona en la cual la gente "casi no vá al centro" hay, por supuesto,
límites socio-espaciales marcados cuya alteración o transgresión provoca o puede provocar
diversos grados de conmoción social. Este es el caso del límite entre Savio y Alto Palpalá
(cuenca del arroyo Las Martas), en el cual se han instalado recientemente grupos foráneos de
forma precaria. Este hecho produjo que se redujese el terreno de pastoreo para ovinos de
algunos viejos habitantes; pero, sobre todo, dificultó la comunicación entre las dos barriadas.
Desde luego, éste no es el único ejemplo de límites sociales, y en el caso de Alto Palpalá se dá
otro tipo de "frontera" mucho más sutil y menos visible, cuyos orígenes, al menos en parte, los
encontramos en el movimiento interno de población. El barrio comenzó a poblarse hace unos
30 años atrás con habitantes provenientes de Carolina, 23 de Agosto y Florida, quienes
abandonaban sus viejos asentamientos debido a los crecientes índices de contaminación
ambiental que presentaban. En la década del '70 se suman nuevos pobladores originarios del
norte de la provincia, de la zona de Perico y de la provincia de Salta. A su vez, las viejas
localizaciones de donde provino el grupo inicial comenzaba a ser repoblada por nuevos
migrantes, quienes en su gran mayoría provenían de la zona puneña y de Bolivia. El límite
social que mencionamos más arriba surge en este contexto y, paradójicamente, no se establece
entre los vecinos adultos, sino entre los sectores juveniles de 23 de Agosto y de Alto Palpalá.
Esto es, los descendientes de los primitivos pobladores de 23 de Agosto, y los migrantes que lo
repoblaron:
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"...los muchachos siempre me cuentan que cuando van...van en barra, o sea que nunca van
de a uno, siempre van...Es su local, ya cuando salen del baile se agarran seguro, con los de
23 de agosto..." (Idem entrevista anterior)
Estos límites aparecen en contextos de interacción específicos como los bailes y competencias
deportivas.
En 23 de Agosto y en 25 de Mayo la mayor parte de la población es de origen boliviano, y en
segundo término, de la Puna Jujeña. En Alto Palpalá, en cambio, la colectividad boliviana
representa una minoría frente a los migrantes de la Puna y la zona de Perico-Salta.
Otro tipo de límites sociales es observable en la división de la ciudad en dos parroquias: San
Cayetano y Espíritu Santo. En cada uno de esos ámbitos se celebran festividades particulares
junto a las tradicionales celebraciones del calendario católico. Sin embargo, y con referencia a
fiestas patronales o a celebraciones específicas es notable observar que las dos comunidades
más importantes, la puneña y la boliviana, celebran sus festividades en el ámbito de las
parroquias y de los barrios, siendo muy baja la participación en celebraciones conjuntas.
A partir de la participación en acontecimientos religiosos surge otro de los elementos a tener en
cuenta, la actividad femenina. la iglesia surge en Palpalá promovida por la acción de la mujer,
específicamente por un grupo perteneciente a la denominada "Legión de María". Tanto este
grupo exclusivamente femenino, como algunas integrantes particulares del mismo reconocen
una larga trayectoria de servicio social en la comunidad. Paralelamente, otras agrupaciones
como la fundación "Amor y Esperanza", también confesional y femenina, se dedican a trabajar
sobre los problemas más agudos y sentidos por los habitantes de la ciudad, como el
alcoholismo, la drogadependencia y la auto-capacitación de mujeres y jóvenes. El papel de la
mujer, que comienza a ser valorado por el resto de la población, aunque sin perder las
características tradicionales del rol femenino en la sociedad, comienza a ampliar su esfera de
acción debido a la crisis socio-económica; observándose la apertura a la búsqueda de
soluciones economicamente rentables, como venta de productos o capacitación profesional en
distintas áreas.
La explicación de estos fenómenos debe encuadrarse, necesariamente, en el marco de la crisis
económica nacional, el descenso productivo del complejo industrial y la alteración relativa de
los patrones culturales tradicionales del sector masculino. La mujer, entonces, como madre y
encargada de las tareas domésticas en el hogar ve ampliada sus posibilidades por la coyuntura,
debiendo no sólo cumplir sus roles tradicionales, sino también actuar como efectivo sostén del
hogar en muchos casos (p.ej.: en presencia del muy extendido patrón matrifocal).
Finalmente, deseamos identificar cuatro grandes bloques problemáticos sobre los cuales se
puede actuar en términos de política social y cultural.
- Sector femenino: capacitación laboral y organizativa; talleres de reflexión sobre la propia
actividad.
- Sector juvenil: capacitación en aspectos organizativos; canalización efectiva de expectativas y
actividades ya desarrolladas; creación de espacios de confluencia social.
- Territorial: transformación de los espacios vacíos (arroyos, baldíos, etc.) en espacios de
articulación social; reutilización de los complejos polideportivos con fines culturales masivos y
con actividades deportivas centralizadas.

San Salvador de Jujuy, octubre de 1990.

Publicado en Revista Cuadernos, año 3, n° 3, San Salvador de Jujuy.


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BIBLIOGRAFIA
Publicado en Revista Cuadernos, año 3, n° 3, San Salvador de Jujuy.

LEFEBVRE, Henri (1973), De lo rural a lo urbano, Península, Barcelona


HANNERZ, Ulf (1982), Exploración de la ciudad, F.C.E., México.
GRAVANO, Ariel (1989), La cultura en los barrios, C.E.A.L., Buenos Aires.
GUBER, Rosana y DIAZ, Raúl (1984), "Identidad social villera; resignificación de un
estigma", ETNIA, Julio/diciembre; Olavarría

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