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VIDA Y OBRA

DE
DON JOSE DE
SAN MARTÍN
Índice
Pag.

Introducción 1
Conclusión 2
Primera Parte
1778 - 1820
Infancia, Su carrera militar en España. El Regreso 3
Creación del reg. d Granaderos a caballos. El combate de San Lorenzo. 5
Al mando del Ejército del Norte. San Martín en Córdoba y Mendoza.
Preparación del Ejército de los Andes.
Segunda Parte
1817 - 1822
El libertador de Chile. 11
La guerra del Perú. 17
El Protector del Perú - La entrevista de Guayaquil. 20
Tercera Parte
1822 - 1850
Nuevamente Chile. De regreso a su Patria. Europa. 22
En la rada de Buenos Aires. Otra vez Europa. Su muerte.
Bibliografía 26
Anexo 28

Máximas de José de San Martín para su hija Merceditas 45


1

Introducción

¿ Quién fue José Francisco de San Martín, libertador de Argentina, Chile y


Perú ?

Para algunos un austero militar de profesión, sin ambición política


alguna; para otros un sagaz estratega capaz de quebrar el dominio español
en América junto con Bolívar ; un santo de la espada, para sus
incondicionales admiradores.

¿ Qué significa para nosotros, jóvenes que estamos por arribar al


siglo XXI, en medio de crisis muy profundas que muestran la corrupción de
funcionarios, políticos, jueces, policía y la insensibilidad de los
responsables de la suerte de niños, obreros, maestros, y jubilados del país.

¿ Sería posible encontrar en él un modelo de honestidad, solidaridad,


desinterés, a alguién capaz de mostrarnos el camino a seguir tanto como
ser humano como hombre público ?

Para dar una respuesta a estos interrogantes llevamos a cabo esta


investigación sobre la “Vida y Obra de Don José de San Martín”.
2

Conclusión

La vida de San Martín es ejemplar, porque es una síntesis de


virtudes.

Varias repúblicas americanas lo tienen por su héroe, y patrias


hermanas reconocen que sus limites fueron señalado por su espada.

A todos estos pueblos le hizo donación de sus afanes y desvelo, de


sus luchas y de sus triunfos sin pedir retribución alguna.

Su desinterés personal fue de igual tamaño que su empresa


emancipadora. Nació, vivió y murió modestamente. Huyó del lujo y de las
condecoraciones. nunca fue rencoroso con el adversario vencido.

Su gloria mayor reside en haber sabido vencerse a sí mismo en


cuantas oportunidades se le ofrecieron de convertirse en un dictador.

“No mandar”, “respetar la ley”, “amar la justicia” fueron sus


pensamientos rectores, claros, justos.
Toda su vida es un ejemplo. Sencillo, honrado, veraz. No divaga
nunca, no engaña ni a las personas ni a los pueblos. No va en busca de
honores. Tiene fe en los destinos de una humanidad libre. Cree que se
llega a la libertad por la tolerancia, el respeto mutuo, la mesura. su lema y el
que debe ser nuestro. “Serás lo que debes ser, y si no, no serás nada”.

Primera
Parte

“Infancia. Su carrera militar en España. El regreso.”

José Francisco de San Martín nació un 25 de Febrero de 1778 en la


aldea de Yapeyú, situada en la margen derecha del Río Uruguay, uno de
los pueblos de la de las misiones del Paraguay.
Su Padre Don Juan de San
Martín Gómez era gobernador militar de Yapeyú, La Cruz, San Borja y
Santo Tomé; su madre Gregoria Matorras era prima del gobernador de
Tucumán. Ambos eran Españoles.

José Francisco era el menor de cinco hermanos: María Elena, nacida


en 1771; Manuel Tadeo, nacido en 1772; Juan Fermín, nacido dos años
más tarde, y Julio Rufino, nacido en 1776.

En 1781 obtuvo su Padre el traslado a Buenos Aires, donde pasó a


residir con su familia.

En 1783, los persistentes deseos de los esposos San Martín de


regresar a la Península para educar a sus hijos, fueron satisfechos con el
nombramiento del padre como agregado al Estado Mayor del regimiento de
Málaga.

Toda la familia partió en 1784 para Cádiz, donde arribaron en la


primavera de ese año.

En 1785 ingresa en el seminario de Nobles de Madrid en donde hasta


1789 estudia retórica, matemática, geografía, ciencias naturales, nociones
de francés, latín, dibujo y música.

Con doce años de edad San Martín presenta un petitorio, el 1 de julio


de 1789 para incorporarse, como cadete, al regimiento de Infantería de
Murcia.

A los trece años tuvo su bautismo de fuego combatiendo contra los


árabes en Orán.

San martín tomo parte en la guerra de la Península, y fue edecán del


general Solano, marqués del Socorro, gobernador de Cádiz. Cuando aquel
general pereció asesinado por el populacho, San Martín escapo con
dificultad de una muerte segura.

En Sevilla, la Junta que se había declarado poder supremo para


España y sus colonias organizó su ejército bajo el mando del general
Castaños, quien ordenó que las fuerzas de Cádiz salieran para Jaén al
encuentro de los franceses.
4
Parte de esa tropa dirigida por San Martín ocupó posiciones en
Arjonilla, junto al Guadalquivir. San Martín no tenía orden de atacar al
enemigo en inferioridad de condiciones, pero pese a ello, al llegar a la casa
de postas situada en Santa Cecilia vio que los enemigos estaban formados
en batalla y los ataco con tanta valentía que logro desvaratarlos
completamente.

Este acontecimiento marco para el criollo dos importantes hitos: su


primer contacto oficial con el arma de caballería, cuya táctica y estrategia
habría de llegar a dominar en forma tan destacada; y, así mismo, la
confirmación de sus condiciones de líder combatiendo personalmente en el
campo de batalla frente a sus tropas.

Pero la acción personal de San Martín durante la Guerra de la


Independencia aun esperaba su clima: esta llegaría en la famosa batalla de
Bailen.

La victoria de Bailen supuso para San Martín el grado de teniente


coronel de Caballería.

Al tomar conocimiento que en América había comenzado la empresa


de la libertad obtuvo un pasaporte y se embarco para Inglaterra.

En Londres se entrevisto con Manuel Moreno y Tomas Guido, también


se reunió con Alvear y Zapiola para discutir los planes de la Logia Lautaro,
fundada por el patriota venezolano Francisco de Miranda, el precursor.

A estas reuniones asistieron también según testimonio de Zapiola el


mexicano Servando Mier, los venezolanos: Andrés Bello y Luis López
Méndez y los argentinos: Guido, Alvear, Zapiola, Chilabert, Vera, Arellano y
Holmberg.

En la helada mañana del 20 de enero de 1812, San Martín partió


desde el puerto londinense a bordo de la fragata británica GEORGE
CANNING, con rumbo a la capital del antiguo virreinato del Río de la Plata,
donde tras casi dos meses de navegación desembarcaron el 9 de marzo de
1812.
Segunda
Parte
5

“Creación del Regimiento de Granaderos a caballo. El


combate de San Lorenzo. Al mando del Ejército del Norte.
San Martín en Córdoba y Mendoza. Preparacion del Ejército
de los Andes”.

El desembarco de aquel hombre, providencial para muchos, significó


un gran aporte para el esfuerzo de la argentina naciente, aunque pocos
podían imaginarlos aquel día en los inicios del otoño austral. El teniente
coronel criollo aportaría al Estado que procuraba nacer a la historia, una
tecnología militar de avanzada.

Este arte de la guerra sanmartiniano, estudiado y ejercitado en los


frentes más recientes de las conflagraciones europeas, seria por cierto
magistralmente adaptado por el recién llegado a las características
geopolíticas y sociales del nuevo teatro latinoamericano. También aporta
San Martín un acabado conocimiento de las instituciones de gobierno
ejercitadas por el liberalismo.

El Primer Triunvirato había perdido la iniciativa en las acciones


militares que trataban de llevar el poder del nuevo régimen a todos los
rincones del desgajado ex virreinato. La guerra contra los ejércitos realistas,
que intentaban reprimir el alzamiento independentista, continuaba hacia el
futuro incierto, especialmente después de la derrota criolla en Huaqui.

San Martín se incorporó al ejército de la revolución con el grado de


teniente coronel y formó el cuerpo de Granaderos a Caballo, con el que
intervino en la revolución del 8 de octubre de 1812, derrocando al Primer
triunvirato, nombrado coronel en diciembre de 1812, fue encargado de
vigilar las costas del Río Paraná, asoladas por una escuadrilla española
procedente de Montevideo.

El 3 de febrero de 1813 se produjo el combate de San Lorenzo, que


puso fin a los saqueos realistas en las costas del Paraná.

Testigo de ese episodio fue Guillermo Parish Robertson, comerciante


inglés, poco antes llegado al país y que se encaminaba al Paraguay por
Santa Fe, quien describe el combate de San Lorenzo en su libro Letters on
Paraguay, transcripto por Busaniche, en su obra San Martín visto por sus
contemporáneos.

Tercera
Parte

Al respecto, cuenta que San Martín había sido destacado con ciento
cincuenta granaderos a caballo y que había viajado solo de noche para
escarmentar a los realistas, en tres jornadas para no ser observados. “Son
doble en número, pero por eso no creo que tengan la mejor parte de la
jornada”, le dijo San Martín.

“La suerte de la batalla, aun para un ojo inexperto como el mío, no


estuvo indecisa tres minutos”... “De todos los que desembarcaron, volvieron
a sus barcos apenas cincuenta. Los demás fueron muertos o heridos,
mientras San Martín perdió en el encuentro, ocho de sus hombres”... “Esta
batalla (si batalla puede llamarse) fue, en sus consecuencias, de gran
provecho”... “pues los marinos se alejaron del río Paraná y jamás pudieron
penetrar después en son de hostilidades”... (*)

A poco de triunfar San Martín en San Lorenzo, el ejército del Norte, al


mando de Belgrano, obtuvo la victoria de Salta (20 de febrero de 1813) pero
fue derrotado sucesivamente ese mismo año en Vilcapugio y Ayohuma. El
gobierno de Buenos Aires acordó a San Martín, en 1813, el grado de
coronel mayor, y le nombró general en jefe de aquel ejército que venía
disperso del Alto Perú. En enero de 1814, asumió el mando de la fuerza
que calificó como “tristes fragmentos de un ejército derrotado”.

Poco tiempo, tres meses, pasó en Tucumán. Desde allá escribió a


Rodríguez Peña: “La Patria no hará otro camino por este lado del Norte que
una guerra defensiva. Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza
para pasar a Chile, ... etc”. Pensaba ya en la expedición al Perú.

En abril de 1814, San Martín cayó enfermo en Tucumán y pidió


permiso al gobierno para pasar a Córdoba en busca de salud. En una casa
de campo de Córdoba, le visitó el ilustre general Paz, entonces oficial del
ejército del Norte.

Narra Paz, que San Martín estaba en una estanzuela, a cuatro leguas
de la ciudad de Córdoba y que conversó con el largamente sobre nuestra
revolución. “Entre otras cosas dijo: Esta revolucion no parece de hombres
sino de carneros. Para probarlo refirió que ese mismo día había venido uno
de los peones de la hacienda a quejársele de que el mayordomo, que era
un español, le

(*) BUSANICHE, J. L., SAN MARTÍN visto por sus Contemporáneos, Solar,
Bs. As., 1942, pags. 8 a 12.
7

había azotado. Con este motivo exclamó: - ¡ Qué les parece a ustedes;
despúes de tres años de revolución, un maturrango se atreve a levantar la
mano contra un americano! - . (*)

Tres meses pasó San Martín en Córdoba. En Julio tuvo la buena


noticia de la rendición de Montevideo, pero conoció también la abdicación
de Napoleon, y la consiguiente restauración de Fernando VII en el trono de
España; este último suceso, traería graves consecuencias en la guerra de
la independencia americana. San Martín en buenos términos con el Director
Posadas, pidió la gobernación de Cuyo, con asiento en Mendoza, y fue
nombrado para ese cargo el 10 de agosto.

Un mes hacía que San Martín se hallaba en Mendoza, cuando


llegaron a esta cuidad, desde Chile, en completa derrota, los restos del
ejército chileno destruido por los españoles en Rancagua.

Perdido Chile, siguieron acontecimientos funestos para la causa


emancipadora en América. El general español Morrillo, al frente de una
poderosa expedición, que en un principio debió dirigirse a Montevideo y
luego desembarcó en las costas de Venezuela, sofocó el movimiento
revolucionario en aquella región del continente y en Nueva Granada (1815-
1816).

Para ese último año solamente las Provincias Unidas del Río de la
Plata manteníanse libres del poder español. San Martín, desde su llegada a
Mendoza, dióse a organizar un ejército, con pericia y tenacidad genial. Ese
ejército estaba llamado a salvar la causa de la emancipación.

San Martín, en fin, comenta Rojas, en su obra “El santo de la espada”


se revelo como un verdadero estadista, racionalizando la economía del
precario Estado cuyano, recogiendo mayores excedentes para su tesoro y
administrándolos rigurosamente.

Su ejército de los Andes surgió practicamente de la nada, al faltarle el


apoyo logístico del gobierno del Directorio. Con la ayuda de fray Luis
Beltrán se fundieron cañones, cureñas, granadas, cartuchos y balas. Se
había logrado, en suma, levantar una industria de guerra popular al servicio
de la victoria de la revolución nacional.

(*) BUSANICHE, J. L., SAN MARTÍN visto por sus Contemporáneos, Solar,
Bs. As., 1942, pag. 19.

El Propio San Martín sintetizó cumplidamente la grave situación de


los patriotas criollos en su célebre bando: Es llegada la hora de los verdaderos
patriotas. Se acerca al río de la Plata una expedición de diez mil españoles (se refería
a la de Morillo). Ya no se trata de encarecer ni exaltar las virtudes republicanas, ni es
tiempo de exhortar a la conservación de las fortunas o de las comodidades familiares.
el Primer interés del día es el de la vida: éste es el único don de los mortales. Sin ella
también perece con nosotros la patria. Basta de ser egoístas para empeñar el último
esfuerzo en este momento único que para siempre fijará nuestra suerte. A la idea del
bien común y a nuestra existencia todo debe sacrificarse. Desde este instante el lujo y
las comodidades deben avergonzarnos. la pobreza de las cajas de esta provincia no
alcanza a las primeras atenciones, al paso que ellas se multiplican. Desde hoy quedan
reducidos nuestros sueldos a la mitad. El empleado que no quiera donar lo que deja
de percibir recibirá un boleto para su abono en mejores circunstancias. Yo graduaré el
patriotismo de los habitantes de esta provincia por la generosidad, mejor diré, por el
cumplimiento de la obligación de sus sacrificios. Al indolente se lo arrancaré
imperiosamente a la fuerza, estrechando a servir la ley de la seguridad civil general.
Cada uno es centinela de su vida.

Preocupaba al gral. San Martín el hecho que dar la guerra a España y


procurar la libertad de los pueblos del Pacífico - Chile y Perú - excedían las
atribuciones de un simple gobernador intendente. Su plan continental
necesitaba el consenso de una política nacional.

Se trataba, de manifestar ahora, de una vez para siempre, ante todos


los pueblos del orbe el anhelo de independencia. Esta fue formalmente
declarada el día 9 de Julio de 1816 bajo el nombre de Provincias Unidas del
Río de la Plata - aunque no concurrieron la Banda Oriental, Corrientes,
Entre Ríos ni Santa Fe -.
Por fin contaba San Martín con el instrumento jurídico legitimador de
sus sueños. Aunque llegaba en un momento en que los rioplatenses
aparecían patéticamente aislados frente a una América donde aún ondeaba
la bandera española en México, Nueva Granada, Venezuela, Quito, Chile,
Perú y Alto Perú.

En histórico encuentro el 15 de Julio de 1816 en Córdoba San Martín


y Pueyrredón sellan secretamente el futuro del ejército de los Andes. El 12
de agosto está San Martín de regreso en Mendoza, el congreso le nombra
Capitán general de Provincias para poder dedicarse por entero a la gran
empresa mientras la sustituye en la Intendencia de Cuyo el gral. Luzuriaga.

Durante este segundo año de preparativos del plan continental en


Mendoza, ocurre un acontecimiento de gran trascendencia personal para el
héroe: el nacimiento - el día 24 de agosto de 1816 - de la única hija de su
matrimonio con Remedios

de Escalada. Bautizada con los nombres de Mercedes Tomasa, fue


apadrinada por el coronel Alvarez Condarco y doña Josefa Alvarez, amiga
íntima de la madre.

Esta única hija sería el personaje más importante de la vida privada


del prócer durante el aún lejano exilio europeo de sus últimos años.

Quizás debido a la nueva responsabilidad de padre de familia pensó


en la posibilidad de establecerse en el campo, para lo cual pidió al
gobernador civil de Mendoza le hiciera merced de una chacra en el sitio
llamado El Retamo.

El gobernador civil Luzurriaga, por acuerdo general, decidió donar a


San Martín el pequeño predio, más otro igual para la recién nacida hija del
general. Este último fue rechazado por el general, pero tuvo al fin que
aceptarlo cuando el fiscal del gobierno, doctor Ortiz, descalificó a San
Martín para usar su potestad en perjuicio de los derechos de su hija.

Escribe Carlos Mamonde, en su libro “Jose de San Martín”: “en


aquella primavera de 1816, el nuevo ejercito de los Andes, la gran unidad
de combate que el estratega necesitaba para afianzar la libertad de
América toma visos de realidad: contaba ya aproximadamente con 5.400
hombres, 10.000 mulas de silla y carga, 1.600 caballos de combate, 600
reses para alimentar la tropa en la travesía y el armamento compuesto por
algunas piezas de artillería ligera, 2.000 sables, 2.000 balas de cañón y un
número similar de metralla, 600 granadas y munición de fusil y carabinas.
(*)

Afirma el investigador Dante Emanuel, en su trabajo “Breviario de la


vida, ideales y muerte del gral. San Martín”: ... “ el paso de los Andes
necesitaba actividad previa, muy especialmente el poder conocer la
cituación imperante en Chile, la cantidad y calidad de fuerzas allí
acantonadas, el estado anímico de la población, para ello se valía de los
informes de todo viajero que emigraba de chile, de la guerra de zapa y de
los partes de baqueanos espías”. (**)

Todas las referencias configuraban un estado general de


efervescencia contra Osorio primero y luego contra Marcó.

(*) MAMONDE, Carlos, “José de San Martín”, Quorum, Madrid, 1987, pag.
44.

(**) Emanuel, Dante, “Breviario dela vida, ideales y muerte del gral. San
Martín”, Inst. Nac. Sanmartiniano, Bs. As., 1979, pag. 13

10

En estas tareas informativas se destacaron Manuel Rodríguez y


Nicolás Chopieta. Los indios pehuelches fueron también confidentes y
colaboradores de San Martín en la gran cruzada.

Al general San Martín lo rodeaba un Estado Mayor cuyo cuartel


maestre era el Brigadier mayor Miguel Soler, el segundo jefe coronel
Antonio Berutti para seguirle luego José María Aguirre, Manuel Acosta,
Manuel Ariño, Francisco Meneses y Antonio Noboa.

Para ocuparse de lo relativo a sanidad se nombró cirujano mayor al


coronel Diego Paroissien que llevaría como segundo al ya citado Dr. Juan
A. Zapata.
El ejército de los Andes marcharía dividido en dos columnas, una al
mando de Gregorio de Las Heras y la otra por Miguel Soler; la primera
tomaría por la ruta de Uspallata y la otra la de los Patos. La Zona central y
más abrupta de la cordillera limítrofe había sido elegida por San Martín para
llevar la liberación a Chile.

Ya en plena campaña de preparación el propio general en jefe había


explorado las zonas y tomado todas las providencias que a estrategia se
refieren en relación al terreno a recorrer.

11

“ El Libertador de Chile ”

El 17 de enero, el Ejército de los Andes emprendía su marcha por la


cordillera. En los primeros días de febrero estaba en las cuestas
occidentales, habiendo cumplido uno de los hechos más sorprendentes que
registra la historia. El 12 triunfaba en Chacabuco.
El parte de la batalla enviado al gobierno por San Martín, reza: Una
división de 1.800 hombres del ejército de Chile acaba de ser destrozado en
Chacabuco por el ejército a mi mando en la tarde de hoy. La premura del tiempo
no me permite extenderme en más detalles que terminaré lo más breve que me sea
posible; en el entretanto debo decir a vuestra señoría que no hay expresiones para
ponderar la bravura de estas tropas. El parte tardó catorce días en llegar,
llevado por jinetes, a Buenos Aires.

El general San Martín expresó al dar cuenta de la victoria: Al Ejército


de los Andes queda la gloria de decir: “En veinticuatro días hemos hecho la
campaña, cruzamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con
los tiranos y dimos la libertad a Chile”.

Cuatro días después de la entrada en Santiago, los líderes políticos


chilenos pretendieron nombrar a San Martín gobernador de Chile con
omnímoda voluntad, en el transcurso de una asamblea convocada por el
mismo general para la elección de nuevas autoridades. Pero San Martín
rechazó la generosa oferta, siendo nombrado en cambio el brigadier
Bernardo O’ Higins. El nuevo líder chileno, agradeciendo a San Martín su
gesto, dijo: Nuestros amigos, los hijos de las Provincias del Río de la Plata,
acaban de recuperarnos la libertad usurpada por los tiranos, al tiempo que
anunciaba al mundo un nuevo asilo en estos países a la industria, la amistad y los
ciudadanos todos del globo.

El trajín físico intenso, las largas vigilias y las conmociones nerviosas


que estaba viviendo recrudecieron las antiguas dolencias que le hacen
decir a San Martín en una carta dirigida a Tomás Godoy Cruz: “Mi salud
sigue en un estado miserable. Conozco que el remedio es la tranquilidad
por cuatro o seis meses, pero mi extraordinaria situación me hace ser
víctima desgraciadas de las circunstancias”. Reiterando su estado le
escribe a Narciso de Laprida: “Se sigue lidiando con díscolos, apáticos,
sarracenos. Lo sensible es que la salud no ayuda para tamaña faena; yo
creo pronto darán con mí en tierra, pero trabajemos hasta el extremo”. (*)
(*) EMANUEL, Dante, “Breviario de la vida, ideales y muerte del gral.
San Martín”, Inst. Nac. Sanmartiniano, Bs. As., 1979, pag. 18

12
Entraba a regir ya el segundo semestre de 1817 y el 21 de Noviembre
recibía el comando del Ejército Libertador el general de brigada Antonio
González Balcarce. San Martín al dejar el mando solicita no ser tratado
como “Excelencia” de acuerdo a su grado y se le disminuya el sueldo de
general al de coronel mayor. Ambos generales solucionan la situación para
no causar grandes males a la opinión pública con el impacto del cambio de
jefatura. En Diciembre la reasumirá nuevamente.

El 6 de Diciembre el ejército sitiador de Talcahuano fracasa en su


intento de tomar por asalto las fortificaciones; con tal motivo San Martín
ordena retirarse de la provincia de Concepción levantando el sitio y adoptar
el sistema de campo arrasado como método estratégico. Fue así como toda
la población zonal siguiendo al ejército en retirada llega a Talca.

Al no poder tomar Talcahuano o de haberlo intentado nuevamente


hubiese sido muy riesgoso para el ejército en operaciones, espera el gran
estratega, que las fuerzas realistas salieran de su inexpugnable refugio
buscando recomponer lo que habían perdido en Chacabuco. Esto se
elucubraba ya en Lima por intermedio de Pezuela y Osorio. Un enviado de
San Martín, el sargento Domingo Torres que había estado en Lima con la
misión de auxiliar a los prisioneros patriotas trajo las noticias de que fuerzas
realistas peruanas se estaban alistando para desembarcar en costas
chilenas.

Nuevamente cerníase sobre Chile la angustia de perder lo que


habíase logrado con tanto sacrificio; San Martín conocedor de la situación
interpreta que ha llegado el momento de proponer la proclamación de la
Independencia chilena, la coincidencia con su propuesta es general y el 12
de Febrero de 1818 en solemne acto después del veredicto del pueblo, se
jura la Independencia.

Bernardo Monteagudo, a la sazón en Chile hace la crónica de los


festejos y al describir el acto en que también el delegado de las Provincias
Unidas del Sur. Tomás Guido, hace votos por la felicidad de la república
hermana, transcribe palabras del supremo Director del gobierno chileno: “El
gobierno acepta por vuestro conducto con la mayor gratitud los sinceros
votos de las Provincias Unidas y mirando siempre al Estado Argentino
como el libertador del reino, consagrará lleno de placer sus esfuerzos para
que la unión entre ambas naciones sea eterna e indisoluble”. (*)
(*) EMANUEL, Dante, “Breviario de la vida, ideales y muerte del gral.
San Martín”, Inst. Nac. Sanmartiniano, Bs. As., 1979, pag. 19

13

Todo esto fortificaría la resistencia opuesta al enemigo y los chilenos


y argentinos tenían ya algo concreto que defender: sus propios Estados.

El ejército que fue integrándose en Santiago y alrededores salió hacia


el Sur con el objeto de unificarse con el que operaba en la zona y así fue
que comienza a llamarse Ejército Unido.

La columna de San Martín hace escala en Las Tablas y se reúne con


las tropas de O’Higgins en San Fernando. Mientras tanto las localidades de
Chile liberado hacen titánicos esfuerzos por mantener a sus organizaciones
en campaña.

El encuentro entre realistas y patriotas se hace en Cancha Rayada


donde parte del ejército unificado es vencido y dispersado. En su retirada
su fija nuevamente a San Fernando como punto de reagrupamiento. San
Martín marcha de regreso a Santiago precedido por O’Higgins que, herido
en un brazo, tomaría nuevamente la presidencia del Directorio el 24 de
Marzo.

Con respecto a la derrota se habla de traiciones y defecciones, San


Martín, atribulado, pero no menos enérgico, lucha contra todas las
contingencias e infunde nuevas energías a un ejército y a un pueblo.

Las Heras con sus regimientos que valientemente se habían batido en


Cancha Rayada hace su entrada en Santiago el 19 de Marzo y desfila
frente a quienes se habían apresurado pocos días antes a dejar el campo
de batalla.

San Martín preparó y alentó este recibimiento con las mismas


características con que había sido recibido él por la capital chilena después
de Chacabuco. ¡honra a los valientes y escarmiento para los temerosos!

Reorganizadas las fuerzas fueron concentradas en la llanura de


Maipú en las inmediaciones del valle de Aconcagua y el río Maipú. Las
órdenes sanmartinianas para la batalla que allí pensaba librar al enemigo
son rigurosas y forman parte de una reedición de aquella otra lucha en las
Termópilas donde el valor espartano de Leónidas y la disciplina impuesta
dejaron un rasgo imperecedero ...

Imbuído cada jefe, cada soldado, de la futura trascendencia de la


victoria o la derrota fueron las divisiones tomando posiciones de combate.

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Una de ellas comandada por el general Las Heras, otra por el coronel
Alvarado y la tercera de reserva por el coronel Hilarión de la Quintana. La
caballería, a quien daría San Martín la mayor responsabilidad estratégica,
dividida en dos alas, eran comandadas por Zapiola y Freire. El comandante
general de la infantería era González Balcarce.

El 5 de Abril de 1818 desde su campamento al pie de las Lomas


Blancas dirige la batalla que ya al anochecer se convertiría en victoria.

O’Higgins, que fue a su encuentro, al hallarse frente a frente exclama:


“Gloria al salvador de Chile!” Responde al instante San Martín: “General,
Chile no olvidará jamás al nombre del ilustre inválido, que en el día de hoy
se presenta en el campo de batalla”.

Los destrozados restos de las fuerzas de Osorio retornan al puerto de


Talcahuano el 14 de Abril.

San Martín confecciona el parte de la victoria y luego con las cartas


de muchos chilenos que Osorio tenía en su poder y capturadas por su
ayudante O’Brien cuando éste lo perseguía, las incinera. Con este acto
muchos chilenos traidores salvaron su responsabilidad y el héroe de Maipú
inscribe una nueva página de su idealismo: los objetivos no eran la
venganza, a ésta debían suplirla el orden y la libertad.

La noticia se expande por América y Europa; se retempla el espíritu


emancipador y se abre el camino hacia Perú. De mil maneras se resalta y
festeja la victoria, San Martín, sereno, solo piensa que su misión debe aún
completarse, nada lo turba, solamente le reconforta el reconocimiento de
sus compatriotas.

Maipú conmociona a todo el reinado Español, en la metrópoli y


virreinatos produce efervescencias y la desorientación con respecto a las
colonias americanas comienza a prevalecer. San Martín regresa a Buenos
Aires vía Mendoza donde nueva apoteosis lo esperaba, idéntico
recibimiento lo recepciona en el Plata cuando llega el 11 de Mayo; se
substrae lo más posible y con toda modestia a los festejos generales, pero
asiste a la invitación que le hace el congreso de recibirlo en pleno. La
intención no era recibir el homenaje de los congresistas sino que utiliza su
presencia para solicitar lo imprescindible para proseguir con la causa
libertadora llevándola al perú. Una nueva entrevista con Pueyrredón en su
quinta de San Isidro concluye concretándose la expedición a Lima,

15

la compra de buques en Estados Unidos y Europa, la compra de armas y


vituallas en Buenos Aires. En las reuniones además de la responsabilidad
de su grado militar y la jefatura del ejército Unido, representaba al estado
chileno en todo lo referente al esfuerzo común en la gran empresa
libertadora. Se conviene además la emisión de un empréstito destinado a
esta última finalidad. Al remitirle a Tomás Guido, residente en Santiago,
todas esas noticias, le encarece que Chile le proponga efectuar el mismo
esfuerzo para obtener el definitivo éxito. La presencia de la marina en las
costas del pacífico era para San Martín de suprema importancia y para
obtenerla, emisarios argentinos parten con tal objetivo. Nuestro Libertador
viaja con su esposa hacia Mendoza con la intención de pasar a Chile, un
riguroso invierno lo impide y debe prolongar su estadía en Cuyo. La emisión
del empréstito es recibida con frialdad por la población y el propio
Pueyrredón transmite a San Martín su fracaso.

En Santiago las alternativas políticas y económicas no tienen mejor


desarrollo y todo lo agrava las desaveniencias de O’Higgins con Guido que
era representante argentino. Antes de que hiciera crisis el diferendo,
Pueyrredón recurre a San Martín para que intervenga amistosamente: “Yo
confío que usted con su prudencia, con su influjo y con la natural dulzura de
su carácter, apagará cualquier pasión inflamada, haciéndoles entender y a
mi nombre, si usted lo juzga conveniente, que los desvíos de un individuo
jamás deben alterar la armonía de una familia escogida por sus virtudes
para hacer la felicidad de nuestra Patria” San Martín desde Mendoza,
intercede ante O’Higgins y Guido, logrando su cometido.

El empréstito fracasado imposibilita la expedición al Perú, es ello


motivo, al que se suma su muy precario estado de salud, lo que le induce a
presentar su renuncia a la jefatura del Ejército Unido: “Yo no quiero ser
juguete de nadie y sobre todo quiero cubrir mi honor”.

Esta alternativa conmociona a Chile y Argentina; O’Higgins se


apresura a remitirle una esquela: “Cuando me preparaba a estrecharlo
entre mis brazos recibió la amargura de su resignación. San Martín es el
héroe destinado para la salvación de la América del Sud y no puede
renunciar la preferencia que la providencia Eterna le señala”. Juan Martín
de Pueyrredón en su calidad de Director y gran amigo, le suplica retire su
renuncia que, de no hacerlo, él adjuntará la suya: “Tenemos aún algo que
sacrificar y es preciso hacerlo. Le comunico además que el empréstito se
obtendrá mediante drásticas medidas a tomarse”. A pesar de ello el

16

empréstito no llega a los quinientos mil pesos como estaba proyectado,


solamente en efectivo se llega a los 300.000, el resto fue cubierto en
armamentos y barcos costeado por el estado Argentino. Nuestro héroe
después de 6 meses de ausencia regresa a Santiago de Chile el 26 de
Octubre de 1816, cuando recién se lo permite pasar la Cordillera.

La batalla de Maipú alejó la amenaza realista que solamente aún


incursionaba en la Provincia de Concepción. Reiteradamente fueron batidos
por regimientos de granaderos a caballo comandados por Zapiola y sus
oficiales: las victorias de Villa de Quisichué y Chillan entre ellas. El 2 de
Octubre de 1818, Balcarce al frente del ejército sustituyendo a San Martín
en otro de sus viajes a Buenos Aires anuncia la evacuación del puerto de
Talcahuano, el embarque de Osorio y sus fuerzas y la destrucción que de
esa plaza hacen los realistas.

Más tarde con la caída del fuerte de Nacimiento y la victoria de Bio -


Bio, el sur chileno era incorporado al estado, ésta situación la hace conocer
también el General Balcarce el 1º de Marzo de 1819, quien, durante un
viaje por motivos de servicio a Buenos Aires, fallece el 6 de Agosto de
1819.

A poco de llegado San Martín a Chile, cayó el gobierno central


argentino como consecuencia inmediata de la derrota sufrida por Rondeau
en la batalla de Cepeda. el país quedó reducido a una Confederación de
hecho, anarquizada en un principio, hasta que se acordaron tratados entre
las provincias, y el gobierno local de Buenos Aires mantuvo el ejercicio de
las relaciones exteriores. El general en jefe del Ejército de los Andes vióse
obligado a tomar una determinación, tan arriesgada como la de Mendoza.
Desaparecido el gobierno que le había confiado el mando supremo y a cuyo
servicio figuró hasta entonces el ejército, reunió a sus oficiales en
Rancagua y ante ellos declinó la autoridad de que estaba investido. el
cuerpo de oficiales le reeligió como general en jefe por medio de un
documento que se ha llamado el ACTA de RANCAGUA (abril de 1820).

Con este nombramiento, San Martín aceptó el cargo de Jefe del Ejército
Libertador del Perú que le otorgó el gobierno de Chile. Los regimientos
argentinos formaron en ese Ejército y el Libertador de Chile pudo reanudar
su empresa continental. Bolívar había pasado ya los Andes venezolanos y
entrado en Bogotá (agosto de 1819), pero Morillo seguía ocupando
Caracas, los españoles dominaban el sur de Nueva Granada y Quito con
Guayaquil. El virrey de Lima señoreaba todo el Alto y Bajo Perú.

17

“La guerra del Perú”


A mediados de aquel frío invierno chileno de 1820, las tropas
comenzaron a concentrarse en Valparaíso, prontas a embarcar en la
escuadra que las llevaría al Perú. Los efectivos de combate para el
desembarco se calculan en más de cuatro mil hombres repartidos en tres
divisiones al mando del coronel mayor Rudecindo Alvarado, del coronel
mayor Alvarez de Arenales y el coronel Francisco Pinto. Jefe del Estado
Mayor era el general Las Heras.

La flota estaba compuesta, finalmente, por siete navíos de guerra, con


240 cañones y naves de transporte auxiliar. El piloto y capitán de la
escuadra era el marino europeo lord Cochrane, directamente a las órdenes
del Libertador, embarcado en el San Martín, el barco más potente de las
fuerzas, con 64 cañones.

El 20 de agosto de 1820, enarbolando la bandera chilena en todas


sus naves, la flota partió desde el puerto de la bahía de Valparaíso.

Por fin, San Martín parecía encaminado a superar, desde Chile, la


segunda etapa de su plan continental de liberación. Casi cuatro años había
tardado en reunir la flota esencial, superando obstáculos que habían puesto
a prueba su capacidad de político de Estado y de gran organizador, con
una visión estratégica de la guerra insuperable en la América de su tiempo.

Su ejército era superado numéricamente en la proporción de tres a


uno por las tropas realistas que, al mando supremo del virrey Pezuela,
guardaban el enclave fortificado del Perú; llave del asentamiento militar
español en Sudamérica. Aunque, en todo caso, existía un elemento
favorable a San Martín que no había entrado en los cálculos iniciales: éste
era la apertura de un nuevo frente de ataque a los realistas desde el norte,
por parte de Bolívar que se hallaba en Nueva Granada, en la actual
Colombia.

En la fase inicial de esta guerra del Perú había sido muy útil la
estrategia de bloqueo por parte de la escuadra criolla de Cochrane de
algunos puertos del pacífico americano, pues estas maniobras habían
quitado movilidad a las fuerzas marítimas de Pezuela.

Las tropas realistas llegaban en el momento de invasión criolla a casi


veinte mil soldados. No todos los oficiales de Pezuela
18

eran partidarios leales del despotismo fernandino, viendo algunos incluso


con simpatía personal la causa de los criollos republicanos.

La escuadra sanmartiniana pisó tierra peruana, cerca de Lima, en una


bahía llamada Paracas, el 7 de septiembre, tras más de quince días de
navegar hacia el norte, siguiendo la costa.

Un hecho que tuvo consecuencias en la guerra se había producido en


España, a principios de ese año coincidente con la caída del Directorio en
Buenos Aires: El pronunciamiento del general Riego, que restauró la
constitución liberal española sancionada por las cortes de Cádiz en 1812 y
abolida por Fernando VII. De este nuevo régimen liberal, se esperaba una
nueva política del gobierno español con los independientes americanos.
Circunstancia es esta que debe tenerse muy en cuenta para juzgar la
situación de San Martín en el Perú.

El Libertador prometíase una victoria incruenta, por el estado de la


opinión, por la situación de las autoridades españolas y sobre todo porque
así convenía a su genio abnegado y altruísta. Proponíase también con
desembarcos inesperados en toda la extensión de la costa peruana,
mantener disperso y debilitar al ejército español, muy superior al suyo en
efectivos.

Las tropas independientes obtuvieron éxito diversos y, el virrey


Pezuela que había jurado en Lima la constitución liberal española de 1812,
propuso un armisticio a San Martín. Cumplíase lo previsto por el Libertador.
El general Guido, su ayudante de campo, y García del Río, su secretario,
conferenciaron con los enviados de Pezuela en Miraflores. San Martín
proponía, como condición esencial para la paz, la independencia del Perú.

Pezuela no aceptó y la expedición libertadora se hizo otra vez a la


vela para desembarcar en Huacho, al norte de Lima, punto que se
consideró más estratégico. Entretanto, Cochrane cumplía verdaderas
proezas como marino en la bahía del Callao. Con la nueva operación
militar, San Martín cortó las comunicaciones entre Lima y el norte del Perú
que se plegó casi por entero a su causa. También Guayaquil se declaró por
la causa revolucionaria bajo el amparo de San Martín y proclamo su
independencia.

Por ese tiempo (noviembre 25 de 1820), Bolívar tuvo una entrevista


con el general español Morillo en Trujillo, (Venezuela) donde firmaron un
armisticio, abrazándose con mutuas protestas de confraternidad. Bolívar
envió comisionados a España, para tratar la paz.

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Todo como resultado del cambio político operado en la Península.


San Martín, dueño de la costa norte del Perú, y teniendo a Lima bloqueada,
presionaba ya con su ejército en el interior. A fines de 1820, Arenales ganó
la batalla de Pasco.

En enero de 1821, el virrey Pezuela fué depuesto por el ejército y


sustituido por el general la Serna. Una parte del ejército libertador realizó
desembarcos en la costa sur del Perú. El general Miller ocupó Pisco y
después Arica. En esas circunstancias, (abril de 1821) llegó a Lima el
comisionado especial del gobierno español, don Manuel Abreu.

San Martín se mostró dispuesto a entrar en negociaciones. El 3 de


mayo previas conferencias de sus comisionados con los del virrey, tuvo una
entrevista con la Serna en la hacienda de Punchauca, distante cinco leguas
de Lima. La entrevista fué muy cordial, como había sido la de Bolívar con
Morillo. San Martín había propuesto como condición esencial el
reconocimiento de la independencia del Perú; luego la formación de una
regencia compuesta de tres miembros nombrados por él y por la Serna.

Dos comisionados, irían a España en busca de un Príncipe que


ocuparía el trono del nuevo estado. La Serna aceptó individualmente la
propuesta, no así los jefes del ejército español, que negaron su aprobación.

San Martín explicó más tarde su actitud en carta del general Miller: “El
general San Martín, que conocía a fondo la política del gabinete de Madrid,
estaba bien persuadido de que él no aprobaría jamás este tratado”.
Se estableció un armisticio. La dificultades de todo tenor creadas por
La Serna y sus colaboradores hacen que San Martín retire a sus delegados
de la conferencia. La Serna abandona Lima ahondando el descontento de
la población y de sus propios colaboradores.

Lima queda prácticamente indefensa. La caballería del Ejército


Libertador entra a Lima el 9 de Julio entre el delirante y patriótico
entusiasmo de la población y el 10 su jefe se hace presente en el
ayuntamiento sin estridencia alguna; el pueblo espontáneamente lo rodeó,
victorió y agasajó. Regresa a su campamento militar, declinando honores y
el ofrecimiento del Palacio de los Virreyes para su residencia y el 15 de
Julio el Cabildo
de Lima a su requerimiento jura la independencia.

20

“El Protector del Perú”


La entrevista de Guayaquil

Se concreta la fecha del 25 de Julio para que la ciudad en pleno jure


la independencia, como lo hiciera ya el cabildo, en la plaza pública y es así
que con la bandera que él mismo creara en su mano y desde una tarima así
consagra el deseo del pueblo peruano: “El Perú es desde este momento
libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia
de su causa que dios defiende”. La bandera peruana flameaba en sus
brazos de triunfador.

El 26 de Julio ofíciase un Tedeum y todas las corporaciones e


instituciones juran la independencia y pocos días después, con el objeto de
canalizar una autoridad que reencausace la vida pública, San Martín se
declara protector del Perú.

La provincia de Guayaquil había solicitado la protección de San


Martín que acudio prestamente a concederla por intermedio de Guido y
Luzuriaga que luego deben optar por ausentarse del escenario por el
accionar de los partidarios de Colombia que actuaban bajo los influjos del
Libertador Bolívar.

Era preciso reparar el desastre de Ica y reiniciar lacampaña militar


que pone esta vez en manos del general Arenales que se unirían a las
fuerzas colombianas al mando del general Sucre. Se toman las provincias
de Laja y Cuenca; surge luego la victoria de Río Bamba donde se lucen el
capitán Juan Lavalle y sus granaderos y luego de Pichincha el ejército
libertador toma Quito el 24 de Mayo de 1822.

Las victorias de los ejércitos argentino - peruano - colombiano


actualizan la cuestión Guayaquil a donde llega Bolívar triunfalmente
aclamado.

San Martín en viaje a Guayaquil invitado por Bolívar se entera en la


isla de Puma donde estaba apostada la flota peruana, que Bolívar, durante
un banquete celebrado en su honor, había anexado de hecho la provincia
peruana al Estado de Colombia.

El 26 de Julio llega a Guayaquil, mantiene con Bolívar dos


entrevistas, participa de un ágape que le brinda el libertador colombiano y
de un agasajo que le ofrece el ayuntamiento de la ciudad; parte al
amanecer del día 28 en compañia de su comitiva .

21

Bolívar no correspondió a lo que el protector del Perú esperaba.


Demostró que no deseaba compartir con San Martín la terminación de la
guerra. Tampoco estuvieron de acuerdo respecto a la suerte de Guayaquil y
a la política de los estados independientes.

La entrevista de Guayaquil se magnifocó a través de los años y en la


misma forma que crecieron los interrogantes sobre sus motivos, sus
decisiones y de como influenció en el ánimo de San Martín para indicarle la
conducta a seguir.

Sobre suelo peruano, al retornar de Guayaquil tenía tomada la


desición de eclipsarse del panorama político militar de América Latina.
Reasume el protectorado y prepara los acontecimientos para
convocar al Congreso General, anunciándoleen misiva dirigida al general
O’Higgins que, una vez reunido aquél, se embarcará al otro día con destino
a Chile.

22
Nuevamente Chile. De regreso a su patria. Europa. En la
rada de Buenos Aires. Otra vez Europa.
Su muerte.

Durante este retorno a Santiago recibe la noticia de que Perú le ha


nombrado Fundador de la Libertad Peruana mientras San Martín, había
remitido su agradecimiento al gobierno de Lima por todas las atenciones
recibidas.

Piensa regresar a su querida Mendoza y de allí a Buenos Aires. El


viaje está ya dispuesto. Cuando el 28 de Enero de 1823 frente al Congreso,
O’Higgins abdica a su cargo de Director Supremo de Chile, San Martín
resida ya en Mendoza.

Dos figuras geniales eclipsadas y consumidas en el mismo fragor de


las pasiones, el egoísmo, la ruindad y el desagradecimiento. Permanece en
Mendoza diez meses hasta el mes de Noviembre en que inicia una larga
trayectoria hacia Buenos Aires, en diligencia, que dura catorce días para
llegar el cuatro de Diciembre.

El gobierno de Buenos Aires temía la presencia de San Martín en


suelo patrio; se le custodiaba celosamente en Mendoza siguiéndole paso a
paso, como también se hizo en su viaje a Buenos Aires. Donde su esposa
muere el 3 de Agosto de 1823.

El Capitán General del Ejército de los Andes establecido en su casa


de Buenos Aires, captó de inmediato el medio de intrigante que le rodeaba;
la desconfianza que despertaba su presencia mitigada por la amistad de
sus amigos, de parte de la familia Escalada y de su pequeña hija Mercedes.

San Martín ya había decidido ausentarse, integralmente del escenario


de sus proezas, primero, recluyéndose en su chacra mendocina esperando
se reconociera su gesto: al no hallar la tranquilidad que su propia conducta
justificaba tampoco en Buenos Aires decide el viaje al extranjero que se
inició el 10 de febrero cuando sueltas amarras el buque francés Le
Bayonais.

El 23 de abril de la planchada del buque descendía en el puerto del


Havre. El gobierno Francés al recibir tan monumental visita se alarma
sobremanera, confisca sus bienes, abre sus pertenencias buscando
escritos referidos a la libertad de los pueblos.

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Las gestiones de su hermano Justo, residente en París, tampoco


tienen éxito para lograr su residencia permanente. El 4 de Mayo se
reembarca con destino a Inglaterra. Después de la Estadía en Inglaterra, se
traslada a fines de 1824, en compañía de su hija, a la ciudad de Bruselas,
en los países bajos.

Mientras su hija, alojada en una pensión escolar, continúa su


educación causando el agrado de su padre por los adelantos obtenidos en
idioma, música y dibujo. Orgullo y satisfacción para el padre cariñoso.
Dedicado a la jardinería, carpintería, y lectura pasa su vida en Bruselas
acompañado también por su hermano Justo.

En cartas a Tomás Guido le transmite la idea de permanecer dos


años en Europa y después: “Si me dejan tranquilo y gozar de la vida
sentaré mi cuartel general en las costas de Paraná porque me gusta mucho
y otro en Mendoza hasta que la edad me prive de viajar, pero si no me
quieren dejar vivir en tranquilidad venderé lo que tengo y me vendré a morir
a un rincón de ésta y les quedará el consuelo a mis enemigos de haber
acibarado los últimos días de mi vejez”.

En 1828, San Martín anuncia la posibilidad de su próximo retorno al


Río de la Plata que coincidía con la finalización de una parte de la
educación de su hija, a quien dedica una serie de máximas que han pasado
a la historia aleccionadora como vertebral columna formativa para toda
joven a quien sus padres esperan verla integral mujer.

Con escala en Río de Janeiro y cuando había terminado la guerra con


Brasil, en el lapso en que la Banda Oriental se convertía en nuevo estado y
mientras tanto el Almirante Brown era gobernador interino de Buenos Aires
con motivo de la caída de Dorrego, llegaba San Martín a la rada del puerto.

Solicita pasaporte para desembarcar en Montevideo dirigiéndose así


al entonces ministro General Díaz Vélez: “A los cinco años justos de
separación del país he regresado a él con el firme plan de concluir mis días
en el retiro de una vida privada; más para esto contaba con la tranquilidad
completa que me suponía debía gozar en nuestro país; pues sin este
requisito sabrá muy bien que todo hombre que a figurado en revolución no
podía prometérsela por estricta neutralidad que quiera seguir en el choque
de las pasiones. Así es que en vista del estado en que se encuentra
nuestro país y por otra no perteneciendo ni debiendo pertenecer a ninguno
de los partidos en cuestión, he resuelto para

24

conseguir ese objeto pasar a Montevideo, desde cuyo punto dirigiré mis
votos por el pronto restablecimiento de la concordia”.

La disputa entre unitarios y federales había llegado a trágicas


consecuencias: el 15 de diciembre caía Dorrego fusilado en Navarro.
Decide no desembarcar.

Prescinde de las más diversas sugerencias para plegarse a las


distintas fracciones que pugnan por el poder en ambas márgenes del Plata.
El 9 de Abril de 1829 el general Rondeau le extiende el pasaporte y el 17
parte en otros de sus viajes el navío Chichester rumbo a Inglaterra desde
donde retorna a Bruselas para reunirse con su hija. Había estado dos
meses en Montevideo.

Desoyendo proposiciones que hubieran tentado a un militar


ambicioso, se resolvió a regresar al viejo mundo, en donde probablemente
le esperaban la escasez y los sinsabores del aislamiento.

Mientras él había consagrado su vida al triunfo de la causa de


América, un compañero suyo de regimiento, el señor D. Alejandro Aguado,
se encontraba poseedor de una inmensa fortuna, con la cual y empleando
una exquisita delicadeza, salió al encuentro de las necesidades del ilustre
camarada a quien tenía la dicha de abrazar después de largos años de una
separación que ambos creían eterna.
Aguado conocía la dignidad del carácter de San Martín, y le asoció a
sus consejos, depositando en él la más ilimitada confianza. Oigamos a éste
mismo: “Hace pocos años, escribía en 1842 a unos de sus antiguos
colegas en Chile, mi situación fue bastante crítica, y tal, que sólo la
generosidad del amigo que acabo de perder, me libertó morir en un
hospital, tal vez. Esta generosidad se ha extendido hasta después de su
muerte, dejándome heredero de todas sus joyas y diamantes, cuyo
producto me pone a cubierto de la indigencia en el provenir”.

Este amigo generoso era el señor Aguado. Pero algo más precioso
para éste que sus diamantes, confió a la honradez y al juicio del compañero
que le sobrevivía, pues le dejó la tutela y curatelas de sus hijos menores,
herederos de una fortuna de príncipes.

El General San Martín se estableció definitivamente en las cercanías


de la capital de la Francia, en una posesión denominada Grand Bourg. Allí
pasó el resto de su vida, rodeado de sus nietas,

25

cuidado por la más virtuosa de las hijas, respetado de cuantos le conocían,


y visitado y acatado por todos los viajeros distinguidos de Sud América, a
quienes recibía con sencillez y cordialidad en su modesto y sereno hogar.
Grand Bourg era la casa de Cincinato. La hospitalidad que en ella se
dispensaba a los amigos y compatriotas, era perfumada con las flores de un
esmerado jardín y amenizada con la franqueza de buen tono, propia del
soldado que desde su juventud frecuentaba la sociedad más escogida.

Su corva espada de combate, las grandes pistolas del arzón de su


silla de granadero, su retrato envuelto en pliegues de la bandera que él
ennobleció en Chacabuco, y el estandarte de Pizarro, bordado por la madre
de Carlos V, tales eran los adornos de sus habitaciones en el asilo que le
prestaba una tierra extranjera. Allí vivió hasta 1848, enterrado en la grave
tristeza de sus recuerdos, como hoy yace inmortal, a la sombra de atributos
de gloria.
Conservó notable agilidad hasta en los últimos años. Una persona
que le visitó en su retiro de Grand Burg en 1843, ha escrito que las grandes
cejas negras del General le subían hacia el medio de la frente, cada vez
que abría sus ojos llenos aún de fuego de la juventud, y que su sonrisa
simpática dejaba en su boca, a descubierto una dentadura fuerte aún hasta
entonces.

Pero desde principios del año 1844, la estatura prócer del General
comenzó a agobiarse, su voz a perder su timbre sonoro, su inclinación al
retiro y al silencio a crecer, y considerando “su salud en mal estado”,
escribió sus últimas voluntades con entrañas de padre y de patriota,
legando su corazón a la ciudad de Buenos Aires.

Las acreditadas aguas de Eughien no pudieron restituirle las fuerzas


perdidas, ni tampoco los aires y los baños tónicos del mar, a cuyas orillas
se estableció más tarde, en la risueña ciudad de Boloña, en donde
finalmente dio al creador su grande alma, a las tres de la tarde del 17 de
Agosto de 1850.

Su cadáver, rodeado de deudos y amigos, fue depositado en la


Catedral de aquella ciudad en la mañana del día 20.

Allí descansaron estos preciosos restos, hasta que fueron trasladados


al cementerio del pueblo de Brunoy, en el Departamento del Sena y Oisa,
en donde posee una propiedad el señor Balcarce, y ha levantado un
sepulcro para su familia.

26

Esta inhumación fue solemne: la caja mortuoria, durante las


ceremonias religiosas propias de aquel acto, estuvo cubierta con el
estandarte de Pizarro, que en ese mismo día pasó a poder del
Representante del Perú, de acuerdo con las disposiciones del General San
Martín.
27

Bibliografía
Amuchástegui, A. J.: Ideología y acción de San Martín. EUDEBA.
Buenos Aires.
Busaniche, J. L.: San Martín vivo. Editorial Emecé. Buenos Aires
Galatoire, A.: Cuáles fueron las enfermedades de San martín. Editorial Plus
Ultra. Buenos Aires.
González Díaz, C.: El ejército dela independencia 1810 - 1820. Ediciones
Sílaba. Buenos Aires.
Halperin Donghi, T.: Historia contemporánea de América Latina. Alianza
Editorial. Madrid.
Levene, R.: El genio político de San Martín. Editorial Depalma. Buenos
Aires.
Madariaga, S. de: Bolívar. Editorial Sarpe. Madrid.
Mitre, B.: Historia de San Martín. Editorial Kraft. Buenos Aires.
Rojas, R.: El Santo de la Espada. Editorial Losada. Buenos Aires.
Rubens, E. F.: Perfil humano de San Martín. EUDEBA. Buenos Aires.
San Martín, J. de: Su correspondencia. Museo Histórico Nacional. Buenos
Aires.
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Perú. Editorial Universidad de Chile. Santiago de Chile.
Mamonde, C.: José de San Martín. Editorial Quórum. Madrid.
Busaniche, J. L.: San Martín visto por sus contemporáneos. Editorial Solar.
Buenos Aires.
Emanuel, D.: Brevitario de la vida, Ideales y muerte del Gral. San Martín.
Editorial Inst. Nac. Sanmartiniano. Buenos Aires.

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CARTA DE SAN MARTÍN A BOLÍVAR


Después de la Entrevista de Guayaquil

Excmo. señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar.

Lima, 29 de agosto de 1822.


Querido General: - Dije a usted en
mi última, de 23 del corriente, que
habiendo reasumido el mando
supremo de esta república, con el fin
de separar de él al débil e inepto
Torre-Tagle, las atenciones que me
rodeaban en aquel momento no me
permitían escribirle con la extensión
que deseaba, ahora al verificarlo, no
sólo lo haré con la franqueza de mi
carácter, sino con la que exigen los
grandes intereses de la América.

Los resultados de nuestra entrevista


no han sido los que me prometía para
la pronta terminación de la guerra.
Desgraciadamente, yo estoy
íntimamente convencido, o que no ha
creído sincero mi ofrecimiento de
servir bajo sus órdenes con las
fuerzas de mi mando, o que mi
persona le es embarazosa. Las
razones que usted me expuso, de que
su delicadeza no le permitiría jamás
mandarme, y que, aun en
29

el caso de que esta dificultad pudiese


ser vencida, estaba seguro que el
congreso de Colombia no consentiría
su separación de la república,
permítame general le diga, no me han
parecido plausibles. La primera se
refuta por sí misma. En cuanto a la
segunda, estoy muy persuadido, que
la menor manifestación suya al
congreso sería acogida con unánime
aprobación cuando se trata de
finalizar la lucha en que estamos
empeñados, con la cooperación de
usted y la del ejército de su mando; y
que el alto honor de ponerle término
refluirá tanto sobre usted como sobre
la república que preside.
No se haga V. ilusión, general. Las
noticias que tiene de las fuerzas
realistas son equivocadas; ellas
montan en el Alto y Bajo Perú a más
de 19000 veteranos, que pueden
reunirse en el espacio de dos meses.
El ejército patriota diezmado por las
enfermedades, no podrá poner en
línea de batalla sino 8500 hombres, y
de éstos, una gran parte reclutas. La
división del general Santa Cruz (cuyas
bajas según me escribe este general,
no han sido reemplazadas a pesar de
sus reclamaciones) en su dilatada
30

marcha por tierra, debe experimentar


una pérdida considerable, y nada
podrá emprender en la presente
campaña. La división de 1400
colombianos que V. envía será
necesaria para mantener la
guarnición del Callao, y el orden de
Lima. Por consiguiente, sin el apoyo
del ejército de su mando, la operación
que se prepara por puertos
intermedios no podrá conseguir las
ventajas que debían esperarse, si
fuerzas poderosas no llamaran la
atención del enemigo por otra parte,
y así la lucha se prolongará por un
tiempo indefinido. Digo indefinido,
porque estoy íntimamente
convencido, que sean cuales fueren
las vicisitudes de la presente guerra,
la independencia de la América es
irrevocable; pero también lo estoy, de
que su prolongación causará la ruina
de sus pueblos, y es un deber
sagrado para los hombres a quienes
están confiados sus destinos, evitar la
continuación de tamaños males.

En fin, general; mi partido está


irrevocablemente tomado. Para el 20
del mes entrante he convocado el
primer congreso del Perú, y al día
siguiente de su
31

instalación me embarcaré para Chile,


convencido de mi presencia es el solo
obstáculo que le impide a usted venir
al Perú con el ejército de su mando.
Para mí hubiese sido el colmo de la
felicidad, terminar la guerra de la
independencia bajo las órdenes de un
general a quien la América debe su
libertad.
El destino lo dispuso de otro modo,
y es preciso conformarse.
No dudando que después de mi
salida del Perú,
el gobierno que se establezca
reclamará la activa cooperación de
Colombia, y que usted no podrá
negarse a tan justa exigencia,
remitiré a usted una nota de todos los
jefes cuya conducta militar y privada
pueda ser a usted de alguna utilidad
su conocimiento.

El General Arenales quedará


encargado del mando de las fuerzas
argentinas. Su honradez, coraje y
conocimientos, estoy seguro lo harán
acreedor que usted le dispense toda
consideración.

32

Nada diré a usted sobre la reunión


de Guayaquil a la república de
Colombia. Permítame, general, que le
diga, que creí que no era a nosotros a
quienes correspondía decidir este
importante asunto. Concluida la
guerra, los gobiernos respectivos lo
hubieron transado, sin los
inconvenientes que en día pueden
resultar a los intereses de los nuevos
Estados de Sud América.
He hablado a usted, general, con
franqueza, pero los sentimientos que
exprime esta carta, quedarán
sepultados en el más profundo
silencio; si llegasen a traslucirse, los
enemigos de nuestra libertad podrían
prevalecerse para perjudicarla, y los
intrigantes y ambiciosos para soplar
la discordia.

Con el comandante Delgado, dador


de ésta, remito a usted una escopeta
y un par de pistolas, juntamente con
un caballo de paso que le ofrecí en
Guayaquil. Admita usted, general,
esta memoria del primero de sus
admiradores.

Con estos sentimientos, y con los


de desearle únicamente sea usted
quien tenga la gloria de terminar la
guerra de la independencia de la
América del Sud, se repite su
afectísimo servidor.

José de San Martín


33

CARTA DEL SAN MARTÍN A BOLÍVAR


Al General Guido

Sr. Dn. Tomás Guido:


Mendoza y Julio 31 de 1823.

Mi amado amigo: contesto a su


Carta del 21 de Mayo con el acuse de
recibo de Valdivieso, y copia de la
contestación de Luna Pizarro a quien
escribo en este Correo dándole las
gracias por los favores que me a
dispensado.

Ha hecho Usted muy bien en haber


abierto el Pliego que iba para Iglesias;
para Usted no puedo tener nada
reservado; éste me escribe fecha 8,
marchaba al día siguiente para ésa.

Ignorando el paso que Usted había


dado en mi favor sobre la Casa de
Magdalena, había dado orden a
Iglesias para que la pusiese a
disposición del Gobierno. Usted se
entenderá con él sobre este
particular.

Estaba bien persuadido de que los


editores de la Abeja no podían
excederse en los términos que lo
hacen, sino bajo una
34

salvaguardia que los pusiese a


cubierto de la ley, pero qué extraño
es el que se desgarre mi Honor
cuando el del Congreso no está
seguro, como lo veo en el Nº 4 de la
Abeja.

Es una negra impostura la de


haber yo asegurado que Usted y
Alvarado habían tenido parte en la
deposición de Monteagudo; en los
días de mi convalecencia me habló
O’Higgins sobre este particular
diciéndome - se había escrito que
Alvarado tenía la principal parte en
aquel suceso - le contesté que no me
constaba, pero que sí creía podía
haberlo evitado - (no por
consideración a Monteagudo pero sí
por las consecuencias) respecto tenía
la fuerza en su mano. Nada se habló
de Usted ni yo he estado en Chile en
ninguna reunión, pues a los tres días
de mi llegada me atacó la
enfermedad y no salí del Conventillo
- después que para venir a ésta -:
Arcos me habló en aquel tiempo sobre
esto mismo, añadiéndome se escribía
de Lima que Usted era uno de los que
se aseguraba había tenido parte en el
suceso, le contesté no era cierto y
que a pesar de la fuerte
35

enemistad de ambos había con placer


la conducta que Usted había
observado -basta de escribir sobre
este chisme que debe aumentarse al
gran Catálogo de los que se han
fomentado después de mi venida -: lo
mismo digo con respecto a lo que
Usted me dice (y que no comprendo)
sobre el Callao - y que espero me
haga el gusto de esclarecerlo, a cuyo
fin copio el Párrafo -,“V. me conoce
demasiado para haber calado mi
Corazón, y que aunque nunca haya
poseído como Dn. Bernardo la magia
de deslumbrar a Usted con el esmalte
que cubría su inmortalidad e
ingratitud, he sido sincero y honrado:
he descubierto a U. mis sentimientos,
y si algunos he sofocado han sido
solamente las quejas que he podido
formar por referencias, y que el
hábito de encontrar casi siempre
hombres corrompidos y pérfidos, le
arrancó a U. con injusticia a mi
opinión cuando me hallaba en el
Callao, si es que en esto no he sido
también engañado”.

He visto en la Extraordinaria del 7


de Abril la arenga al Libertador por el
General Portocarrero ¡qué pícaro!
éste es el mismo
36

que nos abandonó en el Campo de


Mendoza y no volvió a aparecer hasta
después de la entrega del Callao.

¿Me habla U. de las instrucciones


que ha impreso Campino?- yo no ha
recibido ni éstas ni ninguna otra del
Gobierno de Chile, ya mandé a
Iglesias mi contestación.

No se me pega la camisa al cuerpo


con la Expedición de Sta. Cruz. Dios le
dé acierto.
Creía que mi retiro me pondría a
cubierto de la Revolución,
olvidándome que había figurado
demasiado en ella para conseguirlo,
así es que mi posición es bien
singular.

Apenas convaleciente en Chile vi


por los Papeles Públicos de Buenos
Aires y conocidamente Ministeriales
que no era bien mirada mi venida a
estas Provincias; estas
demostraciones por parte del
Gobierno fue la señal de reunión de
los descontentos, de los aspirantes y
de los malvados contrarios siempre a
toda administración: Cartas,
anónimos, y aun
37

tener el atrevimiento de mandarme


diputaciones, todo con el objeto de
ponerme al frente del Partido de
Oposición y Honrarme con el glorioso
título (por fin de mi carrera) de
Corifeo Revolucionario: a pesar de mi
Conducta con esta Canalla, no hacen
otra cosa en Buenos Aires que hacer
valer mi amistad, que sólo yo debo
libertad a la Capital de la opresión en
que se halla, otro tanto me sucede
con respecto al Perú, pues el último
correo me ha costado 29 pesos todo
él reducido a anónimos, y otras
cartas; U. sabe que Rivadavia no es
un amigo mío -a pesar de esto sólo
pícaros consumados no serán capaces
de estar satisfechos de su
administración, la mejor que se ha
conocido en América: ahora bien ¿qué
haría U. en mi caso?: yo no he
encontrado otro arbitrio que el de mi
separación de América por un par de
años, hasta que Gobiernos sólidos y
estables me la hagan habitable -: así
es que he solicitado del Presidente el
que la pensión que se me ha señalado
en ésa se me pague en Inglaterra.

38

Remedios quedaba sin esperanzas


de vida - si esto se verifica me llevaré
la Chiquita para ponerla en un
colegio.

No veo a Chile en disposición de que


U. permanezca en él: Si usted quiere
venirse a ésta mi casa en la Villa nueva
es bastante cómoda para la familia,
pues en ésta vivo de prestado.
¿Qué podré decir a U. de la
Conducta
que ha observado conmigo, mi
Grande, mi Singular, y mi respetable
Amigo Dn. Nicolás Peña?: en toda la
Revolución no he recibido un golpe
que me haya causado más impresión:
concluyo este artículo pues mi
máquina se resiente de un modo
terrible.

Escribo a la Casa Saavedra.

El Correo no me da tiempo para


escribir a mi tía, déle U. un millón de
recuerdos y lo mismo a la amable
Merceditas.

Por Dios contenga a Hilarión: U.


conoce su carácter, y lo expuesto que se
halla en ésa si no se modera: déle U. un
millón de cosas.
A Dios mi Querido Amigo, siempre lo
será de U. su reconocido.
José de San Martín

39
DEL GENERAL SAN MARTÍN
AL GENERAL MILLER

Bruselas, abril 19 de 1827.

Mi Querido Amigo:
Voy a contestar a su estimable del
9. Después de mi ultima carta mi
espíritu ha sufrido infinito, pues
Mercedes ha estado a las puertas del
sepulcro de resutlas del sarampión, o
como aquí le llaman, fiebre
escarlatina, enfermedad que atacó a
casi todas las niñas de la pensión;
felizmente la chiquita está fuera de
todo peligro, pues hace tres días se
levantó por primera vez: esta
circunstancia es la que ha impedido
remitir a usted con más antelación los
apuntes pedidos y que ahora adjunto.

Los detalles que usted me pide de


la acción de San José no se los remito
en razón de serme desconocidos;
pero si usted necesita los de San
Lorenzo, se los podré enviar con su
aviso: también le incluyo un pequeño
croquis de la de Chacabuco, pues
creo que usted no conoce esta
posición.

40

No creo conveniente hable usted lo


más mínimo de la Logia de Buenos
Aires: éstos son asuntos enteramente
privados y que, aunque han tenido y
tienen una gran influencia en los
acontecimientos de la revolución de
aquella parte de América, no podrán
manifestarse sin faltar por mi parte a
los más sagrados compromisos. A
propósito de Logias, a no dudar, que
estas sociedades se han multiplicado
en el perú de un modo extraordinario.
Esta es un guerra de zapa, que
difícilmente se podrá contener y que
hará cambiar los planes más bien
combinados.
Me dice usted en la suya última lo
siguiente: “Según algunas
“observaciones que he oído verter a
cierto personaje, él quería dar “a
entender que usted quiso coronarse
en el Perú, y que éste fue el “principal
objeto de la entrevista de Guayaquil”.
Si, como no dudo (esto sólo porque
me lo aseguraba el general Miller), el
cierto personaje ha vertido estas
insinuaciones, digo que, lejos de ser
un caballero, sólo me merece el
nombre de un insigne impostor y de
despreciable pillo, pudiendo asegurar
a usted que si tales
41

hubieran sido mis intenciones, no era


él quien hubiera hecho cambiar mi
proyecto.

En cuanto a mi viaje a Guayaquil,


él no tuvo otro objeto que el de
reclamar del general Bolívar los
auxilios que pudiera prestar para
terminar la guerra del Perú, auxilios
que una justa retribución
(prescindiendo de los intereses
generales de América) lo exigía por lo
que el Perú tan generosamente había
prestado para libertad del territorio de
Colombia. Mi confianza en el buen
resultado estaba tanto más fundada
cuanto el ejército de Colombia,
después de la batalla de Pichincha, se
había aumentado con los prisioneros,
y contaba con 9600 bayonetas; pero
mis esperanzas fueron burladas al ver
que en mi primer conferencia con el
Libertador me declaró que, haciendo
todos los esfuerzos posibles, sólo
podía desprenderse de tres batallones
con la fuerza total de 1070 plazas.
Estos auxilios no me parecieron
suficientes para terminar la guerra,
pues estaba convencido que el buen
éxito de ella no podía esperarse sin
la activa y eficaz cooperación de
todas las fuerzas de Colombia: así es
que mi
42

resolución fue tomada en el acto,


creyendo de mi deber hacer el último
sacrificio en beneficio del país. Al
siguiente día y a presencia del
vicealmirante Blanco dije al Libertador
que, habiendo dejado convocado al
Congreso para el próximo mes, el día
de su instalación sería el último de mi
permanencia en el Perú; añadiendo:
“ahora le queda “a usted, general, un
nuevo campo de gloria en el que va
usted a “poner el último sello a la
libertad de la América”.(Yo autorizo y
ruego a usted escriba al general
Blanco, a fin de rectificar este hecho).
A las 2 de la mañana del siguiente día
me embarqué, habiéndome
acompañado Bolívar hasta el bote, y
entregándome su retrato como una
memoria de lo sincero de su amistad.
Mi estadía en Guayaquil no fue más
de 40 horas, tiempo suficiente para el
objeto que llevaba. Dejemos la
política y pasemos a otra cosa que me
interesa más.

Mucho le agradezco las noticias


que me da del comodoro Bowle y de
su señora: tenga usted la bondad de
hacerles presentes mis más sinceros
respetos y

43

amistad, lo mismo que al caballero


Spencer.

Por el próximo correo remitiré las


nuevas noticias que usted me pide en
su última, pues me es imposible
marchen por éste; y no teniendo
quien me lleve la pluma para dictar
(por hallarse ausente mi hermano),
tengo que valerme de un extranjero,
lo que hace duplicar el trabajo para
corregir sus faltas.

Tengo cartas de Lima que alcanzan


al 12 de noviembre, y de Guayaquil
hasta el 3 - nadaparticular excepto
que la odiosidad contra el ejército
colombiano, con especialidad contra
sus oficiales, crecía con rapidez. De
Buenos Aires con fecha 7 de enero
me dicen, que el 27 de diciembre el
ejército oriental se había puesto en
marcha para batir al brasilero, que se
hallaba en las puntas del Yaguarón, y
que para el 14 ó 15 del siguiente se
aguardaba con impaciencia de los
resultados.

Adiós, amigo mío. Hágame el gusto


de ofrecer mis respetos a mi señora
mi madre, y estar seguro lo quiere
sinceramente su
44
José de San Martín

P.D.
Mi mayordomo en Mendoza, se me
escribe, quedaba en la agonía; si su
muerte se verifica, tendré
necesariamente que pasar a América
en este año, para no abandonar mis
intereses.
45

Máximas de José de San Martín para su


hija Merceditas

# Humanizar el carácter y hacerlo sensible


aún con los insectos que no perjudican.
Stern ha dicho a una mosca -abriéndole la
ventana para que saliese: “Anda, pobre
animal, el mundo es demasiado grande
para nosotros dos.”
# Amor a la verdad y odio a la mentira.
# Inspirar gran confianza y amistad pero
uniendo respeto.
# Caridad con los pobres.
# Respeto sobre la propiedad ajena.
# Acostumbrar a guardar un secreto.
# Indulgencia hacia todas las religiones.
# Dulzura con los criados, pobres y viejos.
# Hable poco y lo preciso.
# Estar formal en la mesa.
# Amor al aseo y desprecio al lujo.
# Amor por la patria y la libertad.
Pensamientos del General

46

. Estoy firmemente convencido que los


males que afligen a los nuevos Estados de
América no dependen tanto de sus
habitantes como de las constituciones que
los rigen. Si los que se llaman legisladores
en América hubieran tenido presente que a
los pueblos no se les debe dar las mejores
leyes, pero sí las mejores que sean
apropiadas a su carácter, la situación de
nuestro país sería diferente.

. No quiero manchar mi espada con sangre


de mis hermanos.

. Más ruido hacen diez hombres que gritan


que cien mil que están callados.

. Serás lo que debas ser, si no, eres nada.

. Si somos libres, todo nos sobra.

. La unión y la confraternidad, tales serán


los sentimientos que hayan de nivelar mi
conducta pública cuando se trate de la
dicha y de los intereses de los otros
pueblos.
47

. La biblioteca es destinada a la ilustración


universal, más poderosa que nuestros
ejércitos para sostener la independencia.

. La reputación del generoso puede


comprarse muy barata; porque no consiste
en gastar sin ton ni son, sino en gastar con
propiedad.

. Antes sacrificaría mi existencia que echar


una mancha sobre mi vida pública que se
pudiera interpretar por ambición.

. La ilustración y fomento de las letras es la


llave maestra que abre la puerta de la
abundancia y hace felices a los pueblos.

. La moderación y la buena fe, tales los


fundamentos sobre los que apoyo mis
esperanzas de ver estrechados los
vínculos sagrados que nos unen, y de no
aventurar un solo paso que pueda
romperlos o debilitarlos.

. Por inclinación y principios amo el


gobierno republicano y nadie, nadie lo es
más que yo.
48

. En mis providencias malas o buenas,


jamás ha tenido parte la personalidad y sí
sólo el objeto del bien e independencia de
nuestro suelo.

. Es cierto que tenemos que sufrir escasez


de dinero, paralización del comercio y
agricultura, arrostrar trabajos y ser
superiores a todo género de fatigas y
privaciones; pero todo es menos que volver
a uncir el yugo pesado e ignominioso de la
esclavitud.

. Deseo que todos se ilustren en los


sagrados derechos que forman la esencia
de los hombres libres.

. Mis necesidades están más que


suficientemente atendidas con la mitad del
sueldo que gozo.

. La seguridad individual del ciudadano y la


de su propiedad deben constituir una de
las bases de todo buen gobierno.

. Dios conserve la armonía, que es el modo


de que salvemos la nave.
49

. No se debe hacer promesa que no se


pueda o no se deba cumplir.

. El empleo de la fuerza, siendo


incompatible con nuestras instituciones, es,
por otra parte, el peor enemigo que ellas
tienen.

. Mi barómetro para Conocer las garantías


de tranquilidad que ofrece un país las
busco en el estado de su hacienda pública
y, al mismo tiempo, en las bases de su
gobierno.

. La marcha de todo Estado es muy lenta;


si se precipita, sus Consecuencias son
funestas.

. No nos ensoberbezcamos con las glorias


y aprovechemos la ocasión de fijar la
suerte del país de un modo sólido y
tranquilo.

. La religiosidad de mi palabra como


caballero y como general ha sido el caudal
sobre el que han girado mis
especulaciones.
50

. Todo buen ciudadano tiene una


obligación de sacrificarse por la libertad de
su país.

. Mi objeto desde la revolución no ha sido


otro que el bien y felicidad de nuestra
patria y al mismo tiempo el decoro de su
administración.

. Cada gota de sangre americana que se


vierte por nuestros disgustos me llega al
corazón.

. En el último rincón de la tierra en que me


halle estaré pronto a sacrificar mi
existencia por la libertad.
. Al americano libre corresponde trasmitir a
sus hijos la gloria de los que contribuyeron
a la restauración de sus derechos.

. Tiempo ha que no me pertenezco a mí


mismo, sino a la causa del continente
americano.

. Divididos seremos esclavos, unidos estoy


seguro que los batiremos: hagamos un
esfuerzo de patriotismo, depongamos
51

resentimientos particulares, y concluyamos


nuestra obra con honor.

. Nuestros desvelos han sido


recompensados con los santos fines de ver
asegurada la independencia de la América
del Sud.

. La armonía, que creo tan necesaria para


la felicidad de América, me ha hecho
guardar la mayor moderación.

. Voy a hacer el último esfuerzo en


beneficio de la América. Si éste no puede
realizarse por la continuación de los
desórdenes y anarquía, abandonaré el
país, pues mi alma no tiene un temple
suficiente para presenciar su ruina.

. Para defender la libertad se necesitan


ciudadanos, no de café, sino de instrucción
y elevación moral.

. Estoy convencido que la pasión del


mando es, en general, lo que con más
imperio domina al hombre.

. Hombres que se abandonan a los


52

excesos son indignos de ser libres.

. Los hombres distamos de opinión como


de fisonomías, y mi conducta, en el tiempo
en que fui hombre público, no pudo haber
sido satisfactoria a todos.

. No es en los hombres donde debe


esperarse el término de nuestros males: el
mal está en las instituciones y sólo en las
instituciones.

. Ser feliz es imposible, presenciando los


males que afligen a la graciada América.

. Los hombres no viven de ilusiones sino de


hechos.

. Mi nombre es ya bastante célebre para


que yo lo manche cor infracción de mis
promesas.

. Las consecuencias más frecuentes de la


anarquía son las de producir un tirano.

. Ya veo el término a mi vida pública y voy


a tratar de entregar esta p da carga a
manos seguras, y retirarme a un rincón a
53

vivir como hombre.

. Es necesario tener toda la filosofía de un


Séneca, o la impudicia un malvado para
ser indiferente a la calumnia.

. Mi sable jamás saldrá de la vaina por


opiniones políticas.

. Tan injusto es prodigar premios como


negarlos a quien los merece.

. Al hombre honrado no le es permitido ser


indiferente al sertimiento de la justicia.

. Nada suministra una idea para conocer a


los hombres como una revolución.

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