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De esto se genera el bienestar común el Estado (common wealth), el cual surge "en forma tal

como si cada uno dijera a todos: autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hombres
mi derecho a gobernarme a mí mismo, con la condición de que vosotros transferiréis a él
vuestro derecho, y autorizaréis todos sus actos de la misma manera". Se constituye así el
Estado, el cual será definido como "una persona de cuyos actos una gran multitud, por pactos
mutuos, realizados entre sí, ha sido instituida por cada uno como autor, al objeto de que
pueda utilizar la fortaleza y medios de todos, como lo juzgue oportuno, para asegurar la paz y
defensa común. El titular de esta persona se denomina soberano y se dice que tiene poder
soberano..." (Hobbes, Leviatán).

... única y exclusivamente podrá haber sociedad política allí donde cada uno de sus miembros
haya renunciado a su poder natural y lo haya entregado en manos de la comunidad [...]
Guiándonos por todo esto, nos resulta fácil averiguar quiénes componen, y quiénes no, una
comunidad política. Aquellos que están unidos en un cuerpo y tienen establecida una ley
común y una judicatura a la que apelar, con autoridad para decidir entre las controversias y
castigar a los ofensores, forman entre sí una sociedad civil; pero aquellos que carecen de una
autoridad común a la que apelar [...], continúan en el estado de naturaleza ... (John Locke,
Segundo tratado sobre el gobierno civil).

Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja, con la fuerza común, la persona y
los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose cada uno a todos los demás, no
obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes. Tal es el problema
fundamental al que da solución el contrato social (Rousseau, Del contrato social).

"Mi libertad externa deberá explicarse más bien así: es la facultad de no obedecer a ninguna
ley externa si no he podido dar mi consentimiento para ella" (Kant, Fundamentación de la
metafísica de las costumbres).

Se le tiene que conceder al ciudadano [...] la atribución de hacer conocer públicamente sus
opiniones acerca de lo que parece serle injusto para la comunidad [..,] Pues admitir que el
soberano no se pueda equivocar [...] equivaldría a [...] pensarlo como un ser sobrehumano. Por
tanto, el único paladín del Derecho del pueblo está en la libertad de la pluma [...] mantenida
por el modo de pensar liberal de los súbdiros que la misma constitución infunde (Kant,
Filosofía de la historia).

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