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EL ABORTO EN COLOMBIA

RESUMEN

El aborto inducido es difícil de analizar debido a su práctica clandestina y el estigma que


lo rodea. Pese a la sentencia de la Corte Constitucional promulgada en 2006 que legaliza
parcialmente el aborto, solo una muy pequeña proporción del total de abortos inducidos
que ocurren en Colombia son legales; aquellos que no lo son pueden significar un grave
riesgo para la salud y bienestar de las mujeres. Con base en el uso de una técnica
indirecta, este informe presenta estimaciones de los niveles de aborto inducido en el país.
Analiza la capacidad de las mujeres colombianas para planear sus embarazos y lo que
sucede cuando no pueden hacerlo. Se examinan las tendencias de aborto durante las dos
décadas anteriores junto con el factor que hace que las mujeres recurran al procedimiento
concretamente, el embarazo no deseado. El informe se centra en la práctica y condición
actual del aborto, ya sea ajustado o no a los criterios legales.

Palabras claves: aborto, legalidad, embarazo, médicos, inducido, nasciturus

ABSTRACT

Induced abortion is difficult to analyze due to its clandestine practice and the stigma that
surrounds it. Despite the Constitutional Court ruling enacted in 2006 that partially
legalizes abortion, only a very small proportion of the total induced abortions that occur
in Colombia are legal; Those who are not can pose a serious risk to the health and well-
being of women. Based on the use of an indirect technique, this report presents estimates
of the levels of induced abortion in the country. Analyze the ability of Colombian women
to plan their pregnancies and what happens when they cannot. Abortion trends are
examined during the previous two decades along with the factor that makes women resort
to the procedure specifically, unwanted pregnancy. The report focuses on the current
practice and condition of abortion, whether or not it meets the legal criteria.

Keywords: abortion, legality, pregnancy, doctors, induced, nasciturus


INTRODUCCIÓN

Colombia es un país lleno de contradicciones. La presencia de una población


mayoritariamente devota a la iglesia católica, contrasta con la situación de violencia. Por
otra parte, mientras el aborto está penalizado en todas las circunstancias, las estimaciones
más conservadoras hablan de 200.000 abortos al año y otras llegan a afirmar que en
Colombia suceden alrededor de 400.000 abortos inducidos anualmente. Así es, puesto que
las leyes colombianas han permanecido estáticas, penalizando el aborto en todas las
circunstancias desde 1936.

Esta situación ubica a las mujeres en Colombia, dentro del 0,4% de la población mundial
que vive en países donde el aborto está totalmente prohibido, mientras que el restante
99,6% de la población se encuentra en países donde el aborto está permitido, al menos
para proteger la vida de la mujer.

Con Colombia sólo dos países más en América Latina comparten ese deshonroso lugar
prohibiendo el aborto en todos los casos: Chile y El Salvador. El gobierno colombiano y
los y las legisladoras colombianas han hecho caso omiso de las múltiples convenciones y
tratados internacionales en los que se le ha recomendado a Colombia revisar la
penalización absoluta del aborto. A esta situación de ilegalidad, se suma la realidad del
aborto como un problema de salud pública que durante más de una década ha ocupado
entre la segunda y tercera causa de muerte materna en el país.

A pesar de la despenalización del aborto en Colombia, este continúa siendo un tema de


debate social, y uno de los aspectos que influye es la manera en que es percibido. En
cuanto al gremio médico, se ha documentado que su apreciación sobre el aborto influye
en su aceptación y participación; y además varía según la cultura, el contexto social, la
experiencia profesional, las creencias religiosas y las razones de las mujeres para
someterse al aborto, así como el tiempo de gestación. Lo anterior puede afectar a las
mujeres que deciden adoptar esta opción (Rodriguez , Martinez, Soto, & Muñoz, 2012).
Así, la percepción de los médicos sobre el aborto puede tener un peso decisivo en el
debate, diseño y aplicación de normas legales; en el desarrollo de programas y estrategias
de enseñanza para la formación en temas de derechos de la mujer; asimismo, contribuir a
mejorar la calidad de la atención de la mujer (Madeiros , Azevedo, Oliveira, Araujo, &
Cavalcanti, 2012).

MORALIDAD DEL ABORTO

Cada día mueren 1.500 mujeres por problemas asociados al embarazo o al parto, lo que
significa que cada minuto fallece una mujer a causa de su embarazo. Las muertes
maternas están estancadas desde hace 20 años, con más de 500.000 al año. La mortalidad
materna es la principal causa de muerte entre mujeres en edad fértil en los países en
desarrollo y la inmensa mayoría de estas muertes son evitables, lo que evidencia que se
trata de "la mayor desigualdad del mundo en materia sanitaria" (UNICEF, 2017).

Las causas de estas muertes siguen siendo las mismas: hemorragias postparto,
infecciones, parto prolongado y, como sabemos, los abortos clandestinos que constituyen
un 30% de la tasa anual de mortalidad materna. Ello resulta especialmente alarmante si se
tiene en cuenta que se trata de uno de los factores más fáciles de eliminar si se promueve
la planificación familiar, se despenaliza la interrupción voluntaria de la gestación y se
democratiza el acceso al cuidado sanitario. Cerca de 200 mujeres mueren al día en todo el
mundo al someterse a un aborto sin las mínimas condiciones de higiene (Naciones
Unidas, 2008). La tendencia a la baja en el número de hijos por mujer, que se constata en
casi todo el planeta salvo en África subsahariana, no ha evitado que aún hoy cerca del
50% de los embarazos sean no deseados, por lo que cada año se practican 20 millones de
abortos en condiciones insalubres, con métodos peligrosos o autoinducidos. Ello significa
que este año unas 80.000 mujeres morirán a consecuencia de este tipo de abortos.
Además, más de cinco millones ingresarán en un hospital, quedarán estériles o sufrirán
alteraciones durante el resto de su vida (OMS, 2018).

Dar a luz es uno de los eventos más peligrosos en la vida de una mujer. En Europa una de
cada 10.000 mujeres muere en el parto. Dar a luz es mucho más peligroso que un aborto
seguro, de modo que no hay motivos aceptables para que una mujer de escasos recursos
muera, enferme o quede infértil como resultado de un aborto clandestino. En Chile los
abortos inseguros son la tercera causa de muerte materna y, al igual que las víctimas de
las sanciones penales derivadas, son un peligro sólo para quienes no pueden financiarse,
en el sistema sanitario privado, una interrupción del embarazo sin riegos. En fin, vale la
pena recordar que el aborto está absolutamente prohibido en todas las circunstancias sólo
en cuatro países en el mundo: Nicaragua, República Dominicana, El Salvador y Chile
(Solórzano, 2007).

ABORTO Y DERECHOS HUMANOS

Una primera aproximación a la noción de "derechos humanos" requiere analizar las dos
unidades semánticas que la componen. Por una parte, la palabra "derecho" que admite al
menos tres sentidos se utiliza en este caso para aludir a alguna forma de facultad o
potestad que le asiste a una persona; y, por otro lado, la palabra "humanos" se refiere a la
única propiedad relevante para ser titular de estos derechos. Esta formulación,
aparentemente simple, ya tiene dos grandes dificultades asociadas a cada una de las
palabras escindidas: una, qué hace que una persona humana sea tal y, dos, qué significa
tener un derecho (Villavicencio, 2008).

En este sentido se afirma que los derechos humanos tienen un carácter 'prima facie', en
principio no pueden ser vulnerados y sólo pueden verse limitados por los derechos de
otras personas. "Lo importante, para una teoría ética basada en los derechos humanos es
determinar las razones por las que podríamos, en esos supuestos, sacrificar los derechos;
especificar las circunstancias que nos permitan acabar con los bienes más importantes de
la persona" (De Lora, 006).

Si bien hay autores que sostienen que, además, los derechos humanos son inalienables o
irrenunciables, la mayoría de los teóricos políticos rechaza este concepto por su carácter
paternalista y, en cierto modo, autoritario, pues sostener la irrenunciabilidad de un
derecho lo transformaría, por definición, en un derecho deber, lo que es un contrasentido
que no se justifica moralmente. Por lo mismo, esta tesis que cae en la contradicción
derivada de suponer que los derechos humanos son irrenunciables hasta por sus propios
titulares puede superarse siguiendo a Laporta, quien distingue entre la titularidad de los
derechos y su ejercicio. En general, la titularidad de los derechos humanos sería
inalienable, pero su ejercicio puede ser voluntariamente limitado por el propio titular.

En conclusión, considerar en serio los derechos humanos de las mujeres exige aceptar que
se trata de derechos que sólo pueden ser limitados con el fin de proteger otros derechos
humanos individualmente detentados por otra persona, de modo que resulta forzoso
descartar como ilegítimos los fundamentos que distintas legislaciones y tribunales han
esgrimido para justificar la penalización del aborto: la protección del valor abstracto de la
vida humana (Thompson, 1992). En cambio, la única manera legítima acorde con el
concepto y características de los derechos humanos que se ha apuntado de limitar los
derechos de las mujeres requiere partir de los siguientes supuestos: primero, se precisa
analizar si el feto posee las características que usualmente atribuimos a las personas,
únicas titulares de derechos. Segundo, de no ser posible lo anterior, debemos analizar si es
factible que, a partir de cierto momento de su desarrollo, el feto desarrolle
particularidades que ameriten que le atribuyamos derechos.

Con todo, por muy interesante que parezca el ejercicio filosófico jurídico ideado por
Thomson, lo cierto es que existen serias dificultades para considerar al feto como persona.
En esta línea, debemos acordar algún concepto de persona que sintetice las dos nociones
que suelen superponerse, la de persona legal y la de persona moral. Sobre el concepto de
persona legal no hay gran discusión pues tanto la legislación nacional como la comparada
expresan que sólo quienes han nacido son, técnicamente, personas para los efectos de la
titularidad de derechos subjetivos. En particular, nuestra legislación es suficientemente
clara sobre el particular puesto que ya el Código Civil, en el Título II relativo al "principio
y fin de la existencia de las personas naturales" dispone en el artículo 74 "La existencia
legal de toda persona principia al nacer, esto es, al separarse completamente de la madre".
En coherencia con lo anterior, según veremos, la Constitución da un tratamiento distinto
del de las personas al que está por nacer y el Código Penal establece para el aborto una
pena inferior al infanticidio y al parricidio, regulando el aborto en una sección, de nuevo,
diferente de aquella referida a los "delitos contra las personas".

¿Sin embargo, es el feto una persona moral? El concepto de persona moral, propio de la
filosofía política, ha sido especialmente desarrollado por John Rawls en base a la teoría de
Kant sobre el actuar autónomo, el actuar ético. Desde este punto de vista los requisitos
para ser considerados persona son más estrictos que el solo hecho de haber nacido. Las
personas morales, sostiene Rawls, son aquellas capaces de detentar dos virtudes morales:
por una parte, un sentido de la justicia y, por la otra, una cierta concepción del bien. El
primero exige la capacidad de entender, aplicar y actuar según la concepción pública de la
justicia que caracteriza a los términos equitativos de la cooperación social. La segunda, la
capacidad de adoptar una cierta concepción del bien, esto es, "una familia ordenada de
fines y objetivos últimos que definen la concepción que tiene la persona de lo que tiene
valor en la vida humana" (Rawls, 2001). Y concluye que "sólo los que pueden hacer
justicia tienen derecho a la justicia" de modo que no parece posible considerar al feto
como persona moral puesto que ni siquiera un recién nacido sería capaz de responder a la
noción de persona desarrollada a partir del ideal kantiano de autonomía moral.

¿Qué importancia tiene lo anterior para la regulación del aborto? Desde ya parece
ineludible aceptar que, puesto que no hay otra persona sea legal o moral que pueda oponer
sus derechos a los de la mujer, no habría justificación alguna para limitar o excluir sus
derechos humanos los que, además, poseen el carácter de prioritarios o absolutos sólo
pueden verse limitados en caso de conflicto con los derechos de otras personas, son
individualizados ningún ente o valor que no sea una persona humana individualmente
considerada detenta tales derechos y son contra mayoritarios derechos fuertes, cartas de
triunfo en contra de intereses colectivos.

Ello, sin embargo, no significa que no podamos encontrar argumentos que permitan
regular e incluso restringir el derecho al aborto, pero debemos hacerlo demostrando cómo
es posible identificar en el feto, individualmente considerado, y en atención a sus distintas
etapas de su desarrollo, ciertas características compartidas con las personas, que ameriten
que le atribuyamos derechos por sí mismo. Se requiere identificar cuándo el propio feto
adquiere un interés relevante digno de ser protegido y capaz de desplazar el derecho
fundamental de la mujer a la autonomía reproductiva. Aquí hay dos caminos posibles,
primero, atender a la capacidad del feto de sentir dolor o de ser consciente de sufrimiento
y, segundo, prestar atención al momento de la viabilidad fetal, esto es, a la capacidad del
feto de vivir fuera del útero materno.

El problema asociado a la tesis de la viabilidad utilizada, como se sabe, por la Corte


Suprema estadounidense para despenalizar el aborto ya en el año 1973, está en que,
debido al rápido desarrollo de la ciencia, el plazo de la viabilidad que hoy ronda en las 24
semanas de gestación podría ir variando obligándonos a restringir cada vez más los
derechos de las mujeres. Por ello, parece preferible argumentar en torno a si es posible
que el feto posea algún interés independiente jurídicamente protegible, sustentado
teóricamente en la convicción de que no es lo mismo un aborto temprano que uno tardío,
tesis que ha venido a validar las reformas legislativas de varios países en Europa.

¿En Colombia es legal el aborto?

La discusión sobre el aborto en el país tiene muchos matices. La sentencia de la Corte


Constitucional de 2006 lo que hizo no fue propiamente legalizar la interrupción voluntaria
del embarazo, sino despenalizarla en tres circunstancias particulares. Esto quiere decir
que, aunque el aborto sí es un delito consagrado en el Código Penal (por lo cual la
Fiscalía sí podría abrir un proceso en contra de una mujer o de un médico que realice el
procedimiento), la sentencia de la Corte permite que no se castigue a quien se lo practica
en unas circunstancias particulares.

Desde el 2006, en Colombia el aborto no es penalizado en las siguientes circunstancias:

1) Cuando la continuación del embarazo constituya peligro para la vida o la salud de la


mujer.

2) Cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida.
3) Cuando el embarazo sea el resultado de una conducta, debidamente denunciada,
constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento, abusivo o de inseminación
artificial o transferencia de óvulo fecundado no consentidas, o de incesto.

La Corte Constitucional ha sido muy clara en que el peligro para la vida o la salud no se
refiere únicamente a la afectación de la salud física dela mujer, sino también a la mental.
La sentencia que despenalizó el aborto recuerda que el derecho a la salud, según
numerosos acuerdos internacionales, implica el reconocimiento del derecho al goce al
más alto nivel de la salud mental. La Corte señala que el embarazo puede ser causal de
“situaciones de angustia severa o incluso graves alteraciones síquicas que justifiquen su
interrupción según certificación médica. Sin embargo, la afectación a la salud mental
tiene que ser certificada por un médico.

La sentencia de la Corte establece que si bien existen distintas clases de malformaciones


que pueden afectar el desarrollo de un embarazo, sólo se permite la interrupción
voluntaria de este cuando existe un problema límite en relación con la vida. Es decir, sólo
se despenaliza el aborto en los casos en que la gravedad de las malformaciones hace que
el feto no se pueda desarrollar. Esta causal no se aplica a enfermedades que puedan ser
curadas antes o después del parto. Por el contrario, el médico debe certificar que, de
continuar el embarazo, lo más probable es que el feto no vivirá. De ahí que, frente a una
vida inviable, los derechos de la mujer prevalecen y el legislador no puede obligarla,
acudiendo a la sanción penal, a llevar a término el embarazo de un feto que, según
certificación médica, se encuentra en tales condiciones.

En su decisión, la Corte precisa que se debe pedir este requisito en dos circunstancias. La
primera es cuando la continuación del embarazo constituya peligro para la vida o la salud
de la mujer y la segunda, cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su
vida. El alto tribunal reiteró la necesidad de: establecer protocolos de diagnóstico y
acompañamiento integral respecto de posibles peligros a la salud mental de las mujeres
embarazadas que puedan configurar una causal de IVE; y establecer protocolos de
información y acompañamiento a mujeres embarazadas, cuando de los exámenes médicos
se detecte que el nasciturus puede padecer de algún tipo de malformación. Los
magistrados determinaron que no es área de conocimiento, ni le corresponde al juez de
tutela establecer en que eventos la continuación del embarazo no supone peligro para la
vida o la salud de la mujer o la inexistencia de graves malformaciones al feto. Para ellos,
esa determinación les corresponde exclusivamente a los médicos y a la decisión libre e
informada de la madre gestante (Castro, 2018).

Análisis y conclusiones

El único camino posible para evitar las muertes por abortos que se practican
clandestinamente en forma insegura amparados en la situación de ilegalidad, para evitar la
inequidad que se deriva de esta misma ilegalidad y para recobrar el sentido de la norma y
propender el ejercicio pleno de la autonomía reproductiva de las mujeres y las
condiciones para ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, es buscar la legalización
del aborto en forma definitiva. Legalización que debe acompañarte de un debate social y
público que sea amplio y responsable sobre el tema. Debate que deben asumir sin demora
los distintos poderes que tienen en sus manos las decisiones legislativas y políticas del
país, y también la sociedad organizada.

Entre los argumentos que tenemos para esta defensa cuatro son claves y resultan de lo
expuesto anteriormente: primero que existen condiciones legales nacionales e
internacionales que lo sustentan y cuya aplicación se hace necesaria para recobrar el
sentido de la norma. La Constitución Nacional y los diversos instrumentos internacionales
desde la Declaración de los Derechos Humanos hasta el Plan de Acción sobre Población y
Desarrollo. El aborto es un problema de salud pública, que se genera fundamentalmente
por la ocurrencia de abortos inseguros que ocurren al amparo de la clandestinidad. La
despenalización del aborto resulta en descensos inmediatos en la mortalidad de las
mujeres, mientras que cuando el aborto está penalizado, las mujeres se mueren.
CONCLUSIÓN

Quienes argumentan a favor de la penalización del aborto suelen hacerlo en la base a la


idea de que las mujeres, una vez que quedan embarazadas, pierden su condición de
personas, en el sentido que lo ha entendido Occidente a partir de las grandes revoluciones
del siglo XVIII, es decir, individuos dotados de derecho a la libertad, dignidad e igualdad.

No se puede dejar de reconocer que el reclamo de las mujeres con un embarazo no


deseado es un reclamo asociado a una apelación más amplia por la igualdad de trato.
Después de todo ningún otro individuo en ninguna otra situación es obligado a realizar el
acto supererogatorio al que son obligadas las mujeres embarazadas.

La teoría general de los derechos humanos demanda coherencia en su aplicación práctica


al problema bioético del aborto de modo que resulta imprescindible reconocer que, si la
restricción de derechos requiere ser justificada sobre la base del dualismo "persona-
persona", las legislaciones que regulen el aborto podrán restringirlo solo cuando sea
posible reconocer, alguna de las características relevantes compartidas por las personas
humanas, como por ejemplo, la percepción o conciencia del dolor.

Como la evidencia científica de los últimos 30 años ha confirmado que esa característica,
que ameritaría una consideración jurídica, solo aparece en la última etapa del embarazo,
entonces nuestra legislación debiera no sólo despenalizar el aborto en aquellos casos
calificados por las organizaciones de derechos humanos como graves (peligro para la
salud y vida de la madre y violación) sino que debiera proponerse, más que una reforma
con indicaciones, una ley que, como ha ocurrido en México recientemente, reconozca la
importancia de plazos, al momento de dar protección al nasciturus.
BIBLIOGRAFÍA

Castro, C. (28 de octubre de 2018). semana.com. Obtenido de


https://www.semana.com/nacion/articulo/como-abortar-legalmente-en-
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