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«En 1876, con el bipartidismo dibujado por Cánovas entre liberales y conservadores... Quedaban
fuera del sistema, confinados en una actitud de Extrema izquierda, las clases campesinas y
obreras y la pequeña burguesía radicalizada. Fenómeno similar se presentaba en los demás
países europeos; pero mientras en éstos el sufragio y los movimientos obreros progresan
ininterrumpidamente, obteniendo muy importantes posiciones representativas, en España sólo
alcanzan una legalidad asociativa y sindical... El sistema de Partidos va resultando cada vez
más irrelevante a partir de las crisis de 1898, 1909 y 1917»
Martínez Cuadrado, M.: Elecciones y partidos, 1975
“Las campañas coloniales que venían consumiendo, año tras año, el dinero de nuestras arcas y lo
mejor de nuestra juventud no habían movido, sin embargo, a la reflexión; menos a la enmienda.
El dictamen de Cánovas y de la mayor parte d ellos políticos, condensado en la frase “hasta el
último hombre y la última peseta”, era compartido por casi todo el mundo y allá iban batallones y
batallones a luchas con la insurrección... Maura intentó evitar la catástrofe que se cernía
amenazadora en el horizonte llevando al Parlamento en 1893 sus reformas antillanas, que
implicaban la concesión a Cuba de una amplia autonomía, capaz entonces de desarmar la
insurrección y de frustrar los planes intervencionistas de los Estados Unidos. Pero la
incomprensión del partido conservador, la falta de apoyo del liberal, la resistencia de los llamados
“incondicionales” para quienes Cuba constituía como un feudo y la carencia de todo apoyo popular,
malograron el generoso intento...
El mismo pueblo que había pedido la guerra a gritos muy pocos meses antes recibió mansamente la
noticia de aquella paz expoliadora...En el derrumbamiento hubo algo aún más doloroso que la
pérdida de hombres, escuadras y colonias: el colapso parecido a la muerte, del espíritu
nacional...”