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Politica y arte de la conmemoración: Memoriales en America Latina y España.

Book · January 2013

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Katherine Hite
Vassar College
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KATHERINE HITE

POLÍTICA Y ARTE
DE LA CONMEMORACIÓN
MEMORIALES EN AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA
POLÍTICA Y ARTE
DE LA CONMEMORACIÓN
MEMORIALES EN AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA
KATHERINE HITE

POLÍTICA Y ARTE
DE LA CONMEMORACIÓN
MEMORIALES EN AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo


LA PLAZA MAYOR
COLECCIÓN
Hite, Katherine
Política y arte de la conmemoración: Memoriales en
América Latina y España = Politics and the art of
commemoration: Memorial to struggle in Latin America and
Spain [texto impreso]/ Katherine Hite; Ricardo Brodsky
(prólogo) . -- 1ª ed. – Santiago: Mandrágora Ediciones, 2013.
188 p.: 15x23 cm.-

ISBN : 978- 956-9114-11-3

1. Memoriales - Aspectos Políticos - América Latina


2. Memoriales - Aspectos Políticos - España 3. Violencia
Política - América Latina - Historia - Siglo XX 4. Guerra
Civil, 1936 -1939 - Monumentos - Historia - España
I. Título. II. Brodsky, Ricardo (prólogo).

Dewey : 980.03.-- cdd 21


Cutter : H47p
Fuente: Agencia Catalográfica Chilena

Título original: Politics and the art of commemoration / Memorials to struggle


in Latin America and Spain
© Routledge, London & New York, 2012

Política y arte de la conmemoración / Memoriales en América


Latina y España
© Katherine Hite, 2013
De esta edición: © Mandrágora Ediciones, 2013

Colección La Plaza Mayor

Primera edición en español: septiembre de 2013

Traducción: Jesús Cuéllar Menezo


Diseño y diagramación: ©MandrágoraDiseña
Revisión de textos: Belén de Sárraga

Registro de Propiedad Intelectual N° 232.343


ISBN 978-956-9114-11-3

Mandrágora Ediciones
Manuel Barrios 4890, Las Condes
Santiago de Chile
mandragora@lamandragora.cl

www.lamandragora.cl

Impreso en QuadGraphics

Agradecemos el importante apoyo de la Fundación Ford y del


Institute for International Education para la publicación de este libro.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en
parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información,
en ninguna forma o medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético,
electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo, por escrito, del autor.
ÍNDICE

Agradecimientos 9

Presentación 11

1/ Memoriales para la lucha política 15

2/ Un monumento para el relato imperial español 44

3/ El ojo que llora: víctimas, victimarios y el problema de la empatía 68

4/ La búsqueda y la transmisión intergeneracional


del dolor en Paine, Chile 94

5/ Globalidad artística y fabricación de la memoria:


las bicis de Fernando Traverso 127

Epílogo 155

Notas 165
Bibliografía 177
Índice analítico 184
9

AGRADECIMIENTOS

Este libro surge de un amor y un respeto profundos por las muchas


familias de activistas que perdieron la vida en la lucha política. Desde mi
primer viaje a Chile, hace ya casi 30 años, en mis tiempos de estudiante de
licenciatura, cuando escuché a las mujeres de la Agrupación de Familiares
de Detenidos Desaparecidos, hasta los posteriores años de testimonios,
manifestaciones, solidaridad, compañerismo y amistad en varios países
de América Latina y en España, los familiares de las víctimas me han
concienciado y emocionado profundamente.
Política y arte de la conmemoración también se ha elaborado teniendo
muy en cuenta a mis alumnos universitarios. Cuento con ellos para crear
un mejor futuro. Estoy especialmente agradecida a los antiguos y actuales
que fueron ayudantes de investigación: Dorien Ediger-Seto, Guillermo
Farías, Luis Hoyos, Carlos Leos, Kathleen Marroquín, José Medina, Ryan
Meltzer, Lissette Olivares, Adriana Pericchi y Ricardo Sánchez. También
doy las gracias a los miembros veteranos de mi seminario del otoño de
2009, en Vassar, Ivana Milic Strkalj, Daniel Ming, Sarah Potts, así como
a Katie Jensen, Albert Mulli, Emily Thompson y Tulio Zille. Doy las
gracias asimismo a mis “primeros estudiantes” Jan Bindas-Tenney, Adrina
Garibian, Eliza Hardy Jones y Sarah Shanley Hope, que siguen siendo una
importante presencia en mi vida.
Por el apoyo económico que me han brindado para mis viajes de
investigación a América Latina y España, agradezco al Fondo Elinor
Nims Brink, al Fondo Suzanne Schreier Heimerdinger y al Comité de
Investigación de Vassar College. Agradezco a Jenny Edkins y Nicholas
Vaughn-Williams, editores de la serie Intervention de Routledge. Aparte de
su rol como editora, el trabajo sobre memoria de Jenny ha sido de gran

Estoy en deuda con las musas de la memoria Elizabeth Jelin, Isabel


Letelier, Elizabeth Lira y Marita Sturken. En relación con el capítulo sobre
El Valle de los Caídos español, estoy especialmente agradecida a Paloma
Aguilar, Margaret Crahan, Jesús Cuéllar, Guillermo Fesser, Javier Fesser,
Katie Halper, Eric Hershberg, Jan Müller y Judy Rein. Respecto a mi trabajo
sobre El ojo que llora del Perú, estoy en deuda con Renzo Aroni Sulca, Jo-
Marie Burt, el difunto Carlos Iván Degregori, Gam Klutier, Cynthia Milton,

capítulo sobre el Memorial de Paine, en Chile, quisiera mencionar a Felipe


10 KATHERINE HITE

Kornbluh, Juan Pablo Letelier, Juan René Maureira, Martín Rodríguez,


Gabriela Ortiz y Alexander Wilde. Y en relación al capítulo de las bicis de
Argentina, tengo que dar especialmente las gracias a Marcelo Brodsky,
Rubén Chababo, Gonzalo Conte, Fernando Traverso, Patricia Valdez,
Carlos Vilas, Mónica Vitola y Mariana Zinni.
Agradezco a mis colegas de Vassar y a amigos íntimos sus comentarios
y su apoyo a elementos cruciales de mi trabajo; se trata de Michael Aronna,
Light Carruyo, Lisa Collins, Andy Davison, Bill Hoynes, Carol Jarvis, Tim
Koechlin, Beth McCormick, Himadeep Muppidi, Lisa Paravisini, Molly
Shanley, Patricia Turner, Nicolás Vivalda y Eva Woods. A lo largo de mis
exploraciones en el mundo de los memoriales (y mucho antes de ellas), me

Quinn Honigsbaum, Nancy Kricorian, Eliana Loveluck, Cynthia Sanborn


y Monique Segarra.
Está claro que la amistad de mi artista residente, Robert Hite, ha tenido
mucho que ver en mi interés en la estética y el contenido político de los
memoriales. Además, es probable que nuestros hijos Aidan y Adeline
sepan más sobre monumentos de lo que debieran saber la mayoría de los
jóvenes. Por fortuna, los tres también tienen un gran sentido del humor.
Quiero darle las gracias a mi talentoso traductor Jesús Cuéllar. Sus
esfuerzos para captar la esencia del libro y mi voz le han dado aún más

trabajar con Marcelo Mendoza y Pía Rajevic, de Mandrágora Ediciones,


ambos excelentes escritores, de gran inteligencia y profesionalismo. Quiero

apoyar la publicación de la edición de este libro en castellano.


Para terminar, quisiera dar las gracias a mi padre, Dick Roberts, que se

y aunque a veces tuvimos que aceptar nuestros desacuerdos, me demostró


un apoyo, un entusiasmo y un cariño increíbles. Este libro está dedicado
a él y también a quienes, desde su conciencia popular, crean memoriales.

Katherine Hite
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 11

PRESENTACIÓN

El estudio de Katherine Hite Política y arte de la conmemoración: memoria-


les para la lucha política en América Latina y España, al asumir una perspectiva
comparada a partir de los casos de España, Perú, Argentina y Chile, adopta
una decisión que, reconociendo que se trata de cuatro experiencias muy
-
bates que están implícitos en la construcción de un memorial.
Se trata, naturalmente, de problemas que dicen relación con opciones
políticas frente a temas tales como la verdad, la justicia, la memoria, la vic-
timización, la impunidad y la reconciliación. También, se trata de la rela-
ción posible entre arte y derechos humanos o, mejor dicho, de la capacidad
-
cias de muerte y desaparición forzada de personas, que han golpeado tan
duramente a nuestra región.
Los chilenos interesados en el tema han podido acercarse a estos de-
bates a través de diversas publicaciones sobre los memoriales, tales como
Geografía de la Memoria, editado por el Programa de Derechos Humanos del
Ministerio del Interior (2010), Memorias de la Ciudad, del Ministerio de Vi-
vienda y Urbanismo (2009), la Ruta de los Derechos Humanos, de Ministerio
de Bienes Nacionales (2009), Crítica de la Memoria, de Nelly Richard (2010)
o el más reciente Espacio y recuerdo de las autoras Isabel Piper y Evelyn
Hevia, entre otras tantas publicaciones de reseña o crítica, además de los
numerosos trabajos de tesis desarrollados en los últimos años, parte de los
cuales se conservan en el Museo de la Memoria. Asimismo, ha sido rele-
vante el trabajo de audiovisualistas, artistas y escritores en torno al tema.
En especial, destaco la obra del dramaturgo Guillermo Calderón Villa, en
donde un grupo de mujeres discute sobre el proyecto de recuperación de
un antiguo centro de detención y torturas de la dictadura de Pinochet, en
clara referencia a Villa Grimaldi. Pero también estos temas han sido parte
de un debate público, como aquel que rodeó la creación y existencia del
Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, en donde, entre otras co-
sas, se hacen explícitas las tensiones entre Memoria e Historia, así como el
problema de la culpa.
Los lugares de memoria, expresión ya clásica acuñada por Paul Ricoeur,
son “los guardianes de la memoria personal y colectiva”; son la expresión
de un cierto deber público de memoria, que sería correlativo al derecho de
12 KATHERINE HITE

las víctimas a la memoria, es decir, a que su experiencia traumática no sea


olvidada ni banalizada.
Se supone que los memoriales, en su dimensión de reparación moral a
las víctimas, se sustentan fuertemente en la memoria subjetiva de ellas, sin
perjuicio de las huellas materiales que también forman parte del proyec-
to. La subjetividad del recuerdo no implica arbitrariedad del mismo. En
efecto, el lugar de memoria da cuenta de lo que pasó realmente, acogiendo
relatos diversos, pero relevando con fuerza lo que Tzvetan Todorov llama
la ejemplaridad del relato: es decir, que lo expuesto permita superar y aislar
el dolor causado por el recuerdo de modo que éste no condicione la vida
del que recuerda y que, a la vez, permita sacar lecciones de ese pasado para
convertirlas en deberes o imperativos morales en el presente. Naturalmen-
te, el lugar de memoria también debe estar disponible a renovar su pers-

y de justicia, pues es allí donde encuentra sentido su existencia.


El estudio comparado de las experiencias de violencia y de violaciones a
los derechos humanos en las décadas de los 70, 80 y 90 de Chile, Argentina
y Perú es aún una tarea pendiente, a la que Hite invita con su obra. Abunda
material para emprender esa tarea: testimonios, entrevistas a víctimas y
perpetradores, análisis políticos, periodísticos, sociológicos e históricos del

permitiría desentrañar, a pesar de las peculiaridades de cada experiencia,


los móviles ideológicos que permitieron desencadenar estas tragedias.
Para el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos es un motivo de
satisfacción participar en la edición en castellano del libro de Hite. Damos
así un paso más para ilustrar y alimentar los debates de la memoria en
nuestro contexto hispano hablante.

Ricardo Brodsky
Director
Museo de la Memoria y los Derechos Humanos
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 13
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 15

1/
MEMORIALES
PARA LA LUCHA POLÍTICA

Aprecio enormemente a la ex presidenta chilena Michelle Bache-


let (2006-2010). Quizá por su condición de mujer y porque introdujo
la paridad de género en su gobierno. Me emociona su identidad de
socialista que perdió a seres queridos, asesinados por la dictadura
chilena (1973-1990). La reacción que suscitó el experimento socialis-
ta (1970-1973) del presidente Salvador Allende, democráticamente
elegido, fue violenta e intensa, y se desató durante toda la década de
1970 y entrada la de 1980 contra dirigentes y militantes de izquierda

su mandato, Bachelet abogó por un programa que estaba en conso-


nancia con los principios de aquéllos a los que había perdido, a los
que recuerda. En sus últimos meses en el cargo y como legado de su
paso por el poder, Bachelet inauguró el Museo Nacional de la Me-
moria y los Derechos Humanos. Su intención era trasmitir la idea
de que familiares, parejas y compañeros no habían muerto en vano.
¿Por qué el problema de la memoria, y en concreto las memorias

fuerza hoy en día? Sin duda se debe a que la memoria forma parte
de lo que somos y de cómo interpretamos nuestro presente, y para
muchas, muchas personas, el presente es algo deplorable. En mi
condición de latinoamericanista estadounidense, me avergüenzan
profundamente las constantes intervenciones imperialistas de Esta-
dos Unidos, demasiado familiares en su calidad de ecos de las accio-
nes cometidas por EE.UU. en América Latina a lo largo del último
siglo y medio, o incluso durante más tiempo.1 Al ser hija de padres
y abuelos socialistas estadounidenses, represento a la generación
más reciente de una dinastía de, por lo menos tres generaciones, de
luchadores y disidentes, cuyas memorias inspiran en gran medida
mis análisis y acciones, y también mi rabia y mi desesperación.
Partimos de la memoria para orientar nuestra interpretación del
presente. Las memorias colectivas o sociales son tejidos entrelaza-
dos2 Los académicos estadounidenses sitúan las raíces de culturas
paramilitares actuales como las de los ultraderechistas de Minute-
16 KATHERINE HITE

men o los que atentan contra las clínicas abortistas, en el militarismo


y la alienación de los veteranos de Vietnam.3 Hasta cierto punto,
nos preguntamos si Irak y Afganistán son otro Vietnam, porque lo
que sentimos al conocer la devastación de las casas y el asesinato
de hombres, mujeres y niños iraquíes, las incursiones en las aldeas
afganas o el lanzamiento de misiles desde aviones no tripulados so-
bre Pakistán, es similar a lo que podríamos sentir al recordar los
bombardeos de saturación, la absoluta destrucción y el asesinato de
más de un millón de vietnamitas. A su regreso de Irak y Afganistán,
los veteranos estadounidenses, física y psicológicamente mutilados
por sus propias acciones, nos recuerdan que nuestro país nunca se
ha ocupado adecuadamente de esos soldados que regresan a casa.4
Otros ocho iraquíes muertos, explota otro misil estadounidense en
un aldea de Pakistán... Son hechos que no dejan de recordarnos ac-
ciones violentas y pérdidas totalmente carentes de sentido, actua-
les y pasadas. Al tratar de explicarnos qué ha fallado exactamente,
cómo es posible que nos hayamos vuelto tan distantes, tan impo-
5

y también a qué se enfrentarán nuestros hijos si continuamos hun-


diéndonos en ese cenagal.
En el presente libro analizo los factores políticos que inciden en
la conmemoración, considerándola una lente para observar los mé-
-
líticas violentas, sobre todo a la pérdida de seres queridos en luchas
políticas. Tradicionalmente, los Estados han intentado conmemorar
el pasado proyectando una imagen de unidad y paz, y de existen-
cia de una meta común, con frecuencia después de situaciones de
violencia extrema en las que esos Estados se habían visto profunda-

-
*
trario que los llamados memoriales, hacen hincapié en un pasado
victorioso, minusvalorando la expresión doliente o contemplativa
* Destacados diccionarios de la lengua castellana como el de la Real Academia y el de María Moliner
no recogen la acepción de la palabra «memorial» que aquí se utiliza, es decir la de “monumento con-
memorativo” o “actividad conmemorativa”, y servicios como el de la Fundación del Español Urgente
(http://www.fundeu.es/vademecum-M-memorial-5536.html) consideran que responde al uso de un
anglicismo inadecuado. Sin embargo, el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco et al. sí recoge
dos ejemplos de uso de tal acepción. Por otra parte, y esto es todavía más importante para nosotros

todavía infrecuente en España, su utilización sí está extendida en países hispanohablantes como Chile

hispano (Nota del T.).


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 17

-
mos asistiendo a un proceso en el que grupos sociales de todo tipo,
en tensión y negociación creativa con el Estado, impulsan iniciativas
de conmemoración (memorialización) que, al tiempo que desafían
la violencia del Estado, insisten en imaginarios globales alternati-
vos. Además, en un contexto mundial en el que las tecnologías de
la representación y la comunicación se desarrollan con rapidez, los
colectivos proponen innovadores memoriales. Por otra parte, en
todo el mundo han proliferado movimientos creadores de “antimo-
numentos” (o “contramonumentos”), tan destinados a llorar a los
muertos como a espolear la movilización política. Estas múltiples
iniciativas plantean preguntas cruciales para los debates sobre po-
lítica de la memoria en lo tocante a la pena, la empatía y la acción
colectiva, ahora en estado de cambio constante.
Los historiadores no dejan de debatir en qué medida el presen-
te incide en las interpretaciones históricas.6 Sin embargo, no cabe

entender la coyuntura actual y que nuestras memorias son un obje-


tivo en movimiento para un presente que no deja de cambiar. Entre
nuestros recuerdos y nuestras identidades se establece una intensa
interacción. Los recuerdos traumáticos marcan profundamente a los
individuos y a los colectivos; las repercusiones de los acontecimien-
tos traumáticos se proyectan hacia el futuro.

ven agravadas por contextos políticos que intentan deshumanizar


la violencia y por algunos contextos culturales en los que la pena se
considera un asunto privado que es mejor contener, ocultar. En las

los Estados cometen actos violentos cuyas consecuencias humanas


se hacen aparecer a menudo como algo en cierto modo ajeno al daño
sufrido. Muchas veces se espera que quienes lloran a sus muertos
lo hagan en privado, quizá en un honorable funeral militar o en un
entorno político dominado por el miedo, incluso hostil, en el que
se sospecha que esos seres queridos propiciaron su propia muerte.
En muchas culturas, aunque desde luego no en todas, se suele
considerar que el duelo, sobre todo si es prolongado, es una forma
de autocompasión y que, por lo tanto, constituye algo inaceptable.
Joan Didion capta en su sociedad la expectativa de que el dolien-
te cure sus heridas con rapidez, de que después de la conmoción
inicial y el entierro emprenda el camino de la recuperación, que su
vida vuelva a tener sentido. Didion escribe que “lo que viene des-
18 KATHERINE HITE

pués es la interminable ausencia, el vacío, lo opuesto del sentido,


la incesante sucesión de momentos en los que nos enfrentaremos a
la experiencia de la absoluta falta de sentido”.7 Didion quiere que
sus lectores den cabida, que comiencen a comprender, quizá incluso

para quienes la sienten dentro de sí. Aunque puede estarnos dicien-


do que los no dolientes debemos conceder tiempo y espacio a la fra-
gilidad, a la inestabilidad del que sí lo es, también nos insta a mirar
de cerca nuestra forma de juzgar a los dolientes.8
Nuestro alejamiento, nuestro entumecimiento o nuestra tácita in-
sistencia en que la pena ajena se desarrolle a puerta cerrada bordean
incómodamente la complicidad, el acrecentamiento del vacío más
que la capacidad de imaginar cómo podríamos empezar a llenarlo
a través del duelo colectivo. El combate para integrar los recuerdos
y los acontecimientos traumáticos de forma revolucionaria y reivin-
dicativa constituye una labor esencial para nuestra autoestima y la
de nuestras comunidades, así como para la búsqueda de lo posible
a través del activismo.
En su ensayo Violence, Mourning, and Politics (Violencia, duelo y
política), Judith Butler, partiendo de la base de que cualquier vida
humana es igualmente preciosa, valiosa, nos insta a imaginar una
comunidad global erigida sobre el duelo compartido.9 Butler reta a
los ciudadanos estadounidenses a dar una respuesta alternativa, no
violenta, a las violencias del 11 de septiembre de 2001. Aborda la la-
bor teórica desde el deliberado reconocimiento de la enormidad de
la fuerza de EE.UU. y de sus muchas incursiones. Según Butler, esa
fuerza, al incluir la capacidad de causar daño a partes importantes
de la humanidad, exige que asumamos la responsabilidad de ese
daño. Butler apunta que, si ante la pérdida de vidas humanas en
Nueva York, Washington D.C. y Pensilvania, respondemos ejercien-
do una fuerza letal en el exterior, estaremos aceptando que las vidas
de otras zonas del mundo tienen intrínsecamente menos valor que
las nuestras. Decididamente, ella intenta que rechacemos de plano
cualquier “jerarquía de la pena”, para dar poder al duelo, en pos de
un “reconocimiento” mutuo y globalizador.10
La política y el arte de la conmemoración analiza cuestiones re-
lativas a la empatía, la pena y la movilización a través de cuatro
espacios conmemorativos: el primero es un proyecto profundamen-
te estatal, acometido por el general Francisco Franco después de la
Guerra Civil española; el segundo es un fragmentado proceso de
conmemoración llevado a cabo en Lima, Perú, partiendo de la obra
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 19

abstracta creada por una escultora como señal de duelo por la vio-
lencia; el tercero es un memorial de carácter intergeneracional y po-
pular creado en una comunidad chilena; y el cuarto es una imagen
que, realizada mediante una plantilla, surgió como homenaje a los
desaparecidos de la ciudad argentina de Rosario, y que desde en-
-
memorativos. Lo que aquí planteo es que los memoriales, de formas
imprevistas y previstas, pueden ser tan catárticos y capacitantes
-
lítico, la solidaridad y la acción.
Me centro en cuatro grandes iniciativas conmemorativas porque
sirven de puerta de acceso a la compleja política de la lucha. No cabe
duda de que hay muchos otros ejemplos. España, Argentina, Chile y
Perú no son los únicos países que comparten historias de acendra-

regímenes autoritarios. Elegí esas cuatro manifestaciones por su sin-


gular y diversa manera de sacar a la luz las subjetividades políticas
y sociales de los protagonistas de cada memorial, sus representa-
ciones conmemorativas e intereses conceptuales, que en conjunto
nos proporcionan una valiosísima información sobre el poder y la
potencialidad de la política de la conmemoración.
Yo me crié en un hogar de radicales izquierdistas estadouniden-
ses, en el que la dinámica de los partidos y las luchas revolucionarias
internacionales pasadas y presentes era parte esencial de la conver-
sación. Al venir de una familia cuya ideología partidista estaba tan
marginada del poder dentro de EE.UU., mi atención se dirigió a paí-
ses en los que las organizaciones izquierdistas no eran tan margina-
les. Me entregué intensamente al estudio, el activismo y la defensa
de los derechos humanos en EE.UU. y América Latina, intimando y
dejándome inspirar por otros activistas, entre ellos algunos que ha-
bían perdido a seres queridos. En Disappearing Acts (Desapariciones
por arte de magia), la académica Diana Taylor, dedicada al análisis
de performances, no deja de interrogarse sobre su propia posición
y la de los demás, como sujetos que representan los horrores y las
resonancias de lugares ajenos: en el caso de Taylor, nos referimos a
la brutalidad registrada durante la dictadura argentina (1976-1983).
A Taylor le preocupa que todos seamos voyeristas o, algo peor, que
estemos “sacando partido al sufrimiento de los demás, entre otras
cosas, por la necesidad de proclamar cierta superioridad cultural
sobre el ‘otro’ violento o para avanzar profesionalmente”.11 Entien-
20 KATHERINE HITE

política de la conmemoración en España, Perú, Chile y Argentina


está íntimamente relacionado con mi biografía y mi activismo po-
líticos, con el poderío imperial de EE.UU. y su complicidad con la
violencia. Y con el compromiso con el duelo, el homenaje y el res-
peto que merecen los muertos, así como con la atención a los vivos.

LA CONMEMORACIÓN COMO ALGO TRANSFORMADOR

La política de la conmemoración admite que los procesos con-


memorativos son algo más que ejercicios simbólicos de reconoci-
miento del pasado. La memorialización puede transformar los sig-

la violencia, produciéndola, reproduciéndola y generando grandes


traumas. En consecuencia, es lógico que los Estados, a veces con la

nación reelaborando la memoria, de apuntalar el nacionalismo o el


patriotismo para cimentar la estabilidad del Estado y representarlo
de forma no violenta e incluso gloriosa.12 En lugar de recordar la
violencia de la guerra tal como fue, con sus conquistas y tomas de
territorios, sus asesinatos y mutilaciones, su desarrollo de ejércitos y
su acrecentamiento de las arcas públicas gracias a los combates, los
Estados utilizan el vocabulario y las representaciones para reformu-
lar la violencia de forma que no parezca tal.13 Los Estados adoptan
un vocabulario, un relato sobre la memoria histórica, según el cual
compramos la isla de Manhattan a los indios, compramos Luisiana y
colonizamos el Oeste de EE.UU., y así sucesivamente.
-
presentan fundamentalmente la imagen de un Estado unido, fuerte,
sobre todo después de grandes acciones violentas como las guerras,
donde el Ejército de ese mismo Estado recluta a jóvenes hombres y
mujeres para combatir, para resultar heridos, para morir, para sacri-

por lo menos inicial, de sus ciudadanos, que sólo conocen parte de


la historia, a los que se ha mentido sobre la magnitud de la amenaza
o que creen que la guerra puede realmente reportarles seguridad y
victoria. De manera que, después de una contienda, resulta todavía
más importante reivindicar la nación y a aquéllos que han muerto
sirviendo al Estado; trasmitir un mensaje de respetuoso agradeci-
miento que, no obstante, enmascara, borra o es enormemente injus-
to con la multitud de historias y vidas de los fallecidos, mediante
preguntas como “¿para qué?” o “¿cómo pudo ocurrir?”.14 Mientras
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 21

Estados Unidos continuaba su brutal y destructiva presencia en el


Irak ocupado, poco podía sorprender que la administración de Bush
prohibiera que se mostraran los ataúdes, los cadáveres de los solda-
dos estadounidenses que eran devueltos a sus familias. La prohibi-
ción suponía un rotundo borrado, un intento de controlar o por lo
menos limitar las preguntas y restar gravedad a las bajas causadas
por la violencia.
Las fotografías, las imágenes de vídeo y las representaciones
simbólicas son importantes herramientas políticas y resulta incluso
difícil calibrar hasta qué punto pesan sobre la opinión pública. Los
valerosos esfuerzos que realizó Walter Cronkite para llevar la gue-
rra de Vietnam a las salas de estar fueron esenciales para conseguir
que la sociedad estadounidense se volviera contra la guerra. Las
imágenes impactantes calan en nosotros y pueden ser movilizado-
ras. Así ocurrió con la fotografía de Eddie Adams, premio Pulitzer
de 1968, del general Nguyen Ngoc Loan ejecutando a un combatien-
te del Viet Cong; o con la realizada en 1976 por Sam Nzima, en la
que un joven lleva en brazos el cadáver del niño de diez años Hector
Pieterson durante el levantamiento registrado en la localidad su-
dafricana de Soweto. Hoy en día, en el Museo Hector Pieterson de
Soweto, los comisarios, partiendo casi exclusivamente de esa foto-
grafía, han confeccionado un poderoso relato de la lucha popular
contra el apartheid.
En toda América Latina y en otros lugares las familias han uti-
lizado fotografías de sus seres queridos desaparecidos, junto a la
pregunta o exigencia “¿dónde está?”, para inducir a los políticos
a pasar a la acción y reclamar que se averigüe el paradero de esas
personas. Los familiares se han cubierto el corazón con las fotogra-
fías, se han manifestado en silencio y han arriesgado su propia vida,
encadenándose a rejas, denunciando públicamente a antiguos tor-
turadores y creando memoriales. Las fotografías son indicadores,
señalizadores, al tiempo que rastros, en su día producidos, por lo
menos en parte, por aquél que ahora es el objeto, aquél cuya ima-
gen se ha convertido en una pancarta, un estandarte, un emblema,
una conciencia.15 Como se analizaba en Disappearing Acts de Taylor,
las fotografías de desaparecidos remiten a una humanidad perdida,
con frecuencia juvenil, a la que, aun siendo inquietante, los obser-
vadores quieren acceder, y que reivindican e incluso convierten en
símbolo.16 Los rostros juveniles entristecen, enfurecen y conmocio-
nan a los observadores que contemplan el destino de esos jóvenes.
Las fotografías son poderosas herramientas de movilización política.
22 KATHERINE HITE

En su esclarecedor análisis sobre el poder de una fotografía em-


blemática para siempre grabada en nuestra retina, Susan Sontag
capta la capacidad conmemorativa de un retrato y escribe:

Stricto sensu, no existe lo que se llama memoria colectiva, un con-


cepto que forma parte de la misma familia de conceptos espurios que
el de culpa colectiva. Pero sí hay instrucción colectiva... Lo que se
llama memoria colectiva no es un recuerdo sino una estipulación
en la que se precisa que ésto es importante y que ésta es la historia

cerebro.17

En la actualidad, fotografías de jóvenes desaparecidos en Argen-


tina, Chile, Perú y otros países se muestran en exposiciones y mu-

los relatos se aprovechan de ellas.


Más ambiguo puede ser el poder de estructuras simbólicas como
los memoriales. Sin embargo, la demanda de esos monumentos ha
aumentado de forma espectacular. Para la experta en memoria Eli-
-
ción”.18 Los memoriales, en su día patrimonio prácticamente exclu-
sivo de los Estados, son ahora defendidos por una amplia gama de
grupos políticos y sociales que pretenden representar a múltiples
identidades.19 Organizaciones populares están creando exposicio-
nes conmemorativas para visualizar sus reivindicaciones y deman-
das. Por ejemplo, para lamentar el caos que sufre Irak y los muertos

Friends Service Committee (AFSC) ha organizado exposiciones por


todo Estados Unidos. La muestra de la AFSC, titulada Eyes Wide
Open: The Costs of War (Con los ojos bien abiertos: el coste de la
guerra), se sirve de botas y zapatos de soldados estadounidenses
y civiles iraquíes muertos, así como de fotografías de Irak. En cada
uno de los lugares donde se presenta la exposición (organizaciones,
iglesias y colegios locales) exhiben botas. La muestra ha recorrido
44 estados de Estados Unidos.20 Del mismo modo, en Santa Mónica,
California, todos los domingos, desde el alba al ocaso, otra ONG,
Veterans for Peace (Veteranos por la Paz), organiza una exhibición
conmemorativa temporal de ataúdes, cruces y recuerdos de los fa-
miliares de soldados muertos. Este proyecto se denomina Arlington
West.21 La cantidad de ataúdes que se enseña cada domingo lo de-
termina el número de muertos registrado en Irak y Afganistán esa
semana.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 23

Siguiendo la arraigada tradición de tejer y de fabricar colchas


-
vos, la asociación antibelicista femenina CodePink lanzó el proyecto
Peace Ribbon (Cinta de la Paz).22 Al igual que la iniciativa del AFSC,
la de CodePink recorre comunidades de EE.UU. en las que las muje-
res se reúnen para elaborar colchas de retales en recuerdo de los sol-
dados estadounidenses y las víctimas civiles muertas en Irak. Como
señalamos en el capítulo 3 al hablar de un proyecto textil similar de
Perú, el de Peace Ribbon constituye una forma de consternación em-
pática, es decir, una representación artística que, aunque aparente-
mente hermosa, luminosa y múltiple, al desplegarse y ponerse ante
nuestros ojos nos conduce al horror de la violencia y el trauma.23
Está claro que la acentuación de las demandas de representa-
ción simbólica no puede equipararse con otras acuciantes formas
de reparación y que los memoriales no pueden reemplazar a la jus-
ticia social. Sin embargo, sí pueden hacer literalmente visible una
conciencia social, proclamar un mensaje, suscitar una conversación
necesaria. El Proyecto Arlington West deja claro que la educación
y el diálogo son objetivos cruciales de esa iniciativa conmemorati-
va. La estructura de Eyes Wide Open se basa en el debate y también
en el deliberado silencio contemplativo de la tradición cuáquera.

los contemplan, en algunos casos lo hacen a través de una relación


dialógica con sus creadores; en otros, mediante la contemplación
deliberativa de esas mismas manifestaciones.
Sabemos que muchos memoriales apelan directamente a quienes
están de manera más íntima relacionados con ellos. Es decir, tie-

aquéllos a quienes esas iniciativas representan. Y también apelan a


otros, de su propio entorno, que se han esforzado por impulsarlos.
Pero esto no quiere decir que memoriales de estas características no
tengan en sí mismos una importancia todavía mayor, que trasciende
todo esto. Como se analiza en el capítulo 3, familiares de desapa-
recidos de todo Perú acuden periódicamente a Lima a expresar su
duelo ante la escultura llamada El ojo que llora. Inicialmente rechaza-
da por algunos, que la consideraban una representación demasiado
abstracta, la obra se ha convertido en un monumento muy querido,
protegido con uñas y dientes por los familiares de los muertos y
desaparecidos peruanos, que en muchos casos no tienen ningún ca-
dáver que enterrar ni ninguna tumba ante la que expresar su duelo.
La escultura sirve como lugar de encuentro, en el que muchos fami-
24 KATHERINE HITE

liares dicen sentir la “presencia” de sus seres queridos.24 Los parien-

del trauma, es decir, utilizan los memoriales para fundir el tiempo


lineal (la desaparición de un ser querido en un pasado reciente) con
el tiempo traumático (donde esa desaparición nunca es algo pasa-
do).25 Como se apunta más adelante, El ojo que llora está concebido
para invitar a ese ejercicio de acotación.
Al igual que otros objetos visuales, ciertos memoriales alcanzan
una capacidad de representación y comunicación que va más allá
de lo simbólico. Los actores nutren los memoriales. Pueden ser un
medio para la acción, ya que poseen un poder de transformación.26

las relaciones sociales y los contextos histórico-políticos, entonces


serán nodos relacionales que presentan el pasado y actúan, suscitan-
do acciones a favor (y en contra) de individuos y colectivos. Memo-
riales como Eyes Wide Open y Arlington West consiguen llegar a un
público diverso, provocando lo que Michel Foucault denominó “la
solidaridad de los zarandeados”:27 aquéllos cuya empatía suscita el
hecho de hacer visible a los innumerables muertos.

DE LOS MONUMENTOS A LOS MEMORIALES

Anunciando la grandeza del pasado, los monumentos son pala-


dines de proyectos o dirigentes grandiosos. De forma más general,
los memoriales también remiten al pasado, pero reconociendo el sa-

monumentos y memoriales:

Erigimos monumentos para recordar siempre y creamos memoriales


para no olvidar nunca. En consecuencia, tenemos el Monumento a
Washington pero el Lincoln Memorial. Los monumentos conmemo-
ran lo memorable y simbolizan los mitos primigenios. Los memoria-
28

Con frecuencia (en inglés) utilizamos ambos términos de for-


ma intercambiable, aunque solemos asociar los monumentos, por
lo menos inconscientemente, con estructuras materiales profunda-
mente masculinas, erectas, como el Monumento a Washington o el
Monumento al Voortreker (pionero), levantado en homenaje a los bóers
sudafricanos, descendientes de los holandeses. O los relacionamos
con diversas estatuas de hombres ilustres, de pie o ecuestres. Así
es, desde luego, en el caso del Valle de los Caídos español, analizado
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 25

posteriormente. Aunque a este respecto no cuente con datos feha-


cientes, no es sorprendente que en estos tiempos parezca haber me-
nos iniciativas de construcción de monumentos tradicionales que
iniciativas de memorialización.
En Estados Unidos, la ruptura con la monumentalización, in-
cluyendo sus dimensiones masculinas y la reaparición del interés
tanto académico como público en los memoriales, se suelen atribuir
al Memorial a los veteranos de Vietnam de Maya Lin, construido en
1982.29 Por su horizontalidad y carácter minimalista, la concepción y
la ejecución del proyecto iban en contra de las convenciones. La for-
-
ral del terreno. Cuando se eligió el proyecto de Lin, sus detractores
clamaron contra una elección que, en su opinión, no hacía justicia a

o una herida, que su trazado en V castraba a los soldados.30 Los


detractores exigieron y consiguieron que se levantara una segunda
escultura, de carácter representativo, junto al muro. Sin embargo,
nadie podía prever las reacciones profundamente emotivas que el
Memorial a los veteranos de Vietnam iba a suscitar. Veteranos y fami-
liares que han perdido a seres queridos derraman su pena, buscan
31
Hay
visitantes no directamente ligados a los veteranos que se emocionan
profundamente ante el memorial.
Inherente al poder del Memorial a los veteranos de Vietnam hay

muro, realizamos un viaje interior, subterráneo, envolviéndonos en


una abrumadora sensación de tristeza, al enfrentarnos simplemente
al gran número de nombres y examinar los recuerdos colocados al
pie de esa estructura. Al leer los nombres también vemos nuestra
-
davía mayor.
-

que El Memorial a los veteranos de la guerra de Corea, de 1995, creado


en homenaje al millón y medio de soldados estadounidenses que
lucharon en esa contienda, de los cuales 54 mil murieron, se nutre
de forma bastante consciente de la concepción mural de Lin. Está
situado en uno de los vértices del triángulo que él mismo integra
junto al Lincoln Memorial y al Memorial a los veteranos de Vietnam. El
26 KATHERINE HITE

en relación con imágenes digitales de archivos de la guerra de Co-


rea, no con nombres de soldados muertos. Las fotografías del muro
muestran rostros de hombres y mujeres que parecen inseguros, te-

-
mana, que se sitúan delante de él. Los soldados aparecen subiendo
una pendiente, con el rostro tenso, vigilante e incluso temeroso. En
un extremo del muro hay un espejo de agua, que forma uno de los
vértices del triángulo compuesto por el muro y las esculturas. Así
como el Memorial a los veteranos de Vietnam, el que está dedicado a
los veteranos de la guerra de Corea enfatiza más la contemplación
sombría que la celebración.

y construcción de un muro conmemorativo recientemente inaugu-


rado, el Monumento a las víctimas del terrorismo de Estado, situado en
el Parque de la Memoria de Buenos Aires.32 El muro rinde homenaje
y nombra a los aproximadamente nueve mil argentinos a los que,
después de hacerlos “desaparecer”, asesinó la brutal dictadura de
Argentina (1976-1983).
El Parque de la Memoria y el Monumento a las víctimas del terroris-
mo de Estado vinculan el gran Río de la Plata –el estuario que sepa-
ra Argentina y Uruguay– con la ciudad de Buenos Aires, y a ésta
con el trauma nacional de la represión y los asesinatos, situándolos
también en su contexto internacional.33 Para captar el alcance y la
textura de este monumento, así como los paralelismos que se pue-
den establecer entre éste y el Memorial a los veteranos de Vietnam, cito
aquí en toda su extensión la descripción del muro conmemorativo
argentino realizada por Andreas Huyssen, experto en el Holocausto
y en estudios sobre la memoria:

parque que, en forma de media luna, da al río. Es como una herida o


una cicatriz que recorre en zigzag todo el perímetro del semicírculo,
partiendo de la línea recta de un sendero que conduce a otro sendero
adoquinado que recorre todo el perímetro del parque en la ribera del
río... La vista sobre el río es un elemento clave del proyecto, de una
-
te minimalista en su ausencia de ornamentación y de pretensiones
monumentales. Está profundamente imbuido de sensibilidad estéti-
ca, pero nunca cae en el riesgo de estetizar la memoria traumática.
Gracias a la estilizada sencillez de su diseño, proporciona un lugar
34
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 27

Ilustración 1.1. Detalle del Monumento a las víctimas del terrorismo de Estado, Parque
de la Memoria, Buenos Aires (fotografía de Katherine Jensen).

Al igual que el proceso de creación del Memorial a los veteranos


de Vietnam, el proceso de construcción del muro conmemorativo ar-
gentino estuvo sembrado de problemas. El texto que debía aparecer
en la inscripción de la piedra fundamental, situada a la entrada del
monumento, suscitó un intenso debate centrado en por qué habían

fue: “Aquí se emplazará el Monumento en homenaje a las víctimas


del terrorismo de Estado y a los ideales de libertad, solidaridad y
justicia por los que vivieron y lucharon”. También se discutió cómo
conseguir que el orden en el que aparecieran los nombres en las
piedras dejara claro que el principal método represivo había sido la
desaparición forzosa de las víctimas.
Aunque diez destacadas asociaciones argentinas de defensa de
los derechos humanos participaron en el proceso de creación de
todo el proyecto, no todas apoyaron la iniciativa de creación del
parque y el monumento. Algunas protestaron durante la colocación
de la primera piedra, entre ellas un importante sector de las Ma-
dres de la Plaza de Mayo, algunos integrantes de la Asociación de
Ex-Detenidos Desaparecidos e HIJOS (asociación de hijos de des-
28 KATHERINE HITE

aparecidos), acusando a los legisladores y miembros de los partidos


de pertenecer a las mismas fuerzas políticas que habían votado a
favor de las leyes que otorgaron impunidad a los autores de críme-

facción de las Madres, que denunció que la inscripción de los nom-


bres supondría la “individualización” de las 30 mil víctimas y que
ofendería a “nuestros seres queridos revolucionarios”, amenazó con
borrar directamente los nombres inscritos en las piedras.
La inauguración del Muro de la memoria argentino tuvo lugar en
noviembre de 2007 y congregó a cientos de personas, en una cere-
monia presidida por el presidente Néstor Kirchner y su esposa, la
futura presidenta Cristina Fernández. Según algunos colegas y dos
alumnas mías que asistieron al acto, las divisiones entre las asocia-
ciones de defensa de los derechos humanos respecto del proyecto y
el alcance tanto del parque como del muro, no quedaron patentes,
y la ceremonia resultó bastante emotiva.35 Sin embargo, al contrario
que el Memorial a los veteranos de Vietnam, el Monumento a las víctimas
del terrorismo de Estado de Buenos Aires es poco visitado, e incluso
apenas conocido por la mayoría de los argentinos.
El alcance de los memoriales, la posibilidad que tienen de hacer

de la accesibilidad de su emplazamiento y de los actores que con


ellos se comprometan. En abril de 2007 visité Mujeres en la Memoria,
un memorial situado en el centro de Santiago de Chile. Antes de
visitarlo, leí la transcripción entera de lo dicho durante su inaugu-
ración, celebrada la noche del 12 de diciembre de 2006, el día que
fue cremado el ex dictador chileno Augusto Pinochet. Parece que
la ceremonia fue hermosa y extremadamente conmovedora, y las
resplandecientes imágenes nocturnas del memorial que tenía en mi
ordenador portátil mostraban su muro de granito y cristal maravi-
llosamente iluminado, con rosas recién cortadas a sus pies.
Mujeres en la Memoria fue una iniciativa de doce mujeres, entre
ellas ex prisioneras políticas, exiliadas y familiares de asesinadas.
Tardó cuatro años en construirse y se hizo gracias a los aportes de
docenas de organizaciones de base y de donantes individuales, chi-
lenos y extranjeros. La inauguración, muy concurrida, contó con la
actuación de la Orquesta Juvenil de Paine que, compuesta por nietos
y sobrinos (de ambos sexos) de detenidos desaparecidos, interpretó
una conmovedora pieza; actuaron además dos cantantes y la inte-
lectual y activista feminista Sandra Palestro pronunció una vigorosa
alocución. Palestro relató cómo las mujeres habían conseguido apo-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 29

Ilustración 1.2. Monumento a las víctimas del terrorismo de Estado, Buenos Aires, ale-
jándose en dirección al Río de la Plata (fotografía de Katherine Jensen).

yo para el proyecto y dio las gracias a las integrantes del gobierno y


a otras de movimientos comunitarios, unas bien conocidas y otras
no tanto. Insistió en que, aunque el monumento rendía homenaje a
las 118 chilenas asesinadas por la dictadura militar, 72 de ellas aún
desaparecidas, también era un memorial para las mujeres asesina-
das en toda América Latina, desde la mexicana ciudad Juárez a la
Argentina, pasando por Guatemala o El Salvador. Mujeres en la Me-
moria pretende ser el primer monumento de ese tipo.
Cuando llegué a Chile cuatro meses después de la inauguración,
comencé a preguntar a mis amigos dónde estaba exactamente Mu-
jeres en la Memoria. La mayoría no tenía ni idea. Uno llamó por su
teléfono móvil a un amigo “que debía saberlo”. Fue en vano. Mis
mejores amigos chilenos son de centro-izquierda, políticamente
despiertos y comprometidos. Sin embargo, no sabían de la existen-
cia de ese monumento. Llamé a un antiguo prisionero político. Un
tanto avergonzado, confesó que había estado fuera del país durante
la inauguración, que no lo había visitado y que no estaba del todo
seguro de su ubicación exacta.
Al regresar a mi habitación de hotel busqué por internet el em-
30 KATHERINE HITE

plazamiento del memorial. Se encuentra en el cruce entre la autopis-


ta Central y la Alameda Bernardo O’Higgins, la vía más transitada
de Santiago, sobre la estación de metro de Los Héroes, uno de los
nudos de comunicaciones más frecuentados del ferrocarril subterrá-
neo de la capital. Me subí a un metro de la red Transantiago y decidí
descender una parada antes de la estación Los Héroes, para visitar
el palacio presidencial La Moneda y el Monumento a Salvador Allen-
de. Después caminé unas ocho manzanas por la Alameda. No dejaba
de mirar hacia la izquierda, al centro de la avenida, para localizar
Mujeres en la Memoria. Sin darme cuenta, pasé de largo. Al
volver la cabeza, me di cuenta del error.36
Gracias a las indicaciones de unos obreros de la construcción
conseguí encontrarlo, siguiendo una estrecha pasarela. Hallé los es-
calones que conducen hasta el monumento, ubicado sobre la entra-
-
ca indica el nombre y los tres organismos públicos y privados que
lo han patrocinado. Cuando comencé a caminar realmente hacia el
memorial, me detuve en seco, sobresaltada. Apoyado en él, sentado,
había un indigente con todas sus posesiones al lado. Esa tarde hacía
mucho calor y el hombre, que no llevaba camisa, se lanzaba de vez
en cuando agua con una botella para refrescarse. Sonreí y le saludé,
pero no hubo respuesta. Hice unas cuantas fotos, desde más lejos de
lo que hubiera querido. Estaba ante un memorial a unas mujeres,
entre ellas revolucionarias chilenas asesinadas por la dictadura de
la década de 1970, que habían luchado por un mundo libre de des-
igualdad e injusticia, y, más de 30 años después, sobre él estaba este
hombre. Era inevitable no apreciar la absoluta y dolorosa ironía de
la situación.
Pocos días después de mi encuentro con el memorial, me fui de
Santiago de madrugada, cuando todo estaba oscuro. Mi taxista me
llevó hasta el aeropuerto por la Alameda. Al pasar por Los Héroes,
volví la vista atrás y vi que el monumento, iluminado, lucía pre-
cioso. La idea de que hubiera sido un fracaso me pareció demasia-
do categórica, demasiado desdeñosa. De día había cuestionado el
inquietante paralelismo entre los objetivos de las revolucionarias
y el propio monumento, ambos proyectos fallidos. Me había pare-
cido que el indigente ponía de relieve las violencias estructurales
de la desigualdad del Chile contemporáneo, mucho más acusada
hoy en día que hace 30 años. Ese día me estremecieron destellos
de imágenes de las formas en que las prisioneras políticas chilenas
fueron torturadas, humilladas, convertidas en horrendas sombras
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 31

de sí mismas, asesinadas, desaparecidas. Y no pude evitar quedar-

desperdicios y habitado por un indigente, preguntándome si esas


mujeres habían muerto en vano. ¿Es así como las honramos? Sin
embargo, con la oscuridad de fondo, Mujeres en la Memoria conse-
guía un efecto luminiscente, turbador, que lograba su propósito. Es-
taba claro que el monumento era recuperable.
-
do las concepciones convencionales del memorial funerario que, al
enumerar nombres y fechas, realiza una especie de registro genérico
de los soldados muertos.37 Muchos años después de su inaugura-
ción en 1982, el Memorial a los Veteranos de Vietnam sigue suscitan-
do intensas respuestas en sus visitantes. Sin embargo, también está
claro que es un monumento excepcional. Muchos, multitud de me-
moriales han sido olvidados. No cabe duda de que, por lo menos

Ilustración 1.3. Mujeres en la Memoria, acompañadas de un indigente, Santiago de


Chile (fotografía de Katherine Hite).
32 KATHERINE HITE

antes, el proceso de creación de grandes monumentos era siempre

de algún modo esos señalizadores cumplían su función, convirtién-


dose en un adoquín más del camino hacia otro lugar. Pierre Nora
ha señalado que los Estados levantaban monumentos precisamente
para olvidar, para proclamar que se había cumplido una misión.38
Sin embargo, en la actualidad se aprecia en todo el mundo una po-

general de Nora ya no se sostiene.

ANTIMONUMENTOS/ANTIMEMORIALES

El Memorial a los veteranos de Vietnam, con sus innovaciones en la


representación de las atrocidades, que de forma impactante plan-
tean cuestiones políticas relativas al genocidio, introdujo en la ima-
-
zaba. En el contexto de la inmensa renovación de las naciones y las
culturas que ha producido la globalización y la politización de los
memoriales, no es sorprendente que haya surgido un movimiento
“antimonumentos” (o “contramonumentos”) que pretende conmo-
cionar las convenciones rituales y representativas de las conmemo-
raciones.
Durante un seminario de curso realizado recientemente en Vas-
sar College, dedicado a cómo se afrontan los actos de violencia y las
atrocidades de carácter masivo, analizamos el Memorial a los vetera-
nos de Vietnam, aludiendo también al profundo impacto emocional
que produce en quienes lo visitan. Al recordar su visita a ese monu-
mento junto a su familia o dentro de una excursión organizada por
el colegio o el instituto de secundaria, varios alumnos menciona-
ron también la emoción que les había producido. Sin embargo, una
alumna dijo que lo que recordaba era que “no había comprendido
realmente dónde estaba la gracia”, que sinceramente “no pudo co-
nectar” con el memorial. Otros estudiantes mostraron alivio al ver
que alguien se atrevía a hacer ese comentario, porque habían tenido
la misma sensación. Sin embargo, la intervención más sorprendente
fue la de dos alumnos que dijeron que la noche anterior, hablando
de la lectura que había que hacer sobre el memorial, se habían pre-
guntado “¿dónde están los vietnamitas en este memorial?”.
El debate en clase puso de relieve los desafíos que conlleva crear

de que un monumento de ese tipo mantenga su importancia duran-


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 33

te generaciones y en diferentes coyunturas histórico-políticas. Por


una parte, mis alumnos pertenecen a una generación cuyo contac-
to con las imágenes, con frecuencia múltiples y simultáneas, tanto
como analistas como consumidores, los ha hecho críticos exigentes

de un oscuro y adusto memorial de granito pulido les resultaba difí-


cil, incluso alienante. Tenían la sensación de que cualquier proyecto
-
rial, cierto cinismo.
Además, los alumnos de mi clase han tenido contacto con deba-
tes de temática poscolonial. Han aprendido a buscar las dinámicas
del poder que determinan qué relatos históricos se subrayan o plan-
tean, y están atentos a los silencios y borrados que un imperio siem-
pre conlleva, incluso en el contexto del duelo por la trágica pérdida
de vidas humanas.

logran los memoriales o que de algún modo exculpan a los Estados


y las sociedades de situaciones de violencia atroz es un elemento
primordial de lo que James Young, experto en memoriales del Ho-
locausto, ha denominado movimiento “antimonumentos”, surgido
más o menos en la misma época en que se conoció a Maya Lin y
su obra. Movimientos similares han proliferado en todo el mundo.
Para Young, este cambio de actitud respecto a los monumentos se
inicia con el artista alemán Jochen Gerz, que en la década de 1970
comenzó a mostrar diversos antimonumentos, a veces en forma de
performance.39 La intención de Gerz es mostrar al gran público la ten-
dencia de los alemanes a “realizar una especie de represión sublime
del pasado”. Lo que él pretende es “convertir esta relación con el
pasado en un acontecimiento público”.40
Para los creadores de antimonumentos es capital no permitir que
la sociedad olvide. El 24 de marzo de 2000, vigésimo cuarto aniver-
sario del golpe de Estado en Argentina, el colectivo artístico En Trá-
mite, de Rosario, inauguró Descongesta, su primera gran instalación

cuarenta bloques de hielo con pares de zapatos viejos dentro. Los


artistas colocaron la obra en una esquina, delante de un antiguo cen-
tro clandestino de detención y tortura que se había convertido en
un bar de moda. Al derretirse bajo un sol de justicia, el hielo, antes
de evaporarse por completo, formaba charcos en la acera, dejando
los zapatos diseminados. “Nada más inofensivo que un charco en
34 KATHERINE HITE

Después de un atento análisis y de una participación constan-


te en la conmemoración tradicional del 11 de septiembre de 1973,
fecha del brutal golpe de Estado militar perpetrado en Chile, un
grupo de estudiantes universitarios de sicología social organizó la
llamada Marcha Rearme, destinada a dotar ese ritual de un nuevo

septiembre, que avanza desde el palacio presidencial hasta el Memo-


rial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político, se había conver-
tido en algo estático, derrotista, que hacía hincapié en la muerte y
la condición de víctimas de los izquierdistas chilenos, más que en el
protagonismo de los que habían muerto luchando por construir una
nueva sociedad.41 Para contrarrestar el “recorrido de la derrota”, los
universitarios iniciaron su marcha en el Cementerio General, por-
tando hasta el palacio presidencial reproducciones de los nombres

Ilustración 1.4. Descongesta, bloques de hielo derritiéndose, Rosario, Argentina (foto


de Fernando Traverso).
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 35

Ilustración 1.5. Inicio del acto anticonmemorativo Marcha Rearme, Cementerio


General de Santiago de Chile (foto de Evelyn Hevia).

inscritos en el muro del memorial. Marcha Rearme invertía el curso


de la romería tradicional, “sacando” a los enterrados en el cemente-
rio. Esta anticonmemoración también pretendía incorporar al rito a
sectores más amplios de la sociedad chilena y abrirse a otras inter-
pretaciones del pasado.42
En Perú, el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF),
que en los últimos años ha venido cavando en fosas comunes para

interno registrado entre 1980 y 2000, anunció el inicio de una cam-


paña denominada “¡Abre tu paraguas!”. El EPAF y otras organiza-
ciones de defensa de los derechos humanos trataban de “sensibili-
zar a la población sobre las demandas humanitarias de más de 15

demandas se concentran en la necesidad de que puedan encontrar a


sus seres queridos y enterrarlos dignamente”.43 La campaña utiliza-
ba fotografías de familiares de desaparecidos en el altiplano andino,
de pie y protegiéndose de la lluvia con sus paraguas, asistiendo a
los trabajos del equipo forense.
Dando un giro un tanto irónico a una conocida campaña pu-
36 KATHERINE HITE

blicitaria, la gente se reunió en una plaza para realizar una acción


denominada por el periódico del EPAF, que traduce esa
expresión como “multitud simultánea”, explicando que constituye
“una acción organizada en la que un gran grupo de personas se
reúne libremente y de repente, en un lugar público, realiza algo in-
usual y luego se dispersan rápidamente”. Después, el grupo abrió
sus paraguas.
Esta acción relámpago, organizada mayormente a través de in-
ternet, gracias a las redes sociales y también al boca a boca, instaba
a quienes la contemplaran –ya fueran transeúntes o gente que viera
después las fotos de la misma en la prensa– a sorprenderse, a querer
saber más. Una amiga residente en Lima que recibió un mensaje
electrónico sobre la inminente , me dijo que le parecía raro
que hubieran elegido paraguas, ya que en Lima nunca llueve y la
-
ner la acción. Sin embargo, los organizadores conocían bien a los
medios de comunicación y las imágenes sorprendentes del uso de
un objeto inusual allí, como el paraguas, lograron conseguir la visi-
bilidad en la prensa y la televisión. Estaba claro por qué los partici-
pantes habían concurrido armados de paraguas.
En contextos difíciles de comprender es un misterio la incierta ca-
pacidad de permanencia de algunos de los más evocadores memo-
riales, y de iniciativas y conmemoraciones antimonumentales como
ésta. Nos recuerdan que en el tiempo y el espacio la permanencia
no existe y, lo que quizá sea más importante, tampoco la clausura
de las memorias traumáticas. En acciones como la de los bloques de
hielo de Argentina, la Marcha Rearme chilena y la peruana
participaban pequeños colectivos de trabajadores de la cultura, de
activistas que ponen en marcha antimemoriales que captan la ima-
ginación, que despiertan (de nuevo) la conciencia pública, aunque
sólo sea por un momento.
Las anticonmemoraciones, como demuestra la delicada conver-
sación que tuve con una estudiante durante el otoño de 2008, tam-
bién son perturbadoras. Hablamos de su trabajo de verano para una
congresista demócrata estadounidense y de la consternación que le
había causado que un grupo de mujeres antibelicistas organizara,
durante varios días, como acción anticonmemorativa, un die-in (si-
mulacro de muerte) en el suelo del despacho de su jefa. Para ella,
esa acción no apuntaba en la dirección adecuada, ya que la legisla-
dora era progresista, y a las participantes en el simulacro las tildaba
de grupo de locas que impedían centrar la atención en las importan-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 37

tes cuestiones que ella tenía entre manos. Yo respondí señalándole


que había otro grupo famoso de mujeres a las que se había tachado
de “locas” –las Madres de la Plaza de Mayo–, que valientemente
se habían enfrentado a la dictadura militar para exigir que se les
informara del paradero de sus seres queridos. Le dije que las mu-
jeres de CodePink realizaban esa acción porque estaban realmente
convencidas de que era inaceptable que una guerra o una ocupación
estadounidense causara un solo muerto más.
Estaba claro que para la estudiante mi explicación no era convin-
cente. Sin embargo, sí suscitó una conversación sobre la cultura de
distanciamiento, aislamiento, cinismo incluso, que invade a quienes
trabajan para congresistas, que se ven envueltos en la defensa de
determinadas leyes y el rechazo de otras, que responden a llama-
das de teléfono y cartas de votantes a los que nunca ven, y para los
que hasta la visita de un grupo de girl scouts puede ser una molesta
distracción que los aparta de la labor de artesanía retórica, papeleo
y conversaciones que son la función “más importante” del personal
de los congresistas estadounidenses. La estudiante reconoció que el
recuerdo de la die-in anticonmemorativa continuaría molestándola,
quizás obsesionándola, durante algún tiempo.
En vista de lo que sabemos acerca del carácter circular y transi-

más extremos de antimonumento, por la singularidad de su con-


cepto, es el del señalizador que advertirá de la existencia de un gran
almacén de residuos nucleares situado en Nuevo México, y cuyo
diseño se encargó a un grupo elegido por el gobierno de EE.UU.
Como relata la historiadora de arte Julia Bryan-Wilson, un grupo
de “antropólogos, lingüistas, arqueólogos e ingenieros” está inten-
tando crear un “señalizador que sobreviva durante diez mil años,
emitiendo constantemente su advertencia, sin merma o deterioro
44
Es una labor tan fascinante como inquietante.

LA PROFUNDIDAD POLÍTICA DE LOS MEMORIALES

Hasta los más imponentes y enormes monumentos estatales se


enfrentan a algo inevitable: para las intenciones relacionadas con el
recuerdo de pasados dolorosos, el tiempo es destructivo. En España,
la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) llevó hasta extremos
insospechados el proceso de borrado de los actos de violencia ma-
sivos a través de la representación simbólica. El Valle de los Caídos,
situado a unos cincuenta kilómetros de Madrid, es el monumento
38 KATHERINE HITE

público español de mayor tamaño. Está aislado, parece una forta-


leza y su rasgo principal es una cruz que se alza sobre una cripta,
proclamada basílica en 1960 por el Papa. La cripta está excavada
directamente en la piedra, lo que la convierte en una construcción
permanente, eterna, que se aloja en la tierra, al tiempo que se alza
por encima de ella.

culturales, regionales e imperiales en una espectacular declaración


de victoria, que proclama el triunfo futuro de la cristiandad occi-
dental sobre todos sus oponentes. Es un monumento materialmente
rotundo, incluso descomunal, que se esfuerza por controlar e in-
cluso recuperar simbólicamente el tiempo. Sin embargo, a pesar de
los colosales recursos dedicados a erigirlo y mantenerlo, a incrustar
para siempre una determinada versión de la historia en el paisaje es-
pañol, El Valle de los Caídos es objeto de análisis minucioso, porque,
en el mejor de los casos, se ve en él una interpretación tendenciosa

En un importante aporte al debate político sobre la memoria


postcolonial, Michael Rothberg señala que debemos prestar mucha
más atención a lo que él denomina “multidireccionalidad” de la me-
moria; es decir, a las relaciones temporales y espaciales existentes
entre las atrocidades masivas.45 Utilizando el Holocausto como refe-
rente principal, Rothberg indaga en su singularidad, vinculándolo
al mismo tiempo con la agresión racista e imperialista del Estado
francés contra los argelinos.
Después de muchos, muchos años, en los que en España imperó
El Valle de los Caídos, el monumento ha pro-
vocado una fuerte erupción de debates políticos. Recién en 2007, el
Parlamento español aprobó una ley de memoria histórica que, en
parte, exige que el Valle represente a los dos bandos enfrentados en
la Guerra Civil. Familiares, entre ellos nietos, de algunos enterrados
en la cripta que combatieron junto a la República, exigen ahora que
sus abuelos sean exhumados y enterrados en lugares que honren su
memoria. Como monumento, como lugar de memoria, El Valle de
los Caídos se ha convertido en un punto de partida para los debates
que en la actualidad tienen lugar en España sobre el pasado y sobre
cómo hay que recordarlo o reprimirlo, pero también, de un modo
más oculto y problemático, sobre cómo se puede entender el pasado
en relación con los debates y tensiones que en la actualidad rodean
cuestiones como el imperio, el colonialismo y la inmigración.
La polémica en torno al memorial peruano El ojo que llora ha te-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 39

nido mucho que ver con la búsqueda de empatía. Muy al contrario


que el grandioso proyecto estatal que representa El Valle de los Caí-
dos, la escultura de la artista Lika Mutal se lamenta de los siglos de
violencia colonial. Tanto El Valle de los Caídos como El ojo que llora
remiten a agresiones imperiales y violencias históricas, y también al
-
trema y combativa proclamación de victoria, triunfo y patriarcado;
el segundo, una representación del duelo, la pérdida y la sabiduría
materna.
Como elemento central del memorial, Mutal esculpió una repre-
sentación de la Pachamama, la madre tierra, diosa indígena ances-
tral. Lo hizo partiendo de una piedra preincaica que había encon-
trado años atrás durante una caminata por el norte de Perú y, para
darle un ojo, en ella incrustó otra piedra. Un hilillo de agua no deja
de manar de esa piedra, como si fuera un ojo que llora, que se duele
por la violencia. De la piedra de la Pachamama emana una cualidad
maternal que, aludiendo a la cercanía y la coacción constante del
sufrimiento, tácitamente se contrapone al acto de violencia mascu-
lino. La representación proyecta también la sensación eterna de la
victimización, sin periodizar ni idealizar momentos históricos ante-

genealogía de las víctimas es algo prolongado y profundo.


El ojo que llora se adentra en los tensos y agitados factores po-
líticos que han rodeado el alcance y los límites de la comprensión
del trauma del “otro” en Perú. La gran mayoría de los que vivieron
aterrorizados y convivieron con el terror eran campesinos indíge-
nas del altiplano, física y socialmente bastante distanciados de la
metrópolis dominante limeña. En muchos casos, la violencia pro-
ducida tanto por el Ejército como por Sendero Luminoso destru-
yó las organizaciones, desgarró familias y dejó comunidades llenas
de viudas y huérfanos. Cuando hasta Lima bajaban individuos y
familias desplazados por la violencia que se registraba en los An-
des, era frecuente que se toparan con el recelo y el miedo. El ojo que
llora
occidentales, busca compasión para quienes, siendo descendientes
de aquéllos que constituyen la raíz de la identidad peruana, se han
visto estructuralmente marginados del poder.
La pérdida que sufre la madre, representada de forma tan abs-
tracta por la pétrea Pachamama de Mutal, es algo emblemático en

se ha convertido en asunto esencial en los debates relativos a la me-


40 KATHERINE HITE

Ilustración 1.6. Bici, puerta de la calle Londres, 38, antiguo centro de detención
clandestino de Santiago de Chile (foto de Katherine Hite).

morialización. Al escribir sobre las representaciones del Holocausto,


las académicas feministas Claire Kahane y Marianne Hirsch advier-
-
gura.46 A Hirsch le preocupa especialmente la que denomina “gene-
ración de la posmemoria”, compuesta por los hijos de supervivientes
del Holocausto, que, sin haber sufrido directamente esa experien-
cia, sí han vivido su traumático recuerdo como algo profundamente
formativo. Según apunta Hirsch, las generaciones de la posmemoria
precisan de nuevas formas de representación. Respecto al carácter
movilizador de las memorias, Hirsch también se pregunta: “¿Puede
la memoria del genocidio transformarse en acción y resistencia?”47
El Memorial de Paine, en Chile, sitúa en primer plano cuestiones
como la transmisión intergeneracional y la movilización de las me-
morias traumáticas. Familiares de tres generaciones se han reunido
para crear un singular monumento conmemorativo en Paine, una
zona antes rural que ahora es más una ciudad dormitorio situada
a poco más de 30 kilómetros de Santiago. Inmediatamente después
del golpe de Estado de 1973, en Paine tuvieron lugar actos de enor-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 41

Paine era la existencia de grandes haciendas y la presencia de una


aristocracia local. Entre mediados de la década de 1960 y 1973, en
Paine se aplicó una importante reforma agraria. El golpe militar su-
puso una rápida, coordinada y mortífera serie de represalias contra
los líderes campesinos de la localidad y sus partidarios. Según el in-
forme elaborado en 1991 por la Comisión Nacional de Verdad y Re-

en Paine murieron y desaparecieron más personas que en ningún


otro lugar del país.
Lo primero que ven quienes visitan el Memorial de Paine es un
bosque conceptual de postes desnudos, cortados a diferentes altu-
ras en alusión a un horizonte andino. El bosque se compone de 930
postes. Los 70 que faltan para llegar a mil representan a los desapa-
recidos o ejecutados de la localidad, mientras que los demás son
los familiares que los sobrevivieron. En el lugar de cada uno de los
postes que faltan aparece un mosaico que, concebido por la familia
de cada asesinado, pretende recordarle. Los mosaicos son de vivos
colores y están poblados de diferentes imágenes: tractores, sandías
o balones de fútbol. En algunos, más abstractos, aparecen lágrimas
o gotas de sangre. Los hay claramente políticos, que muestran ban-
deras o colores de partidos, así como a conocidos militantes.

el Memorial de Paine -

víctimas. El memorial, aún en proceso de elaboración, contempla


la creación de espacios para eventos y reuniones regulares, y en él
participan activamente tres generaciones enteras de ciudadanos del
lugar. Los nietos de los desaparecidos y ejecutados constituyeron
una asociación reivindicativa, denominada La Tercera Generación,
que insistía en que el monumento pusiera deliberadamente el acen-
to en la vida, en “una memoria viva”. Gracias al Memorial de Paine
podemos acceder al dolor causado por lo ocurrido y a la posibili-
dad de una solidaridad interclasista e intercultural. Durante el largo
periodo de sufrimiento posterior a la dictadura, podemos analizar
las luchas y negociaciones entre grupos de base y el Estado. El me-
morial expresa singularmente un futuro imaginado y un pasado un
tanto idílico. Igualmente, representa una persistente exigencia de
justicia que ha ido pasando de generación en generación.
Los memoriales pueden proporcionar marcos de movilización
en los que se haga duelo por los muertos, pero negando que éstos
murieran en vano. Por toda la ciudad argentina de Rosario se pue-
42 KATHERINE HITE

den ver estampados de bicicletas que a primera vista parecen reales,


-

correos, un antiguo centro de detención y de tortura. Las bicis son


siluetas negras, en realidad rastros o señalizadores de ausencias. El
artista rosarino Fernando Traverso las utiliza como símbolo de los
alrededor de 350 paisanos que desaparecieron durante la dictadura
desde 1976 a 1983, entre ellos varios compañeros suyos.
Los habitantes de la ciudad conocen las bicis, pero curiosamente
la mayoría relaciona las plantillas de Traverso no con los desapare-
cidos de la dictadura, sino con el brutal asesinato, mucho más re-
ciente, de Pocho Lepratti, activista de base de Rosario conocido por
su aspecto similar al de Cristo y por su bicicleta. En 2001 unos po-
licías acabaron con la vida de Lepratti durante una gran moviliza-
ción contra la crisis económica. Ahora su recuerdo se impone al de
aquéllos que, una generación antes, lucharon contra el capitalismo
y la brutalidad estatal.
Concebidos desde el nivel comunitario o el nacional, memoriales
como el de Traverso han ido cobrando cada vez más importancia
para la constante labor de democratización. Herederos de una rica
tradición de arte callejero, artistas y colectivos artísticos han utiliza-
do un abanico de paisajes urbanos para comunicar mensajes políti-
camente urgentes, provocando una reacción y una contemplación
constantes. Junto a colectivos de todo el mundo, Traverso ha de-

de sus bicis. Reconociendo los destinos y las luchas comunes a los


ciudadanos del otro lado de los Andes, ahora una bici de Traverso
aparece en la puerta de un antiguo centro de detención y tortura
clandestino de Santiago de Chile. Uniendo sus fuerzas, estudiantes
universitarios de Ciudad Juárez, en México, y de El Paso, en Texas,
EE.UU., invitaron a Traverso a estampar sus bicis a ambos lados de
la frontera mexicano-estadounidense para así plasmar el movimien-
to, la migración, la pérdida y la resistencia. La bici ha aparecido en
muchos lugares de Europa y América Latina como símbolo de la
lucha por el crecimiento sostenible.
El ojo que llora, creado por Lika Mutal en Perú, es una escultura
abstracta inspirada en las creencias budistas, la sensibilidad feminis-
ta y el interés de la autora en la relación entre las antiguas culturas
indígenas y la naturaleza. El Memorial de Paine chileno, formado por
una serie de mosaicos y postes, proyecta una determinada imagine-
ría y un color de la vida y la muerte, de la memoria vivida. Las bicis
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 43

de Traverso son estampados de bicicletas que, representando tanto


el movimiento como la pérdida, viajan por el mundo para unirse a
otras representaciones reivindicativas.
El desafío fundamental radica en canalizar la memoria hacia un
imaginario mundial que, evitando la violencia, construya solidari-
dad y comunidad. No se pretende mercantilizar la memoria, ni tam-
poco relegarla al pasado, porque las memorias son prácticas sociales
vividas, en curso, que nunca dejan de moverse. Este libro pretende
comenzar a indagar en las representaciones de la memoria, conside-
rándolas lentes que nos permiten observar la profundidad política

imaginar la praxis democrática.


44 KATHERINE HITE

2/
UN MONUMENTO PARA EL
RELATO IMPERIAL ESPAÑOL

“Lo mejor que había que hacer con aquello (El Valle de los Caídos)
era volarlo”, dijo el parlamentario vasco Iñaki Anasagasti, durante
una intensa sesión parlamentaria que, celebrada en junio de 2011,
debatía sobre el futuro de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, la enor-
me tumba legada por el dictador español Francisco Franco, que es el
monumento de mayores dimensiones de España. Otro miembro de
la cámara, aludiendo a ETA, la organización terrorista vasca surgida
como grupo de resistencia durante el largo régimen de Franco (1939-
1975), dijo que era curioso que fuera un vasco el que sugiriera tal cosa.
Los vascos y Franco no se podían ni ver. Entre otras medidas
represivas, el dictador prohibió el uso de la lengua vasca, y también
de la catalana y la gallega. En 1937, en plena Guerra Civil española,
la Legión Cóndor nazi colaboró con el bando franquista en el bom-
bardeo masivo de la localidad vasca de Guernica, una acción devas-
tadora a la que el artista Pablo Picasso rindió homenaje en su obra
maestra homónima. Por su parte, El Valle de los Caídos constituye el
intento franquista de rendir tributo a otra historia muy diferente.
El Valle de los Caídos, solitario y con aire de fortaleza, está situado
a unos 50 kilómetros de Madrid. Su elemento principal es la cripta,
proclamada basílica en 1960 por el Papa. En ella están enterrados
Francisco Franco y un antiguo aliado y mártir de la década de 1930,
el líder de los falangistas españoles José Antonio Primo de Rive-
ra, así como unos 33 mil combatientes de la Guerra Civil española
(1936-1939).1 La cripta está excavada directamente en la piedra, lo
que la convierte en una construcción permanente, eterna, que se alo-
ja en la tierra, al tiempo que se alza por encima de ella. Acceder a
la cripta es exactamente como peregrinar por una larga, solitaria y
empinada carretera. Franco colocó deliberadamente el monumento
muy cerca de otras construcciones imponentes e imperiales: El Esco-
rial y el Palacio de la Granja, erigidos por antiguos monarcas.
Ahora, 35 años después de la muerte de Franco y más de medio

españoles están teniendo que encontrar nuevas formas de afrontar


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 45

Ilustración 2.1. Entrada de la basílica del Valle de los Caídos de Madrid (foto de K. Rakoll).

1975, a la muerte de Franco. En gran medida, esta ruptura con los


silencios del pasado puede atribuirse a la presencia de un Ejérci-
to profundamente subordinado, al notable relevo generacional que
han experimentado las élites políticas del país y a un momento en el

cuentas a determinados autores de violaciones de los derechos hu-


manos.2 España, al igual que otros Estados y sociedades de América
Latina y otras latitudes, afronta ahora actos de violencia de raíces
múltiples, registrados en el pasado reciente y no tan reciente.
La discusión legislativa sobre El Valle de los Caídos se enmarca
en una serie de tensos debates que en la actualidad suscita en Es-
paña la política de la conmemoración. El 31 de octubre de 2007 el
Congreso aprobó la llamada “Ley de Memoria Histórica”, una ex-
haustiva iniciativa legal que promueve la exhumación y nuevo en-
terramiento de los restos de miles de republicanos muertos durante
la Guerra Civil; la retirada de los monumentos franquistas y de los
que exalten la contienda; la compensación por violaciones graves
de los derechos humanos cometidos durante la guerra y la Dictadu-
46 KATHERINE HITE

ra; el deseo de “evitar toda exaltación de la sublevación militar, de


la Guerra Civil y de la represión de la dictadura”; la concesión de
nacionalidad española a los hijos y nietos de exiliados republicanos
y la reinterpretación del relato del pasado que ofrece El Valle de los
Caídos.3 El Artículo 16, relativo al Valle de los Caídos, no precisa cómo
habrá de llevarse a cabo esa reinterpretación, aunque prohíbe todos
-
puesta del Estado español a las crecientes demandas de un número
cada vez más nutrido de asociaciones de la sociedad civil, a las que
pertenecen descendientes de combatientes republicanos enterrados
en la enorme cripta del Valle de los Caídos.

Valle como monumento, como lugar de memoria y como punto de


partida para los debates que en la actualidad se registran en España
sobre el pasado y sobre si hay que recordarlo o reprimirlo. También
analizaré de qué manera pueden entenderse sus manifestaciones
artísticas conmemorativas –tapices, estatuas, el gigantesco mosaico
que recubre la cúpula de la cripta– en el marco de los debates y las
tensiones actuales en torno a cuestiones como el imperio, el colonia-
lismo y la inmigración.

EL ENGORROSO ENCAJE DEL VALLE DE LOS CAÍDOS

“Es un sitio curioso”, me dijo un amigo español, el conocido ci-


neasta Javier Fesser, con cierta indiferencia, cuando le dije que había
comenzado una investigación sobre el Valle. “¿Qué piensas de ese
lugar?”, le pregunté. “Francamente”, me contestó, “apenas pienso
en él”. Hasta hace poco, el tipo de reacción de Javier ante mi pre-
gunta era muy habitual en Madrid: la gente lanzaba un suspiro, se
encogía de hombros o hacía algún comentario aparentemente indi-
ferente sobre lo raro y feo que es el lugar y lo poco que lo visitan los
españoles.4
He intentado imaginarme un tipo de monumento equivalente en
Estados Unidos: un lugar en el que uno se sintiera como dentro de
un templo a la vez austero y amenazador, situado en un frondoso
bosque; un lugar que también pudiera ponernos en un aprieto si un
extranjero nos preguntara por él. Dejaré a un lado la construcción
del Valle de los Caídos para imaginarme un equivalente más concep-
tual: la iniciativa de un hombre que pretendiera erigir un monu-
mento a otros hombres, a Dios y a un longevo imperio perteneciente
a un pasado nacional glorioso y ensalzado, pero violento.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 47

Hay diversos monumentos históricos estadounidenses que, si-


tuados en escenarios de una o varias acciones violentas (campos de
batalla de la guerra civil, multitud de plantaciones del sur, Little Big
Horn, Wounded Knee o el Álamo), nutren la identidad constitutiva
del país. Son lugares sin límites territoriales, porque, al igual que el
monumento erigido por Franco, aspiran a tener un alcance mun-
dial, remitiendo a la violación de derechos de pueblos de dentro y
fuera de sus fronteras.
Durante mi conversación con Javier, me enteré de que él y su
familia habían visitado de vez en cuando El Valle de los Caídos. El
monumento, que goza de una vista espectacular de Madrid, inclu-
ye, además de la cripta, un monasterio, frondosos jardines y la cruz
más alta e imponente del mundo. Para Javier, nacido en el seno de
una familia numerosa y católica, El Valle de los Caídos es una atrac-
ción turística, un lugar para ir de merienda con los niños. De hecho,
Javier asistió a una boda en la cripta.
¿Una boda? Es un sitio inquietante, lleno de esculturas y de sim-
bología belicosa, construido bajo tierra, en la piedra, para enterrar a
Franco y a decenas de miles de muertos de la guerra, casi la mitad
5
Lo que abruma es su austeridad, su oscuri-

Javier unió a una compañera de trabajo suya con un joven, también


llamado Javier, que había formado parte de la escolanía benedictina
del Valle y que había vivido en su monasterio entre los diez y los ca-
torce años, al igual que su padre antes que él. Franco había decreta-
do que el monasterio ligado a la cripta albergara y diera formación
a un mínimo de 35 escolanos que cada día cantarían en misa, y el
decreto sigue en vigor.
En julio de 2005, mi amigo Javier organizó un encuentro con su
amigo Javier de la Fuente, que ahora tiene poco más de 30 años, y
éste nos condujo al monasterio. Estaba claro que, aunque el antiguo
escolano y residente en el Valle (retratado en la ilustración 2.2) era
consciente del profundo resentimiento que éste suscitaba, deseaba
que los españoles pudieran apreciar, o por lo menos, considerar el
Valle no sólo como un proyecto fascista. Decía que le habían encan-
tado los cuatro años que allí había pasado y que, al terminar su es-
tancia, ninguno de los escolanos quería irse. Personalmente, aposti-
llaba, para él lo importante del Valle de los Caídos no era el fascismo,
sino la música.
En el monasterio, Javier nos presentó al director del coro, el pa-
dre Laurentino, recientemente jubilado, un monje benedictino que,
48 KATHERINE HITE

Ilustración 2.2. Javier de la


Fuente, antiguo escolano
(foto de Javier Fesser).

Ilustración 2.3. El padre


Laurentino, monje benedictino
(foto de Javier Fesser).

junto al padre del muchacho, había sido miembro fundador de la


escolanía. El padre Laurentino nos enseñó el claustro, el resto del
monasterio (incluyendo zonas que a Javier le sorprendió que se en-
señaran a una mujer) y la cripta. El monje había vivido en el monas-
terio durante 46 años, después de entrar en el seminario a los doce
años. Al contrario que la mayoría de los demás 25 monjes que habi-
tan en el Valle, el padre Laurentino ha viajado mucho por el mundo.
El religioso aludió en varias ocasiones a la preocupación que le
producían las “maquinaciones políticas” y las “mentiras” que ro-
deaban el debate actual sobre el futuro del Valle de los Caídos. Dijo,
sólo medio en broma, que era posible que Franco no estuviera ente-
rrado en la tumba, porque en el monasterio nadie había cumplido

del dictador.
-
queñísima parte de las crecientes tensiones entre la abadía benedic-
tina y el Estado español, aunque hasta comienzos de 2010 el público
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 49

el gobierno decidió cerrar la entrada principal del Valle de los Caídos,


señalando que eran necesarias importantes labores de reparación,
tanto de la estructura como de una estatua. Miembros de la jerar-

grito en el cielo, acusando al gobierno de inventarse excusas para


cerrar el monumento.6 Se permitió que siguiera celebrándose la

ella asistieran visitantes, pero a éstos se les pidió que abandonaran


la basílica en cuanto terminara el servicio. El gobierno tuvo que res-
ponder a preguntas más frecuentes sobre las subvenciones estatales
que recibía El Valle de los Caídos y también a la exigencia creciente de
que se cambiara la representación del pasado que trasmitía.
A pesar de la prohibición expresa que contenía la Ley de Me-
moria Histórica de permitir manifestaciones políticas en El Valle de
los Caídos, el 20 de noviembre de 2010, aniversario de la muerte de
Franco y de José Antonio Primo de Rivera, un grupo de neonazis se
enfrentó, junto al monumento, con miembros de la Asociación para
la Recuperación de la Memoria Histórica.7 Esta asociación exigía el
derribo de la cruz y que los restos del líder falangista y del dictador
fueran trasladados a cementerios privados. Los neonazis defendie-
ron ardientemente a sus líderes muertos. El 19 de diciembre de 2010
la cripta reabrió sus puertas principales. En su anuncio a la prensa,
el ministro de la Presidencia Ramón Jáuregui admitió que aunque
el gobierno y los monjes benedictinos habían llegado a un acuerdo,
seguía habiendo “importantes problemas” entre ellos.8

UNA TEORÍA SOBRE LA INTENCIONALIDAD DE LA CRIPTA

La Guerra de Liberación Española fue una Cruzada, como declaró el Papa Pío
XII. Fue la repetición, en el siglo XX, de la victoria obtenida por don Juan de
Austria en Lepanto. Si los españoles no hubieran detenido al comunismo, nadie
hoy puede dudar de que a partir de 1939 tanto la Península Ibérica como una

antepone el materialismo a la espiritualidad; el ateísmo a la religión; y la opre-

occidental.

(Razones por las que se construyó la basílica del Valle de los Caídos, Fundación
Nacional Francisco Franco, 1976, p. 15)

Aunque El Valle de los Caídos -


co, el monumento constituye igualmente una gran iniciativa de rea-
50 KATHERINE HITE

Ilustración 2.4. El padre Laurentino y la autora, delante del monasterio benedictino


(foto de Javier Fesser).

de ser modelo para el mundo. La dictadura franquista produjo en


España, de manera gradual pero espectacular, una serie de trans-
formaciones sociales y económicas. Para muchos, la dictadura fue
un brutal y prolongado intento de frustrar el avance de las fuerzas
políticas progresistas y laicas, entre ellas las comunistas, que impul-
saron la Segunda República (1931-1939). Otros creen que el régimen
franquista fue vital para la remodelación de España y su conversión

claro que la dictadura fue un proyecto nacional tan brutal y reaccio-


nario como transformador, que gozó de un apoyo considerable de
la derecha y la jerarquía católica españolas, y también del Vaticano.
El régimen también revitalizó al estamento castrense español,
que después de importantes derrotas coloniales, en América y tam-
bién en el norte de África, había quedado fragmentado y debilitado.
El nuevo salto a la palestra del Ejército español llegó sobre todo de

los contingentes destacados en el protectorado marroquí. En 1936,


los hombres de Franco iniciaron el ataque contra la República desde
las plazas norteafricanas.
Finalmente, Franco debió en gran medida su victoria al apoyo de
los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini, así como a la posición
de Inglaterra, Francia y otros países que, amparándose en el Comité
de No Intervención, se negaron a acudir en auxilio de la República.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 51

su falta de apoyo al gobierno español. Todas las fuentes coinciden


en que la no intervención estadounidense hizo el juego al bando
franquista y a sus aliados italiano y alemán. La Unión Soviética sí

Acuerdo de No Intervención para intentar mantener sus relaciones


con Europa, en franco deterioro. De este modo, en tanto en cuanto
obsesivo legado simbólico, El Valle de los Caídos franquista repre-
senta la encarnación última de la alianza entre el Ejército, la Iglesia
y la derecha, así como la primacía de España como defensor de la
civilización occidental.
La jerarquía católica española apoyó totalmente a Franco y el 15

lo felicitó en un mensaje dirigido a la “heroica España. La nación


elegida por Dios”.9
dubitativo a la hora de avalar inequívocamente a Franco, pero Pío
10
Partiendo de esta
concepción de España como nación elegida por Dios, Franco imagi-
nó un Valle de los Caídos que rindiera homenaje a la lucha del cristia-
nismo contra la República anticlerical a través de una catedral más
grandiosa que la de San Pedro del Vaticano. De hecho, en su diseño
inicial la cripta era más grande que San Pedro, pero sus dimensio-
nes se redujeron a instancias del propio Vaticano. El 7 de abril de
1960, un año después de la inauguración de la cripta, el papa Juan

El dictador evidenció aún más el vínculo entre la Iglesia y el régi-


men al concebir que el monumento estuviera íntimamente relacio-
nado con un monasterio. Para la constitución de la Fundación de la
Santa Cruz del Valle de los Caídos, justo antes de la apertura de la crip-

Silos, a la que se encargó la vigilancia de la cripta, la celebración de


misas diarias y especiales, la provisión de manutención y educación
para los escolanos que habrían de cantar en las misas, así como el
mantenimiento de una hospedería y de una biblioteca y centro de
estudios sociales.11
En un convenio posterior, en el que el Estado español reconocía
que mantendría a los benedictinos, los monjes aceptaban celebrar
en la cripta misas especiales los días considerados santos por el régi-
men, entre ellos el 17 de julio, víspera del golpe de Estado franquista
y del “triunfo de la Santa Cruz”; el 1 de abril, fecha de la victoria
del bando nacional; el 1 de octubre, cumpleaños de Franco; el 20
de noviembre, un día para recordar a los “Caídos por nuestra Cru-
52 KATHERINE HITE

zada”, sobre todo a José Antonio Primo de Rivera, fusilado por los
republicanos el 20 de noviembre de 1936, y al propio Franco, cuya
muerte se anunció el mismo día de 1975, además de otras festivida-
des religiosas castrenses.12 En la actualidad hay 26 monjes y 44 esco-
lanos, que continúan observando estos dictados, mientras el Estado
español sigue haciéndose cargo de todos los gastos.
Según la concepción de Franco, el monumento no sólo debía esta-
blecer un vínculo entre la Iglesia y el Estado. El Valle apela al recuer-
do de las cruzadas, que para Franco tenían que ver con el imperio de
los Austrias españoles y con la Reconquista de España y la derrota
de la última dinastía musulmana, ambas completadas por los Re-

conversiones forzosas de los judíos y con la expansión del control


imperial español allende los mares. En su calidad de veterano de las
guerras coloniales españolas contra los rifeños marroquíes, conside-
radas con frecuencia una nueva reconquista, Franco relacionaba su
misión antirrepublicana con el mandato divino de librar a la nación

Dos de los hombres que, junto a Franco, más participaron en la


concepción de la cripta, el arquitecto Diego Méndez y el escultor
-
mar su propia visión en los muros de la cripta: Franco quería que, a
lo largo de toda la nave, se sucedieran una serie de bajorrelieves que
retrataran a los “héroes y mártires” de la Guerra Civil como cruza-
dos modernos.13 El consejo nombrado por Franco para supervisar la
construcción de la cripta encargó varios bocetos murales de héroes
y mártires: los primeros habrían de estar a un lado de la nave, los
segundos al otro. Los bocetos, de más de cuatro metros y medio de
longitud, realizados por el artista boliviano Arturo Reque Merubia,
se colocaron a modo de prueba sobre los muros. En la actualidad se
encuentran en el Archivo General del Palacio Real de Madrid.14
Según relata el propio arquitecto Méndez, éste, al comprender
la intención del dictador, mandó traer los tapices del Apocalipsis de
San Juan
-
cano Palacio de La Granja e, increíblemente, Franco hizo que esas
obras de 400 años de antigüedad fueran descolgadas y trasladadas
a la cripta. Las ocho obras maestras relatan con gran detalle el Libro
de las Revelaciones del apóstol San Juan, desde la historia del Juicio
Final al triunfo de Cristo y de la Iglesia sobre el demonio, pasando
por las siete plagas, la destrucción del hombre y la llegada de los
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 53

Ilustración 2.5. Monasterio benedictino (foto de Javier Fesser).

ejércitos de Cristo. Méndez colgó los tapices en los muros e invitó


a Franco y a su mano derecha, el ministro de la Gobernación Luis
Carrero Blanco, a contemplarlos. Carrero, gran especialista en la ba-
talla de Lepanto (1571) y en la época de Felipe II, ayudó a convencer
a Franco de que los tapices eran lo mejor para trasmitir la idea que
tenía el dictador de representar, de forma grandiosa, a los muertos,
15
Aunque parece
que el arquitecto, el escultor, el ministro y un arzobispo convencie-
ron a Franco de que prescindiera de los héroes y los mártires en

iconografía “cruzada” de un extremo a otro de la cripta. Con todo,


bajorrelieves de héroes y mártires encontraron su lugar en el coro,
donde aparecen grabados por encima de los asientos de madera.
La nave de la cripta contiene seis capillas, dedicadas a diferen-
tes advocaciones de la Virgen, herederas directas de la iconografía
vaticana. Tres de ellas se dedican a patronas de cuerpos militares:
la Purísima, patrona de Infantería; Nuestra Señora del Carmen, de
la Marina, y Nuestra Señora de Loreto, de la Aviación. Una cuarta
virgen, la de la Merced, patrona de los cautivos, simboliza a todos
los prisioneros cuyas vidas perdonaron los franquistas.16 La quinta
capilla está dedicada a Nuestra Señora del Pilar, patrona de Aragón,
donde se ganó, en el Ebro, la batalla decisiva de la Guerra Civil.
Por todo el monumento aparecen representadas dicotomías
como las del bien y el mal, Dios y el demonio, aliados y enemigos,
que tratan de enmascarar la importancia de las extrañas alianzas
54 KATHERINE HITE

que resultarían cruciales para la victoria franquista. A este respecto,


-
cada a Nuestra Señora de África. Por una parte, rinde homenaje al
hecho de que Franco iniciara su lucha desde el continente africano.
Gracias a la ayuda crucial de buques y aviones alemanes e italianos,
la larga marcha de los golpistas se inició realmente en las bases me-
lillense y ceutí del protectorado español que, después de salvar los
alrededor de 14 kilómetros del estrecho de Gibraltar, los llevaron en
su bélico avance por Andalucía y Extremadura hasta Madrid y los
baluartes republicanos.

-
tas de los militares españoles a manos de los marroquíes que pre-
tendían expulsar de su territorio a las fuerzas coloniales, el Ejército
Español de África se había convertido en un formidable contingente
-
-
cias y lecciones de las guerras coloniales en Marruecos, y la victoria
militar franquista no se habría alcanzado sin el Ejército de África.17
Después del desastre de Anual, una aplastante derrota sufrida
en 1921 por el Ejército español en el Rif y en la que perdieron la
vida entre ocho mil y doce mil soldados españoles, se remodeló el
ejército colonial, convirtiéndolo en una unida y conservadora fuer-
za nacionalista.18 A mediados de la década de 1930, el Ejército de
África había reunido una fuerza de combate en la que además de la
legión extranjera española había decenas de miles de regulares, re-
clutas marroquíes. En 1930 y 1933, se desplegaron soldados del Ejér-
cito de África para reprimir las insurrecciones obreras promovidas
en España por la izquierda radical. En 1933, en Asturias, baluarte
tradicional de la izquierda española, el contingente africano frustró
un gran levantamiento obrero contra el gobierno de centro-derecha.
Desde el punto de vista táctico, la operación constituyó una especie
de calentamiento para el gran despliegue del Ejército de África du-
rante la Guerra Civil.19 Se calcula que durante la contienda 78.500
marroquíes lucharon junto a las tropas franquistas. Perdieron la
vida aproximadamente uno de cada ocho.20
Franco y los demás mandos nacionales desarrollaron, por lo me-
nos temporalmente, un razonamiento ideológico según el cual el
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 55

posiciones colonialistas les hacían ver en los marroquíes, más que


-
plotaban también su común antisemitismo, activando una imagen
de los judíos que los presentaba como instigadores de la izquier-
da radical española. De este modo, para los veteranos españoles de
las guerras coloniales, el nuevo enemigo era el interno, aliado de la
Unión Soviética y el sionismo.21 Por otra parte, la legión extranjera y
los regulares utilizados por los nacionales aplicaron tácticas brutales
contra los soldados republicanos y sus simpatizantes, entre ellos las
mujeres; tácticas que recorren la memoria colectiva de generación
en generación y que siguen reproduciendo una imagen salvaje del
“otro” musulmán.

representando a los tres cuerpos castrenses y a las milicias. A am-


bos lados de la nave se encuentran mausoleos con 33 mil cadáveres.
El Valle de los
Caídos hay enterrados tanto combatientes franquistas como repu-
blicanos, reconoce que la gran mayoría son del bando nacional, y
que en la cripta sólo se pudo enterrar a republicanos de probada
confesión católica.
-
pula que cubre al crucero, recubierta por un mosaico de cinco millo-
nes de teselas. El mosaico muestra a las diversas fuerzas nacionales
–falangistas, carlistas y militares–, que el artista vincula con santos y
también con Jesús y la Virgen María. Puede que sea el único mosai-
co basilical del mundo en el que aparezca un cañón. El padre Pérez
de Urbel, importante asesor del régimen y autor de la primera edi-
Valle, lo describía en tono grandilocuente:

por multitud de santos enviados al cielo por las iglesias de España:


mártires, vírgenes, médicos, reyes, papas, fundadores, prelados y
campesinos.22

mosaico, aunque ninguna guía los mencione. Más bien, los textos

líderes, enterrados bajo el suelo del crucero. Separando ambas tum-


bas aparece el altar, con Cristo en la cruz hecho de un tronco que,
según se dice, el propio Franco eligió y cortó.
56 KATHERINE HITE

Muchos franquistas niegan que el dictador se imaginara a sí mis-


mo enterrado en la cripta junto a José Antonio Primo de Rivera y los
40 mil cuerpos inicialmente depositados en ella. Otros, como Diego
-
tención de que le enterraran allí.23 A la muerte de Franco, más de
35 mil ex combatientes ascendieron por la carretera que conduce al
Valle de los Caídos para asistir al entierro. El único jefe de Estado pre-
sente fue el dictador chileno Augusto Pinochet, discípulo de Franco.

UNA VISITA A LA CRIPTA

Franco proyectó que la cripta se construyera en un año. Pero


hicieron falta 20. Además, se precisarían otros 20 para exhumar y
volver a enterrar los restos de quienes ahora están en la cripta.24
Para llevar a cabo la construcción, las exhumaciones y los nuevos
enterramientos se precisaba una enorme provisión de capital y de
recursos, en una época en la que ni uno ni los otros eran abundantes.

alrededor de 300 mil españoles habían muerto violentamente.25 1941


y 1942 fueron los años del hambre y hasta mediados de los 40 se si-

Ilustración 2.6. Figura encapuchada dentro de la cripta del Valle de los Caídos (foto de K. Rakoll).
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 57

guió sufriendo una gran escasez de víveres. La producción agrícola

década de 1950.
Se calcula que 650 mil hombres y mujeres fueron presos de los
nacionales.26 En 1940, año en el que entró en vigor el decreto de cons-
trucción del Valle, unas 234 mil personas estaban recluidas en cam-
pos de concentración.27 Poniendo en práctica un plan concebido por
un sacerdote español, estrecho colaborador de Franco, el régimen
aplicó una “doctrina de redención”, en virtud de la cual, a cambio
de trabajar para el Estado y para los proyectos que éste controlaba,
los prisioneros políticos, por cada día trabajado, reducirían en tres
sus sentencias, recibiendo también un pequeño salario acorde con
sus cargas familiares. En la actualidad, uno de los debates más can-
dentes en torno a la represión de la época franquista es el relativo a
qué constituye realmente trabajo “forzado”. Durante la década de

carcelario en 1950, se calcula que en El Valle de los Caídos trabajaron


entre 14 mil y 20 mil presos políticos.28 -
bles sobre los muchos trabajadores que murieron construyéndolo.
Un médico local decía que había tratado diversas heridas mortales
y hablaba de la proliferación de dolencias pulmonares fatales con-
traídas a causa del polvo emitido por las explosiones y el trabajo de
cantería.
Valle de los Caídos hace hincapié en la gran-
diosidad, la belleza del entorno y la asombrosa gesta que supuso la
obra arquitectónica. En el momento de escribir estas páginas, la guía
y sus muchas traducciones son los únicos textos escritos sobre la
cripta que se pueden adquirir en el propio monumento. La versión
en inglés contiene una frase en la que de forma escueta se reconoce

En 2004 el Estado español registró la visita de 407.572 personas


a la cripta. La mayoría eran turistas extranjeros, aunque también
había grupos organizados, españoles y extranjeros, profundamen-

de la alemana que en 1937 bombardeó Guernica.29 Cada 20


de noviembre, falangistas españoles y fascistas alemanes e italianos
se congregan en la cripta para rendir homenaje a José Antonio Primo
de Rivera (conocido simplemente como José Antonio, nombre con
30
58 KATHERINE HITE

Ahora que se está discutiendo mucho más abiertamente qué hacer


con El Valle de los Caídos, las concentraciones del 20 de noviembre
atraen a muchas más personas que en años anteriores.
Por otra parte, un número considerable de españoles se niega
tajantemente a visitar el Valle. Uno de ellos es el conocido historia-
dor y antiguo prisionero político y trabajador forzoso allí mismo,
Nicolás Sánchez-Albornoz, que, junto al también líder estudiantil
y prisionero, Manuel Lamana, llevó a cabo una espectacular fuga
del complejo en un coche propiedad de Norman Mailer. Sánchez-
Albornoz ha declarado que nunca regresará al monumento hasta
que no se le dé otro uso o hasta que no se “habilite un urinario sobre
la tumba del Caudillo para que pueda aliviar mi próstata”.31 “Nun-
ca iría al Valle de los Caídos
en esa gran cruz que hay en la montaña!, cuando paso delante en el
coche con mis hijos”. Al ser una católica convencida, no tiene muy
claro qué debe compartir con ellos respecto a la situación que dio
origen a la cruz.
Además de los que se niegan a entrar en la cripta, están los que
han intentado volarla entera, o por lo menos en parte. He descubier-
to que hay constancia de tres intentonas, la primera poco después
de la inauguración del Valle en 1960, cuando un par de anarquistas
franceses, haciéndose pasar por turistas, colocaron una bomba que
explotó cuatro horas después de abandonar ellos el lugar. Nadie
resultó herido, pero la policía detuvo a Francisco Sánchez Ruano,
un joven anarquista español que había conducido a los franceses
al monumento, aunque sin saber de la existencia de la bomba. Sán-
chez Ruano pasó once años en prisión por un delito que no había
cometido.32
En 1999 tuvo lugar otro atentado, reivindicado por los Grupos de
Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). Aunque la
bomba destruyó un confesionario y varios bancos, dejando impac-
tos muy apreciables en los muros de piedra, nadie resultó herido.
El grupo, que eligió la cripta por considerarla el máximo símbolo
fascista, quiso que la explosión coincidiera con el sexagésimo ani-
versario de la caída de la República.33
Uno de los atentados contra El Valle de los Caídos tuvo lugar du-
rante mi visita a Madrid, cuando el diario El País informó que en
la madrugada del 7 de mayo de 2005 alguien había colocado una
“bomba casera” bajo un puente de madera de uno de los jardines del
complejo. Los investigadores atribuyeron la acción “a una persona o
a un grupo, pero sin vinculación con una banda organizada”.34
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 59

Esos atentados (y muy probablemente otros) registrados a lo lar-


go de las décadas en el Valle son fruto de protestas contra el fascismo
y contra el silencio que envuelve la violencia que el monumento
representa, tratando a la vez de ocultarla. En todo el mundo en-
contramos monumentos que proyectan y enmascaran la violencia
de Estado. Hay ciudadanos de a pie que cuestionan esos enmasca-
ramientos.35 Mientras que los monumentos erigidos por el Estado
intentan trasmitir una sensación de continuidad y estabilidad, ha-
blando de un pasado bien ordenado que sirva al presente, las so-
ciedades se enfrentan periódicamente a los monumentos públicos
en su intento de poner de relieve las injusticias cometidas por el
Estado. En el nuevo milenio, pequeñas pero tenaces asociaciones
españolas han conseguido provocar un desenmascaramiento, que
El Valle de los Caídos.
Sin embargo, los monumentos también se encierran en sí mis-
mos. Dentro de la cripta de Franco hay cicatrices, heridas materia-

determinadas zonas de los muros, ofrece el aspecto inquietante de


una serie de manchas de sangre. Como Jacques Derrida señala re-

y los 28 mil ejecutados rechazan las pretensiones de control del Es-


tado.36 La dictadura trató de aniquilar a la izquierda, a los anticleri-
cales y a los antimonárquicos: todos ellos considerados extranjeros
dentro de su propio país. Fuera de la cripta, los silencios se están
resquebrajando. Dentro de ella, habitan los fantasmas.

LOS SILENCIOS SE RESQUEBRAJAN

El 15 de marzo de 2004, las elecciones generales españolas, cuyos


resultados sólo unos días antes parecían tan reñidos, terminaron
con una nutrida victoria del Partido Socialista Obrero Español de
José Luis Rodríguez Zapatero. La derrota del presidente en ejercicio,

con un Ejecutivo que había mentido sobre sus sospechas respecto


a la autoría de los trágicos atentados registrados el 11 de marzo en
estaciones de tren de Madrid, que segaron la vida de casi 200 perso-
nas, dejando heridas a prácticamente 1.500. Mientras Aznar inten-
taba en público atribuir la culpa a la organización terrorista vasca
ETA, para su gobierno estaba claro que los principales sospechosos
eran extremistas islámicos.
60 KATHERINE HITE

Por otra parte, a pesar de los sondeos y las multitudinarias ma-


nifestaciones, que no dejaban de mostrar que la mayoría de los
españoles se oponía a la participación de su país en la invasión y
ocupación de Irak, Aznar se alió con EE.UU. y envió tropas españo-
las a ese país. Inmediatamente después de los atentados de 2004 en
Madrid, Aznar sabía que la población interpretaría que los ataques
cometidos por terroristas islámicos eran una represalia por lo que
muchos españoles veían como un doble estándar de su gobierno
en una guerra y una ocupación injustas. La maniobra de encubri-
miento de Aznar le costó la presidencia: “¡Queremos la verdad!”,
clamaban miles de españoles. Y este grito, unido al compromiso de
retirada de las tropas de Irak de Zapatero, fácilmente granjeó la vic-
toria electoral al líder socialista.37
La petición de “verdad” por parte de Zapatero llegó en un mo-
mento en el que los españoles estaban analizando su pasado de un
modo inédito. Como señala Omar Encarnación, este análisis del
pasado lo precipitan tendencias y acontecimientos registrados des-
pués de una transición democrática excesivamente larga.38 Para lo
que aquí nos interesa, quizá lo más interesante sea el importante
y paradójico papel de España en la detención en octubre de 1998
del dictador Augusto Pinochet en Londres. El magistrado español
Baltasar Garzón consiguió que ejecutaran su orden de arresto. Des-
-
cas, chilenas y españolas, el arresto domiciliario de dieciocho meses
sufrido por Pinochet no terminó con su extradición a España, sino
con su regreso a Chile para ser juzgado por graves violaciones de
los derechos humanos. Sin embargo, a nadie se le escapaba la ironía
de que fuera un tribunal español el responsable de la detención de
Pinochet, que había tenido en Franco a un importante modelo.
A partir de 2000, asociaciones ciudadanas españolas comenzaron
a organizarse para exhumar los cuerpos de asesinados durante la
Guerra Civil y la represiva posguerra franquista. Ahora el Parla-
mento español debate activamente cómo han de caracterizarse fe-
chas que antes se consideraban incuestionables momentos heroicos
nacionales. Una nueva generación de académicos españoles está
realizando estudios detallados de la dictadura franquista, dedica-
dos entre otras cosas a las ejecuciones masivas, los campos de con-
centración, y el alcance y la variedad de las prácticas represivas.39
Se podría decir que ahora el lúgubre pasado franquista ha cobrado
vida dentro del cuerpo político, en el ámbito antes exclusivo de la
producción cultural: el cine, la novela, las artes plásticas y el teatro.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 61

Con todo, el alcance de ese análisis ha tenido sus límites. Aunque


los sin voz, los vencidos de la Guerra Civil, han encontrado cierto
espacio de expresión pública, los silencios continúan envolviendo

de los múltiples sectores sociales españoles y su relación con lo “na-


cional”.
-

detectarse en el ex presidente José María Aznar y en la lógica que


explicaba tanto la participación de las tropas españolas en la inva-
sión iraquí como la persistente presencia de España en Afganistán y
Oriente Próximo. Durante un discurso pronunciado en la Universi-
dad de Georgetown, Aznar defendió que la participación española
en Irak debía situarse en un determinado contexto histórico y, al
hacerlo, proporcionó una extrema interpretación castellana de las
relaciones de España con el islam:

Es importante remontarse 1.300 años, a comienzos del siglo VIII,


cuando España fue invadida por los moros, rechazó convertirse en
una parte más del mundo islámico e inició una larga batalla para
recuperar su identidad.40

Haciéndose eco de este discurso, Gustavo de Arístegui, parla-


mentario español y portavoz del Partido Popular, declaró que el
resentimiento musulmán hacia España antecedía en 500 años su
presencia en Irak y Afganistán. En un artículo publicado en The
Washington Post, Arístegui señaló que los extremistas musulmanes

edad de oro del islam. El parlamentario apuntaba que, hoy en día,


-
tra lo que él motejaba como enemigo resentido, pueblo fallido: “Ha
llegado el momento de que las sociedades europeas se unan para
defender los valores y principios que han convertido nuestros paí-
ses libres en las naciones más estables, prósperas y avanzadas del
planeta”.41
Un vídeo supuestamente vinculado con los islamistas que orga-
nizaron los atentados de Madrid recuerda inquietantemente la sin-
gular condición de imperio planetario de España. En él, una voz
decía: “Todos conocemos las cruzadas españolas contra los musul-
manes, las expulsiones de Al Ándalus y los tribunales de la Inquisi-
ción”.42 El vídeo resucitaba la España de la “leyenda negra”, relacio-
nándola con el despliegue de tropas españolas en Irak y Afganistán,
62 KATHERINE HITE

“territorio musulmán”. La voz proclamaba que la barbarie española


tenía profundas raíces.

las cruzadas recuerdan la cristiandad y el imperio, la reconquista de


territorio después de ocho siglos de dominio por parte de monar-

la expulsión y conversión forzosa de los judíos. Es el periodo de


desenfrenada conquista de América. Es también el momento en el
que el imperio español controlaba gran parte de Europa. Esta carac-
terización de la historia europea no suele resucitarse más allá de las
clases de historia que se dan en España.43
Relativamente escasos son los debates sobre las relaciones entre
la España contemporánea, bien con épocas anteriores a la conquista
o la reconquista, bien con un pasado de país “conquistado”, inclu-
yendo en él los ochocientos años de dominio musulmán en gran
parte del territorio. Curiosamente, el único monumento nacional
más visitado por los turistas que El Valle de los Caídos es la Alhambra
de Granada, un espectacular complejo árabe que comprende una
alcazaba, alcázares y una pequeña medina, y cuya construcción ini-
Alhambra es una maravilla
-
minosidad, su vida vegetal, su aire, su agua y su paz. Del complejo
emanan aportaciones del islam al arte, la religión, la cultura y la
ingeniería que continúan formando parte del bagaje español.
En su gran estudio España en su historia, el reputado intelectual

quedado en una España formada, según él, por diversas “castas”.


Castro ponía en cuestión las versiones castellanas de la historia de

musulmana como las del considerable número de musulmanes que,


obligados a convertirse al cristianismo, se quedaron en España an-

Con esos 900 años desplegados a nuestra vista, ¿qué de extraño


tiene que la lengua, las costumbres, la religión, el arte, las letras e
incluso rasgos básicos del carácter español exijan que tengamos en
cuenta ese entrelace multisecular? E intentaremos tenerlo en cuen-
ta como una forma estructurante de la historia, más bien que como
un contenido de vida. Repitamos que la España cristiana no fue algo
-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 63

incorporaba e injertaba en su vida, lo que su enlace con la muslemía


le forzaba a hacer.44

Después de los atentados registrados en Madrid el 11 de marzo


de 2004 y de que se supiera que los habían cometido terroristas isla-
mistas, el New York Times explicaba de esta manera cómo había sido
el periodo musulmán en lo que ahora es España:

Durante casi 800 años los moros gobernaron España desde su ba-
luarte meridional, El (sic) Ándalus, promoviendo un periodo de
ilustración y relativa tolerancia mientras el resto de Europa se re-
volvía en las tinieblas de la Edad Media. En 1492 los españoles re-
conquistaron la nación, obligando a convertirse a los musulmanes,

que habían salido.45

Esta descripción conjuga de forma peculiar, aunque no sorpren-


dente, un ambiguo reconocimiento de la presencia civilizadora de
las dinastías musulmanas con la idea de que, después de ocho si-
glos, había alguna posibilidad de “retorno” a “las tierras de las que
habían salido”; como si después de ochocientos años se pudiera
seguir hablando de ocupación, como si entre cristianos y musul-
manes hubiera habido una clara división coincidente con límites te-
rritoriales. Desde mi posición de latinoamericanista, he tratado de
imaginarme cómo podría trasladarse esa idea al ámbito americano,

dominio español los conquistadores “regresaron a los territorios de


los que habían venido”.
Del mismo modo que apenas hay debate público sobre los 800
años de encuentro islámico-cristiano anteriores a la llamada recon-
quista, apenas lo hay sobre la complicada relación que España man-
tiene todavía con el norte de África. Las tensiones en torno a los
enclaves de Ceuta y Melilla surgen en forma de “irrupciones” perió-
dicas en una dimensión de la territorialidad española por otra parte
incómoda y silenciada.46 En Ceuta y Melilla viven unos 140 mil es-
pañoles, a los que con frecuencia se llama cristianos o europeos, y
alrededor de 40 mil musulmanes, principalmente marroquíes, que
no tienen nacionalidad española. En conjunto, se diría que los espa-
ñoles desean que esos emplazamientos –restos del imperio español
-
tuyen pequeños trozos de territorio dentro de Marruecos– desapa-
recieran. Ceuta y Melilla, que para Franco fueron plataformas de
64 KATHERINE HITE

despegue, ahora son parte inseparable de la “Fortaleza Europa”, la


reencarnación del Ejército de África del Valle de los Caídos.47 En la
zona, el gobierno español mantiene tropas a lo largo de una alam-
brada y está destinando doce millones de dólares a la construcción
en Melilla de un muro que disuada a los africanos de intentar cruzar
el traicionero estrecho de Gibraltar en dirección a Europa. Entretan-
to, los marroquíes exigen que Ceuta y Melilla les sean devueltas.
¿Qué nos sugiere toda esta puesta en escena respecto a los rasgos
-
sentan como absolutamente contrapuestas? En España, un país de
42 millones de habitantes, hay alrededor de un millón de musulma-
nes, más de la mitad marroquíes.
El escritor español Juan Goytisolo se alza como uno de los más
reconocidos defensores vivos de una indagación pública y dialógi-
ca de los elementos musulmanes y judíos que constituyen España.

a los mitos fundacionales, exacerbados durante el franquismo, de


una España cristiana de raíz castellana erigida en detrimento de un
diverso panorama de combinaciones, castas y clases regionales, ét-
nicas y religiosas. En sus ensayos y novelas, Goytisolo insta a los
españoles a rechazar unos mitos que, en su opinión, guardan para-
lelismos con corrientes ortodoxas serbias.48 Advierte que esos mitos

Entre las casi 200 personas asesinadas en los atentados del 11


de marzo de 2004 se encontraban unos 40 inmigrantes. Fouad Ait-
Arouss, camarero en un restaurante, declaró ante la prensa que
cuando tuvo lugar el atentado “todos nos sentimos madrileños”.49
Durante el primer aniversario de los atentados, la Comisión Islá-
mica de España, una organización musulmana que actúa de me-
diadora entre el gobierno y la comunidad islámica del país, emitió
una fetua, un edicto religioso, condenando a Osama bin Laden y a
los miembros de Al Qaeda por su condición de “apóstatas, por... el
asesinato de inocentes”.50 La mayoría de las informaciones coincide
en que, en España, la reacción antimusulmana posterior a los aten-
tados fue escasa. Sin embargo, en los años siguientes, los dirigentes
de Madrid han aprovechado esos acontecimientos para acentuar su
estrategia imperial y la policía española ha detenido a bastantes más
de mil musulmanes, acusándolos de sospechosos de actos terroris-

que incluye la presencia de un nutrido contingente en Afganistán.


Tres semanas después de los atentados, siete sospechosos de ha-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 65

berlos organizado murieron supuestamente a causa de una explo-


sión suicida en un departamento de los alrededores de Madrid. A
mediados de 2007 se inició el juicio contra 28 acusados de cometer

año el tribunal determinó que 21, entre ellos 18 marroquíes y tres

organización terrorista.51
El resultado de nuestra visita al Valle de los Caídos fue que Javier
aceptó la invitación del padre Laurentino para pasar varias noches
en el monasterio trabajando en un guión de cine. A mí no se me
hizo el mismo ofrecimiento, ya que las mujeres no pueden pasar la
noche en el recinto. El padre Laurentino no lo sabía, pero Javier esta-
ba escribiendo un guión que cuestiona la devoción religiosa de una
adolescente cuando ésta se encuentra a punto de morir. La película
resultante, Camino, que Javier también dirigió, obtuvo en España el
premio Goya (equivalente allí al Óscar) a la mejor película de 2008,
pero tuvo una furiosa acogida entre la derecha religiosa, claramente
vinculada a Laurentino y a la abadía benedictina.
En cualquier caso, Javier pasó tres noches con los monjes, asis-
tiendo a misa, comiendo en silencio y en comunidad sus mismos
-
cir que apenas avanzó en la escritura del guión, pero que hizo un
montón de fotos y escribió un detallado diario de sus tres días, con
sus noches, en el Valle, sin escapar a ciertas apariciones.52 Su diario
estaba tan lleno de notas de humor como de divagaciones herederas
de Edgar Allan Poe. La experiencia le proporcionó una perspectiva
singular para observar el Valle, mezclado con aquéllos que lo consi-
deran su casa.
Está claro que, para el debate actual sobre lo que hay que hacer
con El Valle de los Caídos, el monasterio y la consagración de la cripta
como basílica por parte del Vaticano complican las cosas. La Ley de
Memoria Histórica de 2007 contemplaba que “El Valle de los Caídos
se regirá estrictamente por las normas aplicables con carácter gene-
ral a los lugares de culto y a los cementerios públicos”.53 En septiem-
bre de 2010 el Senado español acordó instar al gobierno a “adoptar
disposiciones... para adecuar El Valle de los Caídos a lo dispuesto en
la Ley 52/2007, de 26 diciembre... (que incluye entre sus objetivos)
honrar y rehabilitar la memoria de todas las personas fallecidas a
consecuencia de la guerra civil y la represión política que la siguió
con objeto de profundizar en el conocimiento de este periodo histó-
rico y de los valores constitucionales”.54 La oposición conservadora
66 KATHERINE HITE

del Partido Popular votó en contra de la moción, aduciendo que su


objetivo último era acabar con la abadía benedictina.
La relación entre el Valle y la cristiandad y las cruzadas corre
paralela a la forma de presentar la “guerra (de EE.UU.) contra el te-
rrorismo” por parte de la presidencia del país. Aunque los analistas
políticos discutieran la intención del ex presidente George W. Bush
cuando en su discurso del 16 de septiembre de 2001 aludió a “esta
cruzada” contra los “malvados”, pocos rechazarían la idea de que
esa alocución estaba profundamente imbuida de valores teocráticos.
De hecho, basta con raspar un poco en el proyecto franquista para
encontrar sorprendentes analogías relativas a héroes y mártires, el
bien y el mal, Occidente y el resto del mundo. El Valle de los Caídos
representa un provocador punto de partida para las conversaciones
que, en todo el planeta, cuestionan esas dicotomías, reconociendo

Al regresar a Estados Unidos desde Madrid, visité en Londres


a mi íntima amiga Jeanette Quinn. Como me había dado por los
monumentos, le pedí que me enseñara algunos de los más famosos

proyecto encargado por la reina Victoria para honrar la memoria de


su querido príncipe Alberto. Custodiando los escalones del monu-
mento aparecen representaciones del imperio británico: supuestas
encarnaciones estatuarias de las colonias africanas, asiáticas y ame-
ricanas, entre ellas la de un indígena africano con un león, un ele-

Las cuatro esquinas del monumento reivindican dones del imperio


–el comercio, la industria, la ingeniería y la agricultura– y en él se
-
dentales que “concedieron” la razón al mundo. El Albert Memorial
es notable por sus pretensiones y, quizá todavía más que el monu-
mento franquista, proyecta la imagen del dominio imperial blanco.
A continuación visitamos un pequeño monumento muy próxi-
mo al Támesis, a pocos metros del gran London Eye. Es el que rin-
de homenaje a los 2.100 ciudadanos británicos que, junto a otros
miles de personas de todo el mundo, lucharon en las Brigadas In-
ternacionales para defender la Segunda República durante la Gue-
rra Civil española. En ella murieron 526 británicos de ambos sexos.
El monumento lo constituye una pequeña y sencilla escultura, y
entre las inscripciones que aparecen en su pedestal se puede leer:
“Marcharon porque sus ojos abiertos no vieron ninguna otra alter-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 67

Ilustración 2.7 Detalle del Albert Memorial en el que aparecen súbditos del imperio
británico (fotografía de Katherine Hite).

nativa”. Jeanette y yo hablamos de cómo se podía entender hoy en


día esa inscripción: la idea de los “ojos abiertos”, de la solidaridad

por completo a una causa social. En los capítulos dedicados a Perú,

descripciones pueden aplicarse a muchas de las personas que ha


sido objeto de memoriales.
La participación de los brigadistas en la Guerra Civil española
representa otra perspectiva más del carácter global de la guerra y

los contrastes entre monumentos. Cuando estás ante el que rinde


homenaje a las Brigadas Internacionales es imposible no pensar en
las muchas personas que cada día pasarán junto a esa estatua sin
siquiera mirarla. No puede decirse lo mismo del Valle de los Caídos,
ni tampoco del Albert Memorial. Sin embargo, todos los monumen-

cuando lo hacen las épocas políticas y las apropiaciones sociales. De


pie ante el Monumento a las Brigadas Internacionales, me pregunté
quién vendría a rendir homenaje a sus caídos.
68 KATHERINE HITE

3/
EL OJO QUE LLORA:
VÍCTIMAS, VICTIMARIOS Y EL
PROBLEMA DE LA EMPATÍA

En julio de 2007 recorrí por primera vez los laberínticos senderos


de las pulidas y blancas piedras rodadas de El ojo que llora. Llegué al
espejeante estanque que rodea su núcleo, la Pachamama, la madre
tierra, y observé cómo aquél recogía las lágrimas de ésta. Habían
encendido un pequeño fuego y el humo serpenteaba en torno a la
Pachamama como una niebla desleída. La escultora Lika Mutal, que
me acompañó a ese espacio, se sentó en silencio en el montículo de
hierba que rodea el memorial. Me emocionó profundamente su es-
pacio sencillo, expuesto y tranquilo, y recuerdo que pensé que qué
extraño era que hubiera sido objeto de tantos ataques en la prensa (y
esto fue antes de los ataques a su propia integridad física).
El contraste estético entre El ojo que llora y el grandioso y oscuro
Valle de los Caídos no podía ser más acusado. El dictador español
Francisco Franco pretendía recordar a los que habían muerto por la
Iglesia, la corona y la patria, proclamando la justicia del vencedor.
El Valle de los Caídos proyectaba un poder y una fuerza estatales, in-
cluso imperiales. Como se ha descrito en el capítulo anterior, dentro
de la enorme cripta se presentan siglos de dominio colonial ejercido
por reyes y papas. Por el contrario, el memorial peruano alude a una
antigua civilización indígena, a una madre y diosa de la fertilidad
que se duele de una gran pérdida.
A pesar de sus enormes diferencias, tanto El Valle de los Caídos
como El ojo que llora han desatado en sus respectivos países impor-
tantes debates, centrados en cómo hay que entender y representar
en la actualidad pasados dolorosos y violentos, recientes y menos
recientes. Aquí analizaremos los debates registrados en Perú en tor-
no a cómo comprender y representar a las víctimas y los verdugos.
En el caso de El ojo que llora, a muchos peruanos les escandalizó que
determinados muertos tuvieran un lugar en el monumento junto a
las decenas de miles representados como víctimas. Esa rabia puso
al descubierto las tensiones políticas que conlleva dedicar un me-

muchas personas se ven implicadas en el terror y afectadas por él.


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 69

Juzgar quién es víctima y quién no lo es puede constituir una com-


plicada labor política y también moral.
En El ojo que llora, debajo de las tensiones que conlleva distinguir
entre víctimas y verdugos, subyace otra cuestión igualmente difícil
pero importante: la búsqueda de empatía del memorial. El ojo que
llora saca a la luz una incómoda realidad política peruana, la relativa
al alcance y los límites de la comprensión del trauma del “otro”. En-
tre 1980 y 2000 la gran mayoría de los que sufrieron el terror fueron
campesinos indígenas del altiplano, física y socialmente bastante
alejados de Lima, principal metrópolis del país. En muchos casos, la
violencia producida tanto por el Ejército como por Sendero Lumino-
so destruyó la organización colectiva y disgregó familias, dejando
tras de sí comunidades de viudas y huérfanos. Cuando individuos
y familias, desplazados por la violencia registrada en los Andes,
bajaban a Lima, con frecuencia eran recibidos con recelo y miedo.

como orientales, El ojo que llora busca compasión para los descen-
dientes de los fundadores de la identidad peruana, que sin embargo
han sufrido una marginación estructural a manos del poder. En este
capítulo nos preguntamos cómo podríamos imaginar que el memo-
rial suscitara empatía, incluso en medio de los frecuentes ataques fí-
sicos que ha sufrido esa escultura. ¿Qué límites presenta la empatía
política, pero, igualmente, qué posibilidades ofrece?
Los memoriales no sólo representan genealogías concretas del

parte de ella. Las familias cuyos seres queridos están representados


acuden al monumento en cuestión a llorar su pérdida, pero tam-
bién a exigir justicia. Padres de activistas universitarios, esposas de
-
cencia se duelen ante el memorial, pero continúan rememorando la
lucha de sus seres queridos por un mundo justo en los campus uni-
versitarios, las sedes sindicales y los centros de reunión de barrio.
El recuerdo de la ideología de sus seres queridos es capital para su
lucha por la rendición de cuentas. Si la “memoria” está realmente
inserta en un memorial, la memoria misma debe entenderse como
una presencia dinámica en el aquí y ahora.

CONFLICTOS EN TORNO A LOS MEMORIALES

En noviembre de 2006 los jueces de la Corte Interamericana de


Derechos Humanos, con sede en Costa Rica, dictaron una impor-
70 KATHERINE HITE

Ilustración 3.1. Visitantes ante El ojo que llora, Lima, Perú (fotografía de Gam Klutier).

tante resolución contra el gobierno peruano. El dictamen tenía que


ver con la incursión llevada a cabo en 1992 por fuerzas estatales en
el penal de alta seguridad Miguel Castro Castro de Lima, registrada
durante el régimen de Alberto Fujimori (1990-2000). El ataque se di-
rigió contra el pabellón 1A, donde residían casi cien de las reclusas
del centro. El Ejército, la policía y otras fuerzas de seguridad perua-
nas tirotearon sin cesar el complejo, lanzando gases lacrimógenos,
bombas y dinamita en las celdas. Durante cuatro días, esas fuerzas
armadas mataron a 41 reclusos. Decenas de familiares que estaban
de visita también sufrieron los efectos de los gases y las bombas. Ex
prisioneros supervivientes, entre ellos varias mujeres embarazadas
cuando se produjo la incursión, declararon que fueron brutalmente
golpeadas y torturadas.1
La Corte Interamericana dictó que el gobierno peruano debía
abonar a los familiares de los reclusos muertos y a los supervivien-
tes torturados unos 20 millones de dólares en concepto de daños y
perjuicios. Ordenó igualmente que el Estado sufragara los gastos de
asistencia psicológica que en ese momento muchos supervivientes
precisaban para superar sus traumáticas experiencias, así como gas-
tos funerarios, jurídicos, de transporte y de otra índole que tenían
que costear las familias. Además, adoptando una insólita medida,
la corte resolvió también que el gobierno peruano debía añadir los
nombres de los 41 muertos a la lista de aproximadamente 32 mil
peruanos homenajeados en El ojo que llora, un memorial erigido en
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 71

Lima en honor de las víctimas de la violencia política que sacudió el


2

Los prisioneros fallecidos eran dirigentes y militantes de Sende-


ro Luminoso, la tristemente famosa guerrilla peruana. Los senderis-
tas libraron su lucha armada entre comienzos de la década de 1980 y
mediados de la de 1990. Para entonces, el gobierno había capturado
y encarcelado a gran parte de los líderes principales del grupo. El

desplazando a comunidades enteras. Tanto los senderistas como el


Ejército realizaron masacres. El informe presentado en 2003 por la

senderista había causado más de la mitad de las muertes.


Hoy en día la mayoría de los peruanos considera que los muertos
a manos de las fuerzas gubernamentales en el penal Castro Castro
eran terroristas responsables de asesinatos despiadados y de sem-
brar el miedo. Dentro de su ofensiva contra el Estado de las déca-
das de 1980 y 1990, los miembros de Sendero pusieron en el punto
de mira a conocidos líderes locales y de base que se oponían a sus
objetivos. Los insurgentes, que utilizaron tácticas brutales contra
una amplia gama de sectores ciudadanos, torturaban y ejecutaban
a sus enemigos delante de sus hijos. Los senderistas esclavizaron
prácticamente a comunidades indígenas de lugares apartados del
norte de la Amazonia peruana. Los políticos de Lima reaccionaron
diciendo que, aunque el gobierno peruano hubiera violado las leyes
en materia de derechos humanos, la Corte Interamericana no podía
equiparar prácticamente la muerte de los senderistas con la de de-
cenas de miles de víctimas inocentes. En protesta por la resolución,
funcionarios peruanos y otros grupos, entre ellos la bien organizada
Asociación de Familiares de Víctimas del Terrorismo, pidieron que
el gobierno de Perú se retirara de la Corte.3
Sin embargo, en una irónica vuelta de tuerca, los peruanos no
El
ojo que llora ya estaban incluidos muchos, sino todos lo senderistas
muertos. Como la intención de la escultora era rendir homenaje a
todas las víctimas de la violencia, reprodujo todos los nombres de
las listas de los miles de muertos y desaparecidos proporcionadas
por la comisión de la verdad gubernamental. Decenas de artistas,
defensores de los derechos humanos, religiosos y otros individuos
habían participado en el esfuerzo colectivo de grabar nombres, fe-
chas y años de nacimiento y fallecimiento en las piedras que com-
ponen el monumento.
72 KATHERINE HITE

Para la legislación internacional sobre derechos humanos, son


víctimas los muertos por procedimientos extrajudiciales, entre ellos
criminales ya condenados. Hasta la resolución de la Corte Intera-
mericana, el término “víctima” en relación con El ojo que llora tenía
un carácter genérico, remoto, pasivo, despolitizado. El dictamen
puso de relieve que las víctimas de la violencia representadas en el
memorial incluían a combatientes, simpatizantes y resistentes, así
como a otros hombres, mujeres y niños fallecidos en una época ca-
racterizada por un enorme nivel de violencia. Soldados torturaron,
violaron, asesinaron y fueron asesinados. Niños indígenas de tan
sólo nueve o diez años se alistaban voluntariamente o eran recluta-
dos a la fuerza por Sendero Luminoso. Patrullas de civiles mataban
a golpes a niños de doce años sospechosos de pertenecer a Sende-

mientras estaban detenidos, los formalmente acusados de delitos


terroristas y los que estaban a la espera de sentencia.
Para la gran mayoría de los peruanos, los senderistas muertos
en el penal eran terroristas. Cuando se supo que los nombres de los

senderos de El ojo que llora (fotografía de Gam Klutier).


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 73

quien exigió su retirada e incluso algunos sectores reclamaron la


absoluta destrucción del memorial. Las autoridades municipales de
Jesús María, el distrito de clase media donde este se encuentra, se
unieron a los que pedían la retirada de los nombres.4 En la prensa,
5

Asociaciones de defensa de los derechos humanos y destacadas

el premio Nobel Mario Vargas Llosa, se movilizaron para defender


El ojo que llora. En un artículo de opinión publicado inicialmente en
el periódico español El País y posteriormente reproducido en otros
diarios de toda América Latina, Vargas Llosa señaló que el memorial
era una escultura hermosa y deslumbrante que evocaba poderosa-
mente el sufrimiento de todos los peruanos que continúan luchando
por una penosa reconciliación después del terrorismo y la violencia.
Además, como ardiente defensor de los derechos de propiedad pri-
vada e intelectual, apuntaba que, siendo el memorial una iniciativa
privada, erigida con fondos privados, sólo la propia escultora debía
tener control de su estética.6 Vargas Llosa planteaba la posibilidad
de que la autora pensara en dar la vuelta a las piedras en las que
7

Defensores de los derechos humanos y familiares de las víctimas


de la violencia se manifestaron en defensa del memorial. Portaban
pancartas apelando a la reconciliación, así como fotografías de sus
parientes muertos y desaparecidos.8 -
ban campesinos de Ayacucho, escenario de los sucesos más graves
y antiguo bastión de Sendero. Algunos de los manifestantes campe-
sinos, gracias a que el gobierno los había considerado no culpables
de los cargos de terrorismo presentados contra ellos, habían sido
recientemente liberados después de pasar varios meses en la cárcel.9
Para estos muchos y diversos defensores del memorial, El ojo que
llora
Los defensores del monumento consiguieron evitar el llamado
a la demolición. Sin embargo, muchos meses después, la noche del
23 de septiembre de 2007, un grupo de hombres y mujeres atentó
contra El ojo que llora. Golpeó y ató a los policías municipales que
lo custodiaban, hizo añicos algunos de los cantos rodados y causó
daños a la piedra central que representa a la Pachamama, arroján-
dole pintura color naranja neón y trozos de las piedras que forman

que rodea la piedra central. Éste sería el primero de una serie de


atentados contra el memorial.
74 KATHERINE HITE

EL MEMORIAL DENTRO DEL ÁMBITO POLÍTICO

La masacre del penal de Castro Castro tuvo lugar en mayo de


1992, dos años después de iniciarse la presidencia de Alberto Fuji-
-
to armado interno y con él una horrible brutalidad en el altiplano.
En esa época, Fujimori disfrutaba de una considerable popularidad.
Accedió a la presidencia luego de la primera y desastrosa adminis-
tración de Alan García (1985-1990), que dejó al país en medio de una
-
cia de Sendero en Lima, y después de sistemáticas violaciones de los
derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad peruanas
y de la guerrilla, y de verse él mismo inmerso en escándalos de co-
rrupción.
Fujimori aplicó de inmediato una “terapia de choque” económi-
ca, reduciendo fuertemente el gasto público, algo que agravó aún

-
lizaron y “nacionalizaron” el derecho de las fuerzas de seguridad a
detener y retener a los ciudadanos prácticamente a voluntad (prác-
ticas que ya se utilizaban desde 1982 en la zona de emergencia de-
clarada en Ayacucho, donde Sendero había nacido). En septiembre
de 1992, cuatro meses después de la incursión en el penal de Castro
Castro, el Ejército capturó a Abimael Guzmán, líder de Sendero, y

Ilustración 3.3. Duelo por un ser querido (fotografía de Gam Klutier).


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 75

Ilustración 3.4. Reunión conmemorativa (fotografía de Gam Klutier).

a otros importantes dirigentes. A mediados de la década de 1990,


el Ejército y los servicios de información peruanos habían logrado

su fuerza en el conjunto del país.


En abril de 1992, un mes antes de la incursión en Castro Castro,
Fujimori orquestó un autogolpe, un cierre del Congreso de la Re-
pública por parte del Ejecutivo. La iniciativa aplastó la oposición
parlamentaria a las reformas económicas y policiales del presiden-
te. Posteriormente, el autogolpe sería censurado por considerarlo
el primer gran indicio de la “semidictadura” de Fujimori. Sin em-
bargo, en esa época la mayoría del país apoyó el golpe de mano. En
1995, Fujimori reinstauró el Congreso y fue elegido presidente por
abrumadora mayoría.

década de 1990, también estaba comenzado a salir a la luz que su


poder descansaba en buena medida en una extensa red basada en
el espionaje, el soborno y el chantaje. En mayo de 2000 Fujimori
ganó por tercera vez, en medio de acusaciones de fraude electoral
y manifestaciones masivas en su contra. Poco después huyó a Ja-
pón, cuando se supo que Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de
Inteligencia Nacional durante los gobiernos de Fujimori, se había
76 KATHERINE HITE

grabado a sí mismo recibiendo sobornos de una amplia gama de


políticos y funcionarios. El gobierno provisional inició una serie de
investigaciones sobre la administración fujimorista. Por otra parte,
el país volvió al seno de la Corte Interamericana, tuvo en cuenta las
recomendaciones de las organizaciones de defensa de los derechos
humanos y propuso la constitución de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación (CVR), a la que se encomendó investigar los actos
de violencia masivos ocurridos en las dos décadas anteriores y la
corrupción registrada durante los diez años en el poder de Fujimori.
La actitud hacia Fujimori fue cambiando drásticamente a lo largo
de su presidencia. Se puede decir que cuando en 1992 ordenó en-
trar en el penal de Castro Castro, contaba con el aval popular para
tomar medidas enérgicas contra la guerrilla de Sendero Luminoso,
que había llegado a Lima. Sin embargo, a partir de mediados de la
década de 1980, organizaciones de defensa de los derechos huma-
nos y asociaciones de familiares de víctimas recién creadas habían
llamado públicamente la atención sobre las sistemáticas violaciones
de derechos de que eran objeto las comunidades campesinas del
altiplano: las muertes, las desapariciones y los desplazamientos de
población masivos que asolaron esas zonas durante la década de
1980, inicialmente a instancias del Ejército, y después también de
Sendero Luminoso.10 En pequeñas comunidades de toda la zona del
altiplano más gravemente afectada por la violencia, la devastación

sureste de Ayacucho, pueblos enteros se componían prácticamente


de viudas y huérfanos.11 Sin embargo, a pesar de los esfuerzos cons-
tantes de las organizaciones de defensa de los derechos humanos
por dar a conocer y denunciar la violencia, hasta que Sendero Lumi-
noso no se asentó con fuerza en Lima lo que había sido invisible o
negado no se tornó visible e innegable.
Según algunas fuentes, en su momento álgido Sendero tenía
unos siete mil miembros. A diferencia de los movimientos guerri-
lleros latinoamericanos de la década de 1980, éste podía proclamar

algo que reconocía el propio Ejército del país. La capacidad de Sen-


dero, tanto para sobrevivir a las campañas militares como para cre-

importantes preguntas sobre la habilidad estratégica del movimien-


to guerrillero, unas tácticas militares que no sólo no lograron poner-

condiciones histórico-estructurales subyacentes que convirtieron


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 77

un levantamiento antiestatal de inspiración maoísta en algo no del


todo sorprendente.
Con todo, la mayoría de los retratos que se hacen de Sendero in-
dica que su éxito en el medio rural fue temporal, ya que los aldeanos
comenzaron a recelar de las instrucciones de la guerrilla a medida
que las comunidades se iban viendo obligadas a soportar la ma-
siva represión de la contrainsurgencia. Basándose principalmente
en métodos de organización colectiva anteriores, las comunidades
constituyeron las llamadas “rondas campesinas”, comités de pro-
tección colectivos, para enfrentarse a Sendero.12 Algunas rondas se
crearon por orden del Ejército peruano, aunque otras fueron más
autónomas. Los ronderos participaban en enfrentamientos armados
con los senderistas, capturando y ejecutando a miembros del grupo
y a sospechosos de serlo, tanto en sus propias comunidades como
en otras vecinas. Por su parte, Sendero masacró a familias enteras
relacionadas con los ronderos.
En sus estudios de las comunidades de la región peruana de Aya-
cucho –en la que tuvieron lugar con más frecuencia enfrentamientos
entre el Ejército y Sendero Luminoso–, Ponciano del Pino y Kim-
berly Theidon revelan la existencia de cierta pauta narrativa en el
relato que hacen las comunidades indígenas de un pasado reciente,
13
La memoria tóxica surge
en una comunidad o en varias vecinas que han sufrido directa e in-
tensamente la violencia cuando sus integrantes no pueden recurrir a
nadie, cuando tienen la sensación de que la justicia social es imposi-
ble y que los victimarios no muestran ningún remordimiento. Thei-
don hace hincapié en la complejidad de los legados de la violencia:

-
ceso de reconstrucción cuando los combates se amainan. (En Perú)

cualquier comunidad viven ex senderistas, simpatizantes, viudas,


licenciados, huérfanos...; es un paisaje social volátil; una mezcla de
14

En esos entornos, los debates públicos sobre la memoria se ven


explícitamente condicionados por el conocimiento de la violencia
concreta que determinados agentes son capaces de ejercer y por di-
námicas de poder que no garantizan que esa violencia no vuelva a
reproducirse en el futuro.
No obstante, durante los últimos años se han observado en el
altiplano andino difíciles pero diversas manifestaciones de lo que
78 KATHERINE HITE

podríamos considerar empatía política. La población ha aceptado


–no de buena gana ni sin recelos, pero lo ha hecho– el retorno de
ex senderistas, a cambio de que confesaran, pidieran disculpas y,
en algunos casos, realizaran trabajos para la comunidad.15 Aquí la

cómo otro aldeano pudo hacerse senderista. Esta labor, en contex-


tos en los que los “hermanos” asesinaban y eran asesinados, per-
mite la coexistencia y la reconstitución de las relaciones sociales.

de “economía política de la reconciliación”, es decir, a la necesidad

socialmente contingentes respecto a la violencia y sus secuelas.16

LA CREACIÓN DEL MEMORIAL

Fujimori abandonó el país en 2000. El gobierno provisional, di-


rigido brevemente por Valentín Paniagua (2000-2001), tomó impor-
tantes medidas para restablecer los derechos ciudadanos y políticos
y el imperio de la ley. Las asociaciones de defensa de los derechos

estrechamente con el gobierno para impulsar nuevas iniciativas que


encararan los abusos de los últimos 20 años y dieran reparación a
las víctimas de violaciones de derechos. En el nuevo Ejecutivo en-
traron varios dirigentes de asociaciones de derechos humanos.17
La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) fue el principal
fruto de esta colaboración entre las asociaciones de defensa de los
derechos humanos y los Gobiernos de Paniagua y Alejandro Toledo
(2001-2006). La comisión se enfrentó a la enorme tarea de investigar
un abanico de casos en los que políticos electos de ámbito local y na-
cional estaban implicados en la represión y la negación de la misma,
y en la que miembros de las comunidades indígenas habían colabo-
rado en los asesinatos. Además, el cometido de la comisión no sólo

armado (1980-1993), sino documentar el creciente abuso de poder


en el que había ido incurriendo el presidente Fujimori después de
derrotar militarmente al movimiento guerrillero (1993-2000).
-
conciliación de Sudáfrica, la CVR de Perú consideró que su misión
era fomentar la reconciliación documentando y analizando pro-

gran atención a las comunidades más directamente afectadas por el


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 79

mismo; televisando a todo el país sus sesiones públicas (aunque, al


contrario que en Sudáfrica, nadie podía ser amnistiado a cambio de
revelar la verdad); y proporcionando pormenorizadas recomenda-
ciones sobre reformas institucionales consideradas necesarias para

de antropólogos peruanos y extranjeros fue clave a la hora de tras-


mitir a las aldeas indígenas el cometido de la CVR y de recoger tes-
timonios. Para demostrar su compromiso con la investigación de los
abusos en el altiplano, los comisionados asistieron a varias exhuma-
ciones de cuerpos enterrados en fosas comunes.
La CVR elaboró un informe de nueve volúmenes que enmarca la

históricas desigualdades estructurales del altiplano, y también en la


dinámica del poder político local y de un sistema educativo regional

comunidades andinas.18 El informe aludía al abanico de victimarios


y de colaboradores de la violencia en los ámbitos nacional, regional
y local: desde miembros de las fuerzas de seguridad hasta cargos
electos locales y nacionales, pasando por partidos políticos, grupos
de autodefensa y guerrilleros (todos ellos implicados, de una u otra
manera, según la CVR, en la violencia que había asolado el país).

mundo, la CVR recomendaba que, dentro de las políticas simbólicas


conducentes a la reconciliación, el gobierno promoviera la construc-
ción de memoriales que rindieran homenaje a las víctimas de la vio-
lencia. Basándose mayormente en esta recomendación, asociaciones
de defensa de los derechos humanos presionaron para que hubiera
lugares en los que hacer duelo por los muertos, dar a conocer las
violaciones de derechos del pasado y trasmitir con fuerza el mensaje
de que “nunca más” volvieran a producirse esos episodios. Como lu-
gar para la contemplación y la educación, las asociaciones de defensa
de los derechos humanos concibieron la llamada Alameda de la Memoria.
El ojo que llora constituía un elemento seminal de un amplio pro-
yecto monumental iniciado por la comunidad de asociaciones de
defensa de los derechos humanos en colaboración con las autori-
dades municipales. Los ayuntamientos peruanos, como entidades
jurídicas independientes, pueden decidir sobre la utilización del es-
pacio público. El alcalde del distrito central limeño de Jesús María
entre 2003 y 2007 mantenía una estrecha relación con la principal
organización de defensa de los derechos humanos, la Asociación
Pro Derechos Humanos (APRODEH), cuya sede se encuentra en
80 KATHERINE HITE

esa misma zona. Las autoridades locales y las asociaciones de la so-


ciedad civil negociaron que la Alameda de la Memoria ocupara una
extensión de terreno situada en el Campo de Marte de Jesús María,
uno de los principales parques públicos de Lima. El arquitecto Luis
Longhi concibió un paisaje de senderos y espacios verdes que reu-
niera distintas representaciones de la memoria dentro de la Alameda.
-

La escultora de fama internacional que creó El ojo que llora re-


cabó gran cantidad de fondos entre instituciones no conocidas por
su apoyo a las iniciativas relacionadas con los derechos humanos.
Entre ellas estuvieron conglomerados privados peruanos, cuyos
propietarios aportaron dinero, conocimientos de ingeniería, mano
de obra y maquinaria pesada para excavar en el lugar y prepararlo.
Cuando estalló la polémica sobre los senderistas, a los poderosos
industriales les escandalizó que los terroristas pudieran estar repre-
sentados en el memorial. Un conocido industrial de los que aportó
fondos para la construcción del monumento había estado secuestra-
do durante seis meses por guerrilleros.
Las víctimas y los verdugos pertenecen a todo el espectro social
y los traumas son tan vívidos como variados. Como ha señalado
Cathy Caruth, muchas memorias de experiencias traumáticas tie-
nen un carácter innegablemente prosaico.19 En lugar de exorcizar
sus experiencias traumáticas, los supervivientes deben con frecuen-
cia encontrar formas de integrarlas en su propia identidad.20 En con-
secuencia, encontrar puntos de encuentro que permitan a indivi-
duos y colectivos, víctimas y espectadores “elaborar” su experiencia
se convierte en un desafío esencial. Este hecho plantea una de las di-
mensiones esenciales de los memoriales: el reconocimiento público
de la necesidad de que exista un medio en el que facilitar el proceso
empático o contribuir a que se produzca. Las representaciones de
lo ocurrido deben pugnar por despertar empatía, aunque en reali-
dad pongan de relieve la existencia de una profunda diferencia. La
empatía puede entenderse como una relación entre seres humanos
que, en realidad, puede cuestionar la distancia entre los detenidos y
los que podrían haberlo estado, entre los asesinos y los que podrían
haber asesinado.
Quienes habían respaldado económicamente el memorial man-
tuvieron su apoyo al proyecto, convencidos por la escultora y fas-
cinados por la representación que hacía el monumento de la vio-
lencia. Como puede atestiguar el apoyo de Mario Vargas Llosa, El
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 81

ojo que llora


menos la posibilidad de que diferentes grupos étnicos y clases socia-
les llegaran a una insólita alianza empática.

LOS MÚLTIPLES SIGNIFICADOS DE EL OJO QUE LLORA

La creadora de El ojo que llora es Lika Mutal, una escultora nacida


en Holanda que vive en Perú desde hace 40 años. Cuando leyó en

“homenaje a terroristas”, Mutal sintió que se estaba enfrentando al


“momento más incrédulo de (su) vida”.21 La artista deseaba que su
memorial se viera como una iniciativa humanista dirigida a des-
pertar las conciencias de todos los peruanos ante la violencia y el
sufrimiento registrados en el pasado reciente, así como a fomentar

Perú más justo y solidario.22


Mutal sitúa la inspiración para su memorial en la visita que rea-
lizó en 2003 a la exposición “Yuyanapaq: para recordar”, una de-
vastadora e inquietante muestra de 200 fotografías documentales
organizada por la Comisión de la Verdad peruana. Las fotografías

desde comienzos de la década de 1980, pasando por la escalada de


mediados de esa década, hasta llegar a la ofensiva de Sendero en
Lima, iniciada en 1989. Varias fotografías captan rostros de familias
desesperadas e incrédulas, fuera de sus casas destruidas. En una de
ellas se ven unas manos pequeñas, ajadas, que, juntas y abiertas,
comparten con el observador el pequeño retrato de un hombre. En
otras aparecen aldeanos armados. Otra muestra a senderistas captu-
rados haciendo ejercicio en la cárcel. En otra se observa a un grupo

y con las manos atadas a la espalda. Como muchos de los asistentes


a la muestra, Mutal, que se vio arrastrada a esa realidad, se sintió
profundamente emocionada y entristecida al contemplar esas imá-

Después de ver “Yuyanapaq”, Mutal regresó a su estudio y em-


pezó a elaborar su propia forma de encajar la enormidad de los
traumas representados. Para colocarla en el centro de su obra, Mu-
tal esculpió una representación de la diosa ancestral Pachamama, y
lo hizo partiendo de una roca preincaica que años antes había en-
contrado durante una caminata por el norte de Perú. En esa piedra
82 KATHERINE HITE

cesar de la roca, como un ojo que llora, que se duele de la violencia.


De la piedra de la Pachamama emana una cualidad maternal que,
aludiendo a la cercanía y la coacción constante del sufrimiento, táci-
tamente se contrapone al acto de violencia masculino. La represen-
tación proyecta también la sensación eterna de la victimización, sin
periodizar ni idealizar momentos históricos anteriores a la violencia

víctimas es algo prolongado y profundo.


En torno a la piedra se observa un laberinto de senderos com-
puesto por once espesas franjas de piedra. Para el trazado de su
laberinto, Mutal se inspiró en el laberinto que se encuentra en la
23
El objeto
del laberinto de Chartres era proporcionar un itinerario que, reco-
rriéndose desde la periferia hacia el centro, a modo de peregrina-
ción, sirviera para buscar el arrepentimiento, para acercarse a Dios.
Para Mutal, ese sendero laberíntico es también un peregrinaje en el
que los visitantes caminan “en busca de perdón, sanación y reconci-
liación con uno mismo y con los demás”.24
En el laberinto de El ojo que llora
piedras rodadas, pulidas de forma natural por el agua del mar. De
esos cantos, 27 mil colocados por orden alfabético llevan inscritos
los nombres, edades y años de la muerte o desaparición de víctimas
de la violencia. Unos 80 artistas, religiosos y activistas espirituales,
y otros voluntarios participaron en el proceso de inscripción inicial.
Mutal declaró que ella sólo había grabado el nombre de una niña
de tres años en el último canto.25 Lo que se pretende es que los visi-
tantes, al tiempo que van contemplando las inscripciones, sigan el

a la piedra central y enfrentarse así con el dolor de la madre tierra.


Durante los dos años posteriores a la inauguración de El ojo que
llora, los poderosos rayos del sol borraron las inscripciones. Grupos
de personas acudieron a grabar de nuevo algunas de las piedras.
Desgarrada por la polémica, Mutal tuvo que sopesar, analizar y de-
batir, consigo misma y con otros, qué hacer con esos cantos rodados.
Incómoda con la idea de volver a grabar los nombres de los sende-
ristas y angustiada por los actos que habían cometido, condenó el
terrorismo y a los terroristas. “Aquí la naturaleza se ha ocupado de
borrarlos”, declaró.26 -
mente, Mutal no quería que ese ingente número de piedras se que-
dará así, blanqueado por el sol. Decía que quería recordar y volver
a grabar a las víctimas inocentes, y que no veía cómo podían los
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 83

terroristas descansar junto a los inocentes.27


¿Cómo podemos juzgar? Al indagar en lo que ocurrió en las

descubriremos que el tejido que las mantenía unidas se deshilachó y


que las tensiones y disputas intra e intercomunitarias latentes antes
-
tiva. Cometieron atrocidades tanto los soldados como los civiles, los
combatientes y los no combatientes. Mutal relató que la madre de

inscribiera una piedra en honor de su hijo. Aunque el soldado, cu-


bierto de honores y condecoraciones, había tenido ya su entierro
militar, la madre quería que también se rindiera homenaje a su hijo
junto a la multitud de fallecidos, que estuviera representado de for-
ma tan singularmente individual como colectiva.28 En este espacio,
la madre puede sentir que su hijo ha sido tan víctima como patriota.
Esta maleabilidad podría favorecer la aparición de espacios de con-
tacto entre compartimentos estancos.
Por otra parte, algunos de los que visitan El ojo que llora podrían
fácilmente considerar que el hijo de esta mujer es un victimario. Do-
ris Caqui, cuyo marido era un líder sindical del que no se volvió a
saber más después de que fuera detenido por las fuerzas de segu-
El ojo que llora le proporciona un espacio para el
duelo porque no dispone de ningún otro.29 Sabe que soldados que
asesinaron y líderes de base asesinados comparten el mismo espa-
cio. Según Doris Caqui, El ojo que llora debe verse como un lugar que
una a todas las familias sin excepción, ya que, en su opinión, las víc-
timas como ella son víctimas y no son partidarias de excluir a nadie.
Javier Roca expresaba también ese sentimiento y, al igual que
Doris Caqui, se manifestó para defender el memorial. Su hijo, estu-
diante y activista universitario, está también desaparecido, después
de ser secuestrado por las fuerzas de seguridad. Javier Roca señala
que, aunque dicen que en el memorial no se pueden tener perso-
nas que sean terroristas, como el gobierno los mató de esta manera,
“¡son víctimas, son víctimas! ¡Es así de sencillo!”30
-
nas de APRODEH para que me hablaran de sus seres queridos y res-
pondieran a mis preguntas. Avanzada la entrevista, nos centramos
en el tema de El ojo que llora. Según Doris Caqui, para quienes tienen
a seres queridos desaparecidos, sin siquiera recuperar sus restos, el
memorial es el espacio al que acuden para recordarlos, a colocar una
84 KATHERINE HITE

mantenido impasible, dando su testimonio con rapidez y energía.


Sin embargo, en ese instante se vino abajo y, tratando de contener
las lágrimas, dijo que el memorial era “enormemente importante”.
Tanto Caqui como Roca hablaron de servicios y vigilias conme-
morativos celebrados en todo el país. Según Caqui, son necesarios
otros Ojos que lloran en otras partes del país, para que mucha gen-
te se involucre, piense y vuelva a pensar sus memorias (de hecho,
-
dino han reproducido el diseño de Mutal, creando lo que se ha dado
en llamar “ojitos”). Al término de la entrevista, Mutal me estaba es-
perando para acompañarme a El ojo que llora. Roca se acercó a la ar-
tista y, con lágrimas en los ojos, le rogó en voz baja que reinscribiera
el nombre de su hijo en la piedra.
El ojo que
llora, hay que hablar de los traumas y las memorias de raíz política,
es imposible obviarlos si queremos imaginarnos un sistema plural
y democrático. Los traumas se pueden representar, expresar con

producirse la reconciliación. Pero sí debe haber un espacio para la


expresión, para muchas voces. Con frecuencia, los ciudadanos de

Ilustración 3.5. La escultora Lika Mutal va por el laberinto de cantos rodados (foto de Gam Klutier).
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 85

a pie se enfrentan con el Estado y entre sí, obligando al primero a


-
ten parte del dolor del trauma, el rastro. Al igual que en los rituales
celebrados ante memoriales de todo el mundo, familias de multitud
de orígenes sociales acuden a El ojo que llora en busca de los cantos
rodados que representan a sus seres queridos, dejando con frecuen-

Doris Caqui y Javier Roca hicieron suyo el memorial de El ojo


que llora. Esta actitud puede representar la existencia de una sin-
gular tensión entre quien concibe el monumento y quienes acuden

ocasiones, y con frecuencia de forma muy discreta, las personas in-

intentar comprender o contextualizar las atrocidades y así imaginar


una humanidad distinta.31 Caqui describió el diálogo iniciado entre
ella y otras familias de desaparecidos, por una parte, y, por otra, con
los padres de Mariela Barreto, agente del servicio de información im-
plicado en varios secuestros, entre ellos el del hijo de Roca. El nombre
de Barreto está grabado en una de las piedras de El ojo que llora.
En consecuencia, los memoriales pueden suscitar una enorme
-
vada con su representación que pueden experimentar las víctimas
y sus familias, hasta una respuesta menos directa e intensa, pero
no obstante evocadora, contemplativa, que logran producir en toda
una gama de espectadores. Como puede demostrar mi propia ex-
periencia al visitar el lugar, El ojo que llora resulta profundamente
conmovedor para muchos visitantes que no son víctimas directas
de la violencia.32 Mutal ha manifestado el deseo de que los visitan-
tes piensen, sientan y experimenten el memorial.33 La artista espera
que vivencien de qué manera ahora todo se convierte únicamente
en “conciencia”.34 -
dista, aceptar que la violencia ha ocurrido subraya la necesidad de
compasión en el presente.
La belleza y el vigor del memorial de Mutal también radican en
-
so saturadas, de imágenes violentas, tanto en el ámbito doméstico
como en el público. Puede que los espectadores, al contemplar arte
-
chazo, de entumecimiento, como si se les obligara a recordar una
vez más que en el mundo hay mucha violencia, un fenómeno que ya
conocen y que no necesitan ni desean contemplar. La representación
86 KATHERINE HITE

visual que realiza Mutal en El ojo que llora se aparta por completo de
la “memoria literal”, que puede tener la consecuencia no deseada
de aislar a las víctimas, ya que los espectadores rehuyen las repre-
sentaciones.35 El arte conmemorativo abstracto es el que suscita en
los espectadores una reacción, quizá menos inmediata y más con-
templativa, que reconoce la distancia a la que se hallan y constata
que pueden relacionarse con la obra, sentir, aunque no puedan sa-
ber realmente qué supuso sufrir ese trauma.
Académicos como la historiadora de arte Jill Bennett señalan que
el arte memorialístico que representa en exceso un trauma violento,
que es demasiado representativo, demasiado virulento en su expre-
-
periencia que es “propiedad” de otros.36 Bennett señala que el arte
del trauma debe encontrar un punto medio, que respete el profundo
trauma sufrido por las víctimas, pero apelando a los sentidos y sen-
sibilidades de quienes no lo son. Mediante las representaciones ar-
tísticas del trauma, Bennett busca una “empatía no enraizada en la

ser ese otro), sino en una compasión que conlleve un encuentro con
algo irreducible y diferente, con frecuencia inaccesible”.37 Bennett
busca un arte que suscite turbación empática, es decir “que describa
la experiencia estética simultánea de compadecerse del otro y de
hacerse consciente de la diferencia entre las propias percepciones y
la experiencia ajena”.38
creador de la colección de testimonios del Holocausto de la Univer-
sidad de Yale, advierte que la compasión es una respuesta indispen-
sable, pero que hay que controlarla: “El arte amplía la imaginación
compasiva, al tiempo que nos enseña los límites de la compasión”.39
La piedad, el hecho de “apiadarse de”, que caracteriza a la compa-
sión, puede bloquear la tendencia a la empatía, la actitud más pro-
funda de “compartir” el dolor ajeno.
La memorialización conjuga el afecto con la conciencia. A través
del ojo de la Pachamama, Mutal puede compasivamente exclamar
que la madre tierra llora porque percibe una horrenda violencia. La
artista invita a los espectadores a relacionar sus propias pérdidas
y pesares con los de la Pachamama. A la propia Mutal, el acto de
esculpir esa madre tierra la retrotrajo a la traumática experiencia de
ver la violencia y la muerte cara a cara durante su infancia en la Ho-
landa de la Segunda Guerra Mundial. Recordaba cómo un soldado
alemán metió a empujones a un muchacho en un camión y luego se
lo llevó. Recordaba a otro chico que, corriendo para salvar la vida,
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 87

quedó tendido en la nieve después de ser tiroteado. Mutal declaró


que se había dado cuenta de que, en parte, El ojo que llora constituía
su propia manera de redimirse de su condición humana.40

INFLUENCIA DE LA POLÍTICA EN LOS VERDUGOS, VÍCTIMAS


Y TIEMPO TRAUMÁTICO

Como demuestra El ojo que llora


con la que tanto los creadores como el público se relacionan con
los memoriales puede descartar el establecimiento de cronologías
temporales claras. Como lugar de memoria, al principio El ojo que
llora recibía pocas visitas: las de defensores de los derechos huma-
nos, familiares de víctimas, algún que otro grupo escolar y turistas
extranjeros. La resolución de la Corte Interamericana llamó inespe-
radamente la atención sobre la escultura, que en la actualidad se ha
convertido en un espacio de polémica mucho más visible.
Los memoriales pueden simbolizar y representar traumas que
suspenden y trascienden las convenciones temporales. El tiempo
traumático, cualquiera que sea su momento, se extiende hacia el
pasado y hacia el futuro. La representación que hace Mutal de la
Pachamama ubica el tiempo en un lugar antiguo y aparentemente
eterno que también está muy en el presente para la mayoría indíge-
na de Perú. La Pachamama es como una conciencia histórica, una
ineludible y poderosa fuerza fundamental en tiempos traumáticos.
Jenny Edkins, experta en relaciones internacionales, señala que el
tiempo traumático cuestiona al tiempo lineal y que los memoriales

y las experiencias vividas. De aquí surge también una pregunta: ¿cómo


podemos saber cuándo hemos abandonado el tiempo traumático?

El ojo que llora se duele de un pasado profundo


y doloroso. Aunque los asesinatos en masa han cesado, son dema-
siado recientes y, durante la visita que hice en 2007 a la ciudad pe-
ruana de Ayacucho, situada en la región más afectada por la vio-

de la Asociación Nacional de Secuestrados, Detenidos y Desapare-


cidos de Perú de Ayacucho (ANFASEP), el hecho de que volviera
al poder Alan García, presidente del país durante el periodo en el
que desaparecieron sus seres queridos, contribuía a ese miedo y a
88 KATHERINE HITE

cara de García en una pantalla de televisión o en un periódico era


como “revivir una pesadilla”.41 En consecuencia, cómo han tratado
los gobiernos a quienes fueron objeto de brutalidades es un proble-
ma enormemente complejo.
Cuando se habla de víctimas de la violencia política, en lugar de
reconocer y respetar que quienes sufrieron actos brutales son seres
humanos sociales y políticos, se niega con frecuencia la responsabi-
lidad o la resistencia. Es como equiparar a los activistas con víctimas
de un tsunami. En el altiplano peruano, las comunidades indígenas
locales y regionales se organizaron en comités de autodefensa –a
veces colaborando con las fuerzas de seguridad del Estado, pero no
siempre– que, en su lucha contra Sendero Luminoso, asesinaron a
sospechosos de pertenecer o de colaborar con ese grupo guerrillero.
Entre los indígenas, otras personas, familiares y grupos se unieron a

víctimas, verdugos, resistentes y supervivientes, y con frecuencia


esas categorías se superponen, creando otras.
El proceso de concepción de un memorial también puede llevar
consigo el deseo de recabar apoyos políticos. En los últimos tiem-
pos, por ejemplo en países como Argentina y Chile, los dirigentes se
han dado cuenta de que los traumas del pasado deben incorporarse
o integrarse en una identidad nacional que ni los niegue ni los re-
prima. Para bien o para mal, políticos de todas las tendencias han
aceptado la inevitabilidad de que se desentierren constantemente
pasados traumáticos, viendo en ello un posible instrumento estra-
tégico, útil para pasar a la ofensiva en materia de representación
simbólica del pasado.
Tratando siempre de defenderse, de reforzarse y de recabar el
apoyo del Ejército Peruano y de los políticos fujimoristas, el presi-
dente Alan García en su mandato (2006-2011) continuó reactivan-
do la recientísima memoria de la derrota de Sendero Luminoso por
parte de los militares, presentando al grupo como una presencia in-
quietante y una amenaza constante. Durante su primera legislatura
(1985-1990), García otorgó al Ejército prácticamente poderes ilimi-
tados para luchar contra Sendero. De forma bastante milagrosa, si
se tiene en cuenta el historial de su presidencia, caracterizada por
una desastrosa gestión económica y policial, y por casos de corrup-
ción, García regresó al país después de varios años para recuperar
el mando de su partido y, en última instancia, el gobierno. Declaró
que al pedir cuentas a las fuerzas armadas “se cae en el juego” de
Sendero Luminoso.42 Para García, aunque Sendero pudiera haber
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 89

Ilustración 3.6. El ojo que llora de Llinque, Perú (fotografía de Archivos APRODEH).
90 KATHERINE HITE

sido derrotado militarmente, no lo había sido políticamente, y por


tanto buscaba estratagemas para presentarse como víctima.43 Esta
declaración acentúa la inquietud que evidentemente se percibe en
muchas de las comunidades indígenas más afectadas por la violen-
cia de la década de 1980.
Tanto las asociaciones de defensa de los derechos humanos pe-
ruanas como la Corte Interamericana continuaron presionando al
propio García para que él mismo rindiera cuentas de los masivos
abusos cometidos durante su presidencia, entre ellos la muerte de
118 prisioneros en el penal de El Frontón, durante una operación de
recuperación del control del mismo por parte del Ejército después
de un motín. Aunque el entonces presidente del comando conjun-
to de las Fuerzas Armadas declaró que había recibido órdenes de

de Ayacucho, Cristina Olazábal, imputó a García por el asesinato


de 69 campesinos en Accomarca, pero, a su vez, ella fue acusada
de motivación política por tratar de procesar al ex presidente y fue
destituida.
En noviembre de 2005 las autoridades chilenas sorprendieron a
Alberto Fujimori. El ex presidente había llegado a Chile después
de cinco años de exilio en Japón, cuyo gobierno se había negado
a ceder a las demandas de extradición de Fujimori por parte del
Ejecutivo peruano. El ex presidente parecía seguro de que lo mismo
ocurriría en Chile, un país no conocido por extraditar a ex jefes de
Estado. Viendo en Chile una especie de plataforma de lanzamien-
to, Fujimori esperaba organizar su regreso al escenario político de
Perú, donde su hija Keiko se había labrado popularidad política y
el movimiento fujimorista había recobrado fuerza. Está claro que
su detención pilló a Fujimori desprevenido. Varios meses después,
Chile lo liberó, pero ordenó que no saliera del país, ya que aún no se
había decidido sobre su extradición.
El 21 de septiembre de 2007, después de casi dos años de trámites
y deliberaciones judiciales, la Corte Suprema de Chile resolvió que
Alberto Fujimori fuera extraditado a Perú, para enfrentarse allí a
acusaciones relacionadas con violación de derechos humanos y co-
rrupción. Al día siguiente, la policía chilena no tardó en devolverlo
a Lima. La comunidad de defensores de los derechos humanos ce-
lebró la extradición decidida por el alto tribunal chileno, viendo en
ella una victoria para la causa de los derechos humanos que sentaba
un precedente internacional. A la noche siguiente se produjo el pri-
mer atentado contra El ojo que llora.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 91

Aunque ningún grupo asumió la responsabilidad del acto, la


mayoría sospechaba que era obra de fujimoristas enrabiados por la
detención de su líder. El color naranja neón es el del movimiento
fujimorista. Gran parte de los principales medios de comunicación
y varios políticos, entre ellos Keiko Fujimori, condenaron pública-
mente el violento ataque que sufrió el memorial. Sin embargo, algu-
nos partidarios de Fujimori, entre ellos la ex candidata presidencial
-
mento. “Si los cívicos y los defensores de los derechos humanos de
los terroristas quieren juntar a víctimas con victimarios, que hagan
-
den utilizar un parque público”. 44

Lika Mutal, que había estado fuera del país hasta la noche del
atentado, se quedó claramente asombrada de su brutalidad. Los
atacantes utilizaron un mazo para intentar destruir el ojo de la pie-
dra central. Mutal tenía la sensación de que habían puesto “un in-
terés especial en tapar (con pintura) los nombres de los niños, los
primeros que se habían grabado, no escrito, permanentemente en
piedra”.45 Varios días después del atentado, miembros de APRO-
DEH; Salomón Lerner, ex presidente de la Comisión de la Verdad
y Reconciliación; familiares de víctimas como Roca y Caqui; Lika
Mutal y otras personas se manifestaron en defensa de los derechos
humanos, denunciando el ataque y exigiendo una investigación en
profundidad.
Una vez más El ojo que llora volvía a ser objeto de atención por
una polémica, en esta ocasión defendido por un abanico de sectores
que, sin estar de acuerdo en quién debe ser considerado víctima o
verdugo, sí estimaban que el monumento es un lugar bello y valioso
para el recuerdo.
El memorial ha sufrido varios ataques, una realidad que pone
descarnadamente en evidencia las tensiones existentes entre el Es-
tado peruano y la Corte Interamericana, así como entre ese mismo
Estado y la sociedad, en lo tocante a la política de la memoria y su
representación. Los debates y los atentados se centran en qué cons-
tituye una víctima y un victimario, y también en quién es héroe y
quién terrorista.46 En vista de esas patentes manifestaciones de ten-
sión, incluso de cólera, sería ingenuo conminar a imaginarse una
empatía política derivada de este espacio de memoria.
Sin embargo, hay indicios de que el monumento invita a una co-
nexión y a un sentimiento de solidaridad que pasa por encima de
las diferencias, y que esos ataques han servido tanto para articular
92 KATHERINE HITE

como para denigrar El ojo que llora


del monumento, la historiadora Cynthia Milton subraya que los ata-
ques violentos no silencian, sino que más bien “provocan el debate,
el diálogo y el recuerdo”.47

inscribir los nombres de forma indeleble, Rosario Narváez, activista


en pro de los derechos humanos de APRODEH, organizó grupos
que acudieran a El ojo que llora para reinscribir los nombres a mano.
Los jubilados son los mejores, recordaba Narváez, pero también los
jóvenes o la gente que viene de las provincias para reinscribir los
nombres en los cantos.48 Decía que lo hacían en silencio y que se
encontraban preguntándose ¿quién era esta persona que murió en
tal y tal año? Explicaba que apropiarse de ese lugar, sobre todo escri-
biendo en silencio, es un trabajo difícil, “pero también catártico”.49
En octubre de 2010, unas estudiantes de la Universidad de Lima
se unieron a familiares de desaparecidos en El ojo que llora para par-
ticipar en un ambicioso proyecto: la confección de una gran Chalina
de la esperanza. La idea de elaborar una chalina partió de unas jó-
venes de Lima que querían trasmitir su solidaridad a las mujeres
indígenas que habían perdido a sus seres queridos. Durante su tra-
bajo con el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF) en el
altiplano andino, las jóvenes habían observado que las indígenas

de unir diminutos trozos de tela, mayormente cosidos, tejidos o bor-


dados por ellas mismas.50
Al igual que las piedras que componen El ojo que llora, los retazos
que componen la chalina llevan los nombres de los desaparecidos
y la fecha en que desaparecieron, y la elaboración colectiva de esa
prenda ha tenido lugar en diversas partes del país. Cada retazo es
diferente y los llamativos colores de los hilos y del tejido ocultan
la pérdida y el dolor subyacentes. Las jóvenes de Lima, entre ellas
Morgana Vargas Llosa, hija del premio Nobel, trabajaron con las
mujeres indígenas andinas y, al igual que los jubilados y los jóve-
nes de las provincias que en su día habían grabado nombres en los
cantos rodados de El ojo que llora, se preguntan a quién están recor-
dando. Esos procesos y productos culturales son manifestaciones de
una turbación empática.
A pesar de que para poder entrar en el memorial hay que pedir
cita e ir acompañado por alguien de APRODEH o por la propia es-
cultora, miles de personas han visitado ya El ojo que llora.51 En mayo
de 2009 asistí a la ceremonia del día de la madre en ese monumento.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 93

Unas cien mujeres y sus familiares se reunieron allí, apiñándose en


el promontorio cubierto de hierba que hay junto a él. También había
muchas indígenas y mestizas, y de cuando en cuando alguna familia
se encaminaba sombría hacia el memorial para recorrer el laberinto,
inclinando la cabeza hacia las piedras. La hija de un desaparecido
recitó un poema que ella misma había escrito, un sacerdote dirigió
una oración colectiva y un pequeño grupo musical interpretó una
pieza. Estaba claro que El ojo que llora se había convertido en un es-
cenario colectivo y familiar para el duelo y el recuerdo.
Traduciendo de forma conmovedora El ojo que llora, varias aldeas
del altiplano peruano han creado “ojitos”, es decir pequeños memo-
riales en cementerios y plazas de sus comunidades, y en la plaza
central de la localidad de Llinque, en el departamento de Apurímac,
se ha levantado una especie de réplica pequeña del memorial lime-
ño.52 Así, del mismo modo que la tensión caracteriza el monumento,
también lo hace la asunción del mismo por otras comunidades.

Delante de esta gran piedra ahora destrozada y mutilada, sorprende


una expresión de horror todavía más potente que la que pueden tras-
mitir las fotos del ataque. Se diría que la Pachamama llora sangre, y

la herida que a lo largo de la historia del Perú nunca ha cicatrizado


y que durante los años del terrorismo era la herida que los seres

el inicio de la existencia. Al mirar a los ojos de la madre, de los que


tengo que admitir emana una mortífera belleza, llegué a la conclu-
sión de que, sobre todo mediante la introspección personal, podemos
y debemos transformar esa situación en lo contrario, admitiendo
que el esplendor de la creación es algo capital para nuestra existen-
cia y activando el don de la creatividad y la generosidad para con
los demás y con nosotros mismos que la vida nos ofrece (también a
través de los seres humanos). Si no fuera así, ¿para qué habríamos
vivido? 53
94 KATHERINE HITE

4/
LA BÚSQUEDA Y LA TRANSMISIÓN
INTERGENERACIONAL DEL
DOLOR EN PAINE, CHILE

“¿Se enteró?”, me dijo Gabriela Ortiz, de 21 años, cuando nos


sentamos a tomar un café en julio de 2009. Restos de nueve de los 70
desaparecidos y ejecutados en la localidad chilena de Paine habían
aparecido en un área lacustre situada a pocos kilómetros al sur del
municipio. Las familias de Paine estaban bastante seguras de que
pertenecían a algunos de los hombres de tres cooperativas distintas
que el 16 de octubre de 1973 cayeron en una redada. Ahora, 35 años
después, había muchas posibilidades de que por lo menos algunos de
los muchos hombres de Paine capturados sólo en aquel día pudieran

Gabriela (Gabi), nieta de uno de los líderes campesinos de Paine


asesinados por el Ejército en 1973, había recibido con optimismo y
buen ánimo, pero con cautela, las noticias de las familias de Paine.
Muchos años antes, en 1994, el Servicio Médico Legal de Chile, prin-
cipal organismo forense del Estado, declaró que había recuperado
los restos de Luis Gaete, jornalero de 21 años de Paine.1 Su esposa,
Rosa Becerra, estaba en muy avanzado estado de gestación cuando
el teniente del Ejército chileno Osvaldo Magaña y sus hombres se
llevaron a Gaete, y tres semanas después de su desaparición ella
dio a luz al único hijo de ambos. Sin embargo, resultó que los res-
tos que Rosa Becerra enterró en 1994 no eran los de su marido. En
2004 el gobierno reveló que el Servicio Médico Legal había cometi-
-
fundiendo la identidad de varios familiares de Paine. Todavía hoy
en día Becerra no sabe a quién enterró en lugar de Luis Gaete, cuya
tumba visitó durante diez años.2
Por otra parte, en 2001, en el primer informe en el que el Ejército
chileno admitió la comisión de actos ilegales, apareció el nombre
de Andrés Pereira, empresario de Paine y padre de Pamela Pereira,
conocida abogada especializada en derechos humanos, dentro de
una lista de 200 víctimas ejecutadas por esa institución. Según el
informe, a Pereira lo sacaron de su casa el 15 de octubre de 1973 y
ese mismo día su cuerpo fue arrojado al mar frente a la localidad de
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 95

Pichilemu.3 Sin embargo, la familia Pereira sabía que el relato de los


militares no cuadraba. En junio de 2010, un año después de mi café
con Gabi Ortiz y más de diez años después del deliberado error co-
metido por el Ejército en relación con el paradero de Andrés Pereira,
los resultados de los análisis de ADN realizados por un laboratorio

hombres ejecutados.4 Entre ellos se encontraba el marido de Rosa


Becerra, Luis Gaete, su hermano Carlos y Andrés Pereira, padre de
Pamela Pereira.
En comparación, la búsqueda de seres queridos realizada por
otros parientes de Gabi fue más corta. El abuelo al que nunca co-
noció, Luis Celerino Ortiz Acevedo, de 36 años, y su hermano Juan
Manuel, de 38, eran agricultores arrendatarios de tierras que se
habían convertido en líderes del Asentamiento Rangue, de Paine.
Junto a otros tres obreros agrícolas del cercano asentamiento de El
Patagual, fueron detenidos el 13 de octubre de 1973 y conducidos
al Regimiento de Infantería de San Bernardo, centro neurálgico de
prácticamente todos los casos de desaparición y ejecución registra-
dos en Paine. Después de estar retenidos durante una semana, los
cinco hombres fueron ejecutados. Dos meses después, sus cuerpos
se encontraron en otro asentamiento de Paine, el de Lo Arcaya. En

los Ortiz que los dos hermanos habían muerto por heridas de bala.5

50 kilómetros de Santiago, era una zona rural de grandes hacien-


das, formada por una aristocracia local y muchos obreros agrícolas
arrendatarios y sus familias. Entre mediados de la década de 1960
y 1973, Paine se convirtió en escenario de una importante reforma
agraria y los campesinos lucharon por establecer cooperativas en
territorios arrancados a las antiguas haciendas. El golpe militar del
11 de septiembre de 1973 desató una serie de rápidas, coordinadas y
mortíferas acciones de venganza contra los principales líderes cam-
pesinos y sus partidarios. Esos súbitos ataques contaron con el apoyo
de civiles, quienes colaboraron con las fuerzas de seguridad para elimi-
nar a los líderes campesinos locales y a otros activistas. Hoy en día, en
Paine conviven esos colaboradores y las familias de las víctimas.
Para la mayoría de los parientes de víctimas de Paine, ha sido
necesario que pasen décadas para esclarecer cuál fue el destino de
sus seres queridos, y algunos siguen esperando. Como muchas fa-
milias chilenas, los parientes de los desaparecidos y ejecutados de
Paine han pasado por un largo, laborioso, costoso, increíblemente
96 KATHERINE HITE

frustrante y descorazonador proceso de visitas a comisarías, centros


-

Y aunque muchos de los seres queridos de familias de Paine ya han


sido exhumados, y algunos victimarios juzgados, en un sentido más
profundo la búsqueda aún no se ha resuelto. Hoy en día, una ter-
cera generación busca inspiración en la lucha de sus abuelos por

parientes de los desaparecidos y asesinados de Paine han creado un


memorial animoso, colorido y bello, de gran importancia histórica.
1.000 postes de pino, a los que se han restado 70, se yerguen en el
Memorial a los Detenidos, Desaparecidos y Ejecutados de Paine. El lugar
de los postes que faltan lo ocupan mosaicos que, concebidos por
cada una de las familias, están llenos de símbolos como tractores,
sandías, azadones, guitarras y balones de fútbol. También hay sím-
bolos políticos alusivos a la militancia de los homenajeados. Y hay
varios mosaicos con imágenes de madres llorando o manos exten-
didas. Hace poco tiempo, nietos de los homenajeados en Paine han
colocado en los mosaicos placas con sus propios mensajes.
Para comprender la yuxtaposición de esos múltiples símbolos del
recuerdo, debemos analizar atentamente y desenmarañar el intenso
entramado político e histórico en el que han vivido esas tres genera-
ciones de familias de Paine. El memorial surgió tanto del despertar
de una conciencia como de una negación que comenzaba a disgre-
garse. El monumento es una expresión de duelo y los símbolos se
entrelazan con una profunda pena. Sin embargo, también expresa
vigorosamente la presencia de una memoria viva, en la que insiste
la tercera generación de descendientes de aquellos que lucharon.
Los nietos ponen de relieve su deseo de recuperar la humanidad y
la inspiración de sus abuelos.
El Memorial de Paine ha entrado a formar parte de una red inter-
nacional de lugares de memoria, y representantes del monumento
concurren regularmente a reuniones con participantes de escenarios

narra una historia muy particular, pero también forma parte de un


imaginario mundial.

GENERACIONES Y POSMEMORIA

¿Cómo debemos abordar una historia que afecta a tres genera-


ciones distintas? Cuando se trata de estudiar generaciones políticas,
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 97

se puede distinguir, grosso modo, entre dos grandes perspectivas


teóricas. La primera hace hincapié en la ubicación social, en el pro-
ceso de maduración en un determinado momento histórico-político.
El sociólogo Karl Mannheim, el académico más citado de esta forma
de abordar las generaciones, la llamada fenomenológica, señala que
las generaciones surgen cuando “coetáneos ubicados de forma simi-
lar participan en un destino común y en las ideas y conceptos que
están... ligados a su desarrollo”.6
Un examen a vuelo de pájaro de miembros de ciertas generacio-

entre ellos, aunque expresiones como “generación de los 60” llevan


consigo connotaciones apreciables. Aquí lo que distingue a las gene-
raciones es su relación, generalmente en su primera juventud, con
un acontecimiento o serie de acontecimientos de carácter dramático
y con frecuencia traumático, como la Depresión de los años 30, la Se-
gunda Guerra Mundial o, para la generación estadounidense de la
década de 1960, la lucha por los derechos civiles y los movimientos
contra la guerra de Vietnam. Mannheim apunta que las “unidades
generacionales” se constituyen en torno a “una identidad de res-

y se forman a partir de experiencias comunes”. Esas unidades ex-


-
ciones sociales, los pertenecientes a una misma generación plantean
respuestas conceptuales diferenciadas.
También hay autores que se centran en la biología y el ciclo vital
(es decir, la adolescencia, el matrimonio y la paternidad), viendo en
esos factores el componente esencial de las perspectivas políticas
del individuo. Para quienes estudian el Holocausto, la cuestión ca-
pital de los estudios generacionales es qué se trasmite en el entorno
familiar y entre los parientes que son víctimas del Holocausto. Por

Holocausto en niños que, nacidos durante ese periodo, eran dema-


siado pequeños para comprender lo que les estaba ocurriendo a ellos
y en su entorno. La bibliografía sobre el Holocausto aborda de qué
manera los jóvenes perdieron a familiares y también su propia in-
fancia, centrándose también en hijos y nietos de supervivientes del
Holocausto que, habiendo nacido después del genocidio, se criaron
completamente seguros de que habían experimentado directamente
la eliminación de sus mayores.7
función del trauma del genocidio y de las familias que, habiéndolo
sufrido, trasmiten, consciente o inconscientemente, sus experiencias
98 KATHERINE HITE

a sus hijos y nietos. El estudio de Chile y del Memorial de Paine pone


en valor ambas formas de acercarse al estudio de las generaciones.
Aquellos a quienes dolorosamente se rinde homenaje en el Me-
morial de Paine eran en su mayoría obreros agrícolas derrotados en la
lucha por la redistribución de la tierra. Las familias han tratado de
elaborar el recuerdo de sus seres queridos en un contexto caracteri-
zado por la persistente devastación de la lucha y la derrota. Está cla-
ro que el 11 de septiembre marca un antes y un después, ya que las
desapariciones y los asesinatos que siguieron tuvieron lugar en los
dos meses posteriores al golpe de Estado de 1973. Inmediatamente
después, la dictadura militar llevó a cabo más detenciones, introdu-
ciendo drásticos cambios estructurales, eliminando colectividades
y el concepto mismo de un Estado social y del bienestar. En conse-
cuencia, las madres, viudas, hijos y nietos de las víctimas de Pai-
ne buscan un sentido a su pérdida en un entorno social, cultural y
político que aplastó violentamente las iniciativas de los campesinos de
Paine en su intento por lograr una distribución equitativa de la tierra.

PAINE, EL TIEMPO Y EL TRAUMA

-
tura de partidos, que representaban a sectores de todo el espectro
ideológico. Desde la derecha a la izquierda había formaciones que
presentaban candidatos nacionales. Los partidos centristas se alia-
ban unas veces con la izquierda y otras con la derecha para ganar las
elecciones presidenciales.8 Desde comienzos del siglo los históricos
partidos comunista y socialista habían estado más o menos repre-
sentados tanto en el Ejecutivo (mediante algunos ministros) como
en el Legislativo, y sus líderes electos procedían de las ciudades y
zonas mineras de Chile, mientras el bastión político de la derecha
estaba en el campo.
El crecimiento y la estabilidad económicos de Chile radicaban
principalmente en las minas del país, cuyos principales propieta-
rios eran, en las décadas de 1950 y 1960, los Estados Unidos. Los
impuestos procedentes de la producción minera alimentaron la ex-

década de 1960 gran parte de la población chilena se concentraba en


las zonas urbanas. El sector agrario seguía siendo poco productivo
y las tierras de cultivo, cuya propiedad se concentraba en unas po-
cas familias, se hallaba en su mayor parte en grandes haciendas en
barbecho.9 Aunque en las ciudades las políticas fueran progresistas,
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 99

en el campo chileno la política, la sociedad y la cultura eran notable-


mente patriarcales.
Esta acusada fractura entre los medios urbano y rural nacía de
un compromiso político que protegía a la clase dirigente chilena.
Era una especie de acuerdo tácito en virtud del cual la izquierda del
país no se organizaba en el campo para garantizar, en gran medida,
que la derecha mantuviera sus apoyos en las elecciones nacionales
e, intrínsecamente, un cierto modo de vida.10 Por otra parte, la as-

que impedían los sindicatos agrarios y que dejaban desprotegido el


derecho al voto secreto en el ámbito rural.
A partir de la década de 1960 ese compromiso cambió. En 1962,
durante el gobierno derechista de Jorge Alessandri, Chile aprobó su
primera ley de reforma agraria; curiosamente forzada por EE.UU.
-
volución Cubana de 1959. La ley de 1962 carecía tanto de voluntad
11

política como de recursos necesarios para su aplicación, pero dejó


una puerta entreabierta. Posteriormente, el gobierno democrata-
cristiano de Eduardo Frei (1964-1970), cuya victoria electoral contó
con el apoyo de la derecha, aprobó leyes para garantizar el voto
secreto y la legalización de los sindicatos rurales. En 1967, durante
el gobierno de Frei, la clase terrateniente chilena experimentó por
primera vez lo que al día de hoy sigue siendo su más clamorosa y
traumática memoria colectiva: la expropiación.
Para la élite económica chilena, la década de 1960 fue una pesa-
dilla, ya que había nuevos partidos políticos comprometidos con
la lucha revolucionaria, y sacerdotes y legos que, partidarios de la
Teología de la Liberación, postulaban que había que alinearse con
los pobres; entretanto, los comunistas y socialistas de antaño iban
12
No cabe duda de que en los años 60 la radica-
lización no fue exclusiva de Chile, pero el acusado desplazamiento
del país hacia la izquierda en plena Guerra Fría se convirtió en un
importante motivo de alarma, tanto para la clase dirigente chilena
como para Estados Unidos. La extrema derecha del país comenzó a
organizar grandes campañas anticomunistas y en la década de 1970
constituyó el Frente Nacionalista Patria y Libertad, con su propia
rama paramilitar. Frecuentes fueron las operaciones estadouniden-
ses encubiertas contra la izquierda chilena y gracias al programa de
asistencia “Alianza para el Progreso”, promovido por EE.UU., se
preparaba también a militares y carabineros para realizar interroga-
torios y utilizar la fuerza contra objetivos nacionales.13
100 KATHERINE HITE

La traición del presidente Frei hizo que en 1970 la derecha pre-


sentara su propio candidato presidencial, en lugar de prestar de
nuevo su apoyo al centrismo democratacristiano. Salvador Allen-
de, candidato de la coalición izquierdista Unidad Popular, ganó con
poca ventaja a los otros dos candidatos y su gobierno aceleró el pro-
ceso de reforma agraria. La victoria de Allende animó a organizarse
a antiguos y nuevos militantes de partidos de izquierda y a sectores
de base, y todos ellos presionaron para que las reformas llegaran
-
dades a las que apenas había llegado el progresismo.
En un impresionante análisis de la historia, la memoria de la vio-
lencia y el terrorismo de Estado en Paine, Juan René Maureira, que
se crió en esa localidad y cuyo abuelo es un desaparecido, capta en
su tesis de licenciatura, con sensibilidad y matices, los cambios que
se estaban produciendo en la estructura social de Paine.14 Una de
las preguntas principales que se plantea es por qué la violencia de
1973 caló con tanta fuerza en Paine. ¿Por qué allí el porcentaje de
ciudadanos detenidos, desaparecidos y ejecutados fue mayor que
en ningún otro lugar de Chile?
Para responder a esa pregunta, Maureira intenta reconstruir
el clima social imperante en Paine en los años anteriores al golpe.
Hace hincapié en la relevancia cultural y política que la propiedad
de la tierra tenía para la oligarquía chilena, y también en las diversas
formas de subordinación cultural y económica en las que se halla-
ban enredadas las familias de obreros agrícolas de Paine. Maureira
descubre que hasta mediados de la década de 1960 Paine se caracte-
rizaba en muchos sentidos por la típica mezcla de cordialidad, bue-
nos modales, paternalismo, desigualdad y jerarquía propia de una
pequeña comunidad rural. El movimiento por la reforma agraria

cooperativas campesinas, nacidas de las nuevas expectativas que


ahora tenían los jornaleros.
De estas expectativas surgió una explosión de movimientos y

no tan jóvenes militantes del Partido Socialista, la nueva escisión


izquierdista del Partido Demócrata Cristiano y el recién formado
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Todos ellos se or-
ganizaron junto a sus familias y los obreros agrarios no militantes
de Paine, creando cooperativas y amplias redes de apoyo.15 Entre
los organizadores estaban los abuelos de Gabriela Ortiz y Juan René
Maureira.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 101

“Mi abuelo y sus hermanos eran conocidos como los salvajes,


los radicales de Rangue”, me dijo Gabi riéndose y añadiendo que la
familia Ortiz es muy extensa y que su apellido es como una etiqueta,
que ellos tienen una reputación.16 Durante más de un siglo, Rangue
y varias haciendas vecinas de Paine habían pertenecido a la familia
Letelier y a sus descendientes, cuya enorme riqueza procedía de la
minería. El abuelo de Gabi y tres de sus tíos abuelos participaron
activamente en la toma de 1971 de la hacienda de Rangue, que se
convirtió en un modelo de cooperativa campesina en Paine.17
Otros simpatizantes con la lucha de los “inquilinos”, como el
abuelo de Juan René, René Maureira Gajardo, se trasladaron a Paine
en la década de 1960; en el caso de René, procedente de una pro-
vincia poco poblada, situada al sur de Paine. René Maureira y su
esposa, Sonia Carreño Saldía, montaron en la ciudad un pequeño
-
sionado por la redistribución de la tierra y el poder, René, militante
del Partido Socialista, fue el único tendero de la zona que mantuvo
abastecida su tienda, aceptando la congelación de precios impuesta
por el gobierno. Otros empresarios de la zona estaban muy moles-
tos con Maureira, al que acusaban de traicionar los intereses de su
propia clase.18
Durante el año posterior a la toma de la hacienda de Rangue, es
decir entre septiembre de 1971 y septiembre de 1972, la cooperativa
del lugar funcionó estupendamente. Los alrededor de 70 arrenda-
tarios que en su día habían cultivado el latifundio se unieron para

comités que solicitaran al gobierno el reconocimiento legal de la en-


tidad y decidieran qué había que cultivar y cómo. Con cierta asis-
tencia técnica estatal, los antiguos inquilinos sembraron de nuevo
una tierra que llevaba años en sin cultivar, y la cooperativa produjo
maíz, trigo y papas, así como la fuente de ingresos tradicional: uvas
-
zos de 1972, la cooperativa utilizó un préstamo del gobierno para
adquirir novillos importados de Uruguay y crear un productivo
centro ganadero.19

Eran disensiones que no sólo enfrentaban a la izquierda y la dere-


cha, sino que también sufrían en su seno los partidos y coaliciones
de la izquierda radical. A partir de octubre de 1972 y hasta el año
-
102 KATHERINE HITE

laciones existentes en varias cooperativas de Paine. Por ejemplo, la


CIA precipitó dos largas huelgas de camioneros que obstaculizaron
el transporte de los productos de Paine, acentuando la escasez de
suministros. Trabajadores del Asentamiento Rangue discutían un
cambio de ritmo, incluyendo en algún momento la posible transfor-
mación de la cooperativa en una serie de pequeñas parcelas de pro-
piedad privada. Los trabajadores de Rangue eligieron presidente de

nuevo y radical Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu).


Luis, abuelo de Gabi, pasó a encabezar la Junta de Abastecimiento
y Precios (JAP) local, que distribuía productos básicos. Mujeres de
la familia Ortiz ayudaron a organizar comedores asistenciales. El
abuelo de Juan René Maureira también entró en la dirección de la
JAP, sirviendo de vital nexo de comunicación entre la localidad y las
cooperativas.
El en su momento apacible clima social de Paine dio lugar a un

seis hijos de la familia Letelier tan pronto obstaculizaban las labo-


res de sus antiguos inquilinos como negociaban con el gobierno la
concesión de una indemnización por las tierras expropiadas. Dice
mucho de la tensión del periodo que Marta Letelier, perteneciente
a esta familia, escribiera en su diario que “Se había suprimido el
saludo”.20 La tradicional y sumisa inclinación de cabeza de los in-
quilinos había desaparecido. Los campesinos de Paine se atrevían
a proclamar sus derechos. Bajo la dirección de Juan Manuel Ortiz,
y con la ayuda de sectores radicales del gobierno de la Unidad Po-
pular y del extraparlamentario MIR, el Asentamiento Rangue entró
a formar parte de la vanguardia de la lucha popular por el poder.
En Paine no se tuvo noticia del golpe militar iniciado a primera
hora del 11 de septiembre de 1973 hasta mediada la tarde. Al ama-
necer de ese día, sin saber lo que iba a ocurrir en la capital, los tíos
abuelos de Gabi, Rolando y Luis Ortiz, y otros habitantes de Rangue
fueron en sus tractores y camiones hasta la vecina hacienda de Man-
sel para unirse a los alrededor de 800 campesinos y sus familias en
una toma.21 El propietario de la hacienda Mansel se había negado
a cooperar con las leyes de reforma, que dictaban que cualquiera
que tuviera más de 80 hectáreas en barbecho vería expropiadas sus
tierras para dividirlas en parcelas o explotarlas por una cooperativa.
Cuando se tuvo conocimiento del golpe, los campesinos abandona-
ron la toma y regresaron a sus casas.
Durante el mes posterior al golpe, los cuatro hermanos Ortiz y
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 103

sus compañeros continuaron acudiendo cada día a las cooperativas,


esperando desesperadamente que las expropiaciones no se revoca-
ran, a pesar de que algunos activistas de Paine ya habían sido dete-
nidos: sólo durante la primera semana, trece de los que hoy se sabe
desaparecidos y después asesinados fueron capturados en redadas,
entre ellos tres estudiantes de secundaria militantes del MIR, los
primeros ejecutados de la localidad. La segunda semana se produje-
ron otras cinco detenciones y desapariciones.
Octubre de 1973 fue el mes más brutal para Paine: entre los días
2 y 8, diecisiete hombres fueron apresados, y no se volvió a saber de
ellos; entre los días 13 y 24, otros 35, entre los que estaban los her-
manos Ortiz, fueron detenidos, desaparecieron y fueron asesinados.
Los desaparecidos y asesinados de Paine eran estudiantes, obreros
agrícolas, unos pocos pequeños empresarios y un maestro de es-
cuela. Muchos eran activistas de partidos políticos, pero también
fueron asesinados algunos que no eran militantes. Entre mediados

fueron detenidos y encarcelados durante diversos periodos, desde


varios días a más de un año.22 El 13 de octubre, el día que fueron
detenidos, Juan Manuel y Luis Ortiz seguían trabajando en el Asen-
-
manos Ortiz: Rolando y Mauricio. El segundo estuvo encarcelado
varios meses; el primero, un año y medio.
Después de la eliminación de los líderes campesinos, la dicta-
dura decidió no devolver toda la tierra expropiada a sus anterio-
res propietarios. De hecho, Pinochet decretó el mantenimiento de
ciertas expropiaciones y concedió derechos de propiedad a algunos
arrendatarios y a sus familias, aunque decidió que las llamadas “re-
servas” retornaran a sus propietarios o fueran encomendadas a los
administradores del periodo anterior a la reforma.
Cuando los terratenientes y los administradores publicaron la

las familias de los encarcelados, ejecutados y desaparecidos. Según


el Decreto Ley 208 del 19 de diciembre de 1973, cualquiera que hu-
biera participado en tomas o que hubiera tenido la relación política
que fuera con las cooperativas quedaba inhabilitado para acceder
a derechos de propiedad en ellas. En el Asentamiento Rangue, 22
familias obtuvieron títulos, pero la mayoría se concedieron o bien a
antiguos administradores ajenos a las luchas campesinas, o bien a
“afuerinos” procedentes de otras comunidades.23
104 KATHERINE HITE

DOLOR SIN DUELO

Al investigar la historia de Paine, me sorprende que todo ocu-


rriera tan rápido. En pocos años, las décadas, incluso los siglos, de
prácticas bastante similares de tenencia de la tierra y de relaciones
sociales se tornaron en inestabilidad y dramatismo. Sin embargo,
gran parte de lo ocurrido tuvo lugar en un breve lapso, entre 1970 y
1974, y me imagino que para los líderes y militantes campesinos de
Paine los días fueron como semanas, las semanas como meses y los
meses como años. Muchas horas transcurrieron concibiendo planes
para las cooperativas, afanándose por llegar a acuerdos, eligiendo
líderes, delegando nuevas tareas, consiguiendo respaldo jurídico y
técnico del gobierno, enfrentándose al sistema, superando los cons-
tantes obstáculos y contratiempos. Todo esto y muchas otras cosas
más exigieron luchas tremendas. Después llegó la conmoción pro-
ducida por la fuerza, la rapidez y la brutalidad abrumadoras de la
reacción militar, y en dos meses muchas vidas se vieron segadas.
Además, los traumáticos acontecimientos registrados en Paine
tuvieron lugar en un pasado bastante lejano. Con todo, las memo-
rias de momentos traumáticos vividos hace tantos años pueden
experimentarse como si hubieran ocurrido ayer mismo. Entre ellas

de policías llama ruidosamente a la puerta para después llevarse a


un ser querido, o aquél en el que el cuerpo de tu marido, acribillado
a balazos, aparece sobre la mesa de un forense. La intensidad del
tiempo traumático puede envejecernos y también retrotraernos a
esos horribles momentos.
Cuando se llevaron a Luis, el abuelo de Gabi, su abuela, Hilda
Inés Cerda, se quedó con sus siete hijos, entre ellos el padre de Gabi,
el mayor, de 14 años. El más pequeño tenía tres meses. Para sobrevi-
vir, los niños tuvieron que separarse y dos de las niñas y uno de los
varones fueron a vivir con familiares en Santiago. El padre de Gabi
y los tres más pequeños se quedaron con Hilda. Poco después, ante
la perspectiva de quedarse totalmente en la miseria, Hilda tuvo que
vender la diminuta parcela que les habían concedido y trabajar para
una familia de terratenientes aliada de los asesinos de su marido.
Gabi describió las muchas penurias que pasaron su abuela, su
padre y la familia Ortiz. Decía que en la época del golpe la venganza
contra su abuelo y su tío abuelo, de los que se rumoreaba que esta-
ban armados, no era ninguna broma. Y que, de niña en la escuela
rural, en una clase de 20 alumnos, había seis primos suyos. De todos
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 105

se decía que eran rebeldes, inteligentes, las ovejas negras. Después


de todo, eran los nietos de los Ortiz.
Cuando le pregunté cómo era la relación con su padre en la actua-
lidad, Gabi apartó la mirada. Me dijo que no se llevaban muy bien,
que discutían mucho y que en la vida de él había mucha amargura.
Declaró también que su abuela le había dicho que, cuando vendió la
tierra, su padre había llorado, ya que estaba empeñado en dedicarse
a la agricultura, como su propio padre se había imaginado.
Para varias de las familias de los 22 hombres capturados el 16
de octubre de 1973, tres días después de las detenciones de Juan
Manuel y Luis Ortiz, la investigación sobre el paradero de sus seres
queridos aún no ha terminado. Hasta octubre de 2010, entre ellas
estaba la del abuelo de Juan René, René Maureira.24 Esas familias sí
saben mucho de lo ocurrido esa noche, incluso quién participó en
los secuestros. René Maureira tenía 41 años cuando el teniente An-
drés Magaña y sus agentes le sacaron a rastras de su casa en plena
noche, en presencia de su esposa y de dos hijos varones. Era la se-
gunda detención de Maureira. La noche del 12 de septiembre había
sido detenido y después retenido en el Estadio Nacional durante
casi un mes. Sonia Carreño recuerda que, al detenerlo por primera
vez, su marido le aseguró que todo iría bien. Recuerda que pensó
en lo mucho que ella siempre había respetado al Ejército y a los ca-
rabineros, por considerarlos protectores de todos los chilenos que
respetaban la ley. Sin embargo, relata que cuando René regresó a
casa del Estadio Nacional estaba deshecho, plenamente consciente
de la brutal reacción que había caído sobre ellos.
En 2005, el juez que instruía los casos de Paine consiguió que Ma-
gaña confesara que él había dirigido la operación del 16 de octubre.
El magistrado obtuvo también confesiones de varios soldados de

hombres se los llevaron a varios kilómetros de distancia de Paine, a


un barranco situado junto al lago Rapel. Allí se les ordenó que cava-
ran una fosa. A continuación fueron fusilados y arrojados dentro. En

hacerlo delante de mujeres y niños. De manera que sugirió que los


mataran en otro lugar, y el coronel lo aceptó. En 1979, acusado de
incumplimiento del deber, Konig se suicidó.25
Después de que René Maureira fuera detenido por segunda y
106 KATHERINE HITE

última vez, Sonia comenzó a “luchar incesantemente” para que se


reconociera la desaparición de su esposo.26 Las compañeras, espo-
sas, hermanas, cuñadas y madres de los secuestrados de Paine se
enfrentaron a una comunidad atemorizada y a un régimen que las
trataba como se trata al enemigo. Además, en su calidad de esposas
y madres, en gran medida negaban su propio sufrimiento para con-
tinuar la búsqueda y cuidar de sus familias. Por su parte, el Ejército
y los carabineros negaban que sus seres queridos estuvieran deteni-
dos, en ocasiones riéndose en su propia cara y, por lo menos en una
ocasión, durante una reunión con familiares de los detenidos des-
aparecidos, la policía detuvo a la propia Sonia y a otras tres mujeres.
Sonia recordaba que, ya detenida, se negó a quedarse sin rechistar
y que gritó durante horas, hasta que la liberaron. No obstante, los
vecinos y la gente de Paine pensaban con frecuencia, al igual que en
su día la propia Sonia, que si te detenían, algo malo habrías hecho.
En Chile, los relatos sobre la represión están llenos de testimo-
nios que indican que cuando se citaba a la gente, con frecuencia por
la radio o a través de los periódicos, muchos simplemente se pre-
sentaban ante las autoridades. Los padres aconsejaban a sus hijos
que acudieran a la comisaría local para “aclarar las cosas”. Hasta ese

inocencia y la de sus familiares, y también en el Estado de derecho.


Durante muchos años, padres y madres han vivido y muerto sa-
biendo que habían mandado a sus hijos a la policía y que nunca ha-
bían regresado. En Paine hubo casos en los que, después de que los
carabineros llamaran a la puerta, los padres les indicaban dónde es-
taban sus hijos o las esposas dónde podían encontrar a sus maridos.
Después, la policía negaba su participación en las desapariciones,
mientras las familias de los desaparecidos no encontraban autori-
dad alguna que quisiera ayudarlos. Por el contrario, se ridiculizaba
y amenazaba a padres y esposas que quedaban solos con su pena,
su pérdida y su incredulidad.
En diciembre de 1973, hubo familias que descubrieron los ca-
dáveres de 14 hombres, obreros agrícolas y un maestro de Paine,
secuestrados el 3 de octubre o en fechas próximas. Habían sido
arrojados a un barranco cercano a la cuesta de Chada, no lejos de
sus casas, y sus parientes siguieron el rumor de que allí se habían
descubierto sus cadáveres. Durante el desgarrador encuentro con
los restos, los familiares decidieron no mover los cadáveres.27 Lo que
les preocupaba era que una exhumación pública pusiera muchas
vidas en peligro.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 107

Intento imaginarme cómo debió ser la decisión de dejar los ca-


dáveres en la cuesta de Chada. Además del terror evidente que mu-
chos habitantes de Paine sufrían, la decisión nos recuerda el concep-
to de historia sin testigos planteado por Dori Laub, en la cual “era
el propio hecho de encontrarse dentro del acontecimiento lo que hacia
impensable la idea de que pudiera haber un testigo... Fundamental-
mente, el imperativo histórico de dar testimonio no podía cumplirse
en las circunstancias imperantes”.28 Las familias de Paine vivían muy
cerca unas de otras, entre seres queridos que se sentían impotentes
y llenos de miedo, entre informadores conocidos y desconocidos, y
entre los victimarios, muchos de ellos conocidos. Todos tenían que
ver con los hechos y muchos eran sospechosos. La violencia que
sufrió Paine en 1973 –redadas, familias importunadas en sus casas,
hombres jóvenes y viejos de los que, después de derribarlos a golpes
y arrojarlos en vehículos, no se volvía a saber– no tenía precedentes
históricos. Tendrían que pasar años antes de que las mujeres de Pai-
ne hicieran oír su voz en las calles.
En marzo de 1974, tres meses después de que las familias de Pai-
ne encontraran y dejaran los cadáveres de sus seres queridos en la
cuesta de Chada, un carabinero informó que había encontrado los
mismos restos y un juez ordenó que se recuperaran y enviaran al
Servicio Médico Legal. Los parientes acudieron a esta institución
forense a reclamar los cuerpos, pero el organismo denegó la solici-
tud. Las familias contrataron al letrado Andrés Aylwin, congresista
antes del golpe militar de 1973 que se convirtió en abogado especia-
lista en derechos humanos y que volvería al Congreso Nacional en
1990. Aylwin inició una interminable serie de procedimientos desti-

defunción y, posteriormente, el procesamiento de los responsables,


algo que al día de hoy no se ha resuelto.29 En esos primeros años,

La mayoría, que sabía que los cadáveres de sus seres queridos es-
taban en manos del Servicio Médico Legal, esperaron 14 años para
obtener esos documentos.30
¿Qué repercusiones tuvo esta larga espera sobre las esposas y
madres de los hombres asesinados? ¿Cómo fue su pena? Me persi-
gue especialmente el diario que escribió C. S. Lewis sobre la muerte
a causa del cáncer de su esposa “H”. Al morir H, Lewis era un co-
nocido escritor y un hombre de fortuna, con unos “recursos” que,
desde el comienzo de sus diarios, el autor reconoce y rechaza, por-
que no le hicieron ningún bien a la hora de “superar” su pérdida.31
108 KATHERINE HITE

A Lewis, gran parte de la angustia posterior a la muerte de H le


lleva a cuestionarse su fe en Dios. El libro me persigue porque, a
pesar de los recursos de Lewis y de un entorno y una sociedad que
le apoyaban, y a pesar de que él sabía que H se estaba muriendo,
las primeras palabras de su diario menosprecian el puro y simple
miedo a la pena:

Nadie me había dicho que la pena se parecía tanto al miedo. No


tengo miedo, pero la sensación es similar. Ese mismo hormigueo
en el estómago, esa misma inquietud, el vacío. No dejo de tragar.32

Para Lewis la pena, al igual que el miedo, es la inseguridad to-


tal sobre cómo actuar, cómo vivir a diario en ausencia de la propia
pareja. Imaginémonos la pena que debieron de pasar las familias
de Paine en un contexto caracterizado por una amenaza real, un
entorno hostil y la conmoción de que les arrebataran de repente a
sus seres queridos.
Antes, quienes estudiaban la pena creían que los dolientes pasan

fases de la pena”. Aunque en la actualidad pocos expertos desean


verse relacionados con este enfoque, la mayoría reconoce que sí se
pueden distinguir ciertas emociones que experimentan la mayoría
-
lor, la culpa, la ira, la depresión y la sensación de soledad. Además,
según se suele creer, cabe esperar que en algún momento el doliente
-
pere la esperanza.33 Ni siquiera la literatura popular más animosa

su vida anterior a la tragedia o que la felicidad esté a la vuelta de


la esquina. Sin embargo, en el fondo se suele dar por hecho que,
para que la vida continúe, hay que superar la pena. Al pensar en el
dolor de Paine, esa sensación me desgarra. Lo que está claro es que
el Estado y la sociedad de Chile deben admitir, deben reconocer las
dolientes realidades de las familias.
La escritora estadounidense Joan Didion y su marido y también
escritor John Dunne se enfrentaron a una crisis médica relacionada
con su hija Quintana, de poco más de 20 años. Cinco días después
de iniciada la crisis, mientras Quintana estaba inconsciente en el
hospital, Dunne murió de un ataque al corazón. En su emotivo y
con frecuencia turbador relato, El año del pensamiento mágico, Didion
escribe que no se permitió hacer duelo por la muerte de su marido
mientras su hija estaba hospitalizada. La escritora distingue entre la
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 109

pena, es decir, el abanico de emociones en carne viva posteriores a


la muerte de Dunne, y duelo, que para ella es un acto de dolor más
consciente.
A mí me parece que el duelo que Didion hizo por su marido se
inicia varios meses después de la muerte de éste, cuando la escritora
estaba bastante segura de que su hija iba realmente a recuperarse.
Parece que, sobre todo, Didion se permite expresar el duelo leyen-
do: lo que otros han escrito sobre Dunne, los propios textos de su
marido y una amplia gama de obras, que van desde poesía hasta
revistas médicas, todo ello relacionado con la muerte y las prácti-
cas médicas. Se diría que todas las lecturas de Didion pretenden
encontrar un modo de entrar en contacto con Dunne, de rastrear
y localizar cuándo pudo éste saber que se estaba muriendo, y de
comprender lo que pudo sentir en esas últimas semanas, días y mo-
mentos de su vida. Todo ello parece destinado a conseguir que, de
algún modo, vuelva a ella.
En los meses anteriores a que Didion se permitiera hacer el due-
lo, la pena la llevó a intentar conscientemente que Dunne y su pro-
pia hija no lograran acceder a su cabeza y a sus recuerdos, evitando,
por ejemplo, determinados caminos y costumbres. Evidentemente,
ésta fue una tarea imposible, ya que, durante 40 años, ella había vi-
vido prácticamente todos los días con él. Simplemente, la autora no
podía controlar sus recuerdos, y ambos habían compartido una vida
bastante plena. Por otra parte, el duelo reconoció que Didion nece-
sitaba entregarse a los recuerdos de Dunne, tanto porque ella reco-
nocía que eso era algo que no se podía evitar como porque sentía,
consciente o inconscientemente, que a través del duelo intentaría
atraer a su marido a su propio mundo, de un modo que fuera me-
nos “irracional”, “frágil” o “descarnado”.34 Parece que para Didion
la pena es un sentimiento de “ausencia interminable”, “el vacío”,
“la impasibilidad permanente de la fractura”, mientras que el duelo
supone entrar en un espacio y un tiempo que a ella le permitió ela-
borar y aceptar la realidad de esos profundos sentimientos.35

madres de Paine simplemente no podían, no se les permitía, no se


permitían a sí mismas, hacer duelo. Todos los síntomas de la pena
–la conmoción, el dolor, la cólera, la depresión– eran interminables,
e incluso los acentuaron a lo largo de los años las pistas falsas, la

entumecimiento de la sociedad. ¿Cómo se puede uno “animar” en


esas condiciones? ¿Cómo negar la realidad del dolor sufrido? Y los
110 KATHERINE HITE

hijos, los que eran pequeños, adolescentes o jóvenes hombres y mu-


jeres, crecieron rodeados de una perpetua y traumática pena fami-
liar. Los niños maduraron con rapidez: tenían que colaborar en el
mantenimiento de la familia. En esta generación la ira y la depresión
se imponen, pero se expresan en privado, a puerta cerrada.
Los relatos que hablan de pena y de duelo indican que una parte
fundamental de este último proceso es el espacio para dar testimo-
nio y la capacidad de hacerlo. Joan Didion elabora lo ocurrido gra-
cias a la lectura y la escritura. Encuentra su propia voz, su posición,
y escribe un libro que trasmite su testimonio al gran público. Se pue-
de ver que Didion ha encontrado un espacio para su exposición.
Para las mujeres de Paine, el memorial se convertiría en un medio
de dar testimonio, de asumir un papel más creativo en la conmemo-
ración de su pérdida.
Las familias de Paine comenzaron a construir el espacio entre sí,
durante la frustrante búsqueda de respuestas.36 Algunas familias,
como los Ortiz, Lazo y Muñoz, ya tenían relaciones de parentesco.
Cuatro hermanos –Jorge Hernán (de 28 años), Mario Enrique (de
30), Ramiro Antonio (de 32) y Silvestre René Muñoz Peñaloza (de
33)– fueron secuestrados y nunca se los volvió a ver. Sus esposas
solían viajar juntas a los centros de detención y al depósito de cadá-
veres, intentando ahorrarle los horrores de la búsqueda a Mercedes
Peñaloza, madre de los hombres.37 Además de sus cuatro hijos, Mer-
cedes perdió a un yerno y al marido de su nieta mayor: un total de
seis hombres, todos obreros agrícolas. Unas pocas familias de Paine
participaron en reuniones y actividades celebradas en Santiago, que
les sirvieron para ganar fuerza.
Sería en 1989, 16 años después de las desapariciones, cuando las
mujeres de Paine se manifestaron públicamente por primera vez
reivindicando verdad y justicia para las víctimas, en la propia loca-
lidad de Paine.38 Las mujeres recuerdan que, el día de esa primera
manifestación, al principio sólo estaban seis en la calle y que la po-
licía las conminó a retirarse hacia la acera. Valientemente, ellas se
negaron y poco a poco fue aumentando el número de manifestantes,
llegando casi a 60 ó 70 hombres, mujeres y niños.39
En 1990, poco después de la primera manifestación pública cele-
brada en Paine y de que el nuevo gobierno asumiera el control polí-
tico, el subsecretario de Interior chileno, Belisario Velasco, anunció

plástico con huesos y restos de unas 14 personas, y que habían sido


remitidas por la policía desde la comisaría de Paine. Velasco señaló
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 111

que por lo menos cuatro restos de esqueletos presentaban señales


de heridas de bala. El magistrado Germán Hermosilla, nombrado
ministro (en visita) de la Corte de Apelaciones para casos de viola-
ciones de derechos humanos, no tardó en iniciar una investigación,
ordenando que comenzaran varias exhumaciones en todo el país,
entre ellas una nueva en Paine. El enterramiento y la exhumación
realizados en la cuesta de Chada permitieron al nuevo gobierno

desde hacía muchos años. 14 hombres de la localidad habían sido


ejecutados y arrojados a ese lugar.40

gobierno de la identidad de los restos de Paine proporcionaron nue-


vos bríos a las acciones. Los familiares se manifestaron una vez más
en 1990, en esta ocasión para exigir justicia en relación con las exhu-
maciones. En 1991, el informe de la Comisión de Verdad y Reconci-
liación señaló que Paine era la zona del país en la que más detenidos
y desaparecidos se habían producido en relación con su población.
Sin embargo, como señala Juan René Maureira, las revelaciones y
las exhumaciones también tuvieron consecuencias escalofriantes e
incluso aterradoras para muchas familias de Paine, ya que pusieron
de relieve el horror de las muertes de sus seres queridos. Fue como
revivir la experiencia con una certeza y un terror renovados.
Sonia, abuela de Maureira, dijo que el hecho de ver con sus pro-
pios ojos los huesos del depósito de cadáveres y los restos de la
cuesta de Chada, entre ellos los de hombres que habían estado con
su marido la misma noche que fue secuestrado, le obligaron a ad-
mitir, por primera vez, que las autoridades chilenas eran realmente
capaces de haber asesinado brutalmente a René y a otros muchos.41
Hasta ese momento, en cierta medida, Sonia se había resistido a ad-
mitir tal cosa. Ahora debía considerar la posibilidad, muy probable,
de que René hubiera sido asesinado, de que ella tuviera que buscar
sus restos y de que los autores de esos horrendos crímenes, a los
que en algunos casos conocía, tuvieran que rendir cuentas de los
mismos.
En el periodo posdictatorial, y al irse haciendo adultos, los hijos
de los desaparecidos y ejecutados de Paine se unieron a la larga lu-
cha de sus madres por la verdad y la justicia. Los nietos no tardaron
en buscar también, y más profundamente. Cuestionaban los silen-
cios y los relatos fragmentados que habían escuchado tanto en casa
como en el mundo exterior. Esos descendientes, que querían ir más
allá de un pasado doloroso, aportaron nuevas perspectivas e ideas.
112 KATHERINE HITE

POSMEMORIA Y TRANSMISIÓN DE LA PENA

En la bibliografía sobre la transmisión intergeneracional de las


memorias traumáticas se aprecia una tensión entre las formas de
comprender lo recibido, lo que se silencia y lo que está obsesiva-
mente presente. El desafío, en mi opinión, radica en apartar el foco
de la generación de los asesinados para centrarlo en lo que sienten,
buscan o exigen sus descendientes, y también en las repercusiones
que todo ello tiene para la política de la conmemoración. Tanto las
-
ria como el trabajo de Alejandra Oberti sobre la transmisión de la
memoria en la Argentina posterior a la dictadura constituyen lúci-
das aportaciones a la comprensión de esos fenómenos.
Hirsch escribe que los hijos de las víctimas del Holocausto “he-
redan un pasado horrible, desconocido e imposible de conocer al
que sus padres se intentó que no sobrevivieran”.42 Esos hijos, que
más tarde serían artistas, escritores y académicos, producen obras

y tanta pérdida:

(Las obras) Las han modelado la confusión y la responsabilidad


infantiles, el deseo de reparación y la conciencia de que la propia
existencia del niño bien puede ser una forma de compensación por
una pérdida indecible. La pérdida de la familia, del hogar, del sen-

una generación a otra...43

A falta de parientes vivos y en medio de esa pérdida y del do-


lor de los que sí sobrevivieron, los descendientes de víctimas del
Holocausto deben con frecuencia ampararse en relatos y versiones
más amplios, incluso divulgativos, que comunican el horror del ge-

y campos de concentración, que de ese modo las generaciones más


jóvenes transponen, como si fueran pantallas de proyección, para
representar las historias e identidades de su propia familia, para
darles sentido. Al igual que a la segunda generación de supervi-
vientes chilenos, a los del Holocausto que son niños pequeños se les
niega su infancia. El proceso de “sangrado” que pasa de generación
en generación capta por qué con frecuencia recae en la tercera gene-
ración la lucha por recuperar las memorias y llevarlas más allá de la
dolorosa herida de la ausencia.
El importante caso argentino, con el que se establecerá una de-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 113

tallada comparación en el siguiente capítulo, pone muy de relieve,

el dolor de las familias y la larga búsqueda de formas de expresar


el duelo que han llevado a cabo los descendientes de los desapare-
cidos y asesinados durante la dictadura militar registrada en Ar-
gentina entre 1976 y 1983. Por lo que a este libro respecta, merece la
pena señalar varias diferencias. Aunque en el presente capítulo me
centro en la represión que se lanzó en una comunidad rural contra
viejos y nuevos líderes campesinos, en el caso argentino gran parte
de la atención que suscita la política de la conmemoración tiene que
ver con la juventud de los desaparecidos. Lo que mejor simboliza

quizá sean la asociación de familiares de desaparecidos más famosa


del mundo, y también los rostros de jóvenes que aparecen en sus
pancartas.
Además, al contrario que en el caso de Paine, tanto la bibliografía
analítica como las manifestaciones conmemorativas argentinas sue-
len surgir de Buenos Aires, una capital cosmopolita, y también de
la clase media argentina (lo mismo puede decirse de Chile, donde
gran parte de los debates sobre memoria y conmemoración se cen-
tran en la capital chilena, Santiago). Finalmente, también al contra-
rio que en Paine, muchos de los desaparecidos argentinos son muje-
res. En consecuencia, es importante señalar los contrastes artísticos
y analíticos que, en cuanto a la edad, el lugar, la clase y el género,
he detectado en los casos de Paine y de Argentina. Esas diferencias
hacen todavía más notables a las mujeres de Paine y el memorial de
esa localidad. Con todo, Chile y Argentina comparten trayectorias
políticas bastante similares respecto a la democracia, la dictadura, la
represión y la transición, con experiencias comparables en cuanto a
los procesos intergeneracionales de lucha, pérdida, duelo y activismo.
En su estudio de la transmisión intergeneracional de las memo-
rias traumáticas en familias argentinas políticamente comprometi-
das, Alejandra Oberti hace más hincapié en la transmisión “activa”
que en la “heredada”, aun en el caso de que en la familia impere
mayormente el silencio.44 Lo más habitual es que las transmisiones
lleguen en forma de retazos, en ocasiones contradictorios. La con-
ceptualización de las memorias del sicoanalista Jacques Hassoun,
para quien éstas se mueven en el discurso familiar pasando de ge-
neración en generación como si fueran “contrabando”, encaja per-
fectamente con el estudio de Oberti, ya que ésta desea comprender
45
El hecho
114 KATHERINE HITE

de que la memoria se transmita como un producto de contraban-


do tiene la connotación de que es una actividad clandestina, fur-
tiva y arriesgada. Las entrevistas realizadas por Oberti a hijos de
desaparecidos argentinos y su análisis de las mismas nos ayudan
a entender cómo y por qué las nuevas generaciones de Argentina,
Chile y otros países exigen saber más sobre las vidas de sus padres
asesinados, y también por qué no se contentan con presentaciones
pasivas de sus seres queridos que los retratan más como víctimas
que como sujetos.
Es frecuente que el único vínculo físico directo existente entre los
hijos de los desaparecidos y sus padres sea una fotografía familiar,
tomada cuando esos niños eran demasiado pequeños como para
recordar su contexto. Esto hace que vean a sus padres como algo
“congelado”: se ven junto a un padre o a una madre (o los dos) que
ha desaparecido y les obsesiona no recordar las circunstancias en
que se tomó la fotografía. El niño quiere “llenar los huecos”.46
Hirsch señala también de qué manera las fotografías familia-
res en las que aparecen los fallecidos en el Holocausto sirven tanto
para relacionar como para distanciar a las generaciones posteriores.
Quienes aparecen en las fotos son seres tan inmediatos como escu-
rridizos, “fantasmas que regresan de un mundo pasado irrecupera-
ble”.47 Ausencias el artista argentino Gustavo
Germano, cuyo hermano fue un activista político hoy desaparecido,
crea literalmente en el presente la ausencia de ese ser querido ausen-
te.48 Germano elige fotografías originales, instantáneas informales,
cotidianas, ligeras y felices de hermanos, hijos, madres y padres, en
las que también se puede ver a los desaparecidos. A continuación
reproduce de nuevo la escena para otra fotografía, situando a los
familiares supervivientes prácticamente en la misma posición en la
que en su día posaron sentados, de pie o tumbados, pero en esta
ocasión sin el familiar o familiares desaparecidos. La yuxtaposición
que hace Germano de las fotos originales y de sus recreaciones ac-
tuales constituye una conmemoración increíblemente turbadora de
la ausencia.49 Su obra conmemorativa arroja una esclarecedora luz
sobre los problemas a los que se enfrentaron las familias de Paine
al tratar de imaginar formas de contrarrestar la ausencia con la pre-
sencia.
Las fotografías familiares pueden ser importantes puntos de par-
tida cuando los hijos buscan información, explicaciones. Oberti des-
cubre que los hijos de los desaparecidos pugnan por descubrir todo
lo que pueden de sus padres, en buena medida para encontrar un
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 115

“anclaje” con sus propios orígenes. El deseo de saber más también


les ayuda a separarse o a convertirse en sujetos autónomos dentro
de la familia, diferenciando a los hijos de los desaparecidos de otros
miembros de la familia que se han mantenido relativamente silen-
ciosos respecto a los padres ausentes.
En Paine se aprecia el tesón de la búsqueda, de una búsqueda de

en generación y que no siempre se culmina. Varias madres de des-


aparecidos de Paine murieron antes de que los restos de sus seres
queridos fueran exhumados. La búsqueda conlleva movimiento,
progreso, aunque sea irregular, vacilante e incierto. Tiene que ver
con el hecho de transitar senderos y con la integración de experien-
cias, ideas y emociones en nuestro yo cognitivo.
Sin embargo, en ocasiones, como les ha ocurrido con frecuencia
a las mujeres de Paine, es muy difícil detectar un solo progreso. En
Nostalgia de la luz, el documental realizado en 2010 por el cineasta
chileno Patricio Guzmán, conocemos a Violeta Berríos, de 70 años,
que lleva unos 20 buscando literalmente a sus seres queridos en el
desierto de Atacama, situado en el norte de Chile.50 Berríos no acep-
ta que, según dicen los militares, “los tiraron al mar”. Tiene la sen-
sación de que es bastante posible que en realidad sus seres queridos
fueran enterrados en el desierto, un terreno tan seco que tiene una
inquietante manera de conservar los cadáveres. En 1991 se descu-
brieron los restos de varios activistas chilenos desaparecidos en la
región desértica norteña de Pisagua, y Berríos tiene muchas razones
para creer que en el desierto hay otros desaparecidos.
“A veces yo creo que paso de tonta”, dice Berríos, “por hacer pre-

respuesta que yo quiero”. La explicación que ella da a su búsqueda


es tan sosegada como turbadora. Por una parte, señala que “ellos
(las autoridades) me enseñaron a no creer”, pero, por otra, se aferra
-
des. Declara que si le dijeran que “los tiraron en la punta del cerro”,
encontraría la manera de buscar en ella. “Va a ser un poco difícil”,
reconoce, “pero la esperanza da mucha fuerza” para continuar la
búsqueda.51

UNA POLÍTICA DE LA CONMEMORACIÓN POSTNOSTÁLGICA

Al igual que en el título del documental de Patricio Guzmán,


Nostalgia de la luz, hay algo en los procesos de conmemoración chile-
116 KATHERINE HITE

nos que parece producir una incontenible nostalgia. Está claro que,
en general, la conmemoración suele ser nostálgica. Sin embargo, la
recuperación del pasado de Chile relacionándolo con el presente no
deja de suscitar la opinión de que quienes luchan por la memoria
en este país están demasiado congelados en una época pasada. Y,
de hecho, a menudo me ha impresionado la notable añoranza que
muestran muchos chilenos al hablar del pasado, no sólo en el típico
sentido que solemos asociar con los ancianos. En este asunto me
ayudó a pensar Eliana Loveluck, chilena e hija de exiliados que vive
en Estados Unidos desde comienzos de la década de 1970, cuando
era una adolescente. Eliana estaba de acuerdo en que a los chilenos
se les acusa de algo que en realidad parece cierto: mostrar más nos-
talgia de un pasado ya lejano que otros vecinos sudamericanos, que
también sufrieron el derrumbe de regímenes democráticos, la bruta-
lidad de dictaduras militares y procesos de redemocratización y de
aceptación de un pasado doloroso. Para Eliana, la acusada nostalgia
de los chilenos tiene que ver con el hecho de que el histórico sueño
colectivo de avanzar hacia una sociedad más igualitaria fuera tan
brutalmente aplastado, y con que el contraste entre el Chile anterior
a la dictadura y el actual sea tan enorme.52
Es la trayectoria de Paine. Esta zona, en su día predominante-
mente rural, experimentó brevemente una drástica redistribución
del poder, cuyo curso invirtió de súbito la dictadura militar. Duran-
te los últimos 30 años, lo que ha caracterizado a la región ha sido
la especulación territorial, la comercialización agrícola y algunas
modestas iniciativas turísticas, y Paine se ha convertido en ciudad
dormitorio de la creciente megalópolis de Santiago. El entorno físico
de Paine resulta prácticamente irreconocible si pensamos en cómo
era en las décadas de 1960 y 1970. Y las luchas campesinas han sido
erradicadas.
Con todo, muchos de los parientes de las víctimas siguen allí.
Sonia, la abuela de Juan René Maureira, continúa regentando su al-
macén de abarrotes. Uno de sus dos hijos, Juan Leonardo, tío de
Juan René, es ahora un líder comunitario, crucial para el estableci-
miento del Memorial de Paine. Y lo que comenzó como una pequeña
y clandestina reunión de familias de desaparecidos y asesinados de
la localidad se convirtió en la sólida Agrupación de Familiares de
Detenidos Desaparecidos y Ejecutados de Paine (A.F.D.D. Paine).
Las reuniones de la organización, que se celebran formalmente una
vez al mes, cuentan con la asistencia y la participación constante
de entre 30 y 40 miembros, de tres generaciones distintas. Además
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 117

de seguir reivindicando investigaciones y rendición de cuentas, la


A.F.D.D. Paine ha conseguido plasmar una conmemoración dura-
dera.
En el año 2000, dentro del entrecortado pero constante esfuerzo
por superar el miedo a través de iniciativas culturales colectivas, in-
tegrantes de A.F.D.D. Paine realizaron una encuesta entre los habi-
tantes de la localidad para averiguar cuántos descendientes directos
quedaban de los 70 hombres detenidos, desaparecidos y ejecutados.
La decisión de llevar a cabo el sondeo también indicaba la creciente

de la organización. Aunque los objetivos tradicionales de ésta si-


guen siendo “justicia, verdad y memoria”, la organización añadió la
“construcción de un memorial para la comuna de Paine, integración
de la tercera generación, integración con la comunidad, hacer saber
en Chile y en el extranjero lo ocurrido en Paine”.53
La encuesta de 2000 determinó que desde la primera hasta la
tercera generación había más de mil descendientes directos de los
desaparecidos y asesinados. Los descendientes quedarían represen-
tados en el Memorial de Paine mediante 1.000 postes de pino, a los
que se restarían 70 como símbolo de los muertos y desaparecidos.
Para ocupar el lugar de esos 70 postes, los familiares crearon mo-
saicos coloristas, llenos de imágenes que plasmaran el recuerdo de
cada ser querido. Los postes se cortaron de manera que recordaran
conceptualmente el horizonte andino, una constante permanente
del paisaje chileno.
El Memorial de Paine representa los logros alcanzados en su larga
lucha por tres generaciones decididas a plasmar en un monumento
el homenaje a sus seres queridos. Los 1.000 postes y los 70 mosaicos
representan a los descendientes directos de los desaparecidos y ase-
sinados de Paine unidos a aquellos a los que perdieron. El contraste
entre el carácter estatal, oscuro e imponente del Valle de los Caídos es-
pañol, y el Memorial de Paine, inspirado por movimientos de base, no
puede ser más notorio. Y aunque los descendientes y seres queridos

con El ojo que llora, la elaboración intergeneracional es mucho menos


capital en la escultura de Mutal. Además, en el Memorial de Paine no
se aprecian las tensiones entre fuerzas políticas contrapuestas esta-
tales y sociales que tan visiblemente se enredan en El ojo que llora.
Con todo, no dejó de ser difícil materializar el memorial que las
familias de Paine querían. Los integrantes de la segunda generación
118 KATHERINE HITE

Ilustración 4.1. El bosque del Memorial de Paine (fotografía de Katherine Hite).

-
cialmente se reconociera que Paine era el lugar en el que más des-
aparecidos había habido en Chile en relación con su población hacía
muy posible su elección para levantar un monumento con caudales

la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecu-


tados de Paine con el hecho de que las autoridades se habían dado
cuenta del potencial valor político de la conmemoración, hizo que el
memorial llegara a buen puerto. En primer lugar, la A.F.D.D Paine
se puso en contacto con el Programa de Derechos Humanos del Mi-
nisterio del Interior chileno. Una vez que dicho organismo aprobó
la idea, la agrupación comenzó a trabajar con el Ministerio de Obras
Públicas para elaborar el diseño e iniciar la construcción.
No obstante, para pasar del acuerdo a la puesta en práctica y
el mantenimiento ha sido y sigue siendo preciso transitar un lar-
go camino sembrado de obstáculos burocráticos, muchos organis-
mos y más obstáculos. Por ejemplo, aunque el gobierno reconoció
la necesidad de “acompañar sicológicamente” a los familiares, la
vía inicialmente elegida para ello fue un fracaso. Envió a Paine a un
grupo de jóvenes estudiantes de sicología para realizar sesiones de
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 119

terapia de grupo. Para los familiares, las sesiones eran una pérdi-
da de tiempo. Uno de los participantes de Paine recordaba que las

los despidieron y siguieron haciendo un importante trabajo con los


artistas, cuya colaboración se dieron cuenta de que valoraban más.
En el curso de las negociaciones conducentes a la aprobación y

(2000-2006) invitó a representantes de la A.F.D.D. Paine al Palacio


de la Moneda, cuyas dependencias les mostró él mismo. Después
de la detención en 1998 en Londres del ex dictador Augusto Pino-
chet y ante la llegada del nuevo milenio, el Estado chileno comenzó,
con Lagos, a reivindicar una política de la conmemoración. Lagos y
sus asesores comprendieron que podrían reapropiarse de símbolos
como el del ex presidente Salvador Allende para elaborar la me-
moria de una pérdida democrática e incluso heroica. Después de
más de una década de incómodo silencio respecto a la relación con
-
de como hombre de Estado. El 11 de septiembre de 2003, trigésimo
aniversario del golpe, Lagos hizo suya la estatua de Allende que
está afuera del palacio presidencial y reabrió la puerta de Morandé
80, tapiada por la dictadura después de que Allende se atrincherara
tras ella.54 El 9 de marzo de 2006, su último día en el poder, el heli-
cóptero de Lagos aterrizó en el estadio local de Paine y el presidente
se desplazó al solar del memorial para asistir a los trabajos de cons-
trucción del mismo y darle publicidad.55
La Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y
-
miento básico necesario para mantener el monumento. En lugar
56

de acometer el proyecto original de la agrupación, que quería un


amplio espacio de reuniones y un centro cultural, los funcionarios
del gobierno colocaron un contenedor de transporte, una estructura
similar a un remolque que daba una sensación temporal y precaria.
La A.F.D.D. Paine ha dado un uso al contenedor y las reuniones
mensuales de la organización, antes celebradas en un atestado cuar-
to situado junto a la tienda de Sonia Carreño, ahora tienen lugar en
el recinto del monumento.

de conmemoración de Paine un carácter más profundamente políti-


co, un grupo de hijos de sus detenidos, desaparecidos y ejecutados,

organizaron La Tercera Generación, que hace hincapié en la belleza,


120 KATHERINE HITE

la alegría y la continuidad con el pasado, pero sin dejar de celebrar


el presente. Juan René reconoce que, de vez en cuando, entre nietos
y abuelos estallan tensiones sobre cómo hay que recordar a los seres
queridos. Para los abuelos, la memoria tiende a subrayar la muerte
y la desaparición, el dolor que conlleva la pérdida, mientras que
La Tercera Generación insta a la recuperación del recuerdo de las
experiencias vividas por sus seres queridos, para conocerlos como
seres humanos.
La Tercera Generación constituyó la Orquesta Juvenil de Paine,
compuesta principalmente por nietos de los desaparecidos o ejecu-
tados. Cada sábado, durante la elaboración de los mosaicos para el
memorial, La Tercera Generación se aseguró de que hubiera música.
Sus miembros han visitado aulas de escuelas de educación básica,
secundaria y universitaria para compartir con los alumnos la histo-
ria y la labor de Paine. Junto con la Agrupación de Familiares de De-
tenidos Desaparecidos y Ejecutados de Paine, La Tercera Generación
ha organizado decenas de visitas de grupos chilenos y extranjeros
al memorial, entre ellas la que yo misma preparé en marzo de 2008
para 43 estudiantes y profesores de Vassar College. Era el primer
acto público celebrado en el Memorial de Paine para extranjeros, y fue
una hermosa y emotiva ceremonia con canciones y testimonios, y la
compañía de fotografías de las víctimas. Después del acto, cuatro
generaciones de familias de Paine, entre ellas unos pocos bisnietos,
muy pequeños, se reunieron en torno a los mosaicos de sus seres
queridos para explicar su simbología a los grupos de Vassar.
Al conocer esa larga lucha intergeneracional, cobra una enorme
fuerza la mezcolanza de imágenes que llena los mosaicos. Por ejem-
plo, el realizado por la familia Maureira en homenaje a René Mau-
reira incluye una representación de “Mapa”, el almacén de abarro-
tes familiar. Hay un camión que representa el primero que Maureira
compró con su propio dinero, y que también simboliza su papel
como coordinador de la JAP, el organismo creado por el gobierno de
Unidad Popular para distribuir productos básicos ante la tendencia
a acaparar del sector privado y la clase media. En una esquina del
mosaico de los Maureira aparece una casa con el nombre de Torca,
la primera que compartieron René y Sonia de recién casados. Torca
es el nombre de una pequeña localidad del sur de Chile, que la joven
pareja abandonó para asentarse en Paine.
Los nietos Juan René y Emerson explicaron que durante la elabo-
ración del mosaico de Maureira, hijos y nietos escucharon, a menu-
do por primera vez, relatos e incluso los chistes favoritos de los se-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 121

Ilustración 4.2. Juan René Maureira (fotografía de Katherine Hite).


122 KATHERINE HITE

Ilustración 4.3. Gabriela Ortiz (fotografía de Katherine Hite).

res queridos que no habían conocido. Sonia contó que una vez que
ella y su marido estaban acordándose de la primera casa que com-
partieron en Torca, ella le dijo que allí es donde le había servido el
té por primera vez, donde llegó a conocerle. Y cuando Sonia estaba
relatando esto a su familia, que trabajaba en el mosaico, su hijo, tío
de Juan René, dijo que, claro, que ahí es donde le habían engendra-
do a él. La abuela contestó que sí, que allí era donde él había nacido.
Otra era la historia que Gabriela había observado durante la ela-
boración del mosaico: uno de sus tíos le preguntó a su abuela, pa-
rece que medio en broma, que dónde ponían la botella para indicar
las veces que su papá venía a casa borracho después de pasarse la

mosaicos hablan de trabajo (tractores, un azadón) o de los princi-


pales pasatiempos (fútbol, una guitarra, activismo político). Uno
de los mosaicos rinde homenaje a un estudiante de secundaria del
MIR con imágenes de dirigentes de esa formación. Los estudiantes,
ejecutados en plena calle, fueron los primeros en caer. En algunos
de los mosaicos aparecen palomas, en otros un cielo estrellado o
una mujer con las manos extendidas llorando, y las lágrimas son de
sangre.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 123

Ilustración 4.4. Detalle del mosaico de homenaje a Roberto Serrano Galaz (fotografía
de Gabriela Ortiz).
Ilustración 4.5. Detalle
124 KATHERINE HITE del mosaico de homenaje
a Laureano Quiroz
Pezoa, reconociendo
el cargo que ocupó en
la JAP del gobierno
de la UP. (fotografía
de Gabriela Ortiz).

Ilustración 4.6. Detalle del


mosaico para Luis Gaete
(fotografía de Katherine Hite).

Para Juan René, la emocionante y valiosa labor de su generación


está teniendo lugar en el ámbito de la educación popular: hay es-
tudiantes universitarios que organizan talleres y cursos en barrios
obreros para construir la historia colectiva de las comunidades.57
Juan René describió una de esas iniciativas, el Cordón Popular de
Educación, cuyo nombre procede de los “cordones industriales” di-
rigidos por obreros y creados durante el gobierno de Unidad Popular.
Está claro que la educación popular y las historias de la comuni-
dad elaboradas colectivamente inspiran las iniciativas y esperanzas
que La Tercera Generación destina al Memorial de Paine. Al contrario
que en el caso de Villa Grimaldi, un antiguo campo de detención
chileno convertido en Parque por la Paz y en centro de investigación
sobre los derechos humanos, el Memorial de Paine es para la pobla-
ción de esta localidad: a él pueden acudir los estudiantes a hacer sus
deberes y allí pueden celebrarse actividades culturales. Gabi Ortiz
viene intentando crear una biblioteca que sirva de punta de lanza
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 125

Ilustración 4.7. La señora Luz Castro trabaja en un mosaico con su nieto (fotografía
de Alex Chelew).

del “Centro de acción social” del memorial. Grabando y compar-


tiendo la historia de Paine, ella y La Tercera Generación pretenden
volver a concientizar políticamente a la comunidad. Gabi me dijo
que en Paine seguía habiendo mucho miedo. Su tío, por ejemplo,
cuyo padre había sido asesinado, sólo había acudido una vez al me-
morial y siempre le decía a Gabi que no se metiera en política. Ella
se limitaba a sonreírle.58
Hace muy poco, miembros de La Tercera Generación, entre ellos Ga-
briela y sus primos, han insertado en los mosaicos pequeñas placas
con los nombres de los nietos y un mensaje de ellos. Los mosaicos de
Paine no sólo recuerdan a individuos. Muy especialmente, también
construyen individuos, sobre todo si pensamos en lo que para los

conocieron.59 El Memorial de Paine materializa, hace presente, lo que


antes estaba ausente, es decir la pena, la pérdida, los años de lucha.60

después de la visita de Vassar y la presidió la presidenta . Aunque


las relaciones entre el grupo de Paine y el Estado han sido cambian-
tes, Juan René expresa lo importante que es que el Estado avale con
claridad el memorial, porque, según dice, los más afectados de su
comunidad, las familias más dolidas, las más temerosas, aprecian
126 KATHERINE HITE

Ilustración 4.8. La señora Silvia Vargas y unos familiares cortan teselas para su
mosaico (fotografía de Alex Chelew).

ese apoyo estatal. Ahora les creen. Es algo sólido. Y los no direc-
tamente afectados o los que decían que “debían de ser culpables
de algo, alguna buena razón debía de haber”, ahora reconocen lo

les ayudan, porque el Estado está dando una reparación, está devol-
viendo la dignidad a sus seres queridos.61
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 127

5/
GLOBALIDAD ARTÍSTICA Y
FABRICACIÓN DE LA MEMORIA: LAS
BICIS DE FERNANDO TRAVERSO
Quizás haya leído demasiado sobre monumentos. Lo primero
que se me ocurrió al ver los estampados de bicicletas de Fernan-
do Traverso en una exposición celebrada en Nueva York fue que
la uniformidad de esos objetos daba un giro provocador a la de las
estatuas de soldados anónimos de la Guerra Civil estadounidense.1
Monumentos a soldados desconocidos se alzan en localidades de
todos los Estados Unidos en recuerdo de héroes locales, pero tam-
bién sirven para dar una imagen de unidad del territorio estadouni-
dense, para unir a la nación. En su mayoría, esas estatuas se han
fabricado en serie y resulta difícil distinguir entre un confederado
y un unionista, aunque uno y otro no sean lo mismo. A comienzos

plazas céntricas, no en cementerios, para dar proyección al sacri-


2
Del mismo modo, haciendo
una patriótica referencia a su nación, Argentina, en su instalación
En memoria Traverso utilizó el característico azul cielo de la bandera
argentina en estampaciones de sus bicicletas sobre banderas de seda
negra. Las bicis recuerdan a varias personas que Traverso conoció

para Traverso, el derecho de los argentinos a enarbolar su bandera


en público, del que se les privó durante las dictaduras de Juan Car-
los Onganía (1966-1973) y las juntas militares de el llamado Proceso
de Reorganización Nacional (1976-1983), es algo fundamental, sa-
grado.3
Traverso explica el concepto subyacente en sus bicis: durante la
-
cieron más de 350 ciudadanos de Rosario, su ciudad natal. Muchos
de ellos eran miembros de la resistencia y con frecuencia utilizaban
bicicletas para moverse. A lo largo de la dictadura, fue aumentando
el número de bicicletas abandonadas en los accesos a las casas, fuera
de ellas o en las aceras. A los ciclistas, entre ellos varios compañeros
de Traverso, no se los volvió a ver. El primer proyecto con bicis que
128 KATHERINE HITE

Traverso insiste en que sus bicis son contramonumentos (o anti-


monumentos). Y en que odia los monumentos, que no cree en ellos,
que protesta incluso contra ellos.4 En su opinión, los monumentos
que pretenden recordar a personas acaban matándolas de nuevo.
El artista describió una acción colectiva que ayudó a organizar en
protesta por la decisión de su ciudad de levantar en 2008 un monu-
mento a Ernesto Che Guevara, con ocasión del que habría sido su
octogésimo aniversario (el Che nació en Rosario).5 En la actualidad,

yergue en un parque situado junto al río que cruza Rosario, cerca


de la casa de Traverso. El día que lo visité, poco después de su in-
auguración, dos jóvenes me pidieron que les hiciera una foto con la
estatua. Y posaron con mucha seriedad.
No hace mucho, Horst Hoheissel, creador de antimonumentos,
visitó Rosario, y Traverso habló mucho con él sobre la similitud en-
tre sus obras. Por lo que más se conoce a Hoheissel es por su provo-
cador “monumento negativo”, que reproduce una llamada “fuente
judía” destruida durante el nazismo. Hoheissel invirtió una réplica
de la fuente, incrustándola en el suelo. Al igual que las bicis de

Ilustración 5.1. Bici a la puerta de un garaje (fotografía de Katherine Jensen).


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 129

Traverso, los proyectos del artista alemán suelen ser dinámicos, in-
teractivos, lo cual hace que quienes contemplan ese memorial parti-
cipen también de él.6 Según Traverso, Hoheissel le proporcionó base
teórica para fundamentar lo que él ya estaba haciendo instintiva-
mente, es decir, crear contramonumentos.
Traverso y yo nos sentamos a la mesa de su cocina. Su sencilla
casa también le sirve de estudio, y sus cuadros, esténciles y recrea-
ciones no dejan libre un centímetro de pared. En el piso de arriba
está su taller, que da a un patio cubierto, cuyo techo le permite rea-
lizar estampados y pinturas en grandes lienzos. Hace 25 años que
Traverso trabaja a tiempo completo en el hospital provincial de San-
ta Fe de Rosario y en los últimos años ha ocupado un puesto de téc-
nico en la unidad de atención primaria. Aparte de que ese empleo
constituye su principal fuente de ingresos, se siente muy vinculado
al hospital y a sus colegas. Se considera un trabajador que también
realiza obras de arte. No quiere depender de la venta de sus traba-
jos para ganarse la vida. Aspira a ser independiente de los límites y
pretensiones del mundo artístico, trabajar con lo que tiene, “que es
muy poco”.
Durante la visita, en varias ocasiones Traverso se disculpó por su
falta de formación académica, lo cual me hacía sonreír mientras me
recomendaba biografías, ensayos, análisis y novelas recientes que
me ayudarían a comprender la situación política de la memoria en
la Argentina actual. Una de esas obras era La casa de los conejos, una

guerrilleros que maduró rápidamente en la clandestinidad. Traver-


so me recomendó que la leyera en el avión de vuelta a casa, porque,
según me dijo, se lee rápido y es ideal para un vuelo. Tenía razón.
La casa de los conejos contribuye al debate actual sobre el carácter
y el papel de la guerrilla en los años anteriores al golpe de Estado de
1976. El título de la novela nace del intenso y delicado periodo en el
que la protagonista, su madre y otros compañeros vivían en una casa
en la que utilizaban un criadero de conejos como tapadera de una
importante imprenta clandestina. El libro recoge las inquietudes, la
sensación de responsabilidad y la lucha de la niña por mostrarse
inusualmente madura ante el encarcelamiento de su padre, el paso
a la clandestinidad de su madre, los terribles cambios de humor de
quienes se escondían junto a ella y las tensiones que enmarcaban su
vida cotidiana. Argentina ha asistido a una enorme proliferación de
relatos sobre la guerrilla urbana de las décadas de 1960 y 1970. Con
el paso del tiempo, la articulación política de la memoria en el perio-
130 KATHERINE HITE

Ilustración 5.2. Bici en la pared de un almacén (fotografía de Katherine Hite).

do posdictatorial ha ido insistiendo en cosas diferentes, y aquí ana-


lizaremos esos debates, recogiendo experiencias de otros contextos
posfascistas y postautoritarios que han abierto camino, augurando
la formación de redes conmemorativas mundiales.
En gran medida, el sustento artístico y político de Traverso pro-
cede de su colaboración con otros artistas, para él trabajadores cul-
turales, principalmente de su ciudad natal, Rosario, pero también
de todo el mundo. En el ámbito internacional, ha trabajado con gru-
pos de artistas, estudiantes y militantes de Chile, Colombia, México,
España y EE.UU.. Su página web se abre con él mismo demostrando
a cámara rápida cómo utiliza las plantillas para crear la silueta de
una bici en una pared blanca. El sitio proporciona un enlace con ins-
trucciones para descargar la plantilla y lo que Traverso pide a cam-
bio es que le envíen una fotografía de la imagen recién estampada,
donde sea que se haya puesto. Su sitio web está lleno de fotografías
de jóvenes y viejos de varios continentes, estampando bicis, con o
sin él. El alcance mundial de las bicis de Traverso es facilitado por
el espíritu solidario del artista, lo sencillo que es acceder, conceptual
y prácticamente, al dibujo de la bici, y la dinámica adopción de ese
vehículo, al que decenas de comunidades de todo el mundo otorgan
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 131

-
tableciendo también una red política global hecha de participación
y posibilidades.

TRAVESÍAS POLÍTICAS DE LA MEMORIA EN ARGENTINA

En Rosario, tercera ciudad más poblada de Argentina, viven al-


rededor de un millón de personas y su economía, como la de gran
parte del país, es muy cíclica. Rosario, que, está situada en la pro-
vincia de Santa Fe, una región que depende de la agroindustria, la

alberga una importante universidad y una rica vida cultural y ciu-


dadana. En general, sus gobiernos han sido progresistas y su conso-
lidada comunidad teatral y artística ha retratado con frecuencia el
brutal pasado dictatorial argentino.
Durante mi estancia en la ciudad pregunté a mucha gente si co-
-
nocí a nadie que no supiera de ellas. Para muchos ciudadanos de
Rosario, las bicis que salpican la ciudad aluden a una solidaridad
con quienes las montan. Los rosarinos hablan con cariño de las bicis,
viendo en ellas un elemento positivo de su paisaje urbano.
Rubén Chababo es el director del Museo de la Memoria de Ro-
sario y un destacado experto en conceptualización de los espacios
artísticos de la memoria en Latinoamérica y otros lugares. El Museo
de la Memoria, inaugurado en 2004, fue el primero de titularidad
pública en centrarse en las atrocidades de la dictadura y en ofrecer
un relato complejo y matizado de los años de la represión. Durante
-
ción de asociaciones de base y líderes ciudadanos luchaba para que

el Comando del II Cuerpo de Ejército. Gracias al impulso de su di-


rector Rubén Chababo, el Museo de la Memoria inauguró allí en
diciembre de 2010 su sede permanente, partiendo de la base de que
las instituciones de memoria siempre deben formular preguntas,
-
dolo.7 Chababo se resistió a que el museo impusiera una cronología

opinión implicaba hasta cierto punto un “antes” y un “después”,


planteando demasiados problemas de interpretación. Por el contra-
rio, el centro se organiza estéticamente en torno a varios temas, en-
132 KATHERINE HITE

tre ellos las prisiones clandestinas, el secuestro y la adopción ilegal


de hijos de desaparecidas,8 las luchas en defensa de la verdad y la
justicia, y el testimonio.9
Chababo me llevó a dar un paseo por Rosario. Al iniciar la ca-
minata desde lo que era entonces la sede temporal del museo, dijo,
con cierta ironía, dado nuestro punto de partida, que en realidad en
Rosario el arte de la memoria no está en el museo, sino en la calle.10
Mientras caminábamos, me iba explicando la iconografía de las nu-
merosas pintadas que hay en su ciudad. Entre los muchos símbolos
había referencias a luchas obreras, generales procesados, músicos
de rock, partidos políticos y a los pañuelos blancos de las madres de
los desaparecidos. También nos encontramos varias bicis.
Nunca más, informe presentado en 1984 por la Comisión Nacio-
nal sobre la Desaparición de Personas, ostenta la triste distinción
de documentar por primera vez la desaparición de un ser humano.
Se trata de Ángel Enrique Tacuarita Brandazza, de 23 años, un estu-
diante universitario peronista conocido por su labor en los barrios
marginales de Rosario que desapareció después de ser secuestrado
por las fuerzas de seguridad. Aunque en 1972 esto era un caso ex-
-
mente un régimen constitucional, la desaparición ya era una prác-
tica frecuente.
Políticamente, los años anteriores al golpe militar de 1976 fueron
de gran inestabilidad y polarización, caracterizados en 1973 por las
primeras elecciones democráticas después de varios años de régi-
men militar; el retorno después de dos décadas de exilio del viejo
dirigente Juan Domingo Perón; su fallecimiento a mediados de 1974
y la disputa por el poder de aliados y enemigos peronistas, de iz-
quierda y de derecha. En gran medida gracias a la presidencia de
Perón (1946-1955) y al desarrollo de una gran base de apoyo po-
pular, la clase obrera argentina urbana y rural era la más fuerte de
Latinoamérica. En la Argentina actual los combates por la memoria
suelen tener que ver con alianzas y divisiones peronistas, y con la

Durante la década de 1970 también fue visible la aparición de


un movimiento de guerrilla urbana, sobre todo el de los montone-
ros peronistas, pero también el del Ejército Revolucionario del Pue-
blo (ERP), con más fuerza en Rosario. La primera acción guerrille-
ra reivindicada por los montoneros, el asesinato del general Pedro
Aramburu, dictador antiperonista entre 1955 y 1958, tuvo lugar en
1970, durante el segundo régimen militar antiperonista (1966-1973).
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 133

La ideología revolucionaria de los montoneros buscaba delibera-


damente la espectacularidad. Durante la década de 1970, los mon-
-
les, políticos y diplomáticos derechistas, y también de importantes
directivos empresariales argentinos y extranjeros. Los guerrilleros
irrumpieron en bases militares de todo el país y atentaron con bom-
bas contra sedes de multinacionales, bancos y otros símbolos del
capital.

de 1960 y comienzos de la de 1970 también surgieron importantes


movimientos artísticos radicales, notablemente ligados al devenir
político del periodo. En Argentina, la serie más famosa de acciones
artísticas colectivas tuvo lugar en 1968, cuando un grupo de cono-
cidos vanguardistas de Rosario y Buenos Aires mostró y denunció
el empobrecimiento de la provincia rural de Tucumán e, implíci-
tamente, el entorno económico y cultural burgués del país y sus
propias instituciones. En Tucumán vivían agricultores humildes y

Tucumán, una iniciativa neoliberal de la dictadura de Juan Carlos


Onganía, destinada a privatizar y centralizar la producción de caña
y de cítricos en la región, con vistas a su exportación. Los artistas,
colaborando principalmente con líderes sindicales y políticos, uti-
lizaron múltiples técnicas visuales –pintura, fotografía, textos y ví-
deos– para documentar el deterioro del nivel de vida de la gente co-
rriente de Tucumán, y también la prodigalidad que inevitablemente
producía la globalización entre los ricos de la región. El colectivo
artístico, conocido con el nombre de Tucumán Arde, organizó una
-
res, donde la muestra fue inmediatamente clausurada por las auto-
ridades.
Un aspecto destacado de la radicalización de las décadas de 1960
y 1970 fue la rebelión de muchos creadores contra la propia produc-
ción artística, que, en su opinión, era una empresa burguesa. Ese fue
el caso de Juan Pablo Renzi, un conocido artista de Rosario que dejó
de pintar durante varios años. Las pegatinas y bocetos realizados en

de Traverso.11 Por lo menos dos de los artistas de Tucumán Arde,


entre ellos el conocido pintor rosarino Eduardo Favario, se unieron
al ERP. Favario murió en 1975 durante un tiroteo con las fuerzas de
seguridad en una zona rural de Santa Fe.12
Se calcula que en junio de 1973 se reunieron en el aeropuerto
134 KATHERINE HITE

bonaerense de Ezeiza tres o más millones de partidarios de Juan Do-


mingo Perón para recibirlo a su regreso del exilio. Se produjo un es-
tallido de violencia y varios montoneros resultaron muertos. El su-
ceso pasó a conocerse con el nombre de “masacre de Ezeiza” y puso

derecha. Por otra parte, el propio Perón rompió públicamente con


los montoneros poco antes de morir. Durante el régimen de Isabel,
viuda de Perón, que accedió a la presidencia inmediatamente des-
pués de la muerte de su marido, las fuerzas de seguridad crearon la
Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A, un grupo paramilitar
que se lanzó a una cacería y asesinato sistemáticos de los guerrille-
ros montoneros y del ERP, y también de los sospechosos de colabo-
rar con ellos. Cuando tuvo lugar el golpe militar, ya había más de
cinco mil prisioneros políticos. El secuestro y desaparición de per-
sonas por parte del gobierno se convirtió en una práctica sistemáti-
ca, prácticamente una industria dotada de una enorme maquinaria
represiva, de la que fueron víctimas decenas de ciudadanos argen-
tinos. Aunque durante toda la década de 1970 tuvieron lugar es-
porádicas acciones guerrilleras, desde el principio quedó claro que
los guerrilleros no podían competir con la Triple A, y desde luego
tampoco con las juntas militares que entre 1976 y 1983 acometieron el
llamado “Proceso de Reorganización Nacional”.

REDEMOCRATIZACIÓN Y ARTICULACIÓN POLÍTICA DE LA


MEMORIA

Hoy en día, Argentina destaca por el grado de visibilidad y de


complejidad que ha dado a los debates sobre la memoria. Varias
razones explican esta situación, pero una de las más importantes es
que la credibilidad de las fuerzas armadas, a partir de la transición
a la democracia iniciada en 1983, se haya visto relativamente debi-
litada en comparación con otros países, dada la desastrosa gestión
económica del Ejército y la derrota en la guerra de las Malvinas,
así como el nivel y el alcance de las violaciones de derechos huma-
nos durante la dictadura. Esto ha permitido que el régimen postau-
toritario haya tenido un mayor margen de maniobra a la hora de
promover juicios contra las juntas militares, investigaciones de los
abusos cometidos por el Estado y planes de indemnización para las
víctimas. Estas actividades de las instituciones políticas han ayuda-
do a fomentar un amplio debate sobre las memorias y sus represen-
taciones.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 135

Sin embargo, la senda que ha conducido éxitos en la defensa de


los derechos humanos y al arte de la conmemoración ha sido sinuo-
sa. El gobierno de Raúl Alfonsín, tanto durante como después de los
procesos que en 1985 sentaron en el banquillo a los jefes de las juntas
militares, en un acto que supuso un importante precedente, se en-
-
contentos con las reducciones del presupuesto militar, la retirada
forzosa de generales y el constante procesamiento de muchos altos
cargos castrenses implicados en violaciones de derechos humanos.
Los argentinos condenaron masivamente esos pronunciamientos,
instando al gobierno a mantener sus políticas. Sin embargo, en 1986
y 1987 Alfonsín aprobó una ley (conocida con el nombre de Ley de

denuncias por parte de los familiares de las víctimas, además de to-

habían obedecido órdenes (Ley de Obediencia Debida).


Además de los implacables esfuerzos realizados por los milita-
res para recuperar su autoridad y evitar los procesos judiciales, la
inestabilidad económica hostigó a la administración de Alfonsín, y
muchos analistas y asesores apuntaron la necesidad de “pasar pági-
-

económica de la década de 1980, las ambiciosas políticas argentinas


en materia de derechos humanos –los juicios y la condena de gene-
rales, la constante investigación y procesamiento de otros autores
de violaciones de los derechos humanos, y las indemnizaciones a las
víctimas– eran demasiado costosas para un nuevo régimen demo-
crático que tenía ante sí todo un abanico de desafíos políticos, socia-
les y económicos. En 1989 Alfonsín abandonó la presidencia con un
año de antelación, en medio de constantes alzamientos militares y
de una crisis económica.
Poco después de alcanzar el poder, el nuevo presidente argenti-
no Carlos Menem (1989-1999) llegó a un acuerdo con los militares,
en virtud del cual se indultaba a todos los condenados, a cambio de
que cesaran las asonadas. Fue un gran golpe para las víctimas de
violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, el movimiento

y miembros importantes de la judicatura se negaron a aceptar la


constitucionalidad de la medida que permitía echar el cerrojo a los
crímenes cometidos por la dictadura. Durante la década de 1990,
defensores de los derechos humanos, periodistas y jueces se cen-
136 KATHERINE HITE

traron en crímenes no recogidos en la Ley de Obediencia Debida,


sobre todo en los secuestros de hijos de desaparecidos, para forzar
la imposición de nuevas condenas. Llegado el año 2000, cuatro de

graduación habían sido acusados y encarcelados por secuestro de


niños y adopción ilegal. En 2005, primero el Congreso y el Senado
argentinos, y después la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
revocaron las leyes anteriores que protegían a los militares de pro-
cesos por violación de los derechos humanos. Esto permitió que en
todo el país se reanudaran o continuaran importantes juicios contra
autores de abusos.
Carlos Santiago Nino, el difunto jurista argentino y principal ar-

pasadas fortalecía “la conciencia moral de la sociedad... (para) ayu-


dar a superar el corporativismo, la anomia y la concentración de
poder que con demasiada frecuencia han sido el sello de la sociedad
argentina”.13 Aunque Nino reconocía las imperfecciones del proce-
so argentino, en su opinión esas imperfecciones emanaban de una
administración que había intentado acometer un proceso de verdad
y de rendición de cuentas, ateniéndose precisamente a la letra de
la ley, para así reforzar la legitimidad de la histórica Constitución
argentina.
La insistencia que pone Nino en la necesidad de restablecer un
marco jurídico constitucional y democrático, éticamente avalado

tono de los debates que suscitó la memoria entre mediados de la dé-


cada de 1980 y mediados de la de 1990. Había que dejar patente una
ruptura clara con el pasado dictatorial y la negación de las liberta-
des civiles fundamentales; además, la exigencia de justicia suponía
la rendición de cuentas de los responsables de abusos por vía jurídi-
ca. A los asesinados y desaparecidos se los recordaba en su calidad
de víctimas de una horrenda empresa criminal, y así era como había
-
sos detalles de las violaciones de derechos humanos y en procla-
mar esas verdades en una situación económica inestable, ante una
institución militar que aducía estar librando una batalla contra la
subversión y cuando no se sabía muy bien cuáles habían de ser las
prioridades de un régimen posautoritario. Quedaban además por
explicar la ideología y las intenciones políticas de las víctimas.
Al igual que durante la dictadura, el Ejército argentino seguía in-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 137

sistiendo en que las fuerzas armadas estaban librando una “guerra


sucia” y que los caídos durante esa guerra eran subversivos antipa-
triotas. Según ese recuerdo de la guerra, había habido dos bandos
más o menos equiparados. Durante las décadas de 1980 y 1990 el
concepto de guerra sucia dominó el discurso argentino sobre el pa-

caos causado por los “dos demonios”: la extrema derecha y la extre-


ma izquierda. Como ha señalado Marguerite Feitlowitz, el régimen
autoritario concibió todo un vocabulario para racionalizar su siste-
ma, un vocabulario cuyos ecos se perciben en Nunca más, informe
de la Comisión de la Verdad, y en la amplia gama de disputas que
ha suscitado la memoria.14

alto la aplastante y violenta derrota de la izquierda argentina a ma-


nos de los militares. A partir de 1976, de los entre nueve mil y 30
mil argentinos asesinados y desaparecidos, las decenas de miles de
exiliados e “insilados”15 y los muchos miles que fueron encarcelados
pero que sobrevivieron, está claro que la mayoría no eran guerri-
lleros, cuyas organizaciones fueron erradicadas, dentro y fuera de

A esto habría que añadir que la sociedad argentina, siguiendo


la pauta de la Sudáfrica posterior al apartheid y la Alemania posfas-
cista, había cerrado los ojos ante las atrocidades cometidas durante
la dictadura. La mayoría de las cárceles eran clandestinas, las des-
apariciones dejaban pocos rastros y la prensa y los demás medios
estaban muy censurados. El informe Nunca más se convirtió inme-
diatamente en un éxito de ventas y los argentinos comenzaron a re-
conocer la brutalidad de la dictadura. De hecho, en su estudio sobre
los nacidos durante o inmediatamente después del régimen militar,
y recogiendo actitudes similares entre los chilenos, analizadas en el
capítulo anterior, Susana Kaiser señala que en Argentina los silen-
cios respecto al pasado, unidos a la presentación dominante del mis-
mo como una guerra sucia, contribuyeron a que los jóvenes y otros
sectores sospecharan que los asesinados habían hecho algo malo.16
En consecuencia, aunque Argentina estaba mucho mejor situa-
da para pedir cuentas a los militares que habían violado derechos
humanos que Chile y Perú, cuyos ejércitos eran más poderosos y
menos impopulares, las organizaciones de defensa de los derechos
humanos argentinas nunca dejaron de estar a la defensiva. Esto no
quiere decir que los guerrilleros argentinos fueran amantes de la
138 KATHERINE HITE

paz y democráticos, y los debates sobre el carácter, las tácticas, las


ideologías y los objetivos de la guerrilla urbana, y también sobre su
papel en la inestabilidad política de comienzos de la década de 1970
y sobre decisiones que costaron muchas vidas, representen otra par-
te importante de los debates actuales acerca de la memoria. Desde
el punto de vista del discurso, la investigación del activismo y la
resistencia políticos, y de quienes se unieron al movimiento guerri-
llero durante las décadas de 1960 y 1970, se adentró en un terreno
peligroso.17
Aliándose con los debates por la memoria, los artistas tuvieron
un papel esencial en las iniciativas populares que en Argentina in-
tentaron que el nuevo gobierno no incumpliera la promesa de es-
clarecer la verdad y hacer justicia a los desaparecidos. En 1983, en
los primeros días de la transición desde el régimen militar al de-
mocrático, aparecieron por todo Buenos Aires siluetas humanas.
El Siluetazo, concebido por artistas y coincidiendo con las acciones
de las Madres de la Plaza de Mayo, conocidas en todo el mundo,
consiguió que miles de participantes crearan y colocaran siluetas
de tamaño natural, y “las calles y plazas de Buenos Aires se trans-
formaron espontáneamente en un gigantesco taller colectivo al aire
libre”.18 Bastante después de esa acción conmemorativa, las siluetas
se cernían como fantasmas por las calles de la ciudad. Durante toda
la década de 1980 no dejaron de aparecer, esfumarse y reaparecer.

ACCIÓN Y MEMORIA

No obstante, hasta mediados de la década de 1990 los debates


sobre la memoria no entrarían en la acusación, vertida por los mili-
tares argentinos, de que los asesinados y desaparecidos eran “sub-
versivos antipatrióticos”. La argentina María Sonderéguer, experta
en literatura, señala que el debate abierto sobre la naturaleza y el
sentido de los movimientos guerrilleros de la década de 1970 surgió
en 1996, al cumplirse el vigésimo aniversario del golpe de Estado.19
Programada para coincidir con el aniversario, la presentación de un
documental con entrevistas de ex militantes montoneros tuvo un
importante papel en el debate y un destacado periódico izquierdista
invitó a periodistas jóvenes y más mayores, a intelectuales y a ex

autores adoptaron distintas posturas y tonos, abriendo espacio para

la relación entre las nuevas y antiguas generaciones de izquierdis-


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 139

tas, y el contexto de aquélla época y el actual. Los participantes tam-


bién plantearon quién constituye el “nosotros” cuando se trata de

de cálculo que salieron muy caros.20 Para Sonderéguer, esta iniciati-


va, que constituye el inicio de importantes diálogos críticos, permite
a los argentinos ahondar en la ideología de la izquierda revolucio-
naria de un modo hasta entonces demasiado difícil o doloroso.
También es mucha la tensión que rodea una difícil situación emo-
cional: la de los militantes que han sobrevivido, cuando muchos de
sus compañeros están muertos o desaparecidos. Algunos, como Tra-
verso, sobrevivieron evitando totalmente la detención, mientras que
otros sí pasaron tiempo en la cárcel. En su estudio de varias nove-
las sobre el movimiento guerrillero, la crítico cultural Ana Longoni
centra nuestra atención en la culpa y la traición del superviviente,
señalando que los ex guerrilleros supervivientes, sobre todo los que
estuvieron encarcelados, se ven obligados a vivir bajo una especie
de doble castigo:

(los antiguos prisioneros políticos son) víctimas de sus captores y


condenados por sus propias organizaciones políticas. La concepción
que prevalecía en las organizaciones armadas disponía que era me-
jor la muerte que la traición e incluso que correr el riesgo de trai-
cionar involuntariamente... Caer prisionero vivo aparece no tanto
como un error sino como una falta, incluso un delito. 21

¿Pero se trataba realmente de una elección que dependiera del

los que detenían y retenían a los militantes, los que decidían quién
vivía y quién era asesinado. Sin embargo, la elaboración del dolor,
la pérdida y la culpa, en parte gracias a debates relativamente más
abiertos, espacios de conmemoración y un contexto caracterizado
por nuevas sentencias condenatorias para militares autores de actos
represivos, continúa suponiendo un enorme desafío.
Del mismo modo que los últimos debates sobre la memoria de-
terminan que los desaparecidos eran militantes políticos, las bicis de
-
jetos de su propio destino. El artista crea las bicicletas para recordar
a los hombres y mujeres que se opusieron al Estado, que dieron su
vida, no para servir a ese Estado, sino para luchar contra la dictadu-
ra. Al mismo tiempo, los ciclistas nunca tuvieron una oportunidad.
Es bastante eufemístico hablar de guerra “sucia” para aludir a la
práctica de hacer desaparecer a jóvenes ciclistas. Uno de los resis-
140 KATHERINE HITE

tentes desaparecidos ayudó a evitar que Traverso corriera la mis-


ma suerte. Las bicis de Traverso representan su propio proceso de
elaboración de esa trágica pérdida personal. El artista reconoce la
suerte de estar vivo, sintiendo también que tiene la responsabilidad,
el júbilo incluso, de crear obras que recuerden a sus compañeros y
que apelen a otros individuos y colectivos, argentinos y extranjeros.
Dentro de un amplio debate social, en Argentina se va prestando
cada vez más atención a la generalizada complicidad de los civiles
con la represión militar. El teórico Mahmood Mamdani se pregun-

Ruanda con el apartheid impuesto en Sudáfrica, señala que en Ruan-

de ello, mientras que en Sudáfrica, pocos fueron los autores de crí-

del sistema. De este modo, en la Sudáfrica posterior al apartheid el


desafío no sólo radica en exigir que los autores de los abusos rin-
dan cuentas a las víctimas, sino en pedírselas también a quienes se

ellas.22 En la actualidad, hay quien señala que en Argentina los be-

estabilidad, sin cuestionar las injusticias del Ejército, ni desde luego


enfrentarse a ellas.

que “Nosotros no sabíamos”. En 1976, en una irónica y premoni-


toria utilización de esa proclamación de ignorancia, León Ferrari,
artista argentino de fama internacional, publicó por primera vez No-
sotros no sabíamos, una recopilación de artículos de ese mismo año
recortados por Ferrari en varios importantes periódicos argentinos
y en los que se daba cuenta de los muchos cadáveres que se encon-
traban y de las denuncias presentadas por familiares de detenidos y
desaparecidos en busca de información sobre ellos.23 A su regreso
del exilio en 1983, Ferrari siguió utilizando los recortes en sus mon-
tajes, expuestos en toda Argentina y en todo el mundo.
En el Museo de la Memoria de Rosario hay una sala con ma-
pas y direcciones de los antiguos centros de detención clandestinos,
que pone totalmente de relieve su enorme profusión. En una de sus
paredes aparecen las palabras de la académica argentina Pilar Cal-
veiro: “Por su cercanía física, por estar en medio de la sociedad, del
otro lado de la pared, el campo de concentración sólo puede existir en
medio de una sociedad que elige no ver”. Rubén Chababo, director
del Museo de la Memoria, explica convincentemente el arraigo his-
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 141

Ilustración 5.3. Bicis (fotografía de Katherine Jensen).

tórico de la aceptación de la represión por parte de los argentinos.


Partiendo de determinadas corrientes históricas y conceptuales,
tanto alemanas como argentinas, Chababo busca paralelismos e ins-
ta a los argentinos y a los ciudadanos de otros países a embarcarse
en un profundo examen de conciencia:

De este modo, en el caso de Argentina –y también de todos los de-


más casos históricos similares del siglo XX–, la cuestión es por qué
-
guiendo la misma argumentación, cómo funcionan los mecanismos
de la negación para conseguir que lo que es evidente se vea más
opaco o borroso, y para llevar a las comunidades a consentir situa-
ciones que contradicen los principios más básicos de la condición
humana... Por sí sola, la memoria del horror no puede actuar como
antídoto que nos inmunice frente a su repetición, a menos que esa
memoria realice algún tipo de labor introspectiva más profunda que
nos obligue a preguntarnos cuál fue nuestra propia responsabilidad
a la hora de hacer posible ese horror.24

CONFLICTOS CONMEMORATIVOS

Desde el inicio de su presidencia, Néstor Kirchner (2003-2007)


se mostró partidario de un programa que reconociera las atrocida-
142 KATHERINE HITE

des del pasado. Entre otras medidas de carácter simbólico, Kirchner


anunció que la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) de Bue-
nos Aires, tristemente famosa por haber sido centro de tortura y de
desaparición forzosa, se convertiría en un museo de la memoria. El
Presidente intentó situarse en un elevado plano moral para promo-
ver medidas que pusieran de relieve el doloroso pasado argentino y

de muchos, Kirchner reescribió el prólogo de Nunca más. En 2006, al


cumplirse el trigésimo aniversario del golpe militar, el gobierno de
-
diendo un nuevo prólogo. El texto original decía: “Durante la déca-
da del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía
tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda”. En
la nueva edición, el prólogo dice: “Es preciso dejar claramente es-
tablecido, porque lo requiere la construcción del futuro sobre bases
-
tado como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si
25
El gobierno de

era inaceptable como explicación del golpe militar y del terrorismo


de Estado posterior.
El anuncio por parte del presidente Kirchner de que la ESMA se

varios años de intensa presión por parte de un abanico de organi-


zaciones de defensa de los derechos humanos. Patricia Valdez, di-
rectora de Memoria Abierta, una importante asociación de ese sec-
tor, señala que, dentro del proceso de apertura de los debates sobre
la memoria, en 1996, aniversario del golpe de Estado, comienza a
apreciarse un cambio palpable en ese tipo de asociaciones.26 Las or-
ganizaciones de defensa de los derechos humanos, que desde 1983
se habían centrado en luchar por hallar el paradero de seres queri-
dos y conseguir que rindieran cuentas los responsables de abusos,
comenzaron a participar cada vez más en actividades orientadas a
consolidar una memoria pública, entre ellas los memoriales.
-
te, que desataron las diferencias entre las organizaciones que exigían
que se reconociera realmente qué había sido ese centro y diferentes
gobiernos y organismos militares, nada dispuestos a convertirlo en
un memorial que hablara de las atrocidades del pasado. Aunque
la municipalidad de Buenos Aires era partidaria de la instalación
de un museo de la memoria en la ESMA, y también de promover
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 143

otros monumentos, el gobierno federal argentino no estaba tan bien


dispuesto.
Tras el anuncio de Kirchner, la batalla relativa a qué hacer con la
ESMA se desplazó al propio seno de las organizaciones de defensa
de los derechos humanos. Marcelo Brodsky, un artista argentino de
fama internacional, tomó la iniciativa de lanzar una convocatoria,
pidiendo propuestas de actuación para ese espacio, que fueron pu-
blicadas en Memoria en construcción: el debate sobre la ESMA. Brodsky
-
moria, y él y su equipo reunieron una impresionante y provocadora
colección de imágenes y artículos. Brodsky se quedó con artistas
que, habiendo centrado su obra en la represión estatal, plantearan
qué manifestaciones artísticas consideraban apropiadas para ese
espacio. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos
presentaron propuestas que Brodsky reprodujo parcial o totalmente
en su libro.
Memoria en construcción: el debate sobre la ESMA puso de mani-

-
presentando torturas y muerte hasta plasmaciones más abstractas
de la pérdida. Los artistas proponían instalaciones que recrearan
salas de tortura, así como colecciones de utensilios cotidianos, apa-
ratos, recuerdos, libros y fotografías que los agentes de los servicios
de información habían robado a los secuestrados.27 La mayoría de
las asociaciones de defensa de los derechos humanos propuso que
por lo menos una parte del espacio se dedicara a recrear el centro
clandestino de tortura y desaparición que realmente había sido la
ESMA. Sin embargo, la línea de las Madres de la Plaza de Mayo

el espacio para crear un centro cultural en el que organizar espectá-


culos, exposiciones artísticas y clases; es decir, no querían que fuera
utilizado como museo al que “la gente va sólo una vez a ver mucho
horror y no lo ve nunca más”.28
Una vez más se pusieron de relieve las disensiones que suscitaba
el futuro de la ESMA entre politizadas organizaciones de defensa de
los derechos humanos. Durante varios años, el ritual semanal de las
famosas Madres de la Plaza de Mayo que en silencio se manifesta-
ban describiendo un círculo en dicha plaza, en realidad lo llevaron
a cabo dos facciones distintas. Hasta la llegada de Kirchner a la pre-
sidencia, se consideraba que había un grupo de madres reformis-
ta, para el que lo adecuado era negociar con el gobierno una serie
144 KATHERINE HITE

de avances legales que permitieran encontrar a sus seres queridos,

negarse a cualquier cesión, era más radical y revolucionario.


Una vez en la presidencia, Kirchner entabló una estrecha alianza
-
rosas ayudas monetarias. En realidad, este apoyo marginó a la otra
línea, y también a varias organizaciones de defensa de los derechos
humanos que carecían de recursos para realizar investigaciones, ini-
ciativas de conmemoración y programas de divulgación en centros
educativos con los que habían contado una vez que Kirchner llegara
al gobierno.
-
ral Nuestros Hijos”, demostró la clase de actividad que quería ver

cocina “anticapitalista” y, sosteniendo un paquete de arroz ante sus


alumnos, explicó que lo había cultivado Monsanto, una monstruosa
multinacional neoliberal que estaba arruinando la producción agrí-
cola argentina para el consumo interno. Su primera clase atrajo a 50
alumnos (y a la prensa).
Las desavenencias entre las organizaciones de defensa de los de-
rechos humanos y otras asociaciones de base son inevitables, sobre
todo en un país tan rico en discurso político y cultural como Ar-
-
tan distintas posiciones políticas e ideológicas y con frecuencia se
cansan de enfrentarse sin descanso. En su texto sobre la memoria
en Argentina, Andreas Huyssen ha señalado que se debería inter-
pretar que en las iniciativas de conmemoración artística las ONG
dedicadas a la defensa de los derechos humanos y las Madres de la
Plaza de Mayo están intrínsecamente imbricadas y “en última ins-
tancia (los registros del discurso público de la memoria) dependen
uno del otro y se refuerzan mutuamente a partir de su diversidad,
incluso cuando los representantes de los diferentes grupos no estén
de acuerdo entre sí en sus políticas”.29

LAS MÚLTIPLES ITERACIONES DEL PARQUE DE LA MEMORIA

En 2007 me enteré de las tensiones y rupturas que estaban pro-


vocando el diseño y la puesta en marcha del Parque de la Memoria de
Buenos Aires. Es un parque escultórico cuya creación está en mar-

una pequeña porción de los individuos y organizaciones que inicial-


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 145

mente lo defendieron.
Mi visita se produjo bajo una lluvia torrencial. Esperé a mi jo-
ven guía en el restaurante Los Platitos, situado enfrente del parque.
Como los empleados del local se mostraron enormemente amables,
comenzamos a hablar del parque. Pasado un rato, el encargado sacó
unos cuantos folletos del restaurante: en portada, junto a una foto-
grafía del local, se decía que éste era “Un clásico de prestigio” situa-
do en la mejor zona de la Costanera. Dentro del folleto se veía un
mapa grande y vistoso del Parque de la Memoria, indicando dónde
había esculturas y dónde se situarían otras en el futuro. Los Platitos
elaboró el folleto durante el vigésimo quinto aniversario del golpe y
en él se dice que “Hace 25 años que los recordamos. Hoy nuestro re-
cuerdo se construye”. Sin embargo, incrédula, di un respingo al leer

prestigio”. Luz Rodríguez, mi guía, me dijo que los empleados del


lugar siempre habían sido amables y serviciales, y que a menudo
le hacían el favor de guardarle la llave de entrada. También me co-
mentó que a los miembros de la comisión les hacía gracia el folleto.
Luz y yo nos sentamos en el pequeño remolcador que servía de

parque estuviera prácticamente terminado. Durante nuestra visita


entró un autobús, del que bajaron 50 estudiantes de arquitectura de
la Universidad Nacional de Rosario. Tardé un buen rato en atrever-
me a preguntarles si conocían las bicis. Todos las conocían. Es más,
me dijeron que en Rosario todo el mundo sabe lo que representan.
Después me dijeron que las bicis rendían homenaje a la memoria
de un conocido activista social de Rosario, Pocho Lepratti, muerto
durante las protestas de 2001. De hecho, apuntaron, León Gieco, co-
nocido músico argentino, había compuesto en su honor una canción
titulada El ángel de la bicicleta. No tardé en descubrir la gran impor-
tancia de esta traslación del tema de Traverso.
Observé cómo los estudiantes trataban de interpretar las tres es-
culturas colocadas en el parque, sobre todo Victoria, del artista es-
tadounidense William Tucker, de casi ocho metros de altura y rea-
lizada en hormigón. La observaban con escepticismo y a muchos
no parecía impresionarles. Sin embargo, cuando Luz situó la obra
en su contexto, explicándoles cómo se había erigido levantándola
del suelo, como resucitándola, los movimientos de cabeza de los
jóvenes indicaron una mayor aprobación.30 A muchos los conmo-
vió ostensiblemente la obra Sin título, de Roberto Aizenberg: tres
146 KATHERINE HITE

el artista había conocido y querido. Además, al ser estudiantes de


arquitectura, comprendieron la intención del Monumento al escape,
de Dennis Oppenheim, compuesto por celdas cúbicas que represen-
tan tanto el encerramiento como el aprisionamiento, la liberación y
la escapada. Muchos estudiantes pasaron largo rato escrutando las
cientos de fotografías en blanco y negro de los desaparecidos que
cubrían el muro temporal. Después de hacer un montón de fotos, se
subieron a su autobús.
Un año después, en julio de 2008, regresé al Parque de la Memo-
ria, deseando saber cómo había avanzado y también si mucha gente
lo transitaba. En esta ocasión, para llegar al parque tomé un taxi,
pidiendo al taxista que antes pasara por la ESMA. El conductor co-
nocía este enorme centro, pero nunca había oído hablar de “ningún
Parque de la Memoria”, así que bajó la ventanilla para preguntar a
otro taxista. El otro tampoco tenía ni idea. Aunque yo no soy muy
buena orientándome, sí recordaba más o menos dónde estaba el Par-
que de la Memoria, en la ribera del Río de la Plata, y conseguimos en-
contrarlo. Cuando llegamos, vimos que su Muro estaba rodeado por
una verja, no abierto al público, pero conseguí permiso para entrar.
El primer plano del parque no había cambiado desde el año an-
terior. Las esculturas de Tucker, Aizenberg y Oppenheim seguían
siendo las únicas del recinto. Sin embargo, sí se había levantado el
principal elemento escultórico del parque: el Monumento a las vícti-
mas del terrorismo de Estado, que partiendo del río divide el parque.
Los visitantes pueden caminar junto al muro, ascendiendo poco a
poco en zigzag. La lista de muertos y desaparecidos se inicia en el
año 1969 y termina en 1982, alcanzando su punto culminante en
1976 y 1977. Junto al nombre de la víctima, aparece su edad: 18, 19,
21 años parecían las más frecuentes, o por lo menos fueron las que
más me hicieron pensar. Junto a varios de los nombres y edades es-
taba también la palabra “embarazada”. Hay casi diez mil nombres.
En el parque seguía habiendo obreros trabajando en la construc-
ción del centro de documentación y en el pavimentado de los te-
rrenos circundantes. El remolque en el que Luz y yo nos habíamos

yo lo visité otra joven hacía las funciones de Luz. Era difícil calcular
cuánta gente acudía al Parque de la Memoria en esa época, aunque la
muchacha me aseguró que había bastantes visitas.
Desde mi visita en 2008, el Parque de la Memoria ha seguido trans-
formándose. Se ha terminado el Muro y también un gran centro de
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 147

documentación. Hay varias esculturas nuevas, entre ellas las de


Marie Orensanz, Pensar es un hecho revolucionario; Nicolás Guagnini,
30.000, y Claudia Fontes, Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, si-
tuada en el propio río. El colectivo artístico argentino Grupo de Arte
Callejero ha instalado Carteles de la memoria
por señales viales que contextualiza y sitúa distintas dimensiones
del periodo represivo. Según los tres estudiantes universitarios que
durante mi visita en diciembre de 2010 actuaban como guías en la

año había habido más de diez mil visitantes, en su mayoría grupos


de alumnos de primaria y secundaria. La visita al Parque de la Me-
moria me sirvió para constatar que los espacios conmemorativos son
procesos cambiantes que, como el propio río de la Plata, inquietan e
inspiran, van y vienen con la marea.

LA COLABORACIÓN CON VISTAS A UNA CONEXIÓN GLOBAL

El hecho de que Fernando Traverso eligiera la plantilla de una bi-


cicleta arranca del recuerdo de un compañero desaparecido, Cachilo,
para el que el artista estampó la bici número 350. Traverso ha descri-
to cómo, dentro de la resistencia a la dictadura, ambos trabajaban en
un barrio pobre de Rosario, ayudando a solventar las necesidades
básicas de sus familias. Para Cachilo, Traverso era Bicho y éste dice
que Cachilo era alguien muy especial, muy activo y capaz de poner
en contacto a varios miembros de la resistencia. Cachilo y Bicho co-
mentaban lo que ocurría a su alrededor, sus convicciones políticas
montoneras y por qué no abandonaban la resistencia. La conclusión
era que no podían dejarla porque habría sido una traición a los com-
pañeros caídos antes que ellos.
Cachilo siempre iba en una antigua bici inglesa negra que su tío le
había regalado: según Traverso, una “reliquia, ya en esos tiempos”.
La última vez que ambos se vieron, con la mirada y la actitud Ca-
chilo indicó a Traverso que algo iba mal, que no debían hablar, que
debían pasar de largo el uno junto al otro. Traverso lo comprendió.
Esa noche vio la bici de su amigo apoyada en un árbol. Allí seguía
varios días después.
Más de veinte años después, el profundo dolor de Traverso y
la necesidad de aliviarlo le llevaron a crear su bici. El 24 de marzo
de 2001, vigésimo quinto aniversario del golpe de Estado militar,
Traverso, aprovechando la noche, estampó una sola bici. El artista
no tardó en depurar el proceso de creación de las bicis, concibiendo
148 KATHERINE HITE

Ilustración 5.4. Fernando Traverso (fotografía de Katherine Hite).

una plantilla más ligera, de tres piezas, en sustitución de la primera,

sentía enormemente satisfecho al comprobar al día siguiente de es-


tamparlas que las bicis seguían donde las había puesto. Después de
estampar las primeras y de documentar su presencia, Traverso reca-
bó la colaboración de amigos íntimos, entre ellos varios compañeros
de los días de la resistencia y la época del exilio interno en la ciudad
de Saladas, en la provincia de Corrientes.
En una entrevista realizada en 2004 con el director del Museo de
la Memoria Rubén Chababo, Traverso dijo que durante el proceso
de creación de las bicis en las paredes de Rosario había descubierto

(las bicis) estaban en el límite de lo corpóreo y lo intangible, iban


abriendo el sentido de diferentes historias e interrogantes para cada

invitaba a que quien las veía se preguntara por el origen y la razón


de esa presencia enigmática: ¿quién dejó allí esa bicicleta?, ¿quién
es o era su dueño?, ¿qué interrumpió su marcha?, ¿a quién espera
allí detenida?31
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 149

Traverso le dijo a Chababo que ya estaba acostumbrado a que


sonara el teléfono y a que le pidieran que estampara la imagen de la
bici en un determinado lugar, delante de la casa de una familia, en
el muro de una fábrica y que, ya en 2004, recibía solicitudes de otras
ciudades, de gente que había pasado por Rosario, había conocido
las bicis y quería colocarlas en su propio paisaje.32
Traverso y el colectivo de artistas al que pertenece, el Comité de
Coordinación Obrero-Estudiantil, realizan pintadas por todo Rosa-
rio, sobre todo para rendir homenaje a las históricas luchas obreras
y a otras más recientes contra el neoliberalismo, la brutalidad poli-
cial y la encarcelación injusta. Llegué a reconocer sus características
pintadas en toda la ciudad, entre ellas una imagen de una televisión
que simboliza la proclamación del Estado de sitio por parte del go-
bierno argentino durante las protestas de 2001.
Traverso también fue cofundador del colectivo artístico rosari-
no grupo En Trámite, cuyos integrantes colaboraron durante varios
años. Como se ha dicho en el capítulo introductorio, el 24 de mar-
zo de 2000, con motivo del vigésimo cuarto aniversario del golpe
militar en Argentina, En Trámite realizó su primera gran instala-
ción artística, Descongesta. La obra, en la que se podían ver pares
de zapatos viejos dentro de 40 bloques de hielo, se colocó en una
esquina situada delante de un antiguo centro de detención y tortura
clandestino que se había convertido en el bar de moda, Rock and
Fellers. Al irse derritiendo el hielo bajo el sol abrasador, en la acera
se iban formando charcos, que después desaparecían por completo,
dejando los zapatos desperdigados por el suelo. “Nada más inofen-

33

En Trámite repitió la instalación ese mismo año. Aunque el colecti-


vo ya no existe, Traverso ha encontrado nuevas energías con otras
agrupaciones de artistas y activistas, que se reúnen para planear y
llevar a cabo creativas acciones en manifestaciones, conferencias de
prensa y fechas señaladas.
A mi regreso a Rosario, en diciembre de 2010, para la inaugura-
ción del Museo de la Memoria, hablé con Traverso sobre el espacio
de ese museo. Para el artista, es un despliegue de alta cultura exce-
sivo, en el que la política ha sido retirada del escenario. Al artista
le preocupaba que el museo fuera demasiado propio del “primer
mundo”.34 Yo entendía su preocupación, pero le señalé que quizás
hubiera espacio para distintas iniciativas de memoria, entre ellas
ésta, concebidas para llegar a nuevos públicos. Aun aceptando que
150 KATHERINE HITE

podía ser así, a Traverso no dejaba de inquietarle pensar qué inicia-


tivas de memoria iban a imponerse y cuáles quedarían relegadas a
las sombras.
El 22 de febrero de 2011 el colectivo de Traverso rindió home-
naje a Óscar Bouvier, un montonero rosarino desaparecido en sep-
tiembre de 1976 a los 21 años y cuyos restos fueron descubiertos en
noviembre de 2010. Titulada Una estrella para el Gusi, la obra con-
memorativa era una estrella de hielo, teñida de rojo con colorante
alimentario que, al derretirse, iba formando pequeños charcos que
parecían de sangre.
Nuevas generaciones de colectivos artísticos han surgido en todo
el país, entre ellos los Erroristas, Etcétera y Arte Callejero. Para Mar-
celo Brodsky, todas esas nuevas generaciones proceden de las movi-
lizaciones callejeras registradas durante la crisis económica argenti-
na de 2001-2002.35 Los colectivos artísticos participan en un abanico
de acciones, dando una creativa expresión visual a la concienciación
de la plaga del sida, los escraches, las huelgas obreras o los piquete-
ros de desempleados.
Juntos en la azotea de Traverso, el artista y yo extendimos la
plantilla de la bici sobre un lienzo y, utilizando un spray, hicimos
una para mí. A cambio, me comprometí a encontrarle un lugar apro-

maneras que tiene Traverso de manifestar su pasión por la colabora-


ción, por contribuir a la formación de un imaginario auténticamente

sí lo he compartido con los alumnos de mi seminario, con los que


analicé la obra de Traverso, y colocándonos alrededor de ese estén-
cil nos hicimos una foto que envié al artista.
-
do. Cuando apareció la primera, Argentina se había visto arrojada
a la crisis global perpetrada por las políticas neoliberales del FMI y
el Banco Mundial. Como otras ciudades del interior argentino, Ro-
sario lo pasó especialmente mal. Pero contraatacó. Las manifesta-
ciones en contra de los bancos, el FMI y el Banco Mundial fueron
constantes y numerosas.
Uno de los líderes del movimiento social de base de Rosario fue
Pocho Lepratti, al decir de muchos un personaje querido, físicamen-
te atractivo y pobre, casi un Cristo. Ciertas discrepancias se observan
entre los relatos que los rosarinos hacen de su muerte. Muchos me
dijeron que la policía le había disparado durante una manifestación,
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 151

Ilustración 5.5. Esténcil: Pocho Lepratti, El ángel de la bicicleta (fotografía de


Katherine Jensen).

mientras Lepratti trataba de advertir a los agentes de la presencia

indicaron que le habían disparado cuando acudía en bici a una reu-


nión organizativa. Como los estudiantes de arquitectura de Rosario
señalaron en 2007 durante nuestra visita al Parque de la Memoria de
Buenos Aires, las bicis de Traverso han trascendido el homenaje a

Los relatos populares sobre la muerte de Lepratti son similares a


los de la muerte de Luigi Trastulli, un activista fallecido hace muchas
décadas en Italia durante una huelga obrera. El conocido experto en
historia oral Alessandro Portelli contrasta la memoria popular sobre
la muerte de Trastulli con los relatos policiales y periodísticos y con
el testimonio del forense.36 Portelli señala que el pueblo de Turín
necesitaba recordar a Trastulli como a un mártir, defendiéndole en
medio de una crisis terrible en la que la gente corriente se sentía bas-
tante impotente y desesperada. La “validez” y la “verdad”, según
Portelli, son mucho menos importantes que cómo recuerda la gente
152 KATHERINE HITE

Recordar a Trastulli como un mártir de los obreros turineses sirve


para dar poder, para transformar tragedias en luchas por la justi-
cia que compañeros del fallecido hacen lo posible por continuar. Lo
mismo ocurre con la muerte de Lepratti, a quien los rosarinos re-
cuerdan ahora al ver las bicis en sus calles. De hecho, la muerte de
Lepratti ya ha trascendido los límites de Rosario. Ahora las bicis se
interpretan como una lucha contra las injusticias sociales causadas
por la crisis neoliberal internacional.
Ya las bicis de Traverso se pueden encontrar en toda América y
Europa, desde Paraguay a Dakota del Sur, pasando por Paraguay,
Colombia, El Salvador y México, y también en España y Europa del
Este. Las imágenes de las bicis que aparecen en el sitio web de Fer-

recuerdan claramente a los argentinos fallecidos. En Cali, Colom-


bia, un grupo se descargó la bici para hacer una declaración sobre
la pobreza. En la ciudad española de Zaragoza los ecologistas la
han incorporado a su lucha por una forma de vida sostenible. En el
País Vasco, los nacionalistas utilizaron una estampa de una bici para
representar el dolor de las viudas que ha dejado la violencia. Esos

pluridireccionales: locales y globalizados, pasados y presentes.37 Es-


tablecen conexiones entre diversas comunidades que se relacionan

Ilustración 5.6. Bici estampada sobre tela de vestido (fotografía de Fernando Traverso).
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 153

Ilustración 5.7. Estudiantes universitarios de Ciudad Juárez, México, haciendo


estampaciones sobre tela de vestido (fotografía de Fernando Traverso).

entre sí virtual y físicamente. Quizá esos viajes, esa comunicación


y ese alcance mundiales hayan llevado a Traverso a desarrollar re-
cientemente un estampado de un pequeño sobre, que ha denomina-
do carta. Las cartas aparecen “metidas” debajo de una puerta, cerca
de la rejilla de una alcantarilla o junto a un buzón de correos. Al
igual que las bicis, las cartas de Traverso están empezando a llegar
a comunidades de todo el mundo.
Las bicis también son arte de la memoria fronteriza. En mayo de
2009 el artista viajó a las ciudades fronterizas de Ciudad Juárez, en
el estado mexicano de Chihuahua, y El Paso, en Texas, EE.UU., in-
vitado por grupos de activistas estudiantiles para que les ayudara
a rendir homenaje a las cientos de jóvenes asesinadas en lo que se
conoce como femicidio. Traverso dijo que estaba trabajando con dos
universidades, una de Texas y la Universidad Autónoma de Juárez.

Incluimos en esta ocasión, para realizar las banderas, telas con es-
tampados femeninos, para hablar en este caso de las mujeres asesi-
nadas en Ciudad Juárez. También había telas blancas y una negra
que desafortunadamente sirvió para protestar, en una marcha que
realizaron por las calles de Juárez, por el asesinato de Manuel Arro-
yo Galván, profesor de la universidad, donde días atrás habíamos
154 KATHERINE HITE

Ilustración 5.8. Bici situada debajo de un puente que conduce a la frontera mexicano-
estadounidense (fotografía de Fernando Traverso).

realizado la acción con los estudiantes. En las dos ciudades, a modo


de testimonio, las bicis y las cartas quedaron allí.38

Los activistas de Juárez también estamparon una bici en un muro


de sujeción de un puente que conduce a la frontera mexicano-esta-
dounidense. Mientras hacían la impresión, un grupo de habitantes
de la ciudad los aplaudió, pensando que la bicicleta simbolizaba una
protesta contra el reciente cierre de un carril de bicicletas que cada
mañana solían utilizar muchos mexicanos empleados para acudir al
trabajo en El Paso. Las bicis de Traverso modelan los memoriales,
convirtiéndolos en vías de acceso a conversaciones que unen como
un hilo el pasado y el presente, empresas colectivas que exigen al
espectador que se dé por aludido.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 155

EPÍLOGO

sus propios abogados, familiares de desaparecidos de la localidad


-
ridos. Mientras se organizaban los funerales y los entierros, una de-
legación de parientes se reunió con el obispo Juan Ignacio González
para negociar la compra de un mausoleo en el cementerio de Paine.
El prelado, miembro del Opus Dei y defensor acérrimo de la pasada
dictadura, rechazó la solicitud de las familias: no quería que hubiera
un mausoleo que representara al conjunto de los muertos y desapa-
recidos de Paine.1 -
to, pero que las familias “del otro lado” también habían sufrido.2
Después de más de un mes de presiones (se llegó incluso a pedir a
funcionarios de alto rango que forzaran un cambio en la posición
del prelado), el obispo González transigió.
Esta experiencia sirvió para recordar algo deprimente: las ten-
siones políticas que sigue suscitando el pasado en Paine y de qué
manera las familias del lugar continúan reviviendo traumáticas
memorias. Gran parte de la labor de la A.F.D.D. Paine después de
los funerales de octubre de 2010 se centró en incorporar al proce-
so judicial a familiares que hasta entonces no hubieran presentado
denuncia. El miedo, la inquietud, el deseo de no revivir el dolor o
la falta de recursos económicos, percibida o real, para iniciar la de-
nuncia impedían a varias familias de Paine participar plenamente
en el largo proceso legal de exigencia de rendición de cuentas por
el asesinato de sus seres queridos. Dentro de la A.F.D.D. surgieron
divisiones sobre cómo hallar un equilibrio entre las iniciativas para
reactivar los procesos judiciales y la necesidad de mantenimiento
constante del memorial.
De hecho, en los últimos años la judicatura chilena ha venido
investigando e instruyendo cientos de casos de vulneraciones de
los derechos humanos. Hasta septiembre de 2010, 777 militares, po-
licías y civiles habían sido juzgados por crímenes que iban desde
tortura y exhumación ilegal hasta secuestro, ejecución y desapari-
ción.3 De esos 777 individuos, la mayoría estaban a la espera de sen-
tencia y de condena. 69 se encontraban en prisión. Respecto al caso
de Paine, 18 personas, entre ellas nueve civiles, siete policías y dos
-
156 KATHERINE HITE

sas y juzgadas. El brigadier general Víctor Raúl Pinto Pérez estaba


cumpliendo condena por la comisión de múltiples secuestros y ho-
micidios, aunque en el momento de escribir este texto no había sido
sentenciado por su actuación en Paine. El teniente Osvaldo Magaña
y otras personas seguían en libertad a la espera de sentencia. El 26

juzgado en 2004 por su supuesta implicación en desapariciones y


ejecuciones registradas en Paine.

lentes y un trozo de una pernera del pantalón de René Maureira,

nieto Juan René, la noticia supuso una conmoción inesperada. Com-


prendió que se había negado a aceptar que se llegara a encontrar a
su abuelo, viendo en la búsqueda de esa verdad una preocupación
más propia de sus mayores. Ahora, 37 años después del secuestro y
desaparición de su abuelo, a Juan René le inundó, al igual que a su
abuela, un caudal de sentimientos y especulaciones:
Son sentimientos encontrados... Por una parte, uno siente eso que
te explicaba, que era como una sensación de una conquista, de algo
que te pertenece, que es el derecho a saber la verdad sobre lo que
ocurrió y el derecho a tener algo de tu familiar, o sea, en realidad el
derecho a tener a tu familiar completo... Imagínate en el caso de mi
familia, que ni siquiera fue una parte de su cuerpo, sino los lentes
que llevaba ese día. Y, bueno, entonces por una parte es eso. Uno
dice: bueno, esto es un logro, esto es súper importante porque es un

uno no está en condiciones de poder celebrar eso, uno no siente la


alegría de esa conquista, de ese avance, que quizá en otros ámbitos
uno sí lo celebraría. Diría: bueno, supongamos que si en el memo-
rial logramos hacer una sede, uno diría esto es una conquista, un
logro, celebrémoslo. En este caso, es tan complejo que uno no es que
no pueda, sino que directamente no se sienten esas ganas de poder
hacer una celebración, porque se mezcla todo con la sensación de
pérdida... Se empieza a asumir la pérdida, y no sólo la pérdida, sino
la magnitud de la tragedia también. Para mí, el hecho de ver los len-
tes de mi abuelo, así como están, representó por una parte constatar
mediante un objeto directamente que él estuvo ahí, y por otra parte
ver esos lentes así, que a pesar del tiempo resistieron... pero me daba
para imaginar lo que había pasado esa noche. Entonces es muy duro,
porque uno dice: ¿cómo habrá caído?, ¿por qué los lentes están un
poquito doblados?, ¿habrá caído de cabeza después de que lo asesi-
naron?... Mi abuela lo que decía es que ella quería guardar los lentes
precisamente para tenerlos como un recurso de mostrarlo, ¿cómo era
4
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 157

Al mismo tiempo que las familias de Paine se enfrentaban de


nuevo a las atrocidades cometidas contra sus seres queridos, en
la vecina Argentina estaba en marcha un proceso similar. El 23 de
octubre de 2010, 34 años después de su desaparición, el militante

Ese año se habían descubierto sus restos en una fosa sin nombre del
cementerio de Barrancas, situado a unos 65 kilómetros de Rosario.
Más de cien personas acudieron al entierro y De Vicenzo fue inhu-
mado junto a su esposa, Miriam Moro, también perteneciente a los
montoneros y cuyo cuerpo había sido encontrado en 1983.
Mientras leía el artículo sobre el entierro celebrado en Rosario,
me sorprendieron los paralelismos entre los comentarios de Gus-
tavo, el hijo de 34 años de De Vicenzo, y los del chileno Juan René
Maureira, de 24 años, nieto de desaparecido. En el lapso de poco
más de una semana, ambos habían enterrado a sus seres queridos,
desaparecidos durante más de 30. Comprendí que en ese momento,
en cada uno de los países de mi estudio –España, Perú, Chile y Ar-
gentina–, había familias que sufrían el trauma de la exhumación: de
enterrar a sus deudos como es debido. A pesar de la distancia que
había separado las atrocidades, era algo que ocurría al mismo tiem-
po. Y en cada uno de esos lugares los actos de conmemoración te-
nían un claro componente político de presente: eran una expresión
de pena y de duelo, pero también de denuncia del carácter criminal
de las muertes y de exigencia de responsabilidades.
Del mismo modo que en toda América Latina y España ha ha-
bido una “explosión” de memoriales y de actos de conmemoración
política, también han proliferado los “museos de la memoria”, cen-

político traumático. El 17 de diciembre de 2010 la ciudad de Rosa-


rio inauguró su Museo de la Memoria. Como se ha indicado en el
capítulo anterior, ese centro representa la culminación de toda una
década de iniciativas llevadas a cabo en la ciudad para centrar la
memoria del terrorismo de Estado en Argentina en la idea de que
“nunca más” se repita, y también en la necesidad de relacionar las
violaciones de derechos humanos del pasado con la lucha contra las
que se cometen hoy en día.
El proceso de creación del museo de Rosario, de lo más comple-

investigación, de la perspectiva de un diseñador y de un profundo


respeto por los ausentes, los muertos y los supervivientes. Cada una
de sus secciones capta la relación entre el pasado y el presente, entre
158 KATHERINE HITE

lo local y lo mundial, y entre el público distante y el público respon-


sable, incluso comprometido.
Su inauguración puso de relieve la inclusión de los ciudadanos
de Rosario, con dos breves pero emotivos discursos y un festival
nocturno de música y arte al aire libre. Los asistentes admiraron

muro exterior del museo, irrumpiendo frecuentemente en aplausos


o uniéndose a conocidos músicos para entonar canciones de pérdida
y de lucha. La ceremonia, que conjugó tristeza y alegría, constituyó
una celebración de la victoria que ha supuesto la inauguración del

reconocimiento de un éxito cultural, un acto de amor y de orgullo.


Aunque las canciones seleccionadas procedían de un triste pasa-
do, la ceremonia de conmemoración también puso de relieve hasta
qué punto el museo relacionaba el pasado con el presente. El centro
anunció la convocatoria de un premio de derechos humanos en me-
moria del activista rosarino Pocho Lepratti, “el ángel de la bici”, y
los primeros premios fueron a parar a un grupo de defensoras de los
derechos humanos y a otro de derechos de los homosexuales. Junto
al grupo de mujeres galardonadas estaba el obispo metodista Fede-
rico Pagura, miembro de la directiva del museo, que no se amilanó
cuando la portavoz del colectivo defendió el derecho al aborto, algo
que el público acogió con un sonoro aplauso. Igualmente, el obispo
asistió a la alocución del defensor de los derechos homosexuales,
que habló de cómo habían avanzado las leyes respecto al matrimo-
nio gay y el reconocimiento legal de las identidades transexuales.
A la mañana siguiente a la inauguración del museo me reuní con
Fernando Traverso, el artista de las bicis, que también había asisti-
do a la ceremonia de inauguración, mezclándose en el exterior con
la multitud. Hablamos de los acontecimientos y conmemoraciones
en los que él había participado en el último año, tanto en Rosario
como en Bogotá, donde conoció a enérgicos defensores de los de-
rechos humanos y militantes de partidos de toda América Latina.
Los muchos grupos presentes participaron en talleres destinados a
establecer colaboraciones y compartieron sus creativos proyectos
culturales. Una tarde, organizaciones de familiares de desapareci-
dos de Colombia, Perú y El Salvador se unieron a Traverso en una
pradera para celebrar un taller de estampado de bicis y recordar así
a sus seres queridos.5 Traverso sintió que había un vínculo humano
intercontinental que, aunque nutrido de ira y tristeza por los seres
queridos perdidos y las violencias del poder, también servía para
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 159

expresar un reconocimiento y un conocimiento mutuos, una misma


solidaridad.
En Lima, la capital peruana, también avanzan los planes de crea-
ción de un Museo de la Memoria, aunque sea a trompicones. Se
pretende que el elemento primordial del centro sea la colección de
fotografías anexas al Informe de la Comisión de Verdad y Reconci-
liación. Las fotos, que en su día inspiraron a la escultora Lika Mutal
la creación de El ojo que llora, están ahora expuestas en el Museo de
la Nación de Lima y atraen a miles de visitantes. Copias de esas
fotografías han viajado a museos e instituciones de todo el mundo.
También se está debatiendo el traslado de El ojo que llora al recinto
del futuro Museo de la Memoria (ahora rebautizado con el nombre
de Lugar de la Memoria), aunque, dados los atentados que ha sufrido
y la polémica que ha rodeado su breve historia, no se ha llegado a
acuerdo alguno al respecto.
El 13 de septiembre de 2010 Mario Vargas Llosa, que había sido
nombrado presidente de la Comisión Encargada del Lugar de la Me-
moria, renunció al cargo en protesta por la amnistía aprobada por el
presidente Alan García para los delitos de violación de derechos hu-
manos cometidos por militares. Aunque García revocó la amnistía,
Vargas Llosa se negó a retomar la presidencia del museo.
Mutal me dijo que en noviembre de 2010 ya había unos diez mil
nombres grabados permanentemente en las piedras de El ojo que
llora y que procedían de la lista pública que iba dando a conocer
el Consejo de Reparaciones gubernamental.6 El 31 de diciembre de
2010 dicho organismo publicó una lista con más de 21 mil personas
-
nían derecho a indemnización. El consejo declaraba que su labor de
documentación de la situación de esos ciudadanos y sus familias
continuaría durante otros seis meses en provincias de todo el país.7
Durante una ceremonia celebrada el 28 de agosto de 2010 en El ojo
que llora, con motivo del aniversario de la publicación del informe
de la Comisión de Verdad y Reconciliación, algunos familiares de
víctimas volvieron a colocar las piedras recién grabadas en el labe-
ríntico sendero del memorial.
En España, sólo el conservador Partido Popular se opuso en sep-
tiembre de 2010, en una votación celebrada en el Senado, a la con-
versión del Valle de los Caídos en un centro que recordara a todas
las víctimas de la Guerra Civil y la represión franquista. Entre los
lugares que en todo el mundo están abandonando una forma de
recuerdo para adoptar otra, no cabe duda de que El Valle de los Caí-
160 KATHERINE HITE

dos plantea un reto formidable. Hasta la fecha no está claro cómo se


plasmará la conversión. Entretanto, van apareciendo cada vez con
más frecuencia noticias sobre exhumaciones de ejecutados durante
la Guerra Civil y los primeros años del franquismo.
Por otra parte, Baltasar Garzón, el magistrado español que orde-
nó la detención del general Augusto Pinochet en Londres en 1998,
se enfrenta a una serie de acusaciones lanzadas por organizaciones
-
zado una campaña jurídica contra él para impedir sus persistentes
intentos de juzgar a autores de violaciones de derechos humanos de
la época franquista.
En mayo de 2010 participé en una pequeña conferencia sobre
monumentos conmemorativos celebrada en el Mémorial de Caen,
Francia. Expertos en cultura y política de la memoria de Extremo
Oriente, Europa, América Latina y EE.UU. se reunieron en lo que

conmemorativo de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la


llamada “Zona Cero” de Nueva York, que había de inaugurarse el
11 de septiembre de 2012. El Memorial y Museo del 11-S de Nue-
va York era uno de lo patrocinadores de la conferencia, en la que
participaron activamente Alice Greenwald, directora de ese futuro
-
rante tres días, cada uno fuimos presentando estudios de procesos
y lugares de conmemoración. La historiadora y experta en Japón
Carol Gluck puso de relieve que Japón, al ir reconociendo paulatina-
mente los actos de violencia cometidos durante el pasado imperia-
lista del país, se estaba apartando de las prácticas conmemorativas
nacionalistas. La experta en teoría cultural estadounidense Marita
Sturken previno contra la conmemoración en forma de recreación,
criticando los silencios que rodean las genealogías de la violencia.8
El arquitecto argentino Gonzalo Conte presentó paisajes de memo-
ria recién diseñados que invitaban a una interpretación abierta. De
forma tanto tácita como explícita, varios de nosotros defendimos
-
lo de carácter global.
El último día de la conferencia, Greenwald y Chanin presentaron
un proyecto de creación del museo del 11-S que chocaba frontal-
mente con cualquier pretensión de proyectar un imaginario global
e incluyente. El proyecto tenía algo extrañamente paradójico. Por

atrocidad histórica más difundida por los medios de comunicación


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 161

y que se cree que durante 24 horas dos mil millones de personas de


todo el mundo asistieron a ese acontecimiento o lo contemplaron.
Además, Greenwald y Chanin calculaban que, una vez abierto el
museo, lo visitarían anualmente alrededor de 500.000 personas, tan-
to de EE.UU. como extranjeros. Sin embargo, el proyecto del museo
del 11-S plantea un relato extremadamente nacionalista que se centra
en el ataque contra Estados Unidos e insiste en la conmoción, pres-
cindiendo del contexto y minusvalorando el hecho de que, aparte de
estadounidenses, también perdieron la vida ciudadanos extranjeros.
El proyecto se centra principalmente en una recreación de lo ocu-
rrido ese día, incluyendo la soleada, cálida y apacible mañana de
otoño, la terrible aparición, como surgida de la nada, del avión que
se dirigía a las Torres Gemelas (así como de las naves que se estre-
llaron contra el Pentágono y en Shanksville, Pensilvania), y el horror
posterior. La presentación también incluye una conmovedora serie
de imágenes de los “primeros en responder”, los cientos de perso-
nas que se precipitaron a echar una mano en el rescate. Se muestra
así un apacible “antes del atentado” y un “después” caracterizado
por el heroico esfuerzo de atender a los nuestros.
Para mí estaba claro que una de las cosas que más atraerá y re-
pelerá a los visitantes es uno de sus apartados: Greenwald lo llamó
“hornacinas audiovisuales protegidas”, es decir, espacios parcial-
mente rodeados para albergar “material difícil”, en el que se inclu-
yen grabaciones de frenéticas llamadas telefónicas a seres queridos
e imágenes grabadas de quienes se lanzaron desde los pisos más
altos de las Torre Gemelas. La sola descripción de las hornacinas
me causó vergüenza, un sentimiento que no me abandonó mientras
Greenwald y Chanin continuaron su presentación. En lo primero
que pensé fue en un íntimo amigo que había perdido a otro íntimo
amigo suyo en los atentados del World Trade Center, y no podía
imaginarme que fuera a poner los pies en una muestra tan sensacio-
nalista. Uno de los asistentes, sentado junto a mí durante la presen-

El Museo del 11-S mostrará desde “material difícil” a un breve


relato histórico que se inicia con el atentado que sufrió en 1993 el
World Trade Center, incluyendo después un fragmento de un dis-
curso de Osama bin Laden y diminutas fotografías de los 19 terro-
ristas que secuestraron los aviones. El relato histórico me pareció
principalmente concebido para atizar en los visitantes la furia con-
tra los terroristas.
Tal como estaba, el proyecto era una oportunidad perdida. En
162 KATHERINE HITE

el World Trade Center perecieron ciudadanos de 92 países, pero se


había tomado la decisión de presentar sólo los nombres y los rostros
de los 2.882 individuos, no sus países de origen. Se decidió centrar-
se únicamente en Estados Unidos, una nación inocente. Aunque el
Memorial del 11-S, cuya inauguración ocurriría el 11 de septiembre
de 2011, durante el décimo aniversario de la tragedia y un año antes
de la apertura del museo, tiene un diseño minimalista e invita a la

las que conducen al vilipendio y al odio al otro. Y esto es algo que


no pasará desapercibido.
Durante su visita a Vassar College, Rubén Chababo, director del
Museo de la Memoria de Rosario, analizó la irregular y difícil rela-
ción que los argentinos mantenían con su atroz pasado, para des-

mayormente estadounidense:
Todavía hay una labor pendiente en los programas académicos, algo
que ha quedado silenciado en los foros públicos, y es la consideración
de hasta qué punto los procesos de violencia extrema los observan
con cierta distancia comunidades y naciones cuyos propios gobier-
nos han tenido mucho que ver en que surgieran dichos procesos.9
En la exposición titulada “Winnipeg, el exilio circular”, que se
mostró entre noviembre de 2010 y enero de 2011 en el Museo de la
Memoria y los Derechos Humanos de Chile, curadores artísticos,
académicos y activistas organizaron una instalación compuesta de
videos, fotografías y mapas. El título de la exposición procedía del
S.S. Winnipeg, un buque que, después de la Guerra Civil españo-
la, había transportado a más de dos mil exiliados españoles desde
Francia hasta Chile, arribando a sus costas el 3 de septiembre de
1939. Pablo Neruda, en ese tiempo diplomático de Chile en Francia,
había organizado la travesía, que fue recibida en el puerto de Valpa-
raíso por el entonces ministro de Salud chileno Salvador Allende. La
muestra presenta relatos de los exiliados narrados por sus descen-
dientes, entre ellos chilenos, argentinos, uruguayos y otros latinoa-

esos descendientes cruzaron el Atlántico para exiliarse en España. Y


los nietos y bisnietos de los republicanos y otros exiliados españo-
les cruzarían el Atlántico en dirección contraria, en calidad de euro-
peos, cuando América Latina volvió a la democracia en las décadas
de 1980 y 1990. La muestra rinde homenaje a las relaciones transat-
lánticas y a experiencias compartidas de violencia, bajas personales,
sufrimiento y solidaridad en un amplio marco espacio-temporal.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 163

Los memoriales pueden buscar la compasión, una conexión en-


tre los que ha sufrido pérdidas y quienes pueden sentirse conmovi-
dos por ellas. Las manifestaciones, las dramatizaciones y los lugares
de memoria recogen múltiples representaciones, en las que la subjeti-
vidad individual y colectiva puede establecer un diálogo con la “otre-
-
moriales invitan a una interacción respetuosa y a menudo profunda.
Como hemos visto, la memorialización también puede ser prác-
tica. Como manifestación, el memorial puede provocar o invitar,
pero, para aceptar esa invitación, hace falta que la acción humana
se plasme de diversas maneras, normalmente imprevistas. Distin-
tas colectividades humanizan a las víctimas, las dotan de un nuevo
sentido político, suscitando en ocasiones, como en El ojo que llora,
un debate polarizado, colérico y muy vivo sobre quién es víctima
y quién victimario. Como si fuera un acordeón, esa conversación
puede desplegarse fuera de los museos y memoriales, alcanzando a
comunidades situadas más allá de las propias fronteras. Como pone

compartido que suscita el carácter universal de la opresión puede


concientizar políticamente al espectador, instándole a participar en
un amplio proyecto de justicia social.
En todo el mundo, los memoriales se han convertido en campos
de batalla en los que artistas, creadores, Estados y sociedades discu-
ten cómo representar y evocar, o incluso conmocionar, al transeúnte
para que contemple y reaccione. Quienes estudian conceptualmente
los memoriales ya han comprendido que todo monumento tiene una
dimensión inasible: la relativa a con qué profundidad se percibe y
quién lo hace, y también saben que la percepción de los memoriales
irá cambiando con el tiempo, con cada momento político-histórico.
Aunque los memoriales conmemoran el pasado, es inevitable que
también se interpreten a la luz del presente. Los que representan
injusticias pasadas invitan a los dolientes y a quienes contemplan
las injusticias a preguntarse qué ha cambiado, qué no ha cambiado
y qué debe cambiar.
164 KATHERINE HITE
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 165

NOTAS
CAPÍTULO 1

con la política, especialmente en el Cono Sur latinoamericano, véase Elizabeth


Jelin, State Repression and the Labors of Memory, Minneapolis, MN, University

2002).
2 Jan Assmann, “Collective Memory and Cultural Identity”, New German Critique,
vol. 0, nº 65, Cultural History/Cultural Studies, primavera-verano de 1995, págs.

K. Olick y Joyce Robins, “Social Memory Studies: From “Collective Memory” to the
Historical Sociology of Mnemonic Practices”, Annual Review of Sociology, vol. 24,
1998, págs. 105-140.
3 Véase, por ejemplo, Carol Mason, Killing for Life: The Apocalyptic Narrative of
Pro-Life Politics, Ithaca, Cornell University Press, 2002.
4 Para conocer una devastadora descripción del estado psicológico de los veteranos
a su regreso, véase Jennifer Senior, “The Prozac, Paxil, Zoloft, Wellbutrin, Celexa,

Seroquel, Ambien, Lunesta, Elavil, Trazodone War”, New York, 14 de febrero de 2011,
págs. 26-30 y 83-84.
5 Para conocer un intento de ubicar ese distanciamiento, desde el punto de vista de la
teoría política, véase Wendy Brown, Politics Out of History, Princeton, NJ, Princeton
University Press, 2001. Para un análisis de cómo emergen las representaciones
simbólicas de la nostalgia en medio de una gran transición y de la incertidumbre,
véase Maria Ferretti, “Nostalgia for communism in post-Soviet Russia”, artículo
inédito.
6 Pierre Nora, “Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire”,
Representations vol. 26, primavera de 1989.
7 Joan Didion, The Year of Magical Thinking, Nueva York, Vintage International,
2007, pág. 189 (ed. esp.: El año del pensamiento mágico, Barcelona, Global Rhythm,
2007).
8 Con todo, el testimonio de Didion sobre cómo se enfrentó a la muerte de su marido
me resultó todavía más desgarrador cuando posteriormente me enteré, no por el
relato de la autora, que su hija también había muerto. De este modo, sus memorias
también dan fe de su profunda negación de lo ocurrido.
9 Judith Butler, Precarious Life: The Powers of Mourning and Violence, Londres,
Verso Books, 2004, págs. 19-49.
10 Butler, págs. 44 y 32.
11 Diana Taylor, Disappearing Acts: Spectacles of Gender and Nationalism in
Argentina’s ‘Dirty War’, Durham, NC, Duke University Press, 1997.
12 Para una clara y crítica exposición de cómo se realizó esta labor en la Alemania
posterior a la Primera Guerra Mundial, véase George L. Mosse, Fallen Soldiers:
Reshaping the Memory of the World Wars, Nueva York, Oxford University Press,
1990.
13 Sobre nuestro uso magistral de los eufemismos para enmascarar la destrucción
bélica, véase Elaine Scarry, The Body in Pain: The Making and Unmaking of the
World, Nueva York, Oxford University Press, 1985, sobre todo las págs. 60-91.
14 Para una análisis de las representaciones estatales como violentos ejercicios de
borrado, véase Jenny Edkins, Trauma and the Memory of Politics, Cambridge,
Cambridge University Press, 2003.
15 Sobre el término “indicial” véase el análisis de Margaret Olin acerca de la teoría
planteada por Roland Barthes sobre la fotografía como memorial, “The Winter
Garden and Virtual Heaven”, en Robert S. Nelson y Margaret Olin, Monuments
and Memory, Made and Unmade, Chicago, University of Chicago Press, 2003, pág.
134.
16 Diana Taylor, Disappearing Acts, pág. 145.
17 Susan Sontag, Regarding the Pain of Others, Nueva York, Picador, 2003, págs. 85-86
(ed. esp.: Ante el dolor de los demás, Madrid, Suma de Letras, 2004).
18 Jelin, State Repression and the Labors of Memory, pág. 20.
19 Pierre Nora lamenta esta pérdida de la autoridad patrimonial, esta “transmisión y
conservación de valores colectivamente recordados”, al documentar la proliferación
y multiplicación de las reivindicaciones relativas a la memoria. Véase su “Between
166 KATHERINE HITE

Memory and History: Les Lieux de Mémoire”, Representations, vol. 26, primavera
de 1989, pág. 7.
20 Para una descripción de este proyecto conmemorativo, véase http://www.afsc.
org/eyes/ (última entrada: 18 de julio de 2008).
21 Para una descripción de Arlington West, véase http://www.
arlingtonwestsantamonica.org/ (última entrada: 18 de julio de 2008).
22 Para una descripción del Proyecto Peace Ribbon, véase http://www.
codepink4peace.org/section.php?id=17 (última entrada: 18 de julio de 2008).

cambiantes de proyectos colectivos de este tipo, véase Marita Sturken, Tangled


Memories: The Vietnam War, the AIDS Epidemic, and the Politics of Remembering,
Berkeley, University of California Press, 1997, principalmente las págs. 216-217,
sobre la colcha de retales relacionada con el SIDA.
24 Entrevistas de la autora a parientes, julio de 2007 y mayo de 2009.
25 Edkins, Trauma, pág. 15.
26 El antropólogo Alfred Gell ha señalado que el arte tiene ese carácter transformador.
Véase su Art and Agency: An Anthroplogical Theory, Oxford, Oxford University
Press, 1998.
27 Citado en Edkins, Trauma, pág. 5.
28 Arthur Danto, “The Vietnam Veterans Memorial”, The Nation, 31 de agosto de
1986, pág. 152. Citado en James E. Young, The Texture of Memory: Holocaust
Memorials and Meaning, New Haven, Yale University Press, 1993, pág. 3.
29 Marita Sturken y James E. Young, “Monuments”, Encyclopedia of Aesthetics, vol.
3, Oxford, Oxford University Press, 1998, págs. 272-287.
30 Véase Marita Sturken, “The Wall, the Screen, and the Image: The Vietnam Veterans
Memorial”, Representations, vol. 35, 1991, págs. 118-142.
31 Kristin Ann Hass, Carried to the Wall: American Memory and the Vietnam Veterans
Memorial, Berkeley, CA, University of California Press, 1998.
32 Para una análisis del irregular proceso de creación del muro conmemorativo y del
Parque de la Memoria bonaerense, véase Patricia Valdez, “El Parque de la Memoria
en Buenos Aires”, en Elizabeth Jelin y Victoria Langland, eds., Monumentos,

97-112.
33 Huyssen, Andreas, “Memory Sites in an Expanded Field: The Memory Park in
Buenos Aires”, en su obra Present Pasts: Urban Palimpsests and the Politics of
Memory, Stanford, Stanford University Press, 2003, pág. 101.
34 Huyssen, op. cit., pág. 103.
35 Agradezco a las antiguas alumnas de Vassar College, Katie Jensen y Emily

fotografías del Parque de la Memoria y la inauguración del mismo en 2007.


36 Posteriormente, durante una entrevista que mantuve con funcionarios del gobierno
en el Ministerio de Obras Públicas, me enteré de que al principio se pensó colocar
Mujeres en la Memoria en una vía peatonal del centro de Santiago, pero que
algunos militares se opusieron, ya que también iba a estar delante de un complejo

37 Sobre las continuidades y los cambios registrados en las inscripciones


conmemorativas y la práctica de enumerar nombres, véase Daniel J. Sherman,
“Bodies and Names: The Emergence of Commemoration in Interwar France”,
American Historical Review, abril de 1998, págs. 443-466.
38 Nora, op. cit.
39 James Young, “Memory Against Itself in Germany Today: Jochen Gerz’s
Countermonuments”, en su obra At Memory’s Edge: After-Images of the Holocaust
in Contemporary Art and Architecture, New Haven, CT, Yale University Press,
2000, págs. 120-151. Para un análisis del conjunto del movimiento antimonumentos,
que, entre otros, incluye a artistas como Gerz, Horst Hoheisel y Sol Lewitt, véase
su “The Counter-Monument: Memory Against Istelf in Germany Today”, Critical
Inquiry, vol. 18, invierno de 1992, págs. 267-296.
40 Citado en Young, “Jochen Gerz’s Countermonuments”, pág. 120.
41 Roberto Fernández Droguett, “Memoria y conmemoración del golpe de estado
de 1973 en Chile: La marcha del 11 de septiembre desde una perspectiva

Marcia Andrea Escobar, “Cuerpo y memoria: el performance como una forma de


POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 167

recuerdo”, tesis de Magíster, Universidad Arcis, agosto de 2006, pág. 6.


42 Escobar, op. cit., pág. 7.
43 Equipo peruano de antropología forense (EPAF), nota de prensa, 18 de agosto de
2009. Blog de la campaña: http://abretuparaguas.blogspot.com (última entrada: 19
de agosto de 2009).
44 Julia Bryan-Wilson, “Building a Marker of Nuclear Warning”, en Robert S. Nelson
y Margaret Olin, eds., Monuments Made and Unmade, pág. 185.
45 Michael Rothberg, Multidirectional Memory: Remembering the Holocaust in the
Age of Decolonization, Stanford, CA, Stanford University Press, 2009.
46 Marianne Hirsch, “The Generation of Postmemory”, Poetics Today 29, 1, primavera
de 2008, pág. 124. Véase también, Claire Kahane, “Dark Mirrors: A Feminist

Bronfen y Misha Kavka, eds., Feminist Consequences: Gender and Culture,

la generación de la posmemoria es la “guardiana” del Holocausto. Véase su After


Such Knowledge: Memory, History, and the Legacy of the Holocaust, Nueva York,

47 Hirsch, op. cit., pág. 104.


CAPÍTULO 2
1 Para un exhaustivo relato del largo proceso de exhumación y nuevo enterramiento
de los muertos franquistas en la cripta del Valle de los Caídos, así como un análisis
de otros muchos aspectos del monumento, véase Fernando Olmeda, El Valle de los
Caídos: una memoria de España, Madrid, Ediciones Península, 2009.
2 Para una útil explicación de los factores clave que condujeron a la ruptura con los
silencios, véase Omar Encarnación, “Reconciliation after Democratization: Coping
with the Past in Spain”, Political Science Quarterly, 123, 2008, págs. 435-459. Para
indagar también en por qué los silencios duraron tanto tiempo, tanto en España
como en Chile, véase Paloma Aguilar y Katherine Hite, “Historical Memory and
Authoritarian Legacies in Processes of Regime Change: Spain and Chile”, en Hite y
Paola Cesarini, eds., Authoritarian Legacies and Democracy in Latin America and
Southern Europe, South Bend, IN, University of Notre Dame Press, 2004, págs. 191-
231.

http://www.boe.es/aeboe/consultas/bases_datos/doc.php?id=BOE-A-2007-
22296(última entrada: 9 de enero de 2011).
4 La politóloga Paloma Aguilar ha documentado la acusada “ambivalencia” que
muestran hacia el pasado los españoles en los sondeos de opinión. Véase su
“Presencia y ausencia de la guerra civil y del franquismo en la democracia española.

Aróstegui y François Godicheau, Guerra civil. Mito y memoria, Marcial Pons,


Madrid, 2006. Véase también su Memory and Amnesia: The Role of the Spanish
Civil War in the Transition to Democracy, Nueva York, Berghahn Books, 2002
(ed. esp. original: Memoria y olvido de la guerra civil española, Madrid, Alianza
Editorial, 1996).
5 Carlos E. Cué y Rafael Fraguas, “Qué hacer con el panteón del franquismo”, El
País, 3 de abril de 2005, pág. 7.
6 “El Valle de los Caídos, cerrado y sin fecha de reapertura al público”, Minutodigital.
com, 8 de febrero de 2010: http://www.minutodigital.com/noticias/2010/02/08/
el-valle-de-los-caidos-cerrado-y-sin-fecha-de-reapertura-al-publico/ (última
entrada, 12 de enero de 2011).
7 Natalia Junquera, “Máxima tensión en El Valle de los Caídos entre neonazis y
defensores de la Memoria Histórica”, Elpais.com, 20 de noviembre de 2010: http://
www.elpais.com/articulo/espana/Maxima/tension/Valle/Caidos/neonazis/
defensores/Memoria/Historica/elpepunac/20101120elpepunac_2/Tes (última
entrada, 12 de enero de 2011).
8 Natalia Junquera, “El Valle de los Caídos abrirá de nuevo el próximo día 19”,
Elpais.com, 12 de diciembre de 2010: http://www.elpais.com/articulo/espana/
Valle/Caidos/abrira/nuevo/proximo/dia/elpepiesp/20101210elpepinac_16/Tes
(última entrada, 12 de enero de 2011).
9 Daniel Sueiro, La verdadera historia del Valle de los Caídos, Madrid, SEDMAY
Ediciones, 1977, pág. 15.
168 KATHERINE HITE

10 Peter C. Kent, “The Vatican and the Spanish Civil War”, European History
Quarterly, octubre de1986, vol. 16, nº 4, págs. 441-464.
11 “Convenio entre la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y la Abadía
Benedictina de Silos, 29 de mayo de 1958”, en http://www.memoriahistorica.gob.
es/ValleCaidos/enlaces/HistoriaVCaidos.htm, Valle de los Caídos, Normativa
(última entrada: 28 de septiembre de 2012).

contó su versión de los hechos en el documental La memoria es vaga, de Katherine


Halper.
14 José Luis Sancho, Guide to the Santa Cruz del Valle de los Caídos, Madrid,
Patrimonio Nacional, 2003, pág. 27.
15 Sueiro, op. cit., págs. 138-140.
16 Don Justo Pérez de Urbel, El monumento de Santa Cruz del Valle de los Caídos,
Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1959, pág. 26. Citado en Halper, “Voices
from the Valley”, pág. 68.
17 Para conocer un detallado y rompedor estudio del Ejército de África y la Guerra
Civil española, véase Sebastian Balfour, Deadly Embrace: Morocco and the Road
to the Spanish Civil War, Oxford, Oxford University Press, 2002 (ed. esp.: Abrazo
mortal: de la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939),
Barcelona, Península, 2002). Agradezco a Eva Woods que me diera a conocer esta
referencia.
18 Balfour, op. cit., pág. 70.
19 Balfour, op. cit., págs. 250-253.
20 Cifras tomadas de Balfour, op. cit., pág. 312.
21 Balfour, op. cit., pág. 282.
22 Pérez de Urbel, pág. 29. Citado en Halper, “Voices from the Valley”, pág. 69.
23 Sueiro, op. cit., págs. 257-260.
24 Fernando Olmeda, El Valle de los Caídos: una memoria de España, Madrid,
Ediciones Península, 2009, pág. 365.
25 Stanley Payne, The Franco Regime: 1936-1975, Madison, WI, University of
Wisconsin, 1987, págs. 216-219 (ed. esp.: El régimen de Franco, 1936-1975, Madrid,
Alianza, 1987).
26 “Franco’s Foes Get Spain’s War Bill”, New York Times, 2 de abril de 1939, pág. 34.
27 Payne, con cifras tomadas del Anuario Estadístico de España, 1944-1950, pág. 223.
28 Virginia Ródenas, “Cuelgamuros: Valle caído en la desmemoria”, Los domingos de
ABC, 4 de diciembre de 2005, págs. 65-66.
29 Carlos E. Cué y Rafael Fraguas, “Qué hacer con el panteón del franquismo”, El
País, 3 de abril de 2005, pág. 7.
30 Paloma Aguilar, “Qué hacer con el Valle de los Caídos? Una reconversión
inevitable”, El País, 8 de mayo de 2005, pág. 17.
31 Sánchez-Albornoz, Nicolás, “Cuelgamuros: presos políticos para un mausoleo”,
2003, México, CEMOS.
32 Carlos E. Cué, “Fuimos nosotros: Francisco Sánchez Ruano pasó once años en la
cárcel por una bomba en El Valle de los Caídos que no puso. Ayer conocí en París a
los autores del atentado”, El País, 5 de noviembre de 2004, pág.1.
33 Citado en Katherine Halper, “Voices from the Valley”, pág. 112.
34 “Una pequeña bomba casera destruye un puente del Valle de los Caídos”, El País,
29 de mayo de 2005, pág. 8.
35 Para profundizar en la conceptualización de los monumentos, partiendo de la
pugna entre el Estado y los ciudadanos, véase también Jenny Edkins, Trauma and
the Memory of Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 2003.
36 Jacques Derrida, Specters of Marx: The State of the Debt, the Work of Mourning,
and the New International, New York, Routledge, 1994 (ed. esp.: Espectros de
Marx: el Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional, Madrid,
Trotta, 1995).
37 Véase “Demonstrators blame Madrid bombs on PM’s support of US war on Iraq”,
Agence France Presse-English, 13 de marzo de 2004; Neil Mackay, Marion Mckeone

“After attack, Spaniards channel anger at the polls”, Christian Science Monitor, 15 de
marzo de 2004, pág. 10.
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 169

38 Encarnación, op. cit.


39 Véase, por ejemplo, Mirta Núñez Díaz-Balart, Los años del terror: la estrategia de
dominio y represión del general Franco, Madrid, La Esfera de los Libros, 2004;
Emilio Silva, Asunción Esteban, Javier Castán y Pancho Salvador, La memoria
de los olvidados: un debate sobre el silencio de la represión franquista, Madrid,
Ámbito Ediciones, 2004; Emilio Silva y Santiago Macías, Las fosas de Franco: los
republicanos que el dictador dejó en las cunetas, Madrid, Temas de Hoy 2003; y
Julián Casanova, Francisco Espinosa, Conxita Mir y Francisco Moreno Gómez,
Morir, matar, sobrevivir: la violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, Crítica,
2002.
40 El País, 22 de septiembre de 2004, pág. 26.
41 Gustavo de Arístegui, “Euroworried; It’s Folly to Think They Struck Us Simply for
Iraq”, The Washington Post, 21 de marzo de 2004, pág. B.01.
42 Keith B. Richburg, “Plot Leader in Madrid Sought Help of Al Qaeda; Spain Says
Suspect Met with Operative”, The Washington Post, 12 de abril de 2004, pág. A.01.
43 Para un importante análisis de caracterizaciones, así como de algunos útiles mapas
históricos, véase Walter D. Mignolo, Local Histories/Global Designs: Coloniality,
Subaltern Knowledges, and Border Thinking, Princeton, NJ, Princeton University
Press, 2000 (ed. esp.: Historias locales, diseños globales: colonialidad, conocimientos
subalternos y pensamiento fronterizo, Tres Cantos (Madrid), Akal, 2003).
44 Américo Castro, The Structure of Spanish History, trad. Edmund L. King, Princeton,
Princeton University Press, 1954, pág. 96 (ed. esp. original: España en su historia,
1948; edición utilizada aquí: Barcelona, Crítica, 2001, pág. 61). Véase también
Ronald Surtz, Jamie Ferrán y Daniel Testa, eds., Américo Castro: The Impact of His
Thought: Essays to Mark the Centenary of His Birth, Madison, WI, University of
Wisconsin Press, 1988.
45 Lizette Alvarez y Elaine Sciolino, “Deep Unease Over the Future Gnaws at
Moroccans in Spain”, New York Times, 15 de marzo de 2004, pág. A13.
46 Una de esas irrupciones tuvo lugar en 2002, cuando un pequeño contingente
de soldados marroquíes izó una bandera de su país en el islote de Perejil, que,
considerado por España parte de las posesiones norteafricanas (Ceuta y Melilla),
se encuentra a unos 200 metros de la costa marroquí. Este árido islote, habitado
por cabras y brotes de perejil silvestre, fue escenario de una confrontación entre

convocada en respuesta al izado de la bandera marroquí. El enfrentamiento entre


Marruecos y España por el islote hizo que el secretario de Estado estadounidense
Colin Powell tuviera que intervenir para arbitrar una resolución. Según sondeos

de Aznar, mientras que la inmensa mayoría de los marroquíes aspira a recuperar


los enclaves de Ceuta y Melilla.
47 La expresión “Fortaleza Europa” la utilizaron inicialmente tanto los británicos
como los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, ambos para aludir a la
separación entre la Europa continental ocupada por Hitler y el Reino Unido. Hoy
en día, la expresión tiene una connotación negativa y alude a la amplia red de
patrullas fronterizas y campos de detención promovida por la Unión Europea para
contener la inmigración ilegal. Ceuta y Melilla forman parte de ese marco.
48 Véase, por ejemplo, la novela de Goytisolo State of Siege, San Francisco, CA, City
Lights Books, 2002 (ed. esp. original: El sitio de los sitios, Madrid, Alfagura, 1995);
así como su recopilación de artículos Crónicas sarrracinas, París, Ruedo Ibérico,
1985, y sus artículos de opinión “Los mitos fundadores de la nación”, El País, 14 de
septiembre de 1996, pág. 11, y “Todos podemos ser bosnios”, El País, 25 de agosto
de 1992, pág. 7.
49 Álvarez y Sciolino, op. cit., pág. A13.

Monitor, 14 de marzo de 2005, pág. 6.


51 “Madrid Bombers Get Long Sentences”, BBC News.com, http://newsvote.bbc.
co.uk/mpapps/pagetools/print/news.bbc.co.uk/2/hi/europe/7070827.stm
(última entrada: 12 de abril de 2009).
52 Javier Fesser, Tres días en el Valle: mi experiencia benedictina, Madrid, Temas de
Hoy, 2005.
53 Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y
se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia
170 KATHERINE HITE

durante la guerra civil y la dictadura (Ley de Memoria Histórica), Artículo 16,


http://www.memoriahistorica.gob.es/LaLey/index.htm (última entrada: 29 de
septiembre de 2012).
54 Citado en Natalia Junquera, “Todos los partidos, salvo el PP, instan al gobierno
a cumplir la ley de memoria en el Valle de los Caídos”, El País.com, 22 de
septiembre de 2010. http://www.elpais.com/articulo/espana/Todos/
partidos/salvo/PP/instan/gobierno/cumplir/ley/memoria/Valle/Caidos/
elpepiesp/20100922elpepunac_20/Tes (última entrada: 11 de enero de 2011).
CAPÍTULO 3
1 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso del Penal Miguel Castro Castro
vs. Perú, Sentencia del 25 de noviembre de 2006.
2 Corte Interamericana de Derechos Humanos, op. cit., p. 149.
3 Irónicamente, la idea de que la Corte dictara que había que añadir los nombres de
los presos muertos a El ojo que llora salió del propio gobierno peruano. En junio de
2006, cuando el Estado peruano presentó su versión de los hechos en Castro Castro
ante la Corte Interamericana, reconoció la “responsabilidad parcial” del gobierno
en las violaciones de derechos humanos (transcripción, Corte Interamericana de
Derechos Humanos, Caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú, Sentencia de 25
de noviembre de 2006, p. 19. Hace poco, Óscar Manuel Ayzanoa Vigil, representante

de esta polémica). No obstante, según el testimonio que dio el gobierno de


Perú ante la Corte, el país se oponía a “la medida de corte simbólico de colocar
una placa conmemorativa en el penal “Castro Castro”, por cuanto ya existe un

el mencionado penal es un centro en actual funcionamiento con presencia de


detenidos organizados y militantes del Partido Comunista de Perú-Sendero
Luminoso y una medida de este tipo no favorecería la seguridad interna del penal
ni medidas destinadas a la reconciliación de los peruanos” (CIDH, Caso del Penal
Miguel Castro Castro vs. Perú, sentencia de 25 de noviembre de 2006; las cursivas
son mías). Parece que, para no levantar ampollas, la Corte Interamericana tuvo en
cuenta las consideraciones de Perú respecto a las reparaciones simbólicas. El hecho
de que las expresiones simbólicas de la violencia fueran objeto de negociación
entre el Estado y los organismos internacionales tuvo un resultado inesperado y
esclarecedor.
4 “Piden a PCM retiro inmediato de nombre de terroristas en monumento “El ojo
que llora””, CPN Radio, 16 de enero de 2007; acceso a través de “NotiAprodeh”,
carlosq@aprodeh.org.pe.
5 Mario Vargas Llosa, “El ojo que llora”, elpais.com, 14 de enero de 2007.
6 Mario Vargas Llosa, “El ojo que llora”, elpais.com, 14 de enero de 2007.
7 “Entrevista Lika Mutal: No es un homenaje a los terroristas”, La República, 18 de
enero de 2007.
8 “Marchan en defensa de El ojo que llora”, La Primera, 22 de enero de 2007, acceso
a través de ”InfoAprodeh”, carlosq@up.edu.pe.
9 Ibídem.
10 Para un exhaustivo estudio del movimiento de defensa de los derechos humanos
peruano, véase Coletta Youngers, Violencia política y sociedad civil en el Perú:
historia de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Lima, Instituto de
Estudios Peruanos, 2003.
11 Véase el estudio de caso realizado por Renzo Salvador Aroni Sulca, ““Aprendimos
a convivir con los senderistas y militares”: violencia política y respuesta campesina

283.
12 Degregori, Carlos, ed., Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso, Lima,
IEP, 1996. Véase también Comisión de la Verdad y Reconciliación, vol. II, capítulo 1.5,
apartado 2, págs. 439- 452.

13 Ponciano del Pino y Kimberly Theidon, ““Así es como vive la gente”: procesos
deslocalizados y culturas emergentes”, en Carlos Iván Degregori y Gonzalo
Portocarrero, eds., Cultura y globalización, Lima, Red para el desarrollo de las
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 171

ciencias sociales en el Perú, 1999.


14 Kimberly Theidon, “Justice in Transition: The Micropolitics of Reconciliation

reconciliación en el Perú, Lima, IEP, 2004, pág. 20). Aquí Theidon describe y analiza
de manera fascinante cómo encajan los aldeanos el regreso de los ex combatientes
a sus comunidades.
15 Theidon, Entre prójimos, págs. 196-217.
16 Ibídem.
17 Coletta Youngers, “La promoción de los derechos humanos: las ongs y el estado
en el Perú”, en John Crabtree, ed., Construir instituciones: democracia, desarrollo

Peruanos, 2006, págs. 163-188.


18 Comisión de la Verdad y Reconciliación, vol. IV, capítulo uno, apartado 3, pp 11-26.

1.0.INTRODUCCION.zip (última entrada: 6 de junio de 2007).


19 Cathy Caruth, “Trauma and Experience: Introduction” en Caruth, ed., Trauma:
Explorations in Memory, Baltimore, MD, Johns Hopkins University Press, 1998.
20 Véase Marita Sturken, “The Remembering of Forgetting: Recovered Memory and
the Question of Experience”, Social Text, 1998, vol. 0, Issue 57, págs. 103-125; para
una mayor elaboración del concepto de integración, véase Judith Herman, Trauma
and Recovery, Nueva York, Basic Books, 1992, págs. 1-47.
21 “No es un homenaje a los terroristas”, La República, 18 de enero de 2007, acceso a
través de “InfroAprodeh”, carlosq@up.edu.pe.
22 “Memorial “El ojo que llora””, APRODEH, www.aprodeh.org.pe (última entrada:
26 de enero de 2007).
23 Lika Mutal, “Las piedras que lloran”, en Caretas, 25 de enero de 2007, pág. 41.
Durante nuestra entrevista, Mutal también mencionó los escritos del reverendo
Lauren Artiss sobre laberintos y espiritualidad, entre ellos el titulado Walking a
Sacred Path.
24 Mutal, op. cit., p. 41.
25 “Conversación con Lika Mutal”,http://www.agenciaperu.com/cultural/portada/
cvr3/mutal.html (última entrada: 14 de febrero de 2007).
26 Entrevista de la autora con Lika Mutal, Lima, Perú, 27 de abril de 2007.
27 Ibídem.
28 “Conversación con Lika Mutal”, op. cit.
29 Entrevista de la autora con Doris Caqui, Lima, Perú, 27 de abril de 2007.
30 Entrevista de la autora con el Señor Roca, Lima, Perú, 27 de abril de 2007.
31 Véase Jenny Edkins, “Concentration camp memorials and museums: Dachau and
the US Holocaust Memorial Museum”, en Trauma and the Memory of Politics,
Cambridge, Cambridge University Press, 2003, págs. 111-174.

CA, Stanford University Press, 2005.


33 Entrevista de la autora con Lika Mutal, 27 de abril de 2007.
34 Ibídem.
35 Para un análisis de la “memoria literal”, véase Elizabeth Jelin, Los trabajos de la

the Labors of Memory, Minneapolis, MN, University of Minnesota Press, 2003).


Véase también Tzvetan Todorov, Les abus de la mémoire, París, Arléa, 1998 (ed.
esp.: Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós, 2000).
36 Hal Foster, The Return of the Real, tal como lo cita Bennett, p. 5. Véase también
Elaine Scarry, The Body in Pain: The Making and Unmaking of the World, Nueva
York, Oxford University Press, 1985.
37 Bennett, op. cit., p. 10.
38 Bennett, op. cit., p. 8.
39 Bennett, op. cit., p. 9.
40 Entrevista de la autora con Lika Mutal, 27 de abril de 2007.
41 Entrevista personal celebrada en la Casa de la Memoria, Ayacucho, Perú, 3 de julio
de 2007.
42 Oscar Valderrama López, “Alan García: “Al acusar a FFAA se cae en juego del
172 KATHERINE HITE

senderismo””, La Razón, 15 de julio de 2005. Colgado en la página web de la


Asociación Pro-Derechos Humanos (APRODEH): http://www/aprodeh.org.pe/
servicio/c_infoaprodeh.htm (última entrada: 15 de julio de 2005).
43 Ibídem.
44 http://peru21.pe/noticia/64913/martha-chavez-aplaude-ataque-monumento-
ojo-que-llora (última entrada: 2 de octubre de 2012).
45 Comunicación personal por correo electrónico con Lika Mutal, 27 de septiembre de
2007.
46 Para un importante análisis de las múltiples interpretaciones, plagadas de tensiones,
que se han dado a las violencias que representan las reacciones suscitadas por el
memorial, véase Paulo Drinot, “For whom the eye cries: memory, monumentality,
and the ontologies of violence in Peru”, Journal of Latin American Cultural Studies,
marzo de 2009, 18: 1, págs. 15-32.
47 Cynthia Milton, “Defacing memory: (un)tying Peru’s memory knots”, Memory
Studies, Memory Studies, abril de 2011, 4, págs. 190-205.
48 Entrevista de la autora con Rosario Narváez, Lima, Perú, 30 de abril de 2007.
49 Ibídem.
50 Para una conmovedora descripción de cómo surgió la idea de la chalina,
véase http://www.larepublica.pe/sociedad/25/06/2010/la-chalina-de-la-
esperanza;(última entrada: 26 de octubre de 2010).
51 Entrevista de la autora con Mutal, 27 de abril de 2007.
52 Véase http://www.paraquenoserepita.org.pe/regiones/apurimac2.php; (última
entrada: 28 de octubre de 2010).
53 Comunicación personal por correo electrónico con Lika Mutal, 26 de septiembre de
2007.
CAPÍTULO 4
1 El Servicio Médico Legal declaró que se habían exhumado los restos de catorce
habitantes de Paine en una fosa común anónima situada en el Cementerio General
de Chile. La noticia resultó ser falsa.

lanacion.cl (última entrada: 25 de julio de 2010).


3 Según consta en “Paradero de personas desaparecidas según Informe del gobierno”,
El Mercurio, 9 de enero de 2001, www.emol.cl (última entrada: 26 de julio de 2010).
4 “Human Rights Trials in Chile and the Region Bulletin #7”, Human Rights
Observatory, Universidad Diego Portales, Santiago, Chile, junio de 2010.
5 Report of the Chilean National Commission on Truth and Reconciliation, traducido
por Phillip E. Berryman, vol. 1, University of Notre Dame Press, p. 246 (ed. esp.
original: Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Informe
Rettig), http://www.ddhh.gov.cl/ddhh_rettig.html (última entrada: 12 septiembre
2012)).
6 Karl Mannheim, “The Problem of Generations”, en Paul Kecskemeti, ed., Essays on
the Sociology of Knowledge, Nueva York, Oxford University Press, 1928, p. 306.
7 Véase Marianne Hirsch, “Projected Memory: Holocaust Photographs in Personal
and Public Fantasy”, en Mieke Bal, Jonathan Crewe y Leo Spitzer, eds., Acts of
Memory: Cultural Recall in the Present, Hanover, University Press of New England,
1999, págs. 3-23.
8 El texto clásico sobre la estructura de partidos chilena y los factores que condujeron a
la desaparición del sistema democrático es el de Arturo Valenzuela, The Breakdown
of Democratic Regimes: Chile, Baltimore, MD, Johns Hopkins University Press,
1979.
9 Para un análisis de las consecuencias que tuvo que el Estado chileno y la clase
dirigente se centraran en la minería y la producción industrial, dejando de lado la
producción agrícola durante las décadas de 1940 y 1950, véase Fernando Cardoso
y Enzo Faletto, Dependency and Development in Latin America, Berkeley, Ca.,
University of California Presss, 1979 (traductor: Marjory Mattingly Urquidi);
Brian Loveman, Chile: The Legacy of Hispanic Capitalism, Nueva York, Oxford
University Press, 1988.
10 Loveman, Chile.
11 Jacques Chonchol, Sistemas agrarios en América Latina: de la etapa prehispánica a
la modernización conservadora. Citado en Juan René Maureira Moreno, “Enfrentar
con la vida a la muerte: Historia y memorias de la violencia y el Terrorismo de
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 173

Estado en Paine (1960-2008)”, tesis de Licenciado en Historia, Universidad de


Chile, enero de 2009, en http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2009/maureira_j/
html/index-frames.html.
12 Para un análisis más detallado de los líderes de la izquierda chilena durante la
década de 1960, véase Katherine Hite, When the Romance Ended: Leaders of the
Chilean Left, 1968-1998, Nueva York, Columbia University Press, 2000.

Accountability, Nueva York, The New Press, 2004 (ed. esp.: Pinochet: los archivos
secretos, Barcelona, Crítica, 2004).
14 Maureira, op. cit.
15 Además de la tesis de Juan René Maureira, para este capítulo me ha sido de gran
ayuda el detallado estudio y análisis de cuatro siglos de historia de Rangue,
realizado por Nicolás Ocaranza, “Rangue: Del latifundio al Chile posdictatorial”,
en Andrés Baeza, Andrés Estefane, Juan Luis Ossa, Joaquín Fernández, Cristóbal

chileno, Santiago, Chile, Grupo Zeta, 2008, págs. 303-391.


16 Entrevista con Gabriela Ortiz, Santiago, Chile, 9 de julio de 2009.
17 Ocaranza, págs. 318-320.
18 Entrevista con Juan René Maureira, Santiago, Chile, 5 de enero de 2009. Para
conocer en detalle los testimonios de Sonia Carreño y otras personas, véase Patricia
Verdugo, Tiempo de días claros: los desaparecidos, Santiago, Chile, CESOC, 1990,
págs. 13-38.
19 Ocaranza, págs. 369-370.
20 Ocaranza, op. cit., p. 363.
21 Ocaranza, op. cit., p. 378.
22 Ruby Weitzel, El callejón de las viudas, Santiago, Planeta, 2001, págs. 203-205.
Weitzel narra con minuciosidad periodística la odisea de muchas viudas de Paine.
23 Ocaranza, op. cit., p. 393.
24 El 16 de octubre de 2010, al cumplirse exactamente treinta y siete años del secuestro

que entre los restos exhumados en Aculeo estaban los lentes y un jirón de la
pernera del pantalón de René Maureira. Véase el reportaje de CNN-Chile: http://
www.cnnchile.com/nacional/2010/10/16/sml-entrego-restos-oseos-de-victimas-
del-caso-paine/ (última entrada: 18 de octubre de 2010).
25 Jorge Escalante, “La confesión del teniente Andrés Magaña”, La Nación, 27 de
septiembre de 2007 (última entrada en www.lanacion.cl el 25 de julio de 2010).
26 Dori Laub, “Truth and Testimony: The Process and the Struggle”, en Cathy Caruth,
ed., Trauma: Explorations in Memory, p. 61.
27 Ruby Weitzel, El callejón de las viudas, op. cit., págs. 110-117.
28 Dori Laub, “Truth and Testimony”, op. cit., p. 66.
29 Weitzel, op. cit., págs. 117-126.

defunción de sus deudos. El estado civil de Sonia Carreño sigue siendo “casada”,
no “viuda”.
31 C. S. Lewis, A Grief Observed, San Francisco, Harper Collins, 1961, p. 15 (ed. esp.:
Una pena observada, Madrid, Trieste, 1988).
32 Ibídem.
33 Para conocer una típica descripción de las siete fases de la pena, véase http://www.
recover-from-grief.com/7-stages-of-grief.html (última entrada: 23 de septiembre
de 2010).
34 Joan Didion, The Year of Magical Thinking, Nueva York, Vintage International,
edición 2007 edition, p. 169 (ed. esp.: El año del pensamiento mágico, Barcelona,
Global Rhythm Press, 2007). Agradezco a Lisa Gail Collins que leyera el libro de
Didion y lo comentara conmigo.
35 Didion, op. cit., págs. 188-195.
36 Juan René Maureira, “Enfrentar la vida”, págs. 96-97.
37 Ruby Weitzel, El callejón de las viudas, op. cit., págs. 163-168.
38 Maureira, op. cit., págs. 97-98.
39 Maureira, op. cit., p. 98.
40 Weitzel, op. cit., págs. 122-128.
41 Maureira, op. cit., págs. 98-99.
42 Hirsch, “The Generation of Postmemory”, p. 112.
174 KATHERINE HITE

43 Ibídem.

política”, Segundo Congreso Internacional Comunicación y Política, Universidad

http://www.elortiba.org/oberti.html (última entrada: 27 de septiembre de 2010).


45 Jacques Hassoun, Los contrabandistas de la memoria, Buenos Aires, Ediciones de
la Flor, 1996, citado en Oberti.

47 Hirsch, op. cit., p. 115.


48 Gustavo Germano, “Ausencias”, exposición celebrada en Casa Amèrica Catalunya,
Barcelona, 2007. Véase también http://www.gustavogermano.com/ (última
entrada: 29 de septiembre de 2010).
49 Para un cuidadoso y matizado análisis de este efecto, véase Rubén Chababo, “Clara
Atelman de Fink”, en http://ausencias-gustavogermano.blogspot.com/ (última
entrada: 28 de septiembre de 2010).
50 Patricio Guzmán, Nostalgia de la luz, http://www.youtube.com/
watch?v=yEuKPdlC6gs (última entrada: 27 de septiembre de 2010).
51 Patricio Guzmán, Nostalgia de la luz, http://www.youtube.com/
watch?v=yEuKPdlC6gs (última entrada: 27 de septiembre de 2010).
52 Véase también Isabel Piper, “Obstinaciones de la memoria: la dictadura militar
chilena en las tramas del recuerdo”, tesis doctoral en Sicología Social, Universidad
Autónoma de Barcelona, 2005.
53 Declaración de objetivos de la Agrupación de Familiares de Detenidos
Desaparecidos de Paine, 2000, incluida en Juan René Maureira Moreno, “Enfrentar
con la vida a la muerte: Historia y memorias de la violencia y el Terrorismo de
Estado en Paine (1960-2008)”, enero de 2009, págs. 107-108.
54 Para un detallado análisis del monumento a Allende, véase Katherine Hite, “El
monumento a Allende y la política chilena”, en Elizabeth Jelin y Victoria Langland,

2003, págs. 19-56. Para un matizado análisis de Morandé 80 y de otros símbolos


y fechas conmemorativos, véase Alfredo Joignant, Un día distinto: Memorias
festivas y batallas conmemorativas en torno al 11 de septiembre en Chile 1974-2006,
Santiago, Editorial Universitaria 2007.
55 http://afddpaine.blogspot.com/2006/03/en-definitiva-la-cultura-de-la-vida.
html.
56 Visita de la autora a Paine y reunión con la Agrupación, 7 de enero de 2009. Unos
treinta y cinco miembros asistieron a esa reunión de periodicidad mensual.
57 Entrevista con Juan René Maureira, Santiago, 5 de enero de 2009.
58 Entrevista con Gabi Ortiz, 11 de diciembre de 2010.
59 Fernando Coronil, “Seeing History”, Hispanic American Historical Review, vol. 84,
nº 1, 2004, p.2.
60 Elizabeth Jelin y Victoria Langland, “Introducción. Las marcas territoriales como
nexo entre pasado y presente”, en Jelin y Langland, eds., Monumentos, memoriales

61 Entrevista con Juan René Maureira, 5 de enero de 2009.


CAPÍTULO 5
1 En la exposición “Los Desaparecidos” había obras de catorce artistas
latinoamericanos, incluyendo una de un colectivo artístico. Comisariada por Laurel
Reuter, del North Dakota Museum of Art, la muestra se inauguró en Grand Forks,
Dakota del Norte, y después viajó a Buenos Aires y Montevideo, antes de recalar en
2007 en El Museo del Barrio de Nueva York. A continuación, siguió camino a Lima,
Santa Fe, Nuevo México, Santiago de Chile, Bogotá, Washington DC (Organización

2 Para un fascinante análisis de éstos y otros monumentos, véase Kirk Savage, “The
Politics of Memory: Black Emancipation and the Civil War Monument”, en John
R. Gillis, ed., Commemorations: The Politics of National Identity, Princeton, NJ,
Princeton University Press, 1994, págs. 127-149.
3 En Diego Fidalgo, Trescientos cincuenta, un documental sobre la obra de Traverso.
4 Entrevista con Fernando Traverso, Rosario, Argentina, 26 de julio de 2008.
5 La historia, aún inacabada, del monumento al Che, no puede desligarse de
cuestiones como la clase y la ideología revolucionaria. Para reunir las alrededor
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 175

de tres toneladas de bronce, un metal bastante caro, necesarias para esculpir esa
obra de cuatro metros de altura, el artista rogó a los rosarinos y a otros argentinos
del mundo que donaran llaves de bronce. Según la página web del monumento,
14.454 personas participaron en la donación con 75.000 llaves. En consecuencia, se
puede decir que el monumento es una “obra colectiva”. En 2009 sufrió un atentado

consiguieron Véase: http://monumentoalcherosario.wordpress.com/ (última


entrada: 14 de noviembre de 2010).
6 Véase James E. Young, The Texture of Memory: Holocaust Memorials and Meaning,
New Haven, Yale University Press, 1993, págs. 43-47.
7 Rubén Chababo, expositor, “En torno al Museo de la Memoria” (Rosario,
Argentina), taller sobre Uso público de los sitios históricos para la transmisión de
la memoria, Buenos Aires, Memoria Abierta, 8-10 de junio de 2006, pág. 9.
8 Hasta la fecha, gracias a la tenacidad de las Abuelas de la Plaza de Mayo y a la

argentinos nacidos en cautividad o secuestrados cuando eran muy pequeños por


miembros de las fuerzas de seguridad argentinas durante la dictadura.
9 Comunicación personal con el autor, 23 de julio de 2010.
1025 de julio de 2008.
11 Entrevista de Traverso con Rubén Chababo, Diario La Capital de Rosario, 4 de
enero de 2004, en http://www.00350.com.ar/contenidos/ver/21 (última entrada:
15 de noviembre de 2010).
12 “Eduardo Favario: Entre la pintura y la acción”, en el programa de la exposición
“Tinta Roja: Represión a la Cultura durante la Última Dictadura Militar 1976-1983”,
Rosario, Museo de la Memoria, marzo de 2004. La obra de Favario fue un elemento
capital de esta muestra, y fue la primera vez que en una exposición del artista se
mostraba el emblema del ERP.
13 Carlos Nino, Radical Evil on Trial, New Haven, CT, Yale University Press, 1996,
pág. 104 (ed. esp: Juicio al mal absoluto, Buenos Aires, Emecé Editores, 1997).
14 Marguerite Feitlowitz, A Lexicon of Terror: Argentina and the Legacies of Torture,
Nueva York, Oxford University Press, 1998.
15 El término “insilado” representa a un considerable número de argentinos, entre
ellos Fernando Traverso, que pasaron a la clandestinidad o se vieron obligados a
iniciar una nueva vida en otras partes del país. Durante su exilio en Corrientes,
Traverso sobrevivió con un amigo, vendiendo estampas de Antonio Gil, una
especie de santo popular gaucho del norte de Argentina.
16 Susana Kaiser, Postmemories of Terror: A New Generation Copes with the Legacy
of the “Dirty War”, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2005.
17 María Sonderéguer, “El debate sobre el pasado reciente en Argentina”, Punto de

18 Vincent Druliolle, “Silhouettes of the Disappeared: Memory, Justice and Human


Rights in Post-Authoritarian Argentina”, Human Rights and Human Welfare, vol.
9, 2009, pág. 80. Druliolle revisa de forma muy sensata el Siluetazo, situando las
siluetas y a los propios desaparecidos en su contexto histórico. Escribe que “Al

como rastros invisibles que se ciernen sobre la vida cotidiana, sino como ausencias
reconocidas”, pág. 77.
19 Sonderéguer, op. cit.
20 Sonderéguer, op.cit., págs. 6-9.

de los sobrevivientes de la represión”, en Elizabeth Jelin y Ana Longoni, eds.,

pág. 215.
22 Esta situación se expresa en la paráfrasis del título de Antjie Krog: Country of My
Skull: Guilt, Sorrow, and the Limits of Forgiveness in the New South Africa, Nueva
York, Three Rivers Press, 2000, pág. 147 (la traducción castellana del título del libro
sería: “El País de mi calavera: culpa, dolor y los límites del perdón en la nueva
Sudáfrica”, pero, además, fonéticamente, skull (calavera), alude aquí a soul (alma);
Nota del T.).
23 Véase http://www.leonferrari.com.ar/index.php?/bio/. Para un montaje de
todos sus recortes, titulado Nosotros no sabíamos, véase: http://www.leonferrari.
com.ar/index.php?/series/nosotros-no-sabiamos/ (última entrada: 5 de diciembre
176 KATHERINE HITE

de 2010. Véase también La fragata Libertad, reproducida en Marcelo Brodksy,


Memoria en construcción: el debate sobre la ESMA, Buenos Aires, La Marca, 2005,
pág. 121.
24 Rubén Chababo, “Our Face in the Mirror: Military Dictatorship and Civil Society”,
Vassar College, 11 de noviembre de 2008.
25 Oliver Galak, “Controversia por el prólogo agregado al informe “Nunca más”. La
Nación, 19 de mayo de 2006 (última entrada: 17 de abril de 2010). http://www.
lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=807208.
26 Patricia Tappatá de Valdez, “El Parque de la Memoria en Buenos Aires”, en
Elizabeth Jelin y Victoria Langland, eds., Monumentos, memoriales, y marcas

27 Véase la fotografía de la instalación El pañol, 1999, Memoria en construcción, pág.


139.
28 Brodsky, Memoria en construcción, pág. 219.
29 Andreas Huyssen, “El arte mnemónico de Marcelo Brodsky”, en Marcelo Brodsky,

30 Para una descripción y una explicación de la intención de las esculturas, véase el


catálogo, disponible en español e inglés, elaborado por la Comisión Pro Monumento
a las Víctimas del Terrorismo de Estado, Proyecto Parque de la Memoria, Buenos
Aires, gobierno de Buenos Aires, 2005.
31 Entrevista de Traverso con Rubén Chababo, Diario La Capital, de Rosario, 4 de
enero de 2004, en http://www.00350.com.ar/contenidos/ver/21 (última entrada:
15 de noviembre de 2010).
32 Véase la nota anterior.
33 Grupo En Trámite, http://www.grupoentramite.com.ar/enlacalle.html (última
entrada, 23 de marzo de 2007).
34 Entrevista con Fernando Traverso, Rosario, Argentina, 18 de diciembre de 2010.
35 Entrevista con Marcelo Brodsky, Buenos Aires, 18 de abril de 2007.
36 Alessandro Portelli, The Death of Luigi Trastulli and Other Stories: Form and
Meaning in Oral History, Albany, SUNY Press, 1991.
37 Michael Rothberg, op. cit.
38 Entrevista con Fernando Traverso, 18 de diciembre de 2010.
EPÍLOGO
1 Como Juan René también me explicó, desde el punto de vista práctico, resulta

de los nueve hombres llegaron en siete cajas: cuatro que el Servicio Médico Legal

imposibles de separar. Entrevista realizada en Buenos Aires el 19 de diciembre de


2010.
2 Entrevista con Juan Leonardo Maureira, Paine, Chile, 12 de diciembre de 2010.
3 Las cifras proceden del Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad
Diego Portales, dirigido por Cath Collins. El observatorio mantiene una detallada
base de datos sobre violaciones de derechos humanos y causas relacionadas, y
publica un boletín mensual bilingüe sobre cuestiones de derechos humanos en
Chile y en esa parte del mundo: http://www.icso.cl/observatorio-derechos-
humanos/ (última entrada: 5 de octubre de 2010).
4 Entrevista con Juan René Maureira, Buenos Aires, 19 de diciembre de 2010.
5 Unos vídeocreadores colgaron un vídeo de diez minutos del taller de Traverso en
el sitio web radical Antenamutante.net: http://www.antenamutante.net/ (última
entrada, 28 de diciembre de 2010).
6 Entrevista con Lika Mutal, 8 de noviembre de 2010.
7 Consejo de Reparaciones, Registro Único de Víctimas, Reporte: Información

diciembre de 2010. http://www.ruv.gob.pe/ (última entrada: 1 de febrero de 2011).


8 Para conocer su importante interpretación crítica de la forma que tiene Estados
Unidos de tratar los escenarios de la traumática historia del país y los lugares de la
memoria, entre ellos el destinado a conmemorar el 11-S, véase Sturken, Tourists of
History: Memory, Kitsch, and Consumerism from Oklahoma City to Ground Zero,
Durham, NC, Duke University Press, 2007.
9 Chababo, “Our Face in the Mirror”, Vassar College, 11 de noviembre de 2008.
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ENTREVISTAS CITADAS:
Marcelo Brodsky, Doris Caqui, Rubén Chababo, Juan Leonardo Maureira, Juan René Maureira,
Lika Mutal, Rosario Narváez, Javier Roca Obregón, Gabriela Ortiz, Fernando Traverso.
184 KATHERINE HITE

ÍNDICE ANALÍTICO

Museo del 11-S, EE.UU. Brodsky, Marcelo 20, 143, 150


11-S, atentados, Bryan-Wilson, Julia 37
véase atentados del 11-S, EE.UU. Buenos Aires 26, 28, 113, 133, 138, 142,
Adams, Eddie 21 143, 145, 152
Afganistán 16, 23, 61, 62, 65 Parque de la Memoria 26, 145, 146, 147, 152
Aizenberg, Roberto 146 Bush, George W. 21, 66
Alessandri, Arturo 99 Butler, Judith 18
Alfonsín, Raúl 135 Cachilo 147, 148
Allende, Salvador 15, 30, 100, 119, 164 Calveiro, Pilar 140
American Friends Service Committee Caqui, Doris 83, 84, 85, 91
(AFSC) 22 Carreño Saldías, Sonia 101, 105, 119, 157
Anasagasti, Iñaki 44 Carrero Blanco, Luis 53
ángel de la bicicleta, cartas 153, 154
El, véase Lepratti, Pocho Caruth, Cathy 80
soldados anónimos 127 Castro, Américo 62, 64
Aramburu, Pedro Castro Castro, masacre del penal de 74,
Argentina 19, 20, 22 26, 29, 33, 36, 67, 88, 75
112, 113, 114, 127, 129, 131, 132, 133, 134, Chababo, Rubén 10, 131, 141, 149, 163
137, 138, 140, 141, 158, 159 Chalina de la esperanza 92
Asociación Pro Derechos Humanos
(APRODEH) 80, 83, 91, 92, 93 Chartres, laberinto de la catedral de 82
Asociación para la Recuperación de la Chávez, Martha 91
Memoria Histórica 49 Ché Guevara, Ernesto 128
Asociación de Ex-Detenidos Chile9, 11, 12, 16, 19, 20, 22, 28, 29, 34, 40,
Desaparecidos 28 41, 60, 67, 88, 90, 94, 98, 94, 100, 106, 108,
Asociación Nacional de Familiares de 113, 114, 115, 116, 117, 118, 122, 138, 156,
Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos 163, 164
del Perú (ANFASEP) 88 véase también Memorial de Paine
Agrupación de Familiares de Detenidos Ciudad Juárez 29, 42, 154
Desaparecidos y Ejecutados de Paine estatuas de soldados de la Guerra Civil
(A.F.D.D. Paine) 117, 119, 156 de EE.UU. 127
Asociación de Familiares de Víctimas del CodePink 23, 37
Terrorismo culpa colectiva 22
hornacinas audiovisuales, museo del 11-S instrucción colectiva 22
Ausencias 114 memorias colectivas 15
Aylwin, Andrés 107 Colombia 130, 152, 153, 160
Aznar, José María 59,61 conmemoración
Bachelet, Michelle15 conferencia sobre memoriales 161
Barreto, Mariela 85 Conte, Gonzalo 161
Becerra, Rosa 94,95 “antimonumentos/contramonumentos”,
abadía benedictina de El Valle de los movimiento
Caídos Cronkite, Walter 21
Bennett, Jill 86 cripta del Valle de los Caídos 46
Berríos, Violeta 115 Chada, cuesta de 106, 107, 111
bicis 10, 42, 43, 127, 128, 129, 130, 131, superioridad cultural 19
132, 140, 145, 148, 159, 160, 164, Danto, Arthur 24
bloques de hielo 33, 36, 149 Arístegui, Gustavo de 61
atentados, Valle de los Caídos Ávalos, Juan de 52
Fuente, Javier de la 47
Bouvier, Óscar 150 De Vicenzo, Roberto 158
Brandazza, Ángel Tacuarita 132
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 185

Pino, Ponciano del 77 Alemania 137


democratización 42 Gerz, Jochen 33
Derrida, Jacques 59 Gieco, León 146
Descongesta 33, 149 Gluck, Carol 161
Didion, Joan 17, 108, 110 González, Juan Ignacio 156
die-in (simulacro de muerte) 37 Goytisolo, Juan 64
desaparecidos pintadas/arte callejero
Argentina movimientos de base/populares
Chile Greenwald, Alice 161
Perú pena/dolor
Ley de Obediencia Debida, 135, 136 Guagnini, Nicolás 147
Argentina movimientos guerrilleros
Dunne, John 108 Argentina
Edkins, Jenny 9, 24, 87 Perú
Proceso, El (dictadura argentina) 127 Guzmán, Abimael 75
empatía 17, 18, 24, 39, 68, 69, 78, 80, 86, Guzmán, Patricio 115, 116
92 Hartman, Geofrrey 86
Encarnación, Omar 60 Hassoun, Jacques 114
“acotación” del trauma 24 Hermosilla, Germán 111
En Trámite 33, 149, 150 HIJOS
ESMA, véase Escuela Superior de Hirsch, Marianne 40, 112
Mecánica de la Armada 142 Hoheissel, Horst 128
ETA 44, 59 Holocausto 26, 33, 38, 40, 86, 97, 112, 114
exhumaciones 56, 79, Huyssen, Andreas 26, 144
Chile 111 imágenes, véase también fotografías
Perú 79 imperialismo
España 56, 161 En memoria 127
expropiaciones en Chile 103 Cerda, Hilda Inés 104
Ojo que llora, El 9, 23, 24, 39, 43, 68, 69, 71, Corte Interamericana de Derechos
72, 73, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 91, Humanos 69
92, 93, 117, 118, 160, 164 Monumento a las Brigadas Internacionales,
atentados contra el 58, 74 Londres
Ezeiza, masacre de 134 interpretaciones de la historia
Favario, Eduardo 133 interpretaciones de los memoriales a lo
Feitlowitz, Marguerite 137 largo del tiempo
Fernández, Cristina 28 Irak 16, 21, 22, 23, 60, 61, 62
Ferrari, León 140 islam y España 62
Fesser, Javier 9, 46 Jáuregui, Ramón 49
Jelin, Elizabeth 9, 22
36
Fontes, Claudia 147 Kahane, Claire 40
trabajos forzados Kaiser, Susana 137
Foucault, Michel 24 Kirchner, Néstor 28, 142
Franco, Francisco 18, 38, 44, 49, 68 proyectos textiles
Frei, Eduardo 99 Konig, Leonel 105
Fujimori, Alberto 70, 74, 90 Memorial a los veteranos de la guerra de
Fujimori, Keiko 91 Corea 25
Ley de Punto Final, Argentina 135 Lagos, Ricardo 119
Gaete, Luis 94, 95 Laub, Dori 107
García, Alan 74, 88, 160 Laurentino, padre 47, 48, 65
Garzón, Baltasar 60, 161 Ley de Memoria Histórica, España 38,
“generación de la posmemoria” 40 45, 49, 65
Germano, Gustavo 114 Lepratti, Pocho 42, 146, 151, 159
186 KATHERINE HITE

Lerner, Salomón 91 Valle de los Caídos


Letelier, Marta 102 Madres de la Plaza de Mayo28, 37, 113,
Lewis, C.S. 107 138, 143, 144
Lezama, Manuel duelo 17, 18, 19, 20, 23, 24, 33, 39, 42, 79,
Lima, Perú 19 81, 83, 93, 96, 104, 109, 110, 113, 148, 158,
Lin, Maya 25, 31, 33 162, 164
tiempo lineal 24, 87 “multidireccionalidad” de la memoria 38
“ojitos” 84, 93 Muñoz Peñaloza, familia 110
postes, véase Memorial de Paine museos de la memoria 142, 143, 160
Longhi, Luis 80 Rosario 142, 143, 160
Longoni, Ana 139 música 47, 120, 159
Loveluck, Eliana 10, 116 Mutal, Lika 9, 39, 43, 68, 81, 91, 160
Madres de Plaza de Mayo 28, 37, 113, nombres/inscripciones
138, 143, 144 El ojo que llora 71, 82, 84, 85, 92
atentados de Madrid (11 de marzo de Parque de la Memoria, Buenos Aires 26,
2004) 61 145, 152
Magaña, Osvaldo 94, 157 Memorial a los veteranos de Vietnam, 25, 26,
Mailer, Norman 58 27, 28, 31 Washington
Mamdami, Mahmood 140 Narváez, Rosario 92
Mannheim, Karl 97 Escuela de Mecánica de la Armada
Marcha Rearme 34, 35, 36 (ESMA), Buenos Aires 142
manifestaciones neonazis 49
Maureira, Juan René 10, 100, 102, 111, Nino, Carlos 136
116, 158 Nora, Pierre 32
Maureira Gajardo, René 101 Nunca más 132, 137, 142
Nzima, Sam 21
medios de comunicación Oberti, Alejandra 112, 113
Servicio Médico Legal, Chile 94, 95, 107 Olazábal, Cristina 90
Memoria Abierta 142 Onganía, Juan Carlos 127, 133
muros conmemorativos 31 “¡Abre tu paraguas!”, campaña 35
memorialización 17, 20, 22, 25, 40, 86, 164 Oppenheim, Dennis 146
memoria, debates sobre la 134, 138, 139, Orensanz, Marie 147
142 Ortiz, Gabriela (Gabi) 10, 44, 100
Parque de la Memoria, Buenos Aires 26, Ortiz Acevedo, Juan Manuel 95
145, 152 Ortiz Acevedo, Rolando 102, 103
Méndez, Diego 52, 56 Ortiz Acevedo, Luis Celerino 95
Menem, Carlos 135 Nuestra Señora de África, Valle de los
Meriba, Reque 52 Caídos 54
México 42, 130, 153 Pachamama, madre tierra 39, 68, 73
Milton, Cynthia 9, 92 Pagura, Federico 159
movilización de la pena Paine, Chile 41, 94,95, 100
monasterio del Valle de los Caídos 47, 49, Memorial de Paine, Chile 9, 40, 41, 43, 96,
152 98, 116, 117, 120, 124, 125
Montesinos, Vladimiro 75 Palestro, Sandra 29
montoneros132, 133, 134, 138, 139, 158 Paniagua, Valentín 78
“Monumento al terrorismo” 73 Pannemaker, Guillermo 52
Monumento a las víctimas del terrorismo de sendero de cantos rodados, El ojo que
Estado, Argentina26, 28, 146 llora 68, 73, 82, 85, 92
monumentos y memoriales 24 Peace Ribon Project 23
Marruecos 54, 64 Ejército Revolucionario del Pueblo
mosaicos (ERP), Argentina 132
Memorial de Paine 41, 43, 96, 117, 120, 122, Pereira, Andrés 94, 95
124, 125 Pereira, Pamela 94, 95
POLÍTICA Y ARTE DE LA CONMEMORACIÓN 187

Pérez de Urbel, padre 55, 56 Estados y conmemoración


Perón, Juan Domingo 132, 134 Sturken, Marita 9, 161
Perú, véase también El ojo que llora 68, 71, sentimiento de culpa del superviviente
76, 77, 78, 81, 82, 87, 88, 90, 93 tapices 46, 52, 53
Equipo Peruano de Antropología Taylor, Diana 19
Forense (EPAF) 35, 92 terrorismo
Comisión de la Verdad y Reconciliación Argentina 26, 28, 142, 146
(CVR), Perú 76, 78 Chile
fotografías ETA 44, 59
Picasso, Pablo 187 atentados de Madrid (11 de marzo de
Pieterson, Hector 21 2004) 61
Pinochet, Augusto 28, 56, 60, 119, 161 Perú
11 de septiembre de 2001, EE.UU.
“economía política de la reconciliación” Theidon, Kimberly 9, 77
78 Tercera Generación 41, 120, 124, 125
generaciones políticas 96 tiempo
políticos Toledo, Alejandro 78
Unidad Popular, Chile 100, 102, 120, 124 “memoria tóxica” 77
Portelli, Alessandro 152 Trastulli, Luigi 152
Primo de Rivera, José Antonio 44, 49, 52, Traverso, Fernando 10, 42, 159, 127, 147
55, 56, 57 trauma e identidad nacional 88
Quinn, Jeanette 10, 66 trauma del “otro” 39, 69
estanques tiempo traumático 24, 87, 104
Renzi, Juan Pablo 133 memorias/acontecimientos traumáticos
Roca, Señor 83, 84, 85, 91 Comisión de Verdad y Reconciliación,
Rodríguez, Luz 145 Chile 111
Rodríguez Zapatero, José Luis 59 informe de la comisión de la verdad,
rondas campesinas 77 Argentina 137, 142
Rosario, Argentina Tucker, William 146
Rothberg, Michael 38, 153 Tucumán Arde 133
Ruanda 140 Estados Unidos 15, 21, 22, 25, 46, 51, 66,
Sánchez Albornoz, Nicolás 58 98, 99, 116, 127, 162, 163
Sánchez Ruano, Francisco 58 Valdez, Patricia 10, 142
Santiago, Chile 28, 30, 41, 42, 45, 104, 110, Valle de los Caídos
113, 116 Vargas Llosa, Mario 73, 81, 92, 160
búsqueda, su constancia Velasco, Belisario 111
Sendero Luminoso 39, 69, 71, 72, 73, 76, Veterans for Peace 22
77, 79, 88, 90
atentados del 11 de septiembre de 2001, Memorial a los veteranos de Vietnam
EE.UU. 161 guerra de Vietnam
Siluetazo 139 Villa Grimaldi 11, 124
justicia social 23, 77, 96, 164 visitantes
memorias sociales El ojo que llora
Sondereguer, María 138 Parque de la Memoria
Sontag, Susan 22 Memorial de Paine
Sudáfrica 78, 79, 137, 140 Valle de los Caídos
Unión Soviética 51, 55 mirones 19
España 44, 45, 46, 49, 50, 51, 52, 54, 55, muros conmemorativos 31
56, 60, 61, 62, 63, 64, 65 historia sin testigos 107
véase también Valle de los Caídos Mujeres en la memoria 28, 29, 30, 31
Guerra Civil española 18, 44, 54, 66, 67 Young, James 33
cruzadas españolas 161 “Yuyanapaq: para recordar” 81
Ejército español 50, 54
Este libro se terminó de imprimir en septiembre de 2013,
en la imprenta QuadGraphics, de avenida Gladys Marín 6020,
comuna de Estación Central, en Santiago de Chile.
En todo el mundo proliferan los memoriales. Los Estados reconocen su
valor político, ya que pueden expresar la unidad nacional, la superación
de legados violentos, el compromiso con la estabilidad política o el
fortalecimiento de la democracia. Los memoriales son fruto de inconstantes
negociaciones entre Estados y sociedades que, simbólicamente, pretenden
corregir errores, reconocer pérdidas o proclamar diferentes relatos
históricos no dominantes.

Este libro indaga en las relaciones entre arte, representación y política,

artísticos, historiadores, sicólogos, teóricos políticos y expertos en el


Holocausto, Política y el Arte de la conmemoración utiliza los memoriales
como lentes conceptuales para examinar con lucidez los profundos

el imaginario visual y el arte representan los traumas colectivos.

acción colectiva, este libro tiene el valor agregado de estar escrito con muy
LA PLAZA MAYOR
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