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RUDOLF SCHNACKENBURG

REFLEXIONES SOBRE LA REVELACIÓN EN LA


BIBLIA
El «autocomunicarse» de Dios a los hombres, que nos recoge la Sagrada Escritura,
tiene lugar en un tiempo y en un pueblo concretos. Este acercarse de Dios en el tiempo,
se hace Historia, pero a la vez hace irrumpir en la Historia a lo atemporal, a lo eterno.
Se establece, pues, un diálogo, o mejor diríamos, una encarnación: Dios se encarna y
se hace hombre; la Revelación se hace en cierto modo historia.Como diálogo, supone
la participación activa del hombre, la respuesta del hombre a Dios: la fe. El acto de fe
entraña en si el claroscuro del misterio de Cristo. Lleva consigo aceptar y responder a
Dios, que se nos manifiesta en las obras y milagros del Hijo, pero a Quien vemos
todavía como en un espejo y no cara a cara. Por este doble carácter de oscuridad y
manifestación esplendorosa, sólo una minoría de los que ven a Cristo captan su
mensaje. La fe viene a ser así una decisión que compromete toda nuestra existencia
ante lo Eterno, visible y oculto.Basando toda esta dialéctica en la exégesis bíblica y
comparándola con la noción bultmanniana de revelación y de fe, el autor estudia en las
páginas finales de su artículo las relaciones de la Revelación con la palabra escrita de
la Biblia y con la tradición viviente en el seno de la Iglesia.

Zum Offenbarungsgendanken in der Bibel, Biblische Zeitschrift, 7 (63), 2-23

La Biblia, libro de la Revelación para la fe cristiana, plantea a la Teología problemas


siempre nuevos sobre la comprensión del hecho de la Revelación. No existe en la Biblia
una terminología concisa y exacta que nos brinde una definición, técnica podríamos
decir, de la Revelación divina. Cada escuela teológica presenta y desarrolla un concepto
particular de Revelación. Es evidente que el contenido de dicho concepto ha de
verificarse realmente en la Biblia, pues, de lo contrario; esa escuela teológica dejaría de
ser cristiana.

No ha de extrañarnos, por tanto, que la Historia de la Teología, a partir de la Ilustración,


ofrezca una serie variada de conceptos sobre la Revelación.

El Racionalismo intenta circunscribir la Religión a los límites de la pura razón; el


romanticismo irracional la concibe como sentimiento y experiencia interna; pretenden
otros comparar la Revelación Bíblica y nivelarla simplemente con las demás religiones.
Frente a estas perspectivas liberales, la teología dialéctica y existencialista presenta la
palabra de Dios como algo irrepetible, incomprensible, escandalosamente cercana a
nosotros; o concibe la Revelación como un suceso existencial, como la palabra
escatológica de Dios al hombre y nada más. La Teología de la "Historia de la salvación"
intenta volver al genuino pensar bíblico. El Concilio Vaticano I, en su capítulo de la fe
católica referente a la Revelación, prosiguiendo las enseñanzas del Tridentino, trató
sobre esto y parece que de nuevo el Vaticano II se ocupará del tema.

Las siguientes líneas solamente pretenden iluminar, desde el punto de vista de los
exegetas católicos; algunos aspectos, objeto en la actualidad de discusión.
RUDOLF SCHNACKENBURG

Concepto bíblico de Revelación

Para abrirnos paso a la comprensión bíblica de la Revelación y delimitar realmente este


concepto (ya que en su terminología no lo está en la Biblia) partimos del texto de la
Carta a los Hebreos, 1,1. Casi al final de la Biblia se nos muestran aquí elementos
externos, pero reunidos y aclarados: "Dios, que en los tiempos pasados muy
fragmentaria y variadamente había hablado a los padres por medio de los profetas, al fin
de estos días nos habló a nosotros en la persona del Hijo"

"Dios ha hablado": Revelación es auto-apertura, comunicación que proviene de Dios,


quien por propia iniciativa y decisión soberana se comunica a los hombres. Este dejarse
ver, este descender hasta los hombres es algo muy distinto al intento del hombre de
auto-elevarse, -en la mística, gnosis, misterios y magia-, para introducirse de este modo
en el mundo secreto de Dios y conseguir así la Revelación.

"Dios ha hablado": el salir Dios al encuentro de los hombres, para comunicarse a ellos,
puede describirse en la Biblia de diversas maneras. Pero la expresión más frecuente y
significativa es hablar. Manifiesta así, del modo más humanamente posible, el auto-
abrirse de un espíritu, mientras que, fuera de la Biblia, el hombre cree conseguir una
revelación por medio de la visión. Es claro que no se trata aquí de la revelación (natural)
de Dios, realizada en la Creación (Rom 1, 19).

"muy fragmentaria y variadamente": la Revelación bíblica tiene lugar no solamente en


un encuentro histórico de Dios con los hombres, sino que ella misma tiene su historia.
Las expresiones griegas describen la pluriformidad de los encuentros históricos, indican
la pluralidad de los transmisores de la Revelación: polymeòs, y la diversidad de los
modos: polylròpós (por medio de palabras, sueños, visiones, actos simbólicos). Dios
tiene muchas posibilidades para manifestar su pensamiento a los hombres, y de hecho
las ha utilizado.

"en los tiempos pasados, a los padres": desde el punto de partida del NT hay un real y
verdadero pasado histórico. La expresión padres expresa que ese pasado tiene relación
con el presente. No es simplemente un pasado histórico sino que actúa y se realiza en el
futuro.

La historia de la Revelación es algo lleno de finalidad y sentido. Se puede distinguir el


tiempo antiguo de los padres del de los últimos días (Heb 3,7 a 4,11), pero no puede
separarse el tiempo de la promesa del tiempo de la realización. Una íntima conexión
existe entre ellos, gracias a la cual la Revelación es una unidad, un continuo, una
culminación, sustentada por estratos anteriores. (Una contraposición parecida entre
nuestros padres y nosotros - la generación escatológica-, se encuentra en 1 Cor 10, 1-11).

"por medio de los Profetas": La mirada de los intermediarios del AT se dirigía ya a la


realización de la salvación, que ahora ha tenido lugar en el Hijo, como comenta 1 Petr
1,10. Así aparece bien claro que era Dios quién por medio de su Espíritu movía a los
Profetas. El Espíritu de Cristo, según 1 Petr 1,11, o mejor, el mismo Cristo que ya
preexistía (1 Cor 10,4), y no los hombres, es el verdadero intermediario de la
Revelación. Así se acentúa vigorosamente la orientación escatológica y la concentración
cristológica de toda la revelación bíblica.
RUDOLF SCHNACKENBURG

"al fin de estos días": se expresa aquí la conciencia escatológica. Porque estos días son
los días en que nosotros vivimos y son, al mismo tiempo, escatológicos. La Revelación
del NT realizada en el Hijo, es la última, a la cual apuntaba desde hace tiempo toda
revelación de Dios, incluso la dirigida a nuestros padres. El Proton y el Eschaton,
principio y fin, se actualizan en la Revelación del Hijo, que es histórica y escatológica al
mismo tiempo.

"a nosotros": contrapuesto a nuestros padres, aclara más estos últimos tiempos, en los
que irrumpió el Hijo. Pero además, por esta expresión se nos llama a la fe y a las obras,
a creer y a obedecer. Este hablar y este auto- manifestarse de Dios a los hombres
presupone un interlocutor que escuche, y a quien Dios comunique sus mandatos. Se lo
recordará el autor de Hebreos a sus lectores en las palabras de exhortación (13, 22) y ya
desde ahora hace llegar hasta ellos la palabra de Dios, "viva, activa y más hiriente que
espada de dos filos" (4, 12). Como ejemplo, citemos la homilía del Autor de la carta
sobre el salmo 95, cuyas primeras palabras recuerda: "Hoy, si oyereis su voz, no
endurezcáis vuestros corazones..." (3, 7). Recalca particularmente el hoy, para moverles
así a un celo renovado. Queda, pues, aclarado que la palabra de Dios en la Revelación
nos viene de fuera lo mismo que la predicación, y exige del hombre una decisión
interior. Existe también otra revelación de la que habla Jesús (Mt 11,25): esta
manifestación interior, esta iluminación gratuita no hace superflua la Revelación del
Hijo, sino que la presupone.

"en la persona del Hijo": la Revelación escatológica tiene lugar sólo por medio del Hijo.
El Hijo no es únicamente el fin de la larga serie de intermediarlos de la Revelación, sino
la cumbre absoluta, insuperable, el Revelador definitivo y completo (Jn 1,18; 3,31).
Otra clase de Revelación, una contemplación inmediata de Dios, no se concede a los
hombres. Pero el que ve al Hijo, ve también al Padre; el que posee al Hijo, posee
también al Padre y la vida eterna (14,8).

Revelación e Historia

Si se miran las líneas desarrollalladas en Heb 1, 1, sobre las ideas de Revelación en el


NT, aparece clara la relación entre Revelación bíblica e Historia. La Revelación, al estar
ligada con la historia humana de la Alianza antigua, es historia; al trascender el suceso
histórico y llegar así a la cumbre, con la Revelación en el Hijo, es escatológica y de
validez definitiva.

El pensamiento existencialista se pregunta: ¿Podrá llegar la Revelación escatológica,


concebida como exposición de "verdades objetivas", a penetrar al hombre hasta lo
íntimo de su "existencialidad"? (Befindlichkeit), ¿o le captará más directamente si la
Revelación es como el evento escatológico que sitúa al hombre ante la decisión (opción)
de ganar o perder su "mismidad"Y (Eigentlichkeit). A esta pregunta, planteada en su
mayor crudeza, ha respondido ya Bultmann en su Teología Existencial. Según él, la
Revelación no consiste sino en el factum de Jesucristo. "La Revelación no es una
ilustración, una comunicación de ciencia, sino un hecho". "La Revelación no es un
proceso cósmico que se desarrolla fuera de nosotros y acerca del cual la predicación
sólo pudiera darnos alguna orientación (así no sería más que un mito". "La Revelación
tiene que, ser un suceso que nos afecte inmediatamente, que se desarrolle en nosotros y
del cual sea parte integrante el hecho de la predicación."
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Bultmann confirma su teoría particularmente en san Juan. "La paradoja alcanza en San
Juan Evangelista su punto álgido. Jesús es enviado como Revelador. ¿ Qué es lo que
revela? Que El es enviado como Revelador. Esto es lo que ha de creerse para tener vida.
Fuera de la fe, la revelación no es visible. Sólo en la fe se manifiesta el objeto de esta
misma fe, por lo cual la fe forma parte de la revelación". "¿Qué es, pues, lo que se ha
revela do? Si la pregunta se refiere a doctrinas, inasequibles para todos los hombres,
diremos que no se ha revelado nada. Nada, si se pregunta por misterios, que, una vez
conocidos, se supieron de una vez por todas. Pero todo se ha revelado en cuanto que al
hombre se le han abierto los ojos y ya puede de nuevo comprenderse a sí mismo".

Prescindiendo de sus ideas sobre los mitos y la necesidad de una interpretación


existencial, nos interesa aquí su idea de la Revelación. Con respecto a Heb 1,1, hay que
reconocer su contribución positiva para concebir la Revelación como palabra de Dios.
Pero hemos de preguntarnos si esa palabra existencial corresponde al sentido del NT o
más bien si no mutila el contenido del NT. Según Juan -si no lo reducimos
arbitrariamente-, el creyente debe afirmar no sólo la existencia del suceso sino su
contenido, no sólo el significado salvífico de su palabra, sino el de su Persona. ¿No
fuerza Bultmann los textos del NT al concebir la Revelación como algo borroso y sin
contornos definidos, o al considerar la predicación y la fe como partes integrantes de la
Revelación?

La Revelación, al ser predicada, alcanza su expresión como palabra y como exigencia,


pero no se reduce a eso. Conserva su irrepetibilidad y su peculiaridad histórico-
teológica. Asimismo, la fe es la respuesta del hombre a la Revelación divina, pero no es
una parte integrante del proceso de la Revelación. La Revelación seguiría existiendo
aun cuando no encontrase eco alguno. La Historia de la Revelación parece que escapa a
la mirada de Bultmann. Por su comprensión existencial, para Bultmann la Revelación
concierne al hombre en su situación y le coloca ante una decisión escatológica, pero la
Revelación no puede convertirse en Historia, como una manifestación de Dios que va
progresando hasta el punto supremo, realmente escatológico, de la Revelación del Hijo.

El AT conduce a otras ideas que las existencialistas. Obliga a contemplar la Historia


como Historia de la Salvación en la que tiene lugar la Revelación divina, y así surge la
Historia de la Revelación.

La conexión de la Revelación con la Historia de la Salvación, la reconocen muchos pero


no la conciben todos del mismo modo. ¿ Se revela Dios en el curso de la Historia; de
diversas maneras, principalmente por medio de su palabra, una palabra que adquiere
claridad creciente hasta llegar a la Palabra del Hijo, que testimonia lo que ha visto y
oído (Jn 3,22)2 ¿ O se revela más bien Dios por medio de la Historia misma, por las
actuaciones de Dios con el pueblo de Israel, que culminan en la Resurrección de
Jesucristo, acción escatológica de Dios, que hace irrumpir la eternidad en el tiempo?
Esta alternativa puede sorprendernos, porque estamos acostumbrados a unir revelación
verbal y fáctica, refiriendo la una a la otra y concibiéndolas juntament e como la plena
manifestación de Dios. Con toda intención hemos formulado esta pregunta. Hace poco
ha aparecido una publicación cuyo título es "Revelación como Historia" (R. Rendtorff-
U. Wilckens, T. Rendtorff.-Götingen, 1961). El editor W. Pannenberg habla de una
indirecta auto-manifestación de Dios por medio de sus actuaciones en la Historia y
excluye una manifestación directa. Es discutible el sentido de directo o indirecto. Pero
los dos exegetas, Rendtorff y Wilckens, hacen retroceder tanto a un Dios, qué se revela
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sólo por medio de sus actuaciones, que con todo derecho podemos preguntarnos si esto
responde al concepto de Revelación que tienen los autores bíblicos.

Con todo, la Revelación como interpelación, -esto es, palabra dirigida al hombre-, y la
Revelación como esfuerzo por comprender las manifestaciones de Dios subyacentes en
sus actuaciones a lo largo de la Historia, son aspectos que podemos integrar en nuestro
concepto de Revelación.

Revelación y fe

¿La Revelación bíblica, al menos la Neotestamentaria-escatológica, presenta a Dios en


su Ser, su actuar, sus planes redentores, de un modo tan claro y completo que los
hombres puedan verle y :.comprender sus actuaciones? Esta -es una pregunta que ya se
ha planteado Pablo, y lo hace desde el punto de vista de su predicación, por medio de la
cual la Revelación: se hace accesible a los hombres. En dos pasajes, aunque con diverso
sentido, busca Pablo respuesta a esta pregunta. En 2 Cor 4,3, se enfrenta Pablo con la
ineficacia de su predicación: "Si nuestro evangelio queda encubierto, es para los
infieles; que van a la perdición, cuya inteligencia cegó el dios de este mundo, para que
no brille en ellos la luz del Evangelio, de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios". La
Revelación en sí es una nueva luz que debe brillar en el corazón como la luz primera en
la mañana de la Creación, cuando Dios dijo: "En el seno de las tinieblas brillará la luz".
Si no se produce este efecto, la culpa no hay que imputársela a Dios sino a los hombres,
"cuyas inteligencias cegó el dios de este siglo... "

Pablo, con todo, no piensa en una positiva reprobación divina como podría tal vez
sugerir la expresión "en tois apollyménois" (que van a la perdición: el participio de
presente tiene un cierto sentido futuro), porque en el v 4 añade "ton apístòn" (de los
infieles), lo. cual sin. duda completa y determina el participio de presente anterior.
Como contraposición escribe el nosotros en cuyos corazones resplandece Dios por la
Revelación salvadora. No se suprime con esto el misterio de la predestinación, pero se
deduce que debemos responder con la fe a la Revelación para que ésta consiga su
eficacia salvadora.

El segundo pasaje está en 1 Cor 1, 18-25. Pablo encuentra aquí a los hombres divididos:
unos que caminan hacia la perdición y otros que están en vías de salvación. También
aquí resalta el papel de la fe exigida para poder recibir el Mensaje y la salvación. Detrás
de la fe, que es nuestra respuesta al mensaje,. se esconde la llamada eficaz de Dios y, en
definitiva, el misterio de la predestinación.

Partiendo del contenido del mensaje, el Apóstol da una explicación de por qué no pocos
hombres se cierran a la Revelación: es a causa del mensaje, lleno de exigencias y
contrastes, de la Cruz de Cristo, incomprensible para la sabiduría humana. El mundo,
que no había aceptado la "revelación de la sabiduría" de Dios, se encuentra ahora ante
una necedad pretendida por Dios. Así pasa a primer término el problema de la
Revelación: la Revelación escatológica de la salvación, en cuanto que contiene
esencialmente el mensaje de la Cruz de Cristo es algo oscuro y escandaloso para la
sabiduría humana... Triunfará sí, en la Resurrección, pero para admitir ésta, se requiere
ya la fe.
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Dios se manifiesta a los hombres; pero al mismo tiempo, sólo a los creyentes. De aquí el
doble carácter de manifestación y ocultamiento de la Revelación. Por su radical
orientación hacia la fe, la Revelación se distingue de toda sabiduría y filosofía humana.
Este doble carácter de la Revelación en el NT nos explica muchas cosas: Jesús predica
su Evangelio a todos, pero sólo una minoría capta el mensaje. Son aquellos a quienes se
ha confiado el misterio del Reino de Dios (Mc 4, 11).

Así se aclara la aparente tensión que existe entre Marcos y Juan. El signo de la
Revelación consiste para Marcos en el ocultamiento, mientras que para Juan es la
manifestación esplendorosa. Pero el secreto mesiánico tiene raíces más profundas.
Históricamente, la Revelación de Cristo tropieza con el escollo de la incomprensión por
parte de una multitud incrédula. Cristológicamente, el secreto comporta consigo la
pequeñez del Hijo del Hombre, inexplicable aun para sus Doce. En la Teología de la
Revelación, la Pascua aclarará a la Comunidad de fieles que la Revelación de Jesús
únicamente puede ser comprendida en toda su plenitud a la luz de la Resurrección.

Aun así, esta revelación presenta un carácter peculiar. Por una parte, esta Revelación es
clara y manifiesta: realiza curaciones milagrosas y arroja a los demonios, pero requiere
unos ojos que contemplen estos hechos con fe. Esto es en definitiva lo que viene a decir
Juan Evangelista, acentuando quizá otros aspectos. Para el cuarto Evangelista la
Revelación salvadora alcanza su plenitud y perfección con la predicación y milagros de
Jesús. Únicamente por la fe se puede llegar a la contemplación de la gloria del Verbo
Encarnado (Jn 1,14). Para los no creyentes, los milagros de Jesús no transcienden la
categoría de meros prodigios. Sólo para los creyentes, las palabras de Jesús son espíritu
y vida. A los no creyentes les causan escándalo y les mueven a odio. Así pues, en el
Evangelio de Marcos, junto a su secreto mesiánico de ocultamiento, hay una revelación
patente después de la Resurrección, mientras que en Juan, a pesar de la manifestación
esplendorosa, subsiste un profundo ocultamiento: la infidelidad del mundo.

Se siguen de aquí determinadas consecuencias respecto a la fe, considerada como


actitud con la cual el hombre responde a la Revelación. La fe, en este sentido teológico,
es algo más que un mero conocimiento; es también un asentimiento humano; un
confiarse y esperar... Al exponer el concepto católico de fe, tal vez con demasiada
frecuencia no se insiste en el hecho de que la fe, a pesar de los "motiva credibilitatis", es
una "virtus supernaturalis Dei" por la que, con inspiración y ayuda de la gracia de Dios,
creemos ser verdadero lo que por El ha sido revelado (Denz 1789). El Vaticano I, de
quien hemos tomado las palabras precedentes, ilustra la relación personal de los
creyentes con Cristo, en quien Dios se nos revela, acentuando la plena dependencia de
los hombres de Dios Creador y Señor, a quien debemos una plena sumisión de
entendimiento y voluntad en la fe.

Para los que, permaneciendo en gracia, viven en Cristo, la fe se convierte así en el


compromiso de su existencia. Desde este punto de vista, tal vez se enfocarían de otro
modo algunos aspectos de la comprensión práctica de la fe, y se encontraría una
particular eficacia y ayuda en todo cuánto la Biblia nos dice acerca de la fe.
RUDOLF SCHNACKENBURG

La Revelación en la Escritura y Tradición oral

La Revelación divina, comunicada oralmente por Dios a sus intermediarios, adquiere


una mayor fijeza al quedar reunida en la Sgda. Escritura. Se escribe la Biblia no por el
intento puramente humano de reunir las palabras, huidizas por naturaleza, sino por
deseo expreso y con la particular asistencia de Dios. Nos lo testimonian así Jesucristo y
los Apóstoles con respecto al AT y del mismo modo nos garantiza la Iglesia los escritos
del NT. La palabra del Revelador escatológico llega hasta nosotros y, con ella, nos
viene el mismo Verbo Divino, Verdad y Vida. Si el lenguaje del cual Dios se sirve para
la Revelación, es un acercarse de Dios a nosotros, semejante a la Encarnación, el hecho
de fijar por escrito la palabra de Dios constituye una nueva gracia de Dios.

El paso de la Revelación. oral al fixismo escrito de la Biblia hace surgir la controversia,


de católicos y protestantes sobre el principio de Escritura y Tradición. No podemos
ahora detenernos en estas cuestiones complejas. Permítasenos sólo aducir algunos
puntos de vista sobre la transmisión oral y escrita de la Revelación.

La postura de la Iglesia primitiva (Urkirche) frente a los escritos del AT ofrece una
cierta analogía (¡sólo analogía!) con la situación de la Iglesia posterior ante el NT y una
Tradición que abarca más (hinausreichenden Tradition). En el uso del AT la Iglesia
primitiva no se atuvo estrictamente a lo que se encontraba directamente en el AT o a las
palabras del Señor, sino que la Iglesia, por sí misma, realizó interpretaciones más
amplias. Su interpretación cristológica del AT puede comprenderse como un desarrollo
de la Revelación de Jesucristo, la cual no solamente consta de las Palabras pronunciadas
por Jesús durante su vida pública, sino que comprende también su Resurrección y
Exaltación.

El mismo S. Pablo nos ofrece un ejemplo de esta libertad en ampliar las interpretaciones
sobre la S. Escritura, en 1 Cor 10, 1-11, al tomar ciertos elementos judaicos postbíblicos
y traducirlos al Cristianismo: Al hacerlo, se deja guiar por su fe en Cristo, y se sabe al
mismo tiempo autorizado para ello por el Espíritu de Dios (cfr. 1 Cor 7,40). Con lo cual
crece y se desarrolla una tradición sobre la palabra escrita de Dios del AT y del
Evangelio oral de Jesús; una tradición que, sin caer en contradicción con la Revelación,
aporta sin embargo algo nuevo (en el AT hay tipos de los sacramentos de la Nueva
Alianza).

Insistimos en que se trata aquí sólo de cierta analogía con respecto a la Tradición oral de
los Apóstoles, pero es cierto que la interpretación de Pablo, que claramente
conservamos, es tradición escrita y palabra de Dios inspirada. Cuando Pablo expresó
por primera vez su interpretación, lo hizo oralmente y nos podemos preguntar cuántas
cosas no nos han sido transmitidas en sus cartas. De aquí se puede colegir qué funciones
ejerció la predicación apostólica oral frente a la Revelación que ya existía antes. La
principal es una interpretación, una aclaración y manifestación más profunda de la
Revelación, fijada en términos escritos; una interpretación realizada plenamente bajo la
dirección del Espíritu Santo, partiendo de la base de la Revelación escatológica de
Cristo. No se dirá en substancia nada nuevo. Pero al mismo tiempo aparece como algo
nuevo, comparado con los documentos históricos del AT y con respecto a la
formulación expresa de la Revelación de Cristo y de su Evangelio.
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La Tradición evangélica nos ofrece otro ejemplo de las relaciones entre la Revelación
escrita y la oral. No se deduce de aquí que la tradición oral, en cuanto anterior a la
escrita, reclame para sí cierta supremacía sobre la escrita. Más aún, después de la
formulación por escrito de la Revelación en la Biblia, ya no se puede atribuir esta
primacía a la tradición oral. Pero es muy significativo observar que nuestro Evangelio,
aun brindándonos en un todo coherente el mensaje de Cristo, no reproduce sin embargo
todo lo. que Cristo ha revelado.

Refiriéndonos concretamente al Evangelio de Marcos, esto no puede negarse. El título


del libro, "arjé toû euangelíou Iésoû Xristoû" (comienzo del evangelio de Jesucristo),
nos viene a indicar que su contenido es una exposición de las partes esenciales del
Mensaje de Jesús. Esto no obsta para que en este mismo Evangelio no se encuentren
pasajes tan importantes como el Sermón del Monte, la promesa del primado... Puede
decirse que era expreso deseo de Dios hacernos llegar la Revelación no sólo por medio
del Evangelio de Marcos sino también por los otros Evangelios. Pero también es verdad
que existía toda una Comunidad que en un principio sólo tuvo el Evangelio de Marcos,
Dicho Evangelio sólo les ofrecía lo esencial, aunque no todo el conjunto de la
predicación apostólica, y difícilmente estas Comunidades hubiesen rehusado la
predicación que pudiese llegarles de otra forma (oralmente), con tal de que estuviese
garantizada como verdaderamente apostólica. Esta realidad es todavía más palpable en
san Juan. El cuarto Evangelista es consciente de ofrecer a sus lectores sólo una
selección de los "signos" de Jesús, y se propone con eso posibilitarles la fe en Jesús,
Mesías e Hijo de Dios, sin que para eso haya que buscar un complemento en los demás
Evangelistas. Podemos preguntarnos de nuevo: ¿no existirían Comunidades que, en un
principio, tuviesen solamente el Evangelio de Juan y no conociesen la restante
Tradición Apostólica?

El Evangelio de Juan ilustra, en otro sentido, la relación entre la tradición oral y su


posterior fijación en las fórmulas escritas. La redacción escrita en modo alguno pretende
dejar de lado la predicación oral de la Revelación, sino que más bien le abre una
posibilidad para el futuro. No habla sólo de aquellos que llegarán a creer en Cristo por
medio de la predicación de los Apóstoles, sino que promete a los discípulos de Jesús la
asistencia del Espíritu Santo. El Paráclito les introducirá en el conocimiento de la
Verdad para que comprendan aquello que Jesús no pudo decirles plenamente durante su
permanencia entre nosotros (Jn 14,26; 16,12ss).

Se objetará que esta actividad del Paráclito es ya visible en Juan: aparece en la


interpretación que Juan, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, hace de la Revelación
de Jesús. Pero, ¿pretende el Evangelista ver toda la actuación del Espíritu Santo
reducida a dar forma escrita a la Revelación de Jesús? En Jn 14,16, se les promete a los
Apóstoles la asistencia del Espíritu Santo. ¿Cuál es el sentido de esta asistencia? ¿Se les
promete a ellos personalmente o a ellos como representantes de una Comunidad de
fieles? Como quiera que se entienda, el Evange lio escrito en modo alguno es un poner
límites y fronteras a la acción del Paráclito. El Libro tiene el sentido de ofrecer a los
lectores la Revelación de Cristo a la luz dula interpretación auténticamente apostólica,
pero no excluye otras tradiciones apostólicas posteriores.

Opina Cullmann que la Iglesia, al determinar el Canon de los libros de la Sagrada


Escritura; ha realizado; un acto de humildad: La Tradición apostólica, contenida en la
Escritura, es la regia para juzgar a las tradiciones posteriores. Mas, por analogía con el
RUDOLF SCHNACKENBURG

Evangelio de Juan, ¿no se debería más bien decir que los libros canónicos (inspirados) ,
nos garantizan la pureza de la Tradición apostólica contenida en ellos, pero que dicha
tradición no se contiene solamente en ellos? La Iglesia, como se deduce de la definición
conciliar, quiso disipar toda duda sobré los libros contenidos en el Canon, pero no quiso
emitir juicio alguno acerca de la Tradición oral que vive en el seno de la Iglesia. Con
esto, ni renunció al derecho de velar por la recta interpretación de la Biblia, .ni se
manifestó acerca de las Tradiciones apostólicas, no incluidas en la Biblia, que afluían a
la Iglesia. por transmisión oral. Desde este punto de vista, ¿la decisión de la Iglesia no
debe interpretarse más bien como, un acto de magnanimidad, al saberse capacitada, bajo
la asistencia: del Espíritu Santo, para conocer y poder determinar la verdad en
cuestiones debatidas y dudosas?

Por lo que respecta a la actual controversia sobre si la Revelación se contiene partim-


partim , o et-et en la Escritura y Tradiciones orales, el exegeta, teniendo en cuenta las
analogías mencionadas, se inclinará más bien a pensar que la principal función de la
Tradición es la interpretación fidedigna y desarrollada de la Escritura, sin querer por
esto dar respuesta competente a las cuestiones que surjan del NT. Podemos ;presumir
que la tradición oral en sentido estricto se encuentra, con respecto a la escrita, en la
misma relación que Pablo frente a la tradición apostólica anterior; a la que no añade
nada esencial, y que los Evangelios frente a la Revelación de Jesús cuya esencia nos
transmiten. La mirada . se dirige ante todo a la unidad de la Revelación divina, ya se
trate de la palabra de Dios, dirigida "a los padres por medio de los profetas" y "al- fin de
estos días... a nosotros en la persona del Hijo", es decir Antiguo y Nuevo Testamento,
ya sea la predicación oral de los apóstoles y el Kerygma escrito. La Iglesia no quiere
concebir la Escritura y la Tradición sino como fuentes; que confluyen y dan un
testimonio conjunto de la única Revelación divina.

Tradujo y condensó: JUAN GARCIA PÉREZ

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