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Comportamiento e Hiperactivo PDF
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Sin embargo, estos criterios son de carácter general y no bastan para la identificación
positiva de una alteración o trastorno comportamental. Tal identificación exige, además:
- Que el comportamiento en cuestión suponga una pauta conductual
relativamente estable, que implique la violación o no adquisición de cierta
norma, reguladora del intercambio social en el entorno propio del individuo,
a una edad en que dicha norma debiera haber sido adquirida y debiera
respetarse. En relación con esta cuestión, ciertas definiciones matizan que
la estabilidad relativa a que nos referíamos implica una persistencia mayor
que la de un simple trastorno reactivo temporal y menor que las de las
alteraciones “secundarias” a un “gran síndrome” (p.e.: deficiencia mental o
autismo).
- Que la conducta en cuestión, en el grado en que se manifiesta, afecte de
manera significativa a la relación del sujeto con su medio social (es decir,
que la conducta no sea sólo “alterada, sino “alterante”).
- Que dicha conducta interfiera de manera significativa en el proceso de
desarrollo personal del individuo que la presenta (p.e.: su adaptación social
o sus aprendizajes escolares).
Aunque el acento, el énfasis que cada autor e institución da a uno y otro de estos
criterios, unidos a la introducción de criterios propios y peculiares, hace que resulte difícil
proponer una definición unificada y generalmente aceptada por los distintos especialistas,
podríamos intentar dar una definición de los trastornos de conducta:
“Ciertas conductas que afectan a la relación de los sujetos con su entorno
e interfieren negativamente en su desarrollo; que se constituyen en síntomas pero
no se organizan en forma de síndrome, sino que se presentan de forma aislada o en
combinaciones muy limitadas: que no son patologías en sí mismas, sino que el carácter
patológico viene dado por su exageración, déficit o persistencia más allá de las edades en
las que suelen cumplir un papel adaptativo; que son estables y, por tanto, más resistentes
a la intervención que los trastornos situacionales transitorios, pero menos que la psicosis,
la neurosis y otros trastornos profundos” (Brioso y Sarria).
b) Estados mentales.
El reconocer estados mentales en las personas implica identificar sus deseos,
creencias, emociones, etc.
Es fundamental enseñar al niño con autismo a reconocer estados mentales de los
otros, para ello es necesario:
- Enseñarle a distinguir estados que son verdad de los que son mentira: podemos
hacerlo a través de situaciones interactivas en las que le explicamos que algo
no es cierto, que es una broma, etc.
- Asociando estados mentales con conducta: se le puede explicar en situaciones
naturales, con muñecos, miniaturas, etc. que la gente actúa según lo que
tiene en la cabeza. Se pueden usar dibujos y viñetas en las que las personas
tienen “bocadillos”, “burbujas” en las que pueden leer o ver en dibujo lo
que tales personas tienen en su cabeza en una determinada situación, qué
piensan, qué sienten, etc . Si el niño tiene un funcionamiento cognitivo alto,
¿Por qué es importante trabajar el desarrollo del juego en los niños con autismo?,
pues porque es uno de los vínculos de expresión y comportamiento social más importante
en el desarrollo de cualquier niño. Según Piaget, el juego en general, pero especialmente
el juego simbólico, favorece el desarrollo cognitivo, la adaptación social, la memoria y
también las capacidades de relación con los demás.
El juego simbólico se considera el precursor de la teoría de la mente. Esta función
propia del manejo de la mente hace posible que el niño pueda atribuir estados mentales
a otras personas y así poder actuar en consecuencia para manejar la situación. Esta
“predicción” le facilita la adaptación social y la interacción con otras personas. El trabajar
para el desarrollo del juego en el niño con autismo lleva implícito el trabajo en áreas
en las que presenta dificultades que lo limitan, como la comunicación, la capacidad de
empatizar, etc. A través del juego se ponen en funcionamiento las estructuras intelectuales
del niño y les motiva el seguir aprendiendo para poder llevarlo luego a la práctica sin el
esfuerzo que representa el aprendizaje. De este modo no sólo se divierten jugando sino
que afianzan lo que han aprendido.
Podemos resumir diciendo que el niño, a través del juego, aprende:
1. Comunicación.
2. Resolución de problemas.
3. Desarrollo cognitivo.
4. Adaptación/interacción social.
Es frecuente que los niños con autismo presenten problemas de conducta, como
autoagresiones, agresiones a otros, rabietas, etc. Ésto no sucede porque el niño sea autista y
Es importante tener un plan sobre cómo responder ante las conductas inadecuadas.
Cuando el niño muestra conductas inadecuadas, incluyendo agresión, destrucción, etc.,
es que el programa de intervención que se ha diseñado para él no cumple las necesidades
del niño, si estas conductas problemáticas persisten hay que modificar la estructura, hacer
un “programa mejor”.
Las normas son importantes en el comportamiento del niño, hacerlas visibles y
limitarlas es muy importante. Una buena norma implica un permiso y una prohibición.
Han de ser individualizadas para cada niño.
b) La conducta disocial.
El trastorno disocial que en ocasiones aparece sólo como trastorno de conducta sin
más suele considerarse como el “caso típico” de alteraciones comportamentales, siendo
a menudo también denominado como “conducta asocial” ya que la esencia del mismo
consiste en “un patrón persistente de conducta en el que se violan los derechos básicos
de los demás y las normas sociales apropiadas a la edad. Este patrón de conducta se da
en casa, en la escuela, con los compañeros o en la comunidad” por lo que su gravedad e
incidencia en las relaciones sociales y en el desarrollo del sujeto es mucho mayor que el
caso del negativismo desafiante.
e) El trastorno obsesivo-compulsivo.
Se da incluso en niños muy pequeños. Al principio se creía que no era muy habitual,
pero después se vio que era bastante frecuente.
El TOC en la infancia se describe también por obsesiones y compulsiones. Con las
primeras nos referimos a pensamientos no deseados, recurrentes e intrusivos, mientras que
las segundas son conductas estereotipadas y recurrentes que el niño o adolescente siente la
necesidad de realizar. Cuando se trata del adolescente, el sujeto es consciente de que estos
pensamientos y comportamientos son irracionales, no sucede así en niños pequeños.
Tanto las obsesiones como las compulsiones ocupan mucho tiempo, por lo que pueden
interferir en las rutinas normales, las actividades escolares y las relaciones sociales.
El comportamiento con conductas obsesivo-compulsivas se produce en diversos
estadios del desarrollo normal, como por ejemplo, los rituales de los niños pequeños a la
hora de irse a la cama. Sólo serán motivo de preocupación en caso de que dominen la vida
del niño e interfieran en su desarrollo.
f) Los miedos.
Conocer cuales son los miedos normales es importante para la comprensión de los
que requieren atención clínica.
Una serie de investigaciones indican que los niños manifiestan una cantidad de
miedo elevada. Entre los dos y los seis años de edad, tienen una media de cinco miedos y
presentan reacciones de este tipo cada pocos días. En algún estudio se comprobó que era
posible que las madres subestimen la prevalencia de estos miedos en sus hijos.
La mayor parte de la investigación señala que las niñas muestran un número de
estos comportamientos mayor que los niños y con una intensidad también mayor. Es
j) Conductas problemáticas.
Si nos centramos más en aquellas conductas o situaciones difíciles que observamos
en la clase y que nos impiden llevar la marcha normal de la misma, podríamos distinguir
seis categorías de conductas problemáticas:
1. La disrupción en las aulas. Hace referencia a aquella o aquellas situaciones
en la que tres, cuatro o más alumnos impiden, con su comportamiento, el
desarrollo de la clase. El profesor tiene que emplear cada vez más tiempo
para controlarlos y poder así conseguir el “clima” necesario para poder seguir
con su clase.
2. Los problemas de disciplina. Serían el paso siguiente generando ya un
conflicto abierto entre el profesor y el alumno.
3. El maltrato entre compañeros (bullying). Aquellas situaciones en las que un
alumno o alumnos sufren acoso o intimidación por parte de alguno o varios
de sus compañeros.
4. El vandalismo y los daños materiales. Sería propiamente la violencia, en
este caso contra las cosas.
6.1. PRONÓSTICO
Con una detección temprana y una intervención eficaz, la problemática de estos
niños resulta relativamente controlable.
Podemos señalar una serie de factores que van a incidir positivamente en la evolución
y buen pronóstico de los niños con TDAH:
• Detección temprana del trastorno.
• Aplicación de tratamiento médico desde los primeros años de escolaridad.
• Familia bien estructurada y organizada.
• Existencia de normas flexibles pero claras de funcionamiento en la familia que le
permita adaptar las exigencias a las posibilidades del niño sin sobreprotegerlo.
• Apoyo escolar bien entendido desde los primeros cursos.
• Ausencia de negativismo, agresividad y trastornos de conducta
importantes.
• Prevalencia del refuerzo social y ausencia de castigo físico para el control de
la conducta. Premiarlo positivamente más que castigarlo negativamente.
• Confianza del entorno en la capacidad intelectual del niño al margen de sus
problemas de atención e hiperactividad.
• Entorno escolar no excesivamente cambiante. Capacidad del profesorado
para reforzar las conductas positivas e ignorar las negativas.
6.2. ETIOLOGÍA
• Influencias biológicas: los estudios aportan datos sobre una contribución genética
al TDAH:
1. Gran número de padres de niños con TDAH han mostrado en su infancia
síntomas de hiperactividad.
2. Es frecuente que varios hermanos sean hiperactivos.
3. El patrón de conducta hiperactiva es más frecuente en hermanos que
comparten ambos padres que en aquellos que comparten sólo un
progenitor.
En la actualidad se apoya la hipótesis de hipoactivación. Se ha postulado la existencia
de fallos en los procesos de activación e inhibición del sistema nervioso central. Se ha
investigado también la influencia de neurotransmisores (por ejemplo, la dopamina y la
noradrenalina) en la génesis del trastorno. La investigación actual sostiene que no habría
un único neurotransmisor implicado. Se han considerado, pero sin pruebas concluyentes,
otros factores biológicos como el estrés perinatal, anomalías físicas menores, etc.
• Influencias físicas ambientales: los resultados en esta área son muy poco
concluyentes; entre otras, las investigaciones se han centrado en la relación entre la
hiperactividad y los aditivos de algunos alimentos, con la intoxicación por plomo, etc.
• Influencias psicosociales: datos de investigaciones han relacionado una mayor
incidencia de hiperactividad en niveles socioeconómicos bajos, relaciones familiares
pobres, alteración familiar, familias de un solo progenitor y relaciones difíciles madre-
hijo. Esto no significa que siempre que se den estas condiciones, los niños van a padecer
hiperactividad, ni que no existan diagnósticos de TDAH en condiciones psicosociales
opuestas a las citadas.
6.3. EPIDEMIOLOGÍA
Es el trastorno, dentro de los de su campo, más diagnosticado en la infancia. La
prevalencia máxima se encuentra entre los 6-9 años, siendo más baja en la adolescencia
y adultez. Los datos indican mayor incidencia en niños que en niñas.
• TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO.
El tratamiento farmacológico va dirigido a paliar los síntomas básicos del trastorno.
Los medicamentos más eficazmente utilizados son los estimulantes.
• TRATAMIENTO PSICOPEDAGÓGICO.
La intervención psicopedagógica va dirigida a mejorar las habilidades académicas
del niño y su comportamiento mientras estudia o hace los deberes así como que adquiera
un hábito de estudio que no tiene dadas sus dificultades.
Hay personas que aún teniendo características de déficit de atención y/o
impulsividad/hiperactividad han aprendido estrategias para manejarse en su vida social,
académica, familiar y personal y no requieren tratamiento, pues están perfectamente
adaptadas a su entorno.
• DIFICULTADES EN LA LECTURA.
Entre los errores más frecuentes en la lectura de los niños con TDAH nos
encontramos:
- Omisiones: pueden ser de una letra, cuando el niño no produce el fonema
correspondiente a una letra que está presente, es decir se “olvida” de leer
una letra. También puede ser omisión de sílabas o de palabras, si lo que no
lee es una determinada sílaba o bien una palabra completa.
- Sustituciones: el niño produce un fonema diferente al que realmente
corresponde a la letra codificada. En ocasiones la sustitución de una letra da
lugar a que se descodifique una palabra diferente a la original, hablándose
de sustitución de palabras en estos casos.
- Adiciones: el niño añade un fonema o sílaba a la palabra original. A veces,
esto puede dar lugar a que se codifique una nueva palabra, por ejemplo,
leer patatas cuando la palabra es patata, por lo que en estos casos podría
hablarse tanto de este error como del anterior.
- Dificultad ante algunos grupos consonánticos: principalmente tr/bl/pr.
• DIFICULTADES EN LA ESCRITURA.
A menudo el niño con TDAH comete los siguientes errores:
- Unión de palabras: dos o más palabras se escriben juntas como si fuesen
una sola, por ejemplo, “micasa” por “mi casa”.
- Adición de letras: se introduce una letra que no pertenece a dicha palabra,
por ejemplo, “vol-e-vere” en lugar de ”volveré”.
- Fragmentaciones: se usa esta denominación para el caso en que una palabra
se escribe como si fuera dos o más; por ejemplo, “después” en lugar “de
después”.
• DIFICULTADES EN MATEMÁTICAS.
- Pobre comprensión de los conceptos enunciados.
- Errores por descuido a la hora de aplicar el signo.
- Dificultad de abstracción de conceptos matemáticos.
No suelen tener tantas dificultades cuando se trata de cálculos matemáticos
mecánicos. Presentan una dificultad mayor cuando se trata de pasar del pensamiento
concreto al abstracto. Cometen errores en los problemas porque, a causa de su impulsividad,
leen muy rápidamente la información y pierden datos relevantes para su comprensión.
Algunas estrategias:
1. Autoinstrucciones ante los enunciados de los problemas, de modo que el
niño adquiera un esquema interno que le proporcione los pasos a seguir.
2. Autoinstrucción para el reconocimiento de la operación.