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l a n a r r a t i va h i s t ó r i c a c o m o a m u l e t o

La narrativa histórica
como amuleto

Manifestaciones de la memoria
viva en Suba-Rincón, Bogotá

JAIME ALBERTO
M O N TA Ñ A D O M Í N G U E Z
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bibliográficas
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Montaña Domínguez, Jaime Alberto, autor


La narrativa histórica como amuleto: manifestaciones de la memoria viva en Suba-Rincón, Bogotá / Jaime Alberto
Montaña Domínguez. -- Primera edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2018. (Colección
Laureata)

202 páginas : ilustraciones, gráficas y tablas; 24 cm


Incluye referencias bibliográficas (páginas 199-201).
ISBN : 978-958-781-193-3

1. Memoria - Aspectos sociales - Suba (Bogotá, Colombia). 2. Sociología histórica - Suba (Bogotá, Colombia).
3. Antropología social - Suba (Bogotá, Colombia). 4. Memoria colectiva - Suba (Bogotá, Colombia). 5. Historia social
- Suba (Bogotá, Colombia). I. Pontificia Universidad Javeriana

CDD 302.12 edición 21


Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.

inp 15 / 03 / 2018
c on t e nido

Lista de tablas y figuras 9

Prólogo 13

Introducción 21

1 l a m e m o r i a v i va 27

Delimitación 28

La “memoria viva” como alternativa 30

La contradicción 33

La memoria viva como modelo de acción 45

Las sociedades flexibles 45

2 o p e r a c i o n a l i z a c i ó n y m e t o d o l o g í a 51

Modelado y representación 51

Dos algoritmos para la transcripción de cifras a números 54

“El almohadón de plumas”: aplicación del modelo 60

Aplicación del modelo 62

Descripción de la aplicación 71

Metodología 84

[7 ]
3 e n e l a h o r a d e l a v i da : e n c u e n t ro s ,
. m o n ta j e s y m e t á f o r a s 89

Encuentros en el ahora de la vida 89

El barrio como correlato del ahora de la vida 104

En el umbral: sabiendo sin saber como modelo histórico 123

4 e f i c a c i a , a p e r t u r a y c i e r r e 163

Las calles 168

Proceso de sistematización
y análisis de los montajes 175

Montaje: encuentro cuatro, al laberinto 194

Referencias 199

[8]
l i sta d e tab l as y f iguras

TABLA 2.1. Algoritmo para los números 55

TABLA 2.2. Representación de un autómata 57

TABLA 2.3. Primera Sistematización del modelo 63

TABLA 2.4. Sistematización de las variables para el autómata 67

TABLA 2.5. Análisis de instancias 80

TABLA 2.6. Valores de las matrices 81

TABLA 2.7. Guía de observación 87

TABLA 2.8. Análisis de entrevistas 87

TABLA 4.1. Determinación de las variables 177

TABLA 4.2. Determinación de las variables (continuación 1) 182

TABLA 4.3. Determinación de las variables (continuación 2) 184

TABLA 4.4. Diseño de parámetros para el autómata 187

TABLA 4.5. Representación de los parámetros 188

TABLA 4.6. Relación entre las variables X(1), sabiendo sin saber, y X(2), desplazamiento 189

FIGURA 2.1. Historia lineal en Hegel 51

FIGURA 2.2. Incomunicabilidad en Ariès 51

FIGURA 2.3. Memoria viva 51

FIGURA 2.4. Objetos de la memoria viva 53

FIGURA 2.5. Comparación 59

FIGURA 2.6. Estado inicial 69

FIGURA 2.7. Cuerpo generado a partir del estado inicial 69

FIGURA 2.8. Lugares de oposición dentro del autómata 69

FIGURA 2.9. Puntos iniciales de las trazas dentro de las barras 69

FIGURA 2.10. Cuerpo figurativo envolvente 70

FIGURA 2.11. Imagen de Jordán y Alicia 72

FIGURA 2.12. Imagen de Jordán, Alicia y obstáculos 72

FIGURA 2.13. Selección de tipo de normas 72

[9]
FIGURA 2.14. Normas por saturación 72

FIGURA 2.15. Diseño de normas por saturación 74

FIGURA 2.16. Listado de normas 74

FIGURA 2.17. Pantalla de creación de normas por localización 74

FIGURA 2.18. Diseño de normas por localización 74

FIGURA 2.19. Análisis de células adyacentes 76

FIGURA 2.20. Asignación de variables 76


FIGURA 2.21. Ejecución del autómata 76

FIGURA 2.22. Selección de normas 76

FIGURA 2.23. Selección de la célula 78

FIGURA 2.24. Ejemplo del comportamiento del sistema 78

FIGURA 2.25. Comportamiento del sistema 78

FIGURA 2.26. Parámetros 83

FIGURA 2.27. Impresión en pantalla 83

FIGURA 2.28. Impresión en pantalla 83

FIGURA 4.1. Demostración de la eficacia en el estado inicial 190

FIGURA 4.2. Eficacia, perímetro y contradicción 190

FIGURA 4.3. El perímetro ante la incertidumbre 190

FIGURA 4.4. Segunda demostración de la eficacia en el estado inicial 190

FIGURA 4.5. Emergencia de la eficacia 1 191

FIGURA 4.6. Emergencia de la eficacia 2 191

FIGURA 4.7. Emergencia de la eficacia 3 191

FIGURA 4.8. Emergencia de la eficacia 4 191

FIGURA 4.9. Emergencia de la eficacia 5 192

FIGURA 4.10. Emergencia de la eficacia 6 192

FIGURA 4.11. Emergencia de la eficacia 7 192

FIGURA 4.12. Emergencia de la eficacia 8 192

FIGURA 4.13. Emergencia de la eficacia 9 193

FIGURA 4.14. Emergencia de la eficacia 10 193

FIGURA 4.15. Emergencia de la eficacia 11 193

FIGURA 4.16. Análisis del perímetro 193

FIGURA 4.17. Volante 196

[10]
Al Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas, cuyo enfoque
transdisciplinar permite el desarrollo de propuestas diferentes.

A Luis Ignacio Sierra, por el acompañamiento durante el proceso.

A Iliana Hernández, quien con su conocimiento y confianza


permite la emergencia de otras realidades y da la posibilidad
para imaginar otros mundos.

A Juanita y Francisco, porque siempre están ahí y porque su existencia


señala la necesidad de narrar nuestra historia de forma diferente.

A Ana María Forero por el apoyo,


por creer que es posible y por hacerlo posible.

[11]
p ról o g o

MIENTRAS OÍA, TRANSCRIBÍA, analizaba y repensaba las grabaciones


de nuestro encuentro, fueron emegiendo algunos de los sucesos de su
vida que tejían su admiración y gusto por la forma de hablar de las
personas de Bogotá. A ella le gustaban mucho el sonido, la pronuncia-
ción y sobre todo la confianza y la seguridad con que eran proferidas
las palabras. Además, tenía un profundo interés por las implicaciones
contenidas en el acto de hablar o decir algo. Le preocupaba la mala
suerte que podría tener su madre por desearle la muerte a su hijo, una
madre no debe decir eso…, por el contrario, debe cuidar y proteger... Asimis-
mo, encontraba en el acto de hablar una esperanza para alcanzar la
justicia: si su madre denunciaba a su padrastro por golpearla, él iba a
estar donde debería estar; si ella pudiera hablar con su hermano, lo
convencería de no consumir droga y de no robarle a sus abuelos para
comprarla.
Ella había experimentado por sí misma el poder asociado al acto
de hablar. Era la causa de su llegada a Suba-Rincón. En Cali, vivía con
sus abuelos enfermos y con su hermano consumidor de drogas. Su
mamá se había venido a Bogotá hacía cinco años, porque padecía una
osteoporosis avanzada; bajando un andén se resbaló, sus huesos débiles
no aguantaron el golpe y uno de sus tobillos se quebró en fragmentos.
Cuando la única vía de tratamiento ofrecida por los médicos era la
amputación, aconsejada por su novio, decidió viajar a Bogotá con la
esperanza de encontrar alguna alternativa de tratamiento. Después
de haber conseguido restablecer la funcionalidad de su pie, decidió
quedarse en la ciudad viviendo con su novio y trabajando como em-
pleada doméstica. Paula Andrea no me dijo de dónde había venido

[13 ]
14   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

la denuncia. Pudo haber sido un vecino o una profesora del colegio.


Tampoco me contó cómo había sido el procedimiento. Simplemente,
con sus palabras se trasladó al momento del interrogatorio. Toda la
escena me la resumió diciéndome: “Yo dije toda la verdad, pero yo
qué hacía, a mí me enseñaron a decir la verdad”. En el tono de sus
palabras, en los gestos de su cara y en los movimientos de su cuerpo
habitaba la contradicción: por un lado, parecía haber culpa y arrepen-
timiento y, por otro, parecía estar defendiéndose y buscando razones
para justificar su actuación. Más allá de todos los reproches recibidos,
ella había sido la más perjudicada, porque desde ese momento su vida
cambió. Ante la posibilidad de que Bienestar Familiar le quitara a su
hija y a su nieta, su madre decidió traérsela a vivir con ella. La convi-
vencia era muy difícil: los años de distancia las habían convertido en
extrañas, no se conocían, ni sabían cómo comportarse la una ante la
otra. Además, Paula Andrea no estaba de acuerdo con el comporta-
miento de su padrastro: consumía droga y le pegaba a su mamá. Esta
situación la había conducido a una rutina de aislamiento: se la pasaba
encerrada en su cuarto y en absoluto mutismo. Esta actitud contrastaba
con su comportamiento en la ciudad de Cali: allá, ante las diferentes
incapacidades de sus abuelos y los problemas de su hermano, ella se
asumía como la encargada, como el miembro más activo, más serio y
más responsable de su casa.
El concepto de memoria viva fue desarrollado por Diana Taylor, a
partir del estudio de las madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, y de
la dramaturgia de Enrique Buenaventura, en Colombia. La antropóloga
María Victoria Uribe, en su artículo “Inventario de memorias vivas en
Colombia” (2009), da algunos ejemplos. Entre ellos, se encuentra el
caso de María de la Cruz, una mujer quien, tras el secuestro y asesi-
nato de su marido, porta los retratos pintados de su esposo dentro de
una bolsa de basura. En el mismo documento, la autora clasifica las
iniciativas de memoria viva de acuerdo con el medio de expresión y
el contexto social de producción.
En principio la memoria viva se trata de una acción o puesta
en escena de una o varias personas, llamada acción per/formativa. La
narración contenida se sirve de diversos mecanismos o formas de
expresión (oral, corporal, sonora, visual, textual) (Taylor, 2008). Por
ello, la experiencia individual y la relación con muchos de los hechos
o sucesos de la vida se despliegan de maneras diferentes. Cuando la
Prólogo 15

señora María de la Cruz introduce los retratos de su marido dentro de


la bolsa de basura, se reconoce con facilidad la denuncia encarnada en
el acto, por las múltiples posibilidades de significación de los objetos y
de la relación entre ellos. En la acción, se presentan simultáneamente
varias imágenes: el cadáver desconocido e inerme guardado para el
transporte en una bolsa plástica, la vida de su marido, convertida en
desecho, y, por último, su marido olvidado en el fondo de la bolsa.
Por otra parte, la memoria viva, entendida como una narración
histórica, se presenta como una alternativa a la narración histórica
tradicional, porque el uso de diferentes mecanismos de expresión
permite a las personas tomar una vía diferente de explicación y de
relación con los hechos. La perspectiva tradicional de la historia ex-
plica los sucesos o la forma del presente a través de los principios de
causa-efecto, puntos de inflexión y el principio de no contradicción
y, en el mismo sentido, exige una relación con ellos. De acuerdo con
lo anterior, desde la perspectiva histórica tradicional, quienes asesina-
ron al esposo de la señora María de la Cruz deben ser encontrados y
castigados. Siguiendo la relación lineal de causa y efecto, mientras eso
no suceda, su muerte y la situación histórica es inaceptable, porque
todo el sistema se encuentra en el estado de contradicción descrito en
las palabras impunidad e injusticia. En esta narrativa histórica, parecen
existir solo dos vías: la primera, encontrar y castigar a los culpables y,
la segunda, hacer el salto hacia el olvido. Desde la perspectiva de María
de la Cruz, ambas soluciones parecen imposibles. La primera, porque
las características del conflicto y la poca capacidad del Estado para
hacer cumplir la ley no lo permiten; la segunda, porque su experiencia
individual y los cambios producidos en su vida por la muerte de su
esposo no le permiten olvidar. Si ambas situaciones se mantienen, se
entra en largos procesos legales y en la reiteración de las denuncias.
Existen muchos ejemplos de este tipo de situaciones en la historia
de Colombia: el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, los desaparecidos del
Palacio de Justicia, el asesinato de Luis Carlos Galán y los asesinatos de
los miembros de la Unión Patriótica. Existe también otra gran cantidad
en la que los afectados son personas sin reconocimiento público, entre
ellos los asesinatos de los jóvenes de Soacha o quienes mueren por
causa de la delincuencia común, entre muchos otros. En este sentido,
la narración histórica tradicional entra en contradicción (y es presa
de esta) no les ofrece a las víctimas ni a la sociedad ningún tipo de
16   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

alternativa para lidiar con su dolor y continuar con sus vidas, más allá
de la promesa futura de encontrar a los culpables, desdibujados por el
tiempo, por el olvido producto del cansancio.
Dadas las condiciones anteriores, la memoria viva es un hecho
natural y un recurso para afrontar las nuevas condiciones de vida y
darle trámite al dolor producido por la injusticia, la impunidad y la
sinrazón de la muerte. La per/formance construida con los diferentes
mecanismos de expresión narra la historia a través de la metáfora. En
ella, los sucesos narrados y la contradicción contenida son puestas
en evidencia, sin la intención de ser resueltas o superadas en el sen-
tido tradicional de causa y efecto. Por el contrario, la contradicción
es acogida en la construcción metafórica y se convierte en el lugar
para el despliegue o la emergencia de otras posibilidades. Lo anterior
porque, siguiendo los planteamientos de Ernesto Grassi, en el libro El
poder de la fantasía (2003), la metáfora se constituye en una forma de
conocimiento anterior a la vía racional propia de la filosofía alemana
e instaurada en la cultura de Occidente como única vía correcta de
pensamiento. El filósofo italiano, ubicado en la tradición filosófica
latina, a partir de los planteamientos de Vico, señala que la capacidad
explicativa de la metáfora se basa en la identificación de similitudes y
en los procesos de transferencia hechos por quien construye la metáfora
o por quien la interpreta.
Volviendo a la per/formance hecha por la señora María de la Cruz,
se identifican una serie de procesos de transferencia desprendidos de
ciertas similitudes. La bolsa de basura tiene algunas similitudes con las
bolsas plásticas usadas por el Ejército o Medicina Legal para embalar
cadáveres; a partir de esta identificación, cobra sentido poner en la
bolsa los retratos de su marido. Al mismo tiempo, los retratos tienen
similitud con el cuerpo del esposo cuando estaba vivo y cuando estaba
muerto; además, cumplen la función de traerlo de nuevo a la vida, sin
las condiciones mortales propias de la vida orgánica. En la elaboración
de la per/formance metafórica (memoria viva), se establece una relación
activa de quien la construye con los hechos, dada por la identificación
de similitudes y por los procesos de transferencia. Esta relación con los
hechos es diferente a la propuesta por la narrativa tradicional, porque
en esta las personas son desalojadas de su historia cuando el resarci-
miento depende de quienes deben encontrar al culpable y aplicar el
castigo. La historia tradicional basa su eficacia en la eliminación de la
Prólogo 17

contradicción entre el acto criminal y el castigo. En la memoria viva, la


eficacia de la narración histórica se funda en la capacidad y en la acción
de las personas para identificar las similitudes y realizar la transferencia
de los hechos; por intermedio de esta “manipulación”, las personas
se apropian, se hacen responsables y actúan, sin dejar de denunciar la
injusticia y la impunidad y se abren nuevas posibilidades que confluyen
en el ahora de la vida para replantear sus relaciones inmediatas. Aun-
que la antropóloga María Victoria Uribe en su artículo no profundiza
en esta dimensión, sí aparece con claridad cómo la per/formance de la
señora María de la Cruz le da otra dimensión a la violencia que vivió
y padeció con muchos de sus vecinos. Su puesta en escena visibiliza
el destino fatal de su marido, el de ella misma y convierte la tragedia
en una situación del más acá y de quienes la rodean.
En el libro Antropología de la muerte, Louis Vincent Thomas (1983)
señala la existencia de dos momentos al ver un cadáver. El primero es
un momento de terror, porque el cadáver representa la muerte uni-
versal, que todos vamos a sufrir. El segundo es un instante de euforia,
de tranquilidad y alegría al descubrir que la muerte alcanzó a otro y
no a quien observa. En este instante, la vida se replantea a través de la
muerte y la muerte se replantea a través de la vida. De acuerdo con lo
anterior, la per/formance de María de la Cruz, con su diseño reiterativo,
les muestra una y otra vez a ella y a los otros el cadáver de su marido.
En esta acción, con la misma temporalidad, confronta la vida cotidiana
con la muerte y la abre al cuestionamiento individual. Lo que pueda
brotar de allí dependerá de cada uno, de sus imperativos y deseos.
Siguiendo está vía de análisis, la idea de vida asociada al concepto de
memoria viva guarda una profunda similitud con un organismo vivo,
con relativa autonomía y en un intercambio de información y energía
permanente con el exterior para conseguir su conservación.
Desde la perspectiva de la memoria viva, Paula Andrea consideraba
la forma de hablar de las personas de Bogotá como una puesta en esce-
na, en la cual participaba en su condición de observadora y aprendiz.
Así, las características estéticas del lenguaje se convertían en un lugar de
refugio y en un punto de vista diferente sobre las implicaciones de los
actos de habla. Para ella, eran muy claras las implicaciones contenidas
en los actos de habla. Los decires encarnados en las palabras que había
traído a Bogotá les indicaban a los vecinos del barrio y compañeros
de colegio su condición de extranjera y le habían enseñado la relativa
18   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

verdad contenida en ellos. Por lo mismo, habría podido optar por el si-
lencio y perderse en una infinidad de conjeturas y autorrecriminaciones
sobre el curso de los acontecimientos si hubiera guardado silencio. Pero
hacer algo así no tenía sentido, porque significaba vivir la vida presa de
la contradicción, imposible de resolver, de vivir en Bogotá queriendo
estar en Cali, sin ninguna posibilidad de retornar a su antigua forma
de vida. Así, al hacer énfasis en la condición estética del lenguaje, lo
dicho y su significado pasan a un segundo plano y la forma pasa a un
primer plano, para constituirse como lugar de presencia y existencia
de las palabras. De esta forma, su existencia física se hace similar a
la existencia física de las palabras. Simultáneamente, los significados
cambiantes de cada palabra producto de su topografía sonora se hacen
similares a sus deseos y sus contradicciones. A través de este juego de
similitudes y transferencias, Paula Andrea permite la cohabitación
de las contradicciones entre decir la verdad en Bienestar Familiar, el
desarraigo al abandonar a sus abuelos, a su hermano, la convivencia
con su mamá y su padrastro, la imposibilidad de abandonar Bogotá y
el deseo de volver a Cali.
De acuerdo con lo anterior, la memoria viva, a través de la iden-
tificación de similitudes y de los procesos de transferencia, tiene una
lógica interna a partir de la cual las personas pueden lidiar con la in-
certidumbre. La historia tradicional ubica los sucesos de la memoria en
un tiempo lineal, donde unos son antecedentes y otros consecuentes.
Esta visión explica el presente en función del pasado y el futuro en
función del presente. Desde esta perspectiva, la acción individual es
prescriptiva, porque procura controlar la situación del futuro a partir
de la acción inmediata. En la memoria viva, por el contrario, los su-
cesos de la memoria se convierten en recursos para identificar en los
hechos del presente algún tipo de similitud con lo vivido y, a partir de
allí, llevar a cabo los procesos de transferencia para tomar decisiones
y actuar. Estas decisiones y acciones se toman y llevan a cabo en un
marco de significación diferente que no se restringe ni a los sucesos
de la memoria ni a los sucesos del presente, porque la identificación
de similitudes conlleva la determinación de rasgos o huellas sobre las
cuales se elaboran los procesos de transferencia, con los que se cons-
truyen, emergen o se despliegan nuevos sentidos o significados para la
acción. Paula Andrea, recién llegada, estaba en un mundo desconocido:
no sabía cómo eran las relaciones entre los vecinos del barrio, tampoco
Prólogo 19

sabía cómo desplazarse en las calles ni identificar las zonas seguras o


inseguras. Había una diferencia muy clara en la forma de hablar de
las personas en el barrio y de las personas en Cali. Mediante esta, ella
generó toda su estrategia para afrontar su desconocimiento: “En Cali,
las personas hablan con timidez, como si les diera pena; en cambio
aquí la gente habla con seguridad y con mucha confianza. El mismo
día que yo llegué, la vecina sin conocerme me contó toda su vida. Aquí
la gente es muy confianzuda”. Así en el juego entre similitudes y trans-
ferencias, el acto de hablar y de decir se convierte en una per/formance
de la cual emerge la confianza, la justicia y se señalan las acciones que
se deben seguir. Por lo mismo, Paula Andrea se siente con el derecho
de criticar a su mamá; por lo mismo, permanece en silencio ante su
padrastro; y, quizás, por ello, prefiere pasar su tiempo hablando con
sus amigos hombres, porque ellos “hablan más de sí mismos, cuentan
sus historias”. Hacia el final de nuestro encuentro, Paula Andrea me
contó que acababa de leer El principito. En otro contexto, la alusión a
un texto como ese me habría parecido superficial, una referencia va-
cía con la pretensión de hablar de la fantasía; pero creo que, en Paula
Andrea, más allá del mundo fantástico referido, su énfasis tiene que
ver con la posibilidad de hacer mundos posibles a partir del acto de
hablar, del acto del decir. Su mundo posible ahora era aprender a vivir
en el barrio y reinventarse.
Los planteamientos sobre la memoria viva nos abren una vía de
análisis para el estudio de las personas que han sido víctimas de la
violencia, han sufrido procesos de desplazamiento y han tenido que
enfrentar nuevas condiciones de vida en la ciudad. Los diferentes
esfuerzos de las ciencias sociales y las ciencias de la comunicación se
han orientado hacia la denuncia y la revelación de los factores eco-
nómicos, sociales, políticos, culturales creadores y promotores de la
violencia. En estos trabajos, se han denunciado las condiciones de los
desplazados y se han estudiado los diferentes procesos de adaptación a
la vida urbana de los migrantes, durante diferentes periodos de tiempo.
Por estar la mayoría de estos trabajos inspirados en la lógica formal, la
determinación de las causas tiene como objetivo señalar correctivos
para eliminar las causas adversas y los efectos negativos. Desde esta
perspectiva, el sistema explicativo sobrepasa a las personas afectadas.
Como se mencionaba en apartes anteriores, resarcir a un individuo
por un asesinato o desaparición depende de encontrar al culpable y
2 0   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

castigarlo, suponiendo que de esta forma se compensa a los familiares


o personas afectadas y se recupera el orden perdido del mundo, a la
vez que se les recomienda a los afectados asistir a tratamiento psico-
lógico para superar el trauma. Pero los imperativos de la vida no dan
espera. Las personas deben generar las estrategias necesarias para vivir
con la contradicción encarnada en la injusticia y en la impunidad y,
también, generar estrategias para enfrentar las nuevas condiciones de
vida en la ciudad. Entonces, la memoria viva es algo natural, porque
se constituye en un sistema de representación que le da lugar y per-
mite la contradicción. La persona o las personas tienen la capacidad
de actuar sobre su historia, a través de la identificación de similitudes
y procesos de transferencia. Al tiempo, pueden actuar ante las incerti-
dumbres generadas por las condiciones de vida y, desde allí, concebir
la sociedad y actuar en ella.
El estudio de las manifestaciones de la memoria viva significa, por
un lado, el reconocimiento de las personas afectadas en su autonomía,
capacidad de decisión y capacidad de creación, y no exclusivamente en
estados de vulnerabilidad y sometimiento. Por otra parte, su estudio
abre la posibilidad de entender la historia desde otra perspectiva, esta-
bleciendo una relación diferente con el pasado y el modelo cognitivo
contenido en la forma de narrar la historia como guía para la acción.
En otras palabras, permite narrar la historia desde un horizonte lógico
diferente, como la lógica modal o las lógicas plurivalentes.
Dadas las condiciones del conflicto en Colombia y las situaciones
sociales, económicas y culturales derivadas de los procesos de des-
plazamiento e inserción a la vida en la ciudad, acompañadas por la
incapacidad del Estado para regular las relaciones entre las personas y
resolver la contradicción permanente del sistema, la memoria viva se
constituye en un fenómeno común en los individuos para darle sentido
histórico a su existencia y actuar en su vida cotidiana.
int rod ucci ó n

T O M A R C O M O P U N T O de partida de una disertación doctoral la


existencia e imposibilidad de superar la contradicción trae consigo
la necesidad de ubicarse en un lugar analítico y de pensamiento,
desde el cual se miren de reojo los procesos de pensamiento basados
en la lógica formal y los principios de razón de los cuales parten los
procesos deductivos e inductivos. La mirada de reojo no quiere decir
dejar de lado o ir en contra, sino que es una manifestación más de
las posibilidades de la cultura y el pensamiento humano. Además,
significa una perspectiva diferente de los procesos sociales y cultura-
les, porque no se desea llevar a cabo un proceso de demostración, en
donde es inadmisible la contradicción, sino que se cambia por lo que
podría llamarse un proceso de mostración. En este último, la deducción
y la inducción son reemplazados por el diseño y la disposición de los
elementos (llamados durante el texto trazas o montajes), ya sea en el
espacio discursivo de un texto o en el espacio, también discursivo, de
un dispositivo computacional.
Las ciencias sociales basadas en la lógica formal han hecho suyos
los parámetros deductivos e inductivos del sistema lógico y han basado
su validez en ellos. Como práctica social, parte de su legitimidad viene
de su asociación con este tipo de lógica y del valor dado por la misma
cultura a esa forma de pensamiento. Desde ese lugar, el producto de sus
investigaciones ha sido usado para el desarrollo de políticas sociales,
económicas, culturales y, en general, para la planeación social. Esto
se hace posible porque la lógica de pensamiento y la construcción de
la realidad de las ciencias sociales se disponen en un mismo lugar y se

[21]
2 2   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

confunden con la realidad observada; en otras palabras, se cree que la


realidad de la sociedad cumple con los mismos parámetros lógicos que
las ciencias sociales. Lo anterior no significa algo bueno o malo o un
acierto o desacierto, porque estas, como práctica social, crean realidades
y formas sociales. En el marco anterior, la acción humana y su eficacia
se explican en el mismo horizonte. Los investigadores sociales creen
que los comportamientos humanos cumplen con la lógica de causa y
efecto y que si se desea generar un cambio, se trata de transformar las
causas. En este contexto, se suprime la incertidumbre, porque el futuro
se controla a través de los principios de razón. Cuando los aconteci-
mientos inmediatos o mediatos no cumplen con lo esperado, se cree
que es por causa de un accidente, el azar o la mala suerte.
En esta disertación, la eficacia de la acción humana se plantea
desde otro lugar. Al no pretender llevar a cabo un proceso de demos-
tración sino de mostración, el ejercicio de análisis consiste en disponer,
hacer visibles, las trazas o los montajes de la situación en estudio, ha-
ciendo énfasis en las diferencias y en contradicciones irreductibles y,
además, tomándolas como el estado dado a partir del cual las personas
enfrentan las condiciones propuestas por el ahora de sus vidas. Si los
lógicos afirman que después de una contradicción viene cualquier cosa,
en respuesta se puede afirmar que ante una contradicción se está en
presencia de una metáfora y ante la posibilidad de la invención. En
este panorama, las diferencias y las contradicciones se toman como la
posibilidad para crear y reinventar la acción. De acuerdo con lo ante-
rior, la relación entre las trazas-montajes se observa, elabora o inventa
a través de la identificación de similitudes y transferencias, siguiendo
los planteamientos de Ernesto Grassi (Grassi, 2003).
La memoria viva, según la delimitación hecha por Diana Taylor
(2003), se asemeja a la perspectiva expresada en el aparte anterior.
Como una forma de narrativa histórica y de memoria, la memoria
viva surge o se crea a partir de una serie de contradicciones insupe-
rables, de la impunidad ante hechos de violencia o de la injusticia
social. A través de ella, los individuos elaboran una narrativa histórica
diferente a la narrativa del Estado y sobre todo desde su condición se
reinventan para actuar y lidiar con las contradicciones. En este marco,
la memoria viva se puede interpretar como una forma de construcción
de la autonomía histórica hecha por las personas para enfrentar el
ahora de la vida.
Introducción 23

En consonancia con el carácter polifónico de la memoria viva


(uso de varios tipos de lenguaje), el texto se elaboró mediante la con-
fluencia de varias formas de expresión. La presentación de cada una
de las manifestaciones se elaboró siguiendo un estilo literario, con el
propósito de mantener la metáfora contenida en cada uno de ellos.
Por otra parte, el enfoque de trabajo también exigió la creación de un
proceso de sistematización acorde con su lógica, dicho sintéticamente,
que permitiera pensar y representar la contradicción, la diferencia y
la emergencia de la metáfora. Para conseguirlo, la representación se
llevó a cabo a través del dispositivo computacional autómatas celulares
y se elaboró la metodología para llevar a cabo esa representación. Se
eligió este dispositivo computacional por su similitud con la dinámica
de la memoria viva y se concibió como un lenguaje con la posibilidad
de expresar y representar su lógica. Lo anterior se pensó como una
tarea de mucha importancia, para mostrarle al lector la eficacia de la
memoria viva y para señalar la posibilidad de aplicar su dinámica en
otros contextos.
El texto en general fue concebido como un acto per/formativo: cada
uno de los capítulos funciona como un montaje. Entre ellos no existe
una relación jerárquica, porque cada uno confluye en el espacio y no
hay una relación de causa y efecto. En otras palabras, el texto puede
ser leído sin seguir el ordenamiento o la numeración por capítulos,
aunque cada uno sí exige su lectura en totalidad.
Desde la misma perspectiva de narración, no es posible establecer
conclusiones con respecto al trabajo realizado, porque estas son pro-
pias de una indagación basada en la demostración. Se podrían reiterar
los diferentes aspectos mostrados durante el desarrollo del texto, pero
esto no tendría mucho sentido, porque sería una enumeración muy
parecida a la presentada en esta introducción. En vez de escribir en las
páginas finales una conclusión, se escribe el texto titulado “Montaje,
encuentro cuatro. Al laberinto”. Este se presenta como una apertura
y una referencia al inicio, que remite a una estructura circular donde
todo vuelve a empezar.
Sin embargo, sí es posible afirmar que el estudio de la memoria
viva nos da otra dimensión de los procesos de violencia e injusticia
social, porque nos abre la posibilidad de observar cómo las personas
afectadas son capaces de reinventar su mundo y sus posibilidades.
Sin dejar de denunciar la impunidad, sin dejar de exigirle al Estado
24   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

el cumplimiento de sus funciones y la protección a las personas y


más allá de las visiones determinísticas, dadas en muchos casos por
las ciencias sociales, el estudio de las manifestaciones de la memoria
viva nos permiten ver una forma de conocimiento y acción humana
localizada en el ahora de la vida, en una cotidianidad que desborda
los principios de razón.
Este texto contiene la representación escritural —en lenguaje na-
tural y artificial— de la indagación sobre las diferentes manifestaciones
de la memoria viva de aquellas personas residentes en el barrio Suba-
Rincón, provenientes de fuera de Bogotá, que se han visto obligadas a
dejar sus lugares de origen por causa de la violencia o por la búsqueda
de mejores condiciones de vida.
El texto está compuesto por seis capítulos. En el primer capítulo
se define el concepto de memoria viva. Luego, como una alternativa
de narración histórica con la capacidad de alojar la contradicción,
se lleva a cabo la discusión sobre las diferencias y sus implicaciones
con respecto a una narrativa histórica donde la contradicción no es
admitida. Las diferencias tienen que ver con la lógica subyacente, con
la forma de construir la narración y ante todo con la relación de los
individuos con su historia y el uso de ella para enfrentar el ahora de
sus vidas.
En el segundo capítulo, titulado “Operacionalización y meto-
dología”, se propone un modelo y una metodología para estudiar y
analizar las manifestaciones de la memoria viva, sin ir en detrimento
de su naturaleza, para que sea posible mostrar su eficacia en el contex-
to social y cultural donde es creada. Es decir, se desarrolla un modelo
donde la contradicción es admitida y operante, donde se procuran
conservar las dimensiones estéticas propias de la memoria viva, las
condiciones de creación, las similitudes y las transferencias propias
del conocimiento metafórico. En esta sección, el modelo se construye
tomando algunos principios de la lógica modal y los principios de los
autómatas celulares. Además, se presenta el dispositivo computacio-
nal diseñado para este proyecto: La historia como cuerpo figurativo. Esta
aplicación no es una herramienta para el procesamiento de los datos,
sino el espacio de representación adecuado para narrar y mostrar la
dinámica de la memoria viva. En otras palabras, se toma el disposi-
tivo computacional como un lenguaje y un medio de expresión con
la capacidad para mostrar la dinámica del concepto. En este capítulo
Introducción 25

también se presenta la metodología usada durante el trabajo de campo.


En este apartado, se transcriben las preguntas con las cuales se llevaron
a cabo las conversaciones con las personas durante los encuentros y los
formatos de observación y de análisis de las conversaciones. Además,
se hacen algunas anotaciones con respecto a la dinámica del trabajo
de campo, en especial sobre la diferencia entre hacer una entrevista
y participar de un encuentro. Esta diferenciación es muy importante,
porque, de acuerdo con los planteamientos sobre las dimensiones de
la memoria viva y las acciones per/formativas asociadas, no se trata de
hacer una entrevista con el propósito de indagar sobre la verdad, sino
de propiciar el contexto para la construcción de la memoria viva a
través de la narración.
En el capítulo tercero, titulado “En el ahora de la vida: encuen-
tros, montajes y metáforas”, se lleva a cabo la presentación del barrio.
Siguiendo la lógica descrita para la memoria viva, el barrio se presenta
mediante una serie de trazas-montajes, bajo el título de Encuentros.
En el espacio del texto, cada uno se dispone y la imagen del barrio se
construye a través de su confluencia. En la misma lógica, no hay una
relación lineal entre ellos.
Asimismo, en este capítulo se presentan las manifestaciones de
la memoria viva de doce de las veinticuatro personas con las cuales se
sostuvieron los encuentros durante el trabajo de campo. En cada una
de ellas, desde una perspectiva literaria, se intenta mostrar la forma
como han constituido su memoria viva y la metáfora contenida en ella
para afrontar su vida en el barrio y su situación de desplazamiento por
violencia o por desigualdad social. Esta metáfora se sintetiza en una
palabra en el título.
En el último capítulo, titulado “Eficacia, apertura y cierre”, si-
guiendo el modelo construido en el segundo capítulo, se lleva a cabo la
representación de las manifestaciones mostradas en el aparte anterior.
En esta, el barrio se toma como el sistema compuesto y articulado por
las metáforas de cada uno de las doce personas elegidas. De acuerdo
con lo anterior, se hace la representación en la aplicación (La historia
como cuerpo figurativo). El capítulo termina con un breve análisis de las
imágenes producidas por la aplicación, en el que se muestra la eficacia
de la memoria viva para actuar ante la incertidumbre, para actuar en
un mundo en donde no se cumplen los principios de la razón.
1. La memoria viva

la m em o r i a v i va

ANTES DE ENTRAR a la presentación de las manifestaciones de la


memoria viva observadas durante el trabajo de campo en la unidad de
planeamiento zonal (upz) Suba-Rincón, es necesario explicar de dónde
proviene esta expresión, describir los elementos que la componen e
indicar el lugar o perspectivas teóricas donde se puede ubicar al to-
marla como una forma de narrativa histórica. Este capítulo se dedica
a llevar a cabo esta labor. En el primer aparte, se describe y delimita
el concepto de memoria viva y se dan algunos ejemplos de aquellas
manifestaciones que cumplen con la definición. La segunda parte tiene
como propósito demostrar por qué la memoria viva se presenta como
una alternativa a la narración histórica tradicional. No se trata de en-
trar en discusión con la narrativa histórica tradicional, sino de señalar
algunas de las posibilidades de la memoria viva, principalmente la de
hacer una narración en un tiempo no lineal y de permitir la presencia
de la contradicción.
La admisión de la contradicción implica una serie de cambios en
la perspectiva lógica, en los procesos de formalización y en la consi-
deración del papel de la narrativa histórica en la dinámica social. Por
lo anterior, en los apartados siguientes se presenta el análisis de la
relación entre contradicción y narrativa histórica. El análisis de esta
relación se lleva a cabo a través las propuestas de algunos autores, di-
vididos en dos grupos. En el primero se encuentran Hegel, Karl Marx y
Agnes Heller; en el segundo, Philippe Ariès, Jacques Derrida y Michael
Taussig. Los autores del primer grupo reconocen la contradicción en la

[27 ]
2 8   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

dinámica histórica de la humanidad, pero no la admiten porque es


una condición que debe ser superada. En el segundo grupo, en cambio,
los autores admiten la contradicción y construyen su modelo de pen-
samiento con base en ella. El capítulo termina con la discusión sobre
la pertinencia de la memoria viva entendida como narrativa histórica
y modelo de acción en el contexto de la sociedad flexible descrita por
Richard Sennett. Todo lo anterior con el propósito de abrir el camino
al segundo capítulo, en el que se presenta el modelo de formalización
y sistematización de la memoria viva acorde con su naturaleza.

delimitación
El concepto de memoria viva es desarrollado por Diana Taylor
(2008), quien lleva a cabo una serie de investigaciones en diferentes
países latinoamericanos, entre ellos, Argentina y Colombia. En el pri-
mero, estudió a las madres de la Plaza de Mayo y en Colombia, la dra-
maturgia de Enrique Buenaventura. En sus trabajos, desde la perspectiva
de las artes escénicas, ha analizado la forma como las comunidades
representan la violencia y denuncian la impunidad. En estas puestas
en escena, concluyen la autora y María Victoria Uribe (2009), se lleva
a cabo una narración histórica diferente a la tradicional, promovida
por el Estado; por lo mismo, la narración y la historia se incorporan
de modo diferente a la sociedad y a los individuos. En una primera
instancia, se trata de una expresión nacida de los individuos como
reacción ante las figuras representantes del Estado, por no haber cum-
plido con sus funciones de protección y castigo a los culpables de los
hechos violentos, por haber desconocido, en su narración histórica,
la situación de las víctimas y su papel.
El acto per/formativo, centro de la memoria viva, se sirve de las
posibilidades escénicas para retrucar el tiempo, el espacio y conseguir
así romper las estructuras lineales de causación. En la puesta en escena,
los cuerpos y las acciones de los individuos delimitan un espacio, en
su interior se establecen unidades de tiempo y de relaciones variadas.
Allí no sobra ni falta nada. Ante quienes elaboran el acto y quienes lo
observan, la acción per/formativa se percibe como una unidad. Ade-
más, el espacio delimitado por la acción no obliga a relaciones lógicas
o coherentes entre personas, objetos, observadores y épocas; por el
contrario, la per/formance se ubica en el umbral, se ofrece como una
posibilidad para la emergencia de nuevas y diferentes lógicas, invita a
1. La memoria viva 29

cruzar la línea hacia una experiencia cinética, es decir, una experiencia


donde participan todos los sentidos.
En el artículo de María Victoria Uribe citado, la antropóloga elabo-
ra un catálogo de los tipos de memoria viva encontrados en Colombia.
El texto inicia con dos ejemplos: el cine itinerante de la Rosa, en los
Montes de María, y el caso de María de la Cruz. En el primero, un grupo
de personas busca restablecer el uso del espacio público abandonado
durante el periodo de la Violencia y reconstruir la memoria de los
pobladores a través de los personajes de las películas presentadas. En
el segundo, María de la Cruz, cuyo marido fue secuestrado y asesina-
do, porta sus retratos pintados dentro de una bolsa de basura. Luego,
continúa con la elaboración del catálogo de acuerdo con el medio de
expresión y con el contexto social de producción. Las categorías usadas
son: iniciativas cuyo vehículo es el cuerpo, iniciativas visuales, iniciati-
vas sonoras y auditivas, iniciativas textuales, monumentos y espacios
de la memoria, rituales de raigambre católica, iniciativas que plasman
en objetos de memoria el sufrimiento y el sentido de ser víctimas.
En las consideraciones finales, la autora destaca el carácter poli-
fónico de las iniciativas de memoria. La mayoría de ellas dan cuenta
del dolor sufrido y unas cuantas abren espacios para el encuentro y
la posible reconciliación con los perpetradores. Los ámbitos de ex-
presión son muy variados: van desde situaciones y espacios locales
hasta internacionales. Las iniciativas son promovidas por individuos,
comunidades, organizaciones y grupos. Las iniciativas de memoria
movilizan sentidos y crean hitos espaciales y temporales de gran signi-
ficación social. Son esfuerzos colectivos que establecen relaciones entre
el pasado, el presente, el futuro y entre los dolores de las víctimas, los
hechos y sus responsables.
Entonces, los actos per/formativos propios de la memoria viva sur-
gen como una opción narrativa, una opción de memoria y de narrativa
histórica, porque se puede enfrentar la contradicción derivada de la
impunidad, de la historia narrada por el Estado, de la búsqueda de
justicia, de los intentos de las ciencias sociales por explicar y denun-
ciar y de la lógica lineal subyacente a todos ellos, cuyas explicaciones
desconocen su experiencia íntima y personal así como la fatalidad
encarnada e insuperable.
3 0   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

la “memoria viva” como alternativa


Según los planteamientos de Jon Elster, en el libro Lógica y sociedad
(2010), el pensamiento histórico siempre se ha preocupado por estable-
cer las causas de los hechos y la forma cómo sucedieron, mediante el
esquema de antecedentes y consecuentes (causas y efectos). Desde la
perspectiva de la lógica formal, este pensamiento se puede esquemati-
zar así: existe un x tal que para todo y, x entonces y. En otras palabras,
dado un acontecimiento x, este tuvo como consecuencia que para
todos los y sucediera algo. Siguiendo este patrón lógico, la explicación
basada en este esquema no permite la contradicción, es decir, de un
x verdadero no es verdad o no puede ser posible un y falso. Si bien
este esquema puede aumentar en el número de variables x implicadas
y su presencia puede deberse a factores endógenos o exógenos de la
sociedad en estudio, el esquema sigue siendo el mismo.
El filósofo francés Paul Ricœur (2003), ejemplo de la narrativa
histórica señalada en el párrafo anterior, describe su oficio en tres mo-
mentos: 1) fase documental, 2) fase explicativa y comprensiva y 3) fase
de escritura. En la primera, el historiador se dedica a la recolección de
los testimonios relacionados con el acontecimiento en estudio. Para
ello, sigue la fórmula lógica de que un x hizo y en un tiempo t y en un
espacio l. Estas proposiciones, artificialmente aisladas, se refieren a lo
que podemos llamar hechos comprobados, si se entiende que el hecho
no es el acontecimiento en sí mismo, sino el contenido probado de las
proposiciones del tipo que acabamos de señalar, formadas al término de
distintas pruebas de confrontación y constatación. Durante el proceso
y sin perder de vista las características constitutivas de la memoria,
se dedica a la indagación documental, con el objetivo de encontrar
diferentes versiones. En efecto, un documento no se da: se busca, se
constituye, se instituye. El término designa así todo lo que puede ser
interrogado por el historiador con el propósito de encontrar en él una
información sobre el pasado, a la luz de una hipótesis de explicación y
comprensión. “Hacer hablar a los documentos —dice Marc Bloch— no
para pillarlos en falta sino para comprenderlos” (citado por Ricœur,
2006, p. 27). Con esta metodología, los documentos se transforman en
índices de lo acontecido en el pasado. En la recolección de diferentes
versiones, se van estableciendo una serie de patrones explicativos de los
hechos históricos. Así, el historiador trabaja con una lógica probabilís-
tica y no con una lógica de la necesidad. En otras palabras, se trata de
1. La memoria viva 31

establecer los hechos con el nivel más alto de probabilidad de verdad,


aunque siempre queda abierta la posibilidad de una reinterpretación.
Luego, viene la fase de comprensión y explicación. Aquí el his-
toriador busca reconstruir los diferentes procesos de interacción de
los involucrados en el acontecimiento, para así analizar los diferentes
procesos de pensamiento, las representaciones y los sentidos arrojados a
los acontecimientos o a los cambios sociales. Por último, el historiador
entra al proceso de escritura. En el desarrollo de sus textos, el narra-
dor histórico se ve en la obligación de contar su historia, poniendo
en diálogo las formas literarias clásicas y las teorías sobre el lenguaje
con la lógica de la narración histórica, diálogo que debe conducir al
mantenimiento de la veracidad en la narración.
Según Paul Ricœur, la relación entre memoria y relato histórico
se desarrolla en torno a una serie de procesos de adecuación y con
la concepción de un tiempo lineal. El problema de la representación
del pasado, dice el autor, puede enunciarse en términos de un pacto
tácito que se establece entre el lector del texto histórico y el autor. El
primero espera que se le proponga un relato verdadero y no una ficción.
El segundo tiene entre manos el problema de saber si la escritura de
la historia puede respetar ese pacto, cómo puede hacerlo y hasta qué
punto. Así, le corresponde al historiador, a través de sus indagaciones
y revisiones documentales, remitirse al pasado e interpretar los hechos,
con el objetivo de dar una versión verídica de los hechos.
Las diferentes manifestaciones de la memoria viva surgen como
una alternativa a la construcción histórica descrita, porque parten de
una relación con la verdad y con el tiempo diferente. En un principio,
los actos per/formativos, a través de sus configuraciones y en la denun-
cia de la impunidad, señalan que aún no se ha revelado la verdad de
lo sucedido, no se sabe, ni se ha castigado a quienes cometieron los
hechos violentos o criminales de los que fueron víctimas. Por lo an-
terior, si bien los hechos se localizan en un tiempo pasado según el
calendario, el acto per/formativo lo trae a un eterno presente, mediante
la ambigüedad constituida por la presentación de la contradicción
entre los elementos. El caso de María de la Cruz es un ejemplo de ello.
En este sentido, no existe ni puede existir el pacto al cual se refiere
Ricœur entre quien escribe la historia y quien la lee, porque es claro
que la verdad no existe. Por lo mismo, la relación entre quien lleva a
cabo el acto per/formativo y quien lo observa se desplaza hacia otras
3 2   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

dimensiones de la experiencia humana. Estas pueden ser identificación


con el dolor, la compasión, la rabia o la solidaridad. Por otra parte, el
creador del acto per/formativo, a través de su narración, busca salvarse
a sí mismo, es decir que, por medio de ella, encuentra la forma de
lidiar con su dolor y abrir nuevas posibilidades de significación para
los sucesos violentos o la injusticia social vivida; además, por medio
de estas nuevas significaciones, enfrenta las nuevas condiciones de su
existencia. En otras palabras, el creador de la narración no busca contar
lo que verdaderamente sucedió, sino que, ante la condición irresoluble
de no saber quién desapareció a su familiar, donde está o por qué la
injusticia social, busca otro significado para enfrentar el ahora de su
vida, aprender a vivir o enfrentar una nueva forma de vida producto
del desplazamiento.
De esta manera, la emergencia de nuevos significados no se lleva
a cabo a través de procesos de causación. Esta se hace posible por la
condición metafórica inherente al acto per/formativo. Según Ernesto
Grassi, en el libro El poder de la fantasía, la metáfora da la posibilidad
de diferentes significaciones, porque la realidad observada se desplaza
a otras posibilidades de significación, a través de la identificación de
similitudes, procesos de transferencia y analogía (Grassi, 2003). Así,
en un poema, la belleza de una mujer se transforma en la belleza de
una montaña; en una fábula, los animales pueden hablar; y en el
caso de María de la Cruz, cuando introduce los retratos de su marido
dentro de la bolsa de basura, se reconoce con facilidad la denuncia
encarnada en el acto por las múltiples posibilidades de significación
de los objetos y de la relación entre ellos. En la acción, se presentan
simultáneamente varias imágenes: el cadáver desconocido e inerme
guardado para el transporte en una bolsa plástica, la vida de su marido
convertida en desecho y, por último, su marido hecho olvido en el
fondo de la bolsa.
En la misma vía de análisis, la memoria viva se constituye como
una alternativa de narración histórica, porque su constitución y di-
námica les permite a los individuos enfrentar un mundo donde las
dinámicas sociales y culturales no se desarrollan siguiendo los princi-
pios de razón, sino que parecen estar sumergidas en la incertidumbre,
y donde, por lo mismo, el pasado no se puede tomar como fuente
de aleccionamiento o guía. En un país como Colombia, en el que la
población de las ciudades se ha constituido por el arribo continuo de
1. La memoria viva 33

personas desplazadas por la violencia y por las precarias condiciones de


vida en su lugar de origen, donde muchos de los sucesos relacionados
con la violencia quedan en la impunidad y la desigualdad social es
permanente, la memoria viva emerge como una alternativa natural de
las personas para apropiarse de su historia y enfrentar sus condiciones
de vida.
La presencia y la posibilidad de la contradicción en la memoria
viva requieren un análisis más amplio, por la diferencia en el modelo
de pensamiento asociado y los retos que trae consigo para llevar a cabo
su representación y su sistematización.

la c ontradicción
En las paradojas y aporías, el sistema lógico formal se quiebra. Las
primeras se entienden como un conjunto de proposiciones lógicas en
las que el sistema se lleva al límite y se rompe la relación entre antece-
dentes y consecuentes; las segundas se entienden como un conjunto
de situaciones en las que no es posible llegar a una resolución. Un
ejemplo de paradoja es el siguiente: en el pueblo S. los hombres no
pueden afeitarse por ellos mismos, sólo los puede afeitar el barbero.
Pregunta: ¿quién afeita al barbero? Con respecto a la aporía, la repre-
sentación de la muerte es uno de sus ejemplos. Este tema es tratado
por Derrida, en el libro titulado Aporías (1998). En él, se lleva a cabo
toda una reflexión sobre las formas como en algunos idiomas se habla
sobre la muerte, específicamente sobre la propia. Esta es una situación
aporética, porque la referencia a la propia muerte solo puede hacerse
en vida y es, al tiempo, la referencia a la muerte de otros y nunca a
la propia. Por todo lo anterior, el sistema lógico formal reconoce sus
límites, se encuentra ante un mundo desconocido. Esta situación está
contenida en la siguiente expresión: “Después de una contradicción
viene cualquier cosa” (Haack, 1991, p. 45).
En la narrativa y en el pensamiento histórico, la presencia de la
contradicción en los hechos humanos no se puede resolver con la
misma simplicidad utilizada por la lógica, porque los hechos y sus
contradicciones no se pueden obviar. Ante lo anterior, han surgido
diferentes planteamientos. Entre ellos, se destaca el elaborado por Hegel
en el libro La fenomenología del espíritu (1980), que es luego retomado
por Karl Marx (2014), en su economía política. En ambos enfoques, la
contradicción es el motor de la historia. Hegel plantea la contradicción
34   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

a través de la relación entre tesis y antítesis. Para explicarla con respecto


a la historia, el filósofo utiliza la metáfora del señor y el siervo (Hegel,
1980). El primero es el opuesto del segundo y el segundo es el opuesto
del primero, aunque cada uno se define en la relación con el otro. El
señor no sería señor si no tuviera siervos para mandar y el siervo no
lo sería si no tuviera un señor que obedecer. Aun así, esta contradic-
ción tiende a resolverse en el tercer elemento del modelo: la síntesis.
Se resuelve porque los miembros de la relación tienden a suprimir las
condiciones negativas.
Marx (2014) describe lo anterior a través de la lucha de clases: los
dueños de los modos de producción son la antítesis de la clase obrera.
El cambio en esta condición se produce o debe producirse mediante la
revolución, cuyo propósito es el de resolver la contradicción y arribar
a un mundo donde las diferencias de clase son superadas, no existen.
Para ambos filósofos, la historia humana se ha construido con las
contradicciones presentes en la sociedad, y sus enfrentamientos han
llevado al cambio y a la evolución de las sociedades. Además, para
ambos autores, esto es un proceso en el tiempo, cuya culminación se
dará cuando se arribe a una sociedad que haya superado todas las con-
tradicciones. Para Marx, esta sociedad es la socialista, cuyas relaciones
de producción se basan en el comunismo.
Se descubre con facilidad cómo, en los dos sistemas filosóficos, la
contradicción existe por las situaciones sociales y, al mismo tiempo,
es desplazada y se plantea como una situación que debe ser superada
en la síntesis. En otras palabras, aunque el modo de pensamiento da
un rodeo, la contradicción se toma como una variable exógena al
sistema de pensamiento. La contradicción no parece tener existencia
por sí misma. El arribo a la síntesis, es decir, a la eliminación de la
contradicción, significa la ubicación de la historia y su narrativa en la
lógica formal, porque se expresa o debe expresarse a través de propo-
siciones, cuya naturaleza solo admite dos valores de verdad. Con ello,
se da validez y vigencia a los planteamientos de Paul Ricœur, citado
en párrafos anteriores.
Agnes Heller, comentando la perspectiva histórica de Hegel, en
el libro Una filosofía de la historia en fragmentos (1999), introduce el
concepto de conciliación. Para la filósofa, la historia humana toma
sentido en la búsqueda permanente de la conciliación hecha por las
sociedades y las personas durante su existencia, es decir, la búsqueda
1. La memoria viva 35

permanente de superar las contradicciones. Para esta autora, el cambio


en las épocas ha traído consigo el cambio en los tipos de conciliación.
En las sociedades premodernas, la búsqueda de la conciliación se basaba
en los órdenes superiores. Los individuos debían seguir el mandato de
una cosmología perfectamente articulada. En la sociedad moderna, en
la que los órdenes superiores han desaparecido, las personas buscan
la conciliación en sus espacios cotidianos e íntimos, en los dramas
presentados en la televisión, en las historias de triunfo y fracaso de
amigos y vecinos, pero sobre todo buscan la conciliación en una visión
apocalíptica de la vida y la historia en la que todo termina, en la que
las formas de vida humana desaparecen (Heller, 1999). Esta visión del
mundo es coherente con una perspectiva de la existencia secularizada,
en la que los grandes dioses han muerto.
Heller se diferencia de Hegel y Marx en la concepción social. En
los segundos, aún existe como referente y finalidad de la historia el
arribo a una sociedad perfecta y fluida, en la que sus miembros, al
haber superado todas las contradicciones, viven en armonía. Todos
satisfacen sus necesidades básicas y, en el caso de Marx, no hay una
relación alienada con el trabajo. Heller, por su parte, presenta un
panorama social fragmentado: ya no hay grandes aspiraciones ni
historias epopéyicas; por el contrario, quizás influenciada por Lukács
(2010), quien fue su maestro, ahora se trata de un mundo en el que
los individuos caminan por la vida solos, como héroes de la desilusión,
en una lucha permanente por conseguir su salvación en la búsqueda
del fin. A pesar de las diferencias mencionadas, en los tres autores se
destaca el deseo de evitar la sentencia trágica de los lógicos (“después
de una contradicción viene cualquier cosa”), de sacar de su casa la
visita incómoda de la contradicción a través de la síntesis, en la que
los opuestos se concilian.
El historiador Philippe Ariès, en el libro titulado Ensayos de la me-
moria (1996), en el capítulo titulado “El secreto”, empieza a reconocer
y darle otro sentido al papel de la contradicción en la historia humana.
El historiador inicia su texto describiendo las características del secreto.
En principio, se trata de una verdad o situación conocida por algunos
y por otros no. Por lo anterior, el secreto porta la contradicción, por-
que en su naturaleza se encuentra la tendencia a revelarse, aunque
ello signifique su desaparición, es decir, si el secreto se cuenta, deja de
serlo, se desvanece. Por esta situación, su estudio es imposible, porque
3 6   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

acercarse a él con ese propósito significa destruirlo, por la necesidad


de revelarlo.
Por lo tanto, cuando está maduro, el secreto se expresa a través
de signos, de cantos, de códigos estereotipados, más que por medio de
un discurso transparente. […] De hecho, el significado de estos códigos
escapa a la comprensión de los hombres de la cultura ilustrada, en la
que todo es claro y transparente. (Ariès, 1996, p. 46)

Desde este punto de vista, solo parece posible su estudio si se hace


en el pasado y se describe la acción de las personas sin que hayan tenido
en cuenta toda la información y, también, si se plantean las diferen-
tes posibilidades de acción si los mismos personajes hubieran tenido
toda la información. Pero el historiador va más al fondo, al plantear
el secreto como un elemento de la condición humana. Este nace y se
constituye en los individuos a través del deseo y de la imposibilidad
de cada uno de comunicarles a los otros las vivencias personales, la
particular forma de ver y vivir el mundo.
A partir de lo anterior, el secreto y su contradicción constitutiva
se convierten en el centro de muchos procesos de cohesión social
fundados en el reconocimiento del secreto íntimo de cada uno. Esta
es una posición diferente, pero que no excluye las explicaciones de los
procesos de cohesión social basadas en los principios de la razón y el
reconocimiento de su pertinencia. Según el autor, el tipo de cohesión
social producida por el secreto se puede observar en algunas manifes-
taciones populares, sobre todo en la danza, en el teatro y en la música.
La diferencia entre Ariès y los otros tres autores es el reconocimiento
de la contradicción como constituyente de la historia y sobre todo
como una condición insalvable de la condición humana. Por medio del
secreto, la contradicción emerge como algo propio, como una variable
endógena del sistema, imposible de eliminar o suprimir.
Los planteamientos de Jacques Derrida nos abren la posibilidad
de un sistema de pensamiento en consonancia con los planteamientos
de Ariès, porque en algunos de sus análisis sobre el lenguaje se plantea
la cohabitación de los opuestos y sus contradicciones. En el libro titu-
lado Gramatología (1998), el autor sostiene que el significado de una
palabra se construye a través de la recurrencia de una serie de huellas
llamadas trazas. Lo anterior se ilustra con el uso del diccionario, porque
la definición de una palabra se obtiene mediante otras palabras. En
1. La memoria viva 37

este sentido, si se buscara el significado de estas palabras y luego el de


las siguientes y así sucesivamente, se llegaría a un punto en el que se
habrían recorrido todas las palabras contenidas. Planteándolo de esta
forma, es posible afirmar que una palabra contiene todas las palabras
del diccionario. Siguiendo los planteamientos del filósofo, cada una
de las palabras usadas para encontrar la definición es una traza o hue-
lla contenida en la palabra inicial. Así, Derrida propone un sistema
dinámico, en el cual el sentido de los signos se construye a través de
la confluencia de una serie de elementos diferenciados, cuyo sentido
es otorgado por un intérprete:
Hay que considerar todo proceso de significación como un juego
formal de diferencias, es decir, de trazas […]. El juego de las diferencias
supone síntesis y reenvíos que prohíben que bajo ningún sentido y
en ningún momento, un elemento simple sea presente en sí mismo
y que no remita sino a sí mismo. Ya sea en el orden del discurso ha-
blado o del discurso escrito, ningún elemento puede funcionar como
signo sin remitir a otro elemento que no sea simplemente presente.
Este encadenamiento hace que cada “elemento” (fonema o grafema)
se construya a partir de la traza, perceptible en él de otros elementos
de la cadena o el sistema. No existe absolutamente nada, ni en los
elementos, ni en el sistema que sea simplemente presente o ausente.
Lo único que existe, de parte en parte, son diferencias de diferencias
y trazas de trazas. (Derrida, 1998, p. 60)

Terry Eagleton, comentando los planteamientos de Derrida, plan-


tea lo siguiente:
conocer lo que quiere decir (el significado) un significante, puede
consultar el diccionario, pero sólo encontrará más significantes cuyos
significados también pueden consultarse en el diccionario, y así su-
cesivamente.
De acuerdo con lo anterior, el sentido de un signo o de un texto
se compone a través de la participación de otros elementos, también
significantes, que en su relación con los otros se redefinen para dar
significación. De esta forma, el sentido de una palabra se obtiene a par-
tir de la conjunción de otras palabras, y a su vez, el sentido de ellas se
obtiene de otras, que en su reunión crean un sistema de significación.
Los textos se presentan cada vez con mayor claridad como un
tejido ilimitado pero irregular donde constantemente hay i­ ntercambio
3 8   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

y circulación de elementos, donde ninguno de estos elementos es


totalmente definible y donde todo se relaciona y se explica por todo
lo demás. (Eagleton, 1994, pp. 156-157)

Pero Derrida va aún más lejos: analiza las expresiones de la lengua


francesa usadas para referirse a la muerte. El autor plantea la necesidad
de un ejercicio de traducción al interior de un mismo lenguaje, porque
una misma frase puede tener y expresar varios y diferentes sentidos,
cada uno de ellos entendido como una traza de la expresión.
Con base en la idea anterior, se propone el concepto de hospedaje,
que describe la lengua como un lugar donde se permite el alojamiento y
la cohabitación de la diferencia. Así como la definición de una palabra
brota de la confluencia de las trazas constituidas por otras palabras, la
identidad de una lengua surge de la posibilidad de hospedar la diferencia
o los diferentes significados contenidos en sus expresiones:
La babelización no espera, pues, a la multiplicidad de las lenguas.
La identidad de una lengua no puede afirmarse como identidad consigo
misma, sino abriéndose a la hospitalidad de una diferencia respecto
de sí misma o de una diferencia para consigo. Semejante diferencia
(para) consigo, como condición del sí mismo […] sería entonces su cosa
misma, el programa de su pragmática: el extranjero en casa. (Derrida,
1998, p. 28)

En este sentido, la diferencia es dada y de ella no se desprende una


dialéctica, una contradicción; por el contrario, se mantiene y forma
parte de su identidad. Desde este punto de vista, la coexistencia de la
diferencia se transforma en el motivo de la unidad y no en el motivo
de la eliminación y la supresión de la diferencia.
Si bien los dos autores mencionados dan ejemplos de dónde se da
la coexistencia de la diferencia —el historiador propone la condición
humana y el filósofo, el lenguaje—, aún no lo hemos relacionado con
la historia y su narrativa. Ariès, desde su perspectiva racional, deja el
problema de lado, señalando la imposibilidad del pensamiento ilustra-
do para estudiar fenómenos como el secreto. Sin embrago, Ariès abre
la puerta a una concepción diferente de las manifestaciones artísticas,
al reconocerlas como lugares donde se funda y se sostienen procesos
de cohesión social, cuya lógica no obedece a la razón formal; por el
contrario, las convierte en manifestaciones vivas de la comunidad y
1. La memoria viva 39

se aparta de aquellas concepciones en las que las manifestaciones es-


téticas eran tomadas como meras distracciones. Además, replantea los
estudios tradicionales hechos por la antropología sobre los procesos
rituales basados en explicaciones racionales. Derrida, por su parte, nos
muestra el lenguaje como un mundo dinámico asociado al acto deíctico
de la comunicación y, por lo mismo, a la situación de los individuos
involucrados en el proceso. Al plantear la cohabitación de los contrarios
o la diferencia, ambos autores nos señalan cómo esta cohabitación se
hace posible a través de elementos estéticos. El historiador habla del
movimiento y los sonidos propios de la música popular y el filósofo,
de los gestos y las entonaciones propias del lenguaje.
El análisis de la toma de yajé hecho por el antropólogo Michael
Taussig muestra otra forma de tratamiento de la contradicción en un
modelo de pensamiento. En el artículo “Orden y desorden en ritos cu-
rativos neocoloniales”, usando como metáfora el lenguaje de las artes,
el antropólogo estudia el ritual desde el concepto de barroco (Taussig,
1996), entendido como la creación de un sentido único a través de la
agrupación, en un mismo espacio, de elementos con estilos y sentidos
diferentes. Desde esta perspectiva, su análisis describe los elementos y
los momentos de la toma, mediante unidades diferenciadas unas de
otras, dispuestas en un espacio donde sus diferencias pueden cohabitar,
sin necesidad de buscar la superación de sus contradicciones. Durante
la toma, cada uno de los momentos va emergiendo y manteniendo su
individualidad. De los periodos de absoluta lucidez, en los que puede
ver con detalle el lugar donde se encuentra, las personas y el paisaje,
Taussig va a diferentes momentos de su vida: por ejemplo, se ve en
con su esposa caminando por un supermercado. A cada una de estas
escenas diferenciadas (estilos diferentes) el autor las llama montajes.
Estos suceden sin relación ni correlación, hasta cuando se produce
la curación. La toma de yajé descrita se entiende como un proceso
“terapéutico”; quienes han asistido lo han hecho en busca de la sa-
nación, que no se entiende en el sentido occidental de recuperación
de una enfermedad, sino que consiste en adquirir la capacidad para
reconocer la envidia. Esta es considerada como la causa de todos los
males. El antropólogo explica esto comparando los amuletos rezados
por el taita con la pata de conejo, usada por los norteamericanos para
la buena suerte. El uso de la pata de conejo tiene como objetivo hacer
favorables los sucesos futuros. Los amuletos rezados por el taita, por
40   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

el contrario, no buscan controlar los acontecimientos. Todo su poder


recae sobre el poseedor del amuleto, quien adquiere la astucia para ver
al enemigo y detectar la envidia. Con la segunda forma, el poseedor
mira la vida como un destino trazado. Con la primera, todo el peso
recae sobre la persona y sus habilidades para reconocer y resolver los
hechos. En otras palabras, si se imagina al individuo como el conductor
de un carro, en la primera perspectiva, el chofer está convencido de
encontrar estaciones de servicio y descanso: allí encontrará ayuda si
llegara a suceder cualquier percance. En la segunda, guarda en el baúl
toda la herramienta y repuestos necesarios para poder llevar a cabo las
reparaciones si algún percance llegara a suceder. En el primer caso, el
viaje está preestablecido y trazado; en el segundo, está completamente
permeado por la incertidumbre, la carretera se presenta como una línea
cuyo límite poroso permite el tránsito de lo inesperado y el conductor
debe estar preparado para actuar cuando algo suceda.
La curación, entendida como un momento de comprensión de
la situación individual y de adquisición de la astucia, como lo señala
­Taussig, se produce a partir de la conjunción de los diferentes momen-
tos o montajes. Esta no se produce porque entre ellos se dé algún tipo de
relación lineal o unas sucesiones de causas y efectos; por el contrario,
siguiendo el concepto de barroco, se produce cuando los montajes,
sin perder su individualidad y diferencia, permiten la emergencia de
la unidad y, en ella, de la astucia. Visto así, todo lo concerniente a la
toma del yajé (el lugar, el taita, las personas, las visiones) se localiza
en un espacio con un marco, como si se tratara de una pintura, en la
cual se hace posible la unidad.
De cada uno de los tres autores citados —Ariès, Derrida y Taus-
sig— se puede afirmar lo siguiente con respecto a su relación con la
contradicción. El primero, a través del secreto, hace evidente la exis-
tencia de la contradicción y la imposibilidad del pensamiento histórico
tradicional para tratar con ella. El segundo ilustra la forma como el
lenguaje se delimita a sí mismo mediante las trazas, las diferencias y
las contradicciones. El último amplía la visión de la coexistencia de
las diferencias a través de una concepción cosmológica del mundo;
además, nos muestra que una historia cuya narración permita la co-
existencia de los contrarios tiene lugar en un espacio escénico donde
los principios de la razón son dejados de lado y la razón histórica surge
de la misma experiencia escénica.
1. La memoria viva 41

En los tres autores también parece existir la idea de una unidad


o un todo conformado por la existencia de la contradicción. Ariès lo
expresa mediante el secreto contenido e incomunicable de la vivencia
individual. Derrida lo hace cuando dice que una lengua se define a sí
misma a través de las diferencias y que la identidad de una lengua brota
de las diferencias contenidas en ella y de su necesidad de traducción.
Taussig lo hace al analizar el ritual de toma de yajé con la metáfora
contenida en el concepto de barroco, que es la emergencia de la unidad
a partir de la presencia de estilos diferentes.
En los tres autores, la coexistencia de la contradicción y de la falta
de anhelo de superación parece traer consigo la idea de una duración
indefinible o tiempo referido a la unidad/totalidad. Es como si se tra-
tara del tiempo contenido en un artefacto en el que las disposiciones
de las diferentes piezas crean un juego de fuerzas, en el que unas y
otras se sostienen y mantienen su posición y la forma. Allí el juego
de fuerzas es igual a cero así como el tiempo contenido, que equivale
a un tiempo permanente. En resumen, los tres autores dejan ver una
forma de pensamiento que supera la forma lógica de a entonces b y
en la que parece posible pensar la presencia de la contradicción: de
algo falso es posible deducir algo verdadero o de a, siendo verdadero,
se puede deducir algo indefinido. Esto solo es posible en algún tipo
de espacio físico.
El teatro de Samuel Beckett y algunos dichos populares se pue-
den tomar como ejemplos en los que confluyen los planteamientos
de los tres autores citados. En la obra Final de partida (Beckett, 1997),
los personajes se encuentran sumergidos en un tiempo detenido. Sus
diálogos se caracterizan por ser una serie de combinaciones y juegos
con el lenguaje. En ellos, se reconoce el deseo de cada personaje por
contarle algo al otro y se hace evidente la incapacidad de entendi-
miento. Sin embargo, cada uno acepta esa condición. Uno y otro se
definen a sí mismos no porque se entiendan, no porque uno sea el
amo del otro, sino porque cada uno parece aceptar el destino de estar
allí. Los personajes de la obra son el Rey (Hamm), su sirviente (Clov)
y sus padres (Nell y Nagg). Estos últimos permanecen toda la obra en-
tre dos canecas de basura. Esta relación con los padres parece ser una
crítica a las ideas tradicionales de la herencia. Si se piensa alegórica-
mente, también habría una crítica a la idea tradicional de la historia
entendida como una serie de sucesos a partir de los cuales se construye
4 2   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

el presente. Esta perspectiva del autor es coherente con la noción de


tiempo encarnada en la situación de los personajes: ninguno va para
ningún lado, la obra no tiene ni principio ni final y todos parecen
aceptar esta condición. Tanto los personajes como la escenografía
son trazas o elementos diferenciados, solitarios y autónomos que, a la
vez, construyen una escena en la que la contradicción cohabita en la
residencia del Rey (la posada o el lugar de hospedaje).
Samuel Beckett era muy exigente en el montaje de sus obras.
Todas las acotaciones hechas a las escenas debían seguirse al pie de la
letra. La precisión en cada uno de estos detalles era muy importante,
porque a través de ellos se constituían las relaciones entre los persona-
jes, su autonomía y la cercanía en la distancia. Con esta metodología
de montaje, el dramaturgo parecía estar elaborando una pintura o
escultura viva. En esta, el destino de sus personajes se configuraba
con su presencia, las torsiones del cuerpo y su distancia y no por
una relación de antagonismo o complicidad. En el mismo sentido, la
construcción detallada de toda la puesta en escena como un elemento
asociado a la forma constituía la experiencia del espectador y dejaba
de lado cualquier tipo de moraleja o enseñanza a partir del destino de
los personajes. Por lo anterior, a las obras de Beckett no se asiste a ver
la redención de ningún tipo de héroe o su consumación; en sus obras
todo empieza exactamente en el mismo lugar donde termina.
En los dichos populares parece suceder algo parecido a lo plantea-
do en las obras de Beckett y cumplirse también la confluencia de los
tres autores: Ariès con el secreto, Derrida con las trazas y la diferencia y
Taussig con el concepto de barroco y los montajes. En la cultura popu-
lar, encontramos los siguientes dichos: “Más vale pájaro en mano que
cien volando”, “al que no sabe para dónde va, cualquier bus le sirve”,
“nadie sabe para quién trabaja”, “más sabe el diablo por viejo que por
diablo” y “entre bomberos no nos pisamos las mangueras”. En todos
ellos, la sentencia como algo verdadero entra en contradicción con las
relaciones planteadas, porque su verdad se abre hacia lo incierto, hacia
lo indeterminado. En este sentido, se afirma una verdad propiciada por
la incertidumbre que la acompaña: allí se funda una contradicción cuya
función no deriva en una resolución o acción; por el contrario, lleva a
la quietud e invita a la aceptación. Algo se da por hecho en el mismo
sentido de lo planteado por Derrida para el lenguaje y para la relación
con la muerte. La relación entre verdad e incertidumbre se da a través
1. La memoria viva 43

de elementos dispuestos como una serie de montajes, en concordan-


cia con Taussig, porque no hay coherencia lógica de uno con otro. Lo
anterior porque, según los planteamientos de la lógica formal, de un
antecedente verdadero no puede deducirse un consecuente indefinido.
Entonces, entre unos y otros se crea la unidad, por la presencia y no
por la lógica. A partir de la colocación, la sabiduría adquirida deriva
en el reconocimiento de los individuos ante una situación. Al tiempo,
se cumple con la misma contradicción asociada al secreto, porque lo
indefinido es externo, porque la incertidumbre y la imposibilidad de
manejarla están allí y la única verdad se refiere a él mismo, a su lugar,
aunque solo exista para él y su capacidad de decisión.
Con respecto a la memoria viva, se pueden señalar una serie de
similitudes en los planteamientos de los tres últimos autores y un estado
o condición para diferenciarse de los tres primeros. En estos últimos
(Derrida, Taussig, Ariès), la memoria viva como una manifestación
social emerge ante la imposibilidad de superación de la contradicción
en la vida de los individuos, es decir, quienes la viven no han podido
realizar ningún tipo de síntesis o conciliación: sus familiares continúan
desaparecidos, quienes cometieron actos violentos o criminales no
han sido castigados y el Estado sigue sin reconocer su responsabilidad.
Se pueden identificar las siguientes similitudes en los tres autores,
con las cuales es posible dar un marco de reflexión teórico a la memo-
ria viva. En Ariès, los procesos cinéticos de los actos per/formativos se
transforman en manifestaciones de cohesión social, cuya lógica no
se articula a través de la razón, sino mediante el reconocimiento del
secreto que todos portamos. En este sentido, el acto per/formativo,
en su dimensión estética, deja de ser trivial o de ser una simple ma-
nifestación cultural. Desde la perspectiva de Derrida, la memoria viva
se puede tomar como el lugar donde se hospedan las diferencias y las
contradicciones a partir de las cuales se constituye la unidad narrati-
va. Por último, Taussig, a través del concepto de barroco, convierte el
reconocimiento de la contradicción en un modo de conocimiento y,
a su vez, en un modo de acción. Esta posibilidad se puede trasladar o
reconocer en las manifestaciones de la memoria viva. En resumen, en
los tres autores, la memoria viva se puede caracterizar como un proceso
de cohesión social, en el que, a partir del reconocimiento de las dife-
rencias y sus contradicciones, se constituye un modo de conocimiento
basado en la astucia y que es eficaz para la acción de las personas.
44   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Durante el trabajo de campo, en el barrio Suba-Rincón, pude


observar muchos ejemplos del uso o los usos de la memoria viva
como estrategia de las personas para conseguir su sustento. En estas
puestas en escena, se manifestaba con mucha claridad la sensación
de vacío y malestar producido por sucesos propios de los procesos de
desplazamiento. Al mismo tiempo, se hacía evidente el despliegue de
la metáfora y los diferentes medios expresivos para resignificar la his-
toria personal y usarla para interactuar con los otros ciudadanos. Un
ejemplo de lo anterior provino de un hombre en el sistema público
de transporte Transmilenio. Después de montarse al bus, nos sacó a
todos del adormilamiento y el silencio producido por el tumulto y el
calor cuando gritó: “Les vendo esta guitarra”. Luego de un instante de
silencio y cuando estaba seguro de haber capturado la atención de los
pasajeros, continuó con una serie de frases pronunciadas en el mismo
tono pero con volumen más bajo. Con cada palabra llena de desespero,
poco a poco nos fue contando la situación en la que se encontraba.
Al terminar cada oración, repetía: “Les vendo esta guitarra, alguien
que me compre esta guitarra”; sus palabras y lo que ellas contaban
contrastaba con los colores cálidos y la pulcritud de su ropa. Estaba
vestido con una chaqueta roja de botones metálicos color verde y un
pantalón habano. En su cabeza llevaba un sombrero de tela, color
verde oscuro. Las alas cortas del sombrero describían un conjunto
de olas alrededor del pelo y sobre la frente. La guitarra iba guardada
dentro de un estuche semirrígido color negro. En la caja del instru-
mento, el volumen del estuche crecía como si adentro se abultaran
algunos papeles o libros. A su vez, la voluptuosidad del instrumento
contrastaba con el cuerpo delgado del hombre, que lo sujetaba de la
parte superior, en el lugar de las clavijas. Durante su discurso, en al-
gunos momentos elevaba el instrumento, como si quisiera mostrarlo
a los pasajeros; después de un instante sin dejar de hablar, lo volvía a
apoyar sobre el suelo. Se había visto obligado a viajar a Bogotá por la
violencia, venía del Llano, tenía cincuenta y cinco años, desde hacía
un año él y su familia se encontraban alojados en una residencia para
personas en condición de desplazamiento y durante el mismo tiempo
había recibido un subsidio del Gobierno por un monto aproximado
de doscientos mil pesos. Conservando el tono fuerte de su voz y el
desespero de sus gestos, nos contó que por su edad nadie le daba
trabajo y que el dinero del subsidio no era suficiente para cubrir las
1. La memoria viva 45

necesidades de su familia. Se encontraba completamente desorientado


en la ciudad, no sabía a dónde ir ni con quién hablar. En la guitarra
parecía alojarse o sintetizarse la contradicción de su existencia en ese
momento de su vida. Esa guitarra, según dijo, se la había regalado a
su hija cuando vivían en los Llanos y ahora se la había quitado para
venderla y conseguir algo de dinero para comer. Sin utilizar sus pala-
bras, dijo algo como así: “Imagínense la desgracia de un padre que les
da a sus hijos y después tiene que quitarles lo que les ha dado”. Como
era de esperarse, nadie le compró la guitarra, pero la mayoría de los
pasajeros estuvimos dispuestos a darle algo de dinero, sin preguntar-
nos sobre la verdad o falsedad de la historia narrada. La forma como
el personaje articuló su puesta en escena fue eficaz y nos dejó ver la
memoria viva como un modelo de acción en el cual el secreto se une
con la diferencia, la astucia y el consuelo, para conseguir la donación
de los pasajeros y no vender la guitarra.

la memoria viva como modelo de acción


De acuerdo con lo anterior, la memoria viva se puede entender
como una forma de narrativa histórica y como un modelo de acción.
Desde esta perspectiva, el estudio de sus manifestaciones y la meto-
dología usada para su análisis debe dar cuenta de esta unidad. En este
sentido, el análisis de las manifestaciones debe tomar en cuenta la for-
ma como las personas a través de su narrativa histórica han enfrentado
el proceso de inserción a la vida de la ciudad. En esta investigación,
se trata de las personas provenientes de fuera de Bogotá que abando-
naron su lugar de origen por situaciones de violencia o en busca de
mejores condiciones de vida. Para mostrar por qué es posible asumir
la memoria viva como una narración histórica y un modelo de acción
es necesario llevar a cabo una caracterización de la sociedad y de las
relaciones a las cuales arribaron las personas con las que se desarrolló
esta investigación.

las sociedades flexibles


En el libro titulado La corrosión del carácter, su autor, Richard Sennett
(2000), describe el tránsito de las sociedades rígidas a las sociedades
flexibles, a través del cambio en la condiciones del empleo y de trabajo
de los individuos y su implicación en la forma de pensarse a sí mismo,
y los planes de vida asociados. Su descripción y análisis se basa en dos
4 6   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

personajes, el primero llamado Enrico y el segundo, hijo del anterior,


llamado Rico. El primero se construye como el representante de la
sociedad rígida y el segundo, como el representante de las sociedades
flexibles. Mediante la historia de vida del primero, se describen las
condiciones estables de trabajo y cómo estas le permitieron a un hombre
empleado en una fábrica como vigilante proyectar su vida en el tiempo.
La historia cuenta cómo este hombre con un sueldo muy bajo a través
del ahorro y los préstamos consigue comprar su casa y darles a sus
hijos los estudios necesarios para acceder a una capa social de mejores
ingresos. En la historia de vida de este personaje, el autor destaca la
constancia del individuo, la abnegación para enfrentar las condiciones
desventajosas de su empleo y ante todo la valoración dada por este a su
trabajo. Todo lo anterior era posible por la estabilidad laboral dada por
sus jefes y los dueños de la empresa, porque a partir de ella el personaje
podía proyectarse en el tiempo y tener la idea de estar haciendo una
carrera en la empresa. Su hijo, por el contrario, pertenece a una sociedad
en la que esas seguridades han desaparecido. Al contrario de su padre,
quien tuvo un mismo trabajo durante veinte años, él debe moverse de
empleo en empleo, de empresa en empresa. La clave de su productividad
es la flexibilidad para adaptarse a las condiciones cambiantes de su sector
productivo. Rico va de un equipo de trabajo a otro, entendiéndolo como
una asociación temporal enfocada en el cumplimiento de una tarea y
caracterizado por relaciones superficiales. En estos trabajos en equipo,
no importa el pasado ni la experiencia. Tampoco importa si triunfan
o fracasan, porque se trata de estar siempre empezando. En el mundo
laboral de Rico, la estructura jerárquica ha desaparecido. La imagen
del jefe ordenando las tareas y asumiendo la responsabilidad de sus
decisiones se ha transformado en la figura de un individuo encargado
de sugerir y orientar procesos. Este jefe ya no da premios ni castigos:
su poder ahora se ejerce a través de la ambigüedad que sus empleados
sienten, quienes al no recibir ni premios ni castigos no saben si están
haciendo bien o mal su trabajo. La ambigüedad también se mantiene
por la conciencia de la movilidad. Los empleados no desean permanecer
mucho tiempo en un trabajo y saben que en cualquier momento por
las continuas reformas y cambios de estrategia serán removidos de su
puesto de trabajo. Al estar todo siempre empezando y ante la exigencia
de mantenerse siempre actualizado, la obsolescencia aparece pronto.
Rico a sus treinta y cinco años ya se siente caduco. El autor llama a la
1. La memoria viva 47

sociedad con este tipo de productividad la sociedad flexible. En ella,


los individuos están inmersos en un mundo donde las relaciones no
permiten el surgimiento de la confianza, porque están en un contexto
donde todo parece depender de ellos. Fallar en sus procesos de gestión
individual significa fracasar en la vida.
Rico y su padre parecen estar insertos en uno de los tipos de his-
toria descritos en los apartes anteriores. El padre tuvo un plan de vida
definido, superó todas las incomodidades de su trabajo, el horario, la
baja remuneración y las condiciones de pobreza, guiado por el objetivo
de pagar su casa, ahorrar para darles educación a sus hijos y al final
conseguir su pensión para descansar durante su vejez. Lo importante
para Enrico era el ahorro, la disciplina para superar las dificultades y
las contradicciones planteadas por su lugar en la sociedad. Para su hijo
la situación era diferente. Su lugar en la sociedad y su historia ya no se
planteaban desde la teleología, es decir, en la búsqueda de la síntesis
y el cumplimiento de metas. Su vida, por el contrario, se planteaba
a través de la movilidad, de una sucesión infinita de encuentros con
otras personas y del establecimiento de vínculos poco profundos con
ellas. El cambio continuo de trabajo lo obliga a un cambio continuo
de residencia; por lo mismo, las amistades recién fundadas se trunca-
ban y el encuentro permanente con lo diferente construía un mundo
multiforme saturado de información, del que debía extraer lo necesario
para conseguir su sustento y ganarse la vida.
Sennett explica la perspectiva histórica de Rico y la diferencia
con la perspectiva histórica de su padre, Enrico, a través de su relación
con las narrativas de la televisión o las teatrales. El autor destaca cómo
ante ellas los espectadores ya no se identifican con las acciones de los
personajes ni esperan sus consejos para afrontar las dificultades. En
otra vía, sostiene el sociólogo, encuentran en las historias de los per-
sonajes situaciones similares a las de ellos, de donde surgen procesos
de identificación basados en el consuelo. Esta relación con la narración
es muy similar al análisis del secreto esbozado por Ariès; estar en una
situación en la que no es posible comunicar la experiencia o en la que
la razón no es generalizable transforma la relación con el otro en un
proceso de acogimiento, de compañía, de apoyo, de dar alojamiento,
al reconocer la imposibilidad de vivir la vida del otro.
Para Sennett, la historia entendida mediante la idea del consuelo
se ha transformado en un lugar de empatía; no busca dar razones, por
48   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

el contrario, señala la distancia individual y crea cohesión en el reco-


nocimiento de ella, une a través del secreto, en los términos de Ariès.
Con respecto a las reflexiones de Derrida, quien toma la muerte como
la aporía base de la existencia humana, ante el cadáver de una persona
amada, el único consuelo es el reconocimiento de la propia muerte
como “la posibilidad de la imposibilidad”. Es la forma de ponerse al
mismo nivel del ser querido fallecido. Aunque la propia muerte nun-
ca sea la muerte del otro, se reconoce la distancia insalvable entre las
personas y, al mismo tiempo, la empatía de la existencia.
Sennett plantea su análisis de la sociedad norteamericana actual a
partir de los cambios en los patrones de productividad que han tenido
lugar durante las últimas décadas, consecuencia de las transformaciones
en la economía y la masificación de los medios tecnológicos. Otros
autores han construido análisis en la misma vía, entre ellos Bauman
(2006) y Lipovetsky (2007). En sus textos, se reconoce algo de nostalgia
por la desaparición del papel regulador del Estado en las sociedades
contemporáneas y se presenta como algo novedoso las estrategias
desarrolladas por los ciudadanos para enfrentar las consecuencias de-
rivadas. Los seguros de desempleo han sido abolidos, los ancianatos
están desapareciendo y los mecanismos de representación y defensa de
los trabajadores han perdido capacidad de acción. Ante esta situación,
les ha correspondido a las familias y a los amigos remplazar la función
del Estado y apoyar a sus miembros. Esta situación para los nortea-
mericanos y europeos es nueva; en cambio, para los latinoamericanos
es una situación normal. Nuestros Estados nunca han respondido
eficazmente a las necesidades de los ciudadanos; en esta incapacidad
han tenido origen muchas de las desigualdades sociales, la violencia,
la inseguridad, las deficiencias de los sistemas de educación, de salud y
de seguridad. Sin desconocer la pérdida y las dificultades contenidas en
estas condiciones sociales, a través de los conceptos de desplazamiento,
flexibilidad y trabajo en equipo, Sennett (2000) describe a la sociedad
como una serie de individuos en permanente movimiento. Las per-
sonas viven su cotidianidad y consiguen su supervivencia mediante
una serie infinita de encuentros con otras personas desconocidas y de
vinculaciones superficiales. El horizonte social esbozado por Sennett,
a través de los personajes de Enrico y su hijo, Rico, se realiza en la so-
ciedad norteamericana. Por su parte, el modo de vida en Bogotá de las
personas desplazadas por la violencia o por las condiciones sociales es
1. La memoria viva 49

muy similar al de Rico, aunque las situaciones sociales y económicas


sean más parecidas a las de Enrico. La mayoría de estas personas arriban
a la ciudad completamente desamparadas y se ven en la obligación de
insertarse al sistema productivo a través de la economía informal y de
trabajos a corto plazo: en construcción, en el sector de servicios, como
empleadas domésticas, meseros/as y vendedores/as. Por ser empleados
a corto plazo, con vinculaciones superficiales e inestables, quienes per-
tenecen a este sector se ven en la obligación de estar continuamente
buscando fuentes de recursos y empleo. Además, con estas condiciones,
es muy difícil que estos individuos perciban o se sientan partícipes
de una articulación social mayor atada a fines; por el contrario, todo
parece depender de la acción individual. En esta situación, la historia
individual se percibe y articula mediante una sucesión infinita de en-
cuentros inmediatos asociados a las actividades de todos los días y de
encuentros mediatos producidos por su actividad económica. En cada
uno de estos encuentros, el individuo, la persona, se encuentra ante lo
diferente; en términos de Derrida, hay una sociedad definida a partir
de la diferencia. En ella, el individuo debe tener la capacidad de actuar
exactamente en el mismo sentido de la toma descrita por Taussig. En
otras palabras, debe tener la astucia para resolver y prever. Con estas
condiciones, la perspectiva de la historia como consuelo se convierte
en un modelo de conocimiento y acción. En este punto, la memoria
viva y la historia como consuelo son lo mismo, porque poseen la misma
estructura o lógica de acción.
El estudio de las manifestaciones de la memoria viva de las per-
sonas habitantes del barrio Suba-Rincón y la perspectiva histórica
encarnada en ella es coherente con la forma social y de relación entre
las personas, pero sobre todo busca entender y reconocer la capacidad
creativa y de invención de las personas para actuar ante las situaciones
originadas en la necesidad de conseguir sobrevivir en la ciudad. De esta
manera, se quiere reconocer los modelos de conocimiento asociados
y su eficacia.
Dada la importancia de la noción de encuentro en la forma de las
relaciones sociales, conviene profundizar un poco en esta y en su rela-
ción con las manifestaciones de la memoria viva, porque su emergencia,
configuración y transformación se encuentran ligadas a los diferentes
momentos de encuentro. Además, la eficacia de la memoria viva como
modelo de acción de las personas para enfrentar la incertidumbre y
5 0   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

lo desconocido depende de los momentos de encuentro. Esta noción


abarca varias consideraciones. En principio, se refiere a la aparición
repentina de algo o alguien. Se refiere también a la imprevisibilidad,
ir o estar en una situación en la que no es posible prever ni medir las
características. Una situación como esta puede ser el encuentro de un
grupo de pasajeros en un bus de transporte público. En el momento de
hacerle señas a un taxi, se produce un encuentro entre el pasajero y el
chofer del carro. El encuentro se presenta como un imperativo para las
personas, por la imposibilidad de prever las acciones individuales, en
el conjunto de patrones diseñados para actuar ante lo desconocido y lo
incierto. Bruno Latour, en su libro Nunca fuimos modernos (2007), descri-
be el encuentro como una serie de pases entre quienes se encuentran.
Estos pases van de un lado a otro; en ese tránsito, se va configurando
la dinámica de la acción y, a su vez, se van transformando los pará-
metros individuales y los diferentes sentidos de la acción individual.
En estas transformaciones y como parte de ellas, la memoria viva se
configura y se transforma. En el mismo sentido, el encuentro supone la
configuración de un ahora, de un momento, de un instante de cruce,
de una frontera delimitada por la existencia del otro y por el evidente
desconocimiento o reconocimiento de la imposibilidad de previsión
con respecto a ese otro. En este sentido, el encuentro localiza a todos
en un mismo marco, los aloja a todos. En este encuentro, los indivi-
duos localizan su acción y su frontera se vuelve porosa y se refiere a
ese momento. En este encuentro, el modelo de acción contenido en
la manifestación de la memoria viva se transforma, pues es posibilidad
de acción y de construcción del mundo para ese instante y para poder
lidiar con la existencia y conseguir el desarrollo de su acción.
Una vez se ha llevado a cabo la caracterización de la memoria viva
como narración histórica y modelo de acción y se ha sustentado por
qué esta perspectiva es coherente con la forma social o vida urbana
de la actualidad, es necesario construir el modelo para llevar a cabo
su análisis. La construcción del modelo debe estar conforme con la
naturaleza de la memoria viva, es decir, debe ser coherente con su ló-
gica (debe admitir la contradicción), su estructura temporal (tiempo
no lineal) y su carácter estético (la forma como posibilidad de cono-
cimiento). En el capítulo siguiente, se presenta el modelo construido
con este propósito.
2

op eracionali z aci ó n
y m eto d o l o g í a

De acuerdo con los apartes anteriores, el paso siguiente es la construc-


ción de un modelo de representación de la memoria viva coherente
con su lógica y sus componentes. Este ejercicio es necesario para poder
trasladar el modelo de conocimiento a otros contextos de aplicación.

modelado y representación
Las figuras 2.1., 2.2. y 2.3. sirven como punto de partida.

FIGURA 2.1.
Historia FIGURA 2.2.
lineal en Incomunicabilidad
Hegel en Ariès

FIGURA 2.3.
Memoria viva

[5 1]
5 2   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

La figura 2.1 hace referencia a la perspectiva histórica de Hegel,


Marx y Heller. En esta figura, a es el personaje, S un evento y a´ es el
mismo personaje, pero transformado por el evento S. Se entiende a
este último como la causa de la transformación histórica de a —existe
un a tal que S, entonces a´—. En la misma línea de los autores citados,
el evento S surge a partir de las contradicciones de la sociedad en la
cual está inserto el personaje a. Esta historia se desarrolla en el tiempo,
hasta arribar al estado en que las contradicciones sean superadas. Esta
es una historia vista y vivida mediante la razón, es decir, la sucesión
de causas y efectos.
En la figura 2.2, se representa una historia en la que todo termina
exactamente en el mismo lugar de inicio. Esta es una perspectiva cir-
cular en la que la historia se traslada fuera de los límites de la razón,
para instalarse en los estados del placer y de la estética. A esta figura se
le pueden asociar una serie de hábitos compuestos por acciones repe-
titivas, a partir de las cuales los individuos construyen su cotidianidad
y su forma de pensar. A ella se le pueden asociar actividades como el
baile y el acto sexual, cuya realización se basa en una sucesión per-
manente de movimientos que describen trayectorias circulares. Ariès
parece recurrir a esta figura de la historia cuando afirma que en los
cantos y en los bailes populares las personas desarrollan procesos de
cohesión social, a partir de los cuales se reconoce el secreto como una
condición de la existencia humana. En la misma vía, a esa estructura se
le pueden asociar las manifestaciones artísticas. Por su parte, el dicho
popular “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” da cuenta de
este tipo de representación e historia.
En la figura 2.3, se representa la perspectiva histórica de la memo-
ria viva de acuerdo con las características esbozada por Ariès, Derrida,
Taussig y Sennett. Esta historia se va a llamar la historia del consuelo-
talismán. En esta figura, las flechas a y b representan la acción de un
personaje a y un personaje b. El trazo en círculo que va de una a otra
representa la influencia de uno sobre otro. Esta influencia no tiene el
mismo sentido de la primera figura, porque no cambia la trayectoria
de ninguno de ellos, aunque sí los une y posiblemente los transforma.
La unión no significa identidad entre a y b; por el contrario, sirve para
señalar la diferencia, porque el trazo se encuentra en el mismo hori-
zonte o perspectiva de la figura 2.2, es decir, la unión se da a partir de
situaciones no instaladas dentro de los límites de la razón. La unión
2. Operacionalización y metodología 53

se da por la presencia, por la existencia de uno y otro u otros en un


momento determinado pero no medible. Si bien de forma hipotética
se podría explicar retrospectivamente la presencia de cada uno de los
personajes en el bus y se podrían esgrimir argumentos sobre las situacio-
nes sociales y económicas del país para explicar la situación económica
y social del vendedor de la guitarra, no habría sido posible prever la
presencia de todos al momento de lo sucedido, en el encuentro. Por
lo tanto, la presencia allí, en sentido radical, obedece a una situación
que desborda los límites de la razón. Este es el límite planteado por
Derrida: impensable e imposible de racionalizar, sirve para señalar la
diferencia, la extranjeridad del otro y, a su vez, vincula no como un
fenómeno de espejo de identificación, sino por la condición de estar
ahí en el ahora, en el sentido del secreto de Ariès. De la misma forma,
el vendedor de la guitarra fue astuto, como lo diría Taussig, por la
presencia de los tres montajes, con los que ilustraba la presencia de la
contradicción, su cuerpo, la guitarra y su historia.
Para llevar a cabo el proceso de operacionalización y construcción
de un modelo analítico de la memoria viva, en un primer momento,
siguiendo el método de montaje de Samuel Beckett y el concepto de
barroco, se toman las manifestaciones de la memoria viva como ob-
jetos compuestos por otros objetos, diferentes unos de otros, que se
pueden entender como trazas o montajes. Esta unión se considera un
encuentro dado en un instante (véase la figura 2.4).
Las ciencias de la computación, los lenguajes de programación y la
base magnética de representación del conocimiento son herramientas
adecuadas para la representación de la memoria viva, porque permiten

Objetos
FIGURA 2.4.
de la memoria viva
54   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

una lógica de representación acorde con ella. Esto se puede ilustrar con
los siguientes ejemplos.

dos algoritmos para la transcripción


de cifras a números
El algoritmo para un programa cuya tarea sea la de escribir el
nombre de un número en letras se puede desarrollar de dos formas.
La primera basada en un proceso descriptivo y de coincidencias y la
segunda a partir de los objetos y sus nombres. La primera solución
requiere de una matriz de dos columnas: con los números en cifras y
con los números en letras. El algoritmo requiere de un dato de entrada
compuesto por el número escrito en cifras. Una vez se ha obtenido
el dato, el algoritmo realiza una comparación entre este y la primera
columna, fila por fila, hasta encontrar la coincidencia. En este momen-
to, se suspende la búsqueda y se toma el dato de la columna dos (el
número escrito en letras) y lo muestra (imprime en pantalla).
Esta forma de resolver el problema es bastante pobre, porque
requiere muchos recursos de memoria y la necesidad de teclear en
la matriz la cifra y su nombre correspondiente. Lo anterior también
limita la capacidad de respuesta del programa, porque si se desea que
el algoritmo tenga la capacidad de traducir los números de uno a un
billón, se requeriría introducir en la memoria del computador los
números de uno a un billón y tener un computador con la capacidad
de alojar toda la lista.
La segunda forma del algoritmo se desarrolla siguiendo la lógica
de la memoria viva y, a su vez, señala los primeros pasos para su re-
presentación y modelado. El algoritmo funciona a través del reconoci-
miento de los elementos y de las diferencias dadas entre ellos a partir
de sus nombres. Se define una matriz de diez filas y dos columnas. En
la primera, se disponen los números del 0 al 9 y en la segunda, los
números en letras. Además, se define otra matriz con los números de
acuerdo con su posición dentro de la cifra. De esta forma, la cifra se
da a partir del dígito más la posición, contada de derecha a izquierda
(véase la tabla 2.1).
La solución número dos es más eficaz por varias razones. En
principio, no requiere de un espacio de memoria tan amplio. En la
primera, para dar respuesta a los números correspondientes de 1 a
100, hay que teclear cien números. Si es un billón, hay que teclear un

TABLA 2.1. Algoritmo para los números

Primera solución Segunda solución

      Excepciones
Cifra en Cifra en Cifra en Cifra en Cifra en Cifra en Cifra en
números letras números letras Posición letras números letras
1 One 0 Zero 1 One 11 Eleven
2 Two 1 One 2 Teen 12 Twelve
…   2 Two 2 > = 20 Ty    
8 Eight 3 Three 3 Hundred    
9 Nine 4 Four 4 Thousand … ..
10 Ten 5 Five    
11 Eleven 6 Six
…   7 Seven
100 Hundred 8 Eight
Hundred 9 Nine
111 eleven
One
hundred
112 twelve
…  
n…  
2. Operacionalización y metodología
55
5 6   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

billón de veces. En el segundo, el procedimiento puede trabajar con


las tres tablas compuestas por veinte filas distribuidas en cada una de
las tablas. Para aumentar la capacidad de respuesta, solo se requiere
agregar una fila en la lista de los nombres de las posiciones. Si bien en
el caso del ejemplo se estaría trabajando con los números de 0 a 9000,
equivalentes a los grados de libertad de una persona al momento de
elegir un número y teclearlo en el computador, el algoritmo tiene la
capacidad de responder correctamente a cualquiera de los números y
de reaccionar a las variaciones propias de la elección hecha por cual-
quiera de los operarios de acuerdo con sus determinantes individuales,
gustos, número de la suerte, indiferencia, estado mental entre muchas
otras posibilidades combinadas o independientes. El algoritmo adquiere
la astucia, porque su procedimiento toma a cada uno de los dígitos
como elementos únicos y diferenciados de los otros. En este sentido,
utilizando la terminología de Taussig, cada cifra es un montaje, un
elemento diferenciado de los otros (trazas), en palabras de Derrida.
Por otra parte, la cifra se identifica a sí misma por las diferencias entre
cada uno de los elementos (dígitos) y las establecidas por la frontera
creada a partir de sus características individuales y su colocación en el
espacio, en el mismo sentido del secreto planteado por Ariès. En esta
vía de análisis, la respuesta se lleva a cabo a partir de la colocación
dada y autorreferente y la respuesta se obtiene a partir de la empatía
surgida o presente entre la información del algoritmo, su procedimiento
y los datos dados para ser analizados. En otras palabras, la tarea del
algoritmo se resuelve a partir de las diferencias dadas y contenidas en
el número escrito en cifras (presencia). De acuerdo con lo anterior, la
relación entre la cifra introducida y el algoritmo no se da desde una
implicación, sino desde una verificación de existencia. Así, si la cláu-
sula escrita es (If A = 2 Then) y se lee si a es igual a dos, entonces no se
señala un antecedente y un consecuente; por el contrario, se verifica
la existencia de A con la característica dos. Desde esta perspectiva, el
algoritmo funciona a partir del encuentro y la presencia. Si bien con
lo descrito se demuestra más o menos la similitud entre la perspectiva
histórica contenida en la memoria viva y la construcción del segundo
algoritmo, aún no se ha establecido la forma y la pertinencia de repre-
sentar el modelo histórico en el ambiente digital.
Los autómatas celulares son unos dispositivos computacionales
cuya lógica de acción cumple con las características esbozadas para
2. Operacionalización y metodología 57

el algoritmo número dos. Estos, por ser un sistema abierto, pueden


tratar con diferentes modelos; en otras palabras, su lógica de funcio-
namiento actúa como una plantilla aplicable a diferentes situaciones.
Un autómata celular se compone de una rejilla y una serie de reglas
a partir de las cuales cambian los estados de las celdas, activados o
desactivados. Uno de los primeros y más populares autómatas se lla-
mó El juego de la vida. Creado por J. Cowney, este se compone de tres
normas: nacimiento, muerte y conservación. Cada una de las casillas
de la rejilla se interpreta como una célula, y las normas se expresan
de la siguiente manera:
1. Una célula nace si dos de las células adyacentes están vivas.
2. Una célula pasa a la siguiente generación si tres o más células
adyacentes están vivas.
3. Una célula muere si hay menos de dos células adyacentes
vivas.

Como se ve, cada una de estas normas trabaja con la verificación de


la existencia de las células adyacentes. En esta misma lógica, su fun-
cionamiento es discreto y, por lo mismo, los cambios no se hacen en
serie; por el contrario, todos actúan en el momento en el cual se llevó
a cabo la acción de activación del autómata (véase la tabla 2.2).

TABLA 2.2. Representación de un autómata

1 2 3
4 A 5
6 7 8

El valor descrito de A y la célula 5 con respecto de A se obtiene a


partir de los valores iniciales de todas las células. El nuevo estado de
ellas es el resultado de esos procesos de relación. Este procedimiento es
muy importante, porque, al no haber un punto de inicio cuya trans-
formación recaiga sobre el resto, no hay acontecimiento que señale
un antes y un después. Es decir, no entraría dentro de un proceso de
representación de la historia de acuerdo con modelo hegeliano y estaría
de acuerdo con lo propuesto en el modelo histórico de la memoria viva.
Volviendo a la forma de las reglas, estas se expresan de la siguiente
manera:
5 8   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Si la célula es x, y y el estado de la célula x, y es a, b, c… n, cambia


el estado a a, b, c… n.
El juego de la vida es de los autómatas más sencillos. Se han de-
sarrollado otros autómatas con mayores niveles de complejidad en
espacios tridimensionales y se ha llegado al diseño de autómatas cuyas
reglas no solo trabajan con las células adyacentes, sino con algunas
situadas en otras dimensiones de la rejilla. En las ciencias sociales, se
han aplicado para el análisis del tráfico y el desplazamiento, para el
estudio de patrones poblacionales, para el análisis de patrones de te-
jidos indígenas, para simular el desarrollo de ciudades, entre otros. El
antropólogo Carlos Reynoso ilustra muchos de estos usos en el libro
titulado Complejidad y caos: una exploración antropológica (2006).
En este documento, los autómatas se usarán para representar las
manifestaciones de la memoria viva, entendida como narración histó-
rica y modelo de acción. Lo anterior es posible por la similitud entre
el funcionamiento de los autómatas y la propuesta histórica y porque
en ambos se admite y no se exige la superación de la contradicción.
En la siguiente figura, se representa la similitud entre ambos modelos
(véase la figura 2.5.).
El procedimiento para llevar a cabo la representación de la memo-
ria viva en autómatas celulares se basa en los postulados de la lógica
modal descritos por Jon Elster en el libro Lógica y sociedad: contradicciones
y mundos posibles (2010). Esta lógica se deriva de la lógica formal clásica
e introduce dos nuevos operadores: el de necesidad y el de posibilidad.
El primero cumple una función restrictiva, cuyo objetivo consiste
en establecer los elementos necesarios de una realidad observada. El
segundo plantea los cambios posibles del sistema, al introducir algún
tipo de variación en los elementos. Estas posibilidades se expresan a
través de los juicios contrafácticos.
El análisis del sistema, en este caso las manifestaciones de la
memoria viva, se lleva a cabo en cuatro pasos: 1) especificación de las
demandas, 2) definición de los estados posibles que satisfagan todas las
demandas, 3) identificación de las características comunes a todos los
estados posibles y 4) planteamiento de los juicios contrafácticos. En el
primer momento, la palabra demanda no se entiende como objetivo o
finalidad; se interpreta como la puesta en escena y su despliegue. En el
caso del vendedor de la guitarra, la demanda de su presentación consis-
tió en la conjugación de unas trazas (montajes), cuya relación produjo
2. Operacionalización y metodología 59

FIGURA 2.5.
Comparación

en los pasajeros un conjunto de emociones y de pensamientos, aunque


le hayan dado dinero o no cuando lo solicitó. La demanda se entiende,
entonces, como la delimitación de los montajes (trazas) identificados
en la puesta en escena. Para su representación, en los autómatas celu-
lares, estos pueden tomarse como variables. En la segunda instancia, a
las trazas-montajes (variables) se les añaden los estados S, entendidos
como aquellas variaciones sufridas por la traza-montaje propios de su
condición. El análisis tiene como objetivo identificar los estados de las
trazas-montajes dados simultáneamente con relación a la demanda. En
este contexto, la ocurrencia simultánea es muy importante, porque se
trata de observar cómo en la presencia de los estados se construye una
imagen y con ella, una demanda. El tercer momento, identificación de
características comunes, consiste en la construcción de las relaciones
de existencia entre los estados de los elementos. Al no haber relaciones
de causa-efecto, las relaciones de existencia permiten la presencia de la
contradicción, hacen evidente la diferencia y permiten la emergencia
de nuevas realidades, de nuevas demandas, de nuevos significados. En
otras palabras, esto permite el cuarto momento: el planteamiento de
los juicios contrafácticos y el surgimiento de mundos posibles.
60   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

“el almohadón de plumas”:


aplic ación del modelo
El modelo propuesto y su aplicación se ejemplifican en los si-
guientes apartes a través del análisis hecho al cuento “El almohadón de
plumas” (1996), de Horacio Quiroga. Elegí este texto por varias razones.
Uno de los temas recurrentes en la obra de Horacio Quiroga son los
dramas vividos por los habitantes de las zonas fronterizas. En muchas
de sus historias, se cuentan las peripecias de los personajes al enfrentar
el mundo desconocido localizado al otro lado. En estas narraciones,
se ilustran los errores y los actos fallidos producto de la ignorancia de
las personas al cruzar la frontera y enfrentar las exigencias del otro
mundo. En algunos casos la muerte se convierte en la única posibilidad
de desenlace derivado de los diferentes niveles de desconocimiento.
Este se da de muchas formas: hay desconocimiento del ambiente, del
lenguaje, de la perspectiva cultural, de los hábitos y, en general, de la
cosmología de los otros.
En el argumento del cuento “El almohadón de plumas”, Quiro-
ga representa esta situación a través de una pareja de recién casados,
Jordán y Alicia. En la historia se ilustran una serie de zonas limítrofes,
representadas en su lugar de vivienda, una mansión amplia y solitaria,
en los decorados de pisos y paredes, el comedor, la cama matrimonial y
sus elementos, las sabanas y la almohada. El argumento de la historia es
como sigue. Después de su matrimonio, Alicia llega a vivir a la mansión
de Jordán. Estando allí, la cotidianidad les revela el profundo amor de
uno por el otro, pero simultáneamente les deja ver la imposibilidad
de expresárselo, porque cada uno tiene una manera diferente de amar.
Jordán lo hace mediante el silencio y la presencia y Alicia, mediante la
ternura y el cariño. Después de unos meses, Alicia se enferma. Poco a
poco se va debilitando, su cuerpo va perdiendo fuerzas. En las noches
sufre de pesadillas, ve rostros informes y por las mañanas se despierta
sin fuerza. Durante el día, consigue recuperarse un poco, pero todo
vuelve a empezar cuando llega la noche y se va a dormir. Los médicos
no consiguen dar un diagnóstico certero, solo repiten lo que todos
ya saben y ven: Alicia sufre de una anemia severa. Al no conocer su
origen, no pueden recetarle nada. Jordán pasa las noches en vela. Su
impotencia se expresa en un constante ir y venir, en el golpeteo de
sus zapatos sobre el piso, interrumpido por momentos, cuando sus
pasos transitan sobre alguna de las grandes y solitarias alfombras de
2. Operacionalización y metodología 61

la mansión. Poco a poco, Alicia se va desvaneciendo. Ya no consigue


ponerse en pie y queda tendida en cama hasta el día de su fallecimiento.
El cuento tiene dos finales simultáneos. Uno de ellos se da cuan-
do la mucama está recogiendo los tendidos de la cama y al intentar
remover la funda nota la presencia de un bulto pesado y tibio dentro
de ella. Asustada le avisa a Jordán, quien lleva la almohada a la mesa
del comedor. Allí la desgarra con un cuchillo y descubre con horror la
presencia de un insecto gigante, algo parecido a una garrapata, repleto
de la sangre de Alicia. El otro final es escrito en un párrafo muy corto,
con un lenguaje científico: “Estos parásitos de las aves, diminutos en el
medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones
enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable
y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma” (Quiroga, 1996,
p. 97).
Ante el insecto repleto de la sangre de Alicia, la impotencia vivida
durante el transcurso del argumento se transforma en un profundo
deseo por devolver el tiempo y restituirle a Alicia su sangre, todavía
tibia dentro del animal. A la vez la impotencia reaparece, ahora con
respecto al pasado: la muerte se habría podido evitar con solo haber
removido la almohada, pero nadie lo hizo y ya no es posible hacerlo.
A partir de este descubrimiento, el insecto se convierte en un tercer
personaje, cuya participación en la historia es decisiva: aunque nadie
lo hubiera visto, siempre estuvo allí. A través de él, se configura el cruce
de la frontera, la implementación de un modo de vida en un contexto
o mundo ajeno. La costumbre de dormir con almohada permite la in-
troducción del insecto. El encuentro entre él y Alicia desemboca en la
muerte. Por el insecto también se crea la distancia insalvable entre la
pareja. Se constituye su destino, su gran drama y su gran contradicción:
ambos se aman, pero cada uno lo hace de forma diferente. Están jun-
tos y al tiempo separados. Su presencia es al mismo tiempo ausencia.
En el contexto de una pareja tradicional, como la planteada por el
autor, el rol del hombre y el de la mujer se encuentran delimitados. El
hombre se encarga de la vida pública y la mujer de la vida doméstica.
Desde esta perspectiva, a Alicia le correspondían todas aquellas labores
propias del cuidado del hogar, la supervisión del servicio doméstico
y la coordinación de sus labores. La remoción de la almohada era res-
ponsabilidad de Alicia, acción con la cual se habría desacomodado al
insecto y evitado la muerte. De ser así, la interpretación de la historia
62   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

se desplaza hacia otra dimensión, porque Alicia, al negarse a cumplir


con los deberes asignados a su rol, está señalando su inconformismo
ante la imposibilidad de vivir y realizar con su esposo el amor román-
tico deseado, tipo de amor que a su vez servía como justificación o
fundamento de sus tareas. Por lo tanto, al no ser este posible, ella no
podía actuar ni desenvolverse en medio de una serie de tareas sin fun-
damento. Dada esta situación, Alicia y Jordán construyen una imagen
o puesta en escena que hace evidente la individualidad insalvable de
cada uno: se aman pero no se pueden amar. Dicho de otro modo, se
abandona esa forma de amor en la que uno es la vida del otro, la ra-
zón de la existencia, para inaugurar una visión del amor fundada en
el reconocimiento de la distancia insalvable, de los destinos indivi-
dualizados. El último párrafo de la historia parece sustentar esta idea.
El lenguaje pseudocientífico con el que se explica la procedencia del
parásito y su comportamiento en el ambiente se construye a través de
relaciones de causa y efecto: “diminutos en el medio habitual llegan
a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes”. Su estruc-
tura se presenta con un valor axiomático y de regla universal. Al leer
el párrafo, por un instante, la muerte de Alicia pasa a un segundo
plano: parece ser superada por el valor universal, elevado, indiferente
y tranquilo. A través de él, como un eco, y también por un instante,
parece ser posible el amor entre la pareja, ese amor de entrega total y
universal, pero de inmediato la muerte de Alicia retorna para destruir
esa ilusión y hacer visible la distante cercanía o la cercanía distante de
los amantes. La muerte de Alicia retorna para mostrar el amor como
un destino cumplido de ambigüedad, solo posible en la presencia y
existencia de cada uno de ellos. Con base en la síntesis anterior se
puede llevar a cabo la representación y aplicación de la metodología
descrita en el apartado siguiente.

aplic ación del modelo


Para desarrollar la metodología propuesta se inicia por determinar
las trazas (variables) constitutivas y la identificación de las demandas
del sistema. Las primeras tres instancias descritas en las páginas ante-
riores del procedimiento se ilustran en una matriz (véase la tabla 2.3.).
El análisis continúa con la identificación de los estados de las tra-
zas (variables) con respecto a la demanda del sistema. En principio, la
demanda del sistema se puede plantear con la pregunta: ¿por qué no se
2. Operacionalización y metodología 63

TABLA 2.3. Primera sistematización del modelo

Nº Elemento (variable) Valor S1 S2

1 Amor Jordán Indiferente


Deferente
2 Enfermedad Jordán No
Alicia Sí
3 Casa Jordán Vacía
Alicia Vacía
4 Comodidad Jordán Incómodo
Alicia Incómodo
Parásito Cómodo
5 Plumas En la Con el parásito
almohada
En la Sin el parásito
almohada
6 Distancia Jordán Lejos
Alicia Cerca
Parásito Cerca
7 Vida Jordán Sí
Alicia No
Parásito Sí
8 Muerte Jordán No
Alicia Sí
Parásito No
9 Movimiento Jordán Sí
Alicia No
Parásito No
10 Quietud Jordán No
Alicia Sí
Parásito Sí
64   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

salvó Alicia? La pregunta no es cómo murió Alicia, porque, planteada


de esta manera, simplemente se haría un recorrido lineal en la lógica
formal, partiendo desde la presencia del insecto, su acción sobre el
cuerpo de Alicia y la causa de la muerte. En cambio, la pregunta ¿por
qué no se salvó Alicia? obliga a buscar los elementos presentes y su
confluencia, a partir de los cuales se construyó la imagen de destino.
De acuerdo con la demanda, los estados dados simultáneamente se
pueden representar de la siguiente forma:
Si x(7) = Jordán necesario x(7)S = S1

Si x(7)S = S1 necesario x(4)S = S1

Si x(7)S = S1 necesario x(6)S = S1

Si x(7)S = S1 necesario x(9)S = S1

Si x(7)S = S1 necesario x(10) = S2

Si x(4)S = S1 y x(6) = S1 y x(9)S = S1 y x(10) = S2

Necesario x(1)S = S1

Si x(7) = Alicia necesario x(7)S = S2

Si x(7)S = S2 necesario x(4) = S2

Si x(7)S = S2 necesario x(6) = S2

Si x(7)S = S2 necesario x(9) = S2

Si x(7)S = S2 necesario x(10) = S1

X(4)S = S2 y x(6) = S2 y x(9) = S2 y x(10) = S1

Necesario x(1)S = S2

Si x(1)S = S1 y x(9)S = S1 posible (necesario) x(7)

Si x(1)S = S2 y x(9)S = S2 posible (necesario) x(8)

En el desarrollo de la representación anterior, se señala la diferencia


entre los dos personajes de la historia, a partir de los mismos elementos
o espacios de la narración, variables y estados, los estados precedidos
por la letra S. La palabra necesario indica la presencia simultánea de
los estados del resto de las variables o los elementos a partir de los
2. Operacionalización y metodología 65

personajes. Estas trazas se toman como elementos presentes. Hacia


la parte baja de la representación, aparece la palabra posibilidad. Esta
se entiende como el evento dado a partir de los dos personajes y el
encuentro del resto de las trazas (variables). Es una posibilidad porque
es uno de los acontecimientos o vías de la historia. En la representación
anterior, la posibilidad surge de las trazas (variables) uno y nueve, en
estado uno, dando la posibilidad de la traza x(7) (vida en el camino
de Jordán) y dando la posibilidad x(8), en el caso de Alicia. Esta
representación guiada a partir de la lógica modal se vuelve susceptible
de ser representada en un autómata celular. La representación en este
dispositivo computacional, además de lo dicho en apartados anteriores,
es coherente con la perspectiva histórica propuesta, porque tiene la
capacidad para acoger la contradicción y permite pensar en la memoria
viva como un órgano vivo y mostrarla en un espacio de representación
concreto.
La representación descrita en los apartes anteriores se llevó a cabo
siguiendo los cinco momentos descritos y en el marco de la lógica
modal. Estos pasos son: 1) determinación de las variables necesarias,
2) determinación de la demanda del sistema, 3) determinación de los
estados, 4) determinación de las relaciones de los elementos (variables)
y 5) determinación de las posibilidades del sistema.
El primero y el tercero se encuentran contenidos en la matriz. El
segundo surge a partir de la pregunta ¿por qué no se salvó Alicia? El
cuarto y el quinto se encuentran en la representación construida en la
parte anterior. La representación en el autómata celular se lleva a cabo
con base en estas últimas. Esta representación tiene dos momentos. En
el primero, de acuerdo con los personajes considerados, se determinan
los componentes de necesidad y existencia para cada uno como sigue:
Dado x(n) necesario x(n)S = estado

Luego vienen las consideraciones sobre los elementos (variables)


propios de la cláusula inicial y el planteamiento de su necesidad de
existencia expresado así:
Dado x(n)S = estado necesario x(t)S = estado

Con este tipo de cláusula, se expresan las relaciones entre la traza


(variable) y el conjunto de las trazas (variables) necesarias y existentes
para la demanda del sistema. Por último, se expresan la condición de
66   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

necesidad y la existencia de las trazas numeradas con respecto a otras


de las trazas. Esto se puede hacer de la siguiente manera:
Dado x(t)S y x(r)S y x(f)S y … n

Necesario o existente x(p)S

Este procedimiento se realiza para cada uno de los elementos-


personajes considerados en la interpretación de la historia narrada. A
través de él, se hace plausible la distancia insalvable así como su iden-
tidad, al compartir exactamente los mismos elementos, en el mismo
horizonte del secreto planteado por Ariès. En la última parte, la corres-
pondiente a la posibilidad, de acuerdo con la demanda del sistema, se
toman las trazas (variables) del último procedimiento para cada uno
de los personajes y se expresan en los términos de su posibilidad según
una de las trazas (variables) del sistema. Esta representación se puede
esquematizar como sigue: x(p)S en uno de los personajes conlleva la
posibilidad de x(c). Esto se realiza para cada uno de los personajes. En
el ejemplo de “El almohadón de plumas”, la traza (variable) uno, amor,
da la posibilidad de la traza (variable) nueve, vida, en el caso de Jordán
y en el caso de Alicia, el mismo elemento (variable) en estado dos de
la posibilidad da la muerte. Con base en la representación anterior,
se puede llevar a cabo la representación en el autómata. Partiendo de
la idea de la existencia, la rejilla se toma como el lugar donde se hace
posible la existencia de las trazas (variables). También se entiende
como el medio o el lugar donde interactuarán los elementos una vez
hayan existido. Para la construcción de los procesos de interacción
entre los elementos, se parte de las relaciones expresadas a partir de
los personajes así:
Dado x(7) = Jordán necesario x(7)S = S

Dado x(7)S = S1 necesario x(4)S = 1 (1)

Dado x(7)S = S1 necesario x(5)S = 1 (2)

Dado x(7)S = S1 necesario x(6)S = 1 (3)

Las relaciones generadas son las correspondientes a los numerales


1, 2 y 3 de la lista. Estas se toman como el espacio y el cuerpo donde
reside la historia. Su existencia se deriva de las relaciones entre ellas y
2. Operacionalización y metodología 67

del medio (rejilla del autómata). Partiendo de la existencia de una o


más de ellas, el procedimiento se hace de la siguiente forma. Las trazas
(variables) son C, entendida como comodidad en estado uno. Signi-
fica ‘estar cómodo’. AM correspondiente a la traza (variable) amor en
estado dos, entendido como amor indiferente. La traza (variable) M,
correspondiente a la variable movilidad en estado tres, indica la acción
positiva de estar en movimiento. Entre ellas se generan los patrones de
relación, que se escriben de la siguiente manera en la tabla 2.4.

TABLA 2.4. Sistematización de las variables para el autómata

V S M AM C
M 1 C AM
AM 2 C M
C 3 AM M

De acuerdo con la matriz, la norma se genera de afuera hacia


adentro, para quedar de la siguiente forma:
Dado V/0 y existiendo AM/2 y C/3 genere M/1 (1)

Dado V/0 y existiendo C/3 y M/1 genere AM/2 (2)

Dado V/0 y existiendo AM/2 y M/1 genere C (3)

Entonces, entre las tres trazas se genera un proceso de intercam-


bio de información. Entre la traza 1 y las restantes, el intercambio de
información se refiere a un proceso de adaptación o acoplamiento, a
partir del cual se produce la forma del cuerpo generada en la interacción
de las trazas existentes. En este mismo sentido, las trazas existentes se
toman como un organismo en un nivel relativo de autonomía y en
permanente intercambio con el exterior. De esta manera, el cuerpo —
órgano histórico— (las tres trazas en su interacción) se encuentran en
un permanente intercambio entre el adentro y el afuera, intercambio
por medio del cual se constituye el límite. En el autómata, siguiendo
las normas, se observa lo siguiente. Partiendo de la condición inicial
AM/2 y C/3, el cuerpo generado fue el observado en las figuras 2.6 y 2.7.
Ahora, el cambio en las disposiciones iniciales de los elementos
también produce transformaciones en la forma del cuerpo y en su
68   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

i­ ntercambio con el exterior. Como se ve en la figura, de la misma forma


se podrían generar elementos o barreras al interior de la cuadrícula,
para observar el desarrollo o comportamiento del cuerpo figurativo.
Estas barreras se presentan en las figuras 2.8, 2.9 y 2.10.
El cuerpo logró envolver y superar las cuatro barreras y demostrar
así (figurativamente) su proceso de “adaptación”. De la imagen y del
comportamiento de las trazas (variables) del cuerpo figurativo con
respecto a los obstáculos dispuestos en el espacio del autómata (rejilla)
es posible afirmar que el intercambio con el exterior es exitoso. Este
éxito se puede equiparar o es similar al derivado de la toma del yajé
descrito por Michael Taussig. En la figura, cada una de las trazas (varia-
bles) se presenta como un montaje. El espacio del autómata se puede
tomar como el marco de la pintura barroca y como la capacidad de
superar los obstáculos con la adquisición de la astucia para identificar
la envidia o las cosas que puedan afectarlo. Tomando este camino de
interpretación, se hace mucho más plausible la dimensión o alcance
de la memoria viva. A través de ella y de las acciones que la componen,
los individuos consiguen dar trámite a su dolor, denunciar la impuni-
dad en la cual se mantienen los crímenes sufridos por sus familiares y
sobre todo desplegar nuevos sentidos para enfrentar sus condiciones
de vida. Con la representación en los autómatas, el énfasis se traslada
de la palabra memoria a la palabra viva. En este punto, ya no se trata
de valores superiores de la historia, de la humanidad; se trata de ac-
tuar por la propia vida, sin dejar de reconocer el carácter histórico de
la existencia. Ya no hay que superar la contradicción manifiesta en la
impunidad, a través de la supuesta resolución que implica el castigo
impuesto a los culpables de los hechos criminales; se trata de poder
vivir en un mundo contradictorio. Además, la idea de una memoria
viva también se transforma, porque en principio esta se asociaba a los
diferentes actos per/formativos de las personas, a sus puestas en escena,
como la de la mujer con las fotos de su familiar muerto o las marchas
y las obras de teatro, entre muchas otras. Ahora la memoria viva se
toma en el sentido estricto de la vida como un proceso continuo de
intercambio entre individuos relativamente autónomos.
Luego de llevar a cabo la constitución del cuerpo basado en las
clausulas listadas y de convertirse estas en el cuerpo figurativo y en el
espacio orgánico de narración, viene la constitución de los personajes.
Si se sigue la interpretación del texto con respecto a la demanda del
FIGURA 2.6. Estado inicial

Cuerpo
FIGURA 2.7.
generado a partir
del estado inicial

FIGURA 2.8. Lugares


de oposición dentro
del autómata

FIGURA 2.9. Puntos


iniciales de las trazas
dentro de las barras

[6 9]
7 0   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

FIGURA 2.10. Cuerpo


figurativo envolvente

sistema y a la forma de representación en la segunda parte análisis de


posibilidad, se tiene que
Dado x(1)S = S1 y x(9)S = S1 posibilidad x(7)

Dado x(1)S = S2 y x(9)S = S2 posibilidad x(8)

El primer caso tiene que ver con la vida y el segundo, con la


muerte. En este sentido, el primero corresponde a Jordán y el segun-
do, a Alicia. Si se toman en cuenta los estados de las trazas (variables),
ellas influyen en la existencia de los dos personajes. Para el análisis,
tomando el camino de Jordán, se puede elaborar el siguiente parámetro
de transferencia:
Dado V/0 y si existe C/3 y AM/2 y M/1 se genera J/4

Si se parte de estos estados propios de las trazas del cuerpo figurativo,


tiene lugar la existencia de Jordán. Para la existencia de Alicia, sería
necesario el cambio de los estados de las trazas del cuerpo figurativo.
Ahora, en esta misma vía, la existencia de Jordán trae consigo la exis-
tencia de Alicia. Este parámetro de trasferencia se puede escribir de la
siguiente forma:
Dado V/0 y si existe J/4 se genera AL/5

Simultáneamente, la existencia de Alicia genera o deriva en au-


sencia, en muerte. Entonces, el parámetro de transferencia sería como
sigue:
Dado V/0 y si existe AL/5 se genera V/0
2. Operacionalización y metodología 71

Al agregar los parámetros de transferencia expuestos, el autómata


se transforma como se observa en las figuras 2.11 y 2.12.
Planteado de esta manera, sigue siendo un cuerpo figurativo muy
envolvente, dependiendo de la forma como se configuren las relaciones
de existencia. En el apartado siguiente, se presenta la aplicación diseña-
da para llevar a cabo la representación de la metodología. Las imágenes
presentadas en la parte anterior fueron creadas en esta aplicación.

descripción de la aplic ación


Se diseñó la aplicación La historia como cuerpo figurativo con el
propósito de representar las diferentes manifestaciones de la memoria
viva construidas en este proyecto. La aplicación no se concibió como
una herramienta para el procesamiento de información; por el con-
trario, se tomó como un lenguaje que hizo posible la representación
de la contradicción. Según los planteamientos teóricos del proyecto,
en la aplicación se programó un autómata celular bidimensional. Su
diseño se hizo de acuerdo con los requerimientos de representación
propios de esta investigación.
La descripción y el análisis de la aplicación se desarrollará en tres
dimensiones: 1) funcionalidad, 2) relación entre la programación y las
metáforas y 3) teoría de autómatas celulares. En este capítulo, se hará
énfasis en las dimensiones uno y dos y muy poco en la tercera porque
ya ha sido tratada en apartes anteriores.

Funcionalidad de la aplicación
La aplicación se compone de dos módulos. El primero diseña las
normas o parámetros del autómata y el segundo ejecuta el autómata
de acuerdo con las normas.

Diseño de las normas


El primer módulo se inicia con la siguiente pantalla. En esta
existen dos opciones de creación. La primera basada en el análisis de
saturación y la segunda basada en la localización de las células aledañas
(véase la figura 2.13.).
Al elegir la creación de normas por saturación, la aplicación pasa
a la pantalla de la figura 2.14.
En el cuadro inferior de la pantalla, se encuentra el lugar donde
se lleva a cabo el diseño de la norma discriminado en cuatro ítems.
FIGURA 2.11. Imagen
de Jordán y Alicia

FIGURA 2.12. Imagen


de Jordán, Alicia
y obstáculos

FIGURA 2.13.
Selección de
tipo de normas

FIGURA 2.14.
Normas por
saturación

[72]
2. Operacionalización y metodología 73

El primero hace referencia al estado inicial de la celda. Este se plantea


a partir de un valor numérico y de un nombre dado por una letra. El
segundo ítem hace referencia al análisis del valor obtenido a partir de
la operación matemática de las casillas o células adyacentes. El tercer
ítem señala el nuevo estado y el nombre de la casilla en caso de darse
la condición del segundo ítem. Este procedimiento se ilustra en la
figura 2.15.
En esta figura, el parámetro señala lo siguiente: en el primer ítem,
se indica el nombre y el estado inicial de la celda. El nombre es A y
el estado es 9, representado por el color azul. En el segundo ítem, se
indica el rango de los valores posibles de las células aledañas: en el
ejemplo, es menor que 5. En el tercer ítem, se indica el nuevo nombre y
el nuevo estado de la célula, en caso de ser verdadero el ítem dos. Una
vez se ha diseñado la norma o el parámetro, se guarda en la memoria
presionando el botón Crear norma. El listado de las normas creadas se
puede consultar al presionar el botón Ver normas, ubicado en parte
inferior derecha de la pantalla. Esta acción se ilustra en la figura 2.16.
Como se puede observar en esta figura, en el recuadro titulado
Lista de normas, en la parte inferior, aparece la norma creada en los
apartados anteriores con la forma (9 < 56AB) y se lee: si el estado de
la celda es 9 y su nombre es A y la suma de las células adyacentes es
menor que 5, el nuevo estado de la célula es 6 y el nombre es B.
Siguiendo el procedimiento anterior, se crean las normas basadas
en la saturación. Si la elección es la creación de normas por localización,
la opción 2, la aplicación pasa a la pantalla de las figuras 2.17. y 2.18.
La pantalla de creación de normas por localización también está
compuesta por cuatro ítems. El primero tiene un cuadro de tres ele-
mentos: el primero, de elección, con el título En cualquier sentido de
aparición; el segundo, con el título Si (la variable es:); y el tercero, que
es un recuadro de selección de lista, con el título Si (el estado es:). En
los dos últimos, se indica el nombre y el estado de la celda o célula
inicial. El cuadro de elección, en color verde, se relaciona con el se-
gundo ítem. Con él se indica la forma como van a ser consideradas
las células adyacentes con respecto a la disposición alrededor de la
célula analizada. Si el recuadro se encuentra marcado, significa que
no importa el orden de aparición de las células adyacentes, solo será
comprobada su existencia. Si, por el contrario, el cuadro de opción
no está chequeado, significa que la aplicación tendrá en cuenta el
FIGURA 2.15. Diseño
de normas por
saturación

FIGURA 2.16.
Listado de normas

FIGURA 2.17. Pantalla


de creación de normas
por localización

FIGURA 2.18. Diseño


de normas por
localización

[74 ]
2. Operacionalización y metodología 75

orden dispuesto en el ítem dos, esperará encontrarlo idéntico para el


­desarrollo de cualquier procedimiento. En el caso de la figura anterior,
al estar chequeado el recuadro verde, no importa el orden de aparición
de las células adyacentes M3, J5 y T7. Estas pueden estar en cualquier
posición y en cualquier orden. Si, por el contrario, el recuadro no está
marcado, la aplicación del nuevo estado dependerá de la aparición
de las células adyacentes en el mismo orden indicado por la norma.
En el segundo ítem, al lado del título Y (la posición de las células es:)
aparece una figura compuesta por nueve recuadros, dispuestos en tres
filas y tres columnas, ocho de ellos localizados alrededor del perímetro
y un noveno en la parte central. Este último elemento representa la
célula en análisis. Su nombre y estado se determina en el ítem uno.
Las ocho celdas ubicadas en el perímetro tienen tres elementos. El
primero de ellos es un cuadro de texto, en el que se escribe el nombre
de la célula. El segundo corresponde al estado representado por un
número del 0 al 15 y el último, un cuadro de color, al estado indicado
en números (véase la figura 2.19.).
Para el diseño de la norma, se debe escribir en cada una de las cel-
das localizadas en el perímetro el nombre y el estado correspondiente.
Si no importa el orden de aparición, se puede escribir en cualquiera
de ellas. Si, por el contrario, se está teniendo en cuenta el orden, debe
escribirse en la celda correspondiente el nombre y estado de la célu-
la. De cumplirse los requerimientos del ítem dos, en el ítem número
tres de la norma se escribe el nuevo nombre y estado de la célula. En
el caso del ejemplo ilustrado, el nuevo nombre sería H y el estado 8
(véase la figura 2.20.).
Siguiendo el procedimiento descrito, se crean las normas con base
en la localización. Para guardar la norma creada en la memoria, se
debe presionar el botón con el título Crear norma. Para ambos tipos de
normas (saturación o localización), el cuarto ítem corresponde a una
pequeña descripción. Esta sirve como guía al momento de desarrollar
cualquier tipo de análisis.

Ejecución del autómata según las normas


La aplicación presenta la pantalla de la figura 2.21. para la ejecu-
ción del autómata. Como se puede observar en esta figura, la pantalla
está compuesta por tres recuadros. El primero de ellos, localizado en la
parte superior izquierda, corresponde a la selección de las normas con
Recuadro de nueve elementos.
Se representa una célula central
y sus células aledañas. La célula
central, de color verde, es la
que está siendo considerada
por la norma o parámetro.

Cuadro de texto La representación de las


células adyacentes se compone
Valor del estado de tres elementos.
Cuadro de color
correspondiente al estado FIGURA 2.19.
Análisis de células
adyacentes

FIGURA 2.20. Asignación


de variables

FIGURA 2.21.
Ejecución del
autómata

FIGURA 2.22. Selección de normas

[76]
2. Operacionalización y metodología 77

las cuales va a trabajar el sistema. El segundo recuadro, ubicado en la


parte inferior izquierda de la pantalla, cumple la función de elegir las
células iniciales para ejecutar el sistema. Por último, se encuentra el
tercer recuadro, ubicado de la mitad de la pantalla, a la derecha, que
corresponde a la rejilla del autómata.
Para llevar a cabo el proceso de ejecución del sistema, lo primero
que se debe hacer es seleccionar las normas o los parámetros del recua-
dro uno. Para esto, se debe poner el puntero del ratón sobre uno de los
elementos de la lista con el título Normas y hacer clic. De inmediato,
la norma seleccionada aparece en la tercera lista bajo el título Normas
seleccionadas. Esta operación se debe repetir el número de veces nece-
sarias (véase la figura 2.22.).
Después de seleccionar las normas, en el segundo recuadro, se
seleccionan y se ubican las células de inicio en el recuadro dos y en
la rejilla del autómata. Para llevar a cabo esta operación, se escribe el
nombre de la variable en el cuadro de texto y se selecciona el estado.
Esta operación se ilustra en la figura 2.23.
De acuerdo con la figura anterior, el nombre de la célula seleccio-
nada fue O y su estado era 1, representado con el color azul oscuro. Una
vez seleccionadas las características de una célula, esta se ubica en la
rejilla. Para ello, se lleva el puntero del ratón a la rejilla y, con un clic,
se le da a una de las celdas los valores determinados. En el espacio de la
rejilla, se pueden disponer las células que se consideren necesarias. Para
iniciar la ejecución del sistema, se presiona el botón con el título Ejecutar
normas. En ese momento, la aplicación implementa todas las normas
seleccionadas. Los resultados son como se ilustran en la figura 2.24.
Después de ejecutar el sistema, para analizar el comportamiento de
uno de los elementos, se puede utilizar el filtro. Para ello, se selecciona
el elemento en el recuadro número dos y se presiona el botón Filtro. Al
interior del autómata, desaparecen las celdas no correspondientes a la
célula elegida. Los resultados son como se muestran en la figura 2.25.

Procedimientos de programación, metáforas


y algunas reflexiones sobre la forma
Si bien existe un conjunto muy amplio de lenguajes de
­programación mucho más especializado y con mayores alcances
tecnológicos que el Visual Basic 6 (lenguaje en el cual fue desarro-
llada la aplicación presentada), se eligió desarrollar la aplicación
FIGURA 2.23. Selección
de la célula

FIGURA 2.24. Ejemplo


del comportamiento
del sistema

Para observar el comportamiento de una célula durante la ejecución


del sistema, se filtran las células de nombre O en estado 1.

El resultado obtenido fue el siguiente:

FIGURA 2.25. Comportamiento


del sistema

[78]
2. Operacionalización y metodología 79

en este lenguaje por dos razones. Primero, como programador no


­profesional, tengo un nivel de conocimiento básico de este lengua-
je y de sus herramientas, conocimiento con el cual puedo resolver
problemas con un nivel alto de complejidad. Segundo, el uso de
un dispositivo computacional como los autómatas celulares para la
representación de las diferentes manifestaciones de la memoria viva
identificadas durante el trabajo de campo en Suba-Rincón no solo
obedece a la similitud entre la dinámica de la memoria y el dispo-
sitivo computacional; también tiene que ver con la similitud entre
los lenguajes de programación, el funcionamiento de la máquina
desprendido de ellos y la dinámica de las acciones per/formativas
de la memoria. En otras palabras, los lenguajes de programación
representan los procesos mediante acciones per/formativas basadas
en la confluencia de trazas-montajes, comprobaciones de existencia,
identificación de similitudes y procesos de transferencia. En esta
misma vía de análisis, los lenguajes de programación funcionan si-
guiendo los principios de la metáfora expresados por Ernesto Grassi
en el libro El poder de la fantasía (2006) y no bajo los principios de
la lógica formal y la linealidad encarnados en ella. Este argumento
permite mostrar una dimensión diferente del uso de dispositivos
computacionales a quienes ven en estas herramientas una pérdida
o reducción de la riqueza humana. Al estar tan fuertemente empa-
rentados con la metáfora y con su dinámica, con los lenguajes de
programación se estaría en una dimensión muy humana, en el lado
de la invención y la emergencia de nuevos y diferentes sentidos. Lo
anterior se puede demostrar a través de una breve explicación sobre
el funcionamiento de la aplicación La historia como cuerpo figurativo,
cuyo funcionamiento fue descrito en el primer apartado.
El código fuente de la aplicación empieza con las siguientes cláu-
sulas:
Dim A(50, 50) As Integer, Dim A2(50, 50) As String, Dim Bf(50, 50) As Integer,
Dim Bf2(50, 50) As String

La palabra Dim, propia del lenguaje de programación, sirve para


definir las variables que serán usadas: A, A2, Bf, Bf2. Los dos números
entre paréntesis, separados por comas, indican que se trata de una
variable de arreglo o matriz, es decir, que se está definiendo un conjunto
de variables o espacios de memoria dispuestos en forma de cuadrado
80   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

con una dimensión de 50 x 50, para un total de 2500, agrupadas bajo


el nombre especificado. La expresión AS, seguida de las palabras String o
Integer, indica el tipo de variable. En las del primer tipo, solo se permite
alojar texto y en los siguientes números enteros.
Como se puede observar, en el código fuente se definieron cuatro
variables con dimensiones idénticas, dos de ellas para contener carac-
teres y las otras dos para números. A partir de estas cuatro variables,
se desarrolla el funcionamiento de la aplicación. Este se lleva a cabo
a través de una serie de juegos de transferencia dwe la información
contenida en cada una de ellas. Es posible gracias a la similitud pero
no a la identidad. En la aplicación, se definen dos instancias. En cada
una se encuentra una matriz para alojar caracteres y otra para alojar
números. En la primera, se guardan los nombres de las células, casillas
o trazas. En el segundo, el número correspondiente al estado (véase
la tabla 2.5.).

TABLA 2.5. Análisis de instancias

Instancia 1 Instancia 2

Matriz A Matriz A2 Matriz Bf Matriz Bf2


Integer String Integer String
Se alojan los estados Se alojan los nombres Se alojan los estados Se alojan los nombres

Durante el funcionamiento de la aplicación, se producen dos


procesos de transferencia: el primero va de la instancia uno a la dos y
el segundo, en sentido contrario, de la dos a la uno. El primer proceso
de transferencia está mediado por las normas diseñadas. La aplica-
ción parte de las posiciones A(1,1) y A2(1,1) y llega hasta A(49,49) y
A2(49,49). En cada movimiento, se analizan las ocho casillas, células o
trazas localizadas alrededor de la casilla, célula o traza en estudio. Así,
si la traza en estudio es la A(20,19) y la A2(20,19), las células alrededor
se determinan en la tabla 2.6.
Los valores obtenidos en cada una de las casillas, trazas o células
localizadas alrededor de la casilla analizada se transfieren a otra va-
riable de matriz definida como valores (2,8). Transferir es darle a una
variable el mismo contenido de otra; esto no implica necesariamente
la pérdida del contenido de la variable inicial. Luego, con base en los
contenidos de la matriz valores, se lleva a cabo el análisis de las normas
2. Operacionalización y metodología 81

TABLA 2.6. Valores de las matrices

I = 20 I = 20 Los valores se trasmiten a la variable.


J = 19 J = 19

1) A(I –1, J – 1) 1) A2(I – 1, J – 1) Matriz Valores(2,8)


2) A(I – 1, J) 2) A2(I – 1, J)
3) A(I – 1, J + 1) 3) A2(I – 1, J + 1)
4) A(I, J – 1) 4) A2(I, J – 1)
A 1 2 3 4 5 6 7 8
5) A(I, J + 1) 5) A2(I, J + 1)
6) A(I + 1, J – 1) 6) A2(I + 1, J – 1)
7) A(I + 1, J) 7) A2(I + 1, J) A2 1 2 3 4 5 6 7 8
8) A(I + 1, J + 1) 8) A2(I + 1, J + 1)

o parámetros. Para este procedimiento, se comparan los contenidos de


la matriz Valores con la casilla de análisis. En el ejemplo, se trata de la
casilla, célula o traza A(20, 19). Si se trata de una norma o parámetro
numérico, la aplicación toma la norma y, de acuerdo con su especifi-
cación, lleva a cabo la operación (véase la figura 2.26.).
Lo mismo sucede si se trata de una norma por localización, en
cualquiera de sus dos versiones (véase la figura 2.27.).
Este es un procedimiento para cada una de las normas o pará-
metros diseñados. Como el autómata celular es un procedimiento
discreto, es decir, no trabaja linealmente, los contenidos no se pueden
cambiar de forma inmediata, porque la siguiente casilla, célula o traza,
la ubicada en la dirección A(20, 20), se analizaría con el nuevo valor
de la casilla A(20,19). Esto transformaría el proceso de discreto a lineal.
Por esta razón, se lleva a cabo la transferencia del contenido de cada
una de las casilla a las variables Bf() y Bf2(). Si fue posible la aplicación
de la norma, se transfiere el nuevo estado y nombre, si no fue posible
la aplicación de la norma, se transfiere el contenido preexistente. La
transferencia se realiza exactamente a la misma localización de la
A(20,19): se transfiere a la Bf(20,19). Lo mismo ocurre para la A2(20,19)
y la Bf2(20,19). Este es el paso de la instancia uno a la dos.
Una vez se ha hecho el recorrido de las 2500 casillas-células-trazas,
se pasa de la instancia dos a la uno; esto se hace transfiriendo todos
los contenidos de las variables Bf() y Bf2 a las variables A() y A2(). Con
este último procedimiento, el sistema puede empezar de nuevo. Por
otra parte, los contenidos de las variables A() y A2() se transfieren a la
matriz gráfica de la pantalla, que presenta de forma simultánea ambas
variables, con las mismas dimensiones (véase la figura 2.28.).
82   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

El desarrollo de la aplicación y su funcionalidad se basan en una


serie de similitudes construidas y expresadas a través de las variables
matrices. La variable A() es similar a la variable Bf(). No son idénticas,
porque si lo fueran, no sería posible ningún procedimiento, pero sí
son similares, es decir, en algo se parecen y en algo se diferencian. Se
parecen en sus dimensiones (50,50) y en el tipo de datos: ambas alojan
datos enteros. Se diferencian en el nombre. Lo mismo pasa con la ma-
triz gráfica. Las diferencias permiten hacer las transferencias, así como
la aplicación de las normas. Independiente del tipo de parámetro, la
norma trabaja con base en la identificación de similitudes. Lo anterior
es claro cuando las normas numéricas se diseñan con los operadores
(>, <, > =, < =) y cuando en las normas por localización se trabaja sin
orden. Visto de esta forma, se trata de encontrar algún parecido y, a
partir de él, actuar y adquirir un nuevo estado y un nuevo nombre.
En el caso de la utilización del = y de la exigencia de una localización
idéntica a la expresada por la norma, en el segundo tipo, estas se pue-
den tomar o se pueden leer como el punto de partida de la similitud,
en este caso como una similitud idéntica. El punto de partida se toma
también como la identificación de una característica o la delimitación
de la similitud con la cual se indica la necesidad de un parecido pero
no su única condición. En la misma vía de análisis, los parámetros se
encargan de verificar la existencia de la similitud con la cual se admite
la diferencia.
Con los planteamientos anteriores, el procedimiento de programa-
ción y el funcionamiento de la aplicación tienen una dinámica similar
a la de la metáfora, porque, a través de la identificación de similitudes,
se abren nuevos mundos y nuevas posibilidades, que, en el caso del
autómata, se expresan en la pantalla. Además, la emergencia de estos
nuevos mundos o posibilidades no obedece, como el mismo diseño
del autómata, a principios de razón, sino, como ya se ha dicho, a la
verificación de la existencia a través de las similitudes. En el mismo
sentido, quien construye los parámetros o dispone en la casilla del
autómata una célula con su estado y nombre está llevando a cabo una
acción performativa, una puesta en escena. Para él o ella, los parámetros
funcionan como la herramienta con la cual se hace posible la puesta
en escena, con la cual se hace el montaje. Cada casilla, célula o traza
es un elemento, objeto o indumentaria de la e­ scenografía. La rejilla
del autómata es el escenario, el texto, el cuadro donde se lleva a cabo.
De acuerdo con la norma
expuesta en la figura, la
aplicación comprueba que la
casilla A(20,19) tenga el valor de
3 y que la casilla A2(20,19) tenga
el nombre A. Si hay coincidencia,
toma los contenidos de la
variable Valores ubicados desde
Valores(1,1) hasta Valores(1,8)
y los suma. En caso de que el
resultado obtenido sea mayor
o igual a 5, la casilla A(20,19)
toma un contenido de 7,
correspondiente al estado, y la
A2(20,19) toma un contenido de
FIGURA 2.26. C, correspondiente al nombre.
Parámetros

De acuerdo con la norma


expuesta en la figura, la
aplicación comprueba que
la casilla A(20,19) tenga el
valor de 3 y que la casilla
A2(20,19) tenga el nombre
A. Si hay coincidencia,
toma los contenidos de la
variable Valores ubicados
desde Valores(2,1) hasta
Valores(2,8) y comprueba
si existen. Siguiendo el
parámetro, en caso de que se
encuentren presentes o que
existan, la casilla A(20,19)
toma un contenido de 5,
correspondiente al estado, y la
FIGURA 2.27. A2(20,19) toma un contenido de
Impresión F, correspondiente al nombre.
en pantalla

Matriz gráfica de las


mismas dimensiones de las
variables A(), A2(), Bf() y
Bf2(). En la matriz gráfica, se
presenta simultáneamente
las variables de nombre
y las variables de estado.
La matriz gráfica también
sirve como mecanismo para
la introducción de datos,
como se ilustra en la parte
de manejo de la aplicación.
FIGURA 2.28.
Impresión
en pantalla

[83 ]
84   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Por las similitudes entre la memoria viva, la lógica de programa-


ción y los autómatas, se hace posible transferir de uno a otro, esperando
que de allí emerjan otras posibilidades de apropiación e interpretación
de la historia así como una forma diferente de entender y analizar los
procesos de inserción a la ciudad de quienes han sido desplazados por
la violencia o han tenido que dejar sus lugares de origen en la búsqueda
de trabajo para mejorar su vida y la de sus familiares.
En los capítulos 3 y 4 se presenta la aplicación del modelo di-
señado en este capítulo para el análisis de las manifestaciones de la
memoria viva de las personas que participaron en el proyecto. En el
apartado siguiente, se presenta la metodología que fue usada durante
el trabajo de campo.

metodología
La metodología utilizada para la investigación se desarrolló en las
siguientes etapas: ingreso a la comunidad, trabajo de campo, análisis
de datos y escritura del documento.
Para ingresar a la comunidad, se contactó a las directivas y orien-
tadoras de dos colegios del sector, el Virginia Gutiérrez de Pineda y
el Gerardo Paredes. A estos colegios se les presentó el proyecto y se
les solicitó su colaboración. Después de haber obtenido el aval de las
instituciones para iniciar el trabajo, hubo una serie de reuniones con
las orientadoras de los colegios. El propósito de estos encuentros fue
profundizar en los objetivos y pertinencia del proyecto y recibir sus
recomendaciones. Por ser las orientadoras las encargadas de apoyar a
los estudiantes con dificultades académicas, disciplinares o sociales
y de trabajar directamente con sus padres, sus comentarios fueron
de mucha ayuda. A partir de estos encuentros, decidí llevar a cabo la
investigación en el colegio Gerardo Paredes por dos razones: primero,
porque la formación profesional, el tiempo de trabajo y la experien-
cia institucional en proyectos de este tipo permitían el desarrollo de
un trabajo en equipo y el abordaje de las problemáticas desde una
perspectiva social; además, contar con el apoyo y la confianza de las
orientadoras era muy importante para el acercamiento a las personas.
Entre los habitantes del barrio, hay una percepción de inseguridad
asociada a una gran desconfianza, situación que los previene de hablar
con personas extrañas cuyo propósito sea indagar sobre sus vidas. La
segunda razón tuvo que ver con el tiempo y los días designados para
2. Operacionalización y metodología 85

visitar el barrio; el horario de trabajo del autor se adecuaba mejor a la


disponibilidad de las profesionales.
El trabajo de campo se desarrolló durante seis meses, con visitas
al barrio de dos a tres días por semana. Durante este lapso, se hicieron
observaciones abiertas, al caminar por las calles a diferentes horas del
día y en las primeras de la noche en los alimentadores de Transmilenio.
Los buses de este sistema de transporte hacen un recorrido circular,
durante media o una hora. También se recorrieron los negocios del
barrio cuanto fue posible (e. g., panaderías, tiendas y cafés internet).
Estas observaciones fueron registradas en el diario de campo y en un
diario personal. A través de este ejercicio, se llegó a una idea general del
barrio y de su dinámica. Estas observaciones fueron de mucha utilidad
al momento de las reuniones con las personas, porque se logró entender
muchos de sus referentes. Al mismo tiempo, se hicieron las entrevistas
a profundidad. Con la ayuda de las orientadoras, se seleccionaron vein-
ticuatro personas de diferentes edades, los más jóvenes estudiantes del
colegio y los mayores padres de familia de los estudiantes; solo dos de
ellos no provenían de fuera de Bogotá. Las doce personas presentadas
en este documento fueron elegidas por la época de llegada a la ciudad,
correspondiente a diferentes momentos de la violencia en Colombia
(años ochenta, noventa y la primera década del nuevo siglo).
De acuerdo con los planteamientos del proyecto, las entrevistas
no fueron concebidas como una forma de indagar sobre la historia de
vida de las personas, con el objetivo de determinar una serie de su-
cesos y sus relaciones de causa y efecto; por el contrario, el deseo era
propiciar un encuentro en el que fuera posible para ellos manifestar
las estrategias desarrolladas por su memoria viva y las metáforas encar-
nadas en ellas. Por esta razón, se cambió el concepto de entrevista por
el de encuentro. Para hacer posible la localización en ese ambiente, se
procuró que la charla no hiciera énfasis en las situaciones de violencia
que algunos de ellos padecieron o en las situaciones socioeconómicas
que los obligaron a migrar a la ciudad. Sin perder de vista estos facto-
res, las preguntas iniciales iban orientadas hacia su situación actual o
hacia el ahora de sus vidas y sobre todo a la forma como enfrentaban
sus dificultades. Esta perspectiva de trabajo implicó un cambio en el
planteamiento inicial del proyecto, porque en sus objetivos se supo-
nía la posibilidad de encontrar en la dinámica social del barrio actos
per/formativos, como el de la señora María de la Cruz o del tipo de los
86   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

citados por María Victoria Uribe. Esta perspectiva cambió durante los
primeros días de trabajo, porque se hizo evidente que, por la dinámica
social y económica del barrio, no había espacios ni oportunidad para
llevarlos a cabo. Sin embargo, también se hizo evidente que los actos
per/formativos tenían lugar en la narración y en la forma como cada
persona construía y describía su acción.
Las preguntas de esta línea fueron:
1. ¿Hace cuánto llegó a Bogotá y al barrio?
2. ¿Por qué tomó la decisión de viajar a Bogotá?
3. ¿Cómo le parece Suba-Rincón?
4. ¿Qué extraña de su lugar de origen?
5. ¿Qué oficio desempeña?, ¿qué oficio desempeñan sus
familiares?
6. ¿Qué piensa de sus condiciones de vida y de las condiciones
de vida en el barrio?
7. ¿Por qué eligieron Suba-Rincón?
8. ¿Sus condiciones de vida le parecen justas?
9. ¿Asiste a alguna Iglesia?, ¿cuáles son sus creencias?

Al tomar cada uno de los encuentros como una acción per/formativa,


esta no se hace generalizable; por el contrario, se enmarca en el contexto
en el cual se llevó a cabo y se da como un hecho que en condiciones
diferentes puede cambiar. En esta vía, la panadería donde se hizo el
encuentro influye en la narración. Lo mismo sucede con la oficina de
orientación del colegio o la calle. En esta perspectiva, no es importante
si la persona se sintió más o menos cómoda en un lugar u otro o la
forma como este lo influenció o si dijo la verdad o no; lo importante
es la construcción metafórica dispuesta en su narración y la relación
establecida a través de ella con su historia. De acuerdo con lo anterior,
las manifestaciones de la memoria viva sucedían en el momento del
encuentro y eran motivadas por la presencia del investigador.
Además de grabar cada una de las narraciones, el encuentro fue
motivo de observación. Para ello se elaboró una guía siguiendo los
conceptos elaborados por Erving Goffman en el libro Presentación de la
persona en la vida cotidiana (1988). Se eligió a este autor porque brinda
una serie de conceptos a través de los cuales es posible discriminar
y observar en detalle los procesos de interacción y las estrategias
­individuales. La guía utilizada fue la tabla 2.7.
2. Operacionalización y metodología 87

TABLA 2.7. Guía de observación

Fecha: Observación Análisis y notas


Nombre:
Grabación nº
Escenario
Zona anterior del escenario
Zona posterior
Escenografía
Rol
Indumentaria
Manejo de la impresión

Además de observar el proceso de interacción, las grabaciones


fueron transcritas y analizadas de acuerdo con el formato de la tabla 2.8.
Con la información recolectada, se llevó a cabo la escritura del
texto. Esta tiene dos dimensiones: una elaborada en una serie de textos
escritos y la otra a través de autómatas celulares. No se incluyó en este
aparte metodológico la herramienta usada para construir los autómatas
por dos razones: primero, porque para este proyecto de investigación
se escribió un programa siguiendo las necesidades de la investigación,
tarea que hizo parte del proceso de investigación; segundo, porque el
dispositivo computacional usado no se considera una herramienta
para el procesamiento de información, como son usados los sistemas
estadísticos o herramientas, por ejemplo, el AtlasTi, sino como el lugar
y el lenguaje con los que puede ser representada la lógica no lineal ni
formal de la memoria viva.

TABLA 2.8. Análisis de entrevistas

Rec. Nº

Palabras y
elementos
Historia

Descripción
del personaje
Notas
88   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

En los capítulos siguientes, se presentan los encuentros y montajes


producto del trabajo de campo y del análisis de las observaciones y
las entrevistas. Los encuentros hacen referencia al barrio. A través de
ellos, se intentó mostrar el ambiente del barrio y su dinámica. Bajo el
subtítulo de Montajes, se señalan las manifestaciones de la memoria
viva de las personas con las cuales hablé. Aunque cada una de las ma-
nifestaciones están conformadas por sus propios montajes, cada una se
constituye en un montaje al considerarla con relación a las otras, para
presentar desde allí una perspectiva de la dinámica del barrio. Luego
de presentar los encuentros y montajes, se lleva a cabo el análisis y su
representación en la aplicación, siguiendo la metodología construida
en los apartados anteriores.
3

en el ahora d e la v i da:
encuentro s,
m ontajes y metá fo r as

EN ESTE CAPÍTULO se presentan los encuentros y los montajes. En


este, se presenta el barrio y se da cuenta de las manifestaciones de la
memoria viva de doce de las personas que participaron en el proyecto.
Se usó un estilo literario de narración con el propósito de presentar e
ilustrar el contenido metafórico de cada una de las narraciones, mos-
trarle al lector la dinámica del acto per/formativo producido durante el
encuentro y, a su vez, dejar abiertas las posibilidades de interpretación
para el lector. Si bien los textos se presentan de cierta manera, pueden
ser leídos en cualquier orden, porque cada uno configura un punto
de vista independiente. Por otra parte, al considerarlos en conjunto,
emerge un horizonte variado, multiforme e irreductible.

encuentros en el ahora de la vida

ENCUENTRO 1
La UPZ El Rincón

Como yo aprendí a moverme en la ciudad yendo de norte a sur


por la carrera Séptima y la avenida Caracas, montarme en un bus con
un recorrido circular me parece encantador y placentero; el lugar de

[8 9]
90   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

llegada es el mismo de la partida, no es necesario cruzar la calle para


cambiar de andén y el bus siempre llega y se va por el mismo lugar.
La parada del alimentador era la número nueve, contada a partir de la
estación de la Granja Carrera 77, en la calle 80. Durante el recorrido, el
bus gigantesco se colaba por entre una serie de calles angostas algunas
veces y, dependiendo de la pericia del chofer, para poder voltear en
alguna esquina, era necesario echar reversa. La variedad de la forma
y del estado de las casas y los negocios ubicados en sus fachadas era
tan amplia como la variedad de edades, colores de piel, fisionomía de
los rostros, huellas en las manos, colores de los vestidos y olores de
quienes se subían y bajan en cada estación.
En cada una de las vueltas las calles se transformaban en un ho-
rizonte diferente al anterior y al mismo tiempo idéntico, repleto de
casas, algunas sin terminar, otras creciendo como un cono invertido,
pintadas de colores, con rejas blancas o negras, con ventanas y puertas
forjadas en hierro y negocios de todo tipo: tiendas, carnicerías, fotoco-
piadoras, panaderías, supermercados, misceláneas, cabinas telefónicas,
ventas de celulares y aditamentos. Todos repetían el abigarramiento y
colorido de las calles y el interior del alimentador.
Durante el recorrido, la desorientación era permanente: de aquí
iba a otro aquí y de allí a otro aquí. Con la mirada paseando a través
de las ventanas y de los espaldares de las sillas y agarrado a los pasa-
manos, el miedo se iba, con algo de tranquilidad, hacia varios lugares,
hacia la mirada de algún adolescente vestido con ropas fuertes e im-
positivas, hacia las vendas o gazas manchadas de una anciana, hacia
el olor a sudor o a mugre de un hombre vestido como obrero, a la tos
de alguno de los pasajeros. A la desorientación y al miedo se le unía
la imposibilidad de explicar mi situación al estar inmerso en ese lugar.
Yo sabía hacia dónde me dirigía. Iba al Colegio Virginia Gutiérrez
de Pineda, como asesor externo, en representación de la Universidad
Pedagógica Nacional. Sabía que estaba transitando el sector de El Rin-
cón, la Unidad de Planeación Zonal (upz) número once de la localidad
de Suba. Durante los últimos veinte años, la localidad de Suba había
crecido desmedidamente en número de habitantes (omg, 2010). Por
haber estudiado durante varios años procesos de inmigración, también
sabía que al sector de El Rincón habían llegado los desplazados por la
violencia de muchas zonas del país buscando refugio. El número de
habitantes era de alrededor de 211 000 (Páez, 2007). Los datos sobre
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 91

productividad indicaban que la mayoría de personas tenían empresas


personales: de un total de 22 000 empresas registradas en la Cámara de
Comercio, 20 000 eran microempresas (Universidad Nacional, 2008),
sin contar los negocios informales sin registro. Con esos datos podía,
quizás, dar razón sobre el ambiente en principio saturado, pero de
ninguna manera conseguía explicar la situación de todos los que nos
encontrábamos allí en ese instante. No podía tampoco refugiarme en
mi herencia social y educativa. No era suficiente asumir una perspectiva
antropológica, pensarme como un extranjero en una cultura exótica,
dispuesto a aprender la forma de pensar y actuar de los otros. No era
posible porque si lo pensaba así, simplemente se trataría de redactar
un diario de campo para contarles a los míos, con nuestros códigos,
mis aventuras. Tampoco ese distanciamiento o supuesta objetividad
daba cuenta de mi inquietud.
La forma de vestir, de hablar, las huellas en las manos, las marcas
en la piel y la forma de las construcciones me conducían a pensar en
la pobreza, no en la definida por el nivel de ingresos, por el tipo de
vivienda y por nivel educativo, sino en las concepciones de pobreza
definidas por los patrones culturales provenientes de la sociedad alta-
mente clasista en la que crecí. Aunque mi formación como antropólogo
me había enseñado a matizar un poco esa perspectiva, esas sensaciones
seguían presentes: la pobreza era sinónimo de suciedad e ignorancia.
Esos prejuicios no se hacían presente en discusiones académicas, pero
sí surgían cuando pensaba en la posibilidad de vivir en una de esas
casas y compartir día a día con todos ellos. De inmediato, como si se
tratara de un miedo instintivo, sentía el deseo de escapar para volver
al confort de mi apartamento y a las calles relativamente ordenadas
del barrio. Para salir de mi desorientación y ubicarme en ese bus —sin
tantas consideraciones y contradicciones—, podría darle un lugar en
mi mente y una relación adecuada a mi formación y a mis prejuicios
culturales y asumir la actitud de muchos científicos sociales que en-
mascaran su miedo a la pobreza en el saber científico de la disciplina,
planteado como una fórmula de salvación para la comunidad con la
que trabajan y, a su vez, como una fórmula de salvación para ellos
mismos. Esa posición ya la había asumido y poco a poco se había ido
deconstruyendo. Hacía algún tiempo, entrevistando a personas ancia-
nas del barrio Cerro Norte, había descubierto la presencia imperativa
del olvido. Al preguntarles por su historia de llegada y asentamiento,
92   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

las respuestas se disparaban hacia muchos lugares. La pregunta por el


año de arribo tenía una respuesta larga: los sucesos no se encadena-
ban de forma coherente para mí, no tenían una fecha determinada
de llegada y desde ese momento los sucesos iban apareciendo sin
ninguna conexión lógica, para terminar contando cómo el padrastro
maltrataba a uno de sus nietos. Al principio, ese tipo de respuestas no
me servían, porque cuestionaban los supuestos lógicos y temporales de
las preguntas. Para hacer la construcción histórica del surgimiento del
barrio era necesario saber qué había hecho un personaje x en un tiempo t y
en un espacio l. Las preguntas entonces se me devolvieron. Debía buscar
personas cuyos recuerdos cumplieran con mis códigos y deseos y, al
hacerlo, tomar la misma actitud odiosa de los profesionales de la salud
que, para poder tratar con viejos, se refieren a ellos con diminutivos y
los aniñan para enmarcarlos dentro de su esquema temporal y eliminar
así la presencia imperativa de la muerte anunciada en sus cuerpos. La
decisión de trabajar con ellos mediante las formas imprevisibles de
sus recuerdos me abrió la posibilidad del horizonte histórico del aquí,
un pasado difuso y poroso, un futuro señalado por la muerte y un
presente acaeciendo a través de las pulsiones de los sentidos, el ritmo
de las palabras, los movimientos del cuerpo y el silencio sonoro de sus
oídos. A través de ellos, la historia se transformó de un proceso argu-
mentativo, de causas y consecuencias, a una figura, a una imagen, a
una escultura, a una pintura, a un artefacto, a una obra de arte, con el
tiempo único de su presencia y todos los tiempos posibles desplegán-
dose en sus formas. Desde esa perspectiva de la historia, pasé de ser
uno más de los investigadores que durante años había pasado por allí
a ser el profesor de la universidad que los acompañaba. No podía ser
de otra forma, porque al desvanecerse el pasado y al estar signado el
futuro inmediato por la muerte lo único importante era verificar la
existencia con la presencia. Yo, por mi parte, descubrí que la forma
como ellos narraban su historia no se debía únicamente al estado de
sus cuerpos: parecía ser la expresión más clara de la manera como
ellos habían vivido su proceso de inserción a la vida urbana. En la
expresión puramente estética de su narración histórica había una
forma de conocimiento, una historia no concebida como un proceso
de aleccionamiento, sino pensada para poder actuar ante lo siempre
imprevisible de la existencia. Para mí concebir algo así era muy difícil,
porque la historia era aleccionadora y se planteaba siempre como
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 93

una aspiración. Muchos de ellos no conocían el mar, nunca habían


montado en avión y viajar al extranjero no era símbolo de estatus
social, ni siquiera lo pensaban como una posibilidad. Su existencia
y su historia siempre habían estado en el barrio y en todas las tareas
emprendidas para hacerlo un lugar vivible.

ENCUENTRO 2
La acción singular

En la parte de arriba de la segunda y de la tercera puerta de los


alimentadores había un letrero: “Después de las seis de la tarde solo se
abre la puerta de adelante”. La causa podía ser la inseguridad o que hu-
biera muy pocos pasajeros en las horas de la noche. La parada número
nueve estaba en frente de una panadería, una venta de lotería y una
miscelánea con cabinas de internet y recarga de celulares. Esperando
la aparición del armatoste, chato y verde brillante, pasaron frente a
mí zorras cargadas al máximo con rollos de hierro, pedazos de estufas,
neveras y cajas. También vi pasar a muchas madres con sus hijos, unos
sanos, otros enfermos, otros con algún tipo de discapacidad mental,
síndrome de Down o alguna deformidad física. Una tarde presencié
el encuentro feliz de una pareja en frente de la panadería: ella llevaba
unos cinco o seis minutos esperando, estaba vestida con el uniforme
de la Universidad Minuto de Dios y permanecía estática al lado de un
poste de luz. Solo hasta el momento de oír el retumbar de una moto, ella
despegó sus ojos del celular y fue convirtiendo poco a poco la mueca
adusta de su cara en una serie de gestos de complacencia. Cuando la
moto se detuvo frente a ella, la alegría de ambos transitó de la euforia
del abrazo inicial a la complicidad contenida en la delicadeza con la
que el hombre le ayudo a recoger su pelo para colocarse el casco. Una
tarde presencié el esfuerzo y el cansancio de un hombre y una mujer
mientras subían una lavadora a una bicicleta con un platón en la parte
delantera; era un servicio de alquiler, según los letreros pintados en el
frente del platón. La idea de un servicio domiciliario de ese tipo me
parecía extraña, porque se trataba de llevar un artefacto muy pesado
de un lado a otro; además, porque me imaginaba la nostalgia o posible
tristeza de los habitantes de la casa cuando se llevaran la lavadora. Una
tarde, el tráfico se detuvo porque la banda de guerra de un colegio del
94   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

sector venía marchando por la calle. Los músicos ordenados en cuatro


filas, de grandes a pequeños, con el profesor en medio, detuvieron a los
tensos peatones y conductores, para obligarlos a mirar los movimientos
de sus cuerpos guiados por los tambores, las marimbas, el trombón y
los platillos. Otra tarde la expectativa por la llegada del alimentador
se sosegó cuando un joven de unos quince o dieciséis años, flaco,
con las ropas escurridas, el pelo sucio, problemas en el movimiento
y dificultades para hablar, se separó de sus acompañantes, una mujer
adulta y un niño de unos diez años, y tendió la mano para saludar a
los presentes.
De la parada al colegio hay una cuadra larga y una zona verde de
unos cien metros. La calle y los andenes son muy angostos. Las casas
de uno de los costados están estucadas en color amarillo y naranja; al
otro lado se destaca una construcción de dos pisos, con los bloques y el
cemento brotando en las uniones. Al llegar a la zona verde, la amplitud
y soledad del terreno destacan la fachada del colegio, un edificio nuevo
y en apariencia amplio. Detrás de la puerta, por entre las rendijas de los
largueros en lámina de aluminio, se vislumbra al vigilante encargado
de abrir, cerrar y atender a los visitantes y estudiantes retardados. La
figura del vigilante y el ruido del pasador al ir de un lado al otro pa-
recen reflejarse sobre la zona verde para teñir la soledad del lugar con
un tono fuerte de inseguridad. Allí, sentado sobre el piso de cemento
donde inicia la entrada al colegio, con los pies puestos sobre el pasto
maltratado por el paso recurrente de estudiantes, mientras leía en
unas fotocopias la explicación de Carlos Reynoso sobre los autómatas
celulares, conseguí colocarme en un lugar diferente para asumir mi
presencia en ese lugar.
Primero deseché la idea de la suerte: ni las personas del alimenta-
dor ni yo habíamos tenido más o menos suerte al vivir en los lugares
donde vivíamos. Al vestirnos y hablar como hablábamos, no la po-
díamos tener, porque, en ese instante, cada uno actuaba de acuerdo
con su autonomía, con su capacidad de acción. No se trata de una
propuesta anárquica, ni neoliberal, en la cual se desconocen las des-
igualdades sociales o en la que toda la responsabilidad de la sociedad
se achaca a los individuos: ese es un trabajo para otros. Visto así era
posible desprenderme de los etnocentrismos de clase social y de las
perspectivas redentoras del saber científico de las ciencias sociales y
plantear al otro como un interlocutor realmente válido. Yo ahí podía
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 95

estar realmente allí al reconocer mi autonomía, sin deudas de ningún


tipo por mis herencias sociales y educativas.

ENCUENTRO 3
La autonomía

El reconocimiento de la singularidad en la relación con los otros


explicaba también la saturación de las calles, la colección infinita de
negocios. La presencia de dos o más panaderías en una misma cuadra
no obedecía a las leyes de oferta y demanda, sino a la lucha individual
de las personas por conseguir su sustento y crear una red independiente
de clientes, sostenida a partir del despliegue singular de cada uno de
ellos. De la misma forma que Reynoso comentaba la emergencia de
estados imprevisibles en los autómatas celulares, la cotidianidad en El
Rincón estaba plagada de situaciones imprevisibles e inasibles, produ-
cidas por las diferentes acciones singulares de cada uno en su relación
con los otros, por ejemplo, la detención del tráfico por la banda de
un colegio, el saludo amable de un niño a una serie de desconocidos
y, en general, la imperturbabilidad ante la diferencia.
La acción singular surgía como una reacción espontánea ante
la necesidad de subsistir, al llegar a la ciudad sin trabajo. Sin poder
conseguirlo, la venta de servicios en pequeños negocios se convertía
en una opción: venta de dulces y cigarrillos, reciclaje, empleadas del
servicio o en la construcción. Con muy pocos recursos y sin ningún
tipo de estabilidad, la cotidianidad se convierte en un proceso perma-
nente de invención.

ENCUENTRO 4
Los pintores

El alimentador estaba retrasado. Cuando llegué al paradero,


había un grupo de personas más o menos grande. Uno de ellos era
un hombre de unos treinta a treinta y cinco años, llevaba su ropa de
trabajo, unos pantalones de jean grises y una camisa del mismo color
cruzada por rayas negras y blancas, de su cintura colgaba un canguro
con la cremallera a medio abrir. Sus zapatos, como el resto de su ropa,
96   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

e­ staban sucios y plagados de manchas de pintura. Estas manchas hacían


juego con el balde de pintura que estaba a su lado, lleno de manchas
del mismo color. No habían pasado más de cuatro o cinco minutos
cuando llegó otro hombre, unos años menor. Ambos se alegraron por
el encuentro, en sus caras parecía reflejarse el final de la premura, del
afán por encontrarse para irse juntos, pero de inmediato la premura
volvió cuando el último en llegar le dijo a su compañero: “Vámonos
en bus porque el alimentador está trancado, parece que cogieron a
unos tipos atracando”. Todos en el paradero oímos este fragmento de
conversación. El saber la razón de la demora distendió el ambiente.
“Sí, sí, yo llevó media hora esperando el alimentador”, respondió el
otro hombre mientras golpeaba con uno de sus dedos la superficie de
su reloj. Luego, de un momento a otro, con un tono de voz más bajo,
el hombre de ropas manchadas le dijo a su compañero: “Allá por Las
Villas es pesado”; el tono de sus palabras señaló la forma como desde
ese momento se desarrollaría la conversación entre ellos, reflejo de su
relación laboral: el primero analizando y sopesando las palabras de su
amigo y el segundo contando historias plagadas de descripciones y
acciones inmediatas. No pasaron más de dos minutos cuando la trom-
pa verde del alimentador se asomó en la esquina. Al verlo, la quietud
que se había instalado en el lugar se fue y el movimiento retornó. En
la distancia, el color del bus contrastaba con el negro profundo que
brotaba desde adentro de las ventanas. Ante ese panorama, una mujer
en voz alta dijo: “Viene repleto”. Sus palabras repetían algo evidente
para todos y, a su vez, eran la señal para prepararnos a subir al bus como
fuera. Cuando el bus se detuvo, solo se bajaron dos o tres pasajeros;
quienes esperábamos nos esparcimos arremolinados en frente de las tres
puertas, forcejeando con nuestros cuerpos para conseguir el ingreso.
Ante la algarabía de quienes habíamos esperado y el anuncio de inco-
modidad para quienes estaban adentro, otra mujer gritó: “Atrás viene el
otro”. Solo unos pocos desistieron, el resto preferimos la incomodidad
y empezamos a colarnos por entre la escalera. En medio del tumulto,
el hombre del vestido manchado encargó a su compañero subir el
balde, mientras él le ayudaba a otro señor que bregaba por subir una
maleta de viaje al primer escalón del bus. El pito agudo de las puertas
al cerrarse cortó por un instante el ruido de las palabras y el ambiente
caluroso, pero de inmediato la algarabía volvió. Un niño gritaba y
lloraba desesperado, una mujer le gritaba al chofer ordenándole que
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 97

abriera la puerta y los pasajeros, ante la indiferencia del conductor, le


pegaban a las ventanas y a las puertas con las palmas de sus manos
abiertas: la puerta al cerrarse había aprisionado una de las manos del
niño. Cuando por fin el bus paró y el niño pudo sacar la mano, en
el instante de silencio posterior a la calma, apareció el regaño de la
mamá: “¡Le he dicho que no ponga las manos ahí!”, le dijo unas tres
veces después de cada gesto de interjección del niño. De inmediato, el
bus se llenó de los murmullos de algunos pasajeros quejándose por la
actitud despótica de los choferes. Dos o tres paraderos después algunos
pasajeros descendieron. Yo conseguí un lugar donde sentarme. A mi
lado, de pie en el corredor, se acomodaron los mismos dos hombres
del paradero. Durante todo el trayecto estuvieron conversando:
—Tenemos que estar de vuelta a las cuatro y veinticinco… Llega-
mos y echamos eso rápido. Yo compré la pintura más fina, la más cara
que había y la preparé bien espesa para que eso seque rápido.
—Sí, sí —respondió el otro—, porque nos toca volver.
Luego le preguntó por la cremallera abierta de su canguro, advir-
tiéndole sobre el peligro, la billetera se le podía caer o, aún más grave,
se la podían robar.
—Sí, se me dañó el otro día y no la he arreglado. Me toca andar
con eso así.
De la última frase de su compañero e inspirado quizás en la imagen
de daño o desperfecto, el otro hombre continuó:
—Yo tengo que revisar la ducha eléctrica del baño. Esta mañana
me estaba bañando y le empezó a salir agua por todos lados.
—Tiene que decirme y la miramos —le respondió con el mismo
tono y con una serie de gestos de preocupación, enmarcados en unas
breves pausas de silencio.
—Eso es muy peligroso porque lo puede dejar a uno ahí. Yo sí les
he dicho a mis hijos que si notan algo raro o eso empieza a botar agua
o a echar humo, de inmediato cierren la llave y salgan de la ducha.
Eso es muy peligroso.
—Sí, sí, o bañarse con agua fría —ambos se rieron.
Después de una pausa, continuó hablando como si estuviera pi-
diendo consejo y aprobación:
—Y cambiando de tema, mi mamá hace unos años vendió un
lote que ella tenía. El hombre que se lo compró está ahora en la cárcel,
y apareció la mujer diciendo que lo iba a vender, pero ella no puede
98   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

hacer eso porque ellos solo firmaron la promesa de venta, y el tipo le


quedó debiendo 700 000 pesos, y por eso no firmaron las escrituras.
Por eso, yo le decía a mi mamá que el lote seguía siendo de ella y que
esa señora no podía hacer nada. Como no me creía, yo le dije que
consultara a un abogado.
—Sobre todo la prueba está en que no han firmado las escrituras.
—Pero como mi mamá no me creía, entonces yo le dije que se
fuera a donde un abogado.
—Y esos cobran mucha plata.
Desde ese momento la discusión se fue por entre una serie de
matices y datos legales: uno recomendaba y el otro insistía, hasta que
el más joven dijo como profiriendo una sentencia:
—Nosotros hemos debido estudiar para abogados —hizo una pausa
y anotó con tono reflexivo—: si hubiéramos podido. El de la ferretería
siempre me dice que parezco un abogado. Y me dice: “Usted como
abogado, con lo jodido y torcido que es sería un problema”.
Al poco rato el alimentador llegó a la estación y todos los pasajeros
descendimos con afán. Al momento de empezar a descender, le ayudé
al señor de la maleta a bajarla, la sujeté de la parte de debajo, de la es-
tructura de metal. Previendo su peso la alcé con mucha fuerza, más de
la necesaria y por eso se elevó como si no pesara. Juntos descendimos
del bus, el señor me dio las gracias y yo me despedí.

ENCUENTRO 5
La cafetería del colegio: desplazamiento,
movimiento, confluencia de tiempos

Hicimos el recorrido en veinte minutos, contados desde nuestro


encuentro en frente de su casa hasta la puerta del colegio. Yo reconocí
el camino cuando cruzó por el puente de la avenida Suba y entró al
barrio. Desde ese momento, los buses, las personas y sobre todo las
esquinas o puntos de cruce se convirtieron en dos: uno era el lugar
donde yo creía estar y el camino posible; el otro era un camino que
con cada avance se desvíaba hacia otro lugar, dejándome desorientado
e intentando de nuevo discernir la próxima vuelta o desvío. Cuando
llegamos a la esquina del colegio, los lugares dejaron de desdoblarse
en la geografía: yo conocía el punto donde estábamos, podía llegar y
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 99

salir de allí, pero de inmediato empezaron a desdoblarse en el tiempo.


Habían quitado la panadería que estaba al lado del parqueadero: allí
solo quedaba un toldo azul en forma de concha, con una lona desco-
cida y desteñida. También habían cerrado la tienda pequeña ubicada
al lado derecho de la puerta de ingreso al colegio: encima de la puerta
aún permanecía la marca de una pequeña cubierta de cemento. La
tienda de en frente, con los letreros de fotocopiadora y papelería, aún
permanecía. Habían aparecido nuevos negocios. En la esquina del
frente ahora había una panadería y a su lado había dos negocios más:
una bicicletería y un almacén de arreglo de artefactos eléctricos. En
mí dos tiempos se vivían simultáneamente: estaban las bandejas de
pan y las galletas dentro y sobre el mostrador o la mesa de tintos en la
que había entrevistado a algunos estudiantes hacía seis o siete años y,
al mismo tiempo, estaba el vacío evidente en la puerta y las ventanas
de ambas construcciones.
Luz Ester parqueó su carro justo detrás del carro de una de sus com-
pañeras, en uno de los costados, hacia el fondo. Yo no era el único que
me encontraba viviendo entre dos tiempos: en el parqueadero se estaba
dando el tránsito entre quienes parqueaban en la noche y quienes lo
hacían en el día. Luz Ester había elegido su lugar con la intención de
evitar el encuentro con los choferes de los buses, los camiones y las
busetas, que a esas horas sacaban sus vehículos, y siempre se habían
caracterizado por ser muy groseros con los profesores y las directivas
del colegio. Mientras salíamos del parqueadero y caminábamos hacia
la puerta del colegio, yo aproveché para preguntarle a Luz Ester sobre
los dos negocios desaparecidos. En ese momento, ella parecía ser la
dueña del tiempo, al tener la capacidad de unir o vincular el pasado
con el presente y construir presentes en el pasado; lo había hecho
transitando con seguridad por entre las calles, lo había hecho en el
parqueadero al vincular el día y la noche y podría vincular el pasado
de mis recuerdos con el presente de las nuevas visiones, porque ella ha
permanecido ahí durante todos los tiempos de mi ausencia.
—El esposo de la señora que lo atendía es el dueño del parquea-
dero. Un día se metieron a robar ahí. Mataron al hermano del dueño.
Era un muchacho alto, tú lo debiste conocer. Y al señor lo hirieron en
el hombro. Por eso, ella decidió cerrar. El señor estuvo muy deprimido,
como un año. Casi pierde ese brazo.
Cuando me hablaba, su hombro y brazo se convirtieron en el
100   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

hombro y brazo de la víctima. Mientras su rostro se transfiguraba en


una serie de gestos de dolor, nuestros pasos nos condujeron hasta la
puerta de ingreso al colegio. Con la mano del brazo herido golpeó la
puerta de hierro y lata incrustada en una de las puertas más grandes.
Al momento, la puerta más pequeña se abrió y apareció una mujer
con la cara cubierta por una bufanda de lana azul, del mismo color del
uniforme azul y en combinación una camisa blanca. Por un instante,
mientras saludábamos y cruzábamos la puerta, los tiempos se hicieron
uno cuando la mujer me saludó por mi nombre. Ella me había recibido
hacía dos semanas, cuando fui al colegio buscando reencontrarme con
Alba Rosa y Luz Ester. Pero, de inmediato, mientras caminábamos el
trecho entre la puerta y la cafetería, los tiempos se volvieron a des-
plegar: todo seguía siendo lo mismo pero diferente. En ese momento,
la especificidad del día comenzaba. El tinto y el desayuno se estaban
cocinando, las luces estaban prendidas, aún no amanecía, y el lugar
poco a poco se iba animando con la llegada de los profesores.
Alrededor de la mesa fueron apareciendo una serie de caras desco-
nocidas y conocidas al mismo tiempo: desconocidas para ese momento
por los gestos que el tiempo imprimió en ellas y conocidas a través de
los rasgos permanentes e inmutables de sus rostros. Muchas de ellas
habían seguido trabajando en el colegio durante todos estos años. Les
sucedía lo mismo: me miraban extrañadas, como yo las miraba a ellas,
hasta cuando de la bruma de la memoria brotaba mi cara.
La mayoría de las profesoras cubrían sus vestidos con una bata
blanca. Después de los abrazos y besos de saludo, el tema de la charla
fue el lugar donde habían estacionado. Luego de quejarse por el com-
portamiento de los choferes de los buses y de los camiones que estaban
sacando sus carros al momento de su llegada al parqueadero, una de
ellas dijo en tono conclusivo: “Sí, es que son muy groseros”. Esta afir-
mación les permitió introducir un nuevo tópico a la conversación. De
los problemas en el parqueadero pasaron a las dificultades de quienes
se movilizaban en taxi:
—A mí me tocó salir muy temprano, porque después de las seis
no consigo un carro que venga hasta acá.
—A veces, no vienen hasta acá.
—Como a Delia, que no se quiso bajar del taxi —dijo otra de ellas
inclinándose hacia su compañera, encorvando la espalda y con una
sonrisa.
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 101

Delia se destacaba del resto por ser de piel negra y hablar con un
tono de voz agudo y chillón. Ella continuó con el tema propuesto por
su compañera y empezó a narrar ese momento:
—Estábamos en medio de un trancón y ese señor todo grosero
empezó a decirme que ya no me llevaba. Y yo: “no, que me lleva”; y él,
que me bajara; y yo, “pues no me bajo”; y ahí me quedé; y el señor se
bajó del taxi, dio vueltas alrededor del carro; y yo ahí dentro sentada,
hasta que se montó y me dijo: “bueno, está bien”.
Mientras hablaba, en cada afirmación, apretaba sus brazos cru-
zados contra su estómago. Repitiendo la expresión conclusiva de su
compañera —“es que son muy groseros”—, de inmediato empezó otra
historia:
—Una noche yo salí tarde de la Universidad El Bosque y cogí un
taxi. Me llevó hasta la casa y cuando yo le iba a pagar me cobró veinte
mil pesos. Yo sabía cuánto costaba esa carrera, porque siempre que yo
salgo tarde cojo taxi. Cuando le dije el valor, empezó a insultarme. Yo,
para evitar problemas, le dije: “Bueno, se lo voy a pagar”. Pero mientras
me insultaba yo me estaba aprendiendo el número de la placa. Como
mi esposo en esa época tenía un trabajo en el que uno podía llegar
con esos datos y ahí aparecían los nombres del dueño, yo al siguiente
día cogí y llamé, porque yo pensaba que él no era el dueño, yo llamé
a darle la queja, pero resultó que él sí era el dueño, y pues yo le dije.
Y ese señor al otro día llegó ahí, al Bosque, y se fue a hablar con el
jefe de seguridad, a darle quejas. Y yo hablé con el jefe de seguridad
y le dije: “¡Hace cuántos años estoy yo trabajando aquí y nunca han
tenido un problema conmigo!”.
Luego contrajo su espalda y movió una de sus manos para termi-
nar diciendo:
—Nada de lo que uno hace queda oculto.
La charla a veces se interrumpía cuando una profesora o un pro-
fesor sentado en otra mesa les dirigía la palabra. “Ya se los traje”, le
dijo Alba Rosa a una de sus compañeras. Otra replicó: “Esos están muy
bonitos, yo quiero uno”. Y Alba Rosa le respondió: “Solo me queda
uno”, y volvió a dirigir la mirada a los compañeros de la mesa. Estaban
hablando sobre unos pantalones, de eso me enteré después, porque en
ese momento ninguna de ellas tenía nada entre sus manos. Sin embar-
go, la ausencia de las prendas a la venta era acorde con la sentencia de
Delia: “Nada de lo que uno hace queda oculto”. Quizás por eso ellas
102   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

hablaban de los pantalones como si estuvieran allí, así los hubieran


visto el día o los días pasados. Durante la interrupción, quizás inspirada
por la misma sentencia y las sensaciones e ideas relacionadas con el
transporte, el movimiento y el miedo, Gloria nos contó lo siguiente:
—Un día iba yo caminando por ahí y había unos muchachos en
una camioneta con el equipo a todo volumen. Cuando yo pasé al lado
de ellos, se bajaron dos chicos y una chica y me saludaron: “Profesora
Martínez”. Y empezaron a nombrarme una cantidad de profesores del
colegio y a decirme: “Usted no se acuerda de nosotros, pero nosotros
estuvimos con usted. Usted no se imagina cómo nos marcaron sus
clases…”. Yo al principio me asusté, pero después me quedé muy ex-
trañada, para que vean…
Al terminar su historia, la idea de revelación se había invertido
o se había ampliado: las cosas buenas tampoco se mantenían ocultas.
Sus compañeras de mesa le respondieron con una serie de gestos y co-
mentarios cortos de aprobación, quizás porque su historia validaba el
deseo latente de muchos profesores de marcar la vida de sus estudiantes.
A las seis y treinta, empezó a llegar el tumulto de niñas y niños
y la luz del amanecer comenzó a regarse por todo el patio. A la cafe-
tería entraban y salían profesores y por cada una de las mesas pasó
una planilla, la que de uno a uno fueron firmando. En medio de la
algarabía, un hombre alto de voz gruesa ingresó a la cafetería con un
rollo de calendarios color verde entre sus manos. Uno por uno los
extrajo y los fue entregando a los directores de grupo, al tiempo que
les advertía que debían pegarlo en las paredes de sus salones. Algunos
de los que no lo recibieron le pidieron uno en tono de ruego, como
si la aceptación de su autoridad a través de la voz pudiera brindarles
algún beneficio, pero el hombre insistía en que solo le habían dado
para los directores de grupo.
De las historias de Delia con los taxistas pasaron a la historia de
Gloria y sus estudiantes y de allí a la historia del pollo. Hacía pocos
días, para ir al funeral del padre de una de sus compañeras, habían
alquilado una buseta. El funeral era fuera de Bogotá y habían prefe-
rido ir en grupo. De regreso, pararon en una pollería para almorzar.
Luz Ester, sin decirle a nadie, invitó al conductor: la molestia de sus
amigas no fue la invitación, sino que el chofer se había comido la
mejor presa y no había pagado nada. Mientras algunas recordaban,
Gloria se limitó a decir que esa era la razón por la cual ella se había
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 103

negado a pagar más de lo que había consumido: unas alas de pollo. De


inmediato, aprovechando el momento, y mientras sus compañeras se
reían, reprendió a Luz Ester por haberse comportado así y por haber
sido y ser tan imprudente.
Las risas y los comentarios sueltos se interrumpieron cuando una
estudiante vestida con la sudadera del colegio se acercó a la mesa.
Era de piel morena y pelo negro. Cuando llegó al lado de Alba Rosa
y extendió enfrente de su mirada una serie de papeles agarrados con
sus dos manos, todos pudimos ver sus gestos de malestar físico, de
fastidio y de preocupación. Su intención era la de pedir orientación,
pues estaba embarazada. El médico la había incapacitado unos días y
necesitaba tramitar la excusa. Todos esos documentos eran la prueba
y los requisitos.
Antes de las siete de la mañana, el sol había salido por completo.
Algunos profesores y profesoras salieron de la cafetería y al poco rato
volvieron a entrar con una cruz estampada en la frente: era Miércoles
de Ceniza. Cuando una de las profesoras entró, otro profesor le gritó:
“¿Por qué se puso otra cruz?”. Este comentario alentó una serie de
murmullos y consideraciones entre las mujeres de la mesa: algo había
pasado con su marido.

ENCUENTRO 6
Identidad y diferencia

“Tú sabes que El Rincón es un laberinto”, me dijo Alba Rosa du-


rante uno de nuestros encuentros. Yo, sin pronunciar palabra, asentí.
“Este es un barrio que fueron haciendo”. Yo volví a acompañar su
afirmación con mi cara y un sí pronunciado en voz baja. No había
tenido únicamente la sensación de la confluencia de dos tiempos al ver
las caras de los profesores y profesoras reapareciendo y desdoblándose
ante mí. Algo similar había experimentado hacía más o menos un año
cuando el alimentador se detuvo en una esquina. Al mirar alrededor
recordé el camino que yo hacía desde la avenida Suba, cerca al centro
comercial Subazar, hasta el Colegio Gerardo Paredes. Aunque el bus
había llegado a ese punto por otra dirección, en mi mente se empeza-
ron a revelar una serie de puntos conocidos. Se trataba de un cruce de
calles. En uno de los lados, había unos toldos colocados en una zona
verde; en una de las esquinas, había un letrero de Drogas La Rebaja. El
104   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

recorrido de una de las calles obligaba a girar al lado derecho para conti-
nuar el camino. Todo estaba saturado de almacenes, de cosas expuestas
en los vidrios, las estanterías y los mostradores. Para llegar al colegio
había que pasar por ese punto y continuar por la calle cuyo recorrido
trazaba un arco, hasta ver aparecer los ladrillos rojos del edificio. En
ese momento todo era una suposición: aunque los lugares parecían
señalar el camino, la mirada sobre ellos hacía imposible localizarlos.
Su constitución era la conformación de lo mismo y lo diferente. Ante
la mirada, los espacios y lugares aparecían como huellas, como rasgos
que poco a poco se desvanecían. En ese momento, yo no sabía si podía
volver a llegar al colegio sin ayuda.
Antes de llegar al colegio, Luz Ester me dijo: “Aquí es muy fácil
perderse porque todo es idéntico. Yo todavía me pierdo, por eso me
toca coger siempre por la principal”. Es muy difícil diferenciar los lu-
gares por donde se debe cruzar y voltear, porque entre todos se parecen
mucho. Allí parece haber muchos objetos de un solo tipo, pero con
diferentes estilos. En el Icopor donde se clavan las patas de los anteojos
describiendo una matriz rectangular, cada objeto se diferencia del resto,
pero son lo mismo. Algo parecido sucedería con las panaderías, los mos-
tradores de las ventas de ropa y los carros con los que los vendedores
de la plaza ofrecen su mercado. Luz Ester tenía razón: todo parece ser
idéntico, pero no en un sentido tradicional y monótono, sino como
cuando se mira un árbol, pero no se puede retener en la memoria la
diferencia contenida en la identidad y diversidad de las hojas.

el barrio como correlato


del ahora de la vida
A veces sentí el deseo de preguntar más, pero siempre preferí no
hacerlo. Todos, veinticuatro en total, eran de fuera de Bogotá. Las
razones para su llegada a la ciudad y al barrio eran de dos tipos. La
primera estaba relacionada con los conflictos derivados de la presencia
de la guerrilla, los paramilitares y el Ejército en sus lugares de origen.
La segunda obedecía a un proceso de migración escalonada de la fami-
lia hacia la ciudad, iniciado por la madre, en la búsqueda de mejores
oportunidades de trabajo.
Deseaba preguntar más por el asombro que me producía su pre-
sencia. En sus rostros, en su figura y en su forma de hablar, habitaba
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 105

la huella de los cambios y las transformaciones que el tránsito de un


lugar a otro ocasionó. Si hubiera preguntado más, quizás me habrían
contado más detalles y yo me habría hecho una imagen más “real” de
lo sucedido. Con ello, habría conseguido sumar más evidencias a las
imágenes que muchos autores especialistas en temas de memoria y vio-
lencia han descrito y narrado. Pero mi intención no era esa: yo quería
indagar sobre las manifestaciones de la memoria viva presentes en sus
vidas y en sus procesos de instalación en el barrio. En otras palabras,
mi deseo era observar, tener noticias sobre todas aquellas acciones per/
formativas o puestas en escena que ellos hacían para enfrentar la impu-
nidad y las injusticias sufridas por la violencia y la desigualdad social.
En la preparación del proyecto, la aparición del concepto memoria
viva me remitía a una serie de acciones y de puestas en escena con las
cuales los individuos, de manera autónoma, construían su narrativa
histórica, aparte de la narrativa histórica del Estado y sus correlatos
en los periódicos y algunos medios de comunicación. Además, por la
autonomía contenida en las manifestaciones de la memoria viva, se
hacía evidente la ampliación del sentido de la historia, al involucrar
en ella otra dimensión de la razón formal, la sucesión de causas y
efectos interconectados, para implicar las pasiones, los deseos y las
frustraciones, en otras palabras, los impulsos constitutivos de la vida.
Sin embargo, el no haber preguntado más pronto me dejó ver
otras dimensiones de la memoria viva y de la inutilidad de indagar
sobre algunos detalles. Cuando le pregunté a Jostin sobre la muerte
de su padre y acerca de las consecuencias sobre su vida, él me respon-
dió con sencillez: “Me da mucha tristeza no tenerlo cerca y no tener
sus consejos y recomendaciones”. En su respuesta, se hacía evidente
el más acá, el ahora de su vida con el cual se invalidaban las causas y
los efectos. Era, según me pareció, un ahora incontrovertible. No era
necesario preguntar más, la muerte de su padre se daba y se constituía
en el ahora de su existencia. Las causas y las consecuencias no eran
relevantes, no le aportaban nada a la ausencia de todos los días. Una
respuesta similar me la dio Clara cuando hablábamos sobre la finca de
su papá. Su respuesta fue sencilla y directa: “Pues lo que se perdió se
perdió, nosotros ya disfrutamos lo que era, ahora le toca a uno trabajar
por lo de uno…”.
En ningún momento, la actitud de Jostin y Clara invalidaban o res-
taban importancia a los dolores y las angustias sufridas. Por el c­ ontrario,
106   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

en el ahora de sus vidas su historia se convertía en una posibilidad


trasladada a su acción. El ahora de sus vidas parecía estar contenido y
emerger de los recorridos de sus calles y de la dinámica del barrio. La
mayoría de ellos se habían instalado en el barrio en “apartamentos”
pequeños. Por trabajo, en el caso de los adultos, que salen muy tem-
prano y llegan tarde en la noche, o por prohibición, en el caso de los
niños y adolescentes, salir a la calle para entrar en contacto con los
demás es una actividad difícil y percibida como peligrosa. Las nociones
de peligro parecen relacionarse con la sensación de inseguridad que
producen las noticias de robos de celulares y de atracos a personas
conocidas, con el expendio de drogas en el barrio y con los conflictos
entre las bandas juveniles. La percepción de inseguridad, aunada a la
permanente movilidad —llegada y salida de personas provenientes
de diferentes regiones del país—, parece convertir a los vecinos del
barrio y a quienes trabajan allí en personas muy prudentes: se cuidan
de entrar en conflictos y de decir algo imprudente de alguien. Las
consecuencias pueden ser muy graves, pues “nunca se sabe con quién
se está tratando”.
En el anterior panorama, en directa relación con las afugias econó-
micas, el ahora de sus vidas se convierte en un imperativo. Parece no
haber tiempo ni lugar para detenerse a pensar cómo habría sido la vida
si los sucesos hubieran sido diferentes, si no hubieran salido del pueblo
por las amenazas, si no hubieran asesinado al padre o al padrastro, si
no los hubieran amenazado, si hubieran encontrado trabajo y tenido
la plata para sostener a sus hijos. Quizás quedarse pensando en las
posibles bifurcaciones del tiempo y de los hechos iría en detrimento
de todos los esfuerzos de su ahora.
Quienes han llegado de afuera han podido mejorar su vida en
Bogotá, porque han encontrado trabajo. Con el dinero de su salario
han podido comprar los electrodomésticos (lavadora, nevera, tele-
visión) y darles a sus hijos lo necesario para el estudio. Además, el
comercio del barrio, en todas sus dimensiones (plaza de mercado,
supermercados, misceláneas, papelerías, almacenes de ropa, venta de
celulares, panaderías, puestos de comida callejera, ventas de música,
bancos) les dan una serie de facilidades con las que no contaban en
sus lugares de origen.
El imperativo del ahora tiene una serie de correlatos en el día a
día. Alba Rosa, orientadora del Colegio Gerardo Paredes, me repetía
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 107

con frecuencia “Suba-Rincón es un laberinto”. El recorrido de sus calles,


la combinación de lugares angostos con andenes muy reducidos, las
fachadas de las casas, los trazados rectos quebrados de repente por el
andén de una esquina, los caminos cerrados en forma de t (que vistos
desde las esquinas parecían llevar a algún lado), el recorrido curvo de
algunas calles y la posibilidad de llegar a un mismo lugar por diferentes
rutas producían esta sensación. En el día y en las primeras horas de
la noche, el permanente flujo de personas, carros, buses, camiones,
yendo y viniendo, junto con el trazado irregular, genera la sensación
de un espacio laberíntico. Para los más antiguos, la configuración física
del barrio se transforma en una colección de caminos y posibilidades
sobre las cuales pueden escoger la mejor ruta y la más segura. Para
los visitantes o para los más nuevos, la configuración física del barrio
genera una permanente sensación de inseguridad y desorientación,
mezclada con el deseo imperativo de encontrar el mejor camino o la
ruta más segura lo más pronto posible.
Con el ir y venir, con el paso de los días, con el paulatino descu-
brimiento de las calles para acortar caminos y de las rutas circulares de
busetas, colectivos y alimentadores de Transmilenio, la desorientación
espacial se transforma en la necesidad de elegir la vía más adecuada
para transitar. Con el mismo trascurrir del tiempo, el territorio del
barrio se va encogiendo: percibido al llegar como un lugar gigantesco,
se convierte en un lugar pequeño, con los límites claramente defini-
dos. A través de ellos, se reconoce el afuera y el adentro del barrio. El
primero, que se percibe y se reconoce como un lugar de tránsito hacia
el trabajo, para ir a hacer trámites, para ir a pasear, es un espacio al
cual no parecen tenerle mucho apego. El segundo, el adentro, lleno
de recovecos y zonas peligrosas, es un espacio repleto de gente desco-
nocida y de diferencias culturales, reflejadas en una serie de prácticas
alimenticias, de diversión, de consumo, de formas de vestir y de hablar.
A la vez, es un lugar de refugio y acogimiento, porque allí es posible
tener una pieza o un apartamento para vivir. El adentro del barrio se
constituye así en una infinidad de intimidades poliformes, en las que
confluyen la amenaza y la tranquilidad como formas de vida. Quizás
por eso la señora Martínez, mientras me contaba llorando el problema
de consumo de su hijo, inducido, según ella, por las malas compañías,
por las malas amistades del barrio, no dudó al afirmar que le parecía
bueno, que le gustaba vivir en Suba-Rincón.
108   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

La constitución física y social del barrio es un correlato del ahora


de las vidas de sus habitantes, porque no tiene pasado, presente ni fu-
turo. El barrio está en un permanente estado de decisión para la acción,
para el movimiento, para el desplazamiento, para evitar encuentros
no deseados o saber qué hacer en el momento de tenerlos. En el ba-
rrio existe otro correlato del ahora asociado también con el tránsito
por las calles. Se trata del desplazamiento de las personas mayores y
de las personas jóvenes con alguna lesión o incapacidad permanente
o transitoria. A los primeros, la vejez del cuerpo les ha llegado con
la debilidad de los músculos y los huesos. A las personas mayores les
queda muy difícil enfrentar por sí mismos la topografía variada de los
andenes y las calles. Es aún más difícil cuando su movilidad requiere
de algún artefacto de apoyo, bastón, muletas, caminadora o silla de
ruedas. Una situación similar enfrentan quienes, aun siendo jóvenes,
tienen problemas con su movilidad por una operación o un acciden-
te laboral. Los primeros por lo general son acompañados por algún
familiar que, además de ayudarlos, los contempla, les pregunta cómo
se sienten y se encarga de acomodarlos si están usando una silla de
ruedas. Los más jóvenes, por el contrario, la mayoría de veces van solos
y con sus propias fuerzas enfrentan y resuelven la tarea de ir de un
lugar a otro. Con sus brazos y el movimiento de su cuerpo hacen girar
las ruedas y cambian el centro de gravedad de la silla para enfrentar y
cruzar los huecos de la calle o para traspasar un tramo reparado con
piedras. Lo mismo hacen quienes se mueven con una o dos muletas:
anticipan con su mirada los movimientos necesarios para desplazarse.
Teniendo como eje de apoyo su artefacto, mueven y disponen el peso
de su cuerpo para bordear los huecos; haciendo equilibrio, bajan y
suben los andenes para esquivar los obstáculos, algún poste de luz o
los objetos que los comerciantes ponen sobre los andenes (una silla,
un letrero, una lavadora) o simplemente suben y bajan de las aceras
para lidiar con el espacio estrecho y el tráfico de peatones y carros.
El tránsito de viejos, jóvenes o personas con alguna incapacidad
y la manera como todos ellos resuelven sus dificultades son parte de
los sucesos, a veces visibles y a veces no, de todos los días del barrio.
Sus dificultades para enfrentar la topografía, los obstáculos y todo
el esfuerzo físico, el dolor, el miedo y la previsión mental inmersa y
necesaria en sus desplazamientos se vuelven un acontecimiento so-
cial cuando alguno de ellos quiere o debe subir a uno de los buses de
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 109

transporte público. Durante esos instantes, los movimientos de unos


se convierten en el obstáculo de los movimientos de los otros; por
eso, las dificultades se hacen las dificultades de todos. Quienes usan
bastón o muleta pueden subir a buses y colectivos: cuando lo hacen, la
alerta de quienes están adentro es momentánea, e implica una serie de
movimientos rápidos y cortos para ayudarles a mantener el equilibrio
durante el arranque del vehículo, para ayudarles con las maletas o los
bolsos colgados al hombro o sujetos con las manos y para cederles el
puesto. En estos casos, la alerta dura poco e incluso contribuye a crear
un ambiente afable entre los pasajeros. Quienes usan silla de ruedas
solo pueden usar los alimentadores de Transmilenio. Algunos de estos
buses tienen instalado el equipo necesario para elevarlos y darles el
ingreso, cuando no es así o el equipo se encuentra dañado, el ascenso
y descenso de estas personas se transforma en todo un acontecimiento
social.
La inmovilidad del hombre en silla de ruedas y el rostro adusto de
la mujer acompañante, medio disgustada, medio apenada, en el um-
bral de la puerta del alimentador de inmediato dio paso a una serie de
voces, de gritos que le solicitaban al chofer la activación y el descenso
de la plataforma. Cuando el desperfecto del aparato se hizo evidente,
las voces dejaron de ser gritos y se convirtieron en una serie de indi-
caciones para coordinar el ascenso a través de la fuerza de algunos de
los pasajeros, del chofer y de quienes se encontraban a su lado espe-
rando para subir o curioseando; después de todos los esfuerzos físicos
y de coordinación entre quienes ya estaban montados en el bus, entre
quienes esperaban subir, el chofer y otros empleados de Transmilenio
consiguieron elevar la silla y llevarla al interior del bus, esquivando los
pasos altos de las escaleras. Pero algunas veces las puertas del bus se
cierran dejándolos allí, porque el bullicio y las buenas intenciones de
todos les anuncian a la persona en silla de ruedas y a su acompañante
las dificultades por venir al momento de descender. En esos casos, sus
rostros de rabia, frustración y pena atraviesan los vidrios y se fijan en
la mirada de los pasajeros. En ese instante, los movimientos de unos
dejan de ser el obstáculo de los movimientos de los otros. En todos,
se fija por un momento las implicaciones de la dificultad física y el
permanente proceso de decisión encarnado en él. El ahora emerge
evidente y cierto mientras la mirada de los pasajeros se despide de
quienes se quedaron. Durante estos encuentros de movimientos y el
1 10   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

ahora constituido en ellos, a partir de la inminencia y la necesidad de


la decisión y la acción para resolver el tránsito sobre la topografía, se
representa y se vive la disolución del pasado, el presente y el futuro.
De esta manera, se configura el ahora de la existencia, a través de una
sucesión de instantes construidos mediante un proceso continuo de
decisiones.

El profe: la metáfora de la decisión I


El profe llegó muy joven a Suba-Rincón o al barrio Rincón Escue-
la. Primero, llegaron sus abuelos; después su mamá compró un lote
y toda su familia se fue a vivir allí. Desde esa época hasta ahora no
ha abandonado el barrio. El movimiento, la quietud y la decisión se
encuentran alojados en sus palabras, como si la vida y la historia del
barrio se hicieran presentes en su figura, en el tono de su voz y en los
ademanes al momento de hablar. Hizo la primaria en el mismo colegio
donde hoy es profesor. Cuando terminó el bachillerato, empezó a es-
tudiar dos carreras: Ingeniería Mecánica y Educación Física. Su anhelo
era dedicarse al diseño de prótesis ortopédicas, pero no lo consiguió
porque en el año 1982 la Universidad Nacional, donde estudiaba su
primera carrera, estuvo cerrada por mucho tiempo. Cuando la volvie-
ron a abrir ya había perdido el ánimo y estaba a punto de graduarse
de Educación Física en la Universidad Pedagógica. Al poco tiempo de
haber terminado esta carrera, la Secretaría de Educación le dio a elegir
entre dos colegios: uno ubicado al sur de Bogotá y otro localizado en
Suba-Rincón, donde él había estudiado, vivido su niñez y su adoles-
cencia y donde aún vivía su mamá. Durante tres años, estuvo de “in-
cógnito”; luego, una de las profesoras más antiguas lo “delató”. Desde
ese momento hasta ahora, su figura como profesor ante los estudiantes
es diferente con respecto a la de sus colegas, porque al sentirlo como
parte del barrio los estudiantes se acercan a él con más confianza y él
se acerca a ellos con mucha más tranquilidad; él sabe cómo es la vida
en el barrio, él reconoce en los rostros de los estudiantes los rasgos de
algunos vecinos y de sus propios compañeros, él guarda en su memo-
ria las diferentes transformaciones sufridas por el barrio durante los
últimos treinta años. Él le dice a los estudiantes lo mismo que me dijo
a mí: “Yo no soy ni el peor ni el mejor ejemplo. Otros se convirtieron
en economistas, abogados y empresarios, otros se encuentran ahora
modelando y otros bajo tierra”. Desde ese mismo lugar, se burla con
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 111

algo de ironía del miedo de sus colegas de salir del colegio, del miedo
a recorrer las calles, del aura de inseguridad que muchos de ellos le
ponen al barrio y alrededor de los muros del colegio.
En los cruces de caminos, en las líneas tronchadas de las calles y
en las avenidas principales, la mirada del profe se fractura en una infi-
nidad de temporalidades. Él fragmenta la unidad del colegio de acuerdo
con las instalaciones que fueron apareciendo durante el transcurso de
los años. También fragmenta las calles y las casas según la actividad
económica de quienes vivían allí durante sus primeros años en el
barrio y a donde él iba para cumplir con algún encargo. Para él, en el
camino hacia la avenida Cali estaban quienes vendían la leche; más allá
estaban los lotes de quienes hacían y vendían el carbón de palo, de la
tierra de ese lugar brotaba el humo día y noche. Junto a ellos, un poco
más cerca de la laguna, del humedal Juan Amarillo, permanecían los
zorreros, “quizás los más pobres, quizás los más sucios, quizás los que
más desorden provocaron en su época y lo siguen creando hoy en día"
según el profe. Sus recuerdos dejan de estar en el pasado cuando los
hace visibles en el presente a través de una serie de indicaciones: “Ahí
donde está esa antena de Comcel quedaba la primera biblioteca pública
del barrio; en esta calle vivían los Rodríguez, ellos eran una familia de
ladrones; a ese parque, donde ahora queda el cai, llegaba el circo; en
esta calle del colegio, ahí detrás, quedaba una de las piletas donde la
gente venía a recoger el agua. En el lote de enfrente del colegio había
un cultivo de hortalizas, ahí veníamos a hacer el rastrojo, a recoger los
restos que quedaban después de recoger la cosecha. Cuando el cocinol
llegó, el carrotanque parqueaba por esta calle; ahí veníamos a hacer
turnos de horas. Siempre hubo muchos agarrones cuando alguien que-
ría colarse en la fila. Luego, para evitar las peleas, pusieron una soga,
de ella se iban agarrando los galones y no había forma”.
En el presente de sus recuerdos, el tono de su voz y el acento de
sus palabras son los de un profesor de Educación Física acostumbrado
a emitir órdenes precisas y de inmediato cumplimiento para formar,
para correr alrededor de la cancha, para hacerse en parejas, para hacer
estiramientos. Pero, en el presente de sus recuerdos, estas frases cortas
y precisas permiten asir el carácter multitemporal de su experiencia.
A lo anterior se le sumaba una perspectiva crítica sobre su historia y
la del barrio, expresada con la misma precisión, con convencimiento
y sin fanatismo, como si sus críticas brotaran del punto intermedio
11 2   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

ubicado entre el convencimiento de tener la razón y la resignación


ante la imposibilidad del cambio, de trocar el rumbo de los aconteci-
mientos, las creencias erradas de las personas, las injusticias, la llegada
de personas provenientes de otras regiones y los cambios producto de
su arribo y el mal comportamiento de la policía. Desde ese lugar de
su relato, al describirme y mostrarme las casas de tres y cuatro pisos,
con acabados en baldosín, piedra y con puertas y ventanas forjadas en
hierro, me demostró la existencia en el barrio de familias con mucho
dinero, así las personas creyeran que Suba-Rincón era un barrio de
personas muy pobres. Con el mismo estilo, criticó todos los programas
del Gobierno cuyos resultados habían convertido a la gente en personas
perezosas: “Ya nadie camina porque hay un paradero de alimentador
cada cincuenta metros”, “la gente ya no trabaja porque el Gobierno
le da la comida en los comedores comunitarios”, “ahora todos viven
pendientes de lo que les van a dar”. Durante alguna época, había
participado en programas de apoyo cuyo objetivo era regalar libros
y útiles escolares a los niños, pero dejó de hacerlo cuando descubrió
a uno de los padres revendiendo a dos cuadras del colegio la maleta
que le acababan de dar. Con la misma mirada, mientras recorríamos
el barrio, saltaba de los grandes temas a pequeños sucesos, como los
apellidos indígenas impresos en los avisos de novenario, el lugar donde
tomaban cerveza al lado del humedal, justo en el límite entre el barrio
Quirigua y Suba-Rincón, y donde hoy queda una bomba de gasolina
y una urbanización de cuatro o cinco torres. “Hoy en día en cada
invierno se inunda [la urbanización] porque eso es un humedal”, me
explicaba. Siguiendo el mismo rumbo y apegado a esos detalles, me
señalaba las construcciones más antiguas de aspecto campesino aún
conservadas entre el comercio o la soledad de una calle. Entonces, el
presente de sus recuerdos parecía investirlo de un aura de poder. Desde
allí, sus gestos y pensamientos parecían llenarse de algo de compasión
y, al mismo tiempo, de una perspectiva crítica dirigida a muchos de
los nuevos pobladores del barrio. Según el profe, primero llegaron los
zorreros, que crearon desorden e inseguridad; luego llegaron personas
de diferentes partes del país; ahora han estado llegando los “morenitos”.
Así llama a quienes vienen de la costa pacífica y de la costa atlántica.
Con el uso de la expresión “morenitos” procura evitar alguna alusión
racista impropia de su condición como docente, aunque el tono de su
voz revela toda la prevención que siente.
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 113

Al oírlo y caminar a su lado, la historia del barrio parece ser un


continuo proceso de división sobre una misma área. Durante su niñez,
jugaba y atravesaba los potreros sin ninguna restricción; poco a poco
estos terrenos fueron divididos con cercas y muros; al mismo ritmo, él
y sus amigos fueron desplazados de sus espacios de juego y presencia-
ron su transformación en casas y urbanizaciones. Las calles surgieron
a partir de los caminos y zanjas ubicadas alrededor de los antiguos
lotes. El ancho y el trazado correspondían con la forma de los terrenos
y la bondad o tacañería de sus dueños; en el primer caso, los caminos
eran amplios y en el segundo, angostos. A partir de este proceso, surgió
la estructura laberíntica del barrio, ayudada por el continuo proceso
de fragmentación del espacio, con cada nueva división del territorio
emergía un nuevo camino, una vía cerrada o la terminación de una
de ellas. Así, entre los límites del barrio, el territorio se hacía cada vez
más rico en fragmentos, vías y personas.
Cuando me decía “ninguno de los más antiguos se ha ido de aquí”,
además de reafirmar su diferencia con quienes han ido llegando, me
dejaba ver cómo su historia cumplía con el mismo destino. Aunque su
casa ya no quedaba en Suba-Rincón, sino cerca de una avenida aledaña,
todos los fines de semana va de visita a la casa de su madre y entre se-
mana va todos los días a “robarle” almuerzo. En el camino circular del
colegio a la casa de su mamá y de allí de nuevo al colegio, su tránsito
por el barrio es idéntico al de su infancia, al de su adolescencia y al de
su adultez. En medio de esta quietud de su vida, fue requiriendo de
más vueltas y rodeos para llegar a su casa. Mientras hablábamos, cada
uno de estos fragmentos de memoria lo obligaban a emitir juicios y
pensamientos más complejos sobre su historia, la de sus vecinos y la
del barrio. La multiplicidad y la multiespacialidad contenida en cada
uno de sus juicios y pensamientos le permitían desplegarse y transitar
con omnisciencia, tranquilidad y sin proselitismo por los sucesos y
problemas del barrio (la muerte, la drogadicción, el trabajo, la pobreza,
el estudio, las amistades, los atracos, los robos, los vecinos, el tráfico,
los impedimentos físicos, las “ollas”, la plaza, la migración…).
Con su estilo de profesor de Educación Física me contó: “A mí los
estudiantes se me acercan para decirme: ‘profe, a nosotros nos están
matando’”. Su afirmación no fue más allá. No se refirió a los enfren-
tamientos entre las bandas o pandillas o a los problemas asociados,
quizás porque mientras me mostraba el barrio no era necesario entrar
1 14   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

en ese tipo de discusiones y porque en ese instante el movimiento


de las personas, los grafitis, los olores de panadería, de talleres, de
aserraderos y las infinitas conjunciones de formas diferentes hacían
evidente la inutilidad de cualquier explicación. Al parecer sólo quería
contarme cómo la muerte para los jóvenes, sus estudiantes, se había
convertido en algo normal, sin importancia. Quizás por eso cerró su
idea diciéndome: “No se dan cuenta de que se ha perdido la vida de
alguien. Ahora parece no importarles”. En sus palabras no había ningún
dejo acusatorio, ni deseo por corregir esa realidad.
Durante el recorrido alrededor del barrio, la referencia a la muerte
se dio a través de la conjunción del movimiento y la quietud. El pri-
mero es continuo, implacable y, en algunos momentos accidental; la
segunda, permanente, inexplicable y, en algunos momentos, motivo de
risa y de algo de sorna. Sin dejar de lado la tragedia del suceso, sonrió
cuando me contó sobre los ahogados de las lagunas, ubicadas en la
parte alta del cerro, donde hoy queda el acueducto: “Los estudiantes
capaban clase para irse a nadar allá. Allá íbamos. A veces se tiraban
de clavado y se quedaban enterrados en el barro. El fondo de esas
lagunas era de puro barro. Tocaba llamar a los bomberos para que los
sacaran”. Su sonrisa parecía hacer alusión a la aparición inesperada del
destino fatal y de la quietud absoluta producida por la tierra húmeda.
También se sonrió un poco cuando me habló sobre las procesiones de
los entierros: “Antes, cuando alguien moría, todo el mundo iba a la
misa y acompañaba a la familia al cementerio. Hoy en día no va casi
nadie porque a la gente le da miedo. Como no se sabe en qué andaba
el muerto o su familia, las personas dicen: ‘eso es mejor no ir porque
ahí va a estar la Sijin (Seccional de Investigación Criminal.) toman-
do fotos y puede uno terminar reseñado o relacionado con ese tipo
de personas’”. Quizás su sonrisa tenía relación con la ingenuidad, la
prevención o la mala suerte de terminar relacionado con las bandas
delincuenciales o quizás su sonrisa brotaba de la conjunción de todo
lo anterior. En cambio, se acordó con absoluta tristeza de la muerte
de un vecino: al caer de un caballo, uno de los pies se le enredó en
un estribo y el animal lo arrastró unas veinte cuadras. Él vio cómo su
cabeza rebotaba contra las piedras, el cuero cabelludo con cada golpe
se le iba desprendiendo y el cráneo se le iba rompiendo hasta dejar
los sesos al descubierto. La tragedia de su amigo retorna cada cierto
tiempo a sus recuerdos, porque el cuerpo quedó tendido en la esquina
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 115

del colegio y porque se encuentra con los hijos de sus hermanos de


vez en cuando en el colegio o por el barrio y de sus rostros brotan los
mismos gestos de su amigo. También con mucha tristeza, al llegar a
la avenida principal, me señaló, con la mano y con la boca, el lugar
donde un camión con un chofer borracho al volante se incrustó en la
tienda de esa esquina y embistió a toda una familia el día de Navidad:
el veinticuatro de diciembre, todos habían muerto. También se refirió
con tristeza, aunque con algo de distancia, a la muerte de una de las
estudiantes del colegio: había fallecido en una pelea, a la salida de un
bar. No quiso ahondar más en el asunto. Solo hizo una breve alusión.
Volvió a sonreír cuando me habló de la inseguridad. Pero esta vez
su sonrisa era diferente, porque parecía surgir del placer producido por
el hecho de saber algo que el resto no sabía; desde este lugar se limitaba
a verlos actuar y a burlarse por sus actuaciones erráticas producto de
su ignorancia: “Sí, el barrio es inseguro, pero la inseguridad es igual
en todos lados. Los medios han creado esa imagen. Yo llevo muchos
años caminando por acá y nunca he visto a nadie apuñalando a otra
persona. Sí he visto atracos. Yo sé que conmigo no se meten porque yo
soy del barrio”. Su sonrisa y las señales de desaprobación iban dirigidas
a sus compañeras de trabajo; se burlaba de ellas porque no se atrevían
a salir a las calles. Se la pasan encerradas en el colegio. El miedo de
muchos de sus colegas no era del todo infundado porque casi siempre
a los profesores nuevos los atracaban. Pero él le restaba importancia
a ese hecho, porque una vez los reconocen como empleados y profe-
sores del colegio se dejan de meter con ellos, ya no son nuevos. Ese
ritual de iniciación, según el profe, no era suficiente para crear una
percepción de inseguridad. En su actitud había algo de orgullo: aunque
no aprobaba los atracos, la selección que los ladrones hacían de sus
víctimas le daba al barrio cierto toque de exclusividad y transformaba
el lugar en un espacio íntimo, doméstico. Quizás había en él algo de
nostalgia por aquella época en la que todos los vecinos del barrio se
conocían y en la que todos sufrían la muerte de uno y se unían a la
misa y a la procesión encabezada por el cura, el ataúd y los deudos ca-
mino al cementerio. Sus comentarios relacionados con la drogadicción
(o mejor, con el consumo de sustancias psicoactivas) hacían énfasis
en la acción y la decisión de los “muchachos” de consumirlas. Sus
palabras no eran apocalípticas ni anunciaban desgracias futuras. Por
el contrario, había en ellas algo de consideración y aceptación por la
116   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

opción elegida, a­ unque en ningún momento la aprobaba. Esta actitud


era completamente diferente a la de los demás docentes, quienes, en
la droga y sobre todo en los estudiantes consumidores, encontraban
el pretexto perfecto para construir la historia del apocalipsis humano,
social e individual. Con ella, narraban el final de la vida, la aparición
de la muerte y el camino seguro a la desgracia. Con su actitud el pro-
fe se convertía en el crítico de sus colegas, que posiblemente, desde
la visión trágica, eliminaban de su mundo la situación intratable de
tener estudiantes consumidores de drogas, cuya presencia disuelve
todos los órdenes de la existencia y, sobre todo, las visiones de pasado,
presente y futuro. La actitud del profe estaba quizás inspirada en una
historia construida en la división constante de los fragmentos, en la
división permanente del territorio y en la emergencia permanente de
nuevos caminos: algunos cerrados, otros más cortos y otros presentes
como una oportunidad más para extraviarse. Para el profe, no existía
la posibilidad de la tragedia o el extravío, porque la fragmentación no
implicaba la desaparición y la exclusión: sin importar el número de
fragmentos, todo seguía estando allí. Desde ese lugar y en ese instante,
el profe como narrador de la historia transformaba a la multitud del
barrio en una multitud de individuos visibles. Al mismo tiempo, el
barrio encarnado en su voz y en sus gestos se convertía en un lugar
de acogimiento, donde las personas encontraban resguardo contra
el frío. Por eso, para el profe, la historia individual dependía de las
decisiones tomadas por cada uno. La función de estas decisiones no
era teleológica: no tenían como fin ir o dirigirse a algún lado o encon-
trar un lugar, eran para actuar y hacer su propia vida. Por eso, para el
profe, de cada estudiante dependía si se dedicaba a estudiar, a hacer
deporte, a consumir o a robar. Su vida en el barrio se lo había demos-
trado: algunos de sus compañeros de colegio ya estaban bajo tierra o
“modelando”; otros se habían convertido en ingenieros, economistas,
negociantes y otros, como él, en profesores de colegio o universitarios.
Él no era ni el peor ni el mejor ejemplo; de ellos, de los estudiantes, de
los “muchachos”, dependían sus decisiones; a partir de ellas, el barrio
seguiría siendo lo que es.

El profe: metáfora de la decisión II


Esa mañana hicimos un recorrido circular por todo el barrio:
nos metimos por entre las calles, salimos a las avenidas, la Cali y la
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 117

­ rincipal, subimos a las partes altas por el lado oriental y fuimos a


p
terminar el recorrido caminando por la calle de la plaza hasta la iglesia.
Allí volteamos para buscar la entrada al colegio. Antes de despedirnos,
entramos a la tienda de la esquina a tomarnos un jugo. Desde allí,
sentados en una de las mesas ubicadas al borde de la entrada, con su
mano trazando un camino por el aire, me contó el accidente de su
amigo con el caballo. Con la misma mano me indicó dónde había
quedado su cuerpo. El camino dibujado por su mano en el espacio y
la detención repentina al señalar el lugar de su quietud eterna pare-
cieron constituirse en la imagen o en la representación del espacio
y la topografía donde él había dispuesto la narración de su historia
mientras hacíamos el recorrido. Describiendo una figura “circular”,
nos habíamos puesto en el límite inasible e indeterminable que per-
mite la confluencia y la coexistencia de la quietud y el movimiento.
En algunas de mis visitas al colegio, mientras atravesaba el patio para
ingresar a la oficina de orientación, había visto a sus estudiantes ir de
un lado a otro de la cancha de básquetbol. Empezaban en uno de los
bordes del rectángulo e iban hasta la primera línea imaginaria trazada
a partir del lugar más extremo de la bomba y más cercano a la canasta.
Regresar al inicio y volvían a emprender la carrera, pero ahora iban
hasta la línea imaginaria trazada a partir de la línea de tiros libres ubi-
cada dentro de la bomba. Se devolvían de nuevo y avanzaban hasta la
siguiente línea imaginaria, trazada a partir de la tangente del punto
más extremo de la bomba y, como todas las demás líneas, perpendicu-
lar a las líneas del rectángulo. Luego volvían de nuevo hasta el inicio
e iban hasta la línea de la mitad del campo. Esta no era imaginaria
porque estaba perfectamente trazada dividiendo el rectángulo en dos.
Desde la mitad llegaban otra vez al inicio y desde allí volvían a em-
pezar. Al llegar hasta la línea más extrema de la bomba de la cancha
contraria, regresaban y volvían a la línea de tiros libres. Se devolvían
y regresaban a la línea de tiros libres. Regresaban de nuevo y volvían
hasta la línea imaginaria trazada a partir del punto más extremo de
la bomba ubicado cerca al arco. De allí se devolvían hasta el inicio y
emprendían la carrera de nuevo hasta el otro extremo. La carrera de
ese extremo al otro señalaba el final del ejercicio. En cada una de las
paradas, fueran o no líneas imaginarias, los estudiantes debían parar
y tocar con una de sus manos el suelo para dejar evidencia de su de-
tención y para obligar a todos los músculos de su cuerpo a hacer una
118   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

parada repentina y de inmediato prepararlos para la arrancada. Algo


similar habíamos hecho durante nuestro recorrido: habíamos ido y
venido, su existencia y su presencia era esa línea imaginaria desde la
cual se hace posible el movimiento y la quietud. Círculos entre círcu-
los señalan la emergencia de nuevos sucesos, pero todos contenidos
en el mismo lugar, partiendo de un punto para luego volver a él. La
calle de la plaza y la plaza eran ejemplo de esta estructura. En el arco
descrito por la calle, desde la esquina donde paran los alimentadores
hasta la iglesia, se ubican todos los carros o puestos de mercado. En
todos los víveres ofrecidos se puede leer el lugar de origen de quienes
han vivido en el barrio desde hace muchos años y el lugar de origen
de los nuevos pobladores. Sobre los carros de madera, algunos con tres
llantas y dirección y otros en forma de carretilla se venden los produc-
tos propios de las dietas cundinamarquesas y boyacenses, mezclados
con algunos víveres de comida santandereana. Al seguir el recorrido
hacia la iglesia aparecen los puestos de quienes provienen de las cos-
tas atlántica y pacífica. Allí aparecen los puestos de venta de arepas
de huevo, de queso costeño y de pescado. Todos estos se diferencian
del resto porque son estructuras en hierro con un toldo en la parte
superior y una bandeja también en metal a la altura de la cintura del
vendedor. Una pequeña inclinación sirve para exhibir los pescados y
para desaguar por una de las esquinas los fluidos desprendidos por los
animales muertos. La intensidad de la calle está acompañada por el
comercio de todo tipo, ubicado en las edificaciones de ladrillo a lado
y lado de la calle. Allí, hay almacenes grandes y pequeños de venta de
ropa. Hay también supermercados grandes y pequeños, panaderías,
venta de electrodomésticos y de todo tipo de tecnologías (compu-
tadores, celulares, televisores, entre muchos otros), mezclados con
puestos pequeños de música y estos acompañados de negocios donde
se ofrecen juguetes para niños, salvavidas, pelotas inflables. En una
de las cuadras localizada al inicio de la calle, está ubicada la plaza de
mercado. La puerta de ingreso no se diferencia del resto de las puertas
de ingreso porque parece la entrada a un pequeño centro comercial;
sin embargo, al cruzar el umbral y un puesto pequeño de venta de
películas, aparece el silencio y la quietud. Al mirar hacia cualquier
lado, con una estructura circular de dos pisos, aparece una sucesión
de locales exhibiendo el reposo y la inutilidad de la jaula de hierro
y metal, en la que cada puesto se ha convertido por la ausencia de
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 119

quienes han debido usarla y por la ausencia de posibles compradores.


Según me contó el profe, ninguno de los vendedores de la plaza quiso
mudarse allí. Ellos no quisieron porque no les gustaba el espacio, les
tocaba pagar arriendo o porque simplemente preferían seguir donde
estaban. Realmente, las razones no importaban mucho: allí, en el
umbral de la puerta, colindaban la quietud y el movimiento, como
habían colindado durante nuestro recorrido la vida y la muerte, la
inseguridad y la seguridad, los nuevos habitantes con los antiguos,
quienes decían consumir droga y quienes no, las “ollas” al lado de las
casas de familia y nosotros transitando por la línea imaginaria o no,
cuya existencia hace posible la confluencia de todo ello.
Después de haber terminado de tomarnos el jugo, el profe se fue de
afán, aunque se levantó con lentitud de la silla. Lo mismo había hecho
cuando nos despedíamos al terminar nuestro primer encuentro. Este
había sido en la oficina de orientación del colegio, en la mesa auxiliar,
ubicada al lado de la entrada y separada del barullo de la oficina por
un corredor medianamente angosto. Después de terminar de ponerse
de pie y luego de un breve momento, el suficiente para recuperar la
compostura del cuerpo, cubierto por una sudadera azul brillante, me
hizo un comentario corto con tono burlón sobre la artritis localizada
y creciendo en su cuerpo.

Paula: la metáfora de
sabiendo sin saber
Paula era muy delgada y sus ojos verdes y redondos contrastaban
con su figura. Sus cejas tupidas y de color negro resaltaban en medio
de su piel blanca y los contornos afilados de su rostro. El pelo de sus
pestañas y de su cabeza era del mismo color de sus cejas. Sus pestañas
estaban cubiertas con una capa delgada de pestañina y el pelo de su
cabeza estaba teñido con una secuencia de vetas moradas. De las mu-
ñecas de sus manos colgaban dos o tres pulseras, cada una de ellas,
con movimientos erráticos, seguían el movimiento de sus antebrazos
y sus manos. El desplazamiento y los choques de las pulseras avivaban
toda su figura y parecían provenir del mismo lugar de donde venían
las sonrisas previas y posteriores a sus palabras. Paula vivía en el barrio
desde muy pequeña y formaba parte de esos rostros destacados en la
mente del profe y habitantes del presente de sus recuerdos. Ella formaba
parte del panorama diverso y cambiante de personas descrito por el
1 2 0   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

profe. Como todos ellos y gracias a su perspectiva serena y desapegada,


ella era incluida y aceptada en la vida y los movimientos del barrio.
Cuando le pregunté por el oficio de sus padres, me respondió que
ambos eran publicistas. Yo me sentí tentado a preguntar más, porque
su sonrisa, mezclada con una serie de gestos de incredulidad, me hizo
desconfiar, pero me abstuve de hacerlo e intenté asumir como cierta su
respuesta. Gracias a la autoridad de las orientadoras, la habían sacado
de su salón y la habían llevado a hablar conmigo. Una de las orienta-
doras la eligió al tomar algunos fragmentos de la reunión donde les
conté y les pedí su colaboración para la investigación. La elección de
Paula en principio me pareció un error, porque mi deseo era hablar con
personas provenientes de regiones fuera de Bogotá. Sin embargo, una
de las orientadoras, inspirada quizás en mi insistencia por los aspectos
históricos y la memoria encarnada en ellos, la seleccionó. Paula había
nacido y vivido toda su vida en Suba-Rincón.
Aunque no se lo pregunté, debió recibir con sobresalto, pereza e
incomodidad la solicitud de dirigirse a la oficina de orientación. Posi-
blemente, en el transcurso del salón a la oficina, se preparó para actuar
ante las orientadoras, repasó en su mente la colección de preguntas y
respuestas adecuadas y las cotejó con sus deseos y desacuerdos para no
dejarse sorprender y dar la mejor y menos comprometedora respuesta
a las preguntas o reclamos. Pero todo este esfuerzo se perdió cuando
una de ellas me presentó.
Cuando me contó que había nacido en el barrio procuré orientar
la conversación hacia los cambios y transformaciones, haciendo énfasis
en cómo eran antes las actividades cotidianas y cuáles habían sido los
conflictos sociales más relevantes. A ella esa perspectiva histórica no
le gustó: “A uno no lo determina el lugar de nacimiento y en donde
vive”. Con esta afirmación, según lo interpreto ahora, dejaba de lado
el valor del pasado, el apego a los lugares, para pensarse así misma
desde otro lugar. Su sonrisa indescifrable me mantuvo todo el tiem-
po en una zona de ambigüedad. Todas sus afirmaciones y respuestas
eran una colección de contradicciones. Con respecto a los cambios
del barrio, solo se limitó a tres alusiones: “sigue siendo igual”, “ahora
está muy cochino” y, en una actitud muy parecida a la del profe, me
dijo: “Esa gentecita ha introducido una serie de cambios en los bares”,
refiriéndose a los nuevos habitantes provenientes de la costa atlántica
y de la pacífica. Con estas tres alusiones, dejó de lado mi intención
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 21

histórica, por lo menos la fundamentada en imágenes del pasado y


momentos de cambio.
Luego, cuando estábamos hablando sobre ella y yo insinuaba o
solicitaba alguna explicación, esta no aparecía. Me dijo que le gustaba
la filosofía, la sociología y la antropología. Cuando le pregunté por qué,
no me supo dar razón. Lo mismo sucedió cuando me contó sobre su
gusto por la música, por la escritura de poesía y por las narraciones de
sucesos de la vida de otras personas. Cuando le pregunté por alguna
de esas historias, su respuesta fue: “No, no me acuerdo de ninguna”.
Después, cuando hice una pregunta similar con respecto a la pintu-
ra, la respuesta fue la misma, pero añadió, quizás para cortar con mi
insistencia: “Hay muchas cosas que uno sabe, pero que no puede ex-
plicar”. A partir de esa afirmación, la conversación tomó otro rumbo.
Yo estaba de acuerdo con ella: hay muchas cosas que uno sabe, pero
que no puede explicar.
A Paula le gusta imaginarse siendo otras personas. Esa característica
de su personalidad concuerda con los decorados de su cuerpo y con
la molestia que le producía pensar en el pasado como determinación
del presente, porque la capacidad para imaginarse y transformarse en
otro/a no tiene razones lógicas: se lleva a cabo a través de una serie de
condiciones estéticas, el olor, los colores, el sonido y, además, rompe
con el pasado y por lo mismo con el futuro; en síntesis, hacerse otro
u otra se consuma en la presencia.
Con sus compañeros de banda, Paula oye y hace música. Con ellos
toca rock pesado y “oscuro”, pero cuando se presentan en el colegio,
toca la música más popular. Lo hacen así para estar bien, para estar
contentos, para evitar problemas. Su relación con la música tiene la
misma lógica: no quiere difundir la música rock o defender la verda-
dera música y no cree estar traicionándose a sí misma cuando canta
en las presentaciones del colegio las canciones de moda. Quizás la
prevención de las orientadoras hacia ella estaba relacionada con su
forma de presentarse y de plantear su vida, porque a ellas les interesa
el futuro, el porvenir: en cambio a Paula le interesan las formas, los
sonidos y el presente desligado. Paula sí había visto los cambios del
barrio, sí sabía por qué le gustaban la filosofía, la antropología, la so-
ciología, ella sí tenía en su mente alguna historia, ella sí sabía porque
se entretenía mirando un cuadro o escribiendo una poesía, pero no
se preocupaba o no quería explicárselo a sí misma, porque hacerlo
1 2 2   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

significaba atarlo al tiempo, a una condición, a un lugar y al hacerlo


le quitaría su naturaleza.
Durante nuestro encuentro, ella se construyó ante mí de esa
forma. No sé si sus papás eran publicistas o cuál era su concepción
de publicista. No sé si la coherencia entre los decorados de su rostro,
de sus muñecas y de su sonrisa con su gusto por jugar a ser otra, por
encantarse con la historia y vidas de otros sea así cuando está con
sus amigas y amigos del barrio, cuando está en su casa. Al menos, fue
así mientras hablábamos. Su acción en la vida parecía definirse en el
sabiendo sin saber: de ahí brotaba su fuerza para inventar y actuar en
su mundo, en el mundo de nuestro encuentro.
El error no fue de las orientadoras, el error fue mío: habían convo-
cado a Paula no porque vinieran de fuera de Bogotá, no porque hubiera
llegado por alguna situación de desplazamiento o violencia; la habían
convocado porque ella actuaba y pensaba de una forma muy pareci-
da a mi descripción sobre la memoria viva. Su presencia y sus gestos
eran acciones per/formativas, eran una puesta en escena. A través de
ellas, les daba trámite a sus dificultades, a sus buenos momentos, a su
situación en el colegio, en el barrio, en su casa. Por lo menos, eso fue
lo que quiso hacerme pensar en ese momento.
Paula me había confrontado con mi propuesta. A lo sumo, du-
rante un rato, sin pensarlo, estando delante de ella, experimenté la
dificultad y la inseguridad producida al estar ante alguien cuyo objetivo
no era perseguir la verdad: me sentí inseguro de sus palabras e ideas,
deseé hacer las preguntas necesarias para determinar los antecedentes
y consecuentes y así tener confianza en ella y en sus palabras. Pero
luego me di cuenta de algo: la verdad se construía en el lugar de nues-
tro encuentro. Durante algunos momentos, yo había sido o me había
correspondido ser las razones, ser el modelo de pensamiento que ella
debía tachar para construir su concepción del hacer y el pensar: sabien-
do sin saber. Mi presencia y los antecedentes de nuestro encuentro me
convertían en una figura institucional guiada por los principios de la
razón. Después de haber entendido, apareció con mucha claridad la
manera como Paula había actuado con autonomía, con su posibilidad
de invención para resolver el momento de nuestro encuentro: ella
actuaba mediante la metáfora.
Para Paula, el barrio era punto de partida, no un lugar; sus límites
eran borrosos o no existían. En cambio, para quienes venían de afuera el
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 23

barrio era su lugar de llegada. Las personas, el comercio, el movimiento,


el ruido, las construcciones les servían como pretexto para deshacer o
determinar las diferencias con su antigua casa, con su reciente o lejano
pasado, en los barrios o pueblos de donde provenían. El sabiendo sin
saber de ellos formaba parte de sus vidas, pero su existencia no se debía
a una acción propia, como lo era en el caso de Paula, era el producto
de la distancia, del hecho de haber tenido que partir a la ciudad por la
violencia o por la necesidad de buscar más oportunidades de trabajo
o porque sus mamás los “habían mandado traer”.

en el umbral: sabiendo sin saber


c omo modelo histórico
Magdalena llegó al barrio porque su familia tuvo problemas en
Anzoátegui. Paula Andrea vino de Cali a vivir con su mamá por pro-
blemas con Bienestar Familiar. Cristian vino porque una bala perdida
mató a su padrastro. Desde ese momento, todos ellos habían queda-
do por fuera de las acciones de las personas con quien vivían y de la
infinidad de acontecimientos grandes y pequeños propiciados por
todos sus allegados. En su arribo al barrio, el dolor por la ausencia, la
incomodidad, la frustración, el miedo, la ilusión de la ciudad y las di-
ferencias parecían haberlos dejado fuera de la historia o por lo menos
fuera de su historia y haberlos lanzado ante una serie de imperativos,
de situaciones que resolver, en medio de la incertidumbre provocada
por el evidente parecido de todo con su lugar de origen y la simultánea
y evidente diferencia.
Paula, como nativa del lugar, a través de su figura, se convertía
en la representación de su momento histórico. Ellos tres y las otras
veintiuna personas con las cuales me encontré, al haber quedado fue-
ra de la historia de su lugar de origen e insertos ahora en un mundo
medianamente incomprensible e incierto, se veían abocados a cons-
truir una forma de ver el mundo con la cual fuera posible enfrentar la
infinidad de contradicciones de incoherencias, de miedos, de dolores
y frustraciones, asociados a su llegada a la ciudad y que a su vez les
diera las fuerzas y razones para desenvolverse en el ahora de sus vidas.
Paula eliminaba las razones a voluntad de los otros (a quienes llega-
ban); su desplazamiento geográfico los obligó a eliminar sus razones
y a ambos les tocaba reinventarse a través de una historia con la cual
fuera posible vivir su ahora, sabiendo sin saber, olvidando sin olvidar.
1 24   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Magdalena, Andrea y Cristian: las metáforas


del libro, del decir y del mostrarse

Me dijo: “Yo soy tímida, a veces me asusta la gente, no me atrevo


a hablar, me quedo callada”. Sus palabras eran pausadas, tranquilas.
Parecía referirse a ella misma desde la distancia, como si se tratara
de otra persona. Su forma de expresarse concordaba con su forma de
sentarse, con la espalda ligeramente arqueada y una serie de movimien-
tos muy suaves y cortos. Al verla y oírla, me pareció que le dedicaba
mucho tiempo a pensarse a sí misma con algo de preocupación y a la
vez acopiando voluntad y poder de acción y decisión. La vi por pri-
mera vez cuando estaba de pie en frente de uno de los escritorios de
las orientadoras; en ese momento, su rostro estaba duro e indiferente,
mientras una de las orientadoras miraba uno de sus cuadernos y se lo
entregaba a su compañera. Esta había repetido la operación, pasando
las hojas con el cuaderno sujeto entre ambas manos y escrutando con
detalle su forma de escribir. Durante esta operación, alcance a ver de
reojo las letras grandes y multiformes trazadas sobre las hojas cuadri-
culadas, semidobladas en las esquinas. También de reojo alcancé a ver
su rostro. Durante la inspección, surgieron algunos gestos de temor,
ninguna otra señal: no parecía estar molesta ni indiferente, tampoco
había ninguna señal de complacencia o aprobación y sobre todo no
parecía entregarle al procedimiento algún tipo de esperanza, dicho en
otras palabras, encontrar en él algún tipo de solución. Se mantuvo en
esa actitud todo el tiempo, con el uniforme del colegio desarreglado,
la falda y el pelo desordenado en la coronilla, agarrado por una trenza
cuyos mechones gruesos parecían concordar con las dimensiones y
los volúmenes de su cuerpo y de sus manos. Estuvo allí permeable e
impermeable, incluso hasta el momento en que una de las orienta-
doras, al terminar la revisión, sentenció: “Eso es falta de maduración
cerebral. Te toca trabajar conmigo después de clases, llama a tu mamá
para avisarle”. Como su rostro se mantuvo inconmovible, no supe el
efecto de la sentencia. Cuando hablamos, no se lo pregunté. Quizás
para ella la palabra cerebro no significaba mucho, quizás tenía más
peso e importancia la palabra maduración. Magdalena venía del campo.
Toda su figura lo hacía evidente. Tal vez en su tierra era común el uso
de palabras similares y su significado hacía referencia a un camino, a
un proceso, a una posibilidad. En cambio, para mí todo el peso caía
sobre la palabra cerebro y hacía referencia a algo intocable, casi sagrado,
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 25

cuyos daños eran imposibles de reparar. Magdalena llevaba dos meses


de haber llegado a Bogotá y el mismo tiempo al barrio.
Paula Andrea venía de Cali, del sector de Agua Blanca. Llegó a
Bogotá por razones similares, es decir, por problemas. Ella sí me con-
tó un poco más: eran problemas con el Bienestar Familiar. Allá vivía
con sus abuelos y su hermano. Su mamá había venido a Bogotá hacía
dos años aproximadamente a buscar trabajo y ahora estaba viviendo
con su segundo esposo. Paula Andrea estaba viviendo con ellos desde
su llegada. Su padre biológico seguía viviendo en Cali. Él también
había conseguido una nueva pareja. Desde su arribo, le gustó mucho
la forma de hablar de las personas: “en Cali la gente habla como si
le diera pena, con desconfianza; en cambio, aquí las personas hablan
lo más de bonito, no les da pena”. Le había llamado mucho la aten-
ción una de sus vecinas, que le contó toda su vida después de una
hora de haberse conocido. Al principio, ella usaba unas palabras que
nadie entendía (chuspa o chupete), pero poco a poco fue aprendiendo
a renombrar algunas de las cosas con las palabras de Bogotá (bolsa,
galletas, entre otras). Cada una de las personas cercanas a su vida tiene
un padecimiento particular. Su abuelo es diabético. La enfermedad le
afectó una de las piernas. “La tiene como un monstruo”, dice Paula
Andrea. Su abuela ve muy poco, está casi ciega. Su mamá, una mujer
de treinta y cinco años tiene los huesos invadidos por la osteoporosis.
Su hermano y su padrastro son consumidores de drogas. Además de
las dificultades de vivir con su mamá, que “no la conoce y cree que
ella es una irresponsable”, le preocupaba mucho haber dejado solos a
sus abuelos. Temía que su hermano les sacara las cosas de la casa para
venderlas y comprar droga. Su temor no era infundado, pues ya había
pasado: una vez se llevó la ropa y los platos. Ahora existe la posibilidad
de que se lleve el televisor.
En sus ideas, la distancia geográfica tenía un papel muy impor-
tante. De ella brotaban todos sus sentimientos de impotencia; si es-
tuviera allá podría evitar los malos comportamientos de su hermano.
La distancia le permitía erigirse como la antigua encargada de corregir
y prevenir los malos comportamientos de todos sus familiares. “Yo
soy la más sana”, me dijo en un momento de la conversación. Su
responsabilidad y poder parecían emanar del poder conferido por
ella a la palabra y a su capacidad para denunciar para convencer, para
cambiar el transcurso de la vida, para cambiar y corregir las acciones
1 2 6   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

de los otros. No se habla con su padrastro, le insiste a su mamá que lo


denuncie por pegarle, por maltratarla, al mismo tiempo que critica a
su madre por desear la muerte de su hijo: “Una madre no puede hacer
eso, desear la muerte a su hijo”. En el mismo sentido, si ella viviera
con sus abuelos y hablara con su hermano, podría impedir sus malos
comportamientos.
Mientras hablaba, en su rostro había una serie de gestos de preo-
cupación, indignación y resignación, emanados de su creencia en el
poder de la palabra. Quizás por eso su figura parecía ser una colección
de matices irreductibles: su piel morena, su cara lavada y el uniforme
limpio y ordenado no tenían coherencia con el desorden inherente a
las acciones del padrastro y a la suciedad de la vida en la calle represen-
tada por su hermano, como tampoco había coherencia entre el brillo
de sus ojos y la forma monstruosa del pie diabético de su abuelo. Su
convencimiento en el poder del decir y denunciar, encarnado en la
palabra, se fundaba en dos hechos determinantes de su vida. La pri-
mera fue la caída de su mamá bajando de un andén: se resbaló y en la
caída se destruyó el tobillo; su padrastro le dijo a su mamá que viniera
a Bogotá para que un médico conocido la operara y no fuera necesario
amputarle el pie, como habían dicho los médicos en Cali. Esa fue la
razón principal para viajar a Bogotá. Por eso, ella se había quedado
viviendo con sus abuelos y hermano. La otra razón estaba asociada
a algunas palabras que ella profirió cuando la llevaron a Bienestar y
ella contó la verdad sobre la situación de su casa. Según le entendí,
su viaje a Bogotá está relacionado con esa denuncia, porque ante su
relato el Bienestar Familiar se iba a hacer cargo de ella. Aunque hoy en
día ella afirma haber cometido una injusticia, quizás por los reproches
de su mamá y todos los cambios adversos derivados de su decisión,
se defendió diciendo: “Pero, sí, a mí me enseñaron que debía decir
la verdad”, dejando al descubierto, además, las contradicciones en el
comportamiento de su madre.
Si bien sus palabras la trajeron a Bogotá y la desprendieron de sus
abuelos, la palabra y el acto de decir han sido la clave para enfrentar
los imperativos del ahora en su nueva casa, en el barrio y en el colegio.
Al no dirigirle la palabra a su padrastro, lo anula y le señala a su mamá
la necesidad de denunciarlo para dejar de sufrir. Además, cree que en
Bogotá puede haber más justicia, porque el presidente está más cerca
para oír las denuncias y darse cuenta de las injusticias. Al admirar el
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 27

modo de hablar de las personas, está buscando comodidad. También


ha hecho amigas al contar la forma de hablar y la vida en Cali. Ella
prefiere tener amigos hombres, porque ellos hablan sobre las cosas que
les interesan. A través de la palabra y el acto del decir, ha conseguido
conciliar el hecho de estar aquí queriendo estar allá y enfrentar la canti-
dad de situaciones dolorosas, angustiantes e incomprensibles de su vida.
Paula Andrea, encantada por las palabras, habla mucho y mien-
tras lo hace sonríe. Magdalena, por el contrario, es silenciosa. Habla
lentamente y el encadenamiento de sus palabras y oraciones es acético,
es decir, no deja entrever sentimientos ni ideas provenientes de otros
lugares. Sobre la expresión de sus ideas y sus acciones parecen gravi-
tar la prudencia y un ligero matiz de temor. Al momento de nuestro
encuentro, llevaba dos meses de haber llegado a la ciudad y al barrio.
Gran parte de las razones y explicaciones que ella dio durante nuestra
conversación estaban relacionadas con las dificultades de no tener los
libros necesarios para cursar las asignaturas del colegio. A partir de esta
presencia y simultanea ausencia, coherente además con la neutralidad
de su rostro y su forma de actuar, me hizo una breve alusión sobre su
padre: “Con él no nos hablamos y con su familia no tenemos mucho
contacto [...]. Yo sé que mi prima tiene el libro, pero no nos tenemos
confianza, por eso me da pena pedírselo”. También me hizo alusión
a las dificultades económicas: “La idea es no comprarlo”. Pero sobre
todo intentó ilustrarme las diferencias entre su vida en Anzoátegui,
un pueblo cercano a Ibagué, y su vida en el barrio y el colegio: allá
tenía amigos y podía salir; en cambio, aquí no conoce a nadie y le toca
permanecer encerrada en la casa. Además, allá todo era más abierto;
por las tardes, iban al colegio a trabajar en la huerta y a alimentar a los
animales, pero sobre todo las clases eran más fáciles, porque trabajaban
con los libros y allá sí los tenía. En Bogotá, todo es mucho más difícil,
porque se hacían muchas de las tareas por internet. Aun así, me contó
con mucha indignación, y como ejemplo de injusticia, que ella hacía
todos sus trabajos en el cuaderno, pero los profesores no se los corre-
gían porque no estaban hechos en el libro. Además, la ausencia del
libro también contribuía a mantener su aislamiento, porque, cuando
el profesor ordenaba hacer un trabajo en grupo, ella no podía hacerlo
por no tener los textos escolares.
El encuentro con las orientadoras, cuando la vi por primera vez,
quizás fue la iteración de un mismo episodio dado durante los últimos
1 2 8   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

dos meses. En este episodio, el cuaderno, en el que ella depositaba to-


dos sus esfuerzos y evidencia de sus acciones, era tomado como todo
lo contrario. Las orientadoras lo convertían en la evidencia de sus
dificultades y carencias. La ausencia de los libros era simultáneamente
su ausencia. A través de ella, se explicaban sus dificultades y daba ra-
zón de su mundo y la historia recién abandonada. Pero también daba
razón de su personalidad retraída y silenciosa, sin ir en detrimento de
sus posibilidades y de su voluntad por hacer las cosas y cumplir con
sus deseos.
Cercanos al término de nuestros encuentros, Paula Andrea me
contó que se acababa de leer El principito. Magdalena me dijo que le
gustaría estudiar Medicina o Criminalística. Ambas eran coherentes
con las metáforas construidas para enfrentar su vida en Bogotá y es-
pecíficamente su vida en Suba-Rincón, una a través de las palabras y
el acto de decir y la otra al diagnosticar o encontrar las causas de una
enfermedad o de la muerte.
Su madre se decidió a verlo cuando iban a iniciar el descenso del
cajón a la fosa, pero no pudo porque en ese momento el cajón se cayó.
Él en ningún momento quiso verlo, porque nunca le ha gustado ver
muertos. Ahora a su madre le parece que pasa cuando va por la calle.
Lo ve de repente cuando está en una esquina. Lo ve pasar conducien-
do su moto o lo siente caminar a su lado. Cristian me describió a su
padrastro como un hombre muy alto y grueso. Para señalar su fuerza
muscular utilizó la palabra tallado: “Él era muy tallado”. En el mismo
instante, con su mano derecha, se agarró el brazo izquierdo y, para
indicarme el significado del adjetivo, delineó con su mano la forma de
los músculos, mientras su rostro dejaba ver la admiración que sentía
por la figura de su padrastro fallecido. Cuando se refirió a su padre,
también levantó su brazo derecho, pero en un sentido completamente
diferente, porque su mano en el aire se cerraba simulando empuñar un
cuchillo con la hoja orientada hacia el frente, en acción de defensa.
La relación con su padre nunca había sido buena y los recuerdos de
la vida a su lado estaban asociados al miedo y la rabia. Durante una
época, su madre durmió con un cuchillo debajo de la almohada para
defenderse de él; siempre que llegaba borracho la agredía y maltrataba.
Así habían vivido un tiempo hasta cuando su madre vio a Cristian,
un niño de once años, buscando un cuchillo para defenderla de su
padre y matarlo si era necesario. En ese momento, según me contaba
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 29

Cristian, ella decidió abandonarlo porque no quería convertir a su


hijo en un asesino. La historia de Cristian estaba compuesta por este
tipo de imágenes dramáticas con giros de epopeya. La relación con su
madre era completamente diferente y se basaba en la complementa-
riedad: “Nosotros somos de mente y pensamientos muy abiertos”, me
dijo. Tomaron la decisión de venirse a Bogotá, después de la muerte
de su padrastro, de mutuo acuerdo, en parte guiados por el deseo de
Cristian de convertirse en actor: “Aquí en Bogotá hay muchas más
oportunidades para conseguirlo”. Además de la complementariedad,
la relación con su madre se basaba, según pude deducir de sus pala-
bras, en la lucha común por cambiar algunas de las formas de pensar
de la cultura costeña: “La gente de la costa, la cultura costeña tiene
muchos tabús”.
La lucha contra los tabús de la cultura costeña y su relación de
reciprocidad con su madre habían empezado desde muy temprano.
Una noche, cuando él todavía era un bebé, su madre se despertó y vio
cómo una serpiente chupaba de su seno; según le explicaron, a ese
animal lo había puesto ahí una bruja para distraerla mientras se robaba
a su bebé, pero el plan fracasó cuando su madre salió del sueño y se
salvó de perder a su hijo: haberse despertado les impidió perderse el
uno al otro. Desde ese momento, el despertar y ver parecía constituirse
en acciones fundamentales de sus vidas. El primero como la capacidad
para distanciarse de todo el mundo circundante y el segundo como la
capacidad para detectar los peligros y lo malo. Por haber despertado
y darse cuenta de que su hijo podía convertirse en un criminal, su
madre tomó la decisión de abandonar a su esposo. La misma lógica
parecía inspirar la forma como Cristian con orgullo se refería a su fa-
milia: “Nosotros somos de mente abierta”. Con esta afirmación parecía
señalar la capacidad de él y su madre para distanciarse de su cultura,
ver nuevas posibilidades y actuar de forma diferente.
Desde su llegada al barrio, todo lo anterior se hizo evidente. El
primer día, luego de haber hecho el trasteo, fue a dar una vuelta por
el barrio, pues quería conocerlo. No alcanzó a caminar más de dos
cuadras cuando lo atracaron, le robaron toda la plata y los tenis. En
ese momento, quería devolverse a la costa. Ahora todo ha cambiado,
porque ya todo el mundo lo conoce: los ñeros saben quién es él, él los
saluda y de vez en cuando les da una moneda. A la costa solo quiere
volver de visita, el fin de año o en las vacaciones.
130   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Si su madre no se hubiera despertado, él habría desaparecido


raptado por una bruja. No despertarse para darse cuenta de lo que
está sucediendo puede traer consecuencias mortales, y la muerte de su
padrastro es un ejemplo de ello: “Él iba en su moto y una bala perdida
lo mató. Allá en mi región se manejó mucho lo de las Bacrim. En ese
momento hubo un tiroteo, él no se dio cuenta y una bala perdida
lo mató”. Cuando hablaba, el tono de su voz era grueso y las ideas
le brotaban con mucha claridad, construyendo imágenes y escenas
muy claras. Se notaba en su hablar su formación como actor, aunque
la seguridad de sus palabras y su fluidez se mostraban como si fueran
constitutivas de su forma de ser. Estas características de su narrativa
aumentaban el efecto de confusión, oscuridad y malos entendidos,
con los cuales describía la forma de vida en su pueblo, en especial los
rumores sobre la relación de su madre y su familia con las Bacrim. Los
rumores estaban relacionados con el oficio de su madre, quien se de-
dicaba a prestar plata a interés; aunque no podía afirmarlo con plena
certeza, los rumores podrían haberlos creado y difundido los deudores
morosos preocupados por su incumplimiento. Pero a su mamá, me
dijo, no le gustaba cobrar a las malas. Ella siempre prefería hacerlo ha-
blando con las personas, a pesar de las sugerencias de algunos amigos
y familiares. Este tipo de rumores y confusiones causaron la muerte de
dos de sus tíos maternos. Al respecto no me contó más, pero todos sus
gestos procuraban destacar el papel determinante de la oscuridad, de la
confusión, de lo invisible en su vida y en las personas a su alrededor.
La relación de Cristian con la actuación no se planteaba como la
posibilidad de jugar a ser muchos otros; por el contrario, era poder ha-
cerse visible para mostrarse con claridad y diferente a los otros. Quizás
su relación con la actuación era la forma como escapaba del mundo
de confusiones de su pueblo, en donde no eran claras las identidades
y filiaciones de las personas; por eso, la amenaza estaba en cualquier
parte y la muerte como un accidente aparecía de repente.
Su discurso estaba plagado del deseo de la fama y el capital asocia-
do. Él, como actor, deseaba llegar arriba: uno de sus sueños era actuar
con Miguel Varoni. Quería viajar a Inglaterra a estudiar. “Tienen más
oportunidades quienes llegan del exterior”, decía. El teatro era el pri-
mer paso, luego la televisión y por último el cine. A pesar del parecido
entre su discurso y las declaraciones de los actores en los programas
de variedades, las similitudes del mundo de la televisión y del cine
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 31

con el de su pueblo le daban la oportunidad para repetir, como una


acción de vida, el abandono de la confusión y la oscuridad, pero esta
vez como un individuo independiente y autónomo. De acuerdo con
lo anterior, la actuación para Cristian parecía llevarse a cabo en dos
sentidos: el primero, en el escenario, en el que él emerge de la oscu-
ridad con claridad y diferente a los otros; y el segundo, la actuación
es un comportamiento ético. Cuando me habló sobre el mundo de la
televisión, su discurso procuró dejar muy claro el deseo de su acción:
El medio es muy parecido al mundo del narcotráfico. Allá hay
muchas personas dedicadas al vicio. Hay muchas actrices y actores que
salen o tienen relaciones con los directores para conseguir el papel. Se
lo digo porque a mí me pasó. Yo me presenté a una audición para una
nueva serie: Los tres caínes. Luego, el director me llamó y me dijo que
yo cumplía con todas las condiciones y me invitó a salir insinuándo-
me que si yo aceptaba, el papel era mío. Pero yo no acepté, porque
yo quiero llegar arriba por mis propios medios. El día de mañana,
cuando yo sea reconocido, puede salir un periodista diciendo que el
actor Cristian consiguió el papel por haberse acostado con el director
tal… Yo no quiero eso.

Aunque su discurso se refería al mundo de la actuación inmerso en


el de la ciudad, en él parecía estar presente el temor a la murmuración
y el escarnio de una persona criada en un pueblo, atenta a las murmu-
raciones y acciones vigilantes de los demás habitantes. Del anterior
discurso pareció emerger otro elemento asociado a su concepción de
la actuación y, de la misma forma, atado al abandono de su pueblo y
de su cultura. La actuación como posibilidad de presentarse diferente a
los otros a su vez abría la posibilidad a un mundo donde las diferencias
entre unos y otros eran acogidas. Cuando me decía, hablando de él
y su madre, “nosotros somos de mente abierta”, parecía referirse a su
capacidad para tratar con la diferencia; por el contrario, cuando me
hablaba de la cultura de la costa y los tabús constitutivos de su forma de
actuar y pensar, se refería a su incapacidad para aceptar la diferencia en
los modos de actuar y pensar. De ello me habló explícitamente: “En la
costa jamás aceptarían a los emos o cualquier otro grupo así”. También
se refirió de manera tangencial a los tabús asociados a la sexualidad y
al rechazo tajante con respecto a la homosexualidad o cualquier for-
ma alternativa. Aunque no me lo expresó abiertamente, en su forma
132   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

de hablar se hacía evidente su interés y sensibilidad por el tema de


la sexualidad. Al hablar al respecto, su cara se llenaba de miedo y de
gestos amenazantes. Además, el énfasis hecho en la narración de lo
sucedido con el director, cuando el problema era tener relaciones para
conseguir el papel y no la condición sexual de él o el director, quizás
dejaba vislumbrar su condición homosexual. De ser así, haber salido
de su pueblo era la posibilidad de escapar de ese mundo de mentes
cerradas. La llegada a la ciudad se percibía como el arribo a un ámbito
de mentes abiertas y pensamientos diversos, donde las diferencias sí
eran reconocidas y acogidas. En este sentido, el teatro y la actuación
como despliegue de la diferencia se transformaban en la metáfora de
la ciudad y el barrio y le daban sentido a su gusto por la variabilidad
y la importancia de ser reconocido, conocido. Desde ese lugar, la es-
cena del atraco, cuando los ñeros no lo conocían, se transformaba en
el lugar desde el cual miraba su llegada a la ciudad, porque cuando el
tiempo pasa y se hace conocido, los peligros cesan y la seguridad se
consolida. Con ello, en su cotidianidad, Cristian parece hacer real el
abandono de su pueblo y, al mismo tiempo, afirmar que el barrio es el
lugar donde puede residir con tranquilidad en su diferencia. Quizás,
por eso, ahora a su pueblo solo quiere volver de visita. Su existencia
en la ciudad se convirtió en el centro de su historia y la historia en su
pueblo se convirtió en su periferia.

Señora Mora Martínez:


la metáfora del conformarse
Había mandado a su hija de vuelta a Barranquilla a vivir con una
hermana, porque en el barrio se la habían dañado, me dijo. Su hijo
siempre le ha negado todo, me contó llorando. Siempre le dice que
estaba con unos amigos que estaban fumando y que el olor se le había
metido, pero que él no fumaba. Pero ella no le cree: “Uno como mamá
sabe la verdad”, dice. La señora Mora Martínez llegó a la ciudad hace
dieciocho años a trabajar con una familia barranquillera. Cuando se
organizó con el papá del niño, una amiga la trajo al barrio. Cuando
ella quedó embarazada, el papá los abandonó; por eso, su hijo lleva
sus apellidos. Mientras hablaba, el tono de su voz era bajo y las pala-
bras brotaban lentamente. Los gestos de su cara y el movimiento de
su cuello desembocaban en una imagen en la que ella parecía mirar
todo desde lejos. En esa imagen, en su rostro había algo de aceptación
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 33

y algo de desprecio. Cuando le pregunté cómo le había ido en Bogotá,


me respondió: “Ni tan bien ni tan mal”, respuesta inspirada quizás por
ese lugar intermedio en el cual parecía habitar, lugar que ella después
caracterizó diciéndome: “Yo me conformo”. Sin embargo, esta expre-
sión no hacía referencia a la sumisión; por el contrario, surgía como
un acto de reconocimiento y autonomía, porque en ella la aceptación
se transformaba en la posibilidad de hacer confluir las perspectivas
contradictorias en la diversidad de situaciones de su vida.
“De Cartagena extraño todo, mi arroz con coco, mi pescado, mi
ambiente, mi familia”. Pero aun así no quiere dejar Bogotá: “Aquí
hay más oportunidades de trabajo, aquí todo queda más cerquita, en
cambio en Cartagena para conseguir cualquier cosa le toca a uno ir
hasta el centro. Aquí todo es más caro, pero uno tiene la posibilidad
de conseguir sus electrodomésticos, de comprar la nevera, la lavado-
ra”. Del barrio le gusta todo. La gente es amable y no la discriminan
mucho, pero no le gustan la inseguridad, los robos y los vicios. En el
mismo sentido, planteaba la situación con sus patrones: “Con los que
estoy trabajando ahora son buenos, me tratan bien. Yo les hablo de los
derechos que ahora tenemos las empleadas, pero ellos me dicen que
ahora no tienen plata”. Para cerrar, me dice, acorde con la perspectiva
del conformarse: “Yo mejor me quedo en silencio, me quedo callada
[…]. Los ricos se quejan más que uno que es pobre, yo prefiero quedar-
me callada”. El desprecio parecía emerger en una situación como esa y
constituirse a partir de esa mirada distante, como si su tranquilidad no
brotara del sentido implícito de la situación, sino del reconocimiento
de la ambigüedad constitutiva, en la que una y otra perspectiva (la de
sus patrones y la de ella) se ensamblaban para configurar la unidad.
En este sentido, conformarse parecía dirigirse hacia algo con forma,
hacia un objeto o una imagen en la cual los elementos son admitidos,
para constituirse como elementos de la realidad.
La relación con sus dos hijos tenía una forma similar. Con su hija
en Barranquilla, la distancia y la ausencia se le habían planteado como
la solución para arrancarla de las malas compañías y sus hábitos. Al
mismo tiempo, el problema con su hijo se debía a su ausencia: a ella
le tocaba trabajar desde las seis y treinta de la mañana hasta las tres y
treinta de la tarde; por eso, no alcanzaba a llegar a recogerlo al colegio
y estar con él en la casa. Como le queda imposible, cuando llega, él ya
ha “cogido” calle y tiene que salir a buscarlo. “A mí me gustaría dejar
134   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

de trabajar, no trabajar más. He pensado en irme a Cartagena, yo no


quiero, pero si me toca… Uno por los hijos hace cualquier cosa”. Sus
gestos de distancia o su capacidad para mirar todo desde lejos parecían
emerger de la permanente unidad entre trabajo y distancia. Por el
trabajo había abandonado Cartagena, por el trabajo dejaba a sus hijos
solos, por el trabajo permanecía ausente de la casa y de sus hijos, por
el trabajo su presencia se convertía en un deseo.
Cuando nos despedimos, ella se fue de afán porque había pedido
permiso en el trabajo y ya se le estaba haciendo tarde. Sus palabras de
despedida eran una explicación, una conclusión de lo que habíamos
hablado y, a la vez, una demostración con la cual se hacían evidentes
y reales sus preocupaciones. Cuando se había ido, la figura de la dis-
tancia se desplegó aún más como elemento constitutivo de su vida.
El papá de su hijo los había abandonado, el consumo de drogas y la
rebeldía de su hijo eran otra forma de abandono y de distancia. Ella
estaba viviendo sola su angustia, al no atreverse a contarles nada a
sus amigas por miedo al rechazo. Quizás durante el rato de nuestro
encuentro ella aceptaba su vida y, al tiempo, la estaba despreciando.

Claudia: la metáfora del vientre


Si para la señora Mora Martínez la distancia se transformaba en
trabajo, para Ernesto Palacios la distancia se transformaba en muerte,
para Clara, en la imposibilidad de la omnisciencia y para Claudia, en
protección y resguardo. Claudia llevaba treinta y cinco años viviendo
en Suba-Rincón. La construcción y la posterior apertura de la avenida
Cali les favorecieron mucho a ella y a su marido, ya que con la plata
recibida por la expropiación del lote pudieron dejar el rancho donde
vivían y trastearse a una casa ubicada en la parte alta del barrio. Ahora
ellos, me dijo en son de chanza, son más, porque viven en la parte
de arriba. La zona de la antigua casa, cerca de las lagunas, era muy
“caliente”: desde allí veía pasar a quienes iban a los potreros a meter
vicio. “Una cantidad de muchachos y niñas muy lindas pasaban para
todos esos potreros a meter vicio. Era un lugar muy peligroso, inseguro,
atracaban y mataban”.
Claudia, como el profe, había vivido todo el proceso de transfor-
mación. Ella también se acordaba de las filas y las peleas en los carro-
tanques de cocinol y en las piletas de agua. Ella había conocido los
campos de cultivo, las carboneras y se acordaba de las i­ nundaciones por
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 35

la entrada del Quirigua. En el lote de su casa y en el de su tío, tenían


cultivos de maíz, papa y lechuga. Para ella, los cambios producidos
en la dinámica del barrio por la construcción de casas y ampliación
de vías no habían transformado nada. Todo era lo mismo. Seguían
viviendo algunas personas buenas y algunas personas malas. Las calles
continuaban embotelladas y la inseguridad seguía igual. Para Claudia,
no parecía ser importante el lugar de donde venían las personas ni
las costumbres asociadas; lo importante era su forma de comportarse,
si eran honradas o no. De acuerdo con esta forma de agrupación, el
comportamiento de las personas aparecía como una característica
común a todos.
Su forma de describir el barrio era coherente con su educación
religiosa, pero parecía derivar en una percepción del barrio mucho
más caótica e insegura. Para conocer el comportamiento de las otras
personas era necesario entrar en contacto con ellos. Eso era un riesgo
porque si resultaban ser deshonestas o estar involucradas en activi-
dades ilícitas, de inmediato los vecinos la relacionarían con ellos o,
peor aún, se podría convertir en su víctima. Así, aunque su visión del
barrio, en un principio, parecía ser mucho más abierta e incluyente
que la del profe, quien sí expresaba algo de prevención ante los “mo-
renitos”, como llamaba a los provenientes de la costa atlántica y de
la pacífica, ella tenía una visión plagada de peligros; por eso, prefería
mantenerse alejada de sus vecinos y entrar en contacto con muy po-
cas personas. Por todo lo anterior, su casa, además de ser su lugar de
vivienda, era su lugar de refugio, su territorio de seguridad y su lugar
de defensa: “Cuando yo voy por el barrio, no me meto con nadie, no
ando con nadie, cada uno en su cuento. El otro día descubrieron un
desguazadero en la cuadra de mi casa, y yo ni siquiera me había dado
cuenta”. Para ella, el peligro y la seguridad estaban cerca y muchas de
sus actuaciones se derivaban de esa percepción: “Afortunadamente,
ninguno de mis hijos salió vicioso. A pesar de haber crecido en un
ambiente tan pesado y caliente, todos salieron juiciosos. Yo siempre
estaba pendiente, no los dejaba salir. Los mantuve siempre dentro de
la casa resguardados y protegidos”.
Durante nuestro encuentro, dos acontecimientos de su vida le
sirvieron para demostrar la cercanía del peligro y su asociación con la
muerte. Una madrugada, en la antigua casa, Claudia se levantó alrede-
dor de las cinco de la mañana; al abrir la puerta, oyó los quejidos de un
136   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

muchacho, pero ni ella ni su marido se atrevieron a salir porque aún


estaba muy oscuro. Esperaron a que se hiciera de día; cuando abrieron
la puerta y salieron a la calle, el muchacho estaba ahí tirado: ya había
muerto. No solo sus palabras me contaron la historia: mientras hablaba
su cara se llenó de angustia, como si de nuevo estuviera esperando la
luz del día. Pero no solo había angustia en su rostro; también brotaban
señales de impaciencia mezclada con una serie de pequeños guiños en
todo su cuerpo. A través de ellos, parecía desdoblarse y meterse por un
instante entre el cuerpo del moribundo, experimentar su desamparo
y luego retornar a su cuerpo, para volver a sentir la impotencia y el
lento paso de la agonía a la muerte.
El otro suceso con el cual quiso demostrarme la cercanía del pe-
ligro fue una visita que ella hizo, por recomendación de unas amigas,
a una bruja. Se estaba sintiendo muy cansada y quería pedirle ayuda.
Después de la consulta, la bruja le dijo que era necesario hacerle un
tratamiento con una serie de bebedizos para sacarle el sapo que tenía
adentro. Afortunadamente, me dijo, ella no le creyó porque a los dos
meses descubrió que estaba embarazada de su último hijo. “Imagínese
cómo me estaría sintiendo ahora. Hoy en día él ya tiene once años
y es todo juicioso, qué tal, lo habría matado”. Sus palabras brotaban
en medio de una serie de gestos de reproche hacia la bruja, hacia sus
amigas y hacia ella por haberse dejado convencer. También había
algo de orgullo por haberle evitado la muerte a su hijo y una tragedia.
También se sonrió un poco porque la historia le permitía ilustrar un
momento de revelación donde la verdad emergía con absoluta claridad
y legitimaba su apego a las creencias y a las enseñanzas de su madre:
Yo sigo con la religión católica que me enseño mi madre. Algunos
familiares me han insistido para que vaya a una de sus iglesias y yo les
digo que no. El cura ese no les da nada, en cambio el pastor reparte
almuerzos y mercado, me dicen. Yo les respondo: “Pero a mí mi Dios
me da la salud y la fuerza para trabajar, yo no necesito que me regalen
nada”.

El peligro y la muerte estaban cerca, pero también estaban cerca


la seguridad y la vida. Esto último parecía sintetizarse en su cuerpo y
en su determinación para trabajar: mantener resguardados a sus hijos
y a los hijos de sus hijos, si era necesario. Algunos de estos últimos
nos acompañaron durante todo el encuentro: la niña tenía once años
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 37

y el otro no más de tres. Durante un rato, la mayor entretuvo a su


hermano. Luego, Claudia se puso de pie, lo alzó y empezó a mecerlo
con movimientos cortos de arriba hacia abajo. De sus cuatro hijos,
dos ya se habían organizado, estaban trabajando y tenían casa; la ter-
cera, por el contrario, se había descarriado. Al momento de nuestro
encuentro, me presentó a la última de sus hijas como la antítesis a
sus creencias con respecto a la importancia de estar cerca de los hijos
para brindarles seguridad. Su hija se había ido detrás de un hombre y
le había dejado sus dos hijos. Claudia asumió su cuidado como parte
de su responsabilidad como madre. Ella ha hecho todo lo posible para
mantenerlos y sacarlos adelante: “Se ha fiado, se ha prestado, se ha
trabajado para darles lo necesario”. Sin embargo, con respecto a su hija,
sus pensamientos y creencias parecen estar en un punto intermedio.
Le tiene algo de rabia, al mismo tiempo, algo de compasión, algo de
desconfianza y algo de esperanza. Desde cuando se fue por primera
vez, ha vuelto dos veces. En cada una de ellas, le ha pedido perdón
y le ha prometido cambiar su comportamiento, pero las dos veces se
ha vuelto a ir. Refiriéndose a los momentos de arrepentimiento de su
hija, Claudia, con la intención de conseguir su cambio, deseando te-
nerla cerca y que asuma sus responsabilidades, ha esgrimido ante ella
su mayor argumento, en el cual parece sintetizarse su concepción de
la vida y de su acción: “Si usted no quiere a sus hijos, no me quiere a
mí”. Con estas palabras parecía querer indicarle que el abandono de
sus nietos significaba la pérdida de todo, la residencia en la nada. A la
vez, parecía querer destacar su papel de salvadora al mantener a sus
nietos alejados de un destino sin casa, sin protección, sin resguardo.
Ella les estaba dando a sus nietos un vientre seguro donde residir. Para
Claudia, el peligro y la inseguridad estaban cerca. La seguridad y la
vida se basan en la cercanía, pero, al irse, su hija quedaba residiendo
en el mundo de la nada.

Clara: la metáfora de la omnisciencia


“Los hijos no se dan cuenta de todo el trabajo que uno ha hecho
por ellos”. Desde hace dieciocho años Clara vive en Bogotá. Antes
vivía en Montería. Dejó esa ciudad para buscar trabajo en la capital.
A Montería había llegado con sus padres, luego de abandonar la finca
en Valencia. De allá los sacaron los paramilitares. La queja dirigida a
sus hijos tenía algo de remordimiento y a la vez algo de resignación.
138   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Su sentimiento de culpa brotaba de los reclamos que ellos le hacían;


continuamente le reprochaban el haberlos dejado a cargo de su abue-
lo. Aunque ella sabía que no podía remediar el pasado, también era
consciente de que gracias a su trabajo no les había faltado nada. Allí
había algo de consuelo y de resignación. Desde su llegada a Bogotá,
había trabajado como empleada en el servicio doméstico. Durante ese
mismo periodo, la violencia en Montería había ido en aumento, por la
presión de los paramilitares, la guerrilla y el Ejército. Nadie de su familia
ha muerto, pero sí han muerto algunos de sus conocidos, vecinos y
amigos. Otros optaron por irse: a su padre le tocó abandonar la finca
e irse a la ciudad. Ahora está viviendo en una casa-lote, propiedad de
uno de sus hijos.
Hoy en día, Clara vive con sus dos hijos mayores y todos sus
hermanos están en Bogotá. Durante nuestro encuentro, su forma de
hablar fue tranquila. Del panorama de sus ideas emergían dos lugares:
uno donde habitaban los hechos cumplidos e inamovibles y otro en el
que estaban las posiciones y los argumentos críticos hacia los hechos
cumplidos e inamovibles. Estos últimos chocaban contra los primeros,
llevándola a un tercer lugar, donde se encontraban o habitaban las
posibilidades y su determinación individual. El panorama de su vida
desde hace muchos años parecía cumplir con esa dinámica. Cuando
vino a Bogotá, estaba en la ciudad como un hecho incontrovertible
y necesario, buscando trabajo y trabajando para poder mantener a
sus hijos y sacarlos adelante, pero simultáneamente quería estar allá,
habitar a su lado y tener un trabajo que le diera lo suficiente; no obs-
tante, las circunstancias no se lo permitieron. No tenía otra salida, le
tocó hacer su vida en Bogotá, volverse a casar y tener un hijo más. Lo
mismo parecía suceder con la finca de su papá: la habían perdido, y
ni ella ni sus hermanos podían hacer nada para recuperarla; ellos ya
la habían disfrutado y afortunadamente su padre seguía con vida. No
le importaba su valor, tampoco si algún día la recuperarían. Ahora a
ella y a sus hermanos les correspondía trabajar por lo de cada uno.
Una perspectiva similar aplicaba a su trabajo y a muchos de sus em-
pleadores. Según ella, el servicio doméstico era una especie de escla-
vitud, porque la empleada vivía sometida a la voluntad de la señora,
que, desconociendo totalmente sus derechos, abusaba de su poder
haciéndolas cumplir jornadas extenuantes y horarios de acuerdo con
sus caprichos. “A una amiga no la dejan salir hasta que la patrona
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 139

considere que todo está como ella quiere. Pero para pagar cualquier
cosa nos toca de nuestro bolsillo. Eso es mejor ni hablar de eso”. Ante
esta situación, ella decidió entrar a estudiar Pedagogía Infantil, con la
intención de buscar otro trabajo y, si las cosas le salían bien, poner un
jardín con una de sus hermanas.
Sin embargo, ese tercer lugar a donde la envía el rebote de sus
críticas, al chocar contra los hechos incontrovertibles, parece ser un
lugar en el cual se hace posible la restitución en otro tiempo y en
circunstancias diferentes de las injusticias sufridas y cometidas. Des-
de ese tercer lugar, actúa para darles a sus hijos la compañía que no
tuvieron. Su decisión de entrar a estudiar no solo estaba relacionada
con el deseo de cambiar su situación laboral; era también la manera
de invitar y demostrarle a su hijo mayor la necesidad de trabajar para
poder cumplir con sus deseos. “Él quiere tener mucha plata, pero no
hace nada para conseguirla. Él no se da cuenta de que uno debe esfor-
zarse. Piensa que todo le va a caer del cielo y así no son las cosas”, dice.
Además, la elección de su área de estudio puede tener relación con
su deseo de restituir su papel de madre y cuidadora perdido durante
la niñez de sus hijos mayores. Este es un esfuerzo para sí misma, para
fusionar el cuidado con el trabajo, algo imposible hasta el momento.
Desde ese mismo lugar, como parte de la misma intención, el tiempo
y el espacio se transforman para hacer posible o por lo menos intuir la
posibilidad de estar en dos o más lugares a la vez. A la mala situación
del servicio doméstico en Colombia contrapuso la de las empleadas
en los Estados Unidos: “Allá sí se respeta la jornada laboral de ocho
horas y el pago es mucho más alto”. Esta apreciación no surgía de una
visión idealizada de la vida en ese país ni parecía encarnar el deseo de
emprender un nuevo viaje de migración; esto sería completamente
contradictorio con su deseo de estar cerca. Más bien parecía haber
nacido de sus dificultades al intentar aprender la lengua inglesa: “Yo
no critico a mi hijo porque a mí también se me dificulta mucho, mi
pronunciación es muy mala”, aseguraba. Los problemas con la pronun-
ciación parecían haberse convertido en la evidencia de otro mundo,
anunciado y representado en cada una de las palabras que intentaba
proferir. Enfrentar esta dificultad le había permitido desplegarse, estar
aquí y en el mundo nombrado por la palabra, a través de los intentos
por hacerlo bien. Ese había sido el punto de discusión con la profesora
de su hijo. A Clara la habían citado al colegio porque el día anterior su
14 0   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

hijo se había escapado de la clase de inglés. Clara estaba muy enojada


con la profesora porque no le gustó su respuesta cuando ella sugirió
buscarle un profesor a su hijo para ayudarlo a superar sus dificultades
y los sentimientos de hartazgo hacia la materia. La profesora le había
respondido mal encarada: “A ustedes todo se les hace fácil. Le pongo
un profesor y listo. Lo que tienen que hacer es estar pendiente de
ellos”. Clara estaba en completo desacuerdo con su actitud: “En vez
de apoyarme, se ha puesto de mal genio y la emprendido contra mí.
Uno como profesor debe buscar alternativas de solución a los proble-
mas”. Aunque no ahondó mucho en su malestar, la respuesta de la
profesora debió haber sido muy incómoda al desconocer todos sus
esfuerzos por estar al lado de sus hijos, por estar cerca de ellos, a pesar
de los permanentes obstáculos puestos por los imperativos de su vida,
el trabajo y los estudios.
Su capacidad para estar aquí y en el mundo anunciado por la
palabra parecía haberse construido en ella a partir y por acción de la
distancia. Primero, cuando dejó a sus hijos, recibir noticias de ellos y
enviarles dinero eran las formas de estar aquí y allá simultáneamente.
Luego, cuando sus hijos vinieron a vivir con ella y el conflicto se agu-
dizó en su tierra, tener noticias de su padre era la manera de cuidarlo,
de estar cerca de él. Además, cuando su hijo se fue para el Ejército, se
dedicó a oír las noticias de la radio y a ver los noticieros de televisión,
como si las palabras dichas por los locutores le permitieran estar con su
hijo; así lo hizo durante los primeros meses y dejó de hacerlo cuando
su hijo la llamó y le contó que se encontraba en el batallón del Gua-
viare. Solo hasta ese momento estuvo tranquila, porque la mayoría de
noticias sobre orden público eran de las zonas de Caquetá y Putumayo.
Nuestro encuentro terminó cuando recibió una llamada de su es-
poso: tenían una cita en el centro para arreglar un problema con su plan
de celular. Su esposo la llamó para decirle que él ya estaba llegando al
lugar de la cita y para preguntarle dónde iba y cuánto se demoraba. Su
respuesta fue acorde con su capacidad para estar en dos lugares a la vez.
Aunque todavía no había salido de Suba-Rincón, le respondió: “Ya casi
llego, pero todavía me demoro”. En Clara la distancia se trasformó en
omnisciencia. Quizás, gracias a ella, al momento de nuestro encuentro
trabaja, estudia y lidia con el tráfico y las distancias de Bogotá.
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 14 1

Ernesto Palacios:
la metáfora de la muerte

A ninguno le cayó bien la noticia porque estaban a dos días de la


“mocha”. Hacía dos días habían entregado toda su dotación, el fusil,
los cargadores, los uniformes, la traílla, las botas. Con ese acto habían
quedado convencidos de haber finalizado su servicio militar. Pero esa
tarde el comandante de la compañía los mandó formar para comuni-
carles y ordenarles que la fecha de la baja se corría una semana o dos,
que debían marchar al armerillo a recuperar toda su dotación y que
además debían estar listos en dos horas para abordar los camiones por-
que se iban a prestar apoyo a otra compañía en la zona del Guaviare.
El primer aplazamiento había sido antes de las elecciones presi-
denciales y había sido por dos meses. En esa oportunidad, les corres-
pondió apoyar el plan de seguridad diseñado para conservar el orden.
Este aplazamiento no los había sorprendido tanto como el segundo,
porque la noticia les había sido dada con anticipación y porque era
una tradición dentro del Ejército correr la fecha a los contingentes cuya
baja era cercana a la realización de las elecciones. Quienes pertenecían
a estos contingentes eran objeto de burlas y chistes de los oficiales,
sargentos y soldados más antiguos. Los primeros lo hacían a través
de comentarios, con la intención de hacer énfasis en la obligación de
permanecer dentro de la institución y continuar obedeciendo las orde-
nes de los superiores. En las burlas de los militares de más alto rango
parecía haber cierto deseo de venganza producido por la envidia de
ver año tras año la partida de los soldados y con ella la recuperación
de la vida civil. Las burlas de los soldados antiguos se inspiraban en
todo lo contrario: con sus comentarios les señalaban que su fecha de
partida y su retorno a la casa era la indicada, mientras ellos tenían la
obligación de continuar con las incomodidades del Ejército. Aunque
no a todos les alegraba volver, para algunos regresar a la vida civil sig-
nificaba volver a pasar hambre, pues en el Ejército tenían asegurados
los tres “golpes”.
Las dos primeras semanas de patrullaje fueron muy difíciles. Te-
nían la moral muy baja, muy pocas raciones de comida y las provisiones
nunca les llegaron. Todo cambió cuando los mandaron a apoyar una
compañía de reclutas. Al llegar al punto de encuentro, los encontraron
masacrados por la guerrilla:
Había muertos regados por todos lados, soldados sentados por ahí
14 2   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

llorando. Eran reclutas muy inexpertos y cometieron muchos errores.


No llevaban la distancia, iban pegados unos a otros… Ver a nuestros
compañeros así nos dio mucha moral. Nosotros éramos antiguos y te-
níamos más experiencia. Desde ese momento empezamos a perseguir
a la guerrilla. Las dos semanas se transformaron en seis meses y lo que
no habíamos aprendido en dos años lo aprendimos en ese tiempo.

Cuando Ernesto volvió del Ejército, la violencia se había incre-


mentado. Los esmeralderos estaban en guerra y las Farc estaban invo-
lucradas en el conflicto. Al poco tiempo de su llegada a Muzo, donde
vivían sus padres y donde él nació, la guerrilla visitó a su madre para
informarle que se iban a llevar a su hijo y que si ella no lo permitía
o él no quería, lo mataban. Ante la amenaza, la única posibilidad de
salvación era abandonar el pueblo y viajar a Bogotá, donde vivía su
medio hermano, un hijo de su padre fuera del matrimonio. A su llega-
da empezó a trabajar como vigilante en uno de los supermercados de
Cafam; tener libreta militar de primera le ayudó para conseguir el em-
pleo. Más allá de saber manejar armas y tener experiencia en seguridad,
pudo conseguir el empleo porque estaba dispuesto a hacer cualquier
cosa: “La señora que me estaba entrevistando me preguntó que si me
daba un balde y un trapero yo estaría dispuesto a lavar los pisos y yo
le respondí que sí”, me contó. Allí estuvo trabajando alrededor de dos
años, hasta el día en que no se presentó porque la noche anterior se
dedicó a tomar cerveza y el guayabo y la “maluquera” no le permitieron
levantarse al día siguiente: “El supervisor era muy estricto y por mi
falta me despidió”, me dijo. Luego, su hermano lo invitó a trabajar en
albañilería; en ese momento, su hermano estaba haciendo una obra
en la Universidad Javeriana. Durante alrededor de cinco años estuvo
alojado en la casa de su hermano. Allí había dos habitaciones: en la
principal dormían su hermano con su esposa y en la otra sus hijos. A
él le correspondió dormir con sus sobrinas y su sobrino.
Ernesto Palacios parece darles forma a sus recuerdos y guiar sus
acciones a través de la estrecha relación entre la posibilidad de la muerte
y la disposición espacial o estrategia geográfica para evitarla o enfren-
tarla. Esto lo aprendió en el Ejército, como soldado contraguerrilla. Se
confirmó cuando vio a sus compañeros masacrados y se afirmó en su
mente cuando volvió a su pueblo y la guerrilla lo obligó a huir. De la
relación entre muerte, disposición espacial o geográfica y movimiento
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 14 3

pareciera desprenderse la percepción de la distancia como una situa-


ción donde la vida se transforma: “Extrañaba todo, a mi mamá, saber
que ya no iba a estar pendiente de la comida, de la ropa”, afirmaba.
Una evidencia más de la relación entre geografía y muerte fue el
fallecimiento de su hermano mayor. En nuestro encuentro me dijo:
Se fue con unos amigos a nadar a la laguna. Cuando ya se iban, él
decidió echarse la última nadada. “Voy a echarme el último chapuzón
de mi vida”, les dijo. Así fue, se tiró y no volvió a salir. Cuando los
amigos se cansaron de esperar, se metieron a la laguna con unas varas
a ver si podían encontrar el cuerpo, las enterraban en el agua y en el
fondo. Durante esta búsqueda el cuerpo no apareció, pero si brotó una
culebra de agua. Al parecer la culebra lo pico y él se ahogó. El cuerpo
salió a flote seis horas después. Ya no se podía hacer nada. Cuando eso
[pasó], yo ya llevaba viviendo aquí en Bogotá, [hacía] como seis años
y volví al pueblo con la idea de quedarme allá, acompañando a mi
mamá y mis hermanos. Pero a los dos meses me devolví. Todo seguía
igual, la mortalidad era la misma, muertos por todos lados, pero sobre
todo las dificultades para el trabajo y la paga. Aquí, en Bogotá, uno se
acostumbra a recibir el pago quincenal o mensual, a tener la platica;
en cambio, allá le pagan un jornal muy bajo, si hay trabajo, si no, uno
no recibe nada; por eso no aguanté y me devolví. La muerte de mi
hermano me dio mucha tristeza.

El fallecimiento de su hermano mayor se unía al de otro de sus


hermanos, que había perdido la vida por un problema de “faldas”.
Ambos sucesos ampliaron el panorama de su relación con la muerte.
Como militar la había enfrentado: la posibilidad de morir en combate
estuvo siempre presente y sus hermanos le mostraron la muerte civil,
aquella producida de repente y sin aviso. Desde ambas visiones, Er-
nesto parecía haber construido un modelo para plantear su vida, sus
acciones y sus futuros posibles.
En su narración, al momento de nuestro encuentro, su vida parecía
desarrollarse en una zona delimitada por las acciones y decisiones de
cada individuo. En este espacio, había lugares y situaciones no visi-
bles, ocultas, algunas de ellas inocuas y otras peligrosas. Para actuar
ante ellas, se debía estar siempre alerta, despierto. Había conseguido
su primer trabajo por estar dispuesto a medírsele a todo y lo perdió
por quedarse dormido. La esposa de su medio hermano y sus sobrinos
14 4   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

siempre fueron muy amables, pero los recuerdos de esa época parecen
gravitar alrededor de las incomodidades producidas por compartir la
misma pieza con sus dos sobrinas. Temía estar cambiándose de ropa
y que ellas despertaran y lo vieran o sorprenderlas a ellas en la misma
acción. Como su medio hermano nunca le cumplió la promesa de ha-
cer otra habitación en la terraza, tan pronto tuvo los medios para irse
lo hizo: era necesario encontrar un lugar donde estuviera tranquilo.
En la misma lógica, nunca se sintió cómodo trabajando como albañil:
“Era un trabajo muy pesado”, me dijo. Por el contrario, sí le gustaba
el trabajo de vigilante, pues se sentía a gusto velando por la seguridad
de una zona delimitada con claridad y que el éxito o fracaso de su
labor dependiera de sus niveles de alerta. Por la misma razón, dejó a
su primera esposa, la mamá de sus dos hijos mayores. Con ella estuvo
viviendo desde cuando dejó la casa de su hermano:
Con el tiempo se fue volviendo muy celosa. Yo no podía hacer
nada. Si llegaba temprano era porque quería hacerme el juicioso y no
crear sospechas, pero si llegaba tarde era porque estaba con la moza.
Yo le dije que nos diéramos un tiempo y desde ese momento nos se-
paramos. Yo no podía vivir así, con una intranquilidad permanente.
Yo no podía convencerla de nada. Luego conocí a mi segunda esposa
y tuve a mi hijo menor. Todavía estamos juntos.

Desde la misma perspectiva, mira los problemas de seguridad del


barrio y actúa como miembro del Consejo de Copropietarios de la
urbanización donde reside. Para él, la inseguridad del barrio se debe a
la falta de alerta de los policías y sus comandantes. En la actualidad,
guiado por su experiencia militar, le parece muy buena la estrategia
de la división por cuadrantes, porque los agentes pueden actuar con
más rapidez y eficacia. Lo anterior, aunado a la buena disposición del
comandante, le da la esperanza de que la situación de seguridad en el
barrio va a mejorar. También le da mucha tranquilidad vivir en una
urbanización cerrada, con un único punto de acceso, custodiado por
un vigilante con la orden de no dejar salir a ningún menor sin la au-
torización de los padres. Gracias a los muros que rodeaban la urbani-
zación, se han mantenido a salvo de los consumidores y ladrones que
van al parque vecino, localizado en la parte de atrás de su conjunto.
En los meses previos a nuestro encuentro, ese parque estuvo en sus
planes como miembro del Consejo de Administración. Le propuso a
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 14 5

la Alcaldía de Suba que le cedieran a su copropiedad la administración


y manejo de esa zona. Los residentes de su edificio quieren construir
un muro alrededor y poner un vigilante, con el objetivo de impedir el
ingreso de los ladrones y viciosos en horas de la noche y controlar el
ingreso de todos los vecinos en las horas del día. Con ese proyecto, si
la alcaldía lo aprueba, tiene la esperanza de recuperar el parque para
los habitantes del sector, que en la actualidad se abstienen de usarlo o
atravesarlo por miedo a ser atracados. La forma como Ernesto Palacios
se refería a su proyecto parecía ser un ejemplo de la forma como él
asumía su acción en el mundo. Todo parecía definirse a través de la
zonificación y la defensa de fronteras, como si a partir de esa forma de
pensar se desprendiera la moral y la estrategia necesaria para actuar,
defenderse y evitar la muerte, como si en su memoria habitaran las
reminiscencias de sus compañeros muertos.
Ernesto Palacios empezó su vida en Bogotá como vigilante, luego
se convirtió en albañil, después retornó a la vigilancia y por último se
dedicó a taxista. Como chofer de su vehículo, Ernesto Palacios cons-
truye el espacio de la ciudad o de su ciudad a partir de su habilidad o
estrategia para elegir el mejor camino. Del lugar por donde voltear o
cruzar depende el producido del día y conseguir o no el capital nece-
sario para cumplir con sus obligaciones: pagar el mercado, pagar los
servicios y cubrir las necesidades de su esposa, de su hijo y las propias.
A su vez, su vehículo parece ser una afirmación existencial y de defensa
de su vida. A través de él, consigue independencia, no tiene que ren-
dirle cuentas a nadie, es su propio jefe y todo lo que gana es para él.
Con su trabajo salva su vida: “Mucha gente se la pasa trabajando toda
su vida ocho horas diarias, y para qué, para pensionarse a los sesenta
años y al otro día morirse”.

Liset: la metáfora de la oscuridad


En la actitud asumida al hablar sobre su papá y sobre su mamá, se
mezclaban sentimientos de indignación, rabia y pesar. La indignación
estaba asociada a las condiciones de trabajo y a las dificultades genera-
les de sus respectivos oficios. La rabia se enfocaba en los empleadores,
concretos en el caso de su madre y tácitos en el caso de su padre. Había
pesar al asumir una actitud protectora hacia sus progenitores. Durante
la época de nuestro encuentro, el padre de Liset estaba trabajando como
chofer de buseta y su mamá como empleada del servicio en la casa de
14 6   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

un coronel. A su padre la situación de trabajo se le había complicado


cuando pasó de manejar un colectivo intermunicipal a conducir una
buseta negra en la zona sur de Bogotá. Según Liset, en el nuevo trabajo
no podía dormir más de dos horas, porque llegaba muy tarde en la
noche y tenía que salir muy temprano en la mañana. Su madre parecía
ser una fuente mayor de preocupación, porque ella nunca antes había
trabajado por fuera de la casa. Por esta razón, habían surgido algunos
conflictos al interior de la familia: “A nosotros no nos gusta que mi
mamá trabaje. Mi hermana la convenció por hacerle el favor a una ami-
ga, pero nosotros no queríamos. Fue culpa de mi hermana”. También ha
habido problemas con su padre, porque “él estaba acostumbrado a que
mi mamá le hiciera todo”. Pero el sentimiento más fuerte parecía estar
dirigido hacia la señora del coronel, porque el trabajo era muy pesado.
Cuando ella se ofreció a acompañar a su madre al trabajo, la esposa del
coronel no lo permitió. Además, la había engañado, porque solo le esta-
ba pagando cien mil de los trescientos mil acordados. Durante nuestra
charla, la situación de su madre servía como ejemplo o evidencia de la
situación social. La mala condición de trabajo y el engaño ocurrían en
la casa de un coronel. Lo anterior era la prueba de cómo las figuras de
autoridad y de protección en la realidad eran ejemplos de corrupción,
de egoísmo y proceder ciego. En sus palabras, no había ingenuidad, no
se sentía diciendo algo nuevo o diferente. La autoridad de su discurso
parecía emanar de la comprobación de todo ello en la intimidad de su
espacio doméstico, en el comportamiento de la patrona dueña de casa
y en las implicaciones en la dinámica de su familia.
La incidencia de lo público, lo de afuera, el trabajo y la calle sobre
lo de adentro, su casa, parecía ser una constante en su vida durante
los últimos años. El primero en viajar a Bogotá fue su padre, y luego
todos decidieron venir a acompañarlo. Ellos vivían en la zona rural
de Chiquinquirá. Allá, su mamá se ocupaba del cuidado de la casa,
los animales, el sembrado y Liset y sus hermanas la apoyaban en esas
labores. La decisión de migrar estuvo relacionada con la necesidad de
trabajar, la búsqueda de mejores oportunidades y el deseo y la necesidad
de vivir juntos. En este tránsito, la familia fue trasplantada del campo
a la ciudad, de una casa campesina a un apartamento urbano con los
límites claramente definidos y con la misma claridad el adentro y el
afuera. El primero era un lugar de resguardo y protección. El segundo,
el afuera, peligroso, conflictivo y amenazante.
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 14 7

En la cuadra donde ella vive, ha tenido muchos problemas. Hay


vecinos ruidosos, hay una “olla” y muchas peleas. “No falta la gente
envidiosa y los viejos morbosos”. “Lo importante —me decía— es que
uno no se deje bajar la autoestima”. Si bien la situación de la cuadra
implica una serie de trastornos pequeños a su mundo doméstico, la
inseguridad asociada con la oscuridad es la fuente de donde brota la
mayor amenaza a su mundo doméstico. Por otra parte, la misma aso-
ciación parece ser para ella una zona de tránsito donde se desconoce lo
público de lo privado y desde donde ella puede ir y volver. Llegar por
las noches a su casa es muy peligroso: a su papá más de una vez le ha
tocado dar algunas vueltas alrededor de la cuadra para escabullírseles
a las bandas, solo una vez se les enfrentó y se defendió con la varilla
que siempre carga y utiliza como arma de defensa. En ese encuentro,
según cuenta Liset, consiguió golpear a más de uno. Su padre es un
hombre grande, fuerte y robusto. A ella también le ha tocado enfrentar
la llegada a su casa en horas de la noche, al regreso de su trabajo en
una empresa de recreacionistas ubicada en el Quirigua. Como ella no
se puede defender físicamente, como su padre, ya que su cuerpo es
delgado y pequeño, Liset se encomienda a Dios y a sus ángeles de la
guarda. Gracias a ellos, nunca le ha sucedido nada. Aunque siempre ha
creído en la existencia de los ángeles, encontró en una historia narrada
en un programa radial la comprobación a su fe:
Cuando cogieron al ladrón, después de atracar a un señor, la
policía le preguntó por qué no había asaltado a la muchacha que pasó
poco antes de su víctima. El atracador les respondió que no se había
atrevido por los dos hombres grandes y corpulentos que caminaban
a su lado. Ella iba sola, pero antes de pasar por esa calle oscura y peli-
grosa se había encomendado. Esos dos hombres eran sus ángeles de la
guarda, así consiguió evitar el atraco.

Liset siente mucha atracción por este tipo de historias: “A mí me


producen mucho miedo, pero a la vez me gusta oírlas”. Uno de sus
programas preferidos se llama La mega paranormal, en el que cuentan
historias de fantasmas y apariciones. Algunos de sus contenidos parecen
ser la fuente y la confirmación de sus propias historias:
Yo me he despertado por la noche sintiéndome observada y he
oído los tacones de una mujer alejándose. Hubo una época en que me
levantaban las cobijas y yo amanecía toda destapada. Si uno se despierta
14 8   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

a las tres de la mañana es porque el diablo lo está mirando a uno. [...]


En el apartamento donde vivimos pasan cosas raras, porque ahí murió,
se suicidó, un muchacho, se lanzó desde el cuarto piso.

Más allá de si estas historias son verdaderas o falsas, de si los fan-


tasmas existen o no, el placer y miedo asociados parecen transferirse
o emanar de las posibilidades de conspiración que hay en la oscuri-
dad. En ella, actúa el ladrón y lleva a cabo sus planes para ubicar a las
víctimas y atacarlas. Al mismo tiempo, la acción en la oscuridad para
Liset parece convertirse en una posibilidad para ejercer la autonomía y
actuar contra aquellas manifestaciones sociales o individuales con las
cuales ella está en desacuerdo. Desde este punto de vista, su gusto por
las historias de fantasmas tiene similitud con las historias de narcotra-
ficantes y de mujeres con bulimia: “A mí en internet me gusta buscar
y leer historias sobre narcotraficantes y mujeres con bulimia”. En las
primeras, la acción en la oscuridad de los fantasmas y las apariciones
va en contra del límite entre la vida y la muerte. En las segundas, los
narcotraficantes van en contra de las disposiciones y normas del Es-
tado y de la policía y su acción en la oscuridad deriva en un mercado
muy rentable. En las últimas, las mujeres con bulimia van en contra
los hábitos alimenticios y aprovechan la oscuridad para hacer algo
prohibido: vomitar.
Liset habla con fuerza. En sus palabras coexisten la aceptación y el
disgusto hacia su mundo inmediato. La transformación de su mundo
doméstico, derivado del tránsito de toda su familia a un apartamento
en Suba-Rincón, le dio una nueva dimensión a su vida íntima. Pare-
ce haberla transformado en un espacio de resistencia y de creación.
Con las historias de fantasmas, experimenta el miedo, lo hace real,
así como hace real la amenaza hacia su mundo íntimo. A través de la
invocación a los ángeles, consigue enfrentar las amenazas. Con esta
invocación, de la misma forma como lo hace el ladrón, el narco o la
mujer bulímica, actúa con autonomía y parece emerger una perspec-
tiva ambigua de su mundo, porque desde esa posición le da valor a
la patrona de su mamá por habérselas arreglado en su intimidad para
engañar a su madre. Lo mismo sucede con las personas que manejan
la “olla” de su cuadra, con los policías que no cumplen su deber y so-
bre todo con las bandas de jóvenes que ha enfrentado su padre: “Ellos
son grafiteros que han encontrado una forma de vida, de autonomía,
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 14 9

consumiendo, pintando y robando”. Desde esta perspectiva, con la


ambigüedad encarnada en ella, Liset asume la existencia y su relación
con la violencia: “La violencia está ahí. No se puede hacer nada para
eliminarla”, me dijo. Quizás se refería a la ingenuidad de muchos de
los programas del colegio, de la Alcaldía y de las campañas de radio
con las cuales se pretenden solucionar los conflictos de forma pacífi-
ca, dialogando. Manera imposible para ella en una sociedad donde el
mundo doméstico está lleno de fantasmas.

Mateo: la metáfora
del acogimiento
En uno de los momentos de nuestra charla, Mateo me dijo: “Yo
ya me he acogido a este barrio”. Al principio de nuestro encuentro,
permaneció hundido en la silla y me daba las respuestas a las pregun-
tas en un tono de voz muy bajo. Él y su familia llevaban viviendo en
Bogotá y en el barrio siete años. Venían de El Banco (Magdalena), de
donde salieron por la violencia: “Había muchos robos y secuestros”,
me dijo. Si bien durante todo el tiempo de nuestra conversación no
subió el volumen de su voz, poco a poco sus respuestas se fueron am-
pliando y articulando en una misma línea discursiva. Con ella, sin ser
en ningún momento radical, intentaba hacer énfasis en sus esfuerzos
por cambiar el rumbo de su vida. Esa actitud era coherente con las exi-
gencias del lugar donde estábamos: el corredor de acceso a la oficina de
las orientadoras. Desde allí, alcanzábamos a oír pequeños fragmentos
de sus conversaciones y sus risas y era posible que ellas también nos
oyeran. Además, era también coherente con mi presencia en ese lugar
y la filiación directa de las orientadoras conmigo. Una de ellas lo había
elegido, lo había llevado a la oficina, nos había presentado, explicado
algunas generalidades sobre mi proyecto y sintetizado lo que íbamos
a hacer diciéndole: “Jaime te va a hacer algunas preguntas, para que
nos hagas el favor de responderlas”. Una situación como la anterior
podría interpretarse como una traba para la relación entre el entrevis-
tado y su entrevistador, porque podría impedirle al primero dar sus
respuestas con tranquilidad, sinceridad y profundidad o simplemente
negarse a ser entrevistado. Pero, en ese momento, no se trataba de hacer
una entrevista cuyas preguntas tuvieran la intención de desentrañar
la verdad y de encontrar evidencia; por el contrario, se trataba de un
encuentro cuyo propósito era reconocer y trabajar con la situación
150   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

fortuita e incierta en que ambos nos encontrábamos y con las acciones


emprendidas por cada uno en ese instante para enfrentar la incerti-
dumbre. En contraposición, las voces de las orientadoras provenientes
del fondo del corredor, los decorados de las paredes, los libros y los
materiales didácticos del armario, cuya posición guiaba el tránsito a
través del corredor, parecían haberle dado a Mateo la oportunidad y
la inspiración para resaltar en su discurso el papel de la mente, del
cerebro, de la cabeza y de la propia historia en la vida y las decisiones
de las personas. Más allá de las siguientes alusiones explícitas que él
hizo durante nuestra conversación (“producir un cambio en la men-
talidad de mis padres”, “la marihuana se consume para tranquilizar la
mente y poder […]”, “aquí los profesores enseñan buenas cosas, que se
le quedan a uno en la cabeza, buenas para la cabeza”), la importancia
de la mente, de los pensamientos, se hacía evidente en la forma como
respondía mis preguntas y me hablaba de su historia. Me presentaba
los cuadros o sucesos de su vida a través de una posición analítica.
Desde ese lugar, las imágenes de su historia parecían hacer parte de
otro mundo y hacerse visibles a través de una ventana empotrada en
un muro, cuya función era la de preservar la distancia.
Su discurso estaba lleno de alusiones a la superación, la importan-
cia del esfuerzo y la determinación individual. No sé si Mateo creía en
esto o no, pero su discurso era coherente con el escenario donde nos
encontrábamos y dejaba ver cómo su perspectiva analítica le servía
para lidiar con mis preguntas sobre algunos sucesos de su historia y la
relación de estos con los profesores, los padres, la policía, el consumo.
En ese límite, desde la ventana empotrada, Mateo y su narración mate-
rializaron las historias contadas por otros: él era uno de los que iba a las
lagunas a jugar fútbol y a meter vicio con los amigos, él había atracado
y robado por las calles, él había estado en las peleas de las bandas, él
hacía barras para sacar músculo y se preparaba para ser un buen pe-
leador. Pero, entre las imágenes de agresión y muerte, se iban tejiendo
más imágenes con otros matices. En ellas, la agresión desaparecía y la
fuerza física se transformaba en herramienta o condición para el cui-
dado, la protección y el rescate. A Mateo le gustaría convertirse en un
futbolista profesional o en un militar. Lo primero, para demostrarles a
sus papás que las cosas se pueden conseguir cambiando la mentalidad.
Él quiere jugar en el Real Madrid. Lo segundo, ser militar (ni más ni
menos fantasioso, pero quizás mucho más instalado en su historia),
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 151

porque le gustan e inspiran las imágenes de los helicópteros militares


rescatando a personas en la selva. Ni sus palabras ni el movimiento
de sus manos expresaron ningún tipo de sobresalto con respecto a
la contradicción entre el deseo de pertenecer al Ejército, como una
institución dedicada a preservar la ley, y sus actividades en las calles
del barrio. Quizás no había sobresalto porque, más allá de lo ilegal o
legal de sus comportamientos y de las normas que hubiera violado,
lo importante parecía ser el cuidado y la protección que él les pudiera
dar o que le pudieran dar a él las personas y las cosas.
Los fines de semana son los más ajetreados en el negocio de al-
quiler de lavadoras de su mamá. Cuando Mateo la ayuda, se encarga
de llevar las máquinas a la casa de los clientes y recogerlas una vez
cumplido el tiempo y, si es necesario, comprar los repuestos para re-
pararlas. Él transporta las lavadoras en un triciclo: en él, Mateo va y
vuelve por entre las calles laberínticas del barrio. Su ir y venir a llevar
una lavadora, instalarla y luego volver por ella, desinstalarla y cargar-
la en el triciclo se debe hacer en un lapso mínimo de dos horas o en
un lapso máximo de veinticuatro horas, correspondientes al tiempo
mínimo y máximo de alquiler. En cada una de las vueltas, sea corta o
larga, el cuidado es importante en cada uno de los pasos: “La lavadora
debe quedar bien instalada. Yo la dejo funcionando porque a veces hay
personas que no quieren pagar porque, según ellos, la lavadora no les
funcionó o nos llaman a decirnos que no sirve”. Una vez ha quedado
instalada y funcionando, la máquina se encarga de cuidar la ropa y de
cuidar a las personas, dándoles la posibilidad de tener ropa limpia para
salir a la calle, para ir al trabajo, además de liberar el tiempo requerido
para hacer la misma labor de forma manual y de eliminar el trabajo
físico requerido.
Recoger la lavadora también significa ir en una misión de rescate.
Durante el tiempo de alquiler, el aparato ha entrado en contacto con lo
más íntimo de las personas. De esta relación emergen sentimientos de
propiedad. Por eso, cuando Mateo recoge la lavadora, los sentimientos
de posesión de los clientes se transforman en duelo, desprendimiento y
ausencia. Pero, más allá de las consideraciones subjetivas con respecto
a la relación entre la máquina y quienes la alquilan y la usan, dejar
el aparato en una casa o en un apartamento es un riesgo, porque los
individuos, al estar dentro de los límites de su vivienda, pueden dispo-
ner del aparato como si fuera de ellos. “Hace poco un señor nos robó
152   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

una de las lavadoras. Se la alquilamos, y él la cogió y la vendió. En su


casa nos dicen que él no está, que se fue de viaje”, dice Mateo. Para
un negocio pequeño como el de ellos, la pérdida de ese aparato tuvo
consecuencias directas en sus ingresos y la prestación de sus servicios.
Fallar en el cuidado de estos aparatos o no conseguir recuperarlos sig-
nifica fallar en el cuidado y protección de sus hermanos, de sus papás
y de él mismo.
Durante el tiempo de nuestro encuentro, no cambió su posición
en el asiento. Se mantuvo con la espalda recostada, las piernas rela-
jadas y las plantas de los pies completamente apoyadas sobre el piso.
Desde esta posición, los esporádicos movimientos de los brazos y las
manos servían muy bien para señalar puntos o lugares de énfasis, en
sus palabras e ideas. En su relación con las cosas, entendida como un
camino de dos vías, estas se cuidan, se reparan y se protegen para que
estas a su vez cuiden, reparen y protejan muchos de los sucesos de su
vida. Su brazo derecho se levantó y se movió hacia adelante y hacia
atrás, al tiempo que me decía: “Para tener una novia es necesario tener
plata para poder invitarla y darle regalos, porque si uno no tiene se van
con otro”. Además del movimiento de su mano, su rostro se llenó de
rabia. Aunque sus palabras tenían la intención de expresar una verdad
universal, ellas tenían una destinataria particular: estaban dirigidas
a su exnovia. Mateo y ella habían terminado hacía muy pocos días.
Era posible que ella tuviera otra relación. Sin embargo, más allá de su
noviazgo, su afirmación dejaba ver su punto de vista con respecto al
vínculo entre las cosas y el afecto: la tenencia de los objetos parecía
ser la condición necesaria para adquirirlo. Su actitud no era ingenua,
no había en ella ningún tipo de clamor o búsqueda de reivindicar so-
cialmente la necesidad de que las personas aprendieran a quererse por
lo que son, independiente de sus posesiones. Por el contrario, para él
parecía claro que las personas son y se hacen a través de los objetos que
cuidan y poseen. Desde su llegada al barrio, se había visto inmerso en
un mundo abarrotado de cosas. Estaban por todos lados, las llevaban
las personas, habitaban en los locales, los andenes y las calles. Eran
objetos para comer, electrodomésticos, muebles, ropa, zapatos, discos,
celulares, juguetes, cuadernos, lápices, herramientas, hierro, cemento,
pintura, gasolina, madera… Algunos eran nuevos, otros usados, otros
estaban en proceso de fabricación y otros aguardaban arrumados para
ser reciclados. Todos estaban allí y habitaban un mismo lugar.
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 153

Volvió a sacar de la quietud uno de sus brazos cuando, desde su


perspectiva analítica, me explicó cómo y por qué había intentado
robarse una feijoa: “Yo tenía muchas ganas de comerme una, pero no
tenía plata, y ahí estaba”. Su dedo índice se quedó por un instante
paralizado en el aire, señalando hacia el vació o hacia ese momento
del pasado cuando tenía ocho años. Ese había sido un robo fallido,
porque el dueño del supermercado se dio cuenta: “Como era amigo de
mi papá, no pasó nada; por el contrario, se puso a hacerme preguntas
y a indicarme por qué mi comportamiento era incorrecto. ‘Que por
qué hace eso, mire que eso no es suyo’, me decía”. Sin embargo, aun-
que el momento y el lugar lo exigían, el énfasis de su discurso no se
dirigía a justificar su mal comportamiento y sus consecuencias; por
el contrario, parecía hacer énfasis en la presencia de las cosas, como
si todas ellas tuvieran su propio tiempo, su propio estado de perma-
nencia y una autonomía con la cual se desligaban de las personas y de
todas sus consideraciones con respecto a la propiedad y los parámetros
éticos y morales necesarios para conseguirlas. En otras palabras, hacía
siete años, a través de la feijoa, había aprendido que los objetos tenían
vida propia. Al momento de nuestro encuentro, ese mundo de objetos
parecía darse en él, en su mente y en su cuerpo, como identificación
y anhelo. Recién llegado a la ciudad, desprendido de todas las cosas
de su mundo, sin plata, sin casa y con hambre, él había perdido todo
aquello que lo hacía persona. Simplemente parecía estar ahí como
una cosa, pero al mismo tiempo su actitud y sus palabras señalaban
su anhelo por la simpleza de permanecer y la tranquilidad encarnada
en ella, libre de los imperativos del querer, del desear y del pensar.
Según sus palabras, las malas amistades lo fueron llevando al vi-
cio. En ningún aparte de nuestra conversación incriminó a nadie. Su
tono de voz era bajo, quizás para evitar que otra persona nos oyera.
Hizo todas las referencias sobre sí mismo con arrepentimiento y su
perspectiva analítica le permitió hablar de algunas situaciones como si
las hubiera vivido como un observador externo y objetivo, un narrador
omnisciente que cuenta los pensamientos y acciones de sus personajes:
“La gente, los jóvenes meten para tener valentía de ir a robar o ir a
chuzar a alguien. Lo hacen para sentirse más fuertes o para ir a pelear.
Yo fui de esos, yo salía a atracar”. Sus razones y las de sus amigos para
hacerlo eran simples y predecibles: tener plata para conseguir novia
e invitarla. Si bien el tono de sus palabras indicaba que había algo
154   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

de cobardía en el consumo de droga, por la necesidad de ella para


poder actuar, su opinión personal parecía señalar otro horizonte, no
tan racional como el anterior, pero con una implicación mayor en la
concepción de su existencia y su historia: “Con la droga uno se relaja,
se siente bien y deja de pensar tanto, se saca las cosas de la cabeza,
se siente bien, lástima que sea un vicio”. Desde esta mirada, en el
momento de robar, el consumo permite hacer el tránsito del mundo
de los sujetos al de los objetos o permitir a los sujetos identificarse y
transformarse en objeto para simplemente estar ahí —como la feijoa
del supermercado— y, desde ese lugar, simultáneamente, despreciar
el mundo de los sujetos y las posibilidades asociadas a los objetos.
En otras palabras, al consumir, el sujeto se hace objeto. Gracias a esta
asimilación, se hace legítimo tomar los objetos, porque se elimina la
barrera subjetiva. A través de este trance, se construye la relación de
mutuo cuidado entre objetos y personas. De él parece desprenderse y
hacerse posible el amor y la sobrevivencia física e histórica: lo primero,
por lo que da materialmente; lo segundo, porque permite re-hacer
o re-apropiar un nuevo mundo de objetos para hacer la vida. Si se
entiende desde esa perspectiva su acción en la ciudad, Mateo parece
haber reconstituido la vida perdida al abandonar El Banco (Magda-
lena) y enfrentar la discriminación de la que fue y aún es objeto por
algunos vecinos del barrio: “La gente que daña el ambiente es la que
se cree más porque tiene una casa”.
Las orientadoras no confían mucho en su proceso de “rehabili-
tación” y él tampoco lo presenta como algo concluido y hecho: “Yo
estoy intentando cambiar la mentalidad”, me dijo. Ahora para poder
conseguir plata y poder comprar sus cosas está trabajando y ha ido
cambiando sus amistades. Si bien la relación con las cosas lo llevó a
transitar por el “mal camino”, al parecer las cosas y su cuidado lo están
sacando. Ahora trabaja en un taller de carpintería. Allí se encarga de
lijar los muebles hasta que queden completamente suaves y listos para
el proceso de pintura.

Alba Rosa: la metáfora


de desplazamiento
Entre sus palabras, el concepto de memoria viva adquirió otro
sentido o tomó otra dirección. Cuando le pregunté sobre aquellas
actividades o acciones per/formativas hechas por los estudiantes o sus
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 155

familias para darles trámite a los dolores derivados de los procesos de


desplazamiento, ella inició su respuesta hablándome sobre su propia
experiencia. Empezó refiriéndose a la mamá de su primera pareja,
quien, según ella, nunca la aceptó por ser morena y haber nacido
en la costa: “Nunca nos dejó tranquilos y terminó dañando nuestro
matrimonio”. Para ella, la memoria viva parecía tratarse de una serie
de acontecimientos dolorosos aún no olvidados o convertidos en re-
cuerdos o acontecimientos de la historia de otra mujer, idéntica a ella,
pero ubicada al otro lado de un límite borroso construido por el paso
del tiempo y la emergencia de lugares y espacios diferentes.
Al parecer, la emergencia de estos sentimientos o la presencia viva
de ellos en su memoria la sorprendieron: “Yo creía que ya me había
olvidado de todo eso, pero al parecer aún tengo ese dolor”, dijo. Sin
embargo, de inmediato empezó a hablarme de momentos felices, aso-
ciados a sentimientos de mucha alegría: “También ha habido personas
que me han querido por mi temperamento, por mi personalidad des-
complicada, por mi color de piel, personas que me han dado mucho
cariño”, aseguró. Con estas palabras se refería a algunos compañeros y
compañeras de universidad, de trabajo, amigos y amigas con quienes
había tejido su vida desde su llegada a Bogotá. Alba Rosa no se refe-
ría a ellos para contraponerlos a su antigua suegra o al profesor de la
universidad cuyos comentarios durante clase apuntaban a destacar su
origen, su género y color de piel como condiciones deleznables. “Yo
soy negra, mujer y costeña”, afirmaba. Por el contrario, puso a aquellas
personas a la misma altura de su exsuegra y su profesor, generando así
una imagen de neutralidad en la que ni las ideas ni actitudes de unos
y otros prevalecían. Solo los mostraban como individuos existiendo
en el panorama de su vida.
El tono grueso de su voz se matizaba con los gestos amables de
su rostro y el movimiento afable de sus manos. Esta forma de hablar
parecía ser el producto o la manera en que ella había enfrentado
los comportamientos discriminatorios de unos y cómo valoraba el
comportamiento de los otros, de aquellos a quienes consideraba sus
amigos. Además, su forma de hablar parecía ser una estrategia de ac-
ción para enfrentar la cantidad de contradicciones contenidas en el
comportamiento de los estudiantes, de sus familias, de algunos de sus
compañeros de trabajo y sobre todo las contradicciones insuperables
de su trabajo como orientadora del colegio. “El impacto de nuestra
156   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

labor es muy poco”, me dijo sin entrar en ningún tipo de recriminación


institucional o social. Continuó diciendo:
En los casos de los niños que vienen de afuera, nosotros ob-
tenemos toda la información a través de la observación. Los más
pequeños son más abiertos, son más dados a contar lo que sienten.
En cambio, los mayores se guardan su dolor. Con ellos es mucho más
difícil. Para todos es muy duro, es como cuando se trasplanta una
mata, la arrancan de sus raíces de todo lo que tienen y las vuelven a
sembrar en otro lado.

A sus gestos amables y comportamiento afable se le añadían una


serie de referencias a la importancia de cuidar la vida y dar amor. Estas
referencias siempre eran oportunas y orientadas a casos específicos; en
ellas no había ninguna intención proselitista o de señalar una similitud
con las mismas referencias citadas por activistas de grupos cristianos,
quienes con sus sermones buscan la conversión de sus interlocutores.
Para Alba Rosa, por el contrario, parecía ser un discurso dirigido a sí
misma. Para su satisfacción, ella relató lo siguiente:
A veces llegan papás al colegio a hablar con la rectora o alguno
de los coordinadores. Ellos no los atienden porque llegaron tarde o
porque no tenían cita; entonces, vienen acá a pedir mi ayuda o mi
consejo. Yo voy y hablo con ellos [con la rectora o el coordinador] y
les ayudo a conseguir el papel o que los atiendan. Ellos quedan muy
agradecidos. A veces me invitan a almorzar, pero yo no acepto. Yo solo
estoy haciendo mi trabajo. Uno debe intentar entender a las personas,
entender sus dificultades. A veces no les dan permiso en sus trabajos o
un día sin trabajar significa pasar hambre.

De esta forma, Alba Rosa parece forjar un lugar de protección


para actuar en medio de las contradicciones y las situaciones de riesgo
derivadas:
Aquí trabajamos en un ambiente muy caliente… Yo nunca me he
sentido amenazada. A veces, los papitos de los jóvenes a quienes les
pedimos la prueba de consumo se ponen furiosos porque sienten que
estamos tratando a sus hijos como drogadictos. No entienden, nosotros
queremos ayudar, para nosotros es mucho mejor si la prueba sale ne-
gativa, pero si no, los padres deben saberlo y estar pendientes y actuar.
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 157

Durante nuestro encuentro, me habló con orgullo sobre algunos


procedimientos que ella llevó a cabo yendo en contra de las normas
establecidas por la ley y el colegio:
Yo muchas veces me salto la ley y no me importa. Una vez me
llegó una estudiante pidiéndome ayuda. El papá estaba furioso con
ella. Había intentado quemarle una de sus manos poniéndosela sobre
uno de los fogones de la estufa. El señor estaba furioso porque la niña
lo había robado, le había cogido una plata para ir a una fiesta. A mí no
me importó nada, yo me fui para su casa a intentar hacerlo entrar en
razón y le dije: ‘Si usted le hace eso a la niña, yo lo denuncio, cómo es
posible’. Si bien la niña merecía un castigo por haber robado, no era
razón suficiente para dejarle una marca de por vida. El señor al fin entró
en razón… Así le toca a uno actuar. Seguido ve uno en los periódicos y
noticieros casos parecidos y lo peor es oír a los niños dándole la razón
a los papás: ‘Yo merecía el castigo por haber actuado mal’. Eso no es
posible, uno no puede permitir ese tipo de comportamientos.

Si bien la relación directa parecía ser la mejor estrategia para


enfrentar el bajo impacto de su trabajo, el carácter marginal de su
labor dentro de la institución y las contradicciones insuperables de su
contexto social le hacían evidente su incapacidad para transformar las
situaciones de vida de algunas personas. Desde ese reconocimiento se
producía en ella una contradicción operante, dada como una condi-
ción de su vida y por lo mismo imposible de superar: “El otro día se
burlaron de mí en una reunión porque yo les pregunte si las “ollas”
eran legales. Todo el mundo sabe dónde están, la policía sabe pero no
hace nada para eliminarlas, entonces, es porque son legales”, dijo Alba
Rosa. Lo anterior me lo narró riéndose de sí misma y lo hizo para dejar
en claro la ambigüedad de la situación y la ambigüedad permanente
de su escenario laboral.
Por el anterior suceso su narración sobre sí misma empezó a tocar
el perímetro de tres historias, cada una de ellas precedidas y tejidas
por instantes de silencio y de una relativa quietud de todo su cuerpo.
Entre ellas se repetían algunas situaciones. Las tres se relacionaban
con la muerte, las tres protagonistas eran mujeres, en las tres había
algún tipo de relación con el consumo de drogas y en las tres había
alguna relación con pandillas, paras y guerrilla. Cuando me habló
de las tres estudiantes, las anteriores características, menos la de ser
158   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

­ ujeres, pasaron a un segundo plano, así hubieran sido determinantes


m
en sus historias. Las palabras de Alba Rosa y el vacío indefinible entre
su forma de contar y el lugar donde vivían sus recuerdos desvanecían
la sensación de peligro y amenaza producida por la relación de cada
una con la muerte. Su relato las mostraba dentro de la relación afec-
tiva construida durante su asistencia a la oficina de orientación y las
decisiones y los deseos expuestos por cada una. A la primera, Carmen,
la habían matado durante una pelea entre pandillas. La relación de
Alba Rosa con el suceso no era diferente a la de otras personas. El duelo
por el fallecimiento era etéreo, porque el dolor no estaba asociado a la
desaparición de encuentros recurrentes y de memorias compartidas: el
duelo se localizaba en el fracaso o la negación de los anhelos institucio-
nales. Con la muerte de la estudiante fracasaba la idea de la educación
como la clave para un futuro mejor; también fracasaba la noción de
juventud como promesa y la idea de la vida como la acumulación de
experiencias. El duelo de Alba Rosa se producía al interior de su mente,
de sus deseos y remecía su razón de ser al interior de la institución.
Quizás cuando la impresión se haya desvanecido y se haya renovado
y vuelto a significar el sentido de su trabajo y posición institucional,
la muerte de Carmen se convertirá en un ejemplo citado con el obje-
tivo de cambiar el comportamiento de algún o alguna estudiante. Al
momento de nuestro encuentro, el duelo y la historia de la muerte ya
se encontraban en tránsito hacia el olvido. Alba Rosa ya no asumía
la muerte como un hecho que habría podido ser evitado, sino como
uno a partir del cual se podrían evitar sucesos similares, posibilidad
localizada en su mundo ambiguo de contradicciones.
A pesar de la irrevocabilidad de la muerte, la historia de Carmen
en la voz de Alba Rosa no parecía ser tan triste y fatal como las historias
de Yenni y Rita, porque la muerte cerraba y le permitía trasladarla y
oponerla a otras situaciones. La muerte le permitía narrar la historia
a otros estudiantes e invitarlos a cambiar sus comportamientos, en
otras palabras, llevarlos a decidir entre vivir o morir. En cambio, las
historias de las otras dos estudiantes no hacían posible ningún tipo
de traslado, porque cada una de esas historias era en sí misma des-
plazamiento:
A Yenni no fue posible reinsertarla. A la mamá la mataron a la
salida de una discoteca, en una pelea entre bandas, pero ella se inventó
que su mamá se había muerto por una caída. No fue posible devolverla
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 159

a la realidad, y así siguió hasta que desapareció. No volvimos a saber


de ella, no volvió al colegio.

No era necesario preguntar más por qué la estudiante había des-


aparecido. Alba Rosa continuó con la otra historia:
El caso de Rita también me tocó mucho. Ella venía de Barranquilla.
Su mamá la había mandado a vivir con su padre y su familia porque
tenía problemas de consumo y problemas con los paras y la guerrilla.
Rita estaba intentando cambiar. Ella venía acá y me decía que en cual-
quier momento iba a cometer un error. Vivía asustada y preocupada:
"En cualquier momento yo muerdo la mano que me da de comer",
me decía. Aquí su vida era muy difícil, no la dejaban salir y la relación
con su madrastra y medias hermanas estaba llena de desconfianza. Ni
su madrastra ni sus medias hermanas creían en ella. Le tenían miedo.
Además, sufría mucho porque creía haber matado a alguien: "Yo no
me acuerdo —me decía— porque estaba muy drogada, pero yo creo
que sí maté a alguien". Por la misma razón se sentía perseguida, vivía
paranoica y nerviosa. Ella estaba haciendo muchos esfuerzos para por-
tarse bien. Pero en unas vacaciones se la llevaron para Barranquilla.
Eso fue lo que dijeron, no volvió. Yo hablé con la madrastra, ella me
dijo que la habían dejado allá. No sé qué pasó con ella, quién sabe qué
habrá sido de su vida.

Cuando me hablaba de Yenni y de Rita, todo su cuerpo se contraía


y se volcaba sobre sí misma: su cuello se doblaba y sus ojos, apuntan-
do al punto medio entre el suelo y las paredes, cesaban de mirar. En
ese instante, toda ella parecía hacer suya la nada incomprensible de
ambas historias.
Cuando Alba Rosa tenía seis años, los papás la mandaron a Bogotá
a vivir con una de sus tías; en esa época ella conoció los sufrimientos
y circunstancias que deben enfrentar quienes llegan a la ciudad. Ella
sintió en carne propia los dolores producidos por el cambio repentino
en el modo de vida, el miedo de llegar a una ciudad desconocida, a
una casa extraña y de enfrentar maneras de pensar completamente
diferentes. Por ello, las historias de los estudiantes provenientes de
fuera de la ciudad no le eran desconocidas; por el contrario, cada una
de ellas parecía ser una iteración de su propia historia. Entonces, pro-
curaba transmitirles la forma como ella había enfrentado su llegada a
160   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

la ciudad: “Ellos ven en mí un pedacito de la costa en Bogotá y eso les


ayuda y les da confianza para hablarme y contarme lo que les sucede”.
Al hacer esta afirmación se sonrió y dejó ver algo de ironía. Su tono
no era quejumbroso, no pretendía reivindicar los treinta y cuatro años
de vida en Bogotá para que fuera considerada de la ciudad. Tampoco
era una queja porque algunos la siguieran viendo como una mujer
costeña a pesar de haber sido criada en Bogotá y llevar viviendo tan-
tos años aquí. El tono irónico apuntaba al reconocimiento de las dos
condiciones y a la ambigüedad encarnada. Ella simultáneamente era
de la costa y de Bogotá. Además, había tenido una mamá costeña y
una mamá bogotana. La última de ellas era su tía, quien “la crió como
una hija y a quien ella quería como una mamá”.
Su desplazamiento no solo había sido geográfico: durante su
tránsito había aprendido las posibilidades y ventajas de los múltiples
significados de las cosas, las personas y las situaciones. Para ella era
claro que la emergencia de la multiplicidad era el resultado del des-
plazamiento, del movimiento a través de un camino cuyo trazado
no se dirigía hacia adelante o hacia atrás sino alrededor. Por eso, su
discurso y en él sus ideas siempre parecían referirse a algún tipo de
desplazamiento a partir del cual emergían significados diferentes con
respecto a lo mismo:
Si todos saben dónde quedan las “ollas”, por qué no van y las
quitan, ¿o es que son legales? [...] Los estudiantes aquí ven una cosa
pero salen a la calle y llegan a sus casas y ven otra. ¿Cómo hace uno
para enseñarles a los estudiantes a no robar sí muchos llegan a sus
apartamentos y están llenos de cosas robadas? Muchos de los proble-
mas de la sociedad se deben a que no hemos aprendido a retardar la
gratificación. Todo lo quieren de inmediato, todo lo quieren ahora
mismo; por eso se van a robar, porque quieren todo de inmediato.

Quizás por esto cuando me habló de su suegra y cuando me habló


de su profesor, de inmediato les contrapuso aquellas personas cuyo
comportamiento fue diferente. Llevó de un lado a otro los significados
sobre ella, se desplazó para multisignificar el ser de aquí y el no ser
de allá, así como el no ser de aquí y el ser de allá. Este permanente
desplazamiento hacia y desde los significados parece haberse conver-
tido en su afirmación para actuar en la vida. Quizás inspirada por esta
perspectiva, la historia de Rita y la de Yenni le dolían tanto: ambas
3. En el ahora de la vida: encuentros, montajes y metáforas 1 61

estudiantes habían vivido el proceso de desplazamiento, a ambas,


utilizando sus palabras, las habían trasplantado, las habían arrancado
de un lugar para volver a sembrarlas en otro, pero ninguna de ellas
había sido capaz de generar la habilidad para permitir la emergencia
de la multisignificación y para desplazarse en ella.
Para Alba Rosa tener la capacidad para desplazarse entre uno
y otro significado era una condición necesaria para la aceptación y
adaptación a la vida en la ciudad. Tanto a Rita como a Yenni el estado
difuso y borroso de las significaciones parecía tenerlas dominadas. En
ningún momento intentó explicarme o dar razón sobre la forma de
actuar de Yenni o de Rita, pero el lamento contenido en sus gestos y
en su silencio era su explicación, era la expresión de su destino. Para
Alba Rosa, quien no asume el desplazamiento físico y geográfico como
un proceso de desplazamiento y emergencia de otras significaciones
desaparece. En sentido inverso, tener la capacidad para hacerlo es tener
la habilidad para ganarse la vida, para hacer la vida.
Cuando nos encontrábamos por las mañanas en la cafetería del
colegio, antes del inicio de clases, rodeados por sus compañeros de
trabajo, mientras unos desayunaban, otros hacían pequeños negocios
y otros hablaban sobre ellos mismos o sobre sus compañeros, en más
de una oportunidad Alba Rosa resolvió una discusión o cerró una
frase refiriéndose a la importancia de defender la vida y protegerla.
En principio, su discurso parecía obedecer a las consignas institucio-
nales y de Estado con las cuales se asumen las campañas de salud y
de convivencia. Al ser ella una empleada del sector público, era lógica
y coherente esta influencia, aunque, como muy bien ella lo sabía, se
trataba de un discurso vacío en el cual se clamaba por la vida y su de-
fensa desconociendo las situaciones concretas de las personas. Pero,
junto con esta perspectiva, cargada de la misión y visión institucional,
permanecía otra orientada hacia la acción individual y su mundo
doméstico. Durante algunas mañanas, a la hora del desayuno en la
cafetería del colegio, sus historias estuvieron relacionadas con el perro
de sus hijas. Durante este periodo, nos contó las peripecias al momento
de comprarlo, nos describió el lugar donde estaba durmiendo y sobre
las incomodidades y dificultades de sus hijas para enseñarle al perro a
defecar en el lugar indicado y sacarlo a pasear al parque: “Ellas tienen
que aprender a asumir sus responsabilidades y darse cuenta de que hay
una vida dependiendo de ellas. Además, yo no quiero encargarme de
162   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

nada, porque me da mucho asco recoger el popó y limpiar los orines”.


Ella expresa el cuidado de la vida metafóricamente a través del cuidado
a las plantas, señalando así una acción cotidiana y parte de una rutina:
“A uno le toca regarlas todos los días”. De esta referencia se desplazó
en algunos momentos a las relaciones de pareja, al amor.
Cuando el tono de nuestras palabras y mis preguntas empezaron
a conducirnos al final de nuestro encuentro, Alba Rosa volvió a los
primeros momentos y me dijo, refiriéndose a su primera pareja y a su
madre: “Yo pensé que ya me había curado, que ya me había sanado,
pero ahora me doy cuenta de que sigue ahí, de que no he sanado”. Sus
palabras tenían algo de melancolía, de distancia e indiferencia. Ade-
más, de los últimos momentos de sus gestos brotaba una leve sonrisa,
a la vez resignada y retadora. A pesar de haber sido una situación tan
dolorosa y difícil, el olvido no era una opción; por el contrario, las
palabras usadas hacían alusión a la salud y la enfermedad, referencias
cercanas a su oficio como orientadora. En ese momento, fue como si
ella descubriera que padecía de una enfermedad crónica y que tuviera
conciencia de la forma como su vida había estado siempre asociada a
ella. Con su suegra se completaba un grupo de tres madres. La función
de la última era consumar y hacer real su origen múltiple. Al rechazarla,
al oponerse a la relación de ella con su hijo por su color de piel y por
su origen, les daba razón de ser a las otras dos, la barranquillera y la
bogotana. Al negarse a quererla y aceptarla, había transformado la vida
de Alba Rosa en una quietud en tránsito. Si la relación amorosa hubiera
sido posible, quizás se habría desvanecido en la vida y costumbres de la
ciudad, pero con el rechazo se quedó en ese lugar intermedio. Por eso,
parecía estar satisfecha con su papel de orientadora. La ambigüedad
contenida en el nombre de su cargo y en su labor no va para ningún
lado, no se dirige, no se supera; los estudiantes no se encaminan, no se
orientan, no se superan: ninguno olvida. La orientación se transforma
en cuidado. A través de este, las plantas trasplantadas aprenden a ac-
tuar en una nueva tierra sin olvidar. Con las mismas raíces y el mismo
tronco reinventan sus metáforas. La nueva tierra es la nueva metáfora
para enfrentar el dolor, para darle trámite a su dolor y seguir viviendo,
para cuidar su vida a través de su autonomía, de su capacidad para
hacerse y contar su historia.
4

efic acia , ap ertur a y ci er r e

L A S P E R S O N A S E N C A D A U N O de los encuentros referidos en el


capítulo tercero elaboraron sus montajes teniendo como referente al
barrio y su forma de vida. Al interior de los montajes se pueden ubicar
nueve elementos en común: 1) Las calles, 2) el comercio, 3) las “ollas”,
4) la inseguridad, 5) el trabajo, 6) el estudio, 7) el otro y 8) el consumo de
drogas. Cada uno de estos elementos forma parte de la cotidianidad de
sus vidas y de las relaciones en el barrio, pero, ante todo, a través de
ellos las personas construyen la eficacia de su acto per/formativo, pro-
pio de su memoria viva. En los siguientes apartados se lleva a cabo la
representación, siguiendo el modelo diseñado en el capítulo segundo.
Los doce montajes presentados en la parte anterior se pueden sintetizar
de la siguiente manera:
Sabiendo sin saber: acción permanente de desprendimiento de
la historia o de cualquier suceso o situación que tengan algún matiz
determinístico. En Paula, se asume como una acción de vida, cuya
ejecución parece derivar en acciones de carácter estético y mimético.
Además, al desprenderse de procesos secuenciales, se deriva de cual-
quier tipo de lógica determinística.
Decisión: con esta metáfora, el profe parece abrirse a una forma de
actuar y de pensar en la que la exclusión no existe. Desde esta perspec-
tiva, todo lo que está o cohabita en el barrio forma parte del mundo y
de su mundo: los profesionales y los ladrones, los ricos y los pobres, el
pasado y el presente, los nuevos “morenitos” y los antiguos, quienes
consumen y quienes no lo hacen, la seguridad y la inseguridad. Esta
perspectiva se deriva de haber vivido toda su vida en el barrio y parece

[163 ]
1 64   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

estar alojada en su cuerpo y actitud como profesor de Educación Físi-


ca. Los movimientos lentos, producto de su artritis, contrastan con la
sudadera luminosa usada como uniforme de trabajo.
Decir: para Paula Andrea, el mundo inmediato puede cambiar a
través de los actos de habla. Le cambió a ella y puede ser la forma para
transformar la vida de las personas más cercanas, especialmente la de
su madre. Simultáneamente, en la forma de hablar parece residir la
posibilidad de una mejor forma de vida, una más acogedora y tran-
quila basada en la confianza. A través de esta metáfora, Paula Andrea
consigue darles otra dimensión a los aspectos negativos derivados de
haber hablado en Bienestar Familiar y convierte el acto de hablar y
decir en una herramienta para adaptarse y hacer su vida en la ciudad,
en el barrio, con sus compañeros de colegio y para enfrentar el mutuo
desconocimiento con su madre, producto de los años de no vivir juntas.
Mostrarse: a través de esta metáfora, Cristian construyó otra dimen-
sión de su vida. Como actor consigue escapar del mundo de relaciones
oscuras de su pueblo, producidas por las murmuraciones y los chismes
de las personas que querían relacionar a su familia, especialmente a su
madre, con los paramilitares de la región. Además, por intermedio de
esta metáfora, también se abre la posibilidad de reconocer la diferencia
y la multiplicidad social e individual, así como el distanciamiento de los
tabús de la cultura costeña con respecto a las decisiones y alternativas
de pensamiento. Desde esta perspectiva, el mostrarse se puede tomar
como una revelación en contra del poder para tomar una decisión,
como sucedió con su madre cuando despertó y vio una serpiente ma-
mando de uno de sus senos. Si hubiera continuado dormida creyendo
que quien mamaba era su hijo, lo habría perdido. Algo similar sucedió
cuando su madre lo vio empuñando el cuchillo que ella aguardaba
debajo de la almohada para defenderse de su esposo borracho. Al ver a
su hijo, decidió abandonar a su esposo. En sentido inverso, a ella se le
aparece su segundo compañero y padrastro de Cristian; si ella hubiera
visto su cadáver dentro del ataúd, su figura no seguiría apareciéndosele
en las esquinas o al cruzar las calles.
Conformarse: la Sra. Mora Martínez, a través de esta metáfora, le da
presencia y permite la coexistencia de las diferentes contradicciones en
su vida: la relación con los patrones, sus derechos y el desconocimiento
de sus empleadores, la falta en su cotidianidad de las costumbres de
su pueblo y las facilidades y oportunidades del barrio y la ciudad para
4. Eficacia, apertura y cierre 165

trabajar, para adquirir los electrodomésticos y la cercanía del comercio.


A través de la misma metáfora, ella también enfrenta la cohabitación
en el barrio de las personas buenas y amables con los ladrones y con-
sumidores y la contradicción más fuerte de su vida producida por la
relación entre el trabajo, el cuidado de sus hijos y el tiempo requerido
para ir de un lugar a otro. De la relación entre estos tres elementos se
ha derivado la imposibilidad de estar con sus hijos, de ir a recogerlos
al colegio, de impedirles las malas compañías. A partir de esto, ha
emergido la permanente contradicción entre la presencia y la ausencia
de ella y de sus hijos. Conformarse es la forma de enfrentar el ahora
de su vida imposible de cambiar.
Omnisciencia: a través de esta metáfora, Clara le da otra dimensión
al acto de haber dejado a sus hijos a cargo de su padre cuando viajó
a Bogotá a buscar trabajo y conseguir el dinero necesario para man-
tenerlos y darles educación. Por medio de la omnisciencia, ella hace
posible la presencia y la ausencia como acciones de vida. Uno de los
medios usados para constituir su metáfora es entender el lenguaje como
la herramienta para dar y traer noticias y, a través de ellas, estar en el
lugar de donde provienen y brindar compañía. A su vez, la metáfora de
la omnisciencia le sirve para enfrentar su cotidianidad. Gracias a ella,
puede lidiar con las distancias, la congestión y el tráfico de la ciudad
para seguir estudiando y trabajando.
Vientre: para Claudia, todo parece estar cerca (la inseguridad, la
envidia, la muerte y las malas influencias). Por eso, la única manera
de contrarrestar los peligros es estando cerca de los seres queridos,
en especial de los hijos. Desde esta perspectiva, los límites de la casa
señalan un lugar de resguardo. En el mismo horizonte, estar cerca
no solo hace referencia al espacio. La proximidad o distancia entre
los cuerpos se proyecta también en la tradición familiar; por ello, se
mantiene fiel a las creencias heredadas de su madre y siempre ha re-
chazado las invitaciones de familiares y amigos que le han sugerido
asistir a otro tipo de cultos. Ellos justifican su ofrecimiento diciéndole
que los curas nunca dan nada, en cambio los pastores reparten mer-
cados y almuerzos. “Mi Dios me da salud para trabajar y conseguir lo
necesario, yo no necesito que me regalen nada”, les responde Claudia.
Desde su metáfora ha hecho su vida en el barrio, relacionándose con
pocas personas, procurando estar en su casa el mayor tiempo posible
para proteger y cuidar a los suyos.
166   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Muerte: para Ernesto Palacios, la posibilidad de la muerte como


acontecimiento con el poder para cambiar el transcurrir de la vida de-
riva en una construcción metafórica a partir de la cual se desarrollan
una serie de estrategias que tienen el objetivo de defender la vida. Desde
este lugar metafórico, la cotidianidad parece vivirse a través de una
sucesión permanente de acciones estratégicas, dadas en su vida íntima,
en sus relaciones de trabajo y en la forma como asume su existencia.
Ser taxista es una forma de defender la vida: “De qué sirve trabajar toda
la vida en una empresa, siguiendo las órdenes de otro, si a los sesenta
años uno se jubila y al otro día se muere”, asegura.
Oscuridad: para Liset, la oscuridad, como construcción metáforica,
es el lugar de donde brotan las amenazas y los peligros, pero también
de donde emergen las posibilidades para defenderse y contrarrestar
las amenazas. Su papá, un hombre grande y fuerte, enfrenta la oscu-
ridad todas las noches al llegar del trabajo empuñando una varilla;
ella, cuando se le hace tarde, la enfrenta invocando a sus ángeles de la
guarda. Además, la oscuridad, al permitir la invisibilidad de quienes se
alojan en ella, parece permitir el surgimiento de la autodeterminación
individual. La autonomía construida en la oscuridad se caracteriza
por romper o ir en contra de muchos de los órdenes sociales y de las
injusticias que ellos encarnan. En este sentido, Liset admira a quienes
actúan en la oscuridad (a quienes pertenecen a las bandas, pintan
grafitis, consumen y roban y a las mujeres anoréxicas), porque llevan
a cabo una forma de lucha social.
Acogimiento: la metáfora del acogimiento elaborada por Mateo
se refiere a su relación con las personas y las cosas. Recién llegado a
Bogotá, desgarrado de su historia, en un lugar desconocido, él estaba
ahí como una cosa, suelto, desapegado, carente de lazos sociales y
origen y simultáneamente sometido a la voluntad de otras personas.
Con el paso del tiempo, la relación de identificación con las cosas se
trasformó en complementariedad: las cosas y las personas se cuidan
mutuamente. De esta relación, parece emerger el lugar social. Para
Mateo, el amor de una mujer depende de las cosas que pueda darle.
Algunas personas, por poseer algún tipo de cosas, se creen más que
los demás y se creen con el derecho de marginar a los otros, según él.
En la misma perspectiva, “meter vicio” con el fin de ser más valiente
para robar parece apuntar al retorno de cierto tipo objetivación indi-
vidual, con la cual se busca estar ahí y desprendido de cualquier lazo y
4. Eficacia, apertura y cierre 1 67

actuar sin ningún tipo de prevención o cargo de conciencia. El trabajar


como ayudante en el negocio de alquiler de lavadoras de su madre, la
relación con las cosas, se aloja en la vida familiar e íntima, porque a
través de ella consiguen lo necesario para comer y pagar el arriendo.
Además, su relación con las cosas parece estar sacándolo del vicio y
alejándolo de las malas amistades; con su trabajo de lijador, consigue
el dinero necesario para comprar sus cosas y hacer su vida. Así se ha
ido acogiendo a la vida del barrio.
Libro: Magdalena, mediante la metáfora del libro, enfrenta el ahora
de su vida. De la presencia y ausencia de los libros se derivan todas sus
dificultades en el colegio, con profesores y con los estudiantes. Ella hace
sus tareas en el cuaderno, pero, por no tener los libros, los profesores
no le revisan; por lo mismo, sus compañeros de curso no trabajan con
ella. Además, por la ausencia de los libros se hacen visibles las dificul-
tades económicas y su relación con la familia paterna; su mamá no ha
tenido plata para comprarlos y ella no se atreve a pedirlos prestados
a la familia de su papá porque siempre han sido muy distantes. La
ausencia de los libros en la ciudad se cambia por la presencia de ellos
en Anzoátegui; allí sí los tenía, y por eso allá todo era más fácil. Sin
embargo, de la presencia y la ausencia de los libros parece emerger
el gusto por aquellas actividades relacionadas con el raciocinio y el
conocimiento. Su gusto por la medicina, que indaga para encontrar
la enfermedad y curarla, es similar a su gusto por la criminología,
proceso de investigación para determinar las causas de la muerte y a
los culpables. En ambas actividades, parece consumarse la presencia y
ausencia del conocimiento, de la misma manera en que lo hacen los
libros que están y no están. En su deseo de ejercer alguno de estos dos
oficios, Magdalena transforma su situación actual en una posibilidad
para enfrentar la existencia inmediata y el futuro. La primera como una
manera de solventar las deficiencias que los estudiantes, los profesores
y las orientadoras le han hecho sentir que tiene. La segunda, como
una forma metafórica para dejar de ser la culpable de las acusaciones
que los profesores y estudiantes hacen y de la existencia futura, para
encontrar más adelante la tranquilidad de estar acorde y dominando
los conocimientos hasta el momento negados.
Desplazamiento: como orientadora del colegio, Alba Rosa parece
enfrentar el ahora de su vida a través del reconocimiento de su origen
múltiple. Uno asociado a su madre biológica y a Barranquilla, su lugar
168   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

de nacimiento. El otro relacionado con su tía, quien la crío y a quien


ella quiere como a una madre. A partir de esta metáfora, ella se rela-
ciona y aconseja a los estudiantes provenientes de otras ciudades. Por
haber vivido un proceso similar, ella puede entender las angustias y
los sufrimientos de los estudiantes y a partir de allí orientarlos y sobre
todo acompañarlos. Para ella, lo más importante es que los estudiantes
aprendan y se den cuenta de las ventajas de su proceso de desplaza-
miento: hacer propias las diferentes posibilidades de interpretación y
la forma como el mundo deja de ser absoluto para transformarse en
un mundo variado y abierto. Para Alba Rosa, a quienes no consiguen
entender su situación desde esta óptica les queda muy difícil aceptar
su condición de desplazamiento y adaptarse a la vida en la ciudad. Ella
ha aprendido a vivir olvidando sin olvidar, sanando sin sanar; de esta
manera, ejerce su oficio como orientadora.
Mediante estos montajes sus diseñadores interactúan con los ocho
elementos comunes en todas las narraciones: 1) Las calles, 2) el comer-
cio, 3) las “ollas”, 4) la inseguridad, 5) el trabajo, 6) el estudio, 7) el otro
y 8) el consumo de drogas. A través de estos, se construye la eficacia de
la memoria viva y la metáfora que ella encarna. Desde la perspectiva
de cada uno, se constituye un amplio espectro de variabilidad.

las c alles
Desde la perspectiva de Paula (sabiendo sin saber), en las calles
se observan los cambios que el barrio ha experimentados a través del
tiempo, aunque estos no han traído diferencias en la forma de vida,
en la forma de pensar. Para el profe (decisión), las calles parecen cons-
tituirse en la evidencia y la realidad del proceso de inclusión social
característico del barrio. Por las calles transitan los ricos y los pobres,
quienes piden limosna y los dueños de grandes negocios, los profesores
y los ladrones, los “morenitos” y los antiguos habitantes del barrio,
y cohabitan el pasado, el presente, la vida y la muerte. Para Cristian
(mostrarse), las calles son el lugar posible para mostrarse y darse a co-
nocer. Recién llegado lo atracaron, cuando daba su primer paseo por
el barrio; ahora los ñeros ya lo conocen y saben que vive en el barrio y
por eso no meten con él. Lo saludan y él de vez en cuando les da una
moneda. En cambio, para la Sra. Mora Martínez (conformarse), las ca-
lles parecen representar la simultaneidad de la presencia y la ausencia.
En ellas, todo está presente y cerca, las tiendas, los supermercados, el
4. Eficacia, apertura y cierre 1 69

vicio y las malas amistades de sus hijos; simultáneamente, a través de


ellas, se hace evidente la ausencia, la de ella, que tiene que dejar a su
hijo solo por irse a trabajar, y la de su hija, a quien tuvo que devolver
a Barranquilla por su mal comportamiento. Para Clara (omnisciencia),
la congestión y el abigarramiento de las calles son lo que hace posible
la elaboración de su metáfora; con ella, surge la posibilidad de estar
en dos lugares a la vez. Para Claudia (vientre), las calles señalan la
frontera entre el afuera peligroso y el adentro protegido y acogedor
de su casa y el vientre materno, de donde brota la vida. Para Ernesto
Palacios (muerte), las calles representan el lugar de donde surge la ame-
naza; por lo mismo, son el lugar perfecto para llevar a cabo el diseño
de una estrategia de defensa. En esta perspectiva, actúa como taxista,
conoce rutas y recovecos y lo mismo hace como parte del Consejo de
Administración del edificio donde vive. Para Paula Andrea (decir), la
perspectiva es completamente diferente, porque para ella las calles
se muestran como el lugar que brinda la oportunidad para conocer a
otras personas y establecer relaciones en donde prime la confianza.
Para Liset (oscuridad), para transitar con seguridad por las calles, con
sus zonas de peligro, se deben convocar fuerzas superiores. Para ella,
las calles brindan a su vez la oportunidad de construir la autonomía
individual y una forma propia e independiente de pensar. Para Mateo
(acogimiento), las calles son un lugar de encuentro y de reunión con
los amigos; además, son el espacio donde están las cosas; él como in-
dividuo se mimetiza y actúa como una cosa, como algo simplemente
dispuesto allí. Lo anterior en principio se hacía posible a través del
consumo y ahora lo hace trabajando en el negocio de su mamá y en
una carpintería como lijador. Para Magdalena (libro), las calles parecen
como los lugares del barrio a través de los cuales se señala la distancia
con su familia, sus amigos y los espacios donde está la información, o
las personas que la tienen. Para Alba Rosa, Suba-Rincón es un laberinto
lleno de caminos, con gran cantidad de vías, en las cuales es posible
perderse y encontrar más de una ruta para ir a un mismo lugar; desde
esta perspectiva, el barrio, a través del trazado de sus calles, se hace
múltiple y reinterpretable como ella.
Las calles del barrio son el principal territorio de encuentro. En
ellas, confluyen las siguientes variables: el otro, entendido como el veci-
no, el que transita y reside en el barrio; la “olla”, lugar donde se vende
droga de forma ilegal en el barrio; la inseguridad, que es la p­ osibilidad
170   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

de ser atracados o robados; el consumo, entendido como el acto de


ingerir algún tipo de sustancia con la cual se alteran los sentidos. Para
Paula (sabiendo sin saber), cada una de las variables definidas en la
parte anterior parecen deshacer de la misma forma como ella deshace
la relación con los otros. Ella evita problemas y simplemente deja que
todos sean como son, no desea imponerse a nadie. En esta línea, las
“ollas” existen y hacen parte de la vida en el barrio. La inseguridad es
causada por los que vienen de afuera y los jóvenes consumidores no
determinan nada de la vida en el barrio.
Para el profe (decisión), desde su perspectiva de la inclusión, el otro
se percibe como un conjunto amplio de personas con orígenes y cultu-
ras diferentes. Al respecto, él tiene sus propias opiniones y prevencio-
nes, expresadas en palabras como los “morenitos” o en su desacuerdo
con muchos programas del Estado que, según él, han convertido a las
personas en mendigas y perezosas. Sin embargo, e independiente de
si está en desacuerdo o no con los comportamientos de las personas,
él piensa que la existencia del consumo, la inseguridad y las “ollas” no
es algo excepcional o único de Suba-Rincón; por el contrario, sostiene
que fenómenos como estos forman parte de una situación social que
va más allá de los límites geográficos del barrio.
Cristian (mostrarse) se relaciona con cada una de las variables me-
diante la distancia requerida y necesaria para mostrarse. La relación con
los otros se lleva a cabo a partir de la identificación y la agrupación con
la mirada de similitudes y diferencias; entonces, se plantea indiferente
ante las “ollas”, expendios de drogas, el consumo y la inseguridad. Para
la Sra. Mora Martínez (conformarse), el otro tiene dos dimensiones:
las vecinas amigas y las malas amistades de su hijo. Las primeras son
personas buenas y amables y las segundas representan lo malo del
barrio. Ante las primeras, ha mantenido en secreto el problema de su
hijo, no se ha atrevido a hablar de esto por miedo a la discriminación.
Vive la inseguridad y el consumo a través de su hijo; parece percibirlos
como un mundo al cual ella no puede ingresar para sacar a su hijo.
Para Clara (omnisciencia), el otro se encuentra en un lugar distante, al
cual ella se acerca a través de las noticias y la información. Quizás por
eso su relación con el consumo, las “ollas” y la inseguridad parecen
no tocarla, aunque le preocupa mucho la inseguridad asociada a la
violencia donde vive su padre y donde su hijo está prestando servicio
militar. Para Claudia (vientre), el otro parece ser la fuente de peligro;
4. Eficacia, apertura y cierre 1 71

ella no habla con nadie, porque es imposible saber con quién se está
tratando. Desde esta perspectiva, el otro encarna la inseguridad; ade-
más, las “ollas” y el consumo forman parte de la inseguridad reflejada
y contenida en la expresión “zona caliente”, aunque eso no le impedía
creer en que los consumidores eran simultáneamente unas víctimas
y una amenaza para el barrio. Ernesto Palacios (muerte) asume la
inseguridad y las “ollas” como una oportunidad para la generación
de sus estrategias de defensa y protección y los considera problemas
producidos por la falta de iniciativa de la Policía. En el mismo marco
de referencia, el otro, las otras personas, se divide entre quienes están
dentro y quienes están fuera de las zonas de protección y de ataque
o peligro. Según Paula Andrea (decir), la droga, el consumo, la venta
de droga, las “ollas” y la inseguridad están presentes en las calles y en
su vida doméstica, a través de su hermano y de su padrastro. Por lo
anterior, ella ve en la denuncia y en el diálogo la posibilidad de poner
en otro sitio al último y de reconvenir al primero para que tome otro
camino o para que, por lo menos, no vaya a robar a sus abuelos. Al
darse la continuidad entre su mundo doméstico y el afuera, el primero
se traslada al segundo, con el objetivo de encontrar en otras personas,
a través de los actos del decir, de encontrar y de construir la confianza
y un entorno de participación. En la construcción de Liset (oscuri-
dad), el otro del barrio, su vecino, aparece a través de varias personas,
la mayoría de ellas peligrosas y envidiosas; así se agrupan los vecinos
que pelean a toda hora, quienes operan la “olla” de la esquina y las
bandas que rondan su cuadra. Alrededor de todos estos personajes,
está la inseguridad y el consumo de drogas; ellos representan y son el
producto de una sociedad injusta. Mateo (acogimiento) es la única de
las personas con las cuales hablé que estuvo al otro lado: perteneció a
una banda, atracaba, consumía y compraba droga. Sin embargo, con
estas acciones parecía construir una relación con el otro basada en el
cuidado, el acogimiento y el rescate. Robaba para tener lo necesario
y poder conquistar el amor de una mujer. Metía droga para tener el
valor necesario para amenazar a alguien con un cuchillo y como una
forma para hacerse cosa: estar así desligado de cualquier tipo de lazo,
estar al mismo nivel de las cosas y hacerlas suyas a través de la mutua
identificación. De su identificación con las cosas parece provenir su
gusto por la capacidad decisoria encarnada en la mente. Para Magdalena
(libro), por el contrario, todo parece estar lejos; aunque su metáfora
172   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

también se resuelve en el conocimiento y la mente. Ella permanece


aislada, situación que ella explica y enfrenta a través de la presencia
y ausencia de libros escolares. Desde su posición como orientadora y
la influencia de este papel sobre las personas (estudiantes y padres de
familia), Alba Rosa (desplazamiento) se piensa con relación a los otros
como una guía y se siente con el derecho de aconsejar e indicar los
pasos que se deben seguir. Para ella, el consumo, la inseguridad y el
microtráfico representado en las “ollas” forman parte de la situación
ambivalente del barrio y de su oficio. Como parte de su trabajo, ella les
puede exigir a los estudiantes que se realicen el examen de laboratorio
para comprobar si han consumido drogas. Algunos padres reaccionan
muy mal ante su solicitud, porque piensan que ella está estigmatizando
a sus hijos; ella se defiende diciéndoles que su único objetivo es buscar
el bienestar de todos; si sale negativo, mucho mejor para todos, pero
si no, es muy bueno que los padres lo sepan para que busquen ayuda.
Sin embargo, ella sabe que sus consejos no tienen mucho impacto,
porque padres y estudiantes viven en un lugar, en una sociedad donde
nada es claro, donde, a pesar de la ilegalidad de las “ollas”, ni la Policía
ni nadie hace algo para eliminarlas; por el contrario, permiten su fun-
cionamiento. Ella puede convivir con la ambivalencia de su trabajo,
porque su historia es ambivalente y porque, ante todo, lo importante
es enseñarles a los estudiantes a moverse en medio de la ambivalencia
y la ambigüedad de su mundo.
Las otras variables (trazas), comercio, estudio y trabajo, confluyen
en cada uno de los montajes, siguiendo el enfoque particular de su
construcción metafórica y de su relación con el contexto social. Para
las personas de mayor edad, el trabajo aparece como ámbito de la
ambivalencia de sus vidas. De él se obtiene lo necesario para su subsis-
tencia, pero de él también se derivan muchos de sus problemas. Esta
situación se presenta con mucha claridad en la Sra. Mora Martínez,
pues el trabajo no le ha permitido estar cerca de sus hijos. A Clara el
servicio doméstico le parece una forma de esclavitud y explotación.
Para Claudia, el trabajo parecía ser la única forma de conseguir lo ne-
cesario para sostener a su hijo menor y a sus nietos y ser una forma de
mantenerse dentro de su fe y sus creencias. Para el profe y para Ernesto
Palacios, el trabajo sigue encarnando ambigüedad y ambivalencia. En
el primero, el trabajo como profesor se encuentra en un lugar interme-
dio, no es ni bueno ni malo; él, como habitante del barrio, no es ni el
4. Eficacia, apertura y cierre 1 73

peor ni el mejor ejemplo para los estudiantes, perspectiva acorde con


su mirada inclusiva. En el segundo, Ernesto Palacios, el trabajo es una
estrategia para vivir teniendo como referente a la muerte. A través de
su trabajo, se hace dueño de su tiempo. Algo similar sucede con Ma-
teo, Alba Rosa y Cristian: en cada uno, desde sus perspectivas, define
su oficio; el primero como ayudante de carpintero, la segunda como
orientadora y el tercero como actor. Mateo cuida, restaura y protege
las cosas con un papel de lija, y simultáneamente se rescata, cuida y
protege. La segunda orienta, señala tránsitos de un punto a otro y las
posibilidades significación de ir y venir. En este ejercicio, hace una
reiteración permanente de su historia. Por último, Cristian al hacerse
actor se muestra con claridad ante los otros y escapa con ello de la
oscuridad presente alrededor de su escenario. El trabajo en Liset, Paula
Andrea, Paula y Magdalena se presenta de manera indirecta, porque
sus referencias son usadas como evidencia para demostrar sus puntos
de vista. Liset relaciona el trabajo con la injusticia social; para Paula,
es una forma de convivencia pacífica; para Paula Andrea, representa
la injusticia en su vida íntima, representada en la incapacidad para
trabajar de sus abuelos, su padrastro y su hermano por enfermedad y
adicción respectivamente; para Magdalena, el trabajo es la posibilidad
futura de reivindicarse a sí misma.
El comercio aparece en todos los montajes con la misma diversidad
de las otras trazas. A través de él, el profe y Paula leen el origen múl-
tiple de los habitantes del barrio y la confluencia de diferentes grupos
sociales. En el caso de Mateo y su relación con las cosas, el comercio
representa su mundo y la sociedad: todas las cosas están allí e insinúan
y definen la relación con las personas. A través de los objetos presen-
tes y ofrecidos por los vendedores en las tiendas, a Paula Andrea se le
abrió un mundo de nuevas palabras y con ellas una forma diferente
de pensar y actuar. Para la Sra. Mora Martínez, el comercio ha desem-
peñado un papel muy importante en su relación con el barrio y en su
decisión de seguir viviendo en Bogotá. Le gusta mucho la comodidad
de tener todo cerca y las facilidades de pago ofrecidas por muchos de
los negocios. Gracias a ellas, ha podido adquirir los electrodomésticos
necesarios para su casa y su comodidad. Para Ernesto Palacios, Clara
y Claudia, quizás por llevar mucho tiempo viviendo en el barrio, la
multiplicidad y abigarramiento de los negocios y la congestión derivada
de ellos forman parte de la dinámica de Suba-Rincón y son la causa del
1 74   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

flujo permanente de personas que van de un lado a otro, de los tran-


cones; además son la representación de la multiplicidad de orígenes,
costumbres y oficios legales e ilegales de los residentes. Para Cristian, el
comercio y, en especial, la plaza de mercado son el lugar perfecto para
mostrarles a sus amigos y a sus parientes costeños las características
del lugar donde reside. Alba Rosa toma el comercio del barrio como
la evidencia de un mundo orientado hacia las satisfacciones rápidas e
inmediatas. Para ella, el comercio y el consumo son la representación
de un mundo sin conciencia de la necesidad de trabajar, de esforzarse
para conseguir lo necesario; son una forma de vida que no sabe aplazar
la satisfacción. Para Magdalena, el comercio se convierte de nuevo en
la ilustración de sus dificultades, de su imposibilidad de acceder a las
cosas; a su vez se configura como la representación del rechazo hacia
el trabajo y las cosas hechas con las manos; para que su trabajo tenga
validez, debe hacerse en un libro comprado, no se admite algo hecho
en el cuaderno con sus propias manos. Liset asocia el comercio, en-
tendido como la capacidad para adquirir las mercancías ofrecidas, con
la envidia y la agresión de las personas, en especial los vecinos de su
cuadra. Quienes no tienen lo que ella tiene la envidian y la agreden.
La eficacia de cada uno de los montajes, elaborada a través de
las variables con las cuales se constituye la relación con el barrio y
la autonomía de las personas, toma forma en la confluencia de dos
elementos más contenidos y representados en los montajes de Paula
y Alba Rosa. El primero es sabiendo sin saber; el segundo está alojado
en la palabra desplazamiento. Ambos montajes convertidos en varia-
bles funcionan como una mixtura. En Paula, el desprendimiento de
su historia se da por voluntad propia, como una acción cuyo objetivo
consiste en eliminar cualquier tipo de determinismo histórico, cultural
y social. En el resto de montajes, con excepción del profe, la relación
de desprendimiento histórico no se lleva a cabo por voluntad propia,
sino como producto del desplazamiento geográfico y la inserción a la
forma de vida de la ciudad y del barrio. Desde este punto, sabiendo
sin saber se transforma en un estado permanente de donde emergen
diferentes ideas y prácticas en la forma de hablar, en la comida, en
la vivienda, en el trabajo y en la forma de asociación, entre otras. El
desplazamiento, en principio, es geográfico, como se indicaba antes
y como fue el caso de Alba Rosa y de todos. Luego, este se transforma
en el reconocimiento de la diferencia; a partir de esta, se genera un
4. Eficacia, apertura y cierre 1 75

movimiento pendular que va y viene de una idea o práctica a la otra.


Este movimiento se hace posible por el desplazamiento tanto geográfico
como de reconocimiento de las diferencias. Si lo anterior no sucede,
las personas parecen quedar sometidas al deseo de ser lo que son sin
poder serlo. Esta situación fue ilustrada por Alba Rosa, a través de las
dos estudiantes que no volvieron al colegio y la estudiante fallecida;
ellas tres parecían estar presas de su historia y de una serie de ideas
imposibles de relativizarse. Alba Rosa, por el contrario, se constituye
en el ejemplo de la relatividad, porque ella, con su origen múltiple, ha
aprendido a reconocer la diferencia. Sin embargo, ella no es la única
que lo hace. Este mismo reconocimiento, que se encuentra en cada uno
de los montajes descritos en la parte anterior, es articulado mediante
la creación metafórica usada para enfrentar el ahora de las vidas y sin-
tetizado en las expresiones y palabras con las cuales se ha designado.
Con estos montajes y su eficacia para lidiar con los imperativos de la
vida, se lleva a cabo la construcción de la autonomía y, por medio de
ella, la historia de cada personaje.

proceso de sistematización
y análisis de los montajes

Primer paso: identificación de las variables


Siguiendo la metodología, el primer paso consistió en determinar
las variables del sistema. Se determinaron diez mediante las referencias
hechas en los montajes con respecto al barrio. Las variables son: sa-
biendo sin saber, desplazamiento, calles, comercio, “ollas”, inseguridad,
trabajo, estudio, el otro y el consumo. Estas variables se encuentran
listadas y analizadas según sus estados en las tres matrices presentadas
más adelante. En las matrices, los valores de las variables correspon-
den a cada uno de los montajes, es decir, a los personajes presentados
en los encuentros. Simultáneamente, a cada valor le corresponde un
estado de la variable. Este se toma de la forma como en cada uno de
los encuentros las personas se refirieron a la variable en estudio.
Saber sin saber y desplazamiento son al mismo tiempo variables
y valores de variable. Estas corresponden a los montajes de Paula y
de Alba Rosa; tienen esta condición y posibilidad por su posición e
historia en el barrio. El resto de variables hacen referencia a lugares
y situaciones, como las calles o la inseguridad. Estas se constituyen
176   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

como referentes de acción en el barrio y como parte de él. Paula nació


en el barrio y ha vivido toda su vida allí; Alba Rosa lleva muchos años
trabajando en el colegio. La perspectiva de cada una parece ilustrar
una condición propia y quizás necesaria de la vida en el barrio. En
la primera, parece representarse el desprendimiento y el olvido de
la propia historia como posibilidad de apertura a la vida y a nuevas
posibilidades. Este olvido es voluntario en el caso de Paula y forzado
en los demás casos. En la segunda, Alba Rosa parece representar una
condición necesaria para lograr la adaptación a la vida en el barrio. En
su narración, esto se expresa a través de la existencia de tres madres: la
de Barranquilla, la de Bogotá y la madre de su primer marido, quien
la rechazó. A través de estas figuras, se establece la necesidad de reco-
nocer los múltiples orígenes, es decir, aprender a ser y pensarse desde
el lugar de origen y simultáneamente del barrio y, además, desarrollar
una estrategia de acción a partir de los significados emergentes del
continuo desplazamiento entre los significados y las creencias propios
de cada lugar. Las relaciones entre las variables se analizarán en el paso
número tres. Las variables, sus valores y estados aparecen en la tabla 4.1.

Segundo paso: análisis de la demanda del sistema


Con las variables determinadas, se puede establecer la demanda
del sistema. Esta se entiende como la dinámica propia y desprendida
de la relación entre las variables. Para el sistema en estudio, la demanda
consiste en la articulación de las variables a través de la acción per/
formativa y metafórica de la memoria viva para enfrentar el ahora de la
vida. En otras palabras, el sistema y la relación entre las variables exi-
gen una acción eficaz para darle a la historia una forma adecuada para
enfrentar las condiciones sociales, culturales y económicas del barrio.

Tercer paso: relación entre las variables


Partiendo del proceso anterior, la relación entre las variables se
establece con los siguientes criterios: 1) La metáfora contenida en
cada uno de los montajes se hace eficaz cuando se aplican las trazas
contenidas en las variables y 2) las variables sabiendo sin saber y des-
plazamiento se constituyen como el marco y el lugar de posibilidad
para la eficacia de la acción per/formativa. En esta vía de análisis, la
relación entre las variables se puede expresar como sigue en la tabla 4.2.
En la tabla 4.1. se puede leer de la siguiente forma: cuando el valor
4. Eficacia, apertura y cierre 177

TABLA 4.1. Determinación de las variables                        (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables                       


(variable)
S1 S2 S3 S4
X1 Saber sin Decisión Existe
saber Mostrar
Conformarse
Omnisciencia
Vientre
Muerte
Decir
Oscuridad
Acogimiento
Libro
Decisión No existe
Mostrar
Conformarse
Omnisciencia
Vientre
Muerte
Decir
Oscuridad
Acogimiento
Libro
X2 Desplaza- Decisión Existe
miento Mostrar
Conformarse
Omnisciencia
Vientre
Muerte
Decir
Oscuridad
Acogimiento
Libro
Decisión No existe
Mostrar
Conformarse
Omnisciencia
Vientre
Muerte
Decir
Oscuridad
Acogimiento
Libro
178   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

TABLA 4.1. Determinación de las variables                        (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables                       


(variable)
X3 Calles Saber sin saber Los que han
llegado han
cambiado. No
determina. No
señala lugar
Decisión Lugar donde
todos están
Mostrar Hacerse conocer
Conformarse Es bueno
estar cerca
X4 Comercio Saber sin saber La gentecita lo
ha cambiado
Decisión Abundante,
mucha plata
Hay ricos
y pobres
Mostrar Lugar bueno
agradable
Se ve de todo
Conformarse Se puede
comprar lo
necesario
para la casa
X5 “Olla” Saber sin saber Hacen parte
Decisión Motivo de
elección,
existen,
están
Mostrar Son visibles a
través de los ñeros
Conformarse Son de las cosas
del barrio que
no le gustan
X6 Inseguridad Saber sin saber Es causada por
los que vienen
de afuera
Decisión Existe pero
es igual en
todos lados
Mostrar Una vez lo
reconocen no
le pasa nada
Conformarse Existe, es una
de las cosas que
no le gustan
4. Eficacia, apertura y cierre 1 79

TABLA 4.1. Determinación de las variables                        (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables                       


(variable)
X7 Trabajo Saber sin saber Hacer, crear,
inventar
Decisión Trabaja en el
lugar donde
creció
Mostrar Lugar donde
puede hacer lo
que le gusta. Hay
multiplicidad y
no hay tabú
Conformarse Distancia,
lo que no le
permite estar
X8 Estudio Saber sin saber Se imagina
siendo otra
Decisión Cada uno
elige. Él no
es ni el peor
ni el mejor
ejemplo
Mostrar Lugar para
mostrarse.Estudia
en el colegio y
estudia teatro
Conformarse Demostracióndel
problema con sus
hijos. Anuncio
de distancia
X9 El otro Saber sin saber Los nuevos,
los que tiene
cerca. Evitar
problemas
Decisión Los de
siempre, “los
morenitos”,
los jóvenes.
Todo cabe
Mostrar Que sepan quién
soy. Mostrar su
ética y su correcto
comportamiento
Conformarse
180   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

TABLA 4.1. Determinación de las variables                        (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables                       


(variable)
X10 El consumo Saber sin saber Algunos lo
hacen
Decisión Unos
deciden
hacerlo,otros
no lo hacen,
pero por
eso no serán
excluidos,
no son
expulsados
Mostrar Existe en el medio
de la actuación.
Hay una mafia
Conformarse Su hijo lo hace.
Puede significar
la distancia, el
alejamiento
de ellos
4. Eficacia, apertura y cierre 181

de X(1), sabiendo sin saber, es decisión, es necesario que el estado sea


S1, (existencia) y que los estados de las variables de la 4 a la 12 corres-
pondan con el estado S2, parte de los estados del resto de las variables
para el contenido decisión. La forma de representación para los otros
contenidos es similar. Solo se cambian los estados relacionados con
el contenido. A mostrar le corresponde X(4)S; a conformarse, X(5)S; a
omnisciencia, X(6)S; a vientre, X(7)S; a muerte, X(8)S; a decir, X(9)S;
a oscuridad, X(10)S; a acogimiento, X(11)S; y a libro, X(11)S.
En la misma tabla, en la última fila, se da la existencia de X(2)S =
S1, es decir, la variable desplazamiento en estado de existencia. De esta
forma, se señala el marco o presencia simultánea de ambas variables
y la necesidad de su existencia para que el contenido metafórico del
resto de las variables sea eficaz. En otras palabras, la metáfora funciona
cuando las variables se disponen en el espacio con respecto a las otras
variables en estado de existencia. Una vez establecido lo anterior, es
necesario analizar la relación entre las variables X(1) y sus estados y
X(2) y los suyos. Sus relaciones se determinan a partir de la presencia
de una diferencia constitutiva. La tabla 4.3. lo ilustra.
En la tabla 4.2., se establecieron doce formas de relación. Su
elaboración se realizó teniendo en cuenta el carácter ambivalente de
ambas variables y, por lo mismo, la diferencia constitutiva. Además, se
tuvieron en cuenta las posibilidades derivadas de la existencia simul-
tanea las variables X(1) y X(2), sabiendo sin saber y desplazamiento.
De acuerdo con lo anterior, los patrones de relación se dividen en tres
tipos. En el primero, se encuentran aquellos que consideran la presencia
de ambos estados de una misma variable. En el segundo, se tienen en
cuenta las relaciones entre ambas variables y sus estados. En el tercero,
se considera la emergencia de la eficacia.
Con la tabla 4.2. como referente, dentro de las de primer tipo se
encuentran las relaciones 1, 2, 9 y 10; dentro del segundo tipo están
las 3, 4, 5 y 6; en el último tipo están las 7, 8, 11 y 12. En la elaboración
del último tipo de normas aparece la variable M(). Con esta variable se
están representando la existencia de las otras variables, las que están
listadas desde el número 3 hasta el número 10. A partir de su presencia,
se elabora la metáfora. No se consideran sus relaciones de forma inde-
pendiente, porque lo importante es la relación de todas estas variables
a partir de las variables que permiten la eficacia, es decir, las listadas
con los números 1 y 2.
182   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

TABLA 4.2. Determinación de las variables (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables


(variable)
S5 S6 S7 S8
Calles Omnisciencia Congestión y
desconocimiento
Vientre Peligro,
posibilidad
de contactos
indeseados
Muerte Moverse con
estrategia
Decir Lugar de
oportunidad,
de confianza
Comercio Omnisciencia Las cosas se
deben conseguir
con trabajo
Vientre Conseguir
trabajo,
pedir
prestado
Muerte Búsqueda de
independencia
Hacer la
propia vida
Decir Lenguaje
desplegado
“Olla” Omnisciencia –
Vientre Las lagunas,
el peligro,
el consumo,
caliente
Muerte Comandantes
ineficientes
Decir –
Inseguridad Omnisciencia De los otros, sus
hijos, su padre
Vientre No meterse
con nadie
Muerte Zonas de
protección
Decir La denuncia
4. Eficacia, apertura y cierre 183

TABLA 4.2. Determinación de las variables (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables


(variable)
S5 S6 S7 S8
Trabajo Omnisciencia Forma de
esclavitud,
servicio
domestico
Vientre Lo que se
debe hacer
señala lazos
familiares
Muerte Independencia
forma de
hacer la vida
Decir –
Estudio Omnisciencia Forma de devolver
el tiempo
Vientre El colegio,
lugar de
propiedad
en el barrio
y de su
historia
Muerte Para su hijo.
Participayactúa
Decir Forma de aprender
las palabras
El otro Omnisciencia Palabra, noticias
y distancia
Vientre Los que no
están cerca
Muerte Controlable
a través de la
estrategia
Decir Los que cuentan
su historia
El consumo Omnisciencia –
Vientre Belleza
dañada
Muerte Amenaza a la
residencia
Decir Responsabilidad
184   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

Tabla 4.3. Determinación de las variables (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables


(variable)
S9 S10 S11 S12
Calles Oscuridad Peligro
Acogimiento Lugar de
encuentro
y amigos
Desplazamiento Lugares de las
diferencias
Libro Distancia
Comercio Oscuridad
Acogimiento Donde
están las
cosas
Desplazamiento Adquirir fácil
Libro Falta de plata
“Olla” Oscuridad Peleas
Acogimiento Adquirir
Desplazamiento Legitimidad de
formas de vida
Libro –
Inseguridad Oscuridad Independencia
y autonomía
Acogimiento Para
conseguir
las cosas
y el amor
Desplazamiento Presente, vidas
acabadas
Libro –
Trabajo Oscuridad Injusticia,
desigualdad
Acogimiento Acción de
cuidar y
rescatar
Desplazamiento Defensa
individual,
defender la vida
Libro Falta de plata
4. Eficacia, apertura y cierre 1 85

Tabla 4.3. Determinación de las variables (continuación)

Nº Elemento Valor Estado de las variables


(variable)
S9 S10 S11 S12
Estudio Oscuridad Emoción por lo
desconocido
Acogimiento Acción
sobre la
mente
Desplazamiento Lugar
Libro Esfuerzo
individual, acción
de conocimiento
El otro Oscuridad Conflicto,
envidia
Acogimiento La mujer,
el cuidado,
el rescate
Desplazamiento Para ser guiado
y orientado
Libro No se puede
acceder.
El consumo Oscuridad Forma de
luchar contra
la desigualdad
Acogimiento Es bueno,
se trata de
la mente
Desplazamiento Problemas,
familia, vida
acabada
Libro –
186   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

De las relaciones establecidas entre X(1) y X(2), se deben hacer


algunas precisiones. Ambas variables están constituidas de la misma
forma, es decir, en ellas se reconoce una contradicción operante o am-
bivalencia constitutiva. La eficacia metafórica se constituye a través de
la existencia de ambas variables en estado S2, es decir, en existencia.
De acuerdo con lo anterior, se pueden señalar las siguientes posibili-
dades: con X(1) en sus dos estados, se puede dar X(2) en estado S1. Al
mismo tiempo, se puede dar el estado inverso: X(2) en sus dos estados
permite la posibilidad de X(1) en estado S1. Por otra parte, la presencia
de X(2) y de X(1) en estado S(2) dispone la de X(1) en estado S1, porque
la negación del desplazamiento y la determinación de localidad son
las que le permiten a alguien como Paula no sentirse determinada por
el lugar y, al hacerlo, desplazarse por fuera a buscar ser otra.
Un proceso similar se puede establecer a través de la presencia
simultánea de la variable X(1) en estado S1, porque la existencia de
saber implica que no es una acción de desprendimiento, que es vo-
luntaria e involuntaria al mismo tiempo. Lo mismo sucede con el
desplazamiento: al reconocer la existencia de dos madres, que una
exista implica que la otra no; pero, como las dos o tres existen, tan
pronto no existe una es necesario volver a darle existencia en un
permanente proceso de oscilación. Por último, emerge la metáfora y
su eficacia en las variables X(1) en estado S1 y S2 como necesaria; lo
mismo sucede para la existencia de la variable X(1) en ambos estados.
Estas relaciones se representan de la siguiente manera en las normas
del autómata (tabla 4.4.)
En las siguientes figuras se muestra el comportamiento del autó-
mata (La historia como cuerpo figurativo) de acuerdo con los parámetros
descritos en el aparte anterior. En la primera imagen, aparecen aloja-
das en el autómata las trazas-montajes (variables) correspondientes a
sabiendo sin saber y desplazamiento, también en estado de contra-
dicción. En la primera ejecución del autómata, emerge la condición
presentada en la figura 4.2. En esta figura, aparece de inmediato la
condición metafórica; el sistema se estabiliza con esta, oscilando
entre las contradicciones de las trazas, como lo muestra la figura. En
la figura 4.3., aparece la forma como se dispuso la acción metáfora.
En las figuras que inician desde la 4.4. hasta la 4.16., se muestra otra
configuración producida a partir de un cambio en la disposición y en
la cantidad de elementos. En este diseño, se dispusieron dentro del
4. Eficacia, apertura y cierre 1 87

TABLA 4.4. Diseño de parámetros para el autómata

Origen Perímetro Emergencia Notas

1 S3/nE S5/E D6/E


2 S5/E S3/nE D6/E
3 D2/nE D6/E S5/E
4 D6/E D2/nE S5/E

5 D2/nE S3/nE S5/E


6 S3/nE D2/nE S5/E

7 S5/E S5/E S3/nE


8 D6/E D6/E D2/nE

9 0,0 S5/E, S5/E S3/nE


10 0,0 D6/E, D6/E D2/nE

11 0,0 S3/nE, S5/E M7/E


12 0,0 D2/nE, D6/E M7/E
188   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

TABLA 4.5. Representación de los parámetros

Relación entre las variables

Si X(1) = Decisión, es necesario X(1) = S1

Dado X(1)S = S1, es necesario X(3)S = S2 En la existencia de las variables se


Dado X(1)S = S1, es necesario X(4)S = S2 constituye cada uno de los montajes
Dado X(1)S = S1, es necesario X(5)S = S2
Dado X(1)S = S1, es necesario X(6)S = S2
Dado X(1)S = S1, es necesario X(7)S = S2
Dado X(1)S = S1, es necesario X(8)S = S2
Dado X(1)S = S1, es necesario X(9)S = S2
Dado X(1)S = S1, es necesario X(10)S = S2

X(3)S = S2 y X(4)S = S2 y X(5)S = S2 y X(6)S = S2 y X(7)S = S2 y X(8)S = S2 y X(9)S = S2 y X(10)S = S2


Necesario o existente X(2)S = S1

autómata las trazas-montajes de ­desplazamiento en no existencia y


de sabiendo sin saber en contradicción. La figura 4.5. muestra la pri-
mera aparición de la condición metafórica a lado y lado. En los pasos
siguientes, la condición metafórica sigue produciéndose, hasta cubrir
casi todo el perímetro de la figura. Como se puede observar, la figura
crece hasta cuando la condición metafórica ha llegado a su límite.
Después, continúan los procesos de oscilación del resto de las trazas,
las cuales van cambiando su disposición dentro del espacio definido
por las trazas-montaje metafóricas, si el espacio de color negro se in-
terpreta como el lugar de la incertidumbre, de lo desconocido y las
otras trazas-montajes como la condición necesaria para la creación de
la metáfora contenida en la narración de su memoria viva. El cuerpo
figurativo pintado por el autómata muestra la eficacia de la narración
para enfrentar la incertidumbre, para enfrentar el mundo desconocido
y poder actuar y continuar con su vida. Desde este punto de vista, los
cambios de disposición y estado de las otras trazas-montajes muestran
un permanente movimiento, en el cual no hay estabilidad, sino estado
de ebullición. Este puede ser interpretado como estado continuo de
contradicción, de inestabilidad de las personas y de su historia, a partir
de la cual reinventan y crean otras metáforas para enfrentar el mundo
desconocido de la ciudad y el barrio, para enfrentar la injusticia social
y la impunidad de la que han sido objeto; en síntesis, para enfrentar
el ahora de sus vidas y seguir viviendo con las contradicciones insu-
perables de su existencia.
4. Eficacia, apertura y cierre 1 89

TABLA 4.6. Relación entre las variables X(1),


sabiendo sin saber, y X(2), desplazamiento

Dado X(1) = Sabiendo sin saber, es necesario X(1)S = S2


Dado X(1)S = S2, es necesario X(1)S = S1
X(1)S = S1, es necesario X(2) = S1

Dado X(1) = Sabiendo sin saber, es necesario X(1)S = S1


Dado X(1)S = S1, es necesario X(1)S = S2
X(1)S = S2, es necesario X(2) = S1

Dado X(2) = Desplazamiento, es necesario X(2)S = S2


Dado X(2)S = S2, es necesario X(2)S = S1
X(2)S = S1, es necesario X(1) = S1

Dado X(2) = Desplazamiento, es necesario X(2)S = S1


Dado X(2)S = S2, es necesario X(2)S = S2
X(2)S = S2, es necesario X(1) = S1

Dado X(2) = Desplazamiento, es necesario X(2)S = S2


Dado X(2)S = S2, es necesario X(1)S = S2
X(1)S = S2, es necesario X(1)S = S1

Dado X(1) = Sabiendo sin saber, es necesario X(1)S = S2


Dado X(1)S = S2, es necesario X(2)S = S2
X(2)S = S2, es necesario X(1)S = S1

Dado M = (Trazas de metáfora), es necesario M()S = no eficacia


M()S = no eficacia, es necesario X(1)S = S2
M()S = no eficacia, es necesario X(1)S = S1
X(1)S = S2 y X(1)S1, es necesario M()S = Eficacia

Dado M = (Trazas de metáfora), es necesario M()S = no eficacia


M()S = no eficacia, es necesario X(2)S = S2
M()S = no eficacia, es necesario X(2)S = S1
X(1)S = S2 y X(1)S1, es necesario M()S = Eficacia

Dado X(1) = Sabiendo sin saber, es necesario X(1)S = S1


Dado X(1)S = S1, es necesario X(1)S = S1
X(1)S = S1, es necesario X(1)S = S2

Dado X(2) = Desplazamiento, es necesario X(2)S = S1


Dado X(2)S = S1, es necesario X(2)S = S1
Dado X(2)S = S1, es necesario X(2)S = S2

Dado M() = metáfora, es necesario M()S = no eficacia


M()S = no eficacia, es necesario X(1)S = S1
M()S = no eficacia, es necesario X(1)S = S1
X(1)S = S1 y X(1)S = S1, es necesario X(1)S = S2

Dado M() = metáfora, es necesario M()S = no eficacia


M()S = no eficacia, es necesario X(2)S = S1
M()S = no eficacia, es necesario X(2)S = S1
X(2)S = S1 y X(2)S = S1, es necesario X(2)S = S2
FIGURA 4.1.
Demostración de
la eficacia en el
estado inicial

FIGURA 4.2.Eficacia,
perímetro y
contradicción

FIGURA 4.3. El perímetro


ante la incertidumbre

FIGURA 4.4. Segunda


demostración de
la eficacia en el
estado inicial

[190]
FIGURA 4.5.
Emergencia de la
eficacia 1

FIGURA 4.6.
Emergencia de
la eficacia 2

FIGURA 4.7.
Emergencia de la
eficacia 3

FIGURA 4.8.
Emergencia de la
eficacia 4

[191]
FIGURA 4.9.
Emergencia de
la eficacia 5

FIGURA 4.10.
Emergencia de
la eficacia 6

FIGURA 4.11.
Emergencia de
la eficacia 7

FIGURA 4.12.
Emergencia de
la eficacia 8

[192]
FIGURA 4.13.
Emergencia de la
eficacia 9

FIGURA 4.14.
Emergencia de la
eficacia 10

FIGURA 4.15.
Emergencia de la
eficacia 11

FIGURA 4.16.
Análisis
del perímetro

[193 ]
194   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

montaje: encuentro cuatro, al laberinto


Estaba en la parte alta y media del puente peatonal, en el punto
de cruce donde empiezan las rampas y las escaleras que llevan hacia
la estación de Transmilenio Granja-Carrera 77 o hacia los paraderos
de los alimentadores, ubicados a los costados sur y norte de la calle
80. Era una mujer robusta. Las tres o cuatro veces que me crucé con
ella estaba vestida de la misma forma. Tenía una falda de color carme-
lito que sobrepasaba sus rodillas y delineaba su estómago y caderas,
pronunciadas y robustas. Sus piernas tenían las mismas dimensiones
y por eso estaban en armonía con la forma de su cuerpo. Tenía unas
medias veladas de un color similar al de la falda y unas medias de
lana delgada de color claro. Los dobleces de las medias sobresalían y
colindaban con sus zapatos negros y las marcas pronunciadas sobre
el cuero y la deformidad producida por el uso. Todo esto hacía juego
con la chaqueta de tela color rosado, que estaba sobre las ropas que
cubrían su estómago, su pecho y sus hombros. En todos nuestros en-
cuentros, su cuerpo permanecía torcido y recostado contra la baranda
metálica. Ella prefería entregarles los volantes a las personas que acaban
de terminar el ascenso empinado de las escaleras, aunque de vez en
cuando le estiraba la mano a quienes iniciaban el descenso. La punta
de la capucha dirigida hacia el cielo que cubría su cabeza le imprimía
algo de juventud a los rasgos de vejez instalados en su cuerpo, pero
no le restaba peso a su figura; por el contrario, la penumbra del rostro
servía para aumentar el peso de su cuerpo, en complicidad con el fajo
de volantes agarrado por una de sus manos y el movimiento leve y
cansado del brazo estirado y apuntando hacia los transeúntes, con un
volante delgado y pequeño apenas sujeto por los dedos de su otra mano.
Solo una vez me repartieron el mismo volante en otro lugar. Fue
en el sector de Drogas La Rebaja, cerca al paradero del alimentador de
Transmilenio. La repartidora no era la misma mujer, pero también
estaba ubicada en un cruce de caminos. Estaba de pie sobre un andén
angosto, al lado de un poste, cuya colocación obstaculizaba el paso de
los transeúntes. La mujer con el cuerpo encorvado y la mirada dirigida
hacia el suelo entregaba los volantes en una sucesión de movimientos
mecánicos, a pesar del barullo producido por todos los negocios y la
saturación de colores claros y oscuros, sucios y limpios de la esquina.
Al momento de entregar el papel, una leve sensación de intimidad
se producía entre la mujer y el transeúnte, causada, quizás, por el
4. Eficacia, apertura y cierre 195

arrinconamiento al que se veía sometido cuando el poste le cerraba el


camino y el piso de cemento, ennegrecido por el humo de los carros
y la tierra negra fijada por el viento y las suelas de los zapatos, aislaba
de todo por un instante.
El volante está compuesto por siete franjas. Las ubicadas en la
parte superior y en la parte inferior tienen la misma dimensión. El
tamaño de las letras es variable. Se presenta un juego con el color del
fondo y el primer plano. En la franja de arriba y en la franja de aba-
jo, el color del fondo es rojo y las letras conservan el color del papel.
En la franja dos, se invierte: el primer plano se transforma en rojo y
el fondo conserva el color del papel; en la siguiente, la número tres,
el color se vuelve a invertir, para continuar la inversión en la franja
cuatro y volver a hacerlo en la última, la franja cinco. Las franjas seis
y siete están compuestas por dos gráficos, en los cuales se funden los
juegos de colores y están ubicadas en la margen derecha, dispuestas
en sentido vertical.
La franja superior se compone de dos partes: el nombre y un
apartado de conclusiones sobre los servicios ofrecidos. En el primero,
hay tres palabras escritas en mayúsculas: Hermano, Llanero, Andrés.
La primera es una referencia de parentesco, de solidaridad, de apoyo,
con alguna connotación religiosa. La segunda palabra es un gentilicio,
asociado por la cultura popular con el lugar de donde provienen los
brujos y chamanes. Luego viene un nombre sin apellidos; este parece
ser reemplazado por las palabras anteriores, que al calificarlo parecen
darle al poseedor del nombre ciertas características mágicas.
La segunda parte se compone de tres oraciones, dispuestas con la
misma estructura de la primera: 1) asombrosos resultados, 2) hay que
ver para creer y 3) compruébelo. Parecen funcionar como la demos-
tración empírica de los poderes constituidos en la parte anterior. Las
franjas dos, tres y seis se dirigen directamente a un destinatario. En esta
las palabras recuperación, regreso, ligando y distancia son el centro de la
acción y la posibilidad que el hermano Andrés plantea. La franja tres
se inicia con la palabra triunfe, seguida de amor. Luego se proyectan
los elementos amor, suerte, dinero, estudios. Después, viene una coma,
con la cual parece retomarse el eco de la palabra inicial para llevarla
a lo que ya existe (negocios, fincas, fábricas), pero con la posibilidad de
darle una nueva dimensión, a través de las representaciones contenidas
en la palabra arreglo.
196   l a nar r ativa h istó ric a c o mo amule to

En la imagen de la derecha, parecen estar contenidas muchas de


las ideas expresadas en las franjas anteriores. El caballo, el jinete y el
espacio vacío son la representación del Llano y sus poderes. La mujer
huyendo es una alusión al amor y a la posibilidad de perderlo. Por úl-
timo, está el lazo. Este es un elemento central de toda la composición,
porque representa la posibilidad de arreglo, de recuperación y de salva-
mento de la distancia. En las franjas cuatro, cinco y siente se amplían
los servicios ofrecidos: lectura de tarot y sacado de guacas; además, se
indican la dirección, el número de teléfono y el costo de la consulta.
Más allá de los poderes mágicos del hermano Andrés y más allá
de quienes puedan creer o no en ellos, la presencia de las dos mujeres
—una en el puente peatonal a la salida de Transmilenio y la otra en
uno de los extremos de la plaza, cerca de una parada del alimentador,
junto con los volantes aplastados y desechados por los transeúntes—
parecen crear una puesta en escena que, con el uso de palabras como
recuperación, regreso, distancia y arreglo manifiesta la pérdida, la dis-
tancia, el desprendimiento que muchos de los habitantes del barrio
sufren; pero, al mismo tiempo, pone en evidencia la posibilidad de la
recuperación, el regreso y el salvamento de la distancia.
El hermano Andrés ofrece la magia como una posibilidad, mientras
que las otras personas, aquellas con las cuales me encontré y hablé,

FIGURA 4.17. Volante


4. Eficacia, apertura y cierre 197

se han ofrecido a sí mismas las maneras dadas por su memoria viva y


la metáfora encarnada en ella. En las dos perspectivas hay similitud,
porque van más allá de la razón y sus principios. Encuentran en el
mundo y en lo que ven diferentes posibilidades para reinventarse,
sin olvidar su historia, y para estar y vivir en un mundo inexplicable.


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[199]
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