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“Quien hace la ley, hace la trampa, reza el dicho popular. Y así es: por cada persona que invierta
horas de ingenio en diseñar un esquema de incentivos, habrá siempre un ejército de gente que
invertirá aún más tiempo en tratar de burlarlos” (Levitt y Dubner)
La capacidad de utilizar el marco legal e institucional para legitimar los recorridos alternos del
poder es, por lo tanto, uno de los aspectos más relevantes de lo que ahora se conoce como
anomia del Estado: una arraigada cultura de transgresión que se manifiesta en que la ley solo se
aplica al enemigo, mientras que siempre hay forma de transgredir el espíritu de la ley cuando se
trata del aliado o enemigo. Por eso se teme que la Ley de ONG’s, en vez de buscar transparentar
los fondos de tales organizaciones, se buscará intimidar, acallar e incluso perseguir a aquellas que
no son del agrado del poder político, empezando, claro está, por CODECA y el CUC.
Las reformas legales en sociedades anómicas como la nuestra, por lo tanto, no representan una
garantía suficiente de transformación: demasiadas leyes duermen el sueño de los justos,
esperando la alineación de factores que permitan su aplicación, y la primera de tales condiciones
es que el gobierno de turno la vea favorable a sus intereses.
Justo por ello, los economistas Levitt y Dubner sitúan el problema de la transformación estructural
no en la sanción de leyes per sé, ni en su aplicación severa tipo cero tolerancias, sino en los
incentivos que tal legislación provoca: mientras no se le den motivos e incentivos de
transformación a los actores políticos, seguirán anclados en la repetición de las prácticas de abuso
de poder, clientelismo político, tráfico de influencias y corrupción. De hecho, ya la CICIG y el MP
demostraron en el período 2015-2019 los límites de la transformación, vía las reformas
estructurales y la persecución penal, aspecto que solamente provocó el reacomodo conservador
que vivimos en la actualidad. El camino de la confrontación, tan utilizado en Guatemala, ya
demostró hasta la saciedad que no lleva a ningún lado.