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La herencia
Cuántas familias partidas a causa de la bendita herencia, en los tiempos de Jesús y en
nuestros días. ¿Qué herencia dejarás a tus hijos? ¿Ya pensate? ¿Ya decidiste? ¿Ya
distribuiste? Mejor si lo haces antes, porque nunca se sabe… Puede pasar lo que le pasó
a aquel personaje del Evangelio de hoy. ¿Qué herencia dejarás a tus hijos? Sucede que
las peleas de herencia son por la vajilla, los vasos, no importa sin son de plástico o de
cristal, las sillas, el bendito televisor, el dinero acumulado; y peor si se trata del auto o
del departamento. A veces, ¡muchas veces!, los hijos se pelean, dejan de hablarse, se
odian e incluso inician pleitos judiciales interminables. ¿Valdrá la pena todo lo que vas
acumulando? ¿Cuál será tu mejor herencia? ¿Una familia dividida o una familia unida?
Pero aquel hombre insistió, quizás pensando, «no me importa si estamos unidos o
no», lo que quiero es mi parte: «Señor, di a mi hermano que reparta la herencia
conmigo» (13b). Tal vez sus padres no dejaron nada dispuesto; tal vez murieron en un
imprevisto; tal vez aquel fue más astuto; tal vez éste recién apareció; tal vez aquel, los
asistió hasta el último momento; tal vez éste nunca tuvo tiempo para los suyos; tal vez
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Prelatura
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aquel es un ambicioso; tal vez éste es un codicioso; tal vez aquel lo necesita; tal vez éste
es más pobre; tal vez, igual que sus padres, ellos nunca piensan en la muerte.
Otra parábola
No critica el Maestro la riqueza de aquel trabajador de la parábola. Es más, debería
provocarnos augurios, cosa que no sucede normalmente en nuestra patria. Quizás es un
buen trabajador. No dice que sea deshonesto, usurero o corrupto, que son las
características de la mayoría de los ricos actuales que pululan en las ciudades. Es más,
debería admirarnos su audacia, su afán de progreso, su decisión de construir graneros
enormes y su espíritu de ahorro. Pero de lo que no deberíamos admirarnos es de su
indiferencia hacia el otro, su confianza excesiva en sí mismo, su diálogo egoísta, su
motivación pancista de la vida, su seguridad en los bienes materiales y su
despreocupación de la presencia y de la palabra de Dios. Como he leído en alguna parte:
«¿Quieres hacer reír a Dios? Háblale de tus proyectos».
Necio
El necio no piensa nunca en la «muerte». La muerte, para el que tiene fe, sabe que
sucederá en cualquier momento. La muerte no es sino un evento posible, debes
considerarlo. No es el castigo al hombre rico. Hoy lo acelera el stress acumulado,
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