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Garcilaso de la Vega

Nació en Toledo en 1501 pertenece al linaje de Don Iñigo de Mendoza, marqués de Santillana y de
Fernán Pérez de Guzmán. Fue educado en la corte, donde recibe una formación humanista
completa, sabe a la perfección latín, griego, toscano y francés.
Sirvió desde muy joven al emperador Carlos V y en 1523 recibió el hábito de caballero de Santiago.
En 1525 casa con Doña Elena de Zúñiga.
Intenta junto con Boscán la adaptación de los metros italianos a la lengua española. Fue
desterrado a Nápoles1 y ahí perfeccionó su conocimiento de los clásicos: Virgilio 2, Ovidio, Horacio.
Reanuda su actividad militar y muere en el asalto a la fortaleza turca de Muy en la Provenza.
Muy estrecha fue la amistas entre Boscan y Garcilaso, de modo que el primero escribió un soneto
a la muerte de su amigo:
Garcilaso; que al bien siempre aspiraste,
Y siempre con tal fuerza seguiste,
Que a pocos pasos tras el corriste
En todo enteramente le alcanzaste;

Dime: ¿por qué tras ti no me llevaste


Cuando desta mortal tierra partiste?
¿Por qué al subir a lo alto que subiste
Acá en esta baxesa me dexaste?

Bien pienso yo que si poder tuvieras


De mudar algo lo que está ordenado
En tal caso de mí no te olvidaras.

Que, o quisieras honrarme con tu lado


O, a lo menos, de mi te despidieras,
O, si esto no, después por mi tornaras.

En su obra se ven claramente tipificados los nuevos moldes renacentistas que impuso a la
literatura española:

1
Canción III

2
Hay que agregar al mismo tiempo, que la relación entre Virgilio y Garcilaso no consiste solamente en la
imitación de situaciones, imágenes e ideas, sino en una simpatía esencial, en una coincidencia de almas y
temperamentos. De esta forma, la melancolía de Garcilaso, su sensualidad nostálgica y su sentimiento de la
naturaleza, son más virgilianos que propios como dice Damaso Alonso.

1
La mujer y el amor cortes

“El amor de donde por ventura nacen todas las cosas”

El amor cortes no es solo una convención literaria, sino también una actitud especial frente a la
mujer que lleva a orientar la vida como un servicio de amor. La mujer aparece idealizada, como el
reflejo de la Belleza Absoluta

“Dulce, pura, hermosa, sabia, honesta”


(Égloga II)

“¡Oh hermosura sobre el ser humano!


¡Oh claros ojos! ¡Oh cabellos de oro!
¡Oh cuello de marfil! ¡Oh, blanca mano!
(Égloga II)

El dolor

La nota principal del amor:


“Vuelve y revuelve amor mi pensamiento
Hiere y enciende el alma temerosa
Y en llanto y en ceniza me deshago”
(Soneto 35)

Ya no es una actitud cristiana, sino más bien una actitud estoica, renacentista

“mi lengua va por do el dolor la guía,


Ya yo con mi dolor sin guía camino
Entrambos hemos de ir con puro tino;
Cada uno va a parar do no querría”
(Soneto 37)

El reflejo cristiano no desaparece del todo…


“ la pena de su ausencia vi mudarse,
No en pena, no en congoja, en cruda muerte,
Y en fuego eterno el alma atormentarse”

2
(Égloga II)

Y sobre todo el dolor de la muerte, que viene a ser tratada al mejor estilo pagano, al estilo “Carpe
diem” de Horacio y el “Colige, virgo, rosas” de Ausonio.

“coged de vuestra alegre primavera


El dulce fruto, antes que el tiempo airado
Cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,


Todo lo mudará la edad ligera,
Por no hacer mudanza en su costumbre”
(Soneto 23)

La Naturaleza

Garcilaso es el primer poeta pastoril en España genero cultivado por Cervantes en su “Galatea” y
por Juan de Encina en la dramática pero sin duda que Garcilaso es de los mayores representantes
del género y solo superado por Lope de Vega. Las descripciones del “locus amoenus” es un tópico
recurrente en todas sus obras:

“el agua dulce desta clara fuente”


(Égloga II)

“ay viento fresco y manso y amoroso,


Almo, dulce, sabroso”
(Égloga II)

“a la sombra volando,
Y entre varios olores
Gustando tiernas flores,
La solicita abeja susurrando”
(Égloga II)

Lugar propio del alma que busca la paz

“cuan bienaventurado

3
Aquel puede llamarse
Que con la dulce soledad se abraza
Y vive descuidado,
Y lejos de empacharse
En lo que al alma impide y embaraza”
(Égloga II)

“Y en medio aquesta fuente clara y pura,


Que como cristal resplandecía,
Mostrando abiertamente su hondura,
El arena, que de oro parecía
De blancas pedrezuelas variada
Por do manaba el agua, se bullía”
(Égloga II)

El destierro

Vuelve la idea del destino o fatuo o hado o estrella tan continuo en la literatura precristiana
ignorante de la Divina Providencia.

“a aquella parte me inclinó mi estrella


Y a aquel pero destino de mis daños”
(Égloga II)

“la soledad siguiendo


Rendido a mi fortuna…
¡oh hado essecutivo en mis dolores,
Como sentí tus leyes rigurosas”
(Soneto 25)

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