Abuelos es tanta la ternura que me invade al recordarlos que no puedo evitar conmoverme. Es Así como de repente se asoman recuerdos de quince años atrás, cuando a mis cinco años, mis besos pegoteados de caramelos les robaban mimos a los abus, mis ruegos por aquellos paseos prometidos, nuestros juegos, las canciones, los cuentos para lograr que tenga un dulce sueño, las manos tibias de la abuela y el olor a pipa del abuelo son recuerdos que no se olvidan.
Abuelos defensores de retos de
Mamá y Papá, compinches en la hora de la siesta, abrazos inmensos que alejaban el miedo de la noche, y mi infancia revolcándose en esa alegría. Abuelos, más que Abuelos, compañeros de momentos imborrables, ese amigo, esa amiga que me dio la vida naturalmente y los volvería a elegir en muchas vidas más.
Un día me dijeron que ya no estarían
y todo fue dolor, dolor en el corazón, me enojé al saber que ya no los vería más, mis diez y quince años no entendían de muerte. Sin embargo crecí y guarde en un lugar los recuerdos abrigados con el calorcito de mi infancia. Y aprendí a cambiar lágrimas por sonrisas, a encontrarlos en los gestos de Mamá. By Meli (29/01/2012)