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¡Estás celoso! Celos... celos, te comen los celos. ¿Cuánto hace? ¡Ay,
deja eso del dinero!
¡Óyeme! ¡Que va a oír!, es sordo como una tapia ¡Dios me castigó con
esta carga! ¿Cuánto hace? Treinta... cuarenta arios. ¿Cuarenta y cinco?
Cuarenta y siete tal vez... Tú estabas igualito, naciste así. (El mudo le
hace señas de que le robó treinta y cinco pesos). ¿Treinta y cinco? ¡No es
cierto! Te saqué veinte infelices pesos para la orgía de los treinta. Veinte
miserables pesos. ¡Mentiroso! Ahora va a decir que es él el que me sostiene.
Si no fuera por la generosidad de ellos, sí, sí, de esos que odias, de esos
que te dan celos, me moriría en esta mazmorra. (Pausa. Vuelve a acicalarse.
El mudo gruñe con una rabia impotente, le hace señas de que la mataría, que
le torcería el pescuezo). Serías capaz. Serías capaz. (Pausa. Sigue
acicalándose, peinando pomposamente sus grises cabellos.)
Te gustaría arrodillarte otra vez aquí dentro. (Se toca el vientre) Y cuando
estabas allí pataleabas por salir. Así son los hombres. Se pasan nueve meses
luchando por salir y toda una vida luchando por entrar (Ríe, ríe hasta las
lágrimas) Bueno, bueno, tranquilízate. No me abraces tan fuerte que se me
despierta el diablo. En lugar de tanto amor debías ser más generoso.
Levántate. No gruñas. Tienes que ir donde Jacobo, donde Pedro, donde...
Eres un avaro, un maldito avaro. Sí, gasto el dinero con los mendigos, me
divierto con los mendigos. Tengo derecho a. divertirme. Vete, vete a buscar
el dinero. A lustrar todos los zapatos del mundo. Vergüenza de tu madre,
vete (Lo amenaza con la escoba. El mudo escapa tiendo y jugando con ella)
(La vieja se sienta cansada en su viejísimo sillón. Pausa)
MENDIGO 1 — ¿Quién?
VIEJA — Vístete (El flaquísimo mendigo se desnuda. Tirita. Escoge en
uno de los montones de ropa una vieja camisa de pechera con boleros y se la
pone. Tose) No vayas a ensuciar la ropa de Jacobo. (El mendigo se pone una
chaqueta comida por la polilla. Los pantalones. Todo le queda grande. Se
pone el sombrero. No le entran los guantes. Tiene los dedos torcidos por la
artritis) Jacobo, te has empequeñecido... Ah querido, acércame la silla.
Recoge esa cortina, que no veo bien... Pásame los binóculos... Por Dios,
viejo sarnoso. ¡Métete los guantes por el trasero, pero no les des la
vuelta... me vas a marear!
MENDIGO 1 — No entran.
VIEJA — No hables.
MENDIGO 1 — (Con rabia) ¡Pero es que no me entran!
VIEJA — Cállate.
VIEJA — ¡Recoge los guantes! (El mendigo recoge los guantes, lo ataca
la tos) ¡no tosas! (El mendigo como puede contiene la tos)
VIEJA — Aguántate.
VIEJA — Empieza:
MENDIGO 1 — (Se inclina ceremonioso) Que bella está usted, María
Cristina. (Le ataca la risa y se ríe a hurtadillas)
VIEJA — ¿No pueden pensar más que en comer? ¿Comer es todo para
ustedes? ¿El espíritu no cuenta para ustedes? Por eso estamos en este país
como estamos. Porque no se piensa sino en comer.
MENDIGO 2 — Hipócrita.
MENDIGO 1 — ¿Quién?
VIEJA — Tú.
MENDIGO 1 — ¿Yo?
MENDIGO 1 — No sabía.
VIEJA - Ladrón. Ladrón. (Lo persigue con un palo. El mendigo uno mete
a su vez la mano en la olla y se llena la boca. La vieja tira el palo. Va a
la mesa, toma un cuchillo y se planta junto a la olla) Al que se acerque le
rompo el alma.
MENDIGO 2 — Como yo, pero tengo unas encías como piedras de moler.
VIEJA — (Guardándose el cuchillo en el cinto) Arreglen las flores.
(Traen un florero con viejísimas flores de papel. La vieja vuelve al juego.)
Me las mandó esta mañana el Coronel Pardo. ¿No son hermosas? Huélanlas.
MENDIGO 2 — Rosas.
VIEJA — Pasa la botella. La bebida sin medida para mi, la comida con
mesura y distinción para ud. Este es un desorden muy bien organizado y
decente.
VIEJA — Ven aquí Jacobo. Eres el Gobernador. Ud. aquí, Señor Alcalde.
Me cuentas cómo va el Gobierno. Yo no entiendo nada y me río. (Se ríe muy
teatralmente Yo estoy al lado del Gobierno. Dominus, Dóminus...
— Jacobo, di tu discurso.
- Dóminus, dóminus, dóminus. (Sigue como música de fondo)
— Hable usted señor Gobernador, estamos esperando.
HIJO — No amor, no es cruel, yo vivi esto desde que naci, eso fue lo
que ella me enseño, yo le estoy pagando con la misma moneda, yo la quiero
pero es que ella...
VIEJA — ¡Alto ahí! Reparto la comida cuando me dé la gana! (Agarra la
olla) (Luchando) ¡Brutos! ¡Borrachos inmundos! ¡Ustedes son la porquería.
Retírense! (La vieja toma un cuchillo, como si la estuvieran atacando).
Ustedes son la hez, la mierda. Ustedes no son mis caballeros, solo abusan de
una anciana desvalida que no tiene más que un hijo que no sirve para nada,
mudo y tonto.
HIJO no ha sido fácil creeme amor, siempre ha sido avara hasta con su
cariño. Yo vivi un infierno y no se como pude salir de el. Asi que…Estamos a
mano, se que e slo correcto,
VIEJA — (Tirando una cuchillada) Atrás recua de hediondos.
FIN