José Natanson Julián maraDeo martín rodríguez Julie Hollar

Sebastián lacunza Federico Kukso Martine bulard Serge Halimi

00249
el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.
Paraguay 1535 (1061)
marzo 2020 Buenos Aires, Argentina
Publicación mensual

522005
Año XXI, Nº 249
Precio del ejemplar: $150
En Uruguay: 100 pesos

9 771514
www.eldiplo.org

El virus que
hace temblar
al mundo
Claves para entender el coronavirus,
un drama sanitario con consecuencias
políticas y económicas globales.

Dossier

Continúa
Aly Song
en la/página
Reuters
4

Jueces y espías contra la democracia

La alianza entre Comodoro Py y los servicios de inteligencia da forma a una zona
oscura, donde el Estado de Derecho no penetra. Con la intervención de la Agencia
Páginas Federal de Inteligencia y la reforma del fuero federal, el gobierno se propone
2a9 enfrentar este problema. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Alberto Fernández?
2|
Perfecto enemigo
por José Natanson
V
ivimos, desde hace décadas,
una fenomenal expansión del
Poder Judicial, un renovado
activismo de los jueces. Como
señalamos en otros editoriales
(1), el origen de esta tenden-
cia se remonta a la construcción del Estado de
Bienestar por parte de las socialdemocracias eu-
ropeas y los populismos latinoamericanos de la
posguerra, que sumaron al clásico menú liberal
de protección de la libertad en sentido negati-
vo (libertades individuales y propiedad priva-
da) un conjunto de nuevos derechos, denomi-
nados sociales, que habilitaron litigios y deman-
das vinculados a una amplia gama de temas, a los
que luego se agregarían los llamados “derechos
difusos”, aquellos que no refieren a los indivi-
duos sino a la sociedad como un todo (a un am-
biente sano, a la cultura, etc.).
Esta tendencia general adquirió especial in-
tensidad en los países de la tercera ola de de-
mocratización. Luego de años, y en algunos ca-
sos –como España, Portugal y, más entrecorta-
damente, Argentina– décadas de dictaduras, la
sociedad depositaba en los jueces la esperanza
de una rápida corrección del autoritarismo del
pasado. En Argentina, la refundación democrá-
tica de 1983 le dio al Poder Judicial, que a dife-
rencia de otros poderes del Estado conservaba
intactos sus recursos institucionales, el impulso
necesario para, amparado en esta nueva “cultu-
ra de derechos”, ampliar su radio de acción has-
ta niveles inéditos: hoy lamentamos esta deri-
va pero uno de los primeros casos positivos de
judicialización de la política fue la decisión de
un conjunto de magistrados que investigaban el
terrorismo de Estado de no respetar los tres ni-
veles de responsabilidad establecidos por Raúl
Alfonsín y descender en el escalafón militar,
lo que llevó al gobierno a impulsar las leyes de
Obediencia Debida y Punto Final para frenarlos.
Si la primera refundación de la justicia ar-
gentina fue la de Alfonsín, que incluso le ofreció
a Ítalo Luder, su contrincante en las elecciones,
la presidencia de la Corte Suprema, la segunda
fue la de Néstor Kirchner, que se negó a nego-
ciar con la mayoría automática menemista que
lo extorsionaba con declarar inconstitucional
la pesificación de los depósitos, lo que hubiera
puesto en crisis el plan económico, y la fulminó
con un discurso, su primero en cadena nacional,
y el impulso al juicio político en el Congreso, que
se concretó en menos de dos meses.
Las cosas han cambiado y hoy ya no se trata
de decapitar al Poder Judicial –la Corte actual es
opinable pero no llega a los extremos de la mene-
mista–; tampoco de implementar una reforma al
estilo de la “democratización de la justicia” del
2014: bienintencionada, ambiciosa y destinada
desde el comienzo al más absoluto de los fraca-
sos. Si algo demostró la experiencia reciente de
Bolivia (donde los jueces de los tribunales su-
periores se eligen por voto directo en medio del
desinterés y la sospecha), es que las reformas de
este tipo terminan naufragando. Más modes-
to pero más realista, el objetivo de Alberto Fer-
nández es desarticular la alianza entre los jueces
federales y los servicios de inteligencia, desatar
esa trama densa como prerrequisito para cortar
el carácter pro-cíclico de la justicia, que acom-
paña a una fuerza política cuando tiene poder y
la abandona cuando lo pierde, y terminar con el
uso abusivo de la prisión preventiva y la arbitra-
riedad de los últimos años.
Alberto, el reformista, no pretende clausurar
el fuero federal de la Capital Federal ni iniciarles
un jury a todos sus integrantes, sino disolver su
hegemonía, hoy concentrada en solo doce ma-
gistrados (en realidad, por las vacancias, me-
nos). No cerrar Comodoro Py; diluirlo.
Para ello se propone acelerar la aplicación del
nuevo sistema acusatorio –que traslada a los fis-
cales la investigación de las causas, que ahora
los jueces ceden de modo voluntario– y reedi-
tar, en alguna de sus distintas formulaciones, el
viejo “Plan Béliz”, que el actual secretario le ha-
bía planteado a Néstor Kirchner en 2003, el mis-
mo que se discutió en el Gabinete de Mauricio
Macri al comienzo de su gestión, y que nunca se
llegó a implementar, y que consiste básicamente
en desmonopolizar Comodoro Py.
Hay varias alternativas. La primera, la que en
su momento concibió Béliz, consiste en fusionar
el fuero federal de la Capital con la justicia cri-
minal y correccional porteña, que cuenta con 63
juzgados. La segunda es sumar los 12 juzgados
de Comodoro Py con los 11 del fuero penal eco-
nómico, lo que daría como resultado 23 juzga-
dos de instrucción, cuatro salas de la Cámara de
Apelaciones y doce, en lugar de ocho, Tribuna-
les Orales Federales. La tercera es crear un “su-
per fuero federal” integrando en una misma ju-
risdicción los juzgados federales de la Capital,
el Conurbano, La Plata, Rosario y el Gran Rosa-
rio, lo que elevaría el número de juzgados a unos
40, dependiendo de hasta dónde se extienda la
Edición 249 | marzo 2020
competencia. Ya sean 75, 24 o 40, el objetivo es
el mismo: esconder el elefante llenando el bazar
de elefantes.
El segundo paso de esta estrategia higienista
es descender a los “sótanos de la democracia”,
según la imagen que usamos en la edición de fe-
brero de 2015 de Le Monde diplomatique. No es
tarea sencilla. Como explica Julián Maradeo en
esta misma edición, los servicios de inteligen-
cia llevan décadas operando en el más absoluto
de los secretos, librados de todo control políti-
co, acostumbrados a una autonomía total. Pero
además la cuestión encierra un problema esen-
cial, un problema que, como buena parte de los
problemas de la democracia, resulta en última
instancia irresoluble: la tensión entre la función
esencial de los servicios de inteligencia (res-
guardar los secretos de Estado, prevenir con-
flictos, obtener información relevante para to-
mar decisiones) y la obligación de garantizar los
derechos constitucionales de los ciudadanos y la
transparencia en el uso de los recursos públicos.
No se le puede pedir a un agente de la Agencia
Federal de Inteligencia (AFI) que está siguien-
do a una red terrorista que pida factura en el ca-
fé mientras los vigila, pero tampoco se lo puede
habilitar a hacer cualquier cosa.
¿Cómo enfrentar este dilema? Los países que
más han avanzado en el control civil de los es-
pías construyeron mecanismos institucionales
tendientes a limitar su discrecionalidad: en El
infiltrado, la novela de John Le Carré sobre trafi-
cantes de armas en las islas del Caribe, el jefe de
una de las agencias de inteligencia de Gran Bre-
taña tiene que conseguir la firma del mismísimo
secretario de Estado para autorizar una opera-
ción especial que salve a Jonathan Pine, que co-
mo todos los héroes de Le Carré es inteligente,
digno y un poco triste, y a la novia del malo, que
es hermosa y no sabe dónde tiene la cabeza. En
Holanda, cualquier medida intrusiva de la pri-
vacidad –una escucha telefónica, la penetración
de un domicilio, la apertura de un mail– requie-
re la firma del ministro del Interior (en el caso
de la inteligencia interna) o del ministro de De-
fensa (en el caso de la inteligencia militar); si lo
cree necesario, el ministro puede delegar la au-
torización al jefe de la agencia, pero debe recibir
un informe posterior por escrito, y firmarlo.
Las primeras medidas adoptadas por la in-
terventora de la AFI, Cristina Caamaño, como
la habilitación para que la SIGEN comience por
primera vez a controlar los gastos, apuntan en

este sentido. Pero quizás no sea suficiente. Qui-
zás, como sugieren algunos especialistas, sea ne-
cesario, como estrategia de largo plazo, dividir la
agencia en varias áreas de inteligencia distribui-
das en diferentes ministerios –una de produc-
ción de información estratégica dependiente de
Presidencia, otra criminal a cargo de la policía,
otra relacionada con la defensa en el Ministerio
correspondiente (2)–. Al igual que Comodoro Py,
el desmembramiento del sistema de inteligencia
parece la mejor forma de limitarlo y controlar-
lo. Sin embargo, y en este punto los especialistas
coinciden, el paso definitivo es prohibir de ma-
nera rotunda que los servicios sigan desarrollan-
do trabajos de investigación policial, tarea que
hasta ahora la ley prevé solo como excepción, en
casos particulares y con razón fundada, pero que
se ha convertido en una constante.
En “Estado, democratización y ciudadanía”
(3), el politólogo Guillermo O’Donnell elaboró la
definición, muy utilizada en las Ciencias Socia-
les, de “zonas marrones”, segmentos del territo-
rio –villas, provincias feudalizadas, fronteras ca-
lientes– a donde la legalidad estatal, que se supo-
ne es el sustento de los derechos civiles, no llega.
La metáfora de O’Donnell puede aplicarse no só-
lo al interior de las fronteras territoriales del Es-
tado sino también dentro de las fronteras funcio-
nales de su aparato burocrático, en donde orga-
nismos que funcionan de manera transparente,
garantizan un trato equitativo y rinden cuentas,
conviven con otros en los que la legalidad demo-
crática no penetra: el sistema penitenciario, al-
gunas policías provinciales, los puertos y la AFI.
Volvamos al comienzo. Desatar el nudo entre
jueces y espías supone, como toda decisión po-
lítica importante, un riesgo: estamos hablando
de actores poderosos, enquistados desde hace
décadas en la estructura del Estado y acostum-
brados a un modus operandi que ha sobrevivido a
todos los gobiernos, que no se resignarán a aban-
donar fácilmente. Sumar a la cruzada purifica-
dora a los sectores más democráticos y honestos
del Poder Judicial, como se ha comenzado a en-
sayar con las designaciones de Caamaño y Daniel
Rafecas, es una estrategia interesante: si algo de-
mostró el documental de Netflix sobre Alberto
Nisman (4) es que la justicia ordinaria encarnada
en la fiscal Viviana Fein llevó adelante una inves-
tigación razonablemente rápida e imparcial has-
ta que, por presión política y voluntad de la fami-
lia, la causa fue trasladada al fuero federal, que la
deformó hasta tornarla irreconocible con la pe-
|3
Staff
Di­rec­tor: José Natanson
Re­dac­ción
Pablo Stancanelli (editor)
Creusa Muñoz (editora)
Luciana Garbarino
Nuria Sol Vega
Fermín Gdansky Orgambide (pasante)
Se­cre­ta­ria
Pa­tri­cia Or­fi­la
se­cre­ta­ria@el­di­plo.org
Co­rrec­ción
Alfredo Cortés
Diagramación
Ariana Jenik
Co­la­bo­ra­do­res lo­ca­les
Carlos Alfieri
Mariana Canavese
Nazaret Castro
Julián Chappa
Carolina Keve
Federico Kukso
Sebastián Lacunza
Federico Lorenz
Julián Maradeo
Martín Rodríguez
Josefina Sartora
Ilustradores
Juan Martín Ayerbe
queña ayuda de un grupo de peritos de Juan Soto
Gendarmería que parecían salidos de
un sketch de ChaChaCha. Todavía per- Editorial Tra­duc­to­res
Victoria Cozzo
sisten en el Poder Judicial sectores in-
Georgina Fraser
contaminados, dispuestos a trabajar de
Teresa Garufi
manera profesional e independiente.
Aldo Giacometti
Pero es probable que no alcance y
Víctor Goldstein
que sea necesario desplegar una estra-
Magalí del Hoyo
tegia más directa y confrontativa. No
Gustavo Recalde
hay que asustarse. La construcción de la diferen- Andrea Romero
cia es un recurso clásico de acumulación políti- María Julia Zaparart
ca, y la construcción de un adversario es la for-
ma más concreta de hacerlo. El adversario no Diseño original
necesariamente tiene que ser un partido o una Javier Vera Ocampo
sigla; puede ser un período histórico, digamos
los 50 años de golpes militares contra los que se Publicidad
erigió la democracia alfonsinista; puede ser un Maia Sona
Zeitgeist, digamos la vieja política neoliberal publicidad@eldiplo.org
contra la que se plantó el primer kirchnerismo; contacto@eldiplo.org
o puede ser una persona, digamos Carlos Me-
nem. El Poder Judicial es aristocrático, conser- ww­w.el­di­plo.org
vador y opaco, está dominado por el nepotismo,
como muestra el “mapa de vínculos” elaborado Fotocromos e impresión: CARIVEZ S.A. Mom 2846/2852, Ciudad
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adversario perfecto de un gobierno que recién se
está afirmando y todavía tantea en busca de su
definitiva identidad política. g
La circulación de
Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, del mes
de febrero de 2020 fue
de 20.150 ejemplares.
1. Véanse Le Monde diplomatique, edición Cono Sur,
Nº 203, mayo de 2016, y Nº 242, agosto de 2019.
2. Véase el documento “¿Qué hacer con los servicios de
Capital intelectual S.A.
inteligencia?”, elaborado por la Iniciativa Ciudadana para el Control
del Sistema de Inteligencia, disponible en https://www.cels.org.ar/
web/wp-content/uploads/2019/03/2019-ICCSI_propuesta-1.pdf Le Monde diplomatique (París)
3. Revista Nueva Sociedad Nº 128, noviembre-diciembre de 1993.
4. El fiscal, la presidenta y el espía.
5. Véase, por ejemplo, “La Justicia aparece como el
Fundador: Hubert Beuve-Méry
Presidente del Directorio y
poder con peor imagen”, La Nación, 9-10-17.
Director de la Redacción: Serge Halimi
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 4| Edición 249 | marzo 2020
Dossier
Jueces y
espías

La decisión de Alberto Fernández de intervenir la Agencia Federal de Inteligencia y designar

al frente a Cristina Caamaño busca terminar con una estructura de espionaje que, desde
1983, nadie quiere pero todos usan. Tras los fracasados intentos de reforma del gobierno de
Cristina Fernández, ¿podrá el Estado de Derecho imponerse al sistema de inteligencia?
Los tentáculos de los servicios de inteligencia

¿Cómo terminar con

la política del secreto?
por Julián Maradeo*

“
Alfredo Benavídez Bedoya, La conspiración, grabado al linóleo (fragmento, gentileza Galería Mar Dulce)

¿Cómo me entero yo de su existencia?
Me pide una reunión un concursante
para un lugar en el fuero penal econó-
mico. Le habían dicho que si quería
conseguir su designación tenía que ir
a una reunión a un estudio. Lo citaron
en el estudio Richarte, en donde estaban Javier
Fernández, (Horacio) Stiuso y (Darío) Richarte.
Los tres le hicieron saber que ellos tenían la lla-
ve de su designación. Son un gran mal y creo que
por este tipo de estructuras la Justicia argentina
tiene una crisis terminal, sobre todo en el fuero
federal donde hay que barajar y dar de nuevo” (1).
El que habla es Alberto Fernández. La anéc-
dota es de 2008, poco antes de que se alejase de la
Jefatura de Gabinete del gobierno de Cristina Fer-
nández. La contó diez años después, durante una
entrevista realizada en su departamento de Puer-
to Madero. Fernández reveló, en esa circunstan-
cia, que se estaba reuniendo una vez por semana
con la ex presidenta para tramar la unidad del pe-
ronismo. Todo estaba por pasar aún, pero si algo
ya había entrevisto el actual primer mandatario es
que la presión que ejercía el trío compuesto por el
espía Stiuso, el abogado Richarte y el auditor Fer-
nández sobre los jueces federales no era la causa,
sino la consecuencia de un problema que llevaba
décadas consolidándose en el país.
La cita adquiere hoy otro espesor, no solo después
de que Fernández fuera elegido Presidente, sino
también luego de que ordenara intervenir la Agencia
Federal de Inteligencia (AFI) por 180 días y designa-
ra al frente a Cristina Caamaño, tras expresarse enfá-
ticamente sobre el problema de los servicios de inte-
ligencia y sus conexiones con algunos jueces durante
su discurso de asunción. La estructura de espionaje y
sus capas geológicas de agentes y personal adminis-
trativo acumuladas desde 1983 forman parte de una
ingeniería que nadie quiere pero todos usan. Es por
eso que, más allá y más acá de los discursos, los pri-
meros movimientos de Alberto Fernández permiten
que el debate se ordene en torno a varios ejes.
La alianza entre espías, jueces y funcionarios
tiene una genealogía que comienza con el aten-
tado contra la AMIA en 1994, se alimenta del ha-

rakiri político de Gustavo Béliz mostrando la foto
de Stiuso en televisión en 2004 e implosiona con
el fallido Memorándum de Entendimiento con
Irán que propuso el gobierno de Cristina Fernán-
dez en 2013. Hubo un revival grotesco durante los
años de gobierno de Mauricio Macri, cuando el
caso D’Alessio mostró la cara más ridícula, y a la
vez grave, del asunto. Eran los últimos suspiros de
un modo de hacer espionaje que incluía negocios
y operaciones y que, aunque había ido perdiendo
hegemonía, podemos denominar “stiusismo”. En
el medio hubo concursos de candidatos a jueces
digitados, causas armadas, aprietes y carpetazos a
políticos opositores y oficialistas. E incluso ajustes
de cuentas que se tradujeron en balazos, como los
tres que impactaron en el auto en el que se trasla-
daba el auditor Javier Fernández, o el homicidio
por parte de la Policía Bonaerense del espía y ma-
no derecha de Stiuso, Pedro “El Lauchón” Viale.
El fin del acuerdo de conveniencia
Para que Stiuso se erigiera en el jefe de esta trama
hubo ante todo un acuerdo tácito de convenien-
cia con los diferentes gobiernos a lo largo de casi
tres décadas. Frente a sus más íntimos, el radical
Ernesto Sanz suele contar una escena que ilustra
el problema: cuando visitaba, acompañado por
Gerardo Morales, la oficina de Miguel Pichetto,
en tiempos en que los tres eran senadores nacio-
nales, quien luego se convertiría en compañero
de fórmula de Macri subía el volumen del tele-
visor casi hasta el aturdimiento y los llevaba a un
extremo de su despacho. Los jefes de las banca-
das de senadores del oficialismo y la oposición no
podían hablar sin ser escuchados.
Formado durante los setenta, Stiuso atravesó
el alfonsinismo, el menemismo, la Alianza y los
gobiernos de Néstor y Cristina. La pata política
que articulaba siempre estuvo relacionada con
grandes estudios jurídicos. Los más notorios fue-
ron el de los hermanos Hugo y Jorge Anzorregui
y el de Darío Richarte y Diego Pirota. La pieza
necesaria en este cambalache fueron los jueces y
fiscales, fundamentalmente aquellos designados
durante el menemismo, como Claudio Bonadio,
Rodolfo Canicoba Corral y María Romilda Servi-
ni de Cubría.
El fiscal federal Federico Delgado sostiene
que en Comodoro Py hay tres tipos de jueces: el
miedoso, el desmesurado y arbitrario, y el que
se acomoda a los tiempos políticos (2). Los tres
son peligrosos y proclives a echar mano a los es-
pías. Luego de una década en silencio, el histó-
rico operador del peronismo, Javier Fernández,
sintiendo que era demonizado para uso y bene-
ficio de unos y otros, prefirió concentrar toda la
responsabilidad en la corporación política: “La
culpa es de los propios políticos. Los problemas
políticos se deben arreglar en el Congreso o en la
Casa de Gobierno, no en la Justicia”, declaró (3).
Pero el punto de inflexión, el que marcaría
un antes y un después, fue el acuerdo con Irán.
En los hechos, nada volvería a ser igual luego
del Memorándum, que terminó de hacer añicos
el vínculo entre el gobierno de Cristina y el trío
Stiuso-Richarte-Fernández. Ya había indicios de
que la relación estaba deteriorada, luego de la fa-
llida y unilateral “ley de democratización de la
justicia” impulsada por el kirchnerismo y decla-
rada inconstitucional por la Corte Suprema, y el
acercamiento de uno de los espías de confianza
del gobierno, Francisco “Paco” Larcher, a Sergio
Massa antes de las elecciones de 2013.
Luego de la muerte del fiscal Alberto Nisman,
este proceso de quiebre concluyó con la creación
de una nueva agencia de inteligencia en febrero
de 2015, la AFI. La reforma quedó a medio cami-
no, pero se registraron avances vinculados con el
control de los fondos reservados y el traslado del
Departamento de Interceptación y Captación de
las Comunicaciones (las escuchas) a la órbita de
la Procuración General de la Nación. La fragili-
dad de lo hecho y la falta de consensos mínimos
quedaron expuestas cuando Macri llegó al poder
y desarmó los escasos avances. Macri le entregó
la AFI a un amigo que, en sus propias palabras,
estaba “acostumbrado a todas estas cosas de las
trampas” (4), y así permitió el retorno de buró-
cratas formateados por Stiuso, como Juan Jo-
sé Gallea, que venía de ser cobijado por Sergio
Szpolski en el Grupo Veintitrés, y el ingreso de
cuadros relacionados con Daniel “El Tano” An-
gelici, como Sebastián Destéfano.
En todos estos años de creciente autonomía
de los servicios de inteligencia y tibios intentos
por controlarlos, la política se dio un solo recur-
so para reducir la discrecionalidad y poner algún
límite a los espías: la Comisión Bicameral de Fis-
calización de Organismos y Actividades de Inte-
ligencia. Su nula actividad hizo que el especia-
lista Alberto Binder, profesor de la Universidad
Torcuato Di Tella, concluyera que, en realidad,
fue creada para encubrir más que para controlar.
Por ejemplo: ante cada solicitud de información
del CELS, la respuesta de sus integrantes era que
todo era tan secreto que no podían comunicar ni
siquiera cuándo se reunían. Para Binder, la Bica-
meral debe ser reconfigurada profundamente:
“No se puede crear un espacio cuya finalidad sea
ingresar a las entrañas de un problema de estas
características y que esté conformada por quince
miembros, de los cuales el tema les interesa sola-
mente a tres. Tiene que estar formada por espe-
cialistas” (5).
La apuesta de Alberto
Escena I. Recién sentada en la silla de la Direc-
ción de la AFI, Caamaño recibe a un agente espe-
cializado en anticipar situaciones de tensión ins-
titucional en materia de política exterior. El ana-
lista se jacta de que entre cinco y tres días antes
de que sucedan él está en condiciones de reali-
zar un pronóstico certero. Cuando Caamaño y su
equipo acceden a los informes, descubren que en
realidad se trata de un lector de portales extran-
jeros que infla algunos acontecimientos puntua-
les, y no mucho más. Es uno de los clásicos traba-
jos que se fueron constituyendo bajo una estruc-
tura herrumbrosa y lejana a cualquier contralor.
Escena II. Luego de que se difundiera el estado
en que se encontraba el sitio que aloja la base de
datos del caso AMIA (matafuegos vencidos, mam-
postería caída, riesgo de inundación, alarmas de
incendio inhabilitadas), Caamaño solicitó fondos
para refaccionarlo. Le respondieron que no se los
podían dar. Ante la pregunta sobre las causas de la
negativa, le contestaron “porque no”. Después su-
po que el problema era que la AFI no contaba con
un procedimiento para recibir fondos de manera
oficial y para un objetivo específico.
Los nombramientos irregulares, los fondos se-
cretos y de uso indiscriminado y las operaciones
en función de los objetivos de quien solicitase sus
servicios –políticos, jueces, empresarios– son
tres de los problemas que se fueron agravando en
el tiempo. A medida que recibía informes sobre el
estado de situación y abría con su huella dactilar
los cuartos húmedos y cerrados de las diferentes
dependencias de la AFI, Caamaño encontró que
desde 2016 habían ingresado casi 800 personas,
llevando la planta a 1.405; la agencia estaba com-
puesta por 105 direcciones; los gastos se encon-
traban inflados y el carácter secreto de muchos
de ellos –como el ABL o los servicios de teléfono,
luz y gas de los edificios– era inexplicable; nadie
rendía cuentas; los sueldos del personal eran en-
tregados en sobres en efectivo; se habían creado
insólitas situaciones de privilegio, como zonas
VIP en los aeropuertos que eran utilizadas por
familiares de agentes, jueces y fiscales amigos de
La Casa, y había dependencias de inteligencia en
las provincias que no eran supervisadas y seguían
haciendo espionaje de las marchas y las organi-
zaciones sociales, entre muchos otros etcéteras.
Ante semejante situación, algunos dirigentes,
como el canciller Felipe Solá y el ministro de De-
|5
fensa Agustín Rossi, propusieron la eliminación
de plano de la AFI, reubicando algunas de sus
áreas en las carteras de Defensa y de Seguridad.
El Frente de Izquierda directamente reclamó
que se desmantele, se abran los archivos y se ter-
mine con el espionaje a dirigentes y movimientos
sociales.
El gobierno optó por otro camino. Caamaño es
la cara visible de la apuesta reformista de Alberto
Fernández. Desde su desembarco en el edificio
situado en la calle 25 de Mayo repite que el obje-
tivo es que ingrese el Estado de Derecho al siste-
ma de inteligencia argentino. Este objetivo tiene
un costado burocrático: establecer procedimien-
tos que regulen la mayoría de las operaciones sin
dejar de reconocer que siempre habrá lugar para
las excepciones, y ha-
bilitar el ingreso de la
Macri le entregó Sindicatura General de
la Nación como audito-
la AFI a un amigo ra del organismo.
Paula Litvachky, es-
que, en sus propias pecialista del CELS,
sostiene que la inter-
palabras, estaba vención sirve para cor-
“acostumbrado a tar con lo malo y aban-
donar el grado absolu-
todas estas cosas to del secreto, pero que
su alcance es necesa-
de las trampas”. riamente limitado (6).
Una vez concretadas
las primeras medidas,
se deben definir las re-
laciones con el sistema
de inteligencia criminal y militar, y evaluar la po-
sibilidad de ir hacia un modelo no centralizado,
donde la inteligencia se concrete por áreas y dife-
renciando entre inteligencia exterior e interior.
Mientras en la esfera pública se desarrollaba
el debate acerca del destino de la AFI, en la esfe-
ra subterránea los movimientos eran incesantes.
Recién con el paso del tiempo Caamaño reparó
en que muchos agentes habían tomado el plazo
de diez días entre el discurso del Presidente en su
asunción y el DNU de intervención como un sa-
ludo de despedida y se fueron por cuenta propia.
En un primer momento, Caamaño y su equipo in-
terpretaron que podían haberse sentido intimi-
dados, pero no tardaron en darse cuenta de que
en realidad se estaban recluyendo en sus otros
trabajos. ¿A dónde se encuentran? Muchos de
ellos fueron contratados por agencias de segu-
ridad internacional, como el caso de Larcherm,
que se incorporó a Impera Intelligence Group,
y por algunas agencias locales con contactos en
el exterior. En este último caso hay que mirar al
empresario Mario Montoto y a la sociedad com-
puesta por Sergio Szpolski y Stiuso. En la ciudad
de Buenos Aires hay 430 firmas habilitadas para
tales fines (7).
Insubordinados
Desde el atentado contra la AMIA en adelante, la
SIDE no solo dejó de lado todo lo que tenga que
ver con una investigación seria y profesional, si-
no que fue utilizada como plataforma para otras
operaciones o para seguir los lineamientos de or-
ganismos extranjeros. Cada vez más, los servi-
cios actuaron como una policía de investigacio-
nes oculta y sin reglas de control, lo que alimentó
la tendencia a mantener relaciones autónomas
con agencias de otros países sobre la base de vín-
culos no institucionalizados y sin subordinarse a
una conducción política real. La consecuencia es
que los servicios terminaron constituyendo una
agenda política propia.
L a s c o s a s f u e ro n e m p e o ra n d o. E l c a s o
D’Alessio que tramita el juez Alejo Ramos Padi-
lla en Dolores revela, según el análisis de la fis-
cal federal Mónica Cuñarro (8), la coexistencia
de agentes inorgánicos mezclados con el Minis-
terio de Seguridad, con finalidades que van des-
de la persecución a opositores, hasta interven- d
 6|
Alfredo Benavídez Bedoya, El gran salto del Abrepuertas, grabado al linóleo (fragmento, gentileza Galería Mar Dulce)
d ciones prohibidas en causas de narcotráfico y
delitos complejos.
En 2017, durante una entrevista realizada en
Comodoro Py, Stiuso deslizó una confesión: “Un
espía se retira de su trabajo, lo que dudo mucho
es que uno deje de ser lo que es” (9). Como en una
fábula de Esopo: con los mismos hombres, la mis-
ma estructura y la misma forma, los resultados
serán los mismos.
El cambio, por lo tanto, debe ser de fondo. A
mediano plazo, el objetivo es reformar la excep-
ción del Artículo 4 de la Ley de Inteligencia, que
permite que jueces y fiscales recurran a los servi-
cios como auxiliares. Cortar esta relación es ata-
car la raíz del problema. Sin embargo, por el mo-
mento todo depende de la buena fe de los jueces
y fiscales. La Resolución 17 dictada por Caamaño
les ordena que no soliciten sus servicios, salvo en
excepciones muy bien fundamentadas.
Caamaño avanza paso a paso. Responde direc-
tamente al Presidente, a quien mantiene al tanto
cada semana de los avances. Al cabo de seis meses
dará a conocer, mediante un informe, el estado en
el que encontró la agencia y en qué se reconverti-
rá. La base será el Decreto 1.311/2015 de Cristina
Fernández que fue derogado por Macri en 2016.
Con las direcciones controladas por funcionarios
cercanos a ella, Caamaño creó un Consejo Con-
sultivo integrado por siete especialistas, en el que
sobresalen los nombres de Binder y Litvachky.
Mientras que Binder sostiene que los sistemas de
inteligencia no deben tener funciones operativas
ni policiales, sino reunir información, procesarla
y constituir un sistema de alertas, Litvachky cree
que debe haber varios organismos especializa-
dos y un sistema de control múltiple con partici-
pación ciudadana. El Consejo se reunirá una vez
por mes, no obstante trascendieron las preocupa-
ciones por la profundidad de la agenda de temas
que se discutirá en ese espacio y por la parálisis
del Congreso a la hora de constituir la Comisión
Bicameral. Ante la posibilidad de crear un actor
de revisión externo, José Manuel Álvarez Ugarte,
referencia ineludible en sistemas de inteligencia,
sugiere la alternativa de que se constituya una
instancia de control dentro del propio Poder Eje-
cutivo que es el que concentra las facultades so-
bre la AFI (10). Se debe ir hacia un contralor que
conjugue el plano legislativo y el presidencial.
En el corto plazo, se reducirá el personal tras
revisar los legajos de todos, y no solo de quienes
ingresaron entre 2016 y 2019; las direcciones pa-
sarán de 105 a 65; se profesionalizará a los agen-
tes en función de retos propios del siglo XXI y se
los capacitará en materia de género de acuerdo a
lo establecido por la Ley Micela; los sueldos de la
mayoría serán bancarizados y los gastos deberán
pasar varios filtros antes de aprobarse. El presu-
puesto, que durante el macrismo pasó de 1.450 a
2.698 millones de pesos, sufrirá un fuerte recorte.
Edición 249 | marzo 2020
Hay un agujero negro que demorará en revisarse:
las delegaciones de la AFI en las distintas provin-
cias y en el conurbano bonaerense, una trama bo-
rrosa que hizo metástasis.
Las escuchas, que fueron transferidas por
Cristina Fernández de la AFI a la Procuración, y
por Macri, de allí a la Corte Suprema, retorna-
rían al ámbito de los fiscales. Un dato relevante
es que Daniel Rafecas, candidato a ocupar la Pro-
curación, no vería con malos ojos si se mantie-
ne en la órbita de la Corte Suprema. Rafecas ya
probó el veneno de los servicios cuando investigó
su actuación durante la causa por los sobornos
en el Senado. Suele decir que el poder real de los
espías es el que el juez o fiscal quiera darles al
abrirles las puertas y los expedientes, en muchos
casos porque se les debe el hecho de haber llega-
do hasta ahí.
Un problema sin fronteras
El problema de los servicios de inteligencia no es
solo argentino. El sistema colombiano está mar-
cado por la guerra contra el narcotráfico, el ve-
nezolano por las luchas internas y el chileno por
las tensiones con los mapuches, en tanto que el
brasileño enfrenta inconvenientes similares al de
estas tierras: su accionar derivó al espionaje po-
lítico. En general, todos atravesaron un proceso
de transformación tras los diferentes regímenes
militares y las consecuencias de la Guerra Fría
en el continente, lo cual se tradujo en que cual-
quier acción se justificase bajo la idea del “ene-
migo oculto”.
En todos los casos, el desafío es encontrar el
punto justo entre dos principios: el de transpa-
rencia, que exige la democracia moderna como
mecanismo de rendición de cuentas de las acti-
vidades estatales, y el del secreto, que suele con-
llevar la inteligencia nacional desde sus orígenes.
Las preguntas se acumulan. ¿Qué hacer con
los servicios de inteligencia? ¿Cómo filtrar sus
aspectos más negativos sin generar una reacción
violenta de la mano de obra desocupada? ¿Cómo
transparentarlos sin poner en riesgo su misión?
¿Cómo cortar su connivencia con algunos jueces
sin poner en riesgo la seguridad? ¿Y qué hacer
con la Dirección de Contrainteligencia, donde
desplegó su reinado Stiuso?
Parece irse perfilando cierto consenso respec-
to de que se creen agencias con objetivos diver-
sos, descentralizar el sistema como camino pa-
ra limitar su autonomía y mejorar su supervi-
sión. Finalmente, nadie duda que, si realmente se
quiere terminar con el sistema actual, tiene que
haber un acuerdo real y concreto entre las distin-
tas fuerzas políticas, y no la consabida proclama
proselitista. g
1. Entrevista realizada por el autor el 4 de junio de 2018 a
Alberto Fernández para el libro Lobby. Cómo se construye el
verdadero poder en Argentina, Ediciones B, mayo de 2019.
2. Entrevista realizada el 6 de febrero de 2020.
3. La entrevista a Javier Fernández se puede leer en: https://
revistacrisis.com.ar/notas/el-operador-en-su-laberinto
4. Laura Di Marco, Macri, Sudamericana, 2016, pág. 129.
5. Entrevista realizada el 5 de febrero de 2020.
6. Entrevista realizada el 7 de febrero de 2020.
7. Véase https://www.buenosaires.gob.ar/
justiciayseguridad/seguridad-privada/empresas
8. Entrevista realizada el 4 de febrero de 2020.
9. Se puede ver acá: https://www.youtube.
com/watch?v=g22neGLB_4M
10. Véase José Manuel Ugarte, “Los cambios en el sistema
de inteligencia”, Clarín, 9-1-20, https://www.clarin.com/
opinion/cambios-sistema-inteligencia_0_oupNvoQT.html
*Periodista. Autor de Lobby. Cómo se construye el verdadero poder en
Argentina, Ediciones B, mayo de 2019.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Ex ministro de Menem, aliado de Cavallo y funcionario de
Kirchner, Gustavo Béliz es también el primer político que
se animó a denunciar públicamente a Stiuso. Su regreso a
la primera línea del poder marca el inicio de una nueva era.
Auge, caída y auge de Gustavo Béliz
Y un día volvió
A
por Martín Rodríguez*
lberto Fernández y Gustavo Béliz
se conocieron en la Facultad, com-
partieron lista cuando peronismo
y cavallismo se acercaron; Fernán-
dez, después, le presentó a Nés-
tor Kirchner. Digamos entonces
que tienen un vínculo “histórico”. Un vínculo que se
remonta a esos grises de la política previa a 2003. A
esos cruces de alianzas que podían haber vinculado
a peronistas con cavallistas para luego de 2003 forjar
una identidad (la kirchnerista) alzada explícitamente
contra ese demonio llamado “neoliberalismo”.
Una perlita: la foto de los “Diez jóvenes sobresa-
lientes de Argentina” del año 1992 según la Cámara
Junior de Buenos Aires que difundió, días antes de
la asunción de Alberto Fernández como Presidente,
el periodista y empresario Daniel Haddad. En la fo-
to aparecen los tres: Fernández, Béliz y Haddad. De
modo que Alberto Fernández y Gustavo Béliz son más
que amigos: son parte de una misma generación polí-
tica. Pero, ¿qué generación?
Béliz acaba de volver a la actividad política con
quien fuera jefe de Gabinete cuando entonces él era
ministro y recién empezaba a perfilarse eso que hoy
atraviesa la política argentina como una lanza: el kir-
chnerismo. Hoy Béliz tiene un cargo –secretario de
Planeamiento Estratégico– pero oficia de algo mayor:
fue uno de los cuatro dirigentes designados por Alber-
to para gestionar la transición y participa de las deci-
siones clave del gobierno. Un hombre de confianza, sí.
Pero también algo más: Béliz como una figura clave
sobre quien fundar una época.
Nací en el 62
Un amigo personal, atento a la discreción mediática
que gobierna su vida, lo describe así: “Gustavo es muy
ascético en su forma de vivir, lo que se expresa en su
vestimenta; solo desentonan sus zapatillas Asics, pro-
ducto de su pasión por correr”. Su mujer colabora
con los curas villeros, siendo él también un histórico
hombre de consulta de la Conferencia Episcopal Ar-
gentina. Hay en ese matrimonio, además de sus cua-
tro hijos, una misión social de extremo bajo perfil: se
dedican a la guarda de niños y niñas en espera de ser
adoptados, como hogar de tránsito.
Pero repasemos: Béliz nació el 7 de enero de 1962.
Estudió Abogacía y se recibió al final de los ochen-
ta, cuando la Argentina que conocíamos estaba por
transformarse, en la Universidad de Buenos Aires.
Fue periodista deportivo en la revista El Gráfico y ana-
lista político en el diario La Razón. Ha sido profesor
en varias universidades. Cursó estudios de posgrado
en la London School of Economics como becario del
British Council para investigar sobre globalización y
reforma del Estado.
Fue Presidente del Instituto Nacional de la Admi-
nistración Pública entre 1989 y 1992. Formó parte del
Partido Justicialista de 1989 a 1995. Pasó de escribir-
le los discursos a Menem –los artefactos discursivos
más modernos y democráticos de la época– a ocupar
el cargo de ministro del Interior. No lo querían los
menemistas, lo quería Menem. Y Menem no era “un
Dossier
Jueces y
espías
menemista”; era un hombre de Estado dedicado a de-
rrumbar por dentro ese viejo Estado benefactor.
Pero un día llegó su hora: tras formular una serie
de denuncias de corrupción renunció a su cargo. Dijo
públicamente: “El gobierno es un nido de víboras”. Y
se fue. En 1996 creó un partido cuyo nombre ya decía
mucho: “Nueva Dirigencia”. Las palabras y las cosas:
el partido lo mantuvo hasta 2003.
Béliz es autor y editor de quince libros sobre polí-
ticas públicas. Los títulos de algunas de sus publica-
ciones brindan pistas acerca de sus obsesiones. Vale
la pena. Adiós a la vieja política en el lejano 1993; o la
compilación No robarás ¿Es posible ganarle a la co-
rrupción?, de 1997.
Ese mismo año fue elegido diputado de la Ciudad de
Buenos Aires, para la conformación de la primera Le-
gislatura de la Ciudad, con un bloque de once bancas.
En 2000 conformó una alianza con Acción por la Re-
pública, el partido de Domingo Cavallo. Béliz organizó
una parte de la relación del peronismo con Cavallo. El
cavallismo, hecho maldito del país republicano, figura-
ba en los papeles como un padre más “limpio” del mo-
delo menemista. De algún modo, Béliz era el testimonio
del puente entre el peronismo y Cavallo (puente cruza-
do por Kirchner y por Alberto: “Todos fuimos cavallis-
tas”). La alianza con Cavallo, por supuesto, se rompió.
Pero tengamos en cuenta esta digresión: las denuncias
sobre las “mafias” en el gobierno de Menem (una de-
nuncia que alcanzaba el peso del empresario Alfredo
Yabrán en las filas de aquel gobierno) precipitaron una
escena: Cavallo recibió en su despacho a dos figuras cla-
ves de la oposición a Menem, Carlos “Chacho” Álvarez
y Graciela Fernández Meijide. La división de la crítica
política al menemismo era tajante: economía y corrup-
ción, asuntos separados. Volvamos.
En 2003 Béliz se sumó con su partido al Frente pa-
ra la Victoria y fue designado ministro de Justicia, Se-
guridad y Derechos Humanos. Era su misión: tenía
entre manos la transparencia de la Justicia y la lucha
contra la corrupción. Y en 2004 Béliz pasó al ostracis-
mo y a la historia, pero a la Historia con mayúscula.
Jaimito
El día que hizo una denuncia pública, ese día fue, para
muchos, su “último día”. Béliz mostró por televisión,
en el histórico programa de Mariano Grondona, la fo-
to de Jaime Stiuso, el agente más poderoso de inteli-
gencia, al que acusó de armar una “SIDE paralela”. Se-
parar la SIDE del Estado, podríamos decir, una de las
obsesiones de Béliz. Separar las venas abiertas del Es-
tado argentino del Estado argentino. ¿Qué dijo Béliz?
Textual: “¿Quién maneja la SIDE? La maneja, entre
otras cosas, un señor que debería ser el hombre más
público de Argentina, al cual todo el mundo le tiene
miedo. Cuando se lo menciona en una reunión todo el
mundo te dice ‘No, cuidado, no te metas con ese tipo,
no te metas porque es un tipo peligroso, te puede man-
dar a matar, te puede meter en situaciones muy com-
plicadas, te puede armar operaciones’, como habi-
tualmente se dice. Es este señor, Jaime Stiuso”. Levan-
ta un papel con una foto en blanco y negro. Grondona
superpone un “Sí, sí”. Sigue Béliz: “Uno de los que han
|7
tomado contacto y han embarrado toda la causa AMIA
es este hombre. Ha sido uno de los grandes hombres
responsables de que la causa AMIA se frustrara…”.
Apodado “zapatitos blancos”, como forma paradó-
jica de desprestigiar su vocación política, por no ensu-
ciarse en el barro de la política, Béliz hizo más que co-
nocer ese “barro”. A su modo apostó a integrar y cam-
biar por dentro proyectos políticos espesos y contradic-
torios. Cruzó el menemismo, el cavallismo y el kirchne-
rismo. De hecho podemos decir que abrió la rejilla del
Estado e introdujo el brazo hasta el rollo de pelo. Por-
que dijo la palabra “Stiuso” y pagó un precio carísimo.
Casi una década después retornaba esa palabra en bo-
ca de Cristina y en el intento de reformar la vieja SIDE.
Néstor Kirchner le pidió la renuncia a Béliz en julio
de 2003, tras su negativa, según las crónicas de la época,
a que la policía concurra desarmada a las manifestacio-
nes. Por eso su salida de aquel gobierno luce ambigua,
diríamos, ocurre por izquierda y derecha a la vez: su re-
sistencia a la medida anti represiva se combina con una
denuncia que coloca en primer plano uno de los ner-
vios corporativos más letales de Argentina.
Los años kirchneristas, entre muchas cosas, dieron
vuelta la política argentina. Renovaron por completo
el vocabulario, el sentido, la intensidad ideológica del
debate, y de hecho pusieron muchos nombres sobre la
mesa. El de Stiuso como el de Magnetto, palabras an-
fibias. Béliz no era (no es) un revolucionario. Pero, en-
tre muchas cosas, también inauguró esa década de un
modo tan simbólico como cuando el propio Kirchner
“descolgó” el cuadro de Videla del Colegio Militar. Bé-
liz nombró a Stiuso, y al nombrarlo sacó de la opacidad
por un instante una de las tramas oscuras y quizás la
deuda aún latente de la transición democrática: la po-
lítica de seguridad e inteligencia.
Gustavo Béliz, el suicidado de la democracia. Un
exilio de clase: la clase política. Lo que puede un go-
bierno también es lo que puede hacer con los servicios.
Cuando murió Kirchner, Béliz, tras un silencio de seis
años, escribió una postal llena de grandeza, una lectura
de cómo quería organizar sus recuerdos y al kirchneris-
mo mismo: “Viví junto a Néstor Kirchner los 15 meses
más felices de mi vida. Me tocó durante esos primeros
meses una responsabilidad para la cual Kirchner me
dio total libertad: conducir a todas las fuerzas policiales
del país, manejar la relación con la Justicia, acompañar
la política de derechos humanos. Durante esa primave-
ra de la gestión, pudimos poner en marcha una decisión
gigantesca: la renovación de la Corte Suprema de Justi-
cia de la Nación, acaso la institución más desprestigiada
del país de aquellos momentos”.
El mundo de Béliz
En agosto de 2017 la revista Integración y Comercio pu-
blicó un extenso ensayo firmado por Béliz, y reproduci-
do luego en la web de la revista Crisis, de nombre ambi-
cioso: “Bases para un contrato social tecnológico”. Allí
apunta: “Los robots marchan sobre nuestra vida coti-
diana a través del fenómeno incipiente de la inteligen-
cia artificial y la digitalización, pero no se han organiza-
do aún estrategias predictivas y proactivas para que el
cambio tecnológico sea capaz de revertir el rumbo de
pobreza e inequidad de la región. De eso se trata. De co-
menzar a conjugar un conocimiento de avanzada y una
ciencia con conciencia, que despliegue energías multi-
disciplinarias rumbo a un contrato social tecnológico
para América Latina”.
Béliz pasó casi una década en Washington, trabajan-
do en la OEA y el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID). La tecnología, la modernidad, el “mundo” son
sus obsesiones. Frente a la frívola fe en una nueva cien-
cia encarnada por Jaime Durán Barba, el corazón blan-
do del macrismo, Béliz irrumpe como un ideólogo más
sofisticado. Durante quince años lo tentaron siempre
para volver a la política, incluso la propia Elisa Carrió. Y
siempre dijo que no. Hasta ahora. Su primera aparición
pública fue en la mesa de trabajo contra el hambre, esa
mesa de acumulación con que Alberto montó su con-
senso inicial. Pero Béliz es eso: los temas que importan.
Tiene que correr mucho el que quiera decirle nueva-
mente “zapatitos blancos”. g
*Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 8|
La venalidad que reina en Comodoro Py se sostiene en una convicción: la justicia federal
no podría ser lo que es sin la complicidad del periodismo. Nacida antes del menemismo,
pero consolidada tras el atentado a la AMIA, la alianza entre espías, periodistas y jueces
arrasa con los principios rectores de la justicia y se mete de lleno en la arena política.
Los medios de comunicación y las disputas por el poder real
Banquetes, habanos,
condenas y bendiciones
por Sebastián Lacunza*
L
a descripción es demoledora, puntillo-
sa y reiterada. En los despachos de Co-
modoro Py 2002, sede del fuero correc-
cional y criminal federal, nadie parece
esforzarse por embellecer la venalidad
imperante en ese edificio. Algunos
cuentan la realidad con cierto pesar, como quien hace
equilibrio en un campo minado. Otros la viven con tal
desparpajo, que guardan en el escritorio ornamentos
que aluden a la impunidad de la que gozan para exhi-
birlos ante el confidente ocasional.
Los secretos no son tantos en un mundo en el que
conviven un centenar de jueces y fiscales y unos 500
abogados que litigan en el fuero. Las fuentes varían po-
co a la hora de llenar casilleros. Están los que cobran
coimas como si fueran líberos (por ejemplo, vía la de-
rivación a estudios jurídicos que tienen absoluciones
garantizadas), los que forman parte de una trama po-
lítico-recaudatoria más sofisticada, los “Stiuso puro” y
los que se blindan en su despacho e intentan aplicar los
códigos sin levantar mucho la perdiz. Unos y otros tie-
nen mayor o menor conocimiento del Derecho.
Las cumbres para repartir bendiciones y conde-
nas, en medio de buenas comidas, partidos de truco y el
humo de habanos, tienen sedes reconocibles: el Yacht
Club de Puerto Madero, un salón reservado del restau-
rante Happening y el hotel Sheraton de Pilar. Prevalece
una convicción: Comodoro Py no podría ser lo que es
sin la complicidad de periodistas y medios.
Sobre ese vínculo existe una versión blanca. En un
libro sobre técnicas de la investigación periodística
de 2004, Daniel Santoro, periodista de Clarín y maes-
tro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamerica-
no, escribió cómo armar una causa judicial como ardid
para sortear dificultades: “Si no llegamos a través de
nuestros medios (a detectar determinado movimien-
to financiero), podemos pedirle o sugerirle –en forma
extraoficial y sin aparecer– a un juez, a un fiscal o a un
legislador conocido que active los mecanismos nece-
sarios para levantar el secreto bancario o comercial.
Muchas veces se usa el viejo truco en que el periodista
manda documentación sobre un caso en forma anóni-
ma a un juzgado o una fiscalía para que abra una causa”
(1). “La Justicia no sólo puede ser una fuente, sino tam-
bién una aliada”, certificó el periodista.
Un juez federal expuso, bajo condición de anonimato,
una dinámica aceitada. Un puñado de periodistas –que
no excede la docena, pero con espacios en los medios es-
critos y audiovisuales de mayor difusión– filtra versio-
nes con algún o ningún sustento. Entre ellos se retroali-
mentan y reproducen sus hallazgos. Luego un fiscal, un
abogado defensor o un merodeador de tribunales pre-
senta una denuncia sobre la base de “una versión perio-
dística preocupante”. Si por un error de cálculo la cau-
Dossier
Jueces y
espías
sa cae en un juzgado que aplica el Derecho, sobrevienen
las recusaciones, la Cámara Federal aparta al magistra-
do desobediente y reasigna el expediente. Los medios
pasan a informar los avances en la investigación: allana-
mientos, procesamientos, indagatorias… Con frecuen-
cia el objetivo no es tanto la condena, sino mantener una
causa abierta que permita solicitar informes bancarios,
rastreos de llamadas, seguimientos y escuchas telefóni-
cas. A veces el blanco de las operaciones es el magistra-
do al que se quiere disciplinar. En general funciona, pero
puede fallar.
La huella de este modus operandi quedó registrada
en un expediente. Hacia abril de 2016, el juez Sebastián
Casanello acumulaba en su despacho causas resonan-
tes: las empresas offshore de la familia Macri (Panamá
Papers); la muerte por sobredosis de cinco jóvenes en
el boliche de Costa Salguero Time Warp; una denun-
cia por tráfico de influencias contra el lobbista Daniel
Angelici, y la denominada “Ruta del Dinero K”, sobre
los contratos de obra pública y presunto lavado de di-
nero del empresario Lázaro Báez, amigo de Néstor
Kirchner. Poco antes, Casanello había sido separado
de una denuncia por enriquecimiento ilícito contra el
espía Jaime Stiuso. En notas difundidas en Clarín, La
Nación, Animales Sueltos (América TV), Periodismo pa-
ra Todos (Canal 13), TN, Infobae y Radio Mitre, Casane-
llo fue acusado de haber visitado a Cristina Fernández
de Kirchner en la Quinta de Olivos antes de la asunción
de Macri en la Presidencia. Los diálogos cara a cara y a
través de Telegram resultaban claves, según los denun-
ciantes, para explicar por qué la ex presidenta no era in-
volucrada en la “Ruta del Dinero K”.
Santiago Viola, abogado de uno de los hijos de Báez,
tomó las denuncias mediáticas y pidió ante la Cámara el
apartamiento del Casanello. Como resultado de la dis-
puta, se comprobó que los registros de celulares eran
falsos y que dos testigos que dijeron haber visto al juez
en Olivos (un chofer y un empleado de ANSES) habían
mentido, por lo que deberán afrontar en marzo de 2020
un juicio oral por falso testimonio. El abogado Viola y
el espía Eduardo Miragaya obtuvieron falta de mérito.
El origen del entramado
Una abogada que participa en expedientes que trami-
tan en el fuero marca dos hitos judiciales posteriores al
Estado terrorista que sellaron la imbricación entre ser-
vicios, jueces y periodistas: el copamiento del cuartel de
La Tablada y el atentado contra la mutual judía AMIA.
La toma del Regimiento de Infantería Mecanizada
3 por parte del Movimiento Todos por la Patria, entre
el 23 y el 24 de enero de 1989, dio lugar a ejecuciones
sumarias de guerrilleros ya rendidos, torturas y cuatro
desaparecidos: Francisco Provenzano, Carlos Samo-
jedny, Iván Ruiz y José Díaz.
Edición 249 | marzo 2020
Meses después, cuando se llevó a cabo el juicio oral,
jueces y fiscales apenas se detuvieron en los desapare-
cidos (2). El 5 de octubre de 1989 –albores del mene-
mismo–, fueron dadas a conocer penas “ejemplares”
para más de veinte acusados. La Nación, Somos, Gente y
la prensa dominante retomaron una retórica enardeci-
da para vencer a la subversión. Clarín tituló: “La Tabla-
da: perpetua a la mayoría de los terroristas”.
“Después de lo que significó el Juicio a las Juntas y
el Nunca Más como pilar de la democracia, la Justicia
se dedicó a ocultar desapariciones otra vez”, sostuvo la
abogada.
Carlos Menem cinceló el organigrama de la Justicia
federal, en gran medida vigente hasta hoy. En 1992, el
entonces Presidente promulgó la creación de la Cáma-
ra Federal de Casación Penal y de decenas de tribunales
orales en el país, lo que habilitó la posibilidad de desig-
nar a 250 jueces, fiscales y defensores. Se sumó la du-
plicación –de seis a doce– de la cantidad de juzgados
federales de primera instancia de Capital Federal.
Las designaciones para ocupar las sillas disponibles
–calificadas como “esperpentos” por el entonces mi-
nistro de Justicia, León Arslanian, quien luego renun-
ció– incluyeron ex jueces de dictaduras, personajes
vulgares y algún antisemita, entre otros (3).
Poco después, la trama enhebrada por Menem se
dispuso a investigar el atentado contra la mutual judía
AMIA en 1994 que causó 85 muertes. Dos fiscales pro-
venientes de La Tablada tuvieron actuación en el expe-
diente AMIA: Raúl Pleé (hoy fiscal ante Casación) y Al-
berto Nisman, fallecido en 2015.
El atentado abrió una saga de contaminación infi-
nita orquestada por el trípode servicios de inteligen-
cia (argentino, estadounidense e israelí), jueces y me-
dios. “El encubrimiento y desvío de la investigación de
AMIA en los noventa, con el juez Juan José Galeano a
cargo del expediente, no podría haberse dado sin Cla-
rín; sería impensable el juego entre los servicios y la
Justicia federal sin el papel del periodismo”, opinó Ale-
jandro Rúa, ex jefe de la Unidad Especial AMIA del Mi-
nisterio de Justicia (2001-2006), abogado de Memoria
Activa y litigante en Comodoro Py.
Despachos por revistas
Las fuentes consultadas coinciden en marcar distin-
tos umbrales entre el menemismo, el kirchnerismo y
el macrismo. Por episodios de diversa naturaleza (opu-
lencia, amoríos, brutalidad y delitos), algunos jueces fe-
derales insertados por Menem cambiaron despachos
lúgubres por tapas de revistas. “Comenzaron a tener
conciencia de la ganancia que les representaba salir en
los medios”, evaluó Irina Hauser, periodista de Pági-
na/12, encargada de cubrir tribunales hace más de dos
décadas. Hubo quienes presumieron de justicieros, pe-

Alfredo Benavídez Bedoya, El coleccionista, grabado al linóleo (Gentileza Galería Mar Dulce)
ro la mayoría le tomó el gusto a ver reflejado el impacto
de sus decisiones.
En la mirada de muchos de los que transitan Co-
modoro Py, el papel de los servicios ganó terreno des-
de 2003. Un agente empoderado por Néstor Kirchner
se volvió omnipresente: Jaime Stiuso. Atado a él, Javier
Fernández, auditor de la Nación, y por sobre ambos, la
Embajada de Estados Unidos.
“Fernández era un rostro amable que evitaba el que-
mo de reunirse con Stiuso, y que tenía además el aval
institucional de un organismo dependiente del Con-
greso, como la Auditoría”, definió la abogada citada.
El andamiaje montado por el kirchnerismo en la
Justicia Federal duró hasta que Cristina Fernández
emprendió tres iniciativas condenadas por Washing-
ton: impulsó un acuerdo con Teherán para facilitar la
indagatoria de los iraníes acusados por el atentado a la
AMIA, promulgó una reforma judicial que aumentaba
el control político de los jueces y trató de poner punto
final al dominio de la SIDE por parte de Stiuso.
Las tres acciones fueron consideradas declaracio-
nes de guerra por estamentos clave de la Justicia. Bo-
nadio y otros colegas desempolvaron denuncias y co-
menzaron a disparar procesamientos de kirchneristas.
Con el lanzamiento de la campaña electoral de 2015,
llegó la denuncia del fiscal Alberto Nisman contra Cris-
tina y Héctor Timerman por el acuerdo con Irán. Cua-
tro días después, el tiro del final.
Principios rectores como presunción de inocencia,
tipificación del delito, cosa juzgada, juez natural, dere-
cho a la defensa y fruto del árbol prohibido fueron arra-
sados a la hora de tratar la precaria denuncia del fiscal y
la causa de su muerte.
Un segundo magistrado federal brindó su opinión:
“Hasta poco antes de la asunción de Macri, el fuero fe-
deral se dedicaba a someter los conflictos del poder po-
lítico a un proceso digestivo hasta disolverlos. En los úl-
timos seis años se procuró la esterilización del sistema
político en función de un modelo”. Amplía la misma
voz: “Con la influencia de un actor preponderante, [el
ex presidente de la Corte Suprema ] Ricardo Lorenzet-
ti, el fuero comenzó un proceso de destrucción de sec-
tores de la política, la economía y los medios”.
Según esta fuente, el gobierno de Mauricio Macri
compartía con Lorenzetti el objetivo de “aniquilación”
del kirchnerismo, pero la confianza se quebró cuan-
do el fallecido Bonadio citó a declaración indagatoria
a Franco y a Gianfranco Macri, padre y hermano del
Presidente, y el juez Ariel Lijo comenzó a mover el ex-
pediente del Correo Argentino. “Al advertir el viraje, el
macrismo desplazó a Lorenzetti de la Presidencia de la
Corte”, indicó el magistrado.
Diversas voces suman al presidente de la Cámara
Federal, Martín Irurzun, como pieza clave del eje Lo-
renzetti-Bonadio, con el papel de garante de ese canal
entre la primera instancia y la última instancia.
“Como hubo un recrudecimiento de la intervención
delictiva de los servicios durante el gobierno de Mau-
ricio Macri (2015-2019), también recrudeció el papel
del periodismo como tercera pata”, analizó el abogado
Rúa. La televisión y los portales se poblaron de escu-
chas ilegales de diálogos privados entre imputados kir-
chneristas y sus abogados, fotos denigrantes de deteni-
dos, sobres anónimos arrojados por debajo de la puer-
ta tomados como verdades irrefutables y arrepentidos
(algunos de los cuales, se sabría luego, habían sido com-
prados o extorsionados).
“Se puso en marcha un circuito perverso en el que la
prensa eligió el blanco para destruirlo y luego la Justicia
intervino sobre lo publicado, y todo en función de un
|9
proyecto político de dominación”, describió el penalis-
ta Juan Manuel Ubeira, defensor de imputados en las
causas “Cuadernos” y “Ruta del Dinero K”.
La revelación de mayor impacto sobre la presunta
corrupción en años de los Kirchner, los “Cuadernos de
la Corrupción”, nació de la “alianza”, según la categoría
citada de Santoro, entre un periodista del diario La Na-
ción, el fiscal federal Carlos Stornelli y el juez Bonadio.
El editor de La Nación dijo sentir un deber como
ciudadano antes que como cronista. En abril de 2018,
entregó a Stornelli las fotocopias de los cuadernos con
las anotaciones tomadas por un chofer de las presuntas
coimas. El pacto involucró el acercamiento de testigos
negociado en el living de la casa del fiscal y la elección
del juzgado de Bonadio, con quien el medio acordó una
estricta reserva para “que nadie se entere de nada” an-
tes de disparar el caso.
Meses más tarde, las pruebas de otra causa judicial
sugirieron que Stornelli se valía de extorsiones para ob-
tener arrepentimientos, dinero o vendettas personales.
Según el procesamiento dispuesto por el juez fede-
ral de Dolores Alejo Ramos Padilla, la amenaza de difu-
sión de las acusaciones en el diario Clarín y en América
TV –espacios de Santoro– era la primera herramienta
para extorsionar. En caso de resistencia, sobrevendría
el arresto y el escarnio público.
Santoro declinó hablar para esta nota.
El fin de la justicia independiente
Durante los últimos años Comodoro Py se transfor-
mó en un campo de batalla cruzado por indagatorias,
arrestos y sentencias que actuó como vicario de la pelea
por el poder real. Como ocurre siempre, hubo aborda-
jes periodísticos serios. Más allá de las malas artes, con
frecuencia las medidas adoptadas por los magistrados
federales son informadas con asepsia: “la Justicia ana-
liza”, “el juez probó” y hasta “los investigadores creen”.
Irina Hauser entiende que la tarea de cubrir los tri-
bunales de Comodoro Py implica “relaciones de mucha
cercanía y negociaciones permanentes”. “Falta, aun-
que no corresponde generalizar, una tarea periodística
propiamente dicha de contrastar la decisión de los jue-
ces con las causas y la historia que las motivan –indicó
la cronista–. Algunos jueces son capaces de bloquear el
acceso a determinadas informaciones como represalia;
debemos lidiar con eso.”
Para el penalista Rúa, “a buena parte del periodismo
judicial no le interesa cuestionar ni investigar a jueces
que son su fuente”. Su colega Ubeira cree que concep-
tos como “Justicia independiente aluden a institucio-
nes del siglo XIX”. “No hay acciones en el campo de la
economía y la política que no estén motivadas por inte-
reses, y menos las de los medios y los lobbies financie-
ros que representan el poder real”, sintetizó el abogado.
Las descripciones del funcionamiento de Como-
doro Py pueden ser devastadoras. Sin embargo, prima
cierto escepticismo –o pragmatismo cínico, según el
caso– sobre las posibilidades reales de un cambio en la
lógica imperante. Sobrevuela la noción de que los go-
biernos pasan, pero los jueces quedan.
Algunos agregan que la muerte de Bonadio descom-
primió la presión para recuperar cierto cauce. No será
fácil encontrar a alguien capaz de reemplazarlo con se-
mejante temeridad, de la que, por otra parte, carecen
sus protectores. Del juez fallecido, nadie defiende su
calidad jurídica. Le atribuyen, eso sí, lealtad con men-
tores y compañeros de ruta que fueron poderosos hace
tiempo, pertenencia al peronismo de derecha y ajeni-
dad al mundo Stiuso.
Mientras tanto, algunos jueces y fiscales, como Jor-
ge Di Lello, aprovechan el cambio en la Casa Rosada pa-
ra cuestionar las bases de cómo se implementó la figura
del arrepentido, que disparó en pocos años decenas de
procesamientos, absoluciones y encarcelamientos. g
1. Daniel Santoro, Técnicas de investigación. Métodos desarrollados
en diarios y revistas de América Latina, FCE, México, 2004.
2. Felipe Celesia y Pablo Waisberg, La Tablada: a vencer o morir en la
última batalla de la guerrilla argentina, Aguilar, 2013, Buenos Aires,
3. Horacio Verbitsky, Hacer la Corte, La Página / Sudamericana, 2006.
*Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
10 |
Desde septiembre de 2014, el pueblo mexicano se ha visto
interpelado por una pregunta que pone en evidencia la violencia y
corrupción de su sistema político. Sin embargo, con nuevas pruebas
y nuevas investigaciones surge una nueva pregunta: ¿habrá justicia?
Un dolor tan grande como el silencio
¿Dónde están los 43?
por Benjamin Fernandez*
Manifestación por los 43 desaparecidos de la escuela Ayotzinapa, Ciudad de México 26-04-18 (Henry Romero/Reuteurs)
“
¿Dónde están los 43?”. La pregunta,
inscripta por doquier en las paredes de
las ciudades de México, atormenta sin
tregua a un país al que el subsecretario
de Derechos Humanos describió co-
mo “una inmensa fosa común clandestina”
(1). La interrogación se refiere a la desapari-
ción de 43 alumnos de la Escuela Normal Ru-
ral conocida como Ayotzinapa, así como al
asesinato de 6 personas en la ciudad de Igua-
la (estado de Guerrero), el 26 de septiembre
de 2014. Y esta pregunta conlleva otra: ¿quién
es el responsable? Todos los investigadores
independientes llegan a la misma respuesta
–el Estado mexicano– y hacen hincapié en la
participación de las fuerzas federales en los
acontecimientos. De modo que, en la mente
de los mexicanos, el número “43” ha deveni-
do símbolo de la impunidad y las disfuncio-
nes de la Justicia de su país.
Una verdad oficial
Volvamos a los hechos. Desde hace mucho
tiempo, los estudiantes de este tipo de escue-
la practican la “requisa” de autobuses priva-
dos para desplazarse. La práctica es habitual
e incluso se negocia con las empresas de au-
tobuses. Esa noche, los estudiantes requisa-
ron varios vehículos para viajar a la ciudad
de Iguala y recaudar dinero para asistir a una
conmemoración de la masacre de estudian-
tes en Tlatelolco, ocurrida en 1968. Se trata
de una tradición de esta escuela que forma a
los maestros de las zonas rurales de la región,
una de las más pobres de México.
La investigación oficial concluyó rápi-
damente que el alcalde de Iguala, José Luis
Abarca Velázquez, un caudillo local mani-
fiestamente vinculado al crimen organizado,
ordenó a la Policía Municipal que intercep-
tara a los estudiantes para evitar cualquier
irrupción en un acto político que había or-
ganizado su esposa. La policía habría entre-
gado a los estudiantes a un grupo de narco-
traficantes locales, los Guerreros Unidos,
que los habrían matado antes de incine-
rar sus cuerpos en un basurero de la ciu-
dad vecina de Cocula. El relato se basa
en las declaraciones de presuntos miem-
bros del grupo criminal detenidos, y en un
rastro de ADN de uno de los estudiantes,
Alexander Mora Venancio, extraído de un
fragmento de hueso hallado en una bol-
sa de plástico cerca del basurero. El 27 de
enero de 2015, Jesús Murillo Karam, Pro-
curador General de la República en el mo-
mento de los hechos, calificó esta versión
como “verdad histórica”, antes de cerrar
la investigación.
Una verdad paralela
Sin embargo, gracias a los infatigables es-
fuerzos de los padres de los alumnos, or-
ganismos internacionales, militantes y
periodistas, la “verdad histórica” está per-
diendo poco a poco su condición de evi-
dente. La Organización de las Naciones
Unidas (ONU) considera que esta versión
resulta “insostenible” y demuestra que los
testimonios en los que se basa la investiga-
ción del Ministerio Público General (Pro-
curaduría General de la República, PGR),
Edición 249 | marzo 2020
de la Policía Federal y de la Secretaría de
Marina (Semar) fueron obtenidos bajo
tortura (2).
El Equipo Argentino de Antropología
Forense (EAAF), invitado por las familias,
demuestra la presencia en el lugar no so-
lo de la Policía Municipal, sino también de
cinco patrullas de la Policía Federal, ve-
hículos de la Policía estatal de Guerrero
y dos patrullas militares del 27º Batallón
de Infantería, con base en Iguala. Además,
los antropólogos rechazan la idea de que
los 43 cuerpos hayan sido quemados en el
basurero de Cocula y afirman que no pue-
den verificar quién manipuló el fragmen-
to óseo que supuestamente pertenecía a
Mora Venancio.
El Grupo Interdisciplinario de Exper-
tos Independientes (GIEI), que investiga
entre marzo de 2015 y abril de 2016 a pe-
dido de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), revela una
visita al basurero no registrada en el expe-
diente del director de la Agencia de Inves-
tigación Criminal (AIC), Tomás Zerón, el
28 de octubre de 2014, la víspera de la apa-
rición de los restos óseos –más de un mes
después de los hechos–. En su informe fi-
nal (3), el GIEI revela que en Iguala exis-
tía un centro de operaciones estratégicas
a través del cual la policía, el ejército y el
personal judicial de la PGR vigilaban a los
estudiantes de Ayotzinapa mucho antes
de los asesinatos.
Al final de su mandato (no renovado
por el gobierno mexicano), los expertos
de la CIDH identifican 17 pistas ignora-
das por la PGR. Su informe muestra que
en 2016, dos años después de la masacre,
el ejército destruyó 25 armas pertene-
cientes a la Policía Municipal de Igua-
la, entre ellas las armas utilizadas en los
ataques contra los alumnos de la Escue-
la Normal. Asimismo, la PGR tardó tres
años en presentarse en el 27º Batallón
con base en Iguala y recuperar los archi-
vos originales de las cámaras de seguri-
dad de la noche de los sucesos. El ejérci-
to anunció entonces que el disco rígido
que los almacenaba estaba defectuoso
y había sido reemplazado. Fue también
necesario esperar cuatro años para soli-
citar a la Policía Municipal sus registros
de operaciones y las listas del personal,
patrullas y armas utilizadas los días 26 y
27 de septiembre de 2014. Poco tiempo
después, los mexicanos se enteraron de
que el gobierno había puesto a los exper-
tos internacionales bajo vigilancia a tra-
vés del programa espía Pegasus (4), de fa-
bricación israelí.
Como sostiene Ángela María Buitra-
go, miembro del GIEI, para saber qué les
sucedió a los 43 estudiantes de Ayotzina-
pa la noche del 26 de septiembre de 2014
en Iguala, hay que investigar a los fun-
cionarios del gobierno del ex presidente
Enrique Peña Nieto. Según ella, organi-
zaron “el ocultamiento, la destrucción o
la modificación de pruebas fundamenta-
les en la investigación”. Y concluye: “Es
importante saber a quiénes estaban pro-
tegiendo y por qué” (5).
Esperanzas de justicia
Históricamente vinculadas a los idea-
les de la Revolución Mexicana, las es-
cuelas normales fueron el semillero de
organizaciones de izquierda y muchas
veces fueron objeto de violencia y aco-
so por parte de las fuerzas del orden, lo
que permite suponer que existe una cau-
sa ideológica detrás de los asesinatos de
Ayotzinapa. Por otra parte, la escuela fi-
guraba en una lista confidencial entre-
gada por los consejeros al Presidente (6)
de organizaciones que representan una
amenaza para la seguridad nacional. Pe-
ro otra hipótesis surgió poco a poco du-

rante la investigación: la posibilidad de
que los estudiantes hubieran requisado
por error un autobús cargado de drogas,
el Costa Line 2513. Esta pista fue soslaya-
da durante mucho tiempo por la investi-
gación oficial, aunque se sabe que Iguala
se convirtió en un importante punto de
transbordo para la heroína destinada a
Estados Unidos.
Al final de su mandato, el GIEI reco-
mendó que el radio de investigación se
extendiera ocho kilómetros más al sur,
hacia Mezcala y Huitzuco. En Mezcala
se encuentran minas de oro cuya conce-
sión perteneció a Goldcorp, antes de ser
vendida en 2017 a LeaGold, otra multi-
nacional canadiense. Estas actividades
mineras se relacionan con las exaccio-
nes del crimen organizado –extorsiones,
secuestros, asesinatos y desapariciones
forzadas–, denunciadas por los habi-
tantes de los alrededores y por los tra-
bajadores de las minas, pero ignoradas
por las autoridades y los directivos de
la empresa (7). Un video que muestra el
interrogatorio de un detenido sometido
a tortura, filtrado en junio de 2019, con-
firma que la PGR y la SEIDO, una subdi-
visión del Ministerio Público especiali-
zada en la investigación de la delincuen-
cia organizada, sabían desde octubre de
2014 que los estudiantes podrían haber
sido llevados a Mezcala y entregados a
un grupo de los Guerreros Unidos que se
hace llamar “Los Peques” y que opera en
este pueblo minero.
A pesar de los esfuerzos de los investi-
gadores independientes y de las familias,
ni un solo funcionario ha sido acusado y
los 43 de Ayotzinapa siguen sin ser en-
contrados. Sin embargo, en junio de 2018
¡YA
SALIÓ!
Contra el
capitalismo salvaje
Bernie Sanders
Un libro extraordinario que desnuda la cara más
oscura del capitalismo estadounidense, ofreciendo
un esclarecedor diagnóstico de las calamidades
sociales que hoy afectan a Estados Unidos: la
creciente desigualdad de ingresos, la brutalidad
policial, la inaccesibilidad a la educación superior,
el racismo, los laberintos del sistema sanitario.
surgió una esperanza cuando un Tribu-
nal Federal mexicano ordenó la reaper-
tura del caso y exigió la creación de una
comisión de investigación independiente
de la PGR. Esta Comisión para la Verdad
y Acceso a la Justicia en el caso Ayotzina-
pa (CoVAJ-Ayotzinapa) se creó en enero
de 2019, tras la investidura del presidente
Andrés Manuel López Obrador. El GIEI
fue convocado para que reanude su labor.
El resultado de la investigación y las ac-
ciones judiciales iniciadas o no contra los
culpables serán determinantes para eva-
luar la voluntad y la capacidad de cambio
del nuevo gobierno. g
1. La Jornada, México, 4-2-19.
2. “Doble injusticia. Informe sobre violaciones
de derechos humanos en la investigación del
caso Ayotzinapa”, Oficina del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, México, marzo de 2018.
3. “Informe Ayotzinapa II. Avances y nuevas
conclusiones sobre la investigación, búsqueda y
atención a las víctimas”, Grupo Interdisciplinario de
Expertos Independientes, 24-4-16, www.oas.org.
4. Las investigaciones revelaron que la PGR utilizaba
este programa malicioso para vigilar a periodistas y
defensores de derechos humanos. Véase “México,
la tiranía invisible”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, noviembre de 2017.
5. Proceso, México, 2-7-19.
6. Anabel Hernández, La Verdadera Noche
de Iguala: La historia que el gobierno quiso
ocultar, Grijalbo, México, 2016.
7. Véase “Mexique. Dans la ceinture d’or,
les mineurs sont livrés aux cartels”,
L’Humanité, Saint-Denis, 21-4-15.
*Periodista.
Traducción: Magalí del Hoyo
ADICCIÓN A LA VIOLENCIA ESTATAL
La eterna guerra
E
ntre 2006 y 2019, 61.637 personas
fueron declaradas como desapare-
cidas y 3.600 fosas clandestinas fue-
ron descubiertas, principalmente
por familias en busca de sus allegados. La tra-
gedia involucra a 24 Estados de México (de
31) y a una municipalidad de cada siete (1). El
Presidente Andrés Manuel López Obrador
habló de “crímenes de Estado”, pero no apor-
ta una solución: desde que se hizo cargo de
sus funciones, el 1º de diciembre de 2018, se
descubrieron 873 nuevas fosas y se señalaron
más de 5.000 nuevas desapariciones (2), con-
secuencia de dos décadas de la “guerra con-
tra la droga” llevada a cabo por sus predece-
sores, que reforzó los grupos criminales.
Para Luis Astorga, investigador en cien-
cias sociales en la Universidad Nacional
Autónoma de México, el desarrollo con-
junto del paramilitarismo y de la violencia
se desprende directamente del proyecto de
“guerra contra el narcotráfico”, que engen-
dra “una violencia extrajudicial contra los
campesinos, contra ciertos grupos políti-
cos y contra toda forma de protesta social”.
Durante la “guerra sucia” de los años 60,
la práctica de las desapariciones forzadas se
generalizó: oficialmente, en esa época hubo
900 víctimas. En 1976 México experimen-
taba la primera gran operación antidroga
apadrinada por Estados Unidos en América
Latina: la operación Cóndor, que movilizó a
miles de militares en Chihuahua, Sinaloa
y Durango, y tuvo por resultado cientos de
w w w.. e d i t o r i a l c a p i t a l i n t e l e c t u a l . c o m . a r
| 11
muertos y desaparecidos, principalmente
campesinos.
Este modelo, explica Astorga, vuelve a sur-
gir bajo los mandatos de los presidentes Vicen-
te Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-
2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018). El in-
vestigador cree identificar en el programa del
nuevo poder el mismo esquema operativo. Ló-
pez Obrador había anunciado que pondría fin
a esa estrategia desastrosa; una vez al mando,
sin embargo, prolongó la presencia militar en
las calles del país. También nombró a Alejan-
dro Gertz Manero como Fiscal General, ex se-
cretario de Seguridad Pública de Fox. Famoso
por su posición de “mano dura”, Gertz Mane-
ro había conducido la operación Cóndor.
Más preocupante todavía, el ejército logró
imponer a la cabeza de la defensa nacional a
Luis Cresencio Sandoval, encargado de la se-
guridad de la prisión de Piedras Negras, en el
Estado de Coahuila, en 2011 y 2012. Durante
este período, el cartel de los Zetas operaba li-
bremente en la prisión, y habría ejecutado o
hecho desaparecer a más de 150 personas,
según una investigación de la CNDH (3). g
B.F.
1. Alejandra Guillén, Mago Torres y Marcela
Turati, “El país de las 2000 fosas”, Quinto
Elemento Lab, México, 12-11-18.
2. El Universal, México, 7-1-19.
3. Proceso, México, 30-10-18.
Traducción: Víctor Goldstein
EN VENTA
AS
EN LIBRERÍ
Y EN LA WEB
12 |
Estados Unidos e Israel presentaron el “acuerdo del siglo”, en el que
se plantean propuestas para establecer relaciones pacíficas entre
Israel y Palestina. Sin embargo, el pueblo palestino no tuvo ningún
tipo de participación en la redacción o discusión de ese tratado. Se
trata, en verdad, de la persistencia de una visión colonial del mundo.
El plan de Donald Trump
Acabar con
toda idea de paz
por Alain Gresh*
Manifestación de mujeres a favor de Hamas y contra el plan de paz de Estados Unidos, Gaza, 05-02-20 (Emmanuel Dunand/AFP)
E
l 28 de enero de 2020, en la
Casa Blanca, el primer mi-
nistro israelí, Benjamin Ne-
tanyahu, mostró un rostro
sonriente, muy satisfecho,
junto a un Presidente estadounidense
al que escuchaba con suma atención.
Donald Trump reveló finalmente su
“acuerdo del siglo” (1) ante un público
de adeptos: un grupo de judíos ultrana-
cionalistas y/o religiosos y de cristianos
evangélicos extasiados, que comulgan
en un fervor místico ante la evocación
de la Biblia, de los lugares sagrados del
judaísmo y del milagro que representa
la existencia de Israel. La simbiosis en-
tre ambos países es total: cuando el pre-
sidente Trump saluda a David Fried-
man, uno de los artífices del plan, di-
ciendo “su embajador”, no está claro si
lo designa como embajador estadouni-
dense en Jerusalén o como embajador
israelí en Washington.
Palestina, sin voz
En esta ceremonia se habló mucho de
los palestinos. Después de todo, se trata
también de su futuro y de su tierra. Sin
embargo, no solo ninguno de sus repre-
sentantes se encontró presente, sino
que el plan se elaboró sin su participa-
ción. Fue redactado por estadouniden-
ses –todos sionistas convencidos– y por
israelíes que, en el mejor de los casos,
ignoran las aspiraciones palestinas y,
en el peor, las desprecian, como con-
firma la atribución a Israel de un tercio
de Cisjordania. Este tipo de letanía nos
conduce al siglo pasado, a una época en
la que, sin que los pueblos interesados
tuvieran voz, diplomáticos vestidos de
traje y sombrero de copa destrozaban a
Medio Oriente en la amena discusión de
sobremesa.
De esta misma manera, el 2 de no-
viembre de 1917, Arthur James Balfour,
ministro de Asuntos Exteriores del Im-
perio Británico, dispuso de Palestina al
firmar una carta que proclamaba: “El
Gobierno de Su Majestad considera fa-
vorablemente [el establecimiento] de
un hogar nacional para el pueblo judío”.
Citada con menor frecuencia, la segun-
da parte de esta promesa al movimien-
Edición 249 | marzo 2020
to sionista precisa: “[Queda] entendido
que no se hará nada que pueda poner
en riesgo […] los derechos civiles y re-
ligiosos de las comunidades no judías
existentes en Palestina”. A pesar de es-
ta cláusula, el 90% de la población ca-
rece de derechos políticos y naciona-
les. La población nunca fue consultada,
ni en el pasado ni en el presente, y su
identidad nacional jamás ha sido reco-
nocida. Esta política lleva un nombre:
colonialismo.
Con la mirada en el siglo pasado
En 1917, el colonialismo era la norma.
Los imperios británico y francés se con-
sideraban eternos y depositarios del
indiscutible derecho a decidir el desti-
no de los pueblos “inferiores” de Asia o
de África. Un siglo más tarde, el siste-
ma colonial se derrumba, y deja entre
lamentos a algunos nostálgicos de este
“deber de civilización” que reivindica-
ba Jules Ferry, o de la “carga del hom-
bre blanco” que celebraban los versos
de Rudyard Kipling. Sin embargo, ca-
da párrafo de la “visión” propuesta el
28 de enero por el presidente Trump
refleja esta misma mentalidad, aunque
el Presidente estadounidense no puede
ignorar que ya no vivimos en la era co-
lonial, y por esto afirma que su posición
es equilibrada, ya que incluye el dere-
cho de los palestinos a tener su propio
Estado. No hay nada nuevo en esto: el
presidente George W. Bush ya había re-
conocido este derecho el 25 de junio de
2002 (2), y el propio Netanyahu había
aceptado la idea en su discurso del 19 de
junio de 2009 (3). Trazó los lineamien-
tos, y estos mismos se retomaron en el
plan de Trump: independientemente
de su superficie y su división, el futuro
Estado palestino no tendrá ninguno de
los atributos asociados a un Estado, co-
menzando por la soberanía.
Para justificarse, los redactores ex-
plican, con un humor involuntario: “La
soberanía es un concepto amorfo que
ha evolucionado con el tiempo. Con la
creciente interdependencia, cada na-
ción elige interactuar con otras nacio-
nes firmando acuerdos que fijan pará-
metros esenciales para cada una”. ¡Pre-
cepto paradójico cuando surge de dos
Estados que reivindican la posibilidad
de actuar en función de sus propios in-
tereses nacionales!
El Estado palestino desmilitarizado
no tendrá control alguno de sus fron-
teras ni de su espacio aéreo o maríti-
mo. Incluso los túneles y los puentes
que conectarán los diversos encla-
ves que supuestamente garantizan la
“continuidad del territorio palestino”
estarán bajo supervisión israelí. Y la
más mínima decisión de los palestinos
estará condicionada a la “seguridad de
Israel”.
Mientras que Washington le recono-
ce a Tel Aviv el derecho a anexar gran-
des partes de los territorios ocupados
después de la guerra de junio de 1967
–los asentamientos, sin excepción, y el
valle del Jordán–, este Estado palestino
se extenderá a apenas un tercio de Cis-
jordania, lo que ya es, desde la “visión de
Trump”, una concesión extraordinaria.
“Retirarse de un territorio conquistado
durante una guerra defensiva es una ra-
reza histórica. Hay que reconocer que
el Estado de Israel ya se retiró de al me-
nos el 88% del territorio que conquistó
en 1967. Esta visión prevé la transferen-
cia de territorios importantes por parte
del Estado de Israel –territorios en los
que el país ha hecho valer reivindicacio-
nes jurídicas e históricas legítimas y que
forman parte de la patria ancestral del

pueblo judío–.” En el mundo de Trump
y Netanyahu, un ladrón que roba 300
euros y luego devuelve 100 demuestra
su grandeza de alma.
Incluso en este futuro bantustán (re-
conocido como Estado solo dentro de
cuatro años, con la condición de que Is-
rael dé su visto bueno), los palestinos
deberán someterse a las exigencias de
sus amos. Un solo ejemplo resume la
lógica de la esclavitud que opera en el
plan. Desde la ocupación de 1967, los
palestinos no pueden construir libre-
mente sus casas. El ejército israelí des-
truye cientos de viviendas bajo mil pre-
textos. Si, en su futuro “Estado”, las au-
toridades palestinas pudieran expedir
permisos de construcción, las vivien-
das situadas “en las zonas adyacentes a
la frontera entre el Estado de Israel y el
Estado de Palestina, incluida la frontera
entre Jerusalén y Al-Quds (4), estarán
sujetas a la responsabilidad primordial
del Estado de Israel en materia de segu-
ridad”. Ahora bien, basta con examinar
el mapa para comprobar que no exis-
tirán zonas que no sean “adyacentes al
Estado de Israel”.
Condiciones desiguales
Estas restricciones se hacen, por su-
puesto, en nombre de la “seguridad” –
una palabra que aparece 167 veces en el
texto, es decir, aproximadamente dos
veces por página–, pero únicamente la
de Israel. Este país tiene el ejército más
poderoso de la región. Posee armas nu-
cleares y su aviación puede bombar-
dear el Líbano, Siria, ahora Irak y, por
supuesto, Gaza. En 2019, 133 palestinos
fueron asesinados, 28 de ellos menores
de edad (5), frente a 10 israelíes, inclui-
do un menor (6). Sin embargo, según el
documento de Trump, “no es realista
pedir al Estado de Israel que haga con-
cesiones en materia de seguridad que
podrían poner en peligro la vida de sus
ciudadanos”.
En su reescritura de la historia, el
texto solo menciona “las guerras defen-
sivas llevadas a cabo por Israel, algunas
de ellas de naturaleza existencial”. ¿De-
fensivas? ¿Lo fue la invasión unilateral
de Egipto en 1956? ¿O la guerra de junio
de 1967, denunciada en aquel momento
por el general De Gaulle, porque Israel
“disparó primero”? ¿Y la invasión israe-
lí al Líbano en 1982?
La expresión “¡Væ victis!” (“¡Ay de
los vencidos!”) puede resumir la “visión
de Trump”. Los presos políticos pales-
tinos, si cometieron asesinatos, o inclu-
so si simplemente conspiraron para co-
meterlos, no serán liberados, ni siquie-
ra después de la paz. Los refugiados no
podrán regresar a sus hogares, no se-
rán indemnizados y solo podrán esta-
blecerse en el Estado palestino con el
consentimiento de Israel. La dirección
palestina deberá también “educar” a su
pueblo para acabar con los “discursos
de odio” (que, evidentemente, no exis-
ten para nada en Israel).
Por último, los palestinos deberán
reconocer a Israel como “Estado-na-
En el mundo
de Trump y
Netanyahu, quien
roba 300 euros
y luego devuelve
100 muestra
grandeza de alma.
ción del pueblo judío”, y de esta manera
quedará legitimada la visión sionista de
la historia, la idea de que son intrusos
en esta tierra bíblica –debilitando la si-
tuación de alrededor de 1,2 millones de
“palestinos de 1948”, a menudo llama-
dos “árabes israelíes”, ciudadanos de
segunda clase en un Estado judío–. Por
otra parte, un intercambio de territo-
rios debería expulsar a 400.000 de ellos
fuera de las fronteras, reforzando así el
sueño de “pureza étnica” que prospera
en Tel Aviv (7).
Falsa paz
En un contundente artículo titulado
“No llamen a esto un plan de paz”, Da-
niel Levy, ex negociador israelí de los
Acuerdos de Oslo, escribe: “Hay una
diferencia entre una capitulación y un
plan de paz. Pero incluso las condicio-
nes de una capitulación tienen más pro-
babilidades de ser duraderas si se cons-
truyen de manera que se mantenga una
apariencia de dignidad de la parte ven-
cida”. La “visión” que propone Wash-
ington resulta un “plan de odio”, con-
cluye el texto (8).
A lo largo de la historia reciente, los
Presidentes estadounidenses a me-
nudo han ido presentando “planes de
paz” –desde aquel de Ronald Reagan,
en 1982, al de George H. Bush, en 1991–.
Con Trump, es la primera vez que uno
de estos planes rechaza explícitamen-
te los textos adoptados por la Organiza-
ción de las Naciones Unidas (ONU), en
particular la Resolución 242 del Conse-
jo de Seguridad de noviembre de 1967
que declara la “inadmisibilidad de la
adquisición de territorio por la guerra”.
Tal vez el plan no sobreviva más allá del
actual huésped de la Casa Blanca. Pero,
además de ratificar el reconocimiento
de Jerusalén como “capital eterna e in-
divisible” de Israel –decisión que cual-
quier futuro Presidente tendrá dificul-
tades para derogar–, también preconi-
za, incluso antes de las elecciones de
noviembre en Estados Unidos, la crea-
ción de una comisión estadounidense-
israelí. Esto definirá las fronteras pre-
cisas que Israel podrá anexar con el aval
de Washington.
Oposiciones al acuerdo
En este contexto, ¿qué pueden hacer los
palestinos? Sin duda, el plan fue recha-
zado de manera unánime por parte de
la Liga de los Estados Árabes, la Orga-
nización de Cooperación Islámica y la
Unión Africana. Numerosas opiniones
públicas expresaron su descontento, co-
mo en Marruecos, donde decenas de mi-
les de manifestantes marcharon contra
el plan. No obstante, son pocas las capi-
tales árabes que se oponen abiertamen-
te a Estados Unidos, y algunas, sobre to-
do en el Golfo, desearían poder adherir-
se, como lo demuestra la presencia de
sus embajadores en la presentación del
plan. Varios gobiernos occidentales, en-
tre ellos el de Francia, “saludaron los es-
fuerzos del presidente Trump”, obede-
ciendo a una orden que se les había im-
puesto… incluso antes de que pudieran
estudiar el documento (9). Además, los
palestinos no recibieron el apoyo sufi-
ciente en la ONU para que el Consejo de
Seguridad apruebe una resolución que,
sin siquiera condenar el plan, haga re-
cordar principios refrendados mil veces
en los últimos decenios.
Las divisiones palestinas y el descré-
dito de los dos poderes –en Ramallah,
sede de la Autoridad Palestina, y en Ga-
za, controlada por Hamas–, dificultan
cualquier réplica. Tras haber amena-
zado con suspender la coordinación de
seguridad con Israel, el presidente Ma-
hmoud Abbas volvió a retroceder. Con-
finado en un inmovilismo adornado de
algunas acciones diplomáticas, espera
que el plan muera por causa natural, a
falta de interlocutores palestinos.
| 13
Porque el principal obstáculo al plan
es el rechazo unánime de los palestinos,
que se aferran a sus derechos al igual
que a sus tierras y que se niegan a re-
conocer una derrota (10). Ni Israel ni
Estados Unidos son capaces de supe-
rar esta resistencia, sobre todo porque
la mitad de los habitantes del territorio
histórico de Palestina son palestinos.
En 1989, el historiador estadouni-
dense David Fromkin publicó un libro
titulado Una paz para acabar con toda
idea de paz (11). En él se examinaba la
forma en que las potencias europeas
destrozaron Medio Oriente y entrega-
ron Palestina a la colonización judía,
en detrimento de las aspiraciones de
sus pueblos. El autor señalaba que “la
principal fantasía británica sobre Me-
dio Oriente –según la cual esta región
desea ser gobernada por Gran Bretaña,
o con su ayuda– se topó con el muro de
piedra de la realidad”. Esta “fantasía”
provocó millones de muertes. Un siglo
más tarde, la “visión” de Trump corres-
ponde a esta misma quimera y promete
las mismas consecuencias. g
1. “Peace to prosperity: A vision to improve the
lives of the Palestinian and Israeli people”, Casa
Blanca, Washington, DC, enero de 2020.
2. “Full text of George Bush’s speech”, The
Guardian, Londres, 25 de junio de 2002.
3. Benjamin Netanyahu, discurso en el Begin-Sadat
Center for Strategic Studies, Universidad de Bar-
Ilan, Ramat Gan (Tel-Aviv), 14 de junio de 2009.
4. Al-Quds, nombre árabe de Jerusalén,
designa aquí a la futura capital palestina,
que no sería ni la Ciudad Santa ni su parte
oriental, sino sus actuales suburbios.
5. “The year in review : Israeli forces killed
133 Palestinians, 28 of them minors”,
B’Tselem, Jerusalén, 1 de enero de 2020.
6. Israel-Palestine Timeline, https://
israelpalestinetimeline.org/2019deaths/
7. Sylvain Cypel, “En quête du ‘gène juif ’”, Orient
XXI, 5 de febrero de 2020, https://orientxxi.info.
8. Daniel Levy, “Don’t call it a peace
plan”, The American Prospect, 30 de
enero de 2020, https://prospect.org.
9. Georges Malbrunot, “Comment les États-Unis
ont demandé à la communauté internationale
de soutenir leur plan israélo-palestinien”,
Le Figaro, París, 1 de febrero de 2020.
10. Véase “En Palestina, siempre vuelta a empezar”,
Le Monde diplomatique (en español) junio de 2017.
11. David Fromkin, A Peace to End All Peace : The
Fall of the Ottoman Empire and the Creation of the
Modern Middle East, Henry Holt, Nueva York, 1989.
*Director del diario digital OrientXXI.info.
Traducción: Magalí del Hoyo
14 |
Ante los primeros resultados favorables para la candidatura de Bernie
Sanders por el Partido Demócrata, no pocos medios estadounidenses
(tanto demócratas como republicanos) se alarman y apuntan sus armas
contra el senador de Vermont, a quien consideran “demasiado radical”.
Para que no llegue a la Casa Blanca
El cuarto poder
contra Bernie Sanders
por Julie Hollar*
D
esde el inicio de las elecciones
primarias del Partido Demó-
crata, el pánico se ha apode-
rado de los medios de comu-
nicación dominantes en Es-
tados Unidos. En The New York Times, el
economista y cronista Paul Krugman vol-
vió a poner de moda una práctica inaugu-
rada en 2016, que consiste en equiparar al
precandidato “demócrata socialista” Ber-
nie Sanders con Donald Trump (1).
Los republicanos neoconservadores,
partidarios de las guerras imperiales y del
“todo menos Trump” –una especie en pe-
ligro de extinción–, están tan preocupa-
dos como los demócratas conservadores o
centristas. “Bernie no puede ganar”, escri-
be David Frum con un tono suplicante en
The Atlantic (27-1-2020). “La campaña ‘a
lo Trump’ de Bernie Sanders es un desas-
tre para los demócratas”, lamenta Jennifer
Rubin, en The Washington Post (27-1-2020).
El think tank blairista Third Way, finan-
ciado por Wall Street (2), también ha hecho
todo lo posible, con el apoyo de la prensa,
para frenar el ascenso de Sanders. Con este
objetivo, dio una “advertencia” a los votan-
tes de Iowa: “Debido a la negligencia de los
medios, no han podido observar un análisis
verdadero de los antecedentes e ideas peli-
grosas del precandidato que está liderando
las encuestas” (3). El artículo continúa con
una larga lista de ataques que Trump podría
utilizar contra Sanders. Lista que elabora-
ron sin dificultad alguna, ya que los miem-
bros de este think tank comparten con los
republicanos muchas de las críticas dirigi-
das al precandidato demócrata. Por ejem-
plo, el hecho de que Sanders se identifique
como socialista y la idea de que su propuesta
por un programa de salud para reemplazar
a los seguros privados (“Medicare para to-
dos”) es una medida poco popular (4).
Los medios, además, les extendieron la
alfombra roja. The Washington Post le ha
confiado recientemente a Third Way una
página de su sección de opinión para que
pueda defender su tesis de que “el progra-
ma de Bernie Sanders lo vuelve inelegible”
(15-1-2020). Del mismo modo, USA Today le
abrió sus columnas: “Los demócratas jue-
gan con fuego al apoyar a Bernie Sanders.
Sus ideas corren el riesgo de asustar al elec-
torado moderado que inclinará la balanza”
(29-1-2020). El think tank también colaboró
en la última ráfaga de artículos centristas,
firmados, en particular, por Rahm Emanuel,
ex consejero cercano a Barack Obama en la
Casa Blanca, y por James Carville (5), estra-
tega de la exitosa campaña electoral de Bill
Clinton en 1992. Fuentes del establishment
esgrimen afirmaciones sin fundamento que
los periodistas recogen sin comentario algu-
no. A menudo utilizan la idea de que Sanders
habría escapado a las críticas y al examen ri-
guroso tanto de sus adversarios como de los
periodistas. “Ya es hora de que los demócra-
tas se despierten y los medios empiecen a
hacer su trabajo para investigar a un candi-
dato que está en una seria carrera a la inves-
tidura”, declara Matt Bennett de Third Way
(6). En Politico, incluso afirma que “[los me-
dios] lo dejan salirse con la suya. Lo dejan es-
quivar las preguntas difíciles” (7).
Sin embargo, este tipo de conclusiones
no logra la unanimidad ni siquiera dentro
de las redacciones. The Washington Post
publicó el mismo día dos artículos que sa-
caban conclusiones opuestas: “Bernie San-
ders se enfrenta a un aluvión de ataques de
sus rivales” y “Los rivales de Sanders no le
están poniendo muchos palos en la rueda”
(26-1-2020). En el segundo, David Weigel se-
ñala que algunas de las críticas no tuvieron
demasiado impacto: muchos votantes “se
mostraron indiferentes” cuando Joseph Bi-
den y la senadora moderada por Minnesota,
Amy Klobuchar, acusaron a Sanders de “po-
ner en entredicho el legado de Obama”.
Y Weigel explica por qué: “Todos los riva-
les de Sanders se toman el tiempo, a veces por
pedido de algún votante preocupado, de ex-
plicar cómo van a financiar sus proyectos sin
quebrar el presupuesto. A Sanders no le ha-
cen este tipo de preguntas. Pasa meses en los
municipios pidiéndoles a los votantes que le
cuenten sus preocupaciones –gastos médi-
cos, deudas estudiantiles–, para poder expli-
carles que la causa de todos esos problemas es
la injusticia de las políticas económicas”.
Como ha observado David Sessions, “la
idea de que Sanders está zarpando hacia
una victoria asegurada en las primarias sin
que nadie se digne a hacerle preguntas sobre
su trayectoria o su elegibilidad es un vestigio
de las primarias de 2016, en las que Hillary
Clinton y sus partidarios se irritaron al ver
que no se retiraba de la carrera demócrata.
El argumento que utilizaron para justificar
este hecho fue que la popularidad de San-
ders era un espejismo causado por la falta
de análisis crítico” (The New Republic, 28-1-
2020). Pero, en realidad, el precandidato fue
objeto de una atención constante y una hos-
tilidad mediática desmedida hace cuatro
años, durante las últimas primarias demó-
cratas, en las que competía con Clinton (8).
Otra línea de ataque consiste en desa-
creditar su campaña argumentando que
sus partidarios son en su mayoría hombres
blancos machistas y particularmente agre-
sivos en las redes sociales. Esta crítica, que
también surgió en la campaña de 2016, per-
siste a pesar de que todos sus fundamen-
tos son puramente anecdóticos. En reali-
dad, los periodistas, como todo el mundo
(o casi), saben que Internet está repleto de
discursos de odio de todo tipo, que no solo
emanan de un pequeño subgrupo de par-
tidarios del senador de Vermont. “Todas
las opiniones polémicas que se expresan
en las redes –incluidas las críticas a los lí-
deres del Partido Demócrata como Hillary
Clinton y Barack Obama– provocan inevi-
tablemente un torrente de ira e insultos…
Afirmar que las conductas ofensivas o mi-
sóginas son exclusivas de los simpatizantes
de Sanders es un engaño descarado y mani-
pulador” (The Intercept, 31-1-2016). Un es-
tudio publicado en marzo de 2016 demos-
tró incluso que los partidarios de Sanders
El precandidato ya
fue objeto de una
atención constante
y una hostilidad
mediática
desmedida hace
cuatro años.
eran considerados como menos “agresivos
y amenazantes en línea” (16%) que los de
Clinton (30%), y mucho menos que los de
Trump (57%) (9).
Sin embargo, los medios no dan el bra-
zo a torcer. Así, el pasado 27 de enero, The
New York Times dedicó su “primera pági-
na” a una encuesta en contra del precan-
didato: “Bernie Sanders y su ejército de
Internet: al iniciar su campaña de 2020,
el senador de Vermont les recordó a sus
simpatizantes que repudiaba los compor-
tamientos agresivos. ¿Es este su problema
si muchos de ellos parecieran no escuchar-
lo?” (27-1-2020). Según el periódico, el pre-
candidato habría alimentado el “veneno”
de sus partidarios. Tras estas y otras acu-
saciones, Sanders declaró: “Yo no voy a los
Hamptons [zona de veraneo donde se di-
vierte la burguesía neoyorquina] a recau-
dar dinero de multimillonarios”.
Algunos días antes, The Daily Beast (22-
1-2020) titulaba: “Los Bernie Bros [parti-
darios de Bernie] son escandalosos, arro-
gantes y perjudican la campaña de San-
ders”. En la misma línea, NBC News los
comparaba con los militantes pro-Trump:
“Comparten la misma táctica infame: los
twitteros de Bernie actúan con el pretexto
de ser los verdaderos progresistas de Inter-
net. Pero sus tácticas de acoso son todo me-
nos progresistas” (19-1-2020).
Edición 249 | marzo 2020
Estos artículos distorsionados esgrimen
sin distinción falsas amenazas de muerte e
insultos. De este modo, The New York Ti-
mes concluye su acusación con esta “prue-
ba” de un partidario de Sanders: “Ustedes,
los millonarios, tienen que entender que
muchos de nosotros realmente necesita-
mos que Bernie Sanders gane estas elec-
ciones. No podemos conformarnos con
quedarnos tranquilos”. Y, haciendo refe-
rencia a la reunión en Nevada en la que se-
guidores de Sanders habrían tirado sillas,
sentencia: “Se ha evitado la violencia, al
parecer, pero ha habido algunos enfrenta-
mientos menores”. Esto bastó para que el
periodista estrella de la NBC comparara a
los militantes del senador de Vermont con
los “camisas pardas”.
Hillary Clinton también apareció en
la arena política armada hasta los dien-
tes. Cuando The Hollywood Reporter (21-1-
2020) le preguntó si apoyaría a Sanders en
caso de que gane la nominación, ella dio una
respuesta en la que sugería que haría todo
lo posible para oponerse a tal hipótesis: “No
voy a anticiparme por el momento. Todavía
estamos en una fase muy dinámica de las
primarias. Sin embargo, diría que no se trata
solamente de él, sino de la cultura que lo ro-
dea. Su equipo. Sus seguidores. Los usuarios
de Internet que lo apoyan y sus constantes
ataques contra muchos de sus adversarios,
sobre todo a las mujeres. […] No creo que
queramos ir devuelta por ese camino, en el
que se hace campaña insultando y atacan-
do. Tal vez está intentando tomar distan-
cia, pero o no sabe lo que están haciendo
sus seguidores y su equipo de campaña, o
bien les está guiñando el ojo para que vayan
tras Kamala [Harris, la senadora de Califor-
nia que renunció a su candidatura] o Eli-
zabeth [Warren]. Creo que ese es un com-
portamiento que la gente tiene que tener en
cuenta al momento de tomar una decisión”.
Inmediatamente después, en The Washing-
ton Post, Jennifer Rubin tomó esta cita para
decir que Sanders disponía de una “máqui-
na de guerra”, alimentada por una “misogi-
nia apenas disimulada”, que ahora le estaría
“jugando en contra” (21-1-2020).
La verdadera “máquina de guerra” no
es la que supuestamente puso en marcha
el senador de Vermont para acabar con sus
opositores, sino aquella que monta la elite
demócrata y sus incontables medios de co-
municación para eliminarlo. Aunque, por
el momento, sin éxito. g
1. Julie Hollar, “Corporate media equate Sanders to Trump
– because for them, Sanders is the bigger threat”, Fairness
and Accuracy in Reporting (FAIR), 24-1-20, www.fair.org
2. Elias Isquith, “Third Way senior vice president
admits majority of think tank’s funding comes from
Wall Street”, Salon, 12-12-13, www.salon.com
3. Jonathan Cowan, “A warning: Why team Trump has
called Bernie Sanders their ‘ideal’ opponent”, Third
Way, Washington, DC, 28-1-20, www.thirdway.org
4. Lauren Gambino, “‘An existential threat’: Bernie
Sanders faces mounting opposition from moderate
Democrats”, The Guardian, Londres, 21-6-19.
5. Howard Kurtz, “Lurching left: Are Democrats
blowing their chance to beat Trump?”, Fox
News, 2-7-20, www.foxnews.com
6. Alex Seitz-Wald, “‘Oh my God, Sanders can win’:
Democrats grapple with Bernie surge in Iowa”,
NBC News, 27-1-20, www.nbcnews.com
7. Natasha Korecki, “‘They let him get away with
murder’: Dems tormented over how to stop
Bernie”, Politico, 27-1-20, www.politico.com
8. Adam Johnson, “The myth that Sanders hasn’t
been criticized won’t go away”, FAIR, 25-5-16.
9. Lincoln Park Strategies, Rad Campaign y Craig
Newmark Philanthropies, “Is social media empowering
or silencing political expression in the United States?”,
mayo de 2016, www.onlineharassmentdata.org
*Periodista de Extra!, la revista del observatorio
estadounidense de medios Fairness and Accu-
racy in Reporting (FAIR). Una versión de este artí-
culo fue publicada el 30 de enero pasado.
Traducción: Andrea Romero
| 15
16 | Edición 249 | marzo 2020

nes de irse, su destino es terminar sus días

en esos campos. Una perspectiva que no
A FG A N I S T Á N
Distribución religiosa parece conmover a la gente de Assam.
Srinagar JAMMU Y
Población mayoritaria
“Si Bangladesh no los recibe, tienen
CACHEMIRA
HIMACHAL
CHINA
Población minoritaria que ir a ese campo”, sostiene con un to-
Shimla
PRADESH
ARUNACHAL
no sereno Panindra Das, un granjero aco-
CHANDIGARH
PEND JAB
Dehradun PRADESH Hindúes 80% modado, sexagenario, de rostro suave, a
PA K I STÁN HARYANA
UT TARAKHAND
SIKKIM BUTÁN
Musulmanes 14% quien conocimos en Gopalpur, un pueblo
DELHI
NEPAL ASSAM
NAGALAND Cristianos 2,3% Porcentaje de hindú ubicado a tres kilómetros de allí. Y
Lucknow la población
Jaipur UT TAR Patna
MEGHAL AYA
MANIPUR Sij 1,7%
total agrega: “Además, el gobierno se tiene que
RAJASTÁN PRADESH BIHAR BANGLAD. MIZORAM Budistas 0,7% ocupar de separar a los hombres de las
TRIPURA
JHARKHAND Otros 1,3% mujeres; si no, van a tener hijos y el pro-
MADH YA Calcuta
Ahmedabad PRADESH BENGALA B I R M A N I A B ra hma poutre Fuente: Censo de India del 2011,
blema va a ser mayor”. El mismo discur-
Bhopal
GU JAR AT CHATTISGARH OCCIDENTAL www.censusindia.gov.in/2011census so se oye entre los campesinos del pue-
Bhubaneshwar
DAMÁN Y DIU Surat Raipur
ODISHA
blo musulmán vecino. “Los inmigrantes
DADRA Y Golfo
CHINA
ARUNACHAL PRADESH
ilegales son seres humanos, no podemos
de Bengala
NÁGAR HAVELÍ MAHARASHTRA matarlos”, explica Jalbahar Ali, propie-
Bombay TELANGANA
Visakhapatnam
SIKKIM Timbu tario de un bicitaxi que genera las dos-
KARNATAKA
Hyderabad
BUTÁN Itanagar Dibrugarh cientas rupias diarias (2,7 dólares) que
Panaji
ANDHRA
PRADESH BIRMANIA Tezpur
necesita, además de su parcela de tie-
Mar de Oman Jorhat
G OA BENGALE-
OCCIDENTAL rra, para asegurar la supervivencia de su
Bangalore Madras Matia Nagaon
NAG A L A N D familia. “Pero son ilegales, hay que se-
PONDICHERRY Guwahati ASSAM pararlos del resto de la población. Está
Kohima
ra

LAQUEDIVAS TAMIL MEGHALAYA bien que estén en los campos, pero tie-
B rahma put

NADU
KERALA Shillong
Silchar MANIPUR
nen que trabajar, porque nosotros no te-
SRI ANDAMÁN
Y NICOBAR
nemos por qué alimentarlos”, agrega.
Trivandrum LANKA BANGLADESH Imphal BIRMANIA
Ga
0 400 800 km
Océano Índico
n ge
s Agartala Hinduismo como salvación
Dacca Aizawl

di
Por su parte, el gobierno central presenta

Irra wa
TRIPURA
M I Z O R AM a Matia como un centro de detención mo-
BENG.-
OCC. Khulna 0 100 200 km delo, basado en “principios de humani-
dad”, dotado de “un hospital, una escue-
la, una cancha para los niños”. “¡Tenemos
Cécile Marin el mejor campo de Asia!”, afirma Das con
orgullo. Muchos de los habitantes de los
pueblos aledaños trabajan en esa obra por
350 rupias por día (4 dólares, es decir, el
El gobierno nacionalista del primer ministro, Narendra Modi, que doble del salario mínimo).
Incluso cuando las autoridades no
desde hace seis años viene desarrollando políticas antimusulmanas, dieron ninguna cifra sobre la religión de
estas personas “sin nacionalidad”, to-
ha dado otro paso adelante: la construcción de campos de detención dos estiman que se trata de dos tercios
basados, claro, en “principios de humanidad”. Allí el régimen de hindúes y un tercio de musulmanes;
una proporción similar a la composición
concentra a los excluidos del Registro Nacional de Ciudadanos. de Assam, que cuenta con un 34% de mu-
sulmanes, una de las tasas más elevadas
de India (un 14% a nivel nacional). En el

En Assam, la sociedad india se opone a los “infiltrados” censo que se realiza cada diez años, se
pide a las personas que indiquen su re-
ligión, pero no su nacionalidad. La gran

Una India sin

proporción de hindúes entre los exclui-
dos sorprendió a todos, ya que la idea de
que esos “inmigrantes ilegales” vienen
de Bangladesh y, por lo tanto, tienen que
ser musulmanes, está ampliamente di-
fundida. Bangladesh se creó en 1971, tras

musulmanes
su separación violenta de Pakistán y, en
1988, inscribió al islam –practicado por
el 90% de su población– como religión de
Estado en la Constitución (1).
El elevado número de hindúes entre las
personas excluidas crispó al gobierno de
por Pierre Daum* Narendra Modi, que desde hace seis años
lleva adelante una política abiertamente
antimusulmana (2). Entonces, se apresu-

N
os habían avisado que era
un lugar difícil de encon-
trar. Salimos de Guwaha-
ti, la capital de Assam, con
las primeras luces del alba.
Condujimos dos horas hacia el oeste, por
la margen izquierda del Brahmaputra,
un río torrentoso que baja del Himalaya
y desemboca en el Golfo de Bengala, en
Bangladesh. De los veintinueve Estados
federales, Assam es uno de los más pe-
queños. Ubicado en el extremo noreste
de India, tiene una población de apenas
35 millones de habitantes, es decir, el 2,7%
de los 1.350 millones que viven en el país.
Tras bordear cientos de kilómetros de un
campo caótico y de a ratos asfaltado, un
cartel nos indica que el pueblo de Matia se
encuentra a nuestra derecha.
El día anterior, nuestro guía, un jo-
ven antropólogo de Guwahati, renun-
ció súbitamente: “Perdón, ¡es muy peli-
groso! La policía está en todas partes. Si
me atrapan en los alrededores del cam-
po con un periodista, puedo terminar
en la cárcel, ¡me arruinaría la vida!”. En
Matia, vamos a buscar a un docente mu-
sulmán –quien pide que no citemos su
apellido– que nos lleva un poco más le-
jos, en dirección al río. De pronto, a la
izquierda, en medio de un gran bosque,
se levanta un vasto conjunto de edificios
en obra, rodeados por una enorme mu-
ralla de cemento rojo de unos diez me-
tros de altura. También hay un segundo
muro, un poco más bajo, que en su parte
superior cuenta con varillas de hierro lis-
tas para colocar alambre de púas. Entre
ambos, construyeron torres de vigilancia
pintadas de amarillo cada cien metros.
La superficie total corresponde a “siete
campos de fútbol”, señala nuestro guía.
Toda esta estructura es el muy reciente
campo de detención para las personas
excluidas del Registro Nacional de Ciu-
dadanos (NRC, por su sigla en inglés) de
Assam, un registro que, por el momento,
solo existe en este Estado.
En agosto de 2019, la Corte Suprema de
India publicó la lista y, en un abrir y cerrar
de ojos, 1,9 millones de personas quedaron
privadas de su nacionalidad, de todos sus
derechos y bajo la amenaza de una expul-
sión inmediata. Para la gente de Assam, se
trata de “inmigrantes ilegales” del vecino
Bangladesh, que “está claro” que deben
“volver a su país” [to be deported]. El go-
bierno de Dacca declaró de inmediato que
solo aceptaría recibir a esos “inmigran-
tes” si Delhi podía probar que eran de na-
cionalidad bangladeshí. A la espera de esa
prueba, los excluidos –hombres, mujeres
y niños– quedarían en detención proviso-
ria. Así surgió este primer campo de Matia,
cuya finalización está prevista para junio,
antes de la llegada del monzón. Hay otros
diez campos proyectados. Lo cierto es que
es imposible proporcionar esa prueba y,
como estas personas no tienen intencio-
raron a hacer pasar un viejo proyecto de
enmienda del Código de la Ciudadanía,
que otorga la nacionalidad a todos los hin-
dúes que declaren haber entrado de ma-
nera ilegal en India para huir de las per-
secuciones religiosas en Pakistán y... Ban-
gladesh. Esto permite de facto que todos
los hindúes excluidos del NRC puedan
ser incorporados. Y reservar los campos
de detención para los musulmanes.
Este Citizenship Amendment Act
(CAA), que se votó el 11 de diciembre de
2019 y entró en vigor el 10 de enero de
2020, provocó una ola de protestas en to-
do el país, pero no siempre por las mismas
razones. “¡La India de hoy es la Alemania
de 1933! Solo hay que reemplazar ‘judíos’
por ‘musulmanes’”, afirmaba angustiada
Huma Kidwai, figura de la intelligentsia
musulmana, atea y de izquierda, que vi-
ve en Hyderabad, en el sur de India. En
Delhi, Harsh Mander, un ex alto funcio-
nario, hoy militante de derechos huma-
nos, se inquieta por la misma situación:

“Nuestro primer ministro Narendra Mo-
di viene de un movimiento ideológico casi
centenario, el RSS [Rashtriya Swayamse-
vak Sangh - Organización Nacional de Vo-
luntarios], cuyos fundadores admiraban
públicamente a Adolf Hitler y el fascismo
europeo. El asesino de Gandhi estaba im-
buido de esta ideología. El Mahatma que-
ría una India secular, en la que se prote-
giera y respetara cada religión sin diferen-
cias; por el contrario, el objetivo del RSS
siempre fue –y sigue siendo– una India
hindú, en la que musulmanes y cristianos
fueran ciudadanos de segunda”.
Génesis antimusulmana
Para entender cómo la gente de Assam
llegó al punto de no considerar un proble-
ma que se encierre a miles de seres huma-
nos de por vida, es necesario revisar algo
de la historia y de la geografía del lugar.
Assam es un territorio de tierras fértiles
e históricamente poco habitadas, situa-
do en una suerte de excrecencia de India,
que rodea al imponente Bangladesh. En
1947, en el momento de la independencia
y la partición del país con base religiosa,
Bengala se dividió en dos: el oeste, de ma-
yoría hindú, se incorporó a India (Benga-
la Occidental) y el este, a Pakistán, un “Pa-
kistán oriental” de mayoría musulmana,
que luego se convertiría en Bangladesh.
Sin embargo, Assam, que estaba aun más
al este, se anexó a India.
Veinticuatro años después, los pakis-
taníes orientales (que, en definitiva, son
bengalíes), lograron su independencia
tras una guerra particularmente violenta
(al menos un millón de muertos) contra
el poder central pakistaní. La fecha ofi-
cial de creación de Bangladesh es el 25 de
marzo de 1971, aunque el conflicto se ex-
tendió por varios meses más. “Estamos en
una región muy fluida, que durante mu-
cho tiempo no tuvo fronteras. Durante
el siglo XIX y a comienzos del siglo XX,
los colonizadores británicos trajeron fun-
cionarios y obreros bengalíes, hindúes y
musulmanes. Las tribus que poblaban el
valle de Brahmaputra –y cuya lengua co-
mún es el assamés– ya en ese entonces los
consideraban como extranjeros”, explica
Mirza Zulfiqur Rahman, especialista en
movilidad y violencia transfronteriza. La
guerra de 1971 provocó un éxodo de varios
millones de personas de todas las religio-
nes que huían de las violencias; no se sa-
be cuántas volvieron a sus hogares con el
regreso de la paz. “El movimiento migra-
torio continuó en las décadas siguientes,
sobre todo porque Assam siempre tuvo
más tierras disponibles que Bangladesh”,
explica el especialista. También porque
nunca hubo ninguna estrategia para lu-
char contra la porosidad natural de la
frontera.
En las elecciones locales de 1979, los
habitantes de Assam descubrieron que,
en algunos distritos, se había duplicado
el volumen de las listas electorales de ma-
nera repentina. “A la gente le dio mucho
miedo perderse entre todos esos extranje-
ros y que su lengua y cultura desaparecie-
ran”, explica el profesor de 81 años Hiren
Gohain, importante personaje de la inte-
lligentsia de Guwahati (3). Masacres de
campesinos, violencia contra el Estado:
el “Movimiento de Assam” duró seis años
(855 militantes asesinados por las fuerzas
del orden), hasta que en 1985 se firmó el
“Acuerdo de Assam”: a cambio de la paz,
Delhi se comprometió a registrar a todos
los bangladesíes llegados después del 25
de marzo de 1971 y enviarlos de vuelta a su
país. “Era una solución intermedia. Mu-
chos locales hubieran preferido una fe-
cha anterior”, agrega el profesor de litera-
tura inglesa de la Universidad de Guwaha-
ti, egresado de Cambridge. Sin embargo,
lo cierto es que el gobierno no emprendió
ninguna acción. Pasaron varias décadas y
esos “inmigrantes ilegales” se instalaron y
formaron familia, lo que incrementó el sen-
timiento local de haber sido engañados.
Retórica islamofóbica
Entonces, resurgieron los hechos de vio-
lencia y cuando, en 2013 (un año antes de
la llegada al poder de Modi), la Corte Su-
“¡La India de hoy
es la Alemania de
1933! Solo hay
que reemplazar
‘judíos’ por
‘musulmanes’.”
prema finalmente obligó al gobierno cen-
tral a organizar ese registro, la gente de
Assam vio la tan esperada solución para
sus problemas. La operación, que duró
cinco años, se enfrentó a dos grandes pro-
blemas: la transcripción incierta de los
apellidos, fuente infinita de errores y, so-
bre todo, la falta de datos confiables. San-
jib Baruah, profesor de ciencias políticas
en el Bard College, Nueva York, y autor de
numerosas obras sobre esta región de In-
dia, de la cual proviene (4), señala: “Es en-
tendible que un país moderno quiera tener
una lista precisa de los extranjeros que vi-
ven en su territorio. Sin embargo, al contra-
rio de lo que sucede en países como Fran-
cia, que desde hace siglos se han ocupado
de distinguir a los nacionales de los extran-
jeros en su territorio, India no dispone de
ninguna base de datos, ni informática ni
en papel, para saber quién es indio y quién
no. Incluso son pocos los indios que tie-
nen partida de nacimiento”. Las personas
se vieron obligadas a producir todo tipo de
documentos que probaran que su familia
estaba instalada en Assam desde antes de
la fecha fatídica del 25 de marzo de 1971. En
ese caos del NRC, en el que los más astutos
consiguen documentos falsos, “a quienes
les resulta más difícil es a los campesinos
más pobres. Muchas personas quedaron
excluidas del NRC injustamente”, denun-
cia Syed Burhanur Rahman, un importante
abogado –musulmán– de Assam. Esto sin
mencionar a quienes ni siquiera se presen-
taron en las oficinas de registro porque sa-
bían que no tenían ninguna chance de que
los aceptaran.
Esta situación no ha impedido que la
mayoría de los nativos de Assam siga cre-
yendo que el NRC es una buena iniciati-
va y que los errores se van a corregir en
los próximos meses. ¿Qué hay que hacer
con las personas excluidas? “El gobierno
siempre nos dijo que iba a enviarlos a su
casa. Si Bangladesh no quiere recibirlos,
¡no es problema mío!, el que se tiene que
ocupar es el gobierno”, responde Tara-
lim N., una joven de aspecto moderno que
trabaja como responsable de relaciones
públicas en una empresa de servicios in-
formáticos. ¿Incluso si hay que encerrar-
los en esos campos? “Sí, me parece bien”,
responde con una sonrisa. “Puede parecer
que a mis conciudadanos les falta un sen-
timiento de humanidad”, admite Gohain,
quien se reconoce “liberal” (progresista),
anti RSS y pro NRC. “Pero a esa sensación
de que Delhi los menospreció durante dé-
cadas se agrega una angustia económica
real: tenemos dos millones de campesinos
sin tierra y una tasa de desempleo del 15%.
Las personas luchan por sobrevivir”, se-
ñala Gohain. “Atención –advierte el pro-
fesor Baruah– la mayor parte de la gente
de Assam no hace diferencia entre ‘ilega-
les’ hindúes e ‘ilegales’ musulmanes”.
Esta falta de diferenciación parecería
no ser tan indiscutible como cree el pro-
fesor. En efecto, en las decenas de entre-
vistas que hicimos en este Estado, muchos
de nuestros interlocutores afirmaron que
“esto no tiene nada que ver con la reli-
gión”. Todos quieren que “los banglade-
síes, tanto hindúes como musulmanes”
sean enviados de regreso (o encerrados),
pero aceptan que los “bengalíes” (llega-
dos en la época de la colonización británi-
ca) se queden, sobre todo porque hicieron
un enorme esfuerzo de asimilación y hoy
reivindican al assamés como su lengua
materna. Sin embargo, detrás de este dis-
curso generalizado, muchas veces se es-
conde la convicción de que “bangladesí”
equivale a “musulmán”. Así, Pranjit San-
dilya, el dueño (hindú) de una simpática
casa de huéspedes del centro de Guwaha-
ti, explica: “Los extranjeros son los ban-
gladesíes. Como son pobres, vinieron de a
miles a buscar una vida mejor en nuestro
país. Lamentablemente, son musulmanes,
así que tienen varias mujeres y decenas de
hijos. Es lógico que nos sintamos amena-
zados”. En India, esta representación es-
tá muy extendida, aunque contradiga por
completo la realidad. Amir Ullah Khan,
profesor de economía en la Universidad
Nalsar, en Hyderabad, señala: “La poliga-
mia involucra a un 0,006% de los musul-
manes y su tasa de fertilidad se eleva a 2,7
contra un 2,3 para el conjunto de la pobla-
ción. Esta diferencia se explica por su per-
tenencia a la capa más pobre del país. Una
vez que suben en la escala económica, el
número de hijos disminuye”.
Los “infiltrados”
Para Sadiq Naqvi, corresponsal local del
Hindoustan Times –y musulmán–, “en la
calle, cuando la gente dice ‘inmigrantes
ilegales’ tiene la imagen de un musulmán
| 17
con kufi, por más que afirmen lo contra-
rio. Por su parte, también los ‘viejos’ mu-
sulmanes, los que llegaron con los britá-
nicos, apoyan el NRC y la expulsión de los
‘nuevos’, porque se perciben como el trigo
que hay que separar de la paja. Creen que,
una vez que esto termine, ya no tendrán
que enfrentarse al racismo y podrán vol-
ver a caminar con la frente en alto”.
Los líderes del Bharatiya Janata Party
(BJP, Partido del Pueblo Indio), que go-
bierna Delhi bajo la dirección de Modi,
han mantenido viva esta confusión en to-
do el territorio indio. Desde hace décadas,
este partido –vidriera política del RSS–
usa en sus discursos la retórica de los “in-
filtrados”, a quienes compara con “ter-
mitas” que estarían carcomiendo el país
desde adentro, y a quienes pone en la mis-
ma canasta que a los “terroristas”. Todos
saben que se refieren a los musulmanes,
aunque los oradores repiten, a quien quie-
ra oír, que “los musulmanes no tienen de
qué preocuparse”. En Assam, el BJP ga-
nó las elecciones locales de 2016 gracias
a esos discursos. Sumit Baruah, un joven
urbanista de Guwahati, recuerda que “du-
rante la campaña, sus candidatos gritaban
por micófono que iban a ‘ir a buscar a to-
dos los infiltrados bangladesíes de Assam’
y enviarlos de vuelta a su país. El público
gritaba extasiado”.
El BJP acusa al Partido del Congreso,
que dominó la escena política india du-
rante casi setenta años, de haber otorgado
derechos específicos a los musulmanes a
cambio de sus votos. En Assam, la acusa-
ción se centra en el uso de los “inmigran-
tes” como votebank (reserva electoral)
mediante la distribución de “millones” de
boletas electorales. Un discurso que, en la
actualidad, aparece como una verdad ab-
soluta en boca de todas las personas que
entrevistamos.
Modi llegó al poder poco después de
que la Corte Suprema lanzara el NRC en
Assam. Este registro, así como la reforma
del CAA, constituyen un instrumento de
formidable eficacia para alcanzar su ob-
jetivo: una India sin musulmanes. A pe-
sar de las inmensas dificultades técnicas
que surgieron en esta primera experien-
cia, Amit Shah, su ministro del Interior y
fuerte mano derecha, anunció que conta-
ba con extender el NRC a todo el país, con
una fecha límite que podría llegar hasta el
26 de enero de 1950, fecha de adopción de
la Constitución. A lo largo y a lo ancho del
país, las autoridades públicas empezaron
a considerar la construcción de campos
de detención. g
1. Véase Jean-Luc Racine, “Bangladesh frente
al empuje islamista”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, diciembre de 2016.
2. Véase Christophe Jaffrelot, “India se radicaliza”, Le
Monde diplomatique, edición Cono Sur, julio de 2019.
3. Su último libro publicado es Hiren Gohain, Struggling
in a time warp, Bhabani Books, Guwahati, 2020.
4. Su último libro publicado es In the name of the nation:
India and its Northeast, Stanford University Press, 2020.
*Periodista.
Traducción: Georgina Fraser
18 |
En Canallas, Jacques Derrida relaciona la democracia con la figura
de la rueda y su volver sobre sí misma. En el caso de la “Primavera
Árabe”, ese retorno toma la forma de un sismo y sus secuelas,
crecientemente destructivas y movilizadoras, con dirigentes que no
saben, o no quieren, escuchar las demandas de los pueblos.
Argelia, Egipto, Irak, Jordania, el Líbano, Sudán…
Las réplicas de la
Primavera Árabe
por Hicham Alaoui*
Manifestantes líbaneses levantan un puño con la palabra “revolución”, Beirut, 22-11-19 (Patrick Baz/AFP)
L
os sismólogos conocen bien
el fenómeno: las réplicas sue-
len ocasionar más daños que
los terremotos que las prece-
den. La “Primavera Árabe” de
2011-2012 causó profundas fisuras en
los sistemas autoritarios que gobiernan
la región, lo que demuestra la potencia
de los movimientos populares cuando
logran quebrar el muro del miedo. La
réplica más grande tuvo lugar en 2019,
cuando una ola de protestas hizo tamba-
lear a varios de los poderes instalados.
La agitación actual en Argelia, en
Egipto, en Irak, en Jordania, en el Líba-
no y en Sudán aparece como la amplifi-
cación lógica de la “Primavera Árabe”.
Esto prueba una vez más que las socie-
dades implicadas, siempre confronta-
das a la injusticia económica y política,
se niegan a rendirse. Por supuesto, sus
adversarios –los regímenes despóticos–
también se mantienen decididos a con-
servar el poder; intentan adaptarse a la
oposición para sobrevivir.
Causas estructurales del descontento
Los factores estructurales no cambia-
ron desde los levantamientos de 2011-
2012, y es esto lo que engendra las ré-
plicas. El primero de estos factores es la
juventud. Un tercio de la población tie-
ne menos de 15 años; otro tercio, entre
15 y 29 años. Durante el transcurso de la
última década, el mundo árabe vio a su
generación más joven, más importante
en el plano demográfico y más instruida,
convertirse en adultos. Esta generación
se caracteriza también por su profunda
inmersión en los medios sociales y por
su manejo de las tecnologías en línea.
La segunda constante es económi-
ca. El desarrollo de la región sigue sien-
do anémico. Fuera de las ricas monar-
quías del Golfo, las tasas de desempleo
y de pobreza empeoraron en la mayoría
de los Estados. Según el Banco Mundial,
el 27% de los jóvenes árabes está desem-
pleado, más que en cualquier otra región
del mundo (1). El deseo de emigrar, prin-
cipalmente por razones económicas, al-
canzó niveles históricamente elevados.
En el Informe 2018 del Barómetro árabe
(2), un tercio o más de las personas inte-
rrogadas en Argelia, Irak, Jordania, Ma-
rruecos, Sudán y Túnez declararon que-
rer dejar sus países. En Marruecos, el
Edición 249 | marzo 2020
70% de las personas de entre 18 y 29 años
sueña con partir. Cínicos, los gobiernos
no hacen gran cosa por contener esta he-
morragia y se desentienden de la suerte
de los jóvenes susceptibles de protestar
contra su situación material.
La tercera causa estructural que ali-
menta el resentimiento general es el
irritante statu quo en el modo de gober-
nar. La ausencia de políticas y de prác-
ticas democráticas –salvo en Túnez– se
tradujo en una creciente marginaliza-
ción de la población. Numerosos ciu-
dadanos consideran que la corrupción
es endémica y que las posibilidades de
encontrar un empleo o de ser benefi-
ciados por servicios eficaces pasan por
favores y por la pertenencia a redes
clientelistas, en detrimento de la exce-
lencia meritocrática.
Lecciones aprendidas
Aunque las estructuras se mantienen
fijas, el paisaje actual de la oposición
incluye nuevas tendencias. En primer
lugar, los movimientos populares com-
prendieron que derrocar al mandata-
rio de turno no garantiza un cambio de
régimen, en particular, si las institucio-
nes militares y securitarias mantienen
el control sobre ámbitos reservados y
si las reglas del juego político no cam-
bian. En este marco, los manifestantes
no están pidiendo elecciones anticipa-
das. Los activistas argelinos y sudane-
ses quieren evitar los errores de la re-
volución egipcia de 2011 (3) y reclaman
que todos los componentes del sistema
autoritario sean desmantelados.
Por otra parte, los manifestantes son
más conscientes de las ventajas y los in-
convenientes de las tecnologías de la
información. En el pasado, las redes so-
ciales permitían evitar la censura y es-
capar a la represión estatal. Hoy tam-
bién permiten manifestar compromisos
políticos y librar combates, ciertamen-
te virtuales, pero persistentes, contra el
Estado por medio de creaciones artísti-
cas, del humor o de críticas feroces que
apuntan a deslegitimar a los dirigentes
y a las instituciones. Este tipo de disi-
dencia se desarrolla particularmente en
Argelia y en el Líbano –donde, sin em-
bargo, los movimientos contestatarios
también saben ganar las calles–, pero
asimismo alcanza a países percibidos
como más tranquilos por Occidente, por
ejemplo Marruecos o Jordania. Las re-
des sociales en el mundo árabe pasaron
del estatus de medios de evasión al de
terreno de lucha entre el Estado y una
parte de la sociedad. El inconveniente
mayor para los manifestantes es que el
poder también utiliza Internet y sus re-
des para difundir su propaganda y para
identificar, y luego reprimir, a los oposi-
tores más activos.
Por último, los militantes se aleja-
ron aun más de las grandes ideologías.
La “Primavera Árabe” ya se caracteriza-
ba por un desencanto con respecto a los
grandes “ismos”: panarabismo, islamis-
mo, socialismo, nacionalismo. A partir
de entonces, los movimientos masivos
ya no son sensibles a las promesas utó-
picas; prefieren los combates cotidianos
destinados a mejorar el gobierno de sus
Estados. La réplica del sismo de 2011-
2012 reforzó esta tendencia poniéndole
fin al idilio ideológico con la democra-
cia. Lo primero que piden las fuerzas de
la oposición es el desmantelamiento de
todas las estructuras de la antigua eco-
nomía política que engendran desigual-
dades e injusticias. Las mujeres también
desempeñan un rol más importante en
los nuevos movimientos populares, por
lo que la crítica radical contra el antiguo

orden también apunta al patriarcado.
Por su parte, los regímenes autorita-
rios también aprendieron la lección de
los sucesos de la década. Los destinos
del ex presidente Zine el-Abidine Ben
Ali en Túnez y de su colega Ahmad Ali
Saleh en Yemen les mostraron que in-
tentar evadir las propuestas más o me-
nos democráticas era peligroso. Cuando
los movimientos populares se enfren-
tan al sistema, la estrategia escogida por
los poderes instalados ya no es tolerar la
disidencia con la esperanza de que los
gestos de buena voluntad les hagan ga-
nar tiempo. La respuesta racional de los
gobiernos es, por el contrario, continuar
con la represión.
Situaciones diversas
La suerte de los disidentes sauditas exi-
liados es representativa de los recursos
extremos empleados frente a todo lo
que represente una amenaza. Y el uso
de esta violencia se vio reafirmado por
una constatación de lo más cínica: los
regímenes tienen asegurada la impu-
nidad. La “comunidad internacional”
bien puede condenar las violaciones
de los derechos humanos: las poten-
cias extranjeras se ajustan al modo en
que los Estados árabes tratan a la opo-
sición democrática. El régimen del ma-
riscal y presidente egipcio Abdel Fatah
al-Sissi, un buen aliado de Occidente,
no tuvo que rendir cuentas ni sobre el
derrocamiento de un gobierno elegi-
do y el asesinato de cientos de personas
durante las manifestaciones en la plaza
Rabaa al-Adawiya en El Cairo, en agosto
de 2013 (4), ni sobre la muerte en con-
diciones sospechosas del ex presidente
Le Mond - orig 243x175.pdf 1 18/2/20
CM
MY
CY
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K
Mohamed Morsi durante su proceso, en
junio de 2019.
El asesinato del periodista saudita
Jamal Khashoggi en el interior del con-
sulado de su país en Estambul (5), el 2
de octubre de 2018, tampoco perturbó
las relaciones entre Riad y el resto del
mundo. En Siria, a pesar de la masacre
de la guerra civil, Bachar al-Assad sigue
gobernando. En enero de 2011, la oferta
de la ministra de Relaciones Exteriores
francesa, Michèle Alliot-Marie, de ayu-
dar al régimen tunecino de Ben Ali ha-
Los movimientos
contestatarios
van ahora más
allá de los límites
autorizados al
desacralizar a las
monarquías...
bía provocado un escándalo; por el con-
trario, cuando Francia dio apoyo en Li-
bia a la mediación de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) armando a
las tropas del mariscal Khalifa Haftar, el
asunto pasó casi desapercibido.
Sudán constituye un caso particu-
lar de réplica de la “Primavera Árabe”.
Existe una posibilidad de que las nego-
ciaciones pacíficas abran el camino pa-
ra la democracia, mientras que en los
demás Estados en ebullición eso no es
13:09
posible. La importancia de la movili-
zación les permite a los dirigentes de la
oposición unirse con la opinión popu-
lar, mientras que los hombres del po-
der no cuentan con el apoyo de ningún
padrino internacional. Pero solo es una
excepción. Sudán se distingue de otros
países árabes por la vitalidad de su so-
ciedad civil, por la existencia de asocia-
ciones profesionales muy activas y por
la voluntad de los militantes de llevar a
los dirigentes militares a la mesa de ne-
gociaciones. Porque desde hace déca-
das los sindicatos, las organizaciones no
gubernamentales, etc. no ven con malos
ojos entrar en la esfera política.
Inversamente, en Irak, el Líbano y
Argelia, la réplica actual de la “Prima-
vera Árabe” está marcada por un pro-
fundo “dégagisme” (6), por la voluntad
de terminar con las viejas élites políti-
cas. Pero esta exigencia radical no es-
tá acompañada por ninguna estructura
política que permita tratar con el régi-
men: los manifestantes se mantienen
alejados de la arena política por temor a
que el más mínimo contacto con la cla-
se dirigente los desacredite. Las movi-
lizaciones también están marcadas por
una organización horizontal que impide
la emergencia de líderes y portavoces.
Aunque al principio esto constituía una
ventaja –al menos limitaba la eficacia
de la represión–, la ausencia de líderes
opositores compromete ahora la posibi-
lidad de encontrar una salida a la crisis.
El “dégagisme” conduce por momentos
a un punto muerto. Sobre todo porque
en algunos países los manifestantes no
tienen ninguna palanca económica pa-
ra presionar al poder. Los regímenes ar-
| 19
gelino e iraquí dependen de las expor-
taciones de hidrocarburos, cuya explo-
tación se realiza en empresas aisladas,
sociológica y geográficamente alejadas
de la sociedad. Los “hirak” (movimien-
tos populares) en estos países no pue-
den actuar sobre el corazón económico
del régimen.
Cambios geopolíticos y estratégicos
Más allá de las lecciones que dejó la
“Primavera Árabe” para los regímenes y
las oposiciones, el paisaje confesional y
la situación geopolítica han evoluciona-
do mucho. Los enfrentamientos actua-
les entre los poderes y sus sociedades
ya no se inscriben en la rivalidad entre
el sunnismo contrarrevolucionario, en-
carnado principalmente por ciertas mo-
narquías del Golfo, y el campo iraní.
Para contener el impulso contesta-
tario de 2011-2012, el bloque contrarre-
volucionario dirigido por Arabia Saudi-
ta y los Emiratos Árabes Unidos (EAU)
exacerbó deliberadamente los conflic-
tos confesionales con la esperanza de
fragmentar a las sociedades y asimilar a
cualquier tipo de oposición democráti-
ca al bando iraní. Teherán y sus aliados
–el Hezbollah libanés, el régimen de Al-
Assad, las milicias hutíes (en Yemen) e
iraquíes– contribuyeron ampliamente
a esta fractura: el chauvinismo sunnita
promovido por Riad y Abu Dabi era un
repelente oportuno para influir en di-
versos conflictos nacionales y justificar
un apoyo a los actores alineados contra
el campo chiita.
Estas estrategias regionales ya no
funcionan bien. En el seno del eje iraní,
el relato confesional perdió su atractivo
20 |
entre los jóvenes militantes. En el Líba-
no y en Irak, el “dégagisme” no excluye
a ninguna confesión. En Irak, los ma-
nifestantes chiitas no dudaron en ata-
car misiones diplomáticas iraníes (7).
El juego cambió para Irán, que se en-
cuentra actualmente atormentado por
una doble oposición, a la vez en el plano
doméstico –con manifestaciones regu-
lares contra el régimen teocrático– y en
su esfera de influencia.
La campaña contrarrevolucionaria
del bloque saudita-emiratí también fra-
casó. Los cheques en blanco extendidos
a ciertos dirigentes árabes no garantiza-
ron la estabilidad de sus regímenes. En
Egipto, a pesar de la ayuda de los países
del Golfo, Al-Sissi no pudo imponer un
nuevo modelo de régimen fuerte que
mezclara autoritarismo, desarrollo eco-
nómico rápido y estabilidad política. Al
contrario: Egipto, donde el ejército se
convirtió en una fuerza predadora que
dirige todos los sectores de la economía,
representa un anti modelo que ningún
país árabe desea imitar.
Los fracasos de la coalición sunnita
sacan a la luz los límites de la influen-
cia saudita. El último ejemplo a la fecha
es la hostilidad de numerosas capitales
árabes al “acuerdo del siglo” cuidado-
samente preparado por Donald Trump
para ponerle fin al conflicto entre Israel
y Palestina (ver página 12). Los esfuer-
zos del príncipe heredero Mohammed
Ben Salman (MBS) no lograron maqui-
llar un plan que concreta los sueños de
la derecha israelí. Otro ejemplo del fra-
caso saudita es la guerra en Yemen, que
se convirtió en un gran problema con
consecuencias humanitarias trágicas
y no ha mostrado aún ninguna victoria
estratégica de Riad. Al contrario, reveló
las debilidades militares intrínsecas del
reino y sus deficiencias en cuanto a su
capacidad de proyectar sus fuerzas más
allá de sus fronteras.
Finalmente, en el plano interno, el
objetivo nacional de diversificar la eco-
nomía disminuyendo la dependencia
con respecto a los hidrocarburos está
lejos de ser alcanzado. La entrada en la
Bolsa de Riad de la compañía petrolera
pública Aramco, a fines del año pasado,
no suscitó el entusiasmo esperado en
los inversores internacionales. La ope-
ración parece más bien haber prolonga-
do el escándalo del “Ritz Carlton”. En
noviembre de 2017, numerosas perso-
nalidades sauditas fueron retenidas en
este famoso hotel de Riad y luego fue-
ron liberadas a cambio de contribucio-
nes consecuentes a las arcas del Tesoro
saudita (8). En diciembre, tras muchas
tergiversaciones en cuanto al precio de
introducción de las acciones de Aram-
co, numerosos inversores sauditas se
vieron obligados a adquirir títulos del
grupo a expensas de sus propios acti-
vos, que se vendieron para financiar
esas compras. La apertura del capital de
Aramco, anunciada con gran despliegue
publicitario, no evidencia una privati-
zación o diversificación de la economía;
más bien ilustra el refuerzo del control
de la monarquía sobre la economía. El
bando contrarrevolucionario sunnita
también tiene que tener en cuenta los
cambios de fondo que se produjeron
en la estrategia geopolítica de Estados
Unidos. En su calidad de superpotencia,
Washington ya no considera al mundo
árabe como esencial. Gracias a nuevas
fuentes de aprovisionamiento, la eco-
nomía estadounidense, al igual que los
grandes mercados mundiales, puede
resistir cualquier tipo de interrupción
de la producción de petróleo en Medio
Oriente. Además, adversarios como el
Estado Islámico (EI) o Irán ya no repre-
sentan amenazas existenciales como lo
era, en el pasado, Al Qaeda. Y la opinión
pública, cansada de los repetidos con-
flictos en Medio Oriente, rechaza la in-
tervención de Estados Unidos en la re-
gión, salvo en el caso de un ataque iraní
contra Israel.
Evidentemente, la administración
Trump abandonó casi por completo su
rol de protectora de los países del Gol-
fo contra Irán. El asesinato del general
iraní Qassem Soleimani, en enero, estu-
vo en realidad motivado por la voluntad
de demostrar la firmeza de Washington
frente a los conflictos iraquíes que ame-
nazaban la embajada estadounidense en
Bagdad. Hasta entonces, Estados Uni-
dos se había negado a iniciar una opera-
ción militar anti iraní, incluso después
de la incautación de buques petroleros
en el Golfo por parte de los Pasdarán
(Guardianes de la Revolución), la des-
trucción de un dron estadounidense o el
ataque contra las refinerías de petróleo
sauditas. Del mismo modo, el abandono
de los aliados kurdos en el noreste de Si-
Las mujeres
también
desempeñan un rol
más importante
en los nuevos
movimientos
populares.
ria por parte de Washington y su pasivi-
dad frente a la intervención militar tur-
ca en la región, también evidencian este
reajuste estratégico.
Estados Unidos entró en una fa-
se jacksoniana de su política exterior,
sus intervenciones externas sólo están
destinadas a asegurar su seguridad in-
terna, y sin compromisos a largo plazo.
Esta disminución de la intensidad del
hegemonismo estadounidense obliga a
Arabia Saudita y a Irán a realizar balan-
ces suplementarios. Riad sabe que ya
no cuenta con el apoyo incondicional
de Estados Unidos. Teherán no puede
ignorar los límites de su influencia y de
su capacidad de provocar daños en la
región: el ataque a las refinerías saudi-
tas ya no tiene efecto en la cotización
del oro negro. Ciertamente el recrude-
cimiento de los conflictos en la región
sigue siendo posible en torno a la cues-
tión de la seguridad de Israel. Además,
es posible que algunos enfrentamien-
tos limitados continúen oponiendo a
Estados Unidos e Irán. Esto contribui-
rá a desestabilizar la región, pero sin
alcanzar la dimensión de un conflicto
mayor con batallas abiertas entre las
fuerzas estadounidenses e iraníes.
El orden regional que definió a Medio
Oriente en 2010 se organiza ahora según
una nueva lógica. Arabia Saudita cede
poco a poco su embargo contra Qatar,
decretado en la primavera de 2017, su
mayor error en materia de política exte-
rior para esta generación. Por su parte,
los EAU se desvinculan militarmente de
Yemen. Tanto Riad como Abu Dabi es-
tán más dispuestos a dialogar directa-
mente con Irán, con la esperanza de ate-
nuar las tensiones regionales. Pero es-
to no significa que Arabia Saudita y los
EAU renuncien a su acercamiento con
Israel, y esto por razones esencialmente
ligadas a su seguridad. Las tecnologías
israelíes de defensa, pero también de
vigilancia, incluida la informática, tie-
nen mucho peso en este matrimonio por
conveniencia. La capacidad del Estado
hebreo de golpear militarmente, sin im-
portar dónde, los intereses de Irán y de
sus aliados también es un factor a tener
en cuenta.
Arabia Saudita, sus partidarios re-
gionales e Irán tomaron conciencia de
los límites de la estrategia de la cuerda
floja en el Golfo, y del carácter irracio-
nal del conflicto latente que los opone
en la región. Estos actores se enfren-
tan ahora en otro terreno, sus rivalida-
des geopolíticas se expresan en el área
mediterránea oriental. Allí dos nuevas
alianzas se forman. Por un lado, Egipto,
Israel, Chipre y Grecia, cuya presencia
marítima y las crecientes colaboracio-
nes militares se explican por sus inte-
reses comunes en la explotación de re-
servas de gas natural offshore. En oposi-
ción a este bloque, se encuentran Qatar,
Turquía y el gobierno libio instalado en
Trípoli. En esta configuración, Libia es
la última arena en la que la violencia en-
tre estos dos bloques puede expresarse
por procuración. Dividido, atormenta-
do por una guerra civil que involucra a
varios actores, este país se convirtió en
una zona de anarquía en la que merce-
narios extranjeros y drones actúan so-
bre las líneas de frente, mientras que
fuerzas externas apoyan abiertamente a
uno u otro bando. En muchos sentidos,
Libia es quizás la principal víctima de
la redefinición en curso de las rivalida-
des geopolíticas en África del Norte y en
Medio Oriente.
En esta remodelación, Rusia repre-
senta un caso aparte. Presente en Siria,
activo en Libia, este país actúa por im-
pulsos contrarrevolucionarios, pero es-
to no responde a una estrategia global.
Para Moscú, algunos regímenes autori-
tarios son ante todo aliados que sirven
a sus intereses en coyunturas específi-
cas. La paleta de acción de Rusia inclu-
ye entonces intervenciones militares
poco costosas, pero muy eficaces, que
requieren pequeñas bases y que suelen
recurrir a socios privados. La sociedad
militar Wagner tiene éxito allí donde la
estadounidense Blackwater fracasó, sus
operaciones se extienden desde Siria a
la República Centroafricana. Moscú no
tiene visión a largo plazo del orden re-
gional y aprovecha las oportunidades
que ofrecen los conflictos existentes pa-
ra conseguir beneficios geopolíticos al
menor costo. Entonces, la visión rusa es
más táctica que estratégica.
¿Cómo lograr la estabilidad política?
A excepción de lo que ocurre en Su-
dán, todos los movimientos contesta-
tarios se encuentran en un callejón sin
salida. Entonces, renace el interrogan-
te habitual: ¿son las monarquías la so-
lución ideal en materia de estabilidad
política? Esta pregunta ya había surgi-
do a comienzos de 2011, tras la caída del
presidente tunecino Ben Ali y la de su
colega egipcio Hosni Mubarak. Las mo-
narquías gozan de la mayor legitimidad
debido a sus profundas raíces sociales
y culturales en la sociedad. Serían tam-
bién más aptas para arbitrar los conflic-
tos y asegurar una dirección para el país
durante las crisis debido a su ductilidad
y flexibilidad en tanto instituciones po-
líticas capaces de ubicarse por encima
de los conflictos partidarios.
Contrariamente a los reinos y los
emiratos del Golfo, donde la actividad
política no existe –salvo en Kuwait–,
Marruecos y Jordania, dos países donde
Edición 249 | marzo 2020
se realizan elecciones parlamentarias,
alimentaron durante mucho tiempo el
alegato a favor de las monarquías en el
mundo árabe. Combinaban la existen-
cia de un poder real activo y de diversos
partidos políticos, entre los cuales algu-
nos se declaraban opositores, pero no
llegaban a cuestionar la monarquía. A
pesar de esto, durante los últimos años
la forma de gobierno es cada vez más
criticada en el plano nacional. Y ni Ra-
bat ni Amman se mostraron capaces de
actuar con la flexibilidad y la capacidad
de reacción que les permitieron en otros
tiempos neutralizar las crisis, principal-
mente a través de la cooptación de una
parte de la oposición.
Enfrente, los manifestantes apren-
dieron a sus expensas que el cuestiona-
miento de la monarquía era un límite
que no debían cruzar. Mientras se abs-
tengan de hacerlo, los regímenes mo-
nárquicos pueden adaptarse y perpe-
tuar sus antiguas costumbres conserva-
doras. Para utilizar una metáfora econó-
mica: un producto que goza de un mo-
nopolio en el mercado puede permitirse
no cambiar nunca; pero si aparece un
competidor, tiene que evolucionar pa-
ra sobrevivir. En este orden de ideas, los
movimientos contestatarios van aho-
ra más allá de los límites autorizados al
desacralizar a las monarquías. La expre-
sión de un reclamo republicano podría
finalmente emerger. Una vez que el sta-
tu quo se vuelva insostenible, la cuestión
para estas realezas será saber cómo uti-
lizar lo que les queda de legitimidad y de
recursos políticos para impedir la solu-
ción republicana. g
1. Banco Mundial, https://data.worldbank.org
2. “Arabs are losing faith in religious parties
and leaders”, Arab Barometer, 5 de diciembre
de 2019, www.arabbarometer.org
3. Véase Alain Gresh, “A la sombra de
los militares”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, agosto de 2013.
4. “Égypte: les forces de sécurité ont recouru
à une force meurtrière excessive”, Human
Rights Watch, Nueva York, 19-8-13.
5. Véase Akram Belkaïd, “L’affaire Kashoggi met
Riyad sous pression”, Horizons arabes, Les Blogs du
Diplo, 15-10-2018, https://blog.mondediplo.net
6. Neologismo político utilizado para reclamar la
expulsión de las personas que detentan el poder
pero sin voluntad de que otra persona lo tome, lo
que conduce a un vacío de poder. (N. de la T.).
7. Véase Feurat Alani, “Irak recupera
su identidad”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, enero de 2020.
8. Véase Ibrahim Warde, “Alianzas,
negocios, familia”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, diciembre de 2017.
*Investigador asociado de la Universidad de Har-
vard (Estados Unidos), autor de Journal d’un prince
banni. Demain, le Maroc, Grasset, París, 2014.
Traducción: María Julia Zaparart
Archivo
Sudán y Argelia: ¿una nueva “prima-
vera árabe”?
por Gilbert Achcar, junio de 2019.
La esperanza viva de la unidad árabe
por Hicham Ben Abdallah El Allaoui, no-
viembre de 2017.
Marruecos avanza hacia atrás
por Pierre Daum, octubre de 2016.
La construcción de un nuevo orden
democrático
por Hicham Ben Abdallah El Allaoui,
enero de 2013.
Dossier Dispositivo desinfenctante en la entrada de un complejo residencial en Tianjin, China, 11-2-2020 (Stringer/Reuteurs)

El virus que hace

temblar al mundo
La rápida propagación del COVID-19, una variedad menos
letal pero más contagiosa de coronavirus, desató una crisis
sanitaria, económica y hasta política global acompañada
de fuertes dosis de paranoia y sinofobia. Sin embargo, la
responsabilidad de la epidemia no es de un país o animal
en particular, sino de un modelo de desarrollo que arrasa
con la naturaleza promoviendo encuentros inesperados
entre microbios animales y el cuerpo humano.

Cuando las alarmas no sonaron Federico Kukso 22  |  Regalos envenenados

Sonia Shah 24 | Una epidemia puede ocultar otra Martine  Bulard 25 | 
22 | Edición 249 | marzo 2020

Dossier
El virus que
hace temblar
al mundo

Boda masiva organizada por la Iglesia de la Unificación en el Centro Mundial de la Paz de Cheongshim, China, 7-2-2020 (Jung Yeon-je/AFP)

Dada la hiperconectividad del siglo XXI, el brote de COVID-19, nacido en Wuhan, se

expandió rápidamente a escala global. Además del drama sanitario, la pandemia ha
provocado una parálisis económica general, el descontento popular hacia el gobierno
chino y reacciones de sinofobia. Una crisis múltiple con consecuencias impredecibles.
Mitos y verdades de la pandemia de coronavirus

Cuando las alarmas

no sonaron
E
por Federico Kukso*

l 29 de enero de 2019, cuatro inves-
tigadores de la Academia China de
Ciencias lanzaron una advertencia.
“Es muy probable que los futuros
brotes de coronavirus similares al
SARS o al MERS se originen en los
murciélagos, y existe una mayor probabilidad de
que esto ocurra en China”, publicaron los virólogos
Yi Fan, Kai Zhao, Zheng-Li Shi y Peng Zhou en la re-
vista Viruses. Las alarmas, sin embargo, no sonaron.
Once meses después, una misteriosa neumonía
afectaba a varios habitantes de Wuhan, una flore-
ciente megaciudad de 11 millones de personas, en el
este de China.
Uno de los primeros en detectarla fue Li Wen-
liang, un médico de 34 años del Hospital Central
de Wuhan, quien el 30 de diciembre pasado inten-
tó alertarles a sus colegas en un grupo de chat on-
line sobre siete casos de un virus que se asemejaba
al SARS, aquel que había provocado una epidemia
global en 2003.
Li sospechaba que los casos provenían del mer-
cado de pescados y mariscos Huanan, en Wuhan, y
los pacientes fueron puestos en cuarentena en su
hospital.
Cuatro días más tarde, el joven médico recibió
una visita de funcionarios de la Oficina de Seguri-
dad Pública que lo amenazaron por propagar ru-
mores y comentarios falsos que “podrían perturbar
el orden social”, obligándolo a firmar una declara-
ción diciendo que no causaría más problemas.
Un mes después, Li Wenliang fallecía en una ca-
ma de la misma institución donde trabajaba. En un
mensaje publicado en la red social Weibo, el hospi-
tal confirmó la noticia: “En la lucha contra la epi-
demia de la neumonía del nuevo coronavirus, el
oftalmólogo de nuestro hospital Li Wenliang des-
afortunadamente resultó infectado. Li murió pese
a todos los esfuerzos para reanimarlo. Lamentamos
profundamente su fallecimiento”.
Inmediatamente, la muerte de Li Wenliang –hoy
considerado un héroe– causó indignación. El Par-
tido Comunista había subestimado la gravedad del
virus e intentado mantenerlo en secreto. Recién el
20 de enero, tras semanas de encubrimiento, China
declaró la emergencia a raíz del brote e impuso un
bloqueo completo a Wuhan.
Para entonces ya habían surgido casos en otras
regiones del país asiático justo antes de las vacacio-
nes del Año Nuevo Lunar. “El coronavirus se había
propagado en la ciudad y sus alrededores durante
más de un mes antes de que se tomaran medidas
efectivas”, dice el epidemiólogo Yang Gonghuan,
ex subdirector del Centro Chino para el Control y
Prevención de Enfermedades.
La amenaza invisible
Hasta mediados de febrero, la Comisión Nacional
de Salud de China había reportado más de 75.000
casos de COVID-19 –nombre oficial de la enferme-
dad asignado por la Organización Mundial de la
Salud (OMS)– y al menos 2.000 muertes. Además,
más de 800 casos habían sido confirmados en otros

25 países. Pero, debido a que muchos no se detectan
(o reportan), el total real sería probablemente mu-
cho más alto.
El responsable de la crisis actual es un organismo
minúsculo, un virus identificado como 2019-nCoV.
Provoca síntomas similares a los de la gripe, como
fiebre y tos, dificultad respiratoria grave, dolores
musculares y sensación generalizada de cansancio.
“Un rompecabezas con muchas piezas faltan-
tes” lo llamó The British Medical Journal por lo poco
que se conoce de él. Lo que se sabe es que pertenece
a la familia de los coronavirus, que incluye al SARS
(síndrome respiratorio agudo severo) y al MERS
(síndrome respiratorio del Medio Oriente), respon-
sables de dos de las epidemias más mortales en las
últimas dos décadas. Es decir, el 2019-nCoV es una
nueva versión de un viejo enemigo. Este virus respi-
ratorio en particular parece propagarse de persona a
persona con bastante rapidez a través de las gotitas
respiratorias que las personas producen cuando to-
sen, estornudan o al hablar.
Entre los casos reportados a la Organización
Mundial de la Salud, el 15% son graves, el 3% son crí-
ticos y el 82% son leves. La tasa de mortalidad gene-
ral estimada es de alrededor del 2%, pero fuera de la
provincia de Hubei –cuya capital es Wuhan– la cifra
es de alrededor de 0,05% o menos, no muy lejos de la
mortalidad observada con la gripe estacional.
A medida que aumentan los casos en China y en el
resto del mundo, los enigmas se multiplican. “No sa-
bemos si el virus puede propagarse antes de que apa-
rezcan los síntomas –afirma Trevor Bedford, biólogo
de la División de Vacunas y Enfermedades Infeccio-
sas del Fred Hutchinson Cancer Research Center, en
Estados Unidos–. No sabemos qué proporción de per-
sonas infectadas probablemente mueran.”
Cada vez hay más pruebas de que el nuevo virus es
menos letal que el que causó el SARS, pero posible-
mente sea más contagioso. Y casi no afecta a los niños.
El nuevo coronavirus es el último ejemplo de una
enfermedad que saltó de animales a nuestra especie
(véase “Regalos envenenados”, p. 24). El VIH pasó de
los chimpancés a los humanos en la década de 1930.
En cuanto al MERS, detectado en 2012 en Arabia Sau-
dita, se cree que provino de camellos.
No todas las enfermedades zoonóticas causan en-
fermedades graves, pese a que el virus del Ébola, por
ejemplo, mata a la mayoría de las personas que infecta.
Gracias a las vacunas se han erradicado enferme-
dades como la viruela y la poliomielitis, y las muertes
por enfermedades transmisibles han disminuido en
todo el mundo. Pero desde 1970, se han descubierto
más de 1.500 nuevos patógenos. Alrededor del 70% de
ellos son de origen animal.
Una razón por la que los virus zoonóticos pue-
den ser mortales es porque los seres humanos ca-
recemos de inmunidad preexistente a ellos. “Es una
batalla que nunca ganas –dice Peter Doherty, un in-
vestigador en Melbourne que ganó el Premio Nobel
de Medicina en 1996 por descubrir cómo el sistema
inmunitario reconoce las células infectadas por vi-
rus–. Los organismos mutan, aparte de cualquier
otra cosa, por lo que requiere vigilancia constante e
investigación constante.”
A diferencia de lo que ocurría hace cien años, las
epidemias en el siglo XXI se extienden más rápido y
más lejos que nunca. Los brotes que antes se limita-
ban a un país o incluso un continente ahora pueden
volverse globales muy rápidamente.
A fines de 2002, el SARS surgió en la provincia
meridional china de Guangdong, luego se extendió
rápidamente a través de la frontera y mató a 774 per-
sonas desde Asia hasta Canadá. En 2009, un nuevo
virus de la gripe, H1N1, avanzó en todo el mundo en
dos meses y se estima que provocó entre 151.000 y
575.000 muertes. Ahora, 2019-nCoV viajó a cuatro
continentes en aproximadamente cinco semanas.
“Hemos creado un mundo interconectado y di-
námicamente cambiante que brinda innumerables
oportunidades a los microbios”, dice Richard Hat-
chett, ex asesor de Estados Unidos en emergencias
de salud pública y actual CEO de Coalition for Epi-
demic Preparedness Innovations.
Colaboración global
A los pocos días de la notificación del 2019-nCoV,
los científicos en China rápidamente aislaron y se-
cuenciaron el virus, e hicieron algo poco común en
el actual escenario geopolítico: compartieron los da-
tos con la comunidad de investigación internacional,
acelerando los esfuerzos globales para desarrollar
diagnósticos, vacunas y terapias.
“Esto es un gran avance en la salud pública glo-
bal”, destaca Bedford, quien recientemente actuali-
zó la información científica en la conferencia de la
AAAS (Asociación Estadounidense para el Avance
de las Ciencias) en Seattle, donde presentó Nexts-
train (nextstrain.org), un proyecto de código abierto
para seguir en tiempo real la evolución de los pató-
genos. “Lamentablemente este intercambio rápido,
abierto y transparente de información científica so-
bre este brote está siendo amenazado por rumores y
desinformación sobre sus orígenes. No hay eviden-
cias de manipulación genética alguna”, afirma.
El investigador se refiere a un polémico y discuti-
do artículo que sugiere que el Instituto de Virología
de Wuhan podría ser el origen del brote de COVID-19.
“Estamos en medio de la era de la desinformación de
las redes sociales y estos rumores y teorías de conspi-
ración tienen consecuencias reales, incluidas las ame-
nazas de violencia que se han producido a nuestros
colegas en China”, señala el ecólogo de enfermedades
Peter Daszak, uno de los 27 científicos de nueve países
que rechazaron enérgicamente estos rumores en una
declaración publicada por The Lancet.
La velocidad de detección de estos virus es crucial
para abordar la amenaza y limitar o prevenir la pro-
pagación. En el caso del virus del Ébola y el SARS se
tardó demasiado tiempo: para cuando se los identi-
ficó ya habían mutado, volviéndose más peligrosos.
Cuando los investigadores chinos publicaron la
secuencia genética del nuevo coronavirus, comenzó
una carrera mundial. Casi una docena de compañías
farmacéuticas lanzaron programas para desarrollar
medicamentos o vacunas contra el 2019-nCoV. El
Reino Unido anunció que invertirá 20 millones de
libras para la investigación. La Fundación Bill y Me-
linda Gates prometió hasta 100 millones de dólares
para ayudar a contener el brote. El billonario Jack
Ma, co-fundador del Grupo Alibaba Group, aportará
14 millones para los mismos esfuerzos.
En este caso, las vacunas son preferibles a las dro-
gas, pues inmunizar a las personas contra las infec-
ciones es la mejor manera de prevenir la propaga-
ción de la enfermedad y proteger a poblaciones en-
teras. Por esta razón, ya se están realizando pruebas
para ver cómo funciona una existente vacuna expe-
rimental contra el SARS en casos de 2019-nCoV. Pe-
ro se estima que tomará como mínimo un año.
Por eso, también se están organizando ensayos
con medicamentos antivirales. Uno de los candida-
tos es la droga Remdesivir, de la farmacéutica Gilead
Sciences Inc., desarrollado para tratar el Ébola y las
infecciones causadas por el virus Marburg. El pri-
mer paciente estadounidense de coronavirus, en el
estado de Washington, recibió el medicamento des-
pués de que su condición empeoró. El día después de
la infusión mejoró, según los resultados reportados
en el New England Journal of Medicine.
En China se está ensayando también una combi-
nación de dos medicamentos: Umifenovir, un medi-
camento antigripal usado exclusivamente en Rusia y
China, y Darunavir, otro fármaco antirretroviral. Las
autoridades afirmaron que los primeros resultados
con estos dos medicamentos han sido favorables, pe-
ro no se dispone de mucha información al respecto.
Parálisis general y descontento
El pequeño virus está sacudiendo el proyecto expan-
sivo del presidente chino Xi Jinping. La epidemia ya
se siente tanto en la economía china como en la global.
Los precios del petróleo han caído un 20% en el
último mes debido a la menor demanda de China.
Hyundai Motor suspendió las líneas de producción
en sus fábricas de automóviles en Corea del Sur de-
bido a la escasez de piezas fabricadas en China. Levi
Strauss & Co. clausuró su gran local que había abier-
to semanas atrás en Wuhan, al igual que Apple ce-
rró temporalmente todas sus oficinas y tiendas por
precaución. Y las aerolíneas han reducido los vuelos
dentro y fuera del país.
Las actividades de la vida diaria se han parali-
zado en gran parte de China: las universidades de
todo el país permanecen cerradas y los temores
sobre la propagación del virus también han altera-
do los planes para numerosas conferencias cientí-
ficas y de tecnologías, como el Mobile World Con-
gress de Barcelona.
| 23
Según el especialista en bioseguridad Michael
Osterholm, de la Universidad de Minnesota, 153 me-
dicamentos cruciales, desde píldoras para la presión
arterial hasta tratamientos para derrames cerebrales,
se fabrican principalmente en China, y se teme que el
2019-nCoV pueda afectar su producción y exportación.
Wuhan, epicentro del brote de coronavirus, ha es-
tado aislada del mundo desde el 23 de enero en una
cuarentena masiva con permanentes controles de
temperatura de sus habitantes y con hospitales sa-
turados. Durante la noche se escuchan gritos como
“Wuhan jiāyóu!” (que significa “vamos” o “mantente
fuerte”) desde las ventanas de los departamentos. La
gente ha acuñado el término “Yún chī fàn”, que sig-
nifica “comida por nube” y refiere a la nueva costum-
bre de almorzar o cenar acompañados de familiares
y amigos a través de videollamadas.
Allí, la sensación de estar atrapado en una zona
de infección está alimentando el descontento con el
gobierno y no se sabe en qué va a derivar. Durante el
brote de Ébola de 2014 en África, los residentes del ve-
cindario de West Point de
Monrovia, la capital de Li-
“La historia beria, se amotinaron des-
pués de ser sometidos a
demuestra que una cuarentena sorpresa.
Además de los es-
identificar una fuerzos científicos de
cooperación internacio-
nueva enfermedad nal, lo único positivo de
por su lugar de la crisis es que China ha
reducido temporalmen-
origen conduce a te las emisiones de CO2
en un cuarto.
la estigmatización.”
Pandemias de odio
En 2018, en una charla
en la Sociedad Médica de Massachusetts, Bill Gates
señaló que el mayor peligro para la humanidad no
era la inteligencia artificial o las armas nucleares
sino una epidemia que podría matar a 30 millones
de personas en seis meses. “El mundo necesita pre-
pararse para las pandemias de la misma manera
seria que se prepara para la guerra”, indicó el fun-
dador de Microsoft, quien desde su fundación ha
buscado combatir enfermedades como la malaria
y la tuberculosis.
Lo cierto es que a medida que el virus se expan-
de por el mundo, otro tipo de pandemia –potencial-
mente más temible y sombría– crece: la sinofobia, un
sentimiento anti-chino alimentado por el miedo y la
desinformación.
Históricamente, en todas las sociedades se ha se-
ñalado a los extranjeros como vectores del crimen, el
terrorismo y las enfermedades. En este caso, los lla-
mados a prohibir el movimiento de personas de as-
cendencia asiática son tendencia en las redes sociales.
Los nombres que reciben las enfermedades no
ayudan. Al brote actual se lo conoció en un primer
momento como la “gripe de Wuhan”. Se puede recor-
dar también los azotes de la “gripe española” –que se
estima que mató entre 1918 y 1920 a más de 40 millo-
nes de personas en todo el mundo– a pesar de que el
virus que la provocó no se originó en España: los pri-
meros casos se registraron en la base militar de Fort
Riley de Estados Unidos el 4 de marzo de 1918.
El virus del Ébola lleva el nombre de un río en la
República Democrática del Congo. El virus del Zika es
conocido por un bosque de Uganda, donde se lo des-
cubrió por primera vez en 1974. Y los Hantavirus es-
tán vinculados al área del río Hantan en Corea del Sur.
Lo llamativo es que no se trata de un protoco-
lo universal: el VIH, descubierto en Nueva York en
1980, no es “NYC-1” y la infección por SARM (Sta-
phylococcus aureus resistente a la meticilina) no es la
“peste de Boston”, ciudad en la que se registraron los
primeros casos.
“La historia demuestra que identificar una nueva
enfermedad por su lugar de origen puede conducir a
la estigmatización así como influir en las percepcio-
nes de riesgo –indica Mari Webel, historiadora de la
salud pública de la Universidad de Pittsburgh–. Es
importante para la solidaridad global con la pobla-
ción muy afectada de Wuhan acostumbrarse a decir
COVID-19 e insistir en que otros hagan lo mismo.” g
*Periodista científico, miembro de la comisión direc-
tiva de la World Federation of Science Journalists. Autor
de Odorama: Historia cultural del olor, Taurus, 2019.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
24 |
Dossier
El virus que
hace temblar
al mundo
Chengdu, provincia de Sichuan, China, 5-2-2020 (Stringer/Reuteurs)
La explicación de la creciente vulnerabilidad humana
frente a las pandemias no hay que buscarla en un
animal sino en una causa más profunda: la destrucción
y manipulación acelerada de la naturaleza.
¿Por qué apareció el coronavirus COVID-19?
Regalos
envenenados
¿
por Sonia Shah*
Será un pangolín? ¿Un murciélago? ¿O in-
cluso una serpiente, como se dijo tiempo
antes de ser desmentido?
La cuestión es quién será el primero en
incriminar al animal salvaje que está en el
origen de este coronavirus, oficialmente
llamado COVID-19, cuya trampa se ha cerrado so-
bre varios cientos de millones de personas, puestas
en cuarentena o excluidas detrás de cordones sani-
tarios en China y en otros países. Si bien es funda-
mental elucidar este misterio, estas especulaciones
impiden ver que nuestra creciente vulnerabilidad
frente a las pandemias tiene una causa más profun-
da: la destrucción acelerada de los hábitats.
Desde 1940, centenares de microbios patóge-
nos aparecieron o reaparecieron en regiones don-
de, a veces, jamás habían sido observados antes.
Es el caso del HIV, del Ébola en África Occiden-
tal, o incluso del Zika en el continente americano.
La mayoría de ellos (el 60%) son de origen animal.
Algunos provienen de animales domésticos o de
cría, pero la mayoría (más de dos tercios) provie-
nen de animales salvajes.
Encuentros cercanos
Pero estos últimos no tienen nada que ver. Mal que
les pese a los artículos que, apoyándose en foto-
grafías, señalan a la fauna salvaje como el punto
de partida de epidemias devastadoras (1), es falso
creer que esos animales están particularmente in-
festados de agentes patógenos mortales listos para
contaminarnos. En realidad, la mayor parte de sus
microbios viven en ellos sin hacerles ningún daño.
El problema está en otra parte: con la deforesta-
ción, la urbanización y la industrialización desen-
frenadas, ofrecimos a esos microbios los medios
de llegar hasta el cuerpo humano y adaptarse.
La destrucción de los hábitats amenaza de ex-
tinción a muchas especies (2), entre las cuales hay
plantas medicinales y animales en los que siempre
se apoyó nuestra farmacopea. En cuanto a aque-
llas que sobreviven, no tienen otra opción que la
de conformarse con los pequeños espacios de há-
bitat que les dejan los asentamientos humanos. El
resultado es una mayor probabilidad de contac-
tos cercanos y repetidos con el hombre, los cuales
permiten que los microbios que ellos albergan pa-
sen a nuestro cuerpo donde dejan de ser benignos
para convertirse en agentes patógenos mortíferos.
El Ébola lo ilustra bien. Un estudio realizado
en 2017 reveló que las apariciones del virus, cuya
fuente fue localizada en diversas especies de mur-
ciélagos, son más frecuentes en las zonas de África
Central y Occidental que recientemente sufrieron
deforestaciones. Cuando se talan sus bosques, se
obliga a los murciélagos a ir a colgarse en los ár-
boles de nuestros jardines y de nuestras granjas.
A partir de ahí es fácil imaginar lo que sigue: un
humano ingiere saliva de murciélago al morder un
fruto que está cubierto de ella o, tratando de cazar
Edición 249 | marzo 2020
y de matar al visitante inoportuno, se expone a los
microbios que encontraron refugio en sus tejidos.
Es así como una multitud de virus de los que son
portadores los murciélagos, que en ellos son in-
ofensivos, logran penetrar en poblaciones huma-
nas; citamos por ejemplo el Ébola, pero también el
Nipah (sobre todo en Malasia o en Bangladesh) o
el Marburgo (especialmente en África Oriental).
Este fenómeno es calificado de “pasaje de la barre-
ra de especies”. Si ocurre con frecuencia, puede
permitir que los microbios surgidos de los anima-
les se adapten a nuestros organismos y evolucio-
nen al punto de volverse patógenos.
Otro tanto ocurre con las enfermedades trans-
mitidas por los mosquitos, puesto que se estable-
ció un lazo entre el acaecimiento de epidemias y
la deforestación (3), con la salvedad de que no se
trata en este caso tanto de la pérdida de los hábi-
tats como de su transformación. Con los árboles,
desaparecen la capa de hojas muertas y las raíces.
El agua y los sedimentos chorrean más fácilmen-
te sobre ese suelo despojado y en adelante baña-
do de sol, formando charcos favorables a la repro-
ducción de los mosquitos portadores del paludis-
mo. Según un estudio realizado en doce países,
los mosquitos de las especies que son vectores de
agentes patógenos humanos son dos veces más
numerosos en las zonas deforestadas que en los
bosques que permanecieron intactos.
La destrucción de los hábitats actúa también
modificando la población de diversas especies, lo
que puede aumentar el riesgo de propagación de
un agente patógeno. Un ejemplo es el virus del Ni-
lo Occidental, transportado por los pájaros migra-
torios. En América del Norte, las poblaciones de
pájaros cayeron en más del 25% durante los últi-
mos cincuenta años a causa de la pérdida de los
hábitats y otras destrucciones (4). Pero no todas
las especies son afectadas de la misma manera.
Los llamados pájaros especialistas (de un hábitat),
como los carpinteros y los rálidos, fueron golpea-
dos más duramente que los generalistas, como los
petirrojos y los cuervos. Si los primeros son pobres
vectores del virus del Nilo Occidental, los segun-
dos, por su parte, son excelentes. De ahí una fuerte
presencia del virus entre los pájaros domésticos
de la región, y una mayor probabilidad de ver un
mosquito que pique a un pájaro infectado, y luego
a un humano (5).
El mismo fenómeno se repite cuando se trata de
las enfermedades vehiculadas por las garrapatas.
Al apropiarse poco a poco de los bosques del Nor-
deste estadounidense, el desarrollo urbano echa
a animales como las zarigüeyas, que contribuyen
a regular las poblaciones de garrapatas, al tiempo
que deja prosperar especies mucho menos efica-
ces en ese aspecto, como el ratón de patas blancas
y el ciervo. Resultado: las enfermedades transmi-
tidas por las garrapatas se difunden más fácilmen-
te. Entre ellas, la enfermedad de Lyme, que hizo su
primera aparición en Estados Unidos en 1975. En
el curso de los últimos veinte años se identificaron
siete nuevos agentes patógenos cuyo vector fue-
ron las garrapatas (6).
Apetito carnívoro
Los riesgos de aparición de enfermedades son
acentuados no sólo por la pérdida de los hábitats,
sino también por la manera en que se los reempla-
za. Para satisfacer su apetito carnívoro, el hom-
bre arrasó una superficie equivalente a la del con-
tinente africano (7) con el objeto de alimentar y
criar animales destinados a la faena. Algunos de
ellos toman luego los caminos del comercio ile-
gal o son vendidos en mercados de animales vivos
(wet markets). Allí, especies que probablemente
nunca se hubieran cruzado en la naturaleza se en-
cuentran enjauladas lado a lado, y los microbios
pueden pasar alegremente de una a otra. Este ti-
po de desarrollo, que ya engendró en 2002-2003
el coronavirus responsable de la epidemia del sín-
drome respiratorio agudo grave (SRAS), está qui-
zá en el origen del coronavirus desconocido que
hoy nos asedia.
Pero mucho más numerosos son los animales
que evolucionan en el seno de nuestro sistema de
cría industrial. Centenares de miles de animales
amontonados unos sobre otros en espera de ser
llevados al matadero: condiciones ideales para

que los microbios se transformen en agentes pató-
genos mortales. Por ejemplo, los virus de la gripe
aviar, albergados por las aves acuáticas, producen
estragos en las granjas repletas de pollos en cauti-
verio, donde mutan y se vuelven más virulentos;
un proceso tan previsible que puede ser reprodu-
cido en laboratorio. Una de sus cepas, el H5N1, es
transmisible al hombre y mata a más de la mitad de
los individuos infectados. En 2014, en América del
Norte, fue necesario sacrificar a decenas de millo-
nes de aves de corral para frenar la propagación de
otra de esas cepas (8).
Las montañas de deyecciones producidas por
nuestro ganado ofrecen a los microbios de origen
animal otras ocasiones de infectar a las poblacio-
nes. Como hay infinitamente más desechos del
que pueden absorber las tierras agrícolas en forma
de abonos, a menudo terminan por ser almacena-
dos en fosas con pérdidas, un refugio soñado por
la bacteria Escherichia coli. Más de la mitad de los
animales encerrados en granjas de engorde esta-
dounidenses son portadoras de esa bacteria, pero
allí es inofensiva (9). Entre los humanos, en cam-
alcances económicos, sociales y políticos del brote
Una epidemia
puede ocultar otra
por Martine Bulard*
“
Pekín parece una ciudad fantasma”, dice
un entrevistado que vive en la capital chi-
na. Por orden de las autoridades, todo el
mundo vive confinado. En el país, casi 760
millones de personas vieron sus salidas
prohibidas, limitadas o controladas (1). Todos
los días “recibimos en nuestros teléfonos móvi-
les estadísticas sobre el coronavirus y otras in-
formaciones sobre el asunto”. Hasta el 18 de fe-
brero de 2020 había 70.643 casos confirmados
en el país, 10.853 recuperaciones y 1.772 muer-
tes. El día anterior, además de los datos diarios,
las informaciones señalaban que “la policía de
Wuhan había incautado más de 16 millones de
barbijos falsos”. Es evidente que las autorida-
des, con la esperanza de prevenir cualquier des-
contento, quieren dar la impresión de que son
transparentes y se mantienen en contacto con la
población.
Nadie sabe si estas estadísticas, por definición
cambiantes y difíciles de recopilar en un país tan
vasto, reflejan la realidad. El número de nuevos
casos por día parece estar disminuyendo, pero
no hay pruebas de que esta disminución sea sos-
tenible. Por el momento, debemos atenernos a la
limitada información proporcionada por la Or-
ganización Mundial de la Salud (OMS): el virus
es mucho más contagioso que el síndrome res-
piratorio agudo severo (SARS, 2002-2003), pero
su tasa de mortalidad es netamente más baja (al-
rededor del 2%). Si bien en dos meses ha matado
a unas 2.000 personas, en ese país de 1.400 mi-
llones de habitantes mueren un promedio men-
sual de 80.000 personas. Por consiguiente, es
probable que la epidemia tenga más consecuen-
cias económicas, sociales y políticas, tanto a ni-
vel nacional y mundial, que influencia en la tasa
de mortalidad china.
Un cuestionamiento al sistema
Debido al confinamiento, el país se desacelera.
Los economistas prevén una baja de 1 a 1,5 pun-
tos porcentuales en el crecimiento, que descen-
dería a menos del 5% –¡nunca antes visto en los
últimos treinta años!–. La economía mundial,
mucho más interdependiente que en 2002-
bio, E. coli provoca diarreas sangrientas, fiebre, y
puede acarrear insuficiencias renales agudas. Y
como no es raro que las deyecciones animales se
vuelquen en nuestra agua potable y nuestros ali-
mentos, 90.000 estadounidenses son contamina-
dos cada año.
Raíces de las pandemias
Aunque el fenómeno de mutación de los microbios
animales en agentes patógenos humanos se acele-
ra, no es nuevo. Su aparición data de la revolución
neolítica, cuando el ser humano empezó a destruir
los hábitats salvajes para extender las tierras culti-
vadas, y a domesticar a los animales para convertir-
los en bestias de carga. A cambio, los animales nos
ofrecieron algunos regalos envenenados: les debe-
mos el sarampión y la tuberculosis a las vacas, la tos
ferina a los cerdos, la gripe a los patos.
El proceso prosiguió durante la expansión co-
lonial europea. En el Congo, las vías férreas y las
ciudades que construyeron los colonos belgas per-
mitieron a un lentivirus alojado en los macacos de
la región perfeccionar su adaptación al cuerpo hu-
2003, también corre el riesgo de verse afectada.
Todo depende de la duración de la pandemia.
Sin duda, el gobierno chino tomará medidas e
imprimirá más dinero para reactivar la maqui-
naria. Además, habrá que reponer las existen-
cias ya que la mayoría de las baterías de los au-
tomóviles eléctricos del mundo y la mayoría de
los medicamentos, por ejemplo, ahora se fabri-
can en China.
El retraso en reaccionar de las autoridades de
la ciudad de Wuhan –que han sido despedidas,
a pesar de que el gobernador de la provincia de
Hubei era un colaborador de Xi Jinping–, y la
muerte del doctor Li Wenliang, quien a media-
dos de diciembre ya había dado la voz de alerta,
han conmovido mucho a los chinos y socavado
en parte su confianza en el presidente Xi, hasta
ahora intocable. Se cuestiona el funcionamien-
to del sistema. Es significativo este titular de
Caixin (2), un periódico de negocios con fuer-
te presencia en Pekín, “La epidemia de corona-
virus es un test para el Estado de Derecho”. Y
precisa: “La situación a la que nos enfrentamos
no es una excusa para descuidar el principio del
Estado de Derecho”. El cuestionamiento podría
ir más allá de los casos de Chen Qushi, el perio-
dista de Wuhan que testificaba todos los días, o
del profesor Xu Zhangrun, ambos bajo arresto
domiciliario. Pero, por el momento, la ira no pa-
rece desbordarse.
En cambio, en el extranjero la “pandemia de
xenofobia” (3) contra los asiáticos en general, y
los chinos en particular, está muy presente. En
Francia, estos últimos incluso han lanzado en
las redes sociales el hashtag “#je-ne-suis-pas-
un-virus” [#No soy un virus]. g
1. Raymond Zhong y Paul Mozur, “To tame coronavirus, Mao-style
social control blankets China”, The New York Times, 16-2-2020.
2. “Editorial: Coronavirus epidemic poses test for
rules of law”, Caixin, Pekín, 18-2-2020.
3. Sonia Shah, “The pandemic of xenophobia and
scapegoating”, Time, Nueva York, 3-2-2020.
*Jefa de Redacción Adjunta de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Teresa Garufi
| 25
mano. En Bangladesh, los británicos avanzaron
sobre la inmensa zona húmeda de los Sundarbans
para desarrollar el cultivo de arroz, exponiendo
a los habitantes a las bacterias acuáticas presen-
tes en esas aguas salobres. Las pandemias causa-
das por esas intrusiones coloniales siguen tenien-
do vigencia. El lentivirus del macaco se convirtió
en el HIV. La bacteria acuática de los Sundarbans,
en adelante conocida con el nombre de cólera, ya
provocó siete pandemias hasta el día de hoy, la
más reciente de las cuales sucedió en Haití.
Felizmente, en la medida en que no somos vícti-
mas pasivas de este proceso, también podemos ha-
cer mucho para reducir los riesgos de emergencia
de estos microbios. Podemos proteger los hábitats
salvajes para hacer que los animales conserven sus
microbios en vez de transmitírnoslos a nosotros,
como se esfuerza particularmente el movimiento
One Health (10).
¿Qué hacer?
Podemos establecer una vigilancia fuerte de los me-
dios en los cuales los microbios de los animales son
más susceptibles de mutarse en agentes patógenos
humanos, tratando de eliminar a aquellos que mues-
tren veleidades de adaptación a nuestro organismo
antes de que desencadenen epidemias. A esto pre-
cisamente se consagran desde hace diez años los in-
vestigadores del programa Predict, financiado por la
Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Inter-
nacional (Usaid). Ellos ya identificaron más de nove-
cientos nuevos virus ligados a la extensión de la hue-
lla humana en el planeta, entre los cuales se encuen-
tran cepas hasta entonces desconocidas de coronavi-
rus comparables a la del SRAS (11).
En la actualidad, una nueva pandemia nos ace-
cha y no solamente a causa del COVID-19. En Es-
tados Unidos, los esfuerzos de la administración
Trump para liberar a las industrias extractivas y
al conjunto de las actividades industriales de to-
da reglamentación no podrán dejar de agravar
la pérdida de los hábitats, favoreciendo la trans-
ferencia microbiana de los animales a los huma-
nos. Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense
compromete nuestras probabilidades de localizar
al próximo microbio antes de que se propague: en
octubre de 2019 decidió poner término al progra-
ma Predict. Por último, a comienzos de febrero de
este año anunció su voluntad de reducir en un 53%
su contribución al presupuesto de la Organización
Mundial de la Salud.
Como declaró el epidemiólogo Larry Brilliant,
“las emergencias de virus son inevitables, las epi-
demias no”. Sin embargo, solo seremos perdona-
dos por estas últimas si ponemos tanta determina-
ción en cambiar de política como la que pusimos
en destruir la naturaleza y la vida animal. g
1. Kai Kupferschmidt, “This bat species may be the
source of the Ebola epidemic that killed more than
11,000 people in West Africa”, Science Magazine,
Washington, DC – Cambridge, 24 de enero de 2019.
2. Jonathan Watts, “Habitat loss threatens all our futures, world
leaders warned”, The Guardian, Londres, 17 de noviembre de 2018.
3. Katarina Zimmer, “Deforestation tied to changes in disease
dynamics”, The Scientist, Nueva York, 29 de enero de 2019.
4. Carl Zimmer, “Birds are vanishing from North America”,
The New York Times, 19 de septiembre de 2019.
5. BirdLife International, “Diversity of birds
buffer against West Nile virus”, ScienceDaily, 6
de marzo de 2009, www.sciencedaily.com
6. “Lyme and other tickborne diseases increasing”, Centers for
Disease Control and Prevention, 22 de abril de 2019, www.cdc.gov
7. George Monbiot, “There’s a population crisis
all right. But probably not the one you think”,
The Guardian, 19 de noviembre de 2015.
8. “What you get when you mix chickens, China and climate
change”, The New York Times, 5 de febrero de 2016.
9. Cristina Venegas Vargas et al., “Factors associated with
Shiga toxin-producing Escherichia coli shedding by dairy
and beef cattle”, Applied and Environmental Microbiology,
Vol. 82, N° 16, Washington, DC, agosto de 2016.
10. Ibid.
11. “What we’ve found”, One Health Institute,
https://ohi.sf.ucdavis.edu
*Periodista. Autora de Pandemic: Tracking Contagions, from Cho-
lera to Ebola and Beyond, Sarah Crichton Books, Nueva York,
2016, y de The Next Great Migration. The Beauty and Terror
of Life on the Move, Bloomsbury Publishing, Londres, a publi-
carse en junio de 2020. Este texto se editó en The Nation.
Traducción: Víctor Goldstein
26 |
Formado en la escuela de los halcones nacionalistas, Aleksandar
Vucic gobierna con mano de hierro. Pese a su autoritarismo, Serbia
aparece como el mejor alumno en el proceso de integración europea
al ser percibido como un actor clave para lograr la estabilidad
regional y frenar el avance de inmigrantes a través de los Balcanes.
Apoyo occidental al autoritarismo serbio
El inamovible poder
de Aleksandar Vucic
por Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin*
C
ada sábado, desde inicios de di-
ciembre de 2018, miles de ser-
bios salen a las calles para de-
nunciar la “dictadura” del pre-
sidente Aleksandar Vucic, con
el control sofocante que su régimen ejerce
sobre la Justicia o los medios de comuni-
cación. Esta ola de protestas comenzó tras
el ataque a Borislav Stefanovic, jefe del pe-
queño movimiento Izquierda Serbia (PLS),
brutalmente golpeado por desconocidos
cuando se disponía a hablar en público en
Krusevac, el 23 de noviembre de ese año.
Iniciada en Belgrado, la movilización se
extendió rápidamente a numerosas ciu-
dades del país, amplificada por grupos lo-
cales que denunciaban la confiscación de
todos los resortes del poder por parte de
los dirigentes del Partido Progresista Ser-
bio (SNS). En efecto, desde las elecciones
de 2012, la agrupación de Vucic no dejó de
incrementar su influencia en la sociedad
y las instituciones. Dispone de la mayoría
absoluta en el Parlamento Nacional y en
la Asamblea de la provincia autónoma de
Voivodina. A nivel municipal, y a través
del juego de alianzas, sólo una de las 168
comunas de Serbia, la ciudad de Sabac,
aún escapa a su control total o parcial.
El 9 de diciembre de 2018, luego del se-
gundo sábado de manifestaciones, el jefe
de Estado mostró sus cartas: no cambiaría
de política “aun cuando cinco millones de
personas” salieran a las calles –en un país de
7 millones de habitantes–. A falta de pers-
pectivas, el movimiento no tardó en debili-
tarse, y en los últimos meses sólo ha reuni-
do a un núcleo duro de convencidos. Vucic
sacó provecho de la división de los partidos
de oposición y del poco crédito del que go-
zan en la opinión pública. Su ejercicio del
poder, en los años 2000, se caracterizó por
numerosos casos de corrupción, pero tam-
bién por el impacto de la crisis de 2008 y de
las medidas de ajuste impuestas a Serbia,
especialmente por el Fondo Monetario In-
ternacional (FMI). El presidente serbio sa-
be finalmente que puede contar con el apo-
yo de sus “aliados” que, de la Federación de
Rusia a Estados Unidos, no les dan ninguna
importancia a los movimientos de protesta.
Los partidos de oposición debieron com-
prometerse colectivamente a boicotear las
elecciones legislativas de la primavera de
Juan Soto (www.sotografico.blogspot.com)
2020 para que la Unión Europea intenta-
ra una prudente mediación, en octubre de
2019. Pero, al parecer, la misión encabezada
por el eurodiputado democristiano alemán
David McAllister apuntaba menos a recor-
darle al régimen de Vucic algunos principios
básicos del Estado de Derecho que a inten-
tar convencer a la oposición de participar
de una elección que casi seguro perdería: el
poder mantiene un control hegemónico so-
bre los medios de comunicación públicos, la
prensa sensacionalista y los canales de tele-
visión privados –que pertenecen todos a oli-
garcas cercanos al régimen–, así como sobre
las listas electorales (1). Ahora bien, las elec-
ciones sin oposición darían una imagen po-
co favorecedora de Serbia, considerada un
buen alumno en el proceso de integración
europea. El país inició sus negociaciones de
adhesión en 2013 y podría figurar entre los
próximos ingresantes a la Unión, siempre
que el proceso de ampliación no se suspen-
da indefinidamente.
Trayectoria de extrema derecha
Durante su visita oficial en Belgrado, en julio
de 2019 –la primera de un Presidente fran-
Edición 249 | marzo 2020
cés desde Jacques Chirac en 2001–, Em-
manuel Macron no expresó públicamente
crítica alguna hacia su anfitrión. Una ex-
traña indulgencia para con el nuevo jefe de
Belgrado, dada su biografía. Nacido en 1971,
Vucic se formó en las filas del Partido Radi-
cal Serbio (SRS) de Vojislav Seselj, el jefe de
la extrema derecha nacionalista, al que se
sumó en 1993. Se destaca por expresiones
brutales, como la lanzada desde las gradas
del Parlamento de Belgrado el 20 de julio de
1995, días después de la masacre de miles de
bosnios en Srebrenica: “Por cada serbio ase-
sinado, hay que matar a cien musulmanes”.
Hoy alega que se trató de un “error de juven-
tud” (2). Este joven dirigente de la extrema
derecha ocupó la cartera de Información en
el gobierno de unión nacional formado en
1998, a instancias del presidente Slobodan
Milosevic, cuando estallaron los primeros
combates en Kosovo.
Tras la caída de Milosevic, el 5 de octubre
de 2000, el SRS se convirtió en la principal
fuerza de oposición a los nuevos dirigentes
“demócratas” de Serbia. Cuando Seselj fue
encarcelado por el Tribunal Penal Interna-
cional de La Haya (TPIY), el 24 de febrero
de 2003, acusado de crímenes de guerra y
crímenes de lesa humanidad durante los
conflictos de Croacia y Bosnia, el tándem
formado por Vucic y Tomislav Nikolic di-
rigía su partido. El SRS denunció entonces
a la Justicia internacional y se opuso a todo
acercamiento de Serbia a la Unión Europea.
Su audiencia electoral creció tan rápido co-
mo la impaciencia y la decepción generadas
por los demócratas en el poder, inmersos en
los conflictos internos, incapaces de cam-
biar rápidamente la situación política, eco-
nómica y social. En la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales de mayo de 2008,
Nikolic perdió por una escasa diferencia,
con el 48% de los votos frente al candidato
demócrata Boris Tadic.
En los años 2000, los dirigentes del SRS
seguían mostrándose como parias en los
círculos diplomáticos occidentales de Bel-
grado. Francia fue el primer Estado miem-
bro de la Unión en abrirles las puertas de su
embajada e invitarlos a sus recepciones. Si-
guieron contactos más discretos, en los que
se sugería a Vucic y Nikolic romper con su
mentor Seselj y los ultrajes del SRS. El en-
cuentro decisivo tuvo lugar en el Ritz, en Pa-
rís, en noviembre de 2008, en presencia del
primer ministro montenegrino Milo Duka-
novic, quien fue a su vez discípulo de Milo-
sevic antes de efectuar un giro proocciden-
tal a partir de 1996. Intermediarios, como el
empresario Stanko “Cane” Subotic, estu-
vieron también presentes, según varios tes-
tigos directos. Unos días más tarde aparecía
una nueva agrupación, escisión del SRS: el
Partido Progresista Serbio (SNS), conserva-
dor y proeuropeo.
En 2012, el partido, formando una alian-
za con el Partido Socialista de Serbia (SPS),
accedió al poder, mientras que Nikolic fue
elegido Presidente de la República. El SNS
obtuvo por sí solo la mayoría de las bancas
en 2014, y Vucic se convirtió en primer mi-
nistro. En abril de 2017, lo sucedió a su “so-
cio” al frente del Estado, tras ser elegido en
primera vuelta con el 55% de los sufragios.
Serbia es un régimen parlamentario donde
el Poder Ejecutivo se comparte entre el je-
fe de Estado y el jefe de Gobierno. Sin em-
bargo, conservando siempre la dirección del
partido, Vucic construyó un sistema donde
todo converge en su persona. Nikolic fue in-
vitado a jubilarse.
En cuanto a Seselj, obtuvo su libertad
condicional por razones de salud en 2014.
Absuelto en primera instancia por el TPIY
en marzo de 2016, fue condenado en apela-
ción en abril de 2018 a una pena de diez años
cumplida por la prisión preventiva. Retomó
la dirección del SRS, pero este partido, en ade-
lante marginado, servía a lo sumo de espantajo
 | 27

en el flanco derecho de Vucic. El SNS, por su bia abiertamente hostil a la Unión, mientras
parte, acababa de adquirir respetabilidad ad- que Vucic se presentaba como la persona
hiriendo en 2016 al Partido Popular Europeo en mejores condiciones de resolver el esta-
(PPE), que concentraba a las agrupaciones tuto definitivo de Kosovo, percibido como
conservadoras del continente, entre ellas al la clave de la estabilidad de los Balcanes. El
partido francés Los Republicanos. reconocimiento formal de la independencia
de su antigua provincia es una pastilla muy
El gobierno más liberal de la historia difícil de tragar para Belgrado, pero ¿quién
Mientras dirige su país con mano de hierro, mejor que un nacionalista podría intentarlo
Vucic ha impuesto un neoliberalismo desen- sin temor a ser acusado de traición? En 2018,
frenado. Para ello, encontró una aliada ideal Vucic asumió un gran compromiso, junto
en la persona de Ana Brnabic, designada a la con su par kosovar Hashim Thaci, en la bús-
cabeza del gobierno en junio de 2017. Prove- queda de un acuerdo que suponía intercam-
niente de una buena familia belgradense de bios territoriales entre ambos países (3). Esta
origen parcialmente croata, abiertamente opción parece por el momento descartada.
lesbiana, estudió administración de empre- Creyéndose indispensable en la cuestión
sas en Estados Unidos, y luego comunicación de Kosovo, Vucic está convencido de que las
en la Universidad británica de Hull, antes de derivas autoritarias de su régimen no serán
trabajar para la delegación serbia de USAid, nunca objeto de críticas serias por parte de
la agencia de cooperación estadounidense. sus aliados occidentales. Las espectacula-
Esta executive woman, cuya biografía pro- res visitas de Vladimir Putin a Belgrado, co-
yecta una imagen ventajosamente moder- mo la de enero de 2019, le permiten recordar
na, se jacta de dirigir “el gobierno más liberal que aún tiene una estrategia geopolítica de
de la historia de Serbia”. Al llegar al poder, se repuesto, retomando así aquella posición de
enfrentó a un movimiento de huelga en las equilibrista entre el mundo occidental y la
plantas automotrices de Kragujevac, recu- URSS, que había asegurado durante mucho
peradas por el fabricante italiano Fiat. Acusó tiempo la prosperidad de Yugoslavia. Sin
a los obreros huelguistas de no ser más que embargo, el movimiento pendular que Bel-
“egoístas” que ponían en riesgo las inver- grado finge practicar entre Moscú y Bruse-
siones extranjeras, y de estar además “muy las es muy ilusorio, ya que la Unión Europea
bien pagos”, ya que sus salarios estaban lige- sigue siendo por mucho su primer aliado
ramente por encima del promedio nacional, comercial, con el 62% de los intercambios,
inferior a 500 euros por mes... contra menos del 7% de Rusia (4).
La situación serbia nada tiene de excep-
Los mejores aliados de Occidente cional: el mismo autoritarismo impera en su
La conversión proeuropea de Vucic, cuyo vecino Montenegro. Desde 1991, Dukano-
nivel de sinceridad sigue siendo una pre- vic asume allí sucesivamente las funciones
gunta sin respuesta, se ajustaba perfecta- de Primer Ministro y Presidente de la Repú-
mente a las expectativas de los países occi- blica. Su Partido Democrático de los Socia-
dentales. En efecto, parecía peligroso dejar listas (DPS), actualmente miembro de la In-
que prosperara una extrema derecha ser- ternacional Socialista, es el heredero direc-
to de la Liga de Comunistas de Montenegro;
está pues en el poder desde 1945... Las mani-
festaciones que vivió a lo largo del año 2019
se explican por escandalosos casos de co-
rrupción, pero el poder montenegrino sabe
también que puede contar a la vez con la au-
sencia de solución política de recambio y el
firme apoyo de sus aliados internacionales.
Desde que su país se sumó en 2017 a la Or-
ganización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN), Dukanovic se presenta como un
escudo de Occidente frente a una amenaza
rusa muy sobreestimada en los Balcanes (5).
La intromisión del Kremlin se habría ma-
terializado durante un muy misterioso in-
tento de golpe de Estado, el 16 de octubre de
2016 (6). Dukanovic no perdió la oportuni-
dad de desacreditar a la oposición y apare-
cer como el único garante de la democracia
y de la “vía europea” de Montenegro.
Los dirigentes serbio y montenegrino se
muestran así como pilares de la estabilidad
regional y como los mejores aliados de Occi-
dente. Ambos reivindican la adhesión de sus
países a la Unión Europea –una perspectiva
que parece alejarse tras el bloqueo de Fran-
cia a las candidaturas de Albania y Macedo-
nia del Norte, el 18 de octubre pasado–; la
posición de Macron es percibida como un
golpe dado al proceso de integración de los
Balcanes occidentales en su conjunto. Pero
el statu quo no les disgusta necesariamente
a los hombres fuertes de Belgrado y Podgo-
rica, mientras que, a cambio de su compla-
cencia, los países de Europa Occidental sa-
ben que pueden contar con ellos para vigilar
las fronteras de los Balcanes frente a los in-
migrantes y los refugiados (7).
El 4 y 5 de septiembre pasado, Vucic fue
el invitado de honor de un foro sobre demo-
grafía organizado en Budapest. No dejó de
agradecer a su anfitrión, el primer minis-
tro húngaro Viktor Orbán: “Gracias a Or-
bán, nuestras relaciones están mejor que
nunca. Le aseguro que seguiremos siendo
fieles amigos de usted y de su país”. Hun-
gría milita activamente por la integración
de Serbia a la Unión Europea. Más allá de la
cuestión de los refugiados, sobre la cual Bel-
grado y Budapest no tienen ningún proble-
ma en ponerse de acuerdo, los Estados de
los Balcanes concitaron el interés de los go-
biernos conservadores centroeuropeos del
grupo de Visegrado, que esperan encontrar
allí aliados ideológicos el día que esos países
formen parte de la Unión. g
1. Milica Čubrilo Filipović, “Serbie: l’UE tente une
médiation entre le pouvoir et l’opposition”, Le Courrier
des Balkans, 10-10-19, www.courrierdesbalkans.fr
2. Philippe Bertinchamps y Jean-Arnault
Dérens, “Le nouveau maître de la Serbie.
Entretien avec Aleksandar Vucic”, Politique
internationale, N° 144, París, verano de 2014.
3. Véase “El rompecabezas balcánico”,
Le Monde diplomatique, edición Cono
Sur, Buenos Aires, agosto de 2019.
4. “Le commerce extérieur de la Serbie en 2018”,
Dirección General del Tesoro, París, 11 de abril
de 2019, www.tresor.economie.gouv.fr
5. Véase Jean Arnault-Derens y Laurent Geslin, “La
nueva ‘línea de fuego’ entre Rusia y Occidente”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2015.
6. Srđan Janković, “Monténégro: deux ans après
le ‘putsch raté’, toujours impossible de connaître
la vérité”, Le Courrier des Balkans, 22-10-18.
7. Véase Jean-Arnault Dérens y Simon Rico, “Una nueva
cortina de hierro en Europa”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2016.
*Periodistas del sitio Le Courrier des Balkans. Autores
de Là où se mêlent les eaux. Des Balkans au Caucase
dans l’Europe des confins, La Découverte, París, 2018.
Traducción: Gustavo Recalde

¡YA SALIÓ!

K I O SCOS
¿Qué fue de la
L A M E D I A D I STA N C I A

EN ÍAS
SERIE

R E R
Y LIB
movilidad social?
RE
L WILKIS LUCÍA ÁLVA

¿Qué fue de
la movilidad
La movilidad social es una de las grandes construcciones
social?
social? GABRIEL KESS LER GABRIELA BENZA ARIE
A A

GABRIEL KESSLER simbólicas de Argentina y todavía funciona como una

LER GABRIELA BENZ

GABRIELA BENZA
ARIEL WILKIS promesa potente de futuro. Sin embargo, la idea de una
L U C Í A Á LVA R E Z
Argentina con posibilidades estables de escalar a mejores
posiciones de la estructura social contrasta con un presente
d social? GABRIEL KESS

marcado por descensos bruscos, ascensos frágiles y

parciales y grandes esfuerzos por mantener lo adquirido.
Este nuevo libro de la colección de LA MEDIA DISTANCIA
de la movilidad
¿Qué fue de la movilida

ofrece un análisis ind

indispensable
dis
ispe
pens
nsab
able
le p
para
ara
ara en
entender
nte
tend
nder
e n
er nuestra
ue
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misteriosa estructura so
soci
cial
al..
¿Qué fue

G A BR IEL K ESS L ER Y G A B R I E L A BE N Z A PRÓLOGO

DANIEL ARROYO
A R IEL W IL K IS Y LUCÍA Á LVA R E Z

PRÓ LOG O
DAN IEL ARR OYO

www. e l d i p l o. o r g
28 |
La denuncia del imperialismo francés no es nueva, pero por primera
vez trasciende los círculos intelectuales y militantes para ganar la
calle. Los presidentes del África francófona deben enfrentar a la vez
una creciente demanda popular de emancipación y las presiones de
Francia, siempre atenta a sus intereses económicos y de seguridad.
Revueltas contra la política francesa en África
El veredicto
de la historia
por Fanny Pigeaud*
U
n gallo con los colores de la
bandera de Francia pico-
teando un costal de granos
con la forma del continen-
te africano: a fines de 2019,
la caricatura circuló por todas las redes
sociales africanas, en particular en los
países francófonos. Su éxito simboli-
za una ola inédita de críticas dirigidas
a Francia en lo que hasta hace poco to-
davía se solía llamar su “coto cerrado”
(1). Artículos de prensa, debates televi-
sivos, declaraciones y asambleas se hi-
cieron eco en toda el África Occidental.
“¡Abajo Francia!”, se pudo escuchar, a
fines de 2019 y principios de 2020, en
las calles de Bamako, en Mali, donde
Carícatura de Abdelghani Dahdouh que circuló por las redes sociales africanas a fines de 2019.
centenares de manifestantes exigían
que se retiren las tropas de la operación
“Barkhane”, que luchan contra los mo-
vimientos yihadistas. Al mismo tiem-
po, en Niamey, en Nigeria, estudiantes
rompieron una bandera francesa.
Frente a esta controversia, funciona-
rios franceses, entre los que se cuenta el
mismo presidente Emmanuel Macron,
denunciaron un “malentendido”, inclu-
so una “campaña de desinformación”
llevada a cabo por una potencia compe-
tidora –incriminando así, sin nombrar-
la, a Rusia–. Es cierto que Moscú apro-
vechó el clima desfavorable para con Pa-
rís para tomar una porción del mercado
de seguridad en la República Centroa-
fricana en 2018. Algunas de las informa-
ciones que se transmitieron muestran
fabulaciones o maldades, como el foto-
montaje de diciembre de 2019 que hace
creer, equivocadamente, que el Ejército
francés les había entregado motos a yi-
hadistas en Mali. Pero la exasperación
que se propaga tiene su causa en la polí-
tica africana de Francia. “Es un hartaz-
go, una revuelta, un rechazo al dominio
del Estado francés sobre nuestras auto-
ridades y, en consecuencia, sobre nues-
tras economías, sobre nuestros pue-
blos”, sintetiza en un video el econo-
mista y opositor de Costa de Marfil Ma-
madou Koulibaly, ex presidente de la
Asamblea Nacional de su país (2).
Edición 249 | marzo 2020
Aunque no es algo nuevo, la denun-
cia del imperialismo francés y de la
“Françafrique” (3) trasciende los círcu-
los intelectuales y militantes para ganar
la calle. Esta evolución se explica por
“la llegada a la madurez de una genera-
ción a la que no le interesa lo que Fran-
cia haya podido representar para sus
mayores, que miran hacia ese país cada
vez menos”, explica el escritor Bouba-
car Boris Diop, coautor, con la ex minis-
tra de Mali y militante altermundista
Aminata Dramabe Traoré, de un pan-
fleto con un título elocuente: La gloria
de los impostores (Philippe Rey, 2014).
Las redes sociales tienen como siempre
un rol amplificador y acelerador.
Temas de controversia
Entre las recriminaciones que se le ha-
cen a la ex potencia colonial figura la
“cooperación monetaria” con catorce
países de África desde 1960. Retoman-
do una crítica hasta entonces confiden-
cial (4), activistas comunitarios, eco-
nomistas y opositores militan ahora
abiertamente a favor del fin de la mo-
neda heredada de la colonización y
actualmente dividida en dos zonas: el
franco CFA del África Occidental y el
franco CFA del África Central. Apare-
jada al euro, la divisa se encuentra ba-
jo la tutela de Francia, que garantiza la
convertibilidad. Según sus detractores,
el franco CFA obstaculiza el desarrollo
de los países a los que priva de una parte
de su soberanía. Abogan por la creación
de monedas regionales o nacionales. En
Senegal, por ejemplo, el Frente por una
Revolución Antiimperialista Popular y
Panafricana (FRAPP) lleva a cabo la lu-
cha con un eslogan sin ambigüedades:
“¡Francia, lárgate!”.
Esta movilización obligó al Presi-
dente francés –quien aseguraba toda-
vía en 2017 que el franco CFA no era
un “tema para Francia”– a cambiar ra-
dicalmente el discurso. En diciembre
de 2019, durante una visita en Abiyán,
anunció –para sorpresa general– una
reforma del franco CFA del África Oc-
cidental. Los Estados implicados ya no
van a estar obligados a depositar el 50%
de sus divisas en el Tesoro francés. Sin
embargo, unos cincuenta intelectuales
africanos denunciaron la persistencia
de los “lazos de subordinación moneta-
ria”, sobre todo el mantenimiento de la
paridad fija con el euro (5).
Con el recrudecimiento de los aten-
tados en el Sahel, la presencia militar
francesa en África se convirtió en otro
tema de controversia que moviliza al
público en general. Desde 1960, París
mantiene en sus ex colonias una red de
bases permanentes o temporarias (6).
El Ejército tricolor a menudo fue em-
pleado para llevar al poder o para pro-
teger a dirigentes aliados, como Omar
Bongo en Gabón en 1990 o Idriss Déby
Itno en Chad en 2008. En 2011, su inter-
vención para permitirle a Alassane Ou-
attara acceder a la Presidencia de Costa
de Marfil, al final de una crisis poselec-
toral criminal, fue percibida como un
arreglo de cuentas con el jefe de Estado
saliente Laurent Gbagbo (7). En la ciu-
dad camerunesa de Douala, varios cen-
tenares de conductores de mototaxi ha-
bían manifestado entonces su desapro-
bación a la “injerencia francesa”.
Desde 2013 y la operación “Serval”,
que le puso fin a la ofensiva de los yiha-
distas en Bamako, las críticas se exacer-
baron a medida que los grupos armados
volvían a ganar terreno, sembrando la
muerte en Mali y en Burkina Faso. Y los
malienses se hacen oír. “Francia solo
interviene por intereses económicos y

estratégicos no confesados; participa
de la desestabilización del país para le-
gitimar su presencia; pero, sobre todo,
ha tomado partido por los ex rebeldes
tuareg”, analiza Boubacar Haidara, in-
vestigador asociado en el laboratorio
Les Afriques dans le monde (LAM),
en el Instituto de Estudios Políticos de
Bordeaux. “Me sorprende que los fran-
ceses no hayan sido capaces de erradi-
car a esos grupos terroristas […]. ¿Real-
mente lo quieren hacer o tienen otra
agenda?”, se preguntaba el ministro de
Defensa burkinés Chérif Sy en una en-
trevista con el semanario sudafricano
Mail & Guardian, en junio de 2019 (8).
Las alianzas diseñadas por el Ejérci-
to francés, como la que tejió con el Mo-
vimiento Nacional de Liberación del
Azawad (MNLA), alimentan la descon-
fianza. Este grupo armado lanzó en 2012,
con los islamistas de Ansar Dine, los pri-
meros ataques contra campos militares
del norte de Mali. Poco después, el Ejér-
cito francés se asoció con dicho movi-
miento en la guerra contra los yihadis-
tas. Le “dio” la ciudad de Kidal después
de haberla liberado en 2013, según la
formulación del ex embajador de Fran-
cia en Bamako Nicolas Normand (9). El
hecho de que Macron haya sido, en no-
viembre de 2019, el primero en anunciar
que el jefe de gobierno maliense se diri-
giría pronto a la ciudad, todavía contro-
lada por el MNLA y sus aliados, reforzó
las sospechas. “Es la prueba, para algu-
nos malienses, de que es él quien tiene
la clave del problema de Kidal”, comen-
ta Haidara. “Los malienses no ven más
que la ineficacia –real o supuesta– de las
fuerzas extranjeras, sin tener siempre en
cuenta la gran dificultad de tratar el tema
de la seguridad, dado lo complejo de sus
factores”, agrega, precisando que otras
fuerzas armadas extranjeras generan
desconfianza, entre las cuales se cuentan
las desplegadas por las Naciones Unidas.
Entre el pueblo y el poder
Hasta entonces silencioso, el mundo de
la cultura alzó su voz. En una carta abier-
ta dirigida a Macron, Cheick Oumar Sis-
soko, cineasta y ex ministro de Cultu-
ra maliense, denunció el “habitus colo-
nial”, este “interés hecho de complejo
de superioridad y de desprecio soberano
con respecto a los pueblos dominados,
explotados por el colonialismo francés,
que está anclado, cultivado y mantenido
[…] en el seno de la clase dirigente fran-
cesa”. El cantante maliense Salif Keita,
por su parte, provocó una protesta del
lado francés al afirmar que no había “yi-
hadistas en África, sino mercenarios pa-
gados por Francia”. Acusó al presidente
de Mali, Ibrahim Boubacar Keïta, de “pa-
sarse el tiempo sometiéndose al pequeño
Emmanuel Macron, un niño”. El músico,
que realizó esas declaraciones desde el
extranjero, recibió una bienvenida triun-
fal al regresar a Bamako. “Tratar al presi-
dente francés como un ‘jovenzuelo’, eso
era algo que no se había hecho nunca. Y
todo el mundo lo aprobó”, observa Bou-
bacar Boris Diop.
“¿Qué tienen
que hacer los
franceses?
Resignarse a
descolonizar.
Aceptar el
veredicto de la
historia.”
Visiblemente sobrepasadas, las auto-
ridades francesas multiplican las des-
mentidas. “Francia no está ahí con in-
tenciones neocoloniales, imperialistas
o con finalidades económicas. Estamos
ahí por la seguridad colectiva de la re-
gión y por la nuestra”, afirmó Macron
el 4 de diciembre de 2019. “Francia no
tiene ningún interés en Mali. No defien-
de ningún cálculo económico o polí-
tico”, había ya sostenido el presidente
François Hollande en 2013. Pero estas
negaciones pesan poco frente a las de-
claraciones, regularmente retomadas
en las redes sociales, de un ex miembro
del MNLA y ex ministro de Mali, Hama
Ag Mahmoud: “Hay una guerra por los
recursos mineros” (10).
Macron deja ver su irritación. A fines
de 2019, se quejó de la “ambigüedad”
que estarían demostrando “responsa-
bles políticos” africanos con respec-
to a los “movimientos antifranceses”.
Apuntando a los dirigentes de los países
del G5 Sahel (Burkina Faso, Mali, Mau-
ritania, Níger, Chad), lanzó un ultimá-
tum: “Espero que aclaren y formalicen
sus demandas en lo que respecta a Fran-
cia y a la comunidad internacional”. Y
luego agregó: “Necesito que lo afirmen
políticamente ante sus opiniones pú-
blicas”. Declaraciones que fueron en-
seguida interpretadas como un llama-
do a hacer callar las críticas. “Estamos
en democracia -le respondió entonces a
través de los medios el presidente bur-
kinés Roch Marc Christian Kaboré-. No
podemos impedirle a cada cual que ten-
ga su opinión.”
Frente a las críticas, las autoridades
francesas parecen aun más inquietas ya
que, además de Rusia, países poderosos
como China y Turquía buscan extender
su influencia comercial y militar en el
continente, multiplicando los acuerdos
bilaterales. Así pues, París se encuen-
tra golpeada por todas partes en un mo-
mento en el que sus recursos financie-
ros están disminuyendo.
“¿Qué tienen que hacer los franceses?
Resignarse a descolonizar. Están hacien-
do durar el placer –o el suplicio, depen-
de–. Pero hay que aceptar el veredicto
de la historia. Cuando Salif Keita le dijo a
Ibrahim Boubacar Keïta: ‘Parte antes de
que sea demasiado tarde’, eso valió tam-
bién para Francia –destaca Boubacar
Boris Diop–. Aunque sepamos bien que
no es tan simple.” Más aun cuando, a pe-
sar del “hartazgo general”, un factor no
cambia: “Ya sean del oficialismo o de la
oposición, los políticos tienen, con algu-
nas excepciones, miedo de hablar mal de
Francia” , agrega el escritor.
Ahora los presidentes del África
francófona, algunos en funciones des-
de hace varias décadas, se encuentran
entre, por un lado, una creciente de-
manda popular de emancipación y, por
el otro, las presiones de las autoridades
francesas, atentas a sus intereses eco-
nómicos y de seguridad. Varios de ellos
saben que no estarían en el poder sin
París. Ninguno olvida las represalias
que sufrieron los predecesores que se
opusieron a Francia, como el guineano
Ahmed Sékou Touré, víctima de múl-
tiples tentativas de desestabilización,
o el burkinés Thomas Sankara (11), de-
rrocado por un golpe de Estado y asesi-
nado en 1987. El 2 de diciembre de 2019,
las autoridades marfileñas se creyeron
obligadas a expulsar a una suizo-ca-
merunesa, Nathalie Yamb, establecida
en Abiyán y miembro del partido de la
oposición marfileño Libertad y Demo-
cracia para la República, por “activida-
des incompatibles con el interés nacio-
nal”. A fines de octubre, durante la cum-
bre Rusia-África de Sotchi, Yamb había
acusado a Francia de considerar a Áfri-
ca “como su propiedad” y había califica-
do a los dirigentes de la zona francófo-
na de “lacayos de Francia”. Los últimos
| 29
años, solo los dirigentes de Camerún
usaron el recurso “anti-Francia” en el
marco de una pulseada con París por el
futuro político del país: durante algu-
nos meses, medios cercanos a la presi-
dencia desplegaron un discurso viru-
lento contra las autoridades francesas.
Del lado de los opositores, todavía
son pocos aquellos para quienes la crí-
tica del imperialismo francés es tam-
bién la oportunidad de reavivar los
ideales de desarrollo nacional sosteni-
dos en el pasado por el maliense Modi-
bo Keïta o el burkinés Sankara. Mien-
tras tanto, el gobierno francés no cam-
bia el rumbo: el 2 de febrero de 2020,
haciendo caso omiso de los muchos
actores y observadores según los cua-
les la “seguridad total” no alcanzará
para estabilizar el Sahel, anunció el re-
fuerzo de los efectivos de la operación
“Barkhane”, de 4.500 a 5.100 (12). g
1. Véase Olivier Piot, “La fin du pré carré”, en
“France-Afrique. Domination et émancipation”,
Manière de voir, Nº 165, junio-julio de 2019.
2. “Jeudi, c’est Koulibaly! ‘Macron, vous
pouvez donner mille instructions à nos
chefs d’État…’”, YouTube, 5-12-2019.
3. François-Xavier Verschave, La Françafrique. Le
plus long scandale de la République, Stock, París, 1998.
4. Véase Sanou MBaye, “Le franc CFA,
monnaie anachronique”, en “France-Afrique.
Domination et émancipation”, op. cit.
5. “Des intellectuels africains réagissent
aux réformes du franc CFA”, SenePlus,
7-1-2020, www.seneplus.com
6. Véase la carta “Interventions militaires
françaises en Afrique”, en “France-Afrique.
Domination et émancipation”, op. cit.
7. Véase “La debacle de la acusación
contra Gbagbo”, Le Monde diplomatique,
edición española, diciembre de 2017.
8. Simon Allison, “I question France’s motives,
says Burkina Faso’s defence minister”, Mail
& Guardian, Johannesburgo, 4-6-19.
9. Christine H. Gueye, “Un ex-ambassadeur
français au Mali éclaire les propos de
Salif Keita sans les excuser”, Sputnik, 22-
11-19, https://fr.sputniknews.com
10. “‘La France nous avait donné son feu
vert pour l’indépendance de l’Azawad’”,
Le Courier du Sahara, 9-4-15.
11. Véase “France-Afrique. Domination
et émancipation”, op. cit.
12. Marc-Antoine Pérouse de Montclos, Un guerre
perdue. La France au Sahel, Jean-Claude Lattès,
París, 2020.
*Periodista. Autora, con Ndongo Samba Sylla,
de L’Arme invisible de la Françafrique. Un histoire
du franc CFA, La Découverte, París, 2018.
Traducción: Aldo Giacometti
30 |
Alianzas con la industria petrolera, consumo masivo de energía y de
recursos: contrariamente a lo que se afirmó durante mucho tiempo,
y se sigue creyendo, la economía digital no es ni “inmaterial” ni “eco-
friendly”. Los daños ecológicos son profundos, y están distribuidos
de manera muy desigual en la superficie terrestre.
No tan verde
El corazón minero
de la industria digital
por Sébastien Broca*
E
s la historia de un ingeniero de
Microsoft que fue enviado por su
empleador a Atirau, al yacimien-
to petrolífero más grande de Ka-
zajistán, que explota Chevron
en asociación con el Estado kazajo. Allí, el
ingeniero participó de un seminario sobre
el modo en que la inteligencia artificial y la
informática en la nube (cloud computing) (1)
pueden hacer a la industria petrolera más
efectiva. Ante ejecutivos que no compren-
dían demasiado su abundante jerga, con un
poco de esfuerzo, jugó el rol que Microsoft
le pedía que interpretara. Había mucho en
juego. En 2017, Chevron firmó con Bill Gates
un acuerdo de siete años, convirtiéndolo en
su proveedor de servicios a distancia. Desde
esa fecha, Microsoft almacena y analiza los
terabytes de datos que los pozos de petróleo
cubiertos de captores escupen cada día. El
seminario en Atirau tomó, no obstante, un
giro algo inesperado. Los directivos de Che-
vron interrogaron al ingeniero sobre la posi-
bilidad de instalar herramientas sofisticadas
de vigilancia que permitieran, mediante al-
goritmos, detectar comportamientos sospe-
chosos en los trabajadores del yacimiento,
o incluso analizar sus correos electrónicos
personales. A su regreso a Estados Unidos,
tenía la sensación de haber asistido a una
“experiencia surrealista” en la que “todas las
personas presentes discutían, como si nada,
de la aplicación de un dispositivo panóptico
de vigilancia en el trabajo”. Entonces decidió
contar ese viaje en un extenso artículo (2).
Lazos estrechos
Desde hace algunos años, se han multiplica-
do los acercamientos entre los principales
actores del capitalismo digital y las grandes
compañías petroleras. Amazon creó el de-
partamento de informática en la nube AWS
Oil and Gas Solutions, financió conferencias
de la industria petrolera y reclutó a nume-
rosos expertos en inteligencia artificial es-
pecializados en las aplicaciones para el sec-
Juan Martín Ayerbe (@ayer_be)
tor energético. Por su parte, Google firmó
acuerdos con Total, Anadarko y Nine Ener-
gy Service, a la vez que lanzó su división Oil,
Gas and Energy en el seno de Google Cloud.
En cuanto a Microsoft, la empresa concretó
acuerdos no sólo con Chevron, sino también
con BP, Equinor y Exxon.
Esas alianzas son el resultado de las pers-
pectivas abiertas por los datos masivos (big
data) y por la inteligencia artificial. La indus-
tria petrolera cuenta con estas tecnologías
para localizar con mayor precisión las reser-
vas y, gracias a la automatización, reducir sus
costos. Los gigantes de lo digital, por su parte,
ven allí un mercado provechoso para sus ser-
vicios de almacenamiento y de tratamiento
de datos, como también para sus soluciones
de aprendizaje automático (machine lear-
ning). Único inconveniente: estos acuerdos
desentonan frente a la repetición perma-
nente de los servicios de comunicación so-
bre el compromiso irrenunciable de Silicon
Valley con las energías renovables. El funda-
Edición 249 | marzo 2020
dor de Amazon, Jeff Bezos, a quien algunos
de sus empleados instaron a abstenerse de
cualquier colaboración con la industria pe-
trolera, explicaba en septiembre de 2019 que
deseaba aportar a la industria petrolera las
“mejores herramientas posibles” para efec-
tuar su “transición” (3). Frenar la adicción a
los combustibles fósiles mientras se ayuda a
los principales proveedores a obtener más
beneficios en sus negocios: efectivamente, a
alguien se le tenía que ocurrir.
Falsos verdes
Si bien la extracción de petróleo y la de datos
constituyen dos caras de una misma mone-
da, lo que en realidad hay que desmitificar
es la oposición entre el capitalismo termoin-
dustrial, surgido en el siglo XIX, y un capita-
lismo digital supuestamente “inmaterial”,
“postindustrial” o “verde”. “La informática
en la nube comienza con el carbón”, afirma-
ba en 2013 un informe del especialista Mark
P. Mills, financiado por… la industria mine-
ra (4). Las empresas digitales continúan,
en efecto, una trayectoria histórica inicia-
da hace dos siglos en el Reino Unido con la
explotación a gran escala del carbón. Desde
entonces, el consumo mundial de este com-
bustible no ha cesado de aumentar, pese a la
incorporación progresiva de otras fuentes
de energía primaria: gas natural, petróleo,
nuclear, solar, etc. (5). Según la Agencia In-
ternacional de la Energía, la utilización del
carbón, impulsada por la producción de Chi-
na, India y del Sudeste Asiático, no debería
declinar en los próximos años (6).
De manera general, el consumo energé-
tico mundial sigue aumentando (2,3% en
2018), y más de un 80% proviene aún de las
energías fósiles (7). La cantidad de energía
necesaria para producir energía también
crece, a medida que se explotan yacimientos
de menor calidad o hidrocarburos llamados
“no convencionales”, como las arenas bitu-
minosas. De este modo, aquello que los espe-
cialistas denominan “tasa de retorno ener-
gético” no deja de disminuir. Mientras “hace
un siglo, se necesitaba en promedio un barril
de petróleo para extraer cien, hoy, el mismo
barril, en algunas zonas, no produce más que
treinta y cinco” (8).
Si bien es cierto que la economía digital
no es la única responsable, sí participa de
manera significativa en el mantenimiento
de la trayectoria nefasta. Según dos informes
recientes, representa más del 4% del consu-
mo de energía primaria a nivel mundial, y es-
te consumo aumenta un 9% anual, en la me-
dida en que los países emergentes se equipan
y que los usos se diversifican (9). La fabrica-
ción de terminales y de infraestructuras de
redes son las que más pesan en el balance, se-
guidas por el consumo de equipos, de redes
y de granjas de servidores (data centers). La
construcción de una computadora portátil
emite así aproximadamente 330 kilogramos
equivalentes de dióxido de carbono, a la vez
que necesita muchísima agua y materias pri-
mas, especialmente metales como el pala-
dio, el cobalto o las tierras raras. El funciona-
miento de los data centers genera en sí mis-
mo el 19% del total de la huella energética de
lo digital. El simple hecho de mirar videos
online, almacenados dentro de gigantescas
infraestructuras materiales, habría engen-
drado en 2018 tanto gas de efecto inverna-
dero como el que genera, por ejemplo, Espa-
ña. En efecto, si Apple y Google se jactan de
operar en un 100% con energías renovables,
muy lejos de hacer lo mismo está el principal
actor de la informática en la nube, Amazon.
Según un informe de Greenpeace, su enor-
me centro de tratamiento en Virginia, por
donde transita cerca del 70% del tráfico de
Internet del planeta, integra solamente un
12% de energías renovables. Se beneficia, en
particular, de la electricidad barata produ-
cida gracias al carbón de los Apalaches, que
se extrae nivelando mediante explosivos las

cimas de las montañas cercanas… En China,
el 73% de la energía consumida por los data
centers proviene del carbón (10). Estas cifras
son preocupantes en la medida en que se
puede predecir una explosión de la cantidad
de datos en los próximos años, como conse-
cuencia de la proliferación prevista de obje-
tos conectados.
En realidad, las tecnologías en las que
se apoya el capitalismo digital fueron con-
cebidas sin consideración del imperativo
ecológico. El campo de la inteligencia ar-
tificial ofrece un ejemplo contundente al
respecto. Un estudio de la Universidad de
Amherst demostró que un proyecto están-
dar de aprendizaje automático (machine
learning) emite hoy en día, durante todo su
ciclo de desarrollo, aproximadamente 284
toneladas equivalentes de CO2, es decir, el
quíntuple de lo que emite un vehículo des-
de su fabricación hasta el desguace (11).
Como señala el investigador Carlos Gómez
Rodríguez, “la mayoría de las investigacio-
nes más recientes en inteligencia artificial
desatienden la cuestión de la eficiencia
energética, porque se ha comprobado que
grandes redes neuronales [de alto consu-
mo energético] son útiles para llevar a cabo
diversas tareas, y que las empresas y las ins-
tituciones con acceso a abundantes recur-
sos informáticos sacan ventaja competiti-
va” (12). En otras palabras, los gigantes de
la tecnología no tienen mucho interés en
poner a punto métodos más sobrios.
Tampoco les interesa mucho que sus
usuarios adopten comportamientos ecoló-
gicos. Su futura prosperidad necesita que
la gente se acostumbre a prender la luz ha-
blándole a un parlante inteligente, en lugar
de accionar un simple interruptor. Sin em-
bargo, el costo ecológico de ambas opera-
ciones dista mucho de ser equivalente. La
primera requiere un aparato electrónico
sofisticado provisto de un asistente vocal
cuya fabricación consumió una enorme
cantidad de materias primas, energía y tra-
bajo (13). Preconizar simultáneamente la
“Internet de las cosas” y la lucha contra la
crisis climática es un sinsentido: el aumen-
to del número de objetos conectados ace-
lera, lisa y llanamente, la destrucción del
medio ambiente.
Centros y periferias
Considerado desde una perspectiva ecoló-
gica, el capitalismo digital no se reduce ni a
los mastodontes de Silicon Valley ni al ám-
bito de las startups. Constituye más bien
una “economía-mundo”, en el sentido que
le daba el historiador Fernand Braudel: un
conjunto coherente de actores económi-
cos cuyas relaciones se estructuran por una
división entre centros y periferias. La bahía
de San Francisco es el corazón, y su pros-
peridad depende ampliamente de las re-
laciones asimétricas que mantiene con los
espacios dominados, de las minas africa-
nas de coltán a las fábricas de montaje asiá-
ticas, pasando por los basureros electróni-
cos ghaneses. En ese sistema, los procesos
industriales engendran costos ecológicos
distribuidos desigualmente. Así, las injus-
ticias ambientales toman la forma de un
intercambio ecológicamente desigual, va-
riante del “intercambio desigual” teoriza-
do principalmente por el economista mar-
xista Arghiri Emmanuel en los años 60: de-
trás de la aparente equidad del intercam-
bio monetario, la economía-mundo capi-
talista descansa sobre las transferencias
asimétricas de recursos naturales entre
centros y periferias (14). Cuando una em-
presa del Norte compra materias primas
por 1.000 dólares y cuando una empresa
del Sur paga 1.000 dólares de derechos de
propiedad intelectual, los valores moneta-
rios son idénticos, pero no así los impactos
sobre la naturaleza, porque los centros ex-
ternalizan las consecuencias ambientales
de su desarrollo.
El capitalismo digital ilustra perfecta-
mente dicha lógica. La fabricación de com-
putadoras y de teléfonos celulares absorbe
por sí sola el 23% de la producción mun-
dial de cobalto y el 19% de los metales ra-
ros (15). Ahora bien, el cobalto proviene
mayoritariamente de la República Demo-
crática del Congo, extraído muchas veces
por niños en zonas de conflicto, en despre-
cio de los derechos humanos y del medio
ambiente (16). En cuanto a las tierras raras,
China domina su producción mundial, pe-
ro a costa de lluvias ácidas y de la contami-
nación con metales pesados de sus tierras
cultivables y de sus reservas de agua. El pe-
riodista Guillaume Pitron resume así la si-
tuación: “Los chinos y los occidentales se
repartieron nada menos que las tareas de
la futura transición energética y digital: los
primeros estarían dispuestos a ensuciarse
las manos para producir los componentes
de las tecnologías verdes, mientras que los
segundos, al comprárselas, podrían vana-
gloriarse de sus buenas prácticas ecológi-
cas” (17). El funcionamiento de la econo-
mía-mundo digital no elimina los límites
ecológicos: los desplaza. g
1. Almacenamiento y tratamiento de los datos de un cliente
en los servidores remotos de un proveedor especializado.
2. Zero Cool, “Oil is the new data”, Logic,
N° 9, San Francisco, 7-12-19.
3. Citado por David McCabe y Karen Weise,
| 31
“Amazon accelerates efforts to fight climate
change”, The New York Times, 19-9-19.
4. Mark P. Mills, “The cloud begins with coal”, Digital
Power Group, New York – Washington, DC, agosto de 2013.
5. Jean-Christophe Bonneuil y Jean-Baptiste
Fressoz, L’Événement Anthropocène, Seuil,
col. “Anthropocène”, París, 2013.
6. “Coal 2019. Analysis and Forecasts to 2024”,
IEA, París, 2019, www.iea.org/reports
7. Christopher J. Rhodes, “Endangered elements, critical
raw materials and conflict minerals”, Science Progress,
Vol. 102, N° 4, Thousand Oaks (California), 2019.
8. Guillaume Pitron, La Guerre des métaux rares.
La face cachée de la transition énergétique et
numérique, Les Liens qui libèrent, París, 2018.
9. Frédéric Bordage (dirección), “Empreinte
environnementale du numérique mondial”, GreenIT.fr,
octubre de 2019; Maxime Efoui-Hess (dirección), “Climat:
l’insoutenable usage de la vidéo en ligne”, The Shift
Project, París, julio de 2019, https://theshiftproject.org
10. Naomi Xu Elegant, “The Internet cloud has a
dirty secret”, Fortune, Nueva York, 18-9-19.
11. Emma Strubell, Ananya Ganesh y Andrew
McCallum, “Energy and policy considerations for deep
learning in NLP”, 57° Encuentro de la Association for
Computational Linguistics, Florencia, julio de 2019.
12. Citado en Karen Hao, “Training a single AI model can
emit as much carbon as five cars in their lifetimes”, MIT
Technology Review, Cambridge (Massachusetts), 6-6-19.
13. Kate Crawford y Vladan Joler, “Anatomy
of an AI System”, AI Now Institute & Share
Lab, Universidad de New York, 7-9-18.
14. Alf Hornborg, Nature, Society, and Justice in
the Anthropocene: Unraveling the Money-Energy-
Technology Complex, Cambridge University Press, 2019.
15. Guillaume Pitron, La Guerre des métaux rares, op. cit.
16. Annie Kelly, “Apple and Google named in
US lawsuit over Congolese child cobalt mining
deaths”, The Guardian, Londres, 16-12-19.
17. Guillaume Pitron, La Guerre des métaux rares, op. cit.
*Catedrático de Ciencias de la Información y la
Comunicación. Autor de Utopie du logiciel libre. Du
bricolage informatique à la réinvention sociale, Le Pas-
sager clandestin, Neuvy-en Cham agne, 2018.
Traducción: Victoria Cozzo
32 |
Como alternativa a una concepción elitista del cine ugandés,
en el barrio de Wakaliga, en Kampala, viene gestándose un
nuevo género. Entre la denuncia social y la parodia de películas
estadounidenses de los 80, Ramon Film Productions apuesta
por el costado colectivo y comunitario del séptimo arte.
La industria del cine en Uganda
Después de Hollywood y
Bollywood, ¡Wakaliwood!
por Daniel Paris-Clavel*
E
n 2005, Feeling Struggle, de
Hajj Ashraf Ssemwogerere,
que narra la historia de una
niña robada a sus padres para
un sacrificio ritual, se gana el
título de primera película ugandesa. En
ese país, las salas de cine se reducen a un
local cualquiera, unas sillas, una panta-
lla de televisión y una videocasetera; pe-
ro, a pesar de la evidente falta de medios
y de infraestructura, el “Kinna-Uganda”
(cine ugandés) progresa. Sin embargo,
su reconocimiento sigue estando confi-
nado a las clases sociales más acomoda-
das: mientras que cerca de la mitad de la
población sobrevive por debajo de la lí-
nea de la pobreza, los temas “neorrealis-
tas” apreciados por los cineastas locales
ya no tienen éxito para un público que
busca más bien evadirse de su lamenta-
ble cotidianidad.
Algunas décadas antes, era justamen-
te en las “salas de cine” de los caseríos y
barrios precarios que componen el ba-
rrio de Wakaliga, al sur del centro de la
ciudad de Kampala, donde Robert Ki-
zito, futuro profesor de kung-fu, seguía
apasionadamente las hazañas de Chuck
Norris, Arnold Schwarzenegger, Bud
Spencer, Roger Moore, Jackie Chan, Jet
Li y, por supuesto, Bruce Lee. Eran ge-
neralmente películas estadounidenses o
hongkonesas, que le contaba luego a su
pequeño hermano, Isaac Godfrey Geof-
frey “IGG” Nabwana. Desde entonces,
“IGG”, aunque nunca vio él mismo esas
películas, alimenta el ferviente deseo de
hacerlas.
En 2005, con 32 años, fundó Ramon
Film Productions, una sociedad que
nombró así en homenaje a sus abuelas,
Rachael y Monica, quienes lo criaron
y protegieron durante la guerra civil
(1981-1986). Tras haberse entrenado ha-
ciendo videoclips para músicos locales,
“IGG” comenzó a realizar largometrajes
completamente diferentes a los que se
filman en los barrios acomodados. El re-
gistro era menos serio: su primer largo-
metraje, por ejemplo, My School Days,
que nunca fue lanzado, ponía en escena
a un vampiro en moto. Aunque las len-
guas oficiales del país son el inglés y el
suajili, sus actores dialogaban en una
mezcla de inglés y luganda, el idioma
más hablado en Uganda –que aumentó
el desprecio de las élites–.
Todos los domingos, “IGG” juntó a
sus amigos del club de kung-fu admi-
nistrado por su hermano para filmar,
sin permisos… ni guión prestablecido.
Póster para la primera película de Ramon Film Productions, Who Killed Captain Alex?
En 2009, cuando una huelga generalizada
paralizó al país, terminó de filmar en un
mes (con aproximadamente 200 dólares)
Who Killed Captain Alex?, “la primera pe-
lícula de acción realizada en Uganda por
ugandeses”: el incorruptible capitán Alex,
estandarte de la lucha contra la Mafia del
Tigre, es misteriosamente asesinado. Su
hermano, Bruce U, “del templo ugandés
de Shaolin”, intenta vengarlo…
Entre fusilamientos gore y técnicas
del “pequeño dragón”, Who Killed Cap-
tain Alex? pone en escena a un policía
tan incapaz como corrupto y a unos sol-
dados ebrios que buscan pelea en los ba-
res. Mientras que, en el rodaje –discreto,
porque se realiza sin autorización–, el je-
fe (ficticio) de la policía declara: “La ciu-
dad está protegida, los ugandeses adoran
la ley marcial”. Las calles de los alrede-
dores fueron rastrilladas por verdaderos
soldados luego de que un grupo de ma-
nifestantes incendiara la comisaría de
Wakaliga. La realidad superaba a la fic-
ción a solo algunos metros –además, la
película termina con imágenes de verda-
deros manifestantes que son reprimidos
con camiones hidrantes–.
Edición 249 | marzo 2020
Aunque el director describe un clima
social dramático realmente vivido –ya
sea en la época de Idi Amin Dada (en el
poder de 1971 a 1979), en la de la guerra
civil o en la actualidad–, el humor siem-
pre está presente. Realizados realmente
con muy pocos recursos (las armas fue-
ron ingeniosamente fabricadas con cha-
tarra y tubos, pedacitos de madera ta-
llados en punta a modo de cartucheras,
etc.), sus películas nada tienen que ver
con la risa involuntariamente provoca-
da por numerosas “series Z” de acción
occidentales. “Wakaliwood”, el apodo
adoptado por Ramon Film Productions,
no hace “bodrios”. El humor es delibera-
do, asumido y eficaz.
Construir una comunidad
El compromiso de los actores es total.
Crean sus diálogos, su maquillaje, su
vestuario, preparan las comidas colec-
tivas y recuperan un porcentaje de los
DVD (1) que venden ellos mismos, de
puerta en puerta, durante la semana si-
guiente al estreno de la película –des-
pués, la piratería destruye cualquier es-
peranza de beneficios suplementarios–.
Aunque vienen de todo el país y, al-
go muy importante, de todas las tribus
(Uganda cuenta con más de cincuenta),
la mayoría son de Wakaliga. “¡Ahora to-
dos mis vecinos son actores! De hecho,
no buscamos lugares de rodaje, filma-
mos ahí donde crecimos. Con la gente
del barrio”, lanza sonriendo “IGG” Na-
bwana (2).
El decorado determina la acción –que
el equipo improvisa ampliamente– y los
rodajes se transforman en un teatro de
calle que atrae a los curiosos… y despier-
ta vocaciones. En primera fila, los ni-
ños. “Todos los chicos de acá crecieron
y aprendieron viéndonos hacer pelícu-
las, entonces ahora ¡quieren actuar en
ellas! Todos comparten nuestro amor
por el cine”, dice con alegría el direc-
tor autodidacta. Por otra parte, sus pelí-
culas les ofrecen –igual que a las muje-
res– papeles protagónicos, en el centro
de la acción. Los miembros del equipo
siguen los cursos de kung-fu que se dic-
tan a diario delante de la casa del direc-
tor. Además de servir de estudio de ro-
daje y de montaje, la casita de ladrillos
de “IGG” y su esposa, Harriet, asistente
de dirección, alberga a unos quince ni-
ños actores, los “Waka Starz”. “El seten-
ta por ciento de la población ugandesa es
menor (3). Entonces confiamos mucho
en los Waka Starz para transmitir nues-
tro mensaje, porque los jóvenes pueden
identificarse más fácilmente con ellos
que con actores más grandes”, continúa
el director.
El cine, arte colectivo, es fuente de in-
venciones desde hace más de un siglo.
Wakaliwood, por su parte, inventó el vi-
deo-jockey (VJ) que, armado con un mi-
crófono, dobla la película durante la pro-
yección. “IGG” explica: “Las películas
que pasaban en los años 80 estaban en
chino o en inglés, ¡pero no hablábamos
esas lenguas! Hubiéramos necesitado
subtítulos… Fue uno de mis compañeros
de escuela, VJ Kiwa, quien tuvo la idea
de doblarlas en directo. Entonces, apli-
camos la idea a nuestras producciones,
para que puedan seguirlas mejor. Y es-
to aporta un toque de humor, porque los
VJ hacen más que traducir: comentan y
hacen bromas, haciendo que el filme sea
todavía más interesante. Acá las perso-
nas están acostumbradas a este proce-
dimiento. Notamos que también funcio-
naba muy bien con el público extranjero.
Le pone condimento a la película, y me
gustaría difundir la práctica por todo el
mundo”. La voz en off de su video-joc-
 | 33

key oficial, VJ Emmie, se incluye en sus
DVD. Ironía garantizada. Por ejemplo,
durante una escena en la que unos ma-
fiosos armados hasta los dientes avan-
zan en cámara lenta en el más puro esti-
lo hollywoodense, el VJ precisa: “Cami-
nan en cámara lenta… porque piensan
en cámara lenta”.
Proyectándose hacia el exterior
Wakaliwood es un veradero éxito, pero
debe enfrentar una montaña de obstá-
culos. Empezando por las condiciones
de vida en un barrio en el que la violen-
cia y la miseria forman parte de la rea-
lidad cotidiana. Se produjeron nume-
rosas muertes en el seno del equipo. Un
obstáculo más trivial son los frecuentes
cortes de electricidad que tienen conse-
cuencias desafortunadas: el primer dis-
co duro improvisado por el director se
quemó, llevándose con él una decena de
sus primeras películas (“IGG” Nabwa-
na, único director de la empresa, reali-
zó hasta la fecha, más de cuarenta). Who
Killed Captain Alex? sólo pudo ser sal-
vada a partir de una copia. Sin embargo,
fue su tráiler de noventa segundos, subi-
do con muchísimo esfuerzo a YouTube
en 2011, lo que generó mucho revuelo en
Internet, acumulando más de un millón
de reproducciones en sólo algunos días.
Este corto video, que hizo descubrir
la existencia de Wakaliwood fuera de
los barrios populares del país, también
impulsó al estadounidense Alan Hof-
manis, cinéfilo curioso en plena ruptu-
ra sentimental, a dejarlo todo para ins-
talarse en Uganda. Al unirse al equipo le
aportó su conocimiento de las redes so-
ciales, lanzando una campaña de finan-
ciamiento que, con un objetivo de 160
dólares, terminó consiguiendo 13.000,
que de inmediato fueron invertidos en
una cámara, en la construcción de un
helicóptero de chatarra y en cuidados
médico-dentales para los miembros
del equipo y sus familias. Poco después,
Hofmanis se convirtió en actor para la
prodigiosa Bad Black, filmada entre
En Wakaliwood,
el cine concilia
humor y drama,
imaginación
desmesurada
y observación
documental.
2011 y 2015. Lo que le permitió al gra-
cioso VJ Emmie agregar, a la versión
de Who Killed Captain Alex?, restaura-
da en 2013, el siguiente anuncio: “Si le
gustó Captain Alex, prepárese para Bad
Black: ¡habrá golpes para los blancos!”.
Embajador de Wakaliwood en el extran-
jero, Hofmanis no se sorprendió al ver
que las típicas películas estadouniden-
ses de los años 70 y 80 no eran copiadas
sino parodiadas. “Acá fueron recibidas
de manera muy diferente a la mía. Pero
estamos conectados gracias a todos esos
actores como Arnold Schwarzenegger,
Chuck Norris o Jackie Chan, aunque no
necesariamente provienen de las mis-
mas culturas que las nuestras. Se puede
ser un niño africano y sentirse identi-
ficado con Bruce Lee, como todos los
chicos”, explica el nativo de Long Is-
land (4). Al inspirarse principalmente
del cine hollywoodense de la era Rea-
gan (o más precisamente de los rela-
tos de su hermano), “IGG” Nabwana lo
reinventa con un objetivo político dia-
metralmente opuesto.
Estrenada en 2016, Bad Black (5) na-
rra la venganza de una joven mujer des-
figurada que se convierte en jefa de una
banda, y la transformación de un doctor
estadounidense en un Schwarzenegger
ugandés bajo la égida de un profesor de
kung-fu de 8 años. De manera desorde-
nada, el filme denuncia la trata de los ni-
ños de la calle, el destino de las madres
solteras, el matrimonio forzado, el pa-
ternalismo, la falta de acceso a la aten-
ción médica, la gentrificación, la brecha
entre los ricos y los pobres, etc. Exce-
lente hasta en sus momentos más locos,
Bad Black es una película hilarante y lle-
na de suspenso. Una mezcla de géneros
que logra desestabilizar al espectador
occidental. Pero, para el director, “la vi-
da real es una mezcla de comedia, de ac-
ción y de drama”.
Criticado por las instancias cultu-
rales ugandesas por sus “excesos” san-
grientos y la imagen que muestra de su
país, “IGG” Nabwana opone su violen-
cia truculenta a la de la televisión y, so-
bre todo, a la miseria real de los barrios
populares que es la fuente directa de su
cine. “Mis películas tienen un mensaje,
porque evocan la vida de los pobres del
gueto, de los tugurios de Kampala. In-
tentamos mostrarles a todos –y sobre
todo al gobierno– que hay que dejar de
preocuparse únicamente por los más
ricos. Es por eso que hablamos de los
niños, que son terriblemente maltra-
tados en el barrio. Es por eso que mis
películas también tienen que tener ese
costado realista”.
En Wakaliwood, el séptimo arte en-
cuentra sus raíces populares, concilian-
do humor y drama, justicia social y di-
versión espectacular, imaginación des-
mesurada y sentido de la observación
documental. Evidentemente, hay una
lucha desigual entre este cine de autor
y el cine industrial. Es como si Georges
Méliès se enfrentara a George Lucas…
Sin embargo, se puede pensar que, en
materia de originalidad, Yoda hubiera
preferido la rebelión de Wakaliga al im-
perio Disney. g
1. En realidad, eran simples CD
grabados en formato DivX.
2. Entrevista realizada por Skype, el 19 de
octubre de 2018, a la salida de la proyección
de Bad Black en el cine Nova de Bruselas.
3. Cerca del 50% de los ugandeses tienen menos de 14
años (fuente: “CIA World Factbook”, www.cia.gov).
4. Entrevista del 19 de octubre de 2018.
5. Publicado en YouTube en diciembre de 2019, pero
disponible también, con Who Killed Captain Alex?,
en doble DVD – Blu-Ray en www.wakaliwood.com
(con subtítulos en 4 lenguas realizados por fans del
mundo entero que se tomaron algunas divertidas
libertades con respecto a los diálogos originales).
*Creador de la revista ChériBibi, dedicada a las
culturas populares (www.cheribibi.net).
Traducción: María Julia Zaparart

La construcción Ó!
¡YA SALI
del enano fascista
Daniel Feierstein

Aunque Argentina había logrado mantenerse a salvo,

el fascismo cobra actualidad frente a un mundo que
comienza a recurrir nuevamente a la movilización
reaccionaria, la exaltación de las fuerzas de seguri-
dad, la antipolítica y la estigmatización del otro como
estrategia electoral. Un extraordinario ensayo sobre
el fascismo pero también una profunda advertencia
sobre las nefastas consecuencias de los usos del odio
como estrategia política en Argentina.

***

EN VENTA EN LIBRERÍAS Y EN LA WEB

www.editorialcapitalintelectual.com.ar
 34 | Edición 249 | marzo 2020
Libros
del mes

Historia Internacional

Daniel García, El izquierdo, 2000 (Gentileza Christie’s)

Geopolítica

La gran historia de todo Japón desde una cápsula

Robótica, virtualidad y sexualidad

David Christian Julián Varsavsky

Crítica; Buenos Aires, julio de 2019. Adriana Hidalgo; Buenos Aires, junio de
440 páginas, 1.030 pesos. 2019. 352 páginas, 1.060 pesos.

No es esta una historia al uso. No debe
buscarse en ella nombres propios, ni acon-
tecimientos bélicos decisivos, ni revolu-
ciones que trastocaron para siempre las
relaciones de poder, ni la descripción de
las grandes corrientes del pensamiento,
del arte y la cultura que dejaron su sello
a las distintas épocas. El empeño, nada
modesto, de David Christian, adscripto a
la tendencia denominada “gran historia”,
En una apasionada crónica de viaje, Julián
Varsavsky recorre las principales ciuda-
des de Japón en trenes de alta velocidad
registrando los resultados de la hiper-
modernidad, signada por la tecnología y
la robótica. Alojado en hoteles-cápsula,
donde rige una estricta disciplina, donde
siempre hay música y pantallas con por-
nografía, el periodista se sumerge en un
mundo cada vez más robotizado. Asiste a

El desarrollo
es trazar la génesis y el recorrido de todo
lo que existe, desde la formación del uni-
verso hasta nuestros días, tomando como
eje el progresivo incremento de la com-
hoteles con robots como recepcionistas o
músicos, salas de juegos 3D, la RoboCup,
el torneo de fútbol para robots, observa
el proyecto del brazo robótico de Amazon

en debate
plejidad de las estructuras que se fueron destinado a reemplazar a sus empleados,
sucediendo en todos los campos, desde el o a los androides, réplicas exactas de sus
físico-químico hasta el geológico, desde el inventores. Visita una smart house, uni-
biológico hasta las sociedades humanas. dad urbana donde en el futuro la infor-
Su aspiración es construir una historia mática y la virtualidad reemplazarán a la
verdaderamente global, que deje de lado física, y por supuesto encuentra infinidad
“Fue un golpe al litio”, repitió Evo Mora- lo particular para centrarse en las grandes de imitadores del manga.
les en varias ocasiones tras su destitu-
Litio en Sudamérica líneas del devenir, abordadas desde una En Japón existe una inabarcable pro-
Geopolítica, energía, territorios
ción como presidente de Bolivia. Mineral multiplicidad de perspectivas y herra- fusión de objetos sofisticados destina-
estrella, petróleo del siglo XXI, “oro blan- mientas científicas. El problema que pre- dos a una sexualidad fetichista, estímu-
Bruno Fornillo (coordinador) co”… Las descripciones que pesan sobre senta un proyecto tan ambicioso en una los eróticos generalmente presentados
CLACSO-El Colectivo-IEALC; Buenos Aires, este metal parecen ser tantas como las síntesis como la que constituye esta obra por jóvenes aniñadas, lolitas que en los
julio de 2019. 320 páginas, 780 pesos. expectativas y preguntas que despierta, es la desproporción de espacio entre los maid-cafés evocan a las geishas, en una
retomadas en esta serie de artículos com- ámbitos que considera. El relato desde los sexualidad infantilizada general que la
pilados bajo la coordinación de Bruno orígenes cósmicos hasta la aparición de cultura japonesa no considera pedofi-
Fornillo y la colaboración de integrantes las primeras formas de vida es extenso y lia. Sin embargo, detrás de esa “distopía
del Grupo de Estudios en Geopolítica y Bienes Comunes de la Universidad de Buenos detallado, mientras que la historia de la arcaico-futurista” late una tradición mile-
Aires con el objeto de ofrecer una mirada integral sobre el tema. Porque, como bien se humanidad sufre un tratamiento mucho naria, donde la cultura del shintoísmo
señala al comienzo, no solo se trata de entender los mecanismos de extracción o las más vertiginoso y superficial. Asombra, animista, el zen y la ética samurai sub-
condiciones que se abren para un nuevo mercado eléctrico. El litio plantea la posibilidad también, la datación taxativa que ofrece el yacen de forma insospechada. Ambos
de una nueva forma de gestionar la energía, de pensar el desarrollo y el medio ambiente, autor de los acontecimientos más remotos, aspectos coexisten dialécticamente, a
cuando la prudencia científica aconsejaría veces de manera subliminar, otras con-
con un enorme signo de interrogación para los países de América del Sur, o más precisa-
haberle dado un carácter más conjetural. tradictoria.
mente los que componen el llamado “Triángulo”: Argentina, Bolivia y Chile.
La pregunta aparece casi inmediatamente. ¿Cómo nos estamos posicionando en este
Carlos Alfieri Josefina Sartora
escenario? En el caso de Argentina, si bien acrecentó su capacidad productiva de un
1,18 por ciento en 2002 a un 19,54 en 2016, el desarrollo que se viene implementando
en nuestro país expone una concentración de la explotación en manos norteamerica-
nas, con una legislación deficiente que no reconoce el lugar estratégico del recurso y
una organización impositiva que favorece a las empresas con exenciones y subsidios
mientras las regalías no superan el 3 por ciento del valor en boca de mina. Pero lo que
Ficción En Mariana Enriquez el terror es la
materia oscura que anida en la vida
resulta más interesante aun son los datos que el libro aporta sobre Bolivia. El país con el cotidiana. El salto que ha dado desde
yacimiento de litio más grande del mundo –posee el 30 por ciento del total de reservas– sus notables libros de cuentos Las cosas
recién comenzó sus primeras exportaciones en 2016 tras atravesar diversos obstáculos, que perdimos en el fuego y Los peligros
desde un debate por las técnicas de extracción hasta tensiones políticas e instituciona- de fumar en la cama hasta esta novela
les, con una característica sobresaliente: el capital interviniente en sus distintas fases particularmente extensa, lejos de hacer-
le perder la tensión, la precisión y el
de producción ha sido chino. Sin ir más lejos, un ejemplo: la empresa construida para
asombro que caracterizan sus narracio-
extracción a gran escala de cloruro de potasio fue inaugurada en 2018. La encargada de
nes breves, ha potenciado sus virtudes
la obra fue una subsidiaria del gigante asiático Sinomach. Ese mismo año se licitó una
y agigantado su mundo ominoso.
planta de producción de baterías para la cual se presentaron ocho firmas: cinco eran
En él, la vulnerabilidad de los cuer-
chinas, ninguna de Estados Unidos.
pos es el objeto último que despliega el
Es así como, se resume en el epílogo, mientras Chile apunta a participar en cadenas de
Nuestra parte de noche poder para asegurar su preeminencia;
valor global con una lógica mercantil y Argentina carece de una política específica adop- lo fantástico y lo secreto es un terri-
tando viejos marcos de exportación minera articulados a las grandes corporaciones, torio de extensión de la historia, y el
Bolivia apostaba a un control estatal bajo un modelo de desarrollo sostenido en alianzas Mariana Enriquez horror absoluto puede leerse también
estratégicas. En este sentido, resulta imposible afirmar si éste constituye el factor para Anagrama; Barcelona, como una cifra de hechos muy con-
explicar lo acontecido durante los últimos meses, pero ciertamente este trabajo –ade- diciembre de 2019. cretos de nuestro pasado reciente, así
más de constituir una nutrida investigación sobre el debate energético de los próximos 672 páginas, 1.250 pesos. como la sociedad secreta que describe
años–, se vuelve también una pieza interesante para pensar la coyuntura y las tramas esta novela, llamada la Orden, como una
que protagonizan la lucha geopolítica en los tiempos que corren. transfiguración monstruosa de la cúspi-
de del orden social y de las aspiraciones
Carolina Keve ilimitadas que laten en su seno.

Historia
El gaucho indómito
Ezequiel Adamovsky
Siglo XXI; Buenos Aires, mayo de 2018.
264 páginas, 840 pesos.
“¿A quién se le ocurriría enaltecer como hé-
roe nacional a un resentido con problemas
de bebida que asesina sin razón a un com-
patriota? ¿Asegura la identificación con el
Estado un matrero que descree de las leyes
y vive en desacato? ¿Alienta el progreso una
persona que encuentra entre los indios su
refugio frente a las injusticias de la socie-
dad constituida?” A grandes rasgos, estas
preguntas organizan un libro que analiza la
presencia del gaucho como figura emblemá-
tica y la vitalidad del criollismo en la cultu-
ra política argentina desde finales del siglo
XIX hasta las dos primeras presidencias de
Perón.
El gaucho indómito es una obra que avan-
za en el conocimiento de la construcción del
gaucho como “personificación de la nación”,
pero desde la particular mirada de atender
a las maneras en las que la cultura popular
produjo historias de gauchos antes, duran-
te y después de que las elites culturales hi-
cieran lo propio. Adamovsky plantea que la
comprensión del fenómeno obliga a no di-
seccionar ambos campos –cultura popular /
cultura letrada– sino a analizar los procesos
de retroalimentación entre ambas además
de sus desarrollos particulares. De allí que
el estudio del proceso de consolidación de
la figura del gaucho como emblema permite
iluminar también las formas en las que la “co-
munidad imaginada” argentina se consolidó.
El límite del emblema, podríamos pensar, se
encuentra precisamente allí donde logró con-
vocar. Pero eso es lo que le da vitalidad y lo
transforma en inagotable fuente de pregun-
tas sobre lo que entendemos por “común”.
Federico Lorenz
Sociedad
La jaula del confort
Big data, negocios, sociedad y neurociencia.
¿Quién toma tus decisiones?
Esteban Magnani
Autoria; Buenos Aires, noviembre de 2019.
208 páginas, 680 pesos.
Esteban Magnani, periodista especiali-
zado en ciencia y tecnología, aborda en
este ensayo el modo en que grandes
empresas como Google, Ama-
zon y Facebook están aca-
parando el poder de reco-
ger, almacenar y procesar los
datos que regalamos constan-
temente al navegar por Internet.
De ahí que, en esta economía de
la atención, estas firmas se esfuer-
cen por que pasemos el máximo
Filosofía
Había una vez algo real
Ivana Costa
Mardulce; Buenos Aires, noviembre de
2019. 240 páginas, 500 pesos.
“¿Por qué nuestros relatos de sucesos rea-
les están llenos de ficción y por qué, en
una época partidaria de la demolición de
la realidad, en un mundo saturado de fic-
ciones, hay de todos modos una añoran-
za de verdad?”. A partir de estas y otras
preguntas, Ivana Costa indaga sobre la
ficción y la realidad, buscando combatir
la incredulidad corriente. Y lo hace sin
formulismos y con una delicada combi-
nación de ingenio, erudición y destreza
para tejer relaciones y proponer nuevas
lecturas. Filósofa, periodista y docente,
Costa expone cómo han ido cambian-
do los bordes poco alisados entre lo
verdadero, lo falso y lo ficticio: ofrece
una perspectiva desnaturalizada que
va de una historia de la noción de fic-
ción y sus múltiples significados (desde
usos en antiguos escritos de la tradición
griega asociados al modelado en barro
hasta las construcciones intelectuales)
a los diversos sentidos del concepto de
realidad, de Platón a Friedrich Nietzsche
pasando, por ejemplo, por Sexto Empíri-
co, François de La Mothe Le Vayer y el
análisis de narrativas de sucesos reales
como los relatos históricos y los perio-
dísticos. Había una vez algo real está
atravesado por una discusión argumen-
tada con las lecturas desde el escepti-
cismo radical, repone la pregunta por la
certidumbre –que es también una pre-
gunta por el sentido– e invita a pensar
problemas epistemológicos medulares
asumiendo lo que de ética y política hay
en ellos.
Mariana Canavese
tiempo posible en sus websites o aplica-
ciones. Magnani, desde el propio título del
libro, cuestiona el modo en que nos deja-
mos someter al control de estas corpora-
ciones a cambio de la comodidad que nos
brindan con sus servicios, aunque, afirma
el autor, lo que nos dan son migajas com-
parado con todo lo que pueden hacer con
los datos que recopilan de nosotros con
fines comerciales y políticos.
El libro comienza con una caracteriza-
ción de las empresas que están domi-
nando el sector, desde Google,
“el confesionario” al que le
contamos cosas de nosotros
que no confesaríamos ni
a nuestro psicoanalista,
hasta Uber, que el autor
toma como un ejemplo de
la llamada gamificación,
es decir, el modo en
que la plataforma
se muestra como
Cultura
Los autores no escriben
libros
José Luis de Diego
Ampersand; Buenos Aires, abril de 2019.
244 páginas, 590 pesos.
Recopilación de seis ensayos que profun-
dizan en la historia del libro y la edición
desde diferentes perspectivas. El primero
versa sobre modos de historiar la edición y
se ordena de acuerdo a pares por momen-
tos dilemáticos: límites entre lo nacional/
internacional, variables de análisis cuali/
cuantitativas, enfoques disciplinarios/inter-
disciplinarios. El segundo se propone refu-
tar el aserto del escritor catalán Enrique
Vila-Matas, que afirma que “hay muy pocos
escritores que hayan ficcionado a los edito-
res”. El tercero focaliza en las emblemáticas
editoriales Ercilla de Chile y Monte Ávila de
Venezuela, sellos que poseen un particular
interés histórico nacional y latinoamericano.
Los tres trabajos restantes tratan sobre
Argentina. El primero y más extenso de
ellos está dedicado a la mítica editorial San-
tiago Rueda e incluye una reconstrucción de
su catálogo y un formidable análisis de cua-
tro obras capitales de la literatura universal
traducidas por Rueda: Ulises de Joyce, En
busca del tiempo perdido de Proust, Obras
completas de Freud y varios textos de Her-
mann Hesse. El quinto artículo traza un
panorama del mundo editorial argentino de
la segunda mitad de los años sesenta, ana-
lizando las condiciones materiales de pro-
ducción que favorecieron la emergencia del
último gran giro de modernismo cultural en
nuestra literatura. El ensayo final analiza el
mundo editorial argentino de las últimas
tres décadas a través de sus mutaciones:
concentración del mercado, nuevas tecno-
logías, nuevas editoriales independientes,
nuevas figuras de editor.
Julián Chappa
un videojuego a sus empleados y usua-
rios. A continuación, Magnani se centra
en algunos aspectos interesantes de la
revolución digital que ya está en mar-
cha: así, el modo en que hemos perdi-
do la capacidad de la concentración y
la reflexión profunda, sometidos como
estamos a constantes llamadas de aten-
ción de múltiples pantallas. O el peligro
de volvernos adictos a aplicaciones o
redes sociales pensadas para provocar-
nos ansiedad e incitarnos a seguir nave-
gando. O la tendencia a mercantilizar las
emociones, hasta el punto de que, afirma
el autor citando a Franco ‘Bifo’ Berardi,
el cuerpo del otro se presenta como un
signo, como información. Mucho, en fin,
para pensar en torno a tecnologías y
algoritmos que se presentan como neu-
trales, pero que cargan el sesgo ideológi-
co de sus creadores.
Nazaret Castro
| 35
Fichero
Historia política de la
Sociedad Rural
Alejandro C. Tarruela
Octubre; Buenos Aires,
septiembre de 2019.
456 páginas, 720 pesos.
Investigación histórico-periodística sobre la
institución empresaria más importante de
Argentina, que se remonta a la época de la colo-
nia previa a su fundación y llega hasta la actua-
lidad, con el conflicto de 2008 en torno a las
retenciones y su involucramiento en el gobierno
de Cambiemos. A través de sus protagonistas,
Tarruela narra la historia de la organización, de
su proyecto de país y de su enfrentamiento con
el peronismo, que es a su vez la historia de la
construcción nacional y su desarrollo frustrado.
La razón feminista
Malena Nijensohn
Cuarenta Ríos; Buenos Aires,
noviembre de 2019.
164 páginas, 600 pesos.
Doctora en Estudios de Género (FFyL, UBA),
militante feminista, lesbiana y peronista, Malena
Nijensohn se pregunta en este ensayo por la
actualidad y el devenir de los feminismos, sus
posibilidades de organización y articulación
con otros actores sociales, en un marco de
resistencia anti-neoliberal. La autora abreva en
Judith Butler, Chantal Mouffe y Ernesto Laclau
para plantear la construcción de un feminismo
radical y popular que evite la deriva liberal,
pensándose desde una precariedad compartida.
Confidencias
Hipólito Yrigoyen
Eudeba; Buenos Aires,
octubre de 2019.
402 páginas, 860 pesos.
Este trabajo, teñido por un fuerte tono intimista,
es obra de una de las figuras políticas más impor-
tantes de la historia argentina. Disponíamos de
pocos textos escritos por Hipólito Yrigoyen, una
figura tan popular como parca en sus expresio-
nes públicas. Estas Confidencias sobrevivieron
al saqueo de su casa durante el golpe de 1930
y aparecen publicadas por primera vez acom-
pañadas por un estudio preliminar que pone en
contexto el hallazgo y explica su importancia.
¿Quién se hará cargo del
hospital de ranas?
Lorrie Moore
Eterna Cadencia; Buenos
Aires, junio de 2019.
176 páginas, 690 pesos.
Un matrimonio estadounidense agotado por la
rutina cena en un restaurante de París. La mujer,
Berie, dispara su memoria hacia el transcurso de
su adolescencia en un pequeño pueblo y hacia
la intensa amistad que mantuvo con la bella Sils.
La tersa prosa se desliza con sabiduría por el tur-
bador tránsito a la edad adulta, impregnada de la
melancolía propia del viaje de la ilusión al desen-
canto. Esta novela confirma que Moore es una de
las mayores narradoras de su generación.
 36 |
Loros de
la Casa Blanca
por Serge Halimi*
L
a decisión británica de dejar la
Unión Europea llega demasiado
tarde. La partida de un Estado que
fue encarnando el libre cambio des-
de la Revolución Industrial del siglo
XVIII, el alineamiento con Wash-
ington desde la “relación especial” anglo-esta-
dounidense alabada por Winston Churchill, la fi-
nanciarización desde que la economía y la política
británicas están dominadas por la City de Londres,
el neoliberalismo puro y duro desde Margaret That-
cher, habría podido constituir una excelente noticia
para la Unión. Sobre todo, si recordamos que no es
una cárcel. Si algunos Estados todavía pueden en-
trar, otros deberían poder salir algún día. En este pla-
no, al menos, los representantes británicos, tras ha-
ber dado vueltas durante mucho tiempo, respetaron
el veredicto de su pueblo. Este tipo de lección demo-
crática tiene su valor en los tiempos que corren.
Relaciones públicas
Sin embargo, quienes esperan que la salida del Rei-
no Unido libere a la Unión Europea, y a Alemania
en particular, de sus inclinaciones liberales y atlan-
tistas podrían verse decepcionados. La “comuni-
dad atlántica colosal bajo dependencia y dirección
estadounidense” que temía el general De Gaulle
en 1963 ya no necesita a los británicos para dictar
su ley en el Viejo Continente. En particular desde
que, a partir de 2004, la Unión recibió a una docena
de Estados suplementarios, de los cuales la mayo-
ría acababa de enviar soldados a Irak a pedido de
Washington. Algunos de estos nuevos miembros
siguen siendo incapaces de balbucear dos palabras
en otra lengua que no sea el inglés –y, preferente-
mente, palabras escritas por el Departamento de
Estado estadounidense–.
¿Se trata de una exageración? No realmente, a
juzgar por la reacción de los europeos al “plan de
Edición 249 | marzo 2020
Editorial
Sumario
Staff 3
Dossier
Jueces y espías
Editorial:
Perfecto enemigo 2
por José Natanson
¿Cómo terminar con la política
del secreto?
por Julián Maradeo
4
Y un día volvió 7
por Martín Rodríguez
paz” entre Israel y Palestina presentado el pasado Banquetes, habanos, condenas y
28 de enero en la Casa Blanca. Justo después de bendiciones 8
haber formulado propuestas que violan el dere- por Sebastián Lacunza
cho internacional –anexión israelí de Jerusalén
y del valle del Jordán, colonización de Cisjorda-
nia (ver página 12)–, Washington preparó los ele-
¿Dónde están los 43? 10
mentos de un comunicado que sus aliados debían
por Benjamin Fernandez
difundir para anunciar su entusiasmo: “Agrade-
cemos al presidente Trump por sus esfuerzos en
pos de hacer avanzar este viejo conflicto”; “Una Acabar con toda idea de paz 12
propuesta seria, realista y de buena fe”; “Espera- por Alain Gresh
mos que, gracias a esta visión, este conflicto pue-
da encontrar una solución”. Ahora bien, al com- El cuarto poder contra Bernie Sanders 14
parar estas “recomendaciones” estadounidenses por Julie Hollar
con las reacciones de las cancillerías occidenta-
les tras el anuncio del plan, Le Figaro identificó Una India sin musulmanes 16
“numerosas similitudes en el lenguaje que ponen por Pierre Daum
de manifiesto –como si hiciera falta– la influen-
cia de Washington sobre sus aliados” (1). Las réplicas de la Primavera Árabe 18
Como es habitual, el Reino Unido fue uno de
por Moulay Hicham
los más dóciles. Pero varios Estados –que, por
su parte, siguen siendo miembros de la Unión
Europea– le disputaron el rol de loros de la Ca-
sa Blanca. Y la reacción de París sorprendió a Dossier
muchos. Ciertamente, Francia no “le agradeció El virus que hace temblar
al presidente Trump”, pero sí... “saludó los es- al mundo
fuerzos del presidente Trump”. ¿Tenemos que
pensar entonces que, decididamente, con o sin Cuando las alarmas no sonaron 22
Londres, la independencia de la Unión Europea por Federico Kukso
no tendrá lugar? g
Regalos envenenados 24
por Sonia Shah
1. Georges Malbrunot, “Comment les États-Unis ont demandé
à la communauté internationale de soutenir leur plan israélo- Una epidemia puede ocultar otra 25
palestinien”, Le Figaro, París, 1 de febrero de 2020. por Martine Bulard
*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Aldo Giacometti
Serbia: El inamovible poder de
Aleksander Vucic 26
por Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin
Revueltas contra la política francesa
en África 28
por Fanny Pigeaud
El corazón minero de la industria digital 30
por Sébastien Broca
Después de Hollywood y Bollywood,
¡Wakaliwood! 32
por Daniel Paris-Clavel
Libros del mes 34
Editorial: Loros de la Casa Blanca 36
por Serge Halimi
Suplemento # 78:
La educación en debate
Universidad Pedagógica Nacional

La educación
en debate #78
Nicolás Trotta, ministro de Educación
El desafío de romper
las desigualdades
Diego Rosemberg*
N
icolás Trotta asumió como
ministro de Educación de
la Nación el pasado 10 de
diciembre después de ha-
ber coordinado los equipos
técnicos del Frente de Todos durante la
campaña electoral. Sus inicios en políti-
ca se remontan a la década de 1990, cuan-
do en la Legislatura porteña asesoraba
al bloque del Partido Nueva Dirigencia,
fundado por Gustavo Béliz, hoy también
funcionario del actual gobierno. Ya en las
presidencias kirchneristas, Alberto Fer-
nández –cuando era jefe de Gabinete– lo
impulsó a crear la agrupación Jóvenes K y
lo invitó a ocupar cargos de gestión: diri-
gió la Escuela Nacional de Gobierno y más
tarde fue subsecretario de Tecnologías de
Gestión en la Jefatura de Gabinete. En los
últimos años, a lo largo de la administra-
ción de Cambiemos, el ahora titular del
Palacio Sarmiento fue rector de la Univer-
sidad Metropolitana para la Educación y
el Trabajo (UMET), la primera creada por
un conjunto de organizaciones gremia-
les entre las que se destaca el SUTERH, el
sindicato de los trabajadores de edificios,
que dirige el presidente del PJ porteño,
Víctor Santa María.
Desde sus primeras medidas de ges-
tión, Trotta –de formación abogado, re-
cibido en la Universidad de Belgrano– rá-
pidamente se diferenció del gobierno an-
terior. No solo repuso el Plan Nacional de
Lecturas y el Programa Conectar Igual-
dad, sino que también buscó recomponer
la relación con los gremios docentes, es-
tigmatizados y posicionados como ene-
migos del sistema educativo durante la
presidencia de Mauricio Macri. En enero
restableció la Paritaria Nacional, que ha-
bía sido eliminada en el segundo año de la
administración de Cambiemos. Su obje-
tivo como ministro, dice, es convertir a la
educación en una herramienta para rom-
per las profundas desigualdades que exis-
ten en Argentina.
El concepto que predominó duran-
te la gestión educativa de los gobier-
nos kirchneristas fue el de inclusión,
mientras que en el mandato macris-
ta se explicitó el objetivo de educar
para el emprendedorismo. ¿Cuál va a
ser la idea fuerza de su gestión?
Nosotros creemos que el desafío más
grande que debemos transitar es que
la escuela se transforme en ese espa-
cio que permita romper las profundas
desigualdades que existen en Argen-
tina y que lamentablemente por ahora
no se está logrando. Eso lo confirman
las distintas instancias de evaluación
y la realidad social que transita el país.
Tenemos una escuela sobrecargada de
responsabilidades y no le damos las he-
rramientas necesarias para que enfren-
te todos esos desafíos que le delegamos.
Debemos construir consensos, pero
también los procesos de inversión que
las políticas educativas necesitan. Y
después hay que mantenerlos a lo largo
del tiempo, cosa que fue interrumpida
durante la gestión de Mauricio Macri,
quien incumplió acuerdos plasmados
en leyes, como la Ley de Financiamien-
to Educativo, sancionada prácticamen-
te por unanimidad en el Congreso de
la Nación, y a partir de la asunción de
Cambiemos no se cumplieron sus obje-
tivos. La Ley establece un piso del 6%
del PBI destinado a Educación y Macri
lo incumplió, lo redujo a 4,8%.
Usted se propone romper las des-
igualdades sociales a través de la
educación. Pero nunca tantos chicos
como hoy estuvieron dentro de la es-
cuela, nunca hubo tanta alfabetiza-
ción, nunca hubo tantos universita-
rios como hoy. ¿Puede la escuela sola
alcanzar ese objetivo?
El problema de la desigualdad se ha
afianzado a nivel de toda la humanidad.
Lo que observamos en Argentina es que
a partir de lo que han sido ciclos de des-
moronamiento de nuestra sociedad se
ha ido afectando el tejido social. Si uno
mira los últimos 45 años, a partir de la
dictadura, nuestro país ha ingresado en
un proceso de declive social y económi-
co muy marcado que se ve reflejado en la
pobreza, con picos muy fuertes en 1988,
en 2001 y también en esta crisis que de-
jó el gobierno de Mauricio Macri. Si bien
creemos que la escuela no es el único es-
pacio para romper esas desigualdades,
quizá sea el más importante. Para eso te-
“Hay que priorizar
en el acceso a
la escolaridad
temprana y a la
jornada extendida
a los sectores más
vulnerables.”
nemos que ser conscientes de que la es-
cuela no está exenta de la realidad social
argentina porque, cuando se desmorona
la sociedad, se desmorona la escuela. Es
lícito imaginar que en una realidad social
de tanta caída, esa debacle también afec-
te al sistema educativo.
Cualquier investigación en el ámbi-
to educativo demuestra que los sec-
tores más empobrecidos son los que
menos posibilidades de aprendizajes
tienen. ¿Cómo se combaten esos con-
dicionantes de origen dentro del sis-
tema educativo?
La realidad marca que la escuela no está
logrando romper la herencia social con
la que recibe a cada uno de los niños.
Suplemento
marzo
2020
Por el contrario, la escuela termina re-
plicando el capital educativo, cultural,
social con el que llega cada uno de los
niños y niñas. Lo que acá está en cues-
tión ya no es el derecho a la educación
sino el derecho al acceso a una educa-
ción transformadora. A partir de eso
queremos desplegar ciertas políticas
fundamentales.
¿Cuáles son?
Una es la escolarización temprana de
nuestros niños y niñas, que permita el
ingreso al sistema educativo en sala de
dos o sala de tres años. Eso permitiría
proyectar una trayectoria educativa de
largo aliento; queremos que nuestros
niños en la escuela –sobre todo los que
provienen de sectores populares– pue-
dan acceder a la educación y a la cultu-
ra que quizá en sus hogares no reciban.
Otra herramienta en ese sentido, que pa-
ra nosotros es fundamental, es la jorna-
da extendida en la escuela secundaria.
Creemos que tenemos un enorme im-
pacto en la formación de los adolescen-
tes y en la proyección en su educación
superior y en un mundo que, como vos
marcás, en el caso de Argentina, está en
un proceso de amplia universalización
de acceso a instancias educativas, como
nunca antes se transitó, pero que tam-
bién estamos en un momento que cada
vez demanda mayor formación.
Estas dos herramientas, la inclusión
temprana y la jornada extendida, re-
quieren recursos monumentales. En
un contexto de recesión y crisis eco-
nómica como el que vive Argentina,
¿cómo se ejecutarán esas políticas?
Primero, creemos que es una política que
no se puede llevar adelante con un plazo
determinado. Pero también creemos que
hay que pensar con una mirada que esta-
blezca un orden de prioridad en el pro-
ceso de acceso a la escolaridad tempra-
na y a la jornada extendida, iniciando la
implementación por aquellos sectores de
mayores vulnerabilidades. Una premisa
básica es que allá donde haya mayores
necesidades, debe haber mayor presen-
cia de la escuela y mayor presencia del
Estado. Es lo que queremos plantear en
una agenda donde hay que lograr no solo
el acompañamiento del Estado nacional,
sino también el acompañamiento de los
gobiernos provinciales, que están al fren-
te de las 24 jurisdicciones educativas.
Cada jurisdicción tiene autonomía
en el sistema educativo argentino, d
 II | La educación en debate #78 El desafío de romper las desigualdades
d ¿cómo se logra que estas políticas
se implementen a nivel nacional?
Tenemos una instancia de coordinación
que es el Consejo Federal de Educación,
y la premisa básica que ha planteado el
presidente Alberto Fernández es una
responsabilidad del Estado nacional
de garantizar un acceso a una educa-
ción transformadora en las 24 jurisdic-
ciones educativas, sin importar dónde
nazca un niño o una niña. Eso implica
un fuerte involucramiento en encauzar
las políticas públicas para que se cum-
plan esos objetivos que, entre otras co-
sas, tienen que avanzar en la ruptura de
las profundas desigualdades sociales y
educativas que tiene Argentina. Es un
punto primordial a trabajar y desarro-
llar, que no está exento de la necesidad
de pensar políticas educativas específi-
cas que articulen esta agenda con cada
una de las jurisdicciones.
Muchos creen que el secundario es el
nudo gordiano del sistema educati-
vo argentino: repitencia, abandono,
sobreedad. ¿Se ha pensado en alguna
política de transformación para ese
nivel más allá del aumento de la car-
ga horaria?
No solo hay que poner el foco en la es-
cuela secundaria, porque lo que está en
una situación muy compleja es todo el
sistema educativo, en sus distintos ni-
veles. En el secundario, la doble jorna-
da no se vincula solo con aspectos pe-
dagógicos, sino también con la articu-
lación con centros deportivos, cultu-
rales y otros espacios de la comunidad
de manera que permita hacer frente a
las necesidades de infraestructura rá-
pida que posibilite una cobertura im-
portante en el corto plazo. El hecho es
que los adolescentes puedan estar tres
o cuatro horas adicionales en la escuela
por día o en actividades afines en el de-
sarrollo escolar. Nosotros creemos que
imaginar una nueva oleada democrati-
zante de acceso a la educación universi-
taria se relaciona en buena medida con
el hecho de mejorar la escuela secun-
daria, una escuela que interpele a nues-
tros estudiantes, que permita no solo
abrir la puerta a un mundo laboral tan
cambiante como el que transitamos si-
no también que las escuelas, a través de
maestros y profesores, puedan aportar
a la formación de una mirada social, co-
lectiva, de nuestros futuros ciudadanos.
En el secundario, una de las mayo-
res demandas de los estudiantes es
la educación sexual integral (ESI)?
¿Qué lugar ocupará en su gestión?
La ESI es una ley sancionada que hay
que cumplir, hay que articular con ca-
da una de las jurisdicciones. Hay que
garantizar el acceso de todos los estu-
diantes a la ESI como una herramienta
fundamental; va a demandar una fuerte
articulación con el Consejo Federal de
Educación. Nuestra responsabilidad es
que se cumpla con la ley.
La ESI se promulgó en el 2006 y to-
davía no hubo una implementación
completa.
Hay jurisdicciones en que sí y hay juris-
dicciones en que no. En cuanto a las que
no, nosotros vamos a cumplir con las
responsabilidades que le caben a nues-
tro Ministerio para que así sea.
Durante la gestión de Mauricio Macri
se desmantelaron casi todos los pro-
gramas socioculturales. ¿Vuelven?
Por supuesto. Hemos creado una sub-
secretaría vinculada a estos programas.
Son programas centrales en un mo-
mento de tanta gravedad social e insti-
tucional como el que atraviesa el país.
Estamos estudiando la agenda de traba-
Paula Otegui, La casa, 1974 (gentileza Premio Platt)
jo. También volvió el Plan Nacional de
Lecturas y Conectar Igualdad. Impac-
tan no sólo en los procesos de aprendi-
zaje sino como ejercicio de ciudadanía.
El acceso a netbooks y a libros es una
puerta de entrada para toda la familia.
Más allá de la intencionalidad del
ajuste, cuando abandonó esos pro-
gramas, el macrismo argumentaba
que se distribuían libros y compu-
tadoras pero que no se usaban. ¿Hay
una política pensada para el uso de
los libros y las tecnologías más allá
de la distribución?
La información que yo tengo no es esa.
Cuando uno conversa con distintas ju-
risdicciones, con maestros y con los
gremios, lo que ellos mencionan es la
notoria ausencia de distribución y de
participación del gobierno de Mauricio
Macri. Nosotros creemos que hay que
avanzar en producción de contenidos,
de aplicaciones, de herramientas. No es
una crítica correcta la que hacía el go-
bierno de Macri. Interrumpieron lo que
consideramos que eran instrumentos
fundamentales para el trabajo dentro y
fuera del aula.
En cuanto a la formación docente,
¿cuáles serán los principales linea-
mientos?
Para nosotros es un tema central. Se
vincula con la recuperación del Insti-
tuto Nacional de Formación Docente.
Creemos que hay que trabajar la tradi-
ción de formación de nuestro sistema,
que cuenta con más de 1.400 institutos
de formación, pero garantizando que
cada uno de ellos brinde formación de
calidad docente acabada. En ese senti-
do, para nosotros es importante poder
desarrollar un trabajo coordinado con
las universidades de todas las provin-
cias y con la Universidad Pedagógica
Nacional, la UNIPE, de manera que sea
la puerta de ingreso a toda la formación
de posgrados de nuestros maestros y
maestras.
Volvió la paritaria nacional docen-
te y comenzaron temprano las reu-
niones. ¿Qué pasará con las provin-
cias que tengan más necesidades y no
puedan hacer frente a los aumentos?
Hemos planteado el compromiso del
Presidente de asumir una mirada fede-
ral del tema educativo, eso se engloba
dentro de la paritaria, donde no solo se
discuten salarios sino también objeti-
vos pedagógicos, formación docente, la
implementación de programas nacio-
nales, como el Plan Nacional de Lectu-
ras. Todo eso es lo que queremos deba-
tir con cada una de las jurisdicciones
y también con las organizaciones do-
centes. Nos parece que la paritaria na-
cional devuelve esa mirada federal en
términos educativos y también se rela-
ciona con el acompañamiento que hay
que darles a las provincias que presen-
tan los índices más complejos de de-
sarrollo, a partir de lo que es el fondo
compensador que la paritaria nacional
tiene.
Pero ese fondo está prácticamente
congelado.
Todo ha sido suspendido. Con la pari-
taria hay que volver a vitalizarlo. Ha-
brá que buscar los equilibrios necesa-
rios para garantizar en las condiciones
de fuerte restricción fiscal que estamos
transitando la posibilidad de que haya
una negociación que incluya las nece-
sidades de cada uno de los sectores con
el acompañamiento del gobierno na-
cional. g
*Periodista, editor de La educación en
debate y miembro de ANCCOM.

Sonia Alesso, Secretaria
General de CTERA
“Perdimos
el 30%
de la
inversión”
por Diego Herrera*
“
El final de la paritaria nacional
docente fue, como los datos lo de-
muestran, una política deliberada
del gobierno de Cambiemos pa-
ra desinvertir en educación”, sostiene
Sonia Alesso, secretaria general de la
Confederación de Trabajadores de la
Educación (CTERA) y secretaria ge-
neral de la Asociación del Magisterio
de Santa Fe (AMSAFE). La sindicalista
proviene de una familia de educadoras
y, en 1981, comenzó su carrera docente
en la ciudad de Rosario.
¿Cuál es el balance de CTERA sobre
la situación actual del sistema edu-
cativo?
Entre 2016 y 2019 presenciamos una
fuerte baja del financiamiento educa-
tivo. El gobierno nacional que encabe-
zaba Cristina Fernández se fue en di-
ciembre de 2015 con una inversión del
6,5% del PBI; mientras que, luego de la
gestión de Macri, la inversión educati-
va alcanza apenas el 4,8%. Además, en
términos proporcionales, el PBI es más
bajo que en 2015. Perdimos el 30% de
la inversión en educación. Estamos ha-
blando de millones y millones de pesos.
¿En qué aspectos concretos se ob-
serva esa desinversión?
Además de la pérdida salarial, dejaron
de enviarse o se recortaron fondos para
infraestructura escolar, comedores es-
colares, copa de leche, refuerzo nutri-
cional, orquestas infantiles, Conectar
Igualdad, libros y formación docente.
Volvió a aumentar la desigualdad sa-
larial de los docentes, cuando en el pe-
ríodo previo habíamos logrado que la
brecha entre las provincias que pagan
salarios más altos y las que tienen sa-
larios más bajos fuera disminuyendo.
¿El crecimiento de esa brecha sala-
rial coincide con el final de la parita-
ria nacional docente?
Claro. Generó, por un lado, una gran di-
ferencia salarial entre los docentes, pe-
ro también una gran desigualdad en la
inversión educativa por alumno de las
provincias más ricas y de las provincias
más pobres.
¿Cómo ven el regreso de la paritaria
nacional docente?
Es la posibilidad de discutir políticas
educativas con el Ministerio de Educa-
ción. Me parece que es un buen inicio.
Desde CTERA, creemos que hay que
incluir muchos temas en la discusión:
la lucha contra la violencia de género,
la xenofobia y el racismo; el respeto
por los derechos humanos; la educa-
ción vial y ambiental. Hay que trabajar
por una educación en valores y para la
paz. Se acordaron nueve comisiones de
trabajo en la primera paritaria, donde
están incluidas la formación docente,
la prevención en materia de salud y las
políticas socioeducativas.
Muchos temas exceden la discusión
salarial.
La paritaria es un ámbito de discusión
de políticas educativas. Cuando nor-
malmente se critica a la docencia por-
que hay paro, muchas veces no se dice
que se pierden más días de clase por
condiciones indignas de trabajo (pro-
blemas en los edificios escolares, falta
de calefacción, problemas con el agua)
que por conflictos salariales.
¿Qué expectativas tiene CTERA con
este nuevo gobierno?
El desafío de esta nueva gestión es recu-
perar el financiamiento educativo: vol-
ver al 6% del PBI de inversión nacional
y provincial en educación. Esto es fun-
damental para acortar la brecha de des-
igualdad salarial entre las provincias,
mejorar las condiciones de trabajo, for-
talecer la formación docente y discutir
la mejor educación para nuestros chicos.
¿La infraestructura escolar y el sa-
lario son cuestiones que no pueden
esperar?
Hay varias cosas que deberían resol-
verse en el corto plazo (hay otras cosas
que requieren de más tiempo, como la
formación docente). Es urgente la recu-
peración del salario, el financiamiento
para las provincias, la infraestructura
escolar y el tema del hambre. Estamos
trabajando en la inclusión de las escue-
las en el Plan Argentina contra el Ham-
bre. Es necesario aumentar la cuota pa-
ra los comedores, para la copa de leche
y para el refuerzo nutricional. Además,
hay que tener una política sostenida
que apunte a mejorar la alimentación
de nuestros niños. El Plan de Huertas
Escolares nos parece un instrumento
muy valioso para trabajar el cuidado del
medioambiente pero también una ade-
cuada alimentación.
Hace cinco años CTERA planteaba
aumentar por encima del 6,5% el por-
centaje del PBI que se invertía en edu-
cación. Hoy la agenda cambió. ¿Cómo
se explica ese retroceso en tan poco
tiempo?
Si hubiera continuado aquella política
que tuvo un corte abrupto en diciem-
bre de 2015, hoy estaríamos discutien-
do por una inversión educativa del 7% u
8% del PBI. Ahora hay que volver a pe-
lear por el 6% porque estamos en 4,8%.
En ese sentido, creo que es necesario
crear conciencia en la sociedad: la edu-
cación tiene que ser una política de Es-
tado y no una política de un gobierno.
Ese debería ser nuestro objetivo como
sociedad, y apelo a que eso pueda discu-
tirse transversalmente, más allá de las
pertenencias partidarias.
Dado el contexto de devastación
educativa que Ud. describió, ¿cam-
bian las estrategias de negociación
con el actual gobierno?
No se van a disolver las diferencias ni
los conflictos. En esto quiero ser clara:
puede haberlos o no. Pero somos cons-
cientes de que es un año difícil para Ar-
gentina y celebramos que se haya vuelto
a abrir la paritaria nacional docente. La
posibilidad de contar con este ámbito de
discusión es un paso adelante. g
*Licenciado en Ciencias de la Comunicación e
integrante del equipo editorial de UNIPE.
Sofía Rodríguez, docente
“Queremos
más apoyo”
“
Esperamos que este nuevo
gobierno haga por la educa-
ción lo que se postergó y lo que
se abandonó durante cuatro
años”, dice Sofía Rodríguez, docente
de Nivel Primario en Santiago del Es-
tero. Actualmente se desempeña en
la Escuela N° 1.189 “Maestra Rural”,
ubicada en la localidad de Campo de
Cejas, departamento de Salavina. Es-
tá a cargo de una sección que reúne
a estudiantes de primero y segundo
grados. En la misma institución tam-
bién funciona un jardín de infantes
que recibe en un único espacio a ni-
ños y niñas de entre tres y cinco años:
“Esta situación es muy complicada,
porque los chicos de esa edad nece-
sitan mucha más atención”, explica.
Además, la docente cursa el posgra-
do en Investigación Educativa en la
Universidad Nacional de Santiago
del Estero.
Rodríguez considera que la ges-
tión de Cambiemos dejó, en mate-
ria educativa, un escenario mucho
peor que el que recibió: “Además de
suspender la paritaria nacional, nos
quitaron un incentivo para la com-
pra de materiales didácticos. En
enero volvimos a cobrarlo por una
disposición del nuevo gobierno”.
Por otra parte, la docente también
señala que las escuelas de su provin-
cia dejaron de recibir la cantidad de
libros que les enviaban hasta el 2015
y que, en la escuela en la que trabaja,
solo entregaron cinco netbooks pa-
ra un total de 120 estudiantes. A este
deterioro del nivel de asistencia de
recursos materiales se suma, según
Rodríguez, un cambio en la orienta-
ción político-pedagógica: “Las jor-
nadas de formación volvieron a un
modelo educativo tradicional, ale-
jado de un modelo emancipador”. A
esto se suma la falta de implementa-
ción de la Ley de Educación Sexual
Integral: “En Santiago del Estero no
he visto una institución que haya es-
tablecido la ESI como un derecho de
los chicos y de las chicas”, dice.
“Necesitamos más apoyo, por-
que nuestra provincia no tiene una
estructura económica lo suficiente-
mente amplia como para solventar
las instituciones educativas y los sa-
larios. Es necesario que el Estado na-
cional acompañe a la provincia y trate
de levantarla”, considera Rodríguez.
En este sentido, la actualización sala-
rial se vuelve urgente para garantizar
condiciones de vida dignas del cuer-
po docente, pero también –opina la
educadora– sería una “forma de reva-
lorizar la figura del maestro”. Por eso,
celebra el regreso de las paritarias
nacionales y tiene la expectativa de
que sean “un trampolín para un nue-
vo modelo educativo que rompa con
las inequidades entre las provincias”.
Santiago del Estero presenta mu-
chas áreas rurales y esa particula-
ridad también requiere ser atendi-
da. “Las escuelas rurales suelen ser
La educación en debate | III
olvidadas –afirma la docente–. Los
maestros muchas veces tenemos que
trabajar con materiales que no están
adaptados a nuestra situación espe-
cífica. No se contempla que trabaja-
mos en plurigrados, por ejemplo. Las
escuelas suelen funcionar en edifi-
cios derruidos y muy rara vez vemos
inversiones en infraestructura”. En
los últimos años, sostiene Rodríguez,
también se deterioró el pago adicio-
nal que recibían los docentes que tra-
bajan en zonas alejadas de los cen-
tros urbanos: “Sería necesario que se
actualizara el extra por distancia. Lo
que nos dan en este momento es total-
mente insignificante y no nos alcanza
para cubrir el gasto de combustible
para llegar a las escuelas en moto o en
auto”. Y agrega: “Hay muchos docen-
tes que tienen que quedarse a dormir
en las escuelas rurales porque no pue-
den cubrir los pagos de transporte o
porque los accesos son muy compli-
cados. Algunos tienen que ingresar en
bote o a caballo por los bañados, y eso
es muy peligroso. Parte de los cami-
nos vecinales de acceso a las escuelas
rurales son intransitables y para los
municipios se hace muy difícil cos-
tear su mantenimiento”.
Si bien Rodríguez es optimista res-
pecto de lo que pueda realizar en ma-
teria educativa este nuevo gobierno,
también opina que las transformacio-
nes necesarias no resultarán sencillas:
“No esperamos medidas mágicas. Es
imposible que podamos ver todos los
cambios que necesitamos en cuatro
años. Posiblemente se necesiten unos
veinte años para ver un cambio más
profundo”. Y observa: “Es fundamen-
tal que se tengan en cuenta las distin-
tas realidades de las provincias, por-
que siempre se piensan modelos edu-
cativos que responden a un esquema
único de escuela”.
Parte del optimismo de Rodríguez se
apoya en la confianza que le inspira la fi-
gura del nuevo ministro Nicolás Trotta:
“Conozco su trayectoria y leí algunos de
sus textos. Comparto su idea de que se
requiere un nuevo contrato educativo a
largo plazo”. De acuerdo con la docen-
te, sería necesario que el nuevo gobier-
no ampliara la cantidad de escuelas que
ofrecen jornada extendida. “Aquí en la
provincia –subraya– no conozco ningu-
na escuela que haya sido alcanzada por
el programa de jornada extendida. En
la ruralidad generalmente se enseñan
las cuatro áreas consideradas básicas
(Lengua, Matemática, Ciencias Socia-
les y Ciencias Naturales), pero se dejan
de lado los talleres artísticos, que son un
motor de desarrollo tanto para el niño
como para el adolescente. La jornada
extendida debería ser una realidad en
todo el país”. Y concluye: “Ojalá que los
cambios dejen de depender del político
de turno y que las políticas educativas
tengan continuidad”. g
D.H.
 IV | La educación en debate #78 El desafío de romper las desigualdades
Abril Joseph, estudiante
“Podemos
pensar la
educación”
“
Cuando analizo mi recorrido de
cinco años en el Nivel Secunda-
rio, veo que no se entendieron
las necesidades actuales de la
comunidad educativa y de la juven-
tud”, sostiene Abril Joseph, flamante
egresada de la Escuela de Enseñanza
Media N° 1 “Julio Cortázar” del barrio
porteño de Flores, donde también fue
secretaria general del Centro de Es-
tudiantes. Joseph conoce de cerca las
problemáticas educativas de la Ciu-
dad de Buenos Aires, jurisdicción que,
tras doce años, continúa gobernada
por el macrismo y aliados.
“La educación –opina– tiene que
empezar a ser una prioridad. A esta
altura necesitamos que los colegios
tengan nuevamente las condiciones
mínimas para poder pensar luego en
la secundaria que queremos. Debe-
rían revisarse todos los colegios y ar-
mar una muy buena reunión en la que
nos escuchen y podamos ver entre to-
des y punto por punto qué podemos
hacer para mejorar la calidad educa-
tiva del país”. Y agrega: “Es necesario
implementar realmente la Educación
Sexual Integral en todas las escuelas.
Tiene que ser una política de fondo y
dejar de depender de si en una escuela
les estudiantes la exigen”. En este sen-
tido, se esperanza, el nuevo gobierno
nacional podría contribuir para que
algunas cuestiones educativas ele-
mentales se ubiquen en la agenda de
cada una de las jurisdicciones.
“Egresé en 2019 con un plan de es-
tudios que se implementó en 2015: la
Nueva Escuela Secundaria (NES). Mi
hermana tomó el colegio en 2012 para
que no se implementara, pero de todas
maneras se avanzó con la reforma”, ex-
plica Joseph. La estudiante recuerda
8 al 11 de Junio de 2020
Instituto Sagrado Corazón
Av. La Plata 82, Almagro,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina
Más información: www.amse2020.org
Contacto: contact@amse2020.org
Organizan:
que entre las razones para rechazar la
NES se encontraba la eliminación de
materias del área de Ciencias Socia-
les: “En quinto año no tuve Historia ni
Educación Cívica”. Sin embargo, lo que
más le preocupa a Joseph es que en la
Ciudad de Buenos Aires se comenzó a
implementar una nueva reforma (La
Secundaria del Futuro) sin siquiera es-
perar a que egresara la primera cohor-
te afectada por la reforma anterior: “Se
trata de otra iniciativa inconsulta que,
desde 2017, están intentando aplicar en
escuelas ‘piloto’. Queremos una refor-
ma, pero no de esa manera”. La incor-
poración de nuevas asignaturas sin una
adecuada capacitación docente y la im-
precisión para definir criterios sobre el
desarrollo de pasantías obligatorias
son algunas de las razones por las que
la estudiante rechaza La Secundaria
del Futuro.
“Las reformas que están intentan-
do implementar en la Ciudad no es-
tán funcionando. Les secundaries po-
demos ayudar a pensar qué queremos
para nuestra educación”, analiza Jose-
ph. Y propone: “La comunidad educa-
tiva necesita un nuevo plan de estudios
y un cambio hacia lo tecnológico. Hay
planes que se quedaron atrás y eso es
algo que toma La Secundaria del Fu-
turo. Pero el problema es que hay que
ponerles contexto a esas ideas. El año
pasado instalaron equipamiento pa-
ra el aula de computación, pero había
una gotera en el techo: había un balde
en medio de la sala”.
De acuerdo con Joseph, muchas de
las ideas de renovación educativa no
tienen en cuenta que es necesario ga-
rantizar aspectos mucho más elemen-
tales: “Las escuelas no entregan viandas
adecuadas y no tenemos condiciones
edilicias dignas”. Además, señala que
hay una gran desigualdad entre distin-
tas escuelas públicas: “En el Cortázar
tenemos Centro de Estudiantes y nos
organizamos. Gracias a eso, consegui-
mos que nos arreglaran el ascensor, las
estufas, etc. Pero hay escuelas que no
pueden organizarse y no están en la lu-
pa del Ministerio”. Y pone el ejemplo de
una escuela del barrio de Lugano: “En el
turno tarde se quedan sistemáticamen-
te sin agua, porque el tanque es dema-
siado chico para la cantidad de personas
que concurren a la escuela. Siento que
todo está colgado de hilos”. g
D.H.
“La educación y la formación
frente a los grandes retos de nuestro tiempo:
migraciones, sociedad digital y desarrollo sostenible”
Camila Escribal, orientadora social
“Necesitamos más
espacios de formación”
C
amila Escribal es orientadora
social de Nivel Inicial y forma
parte del Equipo de Orientación
Escolar del partido bonaerense
de Rauch. Está a cargo de los Jardines de
Infantes N° 901 y 902. En 2018, se desem-
peñó como orientadora social en escuelas
técnicas y, en 2017, en el Nivel Primario.
Por eso, conoce bien los tres niveles obli-
gatorios del sistema educativo. Se formó
como trabajadora social y su tarea consis-
te en intervenir en situaciones de vulne-
ración de derechos de niños y niñas. “Se
hace un trabajo interinstitucional: se ar-
ticula con otros niveles, otras institucio-
nes educativas o de otras áreas (hospital,
comisaría de la mujer y la familia, etc.)”,
explica. El orientador social trabaja junto
con un par educacional que se ocupa de
cuestiones específicamente pedagógicas.
¿Qué situación dejó la gestión de Cam-
biemos en el sistema educativo?
Rauch tiene solo 15.000 habitantes y,
quizá, la situación es diferente que en
las grandes urbes. En cuanto al Nivel
Inicial, a partir de 2019 comenzó a im-
plementarse un diseño curricular nue-
vo que trabaja más con las capacidades y
no tanto con los contenidos. En ese mar-
co, se le da mucha importancia a la in-
clusión de las nuevas tecnologías, cuan-
do en realidad muchas instituciones no
cuentan con el equipamiento necesario
para realizar ese tipo de abordaje. Tal
vez de a poco eso vaya a ir modificándo-
se. No sé qué va a pasar. A veces nos en-
contramos con esa dificultad. Por ejem-
plo, había una bajada de línea importan-
te para incorporar la robótica en todos
los niveles, pero no estaban los insumos.
¿Observa alguna cuestión positiva en
esos nuevos lineamientos?
Lo positivo es que la ESI aparece de ma-
nera más transversal en los diseños. Se
trabaja con la diversidad, por la inclusión
y se hace hincapié en que las particulari-
dades sean tenidas en cuenta. Están muy
buenas las ideas, pero es un proceso que
lleva su tiempo. Tal vez serían necesarios
más espacios institucionales para poder
formarnos.
¿En qué situación están los niveles Pri-
mario y Secundario? ¿Qué aspectos es
más urgente modificar?
El paso del Nivel Inicial al Nivel Prima-
rio es muy brusco. En el Nivel Primario,
los chicos ya se encuentran en un patio
sin juegos, en muchos casos de laja fría.
En las aulas, de un año a otro, pasan a
sentarse de a dos y en fila. En la escue-
la donde trabajaba intentábamos agru-
par las mesas, pero suele haber muchos
chicos en espacios reducidos. En lo que
respecta al Nivel Secundario, para mí
quedó obsoleto. La secundaria es obli-
gatoria, pero es muy difícil llevar ade-
lante esa obligatoriedad. El hecho de
que haya que aprobar una determina-
da cantidad de materias para pasar al
año siguiente es una traba importante.
Todavía encontramos chicos que re-
pitieron un tercer año porque deben
Matemática de primero, segundo y ter-
cer años. Habría que ver de qué mane-
ra cambiar eso. Quizá que se parezca
más al régimen de la facultad: que vayan
aprobando a su propio ritmo.
¿Cómo afecta la crisis económica al
desarrollo de la educación?
Mucha gente se quedó sin trabajo y eso
repercute en las escuelas: no pueden
comprar fotocopias, útiles, etc. Las con-
diciones habitacionales también influ-
yen: quizá una mamá alquilaba una casa
y se tiene que ir a vivir con los padres. Es-
tas situaciones generan nuevos conflictos
que afectan a los chicos. Las ayudas mate-
riales se necesitan cada vez más.
¿Qué medidas podría tomar el nuevo
gobierno para mejorar el sistema edu-
cativo a nivel global?
Es necesario mejorar las condiciones
edilicias y los recursos materiales pa-
ra las instituciones. Hace tiempo que no
llegan libros, o llegan con mucha menos
frecuencia. También sería bueno contar
con recursos informáticos. Por otro lado,
es importante la formación de los nuevos
docentes y la formación continua de los
que ya estamos trabajando. g
D.H.
Staff
UNIPE: Universidad
Pedagógica Nacional
Rector
Adrián Cannellotto
Vicerrector
Carlos G.A. Rodríguez
Editorial Universitaria
Directora editorial
María Teresa D’Meza
Editor de La educación en debate
Diego Rosemberg
Redactor
Diego Herrera