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Es imprescindible para todo ciudadano conocer la estructura del Gobierno de Puerto Rico,
en el contexto de los principios democráticos y republicanos que definen la ética política
de la época moderna. A pesar de las diferentes ideologías sociales que todavía compiten
en la arena pública, no hay en el mundo de hoy ningún sistema político que no se
identifique de alguna manera con la democracia. Por ejemplo, cuando Alemania estaba
dividida en dos Estados (1945-1991), uno afiliado a Estados Unidos y otro a la Unión
Soviética, uno capitalista y otro comunista, ambos se identificaban como repúblicas: la
República Federal Alemana (Deutsche Bundesrepublik) y la República Democrática
Alemana (Deutsche Demokratische Republik). Y cuando existen regímenes que no son
técnicamente republicanos, como son, entre otros, Inglaterra y España, que son
monarquías constitucionales, estos no cesan de identificarse como Estados democráticos
a cuyas leyes y costumbres sus monarcas se subordinan como cualquier otro ciudadano. El
uso universal del término democracia (y sus derivados) como legitimador del sistema
político, sea cual sea su variación estructural e ideológica, testimonia su aplicación
planetaria como ordenador de la vida política moderna y constituye el principal criterio de
legitimación para los sistemas políticos del mundo contemporáneo. Esto es así a pesar de
la persistencia en el mundo de regímenes autocráticos atávicos.
Las teorías y prácticas democráticas que surgen de este periodo revolucionario delatan,
por su gran extensión territorial y compleja profundidad, una enorme diversidad. Ricas e
imaginativas variaciones de forma y énfasis, arraigadas en particulares tradiciones y
experiencias, fueron la orden del día. Por otro lado, desde los tiempos de la Ilustración ha
surgido una extensa literatura filosófica e histórica de gran peso crítico, que no deja de
resaltar las contradicciones de los nuevos regímenes ni de confrontar las constantes
polémicas interpretativas. Se pueden, sin embargo, resumir los principios fundamentales
del Estado democrático moderno, según han sido consensuados e incorporados en los
diferentes sistemas políticos del mundo actual, incluyendo el del Estado puertorriqueño.
En Puerto Rico, a pesar de la hegemonía que ejerce Estados Unidos sobre la vida política
(relación de subordinación), el Estado constitucional vigente lleva el nombre de Estado
Libre Asociado de Puerto Rico; y su documento constitutivo es su Constitución, la cual fue
redactada y aprobada por una Asamblea Constituyente y luego refrendada por voto
popular en 1952. Contiene en su artículo 2, una extensa Carta de Derechos que comienza
reconociendo el principio de que “la dignidad del ser humano es inviolable”.
Participación política. Consustancial con el concepto de soberanía del ciudadano —lo cual
remite a sus derechos individuales y libertades políticas— la ética democrática encumbra
la idea de la participación política de los ciudadanos autónomos en las decisiones que
afectan la vida de la comunidad. Este activismo es continuo y no se limita a participar con
el voto en elecciones parciales o generales. Si en los sistemas autocráticos la lealtad del
gobernado se percibe como sumisión pasiva al dictamen de la autoridad constituida, en
democracia el ciudadano tiene el derecho y la obligación de constituirse en un actor
político independiente; es decir, cuestionar la autoridad y ser partícipe de las decisiones
que afectan la vida de su comunidad. (Aunque en ocasiones los regímenes autoritarios
organizan la movilización política de la población, esta solo se hace para generar apoyo y
entusiasmo para la política oficial).
Según la norma activista del orden democrático, los ciudadanos son los que establecen las
políticas públicas, según dictan sus intereses, aspiraciones y valores sociales. Al Gobierno,
de acuerdo a las normas y valores democráticos vigentes, sea cual sea su estructura
formal, le toca solo administrar la política pública, no determinarla. Son los ciudadanos
quienes establecen las políticas de convivencia mediante un activismo comunitario
continuo y multifacético. La participación electoral, de acuerdo a esta normativa
democrática, está relegada a un lugar inferior al del activismo, y su función está limitada a
normalizar la sucesión del poder administrativo del Estado.
Sufragio universal. Otra norma democrática inviolable tiene que ver con el sistema de
sucesión del poder político, tanto de sus representantes legislativos como de los
administradores del Estado (la rama ejecutiva). Si en las monarquías tradicionales el poder
se hereda por vínculos de sangre y en las oligarquías les toca a los representantes de las
clases jerárquicas designar a los gobernantes de turno, en las democracias se hace por
elección popular y se organiza bajo el principio del sufragio universal. El sufragio universal
es un desarrollo tardío de las democracias. Por muchas generaciones, pasada la
Revolución francesa y habiéndose consolidado en Occidente los regímenes liberales
republicanos, la participación electoral para determinar la sucesión del poder estaba
limitada a los varones educados de las clases propietarias. No es hasta entrado el siglo XX
que se les concede el derecho al voto a las mujeres y a todos los ciudadanos,
independientemente de su nivel de escolaridad y su clase social, incorporando finalmente
el principio democrático del sufragio universal. En Puerto Rico, por ejemplo, las mujeres
no tuvieron derecho al voto hasta 1936.
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historicos contractua
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Estado
Población
totalitario
f
CONCLUSIONES