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Un Deporte Peligroso
Un Deporte Peligroso
Luis Cordero
Siempre hay una primera vez. En todo. Y para el ajedrez, me llegó esa primera
vez en casa de mis amigos. Yo sabía, y sé, mover las piezas. A duras penas.
Aquello de la estrategia era algo que se decía pero que no sólo había de
practicarse sino también estudiarse. Mis amigos lo hacían pero no
conversábamos mucho de ello. Era yo, por tanto, un simple movedor de piezas
dispuesto a aprender aquello de la estrategia por medio de la práctica.
Empezaron a jugar. Se armaron parejas para ocupar los dos lados del tablero.
Ya no recuerdo qué nomás se dijo o se hizo, tan sólo recuerdo mi partida. Y no
necesito nada más. Me tocó en suerte jugar ese turno con Everaldo. Tragué
grueso al saberlo porque en una contienda su fama podría ponerse en violenta
evidencia. Y aquello de la suerte no sabía si era buena o mala, porque el temor
no me permitía pensar mucho más allá de mi sudor frío.
Hizo su jugada sin percibir siquiera mis intenciones. Seguramente mis novatadas
previas me mostraban como un ser inofensivo y fácilmente abatible. Y su
movimiento permitió dar mi estocada final, rematada con una sentencia
definitiva: Mate.
Sólo alcancé a ver que levantaba sus manos para agarrarse la cabeza. Cerré los
ojos previendo mi inminente final. Y sin verlo alcancé a oir su exclamación:
“Noooo, ¡el clásico botellazo!”. Los siguientes segundos fueron, mentalmente,
interminables. Pero como no sucedió lo que creía iba a suceder, me levanté de
la mesa dispuesto a dar por terminada mi participación.
Fuente: http://www.solocrecer.com/
http://www.solocrecer.com/2012/07/24/un-deporte-peligroso/