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Director de a coleccién ‘Sencio DeLcapo UNIVERSIDAD NACIONAL UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL DE aNTRE RlOS EL pais DEL RIO Aguafuertes y crénicas — Ropero ARLT Ronotro Wats Ecicion, introduce y cronologias Cnustiva Ienesta Bibligrafiasy notas Mowrstnrat BORGATELLO Ani, Ronn (1900.92) WALSH, RovoLto (19273977) pss dels Aguafcteny ena / Roberto At dado yprtogado por Cetin fei; ‘omentade por Montserrat Borgatello; ‘Sconinad por Gllerno Monet eed Punnd; Universidad Nacional de Ente Rios, UNER, 2016 Santa Fes Universidad Nactonal dl itor UN, 2016) Sopp asec {Ets det sane / Seo Delgo; 0) 8: 978-990-608 39041 |. Literatura Argentina», Cnica Periodic, Iesia, Cristina, ey prolog cora4s I, Borgstello, Montsereal, colby I Delgado, Sergio, dir. 0 {COD IV.Mondejar, Glleno, coon. icin, introduccion ycronologis (Caustina lonnsta Bibioggallasy notas Mowtszxnar BoRearnito Dizector dea coleceion pas dl sauce Sento Detcapo Coordinador de edicibn Gontusano MoDeian itor . Mane Sir Alexis Chasovey,Ansbela Peer, Evangelina Fara Pana Calabsta (© Herederos de Rodolfo Walsh SEDUNER, 206 @BDICIONBS UNL, 1016 {© Cristna Iglesia (© Montserrat Borate (© Manoel Si train de cblerts: Bays, 2016. EpuNet, Editorial de la Universidad Naclonal de Bnire Rios Cordoba 475~ #31008 -Parani Entre Rios Argentina ssluner@uneceduar ~ wwwwedunesunereda at Eoiciowes on, Uns Nan el Lito Defoe) spomnca Sut fe, Argentine Uincenledaar = wna {Queda echo dpb gue mares aley nom ‘Nosepuite a servlucin pari tla almacenamient lg, a transmisiin Nivea dees ling enculgies oma pr cig medi sea ecto S then medaneforcopins dgtlracn strn tds sin el peas previo {oc delet Su infec eh pada por sees sry 3546 Bite impreso en Argentina fxpice InrRoUCCION. Por Cristina Iglesia x ‘La eseritura del agua: dos modos de mitaz, dos modos de narar [xi] ~ Las herramientas del croista [xvi] ~ El modo Art [x1x] ~ Ciudades, pueblos, rancherios [x1] ~ «Parani, tacta de porcelana [xx1v] ~ Santa Fe, otro modo de narra [xxv] ~ Novedades inesperadas.al norte [xxx] ~ Hacia Buenos Aires [xxx1v] ~ El modo Walsh [xxv] ~ La isla de los resuitados [xxxvitt] ~ Los santos de la muerte y un tren casi fluvial (x21) ~Esterosfantasmaticos [xu1v] ~ El pats de Quiroga [xtv1] ~ Lo que queda del pats de Quiroga [xtvit] ~Elfn del prélogo [xL1x] Noras sopRe ESTA EDICION un Ei vais put io. Aguafuertes ycrénicas AGUAFUERTES FLUVIALES. Roberto Arlt” in el Rodolfo Aebi 7 os formas de viajar 7 Hombres de mar y hombres de tierra. u Horizontes ribereios cy Cuando no van bien las cosas. 17 Parand, tacita de porcelana 20 Gente amable an alles de Parana 3 Vida suave y tranquila 27 Charlas de sobremesa. 30 Historia primera 30 Historia mimero 2 aL «Partir... es morirun poco» 33 La ciudad del morir barato 36 Panorama de la costa entrerriana ~ Pueblo de La Paz. En el canal de los peces leprosos Elcine y estos pueblitos Yacarés tomando sol Rancherio de Reconquista Los ranchos Reconocimiento trigico Da pena Causa pena. Llegada a puerto importante Camino a Resistencia Resistencia, ciudad de cine La gran prosperidad En direccién a Corrientes Entrada a Corrientes Laciudad de Corrientes El Cristo del ataiid «El expreso de Shanghai» correntino, Ferrocarril Econsmico Correntino. Elhipédromo de Corrientes Bella Vista Anochecer en Bella Vista Hacia Buenos Aires. ‘Terminé el viaje Lo que no he dicho Pruebas Elrefleo en las ciudades Mapa del recorrido a bordo del Rodolfo Acbi Crotcas. Rodolfo Walsh, Carnaval caté Barbudos en el galp6n Lara de los Sanabria, {Caté ono? Reinas voladoras 45 B st ss 56 38 9 39. 6 64 o 67 n 2 4 80 80 83 86 89 es 9s 98 96 7 99 105 107 108 Las comparsas en ta calle Un rostro en la muchedumbre Las faldas reales. Final del juego Liwia ysordina Niimeros, argumento y defensa Laisla de los resucitados. Un rosto antiguo EL milagro secreto Sinitoma y calvario, Allaraa: el desprecio ‘Las nuevas races Los hijos de lista Ramona: el amor El tejido social. Nostalgia y fuga Vallejo: la soledad Los hombres de blanco. Palamazceuk. Viejas historias Aas al Cerrito Fl expreso de la siesta iA todo vapor! Ditlogos de furgén Los peligros de Paulina El pais recéndito. Losintrépidos foguistas San la Muerte Vida y milagros Una sonrsa burlona El santero Retablo insSito Viaje al fondo de los fantasmas Los colchones flotantes Algo para recordar. El rostro dela leyenda 12 116 118 ug ma 125 126 127 128 130 432 134 135 137 138 140 142 144 145 149 1s 11 152 13 134 156 161 162 163 164 166 369 170 170 a7 Las espaldas lvianas. Desde aire Lavado de cerebro Las sas fltantes. “Historias de gringos Las pirafias ausentes. Loros peligrosos Uttimas gotas de mercurio Qué esl Ibert? La Argentina ya no toma mate. Esa larga historia Laducha escocesa Elsacrificio - la pelicula y luego «vem algo parecido en Corrientes, ve un tren que transita entre las ca- sas. Su escritura se centra en la mirada, arranque y limite de su aventura que siempre es visual. Art, a instancias de su amigo Olivari, ve una pelicula que tiene sobre lun doble efecto: alimentar su sueno de viajar a Oriente y, al mismo tiempo, recordarle su pobreza, una condicién que, como es frecuente en Arlt, pone limite a esos suefios, Por eso ahora, en un viaje mas acotado y sobre todo mas modesto, mas acorde a su condicién, descubre en el Pequefio tren de Corrientes que «no es necesario ir a Shanghai» para encontrarse con algo raro, algo especial y no menos ex6tico que el tren de la pelicula, La amarga ironfa de esta frase cierra una erdnica parti- cularmente quejosa y despreciativa porque si hay un lugar donde Adt hho quisiera estar en ese momento es en la ciudad de Corrientes, que le resulta hostil, agobiante, intransitable y por ende dificil de desceibir* En el caso de Walsh, la imagen proviene de la literatura, no del cine, proviene de su lectura de Confesiones de un opiémano de Thomas De ‘Quincey de la que recuerda una escena donde también lo que importa es el tamafio del tren, el ancho de sus vias y el hecho de que sea un «tren que pase por donde puede», atravesando el interior de casas y hospita- Jes, un tren que circula por lugares por donde normalmente no circulan los trenes y por eso la imagen de De Quincey forma parte de la imagine- ‘onirica provocada por el opio. Pero ademés de esta imagen literaria bresctita sobre otra imagen literaria, una de las fotos que acompaian la erénica de Walsh muestra, precisamente, una vaca atravesando la via deltrencito® Frente al tren diminuto, frente al encuentro con ese objeto anacrs- nico, las escrituras reaccionan de manera casi antagénica. En el caso de Arlt, el cronista camina por las calles de una ciudad ago- biada por el calor, y en un recodo perdido encuentra una pequeia via Pari Fomtana ht my tiene aan ete ne jen i Ver foto de pas xv sigue la via, llega a la estacién en miniatura y luego, finalmente, ve el pequefio tren, ve su locomotora y sus vagones y averigua si sigue funcio- nando; le informan que si pero descarta de inmediato la posibilidad de abordaclo y encarar el viaje porque el calor lo abruma.* Arlt Ie da la espalda al viaje en el trencito pero no pierde la oportw. nidad de armar una crénica que lo incluye, que lo tiene a mano para describir la ciudad por los bordes. Caminando sin direccién fija, por calles en las que se enirenta con «enjambres de moscas, Arlt tropieza, literalmente, «con el més novedoso especticulo que pudiera espe- rarme encontrar», que no es otra cosa que el hallazgo de una via que corre por «vereduelas» de ladrillo y de piedra: mientras comienza a seguir la huella de la via, Arlt describe rincones miserables, ranchos, y también madreselvas, palmeras, naranjos y cactus entre los que las vias se hacen paso: la escena es de una abrumadora pobreza himeda, de la que prefiere huir sin disimulo. Por eso abandona la escena de la crénica trepando a un automévil (la modernidad viene al rescate en medio del bochorno tropical) y escribiendo la linea final: «No es necesario ir a Shanghai, que también significa: no es necesario hacer el viaje de este tren absurdo en el que estén alli para marcar un espacio desagradable del que se prefiere escapar. Arlt disfruta de estas pequeias boutades para con sus lectores. Los stimula desde el titulo de la crénica, «El expreso de Shanghai” co- rrentino», alentando la esperanza de un relato de aventuras que termina siendo un relato explicito sobre las decisiones que puede tomar un cro- nista cuando es dueio de su propio estilo, un cronista que decide no con- tar el viaje en tren que promete en el titulo, Arlt escribe en cambio un re- lato sobre sus propias limitaciones casi fisicas frente alas de carnaval A pesar de las diferencias de estilos, de tiempos, de piblicos, de me- dios en los que se publican, estos dos grandes escritores muestran en sus notas la huella de las aguas del pafs del rio, muestran que han recorrido lun pais otro, un pafs que ha transformado y desafiado sus capacidades \lescriptivas hasta convertirlos en baqueanos de la escritura del agua. Ex Mono Art [La miquina en Ia cual escribo esta nota esti encima de una mesa de cocinaylamesa de cocina calocada en la popa, junto ala borda, de mane ‘aque cuando levanto la vista del papel, ome lo veo adn Pablo, segunda ‘maquinista del buque motor Rodolfo Aebi, o al sio Parana, en su anchura 1 Ver nota ena pags xix bloqueada por altas paredes de dlamos y sauces cuyas cabelleras grises Iamen el agua verdoss ‘Vamos a diez millas por hora, sabre wn casco de acero estremecido porel motora explosion. Si mio frente ami, también veo la pequefiacanoa que treemos a re- molque atada con un abo de soga y cadens, y que produce el singular efecto dew pereo chico siguiendo a uno mis grande. (7) Como una cimara filmadora, los ojos de Arlt le indican al lector ‘cémo mirar, lo ubican en el lugar exacto en el que el escritor trabaja, lo acercan al punto de vista del cronista de un modo corporal: «cuando le- vanto la vista... veo>, «si miro frente ami... veo», «si vuelvo la cabeza ala derecha... veo». La cabeza del cronista gira sobre el cuerpo fijo para {que los ojos puedan mirar en derredor, y con ellos, los lectores. Es la primera de la serie de notas que enviar’ al diario El Mundo y con ella los lectores despegacéa literalmente del puerto de Buenos Aires para com- partir con Arlt no sélo un viaje por el rio sino lo que Arlt percibe como tun modo de vida marinera, la vida de los hombres que surcan sus aguas de dia y de noche. Saber sobre los hombres que trabajan sobre el rio es para Adlt conocer el rfo. La navegacién de cabotaje constituye un mundo aparte, Nosotros, hombres dela ciudad, hombres de las calles con sombra de una vereda y sol de la otra, nos hemos olvidado que existen rios anchos y cides, or las arboladas hasta donde se extiende la vista, incluso ignoramos cémo es elagua deri. (p.9) Cémo es el agua del rio, cémo describirla, cmo gozarla, cOmo trans- ‘currirlaen viaje. De esto y de la vida cotidiana de los tripulantes de un barco de carga, hombres que viajan por trabajo, no por puro placer, de st lucha con motores y desperfectos, con bancos de arena que hacen cencallar el buque y detienen la marcha, con la soledad y Ia lejanta de sus familias, se ocuparin estas crénicas fluviales. La primera entrega, «En el Rodolfo Aebi», descubre la novedad de estar en el rio, de sentrse parte de la tripulacién, de suspender el registro de datos que podrian ser interesantes para el lector y optar por deseribir xx la sensacién del cronista de «estaren el rio». ¥ estar en el rio es tambit llegar al primer puerto, abandonarlo, y mientras anochece compartir relatos: historias de dnimas, de tesoros enterrados, de fantasmas: esas son las historias que se cuentan alrededor de una mesa en un cuarto de metal blanco los tripulantes mientras el barco esté atracado en un puerto, Como las historias de fogén en las expediciones del siglo xix, estos viajeros del siglo xx enfrentan la detencién del movimiento del barco contando historias de miedo bastante parecidas a las que circulan cn las expediciones terrestres y cada uno de los tripulantes tiene una historia que Arlt intenta reflejar en el estilo del que la cuenta. Estos na- tradores espontaneos en la noche del puerto o del rio conjuran el miedo on historias de miedo como lo hicieron antes tantos otros viajeros fn tantos otros relatos de viaje. También estaran presentes sus propias lecturas. Durante el viaje la literatura lo acompafia: La gran pradera de Plizabeth Madox lo pone en contacto con un espacio rural lejano pero spropiado para introducislo a un mundo de pueblos y rancherios cam- nos que Arlt descubrirs en este viaje. scitasliterarias estarin también a tono con su escritura: citando de memoria, sobre el rio, Arlt recordars poemas de Gonzalez Tuiién, per- sonajes de Flaubert, prosas de Nietzsche, peliculas, conversaciones con ‘weritores amigos. Ese es su repertorio de ideas, su biblioteca mental, su teservorio de imagenes. C1upapes, PUEBLOS, RANCHERIOS Rosario es el primer puerto que Arit registra, la primera ciudad ala que llega después de muchas horas de navegacién. Su percepcién de la ciudad ¢oti inserta, literalmente, en sus reflexiones sobre la vida de los hombres \le rio y sobre st constante obligacién a la despedida: Son ls siete de la noche. Hemos amarrado hace dos horas en el puer- to de Rosario, Cuando levanto la cabeza del teclado de la maquina de escrbit, mio a estribor el murallén de piedra del dique, enrejado por as sombras de los soportes de toldlla. La argolla de amarre, tensa bajo el tironeo del cable de acero que mantiene inmévil nuestra nave. Mis alld tinieblas.(p.11) xxi La ciudad de Rosario no logra interrumpir el flujo del rio, es una ciu: dad a la que se mira desde el barco, desde el puerto, aunque se la haya recorrido velozmente, y este registro, que ya toma distancia, se asocia a la tristeza del partir. Con el barco en puerto y varias horas por delante, el cronista ha bajado a tierra, ha recorrido ripidamente la ciudad, aha mirado en sus rincones y en sus exteriores brillantes y puede ya formar parte de la tripulacién. al yde pronto me he sentido marinero, comprendla tristeza de na ‘vegar toda la vida, de estar alejado de as hermosas ciudades, porque las , el silencio del agua callada, un silencio tan perfecto como una enorme pompa de jabén azul enmarcado ‘en barrancas y veredas de agua y arena amarilla coloca al viajero en situa- cidn de olvido casi absoluto de sus recuerdos terrestres. Arlt piensa que cen ese marco cualquier aventura es posible, cualquier irrupei6n del pa- sado, cualquier fantasia, (No es casual que ese tramo de la costa se lame actualmente Parque de la Aventura y sea una reserva natural que intenta proteger esa belleza agreste y deslumbrante que conmueve al cronista.) «PARANA, TACITA DE PORCELANA® Y sin embargo, hay una ciudad costera que Arlt elige narrar y ala que dedica tres entregas: «Paran§, tacita de porcelana», «Calles de Parani» y «Vida suave y tranquila».* El detenimiento en la ciudad de Parané ‘a Esta creas feronreunidas en Aguafuerts lavas de Parand torial dea Universi dad Nacional de Ente Ros, arin, 201 con prélogo yedicibn a cargo de Guillermo Monde Flibvoinclaye un dlbum fotogrico yi carta de una letora drigida 2 Roberto Art xxv tiene que ver, entre otras cuestiones pricticas (por ejemplo, que el barco se queda alli por mis tiempo), con el hecho de que esunacedad que tnira al rio, «porque en cualquier direccién que se vaya, por sus calles que suben y bajan se distingue la plancha azulada y oblicua del rio Pa- rand». Y hasta mirarla ciudad desde el Parque Urquiza es otro modo de Inirar el rio, oda la ciudad confluye en el io: [No quisiera pecar de descriptvo, ni de excesivamenteelogioso. Pero «1 Parque Urqurs, por sus obras de mampostera es una maraila digna deverse. Usted se asoma 2 una harandila de mamposteri,yapoya los brazos nel repecho: si mira su inquiords, ditingue un erro roido por cries amarils si mira asa rene, descubre a doscientos metros de profund dal elo Pans, formando pico de tiers, triingulo de , eter, tridagul de acer, afeipado de canaverales verdes en la orilla. [...] " Un eamino carretero serpentea sus cuvasterosas hac Ia margen del io. Se descubren lenaos de morals negruzcaderrumbados,clers abandonadas hace mucho tiempo, cabatas con techo de pa, dameros de tierra nega lits para sembradi, Mujeres costenas tienen ropas ene sogueriymasalls, borosa en el contin feérico se ditinguelasilueta de Inciudad de Sana Fe. (pp 2829) Parand no es para Arlt una ciudad de la costa ‘bi costa sino que es la posibili- dad misma de que la belleza, la pulcritud y la tranquilidad se reGnan en ln casco urbano sorprendente porque retine todos estos calificativos: Frente ami k soledad de calls limpias, pavimentadas, desietas, en pendiente,rectas que se tueren,arboladas, deserts, cada piedra de la calzada impia como sila hubieran fegad deberadamente. Entro ala eale Victoria, que corre de norte a sur. Veredas de baldo- sas rojas. Empinada siniestamente hacia ariba, La cierra una fachada amarila.Frentes de cass liso y antiguos. Fronts amarillo, verdosos, «con ventanas monjles y altas sobre los muro isos. Puerta seve, si ‘molduras,rajadas por el so, pintadas con sangre de toro, Gllinas que picotean a espantosa sledad del afrmado, (p31) xxv All el paso del cronista es casi amoroso: {.-] dobla y marcha a lo largo de tapiales extensisimos, tropieza con ua plaza nmensa Iuego dos ochavas, una pareja de j6venes conversa en un banco bajo un iro borzachoy silencio soledad, quletud, fchadas colonials, asters, pintadas de verde car, de avellana, de anaranjado smandarina y amailo melocotén. (p28) Hasta que encuentra una plaza donde reposar e imaginar futuros felices: YY de pronto se piensa que aqui podria uno convalecer de una larga ‘enfermedad, o encerrarla luna de miel de un matrimonio de ensue‘io, 0 refugiarse para siempre lejos de las vanidades del mundo. Y desde donde dictaminar que se siente, sin poder explicar por qué, que Parand es una ciudad que merece ser amada y recordada, porque es una vllaen la cual floreceria un suefto amoroso, una lusién lent... hasta quizés una agonfa gozos. (p.26) SANTA FE, OTRO MODO DE NARRAR Con Santa Fe, la ciudad que esti justo enfrente, las cosas erin diferen- tes, Sin mediar razén alguna, Arlt decide saltearse la capital santafesina y narrar cémo se la saltea. En la crénica en que decide no escribir sobre Santa Fe hay un despliegue de la consigna de burlar los controles del ‘medio periodistico que lo contrata y también de establecer sobre esta base un «entre nos» con los lectores, una complicidad en el desvio, muy mansillesca: Hiubiera podido no bajar en Santa Fe. Per, zpara qué mentir? He bajado cen Santa Fe. ¥ de pronto he sentido que se me daba la gana de no escribir ‘una sola ina sobre Santa Fe. He caminado porlascalles. He vuelto abordo rye sentido dentro de mi tristeza de tener que ime, y me he dicho: «No ‘excibird una linea sobre Santa Re; nadie se entrar que he estado en Santa Fe; no estoy sometido a ningin contro, y, por lo tanto escribiré coma si de Parani hubiéramos seguido drectamente a Hernandsarias. (pp. 3534) xxv Y se queda encerrado en el cubiculo de su camarote durante cuatro horas sintiendo la angustia de abandonar eso que apenas ha conocido. s lectores no pueden ~no podemos- saber qué lo angustia més, si sbandonar una ciudad que no quiso narrar o verse obligado a encarar, ramente, «las largas etapas del rio». Presa del mal del agua, Arlt joss en estos momentos de cronista enfunfurruiado y ensimismado, lun gesto que pone en circulacién frente a lo que le produce rechazo y ngustia. Arlt no nos cuenta sobre la ciudad (en este caso, claramente hho importa cudl sea) sino que escribe una crénica sobre la tristeza del partis, habla de la nostalgia de algo tan leve como el recuerdo de una Imagen que apenas se entrevid, Escribe sobre un sentimiento que esta vonvencido de compartir con los tripulantes del pequesio barco y que lo staca inmediatamente después de volver a subir a bordo. El camarote es twlugio y castigo de la nostalgia que los puertos y las ciudades producen los viajeros, y su ventanilla, encuadre para la descripcién minima, Mlesoladora: Por dos ventanillos con persianas se veta através de los vidrios el mas tilarbolado de una chalana, y colgando de una soga una camiseta de rayas verdes y rojas que el viento inflaba por los brazas. ‘Me he pasado un montén de horas encerrado ali, esperando Ia hora de partir y regustando la amargura de ieme, de pensar que otra ver co: ‘menzarian las largas etapas de rio, orillas empenachadas de juncales, de sauces, o ligubres, peladas, terrosas, mientras el rio traza curvas y mis curvas, tan anchas que parece que se navega por in mar, mientras los islotesatraviesan al sesgo, en la distancia, Ja penuria de un continente despoblado, de una tierra que existe, que sabemos que existe, pues no se puede negar, pero que parece pertenecer a otzo mundo. (p. $4) hecho de que los pueblos costeros, y en realidad toda la zona que ecorre, parezca pertenecer a otro mundo, se vincula con otras dos cues- tones centrales en la organizacién de las «Aguafuertes fluviales». La primera de ellas es la interrogacién del poder de la literatura sobre la ‘ida: ¢se ha dejado llevar por la ilusién de los rios de la literatura cuando Alecidi6 emprender el viaje por el rio real? ¥ enseguida, otro interrogante uinbién central en los viajeros que intentan narrar su experiencia: ;se xvi puede tener recuerdos de lo que sélo se mira fugazmente, de lo que no se conoce de verdad? ;Qué se puede conocer en un viaje de puertos 0 ‘mis rotundamente en un viaje? YY mientras escribo y miro el terraplén con declive de guijarros en la sombra, me pregunto en dénde radicaré el motivo original de que los ios de las novelas, de la literaturs; los ros de los cuentos y de los relatos csextos son tan dstintos a los rfos reales... Yno termino de deshifvanar cesta hipétesis cuando recaigo en a probabilidad de que sea la tristeza de partirla que me entusbie el jicia yes que uno sufre por todo lo que vat dejar, y lo que vaa dejar, oh, ironia!, no consist sino en los recuerdos de Jo que miro: muros, casas, gente desconocida... (p.34) Recuerdos de lo que se mira fugazmente, esa «tierra de otro mundo» se le vuelve cada vez mis insoportable, més dificil de mirar, més dificil de narrar. La vida misma en esos pueblos resulta algo duro de imaginar, ‘es una vida inaceptable para la mirads del viajero porteiio. Para enfatizar esa imposibilidad de vida que sélo ceja el camino de la huida hacia la gran ciudad, hacia Buenos Aires, Art utiliza el recurso del cine y lo que ‘considera su efecto social letal sobre los espectadores de estos «puebli- tos» que, al abandonar la sala luego de haber desplegado su fantasia por ciudades y lugares hermosos donde todo es posible, deben enfrentar su realidad monétona, aplastante. «Un habitante de Buenos Aires no puede imaginarse lo monétona que transcurre la vida en las poblaciones de estos parajes» ~y el uso dela palabra , Arlt va a descri bir después de varios dias de navegacion la alegria de llegar finalmente, ‘una ciudad moderna, civilizada, comparable, por fin, con los pueblos norteamericanos de las peliculas. Me interesa detenerme en el asom- bro deslumbrado del cronista al encontrar esta especie de oasis de pro- igreso luego de tanta miseria y desidia costera. La ciudad no esta sobre elrio, hay que adentrarse unos kilémetros para llegar a ella y ya en el trayecto desde Barranqueras Arlt percibe cambios, en los cultivos, en los transportes, en la rata cuidada. Pero lo que encuentra supera sus expectativas: {Con qué palabras encarecer la prosperidad luminose, alegre, de esta ciudad, que brot entze hoy y ayer enlallanura chaquena? xx XE posible? —se pregunta el visitante después de reco seatine pus de recorrr alguna Elasombrosusttuye al trabajo del jo del pensamiento, Los ojos se van tras dels fomas decoy en emperta mary wo tear deer erramar la atencién en intrjecciones de admiracin el iraci,y el detenerse en lmedio delas calles ytorcere pescuezo a desta y sniestra, hasta que el cansancio, que entra porlos ojos con esol, le obliga ano a meterse en un café sombroso y reposar. (p67) La impronta de Sarmiento impregna el modo de describir, logar, de enumerar. de humor y de color, Arlt resuelve el malhumor que le produce la ciudad Bella Vista es el dltimo puerto en el que el barco o al menos la cr6- flea de Arle se detendri esta si es una ciudad tropical como un porteio Je imagindrsela: una ciudad tropical para el viajero y sus lectores porteiios. Acé sthacen falta colores: Ias, naranjas, azules, amarillos,ver- los de todos los matices para describir esta ciudad que ve desde el rio y ‘la que asciende con dificultad y la que recorre al anochecer, y de la que xxx

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