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pasado presen + cirdoka 2 wast abril - junio 1963 PASADO Y PRESENTE ANO 1 — NO REVISTA TRIMESTRAL DE IDEOLOGIA Y CULTURA 1 —_ ABRIL - JUNIO DE. 1963 SUMARIO: Pie. JOSE ARICO: Pasado y Presente 1 JUAN CARLOS PORTANTIERO: Politica y clases sociales en la Argen- tina actual .. pores 4 ous 38 CESARE LUPORINI: Verdad y Libertad... .. cee 2M HECTOR H. SCHMUCLER: La cuestién del realismo y ta novela tes- timonial argentina 4 POLEMICA ‘A PROPOSITO DEL CARACTER DEL HISTORICISMO MARXISTA .. 57 CESARE LUPORINI: Apuntes para una diseusién entre filésofos mar- xistas en Italia . lp a elle OR 1 ov LUCIO COLLETTI: La relacién Hegel-Marx . sees 59 NICOLA BADALONI: La realidad objetiva de la contradiccién ........ 68 ENZO PACT: Sobre la realidad objetiva de la contradiccién 65 GALVANO DELLA VOLPE: Sobre dialéctica .. .. 69 CESARE LUPORINI: El céreulo conereto-abstracto - concreto 1 ALESSANDRO NATTA: Para un desarrollo unitario de los estudios marvistas .oeececeeeeeee 5a ae a aA a Se 83 DOCUMENTOS, KARL MARX: EI método de ta economia politica q se 88 NOTAS Y COMENTARIOS ENRIQUE L. REVOL: Blemire Zolla, eritico de las masas . + 06 JOSE CARLOS CHIARAMONTE: Acerca del europeismo de la cultura argentina oe lar aae ase sees 98 OSCAR DEL BARCO: Carlos Marx y los Manuscritos Econémico- Filo sdficos de 1844 see 101 GREGORIO BERMANN: Peculiaridades del ser argentino 106 MAURICIO HESSE: Homenaje a Henry Wallon . 108 PASADO Y PRES. "NTE — Revista trimestral Directores: Oscar DEL BARCO - ANIBAL ARCONDO © Direccién Postal: Casila de Correo N° 80 © Cérdoba, Repiblica Argentina © Registro de la Propiedad Intelectual (en trimite) * Precio del niimero § 100— * Suseripelén anual § 380. En el extranjero cada nimero 1 délar y suscripelén anual 4 délares * Glros, valores ¥ canje, a nombre de OSCAR DEL BARCO PASADO Y REVISTA TRIMESTRAL DE Ane 1, Nam. 1 CORDOBA PRESENTE IDEOLOGIA Y CULTURA ‘ABRIL -JUNIO de 1963 PASADO Y PRESENTE Como y por qué el presente es ademiis de esto ser el presente critics en form parte de nosotros que fica esto? Que deb Ti esta erft sino politica. Vale decir, debemos na erftica del pasado superaciGn, gPero el pasado debe por do? {Es preciso rechazar aquello que “intrinseea” y aquella 41 corresponde? {Qué signi: os tener conciencia exacta de Je una expresiGn no sélo tedrica mis adherentes al presente que hemos contribufdy a crear, teniendo estason una revista de ettara Br scmpre nay algo ao design histio, de “ostucla de la tasdn Algo as! como una itera ioméneste que nos inpulsa a par war coess que rom nomsro inerlr 7 eu tenemos ungente neces Ge. cjetivars No 5 por ello desacertado buscar en las revis: tas el desarrcllo del espirity pabitco de un rafs, la formacin, separacién o unificacion de sus capas de intelectuales. Puesto que al margen de lo anecdético, toda revista es siempre la expresion de un grupo de hom- bres que ticnde a mantfestar una voluntad compartida, un proceso de maduracién se. mejante, una rosieién comin frente a I realidad. Expresa, en otras palabras, el ve- hemente desec de elaborar en forma erftica Jo que se ha legado a ser, a largo y diffell proceso histérico que caracteria la formacién de todo inte: lectual. Ex el conocimiento de uno mismo el que en un proceso singular torna a ser Tecorrido nuevamente, pero esta ver racio- nnalizando en un esquema coherente esa in- finidad de experfencfas que hemos recibido través lo y de wse (y ree ANTONIO GRAMSCI sin beneficio de inventario. Esas huellas que la vida ha impreso y que al permitimos reconstruir nuestra biograffa, dan también como resultado ta reconstruccién de una parcela de la historia del pals, vista desde julo personal o de grupo. La crénica se transforma en historia. De allf entonces que no otra cosa que el oscuro y contradic torio cuadro de Ia realidad de las witimas écadas, sea el objeto del inventario de quie- hes hoy coineldimos en emprender Ia aven- tura que presupone editar en el pafs una revista, Pasado y Presente intenta iniclar la re- construccién de la realidad que nos en- vuelve, partfendo de las exigencias plantea- das por uaa nueva generacin con la que nos sentimos identificados. Lo que no signi fica negar 0 desconocer Jo hecho hasta el Eresente, sino ineorporar al andlisis esa ur- gente y foderosa Instancia que nos impul- sa en forma permanente a rehacer la ex periencia de los otros, a construlr nuestras propias perspectivas. Seré por ello la ex- resin de un grupo de intelectuales con clertos rasgos y perfiles propios, que esfor- zindose por aplicar el materialismo hist6- 2 PASADO ¥ ‘rico e incorporando las motivaciones del pre- sente, intentard soldarse con un pasado al que no repudia en su totalidad pero al que tamoco acepta en la forma en que se le ofrece. Nadie puede negar que asistimos hoy en Ja Argentina a la maduracién de una gene- racién de intelectuales que aporta consigo instancias y exigencias diferentes y que Uende a expresarse en In vida politica con acentos particulares. No queremos hacer ‘aqui el examen del conjunto de acontect- mientos que condujeron a esa maduracién, Seré tema de futuras entregas elucidar cémo se fue abrieniio un abismo cada ver més profundo entre Ia visién optimista y Tetérica de una Argentina ficticia, {rreal, que la cultura “oficial” se esforz5 por in- culearnos y Ia lucide? conceptual, la ereciente aptitud para descubrir las causas reales de la crisis necfonal que ha ido adquiriendo esta nueva generacién. S6lo descamos rel- vindicar 1a validez intrinseca del nuevo “tono” nacional, de la poderosa instancia que ella aporta a la aceién transformadora, ‘Comprendemos cuin importante es que sea valorada en sus justos términos por la con- clencia politica de la clase que aspira a re- construir en un sentido socialista al pats, st se quiere evitar Ia esterilizacién de tan- tos vivos fermentos renovadores y la inte rrupelén de esa dialéctica unidad de pasa- do y presente que debe conformar toda historia on acto, vale decir toda politica. Lo que aquf sefialamos no significa de manera alguna caer en Ia visién interesada de quienes er! el concepto de “generacién” buscan un efica” sustituto a aquel més pe- igroso de “clase social”. Sin embargo, de- purado de todo rasgo biolégico 0 de toda externa consideracién de tiempo 0 edades ¢ “nistorizado", el concepto de gencractén se torna pleuo de significado. Convertido en una categoria histérica-social, vélida s6lo en cuanto integrante de una totalidad que Ja compreada y donde lo fundamental sea Ia mencién al contenido de los procesos que se verificen en la sociedad, se transforma en una util herramienta interpretativa. Desde esta perspectiva. gcwindo se pue- de hablar de la existencla de una nueva generacién?. Cuando en la orfentagién ideal y préctica de un grupo de seres humanos PRESENTE unidos més que por una igual condicién de clase por una comtn experiencia vital, se presentan ciertos elementos homogéneos, frutos de Ja maduracién de nuevos proce- sos antes ocultos y hoy evidentes por si mfsmos. No siempre en la historia se per- fila una nueva generacién. Pero hay mo- mentos en que un proceso histérico, cara terizado por una pronunciada tendencia a la ruptura revolucionaria, adquiere una fuer- za y una urgencia tal que es visto y sentido dela misma forma por una capa de hom- bres en 10s que sus diversos orfgenes so- clales no han logrado aun transformarso er concepefones de clases cristalizadas y contradictorias. eSe esté produciendo este fenémeno et nuestro pais? Creemos que sf. Basta obser- var con un mfnimo de atencién esa amplia eseala de hombres que van de los 25 a los 35 altos —reconociendo empero cuanto dv aproximativo hay en Ia estimacién— para comprend > que tienen algo en comin. Que Jos une un mismo deseo de hacer el inven- tarfo por su cuenta, que desean ver claro y que para ello apelan a la franqueza recha- zando Ja demagogia, la grandilocuencia, las mentiras, el disfraz de una realidad que co- mfenzan a desnudar y a comprender en toda su dlaléctica complejidad. Que més que las palabras les interesan las esenciat os contenidos. Una generacién que no re- conoce maestros no por impulsos de sim- plista negatividad, sino por el hecho real do que en nuestro pafs las clases dominan- tes han perdido desde hace tiempo la ca- pacidad de atraer culturalmente a sus Jove- nes mientras el proletariado y su concten- cla organizada no logan aun conquistar una hegemonta que se traduzea en una co- herente aireccién intelectual y moral. Es preciso partir de esta dolorosa realidad para comprenderla en su tafz y transformarla. Pues no se trata de lamentarnos de las co- sas que hicforon 0 dejaron de hacer quicnes nos precediercn. Se trata sf de compren- der que la limftacién apuntada més que estructural es circunstancial, transitoria, y que la maduracién de una generacién nue- va que se caracteriza for su inconformismo y espiritu renovador es otro indicio, y muy importante, del lento y contradictorio pro- ceso de conquista de una conciencia hist& PASADO Y¥ PRESENTE 3 sea de parte del proletariado y de sectores considerables de capas medias, en especial del que conforma nuestra intelectualidad en e} mas amplio sentido de la palabra. Si la insurgencia “generacional” argen- tina tiende a resolverse en la maduracién 4e una conciencia revolucionaria, no debe- mos por ello olvidar que este proceso sl gue vias aln demaslads internas, auténo- respecto a la accién proletaria Que el disconformismo de los nuevos gru- ‘pos intelectuales no se encauza todavia con Ja suficiente energia hacia el plano de Is acci6n revolucionaria, de su fusién conereta con la lucha de la clase que aspira a des- tuuir toda forma de explotacién humana. ¥ de allf el peligro que las clases dominantes puedan desviar esta tendencia mediante una accién transformista que diluya en la pura “insurgencta” impulsos que son profunda- mente renovadores. El transformismo con servador tan habitual en nuestra histo- tla— es siempre factible por Ia naturaleza ‘del proceso que conduce al despegamiento de su clase de las nuevas capas de intelec- tuales provenfentes de la burguesfa. En su permanente aspiracién a convertirse en los dirigentes de 1a sociedad y por ende de la clase que encarna el movimiento real de la negatividad histériea, se traduce “en forma inconsciente” el afin de realizar por su cuenta la hegemonfa que su clase es Inca- paz de lograr. Pero en los momentos de crisis total de ta sociedad tienden, como sefiala con agudeza Gramsci, a “volver al redil”. Sin embargo, no es “inevitable” que el proceso se produzea de la manera que destacamos. La historia no es el campo de accién de leyes inexorables, sino Ia res tante de Ia acelin de los hombres en per- manente jucha por la conquista de los fines que se plantean, aun cuando condtcionados por Ins circunstanclas con que se encuen- tan, Todo depende, en altima instancfa, Gel juego de las fuerzas en pugna, del equi- Hibrio de poder entre las clases en que se encuentra escindida la sociedad. De allf que pueda ocurrir —es més, que ocurra con fre- cuencia— que cuando el proletariado tiende a deventr histéricamente capaz de asumir la direcctén total de! pats, el proceso se invierta y las nuevas capas de intelectuales se transformen, a través de un desarrollo muy capilar y hasta doloroso, caracterizado por sucesivos desgarramientos, en intelec- tuales de la clase obrera. Un proceso que compromete toda la “persona” del intelec- tual y que exige como condicién imprescin- dible para producirse un mayor empefio practico, una mayor “obsesién polftica-eco- némica” al decir de Gramsci. Sin ella, es Aiffell conzebir que pueda desarrollarse con éxito la superacién del individualismo, ne- cesaria a los fines de la conquista de una unidad raigal y profunda del intelectual con el pueblo, La dualidad apuntada en el proceso de maduracién demuestra que estas condicio- nes no se dan con Ja plenitud que es de desear. Es aun limitada Ia presencia hege- ménica del proletariado, pues ineiden sobre 61 demasiactos restduos corporativos, prejur clos, Incrustaciones de {deologias provenien- tes de otras clases, que le impiden com- prender con Ia profundidad que exigen las circunstancias la tarea histériea que debe Tealizar como futura clase dirigente del pais. ¥ este hecho dificulta a su vez su poder de captacién de las nuevas promocio- nes inteleetuales. De esta lmitacién debe partir en su andlisfs el marxismo militante, pues sin su superacién es inconcebible la estructuracién del nuevo bloque hist6rico de fuerzas rece- sario para encarar la reconstruccién naclo- nal, Partir de ella para comprenderla en toda su significacién y poder asf extraer su sentido y no engatiarse con las exteriorida- des. Para poder actuar con profundidad y coherencia sobre una realidad que cada ge- neracién torna nueva, distinta de la prece- dente. SI el marxismo en cuanto historicismo absoluto puede ayudar a la izquierda a comprendsr Ia dindmica generacional, el permanente replanteo de la cuestin de los “vfeJos” y los “j6venes”, es siempre a con- dicién del esfuerze por renovarse, por mo- dermizarse, yor superar lo envefecido, que debe estar en la base de la dinémica de teda organizacién revoluctonaria. Cuando se parte del criterfo de que somos los depo- sitarios de la verdad y que en la testaru- dez o en ia ignorancia de los demds reside la impotencla préctica de aquella; cuando concebimos a la organizacién revolucfonaria a eS como algo conclufdo, terminado, como una especie de edificio donde lo tnico que fal tan colocar son los visillos de las ventanas, damos Ia base pata que entre nosotros mis- mos se replantee, y esta vez en forma vi- Tulenta, "un “‘conflicto” que no es esencial, estructural, en el proletariado y menos en su Vanguardia organizada. Un conflicto que ‘esta vinculado a la existencia de clases do- minantes y a las dificultades que ellas en- cuentran para dirigir a sus “jovenes”. Re- cordemos las palabras con que Gian Carlo Pajetta advertfa sobre este peligro: “No ha- bremos aprendido de nuestra experiencia y de nuestra dectrina si ereyéramos que po- Seemos una verdad bella y terminada y exi- gigramos a los demas hombres que vinieran @ aprenderla, como un facil catecismo, En- tonces nuvstro partido no estaria vivo, no veria afluir a los jévenes con entusiasmo y con herofsmo, seria un museo o una gale- rfa de solemnes oleografias o simplement un partido conservador en vez de revolucio- nario", He agul por qué para que la vane guardia politica de la clase revolucionaria pueda facilitar ef proceso de “enclasamien- to” de las nuevas promociones intelectuales en los marcos del proletariado y en sus propias filas es preciso en primer lugar re- conocer la validez de la instancia genera- cional, no tener nunca miedo de la odse- son por ver claro, de Ia “Irrespetuosidad” Gel lenguaje, del deseo permanente de re- vision del pasado que la caracteriza. ¥ ade- més comprender emo se desarrolla y cam- ‘bia la realidad, no permanecer nunca atado a viejos esquemas, a viejos lenguajes y po: siciones, Comprender que la historia es cambio, transformacién, renovacién y que es siempre precisn estar dentro de ella 1 La revolueién que ansfamos realizar, la profun ta transformacién liberadora del hombre argentino que compromete hoy nuestra accién no puede extraer su sentide del pasado, sino de la proyeceién critica de ese pasado hacia un futuro concebido en términos de una sociedad sin clases. “No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneracién supersticiosa For el pasado”, como decia con belleza de PASADO Y PRESENTE expresin el autor de El XVIII Brumario, “Las anteriores revoluciones necesitaban re~ montatse los recuerdos de la historia uni versal paa aturdirse acerca de su propio contenido”, pero nuestra revolucién “debe dejar que los muertos entierren a los muer: tos, Fara cobrar conciencia de su propio contenido”. Cuando los acontecimlen tos Plantean a los hombres tareas de la mag- nitud de las actuates, cuando la praxts sub: vertidora aparece como un objetivo alean- zable, la reflexién sobre esa praxis deviene una necesidad perentoria, una tarea dah momento. La filosofia, que en witima ins- tancia no es mis que a toma de concien- cia, la autoreflexién a que se somete la misma praxis, se anuda aun mis con ia, historia, la asienta sobre bases reales y clen- ‘fficas y ste tal manera Ja proionga, torndn- dola “presente”. Pero Ia historia no es ar- bitrio. Es accién teleolégica, el producto de hombres que persiguen fines o preyectos ne emanados del azar sino condicionados per junto de circunstancias que envuelven a los hombres y que son anterlores a é1 Estas circunstancias tienen a su vez una, historia, son cristalizaciones de un pasado hhumano que es preciso conocer para que la Practica sociai no sea gratuita y el condi- cionamiento al fin propuesto sea acertada Para que el proyecto a realizar no sea una mera ilusién éptica, una simple utopfa, sine un objetivo concreto y aleanzable. {Cuil ede sor nuestra actitud hacia el pasado? Si nos planteamos rehacer las ex- periencias anteriores, gedmo debemos en rar la cousideracién de la suma de aconte: cimientos y situaciones que acogimos acriti- camente y que hoy nos sentimos urgidos de volver 2 analizar? Es evidente que para una revista que no desea permanecer en el mar- co de la especulacién pura, la actitud cow que encare el andlisis del pasado debe ser no s6lo tedrica sino fundamentatmente pe. litica en ol més amplio sentido de la pal bra. Mas que por una preocupacién de eru- Gicién abstracta deberd estar guiada por las exigencias que derivan de la propia vida. Por las necesidades practicas que proceden de la realidad. Son osas exigencias y nece- sidades las que nos obligan_permanente- mente a ditigir nuestras miradas:al pasado para comprender las diferenciaciones pro- et cor PASADO Y PRESENTE 5 ducidas y poder asi justificarias desde un punto de vista erftico. Si la vida nos plantea la necesidad ob- jetiva de la formacién de un nuevo bloque hist6rleo de fuerzs y si ello presupone co- mo cendicion impreseindible la presencia hegemnica del proletariado, es l6gico que debamos buscar en el pasado —especialmen- te en el pasado més recfente— las ra20nes que impidieron Ia conerecién de una volun- ted colectiva nacional de‘ tiro revoluciona- Ha, Sin este andilsis, no podrfamos ofrecer Ta accién teériea y practica una perspec- Hiva coheronte y clara, Debemos indagar. por ejemplo, las causas que obstaculizaron la plena expansién del marxismo en el seno del proletariado, las trabas que mediaron para que st insercién en Ia realidad naclo- nal fuese débil y tardia, partiendo del eri- terlo de que esas trabas no provenfan ex- clusivamente de Ia clase o del pals, sino también Jol propio instrumento cognoseiti- vo, 0 mejor dicho, de In concepetén que de 61 se tenia y de cémo se entendfa In tarea de ulllizarlo como esquema apto para una plena comprensién de Ia realidad nacional. ‘Lo cual es hasta cierto punto explicable, ya que la vanguardia polftica de la clase, que tiene como misién histérica ese doble tarea de adecuacién interpretativa y de insereién profunda del marxismo en la priictica revo- Iueionaria, nunca puede tener una vida in- terna por completo desligada de los proce- sos de conclenela que se producen en la clase que histéricamente representa. La dia- Iéctica clase-partido no es univoca 0 unidi- reeefonal, es una accién recfproca muy su- ti y compleja que no puede ser analizada en forma simplista, partlendo exelusivamen- te desde eno de los dos folos. Las mismas vacilaciones 0 errores de Ia vanguardia de la elase no deben ser vistos solamente co- mo expresiones de inadecuacién ideal, in- comprensiGn, incapacidad 0 cosa peor. Tam- ign de aquelios —seMtala Palmiro Togliatti en un trabajo dedicado a este tema— “es * preciso saber derivar Ia expresién de una ‘sttuacién particular, de un grupo de proble- ‘mas aun no resueltos, de una exigencia no satisfecha a tiempo de la debida manera y ‘que pesa sobre todos los desarrollos sucesi- vos”. Pues, en caso contrario la objetividad ‘etentifica, que debe estar en In base de toda politica seria, corre peligro de ser sustitul- da por un subjetivismo ffeil de desiizar ha- cia uno dé los dos extremos en que més frecuentemente se incurre, cuales son la santifieacin de toda accién polftica pasada © su execracion total. Esta falsa polaridad, este maniquetsmo absurdo, podré ser eludl- do si se analiza el pasado a partir de las nuevas experiencias, s1 se valoran los éxitos © los fracasos de la accién pasada ajustén- dose a un método rigurosamente autocritico y plenamente nistoricista. Solo una plena conciencia histériea del presente nos permi- te penetrar y superar el pasado a través’ de un conocimiento que ser tanto ‘més ob- Jetivo y cfontifico cuanto més elevado sea el nivel cultural de Ia clase innovadora y més desarrollado su espftitu critico, su sen- {ido de las distinciones. “Se condena en bloque el pasado —dice Gramnsci— cuando no se logva diferenciarse de 1, o al menos cuando las diferenciaciones son de caréeter secundarlo y se agotan por lo tanto en el entusiasmo declamatorio”. Serfa arriesgado afirmar que en el proletariado argentino, que aparece ccmo la tinfea fuerza social ca- paz de llevar hasta sus Gltimas consecuen clas un_amplio impulso de renovacién na- clonal, los fenémenos de coneiencla hayan arrfbado a su pleha madurez revolucionaria, Sin embargo, es un hecho evidente y obser- vable a cada raso cuanto se avanzé en dl- cho sentido. ¥ el proceso contradictorio, a veces confuso, pleno de sutiles mediaciones, que se esté operando en el plano polftico y scelal no puede dejar de estar acompafiade de una aceién renovadora en Ia considera- elén del pasado, en la investigacién histé- rica. Ya que en el fondo es inconcebible una historiografia al margen de los intere- ses priicticos y politicos del presente. Hoy podemos dejar de repudiar en bloque el pa- sado porque en el terreno de la realidad concreta se est4 productendo una diferen- clacton. El pafs ya no es el mismo que hace diez o veinte aflos atras. Ha cambiado y su transformacién, al margen del grado de profundidad que haya alcanzado, no pue- de dejar de transformar también el propio Juicio histérico. Del momento polémico, de le consideracién politica del pasado se tien- de a pasar al momento historiogréfico, a la coneiencia histérica. Hoy se nos plantea Ia 6 PASADO ¥ PRESENTE posibilidad de comprender el pasado més reciente, saber c6mo han ocurrido realmen- te las cosas porque estamos en condiciones de rehacer la historia, de transformar el pals Es claro que en el pasado estamos todos. Ellos y nosotros. Quienes se esforzaron por impedir un proceso de renovacién total de sa sociedad argentina y quienes lucharon por imponerlo; el proletariado con las fuer- zas politicas que Jo representaron y las cla- ses dominntes y sus partidos. Y en ese pa- sado se puede encontrar todo lo que se quiera. Basta camblar un poco las perspec- tivas, hacerlas atravesar determinadas re- fracciones de clase, ordenar en forma di- ferente las dimensiones y la valoracién de los procesos. Para cada clase o para cada fuerza politica determinados sucesos del pa- sado adquieren diferente significacién. Mas aun, en Ja propia izqulerda son intensas las controversias sobre algunos nudos 0 aconte- cimientos histéricos de las Ultimas décadas, interpretados en forma radicalmente distin- ta. gDemuestra esto la Imposibilidad de al- eanzar un julcio verdadero? {Hs factible lograr un criterio historiogrético comin en Ja caracterizacién del pasado més reciente de parte de aquellas fuerzas sociales que se proponen la construccién de un mismo futuro? {Es posible superar el subjetivismo y advenir a una verdadera conciencia his- torica de ese pasado? Diffcil es responder a estas preguntas, cuando las respuestas com- prometen posiciones tomadas, criterios polt- ticos aun actuantes, de fuerzas reales y ac- tivas en el panorama nacional. Dificil pero necesario, pues de esa respuesta dependen ‘@ veces cosas de vital importancia no s6lo fe» el plano de Ia historiografia sino tam- bién y fundamentalmente en el de Ia accion politica, Es evidente que tenemos que abandonar algunos criterlos que no contribuyen a posi- dilitar el esclarecimiento adecuado del pro- blema. Uno de ellos, ror ejemplo, y quizds e] mas usnal en la izqulerda, es creer que en la pristica de la fuerza polftica actuan- te —de la que su Ifnea de accién se encar- ga de escribir la historia— es preciso bus- car la clave que nos permita explicar los hechos del pasado, sin comprender que esa misma prictica partidaria necesita a su vez ser jugada con absoluta historicidad. Ne~ cesita, en otras palabras, de un criterio ex- terior @ ella misma, que no puede ser otro que el que Marx aplieara con tanta pasién revolucionaria, pero al mismo tiempo con tanta escrupulosidad clentifica, en la pe- quetia chef d'oeuvre que citéramos al co: mienzo del capitulo, criterio que nos seftala que ast como en Ia vida privada se distin. gue entre lo que un hombre piensa y dice de si mismo y lo que realmente es y hace, en las luchas histéricas hay que distinguir to- Gavia més entre las frases y las figuracio- nes de los partidos y su organismo real y sus intereses reales, entre lo que imaginan set y lo que en realidad son, Esta conside racién nos permite eludir el peligro de caer er: los errores “presentistas” que caractert- van a la mayor parte de los historiadores afectos al mai llamado “revisionismo hist6- rico”. Puesto que si bien es cierto que toda historia es contemporiinea, que en altima irstancia s6lo hay una historia del presen- te, vale decir, una proyeceton hacia el pa- sado de la polftica actual, no es menos cier- te que esta proyeccién que yace en e! fondo de toda labor histérica, no asume el carde- cer simplista y esquematico que le asignan los idedlogos del nacionalismo pequefiobur- gués. BI proceso histérico no es una pura dis- continuidad valorable por ello s6lo desde « presente. Es una unidad en el tiempo, una cadena de acontecimientos donde cada pre- sente contiene “depurado” y “eriticado” todo el pasado. Si no existiese esta continuidad jaléctica no tendria sentido el devenir his- torico no podiamos concebir una labor de reeuperacién del pasado y de proyeccién hacia el futuro, una politica de transform: cfén revolucionaria, Serfa el reinado del ar- vitrio, de la libertad absoluta y no de un telos. Sin embargo, el sentido de un acon- tecimfento o de un nudo histérico no puede ser caracterizado de una ver para siempre, pues Ia sociedad en su proceso de cambio no esta sujeta a una regularidad “natural inexorable, al margen de la accién de los hombres. Cada etapa del desarrollo social abre en su proceso de cambio un complejo de posibilidades que no es ilimitado pero sf Jo suficfentemente amplio como para oftecer un vasto campo de operaciones para la api PASADO ¥ PRESENTE 7 caciin de la Hbertad humana concreta. Cuales de ecas posibilidades insitas en la sceledad serdn realizadas 0, en cierto sen- tido, “conservadas” en la nueva realidad es, ante todo, una cuestién de “politica” prée- tica, El sentido de cada acontecimiento es Fermanentemente reelaborado en forma progtesiva. por el movimiento histérico, quien, 1 transformar las posibilidades de desarrollo en realidades concretas, va mos- trando al mismo tiempo qué fuerzas y ten- dencias existian en las pasadas estructuras. ¥ como ese movimiento no concluye Jamas, no podems tampoco otorgar un sentido de finitivo a cada acto de la historia. En esa verdadera dialéctica de conserva- ci6n_y renovacién que constituye toro pro- greso histérico, el pasado no se integra y realiza totalmente en el presente. Es depu- rado, reducido a lo esencial, Pero esta se- leccién constante entre lo vivo y lo muerto del pasado histérico, que constituye la sus- tancia real de toda politica en acto, no pue- de estar sujeta al capricho. Si una fraceién de la totaiidad del proceso histérico es als luda del conjunto, escindida de las causas que Ia provocaron y de las consecuencias que acatr26, si se establece un nexo arbi- trario entre ella y el presente, se abandona el firme (erreno del historicismo conereto para incurrir en la manifestacién de una necesidad politica del momento. Se deja de hacer ciencia historiogréfica y se permanece en el estrecho marco de una ideologia poll tica inmediata. Es imposible determinar de antemano lo que se conservaré del pasado en el proceso aialéctico. Esto deriva del proceso mismo que en la historia real siem- pre se desmenuza en innumerables momer tos parciales. La accién politica deviene mo- mento historiografico cuando modifica el conjunto de relaciones en las que el hom- bbre se integra. Cuando conociendo las rosi- bilidades que ofrece la coyuntura histérica sabe organizar 1a voluntad de los hombres alrededor de la transformacién del mundo. El politico revoluefonario es historiador en Ja medida en que obrando sobre el presente interpreta el pasado. En su accién préctica supera toda veleldad ideoldgica y acclona sobre el pasado “verdadero”, sobre la his- toria real y efectiva cristalizada en una estructura, 0 lo que es lo mismo, en el con- Junto de las condiciones materiales de una sociedad. ‘La estructura —dice Gramnset— es pasado real, precisamente porque e8 el testimonio, el “documento” incontrovertible de Io que se hizo y de lo que contintia sub- sistiendo come condicién de! presente y del pervenir” Sin embargo, siempre existe la posibilidad del error: que se considere vital Jo que no 10 €5, 0 que no se ubique con co- rreccién un proceso de cambio que germina, y que de tal manera la acefén politica que- de remgasa. Pero no se puede descargar sobre el métcdo errores que provienen de un conoeimiento insuficlente del contorno sobre el que acta la fuerza renovadora, o de una concepeién esquematica que preten- de derivar los resultados no de la realidad sino del propio método. La relacién método- aplicacién practica es fo suficientemente indirecta como para que ninguna fuerza so- clal pretouda edificar una supuesta capact- dad de previsién por la sola posesin de un método cientifico, Reconociendo que cada grupo social tlene un pasado al ‘que considera como el tinico verdadero, se mostraré superior aquel grupo o aquella or~ ganizacion que sepa comprender y Justifi- car criticamente todos esos “pasados”. Sélo asi podrd identificar la Ifmea de desarrollo real, e intervenir en Ia accin préctica co- mediendo menos errores puesto que sabré también Identificar la mayor cantidad de elementos renovadores sobre los cuales apo- yarse para estructurar una verdadera labor de transformacién hist6rica. Sélo ast ser& la expresién viva del traspaso de la con- ciencia politica a conciencia histérica. En esta unidad de la politica e historia se expresa todo el humanismo marxista, Is profunda validez de su empeilo practico. Un humanismo que reivindica a la politica co- mo la més elevada forma de actividad del hombre, en cuanto su accion dirigida a transformar la estructura de la socledad contribuye @ modificar todo el género hu- mano. Si no existe una naturaleza humana abstracta © inmutable, si es preciso cone bir al hombre como un “bloque historic ‘omo la suma de las relaciones sociales en las que se integra, transformar al mundo significa al mismo tiempo transformarnos a nosotros mismos. De alli que sea en la po- Mtiea donde se expresa lo genérico de este correcto, 8 PASADO ¥ PRESENTE jer particular, su “humanidad”, 1a postbili- ad que le es inherente de real apropiacién de un mundo al que mediante el trabajo eonvierte cn prolongacién de st mismo. A través de la exaltacién de la politica, el marxismo realiza su funcién negadora de tuna sociedad que por estar fundada en la explotacién es por esencia allenada y alie~ ante. Una sociedad en la que esta vedada toda posibilidad de plena realizacién de lo humano. Es la tntea doctrina que puede verdaderamente convertir a los hom- bres en duefios de su propio destino, ya que les permite comprender Ins condiciones del actuar humano y trabajar conscientemente por Ia conquista de aquellos objetivos que Je historia, una vez penetrada en forma ra- clonal, muestra como factibles de alcanzar. Al fundir teorfa y préctica, historia y poli tica, pasado y presente, el marxismo se identifica con el cambio hist6rico y se tor na al mismo tiemro, a contrario sensu, la eoncepcién mas enlodada, combatida, defor- mada por las clases dominantes. No obstan- te, sl el valor histérico de una filosofia puede ser medido por su eficacia préctica, es preciso reconocer que ha resistido con éxito esta dura prucba. Con absoluta juste zz el fil6n italiano del marxismo, a través de Labriola y Gramsci, supo defini el ras- go sustancial de Ia doctrina al denominarla Filosofia de la praxis. Como tal, como con- cepelén transformadora rechazm toda ideo- logis cristalimdora, cosificadora de Ia reali- dad. Aun de aquella que utilizando un léxi- eo marxista incurre en las més groseras de- formaciones de fatalismo positivista y de materialismo vulgar. Rechaza toda forma de pasividad y de indiferencia rolftica, que ex- presan Ja aceptacién del mundo y que por ello constituyen el peso muerto de la his- toria, el facil recurso al que apela siempre el pensamiento de derecha. Pasa y Presente, en cuanto aspira a convertirse en una nueva expresién de la Waquierda real argentina, parte de la acep- tacién del marxismo como la filosofia del ‘mundo actual y asume los deberes que esa aceptacién Je plantea. Soré por ello una re- vista “comprometida” con todas las fuerzas que hey se proponen Ia transformacién re- volueionaria de nuestra realidad. Compro- metida con tedo esfuerzo liberador del hom- bre. Seré por ello una revista “politica” en el més amplio y elevado sentido de la pe. labra. 111 Cuando al iniclar estas notas sedaliba- mos la conveniencia de estudiar a través de 1a historia de las revistas culturales el de- sarrollo del espfritu publico en el pais, cl proceso de conformacién de los intelectuales argentinos, indicéibamos un camino de Bas queda no suficientemente utilizado. Nues- tros investigadores se sfenten mds propen sos a hacer reposar sobre It mayor 0 menor originalidad de singulares personalidades et andlisis de problemas que s6lo pueden ser resueltos en la medida en que se los ubiea en el terreno de la formacién de Ios inte- leetuales, vale decir, en el estudio de los procesos que conducen # In diferenciacton dentro de una estructura social determina- da de una ealegoria de hombres que desem- peflan vitales funciones de organizactén y conexign. No porlemos decir: que alguna vez se haya intentado analizar integralmente nues- tro desarrollo politico-cultural partiondo de las diferenciaciones reales producitas on el cuerpo de la nacién, de la formacién y de- sarrollo de categorfas especializadas en el ejerciclo de In funcién intelectual. Uno de nuestros prop6sitos es Poder ofrecer en una préxima entrega de Pasado y Presente un aniilisis de conjunto de tos distintos nudos histéricos de formacién de los intelectuales argentinos, enfocados a través de una serle de ensayos monograficos, Aquf basta sefia- lar c6mo, a partir de la Organizacién Nacfo- nal, paralelamente a la estructuracién y desarrollo del mereado nacional nico y a la conformacién de la Argentina como un pais capitalista. “moderno”, integrado en una posicién subalterna en ta divisién in- ternacional del trabajo, se produce um con- siderable ‘desarrollo de la categoria de tos Intelectuales, especialmente de la que ocu- pa los elevados escalones de la actividad clentifica, artistica y literaria. En cuanto “{uncionario” de 1a superestructura, los per- files del intelectual y del papel que cum- Ble en el seno de In sociedad aparecen cada vez més diferenciados en comparacién con PASADO Y PRESENTE 9 el siglo pasado, cuando la estructura social era més gelntinosa e indiferenciada. Pero la progresiva distinclén de la actividad in- telectual como labor efi si y las necesidades creadas por In nueva sociedad de masas que emerge de Ia industrializacién capitalista, no Fodfa dejar de estar acompafiada ror el wurgimiento y expansiOn de nuevas institu: ‘eiones culturales, algunas de las cuales co- mo la organizacién escolar y el perfodismo adquieren un desarrollo considerable. EI florecimiento pleno de un periodismo ‘“guperior”, estructurado bajo las variadas formas de revistas de politica cultural, que se produce desde comienzos de sigio, pero que se (oma mds evidente después de la primera guerra mundial, est4 vinculado al proceso de modernizacién y complejizacién de: nuestra sociedad. En cuanto centro de elaboracion y difusion ideolégica, y de vin- culucion orgénica @e extensos micleos de intelectuales, Ia revista constituye una “ins- titucién cultural” de primer orden y su im- portancia es cada ver mayor en Ja sociedad moderna, Todo movimiento cultural, todo proceso de modifieacién de estructuras cul- ‘turales envejecidas, casi siempre estuvieron vinewiados a érganos de expresion , a dis- Untos tips de revistas que por tal motivo 0 constitufan en verdaderos centros forma- dores do las més diversas instituciones cul- turales. Por su accién integradora de las funciones intelectuales, las revistas cumplen en la sociedad un papel semejante al del Estado 0 de los partidos politicos. aunque las diferencia de los partidos una perma- neate funeién elaboradora de “téenicas cule turales”. ¥ no siempre esta distineién ha sido suficfentemente tenida en cuenta por las pu- blicaciones que mantienen una directa vinew- lacién con las organizaciones politicas. Pero lag revistas pueden cumplir con esta ver dadera accion de organizacion de ta cultura s6l0 en cuanto devienen centros de elabo: raciin y homogeneizacién de la ideologia de un logue histérico en el que la vincula- cidn entre élite y masa sea orgénica y rat al ‘Hubo pericdos en la historia del pats en que la necesidad impostergable de esclare- cerse a si mismos para tornar clara la ac- elén el deseo de desentrafiar las rafces de nuestras desgracias nacionales, se expres6 a través ¢2 la plena expansion de todo tipo de publicaciones literarias y culturales, al- gunas de ellas de indudable importancia historia, Pero hubo momentos, como los actuales, en que el progresivo deterloro de los habituales centros de ofganizacién cul- tural y la ausencia de nuevos centros uni- tarios de agiutinamlento y homogenetzacin de los intelectuales, se expresé también en In labilidad de sus érganos de expresién. La actual dispersion y el fraccionamien- to creciente de Ia intelectualidad argentina, la division en pequeflas @lites imcomunica- as entre sf y afsladas del cuerpo real de la nactén no puede dejar de manifestarse Ja doloz0sa ausencia de revistas de en- vergadura nacional, en la absoluta pobreza de Ins paginas Uterarias de los grandes ro- tativos, en Ja falta de érganos de exprestén que nos vinculen con nuevas probleméticas ¥ conocimientos. Hoy si se quiere eludir el provincianisme creciente de nuestra cultura os preciso suscribirse a las revislas extran- Jeras, Muy pocas son Jas publicaciones que mantienen a través de su estructura, de su contenido y empefio una vinculacién per- manente, orginica con la realidad nacional y mundial La moyorla de las publicaciones actuales © son vertaderas empresas industriales en Jas que prima la biisqueda de beneficios, w “érganos” de reducidas élites sin homoge- neidad de formacién nf unidad de objetivos, De allf la permanente tendencia a la esel sién, al fraceionamiento que impera en dt chos grupos, y que limita en forma consi- derable su influencia y esteriliza su accién corrosiva de las viejas estructuras cultura- les. Ocurre con frecuencia que el afin por scbrevivir, por estar a la altura de los ifem- pos, impulsa algunas de ellas al “modernis- 8 Ie exaltacién gratuita de la ultima moda europea, a no buscar con la suficlente seriedad rritica una correcta mediacién en- tre las, mas valiosas conquistas del pensa- mfento extranjero y nuestra realidad, ca- yendo asi en una suerte de “provinciants- mo” bastante anacrénico. Bs claro que la superacién de estos vicios presupone cambios sustanciales en el plano de conjunto de la realidad nacional, pero implica en primera instancia una transfor- macién del concepto tradicional de cultura, 10 PASADO Y¥ PRESENTE Ja Iucha contra toda espontaneidad y por un nuevo sentido de la organizacién cultu- ral y tamoién un empefo més unitarfo, un esfuerzo mayor de los intelectuales para superar el relativo aislamiento y estructu- Tar nuevos centros de elaboracién y difusion cultural Nuestra historia registra la existencia de revistas que aun cuando desde planos dife- rentes contribuyeron poderosamente a com- Paginar una determinada estructura cultu: ral. Que por ser expresiOn de grupos unita- rlos de intelectuales inci@ieron en la vida nacional introduciendo nuevos gustos y sen- tidos de la cultura, nuevas tendencias del pensar. {Quién podrfa negar la importancia, de revistas como Nosotros, Revista de Filo- sofia, Martin Fierro, Claridad, 0 aun mis reciente, !a misma Sur? gO quién podria desconocer Ia influencia que en Latinoamé: rea, ero también en nuestro pais tuvo Amauta, la por tantos motivos precursora revista de Marlitegu!? Sin embargo, no po- arfamos afirmar que dichas revislas hayan logrado modificar sustanctalmente el per- manente divorcio entre los intelectuales y el pueblo-nacién que caracteriza a nuestros procesos culturales. ‘Uno quizas de los intentos més serios por estructurar una nueva relacién ideol6- gica-moral con el conjunto de la realidad nacional en su complejo devenir histérico, haya sido el de Contorno... Ninguna como ella, entre sus contemporineas, se caracte: riaé por un deseo igual de posesionarse de la realidad, por una bisqueda tan acuciante de las rafces de nuestros problemas. Ningu- na logré como ella conformar un equipo tan homogéneo ni adquirir la importancia cultural que tuvo. Fue quizs la revista mas ‘avanzada” de lo que ha dado en lamarse izquierda independiente argentina. Vale de- cir, del conjunto de intelectuales mas jove- nes ¢ inconformistas de nuestras capas me- dias que se sentian lamados a realizar la reconstru:sién nacional, la conguista de Ia anstada sintesis reparadora entre las masas dirigidas ideolégicamente por el peronismo ¥ la nueva clase dirigente en gestacién que ‘militaba on Jos rangos del frondizismo. ¥ todo ello logrado sin apelar a la ixquierda marxista-leninista, que era de hecho margi- nada del proceso y consideraba absoluta- mente ajena a nuestra realidad. Una ves més, la actitud paternalista de las viejas ciases dirigentes se servia del inconformis- mo de sus “j6venes” para revitalizar el in- tento de catacién del proletariado. ¥ es esia la conclusién a la que arribé Ismael Villas en el ultimo mimero aparecido de Contorno, dedicado precisamente al andlists, del frondigismo, cuando sefialaba la necesi- dad de superar “Ia tendencia que tenemos los hijos te las clases medias a abdicar del- privilegio econémico en que nos encontra- ‘mos, pero s6lo a condieién de intentar teem- plazarlo por el acatamiento que presten las clases proletarias a nuesizo liderazgo”, La experiencia de Contorno puede sernos bas- tante aleccionadora, pues aun cuando sw desaparicion en plena era frondizista expre- sa el naufrayio de una esperanza, la quie- bra de una ilusién imposible en la Argentina actual, es al mismo tiempo un claro indice de las limitaciones presentes de In “autono- mfa” politica del prolelariade y de la aun débil_ puesta en accién de Ia capacidad in- trinseca de captacién que posee la filosofia de la praxis. La experiencia de Contorno nos invi- ta, por tanto, a la critica de una ilu sién, pero nos obliga también a la auto- critica asuncién de nuestras responsabitida- des. Puesto cue ia tarea que se planteaba Contorno queda aun por resolver. La crea- cin de los puentes que permitan establecer un punto de rasaje entre el proletariado y los intelertuales, entre el proletariado y sus aliados naturales, la conquista de una co- rriente conereta que englobe clase obrera y capas medias, de una totalidad que no ex- cluya a los otros sectores destinados @ con- formar el bloque histérico revolucionario, es aun un objetivo a alcanzar. Lo que si ha quedado claro, hasta para los mismos ex redactores de Contorne, es que esto séle puede ser factible si se cambia el punto de partida, si en lugar de ocultar o menospre~ ciar al marxismo militante se Io coloca co- mo punto de arranque de una verdadera po- tia de unificacién cultural destinada a» otorgar al proletariado la plenitud de sw conciencia histérica. ¥ es esto lo que debe plantearse como tarea esencial toda revista que se considere de izquierda. Un 6rgano de cultura que se fije esor PASADO ebjetivos es hoy imprescindible. Una revista ‘que sea la expresién de-un grupo orgénico y hasta eferto punto homogéneo de intelec- tuales, conscientes del papel que deden ju- gar en el plano de Ia ideologia y responsa- bles del profundo sentido politico en que hay que proyectar todo su trabajo de equi- po. Que tienda a facilitar, tornindolo més claro y consciente, el proceso de “enclasa- miento” de la intelectualidad pequenobur guesa en os marcos de la clase portadora del futuro, Pero que a la vez, por no estar enrolada en organismo polftico alguno y por contar entre sus redactores hombres prove- nientes de diversas concepciones polfticas, se convier:a ella misma en un efectivo cen- tro unitario de confrontacién y elaboracién ideolégica de todas aquellas fuerzas que se plantean hoy Ia necesidad impostergable de una renovacién total de la sociedad ar- gentina, Y esta funcién espera cumplir Pasado y Presente. Claro est que una revista que aspira a convertirse en el instrumento de un nuevo sentido de la organizacién cultural no puede dejar de flantearse hacia dénde va dirigi- da, a qué masa de lectores pretende influir Y organizar y qué obsticulos debe superar para la conquista de una unificacién cultu- ral verdaderamente nacional y popular. Iv Esta es una cuestién esencial, ya que las clases dominantes del pais también aplican una polftiva de unificacién cultural aunque conceblda como medio para impedir al pue- blo Ia adquisicién de una concfencia plena de las contradicciones de Ia vida real, la Désqueda objetiva de la verdad, el conoci- miento historico y de clase que le permita al mismo tiempo el pleno desarrollo de la personalidad humana. Una politica que en ‘altima instancia es la de la antl-cultura, Centra esio es preciso anteponer una accién en el plano ideal y préctico por una nueva cultura de masas que signifique una toma de concieusia mis profunda, més dialéctica @e la vida real y que s6lo puede darse en tw medida en que se de una presencia aut6- noma, independiente en el plano ideolégico ¥ politico de la clase obrera. La mencién del papel declsivo que debe Y PRESENTE iL jugar, el proletariado en esta accién, no de~ riva simplemente del punto de partida ideo logico que adoptamos. Expresa, por el con- tario, lo “nuevo” que caracteriza el desa- rrollo de las fuerzas productivas del pafs en Jas ultimas décadas y que esté dado por el crecimiento impetuoso de la clase obrera, su concentracion en grandes empresas in- dustriales y el correlativo aumento de su peso y conclencia polftica. Una revista que se edita en Cérdoba no puede desconocer la profunda transforma clén que se esté operando en la ciudad y que tiende a convertirla répidamente en un moderno centro industrial de considerable peso econsmico. El proceso de crecimiento de la industria ai disgregar la arcaica es tructura “tradicional” sobre la que se asen- taba la funcién burocrética -administrativa cumplida por la ciudad ba contribufdo a twansformar también el chisico distancla~ miento cludad-campo que caracteriza Ia his toria de nuestra regién. Seria interesante rastrear en el pasado c6mo se configuré este Aistanciamiento, Retomar el discurso quo con profunda sagacidad critica iniciara Sar- miento en el Facunde, Sin embargo, pode- mos quizis afirmar que las transformacio- hnes provocadas han abierto las posibilidades para que esta ciudad, ‘radicionaimente vuelta de espaldas al campo, pueda cambiar de funcién y estructurar una untdad pro- funda con las fuerzas rurales innovadoras, vale decir, que Ix Cérdoba monacal y con; servadora comfence a perfilarse como uno de los centros politicos y econémicos de la lucha por la reconstruceién nacional, Ante esta realidad, en constante proceso de transformacién, no siempre Ia Ivquierda logr6 ubicarse correctamente superando el dilema de una consideracién puramente ineolégica y por tanto abstracta y metaffsi- ca del nuevo contorno social 0 e! empirismo sociolégico al que tan afectos se muestran los “tecnécratas” desarrollistas frigerianos. Dificil es superar la permanente polaridad entre ideologfa y cleneia, conocimiento his- t6rico y metedologia cientifica, totalidad y empirismo (0 més coneretdmente revolu- ign y reforma). En esencia, tales polarida~ des no son mas que expresiones cristaltza- das de una peligtosa escisién entre teorla ¥. préetiea. Cuando consideramos a la. teo~ 12 PASADO Y PRESENTE rfa como “Justificadora” de una préctica politica determinada, o a esta altima como ‘ejemplificacion” de una concepelén gene ral “ya terminada”, no tenemos una con- ciencia plona de que ambas posiciones son manifestariones sdeolégicas de un distancia- miento reel producido en la unidad intelec- tuales-masa, ya que en toda organizacién Tevolucionaria Ia perfecta Identidad de teo- ria y prictica siempre se plantea en el te- reno de Ia coincidencia entre direccién y base, dirigontes y dirigidos, elites y masa, intelectuales y pueblo. Cuando el delicado sistema de relaciones comuntcantes que-constituye In estructura de un fartido revolucionario se obtura, fun- damentalmente a causa de las cristalizacio- nes dogmiticas, se eseinde esa dialéctica unidad de base y direccién que permite al partido comportarss como un verdadero “intelectual colectivo”. La infatigable labor de muestreo sociolégica que cottdiana- mente rexiizan sus militantes en el trabajo en las fbr aS, escuelas o talleres, escu- chando, conociendo, analizando, impulsando acciones, “20 logran ser unifieadas en un tedo nico, “goncralizdas” por asf decir Quedan reducidas al mero pazel de “ejem ios” de ina totalidad ya definida de an- temano. Se produce asf un cierto desapego de Ia organizacién con respecto a Ia reall- dad, una cierta dureza para seguir atenta- mente esa realidad en todo su desarrollo, pera encontrar Io nuevo y rechazar el es- tereotizo el lugar comdn, las posiciones Preconstitiidas. Una clerta imcapacidad pa- ra compaginar Ie fidelidad a los prinefpios revolueionarios y la firme voluntad de Iu- char por las transformaciones necesarias, con una consideracién profundamente cien- ica y por ello verdadera de la realidad. Sin embargo, lo que no siempre logran entender ‘os sociSlogos “puros” es que en esa cotidiana labor préctica de los militan. tes revolucionarios, en esa aceién constante sobre la realidad reside la garantia de la superacién de las circunstanctales dificul- tades histérieas que pueda atravesar el mar- xismo que, en cuanto concienela erftica de Ja accién transformadora puede concebirse a s{ mismo en forma absolutamente histo- cista y someterse ror ello a una permanente y despiada autocritica. Mas que de un pre- maturo “envejecimiento” del marxismo hoy convendria hablar, con mucha mayor pré cision, de una verdadera crisis del penss miento dogmitico, La realidad exige hoy de parte de la faquierda tma comprensién cabal de la com: plefidad de los cambios que acarrea en el cuerpo de la nacién, 0 en nuestro caso de Ja ciudad, la transformacién de una socie- dad “tradicional” en una socledad “indus: trial”. Pero ocurre a veces que por aferrar- nos a un esquema predeterminado nos eom- porlamos :nte esa realidad como si estuvié semos frente a simples cambios en el in terior de una totalidad ya conocida. Par tiendo de un correcto andtisis global de ta sociedad argentina y de Ia permanencia hist6rica de sus Ineas estructurales més generales, no siempre tuvimos una nocién exacta de cémo esos “islotes” de capitalismo moderno an el seno de una sociedad sub- Gesarrollada fueron adquiriendo paulatina- mente un peso considerable en Ia vida polf- ica y econémica del pais, entre otras cosas orque contienen en’ su interior Jas fuerzas destinadas a modificar radicalmente nues- ‘tual sceledad. Pero, ademds, porque Ia introduceion en una sociedad tradicional de andes complejos industriates como los de Piat y Kaiser en Cérdoba, significa no s6lo una serin modificactén en el dominio de la produecién (y por ende, del consumo, transportes y comunteaciones), sino tambfén una transformacién en el dominio de Ia sen- sibilidad, de la psicologia social, caracterl- zada ahora por la aparicion y aifusién de nuevos “Lipos” humanos. Se trata en resu- men del surgimiento de un mundo hasta clerto pumio nuevo, diferente, que exige ser penetrado en sus parliculares rasgos distin- tivos pasa poder actuar eficazmente sobre 41 Este contorno es el que en ditima ins- tancia condicfonaré el “tono” de Pasado y Presente, Ja orientacién general de su pro. blemafica, el campo hacia el cual va diti- sida. Lo que de ninguna manera significa “provinetalizar” su empefio, reducir su cuo- ta de generalidad, ya que los fenémenos que observamos en Ia citidad son parte de un proceso més vasto de modificaciones de la vida econémica y social que comenz6 a producirse en los predmbulos de Ia segunda guerra mundial, PASADO Y PRESENTE 13 Uno de los nuevos “tipos” humanos sur- kidos del proceso de transformacién ciuda- adana esté constitufd por los obreros de Jas grandes empresas, cualitativamente di- ferente del resto de la clase. Este es el sec- tor que nos interesa analizar ahora y al que pretendemos egar con una nueva pro- Diematica revolucfonaria ya que en él en- contramos ios gérmenes del hombre nuevo, la fuerza dirigente del nuevo bloque his- torlco @ formar. La funcién directiva que el marxismo atribuye al proletariado indus- trial en el proceso de conquista y creacién de una nueva sociedad nos plantea también la necesidad de revalorizar la fabrica con- cebida como forma necesarla de la clase obrera, como un organismo Folitico o al de- cir de Gramsel como el “territorio nacional el autogobierno obrero”. Es a partir de la lucha en el interior de la misma fébrica como I clase obrera adquiere la concien- cia plena de sus responsabilidades, de su funcién hegeménica en Ia sociedad, esa con- clencia de productor necesaria para con- la direccién moral e intelectual de ses. subalternas. Las modernas fabricas que merced al im- Pulso de distintos grugos monopolistas se han instalado en la ciudad aportan no s6lo la ulilizacién de nuevos instrumentos de produccién sino también y fundamental mentalmente la introduccién de técnicas ra- cionalizadoras elevadas orfentadas més que @ la sustitucién de trabajo humano a la busqueda de nuevas formas de explotacién del trabajo. La mayor y més perfecta divi. sién del trabajo en el interior de la empresa y la introduceién de ténicas “ractonalizado- ras” disminuye progresivamente el peso in- dividual del trabajador, desnaturaliza el contenido humano del trabajo pero al mismo tiempo eleva en forma considerable la pro- ductividad social de la masa de hombres que trabajan en la empresa, Jos vuelve cada vez mas dependientes uno de los otros, los, homogeneiza torndndolos un verdadero tra- bajador colectivo, El acrecentamiento de la Aiferencia entre trabajo manual y ¢onteni- do humano del trabajo si bien por un lado Posibilita a las direcciones empresarias Ia introduccién de nuevas formas de aliena. cin de la conciencia del trabajador, sobre Ia base de las téenicas mistificadoras de avistar las € Jas “relaciones humanas”, por el otro lado. paradojaimente, crea al mismo tiempo con- iciones favorables para la superacién de In alienacién misma en el terreno de a con- clencia, si media una potente accién ideol6- gica de la clase obrera. ¥ esta accion dual y contradictoria del maquinismo industrial debe ser perfectamente conocida por Ja van- guardia politica de la clase obrera para que su iniclativa prictica no se convierta en una primitiva reaccién contra todo progrese téenico, al estilo de los Tudditas. La nueva relacién entre esfuerzo muscular e intelec- tual establecida por los modernos procesos productivos, con la consiguiente reduceiém del contenido humano del trabajo, no sig- nifica de por sf la conversién del trabaja- dor en un simple gorila amaestrado, la reduecién del contenido humano det traba- Jador. Al obligar al obrero a realizar el pro- pio trabajo en forma automatica, sin In ple- na utilizacion de la conciencia, 1a racional zacién deja More af cerebro de pensar en Jo que quiera y este hecho no deja de tener consecuencias interosantes. “Los industria- les americanos —dice Gramsci en su escrite Americanismo y fordisme— comprendierom muy bien esta dialéctica insita en los nue- vos métodos industriales. Comprendierom que “gorila amaestrado” es una frase, que el obrero permanece siendo hombre y que curante el trabajo piensa més atin, 0 por lo menos tiene mayores posibilidades de pensar, al menos cuando supero la crisis de adaptacin sin ser eliminado. ¥ no s6le piensa, sino que el hecho de que no en- cuentre satisfacciones inmediatas en el trabajo, 0 que comprenda que se lo quiere reducir @ gorila amaestrado, puede condu- cirlo a pensamientos poco conformistas”. (I subrayado me pertenece J. A.). Lo cual significa que el contenido humano del tra- bajador se reduce, su alienacién crece sole en la medida en que la liberacién de ener- gias psiquicas provocadas por la parcializa- cin y mecanizacién del trabajo no es orfen- tada por el proletariado hacia el andlisie de su ‘situacién como trabajador en la so- cledad de clases, sobre la imposibilidad de su integracién social e individual en una comunidad alienada. Fn caso contrario se convierte en un factor estimulante para Ia adquisicién de una nueva e integral concep~ 7 PASADO ¥ cfén del mundo. He aquf porque el progreso ‘ténico en Ia sociedad capitalista siempre esta acompatiado de una intensa accion di- rigida a la apropiacién del trabajo pero también de la conciencia del trabajador No sélo dentro de la fabrica sino fuera, durante lo que con singular eufemismo se hha dado en lamar tiempo libre del traba- Jador, la presencia del capitalismo monopo- lista tiende a manifestarse en todos los pl nos de Ia actividad humana, Ya no basta Ia alienacién que surge del trabajo en la fabrica es preciso sumarle Ia alienacién to- tal de Ja vida cotidiana, exagerando aun més la contradiccién entre la esencia y la existencia del trabajador. Pero todo ello determina una nueva dimensién de la alle- nacién que ya no expresa simplemente una relacién subvertida entre el producto del tra- bajo humano y el propio hombre, sino tam- bién entre el trabajador y el conjunto de la sociedad. La superacién de la alienacién debe por ello comenzar allf donde surge, vale decir, en la propia fabrica, en la recomposicion “gubjetiva” de las relaciones humanas que la ivisi6n del trabajo recompone “objeti- vamente” en la unidad total de un proceso de trabajo que da como producto objetos que no emanan simplemente de la labor de uno u otro de los trabajadores sino de todos fen su conjunto, Son las organizaciones pro: plas del trabajador al nivel de las fabricas, las “comisiones internas” las destinadas his- toricamente a cumplir esa funcién porque son ellas las tinicas que pueden concebir en términos de futuro a las empresas, no como simples succionadoras de beneficios sino como centros de In actividad creadora de! hombre, ‘Aqui es donde el marxismo militante de- ‘be cumplir con rigurosidad cfentifiea © inte ligente accién préctica una permanente ac- cién desmitificadora; aunque lamentable- mente debamos reconocer que es aqui don- de su accién ha quedado més retrasada y mas urgente es la necesidad de substituir viejos y rigidos esquemas conceptuales por una categorizacién mas ditctil. y flexible de Ia realidad. No siempre los continuadores de Marx supieron comprender Ja riqueza actual, el profundo valor cognoscitivo de trabajos como los Manuscritos Econémico - PRESENTE Filoséficos de 1844 y otros escritos “Juve- niles", durante mucho tiempo reducidos la cémoda y no comprometedora categoria de obras “pre-marxistas” y por tanto hege- Wanizantes. Es hoy mas necesario que nun. ca que el marxismo retome el discurso det genio de Tréveris y lo desarrolle en forma creadora profundizando el aspecto antropo- J6gico o humanista de una doctrina que nun- ca perdié en sus fundadores el sentido de una reflexién del hombre sobre el hombre. Cuando las condiciones maduran para gran- des transformaciones sociales el aspecto de la subjetividad pasa a ocupar el primer pia: no de In reflexiGn filoséfiea y social; esto explica la ectualidad conereta de toda la problemética marxista del 1844 y de las ca- tegorias de alienacién, trabajo alienado, ex- teriorizacién, reificacion, que tanto escozor provocan en algunos marxistas contemrord- y al mis- neos partidarios de la “vulgata ‘mo tiempo explica el creciente interés de los j6venes estudiosos marxistas por 10s aspec- tos antropol6gicos y metodolégicos de El Ca- pital, hasta ahora estudiado unilateralmen- te s6lo desde su aspecto econdmico. En este campo de ln subjetividad, que Ia vida ha tornado tin actual, debemos traba- para lograr una perfecta mediacién entre una filosofia que se nos presenta como la més coherente, la més con- cretamente totalizadora, la que mas posibili- dades de conocimiento ofrece, y una reali- dad compleja, en permanente cambio, que demanda una constante “puesta al dia” de Ia teoria misma, Una realidad en la que no existen solamente las clases sociales y sus luchas, sino también una multiplicidad de grupos humanos y organizaciones de di- vorsos tifos que no pueden ser descartados en Ia investigacién porque tienen un peso considerable en la historia de todos los dias ¥ porque es a través de ellos como se pro- duce la insercién de to individual en 10 co- lectivo, el proceso de conformacién ideols- ica de una clase social. Es preciso realizar Ja fusién entre una sociologia que parta del reconocimiento del papel fundamental de lng clases sociales en la historia y una mi- crosociologia racional dedicada al andlisis profundo de las caracteristicas y formas ‘que asumen los diversos grupos y subgrupos fen que se estructura nuestra sociedad. Pere jar seriamente PASADO Y PRESENTE 6 esto exige no dejar de lado por considera: clones politicas del momento a diversos as- pecto del conocimiento humano (psicologta, sociopsicologia, antropologia social y cultu- ral, soclologia, psicoandlisis, etc.), abando: nando a Ja ideologia burguesa contempors- nea campos que ya el marxismo en 1844 reclamaba como suyos. Es preciso comprender que toda esta tematica de la subjetividad no surge simple- mente del injerto de una problemética ex- trafla a nuestra realidad, de una especie de “moda” filoséfica como piensan algunos marxistas “ortodoxos”. Surge de la vi cotidiana que se muestra tan opaca y re- sistente cuando intentamos penetrarla con un instrumental dogmatico, de esta realidad que no cambia con exorcism sino que exi ge una accién inteligente y profunda, per- manentemente abierta a lo nuevo. Surge del mundo donde se genera el hombre nuevo, del mundo de Ins fabri¢as, de los obreros. De aqui tenemos que partir para elaborar una accién cultural que tienda a unir a la intelectualidad avanzada con el proleta- rlado en cuanto agente histérico de una nueva civilizacion. Para contribuir a edificar esta polftica nuestza revista se esforzaré por trabajar en dos planos hoy contrapuestos: el de Ia intelectualidad que proviene fundamental- mente de las capas medias de la poblacién y el de la propia clase obrera. Conviene en este sentido aclarar un equi- voco bastante generalizado en algunos sec- tores de la izquierda argentina. EI proceso de “enclasamiento” de la intelectualidad equenio burguesa en los rangos del proleta- lado no consiste simplemente en su con- version en élite de Ja nueva clase. Implica un proceso més estructural en el que la lucha por establecer una nueva relacién ideolégica_y moral con la realidad debe conducir al intelectual “tradicional” a tra- vés de una transformacién paulatina, a in- tegrarse con las nuevas categorfas intelec- tuales que la propia clase crea a lo largo de su devenir. ¥ ello presupone un labo ioso esfuerzo de comprensién histérica cu ‘yas dificultades Ins notamos a cada paso ‘cuando observamos, por ejemplo, 10 dificil que resulta para un escritor revolucionario proveniente de capas no proletarias repre- sentar narativamente el mundo cotfdiano de Ja clase a la que dedica todos sus afanes. No podemos decir que el conjunto de la clase obrera sea una masa indiferenciada, sin una clerta estructura que surge del in- terior del proceso productivo. La divisién del trabajo en el seno de la empresa, colocada ahora en un nuevo plano Por Ia racionali-acién capitalista crea nece- sarlamente una capa técnica - productiva que cumple, en el interior de la fébrica y de alli se expande a toda la sociedad, esas areas de organizacién y conexién social que caracterizan una funeion intelectual. Pero dicha funcién se convierte en base para la creacién del nuevo tipo de intelec- tual s6lo en la medida en que a partir de ella se elabora criticamente, se “raclo- nali-a” el nuevo equilibrio logrado y se es tructura una concepeién del mundo que de razin de este poder creciente del hombre, A partir de esa conciencia critica puede si configurarse una intelectualidad orgéni- ca de la Clase obrera cuya naturaleza ex- presa, en esencia, una ruptura con la vieja relacién entre teoria y practica establecida For las anteriores formaciones sociales. Al tipo cldsico del intelectual, al escritor, el filésofo 0 el artista, le sucede otto tipo de hombre cuyo modo de ser consiste “en mez- clarse activamente con 1a vida como cons- tructor, organizador, “persuasor permanen- te”... De la téenica-trabajo Iega a In téc- nica-ciencla y @ la concepeién humanista histérica, sin Ip cual se permanece “especia- lista” y mo se deviene “dirigente” (Antonio (Gramset) A la accién totalizadora del capitalismo monopolista, vido no s6lo del trabajo del obrero sino también de su pensamtento, de- Demos oroner una accién consciente, firme © inteligente del marxismo militante. Ella es imprescindible para afianzar y acelerar el proceso de transformacién en “intelee- tuales” de todos aquellos hombres que cum- plen en la sociedad la funeién de raciona- lizacién, dominio y control de cualquier rama de Ja realidad con la que estén réla- cfonados; para hacerlos devenir hombres ‘que expresan en su accionar Ja unidad total del proceso histérico-social, que en la so- cledad escindida en clases aparece disgre- gada en una serfe de actividades sin nexos 16 PASADO ¥ mediadores. En cuanto, “especialista” el hombre sigue siendo esclavo de la téc- nica y de las fuerzas sociales que la con- trolan. Convertido en “intelectual” logra posesionarse de la tolalidad histérica, se transforma en un dirigente, vale decir, en un especialista mas un organizanizador de voluntades, un “poiftico” en el més moderno sentido de la palabra. Recién entonces pue- de dar su mayor contribuctén como inte- lectual, la que en el fondo consiste en una permanente labor de “desalienacién” de los hombres, en una accién constante y tenaz por ayudarles » descubrir las rafces socla- Jes de los mitos que deforman sus con cioncias En esta accion dual, dirigida a los inte- lectuales tradicionales en un esfuer% por atracrlos hacia una concepeién plenamente historicista del hombre y también al ex tenso nucleo de hombres que desde el mun- do de la fabrica, el taller o la escuela pro- fesional tiende a convertirse en Ia base de Ia nueva intelectualidad, se expresa la ra zn de ser de nuestra revista. Esta accién condicionard el eriterio con que se dispon- dra el material y Ja clientela hacia la que orlentard su preferencia. Pasado y Presente, en consecuencla, se esforzaré por egar al numeroso miicleo de seres humanos que en Js cotidiana innovacién de Ia realidad fisica y social sobre la que actian, van creadn- dose a sf mismos las condiciones para la conquista de una nueva e integral concep- cin del mundo, v Una nueva cultura, ademas de un pro- eso dirigido a crear un nuevo tipo de cul- tura en su forma y en su contenido, significa también y fundamentalmente una modificacién sustancial de la clésiéa rola- cin existente entre las élites intelectuales “ereadoras” de la cultura y el conjunto de Jas masas reducidas a meras “consumido- ras”. Una modiffcacién que tienda a cerrar esa grieta histérica que las sociedades de clase fueron paulatinamente ampliando a lo largo de un desarrollo milenario, y que permitiré al hombre el rescate de su total condicién humana. De alif las palabras de Gramsci cuando sefialaba que “crear una PRESENTE nueva cultura no significa s6lo hacer indi vidualmente desc ubrimientos “originales”; significa también y especialmente, difundir verdades ya descubiertas, “‘socializarias” por as{ decir ccnvertirlas en base de acciones vitales, en elemento de coordinacién y de orden intelectual y moral, Que una masa de hombres sea levada a pensar coherente- mente y en forma unitarla la realidad pre~ sente, es un hecho “filoséfico” mucho més importante y “original” que el hallazgo por parte de un “genio” filoséfieo, de una nue- va verdad que sea patrimonio de pequetios grupos de intelectuales”. Esta es en el fondo la preocupactén que anima a los redactores de Pasado y Pre- sente. La de hacer una publicacion que al afrontar los problemas histéricos 0 los de- rivados de la investigacién filos6fica 0 me- todolégica, las cuestiones de historia del pensamiento politico y social, de psicotogia 6 de estética, Jos conciba como “instrumen: tos” © herramientas para comprender esta, realidad que nos circunda, esta totalidad histériea en la que vivimos. Que no caiga en el enciclopedismo erudito y estéril y que ara ello tenga siempre presente su ,fun- cin de arma de combate, Esto sin duda nos obligaré ® incursionar por todos campos de la realidad, ain por aqucl poco frecuentados y en los que nuestr pre- raracién actual es insuficiente. Facilitare- mos esta tarea incorporando a través de traducciones cuanto viene escrito en el mun- do y esté a nuestro alcance, sobre la pro- blemiitica del marxismo te6rico y otros cam pos del conocimiento humano. Pero ademés apelaremos a todos aquellos que desde dife- rentes puntos de vista se planteen las tats: mas exigencias, las _mismas preocupaciones puesto que no deseamos que la orientacién marxista de la mayor parte de los cola- boradores de Pasado y Presente exciuya Is participacin de estudiosos de otras tenden clas. Porque necesitamos del didlogo, de le discusin franca destinada a esclarece! ideas, estamos dispuestos a mantener per manentemente abiertas las paginas de le revista 2 la confrontacién de opinfones ‘Comprometemos desde ya el méximo em peflo en esta direccién, inspirada no er meras razones tacticas, circunstanciales, ex tracientificas en el fondo, sino nacida a las PASADO Y PRESENTE 17 Ja conviccién profunda de que la autonomia y le originalidad absoluta del marxismo se fexpresa también en su capacidad de com- prender las exigencias a las que responden as otras concepefones del mundo. No es abroqueléndose en Ie defensa de las posi clones preconstituidas c6mo se avanza en la busqueda de la verdad, sino partiendo del criterio dialéctico que las posiciones ad- versarias, cuando no son meras construc- ones. gratuitas, derivan de la realidad, forman parte de ella y deben ser englobadas por una teoria que las totalice. Solo ast podremos dejar a un lado la actitud pura- mente olémica, que corresponde a una fa- se primaria de la lucha ideol6gica del mar- xismo, cuando atin el proletariado es una clase subalterna, para pasar al plano cri- tlco y constructivo, Si lo que esté en crisis en el momento actual es el conjunto de a estructura del mundo burgués y de las ideologias que lo representan, es un tarea histérica del proletariado interpretar el ver~ dadero sentido de esta” crisis. Esto no se ogra opontendo Ia doctrina del marxismo fa las demas, destruyendo a cualquier costo el mundo de falsedades que ellas puedan expresar. Se logra construyendo un nuevo mundo de verdades, una nueva Weltans- chamung. Para esto es preciso saber pene trar en el interior de los puntos de vista del adversario ideol6gico, desmontar paso a paso las construciones ficticlas, mostrar sus contradicicones internas, sus presupuestos metafisicos, sus métodos abstractos, sus de- ducelones incorrectas. Pero al mismo tiempo extraer todo lo que de verdad, de conoci- miento ellos expresen. Es asf como el mar- xismo deviene fuerza hegeménica, se con- Vierte en la cultura, Ja filosofia del mundo moderno, colocdndose en el centro dialéctico del movimiento actual de las ideas y unt- versalizindose. EI proceso de conversion del marxismo en Ia filosofia de las masas se transforma de tal manera en una gran reforma inte- ectual y moral que al Iiberar a los espiritus desde el interior de sus concepciones err6- neas les facilita la conquista de una con- ciencia objetiva de la realidad y de sus momentos de desarrolio. Al decir de Anto- nio Banfi, “la superestructura ideolégica de la civilizacién burguesa se despedaza y se resuelve, reconociéndose en ella, en la nmue- va corriente, ¥ ‘ésta arrastra consigo cuan- tas Iimpidas venas se hallaban oclufdas en el pantano. El marxismo triunfa usando las armas del mismo adversario y enrique- eléndose de sus tesoros, no como botin de saqueo, sino como premio de una reconocida victoria’ Como comprendemos Ia magnitud de la labor que hoy decidimos emprender sabe- mos que no puede ser resuelta por el pe- quefio micleo de personas que actuaimente dirigen Ie revista. Es una tarea de todos los que coincidan en la urgente necesidad de su aparicion, de todos Jos que al leer sus paginas comprendan que mds allé de las limitaciones conceptuales que puedan cobi- far, anima a quienes las escriben el pro- fundo deseo de facilitar el proceso de asun- cin de una conciencia més profunda y certera de nuestro tiempo. ¥ es esto lo que exige ser sostenido y estimulado. Si una re- vista no es-en el fondo nada més que un mundo de lectores vinculados entre sf por sus piginas, del mundo de lectores que seamos capaces de crear y estimular depen- de nuestra suerte y nuestro porventr. JOSE ARICO. POLITICA Y CLASES SOCIALES EN LA ARGENTINA ACTUAL @Vive Ia sociedad argentina una crisis de la politica? El tema ha dado lugar a imnume- rables discusiones, hasta pasar a ser, virtual- ‘mente, el nudo central de una serie de acti- ‘tudes que van desde la critica de las ideas hasta Ia critiea de las armas. Nunca come ahora se ha planteado con tanta fuerza en el seno de les grupos dominantes la posibilidad dol establecimiento de ideotogfas auloritarias y formas corporativas de organizacién social Estas ideologias y estas formas, se revisten de Justificaciones y racionalizaciones diversas ‘que buscan —salvo en sectores reducidos— eliminar una inevitable comparacién con los ‘sistemas reaccionarios tiniversalmente en au- ge durante la década del 30, pero a pesar de ello cl cotejo no puede dejar de efectuarse. Las instituciones polfticas creadas para servir de continente a In Argentina agro exportado- ra, han entrado en crisis haco ya mas de 20 afios: este es un hecho irreversible del, que vino a dar testimonio primero la aparicién del peronismo. La aparicién de dos clases virtual- ‘mente nuevas, originadas por la segunda ett pa en el ciclo de crecimiento industrial —el proletariado nacional y 1a burguesia que pro- duce para el mercado interno han sido la causa fundamental de ese desajuste entre las tendencias del desarrollo social y las institu- cfones que las precedfan. Mientras la coyun- tura econémica eta de expansién, las tensio nes pudieron disinwlarse, pero en la actual dad, cuando el sistema capitalista ha entrado en crisis en Ja sociedad nacional y queda des- cartada ta posibilidad de soluciones de tipo reformista, 1a agudizacién consecuente de la lucha de clases condiciona la crisis paralela de las soluciones polfticas institucionales: un regimiento de tanques tiene més importancia de decisién que un partido politico, Las clases sociales hegeménicas, en los momentos de fractura del bloque histérice ‘que las justifica, tlenden a eliminar las inter- mediaciones con las que, en tempos de esta- bilidad, intentan, ilusoriamente, interpretar a Ja sociedad global, para asumir direcamente sus funciones de liderazgo social. De ahi la decadencia de los partidos politicos (no Ia decadencia de In politica) que signa el mo- mento actual: ellos han sido superados por 1a situacion de crisis de la sociedad global. Es evidente que el nuevo pafs creado a partir de Ja mitad de la década del 30 no ha logrado sus ajustes institucionales, en Ia m dida en que Ja burguesia no pudo intexrar sus lites en la continuidad de Ia sociedad poltti- ca. Esta falencia ha estallado sobre la cresta de una crisis profunda de toda Ia estructura econémica, que ha agudizado la lucha entre los asalariados y los duefios de los medios de produceién, creando una tfpiea “situactén re- volucionaria”. @Qué significa una siluacién revoluctona- ria? Lenin la define por los siguientes rasgos: 1) imposibilidad para las clases dominantes de conservar su dominacién sin producirse cambio alguno; crisis en tas alturas, crisis de Ia politica de Ia clase dominante, que abre una grieta ror la que se filtran el descontento ¥ la indignacién de las clases oprimidas. Pa- ra que 1a revotueiin se prodarca no es bas, tanfe que “Jos de abajo no quicran”, sino que se requicre ademsis que “los de arriba mo puedan” vivir como antes. 2) Una agudizae cién superior a Io ordinario de las necesida- des y calamidades de las masas oprimidas. 3) Una elevacién considerable, en virtud de las causas anteriores, de Ja actividad de tas ma- sas, que en una épora de “paz” se dejan ex- yollar tranguilamente, pero que en tiempos ‘turbulentos son incoryoradas, tanto por tode > POLITICA Y CLASES SOCIALES el ambiente de Ie crisis, como por lis propias alturas, a una accién histérica independiente. Esta perspectiva es la que vive la sociedad argentina actualmente, I. La agudizacién de Ja lucha de clases: 1a caida del peronismo precipité un agudo pro- ceso de polarizacién clasista. Plo, en dos ni ‘veles que se complementan: en un nivel eco- némico, en cuanto, desde 1955 (y como con- tinuacién de un proceso que habla comenza- do a manifestarse ya a partir de 1952, afio del plan econémico propiciado por el propio pe- Tonismo), Ia crisis estructural del pai mienza a tocarse con las lineas de una nueva crisis de coyuntura, por Jo cual las tlusiones de conciliacién social entre burguesia y pro: etarindo, sometidas al arbitraje del Estado, empezaron a hacerse aniicos. Esta agudizacion se agravo, en un nivel politico-soeiaf, con Ia cafda del régimen pe- ronista y su reemplazo yor un equipo conser- vador: la mayoria del proletariado, que se habla sentido vicariamente representada en el poder polftico, tomé concienefa de su si luacién marginal y se colocé en frente del Estado y no detrés de él Este proceso de auloconciencia ha sido ne- cesatiamente largo y zigzagueante y ha cono- cido diversas elapas: a) desde el 16 de se- tiembre de 1955 hasta el 23 de febrero de 1958, b) desde esa fecha hasta fines de ese mismo atio, e) desde fines de 1958 hasta el 18 de marzo de 1963, con su consecuencia inme- @inta: la caida de Frondia y el ascenso al poder de los equipos del 13 de noviembre de 1 En Lomo a este proceso se ha movilizado también otra contradiccién que, en las condi- clones de desarrollo capitalista combinado de la Argentina, ha enturbiado el enfrentamfen- to clisisvi. Me refiero a la contradiceién, st bh f ire Ia burguesia local y Ia ‘ ual Ins clases burguesas bow lulvyinds mantener Were una “tercera via". que propleia Ja supeditacién del proleta~ lado st ‘9s objetivos y fines coneiliadores de a burguesia local, “Tercera via”, cuyo obje- tivo es reestructurar de aliguna manera — atin cuando en condiciones obfetivas virtual- mente imposibles, por razén de Ia confluen- cla coyuntural y estructural de la erisis— a ‘experiencia social del peronismo en el perfo- EN LA ARGENTINA ACTUAL 19 do 1946-54. Bsto y no otra cosa fue el con- tenido del “frente del 23 de febrero”, que ahora también busca teplantearse, ya por ‘medio de una nueva versién del “integracio- nismo” con el apoyo y atin la inspiracién del grupo reformista norteamericano identificado con Ia “Alianza para el progreso”; ya por medio de vna dictadura militar de estilo “nasserista”. De todos modos ta crisis econdmica es mas real que los esquemas de la burguesfa local. Ello determina que en el plano de los inte- reses inmediatos corgorativos la clase obrera rechace cualquier posibilidad de asimilacién politica a través de la retérica, tinica carta que puede ofrecer la burguesia en estos mo- mentos. La conciencia de esta independencia ‘a de clase, atin deste un punto de vista econémico-corgorativo, es el primer in- ice para justizreciar Ia situaciom revolucio- naria que vivimos, II. La crisis hegeménica de las clases di- rigentes: hacia el final de la década del 30 comenzé a advertirse en las clases dirigentes un desajuste en cuanto a Ia hegemonfa de la sociedad politica, Ese desajuste tenfa su obvio origen en el mayor peso relativo ocupado por Ja nueva burguesfa industrial en la vida eco- némica. El estudio del proceso de la sociedad polftiea nacional iniciado en 1943 y atin no conclufdo, debe afirmarse sobre ln certeza que las leyes basicas que Io rigen son las pro- pias de una segunda etapa en el ciclo de cre- cimiento industrial de nuestro pais. Una eta- Fa de alcances més extendidos que Ja prime- ra, ublcable alrededor de la primera guerra mundial, cuando la nueva burguesfa indus- trial, agraria, comercial y financiera —que particip6 del poder politico por primera vez a través del irigoyenismo— no posefa atin ni Ia fuerza econémica ni la conciencia de clase necesarias como para evitar In posterior ca- pitulactén ante la vieja oligargufa, en 1980. Pero Ja sogunda etapa en este ciclo del crecimiento industrial argentino —aunque més importante—, no aleanzd a consolidar definitivamente le hegemonfa burguesa en la sociedad nacional, en cuanto prolongé bést- camente las Ifneas defectuosas de su momen- to anterlor. Bs decir, que incrusté al capita- lismo en Ja estructura tradicional, por medio de la allanza con los grupos econémfcos vin- 20 culados @ las formas agrarias latifundistas y en dependencia financiera con el imperialis- mo extranjero, sobre todo norteamericano. Por tratarse de un crecimiento limitado a la industria liviana de consumo, sus bases de expansién interna eran muy débiles, tanto como grande debla ser su supeditacién al ca- pital extranjero, en la medida en que el pais ‘no resolvia los problemas de su infraestructu- ra econémica, De todos modos, pese a esas limitaciones fundamentales que se harfan sentir con fuer- 4a dramatica poco tiempo después, ya en el trienio 1943-45 el valor neto de la produceién industrial superaba, en el conjunto de ia venta nacional, al producido por el sector agropecuario, el cual, desde hacia afios, ha- bia entrado en un perfodo de crisis, irrecu- perable dentro del sistema, Este dato econd- mico necesitaba encontrar equivalencias al nivel de Ie, hegemonia de Ia sociedad politica. En resumen: la nueva etapa de crecimiento industrial plante6 estos tres hitos de prime- ra Imgortancia para la definicién ulterior det Proceso argentino: a) Consolidacién de un sentimiento de tico “nacional”, surgido incluso, como rechazo de Ia politica entreguista vigente a partir de 1930, en sectores de la nueva burgue sia industrial, agraria, financiera y co- mercial y en antiguos sectores privilegia- dos, rurales e industriales, del interior del pais, quienes entraban en contradic- clén con los productores agropecuarios del litoral y los comerciantes importado- es y exportadores de Buenos Aires, liga- dos, a través de fuertes y antiguos vincu- 10s, con el capital britdnico. Este senti- miento de tipo “nacional” comen% a afirmarse también, habida cuenta de to- das las limitaciones “profesionales”, en el seno del Ejéreito, Por supuesto que tras e] propésito “nacional” se debatfa la muy conereta necesidad social de estas nuevas clases ¥ grupos por encontrar ubi- cacién en la sociedad politica Formacin de un nuevo proletariado ur- bano, a partir de migraciones internas. Se calcula en 600.000 personas el aporte que el Gran Buenos Aires recibi6 del i terlor entre 1935 y 1943. Este nuevo pro- etariado urbano habfa sido expulsado d= PASADO Y PRESENTE Ja sociedad rural en razin de la crisis agraria pero traia dentro de sf estructti~ ras culturales de tipo tradicional, fuerte- mente impregnadas de espfritu localista, por lo que no fue dificil integrarlo den tro de la concepeién “nacional” en cre~ cimiento. ©) Fracaso de los partidos politicos burgue- ses y pequefto burgueses tradicionales em su tarea de olorgarle salida “civit” a las pujas de su clase por acceder al poder politico, Este fracaso vale sobre todo para el radicalismo, movimiento que de acuer~ do con su trayectoria debi6 hacerse cargo del proceso ascencional burgués. La debi- dad ideolégica original del radicalismo, la presién del liberalismo y la precaria estructuracion orginica de la nueva bur- guesia expliearian, en principio, esa frus- traction, Estas tres car 1943-45, uma inevitable solucion de tipo napartista”, mediante ja cual la burguesia entar el poder, en aparente alianza con In clase trabajadora y en real alianea con las viejas clases dominantes, bajo los términos de un falso equillbrio social que pudo sostenerse gracias a la favorable coyun- tura econémica que caracteriz6 esa parte det ciclo, feristicas impondrian. om Por supuesto que dicha allanza fue una lanza técita, no expresa. Ella se manifests fa través de innumerables contradicciones, pero las mis de las veces éstas se expresa- ron s6lo en el nivel ideolégico-politico y fue- ron originadas en razén de que, en ese nivel, el peronismo debia simular una identificacion con las masas populares, acentuando ast su cardcter populista, que las viejas clases (y sobre todo sus mediadores politicos) no po- dian tolerar. Mientras la coyuntura econémica favora- ble se mantuvo el frente “bonapartista", co- rrelativamente, no vio jaqueado su poder po- litico. Los problemas comenzaron a surgir primero débilmente, en los comienzos de la aécada del 50, para afirmarse al promediar ésta. A medida que la crisis econémica avan- zaba, el equilibrio de poder se iba quebrando, For cuanto la expansién habla tenido sélo Caracteristicas coyunturales, no habiéndose unjado la crisis estructural. Al contrar 2 el POLITICA Y CLASES SOCIALES proplo crecimiento industrial se transformé on un factor agravante de ella, dado que la industria habfa creado nuevas necesidades espeeifieas que s6lo un adecuado desarrollo e la infraestructura podia resolver. Al care- eerse de ese desarrollo basico, la crisis econd- mica, en cuanto coineidiera con una nueva depresién coyuntural, seria atin més profun- ‘da que en etapas anteriores, en las que habia afectado a una sociedad econémicamente me- nos compleja Alrededor de 1954 se nota ya una agudi maciin de la lucha de clases. El estado recibe 1 impacto de importantes huelgas (metalir- rricos, obreros del tabaco, ete.) ror primera ye2 masivas, violentas y de larga duracion, efectuadas a pesar (ya que no en contra) del poder politico. Simultaneamente se daba otro fenémeno importante para la futura po- larizacién (especialmente para la de febrero fe 1958): una radicalizacién nacionalista y antiimperialista en sectores de Ins capas me- dias urbanas (sobre todo en sus sectores més ‘sjovenes"), las cuales comenzaban a recha- var simulténeamente al peronismo y al pre- Fercnismo, Otro de los baluartes sociales del Hperalismo prineipiaba, de tal modo, a co- Mil novecientos cincuenta y cinco es el ao de la ruptura del frente “bonapartista’ La quiebra deriva de la agudizacién de la Iu- cha de clases: ante el temor de que Ia clase obrera hiciera sentir su peso sobre el Estado, de] que particizaba vicaramente, los viejos: fTupos oligdtquices, aprovechando el desgas- te inevitable del equipo gobernante, desaloja- ron a éste del poder. Tras una tentativa “paternalista” que, en sintesis, buseaba man- tener el “bonapartismo” sin su lider carismé- tico, (Lonardi y Jos “nacionalistas”), el 13 de noviembre marcé el momento en que los vie~ Jos grupos oligérquicos retomaron el poder total perdido en 1943. Esta claro que las con- diciones histérleas eran otras. Los terrate- nientes del Litoral, los comerciantes exporta- dores ¥ Ios vieJos liberales, por més necedad antihistérica que poseyesen (y poseen, esta comprobado, altas dosis), no rodian ignorar Ja existencia de una industria con peso ma- yoritario en el producto bruto nacional y una ‘clase obrera organizada, en estado de excita EN LA ARGENTINA ACTUAL 21 cfén revolucionaria, que crefa haber sido des- alojada del poder rolftico. Esta situacién (sumada al crecimiento na- cionalista en las capas medias) determiné la experiencia del radicalismo intransigente, sa- Hida racional para las clases dominantes en 1958, En un momento en que conflufan las Ii neas de Ja crisis estructural de la economia con las de una nueva crisis coyuntural, el integracionismo” (y ese es el nombre real que hay que darle al frondizismo) suponta et Jogto de una alianza inteligente entre la vie- Ja oligarquia y la nueva burguesia, con el predominio de esta iitima. Para esta opera- cién, el peronismo seria utitizado como sopor- te populista del nuevo orden nactonal-bur- gués: es decit, que se aprovecharfa uno de Ios dos aspectos que este movimiento posee: el aspecto reformista burgués, representado- por su burocracia, siempre sometida a la pre- sién clasista (aunque todavia en planos pre- dominantemente eccnémicos) de su base obrera. Este ajuste entre las clases dominan- tes en lo interno, seria apoyado, en lo exter~ no, por una politica de alineamiento con los Estados Unidos, quienes, a través de sus capl- tales, zanjarfan el déficit de la infraestruc- tura econémica (caminos, transportes, ener gia, siderurgia, etc.) Wberando de tal modo ‘4 Is acumulacién nacional, en momentos de graves dificultades financieras, de cuantiosas inversiones en 80s rubros bastcos. Reseflar los obstaculos que hallé ese nue vo equilibrio inestable, que se quebré en mar- +0 del ao anterior, serfa imatil, tan conocido resulta el proceso. El “integracionismo” fra- caso finalmente y con él una nueva etapa de las aspiraciones hegeménicas de la bur- guesia industrial. Esto, por dos razones fun- damentales: a) Porque la agudizacién real de la lucha de clases determind que la presién obre~ ra desbordara las barreras de la burocra- cia peronista, que participaba del plan “integracionista”. Porque la vieja oligarquia y los gruros politicos y militares mediatizados a ella —vineulados ahora con el Pentégono, co- mo apéndices locales de 1a querella in- tera estadounidense en relacién con la estrategia mundial de la lucha anticomu- >) 22 PASADO Y PRESENTE nista— no aceptaron Ia hegemonfa de la burguesia en el dominio de la sociedad politica. Este fracaso del “integracionismo” agravé, Iogicamente, la crisis de las clases dirigentes que signa todo este proceso. Con los sucesos posteriores al 18 de mai 2 de 1962, el esqueleto de la Argentina ha quedado al descublerto: definitivamente quedan salidas burguesas para Ja situacién nacional. El crecimiento de las fuerzas pro- @uctivas entré ya en violenta contradiccion con el conjunto del sistema y el pais ha pa- sado a vivir un momento hist6rieo en el que Ja necesidad de Ja revolucién ha legado a la madurez desde el punto de vista econémico y social. IIL EI “vacio de poder": El gobierno “in tegracionista” de Frondizi, representante del grupo més Nicido de la burguesia industrial, fue reemplazado por un equipo cfvico militar en el que alcan25 hegemonta ol sector econs- mico y socialmente vineulado a los estratos agro exportadores. Su triunfo —-contradicto- rio con el grado real de desarrolio de las fuerzas productivas— fue producto del “vacio de poder” creado por la desorganizacion y falta de conciencia histérica de la burguesia industrial por un lado y del proletariado, por el otro. La agudivacién de la lucha de clases, por efecto de la crisis del sistema, determina Ja imposibijidad, por parte de la burguesia industrial, de intentar con éxito la estruet Taclén de una politica de vastos aleances, en Ja que el proletariado pueda ser usado como ‘masa de manfobras para los objetivos bur- gueses. La contradiccién entre los sectores de 1a burguesia industrial desplazados en ‘marzo del 62 y los grupos agro exportadores no puede ser resuelta (como tarea de Ia pri- meta) bajo el signo de la lucha de masas, porque en las condiciones actuales de desarro- lo de la sociedad nacional, estas ultimas ha- brfan de desbordar cualquier planteo refor- mista. Ello determina que la burguesfa deba plantear su acceso al poder a través del com- Fromiso politico y la lucha intestina de fac- clones. En las condiciones de crisis de las estructuras roliticas instituctonalizadas y de agravamiento de la tensién social entre la burguesia y el proletariado, ese papel politico Jo asumen —como en 1943— grupos de las fuerzas armadas. A partir de ahi surgen dos nuevos “partidos politicos” como la represen- tacién mas importante de la coniradiceién entre los grupos dominantes: “azules” y “co- lorados”. Los segundos son mucho més ho- mogéneos que los primeros, porque estiin me- nos sometidos que los “azules” a una con- tradiecién interna entre fines y medtos. Globalmente, los grupos que se identifi- earon como “azules” representan Jas tenden- cias existentes en el seno de la burguesia que produce para el mercado interno, que buscan aleanzar de nuevo el perdido control sobre Ja socledad politica. Fracasada la via de los partidos politicos tradieionales se a dicha clase ia porspectiva exelus litar y en esto se debe advertir una setial definitiva de la crisis de las instituciones. Aunque finaimente esta situacién sea legiti- mada for el camino de un amafiado comieto, xpediente no valides de este esquema para ese adventicio 4 varias Pero la posibilidad de poner en marcha una polftica nacional burguesa coeherente, no Gepende de Ja mera estructuracién de un gru- Po dirigente licido. Ciertamente, Ia burgue- sia Joval perdi a partir de 1955 1a perspecti= va de controlar hegeménicamente al apara to del Foder (minado por Jos viejos grupos oligérquicos) pero no la perdié por exelus azones polilicas. La perdié, sobre todo, mnémica y Ja profundiza- porque la crisis « cién de la lucha de clases le coarté Uber de manicbra. Ahora, cuando ya la crisis toca fondo, Ja burguesia no puede sino plantear cesquemsticas medidas reformistas (resumidas en las argumentacion de los “emisionistas") que no podrin resolver la depresién: Ja crisis es del sistema y dentro de ese sistema en disolucién estén incluidos los grupos econé- micos que producen para el mercado interno Y Jos agro exportadores. Estén “anules” y “colorados”: frente a ellos solo quedan el proletariado y los demas sectores asalai dos, como alternativas reales para crear el nuevo blogue hist6rico con funcién hegemé- nica sobre la sociedad nacional IV. Conclusién. Todos estos datos deter- minan Ja existencia de una “situacién re- volucionaria” planteada en los términos de- finidos por Lenin. Pero la situacién revo- lucionaria es una cosa y Ia revolueién, otra. POLITICA Y CLASES SOCIALES ‘No hay revolucién, sin autoconciencia histért- ca de las clases destinadas a llevarla a cabo. “Seria falso ereer —agrega Lenin— que lay clases revolucionarias tienen siempre fuer- aa suficiente para realizar Ja revolucién ‘cuando ésta hha egado @ Ia madurez desde fel punto de vista del desarrollo econémico social. Entonves, Ia sociedad se corrompe y esa corrupeién puede durar, a veces, de- cenas dle afios”. Todos los objetivos, de cardcter econémico-social, indican que en la soci dad argentina ha conclufdo su ciclo atil el sistema capitalista. A partir de 1935 (por dar una fecha limite) Ia sociedad nacional se caracteriza por el aumento del peso relati- Vo de la burguesfa industrial (y coasiguien- temente del proletariado urbano) y por una\ extensign en el predominio de las relavio: nes capitalistas de produecién. Pero la ma- neta en que ese ciclo se evé a cabo bajo la supeditaclon creciente al capital finan- ciero internacional, transformado en estruc- tura de Ja economia argentina, sirvié para aatos enirchizar los iutereses de la nueva bur guesia con los de las viejas clases dominan- tes, Estas —durante todo el proceso— solo no perdieron su importancia social y politica, sino que inficionaron con sus va. lores y actiludes los. esquemas ideol6gicos del sector en ascenso. A nivel de la lucha pot el predominio del poder sobre 1a soci2~ @ad politica, la burguesia no pudo instru- mentar (salvo pareialmente y en un proce 0 Heno de contradiceiones, bajo el pero- nismo) una ideologia coherente que pudi ra contzarrestar el prestigio de liberalismo como concepeién clésica de las antiguas tes de un Pais depenciente cuyas clases dominantes son los terratenientes exporta- dores y los comerejantes intermediarios. Es- te hecho superestructural dificult sus po- sibilidades de conducir ai bloque hegemé- nigo. Si en los momentos coywaturalmente favorables de Ja iiltima guerra y la prime- ra parte de su postguerra, logré clerio gra- do de control (mediante la movilizacién po- pulista del Froletariado que significé el pe- ronismo), al desatarse la crisis y agudizar- se Ia lucha de clases, la burguesia se vio jqueada y finalmente perdié el poder, ma- nifestindose como incapaz de dirigir las EN LA ARGENTINA ACTUAL 23 clases dominantes. Asi, el pais entra en este vacio que la pequefia burguesia sigue Hamando, todavia absortamente, “inexplica- ble crisis de una nacién joven”. Lo que sucede, es que en “esta nacion Joven” ha cadueado un sistema de produc- clén y aproplacién de los bienes y, por 10 tanto, la crisis planteada no tiene solucién. desde el sistema mismo, sino fuera de 41, precisamente porque es él el que esti en descomposicion, abarcando todo; desde la economia hasta la organizacién de la so ciedad Resumiendo, ese ciclo que ahora comien- za a sobrevivir y que fuera abierto a me diados de la cécada del 30, se expresd as! a) a través de las sucesivas tentativas de la burguesfa Industrial por lograr 1a hegemonia de In sociedad politica (1945 y 1958) b) por Ia resistencia de los viejos grupos fa ser desplazados del poder politico o atin a compartirio (1955 y 1962) ©) por el zigeagueante proceso de autocon~ ciencia sufrido por Ia clase obrera. De estos tres procesos, sélo el tercero tiene vigencia histérica ya. La vieja soct dad debe ser reemplazada, Pero, cesté di sefiada, por la accién de las masas, Ia nue- edad que deba reemplazaria? Este supone que en su aceién cotidia- na, las masas populares han pasado del nivel econdmico-corrorativo al nivel politico. La necesidad crea el nivel econémico-corpo- rativo; es decir, expresa Ins condiciones ob Jetivas de una “situacién revolucionaria”. Pero en Ia medida en que esa necesidad no se haga coneiente, las condiciones obj tivamente revollcionarias solo podrin sos- tener posiciones politicas retormistas. La autoconeiencia histérica de una cla- se, no es un proceso espontaneo ni siquie- ra erftico-tedrico. Es un proceso teérico- practico, sélo vigente a través de la expe- Heneia conereta, de la praxis social. Sin ella, la ideologia pasa a ser critica pasiva de la vida cotidiana y cualquier “situacién revolucionaria” se transforma en una co rrupeién del sistema que “puede durar a veces, decenas de afios”. Buenos Aires, abril de 1963: JUAN CARLOS PORTANTIERO VERDAD Y LIBERTAD Ta ciencia, que estando cn sus comienzos no ha legado ain ni a lo acabade det etal a Ja perfeceién de In forma, podré sentine reprochar wna tal deficlencla, Pero si la maledicencla tuviese. ue tocar a fa esencia misma de Antonio Gramsci, volviendo a examinar a nocién de ideologfa, recuerda en sus apun- tes las palabras (que deseaban ser de con- sentimfento intelectual) con las que Croce conelufa en 1917 el prefacio a Ia coleceién de sus viejos escritos sobre ol Materialismo storico ed economia marxistica. A Marx, es- eribe Croce, “le brindaremos nuestra grali- tud por haber contribuide a hacernos insen- sibles @ las seduceiones de Aleina (la decté- pita maga sin dientes que sabia fingir un rostro de joven hermosa), de la Diosa Justl- cia y de Ia Diosa Humanidad”. ¥ Gramsci observa: “¥ por qué no de la Diosa Liber tad? También In libertad ha sido deificada por Croce convirtiéndose en el pontifice de una religion de la libertad”. Las citcunstancias dan un relieve parti- cular y un sabor amargo a este comentario de Gramsci. ya que tales palabras fueron eseritas en la cércel donde se encontraba, golpeado en su libertad y como combatien- te de Ia libertad, y de Ia que solo salaria para morir. Su observacién se mueve en um plano de basqueda critica de verdad ¥ pone en guardia contra las ideologizacio- nes (en los diversos sentidos en que pue- den cumplirse: polfticas religiosas, ete.) de la nocién de Hbertad, Cabe preguntarse si la misma combinacién de dos temas, verdad y libertad, cada uno de los cuales desemboca hhistéricamente en una problemdtica propia, no contiene ya en sf un elemento, aunque clencia ello seria tan injusto come wocer Ia exigencin de aquel perf este contraste se puede encontrar el mado. mas atermenta hoy la cultura moderna, sin do. HEGEL, Fenomenologia. Prefacio vagamente predeterminado, de orientacién ideolégica, Parece indudable de todos modos que en relacién a una compleja radicién religiosa, metafisica y politica y como reflejo de ella—, tal combinaci encierta un riesgo de consideracién no pre Cisamente critica sino mas bien relériea y edificante. De este riesgo trataremos de de- fendernos en primer jugar Veritas liberabit vos: “verdad” es Cristo (logo, camino, luz, Dios) Por ella —es decir, en ef dmbito de la fe ¥ de la gracia—- se cumple la liberacién del hombre: tanto del pecado como de la Esta liberacién ex presentada (vg. por San Pablo en la carta a los Galates) como un estado positive: es la libertad del cristiano en Cristo (em eleurerian hemon en ejomen en Jristo Jesou. Es inilil hacer ahora mencion de cuan- tas traducciones especulativas (y eventua- les subversiones) haya sido pasible este es- quema teol6gico. Naturalmente que podrfan examinarse las dos nociones en forma inde- pendiente, salvo para confrontar las conehi- siones. Sin embargo, aqui haremos una ten tativa diferente. Se tratard de examinar et concepto de verdad (aunque sea sumaria- mente debido a Ins circunstancias) para ver fa través de tal examen se abre un cami no que desemboque en un cierto concepto de libertad. La tentativa sélo puede tener interés si no se demuestra artificiosa, es de- sélo sea Eu este caso la VERDAD Y LIBERTAD 25 cir, si nos da un resultado que en lo esen- cial toque aquello que legitimamente puede entenderse con uno y otro término. Pero es preciso también plantear una advertencia preliminar. La direccién, 0 mé- todo mencionados no son invertibles; no se puede partir indiferentemente de uno u otro de los dos términos. En tomo a la palabra Ubertad se han construfdo, historicamente, mmuchas ideologias, del mismo modo que al- rededor de la nocién de verdad. Esto es algo indudable y la identificactén arriba mencio- nada, Cristo = verdad, es un ejemplo. Sin embargo, si toda la verdad se redujese y agotase slempre en ideologfa, la critica de la ideologia no podria pretender a ninguna verdad cientifica y objetiva; vale decir, la critica de In ideologia no tendria realmente sentido, Frente a tal problema se encontr6 Lenin ex su diseusién con Bogdanoy. Lo que se entiende gor verdad en un sentido objetivo y clentifieo no puede reducirse a mera “for ‘ma ideolégica”, a mera “forma organizado de In experlencia humana” en su cardcter “colectivo” y “social”. Naturalmente, la “verdad” en sentido cientifico y erftico es también eso, pero no puede residir allf su caricter distintivo. De otra manera no exis- tirla diferencia entre clencia y otros modos de apropiacion (on sentido mental: usamos un término de Marx) del “mundo” por par- te del hombre, como por ejemplo en las re- ligiones. Esta diferencia no puede ser colo cada en un mayor o menor grado de gene- ralldad o universalidad de tales capacidades organizativas. A este respecto “la doctrina religiosa —observa Lenin— tiene un “signi mis vasto que la ciencia: la mayor parte del género hu mano sigue a la primera”. Ademis Lenin observa que en el mundo contempordneo In religin no rechaza la clencia sino tan s6lo algunas de sus consecuencias extremas 0 “prelensiones excesivas” qué puedan ex- traerse de ella y de su concepto. Estas consecuencias extremas, expuestas por Lenfn, constituyen su materialismo (ain cuando bastante diferente de aquel tradicio- nal, amado por los marxistas “metafisico” © “mecénico”). Verdad objetiva o clentifica no puede ser sino aquella que representa ficado general’ todavia hoy (refleja, espeja, expresa, etc:) una realidad inderendiente en su existir de quien la ¢o- noce y que el conocimiento representa ast como es, atin cuando aproximativamente y en sentido relativo). Los hombres por ejem- plo, en cuanto entes sociales viven siempre en determinadas (histéricamente) “relacio- nes de produccién”, las cuales son lo que son aunque nadie tenga conciencia de ellas, 0 atin cuando tengamos una conciencia ideo- légicamente deformada (como ocurre efecti- va y necesariamente » lo largo de toda Ia historia de la sociedad de clases) y no al- ‘canzemos un conocimiento en sentido exac- to, eritico y clentifico, que las reproduza tal cual son (por abstraccién, aproximacién, etc.), Andlogo razonamiento vale para la verdad de las cfencias de la naturaleza, Ella Se refiere a los objetos (procesos eventos, ete.) cuyo conjunto es recogido en la nocién de “mundo fisico" (u otro andlogo). La te- sis del materialismo, limitada a sus térmi- nos esenciales, es que el mundo fisico exis- te independientemente de todos los hombres (pasados, presentes y fuiuros) y que la cien= cla lo describe en su independencia, asi co- mo es, aunque con instrumentos mentales ¥ categarias que son histérica y socialmente condicionadas ¥ producidas (2). De otra ma- nera la ciencia no seria distinguible de cual- quiera otra ideologia y no tendria sentido, Para cuantos sistemas Idgicos y mateméti- cos coherentes se puedan construir o para Cuantas evidencias furas se puedan inten- cionar y deseribir, hablar de verdad objetiva. La postei6n arriba expuesta entra en el concepto clasico de verdad, como verdad in- telectual, que a comienzos de la escoldstica medieval fue expresada en la formula bas- tante conocida de adaequatio intellectus et rei. Pero ol origen de este concepto es refe- rido a los Griegos y mas particularmente a Aristételes, aunque no esté expresado en él con las mismas palabras. A nosotros nos in- teresa aqui tomar la cuestién al nivel mismo en que se presenta en Aristételes, vale decir al nivel de la “asereién” (apéfansis) y de la “proposicién” o ““juicio” que. es su conte: nido, al nivel del problema de la verdad en el “discurso”. (En toda la tradicién, desde Aristételes a Hegel, heredada ror el mar- xismo, el momento sensible o atin. solamen- 26 PASADO ¥ PRESENTE te representativo es considerado insuficiente para suministrar una verdad objetiva com- pleta de algo real o existente). La proposi- cién como sede de la verdad, observa Aris- t6teles (De interp., 17a), no tiene simple- mente cardcter significative (también una plegarla es discurso significante “pero no dice nada verdadero ni falso”). La proposi- ci6n es una conexién (simptoké) de elemen- tos significantes que se refiere al objeto ¥ dice algo en cuanto vincula o divide de con- formidad con la constitucién del objeto. La medida (mensura) de su verdad, como diré Santo Tomés es el objeto mismo. “No por- que creamos que tit eres blanco, eres blanco en efecto, sino porque eres en efecto blan- co, y al decir nosotros, que Io eres, decimos la verdad” (Metafis. IX, cap. 10 1051 b). Por consiguiente, Ia idea de In adaequatio es ya operante en forma evidente en Aristételes. Contra esta doctrina clisica y su radica- Itacién materialista son bastante conocidas las objeciones idealistas. Estamos obligagos agui a recurrir a una extrema esquematiza- clén, La primera objecion, Inn banal, es la de que no se ve eémo puede la conciencia salir de sf misma, Es la objecién que se reflere al problema de la heteroge- neidad de cognoscente y conocido. Es muy dificil fijar en qué consiste efectivamente esta objecin. Si despojamos al ambiguo témino “conclencia” de todos los elemen: tos ysicolégicos y metafisicos, y lo tomamos al nivel de nuestra cuestién, 0 sea de la verdad en el discurso, aquelia afirmacién significarfa que les proposiciones son sola~ mente proposiciones. Pero una prorosicién que es s6lo una proposicién no es ni verda- dera ni falsa, El cardeter veritativo de una Proposicién consiste en su gitar en torno a algo. © sea, en ser una relacién (de elemen- tos significantes) que tiene relaeién con al- guna otra cosa. Aquella afirmacién es por lo. tanto autocontradictoria (3). El cardcter ve- ritativo de la proposicién comporta una he- terogeneldad radical (radical desde el punto de vista puramente teorético) del propio ob- Jeto. Si yo digo que he encontrado a Pula- mo en Ia calle, entiendo decir que he en- contrado a Fulano en carne y hueso y no la representacién 0 el concepto de Fulano. Es- ta heterogenefdad es la existencla (en sen- tido objetivo). ¥ es la razén de principio ror la cual no es vilido el famoso argumen— to ontol6gico. No por casualidad también el matematico parece no poder dejar de hablar ae Ia existencia 0 no existencia de los ob- Jetos en torno a los cuales giran sus propo- siciones, al menos mientras las enuneia (se trataré de explicar fuego en qué sentido él puede decir “existe”). Esa diversidad radi- cal esté implicita en la nocién de adaequa tio tomada en el sentido de la palabra grie- ga oméiosis (tomar similar o igual) que comporta In Idea del partir de una diversi. dad antecedente. EI materialismo satistace esta diversidad radical de la manera, mas plena, Cuanto aqui se ha dicho es expresade por muchos materialistas mediante el uso Gel {érmino “reflejo” /rispecchiamento/, pa- ra indica: toda forma de conocimiento. (Es preciso considerar legitimo este uso mien- tras se rermanece en los ifmites de una consideracién pura 0 abstractamente teoréti- «x del conocer) Lua segunda objecién, bastante mas seria, Ja godemos Hamar del “tercoro incémodo” Quién puede ‘decir que la adaequatio se ve- rifica? Para averiguarlo seré preciso colo~ carse mais alli de la corretacién por ella es- tablecida entre cognoscente y conocido y ast hasta el infinito, Pero esta odjecion, por otra parte, no hace mas que profundizar la aturaleza de Jo que es la verdad, la cual s6lo se realira mediante procesos que com portan slmpre algo primero a ella, Como Ja nocién misma de ombtosis implica ya precisamente un movimiento, un proceder mental, no s6lo In antecedencia de lo que deviene objeto y medida de In adae- quatio misma. Nada impide que este prime- ro pueda ser también un contenido cognos- citivo, expresado en una proposieién o en un sistema de proposiciones, a confrontar y comparar con el objeto de las nuevas inves+ tigaciones. Por otro lado aquetla objection nos remite a un problema diferente pero inevitable, cual es el del “eriterio de la ver~ dad". Es muy conocida la respuesta de Marx: “El problema de si al pensamiento humano se Je puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema te6rico sino préetico... La discusién sobre la realidad 0 irrealidad de un pensamiento aislado de la VERDAD ¥Y LIBERTAD 27 préctica es un problema puramente escolés- tico”. Desde este punto de vista la cuestién de la verdad se {identifica con la de la “rea- dad” y del “poder” del pensamiento huma- no, es decir con su carécter inmanente (con su Diesseitigkeit, decla Marx). Esto es, que tenemos aqui un punto de vista integral so- bre el conocer que se presenta como fun- elon de In prictica, (En su traduccién idea- Wsta del maraismo, Croce identifica Jo pri ‘mero del conocer con aquelio de lo cual es funelén y establece asi Ia circularidad mo- fafisiea del conocer-actuar). En este punto, es esoncial recordar el verdadero cardcter de este “eriterlo de la practica” o “punto de vista de la préctica” tal como fue escla- recido por Lenin, “EI criterio de la practica —escribe— no puede jamais confirmar 0 re- futar completamen(e una representacién hu- mana cualquiera que elia sea”. Y agrega: “También este criterio es de ial manera “indeterminado” como para no permitir al conocimiento del hombre transformarse en algo “absoluto”; pero al mismo tiempo es bastante determinado como para no permitit una lucha implacable contra toda riedades de idealismo y de agnosticism”. En el dmbito de indeterminacién det crite- rlo de la préctica se desarrolla, podemos decir, toda Ja efectiva historia empirica del conocer humano, comprendidas también sus elaboraciones te6ricas. (Sera util aqui recor- dar que la “préctica”, segan el marxismo, 6 la prictica de la vida social on todos sus aspectos, en la cual entra la clencia experi- mental), Subsiste sin embargo una tercera obje- cién idealista que es, a mi entender, la mas importante. Puede ser extrafda indirecta- mente del comienzo de la Fenomenologia del espiritu de Hegel y emerge del anilisis del lenguaje; ella ilumina el cardcter de universalidad de toda proposicién apofanti- ca atin de aquellas que parecen tocar més de cerca la determinacién sensible de cual quier objeto indicado y explicitado en una aserein, La verdad, al nivel de la propost- ei6n (0 “juicio”), parece asf resolverse total- mente en la idealidad; en la misma propor- cin en que la “conclencia sensible” viene resolverse en el universalismo del lengua. Je. Ningin “protocolo”, para expresarnos en una terminologla neopositivista, puede sal- las vas varse (en cuanto proposicién) de este idea~ lismo. Sin embargo es interesante observar que tanto Hegel como os neopositivistas, que hacen uso de la nocién de “protocolo’ ben tomar como término witimo (0 primero) de referencia lo que Hegel lama “conciencia sensible”, La respuesta fue dada por Feuer- bach y tene un valor decisivo. Dice Hegel: “EL arbol, por ejemplo, esté aqui; pero st yo me vuelvo esta verdad se desvanece”. ‘Observa Feuerbach: “Eso esta bien en Ia Fenomenologia donde el volverme sélo cuesta una palabrita; en la realidad, en cambio, donde debo mover mi cuerpo pensante, el aqui muestra tener una existencia perfecta- mente real atin detrés de mi espalda. El 4rbol limita mi espalda; y me expulsa del puesto que ocupa. Hegel no refuta el aqui que es objeto de la conciencia sensible, a diferencia dei pensamiento puro, sino sola- mente el aqui y el ahora de la légica”. El sentido potentemente dialéctico de: la obser- vacién de Feuerbach es que toda In verdad del discurso légico adquiere significado de su opuesto, de aquello que lo contradice. Feuerbach, sin embargo, no estuvo en con- diciones de ver a fondo Is importaneia de su critica y de concebir Io sensible mismo, tal como germinaimente Jo presenta en el ejemplo citado (el volver la espalda), “como actividad humana sensible, como actividad prictica". Este paso, en toda su magnitud ¥ atin en forma més decisiva (ya veremos el por qué), fue cumplido yor Marx. El mis- mo criterio de la préctica se desvanece en su importancia teérica si la préelica no es coneebida no s6lo como “social” sino tam- bién irreductiblemente (3) como “sensible” aunque zor ser humana sea siempre inte- lectual y finalista). En ditima instancia aqut esté el nticleo del materialismo moderno o materialismo dialéctico. Todo 10 anteriormente expuesto expresa, ‘@ mi entender, los elementos esenciales que apoyan tedricamente a tal materialismo, Se hha visto e6mo 61 puede mantener Ja distin- cién entre Verdad ¢ ideologia (en el sentido critico de este titimo témino), o entre cien- cia e ideologia (y por consiguiente presen tarse a si mismo por ejemplo en el aspecto Politico, como ideologia verdadera o clent{- fica 0 critica) s6lo a condicién de sostener 28 la Independencia existencial de lo conocido respecto de los sujetos cognoscentes (hom- bres) y de toda posible suma e integracion (intersubjetividad) social-histérica (todos los hombres presentes, pasados y futuros; toda Ja humanidad en su curso histérico). Mate- rial en un sentido amplio y categorial resul- ta ser, en ultima instancia, todo Io que existe fuera o independientemente de un pensa- mfento actual y puede ser intencionado ror 41. En este sentido es material también el pensamiento: y precisamente por esto puede hablarse de un pensamiento ajeno o de contenidos de pensamiento, Pero en esta ge- neral materialidad de todo lo que es obje- tivo (“la unidad del mundo esté en su materialidad”) hay una esencial preceden- cla de lo material en sentido naturalist Y no for casualidad el pensamiento es con- creto en una forma sensible (lenguaje) Pero esclarecido este punto extremo nos encontrams ccn lo que podemos Hamar la antinomia de! materialismo aialéetico el cual parte, como el hegelismo, de la integral cognoscibilidad de lo real o existente. Qué es esta cognossibilidad sino una Intrinseca referencia = lo que se Hama subjetividad?; referencia disfrazada de yosibilidad, natural mente, pero como propiedad esencial. St qui- siéramos usar un lenguaje provocativo no nos avergonzariamos de lamar a esta cog noscibilidad el mis grande misterio del mu do, Todos Ios sistemas idealistas no son més que una fuga pseudo-racional ante 61. De la antinomia del materialismo dialéctico, no creo que se pueda dar una solucién en el Plano estrictamente l6gico 0 gnoseol6gico: desentrafarla sirve s6lo para poner de re- Neve Ia importancia de la problemética de Ia sudjetividad descubiorta por Ia filosofia modema y que Marx toma como punto de partida, siendo luego muy descuidada por Sus continuadores. Tal solucién debe darse en el plano genético o ampliamente histé- ieo (histérico-biologico) y, luego, en el plano ontolégico. El hecho de que el conocer con- creto tenga siempre como un punto de refe- Tencia lo sensible y la actividad sensible indica cémo la subjetividad tiene un funda- mento y una génesis en aquello que se Ila- mia naturaleza en el sentido material (biol6- gio, en este caso) de 1a palabra, El misterio PASADO Y PRESENTE del cual nablébamos més arriba no puede menos que resolverse en un hecho empfrico, YY sin embargo no creemos intitil haberlo evocado mietodolégicamente. La independen- cia (de los sujetos humanos) y cognoscibili- dad de Ia realidad sostenida por una filoso- fia rigurosamente materialista parace arras- trar detrés, al menos para e1 sector “natu- raleza” de esta realidad, el fantasma del dios cognoscente-creador; parece atrastrar, aun que camufiada, una sombra teol6gica. Tanto més cuando esta realidad es conceblda segin €l viejo determinismo (el cual implica una matematica previsibilidad ab aeterno de su desarrollo total) (4). De aquf el significado més vivo de la polémica de Gramsci contra las trasposiciones verbales al materialismo Gialéctico de posiciones que en realidad son del materiaiismo metafisico. Pero a esta altura es preciso hacer ia istinclén_mencionada una vez por Marx on una de lay notas fHoséficamente mas inte- resantes de El Capital, en la que se reftere a un principio viqueano. “La historia huma- na —eserlbe Marx— se distingue de la his- toria de la naturaleza porque nosotros hemos hecho aquella y no hemos hecho ésta” (5). EI mundo histérico-humano ha sido produ- nosotros mismos a partir de mues- tras necesidades vilales. Dicha distincién introduce pardmetros diferentes en nuestro conocimiento de estos dos mundos. Es cierto que en Vico la sombra teolégica no estaba disuelta: el mundo de “naturaleza”, segan tenaz tradicién teol6gico-especulativa, es referida a un conocer-hacer simplemente otro que el mundo humano y opuesto a este taltimo en sus caracteres. Pero entre tanto, se introducfa como original e irreductible la dimensién historica-humana. Se trata, al fin, de una diferencia polar que comienza a ser elaborada en el siglo XVIII. El mundo huma- no parece presentar la exigencia de ser cono- eido en su producirse histérico partiendo desde lo interior # 61, por asf decir; o sea de una experimentabilidad directamente vis- ta en la que cooperan necesidades, acciones y pasiones, economicidad, técnica, lenguaje, religién, arte y poesla, no menos que las obras y operaciones abstractas del intelecto. Y¥ esto a los fines de explicar Ias relaciones entre los hombres tal como cristalizan y se VERDAD encuadran en las Instiiuciones de la vida civil, politica, social. La idea que preside esta vaste direccién es justamente la de que el mundo humano (histérico-social) es hecho por los hombres. Otros, a diferencia de Vico, acentian aunque de manera diferente (como Montesquieu y Rousseau) la importancia de Jas eircunstancias maturales ({fsicas, ambien- tales) en relacién a las cuales las sociedades humanas ge constituyen e institucionalizan. De este movimiento europeo (al cual contri- buyen también pensadores como Lessing y Herder) deriva Ia necesidad de elaborar un tipo de racionatidad valida para comprender e} mundo histérico-humano, diferente del ba- ‘ado en los métedos de las ciencias fisico- -eméticas (6), En torno a éstas, sin em- argo, comen76 a iluminarse en el mismo periodo histérico, algo muy importante que escapaba @ las mentes de un Leibnitz o de un Newton. Es decir, el hecho de que el mundo de Ia naturaleza, objeto de aquellas clenclas, ao presenta nada propiamente in- termo, La naturaleza, como diré Goethe (aan cuando 61 sea uno de aquellos que resistieron fa esta direccién), no tiene weder Korn noch Schala. Por principio, y fundamentalmente, ninguna esencialidad /inseitié/ o intimidad 0 Intemnidad le es propia. Este descubrimiento, 6 2! menos Su reflejo filos6fico, pasa a tra- vés del fenomenismo geometrizado de Kant, para el cual todo Io que se presente en la naturaleza esté constitufdo, hasta el infintto, de elementos recfprocamente exlernos. La actitud montal propia de la ciencla moder- na (después de Galileo) y el tipo ‘de abs- traceién que ha venido elaborando estan in- trinsecamente ligadas a este descubrimiento. Por ello, las modernas clencias fisicas son toda lo contrario de una fenomenotogia de lo sensible y su describir no tiene nada que ver con un deseribir narrative (aunque como es natural, adopte también como auxiliares, ‘métodos narrativos): es un deseribir mate- matico. Tal situacién fue genialmente intuf- da (pero s6lo intufda y no desarrollada en toda sus implicancias) por Feuerbach en el curso de*su polémica contra los sistemas {iloséficos modernos. “La filosofia de Hegel —escribe— se enfrenta con el mismo repro- che conque se enfrenta toda la filosofia mo- dema deste Descartes a Spinoza: La de ha- Y LIBERTAD 29 ber realizado una ruptura /Bruch/ sin me~ diacién con la intuicién sensible; que es por otra parte el reproche de haber hecho de la {losofia un presupuesto inmediato”. Pero a continuacién agrega en uno nota (y es este punto el que nos interesa ahora): “Existe una ruptura inevitabie en la naturaleza de Ja ciencia en general; mas no es necesario, que sea sin mediacién. La filosoffa hace de mediadora de aquella ruptura por el hecho de que se produce de la no-filosoffa”. Aqui se indica una taren de In filosofia que parece adn inconclusa A lo largo de este camino, la clencia con- tinué desarrollindose, alejéndose de una manera mds marcada, de toda posibilidad de aplicar » In realidad ffsica nociones de origen antropomérfico, y de representar a veces, eventos y regularidades de los estratos mds profundos y sutiles de ella mediante adecuados modelos intuitivos (7), Cualquiera sea la suerte futura de las modemas teo- rfas fisicas, es evidente que el contenido de Ja noclén de materia como referida a los ‘eles submoleculares 0 al menos subatémi- os, be cambiado profundamente respecto al contenido secularmente tradicional (8), atin cuando el modelo Iégico-mental que ha pre- Sidido este cambio haya sido descublerto por Demécrifo. Pero el cambio de contenido en la nocién de materia (a cual es en altima instancia, como lo ha puesto en evidencia Lenin (8), una categoria o, si se prefiere, un “nombre colectivo”) no quita nada a la validez de la nocién misma. Se debe consi- derar por sobre todo que Ia refuerza. Que en los niveles mas profundos la realidad ff- sica es tal como para que repugne a ella una descripeién continua, que se presente como un mundo de eventos y relaciones, que pueda hasta perder sentido lo primero y Io después en la relacién entre tales eventos, que Ia “necesidad” y determinacién de las regularidades en las que ella se presenta tenga un fundamento estadistico, que en clortos 6rdenes de grandeza el objeto de la observacién no sea aislable de una manera neta de Ia accién que sobre él ejerce el observador (y evidentemente se trata. siem- pre de una interaccién fisiea) (10), todo esto y muchas otras cosas més son extrema- damente dialéeticas y constituyen en con 30 PASADO ¥ PRESENTS Junto una potente consolidacién de la nocién, de materia en el sentido fisico. ¥ ello por el simple hecho de que de una manera dect- siva se acrecienta la especificidad, separén- dola netamente de las imagenes propias de la esfera de las relaciones humanas. En efec- to, lo que en definitiva se liquida es Ia Tepresentacién impuesta for Aristételes de una materia como substractum (hizokeime- non; (hyle) y-que recibe o recoge su forma desde afuera, ya sea que Ia individualizacion de lo que es material se haga depender de Ia materia misma, como Aristételes mas clen- tificamente preferia (11), 0 de la forma (pro- blema en torno al cual Ia filosofia ha traba- Jado durante sigios vanamente). La preten- sién, por ejemplo, de que el movimiento podfa ser separado, aunque sea solamente en tra la cual atin Engels debia polemizar (12)— pertenece evidentemente a aquel mbito mental arcaico. La representacién de una materia a la cual se sobreporien formas que la organizan —aunque siga siendo objetiva- mente valida para niveles superiores como aquellos en Jos que existe la materia vivien- te— es sin duda una imagen antropromér- fica, que tiene su origen en el foiein, del hacer, fabricar, forjar, plasmar humano. Los griegos, que posefan una lengua muy filoso- fica, dlstingufan entre este tipo de “hacer” y el hacer (rratein) propio de las relaciones interhumanas (como una aceién politien o administrativa 0 judicial 0 moralo, simple- mente, acciones tales como el “realizar un viaje”, etc.). El marxismo, de hecho acoge y utiliza esta distincién que es esencial para comprender Ia diferencia entre “produccién” y “relacién do produceién”. Pero el marxis- mo descubre y esclarece también que el poiein, al hacer ténico, modificador de una materia, es un momento del pratein, 0 sea do la prictica do la vida asociada y que tanto cl uno como el otro pertenecen como nociones a una visién antropomérfica, evi- dentemente logitima cuando este real es pre- cisamente Ja sociedad humana —articu- Indo con esa prictica de Ia vida cotidiana a través de la categoria de finalidad, como finalidad consciente 0 “tepresentacién de un fin”, que es comfin a ambos—. Se podré qui- 2s observar que si atin la fisica de nuestros dias ha podido arribar a una completa des- antropomorfizacin de sus conceptos ‘come cuando ella, For ejemplo, continna hablando de “fuerzas” también en el plano de las partfculas elementales (13) Pero esto no cam- bia mucho el cuadro de conjunto ni su relevancia filoséfica en la gran curva del Fensamiento clentffico que desde los descu- brimientos perfilados en el siglo XVIII, debi- do a los cuales no parece legitimo seguir pensando en algo interno a la naturaleza (no viviente), se llega al moderno contenido fi- sico de la nocin de materia, En tal cuadro cuenta filosoficamente el hecho de que sea cancelada de la representacién cientifica de la materia cualquier relacién, aun ideal y presuntiva, con un hacer del cual Ios eventos ¥ nexos materiales, 0 sea Ia objetividad fi- sica, sean el producto. Esto que hemos 1 mado “desantropomorfizacién” es conjunta- mente, Ia disolucién de todo residue teol6- gico en el pensamiento de In materia. Fren- se a Ia critica feuerbachiana marxista de la religién esta coincidencia es del todo légi- ca). He abi ror qué Ia mencionada distin- cién viqueana, retomada por Marx pero lue- go generalmente olvidada por el marxismo posterior, es de una enorme importancia gnoseolbgica y epistemolégica. El razonamiento conduce bastante lejos. Si se ha adoptado la imagen (aproximativa ¥ provisoria) de una diferencia polar es so- bre todo para Megar a indicar que existen grados intermedios, los relativos al viviente yal conocimiento del viviente (clenclas bio- légicas); 0 sea de aquellos niveles determi- nados en los cuales la naturaleza esta cons- titufda en estados “organizados”. Se desarro- Ha orgénicamente y viene a adquirir ast también una propia “internidad”. La internidad que podemos atribuir a lo inmediatamente visto: un sufrimiento, un placer (hasta las més complejas situaciones rsiquices), pero que subsiste en cualquier proceso fisiolégico por encima 0 por debajo por ejemplo la de] trono de la percepelér Gigestiin, que habré que estudiar, por cier- to, con los métodos del andlisis quimico w otros andlogos, pero que de cualquier ma- nera, es proceso visto unitariamente por el organismo del cual es parte ¥ como tal debe ser por clentffico que lo estudia. VERDAD ¥ LIBERTAD 31 ‘A través de multiples transiciones se des- ‘ciende paso a paso de lo inmediatamente ‘visto de los estados, situaciones y operacio- nes psiquicas mds elevadas (los de nuestra vida social), a través de diversos grados y tipos de “reacciones perceptivas”, hasta los ‘organismos mds elementales. Si en tales transiciones y en las correspondientes dife- rencias de los campos relatives (por ejem- plo, entre “reacciones perceptivas”, pathio, tropismos verdaderos) la ciencla tiene ain mucho que esclarecer, no existe por ello, como linea de prineiplo, nada de misterioso en el nexo general que vincula la irritabi- Hidad propia de Ia materia viviente, atin en Ia esfera mas fnfima de su organizacién, con aquellos estadios mas clevados; mi para In continuidad de tal desarzollo 0 elevamiento quita nada el hecho de que en determina- dos esealones a veces muy bajos de la vida anitnal, deba considerarse que 2 los agentes fisicos productores de estimulos ya se sobre ponga el constilufrse de "sistemas de sig- Fl insertarse de tales diferencias cualt- tativas, de tales pretextos, no inquletarén por cierto al filésofo dialéetico. Aquella internidad de la que se habl6 cesa de sor algo mitol6gico y metafisico ape- nas se observe que las elementales reaccio- nes adaptativas de los organismos atin mas primitivos comportan de todos modos la re- lacién y el intercambio entre un ambiente interno y un ambiente externo de los mis- mos, La interioridad espiritual de la que se Jacta el filésofo individualista espiritualista es pensable (en la medida bastante limita- da en que es algo concebible) s6lo sobre Ia base de una interioridad fisiolégica 0 biol6- ica constitufda por la interrelacién de pro- esos orgénicos, en continua vinculacién con el mundo extemno, respecto al extal Dargo, el organism en cuestion sigue sien- @o distinto (yes por ello un indivi viente). No se trata de una distincién ideal, sino de una distinctén muy material, la que €n una rana o en un hombre, por ejemplo, esté constituida por su tegumento, por su. lel (14). Concebida de tal manera, aquella inter- nidad propia del vivientey es decir aquella diferencia, en reciproca modificacion e in- tercambio material entre lo interno y 10 ex- terno que hace que lo interno del viviente no sea un interno puramente geométrico (este tiltimo de por sf es un interno abs- tracto), es evidentemente la rafz primera de lo que lamamos subjetividad. Esta referen- cla no deja de tener impottancia, porque muestra cudnto nos ha engaflado la filoso- {fa idealista 0 una cierta corriente de ella (idealismo subjetivo); en su raf, no existe mada de més naturalista y biolégico que Is subjetividad. Nosotros somos inmediatamen- te naturaleza, vivientes, con un nivel de sub- Jetividad (no somos naturaleza del tizo de un mineral); y no existe ningin ser, por otra parte, que esté mas encerrado en su subjetividad que el animal (aun cuando, eventuaimente, en su aclararse, se identifi- que con aquellos que pueden ser represen- tados como Ios intereses de la especie a la que el animal dado pertenece). Parece hoy bastante extraflo que un fe- nomeno tan complejo como la subjetividad humana —y lo . 1e se puede entender como “conciencia” humana, producto de la evolu- ci6n biolégica y soclal— haya sido asumido por gran parte de la filosofia modern co- ‘mo punto de partida y de referencia indife- renciada, y a guisa de presupuesto absoluto, Bastante extrailo si no interviniesen, para explicario, motivos no cientificos, sino ideo- Togicos. Atn independientemente de toda indagacién rsicolégica, 0 genético psicolé- gica, se evidencia en cambio que la concien- cia humana tlene dos rafces, o surgentes originarias, una bioldgica que conduce a sub- Jelivizar el mundo y una préctica-soctal (ténica) que tfende a conquistarlo -y re- construfrlo en su objetividad. No se trata de un dualismo artificioso, sino necesaria- mente correlative al nexo animal-hombre, 0 también inaividuo viviente- conte Que es las propias re!aciones sociales), don- 10 no es externo sino in- terior a! segundo y, sin “embargo, lo precede genéticamante en la evolucién del animal Subjetividad por lo tanto que, debido 8 2quel fundamento en la naturaleza, es un hecho objetivo. jCudntos faisos pro- Diemas caen frente a esta elemental consl- deracién! “Lo que es luz y lo que no es luz —escribia Engels (quien no decia aqui una ente social de el primer lérm 32 PASADO Y PRESENTE cosa muy peregrina)— derende de la estruc- tura del ojo”. La luz es por ello un fenéme- no subjetivo, pero la “estructura del ojo” que Io condiciona es algo objetivo. Precisa- mente por esto, con determinados artificios, es posible construir una ciencia objetiva, la fotometria, de aquel fenémeno sujetivo. Y ast andlogamente para los més varlados campos de lo sensible. Necesarlamente por ello Ia ciencia moder- na, desde su punto de partida, debié plan- tear la distincién entre cualidades prima- rias y cualidades secundarias (que no por casualidad encontramos, aunque con matic ces diferentes, en Galileo, Descartes, Boyle, Newton, Locke: y que se habia presentado ya en la més cientifica actitud mental de la filosoffa antigua: en el atomismo democri- teo), buscando en las primeras el fundamen- to objetivo de las segundas, Tal distincién (correlativa al tipo de abstraccion temitica) representa en el comienzo del pensamiento clentifico moderno aquella rup- tura operada por la ciencia respecto de la intuicién sensible de la que hablaba Feuer- ach. Alin cuando los términos del proble- ‘ma hayan hoy cambiado notablemente, por aquel camino se ha seguido y no se ha tor- nado atras. Pero es significative el hecho de que precisamente con la reduccién ope- rada por Berkeley de las cualidades prima- rias, en el mismo ple que las secundarias, a aquello que las designa, 0 sea a las “ideas” cual objetos de Ix mente (el unico “agente” © “causa eficiente” que concede a lo real) comtenza el idealismo subjetive. La polémi- ca antiabstracta de Berkeley es, traducida fal cuadro de lo sefialado més arriba, una reduccién de lo que es intencionado por la conciencia cientifica @ la raiz blolégica de Ia subjetividad humana. Un poco paradojal mente rodemos decir que el idealismo sub- Jetivo constituye una reduccién del hombre su animalidad; aunque sea a una anima- Iidad abstracta y configurada desde un pun to de vista meramente gnoseolégico, preci samente porque trae lo pereibido al percep- tor y reduce el ser de aquél al acto de éste. Con pintoresea eficacia Sartre, al presen- tar en 1939 en Francia la nocién husserliana de “intencionalidad” (que, de cualquier ma- nera que se In jurgue, representa un movi: miento opuesto, que no debe permitir “at- solver las cosas en la conciencia”) califica- ba de “digestiva” y “gastrica” @ toda filo- sofia que (como el empiriocriticismo, el neo kantismo, ete.) tiende a reducir las cosas ¥ los eventos del mundo a “contenidos de conciencia” (16). La doble rai? de la subjetividad (nocién ‘que ha sido planteada mas arriba) obliga a una confrontacién con Ia filosofia teorética de Kant, Ia cual ha sido sometida por He- gel 2 una critica muy intensa y apremiante precisamente por Is pretensién que le es propia de construir la objetividad (a obje- tividad de los objetos y eventos naturales, a los que se refieren las ciencias fisicas) partiendo de Ie diferencia y colaboracion de dos distintas subjetividades: Ia subjetividad (naturalista, empftica) de los contenidos sensidles y Ie subjetividad (mental, pura ipriorista) de las categorias intelectuales (26), Verdad es que Kent interponfa, entre las dos, ia objetividad (intuicional) del es- raclo y del tempo, pero para reduciria juego —como observa precisamente Hegel—, en cuanto forma de aquellos contenidos, a “algo solamente subjetivo” (y es una terce- ra subjetividad, rorque no es reducib Ing otras dos). La eritien de He: ninguna gel es no s6lo apremiante sino también jus- ta: y sin embargo en Ia posicién de Kant se ba una gran exigencia que solamente 1 materialismo marxista puede esclayecer y traducir a verdad. La exigencia de mante: ner Ia distancia entre lo inmediatemente sensible y empirico, a través de lo cual se a toda realidad y existencia actual, y las categorias intelectuales con las que tal con tenido (prevocado por otra cosa, desde afue Ya, pero surgiendo en la conciencia como material sensible, en dependencia de los 6rganos de los sentidos) es elaborado en ai reccién de una objetividad cientifica. Sélo- Ia introduceién marsista de la dimensién iéenico-préctica e histérico-social_consiente satistacer en forma no metafisica o imagi- naria (0 “especulativa”) la instancla critica de Kant con respecto a las dificultades y iimites propios del empirismo. Lo cual sig- nifica salvar lo que compete a la actividad del rensamiento como tal en la experiencia humana: no s6lo en los aspectos inmediatos encen VERDAD Y LIBERTAD 33 de su intervenir, sino en Ia funcionalidad y autonomfa de las elaboraciones, hipétesis, anticipaciones tedricas. Como decfa Lenin, las categorias y “figuras” de la légica con- densan (en el plano de la teorfa y del cono- cimiento) actos y operaciones humanas re- petidas millones de veces. Atin conservén- dolo en su dimensién —en aquello que He- gel lamaba el “elemento del pensamiento” — el marxismo acepta de Hegel no sélo su ‘Nuidizacion” dialéetica sino que la histori za, vale decir, vincula el origen do las cate- gorias y formas légicas a la experiencia hue ‘mana (téenica-prictica-social) en su conjun- to, como resultado histérico de ella, en pe~ renne aunque no rapido cambio, Resultado mental: ellas son preservadas en su cardc- ter propio, precisamente mental (como cosa toto coelo diferente de lo psicol6gico), como funcién de la prictica en la vida humana asociada, Se podré objetar que, en ultima instan- cia, también ésta es una reduccién empiris- ta de las formas del pensamiento, lo cual es justo. Solamente que hay experfencias y ex- periencias. Una cosa es In experiencia de la hhumanidad on su curso histérico, y otra co- sa es aquella (individual 0 de grupo) de la vida cotidiana. Distinclén en base a la cual Engels podia advertir a Ja clencia de la na- turaleza que facilitard su propio progreso “no olvidando que los resultados en que se resumen sus experiencias son otros tantos concepts y que el arte de operar con can- ceptos no lo da la naturaleza ni se adquiere con la vulgar conclencia de la realidad co- tidiana, sino que reclama un pensamiento real /“witkliches Denken"/, el cual tione de trés de si una larga experiencia nistérica, ni mas ni menos que Ia investigacién empl rica de la naturaleza”, (11). Al contrario de 1a mera subjetividad de los contenfdos sensibles y de la instintivi- dad animal, en el marxismo el pensamiento conceptual es visto como aquelio que es, ain en su surgir de los impulsos téenicos més elementales de la vida humana asociada, orlentacién o movimiento hacia la objetivi- dad de Io que es real (material) y objetivo en sf mismo (“objetivo en sf mismo” es, en realidad, ana expresién pleondstica), pro- gresivo descubrimlento y apropiacién mental do dicha objetividad. Donde “movimiento hacia...” y “aproplacién mental de...” ex- presan la naturaleza temporal e histérico- practica de la teoresis cientifica; la que, por otra parte, en cuanto teoresis puede ser llamada, legitimamente y en un sentido muy propio, “reflejo” /rispecchiamento/ 0 “reproduccion mental” de la realidad mate- rial, de la realidad en general y subordina- damente de cualquier ambito de objetividad. Exigencias ideolégicas de clase 0, como en el caso de los primitives, el dominio de un mundo natural atin demasiado incomprensi- ble, o también actos emocionales originados por el desequilitrio entre los individuos (o grupos de individuos) y el conjunto de la sociedad, pueden desviar continuamente es- ta naturaleza del pensamiento (producien- do precisamente “Ia falsa conciencia” ideo- I6gica) pero no puede cambiar su cardcter en razén dle que ella se identifica con el mo- do en que esta configurada la naturaleza so- cial del onte hombre. Es preciso decir que en este sentido estaba bien encaminado Rousseau cuya critica de la sociedad no era més que el comienzo de la critica de la ideo- logia y de ta alienacién) pero que por debajo Duscaba algo positivo y que no cambiaba en ja “naturaleza” humana. Este algo no es un contenido metafisico sino el cardcter 0 forma histérico-social en que Se resuelve la naturaleza humana. Pre- cisamente por originarse en ella el pensa miento conceptual es por naturaleza verita- tivo 0 descubridor de verdad objetiva, y por consiguiente en todo acto téenico, aunque sea primordial, de la actividad de trabajo y de produceién, dicho pensamiento es ya ger- minalmente clentifico, atin cuando venga revestido y recubierto de creencias supers- ticiosas e interpretaciones mégicas, genera- les o particulares. En relacién a todo cuanto se ha trata do de esclarecer adquiere, en mi opinién, un pleno significado el concepto que Lenin ofrece del conocimiento cientifieo como in- finlta “aprosimacion” a una inagotable ver- dad objetiva (donde Ia expresién leninfana de “verdad objetiva” no tiene nada que ver con Ja trascendencia platdnica sino que °s puramente eliptica) que se puede considerar verificada por siglos de historia de la clen- 34 , cia. Esta historia naturalmente no es ais- lable como un proceso Iineal sino que esté entremezclada con la vida procelosa de las sociedades humanas, con la lucha de las cla- ses y de sus ideologias, y vinculada de una manera esencial, aunque no mecénica ni inmediata, con la cantidad y calidad de las necesidades sociales a satisfacer y con el desarrollo de las fuerzas productivas. Bs justo a esta altura observar que al escribir asf la naturaleza del pensamiento el marxismo lo representa ni mas ni menos que tal cual esté comin y normalmente presente en si, o sea, segin la efectiva, int mediata e inmanente autoconclencia que se descubre en su actualidad. Como todos sa- ben, el pensamiento humano no se hace presente a si mismo en una forma o inter- pretacin idealista... Se considera siempre pensamlento de algo que es existencialmen. te otra cosa que el propio acto, que las operaciones solamente mentales. in lo cual se considera pensamiento ilusorio, suefio y error, y no pensamiento real. El hecho de que también ol pensamfento qua talis sea un hacer y un obrar no modifica su natu raleza mental; Ia intencionalidad teorética, a diferencia de aquella practica-sensibl», como ya lo habia visto Santo Tomis efiere a lo real no directamente, sino siem- pre mediante lo que los filésofos han lama- do “representacién”, “idea”, ote.: el desig- natum de las palabras significantes y de ‘sus conexiones légicas, (aunque tal hecho no pueda ser evidenciado sino a través de Ja ulterior reflexion en torno a lo que es el pensamfento). EI lenguaje es precisa- mente esta maravillosa conexién de fisico- sensible y de mental, mediante cuyo des- arrollo ¢l hombre histérico-soctal_se ha concretado, No por casualidad la palabra “representar” tiene et doble significado de “estar en lugar de” y de “reproducir” /raf- figurare/. ¥ es legitimo, vale decir tiene un significado riguroso, hablar de “reespeja- miento” 9 de “reproducelén” en el plano mental (18). Quien confunda el operar men- tal con el operar prictico-sensible (del cual el primero es funcién) cae en una mf ttica idealista, atin cuando por ventura ella 0 presente a través de una fraseologia mar PASADO ¥ PRESENTE xista, Al respecto, es preciso sefialar que el “criterio de la practice” no modifica la na- turaleza mental de lo que es mental (del conocimiento). Tal eriterio prueba s6lo —en_ Jos limites indicados por Lenin que ya he- mos recordado— la no tlusoriedad e tluso- niedad de Jo que de vez en cuando un pen- samiento actual pretende aseverar en torno a lo que existe fuera de él (19). Existe, por consiguiente, un “fuera” no metaforico que es el fuera de nuestra sub- Jetividad fistolégica y existe un “fuera” me- taférico, mas no yor ello menos riguroso que shtve para indicar la heterogeneidad entre lo mental y 1 material (en sentido amplio) © existente, respecto al cual la “represe: tacién” (el designatum, el contenido de los conceptos, la esencia, etc.) acta como ele- mento mediador (20). < Pero los clisicos del marxismo siempre han hecho presente “como todas las deter- minaciones del pensamiento que se mueven en un plano de oposiciones antitéticas tie- nen validez absoluta en un plano muy I mitado”; mAs allé de cuyos confines In an- titesis “deviene relativa” (en el sentido que uno de los términos tiende a convertirse en su contrario) y por consiguiente “inuti- itzable para la exacta forma de expresarse de la ciencia” (21). Explicitamente Lenin aplicaba este principio de la dialéctica a la misma “oposicién entre Ia materia y la conciencia” reduciendo su “significado ab- soluto” @ los “limites de la cuestion gno- seolégica fundamental” que consiste en pre- guntarse: frente a polaridades como natu- raleza-espiritu, ser-pensar 0 materia-pensa- miento, 4a cual de los dos términos le co- rresponde el primer puesto, es decir el pues- to en base al cual se da razén del otro? (22). Més alla de tal referencia Ia distin- cfén cesa de ser valida, es decir, pierde siz- nificado, Este no es un razonamento en el aire, hecho en forma abstracta, por amor do relativismo y dialectismo. Por el contra- rio, se trata de una asercién gravida de consecuencias filoséficas y al mismo tiem- po plenamente pasible de verificacién con- ceptual, En el marxismo, por ejemplo, tas “relaciones de producceién” entre los hom- bres son lamadas también relaciones ma- VERDAD ¥ LIBERTAD 35 terlales (de alli “materialismo histérico") y ‘esto en ua doble sentido: 1) porque en el interlor de ellas se realiza la relacién ma- terial (o sea préctica-sensible) del hombre con Ia naturaleza fisica en la produccién econémica; y por consiguiente se desarro- Man las fuerzas productivas “materiales” de la sociedad, sobre las cuales estén fun- dadas las relaciones de produccién. Pode- mes Hamar a esto un uso ontolégico del ‘témmino “material”; 2) porque estas re- laciones de produceién existen (en el cs- pacio geografico y en el tiempo histérico’ aunque no sean conocidas. Y es éste un uso evidentemente gnoseoldgico del mismo término “material”. Pero estas mismas “re- lactones de produccién, atin cuando son bien reales, no son por otra parte, en cuanto tales, nada de inmediatamente sensible o {fisico-sensible, y bajo este aspecto Jas po: driamos llamar también objetivamente “idea- les” (ya que a tal término se le quita todo matiz de trascendencia respecto a lo con- ereto de la experiencia). En efecto, sensi blemente yo no encuentro jamas un capi- talista 0 un asalariado, sino solo un indi- viduo viviente, un cierto animal de la es- pecle zoolégica “hombre”, que puede ser ‘ubio 0 moreno, gordo o flaco, longilinineo © brevilineo, ete. En otras palabras, desde al punto de vista sensible yo no encuentro Jamis al hombre en aquello que es la rea- Uidad propia de todo individuo humano cuanto es humanamente y no sélo biolég!- camente histérico, vale decir en cuanto “ente social”. Pero esto ocurre porque los nexos de Ia realidad (tanto histérica como natural) © de Jo existente, no son jamis, en rigor, propiedades inmediatameate sen- sibles, de allf todas las discustones sobre Ja relacién de “causa y efecto”. De la mis- ma manera puedo enumerar un grupo de ‘objetos fisicos, pero su “numerabilidad” no es una propiedad inmediatamente sensible, la dase objetiva de la articulacién, 0 me- Jor dicho soldadura entre lo inmediatamen- te sensible y su “conextividad”, me es dada en la experiencia del movimiento (objetivo: es decir tomado in objecto) y de la suce- sign, Quitada la referencia a la subjetividad sensible-mental aquellas diferencias caen re- solviéndose absolutamente ¢n un untm et idem. Se ve aqui el profundo error del kan- tismo, justamente criticado por Hegel, de separar lo mental (como universalmente subjetivo) de lo sensible (proveniente ab extra). En el kantismo tal separacién vuel- ve la cosa en sf misteriosa y heterogénea a Ja experiencia, Es por ello que en ditima instancia la afirmacién engelsiana de quo Ia unidad de mundo reside en su materi lidad se traduce en 1a otra de que Ia uni- dad del mundo reside en su objetividad; del seno de Ja cual surge objetivamente la misma subjetividad, La base de tal univer- sal objetividad es la realidad fisica, obje- to de las ciencias fisicas. Este unum et idem es efectivamente tal; decir, esta constituido de ‘al forma que para él ya no tiene més sentido Ia relacién aristotélica-antropomérfica de for- ma y materia, Si las cosas no fuesen ast Ia cognoscibilidad del mundo seria verda- deramente (y mo sélo por paradoja mayeu- tica) un misterio. Pero, si se observa bien, con esta consideracién hasta el platonismo es verificado (0 sea acogido parcialmente) por el materialismo dialéctico: sin ninguna necesidad de mimesis o metessi, porque la realidad objetiva ideal ces de parecer tras cendente y precedente a la sensible y es fundida absolutamente en los fundamentos “materiales” de ella. No es por clerto una casualidad que la ciencia moderna, galileana, experimental (mas no empiticista) haya na- cido histéricamente en lucha contra el aris- totelismo fisico-metafisico y que se presente mucho mds platénlea que aristotélica (23). Si las cosas no fuesen como se ha dicho el marxismo no podria sostener, como jus- tamente sostiene, que la abstraccién cien- tifiea refleja la realidad en un nivel més verdadero que 1a simple “representacléa sensible”. La conclusién de todo esto es que la objetividad de la clencia esté fundada en la intersubjetividad préctica de las relacio- nes humanas sélo en cuanto esta wltima encierra ya necesarlamente en si el movi- mlento hacia el descubrimiento de la, obje- tividad de lo real y es, por asf decir, orien- ‘tada sobre ella, En otras palabras, la ob- vale 36 PASADO Y PRESENTE Jotividad clentifica, correlativa @ 1a mate- lal objetividad de 10 existente, es el fun- damento ultimo de cuanto pueda haber de universal en la intersubjetividad humana, De otra manera la intersubjetividad humana, que incluye do un modo eseneial la esfera de lo “mental”, perderia esta itima y no Podria distinguirse de la intersubjetividad propia de cualquier especie zoolégica, Asi se explica por que la cfencia, como habia intuldo Gramsti, se presenta hoy, a tra- ‘vés del peso creciente que adquiere en In vida social, como uno de los més potentes factores reales d_unificacion de la menta- idad y de Ja “cultura” humana (24). Cuanto se ha dicho hasta aqui correspon- de a un cierto tipo de verdad, a aqueita que puede vincularse directamente a Ia de- finicién aristetélica citada inicialmente: Ia verdad intelectual. Bila parece corresponder del todo al comportamiento mental comur Mas no se puede evitar la pregunta de st se trata del tinico tipo 0 del tinico plano de verdad. Plantear esa pregunta no significa suftir presiones irracionalistas. ¢Bs s6lo oa sentido figurado, por ejemplo, que se puc- ae plantear un problema de verdad en re- lacién al arte? Quien esto escribe mo 10 cree, pero deja aparie este problema. En el mismo lenguaje comiin se ha- bla de verdad en otros sentidos (ya Arist {eles lo sabia). Se dice, por ejemplo, que “Fulano es un verdadero amigo” 0 que “es ta rosa es una verdadera rosa” (y no una rosa simulada). gEs s6lo en un sentido fi- gurado que se adopian estas expresiones? EI intelectualista (aiin con vestiduras mar- xistas) responde que sf. Quien esto escri no Jo cree. Naturalmente, desde el punto de vista formal aquellas expresiones se re- suelven en el tipo de verdad que ya hemos examinado. La proposicién “Fulano es un verdadero amigo” equivale = la otra “Fula- no es un amigo es un juicio verdadero" Pero en esta reduccién se pierde el sentid> de su uso real, Aquellos modos de expr sién responden a la pregunta de si la cov Gada corresponde 0 no a una cierta esen- cia, También aqui existe, por consiguiente, tuna euestién de correspondencia o de adae- aeatio, pero en un sentido completamen diferente del ya visto. ¢Es evitable el pro~ bema de las esencias? Vale decir gse puede plantear el problema de la verdad (en el discurso) de un modo suficientemente com- pleto sin integrarlo en la cuestién de las esencias? Si yo te juzgo “blanco” y mi jui- cio es verdadero esto significa que ta per- teneces, al menos en este momento, a la clase de las cosas blancas. Mas si ti pier des esta propiedad gcesas de ser lo qu? eres, un hombre? cuando, en cambio, cesas de ser un hombre ¢pierdes ciertas propie- dades que son esenciales al ser hombre? Basta plantear esta pregunta para demos- trar que el problema de las esencias no es simplemente idéntico 1 de las designata ni al de las clases légicas. (Respecto a este ultimo mantiene Ie misma diferencia que existe entre la extensién y la intensi- dad, 0 comprensién, de un concepto, sogin la 6gica tradicioval). El problema, como es sabido, habia sido planteado por Sécra- tes, en su indagar el ti ésti de las diver EI] materialista moderno no deberia te- ner ningin miedo de estas esencias. Antes bien, creo que no puede permanecer, tal co- ‘mo el materialista medieval, en el plano del nominalismo y por consiguiente del mero empirismo. En el nexo entre extensién y: comprensin de un concepto es posible que se encuentre también el punto de insercién de las diferencias entre logica formal y dia- éctica (25). No cree que las clases (l6gicas), en cuanto clases, tengan un correlato en la realidad. La dtil distincién elaborada por los modernos l6gicos mateméticos entre clases que no contienen ningiin elemento y clases que contienen uno 0 més elementos, no pa- rece suficfente para suministrar la indica- cién de un tal correlato (26). Pero otra co- sa es la cuestion de Ins esencias y de su correlato real, como ya habia visto Aristé- teles (en el escrito sobre las Categorias, 4; 5), La realidad de las especies biolégicas, evidenciada por todes aquellos modos de Feproduccién de la vida que no suceden en forma asexuada (es decir, de modos muy Dastamente extendidos en la naturaleza vi viente) —atin cuando no se trata de una realidad absoluta y rigida, cosa obvia des- VERDAD ¥ ‘pués de Darwin— muestra como el problema caristotélico de las deuterai o usiai es, al nivel de la especie viviente, todo 10 contra- rio de algo cientfficamente infundado. El hecho de que tales especies y sus caracte- res propios sean descubiertos por induccién y que la pertenencia a ella de individuos sea verificada por medio de métodos empfricos (estadisticos, ete.), no disminuye en nada su objetividad real y material, la cual, sin embargo, se constituye y se disuelve a tra- vés de la fijacién de varlaciones individua- les, Para toda realidad que se presenta de agin modo como un totum orgénico puede ser planteada una cuestién andloga (natu- ralmente, “andloga” no quiere decir “idén- tica”), El marxismo, en cuanto materialis- mo histérico, esta centralmente interesado en esto con referencia a la nocién de “for- ‘macién econémico social”. Més valga aqui s6lo la mencién del problema Nos hemos limitado a algunas cuestio- nes pre-juiciales de la problemética de la verdad. ZQué pasaje se da de esta proble- miética # la de algo como la “libertad”? En un sentido riguroso y necesario este pasaje Jo podemos extraer del examen y de la inte~ igencia de algunos textos de Marx, los cua- Jes, @ su vez, proyectaran luz también so- bre cuanto se ha dicho hasta ahora. Hemos visto cmo Marx reprocha a Feuerbach no saber concebir lo sensible “como actividad humana sensible, como actividad practica”. Esto significa para él que Feuerbach conei- be 2 lo sensible “s6lo bajo la forma de ob- jeto 0 de intuicion” y “no subjetivamente”. Estas critieas se len en I primera de las famosas Tesis sobre Feuerbach (y son repe- {das en la quinta). Pero en la misma “te- sis” primera, un poco més adelante, encon- tramos lo siguiente: “Feuerbach quiere ob jetos sensibles realmente distintos de los ob- Jetos del pensamiento; mas 61 no coneibe a Ja actividad humana misma como actividad ‘objetiva". La solucién de la aparente con- tradiccién entre las dos afirmaciones aquf seflaladas (subjetividad y objetividad de la actividad humana sensible-préctica) la en- contramos en otro lugar, en algunas pagi- nas de los Manuscritos econémico-filosofi- cos de 1844, allf donde se plantea una dis- cusi6n alrededor de la Fenomenologia hege- Wana. Leemos: “Un ser que no tiene su na- LIBERTAD 37 turalem fuera de sf, no es un ser natural, no participa de la esencia de la naturaleza. Un ser que no tiene un objeto fuera de sf, no es un ser objetivo. Un ser que no es de por sf objeto para un tercer ser no tiene un ser por objeto, es decir, no se comporta ob- jetivamente, su ser no es un ser objetivo” (27) “.,.S1 el hombre real, corpéreo, que pl- sa sobre la tierra firme y redonda y que respira y aspira todas las fuerzas de la na- turaleza estatuye su exteriorizacién como objetos ajenos, al estatuir no es sujeto; es Ja subjetividad de Ins fuerzas esenciales ob- jetivas, cuya acein tiene necesariamente que ser, por tanto, una accién objetiva” (28). (El problema filoséfico planteado por el idealismo especulativo ha sido subvertido: no se trata de saber cémo la pura subjeti- vidad se hace individuo corpéreo viviente, sino, por el contrario, eémo el individuo corporen viviente se hace sujeto). Pero esto corresponde ahora, solamente, al hombre co- mo “inmediato ser natural” (como “indivi- duo humano viviente”, se dird en La Tdeo- Jogia Alemana, en cuanto “‘presupuesto de toda historia”), Pero —contintia Marx— “el hombre no es solamente un ser natural, sino que es un ser natural humano. ..". La relacién que tie- nen los individuos humanos entre sf no es “Ja generalidad interna, muda de la “espe- cle” zo0l6gica. Es In de las “relactones socta~ les", de donde “en su realidad” todo hom- bre es un “conjunto de relaciones sociales” (ofr, Tesis sobre Feuerbach, VI). {Dénde es- ta Ia ligazén del momento humano con el ‘momento natural del hombre? En Ia satis- faccién de sus necesidades vitales, en la produccion y reproduccion de su vida mate- nial. Pero el modo en que esto ocurre (s0- clalmente) diferencia radicalmente hombre y animal, mundo humano y esfera z00lé- ica, “EI animal se identifica inmediatamen- te con su actividad vital, no se distingue de ella, es ella, EI hombre hace de su actividad vital el objeto de su querer y de su con ciencia. Tione una consciente actividad vi- tal: no existe una esfera determinada con la que inmediatamente se confunda”. Entre el actuar animal y el actuar humano existe una diferencia esencial, en cuanto el segun- Jo es, atin en sus formas més primttivas, 38 PASADO ¥ en cuanto ser humano, un actuar finalista (o sea un actuar segtin la representacién de fines, segiin disefios y proyectos) (29). El pensamiento del hombre no es pura teore- ticidad o contemplatividad que se agrega desde afuera, teol6gica o milagrosamente, a su animalidad, Encontramos ast un plano més profundo, que subtiende a cuanto se ha dicho antes en torno a Ia verdad en sentido intelectual, plano en el cual tiene su raiz Ia misma diferencia entre verdad e ideologfa, © sea entre conciencia técnica (y clentifica) como se tealiza ante todo en la actividad del trabajo y mera conciencia ideolégica co- mo Teflejo de un conjunto de determinadas (histéricamente) relaciones sociales (0 de produccién). Es este el punto, como vere- ‘mos mejor, en que todo lo que concieme al hombre en cuanto hombre se anuda y ar- ticula. ¥ precisamente porque la conciencia del hombre en cuanto conciencia capaz de verdad (en el juicio, en el discurso) tiene este caracter originariamente téenico, en el sentido de la representacién del fin (el hombre, se podrfa decir, es el animal que introduce el finalismo en el mundo), tiene sentido replantear el criterio de verdad en ‘tltima instancia siempre en la préctica. Marx extrae todas las consecuencias de esta caracterizacién del actuar tal como se verifica también en el acto més elemental de la actividad de trabajo y de produccién material humana. Ello comporta, ante todo, Ja ruptura de aquella clausura en Ja espe- efe que es caracteristica del animal, y por consiguiente, el abrirse a la conciencia hu- mana de un horizonte infinito (cuyos con- fines, podemos decir, son los del ser). “En verdad —escribe Marx— también el animal produce: se construye un nido, las habitacio- nes, como las abejas, los castores, las hormi- gas, ete. Mas ei animal produce solamente quello, que necesita inmediatamente para st y para sus hijos; produce parcialmente, mien- tras que el hombre produce también libre de Ia necesidad fisica y produce en un sen- tido verdadero solamente cuando esta Ubre de la misma, El animal se produce s6lo a sf mismo mientras que el hombre reproduce a la naturaleza entera; el producto del ani- mal pertenece inmediatamente a su cuerpo ffsico, mientras el hombre se planta libre- ‘mente ante su propio producto. El animal PRESENTE forma cosas s6lo segin la medida y la ne- cesidad de la especie a la que pertenece, en: tanto que el hombre sabe producir de acuer- do al nivel de todas las especies y sabe apli- car en todas partes el nivel inherente al objeto. Por consigufente, el hombre también forma cosas de acuerdo a las leyes de lo be- Ho” (30). Este sobrepasamiento de la espe- cle zoolégica es la disolucién, en el hombre, de la mmediatéz animal (inmediata identi- dad con la propia actividad vital) y ello condiciona —a través del trabajo y la prow duceién social— el constituirse para el hom- bre de un “mundo objetivo", y el modo de constituirse (0 plantearse) de él: “ni los objetos humanos son los objetos naturales tal como se presentan inmediatamente, ni la sensioilidad humana, tal como es inme- diata y objetivamente, es sensibilidad hu- ‘mana, objetividad humana, Ni la naturaleza objetiva ni la naturaleza subjetiva son da- das directamente en forma adecuada al ser humano”, En este enunciado reside quizés ei niteleo filosético mas profundo de todo el (real, marxismo, La adaequatio del mundo etc.) en sentido humano no coneierne s6lo ‘a Ia objetividad de lo que nosotros conoce- ‘mos, sino también a la raiz naturalista de la misma subjetividad que nosotros. somos; aquella. mediante la cual estamos articula- dos con toda Ia realidad y, por asf decir, imstalados en ella. La transformacién del hombre de ente inmediatamente natura! en ente histérico social, que es st nacimtento como hombre (y “el acto de nacimiento’ dice Mars, es precisamente Ia historia), con- clemne © toca a todo el hombre y no a una parte de él, A todo el hombre y, por tanto, en primer lugar, a su parte natural, su ac- tiva, sensible naturalidad con Jo que ella comorta 0 de lo que ella surja: su vivir, sus propias necesidades, su gozar de satisfaccio- nes 0 no; y, en general, sus sentimientos y emociones, 0 afectos y pasiones como se las quieran llamar. Ya Spinoza, muy profunda- mente, habla afirmado “affectus animalium, quae irrationalla dicuntur, ab affectibus hominum tantum differre quantum eorum natura a natura humana differt. Fertur qui- dem equus et homo libidine procreandi; at lle libine equina, hic autem humana”. Si Jo que caracteriza el modo (social) en que el- hombre en cuanto hombre produce y repro~ VERDAD ¥ duce la propia vida material es el actuar segain la representacién de fines y si la con- secuencia de ello es el abrirse en el hombre de su horizonte mental ilimitado sobre el ser de las cosas, esta nueva naturaleza (his- t6rica social) suya no puede dejar de asu- mirlo radicaimente. Mas esto significa que ninguna antropologia 0 psicologia, 0 fisio- logia, ete. (ni tampoco logica, sea que tenga por objeto Ia logicidad inmanente al lengua- je comin, o su perfeccionamiento en ulterio- res lengua jes estrictamente racionales 0 ma- teméticos) es suficiente para coger integral- mente al ente humano. Para expresarse con. un viejo término, que ha sido modernamen- te renovado, podemos decir que aquel punto de vista integral sobre el hombre fnsito en la comprension de su naturaleza historica social conduce a esclarecer Ia ontologicidad (en sentido activo: Ia capacidad de referir- se al ser de las cosas) del hombre mismo, © sea, conduce a un plano de verdad mas profundo que el del discurso ldgico y al cual éste est condicionado (atin cuando, por otra parle, es @ su vez controlado por este wl timo). Eg el plano en el cual Ja natural (sen- sible) articutacién del hombre con toda !a realidad (o su instalacion en la realidad) recibe primariamente un significado huma. ao. Si esto es metafisica afirmamos que el marsismo es metafisien. En tal sentido ‘Marx pudo escribir, en otra pagina de los Manuscritos de 1844, que “los sentimientos, Jas Fasiones, ete. del hombre” (los cuales “se afirman realmente por el hecho de que su objeto es para ellos sensible”) “no son s6lo determinaciones antropolégicas en sen- tido estricto”, sino que tienen también un valor ontolégico, son “ontologische Wesens (Natur) befahungen”. No se trata solamen- te de un Marx “Joven”. El punto de vista critico del que se desprende aquella “crftica de la ecoaomia polltica” que es El Cap! fal implica exactamente ésto. De otro mo- do serfa una operacién puramente médgica Ig resolucién critica que alli se opera de Jo que la economia clasica concebfa coms “cosas” en “relaciones entre los hombres” ¥ por consiguiente la misma historizacion de Ins categorias econémicas. Aquella ope- racién mental no tendria ninguna base real LIBERTAD 39 en lo que el hombre produetor —de modo sensible-racional, pero en relacién a sus ne- cesidades vitales— efectivamente cumple en un cierto grado de su desarrollo hist6- rieo-social (y no tendria base real la acti- vidad revolucionaria entendida como “act’= vidad practico-eritica”), Toda la problemé- tica de Ia llamada “reificacién” esté intrin- secamente vinculada a cuanto se ha dicho. Se podrd observar que esa ontologicidad del ente humano, a la que nos hemos rete rido, es una nocién propia también del e tenclalismo y que ha sido desarrolla por ét. Mas si consideramos las corrientes prinel- pales del pensamiento burgués contemporé- neo, existencialismo, pragmatismo, neoposi- tivismo, gel marxista se podré maravillar de que en cada una de ellas se encuentre desarrollado unilateralmente (¥ a veces d2- formada hasta la monstruosidad) un aspeo- ‘to intrinseco del marxismo? gpodré mara villarse de que toda la filosoffa burguesa contempordnea consista en una disociacion de los elementos fundamentales del mar xismo en la que se plerde lo esencial (vate decir In unidad): la dialéctiea y el mate: rialismo? Sélo en el plano més profundo de !a problematica de la verdad, que se ha alean- zado ahora, se evidencia plenamente y sin artificios su objetiva conexién con la pro- blematica de Ia libertad; es decir, se eny cuentra un pasaje (no ideolégico y retér co) entre una y otra, Mas no es imitil se- fialar, al menos en forma esquemética, al- gunas advertencias histéricas. EI uso o los usos de la palabra “libertad” que aquf consideramos extraen su origen de la relacion de produceién dominante en el mundo antiguo, de la relacién de pa- tron-esclavo y de la sucesiva extensién de significado a lg vida polftica de la Polis. Los hombres se dividen en bres y no It- bres. La “libertad” (eleuseria) viene indl- cada por Aristételes como el valor (axia) propuesto por una determinada forma po- Iftica, la democracia, a diferencia de 10s valores dominantes en otras formas politi- cas. Aristételes mismo viene a desarrollar toda la problemética de la vida moral (vo- luntariedad y no voluntariedad, virtud, bien, 40 PASADO Y¥ PRESENTE ete.) y a desarrollarla admirablemente, sin Jamés hacer uso de esta palabra. Pero el Jenguaje comin y literario ya habia intro- dueido la metéfora de In “libertad” en el discurso en torno a la moralidad y preci- samente para indicar 1g relacién del indi- viduo humano (que en cualquier parte d2 su ser es “razonable”) con las propias pa- siones 0 apetitos: si es esclavo o patréa de ellos. Aqui se origina un tio de pro- blemética moral que encontramos, por ej, en Platén, y que lo vincula también direc- tamente con su utopismo politico (cfr. 2A, el IX de La Repiiblica Ia deduccién, por asi decir socio-psicolégica, del hombre nico del hombre democritico). Bastante més tarde, a través de procedimientos men- tales (o verbales) y en vinculacién con si- ‘tuaciones ideolégicas que aquf es initil evo- car, el tema “libertad” es transportado al interior mismo de la problemética del que- rer (la “volendi nolendique libertas” de Boecio) y se entra en la vertiginosa y abisal problemética del lberum arbitrium, vincu- Jada con la ideologfa religiosa cristiana, que ha tenido multiples traducciones especula- tivas y laicas, como por ejemplo en Kant. Baste aqu{ este minimo de referencias his- torleas, @Bn qué sentido podemos hablar correc- tamente de “libertad” partiendo de las cues- tiones que ya hemos examinado? Evidente- mente en un sentido que no aparte mas su significado de las relaciones de produccién dominantes en el mundo antiguo; pero que esté también en condiciones de explicar his- térieamente los distintos usos ideolégicos de] término (lo cual podré ser hecho s6lo mediante referencias) y de asumir 0 no asu- mir los correspondientes valores 0 ideales. Sin embargo, la imagen permanece sfendo aquella histéricamente originaria: bre es el patron, o quien tiene la capacidad (ori- ginariamente esto era entendido en sentido Jurfdico) de ser patron y propietario. Esto corresponde a la nocién de apropiacién y de ensefioramiento, 0 dominio, que encontra- mos en el marxismo ante todo aplicada a Ja relacién activa del hombre con la natu- raleza. En esta actividad, en cuanto huma- na, es esencial el finalismo consciente arri- a indicado. A partir de este nexo se pue- de hablar de “Iibertad” del hombre en sen- tido no ideol6gico, sino eritico y filos6fico. Verdad y libertad, por consiguiente, tienen en el hombre una misma rafz. Ello implica que el hombre es originarlamente superado y dominado por una naturaleza a la que se siente impulsado a dominar mediante la forma 0 modo humano en que é1 como vi- viente, produce y reproduce la propia vida (iolbgiea, ante todo); es decir, a través del trabajo social y la produccién. Mediante es- ta actividad el hombre conjuntamente man- tiene (reproduce) y explica, 0 aplica, las propias fuerzas y energfas naturales 0 fist- cas, en sintesis indisoluble con las energias ¥ capacidades mentales (intelectuales y mo- rales) que se producen, acumulan y trans- miten en el desarrollo histérico social. Pero esta continuldad adviene sobre la base de otra continuidad: del sumarse y acumular- Se de fuervas productivas que generadas en la vida social (producida por los hom- bres en su relacién activa con la naturaleza) Megan a superarias y dominarlas como una “potencia extraila”, como una “segunda na- turaleza” (es decir, a través de regularida- des, 0 eyes objetivas, que una ciencia sur- gida en la edad moderna, la economia, se ceupa de conocer) Aparece asf, en Ifmea de principio, un nuevo problema de “libertad”, que es el del ensefloramiento de esta “segunda naturale- va". Es interesante notar que apenas esto fue de alguna manera advertido (ain con- fusa e indirectamente) hicieron su apari- cién, hist6rieamente, ideologias y utopfas co- munistas que encontramos a lo largo del curso de la civilizacién, en el mundo anti- guo y en la edad cristiana. (Rsté aquf fue- ra de consideracién el “comunismo primiti- vo"). No se trata de una casualidad. Al Gesarrollo de ese “segunda naturaleza”, 0 sea de la esfera econémica, est vinculada intrinsecamente, en efecto, para expresarse con Rousseau, el origen de la “desigualdad” entre los hombres. Cuando el aumento de Te producsién (divisién social del trabajo; adquisicién y transmisin de nuevas capaci- dades téenicas, etc.) da a la fuerza trabajo bumana Ja capacidad de crear un producto mayor de cuanto es necesario para su man- tenimiento, se verifica la condicién por la cual un grupo humano se apropia del pro- VERDAD ¥ LIBERTAD 41 ducto del trabajo de otro grupo humano: y por consiguiente del dominio de toda Ia so- ciedad por una parte de ella (division de Ja socfedad en clases antagénicas; constitu el6n del poder politico 0 Estado). Pero es precisamente por esto que todo problema mundano de libertad (o sea, todo problema de libertad que no sea transferido a un mas alli teoldgica o metaffsicamente mistifica- do) se vincula, directamente 0 indirecta- mente, a los dos aspectos arriba citados. En conelusién se puede decir que lo que racfonalmente queda de todo ideal politico o Juridico o moral de libertad, histéricamente producido, es el movimiento hacia el comu- nismo; es decir hacia una forma de vida asociada en la que sea posible abolir la ex- plotacién del trabajo y por consiguiente la division de las clases, en la que el poder politico haya perdido las razones de exis- tencla y el desarrollo de las fuerzas pro- ductivas sea dominado y regulado colectiva- mente por los hombres. Las condiciones his- t6ricas del mundo moderno han tornado real la posibilidad de este pasaje: y alrededor de 4, aunque sea en forma hasta hoy dramd- tira, se ha venido de hecho unificando el curso histérieo del género humano. No obstante, como observaba Marx, aque- la libertad permanece ligada atin a la ne- cesidad natural siempre presente a través de las condiciones biolégicas de la vida hu- mana. ¥ sin embargo, partiendo del comu- nismo, sobre Ia base permanente de aquel “reino de la necesidad”, pero ya por encima y més all de 61, se inicia un desarrollo de Jas energias y personas humanas que vale enteramente como fin en sf mismo. El cual es el sentido real del ideal moral expresado en el “reino de los fines”. 0 “reino de la Mbertad” como Jo lamaba Marx. Sabemos que no hemos agotado los pro- blemas atingentes a la Telacién verdad - lie dertad. En cierto modo, quizas, su discusién comenzarfa en este punto. Todos saben des- de siempre que verdad no s6lo se opone a errcr sino también @ mentira; Ia que inme- diatamente hace presente la relacién entre Jos hombres y en su aspecto més propiamen- te moral e ideol6gico. De los problemas vin- culados a esto se debe decir que una discu- sin de ellos sub specie aeternitatis, o en -absoluto, no tlene sentido. Lo cual, por otra parte, no comporta una evasién de ellos st- no, por el contrario, su inteligencia (y va- lorizacién) en la telatividad histérica en la que se presentan. Se trata sobre todo de los problemas de la “libertad” en sentido acy tualmente polftico y moral; entre los cuales entran también los referentes a la basque- da de la verdad (de Jos “derechos de la clencia”), de su organtvacién y de los Iimi- tes de tal organizacién, de la circulacién de las ideas, de la “tolerancia”, el poder polf- tico, In relacién entre dirigentes y ditigidos, el nexo libertad-responsabilidad y por con- siguiente discfplina-autodiseiplina, que in- cluye también la relacién educativa (res- Ponsabilidad contra arbitrio individual —es- cribia Gramsel—: s6lo es Mbertad aquella responsable”, es decir “universal”, en cuan- to se pone como aspecto individual de una “libertad” colectiva o de grupo, como expre- sion individual de una ley”); y asf suces! mente. Mas consideramos que cada uno de ellos puede devenir facilmente un embrollo ideol6gico si no son erfticamente examina- dos 2 partir del nexo que se ha tratado de esclarecer 0 de la discusién de él: de las cuestiones que 1 plantea, A propésito del “concerto de libertad” escribia Gramsel en Ja cdtcel que ella no es “una pelota con Ia cual se puede jugar al football” CESARE LUPORINI NOTAS: (1) EL hecho de que una scorn clemtitica —supongomos hos, Ia mecdnica ondulatoris— sepa ‘que desctibe Ia realidad fisica através de un mo: elo (solamente conceptual o también intuitivo) ins ecuado, y que debe por consiguiente integrarse con ‘otros modes de descripcida, mo cambia nada de es to. La misma cosa (desde el punto devia me- todoldsicc) wcurrid durante sigios con Ia Sptica ge0- métrica, la cual por otto lado asin std en 2)" Natiraimente una proposicién puede ve sobre otra propesicién, pero’ si esto oetrriese a tO" ‘as Tas proposiciones afirmadas yafirmables ellas censtituirfan un sistema en el que Ta llima verte- fa sobre la primera; o sea, se daria una nica proposicion que no se referiia a nada, (@) Obiiterando “esta ireductibilidad del mo- mento sensible el marxismo, no obstante el relieve dado ali “prastica”, puede ser trad Tismo “especulativo, como ha hecho. ‘que exitie Ce ésto las conclusiones consiguientes, iden- tifieando.inmedistamente teorfa.y_préctica (H)"Recuérdese la famosa formlacién de Le place (Oeuvres, XVI, p. VI) en el prefacio de su ‘Théorie analytique des probabllités: "Nous devons ne envisager état présent de Tunivers comme ‘effet de son eat antérieur et comme la cause de celui qui va suivte, Une inteligence qui, pour un. 42 PASADO ¥ PRESENTE instant donné, connaitrait toutes les forces dont ta nature est animée et la situation respective des tres Qui Ia composent, si ailleurs elle était assez vaste pour soumettre ces données analyse,» embrasse- rail dans la méme formule les mouvements des plus grands corps de T'univers et ceux du plus Iéser tome; rien ne serait incertain pour elle, et Vavenit comme le passé serat present 4 ses yeux. Liesprit hhumain offre, dans la perfection qu'il a su donner 4 Tastronomic, une faible esquisse de cette intel ence. Les découvertes en mecanique et en séome trie, joimes 4 celle de ts pesanteur universelle, Vont mis @ portée de comprendre dans. es mémes. ex pressions analytiques les états passés et futurs du systéme du mence... Tout ses efforts dans la re- cherche de 1a verité, tendent le tapprocher sans esse de inteltigence oigné”. La afinidad teols- ica es evidence, ain cuando’ en aquella suprema Intetigencia asf evocada por Laplace no se encuen- tte mada de la ereatividad atribulda por San Agus. tin al sintético conocer divino. En la representa fcléa de Laplace se combinan conjumtamente la ‘omnicompreasividad analitica (en sentido mateméti- 0) de aquellaimaginada inteligencia con Ia pre- tendida simaltaneidad “de los eventos y nenos "del tuniverso fsico respecte a umn instante dado: es asi como cada instante es pensado como tal en cuanto, tal ‘del universo mismo. en su entero dessrrollo (La idea que el conocimiento matemitico de It ni- turateza es, al menos ea cuanto a su certeza, equ valente. al conocimiento divino se encuentra también fen Galileo). Véase en ENGELS la critica del deter. Iminisme, de la “necesidad dieigida”, de la “coca tenacion irrevocable de cousas y efectos”, etc, Tam eco con esta clase ce necesidad —dice Engels— nos salimes de al concepcion teolsgica de lana turalera” (Diakéeten de” Ia naturalera, editorial Problemas, 1947, p. 287. (3) Cir. K. MARX, Ml Capltale, trad. Tal, Ro- ma, 198 ep 7 (©) Un tipo de racionatidad en ta que entra fen juego Ia nocién de “Tin", metodoldsicamente fexclufda de las ciencias fisico mateméticas. Véase, paral origen dela investigaciin de una “racio halidad dela historia", cuanto escribe LUKACS en La istruzione della ‘raglone, tad. ital. ‘Torino, 1999, pp. 123-129, Trad. cast. F.C. E, 1959, pp. 97 ios. (7) Aunque permanezcan elementos intultivos sean 0 no légicamente traducibles—, tal como el dela “ciferencia di verso”. (8) Bastante conocida es la aflemacidn de En- gels, retomads y desarrollada por Lenin, “que ls forma del _materslismo debe ‘inevitablemente -mo- dificarse con todo descubrimiento. que haga 6poca fen el dmbito ce las clencias de la naturalens (y ‘eon mayor fizdn en ta historia de la humanidad)”. (9) Cf. Materialism ed Empieiocrttismo, trad. it. Roma, 10) “La fe que observa alice justamente Schredinger— no es un sistema fisico, no puede Inerreaccionar con” inguin sistema fisco”" (E SCHRODINGER, Slencla e umanesimo. La fisica ‘nostro tempo, Firenze, 1953, p62). Vale de> rno son las eategorias fisieas del ebservador que interfieren son el fenémeno cbservado, (11) En cuanto 1a forma puede ser presentada, sf, como fundamenta ce. toda multiplicidad homo. seénea, més que de Ia unidad del individuo. (1) Cir. ENGELS, Antidihring, ma, 1950), p. 70, at, Ro. (13) No se quiere con esto sostener que cual guier nocién fisica que tenga un contenido cual tative sea por ello de naturaleza_antropomérfica. Basta pensar en las grandezas vectoriales y en las diferencias de cualidades que designan diversos am- bientes de aplicasion de la nocién de vector elis- fico, etc). ta fisica de las) particulas elementales parece indiear —se haya seftalado esto— como Frreductible y objeivamente isherente ala cons tuclon de Ia materia. la. “diferencia de direcci6n™ (differenza_ ci verse’, designada con términos como ‘destrorso” y “sinistrorso”, que es una diferencia cualitativa le naturalera ‘ialéstica (es ta unidad Ge una oposicin), de cuya objetividad en la nar tursleza ya se habla dado cuenta Kant, Se puede Gguieds considerar esta nocion como esenclal para indicat el punto de insercion de la subjetividad, © sea del acluar subjetivo prdctico = sensibie. en Ta fbjetividad materi (a (raves dea orlemtaclom). (14) “Une grencuille, privée de apport conti- shu des incitations qui provlennent de_ son tésument, Torsque Ia peau est enlevée ou anesthesige en tota ig, perd. entieremtent son toaus musculare, entre ars ne sorte ce coma ow elle oublie méme de fespirer, mais est réveillée par es stimulations mé- caniques, ou électriques, comme nous avons pu le constater...”" (HL PIEKON, La sensation, guide de Mle, Paris, 1985, p. 2) (15) J. B. SARTRE, Une idée fondamentale de la phenomenotouie de Husterl: Piotentionalié, pu biicado en sitwatlons 1, Paris, 1947. (16) “Por un lado, Ia mera percepeida es ele- vada i objetivided, a experienela, mediante ax ca tegoriss: ner0, por el otf0. lado, ESOS conzepIOS, como unidad solamente de la conciencia subjetiva, Son condicionades por a meterla dada, por st son. vacios y Uenen una aplicasion y uso solamente en Ta experiencia: de aquf la otra parte consiutiva las formas del seatimiento ye la intwiciéa som igualmente.clgo solamente subjetivo” (HEGEL, Em lelopedia de tas cieneias fllosétieas, para. 43). (17) En ef Prefaclo al Antigohring del 1885 (rad. it, cit. p. 19). “Precisamente aprendiendo 2 hacer propios —concluia Engels los resaltados el cerarrollo’ ue It filooffa durante veiaticineo. Snlos, ella se libersr por un lado de toda fi Sofia de la maturaleza que esté al margen. y fuera Y por encima de ell, per también, pore otro Iago, de st prcpio métedo limitado de pensar, he- rededo del empirismainel Gis) En cl plano mental ampliamente entendie dio, que comprence también Is representacion sem Sibie. o mejor representacién de lo. sensible, objeto Inmediato’ de la actividad practica » sensible (as co sas que manejames, los hombres © los animales que fencontrames, las perspectivas, distancias y_rienta- clones espacicles en las cuales todo se produce, las sucesiones temporales percibidas, etc.). Considero en cambio que debe excluirse que la abstracts y aise Tada “seasacion”, 0 “cualidad sensible”, pueds astm mirse como difecto reespejamiento (fotograma, & tts cosa aniloga) dela realidad. Haber. admitido festo_me parece el punto debi de Materlaismo Empiricerticismo de Lenin, Es preciso observar que sobre este punto Lenin permanece exactamente en fl terreno vel auversario (Mach), 0 sea, en ditima Instancla, en el terreno del. sensuallsmo” pasivo del sislo XVIII, “AGx cuando Mach tomaba el camino Ge la inierpretacion Idealista de la sensacion (ast ‘miéa como elemento liimo para la reconstrucciéa, e Ia realidad) y Lenin el de la interpretacion ma- erialista, Peto “ilos6fleamente esta posieién habla

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