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COIOMBIA

CARLOS VALENCIA EDITORES


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EL DESARROLLO DE LA
AGRICULTURA EN COLOMBIA
SALOMÓN KALMANOVITZ

EL DESARROLLO DE LA
AGRICULTURA EN COLOMBIA

(i
CARLOS VALENCIA EDITORES / BOGOTÁ
1982
Primera edición: Editorial La Carreta, Bogotá, 1978
Segunda edición: Carlos Valencia Editores, 1982

Derechos reservados: Salomón Kalmanovitz


Carlos Valencia Editores
Apartado 22197, Bogotá, Colombia

Impreso en los talleres de Impresora Gráfica, Bogotá

ISBN 84-8277-093-4
CONTENIDO

Prólogo a la segunda edición 9


Prólogo a la primera edición 19

I. Evolución de la estructura agraria colombiana 24


1. Evolución histórica 24
A. Formas de trabajo 24. B. Formas de tenencia de la
tierra 31. C. La violencia y nuevos cambios en la estruc-
tura agraria 36. D. La estructura demográfica del campo
42.

^ 49
2. Elementos de la estructura agraria actual
A. Efectos económicos de la reforma agraria 49. B. La
estructura de la economía cafetera 55. C. La estructura
agraria nacional en 1960 y 1971 59.

II. La producción agrícola 68


1 . Participación agrícola en el producto nacional y de tipos
de cultivo en el producto agrícola 68
A. Introducción 68. B. Participación de la agricultura en
el producto nacional 69. C. Evolución de la producción,
área, rendimiento y valor de la producción agrícola entre
1950 y 197212. D. Participación de los tipos de cultivo en
la producción agrícola 74.

2. Análisis por tipos de cultivo 77


A. Los cultivos comerciales 11 B. Cultivos tradicionales
.

90. C. Cultivos de plantación 95. D. Cultivos mixtos 98.


El café 104.

3. La producción agrícola y el mercado externo 106

III. La producción ganadera 111


1 . Ubicación histórica 111
2. Evolución de la población y el área de pastoreo 114
A. Población y área en pastos. Totales nacionales 114.
B. Población y área en pastos por zonas 118. C. Pastos
naturales y artificiales 127.

3. Producción y valor de la producción 129


A. La extracción comercial 130. B. Cambios en inventa-
rios 135. C. Producción total 136. D. Valor de la produc-
ción 137. E. Producción de leche 141.

IV. El ciclo de precios agrícolas 144


A. Consideraciones metodológicas 144. B. Tendencias de
largo plazo 149. C. Tendencias de mediano plazo \SS. El ciclo
de precios y producción en la ganadería 175. A. Tendencias
de largo plazo 178. B. Tendencias de mediano plazo 182.

V. La fuerza de trabajo rural y la distribución del ingreso 192


A. Introducción 192. B. Evolución de la población económi-
camente activa 193. C. Mercado de trabajo rural 195. D. De-
manda de mano de obra según tipo de cultivo 198. E. La
demanda y la oferta de trabajadores en el campo 202. F. Los
mercados de trabajo por departamentos 205. G. La fuerza de
trabajo rural y sus ingresos 215.

VI. Inversión, tecnología y crédito 228


A. Introducción 228. B. Inversión agrícola 229. C. Tecnolo-
gía 238. D. La evolución tecnológica y general de la ganade-
ría en Colombia 252. E. El crédito agrícola y pecuario 260. F.
El gasto público en la agricultura 269.

VII. Desarrollo capitalista en el agro colombiano 273


A. Las teorías sobre desarrollo agrícola 273. B. El tipo de
desarrollo agrario colombiano 281. C. La política de la cues-
tión agraria 291.

Apéndice I 304
Indice de cuadros 369
Indice de gráficos 372
PROLOGO
A LA SEGUNDA EDICION

Los editores me han invitado a que formule algunas observaciones


sobre el estado actual del desarrollo agrícola colombiano. He accedido
con cierta reserva, porque me hubiera gustado poder hacerlo sobre una
base analítica mejor que la que he podido reunir en pocos días y con el
asedio de compromisos y cierres de edición. En términos generales, me
parece, el texto de 1977 se sostiene bien, pues allí ya se aprecian sínto-
mas de crisis y estancamiento en la otrora dinámica agricultura comer-
cial, mientras que la economía campesina hoy continúa postrada. En
efecto, para los años 80 el panorama agrario colombiano es de estanca-
miento y, en algunas ramas, de franca contracción. Se observa pérdida
de mercados externos y aumento de la penetración de las importaciones
agrícolas o sea también pérdida de mercados internos. El hecho más
protuberante en los momentos actuales es la profundización de lo que
anotamos en el libro: de tornarnos en un país caro. Por fuera de las bo-
nanzas del café, la marihuana y la coca, que han generado un considera-
ble superávit de divisas, la política de dinero caro ha contribuido a agra-
var este superávit, presionando la revaluación del peso y transformando
a Colombia en un país con costos relativos de producción muy altos fren-
te a países como Estados Unidos, con mano de obra cara, financiamiento
no tan caro y con altísima productividad del trabajo. Así como la indus-
tria textil, la de vehículos automotores o la del juguete en Colombia su-
cumben frente a competidores de menores costos y mejor calidad, así
también los productos locales del algodón, carne, oleaginosas y maíz
pierden participación en los mercados externos e internos, lo cual se
puede extender, en parte, al cultivo de la marihuana.

El estancamiento agrario ha sido causa, otra vez, de que los términos


de intercambio favorezcan al campo contra la industria durante los últi-
mos cinco años, a despecho de las políticas neoliberales que iban a re-
mediar una supuesta situación contraria y no han hecho más que agravar
la tendencia estructural de siempre. Y parece ser que el nivel de precios
de los alimentos y materias primas agrícolas no se abate con un espurio
control monetario. Antes, por el contrario, los altos precios agrícolas
ejercen presión inflacionaria y fuerzan la expansión de los medios de pa-

9
go. Nótese en el cuadro 1 que los índices con base en 1970 muestran que
los precios agrícolas han crecido casi 50% más que los industriales,
mientras que los precios del ganado presentan tendencia similar pero
que se revierte a medias durante dos últimos años de
los la serie (como
se verá, por razones de sobreproducción).

Cuadro 1

TERMINOS DE INTERCAMBIO AGRICULTURA-INDUSTRIA


(base 1970 = 100)

Año Indice precios Indice precios Indice precios Agricultura Ganadería


agrícolas /!/ carne /2/ Industrial /3/ Industria Industria

1976 413,2 410,0 324,2 127,9 126,5


1977 581,1 552,1 398,6 145,8 138,5
1978 702,6 667,4 460,0 152,7 145,0
1979 894,5 778,2 597,7 149,7 130,0
1980 1.101,4 950,0 758,3 145,2 125,3

/. Indice de precios al por mayor al comercio en general, agricultura, silvicultura, caza y


pesca.
2. Indice de precios al por mayor al comercio en general, animales vivos.
3. Indice de precios al por mayor al comercio en general, total de la producción industrial
nacional.

Fuente: Banco de la República.

Frente a esta evolución tan negativa de los precios es difícil mante-


ner, como lo hacen los funcionarios de Cuentas Nacionales del Banco de
la República, que el sector creció durante el decenio de los 70 a una tasa
anual del 5,4%. Una estimación basada en las series de producción físi-
ca del Dañe (20 cultivos) que se muestra a continuación, da una tasa de
crecimiento del 1,7% anual para el período 1970-1979, mientras que la
ganadería entrega un crecimiento similar.

Para los dos últimos años de la serie de cultivos hay prácticamente


una catástrofe, con una contracción particularmente violenta en 1981,
que hace retornar los niveles de producción a los que se dieron en 1970.
Como se ve, estamos frente a una crisis crónica de la agricultura que se
agudiza en los últimos años, cuando se da también un muy fuerte receso
industrial (disminución de la producción del 1% en 1981 y del empleo
del 2,4%) y una caída de las cotizaciones internacionales del algodón, el
azúcar y la carne de res.

¿Qué sucede hoy en día con la agricultura? ¿A qué se debe su obsti-


nado retroceso? ¿Qué ha pasado con la antes dinámica agricultura co-

10
mercial? ¿Por qué persiste la modorra de la economía campesina? ¿Qué
sucede con los cultivos en transición? ¿Qué de las esperanzas de la aper-
tura de frontera agrícola por los colonos en el Magdalena medio, el Ca-
quetá, el Putumayo y los llanos de Casanare?

Cuadro 2
PRODUCCION FISICA DE TODOS LOS CULTIVOS
Y DEGÜELLO DE GANADO
(base 1970 = 100)

Año Indice de Indice de Indice de


producción degüello población

1975 113,9 9M 112,8


1976 86,8 102,0 115,8
1977 93,3 99,9 118,3
1978 113,5 103,9 121,2
1979 119,1 117,9 124,2
1980 117,1 134,4 127,3
1981 103,4 130,4

Fuente: Alvaro B alcázar, Unidad de Estudios Especiales, Banco Ganadero.

Es muy contestar estas preguntas en un trabajo mucho mayor


difícil

y menos se puede hacer en un prólogo que pretende sólo actualizar los


elementos más importantes del libro que analizaba la evolución de las
variables económicas hasta 1976. Pero sí puedo adelantar algunas hipó-
tesis simples al respecto, lo que haré seguidamente.

En loque toca a la agricultura comercial, en particular a la ligada con


el mercado externo, ya fuera mediante exportaciones o importaciones, la
recesión internacional ha golpeado rudamente las ramas del algodón (en
1981 su índice de producción es 40 frente a 100 en 1970), el ajonjolí (25),
la soya (79,5), la cebada (60), el maíz (87,3). Mientras los exportadores
colombianos han sufrido pérdidas, los precios tan bajos de las oleagino-
sas, el trigo y el maíz, más bajos aún por la revaluación del peso colom-
biano, han conducido a mermar un mercado nacional en contracción. La
economía colombiana y su agricultura han absorbido los efectos de la re-
cesión internacional en forma muy intensa porque, paradójicamente, los
superávit de divisas alcanzados en los años anteriores han conducido a
encarecer las exportaciones colombianas y a abaratar sus importaciones;
se abaratan más aún las importaciones si se utilizan dólares del mercado
negro para importar, ya que éstos valen 3 y 5 pesos menos que el dólar
oficial. Después se les llama "importaciones no reembolsables". Con
los precios internacionales de casi todos los productos agrícolas tan ha-

ll
jos, pero con una devaluación mayor del peso (o una inflación interna
menor), la crisis de todas las actividades internas hubiera sido menos in-
tensa, pues los empresarios hubieran podido exportar un poco más y el
Idema, quizás, hubiera importado menos.

Atrás hemos dicho que no es reciente ni se trata tan


la crisis agrícola
sólo de un contagio de la crisis internacional. La serie de importaciones
de grasas y cereales que se presenta seguidamente muestra que las defi-
ciencias de abastecimiento vienen de los años 70 y creciendo vertigino-
samente durante el decenio.

Cuadro 3

IMPORTACIONES AGRICOLAS
(millones de dólares)

Años Importaciones Importaciones


de grasas de cereales

1970 11,9 18,3


1971 20,5 38,8
1972 12,4 31,7
1973 17,7 57,6
1974 40,3 96,1
1975 30,7 59,4
1976 56,9 80,2
1977 64,1 77,8
1978 73,2 87,4
1979 112,4 81,5
1980 97,7 148,5

Fuente: Dañe, Colombia Estadística 1981.

Las importaciones de grasas incluyen tortas de soya, semilla de algo-


dón, ajonjolí, copra, más aceites semirrefinados. Si las importaciones
son hoy nueve veces mayores que las de 1970, esto quiere decir necesa-
riamente que la producción nacional ha sido desplazada en forma impor-
tante del mercado por las importaciones de un grupo industrial bastante
concentrado y que manipula a su favor los precios de compra a los agri-
cultores. Las importaciones de cereales corresponden, en lo fundamen-
tal, a trigo y a maíz; su valor en el período contemplado aumenta ocho
veces, cuando el consumo no debió aumentar un 60 o un 70% durante el
decenio, a lo máximo, lo que vuelve a significar un desplazamiento apre-
ciable de cultivos nacionales del mercado. La evolución de las importa-
ciones muestra una pérdida de lo que algunos estrategos internacionales
llaman "autosuficiencia alimentaria", resultado de una postración pro-

12
ductiva que hace que las demandas por materias primas y alimentos
sean surtidas crecientemente por el extranjero. Uno podría preguntarse,
ahora: ¿qué le habría sucedido al nivel de precios interno si no se hubie-
ra recurrido a la despensa internacional? ¿A cómo estaría el pan? ¿A
cómo lasarepas? Cuando el lector se esté comiendo un sánduche o una
arepa de huevo piense que los ingredientes de su harina horneada vie-
nen de Kentucky o del estado de lowa, ambos en Estados Unidos. Si
uno piensa, además, que los salarios reales de la población disminuye-
ron hasta 1977 o sea que la demanda por alimentos no fue muy intensa
en la mayor parte del período, ¿qué habría pasado si los ingresos de los
trabajadores no hubieran sido disminuidos?: ¿una mayor demanda? ¿In-
flación del 50 ó 60% o más? Pero, de hecho, los salarios se redujeron
porque los precios de los alimentos se dispararon y los patronos no qui-
sieron admitir el hecho de que los costos de reproducción de los trabaja-
dores habían aumentado. Ya cuando se produjo alguna recuperación
salarial en 1978 fue precisamente porque hubo muy buen tiempo, exce-
lentes cosechas y ese año el índice de precios de alimentos al consumi-
dor aumentó sólo 12%, casi un accidente de la naturaleza, porque des-
pués el índice volvió a oscilar alrededor del 30% anual. Para resumir el
punto sobre las importaciones, se podría apreciar que la agricultura
nacional en toda una serie de cultivos está en desventaja de productivi-
dad y precios relativos frente a otros países más avanzados, que cuentan
con las llamadas "ventajas absolutas", que han venido desplazando a
los agricultores colombianos, aun a los de mayor productividad, de los
mercados nacional e internacional.

Uno puede indagar ahora por estructura misma de los costos de


la
producción de los agricultores capitalistas, comerciales dotados de ma-
quinaria y agroquímicos, para ver qué ha sucedido dentro del sector.
Una investigación a cargo de Alvaro Balcázar, de la División de Estudios
Especiales del Banco Ganadero, señala que el alza de los precios de ven-
ta de los cultivadores ha estado un poco por debajo de sus costos de
producción y que se han elevado en particular los precios de los fertili-
zantes y los de la mano de obra. Los bajos salarios habían sido hasta
1975 una importante fuente de superganancias para la agricultura capi-
talista, que aumentaba la productividad mientras sus costos laborales
unitarios descendían vertiginosamente, pero con la apretada del merca-
do de brazos los costos salariales subieron con rapidez, para estabili-
zarse en los últimos dos años con la recesión.

Esta de costos en aumento, y precios también en aumento aun-


tijera
que no tanto, ha obligado a una depuración del sector, donde permane-
cen los productores de mayor productividad, es decir los que han aumen-
tado la dotación de maquinaria por hombre y el empleo sabio de los ferti-
lizantes y agroquímicos, para racionalizar y disminuir sus costos más
elevados. Este efecto es observable en los cambios de la producción por

13
hectárea en los casos del algodón, el sorgo, la papa, la yuca y el arroz,
que continuó siendo el cultivo estrella de la agricultura comercial, pero
no es fácil de verificar en el resto de cultivos, que con la involución de la
producción también sufrieron pérdida de productividad. Un efecto que
no ha podido ser cuantificado adecuadamente hasta el momento es el de
la aplicación ascendente de plaguicidas de altísimo poder, prohibidos en
países que protegen a sus ciudadanos, que van generando una protec-
ción descendente de las enfermedades de los cultivos, con lo cual se
aumentan los costos mientras aumentan también las pérdidas de cose-
chas. Pero el efecto mayor ha sido el envenenar lentamente a núcleos
importantes de población que han visto afectadas sus normas de pro-
creación con el aumento de nacimientos con defectos congénitos (cfr.
programas de televisión de Germán Castro Caycedo mostrando los mor-
tíferos efectos en el Tolima).

Cuadro 4
INDICE PRECIOS INSUMOS Y PRECIOS AGRICOLAS
(base 1970 = 100)

Año Abonos Pesticidas Mano Indice precios


químicos de obra agrícolas

1975 484,8 383,5 259,9 276,1


1980 938,7 724,5 933,0 721,8

Fuente: Alvaro Balcdzar, op. cit.

Tenemos, pues, que los costos de producción nacionales de los em-


presarios del campo han aumentado en términos relativos. Sin embargo,
unos costos que sí han aumentado vertiginosamente en forma absoluta
son los de tipo financiero, resultado natural de entregar la asignación del
crédito a las puras y bellas fuerzas del mercado, como lo pregona la sabi-
duría neoliberal. En las circunstancias de un sistema de crédito que cap-
ta los recursos privados y, sobre todo, públicos en el mercado, se hacía
cada vez más difícil mantener el viejo sistema de tipos de interés subsi-
diados que fomentara la agricultura. Seguir otorgando ese crédito hacía
posible que el cliente recibiera el dinero por la ventanilla de pagos y se
fuera a la de depósitos a término y se ganaba ya un 30% o más del capi-
tal prestado (no del suyo siquiera). A pesar de que las tasas de interés
para el sector agropecuario hoy están en el orden del 28 y 29% anual, o
sea 10 2% real, ha preocupado mucho a las autoridades monetarias que
ingentes recursos del Fondo Financiero Agropecuario hayan quedado
sin utilización durante 1980 y 1981. Pasar de tipos de interés del 10%
anual al 1 ó 2% parece haber representado un trauma considerable para

14
los agricultores y que agrava aún más su situación con el alza del resto
de los costos de operación. ¿Qué sucederá cuando al sector agropecuario
le corresponda "normalizarse" y pague intereses reales del 20% anual
y más con que se está estrangulando al resto de actividades industria-
les en el país hoy en día?

La confrontación entre textileros y algodoneros que se viene repitien-


do durante los dos últimos años realza el tipo de problemas que confron-
ta tanto la economía del país como su agricultura. En efecto, mientras
los textileros se quejan de que han perdido mercados externos y de que
la penetración del contrabando les ha arrebatado una muy importante
fracción del mercado interno, lo que los ha conducido a desenganchar
obreros, mantener inventarios sin vender v financiados con tasas de
interés al 45% anual, no pueden comprar algodón muy por encima del
precio de Liverpool porque esto no haría sino agravar su situación com-
petitiva y perderían más mercados tanto externos como internos. Los
algodoneros, por su parte, arguyen que antes ellos han subsidiado a los
industriales vendiéndoles por debajo del precio internacional y que estos
ahora deben pagar con la misma moneda para mantener la viabilidad del
cultivo. Ante el gobierno se manifiesta que las regiones de Cesar van
hacia una peligrosa descomposición social por la baja tan contundente
de la actividad. Como se ve, se trata de un dilema que no tiene una sali-
da elemental.

Sipor el lado de la agricultura las cosas andan mal, por los de la ga-
nadería no se ve ninguna mejora sustancial. A partir de 1974 la ganade-
ría ha venido perdiendo mercados internacionales y los marginales con
que había quedado, en particular el de Venezuela, no están asegurados
de ninguna manera. En los últimos años se presenta un problema de
sobreproducción que el lector pudo apreciar en el cuadro 2 y en la baja
relativa de precios que muestra el cuadro 1. El alza del degüello tan
fuerte presentada en 1979 y 1980 es un aumento tangible de la produc-
ción, fruto quizás de un aumento de la productividad, pero también de
una baja en la reproducción del hato, pues durante los últimos siete años
la matanza de vientres ha estado muy por encima del 40%, si bien es
posible que se dé una disminución del tiempo de maduración de los novi-
llos de cuatro años ahora a tres (piénsese que los costos de financiar el
levante son ahora mayores que en el pasado), éstos van al degüello con
menor peso que antes, así que no habría crecido tanto el volumen de
carne como el número de animales sacrificados. Las fuertes alzas del
precio de la carne en 1982 indican que el ciclo de producción ha entrado
en baja y que escasea el ganado de sacrificio, por lo que empieza la re-
tención de vientres, lo cual presiona los precios de la carne hacia arriba.

La economía cafetera entró en ebullición en 1976-77 y los resultados


de una alegre duplicación del precio interno por una administración neo-

15
liberal que que la división internacional del trabajo ordena-
santificó lo
ba, en el momento de una accidental helada en el Brasil, condujo a un
aumento de la producción de 9 millones de sacos en 1975 a 12 millones
en 1981. Como los neoliberales habían jugado a la ruleta y le habían
puesto velas a San Friedman, la helada se repitió en 1981 y no hubo que
botar al mar Caribe 3 ó 4 millones de sacos, pero si las heladas no se re-
piten en 1983 la situación de sobreproducción va a ser fulminante. El
auge cafetero y la apropiación exclusiva del mismo por el gremio ha
conducido a acelerar el cambio hacia la caturra, favoreciendo la toma de
la producción por el fínquero de escritorio.

La economía campesina, por su parte, ha mantenido un ritmo de pro-


ducción creciente pero lento, desbordado por la demanda, lo cual ha
ocasionado que los precios del fríjol, la yuca y el plátano anden por los
cielos. Parece haber un efecto de sustitución de estos dos cultivos por
la papa y el arroz en los consumidores urbanos del país. El maíz, como
ya se vio, presentó en 1980 una producción inferior a la de diez años
antes. El diagnóstico sobre la economía campesina ofrecido en el libro
se mantiene con esa evolución pausada, insuficiente: las parcelas de la-
dera, que ocupan tierra mala en Boyacá, Santander y Cundinamarca, en
Nariño y Cauca continúan perdiendo población, a sus efectivos más jóve-
nes, hasta el punto en que se presentó a partir de 1975 el alza sustancial
de salarios ya descrita. Pero con todo hay algunos indicios de que la pro-
ducción parcelaria se tecnifica, como en papa y yuca. Es plausible hipo-
tetizar que el tamaño de las parcelas aumente en la medida en que la
despoblación continúa: los que se van o los que mueren dejan sus parce-
las que pasan a ser consolidadas con otras y se pueden tecnificar más,
sobre todo si los precios por su cultivo han permanecido tan altos duran-
te tanto tiempo. Este proceso no implica una irremediable descampesi-
nación, como está implicada en mi libro, pero sí una transformación téc-
nica de la parcela y cultural de la familia que la apropia, algo que ha
sucedido en las regiones campesinas del altiplano cundiboyacense. La
quiebra de productores grandes que se muestra en el caso del algodón
es una de las causas de que la empresa familiar sea más apropiada para
dirigir la producción agrícola que una firma en incierta expansión per-
manente. Lo deplorable para todos es que la administración Turbay no
hizo el censo agropecuario correspondiente a 1980 y no hay interés ofi-
cial alguno en reconocer que existe un problema agrario, así que va a
ser muy difícil conocer a ciencia cierta qué transformaciones están ocu-
rriendo en torno a la economía campesina y agraria en general en el país
colombiano.

En cuanto a los cultivos llamados de transición o mixtos como la pa-


pa, el trigo, maíz y el tabaco, tan sólo el de la papa muestra una soste-
el
nida expansión, pues el resto de ellos se estanca. El país ha dejado de
fumar Pielroja para pasarse al Marlboro de contrabando y así mismo se

16
ha deprimido fuertemente la demanda de tabaco negro. Se ha expandido
la exportación de tabaco rubio, cultivado a la manera comercial.

La economía campesina prospera poco, no importando el nivel de


precios que obtengan sus productos, porque no tiene buena tierra que
cultivar. Las políticas del Estado muy pocas veces han impulsado su
desarrollo o permitido la apropiación de la buena tierra. Las políticas de
desarrollo integral de las dos últimas administraciones no pueden ser
evaluadas todavía en sus alcances, pero su efecto, que es fundamental-
mente demostrativo (proyectos pilotos que deben irrigar resultados para
toda una región), no parece haber sido abrumador. Por lo menos no se
ha manifestado en una bonanza productiva y bajas de precios de sus cul-
tivos, pues se tiene algo más de crédito, algo más de elementos técnicos
sencillos, pero la misma mala tierra de siempre. Por otro lado, políticas
políticamente neutras como la de investigación y aplicación de nuevas
tecnologías en el campo han sido desfmanciadas por la política moneta-
rista de disciplina fiscal, lo que ha desorganizado a los institutos del sec-
tor, en particular el ICA, que ha perdido decenas de Ph D formados
especialmente en el extranjero.

La otra fuente promisoria de expansión agrícola ha sido la colonización


campesina que ha venido abriendo tierras fértiles a lo largo de los ríos de
regiones maravillosas. Pero como la colonización incluye cientos de fa-
milias que huyeron de la violencia conservadora y se enfrentan a aspira-
ciones terratenientes y bipartidistas y no existe además una política de
reforma agraria que las favorezca, las zonas de colonización se han to-
mado con base en operaciones de los distintos movimientos guerrilleros
que operan en el país. Se han dado en los últimos tiempos destacamen-
tos adicionales armados, las mafias, que organizan e intermedian los
cultivos de coca que han enriquecido sustancialmente las áreas de colo-
nización del Caquetá y el Putumayo. La virtual guerra civil que se vive
en esas regiones, con una ocupación militar que obstaculiza la movilidad
de los hombres, las mercancías y las drogas, ha impedido explayar la
capacidad productiva que tienen estas regiones de servir de despensa
del país mientras el resto de las zonas se hunden en el marasmo tropical.

Tendría que concluir este prólogo reafirmando que el problema agra-


rio solucionado violentamente en contra de los campesinos ha generado
todos estos problemas y no sólo los de una agricultura que se rezaga
frente a las necesidades de la industria y de la población colombiana si-
no, en especial, los de una vida política marcada por el autoritarismo y la
arbitrariedad.

Febrero de 1982

17
PROLOGO
A LA PRIMERA EDICION

El presente estudio sobre el desarrollo capitalista en el agro


colombiano fue elaborado, en lo fundamental, en el Departamen-
to Nacional de Estadística, siendo publicado en el Boletín Men-
sual de Estadística en varias entregas ^^K El hecho de su limitada
difusión, con excepción del capítulo histórico y de tener que
elaborar el trabajo en términos institucionales, me ha movido a
actualizarlo, expandiendo las series estadísticas para el período
1972-1976, reelaborando algunos aspectos centrales sobre el tema
y consultando un mayor número de trabajos que han aparecido
desde la fecha de publicación inicial.
He mantenido tono objetivo de la publicación inicial, con-
el
vencido de que lo que fue primeramente una traba institucional
se convirtió en una excelente experiencia, al tener que probar
rigurosamente cada afirmación que hacía, dejando a un lado el
tono de denuncia que acompaña la mayor parte de los análisis
de la izquierda. Si bien estas trabas institucionales impidieron
tratar muchos asuntos políticos directamente, no fueron óbice pa-
ra desarrollar una metodología que les será familiar a los cono-
cedores de la teoría marxista de la renta del suelo y la obra de
V.I. Lenin, El desarrollo del capitalismo en Rusia. En relación
con esta última, el lector podrá apreciar una notable diferencia
en el tratamiento que se le da al mercado exterior, que Lenin
no trata para el caso ruso, y que en este estudio se pretende in-
tegrar con el propio desarrollo capitalista, además de analizar las
relaciones de crédito y capital imperialistas, que afectan todas
las variables fundamentales de nuestro desarrollo agrario.

1. En el Boletín Mensual de Estadística 253-254 se publicó "El desarrollo de la


ganadería en Colombia 1950-1972" y en los números 276 al 278 "La agri-

cultura en Colombia 1950-1972".

2. Que fue reproducido en Cuadernos Colombianos N- 3, como "Evolución de


la estructura agraria colombiana" y más tarde incluido en la Biblioteca Bá-
sica de Cultura Colombiana, segunda serie, en el libro editado por Mario Arrubla,
La agricultura en Colombia siglo XX, Colcultura, Bogotá, 1976.

19
Recojo, por otra parte, todas las técnicas estadísticas desa-
rrolladas por la economía neoclásica y keynesiana que me pare-
cen más adecuadas y que permiten ver en acción las categorías
básicas del marxismo, mostrando en los hechos mismos el desen-
volvimiento del capitalismo en el campo. También hago uso de
la crítica neoricardiana (Sraffa et al) a la teoría marginalista
del valor y los precios en el capítulo pertinente a tecnología y
cambio técnico.
En términosgenerales he seguido la metodología de confec-
cionar series largas de producción, precios, empleo y salarios, in-
versión, insumos, créditos y gasto público para obtener estima-
dos coherentes que permitan la interpretación de la información
disponible, evitando caer así en las contradicciones que se pre-
sentan en las distintas fuentes, censos, encuestas, etcétera; el
cruce entre las distintas partes del estudio, siempre teniendo en
cuenta el estado general de la economía, permite guardar la má-
xima coherencia en la interpretación. De esta manera, por ejem-
plo, el desarrollo de la agricultura comercial debe acompañarse,
obviamente, con el crecimiento del proletariado, lo cual se con-
tabilizará en la parte pertinente al empleo; los precios de los
cultivos comerciales reflejarán las condiciones de la productivi-
dad y nivel de costos en el subsector, lo mismo que las condicio-
nes de mercado a nivel interno e internacional, lo cual hará ne-
cesario cruzar el análisis de tecnología e insumos con el análisis
de los precios y del comercio internacional; las importaciones
de maquinaria agrícola y la producción local de implementos e
insumos agroquímicos expresarán las condiciones técnicas de la
producción comercial y deben ser corroborados con sus índices
de productividad física; finalmente, la fortaleza del gasto público
señalará el alcance de la infraestructura de la agricultura comer-
cial y de la influencia que alcanza a desplegar dentro del estado
la burguesía agraria y/o los terratenientes.

El libro comienza enmarcando el desarrollo capitalista de la


agricultura dentro de la historia económica del país y lo rela-
ciona en particular con los orígenes de la industrialización, para
explicar las trasformaciones que determinan la estructura agra-
ria actual en términos de las formas de trabajo (relaciones de
producción), relaciones jurídicas sobre la tierra, sus cambios
más importantes y movimientos de población. Siguiendo a Lenin
en la obra citada, se establece aquí una separación entre econo-
mía terrateniente y campesina, lo cual permite aclarar la diná-
mica que se establece entre terratenientes, pequeños arrendata-
rios y colonos, campesinos parcelarios y desarrollo capitalista,
evitando caer así en las caracterizaciones demasiado generales del
"complejo latifundio-minifundio", que se basan en la extensión
de la propiedad, borrando de paso toda posibilidad de analizar
la organización social de formas de producción muy complejas

20
,

en sí mismas y que ofrecen sorpresas hasta para el tipo de pro-


piedad en que se desenvuelven.
Dentro del análisis que corresponde a los cambios en la pro-
ducción operados durante los últimos cinco lustros (capítulo II)
se hace una división por tipo de cultivo que permite apreciar el
avance del capital sobre las formas parcelarias de producción,
aunque no permite fijar con precisión el alcance que tiene la
organización capitalista entre los cultivos denominados como tra-
dicionales y mixtos, proceso que también se viene generando,
según evidencias numerosas. Aquí también la agricultura es ana-
lizada en relación estrecha con la acumulación industrial, tanto
como proveedora directa como indirecta de materias primas, sub-
como abastecedora de im-
sistencias de los obreros y, finalmente,
portaciones de medios de producción para la industria en base
a sus exportaciones. Detrás de este análisis estadístico está pre-
sente la teoría marxista de la reproducción, pero como un caso
especial referido a un sector agrícola que cumple funciones de
departamento I de la economía (productor de medios de pro-
ducción), a la vez que produce medios de consumo; los esquemas
incluyen el comercio internacional (exportaciones agrícolas que
se tornan en importaciones de equipos y bienes intermedios) pa- ,

ra dar cuenta cabal del papel que cumple la agricultura en la


reproducción social del capital en el país.

El tercer capítulo toma la ganadería exclusivamente. Se par-


te de hacer estimativos de la población ganadera y del área en
praderas para dar una idea aproximada de la evolución del hato
nacional, relacionándolo con el área de pastoreo y ofrecer así
una primera apreciación sobre la tecnología ganadera y su rela-
tivo atraso. Esto se especifica por regiones y se hacen compara-
ciones pertinentes entre las distintas zonas ganaderas del país.
Se analiza seguidamente la producción de carne y su valor, su
evolución durante más de 25 años, la evolución de sus mercados
(interno y externo) y el ingreso real apropiado por los terrate-
nientes ganaderos.
Una manera de estudiar las relaciones industria-agricultura
es la de apreciar la evolución de sus términos de intercambio
(capítulo IV) lo cual se hace mediante índices armónicos de
,

precios por tipo de cultivo y para toda la agricultura, lo mismo


que los precios del ganado, relacionándolos con los precios in-
dustriales. A partir de aquí se explica el problema del ciclo de
los precios agrícolas, con medidas claves de oferta y demanda
globales. Lo que se desprende, en primer término, es que los
términos de intercambio favorecen claramente al agro, con ex-
cepción de un período, y más a las formas de producción atrasa-
das (cultivos tradicionales, mixtos y ganadería) que a los cul-
tivos comerciales, lo cual hubiera sido difícil de explicitar si
hubiéramos trabajado con las hipótesis tercermundistas de la

21
explotación del campo por la ciudad o de las "colonias interio-
res".Por el contrario, loque se puede apreciar en el caso co-
lombiano es que la acumulación industrial y los salarios de los
trabajadores tuvieron y tienen que pagar por el caótico desa-
rrollo capitalista en nuestro agro, lo cual se aligera en la me-
dida en que se desarrolla la agricultura comercial pero se vuelve
a agravar a partir del momento en que las exportaciones de este
tipo de productos invierten nuevamente los términos de inter-
cambio, especialmente entre 1970 y 1976, a favor del campo, re-
pitiéndose claramente para el caso de la ganadería.

El capítulo quinto trata del problema de la fuerza de trabajo


en el campo y la distribución de los ingresos. El primer tema
se abarca por medio de la relación entre población activa rural
y demandas de mano de obra estacionales y permanentes, para
concluir con una cuantificación del problema del mercado de
trabajo, mostrando una estructura productiva que tiende a ge-
nerar una creciente población redundante en relación con las ne-
cesidades del capital agrario. La misma estructura de produc-
ción y propiedad determina que los ingresos por ganancias y
renta del suelo evolucionen en el tiempo hacia un mayor nivel
de concentración frente a los inestables ingresos del campesina-
do parcelario y del superexplotado proletariado rural.
El capítulo sexto analiza la inversión en maquinaria e insu-
mos químicos, con el fin de complementar la primera caracte-
rización de la agricultura gran burguesa; asimismo, se hace un
estudio del lento cambio técnico que caracteriza a la ganadería,
como resultado de un proceso histórico de gran monopolio te-
rritorial. En este capítulo se plantean, además, los montos de cré-
dito y gasto público que han favorecido, en su mayoría, a los
terratenientes.

Por último, se derivan conclusiones sobre el carácter del


desarrollo capitalista en el campo colombiano, su rapidez relati-
va, si implicó o no cargas contra la acumulación y si en la ac-
tualidad la agricultura ofrece problemas de fondo para el futuro
de la acumulación burguesa. Se plantea además una síntesis de
las políticas del estado frente a la cuestión agraria, apreciándose
los períodos de reforma como respuesta a situaciones de agudo
confrontamiento de las clases en el campo y que se agotan pre-
cisamente cuando no dan salida a las aspiraciones de la mayor
parte del campesinado del país. Se puede concluir que en estas
condiciones no es posible la solución de los graves problemas
que aquejan a la población campesina del país, en tanto subsista
el régimen capitalista de producción y distribución, agravado,
en nuestro caso particular, por la opresión imperialista.
Los agradecimientos para los que de una forma u otra co-
laboraron conmigo en este trabajo son múltiples: mi esposa Cla-

22
ra en primer término por leerlo, criticarlo y sufrirlo; Camilo
González, Gabriel Misas, Soledad Ruiz y Alberto Corchuelo dis-
cutieron conmigo diversos aspectos, desde el enfoque teórico has-
ta elementos empíricos; Alberto Samper hizo gran parte de la
estadigrafía de las series 1950-1972 y Sergio González algo del
período 1972-1976, siendo una carga pesada el haber continuado
los cálculos sin más infraestructura que la de una mini-calcula-
dora japonesa.
Agradezco también a la facultad de Ciencias Humanas de la
Universidad Nacional de Colombia haberme permitido desarro-
llar la actualización de este estudio, por medio de una liberación
parcial de carga académica durante 1976 y 1977, dentro del con-
venio celebrado entre la universidad y la Universidad de París
X (Nantere) a través de Gonzalo Arroyo, coordinador interna-
cional de la investigación "Las transnacionales y la agricultura",
para la cual era importante tener al día la información sobre la
evolución del agro colombiano.

En fin de cuentas, este trabajo ha servido para demostrar


que el desarrollo capitalista en los países semicoloniales y de-
pendientes puede ser analizado con un alto grado de coherencia
recurriendo a la teoría marxista clásica y de que aun constitu-
yendo un caso "especial" de desarrollo capitalista no deja de
observar un comportamiento "normal" en relación con las pre-
misas básicas de esa teoría.

Bogotá, diciembre de 1977

23
Capítulo I

EVOLUCION DE LA ESTRUCTURA AGRARIA


COLOMBIANA

Los elementos de la estructura agraria que se consideran


en el presente capítulo desde un punto de vista histórico cons-
tituyen una parte muy reducida de lo que podría considerarse
como el universo agrario del país y de su evolución histórica. El
análisis de estos elementos pretende dilucidar los aspectos más
importantes de los profundos cambios que ha vivido el campo
colombiano en los últimos cincuenta años, con particular refe-
rencia a las formas de trabajo, tenencia de la tierra, factores de-
mográficos, cambios jurídicos e institucionales principales y
aquellas trasformaciones importantes que fueran impulsadas por
el desarrollo capitalista de la economía nacional. La parte final
del capítulo se dedica a los elementos de la estructura agraria
actual,basado en un somero análisis de la reforma agraria, la
enumeración estadística contenida en los censos agropecuarios
de 1960 y 1970 y la información disponible sobre la estructura
de la economía cafetera.

L EVOLUCION HISTORICA
A. Formas de trabajo

En década del 20 se encuentra una variedad muy grande


la
de instituciones en la explotación del trabajo rural que tienen
en común la sujeción del campesino a la tierra y la obligación
extraeconómica de abonar rentas bien sea en servicios, producto
o dinero. En las grandes haciendas de Cundinamarca, Boyacá,
Tolima, Huila, Valle y Cauca la producción era llevada a cabo
básicamente por arrendatarios (concertados y agregados), que
pagaban rentas por sus lotes de pan coger (subsistencia) en
forma de producto, dinero y, además, trabajando en las labores
de la hacienda por un salario que era generalmente un 30% in-
ferior al que se pagaba a los "forasteros" o fuerza de trabajo

24
ocasional no residente en las haciendas En Nariño, en Cauca
y en la costa eran corrientes los "terrajes", equivalentes al pago
en especie por el derecho de comunidades indígenas o campesi-
nas a usufructuar tierras tituladas a otros ^'^K Aun en otras re-
giones, como el Sur de Antioquia y Caldas, existían grandes ex-
plotaciones cafeteras repartidas en aparcerías; a la inversión
conjunta de terrateniente y campesino se daba un reparto de
utilidades que variaba ampliamente de tercios a medianías del
producto obtenido

Fuera de esta economía de hacienda se podría considerar


una economía campesina de pequeños propietarios, concentra-
dos primordialmente en las tierras más desvalorizadas del país
y que incluía desde café, en las regiones de Antioquia y Caldas,
hasta maíz, papa y yuca, en el resto del territorio nacional. Den-
tro de esta economía figuraban también algunos campesinos me-
dios en tierras mejores, que producían para abastecer los cre-
cientes centros urbanos del país. En la medida en que se incre-
mentaban las comunicaciones entre el campo y las ciudades, la
pequeña propiedad parcelaria abastecía la mayor parte de las
necesidades urbanas, mientras que la economía de la hacienda se
concentraba en ganadería, cereales, azúcar refinada y arroz.

La economía cafetera, que en esta etapa vivía un vertiginoso


crecimiento compartía todos los tipos de explotación señala-
dos: desde grandes haciendas con arrendatarios sujetos a la tie-
rra y obligados a pagar rentas en trabajo a aparceros, hasta pe-
queños y medios propietarios. El censo cafetero de 1932 refleja
esta situación en forma aproximada:
Como puede deducirse del cuadro lA, la concentración de la
propiedad cafetera fue alta desde un principio: 13,3 de las fin-

1. Luis B. Ortiz, Ensayo sobre las condiciones de la vida rural en el Municipio


de Moniquirci, Boyaca. Anales de economía y estadística I, 1938, pp. 27 y 55.
Ortiz informa que de 64 personas encuestadas sólo 12 reciben salarios; de éstos, 5
reciben alimentos producidos en la misma finca. Los otros son arrendatarios y tam-
bién pagan renta en producto.

2. Juan Friede, La lucha del Indio por la tierra, Bogotá, 1973.

3. James Parsons, La Colonización Antioqucña, Banco de la República 1951.

4. El ingenio Manuelita importó un trapiche a vapor en 1963 y el ingenio Río


Paila entró a producir a escala a partir de 1929. Ver Phnnor Edcr, Santiago
Eder, el fundador, Bogotá, 1961.

5. La producción cafetera en 1913 se puede estimar en 64.800 Tons. mientras


que en 1932 era d.- 207.000 Tons. William Paul M: Greevey, An Economic
History of Colombia, Cambridge 1971, p. 198.

25
Cuadro 1-A

CLASIFICACION PORCENTUAL DE LAS PROPIEDADES


CAFETERAS 1932

Clasificación de Número Porcentajes


las propiedades de fincas Fincas Cafetos

TOTAL 149.348 100,0 100,0

Menores de 5.000 árboles 129.556 86,8 48,8


De 5.000 a 20.000 árboles 16.921 11,3 24,7
Más de 20.000 árboles 2.871 1,9 26,5

Fuente: Censo cafetero 1932, en Boletín de Estadística, 1933.

cas alcanzaban a concentrar el 51,2 del número de cafetos exis-


tentes, mientras que el resto de fincas (cerca del 90) no alcan-
zaba a explotar la mitad de los cafetos del país. Sin embargo,
según los informes de productividad que brinda el mismo censo,
se puede asumir que de pequeña propiedad (Caldas
las regiones
y Antioquia) eran más productivas que las de la gran pro-
piedad (los Santanderes, Cundinamarca y sur del Tolima). Esto
permite establecer una nueva estimación, ya en base a la super-
ficie y a la producción de café, así:

Cuadro IB

ESTIMACION DE LA CONCENTRACION DE LA
PRODUCCION CAFETERA

Clasificación de Porcentaje
las propiedades Explotaciones Producción

100,0 100,0
Menores de 3 hectáreas 86,8 49,0
Entre 3 y 12 hectáreas 11,3 29,7
Más de 12 hectáreas 1,9 21,3

Nota: Para las estimaciones de este cuadro se optó por la siguiente meto-
dología: Se supuso una productividad base de las unidades pequeñas de 100, las

propiedades medias de 120 y las propiedades grandes de 80, reflejando el hecho


de que las explotaciones más grandes eran las más atrasadas, basadas en arren-
datarios que abonaban rentas en servicios, mientras que las propiedades medianas
debían tener tierras de mejor calidad que las pequeñas propiedades y mayores eco-
nomías de escala. Por otra parte, se asumió que en cada hectárea había 1.666,6
cafetos sembrados, que es el dato aproximado que trae el mencionado censo.

26
El crecimiento anual de la superficie cafetera observable
entre 1920 y 1929 fue de cerca de un 10 por ciento lo cual,
considerado conjuntamente con las necesidades estacionales de
mano de obra para las cosechas cafeteras, especialmente en re-
lación a las explotaciones grandes y medianas, aunque aun las
pequeñas requerían y demandaban trabajo asalariado, cohsti-
tuyó la primera gran demanda que se ejerció sobre un mercado
de trabajo rural prácticamente inexistente hasta ese entonces.
La inmovilidad de la fuerza de trabajo sujeta a la hacienda se
contraponía a estas necesidades de liberar la fuerza de trabajo
de la tierra, a las cuales se añadieron en el tiempo nuevas de-
mandas por trabajo asalariado. La situación se volvió más tensa
con el gran desarrollo capitalista que vivió el país con particu-
lar agudeza de 1925 a 1929: se hizo necesaria la construcción de
una infraestructura de comunicaciones, vías y puertos, para co-
nectar el interior con el mercado mundial, lo cual fue inducido
por el auge en las exportaciones cafeteras y por la profusión de
créditos externos contraídos por el gobierno de esa época. La in-
dustrialización ya había sentado algunas bases aun antes de la
primera guerra mundial y esta nueva etapa próspera sirvió pa-
ra consolidar la incipiente industria de los inicios del siglo;
la fiebre de las exportaciones y los créditos de 1925 en ade-
lante añadieron demanda efectiva a la industria y ésta acometió
importantes ampliaciones, obteniendo cambios cualitativos y fo-
mentando la urbanización y el desarrollo de un mercado inte-
rior. Esto acarreó a su vez condiciones para la migración hacia
las ciudades y contribuyó a resquebrajar las férreas institucio-
nes rurales que fijaban a los arrendatarios a las haciendas.

Los grandes requerimientos de trabajo asalariado que sur-


gieron de la construcción de obras públicas parecen haber sido
el elemento que terminó por agotar la fuerza de trabajo móvil
disponible, presionando sobre los trabajadores sujetos a las ha-
ciendas. La situación se vio agravada porque el desarrollo ur-
bano e industrial aumentó sus demandas sobre la agricultura y
ante la incapacidad de ésta de responder, los precios de los pro-
ductos necesarios ascienden con gran fuerza.

Según un cálculo de Alejandro López, obras públicas


las
requerían cerca de 40.000 trabajadores en 1928, lo cual ha
debido ascender a cerca del 8% de la fuerza de trabajo móvil

6. Me Greevey, obra citada, p. 201.

7. Daniel Pecaut, Política y sindicalismo, Bogotá, 1973.

8. Alejandro López, Idearium Liberal, París 1931, p. 42.

27
del campo en ese entonces. Esta sustracción relativamente
importante de trabajadores hizo que muchas de las haciendas del
país entraran en crisis y se vieran forzadas a pagar salarios para
mantener a sus arrendatarios en sus propiedades. En efecto, los
salarios rurales tuvieron un incremento notable por primera vez
en muchos años, el que alcanzó a ser más del 30% entre 1924 y
1927. ^'^^K La situación de un mercado de trabajo en conforma-
ción y todavía con una oferta de brazos limitada se puede co-
legir mejor si se consideran varios sucesos que tuvieron lugar
en ese entonces.
— La Asamblea de Boyacádictó una resolución mediante
la cual los campesinos debían portar salvoconductos emitidos
por lais autoridades locales para poder salir del departamento
a trabajar a otras partes. ^'^^K

— La Federación Nacional de Cafeteros


solicitó del gobier-
no que los trabajadores de obras públicas fueran puestos a dis-
posición de los hacendados para la recolección de las cosechas
cafeteras. ^^^K

— LaSAC solicitó del gobierno que se abrieran las com-


puertas de la inmigración para frenar el alza de salarios, mien-
tras que, por otra parte, solicitaba la imposición de medidas de
ahorro forzoso para neutralizar las alzas salariales. ^'^^K
Lasituación de escasez relativa de trabajadores sentó las
condiciones en amplias regiones de Cundinamarca y Tolima pa-
ra que estallaran conflictos entre arrendatarios y propietarios,
en los cuales los campesinos reclamaban el fin de los servicios
gratuitos en las haciendas, pago de salarios iguales a los de las
obras públicas y el derecho a sembrar cultivos de mercado en
sus lotes de pan coger. ^^"^K Otras regiones del país también fue-

9. Hemos estimado que en 1938 los trabajadores asalariados rurales eran 502.1
miles, a los cuales se podían añadir parte de los trabajadores independientes
y ayudantes familiares (estimados en 948.2 miles), pero sólo como trabajadores
ocasionales. No es exagerado suponer que 10 años antes la fuerza de trabajo rural
efectivamente libre no alcanzaba a más de 500.000 personas, por las rigideces ins-

titucionales evidenciadas. Esto daría el estimado del 8% citado.

10. Miguel Urrutia, Mario Arrubla, Compendio de estadísticas históricas de Colom-


bia. Según los autores el salario pasó de $ 0.70 en 1924 a % 1.01 en 1927.

11. Alejandro López, obra citada, p. 39.

12. Ibid., pp. 42 y 43.

13. El Tiempo, 26 de febrero 1926, recopilado por Jorge Villegas, DAÑE, 1972.

14. El Tiempo, 14 1928, y Miguel Urrutia, Historia del sindi-


de diciembre de
calismo en Colombia, Uniandes, 1969.

28
ron afectadas en mayor o menor grado por conflictos de este
tipo, que contribuyeron a disolver las formas atrasadas en la
explotación del trabajo en varias regiones del país. La legisla-
ción agraria de 1936, como se verá más adelante, afrontó este
tipo de problemas en la movilidad de la fuerza de trabajo cam-
pesina.

Después de este período de escasez de brazos no se volvió


a repetir nada semejante, con excepción de algunos desequili-
brios regionales (por ejemplo, para las cosechas de algodón en
la Costa a partir de 1960) y durante etapas de especial activa-
ción económica. Lo que vino a tomar lugar fue una sobreoferta
permanente de brazos: por una parte, los campesinos sujetos
a las haciendas fueron liberados en gran medida y por otra, la
pequeña propiedad parcelaria arrojó excedentes demográficos
que aumentaron en la medida en que confrontaban la compe-
tencia creciente, tanto dentro por el fenómeno de diferenciación
de la economía campesina, como aquella proveniente de las nue-
vas explotaciones empresariales. Si bien la migración a las ciu-
dades hizo decaer la oferta de brazos en el campo, la demanda
por fuerza de trabajo no aumentó en forma proporcional al cre-
cimiento vegetativo de la misma, pues el desarrollo agrícola fue
lento por lo menos hasta 1945 y su aceleración de allí en ade-
lante fue acompañado de trascendentales cambios tecnológicos
que hicieron desarrollar relaciones mucho más productivas que
necesitaron relativamente menos mano de obra. En esta forma
descendieron los requerimientos de hombre-producto y aun hom-
bre-hectárea. Fuera de esto, la demanda generada por la am-
pliación de los nuevos cultivos vino a ser altamente estacional
e irregular, lo cual dio lugar a requerimientos por trabajo sólo
durante unos cuantos meses del año, con el consecuente dese-
quilibrio regional en los mercados de trabajo.

La
carestía y alza de los precios agrícolas fueron alarmantes
señales en 1927 y 1928 de que la deficiencia de la oferta agrícola
frente a las demandas del desarrollo capitalista del país cons-
tituirían un poderoso freno para éste. Se señalaba que la tierra
era explotada bajo formas extremadamente atrasadas de pro-
ducción, con su correlativa baja productividad de trabajo y es-
casa producción. La ley de emergencia, promulgada en 1928, per-
mitió la libre importación de alimentos, presionando los precios
y las rentas hacia abajo.

15. Según de El Tiempo, del 24 de octubre de 1928, "el déficit de la


editorial
producción agrícola divide a los estadistas criollos en dos escuelas. Una quiere
la protección aduanera de la agricultura nacional, aunque un grano de maíz cueste
como un grano de oro y las clases medias y las clases laboriosas no alcancen a

comprarlo. Otra, prefiere que baje el arancel para llenar con frutos extranjeros el

29
La
ley despertó la indignación de los gremios afectados, que
pedían una protección igual a la de la incipiente industria. La
competencia extranjera castigaba, sin embargo, no sólo a los
propietarios sino a los posibles empresarios no propietarios, pues
éstos tenían que producir con el bajo nivel de precios fijado
por otros países más avanzados, con relaciones de mayor pro-
ductividad y menores niveles de rentas del suelo. El desarrollo
capitalista que ya se observaba nítidamente en la sabana de Bo-
gotá, en el valle del río Cauca y las regiones adyacentes a los
emergentes centros urbanos del país, podía ser demorado si la
competencia extranjera se venía en forma demasiado fuerte. La
crisis de 1929 y la consiguiente y crónica escasez de divisas que
caracterizaría a la economía nacional de allí en adelante, hicie-
ron difícil imponer esta política, que se siguió practicando sólo
para las importaciones de algunas materias primas para la in-
dustria (algodón en forma de hilazas, cebada y, menos frecuen-
temente, azúcar) y, en casos de extrema carestía de alimentos,
dándose de hecho el contorno de una política de protección para
la producción agrícola, que se consolidó para la mayor parte de
los productos a partir de 1948, con la ley 90 de ese año.

Uno de los aspectos más importantes de la legislación agra-


ria de 1936 trataba el problema de la escasa movilidad de la
fuerza de trabajo, e intentaba sentar condiciones para la gene-
ralización del trabajo asalariado en la agricultura. Según Gu-
tiérrez Anzola, "al expedirse la ley 200 de tierras, del año de
1936, tanto el arrendamiento como la aparcería habrían de cons-
tituir perturbaciones y problemas para los propietarios, que veían
así la amenazante posibilidad de perder por la posesión de deter-
minado período de años, las parcelas arrendadas o contratadas.
Así fue como se creó el fenómeno de la gente sin tierra ... el
proletariado campesino tiene así una explicación y un antece-
dente"

Se podría alegar que la sola legislación de 1936 no tuvo


tanta importancia como para cambiar radicalmente las relacio-
nes en el campo, como parece asumir Gutiérrez Anzola; más
bien, parece haberse tratado de la confirmación de un proceso
que ya llevaba la mayor parte de su trayecto transcurrido por el
solo avance del capitalismo, la crisis que se presentó en el mer-
cado de trabajo y la expansión de las demandas urbanas e in-

vado de La cuestión era entonces que la producción nacional agrí-


los precios".
cola tenía un nivel de precios que encarecía notablemente la tasa salarial, consti-
tuyéndose en impedimento para la acumulación de capital.

16. Jorge Enrique Gutiérrez Anzola, Violencia y Justicia. Ediciones Tercer Mun-
do, 1962.

30
dustriales sobre la agricultura; por ello, la legislación entró co-
mo elemento que contribuyó a la transformación, pero no la
sobredeteirminó. De hecho, los efectos de la legislación son to-
davía hoy objeto de discusión y no se sabe a ciencia cierta si
hubo el tal éxodo rural de 1937 en adelante ^^"^K La impresión
general que se deduce es que la ley tuvo efectos en la estructura
agraria, pero que éstos fueron relativamente débiles y no alcan-
zaron a trasformarla profundamente: la estructura agraria a ni-
vel local fue más afectado por las luchas campesinas y el avance
del capital sobre el agro.

Se parte entonces de una situación en que inmovilidad la


de la fuerza de trabajo se empezó a resquebrajar con el desa-
rrollo tanto de la agricultura de exportación (café) como de
la agricultura que producía para el mercado interno, cuyos de-
sarrollos industrial y urbano fueron sus impulsores principales.
La crisis en el mercado de trabajo, los conflictos sobre relacio-
nes de trabajo y tenencia fueron catalizadores que impulsaron
tal disolución, mientras que la legislación confirmó un proceso
qüe ya llevaba bastante tiempo en marcha, contribuyendo a
acelerar la llegada de una situación en la que el trabajo asala-
riado y las relaciones más productivas se generalizan y toman
nuevas áreas de la agricultura nacional.

B. Formas de tenencia de la tierra

Dentro del espacio económico efectivamente conquistado en


el país durante la década de 1920, la gran propiedad territorial
ocupaba las tierras más salubres, cercanas a los centros urba-
nos de mayor fertilidad y los valles y tierras planas. La ocupa-
ción de la tierra a escala extensiva fue un recurso durante el
siglo XIX para sujetar la mano de obra campesina; según Me.
Greevy, una frontera abierta significaba que el excedente eco-
nómico de los campesinos no podía ser apropiado por los pro-
pietarios y esto contribuyó a que, fuera de la tierra efectiva-
mente ocupada, la mayor parte del territorio nacional se en-
contrara titulado en el siglo XX. Por otra parte, los excedentes
demográficos del campesinado que no encontraron lugar en las

17. Ver la discusión al respecto que hace Albert Hirschman, en sus Estudios so-
bre política económica en América Latina, Aguilar, 1964, p. 128 y ss.; allí con-
cluye que la expulsión de campesinos de las haciendas debió darse, pero no fue
un fenómeno suficientemente generalizado como para que quedara registrado en
las crónicas de prensa.

18. William Paul Me Greevey, obra citada, p. 225. Según éste, tierra libre para
colonizar significaba ausencia de rentas para los propietarios.

31
haciendas, pudieron ocupar los espacios más pendientes e inhós-
pitos del país, donde, a excepción de la producción cafetera, no
hubo posibilidad para desenlazar una acumulación de capital su-
ficiente y producir una economía empresarial de vertiente con
visos mínimos de prosperidad general.

Es así como sobre el espacio económico efectivamente ocu-


pado por medio de formas supraextensivas de explotación (ga-
nadería, tierra en bosques, barbechos muy largos, cotos de ca-
za, etc.), los baldíos nacionales habían pasado a ser también
propiedad de un escaso número de individuos que hacían difícil,
si no imposible, la colonización campesina de nuevas áreas del
país. ^^^K La carestía agrícola que confrontaba la nación en ese
entonces no se compadecía con el monopolio inmobiliario, que
imponía onerosas condiciones rentísticas a la nueva producción
requerida tan urgentemente por el país. La imposibilidad de
expandir frontera agrícola podía significar un poderoso freno
la
al desarrollo del capital y tal urgencia se vino a adueñar hasta
de los tribunales: había que legalizar la colonización campesina
y abolir las trabas que la hacían tan difícil. Este es precisamen-
te el sentido económico que tiene la conjunción de la propiedad
y la producción, o como se llamaría durante la primera admi-
nistración del presidente López, "La función social de la pro-
piedad".

Los fallos judiciales empezaron a desfavorecer sistemática-


mente a los presuntos propietarios de enormes extensiones in-
cultas o bajo la explotación de colonos que arriesgaban sus vi-
das para abrir el monte; ^^^^ en esta forma el Congreso pasó la
Ley 74 de 1926 que exigía la responsabilidad de la prueba ju-
dicial de los títulos a los propietarios, los cuales tildaron a la

19. Las dificultades para expandir la producción agrícola a nuevas tierras se con-
densan bien en la siguiente observación de Alejandro López: "Sobran tierras

y esta es la hora en que el Ministro de Industria tiene- demorados mil expedientes


de cultivadores de tierras de Santa Marta. sobran tierras y nuestro Ministerio
. .

de Industrias no encontraría una legua cuadrada que perteneciese de firme al Es-


tado dónde acomodar cien familias campesinas que quisieran derribar monte para
alzar su tienda". Idearium Liberal, p. 106.

20. Por ejemplo, Sociedad Barrera y Neira y Cía. en 1926, que


el fallo contra la
demanda derechos de propiedad sobre 1,5 millones de has., en Boyacá y Ca-
sanare; el de la sucesión Caicedo, sobre 200.000 has., en los alrededores de Puerto
Berrío; o la Hacienda Tolima, en el mismo departamento, que pretendía derechos
sobre 25.000 has. El Tiempo, 11 de febrero de 1927, recopilado por Jorge Villegas,
DAÑE, 1972, y Jorge Eliécer Gaitán, Sus mejores discursos, Bogotá 1964, pp.
160 y 161.

32
legislación como
"prueba diabólica" ^^d. La ley fijaba también
la
procedimientos de avalúo de las mejoras de los campesinos que
pudieran ser efectivamente lanzados por los propietarios.
Los cambios legislativos que tienen lugar de 1920 en adelan-
te culminaron con la Ley 200 de 1936, que fue la sumatoria de
todas las decisiones jurídicas tomadas anteriormente, y la sín-
tesis de las medidas que confrontaban los mayores obstáculos
para el desarrollo capitalista en el campo:
a) Suprapropiedades territoriales que obstaculizaban la movili-
dad de la tierra, la apertura de la frontera agrícola y el alza
en la productividad de la tierra, y
b) Formas atrasadas en la explotación del trabajo, que inmovi-
lizaban una parte apreciable de la mano de obra campesina.

En elperíodo que va de 1920 a 1936 se puede encontrar una


difusa línea divisoria entre dos etapas en las formas de tenencia
de la tierra en el país, así: antes del cúmulo de legislación agra-
ria era legal la propiedad sobre 50.000 y 100.000 has. de extensión
que en algunos casos alcanzaban pretensiones sobre más de un
millón de has., lo cual, lógicamente, sustraía la tierra de la pro-
ducción e impedía su explotación directa, en arriendo empresa-
rial o, finalmente, en forma de colonato; después de este pe-
ríodo la legislación permite todavía grandes propiedades, pero
éstas se quedan en la titulación sobre 2.000, 5.000 y hasta 10.000
has., lo cual marca una diferencia cualitativa importante en re-
lación con la etapa anterior y significa una adecuación sustancial
de la propiedad territorial a las nuevas condiciones para el desa-
rroolo capitalista en la agricultura. Por otra parte, cambia el
carácter de difuso dominio sobre regiones enteras por los pro-
pietarios y éstos tienen que especificar con mayor exactitud los
límites de su propiedad, lo cual es factor clave para permitir la
compraventa y negociación en general de la tierra. La agrimen-
sura se difunde y pasa a ser requisito para la titulación. Se agi-
liza así el mercado nacional de tierras. Este resultado se le pue-
de adscribir en parte a la amenaza legal, pero nuevamente se
hace necesario insistir en que la nueva legalidad no reviste ca-
racterísticas drásticas sobre el medio que trata de afectar. En
la misma forma como no se logró la abolición radical de las for-
mas atrasadas en la organización del trabajo, la legislación tam-
poco dio lugar a una redistribución masiva de la tierra o a ex-
plotaciones de tamaño óptimo que impulsaran un acelerado de-
sarrollo de la producción agrícola. Lo que hizo la amenaza legal
fue prestar una mayor flexibilidad a un muy imperfecto mer-
cado de tierras, impulsando la delimitación exacta de la pro-

21. Albert Hirschman, obra citada, p. 123.

33
piedad, una mayor oferta y la subdivisión de grandes predios
entre los familiares de los propietarios. Según Hernán Jaramillo
Ocampo, "la ley de tierras produjo en el país una baja de los
precios de la propiedad rural", ^^^^ lo cual es expresión de que
mucha tierra salió a la venta o al arriendo empresarial al mis-
mo tiempo, porque la seguridad de los propietarios en relación a
su situación legal estaba en entredicho.

Si bien las medidas legislativas promovieron cambios en las


formas de la gran propiedad territorial, el grado de movilidad
de la tierra alcanzado no fue aun suficiente para desatar otros
efectos que aceleraran el desarrollo capitalista del campo. Las
medidas redistributivas en relación a aparceros y arrendatarios
tuvieron efectos limitados y sólo tocaron las zonas más afectadas
anteriormente por graves conflictos sociales. No hubo, entonces,
la conformación de una amplia capa media campesina que pro-
dujera grandes excedentes agrícolas que sirvieran para obtener
un bajo nivel de precios para las subsistencias (salarios) y ma-
terias primas de la industria, para dar lugar a un alto nivel de
exportaciones agrícolas diferentes al café y para constituirse, en
forma recíproca, en un dinámico mercado campesino para los
productos de la industria. La "pausa" en las reformas de la Re-
pública Liberal pactada a partir de 1937, cuando la oposición de
los gremios afectados y otros estamentos sociales se acrecentó,
hizo que el alcance de las medidas legislativas se dibilitara y que
aun la cuestión del derecho a colonizar baldíos quedara sin con-
cretarse. Dentro de la misma ley, el período de prueba para ex-
plotación adecuada pasó a ser de 10 años y en 1944 la Ley 100
dio un plazo de cinco años más. Cuando se suponía que la re-
versión de baldíos debía empezar, en 1951, no hubo ninguna con-
firmación legislativa que concretara las medidas de 1936. Si la
Ley 135 de 1961 se mira desde una perspectiva histórica, se puede
comprender perfectamente que no es más que la realización de
la legislación de este período, pues nuevamente se legisla sobre:

a) derechos de colonización y reversión de baldíos sin explotar


al estado.

b) extinción de relaciones de aparcería y pequeño arriendo, y


c) utilización adecuada de la tierra, o sea relación más estrecha
entre propiedad y producción, entre tierra y capital.
De este modo se puede comprender mejor cómo la cuestión
de la colonización fue un asunto político complejo, y cómo fue-
ron necesarias varias vueltas de la historia para que finalmente
la colonización de tierras tituladas, pero sin explotar, tuviera
una verdadera base legal.

22. Exégesis de nuestra economía agraria. Tesis Universidad Nacional, 1940.

34
La crisisde 1929 afectó a toda la economía y esto hizo re-
ducir la fuerte presión urbana e industrial sobre la producción
agrícola. Si bien hubo deflación general,
agricultura sufrió
la
menos en términos de precios que la incipiente industria, y ya
en 1934 se nota su recuperación La producción, que se había
mantenido estancada hasta 1934, se recuperaba relativamente y
obtiene tasas estimadas de crecimiento del 2,1% anual entre 1935
y 1940 ^^^^ La ampliación de la producción pudo tener varias
fuentes: tecnificación y ampliación de la producción en las ha-
ciendas de la Sabana, Valle del Cauca y regiones agrícolas ad-
yacentes a los centros urbanos; expansión de la frontera agrí-
cola y nueva producción o producción que ya existía pero que
sólo pudo ser intercambiada en la medida que aumenta la red
de trasportes del país; por último, surgieron dentro de las clases
medias urbanas y en menor medida del campesinado medio, em-
presarios que arrendaron tierras y las explotaron en forma mo-
derna, por ejemplo, con base en trabajo asalariado.

Existen algunas estadísticas dispersas sobre aspectos de la


estructura tenencial de los cultivos de algodón, arroz y trigo
(Cuadro 1.1), que fueron recogidas por la Contraloría General
de la República en 1937. En términos de concentración, menos
de una décima parte de las explotaciones de algodón obtiene más
del 54% de la producción, con unidades que exceden las 20 has.;
en arroz, menos del 5% de los productores, el 46% de la produc-
ción; y en el trigo, menos del 2% de las explotaciones, el 34.6%
de la producción. En términos de productividad, el algodón de
las grandes explotaciones no tiene mayor diferencia en relación
con las explotaciones medianas y pequeñas, lo cual pone en du-
da su carácter de explotación capitalista. En términos de ma-
nejo, la superficie algodonera se reparte por igual entre propie-
tarios y arrendatarios, aunque no se sabe con exactitud si se
trata de arriendos de tipo moderno o atrasado. En arroz, la pro-
ductividad es mucho mayor en las grandes explotaciones que en
las pequeñas y aún en las medianas, lo cual indica que se está
adelantando un proceso de desarrollo capitalista en este cultivo.
A diferencia del algodón, que no goza de demanda por las tex-
tileras, que aún no están en capacidad de procesarlo en bruto
(importan la hilaza), el arroz dispone de los crecientes merca-
dos urbanos del país. En su manejo, la superficie se reparte en
casi un 53% para propietarios y 47% para arrendatarios de to-
dos los tipos. La productividad de las grandes explotaciones tri-

23. La información de precios relativos está contenida en Albert Berry, The Devo-
lopment of Colombian AgricuUure, mimeógrafo, Yale, 1970. Ver más adelante
capítulo IV sobre ciclo de precios, tendencias de largo plazo.

24. CEP AL, El desarrollo económico de Colombia, anexo estadístico.

35
güeras es también mucho mayor que las pequeñas y medianas
unidades, mientras que el 82% de la superficie está explotada
directamente por propietarios, señal que se trata de formas mo-
dernas de explotar las tierras y el trabajo. El cultivo de trigo
se reducirá en medida creciente por la competencia extranjera,
pero sus efectos perjudiciales no se verán realizados plenamente
hasta el decenio de 1960.

Este corte trasversal en la estructura tenencial de tres pro-


ductos revela que el proceso de desarrollo capitalista, desatado
en esta etapa fundamentalmente por la industrialización, ha
avanzado en alguna medida, pero que todavía subsisten trabas
para que la oferta agrícola sea adecuada, como lo demuestra el
hecho de precios relativos agrícolas en alza. Con todo, las bases
mismas de las formas atrasadas de explotación del trabajo y de
tenencia de la tierra habían sido socavadas, tanto por el desa-
rrollo espontáneo del capital como por los cambios legislativos
que tuvieron lugar. En la medida en que aumentó la circulación
de mercancías, la producción se modernizó, y tanto la tierra como
el trabajo adquirieron una mayor movilidad. Los trasportes in-
vadieron en forma creciente el campo con sus peculiares flotas
y camiones escaleras, agilizando el intercambio tanto de mercan-
cías como de hombres, y contribuyendo a debilitar las relacio-
nes de sujeción que anteriormente hacían difícil un amplio pro-
ceso de acumulación en el campo. Finalmente, los conflictos so-
ciales sobre tierras y relaciones de trabajo, y la nueva legislación,
sembraron gérmenes adicionales de disolución sobre una econo-
mía rural cuya base fundamental había sido hasta entonces la
sujeción del campesino a la tierra y el pago de pequeñas rentas
a los propietarios. La pequeña producción sujeta a los terrate-
nientes, característica de esta etapa de desarrollo, dio lugar en
medida creciente a la gran producción mecanizada, que se am-
plió desde sus incipientes focos de desarrollo.

C. La violencia y nuevos cambios en la estructura agraria

La Segunda Guerra Mundial tuvo diversos efectos sobre la


economía nacional, entre los cuales se pueden citar los siguientes:
— Hubo inflación y dificultades en reemplazar y expandir
la capacidad industrial, debido al congelamiento de las importa-
ciones y a la inexistencia de oferta de equipos en el mercado
mimdial
Las escasas divisas disponibles fueron utilizadas para abrir
nuevas ramas de la producción, que eran imprescindibles como

25. Gabriel Poveda Ramos, "Historia de la industria en Colombia", Revista Andi,


N? 11.

36
materias primas de otras ramas industriales, como la industria
de hilazas. Se creó el Instituto de Fomento Industrial en 1942 y
se intentó implementar el primer plan de desarrollo. En su as-
pecto agrícola, el plan pretendía aumentar las garantías a los
productores, aumentar el crédito agrícola disponible a tasas sub-
sidiadas de interés, promover gastos crecientes en infraestructu-
ra, dirigidos a zonas y cultivos específicos y dar los primeros
pasos en relación con el establecimiento de un sistema nacional
de distribución agrícola (INA, Instituto Nacional de Abasteci-
mientos, que fue fundado finalmente en 1945
— La industria amplió su producción basándose en una me-
jor utilización del equipo instalado; por lo tanto, aumentó tam-
bién su consumo de materias primas agrícolas.
La oposición a las reformas de la República Liberal se con-
solidó en esta etapa de la vida nacional. La atmósfera creada
por la guerra y dificultades de todo orden en la economía im-
pulsaron medidas que pretendían neutralizar los efectos dislo-
cadores de la legislación y la política anterior. En esta forma, la
Ley 100 de 1944 reglamentaba el contrato de aparcería (forma
de explotación que había sido uno de los principales blancos de
la legislación anterior) prohibía la siembra de cultivos perma-
;

nentes por parte de los arrendatarios; establecía las condiciones


para el lanzamiento de los mismos, y fijaba pautas para el avalúo
de las mejoras de los campesinos. Aun en otro aspecto, la Ley
100 prorrogaba por cinco años más la prueba de explotación ade-
cuada sobre predios incultos o baldíos, alargando así el plazo de
reversión de tierras al estado. La política agraria del estado se
basaba ahora en permitir altos precios agrícolas, promover una
amplia y barata financiación, construcción de infraestructura bá-
sica e impulso a la mecanización, que se esperaba que fueran
suficientes incentivos para impulsar la lenta conversión espontá-
nea de los propietarios en empresarios, o para que elementos de
las clases medias urbanas o rurales tomaran tierras en arriendo
y produjeran para el consumo de los crecientes mercados de pro-
ductos agrícolas del país. Los altos precios agrícolas se dieron
efectivamente ^-"^ La situación favorable de la balanza cambia-
rla después de la guerra permitió un incremento notable en el
ritmo de inversión agrícola y la importación de tractores más
que cuadruplicó su ritmo en relación al quinquenio 1940-1944 ^^^K

26. El Tiempo, 5 de enero de 1944, recopilación citada.

27. Se expondrá en el capítulo III, el ciclo de precios agrícolas, (tendencias de


largo plazo).

28. Se pasó de una importación anual de 195 unidades entre 1940-1945 a 850 entre
1945-1950, o sea un ritmo 4,4 veces superior. CEPAL, ohra citada, anexo cua-
dro 71.

37
El crédito pasó de financiar el 2,1% del valor de la produc-
ción agrícola en 1940 al 6,4% en 1950 La inversión pública
en la agricultura aumentó vertiginosamente comparada con la
década de 1930, pues pasó de un promedio de $ 9 millones (pesos
de 1950) anuales a $ 70 millones en 1940-45, bajando ligeramente
su promedio a $ 40 millones entre 1945 y 1950 ^^^^
Los altos precios agrícolas, las amplias perspectivas para la
inversión agrícola existentes en aquel momento y bajo costos
relativos han debido tener un efecto también alcista en los pre-
cios y en el valor de la tierra. Sólo se cuenta con información
para un municipio arrocero del Huila, Campoalegre, donde se
señala una renta de $ 40/ha. anuales en 1948 y de $ 70/ ha. anuales
en 1951, alza que equivale a un 75% en 3 años ^^^K
La
violencia fue una política que agenciaron ambos partidos
tradicionales, sobre todo el conservador, contra el movimiento
democrático que exigía las reformas en el campo y en la vida
política nacional, esta vez conducido por el gaitanismo, en una
forma mucho más radical que la expuesta por "la revolución en
marcha". A
la pausa en las reformas le siguió una etapa de re-
lativa inmovilidad social que se quiebra a partir de la posguerra
con un gran ascenso del movimiento obrero y con una respuesta
represiva creciente por parte de las clases dominantes, inclu-
yendo por un tiempo a los sectores moderados del partido libe-
ral. Bajo la administración interina del liberal Alberto Lleras
Camargo en 1945 se rompe la alianza entre el gobierno y los
sindicatos, simbolizada en la manera como se reprime una huelga
de braceros del río Magdalena. La administración conservadora
de Ospina no hizo más que profundizar esta política, pero apli-
cada también contra las bases electorales liberales, hasta llegar
al asesinato de Gaitán, el 9 de abril de 1948, para generar una
abierta guerra civil y partidista, que fue especialmente cruenta
en el campo: bandas armadas por los terratenientes y el go-
bierno, politización de la policía y una muy difícil "neutralidad"
del ejército llevan la muerte y el despojo contra cientos de mi-
les de campesinos, quienes poco a poco comienzan a defenderse
por medio de formas de guerrilla móvil, avanzando hacia formas
superiores de coordinación durante los años de 1951 a 1953

29. Albert Berry, obra citada,Cuadros III-6 y III-7. Esta política continuó des-
pués hasta el punto de que en 1970-72 el crédito cubría un 30% aproximada-
mente del valor de la producción. Ver supra capítulo V, sección sobre crédito.
30. CEPAL, obra citada.
31. Memoria del ministro de agricultura al Congreso, 1961, pp. 27-44.

32. Orlando Fals Borda, Germán Guzmán, Eduardo Umaña Luna, La Violenciá
en Colombia, 2 Vol., 3- edición, editorial Punta de Lanza, Bogotá, 1977. Ver
también Pierre Gilhodes, Las luchas agrarias en Colombia, Edit. La Carreta, Me-
dellín, 1976.

38
La guerra campesina terminó por dar al traste con el gobierno
de Laureano Gómez, al producirse una creciente diferenciación
dentro de la clase dominante sobre cómo manejar una situación
de insurrección campesina en amplias regiones del país, que ame-
nazaba con generalizarse. Mientras Gómez se proponía llevar la
guerra hasta el final y erigir un férreo régimen corporativo, los
otros sectores políticos, que al fin se impusieron, buscaron la paz
y la desmovilización de miles de campesinos alzados en armas.
La situación política internacional fue especialmente propi-
cia por un tiempo para reafirmar la dictadura conservadora:
apertura de la guerra fría y avance de una virulenta campaña
anticomunista (macartismo) como políticas básicas del imperia-
lismo. De esta manera, el gobierno de Laureano Gómez es el úni-
co del continente que participa con tropas en la agresión nor-
teamericana contra Corea, para lograr así un apoyo político y
militar del imperialismo para su política de represión contra el
movimiento de insurrección campesina.
El conflicto político a nivel nacional que empezó a desatarse
en forma crítica a partir de 1948, creó condiciones de creciente
inseguridad rural, que se presentaron con especial rudeza en las
regiones cafeteras del país. La estructura tenencial sufrió pro-
fundos cambios, los cuales sería difícil determinar con exactitud.
Aunque obviamente no tuvo lugar una democratización de la
propiedad, sí debió darse un cambio importante en los detenta-
dores de la propiedad, especialmente en relación a los propieta-
rios ausentistas, que prefirieron vender a tener propiedades en
zonas asoladas por la inseguridad. En el municipio de Campoale-
gre, la renta de la tierra quedó estabilizada en $ 70 entre 1951 y
1955, lo cual puede reflejar la traumática situación en el mercado
de tierras del país inducida por la violencia. Indudablemente,
la baja en los valores territoriales debe ser considerada como un
elemento que contribuyó al desarrollo empresarial de la agri-
cultura, pues arriendos bajos significan para el empresario altas
utilidades más aún si el nivel de precios de sus productos se
mantiene también a altos niveles, como sucedió hasta 1954 por
lo menos.
Se puede situar entonces en perspectiva histórica que el
verdadero despegue de la agricultura capitalista, del país tuvo
lugar a partir de 1945 y que fue inducido por toda una serie de
elementos que conjugados conforman un auge agrícola suficien-

33. Hirschman, obra citada, p. 132, señala que la violencia hizo que se perdieran

"algunos arrestos (a) la tradicional propensión a invertir los ahorros en la


compra de tierras". Hirschman compara los efectos de la violencia con los produ-
cidos por los cercados de tierras comunales (enclosures) en la Inglaterra del si-

glo XVI.

39
temente sostenido. Entre estos elementos caben destacar los si-
guientes:

El auge industrial y de las exportaciones incrementa no-
tablemente las demandas por bienes agrícolas, lo que indujo a
una sostenida alza de precios, favorable a los agricultores.
—La violencia misma tuvo efectos diversos, como el anota-
do de rebajar los valores de la propiedad y aumentar su movi-
lidad, mientras que por otra parte contribuía a erradicar defini-
tivamente de muchos lugares las relaciones atrasadas, eliminan-
do las antiguas jerarquías de sujeción y paternalismo que
vían de base a las relaciones entre campesinos y propietarios,
por relaciones impersonales entre patronos y obreros.
—La fuerza de trabajo desarraigada que quedó en el campo
contribuyó a abaratar sus salarios. Las nuevas explotaciones em-
presariales del Valle, Tolima y Cundinamarca, se surtieron de
esta mano de obra barata. Según las estadísticas existentes sobre
salarios rurales hubo una baja real de un 15% entre 1948 y
1958 ^^^^ El aumento de la migración y el abandono de los cul-
tivos de muchos campesinos introdujeron nuevas personas al
circuito de los mercados y ampliaron la separación entre campo
y ciudad. Si bien es cierto que la migración campesina hacia las
ciudades había sido una constante aun antes de la violencia, ésta
constituyó un elemento que indudablemente aceleró ese flujo,
por lo menos por un tiempo.

La introducción de nuevos métodos y maquinaria en la
producción agrícola condujo a una notable alza de la productivi-
dad de trabajo, a la par que el salario tendía a disminuir, pro-
duciéndose así un gran aumento del ingreso neto de los empre-
sarios del campo y una ampliación de sus fuentes de acumu-
lación.

A partir de 1950 las nuevas condiciones, tanto estructurales


como de prosperidad general en la actividad económica, condu-
jeron a un desarrollo de la agricultura que asombra a muchos
observadores extranjeros. Si una de las principales aseveraciones
en el Informe del Banco Mundial de 1950 fue que, curiosamente,
los valles fértiles eran dedicados a la ganadería extensiva, mien-
tras que las apiñadas vertientes producían la mayor parte de
los alimentos requeridos, a partir de este momento las tierras
fértiles del país empezaron a ser invadidas en forma creciente
por la agricultura de tipo comercial. Lauchlin Currie, director
de la misión del Banco Mundial de 1950, afirmaba en 1960:
"En un período relativamentecorto de diez años, un cultivo
tras otro dejó las colinas por las tierras planas, no sólo en las

34. Albert Berry, obra citada.

40
zonas más antiguas de la sabana de Bogotá, el Tolima y el Valle
del Cauca, sino también en las zonas más nuevas cercanas a
Montería, Villavicencio, Codazzi y el Magdalena Medio"

Esta apreciación de Currie, de que un cultivo tras otro hayan


bajado de las laderas a las tierras planas, debe ser una expresión
figurativa. De hecho, muchos de los cultivos comerciales eran an-
tes prácticamente inexistentes o se cultivaban en áreas reduci-
das de las planicies. Estos son los casos de la caña de azúcar, el
arroz, el algodón y la cebada; otros, como la soya, el sorgo, el
ajonjolí y la palma africana no empezaron a ser cultivados en
escala en el país sino de 1950 en adelante.

La
distinción es importante porque el desarrollo de los cul-
tivos comerciales en las planicies y tierras fértiles del país fue
un proceso complejo en el tiempo que tiene antecedentes, como
ya se ha visto, en los focos originarios de la sabana de Bogotá,
el Valle del Cauca y alrededor de los centros urbanos del país.
La economía campesina fue bastante ajena a este proceso, quizá
con la excepción del arroz, que durante un tiempo fue producido
en buena parte por campesinos parcelarios; la economía campe-
sina sufrió la competencia capitalista, cuando en las planicies se
empezaron a producir algunos de sus propios cultivos. .
Los cultivos que bajaron de las pendientes, y sólo en parte,
fueron el maíz, la papa y el tabaco, produciéndose entonces el
conocido fenómeno de la acérrima competencia entre las unida-
des parcelarias y empresariales; la ladera contra la tierra fértil
y plana. En todo caso, fue un hecho evidente que las tierras más
fértiles del país empezaron a ser disputadas por la agricultura
comercial, y la ganadería tuvo que replegarse a tierras menos
fértiles ^^^K Los índices de producción y crecimiento de este tipo
de agricultura, que se analizarán con más detenimiento en el
próximo capítulo, manifiestan un desarrollo extraordinariamente
acelerado que, en un lapso relativamente corto, surtió adecuada-
mente las necesidades del mercado interior con precios estables,
y pasó a generar excedentes crecientes que fueron colocados en
los mercados internacionales. Como se puede deducir del hecho
de que los precios agrícolas se mantienen altos hasta 1955, el de-
sarrollo de la agricultura fue lento y sólo empezó a ser adecuado
de esa fecha en adelante, es decir con un rezago de cerca de 30
años en relación con la consolidación del proceso de industriali-
zación. La lenta y espontánea trasformación de la gran hacienda,
que pasó a ser explotada en muchos casos, quizás la mayor parte

35. Lauchlin Currie, Desarrollo económico acelerado. F.C.E., México, 1968, p. 187.

36. S. Kalmanovitz, "El desarrollo de la ganadería en Colombia", DAÑE 1972,


Boletín Mensual 253-254.

41
de ellos, por individuos de las clases medias que se convirtieron
en grandes arrendatarios de ellas, pasó a ser entonces la base
fundamental del desarrollo de la agricultura capitalista en Co-
lombia. La economía campesina figuró ampliamente en tal pro-
ceso hasta el despegue de la gran hacienda, de 1945 en adelante,
en base al café y a los productos que abastecieron el primer cre-
cimiento de las ciudades. Sólo en algunos cultivos se presentó
una diferenciación dentro de los pequeños propietarios, cuando
algunos pasaron a ser empresarios y otros trabajadores de los
primeros ^^'^K En la mayor parte del resto de los cultivos se dio
una apreciable diferenciación, pero ésta no fue suficiente como
para dar lugar a un proceso en el cual surgiera una sostenida
acumulación de capital dentro de la economía parcelaria cam-
pesina. Si bien esta economía entró a ser debilitada por la com-
petencia, en alguno de los cultivos, por la agricultura empresa-
rial, contará también con importantes elementos que le permiti-
rán defenderse de la competencia, como se entrará a analizar en
secciones posteriores del presente trabajo. Por ahora, cabe ob-
servar algunos elementos demográficos que ayudan a obtener
una visión global sobre el desarrollo agrícola colombiano.

D. La estructura demográfica del campo

Los censos de población de 1938, 1951 y 1964 permiten com-


paraciones esclarecedoras en la evolución del desarrollo agríco-
la, especialmente en relación a sus efectos sobre la composición
de la población, ocupación y movilidad geográfica.
En primer término cabe resaltar el gran aumento en la des-
población relativa del campo, observable en la comparación de
la población rural y urbana dentro de los tres censos en cuestión.
Mientras que en 1938 la población rural era el 70,9% del total,
en 1951 baja a un 61,1% y ya en 1964 es menos de la mitad
(47,2%), o sea que en el segundo período intercensal el campo
perdió más población relativa que en el período que corrió entre
1938 y 1951.

Un
obstáculo que existe para las comparaciones intercensa-
les es elde que para el censo de población de 1938 (Cuadro 1-C)
la metodología para características económicas es todavía dife-
rente a las de los censos que fueron hechos subsiguientemente
y, por lo tanto, son pocas las categorías estrictamente compara-
bles. La única información verdaderamente comparable es la
referente a empleados: éstos pasan a representar el 0,5% de la
PEA deducida para 1938 al 1,4% en 1951, para alcanzar un 2,0%

37. Es quizá el proceso vivido en el cultivo de la papa, el arroz en parte, horta-


lizas y algunos frutales.

42
en 1964 y 3.9% en 1973, lo cual es expresión de una acentuada
evolución en la organización general del trabajo en el sector
rural. Se podría suponer que los 9.571 empleados rurales regis-
trados por el censo de 1938 corresponden en su mayor parte a
mayordomos de haciendas, los que Alejandro López tildara en
alguna ocasión "peones habilitados de gerentes ^^^K En cambio,
entre los 29.000 empleados de 1951, los 48.000 de 1964 y los 73.000
de 1973 ya hay mayor número de administradores, contadores y
personal técnico involucrados en la organización de la produc-
ción, aunque obviamente persistirán en muchas regiones ele-
mentos de la vieja organización de la explotación agrícola.
El solo hecho de que en el censo de 1938 figure una cate-
goría para arrendatarios, agregados y colonos, la cual por sí sola
alcanza a un 17% de la PEA estimada por nosotros para 1938
(más de 300.000 personas), manifiesta la importancia relativa de
las formas atrasadas de trabajo en el campo en esta etapa. Se ha
estimado que los pequeños propietarios, que explotaban la tierra
en formas atrasadas basadas en el trabajo familiar y no en el
trabajo asalariado, alcanzaban un número ligeramente superior
al de los arrendatarios (338.8 miles de personas) y las dos cate-
gorías juntas que equivaldrían a la definición censal de trabaja-
dores independientes, llegarían a ser casi el 34% de la PEA cal-
culada para 1938. Otra categoría diseñada en. el censo de 1938 y
que no vuelve a aparecer en los siguientes es la de sirvientes,
que alcanza casi 127.000 personas y recalca la existencia frecuen-
te de relaciones salariales "impuras".

El censo de 1951 (cuadro 1-C) trae 488.0 miles de personas


como trabajadores independientes, que representan el 24,1% de
la PEA, contra 609.5 miles estimados para 1938, y 33.7% de la
PEA, lo que pone de presente una subenumeración muy grande
en censo de 1951. Es probable, en todo caso, que tuviese lugar
el
una disminución de campesinos parcelarios entre 1938 y 1951, que
incluiría muertes y migración causados por la violencia. El censo
de 1964 contabiliza 706 mil trabajadores independientes, o sea el
29,3% de la PEA. Si bien hay indicios de que la subenumeración
rural del censo de 1951 fue muy grande por la situación de orden
público que vivía el campo en esta etapa, es evidente también
que aumentó el número y quizá también la proporción de cam-
pesinos parcelarios en el total de la PEA, y esto a pesar de la alta
tasa de migración campo-ciudad

38. Problemas colombianos, París, 1933.

39. Mientras la PEA urbana pasa de 1.73 millones en 1951 a 2.7 millones en 1964,
la PEA rural crece sólo de 2.02 millones en 1951 a 2.43 millones en 1964; es
decir, la primeDa aumenta 1 millón de personas activas y la segunda sólo 400.000.

43
Gráfico 1.1

Población ruralsegún categoría ocupacional


en 1938-1951-1964 y 1973.
1.000,

estimado

Gráfico 1.2

Participocidn de población según categotia ocupacional


la

en 1938- 1951 - 1964 y 1973.


50i

Obreros
Trabajadores independientes
— Ayudantes familiares
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1
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1938* 1951 1964 1973

estimado
El resultado del censo de población de 1973 es una muestra
de sólo el 5% de los hogares censados y excluye las intendencias
y comisarías, zonas importantes desde el punto de vista de la
colonización campesina, o sea la reproducción en otro plano de
la economía parcelaria. Según el censo de población de 1964, ha-
bían 75.811 personas activas en intendencias y comisarías en
agricultura, silvicultura y pesca; sin embargo, el resultado de
comparar ambos censos es que entre 1964 y 1973 se eliminan
407.200 trabajadores independientes, al pasar de 706.6 a 299.4
miles de personas, lo cual equivale a una disminución del 57,6%.
Si suponemos que en las intendencias y comisarías no se conta-
ron 100.000 trabajadores independientes, tenemos todavía una
disminución de 307.000 trabajadores, lo cual es un resultado exa-
gerado, por más acelerado que haya sido el desarrollo capitalista
y la consecuente descomposición del campesinado parcelario.
La tasa de aumento de independientes du-
los trabajadores
rante el período intercensal 1951-1964 alcanza a ser de un 3,0%
anual, que es indudablemente un dato exagerado, pero que in-
forma de todos modos de dos hechos: expansión de la frontera
agrícola, allí donde la violencia prestó elementos de causalidad
y fragmentación de la pequeña propiedad parcelaria, dentro del
estrecho espacio con que ha contado tradicionalmente. Ninguno
de los censos puede registrar qué parte de esta población parce-
laria jornala estacionalmente, como ingresos que deben ser una
parte importante de su ingreso total ^^^^ Lo que resalta en este
aspecto de la población campesina es que mientras su producción
tiende a perder asiento en el mercado y se restringe a los pro-
ductos menos dinámicos en cuanto a su demanda, o es desplazada
en parte por la agricultura comercial (como se evidencia en for-
ma especial en cultivos denominados mixtos), sus números in-
crementan mucho más que sus respectivos ingresos, lo cual pre-
siona su descomposición en varias formas: ingreso en el mer-
cado de trabajo, bien en el mismo ámbito rural o en las ciudades;
retirada paulatina del mercado de cultivos; mayor dependencia
de los cultivos de pan coger, etcétera.
La categoría de ayudantes familiares aumenta en la siguiente
forma: en 1938 se ha estimado que alcanzaba a ser de 338.7 miles
o casi el 19% de la PEA, baja a 278.1 miles en 1951 con 13,7%
de la misma, y se eleva nuevamente para 1964 a 367.8 miles (el
15,3% de la PEA), sobresaliendo nuevamente una subenumera-
ción de esta categoría en el censo de 1951. Su crecimiento entre
1951 y 1964 es de sólo 90.000 personas, ritmo que es menor al cre-

40. Berry calcula que por lo menos una tercera parte de los trabajadores indepen-
dientes son jornaleros y que sus ingresos así derivados son muy importantes.
Obra citada.

45-
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cimiento de los operadores independientes, lo que puede inter-
pretarse como resultante de la corriente migratoria de la ju-
ventud campesina hacia las ciudades o centros intermedios
Los ayudantes familiares en 1973 bajan en 176.6 miles de perso-
nas, un 48%.
Las definiciones de fuerza de trabajo asalariada varían tam-
bién entre los tres censos de población analizados. En 1938 la
categoría incluye peones que pueden ser personas residentes en
las haciendas que, a pesar de recibir salario por las faenas lle-
vadas a cabo para el propietario, pueden tener un lote de pan
coger y estar obligadas a trabajar, por causa de endeudamiento
ancestral con el mismo. Berry ha observado que posiblemente
la definición incluye también ayudantes familiares, pues el for-
mulario censal no especifica si se trata de trabajo remunerado
o no. Si este es el caso, sería factible suponer, de acuerdo con
la participación de este segmento de la población en la PEA total
de los demás censos y de la relación que existe entre la categoría
de trabajadores independientes y la de ayudantes familiares, que
los obreros del campo abarcan unas 500.000 personas y no las
831.7 miles que figuran en el censo de 1938, los cuales represen-
tarían un 27,79r de la PEA definida aquí. Aun así y como ya se
ha anotado, parte importante de este segmento no opera bajo re-
laciones salariales puras, sino que se entremezclan con ellas re-
laciones de renta y de pago de intereses entre trabajador y pro-
pietario.

En comparación a los 500.000 obreros que se han estimado


en 1938, el censo de 1951 da 818.2 miloes, que representan el 40,4%
de la PEA, y el de 1964 contabiliza 967.8 miles que son el 40,2%
de la misma categoría. La comparación de la proporción obrera
de la PEA rural entre 1951 y 1964 parecería demostrar que apa-
rentemente no hubo ningún cambio en las proporciones de la po-
blación asalariada rural, después del cambio tan sustancial entre
1938 y 1951, pues hay incluso una pequeña variación negativa
intercensal de 0,2% entre 1951 y 1964. Sin embargo, si se tiene
en cuenta que los censos de población no pueden captar el tra-
bajo estacional, los trabajadores trashumantes y los semiproleta-
rios (pequeños propietarios que jornalan), se podrá deducir que
por lo menos la situación no permaneció invariable ^^^^ En 1973,
los obreros representan una disminución de 54.000 en compara-

41. Marco F. "Algunos problemas relacionados con la migración real in'


Fierro,
terna en Colombia" Documento CEDE, Bogotá 1973. Fierro anota que la mi-
,

gración campesina se dirige primero a las cabeceras municipales y de allí pasa, si


es el caso, a los grandes centros urbanos del país, p. 37.

42. Induce a ello, igualmente, la alteración de la situación campesina en 1951, por


causa de la violencia.

47
ción con 1964, pero su participación en el total aumenta más de
un 8% en 1973, dato que también resulta exagerado por la dis-
minución registrada en los trabajadores independientes y ayu-
dantes familiares.
Los otros indicadores sobre demandas de trabajo con que se
cuenta, que se desarrollarán en capítulo especial sobre fuerza de
trabajo, permiten apreciar un gran aumento de la demanda es-
tacional de trabajo, especialmente en relación a cultivos nuevos
como el algodón, que por sí solo demandaba 261.000 recolectores
para la cosecha de la Costa de 1970. El solo hecho de presentarse
un flujo inverso ciudad-campo de trabajadores en las épocas de
cosecha ya evidencia un profundo cambio estructural en las de-
mandas de mano de obra que si bien existían hasta cierto punto
para los años de la década de 1950, especialmente gobernadas
por la cosecha cafetera, a ellas se añade ahora la expansión de
la agricultura comercial, la del mismo café y la del resto de los
cultivos.

La categoría censal de empleados sólo existe para los censos


de 1951 y 1964. El ajuste que aquí se ha hecho para el censo de
1938, permite fijar un número de 307.4 miles de personas en esta
categoría, que representan un 17,0% de la PEA rural, contra
335.1 miles en 1951 que equivalen a 16,7%. Ya en 1964 este nú-
mero disminuye tanto en términos absolutos como relativos, pues
alcanza a 307.7 miles de personas y representa sólo el 12,7% de
la PEA rural. El número de patronos en el censo de 1973 baja
también en 150.000 y su participación en el total se contrae un
4,5%. Este cambio puede ser reflejo de un proceso de concentra-
ción, no tanto de la propiedad, sino de la producción, pues si au-
mentó el arriendo de tierras en el mismo período, gran parte de
los empleadores de mano de obra fueron grandes arrendatarios.
Como se verá más adelante, el grado de concentración de la pro-
piedad también aumentó ostensiblemente.

Se puede caracterizar así la información censal analizada:


la población del campo sufrió profundas modificaciones en su
composición, en su número y en su movilidad. Mientras hubo
una notoria disminución de las formas atrasadas de la explota-
ción del trabajo — no se puede hablar de su extinción, pues in-
cluso se ha visto el crecimiento del número de campesinos parce-
larios hasta 1964— se incrementó la utilización de la fuerza de tra-
bajo asalariada. La migración campo-ciudad condujo a un acele-
rado proceso de despoblación rural relativa, y las tasas de mor-
talidad rural, más altas que las urbanas, dieron lugar a un cre-
cimiento muy lento de la PEA, que entre 1951 y 1964 alcanza
sólo el 1,0% anual.

La población activa rural entre 1964 y 1973 disminuye de


manera absoluta en más de medio millón de personas o sea al

48
ritmo de 2,5% anual, dato que es difícil de creer, aunque sí hay
evidencias de que la población rural tuvo un decremento abso-
luto durante el período intercensal. Al mismo tiempo, se pre-
sentó un proceso de concentración de la producción, al disminuir
el número de empleadores, especialmente a partir de 1951. En
total, los cambios que tuvieron lugar en la población rural del
país indican un proceso de profundización del desarrollo capita-
lista, que aunque no es muy acelerado, sí alcanza a perturbar
todas las relaciones demográficas que aparecen en el período de
36 años que comprende los cuatro censos analizados.

2. ELEMENTOS DE LA ESTRUCTURA AGRARIA ACTUAL

A. Efectos económicos de la reforma agraria

El cambio institucional más relevante entre 1950 y 1970 es


obviamente la Ley 135 de Reforma Agraria, aprobada por la le-
gislatura de 1961. En ella se expresan problemas no resueltos
por los cambios legislativos anteriores y, además, nuevos pro-
blemas de propiedad que son legado de la violencia política. En
este aspecto hay que tener en cuenta que la violencia afectó la
propiedad territorial en extensas zonas del país y fue necesario
aminorar los efectos dislocadores de estos cambios, creando una
nueva situación de estabilidad legal que concillara la nueva es-
tructura con las demandas de los desplazados. Si bien antes de
la reforma de 1961 hubo una legislación que atendió los recla-
mos de tierra y tenía capacidad para poner en cuestión las bases
legales de las propiedades adquiridas a menor precio durante
la violencia (a cargo de la Caja de Crédito Agrícola), fue en
efecto el INCORA como
institución, se encargó del esta-
el que,
blecimiento de personas que quisieran volver a sus antiguas pro-
piedades, de sanear la titulación en las zonas más afectadas y
trasladar personas o grupos que fueran fuentes de disturbios ^^^K

El contexto político internacional favoreció ampliamente el


reformismo gran burgués, pues la reunión de Punta del Este de
1961, organizada por los Estados Unidos bajo el mandato Kenne-
dy, pretendió neutralizar el avance de la revolución cubana por
m.edio de una ofensiva de supuestas reformas que incluyen, por

43. *'La presión de muchos grupos sociales, en los cuales la violencia hizo su im-
pacto y su estrago, se ha podido modificar. . . gracias a la política de parce-
laciones y de colonizaciones que ha adelantado el gobierno. Así se han reintegrado
al ritmo normal de sus existencias. Esta reforma nos va a servir para acelerar, i>ara

intensificar, para completar esa labor que ya está iniciada en algunos sectores".
Intervención de Otto Morales Benítez ante el Senado, tomado de Reforma Agro-
ria-Colombia campesina. Imprenta Nal. 1962, p. XCVII.

49
sobre todo, las de las estructuras de propiedad en el campo de
los países latinoamericanos.
Si nos situamos en una perspectiva histórica, se puede con-
siderar la nueva ley como un eslabón más de la cadena legisla-
tiva que empieza a desarrollarse durante la década del 20 y que
incluye los juicios contra las grandes pretensiones particulares
sobre los baldíos nacionales, las estrictas pruebas sobre titulación
y la Ley 200 de 1936 que reglamentaba la extinción de dominio
y combatía las formas atrasadas de pequeño arriendo. Se sabe
que esa cadena legislativa, que sentaba nuevs bases jurídicas pa-
ra agilizar la movilidad de la fuerza de trabajo y de la tierra
en el agro, fue aplazada por la Ley 100 de 1944, y que el proble-
ma no fue confrontado nuevamente hasta fines de la década del
50. Sólo en 1957 y 1959 se insinuaron nuevas medidas en el sen-
tido de introducir una renta presuntiva que castigara tributa-
riamente las explotaciones deficientemente explotadas; sin em-
bargo, las medidas propuestas obtuvieron muy limitada o nula
concreción <^^>. La Ley 135 de 1961 retomó los dos aspectos esen-
ciales de la Ley 200 de 1936: extinción de dominio (legislación
de la apertura de la frontera agrícola por colonos) y un nuevo
ataque a las relaciones atrasadas de trabajo, tales como arrien-
dos en trabajo, especie y aparcerías, acentuados por la Ley pri-
mera de 1968.

El efecto económico más grande que parece haber tenido la


reforma agraria fue precisamente consolidar el derecho de pro-
piedad de los colonos. Entre 1962 y 1970 los procesos iniciados
sobre extinción de dominio cubren 3.200.000 has. y los baldíos
adjudicados (titulados) alcanzan 2.842.805 has. A los colonos
no se les puede extraer rentas o terrajes por lo menos en la
nueva legalidad, como había sido lo más común antes de la eta-
pa legislativa que consolida la Ley 135. El efecto es relevante si
se considera que cubre más del 10% de la superficie agropecua-
ria contabilizada en el censo agropecuario de 1970-71. En relación
con las formas atrasadas de la explotación del trabajo, arrenda-
tarios y aparceros, el INCORA inscribió 545.683 has. explotadas
bajo tales formas, pero sólo adquirió 17.223 hasta enero de 1970,
aunque es posible que la presión institucional y el efecto de de-
mostración hayan conducido al lanzamiento de muchos arrenda-
tarios en todo el país.
Los otros efectos de reforma son más bien demostrativos
la
que reales. La adquisición por expropiación (procesos iniciados)
alcanza sólo hasta 72.724 has. entre 1962 y 1970, y la adquisición
por compra llega a 165.930 has. en el mismo período, de las cuales

44. Albert Hirschman, obra citada, p. 143 y s. s.

45. INCORA, La Reforma Agraria en Cifras, Bogotá, 1970. Las cifras presen-
tadas anteriormente son de la misma publicación.

50
lamayor parte no habían sido tituladas hasta 1969 ^-^''K Es decir,
no alcanza a afectar ni un 1% de la superficie agropecuaria del
país. Las tierras adquiridas para distritos de riego son 27.994 has.,
registrando el mayor renglón individual de gastos presupuéstales
del INCORA, con el 30% de las inversiones.
Así se tiene que la reforma agraria centra sus esfuerzos en
la legalización de la apertura de la frontera agrícola y dentro de
ese esfuerzo se puede incluir la adecuación de riego y drenaje
como parte de ella, sin tocar en gran medida el espacio territo-
rial ya firmemente integrado al mercado nacional. Lo que ame-
naza es la explotación atrasada del trabajo y la posesión de can-
tidades exageradas de tierras ^'^^'K

Esto alude al tercer efecto serio que tiene el INCORA en la


estructura agraria del país: el mercado de tierras.

La incertidumbre legal sobre la posesión de tierra pobre-


mente explotada introducida por la reforma ha debido tener
efectos sobre:

a) Explotación de las tierras existentes y


b) Los valores en el mercado de tierras.

Según Lauchlin Currie, lo primero que sucedió con el pasaje


de la reforma agraria fue una expansión de los cultivos y pasti-
zales, en especial en el valle del Magdalena medio, lo cual
dio lugar a una sobreproducción agrícola, que fue seguida de
una contracción de la producción y venta de las tierras recién
adecuadas, a precios más bajos que el costo involucrado en sus
mejoras ^^^^ Es posible que algunas zonas del país hayan sido
afectadas de esta manera. Sin embargo, las evidencias con que se
cuenta para estimar la producción y los indicadores de precios
señalarán que 1962-64 es un período de relativa contracción de
la producción agrícola (alza importante de precios) mientras ,

los cultivos comerciales mantienen una tendencia de expansión


de la producción que se puede encontrar en todo el período
la cual ha podido ser favorecida si los arriendos bajaron. En
cuanto a la ganadería, el sacrificio de hembras, como proporción
del sacrificio total aumenta a partir de 1960 (36,2%) para ser
alto en 1964 (40,4%), o sea que el mismo ciclo ganadero en su

46. Para poder negociar las tierras y préstamos bancarios en base a ellas se hace
necesario obtener paz y salvo del INCORA, lo cual da una idea de que el

efecto de la reforma se ha debido sentir fuertemente en el mercado de tierras.

47. Desarrollo económico acelerado, F. C. E., 1968, p. 197.

48. Es que la tenencia se viene presentando en


decir, la misma forma aún antes
del efecto reforma agraria.

51
etapa de precios bajos explica el hecho de que la cría no se ex-
pandió y esto no fue contrarrestado por el efecto de la reforma
agraria, por lo menos a nivel nacional. Si se hubiera presentado
el fenómeno de roturación de nuevos pastizales a gran escala,
hubiera tenido que disminuir el ganado hembra sacrificado, que
alternativamente se hubiera convertido en capital ganadero ^^^^
La hipótesis de Currie no parece entonces contar con un asidero
empírico que la confirme.

De esta manera, lo que se puede deducir es que mientras


subsistió la amenaza legal por parte de la reforma (la cual sólo
operó en las etapas iniciales y a partir de 1968) muchos propie- ,

tarios estuvieron dispuestos a vender a precios bajos o a alquilar


con reducidos cánones sus propiedades, lo cual prestó condicio-
nes favorables para que los grandes arrendatarios productores
de arroz, algodón, oleaginosas, etcétera, expandieran sus opera-
ciones. ^^^K Sin embargo, no se tiene forma de establecer exacta-
mente estos efectos, pues no se cuenta con estadísticas sobre el
mercado de tierras del país, con excepción de 1967 en adelante.
Según Agrocrédito, la renta pagada en el Valle del Cauca por
cosecha para cultivos como fríjol, soya y maíz, osciló entre $ 650
y $ 750 entre 1966 y 1970, lo cual no implica una variación mayor
del 6,2% en cinco años; en cambio, para 1971 el alza fue de $
100 en relación a 1970 por cosecha de soya, lo cual equivale a un
14,3% en un solo año ^^^K

Se podría suponer que los períodos de bajos cánones favo-


recieron a los arrendatarios y que los de altos arriendos a los
propietarios; así, mientras subsistieron amenazas de tipo legal
contra los propietarios, se incrementó el arriendo o la compra de
propiedades por parte de los empresarios del campo. La reforma
siempre especificó en este aspecto que las propiedades explotadas
intensivamente no eran su objetivo, dando garantías expresas en
las regiones de agricultura comercial del país que éstas no sufri-
rían molestias de ningún tipo y, en efecto, no se registra en las
estadísticas de producción de los cultivos comerciales un retar-
do explicable por razones de tipo institucional ^^^K

49. Ver del mismo autor, obra citada.

50 En forma de constitución de sociedades limitadas, pues los contratos de


la

arriendo podían ser cuestionados por el INCORA. Soledad Ruiz, La fuerza


del Trabajo en la producción de arroz y algodón, Mecanografiado, DAÑE, 1973.

51. Ver informes de Agrocrédito, Banco de la República.

52. Ver capítulo II de la presente monografía, sección sobre cultivos comer-


ciales. Aquí basta mencionar que la tasa de crecimiento de los comerciales

fue de 8.2% entre 1950 y 1972 y de cerca del 14% entre 1960 y 1972.

52
Por para este tipo de cultivos hubo alicientes
el contrario,
expresos como abundancia de crédito (Ley 26 de 1959, Fondo Fi-
nanciero Agrario) <^>, asistencia técnica a través del ICA y sumi-
nistros de insumos de alta productividad como semillas mejora-
das; procesamiento, almacenamiento y distribución por medio
del IDEMA; promoción de exportaciones y el subsidio del CAT
a partir de 1967 y, finalmente, precios sustentados que se logra-
ron a través del IDEMA o de la autofinanciación de las federa-
ciones gremiales de productores.

La aceleración de la reforma a partir de 1968 no alcanzó a


modificar en grado significativo la estructura de la propiedad,
aunque sí ha debido contribuir a acelerar la disolución de las
aparcerías y pequeños arriendos ^^^^ que, como ya se ha visto, obe-
dece también a una tendencia espontánea del desarrollo capita-
lista del campo colombiano; además ha debido ejercer presión
sobre el mercado de tierras, de tal forma que los valores terri-
toriales bajaron más aceleradamente que en los primeros días
de la reforma, y su pasaje inicial y de las primeras actuaciones
del INCORA que habían dado lugar a la estabilidad, neutralizan-
do las expectativas de expropiación de los propietarios.
De que sigue en legislación agraria se puede colegir una
lo
nueva etapa de pausa en la larga cadena legislativa aquí expues-
ta, pues las nuevas modificaciones a la legislación como reacción
contra la radicalización del movimiento campesino, a través de
la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) res- ,

tringen las funciones del INCORA


a la extinción del dominio,
comprometiendo al instituto a terminar las obras de riego ya co-
menzadas, acelera las formas de pago en caso de que haya ex-
propiaciones, por ejemplo, las hace más costosas, introduce la
renta presuntiva como pena tributaria por el mal uso de la tie-
rra, mientras se disminuyen los riesgos de expropiación y, final-
mente, se crean instrumentos adicionales de financiamiento co-
mo el Fondo Financiero Agropecuario que introduce plazos más
largos de amortización de los préstamos a bajas tasas de interés,
acordadas en Chicoral y que toman cuerpo en las leyes 4a. y 5a.
de 1974.
Laley de aparcería, conocida como Ley 6 de 1975, es el
equivalente de la Ley 100 de 1944, cuando avanzaba la reacción
contra las aspiraciones democráticas del campesinado, pero en
un contexto social y político muy diferente. Se trata, por un
lado, de eliminar una ambigüedad de la legislación de 1961 que

53. Ver capítulo V, sección sobre crédito, el cuantioso aumento en la financia-


ción de cultivos, especialmente a partir de 1967.

54. Como lo demuestra la comparación que se hace más adelante entre los cen-
sos agropecuarios de 1960 y 1970-71.

53
obstaculizaba el gran arriendo burgués, al permitir que un em-
presario pudiera demandar al terrateniente por las mejoras in-
troducidas en un terreno alquilado, al igual que un campesino,
lo cual había hecho difícil el desarrollo de contratos de arriendo
abiertos que habían sido remplazados en parte por la organiza-
ción de compañías limitadas (ver cita 50) por otro lado, la Ley
;

6 expresa que el régimen ofrece garantías, hasta para los terra-


tenientes más atrasados, de que no serán molestados indefinida-
mente por la política social agraria. No se trata tampoco, como
loimaginan los caracterizadores de nuestra sociedad rural como
feudal, de revivir las agregaturas o los conciertos; sería difícil,
por lo menos, reconstruir todo un edificio social cuyos cimientos
han sido socavados en su mayor parte por las nuevas relaciones
sociales y la "excesiva" liberación de la mano de obra. Es incon-
cebible que de aquí en adelante el capital va a involucionar o a
disolverse, que el proletariado rural se va a reconvertir en pe-
queños arrendatarios, que los tractores se van a amontonar, que
la especialización en la producción y la nueva división del tra-
bajo van a volver a sus antiguos cauces, etcétera. Lo que sí es
cierto es que los terratenientes que todavía en 1970 tenían 152.000
pequeños arrendatarios, en extensiones menores de 20 hectáreas,
puedan continuar ejerciendo este tipo de explotación precapita-
lista y que, incluso, un número apreciable de ganaderos contra-
ten aparceros, no tanto para dividir su producto con ellos, sino
para que sirvan de vigilantes de las anchas planicies donde pas-
tan sus reses, contra el abigeato y demás atentados contra la
propiedad que se ven obligados a cometer gran número de los
campesinos sin tierra del país.

En remplazo de la reforma agraria, el programa fundamen-


tal de la administración López Michelsen para el campo es el
Desarrollo Rural Integrado (DRI), dirigido a la economía par-
celaria de ladera, en algunos municipios claves, por medio de
programas de tecnología especialmente adaptada al inhóspito me-
dio, crédito, vías, educación, salud, etcétera, que pretenden con-
tener la presión de este campesinado sobre la tierra buena mo-
nopolizada por unos cuantos grandes propietarios. El programa
de crédito, en particular, se dirige a explotaciones mayores de 3
has. y establece criterios de rentabilidad suficiente para poder
ser otorgados lo cual pone de presente que se trata de incen-
tivar a una pequeña capa del campesinado ya acomodado. A pe-
sar de que el programa del DRI se propone estabilizar la econo-
mía campesina, su cobertura es de por sí bastante reducida y,
además, es dirigido fundamentalmente al campesinado medio y
rico, precipitando, en caso de tener algún éxito en determinadas

55. Alcidez Gómez, "Implicaciones del plan 'para cerrar la brecha' Ideología
y sociedad,N° 14-15, julio-diciembre, 1975, Bogotá.

54
regiones, una mayor diferenciación de clases, o sea todo lo con-
trario a su pretendida estabilización de la economía campesina.
Considérese, por último, que tal tipo de programas ha sido desa-
rrollado por agencias norteamericanas en Vietnam, Tailandia y
otros países latinoamericanos, siempre pretendiendo atenuar las
contradicciones sociales en el campo, sin resolverlas a favor de
los campesinos sino de los grandes propietarios territoriales.

En todo caso, se puede concluir que se tiende a consolidar


un tipo específico de desarrollo capitalista, basado en la gran
propiedad territorial, que ha sido la característica fundamental
del desarrollo de la agricultura y la ganadería colombianas, en
contra del campesinado parcelario y arrendatario.

B. LA ESTRUCTURA DE LA ECONOMIA CAFETERA


La economía cafetera, al igual que
de la agricultura
el resto
nacional, sufrió profundas trasformaciones tanto en su estructura
tenencial, en sus formas de trabajo, como en el proceso de con-
centración de la producción, que es típico para el resto de cul-
tivos.

Gráfico 1.3

Distribución de la superficie catv^tera.


1932 - 1954 y 1970 - Curva deLorenz.

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10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 o/o
Acumulado explotaciones

55
Ya se ha visto cómo la estructura de la economía cafetera en
1932 era relativamente concentrada, pues las explotaciones me-
nores de 3 has. representaban el 86,7% de todas las explotacio-
nes, pero no alcanzaban a generar la mitad de la producción
nacional.

Una comparación aproximada de de la pro-


la distribución
ducción en 1932 con la que se deriva de la Muestra Agropecua-
ria de 1954 y, finalmente, con la del censo cafetero de 1970, por
medio de curvas de Lorenz (gráfico 1.3), permite apreciar a
grandes rasgos los cambios más importantes que tuvieron lugar
durante el período que se extiende de 1932 hasta el presente.
Un estrato muy pequeño
que concentraba la mitad de la
producción en 1932 se desconcentró relativamente para 1954, y
volvió a concentrarse para 1970. En este proceso es claro que las
grandes haciendas que funcionaban con base en relaciones atra-
sadas de trabajo (en la región del Tequendama, en Cundinamar-
ca, sur del Tolima, sur de Antioquia, y Santanderes) entraron
en crisis a partir de la escasez de mano de obra que se produjo
en 1928 y de los movimientos de los arrendatarios, y muchas de
ellas dejaron de existir o fueron subdivididas y se modernizaron.
A partir de 1954, las estadísticas informan de un proceso nuevo
de concentración en el rango de 10 a 100 has. (ver cuadro 1-D),
que implica una absorción de 97.457 has. entre 1954 y 1970 para
este estrato, que pierden las explotaciones menores de 10 has.
(20.695 has.) y las muy grandes, mayores de 100 has. (36.739
has.) el fallante se debe a la expansión de la nueva área sem-
;

brada, que en su mayor parte fue ocupada por este estrato in-
termedio de explotaciones empresariales ^^^K En términos de pro-
ducción, las fincas mayores de 10 has., que se basan fundamen-
talmente en una organización salarial del trabajo, generaban el
70,5% de la producción cafetera nacional, según el censo cafe-
tero de 1970. Este mismo estrato daba lugar al 65,4% de la pro-
ducción en 1954, lo cual permite determinar el rango de concen-
tración efectuado: este estrato aumentó su participación en la
producción total en 5,1% entre 1954 y 1970.
Latenencia de las explotaciones cafeteras, según la CEPAL-
FAO <^^> en su superficie estaba repartida así: 56% administra-
do por propietarios, el 23% por administradores y un 20% por
aparceros. Aunque estos datos no son estrictamente comparables

56. La Muestra Agropecuaria de 1954 posiblemente exagera el área sembrada en


café, que es sólo un poco menor que el área contabilizada para 1970. Según
nuestros estimativos de área en producción, la superficie en 1970 era de 873
mil has. contra 1.056 miles de has. que da el censo cafetero de 1970, el cual
incluye, sin embargo, cafetales no en producción.

57. CEPAL-FAO, El café en la América Latina, Colombia y El Salvador, p. 33.

56
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con el censo cafetero de 1970 cambios son tan manifiestos
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que vale la pena anotarlos: en 1970 (cuadro
1.4) el 75,1% de la
superficie era administrada por propietarios, el 24.3% corres-
pondía a administradores (mixtas con predominio del pro-
pietario, arrendamiento y mixtas con predominio del arrenda-
tario) y las aparcerías se habían reducido a sólo el 0,5% de
la superficie cultivada. Fuera de esto, el censo cafetero de 1970
informa que la superficie considerada bajo administración fa-
miliar alcanzaba a 452.000 has., o sea el 42,8% de la superficie
total, contra 603.000 has. bajo administración no familiar que
representan el 57,2% de la superficie cafetera nacional, presu-
miblemente explotaciones extrictamente empresariales. Esto no
impide considerar que gran parte de la superficie que se con-
sidera explotada por familias, especialmente aquellas mayores
de 5 has., dependa en medida creciente de trabajo asalariado
y más aun en época de cosecha. Esto permite concluir que es
reducida y decreciente la participación de la economía campe-
sina en el cultivo del café en Colombia, pues las explotaciones
basadas estrictamente en el trabajo de la familia (explotaciones
menores de 5 has.) no alcanzan a generar el 20% de la produc-
ción nacional del grano, mientras que se ha visto cómo el estra-
to dominante pasa a ser aquél comprendido entre 10 y 100 has.

El proceso de concentración que se ha visto desarrollar a


partir de 1950 tiene por un lado, tal como se ha señalado, ante-
cedentes en la situación de orden público que trajo la violencia,
que probablemente aumentó el grado de concentración en las
zonas afectadas. Relaciones como aparcerías y pequeños arrien-
dos posiblemente se redujeron por el mismo efecto, lo cual in-
dicaría que el 20% de la superficie encontrada en 1954 ha de-
bido ser mucho mayor antes de la crisis política que asoló al
país a partir de 1948. Por otra parte, la crisis del mercado in-
ternacional del café a partir de 1955, que se prolongó en términos
generales hasta 1970, año en que los precios se recuperaron, ha
debido lanzar a la quiebra a muchas explotaciones, y es posible
que su efecto final haya sido el de propiciar la concentración
de las unidades que producían con menores costos unitarios, es
decir, que aumentaron su participación las mejor organizadas
y de tamaño óptimo. Los mismos mecanismos de mercado y
crédito harían que las explotaciones mejor organizadas y finan-
ciadas aumentaran su concentración sobre la producción. Si los

58. La muestra de la CEPAL-FAO no estuvo, al parecer, adecuadamente regio-


nalízada, dando resultados muy dispares en relación con la Muestra Agrope-
cuaria de 1954 —que comparable con el censo de 1970
sí es —
especialmente en
lo que menores de 1 ha. Por otra parte, las categorías
se refiere a explotaciones
tenencíales son un tanto diversas y no están tan refinadas como las del censo
cafetero de 1970.

58
pequeños productores tienen acceso restringido al crédito, a los
mercados de café excelso (mejor pago que el café de consumo
interno, pero que a su vez requiere de un procesamiento más
tecnificado, fuera del acceso del pequeño capital) y a la nueva
tecnología cafetera, es comprensible el hecho de que vayan per-
diendo cada vez más importancia dentro de la producción cafe-
tera nacional. Aunque las nuevas variedades de café al sol (café
caturra), fuera de acceso al pequeño capital no se habían ex-
pandido aun en 1970, pues según el censo cafetero había sem-
bradas 10,240 has. <^^>, su peso en la producción nacional ha de-
bido ascender a cerca del 6% del total y esto puede explicar
en parte el aumento de la concentración que se ha visto para el
estrato de explotaciones entre 10 y 100 has.
La recuperación del mercado cafetero a partir de 1970 se sos-
tuvo hasta 1974, cuando los precios internacionales empezaron a
caer. Sin embargo, las heladas de junio de 1975 en el Brasil hicie-
ron que la cotización pasara la marca de US$ 1.00 por libra, ob-
tuvieran un promedio de US$ 1.57 durante 1976 y oscilara entre
US$ 3.30 y 1.80 durante 1977. Tanto la anterior recuperación de los
ingresos cafeteros como la bonanza franca que se inaugura en 1975
ha impulsado la propagación del café caturra y aumentado el pro-
ceso de concentración, o sea un proceso de conjunto de aumento
considerable de la productividad y de menos productores que au-
menten su participación en la cosecha total. La ampliación del
café al sol o caturra conlleva la reducción de la producción de plá-
tano y otros cultivos de pan coger, que antes se utilizaban para
dar sombra a los cafetales y para intercalar los cultivos; por otra
parte, la fiebre del cultivo ha conducido a que cualquier resquicio
de terreno sea dedicado a la siembra de café, desplazando cultivos
alimenticios y el tradicional ganado que se lograba levantar en las
fincas cafeteras del país. Los informes de prensa señalan, por úl-
timo, que la compra de fincas cafeteras se da dentro de una at-
mósfera especulativa intensa y que no hay comerciante o profe-
sional de las ciudades de Armenia, Pereira y Manizales que no
hayan adquirido tierras cafeteras.

C. LA ESTRUCTURA AGRARIA NACIONAL EN 1960 Y 1971


a» Las grandes explotaciones.

Antes de entrar en el análisis comparativo de la estructura


agraria en 1960 y 1971 es interesante observar lo que sucede en los

59. Los departamentos que más superficie tenían en café al sol eran Antioquia
ctm 2.045.3 has., Risaralda 2.011.9 has., y Caldas 1.760.1 has.

60. Si se asume que el rendimiento por hectárea es 6 veces superior al de las

variedades arábigas a la sombra.

59
.

predios mayores de 2.000 hectáreas, información que recopiló el


INCORA en 1964. Según el censo agropecuario de 1960 las explo-
taciones mayores de 2.000 hectáreas cubrían cerca del 25% ^^^^
de la superficie agropecuaria del país, mientras que los tabulados
del INCORA indican 6 millones de has., que representan el 22%
de la superficie de 1960; es decir, las informaciones del INCORA
se encuentran ligeramente subvaluadas, mas constituyen una in-
formación provechosa.
Dentro del total declarado (Cuadro 1.3) hay cerca de 3 millo-
nes de has. explotadas, mientras que la superficie sin explotar y
sin información cubre 3.4 millones de hectáreas. Las causas de no
explotación (Cuadro 1.6) son principalmente áreas en bosques
(1.45 millones de has.) y tierras inundables (773.4 miles de has.)
La superficie explotada se dedica en su mayor parte a los pastos,
donde las sabanas naturales s,on la mayoría (1.9 millones de hec-
táreas) que se refieren fundamentalmente al departamento de Bo-
yacá y más que todo a los llanos de Casanare (1.6 millones de
has.) El resto del territorio, quizá con excepción del departamen-
.

to del Magdalena, está dominado por pastos artificiales. Por otra


parte, la superficie cultivada es reducida, no llega a sumar 166.000
hectáreas, o sea el 2,5% del área monopolizada, y el 5,3% del área
explotada, lo que implica la posibilidad de barbechos largos, una
rotación posible de 20 años entre un uso y otro de un mismo lote
de terreno, haciendo innecesaria su fertilización y adecuación, pues
éste se regenera naturalmente ^^^K

De estas grandes haciendas por lo general alejadas, que ocu-


pan efectivamente sólo una parte reducida de tierras tituladas, hay
192 de un total de 810 (el 23%) que son explotadas en base a
arrendatarios, los cuales alcanzan a ser 2.625, número exiguo si se
recuerda que tan sólo en 1930 la gran mayoría de las grandes ex-
plotaciones del país utilizaban este tipo de contratación, y que ha
debido reducirse aun más en los últimos tiempos por la sola pre-
sión legal ejercida por el INCORA sobre ellas. Por otra parte, 222
de estas explotaciones (el 27% del total) tenían dentro de sus
límites 34.274 colonos que explotaron 641.8 miles de hectáreas
(Cuadro 1.5) las que pueden considerarse aproximadamente como
,

una quinta parte del total explotado que registra el Cuadro 1.5. De
estas tierras posibles que el INCORA haya titulado buena parte
después del proceso de extinción de dominio, pero en todo caso

61. El censo agropecuario de 1960 tiene catalogadas explotaciones de 1.000 a

2.500 hectáreas y más, las cuales alcanzan a ser el 30.6% de la superficie


agropecuaria del país. En 1970-71 los dos estratos cubren el 30.3% del total.

62. Ver de Ester Boserup un sugestivo análisis de la intensidad de trabajo agríco-


la en Las condiciones para el desarrollo de la agricultura, Editorial Tecnos,
Madrid, 1968.

60
muestra la situación de abandono y la gran presión que existe
sobre la tierra en Colombia.

b. Distñhución y tenencia.
Lo que más se destaca en la comparación de de
la distribución
la propiedad en 1960 y 1970-71 es un aumento del grado de con-
centración (Gráfico 1.4, Cuadro 1-E) En la curva de distribución
.

se nota claramente un traslado hacia atrás, o sea que ías explota-


ciones de tamaño menor pierden territorio mientras las mayores
lo ganan. En efecto, las propiedades menores de 10 hectáreas pier-
den en términos tanto de número (65.000 explotaciones en el pe-
ríodo intercensal) como de superficie ( —
169.4 miles de hectáreas
entre 1960 y 1970-71) y de participación en el total (que baja del
8,8% en 1960 al 7,2% en 1970-71). Esto es, la pequeña producción
parcelaria se reduce en términos absolutos y relativos dentro del
universo de la propiedad territorial. Este proceso de concentración
se dio, paradójicamente o quizás no tanto, en plena etapa de re-
forma agraria.
El tamaño medio, entre 10 y 20 hectáreas, permanece igual
durante el período intercensal, tanto en relación con el número
de explotaciones como de la superficie total, pero no participa
en la expansión de la frontera agrícola del decenio que alcanza —
cerca de 3.7 millones de hectáreas, al pasar de 27.3 a 31.0 millo-

Gráfico 1.4

Concentración de la propiedad rural.

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Tamaño de las explotaciones

61
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nes dudante el período intercensal —
disminuyendo así su par-
ticipación en el total de 5,7% en 1960, a 5,2% en 1970-71.
El tamaño siguiente, explotaciones entre 20 y 50 hectáreas,
aumentó tanto en número (13.300 explotaciones) como en super-
ficie (416,000 hectáreas), participando también en la nueva ex-
pansión territorial, pues su participación pasó del 9,7% en 1960
al 9,9% en 1970-71.
En este tamaño
empiezan a expresar las economías a es-
se
cala de la producción capitalista, y no es de extrañar entonces
su relativa expansión frente a la contracción de las pequeñas
explotaciones y al estancamiento de las medianas.

El tamaño grande, que aquí se ha definido comv^ explotacio-


nes mayores de 50 hectáreas, y que se analizará más detenida-
mente a continuación, incrementó también su número (en cerca
de 16.000 explotaciones) en proporción mayor al tamaño anterior
(13.300 explotaciones, como se indicó) y obtuvo una expansión
territorial considerable, de 3.4 millones de hectáreas, equivalen-
tes al 92,5% de la ampliación de la frontera agrícola observada.
Por otra parte, según los resultados del censo agropecuario de
1970-71 sobre utilización de la tierra, las praderas aumentaron
en casi 2.9 millones de hectáreas, o sea que la mayor ampliación
de estas explotaciones fue en apertura de pastizales. Que este
tamaño apropió la mayor parte de las nuevas tierras, lo demues-
tra su aumento en la participación del área agropecuaria, que va
de 75,8% en 1960 a 77,7% en 1970-71.

Cerrando el universo de las explotaciones mayores de 50 hec-


táreas (Cuadro 1.7), se puede observar que la participación por
número de ellas permanece invariable, mas la participación en
la superficie de todos los tamaños, con excepción del mayor de
2.000 hectáreas, aumenta frente a una disminución relativa de
1,6% del último.

La expansión absoluta más fuerte la dan las explotaciones


entre 200 y 500 hectáreas —
que es posiblemente el tamaño ópti-

mo para una explotación de tipo empresarial con 706.7 miles
de hectáreas en el período intercensal. Le siguen las explotacio-
nes entre 1.000 y 2.000 hectáreas —
^lo más probable en ganade-
ría extensiva —
con una expansión de 586.300 hectáreas. En ter-
cer lugar, la expansión de las explotaciones entre 100 y 200 hec-
táreas, con 556.000, y el cuarto lugar lo comparten las explota-
ciones de 50 a 100 hectáreas y las de más de 2.000, con 517.000
hectáreas cada tamaño.

En términos generales, se concentran en especial las explo-


taciones de tamaño apropiado para una organización empresa-
rial de la producción, aunque también aumentan considerable-

63
mente las explotaciones de tamaño excesivo que explotan la tie-
rra en forma extensiva.

En relación a la forma de tenencia de la tierra (Cuadro 1.8)


se observan aumentos en la participación de las tierras en pro-
piedad y en otras formas (que pueden ser titulaciones condicio-
nales del INCORA) y disminución del arrendamiento ( 1,5% —
como pérdida en la participación en la superficie total) la apar-
— —
,

cería ( 0,9% en su participación territorial y el colonato ( 3,7%


en su participación), que debe ser efecto de la titulación hecha
por el INCORA a los colonos que así aparecieron en el censo
agropecuario de 1960.
La pérdida relativa en las aparcerías es de explicarse por el
avance de las formas modernas de explotación en el campo; la
disminución de los arriendos es difícil de explicar, dada la ex-
pansión de la agricultura comercial y del tipo de arriendos que
le acompañan. Es posible (al igual de lo que ocurre con las decla-
raciones de los censados en cuanto a sus existencias de ganado, en
relación con la declaración de renta), que hayan existido temo-
res en relación a la legislación de 1961 y en especial a la de 1968,
que indujeran a los propietarios a subdeclarar los arriendos. Sin
embargo, se observa una tendencia clara al aumento del tamaño
de los arriendos, según el cuadro:
Nótese que hay una disminución neta de 115.6 millones de
explotaciones que dejaron de arrendar, pero éstas se concentran
en casi un 100% en los arriendos menores de 20 hectáreas. Al
mismo tiempo, los arriendos mayores de 20 hectáreas disminu-
yen en sólo 2.000 explotaciones, pero ganan un área de 206.3 miles
de hectáreas, frente a una disminución de los arriendos pequeños
de 190.000 hectáreas. Asimismo, la participación de éstos en el
área total arrendada pasa del 39,9% en 1960 al 30,2% en 1970-71,
mientras que los grandes arriendos aumentan su participación
en 1970-71 a casi el 70% del área total bajo arriendo en el país.
Los arriendos (incluyendo aparcerías) reducen su participa-
ción en la superficie agropecuaria total de 8,9% en 1960 a 6,7%
en 1970-71. Se ha sostenido generalmente que los arriendos son
una parte reducida del área total del país, y esto es cierto. Sin
embargo, se podría suponer que la mayor parte de ellos se hacen
para superficie agrícola y que no está tan difundido el arriendo
de praderas. Si esto es cierto, la importancia económica del
arriendo es mucho mayor que la imputada. Con este supuesto se
podría derivar que para 1960, con 2 millones de hectáreas bajo
arriendo, y una superficie agrícola de 5.15 millones de hectáreas
(cultivos permanentes, temporales y tierras en descanso, daría
una proporción del 39% (sin tierras en descanso), que ob-
viamente no están bajo arriendo, el porcentaje sube a un 57%
del total) y para 1970-71 la proporción sería del 26,4% (sin tie-

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O o

o <U cd
rras en descanso sería un 45,5% del total). Obviamente que se
está sobrevaluando la extensión del arriendo, especialmente si se
considera que ha debido aumentar el de praderas en los últimos
tiempos, mas no es posible una medida de ajuste mientras no
se cuente con información precisa sobre el arriendo de pastos. En
todo caso existe amplia evidencia de que más de la mitad de las
tierras para algodón en la Costa estaban bajo arriendo en 1963
y de que el arriendo de tierras por parte de los ingenios de azú-
car del Valle del Cauca se encuentra ampliamente generaliza-
do Es por tal razón que se esperaría que modalidades simi-
lares se expandieran en la medida en que se ha expandido la
agricultura de tipo comercial. En parte esta tendencia se confir-
ma por el análisis del tamaño de los arriendos que se ha hecho
atrás. La línea divisoria que se trazó entre arriendos mayores y
menores de 20 hectáreas establece la diferencia que hay entre ex-
plotaciones que pueden ser atendidas por la fuerza de trabajo fa-
miliar, o ésta combinada con el trabajo de fuera de la familia, y
explotaciones donde domina la organización empresarial que re-
curre a trabajo asalariado, o sea que en el segundo de los casos
se trata fundamentalmente de arriendos de tipo moderno, dife-
rentes de los arreglos entre campesinos y propietarios.

Los arriendos de tipo precapitalista estarían entonces carac-


terizados por la pequeña producción y se ha visto cómo su im-
portancia decrece en términos absolutos y relativos. En el censo
agropecuario de 1960 aparece renta pagada en servicios, pero sólo
cubre 23.221 explotaciones (el 1,9% del total de ellas) y ya en
1970 no se contabilizan. Este sería el único indicio de "feudalis-
mo'' en el campo colombiano, pero es demasiado tenue si se con-
sidera que los arriendos mayores de 20 hectáreas alcanzaban el
37,6% de la superficie arrendada en esta forma en 1960.
Las aparcerías mayores de 20 hectáreas en 1970-71 alcanza-
ban a 593.624 hectáreas, o sea el 73% de la superficie explotada
bajo este arreglo, cuando en 1960 el mismo rubro era un 46,3%
del total, lo que significa que más que la tradicional medianería
entre campesino y patrón lo que se ha extendido son los contra-
tos de corte moderno con reparto del producto o ganado en com-
pañía, y organización de la producción con trabajo asalariado.
Este tipo de contrato sobre reparto del producto se debe a que
permite hacer ajustes automáticos en la distribución, tanto para
efectos de cambios de precios como por cambios en la producti-

63. Lauchlin Currie, El algodón en Colombia, mimeógrafo, Federación de Algo-


doneros.

64. Curiosamente, los contratos de arriendo de los ingenios se pagan en azúcar,


lo cual permite ajustes automáticos y por lo tanto firmar contratos a largo
plazo.

66
vidad; por lo tanto, constituye arreglo estable de largo plazo,
como los contratos a 12 años de los ingenios azucareros del Valle
del Cauca con los propietarios de tierras.

Se ve,en suma, que entre 1960 y 1970-71 se profundizaron


tendencias características del desarrollo capitalista en el campo,
quizá incluso con una aceleración mucho mayor que la que se
había observado para períodos anteriores. La concentración en la
explotación de la tierra se agudizó aún más que en el pasado,
ritmo que es típico de la concentración de la producción, en la
medida en que son les empresarios de economías de gran escala
quienes se expanden con mayor dinamismo. Esta expansión no
se circunscribe a la propiedad territorial, aunque también la in-
cluye, sino que la sobrepasa por medio de la acumulación de la
producción en tierras tomadas en arriendo, lo que se demuestra
con el cambio experimentado en los tamaños de los arriendos y
la pérdida en importancia de los arriendos en pequeña escala.

67
Capítulo II

LA PRODUCCION AGRICOLA

1. PARTICIPACION AGRICOLA EN EL PRODUCTO


NACIONAL Y DE TIPOS DE CULTIVO EN EL
PRODUCTO AGRICOLA

A. Introducción

En este capítulo se tratará la evolución de la producción,


área y productividad en el uso de la tierra referido a 18 cultivos,
conjuntamente con el valor de esa producción, introduciéndose
además elementos de oferta y demanda que contribuyen a expli-
car causalmente el desenvolvimiento del sector agrícola durante
el período 1950-1976.

Los 18 cultivos en cuestión han sido desglosados en 5 gru-


pos —cultivos comerciales, tradicionales, de plantación, mixtos y
café —para tener una idea aproximada de la evolución de la
producción de la agricultura comercial en relación con la de eco-
nomía campesina parcelaria. Ello en forma aproximada, porque
si bien se puede considerar que los cultivos comerciales están do-
minados mayoritariamente por unidades de producción capitalis-
ta, los otros subgrupos contienen diversas formas de producción.
Así, por ejemplo, en los cultivos de plantación y del café domina
la producción de explotaciones mayores de 10 has. lo cual insi-
núa que se trata de explotaciones de tipo moderno, con altas do-
sis de utilización de insumos técnicos en las que el trabajo pre-
dominante utilizado es de tipo asalariado.

1. Se ha tomado esta clasificación de Jay Atkinson, Changes in agriculturd pro-


ductivity and technology in Colombia, AID Ministerio de Agricultura, 1969.

68
Esto sucede en menor medida dentro de los cultivos mixtos,
subgrupo especial que despierta el interés del investigador, pues
en su interior presenta una aguda competencia entre formas
capitalistas y explotaciones de tipo parcelario. Finalmente, se
tiene el subgrupo de cultivos tradicionales, en el que predominan
las formas de producción reducida, incluso las de pequeño arrien-
do; aquí existen gérmenes de unidades capitalistas de produc-
ción o unidades competitivas fuera del área parcelaria, que po-
drían avanzar de continuar ciertas tendencias de concentración
de la producción y condiciones propias en los mercados, como
precios altos y estables, organización del mercado, utilización y
procesamiento industrial de parte creciente de estos cultivos,
etcétera.

B. PARTICIPACION DE LA AGRICULTURA EN EL
PRODUCTO NACIONAL
una relación del producto bruto industrial y
Si se establece
el producto bruto agropecuario, es posible observar que la parti-
cipación del primero en el segundo asciende del 38% en 1950 al
80,7% en 1976 (gráfico 2.1) aumento que muestra que, relati-
vamente, aumenta el valor generado por la industria fabril y

Gráfico 2.1

Producto bruto industrial sobre


producto bruto agrario

1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 73 74 75 76

2. La participación del sector agropecuario en el PIB bajó del 38.2% en 1950 al

25.0% en 1974 y se proyecta que para 1977 esté alrededor del 13%.

69
disminuye en importancia elvalor generado en la agricultura y
la ganadería, es decir, el producto manufacturado se expande
con mucha mayor rapidez que el producto agrícola. Como puede
observarse en el gráfico, durante los períodos de estancamiento
industrial (1950-51, 1957-59, 1963-64, 1967-68 y 1974-75) la rela-
ción entre estas dos ramas de la producción nacional permanece
constante o desciende, lo que se explica porque en esas coyun-
turas el producto agrícola se expandió con mayor rapidez que el
producto industrial, pero por lo general dominan los períodos de
rápido desarrollo industrial, lo cual hace que este índice obtenga
una 'nclinación más perpendicular puesto que la agricultura
pierde participación con relación a la industria. Como se verá a
lo largo del análisis de la producción, la expansión dentro de la
agricultura se explica fundamentalmente por un incremento de
su industrialización; así, la industria no solo aumenta su parti-
cipación en términos del producto agrícola sino también dentro
mismo de la agricultura.

La participación de la agricultura en el PIB vuelve a demos-


trar que la industria fabril se desarrolla mucho más rápido que
la primera, pues si su participación en el producto es del 38,2%
en 1950, ya en 1976 se reduce al 25,0% (cuadro 2.1) o sea una
pérdida relativa de más del 13% en un período relativamente
corto de 26 años, a pesar de algunos caracterizados por un lento
crecimiento del producto industrial.

Se podría argüir que todavía en la actualidad el producto


agrícola es mayor que el producto industrial, pero se perdería
de vista entonces que una parte sustancial de los servicios, tales
como finanzas, comercio y gobierno (cuyo gasto se basa funda-
mentalmente en ingresos derivados de la actividad industrial)
está más relacionada con el valor generado por la industria que
con el valor agrícola. Por otra parte, se podría considerar al
trasporte, energía, comunicaciones, la minería y la construcción,
que son en lo fundamental industrias que producen movimiento
de carga y personal, electricidad, mensajes, minerales y vivien-
das, respectivamente, más como actividades fabriles que como
agrícolas. Si se adopta este juicio para establecer qué categorías
de cuentas nacionales pertenecen al campo de la industria fabril
y cuáles al de las actividades agropecuarias, se tendría que para
1972 el producto bruto interno se descomponía en la forma como
lo indica el cuadro 2.A.

Esta estimación permite situar cerca del 63% del PIB como
generado en actividades fabriles o muy cercanas a tal definición,
mientras que actividades agrícolas, ganaderas, de tala de bos-
ques, de caza y pesca alcanzaban a dar cuenta del 37%. No es
entonces justificada la afirmación, basada en el relativo poco peso
de la industria manufacturera en el PIB, de que Colombia es un

70
Cuadro N9 2.A
Participación sectorial en el PIB 1972

$ Corrientes
Sector (Millones)

Subtotal 65.538.0 37,0


I Sector agropecuario
a. PIB directo 49.658.6 26,8
b. PIB indirecto (servicios) 18.879.4 10,2
Subtotal 116.630.2 63,0
II Sector manufacturero
a. PIB directo 62.028.1 33,5
b. PIB indirecto 54.602.1 29,5

Metodología. Se tomaron como sectores manufactureros a la industria manufac-


turera, construcción, electricidad, gas y agua, comunicaciones, trasportes y mine-
ría. El sector agropecuario incluye agricultura, ganadería, otras producciones, ca-
za y pesca y silvicultura. Los servicios se adjudicaron así a uno u otro sector
como PIB indirecto: comercio, según participación en el valor del PIB directo
de los dos sectores; finanzas y crédito, según la participación del crédito de cada
sector en el total; alquileres, en relación al supuesto que los valores urbanos eran
el 80% del total; servicios personales, asumiendo que el 90% tenían origen ur-
bano; gobierno, según la participación del sector agropecuario en la tributación
total {11%, de acuerdo al Informe Musgrave). Ver un desglose más detallado en
el cuadro 2.2. en el apéndice.

país fundamentalmente agrícola. Si bien es cierto que las acti-


vidades económicas llevadas a cabo en el campo son muy impor-
tantes para la economía, no constituyen de ninguna forma lo
dominante, aún expresado en los bienes y servicios de consumo
final, que constituyen las categorías adoptadas por cuentas na-
cionales. Por otra parte, si se concibe la industria como una for-
ma de organización del trabajo y no según la forma que adopten
sus, productos (agrícolas o manuafcturados) se encontrará que ,

gran parte de la actividad llevada a cabo en el agro tiene carac-


terísticas muy similares, en cuanto a organización, a las que
acompañan a la industria fabril: mecanización, procesamiento
en línea, contratación, etcétera. Donde difieren es en la discon-
tinuidad que se desprende del mismo ciclo vegetativo de su pro-
ducción y que, aun en algunos casos de cultivos permanentes
(plantaciones en especial), permite un proceso de industrializa-
ción muy similar al observado en la industria fabril. En todo
caso, si se acoge esta definición amplia de industrialización, como
se hará un poco más adelante, se podrá comprobar que este tipo
de organización del trabajo genera la mayor parte de la produc-
ción nacional, tanto en la manufacturera como en la agricultura.

71
C. EVOLUCION DE LA PRODUCCION, AREA,
RENDIMIENTO Y VALOR DE LA PRODUCCION
AGRICOLA ENTRE 1950 - 1972
Según armónicos de producción aquí calcula-
los índices
dos (gráfico 2.2, cuadro 2.5) incluyendo café, el crecimiento
,

fue de 4% entre 1950 y 1976. El mismo índice, sin café, arrojó


una tasa promedio anual de crecimiento, para igual período, de
•4,6%, lo que demuestra una dinámica mucho mayor en los cul-
tivos distintos al grano de exportación, que se dirigieron en lo
fundamental al mercado interno, pero que también entraron a
obtener una importancia creciente en la generación de exporta-
ciones de nuevo tipo.

Gráfico 2.2

Indices de producción armónicos.


Total sin cafe y total con caf^.

1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76

3. Se trata de un índice que utiliza ponderaciones móviles anuales del valor de


producción de cada cultivo para seguidamente obtener el peso de cada
la

cual en el conjunto. Es entonces más sensible que un índice de Laspeyre, que


sólo recoge la ponderación del año base (1958) y la generaliza a todos los años.
Así, el índice de producción física de cuentas nacionales dio un crecimiento
promedio entre 1950 y 1970 de 3,6% anual, o sea 0.4% menos que el nuestro.

72
Segúnestimados de este estudio, el área de los 18 cultivos
los
estudiados (gráfico 2,3, cuadro 2.6) pasó de 2.584.000 hectáreas
en 1950 a 3.797.000 en 1972, aumento que muestra una tasa pro-
medio de crecimiento de 1,7% anual. Si se hace la exclusión del
café, el área pasa de 1.926.000 hectáreas en 1950 a 2.957.000 en
1972, mostrándose una tasa de crecimiento anual del 2%.

En
aspecto de los rendimientos, la comparación de las ta-
el
sas de crecimiento de la producción y la superficie permite apre-
ciar que sobre el 4% del crecimiento físico de la producción el
auge de los rendimientos contribuyó con el 2,3% anual, si se
incluye café, y con el 2,5% si se lo excluye del grupo de 18 cul-
tivos. Esto implicaría que, en el primer caso, los rendimientos
registran el 57,5% del crecimiento total y, en el segundo, el
55,5%.

Los cambios en los rendimientos de la tierra se empezaron


a hacer más evidentes a partir de 1960, pues el período anterior
registró pocas variaciones en ambos índices de rendimientos. En
algunos años, como en 1957 y 1964 los índices sufrieron retrocesos
que podrán ser imputados a problemas climáticos ^"^^ pero por lo
general estos factores afectan sólo a parte de las áreas sembra-
das, por estar localizadas en diversos sitios, porque sus respecti-
vos ciclos vegetativos se dan en meses diferentes y tienen una
duración también variada y, finalmente, porque la mayor parte
de los cultivos dan dos y más cosechas anuales. Por lo tanto, los
factores climáticos sólo afectan la producción agrícola nacional
en su conjunto en forma contundente en períodos de verdadera
calamidad o de desastres climáticos a escala nacional
En cuanto
a las estimaciones sobre el valor real de la pro-
ducción, (gráfico 2.3) que son indicadores aproximativos sobre
,

el ingreso real de los productores, se tiene que entre 1950 y


1972 los cultivos, incluyendo café, aumentaron a una tasa pro-

4. Se intentó obtener un índice de tiempo, pero se encontraron demasiadas di-


ficultades: definición de tiem.po óptimo, regionalización por cosechas, perio-
dización de siembras y recolecciones en cada año, etcétera. Se encontró, final-
mente, que en la mayor parte de los años, con pocas excepciones, se podría hacer
abstracción de los factores climáticos para explicar satisfactoriamente la evolución
de la agricultura.

5. Con todo, este es un aspecto importante del universo agrícola, que requiere
investigación sistemática, tanto para analizar la producción pasada como para
obtener ayuda en los pronósticos de producción. Por otra parte, se deberían
tener en cuenta otros elementos que modifican la producción. Por otra parte,
se deberían tener en cuenta otros elementos que modifican la producción como
enfermedades, plagas y aún cuestiones como fertilidad creciente o decreciente del
suelo, etcétera.

73
Gráfico 2.3

medio anual del 2,8%, mientras que si no se considera este cul-


tivo, el crecimiento fue de un 3%, o sea que el valor percibido
por los cultivadores fue menor en un 1,2% y en un 1,5% anual
al crecimiento de su producción física, respectivamente, se con-
sidere o no el café. En consecuencia, y en términos generales, el
aumento en la productividad fue trasladado en parte a los con-
sumidores.
Esta información general será glosada más adelante, por pe-
ríodos y según tipo de cultivo, para tener una idea más concreta
de la evolución de estos elementos de la producción agrícola en
el período 1950 - 1976.

D. PARTICIPACION DE LOS TIPOS DE CULTIVO EN LA


PRODUCCION AGRICOLA
La participación de los diferentes tipos de cultivo tanto en
el área cultivada como en el valor de la producción cambia sus-
tancialmente durante el período 1950-1972. Lo que más resalta en
el conjunto, es que mientras los cultivos comerciales aumentaron
su participación en la superficie total del 14,2% en 1950 al 29,6%

74
en 1972,simultáneamente la superficie cafetera pasó del 34,1%
al 28,4%, y los cultivos tradicionales y mixtos disminuyeron su
participación del 35,1% y 46,8% al 30% y el 36%, respectivamen-
te. Las pérdidas en participación de los últimos tres tipos de cul-
tivo frente a los cultivos comerciales suman 21,1% dentro de la
superficie agrícola.

Dentro del valor de la producción las comparaciones resul-


tan aún más contrastadas. Los cultivos comerciales pasaron de
absorber el 8,9% del valor total de los 18 cultivos considerados
(incluyendo café) en 1950 a 42.6% en 1976, aunque antes de la
bonanza, en 1974, alcanza un 34%, el café rebajó de 33.3% en
1950, a 26.3% en 1971, pero subió a 32.9% en 1976 como resultado
de la bonanza; los tradicionales bajaron de 26% a 21.8% y los
mixtos de 27.6% a 13.6%. Se pone de presente el desplazamiento
relativo que ha ejercido la agricultura comercial, tomada en su
forma más pura, en relación con el resto de los cultivos. Ahora,
si se deja de considerar el café dentro del valor de la producción
se observa que los cultivos comerciales pasaron de absorber
el 13.4% en 1950 al 42.6% en 1976, mientras que los cultivos
tradicionales lo hicieron del 39% al 21.8%) y los mixtos del
41.4% al 22.2% en el mismo período, pérdida que representó pa-
ra los dos, tomados conjuntamente, más del 26%, es decir, que
han perdido alrededor de una cuarta parte de su importancia en
el valor de la producción en el período que empieza en 1950 y
termina en 1976.
Este cambio en la participación de los cultivos comerciales
en el conjunto de la producción agrícola refleja un crecimiento
acelerado de la agricultura empresarial sobre las formas atra-
sadas de la producción del campesino parcelario (en propiedad
y en arriendo) El cambio se destaca aún más si se considera que
.

incluso en el café, los cultivos definidos como mixtos, los de


plantación y en parte en los tradicionales, se vienen desarrollan-
do empresas capitalistas que generan parte apreciable de sus
respectivas producciones.
Un cálculo estimado del peso de este tipo de organización
en el valor de la producción agrícola revela que cerca del 80%
de la producción cafetera era generada en 1970 por explotaciones
mayores de 5 has. es decir, en aquellas en que la fuerza de
trabajo familiar no es suficiente para el manejo de las parcelas,
lo que de hecho incrementa la importancia del trabajo asalaria-
do en la producción. Dentro de los cultivos mixtos, entre un 35
y un 45% de la producción provenía de empresas de tipo capita-

6. Ver censo cafetero 1970 (capítulo anterior). El 70% del área cafetera estaba
cubierta por explotaciones de más de 10 has., las cuales, como es de supo-
ner, son más productivas que las menores.

75
lista moderno en los cultivos de plantación, entre el 70 y 80%
de la producción provenía de unidades explotadoras de trabajo
asalariado ^^K Finalmente, en los cultivos tradicionales se obser-
va una diferenciación relativa en el campesinado parcelario, aun-
que esta no aparece muy objetiva para un observador exter-
no dentro de la cual podría suponerse que el 10% del valor
generado se origina en formas modernas de contratación. Dados
estos supuestos, se podría deducir el valor generado por las ex-
plotaciones modernas dentro del valor de los 18 cultivos consi-
derados, con los siguientes resultados:

Cuadro 2-B
Producción generada, por explotaciones modernas
según tipos de cultivo - 1976

Miles de
Tipos de cultivos millones
de pesos
corrientes %
Totales 68.6 100.0

A. Valor generado explota-


ciones comerciales 44.1 64.3
1. Cultivos comerciales 19.6 28.6
2. Cultivos tradicionales 1.5 2.2
3. Plantación 1.7 2.5
4. Cultivos mixtos 3.3 4.8
5. Café 18.0 26.8

B. Valor generado por explo-


taciones parcelarias 24.5 35.7

7. Se consideró que el maíz tuviera el 24% de su superficie cubierta por ex-


modernas, por su utilización de semillas mejoradas (según ICA
plotaciones
et al Insumas Agrícolas, Tomo II, p. 372), en la papa más de un 60% de la

producción generada por explotaciones mayores de 3 has. en 1960 (ver censo


agropecuario 1960); recuérdese que la papa es un cultivo intensivo en mano de
obra que no podría ser manejado enteramente por la unidad familiar en explo-
taciones de ese tamaño; el podría considerarse como ge-
trigo, cerca de un 70%
nerado por explotaciones de tipo moderno, mientras que el tabaco, posiblemente
el más bajo de todos, se generaría en 20% en plantaciones basadas en el trabajo

asalariado, especialmente las nuevas variedades rubias, cultivadas en las tierras

planas del Cesar y el Magdalena.

8. Sólo en el caso del banano para el consumo interno podría considerarse


producción de tipo parcelaria.

9. ICA, Estudio sobre zona de García Rovira.

76
Según estos estimados, en 1976 aproximadamente el 64% del
valor total de la producción agrícola (18 cultivos mayores) era
generado por una agricultura de tipo capitalista moderno, mien-
tras que el resto del valor era originado en la economía cam-
pesina parcelaria, montada sobre las más difíciles tierras del
país y con una organización del trabajo basada en los vínculos
familiares, escasa división del trabajo y técnicas de producción
rudimentarias.

Un análisis más
detallado de los cultivos por tipos permi-
tirá apreciar el alcance de los profundos cambios que ha carac-
terizado a la agricultura nacional en los 5 últimos lustros.

2. ANALISIS POR TIPO DE CULTIVOS

A. LOS CULTIVOS COMERCIALES


a) Producción área y productividad

El índice armónico de producción física (Gráfico 2.4) de los


cultivos comerciales entre 1950 y 1976 revela el mayor creci-
miento registrado en relación a todos los tipos de cultivos, pues
alcanza una tasa promedio anual de 7.6%, que fue casi 5 veces
superior a la de los cultivos tradicionales y el café, dos veces y
media más alta que la correspondiente a cultivos de plantación
y tres veces superior a la que caracterizó a los cultivos mixtos
(ver Gráfico comparativo 2.17) Las variaciones del índice de
.

producción señalan que en el año 1959 se dio el crecimiento


mayor de todo el período (de 67.6%) debido fundamentalmen-
te a la gran expansión del cultivo del algodón, que a partir del
año siguiente eliminó las importaciones y empezó a figurar en
las exportaciones. Otros años de gran crecimiento fueron 1951
(22,6%), 1968 (19,2%) y 1972 (22,8%).
Tomando evolución de la producción por quinquenios, se
la
observa que en el período 1950-54 el crecimiento de los cultivos
comerciales fue lento (3,3% anual) se aceleró extraordinaria-
;

mente en 1955-59 con la tasa de crecimiento más alta alcanzada


en perspectiva histórica, de 15% anual; se sumergió a un bajo
2,2% en 1960-64 y alcanzó nuevamente un ritmo mayor en
1965-69, con 8,5% anual, y bajó nuevamente su ritmo de aumen-
to a 5,8% anual entre 1970 y 1972. Al mismo tiempo, la super-
ficie creció aceleradamente en los primeros tres quinquenios,
pero a un ritmo cada vez menor (1950-54, 6,8%; 1955-59, 5,1%;
y 1960-64, 4,9%); se estabilizó de 1965 a 1969 (0.6% anual de
crecimiento) y se incrementó en cerca del 2% en el trienio
1970-72. Entre 1972 y 1976 hay proufndas variaciones con un
crecimiento positivo de cerca del 5,0% anual.

0 77
Durante el mismo período en observación, el área cultivada
pasó de 273.000 a 1.149.000 hectáreas, lo cual muestra un au-
mento de 4,2 veces sobre la superficie inicial y un crecimiento
promedio anual de 5,5%. Esto significaría que los aumentos de
productividad implican el 3,0% del crecimiento de la produc-
ción del 8,2% observado, equivalente al 36,4% del crecimiento
total.

La expansión de los cultivos comerciales tuvo


territorial
lugar, fundamentalmente, en las tierras antiguamente dedicadas
al pastoreo, lo cual es evidente en el valle del río Cauca, los
llanos del Tolima, los departamentos del Cesar, Magdalena y
Meta, aunque también hubo un relativo adecuamiento de tierras
nuevas (Roldanillo, en el Valle del Cauca; Saldaña y el Coello,
en Tolima; María la Baja y El Guájaro, en la costa norte, y
Sibundoy, en el Putumayo). Además, se expandió relativamen-
te la frontera agrícola a nuevas tierras en el Caquetá; Magda-
lena (después de la construcción del ferrocarril del Magdalena)
y en el pie de monte de los Llanos Orientales.
La evolución de la productividad de los cultivos comercia-
les se refiere exclusivamente a la tierra, y para deducirla basta
cruzar las series de producción con las de superficie. Entre 1950
y 1965 los incrementos de la productividad de los cultivos co-
merciales fueron más bien modestos, pero de 1965 en adelante
aparecieron notables incrementos (la producción aumentó con-
siderablemente a pesar de que la expansión del área fue li-
mitada) .

Si se tiene en cuenta que la mayor parte de los cultivos


comerciales, con excepción de la caña de azúcar y la cebada,
empezaron a desarrollarse aceleradamente en fecha reciente, se
puede deducir que las explotaciones comenzaron a producir con
un alto nivel de técnica y sin competencia apreciable de explo-
taciones precapitalistas, con productividades inferiores; por lo
tanto, los cambios en la productividad vinieron dados por in-
troducción de elementos adicionales y no por desplazamiento
de las unidades menos productivas. Es así como la curva de
productividad para los cultivos comerciales fue primero esta-
ble, pues ya se encontraban generalizados en la producción ele-
mentos como tractores, fertilizantes y riego; más tarde, en nues-
tro caso de 1965 a 1970, se introdujeron elementos adicionales,
resultado de una larga experimentación, tales como semillas me-
joradas, mejor combinación de los insumos y extensión del rie-
go, lo que permitió superar el anterior nivel de productividad.

La expansión de la producción de los cultivos comerciales


tuvo entonces las siguientes características: a) un crecimiento
de 1950 a 1960, que tomó pie fundamentalmente en la expan-
sión territorial (del 6,3% a cerca del 10,6%), y b)de 1960 a 1970

78
Gráfico 2.4

Indices de producción , oreas y rendimiento.


Cultivos comerciales.

450

400
— Producción
Area
Rendimiento /\
350
1
300 *

250
/

100 ^^
/
/
f

50 1 A t %

1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 73 74 75 76

señaló tasas menores(5,7% anual), lo que se explica en gran


medida por los aumentos de productividad, especialmente de
1965 a 1970.

b) EvoluQxóm. del valor real de la producción

La evolución del valor real de la Droducción de los cultivos


comerciales (ver Gráfico comparativo 2.18) da una idea apro-
ximada e indirecta de la acumulación de capital en el subsector,
por lo menos desde el punto de vista del ingreso real de los
productores, lo cual es indicativo de las condiciones favorables
o desfavorables de que han disfrutado para colocar su pro-
ducción.

Se tiene así que de 1950 a 1954, el valor real de la produc-


ción (deflactado por los precios implícitos de mercado del PIB)
aumentó a un ritmo de 5,1% anual, lo que es mayor que el
3,3% de crecimiento anual de la producción, expresando condi-
ciones favorables que debieron tener el efecto de impulsar la
inversión. En el siguiente período, 1955-59, el valor real de la
producción creció a un ritmo del 15,1% anual, en tanto que la

79
producción misma lo hacía al 15%, lo que indica rendimientos
constantes y en aumento, si hubo reducción de costos unitarios.
Todo esto podría significar que las condiciones originales de ren-
tabilidad para los cultivos comerciales fueron altas y permane-
cieron así por lo menos hasta 1960, lo cual sentó condiciones fa-
vorables para proseguir la inversión y la ampliación de la pro-
ducción. Sin embargo, la situación cambió de 1960 a 1964, cuan-
do se alcanzó un aumento anual del valor de la producción de
1,2% y 12,1% en la producción física lo que indica un des-
mejoramiento de los ingresos reales percibidos por los agri-
cultores comerciales. Para el siguiente período, 1965-1969, el au-
mento anual del valor real de la producción fue de sólo 0,9%,
mientras que la tasa de ascenso de la producción física perma-
neció en 5,8%, lo cual indica de nuevo una rentabilidad no cre-
ciente, aunque es necesario considerar si los aumentos de la
productividad observados fueron resultado de un bajo nivel de
inversión, y por tanto neutralizaron en parte, por el lado de
la reducción de los costos unitarios, la caída en los precios
reales

Lo señalado anteriormente para lento de el desarrollo más


la expansión territorial de los cultivos comerciales de 1965 a
1970 tiene ahora una explicación parcial: aparentemente, hubo
un incremento reducido en el ingreso real de los productores,
y por tanto la acumulación de capital se tornó más lenta, ob-
servándose presión para aumentar la productividad, o por lo
menos para reducir los costos unitarios de producción. No se
conoce cuál fue la cuantía de la inversión necesaria para elevar
la productividad en los niveles observados pero el sostenido cre-
cimiento de la producción es indicativo de que hubo una reduc-
ción relativa en sus costos unitarios ^^^K Finalmente, el período
1970-72 se caracteriza por una nueva alza del valor real produ-
cido, estimado en 7% anual, a diferencia del incremento, un
tanto menor de 58% en la producción, mostrándose así un retor-
no a condiciones favorables para los empresarios del sector. De
1972 en adelante los ingresos reales crecen nuevamente a una
tasa récord de más del 9% anual, resultado sobre todo del boom
exportador.

10. En 1965 se da un declive que atenúa un poco el crecimiento del valor de


la producción. De 1960 a 1964 el valor real de la producción aumenta a una
tasa promedio de 8.9% anual.

11. Ver el capítulo VI, sección sobre inversión, la ampliación de este tema.

12. Como se verá en el capítulo VI, el gran aumento de crédito de 1967 en ade-
lante ha podido inducir una producción mejor, por el monto de tasas de
interés negativas o subsidiadas.

80
c) La dinámica de la demanda sobre los cultivos comerciales

Una
explicación causal del extraordinario crecimiento de la
producción de los cultivos comerciales debería incluir la de-
manda efectiva, que ha recaído sobre el subsector y que le per-
mitió realizar su producción. La demanda efectiva, a su vez, pro-
viene de varias fuentes:

1.Crecimiento del mercado interno, manifestado en creci-


miento de la demanda industrial por insumos agrícolas y en
aumento del ingreso familiar, con repercusión en demandas por
alimentos, vestuario y calzado, que derivan hacia el sector agrí-
cola habría que considerar, además que el cambio estruc-
tural en la urbanización del país ampliaría la demanda en el
sentido de que incrementaría la división del trabajo y la es-
pecialización, reduciéndose así la esfera del autoconsumo cam-
pesino y aumentando por consiguiente la extensión del mer-
cado.

Crecimiento de la demanda externa, que proviene de


2. la
dinámica de las economías capitalistas desarrolladas.

Algodón

En orden de dinamismo, algodón presentó las más altas


el
tasas de crecimiento en el conjunto de los cultivos comerciales
(Gráfico 2.5). Entre 1950 y 1972 su producción aumentó 18,2
^ veces, con una tasa promedio de crecimiento anual de 13,5%.
La expansión más firme tuvo lugar a partir de 1958, aunque
anteriormente, por partir de una base física reducida, el cre-
cimiento relativo fue extremadamente alto. Las exportaciones
comenzaron a partir de 1960, pero no se logró un suministro ade-
cuado hasta 1965, y su crecimiento se hizo menos notable de 1970
a 1972, hasta que en 1973 volvieron a ampliarse.

Si se analiza la demanda interna aislada de la demanda ex-


terna (Gráfico 2.5), se observa que el cultivo ya venía despla-
zando importaciones de algodón en 1950, cuando surtía la mitad
del consumo industrial. De allí en adelante gana terreno hasta
eliminar las importaciones completamente en 1960 (con la ex-
cepción de fibras largas especiales, que tienen que ser impor-
tadas todavía) y empezar a colocar parte de su producción en
,

los mercados externos. Sin embargo, la exportación se man-


tuvo a niveles bajos hasta 1966, oscilando alrededor de las 10.000
toneladas anuales, lo que constituía cerca del 10% de la pro-

13. Ver capítulo IV sobre el ciclo de precios que analiza esta variable de deman-
da efectiva.

81
Gráfico 2.5
Efecto <ie exportaciones en algodo'n (fibra y semilla)

BOO

1950 K 54 56 58 60 62 64 66 69 70 72 74 76

ducción; de 1966 en adelante el incremento se acentúa hasta


alcanzar a 90.000 toneladas en 1972 (el 23% de la producción
total). Esto significaría que aunque el consumo interno de algo-
dón creció a un ritmo dinámico (8,1% anual), las exportaciones
le prestaron la aceleración necesaria para alcanzar la tasa de cre-
cimiento del 13,5% anual; la contribución de las exportaciones
en el avance de la producción alcanzó a ser entonces un 5% del
auge total, lo que indica cerca del 40% del aumento de la pro-
ducción de este cultivo. Además, las exportaciones de textiles y
confecciones en los últimos 6 años han tenido un efecto adicio-
nal en la ampliación de la demanda sobre el consumo estricta-
mente interno. Este afecto no se ha podido calcular exactamen-
te, por no conocer la naturaleza de las exportaciones y su con-
tenido equivalente de algodón en bruto, pero las estadísticas so-
bre exportaciones permiten tener una idea aproximada de la im-
portancia del fenómeno (cuadro 2.7).

Suponiendo que proporción de los textiles exportados


la
corresponda a la producción de algodón en bruto, se tendría que
cerca del 30% de la producción nacional de algodón encontró
mercados extemos en 1972, lo cual incluye tanto exportaciones
en bruto como las más elaboradas Esto constituye una expli-
cación suficiente para el hecho de que el algodón haya sido el
producto de mayor dinamismo dentro de la agricultura colom-
biana en los últimos años.

14. Teniendo en cuenta que sólo las exportaciones de Coltejer y Fabricato alean*
zan US$ 15.5 millones en 1971, equivalentes a $ 330 millones, de los cuales
el consumo intermedio de algodón es un 40% del valor bruto, y éste a su ve2

está constituido por algodón en un 54%, se deduce que el valor del algodón

82
Los mayores productores se reúnen en la Federación Na-
cional de Algodoneros que negocia directamente con Diagonal,
el monopsonio de las textileras, los precios de compra y con el
gobierno los montos de algodón que exporta y los saldos que
quedan para su procesamiento interno. En los últimos años, la
Federación de Algodoneros ha puesto varios gerentes de la Caja
de Crédito Agrario, ministros de Agricultura y hasta de Gobier-
no, lo cual refleja la creciente importancia que ha adquirido
esta fracción de la burguesía agraria (producción en 1976 de
más de $ 7 mil millones de pesos y exportaciones de cerca de
US$ 80 millones) en el concierto político nacional.

Caña de azúcar

El segundo cultivo en orden de dinamismo dentro de los co-


merciales fue la caña de azúcar (gráfico 2.6) que fuera influida
también por la demanda externa. En efecto, a partir de 1960,
cuando Cuba perdió su cuota en el mercado norteamericano, las
exportaciones colombianas del producto empezaron a figurar en
forma permanente y creciente; con anterioridad habían tenido
lugar algunas exportaciones, pero en forma esporádica y en cuan-
tía reducida, dándose incluso varios brotes de desabastecimiento
interno que obligaron a la importación en 1956 y 1957. Las ex-
portaciones aumentaron continuamente hasta llegar a ser el
33,5% y el 35,7 7^ de la producción en 1966 y 1967, para dismi-
nuir, relativamente, de nuevo, y quedar cerca del 20% de 1970
a 1972. Una apreciación de la forma que toma la curva del con-
sumo interno bajo el área de la producción exportada demues-
tra una represión de las ventas internas (períodos 1960-63, 1966-
68 y 1970-71), precisamente cuando las exportaciones aumentan
en forma drástica. La ampliación relativa del consumo interno
de 1968 en adelante se puede explicar en parte por la baja mun-
dial de los precios del azúcar. En el período 1950-72 la produc-
ción de azúcar avanza a una tasa promedio anual del 7,5%, den-
tro de la cual las exportaciones representan un 0,8%, o sea, un
10,6% del dinamismo observado por este cultivo. Esta situación
de gran demanda interna ^^^^ y externa sobre el azúcar le ha pres-
tado a los productores un poder monopólico apreciable sobre el

bruto en las exportaciones de textiles es de $ 70 millones que, sumados a los


$ 380 millones exportados en bruto en 1971, dan cerca del 30% del valor total
de $ 1.600 millones que tuvo la cosecha de ese año. En 1973 las exportaciones
de estas dos empresas alcanzaron un valor de US$ 40 millones.

15. Según la Encuesta de Hogares del DAÑE


de 1970 un 0.66% del gasto fami-
liar se destinaba al azúcar, mientras que a la panela un 0.96%. La industria

del azúcar tiene entonces todavía un campo apreciable de mercadeo, sin con-
quistar hasta el momento.

83
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mercado que se manifiesta claramente en la curva de precios
reales de producto (gráfico 3.11).

Tres grandes familias latifundistas, que pasaron rápidamen-


te de la explotación de agregados a la gran industria fabril, re-
presentada en ingenios relativamente modernos controlan
una parte apreciable de la industria azucarera en el país. En
efecto, Manuelita (familia Eder), Providencia (familia Cabal)
y Río Paila (familia Caicedo) manejan aproximadamente un
60% del mercado, manteniendo un intrincado haz de relaciones
con otros ingenios, fábricas de chocolates y comestibles, suero-
química, empaques, corporaciones financieras y bancos, periódi-
cos (El Siglo, de Bogotá y Occidente, de Cali, ambos conserva-
dores) La burguesía azucarera está organizada alrededor de
.

Asocaña, tienen una fuerte influencia en la política de precios


y de exportaciones del gobierno frente al sector y se destaca su
influencia a nivel del partido conservador ^^^^

Este es el único de los cultivos de tipo comercial caracteri-


zado por un alza cuasi permanente en sus precios reales; mien-
tras otros cultivos comerciales han mostrado bajas relativas en
sus precios, porque las alzas de productividad han hecho dismi-
nuir los costos unitarios de producción, y ha habido una oferta
elástica, el azúcar ha aumentado su precio real en 100% entre
1950 y 1970, al tiempo que su productividad en la utilización de
la tierra también se ha duplicado. Es así como los ingresos rea-
les de los empresarios del azúcar han aumentado a una tasa
promedio del 10,8%) anual de 1950 a 1970, mientras que se ha
visto que su producción aumentó en 7,5% anual, lo cual debe
dar los más altos ingresos netos que contemple cultivo alguno
en la agricultura nacional. Fuera de esto, el nivel salarial del
Valle del Cauca, donde se concentra la producción azucarera, es
uno de los más bajos del país en lo que influye la despro-
porcionada competencia de mano de obra.

Los Estados Unidos, a donde se dirige parte apreciable de


las exportaciones colombianas, se caracterizan por mantener los
precios más altos del mercado mundial lo cual es un privi-
legio adicional para los productores, y ha servido como presión
para nivelar el precio interno; finalmente, el permanente alto

16. Fedesarrollo, Las industrias azucarera y panelera en Colombia, Bogotá, 1976,


p. 179 y ss.

17. Juan Silva Colmenares, Los verdaderos dueños del país, Editorial Surame-
ricana, Bogotá, 1977, p. 36.

18. Ver capítulo V.

19. BIRF. El desarrollo económico de Colombia.

85
ingreso por exportaciones se ve acrecentado por el 15% adicional
que representa el Certificado de Abono Tributario. Por otra par-
te, el control de precios que afecta al azúcar es evitado frecuen-
temente por los productores, quienes convierten el azúcar en
panela (producto fuera de tal control) cuando sus precios en el
mercado interno así lo justifican. Todos estos elementos hacen
que la tasa de ganancias del sector azucarero no tenga posible
paralelo en la economía nacional.

Arroz

El tercer producto en orden de dinamismo dentro del sub-


sector comercial fue el arroz (para todos los cultivos comercia-
les), lo cual constituye un caso que se explica exclusivamente
por el crecimiento del mercado interno, pues el externo no juega
papel importante, ni en las importaciones ni en las exportacio-
nes del cultivo. El aumento de la demanda del arroz dependió
entonces del crecimiento del ingreso familiar y de la elasticidad
precio del producto. Según la Encuesta de Hogares del DAÑE
de 1970, el arroz representaba el 1,7% del gasto familiar, lo cual
explica la alta absorción de su producción. Los aumentos de
productividad en el cultivo han sido apreciables a partir de
1966, cuando una gran proporción del área cultivada pasó al sis-
tema de riego, con la consiguiente reducción de costos unitarios
de producción. Por otra parte, ha aumentado también la utili-
zación del arroz como insumo en la industria de alimentos con-
centrados para animales, la que ha demostrado un alto grado de
dinamismo en los últimos años. Empezó a exportar en 1975; en
1976 logró ingresos externos por cerca de US$ 90 millones.

Soya y sorgo
Los otros dos cultivos dinámicos del subsector comercial
fueron la soya y el sorgo. Tanto el uno como el otro empezaron
a ser desarrollados a fines de la década del 50 y, partiendo de
una reducida base inicial de producción, se ampliaron conside-
rablemente. El sorgo ha sido impulsado por la industria de ali-
mentos y en especial como insumo en la producción de aceites,
encontrado mercados en expansión en la misma industria de ali-
mentos y en especial como insumo en la producción de aceites.
En esta última existen varios sustitutos, tales como la semilla del
algodón, la copra, el maíz y la palma africana, por lo que la soya
no se desarrolló tan aceleradamente como el sorgo.

Cebada
Entre los cultivos comerciales, el menos dinámico fue el de
la cebada (gráfico 2.7) el cual duplicó su producción en el pe-

86
ríodo 1950-72, mostrando una tasa promedio anual de crecimien-
to de 0,8%. La falta de dinamismo de este cultivo se puede ex-
plicar en parte por dos factores:

a.Competencia externa; pues en sólo siete años del perío-


do en cuestión no hubo importaciones del producto; en el resto
de los 14 años los aumentos del consumo han tomado lugar prin-
cipalmente en base a las importaciones.
b. El cartel de compradores (monopsonio) parece haber
presionado tendencialmente los precios hacia abajo (ver gráfico
3.11), en un caso similar a lo ocurrido con el trigo, como se verá
más adelante, pero en forma menos drástica. Las variaciones
apreciables que se observan en el consumo interno se deben a
que fuera de ser la cebada el insumo más importante para la
fabricación de cerveza, se expende también como alimento hu-
mano y frecuentemente sustituye al maíz en la preparación de
forrajes, cuando la relación de precios la favorece.

Gráfico 2.7
Ef«cto d« importocidn dt ceboda.

Efecto d« ImportacionM
- Producción
'Consumo lnt«rno

1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76

Ajonjolí

Por último, el ajonjolí, mostró apreciables tasas de creci-


miento hasta 1966, pero de allí en adelante entró en un período
de decaimiento, hasta que en 1972 dio el mismo nivel de pro-
ducción que tenía en 1961. El ajonjolí es también insumo para
la industria de aceites, y al parecer viene siendo desplazado por
otros cultivos que ofrecen mejores rendimientos y precios, en
especial la palma africana y la semilla del algodón.

d. Síntesis

El dinamismo que ha caracterizado a los cultivos comercia-


les se explica en lo fundamental por el crecimiento del mercado

87
interno, aunque el externo incide adicionalmente en la especial
aceleración de los cultivos más dinámicos del grupo: algodón y
azúcar. Visto de conjunto, el efecto de las exportaciones sobre
el valor de la producción de los cultivos comerciales (gráfico
2.8) se puede apreciar como sobresaliente sólo a partir de 1966.
Anteriormente la proporción del valor derivado de las exporta-
ciones había sido de cerca del 5% sobre el valor total de la pro-
ducción de 1960 a 1966 y alrededor del 2% entre 1950 y 1960.
Esto permite distinguir tres etapas para el desarrollo de las ex-
portaciones:
a) Entre 1950 y 1960 la proporción del valor exportado
dentro del valor total percibido por los cultivadores fue reduci-
da y hubo incluso cuatro años en que fue prácticamente inexis-
tente.

b) De 1960 a 1966 empezaron a desarrollarse las exporta-


ciones del algodón y el azúcar; el valor de las mismas aumentó
rápidamente hasta 1962 y de allí, hasta 1966, se estancaron con
algunas oscilaciones que muestran que estos productos no esta-
ban engranados firmemente al mercado exterior y que no se
contaba con excedentes suficientes para ser colocados regular-
mente en ese mercado.
c) Da
1967 en adelante la capacidad de la producción se
incrementó notablemente y empezaron a fluir los excedentes de
la producción ( ya se ha visto que este no fue exactam.ente el
caso para el azúcar) hacia el mercado mundial. En esta última
etapa, el valor de las exportaciones comprendió cerca del 10%
del valor total de los cultivos comerciales, lo cual las convirtió
en factor importante para la futura expansión de este tipo de
agricultura.

No se cuenta con datos sobre el valor de la producción ex-


portada en 1972, pero de lo que se deduce del volumen físico
exportado en relación a 1971 se infiere que el algodón aumentó
sus colocaciones en un 11,1%, mientras que el azúcar lo hizo en
42,2%, dándose además algunas exportaciones de ajonjolí y arroz.
Si a esto se añade que los precios internacionales de estos pro-
ductos también aumentaron considerablemente, es dable concluir
que la tendencia ascendente, anotada para el período 1967-1971,
Se aceleró notablemente, pudiendo haber llegado a generar cer-
ca del 15% del valor percibido por los productores ^^^K

Esta evolución de las exportaciones comprueba claramente


que el desarrollo de la agricultura comercial en el país obtuvo
su despegue apoyándose fundamentalmente en el mercado inter-

20. La tendencia se ha marcado aún más en primer semestre de 1973, según


el

informes de que las exportaciones menores ya sobrepasan el valor generado


por el café. El Tiempo, 9 de septiembre de 1973.

88
no, y que cuando se contó con una capacidad productiva evolu-
cionada, la agricultura comercial encontró sólida inserción en
los mercados internacionales.

En esta forma es que el dinamismo de la


factible concluir
agricultura comercial dependerá más en el futuro del mercado
exterior, en la medida en que ya se ha llegado a una etapa de
establecimiento de nuevos renglones, de sustitución de importa-
ciones (con excepción de la cebada) y de un abastecimiento ade-
cuado para la industria y las zonas urbanas, como lo demuestra
la estabilidad relativa de los precios de los cultivos comerciales;
aun así, el crecimiento de la industria, de la urbanización y de
los ingresos en general, y la sustitución de productos agrícolas
tradicionales por productos industrializados, serán factores fun-
damentales para la absorción de la producción de los cultivos
comerciales en el mercado interno y, por ende, para el creci-
miento de la producción.
Entre 1972 y 1976 hubo un incremento sustancial de los in-
gresos reales de los productores comerciales, con un crecimiento
de un 8,3% anual, con alzas aun más notorias durante los años
1973 y 1974, que reflejaron el auge de las materias primas en el
mercado mundial y que afectaron, sobre todo, los precios del al-
godón, las oleaginosas y el azúcar. Al mismo tiempo, la produc-
ción sufrió altibajos fuertes que obedecieron, por lo menos en
parte, al cambio de las condiciones en el mercado mundial y a
la baja de precios que empieza a operar después de 1975 o sea
que la más estrecha inserción en el mercado mundial trajo con-
Gráfico 2.8
Cultivos comerciales.
Comercialización interna y externa.

8.000
Producción
7.000 Consumo Interno

piPI Exportación
6.000

c
w
5.000 í
o
o 4.000

3J0O0
i
c
o
2.000
1
1.000

0
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76
sigo trazas de inestabilidad en la inversión de esos cultivos y,
en consecuencia, sobre sus niveles de producción.

B. CULTIVOS TRADICIONALES

a. Producción, área y productividad

Frente al dinamismo de los cultivos comerciales contrasta


el aparente estatismo de los denominados tradicionales. Tanto el
área cultivada como la producción y la productividad de la yuca,
la panela, el plátano y el fríjol estuvieron caracterizados por
bajas tasas de crecimiento e incluso, éstas fueron negativas en
algunos períodos.
El índice de producción física indica un crecimiento que no
pasó entre 1950 y 1976 de menos del 1% anual (gráfico 2.9). En-
tre 1950 y 1954 hubo una ligera expansión de estos cultivos, se-
ñalada por una tasa de crecimiento de 1,5% anual.
Entre 1955 y 1959 ocurrió un crecimiento anual similar al
del quinquenio anterior, estimado en 1,4%; éste decayó para
1960-64 a —
1,9% anual y entre 1965 y 1969 obtuvo una recupera-
ción sorprendente, con un crecimiento del 4,2% anual (expli-
cado fundamentalmente por el crecimiento de la producción de
panela y yuca) el trienio 1970-72 se caracterizó nuevamente por
;

una tasa negativa (—1,0%). Entre 1972 y 1976 la tasa de con-


tracción se agudiza al —
2,0% anual.
Gráfico 2.9
Indices armónicos de producción , área
y rendimiento— Cultivos tradicionales.
I40i

130

120

410

%
100

90

80

70
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76
Estas oscilaciones en la tasa de incremento de la producción
de los cultivos tradicionales señalan que el estatismo de la agri-
cultura tradicional es más bien aparente y poco estable; las con-
diciones de concurrencia son tan reñidas entre tantas unidades
de producción y la variación de los precios tan brusca, que se
deduce que el carácter mismo del mercado es responsable por lo
menos en parte del lento crecimiento demostrado por la produc-
ción. Este aspecto de la problemática del campesinado parcela-
rio se analizará en más detalles cuando se relacionen los precios
con la producción. Por lo pronto, es preciso señalar que los pre-
cios reales de la agricultura denominada como tradicional han
crecido, como tendencia, más que el resto de tipos de cultivos,
pero también, que su inestabilidad ha sido grande; tanto las al-
zas como las bajas de precios han tenido mayores rangos de
amplitud que los aparecidos en los cultivos comerciales. La su-
perficie bajo cultivos tradicionales, que comprende las tierras
de ladera y algunas zonas de colonización pasó, según lo aquí
examinado, de 677.000 has. en 1950 a 890.000 has. en 1976. Las
nuevas áreas se explican en parte por efectos de colonización
(ampliación de la frontera agrícola) y en parte por las amplia-
ciones del área sembrada (posiblemente s« recurrió a tierras de
peor calidad y aun de mayores gradientes de las que solían ex-
plotarse), pero entre ambos no representaron un crecimiento
mayor del 1,2% anual para los 26 años del período estudiado.
Este fue más importante que el de la producción física, lo cual
señala una pérdida absoluta en la productividad, con posible au-
mento de la atomización de la propiedad parcelaria. Ya se ha
visto en los resultados del censo agropecuario de 1970-71 un re-
tiro del 7,1% del total de explotaciones de menos de 10 hectá-
reas existentes en 1960. Según lo aquí estimado sobre superficie,
el aumento fue mínimo entre 1950 y 1954 (0,4%); en el período
1955 a 1960, se expandió a 1,5% anual; se contrajo a —0,1% de
1960 a 1964; hubo incremento notable de 1965 a 1970, con 2,8%
anual y terminó de 1970 a 1972 con un decremento neto, del 0,6%
anual.

Los estimados sobre productividad (gráfico 2.9) reflejan que


las innovaciones técnicas estuvieron fuera del alcance del cam-
pesinado parcelario, notándose inclusive una tendencia a la dis-
minución del grado de productividad de la tierra; se señala tam-
bién su ínfima calidad y aun su deterioro (erosión, pérdida de fer-
tilidad de la tierra, crecimiento de la fragmentación de la pro-
piedad, etcétera) Las variaciones observadas en el gráfico de
.

productividad, también indican que los cambios en el régimen


del tiempo afectan en especial la productividad de los cultivos
tradicionales, pues no existen elementos contrarrestantes, tales
como riego, acequias, drenaje, etcétera, que permitan controlar
en forma relativa los cambios en el régimen pluvial.

91
Teniendo en cuenta este descenso de la productividad de la
lado del gran monopolio territorial se puede colegir la
tierra, al
escasa expansión territorial del campesinado parcelario. En esta
forma, el 1% observado como crecimiento estimado de la pro-
ducción entre 1950 y 1972 estuvo compuesto por una expansión
del área en 1,2% y una contracción de la producción debida a
pérdida de productividad del 0,2% anual.

b. Evolución del valor real de la producción

El crecimiento del valor real de la producción para todo el


período 1950-1970 fue del 1,9% anual (gráfico comparativo 2.18)
pero este estimado no es lo suficientemente expresivo, porque
las variaciones en el valor percibido por los agricultores fueron
bastante notorias. En un primer subperíodo, de 1950 a 1954, el
valor real de la producción alcanzó niveles estables, evidencián-
dose una tasa de aumento del 0,8% anual; de 1954 a 1959, los au-
mentos oscilaron alrededor del 1,7% anual, para sufrir una mar-
cada declinación en 1960, con una reducción del valor percibido
por debajo del nivel de 1950; de allí en adelante se dio un rela-
tivo estancamiento de la producción; se presentó una recupera-
ción apreciable de su valor real (7,8%) entre 1960 y 1964; y una
de la producción entre 1965 y 1970 con un aumento menos que
proporcional en su valor real, de sólo 0,6% al año. Para el trienio
1970-72 fue calculada una recuperación apreciable de cerca del
8% en el valor de la producción. Entre 1972 y 1976 los ingresos
reales aumentan al ritmo del 6% anual.

Las variaciones en el ingreso real percibido por los agricul-


tores denotan que el ciclo de precios tiene efectos críticos sobre
la capacidad de acumulación de las explotaciones parcelarias.
Los precios en alza impulsan el aumento de la producción, se-
guido por una baja vertical en las cotizaciones, lanzando a la
quiebra o a la desaparición a muchas imidades de producción, lo
cual hace contraer la oferta, acarrea el alza de precios, el alza
de la producción, y se pasa nuevamente a la crisis. Esto indicaría
que aquello que se afronta no es un problema de inelasticidad
de la oferta (aunque también existe por el carácter de la tecno-
logía empleada) sino un tipo superconcurrido de mercado, ca-
racterizado por posiciones de equilibrio inestables en ambas di-
recciones.

Habría que tener en cuenta también las leyes propias de


funcionamiento de la economía parcelaria. Según el teórico ruso
Chayanov {Organización de la unidad económica campesina, Edi-
ciones Nueva Visión, Buenos Aires 1974), el campesino parce-
lario tiende a maximizar su consumo y no sus ingresos líquidos;
en consecuencia, no sería "perversa" la respuesta de la unidad

92
productiva de contraer parte de su producto que vende en el
la
mercado cuando elevan sino que consumiría una
los precios se
proporción mayor de su propio producto, conservándose como
fijos las compras que hiciera por encima de lo autoproducido.
Sin embargo, en nuestro caso estamos frente a una situación so-
cial de la economía campesina de relativa inestabilidad en varios
sentidos, como lo señala, por ejemplo, el éxodo migratorio hacia
las ciudades o la presión sobre la frontera de colonización o sea
que estaríamos lejos de una situación estable, como la que supo-
ne Chayanov, para el funcionamiento propio de una unidad de
producción que mantiene determinadas relaciones con los mer-
cados, obedeciendo al principio de la maximización del consu-
mo familiar y no el de las ganancias. En todo caso, si bien pudo
ser cierto que la economía campesina obedeció durante algún
período las leyes de funcionamiento propias de ella, a partir de
cierto momento de creciente inserción en el mercado de este
tipo de unidades y del deterioro de sus condiciones naturales de
existencia (presión demográfica e incapacidad de expansión geo-
gráfica por el monopolio territorial), ocurre más bien un aban-
dono de parcelas y unidades de producción que explican en gran
medida la disminución del volumen de producción, al mismo
tiempo que permanecen relativamente estables las antiguas re-
laciones técnicas, o sea que la productividad no aumenta dentro
de la economía campesina hasta el punto de poder neutralizar
la disminución en el número de productores.

c. La demanda sobre los cultivos tradicionales

Comparando el tipo de mercado que le corresponde a los


cultivos comerciales con el de los cultivos tradicionales, se des-
tacan dos hechos:

Mientras los cultivos comerciales surten mercados in-


a)
dustriales o mercados de alimentos organizados institucional-
mente, que se caracterizan por la contratación, el control de ca-
lidades, los sistemas de cuotas, la financiación de almacenamien-
to y los precios sustentados o negociados, los cultivos^ tradicio-
nales se realizan en mercados atomizados, de gran número de
intermediarios y desorden en las transacciones. Existe además
el hecho de que dos de los cultivos tradicionales, la yuca y el
plátano, son perecederos, mientras que la panela y el fríjol, que
tienen posibilidades de almacenamiento, no cuentan con facili-
dades institucionales para hacerlo;
b) Si la aceleración en el crecimiento de los cultivos co-
merciales es impulsada por las exportaciones, los cultivos tra-
dicionales no encuentran ninguna posibilidad para colocar sus

93
excedentes en los mercados externos, y por tanto su crecimiento
está delimitado por la demanda interna.

Por otra parte, carácter mismo de la demanda interna por


el
los cultivos tradicionales no augura un crecimiento de la natu-
raleza observada en los cultivos comerciales.

La Encuesta de Hogares del DAÑE


registró para 1970 la par-
ticipación de los siguientes productos en el ingreso familiar.

Cuadro 2.C
Proporción del ingreso familiar utilizado en la compra de panela
y cultivos tradicionales. Siete ciudades

Producto % del gasto


familiar

Panela 0,98
Fríjol 0,71
Plátano 0,70
Yuca 0,33

Fuente: Encuesta de Hogares, Ponderado Nacional DAÑE, 1970.

Hay evidencias, además, de que la elasticidad-precio de los


cultivos tradicionales es pequeña, con la excepción de la panela,
aunque esta registra efectos de sustitución con el azúcar refina-
da en la medida en que aumenta el ingreso individual de las fa-
milias urbanas, y característica de aplicación semejante para el
plátano y más marcada, para la yuca.

Las fuertes alzas y caídas en los precios de los cultivos tra-


dicionales estarían indicando que a pesar de la demanda crecien-
te, la oferta alcanza a saturar los mercados momentáneamente.
Una escasez o abundancia de la oferta relativamente pequeña,
haría variar los precios en forma aguda.

El desglose de los índices de producción por cultivos mues-


tra que sólo el caso del fríjol puede considerarse como dinámi-
co, con una tasa de crecimiento del 3,6% anual, mientras que el
resto de cultivos arrojó tasas de crecimiento no mayores del
1% anual para el período 1950-1972, dándose incluso años con
niveles de producción inferiores al del año inicial.

Sin embargo, en el fríjol mismo hay que observar que el


dinamismo se refiere sólo al período 1950-1960, ya que después
se estabiliza completamente la producción. En el caso de la pa-
nela se da un período de estabilidad hasta 1955, baja en la pro-
ducción hasta 1958, alza que culmina en 1961, baja continua has-

94
ta 1965 y de allí en adelante un alza que no llega a surtir ade-
cuadamente la demanda, e impulsa incluso la conversión de
azúcar en panela por parte de los grandes ingenios. En el caso
del plátano se da un crecimiento lento hasta 1960, baja de allí
hasta 1964, alza en la producción hasta 1969 y nueva baja rela-
tiva hasta el presente. La difusión de la variedad caturra en los
cafetales condujo además a una baja apreciable en la produc-
ción de plátano que antiguamente servía para dar sombra a las
variedades y modalidades arábigas. Por último, la yuca tiene
agudas variaciones en su producción, que son incluso difíciles
de sistematizar. En todos los casos hay inestabilidad y tenden-
cia al estancamiento.

En suma, ven abocados a surtir


los cultivos tradicionales se
mercados poco dinámicos, desorganizados, donde las oscilaciones
de precios introducen una gran inestabilidad en la producción.
Esto no significa que la demanda por tales productos no haya
aumentado, sino que lo ha hecho a un ritmo lento; sus perspec-
tivas son de disminuir aun más, en la medida en que aumenta
la urbanización del país y se trasforma el patrón de consumo.
El proceso aparece entonces como un complejo de descomposi-
ción y recomposición que durante unos períodos aleja unidades
de la producción, mientras que en otros las atrae. Si se piensa
en una función de oferta compuesta por la producción de uni-
dades parcelarias, se podría deducir que la curva se traslada ha-
cia atrás en los períodos en que los precios bajan y se vuelve a
trasladar hacia adelante cuando los precios son favorables, pero
siempre ocupando una posición más retrasada que la anterior,
como lo tiende a demostrar el alza tendencial de los precios de
los cultivos tradicionales.

C. CULTIVOS DE PLANTACION

a. Producción, área y productividad

Los cultivos de plantación son sólo dos: el cacao y el bana-


no. Han constituido el segundo sector en dinamismo dentro de la
agricultura (3,5% de crecimiento anual). Sin embargo, este ha
sido un dinamismo en descenso, especialmente en lo que se re-
fiere al banano. Para el subsector (gráfico 2.10) los índices de
producción física indican un fuerte crecimiento de 1950 a 1954,
de 5,1% anual, pero de 1955 a 1959 este crecimiento empezó a
detenerse y se redujo a 2,1%, contrayéndose aun más en 1960-
1964 (0,8% anual) y tornándose definitivamente negativo entre
1965 y 1969, con —1,3% anual; en el trienio 1970-1972 hubo una
recuperación relativa, pero nada notable, de 2,3% anual. Entre
1972 y 1976 se acelera el ritmo de crecimiento a la tasa de 5,9%

95
anual, contando expansión en ambos productos. Los estimados
sobre superficie insinúan que el área bajo cultivos de planta-
ción se incrementó en 2,6% anual entre 1950 y 1972, pero en este
caso hay que tener en cuenta un fenómeno que no alcanza a ser
discernido por las estadísticas sobre el área: mientras una de las
zonas sembradas de banano (Fundación y Santa Marta) dismi-
nuyó apreciablemente su producción por problemas comerciali-
zación y plagas, ia zona de Turbo y Apartadó aumentó notable-
mente el área sembrada. En la contabilización del área se tomó
la zona de Santa Marta como si hubiera permanecido igual y se
añadió la nueva extensión, lo cual acaba por proyectar un au-
mento de superficie contra una disminución de la producción, y
por ende una caída vertical de la productividad ^^^K

Gráfico 2.10
Indices armónicos de producción y área
y rendimiento — Cultivos plantación
(Base: 1958 = 100)

21. Las cifras y cacao se han tomado de OPSA


para banano —
Ministerio de
Agricultura, para1968-1972 y Atkinson para 1950-1968. Aunque las series
del Ministerio prolongan las de Atkinson, presumiblemente con la misma me-
han encontrado serias inconsistencias que no permiten un análisis
todología, se
más adecuado de los cultivos de plantación. Como el ajuste requeriría de una
investigación especial como la que se ha llevado a cabo para algunos productos
tradicionales y mixtos, se ha optado por tratar marginalmente los cultivos de plan-
tación.

96
b. Evolución del valor real de la vroducción
A.

El valor real de la producción, según las limitadas estima-


ciones hechas para este estudio (gráfico 2.18), aumentó conside-
rablemente entre 1950 y 1960 (tasas de 4,0 y 6,5% anual para
cada quinquenio comprendido en la década), se reduce el creci-
miento del valor percibido por los productores entre 1960 y 1964
a 1,2% anual, para tornarse en gran aumento entre 1965 y 1969,
del 8,4%. Entre 1970 y 1976 existe una baja de ingresos que sólo
se estabiliza, a un bajo nivel, para los dos últimos años.

Gráfico 2.11
Efecto de exporlbciü'nes bonono

900

800 Producción
Consumo interno
. 700 ÜZZSZi Efecto exporta cion«8
o
600
Io
»500
o
u, 400
^ 300

200

100
1950 5Z 54 S# 58 60 62 6^ 6A «9 70 72 74 7%

c. La demanda sobre los cultivos de plantación

El crecimiento en la producción de los cultivos de plantación


está influido por el mercado externo de ambos productos; mien-
tras el banano exportado representó entre el 40%, y el 50% de
la producción, para el cacao se importó cerca de una tercera par-
te del consumo interno. El banano para consumo interno se pro-
dujo fundamentalmente en el interior, mientras que las zonas
costeras de Urabá y Santa Marta atendieron el mercado de ex-
portación.

Las exportaciones de banano (gráfico 2.11) empezaron a


aumentar a partir de 1961, pasando de un promedio de 200.000
toneladas en la década de 1950 a cerca de 265.000 entre 1960 y
1972. En 1967 se exportaron 325.000, alcanzando un punto má-
ximo que indica una nueva tendencia a disminuir, hasta que en
1972 alcanza a 254.000 toneladas. En 1975 y 1976 hay recupera-
ción y avance con cerca de 460.000 toneladas exportadas.

En cuanto cacao (gráfico 2.12) hubo un lento desplaza-


al
miento de las importaciones dentro del consumo interno. En

97
1950 la producción surtió cerca del 55% del consumo, mientras
que en 1972 su participación aumentó al 65%. Se podría colegir
de esta situación que la competencia internacional, proveniente
en su mayor parte del Ecuador, caracterizada por un tradicional
bajo nivel de precios, incidió en la lentitud del desarrollo de este
cultivo, que es de rendimiento tardío (6 años para las varieda-
des tradicionales y 3 años para las híbridas) y que por lo tanto
requiere de condiciones garantizadas a largo plazo para su pro-
ducción. Sin embargo, a partir de 1972 los precios internaciona-
les se han incrementado, la producción interna continuó en au-
mento y se redujeron un poco más las importaciones.

D. CULTIVOS MIXTOS
Tienen un comportamiento similar al de los cultivos tradi-
cionales, con atenuantes como una oferta más elástica, derivada
de la mayor frecuencia de las unidades de producción capitalista
dentro del subsector y de su superioridad tecnológica sobre las
explotaciones parcelarias.

a. Producción, área y productividad

Durante el período 1950-1976 los cultivos mixtos (gráfico


2.13) aumentaron a una tasa de crecimiento anual de 2,7%, su-
perior en dos veces y media a la que caracterizó a los cultivos
tradicionales. Su etapa más acelerada fue entre 1950 y 1954
cuando alcanzan tasas anuales promedio de 6,2%; en el quin-
quenio siguiente, 1955-1959, la aceleración disminuyó a 2,1%
anual, para mostrar contracción entre 1960-1964, (de 2,3% anual).
De 1965 a 1970 el crecimiento se recuperó un tanto, pero fue re-
lativamente lento, en 1,4% y se estancó de 1970 a 1972, con
0,2% anual. En 1974 y 1976 hubo recuperación.
Si se comparan estas estimaciones de producción con las de
superficie, se puede observar que los aumentos de la primera no
exigieron incrementos de la segunda y que, por el contrario,
fue escasa la ampliación del área cultivada para los cultivos
mixtos. En 1950 los estimados de área fueron de 904.000 has., que
son incluso menores a las de algunos años intermedios. Aunque
aquí tuvo impacto la notable reducción de la superficie triguera
durante el mismo período (alrededor de 50.000 has., sustituidas en
gran parte por cebada, o sea que por veleidad estadística pasó a
ser cultivo comercial) lo que ocurrió fue un auge de la produc-
,

ción frente a un estancamiento del área. En efecto, los cambios


registrados en la productividad de los cultivos mixtos hicieron
innecesaria una expansión del área cultivada. Como puede apre-
ciarse (gráfico 2.13), el único incremento del área cultivada es-

98
Gráfico 2.12
Efectos de importaciones de cacao

40,

^ 1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76

Gráfico 2.13
Indices armonices de producción , oreo y rendimiento
Cultivos mixtos.
150

140 Rendimiento
Produccidn
130 Area

120
^ A rJP^ ^
%II0
£ »Vf ^1 -
100 ---^ \ >,^.

/
.ti.
^
.X ^•
'v^
90
v'
80 /
y

70 . /

60
50
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76

99
timada se produjo entre 1950 y 1955 (un 3,0% anual) seguida-
;

mente, se redujo la tasa de crecimiento de 1955 a 1959, no lle-


gando al 0,04% anual; de allí en adelante se precipitan las tasas
negativas (2,3% de 1960 a 1964; 1,4% de 1965 a 1969, y 0,02%
en el último trienio). En suma, se dio una contracción efectiva
del área cultivada en los últimos ocho años.
Este fenómeno apunta hacia la competencia en los cultivos
mixtos entre unidades de producción capitalista y unidades fa-
miliares, competencia que conlleva a la desaparición o estanca-
miento de algunas unidades parcelarias, y por tanto a una re-
ducción relativa del área frente al desarrollo de la producción.
En esta forma, las unidades capitalistas aumentaron su produc-
tividad mientras que las unidades familiares permanecieron es-
táticas. La producción aumentó, como lo insinúan las estadísti-
cas, lo mismo que la productividad, de lo cual se deduce que las
unidades "modernas" ganaron terreno. Esto no significa, sin em-
bargo, que las unidades familiares no ofrecieran resistencia; las
condiciones de mercado para los cultivos mixtos así lo permitie-
ron, allí donde sucedió algo similar, con algunas modificaciones,
a lo señalado para los cultivos tradicionales.

La productividad en la utilización de la tierra bajo cultivos


mixtos ha avanzado más que la de los cultivos comerciales, y
en forma más regular. Se anotaba atrás que la mayor parte de
los cultivos comerciales eran nuevos, que comenzaban con altos
índices de productividad y que el aumento de estos índices en
los últimos tiempos no significaba desplazamiento de unidades
productivas, sino mejoramiento de las existentes. Para los cul-
tivos de tipo mixto, ya se ha observado, la mayor parte de los
aumentos de productividad tuvieron origen en las unidades ca-
pitalistas de producción, y de esta forma las variaciones de la
curva hacia arriba implican una ampliación de estas unidades
a costa del estancamiento o contracción de las unidades par-
celarias. Sin embargo, las condiciones de concurrencia hicieron
difícil que las unidades modernas se tomaran todo el mercado
de los cultivos mixtos.

b) Evolución del valor real de la producción

Las tasas de crecimiento del valor real de la producción de


los cultivos mixtos también reflejan la situación de intensa com-
petencia entre campesinos parcelarios y empresas capitalistas en
la producción. Entre 1950 y 1972 (Gráfico 2.18) indican los es-
,

timados, se dio un incremento promedio del valor real de la pro-


ducción del 1% anual, mientras que la producción subió en un
2,6%. Esto significaría que existe un mercado frecuentemente
saturado que es muestra de la resistencia de las unidades par-
celarias para permanecer en la producción, y de condiciones po-

100
co favorables para las unidades modernas. El estrecho margen
de ingresos netos que se derivarían de tal situación, señalaría
condiciones no muy propicias para un desarrollo arroUador de
la agricultura capitalista frente a la producción parcelaria. Sin
embargo, es posible que las unidades empresariales tengan una
mejor previsión del futuro y más capacidad para invertir con
precios bajos a la espera de posibles precios altos en las próxi-
mas cosechas.
Desglosando la evolución del valor real de la producción por
períodos, se tiene: a) un incremento del 1,4% anual de 1950 a
1954, y un crecimiento de la producción del 6,3%; b) uno de
1,3% de 1955 a 1959; c) uno de 5,1% anual de 1960 a 1964, cuan-
do se contrae su producción en cerca de un 10% d) uno de
1965 a 1969 en el valor real de 2,5% anual, y e) uno de 1970
a 1972 en el ingreso estimado (de cerca del 5%) aunque redujo
nuevamente su producción.

c) La demanda sobre los cultivos mixtos

A
diferencia de los cultivos tradicionales, los mixtos cuen-
tan con mercados relativamente dinámicos. Tres de sus produc-
tos —
maíz, tabaco y trigo —
tienen un apreciable grado de pro-
cesamiento industrial, mientras que el cuarto cultivo del grupo,
la papa, está caracterizado por una demanda dinámica con una
alta elasticidad de ingreso ^^^K Aun así, la organización de los
mercados es todavía fragmentaria en los casos del maíz no con-
sumido industrialmente y la papa; está dominada por el mo-
nopsonio en el caso del tabaco y tanto en el del trigo como el
del tabaco existe una fuerte competencia extranjera que ha sido
especialmente ruinosa para el trigo.

Entorno al crecimiento de los cultivos mixtos entre 1950


y 1976, tomados individualmente, se observa que el trigo sufrió
una profunda contracción en su producción (del 1,15% anual),
que equivalió a una cuarta parte de lo que se producía en 1950;
el maíz aumenta relativamente con tasas del 1,9% anual; el ta-
baco tuvo incrementos más sostenidos con una tasa promedio
del 3,1%; finalmente, la papa fue el más dinámico de los cul-
tivos del grupo, con una tasa de crecimiento promedio del 4,9%
anual.

Entre 1972 y 1976 los cultivos mixtos disminuyeron lige-


ramente su producción, con un salto significativo sólo durante
1976, cuando el índice salta un 8,9%, relativo al nivel de 4 años

22. Según la Encuesta de Hogares del DAÑE, la papa absorbía en 1970 el 1>396
del gasto familiar nacional.

101
atrás. Entre tanto, de los cultivadores sufrie-
los ingresos reales
ron fuertes variaciones año tras año que no dejan percibir con
claridad la evolución del subsector: en 1973, los ingresos reales
son un 16% más altos que en 1972, pero en 1974 se reducen en
un 20% con relación al año anterior; en 1975 hubo recuperación,
pero en 1976 vuelve a haber una caída de ingresos. La tenden-
cia anotada para el avance de los cultivos mixtos en base a la
organización comercial parece haberse descontinuado, lo cual es
notable en el caso del maíz, cuyo nivel de producción perma-
neció estancado y tuvo que recurrirse a las importaciones. El
avance de este cultivo en el valle del río Cauca se detuvo, al
parecer con la expansión del área dedicada a los cultivos de
exportación, especialmente caña de azúcar y soya.

Gráfico 2.14
Efecto irrportociones de trigo

500 |

— '

1950 52 54 56 58 60
...
62 64 66
.....
68 70 72 74 76

Encaso del trigo se puede apreciar cómo las importacio-


el
nes (Gráfico 2.14) han aumentado progresivamente su partici-
pación en el mercado interno de 10,6% en 1950 a 52,2% en 1961
y 83% en 1972 (en 1971 ya se había aproximado al 90% del trigo
.

consumido por el país. Los precios de ''dumping" de gran parte


del trigo recibido bajo la Ley 480 contribuyeron a incrementar
el consumo interno en un 200% en los 23 años del período es-
tudiado, lo cual demuestra la altísima demanda por este bien
salarial por excelencia. Sin embargo, el precio impuesto de esta
forma barrió de la competencia a los productores de trigo, que
se dedicaron a otros cultivos. Sólo a partir de 1973, con el ago-
tamiento de las reservas de trigo de los grandes productores y

102
Gráfico 2.15
Efecto exportaciones de tobaco

1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76

con el aumento de las cotizaciones internacionales del mismo,


aparecieron posibilidades para un aumento de la producción
interna del cereal; aun a largo plazo parece difícil que se pue-
dan llegar a abastecer adecuadamente las necesidades internas,
por el gran crecimiento del consumo, frente a una escasez rela-
tiva del área propicia para su siembra (altiplano cundiboyacen-
se y región de Pasto, altamente competidas por otros cultivos
y ganadería de leche). La evolución 1972-1976 muestra que los
incentivos de precios no valieron, al tiempo que se reducía el
consumo total de trigo, reflejando la baja en el salario real de
toda la economía durante este período.

Por otra parte, el mercado externo contribuyó a la expan-


sión de la producción de tabaco (Gráfico 2.15) las exportaciones
;

oscilaron entre el 20 y el 30% de la producción hasta 1970 y en


1972 representaron el 55,5%. Las importaciones de contrabando
de cigarrillos rubios o bajo la Ley 480 han impedido en cierta
forma la expansión de la producción de este tipo de tabaco
para el mercado de altos ingresos.

La producción de maíz es industrializada en gran medida,


acercándose al 45% de la producción total en 1970, como insu-
mo de las industrias de alimentos concentrados, harinas, almi-
dones y celulosas ^^K La insuficiencia de la producción interna

23. BIRD, El desarrollo económico de Colombia.

103
en los últimos años ha obligado a la importación en cuantía
relativamente reducida, llegando a 47.000 toneladas en 1971 (Cua-
dro 2,8), equivalentes al 5% de la producción, pero que parecen
constituirse en tendencia si se observan las cifras de las impor-
taciones en 1972 (20.000 toneladas) y las anunciadas para
1973 profundizándose esta tendencia para los años 1975 y
1976.

Finalmente, el cultivo de la papa estuvo caracterizado por


una producción fluctuante, pero a pesar de ello sus niveles han
mantenido fuerte tendencia al ascenso, lo cual se deriva de ser
un producto fundamental en la canasta familiar.

d) Síntesis

El crecimiento de la producción de los cultivos mixtos pue-


de adjudicarse a las unidades de explotación capitalista que coe-
xisten en forma explosiva con el grupo, junto a unidades de
economía campesina que han perdido terreno en la producción
pero que se defienden de la competencia de las primeras. Sin
embargo, su resistencia disminuye en la medida en que aumenta
La industrialización de materias primas agrícolas y se raciona-
lizan los mercados a nivel nacional.

Del lado de la demanda, el dinamismo de los cultivos mixtos


se origina fundamentalmente en el mercado interno, aunque el
externo juega cierto papel en el impulso al tabaco y en restar
dinamismo cd grupo, al surtir en gran medida el consumo in-
terno de trigo. Así, el crecimiento del sector está íntimamente
ligado al crecimiento de la industria y del ingreso familiar.

E. EL CAFE

a) Producción, área y productividad

En los 26 años del período estudiado, la producción de café


(Gráfico 2.16) aumentó a un ritmo de 1,7% anual, al pasar de
238.000 toneladas en 1950 a 534.000 en 1975. Entre 1950 y 1954
se produjo una gran expansión que empezó a madurar cuatro
años después, precisamente cuando el precio internacional des-
cendía, lo que constituyó una presión adicional para la baja
en las cotizaciones. De 1960 en adelante hubo contracción efec-
tiva de la producción del 0,6% anual, y quedó a ese nivel

24. El Tiempo, 13 de septiembre de 1973.

104
hasta 1972, cuando empezó a aumentar nuevamente la produc-
ción a partir de la recuperación de 1970. La bonanza inaugurada
en 1975 no hizo más que multiplicar aún más las siembras.

Gráfico 2.16
Indices armónicos de pro duccio'h , orea y rendimiento
Cultivo de cafe.
130. I

50^ . . . . I . . . « . 1 « «

1950 52 54 56 58 60 62 64 66 6 8 70 72 74 76
La evolución del área sembrada muestra más claramente
las consecuencias del alza de los precios internacionales, porque
el período de mayor expansión de la primera es precisamente
1950-1954, con un promedio de 5,9% anual, que descendió des-
pués a 1,0% anual. En todo el período de 26 años considerado la
superficie cafetera se amplió sólo al 1,1% anual, pasando de
656.000 en 1950 a 840.000 has. en 1972 (^'^>.

La productividad del área cafetera aumentó en los 23 años


de 500 kgs./ha. en 1950 a 580 kgs./ha. en la década de 1960,
aunque las variaciones introducidas por cambios climáticos son
bastante elocuentes. Esto sería reflejo de la concentración de
la producción, anotada en el primer capítulo, en explotaciones
mayores de 10 hectáreas.
La expansión de producción cafetera se debió tanto a la
la
superficie (1,1% anual) como a la productividad (0,6% anual),
lo que explica el 35,3% de los incrementos en la producción.

25. Esta debe considerarse como área estrictamente en producción. Según el censo
cafetero de 1970 había 1.056.000 has. de superficie cafetera en el país.

105
b) Evolución del valor de la producción

En valor real de la producción cafetera (Gráfico 2.18) se


el
puede observar la influencia del precio internacional sobre los
ingresos de los productores, aunque éstos están influidos por
la política de reintegros que ejerzan la Federación de Cafeteros
y el gobierno nacional a los exportadores. El valor real de la
producción aumenta considerablemente de 1950 a 1954, dándose
en él una tasa de crecimiento de 5,9% anual; en el siguiente
período, 1955-1959, hay una pérdida de —
3,0% anual, la que con-
tinúa de 1960 a 1964, con un promedio de reducción anual del
—1,2%.
De 1965 a 1969 la caída se atenuó con una pérdida de valor
real del 0.2% anual, y ya en i970 los precios internacionales se
recuperaron en cerca del 20%, se redujeron nuevamente en
1971, y en 1973 se obtuvieron cotizaciones superiores en un 100%
a las que primaron a partir de 1957. Un cambio radical en las
condiciones de la oferta mundial, y un mayor control de las
cuotas por parte de los grandes productores (Brasil, Colombia,
Portugal y México) hicieron asegurar precios internacionales
altos, mayores de US$ 0.70 la libra, por lo menos para el mediano
plazo. En 1974 el mercado internacional acusa baja, pero las
heladas en el Brasil en julio de 1975, unido a la guerra civil en
Angola y el terremoto en Guatemala hacen que las cotizaciones
en el mercado sean de más de US$ 2.00 la libra, llegando a $ 3.30
en los primeros meses de 1977 con una baja posterior. Esto hace
que los ingresos reales de los caficultores sean un 60,5% más al-
tos en 1976 que en 1975 y para 1977 se proyecte un incremento
aun más acentuado, con una posible "destorcida" profunda para
1978.

3. LA PRODUCCION AGRICOLA Y EL
MERCADO EXTERNO
Para cada tipo de cultivo fue analizada la importancia que
tiene el mercado externo en cuanto se refiere a la colocación
de sus respectivas ofertas. Es necesario ahora hacer el análisis
de la importancia del mercado externo para la agricultura en
su conjunto
Si se deja de considerar el café en una primera instancia
(Cuadro 2-D) se puede observar que las exportaciones cubren
sólo una pequeña parte del valor de la producción a todo lo
largo del período, mas gana creciente importancia en los últimos
años. Si en 1950 las exportaciones agrícolas eran un 2,5% del
valor de la producción, en 1970 ya oscilan en cerca del 6%, y
se alcanza una participación mayor para 1975 y 1976 de 8,0%.

106
Cuadro 2-D
PROPORCION DE VALOR EXPORTADO Y
VALOR DE CULTIVOS

Cultivos sin Cultivos con


Quinquenio café (%) café (%)

1950-1954 2,6 35,7


1955-1959 2,6 33,8
1960-1964 4,3 26,9
1965-1969 5,7 24,7
1970-1974 5,5 25,4
1975-1976 8,0 32,0

Ya se ha visto que para


los cultivos comerciales las exportacio-
nes son más importantes y explican en gran medida la acele-
ración en el ritmo del crecimiento de la producción en los úl-
timos años.

La colocación de parte creciente de las exportaciones dis-


tintas al café tiene una doble importancia para la economía na-
cional: por una parte se incrementa el monto de divisas dispo-
nibles para las necesidades industriales, a la vez que se esta-
biliza el monto de divisas obtenidas ^^^^ por otra, aumenta la
;

demanda efectiva proveniente de los ingresos de los nuevos ex-


portadores y de las ampliaciones de su producción. Este efecto,
sin embargo, puede tener consecuencias inflacionarias, en la
medida en que un exceso de demanda efectiva (por el lado de
exceso de reservas internacionales) acompañada de sustracción
de oferta (colocada alternativamente en los mercados interna-
cionales), tiende a igualar el nivel de precios internos y el del
mercado mundial. A
partir de 1972, los precios de las materias
primas agrícolas han aumentado intensamente y ello ha in-
cidido sobre los precios internos del azúcar, algodón, oleagino-
sas, arroz, soya, sorgo y, en general, en todos los productos de
la agricultura comercial.

26. La relación de divisas obtenidas entre 1973 y el promedio de la década pa-


sada fue mayor en un 100% aproximadamente, al pasar de US$ 60 a US $
1.274 millones en 1973, aunque en la nueva estructura de la balanza se incluye
exportación de manufacturas.

27. El índice de exportaciones de productos primarios de las Naciones Unidas,


entre 1968 y el tercer trimestre de 1973 aumentó de 100 a 192. Monthly
Bulletin of Statistics, 12, diciembre 1973.

107
Si se consideran todos los cultivos, incluyendo café, se apre-
cia que la importancia del mercado externo es mayor para el
conjunto (entre el 25 y el 40% del valor de la producción to-
tal). Las oscilaciones que se observan tienen explicación par-
cial en las variaciones del precio internacional del café; em-
pero, hay una tendencia a la disminución de la proporción del
valor exportado del conjunto. Si en 1950-54 la participación de
las exportaciones en el valor total fue de cerca del 35% en
1968-1971 la proporción se había reducido al 25%; sin embargo,
en 1976 alcanza más del 30%; se corrobora que la gran expan-
sión agrícola que se generó en el país a partir de 1950 fue rea-
lizada en su mayor parte en el mercado interno. Sin embargo,
la tendencia iniciada a partir de 1971, y que llega hasta el pre-
sente, con el aumento de los precios del café y el incremento
en los precios y montos de las otras exportaciones agrícolas,
hizo aumentar nuevamente la proporción del valor de la pro-
ducción agrícola que fue colocada en los mercados externos.
Este movimiento indica que el mercado externo dirige en estos
momentos la dinámica del sector en su conjunto, efecto que
proseguirá en la medida en que subsistan condiciones favora-
bles para los productos agrícolas en el mercado mundial que la
política del Estado favorezca la realización de la producción
agrícola en ese mercado.

Los efectos de esta dinámica sobre el mercado interno de


alimentos son relevantes: entre los cultivos comerciales sólo
el arroz aumenta su producción y superficie y aun asá sus so-
brantes son exportados durante 1975 (90.000 tons.) y en 1976.
Tomando el nivel de abastecimiento interno de los rubros ali-
menticios en 1970, comparándolos después con los de 1976, se
obtienen reducciones absolutas en la producción física de los
4 cultivos tradicionales, mientras que existe estancamiento en
la producción de soya y cebada; en los cultivos comerciales, en-
tre tanto el azúcar presenta claros síntomas de desabastecimien-
to interno, palpables sobre todo durante los años 1975 y 1976,
cuando se da un estricto racionamiento del producto en la ma-
yor parte de las ciudades del país, en momentos cuando la co-
tización externa del producto alcanza los US$ 0.50 por libra y
fluye al exterior de contrabando, a pesar de todas las medidas
públicas que prohibieron por un tiempo las exportaciones. El
caso de la carne, estudiado en el siguiente capítulo, muestra
una dinámica similar de reducción del abastecimiento interno
para "liberar" excedentes con destino al mercado mundial.
en cuenta además que el área de cultivos,^ tipo I
Si se tiene
y II según la nomenclatura del Instituto Geográfico, está rela-
tivamente copada por los cultivos comerciales y la ganadería de
ceba, se puede deducir que las siembras de exportación y el ga-
nado gordo que salen del país ocupan tierras que alternativa-

108
Cuadro 2.E
Abastecimientos de alimentos 1970 y 1976
(Miles toneladas)

N o 03

o O .O
u u
O
< < C/3 U <! >^ :^ H
1970 737 100 165 99 260 9.462 65 1.600 1.032 1.052 55
1976 1.341 103 391 104 310 9.000 53 1.400 900 609 58

mente hubieran podido ser dedicadas al abastecimiento del mer-


cado interno. Esta tendencia hacia la sobreexportación se obser-
va con particular agudeza en el Valle del Cauca, que bajó su
producción de maíz y otros cultivos de consumo interno, para
expandir el área cañera, lo mismo que el valle del Risaralda,
que con el proyecto de poner en marcha un gran ingenio azu-
carero para 1978 ya ha reducido las siembras alternativas, espe-
cialmente insumos para la industria de conservas; algo similar
ocurre en el Tolima y el Cesar, con la relativa expansión algo-
donera, a costa de un adecuado abastecimiento interno.

Los
altos precios internacionales multiplican las rentas te-
rritoriales y encarecen sobremanera la tierra, de tal manera que
cultivos que no arrojen una rentabilidad similar serán cultiva-
dos en una escala decreciente. Afortunadamente, los altos pre-
cios internacionales no se han mantenido indefinidamente, lo
cual ha causado las profundas oscilaciones de que hablábamos
en relación con la inversión y también sobre los valores terri-
toriales.

Al tiempo que esto sucede a los cultivos comerciales, los. cul-


tivos tradicionales, y también en gran medida los mixtos, per-
manecen estancados. No debe sorprender entonces que la infla-
ción colombiana a partir de 1971 responda en gran medida a esta
dinámica de expansión agrícola comercial para la exportación
y crisis crónica de la economía campesina, lo cual, combinado,
arroja como resultado que los precios de los alimentos hayan
aumentado mucho más rápidamente que el resto de productos
no agrícolas ^^^K A su vez, el boom internacional de materias pri-

28. Según FedesarroUo, **es posible aseverar con base en las estadísticas exis-
tentes, que con excepción de la agricultura comercial, orientada a la expor-
tación, el sector agropecuario colombiano no ha experimentado un avance signi-
ficativo en lo corrido de los años setenta. De esta manera, la desfavorable evo-
lución de la buena parte del agudo incre-
oferta de alimentos es responsable de
mento en sus precios relativos, fenómeno crítico en la marcha de la economía
desde 1971 y particularmente evidente en 1977". Revista Coyuntura 'Económica.
Volumen VII, 1, mayo 1977, p. 117.

109
mas, entre los años 1972 y 1975, con perspectivas inciertas de
mantener un relativo nivel de desequilibrio, especialmente en
relación con las perspectivas del mercado internacional de carne
de res para 1978, valoriza las mejores tierras del país y posible-
mente impulsa el incremento de la participación de la renta del
suelo, los ingresos reales de los terratenientes, en el ingreso na-
cional, lo cual, ciertamente, se cumplió durante ei período de
alza en los precios internacionales, contribuyendo de esta ma-
nera a reducir la participación en el ingreso social de los traba-
jadores colombianos.

Gráfico 2.17
indIcM armónicos comparotivos de producción.
410

1950

Gráfico 2,18
380
360
340 Indices cotnporativos de valor reo! de la producción
320

300
280
260
240 -Comerciales
220 -Tradicionales
- Planiadon
200 -Mixtos
180
160
140
120

100

80
60
40
«950 52 54 36 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76
Capítulo III

LA PRODUCCION GANADERA

1. Ubicación histórica

La ganadería y los pocos terratenientesque la manejan han


constituido grandes calamidades históricaspara el campesinado
y el desarrollo de las fuerzas productivas en el país. Los terra-
tenientes les quitaron a los campesinos acceso a tierra fértil y
relativamente bien situada, arrinconando de esta manera la eco-
nomía parcelaria sobre las vertientes de las cordilleras, dispután-
doles cada pedazo de valle o tierra plana, proceso que se repite
hoy en día en las zonas de frontera agrícola o colonización. En
otras palabras, la economía terrateniente no ha permitido pros-
perar una economía campesina con gran potencial de producción
agrícola y agropecuario, este último con técnicas mucho más in-
tensivas en el uso de la tierra que las que han desarrollado de-
sordenada e irracionalmente los grandes propietarios territoria-
les, generalmente ausentistas.

Por mucho tiempo, ganaderos de la costa y otras regiones


los
del país tuvieron un férreo control extraeconómico de la pobla-
ción campesina, control que incluso se intensificó cuando a los
terratenientes se les despertó el ansia de ganancias que acompa-
ñó la expansión del comercio, sobre todo internacional, a fines
del siglo XIX, dando 1 igar a mayores exigencias laborales y a
incrementar las rentas en especie sobre los terrajeros. El tra-
bajo forzado a través de la institución de la "matrícula" obliga-
ba a todo hombre en edad de trabajar a inscribirse en las alcal-
días de los pueblos y ponerse a disposición de los terratenientes

111
cuando és^tos los solicitaran o cuando el municipio decidiera em-
prender "obras públicas" en beneficio de las haciendas, con jor-
nales fijados arbitrariamente, es decir desligados de un "merca-
do" de trabajo. Esta institución tuvo vigencia hasta los años 20,
cuando las luchas campesinas y una situación de relativa escasez
de mano de obra y auge de un verdadero mercado de trabajo
dieron al traste con la institución ^^K Otros tipos de relaciones
precapitalistas, como los "terrajes", permitieron que los campe-
sinos cultivaran arroz y maíz en latifundios incultos, pero te-
niendo que abonar a los terratenientes pesadas cargas en espe-
cie y abandonar sus mejoras, sin indemnización, cuando el cre-
cimiento del hato ganadero exigía las tierras, las fuentes de agua
o ambos. Asimismo, como ya se ha descrito en el primer capítulo
de este trabajo, los pastizales fueron abiertos en gran medida
por colonos, en la forma de aparcerías de relativo corto plazo.
Según Fals Borda, los campesinos colonos espontáneos llamaron
a esta institución la "ley de tres pasos": el colono tumbaba el
monte, habilitaba la tierra con rozas de maíz y plátano, hasta
que ésta se cansaba (primer paso), con lo cual pasaba a tumbar
selva en otra parte. El colono vendía sus mejoras a bajo precio
a un contratista o finquero, quien intentaba de alguna forma
consolidar las tierras habilitadas (segundo paso), hasta que un
gran terrateniente se las exigía para ampliar su estancia (si po-
seía título) o montar una nueva hacienda (tercer paso) Estos
eran los casos de colonos ^'libres" porque fue también frecuente
que el colono antes de tumbar monte fuera contratado verbal-
mente por el terrateniente y tuviera que dejar el terreno sem-
brado en pastos después de usufructuarlo por una o dos cose-
chas, recibiendo sólo la semilla por parte del terrateniente. En
todos los casos, la apertura y habilitación de tierras en beneficio
de los terratenientes se hizo con costos monetarios extraordina-
riamente bajos, pues pudieron recurrir a recaudar prestaciones
gratuitas por parte de los campesinos.

Las relaciones de opresión que desarrollaron los terratenien-


tes sobre la población se expresan en instituciones que aún hoy
tienen cierta vigencia, como el servicio obligatorio de la familia
del colono o terrajero para con el terrateniente, la "venta de
doncellas" o el derecho de pernada (la barbarie terrateniente
hacía suya la virginicjad de las mujeres de sus dependientes), la

1. Orlando Fals Borda, Capitalismo, hacienda y poblamiento en la costa atlán-


tica. Ediciones Punta de Lanza, Bogotá, 1976, p. 40. Ver del mismo autor,

Historia de la cuestión agraria en Colombia, publicaciones de la Rosca, Bogotá,


1975, p. 105, para comprender los orígenes de la matrícula.

2. Fals Borda, Hacienda..., p. 41.

112
corraleja en honor del terrateniente, que involucra grandes ries-
gos de muerte para los "manteros", las obligaciones para votar
por los "gamonales" o representantes políticos de los terratenien-
tes, etcétera.

El control de los terratenientes sobre la población se expre-


saba también en el monopolio de compras y ventas en determi-
nadas regiones que las haciendas establecían por medio de tien-
das de raya, lo cual impedía la libre circulación no sólo de pro-
ductos y mercancías sino también de hombres, quienes general-
mente quedaban arbitrariamente endeudados de por vida con
las haciendas ^^K

En actualidad, la situación social ha cambiado sustancial-


la
mente. La mayor parte del trabajo es a jornal, aunque los va-
queros y demás personal dependiente de los terratenientes exhi-
ba ciertos visos de lealtad personal que son herencia de otras
épocas. De las viejas relaciones de sujeción que incluía la pose-
sión indisputada de la tierra queda el monopolio de la propiedad
territorialpero ya más en forma de mercancía y con una movi-
lidad de las tierras, de hipotecas y de arriendos que fue desco-
nocida por mucho tiempo en amplias regiones y que hace que la
gran agricultura comercial de los valles del Cesar y del Sinú
se desenvuelvan sobre la base del arriendo moderno. La misma
tecnología ganadera ha evolucionado, ciertamente con lentitud,
pero el negocio se mueve, en lo fundamental, obedeciendo las
leyes de funcionamiento del capitalismo. Las relaciones políticas
también han cambiado, quizás no tanto como las económicas,
y ya la consecución de votos por parte de los gamonales implica
contraprestaciones, antes inexistentes porque era una obligación
estricta de los campesinos, que incluyen la compra del voto, el
piquete y el trago, las becas para los hijos, los puestos públicos
para los activistas políticos de los terratenientes. Todo ha cam-
biado pero mucho sigue igual: las viejas relaciones de barbarie
y opresión signan todavía hoy la vida cotidiana de muchas de
estas regiones y derechos políticos corrientes de la vida urbana
son todavía terreno de ardua disputa política, a veces muy vio-
lenta, en estas regiones de gran ganadería, como la organización
sindical de los jornaleros o la toma de tierras incultas por parte
de un núcleo campesino, o el mismo desarrollo de la organización
campesina que es combatida diariamente por las fuerzas para-
militares de los terratenientes y por organismos supuestamente
públicos como el DAS rural, la policía y el ejército, que actúan
generalmente a favor de los grandes propietarios.

3. Fals Borda, Historia..., pp. 113 y 114.

113
2. EVOLUCION DE LA POBLACION Y EL AREA DE
PASTOREO

A. Población y área en pastos. Totales nacionales

Entre 1950 y 1976 el hato nacional aumentó según los estima-


tivos (cuadro 3.1) en 11.0 millones de cabezas, lo cual corres-
ponde a un incremento total del 75,9% y una tasa media de cre-
cimiento del 2,21% anual.
Dentro de este moderado crecimiento entran factores extra-
económicos como la violencia, que hizo disminuir las existencias
de ganado de 1950 a 1954 y que posiblemente siguió teniendo
efectos hasta 1957. Si para obtener el crecimiento anual del hato
se abstraen los años de violencia, se obtendrá una mejor idea de
cómo se desarrolla la ganadería en ausencia de factores negati-
vos al proceso mismo de producción. Tomando como base 1954
se obtiene que el hato nacional creció a un ritmo anual del 2,3%
inferior al crecimiento de la población humana. 2,9% anual).

El ritmo de crecimiento del hato nacional que fue muy bajo


entre 1950 y 1960 (cerca del 1,1% anual) se recuperó amplia-
mente de 1960 a 1972 (más del 2,51% anual). Los años mejores
fueron 1955, 1961, 1967-69, períodos caracterizados por alzas de
precios y retención de reproductoras, lo cual influyó en aumen-
tar el número de nacimientos. Los años de más lento crecimiento
fueron los de la violencia, con contracción del hato, 1957-58,
1963-65 y 1970, períodos durante los cuales hubo precios bajos,
disminución en la retención de hembras y disminución relativa
en el número de nacimientos. Más tarde, en la sección sobre el
ciclo ganadero, se explicará la aparente paradoja de que cuando
los precios del ganado aumentan, se contrae la oferta.

Durante el mismo período analizado, el área en pastos del


país aumento según el estimativo (ver cuadro 3.2), en 6.0 millo-
nes de hectáreas, ocupando terrenos antes cubiertos por malezas,
o praderas naturales en el caso de los Llanos Orientales. Se
abrieron praderas en las regiones del Magdalena Medio y a lo
Iargo.de los líos San Jorge, San Juan y Atrato, lo mismo que en
las intendencias del Putumayo y Caquetá, abriéndose coloniza-
ciones en el Llano adentro. En total, la frontera económica, en
términos de praderas, tuvo una expansión estimada en un 36,4%
de lo que era su área en 1950.

La expansión estimada de la población ganadera fue de un


51,9% y el área en pastos en un 36,4%, o sea que aumentó tam-
bién la capacidad de carga, de 0,83 en 1950 a 0,92 cabezas por
hectárea en 1976. Existen pocas dudas de que, en efecto, la ca-

114
pacidad de carga aumentó en el país. Si bien el estimativo pue-
de estar subvaluado, en cuyo caso la intensidad del pastoreo
será menor que la que aparece aquí, hay varios indicios en las
muestras agropecuarias y en los datos preliminares del censo
agropecuario 1970-71 de que la intensidad ha mejorado.

La capacidad de carga de una determinada extensión de tie-


rra es una categoría poco precisa para establecer el grado de
tecnificación de ganadería. Se verá en el análisis que se desa-
la
rrollará en la presente sección que aquellas zonas caracterizadas
por tierras de alta fertilidad, anteriormente dedicadas al pasto-
reo intensivo y que producían pastos altamente nutritivos, fue-
ron ocupadas por la agricultura comercial, desplazando a la ga-
nadería hacia tierras menos fértiles, que lógicamente alimenta-
ban menos cabezas de ganado por unidad de superficie. Este
desplazamiento sería considerado como expresión de atraso ga-
nadero si se toma exclusivamente la categoría de intensidad en
la capacidad de carga del área dedicada al pastoreo. Sin embar-
go, la extensividad en este caso es expresión de lo contrario, al
aumentar la productividad de la inversión ganadera, con utiliza-
ción de tierras menos valorizadas y que son menos competidas
por la agricultura comercial.

Si la extensividad aumentó ligeramente en estas regiones,


hay que considerar que si los ganados dependieran del pastoreo
como en el pasado, la capacidad de carga no sería de 1.12 cabe-
zas por hectárea sino de 0.8 o 0.9 en las tierras menos fértiles.
El ganado se lleva a tierras peores, pero su alimentación depen-
de en parte de pastos de corte, subproductos de la agricultura
comercial y concentrados; en consecuencia, la extensividad no
.

aumenta sino ligeramente, lo cual es especialmente cierto para


la ganadería de leche.

La categoría "intensidad en el uso de la tierra" se aplica,


bien para los casos donde la mejora en el cuidado de las prade-
ras, la fertilización, los pastos de corte y la alimentación en base
a concentrados de ganados, conduce a una reducción en el área
necesaria para sostener un determinado número de cabezas. Es-
tos efectos se han dado en algunas regiones del país, en es-
pecial en relación con la ganadería de leche y han sido impul-
sados principalmente por la competencia sobre la tierra ejercida
por la agricultura comercial. Entre 1950 y 1976 las tierras dedi-
cadas a la agricultura comercial han aumentado m.ás de 5 veces,
de 200.000 has. en 1948 a cerca de 1.500.000 en 1976. Una mayor
valorización de la tierra impulsa un mayor cuidado en la explo-
tación ganadera, puesto que una renta de la tierra muy alta

115
puede significar que el costo de producción de un animal puede
estar muy por encima de su precio de mercado
Es también enteramente posible, en especial cuando la tierra
comienza su proceso de valorización y existen expectativas de
que este proceso continúe, en zonas semiurbanas y de agricultu-
ra comercial, que las tierras sean objeto de especulación (y si-
gan dedicadas a la ganadería), en forma de "lotes de engorde",
en donde los ingresos provenientes de la actividad ganadera son
marginales a la capitalización que obtiene la tierra como resul-
tado de ser base "potencial" para la construcción urbana y para
la producción agrícola comercial. El mercado nacional de tierras
aparenta un carácter atomístico donde los precios son indicado-
res imperfectos que corresponden a la falta de integración mer-
cantil, es decir a la limitada movilidad que tiene la tierra en el
país En circunstancias de amplio desarrollo económico gene-
ral, que dan lugar a expectativas de que la tierra aumentará rá-
pidamente su precio (expansión de cultivos comerciales, nuevas
vías de comunicación, expansión urbana, etcétera) se producen
amplias olas especulativas en este mercado imperfecto caracte-
rizadas por una gran concurrencia de compradores y escasos ven-
dedores. En la medida en que el proceso de producción se desa-
rrolla sobre las tierras objeto de especulación, compradores o
arrendadores empiezan a contabilizar un ingreso neto que debe
alcanzar para pagar los costos de la tierra y, además, dejar ga-
nancias proporcionales a su inversión de capital, por lo menos
iguales a las que se obtiene en el resto de la economía. Si este
no es el caso, o si las empresas consolidan pérdidas, la demanda
sobre la tierra bajará y los propietarios se verán forzados a
reducir sus precios de venta o de arriendo. En esta forma se lle-
ga a un equilibrio aproximado en el mercado de tierras, donde
ya no hay expectativas extraordinarias sobre el resultado de la
inversión agrícola o en bienes raíces y en consecuencia los
precios de la tierra se ajustan a los precios que en efecto logre
su producción agrícola, ganadera, o la propiedad inmueble ur-

4. Si la renta anual por hectárea es de $ 1.600 y pastorean 2 cabezas de ganado,


el costo anual (por imputación) por el solo "lugar" de pastoreo sería $ 800
anuales. A los 4 años (período de maduración normal de la ganadería en el país)
el solo costo de arriendo sería de $ 3.200 y el precio de mercado podría oscilar
alrededor de ese precio.

5- CIDA, Tenencia de la tierra y desarrollo socio-económico del sector agríco-


la - Coh -bia, OEA, 1966, p. 179.

6. En el caso de renta urbana entran otros factores: áreas comerciales y de


la

oficinas, áreas de urbanización por estrato y su calidad, distancia y transpor-


te, etcétera, que irradian desde la periferia agrícola hacia el centro comercial. Ver
Ideología, diseño y sociedad, N° 4, "La renta urbana del suelo**, 1972.

116
baña que la ocupe, en sus respectivos mercados Cabe añadir
que un nivel alto de precios de la tierra ejerce presión para ele-
var los precios de la producción agrícola y ganadera y también
de los bienes raíces, aunque en este último caso intervienen
otros factores de tipo locacional más importantes que la renta
de las tierras agrícolas.

El grado de tecnificación y la intensidad de la explotación


de la tierra que exhiben las zonas de altas rentas del país de-
muestra que es necesario aumentar la productividad y los in-
gresos netos de la explotación para contrarrestar los altos costos
de la renta de la tierra, aunque, simultáneamente, las altas ren-
tas son expresión de la alta productividad de la explotación y
de la magnitud del ingreso neto que logran. Esta afirmación,
que puede aparecer como contradictoria, arrastra la pregunta de
qué viene primero, las altas rentas o la tecnificación, a lo cual
se puede responder que es precisamente el aumento general de
la productividad agrícola lo que permite derivar una mayor ren-
ta del suelo. Así, una aparcería o un pequeño arrendatario pa-
garán rentas que son proporcionales a la productividad del tra-
bajo de esas explotaciones, o sea que en tales casos la renta será
mucho menor que la que logra la agricultura comercial.
La especulación con la tierra puede dejar de producirse, o
por lo menos limitarse, durante etapas de incertidumbre creadas
por cambios en la legislación, reforma agraria, etcétera. En tales
casos, los propietariosque pueden ser afectados se precipitan a
vender, arrendar o subdividir sus tierras, causando aumentos en
la oferta y tendiendo a presionar la baja o estabilización de los
precios en el mercado de tierras, limitando así su valorización.

Por último, permanecen en el país extensas regiones, econó-


micamente atrasadas, que no han variado el patrón de utilización
de la tierra que caracteriza al país desde el siglo pasado: los va-

7. En algunos estudios se ha analizado la especulación como una característica

permanente del mercado de tierras del país, afirmándose el carácter de "al-


cancía de capital" que tiene la tierra. No hay dudas que el fenómeno especulativo
existe, pero no se puede afirmar que prosigue indefinidamente porque en tal caso
absorvería todos los frutos de la futura producción, de la cual la valorización real
es parte integral. Si esta producción no se da finalmente, o si su precio demuestra
que se ha pagado demasiado por la tierra, el proceso no puede continuar porque
haría imposible la producción y haría disminuir radicalmente la demanda de tie-

rras. En el mercado de compradores y arrendatarios


tierras forcejean propietarios,

para fijar precisamente la repartición del futuro producto neto, el precio fijado
por la tierra tiene que estar de acuerdo a la factibilidad de su explotación, o su
comercialización en zonas suburbanas. En tal sentido, el precio que asuma la tierra
encarece la producción agrícola y ganadera, pero no la hace imposible. Ver CIE-
DANE, Contribución al estudio del desempleo en Colombia, 1971, pp. 54 y 53.

117
están ocupados por una ganadería ausentista que se
lies fértiles
reproduce casi espontáneamente, caracterizada por la ausencia de
la organización comercial, mientras que las laderas están ocu-
padas intensamente por una agricultura de subsistencia. El mo-
nopolio de la tierra que estas regiones exhiben implica que la
renta de la tierra tiene que elevarse mucho, previa a su utiliza-
ción más intensiva, a la vez que ser resultado de la explotación
más intensiva de la tierra, proceso que ya tuvo lugar en las lla-
nuras del Tolima, el Valle del Cauca, región de La Dorada, re-
gión del Codazzi, en la Sabana de Bogotá y en algunas otras re-
giones del país, donde dominan los cultivos comerciales y la ga-
nadería intensiva y/o de leche.

B. Población y área en pastos por zonas

La zonificación que se trazó en el presente estudio se hizo


a nivel departamental para evitar problemas de adición muni-
cipal. Así, el país quedó dividido en cuatro zonas, intentando
una homogeneidad relativa en cada una de ellas: Zona Norte,
que incluye los departamentos de la costa, Antioquia y los San-
tanderes; Zona del Llano, con Boy acá. Meta, Arauca, Guainía y
Vichada; Zona Suroccidental, con los departamentos del Valle del
Cauca, Nariño, Cauca y la Intendencia del Putumayo; y la Zona
Central, con los departamentos cafeteros, Caldas, Quindío y Ri-
saralda, el Hulla, Tolima, Cundinamarca y Caquetá.

Se examinan aquí las características geográficas más gene-


rales de las zonas, el tipo de ocupación, tipo de ganadería, algu-
nos valores de la tierra y su renta, capacidad de carga, etcétera.

1. La Zona Norte

Esta región ha venido ganando importancia en el conjunto


nacional al pasar de tener alrededor de la mitad de la población
ganadera en 1950 al 58% de los últimos años. Su participación
en el área en pastos dentro del total nacional también se expan-
dió, aunque en menor proporción, al tener el 49,2% en 1950 y el
53,3% en 1976 de las praderas del país.

Se estimó que área en pastos de la Zona Norte pasó de


el
7.94 millones de hectáreas en 1950, a 11.6 millones en 1972, au-
mento que representa un 46,6% sobre su superficie original. La
mayor parte de la adición de praderas nuevas respondió a la
apertura de extensas áreas en el Magdalena medio, proceso im-
pulsado por la terminación del Ferrocarril del Atlántico en 1955,
lo mismo que a la conquista de importantes regiones al Norte
de Antioquia y en el departamento de Córdoba. Dentro de esta

118
región están comprendidas las zonas de Urabá, los Valles de los
Ríos San Jorge, Atrato, Sinú y Bajo Cauca.

La población estimada para zona pasó de


millones de
la 6.8
cabezas en 1950 a 12.0 millones en 1976, aumento que correspon-
de a un 74% sobre la población original, dando una tasa de cre-
cimiento anual del 2.8%, que fue la mayor del país. Como se
puede apreciar, la población se incrementó más rápidamente que
el área en praderas, o sea que aumentó la capacidad de carga de
0.86 cabezas por hectárea en 1950 a 1.05 cabezas en 1976.

El aumento en la capacidad de carga tiende a expresar en


este caso que aumentó la productividad en el empleo de la tie-
rra para la Zona Norte. Este efecto parece haberse concentrado
especialmente en el Valle del Sinú sembrado en un 75% en Pan-
gola y Pará la parte del Magdalena Medio que corresponde
a La Dorada donde "emplean la rotación de potreros y en un
alto porcentaje de las ñncas no emplean ninguna medida; las
inundaciones provocadas por el río subsanan en parte esta defi-
ciencia" Esta característica del régimen de aguas da lugar al
pastoreo estacional: los ganados se llevan a las partes bajas
inundables durante el verano y son trasladados a las partes al-
tas durante el invierno, o sea que se necesita el doble de área de
pastoreo que se requeriría bajo circunstancias de control de
aguas. También se presencia un pastoreo semiintensivo en las
partes más fértiles donde la actividad principal es la ceba, co-
mo los Valles del Río Sinú, norte del Cesar, parte noroccidental
de Sucre. En las regiones menos fértiles como el sur del Cesar
y el sur de Bolívar la actividad principal es el levante En
las regiones aledañas a Fundación y a La Dorada se ha promovido
la lechería por la presencia de plantas de productos lácteos, aun-
que verdaderamente en estos casos la mayor parte de la leche
es subproducto de la ganadería de carne ^^^K

El ganado que caracteriza las partes bajas de la Zona Norte


es el criollo con cuernos y el cebú cruzado con criollo, mientras
que en las regiones de altitud media, como Antioquia, se da el

8. ICA. ''Pastos y ganado para la Costa Atlántica'* , 1967, p. 17.

9. CIE. "La ganadería en Antioquia^*, Universidad de Antioquia, 1968, p. íl.


Cabe agregar que las inundaciones traen serios problemas como son la disemi-
nación de malezas y el parasitismo,

10. Pedro Calderón, Mario Rodríguez, \Jn estudio geo-económico de la ganadería


en Colombia, tesis de grado. Universidad Jorge Tadeo Lozano, Bogotá, mimeó-
grafo, p. 54.

11. CICOLAC, Algunos aspectos de la industria lechera, 1969, p. 5.

119
blanco orejinegro y en las regiones frías se concentra el ganado
de leche como el Holstein y el Ayrshire. ^^^K
La
valorización de la tierra en la Zona Norte se ha dado
especialmente alrededor del cultivo del algodón y oleaginosas,
llegando a obtener rentas anuales en 1970 entre $ 800 y $ 1.400
por hectárea ^^^K El promedio de la renta anual en relación a
praderas, para la zona, fue de $ 250 anuales por hectárea según
un estudio y según otro análisis la renta anual por cabeza
fue en 1970 de $ 246 Este promedio fue menor que la renta
de la Zona Suroccidental pero mayor que la de la Zona del Lla-
no y similar a la de la Zona Central, o sea que todavía no se ha
presentado en Zona Norte una competencia por tierras de la
la
magnitud que caracteriza la zona del sur y los ingresos gana-
deros tienen por lo tanto una menor proporción de renta conte-
nida en ellos.

La producción de zona es de alta calidad con costos rela-


la
tivamente altos representada en los precios de la Feria de Mede-
llín que son superiores entre un 10% y un 15% a las ferias de las
cercanías de Bogotá (Zipaquirá y Faca) Los mercados que tiene
.

la Zona Norte son Medellín y Cartago y en menor grado Bogotá,


alimentando también, naturalmente, las ciudades de la costa.
En cuanto a mercados externos la zona también se ha constituido
en la más importante del país; el frigorífico La Gloria en el Ce-
sar, Ingral en Barranquilla y otros exportan carnes en canal y
conservada, mientras que Norte de Santander, El Cesar y Sucre
exportan gran parte de su producción de contrabando hacia Ve-
nezuela ^^^K

2. La Zona del Llano

La zona en cuestión abarca, según el estimativo, alrededor


de un 15% de la población de ganado y un 26% del área de pas-

12. CIE, obra citada.

13. Agrcxrrédito Banco de República, 1971. Los cálculos de Agrocrédito se ha-


la

cen en base a cosechas, cuya duración es la de seis meses. Aquí se duplica tal
valor para dar la renta anual.

14. AID, Data and Preliminary Analysis of Uve Stock Producíion, p. 3.

15. FEDEGAN. La rentabilidad ganadera en el Bogotá 1971, p. 53. En este


país,

estudio se da un valor comercial de las fincas encuestadas en la zona Norte


de $ 1.005.5 millones. Se asumió la renta implícita como un 10% de dicho valor
y se dividió por el número de cabezas encuestadas, 409.091.

16. CAJA AGRARIA. El ganado vacuno en Colombia, 1971, p. 13.

120
toreo total del país. El número de cabezas se estimó en 1950 en
1.87 millones y en 1972 3.09 millones, incremento que significó
un 65,0 de la población inicial, o sea una tasa de crecimiento
anual del 2,46%. En el mismo lapso el crecimiento total del área
de pastoreo se estimó en un 30%, pasando de 4.4 millones de hec-
táreas a 5.7 millones. El incremento en las áreas de pastoreo se
dividió en ocupación de praderas naturales del llano adentro y
creación de pastizales artificiales a lo largo del Farallón de la
Cordillera Oriental, área que se conoce como el Pie de Monte,
el tramo que va de Villavicencio a Puerto Carreño o de saba-
nas y las zonas de las vegas de los ríos. La capacidad de carga
se intensificó de 0.42 cabezas por hectárea en 1950 a 0.54 en 1972,
incremento que fue originado en las zonas adyacentes al llano
y en Boy acá. La capacidad de carga del llano mismo es muy baja
llegándose a necesitar 3 y 4 hectáreas, para sostener una cabeza
de ganado por la pobreza de sus suelos y pastos ^^^K

El ganado característico de las regiones llaneras es de tipo


criollo, denominados como Casanare y San Martinero, existien-
do también mezclas con cebú gris; "los animales son pequeños,
de lento desarrollo y en general no disponen de buenas caracte-
rísticas para la producción de carne" ^^^K Corresponde la calidad
de la producción a la escasa generosidad del habitat del Llano:
suelos de pobre contenido mineral y pastos de bajo contenido
nutricional, que son asóla os por un drástico régimen de lluvias;
durante el verano la sequía es total, y durante el invierno se
inundan extensas regiones cortando las vías de comunicación,
"circunstancias (ambas) que acarrean problemas realmente crí-
ticos para la subsistencia de los ganados"

Las actividades de cría y levante se llevan a cabo en la zona


del llano adentro sin posibilidades en la primera de extraer la
leche como sobre producto y menos comercializarla; mientras
que la ceba toma lugar en el Pie de Monte, las zonas de vega y
la región del altiplano boyacense (Valles de Sogamoso, Duitama
y Tunja) donde se engorda el ganado que llega caminando des-
de Casanare ^^^K

17. Que incluye también cultivos comerciales.

18. Eutimio Rubio, Arturo López, "La explotación ganadera en los Llanos Orien"
tales", Revista Agricultura Tropical, octubre 1968, p. 616.

19. Ibid., p. 617.

20. Eutimio Rubio, Arturo López, "La explotación ganadera en los Llanos Orien-
tales", Revista Agricultura Tropical, octubre 1968, p. 617.

21. Calderón, Rodríguez, obra citada, p. 66.

121
La tecnología aplicable al llano aparenta ser demasiado cos-
tosa en relación a los rendimientos de corto plazo derivados de
la inversión en tecnificación y esto explica en parte el atraso
que la caracteriza. En efecto, el manejo de los hatos es primitivo
en extremo "los llaneros por lo general trabajan los hatos cada
año; durante esta labor se marcan los animales jóvenes, se va-
cuna todo el hato y se saca un grupo de deshecho" ^^^^ Por las
dificultades en la comunicación se pastorea sólo cerca del 25%
del área total del Llano que tiene cerca de 20 millones de hectá-
reas. Las dificultades del trasporte hacen posible la saca de ga-
nado sólo entre los meses de diciembre y marzo lo cual tiene
efectos sobre el ciclo de precios estacional de la carne en los
mercados de Bogotá, Boyacá y los Santanderes.

La ganadería
del altiplano boyacense es similar a la de la
Sabana de Bogotá, pero es más extensiva. El desarrollo de la re-
gión tiene como polo de irradiación a Bogotá pero la distancia
hace llegar los efectos mercantiles en forma más débil. Ocupa
todavía las mejores tierras en base a una explotación ausentista
que se va haciendo más relevante en la medida que se va ale-
jando más de los mercados. La explotación dominante es la de
leche en los valles de Chiquinquirá, que es continuación geográ-
fica del Valle de Ubaté en Cundinamarca, y en los valles de
Tunja, Duitama y Sogamoso ^^"^K

La renta de varía dentro de la zona cuyo promedio


la tierra
es, según la AID de $ 400 hectárea ^^^K Para el llano, la renta
anual por cabeza es según el citado estudio de Fedegán de $
114 <^6> o sea la más baja del país. En el altiplano boyacense, en
Santa Rosa de Viterbo, la renta anual por praderas alcanzó a $
1.800 y en Paipa $ 6OO.00

La rentabilidad pura, o sean las utilidades derivadas de la


inversión de capital (abstrayendo inversión en tierras) de la
ganadería del llano debe ser, por lo arriba anotado, la más alta
del país: la mayor parte de sus ingresos no son atribuibles a la
propiedad de la tierra, como sería el caso de una parte conside-
rable de las entradas de las ganaderías del altiplano.

22. Rubio, López, obra citada, p. 632.

23. Caja Agraria, obra citada, p. 12.

24. Caja Agraria, obra citada, p. 12.

25. AID, obra citada, p. 3.

26. Fedegán da un valor comercial en bienes raíces de las fincas encuestadas de


$ 401.2 millones, con 350.: 33 cabezas.

27. Incora, tabulados de crédito Supervisado.

122
3. La Zona Suroccidental

Las estimaciones sobre la población ganadera de la zona sur


arrojaron una disminución del 2,2% de las cabezas de ganado
vacuno con que contaba la zona en 1950, al pasar de 2 millones
de cabezas a 1.95 millones, mientras se estimó que el área en
pastos aumentó en un 6,8% de 1.54 millones de hectáreas en 1950
a 1.65 millones en 1972. Dentro de este pequeño incremento del
área en pastos, parece haber tenido lugar un desplazamiento de
los ganados de las tierras más fértiles, en especial las del Valle
del Cauca, hacia las tierras marginadas de las cordilleras que
enmarcan el Valle del Río Cauca y, también, un aumento del área
de colonización en el departamento del Cauca, las partes bajas
de Nariño y la Intendencia del Putumayo (Valle de Sibundoy).
El resultado de esta sustitución de la ganadería en las mejores
tierras por la agricultura comercial fue disminuir la capacidad
de carga del área de pastoreo, pasando de 1.3 cabezas por hec-
tárea en 1950 a 1.18 en 1972, lo cual es lógico puesto que tierras
de menor fertilidad cargan menos cabezas de ganado que las de
mayor productividad. Como se ha anotado atrás, la extensividad
en este caso es expresión de que ha tomado lugar una apreciable
mejora tecnológica en la región en relación a la utilización de
las tierras.

En las regiones de Nariño y Cauca se encuentra todavía la


división tradicional entre una agricultura de desgaste de peque-
ños propietarios en las laderas y de los valles fértiles monopoli-
zados por unos cuantos propietarios donde se desarrolla una ga-
nadería semiintensiva. Estas ganaderías tienen una escasa orga-
nización empresarial y la intensividad de que hacen gala es re-
sultado de la alta fertilidad de los suelos ocupados. diferencia A
de otras regiones como el Valle del Cauca, donde las grandes
propiedades se encuentran o en arriendo o explotadas en forma
comercial por sus propietarios, aquí el patrón de utilización tra-
dicional permanece por el escaso desarrollo industrial que ha
caracterizado a estos dos departamentos Sin embargo, en los
últimos tiempos han tenido lugar variaciones importantes como
el establecimiento de plantas procesadoras de la leche en Popa-
yán y las demandas agroindustriales del Valle cuya expansión ha
recaído en parte sobre esta zona. Esto ha debido impulsar la con-
versión empresarial o el arriendo de varias haciendas de la
región.

En el Valle del Cauca han ocurrido profundos cambios en


estas últimas décadas en el empleo de la tierra con su desplaza-

28. Que en último término expresa el moderado crecimiento del mercado interior

y en especial de las demandas agroindustriales.

123
miento hacia tierras marginales, siembra de pastos de corte y
utilización de los subproductos de la agricultura comercial (co-
gollo de caña, melazas, tortas y harinas) en la alimentación de
los ganados ^^^K El proceso ha sido impulsado por los mecanis-
mos de la valorización de la tierra, que han hecho prohibitivo
en las regiones centrales del Valle del Río Cauca el pastoreo
tradicional. En 1970 la renta anual para los cultivos comerciales
era de $ 1.400 para oleaginosas, $ 1.500 para caña y $ 2.000 para
arroz-riego ^^^K

La expansión de en las zonas de colonización y


la ganadería
los cambios anotados para Nariño y Cauca reciben impulso por
las alzas en los valores de la tierra en el Valle del Río Cauca. La
región del Sibundoy en el Putumayo, por ejemplo, y las regio-
nes de colonización a lo largo de los ríos Patía y Mira, se han
convertido en dehesas, siendo todas tierras promisorias, con pas-
tos de excelente calidad que producen animales de buen desarro-
llo. Estas perspectivas de desarrollo de las regiones anotadas ha
dado lugar también a una concentración de la tierra que se ace-
lera en la medida que las nuevas tierras son integradas a los
mercados. Por ahora, la falta de vías de comunicación ha impe-
dido el desarrollo acelerado de estas regiones, de las cuales es di-
fícil sacar su producción ^^'^K La renta en el Valle del Sibundoy
está entre $ 660 y $ 1.000 anuales por hectárea o sea entre la
mitad y una tercera parte de la renta del Valle del río Cauca.

Para zona Suroccidental en su conjunto, la renta anual


la
en pastoreo era de $ 500 anuales en 1970 mientras que la
renta promedio por cabeza era según Fedegán de $ 410 anua-
les lo cual tiende a indicar que existe más de una cabeza
por hectárea. El mismo estudio de Fedegán da para la zona Sur
una inversión en instalaciones por cabeza que es del doble para
la zona que le sigue, la de la Costa. La depreciación de instala-
ciones por cabeza alcanzó a $ 39 anuales en la Zona Sur, contra
$ 20 en la Costa, $ 17 en el Centro y $ 15 en el Llano ^^'^K

29. Caja Agraria, obra citada, p. 12.

30. Agrocrédito.

31. Caja Agraria, obra citada, p. 12.

32. Incora, obra citada.

33. AID, obra citada, p. 3.

34. El valor de las propiedades encuestadas fue de $ 319.2 millones con 77.790
cabezas.

35. Fedegán, obra citada.

124
El alto valor de la renta del suelo en la zona Suroccidental,
añadido a la estructura de costos más altos que los de las demás
regiones, ayudan a explicar el hecho de la pérdida de importan-
cia que ha sufrido la ganadería en ella.

4. La Zona Central

La zonadel centro contaba según el estimativo de 1972 con


un 17,3% de la población ganadera del país y con 14,4% del área
en praderas. Se estimó que los ganados aumentaron de 2.68 mi-
llones de cabezas en 1950 a 3.52 millones en 1972, incremento de
un 31,5% a lo largo del período que representó una tasa de cre-
cimiento moderada, del 1,13% anual. Durante el mismo período
el área en pastos creció en un 42,0% pasando de 2.2 millones de
hectáreas a 3.17 millones.

Las nuevas áreas en praderas surgieron bajo un movimiento


parecido al descrito para la zona Suroccidental, pero de una
fortaleza mucho menor, restringido a la llanura tolimense, parte
del Huila y Risaralda, donde la agricultura comercial entró a
competir por tierras con la ganadería. Se abrieron pastizales en
el Caquetá, Huila y tierras antes no trabajadas en el Tolima pa-
saron a ser praderas. Las nuevas tierras fueron menos produc-
tivas que la zona inicial, hecho que registra el estimativo al
disminuir la capacidad de carga de 1.20 cabezas por hectárea en
1950 a 1.12 en 1972.

En zonas no tocadas hasta el momento por la agricultura


las
comercial en el Tolima, en el Huila y en las partes bajas de
Cundinamarca, la ganadería es extensiva, ausentista y con bajo
grado de organización empresarial. En las zonas de cultivos co-
merciales, como las llanuras del Tolima, reina la intensividad
en la explotación ganadera, conducida por propietarios medios
que ceban los animales en base a la soca de arroz, subproducto
del cultivo comercial del mismo ^^^K En las zonas de arroz riego
la renta anual por hectárea alcanzó en 1970 la suma de $ 1.600,
lo cual impulsó la disminución del pastoreo y el aumento de la
alimentación directa de los ganados, es decir la industrialización
de la ganadería.

En regiones cafeteras de Caldas, Quindío y en menor


las
extensión en Risaralda, la actividad ganadera es subsidiaria a la
del cultivo del grano de exportación, y se lleva a cabo en pro-

36. ICA. Información básica del departamento del Tolima. Bogotá, 1971, p. 52.

125
piedades medianas, con capacidades de carga altas por lo gene-
ral.Predomina allí el ganado blanco orejinegro
En la Sabana de Bogotá la ganadería predominante es la de
leche, con algunas fincas dedicadas a la ceba de los ganados que
llegan del llano. -La mayor parte de los pastos que caracterizan
la sabana son forrajeros, la inseminación artificial es corriente
y en general la técnica de manejo deja poco que desear
Este ^^^K
estado de la técnica no es reciente pues la Sabana lleva ya va-
rias décadas sirviendo de despensa para Bogotá y otras ciudades
del país, y de ser base de las industrias cervecera y cerealera
del país. La gran valorización que estas actividades le ha comu-
nicado a la tierra de la Sabana, además de la demanda urbana
y semiurbana sobre terrenos, Lace que la renta anual oscile en-
tre $ 1.500 y $ 2.000 para cultivos de cereales y papa en 1970 <^^>.
La sola renta implícita imputada a un hato lechero de grado A
de 115 vacas por el ICA, llegaba a ser de $ 140.000 anuales, lo
cual representaba cerca del 32% de los costos totales del ha-
to

Gráfico 3.1

Indices de pobiacioi ganadera , oreas en postes y capacidad de cargo por hectárea.


Total íKiclorxil.

leo i I 1 I I r^

Es en especial en la Sabana donde la altísima valorización


de la tierra le prestaun alto grado de inmovilidad, haciendo que
la actividad ganadera misma sea accesoria a la capitalización

37. Caja Agraria, obra citada, p. 13.

38. Ibid., p. 13.

39. Agrocrédito.

40. ICA, La rentabilidad lechera, Mimeógrafo, 1971, Anexo 2.

126
que está obteniendo la tierra en virtud de las demandas urbanas
y de los cultivadores comerciales que caen sobre ella. Este efecto
llega a penetrar hasta el Valle de Ubaté y Chiquinquirá, en los
cuales existe una ganadería lechera intensiva que ocupa una de
las regiones más fértiles del país y que produciría mucho más si
estuviese dedicada a la agricultura.

Para la Zona Central en su conjunto, la renta anual por ca-


beza alcanzó $ 237 inferior a la de la Costa Atlántica en $ 9.
Esto tiende a indicar que los efectos de la agricultura comercial
sobre toda la zona fueron limitados a zonas específicas y no se
extendieron por todos los departamentos y subregiones que in-
cluye la heterogénea Zona Central.

C. Pastos naturales y artificiales

Existen grandes problemas en la definición estadística de lo


que son praderas naturales y artificiales, división que se pre-
tende esclarecer un tanto en esta sección para el futuro replan-
teamiento de las categorías estadísticas que cuantifiquen las pra-
deras existentes en el país y su clasificación de acuerdo al grado
de tecnificación que las caracterice.

El censo agropecuario de 1960 definió pastos artificiales co-


mo aquellos sembrados con 5 años de anticipación a la fecha de
la encuesta. En los cálculos de pastos de la muestra agropecua-
ria de 1965 salió a relucir que cerca del 50% de las praderas del
país eran artificiales; en 1966 esta participación había descen-
dido al 20,8%; en la muestra de 1967 al 15,5% y para la muestra
agropecuaria de 1968 los pastos artificiales eran el 11,5% del
total. Se puede asumir, de acueordo al examen de las muestras,
que los resultados para 1965 han debido estar sobrevaluados y
que los de 1968 deben estar subvaluados. Un estimativo razona-
ble es que una quinta parte de las praderas del país han sido
sembradas recientemente o reciben un cuidado mínimo de re-
siembre periódico. En cuanto a praderas recientes, el estimativo
de la extensión en pastos (cuadro 3.2) da que en el período de
cinco años se siembran nuevos pastizales equivalentes al 7,5%
del total ^"^^K Suponiendo que las praderas recientemente sem-
bradas en general alcanzan al 20%, la renovación de praderas
abarcan 12,5% como promedio para el período.

41. Fedegán, obra citada. Posiblemente el universo de la muestra no le dio mucho


énfasis a la ganadería de la Sabana y Valles de Ubaté y Chiquinquirá.

42. Suponiendo una tasa de crecimiento del área en praderas del y tomando
el último año como base.

127
toma solamente el lapso de 1968 a 1972, el estimado da
Si se
un aumento de 2.1 millones de hectáreas, o sea el 10% del área
que en 1972 había sido sembrada recientemente; así, las áreas
de pastos resembrados podrían alcanzar un máximo del 15% del
total.Esto significaría que según la definición del censo agrope-
cuario de 1960 un 25% del área en pastos del país estaba consti-
tuida por pastos artificiales o había sido sembrada recientemente.

Estas apreciaciones tienden a indicar que entre el 75% y el


80% de las praderas del país están caracterizadas por un manejo
deficiente, o requieren escaso manejo porque los pastos nativos
son altamente productivos. Después de abierto un pastizal pa-
rece ser poca la inversión adicional que se destina para su re-
siembre y fertilización. En algunas regiones de la costa y el cen-
tro la falta de cuidado ha conducido a la erosión, causada por el
sobrepastoreo en extensos potreros que no han recibido un cui-
dado mínimo.

Si se define pasto artificial como variedades que no se dan


espontáneamente en la naturaleza, habría que considerar que
con excepción de los Llanos Orientales de Casanare y del Yon,
todo el resto del territorio está caracterizado por praderas arti-
ficiales. La introducción de los pastos Guinea y Pará antes de
1850 significó una verdadera revolución económica para el país,
al constituir un freno para el crecimiento de malezas y rastrojos,
permitiendo así la ocupación extensiva de las tierras medias y
bajas que hasta ese entonces estuvieron desocupadas ^^^^

Por lo general la siembra de pastos implica primero la tum-


ba y quema, después el desbroce, luego la siembra de maíz o
plátano y más tarde la siembra de pastos. La mayor parte de los
pastos de tierra caliente son perennes incluyendo el Pará, el
Guinea, el Puntero, el Pangóla y el pasto Elefante e incluso
hay variedades de tierras frías y templadas como el Kikuyo que
son invasoras, que desde el punto de vista de la agricultura son
pastos destructivos de los cultivos, pero desde la perspectiva ga-
nadera constituyen una gramínea de alto contenido alimenticio
para los animales

43. Ver Medardo Los trabajadores de tierra c diente, biblioteca del Banco
Rivas,
Popular, Bogotá, y Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colom-
bia'* , Ediciones E.F.E., Medellín.

44. Javier Bernal, "Gramíneas y leguminosas adaptadas para el corte y pastoreo


en el Valle del Sinú", en Vastos y ganado para la Costa Atlántica, ICA, Bogo-
tá, 1967.

45. Ver discusión en Pardo Pardo, A., Geografía económica y humana de Colombia.
Tercer Mundo, Bogotá, 1972.

128
.

Estas anotaciones sobre el carácter de los pastos permiten


apreciar varios hechos:

1. El establecimiento de praderas artificiales requiere una in-


versión inicial, que en algunos casos se evita mediante una
aparcería muy peculiar que consiste en que los campesinos
contratan un pedazo de monte con el propietario, hacen la
siembran maíz u otros cultivos de pan coger,
"roza", obtie-
nen dos o tres cosechas, siembran pastos y entregan la tierra
habilitada como praderas a los patrones ^^^'^

2. El manejo extensivo de la tierra, la escasa renovación de


pastos, el limitado uso de la rotación de potreros y la esca-
sez de pastos de corte manifiestan que la inversión en el
cuidado de las praderas es limitado para el conjunto nacio-
nal. Si bien el establecimiento de praderas ha constituido
una inversión inicial, ésta se amortiza rápidamente puesto
que no hay inversión adicional para asegurar su manteni-
miento, lo cual sería equivalente a comprar una máquina
que requiere un muy escaso mantenimiento. Esto tiene su
excepción en algunas zonas sembradas de variedades espe-
ciales de pastos que son altamente exigentes en el manteni-
miento en cuanto a fertilizantes, desbroce de malezas, etcé-
tera. Para el conjunto de las praderas del país, la regenera-
ción de los pastos toma lugar en forma espontánea.

3. Sólo en las regiones donde la agricultura comercial y la cons-


trucción de infraestructura de caminos y otros servicios
(energía, agua, etcétera) han promovido la valorización de
la tierra, la ganadería se ha trasformado a prácticas inten-
sivas de explotación, especializándose en la lechería.

3. PRODUCCION Y VALOR DE LA PRODUCCION

La producción ganadera en términos físicos se define como


la extracción comercial (degüello o consumo interno más expor-
taciones) sumada a los cambios en inventario del hato nacional
que son los cambios netos de población que tienen lugar de año
en año. En esta definición se excluye la producción de leche que
será tratada a su debido tiempo. El análisis que sigue de la pro-
ducción se basa en los estimativos sobre la población ganadera
(cuadro 3.1) que involucra el degüello (registrado y un estima-
tivo sobre el no registrado) y las exportaciones (registradas y
un estimativo sobre el contrabando)

46. CIDA. Tenencia de la tierra y desarrollo socio-económico del sector agrícola


en Colombia, p. 128.

129
A. La extracción comercial •

La extracción comercial dirigida a los mercados interno y


extemo tuvo una tasa anual promedio de crecimiento del 2,9%
(cuadro 3.3). La mayor parte de la extracción fue dirigida ha-
cia el mercado interno y abarcó alrededor del 95% de esta du-
rante el período en cuestión, aunque su tasa de crecimiento es-
tuvo muy influida, especialmente durante el último lustro, por
las exportaciones.

1. Consumo interno

El consumo interno aumentó en una proporción mucho me-


nor que la extracción total. Si la extracción se duplicó, el pri-
mero aumentó en un 73,8% de 1950 a 1972, alcanzando una tasa
de crecimiento del 2,4% anual, inferior al crecimiento de la po-
blación. Las exportaciones representaron el 0,5% de la tasa de
crecimiento imputada a la extracción total.

Las consumo interno suponen que el degüello


cifras sobre
no registrado alcanza a ser un 10% del registrado, o sea que el
consumo de los pueblos pequeños, carentes de mataderos, repre-
senta tal parte del consumo total. Teniendo en cuenta que el
país ha vivido durante los últimos 20 años un proceso de intensa
urbanización, es enteramente posible que este porcentaje de de-
güello no registrado haya disminuido y que en consecuencia las
cifras consignadas (cuadro 3.3) estén sobrevaluadas, dando lu-
gar a un crecimiento anual del consumo menor que el derivado.

El degüello tuvo variaciones fuertes; descensos de 1952-54,


1958-59, 1965-67 y en 1972, que como se analizará más tarde, coin-
cidieron con períodos de alza de precios, y de expansión en el
resto de los años que tuvieron lugar en períodos de precios des-
cendientes o precios en alza moderada. El consumo aumentó en
los años 1957, 1963 y 1970 que fueron años cuando se manifestó
la parte baja del ciclo de precios del ganado.

Dentro del degüello mismo, el sacrificio de hembras consti-


tuyó la fuerte principal en las oscilaciones que lo caracterizaron.
El orden de la variación fue del 33,5% del total del sacrificio al
44,3%, con oscilaciones que parecieron estar gobernadas por el
ciclo de los precios del ganado, con elevada tasa de sacrificio
cuando los precios estaban bajos y baja cuando se elevaban. Las
zonas sombreadas del gráfico 3.2 dan una idea aproximada
del impacto del sacrificio de hembras respectivamente en el de-
güello total y en las variaciones anuales del mismo, donde se
registra que fueron en efecto determinantes en las variaciones
anuales del degüello.

130
De como resultado de las exportaciones y
1972 en adelante,
el aumento de retención (inversión), el consumo interno se ve
inusitadamente contraído: el nivel de 1971 baja precipitadamen-
te en más del 16% en los años que siguen y sólo hay una recu-
peración en el consumo en 1976, precisamente cuando las expor-
taciones bajan, pero que todavía no alcanza el nivel de^ 5
años atrás. Mientras tanto, aumentó considerablemente no sólo
la población humana sino también el número de posibles con-
sumidores, lo cual hace ver que la caída del consumo per cápita,
e incluso del consumo presuntamente solvente hayan bajado
mucho más que las reducciones absolutas que tuvo el consumo
interno.

Gráfico 3.2

Variación del degüello de vacunos

No Incluye •! daguadone rcglsfrodo.

2. Las eocportaciones

Las exportaciones empezaron a cobrar importancia a partir


de 1955, llegando a alcanzar el 10% de la extracción total en 1959
y 1960. En 1961 hubo una disminución bastante grande que hizo
permanecer en bajos niveles el porcentaje exportado dentro de
la extracción hasta 1967, cuando empezó a elevarse para llegar
al 10,4% proyectado en el presente año.

Dentro de que se hacen de contraban-


las exportaciones, las
do representan el peso mayor durante las dos décadas bajo es-
tudio. Hasta 1964 representan prácticamente el 100% de las ex-
portaciones, pero en los últimos años su participación baja nota-
blemente. Según el estimativo para 1972, las exportaciones le-
gales superarán ampliamente las ilegales (cuadro 3.5). El con-
trabando que sale de las regiones de Magdalena, Cesar, Santan-
deres y el Llano hacia Venezuela y en menor cuantía el que sale
de Nariño y Cauca hacia el Ecuador, ha representado sumas has-
131
ta de 250.000 cabezas, aunque verdaderamente nunca se conocerá
su monto real.

La modesta
participación de las exportaciones legales em-
pieza en 1962 con embarques para las islas británicas del Caribe,
logrando mercados en Italia y Perú en 1964 y 1965. En 1966 estas
exportaciones disminuyeron y lo siguieron haciendo hasta 1968
por problemas de salud en los animales y por un reintegro des-
favorable impuesto por el Banco de la República. partir de A
1968 entró a regir plenamente el Certificado de Abono Tributa-
rio (CAT) y se hizo más riguroso el control de la aftosa en los
ganados a exportarse. En esos años recibieron certificación del
Departamento de Salud Norteamericano los mataderos de Ba-
rranquilla, La Gloria y Bogotá inaugurando así una etapa de
exportación de carne en canal y carne precocida ^^^^

El CAT significó que entre el 15 y el 12% del valor expor-


tado (según el período de negociación escogido) se añadía como
sobreprecio para el producto y esto, unido a los esquemas de
prefinanciación de Proexpo, posiblemente estimulará las expor-
taciones por medios legales en los cuales intervino ampliamente
el Idema para las compras internas.
Estos mecanismos, añadidos a las condiciones favorables exis-
tentes en el mercado internacional de carne de res, impulsaron
las exportaciones hasta el punto que para el presente año se es-
timó en 310 mil las reses a exportarse ^^^^ Esto representa un
hito histórico en el país, haciendo necesario restringir el consu-
mo interno por medio de la veda de agosto. Hasta junio de 1973
el degüello había bajado un 6,7% en relación a junio de 1971.
La baja en el consumo fue impulsada por el alza cíclica de pre-
cios, coadyuvada en esta ocasión por las exportaciones, cuando
no había tomado lugar todavía la veda. El consumo interno se
restringió mucho más a partir de la veda y la aguda alza de pre-
cios, coadyuvada en esta ocasión por las exportaciones, cuando
1975.

Las exportaciones registradas suben en 1973 pero el sueño


dorado de los ganaderos nacionales de tener acceso a los mer-
cados europeos se quiebra a mediados de 1974, cuando los países
del CEE deciden cerrar las importaciones. Aun así, en 1975 y
1976 los ganaderos colombianos logran mercados de los países
vecinos, que legaliza en parte el contrabando que antes iba a
Venezuela, pero de todas maneras se ve forzado a exportar más

47. Calderón, Rodríguez, obra citada.

48. Asumiendo las 250.000 rases comprometidas por Idema y 60.000 reses de con-
trabando.

132
ganado en pie que en canal, para lo cual se habían hecho cuan-
tiosas inversiones en frigoríficos que quedaron con una amplia
capacidad sin utilizar. El cuadro 3.6 muestra cómo los reintegros
por exportaciones pasan de cerca de US $ 30 millones en 1970 a
128.8 en 1975, pero bajan en 1976 y es más el ganado en pie que
se exporta ese año que la carne en canal.

3. La tasa de extracción

La tasa de extracción se define como el cociente de la ex-


tracción comercial sobre la población ganadera y es una medida
que permite analizar la productividad del hato nacional. Con
una población determinada y con prácticas mejoradas de ma-
nejo, se puede extraer un porcentaje más alto del hato sin dis-
minuir el ritmo de crecimiento de la población ganadera. Sin
embargo, existe un factor que afecta la tasa de extracción que
no es de naturaleza tecnológica y que consiste en que la saca
de hembras puede hacer disminuir el crecimiento del hato, es-
pecialmente, y como se verá más adelante, cuando el ciclo de los
precios hace poco rentable la cría e impulsa la venta de repro-
ductoras.

Una correlación gráfica entre la participación del ganado


hembra en la extracción total y la tasa de crecimiento anual del
hato nacional (gráfico 3.2) permite puntualizar un poco el pro-
blema arriba anunciado. Aunque la correlación no es perfecta-
mente simétrica, sí permite apreciar que existen efectos del sa-
crificio de hembras sobre la tasa de crecimiento del hato; cuan-
do el primero aumenta el otro disminuye y viceversa, lo cual
permite establecer que en las condiciones locales el crecimiento
de la tasa de extracción no corresponde enteramente a prácticas

133
mejoradas, sino que también existe una en relación entre la tasa
de extracción y la tasa de crecimiento de la población.
La tasa de extracción tuvo un comportamiento
oscilante en
el período contemplado (cuadro 3.1). Durante el período 1950-55
osciló alrededor del 11,5% de la población; de 1955 a 1960 au-
mentó para mantenerse alrededor del 12,8%; de 1960 a 1965 ob-
tuvo un 14% como promedio; bajó nuevamente de 1966 a 1968
y de allí empezó un ascenso que llegó a 15,3% en 1971, lo cual
fue el alto histórico para el período. Para 1972 la tasa de extra-
ción bajó ligeramente al 14,64%, continuando así hasta 1976,
cuando empieza a subir.
Para período se puede observar una tendencia
el total del
general al aumento en la tasa de extracción con tres niveles,
cada uno de los cuales es superior al anterior (ver gráfico 3.4).
Este aumento implica, por una parte, aumento en la producti-
vidad del hato y por otra restricciones en la tasa de crecimiento
del mismo, efecto que se manifiesta efectivamente en diferentes
etapas del ciclo.

Si en efecto hubo un mejoramiento en la producción del


hato nacional, la tasa de extracción de Colombia no puede com-
pararse con la de Argentina que es del 25,3%, la de Australia
con 23% y la de Estados Unidos que se aproxima al 30% ^"^^K Es-
tos países obtienen un rendimiento entre un 50 y un 80% supe-
rior al del hato nacional.

La población ganadera aumentó en un 51,9% de 1950 a 1972,


pero ya se ha visto que la extracción aumentó a casi el doble,
que en té^'minos de tasa de crecimiento anual da para la pobla-
ción el 2,05% y para la extracción el 2,9%. Parte del aumento en

Gráfico 3.4

Tasa da extracción.

1950 01 52 53 94 55 56 97 9t 09 60 61 62 63 64 60 66 67 68 69 70 71 72 79 74 70 76
(19008 100)

49. FAO, World Production of Food. 1970.

134
la tasa de extracción fue producto del mejoramiento en las prác-
ticas de manejo, pero una parte importante contribuyó a hacer
más lenta la producción del hato nacional.

Las variaciones de largo plazo en la tasa de extracción ex-


presan que por una parte han tenido mejoras en el manejo de
una limitada proporción de la población ganadera, suficiente-
mente importante, sin embargo, para elevar la tasa de extrac-
ción total, y por otra, que el resto de la población se desarrolla
bajo condiciones atrasadas de manejo, lo cual ha incidido nega-
tivamente sobre la tasa de crecimiento del hato nacional.

B. Cambios en inventarios

Los cambios en inventarios registran el número de reses que


se añaden o se restan a la población ganadera de año en año y
por lo tanto corresponden al crecimiento neto del hato nacional.
Es, en otras palabras, nacimientos y deducción de muertes más
extracción comercial.

Los primeros cuatro años del período estudiado están ca-


racterizados por una disminución en la población ganadera, co-
mo resultado de la violencia. De allí en adelante la tasa de cre-
cimiento empezó a ser positiva y a alcanzar en algunos años
(1967-69) tasas hasta del 4% anual, con variaciones en las que
tuvo influencia, como ya ha sido analizado, la tasa de extracción.
Se verá más adelante cuál es elmecanismo que impulsa las
diferentes fases del ciclo ganadero. Por ahora se pueden ade-
lantar algunos de los hallazgos con respecto al crecimiento del
hato: cuando los precios bajan aumenta el número de vacas sa-
crificadas, y cuando suben hay retención de hembras. Siendo la
actividad de la cría una inversión a largo plazo, el hecho de que
en la etapa de estrechez se venda parte de lo que constituye ver-
daderamente de la empresa ganadera, implica que la
el capital
reproducción de ese capital va a hacerse más lenta desde ese
momento. La proporción de hembras que se sacrifique depen-
derá de las condiciones de iliquidez que acompañan la etapa baja
del ciclo de precios; en la actividad de cría, disminuye la in-
versión en la reproducción del hato y los fondos sustraídos se
destinan a capital de trabajo o a la ceba (o a consumo, no es el
caso especificar aquí el destino alternativo de los fondos reali-
zados), lo cual repercute en disminuir la tasa de crecimiento
en el hato durante esta etapa del ciclo.
Enel caso contrario, el alza de precios hace la cría más ren-
table,induciendo al ganadero a retener todas las reproductoras
que pueda, aumentando así el capital invertido en reproducción

135
y contribuyendo a engendrar las altas tasas de crecimiento ca-
racterística de los períodos de alza de precios.

El promedio de los 26 años estudiados, en los que se cum-


plieron cuatro ciclos completos (de alza y baja de precios y de
producción (gráfico 3.5), la tasa de crecimiento de la población
fue de un 2,02% anual y, como se anotaba al principio del capí-
tulo anterior, empezó a tener promedios mejores de 1960 a 1972
con el 2.52 anual.

Gráfico 3.5
Degüellos de vocas y cambios en Inventarios.

Cambios en inventarios.

i
19505» 52 53 54 » 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 6 8 69 70 7» 72 73 74 75 76

C. Producción total

La producción ganadera total incluye, como ya se definió, la


extracción más los cambios en inventarios, es decir incluye tan-
to el consumo de vacunos como la expansión de la población ga-
nadera (cuadro 3.8).

La producción
total aumentó de 1950 a 1972 en un 158,4%,
aumento que compartido entre la extracción comercial y los
cambios en inventarios da una tasa de crecimiento de la pro-
ducción total del 5,14% anual para todo el período.

En los últimos producción aumentó considerable-


años la
mente de 1969 a 1970 en 8,4%, especialmente influida por la ex-
tracción y bajó drásticamente su aceleración al 2,8% según las
proyecciones de 1972, esta vez influida por una disminución en
el degüello y una limitada expansión en los inventarios, lo cual
hace prever reducciones a corto y mediano plazo en la oferta
de carne de res. Como los cambios en inventarios están espe-
cialmente influidos por los nacimientos, y éstos a su vez por el
sacrificio de hembras, la reducción de la producción total hará
expandir el hato sólo a largo plazo. Una vez retenidas las hem-
bras y aumentados los cambios en inventarios, la producción total
vuelve a obtener tasas más elevadas de crecimiento.

136
En1976 en particular, el sacrificio de hembras llega a un
tope histórico de 49.790, lo cual hace bajar la tasa de expansión
del hato y en consecuencia la retención que se viene tendrá un
profundo impacto contraccionista en la producción.

D. Valor de la producción

El valor de producción a precios constantes de 1958 au-


la
mentó 207,1% al relacionar el valor de 1950 con el que obtuvo
la producción total en 1972.

Comparando el aumento del valor real de la producción ob-


tenido durante el período y el aumento físico de la producción
(cuadro 2.9) se puede colegir que el valor aumentó más que la
producción física. Sólo en cuatro años, de un total de 26 hubo
reducción reiativa del valor en relación a la producción, o sea
cuando el índice cociente de ambas categorías fue menor que 100.

El efecto de las exportaciones y de la inversión en los pre-


cios hacen que el negocio ganadero se torne en una actividad
particularmente rentable, especialmente después de 1972. En
efecto, la relación entre valor real de la producción y produc-
ción física no ha conocido puntos tan elevados en toda la his-
toria a partir de 1950 que en los años 1975 y 1976, a pesar de que
el gremio clama que ha sido arruinado por los impuestos, el mal
tiempo, el abigeato y miles de otros males. Lo que tienen que
agradecer los ganaderos es que en particular los últimos gobier-
nos del Frente Nacional se han preocupado en especial de que
sobreexporten en relación con las necesidades de la población
de que sus precios suban astronómicamente y de que su tasa de
ganancias sea lo más alta posible, dadas ciertas limitantes en
los mercados internacionales, por medio del CAT y de buenas
dosis de devaluación que obviamente favorecen los ingresos de
los exportadores en general.

1. Valor de la extracción comercial

Entre 1950 y 1976 valor estimado del degüello aumentó


el
de $ 791.4 millones a $ 1.900 millones en 1958. El nivel de
ingresos aumentó en un 130% durante el período contempla-
do '^'^K Ya se ha visto que en el mismo lapso el degüello físico
aumentó en un 73,87c, lo cual indica que los ingresos reales del
sector aumentaron un 56,0% más que los incrementos que ca-

50. Esto se refiere a la extracción comercial: la cifra dada arriba corresponde sólo
al degüello.

137
racterizaron el degüello. En este solo renglón, sin verlo en con-
junción con las exportaciones, se da la nítida presencia de in-
gresos crecientes en la inversión ganadera. Entre tanto el valor
de las exportaciones pasó de $ 6.3 millones (pesos constantes de
1958) a $ 204 millones para 1976, llegando a constituir en el úl-
timo año más de la décima parte del valor de la extracción co-
mercial.

El valor de la extracción comercial en pesos constantes re-


lacionada con el volumen físico de extracción puede considerar-
se como una medida aproximada de rentabilidad ganadera. Si la
relación demuestra ser mayor que 100 y prosigue en aumento,
está señalando que los ingresos derivados de la extracción del
sector aumentan más que proporcionalmente ^^^^ a los aumentos
de la extracción.

En el período bajo análisis (cuadro 3.9), hay solamente dos


momentos, 1950-1951 y 1956-1957,. cuando el índice valor real de
la producción física es menor que 100, mientras que el resto del
tiempo se mantienen por encima de ese nivel, llegando a altos
niveles en 1953, 1960 y 1967, siendo el año 1972 excepcional a
este respecto. Así, se puede deducir que los períodos de bajas
de precios y bajos ingresos para el sector fueron relativamente
cortos y que en general el valor real y por tanto el ingreso real
aumentó más que proporcionalmente a la producción comercia-
lizada del sector. Puede suceder que el crecimiento del ingreso
neto del sector esté neutralizado en parte por alzas en los pre-
cios de los insumos utilizados más que proporcionales al alza del
índice general de precios con que se han deflactado los ingresos
del sector. Sin embargo, al hacer la relación de los precios del
ganado con tres de sus importantes insumos, sal mineral, ferti-
lizantes y alambre de púas sale a relucir que los términos de in-
tercambio favorecen a la ganadería respecto a estos insumos,
excepción hecha de los fertilizantes a partir de 1960. En rela-
ción a la sal, los precios del ganado duplican su ventaja; con los
fertilizantes pierde un 17,4% y con el alambre de púas gana un
24% en el período 1950-1969.
Ahorabien, si se considera el carácter atrasado de la gana-
dería nacional, por ejemplo la escasa utilización de insumos téc-
nicos, las variaciones, en los precios de éstos tendrán poco efecto
en el conjunto de costos y no contribuirán a reducir el margen
del ingreso neto. Sería bastante improbable, en todo caso, que
la utilización de insumos técnicos conllevara una reducción en

51. Para derivar el valor de la extracción se tomaron los precios del ganado en
pie al productor, deflactándolos por el índice general de precios, o sea que se
intentó derivar los ingresos reales percibidos por el productor.

138
Gráfico 3.6

Indices de valor de degüello, degüello físico y relación valor de degüello- degüello f Meo.

260r~« — •
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lili I
' ' I I
1
— I I I f

1950 51 52 53 54 55 56 57 5 8 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76
Valor de degüello
Degüello físico
Relación valor deguello-daguello físico.

los ingresos netos, cuando por el contrario el incentivo princi-


pal de la utilización de insumos técnicos sería la reducción de
los costos unitarios de producción y la elevación de la parte del
ingreso neto que correspondería a las utilidades del capital in-
vertido. Se especifica la parte del ingreso neto correspondiente
a utilidades porque existe otra porción de ese ingreso que co-
rresponde a la renta sobre una inversión en tierras o sobre su
propiedad. Los dos tipos de ingreso pueden aumentar si el nivel
de precios del ganado aumenta. En esta forma, si en el pasado
no han tenido lugar nuevas inversiones de capital, o si el ingreso
neto aumenta en una proporción mayor al aumento en la in-
versión de capital, el incremento en el ingreso neto resultante
del alza de precios corresponderá principalmente a rentas de la
tierra.

En período estudiado es aparente que la valorización de


el
tierras y renta que es consecuencia de ella formó parte activa
la
de los incrementos en el ingreso neto del sector. Según el ge-
rente general de Fedegán, "uno de los factores que incidían sobre
el mejoramiento de los ganaderos era la valorización de las tie-
rras. El Incora, como todos lo sabemos, había detenido ese pro-
ceso notablemente" ^'*~K Más tarde, cabe agregar, la política de
premoción de las exportaciones otorgó garantías al sector y este
factor, unido al incremento de precios del ganado a partir de

52. Discurso pronunciado en


Primer seminario nacional sobre industria lechera,
el

Fedegán, Temas de orientación agropecuaria, N- 72, junio 15 - julio 15 de


1972, p. 9.

139
1970 incidió en que aumentara el ritmo de valorización de la
tierra que había sido retardado por la política de reforma du-
rante algunos años del período.

2. Valor de los cambios en invéntanos

El valor de los cambios en inventarios representa no tanto


un ingreso del sector, aunque bien lo pueda ser para aquellos
que se especializan en la actividad de la cría, sino un valor no
realizado todavía, o sea que representa aproximadamente el va-
lor de mercado de una inversión que está en proceso de madu-
ración y cuyo resultado final serán los animales cebados.

Los cambios en inventarios tuvieron un valor negativo a


principio del período y representan a lo largo del mismo oscila-
ciones muy bruscas que tienden a señalar la inestabilidad que
caracteriza la inversión ganadera en la reproducción del hato.
Sólo sobrepasa los $ 200 millones (pesos constantes de 1958) de
1966 a 1969, mientras que los demás años está por debajo de ese
nivel, llegando a estar bajo el límite de $ 100 millones en 1957-
58 y 1963-64. Se observa nuevamente la correlación directa en-
tre precios del ganado y cambios en inventarios; éstos aumentan
cuando aumentan los precios —
señalando aumentos de la inver-
sión en cría, y disminuyendo cuando también lo hacen los pre-
cios, expresando contracción de la inversión en la expansión
del hato.

Dentro del valor de la producción, los cambios en in-


total
ventarios representan entre un 6 y un 20% del valor anual (cua-
dro 3.8), lo cual tiende a indicar una oscilante tasa dé inversión
en la explotación ganadera nacional que en algunos momentos
es extremadamente baja. Si se considera que los cambios en
inventarios son sólo una expresión aproximada de la inversión
— pues están dados por el precio de mercado de los terneros y no
por sus costos reales que deben ser menores — ,se puede concluir
que, en general, la inversión y la reinversión ganaderas son una
proporción muy baja de los ingresos percibidos por el sector.
Se anotaba en la sección sobre pastos que la inversión en su cui-
dado y mantenimiento era mínima y que las praderas se repro-
ducían en forma natural. Esta espontaneidad es una caracterís-
tica general de las empresas ganaderas de carne del país, basa-
das en la extensividad de la explotación. A una inversión pasada
en tierras que se valorizan con el desarrollo económico del país,
sigue una inversión mínima de capital e ingresos que dependen
de la situación de mercado y cuyas variaciones son menos de-
pendientes de las inversiones de capital que de la reproducción
natural de los hatos del país.

140
E. Producción de leche

Dentro de la población ganadera estimada, las hembras son


entre el 60 y el 67% del total y de éstas, alrededor del 72% son
mayores de 2 años o sea en edad de ser apareadas. De estas va-
cas potencialmente en condición de dar temeros, sólo un 45 o
un 46% lo hacen anualmente, lo cual tiende a indicar una baja
tasa de natalidad del hato comparada con otros países donde el
60 o el 70% de las vacas en edad de producir son apareadas. En
las. condiciones locales parece que no se establece un equilibrio
en los hatos entre machos y hembras, lo cual contribuye a una
baja tasa de natalidad; no se cuida la fertilidad de los animales
(eliminando a los animales improductivos) y la inseminación
;

artificial se encuentra difundida sólo en algunas regiones.

De las vacas en producción se estimó que sólo una parte


eran ordeñadas. En las ganaderías extensivas el abandono del
ganado significa descuido también en relación al ordeño. En al-
gunas zonas como el llano, el ordeño podría significar la extin-
ción de los terneros, además de que no existen vías de comuni-
cación para hacer llegar la leche a los centros de consumo. Esto
también se aplica a ciertas regiones de la zona de la costa que,
sin embargo, han evolucionado recientemente con el estableci-
miento de plantas procesadoras de leche en Fundación y La Do-
rada que recogen la producción en un extenso radio.

La Caja Agraria ha calculado que de 1968 en adelante las


vacas en producción ordeñadas alcanzan a ser entre el 55 y 58%
del total ^^^K En el estimado se asumió que este porcentaje era
menor a principios del período y que ha aumentado poco.

1. Volumen de la producción lechera

La producción de leche aumentó, según el estimado, en un


96,6% entre 1950 y 1972 pasando de más de 1.18 millones de to-
neladas en 1950 a 2.33 millones en 1972. En este aumento pare-
cen haber coadyuvado varios factores. Por una parte, las gana-
derías de carne empezaron a considerar la leche como un im-
portante subproducto. A pesar de que los ganados cebú, criollo
y los cruces entre ambos dan poca leche, la extracción lechera
sobre muchos animales ha dado lugar a aumentos en la ofer-
ta ^^"^K Estos ganados pueden dar cerca de 2 litros diarios de
producción mercadeable. Por otra parte, los ganados BON y los

53. Caja Agraria, obra citada, p. 18.

54. CICOLAC, La industria de la leche en Colombia, Mecanografiado.

141
especializados en leche como Holstein, Normando, Ayrshire y
otros, han ido aumentando alrededor de los centros urbanos en
hatos de alta productividad, donde cada vaca da entre 10 y 15
litros diarios de leche ^^^K El promedio nacional es según la Caja
Agraria de 2.9 litros por vaca en producción para 1969 ^^^^ o sea
que la ganadería de carne tiene una alta participación en el
conjunto nacional. Los hatos especializados, situados en las cer-
canías de los centros urbanos, son los que proveen la mayor par-
te del consumo de la población citadina.

2. Valor de la producción lechera

El precio de la leche ha sido siempre un precio político que


se ajusta administrativamente según las circunstancias del mo-
mento. Durante el período estudiado, el precio por tonelada de
leche se mantuvo relativamente constante, oscilando entre
$ 500.00 y $ 560.00 (pesos constantes de 1958) o sea que los in- ,

gresos de las ganaderías de leche aumentaron en proporción al


aumento de la producción física y no hubo en consecuencia
ingresos de tipo extraordinario como fue el caso de la ganade-
ría de carne. Mientras el valor estimado de la producción le-
chera, aumentó de 1950 a 1972 en 96,6% el volumen de la pro-
ducción aumentó en 120,2%, pero sólo con el alza reciente que
alcanzó más del 40%.

último ajuste de precios, el 19 de junio de 1952


Es,te
dio lugar a una sobreoferta en relación a las nuevas condicio-
nes de mercado que causó el desperdicio de grandes cantidades
en las lecherías del Valle del Cauca y Boyacá Aparece aquí
que el precio administrativo contiene la presión alcista de los
precios de la leche y contribuye a que la demanda sea bastante
alta por un tiempo. Cuando las condiciones políticas permiten
el reajuste, éste tiende a ser tan alto, para cubrir un largo pe-
ríodo de contención, que la demanda se restringe y da lugar
a la sobreoferta, a las restricciones en la producción y a una
presión del mercado a sentar el precio a un nivel más bajo que
el fijado administrativamente.

Una comparación del valor de la extracción comercial ga-


nadera y de la producción lechera revela la importancia de la

í)5. ICA, El ganado de leche en Colombia, Anexo 2.

56. Caja Agraria obra citada, p. 18. La Caja Agraria da cerca de 52.000 vacas es-

pecializadas en leche que estaban registradas en el país para 1968.

57. Fedegán, \er. seminario nacional sobre la industria lechera en Colombia, 1972,

p. 96.

58. El Tiempo, 1 de julio de 1972.

142
lechería como fuente de ingresos para el sector, oscilando entre
el 34% y el 42% de los ingresos percibidos.
Enlos últimos años, sin embargo, el criterio político ha en-
trado a favorecer a los productores e incluso durante un período
considerable de la administración López Michelsen se dejó el
precio de la leche al libre albedrío de las fuerzas de mercado,
libertad que no deja de favorecer nuevamente a los producto-
res. Actualmente la leche es un artículo de lujo que tiene un
mercado restringido desde las clases medias para arriba. Lo que
es claro es que ya los ganaderos lecheros tampoco pueden la-
mentarse de que existan trabas para que obtengan altas renta-
bilidades en su inversión, como sería el control esporádico de
precios que supieron derrotar en la práctica la mayor parte de
las veces, en detrimento de los consumidores.

El procesamiento industrial de la leche ha tenido un am-


plio desarrollo en base a un gran monopolio extranjero, de pro-
piedad de la Nestlé suiza, que controla también el 99,6% del
mercado de leches para lactantes, sobre lo cual el gobierno nun-
ca ha pretendido imponer ningún control de precios. Nestlé, a
través de varias marcas, controla también alrededor del 50%
de las pasterizadoras que existen en el país ^^^K

59. Silva Colmenares, obra citada, pp. 37 y 38.

143
Capítulo IV

EL CICLO DE PRECIOS AGRICOLAS

A. Consideraciones metodológicas

El análisis de los precios agrícolas (su evolución en el tiem-


po y los términos de intercambio entre agricultura e industria)
ha sido poco desarrollado en nuestro medio pero esto no ha
impedido formulaciones sobre el tema y afirmaciones como "la
agricultura ha estado en una situación desfavorable en los últi-
mos 25 años frente a la industria'' o "los productos tradicionales
han tenido malos precios indefinidamente" o "la elasticidad de
oferta de la agricultura supera en gran medida la elasticidad
precio y elasticidad ingreso para sus productos" ^^K El análisis
incluido en la presente sección pretende dar cuenta del complejo
fenómeno con suficientes elementos, para desentrañar las causas
que producen una determinada situación en los precios agrícolas
(en relación con los industriales) en los ingresos de los agri-
;

cultores, y en la capacidad productiva de la agricultura.

El análisis en mención tiene las siguientes bases metodoló-


gicas:

a) Los precios agrícolas reales —


precios agrícolas al pro-
ductor divididos por precios implícitos de mercado son una —
1. Existen dos análisis que pueden citarse: El de Albert Berry en The Deve-
lopment of Colombian Agriculture , que alcanza hasta 1964, y el de Jay At-
kinson, Agricultural Productivity in Colombia, U. S. Departament of Agricul-
ture, que llega hasta 1968, ninguno de los cuales detalla suficiente número de
elementos para conformar una explicación global del ciclo de los precios agrícolas.

2. Aquí se hace referencia a estudios que, entre otros, son: DANE-CIE. Con-
tribución al estudio del desempleo y DAÑE, Debate Agrario.

144
medida indirecta y no siempre exacta de las condiciones favo-
rables o desfavorables para los agricultores en la colocación de
sus productos en los mercados, en relación con todos los pro-
ductos de la economía, incluyendo, naturalmente, los agrícolas.

b) Los precios relativos agricultura


industria (precios al
-

productor) han sido diseñados a partir de sendos índices armó-


nicos de ambos tipos de productos. El índice armónico toma
ponderaciones anuales basadas en la participación de cada pro-
ducto en el valor total de la producción, o sea, que es de una
sensibilidad mayor que un índice Laspeyre que pondera todos
los años por la participación en el total del valor de los produc-
tos sólo en el año base (generalmente 1958 en el caso aquí tra-
tado) Esto hace que los índices elaborados en este estudio re-
.

flejen los cambios que han tenido lugar en la composición del


producto agrícola, especialmente a partir de 1960 y también
los muy importantes cambios dentro de la composición de la
producción industrial (aumento de la participación de bienes in-
termedios y bienes de capital y disminución de bienes de con-
sumo) Para evitar que el índice de precios industriales fuera
.

perturbado por las variaciones de precios de los productos agrí-


colas se dejó de considerar el rubro de la industria de alimentos.

El análisis de estos precios relativos dará una visión apro-


ximada de si la agricultura se desarrolla con ventaja o desven-
taja para la industria, para lo cual debe tomarse en cuenta, en
particular, qué productos agrícolas entran como materias pri-
mas industriales y qué otros son componentes de los salarios.
Para esto se han diseñado también índices de precios relativos
por tipo de cultivos, que son en su mayor parte insumos indus-
triales (cultivos comerciales) o bienes salariales (cultivos tra-
dicionales y mixtos), aunque la línea divisoria entre unos y
otros no es exacta.

Cuando
se hace el estudio de precios relativos es necesario
tener en cuenta que éstos dan simplemente diferencias incre-
méntales entre los precios que se comparan, sin referirse explí-
citamente a los costos; es decir, los precios relativos no expre-
san necesariamente las condiciones del ingreso neto del sector
bajo consideración. Así, por ejemplo, el precio agrícola puede
aumentar más que el precio industrial en determinado período,
pero puede suceder simultáneamente un alza de costos (sala-
riales, por ejemplo) que neutraliza o sobrepasa el aumento de
los precios que dejan el ingreso neto del agricultor igual o re-
ducido en relación a la situación anterior de precios más bajos.

3. Se han tenido que dejar por fuera productos como soya y sorgo que se desa-
rrollan después del año base de 1958 y por ende tergiversan el índice ge-
neral en forma excesiva.

145
El caso opuesto, de bajas en el precio de los productos agrícolas
pero disminución de costos unitarios por efectos de baja de pre-
cios de alguno de los insumos (salario o crédito) o efecto pro-
ductividad, puede ser compatible con un aumento en el ingreso
neto de los productores.

En términos generales y guardadas las proporciones de lo


que se puede afirmar sobre el ingreso neto de los agricultores
o de los industriales, se puede deducir que precios relativos que
favorezcan permanentemente a uno u otro sector están aceleran-
do su respectiva acumulación de capital.
c) La evolución de
los precios agrícolas (ya sean tomados
en su sentido real o relativo con la industria) expresa indirec-
tamente la elasticidad de oferta de la agricultura; o sea, que es
un indicativo de las condiciones generales de productividad. Si
el índice de precios agrícolas tiende al alza permanente, se pue-
de colegir una relativa inelasticidad de oferta, cuyo grado de
intensidad estará dado por el tiempo necesario para que la pro-
ducción aumente más rápidamente que los precios. Aún en otro
aspecto, si los precios agrícolas tienden a la baja, y sin embargo
la producción prosigue en aumento, se pueden deducir, entre
otras situaciones:

1. Los costos unitarios de producción han disminuido en igual


o mayor grado que la reducción de precios, y el ingreso neto
se mantiene o aumenta.

2. El ingreso neto del punto de partida era extraordinario y


la baja de precios conduce a su reducción, pero dejándolo
a un nivel que justifica aun seguir aumentando la pro-
ducción.

3. El crédito subsidiado aumenta la tasa de ganancias y per-


mite producir con una estructura de precios más baja.
Sino fuera de alguno de estos modos, la baja de precios
conduciría necesariamente a una contracción de la oferta, pues
si el ingreso neto se reduce en gran medida o aun se toma nega-
tivo, no habrá fondos disponibles de inversión para aumentar la
producción o éstos serán incluso insuficientes para mantener el
anterior nivel de producción.

d)El estudio del ciclo agrícola que se desarrolla seguida-


mente asumirá una estrecha conexión de la producción agrícola
con las condiciones generales de la economía, para lo cual se
toman los siguientes indicadores de demanda efectiva:
1. Variaciones anuales del valor agregado bruto industrial;
2. Variaciones anuales de remuneración asalariados;
3. Variaciones anuales del consumo intermedio de cuatro agm-

146
paciones industriales que absorben un alto grado de insumos
agrícolas;

4. Variaciones anuales de la tasa de cambio que tiene más


relación con la estructura de costos tanto industriales como
agrícolas.

Las variaciones de la tasa de cambio afectan la estructura


de los costos de todas las actividades productivas, en la medida
en que sus coeficientes de importación sean más o menos altos.
En términos generales, la industria tiene un coeficiente de im-
portación muy superior al de la agricultura, lo cual quiere decir
que la devaluación debe afectar sus precios con mayor intensi-
dad que en el caso de la agricultura y aun más que en la gana-
dería cuyas importaciones son prácticamente nulas.

Dentro de la misma
agricultura, los cultivos comerciales,
de plantación y mixtos sufrirán un efecto mayor en sus costos
de producción con la devaluación que los cultivos tradicionales,
el café y la ganadería, dado que los segundos utilizan poca ma-
quinaria y otros insumos importados o fabricados con altos com-
ponentes importados.
Las diferentes ramas industriales también recibirán un efec-
to diferencial en sus costos por la devaluación: la metalmecá-
nica y la petroquímica, con relativos altos coeficientes de impor-
tación y que a su vez producen insumos agrícolas (maquinaria,
fertilizantes y agroquímicos) moverán sus precios en proporción
,

a la devaluación y más que otras ramas menos dependientes


de las importaciones.
Por otra parte, habrá que considerar que ladevaluación fa-
vorece los ingresos de los exportadores, lo cual será importante
en los casos de los cultivos comerciales y la ganadería que colo-
can una parte importante de su producción en los mercados ex-
ternos. En tales casos, la devaluación operará como presión para
que los precios internos de los productos potencialmente expor-
tables igualen los precios externos multiplicados por la tasa de
cambio vigente, además de los subsidios adicionales que están
contenidos en medidas como el CAT, el cual debe considerarse
como una tasa de cambio especial y más alta para los exporta-
dores de productos distintos a los "tradicionales".

Todos los indicadores están tomados en términos reales. Los


indicadores de la oferta serán índices armónicos de producción
física del total de cultivos sin café y por tipo de cultivo. Final-
mente, la interrelación entre demanda efectiva y oferta agrícola
se analiza en términos de índices de precios relativos de la agri-
cultura (sin café) e industria y de la contribución de cada tipo
de cultivo en el índice de precios total agrícola en la coyuntura
del mercado.

147
Enúltimo término, lo que queremos poner a prueba en este
capítulo son las hipótesis sobre "intercambio desigual", desarro-
lladas por la escuela tercermundista, entre quienes podemos in-
cluir a Samir Amín, Arghiri Enmanuel y Andre Gunder Frank,
fuera de compañeros de viaje de esta escuela como Emst Man-
del <^>, quienes no satisfechos con establecer el intercambio de-
sigual entre países lo han extrapolado al intercambio entre re-
giones de un mismo país, en lo que ha denominado como la teo-
ría de las "colonias interiores".

Esta teoría ha sido recogida por exponentes de posiciones


terratenientes y, no sobra decirlo, reaccionarias, como Indalecio
Liévano Aguirre, para justificar políticas de promoción del desa-
rrollo capitalista con base en la gran propiedad, como las que
propone la administración López Michelsen, en contra de las
políticas de redistribución de la tierra, según palabras de Lié-
vano Aguirre:
"A Colombia campesina y (a) las regiones rezagadas de
la
las que se ha extraído la acumulación de capital en este proceso
de desarrollo desigual. A ellas no llegan las leyes sociales ni los
beneficios de la prosperidad; sus fuerzas de trabajo carecen de
organizaciones sindicales que les permita funcionar como gru-
pos de presión; sus gentes venden barato sus productos agrícolas
y compran caro las mercancías industriales; exportan a cambios
artificiales y compran en el interior a precios de monopolio o de
oligopolio" (subrayado S. K.)

Todos estos enfoques tienen en común adjudicar a la circu-


lación y en particular a la circulación desigual per se las di-
vergencias regionales en la acumlación de capital. La visión reac-
cionaria en especial deja por fuera de toda consideración la es-
tructura social y de clases, el funcionamiento interno del aparato
productivo tanto de la economía terrateniente como de la cam-
pesina, para concluir en que el problema se basa en la opresión
del campo por la ciudad. Para ellos no hay opresión terratenien-
te sobre los campesinos ni monopolio sobre la tierra que frena-
ron por mucho tiempo lo acumulación de capital, sino precios
bajos para los productos agrícolas, no importa de dónde vengan,
que impiden esa misma acumulación.
La protección industrial entra a ser el demiurgo que explica
todo el atraso rural, a pesar de que es precisamente la acumula-

4. Samir Amín, La acumulación en escala mundial, Siglo XXI, México, 1972;


Arghiri Enmanuel, El intercambio desigual, Siglo XXI, México, 1972; Andre
Gunder Frank, Capitalismo y subdesarrollo en América Latina; Ernest Mandel,
Late capitalism, NLB, Londres, 1975.

5. "Capitalización del sector agropecuario", en La agricultura colombiana en el


siglo XX, editor Mario Arrubla, Bogotá, 1976, p. 460.

148
ción industrial la que produce y forja la industrialización del
campo; sin embargo, para estos ideólogos de las clases dominan-
tes vetustas, lo que sucede es exactamente lo contrario: un tras-
lado de excedentes que favoreció la industrialización urbana e
impidió la rural.

En caso de Liévano Aguirre, hasta le adjudica responsa-


el
bilidad al intercambio desigual por la ausencia de organizacio-
nes sindicales en el campo, cuando son precisamente los terra-
tenientes, la burguesía agraria y el mismo estado, es decir la
estructura social y política imperante, los que favorecen abier-
tamente la intensificación de la superexplotación salarial en el
campo y, en general, la negación de elementales derechos de pro-
piedad a los campesinos. De esta manera, los problemas del cam-
po son causados por la protección industrial y la "vida urbana"
y no por la forma como se trasformó todo un sistema social de
producción, con amplia ventaja para sus viejas clases dominantes.

En términos generales para el marxismo sólo hay intercam-


bio favorable a la industria en el caso de producción de campesi-
nos parcelarios que no contienen la ganancia media y la renta
del suelo involucrados en sus precios; en consecuencia, pueden
obtener precios menores a los que se darían bajo condiciones
capitalistas de producción ^•'^ Todo esto a su vez supone una
oferta adecuada de productos que implica buena dotación de
tierras y un desarrollo tecnológico suficiente o sea una econo-
mía campesina relativamente próspera. Este obviamente no es
el caso colombiano, con la excepción de las zonas de coloniza-
ción antioqueña y una que otra región fértil ocupada parcela-
riamente, mientras que la mayor parte de las unidades parce-
larias de producción en el país están pésimamente dotadas de
tierras y con un desarrollo técnico también precario, es decir
que no cuentan con condiciones materiales y sociales para abas-
tecer adecuadamente los mercados de sus productos.

Teniendo en cuenta estos elementos, metodológicos se estu-


diarán los ciclos agrícolas en dos partes: una, tendencias de lar-
go plazo, tomando una serie de 1925 hasta el presente y obser-
vando sólo los fenómenos más generales que puedan vislum-
brarse; y otra, más detallada, de tres ciclos completos y un
medio ciclo que se extienden desde 1950 hasta 1972.

B. Tendencias de largo plazo

Para un período largo en la evolución de los precios agrí-


colas (gráfico 4.1) hay dos series diseñadas por Berry y comple-

6. Carlos Marx, El Capital, F. C. E., México, Volumen III, p. 746.

149
mentadas en este estudio de 1964 a 1971, una de las cuales es de
todos los cultivos (1925 en adelante) y la otra de cultivos sin
café (a partir de 1938). En la primera de ellas se hace notorio
que los precios agrícolas en relación con los industriales tienden
regularmente al alza, por lo menos hasta 1955. Mirada la serie
más detenidamente, hay un período de relativa estabilidad en-
tre 1930 y 1940, que se trasforma en alza cuasi permanente de
1940 a 1954. En este índice el café tiene ponderación que va del
30 al 60% del valor de la producción, dependiendo de los alti-
bajos que sufra su precio en los mercados internacionales, lo
cual introduce perturbaciones, puesto que el índice de precios
agrícolas está influido por condiciones externas. Por otra parte,
los bienes manufacturados de consumo importados mantienen
una participación importante en el total y sólo a partir de 1938
se empieza a aplicar un arancel más eficaz para la producción
manufacturera nacional en el mismo sentido de tergiversar
la relación entre industria y agricultura operan las, importacio-
nes de productos agrícolas las cuales alcanzan variada impor-
tancia a lo largo de estos años. Sin embargo, se tiene la eviden-
cia de que la agricultura no pudo surtir adecuadamente ni las
materias primas de la industria ni las subsistencias de la cre-
ciente población urbana del país, lo cual determinó, por una
parte, el alza tendencial de los precios agrícolas y, por otra, el
recurrir a las importaciones de estos elementos. Es posible que
las importaciones contribuyeran a impedir un desarrollo agrí-
cola con precios más elevados de los que efectivamente se die-
ron, aunque el alza presentó probablemente condiciones sufi-
cientes de acumulación de capital en el campo. En todo caso,
el proceso de desarrollo agrícola fue particularmente lento y
sólo empezó a completarse de 1955 en adelante, precisamente
cuando la coyuntura de desarrollo industrial se tornó recesiva.
En este momento todavía se importaban productos como algo-
dón, cacao y, a intervalos, alimentos en general. En 1960 el al-
godón ya surtía completamente el mercado interior, dando lugar
a excedentes que empezaron a ser exportados, al tiempo que el
azúcar empezó a generar exportaciones crecientes a partir de
1961; sin embargo, la consolidación de estas exportaciones sólo

7. Daniel Pecaut, Política y sindicalismo en Colombia La Carreta, Bogotá, 1973.

8. Todavía en 1937, según Nieto Arteta, se importaron 50 millones de kilos


de materias primas agrícolas y de productos alimenticios, o sea alrededor del
5% de la producción física nacional. Los renglones más altos de importación
los constituían algodón, copra, malta y azúcar. Nieto Arteta caracterizaba acer-
tadamente esta situación como una de subproducción, la cual, decía él,
crisis

"es el contenido de las crisis periódicas que gravitan sobre las economías preca-
pitalistas", Eduardo Nieto Arteta, "Nuestra Revolución Económica", Memoria del
ministro de Relaciones Exteriores, Imprenta Nacional, 1939.

150
Gráfico 4.1

Indice de precios relativos deproductos ogrlcolos /no agrícolas- 1925-1977.


120

110

100

90

80

70
60

50

40
1925 26 28 30 32 34 36 38 40 42 44 46 48 50 52 54 56 58 60 62 64 6ft 68 70 72 74 7677

se llevó a cabo a finales de la década del 60 (para ser más exac-


tos de 1966 en adelante) A
nivel de la relación de la agricultura
.

con el mercado interno esto significaría lo siguiente: la agricul-


tura en general no abasteció adecuadamente las necesidades in-
ternas hasta 1954; de aquí en adelante tuvo lugar un período de
transición hasta 1966, cuando el mercado interno estuvo abaste-
cido en forma más adecuada, y la agricultura comercial ganó
terreno para culminar en una nueva etapa, en la cual la agri-
cultura comercial arrojó excedentes en relación con la demanda
interna, que se colocaron en el mercado mundial. Al mismo
tiempo, la agricultura parcelaria perdió importancia en el con-
junto, pero tuvo aun suficiente influencia como para dar lugar
a coyunturas de altos precios en sus respectivas producciones.
El índice diseñado por Berry para cultivos que excluyen café
de 1938 en adelante permite precisar un poco más la situación:
la congelación de importaciones, incluyendo las agrícolas, cau-
sada por la Segunda Guerra Mundial, y el desarrollo industrial
bastante acelerado, por lo menos en cuanto a su producción,
fueron dos factores que influyeron en el alza observada en el
mismo período. A su vez, el alza menos pronunciada de 1945-
1948 emergió del gran impulso industrial causado por el empleo
de las reservas obtenidas durante la guerra y el aumento en el
valor exportado; contra una oferta agrícola en expansión rela-
tiva la baja de 1948-1949 puede estar influida por otros elemen-
tos, tales como la liberación de importaciones a partir de 1945
y ampliación de la oferta agrícola, según las informaciones
la
obtenidas sobre mecanización e inversión de la agricultura ^^K

9. Ver Capítulo 1.

151
Los efectos de la violencia se pueden situar en la fuerte alza de
1949-1951: una profunda dislocación de la producción que se dio
precisamente en momentos caracterizados por altísimas tasas de
acumulación, tanto industriales como agrícolas, y cuyos efectos
en el mercado interno fueron neutralizados un tanto con el más
alto nivel histórico de importaciones agrícolas registradas en
1950. base al índice 1953 = 100, las importaciones agrícolas
En
de 1950 alcanzaron a 122, mientras que en 1949 fueron 80.7, que
equivale a un aumento del 51,8% entre este y aquel año

La baja de precios que se produjo en 1951 refleja un gran


aumento de la producción, o más bien una recuperación, que se
acercó y sobrepasó los niveles de 1948 y que continuó hasta
1952; sin embargo, de allí en adelante la producción agrícola se
estancó, precisamente en el momento en que la industria y el
mercado interno aceleraban su ritmo de ampliación por el curso
favorable de las exportaciones. En efecto, 1954 fue uno de los
años de mayor aumento en los precios agrícolas respecto al resto
de precios, pues a una oferta estancada se enfrentó una deman-
da efectiva fortalecida.
En cuantoa la periodicidad de los ciclos de precios agríco-
las se encuentra un cambio notable cuyo punto de separación
puede situarse en 1952. Si antes se encuentran ciclos de 4 o 5
años, de allí en adelante éstos duplican su duración a 8 y 10
años. Las marcadas variaciones de precios observadas en la etapa
preliminar, y la relativa estabilidad y tendencia a la baja de los
períodos subsiguientes, indicarían que el desarrollo de la agri-
cultura capitalista entró a modificar la naturaleza misma del ci-
clo, en el sentido de que la oferta se hizo más estable. Los au-
mentos de la producción fueron más sostenidos, lo cual contri-
buyó a que los precios no variaran tan radicalmente como en el
pasado, cuando la economía parcelaria y la producción de los
arrendatarios de las haciendas dominaban el comportamiento de
la oferta.

En las series elaboradas para este estudio sobre el valor de


la producción se ha visto que la agricultura capitalista no sólo
domina los cultivos denominados comerciales, sino que ha venido
ganando terreno en los clasificados como mixtos, los de planta-
ción y aun sobre el café, o sea que viene abasteciendo no sólo las
materias primas de la industria, sino también una parte impor-
tante y creciente del mercado de subsistencias (arroz, azúcar,
cebada y en parte papa y maíz) lo cual se manifiesta, natural-
,

mente, en la curva de precios relativos como elemento que ac-


túa en sentido de atenuar las oscilaciones de precios. Sin
el
embargo, hay que tener en cuenta que el renglón de alimentos

10. CEPAL, El desarrollo económico de Colombia, 1957, p. 151.

152
está todavía profundamente influido por las condiciones de la
agricultura parcelaria (en productos como la panela, la yuca, el
plátano y el fríjol, y en parte el maíz y la papa) y habrá algu-
nas coyunturas cuando sus destacadas alzas o bajas tengan un
efecto de arrastre sobre todo el índice de precios agrícolas. Re-
sumiendo, el alargamiento del ciclo de precios agrícolas tiene
que ver entonces con la pérdida de importancia relativa de la
agricultura parcelaria y la extinción de las formas atrasadas de
producción de las haciendas frente a la creciente participación
de la agricultura capitalista en el conjunto, aunque la primera
forma de producción aun mantiene una influencia manifiesta
en las oscilaciones cíclicas.

A
nivel de los términos de intercambio agricultura-indus-
tria es claro que la primera se favoreció por lo menos hasta
1954 y que de allí en adelante la industria obtuvo mejores con-
diciones que en el pasado. Esto no significa, sin embargo, que
la ventaja sea total y permanente, porque se darán todavía al-
gunos períodos en que los precios agrícolas suben más acelera-
damente que los precios industriales, incluyendo entre los pri-
meros los de los cultivos comerciales. La oferta agrícola es ge-
neralmente rígida, en el sentido de que puede recaer sobre ella
una demanda adicional (proveniente del mercado interno o el
externo) y que, en consecuencia, sus precios alcancen altos ni-
veles en comparación a los altos precios de las manufacturas.
Esto no es sorprendente desde que la oferta manufacturera siem-
pre puede controlarse en mayor medida que la de productos
agrícolas. Aun en otro sentido, las características monopolísticas
de la industria colombiana ^^^^ harían más dificultoso que los
precios agrícolas de cultivos tradicionales y mixtos dentro de
una estructura competitiva se elevaran más rápido que los pre-
cios industriales y, sin embargo, esto es lo que precisamente ha
sucedido. Para los cultivos comerciales existe una instituciona-
lización de poderes mnopolistas en las asociaciones de producto-
res que confrontan monopolios industriales entre los cuales
se negocian acuerdos sobre cuotas y precios, lo cual explica en
parte la gran estabilidad de precios que demuestran estos cul-
tivos en relación con la industria. En ciertas ramas (casos del
azúcar y del algodón) la colocación en los mercados externos
ha servido para que sean los productores agrícolas los que ob-
tengan las condiciones más favorables, pues pueden introducir
en la negociación la presión de los precios internacionales (si
estos son superiores a los precios internos) y la de las divisas

11. Ver Gabriel Misas, "Q>ntribución al estudio del grado de concentración en la

industria colombiana" en Boletín Mensual, DAÑE, N- 266, septiembre de 1973.


12. Piénsese en el consorcio textilero en la compra de algodón, de cuatro fir-
mas cerveceras en la compra de cebada, en dos tabacaleras, etcétera.

153
que requiere la industriapara importar sus bienes de capital y
bienes intermedios, y que ellas contribuyeron a aportar. Esto
significaría que para los cultivos de la economía parcelaria las
condiciones institucionales no intervendrían en forma decisiva
sobre la formación de sus precios, sino que serían más bien pro-
blemas de oferta los que los afectarían, mientras que la estabi-
lidad misma de los precios de los cultivos comerciales está cau-
sada en parte por la organización institucional de compradores
y vendedores. Fuera de esto, los grandes volúmenes de crédito
subsidiado otorgado a los cultivos comerciales les permitiría ope-
rar con una estructura de precios más baja para sus productos,
a la vez que contribuiría a una oferta creciente.

Esto tendería a demostrar que los precios de los productos


agrícolas en general están influidos por dos condiciones, la de
productividad y la de organización de sus mercados, siendo qui-
zás más importante la primera. Así, los cultivos comerciales
han acusado una estabilidad de precios y tendencia a la baja,
mientras los demás cultivos están caracterizados por amplias
oscilaciones y tendencia secular al alza de precios.

En cuanto problema de elasticidad de oferta es necesario


al
insistir sobre un punto ya tratado en forma somera en el capítu-
lo anterior: el referente a las condiciones de la economía par-

Gráfico 4.2

Indice de precios relativos de productos agrícolas


/^o agrícolas— 1950-1977.

1950 52 5 4 56 58 60 6 2 64 66 68 70 7 2 74 76 77

154
celaría. Frecuentemente se afirma que el problema es el de ine-
lasticidad de oferta, es decir, que los productores no reaccionan
ante los incentivos del mercado. Según Berry, "para los agricul-
tores que trabajan a pequeña escala la elasticidad podría ser
muy baja, o la curva de oferta podría ser muy baja, o podría ser
incluso inclinada hacia atrás" ^^^K

verdaderamente el caso, no se encontraría nin-


Si este fuera
gún período en el que los precios agrícolas de estos productos
bajaran, es decir, no habría un ciclo sino un alza permanente de
precios. Lo que parece suceder en la realidad es que existe una
elasticidad de oferta excesiva y errática: las alzas de precios
conducen rápidamente hacia una sobreproducción relativa que
se torna en excesiva contracción de la oferta una vez que los
precios caen en ínfimos niveles. Los productores comerciales es-
capan a estas circunstancias, porque fuera de contar con mer-
cados dinámicos y con exportaciones y amplio volumen de fi-
nanciación, logran además cierto grado de control institucional
que introduce visos de racionalidad en la circulación, garanti-
zando la realización de una creciente producción. No es este el
caso para la economía parcelaria. Paradójicamente, para los cul-
tivos de la pequeña propiedad existe un "mercado de compe-
tencia perfecta", o sea un mercado en el que juegan libremente
la oferta y la demanda. La oferta proviene de innumerables
unidades de producción, con factores de deficiente calidad, que
suman y restan grandes números de explotaciones en cada co-
yuntura de precios, lo cual conduce a una anarquía de tal natu-
raleza que el resultado final es el alza secular de precios, ob-
servable para tales tipos de cultivos, e incluso hasta puede ser
hostil para las unidades de explotación capitalista que no con-
siguen operar bajo condiciones tan volátiles. Las explotaciones
parcelarias dirigen al mercado sólo parte de su producción, lo
cual les defiende en cierta forma de una caída muy acentuada
de los precios de sus productos. Las explotaciones capitalistas
no tienen tales medios de defensa, además de que todos sus cos-
tos son monetarios (insertos en el mercado), lo cual permite la
supervivencia de las formas parcelarias de producción que to-
davía pueden competir exitosamente con la agricultura capita-
lista.

C. Tendencias de mediano plazo

Se considera ahora sólo el período 1948-1972 (gráfico 4.2), el


cual puede ser dividido en cuatro subperíodos, así:

13. Berry obra citada.

155
a. 1948-1952, como un ciclo de precios que tiene el máximo en
1950.

b. 1952-1961, como un ciclo completo cuya cúspide es 1954 y su


sima corresponde a 1960.

c. 1961-1970, como ciclo completo qué tiene su pico en 1964 y


su mínimo en 1970.
d. 1970- ? como el comienzo de un nuevo ciclo, del cual sólo se
conoce una parte ascendente hasta 1972.

a. El ciclo de precios 1948-1952

En hubo una situación nacional de efervescencia tanto


1948
económica como política. Si la primera condujo a aumentar la
demanda sobre la agricultura, la segunda determinó una con-
tracción relativa de la oferta agrícola. El encarecimiento de los
víveres se acentuó en 1949 y se recurrió a las importaciones,
que no bastaron sin embargo para impedir que el índice de pre-
cios agrícolas alcanzara un máximo en 1950. Las exportaciones
de café se contrajeron en 1950 en un 20,7% en relación a 1949 <^^>,
lo cual refleja que la lucha política había invadido las regiones
cafeteras del país.

En empezó a absorber las consecuen-


1950-1951 la industria
cias de la crisis en general y su Valor Agregado Bruto (VAB)
creció sólo en un 3,1% (el punto más bajo que registra en todo
el período 1950-1972). Uno de los indicadores de demanda efec-
tiva, variación remuneración asalariados registró niveles bajos
de 2,1%, mientras que el café mantuvo una variación en su pre-
cio real de 15,3% que significó una mejora sustancial en la ca-
pacidad para importar y marcó el continuismo de una etapa
próspera para toda la economía nacional a partir de la postgue-
rra. La agricultura se recuperó, pues el índice físico indicó una
variación del 11,7% entre 1950 y 1951, lo cual, frente a una de-
manda efectiva retraída, explica el comienzo de una baja de
precios agrícolas que se profundizará seguidamente. La recupe-
ración que empezó a tomar curso se manifestó en el crecimiento
del VAB, al saltar a 7,1% entre 1951 y 1952, y en los índices
de variación de la demanda efectiva: remuneración asalariados
4,0%; el precio real del café consolidó el incremento anterior,
con un 5,2% adicional. La oferta agrícola volvió a aumentar,
según el índice de volumen físico aquí calculado, en un 9,3%,

14. En 1949 seexportaron 5.4 millones de sacos y en 1950, 4.5 millones. XXVIII
informe del gerente del Banco de la República a la junta directiva.

156
lo cual, a pesar de la recuperación de la demanda efectiva, fue
suficiente para determinar una baja en los precios relativos agri-
cultura-industria de 12,9%, la más destacada de todo el período
1950-1972 ^^^K La baja de precios del año anterior fue neutrali-
zada en parte por el gran aumento de precios de los cultivos co-
merciales, lo cual hubo de tener indudables efectos en la futura
expansión que caracterizaría este tipo de cultivos. De esta situa-
ción se puede concluir que la oferta agrícola se recuperó en for-
ma más que suficiente en relación con la demanda efectiva,
habiendo superado los traumas de la producción, provenientes
de la adversa situación de orden público que dominaba la vida
rural del país. Como se verá seguidamente, la bonanza general
por la que empezó a atravesar la economía nacional aumentó su
ritmo ascendente, y la demanda efectiva que se derivó de ella
desfasó la oferta agrícola, conduciendo así a un alza de precios
mucho más acelerada que la ocurrida en industrias. La misma
baja de precios agrícolas presenciada sentó condiciones para el
posterior estancamiento de la oferta en los próximos dos años
y a la inversión de los términos de intercambio en favor del
agro.

b. El ciclo de precios 1952-1961

Este ciclo estuvo caracterizado por un período de alza de


precios agrícolas de sólo dos años, seguido por un largo descenso -

que tuvo lugar durante la mayor parte del resto del ciclo. (Grá-
fico 4.3).

Las causas del alza de precios agrícolas en relación con los


industriales salta a la vista si se considera, en primer término,
el fortalecimiento de la demanda efectiva que tuvo lugar en
1953 y 1954, continuando un proceso cuyos comienzos se obser-
varon en 1952. En efecto, el VAB industrial tuvo como variación
un 9,1% en 1953 y un 9,3% en 1954, tasas que no volverían a
presentarse hasta 1972. Los otros indicadores de demanda efec-
tiva se comportaron así: variación remuneración-asalariados 8,2
y 3,8% para 1953 y 1954, respectivamente; el precio real del café
aumentó sólo 0,1% en 1953 manteniendo así el mismo nivel de
las alzas anteriores, pero creció en 21,5% en 1954, sobre un nivel
que ya era bastante alto.

15. La caída de precios agrícolas estuvo impulsada en especial por la recupera-


ción de la producción de los cultivos mixtos, cuyos precios caen como prome-
dio anual de 1951 y 1952 en 16,5%; los cultivos tradicionales, que habían au-
mentado sus precios relativos en el año anterior (3^%) sufren una baja en 1952
del 6,0%. Los cultivos comerciales, que habían registrado su más alto nivel
histórico de aumento de precios relativos en 1951 con 20,2%, pierden parte de
su incremento en 1952 con —
13,3%.

157
Gráfico 4.3

Ciclo 1952 - 1960.


indicadores de demanda efectivo,
lOi

* '
'

1950 01 02 OS 94 09 06 07 08 09 60
.._VariacÍonts «n los precie* ralaHvosd* la ogrieulturo
(ttn cof«) industria.
^...Vorlooliffi toM daoofPbie.
En cuanto a la oferta agrícola, la situación aparece desequi-
librada. La
anterior baja de precios ha debido afectar negativa-
mente la inversión y por ende la producción subsiguiente. Nues-
tros índices de volumen físico de la producción agrícola mues-
tran tasas negativas así: 1953 2,6% y 1954— 2,2%, señalando —
una clara correlación inversa entre oferta y precios ^^^K

El mercado agrícola entró en ebullición. Los altos precios


del café, antes nunca vistos, unidos a altos ingresos por prácti-
camente todos los productos del agro, sentaron condiciones apro-
piadas para una expansión de la producción en todos los tipos de
cultivos. Como se verá seguidamente, esta oferta incrementada
se encontró con una situación crítica, primero en relación con el
subsector cafetero, para seguidamente entrar a afectar a la in-
dustria y a todos los elementos de la demanda efectiva, que re-
caían sobre esa oferta, conduciendo a la posterior baja cuasi per-
manente de precios.
En efecto, el VAB
industrial bajó del 9,3% alcanzado en
1954, al 6,8% en 1955; reaccionó ligeramente en 1956, explicable
en parte por una recuperación momentánea de los precios in-
ternacionales del café en ese año, para caer a niveles de 4,6%
en 1957 y en 1958. Mientras tanto, la remuneración de los asala-
riados aumentó notablemente en 1955, probable resultado del
establecimiento de proyectos de inversión que se realizaron ese
año en base a la bonanza anterior, pero que se estancó prácti-
camente en 1956 y totalmente en 1957 con 0,0% de variación,
para obtener un 3,3% de aumento en 1958.

La caída de comenzó a producirse en


los precios agrícolas
1955, cuando la demanda efectiva todavía no había empezado a
decaer verdaderamente, er decir, hubo un desfase de un año.
Nuestro índice de volumen físico registra sólo reducidos incre-
mentos en sus variaciones: 2,6% en 1955, 1,9% en 1956 y un leve
decaimiento en 1957 de 1,8%, resultado más que todo de la pro-
ducción física de cultivos comerciales; los cultivos mixtos obtu-
vieron el gran crecimiento de 10,9% en 1955, seguido de leves
reducciones, mientras que los tradicionales señalan estancamien-
to en 1955, 3,0% de variación en 1956 y —1,8% en 1957 <i^>.

16. En esta corta etapa de alza de precios agrícolas todos los tipos de cultivos
contribuyeron, pero fueron los mixtos los que más influencia mostraron; en
los dos años obtuvieron un promedio anual de variación de 16,7%, seguidos por
los tradicionales que señalaron un alza promedio de 13,9% anual y, por último,
los comerciales, que marcan 5,6% de alza promedio para estos dos años.

17. La contribución de cada tipo de cultivo a la baja de precios relativos está


guiada por los mixtos, que pierden un 20,2% en 1955, seguidos por los co-
merciales que reducen su margen en 3,3%, para culminar con los tradicionales

159
Se puede observar una pequeña recuperación del índice de
precios relativos en 1956, lo cual puede ser expresión de que la
oferta agrícola no había aumentado en demasía; sin embargo,
los precios relativos volvieron a caer en 1957, siendo máxima su
reducción en 1958.

El año 1959 fue de recuperación industrial; su VAB au-


mentó en 8,3%, pero esta coyuntura fue excepcional y estuvo
apoyada en un alto volumen de crédito externo en 1960 el
aumento fue del 6,2%. En todo caso, la situación general no era
del todo crítica. La remuneración a los asalariados creció en 8,6%
en 1959 y 7,6% en 1960; mientras por este factor se volvió a
fortalecer la demanda efectiva, por el de los ingresos cafeteros
hubo disminución: su precio real se contrajo a su máximo nivel
histórico de —
33,9% en 1959 y permaneció más o menos a ese
nivel en 1960 y años siguientes. Este aumento parcial de la de-
manda efectiva es quizás una de las explicaciones de la estabi-
lidad de los precios agrícolas en el nivel bajo alcanzado en 1958,
pues impidió que estos precios agrícolas siguieran cayendo.
Hay queconsiderar que a partir de la crisis de la balanza
de pagos, que empezó a tornarse recurrente desde 1957, la pro-
ducción industrial y la actividad económica general sufrieron
el impacto de la manipulación descontrolada de las variables
monetarias y cambiarlas. Si bien en algunos períodos los incre-
mentos de la demanda efectiva, impulsados por aumentos en el
circulante a través del crédito y el reintegro a las exportaciones,
lograron una ocupación mayor de los recursos productivos en
todas las ramas de la economía, en otras ocasiones sobrepasó
ampliamente la oferta y desbordó olas inflacionarias que agu-
dizaron la situación crítica que se vivía frecuentemente a fina-
les de la década del 60 en la economía nacional. Los ajustes
efectuados en la tasa de cambios para adecuar la acumulación
de capital industrial a la capacidad para importar, afectaban en
primera instancia los costos y precios industriales en forma
más acentuada que los precios agrícolas; los cambios súbitos en
el valor de la divisa tocaban inmediatamente el costo de los in-
sumos importados, mientras que la agricultura (aun la comer-
cial) tenía un coeficiente de importación menor que la industria.
En esta etapa los precios industriales tendieron a subir con más
velocidad que los precios agrícolas. Pero ya en un segundo mo-

que bajan un 3,4%. El año siguiente muestra recuperación de los precios rela-
tivos de los mixtos y pérdida para comerciales de —3,6% y —
1,% de los tra-
dicionales. De allí en adelante los precios de casi todos los tipos de cultivo si-
guen en baja hasta 1958 y permanecen en ese nivel hasta 1960.

18. Luis B. Flórez, Algunas consideraciones para el estudio del ciclo económico
en Colombia. DAÑE, Mimeógrafo, 1973.

160
mentó la situación se complicaba. La situación inflacionaria que
desfavorecía los precios de la producción agrícola hacía mella
en su capacidad productiva y entonces sus precios entraban a
incrementar el nivel de la inflación general y aun a desbordar
el ritmo de incremento del nivel de precios industriales.

La síntesis para la coyuntura que se acaba de examinar está


dada por los siguientes elementos generales:
1. Los términos de intercambio alcanzaron a favorecer li-
geramente a la agricultura, pues la variación promedio anual de
los precios relativos durante estos años fue de 0,8%. Esto sig-
nifica que los incrementos relativos de precios en 1953, 1954 y
1956 no alcanzaron a ser neutralizados completamente por las
bajas de 1955, 1957 y 1958, quedando 1959 y 1960 prácticamente
sin modificaciones en uno u otro sentido. De todo ello se puede
colegir que los precios agrícolas aumentaron en proporción si-
milar a los precios industriales, y que su ventaja fue reducida:
se trata de un "empate".

2. Los ingresos reales de los agricultores en términos uni-


tarios de precios, o sea precios agrícolas deflactados por precios
implícitos de mercado (que incluyen precios agrícolas), de-
muestran una baja de un nivel extraordinario en de
el índice
118 en 1950 (resultado de la gran carestía agrícola de ese año)
a 98 en 1960. Si se considera sólo el período del ciclo de 1953 a
1960, el nivel inicial es idéntico al final (índice = 98) mostrán-
dose la mayor parte de los 5 años por encima de ese nivel. En
resumen, este índice muestra que la situación de los agricultores
tuvo más años favorables que desfavorables y que, en definitiva,
la situación no varió fundamentalmente.

3. Las variaciones promedio de los índices de demanda


efectiva generada por la actividad económica, registraron un cre-
cimiento promedio del VAB industrial del 7,0% anual, compa-
rado con el 5,1% del período 1950-1952. La variación anual pro-
medio de la remuneración de los asalariados fue de 5,2%, a
diferencia del 3,1% del período anterior. Finalmente, la variación
del precio real del café registró un descenso promedio de —
3,1%
anual, contrastado con el promedio de aumento de 10,2% del
período anterior. Ya se ha visto cómo la demanda efectiva se
empezó a fortalecer a partir de 1952, llegó a su punto máximo
en 1955 y de allí en adelante creció poco e incluso se estancó en
algunos años, para terminar el período con un nuevo fortaleci-
miento, que fue más bien resultado del profundo desequilibrio
cambiarlo que empezó a vivir el país a partir de 1957.
4. La
oferta agrícola registró los siguientes índices de va-
riación promedio anual: en 1953-1960 fue de 3,9%, a diferencia
de 13,7% correspondiente al período 1950-1952, lo cual muestra

161
una clara correlación inversa con los movimientos de los precios
en ambos períodos. La oferta por tipo de cultivo se desempeñó
así: cultivos comerciales un elevado 13,3% como variación anual,
y una reducida variación favorable de precios de 1,7% anual,
mostrándose que no hubo correlación entre oferta y precios; los
cultivos tradicionales tuvieron una variación promedio anual de
0,0% en su volumen físico, mientras los precios relativos se in-
crementaron, como ya se ha visto, al 1,0% anual; finalmente,
los cultivos mixtos obtuvieron una variación promedio anual de
su volumen físico de 2,9% y un alza relativa de precios de sólo
el 0,3% anual. En los casos de cultivos tradicionales y mixtos
hubo un leve aumento promedio en la oferta, del cual se espe-
raría un aumento mayor de precios, pero que, confrontado con
la demanda efectiva, tampoco muy dinámica, arroja resultados
suficientemente coherentes. Los cultivos comerciales tienen, co-
mo ya se ha insinuado, mercados dinámicos; así, los cuatro gru-
pos industriales (alimentos, bebidas, tabacos y textiles) aumen-
taron su consumo intermedio a una tasa anual del 4,2% entre
1953 y 1960, siendo especialmente dinámica la rama de textiles,
que obtuvo una variación promedio anual en el mismo período
del 11,1%.

Estos resultados del análisis son los que permitieron la afir-


mación de que la oferta agrícola empezó a ser suficiente en re-
lación con el crecimiento industrial y con las demandas urba-
nas, sólo después de la ola de prosperidad general de 1953 y
1954, precisamente cuando se encuentra con condiciones recesi-
vas de la economía, de 1956 en adelante. A partir de ese mo-
mento los precios agrícolas bajaron en relación a los de la in-
dustria y se mantuvieron estabilizados por un tiempo. La baja
de precios y la estabilidad de los mismos en los bajos niveles de
1959 y 1960 sentaron condiciones, sin embargo, para que la fu-
tura oferta agrícola se resintiera e impulsara los precios agrí-
colas a niveles superiores de los que obtuvo la industria.

c. El ciclo de precios 1961-1970

Las ondulaciones del ciclo 1961-1970 se pueden categorizar


así: tres años de alza de los precios relativos que culminaron
en la cumbre de 1964; de allí en adelante bajaron, hasta su nivel
inferior en 1970 (ver gráfico 4.4).

El estado de la demanda efectiva durante la creciente se


colige de los diversos indicadores con que se cuenta: el VAB
industrial se incrementó en 6,0% en 1961; 6,9% en 1962; 4,7%
en 1963, y 5,9% en 1964. La variación de la remuneración de los
asalariados fue de 9,2% en 1961; 10,5% en 1962, cifras induda-
blemente altas, que reflejan la inestabilidad política que se con-

162
Cuadro 4.4

Ciclo 1961-1970.
Indicadores de demando efecttvo.

Voriacídn de lo oferto fisíca ogricolo

1960 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72

Voriocton de los pr«clo« r«latlvof


de loagrlcu1turo(»in cofO Industria.
... —. Variación tata de eoaibio.
frontaba, y que luego pasan a ser de 5,1% en 1963
y 0,0% en
1964. El precio real del café fue de —2,3% en 1961 y de —9,1%
en 1962, para pasar a ser del 0,3% en 1963 y de 8,1% en 1964.
Se cuenta por entonces con una situación en que la oferta ma-
nufacturera se expandió más bien en base a su capacidad insta-
lada que a ampliaciones de planta, pues la capacidad para im-
portar estuvo actuando como techo a la acumulación de capital.
Las importaciones tuvieron impacto directo en el nivel de pro-
ducción industrial en los bienes intermedios lo cual puede
explicar el poco crecimiento observado en 1963. De otra forma,
la situación inflacionaria (una demanda efectiva que provenía
de una excesiva expansión monetaria), condicionó la limitada
expansión que se observa en la industria. Parte de esta demanda
recayó a su vez sobre la agricultura. El volumen físico estimado
aquí presenta la leve ampliación de 1,5% en 1961 (recuérdese
que se ha partido de una situación de bajos precios durante toda
la última parte del ciclo anterior), a la cual siguió un creci-
miento del 12,2% en 1962, impulsado en especial por los cultivos
mixtos (28,4%) y los comerciales (23,9%). Esta expansión es,
al parecer, lo que Currie considera como efecto de la reforma
agraria promulgada el año anterior. Sin embargo, el mismo he-
cho podría explicarse casi exclusivamente en base al nivel de
precios de 1961, que registró un alza del 2,5% para cultivos co-
merciales y del 25,8% para los mixtos, y además al hecho de que
el crecimiento de la producción de los cultivos comerciales pre-
sentó una tendencia que se mantuvo prácticamente a partir de
1945, lo cual permitiría más bien deducir que la Ley 135 se aña-
dió como efecto a la situación coyuntural del mercado e impulsó
las siembras de tierras antes no roturadas. En 1963 tuvo lugar
una contracción del volumen físico que, según lo aquí estimado,
alcanza un —
8,3% y una más reducida de —
6,8% en 1964. En la
p.-mara contracción confluyeron nuevamente mixtos y comer-
ciales ( —
12,4 y —
7,3%, respectivamente), pero en la segunda
fueron los tradicionales los que más pesaron en el cambio
(— 17,3%). Es posible que el mal tiempo que predominó ese año
haya contribuido a hacer más crítica la situación del mercado.
Así, el índice de precios relativos registró un alza del 13,6%
para 1961, y bajó 5,4% en 1962, retomó la tendencia alcista en
1963^ con 8,5% y llegó en 1964 a un histórico techo de 25,8%.
Aquí se puede observar el desfase de un año en el impacto de
la contracción de la producción en los precios, pues la contrac-
ción fuerte del índice físico de la producción fue acompañada
de un alza inferior de precios, desbordada durante el año si-

19. Alberto Corchuelo, Luis B. Flórez, "El sector externo y las fluctuaciones de
la economía" en Boletín Mensual, DAÑE, noviembre de 1971.

164
guíente Ya en
1964 el alza es generada por los tres tipos de
cultivos principales: los tradicionales con 34,2%, los mixtos con
26,0% y los comerciales con 16,4%, constituyendo incluso un
alza total más fuerte de la que se observó en 1954: mientras en
este año los precios relativos registraron un nivel de 124, en
1964 fueron de 146.3 (recuérdese que en 1954 hubo gran esta-
bilidad monetaria, a diferencia de los profundos desequilibrios
que caracterizaron a 1964, los cuales afectaron en especial la es-
tructura de costos industriales) Aún así, la espiral de precios
.

agrícolas fue mucho más acelerada que la de precios industria-


les, reflejando una situación en que un exceso de demanda m^o-
netaria recayó sobre una oferta estancada. Mientras la industria
fue afectada por los insumos importados, debido a las sucesivas
devaluaciones llevadas a cabo durante este período, la agricul-
tura fue presionada por la demanda.

Los ajustes de precios que siguieron después de la cúspide de


1964, permitieron que los precios industriales avanzaran en for-
ma más rápida, mientras que la adecuación de la oferta agrícola
neutralizó sus precios e hizo que la relación empezase a desfa-
vorecer a los agricultores.

Lo primero que se presenta a la observación en la baja de


los precios agrícolas es que la demanda efectiva se debilita. Las
variaciones del VAB
industrial fueron de 4,6 y 4,7% en 1964 y
1965; hubo recuperación en 1966, con 6,6%, y nuevamente decai-
miento en 1967, con 3,6%, uno de los niveles más bajos de cre-
cimiento que registra la industria entre 1950 y 1972. La varia-
ción de remuneración a asalariados fue de 5,7% en 1965; 4,4%
en 1966, y 7,2% en 1967. Por otra parte, la crisis cafetera se
mantuvo; sus bajos precios indican que este importante mercado
para los productos de la industria y aun para la agricultura se
encontró en contracción: en 1965 los precios reales del café se
redujeron —
8,8%; se recuperaron un tanto en 1966, L9%, y
contrajeron aún más su monto real en 1967, con 4,4%. Las —
demandas industriales por insumos agrícolas también sufrieron,
teniendo variaciones promedios entre 1965 y 1967 de 3,6%, lo
cual ya apunta a la necesidad de mercados externos para colocar
los dos principales cultivos comerciales: algodón y azúcar. En
efecto, como ya se ha mencionado,
expansión de los cultivos la
comerciales se basa a partir de 1966 en forma creciente en el
mercado de exportación.

20. En relación con la participación de los precios relativos según tipo de ail-
tivo, el alza de 1961 es propulsada por mixtos (27,5%) y tradicionales
(19,2%); la baja de 1962, por los mixtos (—22,3%); el alza de 1963 vuelve
a ser efecto de los mixtos (29,7%) y los tradicionales (7>3%), siendo ligera-

mente neutralizada por los comerciales ( —6,9%).


165
Paralela a esta situación recesiva de la demanda, la oferta
agrícola se recuperó: según el índice armónico de producción
física aquí elaborado, en 1965 se elevó en 16,0%; en 1966 se de-
tuvo un poco su crecimiento, 7,3%, y en 1967 obtuvo un estimado
de variación de 4,0%. En esta situación de recuperación fueron
determinantes los cultivos mixtos en 1965, pero los otros dos
años, 1966 y 1967, fueron impulsados en especial por la expan-
sión de los cultivos comerciales (gráfico 4.5). ^^^^

Oferta agrícola ascendente y demanda efectiva poco diná-


mica constituyeron una combinación propicia para que los pre-
cios relativos se volcaran en contra de la agricultura. El retro-
ceso se marcó en 1965, cuando los precios relativos señalan una
variación negativa de —
11,8%, continuó en 1966 con 6,2% e —
intentó recuperarse en 1967 con —
2,6%. Nuevamente se observa
que no hubo una estricta relación inversa entre precios y pro-
ducción, pues cuando más subió la oferta se dio la baja más
pronunciada de precios (1965), pero en un año la oferta subió
más que en el siguiente, y sin embargo los precios relativos ba-
jaron más en la segunda que en la primera (caso de 1966 y
1967). Aún así, se puede deducir que estos tres años de baja rela-
tiva de los precios agrícolas no alcanzaron a neutralizar el alza
obtenida en 1963 y 1964 (34,3% en esos dos años en contraste
con —
20,6% de 1965-1967), lo cual puede explicar que la baja
no fue suficiente para desalentar a los productores de seguir
acrecentando la oferta y de que aunque no existiera una situa-
ción óptima para colocar sus productos no se trataba ni mucho
menos de una situación difícil.
Noes el caso analizar acá exhaustivamente las causas de la
recuperación industrial y de la actividad económica general a
partir de 1968. Se tendrán en cuenta sólo algunos de los elemen-
tos que coadyuvaron a mejorar las condiciones generales de
acumulación de capital, tales como: aumento sustancial de las
exportaciones menores, que reaccionaron ante mejores precios
de mercados internacionales y una serie de medidas de incenti-

21. La baja de precios entre 1965 y 1967 vuelve a estar gobernada por los cul-
tivos mixtos, pues la variación fue de un — 27,7% en 1965. En 1966 la va-
riación fue de 7,0% pero vuelven a registrar una relación de precios negativa
en 1967 con —2,3%. Es posible que haya una profunda mella en la capacidad
productiva de este tipo de cultivo, cuya producción física aumenta menos que
en los demás, de 1967 en adelante. Los cultivos comerciales muestran nueva-
mente su peculiar estabilidad, pues ganan 9,7% en 1965 en su relación con los
precios industriales, registran ui.a variación de —10,4% en 1966 y — 5.1% en
1967. Los tradicionales pierden en cada uno de estos años, y la baja no al-
canza a ser compensada por la destacada alza obtenida en 1964 (pérdida de
— 24,5% en estos tres años y un alza de 34*2% en solo 1964, a lo cual se puede
añadir la de 1963, que fue de 7,3%).

166
vación que se pusieron en marcha a partir de 1966 mejora-
miento gradual de los precios internacionales del café, que ganó
firmeza sólo en 1970^^^^; la política cambiarla se estabilizó, impi-
diendo las devaluaciones bruscas que quedaron sustituidas por
un encarecimiento gradual de la tasa de cambio que permitía un
cálculo económico anticipado a los empresarios y evitaba las
olas especulativas con inventarios importados.

Aun cuando capacidad de importar no se había recupe-


la
rado todavía, ya en 1968 el VAB industrial obtuvo una variación
del 6,2%; una de 7,3% en 1969 y una reacción más positiva en
1970 con una variación de 8,3%. En un ambiente de estabilidad
monetaria hubo un fortalecimiento relativo de la demanda efec-
tiva, así: las variaciones de la remuneración a asalariados fue-
ron de 3,3% en 1968; de 10,4% en 1969 y de 5,6% en 1970. Los
precios reales del café mejoraron en 1,5% en 1968; en 2,4% en
1969, y obtuvieron alza notable de 19,8% en 1970, la primera^de
gran magnitud desde la producida en 1956, es decir, 15 años
atrás.

Esta demanda
efectiva realzada se enfrentó, sin embargo,
a una oferta agrícola también en expansión. Nuestro índice fí-
sico agrícola registra incrementos de 14,0% en 1968, una expan-
sión moderada en 1969 de 1,5% y un 3,0% en 1970

Dadas estas condiciones de demanda efectiva incrementada,


a la vez que la oferta agrícola se encontraba en expansión, no
es sorpresiva la relativa estabilidad y la suave tendencia a la
baja de los precios relativos observables en este subperíodo: en
1968 el índice mostró una variación de 0,3%, bajó en 3,3% en —
1969 y —
4,3% en 1970; o sea que la oferta agrícola se expandió
un tanto más de los requerimientos fijados por la demanda ^^^K

22. Se trata de legislación sobre importación de insumes para industrias de ex-


portación, conocida como Plan Vallejo y la instauración a partir de 1967 del
Certificado de Abono Tributario que eximía $ 0.15 de impuestos por cada peso
exportado.

23. Los precios internacionales del café fueron: US$ 0.42 en 1967, US$ 0.43 en
1968, US$ 0.45 en 1969 para aumentar a US$ 0.57 en 1970.

24. El índice fue determinado en especial por los cultivos comerciales (26,4%
de variación agregada) y menos, por los mixtos (10,8%, como suma de las

variaciones de estos tres años.

25. La participación de cada uno de los tipos principales de cultivos en estas


variaciones de precios fue la siguiente: los cultivos tradicionales ganan un
4,0% en 1968 pero pierden un 15,3% en los años 1969 y 1970; los cultivos mix-
tos pierden 2,9% en 1968, ganan un 8,0% en 1969, y se reducen nuevamente
con —
8,1% en 1970; finalmente, los cultivos comerciales ganan 3,4% en 1968 y

167
Se puede afirmar que en este período se consolidó la baja
que parte de 1965 y esto, al parecer, afectaría definitivamente
la oferta agrícola para el próximo ciclo iniciado en 1971 con un
alza continua de precios agrícolas, que se extiende por lo menos
hasta entrado 1974. Si anteriormente la baja de precios no había
sido tan destacada como para determinar un estancamiento de
la oferta agrícola, especialmente en lo que respecta a cultivos
mixtos y tradicionales, ahora las últimas bajas de precios sí
afectaron la capacidad productiva de los agricultores, que con-
traerían su oferta, lo que conjugado con una demanda efectiva
acrecida determinará la nueva espiral de precios que volvió a in-
vertir los términos de intercambio en contra de la industria y
en favor de los agricultores.
Se han analizado con algún detenimiento los diferentes mo-
mentos del ciclo 1961-1970, lo cual permite sintetizar así los resul-
tados obtenidos:

1.Los términos de intercambio en los 10 años en cuestión


favorecieron en definitiva a la agricultura, pues la variación
promedio de los precios relativos es, positiva y de una magnitud
del 1,5% anual. Si bien hubo mayor número de años caracteri-
zados por bajas de precios agrícolas que por alzas, la intensidad
de las últimas no alcanzó a ser neutralizada por las primeras;
en esta forma, la resultante en favor de la agricultura es casi el
doble de aquella del período anterior, que fue de 0,8%. Para
cada uno de los. tipos de cultivos la relación de precios con los
industriales es como sigue: los mixtos ganaron un promedio

pierden — 12,9% entre 1968 y 1970. En esta ronda de precios, los cultivos tradi-
dónales iian sido los más afectados por la baja y los mixtos han dejado de variar
tan agudamente como en el pasado.

168
anual durante el del 3,5%, o sea claramente favorable,
ciclo,
que contrasta con el 0,3% del ciclo 1953-1960; los tradicionales
obtuvieron un promedio de variación favorable de 3,0% anual,
a diferencia del 1,0% del ciclo anterior; los comerciales alcan-
zaron a ser ligeramente desfavorecidos, con una variación pro-
medio del —
0,4% anual, contra una favorable de 1,7% en el
ciclo anterior.

Los ingresos reales de los agricultores contabilizados a


2.
partir de los precios reales percibidos se mantuvieron por enci-
ma del nivel de 98, con el índice de 1960, en todos los años, con
excepción de dos: 1962, cuando el índice fue de 97,5, y 1970, del
94,5. En promedio, el índice de precios reales se mantuvo en un
alto nivel de 116,7 en los 10 años del ciclo, por encima del ciclo
anterior, o sea que en resumen la situación de los agricultores
fue netamente favorable.

3. La variación promedio de los diversos índices de la de-


manda efectiva general da los siguientes resultados: el
in- VAB
dustrial se incrementó a un promedio de 6,0%, un punto por
debajo del período anterior; sin embargo, el reflejo de la de-
manda efectiva contenida en las variables de remuneración
asalariados (6,1% anual) es mayor al promedio alcanzado en el
ciclo 1953-1960, es decir, hubo un dislocamiento de la demanda
en relación con los aumentos de la producción industrial. La
variación promedio del precio real del café alcanzó a ser posi-
tiva en un 0,9% anual, fundamentalmente como resultado de la
gran alza de 1970, o sea que hasta ese año la demanda prove-
niente del sector cafetero se mantuvo deprimida. Resumiendo,
se puede afirmar que la demanda efectiva tuvo fuertes varia-
ciones fruto del desequilibrio entre acumulación de capital in-
terna y capacidad para importar bienes de producción; sólo a
partir de 1968 se volvió a obtener una relativa estabilidad en
ella.

4. La oferta agrícola está reflejada en nuestros índices ar-


mónicos de producción física, así: la variación promedio anual
alcanzó a ser de 4,4% en tanto que en el ciclo anterior había
sido de 3,8%, o sea que aunque se expandió la oferta a un ritmo
mayor que en el pasado, obtuvo mejor relación de precios con
los productos industriales. Podría asumirse entonces que de no
ser por el ritmo de aumento de la producción agrícola obser-
vada, la presión inflacionaria en los años críticos hubiera sido
mucho mayor que lo que fue, es decir, la relación de precios
terminó siendo favorable a la agricultura, no tanto por la defi-
ciencia en la oferta sino como resultado de profundos desequi-
librios en la demanda efectiva (en términos monetarios).

Los indicadores de oferta por tipo de cultivo secomportaron


de la siguiente forma: los cultivos comerciales obtuvieron una

169
variación promedio anual del 6,5%, inferior en poco más de la
mitad a la del período anterior, lo cual puede reflejar que el
mercado de estos productos estaba llegando a un punto de sa-
turación; las exportaciones, ya se ha visto, entraron a ser im-
portantes en forma creciente a partir de 1966. Es indudable que
la inserción de este tipo de cultivos en el mercado mundial sir-
vió para que sus precios no bajaran más de lo que lo hicieron.
Los cultivos tradicionales obtuvieron una variación promedio
anual estimada de su producción del 3,0% anual, superior a la
del período anterior que fue incluso nula, mientras que su rela-
ción de precios, como ya se vio, terminó siendo favorable para
los mismos (3,0% anual). Finalmente, los cultivos mixtos ob-
tuvieron una variación promedio anual de su producción de sólo
2,2% y fueron los que más obtuvieron ventaja en su relación de
precios con la industria (3,5%).

En suma, se tiene un de precios complejo en el cual


ciclo
aumentó la oferta física agrícola con mayor velocidad que en el
pasado ciclo y, sin embargo, la demanda efectiva desencade-
nada por los trastornos cambiarlos y monetarios reveló térmi-
nos de intercambio favorables a los agricultores. Cuando la baja
de precios agrícolas descendió al máximo en 1970, en el mo-
mento mismo en que el auge económico general se iniciaba, se
estaba preparando el terreno para un nuevo ciclo que comenzó
con una fuerte alza de los precios agrícolas en relación con los
precios industriales.

d. El ciclo de precios 1971-76

La coyuntura que se inició en 1971 tuvo antecedentes, como


ya se ha anotado, a partir de 1968, cuando empezó a consolidarse
un crecimiento apreciable de exportaciones no tradicionales
las
dentro de una estabilidad de precios, lo cual condujo a una re-
cuperación de la economía nacional y al aceleramiento de la
acumulación industrial. A partir de 1970, y en especial entre
1972 y 1973, el crecimiento industrial llegó a alcanzar su nivel
más alto dentro del período analizado de 23 años; en 1972 la va-
riación obtenida fue 0,3% más alta que la alcanzada en el ex-
cepcionalmente próspero año de 1954, y sobre una base material
mucho mayor y mas diversificada que la existente hace casi
dos decenios. Con el cambio en la estructura de las exporta-
ciones se dio simultáneamente una recuperación del mercado
internacional del café, lo cual mejoró aún más la capacidad para
importar, y dio vía libre al aumento y a la diversificación del
capital fijo de la industria (Gráfico 4.6).

En un proceso de acumulación de capital tan acelerado se


perdió la estabilidad anterior de precios, hasta el punto en que

170
Gráfico 4.6
.

el costo de la vida aumentó un 24% durante 1973 lo cual


se puede apreciar como un proceso típico de ahorro forzoso so-
bre amplias capas de la población y de la fuerza de trabajo. Si
anteriormente la inflación aparecía como producida en lo fun-
damental por una desproporción entre acumulación de capital
y capacidad para importar, ahora se tiene una relativa estabi-
lidad de la tasa de cambio que implica que el problema de la
desproporcionalidad ha desaparecido, pero los precios suben por
condiciones generales propicias de demanda efectiva (interna y
externa), lo cual conduce a desvalorizar los salarios y los in-
gresos fijos de algunas capas sociales, al mismo tiempo que se
aumentan los niveles de ventas y utilidades de las sociedades
anónimas, como lo demuestra un ligero examen de los resul-
tados de la actividad económica industrial y financiera del país
en 1973.

Los precios que más incidieron sobre el costo de la vida fue-


ron los de alimentos (entre el 60% y el 70% del incremento
del costo de vida durante 1972 y 1973), señalando así que la
gran acumulación de capital en el campo está siendo lograda
en base a un nivel exagerado de precios y masivas trasferencias
de ingresos de otros sectores de la economía, que no son preci-
samente los ingresos acreditados como ganancias. Se podría pen-
sar que un aumento del costo de vida acompañado de alzas pro-
porcionales en los salarios causaría una presión sobre el nivel
de ganancias, mas lo que parece haber sucedido es que hubo
una reducción del salario real en cerca del 17,2% entre 1971 y
1973 y que los niveles de beneficio aumentaron considerable-
mente.

En términosde indicadores del ciclo agrícola, a partir de


1971 existen los de demanda efectiva: el VAB industrial avanzó
8,0% en 1971 y 9,0% en 1972, aunque se espera un crecimiento
menos elevado en 1973 por efectos de desabastecimiento ^^s)
remuneración a asalariados aumentó en 6,2% en 1971 y sólo
3,3% en 1972 el precio real del café avanzó en 2,7% en 1971

26. Ver "Crecimiento y desequilibrios, balance económico, Colombia 1973", en


Boletín Mensual, DAÑE, N? 273, abril de 1974.

27. En base a la muestra de 142 establecimientos industriales más grandes, com-


pilada por Coyuntura Económica, DAÑE.
28. Los cálculos preliminares de Coyuntura Económica del DAÑE, dan un cálculo
aproximado de 7,6% para 1973, basados en la muestra de los 142 esta-
blecimientos citada y de mediciones de energía industrial consumida.

29. El empleo en 1972 debió crecer más de un 3,5% en relación con 1971, o sea

que ya se manifestó una reducción del salario unitario.

172
sobre el alto nivel alcanzado en 1970 y lo consolidó aun más
para 1973 con cerca del 9%, lo cual sin lugar a dudas, contribuyó
a que Manizales fuera una de las ciudades más caras de Co-
lombia. En términos de medios de pagos puestos a circular (que
da una medida de las presiones inflacionarias existentes) el ,

aumento fue de 11% en 1971, de 24% en 1972 y de 29% en 1973.


Nuestros indicadores de oferta mostraron una contracción
para 1971, causada en parte por problemas climáticos, pero tam-
bién por los adversos niveles obtenidos al final de la etapa
anterior del ciclo de precios agrícolas, pero se recuperó am-
pliamente en 1972, con un 13,6% de variación, aumento que fue
impulsado en especial por los cultivos comerciales.
Los cambios en precios, resultantes de una demanda
los
efectiva, nuevamente dinamizada, con una oferta, primero con-
traída y después expandida, mas no en suficiente grado, fueron
elocuentes: aumento de 6,8% en 1971, para alcanzar un 23,4%
en 1972, o sea un desfase de un año para que se sintiera el fuerte
impacto de la oferta de 1971. El alza de 1972 fue solo ligera-
mente más baja que la cima histórica de 1964, que alcanzó un
25,8% Al parecer, en 1973 la gran alza de precios agrícolas
vino a ser propulsada por los cultivos comerciales, cuando en
los dos años anteriores los precios de la agricultura comercial
habían contribuido a frenar el alza general; en 1973, los tradi-
cionales se detuvieron en su carrera alcista, y entre los mixtos
hubo algunas bajas como en la papa y el tabaco ^^^K

La gran alza de precios de los cultivos comerciales estuvo in-


fluida por los precios internacionales, directamente en los casos
de algodón, oleaginosas, cebada, sorgo y azúcar e, indirecta-
mente, en el caso del arroz ^^-^ que entró a ser demandado co-
mo sustituto en las industrias de alimentos animales por los
más escasos sorgo, maíz y torta de soya. En total, no hubo un
solo cultivo del grupo que no mostrara efecto por el auge de
precios en el mercado mundial y por el subsidio del Certificado
de Abono Tributario. Ante esta situación, complementada con
el auge de la economía nacional y el aumento de los consumos
industriales y urbanos, los productores agrícolas estuvieron en
condiciones de obtener elevadas alzas en sus precios.

30. El cambio más destacado fue causado en 1971 por los cultivos tradicionales,
que aumentaron 28,8% en sus precios relativos; en 1972, los mixtos aumen-
taron 16^%. En ambos años los cultivos comerciales alcanzaron a tener pérdi-
das de cerca, del — 1,0%.
31. Sin embargo, en los cultivos mixtos subieron el maíz y el trigo.

32. En los casos de oleaginosas y arroz hubo también exportaciones de contrabando.

173
El alza internacional de precios de materias primas en el
mercado mundial se detuvo a fines de 1974 y hubo bajas irre-
gulares durante 1975, lo cual contribuyó a que el Sector comer-
cial de la agricultura tuviera curiosos altibajos en su producción
y precios. Como era de esperarse, condiciones inestables de pre-
cios conducen a condiciones volátiles de inversión. El receso in-
dustrial y de la economía en general no se hizo esperar y tocó
fondo en 1975 <^>.

La bonanza cafetera alcanzó a arrastrar a la economía en


1976, con uno de los años de mayor crecimiento industrial re-
gistrados durante todos los períodos aquí estudiados. En esta
situación, el estancamiento de los cultivos llamados de "pan
coger", tradicionales y mixtos, los primeros mostrando incluso
una clara tendencia de contracción efectiva, se manifiesta en
sus altísimos niveles relativos de precios. La sequía de fines
del año 1976 y principios de 1977 contribuyó a agravar aún más
el problema, que ya hemos definido como de corte estructural
y que no obedece simplemente a condiciones climáticas desfa-
vorables sino a que la agricultura comercial se orienta hacia la
exportación y la economía campesina se mantiene en condiciones
muy precarias de producción, perdiendo población, sin capaci-
dad de expandir sus siembras ya que la gran propiedad terri-
torial se lo impide, siendo de esta manera inapropiadas ambas
para surtir adecuadamente los alimentos que requiere la pobla-
ción urbana. De esta manera, el índice del costo de vida al-
canzó un 27% en los primeros 6 meses de 1977, o sea superior
a la inflación de los 12 meses del año anterior. El solo mes de
abril de 1977 registró un alza del 7% superior a toda la infla-
ción del año 1970. Entre junio de 1976 y junio de 1977 el índice
registró un alza del 42%. En estas circunstancias, el gobierno
tuvo que reconocer que la situación era estructural y compleja
y promulgó varias medidas como la prohibición de las expor-
taciones de alimentos, con excepción de la carne concesión —
a los terratenientes ganaderos —
haciendo importaciones cuan-
,

tiosas hasta de azúcar y condicionando los créditos a la agri-


cultura comercial a la siembra de alimentos de consumo interno
en un 10% del área financiada
La situación mejoró obviamente cuando las condiciones cli-
máticas se tornaron positivas y los agricultores extendieron sus
siembras, en base a los ingresos extraordinarios que les trajo
la crisis de abastecimiento de alimentos. El índice del costo de

33. Ver del autor el trabajo "Auge y receso del capitalismo en Colombia", en
Ensayos sobre el desarrollo del capitalismo dependiente, Editorial Pluma, Bo-
gotá, 1977.

34. Revista Coyuntura Económica, Volumen VII, N- 2, agosto 1977, pp. 11 y 12.

174
vida se mantuvo relativamente estable a partir de julio de 1977,
pero con perspectivas de nuevas alzas para fines de año, cuando
las cosechas principales ya han salido y han sido consumidas
en su mayor parte. La disminución de los salarios reales de
los trabajadores del país fue tan grave, sobre un período de
más de 6 años de contracción salarial, y más aún agravada por
la política oficial de congelación salarial como medida antiin-
flacionaria básica, que el paro cívico nacional del 14 y 15 de
septiembre de 1977 conmovió toda la actividad económica y
política a todo lo ancho y largo del país con la consigna princi-
pal de exigir un alza general de salarios del 50%, que el go-
bierno se negó a otorgar, recurriendo exclusivamente a un alza
del salario mínimo que no compensa los ingresos de la mayor
parte de los trabajadores del país.

Las variaciones promediadas entre 1971 y 1976 muestran que


los términos de intercambio agricultura-industria favorecen abru-
madoramente al campo (2,4% anual a su favor o sea que los
precios de los cultivos suben alrededor de un 14% más que el
resto de artículos) y lo hacen en una forma mucho más acen-
tuada que en cualquiera de los períodos anteriores considera-
dos a partir de 1950. Mientras la agricultura comercial basa su
expansión en la exportación, los cultivos tradicionales muestran
una contracción promedio del —
1,3% anual y los cultivos mix-
tos permanecen estancados. Asimismo, los términos de inter-
cambio están influidos, sobre todo, por el efecto de los altísimos
precios que alcanzan los cultivos tradicionales. Se observa tam-
bién una pérdida apreciable de dinamismo de la agricultura
comercial que crece a un ritmo que es la mitad del alcanzado
durante el período anterior.

El Ciclo de precios y producción en la ganadería

El análisis del ciclo distingue los dos aspectos del fenómeno:


demanda efectiva y oferta, que en su confluencia determinan las
oscilaciones de la producción y de los precios del ganado. Los
índices de precios utilizados son los de ganado en pie, los más
aproximados a los precios al productor, que deben variar en la
misma dirección y dentro de un rango aproximado al de los pri-
meros. Se derivó así un índice de precios reales al deflactar por
el índice general de precios de mercado. La oferta ganadera, por
otra parte, se analiza en base a un índice de extracción comer-
cial y para efectos particulares se utiliza la participación de hem-
bras en el sacrificio.

En el análisis se tomó el precio como variable independien-


te, porque como ya ha sido expuesto, en el caso de la ganadería
el precio no está determinado por los costos de producción, como

175
—oy U
O
o

Cuadro 3-A
Variaciones en indicadores del ciclo agrícola
1951-1972

Indicadores de demanda Indicador Indicador


efectiva de oferta precios
agrícola
Año Variación Variación Variación variación ín- variación
(1) (2) (3) dice armónico índice
VAB asalaria- precio real co ^"^^ produc-
industrial dos café Tasa ción física precios
Cambio sin café relativos

1951 3.1 2.1 15.3


o1 A lo.Z — A p;
4.0
1952 7.1 4.0 5.2 0.0 y. — 10 0
iz.y
Variación
promedio 5.1 3.1 10.2 1Q 7/
lo. — o. /

1953 9.1 8.3 0.1 u Z.o o. 7/


ft

1954 9.3 3.8 21.5 u 0 0


z.z 1
io.un
1955 6.7 9.0 — 14.6 fin Q Z.O 11 .o
1956 7.3 0.7 22.7 zz.o z.u
1957 4.6 0.0 — 5.3
0*7 K
Z .0 1 fi
l.D — O.U

í

1958 4.4 3.3 15.5 ZU.o lU.Z


1959 8.3 8.6 — 33.9
1
l.o
o Zo.l n 9
u.z
1960 6.2 7.6 0.5 — y.
0 1
Z.i u.O
Variación
promedio 7.0 5.2 — 3.1
1K Q
lo.
Q Q u.o
1961 6.0 9.2 — 2.3 ly.D 1.0 1 R
1«3.D

1962 6.9 10.5 — 9.1


o
9.
Q
o IZ.Z
p Q
1963 4.7 5.1 0.3
1
iU.O o. o. J
a 0 9C%Q
ZO.O
1964 5.9 0.0 8.1 z.o b.o
1965 4.7 5.7 — 8.8 fifi A 1 fin
10.1/ 1 1l.o
1 ft

1966 6.6 4.4 1.9


o o
Z.O
7l.o
O — ft0
D.Z
1967 3.6 7.2 — 4.4 — ¿5.9
A r\
— 0 fi
Z.D
o A ^A f\
1968 6.2 3.3 1.5 14. u.o
1969 7.3 10.4 2.4 b.o 1.0 o. «5

1970 8.3 5.6 19.8 b.o o.U A


4.0

Variación
o
promedio 6.0 6.1 0.9
1 1
11. 1.0
1971 8.0* 6.2 2.7 1S 8 0 8 6.8
1972 9.6* 3.3 8.8 8.9 13.4 23.4
1973 8.9 3.1 16.4 7.9 0— — 5.6
1974 5.6 3.5 — 17.3 15.6 13.2 — 9.3
1975 2.8 7.3 1.4 15.2 — 6.6 7.8
1976 11.0 2.8 63.5 10.3 6.4 — 8.6
Variación
promedio 7.6 4.4 12.6 12.2 4.2 2.4
Estimados.
Fuentes: (1), (2) Cuentas Nacionales, Banco de la República. (3) Cuadro 3,6:
(4) Cuadro 2.5; (5) Cuadro 3.C
Cuadro 3-B

Variaciones en indicadores del ciclo agrícola en 3 tipos de cultivos


1951 - 1972

Variaciones de índices ar- Indicadores de precios í^)

mónicos de producción Variaciones de índices de


Indicadores de oferta (i) precios relativos
Comer- Tradi Comer- Tradi-
Ano ciales cionales Mixtos ciales cionales Mixtos

1951 22 6 11 7 30 0
0\j.\j 90 9 3 7 — 14.2
1952 7 1 2 7 16 7
XU. 1
133 6 — 18.7
Variación
promedio 14 8 7 2 23 3 3 5 14 — 16,5
1953 — 3 3 10 6 5 7 3 3 1 14.4
1954 16 3 6 8 4 5 4 3 24 7 19.0
1955 — 4 4 0 0 10 9 33 18 — 20.2
1956 8 3 3 0 43 3 6 10
X V 12.1
— —

1957 2 7 1 3 6 0 2
^ 1
X 6.0
— —

1958 14 0 3 1 Q 2 9 0 197
X^. 16.0

1

1959 67 6 2 6 7 5 0 6 X 0
1 .V/ 5.5
1960 0 7 10
X V • 2 6 0 9 3 8 2.4
Variación
promedio 13 3 0 fí 1
X. 7
i 1 0 0.3
1961 11 0 7 4 18 0
X ^ v/ 2 5 19
X«7 2 27.5

1962 10 4 2 2 28 4 0 Q 2 8 22.3
1963 — 7 3 0 2 12 4 6 Q 7 3 29.7
1964 — 2 5 3 4 16 4 34 2 26.0
1965 7 9 12 0 171 .v/
X 0 Q 7 19 7 — 27.7
1966 14 0 7 c;
3 4 10 4 Q R 7.0
1967 5 4 S 3 0 R 1 2 3 — 2.3

'S

1968 19.2 0 5 4X ^
2 3 4X 4.0 2.9
— —
• XJ •

1969 4.7 10.4 0.8 8.1 10.2 8.0


1970 2.5 4.4 5.8 — 4.8 — 2.9 — 8.1
Variación
promedio 6.5 3.0 2.2 — 0.4 3.0 3.5
1971 — 3.4 — 9.4 — 1.8 — 1.3 28.8 2.7
1972 22.8 7.6 — 6.4 — 1.0 4.5 16.5
1973 — 10.1
,
4.1 — 2.6 6.3 — 16.0 11.3
1974 21.8 — 2.4 — 4.0 — 10.8 1.7 — 21.2
1975 — 16.4 — 5.3 5.3 — 5.8 14.5 15.4
1976 7.8 — 2.2 10.5 6.0 — 6.4 — 23.8
Variación
promedio 3.7 — 1.3 0.0 0.0 4.5 0.2

Fuentes: (1) Cuadro 2.5; (2) Cuadro 3.D.

177
sería el caso para las actividades industriales y agrícolas. Si la
ganadería que predomina en el país es extensiva, entonces ocupa
una escasa mano de obra y su utilización de insumos técnicos
es limitada. En consecuencia, las variaciones en los precios de los
insumos tendrán un efecto también limitado en la estructura de
costos y ésta no será una variable determinante en los precios
del ganado. Lo determinante será entonces la confluencia de la
oferta y la demanda (interna y externa) que dan lugar a un
precio que puede ser considerado como una variable indepen-
diente en el proceso productivo ganadero.

Los ganaderos se pueden configurar de acuerdo a pe-


ciclos
ríodos dados de tiempo. En el caso de los ciclos industriales se
ha llegado a postular ciclos de 100 años de duración, el ciclo
"Kondratief por ejemplo, y otros de más corta duración que
permiten dar cuenta de oscilaciones completas de entre 3 y 6
años, y aun otros de naturaleza estacional, con variaciones men-
suales en los precios y la producción ^^^^

Para el caso de Colombia sólo ha sido posible encontrar


series de precios y producción para la ganadería a partir de
1942 lo cual permite analizar el ciclo a partir de esa fecha.

Se toman dos que parecen haberse dado en la


tipos de ciclo
ganadería del país: uno de largo plazo, en el cual sólo se pueden
discernir dos períodos, antes y después de 1954, y otro de media-
no plazo que se repite tres veces a partir de 1950 y resurge por
cuarta vez en 1970.

A. Tendencias de largo plazo

Las oscilaciones que se observan en los precios del ganado


de 1938 a 1964 permiten deducir dos períodos en tal tiempo que
son: de 1938 a 1954 alza de precios relativos ^^^^ casi permanente

35. Varios, Readings in Business Cycles, theory University of Philadelphia Press,


1945. Wesley Mitchell, Business Cycles, University of California, 1969, John
Akerman, Estructura y ciclos económicos, Aguilar, 1970.

36. Albert Berry, The Development of Colombian Agriculture, mimeógrafo. Uni-


versidad de Yale, 1970.

37. Los índices de precios del Gráfico 4.7 fueron tomados de Albert Berry, quien
utiliza el concepto de precios relativos de ganado, el cual consiste en un
cociente del índice de precios de ganado sobre un índice de precios no-agrícolas.
El índice de precios utilizado en el Gráfico 19.8 es distinto en que el índice
de precios de ganado se deflacta por el índice general de precios de mercado.
Mientras la categoría de precios utilizada por Berry hace resaltar los términos

178
y de 1954 en adelante, oscilaciones de aproximadamente siete
años de duración (gráfico 3.1,3.2) de bajas y alzas en los precios.
En años de 1938 a 1954 se encuentran delimitadas, a
los 17
su vez, dos etapas (ambas de crecimiento general de precios re-
lativos pero con diferencias cualitativas en las alzas) alza mo- :

derada de precios de 1938 a 1945 y más acelerada de 1945 hasta


1954.

La primera etapa coincide con la Segunda Guerra Mundial


que significó para el país una estrecha capacidad para importar,
obstáculos en la ampliación de la capacidad instalada industrial
y en menor escala, impedimentos para la ampliación de la pro-
ducción. En verdad, no fue una etapa de receso general pues
hubo buen nivel de utilidades, incrementos en la producción y
en consecuencia aumentos en la demanda efectiva agregada ^^^K
Ante un crecimiento moderado de la demanda general, la de-
manda por carne de res aumentó también moderadamente, mien-
tras que la oferta aumentó en menor proporción a la demanda,
es decir con menor elasticidad, dando lugar así a las moderadas
alzas de precios que caracterizaron el período.

La segunda etapa, 1945-1954, fue muy distinta. Las reservas


en divisas que había acumulado el país durante la guerra en-
contraron curso, aumentó la capacidad para importar por el alza
en los precios del café (que se presentó durante prácticamente
todo el período) se remplazó y aumentó la capacidad instalada,
,

y la producción aceleró su ritmo. La demanda efectiva también


aumentó aceleradamente, tanto, que se dieron serios brotes in-
flacionarios parte de los cuales se desbordaron sobre la
oferta de ganado que no tuvo incrementos apreciables, e incluso
bajas, por la situación de orden público en el campo. En estas
circunstancias, los precios del ganado tuvieron un alza vertigino-
sa hasta 1954, año en el que empezó a recuperarse la producción
ganadera y en el cual culminó prácticamente la bonanza cafete-
ra. De 1954 en adelante, la recuperación de producción ganadera
y la laxitud de la demanda interna se conjugaron para imponer
fluctuaciones en los precios, en la forma de ciclos de 7 años de
duración, en los cuales la oferta se expande y se contrae de acuer-
do a las variaciones de los precios. Si anteriormente se venía
presentando una demanda superior a la oferta que dio lugar a la
espiral alcista de precios hasta 1954, de aquí en adelante la situa-

de intercambio entre agricultura e industria, los aquí expuestos intentan hacer


descollar el valor real de las transacciones ganaderas.

38. Gabriel Poveda Ramos, "Historia de la industria en Colombia", Revista Tri'


mestral Andi, N? 11.

39. Ibid.

179
ción se invirtió un tanto y los precios entraron a fluctuar según
las condiciones generales de un mercado aproximadamente equi-
librado.

En que comienza en 1954 el crecimiento del mer-


la etapa
cado anterior y la demanda efectiva son moderados; el país atra-
viesa serias crisis en su balanza de pagos en 1957, 1961, 1963 y
1966, la industria aumenta su producción lentamente y se puede
caracterizar el período en general como de receso, el cual se
extiende hasta 1968 <^^>. En este período la oferta aumenta más
rápido que la demanda efectiva en algunos lapsos, mientras que
en otros sucede lo contrario, produciéndose el ciclo de mediano
plazo.

Comparado crecimiento de la oferta de 1954 en adelante


el
con el período anterior, se puede observar un cambio bastante
amplio e indica que las condiciones técnicas de la ganadería han
mejorado y que éstas han debido ser supremamente atrasadas
durante las décadas anteriores a la del 50, porque como se ha
anotado, las condiciones actuales de la producción no son las más
adelantadas.

De1968 en adelante se recuperaron los precios del café y


empezaron a aumentar progresivamente las exportaciones me-
nores, lo cual permitió la expansión de la producción nacional
y de la demanda efectiva, especialmente a partir de 1970. Una
gran parte del aumento de las exportaciones menores fue cons-
tituido precisamente por la carne de res, lo cual, añadido a la
restricción de la oferta por el mecanismo del ciclo de mediano
plazo, ha contribuido a una elevación de los precios fuera de lo
normal. En la medida que
las exportaciones de carne aumentan,
los precios internos entran a ser más influidos por los precios
del mercado internacional, que presentan entre 1970 y 1974 una
tendencia al alza ^^^>. Si antes eran las condiciones internas las
que fijaban los precios de equilibrio, ahora la demanda externa
entra a cambiar el carácter mismo del ciclo de mediano plazo:
la demanda que recae sobre el mercado tiene el aliciente exter-
no, mientras que la oferta debe expandirse también bajo el im-
pulso de los altos precios —
que significan altas utilidades y altas
rentas —pero en forma más lenta que la demanda y sólo en el
largo plazo. Mientras que la demanda extema tuvo cierta forta-
leza, puesto que proviene del conjunto de los grandes mercados
de Europa, Norteamérica y algunos países latinoamericanos, la

40. Poveda Ramos, obra citada.

ganado en pie pasó de US$ 112 en 1965 a US$ 191


41. El precio internacional de
en 1971. Plan Ganadero Nacional, citado por El Tiempo, 11 de diciembre
de 1972.

180
181
.

demanda interna también estuvo en aumento hasta 1975 porque


elmercado interno creció bajo el impulso de la notable mejora
en el mercado cafetero y los incrementos en las exportaciones
menores vitalizaron en gran medida la actividad económica ge-
neral <^).

En términosgenerales, se puede concluir, en forma similar


a la agricultura que para el crecimiento del mercado interno
impulsado por la industrialización no correspondió el desarrollo
de la ganadería hasta 1954. A
partir de este año a un lento de-
sarrollo interno correspondió un crecimiento más acelerado de la
producción de ganado vacuno. La ganadería se desarrolla enton-
ces muy lentamente hasta el año 1954, completamente desfasada
en su producción en relación a las demandas industriales y ur-
banas y por lo tanto obtiene precios muy altos para su producto.
Esto posiblemente le permitió al sector ganadero acumular ga-
nancias y rentas que contribuyeron posteriormente a mejorar las
condiciones técnicas de su producción. Finalmente, se puede con-
siderar que la oferta de ganado fue relativamente adecuada para
atender la demanda interna de 1954 a 1970, pero a partir de ese
año la demanda externa unida a la interna cambia cualitativa-
mente sus relaciones con la oferta que aparece como insuficien-
te y hace depender los precios internos del ciclo mundial del
mercado de carne de res.

B. Tendencias de mediano plazo

El análisis del ciclo de mediano plazo comienza a partir de


1950, fecha en la que se nota claramente el inicio de una serie
de oscilaciones más o menos regulares. Se distinguen tres osci-
laciones completas en los índices de precios reales del ganado
así: ciclo I, de 1950 a 1957; ciclo II, de 1957 a 1963 y ciclo III, de
1963 a 1970. Empieza un cuarto ciclo a partir de 1970 que está
en su etapa de precios ascendente en la actualidad (Gráfico 4.8)
Las curvas de oferta (Indice de extracción comercial) y de
precios reales del ganado están caracterizadas por una muy fuer-
te correlación inversa que hace que a contracciones o estabilidad
en la oferta, correspondan alzas de precios y que una expansión
de la oferta de lugar a una baja en el Indice de precios reales del
ganado.

Se puede observar que, por lo general, los decrementos de


la oferta en la parte de altos precios del ciclo de mediano plazo
tienen una intensidad menor que sus incrementos en la parte

42. FMI en un análisis sobre la economía colombiana, citado por El Tiempo, 12


de diciembre de 1972.

182
de precios bajos. Es decir, la elasticidad de la oferta en relación
a los precios es negativa y existe una adaptación inversa al
precio.

En el ciclo III la oferta se expande ampliamente, pero la


demanda externa contribuye a que los precios no caigan tanto
como en el pasado. Este factor exógeno sigue actuando en el ci-
clo IV, y aunque la oferta continúa expandiéndose hasta 1971,
los precios ya están en alza desde 1970 ^^^^ En 1972 la demanda
externa aumenta aun más y empieza a manifestarse una contrac-
ción en la oferta, lo cual impulsa por una parte medidas institu-
cionales para restringir el consumo interno y por otra un con-
siderable aumento de precios.

1. El ciclo I, 1950-1957

En el ciclo I se precio real máximo en 1954, don-


obtiene el
de el período de alza puede estar influenciado por las restric-
ciones en la oferta que impuso la guerra civil entonces reinante
en el campo. En las tendencias de largo plazo se puede observar
que el comienzo del ciclo no muestra una baja en relación a los
años anteriores, sino una estabilización como continuación del
alza vertiginosa que viene cumpliéndose a partir de 1946.

Después de alcanzado el punto máximo de precios en 1954


se da una baja que culmina en 1957 y que está gobernada por
una oferta creciente. Como ya se anotó, existe una demanda
efectiva estacionaria o de crecimiento moderado. Las alzas de
precios más aceleradas se dan de 1951 a 1952 y de 1953 a 1954
mientras que la baja más pronunciada de precios se da de 1955
a 1956, que es también el lapso cuando más se incrementa la
oferta.

En total, el ciclo I tiene 7 años de duración con 4 años ca-


racterizados por precios ascendentes y el resto con precios rea-
les en descenso. Es de anotar que el piso del año de 1958 se re-
petirá dos veces alrededor de los mismos niveles en los ciclos
siguientes, pero este piso es muy superior a la última baja que
se lleva a cabo en 1948.

2. El ciclo 11, 1957-1963

Durante el ciclo II se obtuvo un máximo en 1959 ante una


restricción moderada de la oferta que venía dándose a partir de
1957.

43. En 1970 las exportaciones representaron el de la extracción comercial,


en 1971, el 5,3%.

183
Gráfico 4.8

Esta fue menos pronunciada que la parte baja de oferta del


ciclo I, pero impulsó un alza ligeramente mayor de precios rea-
les que el ciclo anterior. Para 1960 los precios se mantuvieron
con cierta estabilidad pero con tendencia a la baja, que operó
rápidamente a partir de ese año y culminó en 1963, con una baja
más pronunciada que el piso del ciclo I. En esta ocasión la oferta
se expandió con mayor intensidad que durante el ciclo anterior,

184
notándose un ligero desfase entre el punto máximo de oferta
(1964) y el mínimo de precios (1963).

La duración de este ciclo de precios fue de 6 años, con un


período de precios reales ascendente de dos años y cuatro años
de baja, lo cual muestra que la demanda efectiva interna se ex-
pandió poco, mientras que la oferta de carne de res tuvo una
expansión más pronunciada. Así la relación entre demanda y
oferta configuró un período más largo de baja que el de alza
de precios.

3. El ciclo 111, 1963-1970

El ciclo III tuvo un período de precios reales máximos de


dos años, 1966 y 1967, con un tope más elevado que los dos ciclos
anteriores. La oferta también se restringió con más énfasis en
el ciclo III que en los anteriores, lo cual ayuda a explicar que
los precios hayan subido más pronunciadamente que en el pa-
sado.

La baja empezó en 1967 y culminó en 1970, con una expan-


sión en la oferta que continuó ascendiendo al mayor ritmo his-
tórico conocido, hasta 1972, pero también con aumentos de de-
manda efectiva, especialmente la proveniente del mercado inter-
nacional. En estas circunstancias la baja de precios alcanzó un
piso superior al de los ciclos anteriores y no fue tan pronunciada
porque, a pesar de la fuerte expansión de la oferta, había em-
pezado a manifestarse en el ciclo el efecto de la demanda ex-
terna.

El ciclo tuvo una duración de siete años, con cuatro de


III
precios reales ascendentes y tres caracterizados por un descenso
moderado, menor en extensión e intensidad que el período de
alza. En esta ocasión la relación oferta y demanda dio lugar a
alzas de precios reales más sostenidas e intensas que las bajas.
No sólo aumentó la demanda externa, sino que la expansión de
la economía nacional también tuvo su efecto al fortalecer la de-
manda interna, lo cual, a su vez, influyó en el carácter modera-
do de la baja.

4. El ciclo IV, 19^0-1976

El punto de precios máximos del ciclo actual se alcanzó en


1975. La inclinación de la curva de precios reales fue bastante
pronunciada y el efecto de las exportaciones se manifestó con
especial magnitud al determinar medidas institucionales como

185
la veda de agosto de 1972, que tuvo como efecto principal res-
tringir el consumo que hasta junio había descendido en un 6,7%
con relación a los primeros seis meses del año 1971. Es decir que
la expansión tan grande que hubo en la oferta se detuvo y em-
pezó una contracción cuya extensión e intensidad no se conoce
bien hasta el momento. Esto indudablemente tendrá efectos en
los precios cuando la demanda efectiva, interna y externa, con-
fluyan sobre una oferta que está en proceso de contracción.

Como ya se adujo anteriormente, el ciclo ganadero ha cam-


biado cualitativamente pues ya depende menos de las fluctua-
ciones de la demanda efectiva interna y mucho más de las os-
cilaciones que caracterizan el mercado mundial de carne de res,
lo cual, obviamente, incluye a los. sustitutos de la carne.

Como puede observarse (Gráfico 4.8) la ligazón de los ga-


naderos con el mercado mundial conduce primero a una fuerte
retención de vientres o sea que hay un proceso de sobreinver-
sión. Asimismo la caída del mercado mundial conduce a un pro-
ceso de desinversión nunca antes visto en la historia del ciclo
ganadero. El porcentaje de hembras en el degüello total nunca
había pasado de un 44% y en 1976 este porcentaje prácticamente
alcanza un 50%, lo cual sin embargo no alcanza a generar
una oferta de carne tan excesiva. Aun así, se puede conta-
bilizar que el proceso de inversión que se irlcia en 1977 ha-
rá bajar la proporción de vientres en el degüello del 50% a
un 33% y no como antes de un 42% como promedio al mismo
límite inferior; es decir, la contracción en la oferta de carne en
el ciclo que se avecina será mucho más aguda que cualquier
otra experimentada en el pasado. Si a esto se le agregan los
pronósticos de que a partir de 1978 el mercado mundial de car-
ne de res estará caracterizado por la escasez estructural gene-
rada por la crisis de granos de 1974-1975, con procesos agudos
de desinversión en los países del CEE y los Estados Unidos, se
puede concluir que el mercado externo presionará nuevamente
el alza de precios y de que si los gobiernos de turno permiten
que continúen las exportaciones de ganado en el país, la carne
destinada al consumo interno sufrirá una contracción brutal y
los precios que obtendrá la hará accesible sólo a un estrato muy
limitado de la población colombiana.

El consumo interno ya sufrió una fuerte contracción a par-


tir de 1971, cuando hubo un degüello de 2.625 miles, el cual cae
en promedio un 16% hasta 1975. En 1976 todavía no se alcanza
el nivel de 1971, lo cual significa que el consumo per cápita ha
debido caer más de un 20%, en parte como resultado de la in-
serción de la ganadería nacional en el mercado mundial.

186
5. El mecanismo de variaciones en la oferta de mediano plazo
en el ciclo

A la pregunta del por qué la oferta ganadera tiene las ca-


racterísticas oscilantes observadas, es necesario adentrarse en el
proceso mismo de la producción de ganado y analizar en especial
el período de maduración de la inversión.

El proceso de producción ganadera se divide en tres fases


principales: 1) La cría que va desde el período de gestación (9
meses) hasta el destete (alrededor de siete meses) proceso que ;

es a la vez el eje de la ganadería de leche. 2) El levante, que se


extiende de los 7 meses a los 24 o 30 meses y que culmina con
la producción de los novillos (hatos) en este período, el ganado
;

aumenta de peso rápidamente hasta llegar alrededor de los 300


kilos. 3) Finalmente, la ceba, donde se procesa exclusivamente
el ganado para sacrificio, se extiende de los 30 meses a los 42 y
48 meses, hasta que el ganado alcance entre 400 y 450 kilos de
peso, pues en este lapso los animales aumentan de peso más len-
tamente.

En ganadería de carne se encuentra generalmente que


la
los procesos de cría y levante son llevados a cabo conjuntamen-
te, en los predios más alejados de los mercados y en las tierras
menos fértiles, mientras que la ceba se cumple en regiones ca-
racterizadas por las mejores praderas y por ser más cercanas a
los centros de consumo. En la ceba es también donde se observa
la separación entre el propietario de la tierra y el empresario
ganadero y donde se encuentra difundido el arriendo de prade-
ras. Muchas explotaciones llevan a cabo el proceso completo
hasta la ceba.

Las ganaderías de cría y levante parecen estar especialmen-


te afectadas por el ciclo de los precios del ganado. Cuando los
precios bajan se puede observar un efecto muy claro: aumenta
el degüello de hembras (Gráfico 3.4). El rango de oscilación en
de hembras está entre un 43% del sacrificio total y
el sacrificio
un 34%, este último cuando los precios están en su punto má-
ximo. Ya se ha recalcado la importancia del sacrificio de hem-
bras en las variaciones de la oferta interna de carne de res, lo
cual indica que en períodos de baja aumenta la oferta, influida
fundamentalmente por el degüello de hembras, y que en perío-
dos de precios ascendentes sucede lo contrario.

44. Las ideas desarrolladas en presente sección son derivadas en parte de un


la

trabajo de Héctor Sarmiento. Una década en la industria de ganado de carne


en Colombia, mimeógrafo, USAID, junio 1972.

187
Los precios en descenso afectan primero la ceba, que de-
manda menos animales levantados y por tanto caen sus precios,
arrastrando consigo los precios de la cría. Los criadores y levan-
tadores ven malas perspectivas futuras para el rendimiento de
sus capitales y especialmente los primeros se encuentran ante
el hecho de que la situación de mercado expresa que existe un
exceso de reproductoras, parte de las cuales son vendidas en-
tonces para el sacrificio.

En este comportamiento inciden varios hechos: por una par-


te,una baja prolongada de precios, las empresas de cría-levante
ven reducidos sus ingresos corrientes, entran en etapa de iliqui-
dez y para recuperar su nivel de ingresos (ya se dijo que éstos
podían estar destinados a las necesidades de capital de trabajo
o para el nivel de consumo del propietario) venden una propor-
ción mayor de vacas que en circunstancias contrarias. Por otra
parte, siendo la maduración de la inversión hasta de 3 y 4 años
y con perspectivas no muy claras en relación a la futura renta-
bilidad de la inversión, los ganaderos desinvierten, es decir, rea-
lizan una parte del equivalente a su capital fijo; reducen los gas-
tos de sostenimiento por los animales vendidos para atender sus
gastos corrientes, o para dedicarse a la ceba. Una comparación
muy gráfica de lo que aquí sucede, con una industria, sería que
en épocas malas para el negocio el empresario vendiera parte
de sus máquinas porque considera poco rentable mantener el rit-
mo de producción. En forma similar, el ganadero retira fondos
invertidos en la reproducción del hato porque considera el actual
ritmo de producción como excesivo en relación a las condicio-
nes predominantes en el mercado. Esta situación señala que un
capital de larga rotación como es la cría, tiene que ser en parte
destruido o redestinado porque las condiciones coyunturales de
mercado no sustentan su crecimiento y rendimiento.
La eliminación de muchas reproductoras que ocurre duran-
te el ciclo anterior hace que la oferta decrezca en la medida en
que la tasa de crecimiento de la cría también sea reducida. La
demanda efectiva se encuentra ahora ante una oferta insuficien-
te, lo cual activa el alza de los precios para los animales ceba-
dos. Como el insumo de éstos es el levante, los precios del úl-
timo también aumentan, repercutiendo a su debido tiempo so-
bre la cría que puede aumentar sus precios en forma diferente
a los de la producción de las demás actividades, dependiendo de
Su escasez en relación a la demanda que recae sobre ella de par-
te de las otras actividades. En esta forma la rentabilidad de las
tres etapas de la producción ganadera varía según la situación
cíclica de los precios, siendo la cría, al parecer, la actividad so-
bre la cual recaen con mayor fuerza las oscilaciones del mer-
cado.

188
Las variaciones del degüello de hembras en los cuatro ciclos
conforma adecuadamente la hipótesis expuesta. Con ligeros des-
fases, siempre se cumple que a precios reales en ascenso se da
el efecto contrario en la proporción de vacas destinadas al sa-
crificio y viceversa. Durante el último ciclo comenzado en 1970,
el degüello de hembras continuó ascendiendo al comienzo del
alza pero con una inclinación menor, y durante la primera mitad
de 1972 empezó su descenso en forma paulatina (41,1% hasta ju-
nio). Que esto haya sucedido así, implica que la retención de
hembras, característica de las fases de altos precios de todos los
ciclos anteriores, apenas ha comenzado. En la medida en que
se profundice esta tendencia habrá mayor contracción de la ofer-
ta de ganado vacuno para reconstruir el hato.

Si no hubiera exógeno de las exportaciones y se


el factor
consideran sólo las causas internas que han determinado los ci-
clos anteriores, se podría prever que el presente ciclo termina-
ría en 1977 con un nivel alto de oferta en 1974-75, y con precios
reales en descenso de allí en adelante. Esto sería asumiendo que
la demanda efectiva se desenvolviera en forma similar que en
los ciclos anteriores, pero como la demanda externa se ha con-
jugado con aquella, los precios no tienen suficientes elementos
de presión que los hagan descender nuevamente como en el pa-
sado, a menos que así lo determine el mercado internacional de
carne de res.

e. Conclusión

Parece haberse demostrado que no existe una tendencia a


que los términos de intercambio desfavorezcan en forma siste-
mática a la agricultura. De hecho, esta gozó de precios de favor
en relación con la industria desde los albores del proceso de in-
dustrialización del país hasta 1955, y es por tal razón que se ha-
bló de una oferta agrícola deficiente en comparación con nece-
sidades industriales y urbanas. En el caso de la ganadería se
muestra un caso similar para esta actividad, lo cual permitiría
afirmar que el sector agropecuario en general no sentó condi-
ciones favorables para un proceso de rápida industrialización,
basado en la producción de amplios excedentes para el consumo
interno (en la forma de precios bajos) o con miras al mercado
mundial.

Fue sólo a partir de 1955 que la tendencia de largo plazo al


alza se detuvo, pero no dio lugar tampoco a una tendencia a la
baja de precios, sino a oscilaciones más o menos regulares de 8
años, con períodos cortos de alzas agudas y períodos largos de
caídas suaves. La baja de precios, si la hubo, fue sólo cierta para
los cultivos comerciales, pues en lo que respecta a cultivos tra-

189
dicionales y mixtos se ha observado que sus condiciones frente
al mercado no son propicias para llevar a una oferta adecuada
üe sus productos. Aun tratándose de los cultivos comerciales se
observa que han tenido lugar algunas etapas de alzas agudas
de precios, como la que se está viviendo actualmente, lo cual
junto a las consideraciones anteriores no permitía aceptar la
argumentación del intercambio desigual entre industria y agri-
cultura. La evidencia mostrada por el análisis del ciclo de pre-
cios no es la de oscilaciones a lo largo de una línea en descenso;
más bien se puede colegir que ésta tiende ligeramente hacia
arriba. En efecto, la sumatoria de los promedios que resultaron
de los ciclos analizados — empate en 1952-60, favorable a la agri-
cultura de 1961-1970 y el ciclo 1971-76, transcurrido durante el
cual los precios agrícolas subieron mucho más aceleradamente
que los industriales da una ventaja final para la agricultura.

En tomo a ganadería la situación de términos de intercam-


la
bio favorece aun más a ésta que en el caso de la agricultura,
lo cual es reflejo en cierta medida del atraso de su producción,
es decir su relativa baja productividad y su lenta evolución en
el tiempo. Sólo en los últimos años la ganadería aparenta dar
lugar a un mejor abastecimiento interno, pero como ya se ex-
plicó, el mercado externo entra a jugar y en determinada etapa
a elevar sus precios relativos. Sin embargo, también la baja de
las cotizaciones internacionales afectó el nivel de precios inter-
nos, lo cual se alcanzó a notar durante 1976. Es así como en for-
ma aun más pronunciada que la agricultura de tipo tradicional,
pero compartiendo en cierta medida el atraso en la productivi-
dad, la ganadería aparece como una actividad cuyos precios tien-
den a estar por lo regular por encima del resto de precios de la
economía, incluyendo no sólo los de la industria sino los de la
misma agricultura.

Los resultados aquí expuestos guardan cierta coherencia


con los cambios sucedidos en la productividad agrícola, con es-
pecial referencia a la agricultura comercial. No
podría esperarse
que formas atrasadas de producción, mal dotadas de tierra, die-
ran lugar a una oferta adecuada y por lo tanto a precios de sus
productos en descenso, mientras que de la agricultura comercial
se esperaría reducción en costos unitarios y una oferta creciente
en el tiempo. Aun así, esto no ha sido suficiente para dar lugar
a una clara tendencia de precios agrícolas descendentes porque,
primero, la agricultura comercial no se ha ocupado hasta el mo-
mento de todos los reductos de la producción agrícola; segundo,
se dan todavía etapas de mayor crecimiento en la demanda efec-
tiva que en la oferta, inclusive aquella que resulta de la agri-
cultura empresarial y, por último la agricultura comercial se
orienta más hacia el mercado externo que hacia el interno.

190
Las tesis de intercambio desigual fueron desarrolladas pri-
mero en relación con el comercio internacional, en una división
entre países industrializados y países agrícolas. El posterior
traslado mecánico de esta tesis a las relaciones campo-ciudad
en los países atrasados, y la afirmación de una presunta ventaja
de la industria sobre la agricultura, debió ser considerada más
bien una hipótesis que una verdad que no necesitaba corrobora-
ción empírica. Se cree haber detectado algunas fallas en la hipó-
tesis, que pueden hacerse extensivas al análisis del comercio
internacional, especialmente a la necesidad de elaborar series
largas de precios, en base a índices más precisos y teniendo en
cuenta, además, cambios en la productividad de los productos
que se intercambian.

191
Capítulo V

LA FUERZA DE TRABAJO RURAL Y LA DISTRIBUCION


DEL INGRESO

A. Introducción

La trasformación de la fuerza de trabajo en el campo ha


sido aún más radical que el cambio observado a nivel de la
producción. Las nuevas y más extensas áreas bajo cultivos co-
merciales requieren de verdaderos ejércitos de trabajadores, re-
clutados no sólo en las veredas y parcelas circundantes a las ex-
plotaciones capitalistas sino también entre los desocupados y
subempleados de ciudades grandes y pequeñas. Este ejército se
desplaza a la costa a recoger algodón, pasa al viejo Caldas a
recoger café — que sigue siendo la cosecha que más trabajo asa-
lariado requiere entre todos los cultivos — y se detiene a lo
largo del Tolima, el Valle del Cauca y la sabana de Bogotá para
las menos exigentes cosechas de arroz, soya, sorgo, maíz y ce-
bada.

Mientras esto ocurre con la agricultura empresarial, el cam-


pesinado parcelario, ubicado en las tierras menos fértiles del
país, crece demográficamente y fragmenta el espacio de su pro-
piedad, desarraigando parte importante de sus efectivos más
jóvenes, que abandonan sus parcelas tornándose en obreros tras-
humantes agrícolas, obreros ocasionales de la construcción, en
fin, ocupando todo un campo de actividades en permanente des-
composicóin y recomposición.

Dentro del mismo campesinado parcelario se ha producido


una diferenciación creciente entre aquéllos en capacidad de acu-
mular capital y otros que ven contraerse las posibilidades de
rendimiento de sus parcelas y no tienen más recurso que ofrecer
su fuerza de trabajo. Esto ha tenido más importancia en algu-

192
nos cultivos que en otros. Los cultivos denominados mixtos y el
café muestran una creciente concentración de la producción y
la tierra, que no es tan evidente dentro de los cultivos tradicio-
nales, con la excepción de la caña para panela en el que ya
existen, como en todos los cultivos denominados mixtos, capas
constituidas de campesinos ricos, medios y pobres. La perma-
nencia de lo que se denomina como "agricultura tradicional" co-
rresponde a la incapacidad de la agricultura empresarial de
competir en el mercado con campesinos que producen aun por
debajo del salario medio, sin inversión apreciable de capital (re-
lativa), sin tener que contabilizar altas rentas de la tierra, y
con un número muy extenso de unidades de producción. Las
parcelas constituyen, así, tanto sitios de habitación como uni-
dades de producción que son importantes para la subsistencia
campesina en los períodos del ciclo agrícola cuando es laxa la
demanda por su mano de obra.
Por otra parte, es evidente que las viejas formas de explo-
tación del trabajo —
renta en servicios, terraje, pequeño arrien-
do en especie y dinero, aparcería, etcétera —
han venido desa-
pareciendo bajo el impacto del desarrollo capitalista, proceso
también agilizado por una legislación que prohibe las formas
atrasadas de la explotación del trabajo y que ha tenido efectos
al introducir las formas modernas de explotación salarial. Esto,
ya se ha visto, se manifestó claramente en el análisis de los cen-
sos agropecuarios, con el acelerado descenso de los arriendos
pequeños. •

Es como una parte importante de la antigua fuerza de


así
trabajo en el campo ha sido desligada completamente de la ha-
cienda y llevada al jornalero; un proceso similar opera dentro
del campesinado parcelario que aumenta el número de semi-
proletarios, y expulsa migrantes, mientras que, finalmente, el
desarrollo de la gran agricultura aumenta la tendencia hacia
la proletarización del campesinado colombiano, como se hace
evidente en las zonas comerciales que muestran poca agricultu-
ra parcelaria

B. Evolución de la población económicamente activa

Entre 1951 y 1964 la población activa del campo creció en


400.000 almas, lo cual representa una tasa de crecimiento del
1,0% y refleja los grandes flujos migratorios que abandonaron
el campo entre esos años. Durante este mismo período el nú-

1. Soledad Ruiz, La fuerza de trabajo en el arroz y el algodón, mimeógrafo,


DAÑE 1973.

193
mero de personas totalmente dependientes de un salario para
su subsistencia aumentó en más de 170.000, llegando a ser, en to-
tal, de cerca de un millón de personas, o sea cerca del 41% de
la población rural económicamente activa en 1964. De la otra par-
te de la población rural activa, la mayoría conformada por campe-
sinos parcelarios (trabajadores independientes y ayudantes fami-
liares, según la definición censal), más de una tercera parte,
según Albert Berry <2>, derivaban parte muy apreciable de sus
ingresos del jornaleo. Esto significaría que en 1964 más de dos
terceras partes de la población activa rural del país dependía
total o parcialmente del trabajo asalariado para asegurar su
subsistencia.

La evolucióndel sector de la población rural asalariada pue-


de contraponerse al aumento del número de trabajadores inde-
pendientes que pasaron de casi medio millón en 1951 a más de
700.000 en 1964. Este aumento ha debido ser menor, por las
dificultades de orden público presentes en el conteo rural del
censo de 1951, pero con todo es un indicativo del aumento de la
pequeña producción y, quizás más importante, de la creciente
fragmentación de la pequeña propiedad. Esta presión sobre la
tierra y el relativo cierre de la frontera agrícola, contribuirán
por una parte a expulsar parte de los campesinos parcelarios
más jóvenes (ayudantes familiares, según definición censal) ha-
cia las cabeceras de municipios, para más tarde pasar a las ciu-
dades e impulsarían, por otra, la trasformación en semiprole-
tarios de parte apreciable de los que quedaran en el campo.

Según censo de población de 1973, entre 1964 y 1973 hubo


el
un descenso absoluto en la población económicamente activa en
el campo de 534.6 miles de personas o sea una tasa de creci-
miento negativa de cerca del 2,5% anual. —
Si bien los resultados del censo en cuestión son posible-
mente exagerados, no dejan de señalar el proceso de diferencia-
ción en el campo, y lo que es más importante, de que hay un
abandono masivo de parcelas por parte de una población que
prefiere los peligros y la inestabilidad de la vida urbana, los
tugurios y el desempleo, que permanecer produciendo en el
campo.

Esta población económicamente activa de 1.9 millones de


personas representa solamente el 30,1% de la población rural.

2. Albert Berry, The Development of Colombian Agnculture, mimeógrafo, 1971.

3. El censo de población de 1964 contaba con 116.001 mujeres dentro de la


población económicamente activa rural, o sea el 4,83% de ella; dentro de
la PEA en industrias de trasformación las mujeres alcanzaban a ser el 27^%

194
de la cual quedan excluidas prácticamente las mujeres ^^K Aun
así, la tasa ae aesempleo piomedio en el campo era, según lo
aquí calculado, ae cerca ael 25% en 1971 (ver Cuadro 5-C), lo
cual significaría que si existiera una participación más activa
de la fuerza de trabajo lemenina, revelaría que más de una
tercera parce de la población rural en capacidad de trabajar
está efectivamente parada.

C. Mercado de trabajo rural

Larelación entre demanda y oferta de trabajo y su dese-


quilibrio se ha tratado aquí con categorías discretas, disconti-
nuas, ae acuerao con la aguaa estacionalidad que se observa en
la mayor parte de los cultivos del país. No se puede asumir una
función lineal, homogénea, del número de trabajadores reque-
ridos por el capital en el campo, pues el proceso de producción
agrícola es discontinuo por definición, y más aún en nuestras
condiciones, en que la mecanización de la recolección de las
cosechas ha tenido relativamente escaso desarrollo. E. Boserup
observa, en relación a esto, que: "Muy frecuentemente los que
hacen estimaciones cuantitativas de subempleo no alcanzan a
distinguir entre subempleo estacional y subempleo debido a otras
causas. Muchos observadores explican a la ligera el subempleo
agrario, como si fuera un resultado de la superpoblación, y ha-
cen estimaciones del nivel de desempleo, como si no fuera otra
cosa más que la simple descripción del número de días, sema-
nas o meses en que el agricultor está desocupado, incluyendo
en el balance tanto el desempleo voluntario como el forzoso"
Es por esta razón que se ha desglosado la tasa de desempleo
para el sector rural en tres:
a) Desempleo durante la etapa de demanda pico, que corres-
ponde al mes de diciembre, cuando coinciden, entre otras,
las cosechas de café y algodón;
b) Desempleo durante la etapa de demanda mínima, que co-
rresponde al mes de agosto, cuando ya han sido recogidas
las cosechas de medio año;

c) Desempleo que se deduce de la demanda promedio por tra-


bajadores, es decir, de la suma de los hombres requeridos
por mes, dividida por 12 meses, lo cual, como lo anota E.

y denuro de la PEA total del país, el 20,1%- En el censo de 1973 aparece un


porcentaje aun menor de mujeres en la PEA de sólo 3,4%.

4. Ester Boserup, Las condiciones para el desarrollo agrícola, Tecnos, Madrid,


1967, p. 85.

195
Boserup, puede conducir a serias malinterpretaciones si se
toma en forma exclusiva.

En cuanto se trata de la subocupación, es difícil establecer


si de formas de producción atrasadas, con un nivel
la existencia
técnico inferior a las formas capitalistas, y por lo tanto, con
mayor consumo de mano de obra por unidad de producto, son
compatibles con un uso más productivo de la fuerza de trabajo,
como parecía suponer la categoría subempleo. En efecto, si se
asume que la fuerza de trabajo está subempleada en las formas
de producción parcelarias, sólo se está afirmando que si tal fuer-
za de trabajo pasara a operar en unidades de producción em-
presariales estaría eficientemente empleada, para lo cual se re-
quiere, obviamente, la desaparición de las formas atrasadas y el
avance de las formas más modernas. Esto es referido en general
a la productividad del trabajo en las dos formas de producción.
Sin embargo, si la categoría se refiere al tiempo muerto que
tiene que gastar la fuerza de trabajo parcelaria entre cosechas,
entonces nos encontraremos con interrogantes distintos y hasta
con paradojas.

En primer término, se encuentra que parte apreciable de la


fuerza de trabajo parcelaria tiene movilidad bastante alta en el
jomaleo ocasional, como lo insinúa el estudio de Berry citado,
lo cual significaría que el posible tiempo muerto de la produc-
ción parcelaria se invierte en condiciones de productividad más
adelantadas a las que caracterizan tal forma de producción.
Esto a su vez dependería del tipo de regiones y de la comple-
mentariedad que se podría establecer en relación a las estacio-
nes, cuando la fuerza de trabajo opera en su propia parcela y
cuando se traslada a jornalear en las formas empresariales. En
todo caso, tal situación puede ser inestable en la medida que
aumente la posibilidad de jornalear, desechando en forma pro-
gresiva la autoproducción campesina como parece haber sido
el caso de las regiones de agricultura comercial que existen hoy
en el país. Esto significaría que la producción de la parcela es
complementaria a la producción comercial y que si ésta se ex-
pande la otra decrece.
En segundo término, el tiempo muerto en las explotaciones
de tipo parcelario es menor que el de la agricultura comer-
cial, como lo demuestra la curva de estacionalidad (Gráfico 5.1).
Esta es menor en la economía parcelaria, porque existe una
alta frecuencia de cultivos perennes y semiperennes (caña para
panela, plátano y café), fuera de que hay cultivos que se siem-
bran y cosechan varias veces al año (yuca, arracacha y horta-
lizas) y finalmente, la combinación de varias siembras y de
;

196
Gráfico 5.1

Trabajadores requerióos enS tipos de cuhtivos- 1971

1.8

EFMAM JJ I97I
ASONO
ganadería en pequeña escala permite mantener la fuerza de tra-
bajo parcelaria más uniformemente ocupada durante todo el año
que las mismas explotaciones empresariales. De
estas conside-
raciones, que abstraen la productividad del trabajo, se conclu-
ye, paradójicamente, que más subempleada puede estar la fuer-
za de trabajo asalariada que la fuerza de trabajo parcelaria.

Por hay que considerar que bajo las formas par-


lo tanto,
celarias que efectivamente existen y no han sido desplazadas
hasta el momento por las formas superiores, no hay subempleo,
sino desempleo de tipo estacional, y que éste es menor que el
empresarial.

La demanda por trabajadores que se ha estimado para 1950,


1960 y 1971 (Cuadro 5.A) fue deducida de las áreas cosechadas,
asumiendo que la productividad por hombre ha venido aumen-
tando en una proporción similar a la productividad de la tierra
en cada tipo de cultivo; es decir que se necesitaban más hom-
bres por hectárea en 1950 que en 1960 y que, finalmente, en
1971. Se añadió un cálculo de personal requerido en la ganade-
ría y otro sobre cultivos menores, ambos aproximativos, lo cual
permitió estimar la demanda productiva por mano de obra de
todo el sector agropecuario.

El análisis que sigue se refiere a demanda promedio por tra-


bajadores y sólo ofrece una aproximación a la situación y a la
distribución de la fuerza de trabajo entre los diferentes tipos
de cultivo y actividades.

197

Cuadro 5-A
Demanda estimada de trabajadores según tipo de cultivos

1950-1960-1971 (Miles de trabajadores)

Tipos de culti-
vos y actividad 1950 %
rrf
1960 % 1971 %
TOT A T 1 9Q1 ü iUU,U i.oyo.u nn n
iUU,U
1
l.Orto.Z

I Comerciales 61.2 4,8 174.1 10,9 215.4 11,7


II Tradicionales 295.0 23,0 332.6 20,9 410.3 22.3
III Plantación 38.1 3,0 42.0 2,6 51.4 2,8
IV Mixtos 320.1 25,0 344.4 21,6 281.1 15,2
V Café 248.0 19,4 334.1 20,9 385.0 20,9
VI Cultivos
menores 49.5 38 58.8 3,7 100.0 5,4
Subtotal 1.011.9 79,0 1.286.0 80,6 1.443.2 78,3
VII Ganadería 270.0 21,0 310.0 19,4 400.0 21,7

Metodo^gía: Se tomó del Manual de Costos de la Caja Agraria, la informa-


ción de los jornales por hectáreas en cada cultivo (Cuadro 4.2) y
requeridos
se multiplicaron mensualmente, asumiendo un coeficiente de días trabajados de
0.64 (230 días al año), con lo cual se obtuvo el número de hombres/año como
promedio. Se tomaron como medida de productividad los cam.bios en los ren-
dimientos del área y así, por ejemplo, los cultivo", tradicionales permanecieron
invariables, mientras que los comerciales, y en especial los mixtos, rebajaron los
requer'mientos hombres/hectárea de cultivo a través del tiempo. Para la gana-
dería se asumió un hombre por cada 50 animales, según los cálculos de población
ganadera planteados en el boletín Mensual, DAÑE, Nos. l^^l^A.
Fuente: Cuadros 4.1, 4.2 y 2.7

D. Demanda de mano de ohra según tipo de cultivo

a. Los cultivos comerciales

Los cultivos comerciales pasaron de absorber, según lo aquí


estimado, el 4,8% de la fuerza de trabajo en 1950, a un 11,1%
en 1970. Su verdadera ampliación en términos de absorción de
la fuerza de trabajo total —
tasa de crecimiento del 9,6% anual
tuvo lugar durante la década del 50, cuando empezó a ampliarse
la superficie de algodón, al tiempo que el arroz llegó a su tope
de absorción y se introdujeron cultivos nuevos como el sorgo
y la soya y se expandió considerablemente el área azucarera.
En la década del 60 se ampliaron considerablemente los cultivos

198
del algodón (de 65.000 trabajadores a 115.000), la soya, el sorgo,
y finalmente el azúcar, pero la tasa de crecimiento del empleo
se redujo a sólo 1,9% anual en total en este tipo de cultivos
(Cuadro 5.B).
Laestacionalidad de los cultivos comerciales es, por lo ge-
neral, muy aguda. Con la excepción de la caña de azúcar, que
en 1970 requería 25.000 hombres permanentes (hay corte du-
rante todo el año), los demás cultivos muestran gran variabili-
dad en sus demandas mensuales por hombres. Las demandas
de este tipo de cultivos pasan, en su conjunto, de 385.4 miles de
hombres en diciembre a 130.000 en agosto y 58.4 miles en febre-
ro (Cuadro 5.3). Sólo el algodón requiere de 260.000 a 300.000
hombres en la costa norte, durante los meses de diciembre y
enero. Esta estacionalidad requiere que la fuerza de trabajo del
campo tenga una movilidad considerable, con la correspondiente
alternativa de desocupación durante una parte del año. Gran
parte de la afluencia de este tipo de trabajadores proviene de
ciudades grandes y pequeñas lo cual hace resaltar que la
fuerte demanda en un momento dado absorbe todas las reservas
regionales, y se hace necesario recurrir a "importaciones" de
mano de obra. Un estudio del INCORA sobre demanda estacio-
nal de mano de obra por regiones muestra que solo algo-
dón en la costa causa un influjo externo de más de 200.000
hombres en diciembre.

b. Cultivos tradicionales

Los cultivos tradicionales son los que más absorben mano


de obra en el sector agropecuario y es de anotar, incluso, un
aumento en su participación para 1971, cuando llega al 22,3%
de la fuerza de trabajo agropecuaria aparentemente empleada.
En 1950, este subsector absorbía el 23% del empleo, pero hay
que tener en cuenta que para entonces la mayor parte de los
cultivos denominados hoy como mixtos correspondían a formas
de producción similares a los tradicionales. En 1960 se puede
contabilizar una pérdida relativa en la absorción de trabajado-
res, que llega al 20,9% de la fuerza de trabajo, lo cual puede
explicarse en parte como efecto estadístico derivado del acele-
rado crecimiento del sector comercial y en parte al relativo es-
tancamiento de la producción, donde se observa incluso una
contracción en el caso de la yuca, mientras que la panela, el
plátano y el fríjol se expanden en forma lenta. En este período
su absorción estimada de mano de obra, creció a sólo 1,1% anual;

5. Soledad Ruiz, obra citada.

6. INCORA, La realidad rural y la reforma agraria.

199
de 1960 a 1970 el incremento anotado se debe sobre todo a la
panela, pero éste puede ser en parte aparente, pues la nueva
superficie en caña ha podido ser desarrollada por empresas co-
merciales con una productividad mucho mayor, con menor de-
manda de hombres. En el mismo período los demás cultivos del
subgrupo aumentaron su área, pero en forma poco apreciable.
La tasa de crecimiento del empleo aumentó en el estimado al
1,9% anual en esta década, lo cual puede indicar una disminu-
ción relativa de la migración hacia las ciudades, como lo insi-
núan los informes preliminares del censo de población de 1973.
La productividad del subsector estuvo estacionada durante
todo el período, y aparentemente disminuyó ligeramente en re-
lación con el nivel de 1950. Esto significaría que parte del em-
pleo generado se debió a la productividad decreciente, lo cual
no es de extrañar dados los problemas de fragmentación de la
propiedad, erosión, etcétera, que afectan a las explotaciones par-
celarias.

Se observa también que la estacionalidad es prácticamente


inexistente. La caña para panela, el plátano y la yuca son cul-
tivos que requieren cantidades uniformes de trabajo durante to-
do el año; sólo el fríjol, entre los cultivos tradicionales, tiene ca-
racterísticas de estacionalidad con dos cosechas anuales.

c. Cultivos de plantación

Los cultivos de plantación, el banano para explotación y el


cacao, se expandieron en forma lenta y generaron poca deman-
da relativa por mano de obra, disminuyendo ligeramente su par-
ticipación en el empleo total del 3,0% en 1950 al 2,7% en 1970.
La productividad de la tierra aumentó, en especial en el cultivo
del banano y, pese a su relativa expansión, el efecto sobre el
empleo no fue lo suficientemente amplio como para neutralizar
el efecto desplazatorio de la productividad. La tasa de creci-
miento del empleo de 1960 a 1970 fue en este tipo de cultivos
del 1,4% anual.

d. Cultivos mixtos

En
los cultivos mixtos se observa el efecto que tienen los
cambios en la productividad sobre el empleo. De un 25% del
empleo total que este subsector absorbía en 1950, pasa al 21,6%
en 1960, y al 14,5% en 1970, habiendo incluso una disminución
de trabajadores requeridos, a partir de 1960. Así, la tasa de cre-
cimiento del empleo fue muy baja de 1950-1960 (0,65% anual)

y se tornó negativa ( 1,3% anual) de 1960 a 1970. Los despla-

200
zamientos más destacados tuvieron lugar en maíz, papa y trigo,
mientras que el tabaco se mantuvo relativamente estático en
relación con su mano de obra empleada. Esto tiene que ver con
el hecho de que una creciente parte de la superficie cultivada
ha sido ocupada por empresas comerciales: alrededor del 30%
de la superficie maicera, cerca del 60% en la papa y el trigo,
aunque en este último hay que tener en cuenta un descenso ver-
tical en la superficie sembrada, como resultado de la competen-
cia extranjera en el mercado nacional.

La estacionalidad de los cultivos mixtos fue marcada; pasó


de demandar más de 350.000 hombres en enero, abril, junio y
julio (453.5 miles) a menos de 160.000 en febrero, agosto y no-
viembre.
El desplazamiento de mano de obra en los cultivos mixtos
se puede comparar a la absorción en los de tipo comercial, y es
claro que mientras el primero constituía un campo de compe-
tencia entre la agricultura comercial y la pequeña propiedad
parcelaria, el segundo tomaba nuevas áreas de la producción,
prácticamente inexistentes hasta ese momento. En esta forma,
mientras que en los cultivos mixtos hubo un retiro considerable
de pequeñas unidades de producción que no podían competir con
las empresas comerciales, en los cultivos comerciales las empre-
sas capitalistas se tomaron la producción prácticamente sin pro-
blemas de competencia. Esto, con la excepción del arroz que an-
teriormente era un cultivo dividido entre aparceros y pequeños
propietarios y grandes explotaciones, y que pasó a ser dominado
en forma creciente por arrendatarios y propietarios capitalistas,

e. Café

El café ha permanecido aproximadamente estático en rela-


ción a la absorción relativa del empleo total en las últimas dos
décadas, mostrándose cerca del nivel del 20% de la fuerza de
trabajo agrícola. Al parecer, las ampliaciones del área cafetera
en los últimos 20 años han tenido lugar primordialmente en base
a empresas de tipo comercial, y éstas reducen ligeramente sus
demandas de mano de obra por unidad de producto si se les
compara con las empresas familiares. De 1950 a 1960 se amplió
el área cultivada y la absorción de mano de obra creció el 2,3%
anual; sin embargo, de 1960 a 1970 la superficie creció lenta-
mente, reduciendo el crecimiento de su demanda de trabajado-
res a 1,3% anual.
La estacionalidad de la mano de obra dedicada al café es
marcada. Durante tres meses octubre, noviembre y di-
al año,
ciembre, la cosecha mayor requiere cerca de 660.000 recolecto-
res, mientras la de mitaca (abril, mayo y junio) requiere 385.000.

201
En intermedio, las demandas por mano de obra se mantienen
el
entre 220.000 y 275.000 trabajadores, esencialmente en desyerbes
y labores de cultura de los cafetos.

f. Ganadería

Resalta el hecho de que ella ocupaba en 1972 más de 21


millones de hectáreas, a diferencia de los 4.4 millones de hectá-
reas de la agricultura, o sea cerca del 80% de la superficie agro-
pecuaria del país, y empleaba solamente el 20% de los trabaja-
dores del campo. Entre las dos décadas estudiadas se advierte
que la tasa de crecimiento del empleo fue del 1,4% anual, mien-
tras que con la expansión en 1960-1970 creció la tasa a 2,3%
anual. Sigue entonces siendo cierto que los animales le quitan
espacio vital a los hombres.

E. La demanda y la oferta de trabajadores en el campo


De acuerdo con lo estimado, la demanda de mano de obra
en el campo entre 1950 y 1970 subió a una tasa promedio de
1,8% anual, al paso que el equivalente de la oferta de brazos,
(la población económicamente activa rural), creció al 1,0%
anual entre 1951 y 1964; si se proyecta esa tasa hasta 1970 se
encontrará una situación en que el empleo ha aumentado, con
ligera disminución de la tasa de desempleo. Si de la población
económicamente activa se resta la mitad de los empleadores enu-
merados por los censos de población de 1951 y 1964, al suponer
que éstos no toman parte de la oferta de mano de obra en el
campo y no participan en la producción, se obtendrá una apro-
ximación de la fuerza de trabajo rural comprometida en la pro-
ducción agropecuaria (Cuadro 5.C) (Gráfico 5.2). Según nues-
tros cálculos, el desempleo promedio bajó de 30,9% en 1950 al
25 ,0% en 1971, cifra que hay que considerar todavía como pro-
blemática. El desempleo durante agosto de 1950, 1960 y 1971 se
mantiene alrededor del 42% de la presunta oferta de brazos;
éste es el punto de máximo desempleo que se mantiene cercano
en ese nivel una cuarta parte del año aproximadamente. En el
mes de empleo pico (diciembre) la tasa de desempleo se reduce
drásticamente, al pasar de 20% en 1950, a 18,6% en 1960 y 8,9%
en 1970, indicando que el considerable aumento en los cultivos
comerciales y mixtos, conjuntamente con un relativo crecimien-
to del empleo en el café, exige una movilidad de la mano de
obra durante dos o tres meses del año. Aquí es necesario hacer
énfasis en que cuando se contabiliza la población económica-
mente activa rural, no se tiene en cuenta la parte de la pobla-
ción de zonas urbanas que constituye un componente importante
en la oferta estacional rural. Como ya se ha visto, la cosecha de

202
Cuadro 5-B

Tasas estimadas de crecimiento del empleo en el


sector agropecuario
1950-1970

Tipos de cultivos y actividad 1950-1960 1960-1970 1950-1970

TOTAL 2.0 1.3 1.8

I Comerciales 9.6 1.9 6.1


II Tradicionales 1.1 1.9 1.6
III Plantación 0.9 1.9 1.4
IV Mixtos 0.7 — 1.3 — 1.2
V Café 2.7 1.3 2.1
VI Ganadería 1.3 2.3 1.9

Fuente: Cuadro 4-A.

Cuadro 5-C

Relación demanda oferta de mano de obra rural


1950-1960-1970

(Miles de personas)

Relación demanda-oferta 1950 1960 1970

I OFERTA:
Población rural económicamente
activa 1.995.0 2.303.0 2.625.7
Empleadores (no trabajadores) 139.6 147.4 168.0
Fuerza de trabajo 1.855.4 2.155.6 2.457.7

II DEMANDA CON RANGO:


1. Demanda pico (diciembre) 1.486.0 1.755.6 2.240.0
2. Demanda mínima (agosto) 981.0 1.220.9 1.480.0
3. Demanda promedio 1.281.9 1.596.0 1.843.2

III TASAS DE DESEMPLEO


RURAL:
1. Demanda pico 20.0 18.6 8.9
2. Demanda mínima 41.2 43.4 43.2
3. Demanda promedio 30.9 26.0 25.0

Metodología: De la población económicamente activa de cada censo se sustrajo


la mitad de los empleadores. Para 1960 y 1970 se proyectó respectivamente hacia
atrás y hacia adelante en base al crecimiento de la PEA intercensal. La demanda
con rango se obtuvo en base al cuadro de estacionalidad para 1971, pero de acuer-
do con la participación de cada tipo de cultivo en cada año. El crecimiento de
la participación de los cultivos comerciales en el total explica entonces el aumento
de la estacionalidad.

Fuentes: Censos de población 1951 y 1964, Cuadros 4-A y 4.3


algodón de la costa atrae trabajadores no sólo de las ciudades
costaneras, sino también del interior. Asimismo, la recolección
de café involucra habitantes de todas las ciudades del viejo Cal-
das, como también del Valle, Tolima y Cundinamarca. Este flu-
jo urbano estacional aumentaría considerablemente la tasa de
desempleo, dada para el período de demanda pico de mano de
obra. Por otra parte, la misma definición de población económi-
camente activa sólo cuenta aquellas personas ocupadas o que
buscan empleo, y es evidente que las tasas de participación de
la población rural son bastante bajas. Ya se ha visto cómo es
de reducida la tasa de participación de las mujeres, y se presu-
me de la existencia de gran cantidad de trabajadores desalenta-
dos entre el campesinado parcelario. Por tal razón, en un perío-
do de amplia demanda de mano de obra, personas que figuraban
como inactivas entran a ser activas y esto, en consecuencia, hace
aumentar también la tasa de desempleo, que no es más que una
relación de empleados +
buscadores de empleo.

Gráfico 5.2

Evolución tasas de desempleo rural estimados

o/o PEA
SO

40

30

20

^"
10 Desempleo promedio
Desempleo en demanda pico (Diciembre)
Desempleo en demanda mínima (A(josto)

1950 1960 1970

Se advierte también que el ritmo de absorción de mano de


obra fue mayor entre 1950-1960 (2,0%) que entre 1960-1970
(1,3%) lo que, considerado junto con el aumento relativo del
subsector tradicional, indica una expansión más lenta en la de-
manda por hombres de la agricultura comercial en la última
década.

204
Si los resultados del censo de 1973 señalan por lo menos la
tendencia real de la PEA en la agricultura, tendríamos que ha-
bría para 1976 una relativa escasez de mano de obra en el campo,
en particular durante los meses de demanda pico, exigiendo un
traslado proporcionalmente mayor de trabajadores que residen
en las ciudades para recoger las cosechas de café y algodón. Esto
significaría que el despoblamiento del campo ha sido de tal mag-
nitud que ya se empieza a producir una escasez de brazos, por
lo menos estacional para las tareas agrícolas. El hecho de que
los salarios rurales hayan tendido al alza real durante los últi-
mos años guardaría coherencia con tan importante fenómeno.
Esto significaría también que la tasa de desempleo estimada por
nosotros para 1970 estaría sobrevaluada y de que en el mes de
demanda pico habría un verdadero déficit de mano de obra. En
términos promedios habría una tasa de desempleo positiva, pero
también mucho menor que la estimada, mientras que durante
los meses de demanda mínima la tasa de desempleo seguiría
siendo relativamente alta. En todo caso, los resultados del censo
de población de 1973 nos parecen poco confiables y habrá que
esperar a que se presenten resultados sobre una muestra más
completa para llevar a cabo unos cálculos más coherentes sobre
empleo y desempleo en el campo colombiano.

F. Los mercados de trabajo por departamentos

Un panorama rápido de la evolución de los jornales (sin


alimentación) por departamentos en los años de 1950, 1960 y
1970 (Cuadro 5.D) permite discernir algunos cambios importan-
tes en los mercados regionales de trabajo rural. Así, en 1950 la
zona cafetera (viejo Caldas, Tolima y Valle) tenían jornales
que oscilaban alrededor de los $ 3.oo, ocupando el segundo lugar
en rango. (El Meta, donde el jornal alcanzaba $ 4.20, era el sa-
lario más alto del país). Nariño tenía un jornal más frecuente
de $ 1.45, o sea la mitad del de la zona cafetera (con rango de
11), el más bajo del país, mientras que el Cauca tenía $ 2.20
(con rango de 8) y Boyacá $ 2.10 (con rango 9) que eran los
jornales más bajos del país, correspondientes a las zonas más
atrasadas en materia de desarrollo agrícola. Antioquia y los San-
tanderes estaban en una escala intermedia (con un rango de 6
y 3), y jornales que oscilaban alrededor de $ 2.70; los departa-
mentos de la costa figuraban con $ 2.50 (con rango 7), mientras
que Cundinamarca exhibía jornales de $ 2.30, del mismo rango.
En esta etapa se viene generalizando el trabajo asalariado en el
campo, pero es aparente que la movilidad del trabajo no sea tan
grande como lo será después. Existen grandes flujos migratorios
provenientes de las zonas de violencia política, que se dirigen
o hacia las ciudades o hacia nuevas zonas de colonización. Es

205
posible que estas circunstancias de orden público hagan que el
salario sea más alto en las zonas afectadas.

En ha cambiado tanto, a pesar de que


1960 la situación no
como se anotó atrás, las demandas de fuerza de trabajo en la
agricultura capitalista vienen creciendo a una tasa anual de casi
el 10%. Los departamentos cafeteros tienen jornales entre $ 5.oo
y $ 6.00 y siguen siendo de los más altos del país, aunque Caldas
ya bajó su rango de 2 en 1950 a 5 en 1960. Nariño se rezaga aun
más que en 1950 y ahora su jornal es menos de la mitad en re-
lación al de los departamentos cafeteros, de $ 2.15 (el rango de
11). Cauca sigue bajo, con $ 2.95, rango 10, pero Boyacá ya al-
canza $ 4.30 (un paso del rango 9 al 8), lo que manifiesta una
ampliación de la demanda de mano de obra ante la relativa des-
población rural que sufre este departamento. Los departamen-
tos de la costa tienen salarios entre $ 3.30 y $ 4.oo, rango entre 6
y 9, o sea que no ha ocurrido hasta el momento la gran expan-
sión del cultivo del algodón, que a partir de esta fecha empieza
a invadir el Magdalena y lo que es hoy el departamento del
Cesar, Antioquia y los Santanderes tienen jornales que oscilan
alrededor de $ 4.50 en rangos similares a los de 1950, y Cundina-
marca, con un desarrollo de su agricultura y ganadería bastante
pronunciado y también con una despoblación relativa del campo,
exhibe jornales de $ 5.oo, pasando del rango 7 de 1950 al 4 en
1960. El Valle del Cauca, entre tanto, pasa del rango 5 en 1950
al 3 en 1960, con un jornal de $ 6.60.

En1970 la situación ha cambiado. Ahora son los departa-


mentos de la costa los que tienen los jornales más altos del país:
entre $ 20 y $ 25; Cesar ocupa el rango 1 y los demás el 3 y el 4,
lo cual se desprende de la gigantesca demanda estacional por
mano de obra que hacen los cultivos de algodón sobre una re-
gión de población escasa y dispersa. Los departamentos cafete-
ros tienen jornales entre $ 18 y $ 21, ya con jornales parecidos
a los de las regiones más avanzadas, y el viejo Caldas pasa a
ocupar el rango 7 dentro del país.

Boyacá tiene jornales de $ I8.00 (rango 6) y Cundinamarca


de $ 20.00 (rango 4) o sea que el desarrollo agrícola ha conti-
nuado en esta zona, con una posible retención mayor de la fuer-
za de trabajo rural. Nariño y Cauca siguen con salarios bajos,
de $ 10.50 y $ 13.oo (rangos 11 y 9), a pesar de haber arrojado
a grandes masas de su población hacia el Valle del Cauca, donde
la superpoblación rural y urbana — suficiente móvil para surtir
las demandas agrícolas — hace que el salario no suba de los $
17.00, bajando del rango 3 en 1960 al 7 en 1970. Antioquia y los
Santanderes siguen con salarios medianos dentro de la escala
del país, oscilando alrededor de los $ 19.oo; aquí los salarios han
permanecido más bien estáticos, con una producción que crece

206
lentamente, mientras que gran número de la población rural
más joven abandona sus lugares de origen, impidiendo así una
baja pronunciada de los salarios.

Cuadro 5-D
Evolución de los salarios nominales * rurales, por departamentos
1950-1960-1970

Departamentos 1950 Rango 1960 Rango 1970 Rango 1976 Rango

a 9t^ 7 o R9 K
Z.OU 0 1 0 DZ O
rxiiaritico Z.DU 7 4. fin Q
y A
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1
í D ou f

uaiaas o.iU ¿ a í\(\


o.UU ü 1 7 7 /o 9
Z
Cauca 2.20 8 4.55 10 12.20 9 31 8
Córdoba 2.50 7 4.80 9 11.70 10 48 6
Cundinamarca 2.45 7 6.20 4 19,45 4 70 3
Chocó 2.90 4 5.00 8 65 4
Cesar 24.70 1 79 2
Huila 3.00 3 7.70 2 21.15 3 83 1
Magdalena 2.90 4 5.85 6 19.55 4 68 4
Meta 4.20 1 8.15 1 24.60 1 84 1
Nariño 1.45 11 3.19 11 9.80 11 52 6
N. Santander 2.95 3 6.65 3 18.90 5 74 3
Quindío 17.50 7 75 2
Risaralda 17.50 7 76 2
Santander 2.30 8 5.93 5 17.60 7 70 3
Sucre 19.10 5 62 5
Tolima 3.20 2 7.80 2 23.30 2 85 1
Valle 2.90 5 6.60 3 17.30 7 66 4

* Salario más frecuente hombre, sin alimentación y ponderado según clima.

Fuente: DAÑE, Anuarios de Estadística.

Es así como puede deducirse que el jornal agrícola mostraba


primero una influencia muy pronunciada por las demandas de
mano de obra del café, pero ya en la última década son los cul-
tivos comerciales los que impulsan la demanda por trabajo asa-
lariado. Algunas regiones muy desarrolladas en materia agrí-
cola, como el Valle y Cundinamarca, cuentan con abundantes
reservas de mano de obra situadas en las zonas periféricas de sus
ciudades que impiden un alza continuada de los jornales en las
labores agrícolas. El alto jornal de los departamentos de la costa

207
no lo es tanto porque incluye
los gastos de trasporte de gran
parte de la mano de obra que
explota. Otras regiones, tales co-
mo Boyacá, Antioquia y los Santanderes, cuentan con sobre-
abundancia de trabajadores, un tanto disminuida por la emigra-
ción, que permite por lo menos que los jornales agrícolas no des-
ciendan, y que en algunas de ellas, como en Boyacá, tengan un
alza relativa.

En 1976 la situación del mercado rural señala los salarios


más altos en el Meta, Huila y Tolima, todos de expansión en el
cultivo del arroz. Los departamentos cafeteros han recuperado
terreno, estamos en plena época de "bonanza", expansión de
siembras y cosechas, ocupando el segundo lugar en el concierto
nacional. El rango 3 lo ocupan Cundinamarca, donde algo tuvo
que ver la expansión de las siembras de flores para la exporta-
ción, con una gran demanda de cerca de 25.000 personas, sobre
todo mujeres, acusando el mismo nivel los Santanderes, donde
se refleja el fenómeno de la despoblación y sobre todo de la mi-
gración de jornaleros hacia Venezuela, lo cual tiende a presio-
nar a que los salarios de estas regiones igualen a los de Vene-
zuela. El Cesar sigue ocupando el segundo lugar, pero verdade-
ramente el jornal agrícola más alto del país se está pagando en
La Guajira, no incluido en nuestro cuadro, que llega a $ 99 dia-
rios y refleja seguramente la demanda de mano de obra para
los rnuy extensos sembrados de marihuana para la exportación
que están dominando esa región. Quizás por la misma razón
Magdalena ha subido de rango al cuarto lugar. Por lo demás,
Boyacá permanece muy bajo, junto con el Cauca, el más bajo
salario rural del país y Nariño y Córdoba compartiendo el lugar
N9 6.

Por lo general se puede asegurar que el salario mínimo ru-


ral es sobrepasado en la gran mayoría de los departamentos, con
la excepción de Boyacá, Cauca y si acaso Córdoba o sea que las
fuerzas del mercado de trabajo tienden a producir un salario ma-
yor que el que se fija por la sabiduría del legislador, o es quizás
que la política oficial quiera neutralizar en alguna medida las
fuerzas de mercado y producir un salario inferior al que impera
en la mayor parte del territorio rural del país.
Los gráficos de estacionalidad en la demanda de fuerza de
trabajo rural diseñados por el INCORA para 1969 permiten pre-
cisar un tanto las anotaciones sobre los mercados regionales de
trabajo en el país.

a. Zona í (Atlántico, Bolívar, Cesar, Magdalena y Sucre)

Según el INCORA,
zona 1 presenta un pronunciado dé-
la
ficit de mano de obra durante los meses de enero, septiembre.

208
octubre y diciembre (Gráfico 5.4), En
1969 el jornal promedio
de la zona fue de $ 19.80, o sea el más
alto del país, pero, sin
embargo, los otros seis meses del año presentan variados grados
de desempleo, que van entre 100.000 y 10.000 personas, con dos
meses de un relativo equilibrio entre oferta y demanda de fuerza
de trabajo. El INCORA deduce una tasa de desempleo promedio
de 0,3%, pero las consideraciones sobre estacionalidad demues-
tran cuán insuficiente es la categoría de desempleo para descri-
bir una situación de paro de gran parte de la fuerza de trabajo
durante la mitad de los días laborables del año. Los datos cen-
sales indican que mientras Atlántico y Bolívar perdieron pobla-
ción económicamente activa en la agricultura entre 1951 y 1964
(de 3.124 y 22.291 personas, respectivamente), Magdalena tuvo
una absorción neta de más de 31.000 personas, en lo cual ha de-
bido influir la apertura del ferrocarril del Atlántico en 1955, co-
mo también la alta tasa salarial que registra este departamento
(incluida su posterior subdivisión, El Cesar).

Gráfico 5.4

Demanda y oferta óe mano de obra


en el sector agropecuario Zonal- Atlántico »

Bolívar , Cesar , Magdalena y Sucre- 1969.

o/o
600

550 — Demanda
— Oferta
:

500

2 450
S
°- 400
u

^ 350

300

250

200
M M J i O N
1969
Fuente. INCORA.

En esta zona son importantes el algodón y el banano para


la demanda de trabajo asalariado, y el maíz y el plátano para

209
demanda de mano de obra familiar parcelaria. La ganadería
absorbe cerca del 30% de las demandas, a pesar de que se re-
quieren pocos jornales por cabezas de ganado.

b. Zona 11 (Antioquia y Córdoba)

Según el cuadro estacional del INCORA (Gráfico 5.5) la zo- ,

na II presenta un superávit permanente de fuerza de trabajo, lo


que debe explicarse porque parte considerable del campesinado
parcelario no presenta una alta movilidad por estar comprome-
tido en sus propias parcelas gran parte del año. La estacionalidad
de la demanda por trabajadores en esta zona no es muy aguda,
con excepción del café.

Gráfico 5.5

Demanda oferta de mano de obra en


y
el sector agropecuario Zona II • Antioquio
y Córdoba - 1969.
4 50 I .

200 i ' I
III
EfMAMJJASOND ' 1 I

1 969
fuente: FNCORA.

De departamentos, Córdoba tiene una tasa salarial


los dos
marcadamente baja, de $ 11.70 en 1969, que es sólo mayor que el
jornal de Nariño en el conjunto de departamentos del país. La
escasa presencia de cultivos en Córdoba, y el predominio de la
ganadería, pueden contribuir a explicar el hecho de que la de-
manda de trabajo asalariado sea reducida en la región. Antio-
210
quia tiene una tasa salarial un poco mayor, de $ 14. oo, lo que
también manifiesta que las demandas por trabajo asalariado son
menores que la oferta de trabajadores. Esta disminuyó relativa-
mente entre 1951 y 1964 en cerca de 34.000 personas de la po-
blación económicamente activa, que abandonó el campo, pero
aun así el salario relativamente bajo persistió. Los cultivos de la
zona II que más inciden en la demanda por mano de obra son
el café, el maíz, la caña para panela, el plátano y el fríjol, y to-
dos son cultivados, parcial o totalmente, por campesinos parce-
larios, lo cual contribuye a explicar una demanda débil por tra-
bajo asalariado. La ganadería absorbe alrededor de una quinta
parte de la demanda de mano de obra, en especial en Córdoba
y en la región noroccidental de x\ntioquia.

c. Zona III (Norte de Santander y Santander)

La zona III (Gráfico 5.6) presenta en 1969 un déficit de


mano de obra durante meses al año (abril, mayo y junio)
tres
que se origina principalmente en las demandas de recolectores
para las cosechas de tabaco. Durante el resto del año, el desem-

Gráñco 5.6

Demanda y oferto de mano de obra en


el agropecuario Zona
sector 111- Norte de
Santander y Sarrtander- 1969.
300

eí'mamj Jas ünd 1969


Fuente; INCORA.

211
pleo varía en intensidad, siendo especialmente agudo durante
agosto, cuando se presentan más de 100.000 desempleados. Entre
1951 y 1964 hubo una emigración rural de la zona, de cerca de
10.000 personas, lo cual contribuye a explicar que el jornal agrí-
cola de esta región sea el segundo más alto del país, con $ 18.50.
Los cultivos que demandan más mano de obra son el café, en
explotaciones por lo general grandes, el maíz, la caña, el tabaco,
el sorgo y la soya, de los cuales sólo en unos cuantos tiene par-
ticipación apreciable el campesinado parcelario (en especial ta-
baco). La ganadería absorbe el 8,1% de la mano de obra deman-
dada. El alto salario de la zona III debe reflejar también, espe-
cialmente en Norte de Santander, las demandas de mano de obra
en la zona limítrofe con Venezuela, observándose que existe una
gran movilidad a través de la frontera entre ambos países.

d. Zona IV (Boyacá, Caldas, Cundinamarca, Tolima, Huila,


Meta, Quindio y El Risaralda)

La zona IV (Gráfico especialmente heterogénea, pues


5.7) es
incluye tanto a los departamentos cafeteros como a los del cen-
tro y los llanos del Meta. Según los estimados del INCORA la
región está asolada por una de las tasas de desempleo más agu-
das del país, existiendo una relación muy desfavorable entre po-
blación económicamente activa y demanda de mano de obra.
Sin embargo, el salario era bastante alto en relación a las otras
zonas del país, de $ 18.00 en 1969, lo que expresa que parte del
campesinado parcelario contabilizado en la población económi-
camente activa no es suficientemente móvil y, por lo tanto, la
oferta de brazos no es tan grande como para determinar un sa-
lario menor. Según los resultados censales, la zona perdió 26.239
integrantes de su PEA en la agricultura, dentro de lo cual
descuellan departamentos expulsores de campesinos: Boyacá
(—27.480); Cundinamarca (—19.671), y Tolima (—16.005), y co-
mo departamentos absorbentes de nueva población agricultora
económicamente activa; Meta (25.955); viejo Caldas (9.837), y
Huila (1.125). La emigración agrícola neta de la región puede
contribuir a explicar también por qué el salario de la región no
ha descendido en relación con otras zonas del país.
El cultivo que más requiere de mano de obra es el café, du-
rante los meses de octubre, noviembre y diciembre. Este es cul-
tivado, como ya se ha visto, tanto por campesinos parcelarios
como por empresas de tipo capitalista, que demuestran una par-
ticipación creciente en la producción. Le siguen productos como
la caña para panela, maíz, arroz, algodón, cebada, trigo y pláta-
no, en los cuales existe tanto explotación familiar como de tipo
capitalista. La ganadería demanda cerca del 13,0% de la fuerza
de trabajo total, especialmente referida al Meta, valle del Mag-

212
dalena y las lecherías de la sabana de Bogotá y partes altas de
Boyacá.

Gráfico 5.7

Demanda y oferta de mano de obra en el sector


agropecuario Zona IV- Boyaca , Caldas ,Cund¡nainorca,
Hulla, Meta, Qulndlo, El Risaralda yTollma- 1969.

I . I 00

o
c
o
(A
w
a>
Q.
<D
•O

Oi

Kuenle: INCÜRA.

e. Zona V (Cauca, Nariño, Valle del Cauca)

La zona V más bajo de


todas
(Gráfico 5.8) tiene el salario
las regiones del país, con un promedio de $ 13.oo, lo cual co-
rresponde a la relación que establece el INCORA entre pobla-
ción económicamente activa rural y demanda de trabajo. El de-
sarrollo capitalista de la agricultura de la zona se ha limitado
fundamentalmente al valle geográfico del río Cauca y a las re-
giones cafeteras del norte del departamento del Valle, mientras
que Nariño y Cauca exhiben grandes masas de población res-
tringida a tierras deficientes. En el Valle mismo la población
urbana que se concentra en los pueblos y ciudades intermedias
da lugar a una sobreoferta relativa de brazos, que ha estabiliza-
do el salario pagado por las grandes azucareras y los empresa-
rios del maíz, el sorgo, la soya y el fríjol de exportación. El in-
flujo de emigrantes al Valle del Cauca se puede colegir de los
cambios intercensales. Entre 1951 y 1964 la Zona V absorbió

213

36.717 personas dentro de su población económicamente activa


rural, pero descompuesta por departamento resulta que Cauca y
Nariño fueron expulsores ( 5.154 y —
18.764, respectivamente), —
mientras que el departamento del Valle del Cauca absorbió más
de 60.000 personas dentro de su población económicamente ac-
tiva rural. Esta situación explica en parte el relativo reducido
nivel del salario del departamento del Valle del Cauca, que ocu-
paba el rango 7 en el país.

Gráfico 5.8

Demanda de mono
de obra en el sector
agropecuario Z ona V- Cauco, Nariño y Valle.
1969.

500 I
I

450 -

E
....
FM A M J
.

J A
I t

S
. i

ü
i

N
—— —
I

ü
1969
Fuente INCüRA.

La Zona V presenta un superávit permanente de mano de


obra, con excepción de octubre, cuando la cosecha cafetera del
norte de la zona contribuye a agotar la fuerza de trabajo dispo-
nible en la población agrícola económicamente activa, pero, co-
mo se ha referido, la población urbana sobrante está disponible
para ocupar prontamente las vacantes en la cosecha cafetera.
Otros cultivos que demandan mano de obra son la caña para
panela, maíz (en gran medida industrializado), papa, fríjol (par-
celario y de explotación comercial), sorgo y soya (empresas ca-
pitalistas) y plátano. La ganadería atrae sólo el 9,6% de la
fuerza de trabajo solicitada en todo el año.

214
G. La juerza de trabajo rural y sus ingresos

La fuerza de trabajo en el campo, tanto asalariada como


aquella compuesta por pequeños propietarios y arrendatarios,
es retribuida en forma deficiente en relación a sus esfuerzos pro-
ductivos. Mientras la primera disfruta de un nivel ínfimo de
salarios y de trabajo mayoritariamente ocasional, la segunda,
explotando las tierras difíciles, incapaz de desarrollar la pro-
ductividad por su atomizado capital o entregando una parte des-
proporcionada de su trabajo en forma de interés usuario y ga-
nancia intermediaria, no puede elevar su nivel de vida por en-
cima de la subsistencia. Si bien la migración a las ciudades ha
debido disminuir la oferta de brazos que quedan en el campo, no
parece llegado el momento en que una escasez relativa de ma-
no de obra rural conduzca a un alza relativa del salario. Por el
contrario, el decreciente pedido de mano de obra de la agricul-
tura capitalista y el reciente auge de la ganadería como renglón
de exportación que implica su necesaria expansión, auguran un
horizonte de creciente desigualdad, tanto para el campesinado
parcelario como para el sin tierra, que tiene que alquilarse para
subsistir.

a) Los ingresos de la fuerza de trabajo asalariada

El precio de la fuerza de trabajo en el campo es fijado por


varios factores:

1. Un nivel mínimo de
subsistencia que permita la reposición
de energía por parte del trabajador;
2. La situación de oferta y demanda de brazos; y
3. La capacidad organizativa de los trabajadores.

En cuanto a lo primero, se esperaría que


de la los precios
subsistencia fueran más bajos en las zonas rurales que en las
urbanas, pero esto no es así en la medida que zonas y regiones
se especializan en determinados cultivos, y esto impulsa el co-
mercio y una tendencia a una uniformidad de precios en los
alimentos en todas las regiones ^'K Es conocido que el precio
de las manufacturas^ vestido, calzado, etcétera es más alto en
las zonas rurales que en las urbanas, por la falta de uniformi-
dad y lo esporádico del mercado rural y por implicar costos
considerables de trasporte y de intermediarios. En cuanto al
mercado de trabajo, ya se ha podido discernir que el desempleo

7. Además, en la medida en que una región entra a ser dominada por los cul-

tivos comerciales, los cultivos de subsistencia tienden a desaparecer.

215
ha disminuido relativamente, pero sigue existiendo gran reserva
de trabajadores, en unas zonas más que en otras, dispuestos a
asalariarse; durante la etapa de jornada pico y cuando las re-
servas humanas del mismo campo
se agotan, llegan grandes
ejércitos de trabajadores urbanos o de otras regiones, lo cual
permite algún alza de los salarios, que se neutraliza por la bre-
vedad de la temporada. Finalmente, la misma estacionalidad
del trabajo agrícola y las grandes movilizaciones que caracteri-
zan a este mercado, hacen que sea difícil para los trabajadores
organizarse y conseguir mejores condiciones de trabajo.

Existe, por otra parte, el salario de acuerdo al rendimiento


en el trabajo; es el caso del algodón y el café lo cual intro-
duce variaciones amplias en el salario, según la destreza del
trabajador y según se trate de primera, segunda o tercera re-
cogida, o si es una cosecha de mitaca o una cosecha grande.

Gráfico 5.9

Evolución índice salarial real agricob

160
Salario defh (Otado por índice y
150 obreros.
costo de vi<íq

140

120

lio ^^^^^

100

90

80
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76

Es sabido también que la legislación laboral afecta poco


a las empresas agrícolas, lo cual exime a gran parte de los em-
presarios del pago de prestaciones sociales, y permite jornadas
diarias de 10 y más horas de trabajo. Todos estos factores han
incidido, en una forma u otra, para que el jornal de los obreros
rurales se mantenga a un nivel bajo. Entre 1950 y 1960 el jornal

8. Soledad Ruiz, Seprocol, DAÑE, notas de campo.

216
diario incluso tendió a la baja (Cuadro 5-E, Gráfico 5.9), pero
de 1960 a 1970 se produce un alza relativa que puede ser indi-
cativo de que la migración ciudad-campo había menguado las
reservas laborales del agro. La baja relativa en la tasa de mi-
gración que arroja el censo de población de 1973, guarda cohe-
rencia con estas apreciaciones; si se considera además que el
creciente desempleo urbano vivido en la década del 60 detuvo
el aflujo de nuevos migrantes, se deducirán unas condiciones
restrictivas a la migración urbana en ambos polos del campo
que se analiza: aumento del empleo y salarios rurales, y au-
mento del desempleo y disminución de la capacidad urbana pa-
ra recibir nuevos migrantes. Si se compara 1950 con 1970, se
notará que el salario real aumentó en 17,7% en 21 años, lo cual
indica que la situación de oferta y demanda de mano de obra
se empezaba a tornar menos desfavorable para los trabajadores.
Sin embargo, el crecimiento desacelerado de la demanda de
mano de obra de los cultivos comerciales, y la franca reducción
en los cultivos mixtos hace pensar que nunca se alcanzará una
situación en la que el salario rural tenga alzas más favorables
para los trabajadores, que obedezcan a una situación de pleno
empleo de la fuerza de trabajo disponible.
Es conocida la relación que existe entre el nivel de los sa-
larios en el campo y la mecanización. Si aumentan los jornales
para la recogida de la cosecha de algodón por encima de cierto
punto, los empresarios tenderán a utilizar más cosechadoras
mecánicas, las cuales pueden hacer el trabajo de 250 trabajado-
res al día Hasta el momento, el gobierno ha impuesto obs-
táculos a la importación de este tipo de maquinaria pero la
perspectiva para los recolectores es de que existe cierto límite
en sus salarios, que de sobrepasarse conduciría al desplazamien-
to tecnológico masivo de la mano de obra. Así también la in-
troducción de cosechadoras de arroz ha hecho que las labores
de cultivo requieran muy poca mano de obra relativa a las ne-
cesidades que imponían las viejas formas de producción.

Otro adelanto técnico que puede citarse en este contexto


es el de matamalezas, que también tiene incidencia en desalo-
jar trabajadores en los deshierbes, una de las tareas más inten-
sivas en mano de obra que existen en la agricultura. En fin de
cuentas, el hecho de que los precios relativos de los insumos
técnicos y del trabajo tiendan a descartar la introducción de
estos en la producción ha contribuido a una relativa amplia

9. Ibid.

10. ICA, INCORA, Banco Ganadero, Fedealgodón, SAC, Caja Agraria, Pla-
neación Nacional, Fondo Financiero Agrario, Los insumas agropecuarios en
Colombia. Tomo I, pág. 119.

217
Cuadro 5-E

Ingresos anuales de los jornaleros agrícolas (230 días al año)


1950-1976

Jornal promedio Ingreso anual Ingreso anual Indice


Años nacional $ corrientes $ de 1958
$ corrientes

1950 2.45 5880 — —


1951 2.85 655.5 — —
1952 2.60 598.0 — —
1953 2.85 655.5 920.6 93,1
1954 3.30 759.0 1.067.5 108,0
1955 3.40 782.0 1.096.8 110,9
1956 3.45 793.5 1.055.2 106,7
1957 4.05 931.5 1.055.0 106,7
1958 4.30 989.0 989.0 100,0
1959 5.10 1.173.0 1.084.1 109,6
1960 5.70 1.311.0 1.147.0 116,0
1961 6.50 1.495.0 1.205.6 122,0
1962 7.25 1.667.5 1.289.6 130,4
1963 9.40 2.162.0 1.313.5 132,8
1964 11.30 2.599.0 1.341.1 135,6
1965 11.70 2.691.0 1.296.9 131,1
1966 14.20 3.266.0 1.349.0 136,4
1967 14.25 3.277.5 1.252.9 126,7
1968 14.70 3.381.0 1.203.2 121,7
1969 18.50 4.255.0 1.416.0 143.2
1970 18.80 4.324.0 1.348.3 136,3
1976 62.0 14.260.0 1.540.6 155,8

1. Salario más frecuenté hombres sin alimentación y ponderado según clima.

2. Deflactado por índice de costo de vida obreros.


No hay datos para el período 1971 a 1975.

Metodología: El ingreso anual se derivó asumiendo trabajo durante 230 días


al año.

utilización de la mano de obra. Sin embargo, los precios rela-


tivos no indican la relación entre costos de producción y valor
de producción (^^>., lo cual permitiría que aun los precios rela-

11. Lauchlin Currie, Desarrollo económico acelerado, los fines y los medios,
F. C. E. Ver además, capítulo V de este trabajo.

218
tivos ascendentes de los insumos técnicos sean rentables en re-
lación con la productividad y el valor recaudado por el que los
utiliza. Esto explica en parte (a pesar de que la agricultura
comercial intercambie en términos desfavorables con las indus-
trias productoras de sus insumos, o con sus importaciones) por
qué ha tenido lugar una tendencia ascendente hacia la utiliza-
ción de más y más insumos técnicos en la producción. Si bien
algunos de ellos han permitido la roturación de nuevas tierras
y la mayor producción por hectárea, lo cual ha incidido en au-
mentar la mano de obra demandada por la agricultura comer-
cial, por otra parte otros insumos como los matamalezas y las
recolectoras son desplazadores netos de mano de obra, especial-
mente si se trata de producción que compita con los campesinos
parcelarios, o con cambios técnicos que reduzcan la demanda
de mano de obra en la agricultura comercial. En suma, así es
difícil concebir una situación de pleno empleo de la fuerza de
trabajo rural en el futuro.

La
situación anterior se refleja en el hecho de que la par-
ticipación de la remuneración del trabajo en el PBI agropecua-
rio ha venido en descenso del 37,7% en 1950 a cerca del 24%
en 1974 (Cuadro 5-F), decremento que manifiesta el lento desa-
rrollo del salario agrícola, unido a un incremento notable en la
productividad del trabajo. Estos dos fenómenos vuelven a ma-
nifestarse si se consideran conjuntamente dos índices de cre-
cimiento de la remuneración al trabajo y el PBX agrícola. Mien-
tras la remuneración al trabajo aumentaba un 46,3% entre 1950
y 1974, el FBI agrícola aumentaba en 131,7% (2,8 veces más
rápido) o sea que el ingreso neto de propietarios y empresarios
aumentó su participación tanto en el producto como en el in-
cremento del producto. Esto puede relacionarse con una parti-
cipación creciente, tanto de las rentas de la tierra como de las
ganancias del capital en el producto, ambos a su vez ligados a
aumentos en la productividad del trabajo muy superiores al del
precio del mismo. Es decir, el auge de la productividad del tra-
bajo ha impulsado una ampliación considerable del ingreso neto
total agrícola, mientras que su participación disminuía en pro-
porción al avance de las rentas y ganancias en ese producto.

Berry ha establecido diferencias entre agricultura e indus-


tria bastante amplias y crecientes en el tiempo ^^^K Esto se con-
firma a nivel de las estadísticas de Cuentas Nacionales, en las
que se observa que mientras la participación de los salarios en
el producto bruto agrícola disminuye, la participación de los sa-

12. En 1935, según Berry, el salario rural era un 37,2% del salario urbano,
mientras que en 1967 la relación fue del 22,9%. En 1977 la relación debe
estar alrededor del 50%.

219
Cuadro 5-F

Remuneración del trabajo al costo de factores


1950-1975

A rosto (\p Triflirp Indice PBX íl)


Años Remnnerarinn a w L vx w o
ríjrtorp<\
i. rpmiinpríirión
fll trahflio
Ax wx ai^div/ costo de factores (2)

1950 1.064.6 2.087.4 100,0 100,0 100,0


1951 1.208.3 2.112.4 101,1 101,3 99,7
1952 1.220.6 2.108.1 101,0 108,2 93,3
1953 1.338.7 2.138.4 102,4 108,5 94,3
1954 1.503.7 2.002.2 95,9 111,4 86,1
1955 1.569.5 2.201.2 105,4 114,1 92,3
1956 1-631.5 2.041.9 97,8 118,0 82,9
1957 1.837.4 1.975.7 94,6 125,3 75,4
1958 2.111.9 2.111.9 101,1 129,2 78,2
1959 2.350.0 2.253.1 107,9 135,6 79,5
1960 2.668.8 2.365.9 113,3 135,8 83,4
1961 3.029.0 2.513.7 120,4 141,6 85,0
1962 3.357.3 2.707.5 129,7 146,4 88,5
1963 4.360.4 2.864.9 137,2 147,1 93,2
1964 4.979.2 2.593.3 124,2 155,5 79,8
1965 5.9360 2.911.2 139,4 155,8 89,5
1966 6.560.3 2.828.9 135,5 160,7 84,3
1967 7.429.3 2.946.9 141,1 169,0 83,4
1968 7.945.0 2.986.8 143,1 180,7 79,2
1969 9.218.1 3.200.7 153,3 184,7 83,0
1970 9.909.6 2.920.6 139,9 193,1 72,4
1971 11.145.2 2.943.0 141,0 198,0 71,2
1972 12.695.7 2.970.4 142,3 208,8 68,1
1973 15.165.9 2.925.5 140,5 218,0 64,4
1974 20.138.5 3.053.1 146,3 231,7 63,1
1975 27.783.7 3.451.0 165,3 246,8 67,0

Fuente: Cuentas Nacionales, Banco de la República

larios en producto bruto industrial aumenta. Sería aparente-


el
mente lógico deducir que los aumentos en la participación de los
salarios urbanos están asociados con la disminución de la parti-
cipación de los salarios rurales en sus respectivos productos a
través del mecanismo de precios, pero ya se ha visto en el aná-
lisis del ciclo que tal mecanismo no observa, en el mejor de los
casos, un comportamiento claro y, más aun, que hay pocas evi-
dencias de un traslado de producto agrícola que tomara la forma

220
de salarios urbanos más altos. Por otra parte, la productividad
ha aumentado tanto en la industria como en la agricultura, sien-
do probable que los aumentos obtenidos en la industria hayan
sido mayores que los de la agricultura. Esto estaría señalando
que la industria pudo pagar un nivel mayor de salarios, dada una
presión organizada de la fuerza de trabajo, sin lesionar sus
márgenes de ganancia y aun vender su producción a precios re-
lativamente menores que los de la agricultura. Es decir, hasta
el momento no se encuentra un traslado de unos salarios por
otros.

Pero la debilidad de la argumentación —que se remite a la


teoría del fondo de salarios —
se muestra fundamentalmente por
el hecho de que son las condiciones de contratación en cada sec-
tor las que influyen en el nivel salarial, y no tiene por qué ha-
ber un traslado intersectorial, sino que la diferencia puede ob-
tener la forma de ganancias extraordinarias en uno de ellos. En
este caso tiene poco que ver el aumento en la productividad
pues es obvio que donde exista superabundancia de brazos e
incapacidad de organización de la fuerza de trabajo, los empre-
sarios no van a estar dispuestos a elevar salarios por encima del
nivel dictado por el mercado.

Lo que está demostrando la baja en la participación del sa-


lario en el producto agrícola es, por una parte, un aumento de
la tecnificación y el hecho de que la agricultura comercial ge-
nera una parte cada vez mayor de la producción agrícola, y, por
otra, la existencia de condiciones que permiten un amplio mar-
gen de utilidades para los empresarios y de rentas para los pro-
pietarios.
No se trata de que el bajo salario rural haga posible el "alto"
salariourbano (lo cual es incluso debatible para la mayor pro-
porción de la fuerza de trabajo urbana que no está organizada)
sino que el bajo salario rural permite una alta tasa de ganancias
y tasa de rentas en la agricultura. Incluso se puede dar un au-
mento sustancial de los precios de la agricultura, como viene su-
cediendo a partir de 1971, y esto no significa, ni puede hacerlo,
que aumente la participación del salario en el producto gene-
rado en la agricultura.

La evolución de valor agregado en la in-


la distribución del
dustria a partir de 1971 señala una caída vertical de la partici-
pación de los salarios, que pierden cerca del 5% en la participa-
ción y se ven reducidos en su magnitud real en cerca de un 28%,
si se cuenta el período 1971-1977. Entre tanto, los salarios ru-
rales se han incrementado relativamente, así que hoy la dife-
rencia entre los salarios rurales y los urbanos ha dejado de am-
pliarse y por el contrario existe la tendencia, confirmada por
una política de represión contra los trabajadores en general, de

221
Cuadro 5-G

Participación del trabajo en el PBI agropecuario


1950-1975

(Millones de pesos corrientes)

Años Remuneración FBI Participación


del trabajo agropecuario

1950 1.064.6 2.823.5 37,7


1951 1.208.3 3.210.7 37,6
1952 1.220.6 3.470.6 35,1
1953 1.338.7 3.760.2 35,6
1954 1.503.7 4.631.6 32,4
1955 1.569.5 4.514.9 34,7
1956 1.631.6 5.213.3 31,3
1957 1.837.4 6.437.0 28,5
1958 2.111.9 7.146.2 29,5
1959 2.350.0 7.837.6 30,0
1960 2.668.8 8.482.0 31,4
1961 3.029.0 9.419.9 32,1
1962 3.357.3 10.011.6 33,5
1 (\CtO
lyoá 4.odU.'±
1964 4.979.2 16.477.5 30,2
1965 5.936.0 17.447.6 34,0
1966 6.560.3 20.570.1 31,9
1967 7.429.3 23.435.9 31,7
1968 7.945.0 26.203.0 30,3
1969 9.218.1 29.453.6 31,3
1970 9.909.6 33.882.8 29,2
1971 11.145.2 39.017.4 28,6
1972 12.695.7 48.135.6 26,5
1973 15.165.9 63.676.8 23,8
1974 20.138.5 83.864.0 24,0
1975 27.783.7 109.203.0 25,4

Fuente: Cuentas Nacionales, Banco de la República.

homogenizar por bajo los salarios en el país. Pero aquí tam-


lo
poco opera la hipótesis del traslado de salarios urbanos a los
trabajadores del campo porque una parte considerable de la di-
ferencia fue apropiada por los mismos capitalistas urbanos, cuya
tasa de ganancia y tasa de interés crecieron rápidamente duran-
te el período en cuestión. Al mismo tiempo, la^ ventaja de pre-
cios para la agricultura y la ganadería permitió que los empre-
sarios del campo pagaran mayores salarios de los que acostum-
braban, pero no porque quisieran sino porque el mercado de

222
trabajo en el campo, como ya lo anotamos, tiende a caracterizar-
se por la escasez. Aun así, las ganancias y rentas de los capita-
listas agrarios y de los terratenientes se incrementaron más de
la cuenta y no fueron erosionados por el alza de salarios rura-
les, ya que los altos precios y los negocios de exportación permi-
tieron inflar el ingreso neto de los propietarios de los medios
de producción en el campo colombiano.
Según un estudio de 1976, de César Jaime Gómez llevado
a cabo en las regiones algodoneras del Cesar y en el Valle del
Cauca, el proletariado rural no está sometido más que a la cruda
ley de la oferta y la demanda porque las leyes que supuesta-
mente protegen al trabajador de la expoliación del capital no
se aplican en el campo colombiano. En efecto, las reivindicacio-
nes que han logrado los trabajadores colombianos a lo largo de
muchos años de lucha y que se consagran, aunque sea de ma-
nera incierta, en el código laboral, tienen un alcance extrema-
damente limitado y es como si no existieran en la regulación
de las relaciones entre capital agrario y jornaleros rurales. Los
datos encontrados por Gómez y confirmados por otras investi-
gaciones muestran que precisamente en regiones de más
las
avanzado desarrollo capitalista del país, la jomada de trabajo
diaria es de 10 a 12 horas, el salario no está convenido sino de
acuerdo a la cantidad de producto sembrado, cosechado o cor-
tado que alcance cada trabajador (al destajo), la jornada se-
manal sobrepasa en tiempos de cosecha las 72 horas y no existe
pago de horas extras, ni feriados, ni primas y cesantías. Muchas
veces existen serias arbitrariedades en la pesada o la evaluación
del trabajo llevado a cabo que es realizada unilateralmente por
el patrón. Se producen despidos automáticos sin compensación
bajo cualquier brote de "indisciplina", que equivale generalmen-
te a intentos de organizar sindicalmente a los trabajadores. Se
utiliza el ejército, especialmente en las regiones del Cesar, para
amedrentar a los obreros, forzándolos frecuentemente al traba-
jo por sospecha de que sean "maleantes" o estar indocumenta-
dos. En ambas regiones, los patronos recurren a contratistas de
personal para desligarse de las responsabilidades legales que les
acarrea el tamaño de sus empresas y las obligaciones en rela-
ción con el Seguro Social, previsión de enfermedades, aportes
al Sena y Bienestar Familiar que constituyen meras ficciones
para estos patronos, a pesar de que algunos de ellos cuentan

13. Gómez César Jaime, *'La eficacia de la ley laboral en proletariado agrícola*
en El agro en el desarrollo colombiano. Editorial Punta de Lanza, Bogotá,
1977.

14. Buenaventura Nicolás, "Temporeros", Revista Estudios Marxistas Nos. 8 y


9, Cali, 1976.

223
con capitales de cientos de millones de pesos. En términos ge-
nerales, los trabajadores no cuentan con la más mínima protec-
ción, incluso en casos de accidentes de trabajo que recaen bajo
la responsabilidad del patrón.

Enla costa en particular, por la escasez de mano de obra


relativa a las grandes necesidades de la cosecha de algodón, los
empresarios pagan el transporte por medio de avances y se re-
curre de alguna manera a la vieja institución de tienda de la
raya, que vende los artículos en los campamentos de los jorna-
leros a precios exorbitantes, ocurriendo frecuentemente que en
base a estos "avances" el jornalero queda endeudado con el
patrón al final de la cosecha.

Los conflictos en torno a la organización sindical de los


trabajadores por temporada han sido particularmente agudos
en el Valle del Cauca, con intervención abierta del ejército para
controlar la zona durante los grandes conflictos de 1963 y más
recientemente, en 1975, cuando también intervino para mante-
ner a raya las expresiones y movilizaciones del Sindicato de
Trabajadores del Ingenio Río Paila, que tuvo una duración de
más de 6 meses y terminó con varios jornaleros muertos y la
mayor parte de los dirigentes sindicales despedidos. La huelga
de Indupalma durante 1977 donde se combatió fundamentalmen-
te para que la mayor parte del personal, unos 1.500 obreros li-
gados a la empresa hasta entonces por contratistas, lo fueran
por el gigantesco pulpo del consorcio Gutt de las grasas, pone
también de presente las aberrantes condiciones de explotación a
que se ve sometido el proletariado agrícola: jornadas de 12 a
16 horas diarias sin llegar siquiera al salario mínimo ^^^^

Si el salario urbano en Colombia es ya uno de los más bajos


del mundo — el salario mínimo diario en la ciudad equivale en
noviembre de 1977 a US$ 2.10 contra US$ 2.75 la hora en los
Estados Unidos, o sea unas once veces inferior —
los salarios
rurales que escapan del mínimo legal, la jornada laboral que es
30 y 40% superior a la urbana y más del 60% que en un país
capitalista civilizado, dan una idea aproximada del tremendo
grado de explotación a que somete el capital en el país al tra-
bajo asalariado en general y en particular el capital agrario a
los jornaleros agrícolas y es también una explicación adicional
para explicar el extraordinario "dinamismo" de la acumulación
gran burguesa en el campo y contribuye en algo a la "competi-
tividad" internacional que ha alcanzado la agricultura colombia-
na, pero al mismo tiempo explica también que el capital esté
convirtiendo a sus explotados en verdaderos deshechos huma-

15. Revista Alternativa, N° 129, 5 de septiembre de 1977.

224
nos, de que se esté exportando la miseria masiva del proleta-
riado nacional y de que tenga mucho de cierto aquella aprecia-
ción simple y a la vez fiel a los hechos que hace un campesino
en uno de los relatos de Sánchez Juliao, al efecto de que en
este país tratan mejor al ganado que a los hombres.

Uno de los efectos de la situación anotada es que la masa


de salarios rurales ha tenido un desenvolvimiento lento, pues en
1974 es sólo un 46% más alta que en 1950 (ver Cuadro 5.F), lo
que denota, a su vez, un crecimiento restringido de la demanda
rural, por parte de sus asalariados, para los productos de la in-
dustria.

En cuanto a las rentas de la tierra, como parte del producto


agrícola que va a los propietarios, es difícil calcular con alguna
exactitud su cuantía. Se han derivado algunos promedios de la
participación de la renta en los costos de producción, que van
desde 31,2% para la caña de azúcar (en 1971) al 6,5% para la
papa y alrededor del 20% para soya, maíz, sorgo, trigo y cebada.
En términos generales se puede fijar un 20% de los costos de
producción de los cultivos comerciales como renta de la tierra,
bien como canon o imputada. Si se considera otro 20% como
tasa de ganancia, esto significaría que la renta ocuparía cerca
del 17% del valor al productor. En 1971, sólo en los cultivos co-
merciales, esta participación alcanzaría a $ 757.1 millones. Si se
supone que la tasa de renta en cultivos tradicionales es de 10%,
en los mixtos y café de 15% y de 12% en los cultivos de plan-
tación, se obtendría un total de $ 2.450.2 millones en los 18 cul-
tivos, que se compara con millones como remunera-
los $ 5.645
ción al trabajo (si se excluyen ganadería y cultivos menores)

Esto significaría que los ingresos imputados como renta al-


canzarían a ser el 43% de los ingresos de los asalariados.

b. Los ingresos del campesinado parcelario y otras capas de la


población rural

El monopolio de la propiedad territorial, por una parte, y la


acumulación de capital lograda por la clase media rural, por
otra, se expresan claramente en la distribución del producto
agropecuario. El cálculo de la distribución del ingreso llevado a
cabo por la Prealc, en base a datos del censo agropecuario de
1960, dan resultados relativamente conservadores. Para la Prealc
(Cuadro 5.2) los ingresos del trabajo de obreros, que según tes-

16. Véase Cuadro 4-A; los 18 cultivos mayores requerían 1.333.2 miles de hom-
bres. Este número de hombres se multiplicó por el ingreso anual de 1970
de cada uno, $ 4.324, para obtener la cifra de | 5.645 millones.

225
,

timonio eran el 38% de la población activa rural, alcanzaban sólo


el 14,6% de los ingresos agropecuarios. Los minifundistas, que
llegalDan a ser el 24,5% de la población, obtenían el 20,9% del
ingreso, el cual se repartía entre propiedad y manejo (en 55%
y 45%, respectivamente). Estas dos capas de la población suma-
ban el 62,5% del total, pero obtenían sólo el 35,5% del ingreso
rural.

En la escala intermedia, los agricultores medianos (de 5 a


50 has.) obtenían un ingreso similar al de las dos capas ante-
riores (35,2%), pero eran sólo la mitad de su proporción en nú-
meros (30,6%). Una tercera parte de sus ingresos derivados de
su propio trabajo, y el resto se imputaba a propiedad y manejo.

Unpoco más ventajosamente, los propietarios más que me-


dianos (entre 50 y 200 has.), con sólo el 5,2% de la población
apropiaban el 16,7% del ingreso, la mayor parte del cual pro-
venía sobre su propiedad del capital y de la tierra.
Por último, grandes propietarios, de 200 y más has., el
los
1,74% de la población, apropiaban el 12,6% del ingreso total, la
mayor parte del cual ha debido estar conformado por rentas de
la tierra.

Latabulación sobre ingresos hecha por Berry (Cuadro 5.3)


también para 1960, confirma esta situación pero en forma más
aguda. Según sus estimados, el 1,7% de la población en la escala
superior absorbía cerca del 20% del ingreso generado en el cam-
po, mientras que el 85% de la población en los estratos más ba-
jos recibía el 40,4% del ingreso. Finalmente, la clase media cam-
pesina, calculada por Berry como el 13.3% de la población, ab-
sorbía el 40,2% de los ingresos del sector.

Según de población, en lo que con-


los resultados del censo
cierne a la distribución del ingreso, la situación ha empeorado
sustancialmente desde el estimado del Berry para 1960. Según
esta encuesta casi el 92% de la población rural percibe el 64%
del ingreso y el 8% restante el 36% del mismo ingreso. La clase
media de Berry desaparece virtualmente en 1973, porque aun
percibiendo un 11% aproximadamente de los ingresos alcanza
a ser menos del 1% de la población rural (Cuadro 5.4).

Los estimados sobre valor real de la producción de culti-


el
vos tradicionales arrojaron un crecimiento de 3,9% anual entre
1960 y 1972, mientras que los cultivos comerciales anotaron un
4,5% anual, o sea que el valor percibido por los campesinos par-
celarios creció menos que el obtenido por las empresas agríco-
las. En cuanto a los trabajadores asalariados, si bien hubo un
alza relativa en el salario real rural, esto no fue suficiente para
compensar un aumento más sostenido de la productividad, que

226
se repartió entre empresarios y consumidores. Esto significa que
la distribución del ingreso, observada para 1960, prosiguió en
forma acumulativa hacia una creciente desigualdad, y que la
distribución para 1973 es más desigual que la de hace 15 años.
Los datos derivados del censo agropecuario de 1970-71 no hacen
más que recalcar esta situación, pues no sólo se retiraron mu-
chos campesinos de la producción (disminución del número y
área en arriendos menores de 20 hectáreas), sino que los que
quedaron vieron disminuir el área disponible para cultivos (frag-
mentación de la propiedad) Conclusión necesaria de este análi-
.

sis es que el problema agrario se ha agravado, y que no existen


tendencias restauradoras hacia un equilibrio relativo y de mejo-
ra en las condiciones, tanto de la fuerza de trabajo asalariada
como de los campesinos parcelarios del país.

227
Capítulo VI

INVERSION, TECNOLOGIA Y CREDITO

A. Introducción

Los temas tratados en el presente capítulo se relacionan en-


tre sí y se centran en especial sobre la agricultura de tipo co-
mercial. Si bien se puede hablar de inversión en la agricultura
de tipo parcelario, su carácter es limitado y tiene más que ver
con autoproducción, aumento de la fuerza de trabajo familiar y
la compra de algunos insumos simples, que con una capitaliza-
ción que consiste en compra de fuerza de trabajo, bienes de ca-
pital e insumos químicos en los mercados correspondientes. Ha-
brá unidades de tipo parcelario en transición, en las que la in-
versión puede incluir un fondo mayor para jornales y elementos
técnicos más avanzados (entre otros, fertilizantes, plaguicidas y
semillas mejoradas), conformando así un terreno intermedio en-
tre las unidades parcelarias y las unidades de tipo comercial.

El crédito también se dirige fundamentalmente hacia las


unidades de tipo comercial, que cuentan con organización, ga-
rantías prendarias e hipotecarias y, lo que es más importante, la
capacidad de producir en amplia escala, obtener ganancias y,
por lo tanto, cubrir con menos riesgo la cuantía de su pasivo que
las unidades de tipo parcelario. Así, la cuantía de la financiación
es generalmente proporcional al capital o a los activos de las
unidades de producción, o sea su capacidad productiva, que es
obviamente mayor en las unidades comerciales que en las par-
celarias. Sólo en los casos del crédito institucional, como una
parte del volumen otorgado por la Caja de Crédito Agrario y el

228
programa de crédito supervisado del INCORA <i>,
será posible
contrarrestar las tendencias propias del mercado de dinero en el
campo.
Igualmente, se trata al final de este capítulo, aunque en for-
ma somera, del papel cumplido por los gastos públicos en la
agricultura y las fuentes de tributación en el sector.

B. Inversión agrícola

El problema de cuantificación de la inversión en general es


extremadamente complejo y en la agricultura lo es aún más por
el carácter transitorio de muchos cultivos y las dificultades inhe-
rentes a la medición de rubros como construcciones, mejoras,
cercas, abrevaderos, ganado de labor, habilitación de tierras, in-
versión de plantaciones, etc. La misma separación entre inver-
sión bruta e inversión neta tiene problemas adicionales sobre la
cuantificación del acervo de capital, el período de depreciación
de los diversos elementos que lo componen y la variación que
introducen los cambios de precios y la misma tasa de ganancias
en la valorización de una determinada planta o equipos
En que se refiere a la inversión de capital en el sector
lo
agrícola, se ha contabilizado, por una parte, la inversión en ma-
quinaria a costo, desglosada en tractores y otros elementos y,
por otra, el número de empresas registradas en las cámaras de
comercio de 23 ciudades del país.
Para de maquinaria se han contabilizado, por
la inversión
una parte, las importaciones registradas con valor en dólares,
trasformados en pesos y luego deflactados en base a pesos de
1958 y, de otra, el valor de venta en fábrica contenido en las
Muestras Industriales del DAÑE. De 1960 en adelante aparece
un incremento notable en la producción nacional de herramien-
tas, máquinas accesorias, partes y utensilios agrícolas (Cuadro
6.1), que ha hecho descender ostensiblemente la participación
de las importaciones en este tipo de consumo productivo. Según
los estimados, acá derivados, en 1960 las importaciones repre-
sentaron el 87% del total de maquinaria adquirida por el sector
agrícola, mientras que en 1969 esta proporción había descendido
al 54%.

1. Al parecer, la cartera de crédito supervisado del INCORA, registra, como era


de esperarse, un índice de morosidad mayor que el resto de los institutos
financieros que operan en el campo.

2. Joan Robinson, "The theory of capital up to date", en Harcourt y Laing.


Capital and Growth, Penguin, 1972.

229
El monto obtenido por concepto de inversión bruta en ma-
quinaria agrícola tiene el siguiente comportamiento aproximado
(Cuadro 6,2, Gráfico 6.1) las etapas de máxima inversión están
:

dadas por los períodos 1952 a 1956, cuando se sustenta una tasa
de crecimiento anual de la inversión bruta de un 15%; de 1957
a 1962 se encuentra un nuevo período expansivo con tasas anua-
les de crecimiento de 17%; finalmente, el trienio 1968-1970 mues-
tra tasas de crecimiento de la inversión bruta de 20% anual.
Los puntos más bajos se obtienen en 1952-1957 y 1965-1967, que
como ha sido observado en el capítulo sobre los ciclos de pre-
cios, corresponde a años desventajosos para los productores
agrícolas.

Gráfico 6.1

Inversio'n bruta en maquinaria ogricola


millones de pesos constantes
I60|
150
140

130
120
lio
100
90
80
70
60
50
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 7475

Para hacer una apreciación global de la inversión neta en


maquinaria agrícola, se ha tomado una medida de depreciación
a 10 años y derivado un valor de acervo de capital a costo y en
pesos reales, lo cual ha permitido derivar un estimado a partir
de 1960 <^> (Cuadro 6.2, Gráfico 6.2) El acervo de capital en pe-
.

sos reales, derivado para obtener la inversión neta, tuvo un cre-


cimiento anual estimado de 2,2%, influido por períodos en que

3. El análisis de la década anterior a 1960 se hará en base al número de trac-


tores importados, para lo cual se cuenta con una serie más larga.

230
la depreciación neutralizó en gran medida la inversión bruta
efectuada.

Gráfico 6.2

Intersión neta en maquinarío agrícola »


millones de pesos constantes.
100

-40
1960 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73
*Oepreciack>n o 10 años.

Los niveles más altos obtenidos por la inversión neta se


produjeron en 1961 y 1962, pero este resultado fue causado esen-
cialmente por bajos niveles de depreciación (es decir, fue poca
la maquinaria adquirida 10 años antes) aunque también se die-
,

ron relativamente altos niveles de inversión nueva. Los años


que siguen mantienen niveles más bajos de inversión neta y en
1967 se llega incluso a una inversión neta negativa, pues la de-
preciación fue mayor que la inversión bruta realizada (según
supuestos de depreciación radioactiva Como se verá más ade-
lante, cuando se trate el mismo problema en términos de trac-
tores, el supuesto de un determinado lapso de depreciación ha-
ce variar fundamentalmente la intensidad de la inversión neta.

4. Depreciación radioactiva supone que después de trascurrido el lapso de vida


útil del equipo, éste se desintegra totalmente, abstrayendo así el valor resi-
dual del equipo convertido en chatarra.

231
Otra consideración que no ha sido admitida hasta el momento,
es la de la capacidad productiva de los nuevos elementos que se
le añaden al acervo de capital, cuyos cambios productivos en
sentido ascendente, por innovaciones tecnológicas y por "apren-
dizaje por experiencia", puede dar lugar a rendimientos crecien-
tes en relación con la inversión real. Todos estos factores con-
tribuirían a explicar por qué el acervo de capital no tiene que
crecer en proporción exacta con el aumento de la producción
agrícola.

La relación valor a costo del acervo de capital y valor de la


producción para los 18 cultivos considerados (Cuadro 6.3) mues-
tra una tendencia al alza de 0.20 a 0.23, o sea que sigue teniendo
peso significativo la producción no mecanizada. Si se considera
que la mayor parte del acervo de capital opera en los cultivos
comerciales se puede asumir su relación con el valor de la pro-
ducción de la agricultura comercial. En tal caso la relación es
mayor, pero lo que es más importante, descendente en el tiempo
— de cerca de 0.99 en 1960 a 0.60 en 1975 —
lo cual es prueba
suficiente de rendimientos crecientes en la utilización del acervo
de capital existente, a pesar de oscilaciones causadas por facto-
res climáticos, especialmente en 1963 y 1964.

Algunos de problemas presentes en la estimación de los


los
diferentes rubros de inversión se obvian parcialmente si se toma
el índice físico del elemento de más peso en la inversión en
maquinaria, que consiste en tractores (Cuadro 6.5, Gráfico 6.3).
Los cambios en la potencia de los tractores importados serán
tenidos en cuenta seguidamente cuando se hace una estimación
en base a caballaje total. Se ha desarrollado la información a
partir de 1945 para tener una idea más acertada del largo plazo
en la evolución de la mecanización del campo colombiano. Nó-
tese en el Gráfico 6.3 que existen varios períodos de mecaniza-
ción, que son: 1948 a 1951, no es tan acelerada como la que se
sustenta de 1953 a 1956, la más corta y de intensidad similar
que se produce de 1958 a 1960 y la más sostenida e intensa de
todo el período, que tiene lugar entre 1968 y 1970, con cerca de
3.000 tractores importados anualmente. Nótese también en el
mismo gráfico que una vez estimados los caballos de fuerza, an-
te la evidencia de que éstos han venido aumentando paulatina-
mente en potencia el índice así derivado hace especialmente
acelerada la última de las etapas de mecanización, porque los
tractores importados pasan del promedio de 45 caballos entre
1951 y 1961 a 63 entre 1968 y 1971.

Se ha afirmado frecuentemente que las importaciones de


maquinaria agrícola dependen del estado de la balanza de pa-

5. ICA y col., Los insumos agropecuarios en Colombia, tomo II, 1973, p. 123.

232
gos pero esto es sólo cierto en forma limitada y por razones
diferentes a las aducidas. Obsérvese que 1960, 1964, 1967 y 1&68
son años difíciles para la balanza de pagos y, sin embargo, el
nivel de importaciones de tractores es relativamente alto; asi-
mismo, los años de 1945, 1946, 1971 y 1972 están caracterizados
por una alta capacidad para importar y aun así los tractores
traídos al país se mantienen a un nivel bajo. Este comporta-
miento se explica por varias razones: una, que es la principal,
consiste en que las condiciones para la inversión en maquinaria
agrícola están dadas internamente por la tasa de ganancias es-
perada, es decir por las perspectivas generales de colocación de
la nueva producción agrícola en relación con el acervo de ma-
quinaria existente y su edad la otra razón es que el monto ^'^^
;

de importaciones de maquinaria agrícola en la balanza de pagos


es relativamente reducido, oscilando entre el 3% y el 5% del
total, y por lo tanto es poco probable que las autoridades que
adjudican licencias de importación decidan comprimir un monto
de tan poco peso relativo pero a la vez tan estratégico, de la
balanza total.

Las razones por las cuales puede coincidir una etapa de di-
fícil balanza de pagos y un bajo nivel de inversión en maquina-

Gráfico 6.3.

Indice de Importocion f ísico de troctores.

250
230
210 Indice caballos fuerza
A
190 /
/ >
1

170 / \

150
130-

lio-

1946 48 50 52 54 59 60 62 64 66 68 70 72 74 75

6. Berry, obra citada, cap. I; ICA y col., obra citada, vol. I p. 168.

7. La fórmula de la inversión en el esquema keynesiano está dado por


q V.D.
I = +
(1 4- r)n (1 -f-
r)n
donde q es capacidad productiva de los nuevos equipos, menos el costo a nuevo,
r la tasa de ganancias, nla duración de la maquinaria y V.D, el valor chatarra

de la maquinaria. Habría que añadir una variable, para el acervo de la maqui-


naria existente.

233
(como lo serían los años 1957, 1963 y 1965) es que las
ria agrícola
condiciones económicas generales recesivas influyen negativa-
mente en la agricultura, desincentivando así el crecimiento de
la nueva inversión. Sin embargo, ésta no es una relación nece-
saria, pues es posible un auge (o recesión) agrícola indepen-
diente del estado de la balanza de pagos; la estrechez de ésta
puede conducir a una prosperidad agrícola por {sustitución de
importaciones y/o promoción de exportaciones nuevas, y un
auge económico general puede encontrar una sobreproducción
agrícola. En todo caso, y en términos generales, son más impor-
tantes de considerar en el análisis los factores internos de la
actividad económica, que las relaciones directas, aparentemente
correlacionadas, que olvidan las coordenadas básicas de la pro-
ducción.

Para poder determinar la causalidad de las alzas encontra-


das en la inversión en maquinaria, y más específícamente en la
importación de tractores, se tendrían que relacionar con la am-
pliación de la producción y la roturación de nuevas tierras por
la agricultura de tipo comercial, con su correspondiente desfase
temporal, en relación con el cambio de las magnitudes conside-
radas. Se podría identificar en una primera aproximación el
auge de 1948 a 1951 y el de 1953 a 1955, con condiciones de am-
pliación de la agricultura comercial en general, mientras que
el alza de 1958 a 1960 puede asociarse más estrechamente con la
roturación de nuevas tierras en la costa, con la expansión algo-
donera observada en esos años. La alta inversión registrada de
1967 a 1970 es impulsada fundamentalmente por las exportacio-
nes agrícolas nuevas —
algodón y azúcar —
y otras expansiones
autónomas, tales como la del arroz, sorgo y soya, y roturación
de nuevas tierras en el Meta y el Caquetá.
En
relación con la inversión neta en tractores se han estima-
do dos medidas, así: una que supone una depreciación radioac-
tiva a 10 años y la otra a 15 años del acervo de tractores. La
depreciación más larga tiene varias justificaciones y, como se
verá a lo largo del análisis, aparece como más coherente que la
supuesta a 10 años. Una de ellas es que al igual que el parque
automotor, por lo menos hasta 1970, los tractores se valorizan
progresivamente por su relativa escasez aunque como ya se
observó, los tractores tendrían una mayor elasticidad de oferta
que los automóviles, pues estos son elementos más controlados
cuando existe estrechez en la balanza de pagos. Camilo González
calculó la depreciación del parque automotor a 20 años, la cual
se ha reducido a 15 para el parque de tractores, por las razones

8. Camilo González, La industria del transpone en Colombia, mecanografiado,


DAÑE, 1974.

234
aducidas sobre libertad de importación. La valorización de los
tractores implica que estos podrán obtener cuasirrentas por eta-
pas más prolongadas que justifican los gastos requeridos en re-
paración y mantenimiento Para un país con perfecta elasti-
cidad de oferta de maquinaria como Estados Unidos, Griliches
ha supuesto una depreciación a los 18 años<^° >, basado en una
encuesta de 1956. En el estudio del ICA sobre insumos agrope-
cuarios, Daza y Meló tomaron una depreciación a 10 años en
base a una encuesta que llevaron a cabo en el Valle del Cauca,
Tolima y el Cesar, encontrando pocos tractores mayores de esa
edad, justificándola además por condiciones deficientes obser-
vadas en el mantenimiento. Como se puede deducir, se está en
un campo incierto y no se puede asumir con la certidumbre ne-
cesaria la edad de depreciación del parque de tractores existen-
te, hasta cuando no se haga una encuesta más completa sobre
este importante factor del desarrollo agrícola.

Comparando dos medidas de depreciación se deducen


las
dos curvas de inversión neta en tractores y se observa que la
inversión derivada por suponer una depreciación a 15 años es
menos errática que la que supone una vida útil de 10. En la
última se dan tres años (de 1963 a 1965) con desinversión equi-
,

valente al 14% del parque, y que ha debido significar una no-


table contracción del área cultivada de agricultura comercial.
Sin embargo, los estimados para área de estos 3 años dieron un
aumento relativo del 18% de cultivos comerciales. Si ahora se
toma la inversión neta derivada del supuesto de depreciación a
15 años, se obtiene que ésta crece en 2,3% en el trienio, y aun-
que este resultado es menos contradictorio que el anterior, aun
insinúa una mayor vida útil de los tractores, una subutilización
previa cuantiosa del parque existente, una fuerte presencia de
economías a escala —
menos tractores pero más área cultivada,
que se explica en parte por el aumento de la potencia de los
tractores —
o una combinación de todos estos factores en grados
diversos.

Aunque no es de esperar una correlación exacta entre el


parque de tractores y el área cultivada en la agricultura comer-

9. La misma infraestructura de talleres de mantenimiento y mano de obra cali-


ficada que desarrolló la situación del parque automotriz en el país ha podido
ser utilizada en parte para el mantenimiento del parque de tractores, aunque tam-
bién es posible que las deficiencias de esta, especialmente en el campo y las di-
ficultades en la consecución de repuestos, hayan hecho subir los costos de re-
paración y el tiempo de paro forzoso de los tractores.

10. Zvi Griliches. "The Sources of Measured Productivity Growth: United States
Agriculture, 1940-1960", en Nathan Rosemberg, The economies of technO'
logical change, Penguin, 1971, p. 402.

235
se confía en encontrar por lo menos movimientos de am-
cial,
bas variables en la misma dirección, no importa que las relacio-
nes no sean iguales. En ambos casos el parque de tractores se
incrementa así: si se supone depreciación a 10 años, el creci-
miento del acervo es de 1,4% anual, y a 15 años, de 2,9% anual.
Corrigiendo el acervo en términos de potencia, las respectivas
tasas se incrementan al 3,3% para una vida útil de 10 años y
4,7% para el supuesto de depreciación a los 15. Ahora bien, el
estimado de expansión de la superficie entre 1959 y 1972 fue de
cerca del 4,1% anual, o sea, que se podría deducir que el supues-
to de vida útil a 15 años es más realista que el de 10 ^^^^ o por lo
menos que los tractores en Colombia se acercan a esa vida
<i2).
útil

Otra forma indirecta de medir la inversión en el campo es


la de analizar la evolución de las sociedades, cuyo ámbito de
actividad es el sector agropecuario y, particularmente, el au-
mento neto del capital en términos reales- Si bien esta serie pre-
senta serios problemas (como el de que el capital declarado no
iguala generalmente el capital puesto en acción, o de que las
estadísticas incluyen sociedades ganaderas y forestales, lo cual
impide aislar las variables que tocan exclusivamente a la ac-
tividad agrícola), los resultados del análisis son indicativos por
sí mismos.

En
relación con la constitución de nuevas sociedades, entre
1951 y 1971 se alcanza un número de 4.200 que suman 2.000 mi-
llones de pesos reales (base 1958) o sea $ 476.000 de capital
promedio en cada sociedad constituida. Se puede deducir una
tendencia al aumento en la capital de las nuevas empresas has-
ta 1963 (Gráfico 6.4), aunque el número de ellas se mantiene a
niveles de 250 y 300 por año de allí en adelante, o sea que el
promedio del capital por empresa desciende relativamente.

11. Como se analizará más adelante, la capacidad de tractorización con el su-


puesto de depreciación a 10 años da 1.31 millones de has., para 1973 y con
el de 15 años resultan 1.88 millones de has.; se deduce así que tiene más base
correcta el estimado a 10 años, pues este dejaría 460.000 has. para los cultivos
no comerciales (mixtos, plantación, ganadería y otros usos), mientras que para
el mismo tipo de cultivos el segundo estimado dejaría 880 mil has- (los cul-

tivos comerciales abarcaban en 1973 cerca de un millón de has.), lo cual parece


excesivo.

12. Una tasa de depreciación de 14.4 años daría un crecimiento idéntico del
parque de tractores en términos de potencia y superficie cultivada por la

agricultura comercial.

236
Si se compara
esta serie con la de inversión en maquinaria,
se encuentra alguna correlación con desfases de 1 y 2 años
mas en términos generales las dos series no son comparables.
Las grandes etapas de constitución a partir de 1962 pueden estar
influidas por la legislación agraria de 1961. Hasta 1967, o sea en
un período de 5 años, se constituyen 1.200 empresas que en
buena parte pueden ser intentos de poner en orden el status
jurídico de grandes explotaciones a través de la subdivisión, el
arriendo en forma de empresas y en general la compraventa de
propiedades, ya no a título familiar, sino en la forma de socie-
dades limitadas.

Gráfico 6.4

En
relación con los incrementos declarados de capital de so-
ciedades ya establecidas, se registran 1.200 de estas que declaran
aumentado su capital en 813.6 millones de pesos reales entre
1951 y 1971, advirtiéndose un proceso de acumulación creciente
en estas empresas.
Las sociedades disueltas, que pueden constituir para los em-
presarios un indicio de condiciones económicas adversas en el
sector, alcanzan a 1.280, con un capital de 675.9 millones entre
1951 y 1971. Los años de mayor disolución de sociedades fueron
1957, 1959 y 1963, que como ya se observó en el capítulo sobre
el ciclo agrícola, resultaron desfavorables tanto para los ingre-
sos como para la inversión de los empresarios del campo.

13. Recuérdese que la serie de inversión neta aisla en gran medida la maqui-
naria destinada a usos agrícolas y en la presente serie están incluidas so-
ciedades ganaderas y forestales.

237
La formación de nuevas sociedades menos las disoluciones
registradas, o sea el aumento neto en capital y empresas, en el
período 1951-1971, alcanza a cubrir un número de 2.929 (4,170
nuevas menos 1.280 disueltas) y un incremento neto de capital
(que incluye incrementos de capital en las sociedades que así lo
declararon) de casi 2.000 millones de pesos reales. El incremento
es especialmente rápido a partir de 1960, lo cual es un firme
indicio de que la organización empresarial en el campo colom-
biano se ha desarrollado con bastante amplitud, desplazando
— no es posible saber exactamente hasta qué punto la organi- —
zación familiar de los grandes fundos agrícolas del país ^^^^

Las inversiones extranjeras en el sector son todavía relati-


vamente pequeñas, pero empiezan a descollar en campos como
la ganadería (Agroin, Indugán; en la industria pasteurizadora a
través del grupo Nestlé y en el de procesamiento de leches en
polvo por el mismo grupo) La inversión en sociedades expor-
.

tadoras de flores es mayoritariamente extranjera, sobre todo de


los mismos distribuidores en los Estados Unidos. Su volumen
de exportaciones declaradas durante 1976 alcanzó la cifra de
US $ 28 millones. Descollan también sociedades en la explota-
ción de tabaco rubio, por medio de la Reynols Tobacco Compa-
ny y la Lorimer. Sin embargo, la influencia que tienen los ca-
pitalistas extranjeros es mucho mayor que su presencia directa,
pues firmas gigantescas como Impa, Quacker Oats, Purina Rals-
ton y otras son monopsonistas de parte importante de la pro-
ducción que entra como materia prima de la industria de ali-
mentos, donde tienen un gran peso las inversiones extranjeras,
las cuales controlaban en 1974 cerca del 30% de la producción
bruta de esta rama de la producción ^^^K

C. Tecnologia

En esta sección se constatará solamente el amplio avance


de las fuerzas productivas en la agricultura colombiana en re-
lación a la utilización de maquinaria, insumos químicos y semi-
llas mejoradas, tratando al final de dar una interpretación para
la dinámica de la industrialización del campo.

14. Suponiendo que la relación capital social- producto agrícola de las empresas
analizadas es de 2.0, las empresas constituidas y ampliadas entre 1951 y 1971
habrían generado 1.000 millones de pesos reales de producción, lo cual alcanzaría
a ser más de una quinta parte del valor de la producción computada para 1971.
Hay que recordar, sin embargo, que se excluye el valor de la producción ganadera.

15. Juan Ignacio Arango, "La inversión extranjera en la industria colombiana",


Boletín Mensual Nros. 302 y 303, 1976.

238
a. Tractorización

Según cálculos del INCORA y del Instituto Geográfico


Agustín Codazzi, la superficie tractorizable del país tierras de —
calidad I y II, que requieren poca inversión para ser adecua-
das —
alcanzaba cerca de 3 millones de hectáreas. Ya se ha visto
que sólo los cultivos comerciales alcanzan a cubrir cerca de una
tercera parte de esta superficie, a lo cual hay que añadir parte
de algunos cultivos mixtos (trigo, maíz, papa y tabaco) y de
plantación (banano y palma africana) que podrían cubrir cerca
de 300 o 400 mil hectáreas más. Los estimados sobre la capaci-
dad de tractorización del parque existente arrojan entre 1.5 y 2
millones de hectáreas (Gráfico 6.5), dependiendo del supuesto
que se tome sobre la depreciación de los equipos, o sea que al
menos la mitad del área tractorizable del país lo esté efectiva-
mente. Por otro lado, la ganadería lechera intensiva ocupa otra
parte apreciable de las tierras más aptas del país y hay que
tener en cuenta que en ellas los requerimientos de tractoriza-
ción son mucho menores que en la agricultura, pues esta necesi-
dad surgirá sólo en relación con la apertura de nuevas prade-
ras, en la completa renovación de las existentes con relación a
las tareas de volteo, mezcla de tierra y trasformación de pra-
dareas a cultivos o viceversa.

Teniendo en cuenta estas consideraciones se puede concluir


que la relación entre superficie tractorizable y superficie en efec-
to mecanizada es bastante alta, oscilando entre un 60 y un 70%
del total. La relativa estrechez en el mercado de tierras que se
observa en los últimos tiempos en el país ^^^^ es un indicio adi-
cional de que las de alta calidad —
tractorizables —
se están ago-
tando en relación con la demanda por cultivos destinados a los
mercados interno y externo. Esto implicaría también una ten-
dencia hacia una valorización mayor de las tierras en el país y
que la participación de la renta de la tierra en el valor de la
producción aumentara, consumiendo en parte los aumentos de
productividad que ha alcanzado la agricultura nacional.

16. La idea de la represa de Salvajina existía desde 1945 aproximadamente y sin


embargo la decisión para impulsar tan ambicioso proyecto se realizó solamente
en 1973. Esto demuestra que se ha llegado a una etapa de relativa escasez de
tierras planas tractorizables en el país, aunque es posible también la existencia
de tierras monopolizadas que no participan en el mercado y tiende a confirmar
la apreciación de que las tierras planas y fértiles dentro de la frontera agrícola

del país están siendo utilizadas en forma intensiva por su relativa escasez y alto
grado de monopolio. Las altas rentas, la fuerte demanda interna y externa, se-
rían indicios adicionales de esta situación.

239
Enrelación con la utilización del parque existente de trac-
tores, la encuesta citada llevada a cabo en el Valle del Cauca, el
Tolima y la costa informa, por lo menos parcialmente, de la
existencia (en las regiones de agricultura más industrializada
del país), de una utilización intensiva en términos de la capa-
cidad productiva potencial de los tractores, que es de 1.000 horas
anuales ^^^>.

Así, en el Valle se encontró una utilización de 840 horas,


1.048 en la costa y 568 por cosecha en el Tolima, con la variante
de que en la última región se dan dos cosechas anuales y por
tanto existe también plena utilización de la capacidad de los
equipos.

Se puede deducir de ahí que la mecanización de las cose-


chas, que acompaña la expansión de la agricultura comercial,
abarca la mayor parte de las tierras disponibles del país, proceso
que posiblemente ha sido obstaculizado en parte por el monopo-
lio de la propiedad. Como en cualquier otro proceso industrial
de producción, se encuentra aquí una alta racionalidad en el
uso de la maquinaria disponible.

b. Insumos químicos

De los insumos químicos utilizados en la agricultura se ob-


serva, como era de esperarse, un incremento notable de utiliza-
ción a partir de 1960. Así, el consumo aparente de fertilizantes
(Gráfico 6.6) se triplica entre 1960 y 1971, lo cual equivale a
una tasa de crecimiento promedio de 9,8% anual.
De empleadas en la agricultura
las 350.6 miles de toneladas
en 1969, el 84,5% era producido internamente ^^^^ cuando en 1960
este porcentaje alcanzaba a 76,8%, o sea que el proceso de pro-
ducción interna de abonos y fertilizantes comenzó mucho antes
que su similar en relación a maquinaria y ya se encontraba re-
lativamente avanzado en 1960. En los últimos tres años el pro-
ceso ha debido adelantar más por el establecimiento y puesta en
producción de nuevas plantas que prácticamente llegaron a du-
plicar la capacidad «xistente para 1972 <*®>.

17. ICA y col., obra citada, tomo I, pp. 147 y ss.

18. Sin embargo, parte apreciable de las materias primas como potasio y fósforo
tenían que ser importadas, y lo tienen que ser todavía, porque el país carece
de dichos depósitos. ICA y col., Insumos .. p. 175.

19. La planta de Monómeros Colombianos en Barranquilla produce úrea como


subproducto de sus operaciones y en 1972 completó una capacidad de 300.000
toneladas al año.

240
Gráfico 6.5

Indice de área potencialmente mecanizada

1960 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75
Lainvestigación sobre la utilización de insecticidas, pestici-
das y herbicidas se vio obstaculizada por la deficiente calidad
de la información, pudiendo sólo derivarse la producción interna
de estos elementos entre 1967 y 1969. En ese corto período, la
producción se eleva de 16.2 miles de toneladas a 20.6, de lo cual
no es posible deducir mayor información.

c. Semillas mejoradas

La sembrada con semilla mejorada alcanzaba en


superficie
1971 según el ICA proporciones del 100% en algodón y sorgo, del
60% en ajonjolí, cebada y soya, mientras que para los cultivos
mixtos era menor: el maíz alcanzaba un 23,5% de su área total,
que por ser además mecanizada debe representar un porcentaje
más apreciable en la producción total del grano; el trigo llegaba
a 25,9% de su área, pero hay que tener en cuenta que tal cultivo
no tenía incentivos positivos para aumentar su inversión y la
calidad de sus insumos por la competencia extranjera; por últi-
mo, la papa alcanzaba sólo el 0,3% de su superficie sembrada
con semilla mejorada, a pesar de que el cultivo exige un uso
intensivo de abonos. Esto estaría indicando poca rentabilidad del
insumo semillas en la producción de papa pues es improbable
que los agricultores, aun los parcelarios, que están dispuestos a
utilizar un insumo como los abonos, rechacen el otro si ofrece
una rentabilidad comparable.
Lacreciente utilización de semillas mejoradas por parte de
la agricultura comercial ha dado lugar a un proceso de forma-
ción de compañías especializadas en su producción y distribu-
ción, especialmente en el Valle del Cauca donde su número llega
a 17 Uno de los factores que ha impulsado la difusión de
semillas mejoradas ha sido la presión institucional ejercida so-
bre los usuarios del crédito del Fondo Financiero Agrario para
la utilización de insumos procesados, no sólo con respecto a se-
millas, sino a todos los demás factores técnicos en la producción
agrícola, que por lo menos ha afectado en forma intensiva a 11
productos a los cuales les suministra crédito el Fondo en cuestión.

d. La dinámica de la tecnificación agrícola

En algunos
análisis llevados a cabo sobre la agricultura co-
lombiana se utilizan funciones de producción lineales y de ho-
mogeneidad de los insumos (por ejemplo, se considera que to-
dos los bienes de capital se pueden sumar porque están com-

20. ICA y col., obra citada.

242
puestos de un mismo material) y de sustitución perfecta entre
ellos (palas por tractores, hombres por tractores), aunque se
reconoce por lo general que la baja calidad de las estadísticas
no permite sistematizaciones de la función de producción que
faciliten ajustar los datos en una determinada forma. Aun así,
se deducen conductas en la relación entre insumo y producto,
entre los varios insumos de la producción y se hacen cálculos
aproximados de las productividades al margen de cada insumo
utilizado. Los precios relativos de los insumos cruzados con sus
respectivas productividades marginales dan lugar a un ho-
rizonte de eficiencia, en que el empresario "maximizador de be-
neficios" escoge libremente la combinación más apropiada de
insumos.

Sin embargo, la teoría neoclásica del capital, la producción


y la distribución, están en entredicho. Sraffa y la señora Robin-
son han demostrado que si se admiten bienes de capital hetero-
géneos (de diferente edad para Sraffa y con diversas relaciones
entre capital y trabajo para la señora Robinson) en la función
de producción, los cambios en los precios relativos de los in-
sumos (tasa salarial y tasa de interés) pueden producir utiliza-
ción de técnicas intensivas en cada uno de los insumos, en sen-
tido contrario al cambio de precios (una baja del salario puede
provocar utilización de técnicas intensivas en mano de obra).

Esta, "perversidad" en los cambios de técnica se complemen-


ta con el caso de la "reversión del capital"; ambos fenómenos
son causados porque se admite un proceso productivo encade-
nado por diversa combinación y edades de los bienes de capi-
tal lo cual arroja indeterminación a lo largo de lo que Sa-
muelson llamó la "frontera de los precios de los factores" ^^^^

Por otra parte, la señora Robinson ha realzado la circulari-


dad que existe en la medición del capital por el enfoque neo-
clásico,pues para obtener la tasa de retorno es necesario pre-
viamente medir el capital, pero este no puede ser medido si no
se conoce anticipadamente la tasa de retorno. Es decir, el capital
como fondo de valor no es equivalente al capital como bienes
de producción específicos, que los neoclásicos han tratado como
homogéneos y han procedido a agregarlos en forma ilícita.

21. Piero Producción de mercancías por medio de mercancías, cap.


Sraffa, II,
Oikos; Joan Robinson, La acumulación de capital, F. C. E.

22. Paul Samuelson, **The surrogate production juriction *


y "A summing up'\
donde este autor concede la razón a los discípulos de Sraffa en el debate so-
bre la naturaleza del capital. Ambos artículos aparecen en Harcourt, Laing en
Capital and Growth, Pcnguin Readings in Economics, 1972.

243
Las
críticas a la teoría neoclásica provienen de un enfoque
muy distinto en cuanto al análisis de la producción y los supues-
tos utilizados: o se suponen procesos de producción altamente
específicos, con un rango de sustitución limitado, con comple-
mentariedad entre los insumos y por tanto se asume indivisibili-
dad en la producción (lo cual excluye, ex hipótesi, cualquier
derivación de productividades marginales) o se asume que los
insumos se pueden combinar en infinidad de formas, lo que per-
mite aislar el efecto incremental de uno de ellos en el producto
(manteniendo los demás constantes) y deducir un "aporte" de
cada uno a la producción es decir que permite obtener su
productividad al margen.
Esto no significa que no haya cambios en la proporción de
los factores utilizados como resultado de alzas y bajas de pre-
cios de los insumos, pero el ajuste no es automático y sólo toma
lugar en el mediano y largo plazo. Una situación de escasez de
mano de obra debe conducir necesariamente a una profundiza-
ción del capital en la producción, pero una sobreabundancia de
trabajadores y baratura de su trabajo no significa poca utiliza-
ción de capital, pues la especificidad de los procesos producti-
vos no es un dato que provenga del mercado sino de relaciones
técnicas dadas.

La
utilización de la teoría marginal es también cuestionable
desde el punto de vista de la agricultura y, más aún para la
agricultura colombiana, en la que se presentan formas de pro-
ducción parcelarias cuyos insumos no están siempre integrados
firmemente al mercado (autoproducción) lo mismo que su pro- ,

ducto (autoconsumo) lo cual limita en gran medida la utiliza-


,

ción del mecanismo de ajuste de precios que está en la base


de la economía marginalista. Pero aun suponiendo que todas las
unidades de producción están insertas en los mercados, la teoría
marginal encuentra nuevos problemas. En su estudio sobre la
productividad de la agricultura norteamericana, Griliches en-
contró que era inadecuado el uso de una función del tipo Cobb-
Douglas para medir la contribución de los insumos en el pro-
ducto. "La objeción más seria afirma Griliches—es que esta —
forma de ecuación no admite la más interesante de las fuentes
de economías de escala: indivisibilidades y la no homogeneidad
de la función de producción" ^^4).

23. Edward Nell, "T beoríes of valúes and the theories of distrtbution*'*, en Har-
court y Laing, obra citada. Existe una reseña del debate hecha por Julio
Boltvinik "Sobre conceptos y medidas de productividad''* , en Revista de Comer-
cio Exterior, Banco de México, vol. XXIII. N- 12, diciembre de 1973.

24. Griliches, obra citada, p. 393. El autor sugiere como conclusión que "la po-
sibilidad de desequilibrio y sus consecuencias deben jugar un papel mucho

244
En puede aducir que en forma similar a la
general, se in-
dustria, aunque con menos restricciones, la agricultura está ca-
racterizada por procesos de producción específicos, de limitada
capacidad de sustitución. Un buey y el arado de madera no son
sustitutos perfectos de un buldozer en el trabajo de preparar la
tierra y mucho menos el buldozer y 100 hombres con arados
manuales. Simplemente no pueden hacer trabajos similares, es
decir, no hay homogeneidad. Cuando se requiere sembrar 1.000
hectáreas de algodón en la costa, el empresario no contempla
un horizonte donde pueda escoger entre 50 bueyes, 500 hombres
con arados manuales o 10 tractores de 85 caballos de fuerza, sino
que tiene (de aquí el supuesto de especificidad) que conseguir
los tractores, bien sean comprados o alquilados. En tal situación
importa poco la relación de precios entre maquinaria y horas
de trabajo (salarios).

Existe, sin embargo, un rango de capacidad de sustitución


determinado. El empresario algodonero puede organizar la reco-
lección de la cosecha manualmente o adquirir una cosechadora
y allí entrarán consideraciones sobre el nivel de los salarios, la
productividad de la cosechadora y el precio de su depreciación;
quizás se considerarán más importantes los problemas en la or-
ganización y traslado de la fuerza de trabajo. También se puede
sustituir la fumigación manual o en tractor por la fumigación
aérea, o el deshierbe a machete —
obviamente intensivo en mano
de obra —por la utilización de matamalezas. En todo caso,
los rangos del proceso productivo en los que opera la capacidad
de sustitución son limitados y, en general, los precios relativos
a los insumos no indican con un nivel mínimo de exactitud los
costos de oportunidad de cada insumo.

En debe tenerse en cuenta, además, el período


la agricultura
de tiempo y maduración de la inversión y la escala a la que
tiene que trabajar la agricultura comercial para obtener una
rentabilidad mínima. Si no se siembra durante cierto tiempo,
cuando las condiciones climáticas son favorables a cierta escala
mínima, ya no es posible hacerlo y, por tanto, el proceso pro-
ductivo mismo exige la utilización de elementos técnicos avan-
zados para poder llevarlo a cabo. En algunos cultivos la cosecha
tiene que hacerse también en forma rápida, so pena de pérdidas
por maduración excesiva de los frutos; esto puede inducir pro-
cesos mecanizados para la recolección, a pesar de que los precios

más importante en tales modelos (de crecimiento), y que algunas de las cues-
tiones más interesantes que se derivan de ellos puedan resolverse a través de los
determinantes de demanda y de oferta con diferentes cualidades (de los insumos)
y mecanismos de ajustes estabilizadores (feed-back) que operan a través del es-
quema trasformador de precios de cualidades".

245
relativos de máquinas y mano de obra no estén señalando tal
cambio.

Este preludio teórico es necesario para explicar algunos de


los hallazgos empíricos aquí consignados en relación con los
precios relativos los diversos insumos (Gráfico 6.7). En efecto,
si se consideran precios relativos exclusivamente no se podría
hallar explicación adecuada para el hecho de que en algunos
períodos aumenta significativamente la mecanización, a pesar
de que sus precios relativos en relación con la mano de obra
son ascendentes

En
general, no es posible encontrar una correlación signifi-
cativa entre precios relativos y utilización de un determinado
insumo, lo cual solo podría guardar coherencia con supuestos
de especificidad en los insumos utilizados por la agricultura co-
mercial.

La relación precios de maquinaria-precios de producción de


cultivos comerciales es claramente ascendente, y a pesar de tal
efecto ya se ha observado un grado creciente de mecanización
agrícola. ¿Cómo es posible que se prosiga mecanizando si el cos-
to implicado por ello aumenta en proporción mayor a los in-
gresos de los agricultores? Si se mantuviera con el supuesto de
rendimientos constantes, con el que tiene que trabajar la fun-
ción de producción neoclásica para no permitir cambios en sus
parámetros, no podría explicarse de ninguna manera el hecho
de que aumenta la mecanización, a pesar de que sus costos re-
lativos también se incrementan. Los precios relativos estarían
señalando que la introducción de maquinaria no está maximi-
zando precisamente la "frontera de los precios de los factores".
Pero es que el comportamiento observado está dando lugar a un
fenómeno que la teoría neoclásica sólo puede considerar como
"residuo" en sus funciones de producción: rendimientos cre-
cientes en la utilización de uno de los factores, lo cual destruye
la medición al margen, pues ya no se trata de una función lineal,
homogénea y de **buen comportamiento". El producto marginal
de uno de los factores es superior a su "contribución" al pro-
ducto, mientras que el producto marginal del otro factor tiene
que ser menor a su aporte para que el producto total quede
exhausto.

25. Nótese en el Gráfico 6.7 los períodos de mayor mecanización encontrados en


1954-1956, 1960 y 1968-1970, precedidos, el primero por alza relativa de sa-
larios, el segundo por estabilidad (ligera tendencia a baja relativa de salarios),

el tercero, y más fuerte, caracterizado por una alza relativa de precios de ma-
quinaria. Total: indeterminación.

246
Sin embargo, si se considera que la capacidad productiva
de ia maquinaria utilizada es creciente por innovaciones téc-
nicas, por la mayor potencia de cada máquina empleada, por
mejoramiento en la calidad de los insumos y por la mejor or-
ganización de la producción como resultado de la experiencia
en el manejo, se podrá explicar el hecho de que la utilización
de maquinaria se acrecienta, a pesar de que sus precios relativos
no estuvieran señalando este curso. En últimas, el efecto de
productividad es más importante en este caso que el efecto
precios.

Gráfico 6.7

Precios relativos Insumos y productos.

200]
R mono de obro/cultivos :omerdola8.


."-^^

180 R fertilizantes/cultivos coi reíales /

R moquinorla/cultivos conne reíales /


P. maquinaria/ salarios
160
r
140

120
\ \
100

80

60
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76

Para el caso de los precios relativos de la mano de obra se


encuentra también un alza aún más pronunciada que cuando se
consideró la maquinaria. Sin embargo, como se supone comple-
mentariedad en el proceso productivo y su indivisibilidad, quie-
nes trabajan con mayor cantidad de equipo deben estar parti-
cipando en un proceso de elevación de la productividad, enten-
dida como una reducción relativa de todos los insumos, para
obtener una misma cantidad de producto, en la cual no tiene
mucho sentido examinar en qué proporciones participa cada
cual, porque no hay puntos alternativos de técnicas diferentes.
En este proceso es enteramente posible una disminución de cos-
tos salariales por unidad de producto, lo cual estaría indicando
nuevamente rendimientos, crecientes a todo lo largo y ancho
del proceso productivo agrícola.

Los precios relativos de fertilizantes y la producción


los
comercial son estables hasta 1972 y su utilización incrementa-
da podría ser compatible con rendimientos constantes a escala,
aunque posiblemente también en este caso serían necesarios
rendimientos crecientes a escala para acelerar su uso en la me-
dida de lo observado.

247
Para período que se abre después de 1973 y en particu-
el
lar con la crisis del petróleo, los costos de fertilizantes para la
agricultura comercial suben aceleradamente; de un insumo de
precio relativo muy bajo, frecuentemente subsidiado por ser en
parte de producción estatal, el precio relativo de los fertilizan-
tes prácticamente se duplica y queda a un nivel muy alto. Esto
en particular ha debido incidir en una reducción en su utiliza-
ción y posiblemente también haya incidido en una baja de
rendimientos. Las alzas relativas de los precios de la maqui-
naria son también fuertes, compartiendo la inflación en los paí-
ses avanzados y altos ritmos de devaluación en la economía na-
cional por esos años. Estas circunstancias de precios relativos
pueden contribuir a explicar la pérdida de dinamismo obser-
vada para la agricultura comercial en los últimos 3 años, así
como también la fuerte presión para elevar sus precios de venta
en una alta proporción en términos históricos.
Los índices de precios relativos producto /insumo, derivados
por Coyuntura Económia DAÑE, (Gráfico 6.8) realzan las di-
ficultades a que se ve abocado el marginalismo para explicar,
por ejemplo, el hecho de que la agricultura "tradicional" dis-
frute de condiciones tan favorables en su relación entre precios
de sus productos y de sus insumos, y sin embargo no aumente
considerablemente su producción ni se tecnifique más acelera-
damente. Si se trascienden las limitaciones de explicarlo todo
exclusivamente en base a relaciones de mercado, como lo hace
la economía neoclásica, se podrá afirmar que los factores ins-
titucionales que rodean a la agricultura parcelaria son más deter-
minantes en su comportamiento económico que los meros pre-
cios de mercado: la tenencia precaria, la fragmentación de la
propiedad, la intermediación comercial y usurera, la baja calidad
de la tierra, la inserción parcial en los mercados (principalmen-
te en lo que se refiere a la mano de obra) y finalmente la ines-
tabilidad de los mercados para sus productos estarían indicando
situaciones críticas, que impulsan en determinados períodos la
disolución de tales formas de producción, mientras que en otras
etapas estarían señalando su gran capacidad de resistencia con-
tra el avance de la agricultura de tipo comercial.

Por otra parte, índice de precios relativos producto/in-


el
sumo de los cultivos mixtos arroja también resultados un tanto
paradójicos. Si se cruza el índice de precios de los insumos de
la agricultura comercial, por ejemplo, si se supone una tecni-
ficación mayor de la que existe, se encontraría que la técnica
promedio actual de los cultivos mixtos es más "rentable" que
la de los cultivos comerciales; sin embargo, la mejor calidad de
la producción tecnificada y la garantía de cumplimiento en la
asignación de cuotas a los grandes productores de parte de los
grandes compradores ha permitido una ampliación considerable

248
Gráfico 6.8

Indices de precios relativos por tipos de cultivos


o/o Producto/ Insumos
22l)|

62 b.l t)4 65 66 67 68 69 70 71

y un desalojo relativo de producción que utiliza la técnica


la
más "barata". Nuevamente se manifiesta que factores diferentes
a los precios tienen gran peso, y ofrecen explicaciones más com-
prensivas para un estado dado de la producción que los análisis
exclusivamente en precios relativos.

Por tanto, se puede preguntar: ¿cuáles son las fuerzas que


determinan el avance de la industrialización agrícola en la me-
dida de lo analizado? En primer término, se deberá suponer
una acumulación de capital rápida, que cuente con condiciones
mínimas de demanda efectiva, es decir de realización, lo que
significa expansión del área cultivada bajo una organización
empresarial. Dado que la técnica y la combinación de insumos
es relativamente específica, esa ampliación conllevará necesa-
riamente ampliación en la utilización de tal técnica. Los cam-
bios dentro de la misma tecnología pueden significar cambios
en la combinación de insumos. No obstante deben considerarse
más importantes los cambios en la calidad de los mismos, los
que, en relación con la maquinaria, podrían estar dados por ma-
yor capacidad de trabajo en términos de área. Los rendimientos
crecientes producidos por tales cambios inducirán a su vez a
una mayor tasa de difusión de la técnica, pues prestarán a los
empresarios mecanismos técnicos que hacen más acelerada su
acumulación de capital.

Es así como, por ejemplo, no se puede pensar en la expan-


sión algodonera vivida a partir de 1959, como resultado del uso
de una gran cantidad de técnicas posibles, que incluiría bueyes
y hombres (posiblemente la oferta de bueyes sería altamente
inelástica) pues muchas técnicas quedaron descartadas de en-
,

249
trada por la magnitud de la escala de los cultivos; es decir, la
expansión tan acelerada es impensable con técnicas primitivas.
Mas sí es posible pensar que las ganancias de los algodoneros
y el crédito percibido fueron suficientes para capitalizar a una
tasa creciente; y esto, combinado con una técnica altamente me-
canizada, sirvió de base a las tasas anuales de expansión de la
producción de 13%.

combinación de insumos que da como


Existe, además, cierta
resultado una rentabilidad suficiente para el empresario. La ren-
tabilidad a su vez estará dada por el neto que resulta entre
costos de producción e ingresos por venta del resultado de la
producción. Es obvio que en muchos casos un alza considerable
de costos no correlacionada con un alza similar de ingresos con-
ducirá a comprimir el margen de ganancias y aún a hacerlo
negativo. Esto sería cierto si no hubiera habido cambio entre
costos y valor de la producción; pero si hay presencia de ren-
dimientos crecientes en la utilización de los insumos, es posible
que ésta baste para neutralizar el efecto precios. Ya se ha ana-
lizado en varios lugares que, en lo que se refiere a la agricul-
tura comercial, los ingresos de los agricultores han crecido me-
nos que su producción física y que a pesar de esto, esta rama
de la agricultura ha estado caracterizada por un notable ritmo
de ampliación. Se acaba de ver también que existe una relación
capital/producto descendente y, finalmente, la relación de pre-
cios maquinaria/precios cultivos comerciales es ascendente. En
suma, hay evidencias para afirmar categóricamente la existencia
de economías de escala y rendimientos crecientes de los insu-
mos en la agricultura comercial colombiana. Por otra parte, co-
mo se verá, los subsidios contenidos en el crédito institucional
permitirán una expansión a pesar de ingresos descendentes y
costos crecientes; y esto explicaría una parte del fenómeno ob-
servado.

Se debe considerar, por otra parte, que en estos cultivos


existe enfrentamiento entre unidades empresariales, caracteri-
zadas por un alto nivel tecnológico y agricultores parcelarios
con limitados y primitivos medios de producción. A pesar de
todo el arsenal técnico de los primeros, los segundos alcanzan
a resistir. Surge la pregunta: ¿cómo se explica este fenómeno?

En primertérmino, la mayor productividad de la agricul-


tura comercial no implica necesariamente precios más bajos de
sus productos que los de la agricultura parcelaria, a menos que
se difundan innovaciones técnicas muy baratas, y a la vez al-
tamente productivas (casos de semillas mejoradas de arroz y
maíz, en parte) o que de entrada el mercado esté vedado para
,

los campesinos parcelarios por exigencias de calidad y produc-

250
ción uniforme en determinadas altas cantidades (casos del al-
godón, oleaginosas, cebada, azúcar, sorgo, etcétera).

Por otra que el aumento de productividad


parte, es posible
en la agricultura comercial no se manifieste en una baja de
precios proporcional y que se trasformxe en una determinada
proporción en renta de la tierra, mientras que la poca valoriza-
ción de las tierras explotadas por los campesinos parcelarios
determinarán un nivel más bajo de rentas. Se puede ilustrar
esto con el caso del fríjol: en el Valle del Cauca se cultivan
variedades especiales de la leguminosa, destinadas a la expor-
tación, mas los productores no han podido penetrar el mercado
interno hasta el momento, mercado que está dominado por cam-
pesinos parcelarios, principalmente de Antioquia. En los costos
de producción de los últimos no está contenida una renta de
$ 7.000 anuales, como la que impera en el Valle, la cual sería
equivalente a cerca de 3 toneladas de fríjol a precios de 1971.
Esto significaría que para poder competir con los campesinos
antioqueños, los empresarios del Valle deberían obtener una
productividad neta (deducidos los costos) que cubriera la di-
ferencia introducida por costos réntales tan altos. Aun si la
obtienen, es probable que la renta de la tierra vuelva a ele-
varse, pues el arriendo es el resultado de un proceso de nego-
ciación sobre el ingreso neto del arrendatario, y este se elevaría
con el aumento de la productividad. Fuera de esto, es posible
que los costos salariales de los empresarios del Valle sean más
altos que los que se le puede imputar a la fuerza de trabajo
familiar empleada por el campesino parcelario.

Fuera del elemento técnico, los empresarios deben recurrir


a otros mecanismos institucionales para ganar el mercado. Esto
puede ocurrir en la medida en que el mercado se centraliza,
aumentan las compras industriales de productos agrícolas, mien-
tras que en el mercado nacional empiezan a dominar las cuotas
garantizadas de producción, exigencias de calidad en el produc-
to, requisitos que por lo general el campesino parcelario no
puede satisfacer. Sea dicho de paso, este proceso ha venido
ganando amplitud en Colombia en los últimos tiempos con la
racionalización del mercadeo, la construcción de grandes cen-
trales de abastos y la instauración de bolsas agrícolas.

Se llega así a concluir que la industrialización agrícola ha


sidocompañera imprescindible de la acum.ulación de capital.
Una determinada técnica ha sido involucrada en cada instancia
de expansión, con posibles mejoras en la capacidad productiva
de la inversión en general, o sea presencia de significativas eco-
nomías de escala, que a su vez han inducido a una mayor tasa
de difusión tecnológica.

251
D. La evolución tecnológica y general de la ganadería en
Colombia

a. La tecnología ganadera en abstracto ^^^^

Dentro del conjunto de técnicas y prácticas de manejo que


conforman una tecnología ganadera, se encuentra, en primer lu-
gar, la organización empresarial y contable de la explotación que
permita el estricto control del proceso productivo. La organiza-
ción racional del hato hace necesario el registro individual de
cada animal, equivalente a la historia médica y del desarrollo
de los ganados, en los aspectos de raza y cruces, edad, peso, re-
gistro de partos, enfermedades y vacunaciones. Cada uno de es-
tos aspectos del desarrollo animal puede ser entonces ordenado,
permitiendo la reducción de costos por economías de escala y la
maximización de los rendimientos de cada uno de los factores
que entra en el proceso productivo.
Esta organización es precisamente la que permite regular la
producción ganadera, es decir industrializarla en todos sus as-
pectos. El ordenamiento de las épocas de monta o de insemina-
ción artificial da lugar a una producción regular de crías que se
establece de acuerdo a las estaciones y suministro de pastos, los
que a su vez se rotan por grupos de animales, según la edad.
Este equivalente de la línea de producción industrial aumenta
la velocidad de la producción y conduce al ahorro de todos los
insumos de la misma.
El registro de partos permite discernir cuáles son las repro-
ductoras más productivas, cuáles deben ser sometidas a trata-
mientos para aumentar su fertilidad y cuáles deben deshecharse
por representar costos de mantenimiento injustificados. El mis-
mo registro hace posible aumentar el número de crías que pue-
da engendrar un determinado número de reproductoras durante
su vida útil. Es decir, el registro se hace indispensable para au-

26. Los estudios que sirvieron de base a esta síntesis de la tecnología ganadera
oueron: Alfredo García Samper: Perspectivas de Colombia en el mercado in-
ternacional de carne de res. CID. Universidad Nacional 1970; Max F. Bowser, Pre-
requisito y potencial para la exportación de carne en la década de 1970". Agri'
cultura tropical, Nov. 1969; Jaime Delgado, Manuel Rincón y Rafael Samper, "La
administración enempresa de ganado de carne", Agricultura Tropical, Nov. 1969;
la

Robin G. Henning, Ganado y Carne, Colombia, USD A/PASA, 1970; Fedegán;


Aspectos tecnológicos, económicos, financieros e institucionales de la garmdería en
Colombia 1968; Eutimio Rubio, Arturo López "La explotación ganadera de los
Llanos", Agricultura tropical, octubre 1968; ICA, Pastos y ganados para la Costa
Atlántica, 1968.

252
mentar la tasa de natalidad del hato, eliminando los reproduc-
tores que no cumplan adecuadamente su función. Las técnicas
genéticas de aprovechamiento incluyen el apareamiento de las
vacas productivas desde su más temprana hasta su más tardía
edad, con la máxima
frecuencia posible. El destete al tiempo mí-
nimo aumenta la cantidad de leche que se pueda liberar del hato
para el mercado. Asimismo, el registro genético conduce a un
cruce de razas (o ejemplares) equilibrado que aumenta la capa-
cidad de peso y de producción de leche de los ganados. En esta
forma los elementos genéticos contribuyen a animales más pro-
ductivos y más resistentes a las condiciones tropicales.

Para la tecnología elementos más importantes


ganadera los
que siguen después de la organización y el registro del hato son
las técnicas de alimentación, determinantes en gran medida del
peso y la productividad lechera de los ganados. En la alimenta-
ción de los ganados pueden distinguirse etapas de diverso grado
de tecnificación, cuyo mayor grado se logra en la medida en
que se aumenta la productividad de las praderas y se reduce
la dependencia de los ganados del pastoreo, aumentando la uti-
lización de pastos cosechados (pastos de corte), subproductos
de la agricultura y alimentos concentrados.

Dentro del pastoreo existen diversos grados de técnicas que


intentan reducir el área dedicada al pastoreo, mediante: la uti-
lización de variedades de pastos apropiados a las condiciones
existentes; el desbroce de malezas que contribuyen a la pérdida
de peso y a las enfermedades de los animales; y la irrigación y
fertilización para obtener mayores contenidos alimenticios en los
pastos. Existen técnicas que contribuyen a reducir el desperdi-
cio en el pastoreo como la rotación de potreros y el empleo de
cercas eléctricas, la combinación de ambas permite una repro-
ducción más rápida de los pastos y ahorros en el consumo de
los pastos existentes y del área dedicada a la alimentación ani-
mal. Se trata siempre de maximizar la productividad en la in-
versión en tierras y en la alimentación de los ganados.

Ya en un estadio superior de tecnificación, el pastoreo re-


duce su importancia y la ganan la henificación y el ensilaje de
pastos que pasan a ser cultivados a escala ^^'^^ Estas técnicas per-
miten reducir aún más el área destinada a alimentación y a eli-
minar las irregularidades estacionales en el suministro de ali-
mentos para el ganado. Unido a esto están los deshechos y sub-
productos de la agricultura comercial que pueden convertirse en
una fuente barata de alimentación para los ganados y que inte-
gra ampliamente los procesos agrícolas y pecuarios.

27. Esto se hace indispensable en países templados con regímenes drásticos de


estaciones.

253
El suministro de alimentos concentrados, vitaminas y mine-
rales (en primer orden la sal) son complementos muy impor-
tantes para maximizar el peso, la salud y la fertilidad de los
ganados. Hay elementos adicionales para obtener el engorde ar-
tificial de los novillos como son la castración y la provisión de
hormonas femeninas que desarreglan el funcionamiento glandu-
lar y dan lugar a la obesidad ^^^K

Finalmente, las técnicas de saneamiento preventivo disminu-


yen las pérdidas de animales por pestes y plagas; las purgas y
los baños desinfectantes contribuyen a eliminar parásitos y ga-
rrapatas. Todas estas medidas mejoran las condiciones sanita-
rias, promueven la optimización del peso y el desarrollo inte-
gral de los ganados.

Engeneral, este grupo de técnicas de manejo trata de indus-


trializar la producción, lograr economías de escala, reducir cos-
tos y elevar los rendimientos, dando lugar a una productividad
y una producción ganadera mayores.

b. Las condiciones tecnológicas en la ganadería colombiana

Es obvio que el cuadro abstracto de la tecnología ganadera


delineado atrás no corresponde al estado de las prácticas en la
ganadería nacional. Mientras que la ganadería ^eal se lleva a i

cabo mediante técnicas que hacen intensiva la utilización de la


tierra, regularizando y midiendo cuidadosamente cada insumo
que entra a la producción, ya se ha visto cómo las condiciones
técnicas que acompañan a la explotación ganadera colombiana
están caracterizadas, con zonas de excepción, por una utilización
extensiva de la tierra y el uso desordenado de los insumos. Si
la primera conduce a una ampliación rápida y sostenida de la
producción, la segunda da lugar a una baja tasa de extracción y
a un desarrollo discontinuo y a veces en exceso lento de la pro-
ducción.

En diferentes momentos analizados (1940-1954 y en el pre-


sente) la producción ganadera racional ha demostrado inflexi-
bilidad en relación a los aumentos de las demandas urbanas y
de exportación, conduciendo a altos niveles de precios. Esto no
significa que no hubo un desarrollo en la tecnología ganadera
como se ha manifestado en varias ocasiones a lo largo de este
estudio, y no sobra enumerarlo nuevamente: aumentó la inten-
sidad en la utilización de la tierra impulsada por la competencia

28. Existen dudas en la actualidad en relación a estos sistemas de engorde ar-

tificial.

254
de con algunas zcnas altamente reñidas
la agricultura comercial,
en la competencia por tierras, reduciendo la dependencia del
pastoreo; la extracción comercial tuvo un crecimiento muy rá-
pido a partir de 1954 y aumentó la tasa de extracción; aumentó
ligeramente la tasa de natalidad del hato nacional y se redujo
levemente la tasa de mortalidad. Todas estas son manifestacio-
nes de que estaba sucediendo, en relación a las condiciones téc-
nicas donde se desarrolla la ganadería nacional, una mejora de
las condiciones que debieron ser técnicamente atrasadas antes de
1950.

Por esto se puede deducir que la ganadería nacional ha de-


sarrollado una tecnología que corresponde en forma relativamen-
te aproximada, con desfases, a la moderada expansión de sus
mercados. Hasta 1954 la oferta no correspondió a las demandas
urbanas e industriales; de 1955 a 1970 hubo una correspondencia
aproximada (cíclica) y cuando las exportaciones empezaron a
manifestarse como parte creciente de la demanda, las alzas de
precios expusieron nuevamente una productividad muy baja en
relación a las nuevas demandas.

La extensividad y inadecuado manejo que caracterizan


el
todavía la ganadería nacional tienen su origen histórico en el
acceso limitado de la población a la tierra durante el siglo pa-
sado, que sirvió para sujetar una escasa población a la economía
de la hacienda, por una parte, y a la evolución del mercado in-
terior, por otra.

La conquista sobre una población indígena limitada, que


fuera disminuida radicalmente por el trabajo en las minas, dio
lugar a la crisis de la agricultura indígena y su remplazo por la
hacienda en el siglo XVIII La economía de la hacienda se
desarrolló entonces en el marco de superabundancia de tierras
y escasez de mano de obra, que de haber sido libre para ocupar
tierras hubiera dejado las haciendas desprovistas de arrendata-
rios trabajadores Esto tuvo su gran excepción en Antioquia
donde fue permitido el acceso de la población campesina a la
propiedad de la tierra, lo cual permitió el poblamiento de las
laderas en las cordilleras central y occidental hasta el Quin-
dío En las demás regiones del país, el trabajo agrícola y

29. Juan Friede, **De la encomienda indiana a la propiedad territorial y su in-


fluencia sobre el mestizaje, Anuario colombiano de historia social y de la
cultura, U. N. N? 4, 1969.

30. William Paul McGreevy, An economic history of Colombia 1845-1930, Cam-


bridge, 1970, p. 61.

31. Alvaro López Toro, Migración y cambio social en Antioquia en el siglo XIX,
Uniandes, 1970, p. 20.

255
pecuario se desarrolló en este marco de exceso de tierra y esca-
sez de mano de obra hasta mediados del siglo XIX. El creci-
miento demográfico había sido suficiente entonces para dar lu-
gar a una relativa abundancia de brazos que produjo una baja
en el nivel de vida de los campesinos hasta entrado el presente
siglo El gran desarrollo que empezó a vivir el país a partir
de 1910 con las exportaciones de café y el comienzo de su in-
dustrialización determinó que para 1925 se presentara nueva-
mente la escasez de mano de obra en el campo, pero ahora el
efecto fue de producir una liberación de brazos, conformación
de un mercado de trabajo y alza en los salarios agrícolas ^^^K
En esta etapa las haciendas se tecnificaron un poco, muchas
abandonaron el trabajo concertado y empezaron brotes de agri-
cultura comercial que se desarrollaron lentamente de 1930 a
1945 por la crisis mundial y el lento crecimiento de las exporta-
ciones que vivió el país hasta el final de la Segunda Guerra
Mundial. De aquí en adelante el desarrollo fue más acelerado,
se generalizó el trabajo asalariado y empezó a cambiar el pa-
trón extensivo en la explotación de la tierra que en las zonas
de agricultura comercial impulsó los cambios en la técnica ga-
nadera descritos atrás. De 1955 a 1968 hubo nuevamente un re-
lativo receso que disminuyó el ritmo de tecnificación pues las
demandas urbanas e industriales aumentaron moderadamente.
De 1968 hasta el presente, el país ha vuelto a tomar un rápido
ritmo de desarrollo que ha influido el estado de la técnica pe-
cuaria y que ha impulsado la trasformación de nuevas zonas ga-
naderas hacia la intensidad de la explotación. Con todo, ya se ha
visto, una gran parte de las tierras del país empleadas en gana-
dería viven todavía el patrón tradicional de explotación con una
escasa organización empresarial y un bajo nivel de inversión
en insumos técnicos.

Este tipo de desarrollo técnico impulsado por altos niveles


de renta del suelo y precios en ascenso de la carne, ha podido
ser mayor si hubiera ocurrido por la vía de profundos cambios
institucionales en la tenencia de la tierra, y que simultáneamente
hubiera logrado una expansión del mercado interior (demanda
solvente para la producción ganadera) y aumentos en la pro-
ductividad (organización racional de la explotación pecuaria)
con bajas de precios, etcétera. Dado que estos cambios institu-
cionales se efectuaron en forma muy limitada, la productividad
y la tecnología ganadera han evolucionado a tumbos con el de-
sarrollo industrial y agrícola del país.

32. Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, EFE, Medellín,


pp. 428 y 429.

33. Miguel Urrutia, Historia del sindicalismo en Colombia, Uniandes, p. 140 y ss.

256
Si se toma marco
institucional y económico existente (es-
el
tructura de la tenencia de la tierra, carácter de los mercados,
rentabilidad, crédito, etcétera), se puede observar que de haber
ocurrido una aproximación al potencial tecnológico y de pro-
ductividad que tiene la ganadería del país, habría habido una
gran sobreproducción y una caída vertical de precios.
En por ejemplo, hubo una sobreoferta en el mercado
1969,
nacional que hizo descender los precios del ganado. Un cálculo
de la situación del mercado en 1969 indica que si se hubieran
utilizado prácticas mejoradas (no muy radicales en relación al
estado tecnológico actual) en el hato nacional, esta sobreoferta
hubiera sido 38 veces superior al nivel alcanzado ^^"^K Los efec-
tos que esto hubiera podido tener sobre los precios y el ingreso
neto del sector hubieran podido ser muy amplios, considerando
que hasta ese momento no se había logrado una inserción en el
mercado internacional para volcar los excedentes. Esto tiende a
confirmar lo expuesto atrás: el desarrollo tecnológico de la ga-
nadería nacional corresponde en forma relativa al desarrollo
industrial y agrícola del país y, más específicamente, al desarro-
llo del mercado en el sentido que las demandas que
interior,
provienen del desarrollo económico del país recaen sobre una
oferta oscilante, que, con todo, ha ido en aumento por cambios
tecnológicos en el manejo del hato nacional.

c. Las condiciones para el mejoramiento tecnológico de la


ganadería

La elevación del nivel tecnológico de la ganadería requiere


un mercado ampliado para los resultados de una productividad
mayor y una amplia acumulación de capital que permita obte-
ner fondos extraordinarios para la nueva inversión en mejoras
tecnológicas.La primera condición surge del desarrollo econó-
mico general del país (crecimiento de la demanda efectiva in-
terna), pero además por la apertura del mercado internacional,
que en el caso presente, es más importante que el mercado in-
terno, pues tiene un potencial de expansión mucho mayor. La
segunda condición, estrechamente ligada con la primera, se des-
prende de un mayor volumen de ganancias y rentas que pue-
den ser logradas en base a precios en ascenso y reducción de
costos de producción (salariales, tierra, insumos técnicos, etcé-
,

34. Max F. Bowser, "Prerequisitos y potencial para la exportación de carne en


la década de 1970", Revista Agricultura Tropical, Nov. 1969, p. 703. Con
prácticas actuales hubo un exceso de oferta de 13.9 millones de kgs. que con
prácticas mejoradas hubiera sido de 530.4 millones de kgs.

257
tera), lo cual repercute en un mayor ingreso neto para empre-
sarios y propietarios. Dadas las expectativas de bonanza para
la actividad ganadera, parte del ingreso neto aumentado se in-
vertirá en mejoras tecnológicas de diversa índole y en la expan-
sión territorial de la ganadería.

En ganadería deja de ser una actividad sub-


tal situación, la
sidiaria y esencialmente ausentista y pasa lentamente a conver-
tirse en fuente principal de acumulación de los propietarios. Si
el alto nivel de valorización de la tierra y de la renta que con-
lleva no logra impulsar la trasformación empresarial del pro-
pietario, la concurrencia producida por la bonanza de la activi-
dad hace surgir empresarios que contratan el arriendo de la
tierra y ejecutan una explotación ganadera intensiva. Si la ra-
cionalidad económica del antiguo patrón, caracterizado por el
excesivo monopolio de la tierra, era la forma cómoda y espon-
tánea como se reproducía un pequeño capital invertido en ga-
nados y como el desarrollo económico general valorizaba la tie-
rra, la de ahora se basa en contrarrestar el alto costo de la tierra
mediante la explotación intensiva, el aumento del capital in-
vertido en ganados y su mantenimiento, el aceleramiento de la
rotación del capital y el incremento de la productividad y la
producción.
La alta renta del suelo da lugar a que las haciendas no sólo
tecnifiquen la ganadería sino también a una diversidad en sus
actividades agrícolas que tienden a comprimir los terrenos de-
dicados al pastoreo. Asimismo, los terrenos altamente valoriza-
dos no se destinan para los lotes de pan coger de los trabajado-
res concertados y se eliminan formas obsoletas en la organiza-
ción del trabajo. El trabajo asalariado predomina ampliamente.
La mecanización entra a cobrar mayor importancia en la medida
en que una tierra muy valorizada tiene que ser trabajada a
fondo, para lo cual es indispensable el concurso de máquinas de
diversa clase.
Las influencias principales que se han podido discernir en
la valorización de la tierra son en primer término aquellas que
se desprenden del desarrollo económico general del país que, a
su turno, implica la competencia de la agricultura comercial por
las mejores tierras del país.

La productividad de la agricultura comercial influye en elevar


el monto de la renta tanto como aumente el ingreso neto de los
agricultores y, por tanfo, el canon que puede usufructuar el pro-
pietario de la tierra. Como lo observa Currie, "los arrendamien-
tos tienen características diferentes a los otros elementos de cos-
to. Al aumentar la eficiencia, un individuo puede disminuir otros
elementos del costo, al menos por unidad de producción. El au-
mento de su eficiencia, sin embargo, puede dar lugar a un au-

258
mentó de los arrendamientos que debe pagar" <^^>. Esto se aplica
a todas las alternativas en el uso de la tierra, incluyendo a la
ganadería.

Finalmente, el nivel de precios de los ganados debe incidir


sobre el valor de la tierra. La tierra que da sustento a un nú-
mero dado de animales aumenta de precio si los animales ob-
tienen precios elevados en el mercado. Ya se ha visto cómo los
precios internacionales han entrado a influir los del mercado
interno y en consecuencia también contribuyen ahora a impul-
sar la valorización de las tierras ganaderas.

Todos estos factores tienden a señalar que la valorización


de la tierra proseguirá a un ritmo ascendente y esto sería un
factor positivo en el futuro para impulsar la tecnificación de la
ganadería y la agricultura.

El costo social implicado por esta vía de aumentos en la


productividad ganadera es bastante alto. Primero, incide en ele-
var los precios de la carne y segundo, tiene efectos en la valori-
zación del mercado nacional de tierras, lo cual tiende a elevar
el monto de la renta y por ende los precios de todas las subsis-
tencias y materias primas producidas por la agricultura ^^^K El
tributo que paga la sociedad a los terratenientes parasitarios se
multiplica.

Queda por considerar un último factor que actúa sobre el


estado tecnológico actual de la ganadería, en especial la de tie-
rra caliente y es el del habitat tropical y los obstáculos que lo
caracterizan para obtener una industrialización de la ganadería.

Las fuerzas naturales del trópico tienen como común deno-


minador su irregularidad e intempestividad. El régimen de llu-
vias es errático en extremo y descontrola sistemáticamente el
sistema fluvial, ya sea con inundaciones o con prolongadas se-
quías. La voracidad de la vegetación malsana apenas empieza a
controlarse por medio de variedades especiales de pastos y por
medios químicos. La presencia de parásitos y plagas asolan to-
das las formas de vida animal y vegetal, y su erradicación re-
quiere esfuerzos constantes. En tales circunstancias las inversio-
nes necesarias para controlar y regularizar el medio ambiente

35. Lauchlin Currie, El cultivo del algodón en Colombia, mimeógrafo, Federación


Nacional de Algodoneros, 1963, p. 39.

36. En algunas zonas como en Tolima se habla en la actualidad de convertir


el

tierras agrícolas en praderas por la gran bonanza que ha desarrollado en los


últimos tiempos la actividad ganadera. Soledad Ruiz, "Notas de campo de una
monografía en redacción", Seprocol. DAÑE.

259
tropical requieren altísimas inversiones en infraestructura, en
la forma de un concertado esfuerzo social, que es difícil en las
circunstancias de una economía de mercado. En ésta, la inver-
sión depende esencialmente del empresario individual, y si bien
el estado tiene cierta capacidad de inversión, la magnitud de la
empresa (control de los ríos, desecación y adecuación de tierras)
está fuera de su alcance.

Los adelantos que se logren en esta dirección están entonces


limitados a los que promueva la inversión individual (ya se ha
visto cuáles son sus condiciones) y la inversión estatal en algu-
nas zonas. Por esto, la productividad puede aumentar pero no
en un alto grado por la magnitud de los obstáculos y los esfuer-
zos requeridos para solventarlos. Dado que estas son las zonas
verdaderamente rentables para la ganadería en Colombia, el lo-
gro de aumentar su desarrollo tecnológico y su producción in-
volucrará altos costos, estatales y sociales.

E. El crédito agrícola y pecuario

a. El crédito agrícola

La importancia del crédito en la producción agrícola es no-


toria, pues un alto monto de financiación oportuna puede ase-
gurar un alto Tiivel de oferta, con la obvia condición de que esta
oferta pueda realizarse con una rentabilidad mínima para el
agricultor, permita liquidar su pasivo. Es decir, no se
que le
podría encontrar una relación de causalidad entre crédito e in-
cremento de la producción, pero sí una relación de complemen-
taridad entre estas dos variables. Sin embargo, la cuantía de la
tasa de interés juega un papel importante en la deducción de la
tasa de ganancias. Una tasa de interés real negativa o muy baja,
como el 10%, que corresponde a los créditos de la Ley 26 de 1959
o, aún más. el 7,1% de la Caja de Crédito Agrario opera en
el sentido de aumentar la tasa de ganancias de los empresarios
del campo —
en cierta medida, el ideal keynesiano por excelen-
cia de tasas de interés por debajo de la eficiencia marginal del
capital —
Incluso puede haber utilidad considerable para el pres-
.

tamista con tal de que represte un capital que no es suyo a la


tasa de interés de mercado, que puede alcanzar entre tres y

37 Roberto Junguito. El sector agropecuario y el desarrollo económico colom-


biano, Fedesarrollo, 1972.

260
cuatro veces los intereses que paga ^^^K Es decir, el interés sub-
sidiado tiende a elevar la tasa esperada de ganancias y esto
puede tener peso de importancia, en el sentido de que se aco-
meterán inversiones que no se hubieran llevado a cabo en caso
de primar la tasa de interés de mercado, o se puede producir
con una estructura de precios más baja para el resultado de la
producción. Por otra parte, una masa considerable de financia-
miento oportuno contribuye a que la inversión no sufra fallas
en el momento apropiado para la misma, aunque es posible tam-
bién que ocurra un desvío considerable de fondos por las dife-
rencias sectoriales en las tasas de interés. Esto se ha podido fre-
nar relativamente por la institucionalización del crédito super-
visado.

En términos del crédito a todos los sectores, el dedicado a


cultivos aumentó notablemente su participación en el total, al
pasar del 5,2% en 1950 al 20% como promedio en los últimos
tres años de la serie (1970-1972). Mientras tanto, el café con-
servó su participación y la ganadería bajó del 15% en 1950 a
cerca del 10% en los últimos tres años.

La serie histórica de crédito real (Gráfico 6.9) ha tenido


una tasa de crecimiento promedio del 9,5% anual para cultivos

Gráfico 6.9
o /o Indice de crédito real a la agricultura
SOO

4S0 -

Crédito cultivos
Crédito café
400 -

350 -

300

250

200

I SO

100

50

O JL X
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72

38. En tal caso la tasa de ganancias sería infinita, pues hay ganancia sobre un
monto de capital que es cero.

261
entre 1950 y 1972, superior a la tasa de crecimiento de los culti-
vos comerciales en 1,3% anual.

En años considerados, la cuantía real del crédito otor-


los 23
gado para cultivos se multiplicó por ocho, o sea que surgió un
amplio sistema de crédito que puso a disposición del gremio una
gran cantidad de recursos. Al mismo tiempo, el café aumentó su
monto real de crédito sólo dos veces, que equivale a una tasa
de crecimiento del 0,7% anual.
El gran crecimiento de la financiación significa una partici-
pación en aumento de ésta en cuanto al valor de la producción.
Haciendo la relación valor del crédito y valor de 17 cultivos
que excluyen café (Gráfico 6.10) se encuentra que si en 1950
se financiaba un 7,1% del valor estimado de la producción, en
1970-1971 esta proporción se había aumentado en 30,0%, o sea
que el crédito había elevado su intensidad en más de cuatro ve-
ces. Comparado también había aumentado la inten-
al café, éste
sidad de su financiación, pero sólo en 60% en los 23 años con-
siderados.

Gráfico 6.10

Participación del crédito en el valor de la

o/o
producción -ígncola
40

Crédito cultivos sin cufé/valor cultivos


35
Crédito cute/valor cuíé

30

25

20

15

10

O*—í-
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72

Si se tiene en cuenta que la mayor parte del crédito agrí-


cola se dirigió a los cultivadores más grandes, y que éstos es-
taban dedicados en gran medida a los cultivos comerciales, se

262
puede deducir que la intensidad de estos cultivos, notoriamente
mayor, se aproximó al 70% del costo de producción de los cul-
tivos comerciales ^^^K Este es un margen más de cuatro y media
veces superior al de la industria y demuestra una política am-
plia hacia los agricultores comerciales, desarrollada a todo lo
largo del período observado, pero especialmente a partir de
1967.

Entre modalidades de crédito existen los préstamos del


las
Fondo Financiero Agrario que se reparte entre 11 cultivos, y
que presiona para la utilización de insumos técnicos como se-
millas mejoradas, fertilizantes y, en general, asistencia técnica.
Estos créditos han mantenido una cuantía real de $ 300 millo-
nes anuales a partir de 1968, y alcanzan a ser cerca de una ter-
cera parte del total de créditos otorgados para los cultivos (sin
café). Se advierte un descenso relativo en la participación de
esta modalidad en el total, pues su participación inicial en 1968
fue del 42,2%, para terminar con un 28,3% en 1972.

El crédito supervisado del INCORA,


destinado a medianos
y pequeños agricultores, y que se inicia a partir de 1964, alcanza
una participación máxima en el total de crédito agrícola de 15,6%
en 1968, pero desciende verticalmente hasta el 7,5% del total en
1972.

Estas nuevas modalidades de crédito explican el aumento en


la intensidad de financiamiento que se observa desde 1967: los
sistemas tradicionales continúan a su nivel anterior, y las nue-
vas formas de crédito entran a reforzar el sistema. Se obtiene
así un mecanismo de crédito extremadamente ágil y con gran
cantidad de recursos, que por medio de tasas de interés reduci-
das o negativas, contribuye a aumentar las utilidades de los
productores, y estimula el aumento de la producción en el caso
del crédito supervisado. La Ley quinta de 1973 consolida aún
más el sisterxia de crédito agropecuario, al poner a disposición
de los grandes productores, incluyendo ahora a ganaderos, más
recursos con modalidades de financiamiento a largo plazo, y con
extensión considerable de asistencia técnica obligatoria para los
usuarios de los créditos.

39. El crédito de la Caja Agraria se concentraba en un 66,6% de la cartera en


usuarios con activos mayores de $ 100.000. Se podría considerar como base
mínima que los cultivos comerciales yde plantación recibían el 60% del crédito
total, o sea $ 634 millones en 1971, contra una producción de $ 1.353.5 millones,

lo cual alcanza a reflejar el 47% del valor de la producción como efectivamente


financiado. Si se considera, además, una tasa de ganancias del 30%, se puede
deducir que la financiación alcanza un 67% del costo de producción.

263
El crédito pecuario

El crédito ganadero es un elemento muy importante en re-


lación al ciclo de precios e ingresos, contribuyendo a atenuar las
etapas de mayor iliquidez que acompañan en especial al proceso
de la cría. Ya se ha visto en secciones anteriores cómo la inver-
sión cría-levante tiene un período de rotación bastante amplio,
de 3 a 4 años. En este sentido, un volumen de crédito apropiado
puede suavizar las oscilaciones cíclicas y conducir a un creci-
miento más continuo del hato y su producción.
Sin embargo, el crédito para el sector ganadero no ha sido
precisamente escaso en el pasado. El nivel de 1969 era casi el
doble de 1950 y hubo períodos como el de 1950-55 cuando la fi-
nanciación real crecía al 27% anual. En general las fluctuacio-
nes en el crédito pecuario expresaron las diversas etapas de po-
líticas monetarias por las que atravesó el país. La política cre-
diticia fue contraccionista cuando la presión inflacionaria o los
desbalances externos fueron muy destacados (1956-1961), y ex-
pansionista en los mejores años (1953-1955). Hubo un período en
el cual el crédito fue liberado en circunstancias no propicias para
ello, contribuyendo a altos índices de inflación (1961-1964 <^° >.

La
financiación de la producción ganadera se obtuvo divi-
diendo el crédito en pesos de 1958 por el valor de la producción,
también en pesos constantes, lo cual da una idea de qué parte
del valor de la producción fue financiada. En 1955 se observa
una gran anomalía pues los créditos llegaron a ser el 80,6% del
valor de la producción (cuadro 6.14), el 92,7% del valor de la
extracción comercial y el 57,4% del valor de la extracción y la
leche. Es decir, los ganaderos obtuvieron ese año casi tanto de
los bancos como el que obtuvieron por la venta de animales para
el degüello y la exportación. Esta gran explosión crediticia dis-
minuyó a lo largo del período, representando todavía un 42,1%
del valor de la producción en 1970 y 37,8% del valor de la ex-
tracción comercial. El margen de financiación del valor de la
producción ganadera duplica el valor financiado de la produc-
ción bruta industrial que oscila alrededor de un 16% y triplica
el valor financiado de la producción bruta agrícola que gira al-
rededor del 11% ('*^>. Es decir que el sector ganadero ha sido es-
pecialmente favorecido por el volumen de créditos recibidos en

40. Hernando Agudelo Villa. Cuatro etapas de la inflación en Colombia, Tercer


Mundo, Bogotá 1967, pp. 277 y ss.

41. Datos tomados de Jay Atkinson, **Changes in Agricultural Production and


Technology", Ministerio de Agricultura y Cuentas Nacionales. Banco de la
República, Boletín DAÑE 223.

264
comparación a su participación en valor de la producción bru-
el
ta nacional. Esta participación fue todavía mayor en los primeros
años del período 1950-1970 y ha venido disminuyendo, estabili-
zándose a niveles todavía bastante altos para 1970.

El favoritismo de que ha disfrutado el sector ganadero se


manifiesta también en las tasas de interés especiales que utili-
zan para operaciones que son consideradas de fomento. La tasa
de interés para la cría es del 8% anual con 5 años de plazo y del
10 y 11% para inversiones en ganadería en general con 4 años de
plazo ^^2)^ mientras que la industria obtiene tasas del 14% con
plazo de un año y del 17% y 18% anual para préstamos de me-
diano y largo plazo.

Entre los sistemas de crédito que benefician a los ganaderos


están "la Ley 26 (de 1959) estatuto éste que además de garan-
,

tizarle recursos al sector (agropecuario), suministra capital a


tasas de interés de subsidio. Este subsidio no es insignificante,
si se tiene en cuenta que en 1970 los préstamos de la Ley 26 su-
maron $ 1.456 millones. Aunque el propósito de la ley pudo ser
loable, parece claro que estos recursos han beneficiado de ma-
nera particular a los grandes ganaderos" ^^^K La ley 26 distribu-
ye recursos para los fondos ganaderos, Banco Ganadero, bancos
comerciales y Caja de Crédito Agrario. En 1969 el Banco Gana-
dero y los fondos ganaderos recibieron $ 397.6 millones en re-
descuentos del Banco de la República, que fue del 7% de los
redescuentos para toda la economía ^^'^^ Esto no incluye los re-
descuentos para la Caja Agraria que distribuye cerca del 50%
del crédito pecuario ^"^^^ lo cual hace que los redescuentos del
Banco de la República para el sector ganadero hayan alcanzado
un 13,8% del total para la economía en ese año.
Dentro del total de préstamos vigentes del sistema banca-
rio, según destino, la ganadería es la que tradicionalmente ha
recibido más créditos: cerca del 19% del total, mientras que la
industria recibe cerca del 18% y la agricultura alrededor del
lf)% (ver cuadro 6.14). Si bien el período de maduración de la
inversión ganadera es mayor que el de las demás ramas de la
actividad, su proporción en el producto bruto interno es mucho

42. Fedegán, Aspectos Tecnológicos, económicos, financieros e institucioTiales de


la ganadería en Colombia, p. 82.

43. Miguel Urrutia, El sector financiero y la distribucóin del ingreso, Mimeógra-


fo CID. Universidad Nacional, 1972, p. 45.

44. Ibid, p. 46.

45. Caja Agraria, obra citada, p. 45.

265
menor: el 10,7% contra el 18,6% de la industria y el 17,3% para
la agricultura.

Los fondos ganaderos tienen sistemas especiales de crédito


de ganado en compañía mediante los cuales suministra los ga-
nados y las utilidades se reparten así: 65% para el depositario
y el 35% para el Fondo, y del 65% del depositario 5% debe ser
invertido en acciones del Fondo. Estos programas han impulsado
la tecnificación de la ganadería de carne en relación a cruces,
inseminación artificial, utilización de insumos técnicos y mejora
de praderas.

Las agencias internacionales han concedido créditos de di-


ferente envergadura para el sector ganadero. El BID prestó US$
30 millones en 1967-1968, el BIRF US $ 66 millones de 1967 a 1970
y la AID participa en un programa conjunto Banco Ganadero-
Incora de crédito supervisado para pequeños y medianos gana-
deros. Este programa se ha venido expandiendo de 22.391 ani-
males financiados en 1965 a 54.900 en 1966.

La financiación por unidad física producida osciló alrede-


dor de los $ 250 (pesos constantes de 1958) durante todo el pe-
ríodo con altibajos bastante amplios. Intentar una correlación
entre crédito para el sector y producción física produce pocos
resultados; es decir, existe poco grado de influencia entre los
volúmenes de crédito y los volúmenes de producción. Aún te-
niendo en cuenta un período de maduración del crédito de 5
años (mientras se recibe el crédito, nace la cría y evoluciona
hasta animal cebado), es decir, retrasando la curva de créditos
en relación a la curva de extracción comercial la influencia del
crédito es todavía ambigua en el volumen de extracción. Esta
falta de correlación es una primera indicación de que el crédito
para el sector era excesivo y de que gran parte de él se destinó
presumiblemente a otro tipo de inversiones como bienes raíces
o préstamos extrabancarios. La colocación de un crédito de largo
plazo, recibido al 10%, en el mercado extrabancario, resultaría
en márgenes anuales del 14 y el 18% por solo intermediación.
Por otra parte, es conocido cómo los bancos comerciales utilizan
sus cupos ganaderos para otros bienes cuando los demás renglo-
nes de crédito se encuentran copados. El hecho de que el Banco
Ganadero y los Fondos Ganaderos hayan recurrido más y más al
crédito supervisado es otra indicación de que las modalidades
anteriores de crédito no eran satisfactorias. Por último, está
claro que la reducción crediticia que sufrió el sector a partir de
1955 no ha repercutido en una crisis de producción y que por el
contrario la oferta de ganados prosiguió en aumento. Todos es-
tos hechos tienden a confirmar que el sector contó con más cré-
dito del que podía disponer y que, en efecto, parte de la efusi-

266
Gráfico 6.11
Indices de crédito y producción
ganaderas.

1960 51 52 53 54 56 5 6 5 7 56 59 6 0 61 62 6 3 6 4 6 5 66 67 6 8 69 70
vidad crediticia que se comentaba atrás tomó rumbos distintos
a la inversión ganadera.
En sobre valor de la producción se analizó cómo
la sección
el sector ha venido aumentando su ingreso neto rekl a pesar de
las etapas cíclicas que lo caracterizan y esto ha podido contri-
buir a aumentar su poder de autofinanciación. El problema
de la iliquidez se presenta ocasionalmente cuando los precios del
ganado tocan su parte más baja. En estos años 1950, 1957, 1965
y 1970, también hubo contracción crediticia, lo cual ha podido
contribuir a hacer más crítica la situación líquida de los cria-
dores y a impulsar la venta de hembras. Se encuentra por lo
general que el crédito de los bancos comerciales se dirige en un
60% hacia la ceba, mientras que el crédito de fomento se dirige
en un 90% hacia la cría, o sea que la cría-levante tiende a ser
menos rentable que las demás actividades. Aquí surge un hecho
contradictorio: por una parte, el crédito ha aparentado ser ex-
cesivo y por otra se ha restringido en determinadas épocas, y
esto sólo puede concillarse si se toma en cuenta la distribución
del crédito que tiende a financiar a los propietarios más grandes,
que naturalmente son quienes pueden ofrecer mejores garantías
hipotecarias. En tal caso, la restricción crediticia se aplica sola-
mente a los pequeños y medianos propietarios, mientras que los
grandes escapan a la acción restrictiva del crédito e incluso di-
rigen el que obtienen hacia otras actividades.

c. El crédito externo

Durante período 1960-1975 los préstamos externos pro-


el
venientes de la AID norteamericana, el BIRF (Banco Mundial)

267
y el BID, ambos con capital mayoritario de Estados Unidos, su-
maron más de US$ 330 millones, concentrándose el 90% de ellos
después de 1966. La mayor parte de los créditos llegaron por la
AID (un 43%) que son de naturaleza bilateral, es decir donde
el gobierno norteamericano tiene una ingerencia directa en có-
mo se emplean esos fondos. La resistencia contra este tipo de
préstamos que han presentado pueblos y gobiernos de los países
dependientes y semicoloniales ha conducido a que se le dé un
bajo perfil a la AID a partir de los últimos años y se recurra
más a las agencias multilaterales de crédito, de todos modos do-
minadas en última instancia por los Estados Unidos.
Si se quiere medir la importancia de los préstamos externos
en términos cuantitativos, los cuales tienen una ponderación
cualitativa mucho mayor pues reflejan iniciativas políticas de
un gobierno extranjero en el país, considérese que aproximada-
mente el 13% del gasto público aplicado a la agricultura entre
1966 y 1971, años de máxima actividad reformista en el campo,
fueron financiados por fuentes externas; tal participación des-
cendió entre 1972 y 1975, cuando se agotó la política reformista
y no hubo verdaderamente programas que la remplazaran, hasta
1976, con la puesta en marcha de los programas de Desarrollo
Rural Integrado (DRI) y el Programa de Alimentación Nacio-
nal (PAN), los cuales nuevamente han requerido y están en
vías de recibir grandes dosis de financiamiento externo para ser
puestos en marcha y ejecutados.

Ladistribución del crédito por ramas del sector agropecua-


rio fue aproximadamente la siguiente:

FINANCIAMIENTO EXTERNO DE LA AGRICULTURA

Rubro US$ millones Participación


porcentual

Agricultura 147.7 44,6


Ganadería 77.6 23,4
Colonización 47.4 14.3
Adecuación tierras 42.2 12,7
Mercadeo 16,4 4,9

Fuente: Ministerio de Agricultura Nacional.

De mayoría beneficiaron el desarrollo


estos fondos, la gran
de la gran agricultura comercial y una parte de ellos, nada des-
preciable, financió su expansión con miras al mercado de ex-
portación. Con la excepción de los créditos supervisados del In-
cora, destinados a campesinos usuarios y cooperativas y que su-

268
marón US$ y parte de los fondos destinados a la co-
18 millones
lonización, aunque ellos también contribuyeron a ligar la fron-
tera ganadera, en manos de grandes terratenientes, a los mer-
cados urbanos, la mayor parte de los fondos benefició directa-
mente a los grandes ganaderos, a la burguesía algodonera y a la
azucarera, a la vez que contribuyeron a impulsar la mecaniza-
ción de las explotaciones comerciales y a la adecuación de tie-
rras con riego que fueron apropiadas en su mayoría por la
burguesía agraria y más de un terrateniente. De manera simi-
lar, los proyectos de mercadeo se dirigieron al montaje de silos,
a la comercialización de oleaginosas y granos, a la conformación
de una cadena de frío que beneficiaron, en lo fundamental, a
los grandes productores comerciales y a las empresas agroin-
dustriales.

Uno de los efectos másy amplios que tuvo este tipo


serios
de financiamiento, contemplado incluso como una de las justi-
ficaciones principales para otorgarlos, fue el de vincular la agri-
cultura y la ganadería a los mercados mundiales, en rubros tan
importantes como la carne de res, el azúcar, el algodón, la soya
y el arroz, todo lo cual tuvo resultados notorios, como ya se ana-
lizó, sobre él nivel nacional de abastecimiento de alimentos, sus
precios, los precios de la tierra y la magnitud de los arriendos,
entrando a girar tanto la agricultura comercial como la ganade-
ría bajo la dinámica de los mercados internacionales.

E. El gasto público en la agricultura

Uno de los fenómenos que más llaman la atención en el


universo agrícola es la creciente presencia del estado en los as-
pectos de mercadeo, asistencia técnica e investigación aplicada,
crédito, construcción de infraestructura, habilitación de tierras
y control de aguas. Esta presencia se refleja a nivel de los gastos
reales públicos en el sector (Gráfico 6.12) que ha requerido un
,

previo refuerzo de la capacidad financiera del estado en gene-


ral. La magnituddel cambio se puede apreciar comparando el
gasto público en el sector en 1950, que alcanzó $ 48.7 millones
(pesos de 1958), con el gasto en 1972 que fue de $ 2.467.6 mi-
llones (pesos de 1958), o sea una intensidad 50 veces mayor.

La
participación del sector en el presupuesto nacional (in-
cluyendo institutos descentralizados) pasa del 4,9% en 1950 al
18% como promedio en el último trienio (1970-1972), o sea que
el sector adquirió una importancia mucho mayor en las accio-
nes del estado en los últimos tiempos, movimiento que se hace
especialmente evidente a partir de 1960. El gasto lo realizan en
especial los institutos descentralizados, que llegan a distribuir

269
el 70% del gasto público en el sector. En 1972, los institutos con
más presupuesto, en pesos corrientes, fueron el IDEMA con cer-
ca de $ 4.000 millones, el INCORA con $ 1.000 millones y el ICA
con $ 400 millones, o sea que el énfasis principal en la acción
estatal es el mercadeo, seguido por las funciones del INCORA
que van desde crédito, titulación y distribución de tierras, hasta
infraestructura y adecuación de tierras ^^^^ para terminar con un
énfasis importante en la asistencia técnica y la investigación
aplicada.

Gráfico 6.12

Gasto público real en la agricultura

3.000
p

2.600 -

~ 2.200 -

fO

c
2 1.800 -

B
1.400 -

c 1.000 -
o

600 -

200 .

O L
1950 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72

Los institutos de fomento agropecuario (corporaciones re-


gionales y otros) venían cumpliendo un papel destacado en la
distribución del gasto antes de 1960, con cerca del 50% de los
recursos estatales; pero de allí en adelante su participación se
reduce a cerca del 15%, y aun así el monto absoluto de recur-
sos movilizados por ellos se incrementa.

El Ministerio de Agricultura pasa de controlar el 50% del


presupuesto invertido en el sector en la década del 50, al 15%
como promedio entre 1960 y 1972, aunque de hecho tiene gran
influencia en todo el gasto público en el sector, pues preside

46. Los presupuestos del INCORA tuvieron el siguiente desenvolvimiento a par-


tir de 1967:

270
todas las juntas directivas de los institutos descentralizados que
operan en él.

El cambio tan significativo en la acción estatal sobre la


agricultura nacional tiene varias implicancias importantes: la
anterior presencia marginal de las agencias del estado en el sec-
tor significaba un desconocimiento casi absoluto de las fuerzas
económicas, de las características institucionales, de los pro-
blemas de la producción, el crédito, la tecnología, el inventario
de tierras, el estado de la titulación territorial, etcétera; en la
actualidad, la presencia más notoria de diversas agencias del
estado permite un conocimiento mucho más amplio de múltiples
elementos de la vida económica y social del campo y aunque
esto no implica necesariamente una planificación, sí permite
implementar políticas y modificar algunos elementos del uni-
verso económico de la agricultura, especialmente a través de
instrumentos de crédito, asistencia técnica, relativo control so-
bre diversas fuerzas sociales en el campo, tributación, sanea-
miento de la titulación y gastos en infraestructura en general
(caminos, energía, control de aguas, adecuación de tierras).

Hasta el momento, propietarios y empresarios agrícolas han


sido generalmente denominados "grupos tributarios difíciles" ^^'^^
Según el Informe Musgrave, el sector tributaba en 1969 sólo un
5% de los impuestos a la renta, pero generaba el 30% del pro-
ducto nacional o sea que por cada $ 100 que debían abonar
como impuesto pagaron solamente $ 16.70 y evadieron $ 83.40,

Presupuesto % del gasto


Años (millones $ en el sector
corrientes)

1967 646.0 25,8


1968 976.3 24,9
1969 1.030.3 18,9
1970 1.118.9 15,3
1971 773.2 7,9
1972 969.1 10,3
1973 1.075.9 11,4
1974 1.251-2 10,8
1975 1.660.1 13,3

Fuente: Informe financiero de la Contraíoría.

47. Herchel, Taxation of Agriculture and Hard io Tax Groups, Documento base
para el Informe Musgrave. Citado por Junguito, obra citada, p. 18.

48. Ibidem.

271
en relación con el promedio tributario del resto de los sectores
que (no se debe olvidar) son también evasores en alguna me-
dida <^9>.

Las nuevas medidas de tributación comprendidas en la Ley


4^ de 1973, reglamentada en enero de 1974, quizás harán rebajar
el alcance de la evasión tributaria, pero corresponde todavía a
proporciones muy bajas en relación con los valores de las pro-
piedades. Así, una propiedad avaluada en 1 millón de pesos, y
dedicada a la ganadería de cría, pagaría la mitad de los impues-
tos que debe pagar un ingeniero trabajando para el estado (con
la retención en la fuente)

En
todo caso, el gasto público volcado sobre el campo excede
en gran medida a los ingresos que obtiene el estado por el lado
de la tributación, lo cual significa que el resto de los sectores
productivos de la economía nacional han aportado recursos y
excedentes para financiar tal gasto público y por lo tanto la
agricultura ha aportado desigualmente para el desarrollo in-
dustrial

49. Esto significaría que la evasión es mucho más destacada en relación con la

legislación tributaria vigente.

50. Economía y negocios, enero de 1974.

51. La base de tributación del sector está localizada fundamentalmente en los

impuestos cafeteros, que dejan Intocado al resto, y el impuesto al degüello. Los


impuestos indirectos no afectan a los productos del agro. Según el Informe Mus-
grave, el sector aportó sólo el 11% de los impuestos totales, o sea $ 1.239.1 mi-
llones en 1969. Ese mismo año, el gasto público en el sector (que incluye ca-
minos, energía y otros servicios) de $ 5.459 millones, lo cual implica una
fue
trasferencia neta de $ 4.220.9 millones del resto de la. economía al sector. Si
las mismas proporciones operan en 1972, la trasferencia se aproxima a los $ 7.000

millones. El resto de la economía absorbe esta trasferencia a través de la tribu-


tación o bien a través de la inflación si el gasto es de tal naturaleza, aunque en
este caso todos los sectores lo comparten en mayor o menor medida.

272
Capítulo VII

DESARROLLO CAPITALISTA EN EL AGRO COLOMBIANO

A. Las teorías sobre desarrollo agrícola

Hemos llevado a cabo un


análisis de la situación agraria co-
lombiana, ciñéndonos estrechamente a los hechos, como se ex-
presan en la estadística disponible, y esto nos ha permitido ale-
jarnos de toda una serie de pre-concepciones sobre el subdesa-
rrollo, el atraso rural, los términos de intercambio campo-ciu-
dad y muchos otros temas que eran y son aún de común acep-
tación entre los investigadores latinoamericanos, pero que en los
últimos años han venido siendo cuestionados por los mismos pro-
cesos de desarrollo capitalista que han vivido en particular paí-
ses como Brasil, Méjico, Venezuela y Colombia, los cuales es-
capan en mayor o menor medida a las caracterizaciones sobre el
subdesarrollo que imperaban hasta entonces.

En cierta forma y siguiendo a Kuhn, el paradigma de la


teoría del subdesarrollo elaborado de la manera más radical por
Andrés Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, Fernando Henrique
Cardozo y Enzo Paleto, pero basados sobre la problemática que
inaugura la escuela cepalina en las versiones de Celso Furtado
y que perfecciona Oswaldo Sunkel desde un punto de vista na-
cionalista burgués, ganó en una primera instancia a la mayor
parte de los investigadores sociales de América Latina. La teoría
es ciertamente coherente y mantuvo su vigencia mientras se
confirmaba de manera aproximada con los hechos, especial-
mente durante la fase de estancamiento y crisis del capitalismo
en el continente, desde el fin de la guerra de Corea hasta la
mitad del decenio de 1960, cuando la mayor parte de las eco-
nomías latinoamericanas vivieron un proceso de lenta acumu-
lación de capital. Es precisamente dentro de esta visión gene-

273
ral que se enfoca la agricultura como sufriendo el mismo pro-
ceso de "desarrollo del subdesarroilo" que vive la economía na-
cional frente al imperialismo que la oprime, pero como un caso
especial que se explícita en las teorías sobre las "colonias in-
ternas", reproduciendo las mismas relaciones que generan el
atraso de la economía periférica por estar sometida a la eco-
nomía central.

El paradigna del subdesarrollo comenzó a ser cuestionado


crecientemente por los hechos, no sólo económicos sino tam-
bién políticos, que insisten en que existe un crecimiento indus-
trial y agrícola en el continente, especialmente acelerado du-
rante la segunda mitad de los años 60, que la división interna-
cional del trabajo está sufriendo variaciones y que esto permite
una diversificación de las exportaciones de varios países im-
portantes y no sólo eso sino que los términos de intercambio
se vuelcan en favor de los productos de exportación de los países
semi-coloniales y dependientes durante los años 70. En torno
a la política, los hechos también muestran que las relaciones
entre burguesías nacionales y burguesías imperialistas están ca-
racterizadas simultáneamente por la asociación y la confronta-
ción, que prima la sociedad en la explotación del proletariado
nacional y el regateo en la distribución de la plusvalía.

Todos estos hechos determinaron la crisis del paradigma


del subdesarrollo y a que comenzara una búsqueda de otro en-
foque que se aproximara más a las realidades que se están vi-
viendo. Si bien la teoría de la dependencia hizo una acertada
crítica a las visiones dualistas de la economía neo-clásica, es-
pecialmente en su separación tajante, pero desprovista de con-
tenido, entre economía "moderna" y economía "tradicional", al
mostrar que las dos estaban relacionadas estrechamente, tam-
poco puede afirmarse, como hicieron algunos, de que estas for-
mas de producción son capitalistas por estar "articuladas" al
modo de producción dominante nacional e internacionalmente,
ya que esto, de por sí, borra también el contenido material de
estas formas de producción y reduce arbitrariamente sus leyes
de funcionamiento a las del capital.

Hubo que recurrir entonces a la ortodoxia del marxismo,


a los capítulos de El Capital sobre la renta del suelo, al estudio
de Lenin sobre el desarrollo capitalista ruso y a su caracteri-
zación de las vías de desarrollo en el campo, encontrando allí
hipótesis de trabajo a la vez más sencillas y comprensivas
que las que ofrecía la teoría neoclásica del desarrollo y su crítica
por la teoría del subdesarrollo, en torno a la transición al capi-
talismo tanto de la economía campesina y la terrateniente y de
algunos elementos del funcionamiento de formas de producción
pre-capitalistas que se podían complementar con los aportes de

274
Witold Kula y A. V. Chayanov ^^K En todo caso, la articulación
de las formas de producción pre-capitalistas a un mercado que
obedecía a la dinámica de la acumulación de capital cambiaba
sus leyes de funcionamiento, pero no las abolía necesariamente
aunque las debilitara; además, estas formas de producción con-
taban con mecanismos propios de defensa frente al modo de pro-
ducción dominante que prolongaban su existencia y le presta-
ban estabilidad en algunos casos.
La paradigma del subdesarrollo se manifestó ya
crisis del
en 1971, con las críticas de Francisco Weffort y su debate con
Cardozo con los aportes de Laclau, Ciro Flamarión Cardozo
y Assadourian sobre la interpretación histórica que estaba in-
cluida en el paradigma en crisis y de las críticas de Agustín
Cueva, Roger Bartra y otros que insistieron en la importancia
de los factores endógenos en las formaciones sociales latinoame-
ricanas, en una nueva periodización histórica que veía el sur-
gimiento del capitalismo en el continente como un proceso que
se da durante la segunda mitad del siglo XIX y que no proviene
desde la colonia y comprendiendo, además, el proceso de ex-
pansión del capitalismo que se tomaba nuevas áreas de la pro-
ducción y sometía crecientemente a la población bajo sus leyes
de funcionamiento, proceso en el cual intervenía abiertamente
el imperialismo para impulsarlo económicamente aunque lo fre-
nara en sus expresiones políticas.

En Colombia, los estudios inspirados por la Cepal y Mario


Arrubla marcaron la pauta del paradigma de la dependencia.
Los estudios sobre agricultura que bebieron de su fuente se en-
contraron en posiciones curiosas, como la de minimizar el gran
crecimiento de la agricultura comercial y enfatizar, en cambio,
la ^'involución" del sistema productivo rural, aunque no hubie-
ran fuentes empíricas que le permitieran probar sus hipótesis.

1. Witold Kula, Teoría económica del sistema feudal, Siglo XXI Editores, Mé-
xico, 1974; A. V. Chayanov, La organización de la unidad económica cam-
pesina, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 1974.

2. Francisco Weffort, "Notas sobre la 'Teoría de la dependencia', teoría de


clase o ideología nacional. Revista Ideología y Sociedad N- 11, octubre-di-
ciembre 1974, Bogotá; Fernando Henrique Cardozo, "Notas sobre o Estado
atual dos estudos sobre deí>endencia", Etudos Cebrap, 1975.

3. en Modos de producción en América Latina, Ediciones Pasado y Presente,


Buenos Aires, 1975.

4. Mario Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano. Ediciones La Ca-


rreta, Medellín, 10- edición, 1976. CIE-DANE, Contribución al estudio del
desempleo en Colombia, Bogotá, 1973.

275
Otros estudios de autores más ligados a las organizaciones po-
líticas fueron esclarecedores cuando se trataba de analizar el
movimiento campesino y las relaciones sociales contra las que
luchaba, pero se quedaban cortos en la interpretación de los
cambios de la estructura agraria que se precipitan a partir de
la segunda postguerra. En general, estos estudios se apegaban a
los lineamientos programáticos de las organizaciones que pro-
pugnaban, en su mayor parte, por la revolución democrático
burguesa y de allí deducían el carácter semi-feudal de la eco-
nomía rural, a pesar de que la evidencia de un vigoroso desa-
rrollo capitalista también ponía en cuestión este tipo de pro-
grama político. Del lado del socialismo, se mantenía el concep-
to de subdesarrollo y estancamiento de las fuerzas productivas
pero al mismo tiempo se caracterizaba la estructura agraria co-
mo capitalista, posición bastante contradictoria que de hecho bo-
rraba todo vestigio pre-capitalista tanto en la economía terra-
teniente como en la campesina y que negaba, en consecuencia,
las tareas democráticas de la revolución socialista. De aquí em-
piezan a surgir fisuras en lo que podemos denominar el campo
socialista, de acuerdo al mayor o menor énfasis que se le adju-
dique a estas tareas democráticas en el campo. El debate cam-
bia entonces de cariz y ya la pregunta es de que si la vía cam-
pesina tiene vigencia histórica hoy en día para el desarrollo
capitalista, si la vía terrateniente se ha consolidado o no, de si
esta vía es extraordinariamente lenta todo el tiempo, etcétera ^^K
Una de las posiciones en cuestión, por ejemplo, afirma que el'
atraso en la agricultura "se expresa en la lentitud con la cual
el capitalismo ha operado para revolucionar toda la vieja es-
tructura económica y las manifestaciones de las formas ante-
riores de producción, aun cuando el capitalismo ha subordina-
do esas formas que subsisten en estado de descomposición
(sic)" El mismo documento afirma más adelante algo que no
se preocupa en verificar empíricamente: "la mayor parte del
trabajo asalariado permanente en la agricultura es utilizado por
los pequeños propietarios y principalmente por el campesino ri-
co" ^^>, lo cual a su vez es la base para afirmar la vigencia de la
vía campesina de desarrollo capitalista. La argumentación está
caracterizada por dos grandes falacias y más de una omisión.
Mientras se afirma que el campesinado parcelario escasamen-
te se diferencia, al mismo tiempo se dice que el campesinado
rico contrata abundante trabajo asalariado o sea que se da una

3. Ver las discusiones de los Círculos Marxistas aparecidas en la revista Teoría


y Práctica, Nos. 8, 9 y 10, 1976 y 1977.

6. Revista Teoría y Práctica N- 10, diciembre 1977, p. 4.

7. Ibid.

276
notoria diferenciación de clases. Lo cierto es que las mayores
cantidades de trabajo asalariado en el campo son obviamente
insumidas por la gran agricultura comercial y la muy diferen-
ciada economía cafetera, datos que el lector encontrará am-
pliamente sustentados en nuestro capítulo V sobre la fuerza de
trabajo rural y que confirman todos los estudios sobre este tema
hechos hasta el momento en el país. La omisión más protube-
rante en tal tipo de argumentaciones es que no se preguntan
siquiera qué ha sucedido en la economía terrateniente. ¿Han
pasado sus tierras a ser objeto de arriendo por parte de una bur-
guesía agraria o del campesinado rico? ¿Se han transformado mu-
chos de ios terratenientes o sus familiares en capitalistas? ¿Man-
tienen un número apreciable de arrendatarios campesinos oprimi-
dos por medios extra-económicos o sea a través de relaciones
precapitalistas? Y si no se aborda este problema fundamental
estamos muy lejos de poder caracterizar lo que ha sucedido en
el campo colombiano durante los últimos treinta años: las re-
giones fértiles y bien localizadas han pasado a ser explotadas a
la manera burguesa, que se ha desarrollado una poderosa bur-
guesía agraria, lo cual se puede apreciar fácilmente con la fuer-
za que toman gremios tales como Asocaña, Fedealgodón, Fe-
dearroz y otros más y que, en efecto, quedan importantes re-
zagos de explotaciones pre-capitalistas como lo indican los 150
mil pequeños arrendatarios que registra el censo agropecuario
de 1970. Transformación importante pero aún no completa que
de todos modos marca la dirección inequívoca de cuáles son
las relaciones sociales que se imponen y consolidan en el campo
colombiano. Ciertamente el desarrollo por la vía terrateniente
en Colombia fue extremadamente lento hasta el auge de la acu-
mulación que acompaña el fin de la segunda guerra mundial
y la guerra civil, pero de aquí en adelante tal desarrollo se
acelera notablemente en base al gran crecimiento de la agri-
cultura comercial y a cambios menos notables pero también
importantes en relación con la ganadería. La base teórica de los
que arguyen que la vía terrateniente es siempre lenta está cons-
tituida por la argumentación de Lenin sobre la vía prusiana, es-
pecialmente en El programa agrario de la social democracia rusa,
1905-1907, donde se compara ésta con la vía democrática en sus
efectos políticos y económicos. Sin embargo, el problema es un
poco más complejo ya que el monopolio de la propiedad terri-
torial es a la vez condición para la formación de un proletaria-
do rural y puede operar como traba a la acumulación, especial-
mente si viene con "aditamentos precapitalistas" o con "ropaje
político", como lo explica Marx en la sección sobre la renta del
suelo en el tercer volumen de El Capital. De hecho, una vía
democrática de desarrollo capitalista que reparte la tierra en
exceso, como en Francia después de la revolución, origina in-
mensas trabas al desarrollo de la acumulación de capital en

277
forma. La misma vía norteamericana registra un período de
lenta acumulación industrial porque el capital no encuentra su-
ficiente capital variable que explotar, ya que la colonización
está abierta y es una avenida de escape para la mayor parte de
la población de la esclavitud asalariada. Es por esta razón que
los salarios y la productividad del trabajo yanquis serán los
más altos del mundo y la acumulación industrial no se desatará
ampliamente hasta que se acaben las tierras de frontera y au-
mente la imigración En la misma Alemania, donde se da un
desarrollo industrial apreciable durante la segunda mitad del
siglo XIX, la vía "junker" es tan rápida que en 1903 la pobla-
ción campesina del país se ha reducido relativamente y la social
democracia alemana tiene que abandonar su programa agrario
porque, en efecto, el campo se ha industrializado, tanto así que
ya quedan pocas reivindicaciones de tipo específicamente cam-
pesino para llevar a cabo; de esta manera, el sistema de fábrica
que se ha desarrollado en el campo alemán genera contradic-
ciones similares a las que asolan todo el sistema capitalista de
ese país.

En el caso colombiano, tenemos un desarrollo combinado


de las dos vías pero uno predominante sobre el otro en las dos
grandes etapas que caracterizan el capitalismo en nuestro país,
quedando todavía toda una serie de reivindicaciones de tipo
campesino que no alcanzan ninguna resolución dentro de los
marcos del régimen burgués de producción, mientras avanza la
vía terrateniente de desarrollo capitalista en el campo.

El haber introducido la discusión de la teoría marxista de


la renta ael suelo dentro de la cual no pueden dejar de se-
ñalarse los complejos problemas en su aplicación, y además las
concepciones de Lenin sobre la economía campesina y la terra-
teniente y de las vías de desarrollo que puede tomar el capital
en determinada formación social, surgen como intento de supe-
rar la crisis del paradigma del subdesarrollo y de sus aplica-
ciones al caso de la agricultura. Es por esto que en este libro
hemos planteado la causalidad de proceso de desarrollo especí-
fico., con las mismas herramientas con que se trata el desarrollo
"clásico" del capitalismo, aun si este desarrollo es bastante pe-
culiar, pero desechando el que se trate de un proceso de in-
volución de las fuerzas productivas y sin dejar de lado de que

8. Habakuk, Technical Change in the United States and England during the
XIX Centicry, Oxford University Press, 1969.
9. Ver del autor, "La teoría marxista de la renta del suelo", Revista U. N.
N- 11, 1972, Bogotá, donde se plantea quizás por primera vez en nuestro
medio la metodología marxista para tratar el problema agrario.

278
ese proceso produce y seguirá generando profundos desequili-
brios y contradicciones sociales que están muy lejos de resolver-
se dentro del marco de la dominación del capital y la opresión
imperialista.

De
esta manera, se asume primero una periodización histó-
rica precisa de cómo el capitalismo en Colombia empieza a desa-
rrollarse francamente a principios de este siglo sobre la base
de la economía campesina cafetera y de la exportación del gra-
no, la cual sienta las condiciones para la industrialización. El
campo recibe los impactos de este desarrollo que van generando
una inmensa crisis social y política que estalla con la violencia
o guerra civil, para a partir de allí generalizarse sobre la base
de la gran propiedad territorial cada vez más en un proceso de
desarrollo desigual y combinado, pero siempre de expansión de
las relaciones sociales que caracterizan al capitalismo.

Sobre el problema de la acumulación originaria de capital


en Colombia, no hemos introducido en nuestra periodización su
desarrollo pues éste, a nuestro modo de ver, corresponde estric-
tamente a una fase que va de 1880 y se cierra en los años 20
de este siglo, cuando ya se han dado a nivel de la formación
social nacional las condiciones necesarias y suficientes para que
la acumulación capitalista se reproduzca sobre una escala cada
vez mayor. Estas condiciones incluyen la centralización política
y conformación de un mercado interno que sigue a la guerra
de los mil días y el inusitado crecimiento del comercio exterior,
además de la conformación de un proletariado, de una previa
acumulación de capital dinero y de la concentración de medios
de producción en manos de una burguesía industrial, además
de la formación de una banca central y de un estado que pro-
mueve el desarrollo del capital que hacen parte de las premi-
sas políticas de la acumulación originaria. En otros términos,
el problema de la acumulación originaria queda por fuera del
análisis nuestro, ya que éste comienza precisamente cuando la
acumulación industrial empieza a chocar con la estructura de
relaciones sociales vigente en gran parte del campo, pero en
momentos cuando tal acumulación ya ha sido originada y tiene
avenidas de expansión. En consecuencia, no estamos de acuerdo
con el concepto de Samir Amín sobre la "acumulación primi-
tiva permanente^' el cual es retomado por Roger Bartra en
su de otra manera importante aporte al análisis del desarrollo
capitalista en el campo latinoamericano ^^'^K Tal concepto in-

10. Samir Amín, La acumulación en escala mundial, Editorial Siglo XXI, Mé-
xico, 1973,

11. Roger Bartra Estructura agraria y clases sociales en México, Ediciones Popu-
lares Era, México, 1976.

279
troduce múltiples confusiones en la periodización del desarrollo
del capital y borra del análisis lo que más importa descubrir,
a saber, en qué momento y cómo y por qué el capital entra a
gobernar la marcha económica de toda una sociedad. Estos ele-
mentos son imposibles de determinar si se asume que las con-
diciones para el desarrollo de esa acumulación nunca se acaban
de realizar, lo cual, en el caso de Amín, tiene que ver con el
tributo que pagan estas sociedades a los países imperialistas, y
que impiden "permanentemente" el desarrollo de toda acumu-
lación. Nosotros asumimos, por el contrario, que aún tributando
a los países imperialistas, los países dependientes y semicolonia-
les desarrollan condiciones para la acumulación de capital y
que es precisamente a partir de la contradicción entre el modo
de producción capitalista y formas de producción precapitalis-
tas, cuando ya el capitalismo ha sentado sus premisas funda-
mentales para desarrollarse, que se puede concebir su enfren-
tamiento a todos los niveles con el sistema de haciendas o con
la economía campesina y no solo con su enfrentamiento sino
también su avance definitivo sobre ellos. Para Bartra, "la acu-
mulación primitiva permanente no es más que la forma peculiar
como se articula —
en la agricultura de un país subdesarrolla-
do —
el modo de producción capitalista con otros modos de pro-
ducción no capitalistas" ^^'^K Bartra asume una estabilidad muy
grande en la relación entre el capital y los modos de producción
no capitalistas y uno de los problemas básicos de su definición
es precisamente considerar la economía mercantil simple en el
caso mexicano como un modo de producción en sí y no como
una forma de producción. Fernando Relio ha puesto en cuestión
la aplicación de la definición de modo de producción a la eco-
nomía mercantil simple ya que el sometimiento de ésta al
capital es lo que define su dinámica de funcionamiento, sus cla-
ses sociales (en particular al campesinado rico y al semiprole-
tariado rural) y sus contradicciones, lo cual quita toda posibi-
lidad de ser definida como un modo de producción independien-
te. En torno a la caracterización del modo de producción domi-
nante en países dependientes y semicoloniales que hace Bartra
como "subcapitalista", a partir de un proceso de descomposición
campesina, conjugado con la no absorción de una parte impor-
tante del campesinado por el sistema capitalista, nos parece que
la partícula "sub" no agrega nada positivo a la caracterización.
El hecho de que exista un volumen apreciable de desempleo
y subempleo en este tipo de países no modifica la esencia misma
del modo de producción capitalista y, de hecho, no es siquiera

12. Bartra, obra citada, p. 102.

13. Fernando Relio, "Modo de producción y clases sociales", Revista Documeti'


tos Políticos, N? 8, México, abril-junio 1976, pp. 100-105.

280
tan específico de nuestros países pues los países capitalistas eu-
ropeos vivieron situaciones de importantes volúmenes de desem-
pleo durante toda la segunda mitad del siglo XIX, aunque cier-
tamente este es un rasgo muy importante en el capitalismo de
nuestro tipo de países y muy pocos de ellos tienen perspectivas
reales de pleno empleo aun en un plazo muy lejano. La acumu-
lación genera grandes masas de población desposeída de medios
de producción y de vida y al mismo tiempo esa acumulación
no es lo suficientemente rápida y sostenida como para absorber
y explotar a una parte importante de esta masa en forma per-
manente, lo cual crea las condiciones para reproducir economías
de tipo doméstico y artesanal en las ciudades y a que perma-
nezcan en producción muchas unidades de producción parcela-
rias en el campo que desaparecerían si la acumulación bruta
y su consumo de capital variable aumentara sustancialmente.
Creemos entonces que elhaber trabajado con las categorías
de la ortodoxia, sin dejar de lado los aportes de la economía
burguesa, especialmente en sus desarrollos estadísticos y en sus
estudios empíricos, nos han permitido empezar a superar el im-
passe en que había caído el análisis de la realidad nacional y a
poner en cuestión muchas preconcepciones que obscurecían la
comprensión del movimiento económico y social de esa realidad,
aunque comprendemos también que este esfuerzo es sólo una
pequeña parte de la gran tarea que corresponde a toda una ge-
neración de investigadores de discernir cuáles son las tendencias
y contradicciones que vive hoy por hoy el desarrollo capitalista
colombiano.

B. El tipo de desarrollo agrario colombiano

Se ha analizado un proceso de desarrollo capitalista en el


campo colombiano que parte de la economía campesina, en par-
ticular de la colonización antioqueña, pero que es frenado por
una correlación política de fuerzas, que incluye a la burguesía
imperialista, que favorece los intereses de los terratenientes y
su transformación burguesa. El movimiento campesino y demo-
crático en general no logra imponer, obviamente, sus reivindi-
caciones, como eran la apropiación democrática de la tierra, la
eliminación de los terratenientes como clase y la neutralización
de su influencia política y la puesta a favor del desarrollo cam-
pesino de los servicios del estado (crédito, asistencia técnica,
adecuación de tierras, mercadeo, etcétera). Por el contrario, el
desarrollo capitalista después de la segunda guerra mundial se
basó, en lo fundamental, en la gran propiedad territorial, en la
lenta conversión de los latifundios ganaderos en empresas ca-
pitalistas, en el arriendo de tierras a la burguesía agraria, en la

281
transformación paulatina de los terratenientes en- capitalistas,
proceso que fuera apoyado por el estado a través de un sistema
de crédito subsidiado, de asistencia técnica gratuita y de obras
públicas que los terratenientes contribuyeron muy poco a fi-
nanciar.

El desarrollo del capital en el campo por la vía terrate-


niente es entonces singularmente lento hasta 1945, pero de allí
en adelante se acelera notablemente, hasta abastecer en forma
precaria las necesidades internas de la economía y generar exce-
dentes exportables, aunque el caso no es tan claro para la gana-
dería cuyas exportaciones requieren de reducciones apreciables
del consumo interno. En ambos casos, el abastecimiento de ma-
terias primas agrícolas es aparentemente suficiente durante los
años 60, pero la oferta de alimentos, que depende en buena me-
dida de la economía parcelaria, presenta ostensibles fallas que
se agudizan durante los períodos de mal tiempo, lo cual también
tiene que ver con la práctica inexistencia de sistemas de alma-
cenamiento y preservación de alimentos, manifiesto en las os-
cilaciones regulares del índice de precios al consumidor que
aumenta mucho más durante los primeros meses de cada año,
cuando ya han salido al mercado la mayor parte de las cosechas.
Es peculiar del desarrollo de la economía campesina cafe-
tera que tienda a conformar un bastión de la reacción política,
a pesar de su estructura relativamente democrática. En efecto,
la población dedicada al café, unas 400.000 familias, está en una
situación relativamente próspera en comparación al resto del país
campesino y está organizada gremialmente por la Federación
Nacional de Cafeteros; ésta es dominada por un reducido nú-
mero de terratenientes, financistas y exportadores del grano y
tiene a su cargo el desarrollo de la infraestructura de las re-
giones cafeteras cuyos servicios de vías, energía, educación, sa-
lud y acueductos son los más desarrollados del país rural, a la
vez que la Federación tiene un peso decisivo en la política de
crédito y asistencia técnica, de tal manera que tiene un enorme
peso político sobre la población que tradicionalmente ha sido
mantenida fiel por estos medios al bipartidismo y en particular
adicta al partido conservador. Una importante proporción de la
votación conservadora proviene precisamente de este tipo de
regiones y es por esto que en buena medida la dominación po-
lítica en Colombia por medio de los partidos tradicionales ha
podido mantenerse dentro de los márgenes de un muy estrecho
y recortado régimen democrático burgués que todavía puede
recurrir al consenso de una parte importante del campesinado
cafetero como uno de sus pilares fundamentales. La estabilidad
relativa de la pequeña propiedad cafetera durante todos estos
años, inclusive los de crisis crónica de la economía cafetera por
la situación del mercado internacional del grano, explican tam-

282
bién en parte la supervivencia de los partidos tradicionales
aunque el último proceso de acelerado cambio técnico en tales
regiones y el agudizamiento de la diferenciación de clases em-
pieza a poner también en cuestión los métodos de dominación
política tradicionales.

Es claro que de haberse eliminado la propiedad terratenien-


te y de que el movimiento campesino hubiera ocupado los lati-
fundios, la producción agrícola habría sido mayor, dentro de un
proceso de diferenciación del campesinado que hubiera generado
una amplia clase media campesina, una capa menos numerosa de
campesinos ricos y un proletariado no tan excesivo como el que
evidentemente se ha formado, potencialmente al menos, en la
economía nacional. La ocasión histórica fue precisamente el auge
de las guerrillas liberales y comunistas durante los años 50 que
se defendían de la política genocida del gobierno conservador
de Laureano Gómez y que llegaron a empezar a conformar un
programa nacional de reforma agraria y desarrollaron una si-
tuación de insurreción en regiones cada vez más amplias del
país. Sin embargo, el cambio de política de las clases dominan-
tes con el golpe militar en 1953 contra Gómez y la amnistía pa-
ra los campesinos en armas, que se cumplió sólo en parte, sirvió
para demovilizar las regiones más insurreccionadas y derrotar
políticamente al movimiento democrático campesino.

En evento de un triunfo de la insurrección campesina a


el
nivel nacional y de un reparto democrático de la tierra, es na-
tural que hubiera habido un desarrollo mucho más pronunciado
de las fuerzas productivas en el campo, lo cual hubiera significado
precios de los productos agrícolas menores, los insumos indus-
triales serían más baratos, mientras que los salarios serían ma-
yores en términos reales para el proletariado pero menores para
la burguesía industrial por el hecho de existir una abundante
oferta de alimentos de cuyos costos quedaba por fuera la renta
absoluta de la tierra y en muchos casos aún la ganancia bur-
guesa. Los salarios también hubieran sido mayores desde el pun-
to de vista de que el mercado laboral estaría más equilibrado
pues el campo estaría arrojando menores excedentes de pobla-
ción, por lo menos durante un lapso apreciable de tiempo, mien-
tras que la industria se desarrollaba más a fondo al contar con un
mercado interno mayor. La abrumadora situación de desempleo
que hoy vive el país sería entonces distinta si se hubiera dado
la vía campesina: el campo no soltaría tantos brazos tan rápida-
mente si toda la tierra hubiera sido repartida entre quienes es-
taban dispuestos a trabajarla y la acumulación industrial hu-

14. Daniel Pecaut, "Reflexiones sobre el fenómeno de la violencia", Revista Ideo-


logía y Sociedad, N? 19, Bogotá, 1976.

283
biera podido ser mucho mayor, generando una mayor demanda
de brazos, es decir que hubiera habido mayor empleo tanto en
el campo como en la ciudad y, en consecuencia, el mercado de
trabajo sería más equilibrado, mayores los salarios y menor el
nivel histórico de las ganancias con que tendría que operar el
capital en el país. Al mismo tiempo, los excedentes exportables
serían aun mayores de lo que fueron, garantizando ciertamente
un adecuado abastecimiento de alimentos para la población y de
insumos para la industria,
y la capacidad competitiva de la agri-
cultura sería mayor en los
mercados internacionales. Así mismo,
hubiera sido mucho mayor el excedente económico producido
por el campo y mayores también hubieran sido la tributación,
las obras públicas y los servicios de educación, salud y vivien-
da en el campo y la ciudad, es decir, la calidad de la vida en el
país sería muy distinta y no tan deplorable como lo es hoy
en día.
En suma, y la ganadería hubieran proporcio-
la agricultura
nado apreciables excedentes económicos y transferencias para
la acumulación industrial y no al contrario como evidentemente
sucedió, donde los excedentes tuvieron que venir de la acumula-
ción industrial para soportar y apoyar el desarrollo capitalista
por la vía terrateniente.
En plano político las diferencias serían también abisma-
el
les: eliminación de la base social de la reacción y el oscuran-
tismo que son los terratenientes, existencia de mayores derechos
políticos y de organización de las masas y los trabajadores, gran
desarrollo del capital estatal, de la educación laica y gratuita y
de amplios servicios para la población, además de la consolida-
ción de un grado mayor de autodeterminación frente al impe-
rialismo. Si podemos hacer un corto contrapunto entre la si-
tuación colombiana y la mexicana diremos que en la se-
gunda, hubo una revolución agraria como aspecto fundamental
de una revolución burguesa y que la nueva correlación de fuer-
zas definen un sólido estado democrático-burgués, mucho más
estable políticamente que cualquier de sus congéneres latinoame-
ricanos, un desarrollo del capitalismo monopolista de estado in-
comparable al lado de la languidez de la intervención estatal en
la economía en un país como Colombia y una política interna-
cional tradicionalmente independientes, a pesar de que la econo-
mía mexicana está aún más atravesada que la colombiana por
inversiones de la burguesía imperialista. En el plano económico
todos los índices señalan una profundización mucho mayor en
México que en Colombia del desarrollo capitalista tanto en la

15. Ver Sergio de la Peña, El capitalismo en México, Siglo XXI Editores, Mé


xico, 1974 y Bartra, obra citada.

284
industria como en la agricultura, a pesar de que la misma polí-
tica reformista mexicana generó instituciones como el ejido que
hoy actúan como trabas objetivas al desarrollo del capital en el
campo de ese país. Si bien existen altos índices de desempleo y
subempleo, en México hoy podríamos afirmar que éstos serían
cualitativa y cuantitativamente superiores de no haberse dado
el proceso revolucionario y aún así éstos son más bajos que los
que muestra la economía colombiana.
La historia de loque hubiera sido la vía democrática para
el capitalismo en Colombia en nuestro ejercicio de historia con-
tra-factual se nos aparece obviamente como el cuento de Alicia
en el país de las maravillas. Los hechos son mucho más duros
y descarnados. El campesinado parcelario fue arrinconado his-
tóricamente en las tierras peores y allí se pauperiza cada vez
más, sin siquiera proletarizarse completamente pues el paro for-
zoso caracteriza hoy en día a más de un tercio de la población
colombiana en capacidad de trabajar. Todavía en 1973 un 38.9%
de la población rural era analfabeta, según el censo de pobla-
ción de ese año. Todavía en 1976 el parasitismo y la gastroente-
ritis eran endémicas en el campo y responsables de una altísima
mortalidad infantil. Todavía hoy gran parte del campesinado
nunca ha recibido atención médica de ninguna especie. Todavía
imperan en el campo los sistemas políticos del caciquismo y el
gamonalato, los terratenientes tienen sus bandas armadas pri-
vadas y la muerte asecha a cualquier individuo que se propon-
ga una actividad política independiente de los partidos tradicio-
nales, lo cual obliga en muchas regiones a organizaciones como
el partido comunista a mantener guerrillas para neutralizar en
alguna medida la sistemática violencia terrateniente.
La diferenciación de clases dentro de la economía campe-
sina, con la notable excepción de la economía cafetera, ha sido
limitada y como ya se ha visto presenta características de rela-
tivo estancamiento que se agravan aún más durante el último
lustro. La pequeña producción parcelaria se desmorona porque
sus condiciones frente al capital, el mercado y el estado son des-
ventajosas para su desarrollo. A ella siguen pegados, chupándo-
le la sangre, nubes de intermediarios y usureros. Es por todas
estas razones que del interior de la economía parcelaria brotan
crecientes cuotas de migrantes que presionan sobre los salarios
urbanos y rurales y grandes rémoras de desempleo y subempleo
son características estructurales de la economía colombiana.

Si bien el papel jugado por el estado en la economía se ha


incrementado notablemente desde los años 60, las relaciones en-
tre las clases, tal como se expresan en el estado, impiden que
una parte sustancial del gasto público sea invertido de manera
adecuada en los servicios para los trabajadores y de que esté

285
caracterizado además por tremendos despilfarros y una sistemá-
tica inmoralidad pública que beneficia a la cúpula de la buro-
cracia administrativa del estado. Por el contrario, los servicios
que reciben los trabajadores están caracterizados por su ínfima
calidad y su esporacidad, pretendiéndose inclusive que sean los
sectores populares los que paguen la mayor parte del costo de
esos pésimos servicios por medio de esquemas de "autofinancia-
miento" de la salud, la educación, energía, acueducto, teléfonos,
etcétera, política que viene desarrollando en particular la admi-
nistración López Michelsen en todos estos terrenos.

La acumulación en tales circunstancias se ha he-


capitalista
cho rápida no en función de un mercado campesino amplio, co-
mo fue la situación norteamericana en base a un gran mercado
de "farmers", sino por el mantenimiento e intensificación del
grado de explotación de los trabajadores, uno de los más altos
del mundo capitalista. Las trabas a la realización por lo limitado
del mercado interior han sido subsanadas en buena medida por
medio de la exportación y precisamente toda la política econó-
mica del estado durante los últimos años ha fomentado la ga-
nancia del capital exportador y la conquista de nuevos merca-
dos externos, Colombia es un país que exporta la miseria de sus
trabajadores y muchos de sus alimentos básicos a la vez.

La estructura que conjugó los terratenientes, los ca-


política
pitalistas nacionales y extranjeros y la relación desigual con el
imperialismo está caracterizada por el recorte de los derechos
políticos y de organización de los trabajadores y por la perma-
nencia crónica del estado de excepción y el militarismo que in-
terviene en múltiples aspectos de la vida civil; este sistema po-
lítico se yergue como monumento opresivo que garantiza la
acumulación desenfrenada de capital, con una distribución del
producto que, como ya se vio, favorece crecientemente a los ca-
pitalistas y a los terratenientes, en la medida en que prosigue
el desarrollo capitalista por esta vía.

Lapresencia imperialista en el sector alimentos, insumos


químicos y maquinaria agrícola y una incipiente presencia en el
campo mismo refleja en la agricultura el proceso de dominación
imperialista sobre todo el proceso de desarrollo capitalista en la
sociedad colombiana. Esta presencia tiene todas las perspectivas
de ampliarse en el futuro, en la medida en que exista la posibi-
lidad de una crisis de alimentos a nivel mundial y en que ya se
han tomado algunas medidas institucionales que favorecen la
inversión directa por parte de extranjeros en la compra de tie-
rras, que por el hecho de entrar a ser adecuadas en alguna me-

286
dida por el capital son declaradas "intocables' por parte del In-
cora ^^^K

Podría pensarse que los problemas que plantea el desarrollo


capitalista por la vía terrateniente se solucionan, por lo menos
en parte, por medio de la colonización de tierras nuevas. Sin
embargo, lo cierto es que la colonización se hace también en
gran medida en base a la gran propiedad que se toma nuevas
regiones. De esta manera es aparente que entre los dos censos
agropecuarios llevados a cabo en 1960 y 1970 las nuevas áreas se
ampliaron en unos 3 millones de hectáreas y aproximadamente
el 60% fue ocupada por terratenientes. La parte de la frontera
ocupada por el campesinado parcelario provino al parecer de
las peores tierras en los departamentos de Antioquia, Nariño y
Boyacá o por campesinos que huyeron de las bandas armadas
con que contaban los terratenientes en sus respectivas regiones,
especialmente durante el período de la violencia. Se abrió fron-
tera entonces en las regiones del Putumayo, el Caquetá, los lla-
nos orientales, las regiones del Ariari y los de Urabá para re-
producir en ellas, con modificaciones importantes, la economía
campesina de las laderas. Pero los costos de derribar la selva
son inmensos y la mayor parte de estas regiones, aún después
de transcurrido mucho tiempo de haberse iniciado la coloniza-
ción, siguen muy mal comunicadas con los mercados regionales
y nacionales, dando así posibilidades de enriquecimiento a los
transportadores e intermediarios que se hacen al tráfico de los
productos de los colonos mientras las condiciones mismas
de la comunicación y falta de atención sanitaria conducen al
desarrollo de una economía todavía bastante asentada dentro
de los límites de la autosubsistencia con pocas posibilidades de
diferenciación de clases entre los colonos, menos aún en las re-
giones más distantes y de difícil acceso a los mercados. Sin
embargo, en las regiones ya relativamente bien comunicadas se
da el desarrollo de la acumulación y existen grandes latifundios
organizados empresarialmente, como el de ''Larandia", de unas
75.000 hectáreas de extensión, que cuenta con varias pistas de
aterrizaje, radioteléfonos y explota a una abundante población
asalariada que reside en su interior con muy pocas libertades,
incluso de locomoción. Contaba en 1966 con 40.000 cabezas de

16. Ver disposiciones sobre "Inversión en tierras nuevas", ministerio de Agri-


cultura.

17. Jorge Vallejo, *'Los colonos del Putumayo", revista Enfoques Latinoameri-
canos, N" 5, Bogotá, 1975, pp. 59 y ss. Raymond Christ, "Panorama del pobla-
miento en el piedemonte oriental colombiano'', Mimeógrafo L-D-CID U. N., Bo-
gotá, sin fecha.

287
ganado En otras regiones de colonización también comuni-
<^®>.

cadas a los mercados se dan colonos ricos con explotaciones de


ZOO y 300 hectáreas de extensión. En términos generales, siempre
se da la lucha entre los terratenientes con grandes pretensiones
territoriales y los colonos pequeños y medios, tanto así que las
regiones de colonización constituyen las bases principales del
movimiento guerrillero colombiano en sus distintas versiones
políticas. Se da también frecuentemente sistemas de explota-
ción transicionales sobre la mano de obra que a la espera de
tener recursos para montar una pequeña explotación indepen-
diente tienen que entrar en medierías, aparcerías o asalariarse
hasta lograr los recursos mínimos para emprender su propia
explotación.

La vía terrateniente de desarrollo domina todos los movi-


mientos del estado en el campo, incluyendo la construcción de
obras civiles para riego y drenaje de tierras. De acuerdo a un
estudio de Planeación Nacional sobre distritos de riego se han
adecuado cerca de 243.016 hectáreas durante los últimos 15 años,
las cuales han ido a parar a explotaciones mayores de 30 hectá-
reas en un 57% o sean 136.764 hectáreas, de las cuales 93.733
hectáreas son explotaciones de más de 50 hectáreas de extensión
(Fuente: INCORA, Subgerencia de Estudios Técnicos, abril 24,
1975). Esto significa que las obras de adecuación de tierras han
beneficiado mayoritariamente a la burguesía agraria y a más
de un terrateniente.
La vía terrateniente de desarrollo agrario se expresa con
mayor claridad en lo que respecta a la ganadería. Como ya se
ha visto, los cambios en la productividad ganadera han sido
lentos, con un aumento relativo en la capacidad de carga por
hectárea, reflejo de que las mejores tierras antes ocupadas ex-
tensivamente han pasado a ser ocupadas por la agricultura co-
mercial, la ganadería de ceba y la de leche. Existe también cier-
ta racionalidad en la forma como los ganaderos cuentan con va-
rias haciendas, de las cuales dedican las menos fértiles al levante
y las más fértiles y más cuidadas en términos de siembra de
pastos son dedicadas a la ceba combinada con la cría y la pro-
ducción de leche. Por otra parte, existen evidencias de que va
en aumento el arriendo de pastos, lo cual revela que la raciona-
lidad capitalista entra a jugar un papel cada vez más importante
en la producción ganadera. Frecuentemente se arguye que las
explotaciones ganaderas son semifeudales por el hecho de su
extensividad, pero lo cierto es que la caracterización de la forma
de producción no puede basarse exclusivamente en la intensi-
dad de la explotación sino en las relaciones sociales bajo las

18. Christ, obra citada.

288
cuales ésta se lleva a cabo. Si los ganaderos mantienen sujeción
extraeconómica sobre los vaqueros o tienen pequeños arrenda-
tarios en sus haciendas podríamos juzgar tal tipo de explotación
como precapitalista. De hecho, el comportamiento de los gana-
deros frente al mercado, como se ha mostrado en la sección
correspondiente al ciclo de los precios de la carne, demuestra
un comportamiento plenamente capitalista de maximizar ga-
nancias y de efectuar inversiones o desinversiones según el mo-
vimiento del mercado y existen pocas evidencias de que en las
grandes haciendas ganaderas se mantengan los viejos sistemas
de sujeción como la "matrícula" o las agregaturas. Ciertamente,
el manejo del hato que demuestran muchos terratenientes es
deficiente en relación con los patrones de comportamiento bur-
gueses ya que las praderas reciben un cuidado marginal y mu-
chas de ellas han sido tornadas en verdaderos desiertos por el
sobrepastaje, muchas de las haciendas están gobernadas por te-
rratenientes ausentistas y en manos de mayordomos con mí-
nima preparación técnica. Como lo han demostrado ya muchas
de empresas comunitarias que existen en la costa atlántica,
las
este tipo de haciendas ganaderas pueden rendir mucho más no
sólo en términos de la producción animal sino también de la
agrícola que la complemente si fueran apropiadas por el cam-
pesinado pobre y se organizaran bajo criterios cooperativos de
mucha mayor racionalidad en relación con el desarrollo de las
fuerzas productivas.

A la ineficiencia agrega una actitud verda-


ganadera se le
deramente displicente frente a los beneficios y prebendas que
tienen que recibir del estado por ser parte tan importante de la
clase dominante colombiana. Es particularmente notorio que es-
tos terratenientes han recibido dádivas cuantiosas de las agen-
cias de crédito estatales en la forma de préstamos subsidiados,
que incluso han cancelado en muy escasa medida. En efecto, ha
sido demostrado que la Caja Agraria tiene una cartera morosa
mayor de $ 1.000 millones, la mayor parte de ella a cargo de
grandes propietarios que no se molestan en pagar y a quienes la
Caja no se atreve a embargar. ^^^K Asimismo se ha hecho apa-
rente que los grandes propietarios territoriales no sólo no pagan
impuestos de ningún tipo al estado sino que tampoco contribu-
yen a pagar la valorización de sus tierras que les produce la
construcción de obras públicas, caso que se hizo especialmente
patente con la hacienda "La Libertad", de uno de los hijos del
presidente López Michelsen, que se valorizó en más de $ 600
millones por la construcción de la carretera alterna al llano y
que no tuvo que pagar impuestos por estar cobijado por una

19. ANIF, La distribución de los ingresos en Colombia, intervención de Miguel


Urrutia, Bogotá, 1975.

289
exención especial que beneficiaba a los "colonos" de todo el
país.

Laestrategia exportadora de las clases dominantes del país


ha beneficiado en particular a los ganaderos, cuya oferta de
carne de res estaba precariamente equilibrada en relación con
el consumo interno hasta que la demanda externa adicional le
hizo elevar los precios y las rentas que apropian estos parásitos
de la sociedad colombiana. Como se ha visto a lo largo del es-
tudio, casos similares se presentan para el azúcar, el algodón y
se delinean en los últimos años para el arroz, la soya y el cultivo
de la canabis y la coca.

La agrario tiene también


vía terrateniente del desarrollo
efectos de todo tipo cuando cambian las condiciones para los
productos agrícolas en el mercado mundial. Que en los últimos
años los términos de intercambio en el mercado mundial hayan
favorecido a la economía colombiana, lo mismo que los cambios
en la división internacional del trabajo —
cuando las exporta-
ciones aumentan de un promedio de US$ 600 millones durante
el decenio de 1960 a más de US $ 3.000 nüllones durante 1977,
en lo cual se contabilizan unos US $ 800 millones de exporta-
ciones clandestinas de droga —
no significa que el nivel de vida
de los trabajadores colombianos aumente. Sucede exactamente
todo lo contrario. Durante los años 60, con términos de inter-
cambio desfavorables (café a US$ 0.40 la libra) los salarios rea-
les de la industria tuvieron un ascenso notable, basado en au-
mentos de la productividad del trabajo y en una notable com-
batividad sindical. De 1970 en adelante, con una importante di-
versificación de las exportaciones y términos de intercambio
muy favorables (el precio del café oscilando entre US$ 0.70 y
US $ 2.20 la libra) los salarios reales de la industria caen en un
28% entre 1970 y 1977. La inflación es aguda y proviene, en lo
fundamental, del superávit de la balanza de pagos, a lo cual se
agregan exportaciones de productos de consumo básico, todo lo
cual carcome los salarios pues la política oficial es la de golpear
rudamente a los sindicatos, propiciando, la rebaja de los salarios.
Suben de precio todos los artículos, pero como ya se vio, suben
aún más los precios de los alimentos, lo cual es resultado de la
crisis crónica de la economía parcelaria y de que la agricultura
comercial se oriente hacia el mercado externo, cuyos precios en
ascenso contagian los internos.

Otro dogma del paradigma del subdesarrollo y de la teoría


de la dependencia, de que la miseria de los trabajadores de los
países dependientes y semicoloniales es consecuencia de términos
de intercambio desfavorables también entra a ser cuestionada
en nuestro caso, porque los salarios no los determina exclusiva-
mente el comercio exterior sino la relación histórica entre las

290
clases, el tipo de transformación del estado y la economía, la
acumulación, la productividad del trabajo y, obviamente, la
política. Lo que sucede ahora en el caso colombiano es que los
capitalistas apropian no sólo rentas contenidas en los altos pre-
cios que pagan los consumidores de los países imperialistas por
los productos de exportación, sino que una parte considerable
del propio fondo de salarios nacional va a parar a las arcas de
los capitalistas y terratenientes. Se produce una coyuntura de
ofensiva patronal contra los trabajadores en el plano nacional
y precios internacionales favorables a nivel internacional que
combinados producen una multiplicación de la plusvalía que
apropian los capitalistas, sobre todo los exportadores, los agra-
rios y ganaderos, lo cual incluye una importante deducción de
los salarios, mientras que la burguesía industrial no reconoce
las alzas en el costo de la subsistencia y apropia también todos
los aumentos de productividad que le logra exprimir al prole-
tariado.

Quedaclaro entonces que la vía terrateniente de desarrollo


capitalista en el campo colombiano corre pareja con la carestía
y para la mayor parte de la población colombiana,
la represión
llegando a propagar la hambruna dentro de una parte importan-
te de esa población, que facilita la integración más estrecha de
la burguesía imperialista en la economía del país y que, por
último, hace necesaria una relación mucho más íntima entre
agricultura y ganadería nacionales y el mercado mundial.

C. La política de la cuestión agraña

Como en el primer capítulo de este libro, fue


se vio el mo-
vimiento campesino en sus varias expresiones históricas que
el
abrió las fisuras más protuberantes contra el viejo sistema de
producción y el que en dura lucha reivindicó para los colonos
la propiedad de las tierras sin explotar de la frontera agrícola.
La política de la violencia se dirigió a derrotar al movimiento
democrático a nivel nacional, movimiento que incluía al joven
proletariado y a amplias capas de la pequeña burguesía urbana
y rural y cuyas reivindicaciones iban desde la ampliación de los
derechos políticos de las masas hasta la reforma de la propiedad
agraria. El hecho de que el movimiento democrático fuera de-
rrotado con la política de amnistía que remplazó la de violen-
cia, pero no aplastado militarmente es la clave del actual régi-
men político colombiano; una democracia burguesa caracteriza-
da por el recorte sistemático de los derechos de las masas y que
recurre a la militarización de la vida civil para impedir la mo-
vilización de los oprimidos. La revolución agraria frustrada, cu-
yo germen ya bastante desarrollado está contenido en las gue-

291
rillas del llano, Tolima y del Huila, más algunas regiones
del
de Cundinamarca y Antioquia, produjo entonces esa combina-
ción peculiar de reaccionarismo y reformismo que ha sido parte
de la actuación del estado colombiano frente al problema agra-
rio. La resistencia campesina a la violencia terrateniente y a la
vía de desarrollo que ha tomado el capitalismo en el campo se
manifiesta frecuentemente con el apoyo que recibe el movi-
miento guerrillero, con las invasiones de tierras con los paros
cívicos de pequeños municipios y con el apoyo electoral que
dan los núcleos campesinos más politizados a los agrupamientos
de oposición contra el bipartidismo y el frente nacional.

Según se ha en 1968 el gobierno de Lleras Restrepo


visto ya,
creó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC),
como grupo de presión que contribuyera a agilizar legalmente
los trámites y la acción del Incora. Las medidas de radicaliza-
ción de la reforma agraria que emprende el llerismo son en
parte respuesta al desarrollo del movimiento guerrillero en va-
rias regiones de colonización del país y en el plano nacional es
una forma de buscar un electorado que logre neutralizar el as-
censo sostenido de la Anapo, partido político que recogía la opo-
sición de masas al frente nacional y que en 1970 llegaría a ganar
las elecciones a la presidencia, haciendo necesario un descairado
fraude para asegurar la continuidad del frente nacional. En este
respecto, el llerismo tenía fincadas esperanzas de que el movi^
miento campesino oficial se mantuviera operando bajo los es-
trechos límites de un acuerdo político con los terratenientes
que pretendía afectar la reforma y de que la organización le
sirviera en fin de cuentas de ejército electoral, ya que ésta
podía llegar a contar con más de un millón de afiliados.

Sin embargo, la ANUC


se politiza en dirección contraria a
la dirección liberal y distintas organizaciones políticas revolucio-
narias entran a jugar un papel destacado en la orientación
independiente que crecientemente adquiere la nueva organiza-
ción campesina, la cual se nutre en gran medida de líderes ex-
traídos del propio campesinado. De esta manera, la ANUC ex-
presa directamente los objetivos políticos y económicos del cam-
pesinado, como son la lucha por la apropiación democrática de
los latifundios, defensa contra la cotidiana violencia terratenien-
te y liquidación de las formas precapitalistas de explotación del
trabajo. Las consignas de reforma agraria ya, la tierra para el
que la trabaja, tierra sin patronos se riegan a todo lo largo y
ancho del país y son coreadas en la costa, en los Santanderes y
Boyacá, en Antioquia, en Nariño y en el Cauca, en estos últimos
dos departamentos confluyendo la lucha de los indígenas con
la del campesinado.

292
El primer mandato campesino, aprobado en el municipio de
Fúquene, en agosto de 1971, plantea los siguientes objetivos:
"Este mandato tiene por objeto crear las condiciones para
modificar, bajo el lema de Tierra sin patronos, la estructura
del campo colombiano, mediante un proceso de refórma
agraria que parta de los siguientes presupuestos:

a) Eliminación del monopolio de la tierra y liquidación de-


finitiva de la propiedad latifundista.

b) Prohibición y liquidación de los sistemas aberrantes de


arrendamiento, aparcería, parambería, agregados, vivientes
y similares.

c) Entrega de la tierra gratuita y rápidamente a los que la


trabajan o quieran trabajarla.

d) Sustitución del actual régimen de propiedad, tenencia y


explotación de la tierra, por el de las grandes unidades coo-
perativas de autogestión campesina, sobre la base de la aso-
ciación voluntaria y el desarrollo tecnológico del campo.

e) Proteger al pequeño y mediano propietario que explota


directamente su predio, ayudándole a desarrollar su pro-
ducción sobre bases cada vez más técnicas y económicas,
facilitándoles su tránsito gradual y voluntario a las explo-
taciones cooperativas de autogestión campesina.

f) Dar debida protección al pequeño y mediano campe-


la
sino, víctima inconsciente del actual régimen, para eliminar
las secuelas de los prestamistas, intermediarios y usureros
que se expresa en los juicios de desahucios que se han ade-
lantado y continúan adelantándose o de cualquier procedi-
miento que implique su desalojo de la parcela donde tra-
baja (20).

Como puede observarse, ladirección del movimiento cam-


pesino comprende mejor que cualquier teórico burgués cuales
son los problemas más abrumadores que agobian al campesinado
parcelario: la gran propiedad territorial impide el desarrollo de
la pequeña y la mediana propiedad campesina acorraladas en
las peores tierras del país y al lado de esto hay un importante
destacamento de campesinos todavía sometidos a pagar a los
terratenientes rentas de tipo precapitalista. Por otra parte, la
reforma agraria llevaba unos 8 años en operación pero había
otorgado tierras en forma insignificante y cuando lo hacía los

20. "La lucha de clase campo colombiano", Conclusiones de la IV Junta


en el

Directiva de ANUC, Revista Ideología., Diseño y Sociedad, N' 6, julio 1972.

293
;

trámites eran interminables, al tiempo que los beneficiarios tie-


nen que pagarle al Incora las indemnizaciones que éste les tras-
lada a los terratenientes afectados. Es transparente que la di-
rección del movimiento está del lado del progreso y del desa-
rrollo de las fuerzas productivas en el campo al plantear la
necesidad de desarrollar formas superiores de producción, de
asociación voluntaria, como son las cooperativas de autogestión
campesina y no simplemente el reparto de la tierra en pequeñas e
ineficientes unidades de producción. La dirección de la ANUC
comprende también la necesidad del apoyo al campesinado par-
celario y en particular la lucha que debe emprender contra los
comerciantes y usureros que lo esquilman de su trabajo exce-
dente y a veces más. Por último, el movimiento se plantea del
lado de la democracia y la libertad de los productores directos,
viejas reivindicaciones que fueron abandonadas por los libera-
les y que las fuerzas reaccionarias del país se empeñan en negar
de manera permanente.
El movimiento campesino dotado de un programa y una
dirección se multiplica en todas las regiones del país. Su radica-
lismo proviene, en lo fundamental, del semiproletariado, cam-
pesinos muy pobres que se ven forzados a jornalear una parte
considerable del tiempo y que desarrollan una conciencia más
de desposeídos de la tierra que de explotados por el capital ^^^^
es así como en las regiones de la costa y en otras regiones de
desarrollo de la agricultura comercial el movimiento alcanza su
mayor dinamismo. Para comienzos de 1972, la ANUC
se lanza a
una coordinada acción de invasiones a escala nacional que al-
canzan más de 2.000, aunque no tiene suficiente fuerza para con-
solidar muchas de ellas. Aún así, después de esta oleada de in-
vasiones y otras que le siguen en años más recientes, el campe-
sinado logra conquistar, especialmente en los departamentos de
la costa atlántica, casi tanto como las 200.000 mezquinas hectá-
reas que no acaba de otorgar el Incora durante más de 14 años
de existencia.
Muchas de estas invasiones culminaron en la conformación
de empresas comunitarias, que venían conformándose desde
1968, especialmente en los distritos de aparceros y arrendatarios
y en los de adecuación de tierras, cuando el Incora cambia su
política de entrega individual de la tierra, que había mostrado
muy pocas posibilidades de éxito, por la entega en grupo y pro-
indivisa.

Según datos de 1973, habían unas 850 empresas comunitarias


o mixtas, ocupando 207.000 hectáreas; de éstas, los distritos de

21. Nicolás Buenaventura, "Temporeros", Revista Esludios Marxisías, N- 9, Ca-


li, 1976.

294
Bolívar, Cesar, Córdoba, Magdalena y Sucre, donde las invasio-
nes fueron más numerosas, ocupan 81.162 hectáreas o sea el 40%
del total, mientras que el departamento del Sucre, donde se de-
sarrollaron las acciones más radicales tenía 35.000 hectáreas bajo
este tipo de explotación ^^^K Comparada al área agropecuaria del
país, la participación de las empresas comunitarias no alcanza a
ser el 0.8%, aunque actualmente existen unas 2.000 empresas con
aproximadamente el doble del área.
Algunas de las empresas comunitarias han tenido un gran
éxito, pero se trata de invasiones a fincas que estaban relativa-
mente bien explotadas y dotadas de buena tierra e instalaciones,
mientras que la mayoría de las empresas se debaten en una si-
tuación precaria que ha obligado al gobierno a declararlas exen-
tas de impuestos. La mayor parte de ellas tienen un régimen
mixto de tierras comunales y lotes individuales, especialmente
cuando se trata de tierras mal dotadas, con lo cual, por una par-
te, se asegura la reproducción de la empresa (que los socios no
se extingan) pero, por otra parte, se crea una contradicción en-
tre la actividad individual y colectiva de los socios que tiende
a distender la empresa y a hacer fracasar la producción comu-
nitaria. Los campesinos participantes han expresado en varios
foros de la ANUC su lucha contra el burocratismo que imponen
los funcionarios del Incora y que hace más difícil la operación
de las empresas y han levantado la bandera de una verdadera
autogestión campesina en las empresas comunitarias ^^^K El go-
bierno, por su parte, utiliza de manera demagógica las empresas
para mostrar que es capaz de "soluciones" al problema agrario,
pero tampoco se atreve a generalizarlas porque ellas contienen
el germen de lo que podría ser una nueva organización general
de la producción agropecuaria nacional, mucho más racional y
beneficiosa para el campesinado que el actual régimen de gran
agricultura comercial combinado con haciendas atrasadas y una
economía campesina en tierras muy malas que se erosionan ca-
da vez más.

La gran movilización campesina de1971-1972 evidentemente


polarizó al país. Las clases dominantes se unificaron para con-
denar las aspiraciones democráticas del campesinado y acorda-
ron una suspensión inmediata de de reforma, que se-
la política
gún ellos, era la causante, el detonador, de la explosión campe-
sina. Los representantes del capital y la renta del suelo, los
partidos tradicionales y los ministros del despacho se dieron cita
en Chicoral, Tolima, para acordar los lineamientos básicos de

22. Juan Peláez, "Empresas comunitarias de Incora", Revista Estudios Marxistas


4, Cali, septiembre 1973, p. -97 y ss.

23. ANUC, La tierra pa'l que la trabaja, Ediciones La Pulga, Medellín, 1975.

295
una nueva que abandonaba toda intención distri-
política agraria
butiva de la gran propiedad territorial. Hasta el exponente más
sistemático de la política reformista, Carlos Lleras Restrepo, en-
tró a condenar el movimiento y a aceptar que era necesario un
cambio de política.
Los acuerdos de Chicoral contemplan un compromiso por
parte de los terratenientes para pagar en adelante impuestos al
estado, ya que han sido los evasores más recalcitrantes del ñsco,
lo cual se plasmará en la renta presuntiva introducida en la
reforma tributaria de 1974, pero con un margen de sólo un 8%
sobre el valor patrimonial, cuando la Corporación del Valle del
Cauca, CVC, había sugerido alguna vez que una tasa del 22%
sería moderada. Con la renta presuntiva se pretende hacer más
móvil el mercado de tierras y de que se penalice a los terrate-
nientes que mantienen tierras ociosas al tener que pagar im-
puestos por ellas y no recibir entradas. Sin embargo ya van dos
ocasiones en que no se ha aplicado por exceso de invierno o ve-
rano. Los grandes propietarios reciben a cambio la garantía de
no expropiación o pagos prácticamente de contado en el caso
remoto de ser intervenidos y reciben además la promesa de que
se reforzará el aparato de crédito dirigido a hacer más llevadera
su transformación en burgueses. Frente al movimiento campe-
sino, el gobierno lanza campañas de militarización en las regio-
nes más politizadas por la ANUC y donde han habido mayor
número de invasiones, desalojan muchas de los intentos de re-
cuperación de tierras, le cortan el financiamiento estatal e inten-
tan destruir la organización creando una nueva ANUC, línea
Armenia, en base al campesinado rico, lo cual termina siendo
infructuoso.
La ANUC se debilita progresivamente por la represión que
recae sistemáticamente sobre ella. La organización intenta de-
fenderse a partir del congreso que hace en Sincelejo en 1974,
donde logra un reagrupamiento defensivo temporal, pero sigue
en descenso. Sólo empieza a recuperarse en 1977, cuando logra
reunir su IV Congreso en la población de Tómala, en el depar-
tamento de Sucre, cerca de uno de los baluartes campesinos,
tierras ocupadas victoriosamente por el movimiento en 1972. En
este último congreso, la ANUC se plantea más moderadamente
como en camino hacia la conformación de un partido campesino
con una plataforma nacionalista de reforma y se apresta a par-
ticipar en las elecciones de 1978, a través de varios de los sec-
tores en que se agrupa y que entra en el Frente por la Unidad
del Pueblo, abandonando una férrea posición abstencionista que
mantuvo por mucho tiempo.
En el campo del liberalismo,
candidato Alfonso López Mi-
el
chelsen agita un programa desde
1973 que expresa que los tiem-
pos de reforma están enterrados en forma indefinida para las

296
clases dominantes del país. El candidato es representante de gran-
des intereses financieros, agrarios e imperialistas y derrota a
Lleras Restrepo en la convención liberal de ese mismo año, pre-
cisamente sobre la base de unos nuevos planteamientos sobre
materia agraria que señalan el agotamiento y el fracaso de la
política reformista del segundo. Detrás de un discurso radical
que culpa a la ciudad de la miseria del campo —ya se vio como
lo expresa de manera precisa Indalecio Liévano Aguirre que será
ministro de relaciones exteriores y designado a la presidencia
durante la administración lopista— López Michelsen afirma que
,

la tendencia moderna en la agricultura es hacia la conformación


de grandes unidades de explotación y no a subdividir la pro-
piedad agraria, pero obviamente no plantea que esta tendencia
se puede asegurar expropiando los latifundios y desarrollando
al máximo los gérmenes de las empresas comunitarias que ya
existen en múltiples regiones del país. López Michelsen eleva
así a principio fundamental de su futuro gobierno la defensa
incondicional del campo tal como está, es decir con gran pro-
piedad territorial, pauperización del campesinado y opresión po-
lítica de las clases dominadas en el agro colombiano.

Por fuera de los programas del DRI, PAN y la ley de apar-


cería que ya han sido someramente analizados, López Michelsen
redescubre la "vocación agrícola" del país y se propone incenti-
var el desarrollo de la gran agricultura comercial y el de la ga-
nadería por medio de incentivos crediticios y cambiarlos que
orientan mucha de su producción hacia los mercados externos.
La política de aprovechar las oportunidades que abría la nueva
división internacional del trabajo fue racionalizada al máximo
por la administración lopista, con la asesoría de oscuros letrados
de la Universidad de Chicago. Altas dosis de devaluación, tasa
de interés real, precios también reales, especialmente para los
productos de consumo popular, eliminación del déficit fiscal,
sobre todo cuando éste se origina en subsidios que beneficien a
las clases dominadas, fueron las medidas más sobresalientes que
expresaron la nueva filosofía de promover salvajemente las ex-
portaciones y acoplar el país a sus presuntas ventajas compara-
tivas en el concierto imperialista mundial. Sin embargo, la vida
resulta mucho más complicada que lo pensado por los estrategas
de la burguesía colombiana pues la estruendosa recuperación del
café en los mercados internacionales, el crecimiento vertiginoso
de las exportaciones de droga, el previo nivel alcanzado por las
exportaciones de manufacturas y productos agrícolas engendra-
ron un monstruo inflacionario en base a un superávit de la ba-
lanza de pagos que en 1977 se proyecta en US$ 2.000 millones
y que no ha podido ser canalizado tan productivamente como
sería de esperarse.

297
Entre las actividades agrícolas nuevas descollan las siembras
de marihuana en la sierra nevada de Santa Marta y las de coca
en varias regiones del Cauca, las cuales generan divisas que son
muy difíciles de calcular pero que deben oscilar entre US$ 700
y US$ 1.000 millones anuales, mayores ya que el rubro denomi-
nado como "exportaciones menores" y también que el café cuan-
do éste recupere sus precios normales. Los problemas políticos
y morales que surgen con esta nueva actividad son cuantiosos:
se desarrolla una nueva fracción de la burguesía que busca le-
gitimarse y que empieza a desplegar mayor poder económico,
que otras fracciones más tradicionales de corrupción de todos los
aparatos del gobierno y que desprende ramificaciones dentro de
los partidos tradicionales, logrando una actitud celestina del pro-
pio gobierno frente a sus actividades y planteándose por parte
de algunos sectores que la producción y la circulación de la dro-
ga deben legalizarse. Esto, a su vez, choca con los intereses del
gobierno norteamericano que sin respetar un ápice la soberanía
nacional mantiene un verdadero ejército de agentes expertos en
combatir el tráfico y que actúan en contra de los propios apara-
tos de seguridad del estado colombiano que favorecen velada-
mente las actividades de las mafias "nacionales". De hecho, la
situación ha evolucionado hacia un enfrentamiento diplomático
a nivel de gobiernos por la actitud displicente del gobierno na-
cional frente al tráfico. La actividad en sí misma es bastante
amplia y brinda empleo y remuneraciones aceptables a varios
millares de personas que van desde los cultivadores hasta los in-
termediarios, guardaespaldas, químicos que purifican la coca y
subsidia a una parte importante de la burocracia de seguridad
del estado. En fin de cuentas, sin embargo, es también la mafia
norteamericana la contraparte del tráfico en aquel país y la aue
ha promovido la producción de los dos tipos de droga.
Entodo caso, la situación inflacionaria parece ser endémica
y tiende a tornar a Colombia en país caro. La inflación interna
es mayor que las posibilidades de devaluación frente a la situa-
ción de un crónico superávit y se van perdiendo las preciosas
ventajas comparativas soñadas por la reacción de Chicago. De
cierta forma, la política de Chicago hizo crisis a finales de 1976
cuando se recrudeció la inflación y se estableció un frente entre
la burguesía que produce para el mercado interno y los cafeteros
para derribar a los agentes de esta política en el gabinete, siendo
remplazado por medidas de tipo más tradicional que frenaron las
exportaciones, detuvieron la tasa devaluatoria, prohibieron las
exportaciones de alimentos e incentivaron el cultivo de produc-
tos básicos destinados al mercado interno. Los agudos enfrenta-
mientos dentro de la clase dominante, las denuncias de pecula-
dos y favoritismos contra la familia presidencial y la presión
para que el presidente renunciara en cierto momento tuvieron
mucho que ver con la descarnada política agroexportadora que

298
venía propugnando salvajemente el gobierno. Asimismo, las mo-
vilizaciones populares, el crecimiento de la virulencia y la fre-
cuencia de la actividad huelguística que culminaron con el paro
cívico nacional el 14 de septiembre de 1977 contribuyeron en
gran medida a frenar e invertir la política del gobierno en ma-
teria de alimentos y salarios, aunque en este último respecto
sólo hubo un alza del salario mínimo y el gobierno mantuvo una
posición intransigente frente al alza general de salarios que fue
una de las reivindicaciones fundamentales levantadas por el pa-
ro cívico.

Aún no hay enfrentamiento dentro de la clase dominan-


así,
te en torno a la cuestión agraria y existe un amplio consenso de
que en esta fase hay que impulsar una política represiva. Re-
torna de esta manera a su marca el péndulo histórico del refor-
mismo, caracterizado por fases muy cortas y vacilantes, cuando
se hacen algunas concesiones al campesinado, seguidas por pe-
ríodos mucho más extensos de políticas de contención contra los
pobres del campo y de incentivos tributarios y crediticios para
impulsar la transformación de la hacienda o su arriendo a la
burguesía agraria.

El problema agrario, sin embargo, se respira por todos los


poros de la sociedad colombiana. Ciertamente, no se trata de un
país agrario ya que dos terceras partes de la población se con-
centran en las ciudades, pero la forma como se vive allí, es decir
el traslado de las contradicciones del campo a la ciudad se ma-
nifiestan en los anillos tuguriales que componen la mayor super-
ficie y población de las ciudades colombianas. La pauperización
de la economía campesina más que su diferenciación incompleta
es la causa fundamental de la corriente migratoria incontenible,
cuando la acumulación bruta industrial no ha sido suficiente en
ningún momento para poder absorber siquiera en parte ese gran
ejército de desempleados que genera la vía terrateniente. Esto
arrastra todo un cúmulo de problemas para las clases dominan-
tes que van desde la inseguridad que caracteriza la vida civil
hasta la inestabilidad política permanente, pues esta gran masa
de población pauperizada no puede ser manipulada permanen-
temente por los partidos adictos al régimen y frecuentemente se
abre explosivamente hacia alternativas peligrosas para la domi-
nación de la alianza de clases que gobierna al país.

Desde el punto de vista del capital y su acumulación, el pro-


blema agrario está constituido por la incapacidad del campo pa-
ra abastecer adecuadamente a la industria y el consumo obrero
que aparece fundamentalmente como resultado de la crisis de la
economía parcelaria y de la inserción de la agricultura comer-
cial y la ganadería en el mercado mundial. La cuestión de las
exportaciones agrícolas tiene un doble carácter para el capital

299
industrial ya que por un lado la época de escasez de divisas no
es todavía lejana y puede incluso reaparecer en un mediano
plazo y esto hace necesario garantizar un volumen creciente de
exportaciones, mientras que, por otro lado, para incentivar las
exportaciones, los productos agrícolas exportables deben encare-
cerse para elevar las ganancias de los productores e incentivar
su ampliación. Es así como la devaluación y los productos agrí-
colas caros, más caros en la medida en que reflejen una escasez
de materias primas a nivel mundial, son corolarios necesarios
de la política de acelerar el desarrollo capitalista en base al
mercado externo.
La crisis crónica que vive
economía parcelaria desde los
la
años 50 no puede solucionarse con baños tibios como son los
programas del DRI pues la falla suya no es de falta de atención
"integral" sino simple y llanamente de buena dotación de tierras
y elementos de trabajo. Lo que espera la burguesía verdadera-
mente es que la gran agricultura comercial avance aún más rá-
pidamente que en el pasado y que logre substituir en un plazo
razonable la producción parcelaria por los cultivos mecanizados,
proceso que como se ha visto tiene sus problemas porque la
economía campesina tiene sus medios de defensa y en particular
enreda las condiciones de los mercados, lo cual hace un tanto
difícil la penetración de los agricultores comerciales en toda
una serie de rubros de la producción agrícola. En estos momen-
tos, por lo menos, no hay ninguna fracción de la burguesía que
contemple la posibilidad de remediar la situación en base a un
desarrollo democrático de la economía parcelaria, que destruya
la gran propiedad territorial y que cooperativice la gran pro-
ducción capitalista. Los mismos reformistas que tiene a su ser-
vicio el capital han planteado que ya no es necesaria una refor-
ma agraria porque las viejas formas de explotación del trabajo
y el consonante manejo de las tierras han dejado de ser trabas
objetivas para el desarrollo del capitalismo, aun cuando tales
formas de trabajo subsisten en alguna medida y el monto de
las rentas que tiene que abonar la burguesía a los terratenientes
sea alto, más alto aún en las coyunturas de altos precios que fija
el mercado mundial para los productos agrícolas. Para decirlo
de otra manera, el problema agrario en Colombia para el capital
no aparece como la oposición entre servidumbre y libertad de
los trabajadores para asalariarse o como tierras al servicio de la
sujeción extraeconómica del campesinado y no de los empresa-
rios agrícolas.Por el contrario, el proletariado se ha conformado
potencialmente en exceso y el capital no tiene que luchar contra
la hacienda para que libere la mano de obra; asimismo, la mayor
parte de las tierras puede ser arrendada a corto, mediano y largo
plazo, hipotecada o vendida, pues ya no constituye instrumento
para inmovilizar pequeños arrendatarios. Menos aún considera
necesario la burguesía abolir el monopolio territorial pues las

300
implicaciones políticas de la vía campesina ponen en cuestión to-
das las instituciones jurídicas y políticas basadas en una alianza
burgués-terrateniente y tocan el nervio mismo de las relaciones
de esa alianza con la burguesía imperialista.
Por tales razones, será tan sólo la movilización campesina
y la alianza que establezca con el movimiento obrero los que
darán la medida de los cambios que puedan ocurrir en el campo
colombiano, las tierras que pueda recuperar y las formas coo-
perativas que pueda desarrollar, la neutralización que pueda im-
poner contra la violencia terrateniente y la imposición de la
democracia para las amplias masas del campo. En todo caso, el
movimiento campesino no puede entrar a depender de una alian-
za con la burguesía para lograr sus objetivos ya que éstos se
contraponen abiertamente con la vía de desarrollo que ha to-
mado el capital en el campo durante los últimos 30 años. Una
nueva alza del movimiento campesino, que debe producirse ne-
cesariamente por las condiciones de vida y de opresión que im-
peran en el campo, será confrontada por la burguesía posible-
mente con medidas reformistas combinadas con aún más repre-
sión, siempre con la firme intención de garantizar el avance de
la vía gran burguesa de desarrollo agrario.

Desde el punto de vista del campesinado parcelario, el pro-


blema agrario es abrumador, especialmente si se trata del cam-
pesinado pobre que es un semiproletario la mayor parte del
tiempo y que constituye más de las dos terceras partes de la po-
blación rural. El campesino pobre paga con su humanidad los
efectos de la vía terrateniente, desprovisto de elementales dere-
chos políticos, lanzado a la migración o a un jornal ocasional,
acosado por los terratenientes si es colono, y sojuzgado por la
iglesia o por misiones religiosas yankis si es indígena. Aun-
cuando el campesino pobre está forzado a jornalear, tiene tam-
bién que recurrir a la producción de autoconsumo y a contar
con un lugar de vivienda porque el jornal no representa todo el
costo de la fuerza de trabajo sino que es ocasional, situación que
incluso se reproduce con los migrantes urbanos. El hambre de
tierras de este sector en transición entre el mundo del campesi-
no y el del proletario, pero donde prima su condición de cam-
pesino, lo convierte en el más decidido combatiente contra la
gran propiedad y el sistema político que la defiende. Si este
sector pudiera apropiar tan sólo las explotaciones mayores de
500 hectáreas que suman actualmente unos 13 millones de hec-
táreas y que están dedicadas en su mayor parte a la ganadería
extensiva podría dar un vuelco importante en el desarrollo de
las fuerzas productivas en el campo, en base a formas coopera-
tivas de autogestión, solucionando en forma definitiva los pro-
blemas de abastecimiento de alimentos y materias primas para
los obreros y las industrias de las ciudades.

301
El proletariado rural suma casi un millón de individuos y
constituye de hecho el sector más amplio de la clase trabajadora
ya que el proletariado industrial alcanza unas 700.000 personas.
Al tiempo que el proletariado rural es el más numeroso es tam-
bién el más desorganizado y se enfrenta a condiciones oprobio-
sas que le impone el capital, teniendo que luchar todavía por el
derecho a la organización sindical y a la centralización de esa
organización, a la jornada de 8 horas, a la eliminación del tra-
bajo a destajo, al pago de prestaciones sociales y a ganar con-
diciones sanitarias de trabajo y cubrimiento de gastos médicos.
De hecho, el proletariado rural es el aliado natural del campe-
sinado pobre que entra frecuentemente dentro de sus rasgos,
pero que por la misma naturaleza del proceso de producción y
la forma como la burguesía agraria rota a los trabajadores pro-
- duco condiciones de alta inestabilidad que hacen difícil el logro
de la organización de los trabajadores del campo. Los cambios
técnicos que han venido implementándose dentro de la gran agri-
cultura comercial hacen prever incluso que en el futuro el pro-
letariado rural tenderá a reducirse, especialmente en los dos ti-
pos de cultivo que absorben una mayor cantidad de mano de
obra: el algodón con la introducción de cosechadoras mecánicas
y el café, con la generalización de la variedad caturra que hace
bajar relativamente la cantidad de trabajadores para recoger la
cosecha.

Los problemas del campesinado medio y el rico son meno-


res, aunque tienen que disputar el crédito a los terratenientes y
a la burguesía agraria que monopolizan la dirección de la banca
semioficial, además de que tienen dificultad para expresar di-
rectamente sus intereses — a través de los gremios que dominan
las capas de la burguesía agraria— y confrontan problemas es-
peciales de mercadeo por la intermediación. El campesino rico
es, sin embargo, un capitalista en términos estricto y su única
diferencia con el empresario es aquella que hay entre el estable-
cimiento de naturaleza manufacturero, relativamente atrasado
y el mecanizado fabril. Mientras el campesinado medio es apro-
ximadamente una cuarta parte de la población rural, el campe-
sinado rico no pasa de un 5% de esa población, confundiéndose
con la burguesía rural propiamente dicha.

Los terratenientes con explotaciones mayores de 200 hectá-


reas no pasan de 19.000 individuos pero controlan más de 17 mi-
llones de hectáreas. Dentro de ellos figura una capa muy atra-
sada que como ya se ha visto extraía rentas de tipo precapitalis-
ta a 152.000 pequeños arrendatarios en 1970, en una extensión
de medio millón de hectáreas dadas en este tipo de arriendo,
conformando posiblemente un territorio de unas 5 a 7 millones
de hectáreas, la mayor parte de él sin explotar, como se de-
muestra en la información contenida sobre las explotaciones

302
mayores de 2.000 hectáreas que a duras penas explotaba la mi-
tad de sus posesiones. De los terratenientes en general, los me-
jor situados arrendaban a la burguesía agraria en las tierras
del Sucre, el Cesar, el Tolima, el Huila, el Valle del Cauca y la
sabana de Bogotá. Muchos de estos terratenientes se han abur-
guesado tanto en la ganadería como en la explotación de culti-
vos de tipo comercial. Su relación con el mercado externo no
ha hecho más que acelerar esta transformación.
Es así como la solución democrática del problema agrario en
Colombia tiene poco que ver con la burguesía y depende sobre
todo del movimiento obrero. Sólo un gobierno de trabajadores
puede trastrocar todas las relaciones de propiedad en el campo
y dar una solución verdadera al campesinado y a las minorías
indígenas: expropiación sin indemnización de los terratenien-
tes, nacionalización de la tierra como base para el usufruto ra-
cional de esta, ocupación campesina en formas cooperativas de
los latifundios ganaderos, desarrollo de empresas estatales don-
de se ha impuesto la gran hacienda capitalista, apoyo a los pe-
queños y medianos propietarios y promoción de su asociación
voluntaria que logre la elevación de su nivel técnico de produc-
ción. Mientras tanto, se imponen múltiples gestas de defensa por
parte del movimiento campesino, apoyado en el movimiento
obrero. Sólo la combinación de los dos puede dar una solución
definitiva al problema agrario colombiano.

303
APENDICE I

Cuadro 1.1.

Proporción de la superficie cultivada de algodón, arroz y trigo,


según sea cultivada por el propietario o por aparceros, agregados
y arrendatarios. 1937

Algodón Arroz Trigo


Cultivador Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje

(Has.) (Has.) (Has.)

TOTAL 43.293 100.00 67.169 100.00 199.627 100.00

Propietarios 21.870 50.52 35.404 52.71 163.354 81.83

Aparceros,

agregados y
arrendatarios 21.423 49.48 31.765 47.29 36.273 18.17

Fuente: Anuario General de Estadística, 1937.

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Cuadro 1.3

Número de y de hectáreas explotadas y no explotadas,


fincas,
según departamentos. Explotaciones mayores de 2.000 Has.

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TOTAL 810 6.021.219 2.986.353 3.034.866 1.428.047 57

Antioquia 97 508.540 134.894 373.646 103.851 2

Atlántico 2 2.459 1.649 810

Bolívar 52 570.793 118.428 452.365 5.800 1

Boyacá 257 2.172.309 1.759.755 412.554 16

Caldas 8 38.050 12.335 25.715

Cauca 21 210.336 26.468 183.868 114.982 3

Córdoba 51 154.151 118.159 35.992 2.618 1

Cundinamarca 42 172.646 59.859 112.787 55.198 5

Chocó 4 213.745 4.287 209.458 28.821 1

Huila 27 87.183 42.464 44.719 17.890 2

Magdalena 126 881.708 420.000 461.708 104.303 7

Nariño 13 294.895 11.881 283.014 189.900 4

Santander Norte 20 89.669 29.761 59.908 6.500 3

Santander 40 278.426 111.196 167.230 28.000 3

Tolima 88 195.010 111.921 83.089 41.062 8

Valle del Cauca 12 151.299 23.296 128.003 25.000 1

Fuente: Incora.

306
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Cuadro 1.5

Número de fincas con colonos, número y hectáreas


poseídas por los mismos, según departamentos

Explotaciones mayores de 2.000 Has.


1964

Departamentos
m de
fincas Colonos Hectáreas

TOTAL 222 34.274 641.808

Antioquia ¿0 ooo
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Boyacá 70 2.212 155.655
Caldas 2 600 7.000
Cauca 12 14.558 86.812
Córdoba 3 152 1.380
Cundinamarca 11 341 17.938
Chocó 1 25 175
Huüa 7 1.194 14.700
Magdalena 39 2.143 214.343
Nariño 5 248 2.210
Norte de Santander 7 309 19.770
Santander 13 10.909 58.400
Tolima 11 138 20.544
Valle 2 500 900

Fuente: Incora.

Cuadro 1.6

Variación en la superficie de las explotaciones,


según tamaños
Período intercensal 1960 y 1970-71

Tamaño de las Variación


explotaciones (Has.) miles Has.

TOTAL + 3.655.3

Menores de 10 — 169.4
Entre 10 y 20 + 26.5
Entre 20 y 50 + 415.8
Más de 50 4- 3.382.4

Fuente: DAÑE, Censos Agropecuarios 1960 y 1970-71.

308
Cuadro 1.7

Evolución de explotaciones mayores de 50 hectáreas, según


tamaños - 1960 y 1970-71

Tamaño de las Número de explotaciones Miles has. supericf ie total •

explotaciones 1960 % 1970-71 % 1960 % 1970-71 %

TOTAL 82.902 100.0 99.054 100.0 20.723.4 100.0 24.105.8 100.0

De 50 a ]menos
de 100 39.990 48.2 47.763 48.2 2.680.5 12.9 3.197.7 13.3
De 100 a menos
de 200 22.317 26.9 26.553 26.8 2.996.1 14.4 3.552.0 14.7
De 200 a menos
de 500 13.693 16.5 16.344 16.5 3.994.3 19.3 4.701.0 19.5
De 500 a menos
de 1.000 4.141 5.0 4.927 5.0 2.730.8 13.2 3.229.5 13.4
De 1.000 a menos
de 2.000 1.975 2.4 2.363 2.4 2.808.2 13.6 3.394.7 14.1
De 2.000 y más 786 1.0 1.104 1.1 5.513.4 26.6 6.030.9 25.0

Fuente: DAÑE, Censos Agropecuarios de 1960 y 1970-71.

Cuadro 1.8

Superficie y relación porcentual, según formas de tenencia de


la tierra 1960 y 1970-71 —

Forma 1960 1970-71


de tenencia Superficie has. Porcentaje Superficie has. Porcenti

TOTAL 27.337.8 100.0 30.993.2 100.0

Propiedad 20.525.4 75.1 24.195.3 78.1


Arrendamiento 1.336.4 4.9 1.053.4 3.4
Colonato 3.762.4 13.8 3.119.4 10.1
Aparcería 1.104.3 4.0 972.0 3.1
Otras formas 609.2 2.2 1.652.8 5.3

Fuente: DAÑE, Censos Agropecuarios de 1960 y 1970-71.

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Cuadro 2.1

Composición del Producto Bruto Interno 1950-1975 *

PIB PBI Agro- Partici- PBI In- Partici- PBI In-


Quinquenio pecuario** pación dustrial
(2) (1)

1950-1954 16.256.1 5.944.6 36.6 2.465.1 15.1 0.41

1955-1959 20.354.3 6.988.2 34.3 3.453.9 16.9 0.49

1960-1964 25.517.0 8.157.8 32.0 4.653.6 18.2 0.57

1965-1969 31.218.7 9.577.1 30.6 6.086.4 19.5 0.64

1970-1974 40.428.4 11.816.2 29.2 8.762.7 21.7 0.74

1975-1976*-^-^ 49.043.0 13.927.0 28.3 11.057.6 22.5 0.80

* A precios constantes de 1956

** Incluye caza y pesca, silvicultura, tala y corte.

*** Estimados por Fedesarrollo,

Fuente: Boletín Mensual de Estadística N° 225, abril 1970; Cuentas Nacionales


Banco de la República 1970-1974.

311
Cuadro 2.2

División sectorial del P. I. B.-1972

Porcentajes
Millones de $ Participación P.I.B. P.I.B.
Rubros corrientes en P.I.B. Servicios Total
Total

P.I.B. TOTAL 185.092.1 100.0

I ACTIVIDADES
AGROPECUARIAS 49.658.6 26.8 10.2 <i)
37.0

1 Agricultura 26.508.0 14.3


2 Ganadería 17.083.8 9.2
3 Otras 4.543.8 2.4
4 Pesca y caza 878.0 0.5
5 Silvicultura 645.0 0.4

II ACTIVIDADES
FABRILES 62.028.2 33.5 29.5 63.0

6 Industria
manufacturera 36.550.7 19.7
7 Construcción 8.843.3 4.8
8 Electricidad 2.755.5 1.5
9 Comunicaciones 1.783.9 1.0
10 Transportes 9.590.9 5.2
11 Minería 2.503.9 1.3

SERVICIOS QUE
COMPARTEN I Y II 73.405.3 39.7

12 Comercio 30.652.5 16.6


13 Finanzas 6.817.6 3.7
14 Alquileres 10.366.5 5.6
15 Servicios
Personales 13.556.8 7.3
16 Gobierno 12.011.9 6.5

METODOLOGIA: Para comercio: Suponiendo una participación proporcional


a la participación del P.I.B. generado directamente (44.4% para agropecuarias y
63.7% para fabriles).
Para finanzas: De acuerdo a la participación en el crédito (30% en agropecuarias,
70% en el resto).

Para alquileres: Suponiendo que un 20% de los alquileres totales eran del campo.
Para servicios personales: Suponiendo que un 10% correspondían a zonas rurales.
Para gobierno: De acuerdo a una participación del sector agropecuario del 11%
en el total de impuestos tributados.
Fuente: Cuentas Nacionales, Banco de la República.

312
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Cuadro 2.3

Producción física de 18 cultivos 1950-1976


í Indice base 1958 = 100) (Miles de toneladas)

Cultivos comerciales - Mecanizados

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1951 6 12 8 297 56 1.922
1952 11 18 5 329 61 1.913
1953 17 29 6 272 79 ,

1.845
1954 28 48 7 295 65 ____ 3 2.340
1955 25 43 11 320 52 _ 4 2.456
1956 23 39 13 343 70 _ 4 2.534
1957 21 36 15 350 60 4 2.272
1958 26 45 21 380 75 _ 10 2.563
1959 66 114 18 422 101 _ 14 2.689
1960 67 115 20 450 106 10 19 3.298
1961 77 132 26 474 95 15 20 3.685
1962 82 142 28 585 100 24 25 4.016
1963 73 126 35 565 105 33 30 3.737
1964 66 114 44 600 95 55 40 4.309
1965 66 114 52 672 85 65 50 4.749
1966 88 125 59 680 90 60 52 4.651
1967 101 175 40 662 90 90 83 5.792
1968 122 202 30 786 75 100 82 6.440
1969 125 214 39 689 85 100 100 6.883
1970 128 214 28 737 100 165 96 6.565
1971 112 188 37 864 112 219 83 6.505
1972 146 243 28 1.000 106 238 102 7.932
1973 145 241 23 1.124 94 398 99 8.400
1974 174 288 27 1.449 117 235 156 9.418
1975 131 129 26 1.586 122 429 105 10.206
1976 161 268 18 1.541 103 391 104 10.200

313
Cuadro 2.3

Producción física de 18 cultivos 1950-1976

(Indice base 1958 = 100) (Miles de toneladas)

Cultivos de
Cultivos tradicionales plantación

>^
co
05
o O
(pane
Caña Fríjol Plátai Bañar Cacac
Yuca
Año

1950 8.087 29 1.154 801 374 8


1951 7.812 41 1.175 795 388 8
1952 7.500 47 1.195 868 400 11
1953 7.625 45 1.223 853 450 11
1954 7.750 42 1.182 691 466 11
1955 8.125 51 1.154 635 496 11
1956 7.625 45 1.319 692 518 11
1957 6.875 52 1.278 687 502 12
1958 6.375 55 1.374 772 509 12
1959 6.875 57 1.402 746 553 12
1960 7.125 50 1.484 652 557 14
1961 9.675 46 1.456 540 572 14
1962 8.750 52 1.429 735 519 15
1963 8.125 56 1.401 773 581 16
1964 7.250 46 1.182 562 560 16
1965 7.000 55 1.292 864 653 17
1966 8.125 60 1.347 891 721 18
1967 8.500 56 1.566 796 764 17
1968 8.750 52 1.525 812 770 18
1969 9.100 58 1.650 964 563 18
1970 9.462 65 1.600 1.092 583 19
1971 10.000 47 1.560 756 593 21
1972 10.000 66 1.500 970 600 22
1973 9.600 60 1.550 1.100 610 21
1974 10.000 51 1.525 950 620 23
1975 9.900 50 1.400 800 621 24
1976 9.000 53 1.400 900 700 27
Fuentes: (1) 1950-1960, Atkinson; 1960-1972, DAÑE. (2) 1950-1968, Atkinson;
1968-1972 OPSA, Ministerio de Agricultura. (3) Estimado del autor.
* Indice base 1960 = 100.

314
u

Cuadro 2.3

Producción física de 18 cultivos 1950-1976


(Indice base 1958 = 100) (Miles de toneladas)

Cultivos mixtos Semi-mecaniza dos Café

er

03 00 (2)
>^
N <71
o Produción

(so
a, Tabaco

Año w rama
física

P-i

1950 500 536 20 102 338 0


KJ KJ\J •\J

1951
\J KJ X
A. 591 745 22 130 302 0
KJ \J » \J

1952 813 842 21 140 403


X \J KJ 0
\J •

1953 683 777 23


La KJ 145 384i 0
KJ KJ • \J

1954
^ %J Kj X 588 768 146 403 0
1955
A.\J KJKJ 804 811 29 147 377 0
1956
^%J KJ \J 655 814 37 140 335 0
KJ KJ KJ •\J

1957
M %J KJ V 671 846 38 110 365 0
1958 889 765 38
KJ \J 140 469 0
1959 818 991 39
KJ xJ 145 462 0
1960 932 973 25 142 480 0
1961 752 754 28 135
1962 954 1.081 38
KJ\J 145 482 0
1963 818 860 42 125 450 0
1964 792 828 41 115 '±00.

1965 974 1.031 40 110 492.0


1966 939 941 44 110 456.0
1967 960 1.071 38 100 477.0
1968 1.000 1.142 39 105 480.0
1969 1.067 1.033 44 72 480.0
1970 1.052 1.191 42 55 501.0
1971 996 1.224 39 51 485.0
1972 910 1.194 36 79 480.0
1973 824 1.130 40 91 522.0
1974 775 1.100 41 63 552.0
1975 800 1.120 53 57 534.0
1976 809 1.300 60 58 510.0

Fuentes: (1) 1950-1960, Atkinson; 1960-1972, DAÑE. (2) 1950-1968, Atkinson;


1968-1972 OPSA, Ministerio de Agricultura. (3) Estimado del autor.
* Indice base 1960 = 100.

315
Cuadro 2.4

Indices de Producción Armónicos según tipos de cultivo


1950-1976

Anos Comer- Tradicio- Planta- Mixtos Total Café Total


ClaicS nales Clon sin café con cafe

1950 58.8 88.9 71.6 64.6 73.7 72.1 73.1


1951 72.1 99.3 73.6 84.0 87.1 64.4 79.8
1952 77.2 102.0 83.0 98.0 95.2 86.0 92.3
1953 74.7 103.0 89.3 91.6 92.8 81.9 92.5
1954 86.9 96.0 91.7 87.5 90.8 86.0 88.7
1955 83.2 96.0 95.7 97.0 93.2 80.4 88.7
1956 90.1 98.8 99.0 92.8 95.0 71.4 85.4
1957 87.7 97.0 99.1 91.6 93.5 77.8 87.1
1958 100.0 100.0 100.0 100.0 lOO.O 100.0 100.0
1959 167.6 102.6 106.0 107.5 123.1 98.5 115.4
1960 168.7 101.5 111.8 110.3 125.7 102.3 117.8
1961 187.2 109.0 113.7 90.5 127.6 96.0 118.1
1962 206.6 111.4 109.1 116.2 143.2 102.8 131.7
1963 191.6 111.2 120.0 101.8 131.3 96.0 121.7
1964 186.8 92.0 116.0 98.3 122.4 99.8 116.4
1965 201.5 103.0 131.3 115.0 141.9 105.0 132.2
1966 229.8 110.7 143.6 111.1 152.3 97.2 138.6
1967 242.3 114.4 148.5 116.7 158.3 101.7 143.7
1968 288.8 115.0 151.0 121.6 180.4 102.3 160.7
1969 302.4 127.0 123.5 122.6 183.2 102.3 162.5
1970 310.1 132.6 131.6 129.7 188.6 106.8 163.6
1971 299.6 120.1 137.3 127.4 187.0 103.4 164.1
1972 367.9 129.2 141.3 119.3 212.0 105.5 183.2
1973 330.7 134.5 144.8 116.2 211.8 111.3 185.3
1974 402.7 131.3 153.5 111.6 239.9 117.7 207.5
1975 366.7 123.8 157.4 117.5 224.1 113.8 195.0
1976 395.3 121.0 177.6 129.9 238.5 108.7 204.2
r = 7.6 r = 4.6 r = 4.03

Metodología: Las ponderaciones de cada cultivo se toman año por año según su
participación en el valor de la producción de cada tipo de cultivo. Las pondera-
ciones para cada tipo de cultiivo se obtienen según su participación en el valor
de la producción, sin café y con café. Los coeficientes multiplican el índice res-
pectivo por cultivo y su sumatoria da por resultado el índice de producción ar-
mónico de cada tipo de cultivo. A
su vez los índices así obtenidos se multiplican
por los coeficientes de participación de cada tipo de cultivo en el valor de la
producción, sin café y con café, y sus respectivas sumatorias entregan los índices
armónicos de producción, sin café y total con café. Fue necesario excluir de esta
operación los productos soya y sorgo que empiezan a desarrollarse después del año
base de 1958 y por lo tanto tergiversaban los resultados. Ampliación de esta me-
todología podrá verse en el Capítulo III.

316 *
Q

Cuadro 2.5

Superficie cultivada de 17 cultivos 1950-1976

(Miles de hectáreas)

Cultivos comerciales - Mecanizados

rVIlUS /vigOQon Arroz i^eoaaa Sorgo Soya Azuci

1 QQ 4t^
lyou O l loó rio

1 QR1 14 14R
iriO 47 SI
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00 Qt^
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1967 7^
lio
1 fi4 QOO Oo 4Q RO
00 QO
yo
1Í7DO 1 QQ Dü O'?'?
OU 40 4o yu
1969 236 60 255 55 50 57 91
1970 267 40 229 65 77 54 92
1971 218 55 251 71 93 46 95
1972 240 43 276 69 95 52 98
1973 250 35 291 61 168 50 104
1974 314 45 362 73 98 78 122
1975 248 47 384 88 176 54 129
1976 325 32 375 75 160 52 130

317
Cuadro 2.5

Superficie cultivada, de 17 cultivos 1950-1976

(Miles de hectáreas)

Cultivos de
Cultivos tradicionales plantación

Años Panela Fríjol Plátano Yuca Banano Cací

1950 214 82 256 125 40 32


1951 218 103 261 124 44 32
1952 218 111 266 134 45 32
1953 215 106 267 127 45 32
1954 219 102 257 115 46 33
1955 220 113 251 111 45 33
1956 220 105 275 110 47 34
1957 220 115 272 109 50 32
1958 223 120 286 113 48 32
1959 221 123 292 115 50 32
1960 227 113 303 100 51 32
1961 231 106 303 98 49 33
1962 228 118 298 108 56 34
1963 252 121 295 112 58 35
í\n
1954 254
"1

109 275 102 58 37


19do 246 120 281 127 58 37
Zoo izo 0Q1
Zol 1OQ
izy Oo OO
1967 971 •^1 s 1
i. 1 ^
LO «JO O
"SI
i.

1968 278 1 1 ^
MÍO OkJO 1 Ifi oo oo
1 O/I
lyoy ¿O i Izl o47 lo4 57 00
1970 296 130 333 148 55 59
1971 300 117 312 145 54 62
1972 300 131 320 155 55 66
1973 310 118 322 165 58 62

1974 319 105 320 155 60 66


1975 294 110 310 160 65 70
1976 295 115 310 170 70 72
Cuadro 2.5

Superficie cultivada de 17 cultivos 1950-1976

(Miles de hectáreas)

Cultivos mixtos: Semi- Café Total sin Total con


mecanizados sin café café
Años Maíz Papa Tabaco Trigo Has. Has. Has.

DDO 7á
'z
/
1 Q 1 á.^ UüU 1.926 2.582
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lUU ZU 1 74 uuu 2.111 2.771
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1 2.349 3.024
1 Q"^*^
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lo
1
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oo -L 2.246 3.077
1 oD 1 Q 87*^ 2.203 3.076
17 182 816 2.371 3.187
1956 874 106 21 170 725 2.345 3.070
1957 839 111 22 178 790 2.321 3.111
1958 967 101 23 160 832 2.494 3.326
1959 908 119 22 166 859 2.542 3.401
1960 941 119 14 125 893 2.587 3.480
1961 885 105 14 140 831 2.542 3.373
1962 964 129 19 130 824 2.739 3.563
1963 930 109 22 110 810 2.667 3.477
1964 932 98 22 115 813 2.714 3.527
1965 984 123 25 120 812 1.901 3.713
1966 958 117 27 115 811 2.903 3.714
1967 970 128 21 95 811 2.919 3.730
1968 944 140 21 90 816 2.881 3.697
1969 970 123 24 65 816 3.045 3.861
1970 915 138 23 50 835 3.037 3.872
1971 865 130 23 48 836 2.863 3.699
1972 850 125 26 63 840 2.957 3.797
1973 830 120 29 80 880 3.053 3.933
1974 810 130 30 58 910 3.145 4.055
1975 815 135 35 55 912 3.175 4.087
1976 820 145 40 55 916 3.241 4.157

Fuente: Ver cua 2.3.

319
Cuadro 2.6

Superficie cultivada de 5 tipos de cultivos 1950-1976


(Miles de hectáreas)

ta

I o

> ^ S •
>
i-I
rt
4->

<a o
< H u 8 a U Í3

1950 2.582 273 677 72 904 656


1951 2.771 297 706 76 1.032 660
1952 3.024 322 729 77 1.221 675
1953 3.077 352 715 77 1.102 831
1954 3.076 379 693 79 1.052 873
1955 3.187 386 695 78 1.212 816
1956 3.070 383 710 81 1.171 725
1957 3.111 373 716 82 1.150 790
1958 3.326 421 742 80 1.251 832
1959 3.401 494 751 82 1.215 859
1960 3.480 562 743 83 1.199 893
1961 3.373 578 738 82 1.144 831
1962 3.563 655 752 90 1.242 824
1963 3.477 623 780 93 1.171 810
1964 3.527 712 740 95 1.167 813
1965 3.713 780 774 95 1.252 812
1966 3.714 820 770 96 1.217 811
1967 3.730 775 821 109 1.214 811
1968 3.697 759 816 111 1.195 816
1969 3.861 804 889 115 1.237 816
1970 3.872 824 907 121 1.185 835
1971 3.699 829 884 124 1.066 836
1972 3.797 874 886 130 1.064 840
1973 3.933 959 915 120 1.059 880
1974 4.055 1.092 899 126 1.028 910
1975 4.087 1.126 874 135 1.040 912
1976 4.157 1.149 890 142 1.060 916

Fuente: Cuadro 2.5.

320
Cuadro 2.7

Valor real de la producción de 18 cultivos 1950-1976


(Indice base 1958 = 100) Miles de pesos de 1958

Cultivos comerciales - Mecanizados

comerciales comerciales

Subtotal rama
Algodón Ajonjolí
Indices Cebada Azúcar
Años Arroz
Sorgo
Soya

1950 250.5 46.0 31.7 12.1 157.7 28.0 21.0

1951 333.6 61.3 27.4 8.0 234.1 34.6 29.6

1952 316.3 58.2 46.1 5.0 189.5 41.8 339


1953 330.1 60.7 68.7 5.6 173.2 49.1 33.5

1954 374.7 68-9 95.9 5.9 198.4 35.3 39.2

1955 384.4 70.7 83.0 10.8 217.8 29.8 43.0

1956 389.2 71-6 72.7 14.4 221.0 39.5 41.6

1957 431.8 79.4 75-8 22.5 244.0 32.7 3.7 53.1

1958 543.9 100.0 110.0 27.7 285.0 43.5 8.5 69.2

1959 775.2 142.5 298.9 22.3 304.8 59.7 13.8 75.7

1960 797.0 146-5 271.5 26.3 343.4 57.2 13.1 85.5

1961 846.4 155-6 292.6 33-6 361.2 48.3 13.6 97.1

1962 948.2 174-3 309.4 47.2 402.7 48.1 12.6 16.9 111.3

1963 874.7 160-8 270.5 52.1 359.3 52.9 16.0 21.9 102.0
1964 981.1 180-4 241.4 65.5 422.3 44.6 23.6 33.4 150.3
1965 1.182.8 217.5 302.1 81.7 547.8 40.6 26.7 40.7 143.2
1966 1.185.7 218.0 315.0 90.5 533.6 48.1 22.4 40-1 136.0
1967 1.125.2 206-9 301.3 60.5 487.3 44.1 31-2 61.6 139.2
1968 1.311.4 241.1 371.7 40.3 582.0 39.3 48-0 62.5 167.6
1969 1.233.5 227-1 407.1 55.4 422.5 44.2 40.4 78.0 187.9
1970 1.208.3 222-1 391.7 39.6 401.8 47.0 65.0 83.3 179.9
1971 1.317.0 242.1 423.3 47.8 440.5 55.7 79.7 66.8 203.2
1972 1.397.2 256.9 465.5 34.2 440.8 51.0 114-7 75.7 215.3
1973 1.804.2 331-7 655-8 31.8 545.1 54.7 213.4 84.5 218.7
1974 2.054.0 377.6 649.6 42.2 807.4 64.8 113-1 143.5 222.7
1975 1.788.6 328-8 330.9 36.4 750.3 87.6 186.7 88.0 308.5
1976 1.920.7 353.1 707.3 23.5 618.3 63.1 156-9 81.8 270.1

Fuentes: Ver cuadro 2.3. Deflactado por precios implícitos de mercado. Cuentas
Nacionales.

321
Cuadro 2.6

Valor real de la producción de 18 cultivos 1950-1976


Miles de pesos de 1958

Cultivos tradicionales Cultivos de


plantación
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1951 742.3 92.3 217.2 75.1 274.8 175.2 112.7 64.3 82.2 30.5

1952 720.7 89.6 233.4 69.0 273.3 145.0 124.0 70.7 83.5 40.4

1953 733.0 91.1 248.7 70.2 268.7 145.3 140.6 80.2 100.3 40.3

1954 759.4 94.4 215.5 68.5 304.4 171.0 145.5 83.0 96.7 48.8

1955 761.8 94.7 202.1 78.2 305.9 175.6 149.2 85.1 106.6 42.6

1956 783.0 97-3 190.4 81.3 329.3 182.0 142.0 81.0 103.2 38.7

1957 836.4 104.0 263.8 84.9 320.2 167.5 148.6 84.8 99.6 49.0
1958 804.6 100.0 255.0 79.2 316.0 154.4 175.3 100.0 127.3 48.0

1959 835.7 103.9 237.3 74.9 348.5 175.0 217.4 124.0 150.4 67.0
1960 737.5 91.7 193.1 86.4 287.3 170.7 217.0 123.8 147.3 69.7

1961 852.8 106.0 233.1 102.0 354.7 163.0 209.8 119.7 148.5 61.3
1962 942.0 117.1 283.7 78.1 394.0 186.1 204.1 116.4 141.5 62.6

1963 1 .052.7 130.8 392.4 82.3 391.0 187.0 214.2 122.2 150.1 64.1
1964 1 .079.7 134.2 343.3 99.8 415.0 221.6 228.1 130.1 169.1 59.0

1965 1 .032.5 128.3 237.2 91.5 431.7 272.1 262.5 149.7 204.1 58.4
1966 1 .068.8 132.8 271.5 91.5 449.4 256.4 264.3 150.8 204.8 59.5
1967 1 .013.6 126.0 223.4 96.8 450.0 243.4 274.2 156.4 220.1 54.1
1968 1 .046.3 130.0 277.4 95.6 400.6 272.7 251.6 143.5 191.4 60.2
1969 1 069.1 132.9 336.7 94.1 359.2 279.1 206.0 117.5 138.7 67.2
1970 1 069.4 132.9 331.8 91.5 359.3 286.8 254.5 145.2 155.5 99-0
1971 1 055.8 131.2 256.1 102.5 425.5 271.7 217.1 123.8 139.9 77.2

1972 1 162.8 144.5 271.4 127.4 431.0 333.0 211.2 120.5 140.4 70.8
1973 1. 385.9 172.2 592.2 106.6 407.2 279.9 166.6 95.0 87.3 79.1

1974 1 447.7 179.9 594.4 105.2 437.6 310.4 185.8 106.0 100.0 85.8
1975 1. 557.4 193.6 648.9 112.1 481.9 314.5 209.9 119.7 124.7 85.2
1976 1 461.3 181.6 619.1 105.9 460.2 276.0 207-6 118.4 109.8 97.7

Fuentes: Ver cuadro 2.3. Deflactado por precios implícitos de mercado. Cuentas
Nacionales.

322
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Cuadro 2.8

Volumen de exportaciones agrícolas 1950-1976

(Indice base 1958 = 100) Miles de toneladas

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210 4 1 292
— — — — 30 216 5 1 375
XCftJKJ — — 58 184 6 1 256
1957 — — 3 174 5 299
1958 — — — 210 5 370
1959 9 — — 186 6 361
1960
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A. 29 — — 199 9 369
1961 24 — 46 163 10 342
1962
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1963 17 3 43 250 16 4 405
1964 12 — 31 250 16 — 356
±i7Uü 16 — 4 12 101 218 11 — 348
1966 4 — — 12 114 310 13 — 337
1967 30 — — — 200 325 12 — 369
1968 47 38 — — 237 310 9 2 399
1969 58 16 — 2 173 309 13 7 16 392
1970 71 5 — — 130 306 13 11 12 395
1971 81 128 280 15 15 381
1972 90 2 5 182 253 20 15 392
1973 43 140 350 22 405
1974 50 1 27 128 375 25 7 467
1975 92 191 118 197 466 15 22 553
1976 78 200 125 457 21 50 425

1. Fibra y semilla.

Fuentes: OPSA - Ministerio de Agricultura, Asocaña, ICA, DAÑE, Banco de la

República.

324
Cuadro 2.9

Importacinoes agrícolas 1950-1976


Miles de toneladas

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Anos Algodón Arroz Cacao Cebada Trigo Sorgo Azúcar Maíz Frijol

1950 21 — 7 14 45 7

1951 14 — 7 33 47 1 3
1952 18 — 8 30 33 13

1953 15 — 8 32 23
1954 6 — 8 47 53 "
1

1955 2 — 10 36 53
1956 14 — 10 44 90 — 21 3
1957 15 — 11 52 104 — 40 — —
1958 11 — 6 44 86 — 5

1959 6 — 7 49 96 — 6 —
1960 1 — 4 13 84 — — 4 —
1961 1 39 8 8 155 — — 40 1

1962 2 — 9 — 135 — — — —
1963 2 — 6 — 93 — — — —
1964 3 — 10 12 170 — — 21 —
1965 9 — 12 2 200 — — —
1966 6 — 12 — 200 — — —
1967 ^ — 11 6 170 — — —
1968 — 10 23 228 — — 11 1

1969 10 42 243 — — 18
1970 14 59 322 14 — 7
1971 14 15 390 47
1972 13 30 380 21 20
1973 12 40 321 25
1974 11 27 331 200 n.d.
1975 11 310 n.d. 200 n.d.
1976 10 n.d. 320 n.d. 220 n.d.

Fuenie: Anuario de Comercio Exterior y OPSA - Ministerio de Agricultura.

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Cuadro 3.2
Estimativos de población ganadera y área en pastos
Total nacional
Población Area en pastos Capacidad
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Año cabezas hectáreas ( cabezas

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1973 21.290.0 158.9 22.892.4 .93
1974 22.056.0 164.6 23.716.1 .93
1975 22.933.0 171.1 24.396.8 .94
1976 23.563.0 175.9 25.069.0 .94
1. Proyectado en base a primer semestre. Fuente: Seprocol.

Metodología sobre el cálculo de pastos: Cuadros 1.3, 1.4, 1.6 y 1.7. En base al
estimado de la población y sus variaciones anuales, y asumiendo parámetros de
carga por hectárea derivados de las diferentes muestras y del censo agropecuario
de 1960 se dedujo el área ocupada por la población estimada. Se establecieron
intervalos según los parámetros ajustados de pastos derivados de las muestras que
fueron llenados en base a proyecciones hacia atrás y hacia adelante. La distribu-
ción del ganado por zonas se basó en parámetros derivados también de las mues-
tras y el censo agropecuario de 1960. El mismo cálculo sirvió para distribuir el
área nacional en praderas entre las diferentes zonas.
Además se tomó en cuenta que cada zona tenía ciertas características de carga por •

hectárea, lo cual sirvió para que los estimativos no se salieran de ciertos límites
mínimos. Esto permitió derivar estimados coherentes y sirvió para hacer com-
probaciones en relación al total nacional. El margen de error del presente esti-
mado puede ser bastante amplio, mayor aún que el margen del estimado sobre
población, lo cual reforzaría el del primero. Es posible que el área en pastos sea
mayor a la estimada hasta en un 1596, pero es improbable que sea menor, es
decir, el margen de error tiene sólo un signo positivo.
Cuadro 3.3

Extracción comercial
Indice por consumo interno y exportación

Consumo Interno Exportaciones


Número de Número de Número de
Anos reses (miles) reses (miles) reses (miles)

1950 1.536.7 12.2 1.548.9

1951 1.571.1 10.2 1.581.3

1952 1.555.4 9.7 1.565.1

1953 1.469.6 6.3 1.475.9

1954 1.444.0 15.0 1.459.0

1955 1.489.4 15.0 1.504.4

1956 1.705.0 49.0 1.754.0

1957 1.844.7 60.0 1.904.7

1958 1.816.1 120.0 1.936.1

1959 1.712.7 200.0 1.912.7

1960 1.739.1 200.0 1.939.1

1961 1.872.2 100.0 1.972.2

1962 2.060.4 121.3 2.181.7


1963 2.220.4 101.7 2.322.1
1964 2.293.5 117.1 2.410.6
1965 2.225.3 157.1 2.382.4
1966 2.058.1 126.7 2.184.8
1967 2.034.0 150.0 2.184.0
1968 2.168.0 164.0 2.332.0
1969 2.428.8 233.0 2.661.8
1970 2.625.9 244.3 2.870.2
1971 2.887.3 161.5 3.048.8
1972 2,670.8 <i>
113.0 O 2.783.8 (1)

1973 2.387.0 182.0 2.569.0


1974 2.403.0 227.0 2.630.0
1975 2.343.0 325.0 2.688.0
1976 2.510.0 290.0 2.800.0

1. Proyectado en base a primer semestre-

331
) ) Z

Cuadro 3.4

Degüello de ganado vacuno

Total (1) Machos Hembras


Número de Número de Número de
Año cabezas cabezas % cabezas 96
miles
( (miles) (miles

1950 1.397 793 56.8 603 43.2

1951 1.431 797 55.7 634 44.3


AA
1952 1.414 814 57.6 600 42.4
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1953
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1.336 788 59.0 548 41.0


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1954 1.313 873 66.5 440 33.5

1955 1.354 871 64.3 483 35.7


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1956 1.555 966 62.1 589 37.9
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1.677 989 59.0 688 41.0
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195o 1.651 1.009 61.1 642 38.9

1959 1.557 970 62.3 587 37.7


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1972 2.274 1.333 58.9 941 41.4
1973 2.170 1.443 66.5 727 33.5
1974 2.185 1.396 63.9 789 36.1
1975 2.349 1.323 56.3 1.027 43.7
1976 2.511 1.269 50.3 1.249 49.7

1. Total nacional registrado. Fuente: DAÑE. Anuario General de Estadística


1950-1968. Estimaciones Agropecuarias 1960-1972.

332
O

Cuadro 3.5

Exportaciones de ganado vacuno

Exportaciones Exportaciones no Total


registradas registradas
Número de Número de Número de
cabezas cabezas cabezas
Año (miles) (miles) (miles)

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1974 134.0 94.0 228.0


1975 285.0 40.0 325.0
1976 251.0 40.0 291.0
1. Proyectado en base a información Idema. Fuente: DAME, IDEMA.

333
Cuadro 3.6

Reintegros por exportaciones de carne de res

(US$ millones)

Año Ganado en Carne en Total


pie canal

1970 18.7 10.6 29.3

1971 21.1 21.8 42.9

1972 6.4 34.5 40.9

1973 2.1 40.4 42.5

1974 2.7 16.0 18.7

1975 32.4 96.4 128.8

1976 32.3 26.2 58.5

Fuente: Revista del Banco de la República.

334
Cuadro 3.7

Estimaciones de la producción física

(Miles Cabezas)

Extracción Cambios en Producción


A ñr» 111 VCllLdilv/ total

1950
%y tJ \J
A. 1 537 12 1 549 115
%^
A. A. 1.434
1951
V \y
JL JL 1 571 10 1 581 160 1.421
1952 1.555 10 1 565 135 1.430
1953 1 470 6 1 476 5 1
X • 481
A\J A.

1954 1.444 15 1 459 308 X • 767


1 \J 1 1

1955 1.489 15 1 504 438


JL%J\J 1 942
1956 1.705 49 1 754 271
^ X 1 2 025
1957 1.845 60 X
1 • 905
«y V/ v/ 225
\J 2 130
1958 1.816 120 1.936 242 2 178
1959 1.713 200 1.913 302 2 215
1960 1.739 200 1.939 396
KJ %J \J 2 335
1961 1.872 100 1.972 441
XXX 2 413
1962 2.060 121 2.182 302
XJ \J M 2 483
1963 2.220 102 2.322 289 2.611
1964 2.293 117 2.411 231 2 642
1965 2.225 157 2.382 298 2 680
1966 2.058 127 2.185 543 2 728
1967 2.034 150 2.184 719 2 903
1968 2.168 164 2.332 710
Xw1 3 042
1969 2.429 233 2.662 519 3.181
1970 2.626 244 2.870 579 3.449
1971 2.887 161 3.049 556 3.605
1972 2.671 310 2.981 725 3.706
1973 2.387 182 2.569 766 3.335
1974 2.403 227 2.630 877 3.507
1975 2.585 325 2.910 668 3.578
1976 2.762 290 3.052 330 3.382

Degüello = registrado -[_ no registrado. Producción = extracción comer-


cial -j- cambios en inventario- Extracción C = degüello -|- exportaciones.

Fuente: DAÑE, Anuario General de Estadística, Anuario de Comercio Ex-


terior - Seprocol.

335
D i

Cuadro 3.8

Valor de la producción (Estimados)


(Millones $ de 1958)

Valor 1 Valor i Valor Valor cambios Valor de 2


Año degüello exportaciones extracción en inventario la producción
comercial

1950 791.4 6.3 797.7 — 00. /Di.


lyoi oZkj.L O.O QOR A — oz.u
Q1 Q 9 O.O fi74 4
XíjOO Q1 fi 8 4 1 Q9n Q 1 Q Q22 8
1954 Q81 Q 10 2 130 3 1 122 4
1955 965.9 9 7 975.6 176.6 1.122.2
1956 1.025.6 29.5 1.055.1 130.6 1.185.7
1957 1.020.1 33.2 1.053.3 77.4 1.130.7
1958 1.080.6 71.4 1.152.0 89.5 1.241.5
1959 1.209.2 141.2 1.350.4 132.8 1.483.2
1960 1.215.6 139.8 1.355.4 172.4 1.527.8
1961 1.215.0 64.9 1.279.9 178.0 1.457.9
1962 1.269.2 74.7 1.343.9 115.6 1.459.5
1963 1.195.7 54.8 1.250.5 96.6 1.347.1
1964 1.325.6 67.7 1.393.3 83.2 1.476.5
1965 1.456.4 102.8 1.559.2 121.1 1.680.3
1966 1.498.3 92.2 1.590.5 246.2 1.836.7
1967 1.485.8 109.6 1.595.4 326.8 1.922.2
1968 1.427.6 108.0 1.535.6 290.8 1.826.4
1969 1.545.9 148.3 1.694.2 205.2 1.899.4
1970 1.538.8 143.1 1.681.9 211.1 1.893.0
1971 1.772.8 99.2 1.872.0 212.5 2.084.5
1972 1.647.9 191.3 1.639.2 447.6 2.084.5
1973 1.593.6 43.4 1.637.0 317.9 1.954.9
1974 1.722.9 162.7 1.885.6 391.1 2.276.7
1975 1.897.4 238.5 2.135.8 304.6 2.440.4
1976 1.944.0 204.2 2.184.2 144.2 2.292.4

1. Precios por animal adulto. 2. Estimación en base a la primera mitad del año.
Valor de la producción = valor extracción comercial + valor cambios en
inventarios. Valor extracción comercial = valor degüello + valor exportaciones.

Fuente: Cuadro 3.1. DAÑE. Anuario General de Estadística. Anuario de Co-


mercio Exterior, SeprocoL

336
Cuadro 3.9

Indice relativo, ingreso real y producción física


(Estimados)
(1950 = 100)

Indice valor Indice Relación


de la producción Indice, valor pro
Año producción física Indice: producción

1950 100.0 100 0 100 0


1951 101.6 99 1 102 5
1952 114.9 99 7 115
X 2
X ^ t./ •

1953 121.2 103 2 117


XX 4^ 1 •

1954 147.5 123


X ^ ty • 2
^ 119
X X «y 7 • 1

1955 147.4 135 4 108 9


1956 155.8 141
X ^L. X • 2
^ 110
X X V/ V
3 •

1957 148.6 148 5 100


X V/ V/ 1
X •

1958 163.1 151X «i^


X 8 107 4
1959 194.9 154 4 126
X vy • 2
^

1960 200.7 162 8 123


X • 3
ty

1961 192.9 168 2 114


X X^« 71

1962 191.8 17? 1 110 8


1963 177.0 182 0 Q7 2
1964 194.0 184 2 105 3
1965 220.8 186 8 118 2
1966 241.3 190 2 126 • 9
X<u «y

1967 252.5 202 4 124 7


1968 OI o 1 o o
1 1
240.0 lio. 2;

1969 249.6 221.8 112.5


1970 248.7 240.5 103.4
1971 273.9 251.3 109.0
1972 300.4 258.4 116.3
1973 256.8 232.5 110.4
1974 299.1 244.5 122.3
1975 320.6 249.4 128.5
1976 301.2 235.8 127.7

Fuente: DANE-Seprocol.

337
Cuadro 4.1

Precios corrientes al productor de 18 cultivos


1950-1976

Pesos por tonelada

Cultivos comerciales mecanizados


Año Algodón Ajonjolí Arroz Cebada Sorgo Soya Caña de
rama azúcar

1950 807
\J\J % 588 350 300 7.43
1951 8Q7 588 465 365 9 08
1952
%J kJ ¿u
JL 953 588 345 410 10 60
1953 938 588 400 3Q0
Oí/U 11 40
1954 882 588 470 380 11 70
1955
C/ KJ KJ
-A- 852 686 475 400 12 20
1956 883 833 485 425 12 37
1957 1 173 1 393 R1LO
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tou 89 90 60
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1958 1 550 1 393 ^ñO 8^0
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1959 1 770 1 323 770 0^0


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1960
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X. C/ 1 726 1 5ÍQ
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1963 2 23fi 1
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1964 2 567 1 347 0Í70 891 1 fiOO
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1965 3 506 3 983 1 703 QQQ OO 1


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1966 3 550 3 689 1
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1968 3.830 3.818 2.106 1.490 1.363 2.167 74.00
1969 3.866 4.373 1.887 1.600 1.243 2.397 84.00
1970 3.920 4.799 1.850 1.592 1.336 2.945 92.99
1971 4.687 4.900 1.931 1.885 1.378 3.050 96.98
1972 5.114 5.219 1.884 2.057 2.059 3.202 116.00
1973 8.808 6.109 2.514 3.014 2.781 4.346 135.00
1974 9.369 10.309 3.694 3.651 3.175 6.067 156.00
1975 10.527 11.579 3.913 5.413 3.599 6.936 250.00
1976 16.873 13.370 4.106 6.266 4.108 8.052 271.00

Fuente: Precios al productor, Banco de la República.

338
,

Cuadro 4.1

Precios corrientes al productor de 18 cultivos


1950-1976
Pesos por tonelada

Cultivos
Cultivos tradicionales de plantación
A í~\r> Jr ancla Frijol Plátano Yuca Banano Cacao

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1968 1.127 5.230 í\)í

1969 1.423 4.994 670 891 758 12.928

1970 1.487 4.774 762 891 905 14.612

1971 1.384 8.258 1.033 1.361 964 13.924

1972 2.243 8.251 1.228 1.467 1.000 14.409


1973 3.198 9.209 1.362 1.319 742 19.524

1974 3.921 13.608 1.893 2.155 1.062 24.605


1975 5.421 18.544 2.847 3.252 1.473 29.372
1976 7.040 20.451 3.364 3.139 1.606 37.046

Fuente: Precios al productor, Banco de la República.

339
Cuadro 4.1

Precios corrientes al productor de 18 cultivos


1950-1976

Pesos por tonelada

Cultivos mixtos: Semi-mecanizados Café


Año Maíz Papa Tabaco en Trigo
rama

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1965 903 612 4.858 1.525 5.004
1966 1.104 983 5.060 1.755 5.867
1967 1.203 876 5.488 1.756 6.080
1968 1.294 822 5.801 1.956 6.753
1969 1.319 1.258 5.732 2.059 7.485
1970 1.490 1.087 5.896 1.933 9.885
1971 1.696 1.042 7.267 1.933 9.617
1972 2.170 1.447 8.300 2.514 11.571
1973 3.329 2.047 15.246 2.795 14.975
1974 3.364 2.215 16.416 4.496 17.210
1975 4.103 4.042 23.200 6.466 21.286
1976 4.853 2.954 20.163 6.414 44.259

Fuente: Precios al productor. Banco de la República.

340
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Cuadro 4.4

Indices de precios de cinco tipos de cultivos deflactados por


precios implícitos
1950-1976
(Indice base 1958 = 100)

Cultivos
Años Cultivos Cultivos Cultivos mixtos Café Total Total
comerciales tradicio- de plan- semimeca- cultivos cultivos
mecanizados nales tación nizados sin café con café

1950 86.4 97.2 92.7 151.4 77.2 118.0 97.6


1951 99.7 96.8 87.6 124.7 89.0 108.1 102.0
1952 84.8 89.6 86.3 99.5 93.7 92.5 94.0
1953 88.7 90.0 90.0 110.8 93.5 98.0 96.2
1954 84.7 102.7 92.4 120.7 113.6 105.7 109.4
1955 85.7 105.6 89.1 100.9 99.1 98.1 99.1
1956 82.5 104.4 82.0 112.9 121.6 102.3 110.2
1957 92.2 107.8 87.0 112.0 115.5 104.9 109.3
1958 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
1959 102.1 102.3 118.3 95.9 74.7 101.6 93.2
1960 98.2 94.7 111.8 94.3 75.1 97.1 89.8
1961 96.1 107.8 105.4 114.9 73.4 105.4 96.4
1982 93.1 108.3 107.7 87.2 67.3 97.5 88.8
1963 89.1 119.6 102.4 116.4 67.5 108.8 98.0
1964 97.3 150.6 113.4 137.6 73.0 128.4 113.6
1965 107.2 132.0 116.3 99.8 67.1 113.6 101.6
1966 101.1 125.9 106.6 106.6 68.4 112.3 101.7
1967 92.2 118.2 108.2 108.2 65.5 105.2 95.2
1968 93.4 120.2 95.6 95.6 66.5 103.2 94.8
1969 85.8 108.0 100.7 100.7 68.1 99.9 92.1
1970 80.7 103.3 107.1 107.1 81.6 94.3 90.0
1971 77.2 129.2 98.3 97.9 71.1 96.8 91.8
1972 74.8 132.2 90.1 111.7 75.8 105.9 96.1
1973 88.5 121.4 74.0 135.9 80.9 108.8 101.5
1975 81.9 156.0 81.3 134.4 74.0 117.1 105.8
1974 84.2 131.6 92.0 112.6 73.0 105.2 96.8
1976 80.9 142.6 75.3 99.8 121.1 104.5 108.8

Metodología: Se dividieron los índices de precios al productor por el índice de


precios implícitos de mercado del Banco de la República.

344
o1 o o

Cuadro 4.5

Indices de precios corrientes al productor por tipos de cultivos


1950-1976

de semi-
cultivos cultivos

izados

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merciales

café
café
jltivos plantación Ganadería
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Cultivos ixtos
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1954 71 8 64.6 84 4 79-4 73 9 76 5 87.0

1955 59 8 73 7 62.2 70 4
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/ 69-2 68 5 75.5

1956 62 1 78 6 61.7 85 0 91-6 77 *\J


/ 0 / 83 0 70.1

1957 81-3 95 1 IGl 98 7 101.9 92 5 96-4 76.9

1958 100-0 100.0 100.0 100.0 100.0 100 0 100.0


X \J\J \J • 100.0

1959 108.8 109.1 126.1 102.2 79.6 108 3 99.3


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1960 113.6 109.6 129.3 109.1 86-9 112 4 103 9 159.8

1961 120-3 135.0 132-0 143 8 91.9 132 0 120.7 149.0

1962 124-3 144.6 143-8 116.4 89.9 130.2 118.5 143.2

1963 146.6 196.7 168.4 191.5 111.1 179.0 161.1 134.7

1964 186-3 288.2 217-0 263.4 139.7 245.7 217.4 180.6

1965 224.0 275.6 243.0 208.5 140.1 237.4 212.3 252.8

I-/00 242-7 302.2 270.1 164.3 269.6 244-2

1967 307.2 281.3 274.6 170-3 273.4 247.5 391.9

1968 265.1 341.8 272.0 285.3 189-1 293.5 269.5 348.2

1969 264.1 332.2 309-8 333.6 209.6 307.3 283-5 351.8

1970 273.7 350.6 363.3 333.6 97A 8 320.0 305.4 329.1

1971 292.4 489.2 372.2 370.8 269-3 366.6 347.6 402.0

1972 319.9 565.0 385-3 477.5 324.0 452.6 410.7 427.0

1973 459.2 629.7 383.6 704.3 419-3 564.0 526.9 564.2

1974 5553 887.9 511.1 743.0 481.7 693.9 638.5 771.3

1975 660.3 1.256.6 655.1 1.082.0 596.1 943.2 852.2 1.016.1

1976 828.2 1.459.6 771.1 1.021-7 1.239.4 1.069.4 1.113.4 1.209.6

345
Cuadro 4.6

Precios relativos agricultura-industria

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1956 67.1 92.5 117.1 92.0 126.7 136.5 114.8 123.7 104.5

1957 83-0 98.0 114.6 92.4 119.0 122.8 111.4 116.1 92.6

1958 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

1959 108.1 100.6 101.0 116.7 94.5 73.6 100.2 91.9 138.8

1960 112.7 100.8 912 114.8 96.8 77.1 99.7 92.2 141.8

1961 116.5 103.3 115.9 113.3 123.4 78.9 113.3 103.6 128.0

1962 121.4 102.4 119.1 118.5 95-9 74.1 107.2 97.6 117.9

1963 153.9 95.3 127.8 109-4 124.4 72.2 116.3 104.7 87.5

1964 168.0 110-9 171.5 129.2 156.8 83.2 146-3 129.4 107.5

1965 184.0 121.7 149.8 132.1 113.3 76.1 129.0 115.4 137.4

1966 222.8 109.0 135.6 115.0 121.2 73.7 121.0 109.6 161.3

1967 231.9 103.4 132.5 121.3 118.4 73.4 117.9 106.7 169.0

1968 248.3 107.0 137.7 109.5 115.0 76.2 118.2 108.5 140.2

1969 268.8 98.3 123.6 115.3 124.1 78.0 114.3 105.5 130.9

1970 292.4 93-6 120.0 124.2 114.1 94.7 109.4 104.4 112.5

1971 316.5 92.4 154.6 117.5 117.2 85.1 116.8 110.0 127.0

1972 349.7 91.5 161.5 110-2 136.5 92.6 129.4 117.4 122.1

1973 463.4 99.1 135.9 82.8 152.0 90.5 121.7 113.5 121.7

1974 628.1 88.4 138.2 92.0 118.3 76-7 110.4 101.6 122.7

1975 792.4 83.3 158.6 99-2 136.5 75.2 119.0 107.5 128.2

1976 982.6 88.3 148.5 93.1 104.0 126.1 108.8 113.3 123-1

346
Cuadro 4.7

Indice de precios del ganado

Precios por Animal


Indice de precios Adultos (cebados) Temeros ( 12 meses)
Ano^
A
deflactado $ de 1958 $ corrientes jjf
ue íyjo ^ comentes

1950 86.4 515 239 322 149


1951 87.8 522 270 325 168
1952 99.8 591 408 367 218
1953 110.0 654 523 407 281
1954 114.3 680 517 423 338
1955 109.0 648 449 403 307
1956 101.1 601 417 374 259
1957 93.0 553 457 344 284
1958 100.0 595 595 370 370
r" r" r
1959 118.7 706 893 439 555
1960 117.5 699 951 435 591
r- r" r\

1961 109.1 649 886 404 552


1962 103.6 616 852 383 530
1963 90.5 538 801 335 498
1964 97.2 578 1.075 360 670
1965 110.0 654 1.504 407 936
1966 122.4 728 2.139 453 1.331

1967 122.8 730 2.332 454 1.451

1968 110.7 658 2.072 410 1.290

1969 106.9 636 2.093 395 1.304

1970 98.5 586 1.958 364 1.218

1971 103.2 614 2.392 382 1.488

1972 103.7 617 2.542 384 1.581

1973 112.2 668 3.357 415 2.088


'
1974 120.5 717 4.589 446 2.854

1975 123.3 734 6.046 456 3.760

1976 118.3 704 7.197 437 4.476

1. Indice precios al por mayor- Indice precios implícitos de mercado, deflac-

tado por índice general del costo de vida, ajustado a la serie de precios implí-
citos de mercado. Fuente: Banco de la República. DAÑE - Cuentas Nacionales.
Jay Atkinson, Ministerio de Agricultura.

347
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Cuadro 5.2

Distribución estimada del ingreso bruto agropecuario según


categoría ocupacional
1960

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G G c o
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G »-i

TOTAL 2.300 100,00 6.931.6 100,00 38.4 61,6

Obrero 873 37,96 1.010.1 14,57 100.0


Minifundista 564 24,53 1.449.4 20,91 45.0 55,0
(0-5 Has.)
Agricultor familiar 703 30,56 2.441.9 35,22 33.3 66,7
(5-50 Has.)
Agricultor medio 120 5,21 1.154.4 16,66 12.0 88,0
(50-200 Has.)
Agricultor grande 40 1,74 875.8 12,64 5.3 94,7
(200 y más)
Fuente: Boletín Mensual de Estadística, DAÑE. N? 227 p. 139.

Cuadro 5.3

Distribución del ingreso personal en la agricultura por


categorías de ingreso
1960

Ingreso en miles Porcentaje de Porcentaje del Porcentaje Porcentaje


de pesos de 1960 población en ingreso de la acumulativo acumulativo
la categoría población en de población del ingreso
la categoría

O a 5.000 84,96 40,42 84,96 40,42


5 a 20.000 13,26 40,20 98,22 80,62
20 a 100.000 1,41 14,47 99,63 95,09
100 y más 0,28 5,27 100,00 100,00

Fuente: Berry - Land Income Distribution and the productive effi-


Distribution,
ciency of Colombicm Agriculture. Tabla 1 p. 4. Mimeógrafo - Economic
Growth Center - Yale University, marzo 1971. Se han agregado varias categorías
de ingreso que Berry presenta en forma separada.

350
Cuadro 5.4

Distribución de los ingresos rurales en Colombia


1973

Tramo del ingreso Porcentaje de Porcentaje del Porcentaje Porcentaje


anual la población ingreso acumulativo acumulativo
de población de ingreso

0 a 3.000 42,3 10,4 42,3 10,4

3.000 a 6.000 25,6 18,6 67,9 29,0

6.000 a 12.000 24,0 34,9 91,9 63,9

12.000 a 18.000 3,9 9,4 95,8 73,3

más de 18.000 4,2 16,7 100,0 100,0

Fuente: Censo nacional de población, 1973.

351
Cuadro 6.1

Estimados del valor de inversión bruta en maquinaria


la
agrícola 1950-1975

millones de pesos corrientes

Importa- Producción Oferta Oferta total


Año clones nacional (i> total millones de $
G>nstantes (2)

1950 36.7 5.0 41.7 77.9


1951 53.2 5.0 58.2 98.6
1952 22.5 5.0 27.5 45.9
1953 32.7 5.0 37.5 59.7
1954 48.5 5.0 53.5 76.5
1955 50.7 5.0 55.7 79.8
1956 61.2 5.0 66.2 87.9
1957 48.3 6.5 54.8 62.1
1958 80.6 10.9 91.5 91.5
1959 97.3 20.3 117.6 110.3
1960 128.6 29.5 158.1 136.5
1961 133.3 33.2 166.5 133.0
1962 135.4 45.4 180.8 135.4
1963 131.4 63.4 194.8 118.4
1964 160.2 83.4 243.6 127.3
1965 114.5 109.1 223.6 107.0
1966 125.5 110.6 236.1 98.3
1967 103.6 107.2 210.8 81.1
1968 255.7 129.8 385.5 135.5
1969 231.0 199.7 430.7 140.0
1970 308.5 220.0 528.5 155.8
1971 186.8 180.0 366.8 97.9
1972 240.3 200.0 440.3 103.6
1973 323.1 250.0 573.1 110.5
1974 613.0 350.0 963.0 146.0
1975 428.0 300.0 728.0 90.4

1. Estimado para los años 1950 a 1936 y 1970.

2. Deflactado por índice de precios implícitos de mercado.

Fuente: Cuadro 5.1 y Anuarios de Comercio Exterior DAÑE.

352
Cuadro 6.2

Estimado del valor de inversión neta


en maquinaria agrícola
1960-1976

(Millones de pesos constantes)

Año A Hírinne^ XllVCiolUlI


de capital neta

1960 790.2 136.6 98.6 38.1

1961 828.3 133.0 45.9 87.1

1962 915.4 135.4 59.7 75.7

1963 991.1 118.4 76.5 41.9

1964 1.033.0 127.3 79.8 47.5

1965 1.080.5 107.0 87.9 19.1

1966 1.099.6 98.3 62.1 36.2

1967 1.135.8 81.1 91.5 10.4

1968 1.125.4 135.5 110.3 25.2


o A
1969 1.150.6 140.0 136.6 3.4

1970 1.154.0 155.8 133.0 22.8

1971 1.176.8 97.9 135.4 —37.5

1972 1.139.3 103.6 118.4 —14.8

1973 1.124.5 110.5 127.3 —16.8

1974 1.107.7 146.0 107.0 39.0

1975 1.146.7 90.4 98.3 —7.9

1976 1.138.8

1951
Metodología: El acerco de capital en 1960 es igual a la ^ de la inversión
1960
bruta. Las adiciones corresponden a la inversión bruta de cada año, mientras que
la depreciación es la inversión bruta hecha 10 años atrás.

353
)

Cuadro 6.3

Estimado de la relación valor acervo de capital


a costo y valor producto de la agricultura
1960-1976

Valor acervo Valor real Valor real


(1) (2) (3)
Año de capital en de la producción de la Relación Relación
maquinaria total producción (1) (1)
de cultivos
comerciales ( 2) ( 3

1960 790.2 3.866.8 797.0 0.20 0.99

1961 828.3 3.919.7 846.4 0.21 0.98

1962 915.4 4.045 4 948.2 0.23 0.96

1963 991.1 4.159.6 874.7 0.24 1.13

1964 1.033.0 4.566.2 981.1 0.23 1.05

1965 1.080.5 4.552.6 1.182.8 0.24 0.91

1 ORÍ? i.uyy.o rt.DZo.á 1 1 Qt^ 7 yj.aó

1967 1.135.8 4.481.1 1.125.2 0.25 1.00

1968 1.125.4 4.685.8 1.311.4 0.24 0.85

1969 1.150.6 4.742.1 1.235.5 0.24 0.93

1970 1.154.0 4.950.2 1.208.3 0.23 0.95

1971 1.176.8 4.705.1 1.317.0 0.25 0.89

1972 1.139.3 5.053.5 1.397.2 0.22 0.81

1973 1.124.5 6.005.7 1.804.2 0.19 0.62

1974 1.107.7 6.037.4 2.054.0 0.18 0.54

1975 1 146.7 6.034.9 1.788.6 0.19 0.64

1976 1.138.8 6.708.9 1.920.7 0.17 0.59

( Se tomó a costo de factores y por lo tanto no representa el valor de planta


1 )

pues este estaría influido por la tasa de retorno sobre la inversión en general.
Está deflactado por el índice de precios implícitos de mercado.

(2) y (3) Representa el valor de la producción a precios al productor. No es

equivalente al producto bruto del sector (valor agregado + consumo intermedio).


Está deflectado por precios implícitos de mercado.

354
Cuadro 6.4

Importación de tractores
1945-1975

Años Número Años Número

1945 776 1961 1.930

1946 616 1962 1.905

1947 920 1963 1.317

1948 776 1964 2.000

1949 1.572 1965 1.450

19oU 1 CAA
1.590 1966 1.756

1951 1 615 1967 1 764

1952 979 1968 2.989

1953 1.369 1969 3.049

1954 2.374 1970 2.995

1955 2.493 1971 1.434

1956 2.239 1972 1.314

1957 852 1973 1.578

1958 1.565 1974 2.381

1959 1.844 1975 1.449

1960 2.428

Anuarios de Comercio Exterior DAÑE.

355
Cuadro 6.5

Tractores importados en términos de potencia


1950-1975

Potencia
Años (miles de Indice
caballos)

1950 66.8 83.7


1951 67.8 85.0
1952 42.1 52.7
1953 58.9 73.8
1954 102.1 127.9
1955 112.2 140.6
1956 105.2 131.8
1957 41.7 52.3
1958 79.8 100.0
1959 97.7 122.4
1960 133.5 167.3
1961 108.1 135.4
1962 106.7 133.7
1963 75.1 94.1
1964 116.0 145.3
1965 85.5 107.2
1966 105.4 132.0
1967 107.6 134.8
1968 185.3 232.2
1969 192.1 240.7
1970 188.7 236.4
1971 91.8 115.0
1972 85.4 107.0
1973 101.0 126.5
1974 152.4 191.0
1975 94.2 118.0

Metodología: Se tomó un promedio variable de 45 caballos por tractor en 1950


a 63 caballos en 1972 y se multiplicó por el número de tractores importados
(Cuadro 6.4), según informe del ICA et al., Los Insumas Agropecuarios en Co-
lombia, Tomo I, p. 123.

356
Cuadro 6.6

Acervo físico de tractores con depreciación a 15 años


1959-1975

. (1) (2) (2)


Í\T10 ricervo sustrac- /i al Clon es iNctO yO
tractores ciones (1)

1959 15.361 776 1.844 1.068 6.9

1960 16.429 616 2.428 1.812 11.0

1961 18.241 920 1.930 1.010 5.5

1962 19.251 776 1.905 1.129 5.9

1963 20.380 1.572 1.317 — 255 — 1.0

1964 20.125 1.590 2.000 410 2.0

1965 20.535 1.615 1.450 — 165 — 0.8

1966 20.370 979 1.756 777 3.8

1967 21.147 1.369 1.764 395 1.9

1968 21.542 2.374 2.989 615 2.8

1969 22.157 2.493 3.049 556 2.5

1970 22.713 2.239 2.995 756 3.3

1971 23.469 852 1.434 582 2.5

1972 24.051 1.565 1.314 — 251 — 1.0

1973 23.800 1.844 1.578 266 1.1

1974 24.066 2.428 2.381 — 47 — 0.1

1975 24.113 1.930 1.449 — 481 — 2.0

Fuente: DAÑE, Censo Agropecuario Nacional, 1960 y Cuadro 6.4.

357
Cuadro 6.7

Aumento acumulativo neto en sociedades agropecuarias


1951-1971

Capital real
Años Número de neto
sociedades millones de $ 1958

1951 90 40.6

1952 163 114.7

1953 224 131.9

1954 305 147.1

1955 395 206.0

1956 456 252.7

1957 536 299.9

1958 699 364.1

1959 847 436.5

1960 946 514.6

1961 1.076 642.6

1962 1.216 785.9

1963 1.367 987.9

1964 1.565 1.046.3

1965 1.753 1.183.2

1966 1.971 1.323.3

1967 2.199 1.454.5

1968 2.376 1.593.8

1969 2.619 1.716.9

1970 2.763 1.800.3

1971 2.929 1.903.7

1. Sociedades constituidas — sociedades disueltas. 2. Capital sociedades constitui-


das -j- aumento capital sociedades — capital sociedades disueltas.

Fuente: Informes del gerente del Banco de la República a la Junta Directiva,


segunda parte, varios años.

358
4

Cuadro 6.8

Consumo aparente de abonos y fertilizantes


1960-1971

(Miles de toneladas)

Volumen
Años miles de tons. Indice

1960 149.6 100.0

1961 159.5 106.6

1962 144.7 96.7

1963 140.1 93.6

1964 285.0 190.5

1965 277.0 185.2

1966 358.3 239.5

1967 349.6 233.7

1968 323.0 216.0

1969 350.6 234.4


<i>
1970 409.2 273.5
<i>
1971 460.1 307.6

1. ICA et. al., en Insumas. . . Tabla 3.12

Fuentes: DAÑE. Tabulados de Producción y Anuarios de Comercio Exterior.

359
Cuadro 6.9

Indices de precios de insumos en los cultivos comerciales


1950-1976

t-i

O
(U O ctJ
<u
(A

'u ^-> (U

« cu «J c
a u Ñ c -O tí "u
cu
N
irt cU

§.-3 O > o > £Í


o 8 c cr „
tí r3
«-I
cu cu 6
o O
<
O) 13
fe a fe

1950 45.10 52.24 57.0 46.2 79.1 97.6 113.1 123.4

1951 45.76 52.98 66-3 58.0 77.8 77-8 90.1 112.8

1952 47.33 53.25 60.5 50.8 78.2 93.2 104.8 119.1

1953 48.13 52.55 66.3 55.7 72.6 86.4 94.3 119.0

1954 48.17 52.29 76.7 59.2 62.8 81.4 88.3 129.6

1955 51.44 53.89 79.1 59.8 65.0 86.0 90.1 132.3

1956 58.63 60.28 80-2 62.1 73.1 94-4 97.1 129.1

1957 69.80 77.48 94.2 81.3 74.1 85.9 95.3 115.9

1958 100.00 100.00 100-0 100.0 100-0 100-0 100.0 100.0

1959 112.63 107.35 118.6 108.8 95.0 103.5 98.7 109.0

1960 124-65 109-64 132.6 113-6 94.0 109.7 96.5 116.7

1961 146.23 112.46 151.2 120.3 96.7 121.6 93.5 125.7

1962 150.49 116.83 168-6 124.3 89-3 121-1 94.0 135.6

1963 170.13 143.30 218.6 146.6 77.8 116.1 97.7 149.1

1964 187-41 154-21 262.8 186-3 71.3 100.6 82.8 141.1

1965 212.58 166.67 272.1 224.0 78.1 95.0 74.4 121.5

1966 265.92 195.58 330-2 242.7 80.5 109-6 80.6 136.1

1967 301.84 215.39 331.4 239.7 91.1 126.0 89.9 138.3

1968 318.12 236-85 341.9 265-7 93.0 119.7 89.1 128.7

1969 341.50 253.57 430.2 264.1 79.4 129.3 96.0 162.9

1970 390.06 264.48 437.2 273.7 89.2 142.5 96.6 159.7

1971 429.01 287.01 n.d. 292.4 146.7 98.2 n.d.

1972 518.00 342.00 n.d. 319-9 161.9 106.3 n.d.

1973 606.01 437.07 n.d. 459.2 132.0 95.3 n.d.

1974 809.00 876.05 n-d. 555-5 145.6 157.8 n.d.

1975 1.044.02 1.282.03 n.d. 660.3 158.1 194.2 n.d.

1976 1.252.09 1.537-00 1.442.1 828.2 86.9 151.3 185.6 174.1

Fuente: Banco de la República.

360
Cuadro 6.10

Indice de precios relativos producto insumo, por tipos de cultivo


1960-1971

Año Comerciales Mixtos Tradicionales Café

AZ A A¿?A
97.0 9o.O 96.0 70.0
A A 1 1 £? A 111 A oo A
lybi 94.0
/i

116.0 111.0 83.0

1962 94.0 92.0 113.0 81.0

1963 91.0 120.0 124.0 76.0

1964 108.0 145.0 162.0 90.0

1965 105.0 114.0 150.0 84.0

1966 105.0 125.0 144.0 76.0

1967 94.0 119.0 138.0 71.0

1968 100.0 122.0 150.0 81.0

1969 89.0 119.0 124.0 77.0

1970 89.0 124.0 136.0 101.0

1971 95.0 152.0 214.0 107.0

Elaborado por Coyuntura Económica, DAÑE.


Metodología: Se derivaron índices de precios de insumos para cada tipo de cul-
tivo, según la participación de cada grupo de los primeros en los segundos (cua-
dro 6.10a). Se obtuvo entonces el índice de precios relativos dividiendo el índice

de precios de cada cultivo con su correspondiente índice de precios de insumos.

361

Cuadro 6.10a

Indice de precios de insumos agropecuarios * por tipos de cultivo


1958-1971

Año Comerciales Mixtos Tradicionales Café


1958 100.0 100.0 100.0 100.0
1959 — — — —
1960 116.9 114.4 114.1 131.1
1961 127.4 124.3 121.1 120.9
1962 132.1 126.3 127.6 125.9
1963 161.0 160.1 158.9 157.2
1964 172.5 182.1 177.4 174.2
1965 213.3 183.2 183.4 182.7
1966 231.9 216.3 210.1 212.3
1967 254.0 230.8 222.9 229.1
1968 264.8 234.2 227.6 234.4
1969 295.1 279.5 268.2 274.4
1970 306.4 269.5 257.1 276.7
1971 307.0 244.5 228.6 248.1

Piqi
* Se obtiene de It — Siendo Pi = Indice de Precios de cada Insumo.
100
= Ponderaciones de cada insumo. Cuadro 6.10b. Elaborado por Coyuntura
Económica, DAÑE.

Cuadro 6.10b
Distribución porcentual del costo directo por tipos de cultivos

Comer- Tradi-
Insumo ciales Mixtos cionales Café

Maquinaria 37.0 12.1 5.4 17.8


Mano de obra 18.3 36.2 39.9 33.0
Semilla 9.5 11.5 7.7 11.0
Correctivos-fertilizantes 14.1 18.7 17.7 21.4
Insecticidas-fungicidas
herbicidas 17.5 6.6 6.7 3.9
Otros 3.6 14.9 22.6 12.9
TOTAL 100.0 100.0 100.0 100.0

Se tomaron los siguientes índices de precios al por mayor del Banco de la Repú-
blica. 1- Maquinaria no eléctrica. 2. Jornales agrícolas. 3. Abonos. 4. Produc-
tos químicos. 5- Total sin alimentos.
Elaborado por Coyuntura Económica, DAÑE.

362
Cuadro 6.11

Indices del crédito agrícola real 1950-1972

Crédito real Crédito real


Años cultivos café

1950 54.3 39.3

1951 73.4 50.7

1952 80.5 70.7

1953 73.7 77.9

1954 90.9 88.1

1955 98.3 102.4

1956 97.5 100.8

1957 93.8 94.7

1958 100.0 100.0

1959 190.9 63.5

1960 139.6 76.8

1961 162.3 101.9

1962 177.5 87.7

1963 206.4 91.1

1964 188.6 103.0

1965 219.8 104.8

1966 247.3 118.2

1967 283.8 110.5

1968 315.9 115.6

1969 395.4 104.9

1970 430.3 91.1

1971 458.6 82.6

1972 444.1 80.5

Fuente: Banco de la República.

363
o

Cuadro 6.12

Crédito y valor de la producción en la agricultura


1950-1972
(Pesos de 1958)

Valor Valor Crédito Valor Valor Crédito


Anos crédito produc. produc. crédito produc. produc-

1950 133.3 1.866.9 7.1 79.1 932.5 8.5

1951 180.2 2.006.5 9.0 102.0 959.7 10.6

1952 197.6 1.932.4 10.2 142.3 1.347.6 10.3

lOü. 71
1 fif^i 1 QQ7 9 o, XO\J,\J 1 282 9 12 2

177.1 l.ooo.l 1n Q
iu.o
1954 223.2 2.105.0 10.6

1955 241.3 2.079.6 11.6 205.9 1.335.2 15.4

1956 239.2 2.149.6 11.1 202.7 1.454.8 13.0

1957 230.3 2.217.6 10.4 190.5 1.506.3 12.6

1958 245.4 2.342.1 10.5 201.1 1.674.8 12.0

1959 468.4 2.653.6 17.6 127.7 1.231.7 10.4

1960 342.5 2.578.6 13.3 154.5 1.288.2 11.9

1961 398.2 2.740.4 14.5 204.9^^ 1.179.3 17.4

1962 435.6 2.886.8 15.1 176.4 1.158.6 15.2

1963 506.6 3.074.6 16.5 183.3 1.085.0 16.9

1964 462.9 3.346.1 13.8 207.1 1.220.1 17.0

16 0 210 7 1 178 5 17.9

1966 606.8 3.509.0 17.3 237.7 1.114.3 21.3

1967 696.4 3.365.7 20.7 222.3 1.115.4 19.9

1968 775.3 3.546.1 21.9 232.4 1.139.7 20.4

1969 970.4 3.574.5 27.1 211.0 1.167.6 18.1

1970 1.056.0 3.490.6 30.2 183.2 1.459.6 12.5

1971 1.125.4 3.693.2 30.5 166.2 1.231.6 13.5

1972 1.089.8 3.840.7 28.4 161.9 1.299.5 12.4

Fuente: Banco de la República.

364
Cuadro 6.13

Créditos deflactados por el índice de precios al por mayor


(1958 100)

a. Incora 1964-1972 b. Fondo Financiero Agrario


1968-1972

Participación Participación
Años Crédito en el total de Años Crédito en el total de
real créditos real créditos

1964 14.8 3.2 1968 327.3 42.2

1965 41.2 7.6 1969 341.7 35.2

1966 62.0 10.2 1970 298.1 28.2

1967 98.3 14.1 1971 272.4 24.2

1968 104.4 15.6 1972 308.6 28.3

1969 121.2 12.5


Fuente: Banco de la República.

1970 105.5 10.0

1971 87.7 7.8

1972 82.0 7.5

Fuente: Incora.

365
Cuadro 6.14

Valor crédito a la ganadería


Nuevos préstamos a la ganadería
1950-1970

Millones $ Millones $
Año corrientes de 1958

1950 179.2 356.9

1951 190.7 357.8

1952 293.8 552.2

1953 342.0 640.2

1954 466.8 856.5

1955 528.1 904.4

1956 515.5 773.1

1957 473.7 552.9

1958 563.4 563.4

1959 605.9 560.0

1960 710.6 621.0

1961 928.0 773.1

74.0 ^

1963 1.199.5 766.1

1964 1.310.6 769.3

1965 1.077.6 571.3

1966 1.374.3 614.1

1967 1.538.6 628.5

1968 1.900.7 736.3

1969 1.986.3 711.4

1970 2.006.3 656.3

Fuente: Caja Agraria; Banco de la República; DAÑE; Cuentas Nacionales, Co-


yuntura Económica; Seprocol; Banco Ganadero: Informe anual de ac-
tividades.

366
Cuadro 6.15

Gastos públicos en el sector agropecuario

(Millones de pesos)

.
o
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>->
^
^ ^.
O
~3 i—

t
u
i[
rali

S ir
ir- Iota Agri
OJO Tnsr

<
real cent:

1950 48.7 48.6 51.4


1951 79.9 42.8 57.2
1952 79.7 39.9 60.1
1953 97.4 35.7 64.3
1954 69.8 40.0 60.0
1955 70.7 42.3 57.7
1956 65.3 51.1 48.9
1957 169.1 85.2 14.8
1958 111.4 27.1 72.9
1959 56.1 51.1 48.9
1960 90.7 49 9 50.1
1961 825.7 19 8 16.3 83 Q
1962 1.029.9 12 7 9.2 78 1

1963 828.7 9.6 7.7 82.7


1964 723.3 11.7 13.7 74.6
1955 1.002.2 19.3 20.7 60.0
1966 869.0 21.3 23.1 55.6
1967 995.6 19.0 21.4 59.6
1968 1.463.9 18.6 20.5 60.9
1969 1.914.8 13.9 16.0 70.1
1970 2.382.4 15.4 16.4 68.2
1971 2.897.5 12.6 13.1 74.3
1972 2.467.6 15.6 15.3 69.9
1973 1.815.7 14.6 n.d. 85.3
1974 1.645.6 25.0 n.d. 75.0
1975 1.409.7 11.2 n.d. 88.0

1. Def lacrado por índice de Precios al por Mayor

Fuente: Boletín de la Dirección General de Presupuesto de la Contraloría Ge-


neral de la República.

367
o
O y y

Cuadro 6.16

Presupuestos nacionales de gastos 1950-1975

Gasto público Gasto sector Relación %


Año total agropecuario total
agropecuario

lyou Diy. / 4. y
1 Of^1
oyu.o D.ü
1üf;o
lVD¿ I ó¿. l O.U

lyoo you. /
R7 0 0.1
1 no ^ Q
i.iuy.o
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4o. O.

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AA P
1 Q^fí 1.0 JO. 44 8
rtl.O

J.Í7Ü 1 ±
1 4
'^99 .TE
.O^^ 144 1 10 9

iyoo ± .0 í o. 111^ fi 7

lyoy Di.D ^ 4

1960 2.294.4 1Ü0.7 4.0

1961 6.054.7 1.005.0 16.6

1962 6.785.4 1.286.4 19.0

1963 8.454.9 1.307.0 15.5

1964 8.663.2 1.340.3 15.5

1965 10.222.6 2.010.5 19.7

1966 14.136.6 2.046.5 14.5

1967 17.213.6 2.505.1 14.6

1968 24.163.1 3.914.5 16.2

1969 31.082.5 5.459.3 17.6

1970 40.992.0 7.314.0 17.8

1971 50.509.7 9.762.0 19.3

1972 55.914.2 9.362.0 16.7

1973 68.294.2 9.404.0 14.3

1974 86.744.6 11.585.0 13.3

1975 110.583.6 12.455.0 11.3

Fuente: Informes financieros de la Contraloría General de la República. Incluye


gobierno central e institutos descentralizados.

368
INDICE DE CUADROS

1-A Clasificación porcentual de las propiedades cafeteras 1932 26


1-B Estimación de la concentración de la producción cafetera .26

1-C Población económicamente activa rural 1938, 1951 y 1964 46


1-D Número de explotaciones y área cultivada de café, según
tamaños 1954 y 1970 57
1-E Distribución de la tierra: número de explotaciones, superficie
según tamaños 62
1- F Arriendos y aparcerías mayores y menores de 20 hectáreas 65
2- A Participación sectorial en el PIB 1972 71
2-B Producción generada por explotaciones modernas según tipos
de cultivo 1976 76
2-C Proporción del ingreso familiar utilizado en la compra de
panela y cultivos tradicionales. Siete ciudades. 94
2-D Proporción de valor exportado y valor de cultivos 107

2-E Abastecimiento de alimentos 1970 y 1976 109

4-A Variaciones en indicadores del ciclo agrícola 1951-1972 176


4- B Variaciones en indicadores del ciclo agrícola en tres tipos de
cultivos 1951-1972 177
5- A Demanda estimada de trabajadores según tipo de cultivos
1950-1960-1971 198
5-B Tasas estimadas de crecimiento del empleo en el sector agro-
pecuario 1950-1970 203
5-C Relación demanda oferta de mano de obra rural 1950-1960-
1970 203
5-D Evolución de los salarios nominales rurales, por departamen-
tos 1950-1960-1970 207
5-E Ingresos anuales de los jornales agrícolas (230 días al año)
1950-1976 218
5-F Remuneración del trabajo al costo de factores 1950-1975 220
5-G Participación del trabajo en el PBI agropecuario 1950-1975 222
1 . 1 Proporción de la superficie cultivada de algodón, arroz y tri-
go, según sea cultivada por el propietario o por aparceros,
agregados y arrendatarios. 1937 304
1 . 2 Distribución de las fincas cafetaleras, por tipo de explotación,
según tenencia de la tierra. 1970 305
1.3 Número de fincas, y de Hás. explotadas y no explotadas, se-
gún departamentos. Explotaciones mayores de 2.000 Hás. 306
1.4 Número de fincas y de Hás., por causas de no explotación,
según departamentos 307
1 . 5 Número de fincas con colonos, número y Hás. poseídas por
los mismos, según departamentos. 308
1 . 6 Variación en la superficie de las explotaciones, según tamaños 308
1 . 7 Evolución de explotaciones mayores de 50 Hás. según tamaños
1960 y 1970-71 309
1 . 8 Superficie y relación porcentual, según formas de tenencia
de la tierra 1960 y 1970-71 309
1.9 Formas de tenencia según tamaño de las explotaciones 1960
y 1970-71 310
2.1 Composición del Producto Bruto Interno 1950-1975 311
2.2 División sectorial del PIB 1972 312
2.3 Producción física de 18 cultivos 1950-1976 313
2.4 Indices de producción armónicos según tipos de cultivos
1950-1976 316
2.5 Superficie cultivada de 17 cultivos 1950-1976 317
2.6 Superficie cultivada de cinco tipos de cultivos 1950-1976 320
2.7 Valor real de la producción de 18 cultivos 1950-1976 321

2.8 Volumen de exportaciones agrícolas 1950-1976 324


2.9 Importaciones agrícolas 1950-1976 325
3.1 Estimaciones de la población de ganado vacuno 1950-1972 326
3.2 Estimativos de la población ganadera y área en pastos. Total
nacional 330
3 . 3 Extracción comercial. Indice por consumo interno y expor-
tación 331

3.4 Degüello de ganado vacuno 332


3 . 5 Exportaciones de ganado vacuno 333
3 . 6 Reintegro por exportaciones de carne de res 334

3.7 Estimaciones de la producción física 335


3 . 8 Valor de la producción 336
3.9 Indice relativo, ingreso real y producción física 337
4.1 Precios corrinetes al productor de 18 cultivos 1950-1976 338
4.2 Participación de los cultivos dentro del valor de los grupos
(tipos) 1950-1976 341
4.3 Coeficientes de participación de cinco tipos de cultivo en el
valor de la producción agrícola 1950-1976 342
4.4 Indice de precios de 5 tipos de cultivos deflactados por precios
implícitos 1950-1976 344
4.5 Indice de precios corrientes al productor por tipos de cultivo
1950-1976 345
4.6 Precios relativos agricultura-industria 346
4.7 Indice de precios del ganado 347
5 . 1 Demanda de mano de obra por cultivos 348
5.2 Distribución estimada del ingreso bruto agropecuario según
categoría ocupacional 1960 350
5.3 Distribución del ingreso personal en la agricultura por cate-
gorías de ingreso 1960 350
5.4 Distribución de los ingresos rurales en Colombia 1973 351
6 . 1 Estimados del valor de la inversión bruta en maquinaria
agrícola 1950-1975 352
6.2 Estimado del valor de inversión neta en maquinaria agrícola
1960-1976 353
6 3 . Estimado de la relación valor acervo de capital a costo y valor
producto de la agricultura 1960-1976 354
6.4 Importación de tractores 1945-1975 355
6.5 Tractores importados en términos de potencia 1950-1975 356
6.6 Acervo físico de tractores con depreciación a 15 años 1959-
1975 357
6.7 Aumento acumulativo neto en sociedades agropecuarias 1951-
1971 358
6.8 Consumo aparente de abonos y fertilizantes 1960-1971 359
6.9 Indices de precios de insumos en los cultivos comerciales
1950-1976 360
6.10 Indice de precios relativos producto/insumo, por tipos de cul-
tivo 1960-1971 361
6.10 a. Indice de precios de insumos agropecuarios por tipos de
cultivo 1958-1971 362
6.10 b. Distribución porcentual del costo directo por tipos de cultivo 362
6.11 Indices del crédito agrícola real 1950-1972 363
6.12 Crédito y valor de la producción en la agricultura 1950-1972 364
6.13 Créditos deflactados por el índice de precios al por mayor 365
6.14 Valor crédito a la ganadería. Nuevos préstamos a la gana-
dería 1950-1970 366
6.15 Gastos públicos en el sector agropecuario 367
6.16 Presupuestos nacionales de gastos 1950-1975 368
INDICE DE GRAFICOS

1.1 Población rural según categoría ocupacional en 1938-1951-1964


y 1973 44
1.2 Participación de la población según categoría ocupacional en
1938-1951-1964 y 1973 44
1.3 Distribución de la superficie cafetera 1932-1954 y 1970 —Cur-
va de Lorenz 55
1.4 Concentración de la propiedad rural 61
2.1 Producto bruto industrial sobre producto agrario 69
2.2 Indices de producción armónicos. Total sin café y total con
café 72
2.3 Indices valor real producción 74
2.4 Indices de producción, áreas y rendimiento. Cultivos comer-
ciales 79
2.5 Efecto de exportaciones en algodón (fibra y semilla) .
82
2.6 Efecto de exportaciones en azúcar refinada 84
2.7 Efecto de importación de cebada 87
2.8 Cultivos comerciales. Comercialización interna y externa 89
2.9 Indices armónicos de producción, área y rendimiento. Cultivos
tradicionales 90
2.10 Indices armónicos de producción, área y rendimiento. Cultivos
plantación 96
2.11 Efecto de exportaciones banano 97
2.12 Efectos de importaciones de cacao 99
2.13 Indices armónicos de producción, área y rendimiento. Cultivos
mixtos 99
2.14 Efecto importaciones de trigo 102
2.15 Efecto exportaciones de tabaco 103
2.16 Indices armónicos de producción, área y rendimiento. Cultivo
de café 105
2.17 Indices armónicos comparativos de producción 110
2.18 Indices comparativos de valor real de la producción 110
3.1 Indices de población ganadera, áreas en pastos y capacidad de
carga por Ha. Total nacional 126
3.2 Variación del degüello de vacunos 131
3.3 Exportación de ganado vacuno 133
3.4 Tasa de extracción 134
3.5 Degüello de vacas y cambios en inventarios 136
3.6 Indices de valor de degüello, degüello físico y relación valor
de degüello, degüello físico 139
4.1 Indice de precios relativos de productos agrícolas/no agrícolas
1925-1977 151
4.2 Indice de precios relativos de productos agrícolas/no agrícolas
1950-1977 154
4.3 Ciclo 1952-1960. Indicadores de demanda efectiva 158
4.4 Ciclo 1961-1970. Indicadores de demanda efectiva 163
4.5 Indices de precios de cinco tipos de cultivo deflactados por
precios implícitos 168
4.6 Ciclo 1971-1976. Indicadores de demanda efectiva 171
4.7 Tendencias de largo plazo. Precios relativos del ganado 181
4.8 Indice precios constantes del ganado. Proporción degüello de
hembras en degüello total 184
5.1 Trabajadores requeridos en cinco tipos de cultivo 1971 197
5.2 Evolución tasas de desempleo rural estimadas 204
5.4 Demanda y oferta de mano de obra en el sector agropecuario
Zona I: Atlántico, Bolívar, Cesar, Magdalena y Sucre. 1969 209
5.5 Demanda y oferta de mano de obra en el sector agropecuario
Zona II: Antioquia y Córdoba. 1969 210
5.6 Demanda y oferta de mano de obra en el sector agropecuario
Zona III: Norte de Santander y Santander. 1969 211
5.7 Demanda y oferta de mano de obra en el sector agropecuario
Zona IV: Boyacá, Caldas, Cundinamarca, Huila, Meta, Quindío,
Risaralda y Tolima. 1969 213
5.8 Demanda y oferta de mano de obra en el sector agropecuario
Zona V: Cauca, Nariño y Valle. 1969 214
5.9 Evolución índice salarial real agrícola 216
6.1 Inversión bruta en maquinaria agrícola 230
6.2 Inversión neta en maquinaria agrícola 231
6.3 Indice de importación física de tractores 233
6.4 Capital de las sociedades de agricultura, ganadería, explotación
caza y pesca, constituidas con aumentos, y disueltas,
forestal,
en 23 ciudades 1951-1971 237
6.5 Indice de área potencialmente mecanizada 241
6.6 Indice de consumo aparente de fertilizantes 241
6.7 Precios relativos insumos y productos 247
6.8 Indice de precios relativos por tipos de cultivo producto/
insumos 249
6.9 Indice de crédito real a la agricultura 261
6.10 Participación del crédito en el valor de la producción agrícola 262
6.11 Indices de crédito y producción ganaderas 267
6.12 Gasto público real en la agricultura 270
eWesarro/lode/aOOkalm
Constituye el presente libro uno de los más profundos
estudios que se han realizado sobre el desarrollo capitalista
en el campo colombiano.
Antes de analizar el desenvolvimiento de la agricultura
a partir de 1950, el autor se ocupa en historiar las formas de
trabajo y de tenencia de la tierra de 1920 en adelante, cuando
se profundiza en Colombia el proceso de industrialización, el
cual, según Kalmanovitz, jalona la agricultura sin que, no
obstante, ésta llegue a surtir adecuadamente las necesidades
urbanas e industriales.
Buscando no dejar ninguna faceta sin contemplar, examina
temas como el de los diversos tipos de cultivos, la evolución
de la producción pecuaria, los mercados externos, los precios,
la fuerza de trabajo y la distribución del ingreso, todo ello

con el fin de establecer las características del desarrollo


agrícola colombiano.
Publicado el libro por primera vez en 1978, en esta segunda
edición se actualizan algunos aspectos, mediante extenso
prólogo en el que se tratan asuntos tales como el estanca-
miento agrario y la pérdida de mercados externos e internos
para los productos agrícolas de nuestro país.
Kalmanovitz, actualmente profesor de la Universidad
Nacional de Colombia, ha publicado también la obra Ensayos
sobre el desarrollo del capitalismo dependiente.

ISBN 84-8277-093-4

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