Está en la página 1de 5

mi cuerpo

4 cosas que debes saber sobre tu cuerpo


Somos parte de una generación sobre-enfocada en
el cuerpo. Los medios de comunicación han
explotado la imagen corporal al máximo, al punto
de que no podemos ni comer un cereal en la
mañana sin ver la silueta escultural de una mujer
impresa en la caja.

Las mujeres somos constantemente bombardeadas


por mensajes torcidos. Hemos creído mentiras que
nos tienen cautivas, y sin darnos cuenta fácilmente
nos encontramos sirviendo a nuestro propio
cuerpo.

Este engaño es muy sutil, y parte de un pobre


entendimiento acerca de la razón por la que Dios
nos ha dado un cuerpo. ¿En algún momento te lo
has preguntado? ¿Por qué creó Dios seres
humanos con cuerpos? ¿Por qué no creo solo
espíritus? Veamos cómo lo dice Pablo mientras
presenta el estándar moral acerca del cuerpo a los
corintios:

“Sin embargo, el cuerpo no es para la fornicación,


sino para el Señor”, 1 Corintios 6:13b.

La razón por la que Dios nos otorgó nuestro cuerpo


es para glorificarle a Él. Es decir que además de las
funciones físicas y biológicas que el cuerpo
desempeña, y la capacidad de movimiento que nos
otorga, hay un propósito más glorioso: apuntar a
nuestro Creador. Mira cómo lo dice el pastor John
Piper:
“Nuestros cuerpos son como instrumentos musicales destinados
a tocar melodías de adoración a Dios.  Como herramientas
destinadas a trabajar para los propósitos de Dios. Como armas
para luchar por la causa de Dios”.
 
¿No es esto maravilloso? Dios nos ha dado un
instrumento a través del cual podemos dar gloria a
Su Nombre. Saber que el Señor ha creado mi
cuerpo para Él es una verdad que cambia
completamente mi perspectiva. Esto nos lleva a
reflexionar en 4 verdades acerca de nuestros
cuerpos:

1. Mi cuerpo no me pertenece
¿O no saben a que su cuerpo es templo del Espíritu
Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios,
y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?
Porque han sido comprados por un precio”,  1
Corintios 6:19-20.

No es solo que mi cuerpo es para el Señor, si no


también que lo ha elegido para hacer de Él Su
morada y también lo ha comprado. Él entregó Su
cuerpo para ser molido por nuestros pecados,
derramó Su sangre para hacerme posesión suya.
¿Cuál es la respuesta lógica ante tan grande
amor? La encontramos en Romanos 12:1: “Por
tanto, hermanos, les ruego a por las misericordias
de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio
vivo y santo, aceptable (agradable) a Dios, que es
el culto racional de ustedes”.

La respuesta más razonable es que ahora yo


presente mi cuerpo (que ya no me pertenece)
como un sacrificio viviente en adoración a Dios.

Lejos de considerar mi cuerpo como una masa de


plastilina a la que le puedo dar forma a mi antojo,
necesito verlo como un templo sagrado cuyo
propietario es Dios, y disponerlo a su servicio.
Hacerlo útil para el avance de Su reino.

2. Mi cuerpo no está hecho para llamar la


atención… sobre mí misma
“Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su
espíritu, los cuales son de Dios”, 1 Corintios 6:20b.

¿Y si te digo que sí fuiste creada para llamar la


atención?

El problema es que no fuiste creada para llamar la


atención sobre ti misma, sino que fuiste diseñada
exclusivamente para llamar la atención hacia Dios.
Para apuntar toda gloria a Su Nombre.

Es un reto asentar esta verdad en nuestros


corazones mientras somos saturadas de mensajes
que reducen a la mujer a un “cuerpo”, definiéndola
por la cantidad de atención que recibe; y cuando
las tiendas están repletas de ropa que solo buscan
seducir y atraer miradas.
La manera en la que uso mi cuerpo determina a
quién estoy sirviendo. La forma en la que me visto
y me conduzco atraerá la atención hacia mí o hacia
a Dios. Ese es el corazón de la modestia, que
nuestro cuerpo y vestimenta puedan decir “no me
mires a mí, mira a Dios”. 

3. Mi cuerpo debe ser vestido de buenas


obras
“Asimismo, que las mujeres a se vistan con ropa
decorosa, con pudor y modestia, no con peinado
ostentoso, no con oro, o perlas, o vestidos
costosos, sino con buenas obras, como
corresponde a las mujeres que profesan la
piedad”, 1 Timoteo 2:9-10.

La forma más hermosa en la que una mujer puede


adornar su cuerpo es vistiéndolo de buenas obras.

Leerlo es muy fácil, pero vivirlo requiere una


muerte constante a los deseos de nuestra carne,
poner a un lado las demandas del mundo de
autocomplacencia y de autoservicio. Nos exige que
quitemos los ojos de nosotras mismas y venzamos
la tentación de servir a nuestros propios apetitos
para servir a los demás.

Una mujer que viste su cuerpo de buenas obras


está tomando su cruz cada día, fijando sus ojos en
Aquel no vino para ser servido, sino para servir, y
para dar su vida en rescate por muchos (Mateo
20:28).
4. Tengo victoria sobre mi cuerpo
“Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de
pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos
esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha
sido libertado del pecado”,  Romanos 6:6-7.

Aún estando muertas en nuestros delitos y


pecados, Cristo, con el gran amor con que nos
amó, nos ha librado del dominio del pecado a
través de Su sacrificio en la cruz y nos ha dado
libertad de las pasiones que nos tenían atadas.

Ya no somos esclavas de los impulsos y deseos de


nuestro cuerpo, porque no servimos más al
pecado. Nuestro viejo hombre ya fue crucificado
cuando creímos y ahora estamos unidas a Cristo en
su muerte. Y si estamos unidas a Cristo en su
muerte, ¡también lo estamos en su resurrección!
¡Qué gloriosa esperanza!

“Porque si hemos sido unidos a Cristo en la


semejanza de Su muerte, ciertamente lo seremos
también en la semejanza de Su
resurrección”,  Romanos 6:5.

¡Qué nuestros cuerpos glorifiquen a Cristo llevando


a todas partes como antorchas encendidas las
marcas de Su muerte y sirvan como fieles
recordatorios de esa esperanza de resurrección!

También podría gustarte