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La Economc3ada Argentia Aldo Ferrer
La Economc3ada Argentia Aldo Ferrer
Introducción
El aislamiento impuesto por la expansión musulmana (siglo VII) a los pueblos de Europa
Occidental sienta las bases del orden social de la Edad Media primitiva y de las economías cerradas
que producían para el autoconsumo. Las principales características de estas economías eran la
falta de mercados exteriores y la casi total ausencia de intercambio con otras regiones. La
agricultura constituía la base fundamental de la actividad económica y la población activa estaba
casi totalmente concentrada en la producción rural. La propiedad de la tierra, en manos de grupos
reducidos, proporcionaba el fundamento del orden político y social.
Desde un punto de vista dinámico, el rasgo distintivo de la economía feudal era la ausencia del
progreso técnico y el consiguiente estancamiento de la productividad. La acumulación de capital
era prácticamente inexistente. El bajo nivel de productividad sólo permitía a los trabajadores
rurales subsistir y pagar los tributos al señor. Cuanto más bajo es el nivel de productividad de una
economía, más alta es la proporción
de la población activa que se dedica a ocupaciones destinadas a producir alimentos y artículos
esenciales para la subsistencia. Siendo el comercio la única vía del aumento de la productividad
dentro de la economía feudal, constituía su sector por excelencia y posibilitó la acumulación de
excedentes económicos en otras manos que las de los señores feudales. Estos excedentes vinieron
a cumplir un papel totalmente distinto al de los excedentes apropiados por la clase feudal. Éstos se
consumían, aquellos volvían a volcarse a la actividad económica, intensificando el ritmo del
intercambio. La acumulación de riqueza en manos de los nacientes núcleos de comerciantes, el
aumento de la productividad del sistema a que dieron lugar sus actividades y las consecuentes
transformaciones en la estructura social y económica, sentaron las bases de la disolución del
orden feudal y del nacimiento del capitalismo comercial, una de cuyas consecuencias relevantes fu
la ocupación de las tierras americanas.
Los dos centros dinámicos de la expansión comercial fueron en el norte, el Mar Báltico y el Mar del
Norte y, en el sur, el Mediterráneo Oriental. El tráfico por estas restableció paulatinamente el
intercambio entre Oriente y Occidente interrumpido por la expansión musulmana. A partir del
siglo IX el comercio de las ciudades de la península itálica dejó de estar limitado a Constantinopla y
los puertos cristianos del Asia Menor. El comercio con los pueblos musulmanes de África y Siria
comenzó a alcanzar una importancia creciente. En estas ciudades, principalmente Venecia, se
fueron creando núcleos económicos cuya principal
actividad no era la agricultura de subsistencia sino el comercio y las artesanías. Ellas se
constituyeron en los centros de irradiación de las fuerzas que irían disolviendo el orden feudal.
El comercio entre los pueblos cristianos de Occidente y los pueblos de Oriente se intensificó al
quedar librado el Mediterráneo del control musulmán. Los productos intercambiados eran
principalmente artículos de lujo provenientes de los pueblos orientales y materias primas y
alimentos producidos en Occidente.
En el norte de Europa el comercio, primitivamente impulsado por los escandinavos, recibió nuevos
estímulos con la expansión de los germanos hacia el este. El contacto entre el norte de Europa y el
Mediterráneo y el comercio del Oriente se restableció por vía marítima navegando en torno a la
península Ibérica y Brujas se constituyó en el centro del intercambio de los productos de los
pueblos eslavos y del norte de Europa con los provenientes del tráfico mediterráneo con Oriente.
3. Limitación de las transformaciones estructurales
Las actividades económicas dinámicas en la economía colonial fueron aquellas ligadas al comercio
exterior. La minería, los cultivos tropicales, las pesquerías, la caza y la explotación forestal,
dedicadas fundamentalmente a la exportación, fueron las actividades expansivas que atrajeron
capital y mano de obra.
No siempre las actividades se desarrollaron en gran escala y con mano de obra esclava o servil,
como ocurrió con la minería y la agricultura tropical. Algunas de ellas, radicadas principalmente en
el hemisferio norte como la explotación forestal y la construcción naval, dieron pie a la empresa
en pequeña y mediana escala con trabajadores independientes.
En estas condiciones, al mismo tiempo que el sector exportador era muy poco diversificado. La
composición de la demanda tampoco favorecía la diversificación de ka estructura productiva
interna. Cuanto más se concentraba la riqueza en un pequeño grupo de propietarios,
comerciantes e influyentes políticos, mayor fue la propensión a adquirir bienes manufacturados de
consumo y durables en el exterior y menor fue la proporción del ingreso total de la comunidad
gastado internamente.
Tanto la estructura del sector exportador como la concentración de la riqueza constituyeron
obstáculos para la diversificación de la estructura productiva interna, la elevación consecuente de
los niveles técnicos y culturales de la población y el surgimiento de grupos sociales vinculados a la
evolución del mercado interno y a la búsqueda
de líneas de exportación no controladas por la potencia metropolitana.
El proceso de urbanización que se registró en estas colonias fue consecuencia del crecimiento de
mano de obra destinada a servir a los núcleos detentadores del poder político y económico y a la
presión demográfica de la población, que excedía los moldes de la economía colonial y no era
absorbida por las actividades productivas existentes.
Las regiones que más se desarrollaron durante la América Colonial fueron aquellas en que se
asentaron las actividades exportadoras. Mientras que las que se dedicaron a satisfacer el consumo
interno o su propia subsistencia, tuvieron poca importancia relativa dentro de la economía de la
época. De las actividades destinadas al mercado interno, sólo aquellas que de alguna manera se
vinculaban a un centro dinámico exportador experimentaron cierto grado de desarrollo.
Esta región incluía a las actuales provincias de Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca y
Tucumán. Durante el siglo XVI se introdujeron en la región los cultivos y haciendas que habrían de
desarrollarse posteriormente. De Chile provino el trigo y el algodón, del Brasil la caña de azúcar y
del Perú la hacienda en pie. La producción de metales alcanzó escasa importancia y estaba
fundamentalmente destinada al mercado interno. La organización de la producción respondía
básicamente al siguiente esquema. Por un lado, grandes fincas, propiedad de europeos, dedicadas
a la producción de algodón y a la ganadería para las minas de Alto Perú y de alimentos para el
autoconsumo. La mano de obra era proporcionada por indígenas organizados en encomiendas. El
resto de la actividad agraria estaba en manos de trabajadores que producían fundamentalmente
para su propia subsistencia y para un reducido intercambio. Algunas actividades de la región
gozaron de cierta prosperidad por su vinculación al comercio interregional.
El noroeste constituyó durante toda la época colonial la región de mayor importancia relativa
dentro del actual territorio argentino, debido, fundamentalmente a su cercanía a un centro
exportador dinámico: Potosí. Estos hechos no empañan, sin embargo, la característica básica de la
estructura económica de la región: su carácter eminentemente primario y de subsistencia.
La región de Cuyo
Esta región estaba compuesta por las actuales provincias de Mendoza, San Juan y La Rioja. Junto
con las primeras corrientes inmigratorias
se introducen en la región los cultivos y la hacienda que habrían de desarrollarse posteriormente.
Se explotan bajo riego los valles de las planicies orientales y la producción se concreta en la vid y
los frutales. Los pastos secos y las pasturas artificiales en la zona de riego dan pie a la producción
de ganada bovino, ovino y caballar.
La organización de la producción se ajusta a los mismos lineamientos imperantes para el Noroeste.
Por un lado, grandes propietarios territoriales titulares de encomiendas indígenas. Por el otro,
agricultores produciendo para su subsistencia y para el estrecho mercado local.
Alejado de todo centro exportador dinámico, el comercio externo de la región es pequeño y no
alcanza siquiera la significación del intercambio del Noroeste. La característica básica de la
economía regional es su carácter primario y de subsistencia.
Comprende la actuales provincias de Córdoba y San Luis. Los primeros asentamientos europeos en
la región provinieron del Perú. La actividad agrícola estuvo frecuentemente vinculada a la
subsistencia de los productores y al consumo del estrecho mercado local. La ganadería, en cambio,
gozó de cierta prosperidad debido a que Córdoba fue el lugar de producción de hacienda,
particularmente animales de carga para el Alto Perú. La estancia colonial fue la forma típica de
organización de la producción ganadera.
Esta región abarca históricamente las actuales provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y
Santa Fe. La población indígena existente en esta zona estaba constituida por tribus nómadas de
muy bajo
nivel cultural. Su trabajo nunca pudo ser sistemáticamente aprovechado por los colonizadores.
El Litoral fue durante el período colonial la región más atrasada, y menos poblada del actual
territorio argentino. La actividad agrícola languideció durante toda la colonia y los agricultores se
dedicaban fundamentalmente a producir para su propia subsistencia y para el estrecho mercado
local. La producción ganadera se apoyaba en el aprovechamiento de las haciendas cimarronas que
se habían reproducido en la pampa partiendo de las primeras cabezas introducidas por los
colonizadores.
El surgimiento de algunas posibilidades de comercio sistemático en cueros provocó la terminación
de la libertad de captura del a hacienda cimarrona y, hacia mediados del siglo XVII, comenzó el
otorgamiento de licencias para vaquear a grupos autorizados. Más adelante fue surgiendo la
crianza y aprovechamiento de las haciendas en rodeo que sienta las bases de la estancia como
forma de organización del sector ganadero.
La pobreza y la ausencia de producción exportable significativa de su misma zona de influencia, el
Litoral, y el escaso intercambio con las otras regiones del actual territorio argentino, explican que
los grupos comerciales de Buenos Aires hasta fines del siglo XVIII no hubieran alcanzado un
desenvolvimiento apreciable.
El Noreste y la Patagonia
El noreste abarca las actuales provincias de Misiones, Chaco, Formosa y norte de Corrientes. La
población prehispánica de estos territorios estaba compuesta por indígenas de un bajo nivel
cultural y no fueron integradas en la economía colonial. En cuanto a la Patagonia, con una
superficie equivalente
a una tercera parte del territorio nacional, no fue ocupada permanentemente durante todo el
período colonial.
Durante todo el período en consideración, esto es desde el siglo XVI hasta fines del siglo XVIII, no
hubo en el actual territorio argentino una economía nacional por cuanto no existía un mercado
con un flujo recíproco, en escala significativa, de capitales, mano de obra y productos entre las
distintas regiones. El período se caracteriza, pues, por la existencia de economías regionales
autosuficientes separadas entre sí por grandes distancias, la ausencia de comunicaciones
marítimas y/o fluviales y la precariedad de los medios de transporte terrestres de la época. En
consecuencia, todo análisis de la estructura y la dinámica del sistema debe realizarse básicamente
a nivel de cada región.
Estancamiento de la población
La distribución del ingreso entre los distintos sectores sociales dentro de cada región estaba
fuertemente condicionada por las relaciones concretas de los distintos grupos en el proceso
productivo. Tomando todas las regiones de conjunto, los únicos núcleos que poseían ingresos por
encima del nivel de subsistencia
eran los grupos de encomenderos y propietarios territoriales y, en menor medida, los
rudimentarios grupos comerciales. La importancia del sector de subsistencia que se desenvolvía
fuera de la economía del mercado determinaba que la economía monetaria estuviera
escasamente difundida. La economía monetaria sólo penetró en las transacciones destinadas
básicamente al comercio exterior a la región misma.
Dados los bajos niveles de productividad, la casi totalidad de la producción debía destinarse al
consumo. La estrechez del mercado externo e interno reducía enormemente el inventivo a la
inversión para expandir la capacidad instalada en las actividades agropecuarias y en las
manufacturas o para abordar nuevas empresas en los mismos campos.
Los ingresos del sector público, basados principalmente en tributos sobre las transacciones
exteriores y contribuciones sobre ciertos artículos de consumo, se invertían casi totalmente en los
gastos de defensa y administrativos.
El carácter eminentemente cerrado de las economías regionales se manifestaba también en la
ausencia de incorporaciones significativas de población y de capital provenientes del exterior.
La localización de las corrientes inmigratorias europeas se realizó en las zonas en que existían
poblaciones de indígenas cuyo trabajo pudo ser aprovechado por los colonizadores. En el actual
territorio argentino no existieron los factores de atracción de población europea, de capitales y de
la actividad económica, que influyeron en el desarrollo de otras zonas del mundo colonial
americano.
El equilibrio entre las distintas economías
regionales se explica fundamentalmente porque en todo el período en ninguna de ellas surgieron
actividades exportadoras dinámicas que hubieran provocado el desplazamiento masivo del centro
de gravedad de la economía.
Privada de todo estímulo externo para su crecimiento y ausente toda posibilidad de desarrollo
autónomo apoyado sobre la expansión de la demanda y la productividad internas, cada economía
regional era un sistema cerrado y autosuficiente. En toda la etapa en consideración no existió, por
cierto, una región que fuera el centro del sistema y un conjunto de regiones satélites de aquélla,
como ocurriría más tarde.
La autosuficiencia no fue, pues, desde el siglo XVI al XVIII, la característica distintiva del desarrollo
sino del estancamiento.
Segunda Parte- La etapa de transición (Fines del siglo XVIII hasta 1860)-
Las reformas liberales de los borbones sentaron las bases de cambios profundos en el
funcionamiento dinámico de las economías regionales del actual territorio argentino. Buenos
Aires se convierte en el intermediario natural de la producción exportable del interior y en el
centro de abastecimiento de los productos importados del extranjero. Sin embargo, el escaso
desarrollo de la zona pampeana y la ausencia de una actividad fuertemente integrada en el
mercado colonial habría mantenido dentro de límites muy estrechos las posibilidades de
expansión de Buenos Aires como puerto de intermediación. Se necesitaría la expansión de una
actividad orientada hacia la exportación. La producción ganadera del Litoral habría de dar
respuesta a este problema. El nuevo papel de Buenos Aires permitió el desarrollo de un sector
comercial que fue ganando fuerza paulatinamente y acumulando capital e influencia en el proceso
de desarrollo. Por el otro, enfrentó en medida creciente a las economías regionales prácticamente
autosuficientes del interior con la competencia de la producción importada del exterior.
VI. Expansión del a ganadería
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII la expansión de las exportaciones de cueros
llevó inevitablemente a la necesidad de racionalizar la explotación pecuaria. No había ya suficiente
hacienda cimarrona para vaquear y la matanza incrementada la había alejado más y más de los
centros poblados.
De este modo, se plantea sistemáticamente, por vez primera, la necesidad de aumentar la
extensión de las tierras disponibles. Al mismo tiempo, la formación de unidades de producción,
estancias, para criar ganado y la necesidad de ejercer el derecho de propiedad sobre los rebaños,
llevó obligadamente a la apropiación privada de la tierra. El proceso de ocupación territorial en la
zona pampeana se desenvuelve ininterrumpidamente durante todo el siglo XIX hasta culminar con
la campaña de Roca de 1879 y la derrota definitiva del indio.
La apropiación privada de las tierras fue paralela al proceso de ocupación territorial. La política de
distribución de las tierras públicas, particularmente en la provincia de Buenos Aires, llevó a una
distribución de la mayor parte de la región pampeana ente reducidos grupos de personas. Hacia
mediados del siglo XIX se había consumado el proceso de apropiación privada de las tierras más
fértiles y mejor ubicadas de la pampa.
Para consolidar su proceso de desarrollo, el sector pecuario debía introducir las mejoras
organizativas y técnicas básicas para elevar su rentabilidad. La mejora organizativa fundamental
consistió en la consolidación del sistema de la explotación en una gran propiedad territorial con
unidad de administración y empleando trabajo asalariado. La estancia es la primera empresa
capitalista en gran escala y expansiva que surge
en la economía del país.
La difusión del alambrado constituyó otra mejora técnica de importancia que permitió la elevación
de la rentabilidad de la estancia al consolidar los derechos jurídicos de propiedad, permitir al
productor un aprovechamiento más racional de las tierras y reducir la necesidad de mano de obra
al evitar las pesadas “rondas nocturnas” para vigilar la hacienda en campo abierto.
La importancia creciente de la producción de tasajo permitió una cierta integración de la
economía del sector pecuario mediante la complementación de la cría de hacienda con su
industrialización y el abastecimiento de la sal necesaria para el salado.
Durante la etapa de transición no se formó aún la economía nacional, porque subsistían las
condiciones de aislamiento de las economías regionales y el escaso flujo entre ellas de capitales,
mano de obra y productos.
En esta etapa, pues, el análisis debe distinguir claramente la situación correspondiente al Litoral y
al resto de las regiones argentinas.
La apropiación de los derechos de aduana por Buenos Aires y la intermediación obligada de todo
el comercio exterior por su puerto, concentraba en ella los recursos fiscales y los ingresos
generados en la actividad comercial. Estas restricciones limitaron el impacto que la expansión
ganadera podía ejercer sobre Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.
El aumento de la población
La población de las provincias del Litoral creció sostenidamente durante toda la etapa de
transición, particularmente en Buenos Aires, ciudad y campaña. Pese al aumento en el Litoral no
debe olvidarse que el mismo fue
paralelo con la expansión de la frontera, de tal modo que la densidad de población en las tierras
efectivamente ocupadas aumentó en mucha menor proporción de lo que podría deducirse.
La apertura de los puertos del Río de la Plata en la segunda mitad del siglo XVIII, la liberalización
total del intercambio después de la independencia y la expansión ganadera en el Litoral se refleja
naturalmente en el aumento de las exportaciones. En toda la etapa de transición se produjo un
desplazamiento del origen de las exportaciones desde las regiones del Interior hacia el Litoral y
que fue éste el que asimiló la mayor parte de los efectos expansivos del crecimiento del comercio
exterior.
El desarrollo de las actividades destinadas al mercado interno cuando comienza la etapa de
transición era insignificante. El consumo, en la medida que superaba los niveles de subsistencia, se
satisfacía en gran parte con productos importados. La expansión del ingreso en el Litoral durante
la etapa de transición provocó naturalmente una elevación de la demanda efectiva y una mayor
diversificación de la misma. El libre cambio se convirtió en la filosofía de los comerciantes y
ganaderos y, de hecho, el objetivo económico de la revolución de independencia fue eliminar
definitivamente las trabas al comercio que aún subsistían en la reglamentación colonial.
Exportaciones libres implicaban importaciones libres. El hecho de que la casi totalidad de artículos
manufacturados de cierta complejidad fueran adquiridos en el exterior determinó la ausencia de
producción interna de tal tipo de
bienes. Los sectores que se desarrollaron en la etapa de transición fueron la producción ganadera
fuertemente orientada a la exportación, las manufacturas y artesanías atraídas en su localización
por la demanda (como la industria de la construcción y los talleres de reparación de vehículos y
elementos mecánicos) y ciertos servicios.
La elevación del nivel de ingresos y la importancia que iban adquiriendo las ocupaciones
comerciales y urbanas provocó el crecimiento de la población de las ciudades del Litoral.
Distribución del ingreso. Acumulación de capital
El hecho de que el sector pecuario generara alrededor del 30% al 35% del producto del Litoral y
que la producción ganadera se realizara básicamente en grandes propiedades, fue el principal
factor determinante de la concentración del ingreso en una reducida parte de la población. La
actividad comercial estaba también fuertemente concentrada en los círculos vinculados al
comercio exterior y esto contribuía a aumentar la participación de los sectores empresarios en el
ingreso del Litoral.
Por otro lado, las depreciaciones del papel moneda registradas después de la independencia,
particularmente en la provincia de Buenos Aires, debidas básicamente a los fuertes déficit fiscales
y a la emisión de moneda para conjugarlos, contribuyeron a acentuar la concentración del ingreso
en los grupos ganaderos y comerciantes. La retribución de los trabajadores del campo y las
ciudades crecía en menor proporción que la devaluación del peso y que el nivel general de los
precios internos.
Dada la práctica imposibilidad de desarrollo de actividades manufactureras internas de cierta
complejidad
es probable que la mayor parte del ahorro de los sectores de altos ingresos se haya destinado a
financiar la expansión del sector ganadero, del comercio y de las construcciones urbanas,
particularmente en Buenos Aires. Los bancos y los sistemas financieros de intermediación se
fueron desarrollando en toda la etapa.
Estos factores sentaron la base incipiente del mercado financiero y de capitales del Litoral,
particularmente en la ciudad de Buenos Aires, que habría de desarrollarse más intensamente en la
etapa de la economía primaria exportadora.
Los gastos públicos alcanzaron altos niveles en toda la etapa. No menos del 60% de los gastos
totales de los gobiernos del Litoral correspondían a los gastos militares. El resto era prácticamente
absorbido por las erogaciones para mantener o expandir la maquinaria administrativa del Estado.
Por otro lado, los ingresos corrientes de los gobiernos del Litoral provenían en alrededor de un
90% de los derechos de aduana y de puertos. La dependencia casi absoluta de los derechos
aplicados sobre el comercio exterior otorgaba una gran inestabilidad a los ingresos públicos. Otras
fuentes de recursos, como la colocación de títulos públicos en el exterior y la venta de tierras
fiscales fueron de escasa significación. Pero hubo otras dos fuentes significativas de obtención de
recursos para el fisco, particularmente el de la provincia de Buenos Aires, que completaban los
derechos de aduana y puertos. Ellas fueron la colocación de empréstitos internos y la emisión de
papel moneda. Los empréstitos internos adoptaron el carácter de contribuciones forzosas
aplicadas a los grupos que disponían de recursos en la época, esto es, comerciantes y
terratenientes.
En la medida que la política fiscal tendió a conjugar los déficit con emisión y no con empréstitos
internos, se trasladó el peso de la financiación de aquellos sectores de terratenientes y
comerciantes a los sectores de ingresos reducidos de la población. Estos últimos realizaron, así, un
verdadero ahorro forzado por la caída de sus ingresos reales frente al aumento del nivel de
precios.
El ahorro del sector público fue prácticamente insignificante durante toda la etapa de transición.
Los déficit prácticamente permanentes de los fiscos provinciales indicaban su incapacidad de
conseguir suficientes fondos para financiar sus gastos corrientes. La escasez del ahorro del sector
público determinó la ausencia casi total de obra pública durante toda la etapa, particularmente en
inversiones de infraestructura, especialmente la mejora de caminos.
La población de las regiones del Interior creció durante la etapa de transición. Este aumento tuvo
origen básicamente en el crecimiento vegetativo ya que aquéllas no recibieron corrientes
inmigratorias. Por el contrario, es
posible que durante la etapa se haya producido un cierto desplazamiento poblacional del Interior
hacia el Litoral como reflejo del desarrollo de éste en contraste con el estancamiento de aquél.
Durante la etapa de transición las exportaciones realizadas por el puerto de Buenos Aires sufrieron
un cambio radical, tanto en cuanto su composición como al origen regional de las mismas. Hacia
1750 las exportaciones estaban compuestas en un 80% por plata del Alto Perú y en un 20% por
“productos de la tierra”, esto es, cueros casi en su totalidad. La composición de las exportaciones
revela que la gran mayoría de ellas, incluyendo las de plata del Alto Perú, tenían su origen en el
Interior.
La situación se modificó totalmente un siglo más tarde. Las exportaciones de plata habían
prácticamente desaparecido por al caída de la producción del Alto Perú y los “productos de la
tierra” representaban la totalidad de las exportaciones. Los cueros seguían ocupando un lugar
preponderante pero también el tasajo, la lana y el sebo tenían un lugar importante.
Un hecho fundamental para el desarrollo de las exportaciones del Interior fue la política de libre
cambio seguida por la provincia de Buenos Aires desde la independencia. El mercado del Litoral
era el único cuya demanda interna crecía al influjo de la expansión de las exportaciones. Pero esta
demanda interna se satisfacía fundamentalmente con bienes importados del exterior. El Interior
pudo haber recibido por vía indirecta los beneficios de esa expansión de las exportaciones, a
través del incremento de sus propias ventas para satisfacer la demanda creciente
del Litoral. La libertad de imposiciones seguida por Buenos Aires ahogó esta posibilidad y, con ello,
toda posibilidad de difundir los impulsos dinámicos generados por la expansión de las
exportaciones del Litoral.
En algunas provincias del Interior ciertas actividades destinadas al comercio interregional
subsistieron y aún se consolidaron durante la etapa de transición. Tal fue, por ejemplo, el caso de
la producción de azúcar en Tucumán. Por otra parte, en el sureste de la provincia de Córdoba el
desarrollo de la ganadería jugó un papel parecido al resto del Litoral. De todos modos, estas
excepciones no varían el marco general de estancamiento en que se desenvolvió el sector
exportador de las economías del Interior.
El papel que los gobiernos de las provincias mediterráneas jugaron en el proceso de desarrollo fue
muy limitado durante la etapa. En ausencia de toda actividad expansiva y frente a los bajos niveles
de ingresos imperantes, poco era lo que podían hacer los gobiernos para reorientar la utilización
de los recursos económicos o impulsar el crecimiento.
Los ingresos fiscales estaban fuertemente limitados. El bajo nivel de ingresos y de transacciones
comerciales impedía que los tributos proporcionaran recaudaciones apreciables. Dada la alta
proporción de la población que vivía fuera de la economía del mercado y ocupada en actividades
de subsistencia, la posibilidad del gobierno de hacerse de ingresos a través de la emisión de papel
moneda era muy limitada. Muy escaso era, en efecto, lo que podía obtenerse por esta vía de
comunidades empobrecidas. El gobierno podía hacerse de pesos emitiendo, pero con ellos era
muy poco lo que podía comprar en términos de bienes o de sueldos puestos en manos de los
servidores públicos. La penuria financiera es historia común de todas las provincias del Interior.
La independencia creó la “cuestión” de la provincia de Buenos Aires en el seno del país y con ello
rompió el equilibrio tradicional
que existió durante la colonia. La autonomía de la provincia le permitía beneficiarse
exclusivamente de su posición privilegiada frente a los mercados de ultramar y del hecho que la
zona pampeana húmeda, asiento natural de la producción ganadera, estuviera contenida en su
mayor parte dentro de sus límites territoriales. Frente a esta situación la provincia se abrazó
firmemente a la defensa de su autonomía bajo la bandera del federalismo.
La posición de Buenos Aires durante la etapa de la transición se expresó no solamente en la
defensa de la política de libre cambio y el uso exclusivo de las rentas de la aduana, sino también en
la exclusión de otras provincias del Litoral del libre uso de los ríos para traficar directamente con el
exterior.
A partir de 1860 se inaugura una nueva etapa del desarrollo económico argentino. Dos factores
concurrentes echan sus bases: la expansión e integración crecientes de la economía mundial y la
gran extensión de tierras fértiles, escasamente pobladas, en la zona pampeana.
La revolución tecnológica inaugurada en Europa a fines del siglo XVIII y la industrialización de los
países más avanzados del Viejo Mundo, determinaron, entre otras, la apertura de posibilidades de
desarrollo de los territorios aptos para la producción agropecuaria de clima templado. La fértil
pradera pampeana se constituyó, así, en un centro natural de atracción de los intereses europeos,
particularmente de los británicos.
Corresponde analizar en primer término, los principales cambios ocurridos
en la economía mundial a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Tanto en Europa como en América hasta fines del siglo XVIII, fue la expansión del comercio y de las
actividades exportadoras lo que proporcionó el impulso dinámico fundamental para romper los
esquemas económicos de subsistencia, posibilitar la acumulación de capital, diversificar las
estructuras económicas y elevar los niveles de ingreso.
Pero el horizonte económico de la expansión comercial era necesariamente limitado. La expansión
comercial, por si sola, no podía llevar a los niveles de productividad y de ingreso más allá de los
límites impuestos por el desarrollo tecnológico de la época.
Era el estancamiento del progreso técnico la barrera infranqueable para el aumento sostenido y
generalizado de la productividad del trabajo y el ingreso. El conjunto de innovaciones técnicas que
comienzan a surgir a fines del siglo XVIII, conocidas como la “revolución industrial”, iniciaron la
ruptura de aquella barrera y abrieron una frontera ilimitada al desarrollo económico.
El aumento de la productividad y los ingresos generados por la revolución tecnológica
determinaron una expansión del mercado dentro de las propias fronteras nacionales de los países
en desarrollo.
Dados los límites que naturalmente tenía la capacidad de consumo de esos sectores de altos
ingresos, la variable económica fundamental determinante del nivel de la demanda era la
inversión. Las posibilidades de inversión estaban condicionadas por el crecimiento de la demanda
interna de bienes de consumo e inversión y también por la expansión de la demanda
externa. La ampliación del merado mundial a partir de fines del siglo XVIII, aumentó las
oportunidades de inversión en las actividades destinadas a la exportación.
La acentuada desigualdad en la distribución del ingreso que caracterizó el desarrollo inicial del
capitalismo, lejos de ser un factor retardatorio del crecimiento al restringir la demanda interna y
consecuentemente las oportunidades de inversión, fue un factor que estimuló el crecimiento al
ampliar el ahorro y la disponibilidad de recursos existentes para la acumulación de capital.
A mayores niveles de ingresos la demanda cambia de composición creciendo la importancia
relativa de los artículos manufacturados y los servicios y perdiéndola proporcionalmente la de
alimentos y artículos esenciales para la vida. Estos cambios en la composición de la demanda
provocan modificaciones consecuentes en la estructura productiva al orientar proporcionalmente
más capital y mano de obra hacia los sectores en expansión.
El progreso técnico constituye el elemento dinámico fundamental del desarrollo desde fines del
siglo XVIII y reemplaza a la simple ampliación de la frontera geográfica del mercado como factor
determinante básico del crecimiento de la productividad.
a) Movimiento internacional de capitales: Entre 1874 y 1914 las inversiones extranjeras totales a
largo plazo ascendieron de 6 mil millones a 44 mil millones de dólares corrientes. Del aumento
registrado entres esos años, 27 mil millones de dólares correspondieron a Inglaterra, Francia y
Alemania.
La apertura de los mercados europeos a la producción de alimentos y materias primas del
exterior fue consecuencia del proceso de industrialización de los países de Europa, la
especialización creciente de éstos en la producción manufacturera y la mejora de los medios de
navegación de ultramar que rebajaron radicalmente los costos de transporte. Esto abrió a las
economías de los países ajenos a la revolución tecnológica grandes posibilidades de inversión en
las actividades destinadas a producir
para los mercados de los países industrializados. Los que más posibilidades ofrecían fueron
aquellos de grandes recursos naturales y escasa población.
c) Comercio mundial: La expansión del comercio mundial completa el cuadro del proceso de
integración de la economía mundial durante el período. La composición del comercio mundial
sufrió cambios sustanciales. A partir de la últimas décadas del siglo XIX la diversificación de las
estructuras económicas europeas, el desarrollo del ferrocarril, la revolución tecnológica en los
navíos de navegación de ultramar y el desarrollo de técnicas de conservación de productos
perecederos provocaron un crecimiento vertiginoso de las exportación de productos
agropecuarios y minerales.
La zona pampeana constituyó uno de los principales centros de atracción del flujo migratorio
europeo y del movimiento internacional de capitales. El objetivo y el resultado de este proceso
fueron el vigoroso aumento de las exportaciones argentinas y la ubicación del país en un lugar
destacado en la economía mundial, tanto por el volumen de su comercio exterior como por la
magnitud de los capitales extranjeros invertidos en él.
La
incorporación de la economía argentina al expansivo mercado mundial a partir de mediados del
siglo XIX se efectuó sobre la base de la expansión de las exportaciones de productos
agropecuarios. La expansión de las exportaciones y de la capacidad de pagos sentó el basamento
de un complejo sistema de relaciones económicas y financieras del país con el exterior.
El incremento de las exportaciones fue posible por dos motivos. El primero fue la fuerte expansión
de la demanda mundial de productos agropecuarios. El segundo, que el país disponía de enormes
extensiones de tierras fértiles en su zona pampeana no explotadas. Pero estos factores no
bastaban para posibilitar la expansión de la producción agropecuaria y el consecuente aumento de
las exportaciones. La escasez de mano de obra impedía el aumento de la producción y de las
exportaciones agropecuarias. Por otro lado, los medios de transporte terrestres continuaban
siendo prácticamente los mismos de la colonia. Finalmente, la separación de la provincia de
Buenos Aires de la Confederación y la guerra civil, creaba un clima de inestabilidad política que
obstaculizaba seriamente el poblamiento de la zona pampeana, el trazado de ferrocarriles, la
entrada de capitales del exterior, en fin, el funcionamiento mismo del sistema.
Inmigración y ferrocarriles
La organización nacional
a) Régimen presupuestario: Hasta la caída de Rosas cada provincia tenía su propio presupuesto.
Producida la separación de Buenos Aires de la Confederación, la provincia siguió con su régimen
financiero y la Confederación estableció los primeros presupuestos nacionales. Pero,
naturalmente, el problema
fundamental era la fuente de recursos. La aduana de Buenos Aires aportaba no menos del 80% al
90% de todos los recursos públicos consolidados. Como consecuencia lógica, había que
nacionalizar la aduana de Buenos Aires. Esto tuvo lugar en el año 1862 durante el régimen
presidencial de Mitre. La nacionalización de las recaudaciones de aduana y el establecimiento del
primer presupuesto nacional efectivo sentaron las bases de un fisco cuyos recursos se irían
expandiendo al compás del aumento del comercio exterior y el desarrollo general del país. El
establecimiento del presupuesto nacional y la nacionalización de la aduana permitieron expandir
vigorosamente los gastos totales del sector público y apelar, sobre la base de fuerte respaldo de
las recaudaciones de aduana, al ahorro externo.
b) Sistema monetario: No bastaba la existencia de un presupuesto nacional para crear las
condiciones totalmente satisfactorias para la entrada de capital extranjero. Era necesario, además,
establecer un sistema monetario que permitiese condiciones de estabilidad para el valor de la
moneda nacional y asegurase el puntual cumplimiento de los compromisos exteriores del sector
público. Después de 1862, la facultad de emitir papel moneda de los bancos llevó frecuentemente
a la expansión monetaria para financiar los déficit fiscales. La expansión monetaria se produjo en
condiciones de contracción del comercio exterior y de reducción de las fuentes normales de
recursos, especialmente las recaudaciones de la aduana. El aumento del dinero en circulación
llevaba a una fuerte depreciación del peso que encarecía las compras de oro que el gobierno debía
realizar
para pagar los intereses y amortizaciones de su deuda externa. Conforme a la teoría dominante
era necesario vincular estrechamente el circulante interno a las disponibilidades de oro y emitir
solamente como contrapartida de depósitos del metal. La convertibilidad del oro en pesos y del
peso en oro por un solo instituto emisor, aseguraba la estabilidad del tipo de cambio y evitaba la
creación de dinero. Recién en 1899, con la creación de la Caja de Conversión, la centralización en
la misma de la facultad de emitir y el establecimiento de la convertibilidad se sentaron las bases
monetarias para el funcionamiento adecuado del sistema.
La organización política e institucional del país proporcionó, pues las garantías necesarias para la
entrada de capitales e inmigrantes del exterior y posibilitó la adopción de una política económica
que facilitó las fuerzas de la integración de la economía argentina en el mercado mundial dentro
de los moldes de una economía primaria exportadora.
La intensidad del desarrollo del sector rural y la conformación social resultante del mismo,
estuvieron fuertemente condicionadas por el régimen de tenencia de la tierra heredado de la
etapa de transición. El proceso de expansión de la frontera durante el siglo XIX fue acompañado
por la apropiación de grandes extensiones de tierras en pocas manos. Este hecho obstaculizó el
acceso a la propiedad de la tierra de los trabajadores rurales que se incorporaban a la expansiva
economía agropecuaria de la región pampeana y dio origen a la característica institucional básica
de la misma: la explotación de una
parte sustancial de la superficie disponible por arrendatarios y de otra parte también significativa
en grandes unidades productivas.
El elevado grado de concentración de la propiedad territorial y de difusión del sistema de
arrendamiento se refleja naturalmente en la estructura social del sector agropecuario. Las
características del régimen de tenencia disminuyeron las posibilidades de crecimiento de la
producción rural. Por un lado, porque la falta de acceso a la tierra redujo la capacidad del campo
de absorber las corrientes migratorias del exterior. Por otro lado, la capacidad de capitalización del
sector se vio limitada por la falta de interés de los arrendatarios en realizar inversiones fijas
permanentes en tierras que no les pertenecían y por la alta inclinación de los grandes propietarios
a destinar una proporción de su ingreso al consumo de tipo suntuario y a realizar inversiones fuera
del sector.
La concentración de la propiedad territorial en pocas manos aglutinó la fuerza representativa del
sector rural en un grupo social que ejerció, consecuentemente, una poderosa influencia en la vida
nacional.
Expansión agropecuaria
La vulnerabilidad exterior
c) Nivel de ocupación e ingreso internos: En el sector agropecuario estaba ocupado alrededor del
35% de la fuerza de trabajo y el 25% del capital existente. Los salarios, arrendamientos, utilidades
e intereses estaban directamente condicionados por el valor de las exportaciones. Pero la
expansión de las exportaciones no sólo repercutía en el nivel de ocupación y de ingresos de los
factores de la producción ocupados en el sector agropecuario. Ella determinaba también el
proceso de crecimiento del conjunto de la economía nacional mediante
la movilización del mecanismo multiplicador del ingreso interno. El aumento del valor de las
exportaciones colocaba mayores ingresos en manos de los trabajadores y empresarios rurales.
Estos ingresos se gastaban, en parte, en importar bienes del exterior y el resto en adquirir bienes
de consumo e inversión en el mercado interno. La proporción del ingreso gastado dentro del país
generaba ocupación de mano de obra y de capitales en los sectores de actividad destinados a
producir para satisfacer la creciente demanda interna.
La contracción de las exportaciones determinaba una disminución de los ingresos de los
productores agropecuarios y la reducción tanto de sus compras en el exterior como del gasto
realizado en la compra de bienes y servicios producidos internamente. Esto provocaba la
desocupación de capitales y mano de obra en lo sectores destinados a producir para el mercado
interno y la consecuente reducción de los ingresos y el gasto de estos sectores.
Las entradas de capital extranjero tenían tres destinos principales: la financiación de
importaciones de maquinaria y equipo para proyectos de inversión, el pago de gastos locales
vinculados a proyectos de inversión y la compra de títulos públicos que el gobierno a su vez
destinaba para financiar gastos corrientes, pero preferentemente inversiones públicas.
La proporción del producto bruto dedicada a la acumulación de capital, o sea el coeficiente de
capitalización, sufrió fuertes fluctuaciones en toda la etapa. El promedio para los treinta años
considerados fu del 32%. En esos treinta años pueden distinguirse dos períodos: el primero que
corre de 1900 a 1914
en el cual las inversiones netas del exterior superan las utilidades e intereses del capital extranjero
existente en el país. La segunda de 1915 a 1929 en que las utilidades e intereses son
sensiblemente superiores a las inversiones netas del exterior.
Como determinante básico del monto de inversiones, el endeudamiento externo del país jugó
un papel muy importante en toda la etapa en la determinación del nivel de ocupación en ingresos
internos.
d) Balance de pagos: las importaciones tendían a ajustarse a las disponibilidades de divisas
generadas por las exportaciones. La expansión de las exportaciones tendía a incrementar la
demanda de importaciones y viceversa.
Salvo en situaciones extremas, como en la crisis de 1890, la gravedad del desequilibrio no llegaba
a paralizar el funcionamiento del sistema y obligar a la suspensión de los pagos de los servicios del
capital extranjero. De todos modos, en toda la etapa de la economía primaria exportadora, el
balance de pagos estuvo fuertemente sujeto a este tipo de desequilibrios.
e) Finanzas Públicas: Los gobiernos de la Nación y de varias provincias recurrieron en gran escala al
crédito externo colocando sus papeles públicos en los mercados financieros internacionales. La
deuda pública externa representó aproximadamente entre 2 y 4 veces el monto de los ingresos
fiscales corrientes.
La contratación de nuevos empréstitos permitía afrontar con más facilidad el pago de los
servicios de la deuda pública y sumando los ingresos fiscales corrientes y los nuevos recursos
obtenidos con los empréstitos, los servicios absorbieron, como promedio en la etapa, alrededor
del 20% de esos
recursos totales.
Pueden distinguirse dos tipos de mecanismos de compensación a los desequilibrios del sistema de
la economía primaria de exportación. El primero, referido a la demanda mundial de productos
agropecuarios y al flujo internacional de capitales a largo plazo, esto es, factores exógenos al
sistema mismo. El segundo, vinculado a la propia dinámica interna del sistema, o sea, un
mecanismo endógeno.
El nivel de exportaciones estaba condicionado por el nivel de la demanda mundial de productos
agropecuarios. En el largo plazo, el crecimiento de la producción rural de la región pampeana y de
las exportaciones fue posible por el crecimiento sostenido de la demanda mundial. En el corto
plazo, los volúmenes exportados y los precios obtenidos estaban condicionados por la fase del
ciclo económico porque atravesaban los países industrializados y su efecto sobre sus
importaciones de productos primarios. En cuanto al flujo de capitales extranjeros, estaba
condicionado, en el largo plazo, por el crecimiento de las economías industrializadas y la capacidad
de las economías de producción primaria de expandir las exportaciones y, en el corto plazo, por la
fase del ciclo económico por que atravesaban los países industrializados con sus consiguientes
repercusiones en todos los países integrados al mercado mundial. En la Argentina las
exportaciones y la entrada de inversiones extranjeras fluctuaron en toda la etapa. El aumento de
las exportaciones y la entrada de nuevas inversiones del exterior expandían el nivel de ocupación e
ingresos internos. La caída de las exportaciones y la reducción
o inversión del flujo de capitales extranjeros, contraía el nivel de ocupación e ingresos y creaba
situaciones críticas en el balance de pagos y las finanzas públicas. El mecanismo básico de ajuste
que invertía una tendencia depresiva o expansiva estaba dado desde el exterior.
Conviene distinguir en el comportamiento del sistema dos tipos de situaciones. La primera
vinculada a la vigencia del patrón oro, la segunda al del papel moneda inconvertible. El patrón rigió
durante casi treinta de los sesenta años de la etapa y el papel monedad inconvertible los cuarenta
restantes. Cuando regía el patrón oro, el papel moneda era convertible en oro y viceversa, la
cantidad circulante estaba vinculada a la existencia de oro y divisas convertibles. Teóricamente el
patrón oro proporcionaba un mecanismo automático de ajuste que permitía estabilizar el balance
de pagos y el nivel de precios internos. Cuando el país tenía un superávit en sus transacciones con
el exterior se producía una entrada neta de oro y divisas convertibles lo que elevaba
automáticamente la cantidad de dinero en circulación. El superávit del balance de pagos indicaba
que los productores agropecuarios tenían altos ingresos, que su gasto interno crecía y expandía la
ocupación y los ingresos de los sectores destinados a producir para el mercado local. Esta situación
provocaba una demanda creciente de mano de obra que tendía a elevar el nivel de salarios y,
consecuentemente, el nivel general de precios. Las exportaciones y los productos destinados al
consumo interno se encarecían y esto tendía a desalentar las exportaciones y a estimular las
importaciones. Se producía, de este
modo, una contracción y eventual desaparición del superávit en las transacciones con el exterior,
que reducía los medios de pago y el nivel de ocupación y actividad interna. Los salarios y el nivel
general de precios disminuían en consecuencia y se restablecía el equilibrio del sistema. En la
práctica el mecanismo de ajuste bajo el patrón oro no operaba como suponía la teoría. La razón
radica en que el nivel de las exportaciones no dependía básicamente de los precios argentinos sino
de la situación de la demanda mundial. El encarecimiento de las exportaciones argentinas no
disminuía sus posibilidades de colocación en el mercado mundial. En cuanto al comportamiento
de las importaciones, el aumento de los ingresos y del nivel de precios en la Argentina
efectivamente las estimulaba, introduciendo un efecto compensador. El mismo efecto
compensador se producía cuando la caída del nivel de precios y de los ingresos internos reducía las
importaciones.
El mecanismo de ajuste bajo el patrón oro tropezaba con otro tipo de dificultades. El
endeudamiento externo del país aumentaba la repercusión del efecto de los cambios producidos
en las exportaciones. Cuando las exportaciones crecían también lo hacía el flujo de capitales
extranjeros elevando el efecto expansivo sobre el nivel de la actividad e ingresos internos.
Veamos ahora el comportamiento del sistema bajo el régimen del papel moneda inconvertible.
Bajo este régimen, la cantidad de medios de pagos no estaba condicionada por la existencia de oro
y divisas. El papel moneda era inconvertible en oro y el sistema bancario podía emitir contra la
entrega de papeles públicos o documentos comerciales.
Los períodos de inconvertibilidad se caracterizaron por la depreciación del peso en términos de
oro. La depreciación del peso papel tenía una profunda incidencia sobre los precios de los distintos
bienes producidos en el país y sobre el nivel de salarios. La depreciación del peso abarataba las
exportaciones en términos de oro y de divisas convertibles pero este hecho, del mismo modo que
bajo el patrón oro, no estimulaba las exportaciones argentinas que dependían de la situación del
mercado mundial. La depreciación del peso y el encarecimiento de las importaciones era la
consecuencia natural de este proceso y ello tendía a ajustar la demanda de importaciones a la
efectiva capacidad de importar del país. La depreciación del papel moneda tenía otros efectos
importantes sobre el desenvolvimiento de la economía nacional. Mientras los servicios de la
deuda pública debían pagarse en oro o divisas convertibles los ingresos fiscales estaban
compuestos por pesos papel depreciados con respecto al oro. Esto encarecía el costo en peso
papel de los servicios de la deuda pública complicando la situación financiera del fisco en
momentos en que, como normalmente ocurría, la contracción de las exportaciones, de las
importaciones y del nivel de actividad económica interna empujaba a la baja los ingresos fiscales.
Este problema era en si mismo un nuevo factor de expansión monetaria ya que el gobierno
recurría a los institutos emisores para hacerse de pesos contra entrega de títulos públicos, lo que
aumentaba la depreciación del peso.
En última instancia, bajo el régimen de papel moneda inconvertible, el mecanismo efectivo de
ajuste de un
desequilibrio dependía, tanto como bajo el régimen de patrón oro, de los factores externos. La
depreciación del peso pudo haber estimulado la sustitución de importaciones. En la práctica, sin
embargo, este estímulo fue muy transitorio y errático ya que la recuperación de las exportaciones
y la entrada de nuevos capitales del exterior tendían inmediatamente a valorizar el peso y a
abaratar las importaciones. Por otra parte, la ausencia de una política sistemática de protección al
desarrollo industrial impedía la apertura de oportunidades de inversión con posibilidades
promisorias y permanentes en los sectores destinados a la producción de bienes que competían
con los productos importados.
La estructura productiva
Evolución de la población
El debilitamiento relativo creciente de las economías del Interior agravó la situación financiera de
los fiscos provinciales que fueron dependiendo en medida creciente de los subsidios del Gobierno
de la Nación.
El viejo federalismo económico de las etapas de la economía primaria de subsistencia y de
transición, debía reemplazarse por la formación del mercado nacional y la articulación de una
política de desarrollo integrado de la economía argentina. En esta alternativa sigue aún el país
después de haber andado durante más de 40 años la etapa de la economía semiindustrial
dependiente.
II PARCIAL
Hacia 1930 concluye la etapa de la economía primaria exportadora. Convergen en esa época dos
factores de origen interno y la transformación radical del contexto externo que encuadró el
desarrollo del país desde mediados del siglo XIX.
En el plano interno, la ocupación total de las tierras dentro de la frontera pampeana ponía
término al proceso tradicional de crecimiento de la producción rural destinada a la exportación. La
producción exportable pasó a depender de los rendimientos por hectárea, esto es, del cambio
tecnológico y la mecanización de las explotaciones rurales.
Por otro lado, el tamaño y la complejidad de la economía argentina imponían la integración
creciente de la actividad productiva a través del desarrollo industrial.
En el plano internacional, la pérdida de dinamismo en la demanda de productos primarios, alteró
radicalmente el papel que la economía internacional había jugado, desde mediados del siglo XIX,
en el desarrollo argentino.
Este conjunto de circunstancias, determinó la pérdida del rol hegemónico del sector agropecuario
de la región pampeana como actividad promotora del desarrollo del conjunto de la economía
nacional.
La depresión mundial de 1929 comenzó como tradicionalmente había ocurrido con las crisis del
sistema. La contracción de la producción, de los ingresos y de los niveles de ocupación en los
países industrializados provocó la disminución de sus importaciones y, a través de esto, del
volumen del comercio internacional. La profundidad y prolongación de la crisis de 1929 llevó a los
países industrializados a adoptar una larga serie de medidas proteccionistas: la formación de
bloques, la formalización de acuerdos bilaterales y el abandono de los cauces multilaterales del
comercio, la devaluación de las monedas y el abandono del patrón oro, la adopción de controles
de cambio, el establecimiento de cuotas de importación y la adopción de tarifas sustancialmente
mayores
que las imperantes antes de la crisis. El volumen de las exportaciones mundiales cayó en 25%
entre 1929 y 1933 y los precios en más de 30%.
Después de los puntos más bajos de la depresión, en 1932 y 1933, comenzó una lenta
recuperación.
El movimiento internacional de capitales también fue fuertemente afectado por la crisis. Ésta no
sólo detuvo su flujo tradicional, sino que, además, los países exportadores de capital comenzaron
a recuperar parte de las inversiones radicadas en el exterior, provocando un trastrocamiento del
sentido de la corriente internacional de capitales.
El comportamiento posterior a 1929 del comercio internacional y del flujo de capitales afectó
particularmente a los países especializados en la producción y exportación de productos primarios.
La caída del volumen físico de las exportaciones fue agravada por el empeoramiento de la relación
de intercambio entre los productos primarios y los industriales. Al mismo tiempo, el flujo de
capitales internacionales hacia los países deudores especializados en la producción primaria,
quedó fuertemente alterado después de la crisis. El debilitamiento de la posición externa de los
países de producción primaria aumentó sensiblemente la incidencia de los servicios de la deuda.
Simultáneamente se registra, durante la década de 1930, un cambio radical en la orientación de
las inversiones extranjeras. En los 70 u 80 años anteriores a la crisis las inversiones a largo plazo en
los países de producción primaria se orientó hacia la compra de títulos públicos hacia las
inversiones directas en ferrocarriles y otras obras de infraestructura. A partir de la crisis, en
cambio,
las inversiones en estos campos prácticamente desaparecieron. Ello obedeció a las crecientes
dificultades financieras de los gobiernos de los países deudores y, en muchos casos, al
incumplimiento de los servicios de la deuda existente. La inversión privada extranjera a largo plazo
se orientó en aquellos pocos productos primarios, que como el petróleo y los minerales no
ferrosos, siguieron gozando de una fuerte demanda a pesar de la depresión. Estas inversiones se
realizaban con vistas a producir bienes que se exportaban directamente a los propios países
originarios de la inversión. En los países especializados en la exportación de productos primarios
de mayor mercado interno la inversión extranjera directa se orientó hacia la industria
manufacturera. Ejemplos típicos de esta clase de inversiones fueron las realizadas en las fábricas
de armado de automóviles.
La caída del poder de compra de las exportaciones, la imposibilidad de comprimir a la misma
velocidad las importaciones, el trastrocamiento del flujo de capitales extranjeros y el abandono de
la libre transferibilidad de divisas, plantearon problemas inéditos en los países de la periferia. Este
proceso se profundizó con la Segunda Guerra Mundial, que interfirió en las rutas tradicionales de
comercio y en el funcionamiento de los mercados internacionales de capitales.
Las tendencias del comercio mundial revelaron en el período una notable estabilidad en la
participación relativa de los productos primarios y las manufacturas. La estabilidad en la
composición del comercio internacional
es un hecho notable, visto el fuerte avance de la industrialización en el período y la pérdida de
importancia relativa de la producción primaria en la producción total. El debilitamiento de la
participación de los alimentos y materias primas agropecuarias fue compensado con el incremento
de los minerales no ferrosos y el petróleo.
Con el impacto de la depresión sobre la economía mundial en la década del ’30, se acentuó la
influencia de algunas tendencias que estaban operando desde el comienzo del siglo y que
modificaban profundamente la composición de la demanda y la producción mundiales. A medida
que crece el ingreso se modifica la composición del gasto porque se tiende a gastar menos en
alimentos, cuya participación va disminuyendo en relación con el consumo total. En el caso de las
materias primas, los factores en juego son mas complejos y deben mencionarse, entre ellos, el uso
de materiales sintéticos en cambio de materias primas naturales.
El progreso técnico, a su vez, impacta profundamente en la composición de la demanda y la
producción, porque genera permanentemente nuevos bienes y servicios que atraen proporciones
sustanciales del gasto y porque determina la cantidad de mando de obra que es necesario emplear
para obtener determinadas cantidades de producción. En el caso de la agricultura, la demanda
tiende a crecer lentamente mientras que el progreso los hace muy rápidamente. En el caso de lo
servicios, el proceso es inverso al de la agricultura. La demanda crece rápidamente y la
productividad muy poco, ya que el progreso técnico tiende a concentrarse en la producción en la
producción de bienes y no de servicios.
Los
cambios en la composición de la demanda y en la estructura de la producción y el empleo, bajo el
impacto de las elasticidades ingreso en la demanda y el progreso técnico, se registran también
dentro de la agricultura, la industria y los servicios. Las llamadas industrias dinámicas (químicas y
mecánicas) tienden a crecer más rápidamente que las tradicionales (textil, alimentos y bebidas,
maderas, etc.).
Los cambios mencionados influyen también en los precios relativos de los distintos bienes y
servicios. En general, tienden a abaratarse relativamente los bienes en que el progreso técnico y la
productividad avanzan más rápidamente. De allí, la caída generalizada de los precios relativos de la
agricultura, y esto explica, en gran medida, el deterioro de los términos de intercambio de estos
productos en el comercio internacional.
En el plano del comercio internacional, las tendencias de la demanda de los productos primarios a
que se hizo referencia son agravadas por las fuertes políticas proteccionistas aplicadas por los
países desarrollados. La participación de los productos primarios en las exportaciones mundiales
declinó del 66% en la década del ’30 al 46% en 1960 y al 35% en 1970.
La expansión internacional de los grandes conglomerados industriales de los Estados Unidos y
otros países avanzados, es un hecho que surge con gran impulso en las décadas del 60’ y ’70.
Conviene destacar dos características operativas de las subsidiarias de las corporaciones
norteamericanas. La primera, que destinaban alrededor del 80% de su producción a los mercados
internos donde operan. La segunda, que la mayor parte del financiamiento para
su expansión, en torno también del 80%, proviene de recursos internos generados en los propios
países en que operan.
Los países avanzados dedican una proporción importante de recursos a gastos de investigación y
desarrollo, vinculados a la promoción de la investigación científica, las innovaciones y su aplicación
al proceso productivo. El vertiginoso efecto del progreso científico sobre la producción circula
activamente en la economía internacional por diversos cauces: incorporando en maquinarias y
equipos que exportan los países avanzados; como inversiones de las corporaciones
multinacionales; como transferencias de patentes, licencias y know – how.
Ente 1945 y 1970 la economía internacional registra una expansión sin precedentes históricos,
tanto en términos de producción como de comercio, transferencias de capital y tecnología.
El sistema monetario se asentó en los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que establecieron un
régimen monetario apoyado en paridades cambiarias fijas y normas de disciplina fiscal y
monetaria de los países miembros del FMI, creado entonces. A su vez, se avanzó firmemente en el
proceso de liberación del comercio de manufacturas mediante el GATT. Este proceso abarcó
fundamentalmente las relaciones entre los países avanzados, mientras que los países
especializados en la producción y exportación de productos primarios continuaron tropezando con
elevadas barreras a sus exportaciones y con dificultades crecientes para mantener la expansión de
su comercio exterior y el equilibrio de sus transacciones internacionales. Los países periféricos
declinaron su participación en las exportaciones mundiales del 30% en 1937 al 17% en 1970. La
expansión del comercio internacional se apoya, por lo tanto, en el rápido crecimiento de las
exportaciones de manufacturas entre los mismos países industrializados. El comercio entre los
países avanzados se realiza al nivel de productos dentro de las mismas ramas industriales,
fundamentalmente de las industrias intensivas en investigación. No se trata de una especialización
entre industrias sino dentro de cada industria a nivel de productos terminados, componentes y
bienes de capital.
Es precisamente le impacto del progreso técnico sobre la estructura productiva y en la
composición de la demanda de consumo e inversión, lo que explica su creciente especialización
intraindustrial. El avance continuado y la economía creciente en los sistemas de transporte
marítimo, aéreo y terrestre, la difusión de los sistemas de computo y procesamiento de datos y la
revolución en las comunicaciones contribuyeron también a fortalecer la interdependencia entre
las economías avanzadas. La difusión del progreso técnico y la semejanza entre las estructuras
productivas, lejos de hacer desaparecer las ventajas comparativas y disminuir las posibilidades de
intercambio, ampliaron vertiginosamente las oportunidades de comercio entre los países
desarrollados.
Simultáneamente, las inversiones de las corporaciones multinacionales se orientan cada vez más
hacia la industria manufacturera y hacia los propias economías avanzadas.
La especialización intraindustrial se manifiesta también al nivel de desarrollo científico y
tecnológico. Esta especialización es singularmente
manifiesta en los países desarrollados de menor dimensión económica, que pueden abarcar un
frente de desarrollo industrial y tecnológico menos amplio.
La especialización intraindustrial al nivel del comercio de manufacturas y del desarrollo
tecnológico se registra entre economías integradas, crecientemente abiertas al proceso de
interdependencia de los países avanzados. La tradicional división del trabajo entre países
industriales y economías especializadas en la exportación de productos primarios ha perdido
vigencia dinámica y no constituye un camino viable para el estrechamiento de las relaciones
económicas internacionales. Ha surgido un nuevo sistema de división internacional del trabajo al
nivel del intercambio de manufacturas, tecnología y capitales, entre países industrialmente
avanzados, que encuadra el proceso de integración de la economía internacional impuesto por el
progreso técnico. La cobertura de este sistema es mucho más restringida que la del anterior y
margina de las corrientes dinámicas del comercio mundial a los países de la periferia.
Por otra parte, el crecimiento de los países de la periferia genera una demanda dinámica de
importaciones, particularmente en maquinarias, equipos y otras manufacturas. Se genera así un
problema de “brecha de divisas”. En tales condiciones, el estrangulamiento externo es un
obstáculo severo para la formación de capital.
Las transferencias de capital de fuente pública desde los países industrializados hacia los países
subdesarrollados ha compensado sólo en parte el deterioro de las relaciones de estos últimos.
Estas transferencias están fuertemente vinculadas con la promoción
de los intereses de los países exportadores de capital, incluyendo la expansión de sus
exportaciones y el afianzamiento de sus posiciones de predominio político en numerosos países. El
deterioro de la posición internacional de los países subdesarrollados se refleja en su creciente
endeudamiento exterior.
XIV.
Las nuevas condiciones del desarrollo
Estructura
industrial y apertura externa.
La complejidad del sistema industrial está determinada por los siguientes factores: desarrollo
tecnológico, tamaño y estructura del mercado y el comercio exterior.
El nivel de ingreso por habitante es uno de los factores condicionantes del tamaño y la estructura
del mercado. Otros dos factores condicionantes del tamaño y la estructura del mercado son la
distribución del ingreso y la población. Con una excesiva concentración del ingreso en un reducido
grupo social, la demanda de los grupos privilegiados puede ser tan o más sofisticada que en un
país desarrollado. La población determina el tamaño del mercado y la dimensión de cada uno de
los estratos de ingresos. Del tamaño del mercado y su estructura depende la posibilidad del
desarrollo de ciertas actividades industriales que requieren escalas mínimas de producción para
ser viables.
En los países de economía de mercado de desarrollo industrial tardío el juego de las fuerzas
económicas tienden a concentrar la producción en las industrias tradicionales. Éstas, por su menor
demanda de inversiones, más baja complejidad tecnológica, más fácil organización y menor escala
de producción compatible con la eficiencia, atraen más fácilmente la inversión privada. En cambio,
las industrias básicas tiene características opuestas y se obstaculiza la canalización de inversiones
privadas a las mismas. Estas industrias requieren la inmovilización de grandes montos de capital
por tiempos prolongados y con rendimientos inseguros.
Como la industria dinámica requiere para su establecimiento decisiones explícitas del poder
administrador en
términos de nivel de la protección arancelaria, créditos, exenciones para importar maquinarias,
equipos y materiales y otras cuestiones a nivel de cada proyecto, se comprende que la tasa de
desarrollo de las industrias dinámicas, su control y su nivel de eficiencia descanse en las decisiones
de política económica.
La elevación del coeficiente de importaciones. Impulsado por la transformación de la estructura
productiva, una vez superadas las primeras fases del proceso de sustitución por importaciones,
plantea dos cursos de acción para un país de desarrollo industrial tardío. Uno es cubrir la creciente
demanda de importaciones con divisas producidas por las exportaciones de productos primarios.
Otro curso de acción consiste en hacer converger los cambios en la estructura de la oferta con la
transformación de la composición de las exportaciones, haciendo participar crecientemente en las
mismas productos de los sectores que están liderando el desarrollo, esto es, manufacturas. El
primer curso de acción lleva inevitablemente al estrangulamiento externo, por lo que el segundo
es el único compatible con la formación y desarrollo de una economía industrial avanzada.
Transformación
de las relaciones externas
Las relaciones de la economía argentina con el resto del mundo sufrieron transformaciones
profundas a partir de 1930.
Veamos, primero, los cambios registrados en las relaciones de la economía argentina con el resto
del mundo en el subperíodo 1930-1950. La crisis mundial influyó en el volumen de las
exportaciones argentinas pero mucho más fuertemente en los términos de intercambio. La caída
de los precios internacionales de los productos agropecuarios fue mucho más pronunciada que la
de los bienes manufacturados importados por el país y así se explica el drástico deterioro de los
términos de intercambio. Como consecuencia de esos hechos, el poder de compra de las
exportaciones se redujo casi un 40%. El volumen físico de las importaciones se contrajo
prácticamente en la misma proporción, como consecuencia de una disminución de la demanda
interna y de la escasez de divisas. También disminuyó la entrada de capitales del exterior.
Pese al bajo nivel de las exportaciones y de las entradas de capital extranjero durante la guerra, la
fuerte contracción de las importaciones en el período permitió acumular importantes reservas de
divisas. Las reservas de divisas y la recuperación del poder de compra de las exportaciones
permitieron hacer frente a una acrecentada demanda de divisas en el quinquenio 1945-1949. las
importaciones, fuertemente restringidas durante la Segunda Guerra Mundial, prácticamente
duplicaron su volumen físico con respecto a 1940-1944. La política de repatriación de la deuda
externa y la nacionalización de servicios públicos, principalmente los ferrocarriles, generaron una
salida de capitales
de alrededor de 1.500 millones de dólares.
Estos acontecimientos provocaron una drástica reducción del peso relativo de los factores del
exterior en la economía argentina. La demanda global y la oferta monetaria dejaron de depender
directamente del nivel de las exportaciones y de las reservas de divisas. El gasto del sector público
y la inversión privada pasaron a constituir los principales elementos impulsores de la demanda
global, y la oferta monetaria se vinculó crecientemente a la política fiscal y crediticia. Sin embargo,
como veremos en seguida, estos procesos no implicaron un mayor grado de autonomía de la
economía argentina y una menor vulnerabilidad exterior.
En el segundo subperíodo, que se extiende desde principios de la década de 1950 hasta 1970, se
consolidaron algunas de las tendencias de las dos décadas anteriores y se pusieron de manifiesto
otras de profunda gravitación en el desarrollo del país. Las exportaciones se mantuvieron durante
toda la década de 1950 en muy bajos niveles, pero a principios de 1960 se insinúa un repunte. La
relación entre las exportaciones y el producto bruto interno, que declinó del 24% al 10% entre
1925-1929 y 1945-1949, no se recuperó en las dos décadas siguientes.
Otro hecho importante en el comportamiento del sector externo a partir de 1950 fue la
estabilización del coeficiente de importaciones en torno del 10%. La drástica reducción del
coeficiente de importaciones repercutió negativamente en el proceso de acumulación de capital.
Pero la economía de divisas generada por la sustitución de importaciones permitió enfrentar la
declinante capacidad de pagos externos.
La nueva
situación creada por ese comportamiento del coeficiente y el lento crecimiento de las
exportaciones dio lugar al surgimiento de desequilibrios crónicos del balance de pagos en cuenta
corriente. Éste entró en déficit cada vez que la expansión económica interna impulsó las
importaciones. La respuesta inicial a estos desfasajes fue el financiamiento externo, hasta que el
peso de la deuda se convirtió en un nuevo factor de desequilibrio.
Otra de las características del período es el bajo nivel de entradas netas de capital extranjero,
sobre todo, si se lo compara con los niveles alcanzados antes de la crisis mundial. Un aspecto
fundamental del comportamiento del sector externo desde fines de la década de 1950 es la
participación creciente de la inversión privada directa extranjera en el desarrollo del sector
industrial del país. Así se advierte el fuerte aumento de las remisiones al exterior en concepto de
regalías, comisiones y otros servicios, que aproximadamente duplicaron su valor entre principios y
fines de la década de 1960.
Las exportaciones no son ya le factor determinante del nivel de la demanda global y de ocupación
del sistema económico. Pero como principal componente de la capacidad de pagos externos del
país, condicionan el nivel de importaciones y la posibilidad de hacer frente a los compromisos
financieros con el exterior. El capital extranjero invertido en el país no representa ahora una
proporción tan importante de capital fijo total, como antes de la crisis mundial, pero ejerce, a
través de la inversión privada directa en los sectores industriales dinámicos, un papel hegemónico
en el desarrollo económico del país.
El creciente endeudamiento externo, la gravitación de la empresa extranjera y la dependencia
tecnológica del país, provocan las remisiones netas al exterior en concepto de utilidades,
intereses, regalías y otros conceptos que gravitan pesadamente en el balance de pagos. Esta
situación instalada en el balance revela la magnitud de la vulnerabilidad exterior de la economía
argentina. La sustitución de importaciones, la industrialización del país y el aumento del
autoabastecimiento de la demanda de consumo e inversión, han desembocado en una
dependencia financiera externa tanto o más grande que la existente en la etapa de la economía
primaria exportadora. De allí deriva uno de los puntos críticos del sistema semiindustrial
dependiente.
El lento crecimiento de la demanda de alimentos y materias primas y el fuerte aumento de la
productividad en las actividades primarias, lleva a un deterioro progresivo de sus términos de
intercambio. Esto se advierte no sólo analizando las relaciones de precios en el mercado
internacional sino, también, en los precios relativos dentro de las economías industrializadas.
La etapa abierta en 1930 registra el desplazamiento del núcleo dinámico del crecimiento desde el
agro hacia la industria. Dentro de la misma actividad manufacturera se produce una
transformación profunda. En la primera fase del proceso de sustitución de importaciones, entre
1930 y fines de la década de 1940, el liderazgo del crecimiento es ejercido por las industrias
tradicionales, fundamentalmente la textil y, en menor medida, por el agrupamiento de alimentos,
bebidas y tabaco. El comportamiento
de las diversas ramas industriales se modifica sustancialmente en torno de 1950, una vez que
queda consumada la sustitución de manufacturas sencillas.
A partir de 1950 son las industrias dinámicas las que asumen el liderazgo del crecimiento. En el
caso de las industrias metalmecánicas, por ejemplo, de la producción de bienes relativamente
sencillos se fue pasando progresivamente a la fabricación de máquinas-herramientas, máquinas
agrícolas e industriales, equipos eléctricos y de comunicaciones, material de transporte, artefactos
eléctricos y productos electrónicos. En la industrial automotriz se pasó del ensamblado a la
producción de vehículos con una elevada participación de componentes locales. La industria
química también registró cambios profundos, con una mayor gravitación de productos básicos e
intermedios y de la petroquímica. El proceso de penetración del capital extranjero en la nueva
etapa está, pues, íntimamente ligado a la fase de expansión de las industrias dinámicas.
La composición de las importaciones sufrió el impacto de las transformaciones operadas dentro de
la economía nacional y del sector industrial. La importación de textiles prácticamente
desapareció.
En esta etapa, el sector rural y la industria derivada del él genera más del 90% de las exportaciones
totales. Las manufacturas de origen industrial no agropecuario contribuyen con menos del 10%. En
cuanto a la demanda de importaciones, se observa que la industria manufacturera absorbe
alrededor del 45% de las correspondientes a bienes de capital y el 90% de las importaciones de
bienes intermedios. En conjunto, la industria manufacturera absorbe alrededor
del 75% del total de las importaciones.
La expansión industrial y los cambios en la composición de la producción manufacturera ejercieron
una profunda influencia sobre la asignación de los factores productivos: trabajo y capital. Durante
la fase de expansión de la industria tradicional, la ocupación industrial creció rápidamente. Esas
industrias son generalmente intensivas en el uso de mano de obra, sobre todo con la tecnología
disponible en la época y generaban, consecuentemente, una expansión de la demanda de mano
de obra pari passu con el crecimiento de la producción. Posteriormente, el desplazamiento del
desarrollo industrial hacia las ramas dinámicas coincidió con una drástica reducción de la tasa de
crecimiento del empleo en la industria. Además, el progreso técnico en algunas ramas
tradicionales también se orientó hacia tecnologías capital-intensivas.
El estancamiento agropecuario
El crecimiento del sector fue particularmente bajo entre 1930 y 1950, en que la tasa anual fue del
1% contra el 2% de los veinte años siguientes. En las cuatro décadas en consideración, también se
registraron cambios bruscos, en la producción de la agricultura y la ganadería. El lento crecimiento
en todo el período provocó una disminución de los saldos exportables. Otro hecho significativo en
la evolución del sector rural en la etapa abierta en 1930 fue el desplazamiento de la producción de
cereales y oleaginosos por la ganadería vacuna en la zona pampeana, particularmente hasta
principios de la década de 1950. En esto influyó la mejora de los precios relativos de la ganadería y
la congelación de arrendamientos, que estimuló la
retención de tierras por los propietarios y su dedicación a la actividad pecuaria. Además. La
migración de la población rural afectó fundamentalmente a la agricultura, que demanda mayor
mano de obra que la ganadería. Por otra parte, los precios relativos agricultura/ganadería se
movieron en contra de la agricultura hasta mediados de la década de 1950.
En la evolución de la producción pampeana incidieron un conjunto de factores. Los precios
relativos de la producción de la región se deterioraron desde principios de la década de 1930 hasta
principios de la de 1950. En el plano internacional los precios agropecuarios tienden a
deteriorarse, como consecuencia del fuerte incremento de la productividad rural en los países
avanzados y el lento crecimiento de la demanda de sus productos. Estas tendencias se
transmitieron a la Argentina a través de la evolución de los precios del intercambio exterior. Desde
mediados de la década de 1950 los precios relativos internos de la producción agropecuaria
estuvieron generalmente por encima de los términos del intercambio exterior. De este modo, la
evolución de los precios relativos e la producción agropecuaria en la Argentina muestra un sesgo
ascendente en las últimas dos décadas. Los cambios en las políticas de precios provocan
modificaciones pronunciadas en los precios relativos. Este factor de inestabilidad en los precios y,
consecuentemente, en los rendimientos de las explotaciones agropecuarias, seguramente ha
conspirado contra un proceso ordenado de capitalización y cambios en el sector.
Otros dos factores tiene particular importancia: el régimen de tenencia de la tierra y el rezago del
cambio
tecnológico. Conforme a una investigación sobre el tema, se estima que alrededor del 50% de la
tierra es explotada en forma deficiente, debido a las características del régimen de tenencia. La
producción por hectárea es en los latifundios 1/3 inferior a la de las explotaciones familiares. El
tercer factor que influyó negativamente en el desarrollo de la producción en la zona pampeana fue
el rezago en la introducción de las nuevas tecnologías agropecuarias. Si se considera que el rápido
avance de la productividad agropecuaria se apoyó en los países avanzados en la investigación y las
tareas de extensión respaldadas por los gobiernos, en la difusión de los insumos químicos y,
además, en un rápido proceso de capitalización, se comprende el rezago del país en todas esta
áreas haya contribuido decisivamente al lento crecimiento de la producción.
La evolución de la producción agropecuaria refleja cambios profundos en la utilización de los
factores productivos. A partir del momento de la ocupación de la totalidad de las tierras aptas de
la zona pampeana, el crecimiento de su producción pasó a depender primordialmente del
incremento de los rendimientos por hectárea. El proceso de capitalización tendió a sustituir mano
de obra antes que provocar un incremento de los rendimientos por hectárea.
La estructura productiva
Según se ha visto, la industria y los servicios absorben en medida creciente la mano de obra del
país. Concurrentemente a esta tendencia, se acelera el proceso de urbanización, debido a que la
mayor parte de esas actividades se desarrollan en los centros urbanos. El Gran Buenos Aires
ejerció una fuerte atracción en las últimas décadas sobre la radicación de nuevas industrias en la
expansión de diversos servicios. La principales fuerzas fueron las siguientes: En primer término, el
hecho de que la región metropolitana contase con mayores instalaciones de servicios básicos. En
segundo lugar, el hecho de que hacia 1930 el gran Buenos Aires representase cerca del 30% de la
población total y que el nivel de ingreso de la misma fuera superior al del promedio del país,
determinó una concentración del mercado nacional en esa zona. En tercer lugar, dado que las
actividades industriales requerían una proporción elevada de materias primas, productos
intermedios, equipos y combustibles importados, una buena parte de las industrias, sobre todo
aquéllas influidas en su localización por la fuente de las materias primas, tendieron a establecerse
cerca del interior. En cuarto lugar, el GBA disponía de una abundante oferta de mano de obra, con
un nivel de capacitación relativamente más alto que el promedio del país, lo que ejerció un fuerte
poder de atracción sobre la industria y la radicación
de nuevas empresas. Finalmente, la expansión del gasto público, especialmente a partir de 1945, y
la concentración del mismo en el GBA, creó una fuente adicional de ocupación e ingresos.
La concurrencia de esos factores determinaron pues, la localización de la población y la actividad
productiva en la región metropolitana. En 1964 el valor de la producción industrial del GBA
representaba el 56% del total del país. El ingreso per capita era 70% o más alto que el promedio
del país.
En la etapa bajo análisis, la estructura productiva dentro de ese espacio del territorio nacional
sufrió cambios profundos. La actividad industrial y los servicios adquirieron un rol predominante y
la actividad rural perdió participación relativa en la generación de la producción y el ingreso. Este
cambio en la estructura productiva debía reflejarse necesariamente en la distribución espacial de
la población y la actividad productiva.
El resto del país participó limitadamente en el desarrollo industrial a partir de 1930. Los datos
censales revelan que, en 1963, esa regiones, con el 75% del territorio nacional y el 33% de la
población, sólo generaban el 20% de la producción industrial del país. Una de las características
fundamentales del proceso de industrialización es la integración e interdependencia creciente
entre las diversas actividades económicas. Este proceso de integración e interdependencia
industrial se registró, fundamentalmente, dentro del GBA. La industrialización del país localizó su
efecto integrador en un espacio limitado del territorio nacional, dejando fuera de su alcance
al resto de las regiones. De este modo, el desarrollo industrial del resto del país se concentró en la
transformación de la producción primaria de las respectivas regiones. Deben señalarse algunas
excepciones significativas a esta consideración general. La más importante es la del desarrollo de
la industria metal mecánica en la provincia de Córdoba.
Las relaciones entre la zona industrializada y el resto del país se forjaron, fundamentalmente, al
nivel de la producción primaria. El crecimiento industrial generó una demanda creciente de
insumos de origen agropecuarios, como algodón y lana, y de insumos de origen minero,
incluyendo petróleo. Por otra parte, el mercado del GBA y de la zona pampeana concentró la
mayor parte de la demanda de productos tales como azúcar, yerba, vino, frutas, tabaco y té. Esto
generó una corriente de estas producciones desde el Interior hacia el GBA. Por otro lado, el
interior utilizó los incrementos del ingreso, generado por sus “exportaciones” a la zona industrial,
en “importaciones” de manufacturas desde esta misma zona. Se formalizó, de este modo, dentro
del territorio nacional, una relación centro periferia entre la zona industrial y el resto del país.
Las regiones y provincias que registraron un crecimiento apreciable y pudieron generar empleos
para retener su población fueron aquellas que desarrollaron actividades de exportación al GBA y la
zona pampeana. Otras provincias quedaron fuera de las corrientes dinámicas del sistema de
relaciones centro periferia (Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, San Luis, Entre Ríos y
Corrientes). Uno de los fenómenos típicos del subdesarrollo fue la insuficiencia
de generación de empleo en la actividad primaria y la industria que aparte de expeler población
fuera de las fronteras concentró mano de obra en servicios de muy baja productividad.
El comportamiento de los fiscos provinciales está estrechamente ligado a las tendencias
experimentadas en el desarrollo de cada provincia. En aquellas tradicionalmente importantes los
gobiernos provinciales dispusieron de una cantidad significativa de ingresos propios que le
permitió cumplir un papel más o menos activo. Los gobiernos de las provincias económicamente
estancadas, por el otro lado, carecieron de recursos propios como para realizar una gestión
eficiente de gobierno, y el mantenimiento de las administraciones provinciales y de los planes de
obras recayó, básicamente, en las prestaciones directas del gobiernos federal y en los aportes del
mismo.
La etapa del sistema semiindustrial dependiente consolida el proceso de descomposición del viejo
federalismo económico y fortalece el papel del GBA como núcleo dinámico y dominante del
desarrollo económico y social del país.
En la etapa que se abre a partir de 1930, diversas razones aconsejan analizar separadamente los
principales lineamientos de la política económica. Por un lado, la contemporaneidad de los
problemas determina que esos lineamientos conserven vigencia actual. Por otro, la realidad es
mucho más compleja y la política económica no adoptó a partir de 1930 un rumbo definido de
largo plazo. La conducción económica estuvo fuertemente influida por la inestabilidad política.
Hacia 1950 se registra una serie de cambios importantes
que diferencian los problemas que debió enfrentar la política económica en las dos décadas
anteriores y posteriores a ese año. Entre 1930 y 1950 los problemas, con ser agudos, eran menos
complejos y podían ser enfrentados al nivel de las grandes herramientas de la política económica
que operan sobre la demanda global, la oferta monetaria, los precios relativos, el tipo de cambio,
el déficit y el gasto público. A partir de 1950, en cambio, van surgiendo crecientemente los
problemas del sistema semiindustrial dependiente. Por estos motivos analizaremos la evolución
de la política económica en dos apartados. El primero abarca el período 1930-1950 y el segundo
1950-1970.
Al iniciar su gestión en 1946, el nuevo gobierno heredó, junto a una importante masa de reservas
internacionales,
una economía descapitalizada, como resultado de la fuerte restricción del equipamiento durante
la década de 1930 y la guerra mundial. En este contexto, durante el trienio 1946-1948 el gobierno
llevó hasta sus últimas consecuencias lo que podríamos llamar la fase clásica del proceso de
sustitución de importaciones en el marco de una redistribución de ingresos a favor de los sectores
populares. En ese período se siguió una política fuertemente expansiva. Simultáneamente, el
gobiernos ejecutó una política de nacionalización de servicios públicos y repatriación de la deuda
pública. El capital extranjero que en 1913 equivalía al 50% del activo fijo total cayó al 5% en 1955.
A través del control de precios para artículos de consumo popular, el subsidio al consumo de los
mismos, la política de salarios mínimos urbanos y rurales, la aplicación del sueldo anual
complementario y la mejora de las prestaciones del sistema de seguridad social, se produjo una
fuerte expansión de la demanda de consumo y una fuerte redistribución de ingresos a favor de los
grupos de menores ingresos.
Estas políticas tuvieron un importante efecto expansivo. Las importaciones crecieron rápidamente
en esos años. Esto, sumado a la repatriación de la deuda y la nacionalización de los ferrocarriles y
otros servicios públicos, provocaron una fuerte caída de las reservas internacionales.
Cuando en 1949 el gobierno concluye, en el breve plazo de tres años, la fase expansiva de su
política, se agota, al mismo tiempo, la fase clásica del proceso de sustitución de importaciones. La
crisis
de la política peronista se extiende hasta 1952 y, al salir de ella, el gobierno adopta un nuevo curso
de acción.
En 1949, tanto las exportaciones como las importaciones cayeron en 1/3. Al mismo tiempo que la
contracción de las importaciones disminuía la disponibilidad de bienes, el crecimiento de la
producción interna tropezaba con el estrangulamiento de la capacidad productiva generada en un
largo período de baja capitalización. El gobierno mantuvo hasta los inicios de la década de 1950 su
política monetaria, fiscal y salarial expansiva. En 1951 el crecimiento de los precios alcanza límites
gasta entonces sin precedentes en lo que iba del siglo. El índice del costo de vida registró un
aumento del 37%. Trabado por el estrangulamiento del balance de pagos y el estancamiento de la
capacidad productiva interna, el gobierno peronista se embarcó en un nuevo curso de acción a
partir de 1952.
El nuevo programa económico incluyó una severa política de ingresos, con la creación de una
comisión nacional de precios y salarios, la concertación de convenios laborales cada dos años y el
mantenimiento de un estricto control de precios. La política de ingresos logró evitar caídas
sustánciales en los salarios reales y mantener la participación de los trabajadores en el ingreso
nacional. El gobierno siguió apelando a fuerte subsidios para abaratar los precios internos de los
artículos agropecuarios de consumo popular. Esto permitió, al mismo tiempo, elevar los precios
percibidos por los productores agropecuarios, a pesar del deterioro de los términos de
intercambio del comercio exterior. La estrategia para enfrentar el estrangulamiento externo
se apoyó en dos pivotes. Uno, estimular la producción agropecuaria mediante la mejora de los
precios relativos del sector rural. Otra, la promoción de la entrada de inversiones y préstamos. La
política de capital extranjero se articuló a través de un conjunto de decisiones, incluyendo la
adopción de una nueva ley en la materia, que elevó el límite permitido de remisiones al exterior, y
los acuerdos con empresas extranjeras para el establecimiento de fábricas de tractores y para el
desarrollo de la industria automotriz.
Un aspecto que debe destacarse en la política económica internacional fue el énfasis, durante el
gobierno peronista, al estrechamiento de los vínculos con los países latinoamericanos,
particularmente los limítrofes. La política fue articulada principalmente a través de acuerdos
bilaterales, en cuyo encuadre se produjo una apreciable expansión del comercio.
La Revolución Libertadora
La experiencia frondicista
En 1958, Frondizi introdujo cambios drásticos en la política económica y una nueva estrategia
para enfrentar el estrangulamiento el balance de pagos. La tesis central era que éste obedecía al
subdesarrollo de las industrias básicas y, consecuentemente, a la dependencia de importaciones
de materiales industriales como el acero, papel de diario y productos químicos. El déficit en la
producción petrolera completaba este cuadro de dependencia externa, fincada en la insuficiente
producción nacional de combustibles y de productos industriales de base. La composición de las
importaciones respaldaba estas afirmaciones. Las exportaciones no figuraban como elemento
clave de la nueva estrategia. En la formulación de la política frondicista, las exportaciones,
atrapadas por el deterioro de los términos de intercambio y el control foráneo de los mercados de
exportación, empobrecían al país, al trasladar ingresos de lo s productos argentinos a los
importadores del exterior. El financiamiento de la expansión de la capacidad productiva
descansaba en la entrada masiva de capital extranjero y en un aumento de la tasa interna de
ahorro. La articulación de esta política tuvo dos fases. La primera, en que se siguió una violenta
expansión de la demanda a través de un ajuste masivo de salarios, una fuerte expansión de la
oferta monetaria y el incremento del déficit fiscal. Las tensiones introducidas por estas políticas
sobre el nivel de precios y el balance de pagos fueron enfrentadas a partir de principios de 1959,
cuando se inaugura la estrategia económica de fondo, con un conjunto de medidas tendientes a
establecer la confianza necesaria en los círculos financieros internacionales y en los grupos
internos dominantes. También se adoptaron
una serie de medidas para estimular a inversión, entre ellas, desgravaciones impositivas para la
capitalización, la reducción de los recargos y derechos aduaneros para la importación de
maquinarias y equipos y la elevación de la protección a al industria nacional. En respuesta a esto,
el aumento de la inversión en maquinarias y equipos generó un rápido incremento de las
importaciones. Las entradas de capital extranjero en el período estuvieron vinculadas al
financiamiento de éstas.
Como las exportaciones se mantuvieron muy bajas durante todo el gobierno de Frondizi el balance
comercial registró un fuerte déficit. La entrada de capitales permitió financiar el déficit y elevar las
reservas internacionales del Banco Central. Esta evolución del balance de pagos se reflejó en un
fuerte aumento de la deuda pública y privada externa.
Luego de la fuerte devaluación del peso vinculada a la liberación del mercado cambiario, a fines de
1958, el peso se estabilizó. La devaluación generó una fuerte traslación de los ingresos al sector
rural. Sumado al arrastre de las políticas del año anterior, más la devaluación y la liberación de
controles de precios, generaron un aumento del precios sin precedentes. Como los salarios
quedaron a la zaga, se produjo una nueva redistribución del ingreso en perjuicio de los
asalariados. Al mismo tiempo, la situación fiscal tendía a mejorar progresivamente, debido al
aumento de la recaudación tributaria y a la disminución del déficit de explotación de varias
empresas públicas. El efecto de este conjunto de medidas sobre la asignación de recursos fue
realmente notable. La traslación de ingresos hacia sectores
del capital y la empresa y la entrada de créditos y otros capitales del exterior provocaron un salto
de la tasa de capitalización al 24% anual en 1961.
El ascenso de la demanda global se apoyó en la inversión privada y pública, ya que el consumo
privado declinó en el período. En 1961 saltaron a la superficie las contradicciones del proceso. La
resistencia sindical a la caída de los salarios reales intensificó la tensión social. El sector externo
entró nuevamente en crisis bajo el efecto de un bajo nivel de exportaciones, el peso creciente del
endeudamiento externos y una creciente falta de confianza en la estabilidad del peso.
La política económica del gobierno de Frondizi reveló la posibilidad de lanzar con rapidez una
política agresiva de inversiones orientada a la expansión de la capacidad productiva en sectores
estratégicos. Al mismo tiempo, las bases en las que esa política se asentó eran endebles y debían
llevar a su quiebra en el corto plazo y a su inviabilidad en el largo plazo. La estrategia del gobierno
de Frondizi concentró su acción en la sustitución de importaciones. El supuesto implícito era que
podía comprimirse indefinidamente el coeficiente de importación y permitir el crecimiento con
una permanente reducción de la apertura externa de la economía. El límite de este proceso es
naturalmente la autarquía. La estrategia frondizista llevaba, inevitablemente, a un nuevo
estrangulamiento del balance de pagos, agravado por el peso creciente de los servicios de la
deuda externa. La segunda limitación fue el descuido acerca de las condiciones en que se producía
el desarrollo industrial de base. El énfasis en la integración
vertical de la industria era correcto, pero la instalación de un excesivo número de empresas en
sectores que requieren una alta concentración de la producción y elevadas dimensiones de planta
para alcanzar las economías de escala que las caracterizan, generó unja excesiva dispersión de la
producción y fuertes costos operativos. Si la estrategia seguida no genera una aumento sostenido
de la producción y de la capacidad de acumulación al mismo tiempo que se expande el consumo,
entonces se reinstala, inevitablemente, la puja por la distribución del ingreso y la inflación de
costos. Esto fue precisamente lo que ocurrió hacia fines del gobierno de Frondizi.
La incorporación de recursos del exterior no soslaya el hecho de que la fuente fundamental de la
acumulación en la Argentina es el ahorro interno. Su movilización constituye, pues, la clave del
financiamiento del desarrollo, y la estrategia del gobierno de Forndizi, con su énfasis prioritario en
el capital extranjero, no tiene, por tanto, vigencia.
La restauración liberal
Con la caída de Forndizi se instaló, nuevamente, la política liberal en su versión más pura entre las
experiencias de esa línea a partir de 1955. En 1962, la política liberal produjo una recesión sólo
comparable a la de los peores años de la crisis mundial de 1930. Esto revela elocuentemente el
agotamiento de la vigencia histórica de la política liberal.
Las medidas puestas en práctica a partir de abril de 1962 incluyeron una nueva devaluación del
peso, la disminución de las retenciones a las exportaciones tradicionales, una fuerte restricción de
la oferta monetaria y la reducción del gasto público.
La recaudación tributaria cayó como consecuencia de la recesión y, en consecuencia, el déficit
fiscal, en vez de disminuir, como se pretendía, aumentó bruscamente.
Los resultados fueron catastróficos. El producto bruto interno y el consumo per capita cayeron a
su nivel más bajo en un década. En 1963 se estima que estaba inutilizada cerca del 50% de la
capacidad industrial instalada, y el desempleo de la fuerza de trabajo se ubicaba en el 10%. La
fuerte concentración de la demanda más la devaluación y la restricción del crédito interno,
colocaron a gran número de empresas, fuertemente endeudadas con el exterior durante el
gobierno de Frondizi, en situación insostenible. Esto dio lugar a cuerees de fábricas y quiebras. Los
precios no pudieron frenarse. La recesión y la contracción del consumo interno permitieron elevar
los saldos exportables de productos agropecuarios. Al mismo tiempo, la recesión interna provocó
una caída de las importaciones de casi el 305 entre 1961 y 1963. La transitoria superación
superación del estrangulamiento externo sentó las bases para la política de expansión de la
demanda global y recuperación del nivel de producción y empleo que inauguraría la
administración radical a partir de fines de 1963.
El gobierno radical
La administración radical del presidente Illia abarcó desde fines de 1963 a mediados de 1966. En
ese período las exportaciones alcanzaron niveles sustanciales superiores a los de los años
anteriores. Las importaciones se mantuvieron en bajos niveles en todo el período. Dentro de este
contexto, la política económica procuró evitar devaluaciones masivas, con sus efectos sobre la
distribución del ingreso, y adoptó, un prudente ajuste periódico y en pequeñas proporciones, del
tipo de cambio. Al mismo tiempo, se reimplantaron controles cambiarios sobre las transferencias
de capital y los rubros invisibles del balance de pagos. En el sector externo, el gobierno adoptó,
asimismo, un conjunto de medidas para poner en práctica compromisos asumidos durante la
campaña electoral, particularmente, la anulación de los contratos petroleros. Además se puso
término al acuerdo stand by vigente con el FMI. Estas actitudes del gobierno implicaron una
drástica ruptura de la línea de entendimiento con la comunidad financiera internacional seguida,
aunque en distintos contextos de política económica global, por las tres administraciones
anteriores. No es extraño que se produjera una salida de capitales atribuible a la fuerte
contracción de las importaciones de maquinarias y equipos cuyo correspondiente financiamiento
constituye una de las vías principales de incorporación de capitales del exterior. Por otra parte, la
política cambiaria desalentó la entrada de capitales de corto plazo que constituye la segunda
fuente importante de incorporación de capitales del exterior. La mejora del balance comercial
permitió seguir una firme política de expansión de la demanda global a través del aumento de la
oferta monetaria, el gasto público y los aumentos de salarios.
Pese al repunte del empleo y los salarios reales, el movimiento obrero mantuvo una permanente
hostilidad contra el gobierno. La debilidad política del gobierno influyó decisivamente en su
incapacidad de imponer una política de ingresos para contener la espiral de precios
salarios. En el sector fiscal la evolución tampoco fue favorable. La expansión del gasto público se
apoyó en los gastos corriente mientras tendía a deteriorarse la participación de las inversiones.
Hacia el final de la gestión radical comenzó a agotarse la posibilidad de expandir la actividad
productiva sobre la base del aumento del ingreso monetario y la ocupación de la capacidad
instalada ociosa.
La política del gobierno de Illia rectificó los lineamientos de la política liberal restablecida en 1962.
En el contexto de una situación externa relativamente favorable, tuvo éxito en promover una
rápida recuperación del nivel de la actividad productiva y el empleo. Sin embargo, no aportó
soluciones significativas a los problemas básicos de la economía nacional. La capitalización y el
cambio tecnológico quedaron rezagados, el déficit de las empresas públicas se agravó y no hubo
avances importantes en la sustitución de importaciones, a través de la integración del sistema
industrial, ni en la promoción de las exportaciones.
El régimen militar
Después de la caída del gobierno radical, en junio de 1966, la política económica del régimen
militar no introdujo cambios apreciables hasta fines del año. En marzo de 1967 se puso en marcha
una política respaldada por los sectores tradicionales. Sin embargo esa política incluyó cambios
importantes con respecto a las seguidas por las anteriores experiencias del mismo origen. En
primer lugar, el sector ganadero y de grandes propietarios de la zona pampeana quedó al margen
de los beneficios directos de la nueva política económica. Los principales beneficiarios fueron las
empresas extranjeras
que operaban predominantemente en las industrias dinámicas, el sector financiero y las empresas
del Estado. Pese a estas orientaciones de la política económica, el sector tradicional, apoyado en la
producción agropecuaria exportable, le prestó, en un primera etapa, su apoyo.
La política de marzo de 1967 partió del supuesto correcto de que la inflación es eminentemente de
costos y puso en marcha un conjunto de medidas tendientes a contenerlos. En un primer
momento, se produjo una devaluación importante, aumentaron las tarifas de los servicios
públicos; las escalas de salarios de los convenios colectivos de trabajo fueron ajustados por etapas,
para restaurar su poder adquisitivo promedio de 166. de allí en más se congelaron estos
determinantes principales de costos. La política fiscal procuró el equilibrio del presupuesto
mediante un fuerte aumento de impuestos y cargas sociales, que implicaron una importante
traslación de ingresos al sector público. Por otra parte, las altas tasas de interés en le mercado
financiero, la perspectiva de la estabilidad del tipo de cambio y la aparente solidez política del
gobierno militar, estimuló la entrada de capitales de corto plazo que vino a reforzar la mejora
experimentada en el balance de pagos.
A mediados de 1969 los disturbios en la ciudad de Córdoba y en otras partes del país echaron por
tierra la aparente estabilidad del régimen militar. Aparentemente, el aumento de las reservas
internacionales, el crecimiento del producto y la contención de los precios indicaban un franco
éxito de la conducción económica. Sin embargo, estos avances se apoyaban en bases endebles y
habrían de desmoronarse
en el curso de 1970.
En primer término se profundizó el proceso de concentración industrial y se amplió el área de
influencia del capital extranjero en el sector industrial y financiero. El avance del proceso de
extranjerización se afincó sobre el control de los recursos internos del país y el financiamiento de
la empresa extranjera con recursos generados internamente. En el curso de 1970 la inversión del
ciclo ganadero provocó una drástica reducción de la oferta de hacienda, que determinó un fuerte
aumento de los precios internos de la carne vacuna. Además, la resistencia sindical a una política
que mantenía sin cambios apreciables los salarios reales, al tiempo que aumentaba la
productividad y la traslación de ingresos en perjuicio del sector obrero, agudizó drásticamente las
tensiones sociales. Para completar el cuadro, el sector externo entró nuevamente en crisis. El
proceso se estaba gestando desde 1969, en que, por primera vez desde 1962, se registró un déficit
sustancial de balance de pagos en cuenta corriente. El aumento de los precios internos, frente a la
inmovilidad del tipo de cambio, generó una crisis de confianza en la estabilidad del peso que
alentó la salida de capitales. La crisis del sector externo estalló hacia mediados de 1970 con una
contracción de las exportaciones, el mantenimiento de un alto nivel de importaciones y la salida
de capitales.
La experiencia de marzo de 1967 concluía, pues, con una nueva crisis del balance de pagos, la
reactivación de las presiones inflacionarias y la ruptura de la política de ingresos.
La apertura nacionalista
El capitalismo argentino
(Aldo Ferrer)
La globalización no es un hecho nuevo ni reciente. Comienza alrededor del año 1500 con el
descubrimiento y la conquista de América y la llegada de los portugueses a Oriente por vía
marítima. Desde entonces, la trayectoria del desarrollo económico de los países, tanto como sus
problemas actuales y perspectivas futuras, es, en gran medida, resultado de la resolución del
contrapunto realidad interna-contexto mundial.
En los últimos 150 años el orden económico mundial presenta cuatro rasgos principales:
- Dispersión de los niveles relativos de desarrollo ente, por una parte, la potencia líder y un
reducido grupo de naciones industrializadas y, por otra, el resto de los países que representan 2/3
de la
población mundial: La aceleración del desarrollo en la potencia líder y en un reducido grupo de
países industriales abrió una brecha entre éstos y los que quedaron al margen. En efecto, antes de
la revolución tecnológica e industrial, los ingresos medios y las estructuras productivas de las
principales civilizaciones de Europa y Asia eran comparables. A mediados del siglo XVIII, el ingreso
per cápita de la población de lo que luego se llamaría “tercer mundo” representaba el 80% del
verificado en la potencia entonces líder, Gran Bretaña. La situación cambió radicalmente a partir
de la Revolución Industrial.
Actualmente, el ingreso medio de la periferia es apenas el 10% del verificado en la potencia
hegemónica, Estados Unidos. Los pobres están cada vez más lejos de los ricos.
Los países exitosos se acercaron y, en algunos casos, superaron al líder. Se formó así, en cada
período de la globalización, el núcleo central y hegemónico del sistema internacional. Los países
rezagados, con más de 2/3 de la población mundial, conformaron la periferia atrasada y
subordinada del orden global. Las asimetrías en el sistema internacional se reflejan, en cada
período de la globalización, en marcos regulatorios y relaciones bilaterales que privilegian los
intereses de los centros. En la actualidad, el grupo hegemónico abarca la tríada Estados Unidos-
Unión Europea-Japón.
Las reglas del juego del orden global son establecidas por los países centrales y se formalizan
actualmente
a través de los organismos multilaterales.
Los países exitosos o ganadores, es decir, aquellos que convergieron con el líder y, a su turno,
conformaron con él el centro hegemónico del sistema mundial, son un número relativamente
reducido. Se trata de países de desarrollo tardío respecto del líder y del núcleo de naciones más
avanzadas de cada período. No todos estos países eran periféricos al tiempo de su despegue. Raúl
Prebisch difundió a fines de la década de 1940, las expresiones centro periferia para caracterizar la
división internacional del trabajo entre países industrializados y economías abastecedoras de
alimentos y materias primas. La periferia estaba compuesta por economías satélites de los
centros. La transformación de los sistemas productivos de los países periféricos estaba seriamente
limitada por su especialización en la producción primaria y su dependencia del abastecimiento de
manufacturas diversas, máquinas, equipos y tecnología. Esta relación no era conveniente a la
periferia porque determinaba una concentración de los frutos del progreso técnico en los centros
y generaba una tendencia sistémica al déficit externo en la periferia. La solución consistía,
entonces, en la industrialización y la transformación del comercio exterior.
En el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial los ejemplos más importantes de países de
desarrollo tardío que convergieron con la potencia entonces hegemónica, Gran Bretaña, son:
Estados Unidos y Alemania. Los ejemplos contemporáneos más exitosos resultan estar en Asia: la
reconstrucción y el fenomenal desarrollo del Japón hasta la
década de 1980 y de dos países de dimensión territorial reducida y mediana población, Corea y
Taiwán.
La caracterización del éxito se refiere exclusivamente a una mayor tasa de desarrollo respecto de
la del líder, convergencia con su nivel de ingreso medio y ampliación de la libertad de maniobra en
el sistema internacional para definir estrategias autocentradas de desarrollo y objetivos propios en
el orden mundial. En tal sentido, el éxito no incluye variables relativas al desarrollo humano como
la libertad, la democracia y la paz. Si nos atenemos a indicadores vinculados con el desarrollo
humano, probablemente Suecia y Dinamarca proporcionen los ejemplos más notables de
convergencia simultáneamente con la exaltaciones de valores fundamentales.
Los países incluidos en la muestra presentan situaciones muy diferentes entre si. Las diferencias
principales se refieren a las siguientes cuestiones:
- Dimensión territorial, población, recursos naturales y mercado interno.
- Magnitud de la brecha con el país líder al tiempo del despegue.
- El contexto mundial.
Las tensiones emergentes de las crecientes disparidades dentro del orden mundial y entre
diversos sectores sociales, incluso en los países industriales, están generando un activo debate
sobre las cuestiones. El mismo abarca dos temas principales. A saber:
- Las distintas estrategias que diversos países han seguido para superar su atraso y,
eventualmente, convertirse ellos mismos en líderes del sistema internacional: todos los países
ganadores fundaron su desarrollo en sistemas de capitalismo nacional autocentrado en los
mercados internos y los recursos propio, en el comando del proceso por los grupos hegemónicos
internos y en la proyección del mercado mundial.
La experiencia de los países de desarrollo tardío que resultaron exitosos presenta dos rasgos
sorprendentes. El primero radica en la gran diversidad de situaciones contextuales, dimensión y
nivel relativo de desarrollo al tiempo del despegue en cada uno de los casos de la muestra. El
segundo se refiere a que el sendero seguido por esos países presente, pese a todas las diferencias
recordadas y a la singularidad de cada experiencia histórica similitudes notables. Tales semejanzas
se refieren a dos áreas principales. A saber:
Bajo distintos regímenes políticos, los países exitosos lograron mantener la estabilidad de largo
plazo de las instituciones y, en el caso de fractura de las mismas, recuperar la estabilidad político-
institucional en plazos relativamente breves.
• Las elites
En todos los países exitosos, los grupos sociales hegemónicos revelan una disposición a acumular
poder en sus respectivos espacios nacionales y, sobre estas bases, proyectarse al escenario
internacional.
De este modo, la expansión de las actividades dinámicas en el agro y la industria actuó como
locomotora de la acumulación del capital, el crecimiento y la transformación del sistema
económico.
El capital nacional prevalece en el comercio interno e internacional y en el sistema financiero. Esto
fue esencial para el financiamiento de la inversión en los sectores dinámicos y el protagonismo de
los intereses nacionales.
En todos los países exitosos, las raíces nacionales de sus respectivos capitalismos a asociar a las
empresas con los sistemas nacionales de ciencia y tecnología.
• Ideas económicas
Los países exitosos no adhirieron a las ideas económicas prevalecientes en los centros. Por el
contrario, fundaron ideas e ideologías propias y compatibles con el desarrollo de sus economías
nacionales.
• El Estado
Con el respaldo de ideas y visiones propias del desarrollo, en todos los países exitosos, el Estado
jugó siempre un papel fundamental. Estas estrechas relaciones del poder político y administrativo
con los intereses privados provocaron diversos grados de cohecho y corrupción y la generación de
rentas privadas resultantes de las decisiones públicas. Sin embargo, la corrupción, que siempre es
un flagelo social, no constituye una variables explicativa
del éxito o el fracaso de los países.
• Integración social
En todos los casos de la muestra, el desarrollo incorporó la mayor parte de la sociedad al proceso
de crecimiento. Las actividades líderes durante el siglo XIX y en la segunda mitad del XX generaron
eslabonamientos con el resto del sistema productivo. Esto permitió aumentar el empleo e
incorporar a la mayor parte de la fuerza laboral en el proceso de crecimiento.
• Ahorro e inversión
• Ventajas competitivas
Un rasgo común en todos los países exitosos es que su inserción en el sistema internacional se
fundó en la generación de ventajas competitivas dinámicas fundadas en el cambio técnico y la
incorporación de conocimientos y valor agregado a la producción. Ninguno descansó a largo plazo
en las ventajas comparativas reveladas por la dotación de recursos naturales o bajos salarios. La
tecnología incorporada fue asimilada a través de un fuerte sector
nacional productor de bienes de capital y, además, las importaciones de máquinas y equipos.
Todos los países de la muestra terminaron siendo exportadores de tecnología y bienes de capital.
Los países exitosos introdujeron reformas organizacionales en las firmas y en los mercados y
promovieron la capacitación de recursos humanos. Los países exitosos lograron una disminución
de la asimetría en el contenido tecnológico de las importaciones y exportaciones. El cambio de la
composición de las exportaciones fue posible por la transformación de la estructura productiva
interna y el crecimiento de las industrias dinámicas.
• Balance de pagos
En los diversos períodos históricos, los países exitosos han mantenido el equilibrio de sus pagos
internacionales y evitado incurrir en déficit sistémicos de largo plazo. A largo plazo éstos evitaron
la dependencia de los capitales financieros para cerrar la brecha de sus pagos internacionales. En
tales países, las entradas de capital extranjero están asociadas al aumento de la capacidad
productiva y de las exportaciones. El capital extranjero realizó una contribución, en algunos casos
importante, pero marginal en el proceso de acumulación de capital y generación de capacidad de
pagos externos.
• Precios
Los países exitosos mantuvieron en equilibrio las relaciones macroeconómicas de base: situación
fiscal, pagos externos y oferta-demanda de dinero.
El caso argentino
La Argentina no forma parte de los países exitosos. Su tasas de desarrollo en la segunda mitad del
siglo XX fue baja e inferior a la de las economías desarrolladas. De este modo, en vez de converger,
aumentó la brecha
que separa a la Argentina del conjunto de las economías industrializadas. La deuda externa y la
magnitud y persistencia del déficit en la cuenta corriente han contribuido a la subordinación, sin
precedentes, de la política económica a las expectativas de los mercados financieros y de los
centros de poder internacional. En el transcurso de su desarrollo histórico la Argentina no logró
conformar un sistema de capitalismo nacional
En la segunda mitad del siglo XIX, la Argentina se incorporó al orden mundial como una exportador
importante de alimentos y materias primas de origen agropecuario. Esta etapa del desarrollo
argentino concluyó con la crisis económica internacional de los años treinta. En este período, el
liderazgo del crecimiento descansó en las exportaciones. En virtud de la extraordinaria dotación de
recursos naturales en relación con la reducida magnitud de su población, la Argentina alcanzó, en
la década de 1920, un alto ingreso per cápita e indicadores sociales. Su economía era, sin
embargo, vulnerable y dependiente.
Desde la Organización Nacional hasta el fin del período, que coincide cronológicamente con el
golpe de estado de 1930, el sistema operó con una considerable estabilidad institucional y
política.
• Las elites
Como la tierra era el principal recurso y su dominio la mayor fuente de poder, el comportamiento
de los terratenientes y la debilidad relativa de los otros sectores sociales fueron decisivo en el
curso
de los acontecimientos. El latifundio resultó así la unidad económica dominante y su explotación
descansó en su mayor parte en arrendatarios, medieros y otras formas de ocupación precaria de la
tierra.
Gran Bretaña era entonces el principal mercado de las exportaciones agropecuarias y la fuente
principal de financiamiento externo y de inversiones privadas directas en la Argentina. La
concentración del poder económico y la ausencia de una masa crítica de intereses asociados a la
industria y los servicios, convirtieron a la economía argentina en un satélite de la potencia
hegemónica. No existió, pues, un liderazgo empresario con vocación de acumulación de poder en
el seno del espacio nacional. De este modo, la asignación de recursos, la estructura productiva y la
composición del comercio exterior quedaron libradas a las fuerzas del mercado y a las señales del
sistema de precios y de las ventajas comparativas estáticas. El grado de extranjerización del
sistema productivo fue extraordinario . en 1913 el capital extranjero radicado en el país
representaba el 50% del valor total de activos existentes. La generación de ahorro estaba en
manos de intereses extranjeros. Una situación antitética con la registrada en los países exitosos.
• El Estado
Bajo el régimen conservador, se puso en marcha una política de educación pública de vasto
alcance. Pero, a diferencia de los países exitosos, en los cuales la educación formó parte de
procesos de industrialización y generación de ventajas competitivas dinámicas, en la Argentina su
impacto quedó reducido a los límites el modelo primario exportador. El Estado no hizo diferencia
alguna entre el capital nacional y extranjero y, a menudo, las reglas del juego privilegiaban al
segundo sobre el primero. De este modo, fueron las fuerzas espontáneas del mercado lasque
decidieron la asignación de recursos y la presencia de los intereses extranjeros en la economía
Argentina. El sistema primario exportador y la ideología y política librecambista entraron en crisis
con la caída de la Bolsa en 1929. Comenzó entonces otra época y, en verdad, no se partía de cero.
Porque, a pesar de la vulnerabilidad del sistema económico argentino, la magnitud de los recursos,
incluso la incipiente base industrial disponible, el nivel educativo y la capacitación de la fuerza de
trabajo, la dimensión del mercado interno y otros factores favorables, proporcionaban una
importante base de sustentación para el cambio de rumbo.
• Integración social
Un rasgo notable del sistema fue la incorporación de la mayor parte de la población del país y de
las corrientes inmigratorias
a una economía de mercado de alcance nacional. Ningún segmento social significativo, salvo en las
regiones periféricas del Noroeste, quedó al margen de la economía de mercado. El liderazgo de las
exportaciones se derramó sobre la mayor parte del sistema económico y social. El ingreso estaba
fuertemente concentrado en los grandes propietarios territoriales y en los sectores vinculados con
la red de infraestructura, comercial y financiera.
• Ahorro e inversión
Dado su ingreso per cápita, la Argentina alcanzó en el período tasas de ahorro e inversión
considerables. El aumento de la inversión contribuyó a sostener la expansión del empleo y la
incorporación a la fuerza de trabajo de los contingentes inmigratorios. La integración territorial fue
facilitada por el rápido desarrollo de la red ferroviaria.
• Ventajas competitivas
• Balance de pagos
El excedente del comercio exterior permitía pagar, con ocasionales sobresaltos, los servicios de la
deuda externa y las utilidades del as inversiones privadas directas radicas en los ferrocarriles y en
otras áreas.
• Precios
En la mayor parte de la etapa, prevaleció la estabilidad de precios y el tipo de cambio el peso. Esto
fue posible por la solidez de las relaciones macroeconómicas de base, es decir, los equilibrios del
presupuesto, la cuenta corriente del balance de pagos y la relación demanda-oferta de dinero.
El colapso del orden mundial que había encuadrado el crecimiento fundado en las exportaciones
de productos primarios reveló la inviabilidad del sistema primario exportador. Ante la caída de las
exportaciones, la capacidad de pagos externos era insuficiente para sostener el nivel previo de
importaciones, hacer frente a los pagos de los servicios de la deuda externa y transferir las
utilidades de las empresas extranjeras radicadas en el país. En ese contexto, la política
librecambista sólo podía agravar la profundidad de la crisis y fue progresivamente abandonada. A
mediados de la década de 1930, el régimen conservador había creado un instrumental de
intervención en el mercado (control de cambios, regímenes reguladores de la producción
de cereales y carnes, banca central, reforma impositiva, acuerdos comerciales con Gran Bretaña,
etc.) y había comenzado a adoptar medidas de reactivación de la demanda. Las nuevas
condiciones internacionales y el cambio de rumbo en el comportamiento del Estado argentino,
contribuyeron al crecimiento de la producción industrial sustitutiva de importaciones.
En la Argentina la proporción de exportaciones de manufacturas de origen industrial respecto de
la producción manufacturera total continuó siendo baja y las exportaciones siguieron
descansando esencialmente en los productos primarios.
El primer tramo del proceso abarca desde 1930 hasta mediados de los años cuarenta. En su
transcurso, se ocupó prácticamente toda la frontera sustitutiva en la industria liviana (textiles,
alimentos industrializados, mecánica y química livianas y bienes de consumo durable). A partir de
allí, la industria abarcó ramas más complejas que incluían la producción de insumos industriales
(acero, papel, petroquímicos, aluminio) y, notoriamente, la industria automotriz. El crecimiento
del período fue bajo pero no despreciable. Sin embargo, en todo el período, a diferencia de los
países exitosos, la Argentina no había logrado converger con los países líderes.
El país no había logrado aumentar su grado de autonomía en el manejo de sus relaciones
internacionales. Después de la nacionalización de las empresas extranjeras de servicios públicos y
de la repatriación de la deuda pública externa, durante el gobierno peronista (1946-1955), la
economía argentina se enfrentó nuevamente un severo estrangulamiento externo. El crecimiento
de la producción tropezaba
con la insuficiencia de la capacidad de importar maquinarias, equipos e insumos esenciales y el
crédito externo era sólo un paliativo que, a corto plazo, aumentaba la demanda de divisas para el
pago de sus amortizaciones e intereses. La vulnerabilidad externa y el desorden fiscal terminaron
por crear las condiciones propicias para caer, a partir del golpe de Estado de 1976, en la trampa de
la deuda externa. Dado el desorden del sistema político argentino en el período, lo sorprendente
es que la economía no hubiera tenido un comportamiento peor.
Durante el período de la industrialización sustitutiva de importaciones el país no logró, por lo
tanto, construir un sistema de capitalismo nacional.
El golpe de Estado de 1930 inauguró un largo período de inestabilidad institucional y política. Entre
aquel año y 1976, se produjeron cinco golpes militares y otros tantos frustrados regresos a la
democracia. La fractura del orden institucional agravó los desequilibrios macroeconómicos de
base, debilitó la posición negociadora internacional, desalentó a la iniciativa privada y, finalmente,
culminó en una espiral de violencia trágica.
• Las elites
La antigua elite dirigente cedió paso a nuevos cuadros asociados a la producción industrial y los
servicios. Un rasgo muy importante y presente en todos los países exitosos es el protagonismo de
los capitalistas y empresarios locales en el desarrollo de las actividades líderes, que constituyen la
principal fuente de ganancias y acumulación. En la Argentina, tempranamente el liderazgo fue
delegado en subsidiarias de
corporaciones trasnacionales. Estas tendencias condicionaron la integración posible entre el
sistema nacional de ciencia y tecnología y el aparato productivo.
• Ideas económicas
La elite conservadora que condujo la política económica durante los años treinta hasta el golpe
militar de 1943 no cuestionó los principios del enfoque ortodoxo.
Con el ascenso de Juan Domingo Perón al poder, a mediados de la década de 1940 el librecambio
fue rechazado frontalmente y la intervención del Estado plenamente justificada en un amplio
espectro de funciones: desde la regulación de los mercados hasta la producción de bienes y
servicios. La doctrina peronista, sin embargo, no era consistente con el éxito. El lanzamiento de
políticas de fuerte contenido nacionalista y confrontativas con los centros de poder mundial, la
nacionalización de los servicios públicos y las políticas activas desmesuradas, conformaron un
escenario conflictivo, de puja distributiva e incertidumbre, que debilitó la posibilidad de los nuevos
cuadros empresarios, asociados a la industrialización, de asumir decididamente la puesta en
marcha de un proceso acumulativo de transformación y crecimiento.
El aumento de la intervención del Estado era una tendencia observable en el resto del mundo.
Pero fue llevada, en la Argentina, hasta límites incompatibles con el desarrollo económico de largo
plazo, los equilibrios macroeconómicos y el funcionamiento de las instituciones democráticas.
Después de la caída de Perón en 1955 hubo nuevos aportes al pensamiento y a la política
heterodoxa. El desarrollismo durante la presidencia de Frondizi es uno de los ejemplos más
notorios.
• El Estado
En todo el período y en resumen, el Estado fue un obstáculo más que un agente promotor del
éxito. Entre 1930 y 1975, la relación entre el gasto público y el producto bruto interno creció del
10% al 40%. Lo grave fue la mala calidad de la intervención pública. El estado fracasó en sus
responsabilidades básicas de asegurar los equilibrios macroeconómicos de base, la estabilidad de
los precios y relaciones sociales razonablemente armoniosas. Fracasó, también , en la aplicación
de políticas activas que generaran rentas palanca del crecimiento en vez de privilegios espurios.
Fue también incapaz de establecer reglas de juego que consolidaran la presencia del capital
nacional en los sectores líderes y promovieran la proyección de la producción argentina al
mercado mundial.
El sistema de seguridad social y las normas laborales no lograron sustentarse sobre una economía
de alto crecimiento y, consecuentemente, sobre un sector público con fuentes genuinas y
suficientes de recursos. Las tentativas de mejorar la distribución del ingreso culminaron en el
agravamiento de las tensiones inflacionarias. Las pretensiones de autonomía frente a los centros
de poder internacional concluyeron con un aumento de la vulnerabilidad externa y el recorte de la
libertad de maniobra del país en el escenario internacional.
El derecho de propiedad, como principio fundamental del orden social nunca fue cuestionado o
seriamente amenazado. Pero su ejercicio fue interferido por infinidad de regulaciones públicas.
Esto desalentó la inversión privada. Por las mimas razones y, además, por el aumento
de la burocracia y de la interferencia pública en los asuntos privados, los costos de transacción
tendieron a aumentar.
• Integración social
• Ahorro e inversión
Al final del período, la tasa de ahorro era del orden del 20% del producto, comparable pero no
superior a la de los países líderes. El aporte del capital extranjero al financiamiento de la inversión,
en todo el período, fue del orden del 1%. Es decir que el 99% de la formación de capital se financió
con ahorro interno.
• Ventajas competitivas
• Balance de Pagos
• Precios
• Las elites
Actualmente,
la sabiduría convencional se sustenta en la visión fundamentalista de la globalización y ejerce un
predominio notable en la difusión de las ideas económicas y en el debate sobre el
comportamiento del sistema internacional y de la economía argentina. Se trata de un proceso de
alineación cultural y subordinación ideológica que está en las antípodas de las ideas
predominantes en los países exitosos durante el siglo XIX y la segunda mitad del XX.
• El Estado
El comportamiento del sector público ha sido plenamente funcional a la penetración del capital
extranjero y a las alianzas estratégicas de los grupos económicos locales con las filiales de
corporaciones trasnacionales. La desregulación financiera y la convertibilidad con tipo de cambio
fijo pegado al dólar facilitaron la plena inserción de la plaza argentina en el mercado internacional.
La desregulación de los mercados fue completada con disminuciones de los aranceles de
importación.
El gobierno de Menem ha dado todas las señales posibles sobre el pleno ejercicio del derecho de
propiedad para el capital nacional y extranjero. La única cuestión que es objeto de debate es la
transparencia de la justicia.
• Integración social
La estrategia del gobierno de Menem tendió a geberar una economía dual. Existen, en efecto, un
segmento asociado al mercado internacional, la inversión extranjera en la industria y los servicios
públicos y a los grupos económicos locales radicados en las actividades dinámicas en la industrial,
los servicios y la explotación de diversos recursos naturales. Fuera de este
núcleo hegemónico opera la mayor parte de las empresas medianas y pequeñas de capital
nacional, la fuerza de trabajo y las economías regionales. La fractura se refleja en tres planos
principales. Primero, el aumento del desempleo abierto, el subempleo y las ocupaciones
marginales de baja productividad. Segundo, la mayor concentración del ingreso. Tercero, el
deterioro de los niveles de educación, salud y vivienda de los sectores de menores ingresos como
consecuencia de la reducción de la presencia del Estado en la prestación de servicios sociales
básicos. El sistema tiende así a generar una sociedad de incluidos y marginados del proceso de
crecimiento y de aumento de la productividad y el bienestar. Estas tendencias están en las
antípodas de las verificadas en los países exitosos.
• Ahorro e inversión
• Ventajas competitivas
En la Argentina
actual, la competitividad descansa esencialmente en las ventajas comparativas estáticas basadas
en la dotación de recursos naturales. Las incipientes ventajas competitivas dinámicas generadas
durante el período de la industrialización sustitutiva han ido desapareciendo como consecuencia
de la fractura de los eslabonamientos del sistema industrial. La existencia del MERCOSUR ha
evitado que esta tendencia fuera aún mas marcada. En efecto, Brasil es el destino de 2/3 de las
exportaciones argentinas de manufacturas industrial.
• Balance de pagos
El desequilibrio se ubica en el límite de lo que los mercados financieros consideran tolerable para
mantener la confianza y las corrientes de recursos que son indispensable para la viabilidad del
actual plan económico. El déficit tiende a aumentar por el agravamiento del desequilibrio
estructural del comercio exterior argentino, el peso de las transferencias de utilidades y
amortizaciones de las empresas extranjeras radicadas en el país y lso servicios de la deuda
externa.
• Precios
El logro estabilizador del Plan de Convertibilidad es espectacular. La Argentina, que tenía el récord
de inflación mundial por su duración y magnitud, ha logrado, en los últimos años, se el país con
menor inflación en el mundo. Sin embargo, la estabilización depende del comportamiento de los
movimientos de capitales de corto plazo y del aumento de la deuda externa. La convertibilidad fue
un recurso de última instancia en una situación crítica. La convertibilidad es un signo de debilidad
antes que de fortaleza económica. No fue aplicada, por cierto, en ninguno de los países exitosos
durante el siglo
XIX ni en la segunda mitad del XX.
(Aldo Ferrer)
Los vínculos con el contexto mundial han gravitado siempre sobre el desarrollo de los países. De
este modo, el diseño de las conexiones entre una economía nacional y su entorno plantea
interrogantes fundamentales cuya resolución determina el crecimiento o el atraso. Los países
rezagados deben cerrar la brecha que los separa de los líderes. La historia del desarrollo y
subdesarrollo puede escribirse en virtud de la forma en que cada país ha resuelto el dilema de su
inserción internacional. El fracaso de América Latina para derrotar el atraso, la pobreza y la
dependencia es la consecuencia de malas respuestas a las oportunidades y desafíos planteados
por el orden global. Los avances de la ciencia y la tecnología profundizan los vínculos entre los
países y su contexto externo. El desarrollo en un mundo global plantea dilemas cada vez más
complejos.
EL debate actual sobre la naturaleza y alcances de la globalización no es nada nuevo. Se refiere al
mismo problemas histórico: como resuelve cada país el dilema de su desarrollo en un mundo
global para no quedar atrapado en el sistema de relaciones articulado, en su beneficio, por los
intereses y potencias dominantes.
I. Los hechos
1. Comercio internacional
Desde 1945 hasta la actualidad, el comercio ha crecido más rápidamente que la producción. El
producto mundial
aumentó la tasa anual del 4% y el comercio internacional del 6%.
2. Corporaciones trasnacionales
Las inversiones privadas directas aumentaron rápidamente en las últimas décadas. La presencia de
las corporaciones trasnacionales está fuertemente concentrada en el sector manufacturero,
particularmente en las ramas de mayor densidad tecnológica. La internacionalizaciónd e la
producción al interior de las corporaciones trasnacionales se refleja en un intenso comercio de
materiales, productos finales, tecnología y servicios entre las matrices y sus filiales. El proceso es
de tal importancia que se considera que alrededor de ¼ del comercio mundial consiste en
relaciones intrafirma.
3. Corrientes financieras
La expansión del comercio internacional y de las inversiones privadas directas empalidece frente al
vertiginoso crecimiento de los mercados financieros globales. Desde fines de la Segunda Guerra
Mundial, las operaciones financieras internacionales han crecido de tres a cuatro veces más rápido
que las inversiones en activos reales y la producción mundiales.
Las corrientes financieras consisten principalmente en operaciones de capitales de corto plazo
desvinculadas de la actividad real de producción, comercio e inversión.
Los mercados financieros son protagonistas del proceso de globalización. Los operadores
financieros cuentan con una libertad absoluta para el desplazamiento de fondos y montar, en
horas, ataques especulativos contra cualquier moneda.
4. El marco regulatorio
Estos son los hechos dominantes de la globalización. A partir de los mismos se ha construido una
ficción de la realidad. Sus contenidos centrales son los siguientes:
La revolución tecnológica
Los extraordinarios avances tecnológicos han puesto en marcha fuerzas que escapan del control
de los actores sociales y de los estados.
Comando de recursos
La mayor parte de los recursos de la economía mundial está bajo el comando de actores
trasnacionales: las megacorporaciones y los mercados financieros globalizados. Las decisiones se
adoptan fuera de los espacios nacionales. Las fronteras han sido borradas por la revolución
tecnológica y los estados son impotentes para influir en las cuestiones cruciales.
Condiciones de la competencia.
Una visión fundamentalista de la globalización sugiere que el dilema del desarrollo en un mundo
global ha desaparecido. Por la simple razón de que, en la actualidad, las decisiones principales no
las adoptan hoy las sociedades y sus estados sino los agentes trasnacionales. El mensaje es
contundente: lo único que actualmente puede hacerse es adoptar políticas amistosas para los
mercados. Estas políticas incluyen la apertura de la economía, la desregulación de los mercados
reales y financieros, el achicamiento del Estado a las expresiones mínimas. Las políticas adecuadas
permitirían que los actores trasnacionales sean atraídos y promuevan el crecimiento económico y
la competitividad internacional de los países elegidos. La visión fundamentalista constituye hoy la
sabiduría convencional en cuestiones económicas y financieras.
La perspectiva fundamentalista de la globalización sugiere también la existencia de un orden
natural pero fundado, lisa y llanamente, en la estructura de poder del orden mundial
contemporáneo. Es el retorno al poder absoluto y al discrecionalismo, no ya de la monarquía sino
de los mercados. La visión fundamentalista influye, asimismo, en el debate actual sobre la
gobernabilidad de la democracia. Si el poder radica efectivamente en los mercados, de lo que se
tata es de lograr que las democracias generen políticas amistosas, para los mismos.
V. El mundo real
y la globalización
La observación de la realidad revela que el mundo no se comporta tal y como supone la sabiduría
convencional:
Gran parte de lo que se concibe como globalización surge del proceso de desregulación de las
transacciones financieras y de la liberación del comercio de bienes y servicios. No es consecuencia
inevitable de la revolución tecnológica ni escapa al control de los actores sociales y los estados
nacionales. El comportamiento de los mercados financieros radica en factores políticos más que
en los reales. En buena medida, la globalización es, por otra parte, un fenómeno mediático. La
actividad que transcurre fuera de la atención de la globalización mediática comprende la mayor
parte del proceso económico. Las pequeñas y medianas empresas que operan en todos los
sectores productivos, los servicios básicos de educación y salud, la inversión pública de mediano
porte, buena parte de la investigación y desarrollo realizada en universidades, laboratorios y
empresas, la vivienda y la infraestructura construidas en las grandes ciudades y en los pequeños
pueblos y otras actividades constituyen el ámbito en el cual nace, crece, ama, trabaja, cría a sus
hijos y termina sus días la mayor parte de las personas. Y es allí donde se genera también en
grueso de la producción, el empleo, el intercambio, el ahorro y la acumulación de capital.
La mayor parte de las transacciones económicas no se realizan en los mercados globales sino en
los nacionales. La gigantesca masa de recursos financieros que circula en las
plazas globales es una burbuja de transacciones en papeles, opciones, derivados y otros
instrumentos que constituyen operaciones desvinculadas en su mayor parte de la actividad real de
producción, inversión y comercio. Alrededor del 95% de la acumulación del capital en el mundo se
financia con el ahorro interno de los países. En varios países como la Argentina y otros de América
Latina, un parte significativa de las inversiones privadas directas de las corporaciones
trasnacionales consiste en compras de activos existentes, particularmente a través de las
privatizaciones de empresas públicas. Por lo tanto, la contribución efectiva a la ampliación de la
capacidad productiva es menor que la que sugieren aquellos indicadores.
En el mundo real, los que compiten son los países y sistemas antes que las firmas. Las
corporaciones trasnacionales son lo que son por sus raíces en la realidad económica, social y
política de sus países de origen. El argumento fundamentalista de que la reforma laboral es
esencial para generar empleo es francamente inconsistente. Siempre es posible y preciso mejorar
los marcos regulatorios en todos los mercados, incluso en el laboral. Ninguna rebaja de costos
laborales puede compensar la caída de la tasa de crecimiento ni las consecuencias depresivas de la
concentración del ingreso.
En las últimas décadas, la globalización de las relaciones económicas y financieras coincide con la
aplicación de políticas neoliberales en los principales países industriales.
La estabilidad de los precios se convirtió en el objetivo dominante de la política económica. La
estrategia estabilizadora fu exitosa porque logró reducir la tasa de inflación hasta los mismo
niveles imperantes en la década de 1960. Pero en el plano real de la producción, la inversión y el
comercio, las políticas neoliberales produjeron malos resultados. En las economías avanzadas que
integran la OECD, la tasas de crecimiento del producto cayó del 5% anual en el período 1945-1975
al 2,6% desde 1976 hasta la actualidad. A su vez, la inversión bruta interna declinó entre ambos
períodos. Es interesante contrastar estas caídas del crecimiento del producto y la tasa de inversión
en los países industriales con el aumento vertiginoso del sistema financiero y los
movimientos internacionales de capitales de corto plazo. El contraste es revelador de la
desvinculación del área financiera con la economía real. En las economías europeas, el desempleo
aumentó drásticamente. En términos de crecimiento, inversión, empleo y equidad distributiva, las
políticas neoliberales en los países centrales no producen buenos resultados. Al mismo tiempo, se
registró una declinación de la expansión del comercio internacional.
Las únicas economías que lograron mantener altas tasas de crecimiento del producto, la inversión,
el empleo y el comercio exterior son las de los países emergentes de Asia y China. Éstos han
profundizado sus vínculos con la economía mundial global sin seguir políticas neoliberales. Por el
contrario, han mantenido los equilibrios macroeconómicos simultáneamente con políticas activas
de industrialización, aumento del ahorro interno, control de las corrientes de capitales
especulativos, educación y desarrollo de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología, defensa
del mercado interno y de las empresas de capital nacional y promoción de exportaciones. Estos
casos revelan que no es cierto, como pretende la visión fundamentalista, que haya desaparecido el
dilema del desarrollo en un mundo global, que las decisiones las adopten hoy inevitablemente
agentes trasnacionales y que las sociedades y Estados nacionales hayan perdido toda posibilidad
de decidir su propio destino. El crecimiento de aquellos países revela que las políticas nacionales
siguen ejerciendo una gravitación decisiva.
En un mundo unificado
en tiempo real por la difusión de información e imágenes no es difícil caer en la ficción
globalizadora. La apariencia es, en efecto, un mundo sin fronteras.
Es imposible ignorar la existencia de un orden global y de un sistema de poder en las relaciones
internacionales. Pero, de todos modos, la ficción globalizadora y la visión fundamentalista
constituyen una gigantesca deformación de la realidad.
En América Latina, la deuda externa y la vulnerabilidad financiera contribuyen decisivamente a la
información de la visión fundamentalista. Los servicios de la deuda son causa principal del déficit
del balance de pagos en cuenta corriente y de la consecuente demanda de financiamiento
externo. De este modo, la política económica debe satisfacer las expectativas de los mercados con
políticas alineadas con los criterios neoliberales. La sabiduría convencional sugiere que la
aplicación de estas políticas es el resultado inexorable de la globalización y que no existen cursos
alternativos posibles sino a riesgo de provocar una fuga de capitales y el colapso financiero
económico.
La ficción globalizadora se construye, en gran medida, en los medios académicos. Según algunos
observadores, estas inclinaciones revelan una pereza intelectual para aceptar el desafío de la
realidad y una claudicación de la responsabilidad política de resolver los problemas concretos.
Dado que la ficción globalizadora y la visión fundamentalista constituyen la ideología de los
centros de poder, cabe afirmar que los países de la periferia, en los cuales prevalece la sabiduría
convencional, están sometidos a un proceso sin precedentes de colonización cultural.
El
análisis económico predominante en la actualidad ha perdido de vista la dimensión histórica y la
complejidad económica, cultural y política del desarrollo. Por lo tanto, resulta, en su mayor parte,
superficial e intrascendente.
IX. Conclusiones
Desde
el Tratado de Tordesillas hasta la declaración de Foz de Iguazú, los dos grandes países de la región
mantuvieron una rivalidad latente y, en los hechos, vivieron de espaldas uno del otro. En esto
influyeron decididamente los sistemas económicos prevalecientes hasta hace poco tiempo. Bajo
los modelos de crecimiento hacia fuera, fundados en la exportación de productos primarios, las
relaciones fundamentales de Argentina y Brasil fueron con lo países destinatarios de sus
principales exportaciones y originarios de sus importaciones. Europa y los Estados Unidos eran los
referentes externos de ambos países. La situación continuó cuando, después de la crisis de los
años treinta, Argentina y Brasil se embarcaron en procesos de industrialización asentados en la
sustitución de importaciones. El proteccionismo afectó principalmente el comercio bilateral.
Desde las últimas décadas del siglo XIX no subsistieron disputas reales por el control territorial o
los mercados entre Argentina y Brasil. Hasta mediados del siglo XX, el mayor desarrollo relativo de
Argentina determinaba que su industria manufacturera y su economía fueran mayores que las de
Brasil. La situación cambió radicalmente en las últimas dos décadas. Actualmente, la economía
brasileña es tres veces mayor que la argentina y la diferencia es aún mayor en la industria
manufacturera.
El retorno casi simultáneo de Argentina y Brasil a la democracia al promediar la década de 1980
conformó el escenario propicio para que las fuerzas centrípetas de la proximidad disolvieran las
rivalidades latentes y permitiesen, en tan pocos años, los notables avances alcanzados en la
integración
subregional. La relación argentino-brasileña ha demostrado una extraordinaria capacidad de
sobrevivir a los cambios de gobierno, procesos hiperinflacionarios, profundas fluctuaciones de la
producción y la demanda y drásticas alteraciones en la paridad de las monedas. Estos hechos
influyeron en las corrientes de intercambio y los saldos del balance de pagos argentino-brasileño
pero no impidieron el crecimiento continuo del comercio.
El tratado de Asunción
La formación del MERCOSUR es parte de un proceso más amplio de crecimiento del intercambio
intralatinoamericano. La crisis de la deuda y la fuerte contracción de las importaciones en la
década de 1980 redujeron el intercambio regional. A partir de 1985-1986 comenzó la recuperación
y el proceso se aceleró en el curso de los años 90. Las razones explicativas de estas tendencias
incluyen la desaceleración del crecimiento
en los países industriales en el quinquenio (1989-1994) y el debilitamiento de la demanda de
productos de origen latinoamericano.
Existen importantes factores adicionales que explican el auge actual de los intercambios intra
latinoamericanos. Los considerandos de la Declaración de Foz de Iguazú destacan los
acontecimientos que indujeron la aproximación argentino-brasileña: la deuda externa, las políticas
proteccionistas de los países centrales y el deterioro de los términos de intercambio. Estos mismos
hechos repercutieron también en los otros países de América Latina.
La estrategia económica de la mayor parte de los países de la región experimentó cambios
radicales. Las nuevas circunstancias y la influencia de los acreedores internacionales indujeron a la
aplicación de políticas de estabilidad y ajuste estructural basadas en la apertura del mercado
interno, las privatizaciones, la desregulación de las actividades económicas y la disciplina fiscal. La
liberación de las importaciones y la búsqueda de una inserción más estrecha en el mercado
mundial produjeron su mayor impacto en el espacio regional.
El comercio intra MERCOSUR ha crecido mucho más que los otros intercambios latinoamericanos.
Existen razones que explican el mayor dinamismo del Mercado Común del Sur. La principal de ellas
radica en sus dos principales socios cuentan con las economías más diversificadas e
industrializadas de América del Sur. Las fuerzas centrípetas de la proximidad son tanto más intensa
cuanto más diversificada es la estructura de los países que integran el espacio común. Altos niveles
de desarrollo previos a los acuerdos
de integración amplían las posibilidades de división del trabajo fundada en la especialización
intraindustrial, a nivel de productos, no de ramas. Éste es el modelo dominante y el más dinámico
de expansión del comercio en el mundo. Otros dos factores influyeron en el mismo sentido. Por
una parte el aumento progresivo de la preferencia regional fue creando inventivos al comercio.
Por otra, el acercamiento político y diplomático de Argentina y Brasil.
El MERCOSUR hereda la agenda pendiente en el desarrollo económico y social de cada uno de sus
miembros. La pobreza y el desempleo, la marginalidad y exclusión de segmentos fundamentales
de sus sociedades son los mayores problemas que enfrentan estos países. En mayor o menor
medida, pero en todos ellos, la cuestión social es crucial.
Cuando la interdependencia era insignificante, las asimetrías entre Argentina y Brasil eran
irrelevantes. En el nuevo escenario de una aproximación creciente, tales asimetrías plantean
problemas nuevos de cuya remoción depende la profundidad y la orientación del proceso
integracionista.
Las asimetrías
Las asimetrías en el MERCOSUR se refieren a tres campos principales: las visiones sobre la
globalización del orden mundial contemporáneo, la competitividad de las economías y las
estrategias de desarrollo nacional.
Existe un conflicto de visiones acerca del lugar que ocupan en el mundo estos países y las fuerzas
determinantes de su desarrollo económico social. Las asimetrías observable en torno a estas
cuestiones abarcan las actitudes de los gobiernos
y de diversos sectores de las sociedades nacionales. Las diferencias entre Argentina y Brasil son
notorias. Predomina en aquélla la visión fundamentalista del proceso de globalización y del
desarrollo en un mundo global. En Argentina, bajo la administración Menem, ha sido muy rigurosa
la aplicación de políticas de estabilidad y ajuste estructural identificadas con el llamado “Consenso
de Washington”. Prevalece, en efecto, un realismo periférico según el cual sólo queda espacio a
acomodarse a fuerzas exógenas inmanejables. En Brasil se observan enfoques y propuestas
contradictorios sobre estas cuestiones.
La competitividad de las economías nacionales refleja las ventajas comparativas determinadas por
la dotación de recursos naturales y los costos de los factores de la producción. Los marcos
regulatorios de la actividad económica vigentes en cada país ejercen, además, una influencia
decisiva. Las ventajas comparativas estáticas determinadas por la dotación de recursos son
influidas por los marcos regulatorios. Pero éstos son aún más importantes en la formación de
ventajas comparativas dinámicas asentadas en el cambio técnico, las externalidades y la formación
de recursos humanos. Tales marcos pueden ser más o menos racionales y eficientes pero reflejan,
en última instancia, de la convergencia de los objetivos nacionales de los países miembros del
MERCOSUR.
Empleo e inversiones
La agenda pendiente. Cuya resolución reclama nuevas decisiones estratégicas de vasto alcance,
abarca los siguientes campos principales:
Las fuerzas del mercado operan libremente dentro de las preferencias comerciales establecidas
por el MERCOSUR. El Estado se limita a asegurar los derechos de propiedad y a no interferir en las
transacciones entre los particulares. El modelo neoliberal organiza los vínculos externos del
MERCOSUR conforme a las ventajas comparativas estáticas. La desregulación financiera cumple un
papel crucial. La desregulación y profundización financiera vinculan las políticas de estabilidad y
equilibrios macroeconómicos a la libertad de los movimientos de capitales. En la práctica, esto
subordina el tipo de cambio y el ajuste del balance de pagos a los objetivos de la estabilización y a
la atracción de capitales de corto plazo. Se excluye
cualquier tentativa de orientar el crédito y subsidiar actividades específicas a la japonesa o
coreana. Se diluye el concepto de sistema nacional de ciencia y tecnología autocentrado en
objetivos propios y en el aumento de la oferta endógena de conocimientos.
La distribución del ingreso y el empleo la determina el mercado. Si éste produce consecuencias
indeseables, el Estado puede introducir correctivos que no violenten las reglas del juego del
sistema.
La división internacional del trabajo
El tipo de cambio
Uno de los puntos del decálogo del Consenso de Washington es la existencia de tipos de cambio
competitivos para facilitar el crecimiento de las exportaciones no tradicionales. Éste es el único
punto que no fue cumplido en los países que siguieron estrictamente los otros principios
neoliberales.
La revaluación cambiaria no es conveniente para los países. Su impacto sobre la vulnerabilidad
externa y la competitividad internacional de la producción doméstica es evidente. Sin embargo, la
revaluación es funcional a los intereses de los mercados financieros. Genera una dependencia
creciente del financiamiento externo y altos márgenes entre las tasas de interés en las plazas
deudoras y las acreedoras. La inestabilidad de las paridades de las monedas nacionales introducen
factores de distorsión en el proceso de integración.
EL predominio de las políticas neoliberales y la crisis de la deuda en los países miembros del
MERCOSUR se reflejan en la brusca desaceleración del crecimiento. Los indicadores relativos del
desempleo, los salarios reales, la concentración del ingreso y la pobreza revelan un deterioro en el
mismo período.
Es previsible que la continuidad de la aplicación de los criterios del Consenso de Washington en el
mediano plazo siga produciendo los mismos resultados.
Las privatizaciones de empresas pública, especialmente en las áreas de rápido cambio tecnológico,
como las telecomunicaciones, contribuyen al proceso de concentración del capital y del ingreso. La
sustitución de monopolios públicos por monopolios privados poco tiene que ver con al eficiencia
en la asignación de recursos, la equidad y los equilibrios macroeconómicos.
La división del trabajo reflejará las ventajas comparativas estáticas en el contexto del margen de
preferencias para el comercio intrazonal. La acumulación de capital y el desarrollo científico
tecnológico responderán al libre juego de las fuerzas del mercado. La estrategia neoliberal excluye
las políticas comunitarias activas de desarrollo sectorial y tecnológico, incluyendo el crédito
orientado y los subsidios para actividades específicas. Se descarta el concepto mismo de
actividades prioritarias que merecen el respaldo de las decisiones públicas.
La división del trabajo intrarregional en torno de las ventajas comparativas estáticas reproduce
dentro de la región el modelo centro-periferia. La experiencia revela que la estrategia neoliberal
especializa a la economía Argentina en las exportaciones de alimentos, materias primas y
energéticos y a la brasileña en manufacturas. El desequilibrio inherente a la relación predominante
entre Argentina y Brasil afecta también las posibilidades de desarrollo de los otros socios del
sistema.
La corrupción
Las importaciones de bienes que incorporan tecnologías avanzadas crecen más que el producto.
Las mismas serían crecientemente financiadas con las exportaciones de bienes dentro de los
mismos sectores y productos primarios con mayor contenido de conocimientos y valor agregado,
en un sistema de especialización intraindustrial con el resto del mundo. Contribuye a eliminar el
ciclo tradicional de contención-arranque ligado a los déficit generados por la composición
tradicional del comercio exterior, agravado en los últimos lustros por los
servicios de la deuda externa y las políticas de ajuste.
Cabe esperar que la solidez de los equilibrios macroeconómicos, el aumento del ahorro y la
inversión y la expansión de las exportaciones contribuyan a un aumento sostenido de la
productividad
y del empleo. En tales condiciones, podría reducirse la pobreza. La convergencia de las estrategias
nacionales y las políticas activas comunitarias contribuyen a la eficiencia, al crecimiento y la
equidad.
La división del trabajo dentro del espacio subregional se funda en la especialización intraindustrial
y en la generación de ventajas competitivas dinámicas en todos los socios del sistema. La brecha
del contenido de conocimientos entre las importaciones y exportaciones de cada uno de los países
dentro del actual comercio intrarregional tiende a cerrarse como reflejo del crecimiento y
transformación de todos ellos. La transformación de la composición del intercambio intra
MERCOSUR es simultánea con la del comercio de la región con el resto del mundo.
La estabilidad de precios fundad en los equilibrios macroeconómicos y la convergencia de las
políticas nacional de tipo de cambio viabilizan la aplicación de políticas activas para la promoción
de la integración sostenible.
La integración de los mercados financieros nacionales y la concertación de las políticas de las
autoridades monetarias estimulan la formación de ahorro, canalizan ahorro complementario del
exterior y expanden el financiamiento disponible para la acumulación de capital.
La reforma del Estado, la transparencia de las decisiones públicas y el desempeño efectivo de las
instituciones democráticas y de otros medios de participación social contribuyen a respaldar las
decisiones comunitarias destinadas a generar rentas-palanca y no rentas espurias incompatibles
con la eficiencia en el uso de los recursos y el objetivo de las políticas
activas.
Perspectivas
El futuro del MERCOSUR está aun indeterminado. El aumento de las relaciones intrarregionales en
la última década refleja las convergencias potenciales que estaban aletargadas por el prolongado
desencuentro histórico de Argentina y Brasil. Es previsible que la prevalencia de las políticas
neoliberales en uno o en los dos socios principales aumente la inestabilidad y los desequilibrios del
sistema. A mediano y largo plazo, no es éste un escenario promisorio.
El Consenso de Washington tropieza, sin embargo, con un grave problema: sus consecuencias
sobre la economía y la sociedad. En la actualidad prevalecen el lento crecimiento, la vulnerabilidad
financiera, la concentración de la riqueza y el ingreso, el desempleo y la pobreza, la fractura de la
economía entre sectores productivos dinámicos y marginados. Estos hechos están cuestionando la
estrategia neoliberal y erosionando sus bases de sustentación política. Un eventual replanteo de
las estrategias de estabilidad y crecimiento en los países miembros se proyectaría en el
MERCOSUR. La integración sostenible reclama decisiones políticas. Es preciso la convergencia de
las estrategias nacionales, entre los mercados y la acción pública, para promover el desarrollo y la
integración sostenibles. Éste es el gran desafío de la democracia en el MERCOSUR. Desde la
perspectiva del desarrollo y la integración sostenibles, la gobernabilidad se refiere a la
funcionalidad de la democracia para asegurar los equilibrios macroeconómicos y la seguridad
jurídica, promover el desarrollo humano y proteger el medio ambiente. El problema actual es, en
gran medida, la gobernabilidad
de los mercados.
(Roberto Lavagna)
1. La primera lección que extraemos de la experiencia argentina es contraria a una idea dominante
en el saber convencional sobre flujo de capitales que está implícita en casi todos los análisis que se
hacen en esta materia. Esto es la preocupación con que numerosos analistas perciben las
reducciones en los flujos de financiamiento externo y su efecto sobre el crecimiento. El
razonamiento implícito en ese análisis es que la reducción en los flujos financieros tiene efectos
negativos sobre el crecimiento. Con una mirada de corto plazo, puramente coyuntural y financiera
eso puede ser así. Nuestra posición al respecto es que los daños mayores, en términos de
crecimiento pero sobre todo en términos de desarrollo con equidad, se producen en los períodos
de alta liquidez internacional cuando el flujo de capitales financieros es mayor. Es durante estos
años que es posible financiar “fantasías macroeconómicas”, que no son sustentables y que cuando
se prolongan en el tiempo generan efectos estructurales indeseables y muy duraderos. La
experiencia internacional ratifica la necesidad de reglar los movimientos de capitales especulativos
que pueden generar un elevado grado de vulnerabilidad e inestabilidad monetaria y cambiaria, en
especial en economías de limitado tamaño
como la nuestra.
Existe la necesidad sistémica de establecer nuevos criterios y una vigilancia mucho mayor sobre la
sustentabilidad de los programas económicos en los períodos de liquidez.
2. Si la primera lección que extraemos del caso argentino tiene relación con la sustentabilidad del
Programa macroeconómico, esta segunda refiere a cuestiones institucionales. Cualquier arreglo
institucional o ingeniería normativa por más sofisticada que sea es insuficiente para preservar los
contratos o el derecho de propiedad si no se combina con un programa macroeconómico
sustentable. Por supuesto, lo inverso es igualmente válido. No hay sustentabilidad
macroeconómica sin un sistema institucional y normativo sólido y creíble. Es claro que las normas
institucionales cada vez más rígidas no aumentan la sustentabilidad de un modelo que es
intrínsecamente errado.
3. A estas dos lecciones básicas pueden agregarse algunas cuestiones que tiene que ver con
nuestra experiencia pero que importan en términos del funcionamiento del sistema financiero
internacional.
i) Para países tomadores de precios en el mercado internacional resulta altamente inconveniente
llevar adelante políticas cambiarias y monetarias muy diferentes a las de sus mayores socios
comerciales o de las políticas predominantes en los mercados centrales. En 1992, luego de varios
meses de lanzada la convertibilidad, se inician en el mundo una suerte de reacomodamientos en
las paridades monetarias y un creciente uso de sistemas de tipo de cambio flexible. La asincronía
de la política argentina se hizo cada día más palpable. Sin equilibrio fiscal, con permanente
realineamientos
del tipo de cambio y volatilidad en los flujos de capitales financieros y sin una real apertura
comercial relevante a nuestros intereses, el modelo de la convertibilidad era
macreconómicamente insostenible. En realidad se prolongó artificialmente la vigencia del modelo
por espacio de siete años mediante el recursos sistemático al endeudamiento externo.
ii) El uso de indicadores de performance como por ejemplo deuda/PBI, debe hacerse con extremo
cuidado dada la facilidad con que cuestiones de tipo de cambio pueden deformar las relaciones
entra ambas variables y transformarlos en el momento de crisis en absolutamente irrelevantes.
iii) El descalce (missmatching) de moneda crea gran fragilidad en los sistemas financieros. El
financiamiento con depósitos en dólares de actividades ligadas estrictamente al mercado interno y
por tanto generadores de ingresos en pesos hace que la fragilidad de las estructuras de
financiamiento de estas empresas se traslade, con efectos sociales mucho más graves al sistema
financiero como un todo.
iv) La concentración de crédito al sector público, tanto a gobierno central como a estados
provinciales, debe ser tomada como un indicador de fragilidad potencial del sistema.
Crecientemente el Estado central y las provincias con la garantía del gobierno nacional de la
coparticipación fueron produciendo un crowding out crediticio que restó y encareció los recursos
disponibles para financiar al sector privado, haciendo además al sistema financiero
crecientemente prisionero de los créditos al sector público.
v) Debido a la información asimétrica entre colocadores de bonos altamente sofisticados y el
público,
colocadores locales e internacionales ha inducido a tomadores no conscientes a tomar papeles
cuyo riesgo era ciertamente alto.
vi) El carácter de acreedor privilegiado de los organismos multilaterales de crédito está basado en
razones económicas pero, sin hipocresías, ha estado también basado en la experiencia que ante
una crisis de solvencia y liquidez los organismos multilaterales han actuado como prestamistas de
última instancia.
4. Una reflexión final que surge de la reciente negociación con el FMI pasa por destacar la extrema
importancia de afirmar como componentes centrales de políticas exitosas dos cuestiones: la
autoría de las políticas económicas y el timing en la aplicación de dichas políticas. El como
enfrentar situaciones críticas no puede depender de programas prefabricados. Las grandes
reformas estructurales deben hacerse en los momentos de bonanza, precisamente aquellos en
que todos parecen mirar para otro lado y disfrutar de falsas e insustentables bondades.
Nosotros, los argentinos, pero también la comunidad financiera internacional, podemos sacar
lecciones de este proceso de crisis. Lecciones que nos sirvan para definir un programa de
crecimiento sustentable. También lecciones para el funcionamiento del sistema financiero
internacional como un todo. La repetición de crisis a lo largo del planeta está indicando que algo
no funciona y que debe y puede ser modificado. Que Argentina haya sido capaz de estabilizar y
normalizar su economía, aun reduciendo deuda externa neta con los organismos multilaterales de
crédito y que ello haya ocurrido con un programa que no contaba con acuerdos externos, no es un
dato menor.