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Materia: Teoría Literaria III Cátedra: Vitagliano Teórico: Tema: Nº 10 26/10/07

Unidad 4: Primera Parte: G.García Cedro sobre Boedo Segunda Parte: Boedo y la formación de un
público

lector: revista Los pensadores

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Quiero comenzar la clase recordando al profesor Nicolás Rosa, ya que hoy se cumple un año de su
muerte. Como ustedes saben, Walter Benjamin decía que con el advenimiento y expansión de la
modernización los individuos tendíamos alejarnos cada vez más de nuestra propia cosa, a desligar
nuestras experiencias de ese marco. Así, entonces, ya acostumbrados a no nacer en nuestra propia
casa, rápidamente nos acostumbramos incluso a morir lejos de ella. Lejos de nuestras cosas, lejos
de ese entorno que nos acompañó diariamente. Hoy en día casi todos los individuos mueren lejos
de su propio espacio, ya son pocos los que mueren en sus casas, la mayoría muere en hospitales.
Pensaba en esto porque, mientras subía las escaleras sabiendo que iba a decir unas palabras para
recordar al profesor Rosa, se me ocurrió preguntarme cuál era su casa, dónde estaba su casa. Casi
toda la gente que trabaja en el equipo de la cátedra mantuvo vínculos con el profesor Rosa
durante mucho tiempo. En mi caso, trabajé casi más tiempo con Nicolás que los años que tenía
cuando lo conocía. Veintiún años de trabajo y aprendizaje que comenzaron a mis veinticuatro.
¿Cuál era la casa de Nicolás? ¿La que tenía en Buenos Aires o en Rosario? O, mejor dicho, las aulas
de la Facultad de Humanidades de Rosario o las aulas de Filosofía y Letras de Puán. Digo esto
porque, para mí, Nicolás se murió un viernes como hoy, dando clases en esta cátedra. Creo,
además, que él también lo supo. Un día viernes, mientras dictaba su clase, Nicolás miró sus
papeles, aquellos en los que nunca supe si en realidad había algo escrito. Porque Nicolás hablaba,
poniendo en acto aquella figura, el anacoluto, un vocablo que él mismo había traducido para una
versión de Roland

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Barthes. Insistía que su discurso en las clases no era una deriva, que no se trataba de un viaje por
las ramas, siempre inciertas, que iba abriendo un árbol, que al final siempre retomaba el principio,
el tema del día. No había deriva en sus clases sino anacoluto. Nicolás se murió en ese momento en
que agotado físicamente, con la voz vencida y sin querer vencerse, miró sus papeles, o simuló que
buscaba el hilo de lo que habría de retomar, como de costumbre. Pero a diferencia de todas las
otras veces, no continuó como si nada, ni con su deriva o con su anacoluto, sino que dijo, muy por
lo bajo, como si él solo tuviera que oírse: “¡Váyanse a la puta que los parió!” La última vez que
hablé con él, fue dos días antes de que muriera. Entre las cosas que hablamos, me preguntó: ¿Los
alumnos me escucharon cuando puteé? Me llamó poderosamente la atención que él, en esa
situación que atravesaba, fuera capaz de volver a aquella situación de clase. Los padres siempre se
mueren en otro momento que en el que mueren, en el momento más extraño. La muerte no
puede sino ser irrespetuosa. Cuando digo los padres, por supuesto que me refiero también a
aquellos a quienes adoptamos como tales en distintos órdenes de la vida. A mí, personalmente,
Nicolás se me venía muriendo desde hacía años, lo que no dejaba de ser, desde luego, doloroso.
Lo curioso es que, en ese instante, cuando me preguntó si los alumnos lo habían oído insultar al
aire, se me dejó de morir. Simplemente quería recordar eso. En el año 1974 Nicolás era profesor
en Rosario, su otra casa. La semióloga

Lucrecia Escudero, por entonces una alumna que a través de los años habrá de convertirse en
amiga entrañable, recuerda que en esos días un grupo de estudiantes había decidido acompañarlo
a su casa después de cada clase tratando de desalentar así a quienes lo habían amenazado de
muerte. Nicolás Rosa era por entones también decano de la Facultad de Humanidades. No puedo
sino pensar, a la distancia, que las actitudes solidarias de esos jóvenes, se correspondían con lo
que sucedía en la época en el más profundo sentido. Es decir, pienso tanto en la ingenuidad que
acarreaba ese comportamiento solidario como en el potencial que esos mismos jóvenes otorgaban
a la crítica literaria. Hoy en día casi con timidez alguien podría hablar de una función de la Teoría
Literaria más allá de los ámbitos académicos. Aquello que parecía tan sólido no ha ido sino
desgranándose. Cuesta mirar hacia atrás y no sentirnos desacomodados ante una película como
Zeta, de 1969, de Costa

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Gavras, una película que seguramente habría conmovido a aquellos alumnos de Nicolás en
Rosario, y que al final cerraba los créditos con una larga lista de vivas, muy diferentes entre sí,
como “Viva la sociología”, “Viva Jean Paul Sartre”, “Viva la crítica”, y también, entre otros, “Viva la
semiología”. En el ambiente de ese contexto se había formado toda una generación de jóvenes
-herederos de otros que habían sido jóvenes hacía casi muy poco, como David Viñas, Noé Jitrik,
Ramón Alcalde, Eduardo Prieto, etc.-, que va desde Josefina Ludmer a Beatriz Sarlo y Eduardo
Romano, y desde Ricardo Piglia a Nicolás Rosa. Hoy ya existen otras generaciones, son otros los
jóvenes y aquellos los mayores. Otras las generaciones y otros los climas, tan diferentes que a
veces aquellos días parecen remotos. Eso es todo. Simplemente quería compartir con ustedes el
recuerdo de que un día como hoy, hace un año, murió Nicolás Rosa, un gran profesor que impulsó
en nosotros una serie de discusiones teóricas y críticas que son las que tratamos de promover
desde Teoría Literaria III, cátedra que él mismo fundó y que con todo el equipo de trabajo estamos
llevando adelante. Recordar también que hace un año Nicolás Rosa murió dando clase.

Profesor Oscar Blanco: Aquello de que Nicolás Rosa murió dando clase va a terminar
equiparándose a eso de que la literatura argentina comenzó con una violación. Es decir, ambas
cosas jamás ocurrieron, pero quizás queden enmarcadas en la vulgata de la facultad.

Espero que no lo tomen como una imprudencia de mi parte, sino, en todo caso, como las
atribuciones de un lector.

Profesor Oscar Blanco: Esas no son las atribuciones de un lector, sino las atribuciones de un
escritor. Y lo digo como un halago.

Se agradece, Oscar.

Exposición de Gabriela García Cedro

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Quiero presentarle a nuestra invitada, Gabriela García Cedro, docente de esta facultad, en la
cátedra de Problemáticas de la Literatura Latinoamericana. En los prácticos ustedes van a leer uno
de sus textos, el prólogo que realizó para una reciente edición de Antología Boedo y Florida,
editada por editorial Losada. Desde hace bastante tiempo, Gabriela García Cedro está abocada a
investigar la tensión de ambos grupos y sus respectivas producciones. Así que, como cátedra de
Teoría literaria, nuestra intención fue convocarla, en tanto especialista en Literatura Argentina,
para que compartiera con nosotros algunas experiencias de su trabajo. Gabriela es también
subdirectora de un proyecto de Historia de la Literatura Argentina que dirige David Viñas.

Gabriela García Cedro: Hola a todos. Cuando me convocaron para venir a dar una charla, pensé
que sería interesante contarles cómo fue el proceso que culminó con esa antología. De hecho, el
prólogo de esa antología es el germen de mi tesis de doctorado. Yo estoy trabajando Boedo y
Florida en los años del radicalismo clásico. Es decir, esa zona intermedia entre ambos grupos. Todo
esto surgió hace unos cuantos años, en medio de una charla sobre en qué ponerme a trabajar,
donde apareció el nombre de Enrique González Tuñon. Luego de esto, salió la idea de realizar una
antología de este autor, y que yo la prologara. Para eso, empecé a buscar todos sus libros, y a
pensar dónde ubicarlo. Fue trabajando en este libro, que surgió esta idea de “zona intermedia”. Su
primer libro se llama Tangos, luego le siguen El alma de las cosas inanimadas, La rueda del molino
mal pintado, Apología del hombre santo, etc. Si bien Enrique González Tuñón participó de la
revista Martín Fierro, su producción no parecía tan cercana a los postulados de Florida. Es ahí
cundo surge la idea de esta zona intermedia. Luego seguí investigando, y cuando decidí presentar
el proyecto de tesis, me decidí a trabajar con Boedo y Florida. De ahí, la antología. Cuando se
habla de la literatura de los años ´20 surgen los nombres de estos dos grupos. Tanto Boedo como
Florida fueron emergentes y un caso insólito dentro de la literatura argentina. En realidad, yo me
propuse pensar cómo se inserta la aparición de estos dos grupos dentro del proceso cultural
argentino. Ambos son emergentes que tienen antecedentes dentro de la literatura argentina, y
también continuadores –si forzamos un

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poco- hasta el día de hoy. Entonces, la idea de la antología fue dar cuenta de todo eso. Es decir,
pensar de dónde venían estos grupos; ese grupo de escritores que yo llamo los mayores entre los
que se encuentran Gálvez, Evar Méndez, Lugones, Güiraldes, Quiroga, Macedonio, etc; las
diferencias y similitudes entre ambos grupos; y esta zona intermedia que les comenté. Si
pensamos en los años ´20, en el famoso enfrentamiento entre Boedo y Florida nos podemos
preguntar qué puntos de contacto había entre ambos y qué los diferenciaba. Por un lado, ambos
grupos se proponen literaturizar Buenos Aires. Todos eran escritores que recién empezaban su
producción y necesitaban encontrar un lugar dentro de ese campo cultural que ya estaba
formado. Aquello que los diferenciaba, era la concepción de la literatura. Ahí es que aparece el
famoso manifiesto de Girondo en Martín Fierro donde se puede ver una mirada más vanguardista,
del “arte por el arte”, en oposición a la cuestión más comprometida socialmente del Grupo de
Boedo. Esto es lo que los diferenciaba, el tema de la función social que el grupo de Boedo le daba
a la literatura. Este enfrentamiento surge con un artículo de Roberto Mariani publicado en Martín
Fierro bajo el nombre de “Martín Fierro y yo”. En este artículo, Mariani acusa y cuestiona a los
martinfierristas de utilizar el nombre de Martín Fierro para hacer algo que no tiene
necesariamente que ver con esa tradición. Entro otras cosas, también cuestiona la admiración
desmedida por Lugones. Como ustedes deben saber, Martín Fierro, es la tercera revista que lleva
ese nombre. La anterior era dirigida también por Evar Méndez, en 1919. La primera revista Martín
Fierro fue dirigida por el anarquista Alberto Ghiraldo a principios del siglo XX. Los años veinte son
un momento de coincidencia a nivel latinoamericano. Las vanguardias van a tener distintos
movimientos en todos los países. José Carlos Mariátegui en Perú con la revista Amauta, saluda la
aparición de Martín Fierro, aunque luego se desencanta de la misma. Si bien esta revista se
pronunciaba apolítica – de hecho cuando Evar Méndez le contesta a Mariani respecto del caso
Lugones, dirá que el Lugones político no les interesa, sino solo su producción literaria y estética -.
Sin embargo, Martín Fierro deja de aparecer por cuestiones casi partidarias. Es decir, la adhesión
de los jóvenes martinfierristas a la candidatura de Yrigoyen, cuando Evar Méndez era un hombre
de Alvear.

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Ahora bien, los participantes de Martín Fierro fueron Marechal, Borges, Mallea, Girondo, etc. En el
caso de Boedo encontramos a Castelnuovo, Barletta, Mariani, etc. La discusión siguió, se alimentó,
y, con el correr de los años, la gente de Florida fue minimizando este enfrentamiento. Un ejemplo
de esto es el de Córdova Iturburu, o el mismo Borges. Los de Boedo, tanto Castelnuovo como
Barletta en sus respectivas Memorias, sostienen que este enfrentamiento existió, y que no solo
fue –según Castelnuovo- entre dos posiciones frente a la literatura, sino que se trataba de un
enfrentamiento de clases. Es decir, entre los pobres y los ricos de la literatura. En cuanto a la
propuesta de cada uno de estos grupos, vemos en Boedo una función de tipo pedagógica de la
literatura con un realismo casi naturalista. A esto debemos sumar el tema de la denuncia social. El
caso del Florida es completamente diferente. Mariani, al hablar de ambos grupos traza un
pequeño esquema donde podemos ver

Vanguardia/Izquierda; Realismo/Metáfora; etc. Más allá de ser muy esquemático, este cuadro se
fue repitiendo hasta cristalizar la división entre ambos. Ahora bien, ¿Por qué digo yo que existe
una zona intermedia más rica para trabajar? Vean que Arlt no estuvo en ninguno de los dos lados.
¿Qué es lo que tiene de productivo pensar una zona intermedia? En pensar todas las porosidades,
contaminaciones y cruces que hubo entre estas dos polarizaciones, y que, al no ser dogmático,
termina por ser lo más rico. Es decir, al no ajustarse a las temáticas ni a los procedimientos,
terminan siendo algo distinto. Mariani, con sus Cuentos de la oficina ubica a los empleados de
clase media en una tienda que tranquilamente podría haber estado sobre la calle Florida. Lo que
hace Mariani es boedizar Florida o floridizar Boedo. Hay en él una contaminación. Lo mismo pasa
con los procedimientos que utiliza Enrique González Tuñón hablando del suburbio y con los
personajes marginales que introduce. Fundamentalmente, los dos grupos se dividían no sólo la
ciudad, sino los personajes y los lectores. Tenían también muchos más puntos de contacto. Es
decir, estaban luchando por un lugar dentro del campo literario, les interesaba el campo de
prestigio, ambos necesitaban construir un linaje dentro de la cultura argentina: la importancia de
Nacha Regules de Gálvez para Boedo, o la producción de Lugones para Florida -, etc. Los nombres
que tienen los dos grupos son también significativos. Cada nombre tiene que ver con el lugar
donde estaban sus editoriales. Piensen en la manera que aparece

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Buenos Aires en uno y en otro grupo. En Boedo aparece toda una zona marginal, aparecen
personajes marginales. Si pensamos en algunos poemas de Borges, notamos que Buenos Aires
aparece deshabitado, que el suburbio no tiene personajes. Piensen en esos dos polos, y en cómo
esta zona intermedia los va cubriendo. En la antología que armé, coloco dentro de esta zona
intermedia a los hermanos Tuñón, a Arlt, a Mariani, a Last Reason, Nicolás Olivari, etc. Entre
ambos grupos, parecería ser, se dividieron los géneros. Si bien en Florida abundaba la poesía, en
Boedo hay muy poca. Este grupo se centró en los cuentos, la novela y el teatro. Es un público
distinto al que apuntan. También las temáticas son distintas. En Florida no aparece ni el dinero ni
el mundo del trabajo, cosa que sí en Boedo. Aparecen Los Pobres de Barletta, Camas desde un
peso de Enrique González Tuñón, “Eche veinte centavos en la ranura” de su hermano, Cobres de
dos centavos de Yunque, etc. Permanentemente el mundo del trabajo, del no trabajo, y del dinero
aparecen en estas obras. También el hambre. Es interesante ver las contaminaciones entre ambos.
Estos autores pasaban de un grupo a otro. No habría sido tan fácil este paso si no hubiera existido
esta zona tan contaminada de ambos. Bueno, esto es, a grandes rasgos, lo que intento dar cuenta
en la antología. Es decir ver de dónde viene, qué rol jugaba un autor como Lugones o como
Güiraldes. En cuanto a este último, su presencia a manera de padre de todos estos jóvenes
escritores. A veces con ayudas económicas, a veces brindándoles su casa en Areco para que fueran
a desintoxicarse, o participando activamente en sus revistas o en sus banquetes. Otro antecedente
para el grupo de Florida podría ser el caso de Macedonio Fernández con quien se encontraban en
La Perla de Once, y que, según Borges, esos encuentros “justificaban la semana”. Podemos sumar
a esta lista el caso de Quiroga, que ya en ese tiempo, era un escritor un poco outsider, pero
consagrado al fin. En toda la serie de monstruos que aparece en él, desde los hermanos de “La
gallina degollada” hasta los personajes de Los desterrados, son un antecedente de los personajes
deformes que aparecerán en Boedo. Una pregunta que nos podríamos hacer es: ¿Cómo se leen
Florida y Boedo? Lo que se dice de los escritores de Boedo es que “escriben mal”, que es “mala
literatura”. Si los

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leemos desde los parámetros que cristalizó Florida, sí. Ahora bien, debemos pensar en otros
parámetros para leer a Boedo. Yo confieso que me costó leer todo Castelnuovo. Fue demasiado
tanta larva, tanta pústula, tanto naturalismo. Lo que más me irritaba de leer esto, es que estos
personajes, ya condenados de antemano, que sabemos que van al fracaso, tenían toda esa
impregnación de la cuestión pedagógica. De un narrador que se ubica en el lugar del deber ser y
que va explicando todo, que no deja pensar al lector. Piensen en el caso de Yunque y en toda esa
cosa moralizante que podemos encontrar en él. Entonces, cuando uno lee estas cosas, piensa que
se tiene un poco de razón cuando se habla de que Boedo fallaba. Me olvidaba de nombrar el caso
de Cesar Tiempo y sus Versos de una... publicado en el ´26. Como ustedes sabrán, resultó ser la
única mujer del grupo. Supongo que conocen la anécdota aquella que mandaba los versos de Clara
Beter desde Rosario y que todos querían conocer a esta condensación de la marginalidad: mujer,
prostituta, inmigrante, judía, etc. Es decir, que tenía todas las contras, pero también una gran
sensibilidad. Y cuenta César Tiempo que algunos viajaron hasta Rosario y que encontraron a una
mujer que estaba escribiendo, tal vez una carta a un hijo o pariente, y que Abel Rodríguez, el autor
de Los bestias la abrazó al grito de “¡Hermanita, hermanita, hemos venido a rescatarte!” A mí me
interesó mucho saber quién era Abel Rodríguez, el autor de Los bestias. Este libro lo busqué por
mucho tiempo, hasta llegué a pensar que se trataba de un error o una mentira, que no existía. Este
año, y gracias a Daniel Talio, de esta cátedra, pude dar con un ejemplar. Al leerlo, le comenté a un
amigo que estaba muy feliz porque había encontrado a un escritor de Boedo que escribía bien.
Esta persona me respondió que yo estaba equivocada, que si escribía bien, era de Florida. Ahora,
¿Qué quiero decir con que Abel Rodríguez escribe bien? Él es otra zona de Boedo que me parece
estimulante para destacar. Si bien aparecen las mismas temáticas de Boedo –personajes
marginales condenados al fracaso, sin posibilidades, sin un horizonte de expectativas alentador-
estos personajes no estarán resignados. Es justamente esta característica la que los hace crecer en
densidad. El narrador no se ubica en esa voz del deber ser, sino que siempre aparecerá unida
dentro de un nosotros. Un narrador que también se reconoce “bestializado”. En los cuentos de
Rodríguez aparecerá un atentado –

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frustrado- y una huelga –desbaratada. La aparición de lo político de forma explícita en esos textos,
aunque se trate de un gesto inútil, tiene importancia en tanto hecho realizado. Entonces, leyendo
a Rodríguez, resulta fecundo ver qué otros parámetros se pueden utilizar para leer la producción
de Boedo. También habría que preguntarse por qué el “mejor” escritor de Boedo no vivía en
Buenos Aires sino en Rosario. Así como la única mujer era un hombre. Estas son contradicciones
que van a aparecer. Además de pensar en el enfrentamiento de estos dos grupos, en todas las
contaminaciones y porosidades que existen, pensar, dentro de la misma producción de Boedo, en
estos emergentes puede ser muy provechoso para repensar esta misma producción.

Profesor Miguel Vitagliano: Es muy frecuente que oigamos decir, casi con insistencia, que en
Boedo no había mujeres. Creo que si contextualizamos la situación notaríamos lo incómodas que
resultan esas aseveraciones tan tajantes. Pienso en Un cuarto propio de Virginia Wolf, que es de
fines del 20. Es más, en uno de los capítulos Wolf plantea algo que podría resultar oportuno parea
conectarlo con esa idea y Boedo. Me refiero a cuando sostiene lo difícil, o lo imposible en realidad,
que hubiera sido para una posible hermana de Shakespeare, Sara, haber sido escritora en aquellos
días. Aun teniendo la misma inclinación hacia el teatro que William y la misma inspiración
también, e incluso habiendo contado con una educación semejante, difícilmente lo hubiera
logrado. ¿Por qué? Porque la sociedad no lo admitía, así que de haber transitado los mismos
lugares que en aquellos días estaban reservados para un hombre, sólo habría conseguido el
rechazo, o como también dice Wolf, quedar embarazada, enfermarse, prostituirse, casarse…pero
todo ello sin lograr ser escritora. Planteo esto en relación con Boedo, porque también en este caso
habría que pensar qué es lo que pasa con la formación – en términos de R.Williams- de grupo, y si
hubiese sido posible que hubiera una mujer. Digo esto tomando en cuenta la procedencia de clase
de los escritores que participaban del grupo. Muy distinta era la situación, por ejemplo, de Norah
Lange, que se convertiría, como sabemos, en la esposa de Oliverio Girondo. Pero en su caso su
extracción de clase le había permitido el acceso a una educación que para otras mujeres estaba
obliterada.

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Así como sucede con la incorporación de las mujeres en el grupo, también podríamos decir algo
similar con respecto a la insistencia que hace la crítica con respecto a la pedagogía del grupo
Boedo. Algo muy distinto es plantar el problema en los términos de una búsqueda, o un proyecto
me animaría a decir, para construir lectores. Lo que quiero destacar al respecto es que si se habla
de la pedagogía las cosas parecieran funcionar de un lado; si se habla de la construcción de
lectores, en cambio, se destaca un proyecto político y eso funciona otra manera. Esa manera,
desde luego, tiene que ver con la discusión, el debate, y no con la clausura.

García Cedro: Bueno, de hecho está todo el proceso de la editorial Claridad con todas sus
bibliotecas. Sí, claro. Todo esto tiene que ver con una construcción de un público lector, de una
formación. También es cierto que habría sido muy difícil que apareciera una mujer. Yo tengo la
esperanza de que aparezca alguna...del lado anarquista tal vez...

Profesor Miguel Vitagliano: En la antología de Miranda Klix aparecen...

García Cedro: Sí, en esa antología aparecen cuantos de dos mujeres: una es Medina Onrubia y la
otra Victoria Gikovski Aparecen pero no son justamente las que quedaron como emergentes.

Susana Santos: Donde más aparecen las mujeres es en la vanguardia mexicana. No es la zona de
Boedo, sino que es otro tipo de vanguardia...

Laura Estrín: Lo mismo pasa con la literatura rusa. Del año 1900 al año 1930 se da la mayor
productividad que tiene la literatura rusa en su historia. Ahí podríamos hacer también un símil
Boedo/Florida. Es decir, Andreiev y Gorki por un lado –y que son justamente los que toma Boedo-,
y por otro lado la vanguardia, con grandes poetas como Ajmátova y Tsvietáieva que cambian la
literatura rusa. No hay mujeres del lado de Gorki, porque tanto temática, como formalmente,
tampoco pueden ocupar ese lugar.

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García Cedro: La presencia de lo político en las vanguardias latinoamericanas es muy distinta a lo
que aquí ocurre. En Buenos Aires parecería que arreglaron el hacerse cargo unos de determinada
cosa, y los otros de otra. Una revista como Amauta conjuga esas dos cosas permanentemente. El
caso de Cuba es parecido, la revista Avance se propone hacer eso, etc. Este intento de aunar lo
estético y lo político, de conjugar ambas cosas, aparece más fuerte que en Argentina donde
abiertamente se intenta dejar de lado esta conjunción.

Profesor Oscar Blanco: Quería retomar este problema respecto de la mujer y eso de que Rodríguez
quería rescatar a esa prostituta...cuando le comentaron de la existencia de esta prostituta a
Roberto Arlt él propuso traerla a Buenas Aires y ponerle un prostíbulo. Es acá donde veo el
problema. La mujer, en Boedo, es prostituta. La contracara de esta mujer prostituta es el escritor
explotado. Entonces, ese lugar va a estar ocupado por el escritor explotado. Es decir, el escritor
obligado a trabajar. O sea, si era mujer, y además escritora, es doblemente explotada.

García Cedro: Respecto de cómo aparecen las mujeres en Boedo, esa es otra de las diferencias que
encontré en Rodríguez. En Boedo hay toda una zona poblada por la deformidad de la figura
femenina. En Rodríguez aparecen, por lo menos, dos personajes femeninos: una llamada “La
Cortada”, absolutamente sensual y que vuelve loco a los demás personajes más allá de la marca
que lleva en su cara. El otro personaje aparece bajo el apodo de “La Malhecha”. Esta segunda
mujer se caracteriza por sus senos grandes. Lo que está haciendo Rodríguez- si nos ponemos un
poco místicos- es redimir a estos personajes marcados, y donde la deformidad pasa a ser un rasgo
más, pero no será lo que los condene.

Profesor Miguel Vitagliano: Al final del prólogo señalás una diferencia entre el lugar que tuvo para
la crítica tanto Boedo como Florida. Uno como otro ayudó a construir ambos objetos, Boedo y
Florida. Y en buena medida esa elección está emparentada con esas sentencias de que de en un
grupo se “escribe mal” y que en el otro se “escribe bien”. Debajo de esas afirmaciones no puede
haber sino mar de fondo. Hoy en día, por ejemplo,

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sería bastante raro que alguien diga que Arlt escribe mal; pero durante mucho eso moneda
frecuente. Por eso es que me parecía que hay una toma de posición con respecto a cómo fueron
leídos ambos grupos y, al mismo tiempo, la elección de un objeto para la tradición.

García Cedro: Totalmente. Siempre hay que ponerse del lado de los caídos, de los marginados. No,
por supuesto, en un afán filantrópico a lo Boedo. Me parece que Boedo, en general, fue leído
desde los parámetros de Florida. Entonces, para entender realmente esa producción, habría que
buscar nuevos parámetros. Habría que establecer una nueva mirada sobre ese objeto para
reconstruirlo. Por eso mi rescate a esta zona intermedia.

Laura Estrín: Cuando vos decías “los parámetros de Florida” yo recordaba aquello que decía
Nicolás Rosa de que es la crítica la que ha canonizado el lugar de Florida. Es decir, es la crítica la
que cristaliza esto.

García Cedro: Claro, los escritores no se canonizan ellos mismos, sino que lo hacen las
instituciones. Es decir, es la academia, los medios los que cristalizan todo esto. Ahora bien,
quedarnos con esos polos, es hacerlo con lo más rígido, lo más dogmático y con lo que más rápido
se agota también.

Profesor Laura Estrín: Y que sigue muy vigente. A mí me llama mucho la atención el artículo de
Claudia Gilman “Dos vanguardias que no hacen una” en la Historia de la literatura argentina. Es
decir, cómo vuelve rígidamente a sostener lo mismo que vos decís.

Profesor Oscar Blanco: El problema es la procedencia de esa crítica. Aquella posición de la


literatura argentina contemporánea se constituyó y fue marcada por la categoría de vanguardia
con personas como Gilman, Sarlo y demás y que impidieron leer a Boedo.

García Cedro: De hecho Boedo y Florida eran absolutamente urbanos, pero esto no significa que
en el interior no se producía nada.

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Profesor Oscar Blanco: La crítica literaria argentina sigue manejando un terreno de la categoría de
vanguardia y pensando a la literatura como aquella canónica que se constituyó ....

Profesor Miguel Vitagliano: Entiendo eso, pero, sin embargo, creo que podríamos incorporar otra
cosa para ver cómo funciona. M pregunto si se trata de la categoría de vanguardia, y no en
realidad qué hacer con Borges dentro de la tradición. Cuando se piensa en el lugar de Borges, la
crítica no lo hace en referencia a “espejos” y “laberintos” sino en las posiciones que asume la
lengua, en cómo se construye una lengua. Y digamos que la lengua que la tradición argentina ha
decidido mantener como pilar de la tradición moderna, la lengua canónica en la literatura
argentina del XX, es, en definitiva, la lengua de Borges. Mi pregunta, entonces, sería si se trata
solamente de un problema de vanguardia o de cómo ubicar a Borges. Porque a partir de cómo se
ubique a Borges, es el modo en que van a leerse los años ´20, y por ende la relación Florida y
Boedo. Una lengua no contaminada de visiones y giros altisonantes, como podían ser en los
medios de inmigrantes. Una lengua, la borgeana, que era inglesamente tersa, estirada, y que muy
poca cuenta daba de los espasmos de la oralidad cotidiana, producidos en buena medida quizá por
la escasa educación formal.

García Cedro: Ahí se da la gran división entre ambos grupos. Piensen en los apellidos. Florida acusa
a los de Boedo de tener que disimular pronunciaciones exóticas. Está presente toda esa vacilación
con el lenguaje, aparece el “tú” y el “vos”. Este último lo tienen los personajes, pero el narrador
sigue usando el “tú” porque son transacciones que tiene que hacer. Sin embargo, en el ´27 cuando
La gaceta literaria publica Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica, la respuesta más
feroz de todos los países americanos surgió de Buenos Aires. Ahí todos se pusieron de acuerdo. Es
decir, entre nosotros nos peleamos, pero cuando vienen los españoles a decir que quieren ser el
meridiano intelectual, nos unimos. Yo no sé si estoy tan de acuerdo en eso de pensar de Borges
hacia atrás. Me parece que, de hacerlo así, se empobrece mucho todo.

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Profesor Miguel Vitagliano: Digo que ese un gesto que tal vez pueda reconocerse en la crítica.
Toda crítica que esté planteando un sentido único, obviamente no hace sino obturar lecturas.

García Cedro: Los libros que él publicó en esa época son los que no quiso reeditar. A mí me parece
que hay que pensar y revisar el objeto de estudio tal como está constituido.

Profesora Laura Estrín: No es sólo la crítica la que canoniza. Pienso en Contorno y todo ese gesto
nuevo de reivindicación de Arlt donde no reproduce lo que viene pasando antes.

García Cedro: La propuesta de Contorno había sido la de ser una respuesta al suplemento cultural
de La Nación y a la revista Sur. Es decir, si esto es lo que nos están dando, la propuesta era
desestabilizar un poco ese canon que se estaba armando.

Profesora Laura Estrín: Volver a establecer una nueva polaridad, es quedarse casi en lo mismo.

García Cedro: No sé si se estableció una nueva polaridad en ese momento, sino que se trató de
poner en circulación cosas que nos estaban presentes. Viñas comenta que, cuando dedicaron un
número especial de Contorno a Arlt, los cuestionaron por considerarlo un escritor de quiosco. Es
decir, la operación funcionó. Pusieron en circulación algo que no estaba.

Profesora Laura Estrín: Lo que yo cuestiono es que se sigue quedando afuera un montón de
literatura muy bien escrita.

García Cedro: ¿Fuera de qué?

Profesora Laura Estrín: de Contorno, de La Nación, etc.

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Profesor Miguel Vitagliano: ¿Hay alguna pregunta? ¿Algún otro comentario? El hecho de invitar a
una investigadora de Literatura Argentina a una clase de Teoría Literaria presupone un
entrecruzamiento de perspectivas teóricas. Aquello que un área no reviste una atención
concentrada, en el otro es el centro del problema y viceversa. Digo esto para destacar la buena
predisposición de Gabriela al aceptar visitarnos. ¿Una pregunta?

Alumno: Sí. Es interesante eso del lugar desde donde se lee, creo que esto es un poco el problema.
Así como desde Florida se puede decir que la literatura de Boedo está mal escrita, se puede dar
también el caso inverso. Es decir, que la literatura de Florida no tiene contenido. La discusión pasa
también por poner algo así como un tercer término desde el cual se pueda englobar o construir de
nuevo el objeto.

García Cedro: Sí, claro. Cambiar los parámetros, reconstruir el objeto. La idea es esa.

Profesor Miguel Vitagliano: ¿Por qué colocás a Roberto Mariani en esa zona intermedia? ¿Por qué
Mariani no es Boedo teniendo en cuenta la participación que tiene él en Claridad y en Los
pensadores?

García Cedro: Porque siento que en Cuentos de la oficina hay una boedización de Florida. Los
personajes no son exactamente personajes boedianos. A esto le sumo los procedimientos
narrativos que él usa, distintos también a los de Boedo.

Profesor Miguel Vitagliano: Cuando se promociona Cuentos de la oficina en Los Pensadores, se


dice que son relatos en los que se trabaja sobre problemas de los empleados y que, al mismo
tiempo, esa clase media no hace sino revelar las miserias del hombre. Digamos, ¿hay una
boedización de Florida o en realidad lo que sucede allí es la construcción de aquello que llamamos
Boedo? De otro modo pareciera ser que cuanto se nos presenta como literatura “más potente” se
la excluye de Boedo.

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García Cedro: Eso lo vi, es cierto. Por eso digo que nada está cerrado. Cuando uno empieza a
trabajar un tema, permanentemente se va repreguntando cosas. En un punto estoy también
haciendo lo mismo. Es decir, me sirvió encontrar una zona intermedia. Ahora haré otra cosa y
trataré de pensar qué más puedo decir de esto. Si un libro como Los bestias me permite pensar
otros parámetros, quizás ahí pueda volver a leer a Mariani como otra inflexión de Boedo. Para mí,
Los Bestias es una inflexión de Boedo. ¿Qué pasaría entonces con Cuentos de la oficina leídos
desde otro lugar? Eso sí es un trabajo estimulante para hacer.

Alumno: ¿En la antología no terminás haciendo esa operación con el caso de Enrique González
Tuñón? ¿No lo acercás un poco más a Boedo?

García Cedro: Sí, es lo que decía antes. Para mí, Enrique Gonzáles Tuñón fue el primer paso de esta
zona intermedia. Cuando él escribe Ojos de rayos x, empieza a escribir con una serie de
procedimientos que me hacen pensar mucho en Florida, pero con una temática, unos personajes y
unos escenarios muy típicos de Boedo.

Alumno: Tengo dos preguntas para hacerte. La primera sería ¿A qué público lector apuntaría esta
zona intermedia? Y la otra es respecto de tu referencia al radicalismo. Mi pregunta es si sólo se
trata una referencia de época, o si ves alguna otra cosa ahí.

García Cedro: En los gobiernos de Alvear e Yrigoyen empezaba a funcionar esa movilidad social de
las clases medias. Los escritores de Boedo no eran obreros proletarios que se ponían a escribir
cuando llegaban a la casa. Es interesante pensar en el funcionamiento de esta clase media y qué
pasa en Buenos Aires, gobernado por el radicalismo. Es una referencia de época, pero también el
contexto de producción de todos estos textos. En cuanto a tu primera pregunta, si es que es que
estoy inventando una nueva zona, es muy difícil pensar en un público.

Muchas gracias por la atención.

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RECESO

Boedo y la formación de un público lector: revista Los pensadores

Continuaremos hoy con los que veníamos desarrollando la clase anterior, acerca del objetivo del
grupo Boedo de crear un público-lector. Para abordar este tema les voy a proponer indagar las
características, los temas y el modo de abordarlos, de una de sus publicaciones fundamentales. No
sé si alguna vez han tenido ocasión de tener en sus manos la revista Los Pensadores, ya que no es
común encontrarlas en las bibliotecas; al menos no está en la biblioteca de la facultad ni en la del
instituto. Tomando en cuenta ese aspecto me permití armarlas una selección de ciertos textos
para que estén al alcance de ustedes. Material que ya he dejado en la Secretaría de Publicaciones.
Como les decía, mi interés es que sigamos abordando la relación entre Boedo y la construcción del
lector. Sabemos que, a lo largo de la década del ´20, se da la emergencia de la primera generación
de hijos de inmigrantes; cosa que ya hemos analizado en clases anteriores. Y que cuando uno
piensa en la construcción de esa identidad obrera fuertemente clasista de principio de siglo, nota
que está compuesta por grandes sectores de inmigrantes que son obreros no calificados. Estos
obreros que empiezan a construir su identidad son, en su gran mayoría, jornaleros. García Cedro
nombró en un momento de su exposición a Alberto Ghiraldo, poeta anarquista ligado a los
acontecimientos de principios del XX. Puede que recuerden aquel poema suyo que bien puede
servirnos su posicionamiento identitario. Si no me equivoco se trataba de un soneto que
comenzaba así: “Felices de vosotros los imbéciles/ los que nada pensáis y sentís nada/ los que
alimentáis famélicos la panza/ felices de vosotros los imbéciles”. Ya ese comienzo marca la
escisión entre el “obrero con conciencia” y el “obrero sin conciencia”. Los hijos de estos obreros se
van a educar en otra realidad, que sería la de los años ´20, en escenarios y transformaciones
urbanas diferentes; cosa que también ya hemos apuntado. Irrumpen en el campo cultural, del
mismo modo que lo hicieron en la escena política, buscando su propio lugar. En la política,
recordemos, ya lo habían conseguido con

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la Ley Sáenz Peña, ahora lo buscaban en el campo literario. Hasta ahí fue, si no me equivoco, lo
que veíamos la clase pasada. Ahora, como dije, quiero que enfaticemos sobre la construcción de
un público lector. Porque así como estos nuevos sectores que pelean por encontrar un espacio
dentro de la escena literaria, también necesitan un espacio dentro de la escena literaria pudiendo
leerla. Necesitan lectores nuevos, de otro modo, ¿quién habrá lo nuevo que tienen para decir?
Esta es una de las tareas más provocativas de Boedo, y que está marcada por una circunstancia de
época. En el año 22 forman una cooperativa editorial llamada Claridad. Un mes después
comienzan a publicar, semanalmente, un folleto de treinta y dos páginas llamado Los Pensadores.
Allí publican una obra de la literatura universal o del “pensamiento”. Los autores publicados van
desde Kant a Lenin, desde Voltaire a Balzac. Un texto diferente por semana, y a precios bajísimos.
Así se mantiene el proyecto hasta 1924. Llegados a los cien números de esos folletos, la editorial
Claridad –en ese número- anuncia que será la última vez que publique de esta manera Los
Pensadores, ya que a partir del número 101 el folleto se transformará en una revista cultural. El
título completo será: “Revista de selección ilustrada, arte, crítica y literatura”. Para demostrar que
es un acto meditado, un proyecto, que no es un apresuramiento, sostienen que querían llegar al
número cien para poder dar ese cambio. El pasaje del folleto a la revista es significativo. Peralta y
Candiano, que vendrán a conversar con nosotros la clase que viene con el objeto del libro sobre
Boedo que acaban de publicar, destacan un aspecto que yo, al menos, no había leído en otros
lugares respecto de esta cambio, como es el empecinamiento del grupo de mantener el precio de
tapa aun cuando aumentan considerablemente las páginas. Mantener el precio es sin duda cuidar
a sus lectores. Y detrás de esto está un proceso que no puede sino ser interesante. Es decir,
primero se crea una editorial para publicar un folleto, luego una revista que, con el tiempo, se
llamará Claridad. Es decir: revista/ folleto/ editorial. En esa operación uno podría leer la síntesis de
la política cultural del grupo de Boedo. Esta operación será crear una editorial para luego crear una
revista, para crear una editorial: crear la necesidad de la existencia de una editorial. Porque no es

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solamente el hecho de publicar, sino de crear –luego de cien números- la validez, la necesidad de
que exista una editorial.

El último de esos cien números está dedicado a un texto de Spengler sobre el tema fin. Spengler
defiende la teoría de la evolución. Justamente, su discurso será muy provocativo para la época ya
que lleva esta teoría de la evolución a las construcciones y al campo de lo espiritual. De este modo,
habla de la evolución de las literaturas, de la evolución de los elementos que pertenecen a la
superestructura. De esta manera, uno puede hablar de ideas que tienen su nacimiento, su
desarrollo y su ocaso. Incluso se puede hablar de que las culturas tienen también su nacimiento,
su desarrollo y su ocaso. Ustedes podrán ver cómo estas ideas de Spengler están dando cuenta de
zonas conflictivas que serán medulares en el siglo XX. Ahora ¿Por qué la gente de Boedo decide
que el folleto número cien esté dedicado a Spengler? Porque había un elemento que les podía
interesar en relación con la teoría de la evolución. Entonces, a partir del número 101, se empieza a
publicar Los Pensadores como revista. Ahora, ¿Cuáles son los contenidos incluidos en esta revista?
Todos eran textos de diversos autores pertenecientes a culturas completamente diferentes, a
géneros también diferentes, y donde entraban también los “grandes pensadores” más allá de los
escritores que hacía ficción. Podemos encontrar desde textos de Mark Twain a Jean Jaures. Otros
textos que aparecen son sueltos con noticias del mundo editorial. Por ejemplo, en el número 102
se anuncia la próxima aparición de las Cartas de Flaubert. Este suelto comenta: “Acá, el gran autor
de Salambó y Madame Bovary, cuenta los secretos, los pormenores de cómo fue que escribió
Madame Bovary”. En la revista también se presentaban síntesis de argumentos y perfiles de
autores, músicos, e intelectuales en general. Asimismo, aparecen notas sobre cine en una sección
titulada “Obras maestras en la pantalla”. Entre las secciones que podrían destacarse, está la
titulada “Páginas para los niños”. También encontramos otras de humor gráfico, artículos de
actualidad –salud, educación, cuestiones sociales en general, problemáticas cívicas, etc.-, críticas
de libros, cuestiones sobre la vida literaria vernácula, etc.

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Los pensadores se abría con unos sueltos, que funcionaban a modo de editoriales de la revista,
titulados “Al margen de la vida que pasa”. Me interesa destacar estos textos (en la Secretaría de
Publicaciones dejé una selección de esta sección de distintos números, y también de otros
páginas), porque, a mi criterio, nos permiten asomarnos de manera privilegiada al ideario de
Boedo. Antes de entrar en eso, me gustaría que no perdiéramos de vista el listado de temas que
acabamos de mencionar y cuanto decíamos la clase pasada acerca del concepto de “biblioteca”
como colección editorial. Es decir, la idea que se genera en el lector enfrentarse ante una
colección con un nombre semejante: la posibilidad de que la editorial haya pensado en una
selección de textos para él, tomando en cuanta quizá cierta progresión de lecturas o, al menos,
homogeneizando lineamientos estéticos. Insisto: pensar en una “biblioteca” genera la sensación
de que se está ante un proeycto de carácter formativo. Si destaco este aspecto es porque
considero que el trabajo que hace la revista Los Pensadores a partir del número 101 apunta en una
dirección similar. La puesta en movimiento de contenidos tan diversos, tal como los que
enumeramos recién, perfectamente podría ser pensado como una orientación hacia ese misma
finalidad. Pasemos observar ahora situaciones particulares que nos permitirían dar cuenta de lo
que estamos diciendo. La primera: ¿cómo es el lector de Los Pensadores? Al leer Tinieblas de
Castelnuovo, o los cuentos de Roberto Mariani, uno se encuentra con que los lectores de esos
textos no pertenecen al mismo mundo de los personajes. Mejor dicho, todo da a suponer eso en
realidad. Es decir, en ese mundo ficcional lo que aparece destacado es la realidad que el lector no
debe aceptar, la realidad que él debe combatir, no la realidad en la que necesariamente vive. Se
trata de una especie de espejo deformado. Quisiera que nos detengamos un poco en este idea de
espejo deformado en relación a lo que venimos explicando del mundo ficcional. Cuando pensamos
el naturalismo, tendemos a hacerlo desde atrás hacia delante, desede un tiempo anterior, desde el
pasado, jamás lo consideramos desde el momento posterior de la tradición. Así, entocnes,
solemos hablar y definir al naturalismo en términos del realismo de mediados del XIX: el
naturalismo como una exageraciónd el realismo. No es mi intención echar por tierra con una
sentencia semejante que tanta páginas ocupa en los manuales de literatura y en als

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historia de la literatura. Sólo quiero hacer una conjetura y cambiar de lugar el acento de la lectura
crítica. En este caso, en concreto, propongo que por un instante dejemos pensar al naturalismo
como exageraciónd el realismo (desde el pasado) y que pensemos al naturalismo como una
especie (extraña, sin duda, muy extraña) de adelanto del surrealismo, lo cual seróia pensarlo
desde lo que vendrá en la línea de la tradición literaria. Si quieren, insisto, tómenlo como un
simple ejericio. Pero a mi juicio, considero interesante por ejemplo animarse a vincular a Clara
Beter con Nadja de André Breton. Y de allí, por qué no, desde el padre del surrealismo y su
encuentro calljero con quien sería la plasmación más cabal del surrealismo -así decía Breton de
Nadja quien sería internada por esquizofrenia- tal vez hasta podríamos pasar a La Maga de
Rayuela. Se ha hablado varias veces de la inspiración de Nadja en La Maga, así que perfectamente
podríamos ir más atrás en el árbol genealógico. ¿Para qué podría servirnos pensar el naturalismo
en conexión con el surrealismo, es decir hacia delante? ¿Por qué, en este caso concreto, esta
operación de animarse a conectar a Clara Beter co Nadja? La validez radica en que se trata de una
operación crítica que puede producir lecturas interesantes. No se trata de conseguir la verdad,
sino de construir una lectura productiva, en tanto produce otras y nuevas. Para esta entrada al
naturalismo fuera de la herencia del realismo y más cercano con el surrealismo, los invito a leer La
lógica del sentido de Deleuze, un libro del 69. En él hay un artículo llamado “Zola y la grieta” donde
pone propone al naturalismo como grieta misma, y pone en juego también lo instintivo. Aunque, a
mi criterio, el problema hace más centro cuando Deleuze piensa la cuestión en los dos volúmenes
que escribe sobre cine (ver La imagen en movimiento de G. Deleuze, editorial Paidós). Cuando
aborde el naturalismo en el cine, Deleuze recurre al Ángel exterminador de Luis Buñuel. Ahí queda
evidenciada esa irrupción de lo otro, la herencia que siempre es monstruosa, que llega arrasando,
desarticulando, la irrupción de lo salvaje. Y eso mismo es lo que podríamos ver en la presencia de
lo monstruoso en Tinieblas. ¿Por qué no animarnos a esa lectura en lugar de quedarnos pensando
que Castelnuovo no consigue representar fielmente su vocación realista? Mere el riesgo,
considero, pesnar al menos en la posibilidad de leer la producción del naturalismo fuera de los
parámetros que lo ubican como a exageración del realismo. Propuesto esto volvamos entonces a
la revista Los Pensadores.

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La diversidad de los materiales puestos en juego en la revista podrían hacernbos pensar en que el
lector también está haciendo modificado por otras experiencias, más allá de las alfabéticas y
literarias. Me refiero a la experiencia del vértigo de la ciudad. El lector del los veinte también es el
hombre que vive en la ciudad, llena de cambios y contrastes.

Lectursa y ciudad en Los Pensadores

Nuevas zonas de la ciudad, nuevos temas, nuevos escritores, nuevas perspectivas, y también
nuevos modos de leer. No sólo invitaciones a leer lo nuevo. Es decir, además de las formaciones
de lectores no debemos perder de vista la experiencia en al ciudad modelizando la lectura. Porque
los diferentes materiales que ingresan a la revista, están ligados con el modo de leer que la ciudad
exige. Insisto: no se trata solamente de la procedencia de clase, de sector. Pienso más que nada en
el vértigo de la ciudad nueva generando una manera de leer. No sé si queda claro que estoy
tratando de destacar con esto la mirada que lee, y no el objeto sedentario que recibe esa lectura.
Una mirada que se mueve constantemente. Eso, como sabemos, es lo que está presente en la
poesía de Oliverio Girondo, pero ¿por qué no podría utilizar la retórica de este autor para leer a
Boedo? Muchas veces se tiene la sensación de que no se admite que la existencia de trabajo
retórico en Boedo. Como si el hecho de considerar un plano retórico en los textos del grupo lo
expulsaron del sector de “literatura mala”. La figura que estaría operando en esa mirada
modelizada por el vértigo ciudadano es la yuxtaposición. Pensemos, ¿qué hace la revista Los
Pensadores con la multiplicidad de temas y materiales que propone sino yuxtaponerlos al igual
que la ciudad no deja de hacer con el resto de las cosas? Como diría Raymond Williams, la ciudad
es el gran escenario del modernismo, y su figura retórica es la sinestesia. Yuxtaposición de
sentidos e imágenes: allí cuando espero el olor de las calles termino por ver cómo huelen. En la
ciudad todo se escucha, todo ensordece, porque los colores de la ciudad gritan. En otras palabras,
la ciudad es como la revista Los Pensadores en tanto mezcla todos los temas de una página a otra.
La sección “Al margen de la vida que pasa” del número 102 está escandida por títulos muy
contundentes. Cada uno de ellos propone abordar temáticas disímiles entre sí.

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Esa diferencia es una manera ya de yuxtaposición: mezclar lo completamente diverso en un mismo
espacio. El primer título es “Literatura fifi”. Se refiere a un tipo de literatura que el grupo considera
en sus antípodas. El blanco de esa disputa es la dilucidación de cuál de los dos resulta más
argentino, quién es más legítimo. Como contexto de ese suelto, debemos pensar que estaban en
medio de las polémicas que abre Manuel Gálvez, quiene mantiene una relación de amor/odio con
Boedo –semejante a Lugones respecto de Florida-. Gálvez sostenía que en la literatura argentina
estaban los que imitaban a Europa, muy preocupados por el trabajo puramente estético y que
descuidaban los problemas del contenido de esa literatura, y por otra parte estaban los que sólo
se preocupaban por el contenido, la temática, pero que descuidaban el aspecto estético. Además
de estas dos tendencias, Manuel Gálvez señalaba una tercera tendencia, o mejor dicho el
advenimiento de una tercera posibilidad que consistiría en que los nuevos jóvenes fueran capaz de
cruzar las dos anteriores. Cabe señalar, insisto, que Manuel Gálvez para algunos de los jóvenes de
Boedo empezó siendo una fuente de inspiración y pronto una manantial de agua envenenada.
Manuel Galvez incluso llegara tener, en las páginas mismas de Los Pensadores, un acalorado cruce
polémico con Leónidas Barletta. Una vez señalado el contexto de “La literatura fifi”, veamos
algunos de los párrafos de ese texto en los que se definen qué entiende Boedo por esa definición:

Entre nosotros abunda el tipo de literato a la bergamota que hace la literatura fifi. Es decir, que
escribe para las niñas, habla en falsete y viste con una pulcritud irreprochable. Jamás pronuncia
una palabra inconveniente, un término naturalista. Vamos, alguna expresión de estas que se gasta
por Boedo (...) A qué se debe que una región agreste como la nuestra produzca fruto tal
almibarado, de dónde sacamos nosotros ese refinamiento ultra perisiennes, qué motivos tenemos
nosotros para fabricar semejante literatura. O es que nos metemos a hacer cosas que no sabemos
y no comprendemos. ¿Estamos representando una farsa? ¿La farsa del refinamiento espiritual?
Nosotros somos un conglomerado rústico, hablamos pésimamente, nos desenvolvemos a
leñaradas ¿De dónde extraemos entonces el lenguaje pulido, elevado, ampuloso, diáfano,
amerengado? ¿No debería ser nuestra literatura agreste e hirsuta como nosotros, erizada de
clavos? (...) y no solamente el estilo, todo es así en nuestra literatura. El fondo también es fifi. Esto
se debe, en parte, a que los niños y las niñas resolvieron dedicarse a la literatura. Es muy chic
hacer versitos, y los niños y las niñas forman cenaculos para cambiar sensaciones motoras, y a las
niñas no les gusta que los niños estampen palabras crudas.

La alusión a Florida es evidente, ¿verdad? Junto a éste que es el primer título, tenemos un
segundo, “España fusila”. El texto se refiere a los sindicalistas perseguidos en

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España dentro de toda esa problemática en la construcción de la República Española. Si bien en el
texto comienza dando cuenta del atraso de España, quince líneas más abajo dice:

Si no, a qué santo predicamos la religión. ¿Para que fundamos escuelas, diarios, publicamos libros
y nos instruimos? El hombre en estado de barbarie en más humano que el hombre en estado
civilizado o español, se parece más al hombre. En estado de civilización, se parece a cualquier
animal. España es el país que más fusila, es por lo único que se destaca en Europa. Para resarcirse
de las pérdidas en Marruecos, elimina a sus habitantes en el interior. Cobarde en casa ajena,
valiente en la suya propia. Ojalá triunfe la República de Blasco Ibánez. (...) Lo único bueno que ha
hecho España, es descubrirnos a nosotros.

Un posicionamiento por demás interesante. Si en el otro se hablaba de una “litereatura fifi”, ahora
se sigue con algo que, aparentemente, muy poco tienen de realción con la literatura. Sin embargo,
el centro que está poniendo en juego es la posibilidad de la construcción de la educación. “¿Para
qué enseñamos?” “¿Para qué tenemos escuelas?” “Estos son problemas de civilización.” Estas son
los conceptos vertidos en el párrafo que leíamos. Sumado a esa segunda nota, tenbemos una
tercera, también nada conectado en apariencia con los otros dos. El título es “No hay que trabajar
tanto”:

Días pasados se reunió la cámara de senadores. Inmediatamente se levantó la sesión por no haber
asuntos que tratar. Vale decir, no había nada que hacer. Sabido es lo que cuesta conseguir cuorum
en esa cámara, cuando no falta uno, falta el otro, cuando no, faltan todos. No hay gente más
haragana que los senadores. Suponiendo que el trabajo que realizan sea propiamente un trabajo,
solo son puntuales para cobrar. Cuando se trata de cobrar hay cuorum indefectiblemente.

Si bien los tres diferentes, en todos ellos se destaca la necesidad y el valor que implica tomar
espacios, responder a una literatura que no es legítima porque no dice la verdad, al mismo tiempo,
la educación eleva, se promociona esta educación, se producen transformaciones, qué pasa con
los senadores, etc. Otro título, “El salón libre”, en el que se discute el problema de la pintura. Es
decir, se abre un salón libre, y construyen un diálogo ficticio para proponer una discusión. Ahora,
una de las personas que participan en este dialogo dice:

“Salón libre, ¿No son todos los mismos mamarrachos del Salón Nacional?/ Si compañero, aquella
es la misma cosa. Después de todo ¿Qué es lo que usted pretende?
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Esta yuxtaposición de temas diversos, sin conexión en apariencia, sólo separadas por el título y sin
que ninguna otra marca destaque el límite entre ambos. Como en al ciudad, todo es diverso, y a la
vez todo se presente en el mismo espacio, todo tiende a igualarse. Si nos animáramos a leer estos
textos con ojos de Oliverio Girondo, o con los que nos animáramos atribuirle, hasta podríamos
descubrir ciertos determinados planteos programáticos: el lugar de la literatura, el lugar de las
instituciones de arte, el lugar de la política, el lugar de la representación política y el lugar de la
cultura y las escuelas.

Alumna: Cuando vos planteas que Los Pensadores yuxtaponen los temas como la ciudad esto
estaría bien con ciertos temas. Me parece que la ciudad es un poco más amplia.

Por supuesto que es amplia. Todo visión es siempre selectiva, y toda selección no puede hacer sino
un recorte de una totalidad. En Pensar sociológicamente (editorial Nueva Visión), el sociólogo
polaco Zygmunt Bauman analiza la relación entre el “nosotros” y el “ellos”. Sostiene que cuando
uno piensa en un “nosotros”, de antemano necesita construir un “ellos”, ya que uno sólo se
construye en base a los otros. Lo que intento marcar con esto es que para construir un “nosotros”
–no un yo- hay que construir un “ellos”. Si no lo tenemos, lo tenemos que inventar. No podemos
perder de vista esto cuando pensamos en Boedo. ¿Florida tiene que construir un “ellos”? No.
Florida tiene el peso de la tradición, ellos estaban en la literatura. En cambio, los otros son los que
vienen, los que tiene que encontrar un lugar dentro de ese campo, los que sí necesitan construir
un “ellos”. Es cierto lo que dice la compañera, aquí no vemos trazada “la ciudad”, sino la ciudad
que construye Boedo. Pero justamente en eso está lo interesante. Es decir, ver qué tipo de
particularidad construye Boedo. Es en esta construcción donde encontramos el posicionamiento y
la trayectoria de política cultural que elige el grupo. Por supuesto, presumo que alguno podría
decir que algo sucede con nuestro presente y aquel pasado. Hay varias correspondencias. O bien
ellos eran adelantados, o no hemos, todavía, salido del pasado. Quién sabe.

Alumno: Me parece que Florida está haciendo lo mismo, y que los dos están peleando por un
campo popular en potencia que se está gestando.

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Mi preocupación no es la manera en que ellos pintan la ciudad, sino que estoy hablando de una
sensibilidad que surge con la ciudad. A mí me interesa ver que aquello que está poniendo en juego
Boedo es una sensibilidad de ciudad donde todo se mueve al igual que los materiales que trabajan
en sus revistas. En todo caso, la ciudad de Boedo tiene que ver con los márgenes, siempre en
claroscuros, de las calles de barro, etc. pero yo no estoy pensando en el espacio físico de la ciudad,
sino en su sensibilidad.

Otra cosa interesante para pensar es la manera en que está titulada esta sección: “Al margen de la
vida que pasa”. Es decir, nosotros estamos al margen de la vida que pasa. Toda una alusión a la
cita de Stendhal de Rojo y negro, un emblema del realismo. Aquello de que la literatura es un
espejo que está junto al camino. Veamos otro número, el 107, de marzo de 1925, para ver si
reconocemos ciertas cosntantes. El primer título que aparece en la sección de la que hablamos es
“La peor morfina”. El texto más que pronunciarse contra las drogas, lo hace contra otros
“venenos”, venenos literarios. Dice:

Hay un veneno más terrible que la morfina que se vende en todos los quioscos y librerías y contra
el cual no se toman medidas de ninguna naturaleza. Es un veneno que corroe el alma del pueblo,
que degenera al hombre, lo embrutece y lo aniquila. Es la literatura populachera. Esa literatura
que hacen los idiotas mentales para sus colegas analfabetos, esa literatura de Mundial, de Para ti,
y de Martínez Subiría y de Marcelo Peyre. La literatura pornográfica de ciertas publicaciones
bajunas que cultivan en el onanismo de la inteligencia.

Al mismo que tiempo que se sostiene esto, encontramos el título siguiente, referido a un
comisario corrupto, “En la escuela”:

Este espectáculo de los niños que van a la escuela sería hartosignificativo para los que esperamos
una vida mejor, si no supiéramos que en la virtud también tiene cabida el vicio, y que los hechos
no solo son buenos por sus intenciones. Aquí vamos a afirmar una cosa estupenda: el noventa por
ciento de los maestros son semi analfabetos. Ellos y nada más que ellos son los culpables de la
inteligencia raquítica de nuestro pueblo. Sírvanos de testimonio y no los textos ordinarios de
lectura, de historia de geografía, de cuanta materia embuten en la cabeza de los chicos, plagados
de errores, de horrores, y de mentiras sin cuento.

Hay acá una línea que se mantiene por más que los tópicos sean diferentes.
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El tercero se titula “El que roba” y se una distinción entre el ladrón y el que roba: el ladrón es
quien es atrapado, el que roba es el que nunca será atrapado. El que nunca es considerado un
ladrón, y el etxto se ocupa de caracterizar ese especie en comerciantes, abogados, médicos que no
saben curar, etc. Cuarto título: el “Poeta termómetro”. Referido al tipo de escritores oportunistas
que escriben de acuerdo a las condiciones históricas. Escriben de acuerdo a las efemérides. En el
número112, de julio de 1925, estas páginas inciales que funcionaban como un editorial, pasa a
llamarse a partir de entonces “Al margen”. Es decir, sólo esas dos palabras. Ya no se trata deun
alusión a lo que se ve del otro lado, sino que elige una posición y se habla desde allí. Se asumen “al
margen” de lo que pasa, y, sobre todo, se reconcoen en ee margen. Una posición que, como
vemos, no es sólo literaria ni tampoco meramente social y política, sino que no pueden ambas no
pueden escindidrse. Del mismo modo que los temas más disimiles ocupan un mismo lugar, su
literatura no puede darles la espalda porque forma parte de esa misma realidad. Estar “al margen”
para Boedo es aceptar que hay dos posiciones en el mundo, intereses de clase enfrentados que
atraviesan cadsa uno de los ámbitos de la vida. Reconocerse “al margen” es revivindicar un lugar
de lucha que los coloca en “el centro”. Las páginas se abren dando cuenta de la llegada de Gómez
de la Serna y la conmoción que esto produce en los literatos de Florida. Es decir, esos son quienes
no están “al margen”. Y no resulta casual que tras la cobertura irónica de esa noticia, la siguiente
haga foco sobre las publicidades acerca de la sífilis y la gonorrea. Ahí leemos:

Toda persona honrada ha aplaudido la actitud de la Liga de Profilaxis Social por las razones más o
menos conocidas a las que acabamos de exponer. Pero nunca faltan alcornoque y viejas hediondas
que ponen el grito en el cielo en cuanto se demuestran, lisa y llanamente, las cosas tal cual son.

La sorpresa de ellos es que un hombre de izquierda como Rodolfo Ghioldi se espante, no la prensa
o las señoras. Podría decirse que aspiran que su literatura sea entendida en la misma dirección
que ellos reconocen en esa publicidad. Los “males” de la vida deben ser presentados para salvar/
curar /despertar conciencias y cuerpos. Y también daría cuenta de eso de ese tropo en el que
insitíamos ya antes, y no siempre se le reconoce un lugar en sus textos: la

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hipérbole. Así como las publicidades deben ser hiperbólicas para impactar con mayor
contundencia, sus textos –y los de Elías Castelnuovo en primer lugar- deben recurrir el trazo
grueso en las descripciones, como también en los retratos y composiciones de personajes
buscando ese mismo propósito. Una especie de velada arte poética a través de comentarios de
actualidad diversos, porque Boedo no hace sino delinear su perfil estético. Porque así como la
literatura está en las cosas del mundo, las cosas del mundo están en la literatura. Y así desde la
sifilis literaria a las reliquias obscenas: el último título del editorial está dedicado al escritor Hugo
Wast que había puesto en venta los manuscritos de una novela suya. La gente de Los Pensadores
sospecha que, pese a lo que cualquier podría juzgar, es posible que haya “algún idiota” dispueto a
comprar esos manuscritos. Un recorrido por las distintas problemáticas. Quisiera mostrarles ahora
una página de humor gráfico que aparece en Los Pensadores en la ques e exponen varios modelos
de novelistas. No deja de ser curioso es, tratándose de una revista de cultura como esta, se pueda
bromear acerca de cómo se imagina a distintos tipos de novelistas. ¿Hasta qué punto sería
comprendido el chiste? ¿La broma no estaba dirigida a escritores o a lectores ya formados? Y algo
más para destacar es en esa página no hay ningún intento, por mínismo que sea, de
autorretratarse para marcar un contrapunto. Es decir, en la página están los otros, no ellos. En Los
Pensadores número 102 vamos a encontrar un texto de Castelnuovo en el que realiza una
presentación y un análisis de la obra del artista plástico Guillermo Facio Hébequer. Se trata de una
lectura a fondo, estética, en la que se pone en juego el ideario de Castelnuovo, y por extensión el
de Boedo. Con eso vamos a copntinuar la clase que viene. Ahora simplemente quería destacar que
Castelnuovo homologa, cosa que argumenta pormenorizadamente, la obra de Hebequer a la de
Gorki. Teniendo en cuenta lo que decíamos de los temas y las secciones de la revista, me parece
intersante dstacar que en ese mismo número, en “Página dedicada a los niños”, se hace una
presentación del escritor ruso. Es decir, Gorki es objeto de comparación a la vez que aparece como
autor rescatado para los niños. Seguimos la semana que viene.

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Anexo teórico 10

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