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Cómo educar sin gritos

Siempre se ha dicho que la tarea de educar es muy difícil, y no le falta razón al dicho. No solo
difícil, sino cansada, pero las recompensas que puede otorgar no tienen precio. Por desgracia
no siempre educamos como nos gustaría, como planificamos o como pesamos que debemos
hacerlo. lo que nos debe quedar claro, es que gritar no es un recurso educativo adecuado, ni
para el hijo ni para los padres.
Los gritos o los “levantamientos” de voz, constituyen un recurso del que muchas veces
echamos mano para educar a nuestros hijos. La cuestión es que no sopesamos los
supuestos “beneficios” de gritarles con los reales perjuicios que pueden ocasionar.

¿Qué perjuicios ocasiona educar con gritos?


Nunca deberían utilizarse como un recurso educativo. Solamente son excusables, cuando de
forma instintiva les utilizamos ante una amenaza o peligro. Sin embargo los perjuicios que
produce cuando se utiliza como recurso educativo habitual son múltiples e importantes, y
debemos tenerlos bien presentes en aquellos momentos en los que la paciencia o el
agotamiento nos vencen:
– Altera el sistema nervioso, pudiendo producir afecciones importantes a larga distancia
en la maduración del mismo.
– Los niños aprenden de esta forma de actuar de sus padres , por lo que es altamente
probable que comiencen a utilizarlo.
– Los gritos pierden su efecto de posible modificador de conducta en el momento que
se utilizan de forma repetida, ya que el niño se habitúa, y se convierte paulatinamente en
alguien que los usa y no sabe hablar calmado.
– Habla muy poco en nuestro favor de nuestra capacidad de control de impulsos, con lo
que el ejemplo que le damos, no es nada bueno.
– Utilizar los gritos de forma repetida lo único que consigue es mantener al niño en un
estado de estrés y de nerviosismo, completamente perjudicial para su desarrollo.
– Tiene repercusiones en la personalidad del niño.
– Según estudios, un método educativo que utiliza de forma continua los gritos, puede
desencadenar en el futuro del niño problemas de salud mental como la depresión y la
adicción a sustancias y alcohol.
– El uso de los gritos también hace que nos estresemos y nos pongamos nerviosos
nosotros, los padres, con lo que a veces se puede convertir en una espiral difícil de contener o
de escapar de ella.
– Los niños se acostumbran a obedecer solo cuando se les grita, para ello, antes les
repetiremos inútilmente las cosas 30 veces, y en la 31ª, gritaremos. Al cabo de un tiempo esta
espiral arrastra a los padres, y en vez de gritar a la 31 gritan (o gritamos) a la 2ª ó 3ª, para
ahorrarse el resto de las inútiles repeticiones. ¿Os parece adecuado el sistema?
La labor de los padres es agotadora en ocasiones para conseguir que obedezcan, pero
dependen de la constancia, y no de los gritos, el que lo consigamos de forma correcta. Nadie
dijo que educar fuera sencillo, pero las satisfacciones que nos dan nuestros pequeños lo
compensan todo.
Está claro que no vamos a poder controlar todas las influencias que reciben nuestros hijos a lo
largo de su vida y de su desarrollo, pero lo que también está claro es que aquellas que sí
podemos controlar son precisamente nuestras influencias, y dependen exclusivamente de
nosotros.
Consejos alternativos al uso de los gritos
Es muy difícil detener un grito cuando surge de forma instintiva pero este hábito sí es
controlable y extinguible, y depende de nuestra capacidad para educar de otras formas, el que
lo erradiquemos de nuestro repertorio como padres.
Algunos consejos que pueden ayudar a evitar su uso son los siguientes:
– Algo que siempre os digo, antes de dar el grito: pararos un segundo y reflexionar,
poneros en su punto de vista y buscar los motivos de su actuación. A lo mejor desde vuestra
posición no es justificable su acto, pero sí desde la suya, y hay que tener en cuenta que los
niños viven el “aquí y ahora” sin contemplar las consecuencias. Esto debe tenerse en cuenta
para valorar sus actos, e intentar, siempre de forma relajada, acercar su punto de vista al
nuestro y viceversa.
– Hacerse cargo padre y la madre es una enorme ventaja, ya que hay días que uno los
tiene peor y a lo mejor el otro está más relajado. Utilizad esto en vuestro favor. Que actúe el
que está más tranquilo y que éste sea el que saca de la situación al otro hasta que se calme.
– Planificad y hablad bien papá y mamá. Necesitáis saber cuáles son los límites y las
normas que proponéis en vuestra casa, la alianza y la unión entre los dos miembros de la
pareja es fundamental.
– Con todo esto no quiero decir que haya que ser permisivo, que sería lo contrario a
aquel que utiliza constantemente los gritos, autoritario. El mejor es el estilo parental
democrático. Os aconsejo que leáis el artículo Estilos educativos de los padres: ventajas e
inconvenientes.
– Nuestros hijos son personas y como tales, merecen ser escuchados con atención
antes de reprocharles nada. Esto además les enseña, que para la solución de conflictos, un
método válido es el diálogo.
– Por mucho que parezca increíble, susurrarles o hablar en voz baja les puede
desconcertar, y ayudará a que se motiven a prestar atención. Yo mismo lo he probado con un
grupo de 9 niños desaforados en unas cuantas ocasiones y es completamente eficaz.
– No tenemos por qué tener siempre la verdad absoluta de todo solo por ser padres. Por
ello, cuando nos equivocamos, aunque nuestro hijo tenga 3 añitos, es bueno reconocerlo
delante de él y que nos preste atención. Le enseñamos a reconocer errores.
– Para conseguir que tu hijo te obedezca, lo más adecuado es motivar, reforzar con
elogios todo aquello que hace bien, corregir con el diálogo todo lo que hace mal y enseñarle
siempre cuál es la forma correcta de hacerlo.

Sigo pensando que gritar a nuestros hijos es algo completamente habitual; eso ha hecho
precisamente que lo consideremos como normal, cuando no lo es. ¿Quién no ha visto la
típica rabieta del niño y la madre o el padre al lado pegándole un grito? El que lo veamos
como normal y habitual, repito, no es porque realmente lo sea.
Si usáis los gritos como recursos educativos, con el artículo no he pretendido que os sintáis
culpables, solamente pretendo que reflexionéis en este tema. No es conveniente gritarles, ni
para ellos ni para nosotros, y es algo que podemos controlar completamente. Habladlo y
pensad.

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