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La evolución del Ars Moriendi post-tridentino en España e Inglaterra

Chapter · January 2006

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Juan Manuel Castro


Universidad Pontificia de Salamanca
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La evolución del Ars Moriendi post-tridentino en España e Inglaterra
Juan Manuel Castro Carracedo
Universidad de Salamanca

Resumen
Pese a que el género de los Ars Moriendi, manuales instructivos para preparar
cristianamente el momento de la muerte, tuvo su origen a principios del siglo XV, no podemos
hablar de tradiciones nacionales definidas hasta la segunda mitad del XVI. La instauración de la
Iglesia Protestante, en parte de Europa, y la consecuente reacción contrarreformista en el resto,
conllevaron una evolución diferente de este tipo de tratados en cada uno de los países
dependiendo de sus condicionantes ideológicos. Tras el Concilio de Trento, diversas naciones
comenzaron a desarrollar sus propias variantes del género y progresivamente aparecieron textos
originales que se distanciaron del tronco común. España e Inglaterra, debido a sus particulares
contextos religiosos, destacaron por la singularidad de sus Ars Moriendi dentro del panorama
europeo. Mediante la comparación de estas dos tradiciones, el presente estudio intenta dar
explicación a varias peculiaridades que estas versiones nacionales plantean. Un análisis de sus
rasgos distintivos nos permitirá observar que existen más afinidades entre ellas de las que en un
principio cabía intuir.

La experiencia demuestra que la comparación genológica desde modelos


transnacionales conduce, en la mayoría de las ocasiones, hacia la futilidad o, aún peor,
hacia la perogrullada. Los géneros que proceden de un tronco común suelen conservar
tras su disgregación tantas similitudes entre sí que raramente se justifica su comparación
y, de poder hacerse ésta, las diferencias son fácilmente explicables a partir de las
condiciones ideológicas o sociales de los países en los que el género ha evolucionado.
Por eso, nos llama poderosamente la atención el que las circunstancias diametralmente
opuestas de dos países deriven en un fenómeno similar, algo que, en mi opinión, ocurrió
con la evolución del género Ars Moriendi en Inglaterra y en España tras el Concilio de
Trento.
En ningún modo el Ars Moriendi debe ser confundido con la mera temática
funeraria que inundó los textos literarios desde finales del siglo XIV. Los Ars Moriendi
forman una tradición perfectamente delimitada, con formas y contenidos definidos y
unos textos fácilmente reconocibles. No todas las reflexiones sobre la muerte, ni
siquiera aquellos textos que dan instrucciones sobre cómo morir, pertenecen a este
género: poemas ingleses como Lerne to Dye de Thomas Hoccleve o Upon a Deedman’s
Hed de John Skelton, o españoles como las Coplas manriqueñas o el Decir o tratado de
la Muerte de Juan de Mena, han sido frecuentemente considerados Ars Moriendi cuando
no lo son en realidad.
Al tratar del Ars Moriendi hacemos referencia a un género devocional específico
que se inició en la primera mitad del siglo XV, fruto del opresivo ambiente macabro que
obras como la Imitatio Christi de Thomas a Kempis o el Opusculum Tripartium de Jean
de Gerson habían desarrollado.1 Junto a motivos tales como el contemptus mundi o el
memento mori, y subgéneros como la «Danza de la Muerte» o los «Tratados de
Postrimerías», aparece alrededor de 1440 un manual anónimo, de probable origen
alemán aunque escrito en latín, que aspira a inculcar en sus lectores «cómo morir
cristianamente». Este tratado, que se transmite a través de dos versiones diferentes (una
tipográfica, más extensa; y otra xilográfica, abreviada pero acompañada de grabados
ilustrativos), presenta una diferencia notable con respecto a otros escritos luctuosos
contemporáneos: su intención pragmática. El Ars Moriendi no trata de adoctrinar

© 2006 Juan Manuel Castro-Carracedo. Proceedings of the 29th AEDEAN Conference. Alejandro
Alcaraz-Sintes, Concepción Soto-Palomo and María de la Cinta Zunino-Garrido. Eds. 39–49. Jaén:
Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén.
Author’s email address: juanmacc@usal.es.
Proceedings of the 29th AEDEAN Conference (Jaén, 15–17 December 2005)

mediante la visión angustiosa de una muerte inminente, ni de moralizar por medio de la


imaginería macabra característica del Timor mortis. Al contrario, se trata, como define
acertadamente Mary O’Connor, de «a complete and unintelligible guide to the business
of dying, a method to be learned while one is in good health and kept at one’s fingers’s
ends for use in that all-important and inescapable hour» (O’Connor, 1966: 5). Su
función es claramente didáctica, su discurso carece de pasión emocional y el autor
apenas se permite ninguna digresión lírica fuera de lo que constituye el objeto central de
la obra: la exposición directa de las tentaciones, oraciones, preguntas, exhortaciones e
instrucciones que intervienen en el acto de morir.2 La delectación morbosa de la
literatura funeraria de la época es sustituida por la explicación llana y transparente de
unos postulados sobre cómo acometer los últimos instantes de la vida.
El Ars Moriendi, tanto en la versión tipográfica como en la xilográfica, tuvo en
pocos años una extraordinaria difusión en toda Europa. A finales del siglo XV, el
tratado había sido traducido a todas las lenguas vernáculas de consideración y más de
230 manuscritos recuperados en el continente, hasta la actualidad, constatan su enorme
éxito (Chartier, 1976: 53). El latín era el medio principal de divulgación y Centroeuropa
la zona de mayor influencia; no obstante, los países geográficamente extremos, como
Inglaterra y España, tampoco escaparon al influjo de la obra. En estas dos naciones el
tratado corrió una suerte pareja: su traducción a cada una de las lenguas está muy
cercana en el tiempo, siendo algo más tardía que en el resto de Europa. La primera
versión española conocida, la de Pablo Hurus, se fecha entre 1479 y 1484, mientras que
la traducción más antigua al inglés, conservada en un manuscrito que durante años fue
atribuido a Richard Rolle of Hampole, data aproximadamente de 1490.3 Esta leve
demora en su traducción, con respecto al resto del continente, hizo que la tradición de
los Ars Moriendi en ambos países apenas repercutiera de forma manuscrita;4 sin
embargo, el número de ediciones impresas sí se multiplicó rápidamente, de modo que
en el primer cuarto del siglo XVI hallamos un total de 9 ediciones en Inglaterra (algunas
de gran relevancia filológica por haber sido traducidas e impresas por William Caxton o
Wynkyn de Worde) y de 11 en España.5 Esta cantidad se supera ampliamente en
Francia o en Alemania (O’Connor, 1966: 89–96 y 61–86, respectivamente), pero aún así
no cabe ninguna duda de la fuerte impronta que estos escritos dejaron en los primeros
años del Renacimiento inglés y castellano.
La evolución del género durante esas fechas tempranas también fue semejante en
ambos países. Hasta 1530 aproximadamente, estos Ars Moriendi se limitaban a traducir,
de modo más o menos fiel, el texto latino original extendido por el continente, sin
incluir ninguna innovación reseñable. Los mismos títulos, invariables en su mayoría,6
no permiten hacer distinción entre las sucesivas ediciones, muestra de la excesiva
rigidez que el género mostraba en sus primeros testimonios. Una estructura
marcadamente medieval, que sigue de forma escrupulosa las divisiones realizadas casi
un siglo antes, y un estilo homilético proclive a los clichés doctrinales de la
espiritualidad del XV, son las características comunes de los tratados escritos en ambas
naciones (Adeva Martín, 1984: 413–415). Por tanto, apenas se puede hablar de
tradiciones independientes en España e Inglaterra ni recíprocamente, ni con respecto al
resto de los países centroeuropeos. El texto es esencialmente el mismo, traducido a las
respectivas lenguas, e incluso los grabados que lo acompañan proceden claramente de
un núcleo común a todo el continente europeo.
La aparición del Praeparatione ad mortem de Erasmo (1534) y su rápida traducción
tanto en España (1535)7 como en Inglaterra (1538)8 inaugura una nueva etapa,
marcadamente humanista, dentro del desarrollo del género. Las directrices pedagógicas
de Erasmo, alejadas del autoritarismo medieval y que optan por la comprensión y

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aceptación de la precaria psicología del moribundo, eliminan la imposición de rituales


fijos en el momento de morir y contextualizan ese acto dentro de un proceso
trascendental cuyo principal episodio es la separación entre cuerpo y alma. Los pocos
elementos dramáticos o supersticiosos que existían en el Ars Moriendi anterior se
eliminan de estos escritos y un programa espiritual, enfocado hacia la estabilidad
emocional, se propone con mayor optimismo (Bietenholz, 1978: 160–163). Es éste el
período en que se crean las primeras obras originales en Inglaterra y en España, aunque
en ambos casos la poderosa influencia que la obra erasmiana ejerce sobre los escritores
encorseta sus tratados y apenas posibilita divergencias entre ellos. Las 8 versiones
humanistas del Ars Moriendi existentes en Inglaterra y las 11 de España, de las que
tenemos conocimiento,9 guardan una gran semejanza tanto formal como doctrinal. Salvo
alguna honrosa desviación, como puede ser el caso de The Waye of Dyenge Well de
Thomas Lupset (1534), todos estos tratados se crean a partir del molde erasmiano y
tienen sus respectivos modelos en ambos países. En España, la Agonía del tránsito de la
muerte de Alejo Venegas (1537) define la forma del Ars Moriendi humanista, mientras
que el Dayly Exercyse and Experyence of Deathe de John Whitford (1555) hace lo
mismo en Inglaterra.
No será, por tanto, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVI cuando
hallemos un género evidentemente desarrollado y podamos estudiar tradiciones
autóctonas, independientes, del Ars Moriendi y de sus continuaciones, tanto en
Inglaterra como en España. Coincidiendo en tiempo, la instauración definitiva del
Protestantismo en Inglaterra, bajo el reinado de Elizabeth I (a partir de 1558), y el fin
del Concilio de Trento con la subsiguiente Contrarreforma (1563), hicieron desembocar
a ambas naciones en condiciones radicalmente opuestas, lo que acabaría repercutiendo
indefectiblemente en los tratados de nueva creación.10 La Reforma inglesa y la
Contrarreforma española suponían puntos de partida antagónicos para la elaboración de
los nuevos Ars Moriendi y las diferencias ideológicas entre ambas tradiciones se
hicieron palpables en la segunda mitad del siglo XVI y, sobre todo, a lo largo de todo el
siglo XVII. No sólo sus doctrinas se oponían diametralmente; en muchos de estos textos
descubrimos condenas explícitas a los argumentos defendidos en la otra facción,
tachándolos de heréticos o blasfemos. Los respectivos ambientes ideológicos de cada
país, más que cualquier factor literario, condujeron a la separación y delimitación de
estas dos tradiciones.
Aunque multitud de elementos podrían servir de motivo de comparación entre
ambas evoluciones nacionales,11 en esta ocasión nos centraremos en uno de los aspectos
más llamativos: la singular desviación que se dio, en ambos países, de la materia
principal que estas obras tenían originalmente, es decir, de la muerte. Por motivos
diferentes que veremos a continuación, el Ars Moriendi inglés y el español sufren un
proceso transformativo por el cual se distancian de la temática fúnebre y centran su
atención en los tiempos que rodean el acto de morir: la vida, en el caso inglés, y la vida
eterna (o, más concretamente, lo que comprendería el término anglosajón afterlife), en
el caso español. Este proceso, extraño dentro del contexto genérico europeo (Chartier,
1976: 57–63), crea un cierto paralelismo paradójico que hace que ambas tradiciones,
opuestas en gran parte de su contenido y forma, confluyan de algún modo en una
progresión común.
La cuestión del período vital en el Ars Moriendi ya había sido considerada
brevemente por Erasmo y sus imitadores quienes habían determinado que la mejor
preparación para la muerte era llevar una vida cristiana.12 Sin embargo, los postulados
calvinistas, por el lado protestante, y los contrarreformistas, por el católico, erradicaron
este discurso vitalista y devolvieron la preeminencia del contemptus mundi al Ars

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Moriendi, con lo que, en el período inmediatamente posterior a Trento, la muerte


recuperó la centralidad y hegemonía de estos tratados en todo el continente. Los escritos
post-tridentinos de Centroeuropa rescatan parte de la imaginería macabra del siglo XV y
tienden a una dramatización fúnebre que no estaba presente ni en los orígenes del
género.
La falta de una mayor impronta calvinista en Inglaterra fue, sin embargo, la que
impidió ese retorno a la muerte en los casi veinte artes que se escribieron hasta finales
del siglo XVII. La diversidad de creencias en la incipiente Iglesia anglicana, unida al
recelo que sus teólogos parecían sentir por la doctrina de la predestinación, provocaron
el rechazo de aquellas ideas deterministas que aseguraban que el hombre había sido
salvado o condenado antes de nacer y, por tanto, la vida era un pasaje sin relevancia
soteriológica. El Ars Moriendi inglés no acepta este postulado y todos los representantes
del género defienden, en alguna ocasión, «that there is good cause that men should not
deferre their preparation till the time of sicknesse, but rather every day make them-
selves ready against the day of death» (William Perkins, Salve for a Sicke Man: 32).
De este modo, se adivina en los Ars Moriendi ingleses un esquema común que, tras
una reflexión preliminar sobre la muerte, establece una división tripartita: una primera
parte ofrece instrucciones para llevar una vida que garantice la salvación; una segunda,
describe el momento de morir con sus actos, jaculatorias y peligros; por último, la
tercera parte añade una serie de directrices para los momentos en que un hombre sano se
enfrenta con la muerte ajena (visitas a moribundos, consuelo en duelos, etc.).13 En
definitiva, dos de las tres partes de estos tratados parecen centrarse en aspectos
relacionados con la vida y no con la muerte, como había ocurrido hasta ahora, con lo
que el género sufre una fuerte modificación y, hasta cierto punto, pierde parte de su
identidad.14
Proceso completamente opuesto es el que observamos en los Artes de bien morir
españoles, cuyo tópico del desprecio por el mundo se vuelve más desaforado que en
ninguna otra tradición nacional. El ascetismo férreo al que la Iglesia española quiso
someter a sus creyentes se tradujo en unos tratados intimidatorios en donde la vida
representaba un «perpetuo destierro y prolongado martirio» (Jaime Montañés, Espejo y
arte muy breue: 18) y la muerte era un tránsito por el que debía pasarse lo más
fugazmente posible. El peso de estas obras recae en el extremo contrario y la vida eterna
se erige como el único período en el que el creyente puede confiar:
Si nuestro principio es tierra, el más vil y bajo de todos los elementos, y si la
vida misma del hombre, que tanto ahora desea, es tan corta como ha visto [...],
si el hombre es vano, la vida es vana, las riquezas vanas y tesoros vanos, la
ciencia vana, los elementos vanos, y el agua, y el aire, la tierra, el fuego, el Sol,
la Luna, los cielos, las estrellas y los planetas, todo es contra el hombre, ¿qué
cosa puede haber en este mundo, hermano y señor mío, que le detenga, y qué
causa o razón puede haber en ninguna cosa, fuera del Criador para aficionarle y
llevarle tras ella? Menosprecie, menosprecie estas cosas, señor y hermano,
deles de mano, y suspire por las celestiales, deje cuidados de tierra y tratemos
del Cielo. (Juan de Salazar, Arte de ayudar: 66)
La muerte en estos textos es desplazada del objeto central y los preceptos del
antiguo Ars Moriendi acaban sustituyéndose por un singular modelo de salvación
prospectivo, justificado en la exclusividad de la vida eterna: todos los hombres viven y
mueren, incluso los animales lo hacen, luego hablar de nuestra vida terrena es
superfluo.15 El Ars Moriendi español repara en la única condición que debe ser
conquistada por el hombre: la vida tras la muerte. Por eso, aunque de forma menos
sistemática que en Inglaterra, los tratados españoles también tienden hacia un triple
esquema cuya primera parte es un continuo desarrollo del contemptus mundi medieval,

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la segunda resume lacónicamente las instrucciones para el momento de la muerte, y la


tercera, más profunda y argumentada que las anteriores, se centra en «el ánima del
hombre después de la salida del cuerpo». De nuevo, la ayuda para bien morir prometida
en muchos de los títulos de estas obras,16 queda relegada a un plano secundario,
superada por los consejos que ayudan a vivir bien posteriormente.
Esta doble derivación de los Ars Moriendi, antes y después de la muerte, repercute
en la mayoría de sus elementos, de tal modo que los tratados anglosajones y españoles
adquieren una singularidad especial dentro del panorama genérico europeo. La
orientación vitalista del Ars Moriendi inglés hace que la dicotomía entre el
devocionalismo calvinista y la piedad tomista, la vieja polémica del género en el
continente, se resuelva a favor de un elemento casi inédito en otras tradiciones
nacionales: la cuestión de la fe. La justificación por medio de la fe monopoliza los artes
ingleses, elevando esta virtud hasta el grado de ser el elemento que da verdadera
coherencia al paso entre la vida y la muerte: «Faith is the staff whereupon we stay both
in life and death» (Sutton, Disce Mori: 197). De este modo, el Ars Moriendi en
Inglaterra enfatiza considerablemente su vertiente espiritual y relaja en gran medida el
aspecto tutorial: las instrucciones a seguir en el momento de morir son menos
numerosas que en otros países. En otras palabras, los textos anglosajones se aproximan,
casi hasta confundirse, al género de los doctrinales sobre la muerte. Las instructions and
exortations medievales ceden paso a una meditation introspectiva, de modo que la
aproximación metódica, reflexiva, a la muerte es la característica más llamativa del Ars
Moriendi inglés.
Por el contrario, los artes castellanos, como consecuencia de su predilección post-
mortem, apelan al recurso antitético a la fe inglesa: la obsesión por el rito. Los tratados
post-tridentinos españoles derivan hacia la enumeración de rituales y ceremoniales
fúnebres, algunos obsoletos desde la época medieval, descritos con extrema pulcritud
para que su realización pudiera respetarse de manera escrupulosa. Obras como la
Práctica de ayudar a morir de Juan Bautista Poza (1619) o el Arte de bien morir de
Antonio de Alvarado (1607) contienen partes exclusivamente ilustrativas, detalladas
descripciones de ritos funerarios, que sólo exigen la obediencia irreflexiva del
moribundo. Los autores de estos tratados se parecen sentirse obligados a detallar todos y
cada uno de esos rituales, desde los primeros sacramentos hasta las disposiciones que se
deben dejar para después de morir.17 El Ars Moriendi español, por tanto, tiene un
carácter más tutorial y dinámico que sus homólogos europeos y desacostumbra
cualquier llamada a la meditación.18
En conclusión, da la impresión de que los Ars Moriendi de ambos países definen su
postura en las principales controversias del género a partir de la desviación de la muerte
que, con la vida o con la vida eterna, plantean. Por ejemplo, el debate acerca de la
posibilidad de arrepentimiento en el lecho de muerte, una de las cuestiones más
discutidas en los Ars Moriendi europeos, recibe una respuesta coherente en estas dos
tradiciones. El valor trascendental que el período vital recibe en Inglaterra conduce al
rechazo inmediato de esta posibilidad en los tratados anglosajones.19 El mismo
razonamiento, pero partiendo de la supremacía de la vida eterna explica el
posicionamiento contrario que se da en España.20 Del mismo modo puede justificarse la
inmensa mayoría de las peculiaridades que estos escritos presentan con respecto a otras
tradiciones europeas y, por supuesto, las diferencias tan grandes, tanto formales como
doctrinales, que existen entre el Ars Moriendi inglés y el español.
Tradiciones divergentes en apariencia y gran parte de contenido y, sin embargo,
consideradas desde una perspectiva más general, paralelas evolutivamente. La
transformación genérica por la que el original Ars Moriendi se convirtió en un ars

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vivendi, en Inglaterra, y en un ars post-moriendi, en España, implica una paradoja en la


que ambas tradiciones se ven imbricadas. Nuestros conocimientos sobre las creencias
religiosas de estos dos países nos advierten de que la progresión de este género no es, en
sendos casos, la esperable. Al fin y al cabo, recordemos que en esa Inglaterra, cuyos
tratados proclamaban la importancia fundamental de los actos en vida, se estaba
imponiendo el determinismo puritano que predicaba la elección de los salvados desde el
principio de los tiempos. Asimismo, la España del siglo XVII, que destacó por su
rectitud moral basada en la convicción de que lo único que salvaría al hombre serían sus
obras en la tierra, creaba artes despreocupados por lo mundano y centrados en las
postrimerías. Da la sensación de que los Ars Moriendi ingleses y españoles nadan contra
la corriente de las tendencias ideológicas de sus naciones. En cierta medida, parece
como si los tratados de cada país pertenecieran realmente al otro, lo que nos lleva a
plantearnos una hipótesis a modo de (in)conclusión: o estas tradiciones, pese a lo que
nos parece hoy en día, no eran tan diferentes entre sí o respondían a otras funciones
(¿escapismo ideológico?; ¿resarcimiento social?) que no hemos acertado a descubrir
aún.

Bibliografía
(Para fuentes primarias, véanse Apéndices I, II y III.)
Adeva Martín, I. 1984. «Los “Artes de Bien Morir” en España antes del Maestro Venegas».
Scripta Theologica 16. 405–415.
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Beaty, N. L. 1970. The Craft of Dying. New Haven (Conn.): Yale University Press.
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Blanco, E. 1997: «Artes de Bien Morir: Para vivir mejor». Actas del VI Congreso Internacional
de la AHLM. J. M. Lucía Megías. Ed. 297–305. Alcalá de Henares: Servicio de
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Boase, T. S. R. 1972. Death in the Middle Ages. Mortality, Judgment and Remembrance. Nueva
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Chartier, R. 1976. «Les arts de mourir, 1450–1600». Annales E.S.C. 31. 51–75.
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Apéndice I: Traducciones del Ars Moriendi original


• Inglaterra:
c.1490: Anonymous, [Crafte and Knowledge for to Dye Well]. MS Rawlinson C 894, Oxford,
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knowe well to dye]. Westminster: W. Caxton. STC (2nd ed.) / 789.
1491: William Caxton, [Lytyll treatyse schortely compyled and called ars moriendi].
Westminster: W. Caxton. STC (2nd ed.) 786.
1495: Richard Pynson, [Lityll treatyse short and abrydgyd spekynge of the art and crafte to
knowe well to dye]. London: Emprynted by Richarde Pynson. STC (2nd ed.) 790.
1497: Wynkyn de Worde, [Lytell treatyse called Ars moriendi]. Enprynted at Westmynstre: By
Wynken de Worde. STC (2nd ed.) 787.
1503: Thomas Lewington (traductor de Art de bien vivre et de bien mourir de Antoine Verard),
The book intytuled The art of good lywyng [and] good deyng. Imprentyt in parys the. xx. day of
the mowneth of May: For A. Verard. STC (2nd ed.) 791.
1505: Andrew Chertsey (traductor de Art de bien vivre et de bien mourir de Antoine Verard),
[The crafte to lyue well and to dye well]. Westminster: Wynkyn de Worde. STC (2nd ed.) 792.
1506: Wynkyn de Worde, [Lytell treatyse called ars moryendi]. Enprynted at London : In
fletestrete at the sygne of the sonne by Wynkyn de worde. STC (2nd ed.) 788.
1532: Robert Wyer, [Ars Moriendi]. London: imprynted by Robert Wyer. STC (2nd ed.) 788.5.
• España:
c. 1480: Anónimo, Arte de bien morir. B.N.M.: MS 6485.
c. 1481: P. Hurus, Arte de bien morir y breve confessionario (v. xilográfica). Zaragoza: Juan
Blanco y Pablo Hurus. Bibl. Escorial, 3-V-19.
c. 1489: J. Hurus, Arte de bien morir y breve confessionario (v. tipográfica). Zaragoza: Juan
Hurus. Bodleian Library, IQ.b.29.
c. 1490: Anónimo, Arte y doctrina de bien morir. Bibl. Escorial, MS h.III.8.
c. 1490: Anónimo, Art de saber bien morir. Bibl. Palacio Real, MS II/795.
1493: P. Hurus, Art de be morir. Zaragoza: Pablo Hurus. Bibl. de Cataluña, 3-III-Uo/10.
c. 1495: Anónimo, Art de ben morir. Bibl. Univ. Barcelona, MS 148.
c. 1502: R. Fernández de Santaella, Arte de bien morir, muy copiosa y devota para todo fiel
cristiano. Sevilla: Rodrigo Fernández de Santaella. Bibl. Nac. Lisboa, Res. 286.
1507: F. Eximenic (?), Art de be morir. Valencia: Gabriel Pou. Bibl. Real, Colegio Corpus
Christi, Valencia.
1514: J. Jofre, Ars bene moriendi. Valencia: Juan Jofre. Ordinarum de ministratione... Sedis
Valentine, f.CIII.
1526: P. de Covarrubias, Aparejo de bien morir. Toledo [s.i.]. Bibl. Colombina (sin
catalogación).

Apéndice II: Evoluciones humanistas del Ars Moriendi


• Inglaterra:
1534: Thomas Lupset, A compendious and a very fruteful treatyse teachynge the waye of dyenge
well. [Londini : In aedibus Thomae Berthelet]. STC (2nd ed.) 16936.
1536: John Frith, A mirroure. To know thyselfe. [Antwerp: M. Crom]. STC (2nd ed.) 11390.
1537: John Frith, A treatise to teche a ma[n] to dye, and not to feare dethe. Imprynted at
London: In flete-strete, by me Roberte Redman, dwellynge at the sygne of the Georg, nexte to
Saynt Dunstones church. STC (2nd ed.) 24250.
1537: Richard Whitford, A dayly exercyse and experyence of dethe. [London]: Imprynted by me
John Waylande at London within Temple barre at the synge of the blewe garlande. STC (2nd
ed.) 25413.5.

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1538: Anonymous, Preparation to deathe. A booke as deuout as eloquent, compiled by Erasmus


Roterodame (Trans. of Erasmus, De Praeparatione ad mortem). [Londini: In aedibus Thomae
Bertheleti regii impressoris]. STC (2nd. ed.) 10505.
1540: John Frith, Of the preparation to the crosse, and to deathe and of the comforte vnder the
crosse and death. [Londini : In aedibus Thomae Bertheleti typis impress]. STC (2nd ed.) 11393.
1545: Thomas Elyot, A preseruatiue agaynste deth. Londini: [Imprinted at London in
Fletestrete by Thomas Berthelet]. STC (2nd ed.) 7674.
1553: John Fisher, A spirituall consolation. [London: W. Carter]. STC (2nd ed.) 10899.
• España:
1535: Bernardo Pérez de Chinchón, Apercebimiento de la muerte (Traducción de De
Praeparatione ad mortem, de Erasmo). Valencia (hoy perdida).
1536: Anónimo, Libro del aparejo que se debe hazer para bien morir. (Traducción de De
Praeparatione ad mortem, de Erasmo). Burgos: Juan de la Junta.
1537: Alejo Venegas, Agonía y tránsito de la muerte. Toledo: Juan de Ayala. B.N.M.: R. 4154.
1542: Anónimo, Memoria eterna, que tracta del aparejo que los christianos han de hazer para
la muerte. Valladolid: Juan de Villaquirán. B.N.M.: R. 8485.
1549: Anónimo, Aparejo de bien morir. (Traducción de De Praeparatione ad mortem, de
Erasmo). Anvers: J. Gravio.
1550: Bartolomé Cucala, Obra muy provechosa [...] llámase Baculus clericalis. Está más aquí
de nuevo añadido un tratadico breve para esforzar a bien morir los que están in articulo mortis.
Alcalá de Henares: Joan de Brocar. B.N.M.: R. 15220.
1552: Antonio de Espinosa, Reglas de bien vivir: menosprecio del mundo y lecciones de Job.
Burgos: Juan de la Junta. B.N.M.: R. 30856.
1552: Martín Pérez de Ayala, Avisos de bien morir. Milán [s.i.].
1555: Bernardo Pérez de Chinchón, Preparación y aparejo para bien morir (Traducción de De
Praeparatione ad mortem, de Erasmo). Anvers: Martín Nuncio. B.N.M.: U 3951.
1558: Francisco de Evia, Tratado muy devoto y provechoso llamado Preparatio mortis en el
qual se contiene todo lo que el buen cristiano debe dezir y hazer en el artículo de la para haver
cathólico y buen fin. Alcalá de Henares: Salzedo. Bib. Púb. Évora: SNE 31 C1.
1565: Pedro de Navarra, Diálogos de la preparación de la muerte. Tolosa: Jacobo Colomerio.
B.N.M.: R. 5756.

Apéndice III: Evolución del Ars Moriendi post-tridentino


• Inglaterra:
1555: Thomas Coverdale, A most frutefull piththye and learned treatyse, how a christen man
oughte to behaue in the daunger of death (trans. of Otto Werdmüller). [Wesel?: H. Singleton?].
STC (2nd ed.) 25251.
1561: Thomas Becon, The sicke mans salue. Imprinted at London: By Iohn Day, dwelling ouer
Aldersgate beneath S. Martins. STC (2nd ed.) 1758.
1595: William Perkins, A salve for a sicke man. [Cambridge]: Printed by Iohn Legate. STC (2nd
ed.) 19742.
1596: John More, A liuely anatomie of death wherein you may see from whence it came, what it
is by nature, and what by Christ. Imprinted at London: By G. S[imson] for W. Iones, and are to
be solde at the signe of the Gunne neare Holborne Conduit. STC (2nd ed.) 18073.
1600: Christopher Sutton, Disce mori: Learne to dye. London: Printed by George Purslowe, for
Nicholas Bourne. STC (2nd ed.) 23480.
1603: R. V[erstagen], A Dialogve of Dying Wel (trans. of Petrus Luccensis). Antwerp: By A.
C[onincx]. STC (2nd ed.) 19815.
1614: Stephen Jerome, Moses his sight of Canaan with Simeon his dying-song. Directing how to
liue holily and dye happily. London: Printed [by T. Snodham] for Roger Iackson, and are to be
solde at his shop, neare to the conduit in Fleetstreete. STC (2nd ed.) 14512.

46
J. M. Castro Carracedo. La evolución del 'Ars Moriendi' post-tridentino en España e Inglaterra

1617: John Moore, A mappe of mans mortalitie clearely manifesting the originall of death.
London: Printed by T.S. for George Edvvards, and are to be sold at the signe of the Greyhound
in Paules Church-yard. STC (2nd ed.) 18057a.
1618: George Strode, The anatomie of mortalitie. London : Printed by William Iones, and are to
be sold by Edmund Weaver, dwelling at the great North-doore of Saint Pauls. STC (2nd ed.)
23364.
1622: Edward Coffin, The art of dying well, deuided into two bookes (trans. of R.F.R.
Bellarmino). Saint-Omer : English College Press. STC (2nd ed.) 1839.
1628: Zachary Boyd, The last battell of the soule in death diuided into eight coferences.
Edinburgh: By the heires of Andro Hart. STC (2nd ed.) 3447.
1629: James Cole, Of death a true description and against it a good preparation. London: By
A. Mathewes. STC (2nd ed.) 5533.
1651: Jeremy Taylor, The rvle and exercises of holy dying. London: Printed for R.R. and are to
be sold by William Ballard. Wing T361B.
1679: Clement Barksdale, A woollen shroud, or, Learn to dye to be given at burials. London:
Printed for John Barksdale. Wing B811.
1684: John Dunton, The sick-mans passing-bell. London: Printed for John Dunton. Wing
D2632.
1687: William Wake, Preparation for death being a letter sent to a young gentlewoman in
France. London: Printed for Richard Chiswell. Wing W253.
1689: William Sherlock, A practical discourse concerning death. London: Printed for W.
Rogers. Wing (2nd ed.) S3312.
1695: John Kettlewell, Death made confortable or the way to dye well. London : Printed, and
are to be sold by Samuel Keble. Wing K363A.
• España:
1565: Jaime Montañés, Espejo y arte muy breue y prouechoso para ayudar a bien morir en el
incierto día y hora de la muerte. Valencia: Juan Navarro. B. N .M.: R. 18310.
1568: Pedro Alfonso de Burgos, Libro de la preparación de la muerte y de cómo deve ser
tenida en poco. Barcelona: Pedro Regnyer. Bib. Victor Balaguer, Villanueva y Geltrú, XVI –
B18.
1578: Pedro Simón Abril, Regla y orden para ayudar a bien morir a los que se parten de esta
vida (trad. del Ars moriendi de Juan Polanco). Zaragoza: Juan Soler. B. N. M. (sin catalog.)
1596: Martín Carrillo, Tratado de ayudar a bien morir. Zaragoza: Miguel Ximénez Sánchez.
British Library. 1350.a.24 (1).
1603: Gaspar de Avilés, Muerte christiana y avisos para bien morir. Valladolid: Francisco
Fernández. Bib. M. de Valdecilla, Madrid, 6272.
1604: Fray Pedro de Oña, Postrimerías del hombre. Madrid: Luis Sánchez. B. N. M.: 5/9180.
1604: Miguel Guerra, Modo de ayudar a bien morir. Valladolid [s.i.]. B. N. M.: 3/56592.
1605: Pedro Egidio, Modo de ayudar a bien morir. Barcelona.
1607: Antonio de Alvarado, Arte de bien morir y guía del camino de la muerte. Irache: Mathias
Mares. B.N.M.: 5/9385.
1608: Juan de Salazar, Arte de ayudar y disponer a bien morir a todo género de personas.
Roma: Carlos Veuillet. B. N. M.: R. 23788.
1614: Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, Arte de bien morir. Bruxelas: R. Velpino y H.
Antonio. B. N. M.: R. 273231.
1614: Francisco Tirado, Manual para ayudar a bien morir en la incierta hora de la muerte.
Zaragoza.
1615: Pedro Manrique, De la oración y la ayuda a bien morir. Madrid [s.i.]. (Menc. por N.
Antonio, perdido).
1615: Luis de la Puente, Consuelo de enfermos y atribulados y práctica de ayudar a morir bien.
Pamplona: Martín Gregorio de Zabala y Labayen. B. N. M.: R. 36834.
1619: Francisco Pérez Carrillo, Vía sacra, exercicios espirituales y arte de bien morir.
Zaragoza: Pedro Cabarte. B. N. M.: 2/11331.

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Proceedings of the 29th AEDEAN Conference (Jaén, 15–17 December 2005)

1619: Juan Bautista Poza, Práctica de ayudar a bien morir. Madrid: Andrés de Parra. B. N.
M.:3/5758.
1621: Luis Fondoni, De la muerte y del modo de aparejarse para ella. Valencia: Chrysóstomo
Garríz.
1625: Juan de Jesús María, Arte de bien morir. Alcalá de Henares: Juan de Orduña. Bib.
Serrano Morales, Valencia, 24/211.
1628: Martín de la Madre de Dios, Práctica y ejercicios de bien morir. Madrid: Vda. de Alonso
Martín.
1637: Marco Antonio Alós y Orraza, Tratados píos y preparatorios para morir bien y ayudar a
morir bien. Valencia: Silvestre Esparza. B.N.M.: 3/59558.
1637: Pedro de Espinosa, Espejo de cristal fino y antorcha que aviva el alma añadido el arte de
bien morir. Cuenca: Julián de la Iglesia. B. N. M.: R. 30522.
1639: Pedro de la Fuente, Breve compendio para ayudar a bien morir. Sevilla: J. Gómez Blas.
Bibl. Universitaria Sevilla: 101-49.
1643: Juan Eusebio Nieremberg, Partida a la eternidad y preparación para la muerte.
Zaragoza: Pedro Verge. B. N. M.: 2/11331.
1644: Fray Alonso de Vascones, Destierro de ignorantes, y aviso de penitentes. Pictura del
alma y arte de ayudar a bien morir. Madrid: Imprenta Real. B. N. M.: 3/76189.
1659: Emmanuel de Ortigas, Arte de bien morir. Zaragoza: Pedro Lanaja. Bib. Univ. Zaragoza,
D-62-22.
1662: Alfonso de Andrade, Lecciones de bien morir y jornadas para la eternidad. Madrid: José
Fernández Buendía. B. N. M.: 3/57527.
1671: Miguel de Maraña, Discurso de la verdad. Sevilla: Diego López de Haro. Bibl.
Colombina: 84-5-79.

Notas
1
Sobre el panorama fúnebre que imperaba en el siglo XV siguen siendo válidos los apuntes de Huizinga
(2001: 183–199), aunque estudios más precisos sobre este tema serán Boase (1972), Tenenti (1983),
Martínez Gil (1996) o Royer de Cardinal (1992).
2
Estas cinco acciones, encabezadas por una breve descripción del momento final del moribundo,
constituyen las seis partes en que se dividían estos tratados. Excelentes comentarios y análisis del género
pueden encontrarse en O’ Connor (1966), Beaty (1970), Chartier (1976) o Morel d’Arleux (1993). Para
ver ejemplos de este tipo de textos, las únicas antologías existentes son Atkinson (1992), por la parte
inglesa, y Rey Hazas (2003) por la española.
3
Véase Apéndice I.
4
Existe solamente un manuscrito en Inglaterra (MS Rawlinson C 894, Bodleian Lib., Oxford) y cuatro en
España, incluyendo las traducciones al catalán y valenciano (Adeva Martín, 1984: 406–410; véase
Apéndice I), número ínfimo si lo comparamos con los 126 muestras en latín o las 75 en alemán que se
han conservado (Blanco, 1997: 302).
5
Véase Apéndice I.
6
Normalmente los títulos apenas variaban del Art or Craft to Know Well to Dye, en los casos ingleses, o
del Arte de bien morir en Castilla. Véanse ejemplos en el Apéndice I.
7
De Bernardo Pérez de Chinchón, Apercibimiento de la muerte, Valencia (hoy perdida). En este país se
hicieron otras tres traducciones: Libro del aparejo que se debe hazer para bien morir (1536); Aparejo de
bien morir (1549); y Preparación y aparejo de bien morir (1555).
8
Anónima, Preparation to deathe. A booke as deuout as eloquent, compiled by Erasmus Roterodame,
[Londini: In aedibus Thomae Bertheleti regii impressoris, 1538]. STC (2nd ed.) 10505.
9
Véase Apéndice II.
10
Véase Apéndice III. La lista de obras que ofrezco, especialmente en lo referente al Ars Moriendi
español, no es definitiva. Mientras que en Inglaterra los estudios de O’Connor (1966) y Beaty (1970)
delimitaron hace ya tiempo el género con bastante precisión, en España todavía no disponemos de un
estudio que ofrezca una visión global de estos tratados.
11
Muy sugerente podría ser el contraste entre la imaginería agónica y exagerada de España y la
moderación visual inglesa. Otras comparaciones interesantes podrían tratar el tratamiento del estilo
homilético en ambas tradiciones, el uso que cada una hace de las Sagradas Escrituras, etc.

48
J. M. Castro Carracedo. La evolución del 'Ars Moriendi' post-tridentino en España e Inglaterra

12
En las traducciones de Erasmo: «Concluyamos, pues, que cualquiera que viviendo ejercitare bien la
muerte transformatoria y que temiere la muerte espiritual y la muerte infernal temerá menos la muerte
corporal cuando viniere, pues no le aparta de Dios, antes le junta más con Él» (Pérez de Chinchon,
Preparación y aparejo, 1555: 29). «Who so ever than in this lyfe will diligently practise the
transformatorye death, and vehemently abhore the deathe spirituall, and the deathe infernall, shall lesse
feare the deathe of the body whan it approcheth, which dothe not sever us from God, but hathe ioyned us
nerer to God» (Anon. Preparation to Deathe, 1538: 40–41). En realidad, el primero en proclamar este
pensamiento había sido Savonarola, todavía en el siglo XV, en su Predica dell’arte del ben morire:
«...ognuno attenda a ben vivere si vuole ben morire» (tomado de Blanco 1997: 304).
13
Ejemplos palpables de esta estructura tripartita son Disce Mori de Christopher Sutton (1600) o The rvle
and exercises of holy dying de Jeremy Taylor (1651).
14
Aunque fugazmente, David Atkinson también ha reparado en este hecho: «Most Protestant ars writers
devote the larger part of their works to general principles of Christian living, the assumption being that
only the person who has prepared throughout life will be able to withstand the particular trials of the
deathbed» (Atkinson, 1992: xxii–xxiii).
15
«Allí hay vida donde bien se vive. Algunos comienzan a vivir cuando van a morir. [...] No es bueno ni
malo el vivir, pues es común a los hombres y a las bestias. Sólo el vivir bien es loable» (Miguel de
Maraña, Discurso de la verdad, 1671: 3).
16
Esta expresión aparece en el título de muchas obras como Montañés (1565), Carrillo (1596), Guerra
(1604), Salazar (1608), etc.
17
Estas últimas eran muy importantes para la Iglesia porque solían incluir limosnas, donaciones y otras
indulgencias que iban a parar a las arcas de las parroquias y los monasterios. Los ritos que se debían
observar después del fallecimiento del moribundo son los explicados más atentamente en la mayoría de
los textos.
18
Al fin y al cabo, las meditaciones sobre la muerte y el carácter caduco del hombre ya tenían un género
específico en España con los Ejercicios espirituales (normalmente ligados a la tradición jesuítica). En
alguna rara ocasión ambos géneros se unieron, como fue el caso de la Vía sacra de Francisco Pérez
Carrillo (1619).
19
«Therfore is exceeding folly for men so much as once to dreame that they may have repentaunce at
commaund. [...] I answer, that this late repentaunce is seldome or never true repentance. It is sicke like
the partie himselfe, commonly languishing and dying togither with him» (Perkins, Salve: 33).
20
«A cada uno juzga Dios, no de la vida passada, sino del fin de su vida [...] Quiere dezir, que aunque
uno aya hecho muchos bienes, en todo el discurso de su vida, si en el fin le coge la muerte con algún
pecado le condenará Dios por él, sin tener respeto a los bienes que hizo; y al contrario, si todo el tiempo
de su vida lo empleó en mal, y le coge la muerte en gracia y amistad de Dios, le salvará sin acordarse de
sus males» (Alonso de Herrera, Consideraciones: 300).

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