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la deforestación y la destrucción de manglares y dunas costeras, entre otros.
Los desastres no son naturales. Culpar a la naturaleza es la forma más
sencilla de eludir responsabilidades. Los desastres son consecuencia directa
de problemas sociales y errores humanos que derivan en la atención indebida
de una situación de riesgo. A mayor ausencia e ineficiencia del Estado mayor
es el desastre derivado de fenómenos hidrometeorológicos.
3. La planeación del uso del suelo, el ordenamiento territorial, los atlas de riesgo,
el enfoque de cuenca hidrográfica y una gestión apropiada de los recursos
naturales, son políticas públicas de la más alta prioridad para reducir riesgos
en la región. Pero toda planeación se vuelve irrelevante cuando las
autoridades de los tres órdenes de gobierno y en todas las escalas no
cumplen, ni hacen cumplir la normatividad y los programas existentes, ni
existen mecanismos transparentes de rendición de cuentas.
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6. Urgen programas que pongan el acento en la prevención que se orienten a
empoderar a la gente y las comunidades, por ejemplo, para gestionar
eficazmente la falta y el exceso de precipitación pluvial, a partir de acuerdos
intra e intercomunitarios para el manejo de micro y subcuencas. Especial
atención requieren las comunidades indígenas, tanto por sus potenciales
aportes a la construcción de un conocimiento pertinente, como por el hecho de
que pese a todo son quienes poseen los reservorios de zonas boscosas y de
vegetación nativa mejor conservadas las cuales, al igual que las áreas
naturales protegidas, constituyen las mejores defensas al cambio climático y
sus efectos más negativos.
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9. A ese proceso de construcción social del desastre contribuyen un crecimiento
demográfico descontrolado y el modo de ocupación del espacio, el
poblamiento irregular y autorizado de áreas inundables y vasos reguladores,
de cauces de ríos y frágiles pendientes y bordos, muros y represas
inconvenientes y mal administradas, así como de prácticas agrícolas y
ganaderas no sólo inadecuadas sino poco rentables. Adicionalmente, se ha
fragmentado y reducido drásticamente la superficie boscosa y la cubierta
vegetal, lo cual a su vez ha disminuido la capacidad de infiltración de agua de
los suelos, ha incrementado la cantidad de sedimentos en ríos y lagunas
costeras, impactado la biodiversidad y con todo ello ha reducido el umbral de
resiliencia de los ecosistemas de la región y afectado gravemente los servicios
ambientales que prestan. De ese modo, el desastre reciente es causa de una
serie sucesiva de desastres previos, cuyos efectos negativos se han
acumulado y será causa de alguno aún mayor si no se toman las medidas
apropiadas fincando las responsabilidades debidas.
11. En suma, ha sido un denominador común a lo largo de este Foro Social que
para atender los asuntos derivados del cambio climático y la vulnerabilidad se
requiere de un sistema de planeación de largo plazo, presupuestos
multianuales, otro arreglo institucional, una verdadera profesionalización de los
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funcionarios con reglas claras y una ética de responsabilidad, transparencia en
el ejercicio de sus funciones y rendición de cuentas en los tres niveles de
gobierno, que elimine la secular impunidad que caracteriza al servicio público
mexicano y al Estado corrupto y corruptor existente. Lo anterior son las
condiciones mínimas para formular políticas públicas de cambio climático,
dignas de ese nombre, que trasciendan el estado de postración en el que nos
encontramos.
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