Está en la página 1de 8

Complutum Extra, 6(11), 1996: 329-336

ANTROPÓLOGOS Y MUSEOS ETNOGRÁFICOS


Andrés Carretero Pérez *

REsUMEN.- Los museos etnográficos resultan ser con frecuencia museos históricos de las épocas recientes,
apoyados sobre bases teóricas deficientes. y mantienen una relación ambigua con la Antropología como dtsc¡-
plína científica. Los antropólogos no se siente,, identificados con los museos y su cultura material, pero tampo-
co parecen tener interés para dotarles del Soporte epistetuológico tiecesario, y <ttitdar a transformarlos ett
centros de análisis cultural, La situación degenera en un círculo vicioso que, por una parte, impide el desarro-
¡lo de las museos emografi cas más allá del mero conservatorio de recuerdos esielizatlos por el tiempo, y por
otra deforma la proyección pública de la Antropología CulturaL que la disciplina no puede desatender, y que
el público cree encontrar en los museos.

Auszu.ácr - Elbuograpitical n,useums use to be frequentlv lmistoncal museunis of lime recení tintes, based oit
defectíve theoretical premñses, ano’ thev keep up a» anmbíguous relation with tite Antltropology undersiood as a
sctentfic discipline. Anthropologisísfeel themselves neitimer identified seúl, tite nhuseums nor tite material cultrt-
re, but time>’ do not seent to be ei¡her iníerestea’ itt providing lo time ntuseun,s with tite necessarv epistemological
support nor to help thent to becante cultural analvsis centres. Tite situation degenercttes into a vicious circle
v’imich, by one side, obstrucís time development of ethnograpimical museunis bevona’ tite role ofntere consen’ation
places for keepsakes thaí i,a,’e been endov’ed with aesti,etical values through tite tinte, ana’ by tite otimer side,
distorts tite public projeetion oj Cultural Anthropologv, a nmatter that tite discipline cern not neglect. as people
believe lo fauno’ it in the museunis.

PÁzÁ&v~is Cz.*u: bnropologia cultural, A luseos etnográficas, Cultura material.

Km Wonas: Cultural Anthrapologv. Etimnograpiuical museutus, Alaterial Culttt re.

Un museo es una extraña caja de cristal, que mentan su creación y deben financiar las actividades.
podemos interpretar simultáneamente como ventana, Y un museo es un escaparate que muestra
escaparate o espejo, según la posición que adoptemos las concepciones y los valores del grupo (la propia
ante ella. existencia o no dc determinados museos, su relativa
Un museo es una ventana a través de la cual riqueza, la preferencia por algunos tipos de exposí-
los especialistas perciben y observan el mundo eMe- ción, por ejemplo, nos hablan de ellos). y en el que
flor seleccionando aquello qite debe ser conservado. podemos observar también los logros y limitaciones
aquello que, aparentemente. cada sociedad quiere de las ciencias en que se apoya cada institución.
conservar: y a través de la cual el público contempla Mundo frágil y precioso éste de los museos.
mundos que a menudo le son exóticos o llamativos: Muchas disciplinas, y en particular la Historia del
es la ventana de nuestra cultura hacia lo exterior o Arte y la Arqueología, han sabido aferrarse a los mu-
anterior a ella misma. seos. convertirlos en parte de su esencia, manifestar-
Un museo es igualmente un espejo en el que se a través de ellos, e incluso convencernos de que en
encontramos reflejados nuestros pensamientos. los realidad los museos son cosa suya. La Antropología
del público a quien después de todo la exposición de- Cultural nunca ha sabido hacerlo.
be interesar y agradar; los de quienes trabajan dentro Los museos etnográficos en su versión habi-
e inevitablemente plasman, o tratan de plasmar, sus tual han tenido poco que ver, cada vez menos al pa-
ideas; y, aunque sea de forma indirecta, los pensa- recer, con esta ciencia, y menos aún con los antro-
mientos de los políticos y administradores que fo- pólogos como “cientificos”. No reflejan nuestros co-

* Museo Nacional de Antropología. Avda. Juan de Henera, 2 28040 Madrid


330 ANDRES CARRETERO PÉREZ

nocimientos sobre la cultura; no transmiten enseñan- logia alejada de la ciencia social.


zas claras, a veces ni siquiera una ideología, por más Todo ello es en parte inevitable. El museo
negativa que pudiera parecernos; e incluso es posible cosifica y congela periódicamente las disciplinas en
que no conserven los elementos dc real interés para el estado que muestra la exhibición; las exposiciones
guardar constancia fiel de lo que significa la diversi- permanentes, costosas y dificilmente renovables a
dad cultural. corto plazo, no pueden sino reflejar aquello que ya
Estos museos destinados al «patrimonio de son conocimientos asentados, resultados positivos de
las sociedades tradicionales», al margen de los pro- la investigación, admitidos de manera genérica por la
blemas económicos y la precariedad de medios que comunidad cientifica, por lo que normalmente su
han condicionado su vida, como ¡a de muchas otras contenido tiene un claro halo conservador: y en con-
instituciones culturales, se han enfrentado desde su secuencia aquellos que trabajan en o para un museo
mismo nacimiento a problemas existenciales, por así no pueden soñar con desarrollar una investigación
llamarlos, a problemas derivados en gran medida de institucional de vanguardia.., con fines museisticos
la continua pugna entre su (supuesta) entidad cientí- (aunque las exposiciones temporales admiten cual-
fica, y su surgimiento, sostenimiento y utilización (o quier tipo de experimentación y vanguardismo).
rechazo) como representación o conservatorio de los Ahora bien, es igualmente inevitable que el
«valores» de los grupos sociales. público tenga una imagen de la disciplina y, lo que
No puede culparse de todo a los antropólo- para el especialista es una exposición conservadora y
gos, en particular en nuestro país, donde la disciplina superada, para el visitante ajeno a la materia puede
no ita contado con una historia boyante. y sólo a du- ser algo novedoso y didáctico, instructivo. La peor
ras penas está consiguiendo renacer Pero entre los imagen que el público puede tener es el desconoci-
estudiosos actuales es costumbre pensar que estos miento, o la visión que actualmente ofrecen la mayor
museos son meras colecciones folklóricas, en el sen- parte de los museos etnográficos, carentes de la más
tido más despectivo del término, que no merecen ma- mínima orientación teórica o metodológica.
vor consideración, y han puesto en práctica esta idea Si el espejo de la Antropología académica
ignorando su existencia, e incluso apartándose inten- son las publicaciones, necesariamente de difusión
cionadamente de ellos, como una cuestión de princi- restringida y especializada, los museos etnográficos
pios. Pedir a los antropólogos que se preocupen por son para el gran público la ventana a través de la que
la cultura material es ir contra la corriente dominan- observa nuestro tema de estudio, y el escaparate que
te. El objeto material simplemente no existe para les ofrece el estado de la disciplina. Y que el escapa-
unos y es despreciable cacharrología para otros; y so- rate sea atractivo e instmctivo, o no, es cuestión de
licitar a un investigador que recoja objetos en su zona equilibrio y claridad de conceptos, es decir, equilibrio
de trabajo, que documente los útiles domésticos de en la variedad de lo que se muestra (en la diversidad
una cocina, o que catalogue materiales en los alma- de lo que se ha estudiado, si queremos dar soporte
cenes de un museo, produce sonrisas y excusas va- científico a la exposición), y claridad en lo que se
riadas. quiere comunicar, en la interpretación de los hechos
Las explicaciones de esta actitud pueden ser para hacerlos accesibles y significativos, llegando a
muy distintas. Podemos decir, justifleándonos. que la máxima simplicidad explicativa si es necesario.
los arqueólogos tratan con objetos y nosotros con Pero sí nosotros mismos los etiquetamos de
conceptos; que los historiadores del arte se limitan a “folklorismo despreciable”. el contenido lo deciden
exhibir todo aquello que recibe la etiqueta de obra otros, y suele quedar reducido a simplezas. Y repito,
maestro, mientras nosotros tratamos con grandes nos guste o no, la realidad es que tales museos de la
conjuntos culturales; que los zoólogos cuentan con la vida tradicional forman parte de la historia de la dis-
taxonomía de Linneo para alinear sus especímenes y ciplina, y se asocian públicamente con la Antropolo-
nosotros sólo con marañas de datos. Verdades a me- gía Cultural o Social, Etnología. Etnografia. Folklo-
dias. re, o el nombre que cada uno quiera dar a los estu-
Existe también un temor hasta cierto punto dios que realizamos.
razonable: que la objet{ficación propia de los museos Aunque la vista de los datos desde la pers-
acabe cosificando a la disciplina, que esa necesidad pectiva española ofrezca un panorama muy distorsio-
museistica de corporeizar y simplificar. de dar aroma nado, dada la preeminencia de los museos de arte,
ejemplar a todo aquello que entra en una vitrina, ter- cuando se revisan las estadísticas internacionales so-
mine volviendo vacuos los escasos logros concretos bre frecuentación de museos se descubre con cierta
de ta disciplina, merme et carácter experimental de sorpresa que son los museos etnográficos s’ los de
la investigación pura, y nos devuelva a una cacharro- ciencia y técnica los más visitados por el público; só-
ANTROPÓLOGOS Y MUSEOS ETNOGRAFICOS 331

lo en tercer lugar. y con datos engañosos debido a la diluyen los límites culturales crecen sin parar los
acción de los grandes monstruos (Louvre, Prado, problemas de relación intercultural, nuestra sociedad
etc.), aparecen los museos de historia del arte. necesita, quizás hoy más que nunca, de los museos
¿Por qué, si hay un interés público por la el- etnográficos, aunque quizás no de los museos que co-
nografia mnuseable, no encontramos ese mismo inte- nocemos.
rés entre los antropólogos? En primer lugar, cabe preguntarse hasta qué
No tenemos más remedio que hablar sobre punto los museos de las sociedades tradicionales res-
ellos para comprender nuestro apartamiento intelec- ponden a un deseo de documentación o análisis de la
tual como colectivo; para reflexionar sobre nuestra realidad cultural, en qué medida se apoyan en “con-
responsabilidad como profesionales de la cultura, ceptos científicos”, o cual es su ánimo pedagógico.
tanto respecto a las instituciones en si como respecto Los museos etnográficos generales se ocu-
a los contenidos que ofrecen, e incluso al origen de pan de las ‘culturas contemporáneas’ no occidenta-
muchos de sus problemas; y para planteamos qué les, aquéllas que tradicionalmente han estudiado los
pueden aportar los museos a la Antropologia y vice- antropólogos. Salvo excepciones, el panorama mun-
versa. dial suele estar mal representado. desequilibrado, en
En los tiempos iniciales de la disciplina la mayor parte de los museos, que acumulan gran
pueden encontrarse numerosos antropólogos traba- cantidad de materiales de aquellas zonas geográficas
jando en los museos, e intentando plasmar los resul- en que el correspondiente país ha tenido colonias u
tados científicos de su investigación en la exposición. otro tipo de influencia político-económica.
Los primeros puestos de trabajo de los antropólogos, El hecho de que el objeto de estudio sea el
incluso los docentes, estuvieron asociados a museos, mismo no debe inducirnos a pensar en una relación
y los grandes maestros, hasta los años 30, hasta la lineal entre desarrollo de la antropología como cien-
época de Franz Boas o Wilhelm Schmidt, trabajaron cia y surgimiento de museos etnográficos, en que los
frecuentemente en museos, cayendo a continuación museos o las colecciones museográficas sean fruto
en picado el interés por estos centros, rápidamente del trabajo de los antropólogos. Algunos grandes mu-
desprestigiados. seos hicieron o promocionaron trabajos de campo de
La hipótesis posiblemente más acertada en justa fama, pero la revisión de los registros de cual-
el campo científico es que el fracaso tanto del evolu- quier museo revela que el grueso de los objetos pro-
cionismo como del dífusionísmo que, por razones cede de funcionarios coloniales, misioneros, explora-
distintas (2), prestaron atención a la cultura material, dores, exposiciones oficiales, etc., y la falta de cohe-
y por asociación a los museos, produjo un rechazo al rencia de muchas colecciones, y de documentación
medio, a «los entusiasmos puramente tecnológicos sobre los objetos, habla de la escasa profesionalidad
del etnólogo de museo» como decía Malinowski. A de sus recolectores.
medida que la Antropología se alianza en el ámbito Sin retroceder ahora a los gabinetes de cu-
académico, ciñéndose a teorías y estrategias cada vez nosidades, su antecedente más claro, los museos et-
más sociológicas, los museos desaparecen de su pers- nológicos florecen en la segunda mitad, en el último
pectiva hasta el punto de que hoy en día la colabora- tercio, del siglo XIX. en pleno colonialismo triunfan-
ción es mínima o nula (Collier y Tschopik 1954; te, mientras la Antropología aparece como disciplina
Sturtevant 1969; Fenton 1974; Lurie 1981; etc.). científica, pero casi sin excepción surgen asociados a
Desde otra perspectiva, podríamos decir que los an- los estudios y colecciones de Historia Natural y An-
tropólogos se sumaron a la “corriente dominante”. tropología Física. Y la mayor parte de los fundadores
Y los museos no sólo han ido quedando li- o promotores de tales museos no fueron ni mucho
mitados a mostrar objetos con las viejas pautas evo- menos antropólogos culturales o etnólogos, sino mé-
lucionistas o geográficas, sino que cada vez tienen dicos o naturalistas que ampliaban su campo de estu-
más dificultades para delimitar su campo de acción. dio de lo biológico a lo cultural, que trataban de
La renovación interna de la antropología no les ha acompasar los dos evolucionismos.
llegado. Las culturas exóticas, etnográficas por exce- A lo largo del siglo XX de aquellas culturas
lencia, empiezan a ser un recuerdo; nuestras propias primitivas expoliadas queda cada vez menos, el in-
tradiciones populares forman igualmente parte de la terés político por las otras sociedades decae a medida
historia ¿Es el momento de que desaparezcan los que se derrumba el sistema colonial, y en conse-
museos etnográficos, o al menos de rebautizarlos co- cuencia decaen los presupuestos y el apoyo oficial a
mo etnohistóricos? No lo creo. los museos etnográficos, paralizando su corta y me-
Antes al contrario, cuando comenzamos a teórica carrera; y los antropólogos abandonan los
hablar del planeta como aldea global, y mientras se museos a su suerte.
332 ANDRÉS CARRETERO PÉREZ

Como antes señalábamos, la contempora- gráficos clásicos los convierte en cosas de negros”,
neidad del contenido comienza a perderse; una valo- los conceptos de tradición y popular que sirven dc
ración científica de los fondos exige muy a menudo base a la existencia de este tipo de museos de tradi-
un trabajo de campo en los propios alnncenes (tarea ciones populares proveen igualmente dc una defi-
en la que son pioncros algunos museos canadienses); ciente base episternológica, fraccionando la realidad
y el aislamiento de las bajas culturas frente a las ci- culttíral de tal modo que no resulta fácil obtener una
vilizaciones. en particular de la occidental, la separa- visión, una exposición coherente de su conjunto, ni a
ción de la historia, de la actualidad y del pesente menudo nos permite precisar con qué cultííra esta-
etnogróji ca, descontextualiza cualquier discurso. Los mos tratando.
museos etnográficos generales cubren, no obstante, El concepto de lo popular deriva en realidad
un campo especifico para el público: son cosas curio- de la idea de supervivencia. del supuesto de que todo
sas~’ llamativas de negros e indios; mundos lejanos desfase respecto a las normas de la vanguardia social
Peor lo tienen los otros museos etnográficos. constituye un resto obsoleto del pasado, ofreciendo
los de nuestra propia cultura, esos muscos de artes y así una pcrrnanente referencia historicista a lo no
costumbres ¡ artes y tradiciones populares (o nombres cultivado. En cierto modo, en el sentido más factual
similares) que cada ~‘ezproliferan más. ¿Qué inues- y plano de los hechos, el planteamiento es cieno: hay
tran esos museos?, ¿bajo qué genérico encajan los una cultura popular que cambia con un cierto desfase
arados, el telar, las cestas y cántaros, y los trajes po- respecto a las capas cultas y dominantes de la socie-
pulares que indefectiblemente encontramos en lodos dad, qt¡e mantiene o recicla muchos hábitos de con-
ellos?, ¿quién ha participado en su rornación y desa- ducta después de haber sido abandonados por sus
rrolío? promotores, o genera otros específicos. El tiempo. y
Aunque xa en el siglo XIX llegó a crearse la extensión del desfase a mayor o menor número de
alguno. y el propio Mtíseo del Trocadero contó desde prácticas sociales es mera cuestión de ritmo del pro-
1884 con una diminuta Sala dc Francia (Noél 1985: ceso de cambio cultural.
144 ss), este tipo de estudios de la vida popular no se Pero no se trata de simple desfase, sino de
concreta en instituciones hasta comienzos del siglo una consecuencia de la existencia de contextos socia-
XX y. a diferencia de los museos etnográficos gene- les muy dispares en las sociedades complejas. La
rales, en ningún momento de su historia parecen ha- existencia de conductas alternativas implica la exis-
ber contado con grandes. o al menos sostenidos, apo- tencia de necesidades sociales alternativas, al margen
yos oficiales. del origen o desplazamiento histórico de los hechos
Es fácil asociar el surgimiento de muchos respecto a un modelo. Por ello, desde un punto de
de estos museos con diversos movimientos políticos, vista menos historicista, podríamos hablar de subeul-
incluso con el fascismo alemán e italiano, o con los turas, o de la cultura de las clases subalternas y do-
Frentes Populares. qtíe. como dice el Decreto funda- minadas (y.. pe., Lombardi Satriani 1975, 1978) que
cional del Museo del Pueblo Español en 1934, así imitan, o se enfreíatan. a los detentadores del poder
cumplían “con la deuda cultural y política contraída político y económico, a través de conductas particula-
con el pueblo ...“: pero se trata en casi todos los res, cayendo en la trampa de perpetuar su propia di-
casos de oportunidades de acción: las ideas y las fi- ferenciación y con ella la dominación.
guras de los creadores venían trabajando desde mu- En todo caso, habida cueííta de la dificultad
cho tiempo antes. En cambio, puede que no sea desa- de deslindar qué sea la conducta popular generada
certado pensar que su vinculación inicial a estas co- espontáneamente; qué parte es conducta ‘imitativa’
rrientes políticas, de tíno u otro signo, ha marcado su cuales son los elementos de respuesta o enírenta-
vida posterior. miento desarrollados de manera específica por la ca-
Aún en tiempos recientes puede obsenarse pa popular; y cuales, no lo olvidemos, son elementos
otra etapa de floración muscística. surgida en casi to- popularizados desde la élite social y económica para
da Europa después de la Segunda Guerra Mundial, y uso y control de las diversas subeulturas; y dado que
en nuestro país en la década de los años 70. una mu- en cualquier de esos casos lo popular mantiene una
seistica popttlar. por así llamarla, de expansión de referencia constante a lo culto, siendo imposible esta-
centros regionales y locales, en su mayor parte fo- blecer el limite social entre ambos términos: el con-
mentados por eruditos y aficionados locales, pura ex- cepto actúa como un factor contingente que aisla los
presión romántica de amor por lo que ya es historia, hechos como si tuvieran entidad en si mismos, como
casi la lucha contra los anticuarios por lo que el gris- si formaran una cultura autónoma, Y no permiten
po comienza a sentir como su patrimonio histórico. analizar el contexto en que se producen, va que sólo
Si la ruptura geográfica de los museos elno- proporcionan información sobre uno de los polos de
ANTROPÓLOGOS Y MUSEOS ETNOGRÁFICOS 333

la relación. Es un comodín que esquiva toda defini- gunta es obviamente falsa: ni los museos reflejan sólo
ción concreta, y quizás ahí, en la indefinición y ca- «tradiciones populares» ni en modo alguno cualquier
rencia de contexto, ha estado su utilidad. norma de conducta pasa antes o después por las ma-
Puede pensarse que este excursus no resulta nos populares, luego hemos perdido las tradiciones
muy necesario para el tema que estamos tratando, populares. Si optamos por responder afirmativamen-
que ‘todos sabemos lo que quiere decir popular” te a la segunda pregunta, más acorde con la eviden-
cuando sc habla de museos de artes y costumbres po- cia del cambio social, el carácter popular de los he-
pulares: se trata de recoger la vida tradicional. Pero chos se nos diluye por completo Lo popular-tradi-
el concepto de tradición no es en absoluto sinónimo cional acaba siendo todo aquello que se encuentra en
de popular. y presenta aúíi más problemas de defini- proceso de desinstitución, al margen de su origen e
ción, hasta convertirse en un término de uso mera- historia.
mente coloquial. De hecho, si urgamos un poco en los fondos
¿Qué es, a efectos de análisis riguroso, la de los museos de artes y costumbres populares obser-
tradición’?, ¿qué es lo tradicional? Una definición vamos que lo que contienen son los restos de un pe-
clásica, la de aquello que se transmite a lo largo del ríodo histórico especifico: almacenan recuerdos de la
tiempo, de las generaciones. en el seno del cuerpo so- sociedad preindustrial como tradición a conservar, o
cial, no nos lleva muy lejos en la aclaración. Prime- para ser más exactos, van asignando el adjetivo tradi-
ro, porque aquello que se transmite es la cultura toda cional escalonadamente a los diversos elementos de
y, como sabe cualquiera que haya hecho trabajo de este período histórico (y posteriores ocasionalmente)
campo, los mecanismos de transmisión no escrita son a medida que pierden vigencia. Junto a trajes popu-
melifluos y guardan escasa constancia de los hechos lares, imitación de las modas cortesanas del siglo
históricos (muchos rituales de comunión o matrimo- XVIII, encontramos hoces de La Bellota, piedras de
nio. p.c., que documentamos en medios rurales como molino de La Ferté, lozas estampadas burguesas de
tradicionales, han surgido en las ciudades bien entra- diseño inglés, encajes industriales, y medallas de la
do el siglo XX; Menéndez Pidal pudo recoger, como Virgen de Fátima, objetos todos muy populares y con
tradicionales según los informantes, versiones de ro- mucha tradición.
mances que él mismo había retocado y publicado Parece pues que los conceptos de tradición
años antes; etc., etc.). Segundo, porque en la época popular o sociedad tradicional no responden a enti-
de rápido cambio social que vivimos cada vez son dades científicamente útiles, a pesar de que las use-
menos las cosas que se transmiten de generación en mos con toda naturalidad, y parece igualmente claro
generación, o mejor expresado cada vez son más las que los museos historicistas que se apoyan en ellas
cosas que se renuevan y más las que se abandonan. dificilmente lograrán una coherencia que les permita
En este hecho, en nuestra sociedad actual, sobrevivir: ellos mismos se convertirán en tradición y
debe estar el origen de la idea de la tradición musea- luego en historía.
ble, casi opuesta a la definición clásica que acabamos Y de esta paradoja tampoco se salvan los
de comentar: la idea de que lo tradicional es precisa- museos etnográftcos clásicos. Almacenan culturas
mente aquello que no se transmite, que se pierde, que exóticas casi congeladas en el tiempo, fuera de la
deja de ser cultura viva. Frente a la vanguardia inno- historia, sin que los procesos de aculturación parez-
vadora de nuestra sociedad, y junto a la conducta me- can haber existido; conservan elementos que para los
dia al común de los individuos, existen ideas y mo- nativos de medio mundo (con matices obvios) son ya
dos de hacer que se abandonan paulatinamente, que «tradiciones populares» de sus respectivas culturas:
van cayendo en las fauces de la historía o la arqueo- su especialización geográfica y cultural, y la habitual
logía, o simplemente del olvido. Y a esto se le llama falta de elementos comparativos que permitan al visi-
tradiciones populares. tante situarse en la exposición, merman toda eficacia
¿Acaso interesa conservar sólo las tradicio- didáctica. En breve serán pura historía
nes no cultas, o algo hace suponer que toda norma dc El empleo de conceptos tan poco rigurosos
conducta, antes de desaparecer, pasa por las manos como los mencionados, tan alejados de la objetividad
de las clases populares?, ¿quizás es sencillamente y del análisis científico, ha dc obedecer sin duda a ra-
que lo que hoy vemos desaparecer ante nuestros ojos zones concretas, lo que nos lleva a plantear otras vias
sabemos que en otro tiempo estuvo mucho más ex- de reflexión sobre el origen y finalidad de los museos
tendido, que en algún momento fue la norma comun, de la sociedad tradicional: la coexistencia de justifi-
e incítíso la vanguardia de la actuación social. y de- caciones lúdicas. ideológicas y prácticas para este ti-
seamos conservar su recuerdo? po de museos.
Una respuesta afirmativa a la primera pre- Si en el apoyo que recibieron en su origen
334 ANDRÉS CARRETERO PÉREZ

los museos etnográfmcos generales puede detectarse taban saliendo, de la que estaban a menudo huyendo.
una cieno afán político, casi una expresión de orgu- y por la que no sentían ninguna añoranza.
lío de la propia superioridad y grandeza en el domi- Por oposición, tales museos rara vez hablan
nio de mundos inferiores, años más tarde se produce del progreso dc las comodidades y. por omisión, ofre-
una deriva, un paulatino abandono. una “historiza- cen una visión silenciosa y negativa de la sociedad
ción”, un intento de alejar el presente, una necesidad actual, cuando no abiertamente crítica, aditud en la
de olvido, casi una expresión de vergílenza. Situación que podríamos buscar una de las primeras causas por
que tiene bastante que ver con la crítica, ya histórica, las que las autoridades y élites intelectuales les pres-
del sistema colonial; con los periódicos siempre lle- tan escaso apoyo: sólo muestran la pobreza y el atra-
nos de noticias sobre los problemas sociales en los so en que ha vivido la población, y en que todavía
paises surgidos de las antiguas colonias; con la forma vive una parte de ella, en cuanto que a menudo son
en que viven los aborígenes, convertidos en “proble- tradiciones en trance dc desaparición, no pura histo-
ma social”, en los paises colonizados que mantienen ria.
presencia blanca dominante; y con la creciente pre- Sólo cuando la tradición desaparece por
sencia de inmigrantes oriundos de las ex-colonias, coínpleto, o los sujetos se sienten claramente lejanos,
propias o ajenas, en las antiguas metrópolis sólo entonces, los hijos de aquellos que abandonaron
Mientras esconden el pasado e intensifican el campo o cerraron el pequeño taller, pueden obser-
los controles fronterizos, las autoridades vehiculan su var los hechos con mayor distanciamiemíto. sentirse
relación con el tercer inundo a través de organismos apresados en la fábrica y caer en la añoranza, al
internacionales, más asépticos que la presencia direc- tiempo que las autoridades admiten los hechos como
ta, y que, llamativamente, nos inundan de celebracio- historia o folklore festivo, y todos pueden reclamar
nes (‘días contra .,.“, “años de...“). los recuerdos de familia, antes despreciados, como
Y los “aborígenes”, por su parte, se suman patrimonio propio.
al proceso de creación de museos «de artes y tradicio- En el mismo sentido, a la vista de la in-
nes populares», al sentimiento ambiguo de preserva- fluencia que. como los partidos políticos populistas
ción de formas de vida antiguas, más humanas que de uno u otro signo, muchos movimientos regionalis-
las actuales según la expresión habitual, en un proce- tas o nacionalistas tuvieron tienen en el desarrollo
~‘

so básicamente similar al del mundo occidental. de los estudios y museos de artes y tradiciones popu-
Si analizamos nuestra propia historia, el in- lares, cabe analizar cl papel de los museos como ex-
terés por las formas de conducta en desinstitución ha presiones, casi oficiales, de la defensa (y en conse-
sido mínimo durante siglos. Un ritmo de cambio cul- cuencia también de la manipulación) de las identida-
tural relativamente lento apenas diferenciaba el pro- des culturales. Frente a la igualación, a la destruc-
ceso de la propia historia. De hecho, es significativo ción de particularismos locales que conlíeva la socie-
que la antropología como ciencia. y en particular la dad industrial (cmi otros casos, a la destrucción de las
etnografia del mundo occidental y el Folklore, se ha- culturas, en sentido estricto), las tradiciones popula-
yan desarrollado en estrecha vinculación con el capi- res recuerdan la especificidad (real o no, ese es otro
talismo industrial y sus rápidas modificaciones socia- problema) de la propia cultura, región o forma de vi-
les. Los individuos son conscientes del cambio y de da; mantienen determinadas ‘señas de identidad’.
las diferencias, y el museo conserva una parte de la Que tal hecho coincida con un deseo de aná-
vida de esas clases subalternas del grupo social, de lisis de la sociedad no es en absoluto evidente, a la
aquellas a las que la vanguardia supera y arrastra al vista del discurso circular de estos museos de identi-
cambio y la desaparición. dad, a menudo de autoafirmación etuocéntrica. mui’
A mi juicio, el museo de tradiciones popula- alejada de cualquier perspectiva antropológica; y so-
res no pretende en absoluto dar una visión científica bre todo de la eterna ambigíledad de que, claro está,
de ninguna cultura, sino una visión idilica de lo que no todas las tradiciones son igualmente significativas
era «la vida de antes», reflejar algunos rasgos más o o ‘dignas de recuerdo’ desde el punto dc vista del lo-
menos atractivos, en cierto modo sentimentales, en gro de una identidad diferenciada. Una vez alcanza-
los que solazarse de espaldas a la historia. do el poder (o simplemente la conciencia buscada),
De hecho quienes primero tuvieron esa vi- salvo algunos rasgos ideológicos que pueden haber
sión estetizada de la vida tradicional fueron ante todo perdido todo contacto con la tradición y con la rea-
los intelectuales que nunca la habían vivido. Para las lidad. la mayor parte de las reivindicaciones resultan
clases populares, en el supuesto de que se sintieran tan premodemas a los nacionalistas como a cualquier
reflejadas en la frialdad de la exposición, tales mu- ¿lite política que lucha por la modernización de sus
seos conservaban el recuerdo de la vida de la que es- subordinados.
ANTROPÓLOGOS Y MUSEOS ETNOGRÁFICOS 335

Por esta razón los grupos políticos han fo- y para quién, investigamos? ¿Nuestro conocimiento
mentado museos de artes y tradiciones en múltiples sólo es accesible a los iniciados que leen revistas es-
ocasiones, y los han denostado otras tantas veces, al pecializadas? ¿Por qué no exhibir visualmente nues-
ritmo de sus necesidades de identidades contextua- tras afirmaciones, o simples intuiciones, sobre la me-
les. cánica cultural?, ¿por qué no ayudar a transmitir, de
En resumen, nos encontramos ante museos forma más activa. el respeto a la diversidad, los valo-
carentes de identidad propia, faltos de rigor teórico, res de un mundo pluricultural?, ¿por qué no intentar
etnocéntricos con demasiada frecuencia, quizás indi- luchar en un frente más contra el etnocentrismo?
cio de un cambio cultural rápido y mal asimilado, Es comprensible que no gusten los museos
que se verán sustituidos por otros de la vida urbana, etnográficos llenos dc cacharros empolvados. Pero
de la vida postíndustríal. etc.. etc., a medida que va- aunque nuestra propia visión deformada por la prác-
yan perdiendo vigencia las sucesivas formas sociales. tica cotidiana nos lo muestre así, no debemos olvidar
Habrá una sucesión de museos de “objetos” de la his- que un museo, un museo antropológico, no es sólo
toria reciente, de la “vida cotidiana en la historia re- cultura material, y no es sólo historia. La materiali-
ciente”, en los que se mantendrán los problemas de dad de los objetos es una mera excusa, y no puede
definición, y el espíritu de lo antropológico será tan dar soporte teórico a la existencia de ninguna institu-
imperceptible como en los actuales o desaparecerá ción, como tampoco puede hacerlo la referencia a
simplemente. momentos históricos particulares.
Mientras los museos etnográficos sean ins- Un museo antropológico es (debe ser), para
trumentos pseudo-politicos o almacenes de recuer- el público. aigo más que una mera etnografía obje-
dos, y la disciplina no forme un cuerpo solidario tual: la plasmación visual de conceptos sobre el fún-
alrededor de ellos para darles contenido, serán real- cionamiento de las culturas; y es (debe ser), para el
mente enemigos de la Antropología, vistos social- antropólogo, un centro experimental para transmitir
mente como gaierias de rarezas y antiguallas. y en el sus conocimientos; para comprobar la “comunicabilí-
mejor de los casos como hijos, adoptivos si se quiere, dad” y el interés social de sus principios y análisis;
pero maleducados, que hacen declaración pública de para reivindicar la unidad del estudio cultural; y tam-
principios opuestos a los que sostiene su madre. bién para impedir su manipulación.
Porque la indefinición, la pobreza de me- Es un reto museológico exponer conceptos y
dios, y la azarosa x’ida de la mayor parte de los mu- procesos sociales en lugar de simples objetos, pero
seos etnográficos, incluso el hecho de que la mayor sobre todo es un reto para la disciplina por la necesi-
parte estén gestionados por aficionados, no es algo dad de asentar principios, pulir definiciones y aclarar
que afecte solamente a los museos; es un reflejo de la postulados teóricos que hilvanen y den sentido a la
pobreza de los mensajes que la Antropología trans- exposición. Sin embargo, creo que eso debería ser un
mite a la sociedad, y del escaso interés social que museo etnológico, antropológico, perdurable de cara
despierta. que es capaz de despertar, la disciplina. al público: el museo-discurso que ayude a compren-
La elección, pues. está en si los antropólo- der las preocupaciones e intereses, variados y a veces
gos optan por enfrentarse con el público, y asumir, muy cambiantes y contradictorios, de los antropólo-
entre otras pendientes, la responsabilidad de los mu- gos; la unidad esencial de la cultura y su diversidad;
seos de la cultura, o por continuar en sus reductos y la propia participación del público, como indivi-
académicos, desentendiéndose de su compromiso y duos, en lo que allí se muestra. En resumen, un mu-
de su proyección social, y haciendo largos circunlo- seo que transmita nuestra pasión por la reflexión so-
quios cada vez que alguien les pregunta: ¿Y eso de la bre el hecho cultural, y que evolucione al ritmo que
Antropología para qué sirve? cambian nuestros modos de pensar la cultura.
Decir que la Antropología no es algo mu- Si conseguimos que los recuerdos museísti-
seable, que la investigación social no puede encerrar- cos de infancia de la próxima generación pasen de
se en una vitrina, es declarar nuestra propia incapa- las cabezas reducidas de los jíbaros al aprendizaje del
cidad, hacer patente la exígíiidad de lo que nuestro respeto intercultural mostraremos la utilidad social
trabajo puede comunicar a la sociedad global, y re- de nuestros estudios, y estaremos ayudando a las cul-
sulta poco creible cuando otras disciplinas son capa- turas que forman parte de LA CuLru1~.
ces de exponer los conceptos más etéreos. ¿Para que,
336 ANDRÉS CARRETERO PÉREZ

BIBLIOGRAFÍA
AMES. M. M. (1986): /vluseums, tite public amI an- FENTON. W. N. (1974): The ad~ancement of material
thropology: a studv in tite antropologv ofantitro- culture studics in modern anthropological re-
pologv. Ranchi Anthropology Series, 9. Universí- search, Tite human mirror (M. Richardson, cd.),
tv of British Columbia. Vancouver. State University Press. Baton Rougc. Louisiana:
ANGELmNm. P. KTAL. (1987): Dal museo al terreno. L et- 1-36.
nologia francese e italiana degíl anni tren ta. FRESE. H. H. (1960): Anthropologv and tite Public:
Franco Angeli. Milan. tite rol ofmuseums. J. Brilí. Leiden.
BRONZINm, G. B. (1985): Homo Laborans. Cultura del JAcKNIS. 1. (1985): Franz Boas and exhibits. On the
territorio y museis demologici. Galatina Congedo Limitations of the museum rnethod of Anthropo-
Editore. s.l. logy. Objects and o¡her.sx Essavs on museums and
CANTWELL, A. E., GRmmTmN. J B. ROTHSCIJmLD. N. A. material culture (G. W. Stocking, ed.): 75-111.
(eds.) (1981): Tite Research Potential of Antitro- LoMuMznm SAmRIAN’[. L. M. (1975): Antropología Cuí-
pological =Uluseum Co/lections, Annals of the mrd. Análisis de la cultura suba/lerna. Editorial
New York Academy of Sciences, 376. Galerna. Buenos Aires.
CARRETERO PÉ~nz, A. (1994): El Museo Nacional de LoÑmaARrm SATRmANI, L. M. (1978): Apropiación y des-
Antropología: nos/otros. Anales del Afuseo Na- trucción de la cultu,-a de las clases subalternas.
cional deAntropologia, 1: 209-248. Nueva Imagen. México.
COLE, J. R. (1976): Nineteenth Centurv Fieldwork, LURmE. N. (1981): Museumland revisited. Human Or-
Archaeology and Museum Studies: (heir role in ganization. 40: 180-187.
the Four-Filed Definition of American Anthropo- MORLEY. G. (1978): ¡“isualization of titeoretical con-
logy. American Anthropology Tite tiar/y Years cepts of A nthropologv in A<fuseums of Ethno-
(J. y. Murra, cd.). Proceedings of the American graphy. National Museuni of Natural History.
Etnological Society (1974): 111-125. New Delhi.
COLLIER. D.; TscHot’mK. H. (1954): The role of mu- SToc¡UNG, G. W. (1985): Objects and othersx Essavs
seunis in American Anthropology. American .4n- on museums and material culture. History of An-
thropologist, 56: 768-779. thropology, 3. Universitv of Wisconsin Press. Ma-
COLLON~. G. (1984): Musei e ricerca etuologica in dison.
Francia. 1 musei della cultura materiale (M. Toz- STtJRTEVANT, WC. (1969): Does Anthropology needs
zi Fontana): 164-170. museums? Proceedings of tite Biological Society
DIÁS, N. (1987): L’ereditá museologica nell’etnologia of Washington, 182: 619-650.
francese. Dal museo al terreno (P. Angelini et STURThVANT, W. C. (1973): Museums as anthropolo-
aL): 32-42. gical data banks. Anthropologv bevond tite uni-
FENTON. W. N. (1960): The museum and anthropolo- versitv (A. Redfield. ed.). Procs. SO. Anthropolo-
gical research. Curator. 3: 327-355. gical Societv. 7: 40-55.
FENTON, W. N. (1966): Field Work, Museum Studics, Toan FONTANA, M. (1984): 1 musei della cid! ura ma-
and Ethnohistorical Research. Ethnohistorv, 13, teriale. Aggiornamenti. 48. La Nuova Italia
1-2: 71-85. Scientiifica. Roma.

También podría gustarte