En mi opinión el aula puede considerarse un contexto de juego.
No creo que siempre se
consiga (pues las más de las veces el aula resulta en una zona demasiado teórica, con poca o nula participación por parte del alumnado), pero no es imposible recrear las condiciones de los juegos en un área establecida para el aprendizaje. Se tienen los participantes, es decir, los alumnos, los cuales, si su actitud no les falla, están dispuestos a aceptar unas normas preestablecidas. También tenemos la posibilidad de generar objetivos alcanzables para esos participantes (ser el primer grupo en conseguir…, descifrar todos juntos el enigma…, etc.). Con estas dos características creo que tenemos las herramientas para ingeniarse juegos que hagan del aprendizaje una meta oculta y divertida. Simplemente debemos articular un objetivo que, restringido su logro por una estructura divertida de normas, ponga en práctica cierto material aprendido con anterioridad o, también, que haga experimentar a los alumnos cierta información aprehensible.