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Descubrir que lo que nos rodea tiene historia, equivale a tomar conciencia de que nuestro presente es, al
menos en parte, el resultado de las acciones de nuestros antepasados. Por eso, todos necesitamos conocer
nuestro pasado para saber cómo hemos llegado al presente y para entender el mundo en el que vivimos
hoy.
El estudio del pasado nos permite también, evaluar las alternativas que enfrentó la humanidad, las
elecciones y las realidades que se impusieron y los resultados obtenidos. Con las lecciones del pasado, uni-
das a nuestra propia experiencia y voluntad, podemos proponer ideas para proyectar nuestro futuro.
Es evidente que la vida de las personas se desarrolla dentro de sociedades que ocupan diversos espacios
geográficos. También lo es, que estos espacios se diferencian unos de otros por el relieve, el clima, la
ubicación geográfica, los recursos naturales… Cada una de esas características geográficas influyen sobre la
forma de vida que puede desarrollar un pueblo.
A su vez, y de acuerdo con sus necesidades, los hombres pueden transformar el paisaje, dismi-
nuyendo así, su dependencia de la naturaleza.
Debido a esta mutua interrelación ente el hombre y su medio, es importante ubicar y conocer el
lugar donde se desarrollaron las sociedades del pasado, para entenderlas completamente.
La dimensión temporal es fundamental en el estudio del pasado, pues la Historia transcurre a lo largo del
tiempo.
Como proceso, la Historia consiste en una sucesión de hechos que acontecen en cierto orden. Este
proceso puede ser analizado desde dos perspectivas: el de la diacronía o el de la sincronía.
Por su parte, el estudio de los acontecimientos producidos a un mismo tiempo en diferentes luga-
res o sociedades, se denomina sincronía. En relación con esto, debemos tener en cuenta que los procesos
ocurridos en un lugar pueden influir también, en la historia de otro.
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Material extractado de Marcos Teóricos para Séptimo Año / Prof. Franklin A. Murúa - 1ª ed. - Mendoza, Edición propia, 2000. Y
actualizaciones posteriores del mismo autor.
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La Cronología ___________________________________________________________________________
Como hemos visto, la Historia necesita situar los hechos en el tiempo. Cuando ubicamos y ordenamos los
hechos en un período de tiempo, elaboramos una cronología.
Para elaborar una cronología precisa, debemos elegir un acontecimiento que nos sirva como punto
de referencia, en función del cual poder ordenar todos los demás.
También necesitamos unidades de tiempo, que nos permitan contar el tiempo transcurrido: el año;
la década (conjunto de diez años); el siglo (período de cien años); el milenio (que abarca mil años o diez si-
glos).
A lo largo de la Historia, diversas civilizaciones han utilizado sistemas cronológicos diferentes, que
establecieron como punto de referencia o partida, un suceso real o imaginario, considerado el fundamento
de su identidad o muy importante dentro de su historia. Cada uno de esos sistemas cronológicos dio origen
a un calendario.
Así, los hechos anteriores al nacimiento de Cristo se ubican cronológicamente, en forma descen-
dente, siendo más alto el número cuanto más antiguos son los hechos. A estas fechas se les agrega la ex
presión “antes de Cristo” (a. C.) o se les antepone el signo menos.
Por su parte, los acontecimientos ocurridos con posterioridad al nacimiento de Cristo, son contabili-
zados en forma ascendente, siendo mayor el número cuanto más reciente sean los sucesos. Estas fechas
pueden estar acompañadas o no, por el agregado “después de Cristo” (d. C.).
La división más corriente de la historia humana es la de Prehistoria e Historia. Donde los tiempos
prehistóricos abarcan el largo período anterior a la invención de la escritura (hacia el año 3.000 a. C.).
Por su parte, los tiempos históricos se inician alrededor de esa fecha y se los dividen en cuatro grandes
períodos llamados Edades.
Esta división, producto de acuerdos entre los historiadores, fue pensada, principalmente, para el es-
tudio de la historia europea. Por lo tanto, es poco significativa para la historia americana. A continuación
presentaremos dos cuadros que nos permitirán comparar las Edades de la Historia (vista desde la pers
pectiva euroasiática, a partir de la escritura) con respecto a las etapas de la prehistoria e historia de
América, a la que nos dedicaremos un poco más adelante.
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Material extractado de Marcos Teóricos para Séptimo Año / Prof. Franklin A. Murúa - 1ª ed. - Mendoza, Edición propia, 2000. Y
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Hasta hace algunas décadas se pensaba que unos pocos hombres influyentes y poderosos, habían
determinado los destinos de la humanidad. Eran los que hacían la historia. Sin embargo, los individuos
vivimos en sociedades en las que hay diversidad de intereses, voluntades y posibilidades. Es a partir de esa
diversidad, justamente, que podemos deducir que todos, individual y colectivamente, conscientemente o
no, participamos de la construcción del mundo en que vivimos, estamos siendo protagonistas de la
Historia.
La Historia, como vimos, la protagonizamos todos nosotros, pero quien la investiga y la escribe es el histo
riador.
Una vez puesto a estudiar el pasado, la primera tarea del historiador consiste en definir el tema que le inte
resa investigar. Después, lee y analiza todo lo escrito sobre el tema y decide así, qué cuestiones están ya
resueltas y cuáles merecen mayor estudio, como también, qué propuestas le parecen acertadas y cuáles
no. A partir de esas reflexiones, elabora una hipótesis, que es un enunciado provisional (es decir, que no es
una afirmación definitiva), para tratar de explicar algún problema no resuelto dentro del tema. De acuerdo
con los resultados de la investigación, la hipótesis puede confirmarse, modificarse o desecharse.
El historiador sólo puede reconstruir el pasado a partir de testimonios, es decir, de rastros o huellas que de
jaron los protagonistas del pasado. Cuando el historiador analiza esos testimonios encontrados, los trans-
forma en fuentes de la historia. Es a partir de estas fuentes, que intentará probar su hipótesis.
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Las fuentes no cuentan el pasado por sí mismas. Es el historiador quien debe analizarlas e intentar inter
pretarlas para obtener la información que desea. Es justamente, la interpretación, la etapa decisiva de su
trabajo ya que esto, le permitirá explicar los orígenes de un proceso histórico, sus causas y las motivacio
nes de los protagonistas, para actuar como lo hicieron. Así mismo, el historiador propondrá una valoración
de los hechos, analizará las consecuencias que tuvieron esos hechos para quienes participaron de ellos y,
fundamentalmente, el significado y la trascendencia de esos acontecimientos para las generaciones poste
riores.
Pero el primer paso para llegar a todas estas conclusiones posteriores, está en comprobar que las
fuentes sean auténticas. Identificando, luego, cuándo, dónde, por quién y por qué fueron realizadas. Una
vez cumplido estos pasos, el historiador interroga a las fuentes con las preguntas originadas en su
hipótesis. La información así obtenida es ordenada, relacionada y confrontada con otras fuentes. Puede de
esta manera, vincular los acontecimientos al lugar, el tiempo, las circunstancias y la sociedad en que
ocurrieron. Como si se tratara de un rompecabezas, el historiador trata de armar, entonces, una
reconstrucción lógica de los hechos del pasado y puede construir un relato en el que exponga los
resultados de su investigación.
Para encontrar las fuentes y poder utilizarlas con éxito, el historiador cuenta con la ayuda de otras ciencias
que también se interesan en los restos del pasado, aunque abordan su estudio con otros métodos. Algunas
de ellas son:
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