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Introducción
Históricamente, la Edad Antigua culmina con la caída del Imperio Romano de Occidente en
el 476 d. C., por su parte, la Edad Media se extiende del siglo V al XV. Los historiadores
fijan como fecha orientativa para la culminación de la Edad Media el año 1453 d. C., fecha
de la caída del Imperio Romano de Oriente o el 1492, año del descubrimiento de América.
Sin embargo, para la filosofía, ésta división tiene algunos inconvenientes en cuanto
a fijar el comienzo del período medieval. Durante los primeros cinco siglos de cristianismo,
algunas corrientes de la filosofía griega continúan presentes en el neoplatonismo –en el s.
III nos encontramos, por ejemplo, con pensadores neo platónicos como Plotino, Porfirio Y
Proclo–, por lo que se las considera como parte de la Edad Antigua. Como dato adicional,
cabe mencionar que en el año 529 d. C. se produce el cierre de la Academia, por orden de
Justiniano, emperador del Imperio Romano de Oriente.
Por otro lado, durante este mismo periodo nos encontramos con los Padres de la
Iglesia, por quienes llamamos a este período “Patrística”. Su espíritu inspirado en el
cristianismo, su temática que se instala en el problema de la conciliación entre razón y fe, y
sus características en general, son mucho más afines a la Escolástica que a la filosofía
pagana neoplatónica. Esta es la razón por la cual, si bien la filosofía patrística corresponde
cronológicamente a la Edad Antigua, se la incorpora en la Filosofía Medieval.
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1.1. La Patrística (ss. II al V), período de gestación de la filosofía cristiana y de las
grandes instituciones filosóficas
Respecto de este último aspecto, es justo decir que desde desde sus inicios el
cristianismo se vio interesado en la filosofía. El diálogo entre la razón y la fe se desarrolló
en tres períodos distintos y en formas distintas, según distintos intereses:
Interés apologético (s. II): los cristianos buscan una defensa intelectual de la fe ante
las intensas persecuciones apoyándose en argumentos filosóficos. Entre los elementos
filosóficos propios de este periodo podemos mencionar la inmortalidad del alma, las
pruebas de la existencia de Dios, el tema del mal. Después de la primera persecución (s. II)
el interés apologético perdura aunque con menos intensidad.
Interés por las discusiones doctrinales (ss. III-IV): una vez que el cristianismo está
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asentado, el interés de sus intelectuales se dirige hacia adentro. Con las polémicas
doctrinales internas se busca esclarecer el sentido de la fe, de lo que hay que creer. Son
polémicas más teológicas que filosóficas, aunque en la lucha contra las herejías aparecen
elementos filosóficos importantes. Son ejemplos, el debate sostenido acerca de las personas
divinas, la cristología, etc.
Interés teorético o especulativo (s. V): en el campo especulativo se vive un ambiente más
sereno. Entonces se desarrolla un interés por contemplar el mundo también desde las luces
que aporta la filosofía, intentando explicar las grandes realidades del hombre, de la
naturaleza, etc., que surgen en autores más completos, como San Agustín. Es el período
más puramente filosófico.
Acerca del “mundo latino” (Roma, Africa del Norte): a partir del año 476 d. C., con
caída del Imperio Romano de Occidente se inicia un período de fragmentación de distintos
pueblos en distintas regiones. Además, se suscitan una serie invasiones bárbaras que
provocan un brusco corte político-militar y en la organización social. Algunos pensadores
se preocupan por no perder el tesoro cultural de occidente, e intentan conservar y transmitir
la herencia clásica. Un ejemplo es Boecio –considerado “el último romano”–, quien se
había propuesto traducir al latín las obras completas de Platón Y Aristóteles. Con esta labor
se va creando un vocabulario filosófico propio en lengua latina que luego heredaría la
cristiandad. La Orden Benedictina se encarga de transcribir y guardar los manuscritos de
este periodo en sus monasterios.
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Patrística siga evolucionando progresivamente. Así, podemos hablar de una Patrística
“tardía” o “madura” en el mundo griego. Son los últimos padres griegos: Máximo el
Confesor (s. VII), comentador de Dionisio; San Juan Damasceno (muere en el 749),
considerado el último de los Padres griegos. La Patrística Griega es punto de unión con los
cristianos ortodoxos.
Como hecho histórico debemos destacar la fundación del Islam en el siglo VII. Se expande
muy rápidamente del Medio Oriente hacia Persia, con su gran centro en Bagdad. También
hacia Occidente, en concreto, hacia el norte de África. Los musulmanes ocupan España
desde el 711 d. C.
La vamos a subdividir en tres partes: a) Primer desarrollo (ss. IX-XI); b) Apogeo (ss. XII-
XIII) y c) Decadencia de la Escolástica (s. XIV). La subdivisión es sobre todo para
ordenarnos un poco y para ir ubicando los autores y movimientos.
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Carlomagno no solamente reunifica el imperio, esto es, reconstituye una unidad política,
sino que también promueve la cultura. Llama a grandes sabios, invierte sumas importantes
de dinero en fundar escuelas, editar libros, etc. Con el llamado “Renacimiento Carolingio”
(s. IX) aparecen las primeras escuelas palatinas. Eran comunes a lo largo de la Edad Media
las escuelas Monásticas y las Catedralicias (fundadas en las catedrales por los obispos de
cada diócesis). Ambas dependían directamente de la Iglesia. En cambio, Carlomagno funda
las primeras escuelas estatales en el sentido de que dependen de una autoridad civil. En
estas escuelas no solo se enseñaban las primeras letras sino que se incluye en el periodo
escolar todo el proceso de formación, desde las primeras letras hasta los estudios
“superiores”, que poco después pasarán a ser las primeras universidades (con este nombre
aparecen recién en el s. XI). Las primeras universidades europeas son fruto maduro de las
escuelas medievales. El impacto de éstas es tal, que darán nombre a todo este periodo, la
Escolástica es, entonces, el período de las escuelas.
En este período hay una profunda afinidad con el espíritu de diálogo entre razón y fe propio
de la Patrística. El período de la Escolástica es el período de la sistematización de la
Filosofía y la Teología cristianas. En la primera gestación de la filosofía y teología
cristianas, las primeras grandes intuiciones filosóficas se desarrollaron un poco
aisladamente y un poco también circunstancialmente. A partir de que los núcleos
fundamentales de la Verdad cristiana se vieron bien asentados se inicia el período de
sistematización. Vemos una filosofía y una teología mucho más organizadas, con mayor
preocupación por el rigor lógico, por la estructura lógica de las exposiciones, surgen
autores que se dedican al estudio y el desarrollo de estos temas con la expresa finalidad de
transmitir la cultura. Una escuela es un lugar donde se gesta y transmite la cultura. Por lo
tanto, no es casualidad que en este período las obras principales de autores filósofos y
teólogos (que van muy de la mano), sean obras pensadas y desarrolladas con finalidad
escolástica –en el sentido más alto del término–, es decir, para guiar a los alumnos en el
estudio racional de la fe. Entonces tenemos Summas (compendios o manuales acerca de una
determinada rama del saber), Quaestiones Disputatae (discusiones universitarias),
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comentarios a autores, etc.
Por supuesto que en este periodo hay autores a los que llamar simplemente sistematizadores
sería achicarlos demasiado, por cuanto fueron grandes pensadores que han aportado muchas
ideas nuevas, que han aprovechado muchos puntos del pensamiento filosófico anterior.
Como caracterización general de la Escolástica y ligados al surgimiento de las escuelas y
los primeros textos publicados, tenemos en los tres primeros siglos (del s. IX al XI) del
desarrollo escolástico, a autores como Juan Escoto Eriúgena y San Anselmo.
Sigue a este período de formación el de mayor apogeo de la Escolástica, que son los ss. XII
y XIII. El siglo XII es llamado comúnmente la “primavera de la Escolástica”. En este
periodo aparecen gran cantidad de autores, de escuelas, de movimientos.
Por un lado, el s. XII es un siglo donde destaca el problema de los Universales, la gran
discusión que surge a partir de la lógica pero que en realidad es mucho más que una
discusión lógica, es una cuestión metafísica que involucra a toda la filosofía. La posición de
los primeros nominalistas surge ya a finales del siglo XI con Roscelino, en el siglo XII la
gran discusión es encabezada por Pedro Abelardo.
Por otro lado, en el siglo XII tenemos un fuerte Renacimiento Humanista, es decir,
de un fuerte interés por los autores clásicos. Filosóficamente hablando, este renacimiento va
muy ligado a un interés por Paltón. Este renacimiento tiene su centro geográfico en la
ciudad de Chartres, Francia.
En tercer lugar, dentro del siglo XII podemos hablar del florecimiento de la mística
especulativa. No es filosofía, y hasta cierto punto tampoco es Teología, porque la Teología
es el esfuerzo de la razón por comprender los datos de la Revelación. En cambio la mística
es, más que un esfuerzo ascendente de la razón (pues no es fruto directo del esfuerzo
espiritual), un abrirse a un tipo de unión con Dios de carácter plenamente sobrenatural: la
experiencia de Dios viene dada desde “arriba”, por acción de la gracia, más aún, y que se
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manifiesta en la experiencia mística. Las experiencias místicas son, en general, inefables, es
decir, imposibles de comunicar por lo que tienen de sobrenatural. Una vez dicho esto; sin
embargo, eso no significa que el esfuerzo espiritual no sirve para preparar esa unión
mística; o al revés, que la unión mística no sirve para aclararnos nuestra visión intelectual
del mundo, del hombre y de las cosas. Hay, a lo largo de la historia, ciertos momentos en
los cuales aparece una mística ligada al trabajo de la razón y a esta se la llama mística
especulativa. Sus autores, más que describir la experiencia interior de la mística, describen
la verdad objetiva que aparece ante sus ojos en la experiencia de Dios. La mística
especulativa tiene una relación muy directa con la filosofía y con la teología. Entonces, se
llama mística especulativa a la que ha hecho un autor que a partir de una cierta visión
mística conoce el aspecto especulativo, sea en el sentido de preparación, sea en el sentido
de fruto posterior, y no tanto la experiencia en sí. Un ejemplo de esto es toda la obra escrita
por San Bernardo, en la que habla de muchos temas que tienen una relación directa con la
filosofía. Aunque no estén escritos como un tratado de filosofía, uno puede rescatar muchas
tesis filosóficas de ahí.
La cuestión es que en el siglo XII hay en el mundo cristiano de occidente una fuerte
renovación de la mística y encontramos dos centros bien distintos. Por un lado, los
cistercienses con su gran figura, San Bernardo de Claraval. Por otro lado, los miembros de
la escuela de San Víctor entre los que hay que nombrar a Hugo de San Víctor y a Ricardo
de San Víctor. El primero de ellos es más importante quizás en lo filosófico, el segundo en
lo teológico.
Antes de entrar en el siglo XIII cabe hacer un alto en la filosofía semítica (árabe y judía). A
fines del s. XII aparece en Europa Occidental una fuerte influencia del pensamiento árabe y
judío. La filosofía semítica se desarrolla, hablando históricamente, desde el s. IX en
adelante, pero la ponemos entre estos dos siglos porque en realidad la aparición de los
autores árabes en el mundo latino se da en la segunda mitad del s. XII y la primera del XIII.
Avicena y Averroes son las figuras más conocidas, pero también hay otros árabes y judíos
de primera línea como Avicebrón o Mahimónides, que son figuras importantes de esta
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etapa de la historia de la filosofía.
El siglo XIII es el siglo de las grandes síntesis. Algunos hablan de “los grandes frutos” de la
Escolástica. Este siglo se abre con el redescubrimiento de Aristóteles en Occidente. No
obstante, por un lado, en el mundo latino nunca se perdió del todo el conocimiento de
Aristóteles. Pero ¿qué obras de Aristóteles llegaron al mundo latino? Fundamentalmente las
obras de lógica que en el s. VI habían sido traducidas por Boecio. En realidad Boecio se
había propuesto traducir a todo Aristóteles y Platón pero no llegó a realizar esta tarea. Las
obras lógicas son conocidas, entonces, a lo largo de toda la Escolástica que tenía un
particular interés por la lógica a raíz de la Verdad revelada. La lógica aristotélica sigue es la
estructura básica de la filosofía escolástica medieval.
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Vamos a distinguir tres grupos bien diferenciados: en primer lugar está el
averroismo latino, que sería el aristotelismo extremo, radical; Aristóteles y nada más que
Aristóteles. Se llama averroismo porque era un Aristóteles entendido por Averroes. Era la
interpretación más extrema y la menos conciliable con una postura cristiana. En segundo
lugar tenemos a la escuela franciscana, que se inclinaa más bien por una postura tradicional,
más ligada a San Agustín, y con cierta resistencia frente a las nuevas ideas filosóficas. Esta
resistencia, por supuesto, se va a ir radicalizando en la medida en que se van radicalizando
las posturas opuestas. Es decir, en la medida en que los averroistas difunden a un
Aristóteles anticristiano algunos franciscanos adoptan una postura más dura del lado
cristiano. En cambio, en la medida en que son capaces de distinguir lo que es la postura
averroísta respecto de la del verdadero Aristóteles surgen posturas más moderadas. Más
moderada (de hecho la más moderada en este “movimiento”) es la postura de San
Buenaventura, un autor más bien tradicional y agustiniano en su pensamiento filosófico, y
que; sin embargo, asimila ciertos elementos aristotélicos, aunque en polémica dura con los
averroistas.
Por último está la escuela dominicana, con dos figuras muy importantes que adoptan una
postura más positiva frente al aristotelismo, en el sentido de “críticamente” positiva. No se
trata de una asimilación sin más ni más del aristotelismo, sobre todo del aristotelismo en su
interpretación averroista. Pero sí de intentar descubrir en Aristóteles todo lo que hay de
positivo, de verdadero, y, por lo tanto, de asimilarlo a la filosofía cristiana. Esta postura está
representada, primero por San Alberto Magno, y luego por su gran discípulo Santo Tomás
de Aquino.
En los inicios del siglo XIV encontramos la segunda escuela franciscana en Oxford. El
autor más importante de esta etapa es Duns Scoto, otra de las grandes síntesis del periodo
escolástico. Nace a fines del siglo XIII y muere a comienzos del siglo XIV pertenece a una
generación posterior a San Buenaventura y Santo Tomás. Es la última gran síntesis del
siglo XIII y la primera del XIV. A partir de Duns Scoto aparece la escuela nominalista
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(primera mitad del s. XIV).
El siglo XIV hay otros factores de degradación interior de la Escolástica, que contribuyeron
a su decadencia: un formalismo, un cierto gnosticismo, etc., que son un riesgo permanente
de la Escolástica. El pensamiento escolástico tiene como una de sus características básicas
el estar fuertemente preocupado por el rigor lógico. Ahora bien, cuando esa sistematicidad
lógica está al servicio de grandes ideas, de ideas profundas, es un monumento al saber
filosófico. En cambio cuando la lógica empieza a constituirse ella misma como un fin y no
como un medio al servicio de las grandes ideas, se consume en un logicismo. En otras
palabras, la preocupación por lo formal sustituye a la preocupación por el contenido, y eso
pasa en el siglo XIV. Este fenómeno va muy ligado al crecimiento del nominalismo, lo que,
unido a otros factores, terminan provocando la decadencia de la Escolástica.
b) La Mística Renana
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XIV. Por un lado una nueva mística especulativa, llamada Mística Renana. El autor más
importante es Meister Eckhart, un dominico muy cuestionado. Desde Meister Eckhart y la
Mística Renana surge todo un movimiento místico, ya moderno, interesantísimo. Un autor
muy importante es Tomas de Kempis.
Queda por hacer una breve reflexión sobre la visión de la Edad Media en las distintas
tradiciones historiográficas. Haremos hincapié en dos muy importantes.
Por un lado la tradición luterana adopta una postura filosófica a la que podemos llamar
fideísta, para la cual el único camino para conocer la Verdad es la fe. La razón siempre se
equivoca por estar manchada por la fuerte herida que ha producido en el alma el pecado
original. A tal punto el pecado original a herido la naturaleza humana que ha aniquilado sus
fuerzas naturales; es decir, la razón. Después del pecado original una razón que pretende
ella sola llegar a la Verdad es una razón condenable de soberbia. Esta postura teológica es
reforzada en Lutero por su formación nominalista (pasa por las escuelas ockhamistas). ¿En
qué sentido el nominalismo que puede reforzar esta idea? En la convicción de que no se
puede llegar a la verdad metafísica con la sola razón, lo que causa agnosticismo metafísico.
El intento de llegar a la verdad solo por la razón es propio del paganismo, los cristianos
tenemos que abandonar esos intentos racionalistas y optar por la fe.
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El Iluminismo es entre otras cosas un movimiento que se caracteriza por tener a la razón en
un pedestal. No necesariamente es un movimiento ateo, muchos iluministas son teístas; es
decir, que reconocen que la razón los puede llevar a conocer a un ser superior. Lo que
descartan es la fe en la Revelación, es decir, todo lo que sea parte de un dogma religioso.
La cuestión es que, para el Iluminismo, toda la historia de la humanidad es como la historia
del progreso de la razón. El progreso de una razón que en la antigüedad, en el mundo
clásico, vivió una especie de esplendor, pero que en la Edad Media vivió la “noche oscura
de la razón” por ser la época en la que se reconoce la primacía de la fe en la dilucidación de
la Verdad última, y no solamente en lo teológico, como las verdades de fe, los grandes
dogmas, etc., sino en los cimientos de una sociedad organizada, estructurada en unos
principios con esa primacía. Esa noche oscura va a terminar con el renacimiento, con la
“nueva aurora”, un “despertar” a un nuevo día. Este tema va a ser luego retomado por el
positivismo de Augusto Comte, aunque para este sistema la madurez plena de la razón es ya
no la razón filosófica sino la razón científica empírica. En resumen, para el Iluminismo en
la Edad Media no hay filosofía.
Un estudio objetivo e imparcial, muestra cómo la Edad Media en sus grandes pensadores
no es ni fideísta ni racionalista. Reconoce bien la primacía de la fe, porque en líneas
generales estos han sido cristianos, o judíos, o musulmanes. Primacía de la fe respecto a la
Verdad revelada, en cuanto verdad divina. Pero, en contrapartida a esto, no rechaza en
absoluto la razón humana sino que, por el contrario, la valora como máxima instancia para
alcanzar el orden natural, y como valiosa ayuda para entender las verdades sobrenaturales.
Este es el espíritu de la Escolástica que veremos a lo largo del semestre.
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