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CAPÍTULO 2
Requisitos del matrimonio
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación, arts. 404 a 406, 425, 435, 529 a 536 y 2622.
Ley 26.657.
Fuentes: Proyecto de Cód. Civ. de 1998, Convención de Nueva York (Ley 18.444).
Correlatividades: Cód. Civ. art. 166 (texto según Ley 23.515).
Consideraciones.
Reciben la denominación de “impedimentos matrimoniales” los hechos o situaciones que
importan un obstáculo para la celebración del matrimonio1, siendo el principio en nuestro derecho la
habilidad de las personas para contraer matrimonio salvo que una disposición legal establezca lo
contrario. Tratándose de un derecho de rango constitucional, las limitaciones impuestas por la legislación
deben ser expresas y taxativas, sin que puedan extenderse a supuestos no previstos, por vía interpretativa.
Se consagra normativamente la clasificación que, con origen en el derecho canónico2, en virtud
de la índole de la sanción a que da lugar la inobservancia de los impedimentos, los divide en dirimentes e
impedientes o prohibitivos. La diferencia fundamental entre ambas clases es que mientras la violación de
los primeros da lugar a la acción de nulidad; la transgresión de los últimos se resuelve en sanciones de
otro tipo, sin afectar la eficacia de la unión.
Otras clasificaciones de los impedimentos, tradicionalmente receptadas por la doctrina nacional,
son las siguientes: A) Absolutos y relativos, si impiden la celebración del matrimonio con cualquier
persona o sólo respecto de personas determinadas; B) Temporales o perpetuos, según que por su
naturaleza se encuentren destinados a desaparecer con el transcurso del tiempo o no; y C) Dispensables o
1
Belluscio, Augusto C. “Manual de derecho de familia”, Tomo 1, 7ª Edición, Astrea, 2002, pag. 179.
2
Fleitas Ortiz de Rozas, Abel y Roveda, Eduardo G. “Manual de Derecho de Familia”, 2ª Edición, AbeledoPerrot,
2011.
indispensables, según puedan o no ser dejados sin efecto mediante la autorización conferida por algún
agente determinado en la legislación.
Analizamos a continuación cada uno de los impedimentos mentados por la norma con carácter
de “dirimentes”:
Parentesco
Con distintos alcances, el impedimento basado en el parentesco reconoce una consagración
universal, que encuentra su fundamento en el tabú del incesto3 y en la implícita adopción de la exogamia,
es decir, la regla o preferencia de que los individuos se casen con otros fuera de su grupo o categoría
social específicos, con frecuencia un grupo de parentesco.
Los tres primeros incisos de la norma establecen las líneas, grados y tipos de parentesco
afectados por la prohibición. Al respecto, cabe tener presente que el art. 529 de este cuerpo legal define al
parentesco como “el vínculo jurídico existente entre personas en razón de la naturaleza, las técnicas de
reproducción humana asistida, la adopción y la afinidad”, variando la extensión de la prohibición según
los distintos supuestos contemplados, pero sin establecer distinciones de tratamiento en función de la
fuente filial4, debiendo señalarse que la nómina de impedimentos se completa con la disposición del art.
620 del Código Unificado que, ubicado en el Capítulo dedicado a la adopción plena, establece que la
misma confiere al adoptado la condición de hijo y extingue sus vínculos con la familia de origen, con
excepción de que subsisten los impedimentos matrimoniales”.
Así, entre ascendientes y descendientes –es decir en línea recta- el impedimento no reconoce
límite de grados; mientras que en el orden colateral alcanza, solamente, al vínculo entre hermanos
bilaterales y unilaterales. En cuanto al parentesco por afinidad la prohibición se extiende sólo en línea
recta –ascendientes y descendientes- sin límite de grados, cualquiera sea la fuente de la filiación, no
quedando comprendidos los afines en línea colateral. De ello se colige, implícitamente, que el parentesco
afín subsiste una vez disuelto el matrimonio, pues de lo contrario la previsión legal carecería de sentido.
Finalmente, los impedimentos fundados en el parentesco son –a la luz de las clasificaciones
antes esbozadas- relativos, indispensables y de carácter perpetuo; en relación a lo cual corresponde
señalar que el Código Civil reemplazado (texto según ley 23.515), admitía la remoción del impedimento
derivado de la adopción simple en caso de anulación o revocación de la misma, sin que se haya
incorporado una norma similar en el cuerpo legislativo que lo viene a reemplazar.
En tal sentido cabe señalar que la prohibición ha dejado de estar relacionada estrictamente con la
consanguinidad, receptándose la idea de que se trata de un imperativo de carácter socio cultural adecuado
a las pautas socialmente aceptadas en la materia5. El nuevo cuerpo legislativo retoma el principio
contenido por la ley de adopción Nº 19.134 sancionada en el año 1971, conforme a cuyas normas la
prohibición derivada de la adopción no puede ser removida en ningún caso, solución que se ha sustentado
en que “el tabú del incesto es de carácter cultural, y los lazos de parentesco no están dados sólo por la
sangre, con lo que admitir lo contrario violaría la prohibición del incesto”.6
Ligamen:
3
Lévi-Strauss, Claude, “Las estructuras elementales del parentesco”, Planeta-Agostini. Considera que la prohibición
del incesto es una regla universal que expresa el paso de la naturaleza a la cultura y constituye un puente entre la
biología y la sociedad.
4
El art. 558 establece tres fuentes de la filiación a las que acuerda los mismos efectos, al establecer que la misma
tiene lugar por naturaleza, mediante técnicas de reproducción humana asistida o por adopción.
5
Téngase presente en este sentido que los inc. 1º, 2º y 3º del art. 166 del C.C. (según ley 23.515) hacían referencia a
la consanguinidad, y que el único supuesto incluido en la misma norma era el de la adopción plena, por tratarse de un
supuesto en el que el adoptado se incorporaba como un hijo biológico a la familia de adopción, ya que en el caso de
la adopción simple el impedimento podía ser removido en caso de que la misma resultara revocada.
6 Córdoba, Marcos. Comentario art. 166 a 170 en la obra Bueres, Alberto (director) y Highton, Elena (coordinación),
“Código Civil y leyes complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial”, 1ra reimpresión, Tomo 1-A,
Hammurabi, Buenos Aires, 2003, p. 837.
El impedimento consagrado en el inciso d), de carácter universal, se ha definido como “el
matrimonio anterior mientras subsista”, y consagra la regla de la monogamia característica de la cultura
occidental y de la tradición judeo-cristiana; es decir el trato sexual exclusivo entre los integrantes de la
pareja conyugal, con independencia de la disolubilidad o no del vinculo en vida de los esposos.
La prohibición reviste carácter absoluto e indispensable, pero su vigencia resulta ser temporal,
pues sólo se mantiene en tanto el matrimonio anterior “subsista”, de modo que desaparece al poder los
esposos recuperar su aptitud nupcial en caso de anulación del matrimonio, divorcio o muerte real o
presunta de alguno de ellos.
Crimen:
El impedimento que resulta del inc. e), de carácter relativo, perpetuo e indispensable, encuentra
su fundamento en principios de orden moral y social, sancionando la conducta de quien, dolosamente,
participa (cómplice o instigador) o asesina al cónyuge de la persona con quien pretende casarse. Quedan
excluidos los casos de homicidios culposos o preterintencionales, los casos de inimputabilidad, e incluso
el homicidio ocasionado por exceso en la legítima defensa7.
Se pone fin a discusiones doctrinarias anteriores determinando la necesidad de que medie
condena penal para que se configure el impedimento, no requiriéndose que el móvil para la comisión del
delito haya sido la intención de contraer matrimonio con el supérstite.
Edad Legal:
La determinación de una edad mínima para contraer matrimonio ha formado parte del régimen
jurídico matrimonial argentino desde la sanción de la Ley 2393 -primera legislación sobre el matrimonio
civil-, a la par que la edad núbil se ha elevado paulatinamente hasta quedar fijada por ley 26.449 en los
dieciocho años para ambos contrayentes, independientemente de su sexo8. Dicha postura es la adoptada
por el inc. f) de la norma en comentario, coincidiendo actualmente el momento en que se adquiere la
aptitud nupcial con aquel en el cual se alcanza la mayoría de edad.
El impedimento de falta de edad legal es absoluto pero reviste carácter transitorio, y resulta
dispensable mediando autorización de los padres y/o dispensa judicial, según se analizará al comentar el
art. 404.
Falta de Salud Mental
El inciso g) consagra como impedimento la falta de salud mental con carácter absoluto y
dispensable por la autoridad judicial, sea que la misma revista carácter permanente o transitorio. Esta
prohibición, de particular importancia por repercutir en uno de los elementos esenciales y constitutivos
del acto jurídico matrimonial como es el consentimiento de los contrayentes, fue consagrada, aunque con
distinta formulación, tanto por el art. 9º inc. 7º de la ley 2393 que aludía a la “locura”, como por el art.
166 inc. 8º Cód. Civ. (texto según ley 23.515) que se refirió a ella como la “privación permanente o
transitoria de la razón”.
En cualquier caso la fórmula legal se presenta como sumamente amplia, pues tal como se ha
sostenido “están impedidos de celebrar matrimonio el débil mental y el enfermo mental interdicto o no
interdicto que carece de discernimiento al momento del acto, el mentalmente sano que se encuentra
privado de discernimiento por el efecto de una droga o de un accidente que le ha causado esa
consecuencia. Correlativamente es hábil para contraer matrimonio el que padece una enfermedad mental,
interdicto o no interdicto, pero que goza de discernimiento al momento de contraer matrimonio”.9
La nueva formulación legal viene a adaptar la legislación matrimonial al régimen de salud
7
Zannoni, Eduardo A. “Derecho de Familia” Tomo 1, 2ª Edición, Ed. Astrea, 1993, p. 202
8
La ley 2393 fijaba 12 y 14 años para la mujer y el varón, respectivamente. Posteriormente la ley 14.394 llevó dichos
mínimos a 14 y 16 años; y finalmente la Ley 23.515 fijó una edad mínima de 16 años para la mujer y 18 años para el
hombre. Finalmente la Ley 26.449 estableció el mínimo en 18 años para ambos contrayentes.
9
Méndez Costa, María J. en Méndez Costa, Maria J. Ferrer, Francisco A. M. y D’ Antonio, Daniel H. “Derecho de
Familia”, Rubinzal-Culzoni, Santa Fé, 2008, Tomo I, p. 298.
mental regulado por la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y a las
disposiciones de la ley 26.65710. En tal sentido, y conforme lo dispuesto por los arts. 31, 32, 37 y 38 del
presente Código, según los cuales la capacidad general de ejercicio de la persona humana se presume y
las limitaciones a la capacidad son de carácter excepcional, la facultad de restringir la capacidad para
determinados actos corresponde a la autoridad judicial, siendo indispensable que la sentencia que así lo
disponga especifique taxativa y expresamente las funciones y actos que se limitan.
Sordomudez.
La reforma ha suprimido el impedimento de sordomudez, cuando el contrayente afectado por la
misma no sabe manifestar su voluntad por escrito o de otra manera, que enunciaba el inc. 9º del art. 166
Cód. Civ11, norma que había sido criticada por la doctrina que, en general, entendía que en tales casos lo
que se verifica es imposibilidad de exteriorizar el consentimiento matrimonial, tratándose, en rigor, de un
matrimonio inexistente (conf. art. 406 C.C.).
Entendemos que desaparecida la prohibición expresa, resultando ser el matrimonio un acto
jurídico de solemnidad absoluta, debió preverse “cual” es la forma en que el sordomudo que no sabe
darse a entender por escrito podrá expresar el consentimiento matrimonial, teniendo en cuenta que la
regla es la capacidad de ejercicio.
Resta señalar que la existencia de los impedimentos referidos en los incisos a), b), c), d) y e) –
parentesco, ligamen y crimen- obstan a la celebración de un matrimonio válido en el país, y también al
reconocimiento de efectos en la República Argentina a cualquier matrimonio celebrado en el extranjero
en infracción a los mismos, aún cuando la ley aplicable a su validez no los contemplara como
impedimentos matrimoniales (conf. art. 2622).
Impedimentos Impedientes:
Habiendo receptado, como hemos dicho, la clasificación de los impedimentos que los divide
entre dirimentes e impedientes, resulta cuestionable que no se haya destinado una norma a señalar cuáles
de ellos revisten ese último carácter, encontrándose incluidos en dicha categoría los siguientes:
Matrimonio del tutor con su pupilo sin que se hayan aprobado las cuentas de la tutela.
Entendemos que subsiste como impedimento prohibitivo, la falta de aprobación de las cuentas
de la tutela, cuando el matrimonio del pupilo se celebre con su tutor o algún descendiente del mismo,
mediando dispensa judicial. El supuesto sólo podría configurarse cuando, al resolver sobre la dispensa
para contraer matrimonio, el juez omitiera verificar que se encuentren aprobadas dichas cuentas. Si, no
mediando aprobación de las mismas, el matrimonio llega a celebrarse, la única sanción prevista es la
pérdida por parte del tutor de la asignación que le corresponda sobre las cuentas del pupilo (art. 129 inc.
f).12
Impedimentos eugenésicos: Subsisten?
La eugenesia ha sido definida como la “aplicación de las leyes biológicas de la herencia al
perfeccionamiento de la especie humana”, y ha venido a mostrar, biológicamente, los resultados
perjudiciales a que conduce la procreación entre personas afectadas de ciertas enfermedades
transmisibles13; a partir de lo cual, diversas legislaciones incorporaron los denominados impedimentos
eugenésicos para la celebración del matrimonio.
La legislación argentina no fue ajena a la tendencia antedicha, reconociendo a lo largo de su
10
Fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación, Capítulo 2. Capacidad; y Título I
“Matrimonio”.
11
Art. 166 (texto s/Ley 23.515). Son impedimentos para contraer el matrimonio (…) 9º. La sordomudez cuando el
contrayente afectado no sabe manifestar su voluntad en forma inequívoca por escrito o de otra manera.
12
Sobre el tema de la dispensa judicial ver nuestro comentario al art. 404.
13
Zannoni, Eduardo A.; op. cit. p. 210.
historia dos impedimentos de este tipo: el de lepra –introducido por la ley 11.359 (art. 17)14- y el de
enfermedad venérea en período de contagio establecido por el art. 13 de la ley 12.331 de “profilaxis
antivenérea”. Dicha prohibición fue acompañada con la obligatoriedad del examen médico prenupcial
que estableció, para los varones, la norma citada; y que se extendió posteriormente a las mujeres según lo
dispuesto por el art. 2º de la ley 16.668. La obligatoriedad de la presentación de los certificados médicos
fue incorporada al Código Civil por la ley 23.515 (conf. art. 187 inc. 4º).
Con la sanción de la ley 26.994, se ha suprimido del Código Civil la obligatoriedad de la
presentación de los certificados médicos para los contrayentes, pero no han resultado derogadas las leyes
especiales que establecieron originalmente su exigibilidad, por lo que resulta dudosa la subsistencia del
impedimento creado por dichas normas, que asimismo establecen sanciones para el oficial público que
celebrara el acto sin que los contrayentes cumplan dicho requisito (art. 16 ley 12.331 y art. 3 ley 16.668).
Compartimos la idea según la cual “la legislación de profilaxis antivenérea responde a las
condiciones sociales de la época en la que fue dictada, pero se muestra desactualizada y hasta ridícula tras
el profundo cambio producido en las costumbres en las últimas décadas del siglo XX”15, pues resulta
habitual que los futuros contrayentes tengan relaciones sexuales previas a la celebración del matrimonio,
desapareciendo en los hechos la finalidad “preventiva” de la norma. No obstante ello, y dado que las leyes
especiales de las que resulta el impedimento no han sido derogadas, entendemos que la prohibición
subsiste, por lo que hubiera resultado aconsejable la derogación expresa de las mismas en razón de los
motivos apuntados.
El impedimento, en tal caso, resulta absoluto, temporario, indispensable y de carácter
impediente, pues, de celebrarse el matrimonio en tales condiciones sólo cabrían sanciones al oficial ante
quien hubiera tenido lugar el acto, sin que ello repercutiera en la validez de las nupcias.
ARTÍCULO 404.- Falta de edad nupcial. Dispensa judicial. En el supuesto del inciso
f) del artículo 403, el menor de edad que no haya cumplido la edad de 16 años puede contraer
matrimonio previa dispensa judicial. El menor que haya cumplido la edad de 16 años puede
contraer matrimonio con autorización de sus representantes legales. A falta de esta, puede
hacerlo previa dispensa judicial.
El juez debe mantener una entrevista personal con los futuros contrayentes y con sus
representantes legales.
La decisión judicial debe tener en cuenta la edad y grado de madurez alcanzados por la
persona, referidos especialmente a la comprensión de las consecuencias jurídicas del acto
matrimonial; también debe evaluar la opinión de los representantes, si la hubiesen
expresado.
La dispensa para el matrimonio entre el tutor o sus descendientes con la persona bajo su
tutela sólo puede ser otorgada si, además de los recaudos previstos en el párrafo anterior, se
han aprobado las cuentas de la administración. Si de igual modo se celebra el matrimonio, el
tutor pierde la asignación que le corresponda sobre las rentas del pupilo de conformidad con
lo dispuesto en el artículo 129 inciso d).
Concordancias: Cód. Civ. y Com de la Nación arts. 27, 28, 104 a 134, 446, 450 y 645 inc. a). Ley
26.061.
Correlatividades: Cód. Civ. art. 166 art. 5º, 167, 168 (texto según ley 26.579), 169, 170, 171 y
220 (texto según Ley 26.618).
14
Derogado por Ley 17.711.
15
Belluscio, Augusto C. op. cit. p. 136.
Dispensa. Concepto.
La dispensa consiste en la exención de una condición de fondo o de forma establecida por la ley,
respecto de una persona, para la conclusión de un acto. Tratándose de una excepción a la aplicación de
una norma, la misma sólo puede ser concedida por una autoridad determinada investida de competencia
para ello. En el ámbito del derecho matrimonial se alude a la dispensa como el mecanismo legal que
permite remover la prohibición para contraer matrimonio entre determinadas personas.
16
Corresponde señalar que el Anteproyecto de Código Civil Unificado sólo previó la dispensa judicial para la
remoción del impedimento derivado de la falta de edad legal, manteniendo el régimen que se encontraba vigente
según el cual los menores de 18 años que pretendieran contraer matrimonio requerían en todos los casos de la
dispensa judicial, criterio que fue modificado por el Honorable Senado de la Nación al dar media sanción al
Anteproyecto.
17
Remitimos al comentario del art. 645, sus correlativos y concordantes, referido a los actos para los cuales ambos
progenitores deben prestar su consentimiento expreso.
18
Méndez Costa, María Josefa, “Derecho de Família”, cit., T. I, p. 290.
a cuyo comentario in extenso remitimos)19. En consecuencia la autorización de los representantes legales
y/o dispensa judicial correspondiente proyecta consecuencias jurídicas fuera del ámbito del régimen
matrimonial propiamente dicho. Tal emancipación resulta irrevocable, aún en caso de nulidad
matrimonial, salvo respecto del cónyuge de mala fe para quien cesa a partir del día en que la sentencia
pasa en autoridad de cosa juzgada.
Por último, corresponde agregar, que ni la autorización parental/tutelar para la celebración del
matrimonio ni la dispensa judicial habilitan al contrayente menor de edad a celebrar convenciones
matrimoniales que tuvieran por objeto hacer donaciones u optar por el régimen de separación de bienes,
pues tales actos les resultan especialmente prohibidos (conf. art. 450 Cód. Civ. y Com.).
Menores sujetos a tutela.
La tutela es una institución destinada a proteger la persona y los bienes de niñas, niños o
adolescentes que, no habiendo alcanzado la plena capacidad civil, carecen de un adulto responsable que
asuma su crianza20. Correspondiendo al tutor la representación legal del menor de edad, se requerirá su
consentimiento en caso que el pupilo mayor de dieciséis años quisiera contraer matrimonio. Cuando el
pupilo no haya cumplido los dieciséis años o el tutor no consintiera el acto, se requerirá la dispensa
judicial, resultando de aplicación lo expuesto en los parágrafos precedentes.
Comentario aparte merece el supuesto al que también refiere la norma, cuando la persona que
pretende contraer matrimonio con el menor es el propio tutor o alguno de sus descendientes. Entendemos
que, en tales casos, siempre será requerida la dispensa judicial para la remoción del impedimento, pues el
hecho de encontrarse comprometido el interés personal del tutor –sea por ser el pretenso contrayente o
bien el ascendiente de quien pretende contraer matrimonio con su pupilo- lo inhabilita para ejercer
respecto del acto concreto la representación legal del niño o adolescente. Ello así pues pueden existir, al
menos presumiblemente, intereses encontrados que impidan un análisis objetivo y cabal de lo que
resultaría ser el mejor interés del menor.
Es más, atento a la especial relación que vincula a los sujetos que pretenden contraer
matrimonio, no sólo se requerirá la dispensa judicial del impedimento, sino que, además, se establece que,
en dicho proceso, deberá asegurarse el sentenciante que se encuentren aprobadas las cuentas de la
administración. La previsión legal tiene en miras que el tutor no intente, mediante el matrimonio, liquidar
las cuentas de la tutela en condiciones sospechosas21, protegiendo, en consecuencia, el patrimonio del
pupilo. Por tal motivo, el último párrafo de la norma determina, a modo de sanción, que si el matrimonio
se celebra sin la aprobación de dichas cuentas, el tutor pierde la asignación que le corresponde sobre las
rentas de su pupilo.
La norma resulta confusa pues no determina si la sanción impuesta resulta aplicable al
matrimonio que se celebra sin dispensa judicial o si lo es cuando se trata del matrimonio que se celebra
con la debida dispensa judicial pero habiéndose omitido el contralor de la aprobación de las cuentas de la
administración. Por nuestra parte, entendemos que el dispositivo legal refiere únicamente al último
supuesto. Es decir que, si el matrimonio se celebra con dispensa judicial, sin estar extinguidas las cuentas
de la tutela, el matrimonio resultará válido, y la sanción recaerá exclusivamente sobre el tutor que perderá
su derecho a percibir retribución, tratándose de un impedimento impediente. En caso de celebrarse el
matrimonio entre el tutor o su descendiente y el pupilo, sin dispensa judicial, el matrimonio podrá ser
anulado por transgredirse la prohibición prevista en el art. 403 inc. f) que, como se dijo es de carácter
dirimente.
Entender lo contrario conduce a un resultado disvalioso e inarmónico con las restantes normas,
pues, si el menor de edad contrajera matrimonio sin dispensa judicial en cualquier otro caso, la unión
19
En relación al matrimonio propiamente dicho debe tenerse presente que el art. 450 del Código prohíbe a las
personas menores que contraigan matrimonio a realizar convenciones matrimoniales que tengan por objeto los
previstos en los incisos c) y d) del art. 446 in fine.
20
Fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación. Libro Primero “Parte general”, Título I persona
Humana, Cap. 10, párrafo 1 y 2.
21
Zannoni, Eduardo A.; Derecho Civil. Derecho de Familia, Astrea, Buenos Aires, 1992, T. 1, p. 208.
resultaría afectada de nulidad relativa; mientras que el celebrado con el tutor o sus descendientes –cuando
la norma parece exigir un plus de control- solo generaría una sanción de índole pecuniaria para el tutor.
ARTÍCULO 405.- Falta de salud mental y dispensa judicial. En el supuesto del inciso
g) del artículo 403, puede contraerse matrimonio previa dispensa judicial. La decisión
judicial requiere dictamen previo del equipo interdisciplinario sobre la comprensión de las
consecuencias jurídicas del acto matrimonial y de la aptitud para la vida de relación por parte
de la persona afectada.
El juez debe mantener una entrevista personal con los futuros contrayentes; también puede
hacerlo con su o sus apoyos, representantes legales y cuidadores, si lo considera pertinente.
Fuentes: Convención sobre los Derechos de las personas con discapacidad y su protocolo
facultativo, aprobada por Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 13/12/2006.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 403 inc. g) y 425. Leyes 26.378 y 26.657.
22
Aprobada por Ley 26.378 sancionada el 21/05/2008.
23
En algunos casos la realización de convenciones matrimoniales, especialmente las que tengan los objetos señalados
en los incisos a), c) y d) del art. 446 podrá resultar de gran utilidad para evitar perjuicios patrimoniales a la persona
ARTÍCULO 406.- Requisitos de existencia del matrimonio. Para la existencia del
matrimonio es indispensable el consentimiento de ambos contrayentes expresado personal y
conjuntamente ante la autoridad competente para celebrarlo, excepto lo previsto en este
Código para el matrimonio a distancia.
El acto que carece de este requisito no produce efectos civiles.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 259 a 262, 408 y 409, 418 y 420, 421 y 422.
Correlatividades: Cód. Civ. 172 (texto según ley 26.618).
incapaz o con capacidad restringida, así como para evitar que el matrimonio pudiera perseguir la finalidad de obtener
provecho económico del más vulnerable. Aunque el tema excede el marco de este comentario dejamos planteado el
interrogante acerca de si el juez puede decidir otorgar la dispensa e “imponer” la adopción de un régimen de
separación de bienes –que por su naturaleza es convencional- para evitar el eventual aprovechamiento económico en
perjuicio de la persona con capacidad restringida, no obstante entender que la persona goce de discernimiento
suficiente para prestar el consentimiento matrimonial.
24
Belluscio, Augusto C., op. cit. p. 161.
25
Sancionada el 15/07/2010, promulgada el 21/07/2010 y publicada en el B.O. del 22/07/2010.
26
Gil Dominguez, Andrés, Famá, María Victoria, Herrera, Marisa; “Matrimonio Igualitario y Derecho
Constitucional de Familia”, p. 13.
estuvieran afectadas, el consentimiento se encontraba presente, aunque afectado por vicios que
eventualmente podrían acarrear su anulación, o bien sujeto a modalidades, que –como ahora- debían
tenerse por no puestas o escritas (art. 193 Cód. Civ. texto según Ley 23.505).
Se dispone que, como principio general, la expresión del consentimiento matrimonial debe ser
personal, característica común a todos aquellos actos jurídicos de carácter personalísimo o intuito
personae, en los que la expresión inequívoca de la voluntad debe emanar exclusivamente del sujeto de la
relación, quien no puede delegar su realización en otro, resultando inaplicable la teoría general de la
representación. Se agrega además la exigencia de que la exteriorización de la voluntad matrimonial sea
conjunta, es decir, que resulta exigible que los contrayentes coincidan en las circunstancias de tiempo y
lugar al momento de prestar el consentimiento, quedando concluido el acto en ese mismo momento.
El Código Civil de Vélez Sarsfield determinó en el inc. 5 del art. 1881 que eran necesarios
“poderes especiales” para contraer matrimonio; por lo que, aunque no admitió en forma expresa el
matrimonio por poder, la regulación del matrimonio civil establecida por la ley Nº 2393 aceptó
expresamente la modalidad, exigiendo que el mandato incluyera la individualización de la persona con
quien el/la mandante fuera a contraer matrimonio. Finalmente, teniendo en cuenta que la ley Nº 18.444
había ratificado la “Convención sobre el consentimiento para el matrimonio, la edad mínima para
contraer matrimonio y el registro de los matrimonios” aprobada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas el 07/11/1962, la ley 23.515 que sustituyó a la anterior, adecuó la normativa argentina a las
disposiciones de la convención y eliminó definitivamente el matrimonio por poder; estableciendo para
casos excepcionales la institución del matrimonio a distancia (conf. art. 173 y 174 Cód. Civ).
El presente Código, mantiene el dispositivo legal del “Matrimonio a Distancia” como un
supuesto de “Modalidad Extraordinaria de Celebración”, y remite a las normas de derecho internacional
privado que lo regulan (art. 2623 in fine), definiéndolo como aquel “en el cual el contrayente ausente
expresa su consentimiento, personalmente, ante la autoridad competente para autorizar matrimonios en el
lugar en que se encuentra”.
b)- Autoridad competente
A partir de la sanción de la ley 2393, la República Argentina estableció el matrimonio civil
obligatorio, quedando determinado que la autoridad competente para la celebración de dicho acto es el
oficial público encargado del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas que corresponda al
domicilio de cualquiera de los contrayentes. Cuando por causas excepcionales los contrayentes debieran
recurrir a alguna de las formas extraordinarias de celebración, la competencia podrá recaer sobre
cualquier juez o funcionario judicial -matrimonio en artículo de muerte (conf. art. 421 Cód. Civ. y Com.)
- o quien se determine por aplicación de las normas de derecho internacional privado en el supuesto de
matrimonio a distancia (art. 422 Cód. Civ. y Com).
Siendo la celebración del matrimonio un acto jurídico familiar de solemnidad absoluta, el
consentimiento matrimonial, para ser tenido por tal y producir efectos jurídicos, debe ser exteriorizado
ante la autoridad competente para ello, es decir el oficial público encargado del Registro del Estado Civil
y Capacidad de las Personas. Caso contrario dicho consentimiento no producirá efecto jurídico alguno
reputándose inexistente el acto, de lo cual se infiere que la intervención de la autoridad competente es de
carácter constitutivo, aún cuando el acto se integra exclusivamente con la única voluntad de los cónyuges.
c). Ausencia de elementos estructurales del acto
Tal como lo establece la última parte de la norma en comentario, los elementos mencionados –
consentimiento matrimonial exteriorizado / ante la autoridad competente- se erigen en requisitos
estructurales puesto que “hacen a la formación del acto jurídico matrimonial”27 y determinan su
existencia o inexistencia como tal, categoría distinta de la ineficacia que, reconociendo la existencia
estructural del matrimonio, lo priva de sus efectos propios en virtud de vicios contemporáneos a su
formación, e incluso convalida alguno de ellos en virtud de la recepción en nuestro derecho del instituto
del matrimonio putativo, vinculado a la buena o mala fe de los contrayentes.
27
Zannoni, Eduardo A. op. cit. p. 178.
La distinción entre inexistencia e ineficacia del matrimonio deviene esencial en tanto en el
primer caso no se producen efectos civiles, aún cuando los contrayentes hubieran obrado de buena fe. Por
otra parte, la inexistencia no requiere declaración judicial, por lo que si se plantea judicialmente el juez se
limita a comprobarla para negar efectos al pretendido matrimonio o para anular el acta, si ésta se ha
labrado; y la legitimación activa para ejercer tal acción no está –como en la nulidad- limitada a
determinadas personas; puede actuar cualquier interesado y su acción es perpetua, no está sujeta a
prescripción ni caducidad, pues no puede concebirse que el transcurso del tiempo dé existencia legal a un
acto que no la tiene. Igualmente puede ser declarada de oficio por el juez; y puede ser opuesta como
excepción a toda acción que tenga por fundamento la existencia del matrimonio28.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 290 inc. a), 291, 292, 406 y 418.
Correlatividades: Código Civil arts. 172, 973, 980, 981, 982 y 983.
28
Belluscio, Augusto C., op. cit. p. 327.
puede someterse a modalidad alguna. Cualquier plazo, condición o cargo se tiene por no
expresado, sin que ello afecte la validez del matrimonio.
29
Famá, María Victoria – Herrera, Marisa – Bacigalupo de Girard, María. CJ Compendios de Jurisprudencia.
“Matrimonio Civil, Divorcio Vincular y Uniones de Hecho”, LexisNexis 2007, p. 15
norma bajo análisis, que a continuación analizamos pormenorizadamente.
1) Violencia
La violencia, consiste en una coacción externa, física o moral, que genera en el que la padece el
temor de sufrir un mal grave e inminente en su persona, en sus bienes o en la persona de un tercero, afecta
en forma directa la libertad del sujeto para la expresión de la voluntad, sea que la misma provenga del
otro contrayente o de un tercero, y siempre que la misma no pueda ser contrarrestada o evitada (conf. arts.
276 y 277).
Continuando con el criterio interpretativo seguido hasta ahora, no deberá ser computada la
coacción resultante de circunstancias exteriores ajenas al accionar deliberado de otra persona, y que
provoca en el contrayente el imperativo de celebrar matrimonio para evitar las consecuencias del estado
de necesidad o de violencia objetiva según la terminología utilizada por Llambías30.
El art. 276 in fine determina que “la relevancia de las amenazas debe ser juzgada teniendo en
cuenta la situación del amenazado y las demás circunstancias del caso”, resultando tal previsión una
consecuencia de uno de los paradigmas del Código Unificado que procura ver al individuo en su
situación existencial concreta, dejando de lado el criterio del sujeto abstracto, y considerando sus
particulares circunstancias para determinar que –en el caso que nos ocupa- la coerción ejercida sobre el
mismo haya sido determinante del consentimiento matrimonial.
b)- Dolo
El dolo definido como “toda aserción de lo falso o disimulación de lo verdadero, cualquier
artificio, astucia o maquinación que se emplee para la celebración de un acto” afecta la intención31 de uno
o ambos contrayentes y puede presentarse tanto en la forma de acción como de omisión (conf. art. 271
Cód. Civ. y Com. de la Nación), configurándose el vicio si el sujeto activo del dolo es uno de los
contrayentes (dolo directo) o un tercero (dolo indirecto) 32.
Para erigirse en vicio del consentimiento matrimonial, el dolo debe ser esencial (conf. art. 272)
resultando tal, según este cuerpo legal, el que reúne los siguientes requisitos: a) Que sea grave: Debe
revestir tal entidad que, de no haber concurrido, el otro cónyuge no habría prestado el consentimiento, sin
que medie negligencia culpable de quien lo invoca, ni tampoco descuido o ligereza al actuar; b) Que sea
determinante de la voluntad: La acción u omisión dolosa ha de tener tal fuerza inductiva que determine el
consentimiento de la víctima, por lo que debe revestir carácter de principal, quitando relevancia al dolo
incidental33; c) Que sea causa de un daño importante: La importancia del daño no deriva –en el caso- de
una cuantificación económica sino de la ponderación de que a raíz del dolo se contrae un vínculo de
familia que no se hubiera aceptado de no mediar engaño, daño que debe tener adecuada relación de
causalidad con la acción u omisión dolosa; y d) Que no exista dolo de ambos contrayentes: No cabe la
alegación unilateral de dolo por parte de quien hubiera incurrido en similar conducta reprochable34.
30
Zannoni, Eduardo A. “Código Civil y leyes complementarias”, Tomo 7, Director Belluscio – Coordinador
Zannoni”, Ed. Astrea, Año 1998, p. 762.
31
Los autores discrepan sobre el fundamento de la sanción. Para algunos la sanción de nulidad del acto falseado por
dolo es el falseamiento de la intención que padece el sujeto engañado, que sólo consintió el acto en razón de ese
engaño (Llambías); mientras que otro sector de la doctrina afirma que el fundamento de la nulidad que afecta el acto
doloso radica en el carácter ilícito de la maniobra (Borda).
32
Ver al respecto: CCiv. y Com, San Isidro, sala II, 21/10/2014, T., G. D. c/ L., M. B. s/ nulidad de matrimonio, La
Ley 11/02/2015; T.Coleg. Familia Nro. 7, Rosario, 03/11/2014, Cita on line: AR/JUR/54728/2014. En ambos casos
se decretó la nulidad del matrimonio por haber sido el dolo determinante del consentimiento matrimonial. En el
primero, la contrayente simuló su embarazo presentando a su consorte ecografías y exámenes médicos falsos, engaño
que mantuvo tras celebrarse el matrimonio y que debió confesar al llegar la fecha prevista para el parto sin que el
niño naciera, y en el segundo caso la mujer tomó conocimiento que de que su marido se encontraba preso por
tentativa de homicidio y de que se habría dedicado por varios años a la venta de drogas.
33
El art. 273 in fine dice: “Dolo incidental. El dolo incidental no es determinante de la voluntad; en consecuencia, no
afecta la validez del acto”.
34
Seguimos en este tema la enunciación a Zannoni, Eduardo A. “Código Civil y leyes complementarias”, Tomo 7,
…”, cit. p. 763 y 764, sin perjuicio de las adaptaciones correspondientes en razón de la reforma de las normas que
regulan el “Dolo como Vicio de la Voluntad”.
c)- Error
El error de hecho es la idea inexacta que se tiene sobre una persona o una cosa o un estado de
cosas, que tiene en el derecho, tal como lo ha afirmado Borda, una estrecha relación con la causa de los
actos jurídicos, lo cual se pone de relieve en el supuesto en análisis al establecer que el mismo, para
erigirse en vicio del consentimiento y causa de nulidad del mismo, debe haber sido determinante de la
manifestación de la voluntad. Lógicamente, el error puede –o no- ser consecuencia del dolo del otro
contrayente o de un tercero.
El artículo en análisis refiere exclusivamente al error de hecho (conf. art. 265), que en el campo
del derecho matrimonial se recepta en una doble acepción, incluyendo: a) el error acerca de la identidad
del sujeto; y/o b) el referido a las cualidades o características personales del otro contrayente. Con relación
al último supuesto el dispositivo legal se formula de manera amplia posibilitando la consideración de
cualquier característica y/o cualidad de la persona sobre la cual haya recaído el error.
En cualquier caso, será necesario que quien alegue haber sufrido el error demuestre la
esencialidad del mismo y, que de no haber mediado, el acto jurídico matrimonial no se habría celebrado.
La valoración, en cada caso concreto, de la esencialidad del error, deberá realizarse por la autoridad
judicial conforme las condiciones personales y circunstancias particulares de quien alega el vicio, con
fundamento en la regla de la reconocibilidad introducida por el Código Unificado y que resulta de los arts.
265 y 266 in fine.
CAPÍTULO 3
Oposición a la celebración del matrimonio
Concordancias: Cod. Civ. y Com. arts. 403, 404, 405, 411, 412, 416, 424 y 2622.
Correlatividades: Código Civil art. 166, 167, 176, 177, 178 (texto según ley 23.515).
35
Bidart Campos, Germán J. “Tratado elemental de derecho constitucional argentino”, Bs. As, 1988, TºI, p. 314.
relatividad que lo somete a reglamentación, la prohibición ha de contar con sustento legal
suficiente, y también razonable36. La norma bajo análisis reafirma tal principio disponiendo el
rechazo liminar de cualquier oposición a la celebración de un matrimonio que no se encuentre
adecuadamente fundada en alguna o algunas de las prohibiciones estipuladas legalmente;
determinando asimismo la imposibilidad de “crear” por vía interpretativa y/o analógica otros
impedimentos que los consagrados por la legislación vigente.
Sobre esta particular cuestión se expidió la jurisprudencia en autos caratulados
“Maldonado Quiroga, Fabián y Macaluso, Andrea Marisol, s/ amparo”37 con fecha 30/09/1991,
en los que se debatió si el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) se hallaba dentro
de los alcances propios del impedimento impediente eugenésico establecido por las leyes de
profilaxis venérea, que determina la imposibilidad de contraer matrimonio cuando uno o ambos
contrayentes se encuentran afectados por enfermedades venéreas en período de contagio,
resolviéndose –en lo que aquí interesa- que es inconstitucional crear analógicamente un
impedimento al margen de la ley.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 32, 101, 102, 412, 413 y 620.
Correlatividades: Código Civil art. 176 a 182 texto según ley 23.515.
Legitimación.
36
Bidart Campos, Germán J. Comentario publicado en “El Derecho” 12/12/1991.
37
Zuccherino, Ricardo M. “El SIDA frente al derecho y la humanidad”. El caso “Maldonado Quiroga”, Depalma,
1992; que contiene el texto completo de la sentencia y su análisis.
Se establece clara y taxativamente el elenco de los legitimados activos para formular
oposición a la celebración del matrimonio. Dicha enumeración incluye: 1) al cónyuge de la
persona que quiere contraer un nuevo matrimonio –va de suyo que en este caso se lo legitima
exclusivamente a esgrimir como causa de oposición el impedimento de ligamen en razón del
matrimonio anterior subsistente-; 2) a los parientes en línea recta sin límite de grados y a los
hermanos, sean bilaterales o unilaterales, cualquiera sea el origen del vínculo (naturaleza,
adopción o técnicas de reproducción humana asistida); y 3) al Ministerio Público, que deducirá
oposición cuando llegue a su conocimiento la existencia del impedimento, lo que normalmente
ocurrirá en función de las denuncias que pudiera recibir de conformidad con lo dispuesto por el
art. 412 siguiente.
En relación con su antecedente, art. 177 Cód. Civ. según ley 23.515, se advierte que se
han suprimido los incisos 3º y 4º que legitimaban para formular oposición al adoptado por
adopción simple y a los tutores o curadores, respectivamente. En rigor, el supuesto del adoptado
por adopción simple queda comprendido en el inciso b) en virtud de lo dispuesto por el art. 598
in fine; mientras que la eliminación del inc. 4º, anunciada en los Fundamentos del Anteproyecto
del presente Código Unificado se justifica en que tanto el matrimonio del menor de edad sujeto
a tutela como el que pretenda celebrar la persona con capacidad restringida deberá celebrarse
previa autorización del tutor o dispensa judicial, según el caso, considerándose suficiente el
control de legalidad a llevarse a cabo en dicho procedimiento, en el que los representantes
legales de quienes pretendan contraer matrimonio y/o sus apoyos podrán manifestar y/o
denunciar la existencia de los impedimentos de los cuales tuvieran conocimiento.
Desde luego toda oposición debe deducirse antes de la celebración del matrimonio, o, a lo
sumo, hasta el momento en que se celebra. No puede deducirse antes de que los que pretendan
casarse hayan comparecido ante el oficial público mediante la solicitud correspondiente, pues
antes de esa diligencia no existe intención cierta, exteriorizada, de celebrar el matrimonio;
deviniendo abstracta la oposición. Tampoco podrá presentarse después de celebrado el
matrimonio, porque en ese supuesto sólo cabría, de proceder, la acción de nulidad38.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 103, 411, 413, 414; Ley 26.413.
Correlatividades: Código Civil art. 178 (texto según ley 23.515). Decreto Ley 8204/63.
38
Zannoni, Eduardo A. “Derecho de Familia…”, cit. p. 224.
39
Coincidimos con el criterio que interpreta que el denunciante no puede invocar ante el Ministerio Público otros
impedimentos que no sean los dirimentes, ya que la mención expresa que se hace al art. 403 contrasta con la
referencia amplia a los “impedimentos establecidos por ley” que hace el art. 410 como causas de oposición a la
celebración. Compulsar en Zannoni, Eduardo A. “Código Civil y leyes complementarias….”, cit. p. 768.
entre los pretensos contrayentes, y el Ministerio Público, que se encuentra debidamente
legitimado para formular oposición a la celebración del matrimonio (art. 411), evaluará las
circunstancias alegadas por el denunciante y, de considerarlo procedente, formulará la
correspondiente oposición asumiendo el carácter de parte.
El nuevo texto legal, cuyo antecedente es el art. 178 del Cód. Civ. según ley 23.515,
elimina la posibilidad de efectuar la denuncia ante el oficial público que celebra el matrimonio,
a quien sólo compete intervenir en el trámite de oposición a la celebración del matrimonio.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 403 y 410. Ley 26.413.
Correlatividades: Código Civil art. 181 (texto según ley 23.515).
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 103 y 403 a 405. Ley 26.413.
Correlatividades: Código Civil art. 180 a 187 (texto según ley 23.515).
CAPÍTULO 4
Celebración del matrimonio
SECCIÓN 1ª
Modalidad ordinaria de celebración
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 304, 403 y 2622. Leyes 12.331, 16.668 y
26.413.
Correlatividades: Código Civil arts. 166 y 186 (textos según Ley 23.515).
La norma bajo análisis establece las diligencias previas a la celebración de las nupcias,
40
Belluscio, Augusto C. “El matrimonio en el Proyecto de Reformas”, en Revista de Derecho Privado y Comunitario
2012-2, Proyecto de Código Civil y Comercial-I, Directores Héctor Alegría – Jorge Mosset Iturraspe, Ed. Rubinzal-
Culzoni, 1ª Edición, 2013, p. 326.
determinando la forma en que se debe dar inicio al procedimiento administrativo. A tal fin, los
pretendientes deberán presentar ante la autoridad competente para la celebración del matrimonio
-el oficial público encargado del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas-
correspondiente al domicilio de cualquiera de los contrayentes- una solicitud que debe contener
los requisitos enunciados en los incisos a) a f). Conforme a los mismos, el contenido de la
solicitud incluye los datos personales y filiatorios de quienes pretenden contraer matrimonio y la
declaración sobre su estado de familia, pues en caso de haber contraído matrimonio con
anterioridad deberán acreditar documentalmente su anulación o la disolución del mismo y su
causa (v.g. muerte, ausencia con presunción de fallecimiento, divorcio) 41.
Debe tenerse presente que el art. 14 de la Ley 26.41342 establece que “Los oficiales
públicos no podrán autorizar las inscripciones que se refieran a sus parientes dentro del cuarto
grado de consanguinidad o segundo de afinidad”, por lo que en tales casos deberán ser
reemplazados por su subrogante legal y, a falta de este, por un funcionario designado al efecto.
Asimismo, resultando de aplicación el art. 291 del presente Código, la inhabilidad creada por la
norma debe extenderse a los parientes dentro del cuarto grado del oficial público, cualquiera sea
el origen de la filiación, y a las inscripciones en que tenga parte su conviviente.
Se prevé que si los contrayentes o alguno de ellos fueran analfabetos, la solicitud será
suplida por acta que labrará el oficial público y que contenga las mismas enunciaciones.
41
Debe tenerse presente que los Registros locales establecen un sistema específico mediante resoluciones de su
dirección. En la ciudad de Buenos Aires la Disposición 40-DGRC-2000 establece las directivas administrativas
vinculadas con la celebración del matrimonio. Por Disposición 27-DGRC-2010 (Art. 1º) se modificó el artículo 117
de la Disposición 40-DGRC-2000 a tenor del siguiente texto: “Quienes pretendan contraer matrimonio ante este
Registro Civil, deberán concurrir a la Circunscripción que determinen a fin de fijar día y hora; recibir los formularios
e instrucciones necesarias, en un plazo no mayor a 29 días ni menor a 10. Este plazo es de días hábiles anterior a la
fecha elegida. El formulario de solicitud, los certificados prenupciales y la documentación necesaria para la
celebración y labrado del acta, deberán ser entregadas a los 3 días hábiles anteriores a la ceremonia”. En lo restante,
continúa sin modificaciones, y así establece:… 118. Si por razones de urgencia fuera necesario otorgar día y hora
para el casamiento sin respetar el término del artículo anterior, se requerirá previa autorización de la Dirección
Operativa.119. No se requerirá antigüedad alguna en el domicilio que conste en los documentos de los contrayentes a
los fines de solicitud del día para contraer matrimonio. 120. No será necesario que los certificados prenupciales
originados en jurisdicciones diferentes a aquellas en que se realizan los matrimonios civiles sean avalados por el
Ministerio de Salud. 121. Los sordomudos que no supieran darse a entender por escrito, y expresaran su voluntad de
contraer matrimonio mediante signos inequívocos no requerirán venia judicial. 122. Los inhabilitados del art. 152 bis
del código civil no requerirán asentimiento de su representante legal para contraer matrimonio.
42
Sancionada el 10/09/2008. Publicada en el Boletín Oficial del 06/10/2008 Nº 31504.
“pruebe documentalmente” la insubsistencia –por cualquier causa que fuera- de una unión
matrimonial anterior, pero no establece que deba aportarse “en ese momento” prueba autentica
de la conformidad de los representantes legales y/o de la dispensa judicial si fuera necesaria.
En ese orden de ideas, podría interpretarse que, hasta el momento mismo de la
celebración del matrimonio podría manifestarse el consentimiento de los representantes legales
y/o acreditarse su expresión previa por acto auténtico43, así como aportarse los instrumentos de
los que resulte la dispensa judicial en caso de corresponder44.
43
Tal como lo admitía expresamente el art. 187 inc. 2) del Código Civil derogado, que no recibió cuestionamientos
en cuanto a su interpretación y/o aplicación.
44
En relación con lo expuesto, en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la disposición 27-DGRC-2010
establece que “El formulario de solicitud, los certificados prenupciales y “la documentación necesaria” para la
celebración y labrado del acta deberán ser entregadas a los 3 días hábiles anteriores a la ceremonia”.
45
Belluscio, Augusto C., op. cit. p. 284.
Autónoma de Buenos Aires, el apartado de la Disposición 27-DGCR-2010 –anterior a la
sanción de este Código-, establece “Los sordomudos que no supieran darse a entender por
escrito, y expresaran su voluntad de contraer matrimonio mediante signos inequívocos, no
requerirán venia judicial”.
El dispositivo legal, establece los recaudos que deben considerarse cuando los
contrayentes o alguno de ellos ignora el idioma nacional, proceder que integrará las
solemnidades del acto en razón de que la falta de comprensión del idioma impedirá a los
contrayentes entender la lectura del art. 431 que debe efectuar el oficial público, así como leer
por sí mismos las constancias del acta de matrimonio que, tratándose de un instrumento público,
debe estar redactada en idioma nacional; todo lo cual puede afectar directamente el
consentimiento matrimonial.
En tales casos, a los fines de garantizar la comprensión del acto que realizan y evitar
cualquier error, tanto en la emisión como en la recepción del consentimiento matrimonial, se
exige la intervención de un traductor público matriculado o –eventualmente- de un intérprete de
reconocida idoneidad; debiendo dejarse constancia de ello en el acta de matrimonio.
Entendemos que resulta aplicable subsidiariamente lo dispuesto por el art. 302 in fine en
relación con la intervención de otorgantes que no hablan el idioma nacional en las escrituras
públicas.
SECCIÓN 2ª
Modalidad extraordinaria de celebración
46
Belluscio, Augusto C., op. cit. p. 287.
No obstante lo expuesto, el funcionario que intervenga en la celebración debe consignar
los datos indispensables que emergen del artículo anterior, destinados a la identificación de los
contrayentes, los testigos, el consentimiento matrimonial, la lectura del art. 431 del Código
Unificado y la declaración del oficial público de tenerlo por celebrado conforme a la ley. Es
decir, que no se releva el cumplimiento de las formalidades correspondientes al acto de
celebración; y concluido el mismo, se remitirá el acta labrada al oficial público encargado del
Registro Civil a fin de que la protocolice en el Libro de Matrimonios, a sus efectos.
El matrimonio celebrado bajo estas especiales circunstancias tiene plena validez como tal,
no obstante lo cual, a fin de evitar que el mismo se haya celebrado con el objeto de captar la
herencia de la persona que se encuentra en peligro de muerte, el artículo 2436 del Código
Unificado, a cuyo comentario remitimos, establece la exclusión hereditaria del cónyuge
supérstite si el fallecimiento ocurre dentro de los treinta días de contraído el matrimonio, a
consecuencia de una enfermedad existente en el momento de la celebración, conocida por el
supérstite y de desenlace fatal previsible, excepto que el matrimonio haya sido precedido de una
unión convivencial.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 420, 2622 y 2623. Ley 26.413.
Fuentes: Convención de Nueva York ratificada por Ley 18.444.
Correlatividades: Código Civil arts. 173 y 174 (texto según ley 23.515).
Como hemos señalado al comentar el art. 406, el principio en materia matrimonial es que
se trata de un acto presencial y conjunto de los contrayentes. No obstante ello, y de manera
extraordinaria, la ley admite que los mismos expresen su consentimiento en lugares distintos,
estableciendo las condiciones bajo las cuales la voluntad así exteriorizada producirá efectos
jurídicos.
El Código Unificado ha reproducido con escasas modificaciones la regulación que sobre
la materia había introducido la ley 23.515 con la finalidad de adaptar las normas de derecho
interno a la Convención de Nueva York de 1962, ratificada por la ley 18.444, derogando el
artículo 14 de la Ley 2393 que admitía la figura del mandatario, que manifestaba por el
contrayente ausente el consentimiento matrimonial. La reforma introducida por la ley Nº
26.994, en este sentido, ha sido en rigor metodológica pues las disposiciones referidas al
matrimonio a distancia lo regulan se sitúan en la Sección 2ª del Capítulo 3 del Título IV del
Libro VI del Código Unificado dedicado a las “Disposiciones de Derecho Internacional
Privado”.
El sistema del matrimonio entre ausentes, requiere que el consentimiento matrimonial se
exprese en forma presencial, pero acepta que su exteriorización no sea simultánea o sucesiva,
pues cada uno de los contrayentes lo emitirá ante el funcionario competente para celebrar
matrimonios del lugar donde se encuentre. A tales fines cada una de las autoridades que
intervengan en la celebración del acto deberá verificar que los contrayentes no se encuentren
afectados por impedimentos y, especialmente, decidir sobre las causas alegadas para justificar la
ausencia (conf. art. 2623 in fine). Lo dicho implica que esta modalidad extraordinaria de
celebración no es “optativa” sino que debe estar adecuadamente justificada por las
circunstancias de hecho que se presenten en el caso concreto.
Del juego de los artículos 2622 y 2623, a cuyo comentario in extenso remitimos, resulta
que el matrimonio se considera celebrado en el lugar donde se preste el consentimiento que
perfecciona el acto, cuya normativa legal resultará aplicable a la capacidad de las partes y la
forma del acto, a los fines de determinar la existencia del mismo y su validez. Esto reviste
especial importancia en relación al matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que el
consentimiento emitido por el contrayente ausente en un país que no lo admitiera, producirá
igualmente efectos en nuestro país por resultar aplicable al caso el derecho nacional. De igual
modo, si la legislación del lugar en que se encuentra el contrayente ausente aceptara que el
consentimiento matrimonial se prestara por poder, y así receptara la declaración de voluntad,
dicho consentimiento carecerá de valor conforme al derecho vigente en nuestro país que exige
ineludiblemente la prestación presencial y personal del consentimiento matrimonial.
Reglamentando el funcionamiento del instituto, el mismo art. 2623 determina que el
consentimiento matrimonial expresado ante la autoridad del lugar en que se encuentre el
contrayente ausente tendrá una vigencia temporal de noventa días contados a partir de su
emisión. En cualquier caso, y aunque la norma no lo dice expresamente, el mismo podrá ser
revocado en todo tiempo antes de que el acto se perfeccione con el consentimiento que, ante la
autoridad competente, preste el cónyuge presente.
En materia reglamentaria, los arts. 53 y 54 de la ley 26.413 disponen: “Artículo 53.-
Créase un libro o registro de "Recepción de Consentimiento para Matrimonio a Distancia" en el
que se consignarán los consentimientos que se reciban de conformidad con lo establecido en el
artículo 173 del Código Civil. Dichos libros contendrán textos impresos y se regirán por lo
dispuesto en los artículos 5º, 6º, 8º y 9º de la presente ley”. “Artículo 54.- La inscripción a que
alude el artículo anterior deberá contener: a) Lugar y fecha de otorgamiento; b) Respecto del
presentante: nombre, apellido y número de documento nacional de identidad, si lo tuviere, edad,
nacionalidad, domicilio y lugar de nacimiento, profesión, nombres y apellidos de sus padres; sus
nacionalidades, si antes ha sido o no casado, y en caso afirmativo el nombre y apellido de su
anterior cónyuge, el lugar de casamiento y la causa de su disolución; c) Respecto de la persona
con la que ha de contraer matrimonio, iguales datos a los requeridos en el inciso b) del presente
artículo; d) El lugar donde se celebrará el matrimonio; e) La causa que le impide la concurrencia
personal al acto del matrimonio, que deberá acreditarse fehacientemente dejando constancia; f)
La declaración prestada plena y libre de que quiere tomar por marido o mujer a la persona
indicada en el inciso c); g) El término de validez; del acta que acredita el consentimiento del
ausente es de NOVENTA (90) días a contar desde la fecha de su otorgamiento. Artículo 55.-
Cuando a juicio del oficial público, la persona que pretende otorgar el consentimiento para
contraer el matrimonio a distancia, pudiera estar comprendida dentro de los impedimentos
establecidos en el artículo 166 incisos 5, 8 y 9 del Código Civil, dicho funcionario se negará a
recibir el consentimiento, dando al interesado constancia de la negativa para recurrir al juez
competente”.
CAPÍTULO 5
Prueba del matrimonio
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 289 y 2622, Ley 26.413.
Correlatividades: Código Civil arts. 197, 979 a 996 (texto según Ley 23.515)
Se conserva, con mínimos matices de redacción, el contenido del art. 197 del Código
Civil (texto según ley 23.515), estableciendo que el matrimonio se prueba con el acta de su
celebración y sus copias o certificados, así como con la libreta de familia, instrumentos cuya
expedición corresponde al Registro del Estado Civil y la Capacidad de las Personas. Tales
documentos constituyen títulos de estado en sentido formal que atañen a la oponibilidad del
estado de familia que se ostenta, revistiendo en todos los casos carácter de instrumentos
públicos de acuerdo con lo dispuesto por el inc. c. del art. 289 del Código Unificado.
El concepto de título de estado admite una definición material y otra formal. En sentido
material –o sustancial-, es el emplazamiento en un determinado estado de familia, constitutivo
de relaciones jurídicas familiares. En sentido formal es, en cambio, el instrumento público o
conjunto de instrumentos públicos de los cuales emerge el estado de familia de una persona.
Dichos conceptos están indisolublemente unidos puesto que no hay emplazamiento sin título, y
por eso el emplazamiento es, sustancialmente, el título47.
Como consecuencia de lo expuesto, la prueba del estado a los efectos de su oponibilidad
erga omnes requiere inexcusablemente del título, cuya constitución es delegada en el Registro
del Estado Civil y la Capacidad de las Personas. Dicha constitución puede derivar de un acto
voluntario (v.gr. matrimonio, reconocimiento del hijo, nacimiento, etc.) o bien de sentencias
judiciales recaídas en acciones de estado, cuya virtualidad es la de constituir o desplazar un
estado de familia (v.gr. sentencia de adopción o la que emplaza en el estado de hijo a quien no
fue reconocido voluntariamente)48. La ley 26.413 establece el marco legal general al que deben
sujetarse los Registros de Estado Civil y Capacidad de las Personas.
No obstante lo dicho, la titularidad de un estado de familia no siempre se corresponde
con el disfrute o ejercicio de los derechos-deberes que resultan del mismo. Es decir que, un
estado de familia puede espontáneamente ser asumido por los sujetos en forma permanente o
estable, aún cuando no se verifique el emplazamiento jurídico correlativo. En tales casos,
corresponde afirmar que los sujetos de dicha relación gozan de la posesión de estado, la que ha
sido definida como “El ejercicio, en los hechos, de los derechos y obligaciones que son el
contenido de las relaciones familiares”49, en relación a lo cual debe señalarse que la posesión de
un determinado estado de familia no conduce en ningún caso a la adquisición del mismo,
aunque lógicamente se le reconoce la virtualidad de producir ciertos efectos jurídicos, entre los
cuales se destaca su importancia como prueba del estado cuyo emplazamiento se pretende.
En relación al matrimonio, la norma en análisis establece, como principio general, que
la celebración del mismo debe probarse con el título de estado correspondiente, y admite que,
sólo ante la “comprobada imposibilidad” de obtenerlo, el matrimonio se pruebe por otros
medios. En tales casos, los hechos objeto de prueba son: i) la imposibilidad de obtener el título
de estado (prueba ordinaria); y ii) el hecho de la “celebración del acto matrimonial” no
resultando suficiente la prueba de la posesión de estado, pues no hay matrimonio sin
consentimiento matrimonial exteriorizado con las solemnidades previstas por la ley en la
ceremonia respectiva. En consecuencia se niega la posibilidad de reconocer el estado de
47
Zannoni, Eduardo A., “Derecho de Familia ...” Tº1, p. 51.
48
Zannoni, Eduardo A. “Derecho de Familia …”, Tº1, p. 54.
49
Zannoni, Eduardo A. “Derecho de Familia …”, Tº1, p. 56-57.
cónyuges sin la prueba de existencia del acto voluntario que lo originó, dado el carácter
imprescriptible del estado de familia.
El párrafo final de la norma establece como efecto propio de la posesión del estado
matrimonial el de “sanear” el título de estado que presentara vicios o defectos de forma (v.gr.
falta de firmas o inhabilidad de algunos de los testigos, enmiendas sin salvar, etc.) derivado del
principio de favor matrimonii, que en este caso tiene por finalidad mitigar los efectos de la
nulidad por defectos instrumentales.
En cuanto a la prueba de los matrimonios celebrados con anterioridad a la sanción del
Código Civil, es decir hasta el 31/12/1870, la prueba queda regida por la legislación canónica
del Concilio de Trento, por lo que la prueba ordinaria es la partida parroquial; sólo en caso de
imposibilidad de presentarla cabría acudir a cualquier medio probatorio, si bien con amplia
apreciación judicial respecto de la existencia de la mencionada imposibilidad y de valoración de
la prueba supletoria50. Luego de la sanción del Código Civil y hasta la entrada en vigencia de la
Ley de Matrimonio Civil N° 2393 resulta aplicable el art. 179 (texto originario); y a partir de la
vigencia de ley 2393, es decir desde el 1°/12/1889, la prueba ordinaria es la partida de
matrimonio labrada por el oficial público encargado del Registro Civil.
En relación a los matrimonios celebrados en el extranjero rige el derecho del lugar de
celebración, por lo que en el caso habrá que remitirse a las normas correspondientes (conf. art.
2622), sin perjuicio de que dichos instrumentos deberán estar debidamente legalizados por las
autoridades competentes.
CAPÍTULO 6
Nulidad del matrimonio
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 386, 403, 410 a 413, 721, 722, 2621 y 2622.
Correlatividades: Código Civil arts. 166, 219 a 226 (texto según ley 23.515).
50
Belluscio, Augusto C., op. cit. p. 288.
matrimonial, que descarta la aplicación de las normas generales sobre nulidad de los actos
jurídicos, en función del principio del favor matrimonii y la relevancia social de la institución
matrimonial y sus efectos51. En tal sentido, se ha mantenido la vigencia del postulado según el
cual ningún matrimonio puede ser tenido por nulo sin sentencia que lo anule, dictada en proceso
promovido por parte legitimada para hacerlo (conf. art. 715).
El Código Unificado mantiene la distinción entre nulidad absoluta y nulidad relativa,
determinando taxativamente en el artículo en comentario y en el siguiente, los supuestos que
dan lugar a uno u otro tipo de ineficacia. En cuanto al criterio de distinción, corresponde acudir
a lo establecido en el art. 386 según el cual “Son de nulidad absoluta los actos que contravienen
el orden público, la moral o las buenas costumbres. Son de nulidad relativa los actos a los cuales
la ley impone la sanción sólo en protección del interés de ciertas personas”.
La norma en comentario establece la nulidad absoluta, y por lo tanto inconfirmable (art.
387), del matrimonio celebrado mediando los impedimentos derivados del parentesco, el de
ligamen y el de crimen. La legitimación activa para incoar la acción corresponde en tal caso a
cualquiera de los esposos y también a aquellos que se encontraban legitimados para oponerse a
la celebración del matrimonio (art. 411). En cuanto a la legitimación pasiva, la misma
dependerá de quienes accionen, y así, si el accionante fuera uno de los esposos, será demandado
el otro; y en el supuesto en que la demanda sea impulsada por el Ministerio Publico o las
personas referidas en el art. 411, ambos esposos deberán ser demandados en virtud de la
correlatividad que corresponde al estado de familia.
Tratándose de una acción de estado la misma resulta imprescriptible, no obstante lo
cual, la nulidad del matrimonio no podrá ser intentada después de la muerte de alguno de los
esposos, a excepción de los supuestos especialmente previstos por el art. 714 de este Código. De
acuerdo con tales disposiciones, la muerte de cualquiera de los esposos produce –salvo en los
supuestos de excepción allí previstos- la extinción de la acción de nulidad de matrimonio,
cualquiera fuera el vicio que lo invalidara.
51
Hernández, Lidia B; “Acerca del debate sobre la especialidad del régimen de nulidades matrimoniales en la ley
23.515”, LL 1992-D-814; Zannoni Eduardo A, “Derecho de Familia …” Tomo I, op. cit., p. 341.
interponer la demanda es de tres meses desde la celebración del matrimonio. En este caso, el
juez debe oír a los cónyuges, y evaluar la situación del afectado a los fines de verificar si
comprende el acto que ha celebrado y cuál es su deseo al respecto.
c. el matrimonio celebrado con alguno de los vicios del consentimiento a que se refiere el
artículo 409. La nulidad sólo puede ser demandada por el cónyuge que ha sufrido el vicio de
error, dolo o violencia. La nulidad no puede ser solicitada si se ha continuado la cohabitación
por más de treinta días después de haber conocido el error o de haber cesado la violencia. El
plazo para interponer la demanda es de un año desde que cesa la cohabitación.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. de la Nación arts. 403, 404, 405, 410 y 411.
Correlatividades: Código Civil arts. 166 a 171 (textos según ley 23.515) y 220 (texto según ley
26.618).
Se establecen expresamente los supuestos en que la nulidad del matrimonio resulta
relativa en virtud de los parámetros de clasificación referidos en nuestro comentario al art. 424
precedente, a cuya lectura remitimos, correspondiendo señalar que en virtud de ello el acto
jurídico matrimonial puede en los casos previstos por la norma ser confirmado en forma expresa
o tácita. Analizamos a continuación el tratamiento dado a cada uno de los supuestos.
1) Falta de edad.
El primero de los supuestos contemplado por la norma declara de nulidad relativa el
matrimonio celebrado mediando falta de aptitud nupcial, sin que el mismo hubiera sido
autorizado por los representantes legales de los menores que cuentan con más de dieciséis años
de edad, o mediando dispensa judicial en los casos en que no cuenten con dieciséis años o que
sus representantes legales se hayan negado a prestar su conformidad. En tal caso, la acción
corresponderá al cónyuge menor de edad y a quienes en su representación podrían haberse
opuesto a la celebración del matrimonio.
En virtud de la aplicación de las normas sobre capacidad progresiva del menor, cuyas
implicancias se proyectan sobre todo el sistema normativo, el juez deberá escuchar al menor y
resolver sobre el pedido de nulidad teniendo especialmente en cuenta su edad y grado de
madurez en relación con la comprensión del acto que realiza y la asunción de los efectos
derivados del mismo.
Desestimada la nulidad de las nupcias, el matrimonio resultará confirmado. Asimismo,
cuando el cónyuge a quien corresponda la acción alcance la mayoría de edad sin haberla
incoado, el matrimonio queda tácitamente confirmado por la caducidad de la acción de nulidad
que opera en tal caso de forma automática, sin ningún otro recaudo52.
2) Falta de salud mental.
El segundo supuesto previsto por la norma está vinculado con el impedimento derivado
de la falta de salud mental, sea esta transitoria o permanente, y siempre que el matrimonio
hubiera sido celebrado sin dispensa judicial.
En relación con la legitimación activa para intentar la acción, se distinguen distintos
supuestos, a saber:
52
El art. 220 Código Civil, antecedente de la norma en análisis establecía en relación a la cuestión abordada lo
siguiente “No podrá demandarse la nulidad después que el cónyuge o los cónyuges hubieran llegado a la edad legal si
hubiesen continuado la cohabitación, o, cualquiera fuese la edad, cuando la esposa hubiere concebido…”. La nueva
disposición legal objetiva el hecho que opera como confirmatorio del matrimonio, a la vez que impide que el
matrimonio celebrado durante la menor edad pueda ser confirmado por circunstancias ajenas al interés del menor. En
tal sentido el juez sólo deberá tener en cuenta la edad y grado de madurez de la niña, niño o adolescente, así como la
comprensión del acto por parte del mismo.
a. Acción intentada por alguno de los esposos: Cualquiera de los esposos puede intentar la
acción, siendo requisito para ello que desconociera, al momento de celebrarse el matrimonio, la
existencia del impedimento. En tal caso la norma establece un plazo de un año para su ejercicio,
el que debe computarse a partir de distintos momentos según cuál de los esposos la intente. Si se
trata del cónyuge afectado por el impedimento el plazo se computará a partir del momento en
que recobró la salud mental; mientras que, si se trata del otro esposo, se tomará como inicio del
cómputo el momento en que tomó conocimiento de la existencia del impedimento.
No obstante el plazo de caducidad estipulado, los cónyuges perderán –en cualquier caso- la
posibilidad de entablar la acción si no hubiera cesado la cohabitación una vez recobrada la salud
mental o conocido el impedimento, según corresponda.
b. Acción intentada por los parientes de quien padece el impedimento y que podrían haberse
opuesto a la celebración del matrimonio: Sólo se confiere la acción, por un breve plazo de tres
meses computables desde la celebración del matrimonio, a los parientes del contrayente que
sufría el impedimento, a diferencia de lo que establecía el art. 220 del Código derogado53. La
solución parece lógica ya que, estando legitimado para incoar la acción el esposo que goza de
plena capacidad, habilitar a otros a intentarla resulta admitir una intromisión en la privacidad y
autodeterminación de la persona que resulta violatoria de sus derechos fundamentales y
contraria a la inherencia personal que corresponde a las acciones de estado de familia (art. 713
Cód. Civ. y Com.).
Cabe señalar que las previsiones del cuerpo legal permiten dar por superada la cuestión
referida a la extinción de la acción de nulidad de matrimonio y, específicamente, a la discusión
sobre si la misma se encuentra alcanzada por plazos de prescripción o caducidad, toda vez que
el art. 712 del Código Unificado, a cuyo comentario in extenso remitimos, establece
expresamente la imprescriptibilidad de las acciones de estado de familia, sin excepción, sin
perjuicio de su extinción en la forma y en los casos que la ley establezca54. En ese orden de
ideas, no cabe duda que los plazos establecidos en la norma, obran como causas de extinción de
la acción de nulidad, que –en definitiva- operarán confirmando tácitamente el matrimonio.
Por su parte, la continuación de la cohabitación una vez recuperada la salud o conocido
el impedimento –según corresponda- actuará como causa extintiva de la acción y confirmatoria,
en su caso, del matrimonio. En cuanto a la muerte de uno o ambos esposos remitimos a lo
expresado al respecto en el comentario al artículo anterior.
Finalmente, corresponde señalar que en todos los casos –si bien la norma parece
limitarlo al supuesto en que la acción sea intentada por los parientes de quien ha sufrido el
impedimento- el juez interviniente debe oír a los esposos y evaluar especialmente la situación
del afectado por el impedimento, con el objeto de determinar el grado de comprensión del acto y
sus consecuencias futuras, y dilucidar fundamentalmente si el consentimiento matrimonial fue
expresado con discernimiento, intención y libertad. Añadimos que –aún a falta de previsión
expresa- el rechazo de la acción intentada por cualquiera de los legitimados, tendrá los mismos
efectos que el matrimonio celebrado con dispensa, tal como se prevé para el caso de falta de
edad legal en el primer apartado de la norma, que -en definitiva- contempla un supuesto
análogo.
3) Vicios del consentimiento.
Cuando el matrimonio hubiera sido celebrado mediando error, dolo o violencia la
acción es conferida exclusivamente al esposo que padeció el vicio. La extinción de la acción de
nulidad y la consecuente confirmación tácita del matrimonio se produce, según la norma, en los
53
En este sentido se recomienda compulsar las críticas efectuadas al art. 220 C.C. en: Hernández, Lidia B. “Código
Civil y Normas Complementarias. Análisis doctrinario y Jurisprudencial”, Tº 1, p. 1019; Belluscio, Augusto C., op.
cit. p. 225; entre otros.
54
Belluscio, Augusto C, op. cit. p. 346; Zannoni, Eduardo A, op. cit. p. 389, Hernández, Lidia B., “Extinción de la
acción de nulidad matrimonial”, Enciclopedia de Derecho de Familia, Universidad, Bs. As., 1991, Tº. 1, p. 41.
siguientes casos: a) Si una vez conocido el dolo o el error o cesada la violencia se mantiene la
cohabitación por un plazo mayor a treinta días; y b) Si no se entabla la acción dentro del año
contado desde la interrupción de la cohabitación. En ambos supuestos, tal como se ha señalado,
la prueba del cese la cohabitación no debe dar lugar a dudas dado el plazo perentorio de
caducidad que se establece55, cuyo cómputo inicia a partir del mismo.
En relación a la normativa derogada merece ser mencionada la eliminación de la
impotencia como causal de nulidad relativa del matrimonio en un todo de acuerdo con los
postulados del derecho a la libertad y a la intimidad y en el marco de respeto de los derechos
humanos. En los fundamentos de la reforma se hace constar expresamente que “se suprime la
posibilidad de solicitar la nulidad por impotencia por diversas razones: atenta a la dignidad de
las personas ventilar este tipo de intimidades en un proceso judicial cuya prueba es invasiva a la
intimidad…”.
Al igual que su antecedente (art. 226 Cód. Civ.), la norma consagra el principio según el
cual los derechos de los terceros que hubieran contratado con los cónyuges no pueden ser
perjudicados por la declaración de nulidad del acto jurídico matrimonial, con independencia de
la causal que haya dado lugar a la declaración de ineficacia y de la calificación de conducta que
en el proceso se haga de los esposos, cuya repercusión quedará reservada a los efectos que la
nulidad produzca entre ellos.
A efectos de gozar del amparo legal resulta indispensable que el tercero que hubiera
contratado con los esposos haya actuado de buena fe, la que debe presumirse, por lo que –en su
caso- serán los esposos los que deberán acreditar que el tercero con el que contrataron tenía
conocimiento del impedimento o circunstancia que podía –eventualmente- conducir a la nulidad
del matrimonio al momento de celebrarse el acto.
55
Hernández, Lidia B. en la obra Bueres, Alberto (director) y Highton, Elena (coordinación), Código Civil y leyes
complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial, 1ra reimpresión, Tomo 1-A, Hammurabi, Buenos Aires,
2003, p. 248.
fe” en su celebración, toda vez que la calificación de la conducta de los contrayentes resulta
determinante en la materia. El artículo en comentario, que reemplaza al anterior art. 224 Cód.
Civ., contiene la definición positiva de buena fe por oposición a su antecesor que se ocupaba de
definir la “mala fe”.
La norma determina, genéricamente, que la configuración de la buena fe está vinculada
al desconocimiento de la existencia de impedimentos que obsten a la celebración del
matrimonio o de circunstancias que vicien el consentimiento matrimonial; valoradas al
momento de la ceremonia, pues a efectos de la declaración de invalidez lo relevante es que el
vicio que ocasiona la ineficacia resulte contemporáneo a la celebración del acto. Se contemplan
expresamente los supuestos que permiten calificar que el contrayente obró de buena fe, que
analizamos a continuación:
1. Desconocimiento o ignorancia del impedimento y error excusable.
La norma establece que la buena fe sólo puede configurarse si se trata de ignorancia o error de
hecho, descartando, a contrario sensu, la excusabilidad del error de derecho o la ignorancia de
la ley. Asimismo, para que la ignorancia y/o el error de hecho resulten “excusables”, debe
descartarse el comportamiento negligente de quien habría podido conocer la verdad a poco que
indagara56, posición sostenida tradicionalmente por la jurisprudencia nacional.
Debe tenerse presente que el art. 265 del Código Unificado, que forma parte del
Capítulo 2 del Título IV “Hechos y Actos Jurídicos”, referido a los actos jurídicos en general,
determina que para que el error de hecho sea procedente como causa de la nulidad de un acto
jurídico, además de ser esencial deba ser reconocible. Este requisito de la reconocibilidad, está
destinado a proteger la confianza que el destinatario habitualmente deposita en la declaración de
voluntad que le es dirigida; es decir, cuando en relación a la naturaleza y circunstancias del
negocio jurídico, el destinatario, usando la normal diligencia (la normal atención), hubiera
podido darse cuenta de él”57.
No prevé el ordenamiento una norma específica respecto de la carga probatoria en
cuanto a la buena o mala fe de los contrayentes; encontrándose dividida la doctrina con relación
a si corresponde presumir o no la buena fe o si, por el contrario, debe ser probada sea por quien
la alega o por quien alega que el otro cónyuge fue de mala fe58. La mayoría de la doctrina y de
la jurisprudencia aplican aquí el principio de que la buena fe se presume. La mala fe, desde este
punto de vista, vendría a erigirse en un hecho impeditivo de los efectos del matrimonio putativo;
por lo cual, si no es alegada, invocada, contra uno de los cónyuges y por ende, probada por
quien la alega o invoca-, la buena fe ha de presumirse59.
En tal sentido se ha sostenido: “La presunción de buena fe no es más que un principio
general, del cual cabe apartarse no sólo cuando se proporciona la prueba de la mala fe, que
puede ser aún de presunciones que reúnan los recaudos legales, esto es que sean graves, precisas
y concordantes, sino también cuando las circunstancias del caso demuestren que la buena fe no
puede haber existido”60.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. arts. 27, 390, 441, 442, 507 y 2424.
Correlatividades: Código Civil art. 221 (texto según ley 23.515).
61
Zannoni, Eduardo A. “Derecho de Familia …”, op.cit. p. 324.
62
Belluscio, Augusto C., op. cit. 363.
63
Para un análisis pormenorizado del concepto, contenido y pautas para la determinación de las compensaciones
económicas remitimos al comentario de los arts. 441 y 442 del Código Civil.
el fallecimiento de uno de ellos se produce antes de quedar firme la declaración de nulidad64.
ARTÍCULO 429.- Efectos de la buena fe de uno de los cónyuges. Si uno solo de los
cónyuges es de buena fe, el matrimonio produce todos los efectos del matrimonio válido, pero
sólo respecto al cónyuge de buena fe y hasta el día de la sentencia que declare la nulidad.
La nulidad otorga al cónyuge de buena fe derecho a:
a. solicitar compensaciones económicas, en la extensión mencionada en los artículos 441 y
442; el plazo se computa a partir de la sentencia que declara la nulidad;
b. revocar las donaciones realizadas al cónyuge de mala fe;
c. demandar por indemnización de daños y perjuicios al cónyuge de mala fe y a los terceros
que hayan provocado el error, incurrido en dolo, o ejercido la violencia.
Si los cónyuges hubieran estado sometidos al régimen de comunidad, el de buena fe puede
optar:
i. por considerar que el matrimonio ha estado regido por el régimen de separación de bienes;
ii. por liquidar los bienes mediante la aplicación de las normas del régimen de comunidad;
iii. por exigir la demostración de los aportes de cada cónyuge a efectos de dividir los bienes en
proporción a ellos como si se tratase de una sociedad no constituida regularmente.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. arts. 27, 265, 266, 428 a 430.
Correlatividades: Código Civil art. 222 (texto según ley 23.515).
La existencia de buena fe por parte de uno solo de los esposos también constituye una
excepción a la retroactividad de los efectos de la nulidad del matrimonio, ya que en tal caso, la
unión matrimonial producirá todos los efectos del matrimonio válido pero sólo respecto del
esposo que obró ignorando la existencia de impedimentos o vicios de la voluntad
contemporáneos a la formación del acto. Respecto de la extinción del vínculo matrimonial, la
cesación de la vocación hereditaria entre esposos y la legitimación para peticionar
compensaciones económicas remitimos al comentario del artículo anterior, señalando que la
última de las prerrogativas sólo tendrá lugar cuando el esposo que hubiera sufrido el
desequilibrio o empeoramiento de su situación fuera el de buena fe, pues sólo respecto de él se
producirán los efectos previstos para el matrimonio válido.
Como sanción al esposo que actuó de mala fe, quedará revocada su emancipación si
fuera menor de edad, y el de buena fe quedará legitimado para revocar las donaciones que
hubiera realizado a favor de su consorte, sin que dicha facultad se limite a las que hubieran
tenido por causa el matrimonio. Asimismo, el de buena fe podrá demandar la reparación de los
daños materiales y/o morales que hubiera sufrido como consecuencia del matrimonio fallido
tanto al esposo de mala fe como a los terceros que de cualquier modo hubieran participado en el
hecho o acto que determinó la prestación de un consentimiento matrimonial viciado.
Finalmente, con relación al régimen patrimonial del matrimonio, se determina distinto
tratamiento según los esposos estuvieran sujetos al régimen convencional de separación de
bienes o al régimen legal supletorio. En el primer caso, se respetará la convención matrimonial
y cesará el régimen en virtud de la aplicación de las normas correspondientes. En el segundo
caso, y nuevamente como sanción al cónyuge de mala fe, la norma confiere al cónyuge de buena
fe una triple opción para que escojer la que resulte más conveniente a sus intereses. Así, podrá
optar por considerar que el matrimonio estuvo regido por el régimen de separación de bienes –
64
Hernández Lidia, En Bueres - Highton, op. cit. . 251.
aún cuando no se hubiere otorgado convención matrimonial al respecto-, por liquidar los bienes
conforme al régimen de comunidad (supletorio), o bien liquidar y dividir los bienes como si se
tratase de una sociedad no constituida regularmente, exigiendo al cónyuge de mala fe la
demostración de sus aportes.
Si bien la enunciación de la norma resulta clara, creemos que la misma puede presentar
algunas dificultades desde el punto técnico y axiológico por los siguientes argumentos:
En primer lugar, el art. 448 del Código Unificado establece que la convención
matrimonial de la que resulta la opción por el régimen de separación de bienes (conf. art. 446
inc. d. del Cód. Civ. y Com.) produce efectos a partir de la celebración del matrimonio y en
tanto el mismo “no sea anulado” sin hacer ninguna salvedad respecto de los efectos del
matrimonio putativo, por lo que el principio parecería ser la inoperatividad de la convención
derivada de la ineficacia matrimonial.
Nadie duda, sin embargo, que cuando ambos esposos son de buena fe la convención
matrimonial no se verá afectada, ya que, la sentencia que declare su nulidad proyectará sus
efectos hacia el futuro; y que, a contrario sensu, cuando ambos esposos sean de mala fe, se
aplicará sin hesitar el efecto previsto por el art. 448 del Código sancionado. Sin embargo, la
aplicación de la primera opción no resulta tan clara en el supuesto en comentario.
En efecto, si bien no hay unanimidad en la doctrina sobre la naturaleza jurídica de las
convenciones matrimoniales[1], que han sido definidas como contratos realizados con causa
matrimonii o incluso como “contratos” en el sentido de causa eficiente de obligaciones, no cabe
duda que las mismas son expresión de la voluntad concurrente de ambos contrayentes,
destinadas a regir sus relaciones patrimoniales mediante la elección del estatuto normativo que
se les aplicará; y en consecuencia, analizada la cuestión a la luz de los principios que rigen los
contratos[2] y de la previsión del citado art. 446, cabe preguntarse si es posible, en el caso, que la
buena fe de una sola de las partes intervinientes en el acuerdo confiera plena validez al mismo.
Creemos desde esa óptica que para que un negocio jurídico bilateral resulte válido es condición
sine qua non que lo sea para ambas partes.
En segundo lugar, creemos que el resultado práctico resulta disvalioso y desajustada su
inclusión dentro de una norma sancionatoria como la que se comenta. Entendemos que hubiera
sido más coherente con la idea de sanción a la mala fe del esposo[3] y más armónico con la
disposición del art. 448 del Código Unificado y la naturaleza de la convención matrimonial
aplicar el criterio de la triple opción a favor del cónyuge de buena fe cualquiera hubiera sido el
régimen patrimonial al que estuvieran sujetos los esposos; ya que en rigor reputándose ineficaz
la convención, y quedar sujetos al régimen supletorio de comunidad, nacería para el esposo de
buena fe la posibilidad de evaluar sus opciones, entre las cuales se encuentra la posibilidad de
escoger considerar que han estado sujetos al régimen de separación de bienes.
[1]
Esbozamos una idea aproximada de la cuestión a fin de hacer comprensible nuestro razonamiento, no obstante lo
cual remitimos al lector al comentario del art. 446 Cód. Civ. y Com.
[2]
Vaz Ferreira, “Tratado de la sociedad conyugal”, 3ra edición actualizada, Astrea, 1979, Tº I, p. 489.
[3]
Nótese que podría suceder que el esposo de mala fe, conocedor del vicio que afecta al acto jurídico matrimonial
hubiera instado al otro esposo a sujetar el matrimonio al régimen de separación de bienes con el fin de eludir la
sanción patrimonial cuya aplicación prevé el artículo en comentario.
Concordancias: Cód. Civ. y Com. arts. 27, 265, 266, 428 a 430, 448.
Correlatividades: Código Civil art. 223 (texto según ley 23.515).
La mala fe de ambos esposos hace caer los argumentos que justifican el apartamiento del
principio de retroactividad de los efectos de la sentencia, por lo que en estos casos el
matrimonio no produce efecto alguno, desapareciendo el vínculo matrimonial, la vocación
hereditaria emergente del título de estado anulado y la emancipación que, como consecuencia de
las nupcias, se hubiera producido respecto de alguno de los contrayentes.
En lo que hace al régimen patrimonial del matrimonio, las convenciones que hubieran
celebrado quedarán también sin efecto en virtud de lo dispuesto por el art. 448, que subordina
sus efectos a la celebración del connubio y a su validez, determinando que los bienes adquiridos
hasta el dictado de la sentencia que declara la nulidad se distribuirán según los aportes que
demuestren los ex esposos, como si se tratase de una sociedad no constituida regularmente. No
obstante ello, no podrán –como ya se ha visto- afectarse los derechos de terceros que de buena
fe hubieren contratado con alguno de los esposos.
Entendemos que a dicha unión podrán, eventualmente, aplicarse las disposiciones legales
referidas a las uniones convivenciales, en la medida que se encuentren presentes los requisitos
previstos por los arts. 509 y 510 del Código Unificado, por lo que no tendrá lugar cuando el
impedimento cuya inobservancia fue causa de la declaración de nulidad del acto a su vez
constituya un impedimento para el reconocimiento de efectos a la unión convivencial, y
lógicamente cuando haya cesado la cohabitación65.
65
Efectuamos la aclaración ya que podría presentarse algún supuesto en el cual se hubiera decretado la nulidad del
matrimonio en virtud de un impedimento que no fuese a su vez impeditivo de la constitución de la unión
convivencial, manteniendo los esposos la cohabitación (v.gr. declaración de nulidad en razón del impedimento de
crimen). Entendemos que la situación puede presentarse en algún caso en que sea un tercero legitimado el que plantea
la nulidad, pues si la plantea alguno de los esposos la convivencia –muy probablemente- habrá cesado con
anterioridad.